Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
2
De ahí que la oferta poética de Mi piedra Rosetta no deba, me
parece, disociarse de su valor moral. José Ramó n Ferná ndez, que no es
un autor moralista pero sí es un autor con preocupaciones morales,
consigue que, al conocer a Victoria y a Ariel, y a Bruno y a Nora, nos
reconozcamos nosotros mismos como cuerpos diferentes. Todos
somos frá giles, todos somos vulnerables; todos tememos que lo que
nos diferencia pueda ser un día percibido como disfunció n o incluso
como algo negativo que ha de ser proscrito. “Cada uno descubre en
algú n momento que es diferente”, dice el personaje escrito para Tomi
Ojeda. Segú n Victoria, “nadie puede””; y, sin embargo, aunque no se
pueda, hay que hacer aquello que no se puede hacer, y hacerlo “a
muerte”, “como los niñ os”, atravesando los días malos para no
perderse ese día en que te puede pasar algo bueno.
Conociendo a Victoria –y a Tomi- y a Ariel –y a Christian-,
considerando lo mucho que entregan a Bruno –y a Jesú s- y a Nora –y a
Patricia- pienso que, cuando se excluye a un ser humano, cuando se le
aparta, se pierde todo lo que ese ser humano podría ofrecer a los
demá s. La marginació n de un ser humano es una injusticia para él y un
empobrecimiento de toda la sociedad. Por eso, una sociedad que
margina a cualquiera de sus miembros es una sociedad minusvá lida. Al
contrario, una sociedad –una escena- hospitalaria al cuerpo diferente
es una sociedad –una escena- má s fuerte, má s inteligente, má s bella.
Escribiendo Mi piedra Rosetta, José Ramó n Ferná ndez no se ha
desafiado solamente a sí mismo.
Juan Mayorga