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HISTORIA D E LAS D O C T R I N A S
D E LA POBLACION

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René Gonnard U\

HISTORIA
de las
D O C T R I N A S

de la
P O B L A C I O N

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900033532 -BIBLIOTECA CEP AL

CENTRO LATINOAMERICANO DE DEMOGRAFIA


Santiago d« Chile - 1969
C e n t r o L a t in o a m e r ic a n o d e D e m o g r a f ìa
CELADE
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T ra d u c c ió n de
JO S E FERRER

© C í a . E d ito ra N acional, S . A. México, 1945-


© C e n t r o L a tin o a m e ric a n o de D em ografía, S a n tia g o , C h ile ,

1969. (Edición f a c s í m ile ) .


S erie E, N° 3.
INDICE

Cap. Pag.
Primera Parte

LAS DOCTRINAS ANTIGUAS Y MEDIOEVALES

I. Las concepciones de los pueblos antiguos de


Oriente ......................... 11
II- Las doctrinas griegas de la población ..... 23
III. Las doctrinas romanas ................ 45
IV. Las doctrinas medioevales .............. 57

Segunda Parte

LAS DOCTRINAS DE LA EPOCA


MERCANTILISTA Y FISIOCRATICA

I. Doctrinas italianas y españolas (1450-1650) .. 77


II. Doctrinas francesas (1450-1650) ......... 87
III. Doctrinas alemanas e inglesas (1450-1650) .... 97
IV. Doctrinas francesas (1650-1750) ......... 109
V. Mirabeau y los fisiócratas ............. 133
VI. Doctrinas francesas de la segunda mitad del si­
glo XVIII, además de las fisiócratas .... 151
Vil. Doctrinas inglesas (1650-1798) .......... 177
VIII. Doctrinas alemanas (1650-1800) .......... 195
IX. Doctrinas italianas (1650-1800) ......... 203

Tercera Par te

LAS DOCTRINAS MODERNAS

I. Malthus y el Ensayo sobre el Principio de Po­


blación ......................... 215
II. Los economistas malthusianos en el siglo XIX.. 241
III. Los adversarios del malthusianismo ....... 255
IV. La demografía en el siglo XIX........... 273
V. Civilización y población .............. 279
Parte Primera

LAS D O C T R I N A S A N T I G U A S Y M E D I O E V A L E S
C a p ít u l o P r im e r o

L A S C O N C E P C I O N E S D E LOS P U E B L O S A N T I G U O S
D E ORIENTE

Las ideas de los pueblos antiguos de Oriente sobre la población,


deben buscarse sobre todo, como sus ideas económicas, en los libros
santos, en estas obras de contenido sumamente compuesto, en que
se yuxtaponen doctrinas y preceptos, en las que junto a las ense­
ñanzas teológicas y cosmológicas se encuentran nociones obtenidas
en la experiencia y referentes a los objetos más diversos: moral,
derecho, política, higiene, deberes para con la divinidad, la socie­
dad y uno mismo. Todo ello sistematizado más o menos alrede­
dor de una concepción religiosa central.
De manera generalísima podemos decir que para esos pueblos,
los lincamientos principales de su doctrina de la población se pre­
sentan así: consideran el celibato como una desgracia y una ver­
güenza;el matrimonio, como un deber y como el destino normal del
hombre; la multiplicación de los nacimientos, como un gran bien;
la paternidad, como una felicidad y una señal de la protección di­
vina.
Es bastante fácil, aun si nos colocamos en el exclusivo punto
de vista económico, comprender el origen de tales maneras de
pensar. En una época en que la tierra sobreabundaba, en que la
utilización del suelo era la principal fuente de enriquecimiento, y
en que, por otra parte, el poder absoluto del padre o del patriarca
sobre sus descendientes, hacía de éstos esclavos natos, el nacimien­
to de un hijo representaba para el padre y para el grupo social,
un aumento de capital. Procrear no era una operación costosa; por
12

lo contrario, era una operación productiva desde el punto de vista


económico de la palabra. Y a tal grado, que “en la sociedad pa­
triarcal, el rango social se determinaba, en amplia medida, por el
número de hijos” (1).
En segundo lugar, si durante largo tiempo el principal y casi
el único medio de enriquecimiento pacífico consistía en la utiliza­
ción del suelo, que reclamaba numerosos brazos, otro medio de en­
riquecimiento, que la mayor parte de los pueblos antiguos conside­
ró como una verdadera industria social, la guerra — la guerra
productora de botín y de esclavos— también reclamaba soldados
para el ataque y la defensa. Así pues, el padre de familia era mejor
ciudadano que el célibe, y aun se llegó a considerar frecuentemen­
te a este último como un ciudadano incompleto; en numerosas so­
ciedades antiguas se le hizo sentir esto por todas las clases de
prerrogativas de que gozaba el hombre casado y padre de familia
y que el soltero no disfrutaba. El mismo hecho se ha podido ob­
servar frecuentemente (2) en nuestra época, por ejemplo, entre los
pueblos que continúan llevando vida pastoral.
Pero otros numerosos motivos, aparte de los económicos, en­
traban en juego para determinar a los hombres a aceptar y a bus­
car las cargas de la paternidad. Eran, especialmente, motivos de­
ducidos de las creencias religiosas que hacían de los hijos y de los
descendientes los sacerdotes de un culto cuyos dioses eran el abue­
lo y el padre. Fustel de Coulanges (3) ha expuesto, en forma que
va es clásica, las concepciones de los antiguos arios a este respec­
to. Pero ya Malthus había señalado la importancia de las creen­
cias religiosas sobre los deberes rituales que los hijos tenían que
rendir a sus padres difuntos, y su influencia sobre las ideas de
ciertos pueblos en materia de población (4). Esta disposición de
espíritu ha sobrevivido hasta nuestros días en China (5), en don­
de el culto rendido por los descendientes a los antepasados cons­
tituye el fondo mismo de la religión, y en donde el temor a verse

(1) Stangeland, Premalthusian Doctrines of Population, p. 40.


(2) Malthus, Essay on the Principie of Population as it Affects the
Puture Improvement of Society.
(3) La Ciudad Antigua.
(4) Essay on the Principie of Population.
(5) V. Hovelaque, La Chine.
13

privado de tal culto constituye uno de los principales móviles del


alma china. Perpetuar el nombre y la familia, aparece como el pri­
mer deber del individuo. El padre de familia que tarda en casar
a sus hijos experimenta un sentimiento de vergüenza y de inquie­
tud.
Este sentimiento no era, pues, particular a la raza aria. Pero
no sólo lo encontramos también entre los pueblos del Extremo
Oriente. También era muy fuerte entre los semitas. El matrimonio
estaba considerado por los hebreos como un deber religioso; entre
ellos, dice Westermarck en su libro, tan abundante en datos (6).
casi no se oía hablar de celibato; lo mismo sucede con los judíos
actuales, que tienen un proverbio: “Quien no tiene mujer no es un
hombre”. Michaelis observa: “Verdaderamente, hubiera parecido
muy extraño a un antiguo israelita haber vislumbrado, como en una
visión, un período de la historia del mundo en que se considerara
sano y religioso vivir sin casarse”. Según el Talmud, las autorida­
des pueden obligar a un hombre a que contraiga matrimonio; y “el
que vive solo a la edad de veinte años está maldito de Dios como un
asesino”. Casi no es necesario recordar el mandamiento del Géne­
sis, que a la vez es una orden y una promesa, el pacto concertado
por Jehová con Abraham, la promesa que Dios hace de multiplicar
la descendencia del patriarca como las estrellas dql cielo y las
arenas del mar. La virginidad prolongada era un deshonor para
las mujeres, deshonor del que la hija de Jefté se lamenta más que
de su muerte próxima y prematura.
Las mismas ideas inspiraban a otra y más poderosa nación se­
mita, cuyo legislador, autor de los textos jurídicos posiblemente
más antiguos que conozcamos, el rey Hamurabí, inscribió en sus
leyes la obligación para el padre de casar a sus hijos desde que
estaban en edad para ello. “Si alguno de los hijos no estaba casa­
do en el momento de ocurrir la muerte del padre, la obligación de
casarlo y dotarlo pasaba a sus hermanos ya establecidos. Para ello
se separaba de la herencia la suma necesaria” (7). Pero la glori-

(6) Origines du mariage dans l’epéce humaine.


(7) Y. Dareste, Nouvelle Revue Historique, enero de 1903, p. 22. Com­
párese, en la obra de L. Naudeau, Le Japón moderno, lo que el autor dice
del culto de los antepasados y de sus consecuencias como aniquilador del
individualismo (cap. XV y passim).
14

ficación de la paternidad también fué una característica esencial de


las concepciones arias. Como lo ha hecho ver Fustel de Coulanges,
los arios concedían una extrema importancia al cumplimiento de
los deberes rituales para con los difuntos, al grado de que el histo­
riador cree admisible que la familia y la ciudad arias se constru­
yeron sobre la base de la religión de los antepasados muertos, pa­
rafraseando científicamente el verso intuitivo de Lamartine:

L a c e n iz a d e lo s m u e r t o s c re ó l a p a t r i a .

Los antiguos arios consideraban una necesidad el perpetuar


Los sacrificios familiares de generación en generación; era para
ellos una idea insoportable la de que sus antepasados y ellos mis­
mos se vieran privados un día de esos honores, condición de la
felicidad de ultratumba. La muerte era un dios: pero cuando se la
descuidaba se transformaba en una divinidad colérica, desdichada
y maléfica. El que permanecía sin hijos o no casaba a los suyos,
se consideraba como un miserable y un criminal; comprometía
la felicidad de los Manes ancestrales, y debía resignarse a com­
partir sus sufrimientos. En consecuencia, importaba al individuo
dejar una posteridad que lo honrase; más aún, también importa­
ba a la ciudad que así fuese, pues se creía que cada familia que
se extinguía la privaba de la protección de un dios benévolo y
dejaba rondando, alrededor del hogar, privada de sacrificios, la
sombra de un genio malévolo. El celibato, la falta de paternidad
constituían, pues, una desgracia y a la vez una impiedad; una
desgracia, pues el que no tenía hijos no sería objeto de ningún cul­
to después de su muerte; una impiedad porque comprometía la fe­
licidad de los Manes de sus antepasados, privados a su vez de
sacerdotes y de sacrificios.
Las leyes de Manú (8) insisten repetidas veces sobre el deber
sagrado del matrimonio y de la paternidad, sobre las ventajas re­
ligiosas de su cumplimiento, y sobre los peligros de su desobedien­
cia.

(8) La antigüedad de las leyes de Manú es objeto de vivas controver­


sias. Mientras algunos autores las hacen remontar a los años 1500-1200 an­
tes de nuestra era (Will. Jones), otros las sitúan en fecha mucho más próxi­
ma (500, 300, 200 años antes de nuestra era, y aun 500 años después).
15

Citemos algunos de esos textos:


“Ley 96. Las mujeres fueron creadas para traer al mundo hi­
jos; los hombres, para perpetuar la especie; por esto, el cumpli­
miento en común de los deberes religiosos por el esposo con la
esposa está prescrito en el Veda.
106.— Inmediatamente después del nacimiento del primogénito
el hombre se transforma en padre de un hijo, y queda liberado de
su deuda con los Manes; por tanto, este primogénito merece la to­
talidad del patrimonio.
107. Este hijo, con el que paga su deuda y obtiene la inmorta­
lidad, es el hijo del deber; los otros son los hijos del amor.
137. Con un hijo se conquistan los mundos; con un nieto, se
obtiene la inmortalidad; pero con el hijo de este nieto se obtiene
el mundo del sol.
138. Como un hijo libera (ira) a su padre del infierno, lla­
mado Put, ha sido recibido el nombre de Putra (salvador del in­
fierno), por el mismo Brahma.
139. Entre el hijo de un hijo y el hijo de una hija no hay dife­
rencia aquí abajo, pues aun el hijo de una hija salva a su abuelo
materno en el otro mundo, como lo haría el hijo de un hijo” (9).
Los antiguos iranios, sectarios de Zoroastro, profesaban y pro­
fesan aún doctrinas semejantes. “Según Zoroastro, plantar un ár­
bol, cultivar un campo y dar a la vida hijos, son tres acciones
meritorias” (10). Su libro sagrado, el Zend-Avesta, está repleto
de consejos religiosos concernientes al matrimonio y a la pater­
nidad. “Cásate joven, dice, a fin de que tu hijo te suceda y la ca­
dena de los seres no se interrumpa”. Herodoto nos indica que entre
los persas, el motivo militar reforzaba al religioso: “Después de
las virtudes guerreras, dice, consideran como un gran mérito tener
muchos hijos. El rey gratifica todos los años a quienes tienen más.
Creen que la fuerza consiste en el gran número” (11). El mismo
Herodoto nos informa de las medidas tomadas por Darío para re­
poblar Babilonia, después de la recaptura de esta ciudad (12). Es-

(9) Leyes de Manú, libro IX.


(10) Malthus, op. cit.
(11) Olio, CXXXvi. Cierto desprecio, el desprecio del griego que ha
vencido en pequeño número, parece adivinarse en la última frase.
(12) Talla, CLIX.
16

tos detalles, como los que nos proporciona sobre ciertas costum­
bres caldeas o asirías, más que singulares para los modernos (13),
cualquiera que sea su mayor o menor exactitud histórica, nos re­
velan, cuando menos, cómo los antiguos arios y los mismos griegos
consideraban con serenidad las más enérgicas intervenciones del
Estado en materia de población. Añadamos que los parsis de nues­
tros días, herederos de los antiguos persas zoroástricos, continúan
profesando la creencia ancestral de que el fin del matrimonio es
una numerosa progenitura, y que mientras más fecunda es la alian­
za, más feliz será (14).
Por otra parte, al motivo religioso se añadían otros, cuya per­
sistencia en las concepciones de muchas tribus de nuestra época ha
sido señalada por Westermarck, ya que en la tribu, el célibe está
considerado como una amenaza para el orden social, mientras que,
por otra parte, se hace sospechoso de falta de virilidad; de este
modo, el célibe es a la vez sospechoso y menospreciado, “al grado
de queciertos pueblos le rehúsan el nombre de hombre” (15).
Sin embargo, hay que observar que a esta gran corriente de
ideas y de sentimientos favorables a la población se opone, y a
veces se mezcla, otra muy diferente. Aun entre los arios no todas
las doctrinas religiosas y morales convergían hacia la proscripción
del celibato y a la apología de la paternidad. En épocas muy anti­
guas encontramos, mezclada a estas ideas, una idea moral completa­
mente opuesta, la de la impureza de las relaciones sexuales, inclu­
so en el matrimonio; idea que parece casi general e instintiva en
la humanidad, y cuyas trazas y manifestaciones descubren los
etnógrafos en la mayor parte de los pueblos salvajes de hoy, como
los historiadores en la mayor parte de las naciones antiguas. Es­
ta noción de impureza explica, sin duda, el hecho de que al lado
de las prostituciones sagradas, algunas personas consagradas al

(13) Se trata de los ritos religiosos que imponían a las doncellas de


Babilonia el sacrificio de su virginidad, costumbre que encontramos en cier­
to número de pueblos de la antigüedad y que ha sido intirpretada como un
medio de asegurar el matrimonio de todas las doncellas. Olio, CXCVI. V.
Westermarck, Origines dn mariage dans l’epéce humaine, y Stengeland, op.
cit., p. 47 y siguientes.
(14) V. D. Menant, Les Parsis, p. 115 y siguientes.
(15) Westermarck cita a los sántalos y los coreanos. 0 >. cit., p. 130 y
siguientes.
17

culto deban guardar el celibato. Esta tradición, encontrada en los


puntos más remotos del globo (México, Perú, Patagonia, Oceania,
Tibet, China, etc.), existía en las naciones arias. Las vestales ro­
manas son las más conocidas; pero el vestalato ha sido una institu­
ción muy extendida. Algunas sacerdotisas griegas estaban obliga­
das a la castidad; Justino nos dice que las sacerdotisas persas del
Sol estaban sometidas a la misma ley; y Pomponio Mela nos dice
otro tanto de las sacerdotisas galas de la isla de Sein.
Puede parecer bastante difícil conciliar racionalmente la exis­
tencia de una noción que ve en el matrimonio algo impuro, junto a
las tradiciones, indiscutiblemente existentes entre los mismos pue­
blos, que lo consideran como un deber, y a la paternidad como al­
tamente deseable. Es probable que los hombres de esos tiempos no
buscaran siquiera tal conciliación y que las dos corrientes de ideas
nacidas de diversas causas (16), coexistieran, tal como coexiste hoy,
en la conciencia de los pueblos cristianos, la idea de que “las fa­
milias numerosas están benditas por Dios” y que hay una santidad
del matrimonio, al lado de la idea de la excelencia religiosa del
estado virginal. Por lo demás, y hablando generalmente, la casti­
dad sólo era un deber para una selección de sacerdotes y sacerdo­
tisas, una garantía de un abandono completo a la divinidad que
servían, y posiblemente también, como un sacrificio particularmen­
te duro, una especie de muerte parcial aceptada y ofrecida a aqué­
lla (17).
A pesar de todo, hubo sectas y pueblos en que la idea hostil a
la propagación de la raza fué llevada más lejos. Así es como entre
los mismos hebreos, tan aferrados a la esperanza de ver a su raza
tan numerosa como las arenas del mar, se formó una secta ascéti­
ca, la de los esenios, que parece haber profesado doctrinas desfa­
vorables al matrimonio. El historiador Josefo, que nos ha dejado
algunos informes sobre ella, nos dice de sus adeptos: “Rechazan el
placer como un mal, pero estiman que la continencia y la victoria
sobre nuestras pasiones son virtudes. Desdeñan el matrimonio”.
Esta doctrina, por lo demás, tuvo poca influencia sobre el judaís-

(16) V. Westermarek, op. cit., p. 148,sobre el origen de la idea de impu­


reza sexual.
(17) Westermarek, p. 130. “ Parece, según Adur, que muchas mujeres
indias pensaban que la virginidad y la viudez eran sinónimos de muerte”.
18

mo; pero probablemente sí la tuvo sobre el cristianismo, cuando


menos sobre ciertas sectas.
Otra gran doctrina religiosa puede aparecer como poseedora
de las mismas tendencias: la doctrina budista. El pesimismo
metafísico que la inspira tiende a condenar la vida y todo lo que
la propaga. El ideal del Buda consiste en extinguir en uno mismo
el querer vivir. El Nirvana es el único fin deseable, y las dos gran­
des causas del mal son la lujuria y la ignorancia. Toda sensuali­
dad debe ser destruida como incompatible con la santidad y la
sabiduría. Pero la castidad, a pesar de ello, sólo se impone a los
sacerdotes y a los monjes. Para el resto de la población, los Upa-
nishadas (tratados doctrinales del budismo) conservan, en suma,
las enseñanzas de Manú. “Cuando hayas dado a tu maestro, dicen,
el dinero que te pida (es decir, cuando haya terminado tu educa­
ción), ten cuidado de que el linaje de tu raza no se corte. No des­
cuides tus deberes para los dioses y los espíritus de los muertos”.
Es decir: cásate inmediatamente para tener hijos, y si no los tienes,
adopta uno (18).
En suma, Buda sustenta la teoría de la vida contemplativa, del
ascetismo y del monaquisino, como los místicos cristianos. Pero
tanto en las Indias como en el Occidente, la mayoría de la pobla­
ción jamás ha querido vivir ascéticamente; y la teoría del renun­
ciamiento sólo ha sido practicada efectivamente por un pequeño
número, comprometiendo tan poco la fecundidad de la raza co­
mo el pesimismo metafísico de los Schopenhauer y de los Hartmann
ha comprometido la de la raza germánica (19). Hay que observar,
además, que en la India el brahmanismo védico conserva su auto­
ridad sobre la mayor parte de la población, y que en China el bu­
dismo sufrió, cuando menos entre las masas, una transformación
en la que perdió su profundidad metafísica para convertirse en un
culto bastante grosero e idolátrico.
En resumen, dos ideas parecen haber predominado, en materia

(18) V. Kern, Histoire du Bouddhisme, p. 13.


(19) El pesimismo de la doctrina budista, ¿no habrá nacido de la mi.
seria, engendrada a su vez por la sobrepoblación? Esta hipótesis seduciría,
sin duda, a los que se colocan en el punto de vista del materialismo histó-
rico. Pero Kern la rechazaba (op. cit.). La fuente del pesimismo budista es
para él filosófica, no económica.
19

de población, entre los antiguos pueblos de Oriente: una idea re­


ligiosa y moral y otra política.
Desde el primer punto de vista, la mayoría de las razas cree en
Ja bondad de la vida, del ser, y considera la propagación de la
primera como un deber sagrado. También la consideran como un
deber hacia sí mismos, puesto que una posteridad numerosa es la
única garantía del culto rendido a los Manes y de la felicidad su-
praterrestre ligada a la práctica de dicho culto. Otros, especial­
mente los budistas, creen que la vida es en sí misma un mal y con­
sideran que el deber religioso por excelencia es anonadar, no la
vida bajo una de sus múltiples formas — poco importaría, ya que el
ser renacería bajo una nueva forma— sino la causa de la vida, el
querer vivir, por el renunciamiento voluntario y el anonadamiento
del deseo, particularmente la sensualidad. En virtud de estas creen­
cias opuestas, se prescribió o se condenó la fecundidad, indepen­
dientemente de toda consideración económica; pero la segunda
prédica en realidad sólo tuvo efectos sobre un pequeño número.
Desde el segundo punto de vista, los pueblos guerreros y los dés­
potas que los dirigen consideran que el número de sus súbditos,
como lo dice Herodoto de los persas, es la mayor manifestación de
poderío y la mayor garantía de victoria. Los soberanos orientales
inscriben con ostentación en sus columnas, en sus estelas, en sus
estatuas, la cifra de sus ejércitos, de sus esclavos, de sus súbditos.
Consideran como sus mejores servidores a quienes les dan nume­
rosos súbditos, soldados y contribuyentes nuevos. La sobrepoblación
no se teme, pues además de que la guerra que la hace deseable ha
de limitarla, aun para el vencedor, la victoria dará tierra y ri­
quezas para asegurar el establecimiento y subsistencia del exce­
dente. En cuanto a los vencidos, la esclavitud los transforma, de
hombres, en bestias de carga utilizadas en la producción y trata­
das de manera que dejen a su amo un producto neto. La guerra,
en ese sentido, crea capitales, ya que hace pasar a los seres huma­
nos a la categoría de cosas, de bienes. La guerra es el principal re­
curso, la gran industria de los pueblos antiguos. La guerra ne­
cesita el número, y la victoria lo alimenta.
Así pues, la población parece haber sido relativamente densa
en-varias extensas regiones del antiguo Oriente. Podemos encon­
trar indicios en la multiplicidad y en la enormidad de los grandes
20

trabajos realizados, según parece, a base de brazos humanos, en


Egipto, Caldea, Persia, Susa y que, como los ejecutados en Fran­
cia en nuestros siglos XII y XIII, suponen poblaciones numero­
sas. También los encontramos en la inmensidad de los ejércitos
reclutados por los déspotas orientales en regiones actualmente
desiertas a medias en sus tres cuartas partes, y cuya destrucción
no impedía que, pocas generaciones después, un nuevo monarca
encontrara nuevas reservas igualmente considerables de hombres.
Es evidente que no disponemos de datos de cierta precisión.
Los historiadores antiguos nos ofrecen pocos, y los que nos pro­
porcionan son sospechosos. Las enumeraciones eran fantásticas, y
las cifras se aumentaban por el orgullo de los déspotas y por la
imaginación oriental. ¿Xo vemos en nuestros días, que a medida
que se conoce mejor un país de Oriente, las estimaciones de los
antiguos geógrafos se reducen a totales cada vez más modestos?
Por otra parte, las cifras frecuentemente se refieren no a la po­
blación total, sino a los hombres en estado de tomar las armas. Y
en tal caso, ¿qué coeficiente emplear, 3, 4 ó 5, para multiplicarlas
y obtener el deseado total? A pesar de estas dificultades podemos,
bajo ciertas reservas, citar algunos cálculos.
El antiguo Egipto, más pequeño que el actual, debió tener
una población particularmente densa. Diodoro de Sicilia afirma
(1. I, c. 53-54) que nacieron 1,700 niños varones el mismo día que
Sesostris, es decir, cerca de 3,400 a 3,500 niños de uno y otro sexo;
lo que daría un total de 1.200,000 a 1.300,000 nacimientos anuales;
o sea, con un índice de natalidad de 40%, 30.000,000 de habitan­
tes; y si preferimos adoptar un índice de sólo 30%, alrededor de
40.000,000. El mismo autor habla de un ejército egipcio de 600,000
hombres de infantería, 24,000 de caballería y 17,000 carros de
guerra. Herodoto menciona en Egipto 20,000 ciudades ; suponien­
do que designe con este nombre a todos los conglomerados, y que
la cifra media de su población no haya sido mayor que 2,000 ha­
bitantes, obtendremos una cifra total de 40.000,000 de hombres.
Ciudades como Tebas tenían cien puertas, por cada una de las cua­
les podían salir 200 hombres a caballo; o sean 20,000 jinetes. Tá­
cito (Anales, 1. I, c. 60) dice que Tebas podía levantar un ejérci­
to de 700,000 hombres, suponiéndole con ello una población de
2.100,000 a 2.800,000 almas. Otros historiadores dan cifras más ba­
21

jas para una época posterior de Egipto. Josefo le asigna 7.500,000


almas, Diodoro, para el Egipto de su tiempo, indica una cifra de
3.000,000 solamente. Pero es posible que ambos sólo se refieran
a los hombres capaces de combatir. En tal caso sin duda habría
que cuadruplicar las cifras. El economista inglés Wallace (20),
que en el siglo XVIII sostuvo la tesis de la fuerte población de los
estados de la antigüedad, estima que la de Egipto debía estar com­
prendida entre 32 y 40.000,000 de almas, probablemente 34; la
que también es la estimación de dos de sus contemporáneos, Hai­
ley y Maillet, cónsul francés en Oriente.
En la pequeña Palestina, la Biblia cuenta en ciertas épocas
hasta 1.570,000 combatientes en diez tribus y 1.691,000 en las doce,
lo que, siempre con el multiplicador 4, daría alrededor de 6.765.000
hombres. Por otra parte, vemos que Judá e Israel ponen en pie de
guerra a 1.200,000 hombres. Ya cuando habían abandonado Egip­
to, los hebreos contaban con 600,000 hombres en estado de tomar
las armas (21).
La Persia de Darío y de Jerjes debe haber estado bastante po­
blada, aun si negamos crédito a las cifras dadas por los historia­
dores griegos al enumerar los ejércitos de esos soberanos. Es muy
admisible que vastas regiones de Asia, Siria, Mesopotamia, Ana­
tolia y Persia, estuvieran entonces mucho más ¿obladas de lo que
lo están ahora. Incluso esto puede considerarse como cierto para
varias de ellas. Pero precisar cifras podría conducirnos a un te­
rreno conjetural en el que, por otra parte, nuestro fin de historia­
dores de las ideas y no de los hechos, no nos obliga a internarnos.

(20) Wallace, Dissertation sur le nombre des nommes dans les temps an­
ciens et modernes (1753).
(21) Josafat, rey de sólo dos tribus, gobernaba una población de 1.200,000
hombres (sin duda esta vez se trata de población total).
Capítulo II

LAS DOCTRINAS GRIEGAS DE LA POBLACION

Es probable que la Grecia antigua haya profesado, a propó­


sito de la población, ideas análogas a las de las otras razas arias,
es decir, muy favorables a la población, debido en gran parte a la
influencia de ideas religiosas. El culto al abuelo, que reclamaba
el sacerdocio de hijos y nietos hizo, como entre los arios de Asia,
que se buscara la paternidad en tal forma que aun después de la
época clásica, Iseo nos habla de una vieja obligación esencial del
primer magistrado de la ciudad de Atenas, que debía velar por
que ninguna familia se extinguiese. También es verosímil que du­
rante los primeros siglos de la conquista y de la instalación, la
razón militar hiciera que cada tribu considerara deseable poseer
gran número de ciudadanos; veamos con qué cuidado se enumera
en la Ilíada al ejército griego, y si tales cifras pueden aceptarse,
revelan una población relativamente considerable.
La mitología expresa evidentemente un reflejo del antiguo
pensamiento griego; y si vemos al Olimpo poblado de adúlteros e
incestuosos, en cambio no vemos célibes en él. Artemisa es una
excepción casi única entre las diosas; Hipólito, casi un monstruo
entre los héroes. Los griegos no comprenden la belleza, estéril. Las
diosas, las heroínas, casi todas son madres fecundísimas. Zeus, no
contento con compartir con numerosas celestes o mortales la glo­
ria de dar vida a semidioses, tiene hijos exclusivamente suyos:
Atena y Baco; la misma Helena, por sus maternidades muestra que
para los griegos la belleza, lejos de destruirse, se completaba con
el parto.
u
Frecuentemente la progenitura de los dioses y de los héroes
es inmensa y las cincuenta hijas de Dánao, están lejos de ser una
excepción. Sin hablar de sus cincuenta primos, los hijos de Egip­
to, a los que aquéllas degollaron en una noche, con frecuencia re­
aparece en las genealogías míticas esta cifra de cincuenta o aun
de cien retoños: los cincuenta hijos de Príamo, las cincuenta Oceá-
nidas, los cincuenta centauros, hijos de la Isube; las nereidas, los
gigantes, hijos de la Tierra, cuyo número se fija, tan pronto en
cincuenta como en cien. Latona, madre solamente de dos hijos
— ¡y qué hijos, Artemisa y Febo!— , se ofende por el orgullo de
Mobe, madre de siete hijos y siete hijas. En todos los relatos de
la mitología helénica, una numerosa descendencia se considera co­
mo una felicidad y un motivo de orgullo. La potencia procreadora
es admirada, divinizada, como las demás fuerzas de la naturale­
za (1).
Los primeros legisladores helénicos están penetrados de la
importancia del factor población. Por ellos el matrimonio, “aun­
que naturalmente estuviese sancionado por la religión, no era una
institución religiosa ni una institución que tendiera principalmen­
te a la satisfacción de los deseos naturales y personales. Era cla­
ramente una institución legislativa y política tendiente a propor­
cionar al Estado los habitantes, los ciudadanos sin los que no
puede existir” (2). Esto es notablemente claro en la legislación
espartana. Todo espartano debía casarse. El celibato estaba cas­
tigado por el sentimiento público y por las leyes escritas. Los cé­
libes sufrían descalificación política y legal (3). Otras ciudades
griegas, las de Creta por ejemplo, adoptaron una línea de conducta
análoga.
En consecuencia, debe parecemos, a primera vista, singular,
ver cómo en la época clásica los mayores pensadores de la Hélade,
ios Platón y los Aristóteles, adoptan una actitud completamente
diferente, se muestran partidarios del oligantropismo y declaran
su hostilidad contra toda extensión de la población más allá de
cierta cifra, muy poco elevada por lo demás. Y no hay que ver en

(1) Todo el Oriente conoció los cultos fálicos. V. Stangeland, op. cit.,
cap'. II, § 1.
(2) Stangeland, op. cit., p. 18.
(3) Plutarco, Licurgo, 15.
25
ello una singularidad de los dos grandes filósofos, ni creer que
estaban en contra de la opinión de su tiempo. Sabemos que otros
escritores sociales profesaban, incluso antes que ellos, la misma
opinión; sabemos, también, que algunas de las ideas, extrañísi­
mas para nosotros, que emitían en materia de población, les pu­
dieron ser sugeridas por la simple observación de lo que pasaba
en las ciudades helénicas de su tiempo. De una manera general,
el pensamiento griego en los siglos V y IV, parece haber sido
bien favorable al oligantropismo.
Hay una diferencia notable entre esta doctrina griega de la
época clásica y la mayoría de las doctrinas teológico-morales de la
antigüedad. Esta diferencia ni siquiera va acompañada por una
semejanza con el pesimismo budista y no tiende de ninguna manera
a la supresión de la vida o del ser; y por la otra, para enunciar tal
o cual precepto en materia de población, y prescribir tal o cual
ideal — un ideal restrictivo en este caso— , no parte de especulacio­
nes religiosas o metafísicas, sino que se coloca en un terreno posi­
tivo, realista (con datos bien o mal comprendidos, poco importa
por el momento).
También es notable observar cuán extraña es la preocupación
religiosa y moral a las concepciones demográficas de Platón y de
Aristóteles, que se sitúan exclusivamente en el punto de vista del
interés social. Y este interés social consiste para ellos, sobre todo,
en el mantenimiento del orden y de la paz interior del Estado.
Otra característica de sus concepciones que podríamos encon­
trar, por lo contrario, en la mayor parte de los otros cuerpos de
doctrinas antiguas relativas a la población, pero que en ellos
es particularmente importante, es la tendencia a considerar legí­
timas y eficaces a la vez las intervenciones del Estado, incluso
aquellas que más sublevan a nuestro sentimiento moderno de la
libertad individual.
En resumen, posición del problema sobre el terreno positivo
de los intereses sociales, dispuestos, por lo demás, a tratarlo de
modo más o menos apriorístico, pero independientemente de un im­
perativo religioso o metafísico; solución de este problema en un
sentido contrario a la extensión indefinida de la población; en el
de un estancamiento, de una inmovilización en cuadros fijos; en
fin, utilización, para alcanzar este objetivo, de los procedimien­
26
tos más enérgicos de la intervención del Estado, considerándose
tal intervención como legítima, eficaz y benéfica. Tales son los
rasgos dominantes de la concepción griega clásica en materia de
población.
Antes de estudiar su desarrollo, particularmente en la obra
de los dos grandes socráticos, no es inútil investigar brevemente
qué circunstancias de hecho pueden explicar, al menos en parte,
estas características generales de la doctrina clásica.
En lo que se refiere a la posición del problema en el terreno
de los intereses, y más especialmente en el del interés social, y más
todavía, en el del interés de Estado, no debemos asombrarnos m u ­
cho de la supresión del punto de vista religioso en una época en
que debido a los filósofos, las antiguas creencias ya no presenta­
ban más utilidad que la de proporcionar mitos excelentes para la
expresión de las ideas abstractas. Por otra parte, sabemos cuán
penetradas del ideal estatal estaban las doctrinas morales de Gre­
cia. Como A. Souchon lo ha subrayado acertadamente (4), en la
vida griega, el individuo encuentra su razón de ser (cuando menos
hasta la protesta individualista de los sofistas), en su más íntima
conexión con la organización social y en su absoluta subordina­
ción a ésta. Está considerado como un elemento del Estado, y no
como una unidad independiente. La moral es, ante todo, una mo­
ral social, inspirada en la idea de la consagración absoluta al Es­
tado, un poco como sucede en el Japón de hoy. Como es natural el
problema de la población aparece, no como el de la multiplica­
ción o la limitación de las vidas individuales, en interés del in­
dividuo, sino como el de los medios de asegurar al Estado el núme­
ro de habitantes que le sea más ventajoso. No se pregunta si desde
el punto de vista de la moral individual la restricción vale más
que el desarrollo de la población. El deber moral es el deber de
servir al Estado como éste necesita que lo sirvan; la cuestión de
la población sólo se considera desde este ángulo, preguntándose
qué política de población servirá mejor a los intereses del Estado.
Es cierto que en la época de Platón se manifiesta una tendencia a
abandonar tal punto de vista. Los sofistas y los dramaturgos rei­
vindican simultáneamente los derechos del individuo y los oponen

(4) I*os théories économiques dans 1% Grèce antique.


27

a las pretensiones ilimitadas del Estado. Pero, a pesar de todo,


sólo se trata de una parte de la doctrina que se desprende así de
la antigua estatolatría, y los socráticos son precisamente los je­
fes de la escuela conservadora y socialista (en este caso ambas pa­
labras concuerdani, cualesquiera que sean, por otra parte, las di­
vergencias que existen entre'ellos mismos y las que también los
separan de los antiguos conservadores griegos. Mientras que para
éstos lo esencial era la consagración impuesta, ciega del ciuda­
dano al Estado, para los primeros consistía en organizar esta
misma consagración como deseada, consentida, razonada, pero
no menos absoluta (5). Por tanto, el problema de población se­
guiría planteándose, para ellos, desde el punto de vista del interés
del Estado. La idea de deber individual no interviene más que pa­
ra dar su forma a la regla: el individuo tiene el deber de obrar
con la mira de obtener mayor bien para el Estado. Pero el conte­
nido de esta regla resultará de un análisis positivo de las nece­
sidades de la ciudad, de un examen de los hechos sociales.
Y este examen, esta confrontación de los movimientos de la
población en ventaja del Estado, después de haber inclinado a los
griegos de las épocas primitivas por su aumento, los orienta, en
la época clásica, hacia la inmovilización.
En primer lugar, es posible que en la época clásica la pobla­
ción griega haya alcanzado un grado de densidad bastante eleva­
do. Es lo que puede deducirse de las enormes pérdidas que Atenas
pudo soportar, poco después, en la Guerra del Peloponeso, sin
quedar aniquilada. Según algunos historiadores griegos, su pobla­
ción (en varones adultos) era de 21,000 ciudadanos y 10,000 me-
tecos (6), o sea, con el multiplicador 4, cerca de 125,000 indivi­
duos de población libre, que mandaban sobre 400,000 esclavos, es
decir 525,000 habitantes para la minúscula Atica, menor que un
departamento francés. Con esta tasa, toda Grecia contaría 8 ó 10
millones de almas. Según Plutarco, la Esparta de Licurgo conta­
ba 9,000 espartanos y 30,000 laconios, lo que hace, con el multi­
plicador 4, alrededor de 160,000 hombres libres y mayor número
de esclavos que en Atenas; todo ello en la sexta parte, aproxima-

(5) V. SoiichoB, op. cit., cap. I. El Gritón constituye, probablemente, el


documento más notable de tal estado de espíritu.
(6) Enumeración de Demetrio de Palero.
28

damente, del territorio peloponésico. Ateneo (7) dice que los ar-
cadios tenían 300,000 esclavos; los corintios, 460,000; los eginen-
ses, 470,000. Síbaris, según Diodoro, envió a 300,000 hombres con­
tra los crotonenses; y estos últimos armaron a 100,000. Aun acep­
tando estas cifras, y muchas otras análogas, con grandes reservas
— y quid quid Graecia mendax audet in historia...— se tiene la
impresión de que en la época clásica, como en ciertas épocas an­
teriores y posteriores, la población de Grecia fué relativamente
densa.
Podía serlo en cierta medida, pues la fertilidad de su suelo en
la antigüedad, no puede apreciarse por lo que es hoy, después de
cuatro siglos de la extenuante y esterilizadora dominación otoma­
na (8). Al lado de zonas pobres se encontraban, sin duda, regiones
fértiles y bien cultivadas. Por otra parte, las costas tan recorta­
das del país, alimentaban sin duda a una población numerosa de
pescadores ictiófagos. Malthus, que cree que la población de Gre­
cia creció excesivamente en poco tiempo, explica este rápido cre­
cimiento por un régimen de propiedad muy dividido y una gran
aplicación a la agricultura, que se tradujeron en aumento de Ja
producción de artículos (9). Esa conjetura es poco verosímil para
Guiraud, para el cual el régimen patriarcal hizo que durante largo
tiempo prevaleciera la propiedad familiar, e incluso cuando ésta
dió su lugar a la propiedad individual, la gran propiedad con sus
caracteres habituales, es decir, con una mediocre superficie de tie­
rras cultivadas intensivamente, y vastos espacios abandonados a
la pastura v al cultivo extensivo. De ello resultó que mucho antes
de que fuera temible una sobreproducción real, pudo existir una
sobreproducción relativa. Las tierras posiblemente seguían siendo
superabundantes, pero pertenecían en gran parte a un pequeño nú­
mero de grandes propietarios que sólo las cultivaban extensiva­
mente y no tenían interés en hacerlo de otro modo, pues por la
falta de una industria desarrollada (10) no hubiesen podido cam-
(7) Y. Deipnosofistas, 1.VI.
(8) Guiraud, La propriété en Grèce, 1.VI, cap. VIII.
(9) Essay on the Principie of Population.
(10) A este respecto, Guiraud observa que el brillante desarrollo indus­
trial de Atenas en los siglos V y IV, es engañoso. La economía de Grecia,
durante largo tiempo, fué totalmente agrícola, y sólo se transformé en in­
dustrial y comercial, tardía y localmente.
29

biar el excedente de su producción. En resumen, aun suponiendo


que la plena saturación estuviese lejos de ser alcanzada, desde
tempranas épocas los griegos pudieron haber tenido la impre­
sión, social si no naturalmente, de una población demasiado com­
pacta y de la necesidad de la restricción.
La riqueza consistía principalmente en la tierra y sus produc­
tos; la riqueza mueble aún era, incluso en la época clásica, rela­
tivamente sin importancia y el que no tenía participación en el
suelo estaba reducido a una situación frecuentemente miserable,
sin que tuviera siempre la posibilidad de atender sus necesidades
con la práctica de un oficio. El territorio de la ciudad era muy
limitado, ya que de la mayor parte de las capitales griegas se po­
día percibir el humo de los fuegos extranjeros. Este territorio rá­
pidamente se había repartido y apropiado; y no existían sobran­
tes que ocupar, como los hubo en Roma con las sucesivas extensio­
nes del ager publicus. Aun cuando fuera legalmente posible, el re­
parto del suelo no podía continuar por subdivisión sin provocar
crecientes dificultades, a medida que las parcelas se hacían más
pequeñas, y sin que la explotación fuera cada vez más defectuosa.
En consecuencia, se consideró que una población creciente debía
engendrar perturbaciones sociales; y el estancamiento pareció de­
seable, menos todavía desde el punto de vista del equilibrio en­
tre la producción y el consumo, que para evitar dificultades de
reparto, incesantemente renovadas. Y precisamente, es sobre todo
por el reparto por donde los griegos tocan el problema económico
de la población — como, por lo demás, todos los otros problemas
económicos— , y lo que les preocupa en el reparto son las dificulta­
des sociales, políticas, que pueden nacer de él. No consideraban,
por tanto, las ideas económicas, más que a propósito de sus teo­
rías y de sus considerandos sociales y con relación a ellos.
Debemos observar que las cuestiones de reparto, esas cuestio­
nes tan ardientes en las repúblicas griegas, en las que parece que la
propiedad nunca tuvo bases suficientemente sólidas (11), sólo con­
cernían, claro está, a los hombres libres, y más estrechamente aún,
a los ciudadanos. Lo que los griegos querían limitar era simple­
mente la cifra de estos últimos, y no — ¡todo lo contrario!— la

(11) Pustel de Coulanges, Polybe.


30

de los extranjeros (metecos) o de los esclavos.. La multiplicación


de éstos no les parecía nada temible sino deseable (12) ; y esta
restricción adquiere una importancia considerable cuando recor­
damos que los ciudadanos no constituían en los estados griegos
más que una minoría, una especie de sindicato de explotadores
con relación a la mayoría servil o extranjera. Si el motivo econó­
mico hubiera sido determinante en la tendencia oligantrópica, es­
ta restricción no hubiera tenido razón de ser. Por lo contrario, es
completamente natural si consideramos esta tendencia como exigi­
da por el motivo social.
El predominio de este motivo explica también la parte prácti­
ca, el lado precepto de la doctrina griega, es decir, el que haya si­
do partidaria de la intervención del Estado para asegurar el es­
tancamiento de la población. Si la esfera económica en todos los
tiempos ha sido una de las menos sumisas a la intrusión del Es­
tado, el papel de éste es naturalmente de primer orden en la esfera
política y social, y sabemos a qué punto la Grecia antigua llevó
los límites de la omnipotencia del Estado en detrimento de la li­
bertad individual, despreciada al grado de que puede decirse que
era ignorada. Todo el pensamiento griego fué durante largo tiem­
po socialista, en el sentido de que entre el derecho del Estado y
el del individuo jamás vaciló. Posiblemente sea inexacto sostener
que consideraba (a la manera de Comte y de Hegel, por ejemplo)
al Estado como al fin en sí, superior al individuo; tal vez fuera más
verídico reconocer que, como la mayor parte de los socialistas m o ­
dernos (13), los griegos, los socráticos cuando menos, sólo querían
el fortalecimiento del Estado para asegurar la felicidad o la m o ­
ralización del individuo, que así viene a ser el fin último (14).
Pero, también como para los socialistas modernos, una vez acor-
dada esta concesión de principio, no disminuye en nada el sacri­
ficio que se pide en seguida al individuo, de toda su personalidad,
de toda su iniciativa, de toda su libertad en beneficio del Estado.
Los griegos de la época clásica estaban predispuestos a adop-

(12) Foumier de Flaix, Revue d’Economie Politique, 1888, Coup d’ceil


sur l’histoire de l’économie politique.
(13) Véase nuestra Historia de las Doctrinas Económicas.
(14) Son numerosos los textos, de Platón incluso, que pueden citarse
en apoyo de esta idea.
31

tar la doctrina de inmovilidad en materia de población, por otra


razón además de las condiciones demográficas, geográficas, polí­
ticas y sociales del país y de su tiempo. Podemos señalar, al lado
de los factores de hecho, una importante particularidad del pen­
samiento griego, que los historiadores de la filosofía, los Taine, los
Zeller, han puesto en evidencia desde hace largo tiempo, a tal
grado que evocarla es casi un lugar común. Quiero hablar de ese
gusto muy característico por la medida y lo limitado, gusto que
se expresa en todas las manifestaciones teóricas y prácticas del
espíritu griego, en la filosofía, la mitología, el arte y la literatura.
En política se traduce por la concepción de un Estado ideal de ex­
tensión y población muy medianas. Para los griegos de la época
clásica (sería, tal vez, imprudente generalizar por extensión a las
demás épocas), es de la esencia de todas las cosas, y de los estados
en particular, no sobrepasar cierto grado de magnitud (151. Más
allá, el objeto des-mesurado se des-naturaliza, pierde su carácter,
su esencia propia: idea natural a un pueblo que concedía tal im­
portancia a las proporciones, a los números, que algunos de sus fi­
lósofos vieron en ellos la esencia de las cosas. Sobre este punto
Aristóteles nos proporciona una declaración de claridad perfecta
(16); y la contraprueba, en cierta medida, resulta de los senti­
mientos que la inmensidad del Estado persa hacía nacer en el es­
píritu de los griegos. La consideraban como una especie de mons­
truosidad desde el punto de vista estético. Tenían la impresión
de que aquella inmensa reunión de territorios y de pueblos no cons­
tituía, en razón misma de la exageración de su extensión, un ver­
dadero organismo: para ellos representaba una suerte de caso
patológico, un caso de gigantismo mórbido, diría un moderno; y
esta idea se trasluce no sólo en un historiador como Herodoto,
sino más sensiblemente aún en un poeta como Esquilo (17). Es
evidente, por otra parte, que las victorias alcanzadas por los he­
lenos, con relativa facilidad, sobre los vastos ejércitos de Darío y
de Jerjes eran como para confirmarlos en esta idea y para ha-

(15) Es curioso ver adoptada esta tesis, sumamente filosófica, por uno
de los más filosóficos espíritus de la economía política contemporánea, Vil-
fredo Pareto.
(16) La Política, IV, cap. IV.
(17) Los Persas.
32

cerles despreciar la superioridad del número. Así es que sitúan su


ideal político en una noción totalmente opuesta, la del Estado-
Ciudad, que comprende un caserío de territorio exiguo, y poblado
por algunos millares de habitantes. Pero un Estado semejante
forzosamente tiene una fisonomía estática, y sus cuadros no deben
correr el peligro de estallar bajo la presión de una población
creciente.
De modo que, desde tempranas épocas, cuando el crecimiento
de la población les pareció amenazante para el buen orden y la
armonía del Estado, los griegos no vacilaron en remediarlo con
enérgicas medidas. Uno de estos remedios fué la colonización li­
bre, y también la colonización de Estado, impuesta, organizada, y
que implicaba la inmigración en masa de cierto número de ciuda­
danos, cuando las tierras parecían próximas a no bastar para la
población de la ciudad (atEnoxcopia tt¡<; yÍI?j dice Platón, Leyes, iv,
708 B). Este período de la gran colonización griega coincidió, como
lo hace observar Guiraud, con el de la propiedad familiar que ha­
cía particularmente difícil nuevos repartos de tierras.
Para comprender bien las teorías de Platón y de Aristóteles
en materia de población, hay que recordar también las condiciones
particulares del Estado ateniense de su tiempo. Casi sola entre
las grandes ciudades griegas, Atenas alcanzaba entonces una bri­
llante civilización industrial y comercial, en gran parte alimenta­
da por el extranjero, al que pagaba en servicios comerciales y pro­
ductos de industria. Los artesanos comenzaban a ser más nume­
rosos que los campesinos (18). Esta población desarraigada, y que
ya no vivía de sus propios recursos, no tenía la misma seguridad
de vida que en otros tiempos, sobre todo ante las continuas incur­
siones de los peloponenses. Aristófanes nos relata la emoción que
suscitó entre la plebe el anuncio de la llegada de un lote de sar­
dinas a bajos precios. Esta plebe, anhelante de ocio y de política,
y que se había acostumbrado a contar con el Estado para su sub­
sistencia, se transformaba en factor de perturbaciones y de revo­
luciones. La vida interior de la ciudad ya tendía hacia una lucha
(18) Jenofonte, Memorables, III, 7,6.El teatro de Aristófanes está lleno
de alusiones a estos hechos. Y. B. Gonnard, Les Idées économúiues d’Aris.

tophane, Revue d’econ. pol., enero de 1904.


33

de clases entre poseedores y no poseedores, lo que sucedió en todas


las ciudades griegas durante el período de la decadencia. Este des­
orden endémico debía parecer la peor de las plagas a espíritus
como Platón, amoroso del orden, hasta el punto de casi identifi­
carlo con la justicia; y como una de sus causas era el aumento
del número de los no poseedores, le pareció evidente que una po­
blación estabilizada sería una condición de orden. Otro filósofo,
Stuart Mili, también debía proponer (veintitrés siglos más tarde)
como ideal de la civilización el estado estacionario (19).
Añadamos que la teoría económica de los griegos, en lo que
se refiere a la producción de riquezas, da un pequeñísimo lugar al
trabajo, considerando a aquéllas como un don de la naturaleza. La
doctrina de Aristóteles en este punto es muy curiosa. Llega, dice
A. Souchon, hasta constituir “la más fuerte acusación que ja­
más se haya lanzado contra toda idea de producción”. Los dioses
han cuidado de proporcionar a los hombres, como a los animales,
sus medios de existencia: no hay que crearlos, sino solamente
utilizarlos. Así que la riqueza no es para ellos indefinidamente
extensible; se inclinan a considerarla como una cantidad finita y
limitada, lo que los predispone, tanto más, a limitar la población,
en atención a esta ayuda parsimoniosa de la naturaleza. Lo mismo
habían de hacer después los ricardo-malthusianos del siglo XIX,
penetrados de una idea diferente, pero igualmente restrictiva de
las posibilidades de la acción del hombre, la de la ley del rendi­
miento no proporcional.
Antes de Platón algunos escritores griegos expusieron sus
puntos de vista sobre la población, ligándolos frecuentemente a
concepciones socialistas. Conocemos a varios de estos autores por
Aristóteles, que los menciona en su Política, aunque sus obras no
hayan llegado hasta nosotros. El Estagirita nos ha dejado un
corto análisis de los programas sociales de Hipodamos de Mileto,
de Faleas de Calcedonia y de Fidón de Corinto. Cuando menos en
dos de ellos encontramos la preocupación dominante de procurar
al Estado una población estable y limitada.
Hipodamos (20) esbozó el plan de una república ideal, una

(19) Véase nuestra Historia de las Doctrinas Económicas.


(20) Aristóteles nos presenta a Hipodamos de Mileto en unas cuantas
palabras que hacen de él un retrato bastante agudo. Era, según parece, un
34

de cujas características principales es la limitación del número


de ciudadanos; un total de 100,000 hombres solamente, que com­
prenden las tres clases: artesanos, labradores, guerreros, entre las
cuales reparte la población de su ciudad. Esta está sometida a un
régimen de comunismo aristocrático reservado a la clase superior,
pero que mantiene la propiedad privada para las otras. Aristóte­
les critica de manera bastante detallada las ideas sociales de
Hipodamos; pero sin atacar especialmente las referentes a la po­
blación.
Faleas de Calcedonia, que conocemos por el mismo Aristóteles,
y que vivía, según se cree, en el siglo IV antes de nuestra era, pue­
de, como el anterior, clasificarse entre los socialistas griegos. La
idea dominante de su sistema, según el testimonio del Estagirita,
era la de igualdad, y no parece preocuparse por reglamentar la
población. Fidón de Corinto, por lo contrario, “uno de los más
antiguos legisladores, dice Aristóteles, estaba persuadido de que
el número de familias y de ciudades debía permanecer fijo e inva­
riable, aun cuando todos hubieran comenzado por tener lotes des­
iguales” (21), es decir, sobreponía la necesidad de una población
estable a la de un reparto igualitario. Fundaba su opinión en que
“confiarse al azar (en materia de población), como lo hacen la
mayor parte de las ciudades, es una causa inevitable de pobreza
para los ciudadanos; y la pobreza engendra las sediciones y los
crímenes”.
Podemos comparar las opiniones de este legislador con las
del ateniense Solón, así como el permiso que concedió a los padres
para abandonar a sus hijos (22). Por otra parte, sin duda no ha-

teórieo puro, una especie de dilettante del socialismo, que creía conocer to­
das las cosas sin haberlas aprendido, y que "sin haber tomado parte alguna
en la administración de los negocios públicos trató de escribirsobre la mejor
forma de gobierno... Por otra parte, era un hombre lleno devanidad a
tal grado que sólo parecía vivir para exhibir con complacencia su cabellera”.
(La Política, II, V, § I).
(21) La Política, 1.II,cap. III, § 7.
(22) "Este legislador,dice Malthus a esterespecto, tenía al hacer esto
dos objetivos. El primero y más evidente fué el de prevenir un exceso de
población... El segundo, elevar la población al nivel de las subsistencias
que el país podía producir, suprimiendo el temor a una numerosa familia, que
35

cía más que consagrar una tradición que se explica por el pode­
río ilimitado del padre sobre su descendencia. Se sabe que en
Esparta también estaba legalmente autorizado por Licurgo el
abandono de los hijos deformes. El infanticidio y el aborto pare­
cen haber sido practicados durante largo tiempo. La leyenda y
la historia griega de los tiempos primitivos están llenas de episo­
dios de abandono o exposición de hijos.
Platón, en su República, se propone establecer el plan de un
Estado armonioso, pacífico y ordenado. Para lograrlo lo constitu­
ye, como Hipodamos, con tres castas, las dos primeras someti­
das — en interés de la ciudad, y no en el suyo propio, Platón lo
dice expresamente— al régimen comunista; en tanto que la pro­
piedad privada se mantiene para la tercera, la de los trabajadores
manuales, a los que se juzga incapaces de elevarse al grado nece­
sario de abnegación para soportar el comunismo.
Para los hombres de las dos primeras clases, éste comprende,
a la vez, a los bienes y a las mujeres, así como a los hijos, para
asegurar mejor la fraternidad entre los ciudadanos (23). Las
uniones son temporales y estrechamente reglamentadas por los m a ­
gistrados: se toman precauciones para impedir que las madres
reconozcan a sus hijos. “No pueden permitirse las uniones for­
madas al azar: una idea de puericultura racional y de selección
debe presidirlas; y los magistrados deben usar piadosas estrata­
gemas para asegurar la unión de los individuos mejor constitui­
dos. Los niños deformes no serán muertos, sino ocultados en un
sitio, secreto que estará prohibido revelar. En fin, y sobre todo, la
población deberá quedar estacionaria aunque, cosa notable, Platón
haya señalado en el mismo diálogo las ventajas de la división del
trabajo e indicado que es más completa allí donde la población es
más densa; la preocupación del orden social es superior, para él,
al interés económico. Los magistrados deberán reglamentar el

es el principal obstáculo para el matrimonio ’’. Essay on the Principie of


Population.
(23) Asimismo, Herodoto (Melpòmene, CIV) nos habla de los agatir-
sos vecinos de los escitas, que practicaban el comunismo de las mujeres ‘‘con
el fin de que, estando todos unidos por los lazos de sangre, y no formando,
por decirlo así, más que una sola y única familia, no estén sujetos al odio
ni a los celos”.
36

número de matrimonios para mantener el mismo número de hom­


bres, reparando los huecos producidos por la guerra, las enferme­
dades y otros accidentes, y para que el Estado, en la medida de lo
posible, no aumente ni disminuya” (24). “Prescribimos a los m a ­
gistrados que velen con el mayor cuidado para que el Estado-no
parezca ni grande ni pequeño, sino que guarde un justo me­
dio” (25). ¡Se llega hasta declarar sacrilegos a los ciudadanos
que se permitan ser padres fuera de los límites de edad y de las
condiciones previstas por la ley! (26).
En estas disposiciones, por extrañas que nos parezcan, Pla­
tón se muestra lógico consigo mismo: desconociendo el carácter
natural de la sociedad quiere reglamentarla, construirla de pies
a cabeza, inmovilizarla; considera al conservatismo absoluto co­
mo el fin ideal (27). Por consiguiente, hay que comprimir todo
elemento dinámico capaz de hacer estallar los cuadros de esta
obra de arte. La población no puede desarrollarse libremente
en semejante sociedad artificial; sólo deberá reproducirse en la
medida en que con esto no comprometa el mantenimiento de aqué­
lla. Y así se llega a recomendar los procedimientos de la más
terrible tiranía. De este modo comprendemos por qué los críticos
de la Eepública platónica, según fijen su atención en las doctri­
nas elevadas que sirven de punto de partida al filósofo, o en la po­
lítica que llega a recomendar, hayan manifestado tan pronto la
más viva admiración como la repulsión más severa (28).
En la República, Platón desarrolló un sistema de socialismo
aristocrático, de comunismo parcial. En las Leyes presenta otro,
que es un sistema de socialismo repartidor, igualitario y generali­
zado, semejante al propuesto, según Aristóteles, por Faleas. La
idea dominante es la misma: organizar un Estado en que reinen
el orden y la paz social, del que esté eliminada la desigualdad,
considerada como la causa de las sediciones y de las querellas ci-

(24) La República, 1. II.


(25) Ibíd.
(26) Ibíd.
(27) Véase Las Leyes, libro II.
(28) V. V. Pareto, cap. VIII.
37

viles; un Estado que presente una unidad perfecta (29) y una


perfecta estabilidad. Pero los medios ya no son los mismos; en esta
ocasión, en lugar de suprimir (para algunas clases) la propiedad
privada en beneficio de la propiedad común, se unlversaliza esta
propiedad igualándola. Cada ciudadano poseerá un yí.qooc;, especie
de homestead, que no podrá vender, hipotecar, fragmentar ni agran­
dar. A cada ciudadano, un %Lr\oQZ, a cada %Kr\aoq un propietario.
Ni por matrimonio ni por sucesión dos podrán reunirse. De
este modo se mantiene la igualdad, cuando menos en materia de
propiedad territorial, ya que se toman las mayores precauciones
para que los xA/qqoi sean de igual valor. En cuanto a la propiedad
mueble, no tiene gran importancia en las ciudades de Platón, en
las que la moneda, la industria y el comercio son mal vistos y re­
ducidos a poca cosa.
Bajo este régimen el estado estacionario de la población se
postula aún más indispensablemente que en el anterior. En efec­
to, la división del suelo en y?.r)ooi, no puede constituir una garan­
tía contra las perturbaciones y las revoluciones, sino a condición
de que sea definitiva o cuando menos muy durable. Es importan­
te que no sea necesario revisarla a cada momento. Como el núme­
ro de los y./.qQoi es limitado, el de los ciudadanos también debe ser­
lo. “Se tendrá gran cuidado de que el número de hogares, tal como
lo hemos fijado, sea siempre el mismo (30). En primer lugar, en lo
que hace a su número, jamás salgáis de los límites que os han sido
asignados...” (31).
Este número no es un número cualquiera. En la República, Pla­
tón decía: “Que el Estado crezca tanto como quiera sin dejar de ser
uno”, añadiendo, por lo demás, este correctivo: “Prescribimos a
los magistrados que velen con el mayor cuidado para que el Esta­
do no parezca ni grande ni pequeño, sino que guarde un justo me­
dio.” En las Leyes, fija muy precisamente la cifra de ciudadanos
en 5,010 (32), explicando que ha escogido tal cifra porque “tiene
como divisores a todas las cifras, desde la unidad hasta 12”, lo que

.(29) “ Sería un bello espectáculo una ciudad que a primera vista se


tomara por una sola casa...” (Las Leyes).
(30) Las Leyes.
(31) Ibíd.
(32) Ibíd.
38

permitirá a los magistrados agrupar a los ciudadanos en multi­


tud de maneras; combinación en la que se complace el espíritu
geométrico de Platón y, más generalmente, la tendencia griega
a mezclar las concepeiones matemáticas con los datos de las cien­
cias naturales o sociales.
Se trata, pues, de mantener en 5,040 el número de ciudadanos
— o sea de 20 ó 25 mil individuos libres— la población del Estado.
Los peligros de sobrepoblación y de despoblación, que Platón pa­
rece considerar casi como equivalentes, se remediarán utilizando
la ley positiva. Tanto en las Leyes como en la República, el filó­
sofo parece no tener conciencia de las leyes naturales de la pobla­
ción, brutalmente atacada por sus medidas legislativas. Estas
últimas le parecen destinadas a remediar tendencias accidentales
y pasajeras, y no a contrariar un poderoso dinamismo como el que
después alucinó a Malthus (33).
Si la población tiende a crecer demasiado, se prohibirá o se
limitará la generación (34); si tiende a disminuir, se la manten­
drá al nivel necesario favoreciendo la natalidad, alentando y con­
cediendo distinciones a los padres de familia, en tanto que se es­
tigmatiza a los célibes (35). En caso necesario se recurrirá, ya
sea a la emigración forzada, ya sea, por lo contrario, a naturali­
zaciones de oficio. En una palabra, trata a la sociedad como a una
materia plástica; el legislador talla, recorta, añade a su gusto y
obliga al grupo social a permanecer encerrado dentro de cuadros
previamente determinados, como el hortelano chino o japonés obli­
ga a árboles centenarios y torturados a restringir su desarrollo en
los límites estrechos que su arte ingenioso y extraño les asigna.
Aristóteles, a su vez, en su Política profesa en materia de po­
blación ideas muy semejantes a las de Platón. Desde luego, ante
la República y las Leyes, la Política parece una obra realista, no
utópica sino constructiva. Pisamos un suelo mucho más firme. Pa­
ra Aristóteles, la ciudad es algo natural (36), el resultado de una

(33) Platón indica, sin embargo, que las numerosas emigraciones grie­
gas han estado relacionadas con la sobrepoblación y debidas, en parte cuando
menos, a necesidades económicas. (Ibíd.).
(34) Las Leyes.
(35) Ibíd.
(36) La Política, 1.I, cap. I, § 8.
39

evolución cuyo punto de partida es la familia (37). Pero para él, la


unidad es también el mayor de los bienes y sólo puede obtenerse
con una legislación positiva qne limite estrechamente la igualdad
de las condiciones. Esta organización igualitaria no puede, a su
vez, mantenerse si no es comprimiendo la acción del elemento de­
mográfico. Ya en la crítica que hace del sistema de Faleas, Aris­
tóteles observa que desde el momento en que se pretende limitar el
monto de las fortunas, es indispensable limitar el número de hijos.
De otra manera la desigualdad reaparece, se forma una clase de
pobres, “bien pronto sería difícil impedirles que hagan revolucio­
nes”. Suprimir las causas de revolución, he ahí el fin; en esas
ciudades griegas perpetuamente agitadas, los socráticos suspira­
ban por el orden, así fuese al precio del despotismo de Estado más
abrumador.
Aristóteles, es cierto, no quiere comunismo, al que critica en
una forma ya clásica. Refuta las teorías platónicas de la Repú­
blica. También critica el sistema de las Leyes (38). Pero uno de
los reproches que dirige a Platón es extraño: el de no haberse pre­
ocupado por estatuir el número de ciudadanos y haberles dejado
la facilidad de multiplicarse indefinidamente (39). Platón se equi­
vocó — según él— al suponer que las uniones estériles compensa­
rían a las uniones fecundas: resultado, dice Aristóteles, “que está
lejos de obtenerse en nuestras ciudades”. El Estagirita añade:
“Estaríamos inclinados a creer que lo que hubiera sido necesario
contener en ciertos límites es el crecimiento de la población, más
bien que las propiedades, de manera que los nacimientos no exce­
diesen una cifra determinada, que se establecería tomando en cuen­
ta. el número eventual de niños que mueren y de las uniones esté­
riles. Confiarse al azar, como se hace en la mayor parte de los Es­
tados, es una causa inevitable de pobreza para los ciudadanos, y
la pobreza engendra las sediciones y los crímenes” (40). Así es que
para Aristóteles, si Platón ha pecado, no es al querer reglamentar
en exceso la población, sino descuidando el hacerlo. ¡Singular in­
consecuencia, nos parece a los modernos, de parte de un filósofo

(37) La Política, 1.I, cap. I, § I y siguientes.


(38) Ibíd., 1. TI, cap. III, § 2 y siguientes.
(39) Ibíd., § 6.
(40) Ibíd., § 7.
40

que acaba de proclamar el carácter natural de las sociedades hu­


manas !
La igualdad de bienes y la estabilidad de población son para
Aristóteles cosas estrechamente ligadas. Al discutir la constitu­
ción lacedemonia, censura la desigualdad de fortunas que,permite,
y atribuye a esto la despoblación que rápidamente diezmó a la
nación espartana (41). La igualdad de fortunas le parece un me­
dio seguro para aumentar el número de ciudadanos, preferible al
que consiste en naturalizar a los metecos y al que concede privi­
legios a los padres de familia (42). Pero esta misma igualdad que
constituye un preservativo contra la despoblación, sólo puede man­
tenerse en cambio, cuando la población no crece más allá del
límite fijado. Y Aristóteles no retrocede ante ningún medio para
mantenerla en dicho límite.
Aristóteles expone sus ideas acerca de la población, sobre todo
en el libro cuarto de la Política. Comienza planteando como prin­
cipio que el Estado, al tener una tarea, una misión que cumplir,
necesita que sus medios de acción y sus proporciones mismas es­
tén adaptadas a dicha tarea (43). “El Estado más perfecto y más
bello es el que añade a la grandeza el número circunscrito dentro
de justos límites. Los estados poseen cierta medida de grandeza,
como todas las demás cosas: animales, plantas, instrumentos. De­
masiado pequeña o demasiado grande, cada una de estas cosas
perderá sus propiedades...” (44). Un navio demasiado exiguo o
demasiado grande no servirá para la navegación. “Lo mismo suce­
de con una ciudad: la que posea pocos habitantes no podrá bas­
tarse a sí misma; y lo propio de la ciudad es bastarse a sí misma’
(45). En cuanto a la que posea una población demasiado gran­
de, es imposible que esté bien gobernada, “pues la ley es cierto or­
den ... y una población demasiado numerosa no puede prestarse
al establecimiento del orden” (46). En particular, se deja dirigir
demasiado fácilmente por conductores extranjeros o metecos: “El

(41) lia Política, 1. II, cap'. VI, § 10-12.


(42) Ibíd., § 13.
(43) L. IV, cap. I, § 3.
(44) Ibíd., 1.IV. cap. IV, § 6.
(45) Id., id., § 7.
(46) Id., id., § 5.
41

límite más conveniente de la población de una ciudad, es el que


comprende el mayor número de habitantes para proveer a las
necesidades de la vida, pero sin que se dificulte la vigilancia” (47).
En otras palabras, es necesario que una división suficiente del
trabajo se concilie con las necesidades de una buena policía; en
este caso, el Estado tiene sus proporciones normales.
Esta es una segunda razón por la que la población debe ser
estacionaria. En primer lugar, debe serlo, lo hemos visto, porque
es una condición directa del mantenimiento de la igualdad y el
orden. Debe serlo, además, porque es necesario que sea mediana;
como la magnitud del Estado perfecto no es cualquiera, sino que
está bien determinada, la población no debe arrastrarlo, al des­
arrollarse, hacia nn gigantismo mórbido.
Asimismo, “el número de niños siempre debe ser limitado”
(48). Para asegurar el respeto a este principio, se recurrirá a un
numeroso abandono de infantes, o si la costumbre no permite el
infanticidio, al aborto practicado en buen tiempo. En todo caso,
el niño deforme deberá ser abandonado.
Por otra parte, se instituyen múltiples prescripciones en fa­
vor de la puericultura. Los griegos, tan poco deseosos del número,
se preocuparon mucho por la calidad de la raza. “El primer deber
del legislador, dice Aristóteles, es asegurar a los niños que educa
una constitución lo más robusta que se pueda” (49). Pero el Esta-
girita, para alcanzar este fin tan loable en sí mismo, propone me­
didas de intervención legal que no ceden a las recomendadas para
restringir el número de nacimientos. Especialmente la limitación
del derecho de procrear en cierto período de la vida humana; las
mujeres podrán casarse desde los 18 años; pero los hombres ten­
drán que esperar a los 37 (50), y pasados los 55, ya no tendrán de­
recho a la paternidad (51). Aristóteles añade observaciones, por
lo general muy sensatas, sobre las prescripciones higiénicas que
deben seguir las mujeres encinta y sobre la educación física de los
niños. Hay que notar, sin embargo, que siguiendo una tendencia

(47) La Política, 1. IV, cap. IV, § 8.


(48) Ibíd., 1. IV, cap. XIV, § 10.
(49) Ifoíd., § 1.
(50) Ibíd., § 6.
(51) Ifoíd., § 11.
42

bastante frecuente entre los legisladores griegos, pide que la edu­


cación de ambos sexos se dirija de manera casi igual (52). Esto es
bastante curioso si observamos que los socráticos, y el mismo Aris­
tóteles, insisten en el papel de la división del trabajo, y muestran
que su punto de partida es la que se realiza en el hogar domésti­
co, entre los individuos de uno y otro sexo, aptos para labores
diferentes.
Estas teorías de Platón, y de Aristóteles referentes a la pobla­
ción, pueden parecer, en muchas de sus partes, sumamente arcai­
cas e inspiradas en un espíritu muy alejado del nuestro. No tanto,
sin embargo, como parece a primera vista. Nuestra época ha visto
renacer en la literatura malthusiana y neomalthusiana, las con­
cepciones más audaces o más desconcertantes de los filósofos grie­
gos ;y el intervencionismo de los higienistas y puericultores moder­
nos se ha mostrado más tímido, en algunos casos, que él de Aris­
tóteles. Muchas veces, en materia de población, la historia permite
comprobar que posiblemente no hay sistema cuya desaparición
absoluta pueda enunciarse. Las mismas teorías que en una época
pueden parecer irremediablemente envejecidas y caídas en desuso,
a veces reaparecen sin que siquiera se les preste atención, y apenas
modificadas se incorporan a doctrinas que se dicen y se creen re­
novadoras.
Es de observar que Grecia, después de haber exaltado, en la
época clásica y por medio de sus mayores filósofos, el oligantro-
pismo y condenado la doctrina favorable al desarrollo de la po­
blación, por deseo de paz social y temor a las revoluciones, duran­
te el período siguiente viera que las perturbaciones sociales se ge­
neralizan en ella, haciéndose endémicas, al mismo tiempo que la
despoblación hacía estragos, hiriendo mortalmente a los estados
helenos más ilustres. No parece que la receta política de Platón y
de Aristóteles haya sido afortunada. Polibio, en el cuadro que nos
ha dejado de la Grecia decadente, observa que ésta “sufre de una
suspensión de la procreación y de una escasez de hombres tal, que
las ciudades se han despoblado, y que hay esterilidad sin que ha-

(52) “ Es necesario que no haya casi ninguna diferencia entre la cons­


titución de los hombres y la de las mujeres”. (La Política, lib. IV, cap. XIY,
S 8)-
43

jamos sido atacados, ni por guerras continuas, ni por consecuen­


cias desastrosas” (53). Encuentra la causa del mal en el gusto del
lujo y de la pereza que impulsaba a sus contemporáneos a huir del
matrimonio y de la paternidad. Cuando mucho, dice, “consienten
en tener uno o dos hijos, para poder dejarlos ricos y criarlos en el
lujo. De manera que si sobreviene una epidemia o una guerra, es
claro que las casas se quedarán vacías, y bien pronto, como colme­
nas abandonadas, las ciudades vegetarán en la impotencia”. Po-
libio, por otra parte, cree posible, e incluso fácil, remediar el mal.
Es necesario, dice, “cambiar nuestros gustos si ello es posible;
si no, hay que expedir leyes que obliguen a criar una descenden­
cia”. Es lo que trató de hacer Filipo de Macedonia, siguiendo sus
consejos, para reparar las pérdidas sufridas en sus derrotas (54);
y probablemente no sin éxito, pues, como observa Bouché-Leclerq,
“el heredero de Filipo no carecía de hombres ni de dinero cuando
emprendió la lucha final”. Pero aun suponiendo que los macedo-
nios hayan podido, por un momento, luchar con éxito contra el
debilitamiento de la natalidad, Grecia moría de anemia, después
de tanto haber temido a la plétora. El temor a una sobrepoblación
obsesionó a sus filósofos y se abandonó, semidespoblada, en manos
de Roma. lío obstante, como acabamos de verlo, hasta el fin con­
servó su confianza en la eficacia de la acción legal, a la que Polibio
pedía que diera una progenitura a su patria, como antes que él
Platón y Aristóteles le habían pedido que limitase la población
de su ciudad.

(53) Citado por Bouché-Leelerq.


(54) Polibio, Historia, XXXIX, 24.
C a p í t u l o III

L A S D O C T R I N A S R O M A N A S

En Roma, como en la Grecia primitiva, la religión expresa


claramente la veneración que se tenía a la vida y al poder genera­
dor (1). Este ideal religioso, lejos de chocar más tarde con la idea
política, como en la Grecia clásica, fué por el contrario reforzado
por ésta. En efecto, mientras que la concepción helénica del Esta­
do era la de una obra artística y limitada, la concepción romana
fué la de una potencia de conquista y dominación, que se extendía
progresivamente por medio de la guerra y exigía sin cesar sol­
dados más numerosos. Para los romanos el matrimonio es esen­
cialmente una institución destinada a proporcionar ciudadanos al
Estado, y la conclusión de una unión legítima, liberorum quoeren-
dodum, oausá, está considerada como un deber para todos.
Parece que la Roma primitiva tuvo una población fecunda y
rápidamente creciente. Los autores latinos de la edad clásica in­
sisten sin cesar, como sobre un tema favorito, en la descripción
de la vida rural, virtuosa, austera y severa de sus antepasados - y
sobre la fuerte nátalidad de las viejas familias romanas, fr eco­
nomía totalmente agrícola, animada por un espíritu de ruda labor
y de áspera parsimonia, reclamaba numerosos brazos para el cul­
tivo intensivo de los pequeños dominios; el espíritu moral y reli­
gioso del viejo quirite, así como el de la matrona, no pensaban en
negárselos. El trabajo que obtenía del suelo todo lo que éste podía

(1) Los cultos priápicos tuvieron y conservaron un lugar notable en la


religión romana.
46

dar, permitía alimentar a una población densa y, por otra parte, la


conquista, al poner todos los días nuevas tierras a la disposición
de los vencedores, alejaba para ellos todo peligro de sobrepo-
blación. La agricultura y la guerra se ayudaban mutuamente; la
primera proporcionaba a la segunda el denso reclutamiento de
sus soldados campesinos; la segunda aseguraba a la primera nue­
vas extensiones de suelo que cultivar y poblar.
Según los cálculos más o menos legendarios de los historia­
dores romanos, Eoma, que al fundarse no hubiera podido armar
más de 3,300 soldados, podía movilizar 47,000 a la muerte de su
fundador. En el año 175 de Boma, la enumeración de Servio Tu-
lio censó a 80,000 ciudadanos enrolados, el año 245 se contaron
130,000; más de 140,000 en 256; en el siglo Y, cerca de 300,000 co­
rresponden, con el multiplicador 4, a 1.200,000 individuos. Obser­
vemos que hasta el año 450 de Boma, el territorio romano era
muy poco extenso, pues no incluía más que algunos cantones de
la Italia central. Más tarde, los cálculos se hacen más inciertos,
ya que englobaban a masas de naturalizados y libertos; y que, por
otra parte, la cifra de ciudadanos ya no se refiere a los habitantes
de un territorio determinado, Boma y sus alrededores, sino que
comprende a los individuos diseminados en todo el Imperio. Lo
que podemos decir es que durante los primeros siglos la población
parece haber sido densa, y la tendencia al crecimiento rápida.
Por lo demás, lo mismo sucedía con los otros pueblos italiotas
vecinos. Es asombroso, al leer el relato de las guerras de Boma con­
tra ellos, que durante tanto tiempo hayan podido bastar para ta
les luchas, ejércitos y matanzas. El mismo Tito Livio manifiesta
expresamente un asombro semejante (2); y Malthus, al señalar
el hecho, lo emplea como argumento en favor de la fuerza del “prin­
cipio de población” (3), argumento tanto más fuerte cuanto que,
dice él, el infanticidio probablemente estaba permitido (4).
Desgraciadamente para Boma, la ruina de la agricultura re­
sultó al fin, no tanto, tal vez, de las matanzas (aunque éstas fue­
ron terribles en las grandes guerras cartaginesas, en la guerra

(2) Historia, VI, 12.


(3) Essay..., I, 14.
(4) Dionisio de Halicarnaso menciona una ley de Bómulo (?) prohi­
biendo abandonar a los niños antes de la edad de 3 años (II, 15).
47

social, y en las guerras civiles y serviles), como del alejamiento de


los soldados-ciudadanos, arrebatados a sus campos, ya no como
en un principio, durante una temporada, por el tiempo que durase
una incursión en un territorio enemigo vecino, sino por largos pe­
ríodos, a medida que la guerra se transportaba a teatros lejanos.
Los campos permanecieron incultos, los plebeyos se endeudaron y
se arruinaron, los patricios invadieron los pequeños dominios, la
usura hizo estragos; los antiguos pequeños propietarios, despoja­
dos, hambrientos, expulsados, desertaron del campo para afluir a
Boma en donde encontraron la concurrencia servil cuando quisie­
ron ocupar sus brazos. La agricultura, la población, las antiguas
costumbres entraron en decadencia a la vez. La gran propiedad se
extendió con el cultivo extensivo, e Italia se despobló. Esta ten­
dencia a la despoblación rural se afirmó mucho antes del Imperio,
con gran escándalo de los agrónomos, los moralistas y los políti­
cos romanos.
Al mismo tiempo, bajo la acción de otras causas, la natalidad
se debilitaba también en los medios urbanos. Desde el momento en
que las viejas costumbres comenzaron a corromperse, la severidad
del matrimonio romano alejó de él a gran número de individuos;
el matrimonio aparecía como un deber social, pero un deber auste­
ro, aun a los que lo defendían y deploraban su abandono (5). Los
divorcios, después de haber sido casi desconocidos por largo tiem­
po, se multiplicaron con prodigiosa rapidez, y la depravación de
las costumbres provocó la baja de la natalidad.
La inquietud que los hombres de Estado romano experimen­
taban con ello, era tanto más viva cuanto que, incluso en las épo­
cas en que la población aumentaba rápidamente, jamás habían
considerado que fuese conveniente moderar este impulso, siuo to­
do lo contrario. Desde los primeros tiempos de la República, los
censores tenían el deber de alentar a los ciudadanos al matrimo­
nio con miras al aumento de la población. Dionisio de Halicarna-
so pretende incluso (6), que una antigua legislación obligaba a
todos los ciudadanos a casarse al llegar a cierta edad. Se asegurá­

is) Conocemos el singular discurso del censor Metelo Numídico y los


poco halagüeños argumentos que emplea para defender la causa del matri­
monio. (Tito Livio, Historia, y Auro Gálico, Noches Aticas, I, 6. 2).
(6) Antigüedades Bomanas, IX, 22.
48

bau ciertas ventajas a los padres de familia, y determinadas penas,


como impuestos especiales, a los célibes. Desde fines del siglo V
antes de nuestra era, los censores establecen en efecto, el oes uxo-
rum (403 a. J. C.). Más tarde, en 217, vemos que en las legiones
se admite a los libertos con hijos (7) ; en 131, después de los cen­
sos cuyos resultados no fueron, satisfactorios, el censor Q. Metelo
propuso obligar a todos los ciudadanos al matrimonio. Más tarde,
cuando se quiso reanudar la lucha contra la despoblación, Augus­
to hizo leer ese discurso en el Senado, y ordenó que se fijara en
las calles de Roma.
César hizo algo más que discursos. Durante su primer consu­
lado (59 a. J. C.), hizo votar una ley agraria que distribuía tie­
rras en Campania a los padres de tres hijos: primera idea de un
jus trium liberorum. Sólo se encontraron 20,000 beneficiarios de' la
nueva ley. Más tarde, César, amo de Roma, instituyó recompensas
a las familias numerosas (8), siendo alabado por ello por Cice­
rón (9), que, por otra parte, en su De Legibus, pidió la prohibi­
ción del celibato. Para tomar medidas enérgicas, César había he­
cho que se le diera la prefectura de las costumbres. La muerte lo
interrumpió en su obra. Pero Augusto debía continuarla, conven­
cido también de que en ella iba la salud de Roma.
El 29 a. J. C., Augusto, definitivamente triunfante, se trans­
formó en dueño del Imperio. Desde el año siguiente procedió a un
censo cuyos resultados no parecen, a primera vista, muy inquie­
tantes. La población romana había aumentado desde el censo an­
terior. Sin embargo, de hecho la situación era alarmante, pues en­
tre ambas operaciones habían transcurrido 42 años; y en el inter­
valo, César había concedido derecho de ciudadanía a toda la Ca­
lia Transpadana, sin hablar de las innumerables liberaciones que
habían extendido el mismo derecho a tantos individuos de toda
raza, a los que según el célebre apostrofe de Escipión Emiliano,
Italia no reconocía como sus hijos. La población romana, se re­
clutaba todavía, pero por naturalización, y por ese derecho que
tenía todo ciudadano de crear otros nuevos ciudadanos por libera-

(7) Tito Livio, XXII, II.


(8) Dión Casio, XLIII, 25.
(9) Pro Marcello, 8.
49

ción; derecho extraño concedido al individuo en una sociedad, en


otros aspectos tan sujeta al Estado.
En esta masa confusa de ciudadanos de calidad dudosa, A u ­
gusto quiso, en primer lugar, limitar el derecho de ciudadanía,- ha •
ciándolo de sangre menos mezclada, reorganizar una especie de
nobleza de dos rangos: senatorial y ecuestre, basada en los cen­
sos, en la que se concentrarla el verdadero pueblo romano, hacién­
dola el cerebro y el esqueleto del Imperio (10).
Pero las estadísticas le mostraban el descaecimiento sucesivo
de las familias aristocráticas, que Esparta había conocido y que
Roma conocía a su vez. El patriciado romano amenguaba rápida­
mente. De esta decadencia numérica, Augusto, responsable de gue­
rras civiles y de proscripciones, jefe de ejércitos en

.. .esas tristes batallas


en que Roma desgarraba con sus manos sus entrañas

conocía ciertas causas mejor que nadie. Pero había otras, además
de las matanzas: las que los viejos censores, los moralistas, y el
propio César habían señalado; y antes que cualquiera otra, el cre­
ciente alejamiento de los jóvenes del matrimonio y la paternidad.
¿En dónde encontrar un remedio? Problema que se plantea a
la Francia del siglo XX, y que se planteaba a la Roma de Augus­
to. Era inútil apelar al sentimiento religioso, singularmente de­
bilitado; las filosofías dominantes, imbuidas del individualismo
estoico, epicúreo o cínico, eran más bien hostiles que favorables
al matrimonio, del que se alejaba, además, el dilettantismo mun­
dano. En cuanto al sentimiento patriótico, minado por los filó­
sofos, diluido en la extensión del Imperio y en la masa de ciuda­
danos de reciente época, tampoco era capaz de obrar eficazmente;
hay que considerar, por otra parte — y la Francia de nuestros días
nos da un ejemplo— que aun cuando el patriotismo siga siendo
suficientemente fuerte para determinar al ciudadano a dar su vi­
da, raramente lo es para determinarlo a dar la vida. Augusto com­
prendió que había que tratar de combatir el egoísmo en sí mismo,

(10) V. Bouché-Leclerq, Les lois démograpliiques d’Augnste, Bevue His-


torique, 1895.
50

como tratan de recomendarlo muchos de los que se alarman con


el estancamiento actual de la población francesa. Quiso modificar,
legislativamente, los elementos del cálculo del interés personal,
mejorando la condición de los padres de familia y empeorando la
demasiado feliz de los célibes.
Comenzó con una tentativa mal conocida, tendiente a obligar
al matrimonio a los hijos de familia; ése fué el objeto de un edic­
to del año 28 ó 27 antes de J. C., del que nada sabemos, si no es
por un pasaje de Propercio. Pero parece que este edicto (posible­
mente nunca pasara del estado de proyecto) quedó sin efecto. Re­
nunciando a la imposición, Augusto prefirió convencer por me­
dio de palpables ventajas y de incapacidades legales.
No apeló para esto al derecho público, salvo para conceder
a los padres de familia ciertas preferencias o preeminencias con
relación a sus colegas o a sus cocandidatos. Tampoco apeló al de­
recho fiscal, manejado en el sentido de exenciones o subvencio­
nes. Prefirió utilizar el arma del derecho civil; y para asegurar
ventajas al matrimonio civil y a la paternidad, elaboró toda una
legislación sin'detenerse en el

... Quid leges sine moribus


Vanae proficiunt?

de Horacio.
El matrimonio tampoco era, desde hacía largo tiempo, indiso­
luble. El divorcio se había hecho excesivamente frecuente; por lo
demás, la mujer, al no estar ya in manu mariti, quedaba bajo la
patria potestas y, al primer pretexto, el padre recuperaba a su
hija junto con la dote de ésta. Se ha dicho que en esta época el
matrimonio había llegado a ser precario, al punto de desalentar
a los cazadores de dotes; de modo que los jóvenes vividores prefe­
rían la caza de testamentos a la caza de matrimonios lucrativos;
y aprovechando que la libertad de testar era absoluta, se entrega­
ban a la tarea de ganarse la voluntad de célibes ricos, que Plauto
ya señalaba, y a la que aluden repetidas veces Horacio (11), Lucia­
no, -Juvenal, etc. De este modo, los solteros se veían alejados
del matrimonio, en su juventud, por la esperanza de un legado en-

(11) Por ejemplo, las Sátiras, II, 5.


51

riquecedor y en la madurez por un séquito que junto con sus adu­


laciones les daba la ilusión de una familia.
Augusto no podía pensar en restablecer la austeridad del
antiguo matrimonio romano. Pero cuando menos quiso purificar,
en la medida de lo posible, las costumbres matrimoniales de su
tiempo. Hasta entonces, el castigo del adulterio era asunto del
marido. Augusto, con la ley Julia de adulteriis coercendis, atribu­
yó a los tribunales la jurisdicción de este delito que pertenecía al
derecho familiar, y lo sancionó penalmente.
Todo esto no era, sin embargo, más que una especie de prólogo
de la lucha que iba a emprender contra la plaga de la falta de
nacimientos. Esta lucha se afirmó por una serie de medidas des­
tinadas a que el matrimonio fuera ampliamente abordable: supre­
sión de la prohibición del matrimonio entre libertos y los nacidos
libres (ingenuos), salvo para los senadores, legislación de la unión
libre, bajo el nombre de concubinato (especie de matrimonio in­
ferior, pero legal, que daba a los hijos un padre cierto). Augusto
ni siquiera temió introducir restricciones al derecho de propie­
dad, obligando a los padres de familia a dotar a los hijos, y ar­
mando a éstos con un derecho de recurso al pretor; y al derecho
de testar, estableciendo que los legados hechos bajo condición de
no casarse serían válidos declarando caduca la condición.
Después de hacer más accesible el matrimonio, Augusto se
creyó con derecho para mostrarse severo contra los célibes obstina­
dos. La ley Julia de maritandis ordinibus (17 antes de J. C., según
las conjeturas más generalmente admitidas) prohibió que recibie­
sen sucesiones o legados si estaban en la edad núbil, fijada de los
25 a los 60 años para los hombres, y de los 20 a los 50 para las
mujeres. Las viudas y las divorciadas quedaban en iguales condi­
ciones que las solteras después de un corto plazo (un año y seis
meses al principio; dos años y dieciocho meses posteriormente). La
ley no incluía a las sucesiones ab intestat, j en las sucesiones tes­
tamentarias exceptuaba de la incapacidad a los parientes hasta el
sexto grado. Su fin era claro: prohibjr a los célibes la explotación
de las herencias extrañas a su familia. Como las disposiciones en
su favor se declararon caducas, la ley Julia y el conjunto de las le­
yes de Augusto en favor de la población, bien pronto fueron desig­
nadas con el nombre de leyes caducarías, que les qnedó.
52

Pero atacar al celibato era poco, si al mismo tiempo no se com­


batía a los matrimonios estériles. En Roma, como en la Francia del
siglo XX, no escaseaban tanto los matrimonios como los matrimo­
nios fecundos. La verdadera plaga de la demografía romana era la
frecuencia de los matrimonios sin hijos, a los que generalmente se
daba el nombre de orbi. En .consecuencia, se aplicaron a los orbi
las mismas incapacidades que a los célibes, aunque reducidas a la
mitad.
La aplicación de la ley Julia provocó grandes resistencias. Todo
el mundo se ingenió para burlarla por medio de fraudes más o me­
nos extraños. Augusto sintió la necesidad de refundir y ampliar
su legislación. Llegamos así a la ley Papia et Poppaea, que frecuen­
temente se cita en una fórmula conjunta con la ley Julia, aunque
cronológicamente estén separadas por un lapso de veinticinco años
(9 después de J. C.) El doble nombre de esta célebre ley proviene
de los de sus autores, los cónsules, M. Papio Mutilo y A. Popeo Se­
cundo, ambos célibes, y que en esta forma “hacían enmienda hono­
rable en nombre de todos sus semejantes”.
La ley Papia y Popea presentaba dos particularidades prin­
cipales : 1* atenuaba los rigores de la ley Julia, suprimiendo lo
que se llama la regla catoniana, es decir, haciendo de la apertura
efectiva de la sucesión el momento legal del fallecimiento del testa­
dor, y concediendo, incluso, un plazo de cien días que el célibe le­
gatario podía aprovechar para casarse. Concesión grave que amena­
zaba con debilitar la eficacia de la ley caducaría. Asimismo, los orbi
pudieron gozar de un plazo para adoptar o inventarse hijos. 2* la
nueva ley ofrecía nuevas primas a los matrimonios fecundos. Es­
tablecía el jus trium liberorum que concedía a sus beneficiarios
importantes privilegios, especialmente dispensas de edad para las
funciones públicas. Las mujeres ingenuas, madres de tres hijos, ob­
tenían el máximo de capacidad jurídica siendo liberadas de toda
tutela; las libertas madres de cuatro hijos, salían de tutela y obte­
nían el derecho a testar sin autorización. En una palabra, sea pa­
ra las ingenuas, sea para las libertas, la maternidad conducía a
ia igualdad de los sexos. En cambio se vedaba al liberto varón sin
hijos el derecho a testar, y el que tenía menos de tres hijos no po­
día dejarles su patrimonio sin previa deducción de una parte igual
retenida por su patrón. Para la mujer sin hijos, la capacidad de
53

heredar a su marido era muy reducida. En resumen, Augusto hizo


entrar en la nueva ley todo lo que pudo imaginar en cuanto a re­
compensas y disfavores.
¿Cuál fué la aplicación de estas diferentes leyes? Parece que
fué poco severa. El jus trium liberorum no tardó en concederse, por
favoritismo, a personas que de ninguna manera eran padres o m a ­
dres de tres hijos. Numerosas dispensas fueron acordadas. A pesar
de ello, se manifestó un vivo descontento en la sociedad romana,
sobre todo a consecuencia del desenfreno de los sicofantes. Tácito
afirma que ni el número de matrimonios ni el de nacimientos au­
mentó; la ventaja de no tener hijos parecía a los romanos supe­
rior a todas las que se habían querido conferir a los padres de
familia.
Sin embargo, hay que reconocer que los sucesores de Augusto
perseveraron por largo tiempo en el camino que éste les había
abierto. En 34, d. J. C., bajo el reinado de Tiberio, el Senado agra­
va, por medio del senadoconsulto Persiciano, la condición de los
célibes desde el punto de vista testamentario, disponiendo que los
que no hubieran contraído matrimonio antes del límite legal (60
y 50 años), sufrirían a perpetuidad las consecuencias de la inca­
pacidad contraída. Estas disposiciones fueron suprimidas por Clau­
dio; pero Nerón las restableció, cuando menos en parte, declaran­
do sin efecto, para recuperar la capacidad de heredar, el matrimo­
nio de las mujeres de más de 50 años. U n senadoconsulto del año
62 (todavía en tiempos de Nerón) legisló contra las adopciones fic­
ticias, realizadas para obtener candidaturas y honores. Vespasia-
no (senadoconsulto Pegasiano), cerró una hendidura que hacía
perder a las leyes de Augusto parte de su eficacia, al declararlas
aplicables a las sucesiones y a los legados fideicomisarios. Es in­
teresante seguir este largo esfuerzo, pues tiende a probar que los
emperadores no desesperaban de alcanzar un resultado positivo
por medio de la acción legal y armados con el derecho civil. Sólo
el insensato Calígula rompió con la política de sus predecesores y
sucesores, estableciendo un impuesto sobre el matrimonio.
Los Antoninos se mostraron igualmente preocupados por la de­
fensa de la natalidad. Nerva y Trajano fundaron instituciones ali­
menticias para ayudar a los ciudadanos pobres a educar a sus hi­
jos. Adriano aumentó la suma de los privilegios comprendidos en
54

el jus trium o quatuor liberorum (según se tratase de ingenuos


o de libertos). Aun desde el punto de vista penal mejoró la situa­
ción de los padres de familia, aligerando las multas en que incu­
rrieran y dispensándolos de las confiscaciones a que dieran lugar,
diciendo: “Prefiero, por la grandeza del Imperio, aumento de hom­
bres que abundancia de dinero”.
Los emperadores de los dos primeros siglos siguieron lealmente
las huellas de Augusto, y se esforzaron, uno tras de otro, en des­
arrollar su legislación pro matrimonial y pro natalidad. ¿Con qué
éxito?
U n punto está fuera de duda: la población del Imperio aumen­
tó durante esos dos siglos; efecto, sin duda, de la paw romana, y
de la prosperidad que la acompañó. Pero esto no prueba nada, pues
la parte de la población para la cual había legislado Augusto, es
decir, la aristocracia romana, parece, por lo contrario, haber dis­
minuido; los moralistas contemporáneos, Plutarco, Juvenal, lo
afirman. Sabemos, por otra parte, que la Italia rural se despobla­
ba. Sin embargo, demógrafos como Bouché-Leclerq (12) estiman
que la legislación de Augusto y de sus sucesores no puede conside­
rarse ciertamente como ineficaz. De hecho, la despoblación de Ita­
lia ya estaba gravemente avanzada desde antes de Augusto, y posi­
blemente no se acentuó mucho bajo el Imperio: la cifra de la po­
blación de Roma, en todo caso, aumentó considerablemente, cierta­
mente que, en gran parte, debido a la inmigración (13). Pero lo que
sobre todo puede parecer significativo, es que los emperadores,
bien colocados para juzgar los resultados de las leyes caducarías,
se esforzaron por extender su aplicación poco a poco, a sus demás
súbditos. Severo y Caracalla ordenaron a los gobernadores de
provincias que aplicaran el artículo 35 de la ley Julia, referente
a la obligación de los padres para casar y dotar a sus hijas. Los
jurisconsultos comentan abundantemente las leyes Julia y Pa-
pia Popea en sentido favorable a su extensión. Todavía en el siglo
III, el Imperio ofrece, como prima a las familias numerosas, la
exención de prestaciones y de oficios gratuitos.

