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Escrito en abril-mayo de 1963, publicado en agosto de 1963 - Sobre la dialéctica

materialista (De la desigualdad de los orígenes)

Althusser distinguirá entre “ideología hegeliana” y “teoría marxista” (p. 195).

Especificidad de la dialéctica marxista: La dialéctica marxista o materialista se distinguiría


rigurosamente de la dialéctica hegeliana (y, con ello, de la dialéctica sin más) por su
especificidad. “La diferencia específica de la contradicción marxista es su ‘desigualdad’, o
‘sobredeterminación’, que refleja en ella su condición de existencia, a saber: la estructura de
desigualdad (a-dominante) específica del todo complejo siempre-ya-dado en el que existe. Así
comprendida, la contradicción es el motor de todo desarrollo. El desplazamiento y la
condensación, fundados en su sobredeterminación, dan cuenta, a través de su dominio, de las
fases (no antagónica, antagónica y explosiva) que constituyen la existencia del proceso
complejo, es decir, del ‘devenir de las cosas’” (p. 223). “Si la dialéctica es, como bien lo dice
Lenin, la concepción, en la esencia misma de las cosas, de la contradicción, principio de su
desarrollo y de su no desarrollo, de su aparición, de sus mutaciones, y de su desaparición,
entonces tenemos, en esta definición de la especificidad de la contradicción marxista, la
dialéctica marxista misma (p. 223).

Teoría y práctica: En lugar de seguir la distinción clásica entre teoría y práctica, Althusser
subsumirá la teoría al conjunto de las prácticas rescatando su especificidad: la teoría es una
práctica teórica. Althusser subsanará el foso que escinde teoría y práctica.

El objeto de la teoría ha de ser riguroso, sin lo cual no es posible hablar de práctica teórica.

La investigación teórica depende de ciertas “exigencias elementales” (p. 223). Las soluciones
teóricas nos brindan como resultado precisiones teóricas, es decir, conocimientos (p. 223).
Una definición es un enunciado teórico, y como tal “no existe más que por [el conjunto de]
los contenidos concretos que ella permite [o debiese permitir] pensar” (p. 224). Así, la
definición de la dialéctica marxista permite pensar dos contenidos concretos, específicamente
dos prácticas: la práctica teórica y la práctica política del marxismo (p. 224). “Quedaría por
verificar, para justificar su alcance general, si esta definición de la dialéctica sobrepasa el
dominio a propósito del cua ha sido enunciada, y puede, así, pretender tener una universalidad
teóricamente moderada -- quedaría someterla a la prueba de otros contenidos concretos, de
otras prácticas: por ejemplo, a la prueba de la práctica teórica de las ciencias de la naturaleza,
a la prueba de las prácticas teóricas todavía problemáticas en las ciencias (epistemología,
historia de las ciencias, de las ideologías, de la filosofía, etc...) para asegurar su alcance y,
eventualmente, si se debe, rectificar la formulación; en resumen, para ver si se ha aprehendido
bien en lo ‘particular’ que hemos examinado, lo universal mismo que constituye este
‘particular’” (p. 224). “Esto podría, o debería ser, la ocasión para nuevas investigaciones” (p.
224).
Problema teórico: “Decir que es un problema teórico implica que su solución [o superación]
teórica debe darnos [dentro de los límites propios de la teoría en cuestión y mediante su
práctica teórica específica] un conocimiento nuevo, orgánicamente enlazado a otros
conocimientos de la teoría marxista. Decir que es un problema teórico implica que no se trata
de una simple dificultad imaginaria [personal, subjetiva], sino de una dificultad [hallada en
los desarrollos de la práctica teórica y señalada y verificada por y en ella como] realmente
existente planteada [o enunciada] bajo la forma de problema, es decir, bajo una forma
sometida a condiciones imperativas [vinculantes, obligatorias, sine qua non]: definición del
campo de conocimientos (teóricos) en el cual se plantea (sitúa) el problema; del lugar exacto
de su posición [planteamiento]; de los conceptos requeridos [necesarios] para plantearlo” (p.
165). “Solo la posición [el planteamiento], el examen y la resolución del problema, es decir,
la práctica teórica en la cual nos inscribiremos podrán suministrar la prueba de que sus
condiciones son respetadas” (p. 165). Enunciar teóricamente una solución a un problema real,
el enunciado teórico de dicha solución, “exige un trabajo teórico real que no solo elabore el
concepto específico, o conocimiento, de esta resolución práctica -- sino que también destruya
realmente, por medio de una crítica radical (hasta su raíz teórica) las confusiones, ilusiones o
aproximaciones ideológicas que puedan existir. Este simple ‘enunciado’ teórico implica, pues,
en un solo movimiento, la producción de un conocimiento y la crítica de una ilusión” (p.
166).

Práctica: La práctica es el proceso de transformación de una materia prima específica dada en


un producto determinado mediante la puesta en marcha de medios de producción específicos.
Este proceso metamórfico es obra de un trabajo humano determinado, de una actividad
específica, que lo efectúa o realiza a través del empleo técnica y metódicamente regulado de
medios específicos de producción en el marco de una estructura particular de relaciones
sociales y de producción (p. 167).

Práctica social: La práctica social es “la unidad compleja de prácticas existentes en una
sociedad [humanda] determinada” (p. 167). Está orgánicamente estructurada por una
multiplicidad de prácticas realmente diferentes entre sí que se desarrollan en su seno. Entre
los niveles esenciales que componen la práctica social, la práctica que opera como “la
determinación en última instancia” de la práctica social es aquella que transforma la
naturaleza en productos destinados a la usuariedad: la práctica productiva o, a fin de cuentas,
la producción. Otras formas específicas de la práctica que constituyen niveles esenciales de la
práctica social, aparte de la práctica productiva, son la práctica política, la práctica ideológica
y la práctica teórica. También hay prácticas empíricas y técnicas.

La práctica política: “la práctica política, que, en los partidos marxistas, deja de ser
espontánea [no es oportunista, deja de depender de la espontaneidad de las masas, así como
de las prácticas teóricas existentes] y es más bien organizada sobre la base de la teoría
científica del materialismo histórico, y que transforma su materia prima: las relaciones
sociales, en un producto determinado (nuevas relaciones sociales)” (p. 168). Esto es lo que
Althusser llama “la práctica política marxista” (p. 169). La práctica marxista puede ser tanto
la práctica teórica de Marx como la práctica política de la lucha de clases (p. 183).
La práctica ideológica: “la ideología, ya sea religiosa, política, moral, jurídica o artística,
también transforma su objeto: la ‘conciencia’ de los hombres” (p. 168).

