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Los intermediarios
del señorío en Cataluña medieval, auge y decadencia1
Pere Benito i Monclús
¿Qué es un baile?
16 El uso está certificado en la región de Girona a partir de muchas fuentes independientes del siglo XV. Ver Jörg
Wettlaufer, “Ius primae noctis. Historisch-anthropologische Überlegungen zum Verständnis eines
mittelalterlichen Feudalrecht”, Francia, 21/1, 1994, p. 245-262. Su abolición figura entre las demandas del
colectivo de campesinos remensas en el proyecto de acuerdo de 1462 y fue sancionado por la Sentencia Arbitral
de Guadalupe (cap. IX) promulgada por el rey Fernando el Católico en 1486. Ver J. Vicens Vives, Historia de los
remensas en el siglo XV, Barcelona, 1978, p. 342.
17 Jaume Aymar Ragolta, “Els Vallmanya, batlles de sac del castell de Calonge”, Estudis del Baix Empordà, 8,
1989, p. 141.
allí18. Es bien sabido, por cierto, que desde el siglo XII los grandes señores eclesiásticos
ejercieron un control especial sobre los matrimonios de algunos de sus hombres,
especialmente de los bailes19.
Sin embargo, el origen local y la condición campesina de los bailes rurales no se
verifica siempre. Berenguer d'Auriac, baile de la familia Montcada en el siglo XII, era sin
dudas un caballero (miles). Él tenía el privilegio de acompañar a su señor a caballo y de
comer con él pan blanco20. La distinción entre el baile noble, aquel que comía cotidianamente
pan de trigo y cabalgaba con el séquito de su señor como un miles, y el baile innoble, el de
origen campesino, ya había sido establecida en los “Usatges de Barcelona21”.
De hecho, las distinciones en el estatuto social de los bailes reflejan las diferencias de
significación entre las bailías. Desde el siglo XII, se establecieron grandes diferencias entre
las bailías del dominio real, centradas en torno a pequeñas villas que ejercían su jurisdicción
sobre los dominios rurales de su distrito, las bailías de los señores banales, aquellos que
ejercían el mandamentum y el districtum sobre el territorio de un castillo, y las bailías de los
dominios rurales grandes y pequeños, cuyo centro era a menudo una domus o un antiguo
manso dominical fortificado. La naturaleza del poder y de los derechos ejercidos y el origen y
la condición de los bailes era, evidentemente, muy diferente en cada caso22.
Las diferentes bailías y bailes pueden ser observadas al interior de los grandes señoríos
eclesiásticos formados, por lo general, de un conjunto heterogéneo de posesiones. En los
dominios de la abadía de Sant Cugat del Vallès, más allá del río Llobregat, correspondientes a
territorios resultantes de la fragmentación de grandes castellanías, el baile es siempre un
pequeño noble local que se apropió del control militar y el ban del territorio. Su figura se
acerca más a la del castellano (cat. castlà) que a la del administrador del señorío. ¿No sería
acaso el poder que ellos ejercían sobre territorios relativamente lejanos al monasterio lo que
llevó a los abades a aceptar su autoridad y a concederles las bailías monásticas, a menudo tras
largas contiendas23?
Pero este no es, no obstante, el perfil más común de los bailes rurales de estas grandes
abadías y, en general, de los señores eclesiásticos, extremadamente reticentes a elegir a sus
ministeriales entre los milites. Los bailes rurales de los dominios eclesiásticos eran, la mayor
parte de las veces, campesinos enriquecidos que poseían un manso fortificado, un patrimonio
rural que sobrepasaba largamente el marco de la explotación familiar y uno o más molinos o
derechos de uso sobre éstos24.
Abades y prebostes parecen haber reclutado a sus ministeriales de manera preferencial
entre los boni homines, probi homines o proceres25, los que, por su conocimiento del territorio,
por su habilidad y por su buena reputación, disfrutaban de una consideración moral que los
volvía aptos para ejercer los poderes judiciales inferiores en materia civil y criminal, a
intervenir en los conflictos y en la regulación de diversos aspectos de la vida económica de la
18 Archivos de la Corona de Aragón, Chancillería, Ramón Berénguer I, pergamino n° 418, editado por Ll To
Figueras, El monestir de Santa Maria de Cervià..., doc. 19, p. 217.