(12) Artículo citado. El Dr. Bertillon, más afirmativo, consideraba


que el efecto de las Leyes Julia y Papia Popea había sido muy real.
(13) V. Dureau de la Malle, L ’économie politique des Romains, libro
II, Yanlaer, La dépopulation de l’Italie au temps d’Auguste.
55

Sin embargo, a partir de Septimio Severo, es decir, a comien­


zos del siglo III, comienza a esbozarse un movimiento de reacción
contra la legislación en pro de la población. Los autores de esta
última tenían que luchar, entonces como hoy, contra un senti­
miento, egoísta si se quiere, pero muy vivo de la libertad indivi­
dual. Este sentimiento, bajo el Imperio, se desarrollaba gradual­
mente gracias a la filosofía, al estoicismo sobre todo, y al cristia­
nismo que aportaba, por otra parte, ideas de desprendimiento con
respecto a la ciudad terrestre y glorificaba la virginidad. Así es
que las leyes caducarías, hostiles al celibato, fueron atacadas por
apologistas de la nueva religión, como Tertuliano. Y cuando ei
poder cayó al fin, a principios del siglo IV, en manos de los em­
peradores cristianos, les pareció intolerable que el celibato fuese
estigmatizado oficialmente; más intolerable aún, el que la ley im­
pulsase a las segundas nupcias, vistas con manifiesto desagrado
por la Iglesia, y consideradas por muchos cristianos como un pe­
cado.
Así es que desde el año 320, el emperador Constantino supri­
mió en masa todas las incapacidades que afectaban a los célibes y a
los orbi. Esta supresión cuando menos dejaba subsistir al jus triurn
liberorum cuyas ventajas seguían apreciándose, sobre todo para las
mujeres; la mejor prueba es que se les concedía" frecuentemente,
como una recompensa o favor, independientemente de toda mater­
nidad. Desmanteladas de nuevo en el año 410, las disposiciones de
las leyes de Augusto fueron, al fin, anonadadas por Justiniano
en 528, 539 y 542.
En suma, si no podemos afirmar con certeza que esta legisla­
ción tuviese una real eficacia, tampoco podemos asegurar lo con­
trario. Tenemos razones para conjeturar que para los emperado­
res no era absolutamente impotente, puesto que por largo tiem­
po se esforzaron en desarrollarla y extenderla; si después renun­
ciaron a ella fué por razones religiosas y morales que nada tenían
que ver con la eficacia, real o nula, de la ley. Por consiguiente, es
una afirmación gratuita la que frecuentemente oímos enunciar,
según la cual el precedente histórico de las leyes caducarías im­
plica un prejuicio de condenación contra toda tentativa de reme­
diar por una vía legal el peligro de la desnatalización.
Además, hay que observar que el legislador romano, siguiendo
56

una actitud diferente a la que tuvo en muchos otros dominios, en


sus tentativas para favorecer la población, guardó una modera­
ción, un respeto al individuo y a su libertad, que los filósofos grie­
gos olvidaron por completo en sus sistemas de compresión y de
oligantropismo. Para estos últimos, lo más natural era forzar al
individuo a adoptar la línea de conducta que se juzgaba conforme
al interés de la ciudad. Para eí primero, por lo contrario, infini­
tamente más penetrado del sentido individualista, la imposición
es repugnante. Trata de obrar indirectamente sobre la voluntad
de los hombres, atrayéndolos por medio de las ventajas y aleján­
dolos por medio del temor a ciertas incapacidades. Además, orienta
su esfuerzo hacia las condiciones de la transmisión testamentaria,
es decir, como acertadamente lo ha subrayado Bouché-Leclerq, so­
bre ese punto “en que el individuo necesita más visiblemente
la protección del Estado, que es el único que está en condi­
ciones de asegurar la ejecución de la voluntad de los moribun­
dos” (14). En suma los romanos no llegaron más que a medidas muy
respetuosas de la libertad individual y del derecho de propiedad;
más respetuosas, en todo caso, que las del Código Civil francés
que impone, con espíritu completamente distinto y con resultados
diversos, la enorme reserva de los hijos y el reparto obligatorio.
Si la legislación francesa ha tenido probablemente resultados per­
judiciales desde el punto de vista de la población, ¿por qué no
admitir que la legislación romana los haya podido tener ouenos?
¿Estará reservado a las leyes obrar sólo sobre las costumbres en
el mal sentido, y ser ineficaces cuando tratan de mejorarlas?

(14) Del artículo citado, tan ampliamente utilizado en este capítulo.


C a p í t u l o I V

L A S D O C T R I N A S M E D I O E V A L E S

Las doctrinas medioevales en materia de población son esen­


cialmente de origen cristiano. Nacen del comentario de los libros
santos y de la literatura patrística. Pero mientras que el Anti­
guo Testamento aparece lleno de enseñanzas y de preceptos fa­
vorables a una población numerosa (1), el Evangelio presentaba al
ser humano un ideal de castidad, que numerosas sectas no tarda­
rían en interpretar en el sentido más desfavorable al matrimo­
nio y a la paternidad. Las mismas obras de los Padres de la Igle­
sia abundan en textos que exaltan a cual más la virginidad y la
continencia.
Entre las sectas que pululan en los primeros tiempos del cris­
tianismo, muchas llevan sus doctrinas hasta la execración del m a ­
trimonio. Maniqueos, eucratistas, docesistas y marcionistas pre­
dican la castidad. Marciano condena el matrimonio, y rehúsa el
bautizo a los casados y sueña con un fin voluntario de la huma­
nidad, como los pesimistas alemanes del siglo XIX. Para Oríge­
nes el matrimonio es impuro. Tertuliano también habla de él con
desprecio, y proclama que hay que elegir el celibato, aunque se
arriesgue la extinción de la humanidad (2).
Pero no solamente las tesis de los heresiarcas o de los orto­
doxos aventurados comprometen a la población. Por el simple he-

(X) V. Stangeland, op. cit., p. 54.


(2) V. Westermarck, Origines du mariage dans l’espèce humaine^ y E.
Thamin, Saint Ambroise et la morale chrétienne au IVe. siècle.
58

cho de que hacía de la salvación individual el único gran problema,


haciendo abstracción de los intereses de la ciudad terrestre y de
que, por otra parte, honraba entre todas a la virtud de la casti­
dad, el cristianismo parecía aportar en el conflicto de las ideas
relativas a la población, un elemento nuevo (cuando menos por
su importancia), y desfavorable a la solución en pro de la pobla­
ción. El problema, social sobre todo en Grecia, y político en Ro­
ma, se torna moral. Y la moral que pretende resolverlo es una
moral prendada de la pureza.
Ya San Pablo, en la Primera Epístola a los Corintios (3), pro­
clama la superioridad del celibato (virtuoso) sobre el matrimonio;
insiste sobre los inconvenientes de este último estado, y declara
expresamente: “el que casa a su hija, hace bien; el que no la casa,
hace mejor” (á). También se declara enérgicamente contra las se­
gundas nupcias (5). Después de él, los doctores de la primitiva Igle­
sia, antes y después del Concilio de Y icea, multiplicaron las exhor­
taciones del mismo género, en sus tratados de virginitate o de
continentia. Debemos señalar, sin embargo, que los Padres orto­
doxos se guardan siempre de exageraciones en las que caen los
fundadores de sectas, tan pronto dispuestos a exigir demasiado a
la humanidad media, como dejando, por lo contrario, caer todo
freno moral. San Irineo desaprueba la opinión de los que veían
en la procreación una obra satánica. San Clemente de Alejandría
declara que hay que evitar dos opiniones extremas, una de las cua­
les es la de los hombres “que se abstienen del matrimonio por
odio al Creador” (6) ; y defiende al matrimonio como instituido por
Dios. De una manera general, todos, aunque prefiriendo el celiba­
to virtuoso, no dejan de recordar incesantemente que el fin del
matrimonio es la paternidad. “Aun cuando el matrimonio pueble
la tierra, dice San Jerónimo, la virginidad puebla el cielo”. Y San
Juan Crisòstomo proclama que además de que las alabanzas a la
virginidad no comprometen a la población, el matrimonio por sí
mismo, es decir, si no está sometido a una regla moral, no puede

(3) Cap..VIL
(4) Ibíd., versículo 38.
(5) Y. especialmente la Primera Epístola a Timoteo, cap. V, 3, 11-14.
(6) Stromata, 1. M , cap. XVII.
59

asegurar la prosperidad de la misma (7). En el siglo IV, San A m ­


brosio, considerado por K. Thamin como el tipo de obispo de esa
época, predica el celibato religioso con tal éxito, provoca tal “con­
tagio de pureza”, que inquieta a los economistas y a los políticos
de entonces. Pero los tranquiliza, aun cuando desde lo alto, pro­
clamando que el interés económico no podría ponerse en la misma
balanza que el argumento de conciencia, ni la ciudad de Dios
con la ciudad terrestre, añadiendo que allí donde el culto a la
virginidad mantiene mejor un elevado nivel de costumbres, el m a ­
trimonio es más fecundo y la población crece más.
En suma, la actitud de los Padres de la Iglesia, con ciertos
matices, es clara: el celibato virtuoso es preferible al matrimo­
nio; puede constituir el más alto grado de perfección, y el m a ­
trimonio constituye un estado inferior. Pero el matrimonio es
bueno en sí mismo; la perfección de vida exigida por el celibato
sólo es accesible a un grupo selecto. Más vale el matrimonio que
el celibato mal tolerado. Sólo las segundas nupcias son vistas con
desprecio, aun cuando no estén formalmente condenadas.
San Juan Crisòstomo, con sutileza enteramente griega, llega
a afirmar que honrar el matrimonio es honrar tanto más a la virgi­
nidad, que le es superior: “Bonum est matrimonium: propterea
admiranda virginitas est, quae bono melior est” ' “Matrimonium
non ni malis pono, dice además, quia vehementer laudo”. Y de­
clara necesario el matrimonio para todos los débiles (infirmis).
San Ambrosio, ese gran apologista de la virginidad, no solamente
no condena el matrimonio, sino que proclama también que es el
estado que conviene a la masa, e incluso extiende su indulgencia,
a pesar suyo, hasta las segundas nupcias. Muestra que el desarro­
llo de la población concuerda con la práctica más general de la
castidad, y que el cristianismo da a la población, gracias a las
buenas costumbres que inspira, mucho más de lo que le pide con
los que llama a una vida de celibato religioso.
Entre las herejías de derecha e izquierda, las de los fanáticos
enemigos del matrimonio y las de los gnósticos, como Carpócrates
o los adamitas que con el pretexto de rehabilitar la carne autori­
zaban o santificaban todas las torpezas, la doctrina ortodoxa se

(7) lie QiJtaqfievias 15, 18.


60

atuvo firmemente a dos puntos; preexcelencia de la virginidad y


del celibato religioso; pero bondad del matrimonio para la huma­
nidad media. A este matrimonio lo ennoblece con la indisolubili­
dad; lo hace fecundo con la condenación del libertinaje y de todos
los fraudes conyugales. De modo que, desde su origen, la propa­
gación del cristianismo fué en iealidad favorable a la de la po­
blación.
La renovación del mundo romano se realizó bajo la doble in­
fluencia del cristianismo que lo conquistó pacíficamente, y de las
invasiones germanas. Pero mientras que el primero suscitó una
resurrección moral y le infundió una vida nueva, una vida que
por un milenio más animaría al Imperio de Oriente, los germanos
sólo llevaron con ellos ruina y destrucción. En el siglo X I X se
concedió demasiado crédito a la teoría alemana y tendenciosa de
que los bárbaros renovaron y vivificaron moralmente al Imperio
agonizante por exceso de civilización y refinamiento. En realidad
sólo el cristianismo fué capaz de crear una sociedad nueva y viva;
y bajo su acción se manifestó un evidente renacimiento, aun en
la época de las invasiones.
La verdad es que éstas fueron una espantosa catástrofe para
el Occidente y, en especial, para Galia. Xo sólo se aniquilaron can­
tidades prodigiosas de riquezas, sino que el capital intelectual, el
más precioso de todos, sufrió graves disminuciones; la psicología
del bárbaro, que trataba de enriquecerse por medio de la guerra
y el pillaje, substituyó a la del apacible productor galo-romano.
La preocupación por la producción deja su lugar a la de la de­
predación y el rapto. Es la economía expoliadora que se instala
sobre las ruinas de la economía normal; como los soviets en Ru­
sia después de 1917, los príncipes germanos se instalaron para
vivir y consumir la riqueza del mundo romano que les parecía in­
agotable. Y aun cuando ya estaban constituidos los nuevos esta­
dos, conservaron el hábito de obtener recursos saqueando, tan
pronto una provincia como otra, tal como antaño los sultanes de
Marruecos iban sucesivamente a comer tal o cual tribu; las expe­
diciones de los merovingios en el centro y en el sur de Galia tienen
casi el mismo carácter que las razzias de aquéllos.
El retroceso intelectual acompañó al económico. A principios
del siglo Y, el cristianismo había propagado en el Imperio una
61

verdadera renovación literaria, jurídica e, incluso, artística. La


devastación de los monumentos del arte antiguo y los del nuevo
arte cristiano tuvieron consecuencias irremediables. “Interrumpió
con ruinas, dice Zeller (8), todas las tradiciones, ahogó, en su mis­
mo germen, el nacimiento de nuevas obras maestras y, en conse­
cuencia, atacó en sus fuentes la educación moral de los pueblos”.
Representémonos, pero realizada en gran parte del mundo civili­
zado, una devastación comparable (no tan perfecta técnicamente)
a la de los departamentos franceses asolados por la guerra de 1914.
La prueba irrefutable del rebajamiento del nivel de la civilización
por los germanos la tenemos en el hecho de que durante toda la
alta Edad Media la superioridad económica, intelectual y ética
subsistió en las regiones menos invadidas por ellos, y que las otras
no recuperaron la prosperidad sino a medida de la asimilación
de los bárbaros por los antiguos civilizados (9).
Pero los admiradores de los germanos han pretendido que las
invasiones cuando menos trajeron el beneficio de regenerar las po­
blaciones agotadas del Imperio, infundiéndoles sangre nueva, más
joven y prolífica. Abusando del famoso texto de Jornandés, que
por otra parte se refiere más bien a Escandinavia que a Germania,
se ha querido ver en ésta la officina y vagina gentium de que habla
el historiador de los godos. Durante largo tiempo, una historia in­
suficientemente crítica ha querido considerar a la Europa septen­
trional del tiempo de las invasiones como muy poblada, desbor­
dante de hombres y como una especie de reserva inagotable de
material humano sano y fuerte. Malthus (10) cita a este respecto
ciertos pasajes de Montesquieu, intérprete de la antigua creencia
de que una sobrepoblación efectiva e intensa obligó a los germa­
nos y a otros bárbaros del nordeste a lanzarse sobre el Imperio. En
particular, las últimas y victoriosas invasiones debían haber arras­
trado con ellas un verdadero río de poblaciones exuberantes.
Observemos que ya Malthus había criticado esa concepción his­
tórica. Poseía demasiado el sentimiento de la relación necesaria
que debe existir entre la población efectiva y los medios, efectivos
también, de subsistencia, para admitir que la Germania del siglo

(8) Zeller, Histoire d’AUemagne, 1.I, p. 278.


(9) Ibíd., I. p. 288.
(10) Op. cit.
62

V, inculta, silvestre j pantanosa, haya podido alimentar a una


población numerosa; sobre este punto de vista no podemos menos
que alabar el buen sentido de sus apreciaciones.
Después del historiador francés Mallet, Malthus observa (11)
que nada prueba que las invasiones germánicas y escandinavas ha­
yan sido causadas por la falta de espacio y por la insuficiencia de
tierras. Indica que después de las grandes emigraciones, el país
solía quedar desierto; no era, por consiguiente, como en la colo­
nización griega, un excedente de población el que se marchaba
por estrechez de espacio.
Admite, sin embargo, que, junto a una población total muy me­
diana, existía una sobrepoblación relativa. Pero esta segunda par­
te de su tesis está menos sólidamente establecida que la primera.
Que la población germánica fué necesariamente poco densa, Mal­
thus lo prueba fácilmente, mostrando que las tierras en parte
estaban desmontadas y en parte cultivadas rudimentariamente.
Cuando añade que a pesar de esto se había alcanzado el límite
extremo de población, y que el principio de población presionaba
a las subsistencias, se entrega un tanto a conjeturas, inspiradas a
la vez por sus ideas a priori sobre la fuerza de dicho principio, y
por las a posteriori que tiene sobre las costumbres de los germa­
nos, según los textos de Tácito. Textos dos veces sospechosos en
este caso, puesto que se refieren a los germanos de una época muy
anterior al siglo V, y puesto que, por otra parte, es muy posible
que estén contaminados con una intención apologética, ya que
"Tácito quiso exaltar las costumbres de los bárbaros para condenar,
por contraste, las de sus compatriotas. Por consiguiente, podemos
dudar lo que Malthus nos dice, siguiendo a Tácito, de la pureza
de las costumbres germanas, de los honores concedidos a la casti­
dad, de la ausencia de prostitución, de la rareza del adulterio, de
la infamia que seguía al abandono de los hijos, y finalmente de la
posibilidad de alimentar ejércitos insaciables, con un fondo de po­
blación muy mediano, gracias a una elevadísima tasa de natali­
dad. En todo caso, lo que de exacto pudiera tener la pintura de
las costumbres germanas en tiempos de Tácito, lo era mucho me­
nos durante las grandes invasiones. Grandes historiadores de nues-

(11) Essay... — Mallet, Histoire du Danemark, t. I, cap. IX.


63

tros días, admitiendo la primera parte de la tesis de Mallet, o sea


la de una población germana de poca densidad absoluta, rehúsan
aceptar la segunda, la de las costumbres particularmente puras y
de una sobrepoblación relativa que obligó a los germanos a expa­
triarse en masa. Especialmente, tal es la actitud de Fustel de Cou-
langes, en su Invasion germanique, y de Jules Zeller en su His­
toire d’Allemagne.
Sobre el primer punto, con la superioridad que le daban su
cultura histórica y su método científico, Fustel de Coulanges lle­
ga en suma (12) a las mismas conclusiones que el autor inglés: im­
posibilidad de creer en una Germania desbordante de hombres.
“La barbarie jamás es fecunda”, dice. Fecunda, posiblemente en el
sentido de que registre gran número de nacimientos; pero nunca
será rica en hombres, pues sólo un pequeño número de estos ni­
ños sobrevive. Y los germanos del siglo V eran bárbaros puros,
muy inferiores en civilización a los galos del siglo IV, antes de
nuestra era, y se encontraban, no vacila en decirlo el gran histo­
riador, al mismo nivel que los europeos del oeste y del sur, diez
siglos antes. (13) No había entre ellos sobrepoblación real, absoluta,
desproporción entre el número de hombres y el de tierras por cul­
tivar. Cuando mucho podría hablarse de esa sobrepoblación rela­
tiva que existirá siempre cuando cierto número de hombres, por
módico que sea, está repartido en tierras, por extensas que sean,
que se han negado a cultivar por pereza. Además, para Fustel
de Coulanges no hay que buscar en un hecho de este género la
causa principal de las invasiones, sino en el profundo desorden in­
terior y en las revoluciones sociales que trastornaron a Germania
durante cuatro siglos (14). Más aún, durante las grandes invasiones,
estas poblaciones germanas que parecen no haber realizado ningún
progreso desde la época de Tácito, es decir tres siglos después,
estaban en pleno proceso de desorganización y de decadencia; pues
hay una decadencia de los pueblos bárbaros, como hay una de los
civilizados (15). Esta decadencia, favorecida por la introducción de

(12) L ’Invasion germanique.


(13) Ibíd., 283.
(14) Op. cit., p. 324.
(15) V. Riehard, De l’arrêt de développement, Revue de Synthèse H3s.
torique, 1903.
64

vicios civilizados, siempre funestos para los bárbaros, se manifes­


taba por la corrupción, el debilitamiento y la despoblación. La
Germania propiamente dicha estaba invadida por los pueblos orien­
tales, godos, vándalos, hérulos, alanos y hunos. “Los germanos que
aparecerán en la historia en el siglo Y invadiendo el Imperio Ro­
mano, no son un pueblo joven que audazmente va a tomar su lugar
entre los pueblos. Son los restos de una raza debilitada, asaltada
y vencida durante siglos por los romanos, los eslavos y los hunos;
y desgarrada, sobre todo, por sus largas luchas interiores; agota­
da por una serie de revoluciones sociales, y que ha perdido sus
instituciones (16). Estos invasores son invadidos; se lanzan sobre
Occidente, porque se les oprime en Oriente; las tierras no les fal­
tan, sino que se les expulsa de ellas. Por lo demás, en la disolu­
ción de los antiguos pueblos germanos, las bandas guerreras que
habían ocupado su lugar, móviles, vagabundas, sin territorio fijo,
no podían ni querían cultivar. En el siglo V, Germania se asemeja
a una región semidesierta en donde se mueven y entrechocan hor­
das; esta ruina es la que lanzó sus escombros sobre el Imperio.
No existe sobrepoblación germana como causa de las invasio­
nes, salvo en el sentido de que siempre se puede hablar de sobrepo­
blación relativa con relación a las subsistencias allí en donde el
hombre se rehúsa a trabajar y a producir (17). Desde tal punto de
vista, la sobrepoblación puede existir, incluso en un país desierto.
Pero hay más aún. Fustel no cree que en esa Germania “casi vacía
desde fines del siglo II”, que en esa Germania, que de Tácito a las
invasiones había retrocedido del sedentarismo hacia las costum­
bres nómadas, hayan podido florecer esas costumbres puras, fa­
vorables a la fecundidad, de que tan frecuentemente hablan los
historiadores alemanes. La disolución de la Germania del siglo
IV no sólo era política y social, sino moral. Y la corrupción del
bárbaro es peor que la del civilizado, pues va aliada a la grosería.
Gregoire de Tours habla de esta rusticidad cruda, de esta estupi­
dez bárbara (cruda rusticitas) que se extendió sobre el mundo
galo-romano después de las invasiones. Pero tal rusticidad, como
puede verse en cada página de la historia merovingia, no excluía

(16) L ’Invasion germanique, p . 302.


(17) Pignun et iners videtur sudore acquirere quod possis sanguino pa­
rare.
65

en nada la inmoralidad más brutal. Las condiciones de una so-


brepoblación, aun simplemente relativa, la pureza de costumbres
y la fecundidad que de ella resulta, faltaban por completo.
De modo que, desde hace largo tiempo ya, se sabe que las in­
vasiones no tuvieron el carácter que antaño se les atribuyó; la de
la irrupción de una multitud de hombres, inmensa e irresistible,
como tampoco la de una conquista en regla. La gran invasión de
406-407, “seguramente uno de los acontecimientos más desastrosos
de la historia del mundo”, no fué en realidad una invasión de
pueblos, sino de bandas guerreras, nacidas del desmoronamiento
de los antiguos pueblos germanos, destruidos como tales por las
guerras interiores y exteriores. Estas hordas devastadoras jamás
poseyeron efectivos superiores a algunos centenares de miles de
individuos. Pasaron dejando tras de sí a pocos hombres. No hubo
gran aflujo de sangre nueva, pues muchos de estos bárbaros, bas­
tante poco numerosos en total, se expulsaron unos a otros, y m u ­
chos de ellos se mataron entre sí. Los germanos más civilizados
se volvieron contra los otros y los rechazaron. Cuantitativamente
la población de Galia no ganó, con su establecimiento, lo que ha­
bía perdido con sus devastaciones. No hubo más que un retroceso
hacia el salvajismo.
Cualitativamente, puede admitirse con Zeller que “cualquiera
que sea la proporción de la mezcla que tuvo lugar entre los roma­
nos y los bárbaros en el territorio del Imperio, es cierto que las
generaciones surgidas de tal mezcla fueron más groseras, posible­
mente más robustas, pero seguramente menos aptas para la civili­
zación y la cultura, y moralmente peores. Es un hecho que los pue­
blos salvajes, con menos ideas y aptitudes que los civilizados, sólo
influyen desfavorablemente sobre otros pueblos con su mezcla. Le­
jos de mejorar a éstos, son ellos quienes necesitan ser mejorados;
y sólo una raza como la de los romanos y la de los galos, dotada
de cualidades y aptitudes superiores, podía hacerlo. Fisiológica­
mente, los bárbaros no mejoraron a la población galo-romana (18).
No puede pretenderse que hayan aportado, en general, nuevas y
mejores costumbres. El mejoramiento de las costumbres, en la me­
dida en que se realizó, fué debido al cristianismo y a la nueva ci-

(18) Op. cit., p. 273.


66

vilización, nacida bajo su influencia, en las masas galo-germanas


que conquistaron a sus invasores. Y las ideas de la Edad Media
en materia de población están esencialmente compuestas por ele­
mentos cristianos.
Estas ideas sólo tomaron una forma doctrinal en la época en
que sucedió lo mismo con la mayor parte de las ideas económicas
y sociales de la Edad Media, es decir, en los siglos XII y XIII, en
la pluma de los grandes escolásticos y de los primeros escritores
políticos. En el intervalo que separa a esta época del principio del
siglo Y, no encontramos manifestación consciente y sistemática
del pensamiento económico o demográfico. En desquite podemos
tratar de fijar algunos jalones en lo que se refiere a la historia
de hechos de la población, jalones raros por lo demás, y de solidez
a veces dudosa.
Bajo los Antoninos, en los tiempos prósperos del Imperio, la
cifra de la población de Galia parece haber sido de unos diez mi­
llones de habitantes, o sea unos ocho millones y medio para el te­
rritorio de la Francia actual. Después de las invasiones, todo nos
induce a pensar que hubo — posiblemente había sido anterior—
un serio retroceso cuyas causas o síntomas son la destrucción de
ciudades, la devastación de los campos, la reconquista del suelo
por la maleza y el pantano. Durante cuatro siglos (400-800), la
Europa occidental se debatió en medio de trastornos renacientes
y de devastaciones que no permitieron que la población recupe­
rara su desarrollo. Las guerras de Carlomagno y de sus sucesores
agotaron cuando menos a la raza de hombres libres, y las crónicas
de la época atribuyen a la batalla de Fontanet, entre los hijos
de Luis I, una influencia demográfica ruinosa, que sin duda fué
ejercida por toda la serie de guerras de la que esa batalla no es
más que el episodio final. Levasseur, cuando trata de calcular la
población de la Galia carolingia según el Políptico de Irminón
— base seguramente un tanto estrecha para tal cálculo— obtiene,
para el territorio actual de Francia, una cifra de 8 a 10 millones
de almas.
En los siglos IX, X y XI, las causas de despoblación obraron
intensamente: invasiones normandas y sarracenas, guerras feuda­
les, hambres. También se ha dicho lo mismo sobre el desarrollo
de la vida monacal. Pero es dudoso que los monasterios jamás ha­
67

yan arrancado al mundo un número de individuos bastante ele­


vado para que el progreso de la población resintiera una notable
suspensión. Contribuyendo a volver a la sociedad a una relativa
pureza de costumbres, sin duda hicieron por la población más de
lo que hacían contra ella, sin hablar de los servicios que la pobla­
ción recibió de ellos con las grandes roturaciones que ejecutaron
y el aumento de la cantidad de artículos alimenticios que de ellas
resultó.
La recuperación demográfica, así como la recuperación eco­
nómica general, se afirma ya en la segunda mitad del siglo XI,
para acentuarse más en el XII y alcanzar en el XIII una real pros­
peridad de la población y de la riqueza. La construcción de cate­
drales no pudo efectuarse más que en el seno de poblaciones
densas; y los grandes ejércitos cruzados sólo entre ellas pudieron
reclutarse. El siglo XIII es el de las grandes roturaciones, de las
grandes liberaciones de siervos y del desarrollo de la vida comu­
nal. Tanto en los campos como en las ciudades, la población au­
mentó. En esa época, la población de Francia parece haber sido
no sólo más considerable que en ninguna época anterior, sino in­
cluso más fuerte de lo que fué en varios siglos posteriores. Esta
densidad de población coincidía con una real difusión del bien­
estar; dos hechos que continúan afirmándose durante el primer
tercio del siglo XIV, hasta la Guerra de Cien Años, y aun durante
ciertos períodos de ésta.
Un estado de las parroquias levantado en Francia en 1328, año
del comienzo del reinado de Felipe VI, cuenta 24,150 parroquias
y 2.411,149 hogares. Los demógrafos modernos lo interpretan de
diversos modos. Dureau de la Malle considera que como este esta­
do sólo se refiere al dominio real, que calcula en una tercera parte
de la superficie de la Francia de hoy, hay que admitir para el te­
rritorio de ésta un total de 7.690,000 hogares. Contando, por otra
parte, una media de 4 habitantes y medio por hogar, llega a una
cifra de población de 34.625,000 hombres, que Francia no volvió
a tener antes de mediados del siglo XIX, y que puede parecer ex­
cesiva. Otro intérprete, Guillard, reduciendo a 4 habitantes el
contingente de cada hogar, y admitiendo que el dominio real de
1328 representaba las % partes de la Francia actual, no obtiene
más que un total de 15.850,000 almas. En fin, Levasseur, aceptan­
68

do también el multiplicador 4 para el número de hogares, y consi­


derando que la región incluida en el Estado de 1328 comprende
más de la mitad del actual territorio francés, llega a la conclusión
de que la población de Francia, en ese primer año del reinado del
primer Valois, sumaba 20 ó 22 millones de habitantes, cifra toda­
vía considerable si se la refiere a un país casi exclusivamente ru­
ral, como lo era la Francia medioeval, y a un estado aún inferior
de las técnicas productivas; cifra verosímil, sin embargo, en vista
de lo que se sabe en general de la prosperidad del país y del es­
tado de sus costumbres, que ninguna propaganda antipoblacionis­
ta comprometía, mientras que la Iglesia proporcionaba a las po­
blaciones, con autoridad no discutida, sus enseñanzas sobre el
matrimonio y la paternidad. Hay que notar que esta cifra de 20
a 22 millones de almas no la volveremos a encontrar antes del
siglo XVIII, y que ningún Estado europeo podía presentar una
aproximación. La densidad de la población francesa fué, sin duda,
y a pesar de los numerosos desastres de la Guerra de Cien Años,
una de las causas que más favorecieron la resistencia a la con­
quista inglesa.
En Francia se registró, pues, durante los últimos siglos de la
Edad Media, un aumento notable de la población; y este aumento
estuvo acompañado por un enriquecimiento general no menos no­
table. En esa época, los dos movimientos se desarrollaron parale­
lamente. Y sin la interrupción provocada por las guerras ingle­
sas, podemos conjeturar que Francia habría llegado, durante el
siglo XIV, a una situación demográfica y económica de las más
brillantes.
La doctrina medioeval de la población se precisa en esta época
en las Summas y los De regimine principum de los teólogos y de
los políticos, como anteriormente en los tratados De Virginitate
de los Padres de la Iglesia. Es notable que, desde este punto de
vista, la influencia aristotélica, tan poderosa entonces en otros
asuntos (19), haya sido nula. El moralismo cristiano no podía ad­
mitir este sacrificio de la virtud individual en aras del interés, real
o supuesto, del Estado. Por otra parte, no veía el interés del Esta-

(19) Incluso en materias en que también la moral estaba en juego, co­


mo en la de la legitimidad de la esclavitud, que ciertos escolásticos, como
Buridan, aceptaron por respeto a Aristóteles.
69

do en donde los griegos lo habían puesto, es decir, en el oligantro-


pismo y el desarrollo de una civilización puramente cualitativa.
Tampoco se detenía en la idea de que podría limitarse la población
por razones económicas basadas, por ejemplo, en el hambre, tan
frecuente durante la alta Edad Media, y que hubieran podido in­
vocarse en apoyo de un malthusianismo anticipado. Consideraba
estas hambres como accidentales, y hubiera creído impío ver en
ellas el resultado del juego de leyes generales e instituidas por
Dios. De hecho tales hambres fueron menos el resultado de una
ruptura real del equilibrio de la producción y del consumo, que el
de una insuficiencia de los medios de circulación, o el de medidas
políticas, fiscales, etc., mal comprendidas. Sea como sea, los cano­
nistas están de acuerdo en declarar deseable una numerosa pobla­
ción, por considerarla, a la vez, como la fuerza del Estado, el bien
de la familia y la prueba del cumplimiento del deber individual.
Quae familia plus multiplicator in prolem, dice Santo Tomás, am­
plias cedit ad firmamentum politae (20), colocándose en el punto de
vista de la ciudad, esto es la contrapartida de la tesis de Aristó­
teles. A su vez, Gilíes Colonna de Roma (1247-1316) preceptor de
Felipe el Hermoso y arzobispo de Bourges, insiste en las ventajas
de la fecundidad y resume su pensamiento en esta enérgica, y a
la vez graciosa imagen: Tota illa domus dicitur imperfecta, ubi non
est pullulatio filiorum (21).
Más aún, Santo Tomás ataca directamente las ideas de Aristó­
teles (22). En su De Regimine principum (ad regem Cgpri) protesta
contra la idea de que la población pueda mantenerse en cierta ci­
fra determinada, y afirma que se multiplica más o menos según
cierto número de circunstancias: In politia, determinatum nume-
rum daré non possumus, sed multiplicatur in ca populas, reí prop-
ter amoenitatem loci, vel propter foccunditatem gentis... (23).
Añade que las ciudades más pobladas son las más prósperas: Civi-
tates, quod quanto magis abundant in gente, tatito majoris poten­
tine, et famosiores jadicatur. Y no por ello son más difíciles de go-

(20) De regimine principum, XV, cap. IX.


(21) Ibíd., 1. 2, pars. I, cap. VI.
(22) A propósito, os verdad, de las que Aristóteles cuenta de Hipo-
damos.
(23) Cap. II, 1. 4.
70

bernar: nec propter hoc impediimtur in regimine. Atribuye, ade­


más, a una razón alimenticia la legislación oligantrópica de Hi-
podamos, quien quería, según Santo Tomás, una población estable
y módica, quia melius gubernantur, et in victualibus potest per
rectores congruentius provideri.
Lo que es muy significativo, es que Santo Tomás trata la cues­
tión de la población en su Summa, y dice, a propósito de ella:
“¿es ilícito el celibato?” (24). Estamos lejos de la actitud de los apo­
logistas radicales de la castidad y del celibato. Santo Tomás se
cree obligado a tomar la defensa del derecho al celibato. Por otra
parte, lo hace moderadamente, invocando los derechos de la con­
ciencia, no sin indicar los argumentos aportados en apoyo de la
tesis adversa. Entre éstos, un argumento de texto: el Crescite ac
multiplicamini, et replete tcrrarn, del Génesis; y otro argumento,
tomado de Aristóteles: que la virtud consiste en un justo medio,
mientras que la virginidad es un exceso: otro más, tomado de la
autoridad de los antiguos, que instituyeron penas o afrentas con­
tra el celibato. Santo Tomás los refuta, proclamando la superiori­
dad de la vida contemplativa sobre la vida activa (María optiman
partera eligit) ; y declarando que el deber de trabajar por la po­
blación de la tierra es un deber de la masa, y no un deber estric­
tamente individual. Basta con que sea satisfecho por la mayoría,
sin que se trate de imponerlo a todos. Dupliciter autem aliquid
est debitum... Uno modo, ut impleatur ab uno. Et hoc debitum
sine peccato praeteriri non potest. Aliud autem est debitum im-
plendum a multitudine. Multa enim sunt multitudine necessaria
ad quae implenda unus non sufficit. Sed implentur a multitudine
dum unus hoc, unus aliud fecit... El precepto del Génesis se re­
fiere a la multitud, no al individuo; y los que se abstienen para
adoptar la vida contemplativa, vacent ad totius humani generis
pulchritudinem et salutem. Hay una división de las vocaciones,
verdadera división del trabajo moral (25).

(24) Summa, secundae secunda quest, 152, art. 2. Utrum virginitas sit
illicita?
(25) Santo Tomás compara, en seguida, la virginidad con el matrimo­
nio y refuta el argumento de que el matrimonio es superior, como subordina­
do al bien general, mientras que la virginidad lo está al bien particular. El
bien general, dice, es preferible al bien particular, es cierto, pero cuando
ambos son del mismo género. Pero el bien particular puede ser de género
71

En suma, el Aquinalense toma, con firmeza y moderación a la


vez, la defensa del celibato, y sostiene la idea cristiana de su m a ­
yor perfección; pero añadiendo que el matrimonio conviene a la
multitud, ya que el otro estado sobrepasa, para ser dignamente
soportado, a la condición general de la humanidad. El individuo
puede excusarse del matrimonio porque sabe que el grupo selecto
al que así se suma, siempre será lo suficientemente pequeño para
que la población de la tierra se vea en peligro.
Es notable que Santo Tomás, como ya sucedía en el siglo IV
con San Ambrosio, se vea obligado a reaccionar contra la tenden­
cia hostil al celibato que se apoyaba en la razón de Estado. Esta
actitud hace suponer, además, que la población numerosa estaba
considerada como deseable por la opinión general, y como un ele­
mento de grandeza del Estado, elemento tan importante que hay
que apelar nada menos que a los derechos de la conciencia y a
los textos sagrados para defender al celibato cristiano contra la
razón de Estado.
Una manera diferente, y en parte nueva, de plantear el pro­
blema de la población, aparece en el Songe du Vergier, obra céle­
bre del siglo X I V dedicada a Carlos V, y que se ha atribuido a
Eaoul de Prelles y a Philippe de Maiziéres (26). Un clérigo y un
caballero dialogan, defendiendo, el uno, la causa de los intereses
espirituales; la de los intereses temporales el otro, no sin curiosas
audacias y libertades por parte de este último. En varias ocasio­
nes ambos interlocutores examinan el problema de la población, y
quedan de acuerdo en la importancia que para el Estado tiene una
población numerosa, así como en la necesidad de que el universo
se pueble. Pero el clérigo tiende a establecer la superioridad de la
virginidad sobre el matrimonio, en tanto que el caballero, con ar-

superior al del bien general considerado, y entonces será preferible. Es pre­


cisamente el caso.
(26) Raoul de Prelles vivió de 1314 a 1382 ó 1383. Philippe de Maiziéres,
consejero de Carlos V, nació en 1327. 'Un error, sin duda meramente tipo­
gráfico, de la obra de Stangeland, coloca indebidamente a Raoul de Prelles
en el siglo XVI. Frank y Brants deciden a favor de ese último el problema
de la atribución, que Paulin Paris había resuelto en favor de Philippe de
Maiziéres.
72

gomentos sutileB (27) pretende probar que, incluso moralmente,


el matrimonio es preferible, como instituido y querido por Dios
para la población de la tierra. Llega hasta tomar la defensa de
la poligamia, como más favorable a la reproducción. “Y, primera­
mente, dice, esta conjunción'es mejor, pues tiende más copiosa­
mente a la procreación de hijos” (28). Más lejos dice que en don­
de los hombres son demasiado poco numerosos, la virginidad es
un vicio y no una virtud, puesto que es necesario poblar. Por lo
contrario, en donde la multitud de hombres amenaza hacerse de­
masiado grande para poder encontrar su alimentación, la restric­
ción se impone. “Posset et esse tanda multitudo, quod si ulterius
exerceret, terra non esset sufficiens ministrare cibum hominibus,
propter quod illo tempore vis et ordo permitteret, imo juberet,
continere” (29). Es evidente que para el autor medioeval la res­
tricción de que aquí se trata no podría ser más que la restricción
moral, en el sentido en que el mismo Malthus la entenderá, y no
la restricción inmoral de los neomalthusianos. La hipótesis de un
exceso local de población no por ello deja de plantearse y de
considerarse como susceptible de acaecer.
Yendo más lejos, uno de los interlocutores enuncia que en las
condiciones a la sazón imperantes, el mundo ya estaba suficiente­
mente poblado para que la vida social pudiera ser perfecta: la
razón y la naturaleza admiten, y aun aconsejan, el celibato de
cierto número de individuos. Por otra parte, la virginidad es loa­
ble porque permite la contemplación. Y el clérigo concluía que,
“como dice el decreto, la virginidad llena el paraíso y el matri­
monio llena la tierra” (30).
Un doble relativismo es de notarse en esta discusión, la única

(27) “ La virginidad, diee, no es una virtud, puesto que se nace con


ella...” Ya Santo Tomás había mencionado este argumento de los adver­
sarios del celibato.
(28) L. II, cap. CCLVII.
(28) Ibíd., cap. CCLX. Citado por Brants, Théories économiques du
XIIle, siècle, p. 239, n. (como si fuera del cap. CCXCVIII). En la edición
francesa del Songe du Vergier que he consultado en la Biblioteca de Lyon
(reeditada sobre la edieión de 1491) falta el final, muy importante, de la
frase anterior, a partir de propter quod...
(30) Op. cit., cap. XXLX.
73

de la Edad Media en que Brants cree poder descubrir algunas tra­


zas de malthusianismo: 1° relativismo moral, puesto que la vir­
ginidad se considera como una virtud o como un vicio, según las
circunstancias, esto es, según la sociedad carezca de hombres o
tenga demasiados; 2* relativismo económico, puesto que el autor
admite precisamente que estas dos situaciones (insuficiencia o
exceso) pueden presentarse de hecho. Por consiguiente, puede exis­
tir una sobrepoblación, pero no es, como lo creyó después Malthus,
un peligro fatal; no es más que una posibilidad, una eventualidad.
Parece, cuando menos, que el hecho de concebir esta eventualidad
como posible puede interpretarse como un síntoma de decadencia
del espíritu de fe y de la confianza medioeval en la Providencia.
Por lo demás, según el testimonio de Brants, desde el siglo
X I V y a principios del XV, esta decadencia, conectada con los
progresos del lujo y la busca del bienestar, comenzaba a hacer na­
cer en las familias algunas tendencias restrictivas de la natalidad.
Desde entonces, la esterilidad voluntaria aparece como un peligro,
y los autores religiosos comienzan a denunciarla, “de manera inci­
dental, pero seria” (31). Mas ya tocamos una época nueva, du­
rante la cual la cuestión de población, tanto tiempo considerada
bajo el ángulo político, moral o religioso, va a serlo, cada vez más,
desde el ángulo económico.

(31) Brantg, op. cit., p. 236.


Parte Segunda
LAS DOCTRINAS DE LA EPOCA
MERCANTILISTA Y FISIOCRATICA
C a p í t u l o P r i m e r o

D O C T R I N A S I T A L I A N A S Y E S P A Ñ O L A S (1450-1650)

Desde la segunda mitad del siglo X V vemos que se constitu­


ye en la Europa occidental un cuerpo de doctrinas políticas y
económicas, en un principio más o menos imprecisas, que se coor­
dinaron en un sistema económico cada vez más firme durante los
siglos siguientes. Este sistema alcanzó su apogeo en Francia du­
rante la segunda mitad del siglo XVII, y comenzó a desmoronarse
a mediados del XVIII. Es el sistema llamado mercantilista, y
aunque no merezca exclusivamente este nombre (1), lo merece en
la medida en que considera la economía nacional desde el punto de
vista en que se coloca un mercader para considerar su economía
privada, el del cambio para obtener ganancia, y la expresión de
la ganancia en dinero. Alrededor de una doble idea central, la del
crisohedonismo y del estatismo reglamentario (2), el mercantilis­
mo polariza todas las concepciones económicas de su tiempo; en
particular adopta una actitud muy clara y constante con relación
a las cuestiones de población.
Esta actitud es altamente favorable a una población numero­
sa, ya no por motivos tomados de argumentos, de textos o de con­
cepciones religiosas, sino por razones económicas. Los mercanti-
listas consideran que el poder del príncipe está en relación directa
con el número de sus súbditos, y particularmente de los que tra-

(1) List lo aplica, no sin razón, a la doctrina librecambista del siglo


XIX.
(2) Y. nuestra H istoria de las D octrinas Económicas.
78

bajan y producen. El fin que se proponen es el de enriquecer al


Estado por medio de la venta en el extranjero de productos m a ­
nufacturados; la mayor parte de ellos hacen del industrialismo
la clave de su sistema, o cuando menos uno de sus engranajes más
importantes. Y el desarrollo de la industria les parece exigir, an­
te todo, una población numerosa de obreros. Desde el siglo XYI, y
sobre todo desde el XVII, con los primeros progresos del capi­
talismo la producción se orienta hacia la forma cuantitativa,
abandonando más o menos la forma cualitativa que fué la de la
Edad Media, en la época clásica de las corporaciones (3). Esta
producción que busca la cantidad para la venta y los mercados
extranjeros, necesita crecientes efectivos de trabajadores.
Este punto de vista, si bien es cierto que tiende a dominar,
no excluye, sobre todo al comienzo del período mercantilista, la
consideración del punto de vista moral. Pero éste pasa al segundo
plano.
En los siglos X V y X V I observamos, sobre todo en Italia, Es­
paña y Francia, una interesante contribución económica a la
teoría de la población. Sin embargo, ya en esta época Inglaterra y
Alemania nos proporcionan otra.
Hacia fines del siglo XV, en Italia Francesco Patrizzi, de Sie­
na (1412-1494), obispo de Gaeta, en su De institutione reipublicae
(4), aunque protestando contra las doctrinas de Aristóteles en
materia de población y manteniendo el punto de vista cristiano,
no profesa aún la doctrina poblacionista de los mercantilistas.
Por lo contrario, expresa cierto temor por la sobrepoblación y rea­
liza algunas investigaciones sobre las relaciones entre la pobla­
ción y los medios de existencia. Quiere restringir la concesión del
derecho de ciudadanía a un pequeñísimo número de extranjeros y,
de manera general, suprimir todo aliento a la inmigración. Consi­
dera que el comercio y el cultivo de un suelo fértil son los dos
grandes medios para proveer a las necesidades de una población
numerosa. Admite, por lo demás, que ésta es deseable en tanto
que pueda ser convenientemente abastecida; pero las ciudades
populosas le parecen, igual que a Aristóteles, difíciles de proteger

(3) Y. Burckhardt, La Renaissance en Italie.


(4) No publicada hasta 1569. V. especialmente el 1. VII, 12, Incolarvun
siquidem multitudo peliculosa est in omni populo.
79

contra las perturbaciones y las disenciones. Su actitud tiene una


visible influencia griega, allí en donde ésta no va en contra de
la enseñanza cristiana. Predica la emigración como remedio a una
población demasiado densa.
Nicolás Maquiavelo (1469-1527) “es posiblemente — dice Stan-
geland— el primero que expresa ideas de acento moderno sobre la
población” (5). Sin embargo, es un genio totalmente pagano, for­
mado a la antigua e idólatra de la razón de Estado; pero precisa­
mente éstas eran, en oposición a la Edad Media, las característi­
cas de los tiempos nuevos. En sus Discorsi (6), señala que hay un
límite al aumento indefinido de la especie humana, límite que
depende de la productividad del suelo. Observa, asimismo, que allí
donde existen subsistencias en cantidad suficiente, la especie hu­
mana aumenta con rapidez. Esta numerosa población es desea­
ble como uno de los principales resortes de la fuerza del Estado;
Maquiavelo considera la posibilidad de que sea excesiva, pero no
se asusta demasiado por ello.
En su Historia de Florencia dedica una larga apología a las
colonias y señala su influencia sobre la prosperidad y la paz social
de la metrópoli, haciéndole más que otra cosa el favor de recibir
su población superflua. Cuando falta el recurso de tal exutorio, es
fatal que la población se diezme por las enfermedades, el hambre y
otras diversas plagas. Encontramos aquí un pensamiento que ya
se avecina al de Malthus.
Maquiavelo habla, igualmente, no sin exagerar un poco su
importancia, de la influencia de los climas sobre la multiplicación
de la especie humana, y también de la libertad, a la que considera
muy favorable el aumento de la población.
Aun cuando todavía no se trata más que de opiniones un
tanto incidentales, sin embargo, los términos más generales del
problema económico de población, es decir los que se refieren a
las relaciones de ésta con las subsistencias, se establecen ya. Este
punto de vista ya no será olvidado; y desde el siglo X V I lo en­
contramos expuesto con cierta amplitud y cierta superioridad por
un economista italiano, Botero (1540-1617), autor de dos tratados,

(5) Op. cit., I, 1.


(6) V. J. Thévenet, Machiavel éoonomiste, cap. VI.
80

uno sobre las Causas de la grandeza y magnificencia de las ciu­


dades (1588), y otro sobre la Razón de Estado (1589). Posible­
mente es el primer autor que merece considerarse como un verda­
dero precursor del Ensayo sobre el principio de población. Un eco­
nomista italiano de nuestros días, Jandelli (7), llega a afirmar
que esta última obra no es más que un desarrollo del opúsculo de
Botero.
En su tratado sobre las Causas de la grandeza y magnificen­
cia de. Las d u d a - d e s , Botero recuerda las teorías antiguas sobre
población Opone la concepción griega, hostil a “la multitud que
engendra la confusión”, al ideal romano que en gran parte hace
depender el poder del número, y se decide en favor de este úl­
timo. Nota, sin embargo — y ésta es una opinión más griega que
romana— , que las ciudades que han llegado a cierto grado de
grandeza ven cómo su desarrollo se detiene o retrocede (8). La po­
blación de la Roma antigua jamás pudo superar la cifra de 450,000
hombres aptos para tomar las armas; y desde cuatro siglos (añade
Botero), Venecia y Milán no han aumentado su población.
¿Qué explicaciones se pueden dar de semejantes suspensiones?
Botero enumera varias: plagas, epidemias, guerras, etc. Pero las
considera incapaces de explicar el hecho propuesto. Tanto más
cuanto que la cuestión no es local, sino general; considera, en
efecto, que la población del mundo entero se ha estacionado desde
hace largo tiempo. En consecuencia, haciendo a un lado causas
contingentes y accidentales susceptibles de obrar sobre la pobla­
ción, trata de construir una teoría general de ésta.
Para él la población resulta del juego de dos factores: 1' el
poder generador de la especie humana; 29 el poder nutritivo de
los estados (ciudades). La primera es igual desde millares de años.
Por lo tanto, si no chocara con ciertos obstáculos, asistiríamos a

(7) II preeursore di Malthus, Filosofía delle scuale italiane, anno XII,


vol. 23, febrero de 1881, p. 147-160. Y. también Sinigaglia, La Teoría eco'
nomica della popolazione in Italia, Archivo giuridico, 1881.
(8) Podemos preguntarnos si Botero ha tomado la palabra ciudad en su
sentido estrecho o en el más amplio del Estado (civitas). Be hecho, parece
que en general habla de una ciudad (nrbs). Pero posiblemente él mismo no
había disociado completamente las dos ideas, ya que escribía en esa Italia
del siglo XVI, en la que tantos estados consistían en una ciudad rodeada
de un estrecho contado, que sólo existía por ella y para ella.
81

un crecimiento sin fin de la población Pero sabemos que esto no


sucede; y es porque la insuficiencia de subsistencias le ha pues­
to y continúa poniéndole obstáculos.
La alimentación de los habitantes del Estado (ciudad) se
obtiene, ya sea del contado (o país llano), ya sea del extranjero.
Pero tanto en un caso como en el otro, a medida que la población
aumenta es más difícil obtenerla en cantidad suficiente. Cuando
el aprovisionamiento se hace demasiado débil, el número de unio­
nes y el de nacimientos disminuye; parte de la población emigra; el
nivel se restablece así, y la grandezza de la ciudad se detiene allí
donde puede conservarse mejor. Si se establece sobre un aprovi­
sionamiento dependiente de países demasiado lejanos, es frágil y
poco durable.
Lo que es cierto de una ciudad o de un Estado, también lo es,
según Botero, del universo considerado como un todo, y pretende
demostrarlo por medio de un examen histórico, esbozo del que em­
prenderá Malthus, y de una investigación, entre diversos pueblos,
de los hechos que demuestran “la miseria y la imposibilidad de
criar a su progenitura”. Deduce que existe una desproporción en
tre la tendencia al aumento de la población y los recursos que nos
ofrece la naturaleza. “El mundo es demasiado estrecho para la
necesidad, o para nuestra codicia.” La prueba de esto la ve en las
invasiones, las incursiones, las costumbres canibalescas, la trata
de esclavos, los crímenes privados, los litigios y los procesos, los
límites y los fosos, las vallas y las barreras, las armas y las forta­
lezas, las guerras, etc. Demostración, en suma, bastante vaga, enu­
meraciones que sólo prueban una cosa: que las riquezas no son
naturalmente sobreabundantes, y que muchos hombres prefieren
enriquecerse por medio de la expoliación que por el trabajo.
Botero, por lo demás, se detiene aquí. No parece querer bus­
car las consecuencias prácticas de la desproporción que acaba de
comprobar; esto se debe a que no considera el problema de la po­
blación en sí mismo, como Malthus, sino desde el punto de vista
de la grandeza de la ciudad. Después de demostrar que existe un
callejón sin salida, regresa a su tema principal; puesto que las
ciudades no pueden desarrollarse indefinidamente, hay que buscar
los medios de llevar este desarrollo al más alto grado permitido y
permitirle “detenerse en ese grado y no volver atrás”.
82

Así es como vemos que Botero aconseja al príncipe que favo­


rezca la agricultura y la industria, ésta sobre todo, verdadero
fondamento della propagazione, puesto que por medio del cambio
produce (punto de vista mercantilista) riqueza más numerosa y
de mayor precio. El príncipe que quiera un estado populoso debe
introducir en él toda clase de manufacturas, llamar obreros ex­
tranjeros, tratarlos bien, recompensar las nuevas invenciones y la
perfección del trabajo, impedir la salida de las materias primas
que hay que conservar para la industria nacional, pues “del trá­
fico de las materias trabajadas viene mayor beneficio que de las
materias primas”. Botero no vacila en creer en la eficacia todopo­
derosa de las intervenciones del Estado en estos asuntos. Más aún,
este economista, que parecía en un principio dispuesto a aconsejar
la restricción exhorta al príncipe a favorecer el matrimonio de los
pobres y a asegurar, con tal objeto, el trabajo a los jóvenes que
carecen de él; y como Patrizzi o Maquiavelo, indica, para el caso
de sobrepoblación, el éxodo a las colonias, el ejemplo de la enjam­
brazón de las abejas. Eemedio que efectivamente debía parecer de
una eficacia casi infinita en el siglo XVI, cuando inmensos es­
pacios nuevos acababan de descubrirse y cuando el mundo apare­
cía tan vasto ante el hombre. Pero remedio cuyo consejo es, posi­
blemente, un tanto difícil de conciliar con lo que Botero admite
en otra parte respecto a una limitación general, y no solamente
local de la población.
¿Piremos, con Jandelli, que con Botero se desvanece en gran
parte la originalidad de Malthus? El autor italiano plantea el
problema de población casi en los mismos términos que el autor
inglés. Malthus, como se sabe, critica el tema de su Ensayo como si
formara parte de un conjunto más amplio de investigaciones sobre
los futuros progresos de las sociedades; y añade que esta investi­
gación requiere el examen de dos problemas: l9 ¿Cuáles son las
causas que hasta ahora han detenido a este progreso? 2° ¿Qué
probabilidad hay de que puedan suprimirse en el futuro? Entre
estas causas pretende — tarea inmensa aun en nuestros días— es­
tudiar una; la acción del principio de población.
Por su parte, Botero busca cuáles son las causas del progreso
de las ciudades o de los Estados. En el fondo es la misma cues­
tión vuelta del negativo al positivo. Malthus responde que la
83

principal causa de la suspensión del progreso es la tendencia de


la población a hacerse excesiva, mientras que Botero respon­
de que es todo lo que estorba el desarrollo de ella. En el fondo, los
dos consideran a una población densa como buena en sí; pero
a una población excedente, como posible y perjudicial. El mal
está en las causas que hacen que pueda o deba haber excedente.
Y estas causas, para los dos autores, se reducen a la oposición que
Botero señala entre el poder generador de los hombres y el poder
nutritivo de los estados. El análisis de dicha oposición constituye
el fondo de sus obras; y Botero concluye, dos siglos antes que
Malthus, en que “la propagación de los hombres está limitada ne­
cesariamente por la falta de alimentos y de sostén”.
Por lo demás, ambos economistas admiten que hay otras cau­
sas de estancamiento de la población, aparte de esta falta bruta.
Malthus hace una clasificación célebre. Asimismo, Botero, pero a
la de éste le falta el moral restraint y el consejo de recurrir a él,
que da Malthus. También le faltan las consideraciones sociales de
Malthus sobre el pauperismo y sobre la asistencia, que Botero
recomienda al Estado en lugar de condenarla. Faltan, sobre todo,
las conclusiones pesimistas y antiestatistas de Malthus. Botero
no es un espíritu absoluto y sistemático, como el pastor inglés.
Admite, desde luego, que hay un punto que la población no puede
sobrepasar; pero no está obsesionado por una amenaza constante
que pesa sobre la sociedad por el principio de población. Y lo
muestra, recomendando a la vez métodos que deben sobreexcitarlo
y depositando su confianza en la eficacia del remedio de la emi­
gración, cuando el desarrollo de la agricultura y de la industria
no basten. Al mismo tiempo que plantea premisas muy semejantes
a las de Malthus, es demasiado de su siglo para que la superpobla­
ción lo aterrorice como a éste. 2ío ve la necesidad de combatir
el desarrollo de la población; indica y recomienda métodos para
favorecerlo, cuando menos hasta cierto momento, y no se asusta
del peligro de que tales métodos sean demasiado eficaces. En total,
sus opiniones, menos precisas, menos sistemáticas, más mitiga­
das, son posiblemente más prudentes, tal vez porque su realismo
italiano le mantuvo más cerca de la verdad que el racionalismo
deductivo de su célebre sucesor.
Otro italiano cuyo nombre es mucho más célebre que el de
34

Botero, el monje Campanella, autor de la Città del sole (princi­


pios del siglo XVII, fecha mal fijada entre 1602 y 1630), en el
plan de su Estado utópico hace consideraciones, por lo demás sin­
gulares, y muy poco en armonía con las de su tiempo, sobre la
población (9). En efecto, estas ideas señalan un regreso parcial
a las de los filósofos griegos, es decir, a la doctrina de la inter­
vención del Estado en la reglamentación de los matrimonios y
de las condiciones de la procreación, que tiende a satisfacer los
intereses del Estado, organizando el eugenismo. “Nosotros, que
nos preocupamos tanto, dice Campanella, por el mejoramiento de
las razas de perros y de caballos, descuidamos el de la raza hu­
mana.” Pide al Estado que tome medidas para que la procreación
“sea organizada para bien de la comunidad y no de los particula­
res, ya que su fin es la conservación de la especie y no el placer
de aquéllos”. En la Civitas solis hay un ministro del amor; pero
sus funciones son más bien las de un director de criaderos, y
Campanella suprime excesivamente esa diferencia de tratamien­
to que reprocha a nuestra civilización haber establecido entre la
reproducción de las razas caballares y la humana. La puericultu­
ra le preocupa como el eugenismo, y ya antes de escribir su Civi­
tas solis había señalado esta preocupación en su tratado sobre la
Monarquía de España.
En la monarquía de España del siglo X V I y de principios del
XVII, rápidamente empobrecida a pesar de la explotación de las
minas americanas, hay que señalar que gran número de obras, fre­
cuentemente anónimas, tratan de la despoblación. Desde fines del
siglo XV, o en los primeros años del XVI, aparecen: Libro de la
población de España, sin nombre de autor; después, en 1618, la
obra de García de Herrera y Contreras, Memorial... sobre la ma­
nera de remediar su despoblación y jaita de riqueza; y el de Be­
luga de Moneada, Memorial sobre... su despoblación y pobreza;
en 1627, el de Caxa de Lazuela, Discurso sobre... despoblación de
estos reinos; en 1650, el de Martínez de la Mata, Memoriales o

(9) Entre los contemporáneos italianos de Botero, podemos citar a uno


de los primeros precursores de la demografía concebida, sobre todo, bajo for­
ma descriptiva, Sansovino (Del governo e amministraaione di diversi regni
e republiche cosi antiche come moderne, 1583). Levasseur menciona igual­
mente al historiador Guicciardini.
85

Discursos... en razón del remedio de la despoblación... y el de


Bustamante, Memorial sobre el fomento de la población, etc.;
obras acompañadas por numerosos escritos sobre el desarrollo del
pauperismo y la miseria general. En efecto, la situación econó­
mica de España, comprometida desde el final del reinado de Car­
los V, se agrava bajo el de Felipe II (1556-1598), y cada vez más
bajo el de Felipe III (1598-1621) y el de Felipe IV (1621-1665).
La ruina de la industria, el abandono de la agricultura, una re­
pugnancia general para el trabajo provocan tal miseria, que la
población se reduce, a fines del siglo XVII, a menos de seis millo­
nes de almas para toda España, en tanto que los despoblados, re­
corridos solamente por rebaños de carneros dispersos, extendién­
dose más y más sobre el territorio español, antes cultivado y po­
blado. Se comprende que los economistas y políticos españoles de
entonces hayan prestado viva atención a la cuestión demográfica.
Entre ellos, el jesuíta Mariana (1536-1623), autor de un tra­
tado de Rege et regis institutione (1605), que se ha comparado al
tratado de la República de Bodin, señala los elevados derechos de
importación como un medio de favorecer el aumento de la pobla­
ción española por medio de la inmigración. Su razonamiento es el
que sigue: los extranjeros que venden sus productos en España,
al ver destruidos sus beneficios por la necesidad de pagar esos de­
rechos, se resolverán a venir a ejercer su industria en el país. Ra­
zonamiento que puede parecer bastante débil; sin embargo, no hay
que olvidar que según los escritores franceses de la época, gran nú­
mero de franceses que ejercían pequeños oficios iban a fijarse en
España; hasta qué punto podían haber sido atraídos por los pro­
cedimientos que recomienda Mariana, es lo dudoso.
También podemos citar, entre los publicistas españoles que de
una manera incidental, pero interesante, trataron sobre la pobla­
ción en esa época, a Saavedra Fajardo (1584-1648) en su Idea
principis christiano-politici (1640). “La fuerza de los reinos, dice,
consiste en, el número de sus súbditos. El que tiene más es el m a ­
yor príncipe, y no el que posee más estados, pues éstos no se de­
fienden ni atacan por sí mismos, sino por sus habitantes, en los
que tienen su más firme sostén... ; las riquezas sin hombres llaman
a la guerra y no pueden defenderse; y los que tienen numerosos
86

súbditos tienen mucha fuerza y riqueza. En la multitud de éstos


está la dignidad del príncipe;en la despoblación, su ignominia” (10).
El mismo Saavedra Fajardo observa que las poblaciones más
densas se ven en los países más ricos y poderosos. Cree que una po­
blación numerosa hace trabajador y económico al pueblo; y ma ­
nifiesta su aprobación por las medidas en pro de la población
adoptadas por los romanos. Pero considera (como éstos) que no
sólo se debe alentar al pueblo a la natalidad, sino también, y so­
bre todo, a la aristocracia.
Saavedra indica dos causas o series de causas de la despobla­
ción : una interna y externa la otra. La primera resulta de los im­
puestos excesivos, del defectuoso cultivo del suelo, de la negligen­
cia de las artes y el comercio, así como del gran número de días
festivos. Un lujo excesivo de las clases ricas tiene el mismo efec­
to. La causa externa de la despoblación se reduce a las guerras y
a la inmigración a las colonias. De hecho, Saavedra Fajardo ana­
liza exactamente las causas de la despoblación en España. Añade,
además, que de estas dos series de causas, la segunda no es perju­
dicial cuando obra en medida moderada. Y en realidad, por dolo-
rosa que pueda ser en sí misma, es indudable que no ejerce una
acción tan deprimente y prolongada como la primera. Así es, in­
dudablemente, como hay que interpretar la opinión de Saavedra
Fajardo.

(10) Op. cit., t. III., p. 38 y siguientes.


C a p í t u l o II

DOCTRINAS FRANCESAS
(1450-1650)

Los escritores franceses de la época mercantilista son, por lo


general, muy favorables al aumento de población y parecen, a este
respecto, reflejar la opinión común, que también es la de los hom­
bres de Estado.
El gran escritor francés político del siglo XVI, Jean Bodin
(1530-1596), autor del tratado de la République (1597), y de la
Réponse aux Pafradoxes de M. de Malestroit touchant l’enchérisse-
ment de toutes choses, presenta de una manera muy explícita la
doctrina en pro del aumento de la población. En el libro V, capí­
tulo II de su gran obra, se ve conducido a tratar de la población
a propósito de ciertas cuestiones sociales, en particular del pro­
blema de la desigualdad de las condiciones. Aludiendo a las tesis
griegas sobre las ventajas políticas de una población restringida,
replica: “Jamás hay que temer que haya demasiados súbditos o
demasiados ciudadanos; ya que decir fuerza y riqueza es decir
hombres”. Y prosigue: “Y lo que es más, la multitud de ciuda­
danos (mientras más son) siempre impide las sediciones y las fac­
ciones, tanto más cuanto que hay varios que son entre ricos y po­
bres, buenos y malos, prudentes y necios y nada hay más peligro­
so que los súbditos estén divididos en dos partes sin medio, lo que
sucede ordinariamente con las repúblicas donde hay p o c o s ciuda­
danos”. La idea — contraria a la de Aristóteles— consiste en que
en una población densa hay más oportunidades de que se neutra-
88

lice la oposición de los partidos extremos, por una masa de indi­


viduos de opinión media; como esos franceses del partido de los po­
líticos, que parece haber contado a Bodin entre sus adherentes.
E n la Béponse aux Paradoxes (1), Bodin, para hacer la apo­
logía de la población, se coloca en el punto de vista económico y
desarrolla así su pensamiento: “La otra ocasión de tantos bienes
que nos han llegado desde hace ciento veinte o ciento cuarenta
años, es el pueblo infinito que se ha multiplicado en este reino
desde que cesaron las guerras civiles de las casas de Orleáns y de
Borgoña, lo que nos ha hecho gozar de la dulzura de la paz y dis­
frutar del fruto de ella por largo tiempo... Antiguamente los
cultivos y casi las ciudades estaban desiertos por las devastacio­
nes de las guerras civiles, durante las cuales los ingleses saquea­
ron las ciudades, quemaron las aldeas, asesinaron, pillaron, aca­
baron con buena parte del pueblo francés y royeron el sobrante
hasta los huesos, lo que fué la causa de que cesara la agricultura,
el tráfico y todas las artes mecánicas. Pero desde hace cien años
se ha roturado una extensión infinita de bosques y llanuras, se
han construido varias aldeas y poblado las ciudades...”
Bodin, que está muy convencido de la excelencia de una po­
blación numerosa, considera que la Francia de su tiempo poseía
esta ventaja. Más aún, cree que beneficiaba a sus vecinos, propor­
cionándoles por medio de una abundante inmigración la más pre­
ciosa de las riquezas. “De tal manera, dice, que el mayor bien de
España, por otra parte desierta, viene de las colonias francesas
que van a ese país principalmente de Auvernia y del Limosino,
tanto que en Navarra y Aragón, casi todos los viñadores, labra­
dores, carpinteros, albañiles, tallistas de piedra, torneros, carroce­
ros, cocheros, carreteros, cordeleros, canteros, silleros y guarni­
cioneros son franceses... También hay gran número en Italia”
(2). “De hecho, dice en otro lado, España sólo está poblada por
franceses” (3) ; y explica que la pereza de los españoles por todo
lo que no es el ejercicio de las armas, los incita a recibir con ale­
gría esta inmigración de trabajadores. En la España pecunia­
riamente rica del siglo XVI, los artesanos de nuestras rudas pro-

(1) Edición de 1599, p. 49.


(2) Képonse aux Paradoxes, p. 50.
(3) République, 1. V. cap. I, p. 677, edición de Lyon, 1593.
89

vincias centrales afluían, como los piamonteses en nuestra Fran­


cia de la segunda mitad del siglo XIX.
¿Debemos deducir de esta inmigración que la densidad de po­
blación comenzaba a ser excesiva con relación a la subsistencia?
Bodin no lo cree así. Si está persuadido de que existe en Francia
una población numerosa, no lo está menos de la posibilidad de
que encuentre su subsistencia. “Nuestros padres, dice, nos ense­
ñaron un viejo proverbio: Francia jamás ha estado hambrienta,
es decir, tiene pingüemente con qué alimentar a su pueblo, por m a ­
lo que haya sido el año, con tal que el extranjero no vacíe nuestros
graneros” (4). Cualquiera que sea el aumento reciente de la po­
blación, ningún peligro de hambre aparece, pues es amplio el
margen entre lo que la población exige y lo que el suelo nacional
puede dar. Sólo una exportación imprudente podría comprometer
la situación; exportación que teme Bodin, ya que muestra a los
países vecinos famélicos y tratando de atraer a sí el trigo de
Francia: “Pues es cierto que apenas está el trigo en grano, el es­
pañol se lo lleva, tanto más cuanto que España, fuera de Aragón
y de Granada, es muy estéril, lo que se une a la pereza natural de
este pueblo, como he dicho, a tal grado que en Portugal (5) los
tratantes en granos tienen todos los privilegios posibles, y entre
otros está prohibido aprehender a cualquiera que lleve trigo a
vender; de otro modo el pueblo se alzaría contra el alguacil, con
tal de que el portador de trigo dijese en voz alta: traho dridigo,
es decir, traigo trigo. En España está prohibido sacar oro y plata,
bajo graves penas; y sólo se permite si es para trigo. Esto hace
que el español se lleve gran cantidad de trigo.” Bodin agrega que
Italia y Berbería también importaban. Y pide, para proteger el
abastecimiento de la población francesa, que se tomen severas me­
didas alimenticias. Mientras que en general hace la apología de
la “trata”, es decir, del comercio de exportación, introduce esta
reserva: “Sólo exceptuaré el trigo, cuya trata debe gobernarse más
prudentemente de lo que se hace.” Recomienda el establecimiento
de graneros públicos en cada ciudad, lo que aseguraría reservas pa­
ra los malos años, suprimiendo, por otra parte, “el monopolio de los

(4) Réponse, p . 51.


(5) Portugal estaba entonces unido a España.
90

mercaderes que guardan todo el trigo y frecuentemente lo com­


pran para poner los precios a su antojo”.Pide el establecimiento de
derechos sobre la exportación de trigo, vino, y sal. Pero critica la
opinión de los que pedían que se arrancaran las vides o, cuando
menos, que se prohibiera plantar nuevas para reservar más te­
rreno a las siembras de trigo, pues, dice, “Dios, por su gracia, ha
tenido a bien ordenar que no todo fuese vid ni trigo, pues la me­
jor tierra para la vid no sirve para el trigo” (6). En fin, propone
que se recurra a diferentes remedios contra la carestía de víveres
proveniente no de una sobrepoblación sino, como lo demuestra vic­
toriosamente, de la inflación monetaria ; y recomienda entre otros
medios el desarrollo de la piscicultura, de la pesca y del consumo
de pescado. Incluso presenta a este respecto opiniones interesan­
tes, sostenidas con su abundante y pintoresca erudición.
La cuestión de la población, lo vemos, sólo es considerada por
Bodin como una cuestión de política económica, y desde un án­
gulo exclusivamente nacional. No parece haberle dado el alcance
más general, si bien todavía no científico, que algunos de sus con­
temporáneos italianos, como Botero, atribuyen a la cuestión. Bodin
es un político francés que razona sobre el caso de la Francia de su
tiempo. Si extiende sus conclusiones más allá, lo hace solamente
para refutar las teorías restrictivas de los griegos y las de Moro
(a pesar de que las de éste fueron muy amplias, ya que admitía que
las familias pudiesen tener de diez a dieciséis hijos). La preca­
ria situación alimenticia que Bodin señala en España y en otras
partes, podría haberlo impulsado a plantear de manera general la
cuestión del equilibrio de la población y de las subsistencias, cosa
que no hizo.
En cambio en el capítulo del libro VI de la République, tiene
el mérito de insistir sobre las ventajas de los empadronamientos
(7), y de intentar un estudio crítico sobre la demografía francesa
de su tiempo, a propósito de un proyecto fiscal presentado a los
Estados de Blois (1576), que atribuía a Francia 40,000 leguas
cuadradas de territorio, 600,000 ciudades y aldeas y 20 millones
de hogares, cifras fantásticas que corresponderían a una pobla-

(6) Réponse, p. 91.


(7) République, p . 839.
91

ción cuando menos de 80.000,000 de habitantes. Muy razonable­


mente Bodin replica: “En cuanto a las 600,000 ciudades y aldeas,
es un embuste de gran impudencia, ya que, según los extractos
de la Cámara de Cuentas entregadas en Blois a los Estados, no se
contaban más que 27,400 parroquias, considerando como parro­
quias a las ciudades mayores, y a las menores aldeas como perte­
necientes a una parroquia; de hecho el número de parroquias cen­
sadas por el rey Enrique II, MDLIII, sólo llegaba a 24,827, fuera
de Borgoña y el Poitou” (8).
Los cálculos que critica Bodin muestran claramente que la es­
tadística estaba en pañales, aun en lo que se refiere a las cuestiones
más importantes y a las cifras más indispensables y fáciles de co­
nocer, las concernientes a ciudades, aldeas o parroquias del reino.
En la época en que escribía Bodin, el autor de la Satire Ménipée
pone en boca del rector de la Universidad de París un discurso en
que propone levantar un ejército para la Liga, pidiendo un hom­
bre por campanario; y admite que hay en Francia 1.700,000 cam­
panarios “entre los que París sólo se cuenta por uno”. “Seríamos,
añade, 1.200,000 combatientes y 500,000 gastadores. Entonces vió-
se que todos los asistentes se estremecían de alegría y exclama­
ban : ¡Santo cielo !” Seguramente el autor de la Satire no tomaba
en serio este cálculo sorprendente. Pero si se burlaba era de un dato
oficial, pues esta cifra de 1.700,000 campanarios había sido in­
dicada en otro proyecto fiscal, más antiguo que el de los Estados
de Blois, y sometido al Consejo del rey, bajo Carlos VI. Según E.
Levasseur, este fabuloso total se presentó por vez primera en la
Chronique des religieux de Saint Denis, en 1405. Pero cerca de
dos siglos después su inverosimilitud todavía no era patente para
todos, puesto que, nos dice el eminente autor del tratado de la Po­
pulation française (9), en varias obras del siglo X V I se reprodu­
ce, ya sea crédulamente o, a lo menos, considerándolo digno de ser
desmentido.
De hecho parece evidente que desde el fin de la Guerra de
Cien Años la prosperidad volvió rápidamente a Francia, y con ella
el aumento de la población, diezmada por las guerras y las epide-

(8) République, p. 891.


(9) Tomo X, p. 193.
92

mias. En 1484 los diputados a los Estados Generales todavía tra­


zaban un cuadro muy sombrío del estado de ciertas provincias,
cuadro posiblemente un poco tendencioso, añade Levasseur. Pero
la primera mitad del siglo X V I fué un período próspero, y en 1561
un embajador veneciano escribía en su relación que Francia está
“muy poblada”. “Todo lugar — decía— está habitado todo lo que
puede serlo.” Las guerras de religión entorpecieron este progreso;
sin embargo, cuando leemos a Bodin no tenemos la impresión de
un retroceso, cuando menos en la fecha en que escribía. Uno de
sus contemporáneos, Froumentau, publicó algunos años después
de la République un libro titulado Le Secret des Finances de la
France, en el que calcula el número total de parroquias del reino
en 132,000, y el de familias o casas en 3.500,000. La primera cifra
evidentemente es falsa, y más del triple que la verosímil. La
segunda parece mucho más aceptable; correspondería, con el mul­
tiplicador 4, a una población de 14.000,000 de habitantes para un
territorio notablemente inferior al de la Francia actual, y a una
población cuando menos de 20.000,000 para el territorio de esta
última. “Este cálculo, dice Levasseur, muy incierto, parece m u ­
cho más elevado que débil; sin embargo, es el único que pueda fun­
darse sobre un documento de cierta importancia, entre los años
de 1328 y 1700; descansa en la afirmación de un contemporáneo y,
después de todo, no es inverosímil” (10). Es de notarse que Ma-
quiavelo, en la segunda mitad del siglo XV, atribuía a Francia
una población de 25 a 30 millones de habitantes. Un intendente
que escribía a fines del siglo XVI, M. de Boislile, habla de un
empadronamiento — desconocido para nosotros— , hecho bajo el
reinado de Carlos IX, es decir, en la época en que Bodin escribía,
y que señala 20.000,000 de habitantes. Esta cifra fué aceptada más
tarde como exacta por Montesquieu. Voltaire, por lo contrario, la
critica como demasiado elevada en su Diccionario Filosófico. En
nuestros días, mientras que E. Levasseur, como lo acabamos de
ver, la acepta bajo reservas, Des Cilleuls la reduce a 13 millones
para el territorio del siglo XVI, y a 15 para el actual.
Bodin no se limita a algunas investigaciones o consideracio­
nes sobre la población estudiada desde el punto de vista cuanti­

to ) Population frangaise, t. I, p. 192.


93

tativo y reúne observaciones interesantes sobre las relaciones na­


turales de los diferentes pueblos con el clima. En el capítulo I de
su libro Y, cita numerosos y curiosos ejemplos en apoyo de su
teoría de la influencia del medio. Comprueba, especialmente, la
superioridad, desde el punto de vista de la civilización, de los pue­
blos de la zona templada; señala el hecho de que la esterilidad
misma (si 110 es extrema) de un país, hace más industriosos a sus
habitantes. Caracteriza con algunos rasgos juiciosos y bien obser­
vados — puesto que todavía hoy nos parecen exactos— , la fisono­
mía psicológica de los principales pueblos europeos. Todo esto
sin ceder ante el espíritu de sistema, y aliando a su convicción de la
influencia ejercida por el medio una alta y firme idea de la liber­
tad humana, que puede modificar a aquél y a su acción. Las cos­
tumbres, la educación, las leyes, corrigen los efectos del clima; y
“están antes los alimentos que la naturaleza”.
Bodin también esboza (11) un estudio de las relaciones entre
la tendencia más o menos fuerte hacia el aumento de población y
las diferentes clases sociales. Señala la relación, frecuentemente
observada más tarde, entre la pobreza, la indigencia misma, y la
fuerte natalidad; relación que sintetiza, en su etimología por una
parte y en su sentido corriente por la otra, la expresión moderna
de proletariado (proles). En efecto, después de hablar de la mi­
serable situación de los libertos en las repúblicas antiguas, Bodin
añade: “Y sin embargo, tenían un número infinito de hijos, que
vienen ordinariamente a los más trabajados y más continentes...”
Cuarenta años después de que Bodin publicara su République,
otro escritor francés, el autor del célebre Traité d’Economie Poli-
tique, Montchrétien, exponía en su libro la doctrina del mercan­
tilismo industrialista (1615). En esta doctrina la tesis pro au­
mento de la población se afirma con fuerza, tal como acababa de
afirmarse en un edicto de Enrique IV (1599) que proclamaba:
“La fuerza y la riqueza de los reyes y príncipes soberanos consis­
ten en la opulencia y número de sus súbditos” (12).
Montchrétien, como Bodin, cree en la fecundidad excepcional
del suelo francés y en la posibilidad de alimentar, gracias a ella,

(11) République, 1. V. cap. II, p. 702.


(12) Edicto del 8 de abril de 1599, sobre el desecamiento de los pan­
tanos.
94

a una numerosa población (13). Como Bodin, y menos aún que és­
te, no trata de considerar la cuestión de manera general y desde
un ángulo científico. Lo que considera es la Francia del año de
1615, y desde el punto de vista exclusivo de sus intereses propone
un programa de acción económica al joven rey Luis XIII y a la
reina regente. Pide, en consecuencia, que se restrinja con derechos
de exportación la salida de los artículos alimenticios franceses,
para reservarlos a los nacionales. “Cada uno — dice— debe explo­
tar su propia tierra; cada país debe alimentar y nutrir a sus
propios hombres.” Sin embargo, hace una reserva ya hecha por
Bodin, y que es digna de atención puesto que indica un rasgo
humanitario que, incluso en esas duras épocas del mercantilismo,
jamás ha dejado de caracterizar a los pensadores franceses (14) :
admite que se pueden “enviar fuera nuestras provisiones y víve­
res ... por piedad de corazón... por caritativa asistencia a los ve­
cinos .”
Como Bodin, del que parece haber tomado mucho, Montchré-
tien admite que lá población francesa es muy considerable; inclu­
so parece creer en una verdadera sobrepoblación. “Desde que go­
zamos de la paz — dice— , el pueblo se ha multiplicado infinita­
mente en este reino. Se ahogan los unos a los otros, y casi sería
necesario practicar el ejemplo de varias naciones septentriona­
les...” Es decir, practicar la emigración en masa.
¿Se puede admitir fácilmente que la población francesa, que
debió sufrir mucho en el último cuarto del siglo X Y I con las gue­
rras de religión, haya podido, apenas en unos veinte años de paz
próspera, aumentar en semejantes proporciones? ¿O debemos pen­
sar que a pesar de esas guerras haya continuado, después de Bo­
din, multiplicándose como durante la primera parte del siglo
XVI? Xo hay que olvidar que Montchrétien, con sus cualidades de
economista, su don de observación, su visión realista de las cosas,
no deja de ser un poeta que fácilmente se deja llevar por el entu­
siasmo. Pero sabemos, por otra parte, con qué prontitud Francia
ha reparado, casi siempre, sus desastres, desde que recupera la
paz exterior e interior. En esa época en que la tasa de natalidad

(13) Escribió magníficas páginas en alabanza del suelo francés, el


“ reino más bello que mira el sol”.
. (14) E n contraste, jior ejemplo, con los m ercantilistas de Inglaterra.
95

era, más que posiblemente, muy elevada (15), Montchrétien pudo


impresionarse con el espectáculo de esta recuperación hasta el
grado de anticiparse un poco a los resultados que parecía deber
ocasionar.
En todo caso, está muy lejos de asustarse por las consecuen­
cias y de experimentar temores malthusianos. Está lleno de una
robusta y juvenil confianza en la excelencia, tanto de los recur­
sos naturales del suelo como de los recursos del temperamento na­
cional, industrioso e inventivo. Posiblemente nadie ha hablado con
más entusiasmo que él de la nobleza de los artículos industriales y
de la superioridad del trabajador francés. Su mercantilismo se
inspira en un espíritu activo y ardiente, en un dinamismo optimis­
ta que ningún malthusianismo, demográfico o industrial, intimida.
En consecuencia, pide al príncipe que se esfuerce por asegurar
la multiplicación del número de artesanos: “Los artesanos nunca
serán demasiados en un Estado” (16) : 1? porque sin ellos la Re­
pública “deja que los extranjeros que la proveen agoten sus facul­
tades”, y 29 por la razón ya invocada por Bodin y que reproduce
textualmente (sin citar a éste), de que los artesanos numerosos
constituyen una clase media, y como tales, “impiden las sediciones
de los unos y las facciones de los otros” (17). Sin embargo, no
aprueba que se atraiga a los extranjeros. Esto pudo ser necesario
en épocas de despoblación; pero ya no lo es: “Ahora que Francia
ya no tiene más vacíos que los naturales no debéis (dice al rey
Luis XIII) trabajar vuestros reales pensamientos para evocar ex­
tranjeros. Vienen demasiados por su propio impulso; pero más
para llevarse (riquezas) que para traerlas. Vuestras Majestades
sólo deben recibir un poco mejor que a los otros a aquellos que por
medio de los pagos de nuestra burguesía pueden comunicarnos al­
guna industria aprovechable y ventajosa” (18). Insiste en ello
largamente, denuncia los peligros de ciertas inmigraciones inde­
seables, enumera los daños que hacen los extranjeros, sea a los

(15) Des Cilleuls supone que era más elevada en el siglo XVI que en el
XVII y que se debilitó progresivamente hasta fines del XVIII. Levasseur
considera, es verdad, que tal conjetura es hipotética. (Op. cit., t. I, p. 191,
nota).
(16) Traite d’Economie Politique, edie. Funk Bretano, p. 56.
(17) Ibíd., p. 57.
(18) Ibíd., p. 36.
96

particulares, sea al Estado; casi creeríamos, al leer ciertas pági­


nas de este Traité de hace tres siglos, tener ante los ojos la filí­
pica de un periodista de hoy denunciando la invasión de París por
los metecos: “En vuestras plazas públicas resuenan acentos bár­
baros, hormiguean rostros desconocidos, bullen recién llegados...n
(19).
Si ve con malos ojos la inmigración en general, Montchrétien
se muestra, por lo contrario, muy favorable a la emigración, a con­
dición de que esté bien dirigida, es decir, que no implique para el
soberano una pérdida neta de súbditos y de poder. A este respec­
to lamenta la fuerte emigración francesa a España (20), de la que
habla siguiendo a Bodin y utilizando frases enteras de éste, al
grado que podemos preguntarnos si no es ésa su única documen­
tación. Aconseja al rey que derive la corriente migratoria hacia
América; el camino, dice, “se abre ampliamente a los pueblos que
queráis enviar a ese nuevo mundo, en el que podréis plantar y
multiplicar nuevas Francias.” Incluso podemos considerarlo como
el primer teórico de la colonización. Ve en las colonias, como Bo­
tero y Patrizzi, tanto un exutorio a la población demasiado den­
sa como un instrumento de grandeza y de riqueza para el Estado,
un desembocamiento, según la fórmula mercantilista, para los
productos de la industria nacional, y un medio para obtener las
materias primas necesarias a aquélla. Pero mezcla a estas opi­
niones, que son las de los hombres de su tiempo, consideraciones
más elevadas: insiste sobre las ventajas morales y religiosas de la
colonización. Quiere que ésta se organice no con los elementos ta­
rados de la sociedad metropolitana, sino apelando a los pobres
honrados; quiere que la colonización, al mismo tiempo que un
negocio, constituya una obra de civilización y de humanidad. Y a
este respecto observa la simpatía que los salvajes de las regiones
colonizadas atestiguaban a los colonos franceses, a los que soste­
nían en sus luchas contra los españoles, como más tarde, en el si­
glo XVIII, lo hicieron en sus luchas contra los ingleses.

(19) Traité d’Economie Politique, p. 165.


(20) Según él, más de 200,000 franceses se habían establecido en algu­
nas provincias españolas.
C a p í t u l o III

DOCTRINAS A L E M A N A S E INGLESAS
(1450-1650)

La reforma luterana en Alemania chocó, como con tantas


otras doctrinas, contra la doctrina católica y medioeval de la po­
blación. Lutero se rebeló contra el celibato monástico y eclesiás­
tico, y sus tesis favorables al matrimonio reforzaron en los países
germánicos los argumentos políticos y económicos de los mercan-
tilistas alemanes, conocidos con el nombre de oameralistas. Ros-
clier ha llegado a suponer y Stangeland recuerda (1) esta conjetu­
ra, que la doctrina de Lutero, en una época en que inmensos te­
rritorios por poblar acababan de ofrecerse a los europeos, se basó en
parte sobre el deseo de favorecer el aumento de la población. Pero
con el autor americano podemos considerar improbable esta supo­
sición, pues chocamos con la dificultad de que escritores alemanes
contemporáneos de Lutero expresan, por el contrario, el temor a
una sobrepoblación. Es el caso de Ulrich de Hutten (1488-1523)
en su Exhortatoria (1518), y de Sebastián Frank von Word (1500-
1545?). Este último, en su Germaniae Chronicon, declara que un
aumento excesivo es especialmente temible para los alemanes; el
nombre de germanos está etimológicamente ligado a la idea de fe­
cundidad, ya que en efecto, Germania deriva de germinare. Entre
ellos, dice, los efectos de las guerras más sangrientas y de los tras­
tornos interiores son inaparentes, pues las brechas se llenan in­
mediatamente debido a la fecundidad de la raza. Los únicos re-

(1) Op. cit.,;p. 96, nota.


98

medios que von Word concibe para reducir al nivel necesario a


una población exuberante, son la guerra, las epidemias, la emi­
gración. La guerra de Treinta Años debía demostrar, sin embar­
go, que aun en Alemania el principio de población no era lo bas­
tante poderoso para contrabalancear el efecto de ciertas devasta­
ciones.
De modo es que en la primera mitad del siglo XVII, los escri­
tores alemanes se colocan en el punto de vista favorable al des­
arrollo de la población, que es el de los autores mercantilistas en
general. Desde los primeros años de ese siglo (1608), Jacob Bor-
nitz lo presenta en sus Partitionum poUtioarum Libri IV. Se decla­
ra favorable a las medidas destinadas a asegurar el crecimiento
de la población y recomienda exenciones de impuestos y privile­
gios a los jefes de familia, algunas incapacidades a los casados sin
hijos y ciertas penas a los célibes. Quiere que se fomente la inmi­
gración haciendo atrayentes las condiciones en que se ejerce el
trabajo agrícola e industrial.
Una obra poco posterior, y que Stangeland considera como
bastante representativa de la bibliografía de ese tiempo sobre el
asunto, es el De Censu, de Hermann Latherus von Husnm (1618).
El autor se apoya en la autoridad de Bodin y de Botero, e insiste
sobre las ventajas de la población más numerosa que sea posible.
Comenta favorablemente los efectos resentidos por la Inglaterra
de Isabel con la inmigración de los protestantes procedentes del
continente, y en especial de Francia, y que, como lo indica tam­
bién Montchrétien, aportaron a la isla elementos de prosperidad.
Precisa particularmente el punto de vista mercantilista de las re­
laciones entre el desarrollo de la población y el de los ingresos
públicos. Alaba los matrimonios fecundos refiriéndose ampliamen­
te a la antigua literatura y a la historia clásica, al mismo tiempo
que clama contra la depravación de las mujeres. A ejemplo de
Lutero (el divus Lutherus) ataca el celibato eclesiástico.
Casi en la misma época, Cristophe Besold (1577-1638) escribe
su Discursus politieus de incrementis imperiorum (1623), y sus
Politicorum libri dúo (1618). Desarrolla en estas obras opiniones
análogas a las precedentes. La población, dice, depende en primer
lugar de los recursos naturales del país y de la industria, multi­
plicándose si el suelo está bien cultivado y el comercio es flore-
99

cíente; esta multiplicación, sin embargo, depende también de cau­


sas morales, tales como los esfuerzos realizados por el Estado pa­
ra hacer reinar la equidad y la libertad. Besold, como la mayor
parte de los escritores de su tiempo, se refiere a los autores clá­
sicos y aprueba la legislación de Roma favorable a la población.
Quiere que ninguna tierra quede desocupada; si es necesario, a
falta de nacionales los extranjeros deben ser llamados a cultivar­
la. Pide que se limite la facultad del divorcio y muestra cierta an­
tipatía por las segundas nupcias, que le parecen poco favorables
a la natalidad.
Otro cameralista alemán de la primera mitad del siglo XVII,
Kaspar Klock (1583-1655) en su De aerarlo, proclama también
claramente el punto de vista pro población y estatista: “Nemo ma-
gis videtur, dice, república bene mereri, quarn qui plurimis liberis
abundant; quare foecunditas praemio, sterilitas poena afjidenda
est.” Llega a hacer del celibato un crimen comparable al adulte­
rio : “Matrimonium violare máximum faeinus est: proximum non
contrahere.” Georges Obrecht (1517-1612), jurisconsulto notable,
presenta, por su parte, consideraciones de una información bas­
tante segura sobre la población y la riqueza en sus Secreta política
(1617). Georges Schonborner von Schonborn (1578-1637) lamenta
los progresos del urbanismo en sus Politicorum libri VII (1610),
y regresa a la idea griega de que la congestión de la población en
las grandes ciudades es una causa de desorden, tesis en la que
Roscher vió, más tarde, un reflejo de las condiciones políticas en
que se encontraba la Alemania de entonces, pero que posiblemente
no se debe más que a la inspiración de Aristóteles. “Confusionem
numcrum civilium introducit multitudo civium, dice el autor ale­
mán, ...ille ipse intra eadem maenia... ínter se ignoti sunt, mo-
ribusque aliquantum discrepantes, ut poene alii esse mdeantur.
Inde periculis communibus ingruentibus, animorum sequitur dis-
tractio et scditio... civium numero contenta civitas felicius efflo-
rcscat” (2).
En Inglaterra, hacia fines del siglo XVI, y al comienzo del
XVII, vemos a varios escritores políticos que manifiestan cierto
temor a la sobrepoblación. Parece que entonces la miseria estaba
más extendida o era más notoria que en las épocas anteriores o

( 2) Op. cit., 1. iri, c a p . XXXV I I I , p. 280.


