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Históricamente, la tarea de instruir a los adolescentes sobre el sexo ha sido responsabilidad de

los padres. Sin embargo, la comunicación paterna en materia sexual puede estar influida por
las inhibiciones de los padres o por las diferentes tensiones entre ambas generaciones. Según
estudios realizados, está demostrado que una gran mayoría de jóvenes reciben muy poca
información sobre materia sexual por parte de los padres.
La adolescencia es una etapa de hallazgo y manifestación; una época en que la maduración
intelectual y emocional corre paralela con el desarrollo físico, generando una libertad y un
creciente apasionamiento vital. No es únicamente un periodo de turbulencia y agitación,
también suele ser una fase de goce y felicidad que marca el tránsito agitado y tumultuoso
al estado adulto.
Hoy en día, la educación sexual hace referencia a los temas incorporados
al programa de educación vigente, sobre este tipo de enseñanza en las escuelas primarias y
secundarias no abarcan la totalidad del tema, y este se da generalmente como parte de la
materia o asignatura ciencias de la naturaleza o educación para salud. No hay un programa
obligatorio para impartir este tipo de información, pero una política del Ministerio de
Educación entrega orientaciones y fija lineamientos de acción para enseñar esta materia en
las instituciones.
Los programas de educación sexual comienzan demasiado tarde entregando consejos poco
realistas. En el presente proyecto dar a conocer el sexo como una manera de vida, para
satisfacerse, que no va contra Dos, que es algo normal y nada fuera de lo común,
dar equidad cuando se habla de él.
La investigación fue estructurada en cinco capítulos. El primero se refiere al planteamiento del
problema el cual describe de manera amplia la situación del objeto de estudio, hemos expuesto
varias interrogantes para saber cuales factores influyen en cuanto a la información que recibe el
adolescente en esta materia. Los objetivos fundamentales de la investigación están dirigidos a
analizar la información sobre la sexualidad en la población estudiantil entre 9no. grado a 2do.
Año de diversificado, orientando su sexualidad, conociendo el grado de comprensión que
poseen con respecto a su edad, hallar respuesta a las interrogantes mas comunes,
dar igualdad cuando se habla de el tema. Tratar de orientarlos, con diferentes estrategias sobre
este tema.
En el segundo capitulo se refiere, al marco teórico que encierra los antecedentes, son estudios
antes realizados que tenían un perfil metodológico muy parecido al trabajo de investigación
que hemos elaborado. Igualmente nuestras bases teóricas sobre educación sexual, y
la hipótesis de nuestra investigación.
En el tercer capitulo, describe el proceso metodológico y el diseño de investigación que
utilizamos como guía para recopilar la información requerida. Se señala la muestra y la
población sobre la cual realizamos el estudio, así como la instrumentación aplicada a nuestra
muestra con la finalidad de obtener los datos para culminar nuestra investigación.
En el cuarto capitulo, esta dirigido al análisis de los resultados y a las limitantes que surgieron
durante nuestra investigación, es importante destacar que los resultados de nuestra
investigación reflejaron una gran desinformación y desmotivación en lo que respecta a su
educación sexual.
En el quinto y ultimo capitulo, se señalara las conclusiones generales sobre el tema emitiendo
consecutivamente las recomendaciones que consideremos pertinentes.
Es importante destacar que con el presente trabajo, se busco satisfacer las curiosidades y
ampliar los conocimientos de un tema que consideramos sumamente importante, en virtud de
la función que cumple dentro de la educación de los jóvenes venezolanos.
Se sabe que la sexualidad es parte del desarrollo normal, que cumple diversas
funciones y que es un derecho de todos, pero en esta etapa de la vida son motivo de
especial preocupación, debido a la existencia de posturas valóricas encontradas entre
el mundo adulto y adolescente. En los últimos años se han producido cambios sociales
muy rápidos, dando origen a grandes diferencias entre lo que los padres piensan y lo
que los chicos hacen o piensan.

A los padres les cuesta entender muchas cosas, ya que en su época se “pololeaba” y
no se “andaba” y el “carrete” no partía a las doce de la noche; además, la
comunicación con sus hijos es difícil debido a la falta de resolución de sus propios
conflictos en torno a la sexualidad, careciendo de herramientas para abordarla.

En general, la preocupación comienza durante la adolescencia y se centra en


determinar la conducta sexual apropiada para los jóvenes, basándose en el temor a las
consecuencias de la relación sexual, pero sin tener las herramientas para abordar el
problema.

Los medios de comunicación ejercen mucha influencia en los jóvenes, lo que no se


debería desconocer, pero algunos padres no tocan el tema y los colegios, tampoco, y
parecen no ver cómo los jóvenes son bombardeados con erotismo, sin entregarles las
herramientas para que lo manejen y con ausencia absoluta de contenido acerca de las
consecuencias negativas.

