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CRITICÓN, 106, 2009, pp. 73-77.

L onja de investigadores

Digo , d igo : s o b r e las var iacio n es


d e u n a fó r mu la d e in ter p elació n en el teatr o d e Lo p e

Fré dé ric S e rra lt a

Se van a dedicar estas breves páginas a algunos comentarios sobre una fórmula de
interpelación que no desconocen desde luego los asiduos lectores e investigadores del
teatro aurisecular español, y que incluso consta, aunque muy parcialmente, en
diccionarios usuales. Pero dicha fórmula, por lo menos en el teatro de Lope, se presenta
bajo formas diversas no reseñadas en dichos diccionarios, utilizadas con un sentido algo
diferente del que mencionan éstos, y que a veces dificultan la intepretación textual. No
parece pues inútil, desde la perspectiva informal de esta Lonja de investigadores,
reflexionar sobre ejemplos sacados de la Comedia lopesca para ilustrar las variantes de
una locución que en el Diccionario de Autoridades sólo se consigna bajo la forma
«Digo, digo».
Autoridades define esta locución con las palabras siguientes: «Usadas estas voces
como interjección, sirven para llamar a alguna persona que se acaba de apartar de la
compañía de otra, y equivalen a “Venid, volved acá”». En su utilísima Enciclopedia del
idioma (1958), Martín Alonso consigna una forma idéntica, pero proponiendo una
definición algo más amplia: «Voces que se usan para llamar la atención de una persona,
o parar al que va a hacer una cosa». Y, desde luego, los casos que voy a comentar se
relacionan sin duda, tanto semántica como morfológicamente, con esta locución que se
podría llamar «académica». Pero «digo, digo» no es ni mucho menos la forma más
frecuente en el teatro de Lope, e incluso puedo decir que no la he visto nunca en la
modesta extensión de mis lecturas (bien es verdad que están todavía muy lejos de la
exhaustividad). Lo que hasta ahora he encontrado en boca de los personajes lopescos es,
indistintamente, «a quien digo» o «que digo». Me propongo ahora citar una serie de
ejemplos de ambas expresiones, empezando por la primera y puntualizando brevemente
el contexto cuando me parezca necesario para aclarar su sentido. Las cito tal como
figuran en las ediciones utilizadas, dejando para más adelante las consideraciones sobre
las cuestiones de puntuación:

CRITICÓN. Núm. 106 (2009). Frédéric SERRALTA. Digo, digo: sobre las variaciones de una fórmula de interpelación ...
74 F RÉDÉRIC S ERRALT A Criticón, 106, 2009

• Hablando con Alfredo, Fulgencia asiste a una escena de galanteo en la que Lupercio
provoca sus celos (Los embustes de Celauro, Parte IV, ed. PROLOPE, t. 3, I, vv. 1008-1011):

Fulgencia Déjame llegar a mí,


que me ahoga el sufrimiento.
Alfredo ¡Detente!
Fulgencia ¡Déjame hacer!
¡Ah, caballero, a quien digo!
Llega Fulgencia embozada a Lupercio.

• En El galán Castrucho, Parte IV, ed. PROLOPE, t. 3, III, vv. 2657-2659:

Álvaro Llegarme quiero a la puerta,


¡por mi vida!, que está abierta.
¡Hola! ¿A quién digo?
Castrucho ¿Quién es?

• El conde Enrique, desesperado por creerse culpable de la muerte de su mujer, «sale


haciendo locuras» y dice (La fuerza lastimosa, Parte II, ed. PROLOPE, t. 1, III, vv. 2370-
2380):
Dios sabe
que me es la vida más grave
que la más pesada cosa […].
¿Qué esperas, muerte? ¿A quién digo?
Mas déjasme con la vida
por darme mayor castigo.

• Llega el conde Albano donde están los dos «hidalgotes» don Claros y don Blas, y al ver
al primero pregunta a su criado (Los hidalgos del aldea, Obras de Lope, Nueva edición RAE,
t. VI, III, p. 315b):

¡Hola! ¿Es aqueste aquel hidalgo nuevo?


