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El arte del dolor

Atardecía en el barrio de la Boca y en el patio trasero de la galería Popa, ya estábamos ahí


tomando vino un buen número de personas que asistíamos a la inauguración de la muestra de
fotografías La Otra Cotidianidad. Episodios de BDSM, del joven fotógrafo limeño Cristias Rosas.
Algunos habían quedado perplejos, sobre todo quienes no conocían ciertas prácticas del
sadomasoquismo, ante las fotografías, a todo color, más sádicamente explícitas, como la del
sofisticado artefacto de electroestimulación de donde salen unos rayitos violetas erizando un
pezón, o la de la dominatrix estrangulando un pene flácido con una prensa ad hoc. También
impactaban algunos de los testimonios de las personas retratadas, en un video imperdible del
backstage de las sesiones fotográficas: la dominatrix Lady Gi, que cuenta cómo tortura a sus
sumisos: “Algo así como las cosas que les hacen a los prisioneros en Guantánamo”; Georgio
“Carpet”, que disfruta siendo pisoteado, envuelto en una alfombra persa que, según cuenta
Cristias, lleva a todos los eventos, a los que siempre llega primero para instalarse al costado de la
barra y así recibir la mayor cantidad posible de pisotones; la pareja switcher de Josh y Michelle
Wild, que se autodefinen dominantes ambos y se alternan para ofrecerse a su pareja como
sumisos; Adina Deens, que sublima su vocación suicida infringiéndose dolor físico, un dolor que
puede “controlar y redirigir hacia el placer”, para desviar la atención de los dolores emocionales; o
la Diosa Diana, dominatrix que, después de desplegar su fantasía mística y afirmar que “la mujer es
la Jesucristo de la sociedad moderna”, afirma “Estoy viviendo mi vida en voz alta”. Lo que no se
hace tan explícito en las fotografías, pero se sobreentiende al escuchar los testimonios en el video,
es que siempre se trata de prácticas, sanas, seguras y consensuadas, lo que en BDSM se conoce
como SSC.

Cristias Rosas comenzó su formación como comunicador social en Lima. Luego vivió en Buenos
Aires y Nueva York, donde estudió fotografía. Sus primeras obras datan de 2010 y en ellas aborda
la cuestión de los fantasmas. Antes de los retratos de la comunidad BDSM que presenta ahora en
Buenos Aires, trabajó con fotografías donde muestra el proceso de envejecimiento y el deterioro
mental que padeció su padre antes de morir. Según cuenta, para salir de aquella intensidad buscó
otro tema igualmente intenso, pero no tan personal. Fue así como llego FetLife, una red social
para la comunidad BDSM, fetichista y kinky, y comenzó a frecuentar durante diez meses en 2015,
eventos BDSM en la ciudad de Nueva York, donde realizó todo su proyecto fotográfico, que
incluyó la formación en workshops de knifeplay (juego con cuchillos), spanking y shibari.

Lo primero que le llamó la atención a Cristias en las fiestas de la comunidad BDSM fue la
diversidad de géneros y corporalidades viviendo sus sexualidades en un ambiente de total
camaradería: “Había gente de todos los géneros posibles, enanos, gente en sillas de ruedas… Lo
que más me llamó la atención de todo esto es la democratización de la diversión, aquí se divierten
no solo el bonito o el joven, aquí divierte el hombre de 85 años, aquí se divierte el deforme, aquí
se divierte todo el mundo. Para mí era muy atractivo que la diversión no estuviera concentrada en
lo que tradicionalmente está concentrada. Es interesante como se desgenitaliza el sexo y se
resexualizan tantas otras cosas. Una de las personas que he entrevistado, una chica que fue actriz
porno y es ahora dominatrix profesional, hace mención a cómo la gente ignora el lado más
psicológico de las prácticas sadomasoquistas, por ejemplo el estado del sumiso en éxtasis, que en
inglés llaman “subspace”, un estado al que no se puede llegar como dominante. Cuando el sumiso
está entregado completamente, alcanza estados de goce muy intenso”.

Al caer la noche, en el patio central de Popa, se desarrolló una performance de suspensión a cargo
de Shibari Art Studio de Argentina. Debido a un desperfecto técnico, la musicalización falló y
debieron realizar su sesión en absoluto silencio. La performance duró casi media hora, durante la
cual el experto Master ataba a una chica con cuerdas rojas hasta dejarla suspendida en el aire, y
luego, con igual amor y paciencia, la fue desatando. Durante la perfo aparecían en el patio unos
perros que se quedaban mirando (según pudo apreciar este cronista, Popa es un espacio dog-
friendly) y en tal silencio sus jadeos se amplificaban. Se escucharon también algunas risitas
nerviosas o impacientes de algunas espectadoras y espectadores que no entendían por qué tanto
tiempo para experimentar quién sabe qué tipo de placer. Cuando la chica estuvo por fin desatada
en brazos del Master, durante el aftercare (término que define el cuidado y la contención afectiva
del dominante al sumiso después de una sesión) la azarosa banda sonora nos sorprendió con la
sirena de los Bomberos Voluntarios de la Boca y, al unísono, los aullidos y ladridos de todos los
perros del barrio, que se sumaron a los aplausos.

Una gran parte de las fotografías de Cristias Rosas pueden verse en su página
www.cristiasrosas.com. La muestra está abierta los sábados de marzo desde las 17 hs en POPA
Galería de Arte, Gregorio Aráoz de la Madrid 882.

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