La práctica teórica: La práctica teórica es el trabajo científico sobre algo “dado” (una materia
prima bien definida) y su transformación (producción) en conocimiento mediante
instrumentos y métodos. La práctica teórica está compuesta por la práctica teórica científica,
esto es, por la práctica teórica de una ciencia, y por la práctica teórica pre-científica o
ideológica, esto es, por “las formas de ‘conocimiento’ que constituyen la prehistoria de una
ciencia y sus ‘filosofías’” (p. 168). “La teoría es una práctica específica que se ejerce sobre un
objeto propio y da lugar [aboutit] a su producto propio: un conocimiento. Considerado en sí
mismo, todo trabajo teórico supone, pues, una materia prima dada, y ‘medios de producción’
[que son su condición misma de posibilidad] (los conceptos de la ‘teoría’ y su modo de
empleo: el método). La materia prima tratada por el trabajo teórico puede ser bien
‘ideológica’, si se trata de una ciencia naciente; puede ser, si se trata de una ciencia ya
constituida y desarrollada, una materia ya elaborada teóricamente, conceptos científicos ya
formados” (p. 175).

Corte epistemológico: La distinción entre una práctica teórica científica y su prehistoria


ideológica o precientífica toma en cada caso “la forma de una discontinuidad ‘cualitativa’
teórica e histórica”, esto es, de un “corte epistemológico” (p. 168). Toda ciencia nace, se
constituye a través del advenimiento de un corte epistemológico que la distingue y separa
cualitativamente de su pasado pre-científico al mismo tiempo que revela este pasado como
ideológico. El corte epistemológico que funda toda ciencia es el efecto de un específico
trabajo dialéctico de transformación teórica. “no obtenemos una ciencia invirtiendo una
ideología [ni una problemática ideológica]. Obtenemos una ciencia con la condición de
abandonar el dominio en que la ideología cree lidiar con lo real, es decir, abandonando su
problemática ideológica (la presuposición orgánica de sus conceptos fundamentales, y con
este sistema, la mayoría de estos mismos conceptos) para ir a fundar ‘en un elemento distinto’,
en el campo [dominio] de una nueva problemática, científica, la actividad de la nueva teoría”
(p. 196).

Práctica teórica pura: “no existe práctica teórica pura, ciencia totalmente desnuda, que
estuviera por siempre en su historia como ciencia resguardada por no sé cuál gracia de las
amenazas y violaciones del idealismo, es decir de las ideologías que la sitian: sabemos que no
existe ciencia ‘pura’ más que a condición de purificarla sin cesar, [que no existe] ciencia libre
en la necesidad de su historia más que a condición de liberarla sin cesar de la ideología que la
ocupa, la persigue o la acecha. Esta purificación, esta liberación, no se obtiene más que al
precio de una incesante lucha contra la ideología misma, es decir, contra el idealismo, lucha
que la Teoría (el materialismo dialéctico) puede esclarecer en cuanto a sus razones y objetivo,
y guiar como ningún otro método en el mundo” (p. 171).
Materia prima de la práctica teórica científica: La materia prima sobre la cual trabaja la
práctica teórica, esto es, aquello que mediante su actividad transforma en otra cosa, son
representaciones, conceptos, hechos. Ahora bien, esta materia prima (representaciones,
conceptos, hechos) es dada por prácticas diferentes de la práctica teórica: prácticas empíricas,
técnicas e ideológicas. El empleo de conceptos generales es una condición previa
indispensable para la práctica teórica de la ciencia, es incluso su materia prima teórica,
aquello sobre lo cual se efectúa el trabajo de la ciencia transformándolo en conceptos
específicos concretos, es decir, en conocimientos. El ejemplo que toma Althusser para decir
esto es la Introducción de 1859 de Marx, y es similar al ejemplo de Freud que cita
Rheinberger. “Contrariamente a la ilusión ideológica (no ‘ingenua’ ni mera ‘aberración’, sino
necesaria y fundada como ideología) del empirismo o del sensualismo, una ciencia no trabaja
jamás sobre un existente, que tendría por esencia la inmediatez y la singularidad puras (las
‘sensaciones’ o los ‘individuos’). Ella trabaja siempre sobre lo ‘general’, incluso cuando tiene
la forma de un ‘hecho’. Cuando se constituye una ciencia, por ejemplo, la física con Galileo,
o la ciencia de la evolución de las formaciones sociales (materialismo histórico) con Marx,
ella trabaja siempre sobre conceptos existentes, ‘Vorstellungen’ [‘representaciones’], es decir
una Generalidad I, de naturaleza ideológica, preliminar [previa]. Ella no ‘trabaja’ sobre un
puro ‘dato’ objetivo, que serían los ‘hechos’ puros y absolutos. Su trabajo propio consiste, al
contrario, en elaborar sus propios hechos científicos, a través de una crítica de los ‘hechos’
ideológicos elaborados por la práctica ideológica anterior [previa]. Elaborar sus propios
‘hechos’ específicos es, al mismo tiempo, elaborar su propia ‘teoría’, puesto que el hecho
científico (y no el denominado fenómeno puro) no es identificable más que en el campo de
una práctica teórica. Cuando una ciencia, ya constituida, se desarrolla, entonces trabaja sobre
una materia prima (Generalidad I) constituida ya sea de conceptos aun ideológicos, ya sea de
‘hechos’ científicos, ya sea de conceptos ya elaborados científicamente pero pertenecientes a
un estadio anterior de la ciencia (una ex-Generalidad III). Es, pues, transformando esta
Generalidad I en Generalidad III (conocimiento) que la ciencia trabaja y produce” (p. 187).
“La Generalidad I, por ejemplo el concepto de ‘fruta’, no es el producto de una ‘operación de
abstracción’ efectuada por un ‘sujeto’ (la conciencia, o incluso aquel sujeto mítico: ‘la
práctica’), -- sino el resultado de un proceso complejo de elaboración en el que entran siempre
en juego muchas prácticas concretas distintas de niveles diferentes, empíricos, técnicos e
ideológicos. (El concepto de fruta, para volver sobre este ejemplo rudimentario, es él mismo
el producto de distintas prácticas, alimentarias, agrícolas, incluso mágicas, religiosas e
ideológicas, -- en sus orígenes). Mientras el conocimiento no haya roto con la ideología, toda
Generalidad I está, pues, profundamente marcada por la ideología, que es una de las prácticas
fundamentales, esenciales a la existencia del todo social” (pp. 194-195).

