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INTRODUCCIÓN GENERAL
El módulo esta construido en dos partes o unidades con las cuáles se espera que
el estudiante pueda desarrollar las capacidades propuestas como metas y los
objetivos que presenta el curso además de construir sus propios conocimientos y
sensibilizarse a través de los diferentes ejercicios y perspectivas que se muestran
en el mismo, sobre lo que es mirar la ciudad donde se vive o cualquier otra con
ojos nuevos y ávidos de sentir por medio de todos los sentidos lo que es la ciudad
real, imaginaria y simbólica que construimos día a día.
Unidad 1
La primera unidad llamada VIVIENDO LA CIUDAD trabaja la relación historia(s) y
ciudad tras el reconocimiento de las manifestaciones y fenómenos culturales que
hacen del espacio urbano un escenario tan complejo como admirable, propio de la
reflexión y motivo de acción.
OBJETIVO GENERAL
OBJETIVOS ESPECIFICOS
COMPETENCIAS
METAS
1.1 Tema 1
Uno de los aspectos del hombre primitivo fue su sentido de aislamiento defensivo
junto con una cierta pretensión de territorialidad. al principio mejoró su hábitat
familiar, y posteriormente varias familias unidas colaboraron en distintas tareas.
Con el paso del tiempo construyeron campamentos. En una economía de
cazadores y recolectores, como la del hombre paleolítico, se ha calculado que se
necesitaría al menos un kilómetro cuadrado para mantener a cuatro individuos, por
lo que era preciso un territorio inmenso y una gran libertad de movimientos para
subisitir, lo que hacía que asentarse en un territorio no fuera factible, de ahí el
carácter nómada de esas gentes.
La evolución de la aldea neolítica, hasta convertirse en una ciudad con sus nuevos
órganos característicos, debió ser un proceso bastante lento, en el que algunos
componentes de la aldea se mantuvieron, otros se modificaron, y otros
desaparecieron y fueron sustituidos por nuevos elementos propios de las
ciudades.
Sección 1
Cambios sociales
Este tipo de organización social requiere la existencia de una élite con el suficiente
poder como para imponer la entrega, por el agricultor, de parte de su producción
agraria. Esta élite dedicó su tiempo a actividades no relacionadas con la
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También se piensa que los reyes podrían proceder de los individuos que dirigían
tribus de pastores que conquistarían las tierras de diferentes comunidades
agrícolas permitiendo a sus antiguos propietarios conservar sus terrenos e incluso
defenderlos de futuros enemigos a cambio de tributos en especie, esto originaria
la servidumbre y una cierta aristocracia rural. Desde comienzos del Neolítico tiene
que admitirse que hubo batallas entre diferentes pueblos, y aunque en un primer
momento fueron a pequeña escala y de forma irregular, dieron oportunidades a
algunos miembros de las comunidades a demostrar su valor y su valía, y su
capacidad para dirigir los destinos de sus gentes. Otro camino hacia el trono pudo
ser el éxito económico. Sea cual fuere el origen de los distintos reyes, todos
tuvieron un rasgo común: su papel destacado en la centralización y la
organización de la economía de las primeras ciudades.
Una clase social que surgió con los nuevos asentamientos urbanos, fue la de los
sacerdotes. La religión durante el Neolítico se fue transformando tanto en lo que
respecta a creencias como a los actos de culto. Con la economía agrícola los ritos
mágicos no se anularon, sino que se vieron favorecidos, al depender la
supervivencia del hombre de las diferentes fuerzas de la naturaleza y seguir, por lo
tanto, a merced de la sequía, las inundaciones o las tempestades; y vivir al hilo de
las estaciones anuales. Aquél o aquellos miembros de la comunidad que pudieran
dominar o controlar de algún modo los fenómenos de la madre naturaleza,
obtendrían unas influencias y unos poderes considerables sobre el resto de sus
convecinos. Así pues, inicialmente los magos y posteriormente los sacerdotes
debieron ser los primeros miembros de la comunidad que tuvieron derecho a
recibir alimentos sin ayudar a producirlos con su trabajo físico. Es muy probable
que en un principio el poder temporal y el poder religioso estuvieran en manos de
una sola persona. Cuando la sociedad se fue haciendo más laica y compleja, un
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futuro rey necesitaba, para poder gobernar con cierta tranquilidad, la ayuda del
clero. Como vemos, ya desde el inicio de la jerarquización de la sociedad, la
religión ocupaba los más altos escalones, intentando manejarlo todo a su antojo.
Por otra parte, los antiguos dioses familiares y locales fueron reemplazados, en un
momento difícil de precisar, por divinidades celestes que podían identificarse con
el sol, la luna, el trueno, una montaña..., y que tuvieran siempre un carácter
supremo, por lo que de ellas dependían todas las funciones que tenían lugar en la
ciudad, así como su existencia misma. Este cambio en las creencias trajo como
consecuencia que el aspecto religioso ocupara un papel preponderante en todas
las actividades cotidianas de las primeras ciudades.
Sección 2
El comercio
Otro de los factores que contribuyó a que una aldea llegara a convertirse en
ciudad fue el comercio de materias primas y productos elaborados, entre
mercaderes locales y otros procedentes de sitios alejados. El comercio era
conocido desde el Paleolítico Superior, en le que ya se realizaban intercambios,
siempre por iniciativa del demandante del producto; a cambio solía ofrecer al
vendedor algún tipo de adornos o talismanes mágicos. En épocas posteriores
algunas comunidades empezaron a importar, además, utensilios para mejorar sus
actividades económicas. Así por ejemplo, se han hallado en el interior de Francia
utensilios del modo 3, propio de los Neandertales, fabricados con un tipo de piedra
que no se encontraba de forma natural en un radio de 100 kilómetros. Durante el
Neolítico el comercio local se dedicaba al intercambio de productos familiares que
completaban la economía de cada casa. El comercio de larga distancia se limitaba
únicamente a productos de lujo que hicieran rentable los altos costes del porte.
Sección 3
Desarrollo de la arquitectura
En las regiones en las que abundaban las piedras, las casas se construyeron con
ellas utilizando barro o estiércol como cemento. En los valles de los ríos Tigris,
Nilo o eufrates se fabricaban las paredes con arcilla compacta o adobe,
posteriormente sustituido por ladrillos. Desde el principio, algunas casas urbanas -
no todos los miembros de la comunidad podían costearse los nuevos materiales
de construcción- eran más cómodas que las habitaciones de los campesinos
neolíticos. También tenían mayor superficie y se hallaban divididas en varias
habitaciones, cada una de las cuales tenía su función específica (cocina,
dormitorio, etc.).
las que se hallarían aquellas que, pese a su gran dimensión o elevada densidad
de población, no utilizaban tipo alguno de grafía. La creciente complicación de los
sistemas administrativos y jurídicos forzó la aparición de la escritura, que llegaría a
ser utilizada como instrumento de trabajo de nuevos grupos sociales, tales como
escribas y maestros a la vez que facilitó las transacciones comerciales. Hay que
señalar además que al instrucción fue patrimonio exclusivo de la élite ociosa, ya
que las clases populares permanecían incultas y esclavas de la tradición.
Los imperios de todo el mundo antiguo eran unos eficaces difusores de las
ciudades. Necesitaban tenerlas para poder mantener su supremacía tanto militar
como comercial de los territorios conquistados. Los nuevos núcleos urbanos se
desarrollaron de dos maneras: elevando a la categoría de ciudad los poblados ya
existentes, o creándolas de nueva planta. Estas últimas tenían un trazado más
racional y geométrico que las anteriores, que crecían de formas más lenta pero
más libre.
Tomado: http://centros5.pntic.mec.es/ies.arzobispo.valdes.salas/
1.2 Tema 2
Son numerosas las definiciones que se han formulado sobre la ciudad a lo largo
de la Historia, dependiendo del elemento constitutivo sobre el que se fijara la
atención. Unos autores han destacado el elemento material (la pavimentación, el
cierre amurallado, los equipamientos), mientras que otros han atendido a las
relaciones sociales o a visiones utópico-filosóficas del fenómeno urbano.
Con carácter general, los estudiosos han venido distinguiendo las ciudades según
dos criterios: las épocas en las que se han consolidado (criterio histórico) y el tipo
de cultura en que éstas se han desarrollado (criterio antropológico). Desde estas
perspectivas se suele distinguir entre la ciudad antigua, la ciudad medieval, la
ciudad barroca o, la ciudad precolombina, la ciudad islámica, la ciudad
anglosajona, la ciudad mediterránea... Haciendo un compendio de las distintas
clasificaciones que aparecen en la literatura urbanística, podemos establecer la
siguiente clasificación:
Sección 1
Las ciudades del mundo antiguo respondían a una concepción simbólica del
espacio, propia del pensamiento mágico y del pensamiento religioso. El
ordenamiento del espacio debía ser coherente con la cosmología y la orientación
astrológica de cada cultura.
Mesopotamia
Egipto
Grecia
La ciudad romana
Las ciudades romanas fueron herederas del urbanismo griego, de sus criterios de
racionalidad, funcionalidad, armonía y orden. Recogieron también la tendencia
griega al cercamiento de los espacios y el valor de la perspectiva o visión de
conjunto. En la ciudad romana destaca en primer lugar el foro, después los
templos y palacios, las termas, los anfiteatros y los circos, así como el arte urbano,
que es en Roma más psicológico y extravertido que el griego, más estético e
interiorista. Pero la aportación romana más original se halla en los campamentos
militares, como corresponde al sentido práctico de esta civilización. Hay que
distinguir entonces entre la ciudad de Roma propiamente dicha y las ciudades
incorporadas al imperio romano, es para estas ciudades que el plan castrense
desarrolla una estructura urbana, especialmente pensada para controlar
militarmente la ciudad tomada. Estas ciudades sometidas al yugo romano deberán
ceder su propia tradición urbana a las condicionantes impuestas por el urbanismo
romano, donde se encuentra de forma característica el desarrollo de las dos calles
principales, ortogonales con orientación este-oeste (decumano) y norte-sur (cardo)
permitiendo el desarrollo del Foro como ensanchamiento del punto de cruce de
ambas calles. Estas ciudades se amurallaban y las dos calles en cruz remataban
sus extremos exteriores en cuatro puertas de entrada y control a la ciudad. Otro
elemento importante en el desarrollo de la ciudad lo constituye el Acueducto, pieza
de ingeniería hidráulica que confiere a cada ciudad un desarrollo particular en su
morfología y paisaje dependiendo de su acceso, recorrido, necesidades de altura,
así como del desarrollo de las pilas o bancos de agua limpia que se repartían por
la ciudad para proveer del líquido a la población.
