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NUEVO CODIGO PROCESAL PENAL

Promesa y dificultades del Nuevo Código Procesal Penal

El nuevo Código Procesal Penal (NCPP) supone un verdadero cambio cultural. Pasar de la escribalidad a la oralidad, de un
juicio basado en argumentaciones escritas propenso al secretismo, la dilación y la leguleyada, en el que el mismo juez
investiga, a uno basado en argumentaciones orales de contrastación inmediata en el cual el juez escucha a las dos partes –al
fiscal acusador y al abogado del acusado- y decide sin dilaciones luego de sopesar los argumentos. Es, por lo tanto, un
procedimiento más lógico, simple, rápido y transparente.

Pero, claro, requiere de jueces y fiscales capaces de tipificar los delitos adecuadamente y de sustentar oralmente sus
posiciones, lo que no es fácil para jueces acostumbrados a hacer leer sentencias farragosas escritas por auxiliares y que en
muchos casos no conocen teoría del delito y no saben fundamentar una tipificación o el tiempo de duración de una sentencia .
O por fiscales que tampoco saben hablar y no pueden acusar oralmente. En Chile, el nuevo código procesal penal se
implementó cesando a todos los jueces procedentes del código anterior. En el Perú no existe un sistema de evaluación del
desempeño que permita reubicar o retirar a un juez o un fiscal que no reúne las condiciones necesarias para desempeñarse
bien en el nuevo código.

Pero, además, y este es un segundo cambio cultural, el nuevo código altera las relaciones de poder entre la fiscalía y la policía.
Ahora el fiscal “conduce” la investigación del delito (lo dice la propia Constitución del 93) . Esto supone fiscales mejor
preparados en investigación criminal y fiscales y policías capaces de coordinar eficazmente –es decir, una cultura de
colaboración, de trabajo en equipo-, pero esto a su vez depende de definir bien qué significa “conducir” la investigación y
cuáles son los roles respectivos entre fiscales y policías, lo que no termina de estar bien establecido.  Supone además una
policía capaz de aportar las pruebas que sustenten la acusación fiscal , que tampoco existe, pues no hay laboratorios de
criminalística suficientes y la propia policía de investigación está muy disminuida.  

Ahora bien, el hecho de que ya no exista un “atestado policial” sino un informe policial que registra los hechos y las evidencias
recabadas, pero no establece conclusiones ni califica jurídicamente el hecho ni autoriza a la Policía a presentar cargos legales
contra los investigados como sí ocurría con el atestado, es decir, el hecho de que el informe policial tenga menos peso
incriminatorio que el antiguo atestado, reduce su fuerza de gravedad como foco de corrupción o su utilización como arma para-
extorsiva para conseguir pagos exculpatorios.

La promesa acá es que al no tener el “atestado policial” el poder incriminatorio de antes, deja de ser el foco de corrupción que
era. Pero, claro, este foco podría trasladarse a la acusación –o archivo- fiscal en la medida en que la policía pierda toda
autonomía de investigación y no sea capaz de balancear el trabajo del fiscal. El problema, como veremos, es que,
efectivamente, parece haberse pasado al otro extremo, dejando con muy poca iniciativa a la policía, lo que nos lleva a una de
las críticas que se ha formulado al NCPP: que al limitar a la Policía y exigirle a la vez medios de prueba consistentes, habría
fomentado la impunidad y la liberación de delincuentes. ¿Es verdad esto último?

¿El NCPP es más eficiente?

Veamos qué dicen los números. La Comisión Especial de Implementación del Código Procesal Penal, presidida por el Ministro
de Justicia, publicó el informe “Reforma Procesal Penal Peruana, II Informe Estadístico Nacional 2006-2013”. Según ese
informe, el año 2005, en el que regía el Código de Procedimientos Penales de 1940, del 100% de casos que ingresaron al
sistema, solo el 40.9% pudieron ser atendidos. En cambio, el 2012, en los distritos judiciales que habían implementado el
nuevo Código Procesal penal, se había resuelto el 70% de los casos ingresados.