19 P. Benito, Senyoria de la tierra..., p. 208-211.
20 J. Shideler, The Montcadas..., p. 172.
21 Joan Bastardas (ed.), Usatges de Barcelona, Barcelona, 1984, art. 10; J. Shideler, The Montcadas..., p. 172-
173; J. Lalinde, La jurisdicción..., p. 67. La condición de los bailes nobles fue tratada también en el siglo XV por
el jurista Jaume Callis, Antiquiores, f. XXv.
22 F. Sabaté, El territori..., p. 236.
23 Josep M. Salrach, “Formació, organització i defensa del domini de Sant Cugat en els segles X-XII”, Acta
Historica et Archaeologica Mediaevalia, 13, 1992, p. 157, 159-160.
24 P. Benito, Senyoria de la terra..., p. 276.
25 Es el caso de Berenguer d'Auriac, baile de Guillem Ramon de Montcada. Ver J. Shideler, The Montcadas..., p.
172.
comunidad rural26. Cuando accedían a la bailía, tenían ya experiencia en las prácticas
judiciales locales y en la mediación entre señores y campesinos. De ahí en adelante
continuaban colaborando estrechamente con este cuerpo selecto y prestigioso de
mediadores27.
Es posible que más de una elección de baile haya sido el resultado de un acuerdo tácito
entre el señor y la comunidad rural. Estos bailes, reclutados entre los boni o probi homines,
representantes en cierto modo de la comunidad, serían los antecesores de los bailes
municipales. Cuando una pequeña villa o una comunidad rural pertenecía enteramente a un
solo señor, nombrar al baile con el acuerdo de la totalidad o de la mayor parte de los
habitantes podía ser importante para asegurar el éxito de su gestión.
La segunda cuestión que se plantea alrededor del origen y la condición de los bailes es
la de saber cuál es el lugar de la compra y la detentación de las bailías y el conjunto de
estrategias económicas de los bailes en el largo proceso de enriquecimiento de ciertas familias
campesinas. Hay que admitir que aún faltan estudios prosopográficos para poder dar una
respuesta definitiva a esta pregunta. Nos limitaremos, entonces, a ciertas observaciones
generales obtenidas de estudios sobre las estrategias económicas de algunos bailes.
El acceso a la bailía, si no está siempre en el origen de las fortunas de los bailes,
constituye al menos un punto de inflexión en el proceso de enriquecimiento de estos agentes y
sus familias. Pero las rentas asociadas al oficio de la bailía no son casi nunca la única fuente
de ingresos de estos jefes de la aldea. No hay que olvidar que los bailes suelen dar créditos a
sus vecinos, incluso antes del acceso a la bailía, que ellos son a menudo acreedores de sus
señores y que, una vez en posesión de la bailía, desarrollan una política de acumulación de
tierras que los sitúa al frente de patrimonios que sobrepasan largamente el concepto de
explotación agrícola familiar.
Los bailes fueron, ciertamente, los grandes acreedores de los campesinos durante toda
la Edad Media y hasta el final del Antiguo Régimen. En los señoríos catalanes, se los ve
prestar a los campesinos de su bailía de una doble manera: directamente, otorgándoles dinero
o simiente con la garantía de sus bienes rurales; de manera indirecta, cuando se transforman
en acreedores de las rentas impagas, que los bailes han adelantado a los señores28.
De hecho, ciertos bailes locales actuaron también como acreedores de sus señores
cuando éstos enfrentaban las dificultades debidas a un tren de vida desenfrenado, a gastos
extraordinarios o a las crisis económicas generales. J. Shideler fue el primer historiador que
llamó la atención sobre la figura del baile financiero y su rol en el señorío. Bernat Barutí
presenta la imagen de un ministerial que prosperó y llegó a alcanzar un estatuto social
privilegiado gracias a sus prácticas financieras29.