Antigüedad Tardía
La crisis del siglo III, supone la crisis de la ciudad clásica en la mitad occidental del
Imperio. Las sucesivas invasiones, que se convirtieron en un fenómeno de larga
duración hasta el siglo VIII; obligaron a costosas inversiones defensivas, visibles
en el amurallamiento (un buen ejemplo son las murallas de Lugo). Junto con otros
cambios sociales y políticos internos del Bajo Imperio Romano (rebeliones como
las Bagaudas), la ciudad decayó en importancia: las élites urbanas procuraron
eludir el aumento de la presión fiscal y optaron por la ruralización. Instituciones
que constituían el corazón de la vida urbana como los collegia de oficios (similares
a gremios y las autoridades públicas (ediles), sometidas al principio hereditario
forzoso para controlar la recaudación de impuestos, son vistos ya no como un
honor ventajoso, sino como una carga. Es el momento en que las villas del campo
se hacen más lujosas, basadas en la autosuficiencia, lo que no hace sino romper
los vínculos que conectaban el campo con la ciudad y la red de ciudades con
Roma, la capital. Las ciudades, con mucha menos población, ven desaparecer las
funciones lúdicas, sociales, políticas y religiosas de sus grandes hitos urbanos
(anfiteatros, termas, templos, basílicas), en beneficio de nuevas funciones
religiosas en torno a la imposición del cristianismo, nueva religión oficial a partir de
Teodosio. El obispo pasa a ser la principal autoridad urbana.
Toda la cultura europea durante la Edad Media tiene un acusado carácter agrícola.
La ciudad medieval es una ciudad amurallada que aparece como lugar cerrado
dentro del paisaje agrícola y forestal, sirviendo de fortaleza defensiva y refugio de
sus habitantes y campesinos del entorno, a la vez que constituye el mercado del
área de influencia.
La ciudad islámica
Sección 3
La ciudad renacentista
La ciudad barroca
La ciudad industrial
En este modelo radial de ciudad, los espacios centrales van a alcanzar inusitados
valores de posición. En efecto, al mero aprovechamiento urbanístico del suelo, es
decir, a la posibilidad de construir o edificar en el mismo, se va a añadir ahora un
nuevo valor: la renta inmobiliaria asociada a la posición del suelo. Este valor
añadido permitirá al capital asegurar la estabilidad del beneficio a largo plazo.
La ciudad contemporánea
Hoy en día, hay autores que critican el discurso urbanístico construido durante los
dos últimos siglos, al que achacan una excesiva tecnificación y funcionalidad al
servicio de la rentabilidad. Ello es consecuencia, según esta corriente crítica, del
aislamiento que la disciplina urbanística ha tenido respecto de la política y del
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debate público. Para estos autores, las ideas utópicas que impregnaron el
pensamiento marxista en sus inicios, durante la Primera internacional, sustentadas
fundamentalmente por los pensadores anarquistas como Bakunin o Proudhon, se
vieron relegadas al olvido debido a la escisión que tuvo lugar entre comunistas y
anarquistas a partir de la Segunda Internacional
1.3 Tema 3
PENSAR LA CIUDAD
GUSTAVO MONTAÑEZ GÓMEZ
Sección 1
La urbe presenta una gran complejidad y una tal banalidad que preferimos vivirla
sin pensarla y la dejamos a menudo como asunto de expertos o propio de los
candidatos a la alcaldía. Una perspectiva romántica y psicologista respondería que
debemos pensar la ciudad porque necesitamos leer y analizar los imaginarios y las
percepciones que en nosotros despierta su existencia y movimiento. Este espacio
físico y social suscita en individuos y comunidades, percepciones e imaginarios
diversos que deben ser objeto de indagación, como una vía para comprender el
comportamiento social y cultural de los grupos sociales que hacen la ciudad. Es
esa ciudad percibida, tan intangible como real, la que explica, al menos
parcialmente, muchos de los rasgos de la vida cotidiana de los moradores de la
urbe y de sus relaciones con su entorno.
Podría haber, también, otra razón pragmática para atrevemos a pensar la ciudad,
basada en la constatación de una de las principales tendencias del mundo actual:
la ampliación y profundización de la urbanización. Hace años, los estudiosos del
fenómeno observaron que las grandes ciudades, centros del comercio mundial,
habían comenzado su ciclo histórico en oriente, se habían trasladado con el correr
del tiempo a occidente, pasando de Babilonia a Atenas, de Atenas a Alejandría, de
Alejandría a Bizancio, de Bizancio a Venecia, de Venecia a Lisboa, de Lisboa a
Londres, y de Londres a New York. Esta última se convirtió durante el siglo xx en
el principal símbolo de la vida urbana que incluye hoya casi la mitad de la
población mundial y al 75% de Occidente. En este proceso, América Latina
emerge como el área del planeta con mayor intensificación del proceso de
urbanización. Sobre esta tendencia muchos investigadores señalan que las
ciudades hoy llamadas intermedias van acrecer aun ritmo muy significativo durante
las próximas décadas.
Una última razón para pensar la ciudad colombiana la encontramos en lo que ella
representa como expresión de pensamiento autóctono y de capacidad de
construcción de un proyecto nacional con manifestaciones locales muy concretas.
Es esta una manera de cavilar acerca de las relaciones del todo nacional con sus
partes: las regiones y las ciudades. Es una forma de hilvanar lo concreto
inmediato con lo trascendente por venir, de recorrer el tiempo de ahora con el
deseo de avizorar un destino nacional; y de buscar caminos más claros de
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Sección 2
En medio de todos los enfoques teóricos propuestos hay uno que continua
ofreciendo una veta fértil, inagotable todavía, de provocación de reflexión e
investigación. Se trata de la perspectiva de interpretación que concibe a la ciudad
como una construcción social e histórica, como un palimpsesto en el cual las
sociedades han escrito y reescrito su propia historia; en donde se propone una
compresión del espacio tiempo como categoría histórica. Esa concepción reconoce
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Sección 3
Las circunstancias de inseguridad y violencia que vive hoy Colombia hacen que
las ciudades se conviertan en una especie de refugio, un poco menos inseguro
que inmensas zonas del país donde campea la desprotección de las personas y
de las comunidades. Es obvio que debemos pensar la ciudad para aprender a
convivir en ella. Necesitamos convivir en la ciudad, en medio de la cercanía de la
diferencia y de la diversidad cultural que nos divierten o incomodan. Convivir entre
la velocidad que nos acelera cada día, la congestión que nos torna
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2.1 Tema 1
Sección 1
Este modelo acepta los aciertos del neoliberalismo, pero plantea la necesidad
de corregir las asimetrías resultantes de la acción exclusiva del mercado, ese
mecanismo de asignación de recursos, por fuera de un marco social
preestablecido. Busca allegar un nuevo camino entre el populismo
asistencialista, que trató de hacer cambio social con dudosos criterios
económicos y el capitalismo salvaje que trató de imponer la ley de sálvese quien
pueda, como fórmula de selección social.
La ciudad, para fines de política urbana, debe ser vista como una unidad
compleja compuesta por los siguientes atributos: suelo urbano, servicios
públicos, vivienda, equipamiento, transporte y espacio público. Dichos atributos
actúan en las dimensiones básicas propias de la actividad humana: política,
económica, social, ambiental y cultural. Los atributos y las dimensiones le dan a
la ciudad su integridad por cuanto cada uno de sus elementos constitutivos son
interdependientes.
espacio, forma parte del complejo sistema urbano que, aunque no ocupa el 1%
del territorio nacional, determina y moldea la actividad económica, social y
política del país.
Sección 2
Con este fenómeno tuvo lugar una de las más profundas revoluciones: la
que ocurrió con el salto del campo a la metrópoli durante la vida de una
generación. Se cambió nuestro modo de vivir y de convivir, de producir y de
consumir, de sentir y de pensar, el universo de nuestras creencias y prácticas, la
forma de ejercitar los derechos, los deberes y las libertades, en una palabra, se
cambió nuestra vida.
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¿Por qué el hombre contemporáneo quiere vivir en ese caos, en ese sitio de
ingobernabilidad saturado de problemas, dificultades y vicisitudes que llamamos
ciudad? ¿Cuáles son los beneficios y el gran atractivo que ofrece la ciudad? Las
respuestas no son tan difíciles: Las ciudades, con todos sus problemas y
riesgos, son nuestra más sofisticada producción cultural, nuestro principal sitio
de encuentro e identidad, el mayor generador de crecimiento y desarrollo, el
lugar por excelencia del intercambio económico y político.
Sección 3
Estas medidas han generado una amplia brecha entre las posibilidades
políticas de las autoridades locales y su capacidad técnico-administrativa, de
planeamiento y gestión para aprovecharlas; han cambiado el marco de las
responsabilidades de los municipios y de la nación; y han reorientado el papel y
la función de las ciudades en la economía nacional y en la mundial.
Todos los anteriores planteamientos son esenciales para entender la
necesidad de una política urbana que facilite la inserción de las ciudades y la
economía nacional al contexto internacional, siguiendo los lineamientos del
modelo de desarrollo; ellos rompen la aplicación del paradigma fragmentario y
abren la posibilidad de afrontar la crisis social, la crisis propia de la vida en la
ciudad.
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¿Qué debe significar? Al menos algo de lo que fue la Atenas de Pericles, quien
en su oración fúnebre llegó a mostrarnos cómo la polis era ante todo un estilo
de vida. Ciudades construidas a la medida del hombre con espacios donde se
podía promover el conocimiento mutuo, educando la mente y el carácter de
los/las ciudadanos/as.
Pero también algo distinto a lo que hoy muestran las ciudades frente a la
globalización de la economía: ciudades con tamaños y densidades
desproporcionadas, por fuera de toda escala humana, atravesadas integralmente
por esos inesperados mutantes de nuestra época: televisores, computadores y
demás artefactos que nos hacen creer que interactuamos comunicativamente en
el mundo globalizado, como si fuera una aldea. Ciudades, en fin, en donde se
empieza a perder el más maravilloso bien con el que están dotados los
humanos: la comunicación.
2.1 tema 2
La idea central que se quiere presentar es la del papel que juegan la imagen y la
memoria de la ciudad en su construcción. No se trata aquí únicamente la
construcción material de los espacios urbanos, sino también la construcción mental
del ciudadano que reconoce su ciudad a través de imágenes y encuentra en ellas
los rastros del pasado, la memoria.
