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Voces: COMPRAVENTA DE INMUEBLES - ASENTIMIENTO CONYUGAL - ACTOS

JURIDICOS - VICIOS REDHIBITORIOS - SIMULACIÓN - FRAUDE EN LOS ACTOS


JURÍDICOS - MEDIOS DE PRUEBA - ACCIÓN REVOCATORIA O PAULIANA -
PRESUNCIONES

Partes: Pérez Domínguez Ana María c/ Tagliaferro José Agustín | simulación - ordinario

Tribunal: Cámara Nacional de Apelaciones en lo Comercial

Sala/Juzgado: K

Fecha: 12-abr-2011

Cita: MJ-JU-M-70741-AR | MJJ70741

Producto: MJ

La acción pauliana puede deducirse en forma subsidiaria para el caso de que no prospere la
acción de simulación, y probado que la compraventa impugnada es fraudulenta, resulta
inoponible a las actoras hasta el importe de sus créditos alimentarios.

Sumario:

1.-El fin tuitivo del art. 1277(ref:leg1308.1277) del CCiv. respecto del interés del cónyuge
omitido sólo se cumple eficazmente mediante la nulidad de la transmisión realizada en
infracción al art. 1277, ya que de ese modo el bien reingresa efectivamente y ahora al
patrimonio de donde indebidamente saliera.

2.-Si bien se ha dicho que la nulidad del acto por aplicación del art. 1277 del CCiv. puede
comportar una sanción excesiva, este concepto puede ser cierto si se entiende el acto como
nulo. En cambio se considera que se trata de un acto anulable, el juez tendrá la posibilidad de
indagar los motivos de la pretensión del cónyuge nulidicente, las particularidades del negocio,
su incidencia patrimonial, etc., elementos y circunstancias valiosos para conducir, tras el
examen objetivo y prudente de los intereses conyugales y familiares en juego, a un resultado
también valioso.

3.-Si bien la simulación ilícita y el fraude son causas de ineficacia del negocio viciado, la
primera acarrea la invalidez del acto por vía de la anulabilidad, mientras que en el fraude
pauliano, la ineficacia implica la inoponibilidad del acto respecto de los terceros perjudicados.
En este caso, la revocación de los actos del deudor será sólo pronunciada en el interés de los
acreedores que la hubiesen pedido y hasta el importe de sus créditos (conf. art.
965(ref:leg1308.965) del CCiv.).
4.-La acción de simulación y la pauliana, teniendo presente su objeto, aparecen como
contradictorias, y por ende, excluyentes. Por cierto, no se podría pretender simultáneamente
sin caer en contradicción, atacar un mismo acto reclamando su nulidad por ser aparente o
simulado y su revocación por resultar celebrado en fraude al acreedor.

5.-La acción de simulación y la de fraude son excluyentes, y por lo tanto, no pueden ser
acumuladas, ni aun subsidiariamente.

6.-La simulación tiene lugar cuando se encubre el carácter jurídico de un acto bajo la
apariencia de otro, o cuando el acto contiene cláusulas que no son sinceras, o fechas que no
son verdaderas, o cuando por él se constituyen o transmiten derechos a personas
interpuestas, que no son aquéllas para quienes en realidad se constituyen o transmiten,
dispone el art. 955(ref:leg1308.955) del CCiv.

7.-La noción del acto simulado permite sostener que la simulación es la declaración de un
contenido de voluntad real, emitido concientemente y de acuerdo entre las partes para producir
con fines de engaño la apariencia de un negocio jurídico que no existe o es distinto de aquél
que realmente se ha llevado a cabo.

8.-Mientras el Juez debe ser riguroso en la apreciación de la prueba producida por las partes
(que participaron del acuerdo simulatorio), no puede serlo respecto de terceros; éstos pueden
acudir a toda clase de medios de prueba porque se trata de la demostración de hechos
respecto de los cuales el demandante ha permanecido ajeno y que son perjudiciales para él.

9.-La conducta de las partes posterior al negocio atacado de simulación siempre resulta
relevante en el cuadro general de las presunciones que deben tenerse en cuenta en la
valoración judicial. Es que la conducta posterior, generalmente, pone de relieve la realidad
frente al acto aparente.

10.-Para que se configure el fraude se requiere un negocio jurídico, aunque la finalidad


perseguida lo vuelve 'vicioso'. El fraude es una defección en la licitud del querer. Pero no se
confunde con los actos ilícitos en los que se causa el perjuicio a otro sujeto mediante el
cumplimiento de una actividad dañosa prohibida; en el caso del fraude se persigue aquel
resultado mediante el otorgamiento de un negocio jurídico. Se adopta un esquema permitido
para obtener un resultado prohibido.

11.-Según disponen los arts. 961(ref:leg1308.961) y 962(ref:leg1308.962) del CCiv., para


ejercer la acción pauliana se requiere: 1) Acreditar el carácter de acreedor perjudicado por el
acto impugnado; 2) Que el deudor se halle en estado de insolvencia; 3) Que el perjuicio de los
acreedores resulte del acto mismo del deudor, o que antes ya se hallase insolvente; 4) Que el
crédito en virtud del cual se intenta la acción sea de una fecha anterior al acto del deudor.

12.-Si el acto del deudor insolvente que perjudicase a los acreedores fuere a título gratuito
puede ser revocado a solicitud de éstos, aun cuando aquél a quien sus bienes hubiesen
pasado ignorase la insolvencia del deudor (conf. art. 967(ref:leg1308.967) del CCiv.). En
cambio, si la acción de los acreedores es dirigida contra un acto a titulo oneroso, es preciso
para su revocación, que el deudor haya querido por ese medio defraudar a sus acreedores y
que el tercero con el cual ha contratado haya sido cómplice en el fraude (conf. art.
968(ref:leg1308.968) del CCiv.). La exigencia de esta última disposición resulta atenuada por
el art. 969 al permitir presumir el ánimo del deudor de defraudar a los acreedores por su
estado de insolvencia y la complicidad del tercero por su conocimiento de ese estado de
insolvencia al contratar con el deudor.

13.-Del principio por el cual se establece que el patrimonio del deudor constituye la garantía de
las deudas que lo gravan, se desprende la limitación a la gestión de los bienes por parte de su
titular, toda vez que quien contrae deudas o se las impone la ley no es enteramente libre; por el
contrario es patrimonialmente medio soberano por virtud del deber moral y jurídico que pesa
sobre él de pagar las deudas y de allí que se le reconozca a los acreedores la acción pauliana
siempre que acrediten el perjuicio como requisito de la acción, el que se configura por la
insolvencia del deudor y la relación causa a efecto con el negocio fraudulento.

14.-Cuando se trata de un acto a título oneroso, como en la especie, si se demuestra que el


deudor recibe a cambio una prestación sin menoscabo de su patrimonio, no podrá hablarse de
perjuicio para el acreedor, la excepción está dada por la entrega de valores de fácil
ocultamiento, sumada a la insolvencia del deudor.

15.-El consilium fraudis consiste en el conocimiento que tiene el deudor de su propia situación
económica, integrándose además por la llamada 'presciencia', o sea, el conocimiento de las
consecuencias derivadas de la enajenación, la que imposibilita a su legítimo acreedor hacer
efectivo su derecho.