Roberto Él es, con sus plumitas y colores.
Albano ¡Hola, hidalgo, hola! ¿A quien digo?
¿Sabéis acaso quién soy?

• Sale Mendo buscando a don Juan. Después de preguntarse «¿Si le hallaré por aquí?»,
prosigue (La vega del Parnaso, ed. facsímil, Madrid, editorial Ara-Iovis, 1993, II, fol. 53 r°-
v°):

Pero no es aquel don Juan,


que está suspenso mirando […]?
a Cauallero? a quien digo?
à señor?
Juan Ay cielo santo!
Mendo ¿No me conoce? Yo soy
Mendo, el moço de don Sancho.

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DIGO, D I G O EN EL T EAT RO DE LO P E 75

Bastarían, creo yo, estos ejemplos para dejar bien claro el sentido de la expresión «a
quien digo» (sobre todo —huelga recordarlo— considerando que la palabra «hola», que
con frecuencia la acompaña, no tiene por supuesto el valor actual sino el de
Autoridades: «Modo vulgar de hablar usado para llamar a otro que es inferior»). Se
trata pues, como su variante académica «digo, digo», de una interjección de llamada en
su sentido más amplio, el señalado por Martín Alonso, sin la limitación que sugiere la ya
citada definición de Autoridades1. Lo malo para los editores actuales es que, al incluir la
preposición «a» y sobre todo el pronombre relativo «quien», no se presenta bajo la
forma más corriente de una interjección, y por lo tanto, en función del contexto
inmediato, puede dar pie a confusiones y puntuaciones discutibles 2. Lo mismo ocurre a
veces, como se verá, con la otra modalidad citada, de la cual propongo a continuación
otra breve serie de ejemplos:

• En El galán Castrucho, Parte IV, ed. PROLOPE, t. 3, III, vv. 2685-2687:

Castrucho Ce, llegue vuesa merced.


¿Qué digo? ¡Ah, señor galán!
Entre don Héctor.
Héctor ¿Es Castrucho?
Castrucho ¿No me ve?

• En La fe rompida, Parte IV, ed. PROLOPE, t. 3, II, vv. 1497-1498:

Floriberto Ya estoy solo. ¡Hola! ¿Qué digo?


Salgan embozados Oranteo, Tebano y Lireno.
Oranteo Pues, Duque, ¿es hora de ir?

• En El galán de la Membrilla, BAE 211, III, p. 341b:

Don Félix Leonor, vuelve, por tu vida


los ojos a aquel soldado;
¿no se parece a Tomé?
Leonor ¿Cómo parece? Y es tanto
que pienso que es él.
Don Félix ¿Qué digo?
¡Ah, soldado!
Tomé Si llamaron
soldado, no será a mí.
Don Félix ¿Qué digo? Señor soldado,
el de la pluma y tahalí…
Tomé A mí dijo.

1
«…Para llamar a una persona que se acaba de apartar de la compañía de otra».
2
Un caso en una edición reciente, por lo demás muy pulcra y cuidada, del texto de Laura perseguida
(Lope de Vega, Parte IV, edición PROLOPE, t. 1). Habla un galán, Oranteo, que inmediatamente después de
un monólogo advierte la presencia en el escenario de un paje (en realidad su amada disfrazada) y se dirige a él:
«Aquí está un paje, a quien digo: / ¡Hola! ¿Sabes tú del Rey?» (I, v. 505-506). La puntuación no carece de
cierta coherencia, pero en función de los ejemplos que acabo de aducir me parece equivocada.

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• Hernandillo está hablando con una dama y, cuando parece que está ella a punto de
marcharse, le dice (La ocasión perdida, Parte II, ed. PROLOPE, t. 1, I, vv. 904-905):

Ce, que digo, dama hermosa,


¿cómo os llamáis?