Tanto en programas como en publicidad se promueven imágenes de cantantes


famosos con alto contenido erótico, y en Internet se puede tener acceso a todo con
sólo apretar un botón, desde páginas eróticas hasta conductas bizarras, mientras que
los padres, en su tiempo, con suerte pudieron ver una revista.

Por otra parte, existe una falta de información y formación en sexualidad; se echa de
menos un modelo sexual en los colegios, aún existe un enfoque machista por parte de
los papás y la responsabilidad sigue cayendo sobre las mujeres.

Preocupa también el hecho de que la edad de la menarquia se ha adelantado; hace


100 años era los 16,8 años y ahora es a los 12,5 años; además, ha aumentado el lapso
entre la madurez psicosocial y biológica, lo que está retrasando la edad del
matrimonio.

Otra fuente de preocupación son los factores propios del adolescente:

 Alto grado de experimentación, que es normal para la época que están


viviendo.
 Gran sentimiento de invulnerabilidad.
 Dificultad para conversar de sexualidad con la pareja.
 Falta de un adulto referente a quién pedir ayuda en sexualidad.
 Difícil acceso a salud sexual y reproductiva.
 Presencia de conductas de riesgo que influyen en la sexualidad, como el
consumo de alcohol y drogas.
 La característica tendencia del adolescente a no planificar, de modo que no se
plantea el uso métodos anticonceptivos.
 La presión ejercida en la mujer por su grupo de pares para iniciar la actividad
coital en forma precoz, catalogando despectivamente a la adolescente tranquila
(“perna”).

¿Cómo trabajarían el tema de equidad de género desde su formación


disciplinar en sus contextos regionales?

En el Día Internacional de la Mujer, celebramos los avances logrados y lo que


aún falta por hacer hacia la construcción de una sociedad más igualitaria, donde las mujeres
tengan las mismas oportunidades que los hombres de desarrollar su potencial y de
contribuir a la sociedad y a la economía de sus países. En este post comparto lo que tú
puedes hacer para reducir la disparidad de género.

Aunque reconocemos sustanciales avances en la región, como el aumento de la


participación en el mercado laboral y la elección de mujeres presidentes, aún persisten
importantes desigualdades. Por ejemplo, la participación laboral de las mujeres es
significativamente menor, sus empleos de peor calidad y peor
remunerados, trabajan más horas que los hombres en el cuidado de los
hijos, otras personas dependientes y en las tareas domésticas, están sub-
representadas en los niveles gerenciales en el sector público y privado, y sufren niveles
intolerables de violencia en sus relaciones de pareja.

Se ha calculado que la brecha de género global en el mundo laboral no se


cerrará ¡hasta el año 2133!  ¿Qué podemos hacer para acelerar este proceso?

Todas las personas, y en particular padres y madres criando niños y niñas, podemos tomar
acciones concretas para que los adultos de mañana crezcan libres de estereotipos, puedan
desarrollar su potencial y no se vean limitados por su género. Para hacer esto durante los
años críticos de la primera infancia propongo las siguientes acciones que pueden contribuir
a redefinir los roles de género, a transformar gradualmente las normas sociales y creencias
que sustentan las desigualdades.

Los invito a reflexionar y comprometerse con al menos una de estas seis acciones. Entre
todos, podemos hacer la diferencia:

1. Dando el ejemplo como padres y madres, compartiendo las


responsabilidades de cuidado y las tareas domésticas, tratándose con
respeto y valorando el trabajo no remunerado independientemente de quien lo haga, porque
como lo transmite esta efectiva campaña, los patrones se transmiten de generación en
generación. Los niños que crecen en hogares donde ambos padres/madres comparten las
responsabilidades laborales y familiares y donde se respetan mutuamente tienen mayores
probabilidades de reproducir relaciones equitativas en su vida adulta.

2. Incentivando juegos, juguetes y libros no sexistas que no segreguen y


categoricen espacios, temas, actividades y roles para niños y niñas. La existencia de
secciones divididas en librerías y jugueterías para niños y niñas, puede parecer inofensiva
pero su impacto no termina en la juguetería. Desincentivar a una niña a leer un libro de
dinosaurios o el espacio porque están etiquetados para varones puede traducirse mañana en
que esta niña no escoja una carrera porque es para varones.

Un estudio reciente que analiza textos escolares en Chile encuentra que aun queda
mucho por hacer para que estos reflejen un tratamiento equitativos de personajes femeninos
y masculinos, y que persiste la división sexual del trabajo, mayor protagonismo y presencia
de personajes masculinos y roles de género estereotipados, los personajes masculinos
aparecen liderando, tomando riesgos, son autosuficientes y ambiciosos, mientras que los
personajes femeninos se destacan por su emotividad, roles de cuidado y protección dentro
de la esfera privada, y están excluidas de los campos político y científico.