Medios de producción de la práctica teórica científica: Los medios de producción de la


práctica teórica científica son “el cuerpo de conceptos cuya unidad más o menos
contradictoria constituye la ‘teoría’ de la ciencia en el momento (histórico) considerado,
‘teoría’ que define el campo en el cual es necesariamente planteado todo ‘problema’ de la
ciencia (es decir, donde serán planteadas bajo la forma de problema por y en este campo las
‘dificultades’ halladas por la ciencia en su objeto, en la confrontación de sus ‘hechos’ y de su
‘teoría’, de sus ‘conocimientos’ antiguos y de su ‘teoría’, o de su ‘teoría’ y de sus
conocimientos nuevos)” (p. 188). Esto es lo que Althusser, haciendo abstracción de los
hombres, sujetos concretos o conciencias como medios de producción, llama Generalidad II.
De este modo, cuando la ciencia produce, lo que se pone a trabajar, más que los propios
hombres, es esta Generalidad II.

Dialéctica concreta de la práctica teórica: “la práctica teórica produce Generalidades III
mediante el trabajo de la Generalidad II sobre la Generalidad I” (p. 188). “la unidad de lo que
llamo ‘teoría’ rara vez existe bajo la forma reflexiva de un sistema teórico unificado. Ella no
solo comprende, al menos en las ciencias experimentales, conceptos en su existencia
puramente teórica, sino igualmente todo el campo de la técnica en el cual son investidos gran
parte de los conceptos teóricos. La parte propia y explícitamente teórica no está ella misma
más que muy rara vez unificada bajo una forma no contradictoria. Muy a menudo está hecha
de regiones localmente unificadas en teorías regionales que coexisten en un todo complejo y
contradictorio, poseyendo una unidad teóricamente no reflexiva. Es esta unidad
extremadamente compleja y contradictoria la que opera, cada vez según un modo específico,
en el trabajo de produccion teórica de cada ciencia. Es ella [esta unidad extremadamente
compleja y contradictoria], por ejemplo en las ciencias experimentales, la que constituye los
‘fenómenos’ en ‘hechos’, la que plantea bajo la forma de problema una dificultad existente, la
que ‘resuelve’ este problema, por la puesta en marcha de dispositivos teórico-técnicos que son
el cuerpo real de lo que una tradición idealista llama ‘hipótesis’, etc., etc.” (p. 188). “Entre la
Generalidad I y la Generalidad III no hay nunca una identidad de esencia, sino siempre una
transformación real, ya sea por transformación de una generalidad ideológica en una
generalidad científica (mutación que se refleja bajo la forma que Bachelard, por ejemplo,
llama ‘corte epistemológico’); ya sea por la producción de una nueva generalidad científica
que rechaza la antigua ‘englobándola’ completamente, es decir, define su ‘relatividad’ y sus
límites (subordinados) de validez” (p. 189). “El trabajo que hace pasar de la Generalidad I a la
Generalidad III, es decir, haciendo abstracción de las diferencias esenciales que distinguen la
Generalidad I de la Generalidad III, de lo ‘abstracto’ a lo ‘concreto’, no concierne más que al
proceso de la práctica teórica, es decir, ocurre enteramente ‘en el conocimiento’” (p. 189).
Producir lo concreto en el pensamiento partiendo por lo abstracto. La teoría, la ciencia, no es
en ningún caso algo “abstracto” que se contrapondría a la realidad “concreta” a partir de la
cual la práctica teórica produce conocimientos, es decir, abstracciones. Esta no es sino una
ilusión ideológico, idealista. Lo que ocurre es que se trata de “dos concretos diferentes: lo
concreto-de-pensamiento que es un conocimiento, y lo concreto-realidad que es su objeto. El
proceso que produce lo concreto-conocimiento ocurre enteramente en la práctica teórica: él
[este proceso] concierne evidentemente a lo concreto-real, pero este concreto-real ‘subsiste
tanto antes como después en su independencia, exterior al pensamiento’ (Marx), sin que
jamás pueda confundirse con ese otro ‘concreto’ que es su conocimiento. Que lo
concreto-de-pensamiento (Generalidad III) considerado sea el conocimiento de su objeto
(concreto-real) es un hecho ‘difícil’ de comprender solo para la ideología, que transforma esta
realidad en un supuesto ‘problema’ (el Problema del Conocimiento), que piensa, pues, como
problemático lo que es justamente producido, como solución no problemática de un problema
real, por la práctica científica misma: la no problematicidad de la relación entre un objeto y su
conocimiento. Es, pues, esencial no confundir la distinción real de lo abstracto (Generalidad I)
y de lo concreto (Generalidad III) que concierne únicamente a la práctica teórica, con esa otra
distinción, la ideológica, que opone la abstracción (que constituye la esencia del pensamiento,
ciencia, teoría) a lo concreto (que constituye la esencia de lo real)” (p. 189). Esta ideología
“niega la realidad de la práctica científica [que produce conocimientos verdaderos], la validez
de sus abstracciones, y finalmente la realidad de ese ‘concreto’ teórico que es un
conocimiento” (p. 190) El mismo Althusser había caído en esta ilusión ideológica en su
artículo sobre el joven Marx, cuando empleaba ciertas nociones ideológicas como cierto
“retorno hacia atrás”, a la búsqueda de un cierto original, real, concreto, deformado por la
ideología y previo a ella. Este esfuerzo bordeaba el positivismo (p. 191). “en el seno mismo
del proceso de conocimiento, la generalidad ‘abstracta’ por la cual el proceso [el trabajo de
producción de un conocimiento científico] comienza [que la práctica teórica va a transformar
en un conocimient, en la Generalidad III], y la generalidad ‘concreta’ por la cual termina, la
Generalidad I y la Generalidad III, no son, en su esencia, la misma generalidad” (p. 191).
“Ahora bien, en la dialéctica de la práctica, la generalidad abstracta del comienzo
(Generalidad I), es decir, la generalidad trabajada [elaborada], no es la misma que la
generalidad que trabaja (Generalidad II) y con mayor razón que la generalidad especificada
[determinada] (Generalidad III), producto de este trabajo: un conocimiento (lo
‘concreto-teórico’). [...] la Generalidad II es la ‘teoría’ de la ciencia considerada, y como tal,
el resultado de todo un proceso (historia de la ciencia desde su fundación), que es un proceso
de transformaciones reales en el sentido fuerte del término, es decir un proceso que no tiene la
forma de un simple desarrollo [...], sino la forma de mutaciones y reestructuraciones que
provocan discontinuidades cualitativas reales [cortes epistemológicos]. Cuando la
Generalidad II trabaja sobre la Generalidad I, ella no trabaja, pues, nunca sobre ella misma, ni
en el momento de la fundación de la ciencia, ni en lo que sigue de su historia. Es por esto que
la Generalidad I siempre sale realmente transformada de este trabajo. Si todavía le queda la
‘forma’ general de generalidad, esta forma no nos dice nada sobre ella: puesto que ella ha
devenido completamente una generalidad diferente -- no ya una generalidad aún ideológica,
ni una generalidad perteneciente a un estadio superado de la ciencia, sino una generalidad
científica especificada cualitativamente nueva, en todos los casos” (p. 192). “Esta realidad de
la práctica teórica [del trabajo científico], esta dialéctica concreta de la práctica teórica, a
saber: la discontinuidad cualitativa que interviene o aparece entre las diferentes Generalidades
(I, II, III) en la continuidad misma del proceso de producción de conocimientos [...]” (p. 192).
“las diferencias y transformaciones cualitativas reales, las discontinuidades esenciales que
constituyen el proceso mismo de la práctica teórica” (p. 193). “reconocer que la práctica
científica parte de lo abstracto para producir un conocimiento (concreto) es también reconocer
que la Generalidad I [trabajada], materia prima de la práctica teórica, es cualitativamente
diferente de la Generalidad II [la “teoría”] que [primando sobre la Generalidad I] la
transforma [que trabaja] en ‘concreto-de-pensamiento’, es decir, en conocimiento
(Generalidad III).