En cuanto al tiempo promedio de los procesos ordinarios, este era 44 meses (casi 4 años) en el distrito judicial de Lima el
2005. En cambio, con el NCPP el tiempo de un proceso común se había reducido a 7.8 meses en promedio el 2010 en los 11
distritos judiciales que lo habían implementado, aunque con una tendencia a subir, como veremos.

Asismismo, el porcentaje de presos sin condena en los distritos judiciales de Lima el 2012, donde todavía se aplica el código
de 1940, era 69%. En cambio, ese mismo año en los distritos en los que funciona el NCPP, ese porcentaje era menor: 53%, lo
que guarda relación con el menor tiempo que duran los procesos con este nuevo código.

Además, Según Carlos Zoe Vásquez, Secretario Técnico de la Comisión de Implementación del NCPP, se produce un 217%
más de sentencias donde se aplica el nuevo CPP que donde no se aplica. En los primeros 17 distritos judiciales en los que se
implementó la reforma procesal penal, el número de sentencias se incrementó de manera notoria: pasó de 6,903 sentencias el
2006 a 26,076 el 2014. De otro lado, con el nuevo código hay ya 400 condenados a cadena perpetua y 600 a penas no
menores de 30 años. En Trujillo se ha capturado 17 bandas que se juzgan en Lima. El juez superior Bonifacio Meneses, por su
parte, afirma que con el NCPP solo se apela el 34% de las sentencias mientras que con el código de procedimiento penales del
40 –vigente aun en Lima-Callao-  se apelaba todo. 

Parece claro,  pues, que el nuevo código es bastante más efectivo que el antiguo: resuelve un porcentaje más alto de casos
por año, más rápidamente y sentencia más con menos apelaciones. 

Pero hay que mirar las cifras con un poco mas de detalle para matizar esa afirmación . En primer lugar, se aprecia una
tendencia decreciente en el porcentaje de casos resueltos. Se pasa de porcentajes superiores al 90% hasta el 2010, a un 70%
el 2012. Lo mismo estaría pasando con el tiempo promedio de duración de los procesos. Aparentemente esto tendría que ver
De otro lado, según el informe mencionado, del 100% de casos que ingresaron al sistema entre junio del 2006 y setiembre del
2013, un 57% fue archivado por los fiscales. Este porcentaje ha venido bajando desde más de un 70% hace unos años en la
medida en que la policía ha ido mejorando la calidad de las pruebas que aporta para sustentar las acusaciones. Pero, según
Carlos Zoe Vasquez, Secretario Técnico de la Comisión de Implementación del NCPP, en los años 2012 y 2013 el porcentaje
de archivamiento en el Ministerio Público en los distritos judiciales en los que no regía el NCPP era bastante mayor, 71%. De
modo que en la medida en que dicho porcentaje refleje algún grado de impunidad, ésta sería mayor con el viejo código. Por lo
demás, aquel  57% no sería tan alto comparando con Chile, donde la cifra es 50%. Y sería cierto que la mayor parte de ese
57% se explica porque los hechos denunciados no constituyen delito o porque no fue posible identificar al autor (por ejemplo,
cuando el asaltante roba desde una moto y se escapa y no ha sido posible ver la placa). En todo caso, no tenemos cómo
comparar con el Código de Procedimientos penales anterior, de 1940, porque no existe el dato respectivo.

Las críticas de la Policía

Lo que si constatamos es que la Policía no está contenta con el NCPP. Por supuesto, parte de su desazón obedece a que
dentro del nuevo esquema tiene menos poder. Está sujeta al fiscal, y su atestado ya no incrimina ni sirve para presentar cargos
legales, lo que le quita de las manos un instrumento que eventualmente fue usado para canjear impunidad por pagos.    

Pero es posible que el rebalanceo de atribuciones entre la policía y el Ministerio Público, propio del nuevo esquema, haya
trasladado el centro de gravedad excesivamente hacia los fiscales, dejando a la Policía casi atada de manos por un lado, y con
el riesgo de que el foco de corrupción haya pasado ahora a las fiscalías en la medida en que no tienen un contrapeso en la
policía que pueda llevar a cabo un control horizontal.

