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Vol. 10 2011
Editor General
GUSTAVO VENECIANO , Universidad Nacional de Córdoba
Co-editores
JULIÁN AUBRIT , Universidad Nacional de Córdoba
JULIA BURGHINI , Universidad Nacional de Córdoba
GUILLERMO DE SANTIS , Universidad Nacional de Córdoba – CONICET
MARCOS CARMIGNANI , Universidad Nacional de Córdoba – CONICET
GUADALUPE ERRO, Universidad Nacional de Córdoba
FABIÁN MIÉ, Universidad Nacional de Córdoba – CONICET
Colaboración
Carina Meynet, Universidad Nacional de Córdoba
Amparo Agüero Solís, Universidad Nacional de Córdoba
Pablo Llanos, Universidad Nacional de Córdoba
ISSN 1666-7743
COMITÉ CIENTÍFICO
Santiago Barbero, Universidad Nacional de Córdoba, Argentina
Alessandro Barchiesi, Università degli Studi di Siena, Italia
Alain Billault, Université Paris-Sorbonne (Paris IV), France
Paul Cartledge, Clare College, University of Cambridge, United Kingdom
Elisabetta Cattanei, Università degli Studi di Cagliari, Italia
Pablo Cavallero, Universidad de Buenos Aires, Argentina
Mireille Corbier, Directrice de L’Année épigraphique, France
Paula da Cunha Corrêa, Universidade de Sâo Paulo, Brasil
Stavros Frangoulidis, University of Crete, Greece
Michael Gagarin, University of Texas, USA
Simon Goldhill, King’s College, University of Cambridge, United Kingdom
Joan Gómez Pallarès, Universitat Autónoma de Barcelona, España
Luca Graverini, Università degli Studi di Siena, Italia
Philip Hardie, Trinity College, University of Cambridge, United Kingdom
Stephen J. Harrison, Corpus Christi College, Oxford University, United Kingdom
Karl-J. Hölkeskamp, Universität zu Köln, Deutschland
David Konstan, Brown University, USA
Maurizio Migliori, Università degli Studi di Macerata, Italia
Alba Romano, Universidad de Buenos Aires, Argentina
† Luigi E. Rossi, Sapienza, Università di Roma, Italia
María Isabel Santa Cruz, Universidad de Buenos Aires, Argentina
Richard Seaford, University of Exeter, United Kingdom
Heinrich von Staden, Institute for Advanced Study, Princeton, USA
Oliver Taplin, Magdalen College, Oxford University, United Kingdom
Alejandro G. Vigo, Universidad de Navarra, España
Francisco Villar, Universidad de Salamanca, España
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PRIMA fue evaluada por el CAICYT (Consejo Argentino de Información Científica y Técnica)
como revista de Nivel 1.
ORDIA PRIMA cuenta con el aval institucional y académico de la Escuela de Letras de la Facultad
de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina.
Contenidos
Editorial 7
Resúmenes 9
Artículos
Murgatroyd, Paul
Homer’s Odyssey as a Graphic Novel 19
Bruchmüller, Ulrike
How to Establish the Best State, and the Authenticity
of Plato’s Seventh Letter 43
Palpacelli, Lucia
Il “probabile” nella scienza fisica di Aristotele 67
Gianneschi, Horacio
Aristóteles o el ente no solamente no es un género (I) 93
Fermani, Arianna
L’errore, il falso e le scienze in Aristotele 123
Lisi, Francisco
Transmisión y recreación: La traducción
de los textos filosóficos clásicos 159
Santorelli, Biagio
Il tiranno e il rombo, la vestale e l’evangelista:
interpretazioni della Satira 4 di Giovenale 187
Reseñas bibliográficas
Horacio Gianneschi
UNSAM, UNIPE
mitigada, sin embargo, por las varias maneras que tiene Aristóteles de
aseverar o de implicar esta misma tesis, tesis que, en nuestra opinión, él
mismo habría mantenido durante toda su carrera.5
Antes de detenernos en los principales argumentos esgrimidos por
el Estagirita para sostener la imposibilidad de que el ente sea un género
y en las diversas formas de afirmar o de implicar esta imposibilidad, es
__________________
Ross, 1966(1924)a, p. 209; Tricot, 1991(1966)a, n. 3, pp. 99 s.; Décarie, 19722, p. 90;
Reale, 1993c, p. 95; Viano, 2002(1974), n. 1, p. 226; Berti, 1979a, pp. 92 s. y 96 con n.
26; idem, 2004(1977), pp. 337 s.; Sefrin-Weis, 2002, pp. 123-126; Brancacci, 2009, n.
18, p. 90; Zanatta, 2009a, n. 212, pp. 463-465, esp. p. 465. Cf. Colle, 1912, pp. 163-165,
esp. 164 s.; Carlini, 1928, n. 2, p. 51.
5 Hay intérpretes que opinan lo contrario, lo que los ha llevado a elaborar una
estrategia interpretativa ‘genética’ que distingue diversos estadios de la evolución
intelectual del Estagirita a este respecto. Cf., entre otros, Elders, 1961; idem, 1962; idem,
1972; Dhondt, 1961; Rutten, 1992. No discutiremos aquí esta posición. Tampoco
discutiremos directamente, dicho sea de paso, la línea interpretativa que, en un marco
que tiende a ver las investigaciones llevadas a cabo por Ar. en Met. como plenamente
adecuadas a los cánones epistemológicos establecidos en los Seg. an., en particular
como conformes con el “criterio de homogeneidad”, termina ciñendo la ciencia que
estudia el ente en cuanto ente al estudio de la ousía, entendida ésta como el género
primero del ser del cual los demás géneros categoriales dependen y como el auténtico
género del cual se ocupa dicha ciencia, mientras que los demás géneros categoriales
constituirían, entre otros, los atributos que por sí le pertenecen a ese género. Para no
extendernos en indicaciones bibliográficas, trabajos recientes en esta línea son, p. ej.:
Bolton, 1996(1995) y 2001(1994); Code, 1996 (cf. idem, 1997). Una posición aún
más restringida respecto del tema del que se ocupa la metafísica aristotélica, que
tampoco enfrentaremos en sus detalles, es la adoptada por aquellos innumerables
intérpretes que consideran que el mismo termina por estar constituido únicamente por
el τιμιώτατον γένος, i. e. por las ousíai inmutables suprasensibles (χωριστὰ καὶ ἀκίνητα).