La ideología empirista y sensualista de la ciencia: La ideología empirista permitiría sostener


que “un concepto científico es producido exactamente del mismo modo como el concepto
general de fruta ‘sería’ producido por una abstracción operante sobre las frutas concretas” (p.
194). Este es “el modelo empirista de la producción del concepto por la buena abstracción,
aquella que partiría por las frutas concretas, y despejaría su esencia ‘haciendo abstracción de
su individualidad’” (p. 194).

Teoría: ¿Cuál es el fundamento de la teoría? ¿Por qué es necesaria la teoría? Una teoría se
compone de conocimientos. “llamaremos teoría toda práctica teórica de carácter científico.
Llamaremos ‘teoría’ (entre comillas) el sistema teórico determinado de una ciencia real (sus
conceptos fundamentales en su unidad más o menos contradictoria en un momento dado), por
ejemplo: la teoría de la atracción universal, la mecánica ondulatoria, etc... o incluso la ‘teoría’
del materialismo dialéctico. En su ‘teoría’ toda ciencia determinada refleja en [reflexiona
mediante] la unidad compleja de sus conceptos (unidad, por lo demás, siempre más o menos
problemática) los resultados, convertidos en condiciones y medios, de su propia práctica
teórica. Llamaremos Teoría (con mayúscula) la teoría general, es decir la Teoría de la práctica
en general, ella misma elaborada a partir de la Teoría de las prácticas teóricas existencias (de
las ciencias) que transforman en ‘conocimientos’ (verdades científicas) el producto ideológico
de las prácticas ‘empíricas’ (la actividad concreta de los hombres) existentes. Esta Teoría es la
dialéctica materialista, que no es más que una con el materialismo dialéctico” (p. 169). “Pero
la Teoría es esencial igualmente a la transformación de los dominios donde aún no existe
verdaderamente práctica teórica marxista. La cuestión, en la mayoría de estos dominios, no
está ‘resuelta” como sí lo está en El Capital. La práctica teórica marxista de la epistemología,
de la historia de las ciencias, de la historia de las ideologías, de la historia de la filosofía, de la
historia del arte, está en gran parte por constituirse. No es que no hayan marxistas que
trabajen en estos dominios ni que no hayan adquirido una gran experiencia real, pero no
tienen tras ellos el equivalente de El Capital o de la práctica revolucionaria de los marxistas
desde hace un siglo. Su práctica se halla en gran parte ante ellos por elaborar, sino por fundar,
es decir por asentar sobre bases teóricamente justas, a fin que ella corresponda a un objeto
real, y no a un objeto presunto [supuesto] o ideológico, y sea verdaderamente una práctica
teórica y no una práctica técnica. Es con este fin que tienen necesidad de la Teoría, es decir de
la dialéctica materialista, como el único método que puede anticipar su práctica teórica
diseñando [trazando, dibujando] sus condiciones formales. En este caso, utilizar la Teoría no
equivale a aplicar las fórmulas (aquellas del materialismo, de la dialéctica) a un contenido
preexistente. Lenin mismo reprochaba a Engels y Plékhanov el haber aplicado
[dogmáticamente] la dialéctica desde fuera a los ‘ejemplos’ de las ciencias de la naturaleza.
La aplicación exterior [i.e., dogmática] de un concepto no es jamás el equivalente de una
práctica teórica. Esta aplicación no cambia en nada la verdad recibida desde fuera, salvo su
nombre, bautizo incapaz de producir ninguna tranformación real en las verdades que la
reciben. La aplicación de las ‘leyes’ de la dialéctica a tal resultado de la Física, por ejemplo,
no es una práctica teórica si esta aplicación no cambia un ápice la estructura y el desarrollo de
la práctica teórica en Física: mucho peor, ella puede mudar en traba [obstáculo, dificultad,
obstrucción] ideológica” (pp. 170-171). “La única Teoría capaz de abordar, de plantear la
cuestión preliminar de los títulos [la validez] de estas disciplinas, de criticar la ideología en
todos sus disfraces, incluyendo las prácticas técnicas disfrazadas de ciencias, es la Teoría de
la práctica teórica (en su distinción de la práctica ideológica): la dialéctica materialista, o
materialismo dialéctico, la concepción de la dialéctica marxista en su especificidad” (pp.
172-173). “se trata de defender una ciencia realmente existente contra la ideología que la
asedia; de discernir lo que es verdaderamente científico y lo que es verdaderamente
ideológico, sin tomar [...] un elemento realmente científico por uno de la ideología [y al revés]
[...]; se trata también (lo que es políticamente muy importante) de criticar las pretensiones de
las prácticas técnicas dominantes, y de fundar las verdaderas prácticas teóricas de las que en
nuestro tiempo el socialismo y el comunismo tienen necesidad, y cada vez tendrán más
necesidad; [...] todas estas tareas requieren la intervención de la dialéctica marxista” (p. 173).
“El conocimiento del proceso de esta práctica teórica, en su generalidad, es decir, como forma
específica, [como] diferencia real de la práctica, ella misma forma específica del proceso de
transformación general, del ‘devenir de las cosas’, constituye una primera elaboración teórica
de la Teoría, es decir, de la dialéctica materialista” (p. 175). “Ahora bien, una práctica teórica
real (productora de conocimientos) muy bien puede llevar a cabo su trabajo de teoría sin
experimentar necesariamente la necesidad de hacer la Teoría de su propia práctica, de su
proceso. Es el caso de la mayoría de las ciencias: evidentemente ellas tienen una ‘teoría’ (el
cuerpo de sus conceptos), pero ésta no es una Teoría de su práctica teórica. El momento de la
Teoría de la práctica teórica, es decir, el momento en que una ‘teoría’ experimenta la
necesidad de la Teoría de su propia práctica, -- el momento de la Teoría del método en
sentido general, viene siempre después [après coup], para ayudar a superar las dificultades
prácticas o ‘teóricas’, a resolver los problemas irresolubles mediante el juego de la práctica
inmersa en sus obras, y por tanto teóricamente ciega, o para hacer frente a una crisis aún más
profunda. Pero la ciencia puede hacer su trabajo, es decir, producir conocimientos, durante
largo tiempo, sin experimentar la necesidad de hacer la Teoría de lo que ella hace, la teoría de
su práctica, de su ‘método’” (p. 176). Una práctica teórica puede existir, subsistir,
desarrollarse, incluso progresar sin necesidad de la Teoría de su práctica teórica, “hasta el
momento en que su objeto [...] le opondrá una resistencia suficiente para obligarla a colmar
esta brecha, a interrogar y pensar su propio método a fin de producir las soluciones adecuadas,
los medios para producirlas, y en particular a fin de producir en la ‘teoría’ que es su
fundamento [...] los nuevos conocimientos correspondientes al contenido del nuevo ‘estadio’
de su desarrollo” (p. 178).

