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SEXUALIDAD EN LA INFANCIA

DESDE LA ETAPA PRENATAL A LA PREPUBERAL

Miguel Fernández Sánchez-Barbudo (CESEX)

La sexualidad, la forma en que vivimos el hecho de ser sexuado, está presente a lo


largo de todo el ciclo vital: etapa prenatal, infancia, niñez, adolescencia, vida adulta y
vejez. La sexualidad en cada etapa es diferente y viene marcada por elementos
somáticos, emocionales, intelectuales y sociales. Por ejemplo, la forma en que vivamos
la sexualidad en la infancia va a depender de cómo sea nuestro desarrollo físico,
intelectual, de cómo vivamos nuestros afectos y de nuestra situación social; una lesión
medular, un retraso mental, o una situación de deprivación afectiva o social van a
condicionar como ese niño, esa niña vaya a vivir su sexualidad. A lo largo de esta
exposición y partiendo de una perspectiva evolutiva vamos a ir viendo cuáles serían los
conceptos, las emociones, las cogniciones y los hechos más relevantes de cada etapa.
Partiendo del hecho de que toda clasificación es aleatoria nosotros vamos a
contemplar las siguientes etapas:
Etapa prenatal: desde la concepción hasta el nacimiento
Primera infancia: desde el nacimiento hasta los dos años
Segunda infancia: entre los tres y los cuatro años
Niñez temprana: entre los cinco y los ocho años
Niñez tardía: entre los nueve y los doce años

Etapa prenatal
Desde el punto de vista somático el desarrollo neural que va a dar lugar a la piel y al
sistema nervioso central y autonómico son de extraordinaria importancia para el
desarrollo sexual posterior. Como sabemos, y tal y como decía Marañon, nuestro
órgano sexual primario lo tenemos entre las orejas y es nuestro cerebro. El desarrollo
cerebral comienza en esta fase prenatal y va a continuar hasta alrededor de los 20
años. Alrededor del 5º mes de gestación, con posterioridad a la diferenciación sexual
que ocurre entre la semana 12 y 14 de embarazo, se va a producir la diferenciación
sexual cerebral que tantas implicaciones puede tener en el desarrollo de la identidad y
la orientación sexual posterior. El desarrollo genital completo (4º mes) permite a
través de técnicas ecográficas o de otras pruebas adicionales establecer el sexo en
esta fase prenatal. En los meses sucesivos, especialmente a partir del quinto mes, se
manifestarán las respuestas de erección y de lubricación vaginal (aunque esta última
no es apreciable por técnicas de imagen). Se trata de respuestas reflejas frente a
estímulos externos, pudiéndose hablar desde las seis semanas del desarrollo de una
capacidad sensorial para la experiencia erótica así como una respuesta al toque y la
presión de la madre. Más tarde aparecen igualmente los reflejos de succión y de
prensión. Se establece por lo tanto un diálogo entre madre e hijo/a donde la
respuesta sexual como va a ocurrir en la primera infancia va a estar ligada al afecto.
Se han observado asimismo en esta fase respuestas de autoestimulación o juego con
los propios genitales.

Primera infancia
Como mencionamos en la fase anterior la dimensión sexual y afectiva están
íntimamente unidas, y unos de los ejemplos más hermosos de esta interacción es la
lactancia. De enorme importancia en el desarrollo de los vínculos afectivos entre
madre e hijo, la lactancia permite una relación privilegiada, plena de erotismo.
Erotismo por parte del bebé en una etapa marcada por la oralidad donde intervienen
también el resto de los sentidos, auditivo, tactil, visual y olfatorio; erotismo de la
madre que ante el estímulo continuado de una zona erógena primaria puede
experimentar sensaciones de excitación y placer que en algunos casos derivan en un
orgasmo. La succión del infante del pezón materno estimula la pituitaria para liberar
oxitocina, que dispara la liberación de leche. Se han visto erecciones o convulsiones
orgásmicas en el bebé durante la lactancia.

En esta etapa el bebé empieza a desarrollar actitudes hacia su propio cuerpo a través
de las actitudes que percibe en los otros hacia su cuerpo, especialmente a través de la
comunicación no verbal. Estos serán los cimientos de la aceptación o rechazo del
propio cuerpo, que van a perfilar la imagen corporal posterior. El tratar de negar o
ignorar los genitales como parte de la imagen corporal va a producir una distorsión de
esta.