El más extremista de ellos, sc. Merlan, bajo supuestos interpretativos explícitamente
asumidos como neoplatónicos, ha incluso intentado defender ‒a nuestro juicio,
injustificadamente‒ la equiparación de la expresión τὸ ὂν ᾗ ὄν con el género de lo
divino (i. e. el de las ousíai inmóviles suprasensibles), no sólo en el libro Κ, como lo
había asentado ya Muskens (1947), sino en todos los textos en los que dicha expresión
aparece. Y haciendo aún más compleja Merlan su interpretación (a tal punto que cabría
cuestionarse ‒cf., p. ej., Stevenson, 1975, pp. 46 s. y n. 33, p. 50‒ su compatibilidad con lo
referido hasta aquí), considera que el “ente en cuanto ente” es el ente «completamente
indeterminado», que «sólo es y no es algo», que es un «elemento» ‒cercano al Uno
académico‒ que, junto con el no-ente como el otro elemento, «mora en todo lo que
es» (cf. Merlan, 19602, pp. 1-5, 160-220 y 228-231; idem, 1957, 1959 y 1968).
Aristóteles o el ente no solamente no es un género (i) 95
__________________
trata es el género más alto posible que puede ser dividido por una misma diferencia.
La aclaración cabe, nos parece, pues no es posible que una misma diferencia sea la
diferencia de géneros diversos (para tomar un ej. de Ar., la diferencia bípedo no puede
ser la diferencia del género conocimiento), salvo que se trate de géneros subordinados
entre sí (para tomar un ej. similar a uno de Boecio –cf. Zanatta, 2007(1989), pp. 448
s.–, la diferencia herbívoro, o carnívoro, es una diferencia del género animal pedestre y
también del género animal, al que se encuentra subordinado) o que se trate de géneros
no subordinados entre sí pero subordinados a un género común (ej. de este último
caso, dado por el mismo Ar., es la diferencia bípedo, que es una diferencia de los géneros
animal pedestre y animal alado, pero lo es porque estos dos géneros están suborinados
a un género común a ambos, sc. el género animal, al cual resulta también diferenciarlo)
(cf. Tóp. VI 6, 144 b 12-30 y Cat. 3, 1 b 15-24). Por lo demás, ha de tenerse siempre
presente que el género no se predica de la diferencia sino de aquellas cosas de las que
se predica la diferencia, sc. de las especies y de los individuos (cf. VI 6, 144 a 31 - b 2;
Cat. 5, 3 a 21-28 y b 1-9).
9 Sobre este pasaje, cf. Trendelenburg, 1979(1846), p. 67.
Aristóteles o el ente no solamente no es un género (i) 97
parte de una diferencia, del ente o del uno como atributos predicables
de un término que por sí mismo opera ya como una diferencia de un
género. (Cf. Tóp. VI 3, 140 a 23-32).
Algo semejante a lo que acabamos de decir sucede tanto con
la pretensión de que determinaciones o atributos universalísimos
como el uno o el ente se conviertan en el propio (ἴδιον) de algo o en
la parte incluyente –en cuanto precisamente predicados absolutamente
universales– de la/s otra/s parte/s que pudiere/n integrar el propio de
algo, como con la pretensión de que se conviertan en la definición (ὅρος)
o en la parte incluyente de la/s otra/s parte/s que pudieren integrar la
definición de algo. En efecto, así como la función de la definición es
separar (χωρίζειν) lo definido de lo demás, también la función del propio
es separar algo de lo demás –o bien de todo lo demás (si se trata del ἴδιον
καθ᾿αὑτό), o bien de algo preciso (si se trata del ἴδιον πρὸς ἕτερον)10–,
mientras que algo que se da en todas las cosas (τι… ὃ πᾶσιν ὑπάρχει) es
justamente lo que no separa de ciertas cosas (τὸ μὴ χωρίζον ἀπό τινων). De
__________________
10 Cf. Tóp. V 1, donde Ar. distingue el propio καθ᾿αὑτό del πρὸς ἕτερον, además de
distinguir el propio ἀεί del ποτέ. Este capítulo inicial del libro dedicado a la tópica del
ἴδιον, por otra parte, permanece mudo respecto de la distinción establecida en Tóp. I 4
entre un sentido amplio de ἴδιον, que abarca tanto la definición como el propio en sentido
estricto o fuerte del término, y este último sentido; y cabe notar que, entre los lugares
del propio expuestos en el libro V, algunos exigen que la noción de propio sea tomada
en su sentido fuerte, otros exigen que sea tomada en su sentido amplio o débil, mientras
que la mayoría de estos lugares permanece indiferente a que ἴδιον sea tomado en uno u
otro de estos dos sentidos (cf. Brunschwig, 2007, pp. 138 s. y 143). En cuanto a estos