Materialismo histórico: El materialismo histórico es la ciencia marxista del desarrollo de las


formaciones sociales (por ejemplo, de la sociedad rusa de principios del siglo xx).

Error ideológico: Un error ideológico es una falla, debilidad o deficiencia teórica.

Disciplinas o dominios de vanguardia: Las disciplinas de vanguardia en su forma actual no


son en sentido riguroso ciencias, esto es, verdaderas prácticas teóricas. Pretenden serlo
tomando prestados métodos ‘científicos’ de otras ciencias para aplicarlos desde fuera e
inorgánicamente a su presunto objeto. puesto que se hallan espontáneamente “consagradas a
intereses pragmáticos precisos”, a “una cierta realidad dada”, a “un cierto dominio de
fenómenos no constituidos en hechos científicos y, por tanto, no unificado” (pp. 171-172).
Algunas de ellas, por ejemplo la sociología, la psicosociología y varias ramas de la psicología
(aunque también la economía, la política, el arte), no poseen más que “la unidad de las
prácticas técnicas” (p. 172). “Los investigadores marxistas que exploran los dominios de
vanguardia que son la teoría de las ideologías (derecho, moral, religión, arte, filosofía); la
teoría de la historia de las ciencias y de su prehistoria ideológica, la epistemología (teoría de
la práctica teórica de las matemáticas y de otras ciencias de la naturaleza), etc... estos
peligrosos pero apasionantes dominios de vanguardia” (p. 173).

Prácticas técnicas: “La práctica teórica produce conocimientos, que pueden luego figurar
como medios al servicio de los objetivos de una práctica técnica. Toda práctica técnica se
define por sus objetivos: tales efectos definidos a producir en tal objeto o en tal situación. Los
medios dependen de los objetivos. Toda práctica técnica utiliza entre sus medios
conocimientos, que intervienen como procedimientos: ya sea conocimientos tomados
prestados desde fuera a las ciencias existentes, ya sea ‘conocimientos’ que la misma práctica
técnica produce para llevar a cabo su fin. En cualquier caso la relación entre la técnica y el
conocimiento es una relación exterior, irreflexiva [el conocimiento es tan solo un medio
necesario para alcanzar el fin que le es asignado realizar a la práctica técnica y, por tanto, solo
un “subproducto” de la actividad técnica subyugado a fines técnicos, prisionero de las
“realidades” que se le imponen como fin técnico], radicalmente diferente de la relación
interior, reflexiva, existente entre una ciencia y sus conocimientos” (p. 172).

Pensamiento Tecnocrático: “Este punto es capital si lo que se quiere es identificar el más


amenazante peligro ideológico: la creación y el reino de supuestas [pretendidas] teorías
[varias ramas de la psicología, la sociología, la economía, la política, el arte] que no tienen
nada que ver con la verdadera teoría, pero no son más que subproductos de la actividad
técnica. La creencia en la virtud teórica ‘espontánea’ de la técnica se halla al origen de esta
ideología, que constituye la esencia del Pensamiento Tecnocrático” (p. 172).

Método científico: Un método científico se define por la especificidad de su objeto: no hay


métodos científicos en abstracto que puedan ser aplicados desde fuera a cualquier objeto
presunto.

Historia: Al parecer, un historiador también es un “hombre de ciencia”, es decir, un científico


que ejerce su propia práctica teórica específica, cuyo objeto es el pasado o el hecho
acontecido (p. 181).

Conocimiento y reconocimiento: No hay que tomar el reconocimiento práctico de la


existencia de un objeto (esto es, su mera indicación) como si se tratase de un verdadero
conocimiento teórico sobre el objeto. Conocimiento y reconocimiento no son lo mismo. El
conocimiento es el resultado de “un muy serio esfuerzo teórico” (p. 183), no basta tan solo
con hacer uso de los conceptos científicos para aplicarlos sobre el reconocimiento de la
existencia de un objeto.