16.-Uno de los elementos decisivos que acreditan el ánimo de defraudar está dado por la
desproporción de valores de las prestaciones derivadas del contrato impugnado por el
acreedor. Si bien no se ha acreditado una gran desproporción en el caso de autos, no cabe
duda que la venta de una parte indivisa en el estado en que se encontraba el campo indica que
el vendedor lo ha debido vender a un precio más bajo que el de plaza. N.R.: Sumarios
elaborados por Ricardo A. Nissen.

En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, a los días del mes de diciembre de 2011, hallándose
reunidos los Señores Vocales de la Sala K de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil de
la Capital Federal, a fin de entender en el recurso de apelación interpuesto por la demandada
en los autos caratulados ""PEREZ DOMINGUEZ, Ana María contra TAGLIAFERRO, Jorge
Agustín y otro sobre Simulación. Ordinario", habiendo acordado seguir en la deliberación y voto
el orden del sorteo de estudio, la Dra. Lidia Beatriz Hernández dijo:

I.- La cuestión controvertida.

La actora, por sí y en representación de sus hijas menores, inicia acción de nulidad por
simulación de la venta de dos fracciones de campo ubicadas en el Partido de Carmen de
Areco, Provincia de Buenos Aires, que forman parte del Establecimiento "El Timbo", de
acuerdo a escritura 334, pasada con fecha 5 de mayo de 1999 por ante el escribano Hugo
Gómez Croveto, celebrada por los demandados Jorge Agustín Tagliaferro y Alfredo Raúl
Salvato Viola.

Asimismo, considera que la compraventa es nula por no contar con el asentimiento conyugal
previsto en el art. 1277 del Código Civil.

Subsidiariamente ejerce la acción pauliana, solicitando se revoque aquella venta, celebrada en


fraude a los derechos de esa parte, en su carácter de acreedoras de alimentos del Sr. Jorge
Agustín Tagliaferro. Solicita que las costas se impongan a los demandados.

La sentencia de fs. 1428/1441 hace lugar a la demanda y declara la nulidad de la compraventa


de la tercera parte indivisa de dos fracciones de campo que son parte del establecimiento
denominado "El Timbo", en Tres Sargentos, Partido de Carmen de Areco, Provincia de Buenos
Aires, parcelas 61-p, partida 2887 y parcela 61-J, partida 6432, ambas de Circunscripción III,
conforme escritura N° 334 del 5 de mayo de 1999, por ser un acto simulado entre el Sr. Jorge
Agustín Tagliaferro y el Sr.Alfredo Raúl Salvato Viola, en perjuicio de la actora y de sus hijas
menores de edad, extendiendo sus efectos a la escritura 334. Impone las costas a los
demandados (art. 68 del Código Procesal).

Contra la sentencia de la instancia anterior apelan los herederos del demandado Alfredo Raúl
Salvato Viola y expresan agravios a fs. 1670/1678, los que fueron contestados por la actora a
fs. 1685/1692.

Se agravian: 1) Por la falta de valoración de las pruebas aportadas por su parte; 2) Porque se
consideró simulado el acto cuando quedó demostrado la sinceridad de la compraventa; 3)
Hacen hincapié en el carácter de condómino de su padre, calidad que nunca fue cuestionada y
en los juicios iniciados por éste en tal carácter. 4) Aducen que se ha comprobado en estas
actuaciones que el pago efectuado como precio de la compraventa fue real, 5) No se ha
acreditado la íntima amistad entre los demandados; 6) Sostienen la buena fe de su padre en la
operación cuestionada.

Al contestar los agravios la actora solicita se declare desierto el recurso interpuesto por los
demandados por no cumplir con los requisitos de la ley de rito.

El art. 265 del Código Procesal prescribe: "El escrito de expresión de agravios deberá contener
la crítica concreta y razonada de las partes del fallo que el apelante considere equivocadas. No
bastará remitirse a presentaciones anteriores.". En el referido escrito deben demostrarse los
errores que se atribuyen al juzgador, en cuanto a los hechos, la apreciación de éstos y de la
prueba y de la interpretación y aplicación del derecho.Además, "debe bastarse por si mismo",
no son suficientes las meras remisiones a escritos anteriores, ni las generalidades o
referencias a cuestiones cuya decisión ya está firme.

Teniendo en cuenta que está en juego el derecho de defensa, no cabe ser extremadamente
riguroso en la apreciación de la suficiencia técnica del recurso y, en caso de duda, debe
estarse por la admisibilidad de la apertura de segunda instancia, debido a la gravedad de la
sanción y con independencia de la suerte final que corra apelación (Gueller, Isidoro, "El
excesivo ritualismo en la aplicación de la ley procesal" LL 1993-A-16; Guillot, María "Recurso
desierto y rigorismo formal" DT,1997-A-405; Morello, Augusto, "Acerca del abuso en la
declaración de deserción de la apelación", JA, 1978-III-750; De nuevo sobre la deserción de la
apelación. La estimulante enseñanza de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, JA, 1980-
III-503).

Por ello, y en mérito a que en esta materia la interpretación debe ser amplia, trataré los
agravios de los apelantes porque cuestionan la valoración de la prueba, advirtiendo que no
estoy obligada a seguir a las partes en todos y cada uno de los argumentos que esgrimen en
resguardo de sus pretendidos derechos pues basta que lo haga respecto de los que estimo
conducentes o decisivos para resolver el caso, pudiendo preferir también algunas de las
pruebas producidas a otras u omitir referencia a las que estimare inconducentes o no
esenciales (esta Sala, 2000-05-30, V.D.A. c. D.S.,M.T., La ley 2000-D-603 y Concha Pardo,
Juan A. c. La Primera de Martínez S.A. La Ley 2000-F-491, CNCiv. Sala B, 1999-04-26,
Fernández, Antonio c. Consorcio de Propietarios Santiago del Estero 690, La Ley 1999-E-571;
CNCiv. Sala F, feb.7-996, Asociación Mutual de la Industria y el Comercio de la República
Argentina c.Videla, Lucía, La Ley 1996-D-868, entre otros).

También, cuando en la expresión de agravios el apelante ataca la totalidad de lo resuelto en la


anterior instancia, peticionando la completa revocación del fallo, es resorte del tribunal de
alzada conocer respecto de todas las argumentaciones esgrimidas por las partes, hayan o no
sido tratadas por el sentenciante de grado, asumiendo así la jurisdicción en plenitud. Es que,
en tales términos, el efecto de la apelación importa la sumisión integral del proceso a la
Cámara, quien conoce ex novo sobre todas las cuestiones controvertidas, con poderes
idénticos, en su extensión y contenido, a los del juez de grado (CNCiv. Sala H, feb. 29-1996,
Papelera S.A. v. Gamupel S.A., J.A. 1997-II-síntesis, Lexis 1/16854).

II.- Aclaración previa.

Sólo a manera de aclaración, pues la omisión de la sentencia no ha sido cuestionada por


ninguna de las partes, diré que en lo que se refiere a la acción de nulidad por la falta de
asentimiento conyugal, ésta debió haber sido tratada previamente a la de simulación, pues
bastaba la demostración del carácter ganancial del bien -la que se presume ante la falta de
prueba de su calidad de propio, conforme lo prescribe el art. 1271 del Código Civil- para
declarar la nulidad de la compraventa.