Veamos. La primera queja de la Policía Nacional es que no participó en la elaboración del proyecto del Nuevo Código Procesal
Penal, de modo que este no tomó en cuenta el conocimiento y la experiencia profesional de la Policía  en los temas de
prevención e investigación. “Nosotros somos los profesionales de la investigación; por lo tanto, debió convocársenos”, afirman.

La segunda queja, derivada de la anterior, se refiere precisamente al tema del atestado.  En el NCPP ya no hay atestado, sino
“informe policial”. Según Cesar Azabache, conforme al código de 1940 el “atestado” establece  conclusiones que autorizan a la
policía a cargos legales contra los investigados. En el NCPP el “informe policial” no formula cargos legales, sino solo resultados
de investigación. Efectivamente, el artículo 332 del NCPP establece que el informe policial contendrá los antecedentes, la
relación de las diligencias efectuadas y el análisis de los hechos investigados, “absteniéndose de calificarlos jurídicamente y de
imputar responsabilidades”.

Pero el general Fernando Aliaga, autor de un libro sobre el NCPP, sostiene que es un error que el “informe policial” no pueda
calificar jurídicamente los hechos investigados ni imputar responsabilidades, porque el policía “debe estar en condiciones de
reconocer si el hecho denunciado o que conoce de manera directa es un delito, una falta, una infracción o una contravención
administrativa”, precisamente para orientar su investigación, realizar sus notificaciones e interrogatorios, pues no se investiga a
ciegas (p. 40). Por lo tanto, el Código debe permitir al policía realizar calificaciones e imputaciones jurídicas que sirvan para
orientar su actuación policial, pero –en esto sí concede- “que tengan naturaleza preliminar, que no sean vinculantes para otros
actores del proceso que tienen la responsabilidad directa de realizar la calificación e imputación jurídica definitiva”. Quizá allí
esté el término medio adecuado.

Carlos Zoe  Vásquez aclara que la policía si puede formular “hipótesis” en su informe, que sirvan para guiar su trabajo, pero no
debe calificar jurídicamente los hechos. La hipótesis se refiere a los elementos fácticos, no a los jurídicos.  El fiscal Jorge Rosas
Yataco, encargado de coordinar la implementación del NCPP en el Ministerio Público, reconoce que hay países, como España,
en los que se mantiene el “atestado” policial con sus características propias , pese al cambio de modelo procesal, pero advierte
que en el Perú el problema es que hay corrupción en la Policía y que ésta tampoco es especializada, y por lo tanto es
arriesgado darle poder jurídico conclusivo al atestado policial.

Ambigüedad en definición de la “conducción de la investigación” por parte del Fiscal

Pero un problema más de fondo tiene que ver con la delimitación de roles entre los fiscales y policías, derivado de una cierta
ambigüedad acerca de lo que significa que sea el fiscal quien “conduce” la investigación del delito. Al respecto, la Constitución
Política del Perú establece lo siguiente:

Artículo 159°.- Corresponde al Ministerio Público:

4. Conducir desde su inicio la investigación del delito. Con tal propósito, la Policía Nacional está obligada a cumplir los
mandatos del Ministerio Público en el ámbito de su función.

Artículo 166°.- La Policía Nacional tiene por finalidad fundamental garantizar, mantener y restablecer el orden interno.
Presta protección y ayuda a las personas y a la comunidad. Garantiza el cumplimiento de las leyes y la seguridad del
patrimonio público y del privado. Previene, investiga y combate la delincuencia. Vigila y controla las fronteras.

