Darlyn Barbosa Arévalo 01 de abril del 2020 EL COVID 19 A LA LUZ DE LOS PROFETAS
En el presente año 2020 la humanidad se encuentra pasando por un momento de grandes
dificultades, a causa de la Pandemia causada por el nuevo coronavirus surgido en Wuhan- China, ante una situación tan dramática por la que se atraviesa no faltan voces que hacen el común cuestionamiento en tiempos de crisis: ¿dónde está Dios en estos momentos? y en no pocos casos la temeraria aseveración «esto es un castigo de Dios», cuidando de no caer en extremos y teniendo como referencia a los profetas veterotestamentarios, presentaré una respuesta teológica al respecto. Para no caer en divagaciones hay que partir de la premisa de que el hombre es por naturaleza caduco y que la humanidad no está exenta de las consecuencias del pecado, esta condición frágil y pecadora se manifiesta en aquellos hombres hacia los que los profetas dirigieron su mensaje, Amos hace un reproche de esta realidad (Am 5,7), de este modo se comprende que el hombre no está ajeno a las penas que debe saldar en orden a sus malas acciones y entre las cuales la enfermedad está incluida como un claro preámbulo de la pena definitiva que es la muerte. Los medios de comunicación y redes sociales, han hecho que la situación sanitaria se vea en ocasiones con «ojos apocalípticos», ya que, si por un lado nos han mantenido informados, en muchas ocasiones han sido verdaderos falsos profetas como en Israel, que en nombre de Dios existieron hombres que se autoproclamaron siervos de Dios y portavoces de falsedades (Jer. 23,9-40); ante voces que no ayudan y que solo infunden terror (más del que ya hay) es importante que como creyentes nos pongamos de cara a la realidad y sin caer en ingenuidades, lo asumamos a la luz de la fe y la responsabilidad comunitaria. Una consideración especial ha de tenerse también en los «signos de los tiempos», ante la situación que se vive, muchas personas quisieran un signo de si lo que está sucediendo es de algún modo querido o permitido por Dios, no obstante, no se pude perder de vista que el gran signo que se nos ha dado a los hombres, es el de Cristo mismo (Is 7, 13-14) y es un signo perenne y definitivo, alrededor del cual se deben interpretar y asumir los demás, de ahí que, sea fundamental la perspectiva desde la fe y la esperanza en que saldremos de esta situación de la mano de Dios y que quienes se enfermen o terminen sus días terrenales, se ha de estar en disposición del encuentro con Dios. Además de lo dicho, es radical no perder la esperanza en estos momentos, en tiempos del profeta Ezequiel, para el pueblo de Dios, en una situación de destierro y exilio, nada parecía tener sentido, parecía el final de todo, en medio de tal realidad, Yahve da por medio del profeta claros mensajes de esperanza (Eze 37), tales mensajes son un testimonio de que por drástico que sea lo que sucede a los hombres, Dios es fiel a sus promesas y siempre vela por ellos. El panorama actual es sombrío, lo cual es más que evidente, miles de contagiados y de muertos, a causa de un virus que parece invencible, muy contagioso y que pareciera que le está dando una «purga» a la humanidad, ante ello, la pregunta es inevitable: ¿qué quiere Dios de nosotros ante lo que sucede?, la cual fue también la motivación en el centro del mensaje de los profetas antiguos, los cuales no dudaron en llamar al pueblo a la conversión y en buscar a Dios (Am 5,5-6), son tiempos difíciles, sin embargo, no es momento de la desesperación, sino de repensar la vida personal y como sociedad, para no olvidar que el único camino es ponerse en las manos de Dios y que más allá de todo él tiene el control.