En el dominio real, durante el reinado de Pedro I y los primeros años del de Jaime I,
26 Sobre los boni o probi homines, ver Ll. To Figueras, “El marc de les comunitats pageses: villa i parròquia en
les diòcesis de Girona i Elna”, Catalunya i França meridional a l'entorn de l'any mil, Barcelone, 1991, p. 218-
220. Su acción en materia jurisdiccional en el seno de las comunidades rurales dió origen al judici de prohoms.
Sobre esta institución local y sus atribuciones, ver J. Serrano Daura, Senyuriu i municipi..., p. 1030.
27 J. M. Font Rius, “Los orígenes del régimen municipal de Cataluña”, Anuario de Historia del Derecho
Español, XVI, XVII, p. 269-273.
28 J. Vilaginés ha presentado un ejemplo que puede servir como modelo del rol jugado por los bailes rurales en
el sistema señorial: se trata de Berenguer de Bannalocha, baile del obispo de Barcelona en Mollet, en el Vallès. J.
Vilaginés, “Berenguer de Bannalocha. Batlle episcopal de Mollet”, Mollet del Vallès. Notes, 3, 1989, p. 9-18.
29 Este baile de los Montcada, pronto devenido procurador de sus dominios (1209-1225), contribuyó a financiar
las empresas de esta poderosa familia noble entre 1212 y 1223 mientras recibía en prenda el conjunto de las
rentas de ciertos derechos (J. Shideler, The Montcadas..., p. 173-176).
especialmente en el período de 1204 a 1220, se utilizó en gran escala el crédito por medio del
empeño o el arriendo temporal de las rentas de las bailías para remediar el déficit fiscal de la
corona. Entre los acreedores del rey se encontraban nobles, burgueses, judíos, pero también
bailes30.
Parece, pues, que ciertos bailes locales sacaron provecho de su experiencia como
administradores y acreedores de los campesinos para invertir los ingresos de su oficio en el
arrendamiento o la adquisición de nuevas rentas señoriales. Pero no es menos cierto que los
señores, especialmente el rey y ciertos nobles, escogieron muy conscientemente a sus bailes
entre los individuos más solventes de sus dominios, quienes podían asegurarles la estabilidad
de sus ingresos, aunque éstos disminuyeran drásticamente por la sucesión de malas cosechas o
por el endeudamiento colectivo de los campesinos, y quienes podían prestarles dinero en
malos momentos, ya que su recuperación estaba garantizada por las rentas de la bailía.
La estabilidad de los ingresos del señorío, he aquí un ideal que llevó muy pronto a los
señores catalanes a optar por el arriendo de las rentas de sus dominios. A partir de la segunda
mitad del siglo XIII, los grandes señores eclesiásticos, los templarios, los hospitalarios, la alta
y baja nobleza, incluso los pequeños señores rurales, recurrieron al arriendo temporario de las
rentas de las bailías. A partir de la segunda mitad del siglo XIII en la mayor parte de los
grandes señoríos, el arriendo se transformó en una práctica regular y cotidiana31.
El objeto del arriendo era a menudo el conjunto de las rentas de una bailía y los
arrendatarios de las rentas señoriales eran tal vez los mismos bailes que las detentaban 32. El
arriendo suponía ventajas evidentes para los señores que no tenían más necesidad de fiscalizar
las tareas de recaudación de los bailes, mientras que para éstos la perspectiva de un beneficio
procedente de la diferencia entre el precio que habían pagado por el arriendo y lo que
recaudaban representaba el mejor aliciente posible al buen ejercicio de sus funciones. Es inútil
insistir en qué medida el arriendo pudo contribuir a una mejor gestión del señorío, en
particular a la recaudación de las rentas, a la lucha contra el fraude y la pasividad de los
campesinos y al incremento de los ingresos y, por tanto, de los beneficios que los bailes
recibían de los dominios que administraban. Por lo demás, el arriendo a corto plazo era para
los señores la mejor alternativa posible a la enajenación del patrimonio.
Desde este punto de vista, el arriendo se presenta como un pacto entre quienes
detentaban derechos señoriales y las elites locales que los reclamaban, entre ellos los bailes.