La piel, superficie corporal sensible, es el órgano mayor del cuerpo, constituye entre
el 16 y 18% del peso corporal. En un recién nacido ocupa aproximadamente 2.500
centímetros cuadrados y en un adulto 18.000. En cada centímetro cuadrado tenemos
entre 7 y 135 corpúsculos táctiles. Eso índica que todo el cuerpo es sensible pero que
existen zonas más o menos sensibles, a estas últimas se les ha llamado zonas erógenas.
Cuando un bebé nace sale a un mundo que para el es nuevo, lleno de estímulos, pero un
mundo desconocido que necesita explorar y lo explora todo, necesita además delimitar
donde acaba su cuerpo y donde empieza el exterior. En esta exploración va
descubriendo su cuerpo y las sensaciones que le produce, aunque recordemos que ya
tenía algunas referencias de la época fetal. Este descubrimiento apasionante del
placer hace que ante la caricia propia o de una figura de apego su cuerpo reaccione a
través de manifestaciones diversas, de la misma forma que sonríe o mueve sus
miembros, puede experimentar una respuesta genital: erección o lubricación vaginal.
La repetición de esta experiencia placentera establece una práctica autoerótica, que
se expresará en mayor o menor medida en función del grado de maduración del/la
niño/a y de las actitudes hacia la sexualidad de los figuras cercanas al niño. Igual que
hay niños/as que caminan antes o hablan antes hay niños/as que conocen su cuerpo
antes. Si la expresión autoerótica es permitida y se vive con naturalidad, el bebé la va
a llevar a cabo cuando lo desee como una actividad más de su desarrollo, si esa
actividad es reprimida puede ocurrir que no lo siga haciendo (más frecuente en niñas,
sus genitales son más internos y no precisan tocarlos para actividades como orinar) o
lo lleven a cabo en secreto con el componente de culpa y estigmatización que en el
futuro puede acarrear. Las actitudes de los padres y cuidadores hacia la sexualidad
infantil siguen siendo diferentes en función de los sexos. Si un niño se explora, o es
acariciado o bañado por una figura de apego es probable que pueda tener una
erección.

En esta etapa empieza a desarrollarse la identidad de género. La identidad de género


es la convicción personal y privada que tenemos cada uno de pertenecer a uno u otro
sexo. La adquisición de la identidad de género es un proceso paulatino, entre los 15
meses y los tres años el niño comienza a discriminar entre hombres y mujeres como
categorías distintas e inicia el desarrollo de una identidad de género del otro y de sí
mismo. Entre los tres y los cinco años donde aún el niño no ha adquirido la capacidad
de conservación intelectual la identidad se va consolidando pero no se percibe como
algo inmutable “la niña sabe que es niña pero si se le pregunta si puede llegar a ser
niño va a responder que sí”; es a partir de los cinco años donde existe conservación de
la identidad: “el niño sabe que es niño y va a seguir siendo niño”. En ocasiones existen
conflictos ya que el niño puede sentirse perteneciente al sexo opuesto o no tener una
conducta conforme con el género. En estos casos y dadas las repercusiones que puede
tener en su mundo relacional y en su formación es necesario llevar a cabo un
seguimiento por parte de profesionales especializados.

Empieza a aparecer un léxico relativo a las partes del cuerpo y la curiosidad por
tocarlas en los otros. Otra de las características llamativas de esta etapa es la
enorme permeabilidad al aprendizaje de las conductas tipificadas sexualmente.

Segunda Infancia

En esta etapa el niño está muy centrado en su cuerpo, existe un grado de autonomía
que le permite establecer los límites corporales propios y ajenos, Existe una
conciencia psicológica de los genitales que se traduce en una exhibición y manipulación
frecuente de la zona, a medida que avanza en esta etapa el niño va asumiendo que
tiene que llevarla a cabo en la intimidad. Continúa aumentando el porcentaje de niños y
niñas que llegan al orgasmo en esta etapa, las técnicas pueden variar, en los niños es
frecuente la manipulación directa y en las niñas el frotamiento con muñecos, juguetes
u objetos diversos. La sexualidad se extiende desde el propio cuerpo al de los otros y
se inician los juegos sexuales que buscan satisfacer la curiosidad sexual del niño. Esta
curiosidad le lleva a mirar debajo de la ropa y a mostrarse desnudos También aparece
la curiosidad sobre su origen que se hará más patente en la siguiente etapa. Hay una
mayor constancia de la identidad de género y de las diferencias corporales. Empiezan
a imitar las conductas sexuales de los adultos y a usar un argot sexual. Las actitudes
de los adultos les llevan también a ocultar y a aprender a no hablar de sexo en
presencia de estos.