Como sugiere un manual para la inclusión de género en educación inicial en


Uruguay, también podemos revisar canciones y juegos tradicionales que a menudo, tienen
un fuerte contenido sexista y reinventarlos para promover igualdad: En vez de cantar Arroz
con leche me quiero casar con una señorita….que sepa coser, que sepa planchar…
podremos cantar Arroz con leche, me quiero encontrar, con amigos y amigas para ir a
jugar, Que sepan correr, que sepan saltar, que canten y que bailen para disfrutar.

3. Asegurando que tanto niñas como niños aprendan y gradualmente tomen


responsabilidades relacionadas con el cuidado, el orden y la limpieza, así como tomar
decisiones, liderar iniciativas, expresar sus opiniones y resolver problemas apropiados
para su edad.

4. Oponiéndose a cualquier burla sexista, comentario peyorativo o que refuerce roles


estereotipados de género, desde preguntarle a un niño de 4 años cuantas novias tiene,
hasta reírse de él porque tiene miedo o criticar a una niña porque se muestre dominante,
vocifere sus opiniones enérgicamente o no se preocupe por su apariencia.

5. Incentivando a las niñas en el aprendizaje de matemáticas y enfrentando los sesgos


inconscientes de que las matemáticas no son para ellas. En nuestra región, el
desempeño de las niñas en matemáticas es peor que el de los niños; ellas
suelen pensar que no son buenas, pierden el interés en esta materia y esto es reforzado por
los adultos (en el hogar y en la escuela) lo cual repercute más tarde en el bajísimo número
de mujeres que escogen carreras en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, y está
relacionado con sectores laborales peor remunerados.
Un programa innovador de matemáticas para niños de preescolar en
Paraguay logró eliminar la brecha inicial de género en el aprendizaje asegurando que los
docentes llamaran específicamente a las niñas a participar, ya que al llamar de forma
neutra, los varones monopolizaban la participación y esto se reflejaba en una ventaja en su
aprendizaje. Otras pautas para apoyar a las niñas a aprender matemáticas se
describen aquí.

6. Brindando oportunidades para que las niñas tomen riesgos y realicen actividades
físicas (trepar, reptar, arrastrarse, hacer equilibrio) aunque puedan estar fuera de su
zona de confort ya que éstas contribuyen a desarrollar tanto destrezas físicas, como la
confianza y autoeficacia para enfrentar desafíos y situaciones nuevas. Sobreproteger a las
niñas e insistir en que tengan cuidado -en vez de incentivarlas a que superen su temor y
desarrollen coraje como se hace con los varones- porque se las piensa frágiles y temerosas
les enseña a evitar actividades fuera de su área de comodidad y no las prepara para ser
protagonistas de su vida.

Construir sociedades igualitarias donde las niñas no crezcan en desventaja y tengan las
mismas oportunidades que los niños, empieza por casa. Comprometámonos hoy para
apoyar a las niñas, que pronto serán mujeres, a ampliar sus aspiraciones, a que
desarrollen las aptitudes y habilidades para perseguirlas y a alcanzar sus ambiciones.

Uno de los desafíos para alcanzar el objetivo del desarrollo humano es la superación de
las brechas de género en varios ámbitos de la sociedad. Potenciar las capacidades de
las mujeres es además de una fuente de autonomía y empoderamiento, una
oportunidad para los países para acelerar su desarrollo económico y social.

La equidad de género es un tema debatido en diferentes organizaciones


internacionales. Se significa, la Declaración de Beijing de 1995, según el Informe sobre
Desarrollo Humano que publica anualmente el Programa de la Naciones Unidas para el
Desarrollo se reconoce que el 66% de los analfabetos del mundo son mujeres (2003).

El PNUD ha asumido el compromiso de impulsar las acciones definidas y promover el


cumplimiento de recomendaciones derivadas de cumbres y consensos internacionales.
El reto que enfrenta es que los aportes globales sirvan de respaldo y como
herramientas para desarrollar capacidades locales y definir políticas de igualdad de
género en los países.

En este documento se destacan tres aspectos importantes con respecto a la Educación


Superior y las mujeres.
1.   Se debe considerar que las mujeres graduadas forman parte de la base de
recursos humanos esenciales de sus respectivos países. Por eso, tienen derecho a las
mismas oportunidades que sus colegas masculinos en lo referente al acceso a la
enseñanza superior y a las carreras profesionales.

2.   Contraer un firme compromiso de dotar a las mujeres con todas las competencias
de gestión necesarias para contribuir a la renovación general de este sector de la
educación.