Cuando el acto de disposición se ha cumplido sin el asentimiento del otro cónyuge, la situación
jurídica de ese acto depende de los efectos de la inobservancia de tal requisito, cuestión que al
no estar prevista en el texto del art. 1277 ha dividido a la doctrina.

Para un sector el acto estaría viciado de nulidad y para otro el acto sería inoponible al cónyuge
omitido.La discrepancia tiene importancia ya que la nulidad significa que el acto es ineficaz ab
initio o desde la sentencia (según se trate de acto nulo o anulable); en cambio el acto
inoponible es válido entre las partes pero ineficaz frente a determinadas personas.

La posición a asumir no puede prescindir de las características propias de la comunidad de


ganancias que gobierna las relaciones económicas entre los cónyuges. El requisito del
asentimiento pone en evidencia que el cónyuge no titular tiene un interés actual -como dice
Zannoni- a la integridad del patrimonio ganancial, del que va a ser cotitular a la disolución del
régimen. Cómo proteger del modo más adecuado ese interés constituye en definitiva el meollo
de la discusión.

En mi opinión el fin tuitivo de la ley respecto del interés del cónyuge omitido sólo se cumple
eficazmente mediante la nulidad de la transmisión realizada en infracción al art. 1277, ya que
de ese modo el bien reingresa efectivamente y ahora al patrimonio de donde indebidamente
saliera.

Se ha dicho que la nulidad puede comportar una sanción excesiva. Ese concepto puede ser
cierto si se entiende el acto como nulo. En cambio se considera que se trata de un acto
anulable, el juez tendrá la posibilidad de indagar los motivos de la pretensión del cónyuge
nulidicente, las particularidades del negocio, su incidencia patrimonial, etc., elementos y
circunstancias valiosos para conducir, tras el examen objetivo y prudente de los intereses
conyugales y familiares en juego, a un resultado también valioso.

De todas maneras admito que el planteo de la actora resulta confuso pues se refiere a que "las
razones de fondo tienen que ver con el hecho de que el campo, que proviene de la herencia de
la madre de Tagliaferro tiene incorporado un componente ganancial de significativa importancia
en arreglos, mejoras, alambrados, establecimiento de criaderos, cosechas, cabezas de
ganado, maquinarias agrícolas, cuentas a cobrar, etc.que fueron adquiridos o generados
durante la vigencia de la sociedad conyugal y con dinero ganancial".

Como se advierte, parecería que en definitiva no se trataría de un bien inmueble ganancial


cuya disposición requiere el asentimiento conyugal de acuerdo a lo ordenado por el art. 1277
del Código Civil, sino, en su caso, de la recompensa a favor de la cónyuge por empleo de
dinero ganancial en un bien propio del marido a acreditarse en el proceso de liquidación de la
sociedad conyugal disuelta.

De todas maneras, no encontrándose controvertida la cuestión en esta instancia, nada


corresponde decidir.

III.- Diferencias entre el fraude y la simulación.

Nuestro Código Civil, a diferencia de la posición sostenida por Chardon, cuya obra fue fuente
de Vélez Sarsfield en esta materia, diferencia como causas autónomas de ineficacia el fraude
y la simulación ilícita de los actos jurídicos.

Contrariamente, en una concepción amplia, el fraude entendido como una maniobra para
perjudicar, no se distinguía de la simulación. Así, d ecía Chardon -citado por el Codificador en
las notas a los arts. 955, 957, 958, 961, 963, 964, 968 referidos al tema- que "el daño se
puede buscar por el contrato o con el contrato. En el primer caso se configura el dolo, en el
segundo el fraude. El dolo es el arte de engañar a la persona a quien se despoja. El fraude es
el arte de violar las leyes engañando a los magistrados o a los terceros por medio de los actos"
(Chardon, Traité du dol et de la fraude, T II, Introducción).

En este sentido amplio diremos que se puede perjudicar "con el acto jurídico o con el contrato"
en dos formas:1) Aparentando otorgar un acto jurídico que en realidad no se otorga, tratándose
en el caso de simulación ilícita o fraudulenta; 2) Otorgando el acto que en realidad se otorga y
cuyo resultado conducirá a eludir la aplicación de una ley imperativa o bien a perjudicar a un
acreedor. En este último caso, tenemos el fraude propiamente dicho a través de sus dos
formas: fraude a la ley y fraude en perjuicio de terceros (conf. López Olaciregui, José M., en
Tratado de Derecho Civil Argentino de Raymundo M. Salvat, Parte General, T II, núm. O-2422-
C, p.618).

Lo expuesto resulta suficiente para distinguir el fraude, en cualquiera de sus manifestaciones


(a la ley o a los acreedores), de la simulación, y por ende, la acción de fraude de la acción de
simulación. En este aspecto, se ha sistematizado el Código Civil de la siguiente manera: "a) si
se busca violar la ley imperativa o perjudicar a un tercero por medio de un acto real, nos
encontramos con un acto fraudulento. Se trata de un caso de fraude en el acto jurídico; b) si
se trata de violar la ley o perjudicar a terceros con un acto irreal, nos encontramos en el campo
de la simulación ilícita." En la nota al art. 962, Vélez, apartándose de su fuente, precisa que ".
las dificultades que se exponen nacen de confundir la acción pauliana con la acción de
simulación" (véase López Olaciregui, en obra y lugar citados; Mosset Iturraspe, Jorge,
Negocios simulados, fraudulentos y fiduciarios", T I, p. 155, nota 55).

Además, si bien la simulación ilícita y el fraude son causas de ineficacia del negocio viciado, la
primera acarrea la invalidez del acto por vía de la anulabilidad, mientras que en el fraude
pauliano, la ineficacia implica la inoponibilidad del acto respecto de los terceros
perjudicados.En este caso, la revocación de los actos del deudor "será sólo pronunciada en el
interés de los acreedores que la hubiesen pedido y hasta el importe de sus créditos" (conf. art.
965 del Código Civil).

Como se advierte, la acción de simulación y la pauliana, teniendo presente su objeto aparecen


como contradictorias, y por ende, excluyentes. Por cierto, no se podría pretender
simultáneamente sin caer en contradicción atacar un mismo acto reclamando su nulidad por
ser aparente o simulado y su revocación por resultar celebrado en fraude al acreedor.

Por ello, Salvat sostuvo, seguido por parte de la jurisprudencia, que la acción de simulación y la
de fraude son excluyentes, y por lo tanto, no pueden ser acumuladas, ni aun subsidiariamente
(ob.cit. núm. 2536 y 2537, p. 695 y ss. C.N.Civ. Sala B, La Ley 71-435; C.F.Cap. J.A. 58-48;
C.F.Bahía Blanca, La Ley 25-275).