La revolución teórica de Marx: “rechazar una teoría ideológica extranjera a la realidad de la


práctica científica, para sustituirla por una teoría cualitativamente diferente, la cual reconoce
la esencia de la práctica científica, la distingue de la ideología que quiere imponérsele, toma
en serio sus características propias, las piensa, las enuncia, y piensa y enuncia las condiciones
prácticas de este mismo reconocimiento” (p. 196). “Este trabajo de ruptura fue el resultado de
la práctica teórica de un hombre: Karl Marx. No puedo vovler aquí sobre una cuestión apenas
esbozada en mi artículo sobre el joven Marx. Habría que mostrar por qué la práctica teórica
de Marx, que es, ella también, un trabajo de transformación, toma necesariamente en la teoría
la forma preponderante de una ruptura, de un corte epistemológico” (p. 196).
Contradicción, complejidad, origen, estructura a-dominante, sobredeterminación: Un
proceso complejo es una complejidad [concreta, viviente, real] dada, una unidad organizada,
articulada, estructurada, un todo complejo compuesta por una pluralidad de contradicciones
que se desarrollan de manera desigual. No obstante, en todo proceso complejo hay una
contradicción determinada que es la dominante, una contradicción principal [una instancia
fundamental existente interior] que domina las demás, subordinadas, y en toda contradicción
un aspecto principal. La dominación, de este modo, o la relación dominante-subordinado, no
es ni indiferente ni contingente en un todo complejo, sino que es “un hecho esencial a la
propia complejidad” (p. 206). “Es por esto que la complejidad implica la dominación como
esencial a sí misma: ella está inscrita en su estructura” (p. 207). “El todo complejo posee la
unidad de una estructura articulada a-dominante. Es esta estructura específica la que funda
en última instancia las relaciones de dominación existentes entre las contradicciones y entre
sus aspectos” (p. 208). “la unidad estructurada de un todo complejo” (p. 208). Esta es la
“totalidad marxista”, la que se separa totalmente de la “totalidad hegeliana”. Todo lo que es
en el mundo, toda simplicidad, resulta de un proceso complejo y existe en él, por él. Todo lo
simple recibe su sentido de un todo estructurado complejo. “La simplicidad no es, pues,
originaria” (p. 201). No hay simplicidad en el origen, ni tampoco en su existencia pura, no
hay unidad originaria simple, solo “concretos”, concretitudes complejas. Así como para
Derrida no hay origen simple. “Lo que rechaza el marxismo es la pretensión filosófica
(ideológica) de coincidir exhaustivamente con un ‘origen radical’, cual sea su forma (la tabula
rasa, punto cero de un proceso; el estado de naturaleza; el concepto de comienzo que es, por
ejemplo, en Hegel, el ser inmediatamente idéntico a la nada; la simplicidad que es en Hegel
aquello por lo cual (re)comienza indefinidamente todo proceso, aquello que restaura su origen,
etc...)” (p. 203). Este presupuesto teórico, o más bien ideológico, no es reducido mediante su
inversión, sino mediante su supresión a secas, sin ninguna clase de conservación al estilo de la
Aufhebung. Este presupuesto teórico es reemplazado por otro: “En lugar del mito ideológico
de una filosofía del origen y de sus conceptos orgánicos, el marxismo establece en principio
el reconocimiento de lo dado de la estructura compleja de todo ‘objeto’ concreto, estructura
que comanda tanto el desarrollo del objeto como el desarrollo de la práctica teórica que
produce su conocimiento. Ya no nos queda esencia originaria, sino un todo-ya-dado, por más
lejos que el conocimiento remonte a su pasado. No tenemos más, pues (sea bajo la forma que
sea), unidad simple originaria, sino lo siempre-ya-dado de una unidad compleja estructurada”
(pp. 203-204). “Si toda contradicción lo es de un todo complejo estructurado a-dominante, no
se puede considerar el todo complejo fuera de sus contradicciones, fuera de su relación de
desigualdad fundamental. Dicho de otro modo, cada contradicción, cada articulación esencial
de la estructura, y la relación general de las articulaciones en la estructura a-dominante,
constituyen otras tantas condiciones de existencia del todo complejo mismo. Esta proposición
es de primera importancia. Puesto que ella significa que la estructura del todo, es decir la
‘diferencia’ de las contradicciones esenciales y su estructura a-dominante, es la existencia
misma del todo; que la ‘diferencia’ de las contradicciones (que haya una contradicción
principal, etc.; y que cada contradicción tenga un aspecto principal) no es más que una con las
condiciones de existencia del todo complejo. En otras palabras, esta proposición implica que
las contradicciones ‘secundarias’ no son el puro fenómeno de la contradicción ‘principal’, que
la principal no es la esencia de la cual las secundarías serían otros tantos fenómenos, siendo
evidentemente los fenómenos, prácticamente la contradicción principal podría existir sin las
secundarias, o sin tal o cual de entre ellas, o podría existir antes que ellas [estado de
naturaleza], o después. Ella implica, al contrario, que las contradicciones secundarias son
esenciales a la existencia misma de la contradicción principal, que ellas constituyen realmente
su condición de existencia, así como la contradicción principal constituye su condición de
existencia. Tomemos el ejemplo de ese todo estructurado que es la sociedad. Las ‘relaciones
de producción’ no son en ella el puro fenómeno de las fuerzas de producción: ellas son
también su condición de existencia; la superestructura no es el puro fenómeno de la estructura,
ella es también su condición de existencia. Esto resulta del principio mismo, enunciado
precedentemente por Marx: que en ninguna parte existe una producción sin sociedad, es decir,
sin relaciones sociales; que la unidad, más allá de la cual es imposible remontar, es la de un
todo en el cual, si las relaciones de producción tienen evidentemente por condición de
existencia la producción misma, la producción tiene ella misma por condición de existencia
su forma: las relaciones de producción. Téngase bien en cuenta lo siguiente: este
condicionamiento de existencia de las ‘contradicciones’ las unas por las otras, no anula la
estructura a-dominante que reina sobre las contradicciones y en ellas (en este caso la
determinación en última instancia por la economía). Este condicionamiento no desemboca, en
su aparente circularidad, en la destrucción de la estructura de dominación que constituye la
complejidad del todo y su unidad. Bien al contrario, él es, en el interior mismo de la realidad
de las condiciones de existencia de cada contradicción, la manifestación de esta estructura
a-dominante que hace la unidad del todo. Esta reflexión sobre las condiciones de existencia
de la contradicción al interior de ella misma, esta reflexión sobre la estructura articulada
a-dominante que constituye la unidad del todo complejo al interior de cada contradicción, he
aquí el rasgo más profundo de la dialéctica marxista, aquel que he intentado introducir en otra
ocasión bajo el concepto de ‘sobredeterminación’” (pp. 210-212). Los condicionamiento se
condicionan entre sí en una suerte de circularidad condicionante o pluricondicionamiento,
Aparte de la determinación económica, Althusser nombra la determinación social, política,
jurídica, religiosa y espiritual. Cuando habla de la determinación económica, se refiere ante
todo a la producción, la producción determinaría en última instancia el todo social, no
obstante las otras determinaciones no cesan a su vez de determinar la producción. El estado