100

posteriores (3) ; sin duda, debido en gran parte a la seculariza­


ción de los monasterios y establecimientos religiosos, que en el
período precedente aseguraban la asistencia y cuya acción Isabel
trató de suplir por medio de la asistencia pública organizada en
las célebres poor laws. Para remediar la miseria de parte de la
población se preconizaban los establecimientos coloniales, y en esa
época se implantaron en América las primeras colonias británicas.
Entre los principales escritores ingleses de entonces que to­
caron la cuestión económica de la población, el primero en fe­
cha es Tomás Moro (1478-1535), el célebre autor de la Utopia
(1516). Atento a la situación económica de la Inglaterra de su
tiempo, busca la base de su construcción socialista en un análisis
muy positivo de las causas de la miseria, que para él tiene tres
causas principales: el lujo de la nobleza, la existencia de una in­
numerable domesticidad improductiva y, sobre todo, la extensión
de las tierras de pastoreo en detrimento de las tierras laborables.
Esta transformación agrícola que provocaba la despoblación en
España, la provocaba igualmente en Inglaterra, con los “cerca-
mientos” realizados por los grandes propietarios territoriales. M o ­
ro, a este respecto, tiene fórmulas de una energía asombrosa; pa­
ra expresar el hecho de que la cría de carneros se traducía en la
reducción de superficies cultivadas y en la despoblación de los
campos, nos habla de carneros “carnívoros” que devoran a los
hombres.
En varios capítulos de la Utopia Moro expone sus opiniones
relativas a la población. Muestra preocupaciones que recuerdan
las de Platón, e indica qué precauciones deben tomarse para que
la población no llegue a ser demasiado grande y para que el país-
no corra tampoco el peligro de despoblarse. La cifra máxima de
los habitantes de cada ciudad utópica está determinada. Y la de
los hijos de cada familia está reglamentada. “Ninguna familia,
nos dice Moro, debe tener menos de diez ni más de dieciséis hijos”.
Si es un límite, debemos convenir que no es demasiado riguroso, a
lo menos como máximo. “Esta regla, añade, puede observarse fá­
cilmente” ; basta con atribuir a las familias demasiado poco fecun­
das el sobrante de hijos de las que sobrepasan la media de fecun­

(3) Stangeland, ©p. cit., p. 11 0 .


10 1

didad. Encontramos de nuevo la tendencia irreprimible del socia­


lismo a considerar la familia como una cosa de poca importancia
y a la reproducción de hombres como asunto de criadero.
Asimismo, se atribuye a las ciudades que no se pueblen sufi­
cientemente, el excedente de las que se pueblen con exceso. Los in­
dividuos, en esta forma, son privados de la libertad de domicilio
en interés del buen equilibrio numérico. Pero al fin y al cabo
no vemos aparecer temores malthusianos en este autor, que consi­
dera como familias poco numerosas a las que tienen diez hijos. Si
la población de la isla utópica llega a ser demasiado numerosa, se
recurre a la emigración a las colonias; y si, por algún accidente,
la población de la isla se reduce demasiado para que se la pueda
completar con préstamos de las otras ciudades o regiones, se lla­
mará de las colonias a una parte de los que han sido enviados a
ellas. Nada más simple: basta tratar a la materia humana como
una simple materia plástica puesta a disposición del interés del Es­
tado. En suma, las ideas de Moro relativas a la población son po­
co modernas y revelan, sobre todo, la influencia de los autores
clásicos de la antigüedad.
Entre los escritores ingleses de los siglos X V I y XVII que
después de Moro trataron más o menos explícitamente de la pobla­
ción, Stangeland cita, al lado de Baeon, de Hobbes y de Harring-
ton, a autores menos conocidos como Raphaél Holinshed, Georges
Cok, y también a Walter Raleigh. Holinshed (muerto en 1580?)
afirma que en Inglaterra hay demasiada abundancia de hombres
y que los matrimonios precoces de los jóvenes causan la extensión
de la miseria. “Hay gentes, dice, que murmuran contra este gran
aumento del pueblo, diciendo que un aumento de la raza necesaria
del ganado sería preferible a esta inútil multiplicación de seres
humanos.” Esta es ya una manera de considerar al hombre de
una manera simplemente crematística y con relación a las venta­
jas económicas que la sociedad obtiene o no de su existencia, m a ­
nera que reaparecerá frecuentemente en los economistas ingleses
y, cosa curiosa, aun entre los que mejor representarán la idea
individualista, como Ricardo en el siglo XIX.
Las mismas tendencias malthusianas aparecen en los escritos
de Georges Cok, muerto en 1679, especialmente en un pasaje de
su English Lato or summary survey, en donde comenta la legis­
102

lación referente al matrimonio de los pobres que las autoridades


parroquiales se empeñaban en impedir o en retardar lo más posi­
ble, temerosas de que la carga de la asistencia se hiciera más pe­
sada, en detrimento suyo.
A veces se ha señalado a Walter Ealeigh (1552?-1618) entre
los precursores de Malthus, a causa de ciertos pasajes de su Dis-
course of War in general y de sh History of the World. En el Dis-
course escribe, en efecto, que “cuando un país está abrumado ba­
jo la multitud de población que en él vive, es una necesidad natu­
ral la que lo contrae a descargarla y a arrojar la carga sobre
otros, con derecho o sin él, porque (haciendo a un lado las epi­
demias que frecuentemente visitan a las poblaciones demasiado
densas) no hay miseria que en igual manera arrastre a los hom­
bres a una conducta desesperada y al menosprecio de la muerte
como los tormentos y las amenazas del hambre. Por esto, la gue­
rra, fundada sobre una necesidad general, irremediable, puede lla­
marse guerra general e irremediable, o necesaria.” Este pasaje,
¿no tiene el acento de ciertos textos de Malthus, frecuentemente
censurados por su “dureza”, o mejor aun, el de ciertos libros ale­
manes del siglo X I X o XX, apologéticos de la guerra? Incluso
recuerda extrañamente el texto de una amenazadora profecía de
un demógrafo alemán, el Dr. Rommel, muchas veces citado por los
autores franceses, y por nosotros mismos, antes de la guerra de
1914.
E n su History of the World, Raleigh expresa la convicción de
que la tierra no sólo estaría poblada, sino superpoblada si las di­
versas plagas, guerras, epidemias, hambres y la esterilidad vo­
luntaria no opusieran obstáculos. Pretende, cosa que en su épo­
ca aún no era insostenible, que España no se había despoblado a
causa de su fuerte emigración colonial y que tenía la población
que podía alimentar. Y afirma que si Inglaterra hubiera conquis­
tado a Francia, su población hubiera permanecido igualmente den­
sa, aunque muchos ingleses hubiesen emigrado al continente. En
los períodos de trastornos, la guerra y la peste restringen la po­
blación; pero en los tiempos apacibles, muchos hombres se abs­
tienen del matrimonio por temor a no poder criar a sus hijos.
Raleigh llega a afirmar que el general que hace dar muerte a nu­
merosas personas durante la guerra hace un servicio al país, des­
103

em b arazán d o lo de p o b lació n , p u es, dice, u n E s ta d o pued e te n e r


u n a p o b lació n ta n g ra n d e q u e e sté d e b ilita d o y como enferm o.
E l célebre filósofo B aco n (1561-1626) p re s e n ta c o n sid e ra cio ­
nes del m ism o gén ero q u e R aleig h . E n su E s s a y con cern in g sedi-
tio n s a n d tro u b le s e scrib e que e l p r im e r rem ed io p a r a é sta s, es
a le ja r, p o r to d o s lo s m edios posibles, sus c a u sa s m a te ria le s, ta le s
como la n ecesid ad y la in d ig e n c ia . R eco m ien d a, p a r a lo g ra rlo , u n a
b a la n z a co m ercial b ien e sta b le c id a , el a u m e n to de m a n u fa c tu ra s ,
el d e stie rro de los h o lg azan es, la re p re sió n del lu jo p o r m edio de
leyes s u n tu a r ia s , la re g la m e n ta c ió n de los p recio s de los a lim en to s
y la m o d eració n de los im p u esto s. D e u n a m a n e ra g en e ra l, q u iere
que la p o b lació n d el re in o sea p ro p o rc io n a d a a l c a p ita l (sto ck ) de
que éste d isp o n e p a r a so ste n e rla .
A ñ ad e, en p a r tic u la r , que l a n o b leza y el clero sólo deben a u ­
m e n ta r en p ro p o rc ió n con el re s to del p u eb lo “p o rq u e no a p o rta n
n a d a a l “sto c k ”.
E n o tro e sc rito , el E s s a y on th e tr u c g re a tn ess o f th e K in g -
dom , so stie n e que e s ta g ra n d e z a c o n siste e se n c ialm e n te en la po­
b lació n y en la m u ltip lic a c ió n de los h o m b res vigorosos y p ro p io s
p a r a lle v a r la s a rm a s, m ás b ien que en la p o b lació n y m u ltip lic a ­
ción de los h o m b res en g en e ra l. Concede, así, m ás precio a la
c a lid a d q u e a la c a n tid a d . S in em bargo, en o tr a s p a rte s m encio­
n a lo s efectos p ern icio so s d el siste m a de cercad os, que a l re d u c ir
la s tie r r a s la b o ra b le s “e n g e n d ra n el la n g u id e c im ie n to de la p o b la ­
ción de la s ciu d ad es, de la s ig lesias, de los diezm os y de cosas se­
m e ja n te s ” . P e ro cree que en I n g la te r r a h a y “m uchos m ás signos
de estrech ez y so b recarg o d el pueblo que d e f a l t a de p o b lac ió n ” .
E n ñ n , en su N e w A tla n tis , el m ism o B acon d e s a rro lla , con
rela c ió n a l m a trim o n io , c ie rta s te o ría s u tó p ic a s que re c u e rd a n u n
poco la s de C am p a n e lla , e in s is te sobre la s v e n ta ja s de la c a stid a d .
E n co n ju n to , su d o c trin a pued e p a re c e r poco fa v o ra b le a la p o ­
blación. S in em bargo, B r a n ts h a se ñ a la d o el hecho de que se b u r ­
la d e los h o m b res que co lo can a su s h ijo s en la c u e n ta de g a sto s
y se a le g ra n de te n e r pocos, com o si, dice, fu e ra n u n a d ism in u c ió n
de p a trim o n io , “q u a si d ivitia 'ru m hoc e sse t d e c re m e n tu m ”.
O tro filósofo, T h o m as H obbes (1588-1679), in s is te en su Le-
v ia th a n y en su D e cive so b re la re la c ió n e n tr e la p o b lació n y la s
104

su b sisten c ia s. L a a lim e n ta c ió n de la re p ú b lic a , dice H obbes (4 ),


depen d e de la s p ro d u c c io n e s de la t i e r r a y del m a r, in clu y en d o la s
que u n p a ís tie n e que c o m p ra r en el e x tr a n je r o ; depende, en se­
g u n d o lu g a r, de la d is trib u c ió n de la s riq u ezas, t a l como la e s ta ­
blecen la s leyes so b re la p ro p ie d a d ; depende, en fin, de la m a n e ra
como ta le s riq u e z a s son u tiliz a rla s y “d ig e rid a s ” (co n co ctio n ) p o r
el cu erp o social.
E n el D e cive, H obbes in s is te en el m ism o tem a. L a población
dice, depende de los re c u rso s alim e n tic io s, y u n p a ís p u ed e no se r
cap az de a lim e n ta r a to d o s su s ciu d ad an o s. E n e ste caso, el exce­
d e n te debe tr a n s p o r ta r s e a la s colonias, que son m enos po b lad as.
E n fin , a ñ a d e , su p e ra n d o en esto el p u n to d e v is ta m era m e n te
n a c io n a l, “si el m u n d o es d em asiad o e stre c h o ” p a r a a lim e n ta r a
su s h a b ita n te s , no q u ed a m ás re c u rso que la g u e rra (5 ).
E l L e v ia th á n es de 1651. C asi en la m ism a fecha, A dam Moo-
re p u b lic a d a su B re a d fo r th e p oore (1653), en d onde se m u e stra
m u y im p re sio n a d o p o r la m ise ria de la s clases in fe rio re s y se v u el­
ve h a c ia la s so lu cio n es e s ta tis ta s , p id ie n d o a l E s ta d o que su p rim a
la ociosidad. “A u n q u e D ios, añ ad e, h a y a ped id o a l hom bre que
crezca y se m u ltip liq u e y lle n e el m u n d o , e stab lecien d o la lib e rta d
y la le g itim id a d del m a trim o n io p a r a to d o s, im pedim os el efecto
de e s ta bendició n , no p o r u n m a n d a m ie n to expreso, sin o p o r u n a
acción re a l, p riv a n d o a lo s p o b res de la s h a b ita c io n e s n e cesarias,
con lo que, en v e rd a d , im pedim os su m u ltip lic a c ió n .”
J a m e s H a r r in g to n (1611-1667), a u to r de O ceana (1658), pien sa
que la p o b lació n crece n a tu ra lm e n te con le n titu d , y en su re p ú b li­
ca id e a l a d m ite q u e a u m e n te u n a te r c e r a p a r te en 41 años. T r a ta
de p re c is a r la s re la c io n e s que h acen q u e la s p o b laciones, u r b a n a y
r u r a l, se so ste n g a n la s u n a s a la s o tr a s y p e rm ita n a u n n ú m ero
m a y o r de h a b ita n te s o b te n e r su su b siste n c ia . Q u iere que se e s ti­
m u le n los m a trim o n io s y no m u e s tra n in g ú n m iedo a la sobrepo-
b la ció n , a l c o n tra rio de la m a y o r p a r te de los e sc rito re s ingleses
de e sa época. E s tá , él p o r lo m enos, c o m p letam en te a n im ad o p o r
el e s p íritu m e rc a n tilis ta . E s te e s p íritu lo llev a a re c la m a r am p lia s
exenciones en beneficio de los p a d re s de diez h ijos, y exenciones
p a rc ia le s en beneficio de lo s p a d re s de cinco, m ie n tra s que pre-

(4) Leviathán, capítulo sobre la nutrición y procreación de la república


(5) De cive, cap. I, § 13, 15, etc.
105

te n d e que los h o m b res que h a y a n lleg ad o a los v e in tic in co añ o s


sin p a te r n id a d le g a l p a g u e n dobles im p u esto s.
C ierto c o n tra s te se d esp ren d e, en el c o n ju n to , d u r a n te el p e­
río d o que acab am o s de e x a m in a r (es d e c ir, el siglo X V I y la p r i­
m e ra m ita d del X V I I ) , e n tr e l a a c titu d de lo s a u to re s alem an es
y la de los e s c rito re s in g leses, cu a n d o t r a t a n m ás o m enos e x p lí­
c ita m e n te de la població n .
D e m a n e ra no u n á n im e , p e ro en m a y o ría , los a u to re s alem anes,
so b re to d o los c o n tem p o rán eo s de la G u e rra de T r e in ta A ños, su s­
te n ta n convicciones en fa v o r de la p o b lació n . L ejos de te m e r la
sob rep o b lació n , b u sc a n m edios p a r a re m e d ia r su in su fic ie n c ia . S in
em barg o , a lg u n o s de ellos, e sp ecialm en te p o r m otivos de o rd e n po­
lític o , se a d h ie re n a la te s is o p u esta.
E n I n g la te r r a , p o r lo c o n tra rio , es n o ta b le v er c u á n g e n e ra l­
m en te, desde e s a época, se sie n te n te m o re s m a lth u sia n o s, y los
conceptos m a lth u s ia n o s e s tá n en v ía de ela b o ra ció n . Se d ir ía que la
G ra n B re ta ñ a , con siglo y m edio o dos sig lo s de a n tic ip a c ió n , y a
p re s e n tía l a d o c trin a q u e u n o de su s h ijo s p r e d ic a ría a l m u n d o
co n ste rn a d o , en 1798. E n efecto, los filósofos, p o lític o s y econo­
m ista s b ritá n ic o s e n tr e 1500 y 1650 n os d a n esbozos de e s ta doc­
tr in a , v a g a m e n te d iseñ ad o s, p u es se colocan en g e n e ra l, como h e­
m os ob servado, en e l p u n to de v is ta económ ico, o se a el de la s r e ­
lac io n e s e n tr e la p o b lació n y la s su b siste n c ia s.
E s to es t a n to m ás n o ta b le c u a n to que en I n g la te r r a , como en
A le m an ia , u n a de la s co n secu en cias de la R e fo rm a fu é la re ac ció n
c o n tra la s d o c trin a s m edioevales re la tiv a s a l c e lib a to e c le s iá s ti­
co y m o n ástico , y a su s u p e rio rid a d so b re el e sta d o m a trim o n ia l.
T a n to m ás n o ta b le , ta m b ié n , c u a n to q u e en o tr a s p a rte s del c o n ti­
n e n te , en I ta l i a , F r a n c ia y E s p a ñ a , la o p in ió n p re d o m in a n te e ra
am p lia m e n te fa v o ra b le a u n a p o b lació n n u m e ro sa y creciente.
¿ E s ta b a re a lm e n te so b re p o b la d a I n g la te r r a ? P a re c e m u y d i­
fícil a d m itirlo , p u es cu an d o p en sam o s que a fin es del siglo X V I I
no te n ía m ás que u n o s ocho m illo n es d e h a b ita n te s , no pued e
c o n sid e ra rse v e ro sím il que e stu v iese a ta c a d a o a m e n a z ad a de so­
b rep o b la c ió n (e fe c tiv a ), u n siglo o c in c u e n ta a ñ o s a n te s. A dem ás,
la c ifra de ocho m illo n es de h a b ita n te s p o sib lem e n te a ú n no se
a lca n z ab a . P u e s M a lth u s, a l in te r p r e ta r lo que dice p a r a el año
de 1690 u n a u to r d e ese tiem p o , D a v e n a n t, no a d m ite p a r a esa
106

fech a m ás q u e 6.500,000 de h a b ita n te s en I n g l a te r r a ; y en cu en ­


t r a que e s ta c ifra es d ifíc il de c o n c ilia r, p o r d em asiad o elevada,
con la de 5.000,000 que a lg u n a s e stim acio n es a trib u y e n a la I n ­
g la te r r a de 1710 (6 ). E n su m a, I n g la te r r a fu é u n a reg ió n m uy
poco p o b la d a h a s ta el siglo X IX , y en la E d a d M edia, como en la
época sig u ie n te , la d e n sid a d de p o b lació n e ra s in d u d a sen sib le­
m e n te m ás f u e rte en F ra n c ia .
P e ro h a y q u e to m a r en c u e n ta la rev o lu ció n económ ica, y
p a rtic u la rm e n te la a g ríc o la , q u e se p ro d u jo en I n g la te r r a en el
com ienzo d el siglo X V I, y cuyos efecto s d eb ían h ace rse s e n tir p o r
ta n to tie m p o q u e a u n hoy no e s tá n co m p le ta m e n te ag o tad o s. E n
esa época, en efecto, p u ed e d ecirse que se decidió la vocación eco­
n ó m ic a de I n g la te r r a . H a s ta en to n c e s e ra u n p a ís c asi ex clu siv a ­
m e n te a g ríc o la , su p o b lació n e ra to ta lm e n te r u r a l, y se com ponía,
so b re to d o , de cam p esin o s lib re s, d esig n a d o s con el nom bre gene­
r a l de y e o m e n ; u n o s e ra n p ro p ie ta rio s h e re d ita rio s del suelo ;
o tro s lo d is f r u ta b a n p o r u n p e río d o d e tr e s g en eracio n es (copy-
h o ld e rs) ; o tro s e ra n a r r e n d a ta r io s te m p o ra le s, p ero to d o s c u lti­
v ab a n , m ás o m enos, el o p e n fie ld , es d ecir, los cam pos a b ie rto s en
lo s que los p ro p ie ta rio s se e n c o n tra b a n d isp e rso s y e n tre m e z cla ­
d o s; no h a b ía p ro p ie d a d com ún, sin o e x p lo ta c ió n com ún (7 ). E s ­
te régim en fu é p ro fu n d a m e n te cam b iad o a fin e s d e l siglo X V y a
p rin c ip io s d el X V I, de 1470 a 1530, a p ro x im a d a m e n te, p o r la
c o n stru c c ió n de “cerc a d o s” que re a liz a ro n la c o n c e n tra ció n d e la
p ro p ie d a d te r r i t o r i a l en b eneficio de lo s p ro p ie ta rio s nobles y en
d e trim e n to de lo s yeom en. Con el o b jeto d e e x p lo ta r m e jo r su s p ro ­
p ied ad es, los la n d lo rd s, c u y a v o ra c id a d h a b ía sid o so b re e x c ita d a
p o r el p illa je de lo s b ien es eclesiástico s, t r a t a r o n de r e p a r tirs e los
bien es com u n ales, y re v isa ro n en beneficio suyo, p o r m edio de la
v io len cia la m a y o ría de la s veces, el re p a r to del suelo. M ás ta rd e ,
d u eños de v a s ta s e x ten sio n es, la s ce rc a ro n , tra n s fo rm a n d o la s tie ­
r r a s a ra b le s en p ra d e ra s , d e s tru y e n d o la s g r a n ja s y ald eas, des­
p o b lan d o p re m e d ita d a m e n te los cam pos. D esde p rin c ip io s del s i­
glo X V se e lev aro n q u e ja s v iv ísim as c o n tra los “ cerca d o s” .
“P a r a q u e u n solo h om bre, dice p o r ejem plo T om ás M oro,

(6) Essay on the Principie of Population.


(7) Sée, Esquisse d ’une histoire du régime agraire en Europe aux
XVIIe et XVIIIe siècles, p. 81 y siguientes.
107

p u e d a s a tis fa c e r su av idez in sa c ia b le , v e rd a d e ra p la g a p a r a el
p a í s ; p a r a que p u e d a r e u n ir tie r r a s en u n dom inio y ro d e a r con
u n a v a lla v a rio s m iles d e a c re s, los a ld e a n o s son ex p u lsa d o s de
su s cam pos, d esp o ja d o s p o r el fra u d e o la v io len cia, o bien, c a n ­
sad o s de la s v ejacio n es que tie n e n que s u frir, se re sig n a n a ven­
d e r su p ro p ie d a d ” . O bservem os que a q u í no h a b la y a el u tó p ico
p la to n iz a n te , sin o el g ra n C a n c ille r de ‘I n g la te r r a que describ e de
e s ta m a n e ra la situ a c ió n que, a c a u sa d e su elevado cargo, d eb ía
conocer bien.
P o r lo d em ás, lo s d o cu m en to s o ficiales de ese tiem p o son sig ­
n ific ativ o s. B a jo el re in a d o de E n riq u e Y I I T u d o r, u n a ley (A c ta )
tie n e p o r t í t u l o : A cta ", p a ra im p e d ir la d e stru c c ió n de las aldeas,
en la que se a s ie n ta que “se tr a n s fo rm a n en p a s tu r a s t ie r r a s que
en to d o tiem p o h a b ía n e sta d o c o n sa g ra d a s a l c u ltiv o ” y que “en
c ie rta s a ld e a s en la s que d o sc ie n ta s p e rso n a s v iv ía n h o n o ra b le­
m e n te de su tra b a jo , y a sólo q u ed a o cu p ació n p a r a dos o tr e s p a s­
to re s ” . L a leg islació n , que t r a t a de re a c c io n a r, es im p o te n te ; d u ­
r a n te la rg o tiem p o , en v ano los te x to s su ced en a lo s te x to s (leyes
de 1515, 1516, 1533, 1535 y 1552). S in em bargo, a p a r t i r de 1530,
el m ovim iento p ie rd e im p u ls o ; desp u és de 1550 tie n d e a p a r a li­
zarse y no se r e a n u d a r á sin o h a s ta el siglo X V I I I . U n a p a r te de
la clase de lo s yeo m en , se salv a, p o r u n tiem p o. P e ro sólo u n a
p a r te . Y p u ed e d ecirse que en el siglo X V I, en I n g la te r r a como en
E s p a ñ a , lo s d añ o s c au sad o s p o r l a g ra n p ro p ie d a d son en g r a n
p a r te re sp o n sa b le s de u n a c ris is de població n . E n los g ra n d e s do­
m inios a b a n d o n a d o s p o r el la b ra d o r, el co rd ero , en am bos países,
lo reem p laza. L a tie r r a y a no a lim e n ta d ire c ta m e n te m ás que a
u n a p o b lació n a g ríc o la m ás re s trin g id a , con u n p ro d u c to b ru to
d ism in u id o . Y el m ism o p ro d u c to n eto , si es m ás lu c ra tiv o p a ra
p a r te de los poseed o res d el suelo, p o sib lem en te d ism in u y e ta m ­
bién en c a n tid a d y c a p a c id a d n u tr itiv a p a r a el re sto de la p o b la ­
ción. P o r esto, I n g la te r r a , con u n a c if r a m o d e sta de h a b ita n te s ,
desde en to n ces te m e la sob rep o b lació n . S o b rep o b lació n r e la tiv a ,
| r e s u lta n te del m odo de a p ro p ia c ió n del suelo y de la s condiciones
j económ icas y té c n ic a s y de u n a d e sp ro p o rc ió n e n tr e la fe c u n d id a d
' del suelo y el a u m e n to d el n ú m ero de hom bres.
P e ro m ie n tra s que en E s p a ñ a la r u in a de l a in d u s tr ia no d eja
n in g ú n e x u to rio a la s p o b lacio n es cam p esin as, q ue re tro c e d e n a n ­
108

te lo s e jé rc ito s d e v a sta d o re s de m erin o s, en I n g la te r r a los oficios


u rb a n o s, el com ercio y la n av eg ació n b ien p ro n to p ro p o rc io n a ría n
tr a b a jo a lo s yeo m en desarraigados. A sí es que verem os en la seg u n ­
d a m ita d d el siglo X V I I , e in clu so u n poco en la p rim e ra , que a l­
g u n o s co n tem p o rán eo s de los e sc rito re s c ita d o s a n te s, re p re se n ­
ta n te s de la d o c trin a m e rc a n tilis ta , a d o p ta n , re la tiv a m e n te a la
p o blación , u n a d o c trin a b ie n d ife re n te a la de R a le ig h y B acon.
E n I n g la te r r a , como en F r a n c ia , la g ra n ép o ca del m e rca n tilism o
e s ta r á im b u id a de te n d e n c ia s fa v o ra b le s a l d e sa rro llo de la po­
b lac ió n .
C apítulo IV

L A S D O C T R IN A S F R A N C E S A S
(1650-1750)

E l m e rc a n tilism o fra n c é s rev istió , lo sabem os, la fo rm a in ­


d u s tria lis ta , es decir, la que ló g icam en te d eb ía ser m ás fav o rab le
a la d o c trin a p o b la c io n ista , y a que la in d u s tr ia , m ás que cu alq u ie r
o tr a fo rm a de a c tiv id a d , es su sc e p tib le de o fre c e r em pleo en c a n ti­
d a d ilim ita d a a u n a p o b lació n d e n sa e in clu so n e c e sita d e e lla
p a r a p ro s p e ra r. A sí es que en la época en que el m erc an tilism o
fra n c é s llegó a s u apogeo, b a jo el m in iste rio de C o lb ert, la s id e as
en fa v o r d el a u m e n to de l a p o b lació n fu e ro n m á s fav o re cid as que
n u n c a, y se consideró g e n e ra lm e n te en F r a n c ia que la riq u e z a y
la g ra n d e z a d el re in o e s ta b a n lig a d a s e stre c h a m en te a l n úm ero
de su s sú b d ito s.
D e hecho, la F r a n c ia de L u is X IV c o n ta b a, v erosím ilm ente,
con uno s v e in te m illones de h a b ita n te s b ajo el m in iste rio d e Col­
b e r t; es l a c ifra que en g e n e ra l se a d m ite p a r a el año d e 1700, y
y a se h a b ía e n tra d o , desde h a c ía a lg ú n tiem p o entonces, en el pe­
río d o d ifíc il d el rein ad o . E s ta c ifra le a s e g u ra b a u n a m agnífica
p re p o n d e ra n c ia d e m o g rá fic a en u n a E u ro p a , en la que I n g la te r r a
co n tab a , a lo sum o, con ocho m illo n es de alm as, el Im p erio , fra g
m en ta d o en ta n g ra n n ú m ero de estad o s, u n to ta l de diecinueve
m illones, y E s p a ñ a a p e n a s de cinco a seis m illo n es de alm as. O tro s
estad o s, como H o la n d a y alg u n o s esta d o s ita lia n o s, te n ía n p o si­
b lem ente u n a p o b lació n re la tiv a m e n te b a s ta n te d ensa, pero m ó­
d ic a en to ta l, d ado lo red u cid o de su te r r ito r io . L a F r a n c ia de
110

en tonces e ra , d em o g ráficam en te, la p rim e ra p o te n c ia de E u ro p a .


N o o b sta n te , C o lb ert la e n c o n tra b a dem asiad o poco p o b lad a p a ra
el g ra n E s ta d o in d u s tr ia l en que q u e ría tra n s fo rm a rla .
L as m ed id as en fa v o r de la p o b lació n a d o p ta d a s p o r su in s ­
p ira c ió n , fu e ro n de dos clases. U n a s te n ía n como fin e n fre n ta rs e
a c ie rta s c a u sa s de d ism in u c ió n ; la s seg u n d as te n ía n el c a rá c te r
de estím u lo positivo. E n tr e la s p rim e ra s podem os c ita r m edidas
re s tric tiv a s de la in m ig ra c ió n (d irig id a s , so b re to d o , c o n tra la de
tra b a ja d o re s su scep tib les de lle v a r a l e x tra n je ro los pro ced im ien ­
to s de la in d u s tr ia fra n c e s a ), l a creació n de m a n u fa c tu ra s en el
cam po, la re p re sió n d el v ag a b u n d a je , l a re fo rm a de los im p u esto s
y te n ta tiv a s p a r a o rg a n iz a r la a s is te n c ia . E n tr e la s m ed id as po­
sitiv a s fig u ra n esp ecialm en te la s re fe re n te s a l lla m a m ie n to y n a ­
tu ra liz a c ió n de tr a b a ja d o re s e x tra n je ro s , y la s m ed id as fav o rab les
a l m atrim o n io , como exención de im p u esto s a los jóvenes casados
y a la s fa m ilia s n u m e ro sa s (1 ), y p en sio n es concedidas a los p a ­
d re s de fa m ilia p e rte n e c ie n te s a la nobleza. P o r lo dem ás, alg u n a s
de e sta s m ed id as tu v ie ro n que rev o carse u n poco m ás ta r d e ; la
| ú ltim a , p o r ejem plo, p o r ra z o n e s fin a n c ie ra s .
P e ro no b a s ta con que la p o b lació n sea n u m e ro sa, se necesi­
t a que ta m b ié n sea la b o r io s a : C o lb ert co n sid e ra b a que el c iu d a d a ­
no tie n e q u e t r a b a j a r p a r a el E s ta d o ; y, en lo que se refiere a la
clase o b rera, es p a r a él u n e s tric to deber. P a r a co n seg u ir tra b a jo
a los obrero s, fu n d ó e bizo f u n d a r m a n u f a c tu r a s ; se d irig ió , p a ra
e s tim u la rla s , a la s a u to rid a d e s m u n ic ip a le s y e c le s iá s tic a s ; p ro ­
cedió p o r m edio de p rim a s y p riv ileg io s, y en caso necesario, p o r
m u lta s y castig o s. Sólo q u e ría tra b a ja d o re s en F ra n c ia . “Es" ne-
cesario, decía a l rey, re d u c ir to d a s la s pro fesio n es de v u estro s sú b ­
I d ito s a la s que p u e d a n s e r ú tile s. E s ta s son la a g ric u ltu ra , el co­
m ercio, la g u e rra de t i e r r a y de m ar. S i Y. M. lo g ra re d u c ir a to ­
dos su s pueblos a e s ta s c u a tro profesio n es, p u ed e d ec ir que puede
se r am o del m u n d o ” (2 ).
C olb ert, observém oslo, no olvidó colo car la a g ric u ltu r a en el
p rim e r ra n g o de esas “c u a tro p ro fesio n es” . Y ja m á s la sacrificó
conscientem ente. P e ro la p reo cu p ació n m e rc a n tilis ta y fiscal a la

(1) Ordenanza de noviembre de 1666.


(2) Y. el programa en favor de la población de Colbert (tomado de su
Correspondencia), citado por Levasseur, t. I, p. 200 y siguientes.
111

vez, lo im p u lsó a m a n te n e r el p recio del trig o lo m ás bajo posible.


Y lo s estím u lo s que — d u r a n te d em asiad o poco tiem p o — pudo
conceder a lo s c u ltiv a d o re s p a d re s de fa m ilia s n u m ero sas, d e sc a r­
gándolos de im p u esto s, no p u d ie ro n co m p en sar el m al que b a c ía a
la a g ric u ltu r a y a la p o b lació n r u r a l la p o lític a de los bajo s p re ­
cios dél trig o . O tra s cau sas, p o r lo d em ás bien conocidas, p o lític as,
m ilita re s , fiscales, sociales, ac c id e n tale s, u n ie ro n su s efectos a
la s de e sta ú ltim a p a r a p ro v o c a r a l fin del re in a d o de L uis X IV ,
u n a desp o b lació n re a l. L a revocación del E d ic to de N a n te s fué
m ás fu n e s ta desde el p u n to de v is ta in d u s tr ia l que desde el p u ­
ra m e n te d e m o g ráfico ; sin em bargo, costó a F ra n c ia in d u d a b le ­
m en te de 250,000 a 300,000 em igrados. E m ig ra c ió n que h u b ie ra
podido te n e r u n a feliz c o n tr a p a r tid a si, como la de los ingleses
ex p u lsad o s de I n g la te r r a p o r c a u sa s re lig io sa s (cató lico s y d isi­
d e n tes d iv e rso s), se h u b ie ra d irig id o a la s colonias. P ero se d ir i­
gió, sobre to d o , a p aíses vecinos y en em ig o s: I n g la te r r a , H o la n d a ,
P ru s ia , y se tra n s fo rm ó p a r a F r a n c ia en u n g rav e p elig ro in d u s ­
tr ia l y m ilita r. F u é u n golpe d u rísim o p a r a la g ra n o b ra rnercan-
tilis ta de C olbert, en la que los in d u s trio s o s h u g o n o te s h a b ía n s i­
do eficaces co lab o rad o res.
P o r o tr a p a rte , no h ay que e x a g e ra r el retro ceso de la po b la­
ción d u ra n te los ú ltim o s añ o s del siglo X V II. Tenem os, p a r a e s ta
época, u n docum ento precioso, el e m p a d ro n a m ien to oficial efec­
tu a d o p o r los in te n d e n te s en 1698-1700, a p e tic ió n del duque de
B eau v illier, g o b e rn a d o r d el d u cad o de B o rg o ñ a , que red a ctó , de
acu erd o con F en elo n y V au b an , el c u e stio n a rio a l que los in te n ­
d en tes tu v ie ro n que re sp o n d e r con M em orias.
E s ta s M em orias son n a tu ra lm e n te de v a lo r m uy desigual. P e ­
ro a p e s a r de to d o c o n stitu y e n “el d ocum ento m ás con sid erab le y
com pleto que poseam os sob re e l esta d o económ ico y a d m in istra tiv o
de la a n tig u a F ra n c ia , y el único censo g e n e ra l de la población
fra n c e sa a n te s de 1789, que te n g a u n c a rá c te r o ficial” (3 ). F u e ro n
u tiliz a d a s p o r los e sc rito re s de ese tiem p o , esp ecialm ente p o r V a u ­
b a n en su D im e royale y p o r el d u q u e de B o u la in v illie rs en su
E ta t de la F ra n ce (1727-1728). Como to ta l a tr ib u ía n a F r a n c ia
u n a pob lació n de cerca de 20.000,000 de alm as, casi ig u a l en den­

(3) Levasseur, t. I, p. 202.


112

sid a d a la del siglo X IV , y que co rre sp o n d ía a cerca de 23 m illones


p a ra el te r r ito r io a c tu a l (el de 1700 no in c lu ía L orena, Saboya
n i C ó rceg a). E s ta c ifra debe e s ta r b a s ta n te ce rca n a a la r e a li­
d a d : c o n tr a s ta con la fa n tá s tic a m e n te p e sim ista p ro p o rc io n a d a
alg u n o s añ o s a n te s (1685) p o r el célebre V ossius, que a tr ib u ía a
F r a n c ia u n a p o b lació n de 5.000,000 de alm a s so lam en te (4). V au-
ban, sin em bargo, red u ce el to ta l a 19.000,000 e in cluso em ite d u d a s
so bre la re a lid a d de la c ifra de 720,000 h a b ita n te s que el em pa­
d ro n a m ie n to de 1694 a tr ib u ía a P a rís .
L a id e a fa v o ra b le a la p o b lació n fué aco g id a p o r los g ra n d e s
e sc rito re s del re in a d o de L u is X IV . E n su P o litiq u e tirée d e l’E-
c ritu re sa in te , B o ssu et p la n te a e ste p r in c ip io ; “ L a g lo ria del rey
y su d ig n id a d es la m u ltitu d del p u e b lo : su v ergüenza es v erla
a m in o ra d a y d ism in u id a p o r su c u lp a ” . P a r a él la v e rd a d e ra r i ­
queza del so b eran o son su s s ú b d ito s : reco m ien d a los estím u lo s a l
m atrim o n io . “L a fid e lid a d , la s a n tid a d y la fe lic id a d de los m a ­
trim o n io s, ag reg a, es u n in te ré s p úblico y u n a fu e n te de felicid ad
p a r a lo s e sta d o s” . Y so stien e la s o p in io n es de C o lb e rt: el p r ín ­
cipe debe o d ia r la h o lg a n z a en su s s ú b d ito s : co rrom pe su m o ra li­
d a d , e n g e n d ra p au p erism o que no debe e x is tir en u n E sta d o bien
gobernado. E l re y debe t r a t a r de e x p u ls a r to d a m en d icid ad o b te­
n iendo tra b a jo p a r a todos.
E l m a risc a l de V a u b a n (1623-1707) es, como el p re c u rso r de
los fisió c ra ta s , B o isg u ille b e rt, uno de los e sc rito re s que m ás fre ­
cu en tem en te se c ita n e n tre lo s que t r a t a r o n del esta d o de la p o ­
b la c ió n a fin e s d el siglo X V I I . A m bos a b o rd a n e ste a su n to a p ro ­
pó sito de la c u e stió n a g ríc o la y p ro te s ta n , en nom bre de la
a g r ic u ltu r a y de la p o b lació n r u r a l, c o n tra los abusos deriv ad o s
d el siste m a m e rc a n tilis ta . S u p u n to de v ista , esp ecialm en te p o r
lo que to c a a V a u b a n , siem p re es p rá c tic o , ex clu sivam ente n ac io ­
n a l y fran cés. D esde el com ienzo de su D im e ro ya le (1707), V a u ­
b a n d e c la ra que “no es la g ra n c a n tid a d de oro y p la ta la que
hace la s g ra n d e s y v e rd a d e ra s riq u ezas de u n E s ta d o . . . L a v e r­
d a d e ra riq u e z a de u n rein o co n siste en la a b u n d a n c ia de a rtíc u lo s
cuyo uso es ta n n ecesario a l so ste n im ie n to de la v id a de los hom -

(4) Sólo daba 30 millones a toda Europa. Pero concedía 14 millones


(!) a la antigua Boma (X T rb s ).
113

b r e s . . ( 5 ) . Como B o d in y M o n tc h ré tie n (y m ás ta r d e Q u e sn a y ),
V a u b a n e s tá convencido de “q u e F r a n c ia posee e s ta a b u n d a n c ia
en g ra d o su p rem o , y a que con su s o b ra n te puede p in g ü e m e n te a sis­
t i r a su s vecinos que e s tá n o b lig ad o s a v en ir a b u s c a r lo n ecesario
en ella, a cam bio de su o ro y de su p l a t a ; si con esto e lla recib e a l­
gunos de su s a rtíc u lo s , no es m ás que p a r a f a c ilita r el com ercio y
s a tis fa c e r e l lu jo de su s h a b ita n te s ; fu e ra de esto, fá c ilm e n te po­
d ría p a s a rs e sin ello s.” D e nuevo e n c o n tra m o s a q u í la e x p resió n
de u n a convicción te n a c ísim a de n u e s tro s a n tig u o s econom istas.
Y m ás que eso, p o sib lem en te, la ex p re sió n de u n a te n d e n c ia de
la o p in ió n n a c io n a l, que t r a t a de c o n s id e ra r a la econom ía d e
F r a n c ia como u n a econom ía co m p leta, a u tó n o m a , c ap az de b a s­
ta r s e a sí m ism a, y con su eje en e lla m ism a, y no d ep en d ien te
del e x tr a n je r o ; concepción que los lib re c a m b ista s del siglo X IX ,
con tr a b a jo re c h a z a ro n desp u és m o m e n tá n e a m en te, a u n a rm a d o s
de la d ia lé c tic a de S m ith , de S ay y de B a s tia t.
D esd ic h a d a m e n te, a ñ a d e V a u b a n , la s g u e rra s y los im p u esto s
a r r u in a n a la a g r ic u ltu r a y co m p ro m eten a la población. N o cree,
como su s dos ilu s tre s pred eceso res, que la p o b lació n sea m uy d e n ­
sa y rá p id a m e n te crecien te. P o r lo c o n tra rio , se q u eja de que es
dem asiad o débil. “A u n q u e F r a n c ia p a re z c a c o n te n e r u n a población
de 19.094,000 y pico de p e rso n a s, debem os d ecir que fá c ilm e n te po­
d ría a lim e n ta r con su suelo h a s ta 23 e in clu so h a s ta 25 m illones y
m ás” (6 ). E l E s ta d o id e a l es el que posee la p o b lac ió n que puede
a lim e n ta r. Y F r a n c ia no sólo no tie n e los h om bres suficientes, sino
q u e la m a y o ría de su p o b lació n es m iserab le. Conocem os el cu a­
d ro , en v e rd a d de n e g ru ra u n ta n to re c a rg a d a , que tr a z a el a u to r
del D ím e : “H e observ ad o m u y b ien que en esto s ú ltim o s tiem pos,
cerc a de la d écim a p a r te d e l pueb lo e s tá re d u c id a a la m en d icid ad
y m e n d ig a e fe c tiv a m e n te ; que de la s o tr a s nuev e p a rte s , h a y cinco
que no e s tá n en condiciones d e d a r lim o sn a a la p rim e ra , po rq u e
ella s m ism as e s tá n re d u c id a s casi a la m ism a d e sg ra c ia d a condi­
ció n ; de la s c u a tro p a r te s re s ta n te s , tr e s viven en m edio de la
estrech ez y a b ru m a d a s de d e u d a s y p ro c e so s; en la décim a so­
b ra n te , en la que coloco a to d a s la s g e n te s de esp ad a , de to g a , ecle­
siá stic o s y laico s, to d a la a l t a nobleza, l a n o b leza d is tin g u id a y

(5) Dime royale, edic. Biblioteca Nacional, p. 27-28.


(6) Op. cit., p. 140.
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lo s fu n c io n a rio s civiles y m ilita re s , los m e rc a d e res, lo s b u rg u e ­


ses con re n ta s y los m á s acom odados, no se p u ed en c o n ta r 100,000
fa m ilia s ; y no creo m e n tir si digo que no h a y 10,000, g ra n d e s o
pequeñas, de la s que p u e d a d ecirse q u e viven en m edio de la a b u n ­
d a n c ia ; y si q u ita m o s a los n eg o cian tes, su s a lia d o s y a d h e ren te s,
y a los que el re y so stien e con su s favores, a lg u n o s com ercian tes,
etc., e sto y seg u ro que el re sto s e ría en pequeño n ú m e ro ” (7 ). D e
re d u cc ió n en red u cció n , lleg am o s a te m e r que V a u b a n nos obligue
a a d m itir que e n F ra n c ia , h a c ia 1700, sólo L u is X IV p o d ía v iv ir
con h o lg u ra . P e ro p o sib lem en te h a y a que i n te r p r e ta r este c u a d ro
como lo s h is to ria d o re s d el p o rv e n ir h a r á n con t a n ta s d e scrip c io ­
nes, m ás la m e n ta b le s, que o tro s re fo rm a d o re s sociales h a n hecho
de n u e s tr a época. P o r lo dem ás, se t r a t a de u n p erío d o de c risis,
el que vió l a G u e rra de S ucesió n de E s p a ñ a , d e s a fo rtu n a d a p o r
m ucho tiem p o , com o la de 1914-1918, y te rm in a d a , como é sta , con
la v ic to ria .
S ea como sea, V a u b a n , desp u és de E n riq u e IV y de B o ssu et,
re c u e rd a que “e s c o n s ta n te que la g ra n d e z a de los reyes se m id a
p o r el n ú m e ro de su s s ú b d ito s ; en ello co n siste su bien, su fe lic i­
d ad , su s riq u e z a s, su f o r tu n a , y to d a la co n sid e ra c ió n que tie n e n
e n el m undo. N o p o d ría h a c e rse n a d a m e jo r en su servicio y p a r a
su g lo ria que p o n e rle s fre c u e n te m e n te e s ta m á x im a a n te los ojos,
y si es c ie rto que en esto co n siste to d a su felicid ad , n u n c a se rá n
dem asiad o s los c u id ad o s que p re s te n p a r a la co n servación y a u ­
m en to de ese p u eb lo que debe serles t a n c a ro ” (8 ). A sí es que el
p la n fiscal, o b jeto del lib ro de V a u b a n , y q u e so m ete a l rey , tie n e
p o r o b jeto “d evolver a l re in o u n a a b u n d a n c ia p e rfe c ta de hom bres
y de bienes, p u es cu an d o los p ueblos no esté n t a n o p rim id o s se
c a s a rá n fá c ilm e n te ; se v e s tirá n y se a lim e n ta rá n m e jo r; sus h ijo s
s e rá n m ás ro b u sto s y m e jo r c ria d o s ; te n d r á n m a y o r cu idado en
su s negocios y, en fin, t r a b a ja r á n con m ás fu e rz a y á n im o ” (9 ).
V a u b a n c o n sid e ra el exceso de c a rg a s fiscales como el p rin c ip a l
esto rb o del d e s a rro llo de la p o b la c ió n ; o b serv ació n dem asiad o ex ac­
ta , y que e x p lic a en g ra n p a r te p o r qué la F r a n c ia de la postgue-

(7) Dime royale, p. 11.


(8) Ibíd., p. 23.
(9) Ibíd. p. 23.
115

r r a , en n u e s tro s d ías, no m a n ife stó ese im p u lso de n a ta lid a d , ta n


fre c u e n tem e n te observado desp u és de g u e rra s d e v a sta d o ra s.
V a u b a n ta m b ié n in siste , en u no de io s ú ltim o s c a p ítu lo s d e su
lib ro (X de la I I p a r te ) (1 0 ), so b re la u tilid a d de los e m p a d ro n a ­
m ien to s, que y a B o d in h a b ía se ñ a la d o en el siglo X V I. In d ic a los
m edios que le p a re c e n m ejo res p a r a e fe c tu a rlo s, y describ e la s
a le g ría s de la e s ta d ís tic a , ta l como el so b eran o p o d rá ex p erim en ­
t a r la s : “ ¡ Q ué sa tisfa c c ió n p a r a u n g ra n re y el sa b e r to d o s los años,
a p u n to fijo , el n ú m e ro de su s sú b d ito s en g e n e ra l, y en p a rtic u la r ,
con to d a s la s d istin c io n e s que e x iste n e n tre e llo s . . . ! ¡ Qué p la c e r
p a r a él ver que a u m e n ta p o r su b u e n a c o n d u c t a ...! ¿X o se ría
ta m b ié n u n p la c e r ex tre m o p a r a él, si p u d ie ra re c o rre r en su g a ­
b in ete, en u n a h o ra , el e sta d o p re se n te y p a sa d o de u n g ra n reino,
d el que es so b eran o y dueño, y p o d e r conocer ta m b ié n , p o r sí m is­
mo y con c e rtid u m b re , en qué c o n siste n su g ra n d e za, su s riq u ezas y
sus fu erz a s, el b ien y el m a l de su s sú b d ito s, y lo que puede h a ce r
p a r a a u m e n ta r el uno y re m e d ia r el o tr o ? ” (11).
Le P e s a n t de B o isg u ille b e rt dejó dos o b ra s, D é ta il de la F r u n ­
ce (1697) y F a ctu ra de la F ra n c e (1707), in s p ira d a s en u n a viva
s im p a tía p o r la a g r ic u ltu r a y en u n in te ré s conm ovido p o r la s
clases ru ra le s . E n el p rim e r c a p ítu lo d el D é ta il p la n te a en p r in ­
cipio que la riq u e z a de c a d a p a ís e s tá en p ro p o rc ió n con la fe r­
tilid a d de su te r r ito r io , que p e rm ite a la p o b lació n o b te n e r la s
su b siste n c ia s n e c e sa rias. E sta b le c e , en seg u id a, que u n a de la s p r in ­
cip ales razo n es d el p o d erío de F r a n c ia c o n siste en que posee a b u n ­
d a n c ia de a rtíc u lo s de to d a clase, en m a y o r c a n tid a d que m uchos
países e x tra n je ro s, lo q u e coloca a ésto s, sin re c ip ro c id a d , en u n a
situ a c ió n de d ep e n d e n c ia económ ica con re sp e c to a e lla . P e ro la
su e rte de la s clases ru ra le s d ep en d e del p recio m ás o m enos elevado
de los g ra n o s, y a que u n p recio re m u n e ra tiv o n o puede obten erse
sin lib e rta d de e x p o rta c ió n . Y B o isg u ille b e rt, tr a s tr o c a n d o la t r a ­
d ició n m e rc a n tilis ta que c re ía fa v o re c er a la p o b lació n con la po­
lític a del p a n b a ra to , m u e s tra q u e d ich a p o lític a conduce fre c u e n ­
te m e n te a l h a m b re , a le ja n d o a l cam p esin o de la p ro d u cc ió n de
c e re a le s; e n se ñ a n z a que n o d eb iero n o lv id a r lo s d irig e n te s de la

(10) Díme royale, p. 164.


(11) IWd., p. 174-5.
116

F r a n c ia de la p o s tg u e rra , época de p recio s del p a n a rtific ia lm e n te


red u cid o s, y de red u cció n in q u ie ta n te de sem b radíos. E s c ierto
que si e s ta red u cció n favorece a la desp o b lació n ru r a l, a su vez
la d espob lació n r u r a l c o n trib u y e a p ro v o c a rla . P e ro volviendo a
B o isg u ille b e rt, d irem o s que e stim a que la e x p o rta c ió n de a rtíc u lo s
ag ríc o la s, salvo en c irc u n s ta n c ia s e x tr a o r d in a r ia s , no p o d ría c a u ­
s a r n in g ú n d é fic it en el in te r io r
E l n o m b re de F é n e lo n p u ed e u n irse , cu an d o se t r a t a de los
re fo rm a d o re s sociales de fin e s d el g ra n re in a d o , a lo s de V a u b a n
y B o isg u ille b e rt. P e ro m ie n tra s que el p rim e ro de ellos es sobre
todo u n te ó ric o fisc a l, p e n e tra d o de id eas en p a r te m e rc a n tilis ta s ,
y el segundo u n a g ra rio lib e ra l p re c u rs o r de los fisió c ra ta s, el
nom bre de F én elo n , en d o c trin a s sociales, es el de u n u to p is ta b a s­
ta n te fa v o ra b le a la s concepciones so c ia lista s. P e ro los tre s se
u n en p a r a p ro c la m a r, de ac u e rd o con la o p in ió n g e n e ra l de la épo­
ca, la s v e n ta ja s de u n a n u m e ro sa p o b lació n . E n el T élém aco
(1699), el a u m e n to de é s ta es p re se n ta d o como cosa de su p re m a
im p o rta n c ia . L a o p in ió n del a u to r p a re c e se r que el estad o de la s
su b siste n c ia s m a rc a el lím ite al que p u ed e lle g a r la p o b lació n ;
p e ro este lím ite no tie n e n a d a de fijo y p u ed e a m p lia rse g ra c ia s
a la acció n de la s leyes y re g la m e n to s d el E s ta d o , te n d ie n te s a
m e jo ra r la con d ició n de la s m asas, esp ecialm en te de los cam p esi­
nos. Los dos p u n to s m ás im p o rta n te s a sus ojos son la s tra d ic io n e s
la b o rio sa s y la d e b ilid a d de los im p u esto s. No cree que la a b u n ­
d a n c ia p u e d a c o rro m p e r a l pueblo, p u es p ie n sa que rá p id a m e n te
s e rá re d u c id a p o r el a u m e n to de la n u p c ia lid a d y de la n a ta lid a d .
S iguiendo la tra d ic ió n m e rc a n tilis ta , a d m ite que la colonización
s e rá u n rem ed io p a r a u n a p o sib le so b rep o b lació n , a u m e n ta n d o , a l
m ism o tiem p o , el p o d e r del so b eran o y la im p o rta n c ia de su E s ­
tad o .
S ta n g e la n d o b serv a que p u ed en se ñ a la rs e en F é n elo n a lg u n a s
de la s id eas que c o n stitu y e n la tr a m a de la d o c trin a ric a rd o -
m a lth u s ia n a de p oblación. E l arzo b isp o de C a m b ray ad m ite, en
efecto, que e s ta p o b lació n crece p o r sí m ism a h a s ta que se lo im ­
p id e la p o b reza o a lg u n a de la s c irc u n s ta n c ia s que s u s c ita n u n
o b stác u lo p re v e n tiv o ; u n a u m e n to de p ro s p e rid a d es p ro n to segui­
do p o r u n a u m e n to de p o b lació n ta l, que la s necesidades van
117

m ás rá p id a m e n te que el t r a b a j o ; S ta n g e la n d y a ve a q u í el germ en
de la ley de b ro n ce de los s a la rio s (12).
E n la p rim e ra m ita d d el siglo X V I I I (1 3 ), la te o ría de la
p o b lació n recib e a lg u n a s c o n trib u c io n e s de eco n o m istas como Mé-
lon, F o rb o n n a is, H e rb e rt, C a n tillo n , a s í com o de filósofos de la
so cied ad o de la n a tu r a le z a ta le s como M o n tesquíeu y B u ffon. P o ­
dem os u n ir a esto s ú ltim o s a V o lta ire . P e ro el a u to r que a n te s de
la época de los fisió c ra ta s c o n trib u y ó m ás, en F ra n c ia , a ilu m in a r
el p ro b lem a económ ico de la p o b lació n , fu é sin d u d a el m a rq u és
de M irab eau .
F ra n c o is M élon (m u e rto en 1738) es, como se sabe, un o de
los ú ltim o s r e p re s e n ta n te s d o c trin a le s del m e rc a n tilism o fra n c é s ;
y a u n q u e m itig u e el siste m a en c ie rto s p u n to s, es u n o de los que
lo a firm a ro n con m a y o r ab so lu tism o en o tro s, p u e sto que llegó a
e x a m in a r la p o s ib ilid a d de re s ta b le c e r la e s c la v itu d en E u ro p a ,
en in te ré s de la p ro d u cció n . M an tien e firm e m e n te el p u n to de
v is ta p ro població n. “F a v o re c e r los m a trim o n io s, dice, conceder
so co rro s al p a d re c a rg a d o con u n a n u m e ro sa fa m ilia , v e la r p o r el
m a n te n im ie n to de los h u é rfa n o s y de los n iñ o s e n c o n tra d o s, es
fo rtific a r a l E s ta d o m ás que h acien d o c o n q u ista s” (1 4 ). M u e stra
c ie rta h o s tilid a d h a c ia el ce lib a to m o n ástico , cu y as fa c ilid a d e s q u ie ­
re re s tr in g ir , a s í com o ta m b ié n q u ie re la re stric c ió n , en tiem p o s
de paz, del re c lu ta m ie n to de c iu d a d a n o s en el e jé rc ito , y a s e g u ra r
el em pleo de to d o s en la a g r ic u ltu r a o la s m a n u f a c tu r a s ; los sin
tra b a jo d e b e rá n s e r en v iad o s a la s colonias. L a m en d icid ad no se
to le r a r á ; p e d ir su b siste n c ia s sin tr a b a ja r es u n robo a la nació n .
P e ro si M élon desea u n a p o b lació n t a n n u m e ro sa como el p a ís
p u ed a a lim e n ta r, reconoce, sin em bargo, la p o sib ilid a d de u n a so-
b rep o b la c ió n (15) ; la o b serv a e n tre los p u eb lo s del n o rte en donde
la s in s titu c io n e s h a n favorecido, seg ú n él, la fec u n d id a d , h a s ta
el p u n to en q u e fin a lm e n te se h a n v isto o b lig ad os a a b a n d o n a r sus
p aíse s p a r a b u s c a r en o tro sitio la su b siste n c ia . P e ro a d m ite que

(12) Op. cit., p. 178.


(13) Suponiendo que no se detiene rigurosamente en 1750, sino más
bien algunos años más tarde, durante el desarrollo de la influencia doctrinal
de los fisiócratas.
(14) V. Schatz, D. Hume, p. 164.
(15) Stangeland, op. cit., p. 179.
118

u n cultivo in te n siv o y u n a in d u s tr ia d ilig e n te c a p a c ita n a u n p a ís


p a r a a lim e n ta r m u c h a s m ás p e rso n a s de lo que se h u b ie ra creído
en u n p rin c ip io . E n su m a, p erm an ece fiel a la a c titu d tra d ic io n a l
de lo s m e rc a n tilis ta s .
F o rb o n n a is es u n m e rc a n tilis ta r e tra s a d o que su frió la in ­
flu e n c ia de M élon, m ie n tra s que t H e r b e r t es u n a g ra rio que, en
c ie rto s asp ecto s, p r e p a r a el m ov im ien to fisio c rá tic o . E l p rim e ro
(E lé m e n ts d u co m m erce, 1754; P rin c ip e s e t o b serva tio n s économ i­
ques, 1767), se in q u ie ta p o r la p o b lació n r u r a l, y se d e c la ra c o n tra
el em pleo de m á q u in a s a g ríc o la s q u e re d u c e n el n ú m e ro de b ra zo s
necesario s. E lo g ia a C o lb e rt y a la s m e d id a s en fa v o r de la p o b la ­
ción co n te n id a s en la o rd e n a n z a de 1666.
E n c u a n to a H e r b e r t (E s s a i s u r la police générale des g ra in s,
1753), co n sid e ra l a a g r ic u ltu r a y la p o b lació n como la s bases de la
p ro sp e rid a d de u n E sta d o . D e p lo ra la in su fic ie n te d en sid a d de la
p o b lació n fra n c e sa , que p o d ría , seg ú n él, c u a d ru p lic a rs e . E s te
d é fic it es, p a r a él, re s u lta d o del u rb a n ism o y d el desprecio en que
se tie n e al tr a b a jo a g ríc o la . Cree, p o r o tr a p a rte , en el p o d e r del
p rin c ip io de població n . “ Los h o m b res siem p re e s tá n en a b u n d a n ­
cia, dice, en d o n d e q u ie ra que se e n c u e n tra n bien, y se observa f á ­
cilm en te que lo s e sta d o s no se p u e b la n seg ú n la p ro g re sió n n a tu r a l
de la p ro p a g a c ió n , sin o en ra z ó n de su in d u s tr ia , de su s p ro d u c ­
ciones y de d ife re n te s in s titu c io n e s ” (1 6 ). Con él, G o u d a rd (17)
d e p lo ra la d esp o b lació n r u r a l, p ro c la m a la s v e n ta ja s de u n a p o b la ­
ción de g ra n d e n sid a d , y p la n te a en p rin c ip io que h a y que p e d irla
a u n a a g r ic u ltu r a p ró s p e ra y b ien p ro te g id a .
K icard o C a n tillo n (1 6 8 0 ?-1 7 3 5 ?), irla n d é s n a tu ra liz a d o fra n c é s,
b an q u ero en P a r ís como su c o n tem p o rán eo escocés J o h n Law , dejó
u n E ssa i su r la n a tu r e d u com m erce en générale que sólo se p u b li­
có después de su m u e rte , en 1755, y que tie n d e a c o n sid e ra rse en
n u e s tro s d ía s com o u n o de los m ás im p o rta n te s lib ro s de econo­
m ía p o lític a e sc rito s a n te s de Q uesnay.
E n e s ta o b ra , en d o n d e la s o p in io n es m e rc a n tilis ta s se com bi­
n a n o se y u x ta p o n e n a o p in io n es flsio c rá tic a s, C a n tillo n se re ­
fiere am p lia m e n te a l p ro b le m a de la p oblación.
T am b ién él le concede g ra n im p o rta n c ia y la c o n sid e ra como

(16) Essai sur la police générale des grains, edic. Depitre, p. 108.
(17) Intérêts de la France mai entendus, 1756.
119

u n a de la s c a u sa s p rin c ip a le s de l a riq u e z a ; p ero no ex ag e ra , a u n ­


que los fisió c ra ta s se lo h a y a n rep ro ch ad o . O bserva q u e el “n ú ­
m ero de h a b ita n te s en u n E s ta d o d ep en d e de lo s m edios de su b ­
siste n c ia ”, y que esto s m edios dep en d en a m p lia m e n te de l a a c ti­
tu d de lo s p ro p ie ta rio s y de l a m a n e ra como u s a n su s derechos.
“ Los p ro p ie ta rio s son los am o s de l a p o b lació n de ac u e rd o con el
uso que h a g a n de la s t i e r r a s ” . D e la s tie r r a s m ism as y del p ro ­
d u c to n eto q u e o b tien en de ellas. M u e stra ta m b ié n que pued e h a ­
b er oposición e n tre el a u m e n to de l a p o b lació n y su b ie n e sta r, p ero
se re h ú s a a reso lv er la c u e stió n de s a b e r “si v ale m ás te n e r g ra n
m u ltitu d de h a b ita n te s p o b res y m a l a lim e n ta d o s que u n n ú m ero
m enos co n sid erab le, p ero con m a y o r h o lg u ra ” . E s ta es u n a cues­
tió n m o ral, dice, “que no es de m i in c u m b e n c ia ”.
C uan d o m enos cree p o d e r a firm a r — y n u m erosos hechos, des­
de la época en que escrib ía, tie n d e n a c o n firm a r su s previsiones—
que lo p ro p io de la civilización es re d u c ir la fec u n d id ad de los
pueblos. A u m e n ta la s necesidades y fo m e n ta el lu jo , de t a l m odo
que re s u lta , en fin de c u e n ta s, que c a d a in d iv id u o n ec e sita u n a m a­
y o r c a n tid a d de “ti e r r a ” p a r a viv ir. Como to d o s consum en m ás
pro d u cto s, es n ecesario que p a r a u n a m ism a p ro d u cció n h a y a me­
nos h a b ita n te s : esbozo de la te o ría m o d e rn a de la ca p ila rid a d so­
cial. Sólo que los m odernos c o rrig e n e s ta id e a con la d e u n a p o si­
b ilid a d in d e fin id a de a u m e n to de l a p ro d u c c ió n a g ríc o la. C an ti-
llon, p o r lo c o n tra rio , la desconoce. P a r a él c ie rta ex ten sió n de
tie r r a no p u ed e p ro p o rc io n a r m á s que c ie rta c a n tid a d f ija de
su b siste n c ia . P o r lo dem ás, tam p o co p a re c e v er en el “p rin c ip io
de p o b lació n ” como lo llam ó luego M alth u s, u n p rin c ip io din ám ico
poderoso, n i te m e r que de él re s u lte u n a p e lig ro sa p re sió n so b re
la s su b siste n c ia s. M ás b ien cree que la p o b lació n y é sta s se condi­
c io n a rá n u n a s a o tra s. F in a lm e n te , es fa v o ra b le a u n a n u m e ro sa
población, s in te m e r la sobrepo b lació n , y s in m o stra rse tam p o co
m uy p a r tid a r io de m ed id as d e s tin a d a s a fa v o re c er el a u m e n to ; a c ­
titu d que no es p a r a s o rp re n d e rn o s en u n eco n o m ista cu y a d o c tri­
n a esen cial es de e q u ilib rio y b alan ceam ien to .
P o sib lem en te lo que debem os re te n e r a n te to d o d e la d o c trin a
de C a n tillo n es la a firm a c ió n de que “la m u ltip lic a c ió n y la d ism i­
n u ció n de lo s p u eb lo s de u n E s ta d o dep en d en p rin c ip a lm e n te d e la
v o lu n ta d , de lo s m odos y l a m a n e ra de v iv ir de lo s p ro p ie ta rio s ” ;
120

a firm a c ió n q u e no se lim ita a p re s e n ta r, sin o q ue re fu e rz a con


ejem plos. D e e s te m odo d e sta c a en la cu estió n de la población, a l
la d o del p u n to de v is ta económ ico, j a su b ra y a d o desde h a c ía dos
siglos, el p u n to de v is ta so cial. P o r o tr a p a rte , a l re c a lc a r a s í la
im p o rta n c ia d el p a p e l de los p ro p ie ta rio s , se m u e s tra c a si como
contem p o rán eo e in m e d ia to p red eceso r de los fisió cratas.
M ontesq u ieu p re s e n ta so b re la p o b lació n c ie rta s consideraciones
que se co m p re n d e rían m al, d a d a su o r d in a r ia p e n e tra ció n , si no
su p iéram o s, p o r u n a p a rte , de q u é m a n e ra los e s p íritu s de su
tiem p o e sta b a n obsesionados p o r u n a id e a sin g u la r, idea que sólo
se ex p lica p o r l a a u se n c ia de e s ta d ís tic a s s e ria s y p o r la c u ltu ra ,
m ás lite r a r ia y c lá sic a que c ie n tífic a , de lo s filósofos fran ceses e
ingleses del siglo X V I I I , id e a según la cu al, el m undo, y esp ecial­
m en te E u ro p a , no h a b ría n hecho m ás que d esp o b larse c o n sta n te ­
m en te desde la a n tig ü e d a d y no c o n ta b a n m ás que u n n úm ero de
h a b ita n te s m u y in fe rio r a l de la s a n tig u a s edades. A lgunos a u to ­
re s g rav es lle g a n a l ab su rd o en e ste cam ino. P o r ejem plo, el in ­
g lés C u m b erlan d , que en 1724 a firm a b a sin b ro m e a r que la h u ­
m a n id a d , 340 añ o s después del diluvio, c o n ta b a con 3,333.333,333
in d iv id u o s; o R iccioli, p a r a el cu al el Im p e rio R om ano tu v o
u n a població n de 410 m illones de s ú b d ito s ; como V ossius y H u b -
n e r, que su b estim an d o la p o b lació n de su tiem po c asi de la m ism a
m a n e ra que lo s a n te rio re s so b re e stim a b a n la de la s n aciones a n ­
tig u a s, a trib u y e n en p len o siglo X V I I I , 30 m illones de alm a s a
E u ro p a , y 5 a F ra n c ia , que ‘c o n ta b a con cerca de 20. E s ta creencia
en la desp o b lació n g e n e ra l p u ede e x p lic a rse en p a r te p o r la des­
p o b lació n re a l, p ero a c c id e n ta l y tr a n s ito r ia , que se h a b ía p ro d u c i­
do en F r a n c ia y en c ie rta s reg io n es lim ítro fe s a c a u sa de la s
g u e rra s so ste n id a s p o r L u is X IV c o n tra E u ro p a .
D e e s ta desp o b lació n n o se p u ed e d u d a r ; to d o s lo s hechos que
conocem os, y la s a firm acio n es de to d o s los co ntem poráneos, V au-
b an , B o isg u ille b e rt, F én elo n , L a B ru y è re , convergen a d e m o stra r­
la. P e ro en ré a lid a d sólo se t r a t a b a de u n fenóm eno p asaje ro , y
ta n p ro n to como se re sta b le c ió la paz, en 1713, el m ovim iento de
la p o b lació n p ro sig u ió en F r a n c ia y en to d a la E u ro p a O ccidental
en el sen tid o de u n a u m e n to c o n sta n te , a ta l g ra d o que F ra n c ia
vió como s ü 'p o b la c ió n p a s a b a de 18 a 19 m illones de hom bres a
fines del sig lo X V I I , a 26 ó 27 cu an d o e sta lló la R evolución, au-
121

m en tó que la an ex ió n de L o re n a y la de C órcega, b ajo L u is X V


sólo ex p lican p a rc ia lm e n te.
Si los e s c rito re s del siglo X V I I I h u b ie ra n podido o sabido ver
los hechos ta le s como e ra n , no h u b ie ra n a n u n c ia d o la despobla­
ción. Si lo h iciero n , es p o rq u e a so c ia ro n b a s ta n te n a tu ra l, au n q u e
b a s ta n te in e x a c ta m en te, la id e a de la m ise ria re a l que re in a b a
en p a r te del cam po, con la de u n a d ism in u ció n del n úm ero de h a ­
b ita n te s.
Tam bién se debió a que, im b u id o s de c u ltu r a clásica, creyeron
d em asiad o fá c ilm e n te los cálcu lo s fa n tá s tic o s de los a u to re s l a t i ­
nos y griegos y de sus c o m e n ta d o re s ; y a que, en su te n d e n c ia a
b u sc a r m odelos en los esta d o s de la a n tig ü e d a d , se im a g in a ro n que
éstos h a b ía n poseído lo que el m e rc a n tilism o re in a n te les h a b ía en­
señado a c o n sid e ra r como la n o rm a del p oder, es decir, u n a n u ­
m ero sa población.
Se debe, en fin , y p o sib lem en te sobre to d o , a que c o n sid e ra ­
b an la cu estió n de la p o b lació n a tra v é s de sus p re ju ic io s y sus in s­
tin to s de p o lem istas, y que fá c ilm e n te a d o p ta b a n u n a creencia que,
p a r a ellos, c o rro b o ra b a la s c rític a s que d irig ía n c o n tra la re alez a
a b so lu ta y c o n tra la Ig le sia . P e rsu a d id o s, como to dos sus contem ­
p oráneos, y como casi to d o s los e sc rito re s p o lític o s a p a r tir del
siglo X V I, de que el d e sa rro llo de la p o b lació n e r a señal de u n a
a d m in is tra c ió n sa b ia y h á b il, se c o m p lacían en d e m o stra r que el
n ú m ero de h om bres d ism in u ía y que, en consecuencia, el gobier­
no e ra culpable. A d m itien d o , p o r o tr a p a rte , y m uy lig era m e n te
p o r lo dem ás, que u n a de la s p rin c ip a le s c au sas de la despobla­
ción e ra el celib ato eclesiástico y m o n acal, se a p o d e ra b a n con jú ­
bilo de este rep ro c h e c o n tra la s in s titu c io n e s cató licas. E s curioso,
y casi d iv ertid o , v er con q u é u n a n im id a d y con qué exag eració n los
en ciclo p ed istas y su s am igos em p lean e ste arg u m en to .
E s evid en te ipue con u n falso p u n to de p a r tid a , a p o rta n d o ad e­
m ás a l p ro b lem a te n d e n c ia s y d isposiciones que n a d a te n ía n de
cie n tífic a s, los filó so fo s del siglo X V I I I fre c u e n tem e n te lle g a ro n
a conclusiones in e x a c ta s, y a veces a b su rd a s. P e ro en la s polém i­
cas e n ta b la d a s, alg u n o s de ellos, sin em bargo, se ap ro x im a n m ucho
m ás que o tro s a concepciones c o n sid e ra d a s hoy como la s m á s co­
rre c ta s . A sí sucede con H u m e en I n g la te r r a , en su d iscu sió n con
W allace. E n tr e n o so tro s, se m e ja n te oposición de id ea s se en cuen­
122

t r a e n tre M o ntesquieu y V o lta ire . Y, cosa n o ta b le , no es el ú lti­


mo, fre c u e n tem e n te lig ero y su p e rfic ia l en sus te o ría s sociales, el
que m á s se a le ja d e la re a lid a d . P o r lo c o n tra rio , es del g rav e
a u to r del E s p ír itu de las L eyes del que p u ed e d ecirse que com ete
d esde el p u n to de v is ta q u e n o s in te re s a aq u í, c a si ta n to s e rro re s
como a firm a c io n es fo rm u la. C ie rta m e n te ,

“ . . .p o tu it co n te m n isi sic
O m nia d ix is s e t. . . ”

Sobre to d o en su s C a rta s P ersa s, o b ra de fo rm a lig e ra , pero


de p re ten sio n e s se ria s, M ontesq u ieu d e s a rro lla su s concepciones
so bre el p ro b le m a de la p o b lació n (1 8 ). E s ta s p u ed en re d u c irse a
tr e s g ru p o s: l 9 id e a s so b re el m ovim iento re a l de la desp o b lació n ;
2 ' sobre la s c au sas que l a p ro d u c e n ; 3'' sob re la s que p o d ría n
m e jo ra rla .
E n el p rim e r p u n to M ontesquieu co m p arte, de la m a n e ra m ás
co m p leta — yo d ir ía m ás p u e ril— , el e rro r com ún de su tiem po re ­
fe re n te a la in fe rio rid a d enorm e de los e stad o s m odernos con re ­
la c ió n a lo s d e la a n tig ü e d a d . “ Según u n cálculo ta n exacto como
p u ed e serlo en e s ta clase de cosas, escribe, h e e n c o n tra d o que en
la tie rra h a y apen a s la décim a p a r te de los hom bres que en ella
h a bía en los tie m p o s a n tig u o s. Lo asom broso es que se despuebla
to d o s los días, y s i esto c o n tin ú a , en diez siglos no s e rá m ás que
u n d e sie rto ” (1 9 ). E s ta afirm ació n no es a isla d a . P o r lo c o n tra rio ,
en n u m ero sas ocasiones M ontesquieu in s is te y re p ro d u c e u n a te ­
sis según la c u a l la E u ro p a m o d e rn a te n ía u n a p o b lació n m ucho
m enos d en sa que la a n tig u a . E n to n c e s lle g a a p la n te a rs e e s ta cues­
tió n : “¿ P o r qué el m u n d o e s tá t a n poco p o b lad o en co m paración
de como e s ta b a a n tig u a m e n te ? ¿Cóm o l a n a tu r a le z a h a podido
p e rd e r la p ro d ig io sa fe c u n d id a d de lo s p rim e ro s tie m p o s? ” (20).
C reyendo t a n firm e m e n te en la d espoblación g e n e ra l de E u ro ­
p a, M ontesq u ieu tu v o q u e b u s c a r la s cau sas. E n efecto, c ita g ra n
n ú m e ro d e ellas. P e ro e n tr e la s ex p licacio n es q u e d a a l su p u esto

(18) Y. especialmente las Cartas 112 a 124. Y. también El Espíritu de


las Leyes, libro XXIII.
(19) Carta 113.
(20) Ibíd.
123

fenóm eno, l a m a y o ría no tie n e n in g ú n v a lo r, in c lu so a lg u n a s cons­


titu y e n te o ría s d ia m e tra lm e n te o p u e sta s a l a re a lid a d .
A p e n a s si podem os a d m itir con él que a lg u n a s g ra n d e s c a tá s ­
tro fe s a c c id e n tale s, la s ep id em ias, la s g u e rra s , etc., h a n te n id o
u n a s e ria in flu e n c ia so b re la p o b lació n . A h o ra sabem os qúe he­
chos de e s te género, a m enos de que sean m u ltip lic a d o s y p ro ­
longados, no tie n e n m ás q u e u n a breve y d éb il in flu e n c ia , y a que
to d a m o rta lid a d ex cep cio n al a r r a s t r a t r a s d e sí, c a si a u to m á tic a ­
m en te, u n a elevación de la t a s a de n a ta lid a d e n tre la s poblaciones
sobreviv ien tes. M on tesq u ieu , p o r lo c o n tra rio , p ro c la m a q u e “la s
g ra n d e s d e stru c c io n e s son c a si ir re p a ra b le s ” , o p in ió n que no h a ­
b r ía so ste n id o si h u b ie ra p o d id o p re v e r que d esp ués de v ein ticin c o
añ o s de g u e rra s , y d e n tro de f r o n te r a s u n ta n to re d u c id a s, la
F r a n c ia de 1815 te n d r ía u n a p o b lació n n o ta b le m e n te s u p e rio r a la
de 1789. A d m ite q u e p a r a que u n a p o b lació n d ie zm a d a “se r e s ta ­
blezca, se n e c e sita n sig lo s” , m ie n tra s q u e en r e a lid a d b a s ta n , lo
m ás fre c u e n te m e n te , u n o s c u a n to s años. C ita en apoyo de su te sis
nu m ero so s ejem plos que, en b u e n a p a r te , caen en falso.
T o d a v ía en t a l caso, el e r r o r es excusab le, p o r f a l t a d e e s ta ­
d ístic a s só lid as y p a r a u n e s p ír itu que p o r o b serv ad o r que fuese
e s ta b a m u y im b u id o d el ra c io n a lism o m a te m á tic o d e la época y
ra z o n a b a so b re el f a c to r h u m a n o como so b re u n fa c to r m a te ria l,
viendo que la su p re sió n de u n h o m b re en l a p r im e ra gen eració n
im p lica p o sib le m e n te la de d o s n a c im ie n to s en la se g u n d a y c u a ­
tro en la te rc e ra , p ero o lv id an d o q u e e s ta s su p resio n e s se com ­
p e n sa n p o r e l a u m e n to de la n a ta lid a d en o tr a s ta n ta s fa m ilia s
vecinas.
Lo m ás c ritic a b le son la s o tr a s ex p licacio n es de la d esp o b la­
ción que d a M o n tesq u ieu , e x p lic a c io n es a veces u n ta n to c o n tra d ic ­
to ria s , como cu an d o c ita , a l m ism o tiem p o , la p o lig a m ia e n tre los
m ah o m e ta n o s y l a p ro h ib ic ió n del divorcio, que es u n a especie de
p o lig am ia sucesiv a e n tre los c ris tia n o s (2 1 ). A dem ás, que la p o li­
g a m ia sea u n a c a u sa de despo b lació n , sólo es pro b ab le, 1’ c u a n ­
do no h a y u n exceso de m u je re s con re la c ió n a lo s hom bres, y
2’ si los h a re n e s de lo s ric o s estu v iesen com p u estos p o r m u jere s
que sin ello h u b ie ra n lo g ra d o casarse. E n c u a n to a l divorcio, lo
sabem os hoy, e s tá co n sid e ra d o c asi u n á n im e m e n te m ás bien como

(21) Cartas 115.117.


124

u n a cau sa de desp o b lació n que como u n estím u lo a l poblam iento.


Los esposos e s tá n m enos in c lin a d o s a te n e r h ijo s cuando sie n ten
que el h o g a r es in e sta b le y, p o r o tr a p a rte , la m o rta lid a d es m a­
y o r e n tre los h ijo s de d iv o rciad o s que e n tre los de esposos in d i­
so lu blem en te u nidos.
T am bién es ind eb id o el em pleo que hace M o ntesquieu de la idea
que ex p lic a la d espoblación p o r la ex ten sió n del celibato religioso.
M uy su p e rio r en e ste p u n to a su ilu s tr e contem poráneo, el m a r­
qués de M irab eau , e n el A m i des hom m es, red u ce a su v erd ad e ro y
m ínim o v a lo r e ste a rg u m e n to que m uy poco co rro b o rab an los he­
chos de e n to n c e s : la pob lació n c a tó lic a de F ra n c ia , y posiblem en­
te tam b ié n la de I ta lia , e ra n m ucho m ás d en sas que la s pob lacio ­
nes p ro te s ta n te s de I n g la te r r a y de A le m a n ia d el n o rte (2 2 ).
O tra de la s te sis m ás d isc u tib le s que so stien e M ontesquieu es
la de c o n sid e ra r la co n servación del derecho de p rim o g e n itu ra co­
mo u n a ca u sa de d espoblación (2 3 ). L a c o n tr a p a r tid a de e s ta te ­
sis h a sido s o ste n id a en n u e stro s d ía s p o r Le P la y y sus d isc íp u ­
los, p a r a quiénes la c a u sa esen cial de la d e sv e n tajo sa situ a c ió n
dem ográfica de F r a n c ia co n siste en el régim en su ceso rial de re ­
p a r to ig u a l in s ta u ra d o p o r el Código C ivil, m ie n tra s que la p e r­
siste n c ia p a rc ia l del derecho de p ro g e n itu ra , o de u n a lib e rta d te s ­
ta m e n ta r ia que p e rm ita a l p a d re “h a c e r u n p rim o g én ito ” m u lti­
p lic a b a el n ú m ero de “seg u n d o n es” en los p aíses en que se observa.
S eg u ram e n te el id e a l de Le P la y p a re c e m ucho m ás en a rm o n ía
con lo s hechos que el de M ontesquieu.
E n fin , la in m ig ra c ió n y la colonización son p a r a n u e stro a u ­
to r p a rtic u la rm e n te p e rju d ic ia le s a la població n del p a ís que p ro ­
p o rcio n a los em ig rad o s, sin que siq u ie ra sirv a n en com pensación,
a l pob lam ien to d el que los recibe. “ E l efecto o rd in a rio de la s co­
lo n ia s co n siste en d e b ilita r a l p a ís de d o n d e salen, sin p o b la r aq u e­
lla s a donde se la s en v ía” (2 4 ). E n este caso, b a s ta in v e rtir la fó r­
m ula de M o ntesquieu p a r a e s ta r en posesión de la v erd ad , y p o ­
dem os a d m itir que, salvo los casos de em igración excesivos y m ór-

(22) A comienzos del siglo XVIII, mientras que Francia tenía de 18


a 20 millones de almas, todo el Imperio germánico tenía un poco menos, e
Inglaterra apenas 8 millones.
(23) Carta 120.
(24) Carta 122.
125

bidos, debidos a u n e sta d o so cial a n o rm a l — como en Irla n d a , p o r


ejem plo— “el efecto o rd in a rio de la s co lo n ias es e l de p o b la r los
p aíse s ad o n d e se la s envía, sin d e b ilita r aq u ello s de donde se las
s a c a ” . E u ro p a lia p oblado a A m érica, en ta n to que c recía r á p id a ­
m en te su p o b lació n p ro p ia , y los dos e sta d o s que en el siglo X IX
h a n c o n trib u id o m ás a esa p o b lació n , I n g la te r r a y A lem an ia, se
cu e n ta n e n tre los que h a n v isto a u m e n ta r m ás su p o blación con­
tin e n ta l en el m ism o perío d o . D u ra n te ese tiem p o F ra n c ia , que no
em ig ra, se p u e b la m enos (2 5 ). La e m ig ració n e stim u la a la n a t a ­
lid a d y el se d e n ta rism o d e b ilita a la s fu e rz a s p ro lífic a s de u n a
nación. S i E s p a ñ a , como se lo reco m en d ab a M o n tesquieu (2 6 ), h u ­
b ie ra llam ad o en el siglo X V I I I a su s colonos de A m érica p a r a
a u m e n ta r los efectivos de su p o b lació n m e tro p o lita n a , no h a b ría
hoy u n a pob lació n h is p a n o a m e ric a n a del o tro la d o del A tlá n tic o ,
y es p ro b a b le que y a no h a b ría esp añ o les e n tre G ib r a lta r y los
I ’irineos.
L a s id e a s de M o ntesquieu, ta n débiles en lo que re sp e c ta a la s
cau sa s de la despo b lació n , ¿ so n m ás ju s ta s en lo que se refiere a
los m edios de s u s c ita r u n a re c u p e ra c ió n ? X a d a de eso.
M ontesq u ieu p ro c la m a , en efecto, que a llí donde se p ro d u c e
un au m e n to lo c a l (sólo cree en ésto s) de la p o blación, e ste hecho
se debe a la s dos sig u ie n te s c a u sa s : la su a v id a d del gobierno (2 7 ),
la ex iste n c ia de u n a lib e rta d m ay o r, de u n a o p u len cia m ás g en e­
ra l y de u n a ig u a ld a d m ás co m p leta , desde el p u n to de v is ta eco­
nóm ico y p o lítico . S i e s ta s o p in io n es fu e ra n e x a c ta s, ¿c u á le s se­
ría n , en n u e s tro s d ías, los p aíses de f u e rte n a ta lid a d y de rá p id o
p o b lam ien to ? F ra n c ia , B élgica, S uiza, los E s ta d o s U n id o s y E scan -
d in a v ia, esto es, los p aíses en que la ta s a de n a ta lid a d es m ás b a ja
y en los que tie n d e a b a ja r m ás rá p id a m e n te (2 8 ). ¿C u ále s se ría n
los países de p o b lació n re tr ó g r a d a o e s ta c io n a ria ? L os de la E u r o ­
pa O rie n ta l, m ás p o b res y a p e n a s lib e ra d o s del despotism o. Y p re ­
cisa m en te en ellos es en d onde la n a ta lid a d sig ue siendo m ás ele-

(25) Para el desarrollo y la justificación de estas ideas, véase nuestro


libro sobre Emigration européenne au XIXe siècle (1906).
(26) Carta 122.
(27) Carta 123, y Espíritu de las Leyes, libro XVIII.
(28) Desde hace algunos años, otros países, aunque conservando una
tara de natalidad absoluta más elevada, la ven bajar rápidamente.
126

v ad a (2 9 ). U n a vez m ás, la s conclu sio n es de M ontesquieu e stá n


en c o n tra d ic c ió n fo rm a l con lo s hechos.
N o p o d ía s e r d e o tr a m a n e ra , desde el m om ento en que M on­
te sq u ie u no su p o lib e ra rs e , desde s u p u n to de p a r tid a , d e u n a id e a
ra d ic a lm e n te fa lsa . O bsesionado p o r el p re ju ic io de u n a d esp o b la­
ción e sp a n to s a y g e n e ra l, quiso a to d o p recio e n c o n tra rle causas.
P e rsu a d id o , p o r o tr a p a rte , de que el p o b la m ie n to es u n bien, y de
que h a y u n a a rm o n ía g e n e ra l en el siste m a de la s leyes n a tu ra le s
en m a te ria so cial, sólo p u d o v e r la s c a u sa s de la desp o b lació n en
la s in stitu c io n e s que le p a re c ía n , a o tro s títu lo s , m alas. Y ta m p o ­
co p u d o e n c o n tr a r rem ed io s m ás q u e en la s in s titu c io n e s que en
o tro s asp e c to s le p a re c ía n b u en as. L a lib e r ta d y la ig u a ld a d que
le p a re c ía n d eseab les p o r o tr a s razo n es, le p a re c ie ro n como si
ta m b ié n d e b ie ra n se r la p a n a c e a a los m ales que p a ra liz a b a n el
su p u e sto d e sa rro llo de la població n . B u e n a s en o tro s casos, ta m ­
bién d eb ía n se rlo en éste. V erem os lo q u e h a su cedido con ellas, y
cómo los d em ó g rafo s m o d ern o s h a n e rig id o en ley, casi u n á n im e ­
m en te, que m ie n tra s m ás d e m o c rá tic a es u n a n ació n , m ás p ro b a ­
b ilid a d e s tie n e d e q u e s u p o b la c ió n d ism in u y a .
D esde u n fa lso p u n to de p a r tid a , M o n tesq u ieu fu é de e r r o r en
e rro r. Y si V o lta ire , con m enos fu e rz a de o bservación, con u n a
p e n e tra c ió n g e n e ra lm e n te c o n sid e ra d a in fe rio r a la su y a ev itó p o r
lo c o n tra rio , la m a y o r p a r te de ta le s e rro re s, es p o rq u e no aceptó
ese p u n to de p a r tid a .
E l bu en s e n tid o de V o lta ire sie m p re re h u só a d m itir la creen ­
cia en la e x tre m a d e n sid a d de la s p o b lacio n es a n tig u a s y en la d e­
b ilid a d re la tiv a de la s co n tem p o rán eas. E n el a rtíc u lo P oblación
d e l D iccio n a rio F ilo só fic o , sólo tie n e b u rla s p a r a los fa n tá s tic o s
cá lcu lo s de a lg u n o s de su s co n tem p o rán eo s, d el P a d r e P e ta u , p o r
ejem plo, que c a lc u la b a en 700 m il m illo n es (? ) el n ú m ero de los
h o m b res que v iv ían 280 añ o s desp u és d el diluvio. ‘‘C reo que A lem a­
n ia , F r a n c ia e I n g la te r r a e s tá n m ucho m ás p o b la d a s de lo que lo
e s ta b a n en ese tie m p o (el de C é s a r ) . Me fu n d o en la p ro d ig io sa
e x tirp a c ió n de b osques y en e l n ú m e ro de la s g ra n d e s ciu d ad es
c o n stru id a s y e n g ra n d e c id a s d esde h a c e 800 años, y en el n ú m ero

(29) Sin embargo, parece haber bajado mucho en Kusia después de la


revolución.
127

de a r te s que h a a u m e n ta d o en p ro p o rció n . E s ta es, pienso yo, u n a


re s p u e s ta p re c is a a to d a s la s declam acio n es v ag as que se rep ite n ...
“P e ro n o s a s u s ta n a l p re g u n ta rn o s qué h a sucedido con esas
c a n tid a d e s p ro d ig io sa s de h u n o s, a la n o s, o stro godos, v á n d a lo s y
lo m b ard o s que se e x te n d ie ro n como to rre n te s sobre la E u ro p a del
sig lo V.
“D esconfío d e ta le s m u ltitu d e s ; m e a tre v o a su p o n e r que b a s­
ta b a n tr e in ta o c u a re n ta m il b e stia s feroces, cu an d o m ucho, p a r a
p ro v o c a r el e sp a n to en el im p erio ro m a n o g o b ern ad o p o r a ris tó ­
c ra ta s , p o r eun u co s y p o r m o n je s . . . S i a lg u n a vez A tila estuvo a
la cabeza d e c in c u e n ta m il asesin o s h a m b rie n to s, recogidos de p ro ­
v in cia en p ro v in c ia , se le a tr ib u ía n q u in ie n to s m il (3 0 ). Los m i­
llo n es de h om bres q u e se g u ía n a los J e rje s , lo s C iros, la s T o m iris;
los tr e in ta o c u a re n ta m illo n es de egipcios, y la T ebas de cien
p u e rta s , y q u id q tiid G raecia m e n d a x a u d e t in h isto ria , se p a re ­
cen m ucho a los q u in ie n to s m il h om bres d e A t i l a . . .
“ L a població n se h a trip lic a d o , c a si en to d a s p a rte s, a p a r tir
d e C arlo m ag n o ” (3 1 ).
P o r ta n to , no h ay d esp o b lació n g e n e ra l, sino a l c o n tra rio . Que
en a lg u n a s reg io n es lo s h a b ita n te s h a y a n d ism in u id o en n ú m ero ,
V o lta ire n o lo n ieg a, so b re to d o cu an d o se t r a t a de e sta d o s como
el de la S a n ta Sede, d el que se s ie n te feliz a l a firm a r que e s ta r ía
d e sie rto “ sin los c a rd e n a les, los e m b a ja d o re s y los v ia je ro s” . P e ro
en c o n ju n to h a y au m e n to , y la ra z ó n que d a es m uy sim p le : los
m edios de s u b siste n c ia son m ás a b u n d a n te s que a n te s. “ L a b a r ­
b a rie , d ir ía g u sto so a n te s q u e F u s te l de C oulanges, ja m á s es fe ­
c u n d a ” . E n cam bio, cree d em asiad o fá c ilm e n te que la civilización
y la o p u le n c ia lo son siem p re. Y con g r a n lig e re z a estab lece que
F ra n c ia , c o n sid e ra d a p o r él como b á r b a r a en la E d a d M edia, no
p o d ía te n e r u n a p o b lació n s u p e rio r a la del siglo de la filosofía.
Se im a g in a que a n iq u ila los cálcu lo s d em asiad o a lto s de la p o b la ­
ción fra n c e s a de p rin c ip io s d el siglo X IV re p lic a n d o so lam en te
que si a s í fuese, “siendo ig u a le s to d a s la s cosas, el n úm ero de f r a n ­
ceses e s ta r ía red u c id o a l a c u a rtq p a r te , y en ochocientos añ o s a

(30) Voltaire, a su vez, exagera ciertamente, por escepticismo exce­


sivo, como Montesquieu por credulidad.
(31) Véase también Essai sur les M®urs, passim. Entre otros, t. I, p.
54, edic. Touquet.
128

la o c t a v a ... y sig u ien d o e s ta p ro g re sió n , en n u eve m il doscientos


a ñ o s sólo q u e d a ría u n a p e rso n a , v a ró n o h em b ra, y u n a t r a c ­
c i ó n . . . ” E l a rg u m e n to d eg en era en b ro m a c h ab acan a.
L ejos de d esp o b larse, el m undo, p o r el contrario., h a a u m e n ta ­
do su p o b lació n no sólo d esde la E d a d M edia, sin o desde la a n ti­
güedad. V o lta ire , a l re h u s a rs e a a d o p ta r la s conclusiones u n poco
lac rim o sas de m uchos de sus co n tem p o rán eo s sobre la ru in a de
la a g ric u ltu ra , p r o te s ta c o n tra la id ea según la cu al el cam po
fra n c é s e s ta b a a rru in a d o y e ra in c a p a z de a lim e n ta r a u n a p o b la ­
ción n u m e ro sa (32) ; a firm a ad em ás, que la s g u e rra s y o tra s g r a n ­
des p la g a s no d e ja n , desde el p u n to de v ista dem ográfico, tra z a s
p erd u ra b le s. T iene del p o d e r del p rin c ip io de p o b lación u n a idea
m ucho m ás f u e r te — y ta m b ié n m ucho m ás ju s ta — que la de M on­
te sq u ieu . E s n o ta b le que tam p o co caig a en la s ex ag eracio n es de M al-
th u s y que de a n te m a n o condene el fam oso p rin c ip io de la p rogre­
sión g e o m é tric a de la p o b lació n . “L a g en te no se p ro p a g a , dice, en
p ro g re sió n g eo m étrica. T odos los cálcu lo s sob re e s ta p re te n d id a
m u ltip lic a c ió n son a b s u rd a s q u im e ra s” . E n su m a, p a r a V o lta ire
como p a r a M irab eau , la pob lació n e s tá en ra z ó n de la b o n d a d del
suelo y de l a a g ric u ltu ra . S iem p re tie n d e a p o n erse a l nivel d e la s
su b siste n c ia s d isp o n ib les, p ero no, o b lig a to ria m e n te , a eje rc e r u n a
p resió n p a r a i r m ás a llá . L a id ea de u n eq u ilib rio n a tu ra lm e n te
ob ten id o d o m in a en la concepción de M ira b e a u a s í como en la de
V o lta ir e ; id e a que se opone ta n to a la s te o ría s p e sim ista s d e M on­
tesq u ie u como a la s de M a lth u s ; el p rim e ro tem eroso del déficit,
y el segundo d el exceso. V o lta ire , g e n e ra lm e n te p e sim ista en su
filosofía g en eral, se re v e la en e ste caso casi como u n ad ep to de la
d o c trin a de C ándido.
S in em bargo, h a y u n a d ife re n c ia e n tr e l a a c titu d de V o lta ire
y la de M irab eau . M ira b e a u desea u n a p o b lació n sie m p re creciente.
E s ta , sin d u d a , e s tá lim ita d a p o r la s su b siste n c ia s p ro p o rc io n a d a s
p o r la a g ric u ltu ra , p ero h a y q u e fa v o re c er a n te to d o a la a g ric u l­
t u r a p a r a p e r m itir que la p o b lació n a u m e n te . V o lta ire , p o r lo con­
tr a r io , a c e p ta r ía fá c ilm e n te el “e sta d o e s ta c io n a rio ” . L a pobla-

(32) "¿Cómo puede decirse que las bellas provincias de Francia están
incultas? En verdad, esto es creerse condenado en el paraíso. Basta con
tener ojos para estar persuadido de lo contrario". Este texto merecería que
se le citara con mayor frecuencia, como correctivo de los que siempre se
citan, de la Bruyère o de Bousseau.
129

eión es b a s ta n te n u m e ro sa ; la p ru e b a de ello, dice, es que c u en ta


con num erosos ociosos, esp ecialm en te los m onjes. Se p reo c u p a b a s­
ta n te poco de la c o n tra d ic c ió n que h av en so sten er, p o r u n a p a rte ,
que la e x iste n c ia de ésto s p ru e b a lo n um eroso de la población, y
p o r o tr a que el celib ato m o n acal es u n a de la s ca u sas de in fe rio ri­
d a d de la població n de la s nacio n es c a tó lic a s ; in fe rio rid a d , p o r lo
dem ás, co m p letam en te im a g in a ria y que no e x is tía en tiem p o s de
V o lta ire m ás que en su im ag in ació n . U n a vez m ás, el e s p íritu de
polém ica fa lse a la s conclusiones ra zo n ab les a la s que, p o r su sen­
tid o n a tu r a l m ás que p o r a n á lis is científico de los hechos, es lle ­
vado V o lta ire . A p e sa r de ello, en su a c titu d g e n e ra l e s tá m ucho
m ás pró x im o a la v e rd a d que el a u to r del E s p ír itu de las L eyes.
L a p eq u eñ a polém ica de M ontesquieu y de V o lta ire tie n e in te ­
ré s p a r a la h is to r ia de la s d o c trin a s de la población. E s te in te ré s
nos a p a re c e rá m ás claro si lo com p aram o s con la discusión, m ás
p ro fu n d a y d e s a rro lla d a , e n ta b la d a en la m ism a época en In g la ­
t e r r a e n tre W a lla c e y D av id H um e. M ás ta r d e in te n ta re m o s e s ta
com paración.
P odem os e sp ig a r en la H isto ria N a tu r a l de B uffon, esp ecial­
m en te en el c a p ítu lo titu la d o V ariedades en la especie h u m a n a , a l­
g u n a s ap reciacio n es sob re la población. In s is te sobre la dependen­
cia en que se e n c u e n tra n la v id a h u m a n a y los c a ra c te re s de la s r a ­
zas con resp ecto al clim a. “Todo co n cu rre, dice, a p ro b a r q u e el
género h u m an o no e s tá com puesto p o r especies esen cialm en te d i­
fe re n te s e n tre e lla s ; y que, p o r lo c o n tra rio , o rig in a lm e n te no hubo
m ás que u n a so la especie de hom bres que a l m u ltip lic a rse y d esp a­
rra m a rs e en la sup erficie de la t i e r r a su frió d iversos cam bios p o r
la influ en cia d el clim a, p o r la d ife re n c ia de alim en ta ció n , p o r la
de la m a n e ra de v i v i r .. . ” (3 3 ). A sim ism o, estab lece ta b la s de m o r­
ta lid a d con alg u n o s co m en tario s.
A dem ás, \em o s q u e p re s e n ta co n sid eracio n es sobre la “fecu n ­
d id a d sin lím ite s” de la s especies an im a le s y dé la p ro p ia especie
h u m an a , q u e h acen p re s e n tir, a la vez, a la s de D a rw in y d e M al-
th u s (31). H ace n o ta r que en c ie rto s m om entos asistim o s a u n a
p ro d ig io sa m u ltip lic a c ió n de c ie rta s especies an im ales, y q u e lo

(33) Œuvres de Buffon, edic. P. Bernard, t. III, p. 341.


