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14. UNA EXPLICACIÓN DE LA DEPRESIÓN DE 1929


Volvemos a las preguntas iniciales: ¿qué provocó la depresión mundial de 1929? ¿Por
que fue tan amplia, tan profunda, tan larga? ¿Fue causada por factores reales o por
factores monetarios? ¿Se originó en Estados Unidos, en Europa, en los países de
producción primaria de la periferia, en las relaciones entre ellos? ¿Fue una debilidad fatal
de la naturaleza del sistema capitalista internacional o de la forma en que éste era
gestionado, o sea, las políticas seguidas por los gobiernos? ¿Eran tales políticas, en la
medida en que eran importantes, la consecuencia de la ignorancia, de la limitación de los
horizontes o de los malos deseos? ¿Fueron la profundidad y la duración de la depresión
un reflejo de la fuerza de un shock sobre un sistema relativamente estable, o una medida
de la inestabilidad del sistema en presencia de un vendaval o de una serie de vendavales
de fuerza normal (se midan como se midan)?, o para llevar la discusión de nuevo entre
Paul Samuelson, Milton Friedman y yo, ¿fue la depresión un suceso fortuito, la
consecuencia de una política monetaria deliberada y equivocada por parte del consejo de
la Reserva Federal norteamericana, o sus orígenes eran complejos e internacionales, e
incluían tanto factores reales como financieros? Inevitablemente el marcar estos puntos a
la vez supone, a un nivel considerable, la reafirmación de las preconcepciones. Puedo ser
acusado de haber seleccionado las estadísticas, los hechos e incidentes de la historia de
la década que apoyan una posición elegida a priori, pero puedo decir que no he suprimido
conscientemente ningún hecho que no esté de acuerdo con la explicación que sigue, ni he
ignorado otras explicaciones tales como la política monetaria norteamericana (Friedman);
el mal uso del patrón oro (Rubios); la deflación equivocada (Keynes); estancamiento
secular (Hanson); desequilibrio estructural (Svennilson), etc. El capítulo se titula aria
explicación, no la explicación.

La explicación que este libro contiene está en que la depresión de 1929 fue tan amplia,
tan profunda y can larga, debido a que el sistema económico internacional se hizo
inestable por la incapacidad británica y la falta de voluntad norteamericana para asumir la
responsabilidad de estabilizado desarrollando cinco funciones:

1. Mantener un mercado relativamente abierto para los bienes con problemas.


2. Proporcionar préstamos a largo plazo anticíclicos, o por lo menos estables.
3. Estructurar un sistema relativamente estable de tipos de cambio.
4. Asegurar la coordinación de las políticas macroeconómicas.
5. Actuar como prestamista de última instancia, por medio del descuenta o de
otras formas, proporcionando liquidez en las crisis financieras.

Creo que tatas funciones deben ser organizadas y llevadas a cabo por un único país que
asuma la responsabilidad del sistema.1 Si esto se hace así; y si especialmente este país
actúa como prestamista de ultima instancia en las crisis financieras, el sistema económico
es capaz en general, en mi opinión, aunque no en la de otros, de realizar los ajustes
necesarios frente a dislocaciones serias mediante mecanismos de mercado. Habrá
momentos en que la dislocación estructural sea tan amplia como para que hagan falta
medidas más dirigidas, tales como d plan Marshall, el crédito británico, etc., después de la
segunda guerra mundial. D. E. Moggridge cree que la dislocación era tan profunda entre
1929 y 1931 que los créditos de rescate de Francia y Estados Unidos a Austria, Alemania
e Inglaterra no habrían servido para parar el colapso encadenado de las monedas.2 El
problema está en saber si los shocks que afectaban al sistema eran tan grandes que la
gran sobreproducción de productos primarios, la insistencia francesa en obtener las
reparaciones alemanas, la demanda de Estados Unidos de devolución de las deudas de

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guerra, la sobrevaloración de la libra y la subvalotación del franco, la paralización de los


créditos extranjeros en Nueva York, el Crac de la bolsa, etc., superarían cualquier
conjunto de defensas; o si, en ausencia de un país que quisiera y pudiera actuar como
estabilizador, cualquier shock aleatorio al sistema por encima de algún mínimo podría
hacer que el sistema va inestable cayese en la depresión.

Mi afirmación es que la dificultad está en la considerable y latente inestabilidad del


sistema, y en la ausencia de un estabilizador. Antes de la primera guerra mundial, Gran
Bretaña estabilizaba al mundo desarrollando las funciones enumeradas, más o menos, y
con la ayuda enorme de la mitología del patrón oro que internalizaba tanto unos tipos de
cambio estables como las políticas macroeconómicas coordinadas. Hubo ocasiones en
que, Gran Bretaña o bien no estimo involucrada o se quedó a un lado, como en 1873,
cuando atropa central y Estados Unidos compartieren una larga depresión3 En. 1890,
después de cinco años de créditos exteriores acelerados, el mercado de capitales de
Londres se paró de repente, el sistema se salvó después de la depresión, que duró de
1890 a 1895, por un deus ex machina en forma de una entrada sustancial de oro de las
minas Rand del Transvaal descubiertas en 1886.4 En 1929, 1930 y 1931. Gran Bretaña no
podía actuar como estabilizador y Estados Unidos no queda. Cuando todos los países
quisieron proteger su interés privado nacional, el interés público mundial se fue al traste, y
con él los intereses privados de todos.