Sección 1
LA IMAGEN
Una imagen cualquiera, sea plano, dibujo, pintura, fotografía, posee un valor
documental propio, derivado tanto de su contenido - la imagen propiamente dicha-
como de su calidad material y de su factura.
La imagen como documento "habla", "relata" algo acerca de la ciudad. ¿Qué dice
una imagen de la ciudad? ¿Qué ven en ella el ciudadano, el estudioso, el
analista? La formulación de las preguntas indica cierta relatividad en la lectura
del contenido de una imagen. ¿Qué dicen, por ejemplo, las diversas imágenes de
un espacio urbano? A simple vista todas dicen lo mismo; retratan aquello que
existe en el lugar. El analista encuentra una cosa especial, según el tipo de
preguntas que formule a la imagen. Puede preguntar acerca de cada uno de los
edificios que rodean ese espacio, puede preguntar acerca de los detalles de cada
uno de ellos y de sus variaciones, puede observar las gentes que aparecen en
cada imagen, puede ver el fondo y la forma de la imagen, sus cualidades estéticas,
su técnica. Cada pregunta recibe una respuesta, algunas pueden incluso quedar
sin resolver.
Sección 2
LA IMAGEN DE LA CIUDAD
ser molestos a la vista o al recorrido del visitante y corresponde con una visión
idealizada promovida por el ente turístico. Estos tipos de imagen oficial son
fenómenos recientes en la historia urbana y aún más reciente en la historia
colombiana. Puede afirmarse, sin temor a equivocación, que la imagen
promocional de la ciudad surgió en Colombia a la par con la fotografía y que fue
oficializada luego de haber hecho carrera en las postales distribuidas por
compañías comerciales. En esto hay un cierto vínculo con la intención de la
imagen artística. Ambas son selectivas en su escogencia del tema y en su
elaboración. La exaltación de la imagen "bella" orienta tanto la posición oficial
como la del promotor y la del artista.
Sección 3
LA MEMORIA
¿Qué es la memoria? ¿Es una simple colección de recuerdos? ¿Es una evocación
de lugares y de hechos? ¿Es una fantasía creada por la mente para defenderse
del paso del tiempo? Técnicamente hablando, la memoria es la facultad de
recordar. "Memoria es lo que queda después de que algo sucede y no deja
completamente de suceder"2. En términos culturales es la posibilidad de dejar
huellas, rastros, obras, ideas, de la presencia humana en un mundo en el que
"todo lo sólido se desvanece en el aire"3 .La memoria humana es un "archivo" que
guarda muchas cosas: algunas de ellas reaparecen al ser invocadas; otras
permanecen ahí, esperando un llamado; otras desaparecen.
LA MEMORIA URBANA
Si toda estructura material está sujeta al deterioro y toda estructura cultural está
sujeta a desvanecerse en el vacío del olvido, ¿cuál es el soporte de los intentos por
conservar una memoria urbana que tarde o temprano habrá de desaparecer? A
ojos de la modernidad más radical, el pasado era una carga material y espiritual
difícil de soportar. En el mundo de la moda todo es efímero, todo se convierte en
un repertorio al que se acude, de vez en cuando, para revivirlo como nostalgia,
para bien del consumo perpetuo. La tensión entre la conservación y la
destrucción es cada día mayor. La memoria construida debe hoy superar todos
estos embates, permanece, muchas veces, a pesar de los intentos por
menguarla y es tan fuerte que aún ya desaparecida reverdece y aflora cuando
menos se espera. Esa es parte de la fuerza invencible de la ciudad.
Hay muchas maneras de mirar una ciudad, hay, también, muchas maneras de
hacerla y rehacerla, de escribirla y reescribirla. El ciudadano, el estudioso, el
político y el creador, cada uno mira la ciudad de cierto modo, cada uno de ellos la
hace y rehace a su manera. El espacio de la ciudad es un texto y es también un
papel- o una tela- en blanco, donde cada quien puede leer, escribir y dibujar sus
relatos.
El ciudadano mira la ciudad a través de su cotidianidad, formada o deformada
por aquello que los medios de información le presentan como su realidad. Sus
vidas son los fragmentos que hacen parte del enorme relato de la vida urbana. El
estudioso observa la ciudad para proponer explicaciones, recuperar memorias,
delinear situaciones y sustentar proyectos y acciones. El relato del estudioso
tiene algo del diagnóstico médico que determina el estado de salud física y
mental del ente urbano y tiene algo del creador que imagina estados posibles,
pasados, presentes y f uturos. El político- administrador mira la ciudad con los
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ojos del poder y de todo aquello que puede devengar en su tránsito por un cargo
público: el negocio personal o familiar, el ascenso a otra posición más destacada,
el pago de compromisos con amistades, el manejo de su imagen, que
usualmente no corresponde con su venalidad o su astucia. El creador ve la ciudad
como origen y destino de su acción, encuentra en ella todos los temas posibles,
los absorbe y reelabora en múltiples formas, una de ellas conocidas, otras
inéditas.
2.3 tema 3
Introducción
Conocer la Ciudad
Enseñar la Ciudad
Sentir la Ciudad
Sección 1
Sección 2
desarrollo del saber urbano. Este referente, constituye soporte para enfrentar la
fuerza del pensamiento empírico en la interpretación de la ciudad.
Sección 3
Por otra parte, es oportuno subrayar que las periodizaciones del fenómeno
urbano han de incluir una explicación de los procesos que contienen (crisis,
transición, estancamiento, transformación), a través de la organización que
proponen del conocimiento.
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3.1 tema 1
Sección 1
*Conferencia presentada en el seminario "La ciudad. Cultura, espacio y modos de vida", organizado
por la Asociación de Antropólogos, Universidad de Antioquia, Medellín, abril de 1991 y publicada
en GACETA de Colcultura No. 12, Bogotá, 1992.
Hasta hace pocos años creíamos saber muy bien de qué estábamos hablando
cuando nombrábamos lo popular o cuando nombrábamos lo urbano. Lo popular
era lo contrario de lo culto, de la cultura de elite o de la cultura burguesa. Lo
urbano era lo contrario de lo rural. Hasta hace muy poco estas dicotomías,
profundamente esquemáticas y engañosas, nos sirvieron para pensar unos
procesos y unas prácticas que la experiencia social de estos últimos años han
disuelto. Hoy nos encontramos en un proceso de hibridaciones,
desterritorializaciones, descentramientos y reorganizaciones tal, que cualquier
intento de trabajo definitorio y delimitador corre el peligro de excluir lo que quizás
sea más importante y más nuevo en las experiencias sociales que estamos
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Sección 2
Vamos a comenzar con un pequeño esbozo de ese largo proceso a través del
cual dos mundos se han encontrado, se han peleado y de alguna manera hoy
no sólo coexisten sino que se fecundan y se transforman. Si queremos entender
ese trayecto, esa larga gestación de lo popular-urbano, habría que partir del
lenguaje común y de su oposición entre pueblo y ciudad: pueblo como la
elemental y lo auténtico; ciudad como lo sofisticado y lo industrial, por una parte,
y por otra, la complicado, la artificioso, lo engañoso, la falaz. De ahí partimos, no
sólo del sentido común sino de una larga experiencia histórica que ha opuesto
el pueblo y la ciudad como dos modos de habitar este planeta, dos modos de
ver, de vivir, de sentir, de sufrir, de gozar, en el eje de lo elemental versus la
complicación y el artificio, y de la auténtico versus lo mentiroso y hasta la
traicionero.
aluvial". Exceptuado tal sentido, lo que en realidad se presentó fue la muerte del
folclor y la aparición de lo masivo, entendido como la visibilidad de las masas o
como la invasión por parte de las masas de la ciudad. Esta aparición actuó en
dos sentidos: transformando los derechos de unos pocos en derechos de todos y
planteando el derecho del mundo popular a la educación, a una vivienda digna a
la salud, etc. No era posible extender los "beneficios" del trabajo, de la salud, de
la vivienda digna, de la educación, de la cultura, sin masificarlos. Ello significaba
romper una sociedad que en esos años era profundamente estamentaria,
profundamente feudal y excluyente. Lo masivo implicaba en ese momento la
desestructuración de una sociedad estamentaria y excluyente, y la puesta en
circulación de unos bienes básicos como derechos de la mayoría. Masa
significaba entonces la visibilidad de un nuevo actor social cuya existencia exigía
la destrucción de una sociedad profunda y radicalmente excluyente.
Ahora bien, ese baile negro comportaba una doble obscenidad que lo hacía
inaceptable e indigerible para la cultura hegemónica brasileña. La primera era
una obscenidad erótica: en él la sexualidad no sólo no es enmascarada, sino
que es explicitada, exhibida, y teatralizada, aunque parezca contradictorio, de
una manera directa. Mientras que la danza occidental es una larga estilización
encubridora de la dimensión sexual del cuerpo, la danza negra es todo lo
contrario: una elaboración de lo erótico.
Tuvo que haber muchas peripecias, muchas idas y vueltas, para que esa música
y ese gesto negro pudieran llegar a la ciudad y pudieran transformarla, porque
alrededor había un cordón sanitario erigido tanto por los populistas como por los
ilustrados, tanto por los antropólogos como por los artistas. Los antropólogos y
los populistas decían que la música negra debía permanecer en el campo
porque era la única manera de que conservara su autenticidad, su esencia, su
verdad. Los populistas decían: "Si la música negra llega a la ciudad se va a
mezclar con esas músicas extranjerizantes, corrompidas y corruptoras. La única
manera de que permanezca viva es que se quede en el campo, que no se
contamine, que no se junte. Además es la única que nos podrá distinguir,
entonces hay que mantenerla pura". Del otro lado, por parte de los artistas y
de los ilustrados, la música negra sólo podría incorporarse transformada en
cultura legítima. El ejemplo de esto más conocido por todos, espléndido
respecto a las contradicciones culturales del nacionalismo en América Latina, es
la música de Villalobos. El se pasó la vida recorriendo el país, investigando los
ritmos populares para transformarlos en sonata, y poder así demostrarles a los
europeos que éramos capaces de ser nosotros mismos aun componiendo
sonatas o sinfonías. Era la única manera como la música negra podía escapar a
la inmediatez de su doble obscenidad.
