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Roberto Cortés Conde, Dinero, deuda y crisis. Evolución fiscal y monetaria en la Argentina 1862-1890.

Buenos Aires. Sudamericana. 1989

Crisis económica 1880 -1890

En 1880 asumió la presidencia Julio A. Roca luego de una exitosa campaña hacia el sur de la provincia de Buenos
Aires que permitió incorporar nuevas tierras fértiles y dedicarlas a las tareas agropecuarias. La escasez de oro,
producto de la crisis de 1876, había hecho que las importaciones disminuyeran y se produjera un saldo positivo en
la balanza comercial por primera vez en muchos años durante el período 1877 a 1882. En 1881 el Banco de la
Provincia de Buenos Aires había reabierto la Caja de Conversión y recibía oro entregando billetes de papel a 25
pesos moneda corriente por cada peso fuerte. La Argentina había comenzado a recibir nuevamente préstamos
externos lo que hacía que el oro afluyera a la Caja de Conversión.

Se recuperó la confianza en el país y entre 1883 y 1885 comenzaron a llegar inversiones británicas, especialmente
para los ferrocarriles, que permitieran llevar la producción del interior de la Provincia de Buenos Aires y del litoral
hacia los puertos con destino a la exportación. Sin embargo, el déficit de la balanza comercial que se produjo a
partir de 1883, provocó un flujo de oro hacia el exterior. Esto hizo que el Gobierno Nacional suspendiera la
conversión en enero de 1885. Con este panorama comenzó su gobierno Juárez Celman en 1886. Sus planes de
gobierno, caracterizados por una continuidad con el gobierno de Roca, tenían el objetivo de acelerar el crecimiento
y llevarlo al interior del país. La sensación de progreso acompañó el inicio de la gestión de Juárez Celman. Las
importaciones de material ferroviario pasaron de 3,5 millones de $ oro en 1887 a 16 millones en 1891, y extensión
de las vías férreas pasó de 5964 Km en 1886 a 9254 en 1890. “El auge de la actividad económica y el fomento de
los negocios estimulaba el optimismo con respecto al porvenir.”

Juárez Celman intentó unificar las monedas del país. Existían una cantidad de billetes de banco emitidos por las
provincias que dificultaban el comercio interior. Crear un “billete del Banco Nacional que sea de uso general y
tenga el mismo valor en toda la república.” Este era el propósito de la Ley de Bancos Garantidos, promovida por el
ministro de Hacienda, Wenceslao Pacheco, en noviembre de 1887, expuesta en el mensaje del poder ejecutivo. La
ley autorizaba a los bancos “emitir moneda garantizada por el gobierno nacional contra los fondos públicos que el
mismo proveía; estos debían ser comprados al 85% de su valor nominal con oro efectivo, los cuales pagaban un
interés del 4,5% en metálico. (…) El oro recibido por el Gobierno Nacional debía ser depositado a interés en el
Banco Nacional para luego de dos años destinarse a la amortización de la deuda externa nacional.”La ley
entró en vigencia el 1º de enero de 1888. Al aprobarse el proyecto, los bancos provinciales existentes se acogieron
a la ley y se crearon nuevos. El Banco Nacional concentró entonces las existencias de oro mientras que los Bancos
Garantidos emitían moneda, pero la expansión monetaria continuó, pues el Banco Nacional subió su encaje del 7 al
15%, cifra que no fue suficiente para contener la expansión monetaria. El circulante subió de 130 millones de $p en
1887 a 245 millones al finalizar 1890.