MANTENER UN MERCADO PARA LOS BIENES CON PROBLEMAS


El mantener un mercado para los bienes con problemas puede verse como otra forma de
financiar. El libre cambio tiene dos dimensiones: a) adaptar los recursos internos a los
cambios de las capacidades productivas del extranjero, y b) mantener el mercado de
importaciones abierto en periodos de dificultad. El primero puede ser realizado más
rápidamente por un país que crezca con rapidez, porque necesita transferir recursos
desde las ocupaciones menos productivas y quiere llegar a competir con las
importaciones. Manteniéndose firme en el librecambio durante la depresión, con algún
coste a corto plazo en lo que se refiere a los recursos de las líneas que compiten con la
importación, el segundo punto proporciona un mercado para los excedentes que se han
acumulado en el extranjero. Gran Bretaña se mantuvo en el librecambio desde 1846 (o
algo, después, tal corno 1860; cuando todos los aranceles, excepto los mantenidos para
obtener ingresos, se habían desmantelado) hasta 1916. Después de 1873, Gran Bretaña
no crecía con rapidez, pero continuaba admitiendo el librecambio ya que sus industrias en
decadencia eran exportadoras más que competidoras de las importaciones. Su tenacidad
en la adhesión al librecambio durante la depresión puede haber nacido por un elemento
cultural y por la tradición librecambista de Adam Smith más que por hacer un servicio
consciente a la economía mundial.

El contraste de estos hechos aparece con la ley Smoot-Hawley. Al primer asomo de


problemas en la agricultura. Hoover echó mano del remedio casero republicano, tal como
lo caracterizaba Schummpeter, haciendo frente a la recomendación de la Conferencia
Económica Mundial de 1927 de que las naciones del mundo debían adoptar una tregua
arancelaria. Le acción era importante no tanto por su impacto sobre la balanza de pagos
de Estados Unidos, o por su conducta de no llegar a ser una nación acreedora, como por
su irresponsabilidad. El acuerdo del Congreso amplió la protección de la agricultura a los
productos primarios y a las manufacturas de todo tipo, y Hoover a pesar de más de treinta

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protestas formales de otros países y de los consejos de mil economistas, transformó el


acuerdo en ley. Esto dio lugar, o por lo menos no hizo nada para pararlo a una estampida
hacia la protección y la restricción de importaciones en que cada país trataba de
protegerse de una presión deflacionaria sobre las importaciones, y todos juntos
aseguraban dicha presión mediante la restricción mutua de las exportaciones. Al igual que
con la depreciación del tipo de cambio para elevar los precios internos, el beneficio de un
país era una pérdida para todos los demás. Con las represalias arancelarias y las
depreciaciones competitivas, las pérdidas mamas estaban aseguradas. La fórmula de una
tregua arancelaria y de una estabilización del tipo de cambio propuesta por la Conferencia
Económica Mundial de 1933 no ofrecía ningún medio positivo de elevar los precios o
aumentar el empleo. Sin embargo, habría tenido importancia como forma de parar una
ulterior caída. Sin ningún país que quisiese proporcionar un mercado para los bienes con
problemas, o que quisiese tolerar la apreciación del cambio, y mucho menos que quisiese
proporcionar capital a largo plazo o facilidades de descuento a los países que tuviesen
dificultades de pago, la falacia de la composición de hacer del todo menos que la suma de
sus partes fue lo que aseguró que la deflación continuase.

CRÉDITOS ANTICÍCLICOS
En el siglo XIX Gran Bretaña concedía créditos al extranjero con una base anticíclica.
Hubo otras excepciones, además del episodio de 1890 al que nos hemos referido.5 Pero
en buena parte, especialmente después de la mitad del siglo, y como contrapartida se
mantuvieron los créditos exterior e interior. La recesión interna estimuló los créditos al
extranjero, el boom nacional los cortó. Pero el boom nacional hizo aumentar la
importación, lo cual proporcionó un estímulo a la exportación, que sustituyó a la inversión
interna con fondos prestados. Los créditos anticíclicos estabilizaron al sistema.

En los años veinte, los créditos al extranjero de Estados Unidos tenían una correlación
positiva con la inversión interna. El boom de los veinte vino acompañado de un aumento
en los créditos al extranjero, la depresión de los treinta hizo que el flujo de capital se
invirtiera. En su obra The United Series and the World Economy escrita en 1943, Hal Lary
apuntó el hecho fundamental de que Estados Unidos cortó sus importaciones y sus
créditos al mismo tiempo. La disminución de los préstamos ocurrió en realidad antes del
crac de la bolsa porque los inversores se dirigieron desde el boom de los bonos
extranjeros que siguió al crédito Dawes, hacia el boom de las acciones nacionales, que
empezó en la primavera de 1928. Puede discutirse la presión deflacionaria en Alemania,6
pero la presión sobre los países menos desarrollados de la periferia es clara. 7 Además, tal
como muestra el cuadro 1 (p. 65), Gran Bretaña también redujo sus créditos en 1929 en
relación con 1928.

TIPOS DE CAMBIO ESTABLES


Los tipos de cambio fueron estables durante el siglo XIX a causa del patrón oro. El precio
del oro se fijó en Gran Bretaña en 1717 y en Francia en 1726 y se mantuvo, con
interrupciones debidas a. la guerra y a la crisis, hasta 1931 y 1924 respectivamente. La
mayoría de los economistas, aunque no todos, creían que el patrón oro estaba gestionado

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por el Banco de Inglaterra, con ayudas ocasionales del Banco de Francia, del Banco de
Hamburgo y del Banco Estatal de Rusia. El sistema era aceptado cómo un hecho objetivo,
difícilmente sujeto a alteraciones, había sido internacionalizado y era por tanto legítimo.

Cuando después de la inflación de la primera guerra mundial, los tipos de cambio o bien
fueron restaurados o bien se ajustaron, era importante fijarlos a niveles de equilibrio. Se
dedicó a este problema bastante atención. Pero en la mayoría de países, los economistas
se esforzaban en calcular paridades del poder adquisitivo, sin hacer siempre las debidas
correcciones por cambios estructurales, tales como la pérdida de los activos extranjeros
de Gran Bretaña o el gran volumen de capital francés en el extranjero en 1926, y
esperaban el momento oportuno para la vuelta a la situación normal. Italia escogió un tipo
de cambio que se basaba casi exclusivamente en el prestigio. La estructura de tipos de
cambio resultante puso al sistema mundial en una posición difícil.

