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vamos los dos dinamismos elementales de toda neurosis, aunque aquí más
complicadamente: la angustia ante la posibilidad (de que algo ocurra, de que
algo no ocurra) y la defensa frente a la angustia mediante actividades sub-
sidiarias, como los rituales. La consideración de los tratadistas clásicos alema-
nes de que las obsesiones son alteraciones puramente formales que no de-
rivan de un substrato emocional es insostenible. Lo que sí es cierto es que
el obsesivo puede experimentar a su vez angustia ante el hecho de la in-
coercibilidad de sus compulsiones.
El pronóstico es en general grave, aunque en todo caso el paciente per-
manece íntegro en sus funciones cognitivas y mnésticas; tampoco muestran
deterioro alguno de otro tipo. La gravedad estriba en la invalidación que
provoca la sumisión a la compulsión, que puede llegar a extremos que ponen
a prueba nuestra capacidad para asombrarnos.
El mundo del obsesivo es un mundo absurdo por su propia contradic-
toriedad. Es un mundo limitado por enorme cúmulo de temores de los
cuales ha de defenderse constantemente. La contradicción estriba en el
hecho de que es el propio paciente el que reconoce la absurdidad de aquello
que teme. Y, sin embargo, la defensa de tales temores le lleva a la comi-
sión de actos rituales, también para él categorialmente absurdos, pero a los
que les confiere algo así como un poder mágico en orden a su protección.
Esta perpetua alerta ante la posible comisión de actos reprobables de
los cuales ha de defenderse mediante actos mágicos que forzosamente ha de
realizar, hace que la personalidad del obsesivo se estructure hacia la rigi-
dificación y estereotipia. El pensamiento mismo es, muchas veces, precavi-
do, un pensamiento nada concreto, que hace años definí como «pensa-
miento en espiral» (CASTILLA DEL Prxo), y que FREUD advirtió en el co-
mienzo del historial clínico del denominado «hombre de las ratas»: su ne-
cesidad de precisión era de tal naturaleza. que jamás daba por conclusa la
descripción de los hechos. FREUD confiesa que no llegó a tener una idea
clara de los hechos que el paciente trato de explicarle.