Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
9/11/2018
Esta fiesta es señal de amor y unidad con la cátedra de Pedro, y nos recuerda
que la enseñanza de Jesús sigue vigente, alimentándonos y confirmándonos
en la fe.
Por eso os invito hoy a que recemos por el Papa, sucesor de Pedro y vicario de
Cristo en la tierra y por la unidad de la Iglesia reflejada en su figura.
Ahora bien, ¿sabéis cuáles son las cuatro acepciones de la palabra templo
para nosotros los cristianos?
Y es que, como hemos dicho, la basílica de San Juan de Letrán es la sede del
sucesor de Pedro, y aunque la palabra Pedro signifique piedra, no son las
piedras las que celebramos, o por lo menos no las piedras inertes, si bien
tampoco podemos nunca descuidar nuestras iglesias que son casa de Dios.
Son las piedras las que paradójicamente por el contrario deben decir Pedro, es
más, deben decir Cristo, que es la piedra angular y deben acercarnos a Él
proporcionándonos un lugar de oración, pues si no, no sirven para nada.
Y esto también se refleja en la frase del Señor “Destruid este templo, y en tres
días lo levantaré.” Y es que los judíos al oír estas palabras rápidamente
pensaron en el templo en el sentido material, el templo que ellos habían
construido, pero eso no era lo verdaderamente importante, pues el Señor se
refería al templo de su cuerpo, que iba a ser destruido en la muerte en cruz por
aquellos que le increpaban y que iba a ser reconstruido y glorificado cuando al
tercer día resucitara de entre los muertos.
Pero sí hay unas piedras en este mundo que son importantes, nosotros, las
piedras vivas que forman el edificio espiritual que es la Iglesia cuya piedra
angular es Cristo, y como nos recuerda San Pablo en la carta a los corintios,
SOMOS TEMPLO DE DIOS, pues en nosotros Él habita y a través de nosotros
podemos acercar a Él a los demás.
Y es que las medidas de Jesús a la hora de echar a los mercaderes del templo
son muy radicales, diríamos que casi un escándalo, pero es que Jesús lo que
está haciendo es limpiar la casa de Dios.
Por eso yo os invito, nos invito, en esta tarde, con la ayuda de nuestra madre
del cielo, María, a quien hoy también celebramos en la advocación de Nuestra
Señora de la Almudena (que por cierto, en árabe significa fortaleza), a que
revisemos cada uno de nosotros nuestro interior a la luz de estas lecturas que
hoy la Iglesia nos ha ofrecido, para que descubramos todo aquello que no está
en su sitio correspondiente o que sobra, y para que, dejándole entran en
nuestro corazón, sea Cristo el que vuelque nuestras mesas y expulse de
nosotros todo aquello que nos impide ser verdaderamente Templo de Dios.