No obstante, la doctrina y jurisprudencia actual admiten mayoritariamente que la acción


pauliana pueda deducirse para el caso de que no prospere la acción de simulación, basada en
aspectos comunes de ambas acciones y en ventajas prácticas de la acumulación (conf. Díaz,
A.M. El ejercicio simultáneo en forma subsidiaria de las acciones de simulación y fraude, en
J.A. 54-60; López Olaciregui, en ob.cit. núm. 2537-A, p. 696; Mosset Iturraspe, ob.cit. T I, p.
216; Cámara H. La simulación de los actos jurídicos, p. 648; Acuña Anzorena, La simulación,
p. 209; C.N.Civ. Sala A, L Ley 98-497; C.N.Com. L Ley 49-376; C.Ap. Rosario, Sala II, L Ley
34-991; C.N.Civ.2 La Plata, L Ley 72-353).

A pesar de reconocer el carácter excluyente de ambas acciones considero, al igual que la


doctrina citada en último término, que pueden acumularse, aunque la de fraude
subsidiariamente y para el supuesto de rechazo de la acción de simulación.

Por ello, primero deberá examinarse si se ha probado la simulación y solamente ante la


conclusión negativa, considerar la acción de fraude.

IV.- La alegada simulación de autos.

La simulación tiene lugar cuando se encubre el carácter jurídico de un acto bajo la apariencia
de otro, o cuando el acto contiene cláusulas que no son sinceras, o fechas que no son
verdaderas, o cuando por él se constituyen o transmiten derechos a personas interpuestas,
que no son aquéllas para quienes en realidad se constituyen o transmiten, dispone el art. 955
del Código Civil.

Esta noción del acto simulado permite sostener, siguiendo a Ferrara, que la simulación es la
declaración de un contenido de voluntad real, emitido concientemente y de acuerdo entre las
partes para producir con fines de engaño la apariencia de un negocio jurídico que no existe o
es distinto de aquél que realmente se ha llevado a cabo (conf. autor citado, La simulación en
los negocios jurídicos, p. 74).
La actora pretende se declare simulada la venta de una parte indivisa de dos fracciones de
campo ubicadas en el Partido de Carmen de Areco, Provincia de Buenos Aires, que forman
parte del Establecimiento "El Timbo", de acuerdo a escritura 334, pasada con fecha 5 de mayo
de 1999 por ante el escribano Hugo Gómez Croveto, celebrada por los demandados Jorge
Agustín Tagliaferro y Alfredo Raúl Salvato Viola.

Debe aclararse que la accionante demanda la simulación, por sí y en representación de sus


hijas menores -acreedoras de alimentos devengados contra Jorge Agustión Tagliaferro- en su
carácter de terceros perjudicados por la pretendida ilicitud.Esta distinción tiene importancia por
cuanto la doctrina ha diferenciado la simulación alegada entre partes de la invocada por los
terceros afectados, en relación a la amplitud de los medios probatorios y su apreciación
judicial.

Así, se ha dicho que "mientras el Juez debe ser riguroso en la apreciación de la prueba
producida por las partes (que participaron del acuerdo simulatorio), no puede serlo respecto de
terceros"; señalándose también que éstos pueden acudir a toda clase de medios de prueba
porque ".se trata de la demostración de hechos. respecto de los cuales el demandante ha
permanecido ajeno y que son perjudiciales para él". (Borda, Guillermo, Tratado de Derecho
Civil, Parte General, T II, p.1188; Llambías, Jorge J. Tratado de Derecho Civil, Parte General,
T II, núm. 1826, p. 515).

Con el criterio expuesto he analizado la prueba traída a estas actuaciones, concluyendo que no
resultan suficientes para declarar la simulación del acto impugnado. No advierto en la litis
circunstancias que acrediten a través de presunciones graves, precisas y concordantes sobre
la simulación alegada.

Los demandados tienen a su favor los efectos legales resultantes del título que exhiben y para
contrarrestarlos, tanto la jurisprudencia como la doctrina exigen que la prueba sea asertiva,
plena y convincente. (Conf. C.N.Civ. Sala F, J.A. 1964-I-129). En la duda, debe estarse por la
realidad del acto y por su subsistencia. (Conf. Fallo citado; Cámara, ob.cit. pág. 164).

Cuando diferencié la simulación ilícita del fraude a los acreedores como vicios autónomos del
acto jurídico, también señalé que existen notas comunes entre ambas causales, y por ello, en
sentido amplio puede sostenerse que a través de un acto simulado puede también defraudarse
a los acreedores.

Creo necesario reiterar esta aclaración porque al examinar las circunstancias de autos se
advierten elementos típicos del fraude que podrían confundir en cuanto a considerarlos
requisitos de la simulación ilícita del acto.Por ejemplo, respecto de la "causa simulandi",
tendiente a perjudicar al acreedor, pero que al no concordar con otra gama de hechos permiten
concluir sobre la realidad de la compraventa y no sobre su apariencia.

En ello hacen hincapié los apelantes, como analizaré, para desvirtuar el vicio de simulación,
pero ello no alcanza para excluir el fraude.

Con lo dicho, adelanto mi convencimiento de la existencia de fraude a las acreedoras de los


alimentos en la celebración de los negocios impugnados, cuyos fundamentos desarrollaré en
un ulterior considerando.

En cuanto a la simulación, las siguientes precisiones me llevan a concluir sobre la realidad de


la compraventa.

1) La conducta de las partes posterior al negocio atacado de simulación siempre resulta


relevante en el cuadro general de las presunciones que deben tenerse en cuenta en la
valoración judicial. Es que la conducta posterior, generalmente, pone de relieve la realidad
frente al acto aparente.

Sin embargo, en la litis, el comportamiento de los demandados corrobora la real celebración de


la compraventa de la parte indivisa del campo. En efecto, el vendedor no ha ejercido ningún
derecho derivado de la propiedad ni de la posesión, al menos acreditado en estas actuaciones.
Por el contrario, de los expedientes acompañados surge que el comprador es quien se
comportó como verdadero propietario y ejerce los derechos derivados del condominio del
campo.

Así, el comprador Alfredo Raúl Salvato Viola promovió acción de desalojo por vencimiento de
contrato contra Piquillin SRL del establecimiento denominado "El Timbo", en su carácter de
condómino, mediante presentación de la mediación el 6 de diciembre de 1999 (conf.
expediente 14.144/2000 "Salvato Viola, Alfredo Raúl contra Piquillin SRL y otro sobre
Desalojo", agregado por cuerda) obteniendo la posesión de campo y ejerciendo actos en tal
sentido (véase fs. 201/202; fs. 227/229 del citado expediente y fs.628 de los Tagliaferro, Jorge
Agustín contra Tagliaferro, Roxana Mabel sobre Sumario", expediente 17909/2001,
acompañado por cuerda en fotocopias).

Por expediente 8880/2000, iniciado e l 28 de febrero de 2000 Salvato Viola solicitó la división
de condominio en los autos "Salvato Viola, Alfredo Raúl contra Tagliaferro, Roxana Mabel y
otro sobre división de condominio", también acompañado a los presentes.

Además, se encuentran agregados por cuerda los autos "Salvato Viola, Alfredo Raúl contra
Tagliaferro, Roxana Mabel sobre Repetición. Ordinario", en los cuales el comprador
demandado inició acción de repetición contra su condómino por la suma abonada por
impuestos que pesaban sobre el campo cuya venta se cuestiona en autos por la suma de $
51.035,20 (conf. fs. 61 de expediente 3.325/2001).