Para poder convertirse en música urbana, la música negra tuvo que entrar en
la lucha de clases, politizarse, participar en ese juego sucio del negocio, tuvo que
disfrazarse, tuvo que negarse (aparentemente). Pero logró llegar a ser la
música que hoy, en diferentes tonos y estilos, bailan todos los brasileños. Brasil
puede mostrar un hecho bien curioso en América Latina: la música nacional es
la música negra y la comida nacional es la feijoada, que era la comida de los
esclavos y que está hecha con las partes del animal que no comían los amos, las
partes más grasosas. Pero para llegar a ser eso tuvo que atravesar muchas
peripecias nada claras, nada nítidas, nada "identificatorias" de la nueva
identidad.
Sección 3
de mi vida que yo, y van a tomar una decisión sobre mi pedido en función de un
saber transversal que atraviesa ya toda la sociedad y toda las dimensiones de la
vida.
Termino recogiendo la reflexión del argentino Ambal Ford, a quien escuché una
espléndida reflexión, todavía no escrita, sobre las que llama culturas de la crisis.
Son culturas esencialmente asentadas en el reencuentro con las memorias y
los saberes que Ginzburg ha llamado saberes de la conjetura, lo que Pierce
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Según Aníbal Ford, los pobres, que constituyen la mayoría en la ciudad, sobreviven
hoy con base en saberes indiciarios, en conjeturas, en un conocimiento
primordialmente corporal. Un saber de la conjetura, y de la coyuntura, no es la
síntesis sino, más exactamente, la unión de diversos saberes y de pequeñas
hipótesis. Las culturas de la crisis son culturas del rebusque y del reciclaje. Este
término ha sido utilizado por los habitantes de Tepito, un barrio del centro de
Ciudad de México, quienes llevan veinte años luchando contra los alcaldes y los
urbanizadores para que no lo destruyan y levanten un barrio moderno; finalmente
lograron que la Unesco lo declarase patrimonio de la humanidad, con lo cual
evitaron su destrucción. Es un barrio con casas al estilo de conventillo con patio
central; un barrio viejo y desconchado en el cual sus habitantes viven, en primer
lugar, de esos que los mexicanos llaman la plática, la conversación, el diálogo, y,
en segundo lugar, de reciclar los desechos de la cultura industrial tecnológica. Por
esos saberes residuales e indiciarios que pasan las estrategias de producción de
sentido, de resignificación de la vida, del trabajo, de la calle, del ocio, la mayoría
no sólo sobrevive sino recrea y produce la ciudad.
3.2 tema 2
Plantear ante todo el estudio de las ciudades como el de sus elementos inestables
e intranquilos es, de algún modo, continuar dándole la razón a no pocas de las
intuiciones que la Escuela de Chicago fue capaz de organizar teóricamente allá
por los años veinte, treinta y cuarenta; sobre todo a la hora de concebir la
ciudad como un sistema ecológico donde cada uno de los elementos existía
abandonado a tareas nunca interrumpidas de adaptación.
Sección 1
Tampoco se trata de una innovación extraordinaria. Estamos ante ese traspaso del
interés por la estructura social (propio de la tradición durkheimniana) al interés por
el vinculo social, sobre todo cuando este vinculo adopta todo tipo de formas,
desdoblamientos y despliegues, como ocurre en el caso de las macrosociedades
urbanas. El primer interaccionismo (G. H. Mead) y la sociología de las socialidades
de Simmel serian los fundamentos de esa atención preferente por las tecnologías
vinculativas. En esa senda si la antropología urbana quería serlo de veras, debería
admitir que ninguno de sus objetos potenciales estaba nunca solo. Todos estaban
61
se conforma de este modo como una forma —la única posible—, al mismo
tiempo de protección de las individualidades identitarias y de estructuración de
esa misma diversidad. La calle es de todo el mundo y nadie debería reclamar la
exclusividad sobre ese ámbito en que el espacio público alcanza su propia
literalidad. Se reconoce además a ese transeúnte, auténtico protagonista de la
sociedad urbana, el derecho a protegerse de los malentendidos, de las malas
interpretaciones, de las suspicacias; transciende que al tiempo que se le otorga
el derecho a administrar a su conveniencia su capacidad de intercomunicarse
con los demás y a negarse a interaccionar cuando es emplazado a ello, prefiere
la reserva. Ante la predominancia abusiva de las socialidades, el derecho a la
individuación, el aislamiento, por la vía, si es preciso, de la insociabilidad, el
derecho a permanecer antipático.
Sección 2
Ahora bien, si es así, si las ciudades dependen en tantos sentidos de estos aportes
humanos que la nutren, ¿qué justifica entonces la aparición de un discurso que,
contradiciendo toda las evidencias, se empeña en plantear la presencia de
inmigrantes en las ciudades de Europa como una fuente de inquietud, como una
amenaza o como un grave problema que hay que solventar? Paralelo a ello, si todo
urbanita debe reconocerse a si mismo como resultado más o menos directo de la
inmigración, ¿qué es lo que nos permite llamarle a alguien inmigrante, mientras que
se dispensa a otros de tal calificativo, mereciéndolo por igual? ¿Quién, en la
ciudad, merece ser designado como inmigrante? Y, ¿por cuánto tiempo?
De este modo, los inmigrantes pueden ser pensados como una masa
indeseable que ha conseguido infiltrarse hasta el corazón mismo de la polis, y
que se ha instalado allí como un cuerpo mórbido y en continuo crecimiento, un
tumor maligno o una infección de los que hay que interrumpir el avance. La
condición civilizatoria inferior del llamado inmigrante, se ve compensada
inquietantemente por su capacidad de proliferar y reproducirse, pero también por
lo escasamente escrupuloso de sus comportamientos y la facilidad con que
recurre a la brutalidad. Se trata, al fin, de una reedición de la imagen legendaria
del bárbaro: el extraño que se ve llegar a las playas de la ciudad y en el que se
han reconocido los perfiles intercambiables del náufrago y del invasor, que, en
principio, se caracteriza por su condición pre-, semi- o extra-humana.
6 I. Joseph, "Du bon usage de I, École de Chicago", en: J. Román, ed., Ville, exclusión et
citoyenneté. París, Seúl, pp. 69-96.
67
Sección 3
de un rito de paso, ese espacio que, como escribía Víctor Tumer refiriéndose a
la liminalidad, hace de quien lo atraviesa alguien que no es ni una cosa, ni otra,
pero que puede ser simultáneamente las dos condiciones entre las que transita
—de aquí, de fuera—, aunque nunca de una manera integral. Ha perdido sus
señas de identidad, pero todavía no ha recibido plenamente las del iniciado. La
figura del inmigrante, puesta de este modo "entre comillas", encarna una
contradicción estructural, en que dos posiciones sociales antagónicas —
cercano-lejano; vecino- extraño— se confunden. Conceptualmente, aparece
emparentado con las imágenes análogas del traidor, del espía o, en la metáfora
organicista, del virus, el germen nocivo, la lesión cancerígena. Por ello el
inmigrante no sólo es considerado él mismo sucio, sino vehículo de
representación de todo lo contaminante y peligroso.
El inmigrante sólo podría ver resuelta la paradoja lógica que implica —algo de
juera que está dentro— a la luz de una representación normativa ideal en la
cual, en el fondo, él resultaría ser el garante último. Su existencia es entonces
la de un error, un accidente de la historia que no corrige el sistema social en
vigor, constituido por los autodenominados autóctonos, sino que, negándolo, le
brinda la posibilidad de confirmarse. Lo hace operando como un mecanismo
mnemotécnico, que evoca la verdad velada y anterior de la sociedad, lo que era
y es en realidad, ejemplarmente, en una normalidad que la intrusión del extraño
revalida, aunque imposibilite provisionalmente su emergencia. En resumen, el
inmigrante le permite a la ciudad pensar los desarreglos de su presente —
fragmentaciones, desórdenes, desalientos, descomposiciones— como el
resultado contingente de una presencia monstruosa que hay que erradicar: la
suya.
70
3.3 tema 3
No está sólo hecha para la lectura del profesional, del antropólogo que busca
interpretar los sistemas de significación que no aparecen en la superficie para
comprender los objetos y los comportamientos. La ciudad es inteligible para sus
habitantes, para aquellos que poseen los códigos para descifrarla. Sus habitantes
tienen la competencia que les permite leer las señales que ésta contiene y
descifrar el contenido del espacio urbano en la apropiación que hacen de la
ciudad, y para actuar con eficacia.
Sección 1
La ciudad está formada por las huellas y señales que dejaron sus habitantes en
su espacio: las casas y los edificios, las calles, las plazas, los mercados, los
teatros, los monumentos, los parques que sus habitantes construyeron. La vida y
la historia que se desarrolló en cada uno de estos espacios, los usos, las
funciones y las significaciones que sus moradores le asignaron, conforman en la
ciudad su identidad cultural. El patrimonio urbano reune tanto aquellas señales
físicas como la vida y la historia que en ellas se desarrolló.
las nuevas ciudades o barrios el centro comercial es el punto central del territorio,
el lugar más concurrido y significativo en el plano mental que el habitante se ha
hecho de la localidad donde vive. Es el mercado y el ágora de las ciudades
actuales: es el espacio central de cohesión social. Son espacios significantes de la
ciudad, en ellos se fusionan el mercado (es el “templo del consumo” donde se
levantan los altares secularizados de la mercancía y del objeto) y las actividades
de relación.
Sección 2
UN ESPACIO RESTRINGIDO
En las nuevas ciudades hay una crisis de los lugares comunes17 y una
resignificación de los espacios públicos. El territorio común, los espacios públicos
son lugares en los que se llevan a cabo procesos de poder. En estos procesos la
diferencia entre lo público y lo privado se desdibuja, el espacio público se parcela,
se fragmenta y luego se privatiza. Los espacios públicos (las plazas, las calles, los
barrios) se privatizan o se transforman en espacios semipúblicos de circulación
restringida, en los que sólo se pueden mover algunos grupos sociales y otros
están excluidos. En estos lugares la socialidad está condicionada, no todos son
76
Este nuevo escenario urbano nace cuando las ciudades crecen y albergan en su
interior grupos cada vez más heterogéneos y se hace necesario diferenciarlos. En
la nueva espacialidad urbana son espacios restringidos19, en su interior se operan
procesos sutiles de segregación o de exclusión. Pero estos procesos no se
originan simplemente en la capacidad adquisitiva del comprador, aunque a veces
esto cuenta (no lo frecuentan las personas que no pueden comprar, por sus altos
costos, los productos que allí se venden). “La ciudad emite señales, los signos -de
bienvenida o de rechazo, de invitación o de exclusión influyen en los itinerarios
urbanos de los distintos sectores sociales”20.