Después vino la depresión, y la respuesta de muchos países de la periferia, que no


podían ya pedir créditos y se enfrentaban a-unos precios y valores de exportación que
bajaban con rapidez, fue la de devaluar sus monedas. Tuvo lugar en cierta medida una
depreciación competitiva del tipo de cambio. En Gran Bretaña no importaba que se
hundiese la libra, si no que- se creó la Exchange Equalization Account para evitar que
subiera. La respuesta de las autoridades monetarias al comportamiento caótico en los
tipos de cambio en los años treinta fue la de adoptar unos tipos de cambio fijos en Bretton
Woods como patrón que evitase las tácticas de empobrecer al vecino. Cuando el conjunto
de tipos de cambio tuvo dificultades al seguir los distintos países políticos
macroeconómicos independientes, muchos economistas se manifestaron en favor de la
flotación. Originalmente mucho de ellos pensaban, y aún es una opinión ampliamente
difundida entre los monetaristas, que unos tipos de cambio completamente flexibles
proporcionan el aislamiento de las condiciones mundiales de inestabilidad a un país
determinado. Sin embargo, tanto la experiencia de los años treinta como lis de los años
sesenta indica lo contrario. En un mundo de inflación como el de los años treinta, unos
tipos de cambio flexibles con ovenshooting son deflacionarios. La depredación deja los
precios internos sin variar, y reduce los precios en los países en los que los cipos de
cambio se han revalorizado. Por otro lado, en un mundo de inflación, como el de los años
setenta, el efecto ratchet funciona en el sentido opuesto: la depreciación eleva los precios
internos y la revaluación deja los precios extranjeros sin variar.

Los economistas tienen aún que ponerse de acuerdo sobre cuál es la mejor manera de
obtener el grado óptimo de estabilidad del tipo de cambio fijo a corro plazo, y ajustable a
largo plazo, cuando hay cambios estructurales y las políticas macroeconómicas son
divergentes. Tampoco esté claro cómo estos elementos podrían ser proporcionados por el
líder en la actualidad, aunque Estados Unidos dominaron las instituciones do Bretton
Woods hasta los primeros años setenta.

COORDINACIÓN DE LAS POLÍTICAS MACROECONÓMICAS


Al igual que los tipos de cambio, las políticas macroeconómicas se combinaban de forma
más o menos automática durante el siglo XIX con el patrón oro. El Banco de Inglaterra
había desarrollado gradualmente las técnicas para la gestión de los mercados de dinero y
de capital de Londres, que comunicaban la política monetaria al resto del país y del
mundo. La política fiscal casi no existía en un mundo de presupuestos equilibrados en

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tiempos de paz, excepción hecha de las variaciones en la forma de los impuestos. Dichas
variaciones estaban destinadas a asignar los recursos y redistribuir la renta, no a
mantener la estabilidad de la renta nacional.

El patrón oro se derrumbé en el período de entreguerras hasta el punto de que Estados


Unidos y Francia, acumulando oro, In esterilizaron. La política monetaria se dirigía
principalmente a fines internos excepción hecha del episodio de 1927 que mas tarde fue
considerado como una equivocación. La inflación alemana de 1923 hizo que dicho país se
volviese paranoico en relación al tema. En política fiscal no existía prácticamente nada, ni
incluso en Suecia. La política monetaria era una cuestión de tonto el último o sálvese
quien pueda.

PRESTAMISTA DE ÚLTIMA INSTANCIA


La función de prestamista de última instancia tiene dos dimensiones, una interna y otra
internacional. En el frente interno, recibió inmediata atención. Montagu Norman del Banco
de Inglaterra rescató el banco William Deacons en 1929. En octubre del mismo año,
George Harrison, del Banco de la Reserva Federal de Nueva York, empezó unas
operaciones de mercado abierto muy por encima de los límites que tenía asignados por la
junta de Washington, en un esfuerzo para drenar la liquidez del mercado de Nueva York.
En Italia, cierto número de bancos fueron salvados secretamente en 1930 mucho antes
del primer pánico bancario en Estados Unidos en noviembre y diciembre del mismo año.
En Alemania los resultados fueron menos positivos. Un memorándum socialdemócrata de
julio de 1931 afirmaba que el Reichsbank debía llevar a cabo una nueva emisión de
billetes bancarios sin fiarse en los límites legales impuestos por sus reservas de oro y de
moneda extranjera evitando el peligro de inflación mediante la elevación de la rata de
descuento. Llevó a cabo el último aspecto, pero no el primera.8 Y permitió que el
Danstbank quebrase, pecado de omisión que desde la perspectiva actual palme
9
incomprensible.

Sin embargo era a nivel internacional donde el prestamista de última instancia faltaba de
forma más conspicua. La función es, como mínimo, difícil, pero Gran Bretaña lo intentó
hasta los últimos 50 millones de chelines austriacos prestados a Austria en julio de 1931,
cuando el resto del mundo se habla retirado. Después de la caída, se marginó a Gran
Bretaña de un crédito concedido a Alemania, mientras que franceses y norteamericanos
concedieron uno, demasiado pequeño y demasiado tarde, sin mencionar las duras
condicionas políticas impuestas por pacte de les franceses. Cuando a Inglaterra le llegó el
turno de buscar ayuda. Estados Unidos y Francia procedieron a conceder sólo un crédito
al mismo tiempo —una táctica de tacaño, ya que la prescripción de Begehot era de
prestar libremente— y pusieron unas condiciones económicas tan severas en el segundo
crédito, que hicieron caer al gobierno laborista. La condicionalidad de los créditos de
rescate no es un problema nuevo, tal como salte el Tercer Mundo mientras negocia con el
Fondo Monetario Internacional.

