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DERECHO SUCESORIO BERNAL GONZÁLEZ HILDA 084311786

Albacea
Proporcionado por el Diccionario de referencia, de Joaquín Escriche.
El que tiene a su cargo hacer cumplir y ejecutar lo que el testador ha ordenado en su
testamento u otra ú ltima disposició n.

El albacea se llama también cabezalero, testamentario, mansesor y fideicomisario,


porque en su fe y verdad encomienda el testador su intenció n y el interés de su alma:
ley, 1, título 10, Partida 6. Puede darse este encargo al presente o ausente, a uno o a
muchos, al heredero o a un extrañ o, al clérigo o lego; no pasa por muerte del
nombrado a su heredero; ni puede delegarse, sin que el testador hubiese dado
facultad para ello, piles se reputa elegida la industria y probidad de la persona. Puede
ser albacea el mayor de diez y siete añ os, pues que el derecho le juzga idó neo para ser
procurador en los negocios extrajudiciales, con tal que sea capaz de hacer testamento:
también puede serlo la mujer, segú n costumbre generalmente observada, aunque se lo
prohíbe la ley 8, título 5, lib. 3 del Fuero Real; como igualmente el religioso profeso, a
no ser franciscano, segú n supone la ley 2, título 10, Part. 6, bien que habrá de
intervenir la licencia de su prelado, y quedará sujeto a la jurisdicció n ordinaría en
cuanto a la rendició n de cuentas, como sienta Gregorio Lopez. El albacea es legítimo,
testamentario o dativo; y el testamentario y dativo puede ser universal o particular.
Albacea legítimo es aquel a quien compete por derecho cumplir la voluntad del
testador; y tal es el heredero. Albacea testamentario es el nombrado por el testador en
su testamento o en otra ú ltima disposició n. Albacea dativo es el que el juez nombra de
oficio cuando el legítimo o testamentario no quiere cumplir lo dispuesto por el
difunto. Albacea particular es el nombrado por el testador o por el juez en su caso para
evacuar lo concerniente al alma del difunto, a los legados, o a otra cosa particular.
Albacea universal es el nombrado por el testador, o en su defecto por el juez para
ejecutar todas las disposiciones contenidas en el testamento. El albacea universal
debe hacer inventario formal de los bienes del testador ante escribano y testigos, y dar
cuenta de lo recibido y gastado, aunque el testador lo releve de ello. Así lo dice
Febrero, part. 1, cap. 5, pá r. 13, nú mero 202, y en la edició n novís. tom. 1, pá g. 477,
nú mero 5, fundá ndose en los Derechos Romano y Canó nico, afirmando que sobre este
punto ha visto varias ejecutorias del Supremo Consejo. El albacea no puede ser
compelido a la admisió n de su encargo; pero una vez aceptado expresa o tá citamente,
tiene obligació n de desempeñ arlo con exactitud y probidad, de manera que si por
razó n de su negligencia o malicia se le, privase judicialmente del albaceazgo después
de haberle amonestado, pierde lo que el testador le hubiese dejado, a no ser hijo del
mismo testador, pues este no debe perder su legítima: ley 8, título 10, Part. 6. El
albacea que tuviere en su poder el testamento del difunto,- debe mostrarlo al juez en
el término de un mes; y no mostrá ndolo perderá la manda que el testador le hubiese
dejado, la cual ha de aplicarse en tal caso por el alma del difunto: mas si nada se le
hubiere legado, tendrá que pagar el dañ o a la parte y dos mil maravedís al fisco: ley 5,
título 18, lib. 10, Novísima Recopilació n. El albacea tiene las facultades que se le dan
en el nombramiento, y no puede excederse de ellas. Si se le encarga, pues, por el
testador que entregue a personas determinadas cierta cosa o cantidad, y reparta a su
arbitrio los demá s bienes entre los pobres, no podrá dar mas de lo mandado a dichas
personas designadas, aunque se hallen en la indigencia: ley 3, título 10, Part. 6. V.
Conmutació n de ?ú ltima voluntad. * El albacea del có nyuge premuerto está facultado
por el artículo 195 de la ley Hipotecaria., para reclamar que el sobreviviente otorgue
hipoteca por los bienes reservables a favor de los hijos; y el albacea de la persona de
quien procedan los bienes en que consista el peculio, por el artículo 205; para exigirla
del padre o madre que pasaren a segundas nupcias. Véase Hipoteca. *