(34) Dix lièvre, ibíd., t. V, p. 264 y siguientes.
130

m ism o su ced ió con el h o m b re en lo s tiem p o s en que, “sa lv a je a m e­


d ia s ” , e s ta b a “ su je to a to d a s la s leyes, e in clu so a lo s excesos de
la n a tu r a le z a ” . A lu d e a esos “d esb o rd a m ie n to s d e la especie h u ­
m a n a d e los n o rm a n d o s, a la n o s, godos, h u n o s ”, que se re p re s e n ta
en c a n tid a d e s in n u m e ra b le s. P e ro in m e d ia ta m e n te a ñ a d e : “E sto s
g ra n d e s a c o n te c im ie n to s. . . no gon, sin em bargo, m ás que lig e ra s
v icisitu d es en el cu rso de l a n a tu ra le z a viv ien te, que e» g e n e ra l
sie m p re es c o n sta n te , sie m p re la m ism a. Su m ovim iento, siem pre
reg la m e n ta d o , ru e d a so b re dos p iv o tes in q u e b ra n ta b le s, el uno, la
fe c u n d id a d sin lím ite s co n ced id a a to d a s la s e sp ecies; el o tro , los
o b stá cu lo s sin n ú m ero q u e red u cen el p ro d u c to de e s ta fe cu n d id a d
a u n a m e d id a d e te rm in a d a y no d e ja n , en to d o tiem p o , sino casi
la m ism a c a n tid a d de in d iv id u o s de c a d a especie. Y como esos a n i­
m ales en c a n tid a d in n u m e ra b le q u e re p e n tin a m e n te ap a re c en y
d esap a re ce n e n la m ism a fo rm a , con lo que el fondo de la especie
no a u m e n ta , el de la especie h u m a n a ta m b ié n p e rm a n ec e siem p re
ig u a l; su s v ariacio n es so la m e n te son u n poco m ás le n ta s, po rq u e
como la v id a del h o m b re es m ás la r g a q u e la de esos a n im a lillo s,
es necesario q u e la s a lte r n a tiv a s de a u m e n to o d ism in u ció n se p re ­
p a re n de m ás lejo s y te rm in e n en m ay o r tie m p o ” . V em os, pues, que
B u ffo n a d m ite u n a especie d e eq u ilib rio y de esta d o e sta c io n a rio
p a r a la s especies vivas, co m p ren d ien d o la n u e s tra . In c lu so , e n u n ­
cia e x p re s a m e n te : “ Si co n sid eram o s la ti e r r a e n te r a y la especie
h u m a n a en g e n e ra l, la c a n tid a d de ho m b res, com o la de los a n i­
m ales, debe s e r en to d o tiem p o c asi la m ism a, p u e sto que depende
d el e q u ilib rio de c a u sa s físicas, e q u ilib rio a l q u e to d o h a llegado
d esde h a ce la rg o tie m p o . . . C u a le sq u ie ra que se a n los c u id ad o s
q u e el h o m b re d é a su especie, ja m á s la h a r á m ás a b u n d a n te en u n
sitio si no es d e stru y é n d o la y d ism in u y é n d o la en o tro ” (35).
B u ffo n , a d e la n tá n d o s e a M a lth u s, h ace u n c o rto e stu d io d e los
o b stác u lo s q u e e n to rp e c e n el a u m e n to d e la p o b lación. C uan d o
éste lle g a a s e r d em asiad o sensible, los h o m b res “se d isp e rsa n , se
esp arce n , se d e stru y e n , y a l m ism o tie m p o se e stab lecen leyes y
u so s que con fre c u e n c ia p ro v ie n e n d ire c ta m e n te d e e ste exceso de
m u ltip lic a c io n e s . . . Los que e x iste n se a rro g a n fá c ilm e n te derechos
so b re lo s que n o e x is te n ; com o se re s n e c e sa rio s a n o n a d a n a lo s se­
re s c o n tin g e n te s ; su p rim e n , p a r a su com odidad, p a r a su b ie n e sta r,

(35) XcL, id., t. V, p. 266-267.


131

a la s gen eracio n es fu tu ra s . S in q u e é s te lo p erc ib a, se h ace a l hom ­


b re lo m ism o que se h ace a los an im ales : se les cu id a, se les m u l­
tip lic a , se le s a b a n d o n a , se les d e s tru y e seg ú n la s necesidades, la s
v e n ta ja s, la in co m o d id ad , lo s in co n v en ien tes que de ello r e s u lte n ;
y como to d o s esto s efectos m o ra le s dependen, a su vez, d e cau sas
física s que desde que la t i e r r a a d q u irió co n siste n cia se h a lla n en
u n esta d o fijo y p e rm a n e n te , p a re c e que p a r a el hom bre, como p a r a
los an im ales, el n ú m ero de in d iv id u o s en l a especie sólo p u ed e ser
c o n sta n te ” (3 6 ). A sí es que, m ie n tra s que M ontesquieu cree que
el un iv erso se d espuebla, y V o lta ire a d m ite q u e a u m e n ta su po­
blación, B u ffo n cree en u n a població n e s ta c io n a ria y concibe u n a
especie de d e m o g ra fía e stá tic a .
A ñade, sin em bargo, que e s ta fijeza, e s ta c o n sta n c ia son r e la ti­
vas. “ Como to d o , dice, e s tá en m ovim iento en el u n iv erso y to d a s
la s fu e rz a s d isp e rsa s en la m a te ria o b ra n u n a s c o n tra o tra s y se
co n tra b a la n c e a n , to d o se h a c e p o r u n a especie de oscilaciones, a
cuyos p u n to s m edios re la c io n a m o s el cu rso o rd in a rio de la n a tu ­
r a l e z a . . . (3 7 ). A sim ism o, cree p o d er a firm a r que “la m u ltip li­
cación e s tá seg u id a, o rd in a ria m e n te , p o r l a e s t e r ilid a d .. . L a s c au ­
sa s de d estru cció n , de a n o n a d a m ie n to y d e e ste rilid a d sig u en in ­
m e d ia ta m e n te a la s de u n a a b u n d a n c ia d em asiado g ra n d e ” . E n
resum en, B u ffo n cree en u n a a d a p ta c ió n c o n s ta n te de la p o blación
a la s su b siste n c ia s, g ra c ia s a la acción de o b stácu lo s d e stru c tiv o s,
acción que B u ffo n co n sid era, p o r o tr a p a r te , con im p a sib ilid a d de
n a tu r a lis ta . P e ro en el fondo su te o r ía se a p ro x im a sensiblem ente
a la de M alth u s, y su m a n e ra de concebir el e q u ilib rio dem ográfico
difiere sen sib lem en te de la de C a n tillo n o M irab eau.
E n tr e lo s o tro s a u to re s que en l a p rim e ra m ita d del siglo X V I I I
tr a ta r o n so b re l a població n , podem os c ita r a u n g ra n h o m bre de
g u e rra , com o V a u b a n , e l m a ris c a l de S a jo n ia (1696-1750), con sus
R êveries e t m ém oires s u r F art de la g u erre, p u b lic a d a s seis añ o s
después de su m u e rte (3 8 ). D e s a rro lla id e a s b a s ta n te c e rc a n as a
la s d e M ontesquieu, y a q u e afirm a q u e la p o b lació n h a d ism in u id o
co n sid erab lem en te en E u ro p a , a s í çom o en A sia y A fric a, a cau sa

(36) Du Lièvre, t. Y, p. 267.


(37) Id., p. 268.
(38) Un capítulo está consagrado a consideraciones sobre la propaga­
ción de la especie humana*
132

de la p ro p a g a c ió n de la s relig io n es c r is tia n a y m u su lm an a. E s ta
afirm ació n p u ed e p a re c e r s in g u la r p u e sto que u n a de e sta s re lig io ­
nes im pone la m onogam ia, m ie n tra s que la o tr a p e rm ite la p o li­
g am ia. P e ro el a u to r, au n q u e co n sid era la m onogam ia c ris tia n a
como d esfav o rab le a l a fe cu n d id ad , no p ie n sa que la p o ligam ia, ta l
como los m u su lm an es la p ra c tic a n , sea m ás v e n tajo sa . P a re c e que
M auricio de S a jo n ia se im a g in a b a que el tip o de u n ió n m ás p ro lí-
fico es la u n ió n lib re, id e a c ie rta m e n te m ás que d iscu tib le, pero que
no nos so rp re n d e dem asiad o vinien d o de él.
C apítulo V

M I R A B E A U Y LOS FISIOCRATAS

E l m a rq u é s de M irab eau (1715-1789) es, lo hem os dicho, el m ás


im p o rta n te de los p re c u rso re s fran ceses de M alth u s, si no p o r to ­
d as su s id eas, cu an d o m enos p o r la im p o rta n c ia que concedió al
estu d io d el hecho y de la s leyes de l a población. “Me dispongo,
dice a l com ienzo de su A m m i des homrnes, (1757), a t r a t a r aq u í
el m ás ú til y m ás in te re s a n te de to d o s los o b jetos de e s ta tie r r a
p a r a la h u m a n id a d , la p o b la c ió n ... E l p rim e r bien es el de te n e r
h o m b res; el segundo, t i e r r a ” . T ie rra , p u es M ira b e au no es u n m er-
c a n tilis ta , sino lo c o n tra rio ; después de B o isg u ille b e rt, y a l m ism o
tiem n o que Q uesnay, e x p re sa v io le n ta m e n te l a rea cc ió n de la id e a
a g ra ria , m en o sp reciad a p o r ta n la rg o tiem po. “T o d a m i o b ra no
tie n e m ás objeto que t r a t a r sobre la població n , añ ad e, de su s ven­
ta ja s y de los m edios de e x te n d e rla h a s ta el in fin ito . Y no pienso
que p u e d a e x is tir o tro p rin c ip io que la a g r ic u ltu r a ; p o d ría decir,
en consecuencia, que m i o b ra to d a t r a t a so b re los m edios de a n i­
m a r a la a g r ic u ltu r a ” (1 ). E n efecto, p a r a M irab eau am bos té r m i­
n o s son in s e p a ra b le s: a u m e n ta r l a població n y h a c e r p ro s p e ra r a
la a g ric u ltu ra , en eso se resu m e, a sus ojos, to d a la econom ía po­
lític a .
S i b ien n o es m e rc a n tilis ta , cu an d o m enos e s tá de acu erd o con
los m e rc a n tilis ta s sob re l a d o c trin a de la excelencia de u n a p o b la­
ción n u m ero sa. L lega a d e c ir que “la p a sió n de los pobres p o r el
m a trim o n io es el p rim e ro de los beneficios de la P ro v id e n c ia p a r a

(X) Ami des tomines, edición de 1762, p. 75.


134

u n E s ta d o ” (2 ). P e ro cree que su época es u n a época de desp o b la­


ción (lo que es fa ls o ), y que d ich a d espoblación tie n e p o r cau sa
p rin c ip a l la d ecad en cia de la a g r ic u ltu r a (lo que es, sin d u d a, e x a ­
g e ra d o ). M irab eau no es u n e sta d ístic o , n i u n econom ista de m é­
to d o rig u ro s o ; es, sob re to d o , u n m o ra lis ta , u n p o lítico y u n e n tu ­
sia sta . E n n u m e ro sa s ocasiones fu e rz a l a n o ta p a r a m ejo r conven­
cer. “A p a rta d la v ista , dice con u n estilo que re c u e rd a el m ovi­
m ien to y el c a lo r d el de M o n tc h ré tie n , a p a r ta d la v is ta de los lu ­
g a re s en que se b u sc a n m in as y polvo de o r o : d e jad a lo s ciegos
el cuidado de s e p u lta rs e en la s e n tra ñ a s de l a t i e r r a ; la superficie
es la que debem os c u b rir y vivificar. L as riq u ezas se e n c u e n tra n
en donde q u ie ra que b a y a h o m b res” (3 ).
M irab eau c a p ta m uy bien la re la c ió n e n tre el a u m en to de la
población y el de la s su b sisten cias. “L a m ed id a de la su b sisten c ia,
dice, es la de la p o b lació n ” . P e ro h a y que e n te n d e r bien lo que sig ­
n ifica e s ta a p a re n te p e ro g ru lla d a . M irab eau no t r a t a de e n u n c ia r
la ev idente v e rd a d de que no p o d ría n v iv ir m ás hom bres de los
que pu ed en s e r alim e n ta d o s. Q uiere d e c ir que siem pre h a y ta n to s
como pued en a lim e n ta rse , lo que y a no es u n a ev idencia in ú til de
afirm ar. U n a especie a n im a l se m u ltip lic a h a s ta el p u n to en que
la d etien e la f a lta de alim en to s. Si h a y m uchos co rd ero s y pocos
lobos, dice M irab eau , es que “la h ie rb a es m uy c o rta p a r a lo s lo ­
bos, y m u y a b u n d a n te p a r a los c o rd e ro s” . E n c u an to a los hom ­
b res, “se m u ltip lic a n com o r a t a s en g ra n e ro si tie n e n los m edios
p a r a s u b s is tir” .
E s tá ta n p e rsu a d id o incluso, de la fu e rz a d el “p rin c ip io de
p o b lació n ”, que no cree en el efecto d e s tru c to r de p la g a s accid en ­
ta le s. “L a s b a ta lla s y la s m a ta n z a s no p e rju d ic a n a la población,
si a n te s no h a n p e rju d ic a d o a la a g r ic u ltu r a ” (4 ). T am poco el m o­
naquisino la p e rju d ic a , p u es si la p o b lació n tie n d e siem pre a p o ­
nerse a l nivel de la s su b siste n c ia s, poco im p o rta que e x ista n m u ­
chos célib es; si é sto s se c a s a ra n s e ría n ecesario que los dem ás t u ­
viesen m enos h ijo s. M ás a ú n , el celib ato relig io so favorece a la po­
blación, pues la v id a en com ún y la fru g a lid a d im p u e sta hacen que

(2 ) A m i des homm.es, p. 76.


(3) Ibíd., p. 167.
(4) Compárese con la frase del príncipe de Condé, según Senef: “ Una
noche de París reparará esto” . Mirabeau dice otro tanto de las epidemias.
135

la m e d ia in d iv id u a l del consum o re lig io so sea m u y b a ja ; a l m ism o


tiem po, el a g ra rio M irab eau se conm ueve a n te lo s serv icio s p re s­
ta d o s p o r la s ó rd en es m o n á stic a s r o tu r a d o r a s y c u ltiv a d o ra s. P r o ­
duciendo y sólo consum iendo m u y poco, d e ja n m a y o r volum en de
su b siste n c ia s d isp o n ib les p a r a el re sto de la p o b lació n de lo que
lo h a r ía u n n ú m ero ig u a l de o t r a clase de in d iv id u o s.
P e ro si el a u m e n to de la s su b siste n c ia s p e rm ite el de la p o b la ­
ción, h a y re c ip ro c id a d , y M ira b e a u p a re c e c re e r en la p o sib ilid a d
de u n a re a c c ió n c a si in d e fin id a de l a u n a so b re la o tra . “A u m ento
de la s su b siste n c ia s, dice, im p lic a cre c im ie n to d e l a p oblación. V e­
rem os cómo el a u m e n to d e la p o b lació n debe p ro v o c a r e l d e la s
su b siste n c ia s ” . M ie n tra s m ás h o m b res h ay , m ás p ro d u c e la tie r r a .
M ira b ea u ta m b ié n e s tá lejo s de la s id e a s de M o n tesquieu so b re la
d e sp o b la c ió n ; o d e la s de B u ffo n so b re “el e sta d o e sta c io n a rio ”,
a s í com o d e la s d e los e c o n o m ista s ric a rd ia n o s so b re l a le y d e l re n ­
d im ie n to n o p ro p o rc io n a l. “L a tie r r a , dice, n o es m a d r a s tr a en
n in g u n a p a rte , cu a n d o m enos en n u e s tro s c lim a s . . . la e ste rilid a d
sólo a p a re c e p o r c u lp a d e lo s h o m b res” .
S i h a y d esp o b lació n e n F r a n c ia , M ira b e a u l a a trib u y e a la s s i­
g u ie n te s c a u s a s : l 9 la p re p o n d e ra n c ia d e la s g ra n d e s p ro p ie d a d es
“Los g ra n d e s p ro p ie ta rio s ah o g a n a lo s pequeños, com o lo s g r a n ­
des peces d e u n e sta n q u e d e v o ra n a lo s ch ico s” ; 2’ la c e n tra liz a c ió n
u rb a n a y e l a u se n tism o de lo s p ro p ie ta rio s , d el q u e M ira b e a u hace
u n a sev e ra c r ític a ; 3* e l d e sp o tism o . “ J a m á s s e r á n u m ero so u n
pu eb lo tir a n iz a d o ” ; 4? la p o lític a fiscal y a n o n a r ia q u e r e s trin g e
los m ercad o s p a r a la a g r ic u ltu r a e im p id e q u e lo s p rec io s se a n r e ­
m u n e ra tiv o s ; 5’ l a elevación de l a ta s a d e in te r é s ; 6’ e n fin, e l des­
p erd icio de te r r ito r io s p ro d u c tiv o s, r e s u lta n te d e l a excesiva ex­
te n sió n de p a rq u e s, a v e n id a s y ja rd in e s d e recreo. “ E s ta m a n ía de
lo s g ra n d e s cam in o s d e in m e n sa lo n g itu d , m u ltip lic a d o s h a s ta lo
in fin ito , c u e sta d o s p ro v in c ia s a l E s ta d o ”. M ira b e a u in s is te so b re
e ste p u n to con p a r tic u la r e n e rg ía ; 79 el lu jo , a l q u e d is tin g u e del
fa s to co n d e n a n d o a l p rim e ro (n ecesid ad es ficticias, g a sto s irra z o ­
n a b les o d esp ro p o rc io n a d o s con l a r e n ta ) ; p ero ju stific a n d o a l se­
g undo, p o r el q u e e n tie n d e lo que S a n to T o m ás lla m a b a m agnifi­
cencia. A l r e s tr in g ir en provecho d e u n o s c u a n to s el consum o de
l a m asa, el lu jo “seca en l a ra íz e l g erm en de nuevos c iu d a d a n o s” .
M e tá fo ra e x tr a ñ a , p ero en érg ica. “E s c ie rto , a ñ a d e , que m ie n tra s
136

m ás consum o h a y en u n E s ta d o , m ás p o deroso s e rá t a l E s ta d o ;
p ero h a y que e n te n d e r b ien e ste p rin c ip io ” . E s d ecir, se n ec e sita n
m uchos co n su m id o res y no m u c h a s riq u e z a s c o n su m id as p o r u n
pequeño n ú m e ro de co n su m id o res. E n e ste caso M irab eau ad m ite,
como los m e rc a n tilis ta s , que h a y q u e p re d ic a r a los in d iv id u o s la
p a rsim o n ia en su econom ía p riv a d a . C o n sid e ra que la su m a de
s u b siste n c ia s p o r u n a p a rte , y la m e d ia in d iv id u a l p o r la o tra ,
son dos té rm in o s que d iv id id o s, el p rim e ro e n tr e el segundo, d a n
l a c ifra de la población . P u n to de v is ta u n ta n to e stre ch o que Ques-
n a y rectificó después, y que el p ro p io M ira b e a u a b an d o n ó a l con­
v e rtirse al fisio cratism o , en su P h ilo so p h ie rurale. E n cam bio, M i­
ra b e a u in d ic a , sin in s is tir d em asiad o , o tr a consecuencia del lu jo ,
en este caso d ire c ta m e n te p e rju d ic ia l a la p o b la c ió n : la re stric c ió n
v o lu n ta ria de la n a ta lid a d p ro v o cad a p o r el deseo del in d iv id u o
de a se g u ra rs e u n a v id a m ás cóm oda y fácil.
Como m edio d e re m e d ia r la d espoblación, el A m i des hom m es
recom ien d a, a n te to d o, m ed id as fa v o rab les a la a g ric u ltu ra . “ A m ad,
h o n ra d la a g r ic u ltu r a ”, re p ite sin cesar. Q u iere que se devuelva a
la p ro p ie d a d t e r r i t o r i a l su p re stig io so cial y p o lítico , que se lu ­
che c o n tra el u rb a n ism o y el au sen tism o . S u id e a l p o lítico , opues­
to a l de la b u rg u e sía m e rc a n tilis ta , es el de u n a m o n a rq u ía fe u d a l
y a g r a r ia a p o y a d a en u n a n obleza te r r a te n ie n te y re sid e n te , y en
u n a clase c a m p e sin a p ró sp e ra , lib e ra d a de la co rvea de im p u esto s
q ue la a b ru m a n .
E l te rc e r lib ro de la o b ra co n tie n e u n la rg o e in te re s a n te c a ­
p ítu lo sobre la colonización. “E l m u n d o e n te ro , dice M irab eau , sólo
se h a po b lad o con c o lo n ias” . P e ro h a y u n a r te de co lo n izar que
“a ú n e stá , seg ú n creo yo, en su m ás im bécil in fa n c ia ” . Se coloniza
y a sea p o r e s p ír itu de d o m in ació n , y a sea p o r e s p íritu de com er­
cio, y a sea, en fin, p o r e s p ír itu fa v o ra b le a la población. P e ro los
dos p rim e ro s com p ro m eten a l te rc e ro , q u e es, p a ra M irab eau , al
que h a y que c o n s a g ra rse a n te to d o . E n p rim e r lu g a r h a y que po­
b la r la s co lo n ias, en vez de t r a t a r de e x p lo ta rla s in m e d ia ta m e n te .
“ Creo que con e lla s sucede lo m ism o que con u n cam po, al que p r i ­
m ero h ay q u e d e sm o n ta r, a r a r , a b o n a r y se m b ra r a n te s de p o d er
reco g er a lg o ” . P o b la r la s co lo n ias es, “en consecuencia, u n a nece­
s id a d a b s o lu ta ”. N ecesid ad económ ica y ta m b ié n p o lític a . N os
lla m a la a te n c ió n leer, en u n a o b ra p u b lic a d a el añ o m ism o en
137

que com enzó la g u e r r a de sie te añ o s, e s ta f r a s e p ro fè tic a r e la ti­


v a a la s co lo n ias fra n c e s a s d e e n to n c e s : “N o e s tá n s itu a d a s de
m a n e ra que nos p e rm ita n d is f r u ta r la s la rg o tie m p o en el esta d o
en que se e n c u e n tra n ” . E l tr a ta d o de 1763 confirm ó la e x a c titu d
de e s ta o p in ió n de M irab eau . A ñ a d ía que p a r a im p u ls a r la coloni­
zación en p rim e r lu g a r se n e c e sita b a , re n u n c ia n d o a los e rro re s del
p a c to colonial, a d o p ta r u n ré g im e n de co m p le ta lib e r ta d de ex p o r­
ta c io n e s e im p o rta c io n e s.
M ira b e a u es u n o de los eco n o m istas q u e a n te s de M a lth u s com­
p re n d ie ro n m ás c la ra m e n te la fu e rz a d el p rin c ip io de p o b la c ió n ;
lo co n sid e ra lo su ficien tem en te p o d ero so p a r a no q u e d a r a n iq u ila ­
do p o r la s c a tá s tro fe s a c c id e n ta le s, y p a r a que no p u e d a se r lim i­
ta d o en su ex p a n sió n si no es p o r la c a n tid a d de su b sisten c ia s. P a r a
él siem p re h a y los h o m b res que p u ed en s e r a lim e n tad o s. P e ro la
d ife re n c ia c o n siste en que p a r a M ira b e a u e s ta s su b siste n c ia s p u e ­
den a u m e n ta r in d efin id am en te. T ien e u n a confianza y a to ta lm e n ­
te fisió c ra ta , en el p o d e r p ro d u c tiv o de la a g ric u ltu ra . F e rv ie n te
p a r tid a r io del d e sa rro llo de la p o b lació n , no e x p e rim e n ta in q u ie ­
tu d e s p o r el p o rv e n ir, y p a re c e a d m itir u n d e sa rro llo sin lím ite s
de la a g r ic u ltu r a y de la població n .
M ie n tra s que M ira b e a u p re s e n ta su s id e a s so bre la población
en u n a o b ra c o n sa g ra d a a e ste te m a , su ilu s tr e con tem p o rán eo
Q u esnay (1694-1774) en n in g u n a p a r te ex pone la s su y a s de m an e ­
r a siste m á tic a . E s tá n d isp e rs a s en sus d iv erso s e sc rito s (5 ), en
d o n d e h a y que b u s c a rla s p a r a c o o rd in a rla s. E s lo que h a hecho
A. L a n d ry en el e stu d io que m e lim ita r é a re s u m ir (6 ).
E n tr e los te x to s que he c ita d o h a y a lg u n o s c u y a n a tu ra le z a co­
lo ca a Q uesn ay e n tr e los p a r tid a r io s del d e sa rro llo de la p o b la­
ción. D e p lo ra la s p é rd id a s de p o b lació n q u e F r a n c ia s u frió e n tre
1650 y 1750, y d e c la ra que si el n ú m e ro de h o m bres d ism in u y e en
u n a te rc e r a p a r te en u n E s ta d o , la s riq u e z a s d is m in u irá n en dos
te rc e ra s p a rte s , p u es m ie n tra s m á s h om bres h a y en u n re in o de
te r r ito r io ex ten so y fé rtil, m ás riq u e z a s h a b r á (7 ).

(5) Especialmente el Tableau économique, el Droit naturel, las Maxi­


mes genérales du gouvernement, etc.
(6) Les idées de Quesnay sur la population, Bevue d ’Histoire des Doc­
trines Economiques, 1909.
(7) Œuvres de Quesnay, edie. Oncken, p. 206, 245, 246, ete.
138

P e ro m uchos o tro s te x to s p a re c e n m o s tr a r q u e p a r a Q uesnay


es la p o b lació n la que d ep en d e de la s riq u e z a s y n o é sta s de aq u é­
llas. C ree que l a p o b lació n a u m e n ta m á s b ie n p o r la s re n ta s que p o r
la p ro p a g a c ió n m ism a de la n ació n . Se n e c e s ita n riq u e z a s p a r a te ­
n e r hom bres. Los h o m b res sólo se m u ltip lic a n con el so co rro de la s
riq u e z a s ; e l g o b iern o n o tie n e que o c u p a rse m ás q u e d e la m u lti­
p lic ac ió n d e é s ta s y n o de l a d e a q u é lla . U n a n a c ió n sie m p re cree
que no tie n e h o m b res su ficien tes, p e ro n o p e rc ib e que los hom bres
no a b u n d a n en u n p a ís s i n o p u ed en v iv ir con h o lg u ra y en la m e­
d id a d e la s p ro d u c c io n e s a n u a le s y de lo s in g reso s. Los m e rc an ti-
lis ta s to m a n el efecto p o r l a ca u sa . L a p o b lació n n o tie n e n ecesi­
d a d d e estím u lo s p u e s n o tie n e m á s lím ite s que los de la s su b sis­
te n c ia s y tie n d e sie m p re a so b re p a sa rlo s (8 ).
T am b ién el p e n sa m ie n to d e Q uesnay, c u y a ex p resió n fre c u e n ­
te m e n te es o b s c u ra — lo sabem os— p a re c e a veces q u e d a r indeciso
e n tre am bos p u n to s de v is ta o a firm a rlo s a la vez. E l re sta b le c i­
m ie n to de lo s c u ltiv o s y el a u m e n to de la p o b la c ió n deben i r ju n ­
tos. P e ro en re a lid a d , q u ien in te r p r e ta esto s d ife re n te s p a sa je s de
a c u e rd o con l a te o r ía g e n e ra l de Q u esn ay d e d u c irá , como L a n d ry ,
que p a r a é l la riq u e z a e s tá a n te s que la p o b lació n . E l p rin c ip io de
to d o p ro g re so es el a u m e n to d e la s re n ta s . S i los hom bres p e rp e ­
tú a n la s riq u e z a s, es n ecesario , en p rim e r lu g a r, que c ie rta a b u n ­
d a n c ia p e rm ita el crecim ien to de la p o b lació n . N o se t r a t a , p u es,
de u n a te n d e n c ia en fa v o r de la p o b lació n en el s e n tid o m e rc a n ti-
lis t a ; es decir, n a d a de e stím u lo s d ire c to s y le g isla tiv o s a la p o ­
b lación, sino u n a te n d e n c ia que c o n siste en c re e r que la a b u n d a n ­
c ia de la p o b lació n , u n a vez o b te n id a g ra c ia s a u n au m e n to de r i ­
queza, debe te n e r felices efecto s so b re la p ro d u c c ió n p o ste rio r, no
sólo p o rq u e lo s h om bres tr a b a ja n , sin o p o rq u e consum en y (te o ­
r ía fisió c ra ta esen cial) el consum o so stie n e el p recio de los a r ­
tículos.
L a te o ría de Q uesnay, como L a n d ry o bserva, p o sib lem en te no
sea m uy ló g ica, p u e s “si el a u m e n to de l a p o b lació n , como re s u l­
ta n te d e u n a n te r io r a u m e n to de riq u e z a s, p u ed e y debe c a u s a r u n
nuevo a u m e n to de riq u e z a s, ¿ p o r qué no h a b ía de te n e r el m ism o
efecto si se h a o b ten id o de c u a lq u ie r o tr a m a n e r a . . . ? Q uesnay,

(8) Qp. cit., p. 187, 246, 269, 398, 579, 635, etc.
139

p o r lo d em ás, a d m ite e x p re sa m e n te q u e u n a d esp o b lació n accid en ­


ta l, com o l a q u e r e s u lta d e u n a g u e rra , p ro v o ca u n a d ism in u c ió n
de la p ro d u cció n . E n t a l caso, ¿ p o r q u é u n a u m en to a c c id e n ta l de
la po b lació n no te n d r ía efecto in v e rs o ? ” (9)
¿ D e q u é m a n e ra a u m e n ta r la s riq u e z a s p a r a a u m e n ta r la po­
b la c ió n ? L a re s p u e s ta se d ed u ce fo rz o sa m e n te d e l a d o c trin a ge­
n e r a l de Q u esn ay so b re l a p ro d u cció n . S abem os q u e p a r a él sólo
el tr a b a jo a g ríc o la es p ro d u c tiv o , y lo s d em ás e sté rile s. E sté r ile s ,
lo que n o q u ie re d e c ir in ú tile s , y a q u e p u e d e n s e r ú tile s, e in c lu so
in d isp e n sa b le s. P e ro n o a u m e n ta n e l v a lo r d e lo s bienes a lo s que
se les .ap lica, m á s de lo que e sto s ú ltim o s c u e sta n . Sólo el tra b a jo
a g ríc o la d a u n p ro d u c to n e to , u n beneficio. P a r a “d a r a l p e n sa ­
m ie n to de Q u esn ay to d a s u fu e rz a ” , d ice con ra z ó n L a n d ry , h a y
que e n te n d e r q u e sólo p o r m edio d e la a g r ic u ltu r a se p u ed e p ro v o ­
c a r u n a u m e n to de la p o b lació n , p u e sto q u e t a l a u m e n to exige que
e x is ta a n te s u n a u m e n to de r e n ta s, y sólo la a g r ic u ltu r a p ro d u c e
r e n ta s en el s e n tid o fis ió c ra ta d e la p a la b ra . L a in d u s tr ia no p u e­
de d e s a rro lla rs e m ás que com o co n secu en cia de u n d e sa rro llo p re ­
vio de la a g r ic u ltu r a , q u e p a g a , con su s r e n ta s , lo s tr a b a jo s d e los
a rte s a n o s y c o m e rc ia n te s; p o r o t r a p a r te , desd e q u e h a n au m e n ­
ta d o la s r e n ta s g ra c ia s a la a g r ic u ltu r a , l a in d u s tr ia fo rzo sam en ­
te se d e s a rro lla rá . C a d a vez q u e se p re te n d a d e s a rr o lla r a la in ­
d u s tr ia a e x p e n sa s de la a g r ic u ltu r a , a fe c ta n d o , p o r ejem plo, los
c a p ita le s q u e é s ta n e c e sita , n o se h a r á m á s que d is m in u ir el to ta l
de in g reso s y la p o b lació n , y p e rju d ic a r a l a p ro p ia in d u s tria . Si
el ra z o n a m ie n to de Q u esn ay es d em asiad o a b so lu to , no p o r ello
m erece m enos n u e s tr a aten ció n .
H a y que o b se rv a r q u e p a r a Q u esn ay la v e n ta ja de la a g ric u ltu ­
r a desde el p u n to de v is ta de la p o b lació n , no re sid e ú n ica m e n te
en el hecho d e que es ella, y no la in d u s tr ia , q u ien c re a m a te ria s
a lim e n tic ia s p a r a el hom bre, sin o en el de que ta m b ié n es la que
c re a el v alo r. E s u n ra sg o e se n c ia l de su fisio cracia el p re o cu p a rse,
a n te to d o , d el v a lo r de los p ro d u c to s a g ríc o la s, de su p recio, que
debe se r re m u n e ra tiv o ; u n a n ac ió n en d o n d e los a rtíc u lo s a g ríc o ­
la s tie n e n b a jo s p recio s es, p a r a él, u n a n a c ió n pobre. L a o p u len ­
cia c o n siste en la c o e x iste n c ia de la a b u n d a n c ia con la c a re stía .

(9) Op. dt., p. 48.


140

S i la a b u n d a n c ia p ro v o ca la re d u c c ió n de los p recio s, los in g reso s


se a n iq u ila n , y como consecuencia, la p o b lació n languidece. E s ta
es u n a de la s te sis m enos fá c ilm e n te com pren sib les, pero m ás o ri­
g in a le s y m ás c a ra c te rís tic a s de la fisiocracia. E s la que conduce
a Q u esnay a l lib e ra lism o , p a rtic u la rm e n te en m a te ria de cam bios
in te rn a c io n a le s , p u e s si p re te n d e que se p u ed en e x p o r ta r lib re m e n ­
te los a rtíc u lo s a g ríc o la s, no es ú n ic a sino p rin c ip a lm e n te porque
e s ta e x p o rta c ió n im p id e q u e su s p recio s b ajen , so sten ien d o y a u ­
m e n ta n d o a sí los in g reso s. D e e s ta m a n e ra , la e x p o rta c ió n de los
“ a rtíc u lo s d el su elo ” fav o rece a la p o b lació n , en lu g a r de im p e d ir
su d e sa rro llo como lo c re ía n lo s m e rc a n tilis ta s .
E n consecuencia, lo que h a y que te n e r en c u e n ta , a n te to d o , es
el valor de la p ro d u cció n . P e ro h ay que i r m ás a llá , pues lo que
Q u esnay d esea no es ta n to la p ro d u c c ió n de bienes con g ra n v alor,
sino que e x is ta u n am p lio m a rg e n e n tr e el v a lo r p ro d u cid o y los
g a sto s de p ro d u cció n , es d e c ir, u n fu e rte p ro d u cto n eto . C o n sid era
beneficiosa p a r a , el E sta d o to d a d ism in u ció n del n ú m ero de hom ­
bres ocup ad o en el cu ltiv o de g ra n o s, siem p re que el p ro d u c to no
varíe. Todo tr a b a ja d o r que no crea p ro d u cto n e to no le in te re sa .
De este m odo, Q u esn ay lleg a a la s sig u ie n te s p ro p o siciones de a p a ­
rie n c ia u n poco c o n tra d ic to ria : 1» un m a y o r in g reso n eto p erm ite
u n a p o b lació n m ás a b u n d a n te ; 29 e ste m ay o r p ro d u c to neto se ob­
tie n e, frec u e n tem e n te , red u c ie n d o el n ú m ero de p ro d u c to re s. P o r
o tr a p a rte , exig e y éste es u n p u n to im p o rta n te de la d o c trin a fisio-
c rá tic a , que se concedan im p o rta n te s a n tic ip o s a la tie r r a . Q ues­
n a y sólo sie n te desp recio p o r el tra b a jo de los pequeños g ra n je ro s
sin c a p ita l su ficien te. Y p a r a que los a n tic ip o s a la a g r ic u ltu ra
sean lo su ficien tem en te fu e rte s, es n ecesario que la c irc u lac ió n de
riq u e z a s e s té re g la m e n ta d a de t a l m a n e ra que v u elv an a la clase
p ro d u ctiv a . D el m o n to de los a n tic ip o s a la a g r ic u ltu ra depende
el p ro d u c to n e to , y de éste la población.
Com o m uchos de su s co n tem p o rán eo s, Q uesn ay c re ía en u n a
fu e rte desp o b lació n de la F r a n c ia de su tiem po, es d ecir, de m e­
d ia d o s del siglo X V I I I . A d m ite que la p o b lació n del rein o e ra sólo
de 16 m illo n es de alm a s, c o n tra 19 y m edio en 1701 y, p ien sa él,
de 24 m illo n es h a c ia 1650. O b serv aríase, pues, u n a elev ad ísim a d is­
m in u ció n en el cu rso de esos ú ltim o s cien años, e n tre la m ita d del
siglo X V I I y la d el siglo X V I I I . S i sucedió así, se debió a u n a
141

" d e g ra d a c ió n ” de la a g r ic u ltu r a , de la que Q u esnay tr a z a u n som ­


brío c u a d ro en su s p rim e ro s e sc rito s económ icos, los a rtíc u lo s G ran­
jero y C ereales e s c rito s p a r a la E n ciclo p ed ia. E s ta d eg rad a ció n ,
a su vez, la a trib u y e a la acció n de u n c o n ju n to de cau sas, siendo
la s p rin c ip a le s : l 9 el im p u esto m al e stab lecid o (sabem os la s - p r e ­
fe re n c ia s fisio c rá tic a s p a r a el im p u esto d ire c to y único so bre la
re n ta de los p ro p ie ta rio s te r r ito r ia le s ) , a r b itr a r io e in d e te rm in a ­
d o ; S9 la m ilic ia y la s c o rv e a s; 39 la s tr a b a s a la a g r ic u ltu r a (p ro h i­
b ición de p la n ta r v iñ e d o s . . . ) ; 49 la s tr a b a s a l com ercio de los a r ­
tíc u lo s a g ríc o la s ; 59 el u rb a n ism o que re d u c e los a n tic ip o s a g ríc o ­
las, d e s a rro lla el m al lu jo , el "lu jo d e c o ra tiv o ” , op u esto a l “lu jo
de su b siste n c ia ” que es benéfico p o rq u e so stien e lo s precios de los
a rtíc u lo s del suelo. A ñ a d a m o s la s g ra n d e s fo rtu n a s m uebles, que
d esvían p a r te d el in g reso a n u a l de la n a c ió n ; los e m p ré stito s de
E s ta d o que c o n trib u y e n a c re a r e sas f o r tu n a s “p e c u n ia ria s ” , etc.
¿ E x iste , p a r a Q uesnay, u n a re la c ió n fija e n tre la s riq u ez as y
Ja p o b la c ió n ? A lg u n o s te x to s p a re c e n in d ic a rlo . N os dice, casi
como M irab eau , que los re in o s e s tá n p o b lad o s en ra z ó n de su s r i ­
quezas. In c lu so p a re c e e x p re s a r a veces u n a concepción a n á lo g a
a la de la ley de b ro n ce y la id e a de que el p recio com ún de los
a rtíc u lo s de p rim e ra n ecesid ad (p rin c ip a lm e n te el trig o ) d e te r­
m in a los s a la rio s de los ob rero s. E sc rib e , in clu so , que la p ro p a g a ­
ción de los h o m b res se e x tie n d e m ás a llá de la s riq u e z a s; dicho de
o tr a m a n e ra , que no tie n e m ás lím ite s que la s su b siste n c ia s y que
siem p re tie n d e a so b re p a sa rlo s, lo que h ace que en to d a s p a rte s
h a y a ho m b res en la in d ig e n c ia y q u e n o rm a lm e n te los s a la rio s es­
té n re d u c id o s a l m ín im u m de ex isten cia.
P e ro no se deduce de esto , p a r a Q uesn ay , que h a y a u n a r e la ­
ción fija e n tr e la p o b lació n y la s r iq u e z a s ; e s ta re la c ió n v a ria rá
con la s v a ria c io n e s del p ro d u c to n e to y con el d e sa rro llo m a y o r o
m en o r del lu jo . P o r o tr a p a rte , el m ism o Q u esn ay c o rrig e la fó rm u ­
la del s a la rio m ínim o y de la ley de bronce, h acien d o o b se rv a r que
e ste m ínim o es m ás o m enos b a jo seg ú n los p aíses, y que el sufi­
c ien te p a r a u n tr a b a ja d o r chino es m u y in fe rio r a l que u n tr a b a ­
ja d o r eu ropeo c o n sid e ra in d isp en sab le.
L a re la c ió n d e la p o b lació n con la s riq u e z a s es, pues, v ariab le.
A cep tad o esto, ¿ c u á l es la re la c ió n cuyo e sta b lec im ien to debem os
d e se a r? L a o p in ió n de Q uesnay es que no h a y que p re te n d e r a
142

to d a co sta la q u e p e rm ite l a c if r a d e p o b lació n m ás elevada. E n


c ie r ta m e d id a a l m enos (q u e n o p re c is a ), m ás v ale te n e r u n a p o ­
b lació n m enos d e n sa con u n n iv el m ás elevado d e b ie n e sta r m edio.
P o r lo d em ás, la p o b la c ió n de u n p a ís —y en consecuencia la
d e to d a la t i e r r a — n o p u ed e so b re p a s a r c ie rto lím ite. H a y u n m á ­
xim o de la p ro d u c c ió n y de l a població n . C u an d o se lleg a a é l y
el au m en to d e l n ú m e ro de h o m b res am en a z a d is m in u ir su nivel de
ex iste n c ia h a s ta lo “rig u ro sa m e n te n e c e sa rio ” , h a y que r e c u r r ir
a la colonizació n (que, p o r lo d em ás, no es m á s que u n rem edio
a u n a so b rep o b lació n lo c a l) o a leyes re s tr ic tiv a s del m atrim o n io ,
como la s q u e Q u esn ay s e ñ a la e n tre lo s in cas.
S i el siste m a de id e a s de Q uesn ay so b re la p o b lación p o sib le­
m e n te no e s tá p e rfe c ta m e n te lig ad o , es sin d u d a p o rq u e el g ra n f i­
s ió c ra ta , e s p ír itu m ucho m ás r e a lis ta y m ucho m enos siste m á tic o
de lo que su e le decirse, se coloca, sob re to d o , en u n p u n to de v ista
n a c io n a l y p rá c tic o . A e ste re sp e c to se a sem eja a su s a d v e rsa rio s
lo s m e rc a n tilis ta s . L a s itu a c ió n p a r tic u la r de F ra n c ia , y de la
F r a n c ia agrícola* de su tiem p o , es la que to m a en cu e n ta. L a in te n ­
ción de re m e d ia r lo que a su s o jo s te n ía de in co n v en ien te es lo que
lo im p u lsa a b u s c a r la s leyes económ icas de la población. Y p u e sto
que se p re o c u p a p o r u n a s itu a c ió n p a r tic u la r , m ás a ú n , a n o rm a l
p a r a él, de la que t r a t a de s a lv a r a l p a ís que e s tu d ia , F ra n c ia , n a ­
d a tie n e d e asom broso q u e a veces lleg u e a conclusiones de a p a ­
rie n c ia sin g u la r. Com o p o r ejem plo, seg ú n L a n d ry , la te o r ía que
concede m a y o r im p o rta n c ia “a l b uen p re c io ” de los a rtíc u lo s que
a la c a n tid a d de lo s m ism os, y seg ú n la cu al la a b u n d a n c ia de és­
to s sin el “b u e n p re c io ” no s ig n ific a n in g ú n beneficio p a r a la n a ­
c ió n ; te o ría m ás s in g u la r a ú n , cu an d o se o b serva que Q u esnay
co n sid e ra e ste “b u en p re c io ” como im p o rta n te , no sólo con re la ­
ció n a los cam bios con el e x tra n je ro , sin o con re la c ió n a l com ercio
in te rio r. E s q u e p a r a él m ie n tra s m ás elevado es el precio de los
a rtíc u lo s , m ás a u m e n ta n los in g re so s y p e rm ite n a su s titu la r e s
h a c e r t r a b a j a r y v iv ir a m a y o r n ú m ero de ob rero s. Se puede obje­
t a r a esto que lo q u e c u e n ta es la c a n tid a d de p ro d u c to s, y que si
é s ta a u m e n ta , la m a y o r o fe rta de su b siste n c ia p ro v o c a rá u n a u ­
m en to c o rre la tiv o de la p oblación.
P e ro Q u esn ay en v a ria s ocasiones p arece re c h a z a r e s ta m a ­
n e r a de r a z o n a r y n o a d m itir que el a u m e n to de p ro d u cció n pro-
143

voque, p o r sí solo, e l a u m e n to de p o b lació n . P a r a él, la o fe rta de


su b siste n c ia s no b a s ta , como lo cree M a lth u s, p a r a a s e g u ra r inm e­
d ia ta m e n te u n a d e m a n d a c o rre sp o n d ie n te p o r m edio de u n exce­
d e n te de n a ta lid a d ; m ie n tra s que si los p ro p ie ta rio s tie n e n m ás
in g reso s p a r a g a s ta r , c o m p ra rá n m ás m e rc a n c ías m a n u fa c tu ra d a s ,
p a g a rá n m ás s a la rio s y p ro v o c a rá n , así, u n a u m e n to de población.
S in em b arg o , su p e n sa m ie n to e s tá lejo s de se r cla ro , y es posible
que h a y a te n id o sim p lem en te la id e a de que de la se g u n d a m a n e ra
este au m e n to e ra m ás rá p id o que de la p rim e ra , y a que se p o d ía
o p e ra r in m e d ia ta m e n te p o r la in m ig ra c ió n , y no le n ta m e n te p o r la
n a ta lid a d . P o r o tr a p a r te , e s ta concepción de Q u esnay in d u d a b le ­
m e n te que no es a c e rta d a (1 0 ), p u es si h a y a lz a de precio s sin a u ­
m en to de la c a n tid a d de a rtíc u lo s , el a u m e n to de in g re so s de los
p ro p ie ta rio s y de l a d e m a n d a de m an o de o b ra, in clu so el d e los
s a la rio s en d in ero , no p e rm ite a u m e n to de p o b lación, p u esto que
lo s sa la rio s rea les no h a n a u m e n ta d o , p re c isa m e n te p o r el hecho
de la c a re s tía de los a rtíc u lo s.
P e ro Q u esn ay tie n e u n segundo m otivo, según L a n d ry , p a ra
d e fen d e r lo s “buenos p re c io s” . E s q u e sólo é sto s p e rm ite n el a u ­
m en to de los a n tic ip o s a g ríc o la s y el a u m e n to de la r e n ta de las
tie r r a s , d el p ro d u c to n e to que es su consecuencia. U n a u m en to de
a n tic ip o s a g ríc o la s d a u n a u m e n to de in g reso s, m ie n tra s que en
o tr a ra m a de la p ro d u c c ió n no se p ro d u c irá — según Q uesnay—
algo sem ejan te. P e ro él m ism o reconoce que h a y que colocarse en
la h ip ó te sis esp ecial de u n a n a c ió n c u y a a g r ic u ltu r a necesite ex­
te n d e rse y m e jo ra rse .
E s in te re s a n te u n a co m p aració n e n tre la te o ría de Q uesnay y
la de su co n tem p o rán eo C a n tillo n .
P a r a éste, se p u ed e d e c ir que la p ro d u c c ió n condiciona la po­
b lació n , p ero no la d e te rm in a . C onociendo la p ro d u cc ió n de un
p a ís no se conoce, ipso f a d o , la c ifra de s u p oblación. E s ta d epen­
d e del género de v id a a l que e s tá n h a b itu a d o s su s h a b ita n te s y, de
hecho, sobre to d o del de lo s p ro p ie ta rio s q u e m a n e ja n la p ro d u c ­
ción. E sto s, t a n p ro n to p o d rá n u s a r la t i e r r a d ire c ta m e n te, p a ra
su beneficio, como p a r a p a g a r con su s p ro d u c to s a los o b rero s y
a rte s a n o s a cam bio de su s servicios. “D e e ste m odo, lo s g u sto s de

(10) Landry, op. cit., § XXIII.


144

lo s p ro p ie ta rio s e je rc e rá n u n a in flu e n c ia sob re la población. Los


p ro p ie ta rio s ¿ g u s ta n de los ca b a llo s” (1 1 ), o de la caza, de los
g ra n d e s p a rq u e s ? S e rá n e c e sa ria u n a g ra n e x te n sió n de tie r r a p a ­
r a p ro p o rc io n a r la a lim e n ta c ió n de los cab allo s o p a r a c r ia r la s
p iezas de c a z a ; t i e r r a a r r e b a ta d a a la p ro d u cció n , a los a rtíc u lo s
consum idos p o r el hom bre. Si el g u sto de los p ro p ie ta rio s va a
la s m erc a n c ías de m an o de o b ra , h a r á n g ra n d e s g a sto s en sa la rio s
y se p ro d u c irá trig o p a r a a lim e n ta r a lo s h o m b res en lu g a r de fo ­
r r a je p a r a los caballos.
Como consecu en cia de e sta s concepciones, vemos que C an ti-
llo n so stien e que “el lu jo d e c o ra tiv o ” es fa v o ra b le a la población,
y el lu jo “de s u b siste n c ia ” d e sfa v o ra b le ; asim ism o, so stien e que la
p o b lació n se v e rá fa v o re c id a con la e x p o rta c ió n de m erca n cías de
m ano de o b ra y e s to rb a d a p o r la de los a rtíc u lo s del “suelo” . E n
e sto s d ife re n te s p u n to s, Q u esn ay es c o n tra rio a la te o ría de Can-
tillo n .
C o n sid era, como M irab eau , que el lu jo de su b siste n c ia es be­
néfico. U n am p ljo consum o de p ro d u c to s del suelo p ro d u ce g a n a n ­
cias m ayo res a los a g ric u lto re s, les p e rm ite a u m e n ta r sus a d e la n ­
to s y hace p o sib le u n p ro d u c to n e to m ás elevado, cosas que no se
consiguen con el lu jo “d e c o ra tiv o ” . P e ro esto sólo es sostenible,
dice L a n d ry , si se t r a t a de u n p a ís en que la s itu a c ió n de la a g ri­
c u ltu ra sea ta l, que u n a u m e n to de los a d e la n to s a e lla dé m a y o r
re n d im ie n to que u n a u m e n to d e los a d e la n to s a la in d u s tria . P o r
co n sig u ien te, Q uesn ay se re fie re a u n caso p a r tic u la r.
Podem os, sin em bargo, o b je ta r a L a n d ry que e ste caso que le
p a re ce p a r tic u la r , p a r a Q uesn ay e ra g e n e ra l, p u esto que no a d ­
m ite que la in d u s tria , c u a le sq u ie ra que sean los a n tic ip o s que se
le concedan, p u e d a p ro p o rc io n a r u n p ro d u c to neto.
¿T a m b ié n e sta b a p reo cu p ad o Q u esn ay p o r la situ a c ió n p a r t i ­
c u la r de F ra n c ia , cu an d o , desde el p u n to d e v is ta de la población,
d a p re fe re n c ia a la e x p o rta c ió n de los a rtíc u lo s del suelo sobre
lo s de m ano de o b ra ? Sí, seg ú n L a n d ry , p o rq u e co n sid erab a que en
la F ra n c ia de en to n ces se h a b ía ro to el e q u ilib rio en d e trim e n to
de la a g ric u ltu ra . A dem ás, vem os que Q u esn ay reconoce que la
e x p o rta c ió n de los a rtíc u lo s a g ríc o la s p u ed e ser, en o tra s condicio-

(11) Landry, op. cit, $ X X V .


145

nes, p e rju d ic ia l a la població n . Su te sis p reced en te, p o r ta n to , era


u n a te sis de eco n o m ista r e a lis ta , que ra z o n a sobre u n caso n a cio n al
esp ecial y no sobre u n a h ip ó te sis g en e ra l. P o sib lem e n te, tam b ién ,
Q uesnay , e s p ír itu p ro fu n d o y p e n e tra n te , p ero com plicado y un
ta n to to rtu o s o — cu an d o m enos en la ex p resió n — , no e s tá siem pre
a salvo de co n trad iccio n es. S u d o c trin a de la p o blación, como
o tra s p a rte s de su o b ra, es u n a d o c trin a que no se d e s a rro lla en
o rd e n , en lín e a re c ta , sin o que in clu y e ro d eo s y a firm a c io n e s que
la glosa tra b a jo s a m e n te concilia. Lo q u e es c ie rto , a l fin y a l cabo,
es que e s tá re g id a p o r la d o c trin a fis io c rá tic a esencial, la del p ro ­
d u c to n e to p u ra m e n te a g ríc o la , y p o r la y a m enos g en eral, pero
ta n esp ecíficam en te fis io c rá tic a como la o tra , de la necesid ad de
los “buenos p re c io s” .
L os d isc íp u lo s o rto d o x o s de Q uesn ay re p ro d u je ro n su s id eas
so b re la p o b lació n , como la s o tra s , tr a ta n d o de siste m a tiz a rla s y
e n c a d e n a rla s en o rden. L e M ercier de la R iv ière (1720-1794) lo hizo
en su O rdre n a tu r e l e t e sse n tie l des S o c ié té s p o litiq u es (1767)
(1 2 ), u n a de la s dos p rin c ip a le s exposiciones d id á c tic a s de la f i­
sio c ra cia . T r a t a de la p o b lació n a p ro p ó sito d el im p u esto , y de la
d e m o stra c ió n que p re te n d e h a c e r de lo p e rju d ic ia l de to d o s los im ­
p u e sto s que no sean el fisio c rá tíc o sobre el p ro d u c to neto de los
p ro p ie ta rio s te r r ito r ia le s . P a rtic u la r m e n te c ritic a el im p u esto es­
tab lec id o so b re los c u ltiv a d o re s y el que g ra v a lo s sa la rio s in d u s­
tria le s . L a m a n e ra com o d e m u e s tra su efecto p ernicioso e s tá c la ­
ra m e n te in s p ir a d a en la d o c trin a de Q uesnay. “T oda riq u eza p ro ­
viene de la tie r r a , dice L e M ercier, y sólo la s re p ro d u c cio n es a n u a ­
les pueden p ro v eer los g a sto s, los consum os a n u a le s de la socie­
d a d ” (13). E l im p u e sto que g ra v a a los c u ltiv a d o re s o e m p re sa rio s
a g ríc o la s g ra v a la s riq u e z a s “e sp ecialm en te d e s tin a d a s a los g a s­
to s de re p ro d u c c ió n ” , re s trin g ie n d o así a e s ta ú ltim a ; p o r ta n to ,
es n ecesario “que el consum o, y en consecu en cia la p oblación, d is­
m in u y a n en p ro p o rc ió n ” (1 4 ).
A d em ás de esto, Le M ercier a d m ite , cu an d o m enos p a r a los
a sa la ria d o s de la a g r ic u ltu r a , la lev de bronce. “ L a g ra n c o n c u rre n ­
cia de esto s o b re ro s . . . , dice, so stie n e n ece sa ria m e n te su s sa la rio s

(12) Cap. 32-34.


(13) Op. clt., edic. Geutliner, p. 205.
(14) Ibíd., p. 209.
14«

a l m á s b ajo p re c io p o sib le ; q u iero d e c ir a u n p recio debajo d el cu al


n o se e n c u e n tra m á s q u e l a in d ig e n c ia y la m ise ria , p la g a s siem p re
d e s tru c tiv a s d e la s clases de h o m b res p a r a los que son el e sta d o
h a b itu a l” (1 5 ). E l m a l tie n e q u e i r e n p ro g re sió n g eo m étrica, pu es
“l a d ism in u c ió n d e los a d e la n to s o c a sio n a o tr a en lo s p ro d u c to s ;
y é sta , a s u vez, o c a sio n a o tr a en lo s a d e la n to s ” (1 6 ). “E s ta p é rd i­
d a p ro g re siv a a lte r a p ro g re siv a m e n te la m a sa de p ro d u c to s, la r i ­
qu eza n a c io n a l y la p o b la c ió n ” (1 7 ). D e e ste m odo, la p a r te in d u s ­
t r i a l d e la p o b lació n ta m b ié n se red u ce, y a que la d ism in u c ió n del
in g reso n e to o b lig a a l a clase de los p ro p ie ta rio s a r e d u c ir su s
c o m p ra s de p ro d u c to s de m an o de o b ra , es d ecir, lo s s a la rio s e n tre ­
g ad o s a lo s tra b a ja d o r e s d e l a in d u s tria .
E n c u a n to a e sa clase, d e ja de se r b e n e fic ia ría , como lo exige
la fisio cracia, “ d el m e jo r e sta d o p o sib le en la so cied ad ” ; re n u n c ia
a c o n v e rtir su s riq u e z a s m u eb les en riq u e z a s te r r ito r ia le s y a p r o ­
v eer a los g a sto s d e u n a b u e n a e x p lo tació n . “D e ello p ro v ien e u n a
m u ltitu d d e tie r r a s in c u lta s y la e x tin c ió n p ro g re s iv a de la s re n ta s
n acio n a le s y d e la p o b la c ió n ” (1 8 ).
E l im p ü e sto d ire c to so b re los s a la rio s de l a in d u s tr ia o sobre
la v e n ta de “ co sas co m erciab les” p ro d u c e efectos sem ejan tes. “ C u a­
le sq u ie ra q u e se a n lo s re c u rso s que im aginem os, ja m á s p o d rá n im ­
p e d ir q u e l a d ism in u c ió n d e s a la rio s (p o r el im p u esto ) p ro d u z ca
u n a d ism in u c ió n de in g reso s, y que d e la d ism in u c ió n de re n ta s no
re s u lte u n a n u e v a d ism in u ció n de sa la rio s . Se concibe fác ilm e n te
que a t a l e n c a d e n am ie n to bien p ro n to s e g u irá u n a d ism in u ció n
p ro g re siv a de l a p o b l a c i ó n ...” (1 9 ). Y a s í sucesivam ente, d e m o­
do que el círc u lo no tie n e fin .
E l segundo de lo s g ra n d e s v u lg a riz a d o re s de la fisio c rac ia, D u ­
p o n t de N em o u rs (1739-1817), re su m e b rev em en te la te o ría de
Q u esnay en s u pequ eñ o lib ro D e l’o rig in e e t des p ro g rès d ’u n e scien ­
ce no u velle (1768). U no d e los p a s a je s m ás conocidos de e s ta o b ra
p re c isa la n o ció n fisiO crática d e l a p o b lació n en su re la c ió n con
la a g r ic u ltu r a y el p ro d u c to n eto.

(15) Ordre naturel, p. 212.


(16) Ib íd , p. 211.
(17) Ibíd., p. 213.
(18) Ibíd., p. 217.
(19) I d , p. 234.
147

D esp u és de m o s tr a r q u e “la s p ro d u c c io n e s e s p o n tá n e a s . . . no
b a s ta n p a r a la su b siste n c ia d e u n a p o b lació n n u m e ro sa ” (20) y que
la n a tu ra le z a p re sc rib e lo s c u ltiv o s a l h o m b re y que, p o r o tr a p a r ­
te , ta le s c u ltiv o s im p lic a n d iv erso s a n tic ip o s, d iv id id o s en te r r i ­
to ria le s, p rim itiv o s y a n u a le s, D u p o n t p r o s ig u e : “C uando de la s
cosechas se h a n to m ad o los re in te g ro s de los c u ltiv a d o r e s . . . , ' el
re sto se d en o m in a el p ro d u c to neto.
“ E s te p ro d u c to n eto es la p a r te de la p ro p ie d a d te r r ito r ia l. E s
el p recio de los g a sto s y t r a b a j o s . . . re a liz a d o s p a r a que la tie r r a
p u ed a c u ltiv a rse .
“ M ie n tra s m ás c o n sid e ra b le es e ste p ro d u c to n eto , se rá m ás
v en tajo so s e r p ro p ie ta rio te r r ito r ia l.
“ M ie n tra s m ás v en tajo so sea ser p ro p ie ta rio te r r ito r ia l, se rá n
m ás la s p e rso n a s que co n sa g re n g a sto s y tra b a jo s a c re a r, a d q u i­
r ir , e x te n d e r y m e jo ra r la s p ro p ie d a d e s te r r ito r ia le s .
“ M ie n tra s m ás sean la s g e n te s que e m p l e a n ..., etc., los c u lti­
vos se e x te n d e rá n y p e rfe c c io n a rá n m ás.
“ M ie n tra s m ás se e x tie n d a n y p erfeccio n en los c u ltiv o s, se rá
m a y o r la c a n tid a d de p ro d u c to s consu m ib les q u e re n ac en a n u a l­
m ente.
“ M ie n tra s m ás se m u ltip liq u e n lo s p ro d u c to s consum ibles, los
h om bres p o d rá n p ro c u ra rs e m ay o res sa tisfa c c io n e s y ser, en con­
secuencia, m á s felices.
“ M ie n tra s m á s felices son los h om bres, m a y o r es el au m e n to
de la població n .
“ D e e ste m odo, la p ro s p e rid a d de la h u m a n id a d e n te ra e s tá
lig a d a a l m a y o r p ro d u c to n e to posible, a l m e jo r e stad o posible de
la s p ro p ie d a d e s r u r a le s ” (2 1 ).
E n e s ta c a d e n a de d educciones e x iste n a lg u n a s tra n sic io n e s
u n ta n to d u d o sas. P e ro , cu a n d o m enos, l a te o r ía fis io c rá tic a de la
p o b lació n a p a re c e en e lla n e ta m e n te y re d u c id a a su s té rm in o s
e sen ciale s; l a p o b lació n es c o n sid e ra d a como d e p en d ien te del p ro ­
d u c to n e to , e in d iso lu b le m e n te , de la cond ició n en que se coloca a
la clase de los p ro p ie ta rio s r u r a le s (2 2 ).

(20) Op. cit., p. 12.


(21) ibíd., p. 14.
(22) En otro párrafo (p. 22-26) Dupont resume opiniones análogas a
las de Le Mercier sobre la población y el impuesto.
148

O tro s fis ió c ra ta s , como el a b a te B a u d e a u en su P rem ière I n ­


tro d u c tio n a la P h ilo so p h ie économ ique (1768), ap e n a s to c a n el
p ro b le m a de la p o b lació n , p ero siem p re sig u ien d o a l e s p íritu del
m a e stro , re firié n d o s e a l a n oción d el in g reso n eto y a la de la s
tr e s clases, e n tr e la s cuales, la p ro m in e n te es la de los p ro p ie ta rio s
te r r ito r ia le s ; in sistie n d o , asim ism o , e n tre la s re la cio n e s del fisco
con el b ie n e s ta r g e n e ra l de la p o b lació n . F ra n ç o is le T ro sn e (1728-
1780) ta m b ié n to c a el a s u n to en su lib ro D e l’in té r ê t social (1777).
E n fin , T u rg o t (1727-1781) lo a b o rd a en d ife re n te s ocasiones en
su E s s a i su r le C om m erce (1753) y en su s R é fle x io n s s u r la fo rm a ­
tio n e t la d is tr ib u tio n des rich esses (1766). E n la p rim e ra de e sta s
o b ra s se a d h ie re e x p re sa m e n te a la id e a de q u e la fu e rz a del E s ­
ta d o , c o n sid e ra n d o to d o s los d em ás fa c to re s ig u ales, s e rá m ay o r
m ie n tra s m ás n u m e ro sa sea la p oblación. U n p a ís poco po b lad o es
u n p a ís p o b re que no p u ed e e n fre n ta rs e a la lu c h a p o lític a n i a
la in d u s tria l. T u rg o t in d ic a , asim ism o, que el a u m e n to de la p o b la ­
ción pro v o ca el en riq u e c im ie n to de la clase de los p ro p ie ta rio s, a
consecuen cia de la m a y o r a b u n d a n c ia de a rtíc u lo s y del juego de
la r e n ta que expone a n te s que R ic a rd o : Q uesn ay h a b ía a firm a d o
que los p ro p ie ta rio s deben e n riq u ecerse p a r a que el a u m en to de la
p o b lació n p ro s ig a ; T u rg o t h ace de e ste a u m e n to la c a u sa del
e n riq u ec im ie n to de lo s p ro p ie ta rio s . S u te o r ía en e ste caso no sig ­
n ific a la n eg ació n de la de Q uesnay, sin o su c o n tra p a rtid a .
P re d e c e so r de R ic a rd o en c u a n to a la te o ría de la r e n ta , T u r ­
g o t lo es ta m b ié n — en su s R é fle x io n s— en c u a n to a la te o ría de
la ley de bronce. E s ta te o ría im p lic a l a te n d e n c ia de la p o b lació n
a lle g a r h a s ta el lím ite a que la s su b siste n c ia s se lo p e rm ite n .
T am b ién a q u í se s e p a ra d e Q uesnay, del que n o fu é m ás que un
d isc íp u lo e x tre m a d a m e n te in d e p e n d ie n te , p a r a e d ific a r te o ría s que
p re s a g ia n la s de la escu ela in g lesa. S ta n g e la n d deduce de ello que
to d o s los e s c rito re s fra n c e se s de la época fis io c rá tic a (23) reco n o ­
ciero n la te n d e n c ia de la p o b lació n a e je rc e r u n a p re sió n so b re los
m edios de su b siste n c ia . E n re a lid a d , e s ta concepción nos p arece
que es la de a lg u n o s de ellos ; p e ro , com o lo hem os v isto , se ría e x a ­
g erad o a tr ib u ir la a todos.
“ U n f is ió c ra ta d is id e n te ”, como se le h a llam ad o , C o n d illac

(23) Every french -writer of this period... Op. cit., p. 264-265.


149

(1715-1780), en u n lib ro im p o rta n te (2 4 ), to c a rá p id a m e n te la


cu estió n de la p o b lació n , p la n te a n d o e ste p r in c ip io : “N u n c a hay
en u n p a ís m ás que la c a n tid a d de h a b ita n te s que p u ede a lim e n ­
t a r . S u n ú m ero d is m in u irá si, su p o n ien d o que to d o lo dem ás p e r­
m anece sin cam bio, c a d a u n o d e ellos a u m e n ta su consum o” . Si p a ­
r a sa tis fa c e r n ecesid ad es de lu jo c a d a in d iv id u o re c la m a los p ro ­
d u c to s de u n m a y o r n ú m e ro de ac re s de tie r r a , la p o b lac ió n d is­
m in u irá en p ro p o rció n . E n to n c e s se p la n te a el p ro b lem a de sa b e r
“si es m ás v en tajo so p a r a u n re in o te n e r u n m illó n de h a b ita n te s
que s u b s is ta n a y u d á n d o se u n o a l o tro con el p ro d u c to de diez acres
p o r cabeza, o diez m illo n es, de los que c a d a uno de su s in d iv id u o s
s u b sista con el p ro d u c to de u n solo a c re ” . C o n d illac resp o n d e que
“no es la m a y o r p o b lació n , c o n sid e ra d a en sí m ism a, la que debe
h a c e r ju z g a r so b re la p ro s p e rid a d de u n E s ta d o ” , sino “la m ay o r
p o b lació n que, c o n sid e ra d a en re la c ió n con la s necesid ad es de to ­
d as la s clases de c iu d a d a n o s, se con cilie con la a b u n d a n c ia a la
que to d o s deben p ro p e n d e r” . E s ta p o b lació n se o b tien e con el r é ­
gim en de la vid a sim p le , rég im en in te rm e d io e n tre el de la vid a
grosera y el de la v id a m u e lle , v e s tá c a ra c te riz a d o p o r c ierto p ro ­
greso de la s a rte s , p ero sin que lleg u e a p e r m itir el lujo. C ondillac,
p o r o tr a p a rte , no p arece co n ceb ir que e x is ta u n p ro b lem a d in á ­
m ico de la p o b lació n , en el se n tid o en que M a lth u s h a de p la n te a rlo .
P a r a él es u n a cu estió n e stá tic a , a la que t r a t a de acu erd o con el
e s p íritu de la a n tig ü e d a d clásica, e s p íritu m o ra l y p o lític o a n te
todo. Sobre e ste p u n to p a r tic u la r el eco n o m ista n o ta b le que en o tra s
ocasiones se rev ela, no p a re c e a firm a rse . O bservem os, a p e sa r de
todo, su a d h esió n a la s d o c trin a s lib e ra le s y a g r a ria s de los
fisió c ra ta s , y a que dice que “la s tie r r a s se rá n a p ro v ech ad as en
d o n d e q u ie ra que la a g r ic u ltu r a goce de u n a e n te ra lib e r ta d ; en
ta l caso, la p o b lació n , en p ro p o rc ió n con los consum os, s e rá to d o
lo g ra n d e que p u e d a serlo. E n esto c o n siste la p ro sp e rid a d del E s ­
ta d o ” .

(24) lie Commerce et le Gouvernement considérés relativement l ’un à


l ’autre, cap. XXV y XXYI.
C apítulo VI

D O C T R IN A S F R A N C E S A S D E L A S E G U N D A M IT A D D E L
S IG L O X V I I I , A D E M A S D E L A S F IS IO C R A T IC A S .

A dem ás de l a escu ela fis io c rá tic a , en la se g u n d a m ita d d el si­


glo X V I I I podem os e n c o n tra r, en u n n ú m e ro b a s ta n te crecido de
e sc rito re s fra n c e se s, e la b o ra c io n es m á s o m enos ex ten sa s, re fe re n ­
te s a la p o b lació n . S in v o lv er a V o lta ire , so b re e l que tu v im o s que
a n tic ip a rn o s en e s te p erío d o , h a y que m e n c io n a r a R o u ssea u y a
v a rio s de los que g ira ro n a su a lre d e d o r o re c ib ie ro n su influencia,
ta le s como M ably, M orelly, y R a y n a l. P o d em o s a g ru p a rlo s e n tre
lo s p rim e ro s so c ia lista s fra n c e se s m o d ern o s, g ru p o a l que p u ed e
a ñ a d irs e el p ro p io R o u sseau . D esp u és de e sto s no m b res conocidos
de todos, es con v en ien te in s c rib ir el d e a lg u n o s a u to re s m á s obs­
cu ro s, p ero c u y a c o n trib u c ió n suele ser, en el p u n to especial que
n o s ocupa, m ás im p o rta n te que la de lo s p rim e ro s, como B rü c k n e r,
G oyon de P lo m b an ie, el m a rq u é s de C h a ste llu x y P o iv re. E n fin ,
h a y que conced er u n sitio de h o n o r a los q u e podem os c o n sid e ra r
como fu n d a d o re s, en F ra n c ia , de la d e m o g ra fía cien tífica, es d ecir,
M oheau, M essance, E x p illy y D e p a rc ie u x . L a s p rin c ip a le s o b ra s
de esto s a u to re s, en lo que n o s in te re s a , e s tá n s itu a d a s e n tre 1755
y 1775. P o s te rio rm e n te podem os a ú n r e c o rd a r lo s no m b res del a b a ­
te M ann, de N eck er y de C ondorcet.
I. S o c ia lista s. M orelly, en su C ode de la n a tu r e (1) (1775), ex­
puso u n a d o c trin a de com unism o en la q u e sis te m a tiz a b a la s id eas
que el a u to r h a b ía p re se n ta d o dos a ñ o s a n te s en su poem a de la

(1) Y. la reedición de E. Dolléans en la colección Geuthner.


152

B a silia d e L a c u a r ta y ú ltim a p a r te de la o b ra e stab lece en fo rm a


de a rtíc u lo s la le g isla c ió n n a tu r a l t a l como el a u to r la im ag in a ,
y v a rio s de esto s a rtíc u lo s e s tá n re u n id o s b a jo el títu lo de “Leyes
co nyugales” y “Leyes econ ó m icas”, que re v e la n su concepción so­
b re la p o b lació n . E l a rtíc u lo l 9 im pone el m a trim o n io a to d o c iu ­
d a d a n o desde que lle g a a la n u b ilid a d . E l ce lib a to sólo e s tá p e rm i­
tid o después de los c u a re n ta a ñ o s (2 ). Los m a trim o n io s se rá n in ­
d iso lu b les d u r a n te diez años. P a s a d o este la p so , se rá posible el
divorcio, p ero so m etid o a c ie rta s co n d icio n es; y c o n tra e r nuevas
n u p c ia s es a ú n m ás d ifícil. L a n ac ió n se d iv id irá en fa m ilia s,
tr ib u s y c iu d ad es, y a m e d id a que la p o b lació n au m en te, la s t r i ­
bu s y la s ciu d a d e s se rá n a u m e n ta d a s p ro p o rc io n a lm e n te (3 ). E n la
m ed id a de lo p o sib le s e rá ig u a l el n ú m ero de fa m ilia s p o r t r i ­
bu s y ciu d a d e s (4 ). Se f o rm a rá n n u ev as c iu d a d e s si esto es n e ­
cesario, o se e m p le a rá el ex ced en te de c ie rta s tr ib u s o ciu d ad es p a ­
r a re p o b la r la s que se h a y a n d espoblado a c c id e n ta lm e n te (5 ). P o r
lo dem ás, e l a u to r no p arece su p o n e r que p u ed a h a b e r u n exceden­
te de po b lació n t a l que p la n te e el p ro b le m a de la in su fic ie n c ia de
su b sisten cias.
E n po cas p a la b ra s , e ste “g ra n lib ro d el socialism o del siglo
X V I I I ”, como se le h a lla m a d o (6 ), m u e s tra la m ism a incom ­
p re n sió n del p ro b le m a económ ico de p o b lació n que la s o b ras m ás
a n tig u a s de los u to p is ta s clásicos. E s siem p re la m ism a m a n ía d es­
p ó tic a de re g la m e n ta r d e ta lla d a m e n te to d o lo que se re fie re a la
p ro p a g a c ió n de los ho m b res, s in so sp e c h a r que p o sib lem en te ex is­
te n leyes n a tu r a le s y leyes m o ra le s que la g o b ie rn a n y a ; es siem ­
p re la m ism a n e c e sid a d de c o r ta r a l a so cied ad so b re u n m odele
concebido a p r io ri, r e g u la r y fic tic io ; siem p re es el hom bre t r a ­
ta d o como M e n sc h e n m a te ria l d el que el le g is la d o r dispone a su
a n to jo .
E l a ñ o m ism o en que a p a re c ió el lib ro de M orelly, R o u sseau
p u b lica b a , con u n é x ito in fin ita m e n te m ay o r, su D isc o u rs s u r l’iné-

(2) Leyes conyugales, op. cit., p . 99.


(3) Leyes económicas, op. cit., p. 8(\
(4) Leyes conyugales, op. cit., p. 101.
(5) Id., ibíd.
(6) Liehtenberger. V. el prefacio a la obra de Morelly, reeditada por E.
Dolléans en la colección Geuthner.
155

g a lité des co n d itio n s. P e ro el C o n tr a t S o c ia l sólo a p a re c ió h a s ta


1762, y en e s ta ú ltim a o b ra es d o n d e h a y que b u sc a r, sobre todo,
la s opin io n es d e R o u sseau so b re la població n . E sp e c ia lm e n te se
a firm a n en dos c a p ítu lo s (c a p ítu lo X del lib ro I I , y I X del lib ro
III).
R o u sseau p a re c e p a r tid a r io del d e sa rro llo de la población, pero
n o p re te n d e u n a u m e n to in d efin id o . L a d e n sid a d de la p o blación
le p a re c e u n signo de p ro s p e rid a d y de u n buen gobierno. “ No hay,
a su s ojos, p e o r escasez p a r a u n E s ta d o que la de ho m b res” . “ Se
puede, dice (7 ), m e d ir u n cuerpo p o lític o de dos m a n e ra s : p o r la
e x te n sió n de su te r r ito r io y p o r el n ú m ero de p o b la d o re s; y hay,
e n tr e am b as m ed id as, u n a re la c ió n conv en ien te p a r a d a r a l E sta d o
su v e rd a d e ra g ran d eza. Son los h om bres quienes h acen a l E sta d o ,
y es la tie r r a la que a lim e n ta a los h o m b re s; en consecuencia, e sta
re la c ió n co n siste en que la tie r r a b a ste p a r a el so ste n im ien to de
su s h a b ita n te s y que h a y a ta n to s h a b ita n te s como la tie r r a p u ed a
a lim e n ta r ”. E l id e a l d em o g ráfico de R o u sseau es, pues, el e q u ili­
b rio en la p le n itu d . “ E n e s ta p ro p o rc ió n , p ro sig u e, se e n c u e n tra el
m áxim o de fu e rz a de u n n ú m e ro d ad o de p o b lad o res, pues si h a y
te rre n o s de m ás, el c u id a rlo s es oneroso, el cu ltiv o in su fic ie n te y
el p ro d u c to su p e rflu o ; es la c a u sa p ró x im a de g u e rra s d e fe n siv a s;
si no los h a y b a s ta n te s , el E s ta d o se e n c u e n tra , p o r el su p lem en to ,
a d isp osició n de sus v ecin o s: es la c a u sa p ró x im a de g u e rra s ofen­
siv a s. . . ”
“ No se p u ed e c a lc u la r la re la c ió n ñ ja e n tre la e x ten sió n de la s
tie r r a s y el n ú m ero de h o m b res que b a s te n p a r a lle n a rla , ta n to a
c a u sa de la s d ife re n c ias que se e n c u e n tra n en la s cu alid a d e s del te ­
rre n o , en su s g ra d o s de f e rtilid a d , en la n a tu ra le z a de sus p ro d u c ­
ciones y en la in flu en cia de los clim as, com o de la s que se o b ser­
v a n en el te m p e ra m e n to de los h o m b res que lo h a b ita n . . . H a y que
te n e r en c u e n ta , ad em ás, la m a y o r o m en o r fe c u n d id a d de la s m u ­
je re s, lo que el p a ís p u ede o frecer de m ás o m enos fav o ra b le a la
población , la p a r te con que el le g isla d o r pued e e s p e ra r c o n tri­
b u ir p o r m edio de re g la m e n ta cio n e s, de m a n e ra que no debe f u n ­
d a r su ju icio en lo que ve, sin o en lo q u e p r e v é ... E n fin, h a y
m il ocasiones en que la s c a ra c te rís tic a s p a r tic u la re s del sitio exi­
gen o p e rm ite n que se a b a rq u e m ás te rre n o del que p a re c e necesa­

(7) CEuvres, edición de 1790, t. VIII, p. 89.


154

rio ” . (D éb il d e n sid a d de la s p o b lacio n es m o n ta ñ e sa s; d e n sid ad


elevada de la s p o b lacio n es m a rítim a s ).
E n o tro sitio (8 ), a l p la n te a rs e la cu estió n de la n o rm a de un
bu en gobierno, R o u sseau le d a la sig u ie n te re s p u e s ta : “¿ C u á l es.
el fin de la aso ciació n p o lític a ? E s la conserv ación y la p ro s p e ri­
d a d de su s m iem bros. Y ¿ c u á l es el signo m ás seguro de que se
co n serv an y p ro s p e ra n ? E s su n ú m ero y su población. No busquéis
en o tr a p a r te e ste signo ta n d isp u ta d o . E n condiciones ig u ales, el
gobierno b a jo el cu al, sin m edios e x tra ñ o s , sin n a tu ra liz a c io n e s, sin
colonias, los c iu d a d a n o s p u e b la n y se m u ltip lic a n , es in fa lib le m e n ­
te el m e jo r; aq u el b ajo el c u a l u n pueblo d ism in u y e y perece, es
el peor. C a lc u lista s, h a lleg ad o v u e stro m o m en to ; c o n tad , m edid,
c o m p a ra d ” .
E n su m a, sin c re er en la p o sib ilid a d de u n d e sa rro llo in d e fi­
n id o , R o u sseau c o n sid e ra que u n a p o b lació n d e n sa es m uy desea­
b le en sí m ism a . Y p ie n sa — lo cu al es u n a m a n e ra de ver conform e
a la te n d e n c ia so c ia lis ta — que cu an d o no se o b tiene, es p o r cu lp a
de la o rg a n iz a c ió n so cial y de la s leyes. P o r lo dem ás, no p arece
d á rse c u e n ta de la im p o rta n c ia del lad o económ ico del pro b lem a
n i so sp ec h a r que el p rin c ip io de p o b lació n p u e d a te n d e r a e jerce r
n o rm alm e n te u n a p re sió n so b re la s su b siste n c ia s. Su p u n to de v is­
ta no es m uy d ife re n te a l de M orelly, salvo en que no se ex tien d e
a la s re g la m e n ta cio n e s a r b itr a r ia s q u e é ste nos p re s e n ta como el
Código de la N a tu ra le za (9 ).
U n poco desp u és que R o u sseau , el a b a te de M ably (1709-1775),
que p ro b a b le m e n te es el m ás im p o rta n te de los so c ia lista s fran ceses
d el siglo X V I I I , t r a t a in c id e n ta lm e n te de la p o b lación en a lg u n a s
de su s n u m e ro sa s obras. E n la m ás conocida, D o u te s su r l’ordre
n a tu r e l e t esse n tie l des sociétés p o litiq u e s (1 7 6 8 ), en la que hace
el proceso de la p ro p ie d a d p riv a d a y de la d o c trin a fisio c rá tic a , se
p ro n u n c ia c o n tra la te sis de Q uesn ay de que la “ riq u e za de la s co-

(8) Œuvres, p. 154.


(9) En su Gouvernement de Pologne (1772), Rousseau profesa las mis­
mas ideas: “ Multiplicad sin cesar vuestros triunfos y vuestros hombres, sin
preocuparos del re sto ... El efecto infalible y natural de un gobierno libre
y justo, es la población. De manera que mientras más perfeccionéis vuestro
gobierno, multiplicaréis a vuestro pueblo sin siquiera pensar en ello’’. (Id.,
t>. 386.387).
155

eechas a n u a le s es la m e d id a de la p o b lació n ” (1 0 ), y c o n tra la cre­


m a tís tic a de lo s fis ió c ra ta s . D a su sitio a la in flu e n c ia de la s ca u ­
sa s p o lític a s y m o rales. P a r a él, el d esp o tism o tra n s fo r m a la s p ro ­
v in cias en d e sie rto , a l d e sp o b la rla s (11) y a e ste resp e c to t r a t a de
p ro b a r, c o n tra Q uesnay, que la n u m e ro sa p o b lació n y la a g r ic u ltu ra
m in u cio sa de lo s chinos n o deben n a d a a l d esp o tism o de su go­
b iern o (1 2 ) . T am b ién podem os reco g er a lg u n a s observaciones en
su s T héo ries sociales e t p o litiq u e s (1763), y en su tr a ta d o D e la
lé g isla tio n (1 7 7 6 ). E n e s ta ú ltim a o b ra , en la que, como en la s
D o u te s, a b re el proceso c o n tra la p ro p ie d a d , d e n u n c ia esp ecial­
m en te los p e rju ic io s de la g ra n p ro p ie d a d r u r a l desde el p u n to de
v is ta d e la d esp o b lació n de c ie rta s reg io n es (1 3 ). “A ñ ad o , escribe
en o tro sitio , que s i lo s h o m b res ja m á s h u b ie ra n estab lecid o la p ro ­
p ie d ad , la t i e r r a e s ta r ía ta n c u ltiv a d a y p o b la d a como p u ede es­
ta rlo . L a fe lic id a d , ¿n o m u ltip lic a a lo s h o m b re s? ” E s siem p re el
p u n to de v is ta s o c ia lista , se g ú n el c u a l l a p o b lació n depende a n te
to d o de la s in s titu c io n e s , de la s leyes y d el r e p a rto , m ás que d e la
p ro d u cc ió n m ism a de la s s u b s is te n c ia s : el com unism o es benéfico
a este resp ecto como en to d o s los o tro s, y la p ro p ie d a d , p e rju d ic ia l.
A l m ism o g ru p o p e rte n e c e el d e c la m a to rio a u to r de la H isto ire
p h ilo so p h iq u e des E ta b liss e m e n ts e t d u C om m erce des E u ro p ée n s
d a n s les d e u x In d e s (17 7 0 ), a b a te R a y n a l. A d m ite, de m a n e ra ge­
n e ra l, que la p o b lació n e s tá re g la m e n ta d a p o r el t o ta l de la s su b ­
s is te n c ia s ; que en los p a íse s d em asiad o p o b lad os, la colonización
p e rm ite d esh a c e rse del exceso de p o b lació n , a l m ism o tie m p o que
se en riq u ece a l a m a d re p a t r i a ; que el lu jo que sig u e g e n e ra lm e n te
a la p ro s p e rid a d r e ta r d a el c re c im ie n to ; que u n a ju s ta m ed id a
en la p ro sp e rid a d , p o r lo c o n tra rio , lo fa v o re c e; en fin, que la m i­
s e ria y la s m a la s in s titu c io n e s lo im p id en .
D ’H o lb ach , en su S y s tè m e socia l (1773), re la c io n a la p o b la ­
ción con l a b o n d a d del go b iern o , la s a b id u ría d e la s leyes, la fe r ­
tilid a d del suelo, la in d u s tr ia de lo s h a b ita n te s , la lib e rta d y la
se g u rid a d de q u e goza el p ueblo. U n p a ís m a l g obern ad o siem p re

(10) Œuvres de Mably, edición de 1797, t. XI, p. 19.