últimos dos sentidos, parece claro que, en el τόπος de V 2 que estamos considerando,
ἴδιον está tomado en su sentido fuerte, pues es puesto a la par de la definición, no como
si la abarcara, y comparado con ella. En cuanto a los sentidos de ἴδιον distinguidos en V
1, ya mencionados, el final de este mismo cap. limita de entrada lo que sigue de la tópica
del ἴδιον a la tópica del ἴδιον καθ᾿αὑτό y del ἀεὶ ἴδιον, remitiendo la tópica del propio πρὸς
ἕτερον a la tópica del accidente (129 a 32-35). La razón por la que Ar. remite la tópica
del propio πρὸς ἕτερον a la tópica del accidente es, nos parece, el hecho de que para que
A sea un propio de B relativamente a C es condición suficiente que A sea un accidente
de B y no lo sea de C (cf., a este respecto, las diversas opiniones de Zadro, 1974, p. 438;
Brunschwig, 2007, p. 141; Tricot, 1997(1950), p. 169). Conforme con la limitación
referida, parece, entonces, que, en el τόπος de V 2 que estamos aquí abordando, el ἴδιον
al que se hace referencia no puede ser otro que el καθ᾿αὑτό y el ἀεί, respecto de los cuales,
dicho sea de paso, los intérpretes discrepan a la hora de o bien terminar identificándolos
98 Horacio Gianneschi
modo que es imposible que el ente o el uno, en cuanto que se dan en todas
las cosas, constituyan ellos mismos la definición o el propio de algo, y,
más que imposible, es más bien inútil (ἀχρεῖον) que el ente o el uno sean
la parte común (κοινόν), es decir, la que se da en, la que se predica de,
todas las demás partes que conjuntamente pudieren constituir el propio
o la definición de algo. (Cf. Tóp. V 2, 130 b 11-22, donde Aristóteles
considera explícitamente el caso del uno, pero obviamente corresponde
el mismo tratamiento para el caso del ente, y donde no aborda más que
por comparación la hipótesis de la definición, pues el libro en cuestión,
como es sabido, es el que trata de la tópica del propio11).12
Entre los llamados “predicables”, resta aún, antes de adentrarnos en
las hipótesis de que el ente pudiera ser una especie o un género, eliminar
la posibilidad de que el ente sea un accidente (συμβεβηκός), tal como este
último es definido en los Tópicos, a saber, como lo que no es «ni definición,
ni propio, ni género, pero se da en la cosa (μήτε ὅρος μήτε ἴδιον μήτε γένος,
ὑπάρχει δὲ τῷ πράγματι)» (I 5, 102 b 4-5), o bien –lo que constituye para
Aristóteles una mejor determinación que la anterior, pues se basta a sí
misma para darlo a conocer por sí, sin necesidad de conocer previamente
qué es la definición, el propio y el género13– como «lo que puede darse o
no darse en una y la misma cosa, cualquiera fuere ésta (ὃ ἐνδέχεται ὑπάρχειν
ὁτῳοῦν ἑνὶ καὶ τῷ αὐτῷ καὶ μὴ ὑπάρχειν)» (102 b 6-714). No obstante no
__________________
(Zadro, 1974, pp. 436-38), o bien no (Brunschwig, 2007, pp. 137 s.). Ahora bien, en
cualquier caso, puesto que el ente y el uno, en cuanto predicados universalísimos, son
incapaces de cumplir con la función general de separar, de distinguir, no podrían ellos
constituir ninguno de los tipos de ἴδιον distinguidos por Ar. en I 4 (cf. también I 5, 102 a
18-30 y 102 b 20-26) y en V 1. Esto es, la argumentación del pasaje de V 2 que estamos
considerando es válida independientemente de cuál de ellos se trate.
11 Aunque, como hemos recordado en la nota anterior, hay τόποι del libro V que
exigen que el ἴδιον en cuestión sea tomado en su sentido amplio o débil, que abarca
tanto el propio en sentido estricto como la definición.
12 Respecto de este pasaje, cf. Zadro, 1974, pp. 443-446 y Stevens, 2000, pp. 170 s.
En lo concerniente al propio, cf. la comparación entre el ente y un propio como ‘impar’
respecto del número en Seg. an. II 13, 96 a 24-32 (vid. sobre ese pasaje Stevens, loc. cit.
en esta nota).
13 Cf. Tóp. I 1, 102 b 10-14.
14 Cf. Tóp. IV 1, 120 b 34-35: … συμβεβηκὸς ἐλέγομεν ὃ ἐνδέχεται ὑπάρχειν τινὶ
καὶ μή.
Aristóteles o el ente no solamente no es un género (i) 99
__________________
15 Cf., para el caso de que el ente no puede ser un accidente, Stevens, 2000, p. 171.
16 Cf. Zadro, 1974, p. 417, n. 6, quien considera que en la alternativa inicial ἀνάγκη
- ἐνδέχεται del τόπος en cuestión (cf. 121 a 10-11), el ἐνδέχεται refiere justamente a
la posibilidad a la que ahora estamos aludiendo. Cf. también ibidem, p. 418, n. 10.
