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Escuelas emocionalmente inteligentes. La revolución educativa necesaria


(Prefacio).

Presentation · February 2019


DOI: 10.13140/RG.2.2.35788.67200

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Alejandro Castro
Pontifical Catholic University of Argentina
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ÍNDICE

PREFACIO

I. INTRODUCCIÓN

II. ENCONTRÁNDONOS

III. EMOCIONÁNDONOS

IV. EDUCANDO LA AFECTIVIDAD HUMANA

EPÍLOGO

BIBLIOGRAFÍA
PREFACIO

Lucha por nacer; vive.


Luego, esfuérzate para que tu estadía sea feliz.

Todo el tiempo suceden cosas y nos pasan cosas. Cada acontecimiento pega
un golpecito y nos redirecciona, nos cambia la vida. Eso pasó con este texto
que ya no podrá ser el libro que hubiera resultado y que, como en otros, si
bien cada idea viajará del corazón a la cabeza, ahora serán otras las
motivaciones y las palabras.
Como suele suceder en estos tiempos tan revueltos, ella, como otros jóvenes
de la nueva modernidad, tenía un enorme vacío en el pecho. Ya antes de que
sus padres la pensaran se estaba delineando el futuro agujero. Si pudiéramos
preguntarle a Napoleón acerca del mejor momento para comenzar a amar a
los hijos, el general hubiera respondido: “Veinte años antes de que nazcan”.1
Siempre somos cada uno y la tribu.
El persistente desamor del otro se convierte en hostilidad con uno mismo, y
frente a ese temprano agujero negro no es sencillo encontrar remedios. Sean
sustancias o adicciones psicológicas como el juego, el trabajo, el sexo o las
tecnologías, profundo y sombrío, traga todo y a todos, y nada ni nadie alcanza
a satisfacerlo. Luego, la soledad, madre de desórdenes y desencuentros lleva
a que ella no quiera despertar.
Sabemos acerca de la relevancia de incluir la inteligencia emocional y el
desarrollo de las habilidades socioemocionales en todo ámbito de
aprendizaje; hace décadas que las valoramos y las consideramos prioridades
formativas. Sin embargo, aun reconociendo que estas habilidades no
encuentran su lugar en nuestros inadecuados sistemas educativos, insistimos
en la necesidad de reflexionar y trabajarlas para que cada familia, aula o
ciudad se conviertan en ámbitos que favorezcan el encuentro y el bienestar
de todos.
Una mirada ecológica de nuestra realidad parece ser muy oportuna frente a
los desafíos presentes y futuros que enfrentamos como seres
socioemocionales que nos reconocemos. Ya sea con uno mismo, en el ámbito
familiar o como ciudadanos de complejas y crispadas comunidades,
1
Napoleón solía referirse así con respecto a la educación de los niños.
necesitamos pistas, entornos y estrategias emocionalmente contenedoras y
nutritivas para estar bien y crecer.
Ante la posibilidad del otro, ya sea porque recién llega al mundo o está
recorriendo un camino, no debemos descuidar o entorpecer ningún espacio
de aprendizaje. Si ya es escandaloso observar la mediocridad de nuestros
sistemas de educación, es ahora imperdonable que se continúe
desvinculando los procesos educativos de la afectividad humana. Este es el
motivo por el cual, si hoy nos preguntaran como en el título del discurso de
Taylor Gatto (1990) “¿Por qué la escuela no educa?”, algunos responderíamos
con otras preguntas: ¿Por qué siempre la escuela? ¿Por qué sólo la escuela?
Sin embargo, la transformación debe iniciarse en la escuela junto a las
familias, iluminando e implicando al resto de las comunidades.
La tarea, nada sencilla de realizar, debe ser entonces: favorecer el encuentro
en armonía y aprender a estar bien con uno mismo, los demás y el mundo
que nos toca compartir. Y para esto, hace falta que la primera innovación, la
gran revolución, se produzca en nuestra frágil y descuidada afectividad.
Somos débiles, pero perfectibles a través de la educación. Sin embargo, en un
mundo donde la violencia contra uno mismo, los otros y todo lo otro continúa
creciendo, donde se frustran tantas vidas bellas, la nueva formación y
aquellos ámbitos donde ésta se brinde, deben pensarse para cuidar, sanar y
desarrollar lo que aún es una promesa. Sólo así se puede aprender de manera
coherente a ser, a saber, a hacer y a estar con uno mismo, los demás y el
mundo con esperanza.
Si las escuelas y universidades, junto a las familias, logran comprender los
alcances de la tan compleja y particular dimensión afectiva, y trabajan para
ser emocionalmente competentes “tocando” a cada uno, la convivencia
humana tendrá mejor pronóstico.
Finalmente, junto a las incalculables reflexiones que hemos hecho en miles de
años de estadía en el planeta, hemos aprendido que no hay secretos, ya que,
aunque adolezca de poco académica, la respuesta tanto a los miedos e
inseguridades como a la realización de una vida con sentido siempre ha sido
la de amar y sentirse amado.

A.C.S.
Septiembre 2018.

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