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individual como la propia mujer que da a luz. De esa diversidad nace la idea de que no existen
formas correctas o incorrectas de dar a luz, sino distintas; eso sí, adaptadas y organizadas o
desequilibradas y faltas de control.
Existen diversos factores psicosociales que rodean a la parturienta y que juegan un papel muy
importante en el parto, muchos de ellos presentes ya desde el inicio del embarazo o incluso
antes:
El entorno cultural y socioeconómico.
La personalidad y grado de madurez psicológica de la madre.
Sus ideas sobre la feminidad y la maternidad.
Sus emociones, sentimientos y vivencias durante la gestación.
La relación entre la pareja.
El miedo al dolor.
La ansiedad generada por otros aspectos: hospitalización, separación del hijo que ha
estado ligado íntimamente a ella, su futura responsabilidad sobre él…
Desde el momento en que el ritmo de las contracciones se acelera, se acentúan los efectos
del componente subjetivo del dolor. Ante el estímulo doloroso no todas las personas
responden con la misma resistencia ni iguales expectativas. Eso hace que la duración e
intensidad de cada contracción se viva de distinto modo por cada parturienta. Y debido a la
elaboración emocional distinta, que incluye grandes dosis de ansiedad y miedo ante las que
quedan por venir, se produce un incremento de tensión muscular que al llegar las nuevas
contracciones hace que éstas se perciban con mayor intensidad. Y esto puede provocar
mayores niveles de angustia. Si no rompemos este círculo vicioso, que se genera a partir de
una interpretación subjetiva, el proceso se convierte en desorganizado. Eliminando la tensión
muscular podemos quebrar esa cadena, de ahí la importancia de la relajación.
Riesgos
Una vez borrado el cuello y expulsado el tapón comienza la dilatación del cuello. En unas
horas o días pasará de cero a diez centímetros. Esta fase tiene, a su vez, dos
etapas: dilatación pasiva y dilatación activa.
Tardaremos entre seis y ocho horas en dilatar los tres primeros centímetros, aunque
podemos emplear hasta un día entero. Las contracciones han empezado a ser más
perceptibles, aunque aún muy irregulares (cada diez minutos, cada doce).
Con el paso de las horas las contracciones van ganando fuerza y acercándose en el tiempo,
hasta que llegamos a las que nos anuncian el principio del parto en sí: contracciones
regulares de un minuto de duración, cada tres minutos. Es la hora de ir al hospital.
Qué sentimos
El dolor creciente y la consciencia de que el parto ha empezado pueden actualizar el miedo
que ha estado latente todo el embarazo: ¿Podré, me dolerá mucho, saldrá todo bien?
También emerge la alegría: ¡Por fin! En unas horas estaremos con nuestro hijo.
Si es nuestro segundo parto el cuello del útero se borra a la vez que se produce la dilatación
pasiva, lo que acorta mucho el proceso. Ya hemos pasado por la experiencia y nos sentimos
más seguras.
Se estima que en esta fase se dilata un centímetro por hora, aunque cada caso es diferente.
Las contracciones ya son rítmicas y más seguidas (cada dos o tres minutos). El bebé está
bajando por el canal del parto mientras el cuello del útero se ensancha para permitir la
salida de nuestro hijo.
Es el momento de decidir si queremos o no la epidural. Si optamos por ella, la vivencia es
muy diferente. Se pierde la sensibilidad al dolor y con ella la angustia y la ansiedad. La
frustración puede hacer acto de presencia cuando la mujer percibe que pierde capacidad
para empujar.
Qué sentimos
«¡Ya veo la cabeza!». Es la frase que renueva las energías de la mujer, la que señala que el
proceso está llegando a su fin.
La dilatación es ya de diez centímetros y la cabeza está al final del canal del parto. A veces
el expulsivo es dirigido, pero si se espera a que la cabeza apoye bien, la mujer percibe una
necesidad urgente e involuntaria de empujar, ¡como si el bebé estuviera haciéndolo desde
dentro!
Durante el expulsivo las contracciones se vuelven a espaciar: se producen al menos cada
tres minutos, pero también son más largas (un minuto y medio) y más dolorosas.
El expulsivo puede durar entre 15 minutos y una hora y media o más, dependiendo de las
condiciones de la madre, su pelvis, cómo venga el niño... Suele ser más rápido cuando la
mujer ya tiene más hijos. Si es necesario, se practica la episiotomía, una incisión en
el periné para favorecer el paso del bebé.
Qué sentimos
Poco después del nacimiento se reanudan unas contracciones no dolorosas, que culminan
con la expulsión de la placenta entre 15 minutos y una hora después del parto. A la
expulsión de la placenta se le llama alumbramiento.