Niñez temprana

Corresponde con la siguiente fase a lo que Freud denominó etapa de latencia. Sin
embargo diversos estudios demuestran que la actividad sexual se incrementa en esta
etapa, por ejemplo Ramsey ya describía en los años 40 como el 14% de los varones de
la edad de 8 años se había masturbado alguna vez. El repertorio sexual se amplía y el
aprendizaje de la sexualidad como algo sano es fundamental para una buena evolución
sexual. La curiosidad sobre el embarazo y el nacimiento está más presente. La alta
tipificación de las conductas sexuadas favorece en esta etapa la segregación por
sexos. Los roles de género están muy marcados. Los varones se relacionan
preferentemente con varones, y los sentimientos de amistad como la competición
marcan estas relaciones. El peso de la conformidad con el grupo es intenso en esta
etapa, se hipervalora por parte de los varones lo masculino y se tiende a menospreciar
lo femenino y viceversa.

Niñez tardía

Esta segunda etapa de la tan nombrada fase de latencia de Freud sigue siendo
percibida por padres y educadores como una fase más “tranquila” desde el punto de
vista sexual, sin embargo cuando se les pregunta a los propios niños o a los
adolescentes que acaban de abandonar esa etapa la describen como de mayor
intensidad sexual, no sólo el repertorio es más amplio sino la respuesta sexual se
produce con gran facilidad y ante una diversidad de estímulos.

Otros de los aspectos cruciales de esta etapa son los cambios hormonales. Como
consecuencia de la biología se producen cambios en la imagen corporal, se empiezan a
desarrollar las caracteres sexuales secundarias, se agudiza el sentimiento de pudor y
unos deseos de tener una vida privada. Los cambios corporales muchas veces no se
producen de forma sincrónica con lo que da lugar a disarmonías que socavan la frágil
imagen corporal y favorece la aparición de complejos que se pueden agudizar en la
siguiente etapa. En los casos extremos de distorsión de la imagen corporal se pueden
originar problemas de anorexia, bulimia, etc. En ocasiones la disarmonía se da entre el
desarrollo físico y el intelectual, hay un desarrollo físico importante pero
mentalmente continúan siendo niños o niñas.

La orientación sexual se clarifica y se va consolidando en esta etapa, El objeto de


nuestro deseo es variable y la forma en que lo orientemos es lo que va a definir
nuestra orientación sexual. Dicha orientación se traduce en sentimientos de atracción
sexual y fantasías sexuales que pueden dar lugar o no a comportamientos acordes con
ellas. Para entender lo que ocurre en esta etapa es necesario distinguir entre lo que es
una conducta sexual y una orientación sexual. Por ejemplo, una conducta homosexual
es aquella conducta donde se establece una práctica sexual que puede ser puntual o no
con una persona del mismo sexo. Se puede dar dentro del contexto de una orientación
sexual dominante (personas que mantienen relaciones sexuales en ambientes donde no
hay acceso al sexo opuesto: cárceles, internados, etc.). Una orientación sexual es la
orientación del deseo de aquellas personas que encuentran satisfacción a sus
necesidades emocionales y sexuales con personas del mismo sexo. Las consultas más
habituales entre prepúberes relativas a la orientación sexual suelen ser dudas
respecto a que es lo que le atrae o preocupación al comprobar que su atracción
predominante es hacia el mismo o ambos sexos. Cuando existen dudas y el púber las
manifiesta es conveniente esclarecerlas analizando distintos indicadores de la
orientación sexual, como son 1) la práctica sexual anterior, este factor aunque de
importancia, no es determinante; 2) las fantasías sexuales, es uno de los mejores
indicadores de la orientación sexual de un individuo; 3) la atracción sexual (aquí es
preciso discriminar entre atracción estética y erótica). 4) la historia de vinculaciones
afectivas (de quien nos enamoramos) y 5) la autodefinición sexual, dónde internamente
nos situamos en un continuo que va desde la heterosexualidad exclusiva a la
homosexualidad exclusiva.

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