En 1887 la economía mundial, que había experimentado una desaceleración en el período 1882-85, comenzó a
crecer, tanto en inversiones en la propia Gran Bretaña, como en los países de ultramar: Canadá, Australia, Estados
Unidos y Argentina. Los nuevos mercados ofrecían oportunidades de ganancias rápidas: Australia sus minas de
oro, Sudáfrica sus diamantes y la Argentina, sus tierras fértiles recién incorporadas a la explotación agropecuaria.
Las tasas de interés habían disminuido, lo que hacía que los inversores buscaran mayor rentabilidad en
colocaciones en países de la periferia. Las casas bancarias reunían las condiciones para que los ahorristas británicos
tuvieran confianza en su calidad de expertos en colocaciones y contaban a su favor el éxito de operaciones
anteriores. La Baring Brothers de Londres había realizado varias operaciones exitosas con los Estados Unidos y
había solucionado y cobrado el préstamo de 1820 tomado por Rivadavia que recién se había comenzado a pagar a
partir de 1857. “La Baring y la Argentina establecieron relaciones estrechas”, y a través de esa casa, el mercado
londinense siguió involucrado en las inversiones en la Argentina. Se colocaron diferentes títulos y papeles
argentinos. Pero sucede que generalmente los períodos de fácil acceso al crédito externo son de poca duración. El
endeudamiento de los países receptores es vulnerable a las condiciones de los mercados internacionales. El período
de maduración de las inversiones externas suele ser mayor que el de las expectativas de los inversores. Entonces
“la situación de euforia se revierte y se transforma en pánico.” Recién las exportaciones alcanzaron un nivel
importante a partir del final de la década de 1890, que fue el tiempo que necesitaron las inversiones del período de
Juárez Celman para madurar.

Cuando el país dejó entonces de recibir los flujos de capitales externos fue cuando se produjo la expansión
desmedida de la oferta monetaria. El precio del oro, que al asumir la presidencia Juárez Celman estaba a 1,20
$papel por $ oro, comenzó a subir durante el año 1887 llegando en diciembre a $ 1,45. Comenzaron las dudas
acerca de la posibilidad del país para cumplir sus compromisos. El gobierno empezó a vender el oro depositado en
el Banco Nacional, en agosto de 1888, logrando por unos meses mantener la paridad alrededor de 1,50. En febrero
de 1889, el gobierno comenzó a rescatar los títulos de los empréstitos de 1863 y 1876 en papel moneda. Esto
empujó el pánico internacional de los tenedores de esos títulos. Gran Bretaña había pasado cuatro años de
crecimiento sostenido hasta 1889 año en que se detuvo y entre 1891 y 1892 el Producto Bruto Interno comenzó a
decrecer. También creció la tasa de descuento del Banco de Inglaterra, con un máximo en 1890 lo que provocó que
los inversores ingleses retiraran sus colocaciones en papeles externos, que implicaban mayor tasa de interés pero
además, mayor riesgo, pasando a colocaciones internas, más seguras. La creación de capitales en la plaza de
Londres, con un máximo en 1889, decreció considerablemente a partir de ese año.