100 Horacio Gianneschi
de que se predica de todas las cosas, debería ser género de todas las cosas
(πάντων… γένος), y entonces también del uno, el cual –en virtud de que
el género no se predica de otra cosa que de sus especies21– sería así una
de sus especies, lo que, como acabamos de ver, es imposible debido a
que es preciso que la especie se predique de menos cosas que aquellas
de las que se predica el género, lo que, en efecto, no podría suceder en el
supuesto presente a causa de que el uno también se predica de todas las
cosas (Cf. 127 a 27-3422). Con este último argumento, además de insistir
nuevamente Aristóteles en torno a la imposibilidad de que el ente sea un
género que tuviera como una de sus especies al uno y –cabría agregar, pues
el razonamiento sería idéntico– de que el uno sea el género que tuviera
al ente como una de sus especies, explicita su rechazo a la posibilidad de
que un πᾶσιν ὑπάρχον –o πᾶσιν ἑπόμενον o πᾶσιν ἀκολουθοῦν–, como el
ente (o como el uno, o, en realidad, incluso como cualquiera que pueda
imaginarse por hipótesis que pudiere tener a éstos como especies), se
constituya en un único summum genus, en un género de todas las cosas,
en un πὰντων γένος. Por si cupieran dudas, en Acerca de las refutaciones
sofísticas 11 encontramos la aserción que constituye exactamente la otra
cara de este mismo rechazo de un πὰντων γένος. En efecto, en 172 a 13-
14, leemos: οὔτε… ἐστιν ἅπαντα [= τὰ ὄντα, 172 a 15] ἐν ἑνί τινι γένει…
Todavía en los Tópicos, en el tratamiento del ὅρος, encontramos una
mención –que no por su fugacidad deja de tener la importancia que
tiene– de una razón fundamental de por qué ninguno de los «predicados
universalísimos», para utilizar la expresión de V. Sainati,23 puede ser un
género de aquellas cosas de las que cada uno de ellos se predica, es decir,
de todas las cosas. La razón es que la función de todo género es separar
(χωρίζειν) las cosas incluidas en él de aquellas incluidas en otros géneros,
mientras que lo que se da en todas las cosas no separa absolutamente de
nada (τὸ… πᾶσιν ὑπάρχον ἁπλως ἀπ᾿οὐδενὸς χωρίζει) (Cf. VI 3, 140 a 24-
__________________
21 127 a 29-30: κατ᾿οὐδενὸς γὰρ τὸ γένος ἀλλ᾿ἢ κατὰ τῶν εἰδῶν κατηγορεῖται. Está
claro que el género también se predica de los individuos incluidos en sus diferentes
especies, pero ello manifiestamente no entra en juego en el objetivo que persigue el
argumento, pues es evidente que el uno es algo que se predica.
22 Cf. sobre este pasaje: Trendelenburg, 1979(1846), p. 67.
23 Cf. Sainati, 1968, pp. 105 ss.
102 Horacio Gianneschi
29). Para decirlo con el mismo V. Sainati: el mérito de este texto reside en
la apelación explícita al «reconocido carácter discriminante del género»
o «principio de la necesaria regionalidad de los géneros, por máximos o
categoriales que sean».24
«Pero no es posible que sean un único género de los entes (τῶν ὄντων
ἕν… γένος) ni el uno ni el ente. En efecto, por un lado, es necesario
que las diferencias de cada género sean (εἶναι) y que cada una de ellas
sea una (μίαν εἶναι); pero, por otro, no es posible ni que las especies
del género ni que el género sin sus especies (τὸ γένος ἄνευ τῶν αὐτοῦ
εἰδῶν) se prediquen de las diferencias propias, de modo que si el uno
o el ente son géneros, ninguna diferencia será una ni ente» (Β 3, 998
b 22-27; cf. Κ 1, 1059 b 31-34).25
__________________
24Sainati, 1968, p. 107. Cf. Berti, 2004(1977), p. 266.
25 Este pasaje constituye el principal argumento aristotélico en Met., y para
algunos el único, en defensa de la tesis “el ente (o el uno) no es un género”. Para algunos
intérpretes, sin embargo, esta misma tesis se demuestra, además, siempre desde el
punto de vista de Ar., por otra vía, muy diferente. Se trata de un argumento que habría
tenido su origen en la Academia partiendo de la premisa general según la cual no hay
Aristóteles o el ente no solamente no es un género (i) 103
de que no puede existir una clase capaz de abarcar a todas las clases (es
el caso de I. M. Bocheński28), hasta quienes niegan que el mismo tenga
siquiera eficacia en cuanto a lo que en su contexto pretende demostrar
(es el caso, p. ej., de Alejandro de Afrodisias, de L. Robin, M. J. Loux, J.
Barnes y, más recientemente, de C. Shields29), o, incluso, hasta quien,
considerando viciado, desde el punto de vista aristotélico, el argumento,
cree que «no hay duda de que el argumento presenta la opinión de algún
filósofo, probablemente académico, pero no ciertamente de Aristóteles»
(es el caso de M. Zanatta30). Entre quienes rehúsan la eficacia de este
__________________
108 s.; 2004(1990)b, pp. 592 s.; 1999, pp. 473 s.; 2001, pp. 189-193; 2010(2002), pp.
465-470; 2003, pp. 109-117; 2009, pp. 121-126; Shields, 1999, pp. 247-260; Madigan,
1999, pp. 73-75; M. Wilson, 2000, pp. 136-143; Oñate y Zubía, 2001, pp. 43 s. y n. 73
expuesta en p. 110; Aguirre Santos, 2007, pp. 230-232; Bell, 2004, pp. 54-56; Lewis,
2004, pp. 13 ss.; Zanatta, 2009a, pp. 570 s.; Zingano, 2010, pp. 31-61. Puede verse
también, aunque menos detalladamente, Carlini, 1928, n. 1, p. 79; Reale, 19946, p.
66; Moreau, 1962, pp. 82 s.; Sainati, 1968, pp. 107 s.; Zucchi, 20002, p. 163; Viano,
2002(1974), p. 32; De Muralt, 1996, pp. 46 s.; Halper, 2009, pp. 249, 254 y 397.