El hombre urbano abandona la calle y los lugares tradicionales del trato mercantil
y se recluye en un nuevo escenario urbano, limpio y distante que no evoca el
entrecruzamiento natural de gentes, ni el escenario público que corresponde a
todos23. En su interior no se vive la decadencia y el caos exterior, la inseguridad y
77
Como los lugares de trabajo y de vivienda los centros comerciales son localidades
fortificadas24, son territorios protegidos del exterior en los que sus formas
arquitectónicas marcan el espacio y establecen en él límites y distancias, crean
controles y excluyen a algunos grupos del uso del lugar. Estos no son
mecanismos evidentes o que funcionan explícitamente, los usuarios no los
perciben directamente; estas formas arquitectónicas actúan de una manera
indirecta e intensamente (no son sólo medios físicos, muchas de estas formas son
barreras simbólicas, muros invisibles que separan los lugares de privilegio de los
de uso mayoritario en la ciudad).
En el exterior sólo se ven las paredes lisas rodeadas de jardines y de fuentes que
hacen las veces de foso como en los castillos medievales), las pocas ventanas
que miran hacia el exterior están dispuestas como si fueran las almenas de una
muralla (son castillos con murallas coronadas de almenas pero sin torres de
flanqueo cilíndricas o poligonales, torretas, atalayas o fronteras). Poseen varias
puertas generales en las cuales los vigilantes pueden tener el control de quien
ingresa o quien sale al exterior (de una manera contradictoria con todo lo anterior,
78
Sección 3
UN MUNDO PASTEURIZADO
Están diseñados con pasajes al aire libre o con senderos cubiertos con tejados de
vidrio o con materiales que permiten la entrada de luz solar abundante. Están
provistos de luz cenital: en su interior, en sus pasajes y plazas penetra un sol
censurado, indirecto, que le permite al visitante, de una manera atenuada, tener la
vivencia del paso de las horas y del ritmo del día. La naturaleza está domesticada,
está reconstruida en su interior de acuerdo con las especificaciones del espacio y
los principios de la más calculada disciplina ambiental. En su interior el verde
urbano es pensado no sólo como un espacio higiénico, es un lugar privilegiado de
socialización, es la expresión cívica de la transparencia y la disciplina. Están
decorados con fuentes de agua, falsos lagos o canales, plantas tropicales, jardines
colgantes, motivos ornamentales realizados con elementos vegetales, horizontes
de mármol, enlosados marinos. No es sólo un signo de modernización: el
shopping en las nuevas ciudades le permite a su habitante la vivencia de una
utopía, es un recinto aislado donde todo funciona bien: hay aire climatizado,
música funcional, seguridad y control.
“El centro comercial se cierra al exterior, es como una cápsula o container caído
del cielo”27. Es un lugar aislado que le ofrece a quien lo visita un universo
particular y concreto al que tiene acceso con sólo cruzar el umbral que lo separa
del resto de la ciudad. Es un objeto-monumento hacia afuera y una cápsula-
confort en su interior28. Es un territorio que expresa simbólicamente la diferencia
entre el exterior y el interior, entre lo real y lo ideal, lo ordinario y el sueño, lo
corriente y la utopía. En el centro comercial “todo está previsto”: reduce la ciudad a
80
un mundo privado, suspendido en el tiempo, que atrae a sus visitantes con sus
promesas de bienestar. Con la fusión del confort, la belleza y la eficacia, le ofrece
al habitante de la ciudad la paz y la armonía, las condiciones materiales de la
felicidad que la ciudad anárquica le niega.
Con su hospitalidad ofrece a quien lo visita la posibilidad de vivir por unas horas
en un mundo alejado de la austeridad y la parquedad que rodean la vida cotidiana
y de los diálogos de la comunicación.
que preconiza más “el envase que el contenido”, que enfatiza el valor de la
imagen, del enmascaramiento, del retocado o del maquillaje.
Unidad 2
OBJETIVO GENERAL
Reconocer algunos aportes que disciplinas de las ciencias sociales han realizado
sobre la comprensión y construcción del fenómeno sociocultural llamado ciudad.
OBJETIVOS ESPECIFICOS
COMPETENCIAS
METAS
1.1 tema 1
Antropología Urbana
Jorge Andrés González
Iberoamérica están:
NOTAS
Tomado:
http://www.plazamayor.net/antropologia/archtm/urbana.html
Sección 1
Las ciudades invisibles de Italo Calvino (1972) aparece como fabulación contra
las concepciones tecnocráticas. Todas las ciudades de Calvino tienen el nombre
de una mujer y siempre se desarrollan en el terreno evanescente de la fantasía, el
deseo, los signos y la memoria. En Las ciudades invisibles reside la nostalgia a
causa de la paulatina desaparición de la memoria urbana en aras del progreso.
Y por último, el libro Las ciudades del deseo, de André Antolini e Yves-Henry
Bonello (1994) constituye una de las últimas defensas del sentido de lo urbano
ante la crisis de las ciudades generada por la nueva civilización de los medios de
comunicación de masas. El discurso del deseo, la ciudad como el lugar de las
prácticas rituales, de la tensión y del muticulturalismo, lo urbano como recinto de la
ley y la transgresión son presentados como alternativa para que la ciudad siga
vigente. Según los autores no es casual que dos monumentos tan trascendentales
como el Partenón y el Panteón, surgieran precisamente en el contexto de la
Atenas de Pericles y de la Roma de los Césares. De la misma manera que las tres
historias clásicas –Grecia, Israel y Roma- se funden con las ciudades que fueron
su escenario: Atenas, Jerusalén y Roma.
Algunos de estos textos permiten detectar las diferencias entre las ciudades del
viejo y el nuevo mundo en la medida que son los factores fundacionales los que
determinan las diferencias entre muchas ciudades mediterráneas, -creadas a partir
de la intersección y confluencia de los ejes del cardo y del decumanus y
cohesionadas a partir de los núcleos fundamentales de la ciudad medieval-, y
90
Sección 2
En cualquier gran ciudad, por muy inmensa metrópolis que sea, es posible
delimitar sus espacios con carácter sexual –femenino, masculino, mixto- como los
mercados, los cafés o las salas de fiesta; sus equilibrios ecológicos; los rastros de
sus sueños; sus arqueologías olvidadas; sus subterráneas redes de tráfico. Si
utilizamos el símil establecido por Ludwig Wittgenstein y por Mauricio Merleau-
Ponty entre los elementos del lenguaje –las palabras y los conceptos- y los
elementos de las ciudades –los edificios, las calles, las plazas-, podríamos
establecer que de la misma manera que con el paso del tiempo los significados
originales de muchas palabras y conceptos han quedado ocultos o han ido
evolucionando, también el valor simbólico de muchos elementos urbanos ha
quedado olvidado bajo los estratos de la ciudad actual. (…)
la memoria como fuerza que remite hacia el futuro. Como en Las ciudades
invisibles de Calvino o en las fotografías de Henry Cartier-Bresson, Wenders
reivindica la identidad de estos lugares genuinos sobre los que no ha pasado aún
el uniformador diseño moderno. (Véase Win Wenders, Hans Kollhoff, Una ciutat.
Una conversa)
Sección 3
1.2 tema 2
Sección 1
La vecindad de los nativos con muchos otros hace explotar las idiosincracias
urbanas tradicionales tanto en Lima como en Nueva York, en Buenos Aires como
en Berlín. El acercamiento súbito, y a veces violento, entre lo moderno y lo
arcaico, entre científicos sociales y pueblos exóticos, nos permite decir que la
96
Una segunda distinción tiene que ver con la escala. En países que entraron al
siglo XX con tasas bajas de natalidad, con ciudades planificadas y gobiernos
democráticos, las digresiones, la desviación y la pérdida de poder de los órdenes
totalizadores pueden ser parte de una lógica descentralizadora. En cambio, en
ciudades como Caracas, Lima o Sao Paulo la diseminación -generada por el
estallido demográfico, la invasión popular o especulativa del suelo, con formas
poco democráticas de representación y administración del espacio urbano-
aparece como la multiplicación de un desorden siempre a punto de explotar.
Varios estudios de los años noventa ven estos desafíos de las ciudades grandes y
medianas como una oportunidad para revitalizar la participación y la organización
98
Sección 2
Una lectura de la historia de las teorías urbanas, en este siglo, que tomara en
cuenta los cambios ocurridos en las ciudades nos haría verlas como intentos
fallidos o insatisfactorios. Más que soluciones o respuestas estabilizadas,
hallamos una sucesión de aproximaciones que dejan muchos problemas
irresueltos y tienen serias dificultades para prever las transformaciones y
adaptarse a ellas.
Recordemos, por ejemplo, las investigaciones que han tratado de definir qué son
las ciudades oponiéndolas a lo rural, o sea concibiéndolas como lo que no es el
campo. Este enfoque, muy usado en la primera mitad del siglo, llevó a enfrentar en
forma demasiado tajante el campo como lugar de las relaciones comunitarias,
primarias, a la ciudad, que sería el lugar de las relaciones asociadas de tipo
secundario, donde habría mayor segmentación de los roles y una multiplicidad de
pertenencias. En varios países en proceso de industrialización esta tendencia fue
utilizada hasta los años sesenta y setenta. Teóricos destacados, como Gino
Germani, desarrollaron este enfoque en estudios sobre América Latina,
especialmente sobre Argentina. Este autor hablaba de la ciudad como núcleo de la
modernidad, el lugar donde sería posible desprenderse de las relaciones de
pertenencia obligadas, primarias, de los contactos intensos de tipo personal,
99
Entre las muchas críticas que se han hecho a esta oposición tajante entre lo rural
y lo urbano, me gustaría recordar que esa distinción se queda en aspectos
exteriores. Es una diferenciación descriptiva, que no explica las diferencias
estructurales ni tampoco las coincidencias frecuentes entre lo que ocurre en el
campo, o en pequeñas poblaciones, y lo que ocurre en las ciudades. Por ejemplo,
cómo lo rural está dividido por conflictos internos a causa de la penetración de las
ciudades. O, a la inversa, en las ciudades africanas, asiáticas y latinoamericanas,
muchas veces se dice que son ciudades "invadidas" por el campo. Se ve a grupos
familiares circulando aún en carros con caballos, usos de calles que parecen
propios de campesinos, como si nunca fuera a pasar un coche, es decir,
intersecciones entre lo rural y lo urbano que no pueden comprenderse en términos
de simple oposición.