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LIDERAZGO INGLÉS
No quedó claro hasta 1931 que Gran Bretaña no podía ser el líder. En los tempranos años
veinte existieron programas de la Sociedad de Naciones dirigidos a la estabilización de las
monedas de Austria y Hungría. Ambos programas eran, hasta cierto punto, británicos en
su espíritu, con la ayuda de expertos escandinavos, holandeses y de otros procedentes
de los dominios británicos, como los del staff económico y financiero de la Sociedad de
Nociones. Más tarde, los planes Dawes y Young para el arreglo de las reparaciones
alemanas estuvieron dominados por los expertos británicos, con algunos norteamericanos
que servían de frente para eliminar la esperanza británica de ligar las reparaciones a las
deudas de guerra. En 1931, la capacidad británica de liderazgo había desaparecido. En
parte se había disipado en pueriles querellas de bancos centrales entre Norman y
Moreau, aunque buena parte de la competencia para dominar a los pequeños bancos
centrales de Europa era un producto de la imaginación de Moreau. Benjamín Strong
intentó ser el árbitro de estas peleas, y su muerte en 1928 fue una pérdida para la
estabilidad del sistema. De mayor significación fue el peso de los saldos franceses en
esterlinas, que inhibió a Gran Bretaña en su función de prestamista de última instancia.
En la Conferencia Económica Mundial de 1933 quedó claro que Gran Bretaña se había
separado de su papel dirigente en el mundo, cultivando la Commonwealth y la libertad
para manejar la libra esterlina, y dejando que Estados Unidos diseñase un programa
mundial.

FALTA DE LIDERAZGO POR LOS ESTADOS UNIDOS


Los historiadores revisionistas, como William A. Williams insisten en que Estados Unidos
asumió un papel importante en el mundo con Charles E. Hughes en fecha tan temprana
como fue en la Conferencia de Desarme de 1922.10 Es difícil o imposible encontrar apoyo
para esta posición en el campo de la economía internacional, que acepta la sabiduría
convencional de historiadores como E. H. Carr, para quien, en «1918 el liderazgo mundial
fue ofrecido, casi con el consentimiento universal, a Estados Unidos... y fue
rechazada>>11. Existía un cierto interés por los asuntos de Europa York en Nueva York,
en el Banco de la Reserva Federal de Nueva York con Strong y Harrison, en la comunidad
financiera representada por gente como Dwight Morrow, Thomas Lamont y Norman Davis.
Unos pocos no neoyorquinos como Charles G. Dawes y Andrew Mellon, aparecieron en
las finanzas internacionales y en la diplomacia. Sin embargo, en conjunto, el aislacionismo
expresado por Henry Cabor Lodge al dirigir el rechazo al Tratado de Versalles y a la
adhesión de los Estados Unidos a la Sociedad de Naciones, tipificaba el sentimiento
dominante. Estados Unidos no tenia claro su papel internacional. Creía que los británicos
eran más astutos, más sofisticados, más tortuosos en sus tácticas de negociación, de
forma que Estados Unidos siempre acababa las conferencias internacionales perdiendo.
Stimson habría deseado emprender una operación importante de descuento para rescatar
al Reichsmark en julio de 1931. Hoover, Mellan y Milis —aunque fuese de Nueva York —
se oponían a enviar dinero bueno para salvar al dinero malo, como se necesitaba-pan el
descuento. En 1933, James Warburg, Moley y presumiblemente Woodin y Roosevelt aún
se resistían a enviar dinero de esta forma. Las propuestas de fondos monetarios
internacionales en embrión eran mucho e incluso Gran Bretaña presentó una de forma
oficial. Todas fueron descartadas con la lectura de la cantidad que Estados Unidos había
ya perdido por las deudas de guerra no pagadas y por el acuerdo de espera (Standstill) 12.

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No fue hasta 1942 que Harry D. White empezó a preparar un plan mundial en Bretton
Woods —conjuntamente con el plan de lord Keynes—, un plan mundial de descuento
limitado.

COOPERACIÓN
La conclusión de Clarke de que la cooperación entre bancos centrales se mantuvo hasta
mediados de 1928, pero falló después, ya ha sido mencionada y discutida en detalle. De
forma sucinta, dicha cooperación en algunos aspectos, tales como la hegemonía sobre
los pequeños bancos centrales o la elección de un tipo de cambio de equilibrio era
inadecuada antes de 1926, y el Banco de Francia apoyó a la libra esterlina lealmente y
con muchos gastos a finales de verano de 1931. Una cuestión más importante es si una
cooperación de este tipo habría sido suficiente. En la obra America's Role in the World
Economy, 13 Alvin Hansen sugirió que la política de Estados Unidos debía mantener el
pleno empleo en el país y debía cooperar con los esfuerzos internacionales de
liberalización del comercio, restableciendo los movimientos de capital, mejorando el
sistema monetario mundial, y así sucesivamente. Con la ventaja de la perspectiva parece
que más que cooperación lo que se proporcionó fue liderazgo, y que la simple
cooperación no habría construido las instituciones y políticas de la OCDE, del Grupo de
los Diez, del Banco de Acuerdos Internacionales, del Fondo Monetario Internacional y del
Banco Mundial, del GATT, etc. Tal como me dijo un conocido miembro del staff del Fondo
Monetario Internacional, un norteamericano, si Estados Unidos no hubiese tomado el
papel de líder, nada había sucedido. El liderazgo puede existir sin que existan seguidores,
y las propuestas alocadas o incluso las propuestas sensible pueden ser vencidas por la
falta de apoyo. Pero las propuestas más sensibles que surjan de los pequeños países no
tienen valor si dichos países no tienen la capacidad de llevarlas a cabo y no pueden
convencer a los demás países para que lo hagan. La Conferencia Económica Mundial de
1933 no careció de ideas, cal como sucedió en la de 1927. El único país capaz de asumir
el liderazgo escriba preocupado por los problemas internos y se marginó.

