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[La historia interminable]

Michael Ende
(leído entre el 15 y el 24 de marzo de 2020)

La primera vez que leí La historia interminable fue hace muchos años y era un tiempo en el que
desconocía el significado de la palabra vetusto. De hecho, decidí leer este libro cuando una amiga,
Ana María, me prestó un CD de música de Zoé, donde estaba una colaboración de una banda
llamada Vetusta Morla, banda de la que no me quedó muy difícil enamorarme y de la que pronto
me hice seguidor. Saltando de un artículo de Wikipedia a otro, descubrí que esa banda tomaba su
nombre de un personaje literario y que ese personaje hacía parte de una novela titulada La
historia interminable. A eso se sumaba el descubrimiento, también por la misma temporada, de
una revista digital llamada El templo de las mil puertas, que tomaba su nombre de esa misma
novela, según leí en la presentación de la revista en su portal de internet. Y yo, que soy tan dado a
ser literariamente supersticioso, sentí que ese libro me estaba llamando y salí corriendo a leerlo.

La primera vez, tomé el libro prestado de la biblioteca Luis Ángel Arango, yo vivía en ese entonces
en Villavicencio y el libro venía de otra sucursal, de Tunja si no estoy equivocado. Así que el libro
se demoró más de lo esperado en llegar. Me encerré en mi habitación a leer, como solía hacerlo, y
yo que me había visto fascinado con lecturas como la saga de Harry Potter o El león, la bruja y el
ropero, me vi nuevamente sorprendido con una historia fantástica. De esa lectura inicial ya habrán
transcurrido, diría yo unos once años.

Recientemente volví a sentirme atraído por la novela. Esta vez, de nuevo en Villavicencio, compré
el libro por la enfermiza necesidad de tenerlo en mi biblioteca, lo cual me parece sensato porque
es uno de mis libros favoritos. Fue mi primera lectura en estos tiempos de cuarentena, que nos ha
llevado a recluirnos a hacer todo tipo de lectura en la soledad y el aislamiento de nuestras casas.
Precisamente, tuve un secreto deseo de leer justo esta historia, justo en este momento.

Bastián Baltasar Bux es el pequeño protagonista de esta historia. Se trata de un chico que tras
robarse un libro en la librería de un extraño y avinagrado hombre se esconde en el desván de su
colegio y se dedica, durante su reclusión, a leer. Aislamiento y lectura son, por tanto, dos
elementos que conectaban la historia con mi momento presente y quería ver en ello, un juego de
espejos trastocados y de fusión de realidad como los que se exponen dentro de la novela, ya que
en La historia interminable el lector (Bastián) se adentra en el mundo de lo que lee y pasa de ser
un mero espectador a un protagonista real de los acontecimientos.

Dentro de la metaficción que Ende propone, el mundo de Fantasia se ve afectado por una extraña
enfermedad de algo conocido como la Nada; que se extiende por los vastos territorios de este
universo mágico y que hace que todas las cosas del reino desaparezcan, a tal punto en que parece
que uno está ciego cuando intenta ver los lugares por los que la Nada ha pasado.

Atreyu es un niño guerrero a quien encargan que busque una cura para la Nada, ya que, paralelo a
esto, tal fenómeno está vinculado con un raro padecimiento que merma las fuerzas de la
Emperatriz Infantil, soberana del reino de Fantasia. Es en esta búsqueda, en la que los destinos de
Atreyu, Bastián y de Fantasia entera se ven irremediablemente unidos, y en este entrelazamiento,
el libro que Bastián tiene entre sus manos será un objeto de gran importancia. Se trata, de una
historia dentro de sí, y Ende es un maestro al usar esa técnica, ya que todos los elementos de la
trama se van articulando perfectamente para que sea consistente ese mecanismo metaficcional de
la historia dentro de la historia, pero también de la historia que se narra a sí misma. Además, la
narración nos va llevando por parajes extraordinarios y por interminables juegos de relatos que
convergen y que se separan, pues son historia que se deben contar en otra ocasión (frase que se
repite a modo de leitmotiv). Por otra parte, esta novela es riquísima en la creación de escenarios y
personajes de las más extrañas formas y procedencias. Ende se vale de un catalogo ya conocido de
criaturas fantásticas (dragones, elfos, gnomos, hombres lobo, fuegos fatuos) y va mucho más allá
al crear muchísimos más personajes sobrepasando los límites de la imaginación y exacerbándola
hasta puntas insospechadas.

Precisamente, La historia interminable puede considerarse como un elogio de la imaginación, no


solo por el trabajo creativo del autor, sino además por el peso que tiene la imaginación como
elemento de la narración y como eje del relato. La imaginación es un arma contra la desesperanza
dentro de la historia que se cuenta y, también, fuera de ella. Es el poder de la imaginación lo que
da vida a cada ser y cada lugar de Fantasia y la perpetúa en la infinidad de los tiempos, y es la
imaginación el recurso más valioso con el que Bastián puede salvar el mundo al que accede
mediante un libro, pero también para salvarse a sí y al mundo en el que habita.

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