Sin embargo, éstos no son los únicos que arrendaban las rentas señoriales. Entre los
arrendatarios se encuentran también pequeños nobles, burgueses y comerciantes de las villas
vecinas, judíos especializados en el crédito, campesinos enriquecidos, etc. Parece, pues, que
los señores recurrieron a una clientela diversificada para no confiar demasiado poder a los
bailes33.
Para enfrentar el endeudamiento y las necesidades de moneda los señores recurrieron a
la alienación de las rentas de sus dominios, separándolos de los derechos sobre el señorío. La
compra de las rentas señoriales está a menudo en el origen del ascenso social de antiguas
familias de bailes que, transformadas en rentistas, pudieron imitar la condición y el nivel de
vida nobiliarias. Ciertas familias que, en los siglos XIV y XV, disfrutan de rentas de origen
señorial pero que no pueden ser vinculadas con la posesión de castillos, domus y derechos
banales o jurisdiccionales y que en los siglos XVI y XVII terminaron por acceder al rango de
la pequeña nobleza (homes de paratge), fueron los descendientes de los antiguos bailes
En las páginas anteriores se presentó una imagen de la figura del baile, de sus
funciones y de su estatuto tal como se constituyó en la época clásica del señorío, entre los
siglos XI y XIII. Ahora bien, esta imagen no se corresponde con la del baile de la baja Edad
Media y la época moderna, reducido a un simple recolector de rentas y administrador del
señorío, desprovisto de atribuciones judiciales y con fuertes restricciones para la transmisión
hereditaria de la bailía que detentaba. ¿Se puede apreciar una evolución del rol de los bailes
locales en sus relaciones con sus señores?
El siglo XII es la época de oro de los bailes. Tienen un rol capital en la
reestructuración del señorío rural, especialmente en la reconversión de los grandes espacios
dominicales en el sistema del manso y la tenencia hereditaria (que se atestigua, por otro lado,
en Cataluña Vieja entre fines del siglo XI y principios del XIII, en particular en los territorios
de nueva colonización al oeste del Llobregat). El rol de los bailes catalanes del siglo XII en la
reconversión de las antiguas tierras dominicales se revela tan fundamental que la
encomendación de la bailía aparece muy frecuentemente asociada a la cesión en feudo de un
centro dominical, un manso fortificado llamado torre, sala, soler o masó.
En el transcurso del siglo XII los bailes ven reconocidos sus derechos hereditarios
34 Los Sala, bailes del monasterio de Sant Pau del Maresme en Arenys (condado de Girona) hasta 1437,
consiguieron obtener del rey un título de nobleza en 1632 en razón de la antigüedad de su casa. Ver Benet Oliva i
Ricós, La petita noblesa del Maresme, Mataró, 2002, p. 71.
35 P. Benito, Senyoria de la terra..., p. 323-324, 328-334.
36 El ejemplo paradigmático es el de los Sala, citados más arriba, cuyas estrategias económicas están bien
documentadas desde 1212. Transformados en “hombres propios” de la abadía de Sant Pau del Maresme, de la
cual eran bailes, lograron acumular un importante patrimonio rural constituido por tenencias y alodios. Durante
el siglo XIV actuaron a la vez como “hombres propios” y de remensa de la abadía, y como señores de
campesinos remensas. Ver B. Oliva, La petita nobleza del Maresme..., p. 72-89.
sobre la bailía a través de un documento específico, la carta de encomendación de la bailía
(comendatio baiulie), a menudo asociado, en un mismo acto, a la concesión precaria de un
manso y de un conjunto de tierras 37. Ya hemos visto que los bailes llevan a cabo una prudente
política de acumulación de tierras que los sitúa al frente de patrimonios que sobrepasan
largamente el marco del centro dominical o de la explotación agrícola recibida en encomienda
o en precaria.
Pero muy pronto los señores van a reaccionar contra el poder adquirido por los bailes
locales. La reacción señorial contra los bailes se presentará en muchos frentes: control fiscal
de la gestión de las bailías, avasallamiento, lucha contra la acumulación patrimonial, control
sobre la transmisión hereditaria de las bailías y limitación de las facultades jurisdiccionales de
los bailes.