Los profesionales revisan el periné y dan unos puntos si ha habido desgarro o se ha
practicado la episiotomía. La nueva madre recibe a su bebé en función de cómo se siente.
La mayoría de las veces, emocionada. ¡Por fin le conoce!
Ya ha nacido el bebé. Ahora, la mamá, aún en el paritorio, puede relajarse y descansar
durante unos diez minutos, hasta que vuelvan a aparecer nuevas contracciones que
ayudarán a expulsar la placenta.
Qué sentimos
Si ha dado a luz con anestesia epidural, apenas notará las molestias. De no ser así, percibirá
unos dolores semejantes a los del periodo de dilatación, pero menos intensos y duraderos.
Desaparecerán enseguida. Estas últimas contracciones sirven para que la placenta se
desprenda de la pared uterina y sea expulsada al exterior.
Tras comprobar que el útero se ha contraído bien y que no sangra en exceso, las enfermeras
limpian y desinfectan la zona genital de la madre. Después, la trasladan a su cuarto, o a una
sala de observación si se le ha administrado alguna anestesia.
La madre permacerá bajo vigilancia médica durante dos horas para comprobar su
evolución, por si surgen complicaciones. Si no ha habido problemas durante el expulsivo, el
niño ya está en brazos de su mamá. El miedo y los dolores ya se han olvidado y la mujer
vive este momento como la experiencia más maravillosa de su vida.
Métodos
1. Hipnosis en el parto
De los métodos psicológicos contra el dolor del parto la hipnosis es el más antiguo,
pues si bien el concepto científico de hipnosis nace en 1843 con Braid, la hipnosis
se venía practicando desde los tiempos más remotos de la Medicina. Así, el
exorcismo y los ritos de los pueblos primitivos en torno al parto tenían las mismas
bases sugestivas que hoy tiene la hipnosis. Foissac (1883) publicó el primer parto
bajo hipnosis.
Las técnicas hipnóticas eran muy variadas. Pero, la más común consistía en desviar
la atención de la parturienta en estado hipnótico: se le ordenaba que cantara, que
trajera a la mente situaciones agradables, sensaciones de pesadez o calor,….
En la década de los 30 del siglo pasado Dick Read publicó su libro "El parto sin
dolor", o “El parto natural”.
Read llegó al convencimiento, tras un estudio sobre aborígenes africanas (sin dolor
en el parto), que el dolor era producto del miedo procedente de informaciones
defectuosas, equivocadas o negativas acerca del parto.
El miedo desencadenaba una tensión muscular en la puerta de salida del feto (cuello
uterino y vulva). Y, la tensión provocaba el dolor. Es decir: miedo Þ tensión Þ
dolor
El método “parto sin dolor” alcanzó gran difusión a nivel mundial y constituyó la
base de la mayoría de los métodos de preparación.
3. Método Psicoprofiláctico
La medida para evitar el dolor del parto era bien sencilla: no pronunciar jamás la
palabra dolor delante de la embarazada y hacerle ver que en el parto se producían
contracciones y no dolores.
4. Método de Lamaze
El impacto de nacer
Sólo como vivencia emocional intensa para madre y bebé, sino también
por las consecuencias presentes y futuras en el desarrollo psicológico
del recién nacido, y apoyados en la evidencia científica, redactamos este
manifiesto con la esperanza de cambiar la situación actual que rodea el
nacimiento de un Ser Humano y se contemplen siempre actuaciones
respetuosas con las necesidades emocionales del bebé.
La neurociencia ha demostrado que el nacimiento juega un papel
fundamental en la formación de la infraestructura cerebral, de la base de
nuestro inconsciente y de los elementos de nuestra personalidad. El
nacimiento deja una huella duradera en nuestras psiques porque queda
grabada en todas y en cada una de las células de nuestro cuerpo,
moldeando el cerebro para que se adapte al estrés y al dolor, a los
vínculos emocionales y al amor.
Para el ser humano el nacimiento es algo trascendental, un
acontecimiento que se estampa en su personalidad. Su modo de nacer –
fácil o doloroso, tranquilo o violento, amoroso o maltratado-, determina
en gran medida su futura personalidad y cómo verá el mundo que le
rodea. Tenga cinco, diez, cuarenta o setenta años, una parte de su ser
siempre mirará el mundo a través de los ojos del recién nacido que una
vez fue.
El nacimiento es un período de tiempo considerado crítico para el
desarrollo de la capacidad de amar. Cómo nos sentimos recibidos y los
sentimientos consecuentes, gratificantes o traumáticos, dejan una huella
profunda en la percepción de nosotros mismos y de los demás. El
respeto, el afecto, el sentimiento de ser amado, abren el corazón al amor.