Una forma especial de cooperación habría sido un liderazgo combinado anglo-americano


en los asuntos económicos del mundo. El equivalente de los años ochenta es la
sugerencia, tan frecuente, de una troika compuesta por Alemania, Japón y los Estados
Unidos que proporcionaría el liderazgo que hoy se necesita, ahora que la capacidad y/o el
deseo norteamericano de proporcionarlo se han disipado.

Los economistas en general arman que tales arreglos, tanto el duopolio como el
monopolio bilateral, son inestables, y también lo hacen los politólogos. Carr afirma
explícitamente que la esperanza de una paz anglosajona era romántica, y que la paz
norteamericana sería un fenómeno mas fácil.14 Vansittart:, refiriéndose a los acuerdos de
espera y a la ocupación alemana de la Renania, escribió en relación a la Conferencia
Económica Mundial: «Cuando se necesitaba acción dos años antes, los dos gobiernos,
británico y norteamericano, se escudaron uno en el otro, al igual que lo hicieron los
gobiernos británico y francés tres años mis tarde>>15 Con un duunvirito, una troika o
formas algo mis amplias de responsabilidad colectiva, como la cumbre de los Siete o el
Grupo de los Diez, el pasarse la culpa de uno a otro no tiene lugar donde parar.

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LIDERES QUE CAMBIAN


Friedman y Schwartz dan gran importancia al papel que durante la depresión jugó el
cambio del liderazgo monetario en Estados Unidos de Nueva York a Washington.16 Dichos
autores sugieren que ello parece excesivo, ya que un <<principio general sólido es el que
grandes sucesos tienen grandes orígenes», pero apuntan que los pequeños sucesos a
veces tienen grandes consecuencias a partir de reacciones en cadena de fuerzas
17
acumulativas. La universalidad de dicho principio le parece dudosa a este observador La
observación de que los cambios en el lugar del liderazgo dieron pie a la inestabilidad, en
cambio, no. Si no se hubiesen centrado tan exclusivamente en las condiciones monetarias
de Estados Unidos, Friedman y Schwartz podrían haber notado la acentuación de La
depresión que vino con la transferencia de la presidencia de Hoover a Roosevelt, y que
ocurrió después de que la oferta monetaria hubiese aumentado mucho, y la transferencia
aún más significativa, a mi juicio, de liderazgo en la economía mundial desde Whitehall a
la Casa Blanca.

Esta noción de inestabilidad de un sistema financiero con dos centros, o de un sistema en


que el liderazgo está a punto de ser dejado por un país y recogido por otro, es citado por
Edward Nevin corno un elemento crucial en el colapso del patrón oro en 1931. Dicho autor
cita a sir Ernest Harvey en su testimonio ante el Comité Macmillan: «el liderazgo que
poseemos ha sido afectado por la posición que ha ganado América»; al hacer un cambio
en el antiguo sistema, tal y como se decía en el informe Macmillan, en el que el tipo
bancario regulase la posición de reservas del Reino Unido, y otros países ajustasen su
posición a la de Gran Bretaña. Y siguió diciendo, «es mejor que un coche esté en manos
de un mal conductor, que dos excelentes conductores estén perpetuamente luchando
para tener el control del vehículo».18 La analogía de dos excelentes conductores que
luchan para controlar el volante es más gráfica que certera. La inestabilidad más bien
parece venir de la debilidad creciente de un conductor y la falta de interés del otro. William
Adams Brown, Jr., describe el patrón oro del periodo como si <<no tuviese un punto
focal», advirtiendo que tenía dos, pero las conclusiones de su trabajo monumental no
19
profundizan en este aspecto critico de la economía mundial.

EL PAPEL DE LOS PEQUEÑOS PAÍSES Y FRANCIA


Un pasajero del vehículo al que no le faltaba interés era Francia, y un grupo al que le
faltaba responsabilidad —para seguir con la metáfora, o quizá deberían verse como
pasajeros del asiento posterior—, consistía en los países pequeños: Bélgica, Holanda,
Suiza y Escandinavia. Se puede hablar de los pequeños países en primer lugar. A veces
se les culpa, como en el análisis de Born, de haber actuado irresponsablemente, por
ejemplo, al convertir libras esterlinas en oro en el verano de 1931, o al aumentar los
aranceles después de 1930. Sin embargo, no hay una norma universalmente aceptada de
comportamiento para los países peque as. Por un lado, les falta la fuerza para afectar al
resultado de los grandes sucesos, y por lo tanto tienen el privilegio de cuidar el interés
privado nacional más que de preocuparse con el bien público de la estabilidad en la
economía mundial en su conjunto. A un nivel ético algo superior, los pequeños países
pueden estar obligados al imperativo categórico kantiano, que les obliga a actuar
únicamente en una forma que sea generalizable. En tales circunstancias, por supuesto,
no deberían haber retirado los créditos de Austria en la primavera de 1931, ni de

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Alemania ni Gran Bretaña en el verano, ni de Estados Unidos en el otoño. El economista


escoge entre estas normas quizá por coste comparativo. Si Holanda hubiese conocido el
coste de no convertir sus libras esterlinas en oro, no parece probable que lo hubiese
hecho, incluso con el riesgo de acelerar el colapso de la libra y profundizar la depresión
mundial. Puede suceder que países como Suecia, Canadá y Nueva Zelanda, que
proporcionan altos niveles de conducta internacional —en ayuda extranjera,
contribuciones a las misiones de paz de las Naciones Unidas, etc.— lo hagan únicamente
por las razones éticas, o pueden elegir en algunas ocasiones el aprovechar las
oportunidades que se les presentan y que son relativamente baratas. Se puede así
apuntar que los países pequeños contribuyeron de forma sustancial a la dedación por la
velocidad con la que cortaron sus importaciones, depreciaron o convirtieron las libras
esterlinas y los dólares en oro, pero es difícil culparles por ello20.