de naturaleza es el mito de origen ilustrado por la teoría burguesa del contrato social (p. 211).
La sobredeterminación se impone tanto a la práctica política como a la práctoca teórica (p.
215). “La sobredeterminación designa en la contradicción la siguiente cualidad esencial: la
reflexión [o el reflejo], en la contradicción misma, de sus condiciones de existencia, es decir,
de su situación en la estructura a-dominante del todo complejo. Esta ‘situación’ no es unívoca.
Ella no es ni solo la situación ‘de derecho’ (aquella que ocupa en la jerarquía de las instancias
por relación a la instancia determinante: la economía en la sociedad) ni solo su situación ‘de
hecho’ (si ella es, en el estado considerado, dominante o subordinada), sino la relación entre
esta situación de hecho con esta situación de derecho, es decir la relación misma que hace de
esta situación de hecho una ‘variación’ de la estructura, a-dominante, ‘invariante’ de la
totalidad” (p. 215) La contradicción no es unívoca, las categorías no tienen “de una vez por
todas un rol y un sentido fijos” (p. 215). La contradicción “refleja en sí, en su esencia misma,
su relación con la estructura desigual [desigualitaria] del todo complejo” (p. 215). Que no
sean unívocas no significa que dependan del azar. Pareciera ser que en estos textos Althusser
concibe el concepto de azar como un concepto empírico, no teórico. No es unívoca, es
“determinada por la complejidad estructurada que le asigna su rol” (p. 215). Althusser utiliza
la palabra “sobredeterminada” para referirse a la cualidad de las contradicciones de estar
“complejamente-estructuralmente-desigualitariamente-determinadas” (p. 215). “Es este tipo
muy particular de determinación (esta sobredeterminación) la que da a la contradicción
marxista su especificidad, y permite dar cuenta teóricamente de la práctica marxista, ya sea
teórica o política. Ella permite comprender las vaiaciones y las mutaciones concretas de una
complejidad estructurada tal y como una formación social (hasta hoy la única que comprende
verdaderamente la práctica marxista), no como variaciones y mutaciones accidentales
producidas por las ‘condiciones’ exteriores sobre un todo estructurado fijo, sus categorías y su
orden fijo (en esto consiste el mecanismo) -- sino como otras tantas reestructuraciones
concretas inscritas en la esencia, el ‘juego’ de cada categoría, en la esencia, el ‘juego’ de cada
contradicción, en la esencia, el ‘juego’ de las articulaciones de la estructura compleja
a-dominante que se refleja en ellas. Es necesario volver a decir que a falta de asumir, de
pensar, después de haberla identificado, este tipo muy particular de determinación, es
imposible jamás pensar la posibilidad de la acción política, la posibilidad de la práctica
teórica misma, es decir, más precisamente, la esencia del objeto (de la materia prima) de la
práctica política y teórica, es decir, la estructura del ‘momento actual’ (político o teórico) en
el cual se aplican estas prácticas; hay que añadir que, a falta de concebir esta
sobredeterminación, es imposible dar cuenta teóricamente de la simple realidad siguiente: del
prodigioso ‘trabajo’ de un teórico, ya sea Galileo, Spinoza o Marx, y de un revolucionario,
Lenin y todos sus hermanos, que consagran sus sufrimientos, cuando no su vida, a resolver
estos pequeños ‘problemas’... elaborar una teoría ‘evidente’, tornar la revolución ‘inevitable’,
realizar en su propia ‘contingencia’ personal la Necesidad de la Historia, ya sea teórica o
política, donde, de seguro, el futuro vivirá de modo completamente natural su ‘presente’” (pp.
215-216). Ojo con la semejanza con Rheinberger y las máquinas hacedoras de futuro. Para
poder producir en la teoría es necesario “distinguir lo principal de lo secundario entre las
contradicciones y sus aspectos, [...] esta distinción es esencial para la práctica y la teoría
marxista” (p. 216). La estructura a-dominante es invariante, permanece, mientras que el
empleo de los roles en su interior cambia. Así, “la contradicción principal deviene secundaria,
una contradicción secundaria toma su lugar, el aspecto principal deviene secundario, el
aspecto secundario deviene principal. Evidentemente siempre hay una contradicción principal
y contradicciones secundarias, pero ellas cambian su rol en la estructura articulada
a-dominante, la cual permanece estable [se trata de un “invariante estructural”, p. 219]” (p.
217). A este “fenómeno de sustitución” de las dominaciones o de “intercambio de roles” entre
las contradicciones principal y secundarias, Althusser lo llamará “desplazamiento” (pp.
216-217): la dominación se desplaza permanentemente. Mientras que a la realidad concreta
donde los contrarios se componen en una unidad real, es decir, a este “fenómeno de fusión”
de las contradicciones, lo llamará “condensación” (p. 217): las contradicciones se condensan
permanentemente. Toda contradicción principal es el efecto de un desplazamiento, y solo es
explosiva, dirigente, el “eslabón decisivo”, por condensación (p. 217). Ahora bien, en ningún
caso se trata de una sucesión arbitraria de las dominaciones, sino más bien de un movimiento
dialéctico en el que cada unidad existente constituye una etapa específica o un momento
sobredeterminado del proceso complejo y, por tanto, la realidad del proceso complejo mismo.
La contradicción tiene un “rol motor” en el desarrollo de los procesos de estructura compleja
a-dominante (p. 220). “Decir que la contradicción es motriz en la teoría marxista es decir,
pues, que ella implica una lucha real, enfrentamientos reales situados en lugares precisos del
todo complejo; es, pues, decir que el lugar del enfrentamiento puede variar según la relación
actual de las contradicciones en la estructura a-dominante; es decir que la condensación de la
lucha en un lugar estratégico es inseparable del desplazamiento de la contradicción dominante;
que estos fenómenos orgánicos de desplazamiento y de condensación son la existencia misma
de ‘la identidad de los contrarios’, hasta que producen la forma globalmente visible de la
mutación o del salto cualitativo [corte epistemológico] que sanciona el momento
revolucionario de la reestructuración [refundición] del todo. A partir de aquí es posible dar
cuenta de la distinción capital para la práctica política entre los distintos momentos de un
proceso: ‘no-antagonismo’, ‘antagonismo’ y ‘explosión’. La contradicción, dice Lenin,
siempre está en obra, sea el momento que sea. Estos tres momento no son, pues, más que tres
formas de existencia. Gustosamente caracterizaría el primero como el momento donde la
sobredeterminación de la contradicción existe en la forma dominante del desplazamiento (la
forma ‘metonímica’ de aquello que se identifica con la consagrada frase: ‘cambios
cuantitativos’ en la historia o la teoría); el segundo como el momento donde la
sobredeterminación existe en la forma dominante de la condensación (agudización de los
conflictos de clase en el caso de la sociedad, crisis teórica en la ciencia, etc.); y el último, la
explosión revolucionaria (en la sociedad, en la teoría, etc.) como el momento de la inestable
condensación global que provoca el desmembramiento y el remembramiento del todo, es
decir, una reestructuración global del todo sobre una base cualitativamente nueva. La forma
puramente ‘acumulativa’, en tanto que esta ‘acumulación’ pueda ser puramente cuantitativa
(la adición no es más que excepcionalmente dialéctica) aparece, pues, como una forma
subordinada” (p. 222). En la práctica teórica siempre está en obra la dialéctica marxista.