La nueva crisis había comenzado. A fines de 1889, Juárez Celman intentó, mediante un cambio de ministros,
calmar la situación. Nombró a Rufino Varela como ministro de Hacienda. Las expectativas eran desfavorables. La
cosecha había sido inferior a las de años anteriores y la demanda de lana en Londres era menor. La Bolsa de
Comercio parecía que era el lugar donde se generaba la especulación con el oro, entonces prohibió primero las
transacciones con oro y luego terminó cerrando la Bolsa. Por último, Varela dejó sin efecto el artículo 40 de la Ley
de Bancos Garantidos que obligaba a tener un encaje como garantía de la emisión entonces dispuso de 40 millones
de $ oro. Sin embargo, estas medidas no fueron suficientes para calmar la plaza. Varela intentó un acuerdo con los
acreedores que fracasó. Intentó imponer un impuesto del 2% sobre los depósitos bancarios. Esto produjo una
reacción en su contra que lo obligó a renunciar en septiembre de 1889. Juárez Celman nombró nuevamente
ministro de Hacienda a Pacheco. Cuando se abrió la Bolsa, la cotización de oro subió a 2,20 $ lo que llevó el
descontento a la población. El año 1890 pareció comenzar con mejores perspectivas, la cotización del oro, que
había sido de 2,50 en diciembre, descendió a 2,30 en enero y a 2,18 en febrero. Se esperaba la llegada de un
importante empréstito que solucionara los problemas financieros del país. En marzo se descubrió que los rumores
eran falsos y el oro llegó a 2,77. La Bolsa fue un hervidero y se “sintió la atmósfera de un estallido financiero”.
Esto provocó la renuncia de Marco Avellaneda a la Oficia Inspectora de Bancos Garantidos, lo que arrastró a la
renuncia de todos los ministros. El nuevo gabinete fue conformado por figuras de relevancia: Julio A. Roca, Roque
Sáenz Peña, Nicolás Lavalle. Como ministro de Hacienda fue nombrado Julio Uriburu, que era conocido en los
círculos comerciales y gozaba de prestigio. El precio del oro descendió a $ 2,38 luego de su nombramiento. El
ministro se embarcó en una renegociación de la deuda con la casa Baring e inició una operación de salvataje del
sistema bancario. Sin embargo, el ambiente político estaba en contra del gobierno de Juárez Celman, se realizaban
banquetes de marcado tenor político y reuniones partidarias. Se produjo entonces una revolución el 26 de julio de
1890, que fue reprimida y sofocada. Pero Juárez Celman quedó muy debilitado y renunció.

Asumió la presidencia el vicepresidente Carlos Pellegrini el 7 de agosto. La caída del gobierno de Celman, acusado
de corrupto, y la asunción de Pellegrini, considerado honesto, dio la sensación de que la economía podría mejorar
en poco tiempo. El plan económico de Pellegrini era sencillo: “ajuste fiscal y dinero fácil.” Se debía afrontar el
pago de la deuda y luego hacer un ajuste fiscal sin llegar a estrangular la economía.

La escasez de oro restringió notablemente las importaciones y a partir de 1891 la balanza comercial comenzó a
tener saldos positivos. Ver gráfico Nº 8 y Tabla 2. También el gobierno elevó los impuestos a las importaciones
obligando a pagarlos en oro o a su valor equivalente y se subieron los derechos de importación. Se aumentaron los
impuestos internos a las cervezas, los alcoholes y a los fósforos. Todo esto hizo que los ingresos fiscales
aumentaran a partir de enero de 1891.

El ministro de Hacienda, Vicente Fidel López, anunció que el gobierno nacional asumiría las deudas provinciales y
municipales a condición de que las provincias renunciaran a suscribir nuevos empréstitos. El gobierno confiaba en
la renegociación de la deuda con la casa Baring, pero recibió una noticia que la casa bancaria exigía el pago de los
servicios próximos a vencer y que no remitiría la remesa de $ oro 7 millones que estaban comprometidos. El
gobierno, ante esta exigencia compró en plaza el oro necesario para realizar los pagos. La crisis estalló en Londres
cuando la Baring Brothers no pudo hacer frente a sus compromisos y enfrentó la posibilidad de llegar a la
bancarrota cuando los inversores ingleses dejaron de comprar títulos argentinos. Fue entonces cuando intervino el
Banco de Inglaterra. Con la ayuda de la casa Rothschild se formó un “Comité Argentino” con el objeto de salvar de
la quiebra a la casa Baring. Victorino de la Plaza, al frente de una misión arribó a Londres para renegociar los
pagos de la deuda. Finalmente se llegó a un entendimiento entre de la Plaza y Rothschild acordando que le permitía
pagar los servicios de la deuda nacional de los años 1891,1892 y 1893 mediante la emisión de bonos garantizados
por los derechos de importación, con un interés del 6%, asumiendo a partir del año 1894 el pago de los servicios en
efectivo. Este acuerdo, si bien no cumplió con los efectos esperados, llevó cierto respiro a la administración de
Carlos Pellegrini.
Pero la crisis continuaba, en febrero de 1891, pequeños ahorristas, obreros y pequeños capitalistas se agolpaban en
las oficinas del Banco de la Provincia de Buenos Aires a retirar sus ahorros. El 7 de abril el banco suspendió sus
pagos. El Banco Nacional y el Banco de la Provincia fueron liquidados y se creó el Banco de la Nación Argentina,
que abrió sus puertas en octubre de 1891.