Según Jorge Rosas Yataco, el fiscal conduce la investigación desde el punto de vista de su arreglo a derecho. Su conducción
es jurídica, no criminalística. Carlos Zoe Vasquez explica que le corresponde al Ministerio Público dirigir la investigación de
cara al proceso penal, no para prevenir o enfrentarse al delincuente, sino para lograr la respuesta del Estado en un proceso
penal. Es decir, determinar qué pericias o pruebas necesita para probar, por ejemplo un homicidio. “Conducir la investigación
no significa que el fiscal le diga al policía cómo se hace una pericia balística, una necropsia, una prueba de absorción atómica,
o una pericia química de drogas, etc.”, sino cuales son los elementos necesarios que debe recabarse para que se pruebe su
Pero la confusión va más allá, porque en el mismo artículo en el que se establece que el MP conduce y controla jurídicamente
los actos de investigación, se indica que los fiscales también pueden realizar actos de investigación por sí mismos, al mismo
nivel que la Policía. Lo que queda consagrado en el artículo 61, que establece las atribuciones y obligaciones del Ministerio
Público, cuyo inciso 2 precisa que el MP “Conduce la investigación Preparatoria. Practicará u ordenará practicar los actos de
investigación que correspondan…”. Es decir, el fiscal también puede investigar por su cuenta (ver además el art. 65, inc. 2 y 4;
68, 330 inc. 1; 331 inc. 2 y otros).

Mala coordinación y protocolos

Ahora bien, algunas de estas deficiencias podrían subsanarse si hubiese una buena coordinación, un genuino trabajo en
equipo entre fiscales y policías. Pero esto no suele ocurrir, aunque ya se ha avanzado en la elaboración de algunos protocolos
de actuación conjunta.

Una evaluación de la implementación del NCPP realizada por el Ministerio de Economía –a fin de saber si tenía sentido seguir
asignando fondos a ese programa-, publicada el 2013 en la página web del MEF, concluía que “La actuación conjunta en
investigación del delito entre fiscales y policías es deficiente y arroja resultados limitados . No se ha llevado a cabo el suficiente
desarrollo organizacional y operativo en el Ministerio Público y PNP (p. ej. no se ha implementado la instancia de coordinación
prevista en el art. 333° del NCPP)”. Hasta el momento de escribir esto (fines de octubre 2015), la Policía Nacional no había
implementado una Secretaría Técnica de Implementación del NCPP, cosa que si habían hecho el Ministerio Público y el Poder
Judicial.

No obstante, luego de aquella evaluación, la Secretaría Técnica de la Comisión de Implementación del NCPP armó unos
equipos interinstitucionales que elaboraron 16 protocoles, aprobados mediante DS 003-2014-jus, siete de los cuales se refieren
a las relaciones de trabajo entre Policía y el Ministerio Público: protocolo general de trabajo y coordinación entre Ministerio
Público y Policía; protocolo de control de identidad policial; de intervención en flagrancia y garantía de derechos; de protección,
aislamiento, procesamiento y cierre de la escena del delito; de registro personal e incautación: de reconocimiento de personas,
fotografías y cosas; de inspección judicial y reconstrucción; y un Manual para el desarrollo del plan de investigación.

Pero según el ex fiscal Jorge Rosas estos protocolos son aun algo generales o de principios más que realmente operativos, y
por eso en el Ministerio Público  están trabajando en propuestas de protocolos más aterrizados para coordinarlas con la
Policía. Refiere que en Trujillo la Policía y el Ministerio Público sí   trabajaron unos protocolos prácticos: qué diligencias realizar
para el caso de robo agravado, etc., pero acá en Lima formaron una comisión sin que se estuviera aplicando el NCPP,
integrada por gente que no lo estaba aplicando. Carlos Zoe Vasquez replica, sin embargo, que los policías, fiscales,  jueces y
defensores públicos que trabajaron en dichos protocolos en Trujillo si participaron en la redacción del manual de coordinación
interinstitucional que hoy existe. Lo que se necesita –agrega- es mayor capacitación en ese manual.

Por lo demás, a juicio de Rosas Yataco aquí el problema principal es uno de personas. “Yo, cuando era fiscal,  nunca he tenido
problema con la Policía. Pero hay fiscales que actúan con cierta prepotencia o son arbitrarios. Es un asunto de formas: hay que
saludar, ser respetuoso”.