Un segundo tipo de definición que tiene una larga trayectoria, desde la Escuela de
Chicago, se basa en los criterios geográfico-espaciales. Wirth definía la ciudad
como la localización permanente relativamente extensa y densa de individuos
socialmente heterogéneos. Una de las principales críticas a esta caracterización
geográfico-espacial es que no da cuenta de los procesos históricos y sociales que
engendraron las estructuras urbanas, la dimensión, la densidad y la
heterogeneidad (Castells 1974).
Esta línea de análisis, que trata de poner (Mela, 1989) la problemática urbana
como una tensión entre racionalización espacial y expresividad, ha llevado a
pensar a las sociedades urbanas en términos lingüísticos. Han sido, sobre todo,
los estudios semióticos los que destacaron estas dimensiones, pero también la
antropología considera ahora a las ciudades no sólo como un fenómeno físico, un
modo de ocupar el espacio, sino también como lugares donde ocurren fenómenos
expresivos que entran en tensión con la racionalización, o con las pretensiones de
racionalizar la vida social. La industrialización de la cultura a través de
comunicaciones electrónicas ha vuelto más evidente esta dimensión semántica y
comunicacional del habitar.
Sección 3
Hace sólo medio siglo las megalópolis eran excepciones. En 1950 sólo dos
ciudades en el mundo, Nueva York y Londres, superaban los ocho millones de
habitantes. En 1970 ya había once de tales urbes, cinco de ellas en el llamado
tercer mundo, tres en América Latina y dos en Asia. Para el año 2.015, según las
proyecciones de las Naciones Unidas, habrá 33 megaciudades, 21 de las cuales
se hallarán en Asia. Estas megalópolis impresionan tanto por su desaforado
crecimiento como por su compleja multiculturalidad, que desdibujan su sentido
histórico y contribuyen a poner en crisis las definiciones con que se pretende
abarcarlas.
Pero en estos mismos cincuenta años en que la mancha urbana se extendió hasta
ocupar 1500 kms cuadrados, volviendo impracticable la interacción entre sus
partes y evaporando las imagen física de conjunto, los medios de comunicación se
expandieron masivamente, establecieron y distribuyen imágenes que re-conectan
las partes diseminadas. La misma política económica de modernización industrial
que desbordó la urbe promovió paralelamente nuevas redes audiovisuales que
reorganizan las prácticas de información y entretenimiento, y recomponen el
sentido de la metrópoli. ¿Qué conclusión podemos extraer del hecho ya citado:
mientras la expansión demográfica y territorial desalienta a la mayoría de los
habitantes, ubicada en la periferia, para asistir a los cines, teatros y salones de
baile concentrados en el centro, la radio y la televisión llevan la cultura al 95 por
ciento de los hogares? Esta reorganización de las prácticas urbanas sugiere que
la caracterización socioespacial de la megalópolis debe ser completada con una
redefinición sociocomunicacional, que dé cuenta del papel re-estructurador de los
medios en el desarrollo de la ciudad.
invisibles. También me incomoda la escisión entre los lugares donde la gente vive
y los flujos que la dominan. Pero sin duda son incovenientes menores en el marco
de la enorme contribución hecha por Castells para redefinir el sentido de la ciudad
a la luz de las nuevas condiciones establecidas por el desarrollo tecnológico.
1.3 tema 3
Sección 1
Ha dicho Mircea Eliade que «hoy comprendemos algo que en el siglo XIX [que
levantó el edificio intelectual que cobija todavía muchas de nuestras ideas] ni
siquiera podía presentirse: que símbolo, mito, imagen, pertenecen a la sustancia
de la vida espiritual; que pueden camuflarse, mutilarse, degradarse, pero jamás
extirparse» (Eliade, 1955). Para este autor los símbolos tienen un indudable
valor cognitivo.
¿De qué habla el alto rating de programas radiofónicos y televisivos que abordan
temas misteriosos, qué es lo que señala la llegada a Internet de las «cadenas
mágicas», que anuncian para quienes las siguen un futuro promisorio y castigos
terribles para quienes las rompan o ignoran y la existencia de numerosos «sites»
dedicados al tratamiento de la magia, el esoterismo, los fenómenos
inexplicables?
Sección 2
Así lo que importa no es tanto el relato en sí mismo, como el contexto que hace
107
Desde esta perspectiva interesa - pensar, junto con los actores sociales, la
ciudad. Explorar en o un contexto de producción discursiva6 los elementos que
intervienen en la percepción y uso de la ciudad.
Más allá de la relación entre familia y contexto (que debe ser tomada en serio),
interesa aquí resaltar los mecanismos a través de los cuales el grupo familiar
comunica a sus integrantes los valores y las normas sociales, tomando de un
acervo colectivo aquellos elementos que le sirven para educar a sus miembros
en el uso de la ciudad.
Las figuras temidas, las historias y relatos para marcar las diferencias entre lo
bueno y lo malo, lo permisible y lo prohibido, lo sagrado y lo profano, entre otras
cosas, dan forma a un cuerpo de conocimientos sociales sólo trasmisibles a
través de un registro oral que alcanza su fuerza precisamente porque a
desplegar su potencia explicativa en la forma de «mitos» oculta su intención
prescriptiva proscriptiva y aminora las resistencias del sujeto en la medida en que
en su formulación s plantea una solución a la tensión entre verdad y mentira.
Como señalaba Malinowsky (1974), el mito «no es únicamente un narración
que se cuenta, sino una realidad que se vive».
Las zonas pobres, los mercados populares o el centro histórico como lugares
genéricos y algunos lugares concretos, como cines, plazas, ciertas calles,
aparecen dotados de una peligrosidad a priori.
Peligrosidad que viene dada por la presencia de ciertas figuras que representan
«el mal», el «robachicos», la «gitana», el desconocido, el extraño8 y que
actualizan las figuras que amenazan de múltiples formas la seguridad de los
sujetos. Las coincidencias y las diferencias que han aparecido en los sujetos de
la investigación, ponen de manifiesto una gama muy reducida de
«encarnaciones del mal».
Esto último directamente conectado con la existencia de los otros. Cada uno de
los sujetos participa en el grupo de discusión con sus «propios otros». Al
compartir los temores que inspiran ciertas figuras, se va revelando el conjunto de
características rasgos, marcas prácticas que «amenazan». El otro
«homosexual», el otro «delincuente», el otro «pecador» adquieren visibilidad
entonces no como sujetos empíricos sino como los portadores de atributos
sociales de carácter racial religioso, sexual, socioeconómico, que los miembros
del grupo de discusión por su propia ubicación como actores históricamente
situados temen, mejor, han aprendido a temer.
Sección 3
2.1 tema 1
Sección 1
En América Latina la ciudad moderna, urbana tal como se concebía hasta hace
algunos años, tuvo sus orígenes en el proceso modernizador europeo. Tanto
física como simbólicamente, la ciudad al estilo europeo sirvió como referente para
la configuración de lo citadino en el continente; pero en la actualidad entró en
crisis como tantos otros referentes, símbolos y representaciones propias de la
Modernidad. García Canclini (1995: 17) como un dato revelador "la pérdida de
importancia de la ciudad en su concepción europea, como núcleo de la vida cívica
y comercial, académica y artística". Hasta hace algunos años la ciudad moderna
—cualquier ciudad latinoamericana en general— podía distinguirse plenamente
desde su propia lógica territorial (Ortiz, 2000).
La ciudad moderna no era más que parte de ese reflejo que respondía a un
sistema de representaciones que se concretizaba en las construcciones, la
organización ciudadana, las actuaciones de sus habitantes y hasta en las
relaciones de poder de la sociedad en sí misma. Para José Luis Romero (1987:
21) vale decir que "en rigor, todo el mundo urbano puede ser visto como una
creación, o mejor una invención: como forma física, como estructura social, como
concepción de vida." Se observa entonces, que así como el proyecto de la
Modernidad propugnó lo disciplinar, la especialidad en el saber; éste sistema
ideacional también se trasladó a diversos ámbitos de la sociedad. Y la ciudad fue
uno de ellos.
Sección 2
Ciudad y Latinoamérica
De esta tensión entre la tradición y lo moderno (3) (Contreras, 1998: 8), lo rural y
lo urbano, el pasado y lo futuro, la clase media socialmente emergente y las
oligarquías agrarias, se empezarán a constituir un conjunto de símbolos culturales
con los cuales los "nuevos ciudadanos" se reconocerán tal como una episteme (4)
, según Foucault (1974: 5).
Basta observar, según Ramos (1989: 113), las crónicas y la prosa periodística (5)
de finales del siglo XIX y se encontrarán suficientes indicios y referencias a la
"ciudad" como espacio vital sobre el y con el cual se gestará la fisonomía de las
nuevas ciudades urbanas nacientes y de sus habitantes. Espacio que se cargará
de tantos sentidos y significaciones que desbordará los límites mismos de la vida
social para inundar al arte y la literatura. Indudablemente, ese espacio urbano
comparte elementos semántica y simbólicamente similares y caracterizadores de
115
Quizás, los primeros en intuir y señalar esta tensión fueron los escritores Darío y
Martí desde sus prosas periodísticas. Su constante cuestionamiento sobre los
efectos devastadores de la modernización en el ser del latinoamericano sería
prueba de ello (Martínez, 1995). Al igual que los vanguardistas (Verani, 1990;
Osorio, 1988) como Maples Arce que le cantarán a los «postes telefónicos», a las
«vitrinas » o al «avión» señalando los cambios de los espacios latinoamericanos.
Sin embargo, debemos acotar que existe una tercera visión más reciente, la cual
presenta a las ciudades desfiguradas y desacralizadas. Son las de autores como
Mutis, Sarduy o Puig, espacios urbanos desmitificados, sin valoraciones ni
deificaciones. Así la «ciudad» será por un lado, al menos dentro del marco del
proyecto de la Modernidad, el símbolo de lo civilizatorio en oposición a la
«barbarie» de la provincia, pero por el otro será también un espacio de
degradación, enajenación y destrucción del hombre. Esta última lectura será la
que finalmente predominará en gran parte de la literatura de la primera mitad del
siglo XX. Indudablemente, dichas lecturas de la «ciudad» acontecen no sólo como
expresión estética, sino como respuesta a una crisis de la ruptura e imposición de
nuevos órdenes tanto culturales, políticos, sociales y económicos acaecidos en el
continente.