Má s sobre el Significado Histó rico de Albacea

Solo en cuatro casos puede el albacea exigir judicial y extrajudicialmente del heredero
los bienes del difunto, a saber: 1.°, cuando la manda es para obras pías; 2.°, cuando
tiene por objeto el socorro o alimentos de huérfanos u otras personas; 3.°, cuando el
testador legó alguna cosa a otro juntamente con el albacea; y 4.0, cuando en el
testamento se le da poder amplio para demandar en juicio y fuera de juicio los bienes,
a fin de cumplir lo que en él se halla dispuesto: bien que los legatarios pueden pedir
sus legados al que los tuviere: ley 4, título 10, Part. 6. Mas es de advertir que en todos
los testamentos suelen poner los escribanos por estilo y fó rmula la clá usula en que se
confiere a los albaceas la facultad de apoderarse de los bienes del testador, de
venderlos en pú blica almoneda o fuera de ella, y con su producto cumplir su voluntad;
por lo cual no deberá dá rsele mas valor que el que indiquen las circunstancias; de
modo que si los herederos son legítimos o forzosos, no debe el ” albacea mezclarse en
otra cosa que en lo relativo al alma del difunto. Si para cumplir lo que dispuso el
testador necesita vender parte de sus bienes o todos, no deberá hacerlo sino en
pú blica subasta, sin que nada pueda comprar él bajo la pena de nulidad de la compra y
del cuatro tanto aplicado al fisco:

ley 62, título 18, Part. 3; y ley 1, título 12, lib. 10, Novísima Recopilació n Con el fin de
evitar que el caudal de los pupilos y huérfanos se disipe en diligencias judiciales y en
costas, que por lo comú n causaban los llamados padres generales de menores y
defensores de ausentes, se concede permiso a los testadores por la ley 10, título 21,
lib. 10, Nov. Recopilació n, para que confieran a los albaceas 6 tutores que nombraren
la facultad de formar los aprecios, cuentas y particiones de sus bienes entre sus hijos
menores, cumpliendo después los albaceas o tutores con presentar las diligencias ante
la justicia del pueblo para su aprobació n, y que se protocolicen en los oficios del
juzgado. Los albaceas deben dividir entre sí con igualdad el legado que les hubiere
dejado el testador para todos ellos; y si alguno falleciere 6 no aceptare su encargo, se
acrece su parte a los otros en la misma forma. El albacea debe cumplir su encargo
dentro del término prefijado por el testador; y si este no lo hubiere señ alado, dentro
de un añ o contado desde el día de la muerte, cuando no puede concluirlo con mayor
brevedad: siendo muchos los albaceas, y no pudiendo o no queriendo concurrir todos
a la ejecució n de su encargo, valdrá lo hecho por uno o dos de ellos: ley 6, título 10,
Part. 6. Si el testador lega algunas cosas para la redenció n de cautivos, y no nombra
albacea que cumpla esta disposició n, debe percibirlas el Obispo del lugar de la
naturaleza del testador, 6 el del lugar en que estuviere la mayor parte de la herencia, o
el del lugar de la muerte en caso de que se ignore el lugar de la naturaleza 6 domicilio,
formar inventario de ellas ante el juez secular, y darle cuenta de su inversió n al cabo
de un añ o, manifestá ndole cuá ntos cautivos redimió y cuá nto dio por cada uno. Así lo
dispone la ley 5, título 4, Part. 6; pero parece que esta ley no está . en observancia, pues
si el heredero no ejecuta lo dispuesto por el testador, elige albaceas el Obispo o le
compele al cumplimiento, como dicen los autores: bien que ahora se deberá recurrir al
juez secular, como luego veremos. Si el albacea no quiere llevar a efecto la voluntad
del testador, puede compelerle el Obispo, o ejecutarla por sí o nombrar otro albacea
que la cumpla; y sí el testador no dejó albacea, y el heredero no la cumple, puede
igualmente hacerla cumplir el Obispo, porque es obra de piedad, y como cosa
espiritual: en el concepto de que cualquiera del pueblo tiene acció n para darle cuenta
de esta negligencia. Así está establecido en la ley 7, título 10, Part. 6; pero aunque la
ley se explica en términos generales, suelen los autores restringir la facultad de los
Obispos a solo las disposiciones piadosas., porque solo de las disposiciones de esta
clase son ejecutores estos prelados en los casos concedidos por.derecho segú n el
Concilio de Trento: ses. 22, cap. 8, de Reform. De aquí es que aunque Gregorio Lopez
quiere que pertenezca indistintamente a los jueces eclesiá sticos y seculares el cuidado
de hacer cumplir en todo la voluntad de los testadores, quía munas Icor mixti est,
atribuyen otros exclusivamente a los primeros la facultad de proceder de oficio por lo
concerniente a lo pio, y a los segundos la de proceder a pedimento de parte por lo que
hace a lo profano. Mas segú n el espíritu de las leyes recopiladas, parece que solo el
juez secular es competente para hacer ejecutar todas y cualesquiera disposiciones del
testador, sean profanas o piadosas. En efecto, las leyes 13 y 14, título 20, lib. 10,
Novísima Recopilació n, disponen que las justicias reales compelan a los herederos al
cumplimiento de ciertas obras pías, sin que por la omisió n de estos se mezcle ninguna
justicia eclesiá stica ni secular en hacer inventario de los bienes. La ley 16 del mismo
título ordena que los tribunales eclesiá sticos no conozcan de nulidades de
testamentos, inven-, tarios, secuestros y administració n de bienes en juicios reales en
que todos son actores, aunque se hayan otorgado por personas eclesiá sticas, y algunos
de los herederos o legatarios sean comunidad o persona eclesiá stica u obras pías;
pues todos como verdaderos actores al todo o parte de la herencia, que siempre se
compone de bienes temporales y profanos, deben acudir ante las justicias reales
ordinarias, por ser, ademá s de las razones expuestas, la testamentifacció n acto civil
sujeto a las leyes reales, sin diferencia de testadores, y un instrumento pú blico que
tiene en las leyes prescrita la forma de su otorgamiento. Finalmente, la ley 16, título 1,
lib. 2, vituperando el abuso con que algunos visitadores, vicarios y otros jueces
eclesiá sticos se entrometían a tomar conocimiento de los caudales de propios de los
pueblos con pretexto de exigir las asignaciones de causas pías, supone y declara que
como actores deben las causas, pías interesadas o sus administradores, para cobrar de
los propios, acudir a la justicia ordinaría del pueblo a solicitar y pedir _el pago. De todo
se deduce que la citada ley 7, título 10, Partida 6, debe considerarse sin fuerza, y que
todos los interesados en las mandas piadosas tienen que acudir a los jueces seculares
para que estos compelan a los albaceas o herederos .morosos a su entrega o
cumplimiento. Es bastante comú n la opinió n de que el albacea no debe gozar salario
por su trabajo; pero está en prá ctica el dá rselo cuando de algú n modo se viene en
conocimiento de que tal ha sido la intenció n del testador y del albacea.