28 Cf. Bocheński, 1951, pp. 34 s. Esta consideración de Bocheński ‒así como su
propia reconstrucción de la prueba aportada por Ar. en Met. Β 3, 998 b 22-27, de la
cual precisamente la hace derivar‒ ha sido criticada por Lowe, 1977, pp. 44-55, esp. pp.
44-46 y 53-55, quien la juzga como básicamente anacrónica y alejada del texto y de las
intenciones de Ar. en el pasaje en cuestión.
29 Podría también incluirse en esta lista a J. C. Wilson (cf. 1926, vol. II, esp.
pp. 698-705). De entre los mencionados, nos referiremos en adelante a Shieds
fundamentalmente en el texto principal, mientras que en notas aludiremos a Alejandro
de Afrodisias, Robin y Loux. Por su parte, Barnes ha calificado, en 19932, p. 215,
de «a short, bad, argument» al presentado por Ar. en este pasaje de Met. Β 3. Y en
1996(1995), p. 72, escribe respecto de este pasaje: «Aristotle’s argument in Book Beta
may seem less than compelling; but he also has another reason for denying that entities
form a kind or that (in the traditional phrase) “being is a genus”. The reasons turns on
the thought that “things are said to be in various ways” –on the thought that the verb
“be” (or “exist”) is homonymous». De su lado, Loux, 1973, si bien presenta algunos
cuestionamientos al argumento aristotélico del aludido pasaje Met. Β 3 (cf. pp. 225-
229), fundamentalmente por estar apoyado en algo tan «abstruso» (p. 230) como la
premisa que establece la imposibilidad de que un género se predique de sus diferencias,
proporciona, en reemplazo, un argumento que presenta como propio y que, en su
opinión, probaría más directamente, menos abstrusamente, la tesis de que el ente no
es un género (pp. 229-231). Bien mirado, nos parece, el argumento que Loux presenta
como suyo no es otro que el que el mismo Ar. propone en Tóp. VI 3, 140 a 24-29.
30 Zanatta, 2009a, pp. 570 s.
Aristóteles o el ente no solamente no es un género (i) 105
__________________
31 Shields, 1999, pp. 220-267.
32 Ibidem, p. 266. Loux, 1973, pp. 232-239, también defiende la falsedad de esta
tesis, aunque, por otro lado, sostiene la verdad de la tesis de que el ente no es un género
(pp. 225-231).
33 Shields, 1999, p. 224. Más adelante destacaremos que esta implicación no es
unánimemente aceptada.
34 No podemos detenernos aquí a considerar íntegramente la peculiar interpretación
de Shields en virtud de la cual ninguna consideración defendible de la multivocidad
del ente emergería de los escritos de Ar. Recientemente, Ward, 2008, pp. 103-136,
ha argumentado en contra de la posición de Shields y a favor de la consistencia y la
defendibilidad, a partir de los mismos textos aristotélicos, de la tesis de que el ser es un
πολλαχῶς λεγόμενον. Cf. también la reseña de Berti del libro de Shields en cuestión (1999,
esp. pp. 470-475), así como su 2010(2002), 467-470 y su 2003, pp. 109 ss. Asimismo,
puede verse Lewis, 2004, pp. 1-36, esp. pp. 8 ss., Bell, 2004, pp. 54 ss. y Zingano, 2010,
pp. 58 ss.
106 Horacio Gianneschi
refutativa35 y que, en este caso, intenta bloquear una posición adoptada por
los platónicos– como el sentido general del mismo no parecen presentar
complicaciones mayores, a no ser porque, por un lado, no se explicitan
allí ni las razones de la imposibilidad de que las especies de un género se
prediquen de sus propias diferencias ni las de la imposibilidad de que un
género –«sin sus especies» dice el texto y habrá que ver qué cosa esto
significa– se predique de sus propias diferencias, y, por otro lado, no se
advierte con claridad el rol que desempeña en el hilo de la argumentación
la proposición que establece la primera de estas imposibilidades.
En cuanto a esta última cuestión, ya W. D. Ross ha correctamente
observado que la proposición que establece la imposibilidad de que
las especies de un género se prediquen de sus propias diferencias es
irrelevante respecto de lo que Aristóteles quiere demostrar en el presente
pasaje de Met. Β 3, por lo que no son aquí de interés las razones de esta
imposibilidad.36 En efecto, no está en juego aquí ninguna pretensión de
que el ente o el uno sean especies. Por lo tanto, lo más probable es que
esta proposición esté junto a la que establece la imposibilidad de que
los géneros se prediquen de sus propias diferencias sólo por razones de
completud.37 Esta última proposición, en cambio, sí es absolutamente
pertinente en la argumentación del pasaje, pues en él está en juego
puntualmente la pretensión de que el ente o el uno sean el género de
todos los entes. Lo que en esta proposición no parece del todo claro es
qué significa que el género «sin sus especies» no puede predicarse de
sus diferencias. Cabe tal vez entender que esta precisión, a diferencia
de las dos implausibles posibilidades de interpretarla propuestas por
Alejandro,38 significa simplemente que es imposible que el género,
__________________
35 En cuanto tal, Zingano (2010, pp. 52 ss.) la ha comparado, en los precisos
límites que admite una comparación tal, con la refutación aristotélica de la negación
del principio de no contradicción.
36 Las razones por las cuales las especies no pueden predicarse de sus propias
diferencias son proporcionadas justamente en el τόπος que sigue inmediatamente a
aquel en el que se dan las razones por las cuales el género no puede predicarse de sus
propias diferencias. Cf. Tóp. VI 6, 144 b 4-11.