• En Quien más no puede, ed. Reichenberger, Teatro del Siglo de Oro 118, III, vv. 2733-
2737:

Blanca Si le pongo a mi enemigo


miedo con ver mi valor,
¿qué podrá hacer con temor?
¿Quién va? ¡Ah, soldados! ¿Qué digo?
Estela ¿Quién lo pregunta?

• Llama un alcaide desde fuera a la puerta de una prisión (El amigo por fuerza, Parte IV,
ed. PROLOPE, t. 2, vv. 2135-2136):

¡Ah de dentro, hola, que digo!


¡Alerta, cuidado al Conde!

• En La fábula de Perseo, ed. Reichenberger, Teatro del Siglo de Oro 6, vv. 2295-2297:

Perseo En aquella casería


he visto un pastor.
Celio ¿Qué digo?
¡Hola, pastor! ¡Hola, amigo!
Sale Riselo, pastor.

Difícil me parece, a raíz de los casos citados, determinar una hipotética diferencia de
sentido entre la locución que se acaba de ejemplificar («que digo») y la anterior («a
quien digo»). Ambas tienen el mismo valor, aunque posiblemente matizable en función
del contexto inmediato, de fórmula interpelativa. Pero «que digo» vuelve a plantear el
problema de cuál habría de ser la puntuación —y la acentuación— pertinente de la una
y la otra, y de los posibles errores de interpretación que puede provocar una puntuación
inadecuada. Voy a ilustrar brevemente esta problemática mediante el comentario de lo
que hoy me parece un desacierto cometido hace unos quince años en mi propia
traducción al francés de El perro del hortelano.
Recuérdese la dinámica escena inaugural. Teodoro y Tristán cruzan rápidamente el
escenario, huyendo para no ser descubiertos. «Entr[a] tras ellos Diana, condesa de
Belflor», que no los ha conocido, y los llama con palabras muy vehementes que
transcribe así la conocida edición de A. D. Kossoff 3:

¡Ah, gentilhombre, esperad!


¡Tenéos, oíd! ¿qué digo?

3
En Clásicos Castalia, n° 25, vv. 5-10.

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DIGO, D I G O EN EL T EAT RO DE LO P E 77

¿Esto se ha de usar conmigo?


¡Volved, mirad, escuchad!
¡Hola! ¿No hay aquí un crïado?
¡Hola! ¿No hay un hombre aquí?

Al no conocer todavía, en 1993-1994, el sentido de «que digo» comentado más


arriba, y entendiendo pues al pie de la letra la puntuación interrogativa de Kossoff, me
pareció muy poco verosímil que Lope atribuyera a su personaje, en un momento de tan
gran tensión anímica, el corte dilatorio introducido por una auto-interrogación sobre las
palabras que acaba de pronunciar. Por lo cual preferí atenerme —aunque por motivos
parecidos también la encontré algo dudosa— a la versión de V. Dixon4, que puntúa así
el verso en cuestión: «¡Tenéos, oíd qué digo», entendiéndolo como «Oíd lo que digo».
Quince años, y algunas lecturas, después, me parece evidente que este «que digo» de
Diana no tiene sino exactamente el mismo valor de interjección y de llamada que los
demás citados en estas páginas. Para evitar a los futuros lectores y editores
equivocaciones de este tipo, opino hoy que sería preferible puntuar sistemáticamente las
dos expresiones mediante signos de admiración —al fin y al cabo, se trata de una
interjección. Y además, aunque parezca contradictorio, sin la tilde gramatical ni en el
«quien» ni en el «que», ya que el origen de estos avatares de la fórmula «digo, digo»
podría estar —es de momento una simple hipótesis— en una contracción elíptica de
frases como «¡Aquél (la persona) a quien digo!» o «¡… que digo!».
Y nada más por hoy. Sólo recordar a nuestros lectores que en Criticón recibiríamos
con muchísimo interés cualquier complemento informativo, ampliación, objeción o
crítica que tuvieran a bien mandarnos, sobre este u otros temas, para tratar de
revitalizar esta vieja, obstinada, pero demasiado intercadente sección de nuestra revista.

4
En Tamesis Books, London, 1981.

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