Las reformas administrativas en vista a controlar la gestión de los bailes comenzaron
muy pronto en los dominios del conde/rey; luego se difundieron entre los templarios, los
hospitalarios y los grandes señores eclesiásticos. Durante la segunda parte del reinado de
Ramón Berenguer IV y el de Alfonso el Trovador (1162-1196), los bailes locales fueron
sometidos a un control estricto de su gestión económica. Se constituyó un tribunal central de
auditores en vistas a supervisar regularmente las cuentas que aquellos debían presentar
periódicamente38. Siguiendo su ejemplo, las órdenes militares y los grandes monasterios
pusieron en marcha complejos sistemas jerarquizados de auditoría contable. En las abadías
benedictinas, dependientes desde 1215 del monasterio de Sant Cugat del Vallès, se
implementaron dos oficios monásticos en el transcurso del siglo XIII, el preboste y el cillerero
(lat. cellarius, cat. cellerer), encargados de los bienes temporales del monasterio y de su
intendencia, respectivamente. El preboste debía supervisar las cuentas del dominio que le
presentaban anualmente los bailes y semanalmente el cillerero, e informar al abad todos los
meses39. En ciertos lugares, además, los grandes monasterios establecieron una suerte de
jerarquía entre bailes mayores y menores, en vistas a mantener bajo control la gestión de los
bailes locales40. Desde mediados del siglo XII los cabreos se transforman en instrumentos
clave tanto para los señores, para llevar adelante las auditorías de las cuentas fiscales
presentadas por los bailes41, como para los éstos mismos, para sus tareas de recolección de las
rentas de cara a los campesinos.
Desde fines del siglo XII los señores impusieron a los bailes y a sus descendientes la
obligación de residir en el manso, de ser sus hombres fieles y ligios (solius), de prestarles
homenaje, de devolverles la potestas del manso cuando se la requirieran y, si abandonaban el
señorío, de redimirse y liberar sus bailías y sus tenencias. Sujetos a la gleba, sometidos a los
malos usos, a la remensa y a la justicia del señor, los bailes fueron asimilados a la condición
de los siervos, la cual compartieron, de ahí en adelante, con el resto de los campesinos de sus
bailías42.
* * *
Todos estos cambios tuvieron, sin dudas, consecuencias sobre la condición, el estatuto
y las fortunas de los bailes rurales durante la baja Edad Media y el Antiguo Régimen. A fines
de la Edad Media, cuando muchas comunidades rurales, siguiendo el ejemplo de las villas, se
incorporaron a la jurisdicción real y obtuvieron de los reyes privilegios de organización
municipal, los señores vieron su representación limitada a los “bailes de bolsa”, encargados de
la administración y recolección de sus derechos y rentas. En los señoríos rurales de Cataluña
Vieja estos recaudadores de rentas no eran otros quizás que pequeños o medianos tenentes
para quienes el oficio de la bailía servía para complementar los ingresos que obtenían de sus
explotaciones agrícolas. Sometidos a los malos usos y a la justicia señorial, compartían la
condición y chocaban con los mismos límites que el resto de los tenentes. Se comprende
fácilmente que no hayan dudado en tomar parte en favor de los remensas cuando éstos se
sublevaron contra sus señores en 1462 para obtener la abolición de los derechos serviles que
pesaban sobre ellos y sus tenencias.
49 J. Lalinde, La jurisdicción..., p. 87-88, 93-125 (sobre las funciones y competencias de los végueres), 128-137
(sobre las competencias de las bailías reales en materia de jurisdicción ordinaria), 153-179 (sobre las
interferencias y conflictos de competencias entre el veguer y el baile).
50 J. Lalinde, La jurisdicción..., p. 250; V. Ferro, El Dret Públic Català..., p. 148; F. Sabaté, El territori..., p.
236; J. Serrano Daura, Senyoriu i municipi..., p. 786-788; E. Toda i Güell, La davallada de Poblet (Poblet als
segles XVI i XVII), Abadia de Poblet, 1997, p. 305-310.
51 J. Marquilles, Comentaria super usaticis Barchinone, Barcelona, 1505, f. XLIv.
52 Sobre estas distinciones jurídicas, ver J. Lalinde, La jurisdicción..., p. 245-250; Victor Ferro, El Dret Públic
Català..., p. 123-125 y 139.