Como se advierte, con las actuaciones mencionadas se ha acreditado que celebrado el


contrato de compraventa y en años posteriores Salvato Viola ejerció actos de verdadero
propietario, obteniendo la posesión del campo, desalojando a sus ocupantes, pagando
impuestos, etc.).

Además, adquirió otras partes indivisas del mismo campo o de fracciones linderas (conf. copia
certificada de escritura adjunta a fs. 199/203 de estos autos) y también acciones de la
sociedad Piquillín SRL (conf. copia escritura 3362 del 19 de abril de 2001, obrante a fs.
612/614 y acompañada por la Inspección General de Justicia al contestar el oficio que se le
remitiera).

Esas circunstancias parecen confirmar que la compraventa de la parte indivisa del campo ha
producido sus efectos propios.

2) Tampoco me parece relevante, a los fines de presumir al acto como simulado, la diferencia
de los valores que se han alegado entre el valor del campo y el precio de la compraventa.
En primer lugar, debe destacarse que de la propia escritura de venta surge que el pago se
realizó en efectivo en presencia del escribano y no se ha atacado por falsedad dicho
instrumento público. Además con el informe de fs. 563 de Transcambio S.A.que dan cuenta de
la autenticidad de la documentación acompañada al contestar la demandada a fs. 174 y los de
fs. 720/722 y fs. 729/732 y 960, no sólo se ha acreditado que el comprador contaba con el
dinero a la fecha de compraventa, sino también el movimiento del dinero destinado al precio
del vendedor al comprador.

Obsérvese que la escritura traslativa de dominio se celebró en las oficinas de la Transcambio


S.A., calle San Martín 140 de esta Ciudad (conf. fs. 5).

La propia parte actora en alguno de sus escritos se refiere a la desaparición del dinero
proveniente de la venta, extremo reconocido por el demandado alegando malas inversiones
bursátiles.

En cuanto al bajo precio de la venta, en mi criterio, no puede compararse el valor de la parte


indivisa con el precio por el que supuestamente se habría querido vender la totalidad del
campo. Como es sabido distinto es el valor de una parte indivisa, máxime cuando se trataba de
un campo ocupado y en litigio entre los condóminos y componentes de la sociedad explotadora
del mismo. Ello se encuentra corroborado por los distintos juicios que el comprador promovió
contra la sociedad Piquillín SRL por desalojo y contra Roxana Tesgliaferro por repetición de
impuestos y los juicios entablados entre los socios de la sociedad de responsabilidad limitada.

El testigo Marcelo Néstor Gasparreto, quien declara a fs.774/776, martillero y conocedor de la


zona y del campo al tiempo de la venta, alrededor del año 1999 cuando hubo un acercamiento
entre las partes, recuerda que en ese entonces el campo se encontraba en estado de
abandono, refiriéndose al criadero, a las aguadas, a los caminos, concluyendo que "el campo
dejaba mucho que desear". Agrega que vender la parte indivisa significa tener que venderla
muy barata, que es muy difícil vender un campo entero, mucho más difícil vender una parte
indivisa, concluyendo que el treinta y tres por ciento indiviso tendría que andar entre los
doscientos veinte, doscientos ochenta mil dólares, pero todo ello es relativo porque los valores
indivisos no tienen una escala, una tabla que se puedan tasar.

Resulta también relevante que Gasparreto manifiesta que cuando hubo el acercamiento entre
las partes, además de Mazzinghi, el abogado de la actora, no trató con Jorge Agustín
Tagliaferro sino con Salvato Viola y su letrado (conf. fs. 776).

Asimismo, cabe reiterar que como surge del juicio de repetición el comprador también se hizo
cargo del pago de los impuestos anteriores a la venta que pesaban sobre el inmueble.

No debe olvidarse además que -como luego se verá- si se pretendió defraudar a las
acreedoras, la necesidad de hacerlo en el corto plazo y la dificultad para vender una parte
indivisa, se refleja también en el precio de venta.

3) La amistad de las partes del acto impugnado tampoco me parece un elemento válido que
permita en este caso presumir la simulación.

No cabe duda, y así surge de la declaración de fs.776, que resuelta dificultoso vender la parte
indivisa de cualquier inmueble, y si ello es así, y además se pretende defraudar a los
acreedores debiendo realizar una venta rápida ante una abultada deuda de alimentos, no
resulta extraño que la operación real se haya efectuado con una persona próxima interesada
en el campo ya que, como se desprende de las actuaciones, posteriormente también adquirió
una nueva parte indivisa a otro de los condóminos.

En definitiva, la amistad o la estrecha relación que mantenían comprador y vendedor resulta


ser un elemento común de la simulación y del fraude, aunque -como se ha analizado- otros
elementos probatorios me llevan a descartar la simulación y considerar acreditado el fraude.

V.- La prueba del fraude.

Para que se configure el fraude se requiere un negocio jurídico, aunque la finalidad perseguida
lo vuelve "vicioso". El fraude -dice López Olaciregui es "una defección en la licitud del querer".
Pero no se confunde con los actos ilícitos en los que se causa el perjuicio a otro sujeto
mediante el cumplimiento de una actividad dañosa prohibida; en el caso del fraude se persigue
aquel resultado mediante el otorgamiento de un negocio jurídico. "Se adopta un esquema
permitido para obtener un resultado prohibido" (autor citado, ob.cit. T II, núm. O-2422-B, p.
617).

Según disponen los arts. 961 y 962 del Código Civil, para ejercer la acción pauliana se
requiere:1) Acreditar el carácter de acreedor perjudicado por el acto impugnado; 2) Que el
deudor se halle en estado de insolvencia; 3) Que el perjuicio de los acreedores resulte del acto
mismo del deudor, o que antes ya se hallase insolvente; 4) Que el crédito en virtud del cual se
intenta la acción sea de una fecha anterior al acto del deudor.

Asimismo, si el acto del deudor insolvente que perjudicase a los acreedores fuere a título
gratuito puede ser revocado a solicitud de éstos, aun cuando aquél a quien sus bienes
hubiesen pasado ignorase la insolvencia del deudor (conf. art. 967 del Código Civil). En
cambio, si la acción de los acreedores es dirigida contra un acto a titulo oneroso, es preciso
para su revocación, que el deudor haya querido por ese medio defraudar a sus acreedores y
que el tercero con el cual ha contratado haya sido cómplice en el fraude (conf. art. 968 del
Código Civil). La exigencia de esta última disposición resulta atenuada por el art. 969 al
permitir presumir el ánimo del deudor de defraudar a los acreedores por su estado de
insolvencia y la complicidad del tercero por su conocimiento de ese estado de insolvencia al
contratar con el deudor.

Tratándose en la especie de una compraventa de parte indivisa de un campo contra las que se
dirige la acción pauliana y a fin de fundamentar la decisión sobre su procedencia, trataré
sucesivamente: 1) Calidad de acreedor de la parte actora; 2) Insolvencia del deudor y si esa
insolvencia fue producida o agravada por el negocio que se ataca; 3) Complicidad del tercero.

1) Calidad de acreedor.

De acuerdo al juicio de divorcio por la causal prevista en el art. 214 inc. 2 del Código Civil
(expediente 84.459/2004, acompañado por cuerda), los cónyuges se encontraban separados
de hecho desde el año 1998; la sentencia de divorcio se dictó el 28 de octubre de 2004.