37 Ross, 1966(1924)a, p. 235.
38 En su comentario ad loc., Alejandro proponía dos interpretaciones diferentes
de las palabras ἢ τὸ γένος ἄνευ τῶν εἰδῶν. Nótese, de paso, que Alejandro lee τῶν εἰδῶν,
Aristóteles o el ente no solamente no es un género (i) 107
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sin el αὐτοῦ, aunque usa la expresión completa al proporcionar una de las posibilidades
de interpretarla. He aquí su comentario: τὸ δὲ ἢ τὸ γένος ἄνευ τῶν εἰδῶν ἤτοι ἴσον ἐστὶ
τῷ ἢ τὸ γένος ἄλλου τινὸς χωρὶς τῶν αὐτοῦ εἰδῶν κατηγορεῖσθαι, ἢ τὸ γένος τῶν διαφορῶν
κατηγορεῖσθαι, μὴ λαμβανομένων τῶν διαφορῶν ὡς εἰδῶν ἤδη καὶ συναμφοτέρων. (In
Met. 206, 9-12). Alejandro adopta la segunda interpretación (cf. 205, 28-30). Bonitz
(1849, pp. 151 s.) y Robin (cf. 1963(1908), pp. 139, 192 s. y esp. n. 1643), entre otros,
siguen el mismo camino que Alejandro. Para una crítica de estas dos posibilidades
propuestas por Alejandro, cf. Colle, 1922, pp. 241 s. En cuanto a la alternativa adoptada
por Alejandro, cf. Zingano, 2010, p. 42, n. 2.
39 Colle, 1922, pp. 240-242. Así también interpreta (n. 2 de pp. 140 s.) y traduce (p.
141: «pris à part des ses espèces») Tricot en 1991(1966)a. Esta misma interpretación
de la expresión se encuentra, entre otros, también en Reale, 19946, p. 66; Lowe, 1977,
p. 44 y n. 6 de p. 45; Zucchi, 20002, p. 163; M. Wilson, 2000, p. 137; Aguirre Santos,
2007, p. 230; Zingano, 2010, pp. 41 s. Cf. Tomás de Aquino, In Met., L. III, l. VIII, n°
433, p. 121, quien equipara aquí genus sine speciebus y genus per se sumptum.
40 Cf. Shields, 1999, pp. 247 s. y 251.
41 Berti, 2001, p. 190; 2010(2002), p. 465 y 2003, p. 111. Cf. también, idem, 2009,
p. 123.
42 Así: Zingano, 2010, p. 42.
108 Horacio Gianneschi
diferencia de un género sea y sea una. De (1) y de (2), se deriva (3), sc.
que cada diferencia del género ‘ente’ y del género ‘uno’ será ente y una.
De (3) resulta (4), sc. que el género ‘ente’ y el género ‘uno’ se predicarán
de sus diferencias. Pero (5) es imposible que un género se predique de
sus propias diferencias, proposición que implica que (4) no es verdadera
–y que entonces tampoco lo será (3), que era la proposición de la que
se derivaba (4)–. Consecuentemente –como la proposición (3), por
la argumentación anterior, resulta ser falsa y ella se deducía de (1) y
de (2)–, o bien (1) o bien (2) será una proposición falsa, o ambas lo
serán. Pero (2) es verdadera (es más, es necesario que lo sea). Por tanto,
la proposición (1), es decir, la que establece que el ente y el uno son
géneros, es falsa.
Como se ve, es clave en esta argumentación, cuya conclusión es que ni
el ente ni el uno pueden ser el summum genus, la proposición (5), la cual
introduce el principio de la imposibilidad de que un género se predique
de sus propias diferencias. Las razones de tal imposibilidad, presentada
en nuestro pasaje de Met. Β 3 como inmediatamente resultante de las
nociones mismas de género y diferencia, se encuentran, como la gran
mayoría de los intérpretes admite, en Tópicos VI 6, 144 a 31 - b 3:
que si el animal se predicase de cada una de sus diferencias –en este caso,
de la diferencia ‘racional’–, muchos animales se predicarían de la especie
–en este caso, de la especie ‘hombre’–, pues las diferencias –en este caso, la
diferencia ‘racional’– se predican de la especie –en este caso, de la especie
‘hombre’. Esta primera razón no es inmediatamente clara. En particular,
no está claro ni qué quiere decir Aristóteles con la frase «muchos animales
se predicarían de la especie» ni por qué esto no debería ocurrir o, lo que
es lo mismo, por qué esto es considerado absurdo por Aristóteles. Y esta
falta de claridad ha hecho surgir una variedad enorme de posturas frente
a este peculiar locus del corpus.43
Según C. Shields, si la diferencia, por ejemplo bípedo (o terrestre o
acuático), fuese un animal, es decir, si fuese legítimo afirmar “bípedo
es un animal”, la noción de ‘animal’ empleada en esta aserción tendría
un significado diverso, ciertamente no estándar, de la empleada en las
afirmaciones “Calias es un animal” o “el hombre es un animal”. Por
consiguiente, puesto que tanto de la especie como del individuo se
predica legítimamente la diferencia,44 ‘hombre’ y ‘Calias’ recibirían
también el predicado ‘animal’ con el significado que el mismo tiene
cuando se predica de ‘bípedo’, y, de este modo, «muchos animales» se
predicarían de la misma especie y de los mismos individuos que caen
bajo ella. Y, distributivamente, si se predicara ‘animal’ de cada una de sus
varias diferencias, ‘animal’ tendría en cada una de dichas predicaciones
diversos significados –siempre no estándares, inventados, postulados–
y, así, de cada especie (y de los individuos que caen bajo ella) se
predicará más de un sentido del término ‘animal’. En definitiva, el género
‘animal’ no se predicaría sinónimamente de las diferentes especies y
de los individuos que caen bajo él, lo cual, según Aristóteles, no puede
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43 Cf. las diferentes interpretaciones de Waitz, 1846, p. 500; Robin, 1963(1908),
p. 139, con n. 164 y pp. 193-195; Ross, 1966(1924)a, p. 235; Tricot, 1997(1950), nn.