Existe otro aspecto del papel de los pequeños países: podían ofrecer programas de
recuperación, ya que sabían que el coste importante de los mismos recaería sobre otros
países. Las propuestas de un embrión de Fondo Monetario Internacional en las
discusiones de Washington que precedieron a la Conferencia Económica Mundial de
1933, fueron presentadas por Polonia, Turquía, Bélgica, la OIT, y una fue presentada por
Gran Bretaña, pero esta última fue retirada rápidamente cuando Estados Unidos se
enfadó por ella. La falta de recursos para hacer efectivos dichos esquemas por parte de
los pequeños países redujo a los mismos a papeles de consejeros sin convicción, incluso
cuando las propuestas eran sólidas. Un ingrediente esencial del papel de seguidor del
líder es el de convencerle de que el es el autor de las ideas que necesitan del uso de sus
recursos.

El caso de Francia es distinto. Francia buscaba su poder en el interés nacional, sin tener
en cuenta adecuadamente la repercusión de su postura en la estabilidad económica o
política mundial. Su intransigencia en relación con las reparaciones, el intento de poner
condiciones políticas en el segundo crédito austríaco de 1931 o en el préstamo alemán de
julio del mismo año, ilustran su posición. Herido por la depreciación de la libra en
septiembre, el Banco de Francia, con grandes presiones políticas en el país, convirtió sus
dólares en oro basándose en el interés privado nacional durante 1931.1932, protestando
al tiempo de su cooperación y su preocupación por el interés de Estados Unidos. La
rivalidad entre el Banco de Francia y el Banco de Inglaterra sobre quién debía tener el
liderazgo en la restauración de la independencia de los bancos centrales y la
estabilización de monedas en la Europa oriental, sería patética sino hubiese incurrido en
los riesgos de inestabilidad para el sistema en su conjunto al intentar los franceses retirar
sus cuentas de Londres.

No siendo suficientemente grande para que se le impusiera la responsabilidad, ni lo


suficientemente pequeña para permitirse la irresponsabilidad, la posición francesa en el
período de entreguerras no puede envidiarse. Tenía la fuerza para desestabilizar, peto
tenía poca fuerza para estabilizar21 <<Gran Bretaña y Estados Unidos conjuntamente eran
el núcleo activo que sustituyó al centro único de preguerra, pero la posición y la política de
Francia afectó tanto a sus relaciones mutuas como a sus relaciones conjuntas con el resto
de países.»22 En estas circunstancias, Francia podía ser, y lo fue, culpada por atentar
contra el sistema cuando no tenía capacidad para cogerlo y dirigirlo en presencia de dos
poderes mayores, uno débil y el otro irresponsable.

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INTERÉS PUBLICO CONTRA INTERES PRIVADO


El cinismo sugiere que el liderazgo es totalmente recompensado por sus cargas en forma
de prestigio, y que aunque proteste mucho por su dedicación al bienestar público, su
interés fundamental es privado. Bismarck insistía en que el librecambio era el arma de la
economía dominante, ansiosa de evitar que otras economías siguientes dicho camino.
«La carga del hombre blanco» es una expresión que aún hoy se usa como burla. Un país
como Francia, deliberadamente decidido a obtener prestigio, sugiere que los que intentan
resolver problemas lo hacen por perfidia o fracasan. Sin embargo, existe una diferencia
entre aceptar y declinar la responsabilidad par la forma en que se lleva el sistema. Los
británicos aceptaron la responsabilidad, aunque, como lo subraya el crédito de 50
millones de chelines austriacos, eran incapaces de cargar con ella. Con Coolidge y
Hoover, Estados Unidos rehusó dedicarse a ningún programa de reconstrucción en el
extranjero o de estabilización de la moneda, y dejaron esos problemas al Sistema de la
Reserva Federal». Difícilmente hubo ninguna mejora en la dedicación de Roosevelt a la
economía mundial hasta 1936, y de forma tímida, en el momento del Acuerdo Monetario
Tripartito, últimamente durante la segunda guerra mundial. Dentro de Francia y entre
Francia y los otros poderes principales, «todos los grupos creían que sus oponentes
estaban mis unidos y dedicados de lo que estaban ellos, y no había por el interés general
ninguna preocupación.» 24

Incapaces de abarcar el bien público, los británicos dirigieron su energía cada vez más al
interés privado. Por ejemplo, la defensa de Keynes de un arancel y el rechazo a estudiar
una estabilización después de 1931. Se pueden encontrar dos o tres elementos en los
documentos que demuestran que la iniciativa vino de los dominios más que de Gran
Bretaña.25 Durante un tiempo, y hasta bien entrada la guerra, la profesión económica
británica y el público en general casi aprendieron la lección de que cada país debe
preocuparse de sí mismo sin fijarse en los efectos externos.

Este punto queda ilustrado en el memorándum escrito por Hubert Henderson para el
Tesoro británico en 1943, y titulado «International Economic History of the Interwar
Periodo.26 Este trabajo explica la visión cruda de la depresión como resultante del
nacionalismo y de los aranceles, del colapso de comercio mundial, del bilateralismo y de
las preferencias y la ignorancia de los consejos de la Sociedad de Naciones, que llevan a
la conclusión de que, después de la guerra, hay necesidad de que el mundo tenga más
firmeza para evitar el nacionalismo económico, e intente construir un sistema económico
que trabaje con libertad y con créditos internacionales, reduciendo las barreras al
comercio y eliminando la regulación cualitativa.27 Henderson afirma que la historia del
período de entreguerras no apoya su punto de vista. Se opone a la depreciación de la
moneda ya que

no puede haber duda de que la depreciación de la libra fue responsable en


parte de la mayor caída de los precios del oro, y la desilusión es general en
el Reino Unido y aún más en Estados Unidos en relación al poder de la
depreciación para promover la recuperación nacional. 28
Pero la visión convencional es falsa en todos sus aspectos esenciales. El
viejo orden internacional se ha roto y para bien. Solamente la futilidad y la
frustración pueden ser el resultado de los intentos para la reconstrucción. Los
países individuales deben tener libertad para regular sus economías externas
de forma efectiva, con el control de los movimientos de capital, las

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regulaciones cuantitativas, las preferencias, y las políticas autónomas de


crédito, etc.29

Esta afirmación, que Keynes compartió durante los años treinta y hasta más tarde durante
la guerra, es comprensible. Sin embargo, olvida la principal lección de los años de
entreguerras: para que la economía mundial se estabilice debe existir un estabilizador,
uno solo.