Surge de los autos "Tagliaferro, Solana M.C.contra Tagliaferro, Jorge Agustín sobre
Autorización Proceso especial" (expediente 124.158/98, adjunto al presente), que ya desde el
año de la separación el demandado incumplió con la asistencia material hacia su cónyuge e
hijas menores.
Con el juicio de alimentos contra Tagliaferro (expediente 118.515/98) se acreditó que desde
febrero de 1999 se fijaron alimentos provisorios (conf. fs. 229), surgen también deudas de
escuela de las hijas menores y expensas de la vivienda (conf. fs. 237/238). La sentencia de
alimentos definitivos tiene fecha 3 de mayo de 1999, casualmente algunos días antes de la
compraventa cuestionada en estos autos de fecha 5 de mayo de 1999.

El mismo demandado no ha negado la deuda de alimentos y si bien no existe una liquidación


actualizada, no se ha cuestionado la afirmación de la sentenciante en el sentido que en ese
entonces ya superaba la mitad de la camioneta que se encuentra a nombre del marido como
bien adquirido durante la vigencia de la sociedad conyugal.

En efecto, dicha afirmación de la juez a quo tiene su prueba a fs. 11 y vta. de los autos sobre
ejecución de alimentos (expediente 68.997/99) y a fs. 639/651 y fs. 661/663 de la causa penal
C 1540, en el sentido que el demandado se sustrajo en forma dolosa de su obligación de
proveer a la subsistencia de sus dos hijas menores desde el 24 de junio de 1998 hasta el 13
de marzo de 2002, fecha hasta la cual fueron valorados los hechos en la sentencia penal.

Resulta fácil concluir que la compraventa cuestionada de fecha 5 de mayo de 1999 fue
celebrada cuando la deuda por alimentos se había incrementado considerablemente, y además
seguiría aumentando teniendo presente la conducta posterior del deudor en cuanto a dificultar
el cobro de esos alimentos y su intención de no pagarlos.2) Insolvencia del deudor.

Del principio por el cual se establece que el patrimonio de l deudor constituye la garantía de las
deudas que lo gravan, se desprende la limitación a la gestión de los bienes por parte de su
titular. "Quien contrae deudas o se las impone la ley no es enteramente libre; por el contrario
es patrimonialmente medio soberano por virtud del deber moral y jurídico que pesa sobre él de
pagar las deudas" (Sánchez de Bustamante, M. Acción revocatoria, p. 17, núm. 16).

De allí que se le reconozca a los acreedores la acción pauliana siempre que acrediten el
perjuicio como requisito de la acción, el que se configura por la insolvencia del deudor y la
relación causa a efecto con el negocio fraudulento.

Cuando se trata de un acto a título oneroso, como en la especie, si se demuestra que el


deudor recibe a cambio una prestación sin menoscabo de su patrimonio, no podrá hablarse de
perjuicio para el acreedor, la excepción está dada por la entrega de valores de fácil
ocultamiento, sumada a la insolvencia del deudor (conf. Messineo, Manual de Derecho Civil y
Comercial, T IV, p. 154).

El consilium fraudis consiste, entonces, en el conocimiento que tiene el deudor de su propia


situación económica, integrándose además por la llamada "presciencia", o sea, el conocimiento
de las consecuencias derivadas de la enajenación, la que imposibilita a su legítimo acreedor
hacer efectivo su derecho (conf. Martín Retortello, Cirilo, La lucha contra el fraude civil. (La
acción pauliana), p. 30. Barcelona 1943).

Se excluye así el llamado criterio subjetivo, sostenido por parte de la doctrina, cuando requiere
el animus nocendi o propósito de dañar al acreedor. Resulta evidente que la prueba de esa
intención perversa es poco menos que imposible y aceptar este requisito significaría tornar
inaplicable e ineficaz el remedio paulino.
La ley presume la previsión del resultado dañoso, es decir, "el ánimo del deudor de defraudar a
sus acreedores" por "su estado de insolvencia" (art.969, primer párrafo del Código Civil).

Entiendo que en el caso de autos, se encuentra acreditada la insolvencia del deudor, situación
que sin duda, fue producida y agravada por la venta de la parte indivisa del campo que se ataca
de fraudulenta.

En este aspecto, en mi criterio, debe valorarse el daño producido al acreedor al disminuir el


deudor su patrimonio al punto de no responder por todas las deudas e impedir a aquél la
satisfacción de su acreencia.

En efecto, no cabe duda que el principal bien del patrimonio del demandado Tagliaferro era la
parte indivisa que tenía del campo "El Timbo".

Así se pone de manifiesto en la causa penal C 1540 sobre infracción ley 13.944 (arts. 1 y 2
bis) que corre por cuerda, donde se condenó a Jorge Agustín Tagliaferro, como autor
penalmente responsable del delito de incumplimiento de los deberes de asistencia familiar en
concurso real con insolvencia alimentaria fraudulenta, a la pena de dos años de prisión de
ejecución condicional, multa de diez mil pesos y costas (arts. 1 y 2 bis de la ley 13.944 y arts.
29 inc. 3, 45 y 55 del Código penal (conf. fs. 639/651 y fs. 661/663).

Respecto de la insolvencia alimentaria fraudulenta sostuvo el Tribunal Oral en lo Criminal N° 1


y la Cámara Nacional de Casación Penal lo hizo suyo, que "la venta del campo que realizara,
ya conociendo la existencia de la deuda alimentaria y de la demanda civil que existía en su
contra con la finalidad de disminuir su patrimonio para frustrar en todo o en parte sus
obligaciones alimentarias también se encuentra acreditado". "...el procesado sabía que no
abonaba suma alguna para cubrir las necesidades alimentarias de sus hijas, como así también
que mediaba demanda alimentaria en su contra.Por ello, conocía asimismo, que al vender su
parte indivisa del campo "El Timbo", el 5 de mayo de 1999, se desprendía de una parte muy
importante de su patrimonio, la que servía de respaldo y garantía de la obligación alimentaria
que tenía con sus hijas menores. El procesado en varias oportunidades alegó no poder cumplir
con la cuota de $ 2.500, fijada judicialmente, pero a pesar de ello vendió su parte indivisa del
campo, produciendo la desaparición del bien y una importante disminución patrimonial en
desmedro de su obligación alimentaria y con la finalidad de frustrarla al reducir sensiblemente
su posibilidad de percepción."

Por otra parte tal situación no cambió pues el mismo demandado al promover el juicio sobre
disminución de cuota alimentaria da cuenta de su pésima situación económica y de la
imposibilidad de afrontar las deudas por alimentos.

En estos autos, por el contrario, el accionado ha pretendido demostrar que posee bienes
suficientes para responder ante su acreedor. Sin embargo, entiendo que con ello, vuelve a
poner de manifiesto su mala fe.

En efecto, se refiere al contestar la demanda al departamento de la calle Posadas, al rodado


que se encuentra a su nombre y a su participación en Piquillin SRL.