Má s sobre Albacea en el Diccionario

Puede verse sobre esta materia de albaceas el Tratado que escribió D. Francisco
Carpio de executo ibus et comisarias testamentarias. * Al juez de primera instancia
corresponde el nombramiento de albacea dativo que puede hacer al menos por
analogía, cuando faltan todos los designados por el testador para el puntual
cumplimiento de sus disposiciones y el heredero carece de persona que especialmente
le represente: sent. del Tribunal Supremo de 29 de Mar-. zo de 1869. Procediendo las
facultades de los albaceas de la voluntad del testador, son nulos sus actos en cuanto no
se ajusten a lo dispuesto por estos: sent. de 3 de Junio de 1864. Las leyes 10 y 11,
título 21 de la Novísima Recopilació n que imponen a los testamentarios el deber de
presentar a la aprobació n judicial las cuentas y particiones de herencia en que está n
interesados menores, después de practicadas extrajudicialmente, sin cuyo requisito se
infiere no han de perjudicar a aquellos, no determinan que su omisió n produzca la
nulidad de las mismas particiones. En el supuesto de ser rescindibles unas particiones
por dicha omisió n, cuando proceda la reparació n de perjuicios, debe intentarse el
remedio de la restitució n iía integrum dentro del cuadrienio legal: sent. del Tribunal
Supremo de 29 de Abril de 1867. Si el testador hubiera nombrado varios albaceas,
confiriendo a todos facultad para cumplir el testamento sin conferírsela a cada uno de
ellos ira solidum, no se entiende por esto que si la mayor parte de ellos no quisieren o
no pudieren desempeñ ar el albaceazgo, haya de dejar de hacerlo el que quede; por
mas que fuesen nombrados con dicha cualidad, pues esta clá usula, mas que para
privar al que no la tenga de la facultad de obrar por sí solo en el cumplimiento de su
encargo, cuando sus compañ eros se hallaren incapacitados o no quisieren
desempe_iarlo, tiene por objeto autorizar al que primero intervenga en la
testamentaría para continuar ejerciendo su cometidos hasta su terminació n, con la
concurrencia de los demá s: sent. de 18 de Marzo de 1865. Cuando un testador designa
explícitamente al cura y síndico del pueblo para que administren y distribuyan todos
sus bienes en la manera y forma que determina en su testamento, si por renuncia
personal de los que ejercían dichos cargos se nombrase judicial y supletoriamente un
administrador, esto no empeoraría ni destruiría el legítimo derecho de los sucesores
en aquellos cargos para reclamar la administració n, antes bien guardaría perfecta
conformidad con la voluntad del testador: sent. del Tribunal Supremo de 15 de Marzo
de 1870. Acerca del término de un añ o en que deben cumplir.su encargo los albaceas,
segú n expone el autor en el aparte diez y siete de este artículo con referencia a la ley 6,
título 10, Part. 6, hay que tener presente, que por sentencia del Tribunal Supremo de
justicia de 26 de Noviembre de 1861, se ha declarado no ser aplicable esta disposició n
al caso en que el destino dado por el testador a la herencia y otras especiales
circunstancias de la testamentaría hagan imposible la conclusió n de esta en dicho
término: mas por otra sentencia de 18 de Marzo de 1865 se ha consignado que los
albaceas, que no interviniendo dichas circunstancias, dejaren trascurrir aquel plazo,
sin cumplir con su cargo, y fueren separados de él por tal causa, por sentencia del juez
competente, llevan al menos la nota de negligentes e incurren en la pena de perder lo