El 12 de octubre de 1892 asumió la presidencia de la república Luis Sáenz Peña. El cargo de ministro de Hacienda
recayó en Juan José Romero. Se despertó una confianza en el nuevo nombramiento y el oro bajó a 2,84 en
diciembre de ese año. En el año 1893 vencía el plazo de gracia que había dado tranquilidad a Pellegrini y se debían
reanudar los pagos al exterior. A comienzos de 1893 comenzaron las negociaciones con la Casa Baring. La
propuesta argentina fue la siguiente: “se disponía el pago anual de 1.500.000 libras (unos $o 7,5 millones) entre el
1º de julio de 1893 y el 1º de julio de 1898 en concepto de intereses por la deuda contraída (suspendiéndose los
compromisos de los fondos de amortización), acordando los tenedores de bonos la forma de repartir dicho monto.
La Argentina asumiría a partir de julio de 1898, el pago completo de los intereses.” La propuesta fue recibida con
beneplácito por los acreedores pues se trataba de igual forma a todos los acreedores y no se aumentaba el monto de
la deuda. El convenio Romero se firmó en Londres el 3 de julio de 1893. Incluía una quita de capital, reducción de
las tasas de interés y alargamiento de los plazos estipulados.

Sin embargo, el gobierno de Luis Sáenz Peña era débil, pues no contaba con un partido propio que lo respaldara.
Eso generaba incertidumbre. En mayo de 1893 realizó una reorganización del gabinete nombrando como ministro
de Hacienda a Marco Avellaneda. El nuevo ministro ratificó lo acordado por Romero acerca de la renegociación de
la deuda. La cotización del oro al asumir Sáenz Peña se encontraba por debajo de los 3 pesos, en septiembre de
1893 llegaba a $ 3,50. En el discurso inaugural de las sesiones del Congreso el 1º de mayo de 1894 Luis Sáenz
Peña dijo:

La República por primera vez, tiene que bastarse a sí misma. Sin crédito para cancelar deudas con deudas, depende
su presente y su porvenir del desenvolvimiento de su propia riqueza. (...) Las tarifas proteccionistas que imperan en
la mayoría de las naciones comercialmente ligadas con nosotros, el malestar monetario por la desvalorización de la
plata, el desequilibrio europeo entre la producción y el consumo, (...) producen una crisis que asume contornos
universales.

Los disturbios políticos, las rebeliones en las provincias, la oposición en el congreso hicieron que Sáenz Peña
renunciara a la presidencia en enero de 1895 asumiendo la presidencia el vicepresidente, José Evaristo Uriburu.
Uriburu nombró a Juan José Romero en la cartera de Hacienda. A fines de 1895 las perspectivas económicas
parecieron mejorar notablemente: aumentó la producción de lana, la de trigo y hubo un leve aumento de los precios
de los bienes exportables argentinos. Además hubo una mejora en la economía mundial pues a partir de 1897 se
descubrieron nuevos yacimientos de oro en Sudáfrica, Alaska y Colorado con lo que aumentó la producción del
metal y la disponibilidad de capitales. Hacia el final del siglo XIX la Argentina parecía que comenzaba a inclinarse
hacia el “lado favorable de la suerte.” Julio A. Roca asumió por segunda vez la presidencia en 1898. En 1899 Roca
pudo establecer una ley de convertibilidad y nuevamente regirse por el patrón oro. Recién entonces podemos decir
que la Argentina había superado la crisis.

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