En cuanto a la sociedad de responsabilidad limitada, las constancias de autos resultan


contradictorias en cuanto a la participación del demandado. Así, a fs. 25 de los autos
"Mazzinghi, Gabriel María contra Tagliaferro, Jorge Agustín sobre Ejecución de honorarios"
(expediente 6.790/2000), la Inspección General de Justicia informó que con fecha 30 de abril
de 1997, bajo el N° 2865 del Libro 106 de S.R.L. el Señor Jorge Agustín Tagliaferro cedió la
totalidad de sus cuotas sociales que le pertenecían en la firma Piquilin S.R.L.

Empero, los autos "Tagliaferro, Jorge Agustín contra Piquillin SRL sobre Ordinario (expediente
57.930/2003); "Tagliaferro, Jorge Agustín contra Tagliaferro, Roxana Mabel y otro sobre
simulación.Ordinario" (expediente 112.380/2002) y Tagliaferro, Jorge Agustín contra
Tagliaferro Roxana Mabel y otro sobre simulación" (expediente 112.380/2002) y "Tagliaferro,
Jorge Agustín contra Tagliaferro, Roxana Mabel sobre Sumario" (expediente 17.909/2001) y
"Tagliaferro, Jorge A. contra Tagliaferro, Roxana Mabel sobre Sumario (expediente 042.763),
todos adjuntos por cuerda, permiten tener por acreditado que los derechos sociales del
demandado en aquella sociedad de responsabilidad limitada se mantenían.

De todas maneras las constancias que se recogen de las actuaciones citadas también
permiten concluir que a la época de la venta de la parte indivisa del campo, la sociedad no sólo
no era rentable sino que estaba en etapa de disolución (véase informes de fs. 113/142 del
expediente 112.380/2002 y fs. 728/729 e informe contable de fs. 822/837 del expediente
57.930/2002).

Ello también se encuentra corroborado por el estado de abandono en que se encontraba el


campo, del cual la sociedad era su explotadora, según ya se ha visto al analizar el testimonio
de Marcelo Néstor Gasparreto, quien declara a fs. 774/776.

En definitiva, a la época de la venta, no sólo aparentemente el demandado había cedido la


totalidad de sus acciones, sino que de no haber sido así, la sociedad estaba en vías de
disolución, con quebrantos durante esos años.

Mención especial merece el departamento de la calle Posadas. En primer lugar debe


destacarse al respecto que si bien ese inmueble se encuentra a nombre del demandado
Tagliaferro y de la actora, se trata del último domicilio conyugal y fue constituido como bien de
familia el 17 de noviembre de 1997 (conf. fs. 193/196 del juicio sobre alimentos (expediente
118.515/1998).

Como lo refiere la primer sentenciante a fs. 3 de la causa sobre homologación (expediente


112.099/1998), las partes convinieron el día 3 de noviembre de 1998 que las hijas vivieran
junto a su madre en el inmueble sito en Posadas 1371, piso 1°, de Capital Federal.Ello no se
encuentra desvirtuado y por el contrario el demandado en varias oportunidades de estos largos
y penosos litigios ha manifestado que incluso pretendía dejar su parte en ese bien a favor de
sus hijas.

Años después de la venta de autos, y ante la falta de pago de los alimentos, la mujer solicitó
autorización para alquilar dicho departamento y con ello poder solventar la crianza y educación
de sus hijas.

Por ello, no me cabe duda que la parte del demandado, de ese departamento no puede ser
considerado prenda común de sus acreedores (su ex cónyuge y sus hijas menores), pues se
trataba de la vivienda de las menores y el propio demandado había acordado mantenerla.

Entonces, pretender que las acreedoras de alimentos cobren sus créditos subastando esa
vivienda, donde habitaban sus hijas a quienes debe alimentos o las rentas de la mujer con las
que ésta las sostiene, como bien ejecutable demuestra -reitero- la mala fe del demandado.

No cabe duda que el 50% del valor de la camioneta Honda, modelo 1994 (véase valor a fs.
220/221 del juicio sobre alimentos), es ínfimo respecto de la deuda que por alimentos
mantiene el Señor Tagliaferro.

La conducta del accionado, anterior y posterior a la compraventa del campo, permite presumir
el ánimo de defraudar, evitando que ese bien permaneciera en su patrimonio, como prenda
común de su acreedor. En este sentido existe cosa juzgada en sede penal.

Como se ha expresado, uno de los elementos decisivos que acreditan el ánimo de defraudar
está dado por la desproporción de valores de las prestaciones derivadas del contrato
impugnado por el acreedor (conf. Mazeaud, Lecons, II, núm.994). Si bien no se ha acreditado
una gran desproporción en el caso de autos, no cabe duda que la venta de una parte indivisa
en el estado en que se encontraba el campo indica que el vendedor lo ha debido vender a un
precio más bajo que el de plaza.

2) Complicidad del demandado Alfredo Salvato Viola.

Cuando se trata de actos onerosos, la ley exige como requisito para que la acción revocatoria
pueda prosperar el consilium fraudis del tercero ajeno a la deuda pero parte del acto
cuestionado (conf. art. 968 del Código Civil).

Teniendo en cuenta la dificultad de la prueba de la complicidad del tercero, el art. 969 la


presume cuando ese tercero conocía el estado de insolvencia del deudor. La ley marca así un
paralelismo con la presunción del ánimo de defraudación del deudor derivado de su estado de
insolvencia.

La relación de amistad del co-contratante con el deudor es un elemento relevante para inferir el
conocimiento de la situación patrimonial de este último por Salvato Viola.

No sólo se ha acreditado que al momento de la venta Salvato Viola había albergado en su hotel
al codemandado a partir de la separación de los cónyuges, sino también que se encontraba
interiorizado de los negocios de éste y de su situación familiar (conf. declaraciones de
Domingo Zoilo Víctor Pasaporte a fs. 392/399, de María Fernanda Orcajada a 759/763 y de
Roxana Mabel Tagliaferro a fs.809/814). Ello, además de la compra de la parte indivisa de un
campo ocupado, en estado de abandono y con litigios entre los condóminos, son
circunstancias que permiten presumir que este contratante conocía que esa venta producía
una verdadera insolvencia en el patrimonio de Tagliaferro respecto de sus acreedoras de
alimentos.

No se me escapa que Salvato Viola fue sobreseído en la causa penal en orden a la


participación delictual que se imputó por la venta del campo "El Timbo", con la declaración de
que la formación del sumario no afecta el buen nombre y honor del que hubiere gozado y esa
parte ha traído dicho pronunciamiento como defensa a estas actuaciones.

En doctrina se ha discutido si el sobreseimiento que dicta el juez penal poniendo término al


proceso, con el aditamento de no haber sido afectado el buen nombre ni el honor del
procesado, equivale a la absolución que prevé el art. 1103 del Cód. Civil e impide que se dicte
en sede civil sentencia que condene a aquél a la reparación del perjuicio. Así, alguna doctrina
entiende que la autoridad de cosa juzgada del pronunciamiento penal sobre la instancia civil no
depende de su forma -sentencia o sobreseimiento- sino de su contenido ( Llambías, Tratado
de Derecho Civil, Obligaciones, T IV-B, p. 97, núm. 2783 y en Límites de la cosa juzgada
penal, ED 84-780, núm. 17; Kemelmajer de Carlucci, en com. art. 1113, en Código Civil
Comentado. dirigido por Belluscio y coordinado por Zannoni, T V, p. 318; Creus, Influencia del
proceso penal sobre el proceso civil, p. 120).