Los juzgados de flagrancia

En estos días (fines de octubre 2015) se está reuniendo una comisión interinstitucional con la misión de elaborar los protocolos
para poner en marcha el “proceso inmediato” que debe aplicarse en todo el país hacia finales del 2015 en los “juzgados de
flagrancia”, que deberán sentenciar en menos de 15 días los casos de delitos flagrantes (en el marco del NCPP). La promesa
de este sistema es que permitirá juzgar mucho más rápidamente estos casos. Procesos que tomaban hasta un año, se
resolverán en 15 días. La idea es reducir la sensación de impunidad y disminuir los linchamientos. “Chapa tu choro y llévalo al
juzgado de flagracia”, grafica el juez superior Bonifacio Meneses.

Estos juzgados de flagrancia fueron establecidos por el Decreto Legislativo N° 1194 publicado el 30 de agosto de 2015,
elaborado a partir de una experiencia piloto en el distrito judicial de Tumbes , donde los primeros cuatro casos se resolvieron en
menos de 24 horas según el Dr. Victor Ticona, presidente del Poder Judicial, y donde su aplicación ha tenido un carácter
disuasivo porque desde que se implementó bajó el número de detenidos. Es decir, apenas se sabe que puede haber castigo
inmediato y no impunidad, baja el número de delitos. Es el caso, por ejemplo, de los conductores en estado de ebriedad, los
micro-comercializadores de droga, los raqueteros y ladrones entre otros.

El problema es que para que el “proceso inmediato” funcione y sentencie en segunda instancia en menos de 15 días, se
requiere, en los casos de ebriedad y droga, por ejemplo, que haya laboratorios que permitan aplicar exámenes de alcoholemia
o reactivos químicos para ver si la sustancia incautada es droga o no . Y en la mayor parte de las ciudades no los hay. Según
Rosas, en provincias se cometen muchos delitos por conducir en estado ebriedad y por violación sexual. Pero en
Huancavelica, por ejemplo, el dosaje etílico se demora como mínimo tres días, porque se hace en Huancayo. En Piura una
pericia química de drogas de demora un mes porque tiene que hacerse en Lima.

Y, en general, se requiere capacitación, más personal porque hay que atender las 24 horas, y más computadoras (aunque
podría haber fiscales disponibles si es que hubiese un sistema de evaluación de metas de producción). Todo esto cuesta
alrededor de 30 millones de soles según el juez superior Meneses, nombrado coordinador nacional de los juzgados de
flagrancia por el Consejo Ejecutivo del Poder Judicial, pero el  MEF no los ha dado. De modo que lo único que se está
avanzando son los protocolos de actuación y habrá algo de capacitación. En esas condiciones, los Juzgados de flagrancia
funcionarán para los casos que no requieran una pericia: alimentos, lesiones, hurtos y robos incluso agravados si es que no se
necesita comprobar huellas, por ejemplo. Lo demás queda en veremos. Una lástima, porque esta es una medida que podría
generar un cambio de impacto en la lucha contra la inseguridad ciudadana.
En Lima, esto debería implementarse junto con una distritalización de la justicia penal, trasladando a las municipalidades o
comisarías fiscales y jueces y habilitando pequeñas carceletas para hacer posible penas de cárcel cortas, de días o semanas,
para los delitos menores o flagrantes. El Ministerio Público ha comenzado a hacerlo en Miraflores, cuya municipalidad ha
donado el local al que se han trasladado ya dos fiscales. Faltaría un juez y una carceleta. La idea es que otras municipalidades
hagan lo mismo. Hay seis de ellas que están en conversaciones con el MP.  

En Puerto Rico, por ejemplo, los procesos de flagrancia se desarrollan en la propia comisaría, donde hay un ambiente especial
para ello. Allí están el fiscal y el juez. El Fiscal le pregunta primero a la víctima, luego al policía y luego a los demás. Una
cámara graba todo. Al final levanta un acta. A partir de allí el Fiscal tiene 15 días para acusar y llevar al acusado a juicio oral.
En menos de un mes el caso está resuelto. De esa manera se redujeron apreciablemente los delitos comunes. 