(11) Ibíd., p. 72.
(12) Ibíd., p. 79 y siguientes.
(13) Ibíd., t. IX, p. 96.97.
156

e stá , p o r lo c o n tra rio , d em asiad o p o b lad o , con re la c ió n a la p o b la­


ción que e ste m a l g obierno le p e rm ite a lim e n ta r.
II. E n G oyon de P lo m b a n ie e n c o n tra m o s de nuevo a u n e sc ri­
t o r p reo c u p a d o p o r los m ism os p ro b le m a s que h a b ía n a tra íd o la
ate n c ió n de V a u b a n y de Q uesnay. S u lib ro H o m m e e t S o ciété , ou
N o u v elles v u es économ iques e t p o litiq u e s p o u r p o r te r la p o p u la tio n
om p lu s h a u t degré en F ra n c e , se p u b licó en 1763. D e p lo ra en
él, como ta n to s de su s co n tem p o rán eo s, la s itu a c ió n de la s clases
ru ra le s . Si la a g r ic u ltu r a d eclin a, to d o lan g u id e c e ju n to con e lla ;
sin a g r ic u ltu r a no h a y h o m b re s; la a g r ic u ltu r a es la fu e n te de la
riq u ez a y del p o d e r de los esta d o s, riq u e z a y p o d e r que co n sisten
en u n a p o b lació n n u m ero sa. S in em b arg o , P lo m b a n ie que c o n sa g ra
u n a im p o rta n te p a r te del lib ro a la c u e stió n del lu jo , se n ieg a a
co n d en a rlo en bloque, como n u m ero so s a g ra rio s lo h a n hecho. P ie n ­
sa que la d e m a n d a de o b jeto s de lu jo p ro p o rc io n a tr a b a jo a m uchos
in d iv id u o s, y que el g u sto p o r ta le s o b jeto s so b re e x c ita a la a m b i­
ción, p rin c ip a l m o to r de la a c tiv id a d h u m a n a . E l lu jo sólo es ver­
d a d e ra m e n te nocivo cuan d o p a r a a lim e n ta rlo la s clases d irig e n te s
o p rim e n a la s clases ru ra le s .
E l lio n és P ie r r e P o iv re (1719-1786) ta m b ié n s u b ra y a la im ­
p o rta n c ia de la a g r ic u ltu r a p a r a el crecim ien to de la p o blación en
sus V oyag es d ’u n p h ilo so p h e (1768). L a c o n sid e ra como la o cu p a ­
ción de que d ep en d en fin a lm e n te to d a s la s o tra s , y cuyo esta d o
m ás o m enos flo re c ie n te e s tá en re la c ió n con el g ra d o de civ iliza­
ción y la b o n d a d del g obierno de u n p ais.
S ta n g e la n d h a lla m a d o la a te n c ió n sobre u n a o b ra p u b lic a d a
en fra n c é s en Leyde, 1767, con el títu lo de T h éo rie d u sy stè m e a n i­
m a l, que y a C a rlo s M arx , en u n p a s a je e x tre m a d a m e n te d u ro p a r a
M a lth u s, h a b ía se ñ a la d o p o r c o n te n e r — “a g o ta n d o ” incluso, dice
to d a la te o r ía m o d e rn a de la població n . D ic h a o b ra , como el E n s a ­
yo sohre el p rin c ip io de p o b la ció n , se debe a u n p a s to r p ro te s ta n te ,
B rü c k n e r, y es e x tre m a d a m e n te r a r a en n u e s tro s d ías. P a re ce , en
efecto, que este lib ro d eb a c o n sid e ra rse e n tre los m ás im p o rta n te s
de la época p re m a lth u s ia n a .
B rü c k n e r ex p o n e que u n a ley p re sid e a la m u ltip lic a c ió n de
los a n im a le s y que éstos, l a especie h u m a n a in clusive, tie n d e n a
m u ltip lic a rs e ta n to como la s condiciones n a tu r a le s o a rtific ia le s lo
p e rm ite n . P e ro , a ñ a d e , “e n e l m u n d o a n im a l com o e n el vegetal,
157

la s especies no p o d ría n s u b s is tir m ás que en c ie r ta p ro p o rc ió n con


la e x ten sió n de te rre n o que o c u p a n ; cu a n d o el n ú m ero de in d iv i­
duos excede a e sta p ro p o rc ió n , la s especies d ism in u y en y perecen
p o rq u e d o n d e q u ie ra que h a y a su p e ra b u n d a n c ia de v id a h a y e sc a ­
sez de a lim e n to s” . E n lo que se re fie re a l hom b re, la acción d e e s ta
ley ap are c e p a te n te en la s g ra n d e s c iu d ad es, en la s que la p o rc ió n
p a u p e riz a d a de la p o b lació n es fu e rte m e n te d iezm ad a p o r la m ise­
ria . B rü c k n e r a ta c a a los p a r tid a r io s ciegos d e l d e sa rro llo de la
p o b la c ió n . S u au m e n to , dice, es u n b ien cu an d o se p ro d u c e en el
seno de u n a n ac ió n lib re , esc la re cid a , r ic a en v e n ta ja s n a tu r a le s y
p ro te g id a c o n tra la in v a sió n de vecinos m enos fu e rte s — con e s ta
noción, B rü c k n e r p a re c e d e s ig n a r a I n g la te r r a — ; p ero en u n p a ís
que carece de ta le s condiciones, u n a u m e n to de la p o blación no con­
duce m ás que a m ay o res s u frim ie n to s y m u ertes.
E x is te n y so n n e c e sa ria s fu e rz a s c o ercitiv as p a r a r e s tr in g ir el
crecim ien to de la s especies, p u es sin e lla s el re s u lta d o de u n a u ­
m en to no p o d ría se r m ás que la e x tin c ió n de to d a v id a . S u acción
es m ás d ire c ta e n tr e los p u eb lo s p rim itiv o s, de econom ía r u d i­
m e n ta ria , que e n tre los civ ilizad o s que poseen m edios m ás v a ria ­
dos p a ra p ro c u ra rs e lo n e c e sa rio y lo superfluo. Los dos p rin c ip a ­
les o b stá c u lo s que e n c u e n tra el a u m e n to d e la p o blación, s o n : l 9 la
f a lta de su b siste n c ia s que conduce o rd in a ria m e n te a la g u e rr a ;
29 la p este y el h am b re, m ucho m ás te m ib le s : “ L a g u e rra tie n e su s
h o rro re s, sin d u d a ; p ero e s tá m uy lejo s de p re s e n ta r u n e sp ec tác u ­
lo ta n te r r ib le como la p e ste y el h a m b re ” .
L a civilización tie n d e a p re v e n ir esto s m a le s; pero, p o r o tr a
p a rte , e n g e n d ra c a u sa s in d ire c ta s de p a ra liz a c ió n de la p oblación,
lu jo , pereza, se n su a lid a d , d e b ilita m ie n to m o ra l, d iv e rsa s o cu p acio ­
nes p e lig ro s a s . “ S i se c o n sid e ra n bien to d o s los efectos que p ro d u ­
cen la s a rte s y la s cien cias en la socied ad , se v e rá que si p o r u n a
p a r te m u ltip lic a n a la especie h u m a n a , p o r la o t r a e n c ie rra n o cu l­
to s venenos que r e ta r d a n su p ro g re so y sirv e n de co rrectiv o s a los
excesos de su in flu e n c ia ” . B rü c k n e r la n z a a q u í a los in v e stig a d o ­
r e s en el cam ino de u n a e n c u e sta r e la tiv a a l a im p o rta n c ia del
p u n to de v is ta psicológico en m a te r ia d e p o b lación, lío se re fie re
de u n a m a n e ra e x p re sa a los efectos del m o ra l r e s tr a in t, p e ro p a ­
rece h a b e rlo s co n sid e ra d o im p líc ita m e n te . S ta n g e la n d a d m ite (14)

(14) Op. cit., p. 237.


156

que su re se rv a so b re e ste p u n to , y el n o p r e s e n ta r su te o ría e n u n a


fo rm a m a te m á tic a , c o n s titu y e n la s p rin c ip a le s d ife re n c ia s e n tr e su
o b ra y la de M a lth u s . Se p u ed e d u d a r que la seg u n d a, cu an d o m e­
nos, c o n s titu y a u n a v e n ta ja in d is c u tib le en fa v o r de M althus.
E n tr e lo s e sc rito re s poco conocidos que en el p erío d o 1750-1789
t r a t a r o n con c ie r ta a m p litu d y e x p líc ita m e n te el a su n to de l a po­
b lación, h a y que c ita r ta m b ié n a l m a rq u é s de C h a ste llu x , o ficial de
m é rito y d ip lo m á tic o de ta le n to , con su tr a ta d o de la F é lic ité P u ­
b lique (1772) (1 5 ). ¿C u á le s son los in d ic io s de e s ta fe lic id a d ? Son
dos los que e n p rim e r lu g a r se p re s e n ta n a l e s p ír itu : el esta d o de
la a g r ic u ltu r a y el de la p o b la c ió n ; p ero el p rim e ro es el que h ay
que to m a r en c u e n ta sobre to d o . A l c o n tra rio de a lg u n o s de su s
co n tem p o rán eo s, C h a ste llu x p ro c la m a la s u p e rio rid a d de l a a g r i­
c u ltu ra m o d e rn a y se p re g u n ta si la p o b lació n h a p ro g resad o t a n ­
to como e lla . P ie n sa , como V o lta ire y H u m e, que la tie r r a e s tá m u ­
cho m ás p o b la d a que a n tig u a m e n te . P e ro si de u n a m a n e ra b a s­
ta n te g e n e ra l la p o b lació n es la p ru e b a de la p ro sp e rid a d de u n a
n ació n , en la m ed id a en que su p o n e u n e sta d o económ ico s a tis fa c ­
to rio y u n a b u e n a leg islació n , e s ta p ru e b a no tie n e n a d a de ab so ­
l u t a . R egiones m ise ra b le s o g o b e rn a d a s d e sp ó tic a m e n te tie n e n a l­
g u n a s veces u n a p o b lació n d en sa. C h a ste llu x c ita como ejem plo a
los pequeños e sta d o s de A lem an ia, que le p a re c e n d esp ro v isto s d e
com ercio y de in d u s tr ia , g o b ern ad o s tirá n ic a m e n te y en los que,
sin em barg o , la p o b lació n se m u ltip lic a . S i, en g e n e ral, p u ede de­
cirse que la s su b siste n c ia s son la m e d id a de la población, la re la ­
ción e n tre am bos té rm in o s v a r ía a veces en d e trim e n to del b ie n ­
e s ta r ; in clu so p u ed e c a e r m u y b a jo sin d e stru c c ió n p o sitiv a de la
p oblación, p u es “la n a tu ra le z a , m ás económ ica q u e lo s tira n o s , s a ­
be to d a v ía m e jo r con qué p o ca cosa p u e d e n los h om bres su b sistir? ’.
P a r a C h a ste llu x el ín d ic e m ás seg u ro de la fe lic id a d p ú b lic a es la
elevación de los sa la rio s , lo que lla m a “la t a r i f a de la v id a h u m a ­
n a ” . A sim ism o, M a lth u s d ir á que la fe lic id a d en u n p a ís e s tá en
razó n de la c a n tid a d de a lim e n to s que el o b rero p u ede c o m p ra r con
u n a jo rn a d a de tra b a jo .
P e ro C h a ste llu x , a l a in v e rsa de M a lth u s, n o a b rig a n in g u n a
in q u ie tu d p o r u n p ró x im o p e lig ro de sob rep o b lación. T iene con-

(15) V. Puvilland, Les doctrines de la population en France an XV 111e


siècle, p. 107 y siguientes. Et. Sicot, Le marquis de Cbastellux.
159

fia n z a en la e x te n sib ilid a d de la p ro d u c c ió n y d e la s su b siste n cia s.


C ree qu e u n g o b iern o p ru d e n te p u ed e a lc a n z a r s u fin , que es m á s el
d e “te n e r u n a p o b lació n feliz que u n a p o b lació n n u m e ro sa ”, “h a ­
ce r n a c e r m ás su b siste n c ia s sin a lim e n ta r a m ás h a b ita n te s ” y ase­
g u ra r, en u n a p a la b ra , la elevación de la “t a r i f a de la v id a h u m a ­
n a ” . E n co nsecuencia, ta m b ié n aq u í e sta m o s a n te u n e s c rito r que
d e ja de p re d ic a r el a u m e n to de la p o b lació n a to d a co sta, que de­
sea, in clu so , u n a d ism in u c ió n o u n a su sp en sió n , sin c a e r p o r esto
en los tem o res de so b rep o b lació n que o b se sio n a rá n a los m a lth u sia -
n o s. P o r esto, ju s ta m e n te , P u v illa n d lo h a co m p arad o con Y o lta ire .
III. “E l siglo X V I I I , dice E . L ev asseu r, es el p rim e ro que en
F r a n c ia h a y a a p lic a d o a e s ta m a te ria (la d e m o g rafía ) la c u rio si­
d a d cie n tífic a , y com probado p o r m edio de in v estig acio n es m e tó ­
d ic a s que l a v id a h u m a n a e s tá so m e tid a a le y e s . P o r lo dem ás, e s ta
c u rio sid a d no se m a n ife stó en los lib ro s a n te s de 1750” (1 6 ). E n
efecto, como hem os v isto , n u m ero so s a u to re s esp ec u la ro n a n te s de
e s ta fech a so b re l a cu estió n de la p o b lació n , de u n a m a n e ra m ás o
m enos a b s tr a c ta ; p ero los p rim e ro s dem ó g rafo s y e sta d ístic o s f r a n ­
ceses p ro p ia m e n te dichos, los que e s tu d ia ro n el p ro b lem a y a n a li­
z a ro n sus elem en to s con m étodo y a p o ste rio ri, p erten ecen a la
se g u n d a m ita d d el siglo X V I I I . Los p rin c ip a le s son E x p illy , Mes-
san ee, M oheau, D u p ré S a in t-M a u r y L av o isier (1 7).
S in em bargo, tu v ie ro n p re c u rso re s en c ie rto n ú m e ro de e sc ri­
to re s de lo s dos siglos p re c e d e n tes, a u to re s de tr a ta d o s de geo­
g r a f ía d e s c rip tiv a como, en el siglo X V I, el ita lia n o S ansovino (18)
y en el X V I I , el ale m á n C o n rin g (19) y el fra n c é s P ie rre D a v ity
( 2 0 ). P e ro su s o b ras, fre c u e n tem e n te im p o rta n te s desde el p u n ­
to de v is ta e sta d ístic o , no co n tien en m ás que vagos esbozos y n in ­
g u n a in v e stig a c ió n de la s leyes d e m o g rá fic a s . E n la p rim e ra m ita d
del siglo X V I I I , el lib ro del d u q u e de B o u la in v illie rs, E t a t d e la
F rance (1727), re d a c ta d o con lo s d o cu m en to s re u n id o s en la g ra n
e n c u e s ta de lo s in te n d e n te s, y a es m ucho m ás p rec iso desd e el

(16) Op. cit., p. 249.


(17) También pueden citarse Pommelles, Tolosan, Saugrain, Arnouldt, etc.
(18) Del govemo e amministrazione di diversi regni e republiche, 1583.
(19) De imperii Oennaaici república acxoajnata V I, 1634.
(20) Des S tate empírea, royaumes... etc., 1659.
160

p u n to d e v is ta e s ta d ístic o y c o n s titu y e u n a d e sc rip c ió n d e ta lla d a


d e F r a n c ia .
A p ro x im a d a m e n te v e in te a ñ o s d esp u és el m a te m á tic o D ep ar-
cieu x p u b licó s u E s s a i s u r les p ro b a b ilité s de la d u rée de la m e h ú ­
m a m e (17 4 6 ), q u e co n tie n e ta b la s de m o rta lid a d u tiliz a d a s p o ste ­
rio rm e n te p o r la rg o tiem p o p a r a o p eracio n es de p ré sta m o s, de re n ­
ta s v ita lic ia s , d e seg u ro s, etc. D e p a rc ie u x hizo e n t r a r en su s c á lc u ­
los d istin c io n e s h a s ta en to n ces d e sc u id a d a s, ap licán d o se, p o r ejem ­
plo, a m e d ir la s p o sib ilid a d e s d e lo n g e v id a d seg ú n la s clases so­
c ia le s. S u o b ra co n tien e, ad em ás, d iv e rsa s e in te re s a n te s o b se rv a ­
ciones so b re la p o b lació n , s e ñ a la l a te n d e n c ia a l a deserció n del
cam po en beneficio de la s ciu d ad es, y p r o te s ta c o n tra e l h á b ito de
la c ria n z a a l a ir e lib re que, dice, m a ta a m ás de la m ita d de lo s
n iñ o s d e l b a jo pueblo.
E l a b a te E x p illy es, d esp u és de B o u la in v illie rs, el p rim e ro en
fec h a d e los e s c rito re s d el sig lo X V I I I que h a y a tr a ta d o de c a lc u ­
l a r se ria m e n te y p o r m edio d e p a c ie n te s a n á lis is la p o b lació n de
F r a n c ia ; su D ic tio n n a ire des G aules a p a re c ió en 1765. A la c ifra
de cerca de 18.000,000 de h o m b res que M ira b e a u a tr ib u ía a la F r a n ­
c ia de en to n ces, é l le opone l a de 22.000,000 de a lm a s, p ro b a b le ­
m e n te m ucho m ás c e rc a a la v e rd a d .
E n 1766 a p a re c ió u n nuevo tr a ta d o de d e m o g rafía, o m ás b ien
dicho, u n a colección de co n cien zu d as m o n o g ra fía s, b a sa d a s e n u n a
observació n m e tó d ic a y en u n a clasificació n ra z o n a d a de los hechos.
Se t r a t a de la s R ech erch es s u r la p o p u la tio n des g é n éra lités d ’A u -
vergne, d e L y o n , de R o u e n e t de q u elq u es a u tr e s m ile s d u ro ya n m e,
o b ra a tr ib u id a a diversos a u to r e s ; p ero p ro b a b le m e n te se deba a
q u ien l a firm ó, es d ecir, a M essance, s e c re ta rio d el in te n d e n te de
A u v e rn ia , L a M ichodiére.
M essance concibe que e x iste n leyes n a tu r a le s que rig e n los
fenóm enos dem o g ráfico s, com o el a le m á n S íissm ilch, p o r su p a rte ,
lo h a b ía afirm ad o y a. D e e s ta s leyes tie n e l a s ig u ie n te id e a : “E n
g e n e ra l, dice, e s tá d e n tro d el o rd e n de la p ro p a g a c ió n que el n ú ­
m ero de n a c im ie n to s re sp o n d a a l n ú m e ro de h a b ita n te s en p ro p o r­
ción t a l que lo s h o m b res q u e n a c e n p u e d a n lle n a r e l vacío d e lo s
que m u e re n ; es in clu so n e c e sa rio q u e en la s p e q u e ñ as ciu d ad e s y
p a rro q u ia s h a y a en lo s a ñ o s o rd in a rio s m á s n a c im ie n to s que m u e r­
te s , ta n to p a r a p ro v e e r a la s g ra n d e s c iu d a d e s com o p a r a r e p a r a r
161
la s d ev astacio n es de la g u e rra , de la s p e ste s y d e o tra s p la g a s q u e
aflig en a l g én ero h u m a n o y que p o sib lem en te lo h a b r ía n d e stru id o ’
y a , si en el o rd e n o rd in a rio el n ú m ero de n a c im ie n to s no excedie­
r a al de fa lle c im ie n to s” (2 1 ). E s te p a s a je no p a rec e re v e la r en el
a u to r u n a id e a m u y f u e rte de la p o te n c ia del p rin c ip io de p o b la ­
c ió n . N o o b s ta n te , en o tro s fra g m e n to s se a p ro x im a m ás sen sib le­
m en te al p e n sa m ie n to m a lth u sia n o . A l h a b la r de la s g ra n d e s p la g a s
d e s tru c tiv a s se ex p re sa a s í: “ Como en la s re g la s de la P ro v id e n ­
cia n a d a sucede a l a z a r, e s ta s p la g a s p u ed en te n e r su u tilid a d ;
p o sib lem en te m a n tie n e n el n iv el e n tre el n ú m ero de los h a b ita n te s
de la tie r r a y los p ro d u c to s d e stin a d o s a su su b siste n c ia , e im p i­
den que la especie h u m a n a se m u ltip liq u e d em asiad o y so b re ca rg u e
la su p e rfic ie de la tie r r a , de lo que p o d ría n r e s u lta r m ayores m ales
que los c au sad o s p o r la g u e rra , la s p e ste s y la s o tra s enferm edades,
ep id ém icas” (2 2 ).
P e ro M essance no se d ed ica a d e s a rro lla r e sta s co n sid eracio ­
nes gen erales. Se p ro p o n e, con a y u d a de cálcu los o p erad o s sobre
bases locales (la e s ta d ís tic a de n a c im ie n to s y m a trim o n io s en a l­
g u n as g e n e ra lid a d e s y el censo d ire c to de a lg u n a s peq u eñ as c iu ­
dades y p a r r o q u ia s ) , c a lc u la r la p o b lació n de F ra n c ia . L a hace
u n poco m ay o r que E x p illy , o sea de 23.109,250 h a b ita n te s p a r a el
año de 1706, y p a r a el te r r ito r io fra n c é s de entonces. Su p ro c ed i­
m ien to p a r a lle g a r a esto s re s u lta d o s c o n siste en e sta b lec er u n a
p ro p o rció n , a llí en d onde puede co m p ro b a rla , e n tre la m ed ia a n u a l
de n a c im ie n to s y la c ifra de h a b ita n te s de los sitio s censados, p a r a
o b te n e r u n coeficiente que le p e rm ita en se g u id a c a lc u la r la po­
b lació n to ta l de F r a n c ia y a firm a r el p ro g reso de su población.
A lg u n a s de su s o b servaciones in c id e n ta le s son se g u ra m e n te d is­
cutibles. P o r ejem plo, p ro c la m a que “la fe c u n d id a d del m a trim o ­
nio depende de c a u sa s a b so lu ta m e n te in d e p e n d ien te s de la v o lu n ­
ta d m ism a de los ú n ico s que p u ed en c o n trib u ir a e lla ” (2 3 ). A qui
tie n e en su c o n tra a to d o s n u e stro s dem ó g rafo s m o d ern o s que a fir­
m an la im p o rta n c ia decisiv a de l a re s tric c ió n v o lu n ta ria como
fa c to r de la d e sn a ta liz a ció n . M essance d e d u c ía de su afirm ación
te m e ra ria la im p o te n c ia de la s leyes de p o b lació n de la época m er-

(21) Be cherches, edic. 1776, p. 2.


(22) Ibíd., p. 2.
(23) Id., p. 143.
162

c a n tilis ta . P o r o tr a p a rte , p r o te s ta c o n tra la te o r ía fisio crá tica de


los “buenos p re c io s”, y ve en el b ajo p recio d el trig o e l m edio de
a u m e n ta r el b ie n e s ta r d el pueblo. E n to ta l, su o b ra es doblem en­
te in te re s a n te , ta n to en sí m ism a com o p o r a b r ir u n a v ía de in v es­
tig a c io n e s en la que M oheau ib a a in te r n a r s e con m a y o r éxito.
E l v a lo r de la o b ra de M oheau (1778), titu la d a R echerches e t
C o n sid éra tio n s s u r la p o p u la tio n de la F ra n c e , es ca si de p rim e r
o rden. L a p a te rn id a d de e ste lib ro , como la del de M essance, h a
sido d isc u tid a , a trib u y é n d o se a veces a M ontyon. C reem os h a b e r
exp u esto los elem en to s del proceso e in d ic a d o la s razo n es que p e r ­
m ite n so ste n e r la a trib u c ió n tra d ic io n a l en n u e s tro p re fa cio a la
reed ició n de e s ta n o ta b le o b ra (2 4 ).
P o sib le m e n te no exagerem os si co n sid eram o s e l lib ro de M oheau
como el p rim e r tr a ta d o de d e m o g ra fía d ig n o de e ste n o m b re y es­
c rito en fra n c é s. L a m a y o r p a r te de la s o b ra s a n te rio re s , lo hem os
visto, no re v e la n u n a c ien cia m u y rig u ro s a , sin o , fre c u e n tem e n te ,
concepciones mfts o m enos su b je tiv a s. O tro s lib ro s t r a t a n de lle g a r
a u n a m a y o r e x a c titu d , y u tiliz a n en c ie rta m ed id a la e sta d ístic a .
P e ro si la e s ta d ís tic a es la b ase de la d em o g rafía, e s tá m uy lejos
de c o n s titu ir to d a la d e m o g ra fía , y a que é s ta no so lam en te tie n e
que r e g is tr a r y c la sific a r lo s fenóm enos re la tiv o s a la población,
sino in te r p r e ta r lo s y to m a r en c u e n ta asp e c to s c u a lita tiv o s, y no
so lam e n te c u a n tita tiv o s , de é sta . E l lib ro d e M oheau no es n i u n a
sim p le com pilación de c ifra s, n i u n c o n ju n to de co n sid eracio n es
a p rio ri, sino u n a te n ta tiv a se ria m e n te conceb id a y co n d u c id a p a ra
ex p o n er m e tó d ic a m e n te y re so lv e r c ie n tífic a m en te los p rin c ip a le s
p ro b lem as re la tiv o s a la població n . E . L e v asseu r no v a c ila en con­
s id e ra r a M oheau como u n o de los p rin c ip a le s fu n d a d o re s de la
cien cia dem ográfica.
L a s R ech erch es et C o n sid é ra tio n s c o n stitu y e n u n a o b ra b a s ta n ­
te im p o rta n te , d iv id id a en dos p a rte s . E n l a p rim e ra , M oheau e s tu ­
d ia lo que él lla m a e l E s ta d o de la población. D espués de in s is tir
en el “v a lo r d e la p o b lació n en u n E s ta d o ” , en “la u tilid a d de la s
in v e stig a c io n e s so b re la p o b la c ió n ” y en “lo s m edios de conocer la
p o b lació n ” , t r a t a de lle g a r a p re c is a r la c ifra d e la p o b lación de
F r a n c ia , su d iv isió n p o r sexos y ed ades, p o r clases, su com posi­
ción desde el p u n to de v is ta de la e s ta tu r a y de la fu e rza , su fe-

(24) Colección Geuthner.


163

c u n d id a d y su m o rta lid a d . T am b ién llev a su ex am en a la e m ig ra ­


ción y la in m ig ra c ió n , e in v e stig a , en fin, el efecto p ro d u c id o d i­
n ám ic am e n te so b re u n a p o b lació n p o r el ju eg o de los diversos fa c ­
to re s dem ográficos. E s la p a r te m ás e sp ecialm en te e s ta d ís tic a de
la o b ra, y es y a n o tab le. E s so rp re n d e n te , a l le e r a M oheau, ver
con qué p ru d e n c ia cien tífica, co m p le ta m e n te m o d ern a, u tiliz a la s
c ifra s y la s i n te r p r e ta ; cómo su s ju ic io s g e n e ra lm e n te sig u en sie n ­
d o sólidos s i se les e x a m in a a la lu z de los docum entos, incom ­
p a ra b le m e n te m ás p reciso s y n u m ero so s de q u e d isp o n en lo s sab io s
de n u e s tro s d ía s ; cóm o e sc a p a a los p re ju ic io s m uy e x ten d id o s
d e su tiem p o , y cómo, in clu so , e v ita e rro re s y ex ag eracio n es co­
m e tid o s desp u és de é l p o r e s c rito re s de m ucho m a y o r n o to rie d a d .
P ro c e d e con circu n sp ecció n , m ed id a, b u e n a fe, y u n e s p íritu de
m o d e ra c ió n y p ru d e n c ia que a veces re c u e rd a el de A. S m ith , cuyo
E n sa y o es c a s i co n tem p o rán eo de la s R echerches.
E s ta p ru d e n c ia n o im p id e a M oheau, de n in g u n a m a n e ra , ex­
p o n e r, a veces con s in g u la r relieve, id e a s im p o rta n te s y fre c u e n te ­
m en te n u ev as en su tiem p o . C la ra m e n te p a r tid a r io del d e sa rro llo
de la p o b lació n , e s tá p e rsu a d id o , como la m a y o r p a r te de su s con­
te m p o rá n e o s, de que u n o de los p rim e ro s deberes del so berano es
el de a le n ta rlo . P e ro de e s ta a c titu d d a razo n es económ icas p r e ­
cisas. R e c u e rd a que el h o m b re “es el m ás p recioso de los te so ro s
de u n so b e ra n o ” ; que es, a la vez, “el ú ltim o té rm in o y el in s tr u ­
m ento de to d a especie de p ro d u c to s ” (25) y que la riq u e z a de u n
E sta d o , como la de u n p a r tic u la r , se c a lc u la según el n ú m ero de
hom bres a los que p u ed e d a r tra b a jo . P e ro no se d etien e aq u í, y
t r a t a de e v a lu a r en c ifra s el v a lo r económ ico d el ser hum an o . D es­
a rro lla , in clu so , con u n siglo de a n te la c ió n , id e a s que hacen p e n ­
s a r en la s de A. C oste, so b re la so cio m etría y sobre el m odo de
c a lc u la r la p o te n c ia de los e sta d o s p o r m edio de u n a com p aració n
de la s c ifra s de su p o b lació n con su su p erficie te r r ito r ia l. Y p re ­
cisa : m u e s tra esp ecialm en te c u áles son la s v e n ta ja s de la p o b la ­
ción c o n c e n tra d a , desd e el p u n to de v ista , p o r ejem plo, del d e s a rro ­
llo de la d iv isió n del tr a b a jo , a la q u e lla m a “tr a b a jo com binado” .
S o b re e ste te m a escrib ió a lg u n a s p á g in a s que, p o r su p recisió n ,
su sim p lic id a d y su p e n e tra c ió n no h a r ía n m a l p a p e l en el E n sa y o
sobre la R iqueza' de las 'Naciones.

(25) Reedición de las Recherches, colee. Geuthner, p. 7.


164

M ollean in d ic a , c a si a l p rin c ip io de su lib ro , c u á l s e rá su m éto ­


do. E s in d u ctiv o . Q u iere ele v a rse de los hechos a l co n o cim iento
de los p rin c ip io s, de la e x p e rie n c ia a la te o ría . P e ro ¿ d e qué h e­
chos conviene p a r ti r ? D e c la ra te n e r m uy p o ca confianza en lo s
censos d ire c to s, p la g a d o s de e rro re s. P re fie re c a lc u la r la p o b la ­
ción segú n la s fa m ilia s, la s casas, la s c u o tas, o ta m b ié n de a c u e r­
do con el n ú m ero de n a c im ie n to s, m ás fá c il de o b te n e r con e x a c ti­
tu d suficiente. C o n sid e ra q u e p u ed e d e te rm in a rs e que en F ra n c ia
h a y u n n a c im ie n to a n u a l p o r c a d a 26 h a b ita n te s , o sea cerca del
40 p o r 1,000; y sobre e s ta base, co m b in ad a con la que p ro p o rc io ­
n a la ta s a de m o rta lid a d (c e rc a del 33 p o r 1,000) (2 6 ), y lo que
cree sa b e r de la em ig ració n y de la in m ig ra c ió n (2 7 ), esta b lec e
cálculos que lle g a n a d a r a F r a n c ia u n a p o b lación de 23.500,000
a 24.000,000 de alm as.
N o podem os se g u ir a M oheau en su a n á lis is de la población
p o r edad, sexo, clase, etc. O bservem os so lam en te que tra z ó los c u a ­
d ro s que los e s ta d ís tic o s m odernos c o n tin ú a n u sa n d o g e n e ralm en ­
te p a r a c la sific a r su s re su lta d o s. P e ro su s ex posiciones no son
á r id a s ; la s en riq u ece con a b u n d a n te s observ acio nes in te re s a n te s
o ju ic io sa s. E n em ig o de la s p a ra d o ja s y de la s ex ag eraciones, p re ­
fiere la s nociones co m p ro b ad as y la s o p in io n es m edias. A lab a y
desea la fe c u n d id a d ; p ro c la m a (ex p resió n de a u s te r id a d u n poco
e n tris te c id a ) q u e “el p rim e r d eb er del c iu d a d a n o es 's u frir el yu g o
del m a trim o n io ”, y que “u no de los m ay o res servicios que puede
h a c e r a la so cied ad es a u m e n ta r el n ú m ero de in d iv id u o s que la
com ponen” . P e ro reconoce la u tilid a d so cial de c ie rta s fo rm as de
celib ato , y la s defiende c o n tra los a ta q u e s, fre c u e n tem e n te a p a ­
sio n ad o s y c o n tra d ic to rio s , de v a rio s a u to re s co n tem p o rán eo s d e
él. P a r tid a r io d el d e sa rro llo de la p o b lació n , cree en la feliz in ­
fluencia de c ie rta s m ed id as g en erales to m a d a s p o r el E sta d o p a r a
fa v o re cer e ste d e s a rro llo ; p ero es escéptico en lo que se refiere a
la eficacia de los e stím u lo s p e c u n ia rio s y d irecto s. R echaza la s ex­
tra v a g a n te s id e a s de W a lla c e y de M ontesq u ieu sobre la deca­
d en c ia de la p o b lació n de los e sta d o s m od ern o s com p arad o s con
los de la a n tig ü e d a d , p ero sin c a e r en el exceso in verso y sin ol­
v id a r que p a r a el c o n ju n to d el U n iv erso la cu estió n es m ucho m ás

(26) Y la tasa de nupcialidad, que calcula en cerca del 8.5 por 1,000.
(27) La primera, cree él, más fuerte que la segunda.
165

dudosa que p a ra E u rop a. L a población tiene un flujo y un reflu­


jo, dice ( 2 8 ), sensible en el tran scu rso de los siglos, que enriquece
o empobrece diversas regiones, como el m a r descubre u n a p laya
p a ra absorber o t r a ; pero hay que e star bien instruido o ser muy
audaz p ara atreverse a ca lcu la r o a b alan cear las pérdidas y ga­
n an cias de la h u m a n id a d .. . ” ( 2 8 ). Incluso d eclara el problema in-
soluble actualm ente, y califica las investigaciones hechas con tal
objeto de “pu ras especulaciones, tan inútiles como penosas” (2 9 ).
E l problem a sólo pueden resolverlo, sin grandes dificultades, cier­
ta s naciones consideradas aisladam ente, como F ra n c ia . E n lo que
a é sta se refiere, Moheau no v acila en concluir que su población
aum enta, y llega a p rofetizar que si su ta s a de aum ento no varía,
su población se d u p licará en dos siglos y medio.
P e ro si Moheau cree imposible calcu lar las variaciones efec­
tiv as de la población del globo, y especialm ente afirm ar que ésta
crece en su totalid ad , tam bién cree que a prior i se puede conje­
tu r a r una tendencia de este sentido en “nuestro clim a” . E n ge­
n eral, dice ( 3 0 ), la hum anidad está con stitu ida de ta l m anera,
y la fecundidad y la m ortalidad están tan enlazadas, que nuestra
especie debe m ultiplicarse en nuestro clim a, si alguna razón local,
física o m oral no tra s to rn a el orden de la propagación y no in­
vierte la ley de n a tu ra ”. C ita, a este propósito, los cálculos de
D eparcieux, los de W allace, y las afirm aciones de F ran k lin so­
bre la población de la N ueva In g la te rra , que luego sirvieron de
base a las deducciones de M althus (3 1 ).
¿ H a s ta dónde puede llegar el p rogreso? “Creemos, responde
Moheau, que los lím ites de la población sólo están fijados por la
can tidad de hombres que la tie rr a puede alim en tar y v e stir; estos
lím ites, que son reales p a ra la totalid ad del universo, no existen
p ara un país p a rtic u la r; y su población puede ser superior a la
fecundidad del suelo si el h ab itan te en cu en tra en su industria
medios p ara subvenir a sus necesidades y con vertir al suelo ex­
tra n je ro en trib u ta rio . . . Debemos tener por cierto, pues, que la
posibilidad de la extensión de la población llega h asta el punto

(28) Op. cit., p. 177.


(29)' Ibídem.
(30) Id., p. 189.
(31) Y que, por lo demás, parecen sospechosas.
166
« n donde la reunión de un número de hombres en un mismo te ­
rrito rio pod ría p erju d icar a su conservación p or la alteración de
la atm ósfera, o la intercepción de las com unicaciones, o la insu­
ficiencia de los medios p ara proveer a las necesidades de la
vida” (3 2 ).
Yernos que Moheau se da cuenta muy claram en te del proble­
m a de las relaciones en tre la población y las subsistencias. Pone
de relieve la im p ortan cia económ ica de “esta necesidad de unirse,
de este ard o r p ara reproducirse que, en el orden de los afectos,
tiene el prim er lu g ar después del ham bre” . No ve otros lím ites
a la población que la imposibilidad física de vivir p a ra un núme­
ro m ayor de individuos. P ero este lím ite, a sus ojos, es sobre todo
teórico. N uestra especie debe m ultiplicarse, dice, en nuestro clim a ,
y si “alguna razón local, física o m oral, no invierte el orden de
la n atu raleza”. P ero existen razones de este género, que son an a­
lizadas por Moheau en la segunda p arte de su libro en form a que
puede colocarse junto al análisis de M althus, incluso con ventaja
en ciertos casos, pues Moheau es mucho menos sistem ático, m u­
cho m ás ponderado que el au to r inglés. Posiblemente se da cuenta
m ejor de todo el poder de los obstáculos preventivos y represi­
vos que M althus subestim a en ciertas ocasiones; p articu larm en te
de la influencia m ortífera de gran número de trab ajo s, de la res­
tricció n volu ntaria, etc.
E s ta segunda p arte, titu lad a D e las causas del progreso o de
la decadencia de la población, comprende dos divisiones en las
que se tra ta n sucesivam ente cau sas físicas y cau sas morales. Mo­
heau enum era en tre las p rim eras las diferentes condiciones clim a­
tológicas, la alim entación, el rep arto de bienes, la costum bre, los
oficios. A propósito de cada una m ultiplica interesan tes obser­
vaciones. Sobre la alim entación abre horizontes que atestigu an
un espíritu m ás abierto y m ás filosófico que el de M alth u s; me­
jo r que éste, calcu la la elasticid ad de la producción de las subsis­
tencias, insistiendo en el ca rá c te r polífago del hombre, en la po­
sibilidad de u tilizar recursos alim enticios aún m al conocidos o,
incluso, desconocidos, adelantándose, así, no a las ensoñaciones
m ás o menos quim éricas — y poco sed u ctoras— de un B erth elot,

(32) Loe. d t., p. 190, 191.


167

sino a las observaciones juiciosas de un P a tte n . Según Moheau,


es im p ortan te d esarro llar el estudio experim ental y racio n al de
los artícu lo s, p ara lleg ar a conocer bien y a u tilizar el valor re a l
de una m ultitud de equivalentes alim enticios descuidados o re ­
chazados. E s te es, ciertam en te, uno de los aspectos bajo los cu a­
les la crític a de la teo ría m althu sian a podría, tod av ía hoy, volver
a in ten tarse de una m anera in teresan te y nueva.
También podemos recoger observaciones muy ju sta s en lo que
dice Moheau a propósito “de los oficios destru cto res de la especie
h um ana”, cu ya lista , dice, comprende casi todos los oficios. (3 3 ).
“E n el estado a ctu a l de la sociedad, añade, no es posible ten er un
techo, vestirse, alim entarse, alum brarse, ser sepultado, sin que esto
cueste la vida a m ultitud de individuos o, cuando menos, sin que
el m inisterio peligroso que p restan a n u estras necesidades y a
n uestros gustos altere su salud o abrevie sus días” . Moheau re cla ­
m a una intervención p ro te cto ra p a ra los trab ajad o res. E n tr e las
cau sas “civiles, p olíticas y m orales” susceptibles de o b rar sobre
el movimiento de la población, indica la religión, el gobierno, las
leyes civiles — p articu larm en te leyes m atrim oniales y de su ce­
sión— ; algunas leyes penales, las costum bres, el lujo, los usos,
los im puestos, la g u e rra , la navegación y la colonización, etc. Su
enum eración en sum a, es muy com pleta, y sólo podemos rep ro ­
ch arle cie rta concisión. De m an era general, las cau sas m orales le
parecen m ás poderosas que la s físicas. “Lanzad u n a m irad a, dice,
sobre el globo que habitam os, y v e ré is. . . las instituciones hum a­
nas prevalecer sobre las influencias físicas” ( 3 4 ).
P ro clam a, especialm ente, la influencia favorable a la población
que ejercen las religiones, y p articu larm en te el catolicism o, que
“p en etra en el secreto del m atrim onio y proscribe todo a cto de
p lacer que no tienda a la generación” ( 3 5 ). E l celibato religioso,
es cierto, le parece p erjudicial a la población; pero añade inme­
diatam en te que este perjuicio se ha exagerado mucho por la pre­
vención y que está am pliam ente compensado. P o r el co n trario , no
atrib u ye g ran im p ortan cia a la form a de gobierno, pues lo que im­
p o rta sobre todo a la población es que éste p rocu re “la seguridad

(33) Op. d t.( p. 218


(34) 0>p. dt., p. 225.
(35) Ibídem., p. 228.
168

de las personas y de los bienes”. L a lib ertad es favorable a la po­


b lación ; la esclavitud le es adversa. E n cuanto a la servidum bre,
Moheau condena la opinión de los que la creían susceptible de
ay u d ar al aum ento de la población, bajo el p retexto de que el se­
ñ or está interesado en ay u d ar a sus siervos. “C olocar, dice ( 3 6 ),
a unos hombres bajo la dependencia de otros p ara asegu rarles la
subsistencia, es una operación del mismo género que si se les re ­
du jera a la mendicidad p a ra darles derecho a la ca rid a d . . . ”
Moheau no quiere honores ni pensiones en favor del m atrim o­
n io ; critic a incluso, desde este punto de vista, la p olítica de Col-
bert. P ero exige p ara los padres de fam ilia exenciones de impuestos
y de diversas cargas. E n m ateria de sucesiones, c ritic a m odera­
dam ente los derechos de agnación y de prim ogenitura y las sus­
tituciones que, entre otros inconvenientes, le parecen comprome­
te r a la población. E n lo que se refiere a las costum bres, en tres
p alab ras subraya el efecto de las m alas, de las que algunos espe­
raban, como compensación p arcial, un aumento de natalidad. “E l
lib ertin aje no puebla”. Un determ inado número de uniones ilegí­
tim as no produce la vigésima p arte de los nacim ientos debidos a
igual número de m atrim onios. Y a este propósito indica que ya el
neom althusianism o y la restricción v oluntaria penetran h asta en
el cam po (3 7 ). “E s tiempo, dice proféticam ente, de detener esta
causa secreta y terrible de despoblación que a rru in a im percepti­
blemente a la nación y de la que dentro de algún tiempo h abrá
que ocuparse, cuando posiblemente sea demasiado ta rd e ”. También
p ro testa co n tra la crian za m ercen aria, en térm inos tan severos
como los empleados por Rousseau.
E l lujo es peligroso p ara la población. Moheau m u estra la
oposición que existe entre el deseo de una descendencia num erosa
y la de satisfacer necesidades personales, numerosas y costosas.
B ajo un régimen más igu alitario la n atalidad sería m ayor, mien­
tra s que bajo el que sanciona una desigualdad demasiado grande
se contem pla “en todas p artes el espectáculo del hombre rico que

(36) Ib Id., p. 237.


(37) P. 258. “ Las mujeres ricas... no son las únicas que consideran
la propagación de la especie como una engañifa de los tiempos viejos; ya
estos funestos secretos desconocidos a todo animal que no sea el hombre, han
penetrado en el campo; hasta en las aldeas se engaña a la naturaleza.’'.
169

a lte ra los votos de la n a t u r a l e z a ..., que abusa de sus sem ejantes,


arrebatándoles p a ra su placer, sus gustos y caprichos, los me­
dios de su b sisten cia; la n atu raleza es traicio n ad a, la nación sa­
crificada y la generación fu tu ra extinguida de antem ano” (3 8 ). L a
crític a de Moheau incluso se detiene en detalle sobre ciertos usos
y abusos a la moda, y a veces adquiere un tono completamente
m oderno; p or ejemplo, encu en tra sorprendente y aflictivo “que el
sexo más delicado se v ista de un modo que podría ser funesto al
hombre más robusto” (3 9 ).
Los impuestos elevados son d estructores de hombres, cuando
menos los impuestos existentes. Pues, dice Moheau, sería posible
su stituirlos por otros que favorecieran a la población: impues­
tos sobre las tie rra s su straíd as a la a g ric u ltu ra ; impuestos so­
bre la dom esticidad; impuestos en general sobre “todo uso, todo
goce que sólo puede existir a costa de una extinción de la rep ro­
ducción” (4 0 ).
A propósito de la g u erra — de la que Moheau se esfuerza en
dem ostrar que no paga ( 4 1 ) — , indica que opera en la nación una
selección al rev és; y considera, por o tra p arte, un grave peligro
el celibato m ilitar.
E l comercio m arítim o, la colonización y la em igración también
le parecen tener efectos desastrosos p ara la población. A sus ojos,
los franceses em igran demasiado. “L a exp atriació n es una enfer­
medad nacional” ; fórm ula sin duda muy exagerad a, si se adm i­
te, como el mismo Moheau lo hace, que la em igración to ta l era
de cerca de 25,000 individuos al año. P ero ya hemos visto que las
ideas de Moheau a este respecto eran las de muchos de los escri­
tores de su época y de épocas anteriores. Desde Bodin y Mont-
chrétien era creencia general que en F ra n c ia se em igraba mucho,
que se em igraba demasiado. P ero una em igración un poco m ayor,
sin p erjud icar a la población de la m etrópoli posiblemente nos hu­
biera conservado el Canadá.
Moheau concluye sus Recherchets con una exposición “de los
métodos p ara fijar a los nacionales y a tra e r a los extran jero s”,

(38) Op. cit., p . 261.


(39) Ibídem., p . 262.
40) Loe. cit., p . 269.
(41) Ibíd., p. 270.
170

que es un p rogram a en pro del aum ento de la población, y por un


resum en, m ás d octrin al, sobre las relaciones en tre la población y
las subsistencias.
P rácticam en te, Moheau aconseja al soberano “h acer felices a
sus súbditos”, prim er medio p a ra m u ltip licarlo s; fa c ilita r la di­
fusión de la p ropiedad; favorecer los m atrim on ios; p rovocar la
inm igración e x tra n je ra y el regreso de los nacionales emigrados.
Sugiere, incluso, en lo que se refiere a estos últim os, un medio
b astan te inesperado p a ra decidirlos a reg resar. “P a r a fortificar,
dice, este espíritu de regreso, sería deseable que se m u ltip licara
en F ra n c ia un género de producción escaso en otros p aíses: el vino
tiene p a ra F ra n c ia un valor inestimable p or la m ultitud de brazos
que emplea el cultivo necesario p ara su producción, p or la e x ­
portación que de él se hace, y adem ás p or el uso de este licor por
los nacionales, al que difícilm ente r e n u n c i a n ...” (4 2 ).
E n cuanto a las relaciones “en tre la población y los medios
de subsistencia”, recuerda que “el hombre es un anim al que come
p a n ; dondequiera que lo encuentre, allí se dirige” (4 3 ). P o r e sta
cau sa, diversos au tores han adm itido que su producción anual
constituye la medida de la población. P ero en realidad, dice Mo­
heau, “aun cuando la abundancia de alim entos signifique la fa ­
cilidad de obtenerlos, y esta facilidad dé a los hombres medios
p a ra m ultiplicarse” , hay países “en donde las cosas necesarias p a ra
la vida abundan, y sin embargo los habitantes no son num erosos”.
E sto se debe a que “dos causas com binadas” influyen sobre la
p ob lación : l 9 la abundancia de cosas necesarias p a ra la v id a ; 29 “la
facilidad de obtenerlas por medio de la propiedad del suelo o por
el tra b a jo ”. “H ay tiempos en los que el pueblo, en el país m ás
fecundo, carece de subsistencias, si el empleo de la mano de obra
no lo hace necesario al propietario” ( 4 4 ). E n una p alab ra, el p ro­
blema es de rep arto tan to como de producción.
Puede decirse que Moheau consideró los hechos demográficos
bajo la m ayor p arte de sus aspectos principales. P lan teó, si no
agotó, la m ayoría de los problemas que aún estudian nuestros con­
tem poráneos a propósito de la población. E n su libro, que revela

(42) Op. cit., p. 278.


(43) Ibídem, p. 280.
(44) Op. cit., p. 281.
171
un esp íritu lógico, razonable y moderado, dosifica felizm ente las
teorías y los hechos; y a l lado de r a ra s afirm aciones dudosas en­
contram os abundantes análisis finos y justos. Podem os p erm itir­
nos, sin colocar precisam ente a las R echerches en el mismo rango
que estas dos obras m agistrales, ver en ellas u na obra que anun­
cia, a la yez, el Ensayo dogm ático de M althus, y la g ra n encuesta
objetiva de Levasseur.
IV . Los últim os años del siglo X V I I I todavía presenciaron la
aparición , en fran cés, de algunas obras referentes, p rincipal o a c­
cesoriam ente a la población. Sobre to d o : l 9 diversas M emorias
del ab ate A gustín Mann ( 4 5 ) ; 29 algunos escritos de N eck er;
39 una obra del g ran químico L av o isier; 49, en fin, el libro de Con-
dorcet, Esquisse d’un tableau historique des progrès de l’esprit
humain (4 6 ).
M ann nació en In g la te rra en 1 7 3 5 ; pero en el curso de una
vida av en tu rera, que lo condujo a F ra n c ia , E sp a ñ a y B rab an te,
se estableció largo tiempo en B ruselas, y an te la A cadem ia Im pe­
ria l de esta ciudad presentó sus Memorias, escrita s en francés.
L a prim era, que es de 1775, se titu la M émoire sur les moyens
d’augm enter la population et de perfectionner la culture dans les
Pays-Bas; la segunda, fechada en 1780, lleva p or títu lo : Dans
un pays fertile et bien peuplé, les grandes ferm es sont-elles utiles
ou nuisibles a l’E tat en général? E n la prim era, Mann p lantea
estos dos p rincipios: “M ientras haya m ás hombres industriosos
que cultiven la tie rra , tam bién es m ás lo que ella produce, e igual­
mente, allí donde los campos producen m ás, hay m ayor cantidad
de hombres. E l grado de la población sigue la medida de la sub­
siste n cia; de modo que m ien tras m ás se hace produ cir a la tie rra ,
m ás se la puebla” . E x is te , pues, reciprocidad. P ero Mann ve obs­
tácu los p a ra el aum ento de la población en la concentración de
la propiedad; a ta c a las grandes g ran jas que, según él, están me­
nos bien cultivadas que las pequeñas ( 4 7 ), provocan el encareci-

(45) Véase J . Lefort, Un précurseur de Malthus, Journal des Econo­


mistes, 1876.
(46) También podríamos citar a des Pommelles, Tableau de la popula­
tion, 1789.
(47) Contrariamente a la doctrina de Quesnay.
172

miento de los artícu lo s y m antienen en el celibato a g ran número


de trab ajad o res agrícolas.
E n su segunda Memoria, insiste en la necesidad p a ra un E s t a ­
do de tener una población en relación con la extensión de su te ­
rrito rio . D em asiado densa o demasiado diseminada, la población
es u n a causa de m iseria o de debilidad.
P ero la te rce ra y ú ltim a M emoria de M ann, Béflexions sur l’éco-
nomie de la société civile et su r les moyens de la perfectionner
(1 7 8 1 ), es la m ás interesan te de todas. Se p lan tea en ella la cues­
tión de saber “si en un E stad o bien reglam entado puede suceder en
todos los casos que los medios de subsistencia estén en equilibrio
con el m ayor grado posible de aum ento de la población”. E l au to r
responde con estas p a la b ra s: “E s te equilibrio es evidentem ente
imposible en un pueblo en el que reinen las buenas costum bres,
porque está en la n atu raleza de la población un progreso crecien­
te h a sta el infinito, m ientras que los medios de subsistencia y de
fijación están necesariam ente lim itados p or el suelo”. U na vez
m ás nos acercam os a M althus. Mann parece, incluso, m ás pesi­
m ista que él, puesto que adm ite la imposibilidad, para un país
con buenas eoskim bres, de m antener el nivel en tre la población
y las su b sisten cias; ni siquiera parece reservar el recuerdo del
moral restraint , sino que, p or el co n trario , condena a las n acio­
nes al ham bre o a la inm oralidad.
N ecker (1732-1804) publicó, en 1775, un libro sobre la Légis-
lation et le Commerce des grains, obra por lo demás mediocre, en
la que persisten viejas tradiciones m ercan tilistas. L a economía
política, dice “funda el poder de un E stad o en la grandeza de sus
riquezas, pero m ás aún en el número de sus h ab itan tes”. E s te nú­
mero es la norm a p a ra ju zg ar a un buen gobierno. No aum enta en
detrim ento de la felicidad pública, al co n trario , é sta aum enta
con él. Sin embargo, ¿n o existe un riesgo de sobreabundancia?
N ecker adm ite la posibilidad, pero tem e poco su realización. “E ste
género de desdicha, dice, es poco conocido en la t ie r r a ; las plagas
del cielo, los erro res y las pasiones destru ctivas detienen casi
siem pre los progresos de la pob lación . . . ” E n cuanto a los medios
de p erm itir que ésta se desarrolle, N ecker acon seja favorecer a
la a g ricu ltu ra, y (lo que está dentro de la vieja trad ició n regla­
m en taria, pero tam bién en con tradicción con el interés ag ríco la)
173

prohibir la exp ortación de artícu los. Se sabe, p or o tra p arte, que


al lleg ar a l poder p racticó con torpeza y testaru d ez e sta política
de reglam entación y de prohibición, opuesta a la de Turgot.
N ecker publicó tam bién, adem ás de su célebre Compte rendu
de 1781, una obra b astan te im p ortan te que E . Levasseur juzga
notable, su Adm inistration des finances de la F ra n ce (1 7 8 5 ).
E n ella hace investigaciones sobre la población fran cesa, que
lo llevan a calcu larla en 24.800,000 individuos; pero añade que
e stá persuadido de que esta cifra es demasiado débil y debe aumen­
ta rse a cerca de 26.000,000. E n u n cia incidentalm ente la “ley de
bronce” , ap licada a los obreros. Como Moheau, se aflige por la
em igración, a la que juzga excesiva. E stu d ia la composición de
la población fran cesa p or edades, estado civil, etc.
Lavoisier (1743-1793), había emprendido una g ran obra, en
la que deseaba establecer datos estadísticos serios sobre la riqueza
te rrito ria l de F ra n c ia , p ara que sirvieran de base a la elaboración
de un nuevo sistem a fiscal.
No pudo llevar este trab ajo a su térm ino, y sólo dió en él un
resum en, los Résultats, que fué presentado a la C onstituyente, la
cu al ordenó su publicación en 1791. “E s muy fácil concebir, dice
a este respecto Bcederer, que la cien cia de la economía p olítica,
o m ás bien, pública, descansa totalm ente en la a ritm é tica po­
lítica ” .
Lavoisier se coloca pn el punto de v ista p ráctico y nacional, y
p roclam a que p a ra la m ayor p arte de los productos de prim era
necesidad, F ra n c ia se b asta a sí misma. Ayudándose con los t r a ­
bajos de Messance y de Moheau, calcu la su población en 25.000,000
de a lm a s; y establece diversas clasificaciones. P ero su obra, in te­
resan te desde el punto de v ista estad ístico y docum ental, lo es
menos desde el punto de v ista de las doctrin as de la población.
E n su Esquisse d’u n tahleau historique des progrès de l’esprit
humain (1 7 9 4 ), C ondorcet expone su teo ría de la perfectibilidad
indefinida del hombre, y en tres o cu atro ocasiones form ula algu­
nas consideraciones sobre la población.
De este modo alude a la existen cia de “un equilibrio que tien ­
de sin cesar a establecerse en tre las necesidades y los recursos,
equilibrio del que resu lta m ayor b ienestar cuando la riqueza a u ­
m enta . . . y p or el co n trario , cuando la riqueza disminuye, mayo­
174

res dificultades y, en consecuencia, m ayores sufrim ientos, h a sta


que la despoblación y las privaciones hagan que se recupere el
nivel” (4 8 ). E n o tra p arte (4 9 ) insiste en la im p ortan cia de las
investigaciones demográficas. E n el últim o capítulo de su lib ro ,
en donde t r a t a “de los progresos futuros del esp íritu humano”,
pretende establecer que las causas de la desigualdad de las con­
diciones se irán debilitando, aunque sin desaparecer, y hay una
de ellas que lig a al principio de población.
“Comparemos, dice ( 5 0 ), en las naciones esclarecidas de E u ­
rop a, su población actu al y la extensión de su te r rito rio ; obser­
vemos, en el espectáculo que presentan sus cultivos y su indus­
tr ia , la distribución de trab ajo s y de los medios de su b sisten cia;
entonces veremos que sería imposible conservar estos medios en
el mismo grado y, como consecuencia necesaria, alim en tar a la
m ism a m asa de población, si un gran número de individuos d eja­
r a de tener, p ara subvenir casi enteram ente a sus necesidades o a
las de su fam ilia, su in d u stria y lo que obtienen de los capitales
empleados en adq u irirla o en au m en tar su producto”. Concluye
“que existe, pues, una cau sa de desigualdad, de dependencia, e in­
cluso de m iseria, que am enaza sin cesar a la clase m ás num erosa
y más activ a de n u estras sociedades”.
Tiene confianza en el progreso de las ciencias y de las a rtes,
progresos que serán tales, que “no solam ente el mismo espacio de
terren o podrá alim en tar a m ás habitantes, sino que cad a uno de
ellos, ocupado menos penosamente, lo será de m anera más produc­
tiv a y p odrá satisfacer m ejor sus necesidades” (5 1 ). P ero enton­
ces se ve obligado a p lan tearse la cuestión m alth u sian a: “¿N o
lleg ará un térm ino en que estas leyes, igualm ente necesarias, llega­
rán a ch o ca r; en el que el aumento del número de hombres, al so­
b rep asar el de sus medios, p ro vo cará necesariam ente, si no una
disminución continua de bienestar y de población, sí una m arch a
verdaderam ente retró g rad a, o cuando menos una especie de os­
cilación en tre el bien y el m al? E s ta oscilación de las sociedades
que han llegado a este térm ino, ¿no será una cau sa siempre sub-

(48) Esquisse..., edic. 1829, p. 187.


(49) Ibíd., p. 231.
(50) Ibíd., p. 257.
(51) Esquisse, p. 268.
175

sistente de m iserias, en cierto modo periód icas? ¿N o señ alará el


lím ite en qne tod a m ejoría se hace im posible; y p a ra la p erfecti­
bilidad hum ana el térm ino que alcan zará en la inmensidad de los
siglos, sin poder jam ás sobrep asarlo?” (5 2 ).
Condorcet declara “imposible pronunciarse en favor o en con­
t r a de la realid ad ” de ta l acontecim iento, que, en todo caso, le
parece como extrem adam ente lejano, y que sólo se realizará “en
una época en que la especie hum ana haya necesariam ente adquiri­
do luces de las que apenas podemos form arnos una idea. ¿ Y quién,
en efecto, se atrevería a adivinar lo que será un día el a rte de con­
v e rtir los elementos en su stan cias adecuadas p a ra nuestro u so ?”
Aquí Condorcet se an ticip a a las previsiones de Berthelot.
Inm ediatam ente después, se an ticip a también a las de S tu a rt
Mili, relativas al estado estacionario (53) : “Suponiendo, dice, que
este térm ino debiera llegar, no re su ltaría de ello nada temible
p a ra la felicidad de la especie hum ana, ni p a ra su perfectibilidad
indefinida”. Pues “si suponemos que antes de ese tiempo los pro­
gresos de la razón han m archado a la p ar con los de la ciencia y
de las a r t e s . . . , los hombres sabrán que si tienen obligaciones res­
pecto a los seres que aún no existen, éstas consistirán no en d a r­
les nacim iento, sino felicid ad ; tienen por objeto el bienestar gene­
ra l de la especie h u m an a. . . y no la pueril idea de ca rg a r la tie rra
con seres inútiles y desdichados. P o r consiguiente, podría haber
un lím ite a la m asa posible de subsistencias y, por consecuen­
cia , a la m ayor población posible, sin que de ello re su lta ra esa
destrucción p rem atu ra, tan co n traria a la n atu raleza y a la pros­
peridad social, de una p arte de los seres que han recibido la
vida” (54). Resumiendo, Condorcet funda su esperanza en la res­
tricció n volu ntaria, sin p recisar si se t r a ta de una restricción vi­
ciosa o de una moral restraint. L a gran diferencia de su actitu d
y la de M althus consiste en que sólo apela a ella co n tra un peligro
m uy eventual y lejano, y no co n tra un peligro con stan te y actu al.

(52) Ibídem., p. 269.


(53) Lo que no está, para nada, en contradicción con la perfectibilidad
indefinida, pues sólo se refiere a la vida económica, y de ninguna manera a
la vida del espíritu.
(54) Esquiase, p. 270.
C a p ít u l o V I I

D O C T R IN A S IN G L E S A S (1 6 5 0 -1 7 9 8 )

D uran te el período m ercan tilista la p olítica inglesa frecuente­


mente se inspiró, como la del continente, en preocupaciones sobre
la población. Y a bajo el reinado de Isabel los hombres casados go­
zaban de ciertas facilidades o dispensas p ara el ejercicio de di­
versos oficios. M ás tard e, bajo el rey Guillermo I I I , un act del 22
de abril de 1695, cuyas disposiciones, co n trad icto rias en ap arien ­
cia, sólo se concilian desde el punto de v ista fiscal, gravaba con
un impuesto anual a los célibes y viudos de m ás de veinticinco
años, pero establecía o tra ta s a sobre los m atrim onios y nacim ien­
tos. L as tasas sobre los célibes se establecieron en el siglo siguien­
te en algunas colonias de la In g la te rra . O tras leyes de la m etró­
poli llegaron, en diversas ocasiones, a estim u lar el m atrim onio. E n
la época de la R estauración , época de lib ertin aje e inm oralidad
generales en In g la te rra ( 1 ) , los hombres de E stad o se felicitaban
de que el crecim iento de la población se viera favorecido con ellas.
O tras leyes reglam entaron la em igración, p articu larm en te la que
se d irigía h acia las colonias inglesas de A m érica. De u n a m anera
general, el ideal del gobierno era favorable al desarrollo de la po­
blación. E s te ideal fué tam bién el de los escritores m ercan tilistas,
Mun, F o rtre y , Temple, D avenant, Child y Tucker.
E n 1664 se publicó, largo tiempo después de la m uerte del au ­
to r (1 5 7 1 -1 6 4 1 ), la célebre obra de Thomas Mun, el Tesoro de In-

(1) Véase el cuadro trazado por Taine, Histoire de la littérature an-


glalse.
178

glaterra en el comercio extranjero. E l au to r no p resenta un des­


arrollo explícito sobre la teo ría de la población, pero acep ta im­
plícitam ente el punto de vista ordinario de los m ercan tilistas, es­
pecialm ente cuando t r a ta de las relaciones de la población con
los productos y consumos de lujo. Poco más tard e Samuel F o rtre y
(1622-1681) expuso muy claram ente este mismo punto de vista
en su tra ta d o sobre Los Intereses y el Progreso de Inglaterra
(1 6 7 3 ), en el que planteó el principio trad icion al de que p a ra que
una nación sea poderosa necesita riqueza y población, y en donde
liga el desarrollo de esta últim a al de la industria, recom endan­
do, como buen m ercan tilista, estim ular la inm igración de tra b a ­
jadores extran jero s. Igualm ente, W illiam Temple (1628-1699) p ro­
clam ó que “el verdadero y nacional fundamento del com ercio y de
la riqueza es el número de la población en relación con la exten ­
sión del te rrito rio que h ab ita” (2 ) ; por lo demás, dió esta singu­
la r ra z ó n : que la densidad de la población hace más ca ra s las
cosas necesarias^ a la vida, lo que obliga a los propietarios a la eco-
norqía y a los demás hombres al trab ajo , como si el objeto fuese
reducir el bienestar y au m en tar el trab ajo , sin siquiera tener m a­
yor número de productos p ara vender en el extran jero (lo que es
im plícitam ente la intención del escrito r m ercan tilista, puesto que
por hipótesis, es la rareza relativ a de dichos productos frente a
las necesidades del país lo que hace subir su p recio ). P ero la idea
de Temple es que la indu stria m an u factu rera se ap rovechará de
las econom ías de los ricos y del aumento de trab ajo de los pobres
y que, en definitiva, será más poderosa y más productiva que en
un país de población escasa. E n apoyo de sus tesis cita el ejem ­
plo de la rica y populosa H olanda, por la que profesaba una ad ­
m iración celosa. P o r o tra p arte, relaciona la población con la ba­
lanza de comercio y sostiene que una balanza desfavorable agota,
junto con la riqueza del país, su población m ism a: el aspecto eco­
nómico y social del problema está subordinado al aspecto com er­
cial. Temple es p artid ario del impuesto sobre los célibes, de los
estímulos legales al m atrim onio y a la fecundidad y de la emi­
gración de artesanos y obreros calificados.
E n 1680 apareció una obra titu lad a Britannia languens, a tri-

(2) An Essay upon the advancement of trade, in Works, t. III.


119

buida a W . Petyt (no confundirlo con W . P e tty , su contem porá­


neo, m ás conocido). E l a u to r (1636-1707) tam bién considera el
com ercio extran jero como un medio de h acer vivir a “gran m ul­
titu d de pueblo”, que de o tra m anera no podría sostenerse. “E l
com ercio extran jero , ventajosam ente conducido, dice, h a r á ' a la
nación mucho más fuerte de lo que es n atu ralm en te” . También
las m an u factu ras p erm itirán vivir a una población m ás num ero­
s a ; pero la exp ortación del dinero en efectivo hace inevitable la
despoblación. U na población num erosa deprime los salarios y, en
consecuencia, el precio de los objetos m an ufacturados y una po­
blación r a r a produce la elevación de los salarios y de los precios.
De pronto, la idea parece co n traria a la de Temple, p a ra el que la
población densa provoca la carestía. Sin embargo, no son abso­
lutam ente inconciliables, y ambas se inspiran en el mismo espí­
ritu m ercan tilista. Temple se alegra al ver subir los precios de los
artícu lo s consumidos por los trab ajad o res, lo que obliga a éstos a
tra b a ja r m á s; P e ty t desea que la población crezca p a ra que la
con currencia de brazos, al reb ajar los salarios, perm ita que los
productos sean más baratos p a ra la exp ortación. Los dos, p or o tra
p arte, sacrifican sin v acilar el bienestar del tra b a ja d o r a la p re­
ocupación de una balanza de com ercio ventajosa y de una g an an ­
cia en efectivo realizada por la nación.
Uno de los más serios representantes del m ercantilism o b ritá ­
nico, .Josiah Child (1630-1699), en su Nuevo discurso sobre el co­
mercio (1 6 6 8 ), sostiene que la población siem pre está en relación
con el estado del com ercio y de la industria. Según él, si la po­
b lació n 'es insuficiente, se produce un a alza de salarios que bien
pronto se trad u ce en un crecim iento de la población.
L as opiniones de Child en m ateria de em igración y de coloni­
zación son b astante notables. C ita ap robatoriam en te la opinión
de “muchas gentes muy hábiles”, que consideran que las colonias
son perjudiciales a la m etrópoli, al v aciarla de población. “Todo
lo que despuebla, empobrece”. Incluso las tie rra s m ás fértiles no
constituyen una riqueza p a ra el E stad o sin un número de brazos
proporcionado; las naciones son rica s o pobres, no según la fer­
tilidad de su suelo, sino según su abundancia en hombres. Admi­
te, no obstante, aunque a su modo de ver la colonización haya
des oblado a E sp añ a, que In g la te rra puede a d o p ta rla ; p a ra ella
180

no h a tenido los mismos resultados, y a que sus colonias am erica­


nas han sido pobladas sobre todo, dice, “con una población vaga­
bunda y relajad a, que posiblemente jam ás habría podido subsistir
en la m etrópoli, sino que estaba destinada al patíbulo, al ham bre
o a una m uerte p rem atu ra debida a una de las m iserables enfer­
medades que proceden del vicio y de la m iseria”. Cuando la in­
m igración no hace m ás que re tir a r un excedente inútil o perjudi­
cial, no es de lam entarse. Si los brazos se rarifican dem asiado, los
salarios subirán, y de acuerdo con la ley antes indicada, la po­
blación crecerá. “E l número de n u estra población, dice Child, siem­
pre e sta rá en proporción con el empleo que podamos d arle”. H ay
un aju ste n a tu ra l — aunque no sin sufrim ientos, y Child parece
adoptarlo fácilm ente— , de la oferta y la demanda de brazos.
C harles D avenant es tam bién uno de los m ás im portantes es­
crito re s del m ercantilism o inglés (1 656-1714). E n sus Discursos
sóbre las rentas públicas y en su Comercio de Inglaterra (1 6 9 8 ),
reproduce las tesis m ercan tilistas sobre la población; pero con
cie rta m oderación. E l conocim iento de la cifra de la población, dice,
es necesario p a ra el que quiere juzgar la población de una nación.
Adm ite que cuando las clases inferiores están bien alim entadas, el
aum ento se produce con rapidez. ¡E s tim a , sin em bargo, que la po­
blación de In g la te rra necesita 425 años p ara duplicarse, y que sólo
lle g a rá a los 11.000,000 en 2 3 0 0 ! L as principales causas que re ­
ta rd a n el crecim iento son, p a ra él, l 9 las pestes y p la g a s; 2 í> las
gu erras civiles y e x tra n je ra s ; 3 9 los accidentes m a rítim o s; 49 la
em igración a las colonias. P ero también culpa a l urbanism o, a
las m alas costum bres, al lujo, a la intem perancia, al afán por los
negocios, etc. Concluye recomendando estím ulos legales al m a tri­
monio y a la inm igración.
D aniel de F o e (1 6 6 1 -1 7 3 1 ), en varios de sus numerosos escri­
to s (3 ) se m u estra tam bién como defensor del punto de vista de
los m ercan tilistas ingleses, es decir, de la idea de una liga estre­
ch a en tre el desarrollo del gran com ercio intern acion al, p or una
p arte, y el de la población y la fuerza del E stad o p or la o tra . P a ­
rece dispuesto a ad m itir que la demanda de hombres produce ne­
cesariam ente la m ultiplicación de la oferta. Un aum ento de sala-

(3) Especialmente en sus Extractos de un plan del comercio inglés, 1730,


2a. edición.
181

rios y de bienestar se trad u ce en aum ento de la población. A de­


cir verdad, la prosperidad financiera le parece aún m ás im por­
ta n te que u n a población n u m ero sa; pero am bas están ligadas y
dependen a la vez de los progresos del com ercio extran jero .
L a m ism a d octrin a general es sostenida p or W illiam R ichard-
son en su Ensayo sobre las causas de la decadencia del comercio
extranjero ( 1 7 4 4 ) ; el obispo George Berkeley (1685-1753) tam bién
perm anece fiel al punto de vista favorable al desarrollo de la po­
blación en su Ensayo tendiente a prevenir la ruina de la Gran
Bretaña (1 7 2 1 ), en el que pide que el E stad o estim ule con privi­
legios y prim as a los padres de fam ilias num erosas, en interés de
la ind u stria nacional, y que grave pesadam ente las sucesiones de
los célibes.
Los escritores m ercan tilistas ingleses reproducen fielmente la
mism a doctrina. P ero al lado de ellos debemos m encionar, duran te
el mismo período, a algunos autores m ás originales que al t r a t a r
de la población se colocan en un punto de vista independiente de
la d octrin a trad icion al. Incluso algunos de ellos, como Samuel Du-
gard, en un curioso Discurso referente a las familias numerosas
(1 6 9 5 ), presenta una argum entación form al sobre los inconvenien­
tes que éstas p resen tan ; pero sólo p ara d esarrollar en seguida una
argum entación co n trad icto ria y d eclararse en favor de la tesis
poblacionista.
Otro au to r, R ich ard Cumberland (1631-1718), en sus Origines
gentium antiquissimae (1724) t r a ta de calcu lar la población de
las naciones de la antigüedad, y llega a conclusiones absurdas, por
ejemplo, la de que 240 años después del diluvio vivían en el globo
3,333.333,333 individuos.
L a estad ística aplicada a la dem ografía había tenido dichosa­
mente, un poco antes, representantes m ás serios que este fa n ta ­
sioso au to r. E n los años que siguieron a la restau ració n de los E s-
tuardos, vemos n acer en In g la te rra con G rau nt, P e tty y H ales,
una ciencia casi nueva, que se llamó entonces A ritm ética política,
y que tra tó de p recisar más científicam ente las leyes que presiden
a los movimientos de la población.
Jo h n G raunt publicó sus Observaciones naturales y políticas
sobre las leyes de mortalidad en 1662, el mismo año en que P e tty
publicó su Tratado de los impuestos y contribuciones.
182

E stab leció tablas de supervivencia utilizando las listas m or­


tu o rias, muy insuficientes entonces, de la ciudad de L o n d res; com­
paró el crecim iento de la población en el cam po y en las ciudades
y analizó las causas de las diferencias que observó; com paró ta m ­
bién los nacim ientos m asculinos con los femeninos, y se entregó
a investigaciones sobre la m ayor p arte de los problem as que se re­
lacionan con la población, p articu larm en te al del período de dupli­
cación, que fija en 6á años parar la ciudad de Londres. Creyó que
la población tiende a crecer en progresión geom étrica, pero que
e sta tendencia es estorbada p or obstáculos positivos, guerras, epi­
demias, etc. E n cuanto a los obstáculos preventivos, no les conce­
dió g ran atención.
W illiam P e tty (1 6 2 3 -1 6 8 7 ), que es uno de los m ás originales
e im portantes econom istas ingleses an teriores a Sm ith escribió, en­
tr e o tra s obras, su Tratado de los impuestos y a mencionado, y su
Aritm ética política, publicada, después de su m uerte, en 1690. A p a­
rece, según Cossa, como el “prim er fundador de la estad ística in­
vestigad ora” ; y él mismo tuvo claram en te la conciencia de lo que
renovaba en el método económico, especialm ente en el método de­
mográfico. T r a ta de in tro d u cir precisión científica en problemas
que h asta entonces se tra ta b a n sobre impresiones de ta l modo sub­
jetivas que algunos contem poráneos atrib u ían a Londres una po­
blación de 3 a 4 millones de hombres, en tan to que esta ciudad,
según P e tty , no ten ía m ás que 670,000 en 1682.
P e tty es muy apegado a la d octrin a poblacionista. Considera
que un país que tiene 8 millones de habitantes es dos veces m ás
rico, con igual te rrito rio , que un país que no tenga m ás que cu a­
tro . U n a población disem inada pierde tod a aptitu d p a ra cre a r r i ­
queza. L a densidad de la población es, por el co n trario , favorable
ta n to a la división del trab ajo como a la defensa nacional. E l hom­
bre es mucho m ás im p ortante que la t i e r r a : idea perfectam ente
lógica en un sistem a económico que afirm a que la riqueza es h ija
del trab ajo.
P e tty estaba tan persuadido de las ventajas que el E stad o
obtiene de una población abundante, que aconsejaba a l gobierno
britán ico que tra n sp o rta ra en m asa a la población irlandesa a In ­
g la te rra según el sistem a de los antiguos conquistadores, p a ra quie­
nes el pueblo vencido con stitu ía un botín. Llevó su lógica h asta
183

afirm ar que no h ab ría ningún inconveniente en vender la isla de­


sie rta a otro E stad o , que dism inuiría su riqueza al com p rarla y
sus hombres al repoblarla. E s ta idea le obsesiona tan to , que varias
veces insiste sobre ella, especialm ente en su Tratado sobre Irlanda,
en 1687.
M ercantilista de los más duros (aunque en ciertos aspectos, pre­
cu rso r de la escuela lib e ra l), si a P e tty le interesa un m ayor nú­
mero de hombres es p a ra hacerles proporcion ar la m ayor cantidad
posible de trab ajo . “Después de la medida consistente en in tro ­
d u cir en un país tan to s hombres como los que y a hay en él, lo me­
jo r sería obligar a los que y a lo habitan a realizar el doble del
tra b a jo realizado actualm en te” . Y el medio que preconiza p a ra obli­
g a r a los obreros a tra b a ja r lo m ás posible consiste en una polí­
tic a de “pan caro ” sistem áticam ente p racticad a. O tros m ercan ti-
lista s querían el ab aratam ien to de la vida p ara p erm itir la rebaja
de sa la rio s ; él quiere la vida difícil p a ra im poner un trab ajo
m ás in ten so : medios diferentes p a ra un mismo fin. E l obrero no
debe g an ar m ás de lo estrictam en te n ecesario; el E sta d o , por lo
demás, tiene que organ izar el derecho a la a sisten cia ; pero la po­
blación del país puede ser mucho más num erosa de lo que es, por lo
que P e tty estim a que el pauperismo no es más que accidental. A d­
m ira el urbanism o y, como era de esperarse, condena tod a coloni­
zación m ientras In g la te rra no alcan ce su plena población.
P e tty , como G raunt, considera que la población tiende a mul­
tip licarse en proporción geom étrica y a duplicarse de período en
período; pero adm ite que la longitud de tales períodos v aría con­
siderablem ente según las circu nstan cias, reserva bajo la cual la
proposición se hace tan vaga como poco inquietante. Un cálculo
que establece sobre el crecim iento de la población hum ana después
del diluvio lo conduce a ad m itir, 350 años después, un millón de
hombres, en lu gar de los tres mil millones y un tercio de Cumber-
land.
A los nombres de G rau nt y de P e tty se añade, algunas veces,
el de M athieu H ales (16 0 9 -1 6 7 6 ), au to r de un libro titu lad o Ori­
gen prim ero de la humanidad (1 6 7 7 ). P o r diversos medios, t r a ta
de probar que la población puede crecer considerablem ente en
tiempo relativam en te c o r t o ; insiste en la tendencia al crecim iento
según una progresión geom étrica, en un período de veinticinco
184

años, y añade que la lentitud mucho m ayor del aumento se expli­


ca por numerosos obstáculos destructivos. A p esar de ellos, cree,
la población aum enta y co n tin u ará aum entando.
E n la segunda m itad del siglo X V I I I , la tesis poblacionista es
reanudada con fuerza p or Jo siah Tucker (1 713-17 9 9 ), en su Ensayo
sobre el Comercio (1749) y en sus Elem entos de Comercio (1 7 5 5 ),
en donde reproduce las afirm aciones de los m ercan tilistas an te­
riores sobre la necesidad de una población num erosa p a ra una
sa tisfa cto ria división del trab ajo , p ara el reclutam iento de la in­
d u stria, el progreso com ercial y, también, p a ra el m antenim iento
de la libertad política. Como la m ayor p arte de sus antecesores,
no teme de ninguna m anera a la sobrepoblación y apela a las in­
tervenciones de E stad o favorables al m atrim onio y represivas del
celibato y del libertinaje.
E n la m ism a época, Benjam ín F ran k lin (1706-1790), aún súb­
dito británico, publicaba sus Observaciones sobre el crecimiento
de la población y el poblamiento de los países (1 7 5 1 ), ensayo poco
extenso, pero en el que se enumeran las principales causas suscep­
tibles de obrar sobre el movimiento ascendente o regresivo de la
población. F ran k lin observa que las comprobaciones realizadas en
E u ro p a no son válidas en A m érica, en donde los m atrim onios son
más frecuentes y prolíficos. De m anera general cree que la pobla­
ción crece con el bienestar, y adm ite que en la Nueva In g la te rra
el período de duplicación es apenas de veinticinco años, lo que le
hace afirm ar que el millón de colonos existentes en ese país en 1750
proviene de la descendencia de apenas 80,000 inm igrantes, y que
h acia 1850 sus propios descendientes serán más numerosos que los
ingleses de E u ro p a ( 4 ).
Poco después de 1750 se produjo una discusión en In g la te rra
análoga a la producida en F ra n c ia sobre la cuestión de la pobla­
ción com parada de los estados antiguos y de los modernos. L a tesis
que había sostenido Montesquieu, esta vez fué defendida por W a l-
lace (1694-1771) en su Disertación sobre el número de hombres en
los tiempos antiguos y en los modernos (1 7 5 3 ), m ientras que Da-

(4) Podríamos citar, además, a W. Derbam (Physico-theology, 1713);


a Bernard de Mandeville (Fábulas de las abejas, 1706); a Thomas Alcock
(Observaciones sobre los defectos de la ley de pobres, 1752), etc.
18 5

vid Hum e (1711-1776) presentaba en sus Discursos políticos (1752)


la tesis de la que en F ra n c ia V o ltaire era el campeón.
E l Ensayo de Hum e (5 ) es u n a obra muy im portante, que Mal-
thus cita en tre las que lo determ inaron a escrib ir su propio E n ­
sayo. Hume desde 1750 indica en su correspondencia el fin que
se propone: re fu ta r los errores de Montesquieu y de Vossius. P a ra
log rarlo se en trega a un estudio crítico de los testim onios de los
historiadores de la antigüedad, y concluye que el mundo, lejos
de despoblarse está en vía de poblamiento ( 6 ). P e ro dicho estu­
dio no es la p arte m ás interesante de la obra, que hay que b uscar
en la exposición de las ideas dogm áticas de H um e sobre la cues­
tión.
E l filósofo está muy convencido de la potencia del instinto de
paternidad. “Todo hombre ordinario, dice, que cree poder m an­
tener a una fam ilia, quiere ten erla”. E s te deseo es ta n fuerte que
sólo puede ser co n trariad o por la acción de un m al gobierno y
la situación m iserable que de ella resulta p ara sus súbditos. L a
población es, pues, la norm a p ara juzgar a un buen gobierno, y
la medida común de la prosperidad de las naciones. Hume con­
sidera que en condiciones favorables el crecim iento es rápido. “L a
especie hum ana h aría m ás que duplicarse en cad a generación si
todos se casaran al lleg ar a la edad nubil” . Y añ ad e: “Cuales­
quiera que sean los efectos desastrosos de las gu erras, de las epi­
demias y de o tras plagas, desde el momento en que el hombre crea
poder hacerlo, d ará nacim iento a una fam ilia. L as plagas no des­
pueblan a un país en la medida en que se podría im aginar, porque
el instinto del hombre lo hace repoblar inm ediatam ente”. Como
en el conjunto las facilidades de la vida aum entan con los pro­
gresos de la civilización, dada la tendencia de la población a po­
nerse al nivel de ella, ésta debe norm alm ente aum entar.
W allace, en su Ensayo ( 7 ) , que opone al de Hum e, p arte de la

(5) Ensayo sobre la población de las naciones antiguas.


(6) Entre otras razones de la inferioridad demográfica de los pueblos
antiguos, da sobre todo éstas: la influencia de la esclavitud, muy desfavo­
rable a la población; la frecuencia y la atrocidad de las guerras civiles y ex.
tranjeras; la inferioridad de la producción económica. En revancha, admite
que la división de Europa en pequeñas naciones produjo, mientras duró, una
menor desigualdad de fortunas, siendo por esto favorable a la natalidad.
(7) En la controversia de Hume y de Wallace, también tomaron parte
186

idea de que el género humano, que nació de un pequeñísimo nú­


m ero de seres en su origen, y que ha crecido por propagación, tie ­
ne un crecim iento a ctu al muy inferior al que podría suponerse. Si
adm itim os, dice, que una p areja original que tiene seis hijos, dos
de los cuales mueren a tem p ran a edad, es reem plazada por cu atro
individuos en la p rim era generación, y continúa así sucesivam ente,
adm itiendo sólo tres generaciones p or siglo llegam os rápidam ente
a un to ta l prodigioso (m ás de 81T millones de hombres en diez si­
glos, y 1.632,000, la población del globo hace unas décadas) en la
siguiente generación. P ero W allace adm ite que la tie rr a conocida
en su tiempo, v arias decenas de siglos después de la fecha que a d ­
m ite p ara el diluvio bíblico, sólo tiene una población de mil m i­
llones. De modo que en el pasado ha podido e sta r mucho m ás po­
b la d a ; y, añade, ha debido estarlo, “cualquiera que sea la ley de
propagación que supongamos, con ta l de que sea razonable” .
¿ P o r qué la población actu al del globo perm anece tan inferior
a lo que podría se r? P a r a responder, W allace analiza causas físi­
cas y m orales que impiden el poblamiento. L as prim eras — clim a,
esterilidad del suelo, accidentes atm osféricos y geológicos— son
menos im portantes que las causas m orales.
Sin embargo, an tes de estu d iar el juego de tales causas plantea
algunas m áxim as generales que form ula a s í: 1’ la abundancia de
subsistencias es un estím ulo a los m atrim onios y a la n a ta lid a d ;
2 ? la población está en relación con la n atu raleza y la fertilidad
del suelo; 39 tam bién está en relación con el estado de la divi­
sión del suelo y el rep arto m ás o menos igual de las tie r r a s ; 49 de­
pende del núm ero de m atrim onios, de las costum bres y de las leyes
relativas a la n u p cialid ad; 59 depende de los estímulos dados a las
ind u strias alim enticias. “P a r a ten er el m ayor núm ero posible de
habitantes en el mundo, todo el género humano debería ser em­
pleado directam en te en produ cir subsistencias” .
U n a vez planteado esto, W allace distingue claram ente el pun­
to de v ista de la econom ía nacional y el de la econom ía m un d ial;
la nación puede e star interesad a en d esarrollar su industria y su
com ercio, ya que con este desarrollo p od rá obtener m ás subsisten­
cias que las que le p ro cu raría la ag ricu ltu ra, g ra cia s a los cam-

William Bell y el segundo William Temple, con dos disertaciones de 1756


y 1758.
187

bios. P ero el universo pierde in globo con esto, puesto que en el


conjunto hay una producción de alim entos menor que si todos los
brazos se em plearan en la ag ricu ltu ra. L as grandes ciudades, por
o tra p arte, en las que florecen la indu stria y el lujo, son d estru c­
to ra s de población. W allaee es an ti-in d u strialista. P a r a él, el des­
a rrollo de las m an u factu ras encarece la vida, arreb atan d o brazos
a la a g ricu ltu ra y desviando “la atención del género humano de
un trab ajo más necesario” . E l precio del trab ajo posiblemente se
eleve; pero “no se vive de dinero, sino de com ida” . “Lo que esti­
mula sobre todo a los m atrim onios, es la adquisición fácil de los
alim entos”. L a nación que crece más es la que conserva por m ayor
tiempo la sim plicidad en las costu m bres: la población disminuye
cuando el lujo prevalece, es decir, cuando gran p arte de los habi­
ta n te s abandona el trab ajo del suelo.
B ajo el punto de v ista de estas máximas generales, W allaee
exam ina las causas m orales cuya acción explica históricam ente
la disminución de la población de las naciones modernas com pa­
rad as con las antiguas ( 8 ) .
1? E l cristianism o, es cierto, ha favorecido la propagación al
suprim ir la poligam ia, que p a ra W allaee no es favorable al pobla-
miento. También lo alaba por la prohibición del divorcio. P ero el
celibato eclesiástico le p arece una cau sa de despoblación. Y en
los países musulmanes, la poligam ia obra en el mismo sentido.
2° E l pauperismo está muy desarrollado entre los pueblos mo­
dernos : cien mil indigentes en E sco cia por un millón y medio de
habitantes. P ero p ara W allaee (al que M althus re fu ta rá ), la in­
digencia no es prolífica. Sucedía o tra cosa, cree él, con la esclavitud
de la antigüedad, cuando menos en donde no era demasiado dura.
39 L as leyes de sucesiones que con sagran el derecho de primo-
genitura son tam bién, p a ra W allaee, una cau sa de desnatalización,
al im pedir o re tra s a r el m atrim onio de los herm anos menores, y
a l fa c ilita r al m ayor el m antenim iento de una num erosa dom esti-
cidad de personas no casadas.

(8) ¡Calcula la población de la antigua Galia en 32, incluso en 48 mi­


llones de habitantes! Es de observar que para Inglaterra —a la que sin
duda conoce mejor— no se atreve a afirmar su despoblación; incluso recono­
ce que está más poblada que antiguamente.
188

O tras causas fu ero n : 49 la supresión de los estímulos al m a­


trim onio que considera que los pueblos antiguos p racticaro n am ­
p liam en te; 5’ el m ilitarism o que favorece la extensión de las en­
fermedades v enéreas; 69 el desarrollo del g ran comercio que
enriquece a algunas ciudades, pero ag ota la población europea por
medio de la em igración ; T la desaparición de los antiguos hábitos
de vida ru ra l y del interés p or la a g ric u ltu ra ; 89 la gran extensión
de los estados modernos, de la que resu lta, según él, que los cul­
tivos intensivos no se practiquen más que en una zona restrin gid a
vecina a la c a p ita l; 99 la ru in a de los estados de la antigüedad,
destruidos unos por otros, y en p a rtic u la r las devastaciones ejer­
cidas por los rom anos, devastaciones de las que W allace se form a
una idea ta l que considera que los países del O riente aún siguen
resintiendo sus efectos; 10’ el desarrollo del lujo que desvía a gran
número de hombres de la producción de artícu los alim enticios.
E n to ta l, los estados modernos aparecen fuertem ente despobla­
dos si se com para la situación del mundo civilizado con la del
mundo antiguo, sobre todo en el período que va de Alejandro a
Augusto.
E s ta despoblación es funesta, y el E stad o debe ocuparse de
rem ediarla. E s necesario que llegue a tener tan to s habitantes como
puede alim entar. Un E stad o no está suficientemente poblado cu an ­
do queda en él terreno inculto, o cuando una p arte de su produc­
ción de artícu lo s alim enticios se consume en el exterio r. E l E stad o
m ás poderoso es aquel cuyo suelo está enteram ente cultivado y
“que abunda en hombres p a ra consum ir sus g ran os”. C o n tra ria ­
mente a P e tty , W allace p roclam a que el “grano y el trigo nunca
pueden ser demasiado abundantes ni demasiado b arato s”. Sus con­
clusiones son favorables a la tendencia a g ra ria , no sin que nos
recuerde a su contem poráneo Mirabeau. Como él, es p artid ario del
desarrollo de la población; como él, lo espera todo de la ag ricu ltu ­
ra , a la que atribuye una fuerza productiva casi indefinida; cree,
con él, que la cau sa principal de la despoblación ra d ica en las
m alas p rá ctica s agrícolas y en el abandono de la a g ricu ltu ra, así
como en el desarrollo del lujo — cosas que p ara su modo de ver son
casi sinónimas— ; como él, desconfía de las m an u factu ras y vuelve
la espalda al m ercantilism o, del que no conserva m ás que el ideal
189

del aumento de la población y la confianza en las intervenciones


del E stad o ( 9 ).
Después de Hume y de W allace, duran te la segunda m itad del
siglo X V I I I los teóricos de la población son numerosos en I n ­
g la te rra , y muchos de ellos tra ta n el problema con un espíritu
ya muy cercano al de M althus.
E n los años que preceden a la ap arición del gran Ensayo de
Adam Smith, lo notam os ya en uno de los últim os representantes
del m ercantilism o inglés, Jam es S te u a rt (1712-1 7 8 0 ), quien pu­
blicó unos Principios de Economía Política (1 7 6 7 ), en los que
ap o rta a la cuestión de la población una contribución que S tan-
geland considera una de las mejores que hayan dado los econo­
m istas ingleses de esa generación (1 0 ). Casi al mismo tiempo,
otros tres escritores menos conocidos tam bién pueden m encionar­
s e : Ja m es Cadwell, S hort y Fergu sson. E l prim ero discute (1 1 )
las relaciones de la población con la organización económ ica, ins­
pirándose en las obras de Hume, y de otros escritores de la época
precedente, en los que S h ort se inspira igualm ente p a ra su Historia
comparativa del crecimiento y de la disminución de la población
en la Gran Bretaña (1 7 6 4 ). Fergusson (1 7 2 3 -1 8 1 8 ), en su Ensayo
sobre la historia de la sociedad civil (1 7 6 7 ), afirm a que “los hom­
bres se m ultiplican desde el momento en que la situación es fa ­
vorable, y en pocas generaciones pueblan cad a país en la medida
de las subsistencias” ; pero hace observar que lo necessary of Ufe
es muy diferente en tre un pueblo y otro.
S te u art proclam a que los anim ales se m ultiplican en propor­
ción a la alim entación que se les ofrece, y que lo mismo sucede
con el hombre. L a población está y e sta rá siem pre en proporción
con los alim entos producidos, con la fertilid ad del clim a y con la
ind u stria de los habitantes.
Adam Sm ith no concede atención p a rticu la r a la te o ría de la
población. E l Ensayo sobre la riqueza de las naciones sólo contie­
ne a este respecto observaciones incidentales. Se las puede n o tar,

(9) En otra obra publicada en 1761, mencionada por Ingram, Wallace


preconiza la comunidad de bienes como sistema social, pero señala que podría
constituir un peligro de sobrepoblación.
(10) Op. cit., p. 287.
(11) An inquiry how far the restrictions law apon trade, etc. (1766).
190

sobre todo, en el capítulo V I I I del prim er libro, en el que el au ­


to r t r a ta de los salarios ( 1 2 ). Sm ith plantea en principio que “el
testim onio m ás poderoso de la prosperidad de un país es el au ­
mento de la población”. A ñade que en la m ayor p a rte de los países
de E u ro p a se necesitan cuando menos 500 años p a ra duplicar el
número de hom bres; pero que en 'las colonias inglesas de la Amé­
ric a del N orte este número se duplica en veinte o veinticinco años.
R elacion a este rápido aum ento con los altos salarios, que hacen
que en las fam ilias de trab ajad o res la abundancia de hijos “sea
una fuente de opulencia y de prosperidad”. “Cada hijo, dice ( 1 3 ),
an tes de la edad en que puede abandonar la casa p ate rn a vale an u al­
mente, por su trab ajo , cien libras esterlinas, deducidos todos los
gastos. U na joven viuda m adre de cu atro o de cinco hijos, perte­
neciente a la clase media o inferior del pueblo, en E u ro p a ten ­
d ría pocas esperanzas de en co n trar un segundo m a rid o ; en la Amé­
ric a septentrional se asp ira a su mano como a una especie de
fortu n a. E l v alo r de los hijos es, de todos los m otivos, el que es­
tim u la m ás poderosam ente al m atrim on io . . . ” De una m anera ge­
n eral, p ara Sm ith el crecim iento de la población depende, sobre
todo, del “de los fondos que sostienen al tra b a jo ”. C laro e stá que
“la pobreza no siempre impide los m a trim o n io s ... e incluso p a ­
rece favorable a la m ultiplicación de la especie. U na m ujer de las
m ontañas de E sco cia que no tiene la m itad de su subsistencia,
frecuentem ente da al E stad o m ás de veinte hijos, m ien tras que
una m ujer criad a en la abundancia y la delicadeza, trab ajosam en ­
te es m adre una v ez. . . P ero si la pobreza no impide la genera­
ción, se opone cuando menos a la educación de los hijos” y en tre
las m ontañesas de los H ighlands, m adres de veinte hijos o más, “no
es ra ro ver las que sólo han conservado vivos a dos” (1 4 ). E n suma,
Sm ith adm ite, a lo menos p a ra las clases más num erosas, que la
tendencia de la población es au m en tar en la medida en que los
salarios se lo perm iten, y que sólo se ve p aralizad a por una m or­
talid ad excesiva allí donde im pera la m iseria. Sus reflexiones en
este punto están inspiradas por un pesimismo igual al de Mal thus,
pero que expresado sobriam ente y sin énfasis h a llam ado poco la

(12) Y también en el cap. X I del mismo libro (de la renta).