RELEVANCIA PARA LOS OCHENTA Y LOS NOVENTA


Liderazgo es una palabra con connotaciones negativas en los años setenta, cuando en la
participación en la toma de decisiones se contempla como algo más estético. Muchos de
los aspectos de der Führer e il Duce permanecen. Pero si se piensa en el liderazgo corno
la oferta del bien público de la responsabilidad, más que en la exploración de los
seguidores o el bien privado del prestigio, es una idea positiva. Quizás un día será posible
junta: las soberanías para limitar la capacidad de los distintos países de ir en contra del
interés general. Tal hecho se ha obtenido virtualmente hoy en algunas de las funciones
necesarias para estabilizar al sistema económico mundial, como los acuerdos de Basilea
sobre créditos a corto plazo, que a falta de un banco central mundial sirven de mecanismo
de redescuento para un mundo en crisis. En esta área y en las agencias mundiales que
mantienen el librecambio y un flujo liberal de capital de ayuda, se necesita sin embargo el
liderazgo en ausencia de una autoridad delegada. La de Estados Unidos esta
desapareciendo. No esté claro que la fuerza creciente de Europa en una Comunidad
Económica Europea aumentada, vio de Japón, venga acompañada
por una afirmación del liderazgo al proporcionar un mercado para los bienes con
problemas o agresivos, para estabilizar el flujo internacional de capitales o para
proporcionar un mecanismo de descuento para la crisis. Presumiblemente los acuerdos
de Basilea en este último campo durarán. Hay signos de que el mercado europeo de
bienes seguirá siendo amplio, excepto en agricultura, lo que es una excepción importante
desde el punto de vista mundial. Hay que andar aún un buen trecho para estabilizar el
Lujo de capitales de forma anticíclica.

Al debilitarse el liderazgo económico de Estados Unidos en la economía mundial, y


mientras Europa y Japón aumentan sus fuerzas, tres posibles resultados son
políticamente estables, y otros tres inestables. Entre los resultados estables estén el
liderazgo continuado o reavivado de Estados Unidos, después de que los controles de
cambio de 1963 a 1968 y la reciente ola de proteccionismo sean vencidos; una afirmación
del liderazgo y la asunción de la responsabilidad en relación a la estabilidad del sistema
mundial por parte de Europa, Japón o algún tercer país como puede ser Brasil, o una
cesión efectiva de la soberanía económica a las instituciones internacionales, un banco
central mundial, un mercado de capitales mundial, y un acuerdo general de aranceles y
comercio (GATT) efectivo. Este último es el más atractivo, pero quizá debido a su
dificultad, el menos verosímil. Entre las primeras dos alternativas, el ciudadano
responsable debía contentarse con cualquiera de ellas, lanzando una moneda al aire para
decidir de forma simple, para evitar 135 alternativas indeseables, ya que la tercera no es
posible.

Las tres salidas que deben evitarse debido a su inestabilidad son

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a) Los Estados Unidos, Japón y la CEE luchando por el liderazgo en la


economía mundial.
b) Uno de ellos incapaz de dirigir, y los otros que no quieren, como sucedió
entre 1929 y 1933.
c) Cada uno de ellos manteniendo el veto sobre los programas de estabilidad o
refuerzo del sistema, sin buscar la creación de programas positivos propios.
Los artículos del acuerdo del Fondo Monetario Internacional se crearon para
proporcionar a Estados Unidos el veto a las acciones a las que se opusiera. En
1969, en h reforma que legisló la adición de los derechos especiales de giro al
sistema monetario, las cuotas del FMI fueron ajustadas para proporcionar
también el veto a la Comunidad Económica Europea. Esto abre la posibilidad
de un empate, como en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas,
cuando dos de los poderes mayores son incapaces de ponerse de acuerdo. En
las circunstancias del Consejo de Seguridad existe el peligro de una espiral de
regresión hacia la guerra; la analogía en el campo económico es la
paralización y la depresión.

La tercera alternativa positiva de unas instituciones internacionales con autoridad real y


con soberanía sigue siendo urgente.