Falta de laboratorios

Una de las razones que estarían detrás del porcentaje relativamente alto de archivamiento (57%), es la falta de laboratorios ,
pese a la disponibilidad de recursos. Según Carlos Zoe Vasquez, en el Ministerio del Interior hay, desde el 2009, 17 proyectos
de inversión pública con SNIP, declarados viables, para adquirir e instalar laboratorios de criminalística a nivel nacional,  pero
el nivel de ejecución ha sido nulo hasta la fecha.

Quizá algo que haya contribuido a tamaña negligencia haya sido el poder jurídico que tenían los atestados policiales:
evidentemente, la disponibilidad de laboratorios para reunir pruebas, reduce la discrecionalidad corruptible. Fue un gran
acontecimiento que hace un par de años se instalaran por fin, en Lima, gracias a un convenio con Canadá, dos laboratorios
importantes, uno para identificación de huellas digitales (AFIS) y otro de identificación balística (IBIS). Hay, además, un
laboratorio en Arequipa.

Ahora, sin embargo, existe un clamor por instalar laboratorios en todo el país y por recuperar la capacidad de investigación de
la policía nacional. La ausencia de laboratorios lleva a la ausencia de pruebas, y esta ha sido una de las causas por las que los
fiscales no acusan o archivan los casos, lo que ha dado pie a la crítica en el sentido de que con el nuevo código procesal penal
la impunidad se ha incrementado. De todas maneras, la falta de laboratorios es suplida parcialmente con la contratación de

Problemas de gestión, información, estándares y metas

Porque lo que no hay es información suficiente para medir estándares de producción y fijar metas . No se sabe, por lo tanto,
cuán ociosos puedan estar los recursos humanos. Al comienzo habíamos anotado que existe una tendencia decreciente en el
porcentaje de casos resueltos cada año (de más de 90% a un 70%) y un incremento del tiempo promedio de duración de los
procesos. Aparentemente esto tendría que ver con el incremento de la carga en circunstancias en las que no existe una buena
programación de audiencias ni del tiempo que ellas deben demorar ni un sistema de evaluación de metas de producción.

En efecto, no existen metas de producción en términos del número de audiencias que cada juez o fiscal debería llevar a cabo
por día o por mes. En el caso de los fiscales lo que hay es un registro no de la cantidad de audiencias, sino del número de
casos que resuelven, pero esto, según la evaluación contratada por el MEF,   “promueve que aquellos prioricen la “atención” de
casos simples o leves en detrimento de los casos graves o complejos” para así aparecer con un número alto de casos
resueltos. La evaluación recomienda, como en el caso del “Expediente equivalente” que discutimos a propósito del Poder
Judicial, “incorporar elementos cualitativos al seguimiento del desempeño de los fiscales y promocionar la especialización de
fiscales según la naturaleza del delito”.

Otro tema, vinculado al anterior, es el manejo de las audiencias. Estas no tienen límite de tiempo  y tampoco existen protocolos
para que el juez corte una intervención cuando se extiende demasiado o repite los argumentos solo para dilatar.

Ocurre también que muchas audiencias se suspenden por ausencia del fiscal o del abogado  (por errores en las notificaciones,
por ejemplo), y deben ser reprogramadas, porque la agenda del Poder Judicial no está coordinada con la de la fiscalía y se
producen cruces. No hay interoperabilidad entre los sistemas. Lo dice la propia evaluación contratada por el MEF: “Las
audiencias presentan significativas demoras para su realización y altos niveles de frustración, aunque en grados variables
según el Distrito Judicial”. Y recomienda “promover la definición e implementación de un sistema de gestión de audiencias
estandarizado en las Cortes Superiores de Justicia”.

Según Jorge Rosas Yataco, hay audiencias que se  programan para dentro de 8 meses. El NCPP no les fija plazo.  Cuando
pasa tanto tiempo, ocurre que los testigos ya no quieren acudir o la propia víctima pierde eventualmente interés.

Se dice que faltan fiscales y jueces, pero primero habría que arreglar los problemas de programación y reprogramación de
audiencias, los tiempos que insumen y el cumplimiento de metas de producción de audiencias por juez y fiscal, para ver si
realmente existe un déficit del número de magistrados.  

