EDUCACIÓN PÚBLICA

EL DOCENTE COMO GENERADOR DE AMBIENTES DE APRENDIZAJE

MTRO. ADOLFO NAPOLEÓN FLORES MTZ.

Todos, políticos, gobernantes, autoridades educativas, representantes de los padres de

familia, integrantes de alguna organización social, sindicatos, medios de comunicación, y
cualquiera que considere pertinente hablar sobre educación, lo hace patente públicamente;
en la actualidad, la educación está en el centro de los debates ideológicos y políticos en
todos los ámbitos sociales. Las demandas en materia educativa son crecientes y
generalmente recaen sobre las escuelas; las expectativas que se tienen en torno a los
centros escolares y los maestros son cada vez mayores, en momentos en que los avances
en el campo de las políticas educativas parecieran ser más lentos y difíciles; esta tensión, es
inevitable en el desarrollo de una sociedad crecientemente compleja.

En medio de este abigarramiento, la educación queda posicionada cada vez más como un
recurso habilitante necesario; ya que como suele expresarse de forma frecuente, es un
derecho irrenunciable porque hace posible el pleno ejercicio de los demás derechos. Pero la
realidad es que las deudas históricas en el terreno educativo son profundas y el avance
hacia su solución es lento y complejo; más aún, cuando a las tradicionales demandas de
cobertura, permanencia y seguridad, se suman otras que tienen que ver con la capacidad de
formar a las nuevas generaciones para un desempeño pleno en esta sociedad del
conocimiento y la información.

Con un carácter inclusivo y equitativo, el Sistema Educativo Nacional (SEN) debe enfrentar
simultáneamente las demandas educativas postergadas de los sectores de menores
ingresos y las demandas para satisfacer las nuevas exigencias de los sectores mejor
integrados. En este complejo contexto, caracterizado por un exceso de demandas de los
distintos grupos sociales, se dificulta institucionalmente tomar decisiones que compensen a
algunos, postergando las exigencias de otros.

Todas las demandas son urgentes y legítimas, ello crea una pugna social que si bien
favorece a algunos desfavorece a otros. Estas contrastantes realidades, fuertemente
arraigadas, hacen obligado buscar respuestas a partir de una observación cuidadosa de lo
que pasa fuera de la escuela y del aula. La comprensión de este contexto cambiante, poco
descifrable, es vital para entender qué es lo que se vive diariamente entre el docente y los
alumnos al interior del aula; las múltiples dimensiones de la vida social, económica y cultural
que conforman esos contextos educativos externos al ámbito escolar, deben ser motivo de
atención si se pretende entender cabalmente lo que pasa en los centros educativos y,
particularmente, en los espacios áulicos.

Pero por otra parte, muchas de las respuestas deben buscarse al interior mismo de la
escuela y del aula, porque es ahí, en ese crisol donde se pueden generar muchos cambios
que por su trascendencia resulta impostergable realizar; los nuevos cambios en el escenario
social imponen un gran desafío a la pedagogía y a la didáctica.

El enfoque educativo debe centrarse en una educación para la vida, que consolide una
cultura cívico-democrática, desarrolle formas de integración más coincidentes con el respeto
y el cuidado de los derechos propios y de los demás, así como promover y cuidar la salud y
una mejor relación entre el ser humano y su medio ambiente; lo cual demanda nuevas y
múltiples competencias a los maestros, de modo tal que éstos sean agentes de cambio que
contribuyan a elevar los aprendizajes todos sus alumnos, dotándoles de las estrategias
necesarias para desarrollar el pensamiento complejo y potenciarlo como un ser humano
pleno e integral. Es obligado que los docentes eduquen con equidad, que coadyuven en
cerrar las brechas en las desigualdades sociales, evitando la exclusión y favoreciendo los
derechos y las oportunidades (SEP:2010).

La preocupación por los ambientes de aprendizaje tiene algún tiempo de haberse insertado
en el ámbito de la investigación educativa, ya que el ambiente interactúa con el sujeto y lo
transforma; así, los aprendizajes surgen de la observación del entorno y de los
comportamientos y acciones de los demás, con quienes convivimos, bien directa o
indirectamente. Estos ambientes educativos han adquirido por ello mucha importancia al ser
el escenario donde se pueden favorecer condiciones de aprendizaje y se desarrollen
capacidades, competencias, habilidades y valores.

Para la educación básica, se establece en el Plan de Estudios 2011 (SEP), el principio

pedagógico 1.3. Generar ambientes de aprendizaje; este principio pedagógico, junto con
otros once más, son una condición esencial para el proceso educativo, la implementación del
currículo, la transformación de la práctica docente, el logro de los aprendizajes y la mejora de
la calidad educativa.

Este documento normativo define al ambiente de aprendizaje como el espacio donde se

desarrolla la comunicación y las interacciones que posibilitan el aprendizaje. Se asume
entonces que en la generación de los ambientes de aprendizaje media la actuación del
docente para construirlos y emplearlos como tales; es decir, los docentes deben ser capaces
de despertar la curiosidad intelectual de los niños, fomentando en ellos el gusto y el hábito
por el conocimiento y el aprendizaje continuo, permanente y autónomo. Deben poner en
práctica recursos y técnicas didácticas innovadoras, cercanas a los enfoques pedagógicos
contemporáneos, que sean motivadoras, utilizando en medida de las posibilidades las
tecnologías de la información y la comunicación (TIC), ya que éstas son la parte visible de un
iceberg que constituye conjuntamente con otros factores el contexto social en que nos
desenvolvemos todos, y muy en particular las nuevas generaciones.