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Citas
1. Los politólogos se refieren a la posición de liderazgo de un simple país
llamándole «hegemonía»; yo prefiero pensar en responsabilidad.
Hegemonía puede ser un término mis realista pero también mis cínico.
2. Véase su “Policy in the Crises of 1920 and 1929”, 1982. Gottfried Haberler
está de acuerdo con la posición que aquí se presenta por la que los
periodos posteriores la primera y segunda guerra mundial necesitaban
terapias distintas, debido a las diferencias de amplitud de la devastación y
dislocación Física, económica y política. Véase su “Die Welrwirtschaft und
das internationale Wahrungssystern in der Zeit zwischen den beiden
Weltkriegen”, 1976, pp. 280-239. Se puede decir que hace algunos años
Haberler se alineaba ceo aquellos que, como Roy Harrod, Friederich Luce.
Jacob Viner y el senador Joseph Ball se oponían al concepto de «escasez
de dólares., e m algunos aspectos al plan Marshall afirmando que se
podían restablecer la estabilidad y el crecimiento en Europa después de la
guerra si los países «paraban la inflación y ajustaban el tipo de cambio>>.
Véase mi Dollar Shortage, 1950, pp. 2-6. Una visión en su mayor parte
política por la que las dos épocas posbélicas son del mismo tipo, con
discusiones, se secarnos en Charles S. Maier <<two post-war Eras and the
Condicitions for Stability in Twentieth-century Europe>>, 1931, con
comentarios de Stephen A. Schuker y mios , y respuesta de Maier.
3. Véase mi Manias, Panics and Ceasber,1978, p .211.
4. Véase mi “Internacional Propagation of Finandal Crises: The Experience of
1888-1893”, 1984.
5. Véase mi <<The Cyclical Patterm of Long-Term Lending>>, 1982.
6. Véase supra, p. 150.
7. Heywood Fleisig “The United States and the World Periphery in the Early
Years of the Great Depression”, 1972.
8. CarI Ludwig Holtfrerich, «Alternativen zu Brünings Wirtschafespolitiks in der
WeItwirtschnfeskrise>>, 1982, p. 6.
9. Heinrich Irunler.<<Bankenkrise und Volheschaftgungspolitiks>>. 1976,
p-287.
10. Véase, por ejemplo, William Appleman Williams, The Tragedy of American
Diptomacy, 1959, passim, esp. cap. IV: «The Legend of Isolationism>>
Williams, un historiador revisionista marxista, afirma (p. 123): «Hoover no
entendía el hecho de que la depresión era un signo de estancamiento de
una economía corporativa nacida durante la guerra civil y que llegó a su
madura en la década que va de 1895 a 1905>>; y (p. 128) <<... desde la
caída de 1932, Roosevelt y Hull subrayaron la importancia del comercio
exterior para la recuperación interna y para la suavización mundial de las
condiciones
11. Edward Hallen .Carr, The Twenty Year´s Crisis, 1919-1939. 1964, p. 23.
12. Jorgen Pedersen culpa a Estados Unidos de la crisis de liquida de 1931 por
su incapacidad para apoyar al mamo alemán, y cuando este tuvo que
suspender sus pagos de oro, por su incapacidad para asegurar la libra.
Véase «Some Notes on the Economic Policy of die United States during the
Period 1919-1932>>, 1975. Esta seria hoy aceptado y el mismo profesor
Pedersen lo adelantó, tal como se ha dicho anteriormente, en 1933. Sin
embargo, tal como él mismo apunta, Estados Unidos actuó con «los
prejuicios normales del periodo>>.

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13. Alvin Hansen, America's Role in the World Economy, 1945.


14. Carr, The Twenty Years Crisis, 1919-1939, pp. 233-234.
15. Lord Vansittart, The Mist Procession, 1958, p. 466.
16. Milton Friedman y Anna Jacobson Schwarz, A Monetary History of the United
States, 1867-1960, 1963, p. 419.
17. Cf. Benjamín Franklin. Maxims Prefixed to Poor Richard´s Almanac, 1757.
<<A pequeños golpes se abaten las grandes encinas>> y <<Las pequeñas
negligencias pueden trae: los grandes datos: a falta de un data u perdió la
herradura; a falta de la herradura se perdió el caballo; a falta del caballo se
perdió el caballero». La excepción de este feedback acumulativo tienta a la
segunda afirmación, pero no a la primera.
18. Edward Nevin, The Mechanism of Cheap Money: A Study of British Monetary
Policy, 1931-1939, 1955, pp. 9 n., 12, 14.
19. William Adams Brown, Jr., The International Gold Standard Reinterpreted,
1914-1934, 1940, vol. II, p. 781: «La diferencia esencial entre el patrón oro
internacional de 1928.1929 y el de 1914, fue que cuando el mundo volvió al
oro después de la guerra construyó su sistema financiero internacional
alrededor de un núcleo formado por Londres y Nueva York, y no de un
centro único. El título del capítulo 20 es <<El experimento de un patrón oro
sin un punto focal>>.
20. Un modelo político interesante de países que siguen libremente el liderazgo
de otros se encuentra en Joe A. Oppenheimer, <<I get Along with a Little
Help from My Friends>>, 1970. Pero en la p. 119 afirma que en este
modelo el liderazgo tiene una gratificación y no tiene que pagar con el
privilegio, como sucedería cuando las responsabilidades del liderazgo son
las de mantener un mercado abierto para los bienes, una exportación de
capital anticíclica y un mecanismo de redescuento durante la crisis.
21. Véase mi «International Monetary Politics of a Near-Great Power: Two
French Episodes, 1926-1936 and 1960-1970>>, 1972.
22. Browa, The International Gold Standard Reinterpreted, 1914-1934, p.785
23. Lester V. Chandler, Benjamín Strong, 1958, p. 255.
24. Alfred Sauvy, Histoire écononique de la France entre les deux guerres, vol. I:
1918-1931, 1965, p. 73.
25. Véase Documents diplomatiques français, 1931-1939, vol. III, 1967, núm.
470, Bonnet a Paul-Boncour, 9 de julio de 1933, p. 871: <<Un hecho es
evidente, que Gran Bretaña no es libre. Sus dominios y en particular
Canadá cuyo prima ministro Bennett es un hombre de gran violencia tienen
una influencia predominante sobre ellos, hasta el punto de modificar
totalmente su opinión en el lapso de unos segundos>>. Sin duda esto en
una hipérbole. Un recuento actual de los orígenes de la preferencia imperial
escrito por un canadiense se encuentra en Ian M. Drummond, Imperial
Economic 1917-1939, 1975.
26. Véase Hubert D. Henderson, The Inter-war Years and Other Papers, 1955,
pp. 236-295.
27. Ibid., pp. 236, 290.
28. Ibid., pp. 260, 262; véase también, p. 291: «De los distintos expedientes que
diferentes gobiernos emplearon en la década de 1930, ninguno produjo
unos resultados mas desafortunados que la depreciación deliberada del
cambio. Fue la medida que menos ayudó a los países que los intentaron, y
la que más daño hizo a los demás>>.
29. Ibid., p. 293.

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