116
Para los escritores que ven en la «ciudad» el símbolo del germen destructor del
proceso modernizador también existe otro matiz del mismo problema: la
nocturnidad urbana. Santaella señala al respecto: Ciertos cambios económicos y
políticos de algunos países, generaron una particular aproximación inconsciente al
sopor nocturno de las ciudades. El tránsito de naciones inicialmente rurales a
naciones violentamente urbanas, dieron comienzo a filiaciones psicológicas y
colectivas hasta el momento relegadas a la vieja tranquilidad de un clima
desconocido.
Sección 3
2.2 tema 2
El texto corresponde a una breve reflexión que pretende mostrar la importancia que
puede tener para la psicología la temática de ciudad y espacio público; se
desarrolla la discusión especialmente indicando algunas de las razones
epistemológicas que han originado el poco interés de la psicología en estas
temáticas.
Sección 1
preocupan por lo que ocurre en la calle en sí mismo, a menos, que eso que
pase en la calle afecte emocionalmente a los sujetos, de modo tal que no puedan
seguir el ritmo de su vida cotidiana. Los psicólogos son tradicionalmente
conocidos por su rol de clínico, un rol que suelen desempeñar en consultorios,
aislados del mundanal ruido de la calle. Además, el psicoanálisis, la tradición
teórica más prestigiosa en la clínica, nos dice que los complejos que son los
resortes de la subjetividad se configuran en la familia. Consecuente con lo
anterior, si un sujeto no se comporta en la calle como la deontología dominante
de una sociedad lo establece, lo primero que interroga el psicólogo es la familia:
¿habrá tenido ese sujeto una madre y un padre que se preocupara por él? ¿Le
habrá sido transmitida por los responsables de su crianza una visión deformada
de la realidad social? o ¿qué clase de eventos traumáticos habrá tenido en su
niñez? Estas son las preguntas que se espera formule el psicólogo, de quien
también se pretende pueda ofrecer formulas generales que impidan que los tipos
de sujetos no deseados se repliquen en la sociedad. Entonces, ¿por qué
interesarse por la calle, y por las experiencias que en ella cotidianamente
acontecen, si lo supuestamente central en las vidas de las personas ocurre en las
casas, en esos espacios vitales que suelen recrearse con insistencia en los
sueños diarios de las personas?
Desde luego, no se está ignorando las transformaciones que esta disciplina está
teniendo en la actualidad. Las nuevas tendencias que están emergiendo,
especialmente en la psicología social, permiten tratar temas como el de ciudad y
o el del espacio público, elevando, además, a este último aspecto, a la categoría
de una dimensión esencial para comprender los factores determinantes en la
subjetividad individual y colectiva. Sin embargo, a pesar de dichos hechos
indiscutibles, aun sigue siendo cierto que la “casa” es el paradigma disciplinario de
esta profesión, verificable, aún más, con las investigaciones que los colombianos
han realizado sobre temáticas de espacio público, casi inexistentes en psicología.
Sección 2
Sección 3
Para lograr la positivización del espacio público, se requiere defender los valores
sin los cuales no es posible el ejercicio político de la distorsión que puede
ocasionar la perspectiva ligada a los ideales del espacio privado. Los proyectos
encaminados a promover la convivencia ciudadana y a crear de mecanismos de
participación y democracia no pueden formularse esperando constituir un espacio
público con un piso terso para quien lo pise. El suelo sobre el que se asienta lo
público no es suave; es áspero, difícil, combativo e incierto. Y es aceptando esas
circunstancias y no estigmatizándolas que se puede generar un agente político
activo poseedor de competencias que lo facultan para participar y organizarse en
conjunto con otros conciudadanos. Las intervenciones en el espacio público
deben generar traseuntes: personas que están en tránsito (DELGADO, 1999), y
por ello, dispuestas a enfrentar cualquier cosa. En síntesis, ciudadanos; sujetos
políticos. Ninguna democracia es posible si no existe el hombre de la calle, un
ciudadano con enseñorío, en tanto que se encuentra guiado por este precepto:
“En la calle encontraras la virtud”.
Ahora si se puede responder la pregunta con que se inició este texto. Por
supuesto debe la psicología interesarse por temas de ciudad, y espacio público.
La importancia académica del espacio público no reside únicamente en el valor
que por sí mismos puedan tener los fenómenos que acontecen en el espacio
público. Ciertamente pudiera enumerarse una cantidad de sucesos urbanos, que
por su mera significancia social debería bastar para conminar a los investigadores
de la psicología y de las otras disciplinas de las ciencias sociales y humanas a
pronunciarse al respecto. Obviando este aspecto de no menor importancia, es de
recordar que las ciencias, a partir del estudio de un objeto especifico, además
de brindarnos una comprensión de la fenomenología que afecta cotidianamente a
las personas, ofrecen igualmente escenarios epistémicos propicios para analizar
123
2.3 tema 3
El Relato de la Ciudad
Etnógrafos, objetos y Contemporaneidad
Walter Alejandro Imitan
D e e s t e d o c u m e n t o s o lo s e e x t r a jo u n a p a r t e d e s u s e g u n d a
s e s i ó n d o n d e s e r e v i s a r á la forma en que, desde mediados del Siglo
XIX, la ciudad se ha construido como objeto etnografiable. En estas prácticas de
construcción quiero poner en relevancia como la formación de un discurso
etnográfico de la ciudad se emparenta no tan sólo con el desarrollo de la
antropología clásica, sino también con otras formaciones discursivas de
carácter performativo propias de la ciudad moderna.
124
Sección 1
¿Qué es lo que une a ciudades como Buenos Aires, Santiago, Lima y Río de
Janeiro? En definitiva, ¿Qué es lo que permite reconocerlas, o llamarlas, a
todas ellas como ciudades latinoamericanas? Lo cierto es que hay algunos
elementos compartidos por las sociedades latinoamericanas, como son una
historia de colonización y un proceso de urbanización acelerada de mediados
del Siglo pasado. Lo que en gran parte ha permitido un cierto sentido de unidad
han sido la pervivencia de estas estructuras culturales coloniales y fallidos
intentos de modernización. Actualmente el surgimiento de nuevos proyectos
políticos en el continente, expresados por la renovación de las burocracias
estatales, como en los casos de Venezuela, Bolivia o Brasil, así como la
consolidación de un cultura neoliberal en Chile tienden a reemplazar, deformar
y/o transformar las comunes estructuras coloniales de orden regional. Aún más,
en el espacio de cada una de sus ciudades, las formas de ser habitadas y
experimentadas tienden cada vez más a una divergencia hacia formas
múltiples y diversas.
Sección 2
La caída del muro de Berlín no sólo permitió que una nación dividida
como consecuencia de la tragedia del nazismo volviera a reunirse. Luego de 16
años entendemos que el fin del “siglo corto” -como ya se le conoce al Siglo XX
luego del análisis de E. Hobsbawm-, marcado por la disputa ideológica polar
que construiría bloques férreamente defendidos, abriría una nueva etapa en el
volumen de encuentros y conexiones para la mayoría de las sociedades del
planeta. La caída de las barreras ideológicas lo ha permitido y particularmente
la victoria de una ideología sobre la otra. Es cierto que la globalización actual se
inició hace tiempo, la mundialización del capital industrial desde mediados del
Siglo XIX -prevía Marx en el Manifiesto Comunista - como la última etapa de un
largo proceso iniciado por el imperialismo europeo del Siglo XVI. La
particularidad de lo que observamos hoy yace en la intensidad del intercambio
y la conformación de nuevas geografías, que para el caso latinoamericano,
desplazan la figura del centro y periferia desarrollada por la teoría de la
dependencia de la segunda mitad del siglo pasado, no porque haya
desaparecido del todo, sino porque esta relación se ve desbordada por una
multiplicidad de otras.
Sección 3
3.1 tema 1
1. Los antecedentes
Sección 1
2. Las causas
3. Los contenidos
Cultura significa civilización. Ésta se edifica siempre a partir de unos valores que
dan paso a unos derechos y deberes que quedan fundamentados en los
ordenamientos jurídicos. La reciente globalización y su indudable dimensión
cultural adolecen de marcos de referencia internacionales y de acuerdos que
130
Temas clave:
Los valores
La participación ciudadana
La inclusión social
El papel de la comunidad
Las migraciones
La identidad y la diversidad
Sección 2
Temas clave:
El fomento de la creatividad
La investigación
Las redes
La financiación
3.3. El patrimonio
Durante el siglo XX, casi todas las sociedades han aprendido a proyectarse hacia
el futuro a partir de un pasado donde el patrimonio, en sus múltiples presencias
(desde el patrimonio arqueológico al patrimonio etnológico), tiene un papel
fundamental. En los primeros años del siglo XXI, la combinación de interconexión,
hipermovilidad y saturación de información ha fragilizado algunos ecosistemas
culturales, especialmente en aquellas áreas geográficamente periféricas o
socialmente deprimidas y, por otro lado, ha creado nuevos entornos urbanos nada
favorables al desarrollo cultural por su flagrante negación de los espacios públicos
(urban sprawl) y una creciente privatización. Al mismo tiempo, la globalización ha
permitido poner en valor tanto algunas culturas locales “congeladas en el tiempo”
como destacar aquellos casos de hibridación creativa entre la tradición y la
innovación. En todo caso, el patrimonio (tangible e intangible) y la memoria
constituyen elementos básicos del desarrollo cultural.
Temas clave:
El patrimonio etnológico
El urbanismo y la cultura
Temas clave:
La educación
Sección 3
El desarrollo cultural reposa en una multitud de agentes que desarrollan bien una
actividad cultural o bien una actividad con cierta dimensión cultural no siempre
explícita. Los agentes culturales (personas u organizaciones) han sufrido (con
pocas excepciones) una debilidad estructural; si el siglo XXI aparece como
eminentemente cultural (además de ecológico) cabrá encontrar las maneras de
133
Temas clave:
Las universidades
Los sindicatos
4. El proceso
3.2 tema 2
PREÁMBULO
Por su origen y significado social, la Carta Mundial del Derecho a la Ciudad es,
ante todo, un instrumento dirigido a fortalecer los procesos, reivindicaciones y
luchas urbanas. Está llamada a constituirse en plataforma capaz de articular los
esfuerzos de todos aquellos actores – públicos, sociales y privados – interesados
en darle plena vigencia y efectividad a este nuevo derecho humano mediante su
promoción, reconocimiento legal, implementación, regulación y puesta en práctica.
