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Erwing Panofsky. El significado en las Artes Visuales. Alianza Forma. Madrid, 1987.

INTRODUCCIÓN.

La historia del Arte es para Panofsky una disciplina humanística. El humanista niega el
principio de autoridad, pero también reconoce el valor objetivo de la tradición, que hay que
estudiar; es decir, reconoce a la vez la limitación del hombre a la vez que su racionalidad y
libertad, frente a individualistas y deterministas. Establece además un paralelismo entre las
Ciencias y la Historia del Arte, en tanto ésta estudia el “Cosmos de cultura”, mientras que aquella
observa los elementos naturales, interpreta los “mensajes de la naturaleza” y finalmente
clasifica los resultados en un sistema coherente. Nótese el paralelismo con los tres actos
interpretativos del método iconográfico.
El material para el historiador del arte humanista son los testimonios que nos llegan en
forma de obra de arte. La obra de arte tiene una significación estética (que no es sinónimo de
valor estético), que puede responder o no a una función práctica y que debe ser estéticamente
experimentada. Esta experiencia comprende la obra tanto como un elemento que comunica
ideas, un aparato que cumple un cometido o ambos. La diferencia entre objeto práctico y obra
de arte no es fácilmente delimitable (¿hasta qué punto las tumbas de los Médici de Miguel Ángel
son funcionalmente tumbas?) y depende de la voluntad del artista. En la obra se combinan dos
elementos: forma e idea. En resumen: definimos obra de arte como objeto fabricado por el
hombre que debe de ser estéticamente experimentado.
Esta experiencia consiste en lo siguiente: todo el que se encare con una obra de arte
debe interesarse por tanto por la forma (la manera de representar técnicamente las cosas), la
idea (los temas representados) y el contenido. En este sentido, la experiencia artística es la
unidad de estos elementos.
Es una experiencia que no depende tan sólo de la sensibilidad natural o adiestramiento
visual del espectador, sino también de su bagaje cultural: no hay espectador totalmente
ingenuo. Inconscientemente, el espectador valora e interpreta libremente la obra de arte; a
diferencia de él, el historiador del arte tiene conciencia de que su bagaje cultural difiere del
de otras épocas y lugares y trata de profundizar en las circunstancias de la creación de la obra
y en las convenciones estilísticas para así poder entender además la aportación individual del
autor, considerando para ello los tipos iconográficos, la actividad social, etc que nos acerca al
contenido. Así se recrea la experiencia artística original por medio de un trabajo que puede ser
considerado como una auténtica forma de arqueología.
En cuanto al estilo, el historiador del arte trata de constituir el objeto de arte como un
proceso de síntesis artística recreadora, de modo que no deben analizarse los rasgos de estilo
como una colección de datos empíricos cuantificables ni tampoco como meras impresiones
personales. Deben dar testimonio de las intenciones artísticas del autor en términos de
alternativas. Es decir, cuando el artista pudo elegir entre varias formas de proceder para
solucionar un problema, acentuando así una característica determinada de la obra (pág. 34).

Capítulo 1.

Para captar el significado de un gesto (como por ejemplo un saludo) debo 1-identifciar
naturalmente el movimiento, 2-identificar luego las expresiones convencionales de un estado
de ánimo y 3-interpretar finalmente la personalidad de quien realiza dicho gesto de acuerdo con
su bagaje cultural. Por tanto, la interpretación es el principio unificador subyacente y que a la
vez explica el acontecimiento visible y lo puede llegar a determinar en la forma en que
cristaliza.
La significación natural puede ser una descripción de dos tipos: expresiva (captando
ciertas cualidades expresivas) y fáctica (formas puras como líneas y colores). Pertenece al mundo
de los motivos artísticos (formas de representar algo). En ocasiones nos puede plantear alguna
dificultad si no conocemos las formas de representación.
La significación secundaria o convencional es la relación entre el motivo artístico y el
tema o concepto. Para conocerlo acudimos normalmente a los textos que nos revelan su sentido
o historia. Es el mundo de la historia y la alegoría. Se nos puede presentar problemas de
identificación cuando unas representaciones adquieren atributos de otras, como sucedió con
Judith portando una cabeza en una bandeja (atributo de Salomé). Es la iconografía, definida
como descripción y clasificación de las imágenes. Recopila datos sin preocuparte de su génesis
o sentido, para lo que deberíamos considerar ideas teológicas, filosóficas o políticas que
pertenecen al campo de la interpretación.
Por último, la significación intrínseca es aprehendida mediante principios subyacentes
que ponen de relieve la mentalidad básica de una “nación, época, clase social, creencia religiosa
o filosófica, matizada por la personalidad y condensada en una obra”, manifestada mediante la
composición (forma) y la significación iconográfica (sobre la que arroja luz). La iconología se
incorpora orgánicamente a cualquier método (histórico, psicológico o crítico) para interpretar
la obra de arte mediante la síntesis de sus elementos, en contraste con análisis iconográfico y
descripción pre-iconográfica. No obstante, éstos son requisitos previos. Exige una “intuición
sintética” que al estar condicionada por la cosmovisión/psicología del intérprete debe ser
corregida o controlada por mecanismos como la investigación sobre el cómo, en determinadas
circunstancias históricas, los temas son representados a través de las formas.
Nuestra intuición sintética debe ser así corregida mediante la investigación sobre el
modo en que, bajo diversas circunstancias, las tendencias generales del ser humano se expresan
a través de temas y conceptos específicos, en una especie de “historia de los síntomas
culturales” o símbolos (pág. 57).

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