3-5 de p. 250 y 1991(1966)a, p. 141, n. 2, que proviene de p. 140; Aubenque, 19662,
pp. 229-231; Loux, 1973, pp. 226-229; Zadro, 1974, p. 485; Shields, 1999, pp. 252-256;
Madigan, 1999, pp. 74 s.; M. Wilson, 2000, pp. 138 ss.; Bell, 2004, pp. 54-56; Lewis,
2004, pp. 13-18; Aguirre Santos, 2007, p. 231; Brunschwig, 2007, n. 1, pp. 227 s.;
Zingano, 2010, pp. 50 s. Vid. también Berti, lugares citados infra, en n. 48.
44 Cf. Cat. 5, 3 b 1-2; 3 b 6-7 (cf. 3 a 25-28). Cf. Tóp. VI 6, 144 a 32-36.
110 Horacio Gianneschi
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45 Cf. Cat. 5, 3 a 33 - b 9. Para el caso de la predicación del género respecto de
la especie, cf. Tóp. II 2, 109 b 6-7; IV 3, 123 a 28-29; 6, 127 b 6-7; cf. también VII 4,
154 a 16-18. Para el caso de la predicación del género respecto de los individuos que
caen bajo él, cf. los pasajes anteriores conjuntamente con los siguientes: IV 1, 120 b 19-
20; 121 a 25-26; 121 a 28-30 [recordando siempre que en este pasaje μετέχειν tiene el
sentido aristotélicamente preciso al que ya hemos aludido (cf. Tóp. IV 1, 121 a 11-12)];
121 a 37-39; 2, 122 b 9-10.
46 Cf. Shields, 1999, pp. 252-256 y 259 s. Hemos explicitado algunos aspectos
de su posición y sobre todo hemos aportado, en las dos notas anteriores, textos
aristotélicos a los que oportunamente, creemos, puede apelarse a la hora de sustentar
las correspondientes afirmaciones.
47 En realidad, la argumentación supuestamente aristotélica que objeta Shields
tiene una estructura lógica impecable. Cf., a este respecto, Lewis, 2004, p. 14, n. 34; cf.
también Bell, 2004, p. 55, n. 54.
Aristóteles o el ente no solamente no es un género (i) 111
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48 Cf. Berti, 1979a, pp. 98 s.; 1999, pp. 473 s.; pero, más desarrolladamente, idem,
2001, pp. 190-192; 2010(2002), pp. 466-470; 2003, pp. 111-117 (en los dos últimos
lugares señalados, el aristotelista italiano analiza varias interpretaciones de esta pimera
razón del texto en cuestión, entre ellas las de Waitz, Ross, Tricot, Zadro, Shields,
Madigan y M. Wilson). Puede verse también idem, 2009, pp. 123-125. Una dirección
similar de interpretación de esta primera razón, puede verse en Loux, 1973, pp. 227
s., quien, no obstante, considera necesario hacer algunas revisiones y especificaciones
no sólo a la presentación de la razón en cuestión sino también a la formulación de la
tesis que esa razón pretente fundar, terminando por considerar a la tesis, que, como
vimos, es premisa fundamental del argumento de Met. Β 3 que establece que el ente no
es un género, como abstrusa y, por tanto, dificultando, en definitiva, la comprensión
de este último (pp. 228-230). A Loux, con algunos matices propios y valorizando
contextualmente de manera positiva tanto la razón en cuestión cuanto la tesis fundada
por ella, sigue Bell, 2004, pp. 55 s.
49 La presentamos aquí con algunas modificaciones de detalle, las cuales tal vez
no constituyen más que explicitaciones de la posición de Berti, pero que, de cualquier
manera, consideramos convenientes.
112 Horacio Gianneschi
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50 Cf. Tóp. IV 2, 122 b 18-24, esp. 20-23: οὐ δοκεῖ δὲ μετέχειν ἡ διαφορὰ τοῦ
γένους· πᾶν γᾶρ τὸ μετέχον τοῦ γένους ἢ εἶδος ἢ ἄτομόν ἐστιν, ἡ δὲ διαφορὰ οὔτε εἶδος
οὔτε ἄτομόν ἐστιν. δῆλον οὖν ὅτι οὐ μετέχει τοῦ γένους ἡ διαφορά. Naturalmente, aquí
μετέχειν tiene el sentido aristotélicamente preciso al que ya hemos aludido (cf. Tóp. IV
1, 121 a 11-12).
51 Cf. Berti, 1979a, 98 s. (aquí el autor parece considerar esta segunda razón
como absorbiendo completamete a la primera); 2001, p. 192 (aquí el autor parece
considerar esta segunda razón como incluida en la primera) y 2003, pp. 113 s. y 116 s.
(aquí, en cambio, parece considerar la segunda razón como vinculada a la primera, pero
no incluida en ella, por lo que su explicación de la primera difiere en detalles respecto
de su explicación de la misma en 2001). Puede verse también idem, 2009, pp. 125 s. Cf.
también Waitz, 1846, p. 500; Ross, 1966(1924)a, p. 235; Tricot, 1997(1950), n. 6, pp.