La generación de estos ambientes deben ser orientados al desarrollo de competencias y

capacidades; concibiendo al aprendizaje a partir de un alto nivel de complejidad,
especialmente en los estándares de lectura, matemáticas y ciencias. Se trata de romper con
las aulas tradicionales, con esos espacios esclavizantes, que empoderaban al maestro
porque era el poseedor de los saberes y con el poder de asignar las calificaciones;
favoreciendo ahora, el desarrollo en los alumnos de una serie de capacidades, competencias
y valores para la resolución de problemas relacionados con su vida y su contexto personal,
es decir, dando paso a nuevas formas de enseñanza, equivalentes a una cultura de la
innovación que propicie rápidamente la difusión de los nuevos conocimientos y paradigmas
que van produciendo las sociedades (UNESCO:2005).

El espacio áulico, visto desde un punto eminentemente físico, se reduce a las paredes que
delimitan el aula, el taller o el laboratorio, al área de la cancha de basquetbol, a los enseres y
materiales educativos que se encuentran en ellos, pero que al fin de cuentas carecen de vida
y sentido sino se les interrelaciona, sino existe un ente que los engrane, que los mueva, que
propicie se relacionen éstos con sus usuarios, los alumnos. Por ello, la trascendencia del
docente como diseñador de ambientes de aprendizaje, que vislumbrados a partir de una
concepción activa, involucren a los estudiantes como seres humanos; involucrando acciones
pedagógicas y didácticas en las que ellos estén en condiciones de reflexionar sobre su
propia acción y sobre las de otros, en relación con su entorno.

Este ambiente debe trascender la noción simplista de un simple espacio físico condicionado
por una geografía, que no deja de ser importante como contorno natural, para abrirse a las
diversas relaciones humanas que aportan sentido a su existencia; en otras palabras, desde
esta perspectiva se trata de un espacio de construcción significativa de la cultura
(Sauvé:1994). En consecuencia, cuando un docente diseña un ambiente de este tipo, el rol
del alumno que se propone es diferente, se le visualiza como responsable de sus propios
procesos de aprendizaje; pero también su posición como docente es diferente, porque deja
de ser la única fuente de información y conocimiento, pasando a convertirse en un activo
participante de esta comunidad, pues define un clima estimulante en el proceso de
aprendizaje de sus alumnos; y de enseñanza, porque funciona como modelo para la
definición y solución de problemas, realiza preguntas desafiantes, propicia la
retroalimentación y la ayuda necesaria a sus alumnos, propiciando el aprender a aprender.

La proactividad es una actitud a nivel personal o colectiva para asumir el pleno control de su
conducta de un modo activo; por ello, transitar del trabajo docente tradicional en el aula a un
ambiente de aprendizaje exige de una nueva visión, exige una actitud proactiva, que
involucre un cambio de mentalidad en los docentes, directivos y supervisores escolares.
Requiere que estos actores educativos conciban al aula desde otra perspectiva, como un
espacio de sana convivencia, una convivencia democrática que promueva la construcción
participativa y solidaria de alternativas pedagógicas entre pares que propicien mejores
ambientes de convivencia en las aulas y en toda la escuela.

Actualmente, la escuela debe ser un lugar donde se desarrollen estrategias metodológicas y

formas de concertación que favorezcan la formación integral de alumnos y docentes,
promoviendo la socialización y la humanización, como punto de partida para lograr una
verdadera calidad en la educación.

Para los estudiantes un ambiente de aprendizaje debe generar desafíos significativos que
fortalezcan la autonomía y propicien el desarrollo de valores; es decir, desafíos sustentables,
retos, provocaciones que generen iniciativas propias para argumentar y razonar al analizar
situaciones, identificar problemas, formular preguntas, emitir juicios, proponer soluciones,
aplicar estrategias y tomar decisiones, conscientes de sus acciones y sus efectos,
responsabilizándose por cada una de ellas; así mismo, debe crear identidades pues la
gestión de ellas propicia la creación de relaciones de solidaridad, comprensión y apoyo
mutuo e interacción social.

Un ambiente de aprendizaje se constituye a partir de las dinámicas que se establecen en los

procesos educativos y que involucran actitudes, acciones, experiencias y vivencias entre
alumnos y alumnos con el docente, para desarrollar la comunicación y las interacciones que
posibilitan el aprendizaje; aunado al aprovechamiento y adecuación de los materiales y
recursos didácticos, y de la acomodamiento de la geografía áulica, como aspectos
necesarios para la concreción de los propósitos culturales que se hacen explícitos en toda
propuesta educativa.
En síntesis, al referirnos al ambiente de aprendizaje son tomadas en consideración la
organización y disposición espacial, las relaciones establecidas entre los participantes
(alumnos y maestro), pero también, las pautas de comportamiento que en él se desarrollan;
el tipo de relaciones que mantienen las personas con los objetos, las interacciones que se
producen entre las personas, los roles que se establecen, los criterios que prevalecen y las
actividades que se realizan. Hablar de los ambientes de aprendizaje en la educación exige
de una reconsideración de cómo se planifica, implementa y evalúa una secuencia o proyecto
didáctico por parte del docente.

BIBLIOGRAFÍA
o SEP (2010). Curso Básico de Formación Continua para Maestros en Servicio.
Planeación didáctica para el desarrollo de competencias en el aula 2010. México,
SEP.
o SEP (2011). Plan de Estudios 2011. Educación Básica. México, SEP.
o SAUVE, Lucié (1994). Exploración de la diversidad de conceptos y de prácticas en la
educación relativa al ambiente, en: Memorias Seminario Internacional. La Dimensión
Ambiental y la Escuela. Serie Documentos Especiales. Bogotá, Ministerio.
o UNESCO (2005). Informe mundial. Hacia las sociedades del conocimiento.
Disponible en: http://unesdoc.unesco.org/images/0014/001419/141908s.pdf

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