De las actitudes éticas es frecuente el tipo rígido, obsesivo-compulsivo,
que no presenta en realidad síntomas concretos de obsesiones en ninguna esfera de su conducta. Pero él es todo una defensa frente al desorden, a la suciedad, a la impuntualidad, a la frivolidad. Carecen del mínimo sentido del humor, tienen una concepción rigidificada de la jerarquización social, viven su papel social de una manera absolutamente fija. Todo lo que sea salirse de la norma, aunque sea mínimamente, en el vestir, en el hablar, en todos los aspectos del comportamiento, es «impropio», sencillamente «no está bien». Opuesto a éste es el asocial, carente de toda normativa internalizada. La única que aceptan es la de su propio grupo, por ejemplo, las lealtades entre los componentes. Pero no por otra razón que no sea por una cuestión práctica, a saber: que sólo la sujeción a tales reglas les hace factible la convivencia y la complicidad en sus conductas. Se trata, pues, no de una normativa de carácter superyoico, sino de adecuación al principio de realidad. La carencia de sentido de culpa va ligada muchas veces a la del sentido de responsabilidad. Más temprano que tarde estos asociales caen en las manos de la justicia una y otra vez. Las actitudes empáticas aportan varios tipos de interés: el bistericobistriónico, diferente del seudólogo en su carencia de sistematización. Su pretensión es, ante todo, la escenificación inmediata, de manera tal que la atención de todos se proyecte sobre ellos, no importa el procedimiento. Si reúnen determinadas cualidades, por ejemplo, estéticas, la pretensión de ser centro es conseguida. Pero en otros casos -como si existiera una falsa conciencia de la realidad de sí mismo- existe una desproporción entre lo que pretenden y lo que pueden, y las actuaciones tienen, vistas desde fuera, un cierto dramatismo. Diferente al histriónico es el tipo bufonesco. Para el logro de la estimación de los demás precisan movilizar sus gracias, remedar a los demás, ridiculizarlos. Saben que es a través de este proceder como pueden desempeñar su papel en el grupo, y no se arredran ante nada. Ellos mismos pueden ser autorridiculizados, lo que por otra parte constituye la mejor coartada para que las bufonadas sobre los demás hayan de ser aceptadas por todos. A veces parecen tipos hipomaniacos.