(13) Ensayo sobre la Riqueza de las Naciones.
(14) Ibidem.
191

aten ción : “Todas las especies anim ales, dice, se m ultiplican en


proporción de los medios que tienen p a ra su b sistir. . . P e ro en
medio de las sociedades civilizadas, la m ultiplicación de la espe­
cie hum ana sólo puede ser lim itad a p or la escasez de subsisten­
cias en las trib u s (clases) inferiores, y produce t a l efecto d estru ­
yendo a g ran p a rte de los hijos producidos por la fecundidad de
los m atrim onios” (1 5 ).
Más cla ra s aún son las siguientes fórm ulas que Sm ith enuncia
poco después: “E l aumento del salario extiende y hace retroced er
los lím ites de la m ultiplicación de n u estra especie. . . L a necesi­
dad de la obra de mano, como la de cualquier o tro artícu lo , rige
necesariam ente a la propagación de la especie, la acelera cuando
es demasiado lenta, y la detiene cuando es demasiado rápida. E s t a
necesidad es la que rige y determ ina el estado de la población” ( 1 6 ).
E s ta s proposiciones im plican la creencia m althusiana en una po­
ten cia casi ilim itad a del principio de población, siempre cap az,
desde el momento en que el volumen de subsistencias aum enta, de
llevar rápidam ente el nivel de la población al punto alcanzado por
éstas. “E l aum ento del salario es a la vez efecto del aum ento de
la riqueza y cau sa del aum ento de la población” ( 1 7 ) . . . “L a re ­
compensa liberal del trab ajo estim ula a la propagación” (1 8 ).
L a antepenúltim a década del siglo X V I I I enriqueció, adem ás,
a la teoría de la población con v arias contribuciones, como los
libros de P rice , W ales, H aw lett, P aley, Townsend y Chalm ers, así
como los del célebre A rth u r Young. E n su Viaje a Francia (1 7 9 2 )
este últim o expone, sobre el principio de población, opiniones que
M althus aprobó (1 9 ). C onsidera a F ra n c ia como sobrepoblada, y
atrib u ye esta sobrepoblación, a su ver muy perjudicial, a una ex­
cesiva división de la propiedad te rrito ria l. A firm a que el p aís se­
r í a m ás rico y floreciente con cinco o seis millones de habitantes
menos, y p ro testa vivam ente co n tra la p olítica de estím ulos al m a­
trim onio, que quisiera ver su stituid a por una p olítica totalm ente
opuesta. M u ltip licar así a los hombres es m u ltip licar la desdicha.

(15) Riqueza de las Naciones.


(16) Op. cit.
(17) Ibídem.
(18) Ibíd.
(19) Essay on the Principie of Population.
192

“¿ P a r a qué estim ular el m atrim onio, cuando se está seguro de que


sin ningún estímulo se celebrará un m atrim onio en donde quiera
que convenga que se celebre? Y o hay ejemplo de un país que haya
ofrecido ocupación y trab ajo en abundancia sin que inm ediata­
mente 110 se celebrasen m atrim onios en proporción con la facilidad
de establecerse”. E s ta es la d octrin a de Sm ith y también la de
M althus. P ero este último tiene razón en asom brarse cuando ve
en seguida a este mismo A rth u r Young, que señala la pequeña p ro­
piedad como una causa de sobrepoblación y de m iseria, preconizar,
como un medio p ara prevenir las escaseces, la concesión de un
pequeño dominio a todo trab ajad o r padre de tres hijos o m ás. Mal-
tlius no se equivoca al considerar esta proposición co n trad icto ria
con la tesis precedentem ente sostenida por el au tor.
E l doctor P rice (1723-1791) publicó un Ensayo sobre la po­
blación de Inglaterra. Sostiene que la población aum enta h a sta
que se ve impedida a hacerlo más por obstáculos físicos o morales.
E n tr e tales obstáculos señala el m ilitarism o, el urbanismo, la emi­
gración , el alcoholismo, la luju ria, la care stía de la vida y los abu­
sos del fisco. L a población depende mucho de la salubridad del
país. E n to ta l, no ap o rta opiniones muy n u ev as; pero cree poder
an ticip a r que en períodos favorables la duplicación de la pobla­
ción puede realizarse en sólo quince años. M althus consideró sus
opiniones y lo cita en tre los cu atro o cinco au tores cuyos m ate­
riales aprovechó p a ra la p rim era edición de su Ensayo.
E l libro de P rice (1780) provocó u n a nueva discusión, como
los de Hume y de W allace veinte años antes. A e sta discusión se
refieren los libros de W illiam W ales (E ncuesta referente al estado
presente de la población en Inglaterra, 1 7 8 1 ), y de Jo h n H aw lett
(Exam en del Ensayo del doctor P rice sobre la población en I n ­
glaterra, 1 7 8 1 ). E s te últim o ensayo es sobre todo estad ístico. E n
cuanto a W ales, aunque acep ta las ideas fundam entales de P rice,
se rehúsa a ad m itir con él que la población ha disminuido desde la
época de la antigüedad clá s ic a : p ara W ales, la actividad com er­
cial e in d u strial de las ciudades m odernas ha tenido una fav ora­
ble influencia excitan te sobre la población agrícola, y por ende,
favorable a la población, aunque, considerado en sí mismo, el u r­
banism o sea perjudicial a esta última.
W illiam P aley (17 4 3 -1 8 0 5 ), en sus Principios de filosofía mo­
193

ral y política (1 7 8 5 ), p lan tea en principio que la despoblación es


la m ayor p lag a p a ra un E s ta d o ; afirm a la tendencia hum ana a
un crecim iento continuo, y cree que en circu n stan cias favorables
la duplicación de la población puede realizarse en veinte a ñ o s;
los efectos de las grandes plagas, peste, gu erras, etc., se rep aran
en poco tiempo, Sólo la influencia de las subsistencias puede dete­
n er este progreso. P ero P aley piensa que la fertilid ad del suelo en
las regiones tem pladas puede m ejorarse por medio del cultivo, has­
t a alcan zar una extensión que nos es desconocida.
Los últim os escritores ingleses que escribieron sobre la pobla­
ción an tes de M althus — muy poco an tes— son, con Young, Joseph
Townsend y George Chalmers. E l prim ero (1739 -1 8 1 6 ), en su Di­
sertación sobre las leyes de pobres (1787) insiste en la fuerza p a r­
tic u la r del principio de población en las clases inferiores, y pro­
clam a que la asisten cia legal no rem edia el pauperismo, sino que
lo d esarrolla al m u ltip licar el número de pobres. O tra idea esen­
cialm ente m althusiana. E n otro opúsculo aparecido en 1791 (U n
viaje por E sp a ñ a ), Townsend invoca, como lo hizo después Mal­
thus, los efectos de este mismo principio de población en con tra
de la posibilidad del comunismo.
Chalm ers, en fin, en su Estim ación del poderío de la Gran B re­
taña (1 7 9 4 ), reproduce una vez m ás la tesis de los escritores p re­
cedentes sobre la tendencia de la población a elevarse “en toda
condición y en tod a época” h asta el nivel que perm iten “las sub­
sisten cias y la medida de su comodidad”.
P o r esta ráp id a enum eración vemos que en la p ropia In g la te rra ,
en el período inm ediatam ente an terio r a M althus abundaron los
econom istas, políticos y m o ralistas que no sólo tra ta r o n antes que
él el problema de la población, sino que lo hicieron con un espí­
ritu m alth u sian o; la m ayor p arte de las ideas que M althus des­
a rro lla habían sido expuestas, o cuando menos sugeridas, p or sus
antecesores en su propio país. L a cuestión fué considerada p or ellos
en la m ayor p arte de sus fases. Si ninguno dió a la teo ría de la
población la form a sistem ática e Im presionante que él le d aría,
cuando menos puede decirse que los m ateriales de su d octrin a y a
habían sido p reparados y que en num erosas ocasiones se habían
presentado esbozos de ella.
C a p ít u l o V I I I

D O C T R IN A S D E L A P O B L A C IO N E N A L E M A N IA
(1 6 5 0 -1 8 0 0 )

L a lite ra tu ra alem ana relativ a a la población cuenta, en la se­


gunda m itad del siglo X V I I y en el curso del X V I I I , num erosas
firm as, algunas de ellas ilustres. Podemos inscrib ir las de políti­
cos y cameralistas, como Puffendorf, H enrich B o e d e r, H erm ann
Conring, A ch enw al; de econom istas m ercan tilistas como Secken­
dorf, W arm und, Jo ach im B echer, W ilhelm von Schröder y W il­
helm von H orn eg k ; de filósofos como Leibniz y W o lff; dem ógra­
fos en cuyo prim er rango debemos co locar a Süssm ilch, el principal
fundador, acaso, de la dem ografía, junto a quien podemos colocar
a Ludwig L a u ; escrito res cuyas obras se escalonan, en general, en
el período 1650-1750.
E n la segunda m itad del siglo X V I I I encontram os a A lbrecht
Philippi, Gottlob von J u s ti, Georg D ayes, F ried rich Büesching,
F re d e ric von Bielfeld y Josep h von Sonnenfels; y, los últimos en
fecha, F ried rich von P feiffer, Ludw ig von H ess, H errenschw and,
W ilhelm von Dohm, F ried rich von H erzberg, H ein rich Ju n g , Lud­
wig Schloetzer y Ju stu s Möser. Sería largo y tedioso an a liz a r de­
tallad am ente las obras de estos diversos e scrito re s: nos lim ita­
remos a ca ra cte riz a r brevemente las de los más im portantes. P a r a
ello considerarem os sucesivam ente, 1° el grupo de los que Levasseur
ha designado con el nombre de escuela descriptiva; 2? los filóso­
fo s; 39 los demógrafos propiam ente dichos y los p olítico s; 49 a l­
gunos econom istas que podemos clasificar, m ás p articu larm en te,
en tre los p recursores inm ediatos de M althus.
1?6

Corning y Seckendorf, posteriorm ente Achenwal y Schlœtzer,


son los m ás eminentes de los miembros de la escuela descriptiva.
“Tom aba por base, dice E . Levasseur, la geografía, aunque en esa
época el conocim iento del suelo y del clim a no estuviera lo su ­
ficientemente avanzado p a ra perm itir fijar con precisión las re la ­
ciones existentes entre la n atu raleza y el hombre en el desarrollo
de una civilización” ( 1 ) . E xp o n ía los hechos sin preocuparse por
obtener conclusiones generales : “L a estad ística, decía Schlœtzer,
tiene como fin d ar a conocer todos los objetos de cie rta considera­
ción de que se compone el poder de un E stad o . L a h istoria es la
estad ística en movimiento, y la estad ística es la h istoria del re ­
poso”. Con este espíritu, Seckendorf (16 2 6 -1 6 9 2 ), en su Teutscher
Furstenstaat (1 6 5 5 ), describe los principados alem an es; más tard e,
en su Christenstaat (1685) t r a t a de la población desde un punto
de vista general : como casi todos los hombres de esa época, es p a r­
tid ario de una num erosa población, pero a condición de que pue­
da ser bien alim entada, y se da cuenta de que hay lím ites p a ra su
crecim iento. E xpon e algunas interesan tes consideraciones sobre los
movimientos m igratorios.
Conring (1606-1681 ), en su Exercitatio historico-politica de no-
titia singularis alicujus reipublicae (publicada h asta 1 7 3 0 ), t r a ta
de an alizar las causas del poderío de los estados, causas que a g ru ­
pa, escolásticam ente, en c u a tro : m aterial, form al, final y eficiente.
L a prim era se refiere al territo rio y a la población. E n su Exam en
rerum publicarum totius orbis, publicado en 1677, tam bién se mues­
t r a imbuido de ideas favorables a la población y a la inm igración,
y hostil a la em igración y enemigo del celibato, que le parece
ligado a las m alas costum bres y a la despoblación.
Achenwal publicó en 1749 un Abriss der Staatswissenschaft
der Europäischen Reiche, en el que expone los d atos de la geo­
g ra fía y la estad ística descriptiva, en la que engloba “todo lo que
es realm ente notable en un E sta d o ”. 'E n el lenguaje de entonces
la p alab ra estadística tenía un sentido más amplio, menos preciso
y, sobre todo, menos exclusivam ente num érico que el que tiene aho­
ra . Achenw al tuvo como predecesor, en su cá te d ra de G öttingen,
a Schlœ tzer, a u to r de un voluminoso Staats Anzeigen (1 7 8 2 ). E ste

(1) L a population française, I, p. 52.


197

puede y a clasificarse entre los precursores alemanes de M alth u s:


volveremos a en contrarlo más adelante.
E n tre los políticos y los filósofos podemos clasificar a Puffen-
dorf, Leibniz y W olff. E l prim ero (1623-1694) es a u to r del céle­
bre De jure naturae et gentium (1 6 7 2 ), en el qne t r a ta del m a tri­
monio en sus relaciones con la población. De una m anera general
es favorable a ésta, y adm ite los estím ulos legales al m atrim onio,
pero bajo ciertas reservas y bajo la form a de recompensas más
bien que de c a s tig o s; aconseja, por o tra p arte, prudencia a los ca ­
sados, al mismo tiempo que p ro testa co n tra todas las form as del
vicio, y justifica el celibato laico o eclesiástico. Su posición es,
pues, considerada en conjunto, media y moderada.
E l gran m etafísico Leibniz (16 4 6 -1 7 1 6 ), considerado como eco­
nom ista estadístico, form a, dice Stangeland ( 2 ) , un anillo de la
cadena que une a los descriptivos de la escuela de Conring con los
dem ógrafos como Siissmilch. Le debemos un Ensayo de algunos
razonamientos nuevos sobre la vida humana y sobre el número de
hombres, en el que afirm a la im portan cia de las investigaciones
estad ísticas. Como sus contem poráneos, está convencido de la im ­
p ortan cia de la población como elemento prim ero de la fuerza del
E sta d o , y del deber de éste p ara estim ular el m atrim onio. P ero
se ad elan ta a los escritores del siglo X V I I I en el examen, o cu an ­
do menos en la indicación de los problemas de la población.
C hristian W olff (1 6 7 9 -1 7 5 4 ), en sus V ernünftige Gedanken von
dem gesellschajtlichen Leben der M enschen (1 7 2 1 ), expone una
d octrin a media, según la cual, el número de habitantes no debe
ser ni demasiado pequeño ni demasiado grande, ni sobrepasar el
lím ite determ inado por la producción del E stad o , aum entada con
posibles im portaciones. Sin embargo, perm anece fiel a la idea de
que la fuerza y la riqueza del E stad o están ligadas a la densidad
de la pob lación ; y a la de que el deber del E stad o es velar por que
esta densidad sea ta n fu erte como el bienestar y la seguridad ge­
neral lo exijan ( 3 ).

(2) Op. cit., p. 206.


(3) En el comienzo del siglo XVIII, Ludwig Lau, en una obra publica­
da en 1719, desarrolla una vez más, con un espíritu sistemático, las ideas
mercantilistas sobre la necesidad de una población abundante y sus relacio-
198

Debe concederse un lu g ar ap arte a P e te r Siissmilch (1707-17G 7),


y a su libro D ie Göttliche Ordung (1 7 4 1 ). M ientras que la escuela
descriptiva ahogaba a la estad ística demográfica en sus exposi­
ciones de geografía económ ica, Siissmilch lim ita sus investigacio­
nes a ese único objeto; pero le da m ayor precisión y variedad h a­
ciendo e n tra r en él el estudio de los diversos fenómenos de la
vida hum ana. E n consecuencia, funda la dem ografía propiam ente
dicha, con sagrad a a hechos de una misma clase y sometidos a ver­
daderas leyes. M inistro p ro testan te, capellán de los ejércitos de
F ederico el G rande y cristian o convencido, considera que la re ­
gularidad de los fenómenos demográficos es el resultado de un
orden querido por Dios. De este orden habla en térm inos notables,
con imágenes indiscutiblem ente m ajestuosas, aunque parezcan es­
t a r inspiradas, al mismo tiempo, en la grandeza bíblica y en cier­
to soldadesco espíritu prusiano.
“E l sabio C reador que rein a en el Universo, dice, por su volun­
tad , llamándolo a la vida, hizo salir de la n ada al numeroso ejér­
cito de la humanidad. E l E te rn o nos hace p asar cierto tiempo ante
E l, h a sta que, una vez que cada uno ha cumplido el objeto de su
existencia, desaparecem os todos de la escena. L a llegada al lugar,
el desfile an te los ojos del Señor de los E jército s, v la re tira d a ,
todo se hace con un orden asombroso.
“N u estra llegada a la tie rr a de los vivos tiene lu gar poco a poco,
sin empellones, y en número regulado, que está en proporción
con stan te con el ejército de los vivos, así como con el número de
los que se r e t i r a n .. . E n esta llegada de la nada a los países de los
vivos, dos cosas son n o tab les: en prim er lugar, que siempre llegan
21 muchachos por 20 m u ch ach as; adem ás, que la m asa de los que
ven la luz es siem pre un poco m ayor que la m asa de los (pie reg re­
san al polvo, de donde resu lta que el ejército de la humanidad
crece siempre un poco, pero en cie rta proporción”.
Si Süssmilch se m aravilla del “orden divino” que reina en los
fenómenos demográficos, es menos como sabio que como cristiano,
y posiblemente menos aún como cristian o que como soldado del
rey de P ru sia, inflamado de entusiasm o por un bello desfile m ili­
ta r. P ero no p or ello deja de ser el prim ero que demostró plena-

nes con la fuerza y la riqueza nacionales; y analiza las causas susceptibles


de limitar su crecimiento.
199

mente el hecho cap ital de la regu larid ad de los fenómenos demo­


gráficos y de la existen cia de las leyes que los gobiernan. “Apoyó
su dem ostración, dice E . Levasseur, en las pruebas m ás sólidas que
la estad ística podía proporcion ar en ton ces; y es asom brosa la
precisión de algunos de los resultados que obtuvo, si pensamos
en la m ediocridad de los recursbs de que disponía’1 ( 4 ) .
Süssmilcli es, por o tra p arte, p artid ario del aum ento de la po­
blación. Como su soberano, que pensaba que “el poblamiento r a ­
cional del E stad o es un deber que comprende a todos los deberes
del príncipe” y que dispensaba de impuestos a las fam ilias nume­
rosas y favorecía la inm igración ( 5 ) , desea el aum ento de la po­
blación, cosa que considera am pliam ente posible. Los peligros de la
sobrepoblación no le parecen dignos de atención, pues adm ite que
con un cultivo intensivo la producción ag rícola puede centupli­
carse. E l deber de los jefes de E stad o es estim u lar el poblamiento,
puesto que los medios de la prosperidad nacional, la seguridad,
el poder y la riqueza están en proporción con el número de habi­
tan tes. P o r o tra p arte, la intención del C reador es que el hombre
se multiplique y llene la tie rra . E l E stad o debe lu ch ar co n tra los
obstáculos al poblamiento, de los que Süssmilch cuen ta cu atro
p rin cip ales: las pestes, las guerras, las hambres y los temblores
de tie rra o calam idades n atu rales sim ilares.
L a d octrin a de Süssmilch perm anece fiel a la doble trad ición
favorable a la población, cristian a y m ercan tilista. Sus conclusio­
nes son de un optimismo que no tiene nada de m alth u sian o : los
progresos fu turos de la a g ricu ltu ra y de la ind u stria son p a ra él
casi ilim itados, y la posibilidad de una sobrepoblación le parece
colocada en un porvenir ta n lejano que no hay por qué preocu­
parse.
P ero tan to en A lem ania como en In g la te rra , a fines del siglo
X V I I I y al lado de los últim os representantes de los p artid arios
del poblacionismo m ercan tilista, aparecen escrito res que anuncian
las teorías de M althus. M ientras que Philippi (1721-1791) ( 6 ) , von

(4) Op. cít., p'. 55.


(5) V. Roscher, Recherches sur divers sujets d’économie politique, des
idees de Frédéric le Grand, p. 404 y siguientes.
(6) Wahre mittel zur Vergrsosserung eines Staats, 1753.
200

J u s t i (m uerto en 1771) ( 7 ) , D ayes (1714-1791) ( 8 ) , Buesching (9 )


y von Biefeld, continúan afirmando el punto de v ista trad icio n al
y considerando a la población como el fa c to r principal de la fu er­
za y de la riqueza de los E s ta d o s ; m ientras que el econom ista
au stríaco Josep h von Sonnenfels (1 7 3 3 -1 8 1 7 ), uno de los m ás im ­
p ortan tes representantes del m ercantilism o alem án, repite de nuevo
la misma lección (10) ; m ientras que, en fin, von Hess (1719-
1784) (1 1 ), von Pfeiffer (1718-1787) ( 1 2 ), von H erzberg (1725-
1795) (1 3 ), Ju n g (1760-1817) (14) y algunos otros defienden las
d octrin as favorables a la población h asta fines del siglo X V I I I ,
vemos por o tra p arte que podemos in clu ir entre los precursores
inm ediatos de M althus, a von Dohm, a H errenschw and y a Ju stu s
Möser, así como tam bién a Schlcetzer, mencionado antes.
Von Dohm es, en fecha, uno de los prim eros escritores alem a­
nes que en el siglo X V I I I experim entaron cie rta vacilación p a ra
ad m itir la d octrin a poblacionista (15) y opinaron que un creci­
miento ilim itado puede llevar, no al enriquecim iento sino a la m i­
seria. Después de él, H errenschw and, en su libro (en fran cés) De
l’économie politique moderne, discours fondamental sur la popula-
tion (1 7 8 6 ), establece cie rta an títesis en tre la tendencia de la espe­
cie hum ana a m ultiplicarse y las posibilidades del aumento de las
subsistencias.

(7) Grundsätze der Polizei-Wissenschaft, 1756.


(8) Vorbereitung zur europäischen Länder und Staatskunde, 1759.
(9) Lehrgriff der Staastskunt, 1760.
(10) Grundsätze der Policei, Handlungs und Finanz-Wissenschaft, 1765.
(11) Freimuthige Gedanken über Straatssachen, 1775.
(12) Lehrbegriff sämtlicher Ökonomischer und Cameral-Wissenschaften,
1170-1778, y otras varias obras. Llega hasta preconizar las uniones tempora­
les, la organización del concubinato, e incluso la poligamia. Un poco más
tarde, a comienzos del siglo XIX, Lips propondrá la creación de una nobleza
con base poblacionista. Estas proposiciones singulares serán superadas en
extravagancia por las que harán, para un resultado contrario, los malthusia-
nos alemanes.
(13) La obra de Herzberg (1785) está en francés. Es una disertación
presentada a la Academia de Berlín: Sur la population des États en général
et des États prussiens en particulier.
(14) Grundlehre der Staatswissenschaft, 1792.
(15) Stangeland, op. cit., p. 316. El libro de von Dohm se titula Die
bürgerliche Verbesserung der Juden, 1781.
201

Schlcetzer (1 7 3 5 -1 8 0 9 ), en sus Btaats-Anseigen p ro testa co n tra


la consigna poblacionista. “E s necesario, dice, ten er cuidado del
pan, ta n to como de los hom bres. . . E l pan hace a los hombres,
pero lo con trario no siempre es cierto ”. L a población no puede a u ­
m en tar con resultados felices m ás que allí donde el género de vida
es m oral. L a verdadera medida de la población, no reside simple­
mente en las necesidades de la vida, sino en la facilidad con que
se obtienen los empleos y el acceso a la propiedad del suelo; la
productividad to ta l del país es menos im p ortan te que la difusión
del bienestar y que un sano rep arto de los bienes, especialm ente
de la propiedad te rrito ria l. G ran número de pequeños propieta­
rios es algo deseable; pero una num erosa población ham brienta
no es una v entaja p ara el E stad o , pues está condenada a perecer
o a em igrar. Schlcetzer h a desarrollado estas últim as ideas en
una segunda obra titu lad a Briefivechsel.
E n lin, Ju s tin Moser (1 7 2 0 -1 7 9 4 ), al que R oscher considera
como el prim er econom ista alem án del siglo X V I I I , aparece en
ciertos pasajes de sus Patriotischen Phantasien como el más indis­
cutible de los precursores alemanes de M alth u s; muy lejos de que
el aum ento de la población sea siempre un bien, este aum ento, si
es demasiado rápido, es perjudicial a la m oralidad, a la prosperi-
dad y a la fuerza económ ica del E s t a d o : no resultan de él más
que m iseria, vicio y crim inalidad.
Mencionemos, antes de abandonar los países germ ánicos, que
casi al mismo tiempo que el francés D eparcieux, un sueco y un
holandés establecieron, h acia mediados del siglo X V I I I , tab las
de m ortalidad. L as de D eparcieux son de 1 7 4 6 ; las de Kerseboom
(holandés) de 1 7 4 2 ; las de W argentin (sueco) de 1749. U nas y
otros fueron precedidas, en el siglo X V I I , por las de los ingleses
G rau nt (1662) y H alley (1 6 9 3 ).
C a p ít u l o I X

D O C T R IX A S IT A L IA N A S
(1650-1800)

L a Ita lia del siglo X V I I I , como los demás países de la E u ro ­


pa occidental, cuenta con g ran número de econom istas y de po­
líticos que se preocuparon p or el problem a de la población, y que
pueden, tam bién en su caso, clasificarse cuando menos en dos g ru ­
pos bien distintos, ya sea que pertenezcan a la d octrin a trad icio ­
nal del poblacionismo m ercan tilista, o que, por lo co n trario , se
opongan a ta l d octrin a invocando argum entos y a más o menos
m althusianos ( 1 ).
E l sostenim iento de la d octrin a favorable a la población por
muchos econom istas italian os del siglo X V I I I se explica fácilm en­
te por diversas circu n stan cias, que Sinigaglia ha indicado. L as
em igraciones frecuentes y las guerras d estru ctivas ocasionaban
vacíos que era im p ortan te llenar. Surgían nuevas ind u strias que
exigían brazos. P o r o tra p arte, se veía como las naciones m ás po­
bladas alcanzaban un grado superior de prosperidad, y se atrib u ía
é sta a esa mism a densidad de población. E n consecuencia, se pide
al E stad o que estim ule a los padres de fam ilia y que castigue a
los célibes, que re strin ja la lib ertad de em igrar y que conceda fa-

(1) V. A. Sinigaglia, La teoría económica della popolazione in Italia


(Arehivio giuridieo, 1881); 6. Arias, Les précurseurs de Maltlms en Italie
(Revue d’histoire économiaue et sociale, 1922). R. Gonnard, Un précnrseur
de Malthus, Giammaria Ortés (Revue d’Écon. pol., 1904). Pierre Raynaud,
La Théorie de la population en Italie, 1904.
204

cilidades y favores a la inm igración, y que lim ite el celibato ecle­


siástico, así como o tras medidas que se juzgaban capaces de ase­
g u ra r un aum ento de la población.
E n tre los fau tores del movimiento poblacionista podemos ins­
crib ir al m ás ilu stre, y posiblemente tam bién el m ás moderado
de los m ercan tilistas italian os, el napolitano Genovesi (1 7 1 2 -1 7 6 9 ),
con sus Lesioni d’economía civile (1 7 6 9 ), aunque el alem án Mohl
erróneam ente haya creído ver en él a un e scrito r de tendencia
m althusiana. Genovesi, en efecto, después de p ro clam ar que la po­
blación num erosa es esencial a la prosperidad y poderío del E s t a ­
do, investiga las causas que la restringen y los medios p a ra re ­
m ediar la acción de éstas. Adm ite, es cierto, que un excedente
puede s u rg ir; pero considera que ten d rá que ser tem poral y fácil
de co rreg ir. Sostiene la necesidad de estim u lar en cierto s casos la
población y se convence de que los inconvenientes de una densi­
dad demasiado grande son remediables rápidam ente y sin graves
sacudim ientos.
E l abate Gnliani, el célebre au to r de los Diálogos sobre los tri­
gos (1 7 6 9 ), y anteriorm ente del Della moneta (1 7 4 8 ), p lantea en
este últim o tra ta d o (2 ) la m áxim a: “Un regno vale quanti uomini
h a” , y escribe en sus Diálogos (3 ) : “E l trig o es buena cosa, pues
sirve al hom bre; el dinero es bueno porque puede rep resen tar al
p a n ; pero el hombre es la ún ica riqueza”.
E n la mism a época, el m ilanés «Toseph G orani, en una obra pu­
blicada en 1768 ( 4 ) , lleva al extrem o la tesis poblacionista y p ro­
te sta violentam ente co n tra los célibes; V illano busca los medios
de m u ltip licar el número de m atrim onios (5 ) ; P a rru c a sostiene
que el aum ento de la población es el prim er objeto de una política
san a (6 ) ; Zanon d esarrolla el mismo principio (7 ) ; M archesini se
propone también como fin de sus investigaciones los medios p a ra
obtener y m an tener una población num erosa ( 8 ) ; B rustolon i, F io -

(2) V. Scrittori class. ital., vol. 5, Della moneta, p. 231-243.


(3) P. 97.
(4) Bicerche sulla scienza del governl.
(5) L ’ozio autumnale, 1768.
(6) Altre idee sulla popolazione, 1773.
(7) Trattato dell utilita morale, económica, etc.
(8) Saggio di economía política, 1793.
205

rentíno, C ostantini, Donandi delle M allere, N uytz y C ario Maggi,


repiten, a su vez, y generalm ente sin originalidad ninguna, los a r ­
gum entos m ercan tilistas habituales en favor de la población.
E n tre este grupo com pacto de poblacionistas decididos y los
prem althusianos se puede conceder un sitio interm edio a econo­
m istas b astan te numerosos que aunque permaneciendo favorables
en principio a una población num erosa, se d eclaran opuestos a una
p olítica directam ente estim uladora. Sostienen, en general, que el
crecim iento de la raza hum ana se opera en virtu d de leyes n atu ­
rales, y que b asta con a lejar los obstáculos que la estorban, y con
lib erar el medio en el que podrá realizarse por sí mismo. Sólo se
dividen, en m ayor o menor grado, en que unos preconizan una po­
lítica a g ra ria , m ien tras que los o tro s se vuelven m ás bien h acia
la ind u stria y el comercio.
E n tre ellos, uno de los más im portantes es el conde P ie tro
V erri (1 7 2 8 -1 7 9 7 ), au to r de varias obras de econom ía p olítica, es­
pecialm ente las Meditazioni sulVeconomía política (1 7 7 1 ), que con­
sidera a la población como uno de los facto res de la riqueza nacio­
nal. M uestra g ran aversión h acia los estim ulantes artificiales, y
considera que el poder de reproducción de la especie hum ana es
por sí mismo infinito. De ahí llega a la consecuencia de que b asta
con au m en tar la producción, y que la población fácilm ente se
m an tend rá en su nivel. E n el fondo se t r a ta de ese m althusianism o
sin pesimismo que ya hemos observado en escrito res franceses de
la m ism a época. P o r lo demás, V erri es lo suficientemente p a rti­
dario del desarrollo de la población p a ra sostener, a p esar de sus
principios, ciertas medidas a rtific ia le s: recom ienda ponerse en
guardia co n tra la exp ortación de alim entos y co n tra la em igración
a las colonias.
Joseph P alm ieri (1 7 2 1 -1 7 9 3 ), en sus Riflessioni sulla publica
felicita (1788) y en su Della richezza nazionale (1 7 9 2 ), se d eclara
hostil a todo sistem a que tienda a au m en tar artificialm en te la po­
blación. A este aumento prefiere un m ejor rep arto de las ocupa­
ciones y una m ayor actividad industrial. “Un millón de hombres
más, dice, posiblemente vale menos que tran sferir un número igual
de personas de las clases estériles a las p ro d u cto ras”. P alm ieri
analiza, por o tra p arte, las cau sas físicas y m orales de despobla­
ción, y proclam a que si se quiere au m en tar la población, an tes
206

hay que cre a r empleos de trab ajo . Condena la asisten cia legal, que
fom enta la m iseria, en tan to que no esté subordinada al cumpli­
miento de un trab ajo efectivo.
Ideas sem ejantes ya habían sido sostenidas, desde 1737, por
Bandini, en su Discorso sulla Maremme sienese (en el que se
adhiere a la opinión de una fuerte despoblación en E u ro p a des­
pués del Im perio R om ano) ; también lo fueron p or G herardo d’A rco
(D ell’armonio! politico-economica della cita, 1 7 7 1 ), p or Giamba-
tis ta Vasco, que publicó en fran cés su Mémoire sur les causes de
la m endicité y les moyens de la supprim er (1788 ) ; por C arli, P e-
cori, el abate F ran cesco P lá (I I calcólo económico, 1 7 9 1 ), Tedeschi,
B otton e, de C astellam are y Cosentino. Todos rechazan la política
de intervención en m ateria de población; todos tienen una fuerte
idea del poder del principio prolífico en la humanidad, al que
creen que b asta con dejarlo o brar, lim itándose a cre a r un medio
favorable p or medio de una buena política económ ica, ya sea in ­
d u strial, ya agrícola. D ’A rco, en p articu la r, ap arece muy p en etra­
do de las ideas fisiocráticas y, al mismo tiempo, imbuido de un
m althusianism o desprovisto de pesim ism o: “E l aumento de hom­
bres, dice ( 9 ) , se proporciona al de los medios de su b sisten cia;
en donde éstos abundan, la población abunda, y aum enta en más
del doble en cad a generación” . Asimismo, V asco estim a que en
una nación agrícola, la población aum enta al mismo tiempo que
las subsistencias, sin que haya que tem er una ru p tu ra de equi­
lib rio ; pero considera que en una nación indu strial la población,
que sobrepasa a lo que la ag ricu ltu ra nacional puede m antener,
e stá a merced de una crisis que suspenda el cambio de las fa b ri­
caciones por artícu lo s del e x tra n je ro : en este caso, por tan to , es
posible una sobrepoblación.
E l ab ate P lá afirm a aún más claram en te la tendencia fisiocrá-
tic a y la necesidad p a ra el E stad o de favorecer especialm ente a
la a g ric u ltu ra : cuando sus productos abundan, “esto solo b asta,
puesto que en el E stad o las fam ilias van en aum ento y los hom­
bres, que según su propia n atu raleza tienden a la m ultiplicación,
se m ultiplican cuando no encuentran obstáculos que se les opon­
gan.” Cosentino establece' tam bién que la posibilidad de aumen­
to de la población es n atu ralm ente muy grande y que la dupli-

(9) Cap. IV, § 1.


207

cación de ella puede operarse en un período muy corto. P ero,


como los an teriores, está muy lejos de in terp retar esta posibilidad
en el sentido pesim ista de Malthus. Como ellos, cree que siem­
pre que se sostenga una ag ricu ltu ra esm erada e intensiva la po­
blación podrá, a pesar de su creciente densidad, en co n trar fácil­
mente su subsistencia. Como ellos, tiene del m althusianism o la
creencia en la energía del principio de población, pero sin p a rti­
cip ar en sus tem ores de que las subsistencias tengan forzosam ente
que quedarse a trá s.
Sucede algo muy diferente con los econom istas italianos a los
que se puede considerar como adheridos a la verdadera corrien te
prem althusiana, y que son, sobre todo, O rtés, R icci, B e cca ria , B ri-
ganti y F ilan gieri.
G iam m aria O rtés (1713-1790) es, de todos, el m ás interesante y
original. Monje camandulense, figura en la historia de las doc­
trin a s económicas entre esos autores difíciles de clasificar, a tr a ­
sados y adelantados con relación a su época, originales, e x tra v a ­
gantes y oscuros, como hay más de uno (1 0 ).
E n tre sus obras debemos m encionar sobre todo sus E rro ri po-
polari intorno all economía nazionale (1 7 7 4 ), y sus Reflessioni
sulla popolazione (1 7 9 0 ), en las que se revela a la vez como un
medioeval, un feudal y un espíritu extrañ am ente moderno, de ten­
dencias socialistas. Se puede resum ir de la m anera siguiente el
contenido de ambas obras* en lo que tra ta n de la población:
H ay una relación constante entre la población y la m asa de
bienes consumibles, y todo crecim iento de esta últim a e stá segui­
do de un aumento paralelo de la población. E n consecuencia, es
inútil buscar en el aumento de los bienes el aum ento del bienes­
t a r de los ciudadanos. E s t a m ejoría sólo podrá obtenerse p a ra
los más pobres por medio de un m ejor rep arto, concediendo una
menor parte a las deducciones hechas por los ricos.
Si todo crecim iento de la m asa de bienes produce un aumento
correlativo en la población, lo recíproco no es cierto, pues la po­
blación podría aum entar según una progresión geom étrica y du­
plicarse cada tre in ta años, m ientras que el m áxim o de las subsis­
tencias no podría, según Ortés, elevarse más allá de lo que puede

(10) V. Ií. Gormara, Un précurseur de Malthus, Giammaria Ortés, ítevue


d’Écon. pol., agosto de 1904.
208

alim en tar a tres mil millones de hombres. L a población del globo,


en consecuencia, no puede sobrepasar dicha cifra, y de hecho está
lim itada mucho antes de que se llegue al m áxim o, ya sea a con­
secuencia de las condiciones del rep arto, del egoísmo de unos y
de la m iseria de o tro s : en cad a E stad o cerca de la m itad de la
población carece de ocupación, y esta situación, p a ra Ortés, está
ligada al régimen de la propiedad privada. E n todo caso, los es­
tím ulos al m atrim onio y las medidas análogas se pueden rech a­
z a r ; el celibato p ara una p arte de la población es necesario en
todos los estados suficientemente poblados. Ortés, al co n trario de
tan to s de sus contem poráneos, hace la apología del celibato mo­
n acal y eclesiástico que reprim e la tendencia a una población ex­
cesiva y perm ite m antener el equilibrio demográfico.
E n la exposición de su d octrina O rtés ofrece frecuentem ente
motivos a la crítica , a causa de lo categórico de sus aserciones y
de la au d acia con que afirm a. P ero encontram os en él muchas ideas
de M alth us: especialm ente la afirm ación de que existe la posibi­
lidad, p ara la . población, de aum en tar mucho más rápidam ente
que las subsistencias, y la indicación de un remedio análogo al
moral restraint, bajo la form a del celibato p racticad o por la m i­
ta d de la población. E l conjunto de la obra de O rtés está, posible­
mente, teñido de un pesimismo menor que el de su sucesor in g lés;
pero esto se debe a que cree más que este último en la eficacia de
ia razón y de los cálculos individuales p ara m oderar la tenden­
cia prolífiea. P o r o tra p arte, si como M althus preconiza la lim i­
tación del instin to p rocread or, también admite, cosa que M althus
no hace, la posibilidad de en co n trar una m ejoría de la suerte de
los pobres por medio de un rep arto mejor. E n sus consideracio­
nes sobre la población une el punto de vista de ciertos socialistas
modernos, de M arx, por ejemplo, al de M althus, profundamente
hostil al socialism o. A sí es como L o ria ha podido hablar de la
“modernidad” de O rtés (11) ; y este térm ino es exacto en ta n to
que se aplique a la tesis, b astan te olvidada, con la que Ortés
establece que existe, independientemente de una sobrepoblación
absoluta posible, eventual, una sobrepoblación relativ a real, conse­
cuencia de un excedente, no con relación a las subsistencias m is­
m as, sino por relación a la demanda de mano de obra.

(11) Biforina sociale, 1902.


209

R icci, en su Riform a degli istituti pii della città dì Modena,


afirm a, como lo h a rá luego M althus, que la asisten cia extendida
sin discernim iento d esarrolla el pauperism o, favoreciendo la ten ­
dencia de la población a au m en tar indefinidamente. Censura, p a r­
ticu larm en te, el sistem a de asisten cia p racticad o en su tiempo en
su país, como co n trario “a las leyes n atu rales de la población”.
“L a facilidad de las subsistencias, dice, es la única distribuidora
de los hombres en la tie r r a ”. Pero cree en la im p ortan cia de un
buen rep arto de riquezas p a ra lleg ar a un aum ento estable y razo*
nable de la población.
B e c ca ria (1 7 3 5 -1 7 9 3 ), el célebre a u to r del tra ta d o De delitti
et de pene, tam bién es un econ om ista; y en sus Elem enti di econo­
mia politica (1769) con sagra un capítulo al estudio de la pobla­
ción. También él establece la an títesis m althusiana entre las sub­
sistencias que no pueden m ultiplicarse sin lím ites (y en cu en tra
la razón de ello en la ley del rendim iento no p ro p o rcio n al), y la
población que tiende a crecer indefinidamente, en tan to que no
encuentra un lím ite en la insuficiencia misma de la alim entación.
“E s bien claro, dice, que como la población es una consecuencia
del aumento de los medios de subsistencia, más bien que éstos una
consecuencia del aumento de aquélla, se debe considerar como
punto fijo de toda investigación y de tod a reglam entación, el au­
mento de esos medios de subsistencia, que sólo pueden obtenerse
de la tierra, y d ejar el resto a los cuidados secretos e in escru ta­
bles de la n atu raleza, p erp etu ad ora de las generaciones.”
E n el lím ite en que las subsistencias lo perm itan, es deseable
una población ta n num erosa como sea posible. E n consecuencia,
es im portante conocer y com batir las causas de despoblación m ór­
bida, ya sean m orales, ya físicas, de las que B e cca ria hace una
clasificación, un tan to heterogénea por lo demás, y mal con stru i­
da, pero interesan te en sus detalles. P o r lo co n trario , no parece
inquietarse por el peligro de sobrepoblación, a pesar de que sus
principios debían haberlo conducido a consid erar esa posibilidad.
Filippo B rig a n ti (17 2 5 -1 8 0 4 ), en su Esam e economico del siste­
ma civile (1 7 7 7 ), se propone refu ta r las teorías de Mably, de Rous­
seau y de otros reform adores franceses, como M althus escribió
p a ra re fu ta r a Godwin. Considera a la población como uno de los
grandes facto res de la prosperidad de un E stad o , y considera fa-
210

vorablemente una población num erosa. P ero , como los preceden­


tes, juzga inútil todo estím ulo artificial, y a que el número de
hombres aum enta inevitablem ente por sí mismo en donde quiera
que la ind u stria hum ana puede estim u lar “la pereza de la tie rr a ”,
y obligarla a proporcionar abundantes alim entos. Tam poco tem e
a la sobrepoblación, pues, dice, “los hombres se m ultiplican en r a ­
zón de las subsistencias, y las subsistencias en razón del tra b a jo ” .
L a producción de un territo rio es muy elástica, según el modo de
cultivo, y una población num erosa puede en co n trar un amplio su­
plemento de subsistencias en la pesca y en la ictiofagia.
B rig a n ti discute, después de Hum e y de W allace, la fam osa
cuestión de la población com parada de las naciones an tiguas y
de la s modernas. T r a ta con un escepticism o volteriano los cálcu­
los de los au tores clásicos, y sostiene que la población del globo, en
general, debe perm anecer casi constante, lo que no va de acuerdo
con su afirm ación de que la población tiende a ponerse al nivel
de la s subsistencias, a menos que adm itam os que la producción
ag ríco la no h aya realizado ningún progreso desde la antigüedad.
Ju stific a esta idea de la con stan cia de la población hum ana por
la consideración filosófica de que el número de los seres anim ados
en cad a especie h a tenido que e sta r determ inado en razón de una
necesidad general, y que el aum ento o disminución de una espe­
cie p ro vo caría un tra sto rn o en el orden del Universo. P o r ta n to ,
no puede haber m ás que variaciones locales y no generales.
B rig a n ti no deja de p resen tar un análisis de las cau sas sus­
ceptibles de o b rar favorablem ente sobre la población, pues su teo­
r í a estacio n aria, relativ a a tod a la tie rra , no le impide el consi­
d e ra r nacionalm ente el aum ento como algo deseable y posible. In ­
siste p articu larm en te en la propiedad, a la que llam a “il te r ­
m óm etro della popolazione”, y sobre las buenas costu m b res: “Un
pueblo amigo de la honestidad, dice, será un pueblo tem perante,
y un pueblo tem p eran te sab rá co n ciliar prudentem ente los impul­
sos de la n atu raleza con las retenciones d ictadas por la razón.”
Tam bién distingue, en tre las causas de despoblación, las que p ro ­
vienen de una lim itación de la fecundidad del hombre, y las que
provocan la lim itación del fondo de subsistencias, llevando a la
indolencia y a la imprevisión (intem perancia, m alas costum bres,
lujo, esclavitud, despotismo, impuestos, celibato, guerra, e tc.) Cree,
211

por lo demás, que las grandes calam idades, como g u erras y epi­
demias, tienen escasa influencia. “ Una notte di Parigi basta a rim-
piazzare la strage di Senef.” Concluye que, aunque la num erosa
población sea un signo de prosperidad, pueden existir excepcioues,
y en ese caso “vale más el pueblo que se m antiene en el bienestar
que el que se m ultiplica en la indigencia”. Si hay sobrepoblación,
“conviene deshacerse de lo superfluo utilizando los remedios que
u ltrajen menos a la hum anidad y a la ju sticia”. E sto s son casi
textualm ente los térm inos empleados por M althus p a ra designar
el moral restraint. P ero B rig a n ti, que no tem e m ás que sobrepo-
blaciones locales, designa con ellos a la em igración.
F ílan g ieri (1752-1788) en su Scienza della legislazione, en el
segundo libro t r a ta de la población de una m anera que ha sido
ap reciad a muy diversam ente, puesto que Mohl lo considera como
un p artid ario del aumento de la población sin restricciones, mien­
tra s que Sinigaglia lo clasifica entre los precursores de M althus.
P a re ce que este últim o es quien tiene razón, pues Filan gieri,
aunque desea ver que la población aum ente, rechaza todo estimu
Iante a rtific ia l; pero cree que la población, m ien tras tenga medios
de subsistencia suficientes, tiende fatalm ente a a u m e n ta r; cree,
adem ás, que esta tendencia es ilim itad a, m ientras que la p rodu c­
ción de los medios de subsistencia no lo es. E sto es m althusiano.
Lo que no lo es, es que F ila n g ie ri tam bién cree en la posibilidad
y en la conveniencia de un aum ento considerable de la población
a ctu a l de los pueblos civilizados, a condición de lu ch ar co n tra las
cau sas de despoblamiento, que p a ra él son el m al estado de la
a g ricu ltu ra, el número exiguo de propietarios, la excesiva exten­
sión de los bienes del clero, el fisco, el m ilitarism o y las m alas cos­
tum bres. M althusiano en su creencia de que la población siempre
tiende a ponerse al nivel de las subsistencias y no se detiene m ás
que por la imposibilidad de alim entarse, deja de serlo cuando, en
lu g ar de b u scar un obstáculo voluntario a este aum ento, sólo se
ocupa de a b a tir los obstáculos secundarios que la detienen p re­
m atu ram en te y le impiden alcan zar su m áxim o.
Todos estos italian os son m althusianos sin pesimismo. Conci­
ben la posibilidad de una población que aum enta rápidam ente, la
imposibilidad de las subsistencias p a ra m ultip licarse paralelam en­
te, y la detención forzosa en un momento dado, del prim er movi­
212

miento. P ero esta situ ación no los alarm a, bien porque adm iten
que cansas accidentales de despoblación o b rarán siem pre am plia­
mente, o porque suponen que sin grandes trab ajo s se podrá lim i­
t a r el desarrollo de la población, una vez obtenido el máxim o. U na
idea de equilibrio dom ina su s,teo rías, m ien tras que la de M althus
está dom inada por la idea de una ru p tu ra del equilibrio. Y a sea
proveniente de la trad ició n italian a, ya de la influencia fisioerá-
tica , pero el caso es que conservan una confianza optim ista en la
arm onía de las leyes n atu rales, y tam bién, am pliam ente, en la
productividad de la ag ricu ltu ra.
Tercera Parte

L A S D O C T R I N A S M O D E R N A S
C a p ít u l o P rim er o

M A LT H U S Y E L E N SA Y O SO B R E E L PR IN C IP IO
D E PO BLACIO N

E l largo (y no obstante aco rtad o ) resum en que precede, b asta


cuando menos p a ra m o strar qué engañoso es rep resentarse a M al-
thu s como el prim ero, o casi el prim ero, que h ay a abordado el es­
tudio de la población, incluso el estrictam en te económico. No p or
ello deja de ser cierto que iluminó este problem a de una m anera
mucho más vivida y m ás cru d a que todos sus predecesores: más
cru d a decimos, h asta el grado de que posiblemente falsea ciertas
perspectivas y subraya demasiado algunos relieves.
P ocos econom istas han sido objeto de apreciaciones tan diver­
sas, no solam ente en lo que se refiere a las tendencias de sus doc­
trin a s, sino a la solidez científica de las m ism as; no sólo en cuan­
to al valor de la influencia ejercida p or ellas, sino en cuanto al
de las investigaciones y análisis en que se basan. Desde el punto
de vista m oral, el nombre de M althus ha sido maldecido como el del
propagador de d octrin as inm orales, no obstante que él las conde­
nó exp resam en te; desde el punto de v ista económico, su obra, en
un principio ensalzada desm esuradam ente, después critica d a de
la m ism a m anera (.1), conserva adm iradores entre algunos de los
m ás distinguidos econom istas de n u estra época. Unos consideran
que los hechos han refutado su te o ría ; otros estim an que bien com ­
prendida sigue siendo verdadera. O tros m ás se suscriben al juicio

(1) “ Es bastante difícil, dice Ingram (p. 165), descubrir qué elemento
sólido haya aportado a nuestros conocimientos” .
216

de P a re to , que decía del famoso E nsayo: “ Se en cu en tra en él una


te o ría cuyo fondo es b astan te cierto, apoyada por razonam ientos al­
gunas veces b astan te buenos, pero frecuentem ente lam entables, y
de los que se han obtenido las consecuencias m ás erróneas” ( 2 ) .
L a p rim era edición del Ensayo sobre el principio de población
es de 1798. E l au to r había nacido tre in ta y dos años an tes
(1 7 6 6 ), en Rookery, condado de Surrey. Su padre, D aniel M althus,
amigo de David Hum e y de Rousseau, era un adepto de las teorías
filosóficas y reform adoras entonces en boga, y no retroced ía ni an te
las francam ente socialistas que W illiam Godwin expuso en 1793, en
su Encuesta sobre la justicia política. P o r el co n trario , R obert
M althus, que había entrado en las órdenes en 1789 y desempeñaba
un cu rato cerca de la casa p atern a, profesaba ideas totalm ente
diferentes. Lejos de adm itir, con Godwin, que la m iseria fuese el
resultado de una organización viciosa de la sociedad, y que fuese
posible rem ediarla con instituciones ig u alitarias ; lejos de creer
que la riqueza fuese superabundante y que el único problema im­
p ortan te fuese el de un m ejor rep arto, estaba firmemente conven­
cido de que no había que esp erar nada efectivo de las reform as
políticas y económ icas orien tad as en el sentido del estatism o, y
menos aún en el del socialism o; que la causa principal de la mi­
seria debía buscarse en una ru p tu ra del equilibrio en tre la po­
blación y las subsistencias, y que esta ru p tu ra se debía a la a c­
ción “preponderante” de lo que llamó el principio de población.
Como el origen del mal era éste, resultaba vano pretender rem e­
diarlo con un nuevo rep arto.
A consecuencia de discusiones entre los dos M althus, padre
e hijo, este últim o se decidió a escrib ir y publicar el Ensayo, que
en su prim era form a no con stitu ía más que un librillo de p ropor­
ciones mucho m ás restrin gid as que la obra definitiva.
E n un principio, el Ensayo fué concebido un poco como un libro
de polémica. E l propio M althus nos lo dice (3 ) : “F u é un escrito de
Godwin (á ) el que me puso la plum a en la m a n o ... Y o tra ta b a
de aplicarlo (el principio de población) p a ra d esarro llar ciertos
sistem as relativos a la perfectibilidad del hombre y de la sociedad,

(2) Systèmes socialistes, t. I, § 219.


(3) Prefacio de la 2» edición, aparecida en 1803.
(4) El Ensayo sobre la avaricia y la prodigalidad.
217

que en esa época a tra ía n la atención pública” ( 5 ) . Desde el co­


mienzo M althus tom a posiciones como adversario del socialismo.
“L a d octrin a de M althus es, desde su origen, dice Oppenheimer,
enemigo m o rtal del socialism o” ( 6 ) . E sto debe recordarse.
O tra observación es no menos im portante. M althus, tam bién se­
gún confesión propia, escribió su Ensayo prim itivo an tes de dedi­
carse a las investigaciones h istóricas que llenan la m ayor p a rte
del Ensayo definitivo. “ Seguí, dice, el impulso del momento, y em­
pleé los m ateriales que ten ía a mi alcan ce en el campo en donde
vivía. Hume, W allace, Adam Sm ith, P rice, fueron los que me sir­
vieron de guías.” L a docum entación de M althus fué, pues, sum a­
ria y teórica. E n cierto modo llegó a p lan tear, a priori, los p rin ­
cipios esenciales de su d octrina.
Sólo posteriorm ente, al m ed itar más sobre su tem a, el senti­
miento que tuvo de su im portan cia “unido a la atención que el
público había concedido a (su ) Ensayo, (lo ) impulsó a e n tre g a r­
l e ) a algunas investigaciones h istóricas p ara reconocer la influen­
cia del principio de población sobre el estado pasado y presente
de la sociedad” ( 7 ) . Realizó entonces investigaciones más comple­
ta s, percibió que ya existía una bibliografía considerable de la
cuestión, y comprobó que varios autores (8 ) habían hablado de
él tan claram en te, que no podría decirse “por qué no han logrado
a tr a e r la atención sobre este objeto” ( 9 ).
L a segunda edición, publicada en 1803, y en la que el au to r
abandonó el anonim ato guardado en un principio, es mucho más
e xten sa que la prim era. M althus añade a la exposición de su doc­
trin a un vasto exam en histórico “de los obstáculos que se han
opuesto al aum ento de la población” en la m ayor p arte de los
pueblos antiguos y modernos. P ero por interesan te que este exa­
men sea, no deja de ser una superposición de hechos sobre una teo­
ría preconcebida y ya expuesta, lejos de ser un resumen de las
investigaciones p or las que el au to r llegó a ella. Más aún, incluso

(5) El sistema de Condorcet, especialmente.


(6) Revue d’Écon. pol., 1903, p. 333.
(7) Prefacio de 1803.
(8) Cita a Platón, Aristóteles, Montesquieu y “ algunos economistas
franceses’ ’, a Franklin, Steuart, A. Young y Townsend.
(9) Prefacio de 1803.
218

concebida como una dem ostración a posteriori de e sta teo ría pre­
concebida, la in terpretación h istórica de M althus deja mucho que
desear, ya que, como después lo veremos, con m ucha frecuencia
supone probado lo que p arecía querer establecer.
E l Ensayo de M althus fué recibido con un entusiasm o y una
anim osidad si no iguales, cuando menos muy grandes ambos, in ­
citando al au to r a d esarrollar el estudio de su principio, al que
añadió algunos capítulos cuya influencia fué lo b astan te im por­
ta n te p ara p rovocar una reform a de la asisten cia legal en In g la ­
te rra , y posiblemente impedir su establecim iento en otros países.
E n 1804 M althus fué nombrado profesor de economía p olítica
en el Colegio de la Compañía de Ind ias, en H aileybury, donde sus­
tentó cáted ra durante tre in ta años. D urante este período publicó
o tras obras. L a principal es de 1819, y lleva como títu lo P rinci­
pios de Economía Política considerados con relación a su aplicación
práctica, y b astaría, aun si M althus no hubiese escrito el famoso
Ensayo, p ara asegu rarle un sitio distinguido en tre los econom is­
tas de la escuela clásica inglesa. E n tre las demás obras de Mal­
thus podemos señ alar una sobre las Definiciones en economía po­
lítica (1 8 2 7 ), Observaciones sobre los efectos de las leyes sobre
cereales (1 8 1 4 ), y su particip ación , en form a epistolar, en la con­
troversia suscitada entre J.-B . Say y Sismondi sobre la posibili­
dad de una sobreproducción general. Murió en 1834. Su Ensayo
había alcanzado la quinta edición in g lesa; había sido traducido al
francés desde 1809, posteriorm ente en 1823, por P ie rre y Guillaume
P révost, trad ucción reproducida en 1845, bajo los auspicios de
Joseph G arnier, en la colección G allim ard.
E l Ensayo, en su form a definitiva, es una obra b astan te im­
portante, dividida en cu atro p artes, que llevan, respectivam ente,
por t ítu lo : Libro I. De los obstáculos que se han opuesto al creci­
miento de la población en las partes del mundo menos civilizadas
y en los tiempos pasados. — Libro I I . Obstáculos a la población
en los diferentes estados de la Europa moderna. — Libro I I I . De
los diferentes sistemas o expedientes que se han propuesto o que
han sido favorecidos por la sociedad, en tanto que influyen sobre
los males producidos por el principio de población. — Libro IV . D e
la esperanza que puede concebirse, para curar o suavizar en el fu ­
turo los males causados por el principio de población.
219

E n suma, dos libros que se anuncian como poseedores de inves­


tigaciones h istóricas sobre el principio de población; y dos libros
de aplicación, relativos a la posible influencia de diversos sistem as
sobre este principio, y las oportunidades de aten u ar los m ales que
provoca. P ero ¿en dónde se encuentra la exposición teórica del sis­
te m a ? Esencialm ente en los dos prim eros capítulos del prim er
libro, que llenan 16 páginas, sobre un to tal de m ás de 660 en la
edición fran cesa de Guillauniin. E s ta s 16 páginas, médula de la
p rim era edición, contienen casi todo lo que generalm ente se de­
signa con el nombre de d octrin a de M althus. Observemos esta
médula.
“ Si tra tá ra m o s de prever, dice M althus ( 1 0 ), los progresos fu­
turos de la sociedad, se nos ofrecerían natu ralm en te dos proble­
mas que ex a m in a r: « l 9 ¿C uáles son las causas que h asta ahora
han detenido los progresos de los hombres o el aum ento de su fe­
licid ad ? ¿Q ué probabilidades hay de elim inar, en todo o en p a rte ,
estas causas que impiden el p ro greso?»”
“E s ta investigación, dice, es demasiado vasta p ara que en un
solo individuo pueda em prenderla con éxito .” Así es que se p ro­
pone solam ente exam in ar los efectos de una de las cau sas más po­
derosas, “causa íntim am ente ligada a la n atu raleza hum ana”, y
muy poco estudiada h asta ahora. E s ta causa es “la tendencia cons­
tan te que se m anifiesta en todos los seres vivos a aum en tar su es­
pecie m ás de lo que lo perm ite la can tidad de alim entos a su a l­
can ce”.
E s ta tendencia proviene de que “la n atu raleza ha prodigado
con mano liberal los gérmenes de la vida en ambos rein os; pero en
cambio ha sido económ ica con el sitio y los a lim e n to s ... L a fa lta
de espacio y de alim ento destruye, en los dos reinos, lo que nace
más a llá de los lím ites asignados a cada especie” .
P ero p a ra el hombre los efectos del obstáculo opuesto a su m ul­
tiplicación indefinida son más complejos que p ara los an im a le s:
el obstáculo obra, ya sea directam ente, por sí mismo, ya indirec­
ta , psicológicam ente, por el tem or que inspira. E s ta posibilidad

(10) Essay on the Principie of Population. (Las acotaciones entre co­


millas que siguen corresponden asimismo al Essay).
220

de una elección, constituye p ara Maltlius el interés p ráctico de un


estudio de la población.
P a r a establecer la desproporción fatal en tre la tendencia al a u ­
mento de la población y las posibilidades del aum ento de las sub­
sistencias, M altlius pretende “determ inar, p or una p arte, cuál se­
ría el aum ento n a tu ra l de la población si estuviese abandonada a
sí mism a, sin ningún cu id ad o; y, por o tra , cuál puede ser el au­
mento de las producciones de la' tie rra en las circu n stan cias más
favorables a la ind u stria p rod u ctiva”.
E l aumento “n a tu ra l” de la población, de hecho no lo encon­
tram os en ninguna p arte, pero hay países cuya situación econó­
m ica y m oral es ta l (subsistencias abundantes, costum bres puras,
m atrim onios fá cile s), que el aum ento efectivo se ap roxim a a lo que
sería ese aum ento “n a tu ra l” . Tales son “los estados del N orte de
A m érica”, en los cuales se ha comprobado, duran te m ás de siglo
y medio, que la población se duplica cad a veinticinco a ñ o s: hecho
ya subrayado (en dos ocasiones) p or A. Sm ith, y que M altlius no
tuvo m ás que recoger en el Ensayo sobre la riqueza de las nacio­
nes. Añade que en la p arte m eram ente ru ra l del país, el período
de duplicación es más co rto aún, reduciéndose a quince a ñ o s; en
seguida, e invocando las tab las de E u ler, adm ite que podría redu­
cirse a doce y m edio; y citando a P e tty recuerda que según éste,
en ciertos casos podría lleg ar h asta a diez.
E s to le b asta p ara p lan tear su prim er a x io m a : “P a r a ponernos
al abrigo de tod a especie de exageración, dice, tom arem os como
base de nuestros razonam ientos el aum ento menos rá p id o : aumen­
to probado por el concurso de todos los testim onios y que está
dem ostrado que proviene sólo del producto de los nacim ientos.
“Podemos, por tan to , ten er como cierto que cuando la pobla­
ción no se ve detenida por ningún obstáculo, se d u p licará cada
veinticinco años y crece, de período en período, de acuerdo con una
progresión geom étrica.”
E sto es en lo que hace al prim er térm ino. Veamos p a ra el
segundo.
E l aum ento de los productos del suelo no podría ser tan rápido.
A llí en donde tod a la tie rra fértil está ocupada, sólo se puede con­
t a r con el m ejoram iento de las tie rra s y a en explotación. P ero
“este m ejoram iento, a cau sa de la n atu raleza de todo suelo, no
221

puede h acer progresos siempre crecientes, sino que, p or el co n tra ­


rio, serán cada vez menos considerables” . E s la ley del rendim ien­
to no proporcional, nervio de tod a la doctrin a m althusiana. R azo­
nando sobre las tie rra s europeas, y en p a rtic u la r inglesas, y “en
las circu nstan cias más favorables que se puedan im agin ar”, se
puede dudar que llegue a duplicarse su producto a ctu al en vein­
ticin co años, y si se adm ite que esto es posible, no puede esperarse
que haya una nueva duplicación cad a veinticinco años. “E sto se­
ría ch ocar co n tra todas las concepciones que hemos adquirido so­
bre la fecundidad del suelo.” Y a sería muy optim ista ad m itir, p ara
cad a período de veinticinco años, una adición a la producción,
simplemente igual a la producción actu al. “ Seguram ente el especu­
lador más exagerado no creerá que se pueda suponer m ás.”
“Apliquemos esta suposición a tod a la t i e r r a . . . lo que es más,
seguram ente, que todo lo que tenemos derecho a esperar de los
esfuerzos m ejor dirigidos de la ind u stria humana.
“P o r tan to , estam os autorizados p a ra establecer, partiendo del
estado actu al de la tie rra , que los medios de subsistencia, en las
circu n stan cias m ás favorables a la indu stria, jam ás pueden au­
m en tar con m ayor rapidez que la progresión a ritm é tica ” .
U n a objeción su rg e: ¿no hay en el globo vastos te rrito rio s muy
poco poblados, regiones “sin cultivo y casi sin h ab itan tes” ? Sí,
dice M alth u s; pero añade inm ediatam ente, condenando los pro­
cedimientos demasiado inveterados de la p olítica colonial in g lesa:
“ Se puede d iscu tir el derecho a exterm in ar estas razas esparcidas,
o a obligarlas a ap iñ arse en una p a rte re tira d a de sus tie rra s, in­
suficiente p ara sus necesidades. Si se t r a t a de c iv iliz a rlo s .. . h a­
brá que em plear mucho tiem p o; y como duran te ese tiempo, el au ­
mento de la población esta rá regido p or el de las subsistencias*
r a r a vez sucederá que una gran extensión de terren os abandona­
dos y fértiles sea cultivada de pronto p or naciones esclarecidas e
industriosas. E n fin, aun cuando este acontecim iento su ced iera. . . ,
esa población, creciendo rápidam ente y en progresión geom étrica,
bien pronto se im pondrá lím ites a sí m ism a” .
E n consecuencia, la objeción conduciría, cuando más, a adm i­
t i r cierto retard o en la aparición del inevitable desequilibrio.
L a ley de progresión de la población y de las subsistencias es
ta l, que sólo puede ten er una consecuencia, y M althus la enuncia
222

a s í : “E l principio de la población supera de ta l modo al principio


productivo de subsistencias, que p a ra m antener el nivel, p a ra que
la población existen te encuentre alim entos que le sean proporcio­
nados, se necesita que a cad a instan te una ley superior impida
sus progresos, que la d u ra necesidad la som eta a su im perio; en
una palabra, que el principio cuya acción es ta n preponderante,
sea contenido en ciertos lím ites” .
E l gran obstáculo represivo es, evidentemente, la fa lta misma
de alim entos. Pero sólo en caso de hambre obra de una m anera in ­
m ediata. O tros obstáculos obran generalm ente, antes de que el
ham bre se declare. “ Se componen de todas las costum bres y en­
fermedades que puede h acer n acer la rareza de los medios de sub­
siste n cia; añadiéndoseles todas las cau sas físicas y m orales, in ­
dependientes de esta rareza, que tienden a suprim ir la vida de una
m an era p rem atu ra” . E s te últim o incidente es im p o rtan te; me p a­
rece que los com entadores de M althus, y el propio M althus, lo han
olvidado en demasía.
E sto s obstáculos “pueden clasificarse en dos gru pos: obstácu­
los privativos y obstáculos destructivos. Los prim eros pueden ser
voluntarios o involuntarios. E l obstáculo privativo voluntario es
propio de la especie hum ana, y resultado, en ésta, de la facultad
de p rev er; por o tra p arte, puede to m ar dos form as, la viciosa y
la m oral. E l moral restraint constituye seguram ente, confiesa Mal­
thus, una privación p en osa; “pero este m al evidentemente es muy
pequeño, si se le com para a los que producen los otros obstáculos
que detienen a la población. E s una privación de la misma n a tu ­
raleza que ta n ta s o tras, y que debe prescribirse como agente mo­
r a l” . E n cuanto a la restricción volu n taria viciosa, M althus la con­
dena exp resam ente: “E l desarreglo de las costum bres, dice, llevado
al punto de im pedir el nacim iento de los hijos, parece envilecer a
la n atu raleza hum ana y arreb atarle su dignidad”. Al moral res­
traint, lo define no menos claram en te: “la abstinencia al m a tri­
monio, unida a la castid ad .”
Los obstáculos destructivos son muy numerosos. Comprenden
todas las causas que tienden a abreviar la duración de la vida hu­
m an a por el vicio o la desdicha.
M althus prosigue a s í: “L a suma de todos los obstáculos priva­
tivos y destructivos form a lo que yo llamo el obstáculo inm edia­
223

to de la población. E n un país en donde la población no puede cre­


cer indefinidamente, el obstáculo privativo y el obstáculo d estru c­
tivo deben e sta r en razón inversa el uno del o tr o . . . ” P ero “en
todo país, algunos de los obstáculos que hemos enumerado obran
con m ayor o menor fu erza. . . ” Y a pesar de esto, “hay muy pocos
países en los que no se observa un constante esfuerzo de la pobla­
ción p a ra aum en tar más a llá de los medios de subsistencia”, es­
fuerzo que tiende constantemente “a hundir en la desgracia a las
clases inferiores de la sociedad y que se opone a tod a especie de
m ejoría en su estado” .
E s ta m iseria de las clases inferiores aum enta o se restrin ge por
una especie de balanceo. Si, en efecto, suponemos en un momento
dado que el equilibrio está casi realizado bajo la presión del prin­
cipio de población, no ta rd a rá en producirse un excedente de n a­
cim ientos, que será seguido por una baja del nivel de existencia
de las clases poco acom odadas, y un período de m iseria durante
“el cual los m atrim onios se sen tirán poco estim ulados” y la po­
blación se h a rá e stacio n aria; por o tra p arte, los esfuerzos p ara
m ejorar la producción producen cierto e fe c to ; las subsistencias
aum entan, la situación del trab ajad o r se hace menos p en osa; pero
inm ediatam ente “el obstáculo puesto a la población cesa de nue­
vo”. Y así sucesivamente. E n suma, bajo la presión del principio
“predom inante”, todo excedente de subsistencias tiende, no a ser­
vir p ara una m ejoría de las condiciones de existen cia individual,
sino a trad u cirse inm ediatam ente en aumento de población. “E s ta
especie de oscilación” e stá m ás o menos enm ascarad a p a ra los ojos
del observador vulgar, puesto que, dice M althus, “los historiadores
110 se ocupan más que de las clases m ás elevadas de la sociedad”
— porque las estad ísticas son insuficientes— , y porque intervienen
diversas causas perturbad oras (creación o desaparición de indus­
tria s, ard o r o indiferencia p a ra las em presas agrícolas, años de
abundancia o de escasez, leyes de asistencia, em igración, etc.) Una
de las causas m ás im portantes que impiden d iscernir claram ente
las oscilaciones citadas, es la diferencia de los salarios nominales
y reales, ya que los últim os pueden exp erim en tar “bajas y alzas,
aunque el precio nom inal del trab ajo no baje” .
M althus resum e y concluye la p a rte m eram ente teórica de su
224

exposición, con las tres siguientes proposiciones, que él mismo sub­


ra y a :
“1“ L a población está lim itad a necesariam ente p or los medios
de subsistencia.
“2 9 L a población crece invariablem ente siem pre que crecen los
medios de subsistencia, a menos que obstáculos poderosos y m ani­
fiestos la detengan.
“í!0 E sto s obstáculos p articu lares, y todos los que al detener el
poder preponderante, obligan a la población a red u cirse al nivel de
las subsistencias, pueden agru parse en tres ca te g o ría s: la re s tric ­
ción m oral, el vicio y la d esgracia”.
Añade que la prim era de las tres proposiciones no necesita
prueba. E n realidad, esto depende del sentido que se le dé. E s in­
discutible en tan to que exprese simple y sencillam ente la idea de
que el hombre no puede vivir sin alim entarse. No lo es si al decir
que “los medios de subsistencia lim itan la población”, se entien­
de que esta ú ltim a siempre llega h asta donde los prim eros se lo
perm iten. E l mismo M althus, en una n ota añade que h ay “un
pequeño número de casos en que no es así” ; pero sólo los consi­
d era como “excepciones y casos extrem os” . P o r lo demás, entiende
la p rim era proposición en el sentido m ás obvio, el prim ero. Sin
esto, d uplicaría la segunda.
P o r lo que respecta a ésta y a la te rce ra , M althus escrib e: “ Se­
rá n el resultado del exam en que vamos a em prender de los pue­
blos antiguos y modernos considerados en este aspecto” .
E s te exam en comprende todo el resto del prim er libro y todo
el segundo, o sea, cerca de la m itad del Ensayo. P o d ría creerse, si
nos atuviéram os a la an terio r proposición y a la extensión de las
investigaciones h istóricas que siguen, que éstas, en efecto, condu­
jeron a M althus a edificar su sistem a a priori. E n realid ad p ara
él, como p a ra el ab ate V erto t, “el asedio está declarado” . L o que
va a pedir a la h istoria es la dem ostración de una tesis establecida
a priori, o casi, y adm itida ya como evidente.
Tenemos la confesión form al de M althus en e sta n o ta : “ Se
ha dicho que escribí un volumen in cuarto p a ra p robar que la
población crece en proporción geom étrica y los alim entos en razón
a ritm ética. E s t a afirm ación no es e x a cta . De estas dos proposi­
ciones la prim era me ha parecido probada desde que el crecim ien­
225

to de la población americana ha sido bien comprobado, y la se­


gunda tan pronto como fué enunciada. E l objeto principal que me
propuse en esta obra, fué investigar los efectos que estas leyes,
establecidas desde las prim eras páginas, habían debido producir
n aturalm ente y habían producido realm ente en la so cied ad ' hu­
m ana . . . ”
E n realidad, M althus pierde algunas veces de vista esta idea.
E n su exposición h istórica posiblemente cam bia algunas veces de
actitu d , y t r a ta de probar por medio de los hechos sus sistem as
preconcebidos; pero, lo dice, su tesis estaba establecida de an te­
mano, y sobre un solo hecho p ara la p rim era p rogresión ; sobre
la evidencia, p a ra la segunda.
L a m anera como emprende esta investigación h istórica es, en
efecto, significativa. T r a ta “de los obstáculos a la población” en­
tre los pueblos antiguos y los modernos. E n lugar, pues, de tr a ta r
de establecer p or los hechos, como era de esperarse, que la pobla­
ción tiende a sobrepasar a las subsistencias, su procedim iento con­
siste — suponiendo comprobado esto últim o— en b u scar cuáles son
los obstáculos que al ob rar sobre la población la han mantenido
al nivel, o incluso bajo el nivel de las subsistencias.
M uestra muy bien — aun cuando con una fuerte p a rte de conje­
tu ra — , cuáles han sido históricam ente estos obstáculos en nume­
rosas sociedades; y al d etallar acum ula observaciones y reflexio­
nes interesantes. P ero, en suma, todo esto no es dem ostrativo des­
de el punto de v ista de su tesis principal. Solam ente establece que
sin la acción de los obstáculos que señala, la población hubiera
podido m ultiplicarse más de lo que ha crecid o; pero no prueba que
este aumento hubiera sido excesivo y que las subsistencias no hu­
bieran podido seguirla. M uestra que en todas p artes la población
es destruida por tales o cuales causas — frecuentem ente, por lo de­
más, muy ajenas a una escasez real o temida — pero no prueba
que tienda a sobrepasar a las subsistencias. Incluso suele mos­
tra rn o s que las poblaciones más diseminadas son las más m isera­
bles y que su misma diseminación se debe a causas que nada tie­
nen que ver con la imposibilidad de produ cir subsistencias.
Y a señalam os estas ca ra cte rística s del método de M althus en
los prim eros capítulos consagrados a sus investigaciones h istóri­
cas, y que se refieren a los pueblos m ás atrasad o s, fueguinos,.
226

au stralian os, polinesios, pieles rojas, etc. E n todos ellos se hace


la misma com probación: la población es muy poco densa. P ero
añade, es tan densa como lo perm iten las subsistencias, y la prue­
ba es que es miserable. A lcanza ta n plenamente su m áxim o, que
el menor déficit de alim entación la sume en la desgracia, a pesar
de la acción enérgica de los obstáculos destructivos, guerras, en­
fermedades, p rá ctica del infanticidio, etc. P o r consiguiente, siem­
pre hay la población que puede alim entarse. P ero M althus está
tan convencido de la verdad de su principio, que cuando encuen­
t r a un país en donde la población no es densa ni m iserable, y en
el que no percibe en acción “obstáculos poderosos y manifiestos”
p ara su crecim iento, antes que ad m itir que su principio sea dis­
cutible, afirm a que hay obstáculos que no han sido vistos. A p ro­
pósito de los polinesios, por ejemplo, escrib e: “ Supongamos que
se reconociera que en las islas más fértiles de ese océano se re­
sin tiera poco la necesidad. Como razonablem ente no puede supo­
nerse que la restricción m oral y v irtu osa reine en tre esos salv a­
jes, sobre todo en esos clim as, la n atu raleza de las cosas nos obli­
g a r á a creer que el vicio, incluyendo la guerra, b asta p ara rep ri­
m ir la población”. E n la isla de P ascu a “hay que presum ir que el
infanticidio está establecido, aunque no se tenga o tra prueba” que
la desproporción en tre los dos sexos. Frecu en tem ente M althus, en
lu g ar de ir de los hechos a la teoría, como parece hacerlo, supone
im plícitam ente la teoría p ara in terp retar los hechos.
P a sa , en seguida, a los pueblos antiguos de E u ro p a septentrio­
nal, y a propósito de los germ anos in terp reta sus m igraciones como
un efecto y una prueba de la sobrepoblación de su país, aunque
reconociendo que una gran p a rte de él estaba inculto. E n este caso,
es evidente que no puede hablarse más que de esa sobrepoblación
relativa que se p roducirá incluso en el país m ás fé rtil y con la
fecundidad m ás reducida, si los hombres se rehúsan a tra b a ja r.
E l mismo M althus, por lo demás, insiste en que G erm ania estaba
demasiado poblada al mismo tiempo que de una m an era absoluta
lo estaba muy poco, porque sus habitantes despreciaban la p ro­
ducción pacífica. P ero entonces los hechos no nos m uestran m ás
que una ru p tu ra de equilibrio en tre la población y las subsisten­
cias, debida a una cau sa completamente social — la pereza del b ár­
baro— , y no a la cau sa general y fa ta l que M althus supone. Ade­
227

m ás, de n in g u n a m a n e ra e s tá p ro b a d o que fu ese la fa lta de su b ­


siste n c ia s lo que im p u ls a ra a los b á rb a ro s c o n tra el Im p e rio ; el
deseo de b o tín , a s í como la p re sió n c o n q u ista d o ra de pueblos m ás
o rie n ta le s, ex p lic a n su ficien tem en te e sta s m igraciones.
E n tr e los p ueblos p a sto re s, que e s tu d ia en seg u id a, M alth u s
afirm a que el pleno de p o b lació n — con re la c ió n a la s su b siste n cia s
que pu ed en p ro c u ra rse — e s tá a lcan zad o , a u n q u e la población, f a ­
v o recid a p o r o tr a p a r te p o r la s creen cias y la p r á c tic a del com u­
nism o, sea d e s tru id a a co n secu en cia de los h á b ito s g u e rre ro s de
e sto s pueblos. P e ro a q u í a b re la p u e r ta a u n a g ra v e o b jeció n : los
m ism os h á b ito s g u e rre ro s, a l d e s tr u ir ta m b ié n los m edios de su b ­
siste n c ia , p o sib lem en te son, m ás que la ra re z a v e rd a d e ra de éstos,
la ca u sa de su insuficiencia.
E n A fric a , M a lth u s o b serv a que in m ensos te rre n o s fé rtile s es­
tá n in cu lto s. A llí, la p o b lació n es la que f a lt a a los te rre n o s cu l­
tiv ables. R esponde a esto que p o r d ife re n te s razo n es (in se g u rid a d ,
pereza, e tc .), “la s n acio n es n e g ra s no c u ltiv a n m ás que los t e r r e ­
n os que n e c e sita n ” . P e ro si el p rin c ip io de p o b lació n tu v ie ra to d o
el p o d er in d ic a d o , ¿ p o r qué no h a b ía n de n e c e sita rlo s to d o s? Sin
d u d a , resp o n d e M a lth u s, la g u e rra los d ie z m a : a lg u n a s co stu m b res
(la c ta n c ia p ro lo n g a d a , e tc .), d ism in u y e n la n a ta lid a d . P e ro ¿qué
p ru e b a e sto ? Que d iversos o b stácu lo s sociales im p id en a la p o b la ­
ción se r lo que p o d ría se r y la que el suelo p o d ría a lim e n ta r. E sto ,
en cam bio, n o p ru e b a de n in g u n a m a n e ra la te sis esen cial que es,
p o r lo c o n tra rio , la de la in su ficien cia de ese m ism o suelo. L as su b ­
siste n c ia s son a p e n a s su ficien tes, dice M alth u s. P e ro no p o r u n a
ra z ó n físic a y g en e ra l. U n a m en o r p o b lació n no s o lu c io n a ría n a d a ,
p u esto que h a y tie r r a s en d em asía. U n a p o b lació n m ay o r no em ­
p e o ra ría la s cosas, p u e sto q u e h a y v a s ta s tie r r a s disponibles. No
podem os d e ja r de e n c o n tra r, con V. P a r e to y O ppenheim er, b a s­
ta n te d e fectu o sa la ló g ic a de M alth u s.
E n el A sia s e p te n trio n a l, M a lth u s se ñ a la ta m b ié n regiones m uy
fé rtile s d éb ilm en te p o b la d a s. Se debe, dice sig u ien d o a S te u a rt,
a que h a y “im p o sib ilid a d m o ra l de c re c im ie n to ” . P u e s “no b a sta
que u n p a ís te n g a la f a c u lta d de p ro d u c ir m uchos a lim e n to s; es
n ece sa rio que el esta d o so c ia l sea t a l que se p ien se en d is trib u irlo s
b ie n ” . O bservación ju s ta . P e ro l a objeción se p re c isa c a d a vez m á s :
lo que M a lth u s n o s h ace v er, es q u e h a y n u m ero so s o b stáculos so-
228

d a le s a l d e sa rro llo de la població n , obstáculos m ás o m enos ajenos


a la in su ficien cia de su b sisten cia s. Y se co m p ren de su raz o n am ien ­
to im p líc ito : si e s ta in su fic ie n c ia n a tu r a l se a d m ite a p rio ri, ¡ q u é
su c ed ería en el caso de q u e lo s o b stácu lo s no e x is tie ra n ! Sí, pero
si se a d m ite a p r io ri e s ta in su ficien cia n a tu r a l. Y la ex iste n c ia de
los ob stácu lo s sociales no la d e m u estra.
E n la s reg io n es p o p u lo sa s de A sia — In d o c h in a y C h in a—, M al-
th u s n o ta hechos m ás fa v o ra b le s a su d em o stració n . A p e s a r de
nu m ero so s y m uy re a le s o b stácu lo s d e stru c tiv o s a d m ite en esas
regiones u n a p re sió n efe c tiv a de l a p o b lació n so bre la s su b siste n ­
cias, a t a l g ra d o “que los alim en to s, de u n a m a n e ra insensible, se
h a n lleg ad o a d is tr ib u ir en la p a r te del pueblo, en porciones ta n
p eq u eñ as como la n ecesid ad de) a lim e n ta rs e pued e p e rm itirlo ” .
P a sa n d o a los ejem plos euro p eo s, M a lth u s t r a t a en p rim e r lu ­
g a r de los an tig u o s. C o n sid era que en G recia la población fu é n u ­
m erosa, y que el te m o r a u n a so b rep o b lació n d ictó a los le g isla ­
dores y a los filósofos griegos sus p reo cu p acio n es re g la m e n ta ria s.
E s tim a que en R om a, a p e s a r de la e n e rg ía con la que obró el obs­
tác u lo d e stru c tiv o b ajo la fo rm a de g u e rra p e rm a n e n te , la po­
b lación h u b ie ra sido b a s ta n te n u m e ro sa si la s in stitu c io n e s eco­
nó m icas y sociales (e sta tism o , esc la v itu d , g ra n p ro p ie d a d ) no h u ­
b ie ra n c o n trib u id o a re s tr in g ir la . Y M a lth u s c ita con razó n a es­
ta s in stitu c io n e s como c a u sa de despoblación. P e ro ex p lic arn o s
cómo u n a p o b lació n h a p o d id o se r d e s tru id a asi, no establece, de
n in g u n a m a n e ra , que la p o b lació n tie n d a a e je rc er p re sió n so b re
los m edios de su b siste n c ia . E n I ta lia , p o r lo c o n tra rio , fué la des­
p o blació n la que provocó el a b an d o n o de la p ro d u c ció n ag ríco la.
D e u n a m a n e ra g en e ra l, M a lth u s concluye e s ta p rim e ra p a r te
de su s in v estig acio n es h is tó ric a s , d iciendo que e n tre los pueblos
a tra s a d o s de hoy y en los p u eb lo s a n tig u o s, la restricc ió n m oral
h a o b ra d o d éb ilm en te, con m ucho m a y o r fu e rz a el vicio, y con m a­
y o r a ú n la m ise ria . H a e x istid o acció n p re d o m in a n te de los obs­
tá c u lo s d e stru c tiv o s.
E l o b stácu lo p rev en tiv o , y la re s tric c ió n m o ral en p a rtic u la r ,
tie n e n u n a in flu en cia m ás s e ñ a la d a en los p ueblos civilizados m o­
dernos. M a lth u s cree co m p ro b arlo desde luego en los países esc an ­
dinavos, so b re to d o en N o ru eg a, “el único p a ís de E u ro p a en do n ­
de el v ia je ro oye que se ex p rese el te m o r de u n exceso de pobla-
229

ción, y en donde se co m p ren d e el p e lig ro a que e s tá n e x p u e sta s la s


clases in fe rio re s d el p ueblo p o r t a l exceso” . E n S u ec ia el o b stá c u ­
lo p rev en tiv o o b ra y a en m e n o r p ro p o rc ió n , y el d e stru c tiv o m ás.
E n R u sia , M a lth u s a d m ite que el p a ís p ro d u c e m ás de lo que con­
sum e, p o r lo que h a y exceso de su b siste n c ia s. ¿C óm o se m an tien e ,
si el p rin c ip io de p o b lació n debe p o n e r rá p id a m e n te a é sta , c u a n ­
do m enos a l n iv el de a q u é lla s ? M a lth u s in v o ca n u e v a m e n te u n a
c a u sa socia l: la serv id u m b re.
E n la E u ro p a C e n tra l cree p o d e r a firm a r que se h a alc an zad o
el m áxim o y que la p o b lació n y a no p u ed e a u m e n ta r: “P a r a h a c e r
lu g a r a u n nuevo m a trim o n io , dice, es n ecesario , en té rm in o s g e­
n e ra le s, que sea d e s tru id o u n m a trim o n io a n tig u o ” . L a p resió n
d e la po b lació n so b re la s s u b siste n c ia s se co m p ru eb a efectiv am en ­
t e : asim ism o , el o b stácu lo d e s tru c tiv o o b ra en p ro p o rc ió n de u n a
n a ta lid a d excesiva.
L as observ acio n es de M a lth u s resp ecto a F r a n c ia son d ig n a s
d e a te n ció n . S e ñ a la (11) que desp u és de u n a la r g a y d e s tru c tiv a
g u e rra , que seg ú n él costó a l a n a c ió n fra n c e s a 2.500,000 vid as h u ­
m an a s, la p o b lació n au m en tó . Y e en e sto u n f u e r te a rg u m e n to en
fa v o r de su d o c t r i n a : b a s ta , p ie n sa él, que los m edios de su b siste n ­
c ia h a y a n crecido p a r a q u e la p o b lació n h a g a o tro ta n to , a p e sa r
de to d o s los o b stácu lo s. Y e ste a u m e n to m ism o de los m edios de
su b siste n c ia h a sido u n a co n secu en cia de la p ro s p e rid a d d e la
a g ric u ltu r a y de la p eq u eñ a p ro p ie d a d ( re p a rto de los bienes n a ­
cio n a le s).
E n I n g la te r r a , en fin, M a lth u s a d m ite que el o b stá cu lo p re v e n ­
tiv o o b ra e n érg icam en te, d e te rm in a n d o u n a m ed iocre n u p c ia lid a d
y u n a débil n a ta lid a d . H u b o sin em b arg o , lo n o ta , u n rá p id o c re ­
cim iento de la p o b lació n e n tre 1S00 y 1810; p ero seg ú n él no p u e ­
de d u r a r y fu é p ro v o cad o p o r c irc u n s ta n c ia s ex cepcionales, ta le s
como el e x tra o rd in a rio im p u lso de la p ro d u cció n . Ve en ello la
p ru e b a de que “ si los re c u rso s d el p a ís p e rm ite n u n rá p id o creci­
m ie n to ”, y si esos re c u rso s e s tá n c o n v en ien tem en te d istrib u id o s,
“la p o b lació n no d e ja r á de se g u ir su s p a s o s ” . E sco cia d a lu g a r a
com probaciones del m ism o g é n e ro : e l o b stácu lo p rev en tiv o o b ra
a llí n o ta b le m e n te ; p ero a llí donde se o frecen can alizac io n es a la
po b lació n ( a consecu en cia del h á b ito de e m ig ra r o de la a b u n d a n ­

(11) 5» e d i c i ó n inglesa, de 1817.


230

cia de los re c u rso s p e sq u e ro s), la n a ta lid a d crece y la población


a u m e n ta .
M alth u s concluye que los d iversos o b stácu lo s que lim ita n la
acción del p rin c ip io de p o b lació n e n tre los p ueblos m odernos r e ­
s u lta n , a su vez, de la in su ficien cia de la s su b sisten cia s. E l único
m edio de a u m e n ta r la p o b lació n es, p o r ta n to , a u m e n ta r e sta s ú lti­
m as, p u es la p o b lació n se m a n tie n e a su nivel y tie n d e a so b rep a­
sarlo . E l o b stácu lo d e stru c tiv o se m a n ifie sta d u ra m e n te , incluso
e n tre los civilizados. M a lth u s c u e n ta que a p a r t i r de la e r a c ris ­
tia n a se h a n re g is tra d o 239 g ra n d e s h am b res, es d ecir, u n a cada
sie te u ocho años.
S in em bargo, si se c o m p a ra n esto s p ueblos con la s trib u s s a l­
vajes, se ve que los o b stácu lo s p rev en tiv o s tien en , e n tre lo s p r i ­
m eros, u n a acción m a y o r que los d e stru c tiv o s. L a re stric c ió n m o­
ra l, en p a r tic u la r , es p ra c tic a d a , au n q u e d ébilm ente, p o r ellos.
“ E n el e sta d o a c tu a l de la sociedad, dice M alth u s, no tie n e m ucha
in flu en cia sobre los h o m b res” . P e ro e s ta in flu en cia au m e n ta . Y
si, p o r o tr a p a rte , se c o n sid e ra la in flu en cia de la re stric c ió n vo­
lu n ta r ia en sus dos fo rm a s re u n id a s (m o ra l e in m o ra l), M alth u s
a d m ite que “este o b stácu lo es el que, en la E u ro p a m oderna, o b ra
con m ay o r fu e rz a p a r a c o n te n e r a la p o b lació n en el nivel de los
m edios d e su b s iste n c ia ” . H a y en ello u n a afirm ació n que no p e rm i­
te d e cir que M a lth u s se h a y a cegado p o r com pleto a c erca de la
im p o rta n c ia que h a y que a tr ib u ir , desde su época, a la influencia
del fa c to r psicológico y v o lu n ta rio .
L a ex posición h is tó ric a de M alth u s, en co n ju n to , es capaz de
c a u s a r c ie rta im p resió n , au n q u e su alcan ce, rig u ro sa , ló g icam ente
d e m o stra tiv o , sea m ediocre, y su m odo de ra z o n a r ju stifiq u e en oca­
siones la sev era a p re c ia ció n de V. P a re to .
E n el fondo, ¿ d e qué se t r a ta b a ? D e d e m o s tra r la c o n sta n te
p re sió n de la p o b lació n sobre la s su b siste n c ia s y su te n d e n c ia a
so b re p a sa rla s. P e ro ¿ q u é es lo que nos e n se ñ a la exposición h is tó ­
ric a de M a lth u s ? E s t o : l 9 en to d a s p a rte s , o casi en to d a s, a lg u ­
n a s clases de la socied ad e s tá n en la m is e ria ; 29 en to d a s p a rte s,
nu m ero so s o b stá c u lo s d e stru y e n u n a p a r te de la población. E l r a ­
zo n am ien to im p líc ito es é ste : si in clu so con ta le s o b stáculos, que
lim ita n a la p o b lació n , la s s u b siste n c ia s son in su ficien tes, a fo r -
tio r i lo s e ría n sin ellos. ¡ C u án p o te n te es, pues, e l p rin c ip io d e p o ­
b la c ió n !
231

P e ro de que la s su b siste n c ia s sean in su ficien tes o ap e n as sufi­


cien tes, no r e s u lta u n a p ru e b a d e m o s tra tiv a de q ue ello se a a con­
secuencia d e la p re sió n de la población. P u e d e p ro v e n ir de o tr a s
c au sa s (p ereza d el ho m b re que d eja s in c u ltiv a r tie r r a s fé rtile s,
d ep red ació n y co stu m b res d e v a sta d o ra s de los pueblos b a n d o le­
ros y co n q u istad o res, m a la s in s titu c io n e s sociales como la escla­
v itu d o la se rv id u m b re ), como M a lth u s lo o b serva p a r a diversos
pueblos. M ás a ú n , fre c u e n tem e n te se ñ a la la m a y o r m ise ria en los
pueblos m enos densos, en d onde la in su ficien cia de la s su b siste n ­
cias coexiste con la in su ficien cia de l a p o b lació n (1 2 ).
Con d e m a sia d a fre c u e n c ia M alth u s, p e rsu a d id o de la excelen­
cia de su p rin c ip io , se lim ita a co m p ro b ar la m is e ria — cosa que es
fá c il— y cree h a b e r p ro b ad o a l m ism o tiem p o q u e es, fo rzo sam en ­
te, re su lta d o de u n a p o b lació n excesiva.
D espués de p la n te a r su te sis científica, y de, según él, dem os­
t r a r la , M a lth u s lle g a a la s ap licacio n es. N o o lv ida que se h a la n ­
zado a in v e s tig a r p a r a lle g a r a u n a ju s ta a p re c ia ció n de los s is­
te m a s e in s titu c io n e s que se p ro p o n e n a te n u a r la m iseria . P o r con­
sig u ien te , t r a t a en p rim e r lu g a r de c o n fro n ta r su d o c trin a con
“los d ife re n te s siste m a s o ex p e d ie n te s” p re se n ta d o s como suscep­
tib le s de in flu ir sob re los m ales p ro v e n ie n te s d el p rin c ip io de po­
blación.
T ales siste m a s son de dos clases. Los p rim e ro s son los sistem a s
s o c ia lista s te n d ie n te s a re v o lu c io n a r el re p a rto . M a lth u s, sin v a­
c ila r, los co n d en a en m a sa y dice que, “como los sones de u n o r­
g an illo a m b u la n te , re a p a re c e n de época en ép o ca” (1 3 ). T o d a doc­
tr in a que se en v anezca de a te n u a r la m ise ria p o r o tro m edio que
no sea la co m p ren sió n del p rin c ip io de població n , e s tá en el e rro r.
T a n to m ás c u a n to m ás ig u a lita r ia sea, y a q u e : l 9 “u n e stad o de
ig u a ld a d no pued e o frecer m otivos de a c tiv id a d suficientes p a ra
vencer la p ereza n a tu r a l d el h o m b re” ; y 2Í> to d o siste m a de ig u a l­
dad, in e v ita b le m e n te conduce a la p o b reza, a ca u sa de los alie n to s
que d a al p rin c ip io de población. U n a so cied ad ig u a lita r ia , ta l
como la que p la n e a b a G odw in, lle v a ría rá p id a m e n te a u n estad o
d e sobrep o b lació n c re c ie n te y d e m ise ria , in clu so su poniendo un

(12) Incluso insiste en este punto.


