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La educación en el México prehispánico


Por:Mónica del Villar K.16 Mar 16
Su educación era impartida para adquirir un rostro y un corazón
(“in ixtli, in yolotl”), que diera sentido a la vida.
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¿Educarías a tus hijos hoy cómo en el México antiguo?  Yo me lo pregunto y la respuesta
no es absoluta. Veamos algunos reflejos de la educación mexica en aquél imperio que duró
casi 200 años y que basó su grandeza en la guerra y el tributo, pero también en la
educación y la filosofía.
Los pueblos del México prehispánico, en general, nos dejaron numerosas muestras de su
gran desarrollo cultural. Mayores testimonios escritos tenemos en el caso de los nahuas, de
sus valores y sabiduría, de la antigua palabra que transmitían a través de las metáforas de
las flores y los cantos (in xochitl, in cuicatl). Sabemos de una educación muy rigurosa pero
también inmersa en una filosofía para adquirir un rostro y un corazón (“in ixtli, in yolotl”),
que diera sentido a la vida.
Las Escuelas
Alfredo López Austin ha llamado el “templo-escuela”, el binomio que refleja el gran
vínculo entre religión y educación. Era el lugar por excelencia donde niños y jóvenes de
ambos sexos se formaban y adquirían los conocimientos necesarios para asumir los
diferentes papeles que se les asignaba en la sociedad prehispánica. Se trataba de una mezcla
entre prácticas (como los sacrificios y penitencias) y técnicas (como leer e interpretar los
calendarios ritual y solar). Su ingreso y permanencia variaba de acuerdo a sus orígenes y
destinos; podía ser desde unos años hasta indefinidamente si decidían ser sacerdotes. Las
escuelas existían en todos los barrios (calpullis). 
En ellas se daba la formación moral e intelectual y se enseñaba el trabajo productivo (las
técnicas agrícolas, la construcción de canales u obras hidráulicas, la arquitectura y la
preparación militar). Además se aprendía danza, canto y música, entre otras artes. Las
mujeres tuvieron escuelas paralelas para obtener la preparación relacionada con sus
atributos y su utilidad pública, algunas eran llamadas ichpochcalli (“casa de las jóvenes”),.
Se trataba de sociedades muy jerarquizadas, en las que el origen, noble (pilli) o plebeyo
(macehualli), era la base para su posición, derechos, funciones y obligaciones. Existía un
sistema de méritos y ascensos. Algunas fuentes nos hablan de dos tipos de escuelas entre
los mexicas o aztecas. Los calmécac, dedicados al dios Quetzalcóatl, eran las escuelas
sacerdotales y centros de educación superior, destinados a los nobles y de donde saldrían
los dirigentes. Los tepochcalli, para los plebeyos, eran centros de vida comunitaria
religioso-escolar dedicados al dios Tezcatlipoca. No fueron las únicas escuelas, pero sí las
más comunes.

La Palabra y los Oficios


Los discursos y consejos formaban parte muy importante de la educación, legitimaban y
fortalecían la ideología y el orden establecido, por medio de la transmisión de valores
morales tanto en las escuelas como en el hogar.
Ejemplo de ello son los huehuehtlatolli o “la antigua palabra” (discursos, enseñanzas o
testimonios) como nos explica el historiador Miguel León-Portilla. Entre ellos tenemos los
pronunciados en ocasiones especiales: nacimientos, enfermedades y muertes; matrimonios,
embarazos y partos. A estos se suman los añorados discursos para ser buenos gobernantes
que si no cumplían con su misión les esperaba “la piedra y el palo”.
En cuanto a los oficios, la regla general es que eran heredados y adquiridos por los varones
a través de sus padres: hacer petates, cestería, alfarería, metalurgia, arte plumario, trabajo
en pieles, obsidiana, cerámica, redes y cordones, técnicas agrícolas, pinturas u otros
trabajos mecánicos que proveen sustentos. Los oficios de las mujeres transmitidos a través
de la madre: debían “hacer bien de comer”, ser buenas molenderas, hacer “las diferentes
maneras de tortillas”. Se les preparaba en el oficio de madre y esposa, para ser parteras o
curanderas, así como para hilar y tejer, sembrar y labrar, teñir y pintar telas, vender
diferentes productos.
La Vida Cotidiana 
En la vida cotidiana, la educación también estaba fundamentalmente a cargo de los padres,
hasta que los niños entraban a las escuelas a “una edad convenible”, entre los 10 y 15 años
aproximadamente. Sabían que la obediencia era fundamental para la propia sobrevivencia
de sus hijos en la sociedad mexica. Se habla de severos castigos a los niños por faltas
como la desobediencia o la mentira, por ejemplo sentarlos desnuditos sobre un
hormiguero, hincarlos entre piedras o utilizar una púa de maguey en sus lenguas. También
si se excedían en la comida, se les racionaba el número de tortillas a ingerir..
La vida diaria también era espejo de la división social, veamos el caso de la mujer, de
acuerdo a su condición y edad, con el escrito de León-Portilla basado en el Códice
Matritense.  La mujer del pueblo: “Es de corazón firme, constante, no desmaya […]
trabajadora. Resistente al sufrimiento, acepta ser corregida […] Se entrega, es humilde, se
esfuerza”. De la mujer noble se dice: “La mujer joven tiene hijos, está casada, sabe lo que
debe hacer. Trabaja, se preocupa, es como una tolteca, sabe preparar buena bebida, buena
comida, se esfuerza con empeño, siempre tiene qué hacer”. De la mujer adulta se
mencionan como atributos: “La mujer ya lograda, en la que se ponen los ojos, digna, no es
objeto de diversión. La femineidad luce en su rostro. Trabaja, no se está ociosa, emprende
cosas, tiene ánimo”. De la imagen de la anciana: “La buena anciana: amonesta a la gente, le
da voces. Es luz, tea, espejo, ejemplo, dechado”.
* Imagen principal: Códice Mendoza, folio 60: Castigos a los niños de 11 a 14 años.

https://masdemx.com/2016/03/la-educacion-en-mexico-prehispanico/ 18 de mayo de 2020

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