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Escrito en enero de 1965, publicado en marzo de 1965 - Nota complementaria sobre el

“humanismo real”

Althusser distingue entre la función de conocimiento o definición de las ciencias y la función


de indicación práctica de las ideologías. Las ideologías indican o señalan los movimientos a
efectuar, las posiciones a adoptar, las direcciones a seguir. En este sentido son indicativas:
operan como guías conductuales. Esta es la distinción entre un concepto científico, que tiene
un “valor teórico”, y un concepto ideológico, que posee un “valor de índice práctico” (p. 258).

El análisis científico de un objeto real tiene por finalidad la producción de conocimientos


sobre ese objeto. Esto, mediante ciertos conceptos que sirven para investigar la materialidad
del objeto. Ahora bien, hay conceptos que no sirven para ello, que no ofrecen “servicios
teóricos”, que son “inutilizables desde el punto de vista científico” (p. 255). Y ello no por ser
abstractos, sino por no ser científicos, es decir, por llevar a cabo un tratamiento imaginario de
los problemas reales. Los conceptos científicos sirven para plantear verdaderamente los
problemas reales o concretos en términos precisos y resolverlos realmente. Para ello, “hay que
llamar a los problemas por su nombre, su nombre científico” (p. 258).

Una ciencia nace a partir de cierto desplazamiento conceptual, de cierto cambio en los
conceptos de base.

El advenimiento o la constitución de una nueva problemática tiene lugar por mor de cierta
transición, de cierto corte.

Conceptos prácticos: “En ciertos momentos de la historia de las ideas, vemos aparecer estos
conceptos prácticos, cuya característica es ser conceptos interiormente desequilibrados. Por
un lado, pertenecen al antiguo universo ideológico que les sirve de referencia ‘teórica’
(humanismo); pero por otro lado conciernen a un nuevo dominio, indicando el
desplazamiento a efectuar para alcanzarlo. Por su primer lado, conservan un sentido ‘teórico’
(el de su universo de referencia); por su segundo lado, no tienen más que un sentido de señal
práctica, indicando una dirección y un lugar, pero sin dar el concepto adecuado. Todavía
permanecemos en el dominio de la ideología anterior: nos aproximamos a su frontera, y un
poste indicador señala un más allá, una dirección y un lugar. ‘Franquea la frontera, y avanza
en la dirección sociedad, encontrarás lo real’. Todavía el poste está situado en el dominio
ideológico, su texto está escrito en su lengua, incluso si emplea ‘nuevas’ palabras, el propio
rechazo de la ideología está escrito en lengua ideológica, como se ve de manera tan notable en
Feuerbach: lo ‘concreto’, lo ‘real’, he ahí los nombres que lleva en la ideología la oposición
misma a la ideología” (pp. 255-256). “Puedes permanecer indefinidamente en la línea
fronteriza, sin cesar de repetir: ¡concreto! ¡concreto! ¡real! ¡real!” (p. 256). “Puedes, al
contrario, franquear verdaderamente la frontera, y penetrar en el dominio de la realidad, y
disponerse ‘seriamente a su estudio’, como lo dice Marx en la Ideología alemana. La señal,
entonces, ha jugado su rol práctico. Permanece en el dominio antiguo, en el dominio
abandonado por el hecho mismo del desplazamiento. Y he aquí, solo frente a tu objeto real,
obligado a forjar los conceptos adecuados y requeridos para pensarlo, obligado a constatar
que los antiguos conceptos, y en particular el concepto de hombre-real o de humanismo real,
no te permiten pensar la realidad de los hombres, que para alcanzar este inmediato, que
justamente no lo es, es necesario, como siempre en materia de conocimiento, un largo rodeo.
Has abandonado el antiguo dominio, los antiguos conceptos. He ahí en un nuevo dominio,
cuyos nuevos conceptos te darán el conocimiento. Signo de que se ha cambiado de lugar, de
problemática, y que una nueva aventura comienza: la de una ciencia en desarrollo” (p. 256).
“La frontera que separa la ideología de la teoría científica” (p. 257). Esta frontera no cesa de
ser “incierta” (p. 257). Althusser hablará de “esa frontera todavía incierta entre la ideología y
la ciencia” (p. 257). Y más adelante: “Podemos ayudar a todos aquellos que se aproximan a
traspasar esta frontera: pero con la condición de haberla franqueado nosotros mismos, y de
haber inscrito en nuestros conceptos el resultado irreversible de este paisaje” (p. 257).

Lo real: “Para nosotros, lo ‘real’ no es una consigna teórica: lo real es el objeto real,
existente, independientemente de su conocimiento, -- pero que no puede ser definido más que
por su conocimiento. Bajo esta segunda relación, teórica, lo real hace uno con los medios de
su conocimiento, lo real es su estructura conocida, o por conocer, es el objeto mismo de la
teoría marxista, ese objeto señalado por los grandes descubrimientos teóricos de Marx y de
Lenin, ese campo teórico inmenso y viviente, en constante desarrollo, en el que desde ahora
los acontecimientos de la historia humana pueden ser dominados por la práctica de los
hombres, puesto que son sometidos a su aprehensión conceptual, a su conocimiento” (pp.
257-258).

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