(13) Op. cit.
232

in te n so tra b a jo d e su s m iem bros. R á p id a m e n te s e ría n e ce sa rio re s ­


ta b le c e r la p ro p ie d a d p riv a d a y el m a trim o n io a fin de r e s titu ir
a c a d a uno la re sp o n sa b ilid a d de sus acciones, d e s u p a trim o n io ,
d e su s h ijo s. E l p rin c ip io de p o b lació n es la p ie d ra en que tro p ie ­
z a el socialism o, p ues la re s tric c ió n m o ral, a la que favorece el
se n tim ie n to de re sp o n sa b ilid a d d ire c ta , se h ace im p ro b ab le c u a n ­
do dicho se n tim ie n to no se p o n e en juego.
A sí como los efectos d el p rin c ip io de p o b lació n no pueden ser
p a lia d o s p o r u n a revo lu ció n so c ia lista , tam poco pueden serlo p o r
m ed id as e s ta tis ta s , e sp ecialm en te p o r m ed id as de a siste n c ia legal.
A l d ism in u ir u n poco los su frim ie n to s in d iv id u a les, ta le s m edidas,
“e x tie n d e n los su frim ie n to s a u n a sup erficie m ás e x te n sa ” . No to ca
a l E sta d o , como tam p o co a lo s rico s, re m e d ia r la m ise ria p o r m edio
d e sacrificio s p e c u n ia rio s que no a u m e n ta n la c a n tid a d de su b sis­
te n c ia s p ero que, en cam bio, a u m e n ta n la d e m a n d a de p ro d u c to s
alim e n tic io s, p ro v o can el a lz a del p recio de los víveres, a n im a n a
la s clases p a u p e riz a d a s a m a n te n e r su consum o, d ism in u y en la
r e n ta rea l de la s clases in m e d ia ta m e n te su p e rio re s e im p u lsa n a
los po b res a m u ltip lic a rs e sin n in g u n a p ru d e n c ia . L a a siste n c ia le ­
g a l eleva los p recio s de la s su b siste n c ia s y d ism in u y e el del t r a ­
b ajo. T o d as la s afirm acio n es re la tiv a s a, p re te n d id o s derechos a la
a siste n c ia y a l tr a b a jo im p lic a n “la p ro p o sició n a b su rd a de que
u n te r r ito r io lim ita d o p u ede a lim e n ta r a u n a p o b lación ilim ita ­
d a ” . M a lth u s p ide, en consecuencia, la ab o lició n de la s poor-law s
y la ab ste n c ió n d e l E s ta d o en la s cu estio n es sociales. E n el fondo,
la m ism a c a rid a d p riv a d a le p a re c e p e lig ro sa o ineficaz, a m enos
qu e el que la p ra c tiq u e se p riv e a sí m ism o de co n su m ir la p a r­
te de a lim e n to s que cede a l pobre.
A este re sp e c to , M a lth u s escrib ió la fra s e célebre que ta n to se
le h a rep ro ch ad o , y que b o rró p o ste rio rm e n te de su E n sa y o : “ Un
h om bre que n a c e en u u m u n d o y a ocupado, si su fa m ilia no puede
a lim e n ta rlo , o si la socied ad no p u ed e u tiliz a r su tra b a jo , no tie ­
ne el m en o r derecho a re c la m a r u n a p o rció n c u a lq u ie ra de a lim e n ­
to , y e stá re a lm e n te de m ás en la tie r r a . E n el g ra n b a n q u e te d e
la n a tu ra le z a no h a y c u b ie rto p u esto p a r a él. L a n a tu ra le z a le
ex ig e que se r e tire , y no t a r d a en lle v a r a cabo, e lla m ism a, la
ejecu ció n d e t a l o rd e n ” .
233

A l s u p rim ir e ste p a sa je , M a lth u s no p u d o re n e g a r de la id ea


q u e es la consecu en cia ló g ica de su d o c trin a , y su co m e n ta d o r f r a n ­
cés, Jo se p h G a rn ie r, escrib e a e ste p r o p ó s ito : “ E sto es te rrib le ,
p ero M a lth u s n o lo in v e n ta n i lo a c o n s e ja ; lo com p ru eb a y se lo
a d v ie rte a l p a d re de f a m ilia . . . E n lu g a r d e «no tie n e el m enor de­
recho a re c la m a r» , pong am o s « reclam a en vano», y la fra se de M al­
th u s s e rá la ex p resió n p u r a y sim ple de n u e s tro estad o so c ial” (14).
P o r lo dem ás, M a lth u s m an tu v o en la s ú ltim a s ediciones de su
lib ro p a sa je s q u e e x p re sa n en té rm in o s u n poco m enos enérgicos,
p ero m uy sem e ja n te s en el fondo, la m ism a condenación, y se
b u rla del a b a te R a y n a l a p ro p ó sito de e s ta d e c la ra c ió n : “ A ntes
de to d a s la s leyes sociales, el ho m b re te n ía derecho a s u b s is tir ” .
H u b ie ra podido d e c ir con ig u a l razó n , re p lic a M alth u s, que an te s
d e l e sta b le c im ie n to de la s leyes sociales, el ho m bre te n ía derecho
a v iv ir cien años. T e n ía e ste derecho sin ré p lic a , y lo sigue te n ie n ­
do ; tie n e derecho a v iv ir m il añ o s si p u e d e . . . P e ro en uno y o tro
caso se t r a t a m enos de d erech o que de p o te n c i a .. . N i a n te s n i d e s­
pu és de la in s titu c ió n de la s leyes sociales, u n n ú m ero ilim ita d o de
in d iv id u o s h a gozado de la fa c u lta d de v iv ir; y a n te s como des­
pués, el que se h a v isto p riv a d o de e s ta fa c u lta d ta m b ié n se h a
v isto p riv a d o d el derecho de e je rc e rla ” (1 5 ).
S in em bargo, M alth u s, que no q u ie re que el E s ta d o in te rv e n g a
p a r a a liv ia r la m is e ria de los p o b res p o r m edio de la a siste n c ia le­
g al, tam p o co q u iere que les r e s tr in ja el derecho a l m a tr im o n io :
ta l m ed id a es p a r a el p a s to r c ris tia n o in ju s ta e in m o ral, a s í como
to d a ley p o sitiv a que e n tr e p e rso n a s n ú b iles, lim ite la e d a d del
m a trim o n io . Sólo a p e la a la p ru d e n c ia in d iv id u a l. E l m a trim o n io
im p ru d e n te es “ u n a acció n m a n ifie sta m e n te in m o ra l” . P e ro el E s ­
ta d o no p u ed e p ro h ib irlo . “D ejem os q u e e ste h o m bre cu lp ab le su ­
f r a el castig o d e c re ta d o p o r la n a tu r a le z a ”, que sólo puede se r en ­
du lza d o p o r la c a rid a d p riv a d a , c u y a v e n ta ja y su p e rio rid a d re ­
s u lta n de su p ro p ia in c e rtid u m b re . M a lth u s se ñ a la , a este resp ec­
to , que en F r a n c ia después de la R evolución se re g is tró u n a fu e rte

(14) Traducción francesa del Essay, en la colección Guillaumin, p . XV,


nota.
(15) Ya Rousseau había proclamado en el primer libro del Emilio: “ El
aue no puede desempeñar los deberes de padre, no tiene derecho a serlo ’ ’. Por
otra parte, había escrito lo contrario en su Carta a Madame de Erancueil,
1756. (J. Lemaitre, Rousseau).
234

dism in u c ió n de la ta s a de n a ta lid a d en la s clases o b re ra s —-lo que


c o n sid e ra como u n bien— , y a trib u y e e ste hecho a que la R evolu­
ción a u m e n tó la re sp o n sa b ilid a d in d iv id u a l. E l siste m a in glés de
a siste n c ia p ro d u c e efectos c o n tra rio s.
M alth u s e x a m in a en se g u id a los diversos siste m a s re la tiv o s a
la o rg a n iz a c ió n de la p ro d u cció n , e in v e stig a qué re su lta d o s nos
pueden p e rm itir a lc a n z a r desde el p u n to de v is ta de la lu ch a con­
t r a la m ise ria . A b o rd a p rim e ra m e n te el siste m a agrícola, y des­
a r r o lla en se g u id a la id e a de que p e rte n e c e a la n a tu ra le z a de la
a g r ic u ltu r a p r o c u r a r su b siste n c ia s a u n n ú m ero de fa m ilia s m a y o r
del que o c u p a el tra b a jo m ism o de lo s cam pos, lo que es la condi­
ción m ism a de la e x iste n c ia de la s o tr a s clases (1 6 ). E s ta ría m o s
te n ta d o s a creer, en consecuencia, que en u n a n a c ió n a g ríc o la siem ­
p re h a y su b siste n c ia s en c a n tid a d s u p e ra b u n d a n te , pero no es así.
S i la a g r ic u ltu r a a lim e n ta a m ás h o m b res de los que ocu p a el t r a ­
b ajo a g ríc o la , es a condición de que no so b rep ase, p a r a este em ­
pleo, el n ú m ero de tra b a ja d o re s que n ecesita. M ás a llá , el re n d i­
m ien to cesa de se r p ro p o rc io n a l al tr a b a jo , y el excedente de p ro ­
d u cto s d isp o n ib les d ism in u y e p ro g re siv a m e n te p a r a d esap a re cer.
D e hecho, in clu so el a u m e n to de l a p o b lació n se d e te n d ría m ucho
a n te s, sobre to d o en los p a íse s a g ríc o la s en donde lo s sa la rio s re a ­
les son débiles, o en donde, a p e s a r de la a b u n d a n c ia de la s cose­
chas, el tr a b a ja d o r no recib e del g ra n p ro p ie ta rio te r r ito r ia l m ás
q ue u n a c a n tid a d r e s trin g id a de alim en to s. E l ra zo n am ien to que
a q u í hace M a lth u s d esc a n sa en la h ip ó te sis de u n régim en de p ro ­
p ie d a d p riv a d a . P e ro si suponem os la p ro p ie d a d colectiva, la si­
tu a c ió n no h ace m ás que a g ra v a rs e : “E n n u e s tro estad o a c tu a l,
u n hom b re pued e p ro d u c ir m ás de lo que consum e, pero esto de­
ja r í a de s e r c ie rto si los cu ltiv o s fra n q u e a ra n los lím ite s que les
im pone la p ro p ie d a d ” . E n resu m en , el hecho de que la a g ric u l­
t u r a n o rm a lm e n te p e rm ita v iv ir a m ás in d iv id u o s de los que ocu­
p a, no sig n ifica de n in g ú n m odo la consecu en cia de que la s su b ­
siste n c ia s que p ro d u c e p u e d a n a lim e n ta r a u n a p o blación indefi­
n id a m e n te c re c ie n te ; la ley del re n d im ie n to n o p roporcional se
opone a ello. ¿ S e r á d ife re n te b ajo el siste m a c o m e rc ia l? C laro e s tá
que u n p a ís q u e so b resale en la s m a n u fa c tu ra s y el com ercio pue-

(16) Véanse sobre este punto algunos desarrollos bastante fisiocrátieos,


op. cit.
235

de, dice M alth u s, a lim e n ta r a p a r te de su p o b lació n con el trig o


com prado en el e x te rio r y, en consecuencia, a u m e n ta é s ta h a s ta que
to d a s la s tie r r a s de la s o tr a s n acio n es esté n c u ltiv a d a s. P e ro en ­
to n ces se p ro d u c e la d eten ció n . Y, de hecho, se p ro d u c e m ucho m ás
p ro n to , pues la s itu a c ió n de este p a ís es p r e c a r ia : e s tá a m e n a z ad a
p o r la c o n c u rre n c ia e x tr a n je r a y p o r la c o n c u rre n c ia in te r io r m is­
m a ; adem ás, el p a ís de que h ab lam o s e stá , sin re c ip ro c id a d , b ajo
la dep en d en cia de los p a íse s co c a m b ista s q u e lo a lim e n ta n ; en fin,
la p ro sp e rid a d d el p a ís co m ercial es poco d u r a b le : e s tá a m e n a z ad a
p o r el pro g reso m ism o de la s n acio n es a g ríc o la s. S obre este p u n ­
to M a lth u s d a d e sa rro llo s b a s ta n te cu rio so s, que pu ed en com pa­
r a r s e con c ie rto s p a sa je s de A d am S m ith , ta m b ié n u n poco pe­
sim ista s en c u a n to a la solidez del m onopolio co m ercial b ritá n ic o .
“E n gen eral, dice, la d iv isió n d el tr a b a jo que c o n s titu y e a u n p u e ­
blo m a n u fa c tu re ro y tra fic a n te p a r a el servicio de los o tro s, no es
n a tu r a l n i p e rm a n e n te , sin o a c c id e n ta l y te m p o r a l. . . E n ta n to
que la s n acio n es a g ríc o la s c o n tin u a b a n a p lic a n d o su c a p ita l cre­
cien te a la tie r r a , e ste a u m e n to de riq u e z a e ra de lo m ás v e n ta jo ­
so p a ra la s n acio n es m a n u fa c tu re ra s y co m ercian tes. E r a v e rd a ­
d e ra m e n te la c a u sa m ás a c tiv a y el re g u la d o r m ás eficaz de sus
pro g reso s en riq u e z a y població n . P e ro desde el m om ento en que
los a g ric u lto re s (de esas n ac io n e s a g ríc o la s) vuelven su a ten c ió n
h ac ia la s m a n u fa c tu ra s y el com ercio, el a u m e n to de su c a p ita l
es u n a se ñ a l de d eca d e n cia y d e stru c c ió n p a r a la s m a n u fa c tu ra s
y el com ercio e x tra n je ro que a n te s a lim e n ta b a n ” . E l E s ta d o co­
m erc ia n te , ex clu id o de su s a n tig u o s m ercad o s, su fre u n a p ro n ta
declin ació n en poderío, riq u e z a y p o b lació n (1 7 ).
E l siste m a com binado re ú n e la s v e n ta ja s de los o tro s dos. E v ita
los inco n v en ien tes del siste m a a g ríc o la , es d ecir, el e sta n c a m ie n to
p re m a tu ro de la d e m a n d a de tr a b a jo y de la p ro d u cc ió n de a r tíc u ­
los debido a l hecho de que los p ro p ie ta rio s te r r ito r ia le s no sie n te n
la necesid ad de a u m e n ta r é s ta , p u es no sab en c o n tra qué p ro d u c to s
cam b ia r el excedente. E n el siste m a co m binado, p o r lo c o n tra rio ,

(17) Op. cit. Las opiniones de Malthus en este caso podrían compa­
rarse curiosamente con las de List. Los ejemplos que cita son los mismos,
Venecia, Holanda, etc. Se podría invocar este pasaje, como algunos de Smith,
para mostrar que la escuela clásica inglesa no fué absolutamente extraña a
los intereses de la economía nacional.
236

tie n d e n a e x ig ir a su s tie r r a s el m áxim o de ren d im ie n to , y a que


tie n e n la p o s ib ilid a d de c a m b ia r el s o b ra n te p o r p ro d u c to s d e la
in d u s tr ia : de este m odo, la p o b lació n to ta l puede se r m ás n u m e ­
ro sa . P o r o tr a p a rte , se e v ita n los in co n v en ien tes del siste m a co­
m ercial, p u es e s ta p o b lació n e s tá a lim e n ta d a p o r el p a ís m ism o y
no depende, p a r a su a lim e n ta c ió n , del e x tr a n je ro ; p o r ta n to , no
e s tá e x p u e sta a v erse o b lig a d a a re s trin g irs e b ru sc a m e n te en caso
de s ú b ita a g ra v a c ió n de la c o n c u rre n c ia e x tra n je ra . E n consecuen­
cia, “a la m a y o r p a r te de la s n acio n es ric a s en tie r r a s , debe fin a l­
m en te co n v en ir f a b ric a r p o r su p ro p ia c u e n ta y h a c e r p o r sí m is­
m as su com ercio” . M a lth u s precede, p o r ta n to , a L ist en su a p o ­
lo g ía de la n a ció n n o rm a l, y se m u e s tra poco fav o rab le a u n a
ín te g ra d iv isió n in te rn a c io n a l del tr a b a jo ; y p a sa n d o a la a p lic a ­
ción, p re d ic e a l f u tu ro in d u s tria lis m o am erican o , que A dam S m ith
no sup o a d iv in a r. E s ju s to a ñ a d ir que h a b ía tr a n s c u rr id o cerca de
u n c u a rto de siglo e n tr e el E n sa y o d e S m ith y el de M a lth u s (1776-
1798), y que desde 1791 H a m ilto n , se c re ta rio del T esoro A m e ric a ­
no, h a b ía p re se n ta d o a la C á m a ra de R e p re s e n ta n te s un in fo rm e,
y a célebre, p reco n izan d o el in d u s tria lis m o p o r m edio de la p ro te c
ción.
E n consecuencia, b a jo el siste m a com binado, la riq u e z a y la p o ­
b lación p u ed en c re c e r m ás. S in em bargo, a u n b ajo este siste m a la
p o b lació n e n c u e n tra su lím ite . E l lím ite e x tre m o es el que se a lc a n ­
za cuan d o u n o b rero a g ríc o la no p u ed e y a p ro d u c ir u n a c a n tid a d
a d ic io n a l de a lim e n to s su ficien te p a r a él m ism o. P e ro el lím ite
e fec tiv o se a lc a n z a m ucho a n te s, p u e s el s a la rio de u n tr a b a ja d o r,
y a fo r tio r i su p ro d u c to (y a que e l segundo debe se r cuando m enos
ig u a l a l p rim e ro ), deben p e r m itir la a lim e n ta c ió n de cuando m enos
c u a tro p erso n a s (él m ism o, su m u je r, y dos h ijo s ), sim p le m e n te
para, m a n te n e r u n a p o b lació n e s ta c io n a ria . P a r a que la p o blación
p u e d a cre c e r es n ecesario , p o r ta n to , que “el s a la rio p e rm ita a li­
m e n ta r a m ás de c u a tro p e rs o n a s ” . L a d ete n c ió n del crecim ien to
se prod u ce, no en el m om ento ex trem o en que el tr a b a ja d o r a g ríc o ­
la no p ro d u c e y a su su b siste n c ia , sin o en el m om ento en que no
produce y a la su b siste n c ia de cu a tro personas.
M a lth u s te rm in a su te rc e r lib ro afirm an d o que el crecim ien to de
la p o b lació n es u n a cosa ex celen te en sí m ism a — siem p re aseg u ró
que no e ra enem igo de la p o b lació n n u m e ro sa — ; pero a condi­
237

ción de que sea “la consecu en cia de u n p ro g re so ” , el re su lta d o


de “el e sta d o n a tu r a l de la s co sas” . L a p o b lació n y las su b siste n ­
cias re a c c io n an u n a sobre la o tra , p ero no h a y que e n g a ñ a rse a c e r­
ca del o rd en n a tu r a l de su d e sa rro llo . E s n e c esa rio que u n p r o ­
greso de la p o b lació n esté precedido p o r u n o de la s su b siste n c ia s:
los m e rc a n tilis ta s , según M a lth u s, h a n in v e rtid o el o rd en de la s
cau sa s y de los efectos.
M a lth u s c o n sa g ra su c u a rto lib ro a l e stu d io del p ro b lem a si­
g u ie n te : la e sp e ra n z a q u e pued e conceb irse en el p o rv e n ir p a ra cu­
r a r o p a lia r lo s m ales p ro v o cad o s p o r el p rin c ip io de población.
“P u e s to que p arece, dice, que en el e sta d o de to d a s la s so­
ciedades que acab am o s de e x a m in a r el cre c im ie n to n a tu r a l de la
so ciedad h a sido c o n sta n te y eficazm ente d e ten id o p o r alg u n o s obs­
tác u lo s re p re siv o s; p u e sto que n i la m e jo r fo rm a de gobierno, ni
p la n a lg u n o de em ig ració n (1 8 ), n i in s titu c ió n a lg u n a de beneficen­
cia, n i el m a y o r g ra d o de a c tiv id a d , n i la d irecció n m ás p e rfe c ta de
la in d u s tr ia p u ed en p re v e n ir la acción p e rm a n e n te de estos o b stá c u ­
los, que b ajo u n a u o tr a fo rm a c o n tie n e n a la p o b lació n d e n tro de
cie rto s lím ite s, se deduce que e ste o rd e n es u n a ley de la n a t u r a ­
leza a la que h ay que so m e te rse ; y la ú n ic a c irc u n s ta n c ia que que­
d a a n u e s tra elección es la d e te rm in a c ió n d el o b stácu lo m enos
p e rju d ic ia l a la v ir tu d y a la fe lic id a d ” .
E s ta elección no p u ed e ser d u d o s a ; debe fija rse en la r e s tr ic ­
ción m o ral. D ebe tr a ta r s e de “ d irig ir y re g la m e n ta r el p rin c ip io
de població n , no de d e b ilita rlo y a lte ra rlo . Y si la re stric c ió n m o­
r a l es el ú n ico m edio leg ítim o de e v ita r los m ales que aq u él p ro ­
voca, no o b serv arem o s m enos la p rá c tic a de e s ta v ir tu d que la de
o tra s cu y a u tilid a d g e n e ra l nos p re sc rib e la o b serv ació n ” . E l
E s ta d o —y es su único p a p e l en e s ta m a te r ia — debe, después de
su p rim ir la a siste n c ia leg al y de d e s a u to riz a r “el p re te n d id o de­
recho de los p o b res a se r m a n te n id o s a c o sta de la so cied ad ” , o r­
g a n iz a r la e n se ñ a n z a (p a rro q u ia l) de la re s p o n sa b ilid a d in d iv id u a l
y e x te n d e r la convicción de que “no es u n d eb er p a r a el hom bre
t r a b a j a r en la p ro p a g a c ió n de la esp ecie” . “ C reo, dice, que la in ­
ten ció n del C re a d o r es que la ti e r r a se p u e b le ; pero q u iere que

(18) Malthus ha demostrado que la emigración no puede ser un reme­


dio, sino solamente un paliativo local y temporal, y que, además, sobreexcita
la natalidad.
233

se pueble con u n a r a z a sa n a , v irtu o s a y feliz, n o con u n a ra z a s u ­


frie n te , viciosa, m iserab le. S i b a jo el p re te x to de obedecer a la o r­
den de cre c e r y m u ltip lic a rs e , poblam os l a T ie r r a d e e s ta ú ltim a
especie de h o m b re s. . . , sólo podem os a tr ib u ir n u e s tra s p en as a la
m a n e ra irra z o n a b le con que hem os e je c u ta d o esas s a n ta s leyes.”
P o r o tr a p a r te , seg ú n M a lth u s el efecto de la re stric c ió n m o ral
se m a n ifie sta y a en la s clases su p e rio re s, e sp ecialm en te en el r e ­
ta rd o del m a trim o n io h a s ta el m om ento en que el in d iv id u o e s tá
seg u ro de p o d e r m a n te n e r a u n a fa m ilia . “No es irra z o n a b le creer
q ue e s ta in flu en cia p u e d a cre c e r y e x te n d e rse ”, y, p o r o tr a p a rte ,
“p u e sto que es t a n fá c il o b te n e r de la s clases su p e rio re s de la
so cied ad e l g ra d o de p ru d e n c ia n ecesario p a r a co n te n e r el m a ­
trim o n io en ju s to s lím ite s, si se q u ie re o b te n e r lo m ism o de las
clases in fe rio re s, h a y que h a c e r n a c e r en e lla s la s luces de que la s
p rim e ra s e s tá n p r o v is ta s . . . D esde luego, “a u n q u e el crecim iento
de la p o b lació n (su p o sib ilid a d , h a b ría que d ecir, o cu an d o m enos,
la te n d e n c ia a l crecim ien to d e la p o b la c ió n ) en ra z ó n geom étrica
sea u n p rin c ip io in d isc u tib le , a u n q u e el p erío d o de d u p licació n
que r e s u lta de e ste crecim ien to cu an d o n a d a lo d etien e h ay a sido
fijado en e s ta o b ra en u n té rm in o m u y m o d erad o, h ay que o b ser­
v a r que este p ro g reso de la p o b lació n e s tá d eten id o p o r el d e la
civilizació n ” . Id e a im p o rta n te , c a p ita l, a p ro p ó sito de la cu al sólo
p u ed e n re p ro c h a rs e a M a lth u s dos c o s a s :
E n p rim e r lu g a r, no h a b e rle a trib u id o u n v a lo r suficiente. No
se dió c u e n ta h a s ta qué p u n to el p o d e r re s tric tiv o de la “civ iliza­
ción” e ra co n sid erab le, y se lim ita a ilu s tr a r su observación h a ­
ciendo n o ta r que los p ro g re so s del in d u s tria lis m o y del u rb an ism o ,
a l d e s a rro lla r condiciones de v id a m enos sa lu b re s, p ro vocan des­
tru c c io n e s de la p o b lació n que h acen m enos n e c e sa ria la acción de
o tro s o b stácu lo s. E n re a lid a d , lo hem os v isto d espués, la civ iliza­
ción h a o b ra d o m ás b ien com o o b stácu lo p rev en tiv o que como obs­
tá c u lo d e stru c tiv o .
P o r o tr a p a rte , y a e ste m ism o resp ecto , M a lth u s, con todo el
pesim ism o que se le re p ro c h a , sob re u n p u n to peca de optim ism o.
A d m ite que l a r e stric c ió n m o ra l se d e s a rro lla rá , y e sp e ra que este
d e sa rro llo p o d rá p ro d u c irs e s in u n d e sa rro llo p a ra le lo de la res­
tric c ió n viciosa. E n apoyo de e s ta p red icció n a p o r ta el arg u m en to
o b ten id o del hecho de que en los p a íse s en que la civilización h a
239

provocado u n a g e n e ra liz ac ió n m ay o r de los h á b ito s de p ru d e n c ia ,


é s ta se m a n ifie sta sob re to d o bajo la fo rm a de m o ra l r e stra in t. “E s
consolado r, dice, p e n s a r que los p a íse s de E u ro p a en donde los
m a trim o n io s son m enos fre c u e n tes no son aq u ello s en d o n d e ta le s
vicios se h a n m u ltip lic a d o m á s”. E n I n g la te r r a , en E scocia; en
N o ruega, “ en donde p rev alece m a y o rm e n te el o b stácu lo p riv a tiv o ” ,
la m o ral, sin em bargo, p arece m ejo r re s p e ta d a que en o tra s p a rte s.
T am b ién en este caso podem os o b je ta r a M a lth u s que cu an d o la
civilizació n h a lleg ad o a s e r u n a c a u sa p a r a p r a c tic a r el o b stá c u ­
lo p riv a tiv o , es m ás bien b ajo la fo rm a de la re s tric c ió n in m o ral.
Y p o r p u r a s que h a y a n p o d id o se r su s p ro p ia s in ten c io n es, posible­
m en te h á d ad o p ru e b a s de u n a escasa v isió n p sicológica, a l no p re ­
ver que sus d iscíp u lo s e n te n d e ría n su p ré d ic a en u n sen tid o m ucho
m enos a u ste ro d el que él quiso d arle.
A sim ism o, M a lth u s concluye con fó rm u la s sem i o p tim ista s. Los
m ales re s u lta n te s del p rin c ip io de població n , m ás bien h a n d is ­
m in u id o que a u m e n ta d o , a p e s a r de la a u se n c ia de id eas p recisas
sobre su v e rd a d e ra c a u sa y su rem edio. C on u n a d ifu sió n suficien­
te de la v e rd a d e ra d o c trin a d is m in u irá n cad a vez m ás. Se puede
c o n ta r con u n a m e jo ría le n ta y g ra d u a l, a condición de p e d ir
a la s in s titu c io n e s in d iv id u a lis ta s que fav o rezcan en el hom bre
la concien cia de su re sp o n sa b ilid a d . “A la s leyes que establecen
la p ro p ie d a d y que re g u la n to d o lo que se re la c io n a con el m a tr i­
m onio, a l p rin c ip io del a m o r a sí m ism o, ta n e strec h o en a p a rie n ­
cia, se deben to d o s los esfuerzos p o r m edio de los cuales c a d a uno
t r a t a de m e jo ra r su s u e rte ( 1 9 ) . . . , to d o lo que d istin g u e a la c i­
vilización del esta d o salv aje. U n a n á lis is ex acto del p rin c ip io de
po b lació n n os lle v a a la co nclusión de que ja m á s podrem os p a s a r ­
nos sin esos escalones que nos h a n llev ad o a u n p u n to ta n e le v a d o ;
pero esto no p ru e b a que esto s m ism os m edios p u e d a n llev arn o s a ú n
m ás alto . E s m uy p ro b a b le que la e s tr u c tu r a g e n e ra l del 'edificio
so cial no c a m b ia rá . Todo n os h ace c re e r que siem p re se v e rá u n a
clase de p ro p ie ta rio s y o tr a de o breros. P ero la su e rte de cada u n a
de ellas y las relaciones de u n a y o tra p u e d e n m odificarse d e m a­
nera que a u m e n te en m u ch o la a rm o n ía y la belleza del todo (20).

(19) Esto es el smithianismo más puro.


(20) Op. cit. Soy yo quien subraya.
240

D e e ste m odo, M a lth u s te rm in a con n n a fó rm u la casi d ig n a


de B a s tia t: L a a rm o n ía . V uelve a e s ta n o ció n c a r a a los econom is­
ta s clásicos, desp u és de la rg o y te rro rífic o rodeo a tra v é s del cam ­
po de la s m is e ria s h u m a n a s. L a m ism a a n tin o m ia p ro fu n d a en la
q u e rep o sa su siste m a le p a re c e u n a co n d ició n de e sta a rm o n ía s u ­
perior. “T odo n os in d u c e a cre e r que la in te n c ió n del C re a d o r h a
sido p o b la r la T ie r r a ; p ero p a re c e que e ste fin sólo p o d ía a lc a n ­
z a rse d an d o a la p o b lació n u n crecim ien to m a y o r que el de la s su b ­
s iste n c ia s ” , o b lig an d o a s í a l a especie h u m a n a a ex ten d erse so b re
el globo (21).
E l v erd a d e ro m a lth u s ia n is m o es, en el fondo, u n ta n to d ife re n ­
te del resu m en que de él su ele p re s e n ta rs e . F re c u e n te m e n te M al­
th u s prev é la s objeciones que se le hacen , in d ic a p u n to s de v is ta
que se h a n se ñ a la d o como si le h u b ie ra n escap ad o , a te n ú a o co­
rrig e afirm acio n es que se le h a n rep ro ch ad o . S u d o c trin a e s m ás
v a sta , m ás co m p ren siv a, m ás m a tiz a d a de lo que se cree y de lo
q u e n o so tro s m ism os hem os p o d id o in d ic a r en e s ta r á p id a ex posi­
ción.
L o único que M a lth u s d esc u id a d em asiad o , es p re g u n ta rs e si
e sa “m e jo ría ” que e sp e ra no a m e n a z a rá en c o n v e rtirse bien p ro n ­
to en excesiva — si su p ro p ia p ré d ic a no s e rá esc u ch a d a dem asiad o
y d em asiad o p ro n to — y, sob re todo, si la b a r r e r a e n tr e la r e s tr ic ­
ción m o ra l y la r e stric c ió n vicio sa no es te rrib le m e n te frá g il p a r a
u n g ra n n ú m e ro de h o m b re s; en u n a p a la b ra , si la h u m a n id a d ci­
v iliza d a, a l e v ita r la C a rib d is p o sib lem en te ilu s o ria de la sobre-
población , no e s tá e x p u e sta a la n z a rs e en u n escollo m ás peligroso,
la S cila de la despoblación.

(21) “ Nada es más difícil de desplazar que el hombre’’, decía A.


Smith. Riqua?a de las Naclonea, 1. I, cap. VIH.
C a p í t u l o II

L O S E C O N O M I S T A S M A L T H U S I A N O S E N E L S I G L O X I X

E n tr e la s d o c trin a s de la escu ela lib e ra l in g le sa, la s de M al­


th u s fu e ro n la s que p ro v o c a ro n m a y o r a te n c ió n y s u s c ita ro n la s
m ás vivas co n tro v e rsia s. C o n tro v e rsia s ta n to m ás a rd ie n te s c u a n ­
to que su in te ré s no e ra ex c lu siv a m e n te científico, sino que se r e ­
la c io n a b a con co n clusiones de p o lític a so c ia l d e d u c id a s del m al-
th u sia n ism o .
E s te c o n stitu y e esen c ia lm e n te u n a d o c trin a co n serv ad o ra, que
d e sc a rg a a la socied ad y a l g obierno de to d a re sp o n sa b ilid a d en
la m ise ria de la s clases la b o rio sa s. Com o ta l, fá c ilm e n te d eb ía se r
a d o p ta d a p o r los re p re s e n ta n te s de la s clases d irig e n te s, y p r o ­
vocar, p o r el c o n tra rio , la s có leras de los so c ia lis ta s que vieron en
ella u n a “filosofía de la riq u e z a ” .
A u n in d e p e n d ie n te m e n te de la cu estió n social, el p ro b lem a
p la n te a d o p o r M a lth u s p a re c ía c a p ita l p a r a la h u m a n id a d e n te ra ,
am en azad a, si el eco n o m ista no se e n g a ñ a b a , de verse co n d en ad a
a v iv ir b a jo e l te m o r del h am b re, o b a jo el rég im en de u n a p en o sa
re stric c ió n . E r a to d o el p ro b le m a del o p tim ism o y del pesim ism o
el que e sta b a en juego, d esde el p u n to de v is ta n o sólo económ ico,
sino filosófico, e in clu so relig io so , como no t a r d a r o n en d e m o s tra r­
lo los a ta q u e s d irig id o s c o n tra M a lth u s desde este ú ltim o p u n to
de v ista.
S in em bargo, d u r a n te m ás de m edio siglo el m a lth u sia n ism o
fu é a d o p ta d o p o r la m a y o ría de los econom istas.
E n I n g la te r r a , los eco n o m istas de la escu ela lib e ra l h icie ro n de
él u n a p a r te in te g r a n te de la s ad q u isic io n e s cien tíficas, ta l como
242

la s concebían. E l m a lth u sia n ism o c o n stitu y e e sp ecialm en te el n e r­


vio de la d o c trin a r ic a rd ia n a . Y c asi podem os d ecir, con P in a r d ,
a p ro p ó sito de R ic a rd o : “¿C óm o no se h a v isto a n te s que e l único
e r r o r de R ic a rd o h a sid o c re e r que to d o p ro g re so de la p ro d u c ti­
v id ad del tr a b a jo se e m p le a ría en s a tis fa c e r el a p e tito rep ro d u c tiv o
de la especie h u m a n a ? ” (1 ). En^ efecto, la s te o ría s esenciales de R i­
card o su p o n en el p o stu la d o m a lth u s ia n o (2 ). E s el caso de su te o ría
fu n d a m e n ta l de la re n ta te r r ito r ia l, que im p lic a l a id ea de u n creci­
m ie n to c o n s ta n te d e la p o b lació n y d e u n a d ific u lta d c rec ien te p a r a
a lim e n ta rla . E s el caso de su te o ría d el s a la rio n ecesario, que im ­
p lic a la id e a de que to d o a u m e n to de sa la rio s tie n d e a tra d u c irs e
en u n a u m e n to de la n a ta lid a d de la clase o b re ra. R ic ard o , p o r lo
dem ás, reco m ien d a a los m iem bros de é s ta el m oral r e s tr a in t, así
como el d e sa rro llo de los h á b ito s de com odidad, su scep tib les, c u a n ­
do se h acen in v e te ra d o s, d e c o n s titu ir u n a p a la n c a de detención
a la b a ja de sa la rio s.
R ic a rd o e s ta b a ta n to m ás d isp u e sto a la m e n ta r u n d e sa rro llo
excesivo de la població n , c u a n to que la p o b lació n en sí m ism a, y
a b stra c c ió n h e c h a del p ro b le m a p la n te a d o p o r M alth u s, no le p a ­
rece de ■n in g ú n m odo como u n bien. E c o n o m ista cre m a tístic o , no
c o n sid e ra a l hom bre, n i s iq u ie ra a l p ro d u c to b ru to del que se a li­
m e n ta el a g ric u lto r, sin o ú n ic a m e n te a l p ro d u c to n eto, y con sid era
q u e si éste a l fin y a l cabo sig u e siendo el m ism o, poco im p o rta
qu e la p o b lació n sea n u m e ro sa o no, pues, dice él, en e s ta h ip ó ­
te sis “el em pleo de u n m a y o r n ú m ero de h om bres no nos p e rm i­
t i r í a n i a ñ a d ir u n hom b re a n u e s tro e jé rc ito o a n u e s tra m a rin a ,
n i a u m e n ta r con u n a g u in e a la c u e n ta de n u e stro s dep ó sito s.” S a ­
bem os el re p ro c h e que S ism o n d i hizo a la concepción r ic a r d ia n a :
co n d u c iría , dice, a d e se a r que el re y de la G ra n B re ta ñ a , solo en
su isla , re a lic e , p o r m edio de u n m ecanism o, todo el tra b a jo de
I n g la te r r a : es u n m e rc a n tilism o que, p o r el c o n tra rio del an tig u o ,
se d e sin te re sa de la población.
U n poco m ás ta r d e S e n io r (1790-1864), en su s P rin c ip io s (1830),
d e s a rro lla la fa m o sa te o ría del fondo de los sa la rio s, p o r o tr a p a r ­
te y a to c a d a p o r el m ism o M alth u s. S egún e s ta te o ría , el sa la rio
n a tu r a l e s tá ex p re sa d o p o r e l re s u lta d o d e u n a d iv isió n cuyo divi-

(1) Journal des économiates, 15 de julio de 1901.


(2) En los Principios, que son de 1817.
243

s o r es el n ú m e ro de o b rero s, y e l d iv id en d o la p a r te del c a p ita l


c irc u la n te d e s tin a d a p o r los jefes de in d u s tr ia s a re m u n e ra r el t r a ­
bajo. Id e a s im p lis ta que seduce a p rim e ra v is ta y p arece in c lu so
u n a p e ro g ru lla d a , p ero que es fa lsa , p o rq u e el tr a b a jo es m a n te ­
n id o , no p o r u n fondo p re e x iste n te , sin o p o r los re su lta d o s •c o n ti­
n u o s de la p ro p ia p ro d u cció n . S in em bargo, e s ta id e a h a sido a d ­
m itid a d u ra n te b a s ta n te tiem p o , y de e lla se d e d u c ía que el m edio
m ás seguro p a r a los a s a la ria d o s de o b te n e r u n n iv el de v id a m ás
elevado y m ay o res sa la rio s, e ra re d u c ir su n ú m ero. C o n sid eració n
m a lth u s ia n is ta que no h a d e ja d o de im p re s io n a r a los e s p íritu s en
la clase o b re ra de n u e s tro s d ías.
L as te sis m a lth u s ia n a s fu e ro n d e fe n d id a s p a rtic u la rm e n te p o r
S t u a r t M ili en su s P rin c ip io s (1848). In c o rp o ra el m a lth u sia n ism o
a la exposición re v isa d a que t r a t a de d a r de la d o c trin a económ ica
clásica, o m ás b ien de lo que c o n sid e ra como la cien cia económ ica
d e fin itiv a m e n te c o n s titu id a . L a d in á m ic a económ ica, ta l como la
concibe en su lib ro IV , d e sc a n sa sob re u n doble e stu d io : la in ­
fluencia del p ro g re so económ ico so b re el v a lo r y los p recio s, p o r
u n a p a rte , y p o r la o tra , so b re la im p o rta n c ia de la s d iv e rsas c la ­
ses de in g reso s, p la n te a n d o , de a n te m a n o , que “p ro g reso económ i­
co” significa “p ro g re so de la riq u e z a y de la p o b la ció n ” . M ili a d ­
m ite, en el p rim e r p u n to de v ista , que e ste p ro g re so se tra d u c e en
u n a d ism in u ció n del costo de p ro d u c c ió n y, en consecuencia, del
v a lo r de los o b je to s ; p ero con u n a en o rm e excepción, re la tiv a a
los p ro d u c to s del suelo (y d el su b su e lo ), cuyo costo de p roducción,
p o r el c o n tra rio , a u m e n ta con la població n . E n el segundo p u n to
d e v ista , M ili e x a m in a u n a se rie de h ip ó te sis, seg ú n que lo s c a p i­
ta le s, la té c n ic a y la p o b lació n crezcan m ás o m enos rá p id a , o si­
m u ltá n e a m e n te . L leg a a la co n clu sió n de que en u n a so ciedad d i­
v id id a en p ro p ie ta rio s , c a p ita lis ta s y a s a la ria d o s , el pro g reso eco­
nóm ico tie n d e : l 9 a e n riq u e c e r a los p rim e ro s, 2Í> a d ism in u ir los
beneficios de lo s segundos, 39 a elev ar el costo d e su b siste n cia, es
d ecir, el s a la rio n o m in a l (p ero no e l re a l) de lo s te rc e ro s. E n
su m a, ju stific a la s o p in io n es de R icard o .
Ig u a lm e n te , a n te la s consecuencias poco s a tis fa c to ria s del “p ro ­
g reso ” , d esv ía su s e sp e ra n z as h a c ia lo que lla m a el estado esta cio ­
nario. Como el crecim ien to de la riq u e z a no p u ede se r ta n rá p id o
com o tie n d e a serlo el de la p o b lació n , e n lu g a r de a g o ta rse en v a ­
244

nos esfuerzos p a r a h a c e r f re n te a l p rin c ip io de p oblación, el hom ­


bre d eb e rá re n u n c ia r a a u m e n ta r la p o b iació n y la riqueza, y re ­
c h a z a r d e lib e ra d a m e n te el sisifism o económ ico, a b a n d o n a r la in ú til
y v e rtig in o s a p ersecu ció n de la riq u e z a , p a r a v olver al id ea l e s tá ­
tic o de los filósofos griegos, esto es, a u n a p ro d u cció n m o d era d a
y a u n a p o b lació n e s ta n c a d a . E s te re n u n c ia m ie n to económ ico p e r­
m itir á el d e sa rro llo de u n a so cied ad m ás in te le c tu a l, m ás m o ra l,
m ás c u ltiv a d a . E l estado estacio n a rio re so lv e rá la s a n tin o m ia s ri-
c a rd o -m a lth u s ia n a s , y su te o r ía ap a re c e como l a conclusión in es­
p e ra d a , p ero ló g ica en el fondo, de la s d o c trin a s del pesim ism o eco
nóm ico in g lés (3 ).
E l ad v en im ien to del e sta d o e sta c io n a rio se rá a p re su ra d o p o r la
d ifu sió n de la s id e a s so c ia lis ta s -in d iv id u a lis ta s, a la s que se a d ­
h ie re S t u a r t M ili, y que a firm a rá n en el in d iv id u o el a m o r a la
in d ep en d en cia, el se n tid o de re sp o n sa b ilid a d y la p revisión. C uen­
ta , esp ecialm en te, sobre lo s p ro g re so s del fem inism o, del que fu é
uno de los p rim e ro s ap ó sto les. L a e n tr a d a de la s m u jeres a c a r re ­
r a s p ro d u c tiv a s ^te n d r á como efecto u n a g ra n d ism in u ció n de la
n a ta lid a d , p ues, d ice S t u a r t M ili (4 ), “p o r e m p le a r ex clu siv am en ­
te en la fu n ció n de concebir h ijo s a la m ita d de la especie h u m a n a ;
po rq u e to d o u n sexo no tie n e o tr a o cupación, m ie n tra s que el o tro
e stá c o n sta n te m e n te e n tre g a d o a ellas, el in s tin to a n im a l de que se
t r a t a h a a lc a n z ad o la s p ro p o rc io n e s d e sm e su ra d as y la influencia
enorm e que h a ejercid o h a s ta hoy en la v id a de los ho m b res” . M ili
lle g a h a s ta a e s p e ra r u n cam bio de la m o ra l p ú b lica, que se rá h o s til
a la s fa m ilia s n u m e ro sa s e in d u c irá a c o n sid e ra rla s con desprecio.
E l m ism o, ta n en am o ra d o de la lib e rta d in d iv id u a l, él, que d e c la ra
que la h u m a n id a d esco g erá e n tre la o rg a n iz a c ió n a c tu a l y la o r­
gan iz ac ió n s o c ia lista según lo que ca d a u n a de e lla s ofrezca a la
lib e rta d y a la e sp o n ta n e id a d h u m a n a s, d e c la ra que si la r e s tr ic ­
ción m o ra l r e s u lta poco eficaz, h a b rá que r e c u r r ir a la re stric c ió n
le g al (5).
E n tr e los a d e p to s in g leses del m a lth u sia n ism o podem os c ita r
a g ra n n ú m ero de e s c rito re s de la p rim e ra m ita d del siglo X I X ,
o u n poco p o s te rio re s —eco n o m istas y no eco n o m istas— , como R us-

(3) Véase nuestra Historia de las Doctrinas Económicas.


(4) Principios.
(5) V. 1. II, cap. XIII.
245

seis, B ro u g h am , M ack in to sh , P la c e , B ird , S u m m er y M ac-Cul-


loch (6 ), a lg u n o s de ellos, el ú ltim o p o r ejem plo, con re stric c io n e s
m ás o m enos tím id a s (7 ).
H a y que re c o rd a r que D a rw in reconoció h a b e r te n id o la in tu ic ió n
de su d o c trin a a l le e r a M a lth u s, y que d ijo que la ley de ía con­
c u rre n c ia v ita l e ra u n a g e n e ra liz ac ió n d e la ley de M alth u s, a p li­
c a d a a to d o el re in o o rg án ico (8 ). H a y q u e a ñ a d ir que M a lth u s ex­
p re sa m e n te h a b ía hecho e s ta m ism a g e n e ra liz ac ió n (y a n te s que él,
lo hem os v isto , v a rio s o tro s e c o n o m ista s), re se rv á n d o se el no in ­
s is tir p o ste rio rm e n te m ás que en lo re fe re n te a l hom bre. M t t i e x a ­
g e ra la d ife re n c ia del p u n to de v is ta de M a lth u s y del de D a rw in ,
cu an d o dice q u e e s ta c o n c u rr j c i a v ita l es p a r a el ú ltim o el m o to r
de to d o p ro g reso , m ie n tra s que p a r a M a lth u s es “u n a m ald ició n
de la s u e rte ” (9 ). E n re a lid a d , a u n p a r a M a lth u s la d is p a rid a d
e n tre am b as p ro g re sio n e s e n tr a en los p la n e s d iv in os y, finalm ente,
en la a rm o n ía u n iv e rsa l. E l p ro p io D a rw in , a l p la n te a r los o b stá cu -

(6) Principios de economía política, 1849. También Fawcelt, en Tra­


bajo y salarios, admite que toda alza de salarios provoca un crecimiento de
la población.
(7) Caírnes también se adhiere plenamente al malthusianismo. (The
carácter and logical method of political eoonomy, 1875).
(8) Darwin, El Origen de las Especies. La concurrencia vital “ resulta
inevitablemente del rápido progreso de acuerdo con el cual todos los seres
organizados tienden a multiplicarse. Cada uno de estos seres, que durante
el curso natural de su vida produce varios huevos o varios granos, debe estar
expuesto a causas de destrucciones en ciertos períodos de su existencia, en
ciertas épocas o en ciertos años; de otro modo, de acuerdo con la ley de la?
progresiones geométricas, la especie llegaría a tener tal número de indivi.
dúos que ningún país bastaría a contenerlos. Puesto que nace un número de
individuos superior al que puede vivir, debe existir una seria concurrencia,
ya sea entre los individuos de la misma especie, ya sea entre los individuos
de especie distinta, ya sea, en fin, una lucha contra las condiciones físi­
cas de la vida. Es una generalización de la ley de Malthus, aplicada a todo
el reino orgánico, pero en este caso no puede existir ningún medio artificial
de aumentar las subsistencias, ni ninguna abstención prudente en los ma­
trimonios.
“ Aun la especie humana, cuya reproducción es tan lenta, puede dupli.
carse en el espacio de 25 años, y de acuerdo con esta progresión, bastarían
unos mil años para que no quedara el menor sitio para su multiplicación
posterior’’. . . Etc.
(9) La Población y el sistema social.
246

lo s prev en tiv o s p ro p io s a la especie h u m a n a , a d m ite que p a r a ella,


d e u n a m a n e ra g e n e ra l, el d e seq u ilib rio de la p o b lació n y d e la s
su b siste n c ia s no ofrece n a d a de am en azad o r.
L a id e a m a lth u s ia n a fu é lle v a d a a su s lím ite s ex trem o s p o r
c ie rto s fa n á tic o s d el o lig a n tro p ism o , ta le s como u n ta l M arcus,
quien, p a r a p re v e n ir el exceso de p o b lació n , escribió u n lib ro en
el que p re c o n iz a b a la asfix ia s in d o lo r, p a in le ss e x tin c tio n , de u n a
p a r te de los recién n acid o s. O tro s, como C halm ers, re c ru d e cie ro n
la h o stilid a d de M a lth u s h a c ia la s leyes de a s is te n c ia y p ro v o caro n
con su c a m p a ñ a la re fo rm a de 1834, que debía, no su p rim ir la a s is ­
tencia, sino d a rle ese c a r á c te r p e n a l y odioso, ju s ta m e n te conde­
n a d o p o r D ick en s (10).
E n fin, a p a r t i r de 1877, se inició u n a p ro p a g a n d a en fa v o r del
n e o m a lth u sia n ism o , es d ecir, de la re s tric c ió n no so lam en te m o ral,
sino sin lim ita c ió n , lle v a d a a cabo p o r C h arles B ra d la u g h y A n n ie
B e sa n t (1 1 ), quien es s u s c ita ro n u n escán d alo con su s o b ra s F r u its
o f p h ilo so p h y , L a w o f P o p u la tio n , sin n in g ú n v a lo r científico, pero
c u y a acción fu é co n sid erab le. A m bos d iv in izan a M alth u s, cuya
d o c tr in a in d iv id u a lis ta y c r is tia n a d e fo rm a ro n , p o r o tr a p a rte ,
a liá n d o la a u n so cialism o ateo , y p ro p a g a n d o en la s clases in fe rio ­
res la id ea de la re s tric c ió n v o lu n ta ria p o r to d o s los m edios. R á ­
p id am en te , la n a ta lid a d in g le sa p a re c ió a fe c ta d a p o r e s ta p ro p a ­
g an d a . P e ro este éx ito m ism o a s u stó a A n n ie B e sa n t, que p o ste ­
rio rm e n te t r a tó de c o m b a tir el efecto de sus p rim e ra s enseñanzas.
E s sabid o que p ro sig u ió su c a r r e r a yendo a la s In d ia s p a ra d e d i­
ca rse a la teo so fía. S u reacció n a n tim a lth u s ia n a pued e conside­
r a r s e de la época en q u e el m ovim iento de id eas h o stil a M alth u s,
h a s ta en to n ces m u y d éb il en I n g la te r r a , com ienza a a c e n tu a rse.
E n F r a n c ia la f o r tu n a del m a lth u sia n ism o fu é excepcional. L a
n a ta lid a d , a fines del siglo X V I I I e ra fu e rte , y la c ifra a b so lu ta
de la p o b lació n m ás e lev ad a que en n in g ú n E s ta d o de E u ro p a ,
p o sib lem en te e x c e p tu a n d o a R u sia. L a m ise ria de la s clases in ­
fe rio res e r a a tr ib u id a p o r m uchos eco n o m ista s o p o líg ra fo s in g le ­
se s y fra n c e se s a u n a so b rep o b lació n . E l m ism o M a lth u s a tr ib u ía
m ás ta r d e el a u m e n to del b ie n e s ta r o c u rrid o d u ra n te el Im p erio

(10) Oliver Twist y otras novelas.


(11) Y. Mille, Le néomalthusianisme en Angleterre, Bevue des Deux
Mondes, 15 de diciembre de 1891.
247

a los efectos de u n a p re v isió n m ay o r, r e s u lta n te de u n au m en to


de los se n tim ie n to s de re sp o n sa b ilid a d en el p ueblo, que lo llev ab a
a u n a re s tric c ió n de los n acim ien to s. Los a u to re s fran ceses, b a jo
la in flu en cia de e sta s id eas, no ta r d a r o n en a d o p ta r el m a lth u sia -
nism o, y a u n q u iz á a lg u n o s de ello s lo e n c o n tra ro n espontánea-,
m ente. A sí es como, desde 1802, C h a te a u b ria n d , en el G énie d u
C h ristia n ism e (1 2 ), c ritic a a l p o b lacio n ism o : “Los E sta d o s, dice,
ja m á s perecen p o r escasez, sin o p o r excesivo n ú m e ro de hom bres.
U n a p o b lació n excesiva es la p la g a de los i m p e r i o s ...” Jo se p h de
M a istre c o n sid e ra a l E n sa y o como “u no de esos ra ro s lib ro s, des­
p u é s de los c u ales to d o el m u n d o q u e d a d isp e n sa d o de t r a t a r el
m ism o te m a ” (13) y, co sa n o ta b le , p a re c e q u e los cató lico s de e n ­
tonces estu v ie ro n , en g en e ra l, d isp u e sto s a a c e p ta r fav o rab lem en ­
te a M alth u s. E s p o rq u e v eían en él a u n p r o te s ta n te que a p o r ta ­
b a su testim o n io a l cato licism o , m o stra n d o la n ecesid ad del celi­
b ato . “E s n e c e sa ria, dice de M a istre , u n a ley, u n p rin c ip io , u n a
fu e rz a que se o p onga a la m u ltip lic a c ió n de los m a trim o n io s . . .
L a Ig le sia , con su ley del celib ato religioso, h a re su e lto el p ro ­
blem a con to d a la p erfecció n que la s cosas h u m a n a s pueden a l­
c a n z a r, p u esto que la re stric c ió n c a tó lic a es no so lam en te m oral,
sino d iv in a ” (1 4 ).
Los eco n o m istas sig u ie ro n a M alth u s, y p o sib lem en te le p rece­
d ie ro n :
“Lo que es m ás curioso, dice M au rice B lo ck (1 5 ), es que J u a n
B a u tis ta Say, en su T ra ité , p u b licad o en 1803, cu a n d o a ú n no co­
n o cía a M alth u s, d e s a rro lla la p ro p o sició n de que la p o blación de
u n p a ís se p ro p o rc io n a con sus p ro d u c to s ” . E n re a lid a d , esto no
es “m uy c u rio so ”, p u es la m ism a p ro p o sició n , lo hem os visto, h a ­
b ía sido fo rm u la d a g ra n n ú m e ro de veces p o r e sc rito re s a n te rio ­
re s a M alth u s, a los que S ay p o d ía y d eb ía c o n o cer; p ero el h e­
cho de la co in cid en cia no p o r ello d e ja de s u b s is tir. L a n a tu ra le -

(12) L. I, cap. VIII.


(13) Del Papa, 1. III, cap. III, § 3.
(14) Del Papa, 1. III, cap. III, § 3. V. Rambaud, Cours, t. II, p. 17-18.
El mismo J. Rambaud declara que tiene por exacta, en su conjunto, la tesis
de Malthus.
(15) Progrès de la Science économique depuis A. Smith, p. 539.
248

za, dice Say, “p a re c e d e sp re c ia r a los in d iv id u o s, y sólo conceder


su s a ten c io n e s a la especie” (1 6 ). E l m edio m ás p o te n te que em ­
p le a p a r a p e r p e tu a r a é s ta “es m u ltip lic a r los gérm enes con u n a
p ro fu sió n t a l que c u a le sq u ie ra que sean los a c c id e n te s . . . , siem pre
su b siste u n n ú m e ro m ás q u e su ficien te p a r a que la especie se p e r­
petú e. Y si los a ccid en tes y la s d estru ccio n es, la f a lta de m edios
d e d e sa rro llo no d e tu v ie ra n la m u ltip lic a c ió n de los seres o rg a ­
n izados, no h a y u n a n im a l o u n a p la n ta que en pocos años no lle ­
g a r a a c u b r ir la su p erficie d el globo.
“E l ho m b re c o m p a rte con to d o s los seres o rg an iz ad o s e s ta fa ­
c u lta d , y a u n q u e con su in te lig e n c ia s u p e rio r m u ltip liq u e sus m e­
dios de e x iste n c ia , a c a b a siem pre, como los o tro s, p o r a lc a n z a r el
lím ite ” .
P e ro “en el hom bre, la d ific u lta d de p ro v e e r a su s necesidades
f u tu r a s h ace que la p rev isió n e n tr e en c ie rta fo rm a en el cu m p li­
m ie n to d e los v otos de la n a tu ra le z a , y sólo e s ta p rev isió n p re se r­
v a a la h u m a n id a d de u n a p a r te de los m ales que te n d r ía que so­
p o r ta r si el n ú m ero de h o m b res d eb iera re d u c irse p e rp e tu a m e n te
p o r m edio de d e stru c c io n e s v io len tas.
“A dem ás, a p e s a r de la p rev isió n a tr ib u id a a l hom bre, y de la
re stric c ió n que la razó n , la s leyes y la s co stu m b res le im ponen,
es ev id en te que la m u ltip lic a c ió n de los h om bres no so lam en te lle g a
sie m p re t a n lejo s como se lo p e rm ite n los m edios de e x isten c ia ,
sin o u n poco m ás a l l á . . . A u n e n tre la s n acio n es m ás p ró sp e ra s
p a r te de la p o b lació n m u ere tod o s lo s añ o s de n e ce sid ad ” (17).
S ay deduce de esto que sólo lo que favorece a la p ro d u cció n
pued e a u m e n ta r la p o b lació n y que n a d a pued e d ism in u irla , c u a n ­
do m enos de m a n e ra p e rm a n e n te , si no es lo que a ta c a a la s fu e n ­
te s de la p ro d u c c ió n (1 8 ). L as g ra n d e s p la g a s p a s a je ra s carecen
de in flu en cia decisiv a so b re la población.
E n su C ours, p u b licad o m ás ta rd e , en 1828, S ay afirm a de n u e ­
vo su s p rin c ip io s m a lth u sia n o s. “U n p a ís, dice, ja m á s co n serv ará
m á s que el n ú m ero de h o m b res que p u e d a a lim e n ta r, y el n ú m ero
de hom b res que p u e d a a lim e n ta r, co n ta n d o con la s costu m b res de
los h a b ita n te s , sie m p re e s ta r á com pleto, h á g a se lo que se h a g a ”

(16) Traité d ’economie politique, t. II, p. 142 (edic. de 1814).


(17) Ibíd., t. II, p. 144-146.
(18) Ibíd., p. 149.
249

(1 9 ). L a pob lació n se d e s a rro lla siem p re h a s ta su s m ás extrem os


lím ites.
P o r ta n to , a d m ite J.-B . Say, h a y que r e c u r r ir a la re stric c ió n
v o lu n ta r ia : “ L a s in stitu c io n e s m ás fa v o ra b le s a la d ic h a de la h u ­
m a n id a d son a q u e lla s que tie n d e n a m u ltip lic a r los c a p itales. Con­
vien e, p o r ta n to , a n im a r a los h o m bres a a h o rra r m á s bien que a
en g en d ra r h ijo s.” P o r o tr a p a rte , ta m b ié n a d m ite la u tilid a d de
p a lia tiv o s como la em ig ració n . “ C uando se im p id e a u n a p o blación
so b re a b u n d a n te la sa lid a p o r la p u e rta de la s fro n te ra s , sale p o r
la p u e r ta de la s tu m b a s ” ; ag reg a, sin em bargo, que este re c u rso
no siem p re es eficaz, p u es la e m ig ració n n o com ienza siem p re p o r
la s clases in d ig e n te s (20).
D espués de J.-B . Say, R ossi, en su C ours y en su I n tr o d u c tio n a
l’E s s a i de M a lth u s, ta m b ié n se a d h ie re a la d o c trin a de éste. Con­
s id e ra , como él, que u n solo hecho e stab lecid o — la d u p lica ció n
de la p o blació n en v ein tio ch o añ o s, en los E s ta d o s U nidos— b a s ta
p a r a ju s tific a r la p rim e ra p ro p o sició n de M alth u s. “E s evidente
q u e lo que h a su cedido en A m érica p o d ría su ced er en c u alq u ie r
p a r te ” (21). C onfiesa, no o b sta n te , que “n a d ie conoce ju sta m e n te
los lím ite s d e la s fu e rz a s n a tu r a le s que sirv en a la p ro d u c c ió n ” .
C oncede la p o sib ilid a d del descubi’im ien to de n u evas su b sta n c ia s
a lim e n tic ia s, de u n a u m e n to de la fe r tilid a d de la s tie r r a s , a l m is­
m o tiem po que de u n a d is trib u c ió n m ás e q u ita tiv a de la riqueza.
A d m ite que si la ti e r r a fu e ra “u n solo y g ra n dom inio, a b ie rto
ig u a lm e n te a to d o s los h o m b res” , y si ésto s no fo rm ase n m ás que
u n a so la y g ra n fa m ilia , se p o d ría decir, con c ie rto s a d v e rsa rio s
d e M a lth u s : “A placem os p o r alg u n o s m illo n es de añ o s estos t r i s ­
te s deb ates sobre la p o b lació n ” (22).
P e ro no sucede a s í; la h u m a n id a d se d ivide en n aciones y el
globo en te r r ito r io s n a c io n a le s. L a em ig ra c ió n es u n rec u rso dolo­
roso. E s p re fe rib le r e c u r r ir a la re s tric c ió n m o ra l y lim ita r la po­
b lació n de los p a íse s civilizados. R o ssi h ace la a p o lo g ía de los p a í­
ses que, según él, p ra c tic a n la re stric c ió n , com o N o rm a n d ía (2 3 ):

(19) Parte VI, cap. V.


(20) Parte VI, cap. XIII.
(21) Introducción, p. XXXVI.
(22) Id., p. XL.
(23) Cours, de 1836 37.
250

“¿Q u é h o m b re de E sta d o , dice, no p re f e r ir ía dos m illo n es de su i­


zos a seis m illo n es de irla n d e s e s ? ” (2 4 ). U n E s ta d o es m ás fu e rte
con u n a p o b lació n re s trin g id a , ro b u s ta y feliz, que con u n pueblo
n u m eroso y m iserab le.
E o ssi no v a c ila in clu so en in c rim in a r a los p a r tid a rio s de u n a
p o blació n c re c ie n te sin fren o , de que q u ie re n la sobrepoblación
p a r a o b te n e r tr a b a jo a p re c io s b a ra to s y a b u s a r de la co n c u rre n ­
cia de los tra b a ja d o re s (25) ; y e ste eco n o m ista lib e ra l se vuelve
h a c ia los a s a la ria d o s p a r a d irig irle s los consejos de re stric c ió n
v o lu n ta ria que los so c ia lis ta s h a n m u ltip lic a d o desde entonces.
“D ejad , d ejad , h ace d e c ir a lo s “h á b ile s” a quienes com bate, que
los tr a b a ja d o r e s se m u ltip liq u e n : es el ú n ico m edio de h a cer a los
c a p ita lis ta s am os del m e rc a d o ” (2 6 ). Y volviéndose h a c ia los t r a ­
b a ja d o re s, les a se g u ra que “ su p o rv e n ir e s tá en su s m an o s” , que
“ c a d a vez que el n ú m ero de tr a b a ja d o re s so b re p a sa h a b itu a lm e n te
la s fu e rz a s del c a p ita l d isp o n ib le, la b a ja de los s a la rio s es in ev i­
ta b le ” , y que “n a d a p u ed e a s e g u ra r la s u e rte de los tra b a ja d o re s
si no es la p ru d e n c ia y la m o ra l e n tre la s re lac io n es de am bos
sexos” (27).
M ichel C h ev alier d a consejos a n á lo g o s: “ Q ue la p oblación, dice
en su sép tim o D isco u rs d’o u v e rtu re , m odere su crecim ien to de
m odo que sea in fe rio r a los m edios de tra b a jo o de e x iste n c ia ” .
Jo se p h G a rn ie r es u n o de los lib e ra le s fra n c eses m ás co m p le ta­
m en te ad h e rid o s a M a lth u s, en su T r a ité d ’économ ie p o litiq u e (2 8 ),
a sí como en su lib ro D u P rin c ip e de p o p n la tio n . L as dos p ro g re sio ­
nes m a lth u s ia n a s le p a re c e n in d isc u tib le s (29) de hecho, e in clu so
a p rio ri, a s í como el p elig ro que r e s u lta de su d isp a rid a d , y la im ­
p o sib ilid a d de e v ita rla s , si no es con la p rev isió n in d iv id u a l. E n
resu m en , dice, se pued e fo rm u la r la ley d el p rin c ip io de población
d ic ie n d o :
“L a p o b lació n tie n e ten d en cia a a u m e n ta r m ás rá p id a m e n te
que los m edios de e x is te n c ia ; p ero h ay , en la lib e rta d del hom bre,

(24) Introducción, p. XXXIII. Cf. Garnier, VI, cap. XXXVIL


(25) Ibíd., p. X LIII y siguientes.
( 2 6 ) Ibíd., p . X L T V .
(27) Id., p. IiVI.
(28) “ Bajo su aspecto general, dice J. Garnier, la cuestión de pobla­
ción abarca a toda la ciencia económica’’. (VI, cap. XXXVII).
(29) V. Traité, Parte VI, cap. XXXVII.
251

un c o n tra p e so a e s ta fu e rz a ” . E s te c o n tra p e so debe u tiliz a rs e : es


d e c ir, J . G a rn ie r reco m ien d a la re s tric c ió n v o lu n ta ria . P e ro como
M alth u s, como R o ssi y los d em ás m a lth u s ia n o s o rto d o x o s, no se
c a n sa de in s is tir en que e s ta re stric c ió n debe e s ta r b a sa d a en la
m o ra lid ad .
D u n o y e r (L ib e r té d u tra v a il, 1845) se sirv e d el m a lth u sia n is-
m o como de u n a rm a p a r a d e fe n d e r a l a econom ía b u rg u e sa y lib e­
r a l c o n tra los a ta q u e s so c ia lista s, la n z a n d o so b re los o b rero s la
re sp o n sa b ilid a d de su m is e ria y re p ro c h á n d o les u n a im p ru d e n te
fec u n d id a d (3 0 ).
E n tr e los m a lth u sia n o s fra n c e se s m ás conocidos, se pued en ci­
t a r adem ás, salvo alg u n o s m atices, a de M ó lin a ri (Q u e stio n s d ’éco­
no m ie p o litiq u e , 1851), de P u y n o d e (D es lois d u tra v a il e t de la
p o p u la tio n , 1860) ; a P a s sy (L e P r in c ip e de la p o p u la tio n , 1868) ; a
C ourcelle-S eneuil (T r a ité , 2- edic., 1867) ; a J o u r d a n (C o u rs, 1882) ;
a M au rice B lock (P ro g rès de la S cien ce économ ique, 1890), y ge­
n e ra lm e n te a n u m ero so s eco n o m istas de la e x tre m a derecha lib e ­
r a l, a p e s a r de que a lg u n o s de e llo s se s e p a ra n d el m a lth u sia n ism o
debido a su o p tim ism o re sp e c to a l p o rv e n ir d e la ciencia , (31).
P e ro desde m ed iad o s d el siglo X IX , o u n poco a n te s, a n te la d is­
m in u ció n y a m u y s e ñ a la d a de l a t a s a de la n a ta lid a d fra n c e sa , ve­
m os la co nversión de m a lth u s ia n o s de la v ísp e ra , ta le s como W o-
low ski fa u to r, en 1849, con F o n te y ra n d , de u n a I n s tr u c tio n p o u r
le p e u p le ), L éonce de L av erg n e y L egoyt. O tro s, como B a u d r illa r t,
perm an ecien d o m a lth u sia n o s en p rin c ip io , c o n sid e ran que h a y que
h a c e r u n a excepción, p a r a F r a n c ia , de la p ré d ic a de la re stric c ió n
v o lu n ta ria .
E l m a lth u sia n ism o e n c o n tró ig u a lm e n te p a r tid a r io s convenci­
dos en los p a íse s alem an es d u r a n te to d o el siglo X IX , p e ro sobre
to d o d u ra n te su p rim e ra m ita d . E l fu n d a d o r de la escuela h is tó ­
ric a , B oscher, en su s G ru n d la g en , a c e p ta la te o ría de M a lth u s,
como, p o r lo dem ás, el c o n ju n to de la s d o c trin a s d e la escu ela lib e ­
r a l inglesa. R o b e rt von M ohl (D ie G eschichte u n d L itte r a tu r der

(30) Y. Allix, La déformation de l ’économie libérale après J.-B. Say,


Bevue d ’Histoire des Doctrines Économiques, 1911.
(31) Yves Guyot, por ejemplo, que en su Science économique (1881)
merece el reproche que le hace Block, de tratar a Malthus con demasiada
cortesía.
252

S ta a tsv ñ s e n s c h a fte n , 1858), e stu d ia a v ario s de los p re c u rso re s de


M a lth u s, y se a d h ie re él m ism o a l m a lth u sia n ism o . M ás ta rd e , Rü-
m elin, en su a r tíc u lo P o b la ció n del H a n d b u c h de Schönberg, y en
o tro opúscu lo (3 2 ), lo expone a p ro b a to ria m e n te , .y d e c la ra consi­
d e ra rlo como u n a a d q u isic ió n d efin itiv a de la ciencia, a u n q u e c ri­
tiq u e c ie rto s p u n to s se c u n d a rio s. P r o te s ta c o n tra la a siste n c ia le­
g al o b lig a to ria , y ve en la Ü bervölkerung, u n p elig ro p a ra A le­
m a n ia y u n a selección a la i n v e r s a ; d isc u te a l in d iv id u o el d ere­
cho a la n z a r a l m u n d o “a c o sta de la so cied ad ” u n n ú m ero ilim ita ­
do de hijos. A p e s a r de todo, a te n ú a el pesim ism o m a lth u sia n o con
con sid eracio n es que re c u e rd a n a la s de R o ssi y se a n tic ip a n a la s
e sp e ra n z a s del q uím ico B e r th e lo t: “ Podem os a firm a r que no h a y
p o r qué i n q u i e ta r s e .. . Se p u ed e d e m o s tra r q u e h ace doscientos
añ o s la c ifra a c tu a l de la p o b lació n h a b ría p a recid o im posible (33).
Se pued e c o n ta r con la s p o sib ilid a d e s in te rm e d ia ria s, con los des­
cu b rim ie n to s quím icos, con la s invenciones in d u s tria le s , con la s
co n secuen cias im p o sib le de p re v e r de u n a tra n s fo rm a c ió n del u n i­
verso. Se p u ed e im a g in a r que el a ire lle g a rá a se r u n alim en to , que
el hid ró g en o s e rv irá p a r a el a lu m b ra d o y la c a le fa c c ió n . . . ; que
se e fe c tu a rá n dos cosechas en lu g a r de u n a , e tc .”
A lgun o s eco n o m istas so c ia liz a n te s a d m ite n , con A d. W ag n er,
que el fondo de la d o c trin a m a lth u s ia n a es in a ta c a b le , y deducen,
como consecuencia, no que h a y que re c h a z a r el socialism o, como
q u e ría M a lth u s, sin o que h a y que lim ita r a u to r ita ria m e n te el d e s­
a rro llo de la població n . E n su s G ru n d la g en (3 4 ), W a g n e r a firm a el
derecho de in te rv e n c ió n d el E s t a d o : u n rég im en so c ia lista no po­
d ría v iv ir sin lim ita c ió n de la n a ta lid a d . H a y que d e s a rro lla r la
re sp o n sa b ilid a d in d iv id u a l p a r a lim ita r los n a cim ien to s, dice M al­
th u s. H a y que lim ita r a u to rita ria m e n te , resp o n d e W ag n er, los n a ­
cim ientos, p a r a p o d e r p a s a rn o s sin la s in s titu c io n e s que con sa­
g ra n la re s p o n s a b ilid a d in d iv id u a l.
Cohn ( S y s te m d er N a tio n a lö k o n o m ie ), c o n sid e ra ta m b ién el
m a lth u sia n ism o como in q u e b ra n ta b le en su s te sis esenciales, a pe-

(32) En Reden und Aufsätze.


(33) El argumento no vale nada, pues es una cifra n veces mayor la
que habría dado la progresión malthusiana de la población, suponiendo que
se desarrollara libremente.
(34) P. 439 (2* edición).
253

s a r de a lg u n a s la g u n a s o ex ag eracio n es. A p ela a l m o ra l r e s tr a in t


y, en co n ju n to , m u e s tra u n a a p re c ia ció n , m ás p e sim ista de la s con­
secuencias del p rin c ip io de població n . B re n ta n o re sp e ta , ig u a lm e n ­
te, los fu n d a m e n to s de la d o c trin a de M alth u s.
E l n e o m a lth u sia n ism o , es decir, la d o c trin a de la re stric c ió n
p o r to d o s los m edios, se d e sa rro lló en A le m a n ia como en los dem ás
países, y b ajo esa fo rm a ló g ica h a s ta lo a b su rd o y lo odioso que los
e s p íritu s alem an es d a n p re v e n tiv a m e n te a su s te o ría s.
E n 1827, en u n a o b ra titu la d a D el exceso de -población en la E u ­
ropa C en tra l, u n co nsejero del rey de S a jo n ia , W eim hold, p ro p o n ía
la c a stra c ió n a n u a l de c ie rto n ú m ero de n iñ o s de la s clases p o p u ­
la re s y la in fib u lació n de los v aro n es a p a r t i r de los c a to rce años.
E s ta s m o n stru o sa s invenciones fu e ro n a ú n s o b re p a sa d a s p o r la s
de W . F rie d ric h , con sus “ c e n tro s de c o rru p c ió n ” , que V. P a re to
h a e stig m a tiz a d o (35).
S in lle g a r ta n lejos, M ario (G. W in k elb lech ) p id e leyes re s tr ic ­
tiv a s de la lib e rta d de m a trim o n io , y p ro p o n e que se su b o rd in e el
derecho de m a trim o n io a la ju stific a c ió n de cierto c a p ita l. S chaeffle
a d m ite ta m b ié n la in te rv e n c ió n r e s tr ic tiv a K u h lm a n n , a p a r t i r de
1866, p ro p a g a el n e o m a lth u sia n ism o , y desem p eñ a en A lem an ia un
p a p e l análo g o a l de B ra d la u g h y A n n ie B e s a n t en In g la te rr a .
K a u tsk y (36) es u n so c ia lis ta m a lth u s ia n o en ta n to que a d m i­
te, como M alth u s, que la c u estió n se p la n te a sob re todo desde el
p u n to de v is ta fisiológico, y que reconoce la n ecesidad, sobre todo
en u n E s ta d o so c ia lista , de la re stric c ió n v o lu n ta ria . P e ro no se
lim ita a la re stric c ió n m o ral, y su concepto de la re stric c ió n parece
n e ta m e n te n e o m a lth u sia n o , como lo es hoy el de ta n to s p ro p a g a n
d is ta s so c ia lista s y a n a rq u is ta s en to d o s los p aíses.
Los eco n o m istas ita lia n o s de com ienzos del siglo X IX se m ues­
tr a n g e n e ra lm e n te p a r tid a r io s de u n m a lth u sia n ism o m ás o m enos
m itig ad o . B o se llin i (N u o ve exa m e délie so rg e n ti d ella p riv a ta e
p u b b lica rich ezza , 1816) invoca la re s tric c ió n m o ra l; S cu d eri ( P r in ­
cipe d i ckñ le econom ía, 1827), G io ja, S an filip p o , D elle V alle, F uoc-

(35) Systèmes socialistes, t. IX, p. 132. Véase, además, en el siglo


XX Hans Ferdy, Sittliche Selbstbeschrànkung. . 1904.
(36) Der Einfluss der Volksvennehrung auf dem Fortschritt der Ge-
sellschaft, 1880.
254

co (S a g g i econom ici) a te n ú a n , en g en e ra l, los te m o res de sobre-


p o blació n con l a e sp e ra n z a que tie n e n en el d e sa rro llo de la in d u s ­
t r i a : no co m p ren d en su ficien tem en te q u e la c u estió n es a n te to d o
la de la p ro d u c c ió n lim ita d a de a rtíc u lo s a g ríco las. P e lle g rin i
R ossi, p o r lo c o n tra rio , expone n e ta m e n te la d o c trin a m a lth u sia -
n a. B o ccard o ( T r a tta to teó rico p o lítico d i econom ía p o lític a , 1863),
como en F r a n c ia S ay y C ourcelle-S en eu il, p re te n d e c o rre g ir u n a
ex p resió n de M alth u s, re e m p la z an d o el té rm in o m edios de su b sis­
te n c ia , o a lim e n to s, p o r el té rm in o m ás a m p lio , m edios de e x iste n ­
c ia ; co rrecció n c o n sid e ra d a p o r los m a lth u s ia n o s p u ro s como des­
a fo rtu n a d a .
C o rreccio n es m ás g ra v e s fu e ro n in te n ta d a s p o r B ussi (D e ll’
econom ía d ella specie h u m a n a , 1818, y m ás ta rd e , p o r M esseda-
g lia. E l p rim e ro , a u n q u e a d m itie n d o la s dos p ro g resio n es de M al­
th u s , re p ro c h a a éste q u e la s co n sid ere en d e m a sía como o b ran d o
in d e p e n d ie n te m e n te la u n a de la o tra . M essedaglia d isc u te que
el p rin c ip io de pob lació n p u ed a c o n sid e ra rse como si e x p re sa ra la
acción de u n a fu e rz a siem p re id é n tic a a sí m ism a ; el fino e sp íritu
ita lia n o se opone a l e s p ír itu d em asiad o g eom étrico del a u to r in ­
glés. M in g h e tti in s is te so b re el a sp e c to h istó ric o del p ro b lem a
(D ella econom ía p u b b lica , 1868, V, 1. I I ) . E n tr e los m a lth u sia n o s
ita lia n o s m á s o m enos o rto d o x o s, podem os colocar ta m b ié n a Evo-
la , C íccone y, m ás cerca de n o so tro s, a X azzan i y C ossa (37).
E l m a lth u sia n ism o tu v o poco é x ito en los E sta d o s U nidos, en
donde la s condiciones del m edio h a c ía n a p a re c e r bien leja n o s y
p ro b le m á tic o s lo s riesg o s de so b rep o b lació n , a p e sa r de la elevada
n a ta lid a d , que el siglo X I X h a b ía v isto , p o r o tr a p a rte , d ism in u ir
rá p id a m e n te . A lg u n o s eco n o m istas lib e ra le s como F . W a lk e r (3 8 ),
pueden , sin em b arg o, c la sific a rse e n tr e lo s que a c e p ta n al m a lth u ­
sian ism o en la ciencia.

(37) Véase Sinigaglia, op. cit., y N itti, La Población y el Sistema So­


cial.
(38) Political economy, 1883.
C a p í t u l o III

L O S A D V E R S A R I O S D E L M A L T H U S I A N I S M O

E l E n sa y o de M a lth u s su sc itó m u y p ro n to c rític a s vehem entes,


esp ecialm en te de p a r te de c ie rto s e s p íritu s relig io so s que v e ía n en
él u n a d o c trin a c o n tr a r ia a l C rescite d e l G énesis, y de p a r te de
los so c ia lista s que s e n tía n , con ra z ó n , que la p u n ta del sistem a
m a lth u sia n o e s ta b a d irig id a c o n tra ellos.
E l m ism o M alth u s, en u n apéndice, señ aló y t r a t ó de r e f u ta r
la s p rim e ra s objeciones que le d irig ie ro n A r th u r Y oung, G rah am e
y W ey lan d . E l p rim e ro acusó de in h u m a n id a d a c ie rta s de su s
d e claracio n es y a s u con d en ació n de la s leyes de asiste n c ia . E l
segundo, m u y in ju s ta m e n te , rep ro ch ó a M a lth u s v er en los vicios
y m ise ria s d el h o m b re rem ed io s benéficos p a r a el exceso de p o b la ­
ción (In v e stig a c io n e s sobre el p rin c ip io de p o b la ció n ). L a o b ra de
W ey lan d , c o n sid e ra d a como m uy su p e rio r a la a n te rio r p o r e l a u to r
c ritic a d o , e in titu la d a P rin c ip io s de la p o b la ció n y de la p ro d u c­
ción, tie n d e a d is c u tir la s p re m isa s m a lth u s ia n a s , d e sa rro lla n d o el
sig u ie n te a r g u m e n to : “ Q ue el o rig en de los e rro re s y d e los fa lso s
ra z o n a m ie n to s so b re el p rin c ip io de p o b lació n p a rec e s e r el de h a ­
ber co n sid erad o como n a tu r a l y como g e n e ra lm e n te posible el c re ­
c im iento m ás rá p id o que p u e d e te n e r lu g a r b a jo c ie rta s c irc u n s­
ta n c ia s p a r tic u la r e s ” , en u n a p a la b ra , el h a b e r id en tificad o u n a
p o sib ilid a d con u n a te n d e n c ia g en e ra l. Los e s c rito re s a n te s c ita ­
dos, p u b lic a ro n su s o b ra s a n te s de 1817, p o r ta n to no es ex acto que
la p rim e ra re fu ta c ió n a M a lth u s fu e ra , como escrib e J . G a rn ie r (1 ),

(1) Malthus, op. cit.


256

la de G odw in. L a s In v e stig a c io n e s sobre la p o b la ció n del a u to r


% so c ia lis ta que h a b ía d e te rm in a d o a M a lth u s a e sc rib ir, son de 1820.
' G odw in t r a t a de a r r u i n a r la s p ro g re sio n e s m a lth u sia n a s, esp ecial­
m en te la p rim e ra , d isc u tie n d o el v a lo r d el ejem plo a m e ric a n o ;
p ero lo h ace em p lean d o a rg u m e n to s de g ra n lig ereza, m ezclados
con a lg u n a s c rític a s m á s ju s ta s . L a s con clu sio n es p la n te a d a s p o r
M alth u s, q u e m o stra b a en el socialism o u n poderoso fa c to r de so-
b rep oblació n , n o p o r ello c 'o n tin u a ro n c a u sa n d o m enos im presión.
Poco m ás ta r d e a p a re c ie ro n la s N u e v a s ideas sobre la población,
d e A le x a n d re E v e re tt.
H a c ia 1830 la g ra n c o rie n te sig u e sien d o m a lth u s ia n a en la
econom ía in g lesa. S in em bargo, h a y a lg u n a s excepciones. S a d le r
e n sa y a en to n ces el e sta b le c im ie n to d el p rin c ip io de que la fecu n ­
d id a d de u n pueb lo e s tá en ra z ó n d ire c ta d e la del suelo, y que se
d e b ilita con la d e n sid a d m ism a de la població n . T h o rn to n (O ver­
p o p u la tio n a n d i t s re m e d y , 1846) in s is te en el efecto re s tric tiv o
de n a ta lid a d im p licad o p o r la d ifu sió n de la p ro p ie d a d p r iv a d a :
id ea, p o r lo dem áá, y a d e s a rro lla d a p o r M alth u s.
U no de los m ás o rig in a le s e n tre los eco n o m istas ingleses que se
a le ja ro n d el m a lth u sia n ism o es D o u b led ay (2 ), con su te o ría que
h ace de la so b re a lim e n ta ció n u n c o rrectiv o del p rin c ip io de p o b la ­
ción. U n a p o b lació n a m p lia m e n te a lim e n ta d a tie n d e a h ace rse es-
I ta c io n a ria . L a p lé to ra p ro v o ca el d e b ilita m ie n to de la s fa c u lta d e s
5 p ro lífic a s: e sto se co m p ru eb a en c ie rta s clases ric a s. P o r el c o n tra -
rio , u n a p o b la c ió n m a l a lim e n ta d a e n g e n d ra m u c h o : p roles, pro-
j letw rius. E s ta d o c trin a , de la que B o ssi (3) se b u rló a su sa b o r,
p o sib lem en te n o sea t a n fá c ilm e n te d esdeñable. Se la h a re ju v e ­
necido en n u e s tro s d ía s, o p o niendo la fe c u n d id a d de los p u eb lo s
v e g e ta ria n o s y p o b res a la r á p id a red u cció n de la n a ta lid a d en
lo s pueblos carn ív o ro s. P o r o tr a p a rte , p a re c e ría r e s u lta r de la
te o r ía de D o u b led ay , que en u n a so cied ad m a l a b a ste c id a , la s itu a ­
ción no p o d ría m enos que em p eo rar, a m enos que se p r e s e n ta ra
u n a feliz c a s u a lid a d o u n p ro g re so técn ico d e ra p id ísim o efecto que
p e rm itie ra re a liz a r esa a b u n d a n c ia que s e ría la ú n ic a cap az d e
p ro d u c ir u n a d ism in u c ió n de fe cu n d id ad .

(2) The true law of population, 1841.


(3) Introducción al Ensayo de Malthus, op. cit., p. XXX.
257

D espués de D o u b led an , S p en cer viene a a m p lia r la s estre c h a s


bases de la o p o sició n que éste com enzó a e sta b le c e r e n tre la in d i­
vid u a liza ció n y la génesis, y edifica u n a d o c trin a de la población,
o rie n ta d a en el sen tid o de u n o p tim ism o in d iv id u a lista . E n sus
P rin cip io s de biología y en su s P rin c ip io s de sociología, establece
que en la je r a r q u ía de la s especies, a c a d a g ra d o s u p e rio r de evo­
lu ció n co rresp o n d e u n g ra d o in fe rio r de fe c u n d id a d . P o r ta n to ,
S pencer c u e n ta con el d e sa rro llo de la in d iv id u a liz a c ió n p a r a lim i­
t a r la s fu e rz a s p ro líficas, d e sa rro llo que c o n sid e ra lig ad o a l de la
p ro p ia civilización. A sí como e n tre la s especies an im ale s, m ien­
tr a s m ás d ife re n c iad o y com pleto es el o rg a n ism o m ás pequeño
es su coeficiente de m u ltip lic a c ió n , ig u a lm e n te e n tre la s ra z a s h u ­
m an as, la a c tiv id a d re p ro d u c to ra se d e b ilita en ra z ó n de u n a d i­
feren ciació n y de u n a afirm ació n m ay o res d el in d iv id u o . T odo g ra n
p ro g reso en e ste se n tid o se tra d u c e en u n a d ism in u ció n de la gé­
nesis. C uando to d o el globo e sté h a b ita d o y p o b lad o p o r civ iliz a­
dos, se lle g a rá a u n esta d o e sta c io n a rio , o casi. E s ta d o c trin a tuvo
m a y o r éx ito e n tr e los sociólogos y los biólogos que e n tre los eco­
n o m ista s. S in em bargo, no p o r ello es m enos in te re s a n te , y se
a d a p ta b a s ta n te b ien a n u m ero so s hechos contem poráneos.
L as ca m p a ñ a s n e o m a lth u sia n a s de B ra d la u g h y de B e sa n t p ro ­
v ocaron, en el ú ltim o c u a rto d el siglo X IX , u n a reacció n que se
e x ten d ió a la s d o c trin a s m a lth u s ia n a s p ro p ia m e n te dichas. B ahe-
g o t, F a r r y G ra h a m n ie g a n a l m a lth u sia n ism o to d o v alo r c ie n tí­
fico. G a lto n lo c ritic a como u n a d o c trin a p e rn ic io sa . R itc h ie acep ­
t a el p u n to de v is ta sp en cerian o . In g ra m c o n sid era que M a lth u s
y su s d iscíp u lo s h a n e x ag erad o m ucho “la m a g n itu d y la in m i­
n e n c ia de los p e lig ro s que s e ñ a la n ” . “D e que e x is ta u n a fu e rz a ca­
paz, si no es d o m in ad a, de p ro d u c ir c ie rto s re su lta d o s, no se de­
duce que ta le s re su lta d o s sean in m in e n te s o s iq u ie ra posibles en
la esfera de la e x p e rie n c ia ” . E n c u a n to a la s co nclusiones p r á c ti­
cas del m a lth u sia n ism o , co m prueba, en m a te ria de a siste n c ia , que
M alth u s, desp u és de p ro b a r m ucho, re tro c e d e a n te la s consecuen­
cias de su ló g ica que lo co n d u c ía n a c o n d e n a r la c a rid a d , incluso
la p riv a d a (4 ).
M arsh a ll a d m ite p a rc ia lm e n te a lg u n a s afirm acio n es de M al­
th u s. C o n sid era que la s clases in fe rio re s se m u ltip lic a n d e m a sia­

(4) Histoire de l ’é c o n o m i e p olitlque, trad. fr., p. 169-175.


258

d o ; pero se n ie g a a a c e p ta r l a d o c trin a en g en eral. O tro s econo­


m ista s ingleses, P ric e , K eynes, L itte lto n y C a n n an , in siste n so­
b re el re la tiv ism o de e s ta m ism a d o c trin a , c o rre sp o n d ie n te a c ie r­
to s hechos de la época en que nació. O tro s, en fin, Sidgw ick, O gilvy
y Toynbee la co n d en an a la vez c ien tífica y p rá c tic a m e n te , como
u n a en se ñ a n z a p e rju d ic ia l a l p ro g reso , a la m o ra l y a la civ iliza­
ción. E n to ta l, el cam bio fu é en ^ In g la te rra sú b ito y m uy m a rc a ­
do. P e ro e sto no q u iere d e c ir que h a y a sido u n iv e rsa l. L as co n d i­
ciones de la p o s tg u e rra (g u e rra de 1914-1918), la d u rez a de la
v id a a c tu a l, la desocu p ació n p ro lo n g a d a en la s in d u s tr ia s in g le­
sas, el m arg en co n sid erab le que p e rs is te , a p e s a r de u n a n a ta li­
d a d m uy d e b ilita d a , e n tre los n a c im ie n to s y la s m u erte s, son o tro s
t a n to s hechos capaces de p ro v o c a r n u e v a s c a m p a ñ a s m a lth u sia -
n a s o n e o m a lth u sia n a s en ese p aís.
E n F ra n c ia , la reacció n a n tim a lth u s ia n a com enzó con los eco­
n o m ista s so c ia liz a n te s o so c ia lista s. P e ro rá p id a m e n te los eco­
n o m ista s lib e ra le s de la lín e a o p tim is ta ta m b ié n p ro te s ta ro n con­
t r a u n a d o c trin a que chocaba fu e rte m e n te con su concepción de
la s a rm o n ía s n a tu ra le s . E n fin, en F r a n c ia la e x tre m a d ism in u ­
ción del crecim ien to de la població n , la b a ja c o n sta n te y p ro fu n d a
de la ta s a de n a ta lid a d p ro v o caro n , desde m ed iados del siglo X IX ,
o casi, u n re to rn o a la s id e a s p o b la c io n ista s. Como en la época
m e rc a n tilis ta , se volvió a c o n sid e ra r el p ro b lem a desde el p u n to
d e v is ta n a c io n a l, p a r a el cu al la d espoblación a p a rec e como u n
p elig ro g rav e e in m in e n te ; a l m ism o tiem po, desde el p u n to de
v is ta científico se h a c ía evid en te que M a lth u s h a b ía su b estim ad o
c o n sid era b le m en te el p o d e r del f a c to r psicológico y de la r e s tr ic ­
ción v o lu n ta ria , m o ra l o no.
S ism ondi (1773-1842) (5 ), rin d e h o m en aje a l a rd o r fila n tró ­
pico de M a lth u s, m as lo c e n su ra p o r re la c io n a r la s dos p ro g re sio ­
nes, v e rd a d e ra s am b as, p ero u n a v ir tu a lm e n te y p o sitiv a m e n te la
o tra , lo que, según él, hace v icio sa e s ta relació n . Q uiere que se
co n sid eren la s dos p ro g resio n es, y a sea v irtu a lm e n te am bas, y a
sea la s dos en su re a lid a d p o sitiv a. Id e a b a s ta n te in fa n til, p a r a le ­
lism o engañoso, p ues es claro que, p o sitiv a m e n te , la p ro g re sió n
de la p o b lació n no p u ede s o b re p a s a r a l a de la s s u b s is te n c ia s ; y
q u e lo que b a s ta p a r a p la n te a r u n in q u ie ta n te p ro b le m a ) sólo

(5) Nouveaux Principes, 1819. Etudes sur l ’économie politique, 1837-38.