Sección 1
4. A los efectos de esta Carta, el concepto de ciudad tiene dos acepciones. Por
su carácter físico, la ciudad es toda metrópoli, urbe, villa o poblado que esté
organizado institucionalmente como unidad local de gobierno de carácter
municipal o metropolitano. Incluye tanto el espacio urbano como el entorno rural
o semirural que forma parte de su territorio. Como espacio político, la ciudad es
el conjunto de instituciones y actores que intervienen en su gestión, como las
autoridades gubernamentales, los cuerpos legislativo y judicial, las instancias de
participación social institucionalizada, los movimientos y organizaciones sociales
y la comunidad en general.
Sección 2
3. IGUALDAD, NO-DISCRIMINACIÓN:
3.1 Los derechos enunciados en esta Carta deben ser garantizados para
todas las personas que habiten en forma permante o transitoria en las ciudades
sin discriminacion alguna.
3.2 Las ciudades deben asumir los compromisos adquiridos sobre la
implementación de políticas públicas que garanticen la igualdad de
oportunidades para las mujeres en las ciudades, expresados en la Convención
para la Eliminación de todas las Formas de Discriminación en contra de la Mujer
(CEDAW), y en las conferencias de Medio Ambiente (1992), Beijing (1995) y
Hábitat II (1996), entre otras. Para ello, se deben asignar los recursos necesarios
de los presupuestos gubernamentales para la efectividad de dichas políticas y
establecer mecanismos e indicadores cuantitativos y cualitativos para monitorear
su cumplimiento en el tiempo.
140
Sección 3
3.3 tema 3
Creo que lo que el libro evoca no es sólo una idea intemporal de la ciudad,
sino que desarrolla, de manera unas veces implícita y otras explícita, una
discusión sobre la ciudad moderna. A juzgar por lo que me dicen algunos
amigos urbanistas, el libro toca sus problemáticas en varios puntos y esto
no es casualidad porque el trasfondo es el mismo. Y la metrópoli de los pig
numbers no aparece sólo al final de mi libro; incluso lo que parece
evocación de una ciudad arcaica sólo tiene sentido en la medida en que
está pensado y escrito con la ciudad de hoy delante de los ojos.
¿Qué es hoy la ciudad para nosotros? Creo haber escrito algo como un
último poema de amor a las ciudades, cuando es cada vez más difícil
145
No está dicho que Kublai Jan crea en todo lo que dice Marco Polo cuando
le describe las ciudades que ha visitado en sus misiones, pero lo cierto es
que el emperador de los tártaros sigue escuchando al joven veneciano con
más curiosidad y atención que a ningún otro de sus mensajeros o
exploradores. En la vida de los emperadores hay un momento que sucede
al orgullo por la amplitud inconmensurable de los territorios que hemos
conquistado, a la melancolía y al alivio de saber que pronto renunciaremos
a conocerlos y a comprenderlos, una sensación como de vacío que nos
asalta una noche junto con el olor de los elefantes después de la lluvia y de
la ceniza de sándalo que se enfría en los braseros, un vértigo que hace
temblar los ríos y las montañas historiados en la leonada grupa de los
planisferios, enrolla uno sobre otro los despachos que anuncian el
derrumbe, de derrota en derrota, de los últimos ejércitos enemigos y
resquebraja el lacre de los sellos de reyes que jamás oímos nombrar, que
imploran la protección de nuestras huestes triunfantes a cambio de tributos
anuales en metales preciosos, pieles curtidas y caparazones de tortuga; es
el momento desesperado en que se descubre que ese imperio que nos
había parecido la suma de todas las maravillas es un desmoronarse sin fin
ni forma, que la gangrena de su corrupción está demasiado avanzada para
que nuestro cetro pueda ponerle remedio, que el triunfo sobre los
soberanos enemigos nos ha hecho herederos de su larga ruina. Sólo en los
informes de Marco Polo, Kublai Jan conseguía discernir, a través de las
murallas y las torres destinadas a derrumbarse, la filigrana de un diseño tan
fino que escapaba a la voracidad de las termitas.
146
Sección 1
Sección 2
El hombre camina días enteros entre los árboles y las piedras. Rara vez el
ojo se detiene en una cosa, y es cuando la ha reconocido como el signo de
otra: una huella en la arena indica el paso del tigre, un pantano anuncia una
vena de agua, la flor del hibisco el fin del invierno. Todo el resto es mudo e
intercambiable; árboles y piedras son solamente lo que son.
en los mostradores valen no por sí mismas sino como signo de otras cosas:
la banda bordada para la frente quiere decir elegancia, el palanquín dorado
poder, los volúmenes de Averroes sapiencia, la ajorca para el tobillo
voluptuosidad. La mirada recorre las calles como páginas escritas: la ciudad
dice todo lo que debes pensar, te hace repetir su discurso, y mientras crees
que visitas Tamara, no haces sino registrar los nombres con los cuales se
define a sí misma y a todas sus partes.
Cómo es verdaderamente la ciudad bajo esta apretada envoltura de signos,
qué contiene o esconde, el hombre sale de Tamara sin haberlo sabido.
Fuera se extiende la tierra vacía hasta el horizonte, se abre el cielo donde
corren las nubes. En la forma que el azar y el viento dan a las nubes el
hombre se empeña en reconocer figuras: un velero, una mano, un
elefante...
Si Armilla es así por incompleta o por haber sido demolida, si hay detrás un
hechizo o sólo un capricho, lo ignoro. El hecho es que no tiene paredes, ni
techos, ni pavimentos; no tiene nada que la haga parecer una ciudad,
excepto las tuberías del agua que suben verticales donde deberían estar
las casas y se ramifican donde deberían estar los pisos: una selva de tubos
que terminan en grifos, duchas, sifones, rebosaderos. Se destaca contra el
cielo la blancura de algún lavabo o bañera u otro artefacto, como frutos
tardíos que han quedado colgados de las ramas. Se diría que los
fontaneros terminaron su trabajo y se fueron antes de que llegaran los
albañiles; o bien que sus instalaciones indestructibles han resistido a una
catástrofe, terremoto o corrosión de termitas.
Sección 3
En Cloe, gran ciudad, las personas que pasan por las calles no se conocen.
Al verse imaginan mil cosas las unas de las otras, los encuentros que
podrían ocurrir entre ellas, las conversaciones, las sorpresas, las caricias,
los mordiscos. Pero nadie saluda a nadie, las miradas se cruzan un
segundo y después huyen, buscan otras miradas, no se detienen.
Pasa una muchacha que hace girar una sombrilla apoyada en su hombro, y
también un poco la redondez de las caderas. Pasa una mujer vestida de
negro que representa todos los años que tiene, los ojos inquietos bajo el
velo y los labios trémulos.
Pasa un gigante tatuado; un hombre joven con el pelo blanco; una enana;
dos mellizas vestidas de coral. Algo corre entre ellos, un intercambio de
miradas como líneas que unen una figura con otra y dibujan flechas,
estrellas, triángulos, hasta que en un instante todas las combinaciones se
agotan y otros personajes entran en escena: un ciego con un guepardo
sujeto por una cadena, una cortesana con abanico de plumas de avestruz,
un efebo, una jamona. Así entre quienes por casualidad se juntan bajo un
soportal para guarecerse de la lluvia, o se apiñan debajo del toldo del
bazar, o se detienen a escuchar la banda en la plaza, se consuman
encuentros, seducciones, copulaciones, orgías, sin cambiar una palabra,
sin rozarse con un dedo, casi sin alzar los ojos.
Una vibración lujuriosa mueve continuamente a Cloe, la más casta de las
ciudades. Si hombres y mujeres empezaran a vivir sus efímeros sueños,
cada fantasma se convertiría en una persona con quien comenzar una
historia de persecuciones, simulaciones, malentendidos, choques,
opresiones, y el carrusel de las fantasías se detendría.
Los habitantes de Valdrada saben que todos sus actos son a la vez ese
acto y su imagen especular que posee la especial dignidad de las
imágenes, y esta conciencia les prohibe abandonarse ni un solo instante al
azar y al olvido. Cuando los amantes mudan de posición los cuerpos
desnudos piel contra piel buscando cómo ponerse para sacar más placer el
uno del otro, cuando los asesinos empujan el cuchillo contra las venas
negras del cuello y cuanta más sangre grumosa sale a borbotones, más
hunden el filo que resbala entre los tendones, incluso entonces no es tanto
el acoplarse o matarse lo que importa como el acoplarse o matarse de las
imágenes límpidas y frías en el espejo.
El espejo acrecienta unas veces el valor de las cosas, otras lo niega. No
todo lo que parece valer fuera del espejo resiste cuando se refleja. Las dos
ciudades gemelas no son iguales, porque nada de lo que existe o sucede
en Valdrada es simétrico: a cada rostro y gesto responden desde el espejo
un rostro o gesto invertido punto por punto. Las dos Valdradas viven la una
para la otra, mirándose constantemente a los ojos, pero no se aman.
En Olinda, el que lleva una lupa y busca con atención puede encontrar en alguna
parte un punto no más grande que la cabeza de un alfiler donde, mirando con un
poco de aumento, se ven dentro los techos las antenas las claraboyas los jardines
los tazones de las fuentes, las franjas rayadas que cruzan las calles, los quioscos
de las plazas, la pista de las carreras de caballos. Ese punto no se queda ahí: al
cabo de un año se lo encuentra grande como medio limón, después como una
gran seta, después como un plato sopero. Y hete aquí que se convierte en una
ciudad de tamaño natural, encerrada dentro de la ciudad de antes: una nueva
ciudad que se abre paso en medio de la ciudad de antes y la empuja hacia afuera.
Olinda no es, desde luego, la única ciudad que crece en círculos concéntricos,
como los troncos de los árboles que cada año añaden una vuelta. Pero a las otras
ciudades les queda en el medio el viejo cerco de murallas, bien apretado, del que
brotan resecos los campaniles las torres los tejados las cúpulas, mientras los
barrios nuevos se desparraman alrededor como saliendo de un cinturón que se
desanuda. En Olinda no: las viejas murallas se dilatan llevándose consigo los
barrios antiguos que crecen en los confines de la ciudad, manteniendo sus
proporciones en un horizonte más vasto; éstos circundan barrios un poco menos
viejos, aunque de mayor perímetro y menor espesor para dejar sitio a los más
recientes que empujan desde dentro; y así hasta el corazón de la ciudad: una
Olinda completamente nueva que en sus dimensiones reducidas conserva los
rasgos y el flujo de linfa de la primera Olinda y de todas las Olindas que han ido
brotando una de otra; y dentro de ese círculo más interno ya brotan pero es
difícil distinguirlas la Olinda venidera y las que crecerán a continuación.
151
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