Escribalidad y capacitación

Por último, está el problema de la calidad de los magistrados, de su capacidad de moverse en un sistema oral . Ya lo hemos
visto en el capítulo dedicado al Poder Judicial: muchos jueces y fiscales tienen problemas para tipificar los delitos
adecuadamente y sustentar, por ejemplo, la duración de una pena. Pero, además, les cuesta sustentar oralmente sus
posiciones. Muchos fiscales tienen serias dificultades para acusar oralmente y los jueces están acostumbrados a hacer leer
sentencias farragosas escritas por auxiliares y no pueden escuchar a las partes y luego pronunciarse oralmente. Según Carlos
Zoe Vasquez, en los casos sencillos, lo normal es que los jueces resuelvan de manera oral e inmediata, pero es frecuente que
no puedan hacerlo y entonces se reserven para formular luego una sentencia por escrito. En los casos más complejos, que
requieren más dogmática jurídica, los resuelven siempre por escrito, pero ateniéndose, se supone, a determinados plazos.
Como decíamos al principio, en Chile, el nuevo código procesal penal se implementó cesando a todos los jueces procedentes
del código anterior reemplazándoles por jueces nuevos, jóvenes, más adaptables. En el Perú, como hemos visto en el acápite
anterior, ni siquiera existe un sistema de evaluación del desempeño que permita reubicar o retirar a un juez o un fiscal que no
reúne las condiciones necesarias para desempeñarse bien en el nuevo código . En esto el Consejo Nacional de la Magistratura
(CNM) no ayuda. Según Jorge Rosas Yataco, el CNM, al evaluar y ratificar o no a los magistrados cada siete años, no toma
examen de oratoria ni observa el desempeño del magistrado en una audiencia. Le pregunta sobre teoría constitucional, legal,
etc., pero no sobre su desempeño práctico, sobre la estrategia del manejo de audiencia, por ejemplo.

Y los nuevos jueces o fiscales que se ha incorporado para atender la mayor demanda del NCPP son abogados jóvenes
preparados en derecho civil más que penal, de modo que desconocen teoría del delito. Tienen que ser capacitados.

No obstante, el secretario técnico de la Comisión de Implementación del NCPP, Carlos Zoe Vasquez, afirma que en los últimos
3 años se ha capacitado a 15 mil operadores del nuevo sistema. Es decir, que sí se ha dado suficiente capacitación, aunque no
existen cursos de manejo de audiencias, por ejemplo. El problema está en las deficiencias originarias de formación y en la
escribalidad ya mencionada de los antiguos fiscales y jueces. El ex presidente de la Corte Suprema, Enrique Mendoza,
sostiene, sin embargo, que se va avanzando y ya hay distritos judiciales en los que los fiscales han aprendido a acusar mejor.

Conclusión

Lo interesante y novedoso desde el punto de vista de los procesos de reforma institucional en el Perú, es que la aplicación del
NCPP es monitoreada con relativo éxito desde una Secretaría en el Ministerio de Justicia (que tiene réplicas en el Poder
Judicial y en el Ministerio Público, aunque no en la Policía Nacional),  que lleva a cabo un seguimiento de los avances y
problemas en la implementación y propone soluciones a un proceso es complejo y que entraña un verdadero cambio cultural
en varios sentidos. Lo que sugiere que una Secretaría de este tipo, más fortalecida y con un ámbito más amplio, podría
impulsar la reforma del sistema judicial en su conjunto. Esta es una buena noticia.

Esta Secretaría de la Comisión de Implementación de NCPP, sin embargo, todavía no logra que las instituciones componentes
del sistema establezcan estándares de producción de audiencias, sistemas de evaluación y cumplimiento de metas que
permitan optimizar los recursos humanos, retirar a los magistrados no aptos y allanar las dificultades de coordinación.

Tampoco parece consciente de la necesidad de encontrar un mejor balance entre las atribuciones de la policía y las de los
fiscales a fin de aprovechar el potencial del aporte policial en las investigaciones y neutralizar el hecho de que el centro de
gravedad de la acusación, y por lo tanto de corrupción, se haya trasladado casi íntegramente a la fiscalía.