259

e x iste u n a ten d en cia de la p o b lació n a h acerlo , te n d e n c ia d o lo ro ­


sam en te co m p rim id a y su m erg id a. S ism o n d i h a b ría esta d o m ejor
in sp ira d o a l a n a liz a r la id ea de “v ir tu a lid a d ” p re g u n tá n d o se si
en el caso tr a ta d o co rresp o n d e a u n a te n d e n c ia efectiva, concre­
ta , o a u n a sim p le p o sib ilid a d fisiológica y m a te m á tic a : lo que, se­
gún n u e stro p a re c e r, c o n stitu y e el p u n to c e n tra l en que hay que
colo carse p a r a c r itic a r a M alth u s. E n segundo té rm in o , S ism ondi
a d m ite que q u e d a lu g a r p a r a in m e n sa s p o sib ilid a d e s en el d e s a rro ­
llo de la a g r ic u ltu r a y que u n a de la s p rin c ip a le s c au sa s de d e te n ­
ción en el a u m e n to de la s su b siste n c ia s es a c tu a lm e n te la v o lu n ­
ta d de los p ro p ie ta rio s , que se c o n te n ta n con c u ltiv o s poco in te n ­
sivos, m ie n tra s que la d e m a n d a de a rtíc u lo s es u rg e n te. In s is te ,
p o r o tr a p a rte , en la lim ita c ió n de la p o b lació n p o r la v o lu n tad
in d iv id u a l, la cu al, en la s clases a lta s , e s tá g u ia d a p o r el te m o r
de descen d er d el ra n g o so cial a l que h a n llegado. E l m ism o se n ­
tim ie n to , según S ism ondi, in s p ira b a en o tro s tiem pos a los p ro ­
d u c to res, b ajo el rég im en c o rp o ra tiv o , y a to d a s la s fa m ilia s del
cam po, en d o n d e c a d a u n o p o d ía p re v e r lo que s e ría su r e n ta f u ­
tu r a , y r e ta r d a b a , en p rev isió n , su m a trim o n io , o in clu so re n u n ­
c ia b a a él.
E n n u e stro s d ías, p o r lo c o n tra rio , c o n tin ú a S ism ondi, el a s a ­
la ria d o , p a r a el c u a l los in g re so s h a n lleg ad o a se r a le a to rio s e
im previsib les, a c a b a p o r re n u n c ia r a to d o cálcu lo y prev isió n , no
co n ta n d o , p a r a sus h ijo s, con u n a s u e rte m ejo r que la suya, y sin
p re o c u p a rse p a r a n a d a p o r lim ita r su n ú m ero . L a sobrepoblación
ap arec e, así, como u n a consecu en cia del m odo m oderno de p ro ­
ducción : so b rep o b lació n no a b so lu ta , sino re la tiv a , so b rep o b la­
ción p a rc ia l, r e s trin g id a a la s clases “la b o rio s a s ” , sobrepoblación
re s u lta n te de c a u sa s económ icas y sociales, y no de c au sas físicas.
E n u n a p a la b ra , con S ism o n d i la te o r ía de la p o blación, físic a y
fisiológica con M alth u s, se h ace s o c ia l: m a rc a u n a tra n sic ió n en ­
tr e O rtés y K a rl M arx.
A u n cu an d o p a ra S ism o n d i la s a p re n sio n e s re la tiv a s a u n a in ­
suficiencia de su b siste n c ia s se lim ita n a c ie rta s clases, m ás bien
que ex ten d e rse a la h u m a n id a d e n te ra , ta m b ié n a p e la a la re s tr ic ­
ción m o ral, y n o se d etien e en ella. D esea la in te rv e n c ió n leg a l que
su b o rd in e el derecho a l m a trim o n io a la ju stific a c ió n de los m e­
dios p a r a e d u c a r a u n a fa m ilia . S obre to d o , a d m itie n d o que es la
m ise ria y la in c e rtid u m b re m ism a d el p o rv e n ir la s que im p u lsa n
260

a los po b res a re p ro d u c irse sin m ed id a, p id e que, ase g u rá n d o le s


c ie rta s g a ra n tía s , c ie rta s se g u rid a d e s de e x iste n cia , se les a r r a n ­
que a ta l d esp reo cu p ació n , h ija de la d esesp eración. S iem pre que
se d a a l in d iv id u o la p o sib ilid a d de m e jo ra r su s u e rte a l precio de
c ie rta p rev isió n , a l p ro p io tiem p o que se h a c e posible é sta , se
lim ita la n a ta lid a d e x u b e ra n te S ism ondi, au n q u e p ro c la m a n d o
el p rin c ip io de la “g a r a n tía p ro fe sio n a l”, p a re c e a d h e rirse a u n a
concepción que p a r a los m a lth u s ia n o s sólo p o d ría se r g en erad o ­
r a de s o b re p o b la c ió n : pero , cu an d o m enos en la p rim e ra edición
de su s N o u v e a u x P rin c ip e s, se defiende de e s ta objeción a c o rd a n d o
a los p a tro n e s (in d u s tria le s y g ra n d e s p r o p ie ta r io s ) , a s í sea en
c ie rta m ed id a, y p a r a lim ita r su s c a rg a s, el derecho de im p e d ir
el m a trim o n io de su s a s a la r ia d o s ; v e rd a d e ra serv id u m b re fe u d a l
re sta b le c id a p o r este eco n o m ista de d o c trin a s ta n com plejas, d e
fisonom ía a l a vez ta n m o d e rn a y ta n a r c a ic a ; se rv id u m b re que,
p o r o tr a p a rte , re n u n c ió a re c o m e n d a r en la s ediciones sig u ie n te s
d e su lib ro .
T o d av ía p o d íam o s s e ñ a la r m ucho en la te o ría de S ism ondi so­
b re població n , te o ría in te re s a n te , o b jetiv a, lle n a de d istin c io n e s
ju ic io sa s y de hechos o bservados, a s í como de h o riz o n tes in esp e­
rad o s. F u é uno de los p rim e ro s en r e in tro d u c ir c ie rto re lativ ism o ,
o p u esto a l d o g m atism o a b so lu to de M alth u s. C onform e a la s te n ­
d en cias g e n e ra le s de su d o c trin a , hace del p ro b le m a de población
u n p ro b le m a de econom ía so cial a n te s q u e de econom ía p o lítica .
L a m a y o r p a r te de los so c ia lista s fran ceses, en la p rim e ra m i­
ta d del siglo X IX , se d e c la ra n enem igos de la s id e as m a lth u sia n a s.
A ello e ra n n a tu ra lm e n te c o n d u c id o s : 1* p o r su confianza, h e re ­
d a d a del siglo p reced en te, en la b o n d a d de la n a tu r a le z a ; 29 p o r
su c re en c ia en la eficacia d el tra b a jo , siem p re que éste estu v iese
“o rg a n iz a d o ” ; 39 p o r su s te n d e n c ia s a n tia s c é tic a s, p o r el m is ti­
cism o s e n s u a lis ta de m uchos de ellos y p o r su te o ría de re h a b ilita ­
ción de la carn e. Q u ieren que los in s tin to s n a tu r a le s del hom bre
p u e d a n d esp leg arse sin im p ed im en to y no a d m ite n fácilm en te que
h a y a que re p rim irlo s. P o r o tr a p a rte , el m a lth u sia n ism o les d is­
g u sta do blem ente, 1* p o r n e g a r la eficacia de la s re fo rm as le g isla ­
tiv a s y de la s m ed id as e s ta ta le s p a r a c o m b a tir la m is e ria ; 29 p o r
p re c o n iz a r com o ú n ico rem ed io la re s tric c ió n m o ral, lig a d a a la
p ro p ie d a d p riv a d a y a la re sp o n sa b ilid a d in d iv id u a l. C o n sid eran ,
no sin ra z ó n , que la d o c trin a de M a lth u s es p a la d ín del in d iv id u a -
261

lism o m a n c h e ste ria n o ; y, como se h a dicho, el a u to r del E n sa yo


fu é d u ra n te la rg o tiem p o el “e s p a n ta jo ” d el socialism o. Los so­
c ia lis ta s co n d en an su s p re c e p to s, n ie g a n su s p rin c ip io s y sólo le s
reconocen v a lo r p a r a esa so cied ad c a p ita lis ta a la que se t r a t a d e
d e s tru ir.
F o u rie r (1772-1837) e la b o ra , a p ro p ó sito de la po b lació n , u n a
e x tr a ñ a te o ría , en la que coincide con D o u b led ay a l a d m itir que
la so b rea lim e n ta ció n , o cu a n d o m enos la a lim e n ta c ió n re fin a d a
—la g a stro so fía , como dice— , pued e e m p le a rse ú tilm e n te como m e­
dio p a r a lim ita r la s fa c u lta d e s p ro líficas. P e ro e ste m edio no es
el único. E n u m e ra o tro s tr e s que com b in ad o s con el p rim e ro a se­
g u r a rá n , en el e sta d o s o c ia lista , el e q u ilib rio de la población. T ales
m edios so n : 1* el v ig o r de la s m u je re s, que s e rá n m ás ro b u s ta s
que a c tu a lm e n te (pues, dice F o u rie r, “ de c u a tro esté rile s, h a y
tr e s ro b u sta s , siendo a s í que la s m u je re s d e lic a d a s son de u n a fe­
cu n d id a d excesiva y p e rju d ic ia l” ) ; 29 la s co stu m b res fa n e ró g a m a s;
3’ e l ejercicio in te g r a l que r e t a r d a la p u b e rta d y m o d e ra lo s ape­
tito s sexuales. F o u r ie r concibe, in clu so , que la acción de esto s obs­
tá c u lo s com binados p u e d a lle g a r a s e r excesiva. “L a s o p o rtu n id a ­
des de fec u n d id a d y de e s te rilid a d s e rá n la s c o n tra ria s que en el
m u n d o a c tu a l, es d e c ir, q u e en lu g a r de exceso de p o b lació n sólo
h a b rá que te m e r u n a d eficiencia” . P e ro e s te in c o n v en ien te le p a ­
rece poca cosa, m ie n tra s que c e n s u ra e n é rg ic a m en te “ a l h o m b re
sin ra z ó n y to d o carn e, que p ro c re a h ijo s p o r d o cen as” (6 ).
L ouis B la n c la n z a in v ectiv as c o n tra M a lth u s en v a ria s de su s
o b ras, p ero en su m a sin r e f u ta r lo (O rg a n isa tio n d u tra v a il, 1840;
L e S o cia lism e, 1848) ; P ro u d h o n , en su s C o n tra d ic tio n s économ i­
ques (7 ), estab lece u n a oposición e n tre la fa c u lta d g e n e ra d o ra y
la f a c u lta d “in d u s tr ia l” , de la que deduce u n a acción m o d erad o ­
r a de la civ ilizació n sob re el in s tin to de rep ro d u c ció n . Se p u ede
o b se rv a r que so b re la c u e stió n de l a p o b lació n , B a s tia t y P ro u d h o n ,
lo s dos a d v e rsa rio s, se a le ja n b a s ta n te poco u n o del o tro , d is ta n ­
ciándose am bos de M alth u s. B a s tia t en su s H a rm o n ies (8 ), a l m is­
m o tiem p o que afirm a su a d m ira c ió n p o r e ste ú ltim o y su convic­
ción de que e x iste “enorm e v e rd a d en s u o b ra ” , a u n q u e r e f u ta

( 6) Nouveau Monde Industriel et sociétaire, p . 335.338.


(7) xm .
( 8) Harmonies écon., Œuvres de Bastiat, edic. Guillaumin, t. III, cap.
XVI, p. 448 y siguientes.
262

a lg u n a s objeciones g ro se ra s la n z a d a s c o n tra M a lth u s, le re p ro c h a


no h a b e r com p ren d id o su ficien tem en te cu ál es la acción de “la
fu e rz a lim ita tiv a ” . L a p o b lació n tie n d e a p o n erse a l nivel de los
m edios de e x iste n c ia (com o lo h a dicho Say, y no de los m edios
d e su b siste n c ia , fó rm u la d em asiad o e stre c h a p a r a B a s t i a t ) ; pero
el nivel de los m edios de e x iste n c ia tien d e, él m ism o, a elev arse:
“los m edios de e x iste n c ia qrecen m ás rá p id a m e n te que la p o b la ­
c ió n ”, y “la ley de lim ita c ió n h a te n id o p o d er su ficien te p a r a con­
te n e r la s o la s de la re p ro d u c c ió n de los hom bres, bajo la m u ltip li­
cación de los p ro d u c to s ”. E n resu m en , B a s tia t in s is te en la “flexi­
b ilid a d a so m b ro sa de la s leyes de p o b la c ió n ; elim in a de ella s lo
que les d a u n c a r á c te r d em asiad o p e s im is ta ; y sin re c h a z a r los
elem en to s esen ciales del m a lth u sia n ism o , cree que M alth u s d o si­
ficó e rró n e a m e n te su im p o rta n c ia . E n el fondo es d ifícil de c la si­
ficar, y a sea e n tre los p a rtid a rio s , y a e n tre los a d v e rsa rio s de éste.
C o rrig e p ro fu n d a m e n te la s co n secuencias de la d o c trin a , m ás que
c o n d e n a r su s p rin c ip io s. S obre to d o debem os a p ro b a rlo p o r h a b e r
in sistid o en el c a rá c te r com plejo y p lá stic o d el problem a.
D e a c u e rd o con B a s tia t, la escu ela lib e ra l fra n c e sa de te n d e n ­
c ia s o p tim ista s , en g e n e ra l se n ieg a a a d m itir el m alth u sian ism o ,
a u n cu a n d o sin m o s tra r la m ism a c la rid a d en su oposición. U no
d e su s jefes m ás in d isc u tib le s, P a u l L ero y -B eaulieu, en su P récis
d ’économ ie p o litiq u e (1888), se coloca, sobre todo, en el p u n to de
v is ta de los hechos co n tem p o rán eo s y d e c la ra que la d o c trin a de
M alth u s “no se a p lic a a la s itu a c ió n a c tu a l d el m u n d o ”, y p arece
que no se p o d rá a p lic a r sin o d e n tro de a lg u n o s siglos. E s to no
es, cie rta m e n te, n e g a r el p rin c ip io (9 ), p ero m á s ta rd e , L eroy-
B e au lie u se a d h ie re a u n a d o c trin a de la p o b lació n que e s tu d ia ­
rem os m ás ta r d e , y que tie n e u n alcan ce a n tim a lth u s ia n o m ucho
m ás g rav e que la re se rv a preced en te.
Y illey (P rin c ip e s d ’économ ie p o litiq u e , 3* ed., 1905), es u n o de
lo s m ás severos a p re c ia d o re s de la d o c trin a m a lth u sia n a . No v a ­
c ila en e s c rib ir que “c u a lq u ie ra que sea e l c ré d ito del que h a y a
g o z a d o . . . d irem o s sin am b ag es que nos p a re c e c a re c e r d e base
c ien tífica y e s ta r ig u a lm e n te d e sm e n tid a p o r lo s hechos y co n d u ­
c ir a co n clusiones fa ls a s y p e lig ro sa s d esde e l p u n to de v is ta m o­
ta) V. también, en la introducción del Essai sur la répartition des ri.
chesses, 1881, el apólogo da los tres Malthus, que constituye una refutación
bastante sorprendente.
263

ra l, económ ico y so c ia l” . E sp e c ia lm e n te , la p rim e ra p ro g re sió n de


M a lth u s “no tie n e n in g ú n fu n d a m e n to se rio ” (1 0 ).
O tro s eco n o m istas lib e ra le s, a u n cu an d o c ritic a n a M alth u s,
lo hacen con m u ch as re se rv a s y, cosa c u rio sa, a p rio ri. E s el caso
de alg u n o s lib e ra le s cató lico s, como J . R a m b a u d (1 1 ), que “tie n e
a la te sis de M a lth u s com o e x a c ta en su c o n ju n to ” ; p ero que con­
cede g ra n im p o rta n c ia a la acción v o lu n ta ria del hom bre. J . R am ­
b a u d agrad ece a l p a s to r p r o te s ta n te h a b e r glorificado, sin q u e re r­
lo, a la Ig le sia cató lica, siem p re fav o rab le a la c o n tin e n c ia y ú n ica
capaz de h a c e r que se p ra c tiq u e a m p lia m e n te la re stric c ió n bajo
la fo rm a m o ral, sin p e rju d ic a r al m a trim o n io y a la fecundidad.
C ita, a este resp ecto , el so rp re n d e n te ju icio del p o sitiv ista D eher-
m e : “P o rq u e sabe d e te n e rla donde es necesario , la Ig le sia puede
im p u lsa rla donde se n e c e sita ” (1 2 ). L a d e b ilid a d de M alth u s se ría
la de no h a b e r co m prendido bien cu án fácilm en te, en el hom bre
en treg ad o a la s in sp ira c io n e s de su p ro p ia conciencia, la re s tr ic ­
ción m o ral se tra n s fo rm a fá c ilm e n te en re stric c ió n viciosa.
E n tr e los lib e ra le s que c ritic a n a M alth u s, alg unos, p o r el con­
tr a r io , lo h acen con c ie rta te m e rid a d . E s el caso de Yves G uyot
( Science économ ique, 1881). C laro e s tá que G u y o t tie n e razón
a l c o n ta r con el a u m en to de la p ro d u cció n y con los pro g reso s de
la ciencia. P e ro cu ando h a b la de la m á q u in a de v ap o r como si
é s ta p e rm itie ra al hom bre d e c u p lic a r su p o d e r de producción, cae
bajo la s objeciones de R lock, que dice que este au m en to de p ro ­
ducción es m ás bien in d u s tr ia l que a g ríc o la . Y el hom bre come
p an , y no te la s o aceros.
A lgunos jefes de la escu ela in te rv e n c io n ista , cuya a c titu d fre n ­
te a la econom ía ric a rd o -m a lth u s ia n a se asem eja (a p e sa r de am ­
p lia s div erg en cias en o tro s te rre n o s ) a la de los lib e ra le s f r a n ­
ceses, tam b ié n h a n c ritic a d o a M alth u s, no sin c ie rta exageración.
E s el caso de C auw es (1 3 ), cuya o b ra, n o ta b le en ta n to s aspectos,

(10) Op. cit. p. 87 y siguientes.


(11) Cours, t. II, p. 17 y siguientes. Cf. Ch. Périn, La Richesse dans
les sociétés chrétiennes, 1. IV, cap. I, t. I. p. 552.
(12) Por una parte, en efecto, el celibato eclesiástico y monacal, la
restricción moral impuesta a los célibes, han constituido y constituyen ba­
rreras para la sobrepoblación. Por la otra, la severidad de la moral conyu­
gal católica —absolutamente intransigente— garantiza la fecundidad.
(13) Cours, núm. 418.
264

e s a veces u n poco d éb il en la s p a rte s d e exposición y de c rític a


p u ra m e n te d o c trin a le s. E l a u to r, en la s p rim e ra s ediciones, re p ro ­
c h a a M a lth u s p o r h a b e r dicho que la p o b lació n crece m as r á p i­
d a m e n te que lo s m edios de su b siste n c ia . E s v e rd ad que p o s te rio r­
m en te reem p lazó e s ta in te rp re ta c ió n p o r d em asiado in e x a c ta , re ­
conociendo que M a lth u s n u n c a h a b ía p o d id o h a b la r m ás que de
u n a tendencia.
Ch. G ide (14) re p ro c h a , sobre to d o , a M a lth u s el h a b e r com e­
tid o u n a “co n fu sió n b io ló g ica”, id en tifican d o d em asiad o el in s tin ­
to sex u al y el in s tin to re p ro d u c to r, cu an d o el segundo es en re a ­
lid a d u n “in s tin to social”, cuyos m óviles son in fin ita m e n te v a ria ­
dos y no tie n e n n a d a de p e rm a n e n te n i de u n iv ersal. E l hom bre
h a disociado t a n b ien la s dos funciones, que a c tu a lm e n te la p la g a
que ap are c e tem ib le es la despoblación.
A e s ta ú ltim a co n clu sió n lle g a n a c tu a lm e n te g ra n n ú m ero de
lo s que e s tu d ia n los p ro b lem as de la p o b lació n en F ra n c ia . Se
debe, esto lo sabem os — y el solo exam en de los hechos de este o r­
den e x ig iría u n g ru eso v olum en— , a que la p o blación fra n c e sa
desde hace u n siglo a u m e n ta ca d a vez m ás le n ta m e n te , a c a u sa
d e u n a d ism in u c ió n p ro g re siv a e in te n s a de la ta s a de n a ta lid a d
(1 5 ), y este fenóm eno desde h ace a lg u n a s d écad as parece te n d e r a
g e n e ra liz a rse en casi to d o s los p aíses civilizados. E s te hecho no
h a podido e sc a p a r a la a te n c ió n de los d em ógrafos, arm ad o s en
n u e stro s d ía s con m edios de in v e stig a c ió n e s ta d ís tic a m ucho m ás
p o te n te s que en el p asad o . A sí es que vem os cre ce r a m p liam en te
el e jé rc ito de los c rític o s del m a lth u sia n ism o , y esto desde hace
la rg o tiem po.
D esde 1836 y 1847, D u p in (1 6 ), M oreau de J o n n é s (1 7 ), to m a n
posiciones c o n tra M alth u s. M ás ta rd e , G u illa rá , en u n p rin c ip io
m a lth u sia n o , a b a n d o n a su d o c trin a p a r a concebir la d e m o g ra fía
(a la que b a u tiz ó ), b ajo u n án g u lo objetiv o y co n creto, como u n a
“h is to ria n a tu r a l y so cial de la especie h u m a n a ” (1 8 ). Según él,
la n a ta lid a d su fre el c o n tra a ta q u e de la p ro d u c c ió n ; su ta s a de-

(14) Historia de las Doctrinas Económicas.


(15) De más del 40 por 1,000 a fines del siglo XV, a apenas eí 19 por
1,000 en nuestros días.
(16) Autor de la primera carta de estadística.
(17) Eléments de Statistictne, 1847.
(18) Eléments de Statistique humaine, 1855.
265

crece a m ed id a que la d e n sid a d a u m e n ta ; la n a ta lid a d no am e­


n a z a con s e r excesiva ; “no es el suelo el que a lim e n ta , es el t r a ­
b a jo ” . E n su m a, G u illa rd p ro fe sa u n a especie de fa ta lism o o p ti­
m ista .
H a c ia fines d el segundo im p erio , y p o ste rio rm e n te , lo s o b ser­
vadores de la d e m o g ra fía fra n c e s a la n z a n u n g rito de a la rm a , bien
p ro n to rep etid o . Son W olow skí — p rim itiv a m e n te m a lth u sia n o
(1 9 )— B e rtillo n p a d re (2 0 ), L egoyt, L éonce de L av erg n e (21).
Con ellos, el g ra n sociólogo F ré d é ric L e P la y (22) se ñ a la la
p la g a y e s c ru ta su s c a u sa s sociales, m o ra le s y ju ríd ic a s. E n ta b la
el proceso de n u e s tr a o rg an izació n in d iv id u a lis ta , c ritic a el ré g i­
m en d e s tru c to r del r e p a rto o b lig a to rio de la s h e ren e ia s, in s ta u r a ­
do p o r el Código C ivil, y la in e s ta b ilid a d de la fa m ilia m oderna,
o p u e sta a la solidez fecu n d a de la fa m ilia p a tr ia r c a l.
A dem ás, tenem os a J . L e fo rt, F r a r y (2 3 ), D e la u n a y , D ebury,
R ossigno l y el D r. J a c q u e s B e rtillo n , in fa tig a b le d e n u n c ia d o r del
pelig ro o lig a n tró p ic o y p ro m o to r in c a n sa b le de m ed id as p ro p ia s
p a r a fav o recer el re sta b le c im ie n to de l a n a ta lid a d fra n c e sa , y a l­
red ed o r de él a u n a pléy ad e de e sc rito re s, filósofos, sociólogos, p o ­
lític o s y m édicos (2 4 ), a la rm a d o s to d o s p o r la d e sn a ta lid a d f r a n ­
cesa, y que a rro ja n d o b ien lejo s la s p reo cu p acio n es m a lth u sia n a s
vuelven, con m ás m étodo y m a y o r conocim iento de los hechos, a
la s p ro p a g a n d a s p o b la c io n ista s de a n ta ñ o (25).
E s en A le m a n ia en d o n d e el m a lth u sia n ism o , como d o ctrin a,

(19) Revue des Deux Mondes, 15 de noviembre de 1862.


(20) La Statistique humaine de la France.
(21) L ’Agriculture et la population, 1856; Economie rurale de la France,
1860. Lavergne fué, en un principio, partidario del malthusianismo.
(22) La Réfoime sociale en France, 1864.
(23) Le Péril national.
(24) Eouillée, Ch. Richet, Baudrillart, Guyau, Piot, Rergeret, Amelin,
Candolle, Jacoby; más recientemente, Boverat, Duval-Arnould, Auburtin, A.
Landry, A. Isaac, Roulleaux-Dugage, etc.
(25) El socialista alemán Lassalle es más bien malthusiano, puesto que
su ley de bronce implica esencialmente la idea de que todo excedente de sa­
lario se transforma en excedente de población y contribuye en sí a aumen­
tar la concurrencia de brazos. En cuanto a Rodbertus, dirige ataques contra
Malthus, sosteniendo que el suelo puede hacerse más fértil y que la previsión
se desarrollará en la clase obrera. Lo que ha hecho, efectivamente, hasta el
exceso.
266

h a e n c o n tra d o a u n o de su s p rin c ip a le s a d v e rsa rio s. N o debem os


so rp re n d e rn o s de e llo : como el esfu erzo de M a lth u s estuvo e x p re ­
sa m e n te d irig id o c o n tra el so cialism o, no es s o rp re n d e n te que u n a
de la s oposiciones d o c trin a le s m ás s is te m á tic a s que su d o c trin a
h a e n c o n tra d o , h a y a sido o b ra d el m ás célebre de lo s so c ia lista s a le ­
m an es del siglo X IX , K a rl M arx.
E s curioso o b se rv a r que M a lth u s h a y a sido, no o b sta n te , u n
p re c u rs o r de M arx , p o r su te n ta tiv a g e n e ra l de e x p lic a r to d a la
evolución econ ó m ica desde el p u n to de v is ta del m a teria lism o h is­
tórico. P e ro si am b a s d o c trin a s e s tá n im b u id a s de e s ta m ism a filo­
sofía, se oponen fra n c a m e n te en su s d em ás asp ectos. P a r a M a rx no
ex iste u n a ley a b s tr a c ta e in m u ta b le de la p o b lación que p u e d a
a p lic a rse a la h u m a n id a d : t a l ley e x iste p a r a la s dem ás especies
vivas, y siem p re que é sta s n o s u fra n l a acció n del hom bre. P e ro
p o r lo que re s p e c ta a éste, c a d a p erío d o de su h is to r ia tie n e u n a
le y de p o b lació n que le es p ro p ia . M a lth u s tu v o ra z ó n a l conside­
r a r que la ley de n u e s tr a época c a p ita lis ta e ra u n a ley de sobre-
p oblación. P e ro se e q u iv o có : l 9 a l g e n e ra liz a r e sta ley en el tie m p o ;
29 a l e n g a ñ a rse sobre la s c a u sa s de la so b rep o b lación a c tu a l, c a u ­
sa s que no re s u lta n de u n a in su ficien cia a b s o lu ta de la s su b siste n ­
cias, sino de la s condiciones p a r tic u la r e s del r e p a rto en n u e s tra
sociedad.
L a p lu sv a lía , lle g a d a a la s m an o s d e los c a p ita lis ta s p o r la “ ex­
p lo ta c ió n ” del tr a b a ja d o r , viene en efecto, seg ú n M a rx (2 6 ), a a u ­
m e n ta r sin c e sa r el c a p ita l a n te r io r ; p ero este c a p ita l se divide
en dos p a rte s que a u m e n ta n d e sig u a lm e n te : u n a p a r te e s tá des­
tin a d a a c o m p ra r fu e rz a de tra b a jo , p a r a o b te n e r n u e v am e n te de
e lla p lu sv a lía , y re p ro d u c irse , así, con u n a n u ev a a d ic ió n : es el
c a p ita l variable. O tra p a r te se em plea en la co m p ra de m edios m a ­
te ria le s de p ro d u cció n , y a l a in v e rs a de l a a n te rio r, no m odifica
su v a lo r en el cu rso d el a c to de la p r o d u c c ió n : es el ca p ita l cons­
ta n te . P e ro a m e d id a que p ro g re sa la acu m u la ció n del c a p ita l
to ta l, la m a s a del c a p ita l c o n s ta n te a u m e n ta c a d a vez m ás en com ­
p a ra c ió n con el c a p ita l v a ria b le , au n q u e é ste ta m b ié n a u m e n te ab ­
so lu ta m e n te . H a y , pues, u n a d ism in u ció n r e la tiv a de la d em an d a
de tra b a jo y, como consecuencia, u n a so b rep o b lación re la tiv a , re ­
s u lta n te no de u n a u m e n to excesivo de l a clase o b re ra , sino de la

(26) El Capital.
267

m a n e ra como se re a liz a la evolución de lo s elem entos de que se


com pone el c a p ita l to ta l, m a n e ra que p e rm ite p re s c in d ir de u n a
p a r te de los ob rero s. E n resu m en , a l p ro d u c irse , p o r m edio de la
p lu sv a lía , l a a c u m u la c ió n d e l c a p ita l, la clase a s a la r ia d a p ro d u ce
la s condicio n es de su p ro p ia sobrepo b lació n .
L a p a r te n o o c u p a d a de la p o b lació n o b re ra c o n stitu y e “el e jé r­
c ito de re se rv a in d u s tr ia l” , m ás o m enos n u m ero so según la s fases
del ritm o p erió d ico que a tr a e o re c h a z a a los tr a b a ja d o re s y que,
e n el cu rso de u n o s diez a ñ o s, h a c e p a s a r a la in d u s tr ia de la a c ti­
v id a d n o rm a l a la so b re a c tiv id a d , a l a c ris is y a l e sta n c a m ie n to .
P o r o tr a p a rte , e ste e jé rc ito de re se rv a es ad em ás au m e n ta d o p o r
el rá p id o a g o ta m ie n to de la s fu e rz a s del tr a b a ja d o r , que tie n e que
lic e n c ia rse desde te m p ra n a h o r a ; p o r el lla m a m ie n to de la s f u e r­
zas jóvenes q u e favorece los m a trim o n io s p re c o c es; p o r la ir r e ­
g u la rid a d de la s ocup acio n es de m uchos o b rero s de la in d u s tria
ac tiv a , que h ace que se les p u e d a c o n s id e ra r como su p e rn u m e ra ­
rio s y como fu e rz a s d isp o n ib les. E l p u n to de v is ta de M a rx es
m ucho m enos o rig in a l de lo q u e M t t i h a dicho. O rté s y Sism ondi,
p a r a h a b la r sólo de ellos, y a h a b ía n se ñ a la d o l a im p o rta n c ia , en
la cu estió n de la p o b lació n , del p roceso de p ro d u c ció n y de d is tr i­
b u c ió n ; sin em bargo, es in d is c u tib le que M arx h a so ste n id o este
p u n to de v is ta d á n d o le u n reliev e p a r tic u la r .
Schseffle a d m ite , como M arx, que no h a y le y de p o b lació n ge­
n e ra l y p e rm a n e n te ; la ley de p o b lació n es u n a ley h istó ric a , cuya
fó rm u la v a r ía con la s épocas. Reconoce, no o b s ta n te , que el exceso
de p o b lació n d e te rm in a lu c h a s fa v o ra b le s a l p ro g reso , p o r m edio
de la selección. P e ro esto no le im pide, a n te el d e seq u ilib rio que
cree o b se rv a r h oy e n tre la p o b lació n y la s su b siste n c ia s, r e c u rrir ,
como M ario, a l n e o m a lth u sia n ism o , y e x ig ir leyes re s tric tiv a s del
m atrim o n io . P re c o n iz a c ie rto n ú m e ro de p ro c e d im ie n to s ju ríd ic o s
d e stin a d o s a r e s tr in g ir la n a ta lid a d en el m a trim o n io (27) ; pero
sin que p a re z c a so sp ech ar que ta m b ié n h a y u n a n a ta lid a d ile g í­
tim a . Se p u ed e re p ro c h a r a su s p la n e s c ie rto can d or.
L a te o ría m a rx is ta fu é a d o p ta d a p o r M ax S ch ippel, p a r a quien

(27) Pide, por ejemplo, que el marido esté obligado a asegurar una pen­
sión a su mujer en caso de viudez, y el padre a constituir para sus hijos
un fondo patrimonial determinado. El derecho a la existencia, dice, excluye
el derecho a una procreación ilimitada.
268

los m ales que s u fre l a so cied ad a c tu a l so n la consecuencia, sim ­


p lem en te re la tiv a , de la o rg a n iz a c ió n c a p ita lis ta . No h a y u n a v e r­
d a d e ra h ip e rd e m ia , n i s iq u ie ra en A le m a n ia : el exceso re la tiv o de
la po b lació n o b re ra r e s u lta del rég im en de la p ro p ie d a d p riv a d a y
del sa la ria d o . E l colectivism o a s e g u ra rá a lo s tra b a ja d o re s u n a
p a r te m ás c o n sid erab le en el in g reso so cial y h a r á d e sa p a re ce r el
pau p erism o .
E s ta c reen cia en la eficacia del socialism o como rem edio a la
so b rep o b lació n es c o m p a rtid a p o r H e rtz k a (el a u to r de F reila n d ,
1894), qu ien , p o r o tr a p a rte , se re h ú s a a p re o c u p a rse p o r u n p o r­
v e n ir ale ja d o , del que no podem os sa b e r cuáles se rá n la s condicio­
n es g e n e ra le s de la té c n ic a y de la ciencia. L a fa c ilid a d de s a tis ­
fa c e r la s n ecesid ad es h u m a n a s crece a c tu a lm e n te con la d en sid a d
m ism a de la població n , y d u r a n te la rg o tiem p o a s í suced erá. P o r
ta n to , es in ú til p re d ic a r la re stric c ió n p a r a e v ita r le ja n a s even­
tu a lid a d e s , la s que, p ro b ab lem en te, ja m á s se re a liz a rá n .
B ebel se m u e s tra en su o b ra célebre L a M u je r lleno de av ersió n
h a c ia M alth u s. E s ta o b ra, d e sp ro v ista p o r o tr a p a r te de v a lo r
científico, está* in s p ira d a p o r u n o p tim ism o so c ia lista ilim ita d o .
A d m ite que b a jo el rég im en co le c tiv ista , la h u m a n id a d se d e s a rro ­
lla r á “ con conciencia, seg ú n la s leyes de la n a tu r a le z a ”, lo que
p are ce e n g lo b ar, en e s ta fó rm u la , dos id e a s c o n tra d ic to ria s .
M ax N o rd a u , en su lib ro M e n tira s C onvencionales, en el ca ­
p ítu lo M e n tira económ ica, in s is te en los pocos esfuerzos que se re a ­
liz a n p a r a a u m e n ta r la p ro d u c tiv id a d del suelo en alim en to s, y
d a como ra z ó n de ello que “el c a p ita lism o h a dad o a n u e s tr a ci­
v ilizació n u n d e sa rro llo falso y c o n tra n a t u r a ” . Q u isie ra que se
a d o p ta r a com o re g la de c o n d u c ta : “M enos te la s de M án c h ester y
c u c h ille ría de S h effield , y m á s p a n y c a rn e ”.
M ás re c ie n te m en te , O ppen h eim er in c rim in a a l m a lth u sia n ism o
como u n a te o ría de clase. “ S iem p re nos a le ja re m o s del v erd a d e ro
p u n to de v ista , si d escu id am o s p o r u n m om ento el hecho de que
es la te o ría de clase de los p a rtid a r io s de la b u rg u e s ía : que tie n e
p o r ra z ó n de s e r la re fu ta c ió n de la te o ría de clase del p r o le ta r ia ­
do” (2 8 ). A sim ism o, c o n sid e ra que la v e rd a d e ra ley de p o b lación
no es u n a ley n a tu r a l, sino u n a ley social, y n o v a c ila en a firm a r
q u e “en u n e sta d o económ ico n o rm a l, es decir, en el que no h a y a

(28) Une nouveUe loi de population. Kevue d ’Economie Politiq.ue, 1903.


269

clase fe u d a l p a r a o p rim ir a l pueblo, p a ra liz a rlo y s a c a rle h a s ta la


ú ltim a g o ta de sa n g re , la s su b siste n c ia s deben m u ltip lic a rs e m ás
rá p id a m e n te que la p o b lació n , debido a que la té c n ic a de la a g ri­
c u ltu r a se d e s a rro lla siem p re con la su ficien te ra p id e z p a r a com ­
p e n sa r, e in c lu so m ás que co m p en sar, la ley del re n d im ie n to no
p ro p o rc io n a l” (2 9 ). A firm ación lle n a d e a u d a c ia , p o r m ás d isp u e s­
to s que nos e n co n trem o s a a te n u a r, h a s ta el ex trem o , la a n tig u a
fó rm u la de e sta ú ltim a ley. O ppenneim er, p o r lo dem ás, cree re ­
f u t a r a M a lth u s co m p ro b an d o que en A le m a n ia el b ie n e s ta r a u ­
m e n ta , a p e s a r del crecim ien to de la p o b lació n (3 0 ). Como si M al­
th u s h u b ie ra so ste n id o a lg u n a vez que el a u m e n to d e la s su b sis­
te n c ia s no p u d ie ra , de hecho, se g u ir y s o b re p a s a r a l de la p o b la ­
ción, si el crecim ien to de é s ta p erm an ece su ficien tem en te len to .
Y, a u n en A le m a n ia , es d em asiado le n to con re la c ió n a lo que r e ­
p re s e n ta r ía la d u p lic a c ió n p o r p erío d o de 25 a ñ o s (3 1 ). E n r e a li­
d ad , el hecho invocado p o r O ppen h eim er no p ru e b a m ás que u n a
cosa, es decir, la consecu en cia que re p ro c h a a su a d v e rsa rio J .
W o lf p o r p ro c la m a r (32) que la “te n d e n c ia ” so cial a l p o b lam ien to
es m u y d ife re n te —y ca d a vez m ás d is ta n te — de la “p o sib ilid a d ”
■fisiológica. P u n to de v ista en el que h a y que colocarse, sobre todo,
p a r a a p re c ia r lo que h a y de v e rd a d e ro y de fa lso en el m a lth u sia -
nism o, a sí como lo enseño desde h ace la rg o tiem p o en m i curso.
E n I t a l i a la s id eas de M a lth u s p a re c e n , p o r su c a rá c te r abso­
lu to , h a b e r chocado, desde el p rin c ip io , con la s te n d e n c ia s re a lis ­
ta s , m o d era d a s y p ru d e n te s del e s p íritu n a c io n a l. R om agnosi, en
su lib ro S u lla crescentc p o polazione (1815), p ro c la m a a l m a lth u -
sian ism o “la p in im p ia , la p iu esecra n d a , la p iu sp a ven to sa delle
eresie”. O tro s v a rio s eco n o m istas c o n tem p o rán eo s n ieg an la te n ­
d en c ia a u n a sob rep o b lació n , o le e n c u e n tra n rem edios en u n a m e­
jo r o rg an izació n so c ia l: D e A u g u stin is (E le m e n ti d i econom ía so-
ciale, 1 8 4 3 ) ; B a ld a s s a re P o li, T ad d ei, R u sco n i, Scopoli, M eneghini,

(29) Une nouvelle loi de population.


(30) Ibíd., p. 343.344.
(31) En cerca de cincuenta años (1870-1918), Alemania, lejos do haber
visto que su población se cuadruplicaba, ha visto que aumentó tnás o menos
en un 70%.
(32) Ibíd., p. 343. Véase el artículo de J. Wolf, Revue d ’Économie Po-
litique, 1902: Une nouvelle loi de population. V. también, Effertz, Revue
d ’écon. pol., 1914: Théorie ponopkysiocratique de la population.
270

M a re sc o tti, q u e escrib en e n tr e 1840 y 1860. P a s a d a e s ta fecha, p o :


dem os c ita r ta m b ié n a G recco, M a rle tta , Zobi, G iu lian o , D overi y
G are lli.
P o ste rio rm e n te ,, A chille L o ria (33) h a so sten id o u n a te sis so­
b re la p o b lació n que se a p ro x im a a la d e los so c ia lista s alem anes
( A n á lis is de la: p ro p ie d a d c a p ita lista , 1889; B a ses económ icas de
la c o n s titu c ió n social, 1893; y M o rfo lo g ía S o cia l) . P a r a él, como
p a r a M arx, la so b rep o b lació n no es u n fenóm eno n a tu r a l y p erm a­
n e n te, sino p u ra m e n te p a s a je ro y re s u lta n te , en p a rtic u la r, de
n u e s tro rég im en de la p ro p ie d a d p riv a d a d el suelo. M ie n tra s que
la tie r r a es “lib re ” el a u m e n to de la p o b lació n y el de la s su b sis­
te n c ia s v a n a l p a r. P e ro desd e e l m om ento en que el suelo es po­
seído p riv a d a m e n te , d e ja de s e r así. L a t ie r r a d a u n a r e n ta a su
p ro p ie ta rio y se c o n stitu y e n a lre d e d o r de e lla dos clases, u n a d a ­
se ric a , p re v iso ra y m a lth u s ia n a , y u n a clase p obre, im p re v iso ra y
p ro lífica. H a y que volver a la t i e r r a “lib re ” . (P e ro en re a lid a d ,
resp o nd erem o s, si la població n p u ed e a u m e n ta r s in lim ita c ió n c u a n ­
do la ti e r r a es lib re , no es p o rq u e la t i e r r a sea lib re, sino p o rq u e
es so b re a b u n d a n te . C u an d o d e ja de se r so b re a b u n d a n te , no pued e
s iq u ie ra se g u ir siendo “lib re ” . S i no h a y p ro p ie d a d p riv a d a , h a y
p ro p ie d a d colectiv a y n a d a p ru e b a , p o r lo c o n tra rio , que é s ta se rá
m ás p ro d u c tiv a que a q u é lla ).
O tro eco n o m ista ita lia n o , V a n n i, a c e p ta la id ea sp e n c e ria n a de
l a oposición e n tr e la in d iv id u a liz a c ió n y la génesis, y e sp e ra la re a ­
lizació n de u n p e rfe c to e q u ilib rio : m ie n tra s ta n to , reconoce la te n ­
d en cia . de la p o b lació n a so b re p a s a r la s s u b s is te n c ia s ; pero cree
que se h a a te n u a d o con el tiem po.
L os E s ta d o s U nidos, con su s p o sib ilid ad es la rg o tiem po consi­
d e ra d a s como ilim ita d a s , y su p o b lació n poco d en sa, deb ían ser
u n te rre n o p re p a ra d o p a r a el d e sa rro llo de id e a s a n tim a lth u s ia n a s .
D e hecho, desde m ed iad o s d el siglo X IX , C arey (34) c ritic a to ­
d a s la s te o ría s esen ciales de E ic a rd o y de M a lth u s, en té rm in o s
que no o b s ta n te l a a p re c ia c ió n i r r i ta d a y d esd eñ osa de B lock (3 5 ),
no son co m p le ta m e n te desdeñ ab les. A d m ite a p r io r i que la fec u n ­
d id a d h u m a n a i r á d ism in u y e n d o : id e a en su m a t a n a c e p ta b le como

(33) Y. el estudio de Turgeon sobre el monismo económico de Loria,


Revue d ’écon. pol., 1914.
(34) The TTnity of law.
(35) Op. Cit., p. 347, t. II.
271

la no m enos a p rio rís tic a de M alth u s, seg ú n la cu al esta fecu n d id ad


se rá u n a c o n sta n te . B lock no p ie n sa en e s ta com p aración. P o r o tr a
p a rte , C arey hace el proceso de la te o ría c lá sic a del re n d im ie n to
no p roporcio n a l del suelo, que c o n stitu y e , como sabem os, el n e r­
vio del m a lth u sia n ism o . Como M altlius, invoca el ejem plo a m e ri­
cano, pero p a r a m o s tra r que la d e n sid a d c recien te de la población
p erm ite a u m e n ta r la p ro d u cció n en u n a p ro p o rc ió n c o rre sp o n d ien ­
te y a u n s u p e rio r (36).
E l m ism o optim ism o a n im a a o tro s n u m ero so s econom istas am e­
ricanos. Y aq u ello s a quien es a b a n d o n a e ste o p tim ism o, se inquie­
ta n , no p o r el p elig ro de la so b rep o b lació n , sino p o r el de la d es­
población, m a n ifie sta p o r la r á p id a c a íd a de la n a ta lid a d , sobre
to d o en los e sta d o s del E ste. Como en F ra n c ia , aun q u e la s conse­
cuencias del hecho h a y a n quedado h a sta a h o ra e n m a sc a ra d a s por
la inm ig ració n , el n eo m altliu sian ism o ha re a liz a d o d ev astaciones
in te n sa s, se ñ a la d a s desde hace la rg o tiem p o p o r el econom ista
fra n c és C lau d io .Tannet (37) y que, a! a g ra v a rse , su sc ita n desde
hace años cu an d o m enos n u m ero sas in q u ie tu d e s e n tre los econo­
m ista s y p o lític o s am erican o s. Los p rim e ro s h a n a lcan zad o en su s
o b ra s (38) a lg u n a s c au sas del m al, ta le s como el d e sa rro llo del
fem inism o, y m ás g e n e ra lm e n te de u n in d iv id u a lism o sin f r e n o :
los segundos h a n lan zad o ru id o sa m e n te el g rito de a la rm a . R eco r­
dem os, e n tre o tra s , la s re so n a n te s p ré d ic a s del p re sid e n te Koose-
velt.
Como en los o tro s p aíses, los s o c ia lista s en A m érica se h a n
co n ta d o e n tre los a d v e rsa rio s m ás siste m á tic o s del m a lth u s ia n is ­
mo d o c trin a l, au n q u e p re d ic a n d o , frecu en tem en te, las p rá c tic a s del
neo m alth u sian ism o . E l m ás ilu s tre de ellos fué H e n ry G eorge, el
célebre a u to r de P rogreso y M iseria.

(36) Van Burren Deslow considera que la cuestión de población no re­


viste una forma aguda y que jamás la revestirá, probablemente. El econo­
mista proteccionista Patten, aun cuando admite algunas de las ideas de
Malthus es, en general, su adversario, y considera sin temor el porvenir.
Brownel y muchos otros admiten el punto de vista speneeriano y la tenden­
cia de la natalidad a decrecer.
(37) Les Etats-Unis contemporains. V. en particular el cap. XIII.
(38) V. en el Journal des Economistes, febrero de 1897, las aprecia­
ciones del Dr. Cyrus Edson. Ibid., Mascarel, Le Féminisme en Amérique, Eef.
sociale, 1896, t. II.
272

A firm a que la m ise ria no p u e d e s e r c o n sid e ra d a como conse­


cu en cia de u n a te n d e n c ia a la so b rep o b lació n y que la p ro d u c ­
ción p u ed e h a c e r f re n te a l a u m e n to de la p o b lació n . E n apoyo de
e s ta ú ltim a id e a n o a p o rta , p o r o tr a p a rte , m ás que arg u m e n to s
u n poco p u e rile s, como to d o s los que en lu g a r de c ritic a r la p r i­
m e ra p ro g re sió n a ta c a n la seg u n d a, y q u ie re n p ro b a r, en el fondo,
que en u n te rre n o lim ita d o p o d rá lle g a rse a a lim e n ta r u n n ú m ero
ilim ita d o de hom bres. S o b re e ste p u n to es d ifíc il c o m b a tir a M al-
th u s, a m enos de se g u ir a B e rth e lo t en su s te m e ra ria s e sp e ra n ­
z a s ; m ie n tra s que, como lo hem os dicho, es m ás fá c il h ac e rlo m os­
tr a n d o que la ten d en cia socia l a l p o b la m ie n to no es, a l fin y a l
cabo, la m ism a cosa que la p o sib ilid a d fisiológica! de p o b lar.
E n R u sia , d o n d e como en los E s ta d o s U n id o s la tie r r a sigue
siendo a b u n d a n te , au n q u e e sté re la tiv a m e n te so b re p o b lad a en c ie r­
ta s regiones, M a lth u s h a e n c o n tra d o alg u n o s e n c a rn iz ad o s c o n tra ­
d ic to re s, e n tre o tro s, T ern icew sk y y T a llq u ist.
C a p í t u l o I V

L A D E M O G R A F I A E N E L S I G L O X I X

M ie n tra s q u e los eco n o m istas y los filósofos d is c u tía n la s p ro ­


posiciones m a lth u s ia n a s y tr a t a b a n de in te r p r e ta r la s o r e fu ta r la s ,
o tro s in v e stig a d o re s, m ás m odestos, se c o n sa g ra b a n a u n a o b ra po­
sib lem en te m ás ú til, p o n ien d o en c ifra s lo s h ech o s dem ográficos y
c o n stitu y e n d o , en fin, sob re bases se ria s, la e s ta d ís tic a de la p o ­
b lación. H acien d o a u n la d o lo s d eb ates so b re la s te n d e n c ia s y las;
p o sib ilid ad es, sobre la s c a u sa s y la s pi’o b a b ilid a d e s fu tu ra s , t r a t a ­
b a n de p re c isa r, al fin, la s re a lid a d e s y e sta b le c e r de acu erd o con
qué re g u la rid a d e s de hecho se re p ro d u c ía n de añ o en año, de p e­
ríodo en p erío d o , los fenóm enos de n a ta lid a d , de m o rta lid a d , de
n u p c ia lid a d , de em ig ració n , de in m ig ra c ió n , etc.
D espués de S üssm ileh y de M oheau, el belga Q u éte let h a b ía
llegado, en su E s s a i de p h y siq u e sociale (18B5), a p ro c la m a r la
e x iste n c ia de leyes dem ográficas, re v e la d a s p o r la c o n sta n c ia m is­
m a de los fenóm enos. E n los añ o s que sig u ie ro n , V illerm é (1 ),
G u e rry (2 ), S c h n itz le r (3 ), D u fa u (4 ), M oreau de Jo n n e s (o) em ­
p le a ro n la e s ta d ís tic a p a r a el e stu d io de d ife re n te s p ro b lem as re ­
la tiv o s a la població n . E n fin, A ch ille G u illa rd (6) in tro d u c e en
el idiom a el té rm in o dem o g ra fía , a la que d efin ía como “la h isto -

(1) Tableau de l ’état physique et moral des ouvriers, 1840.


(2) Essai sur la statistique morale de la France, 1834.
(3) Statistique générale de la France, 1846.
(4) Traité de statistique, 1860.
(5) Eléments de statistique, 1847.
( 6) Eléments de statistique humaine ou démographie comparée, 1855.
274

r ia n a tu r a l y so cial de la especie h u m a n a ”, definición, ev id en te­


m en te d em asiad o am p lia , y a l a que se debe p r e f e r ir la de L evas-
se u r, p a r a q u ien la d e m o g ra fía es “la cien cia que, a y u d a d a p o r la
e s ta d ís tic a , t r a t a de la v id a h u m a n a , c o n sid e ra d a p rin c ip a lm e n te
en el n a c im ie n to , el m a trim o n io y l a m u e rte , en la s re lacio n es que
re s u lta n de esto s fenóm enos y e n e l e sta d o g e n e ra l de la s p o b la ­
ciones, que es su consecu en cia” (7 ).
L a p o sib ilid a d de c o n s tru ir c ien tíficam en te la d e m o g rafía h a
sido co nsecuencia del p ro g re so de l a e s ta d ís tic a oficial, c asi in ­
ex iste n te en la m a y o r p a r te de los p aíses civilizados h a s ta el s i­
glo X IX , en que se c o n stitu y ó , e sp ecialm en te en lo que se refiere
a la p o b lació n , p o r m edio de los censos re g u la re s y periódicos.
M ie n tra s que los p re c u rso re s de la d e m o g ra fía no h a b ía n te n id o
como in s tru m e n to de tra b a jo m ás que r a r a s e sta d ístic a s, p a rc ia ­
les y du d o sas, los dem ó g rafo s del siglo X I X y X X h a n podido ope­
r a r sob re d o cu m en to s c a d a vez m ás n u m erosos, v a ria d o s, com ­
p leto s y seg u ro s. D e e ste m odo h a n p o d id o c a p ta r y re g is tra r, e n ­
tr e los hechos, re lacio n es y re g u la rid a d e s e m p íricas, y después,
de éstas, elev arse h a s ta el d esc u b rim ie n to de leyes p ro p ia m e n te d i­
chas. E s posible, sin em bargo, que a s í como la e s ta d ís tic a es un
in s tru m e n to p a r a la d em o g rafía, é s ta no deba c o n sid e rarse m ás
que como u n g ra d o s u p e rio r de elab o ració n de m a te ria le s que sólo
el eco n o m ista y el sociólogo pu ed en , en ú ltim o an á lisis, in te rp re ­
ta r d efin itiv am en te. S i la d em o g rafía es m ucho m ás que la sim ­
ple e sta d ís tic a de la població n , no es, p o r sí sola, la te o ría e n te ra
d e la p o b lació n , sino la exposició n sis te m á tic a y ra z o n a d a de los
p rin c ip a le s d a to s (so b re to d o c u a n tita tiv o s ) re fe re n tes a ésta.
E n la se g u n d a m ita d d el siglo X IX , y después, los e sta d ístic o s
de la p o b lació n y los dem ó g rafo s h a n lleg ad o a ser, como lo dice
E. L evasseu r, legión (8 ). E n tr e los p rin c ip a le s se c ita n en F r a n ­
cia a l d o c to r A. B e rtillo n , a u to r de n um erosos tra b a jo s e s ta d ís ti­
cos y dem o g ráfico s; M au rice B lock (T r a ité th éo riq u e e t p ra tiq u e
de s ta tis tiq u e , 1878) ; de F o v ille (L a F ra n c e économ ique, 1889) ;
C h eysso n ; E m ile L ev asseu r (n u m e ro sa s o b ra s e n tre las que oeu-

(7) La Population française, t. I, prefacio, p. 1.


( 8) Op. cit., t. I, p. 65.
275

p a el p rim e r lu g a r el g r a n tr a ta d o so b re la P o p u la tio n fra n ç a ise ,


1 8 8 9 ); F . F a n re , P a u l M eu rio t, C a u d e rlie r (9 ), etc.
E n A lem a n ia y en A u s tr ia : K n ies (D ie S ta tis tik a is selb stä n d ig e
W isse n sc h a ft, 1 8 5 0 ); K o n a k ( T heorie d e r S ta tis tik , 1 8 5 6 );.R ü m e -
lin (B e d e n u n d A u fs ä tz e , 1875) ; K n a p p (D ie n eu en A n s ic h te n über
M o rta litä t) ; E n g e l, von O ttin g e n (D ie M o r a ls ta tis tik , 1874) ; M ayr
( S ta tis tik u n d g e se llsc h a fts lehre, 1895-1897) ; D ro b isch (D ie m o­
ralische S ta tis tik , 1867) ; L exis, W o p p a u s (B e v ö lk eru n g S ta tis tik ,
1859) ; K olb, B ecker, M eizen, von N e u m a n n -S p a lla rt, In a m a -S te r-
negg, H a u sh o fe r, etc.
E n I ta lia , C o rre n te , M a e stri, M essed ag ilia ( S tu d i sulla, po-
polasione, 1866), M orpurgo, B odio, del V ecchio, etc.
E n I n g l a t e r r a : F a r r , Je v o n s, Leone Levi, Griffen, etc.
E n tr e esto s tra b a ja d o re s , de los que sólo cito a lg u n o s de los
m ás conocidos, y sob re to d o e n tr e los y a d esa p a recid o s, u n o s se
lim ita n a r e u n ir d o c u m e n to s; o tro s t r a t a n de d e d u c ir «le ellos le­
yes. E s esp ecialm en te lo q u e t r a t a n de h acer, p ru d e n te m e n te , E m ile
L evasseur y C a u d e rlie r.
E n su m a g is tra l tr a ta d o d e L a P o p u la tio n F ra n ça ise, E . Le­
v a sse u r u tiliz a a m p lia m e n te to d o s los re c u rso s de la h is to ria , de
la e s ta d ís tic a y de la observ ació n d ire c ta . P e ro no se lim ita a
h ac er u n a exposición de hechos, in clu so c u id a d o sam en te c r itic a ­
dos y clasificados. E s tim a que los docu m en to s n u m érico s h a n lle ­
gado a ser su ficien tem en te a b u n d a n te s , sob re to d o después de
1850, pava p e rm itir o b te n e r de los hechos co n clusiones g en erales
y leyes cau sales que p re se n ta en el c u a rto lib ro de su obra. P ero
no cree que e x is ta u n a ley de la població n . H a y un n úm ero b a s­
ta n te con sid erab le, p u e sto que c ita diecisiete, “la s m ás im p o rta n ­
te s ” (1 0 ). P e ro la m ay o r p a r te de ellas, como dice m ás lejos, no
son en re a lid a d m ás que “re g la s y observaciones"’, o m ejo r aú n .
com probaciones de hecho. U n a s e x p re sa n sim p les p o sib ilid ad es.
(E n t a l o cu al caso d a d o s . . . , dice E . L ev asseu r, la población p u e­
de ser m ás n u m e ro sa . . . E n ta l o tro , la p o b lación puede crecer
r á p id a m e n t e ... E n t a l o tro , debe d i s m i n u i r . . . ) O tra s tra d u c e n
relacio n es de c a u sa a efecto, pei’o re fe re n te s a p u n to s de vista
p a rc ia le s. O tra s , en fin, re su m e n sim p les a n á lisis dem ográficos.

(9) Belga.
(10) lia Population Française, III, p. 24 y siguientes.
276

T o d as e sta s cosas son, p o r o tr a p a rte , m uy in te re s a n te s en sí m is­


m as, pero n o son u n a ley, n i siq u ie ra u n siste m a de leyes.
Lo que m á s g e n e ra lm e n te se d esp ren d e, es que el n úm ero d e
h a b ita n te s “que u n te rrito rio a d m ite ” depende : I o de la s c u a li­
d ad es d el su elo y d el c lim a ; 2 Q de l a c a n tid a d de c a p ita le s, del es­
ta d o de la c ie n c ia in d u s tr ia l y de l a a c tiv id a d de la p o b la c ió n ;
39 de la e x te n sió n de los m e rc a d o s; y 4° de la m ed ia de los con­
sum os in d iv id u a le s. E s to p u ed e s e r b a s ta n te exacto, pero lo que
nos in te re s a , no es ta n to l a c u e stió n de sa b e r c u á n to s h a b ita n te s
a d m ite u n E s ta d o , sino la de sa b e r si re a lm e n te h ay u n a te n d e n ­
c ia de la p o b lació n a a lc a n z a r o n o e ste lím ite , y a h a ce r p re sió n
o no p a r a so b re p a sarlo . A esto , L e v asseu r no re sp o n d e : “L a po­
b lación, dice, tie n e u n a te n d e n c ia a a u m e n ta r p o r los n ac im ie n to s,
como tie n e u n a te n d e n c ia a p ro d u c ir riq u e z a ; p ero no p o d ría d e­
cirse c u á l d o m in a n a tu r a lm e n te ” (1 1 ). Se lim ita a a ñ a d ir que,
cu a n d o la p rim e ra do m in a, la p o b lació n se em pobrece, y que c u a n ­
do es la se g u n d a la p re d o m in a n te , el b ie n e s ta r a u m e n ta , lo que,
a d e cir v e rd a d , no nos h ace a d e la n ta r m ucho. E n sum a, la s con­
clusiones del h is to ria d o r eco n o m ista sólo tie n e n a lg u n a p re cisió n
sobre c ie rto n ú m e ro de re lacio n es p a rtic u la re s , pero siguen sie n d o
v ag as e in d e c isa s so b re la cu estió n g en e ra l. A quí, coíno en su s
o tra s o b ras, L e v a sse u r p a re c e m ás h á b il p a r a el a n á lisis que v i­
goroso y filosófico en l a sín te sis.
G u sta v e C a u d e rlie r p la n te a conclusiones m ás firm es en u n a
o b ra titu la d a L es L o is de la p o p u la tio n et leu r a p p lic a tio n à la
B elgiqu e, que h a d ad o lu g a r a in te re s a n te s d iscusiones (1 2 ).
F o rm u la de e ste m odo la ley g e n e ra l de la p o b la ció n : “L a nece­
sid a d y la s fa c ilid a d e s de s a tis fa c e r la s n ecesidades de la v id a
rig e n a los m ovim ien to s de p o b lació n en su to ta lid a d y en su s
elem entos e sen ciales” . D e s a rro lla e s ta p ro p o sició n afirm an d o : 1?
que el n ú m ero de m a trim o n io s a u m e n ta con la s fa cilid a d e s de la
v id a y d ism in u y e con e lla s ; 29 que el d e sa rro llo económ ico gene­
r a l d e te rm in a , p a r a c a d a pueblo, según u n a c u rv a re g u la r, e l n ú ­
m ero d e m a trim o n io s, salvo l a acció n de c a u sas p e rtu r b a d o r a s :
3Ç que la fe c u n d id a d le g ítim a de la s m u je re s es u n a co n sta n te , con

(11) La Population Française, p. 25.


(12) V. Journal de la Société de Statistique, 1901, y las discusiones en
las que tomaron parte A. Coste A- Bertillon, March, Vauthier, etc.
277

t a l de que la s co ndiciones económ icas, a s í com o la s c irc u n s ta n c ia s


de edad, de h a b ita c ió n y de d u ra c ió n d el m a trim o n io no v a ríe n ;
4” que to d o s los p u eb lo s euro p eo s te n d r ía n p ro b a b le m e n te la m is­
m a fe c u n d id a d le g ítim a si se e n c o n tr a r a n colocados en la s m ism as
co n d icio n es; 59 que la s flu ctu acio n es de la m o rta lid a d se deben
m ás bien a la ig n o ra n c ia que a la m is e ria y que la cien cia tie n d e
a re d u c irla s ; 6° que la s c irc u n s ta n c ia s económ icas fav o ra b les p re ­
c ip ita n la red u cció n de la m o rta lid a d y que, in v ersam en te, la s c ir­
c u n sta n c ia s d esfav o rab les la c o m b a te n ; 7° que la p o b lació n to ta l
e s tá lim ita d a p o r la s fa c ilid a d e s de s a tis fa c e r la s n ecesidades de
la v id a ; 8° que el p rin c ip io que h a c e n e c e sa ria la elección e n tre
d iv erso s m edios de a u m e n ta r o de r e d u c ir la p o b lación sigue sie n ­
do el m is m o : la in flu en cia p re p o n d e ra n te de la n ecesid ad y de la s
facilid a d e s p a r a s a tis fa c e r la s n ecesidades. E n resu m en , C au d er-
lie r a d m ite dos p ro p o sicio n es m a lth u s ia n a s : l 9 la población e stá
n ec e sa riam e n te lim ita d a p o r la s s u b s is te n c ia s ; 2 9 la población
crece a llí en d o n d e crecen lo s m edios d e su b siste n c ia . P e ro n ieg a
la te rc e ra , es d ecir, la que red u ce to d o s los o b stácu lo s a l cre ci­
m ien to a t r e s : vicio, d e sg ra c ia y re s tric c ió n m o ral. Los o b stá c u ­
los, según él, in clu y en ta m b ié n la d ism in u c ió n de m a trim o n io s, la
de la fec u n d id a d y la em ig ració n . R e p ro c h a a M a lth u s h a b e r des­
cu id ad o los dos p rim e ro s y h a b e r c o n sid erad o e sc a sam en te el te rc e ­
ro. P e ro ¿a c a so no m erece, a su vez, el re p ro c h e de p re s e n ta r en el
m ism o p la n o c a u sa s m e d ia ta s y c a u sa s in m e d ia ta s ? ¿Q u é sig n ifi­
ca, p o r o tr a p a rte , e s ta d ism in u c ió n de la fe c u n d id ad , a la que
son e x tra ñ o s el vicio y la re s tric c ió n m o ra l? ¿ U n a d ism in u ció n
p u ra m e n te fisiológica? ¿C óm o a d m itirlo , si el p ro p io C a u d e rlie r
dice que la fe c u n d id a d de la s m u je re s es c o n s ta n te y, adem ás, que
p ro b a b lem e n te s e ría id é n tic a en to d o s los p a íse s europeos, si a l­
g u n a s c irc u n s ta n c ia s ex te rio re s no la m o d ifican ?
E n re a lid a d , C a u d e rlie r y su s ém ulos h a n p re s ta d o g ra n d e s s e r­
vicios a n a liz a n d o la s c a u sa s in m e d ia ta s del m ovim iento de la po­
b lación, es d ecir, la s v a ria c io n e s p a r tic u la r e s que p ro d u c e n la s v a ­
ria c io n e s de é s ta con sus com binaciones. P e ro esto no es reso lv er
el problem a, p u e s o b te n e r re g u la rid a d e s y p a ra le lism o s dem o g rá­
ficos no es to d a v ía e sta b le c e r la s leyes cien tíficas, las leyes ca u ­
sales de la població n . Y p o sib lem en te la in su ficien cia de e s p íritu
lógico y filosófico en c ie rto s d em ó g rafo s h a c o n trib u id o en ocasio­
278

nes a o b scu recer el p ro b le m a g e n e ra l, m ezclando a com probaciones


in d u c tiv a s, concepciones a p r io ri, y co n fu n d ien do la s cau sas m e­
d ia ta s e in m e d ia ta s. L a e s ta d ís tic a dem og ráfica h a p re sta d o in ­
m ensos servicios, p a rtie n d o , como conviene h acerlo , d e los hechos,
y de lo s hechos e stu d ia d o s de cerca y en g ra n n úm ero. E s y a m u ­
cho, cu an d o se h a o b servado u n m ovim iento de población, p o d er
d e c ir en q u é m e d id a prov ien e, p o r ejem plo, de u n a u m en to de m o r­
ta lid a d o de u n a d ism in u c ió n de n a ta lid a d , etc. P e ro eso es cono­
cer los c o m p o n en tes d el fenóm eno y no sus c a u sa s (1 3 ). ¿ P o r qué
se h a d e b ilita d o la n a ta lid a d ? (1 4 ). A q u í h a y que d irig irse a l eco­
n o m ista y a l sociólogo. E x celen tes p a r a p re c isa r el “ cómo” , los
tra b a jo s de los dem ó g rafo s no b a s ta n , p o r sí solos, p a r a ilu m in a r ­
nos so b re el “p o rq u é ” . Y cu an d o lo p re te n d e n , a veces sucede que
se d e ja n p e n e tr a r p o r v ie ja s concepciones a p rio rís tic a s , o que se
e x tra v ía n en el in e x tric a b le e n la z a m ien to de la s ca u sa s se c u n d a ­
r ia s p re s e n ta d a s como ex p licacio n es decisivas.

(13) Cuando A. Coste nos dice que los nacimientos dependen del nú­
mero y de la precocidad de los matrimonios, así como de la fecundidad de
éstos, formula una observación demográfica indiscutible. Pero cuando añade
que el número de matrimonios y su fecundidad dependen de la impresión que
tienen las poblaciones de la facilidad o la dificultad de la vida, formula una
ley económica mucho menos evidente, aun cuando a primera vista lo parez­
ca, y en todo caso muy diferente, como significado apodíetico, de la primera
afirmación.
(14) Algunos demógrafos (Quételet), han querido establecer una re­
lación de causalidad entre las variaciones de la fecundidad y las del precio
d el. trigo. Pero Gauderlier observa que la relación entre ambos hechos, en
148 años observados, ha sido 77 veces favorable y 71 desfavorable a esta
hipótesis, que en consecuencia parece bien vana.
C a p í t u l o V

C I V I L I Z A C I O N Y P O B L A C I O N

D e la s in n u m e ra b le s discu sio n es de que fué objeto el m a lth u -


sianism o, a s í como de los esfuerzos p a c ie n te s de los e sta d ístic o s y
los dem ógrafos, no p arece que se h a y a o b ten id o a ú n u n a fó rm u la
d e fin itiv a y co m p leta de la ley de població n . E l p u n to sobre el
que p ro b a b le m e n te te n d e ría n a p o n erse de ac u e rd o m ay o r n úm ero
de e sp íritu s , s e ría el de que h a y m otivo, de u n a m a n e ra g en e ra l,
p a r a h a c e r a u n la d o la s a p re n sio n e s s u s c ita d a s p o r M a lth u s y
p a r a c o n sid e ra r que, p a r a los p ueblos civ ilizad o s cuan d o m enos,
el p e lig ro d el fu tu r o no e s tá en la so b rep o b lació n , sino en la des­
población. L a te o ría sociológica de la p o b lació n que p arece c o n sti­
tu irs e , tien d e, en efecto, a p ro c la m a r la e x iste n c ia de u n a especie
de a n tin o m ia e n tre am bos té r m in o s : p o b lació n y civilización, cu a n ­
do m enos, si se to m a este ú ltim o té rm in o en el se n tid o in d iv id u a ­
lista y dem ocrá tico que le d a n los o ccid en tales.
H a c ia esa conclu sió n convergen los tr a b a jo s y la s te sis de los
fisiólogos q u e e stab lecen u n a oposición físic a e n tre in d iv id u a liz a ­
ción y g é n e s is; de sociólogos que como S p en cer p ro c la m a n t a l opo­
sició n en té rm in o s m ás g e n e ra le s ; de d em ógrafos, o bligados a re g is­
t r a r la g e n e ra liz ac ió n d el fenóm eno de d e s n a ta lid a d en los p u e ­
blos “civ ilizad o s”, y su re la c ió n m a n ifie sta con la in te n s id a d y la
a n tig ü e d a d d el hecho “civ ilizació n ” ; de m o ra lis ta s , que d e n u n c ian
la in flu en cia del egoísm o d esb o rd ad o p o r la concepción in d iv id u a ­
lis ta del derecho “ a v iv ir su v id a ” ; de eco n o m istas que m u e stra n
la necesid ad de p a te rn id a d m a n te n id a a r a y a p o r la in v asió n de
n ecesid ad es p e rso n a le s m á s n u m e ro sa s d ía a d ía , y m ás c o sto sa s;
280

de ju ris ta s , de los cuales, cu an d o m enos u n a p a rte , confiesa la in ­


fluencia d esp o b lad o ra de a lg u n a s in s titu c io n e s ig u a lita ria s y de­
m o crátic a s, como el r e p a rto su cesorio fo rzo so ; de so c ia lista s que
vuelven c o n tra M a lth u s el a rg u m e n to que é ste e sg rim ía c o n tra
ellos, del efecto lim ita tiv o de las in stitu c io n e s in d iv id u a lista s, y
triu n fa n d o desde el m om ento eir que t a l efecto se lia revelado d e­
m asiad o p a te n te m e n te (1) ; de filósofos que se ñ a la n la fa c ilid a d
con la que la te n d e n c ia so cial al p o b lam ien to cae p o r debajo de la
p o sib ilid a d fisiológica de p o b lar. De to d o este c o n ju n to de id eas se
desp ren d e la tr ip le conclusión de q u e : l 9 la ley de población es
u n a ley no so lam en te fisiológica, psico ló g ica o económ ica, sino
ta m b ié n sociológica ; 29 e s ta ley se e x p re sa p o r m edio de fó rm u las
que pued en v a r ia r según el m edio social, y 39 e sta ley depende hoy,
a n te todo, de ese fa c to r que llam am o s “civ ilizació n ” .
L a exposición m ás c la ra de e s ta d o c trin a es p ro b ab le m en te la
que h a dado A rsèn e D u m o n t en sus lib ro s D é p o p u la tio n et C ivili­
sa tio n (1890) y ^Natalité e t D ém o cra tie (2) (1898), o b ras e sc rita s
con u n tá l e n la o rig in a l, a p a sio n a d o , a la s que su to n o , a lg u n a s
veces a v e n tu ra d o y excesivo en el te rre n o p o lítico y religioso, no
q u ita n a d a de su v a lo r re a l. L a te o ría de D u m o n t h a sido a c e p ta d a
en el fondo p o r L ero y -B eau lieu (3) y o tro s v a rio s econom istas
fra n ce se s o e x tra n je ro s , e n tre los cuales p arece que puede colocarse
a N itti. (4 ).
D u m o n t p a r te de la id ea sp e n c e ria n a (oposición de la in d iv i­
d u aliz ac ió n y la génesis en to d a s la s especies vivas) ; pero d a a
esta idea u n p o te n te y o rig in a l d e sa rro llo en el te rre n o hu m an o y
sociológico. M u e stra cómo la oposición de que se t r a t a , en lu g a r
de q u e d a r en el ho m b re como algo in c o n sc ie n te y p u ra m e n te fisio-

(1) Lo que rio quiere decir que la despoblación encontraría un reme­


dio en el socialismo; lejos de eso. Es cierto que la disminución de la res­
ponsabilidad individual relajaría ciertos frenos; pero en cambio, el gusto
por el bienestar v el temor de toda molestia, producirían un efecto contrario,
y más que compensador del pjimero.
(2) V. también La morale basée sur la démograhie, Revue de Socio­
logie, 1902.
(31 Véase La question de la dépopulation et la civilisation démocra­
tique, Revue des Deux Mondes, 15 de octubre de 1897.
(4) La population et le système social. V. id., R. Gonnard, Dépopulation
et législateurs, Revue d ’écon. pol., 1902-1903.
281

lógico, se h a c e co n scien te, v o litiv a y reflex iv a; se re a liza m enos


a ú n p o r la d ism in u c ió n de la fa c u lta d g en era d o ra que p o r la de la
v o lu n ta d g en era d o ra ; y la ley que e x p re sa e s ta oposición es la
le y que D u m o n t b a u tiz a e x a c ta y p in to re sc a m e n te con el nom bre
de ley de ca p ila rid a d social (5 ).
E n efecto, los re c u rso s lim ita d o s que posee el ind iv id u o p u e­
d e n se r em pleados en d iv erso s u s o s : consum os p e rso n a le s de p la ­
c er, consum os re p ro d u c tiv o s o in d u s tria le s , consum os e sté rile s y
consum os p a r a la c ria n z a de u n a g e n eració n n ueva. S i se h ace u n
g ru p o de la s tr e s p rim e ra s c a te g o ría s de consum os, es ev idente
q u e su au m e n to re la tiv o e s tá en ra z ó n in v e rsa d el de la c u a rta .
M ás p a rtic u la rm e n te , los consum os p e rso n a le s sólo crecen e n r a ­
zón in v e rsa de l a p o s ib ilid a d de te n e r y c r ia r n u m ero so s h ijo s ; el
d e sa rro llo d e la ra z a e s tá en ra z ó n in v e rs a del d e sa rro llo in d iv i­
d u a l. E l in d iv id u o a s p ira a elevarse ( e d u c a r s e ) ; su ed u cació n ex i­
ge el consum o de m ay o res re c u rso s. M ie n tra s m ás g a s ta p a r a ele­
va rse, m enos le q u e d a rá p a r a cria r a n u m ero so s h ijo s : ta n to m ás
c u a n to m ás a lto t r a t e de h a c e r lle g a r a c a d a u n o de ellos. La vi-
r ic u ltu r a in te n siv a e s tá en o posición con la v ir ic u ltu r a exten siva .
A h o ra bien, de u n a m a n e ra g e n e ra l, l a “c iv iliza c ió n ” tie n d e a
a u m e n ta r el p a p e l de e s ta fu e rz a que im p u lsa a l hom bre a ele­
v a rse m ás a lto , sa c rific a n d o p a r a ello u n a p a r te c rec ie n te de su s
recu rso s. L a civilización im p lic a u n a c o n tin u a creació n de nece­
sid a d e s nuevas, de p la c e re s nuevos, de fo rm a s d e a c tiv id a d n u e ­
vas, que p e rm ite n y so lic ita n el a u m e n to de los g a sto s p e rso n a les,
y a sea los de p la c e r, y a sea los de d e sa rro llo . L a e sc a la social com­
p re n d e ta n to s m ás escalones c u a n to m ás re fin a d a es la c iv iliz a­
ció n ; la ca p ila rid a d desem peña en e lla u n p a p e l m ás im p o r ta n te :
p ro d u c e el efecto de u n a u m e n to de p re sió n so b re la c a p a líq u id a
y de u n a la rg a m ie n to d el tu b o p o r d o n d e el líq u id o se eleva. Se
c o n sa g ra u n a m en o r p a r te del p a trim o n io a los h ijos, y se n ece­
s ita u n a p o rció n m a y o r de e s ta p a r te p a r a c a d a uno de ellos, ca d a
vez m ás costoso p a r a i n s tr u ir y c ria r.
P e ro e s ta acció n de la ley de ca p ila rid a d es p a rtic u la rm e n te
e n é rg ic a cu an d o la civ ilizació n es l a de la s so ciedades m o d ern as,
sociedades d em o crá tica s e in d iv id u a lis ta s , c a r a c te riz a d a s : 1? po r

(5) Véase, especialmente, Dépopulation et Civilisation, p. 106 y siguien­


tes.
282

la ig u a ld a d p o lític a , y 2 (J p o r la d e sig u a ld a d económ ica, en la in ­


te lig e n c ia d e que am bos fa c to re s se com binan. L a d e sig u a ld a d eco­
n ó m ica es u n a condición n e c e sa ria de la c a p ila r id a d ; p a r a que a l­
g u ien se vea im p u lsa d o a elevarse, es n e c e sa rio que e x is ta n g ra ­
dos diversos. P e ro si se a ñ a d e l a d e sig u a ld a d p o lític a (c a sta s, c la ­
ses c e rra d a s , o c a s i), la p o sib ilid a d de elev arse d esap arece de he­
cho y su p rim e la c a p ila rid a d . E l in d iv id u o e n c u e n tra u n o b stá c u ­
lo a su e x a lta c ió n : l a r a z a se a p ro v ech a de ello. P o r lo c o n tra ­
rio , si la ig u a ld a d p o lític a in te rv ie n e , el in d iv id u o p u ed e ele v a r­
se sin o b stácu lo legal. N o se s e n tir á d e sa le n ta d o a p rio ri en su
deseo de a scen sió n social. P o r ta n to , la capilalridad social fu n c io ­
n a r á ta n to m e jo r c u a n to m e jo r com bine la so ciedad c o n sid e ra d a
u n a ig u a ld a d p o lític a c o m p le ta con u n a d esig u a ld a d económ ica
de m ú ltip le s escalas, lo que es el caso de la s sociedades o c cid e n ta­
les m o d ern as, en la s q u e el m u ltim illo n a rio y el p ro le ta rio tie n e n
lo s m ism os d erechos p o lític o s y ven in te rc a la rs e económ icam ente,
e n tre su s situ a c io n e s e x tre m a s, u n a m u ltitu d de situ a c io n e s in te r ­
m edias, que a n im a n a c a d a c u a l a f ra n q u e a r u n a “e ta p a ” (6 ).
E s ta acción de la ley de ca p ila rid a d a le ja de los esta d o s civ ili­
zados m o d ern o s to d a am en a z a de h ip erd em ia. P e ro ¿sucede lo m is­
m o con el p e lig ro o p u esto de d esp o b lació n ? ¿N o ex iste el p e lig ro
de que la in d iv id u a liz a c ió n se exagere, en d e trim e n to de la géne­
s is ? ¿N o es é ste el caso de F r a n c ia ? ¿N o será, b ien p ro n to , el caso
d e los o tro s p a íse s civilizados, cu y a n a ta lid a d decrece rá p id a m e n te ?
P a r a D u m o n t, en 1890 l a s itu a c ió n de F r a n c ia te n ía algo de
excepcional. Y p a re c e que la e s ta d ís tic a le d a b a y le sigue d an d o
la razó n . “L a a tra c c ió n c a p ila r, dice, a l re c ib ir de la s c irc u n s ta n ­
cias p a r tic u la r e s de F r a n c ia (7) u n a a c tiv id a d d e sm esu rad a, h a

(6) V. la aplicación de estos principios a la situación de los principa­


les estados europeos. R. Gonnard, artículo citado.
(7) Particularmente de la revolución francesa, que aisló y desenraizó
al individuo. Dumont incrimina también a la doble tradición helénica y ca­
tólica, pero en este caso sus opiniones son infinitamente más discutibles que
en el conjunto de su teoría. La tradición helénica y católica en nada ha dis­
minuido la fuerza prolífica de otros países latinos, Italia, España, Portu­
gal, etc. Y es bien cierto que el catolicismo obra en Francia como una fuerza
favorable a la población, y no como una fuerza desfavorable. Desconocerlo
sería paradójico.
283

d e term in a d o u n p red o m in io excesivo de la s te n d e n c ia s in d iv id u a ­


les, o lo que es lo m ism o, u n d éficit de la s te n d e n c ia s sociales” .
P e ro si D u m o n t e sc rib ie ra hoy su lib ro , in d u d a b lem en te se ve­
r ía obligado a g e n e ra liz a r su observación y a h a ce r c o n sta r que,
au n q u e F r a n c ia conserve u n a la m e n ta b le y e n tris te c e d o ra v e n ta ja
en la v ía de la d e sn a ta lid a d , b ajo la p re sió n de d iv ersas c ircu n s­
ta n c ia s especiales, el e s p íritu de in d iv id u alism o tie n d e ca d a vez
m ás, en to d o s los p aíses civilizados, a p re d o m in a r en d e trim e n to
de la s te n d e n c ia s sociales y de la n a ta lid a d .
¿Q u iere d e c ir esto que los p aíses de tip o o ccid en tal m oderno
e stá n d e stin a d o s a d esp lo m arse y a d e sa p a re ce r g ra d u a lm e n te ? A.
D u m o n t no lle g a h a s ta ahí. N o v acila en a firm a r que la c a p ila ri-
d a d social p ro d u c irá sus efectos excesivos m ie n tra s que el e sp íritu
in d iv id u a lis ta re in e sin c o n tra p e so : “D esde el m om ento en que
la m olécula so cial pone su fin en sí m ism a, tie n e que su b ir, quié­
ra lo o no ” (8 ). A ñ ad e que u n a dem ocracia (in d iv id u a lista ) no
pu ede p re te n d e r u n a fu e r te n a ta lid a d . E l rem edio e s tá en u n des­
a rro llo de la s te n d e n c ia s so ciales; la civ ilización, buena en sí,
co n tiene u n p rin c ip io tó xico que h a y que a isla r y d e stru ir: “el id ea­
lism o in d iv id u a l, el p rin c ip io según el cu al c a d a in dividuo pone
su fin en sí m ism o” . P a r a m a rc h a r h ay que a p o y arse a la vez en
las ten d e n c ia s sociales y en la s te n d e n c ia s in d iv id u ales.
A dem ás, h a b ría que en te n d e rse b ien sobre la n a tu ra le z a de
esas “te n d e n c ia s sociales” . A. D u m o n t n os dice q ue “el p rin c ip io
so c ia lista de la eq u iv alen cia de fu n c io n e s” te n d ría como conse­
cuencia la d e stru c c ió n de la c a p ila rid a d social y la m u ltip lic ac ió n
de n acim ien to s. E s ta era, en el fondo, la id ea de M alth u s, y la r a ­
zón p o r la que condenó al socialism o en u n a época en la que sólo
se te m ía la h ip erd em ia. ¿D ebem os n o so tro s, a la in v ersa, y dado
el cam bio de c irc u n sta n c ia s, v er a este ú ltim o como u n salv a d o r
c o n tra el p elig ro de d esp o b lació n ? N o lo creo.
E l p rin c ip io s o c ia lis ta de la equivalencia de fu n c io n es, ¿ te n d ría
como efecto la d estru cció n de la c a p ila rid a d so c ia l? Sí, pero a con­
dición de que fuese real y p e c u n ia ria m e n te aplicado, lo que au n
d e n tro del colectivism o p a re c e im posible, y a u n entonces, el efecto
que re s u lta ría , con resp ecto a la n a ta lid a d , s e ría a n iq u ilad o p o r
el crecim ien to del am o r a l b ie n e sta r y p o r la av ersió n a to d a m o­

( 8) Op. cit., p. 36 2 .
284

le s tia , a u n p eq u eñ a, que p u d ie ra ev ita rse . D esde hoy, el neornal-


th u sia n ism o se d e s a rro lla in te n sa m e n te en los p aíses y en los m e­
d io s so c ia lis ta s (9 ), lo que no p o d ría s o rp re n d e r a l h is to ria d o r de
la s d o c trin a s que sab e que el socialism o m o d ern o tie n e u n a filoso­
fía u ltr a -in d iv id u a lis ta y, de n in g u n a m a n e ra , u n a filosofía so­
c ia l (1 0 ).
B ajo la re se rv a de que se t r a t a de te n d e n c ia s sociales, y no
s o c ia lista s, que re s u c ita r, no es p o sib le m enos que a d h e rirs e a la s
conclusiones de A. D u m o n t. U n exceso de in d iv id u alism o co n d u ­
ce a los p ueblos civilizad o s a la d e s n a ta lid a d ; p a r a que no v ayan
m uy lejo s p o r ese pelig ro so cam ino es n ecesario , a n te todo, que el
in d iv id u o cese de c o n sid e ra rse como su fin único, y que re a d q u ie ra
co n cien cia de su s itu a c ió n como p a r te in te g r a n te de la colectivi­
d ad . A . D u m o n t no d esesp era de que a s í suceda, y co n sag ra los
ú ltim o s c a p ítu lo s de D é p o p u la tio n et C iv ilisa tio n a e n u m e ra r los
rem edios que deben fav o recer ese re to rn o . Con la condición de
te m p la r la d osis excesiva de in d iv id u a lism o que im p re g n a n u e s tra
atm ó sfe ra , cree que p u ed e re sta b le c e rse cierto eq u ilib rio y com ­
b a tirs e con é íi t o a l o lig a n tro p ism o .
D u m o n t h ace d ep en d er la ley m o d e rn a de p o b lació n , en el fo n ­
do, de d a to s sociológicos e ideológicos m uy g en erales. U n a a c ti­
tu d a n á lo g a es la q u e to m a X itti (L a p o b la ció n y el siste m a so­
c ia l), que conform e a la tra d ic ió n ita lia n a m ás g en e ra l re ch az a
los tem o res m a lth u sia n o s y a n tim a lth u sia n o s. “E n to d a sociedad,
dice, en donde el in d iv id u o e sté fu e rte m e n te d e sa rro lla d o y en do n ­
de e l pro g reso de la so cializació n no d e s tru y a to d a a c tiv id a d in d i­
v id u a l, en to d a socied ad en d o n d e la riq u e z a e sté a m p liam en te sub-
d iv id id a y en d onde la s c a u sa s sociales de d e sig u a ld a d esté n e li­
m in a d a s g ra c ia s a u n a fo rm a ele v a d a de cooperación, la n a ta lid a d
te n d e rá a e q u ilib ra rs e con la s su b siste n c ia s, y la s v a riac io n es r í t ­
m ica s de la evolución dem og ráfica n o te n d r á n n a d a de a te r r a d o r
p a r a la h u m a n id a d ” .

(9) V. en Alemania, la República Roja, Sajonia, que en pocos años


.cayó desde el punto de vista de la natalidad, de uno de los primeros luga­
res a uno de los últimos.
(101 Y. sobre este punto nuestra Historia de las Doctrinas Económicas.
285

E s n o ta b le que m ie n tra s los eco n o m istas — a ejem plo de Mal-


tliu s — d u r a n te u n la rg o p e río d o se d e ja ro n in tim id a r p o r lo s es­
p e c tro s d el h a m b re y de la so b rep o b laeió n , lo s sociólogos reg resen
fre c u e n tem e n te a l p u n to de v is ta p o b la c io n ista , que h a sido el de
la s épocas en la s que se c o n sid e ra b a la c u e stió n so b re to d o desde
u n p u n to de v is ta p o lítico . E s a sí como A d. C oste, en su s P rin c i­
pes d ’une sociologie o b jective, p u so la s bases de u n a so cio m etría ,
que e ra b a sa d a en el d a to de que es en el cre c im ie n to y en la con­
c e n tra c ió n de la s p o b lacio n es “en d o n d e h a y q u e b u s c a r la condi­
ción de to d o s los p ro g reso s sociales, co n d ició n s in la c u a l n i la
conciencia p u ede a p a re c e r y d e s a rro lla rs e , n i la in v e n tiv a ejercerse,
n i se g u irla la im ita c ió n , n i la r a z a o los h om bres selectos re v e la r­
se y p ro d u c ir su accjón eficaz” (1 1 ). Todos los p ro g reso s sociales
“proceden de u n m ism o fenóm eno in ic ia l, el a u m en to de la p o b la ­
ción u n ific a d a ” (1 2 ).
P o r ta n to , p a r a él la m e d id a d el v a lo r co m p a ra tiv o de los p u e ­
blos es fu n c ió n de su p o b lació n a b so lu ta y de su d e n sid a d (1 3 ).
Y a m ucho a n te s, el in v e n to r de la sociología, A. C om te, veía en el
crecim ien to de la p o b lació n “el s ín to m a m enos equívoco de la m e­
jo r ía g ra d u a l de la condición h u m a n a ”. D u rk h eim , que hace d e la
div isió n del tr a b a jo el g ra n re s o rte social, co n sid era que e s ta d i­
visión “v a ría en ra z ó n d el v olum en y de la d en sid a d de la s socie­
d a d e s” . E l crecim ien to de la p o b lació n favorece, y a la vez hace
n ecesaria, la división del tra b a jo . K ow aleski p ro c la m a que “el
m o to r p rin c ip a l de la evolución económ ica es la m a rc h a ascen ­
d en te de la p o b lació n ” ( l á ) .
Se d ir á que la sociología tie n d e a a p re c ia r m ejo r la im p o rta n ­
cia y lo benéfico d el fa c to r població n , en el m om ento en que la
g en e ra liz ac ió n de la d e s n a ta lid a d en la m a y o r p a r te de los p a í­
ses civilizados p arece su sc e p tib le de h a c e r bien p ro n to m ás r a r a la

(11) Principes..., p . 103.


(12) Ibid., p. 159.
(13) V. también, de A. Coste, Le facteur popnlation dans l ’évolution
sociale, Revue de sociologie, 1901.
(14) Le Devenir social, junio de 1896. V. igualmente, en el sentido po­
blacionista, Izoulet (La Cité moderne), Novicow, Richet, Guyau, de Na­
dadla«, etc.
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p ia v ta -u o m o ; y que re a n u d a , p o r su c u e n ta , l a v ie ja y casi in s­
tin tiv a fó rm u la de los m e rc a n tilis ta s del siglo X V I : N o h a y g ra n ­
deza y fu e rza m á s que en los hom bres.

* * *

Sólo hem os tr a ta d o , en el cu rso de la exposición p recedente, de


p e rm itir a aq u ello s a quienes in te re s a la d o c trin a de la población
o b tien en u n a visión de c o n ju n to so b re la s d iv e rsas concepciones
que se h a n afirm ad o su cesiv am en te a e ste respecto.
In d u d a b le m e n te e s ta re v is ta es m u y in co m p leta. L a n ecesidad
de no e x te n d e rn o s in d efin id a m e n te y de p re s e n ta r el re su lta d o de
n u e s tra s in v estig acio n es en u n volum en ace p ta b le, nos pro h ib ió
num erosos d e sa rro llo s y n os im puso m ás de u n sacrificio. E s te
lib ro no s e rá “ d efin itiv o ” . P e ro el a u to r y a se s e n tir ía satisfech o
s i se q u iere ju z g a r que, en u n te rre n o a la vez o b stru id o y poco
tra b a ja d o , h a com enzado, con a lg ú n fru to , u n a o b ra de desenm a-
lezam ien to , tra z a d o a lg u n a s av en id as, d isp u e sto alg u n o s e sc la re ­
cim ientos, fa c ilita n d o a s í los esfuerzos de los que q u ie ra n ir m ás
lejos que él.
N os h a p a re c id o que el p ro b lem a de población h a sido p la n ­
te a d o , en p rim e r lu g a r, desde el p u n to de v is ta religioso p o r los
pueblos a n tig u o s, se m ita s y a rio s ; después, desde el p u n to de v ista
político , p o r la a n tig ü e d a d c lá sic a ; desde el p u n to de v ista m o ra l
p o r la E d a d M edia, y de nuevo desde el p u n to de v is ta po lítico d u ­
ra n te el perío d o m e rc a n tilis ta . A p a r t i r de fines del siglo X V I I I ,
e l p u n to de v is ta económ ico ab sorbe la a te n c ió n de m a n e ra p re d o ­
m in a n te . P e ro en n u e s tro s d ía s se a firm a la te n d e n c ia a conside­
r a r la c u estió n m ás a m p lia m e n te y desde el á n g u lo sociológico.
C ad a g ru p o de in v e stig a d o re s h a c o n trib u id o , p o r su p a rte , a la n ­
z a r a lg u n a lu z sobre u no de los te m a s m ás im p o rta n te s que el
h om bre p u e d a c o n sid e ra r. E s ú til conocer sus esfuerzos secu lares,
ta n to p a r a e v ita r sus e rro re s como p a r a re te n e r esa “a lm a de v e r­
d a d ” que c asi siem p re p u ed e o b ten erse de u n a d o c trin a h u m an a .
Im p r e s o e n lo s S e r v ic io s
R e p r o d u c c ió n d e C ELADE.
VENCIMIENTO - DATE DUE

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