La posición mayoritaria sostiene que resulta necesaria la sentencia absolutoria dictada en el


plenario, para encuadrar el sobreseimiento en la cosa juzgada a que se refieren los supuestos
del art. 1103 Cód.Civ. (Orgaz, El sobreseimiento y la acción civil, en Estudios, p. 115, núm, 3 y
ss. Borda, Obligaciones, T II, p.437; Salvat Acuña Anzorena, T IV, núm, 2957; Alterini, Ameal,
López Cabana, Curso de Obligaciones, T I, p. 529: Mosset Iturraspe, Responsabilidad por
daños, T I, p. 295; Trigo Represas, Félix, Compagnucci de Caso, Rubén, Responsabilidad Civil
por accidente de automotores, T 2-b, p. 650; Verdaguer, Alejandro, El sobreseimiento definitivo
fundado en la inexistencia del hecho punible ¿hace cosa juzgada en los procesos civil y
concursal?, La Ley 1993-D-215) .

La jurisprudencia es pacífica en considerar que el sobreseimiento no hace cosa juzgada en lo


civil ni aun cuando se fundara en la inexistencia del hecho mismo que sirve de base a la acción
civil. Es decir que el sobreseimiento definitivo no es equivalente a la sentencia absolutoria,
respecto de sus efectos sobre la acción civil. Resulta relevante al respecto el fallo de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación del 25 de noviembre de 1960 (J.A. 1961-II-566), y la
amplitud de fundamentos del Dr. Boffi Boggero, respecto de la diferencia entre la sentencia
absolutoria y el sobreseimiento definitivo, principalmente en cuanto a que este último se dicta
antes de que el proceso llegue a la etapa del plenario.

En la Capital Federal, es también la doctrina del fallo plenario en autos "Amoruso, Miguel
Gerrado c/ Casella, José Luis (J.A. 1946-I-803 y La Ley 42-156), donde la Cámara Civil
resolvió que "el sobreseimiento definitivo o la sentencia absolutoria recaída en el juicio criminal
no hacen cosa juzgada en el juicio civil; el primero en lo absoluto, y la segunda respecto del
autor del hecho en cuanto a su responsabilidad por los daños y perjuicios ocasionados." Dicho
fallo plenario mantiene su vigencia a pesar del tiempo transcurrido desde su dictado, máxime
cuando no han cambiado los presupuestos señalados en el plenario con el nuevo
procedimiento penal.En este último sentido se ha considerado que las modificaciones
introducidas en el Código Procesal Penal confirman la doctrina del plenario al disminuir la
fuerza probatoria de los medios de prueba producidos en la instrucción (Verdaguer, nota citada
en La Ley 1993-D, p. 218). También un fallo con voto de la Dra. Highton de Nolasco, sigue la
doctrina del plenario y consideró que no ejerce cosa juzgada sobre la sentencia civil el
sobreseimiento dictado con fundamento en el art. 336, inc. 4 del Código Procesal Penal, por lo
que aquélla puede ser dictada libremente (C.N.Civ. Sala F, núm. 0014828 de la Base de datos
de la Secretaría de Jurisprudencia de la Cámara Civil, Boletín 19/2002, en autos Guerra
Fernández, R. c/Ledesma, M. s/ Daños y perjuicios, del 26 de marzo de 2002).

De todas maneras en la causa penal se ha valorado el dolo en vista al delito imputado,


mientras que en esta causa civil está en juego la mala fe del contratante.

Entiendo entonces que se ha demostrado en autos la mala fe del comprador, por lo que se dan
todos los requisitos exigidos por el los arts. 962 y conc. del Código Civil.

En consecuencia, la acción pauliana interpuesta en subsidio recibirá favorable acogida, por lo


que deberá revocarse la sentencia en cuanto hace lugar a la simulación y declararse que la
compraventa impugnada resulta inoponible a las actoras hasta el importe de sus créditos (art.
968 del Código Civil).

VI.- Las costas del juicio serán soportadas por los demandados vencidos (art. 68 del Código
Procesal).

Por las consideraciones expuestas, oída la Sra. Defensora de Menores e Incapaces a fs. 1727,
en caso de resultar compartido este voto propongo al acuerdo:1) Revocar la sentencia en
cuanto hace lugar a la acción de simulación y declara la nulidad de la compraventa de la
tercera parte indivisa de dos fracciones de campo que son parte del establecimiento
denominado "El Timbo", en Tres Sargentos, Partido de Carmen de Areco, Provincia de Buenos
Aires, parcelas 61-p, partida 2887 y parcela 61-J, partida 6432, ambas de Circunscripción III,
conforme escritura N° 334 del 5 de mayo de 1999; 2) Hacer lugar a la acción pauliana
interpuesta en subsidio. En consecuencia, se revoca la compraventa celebrada entre los
demandados Jorge Agustín Tagliaferro y Alfredo Raúl Salvato Viola ya referida en el apartado
anterior, resultando dicho contrato inoponible a las actoras hasta el importe que resulte de sus
créditos (conf. art. 965 del Código Civil); 3) Con costas en la forma dispuesta en el apartado
VI; 3) Las costas de alzada se imponen por su orden atento la forma en la cual se resuelve la
cuestión planteada (art. 71 del Código Procesal).

El Dr. Ameal por las consideraciones y razones aducidas por la Dra. Hernández, vota en el
mismo sentido a la cuestión propuesta.

Buenos Aires, Diciembre de 2011.

Y visto lo deliberado y conclusiones establecidas en el Acuerdo transcripto precedentemente


por mayoría de votos, el Tribunal decide: 1) Revocar la sentencia en cuanto hace lugar a la
acción de simulación y declara la nulidad de la compraventa de la tercera parte indivisa de dos
fracciones de campo que son parte del establecimiento denominado "El Timbo", en Tres
Sargentos, Partido de Carmen de Areco, Provincia de Buenos Aires, parcelas 61-p, partida
2887 y parcela 61-J, partida 6432, ambas de Circunscripción III, conforme escritura N° 334 del
5 de mayo de 1999; 2) Hacer lugar a la acción pauliana interpuesta en subsidio. En
consecuencia, se revoca la compraventa celebrada entre los demandados Jorge Agustín
Tagliaferro y Alfredo Raúl Salvato Viola ya referida en el apartado anterior, resultando dicho
contrato inoponible a las actoras hasta el importe que resulte de sus créditos (conf. art. 965 del
Código Civil); 3) Con costas en la forma dispuesta en el apartado VI; 4) Las costas de alzada
se imponen por su orden atento la forma en la cual se resuelve la cuestión planteada (art. 71
del Código Procesal).

Previo al tratamiento de las regulaciones de honorarios indique el Juzgado en forma numérica


la base regulatoria tenida en cuenta al fijarse los mismos.

La Dra. Silvia A. Díaz no suscribe la presente por hallarse en uso de licencia (art. 109 del
RJN).

Regístrese, notifíquese y devuélvase. LIDIA B. HERNANDEZ- OSCAR J. AMEAL- RAQUEL


ELENA RIZZO- (ES COPIA).

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