Recomendaciones:

1. Rebalancear las atribuciones de la policía en relación a las de los fiscales. El Nuevo Código Procesal
Penal debe permitir al policía realizar calificaciones jurídicas que sirvan para orientar su actuación policial,
pero que no sean vinculantes para los fiscales.
2. El Código debería dar más flexibilidad a la policía para poder actuar sin esperar la orden del fiscal cuando
este no está disponible, dándole cuenta.
3. La Policía también debería poder interrogar al detenido apenas es intervenido aunque el fiscal no esté
presente, siempre y cuando esté el abogado defensor o haya testigos o el interrogatorio sea filmado.
4. Extender a 36 el periodo de investigación policial para los casos de robo agravado cometidos por
bandas. 
5. Capacitar a los fiscales en investigación criminal y criminalística.
6. Culminar la elaboración de protocolos más prácticos y específicos para mejorar la coordinación entre
policías y fiscales.
7. Financiar la instalación de laboratorios en todos los distritos judiciales cuando menos para las pruebas de
alcoholemia y reactivos de drogas, para el cabal funcionamiento de los juzgados de flagrancia.
8. La Policía Nacional debe crear un órgano de Implementación del NCPP.
9. El Ministerio Público y el Poder Judicial deben establecer estándares y metas de producción en términos
del número de audiencias que cada juez o fiscal debería llevar a cabo por día o por mes, y construir un
sistema de “casos equivalentes” para evaluar su producción a fin de optimizar el uso de los recursos
humanos y retirar o reubicar a los magistrados no aptos.
10. El CNM debe tomar examen de oratoria y evaluar el desempeño de fiscales y jueces en las audiencias, a
fin de ratificarlos o no.
11. Normar los tiempos en las audiencias, capacitar a los jueces en su conducción e integrar las agendas del
Poder Judicial y del Ministerio Público a fin de evitar la reprogramación de audiencias. Interoperabilidad
de sistemas.
12. Fortalecer y ampliar el ámbito de la Secretaría Técnica de la Comisión de Implementación del NCPP para
impulsar la oralización del conjunto de especialidades del sistema de justicia y la reforma integral del
Poder Judicial.

Bibliografía

 Aliaga Lodtmann, Fernando: Nuevo Código Procesal penal, Estudio Preliminar, 2014
 Costa, Gino y Carlos Romero: “Lima: ¿cómo hacerla más Segura”, Ciudad Nuestra, 2015
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 INEI: “Victimización en el Perú: 2010-2014”, 2015 en:

 http://www.inei.gob.pe/media/MenuRecursivo/publicaciones_digitales/Est/Lib1255/index.html
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 Ministerio de Economía y Finanzas: “Evaluación de Diseño y Ejecución Presupuestal – EDEP Implementación del
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en http://www.mef.gob.pe/contenidos/presu_publ/ppr/eval_indep/2013_codigo_ procesal.pdf
 Ministerio de Justicia: “Plan para la Consolidación de la Reforma Procesal penal y Protocolos de Actuación
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 Ministerio de Justicia: “Protocolos de Trabajo Conjunto entre el Ministerio Público y Policía”, 2015.
 Ministerio de Justicia: “Reforma Procesal Penal Peruana, II Informe Estadístico Nacional 2006-2013”, diciembre
2013
 Policía Nacional del Perú:  “Nudos críticos en la relación Policía Nacional y Ministerio Público”, Informe, 2008

Entrevistas:

 Aliaga, Fernando (General de la PNP)


 Azabache, Cesar: abogado penalista
 Mendoza, Enrique, ex presidente de la Corte Suprema
 Meneses, Bonifacio, Fiscal Superior encargado de los juzgados de flagrancia
 Rosas Yataco, Jorge, Secretario Técnico del Equipo Técnico de Implementación del Nuevo Código Procesal Penal
del Ministerio Público
 Vasquez,  Carlos Zoe (Secretario Técnico  de la implementación del CODIGO procesal Penal, Política criminal y
gracias presidenciales) L

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