que por el testamento debieran percibir. Cuando unos albaceas son nombrados
exclusivamente para cumplir lo propio contenido en un testamento, a cuyo fin se les
encarga que fallecido el testador se apoderen de sus bienes y vendan los precisos de
los mas efectivos, al darse los albaceas por entregados de todos los bienes
pertenecientes a la herencia, expresando que quedaba a su cargo cualquiera
responsabilidad sucesiva que por aquella razó n pudiera exigirse, se entiende
claramente que su obligació n se concretaba a los bienes inventariados: sent. del
Tribunal Supremo de 24 de Febrero de 1869. Es doctrina legal, admitida por los
tribunales, que las facultades de los albaceas no se limitan solo al cumplimiento de las
mandas y parte piadosa, sino que se extienden a todo lo demá s que les hayan
encargado los testadores y a las gestiones que ellos mismos hubiesen aceptado, siendo
por tanto vá lidos los actos de estos en cuanto se ajustan a lo dispuesto por sus
comitentes: sent. de 17 de Diciembre de 1864 y de 17 de Enero de 1866. Segú n el
artículo 412, pá r. 2 del Có digo penal reformado en 1870, el albacea que directa o
indirectamente se interesare en cualquiera clase de contrato u operació n relativa a los
bienes pertenecientes a la testamentaría, es castigado con las penas de inhabilitació n
temporal especial y multa del 10 al 50 por 100 del valor del interés que hubiere
tomado en el negocio. Ya por la ley 1, título 12, lib. 10 de la Nov. Recopilació n, se
prohibió a los albaceas comprar bienes de la testamentaría que administren; mas por
sentencia del Tribunal Supremo de justicia de 8 de Noviembre de 1859, se declaró no
ser extensiva esta prohibició n al que, siendo cabezalero o albacea, es al mismo tiempo
heredero y compra como tal algunos bienes; y por otra sentencia de 12 de Junio de
1865 se ha declarado, que no puede serlo sin violentar el sentido de dicha ley a los
albaceas fiduciarios, en quienes el testador deposita toda su confianza, y a los cuales
se les adjudican bienes en pago de anticipos que hubieren hecho para el cumplimiento
de su encargo. Los albaceas no pueden excusar en la venta de bienes raíces de
testamentarías y en la ejecució n de las particiones en que tengan interés los menores
de edad, la intervenció n y aprobació n judicial. La ley 62, título 18, Part. 3, limitada a
prescribir para los casos ordinarios del albaceazgo la forma de las escrituras de venta
que otorguen dichos albaceas, y la obligació n de vender los bienes en pú blica subasta,
no es contraría a la 60 del mismo título y Partida que comprende un precepto general
y absoluto, segú n el cual no se pueden enajenar las cosas raíces de los menores, ni aun
para pagar deudas, o con grande utilidad de los mismos, sin licencia u otorgamiento
del juez del lugar, requisito del cual no dispensa a los albaceas ninguna de dichas
leyes. Lo mismo acontece respecto de la ley 10, título 21, lib. 10, Novísima
Recopilació n, cuyo ú nico objeto fue impedir la intervenció n costosa y dilatoria de los
contadores de particiones; mas sin dispensar a los testamentarios de la observancia
de las leyes relativas a la venta de los bienes de menores, y sujetá ndolos, en el acto
concreto y exclusivo de la partició n, a la aprobació n judicial: sentencia de 19 de
Octubre de 1859. En el día, dicha venta de bienes de menores debe hacerse con
arreglo a las disposiciones del título 13 de la segunda parte de la ley de Enjuiciamiento
civil de 1855. V. Venta de bienes de motores. *

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