La ley de la desigualdad: La desigualdad no es una excepción producida por circunstancias


particulares externas, es decir, una “ley derivada”, accidental o contingente que resulta de
efectos exteriores, sino más bien una “ley primitiva, [esencial, necesaria] anterior a los casos
particulares [y que opera orgánicamente desde siempre dentro de cada uno de ellos, en el seno
mismo de cada instancia de la totalidad social, en cada contradicción], y justamente capaz de
dar cuenta de los casos particulares en la misma medida en que ella no resulta de su existencia
[sino los casos particulares resultan de ella]. Es por esto que la desigualdad concierne a toda
formación social en toda su existencia, que ella concierne también a las relaciones de esta
formación social con otras formaciones sociales de madurez económica, política, ideológica
diferente, y que ella permite comprender la posibilidad de estas relaciones. No es, pues, la
desigualdad externa la que funda, cuando interviene, la existencia de una desigualdad interna
(por ejemplo en los encuentros así llamados ‘civilizaciones’), sino que es al contrario la
desigualdad interna la que es primera, y que funda el rol de la desigualdad externa y hasta los
efectos que esta segunda desigualdad ejerce al interior de las formaciones sociales presentes.
Toda interpretación que remita los fenómenos de desigualdad interna a la desigualdad externa
(por ejemplo que explique la coyuntura ‘excepcional’ existente en Rusia en 17 solo por las
relaciones de desigualdad externas: relaciones internacionales, desigualdad entre el desarrollo
económico de Rusia y de Occidente, etc...) cae en el mecanicismo, o, en lo que a menudo es
su coartada: en una teoría de la acción recíproca entre el afuera y el adentro. Es, pues, a la
desigualdad interior primitiva a la que hay que remontarse para aprehender la esencia de la
desigualdad exterior” (p. 218). “La desigualdad es, pues, evidentemente interior a la
formación social, puesto que la estructuración a-dominante del todo complejo, este invariante
estructural, es ella misma la condición de las variaciones concretas de las contradicciones
que la constituyen, por tanto, de sus desplazamientos, condensaciones y [per]mutaciones, etc...
e inversamente, puesto que esta variación es la existencia de este invariante. El desarrollo
desigual (es decir, los mismos fenómenos de desplazamiento y condensación que uno puede
observar en el proceso de desarrollo del todo complejo) no es, pues, exterior a la
contradicción, sino que constituye su más íntima esencia. La desigualdad que existe en el
‘desarrollo’ de las contradicciones, es decir, en el proceso mismo, existe, pues, en la esencia
de la contradicción misma. Si el concepto de desigualdad no estaba asociado a una
comparación externa de carácter cuantitativo, diría de buena gana que la contradicción
marxista es ‘desigualmente determinada’, con la condición de que se reconozca bajo esta
desigualdad la esencia interna que ella designa: la sobredeterminación” (pp. 219-220).
Mecanicismo o economicismo: “Es el economicismo el que identifica de antemano y por
siempre la contradicción-determinante-en-última-instancia con el rol de
contradicción-dominante, que asimila para siempre tal o cual ‘aspecto’ (fuerzas de producción,
economía, práctica...) con el rol principal, y tal otro ‘aspecto’ (relaciones de producción,
política, ideología, teoría...) con el rol secundario, -- de modo que la determinación en última
instancia por la economía se ejerce justamente, en la historia real, en las permutaciones del
primer rol entre la economía, la política, y la teoría, etc...” (p. 219).

Sobredeterminación: Althusser no acuña este concepto, sino que lo toma prestado o, más
bien, lo importa de dos disciplinas distintas: la lingüística y el psicoanálisis (p. 212).

Combate ideológico: La lucha de Engels contra Dühring es catalogada por Althusser como un
“combate ideológico” o una “lucha ideológica” (p. 204), una lucha al nivel de la ideología. La
práctica ideológica es la lucha ideológica. Como tal, ella no transforma su objeto produciendo
verdaderos resultados científicos (conocimientos nuevos), puesto que no es una verdadera
práctica teórica, orgánicamente constituida y desarrollada durante largo tiempo. La práctica
teórica produce conocimientos. La práctica política marxista produce revoluciones.

Científico: Un científico es “quien se aplica a constituir o a desarrollar una ciencia” (p. 204).

Estructura a dominante, o estructura de dominante, o estructura en dominante, o


estructura a-dominante:

Conceptos teóricos, conceptos empíricos, conceptos ideológicos: Los conceptos empíricos


son los conceptos que constatan lo que existe, son conceptos constatativos (p. 213). Los
conceptos teóricos están fundados en la esencia misma del objeto epistémico (p. 214). La
mayoría de los conceptos hegelianos son tildados como “conceptos ideológicos”.

Condiciones: El término “condiciones” es un concepto teórico marxista esencial que designa


la situación concreta, las circunstancias, los casos según los cuales es tal o cual contradicción
la que domina. Se trata a la vez de las condiciones existentes y de las condiciones de
existencia de un fenómeno considerado. Las condiciones son la existencia misma del todo
complejo siempre-ya-dado en un momento determinado, en el momento actual, la relación
compleja de las condiciones de existencia recíprocas entre las articulaciones de la estructura
del todo, la existencia real, concreta, actual de las contradicciones que constituyen el todo de
un proceso histórico. Las condiciones son el concepto que permite comprender que algo
acontezca en tal momento determinado y no en otro, y por qué. Las condiciones son las
relaciones orgánicas específicas de desigualdad que las contradicciones mismas existentes en
la estructura a-dominante del todo complejo en su existencia actual mantienen entre sí, y
también las relaciones de desigualdad específicas entre los dos aspectos de cada contradicción.
De este modo, se trata tanto de las condiciones existentes en el todo como de las condiciones
de existencia del todo: son una y la misma cosa (pp. 212-213).

Revisar la nota sobre el monismo y Haeckl de la p. 207-208.

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