250 s. y 1991(1966)a, p. 141, n. 2, proveniente de p. 140; Aubenque, 19662, pp. 230
s. (quien parece considerar la segunda razón como incluida en la primera); Madigan,
1999, p. 74; Brunschwig, 2007, n. 2, p. 228. Cf., por lo demás, Robin, 1963(1908),
pp. 139 s., con n. 164, y pp. 193-195, donde declara inválida toda la argumentación
aristotélica que sustenta la imposibilidad de que un género se predique de sus
diferencias (por tanto, las dos razones del pasaje de Tópicos que hemos considerado),
lo que acarrea, naturalmente, su declaración de invalidez del argumento de Met. B 3
que utiliza como premisa clave esa proposición para derivar la imposibilidad de que
el ente o el uno sean géneros de todo lo que es. Lo que a tal efecto hace Robin es citar
un ejemplo que probaría, según él, precisamente la posibilidad de que un género sea
Aristóteles o el ente no solamente no es un género (i) 113
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predicado de sus diferencias. El ejemplo es ‘animal sanguíneo’, que puede ser predicado
tanto de ‘vivíparo’ como de ‘ovíparo’ (cf. De gen. anim. II 1, 732 b 8-9). Ahora bien, a
esto se podría replicar, como lo ha hecho Berti (1979a, n. 39, p. 99), que ‘vivíparo’
y ‘ovíparo’ no expresan solamente diferencias, sino también aspectos comunes a los
animales dotados de sangre; de modo que queda por ver si este mismo género podría
predicarse de términos que expresen solamente la diferencia entre sus especies. Por
su parte, Shields, así como ha criticado la primera razón, estima (1999, pp. 252-254)
que esta segunda no es una buena razón para sostener con suficiente generalidad el
principio de la imposibilidad de que un género se predique de sus diferencias –en
particular, no es extensible para este intérprete su aplicabilidad al caso de los postulados
géneros ‘ente’ y ‘uno’– y, por tanto, resulta finalmente inconducente para sustentar, vía
argumento de Met. Β 3, que el ser no es un género. El intérprete sostiene –a nuestro
juicio, sin fundamento– que esta segunda razón solamente compele para casos en que
el género de que se trate sea, como el género ‘animal’, un género que se predica de cosas
pertenecientes a la categoría privilegiada de la ousía. Loux, 1973, ni siquiera considera
la segunda razón. Bell, 2004, p. 54, estima que al caso del ser solamente es aplicable
la primera de las dos razones aportadas por el texto de Tópicos; en efecto, escribe:
«Argument (2) does not seem to apply when the genus in question is being. It might
seem implausible to maintain that the differentiae of animal are themselves species of
animal or individual animals, but there is no obvious implausibility in maintaining
that the differentiae of being are themselves beings». Nosotros creemos, por nuestra
parte, que es preciso hacer las distinciones correspondientes para el caso. Así, a nuestro
entender, el argumento es totalmente aplicable para el caso de que se suponga que
el ente es un género. Una cosa, en efecto, es que las diferencias del género ente sean
ellas mismas seres (lo que no sólo es implausible, sino que resulta imposible para Ar.,
y sobre la base de esta imposibilidad se desarrolla el argumento de Met. Β 3) y otra
muy distinta es que las diferencias del ente sean ellas mismas seres (lo que no sólo es
plausible, sino que es necesario que así ocurra, según Ar., por ser el ente un predicado
universalísimo, si bien estas diferencias no serán diferencias de un género, es decir,
diferencias productoras de especies del género ente).
114 Horacio Gianneschi
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52 Cf., p. ej., Tricot, 1991(1966)a, n. 2, p. 141; idem, 1997(1950), n. 3, p. 250;
Sainati, 1968, p. 108; Aubenque, 19662, p. 230; Berti, 2009, p. 124.
53 Alejandro de Afrodisias, In Top., 402, 1-2: οὐκ εἰς διαφορὰς δὲ τὰ γένη διαιρεῖται,
ἀλλὰ διαφοραῖς.
54 Cf. Alejandro de Afrodisias, In Met. 206, 12-13: δοκεῖ δέ μοι ἡ ἐπιχείρησις
λογικωτέρα εἶναι, ὥσπερ οὖν καὶ αἱ πλεῖσται τῶν λεγομένων ὑπ᾿αὐτοῦ. Está claro que
esta observación de Alejandro alcanza a todo el argumento aristotélico de Met. Β 3
Aristóteles o el ente no solamente no es un género (i) 115
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que nosotros estamos considerando. Es difícil, no obstante, saber hasta dónde, hasta
qué argumentos aristotélicos del libro Β, se extendería esta opinión de Alejandro. Cf.,
empero, ibidem, 210, 20-21 y sus observaciones conclusivas del libro en 236, 26-9.
Las dos objeciones que proporciona Alejandro al argumento aristotélico que aquí nos
ocupa (objeciones que atacan la tesis que establece la imposibilidad de que un género
se predique de sus propias diferencias; cf. 206, 13 ss.) resultan fácilmente rebatibles.
Para una adecuada refutación de las mismas, cf. Zingano, 2010, pp. 46 s. Puede verse
también Movia, 2007, pp. LV s.
55 Pueden verse interesantes observaciones respecto de esta doctrina compartida
en Lowe, 1977, esp. pp. 46-49.
56 Cf., con algunas diferencias de matices, pero básicamente en la dirección que
pretendemos señalar: Lowe, 1977, pp. 44-55, esp. pp. 45 s., n. 8 de p. 46, y pp. 55 s.;
Berti, 1979a, pp. 98 s.; 1999, pp. 473 s.; 2001, p. 192; 2009, pp. 121 y 125 s.; 2003, pp.
110 y 117; 2004, pp. 66 s.; Madigan, 1999, pp. 74 s. Zingano, 2010, ha ido, con mucha
claridad, en esta misma dirección de interpretación.
116 Horacio Gianneschi
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Aristóteles o el ente no solamente no es un género (i) 117