Por el contrario, la agresividad, el rechazo, el abandono, el sufrimiento,
lo incapacitan para él.
La influencia del nacimiento en el vínculo afectivo madre-bebé, y
viceversa, es incuestionable. La fisiología –a través especialmente de
hormonas como la oxitocina y las endorfinas- y la calidad de la vivencia
emocional del nacimiento por parte de ambos, se unen para apoyar o
entorpecer la aparición intensa de este vínculo. La primera hora
posterior al nacimiento es también importante para el inicio de la
lactancia, que además de ser el mejor alimento nutriente para el bebé,
también lo es como alimento afectivo.
Los aspectos que más influyen en la calidad de la vivencia emocional
del bebé en el nacimiento, son:
- El estado emocional de su madre: con la que está en simbiosis total. La
forma en que se plantea y se afronta el trabajo de parto y el ambiente
que le rodea, determinarán ese estado emocional. Todo lo que siente la
madre, lo siente su bebé.
- El ambiente que rodea su nacimiento: Tanto respecto al entorno físico
(iluminación, temperatura, sonido), como en las prácticas que sobre él se
efectúen (especialmente la permanencia del bebé junto a su madre, nada
más nacer y posteriormente).
- Consecuencias de la rotura del vínculo: : La permanencia cuerpo a
cuerpo de madre y bebé en el nacimiento, es un factor imprescindible
para el fortalecimiento del vínculo afectivo entre ambos. Es un momento
único, que si es quebrantado dificultará notoriamente el papel de la
madre. El resultado será que a la madre, le resultará difícil cubrir las
necesidades primarias de su hijo/a a consecuencia de la desconexión a la
que ambos han sido sometidos.
Esto tendrá graves repercusiones a corto y largo plazo, ya que esta
impronta deja un marca imperecedera en ambos.
Está en nuestras manos -las de madres y padres, las de los profesionales
de la salud, las de toda persona consciente y sensible del impacto de
nacer- conseguir para nuestros hijos, para todos los bebés, un nacimiento
respetuoso.
De cómo les demos la bienvenida a este mundo va a depender en gran
parte su futuro y su futuro es el de nuestra sociedad, el de nuestra
civilización, el de la humanidad en conjunto
Complicaciones
Reacciones familiares ante el nacimiento
Ante situaciones inesperadas, las personas pasamos por una serie de reacciones
emocionales que han sido descritas por la psicóloga Elisabeth Kübler-Ross. El nacimiento
de un hijo con discapacidad puede no encontrarse muy alejada de este aspecto.
Cuando nos referimos al término discapacidad (ya sea física, psíquica o sensorial) debemos
tener presente las repercusiones que ésta tendrá para el niño y para su entorno más próximo,
en especial para los padres, quienes pueden pasar por diferentes reacciones emocionales
ante la llegada de un hijo con discapacidad.
Estos pensamientos suelen referise a creencias sobre la situación de su hijo y a las distintas
intervenciones que se podrá hacer sobre él, buscando la normalidad gracias a ellas. Por ello,
cuando los padres reciben la información acerca de la discapacidad de su hijo, es
importante saber en qué etapa emocional están ya que así la ayuda que se pueda dar será lo
más adecuada posible.
Las distintas reacciones emocionales, descritas por Kübler-Ross, por las que pueden pasar
los padres ante la llegada a la familia de un hijo con algún tipo de discapacidad son:
Negación:en esta etapa los padres conservan la esperanza de que puede existir algún
error en el diagnóstico de su hijo. Se trata de un tipo de defensa temporal que puede
ser reemplazada en un futuro por una aceptación parcial de la situación.
Agresión: los padres pueden agredirse verbalmente entre sí, o incluso alguno de
ellos puede culpar al otro por la problemática del niño. Puede ocurrir también que
rechacen a su hijo con alguna carga agresiva hacia éste. Posteriormente, la ira se
dirigirá hacia el médico o incluso la propia existencia. Probablemente este sentimiento
tan dañino se deba principalmente a la impotencia y frustración que sienten los padres
ante la situación. Finalmente, este sentimiento deriva en sentimientos de culpabilidad
o vergüenza.
A veces, un bebé puede fallecer de forma inesperada durante el parto debido a problemas
con la placenta o con el cordón umbilical que pueden limitar la llegada de oxígeno a la
sangre del bebé. Esto es muy traumático para los padres. El personal hospitalario se está
concentrando en reaccionar a esta situación de emergencia, y quizá no tienen mucho tiempo
para explicar lo que está sucediendo, lo cual puede aumentar el miedo y la ansiedad de los
padres.
http://metodosantos.com/content/preparaci-n-al-parto