3.   La feminización de las funciones de dirección requiere ser analizada y definida con
mayor claridad.

La Conferencia sobre la Educación Superior celebrada en París en 1998 abordó


estadísticas en cuanto a mujeres directivas en la Educación Superior, en distintas
partes del mundo, llegó a la conclusión de que las mujeres disponen de las aptitudes
necesarias para ocupar estos puestos. Al respecto enfatiza en que es una visión común
del desarrollo social y humano; debe ser compartida tanto por los hombres como por
las mujeres; hayque esforzarse por eliminar los obstáculos políticos y sociales para que
la mujer esté suficientemente representada; se debe favorecer en particular la
participación activa de la mujer en los niveles de la elaboración de políticas y la
adopción de decisiones, tanto en la educación superior como en la
sociedad(Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura,
1998).

En el apartado VII de la Conferencia señala que en las universidades e instituciones de


educación superior deben crearse Oficinas para la Igualdad de Oportunidades en
materia de empleo, a fin de supervisar los progresos de las mujeres que ocupan
puestos académicos y administrativos. El documento propuso a los estados miembros
de la ONU, para el 2010, los siguientes objetivos:

1.    Los puestos de catedráticos, profesores y jefes de departamento, deben ser


desempeñados por hombres y mujeres sobre un pie de igualdad (50% de los puestos).

2.    Lo ideal sería que el 50% de todos los puestos de rectores y vicerrectores fuesen
ocupados por mujeres.

3.    El 50% de los miembros de los órganos rectores de la educación superior deberían
ser mujeres.

Como respaldo a la Agenda para el 2030 los Objetivos de Desarrollo Sostenible en


América Latina y el Caribe, sus objetivos 4 y 5 se orientan a garantizar educación
inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante
toda la vida para todos, así como lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a
todas las mujeres y las niñas.

Todos estos momentos se han pronunciado para luchar por la eliminación de las
diversas maneras de diferenciación entre los géneros. Los ámbitos de poder y de toma
de decisiones son a menudo mencionados cuando se habla de discriminación jerárquica
con respecto a las mujeres, y el techo de cristal (Guil, 2007), con estas se encuentran
para acceder a determinados cargos o posiciones, aun cuando posean las mismas
credenciales y habilidades que sus pares varones posicionados en niveles superiores.
La Declaración Mundial sobre la Educación Superior del Siglo XXI: visión y acción,
asume como un objetivo prioritario el fortalecimiento de la participación y promoción
del acceso de las mujeres teniendo en cuenta 5 ejes temáticos de acción:
sensibilización, diseño curricular, investigación y difusión, cultura organizacional y
coordinación interinstitucional.

Los estudios de género en el ámbito universitario han sido abordados por diversos
autores Baute, 2010; Bonder, 2007; Colás, 2007; Guil, 2007; entre otros. Describen
los procesos que emergen de la percepción que hombres y mujeres tienen del mundo
académico. Las investigaciones realizadas desde un enfoque de género posibilitan
conocer los cambios que han modificado los espacios sociales de hombres y mujeres y
ponen de manifiesto cómo en las universidades se reproduce la desigualdad de género.
El estudio sobre las mujeres, en particular en la educación superior, lleva a la
comprensión de las actitudes culturales de la sociedad hacia ellas a partir de la
reproducción de estereotipos que se manifiestan en el espacio universitario, reflejan su
poca participación en la toma de decisiones, el proceso de incorporación femenina a la
docencia y a la investigación.

En sentido general, a la segregación vertical (mujeres en puestos de nivel jerárquico


de menor rango) se suma la segregación horizontal (mujeres en determinadas ramas u
ocupaciones), techo de cristal, concepto que se refiere "a todas aquellas barreras que
impiden la promoción profesional de las mujeres. Estos obstáculos son difíciles de
traspasar, invisibles e impiden el crecimiento". (Guil, 2007, p.112)

En Ecuador se destacan las investigaciones realizadas por Herrera (2001). Las mismas
se han desarrollado fundamentalmente desde la sociología, la antropología y la
historia. En ellas se destacan de manera general la situación de la mujer en diferentes
períodos.

Por otra parte, la Constitución de la República (2008) en el artículo 11, numeral 2:


refiere:"Todas las personas son iguales y gozarán de los mismos derechos, deberes y
oportunidades" y que nadie podrá ser discriminado por razones de sexo e identidad de
género. En el artículo 27 establece:

"La educación se centrará en el ser humano y garantizará su desarrollo holístico en el


marco del respecto a los derechos humanos, al medio ambiente sustentable y a la
democracia: será participativa, obligatoria, intercultural, democrática, incluyente y
diversa, de calidad y calidez: impulsará la equidad de género, la justicia, la solidaridad
y la paz: estimulará el sentido crítico, el arte y la cultura tísica, la iniciativa individual y
comunitaria, y el desarrollo de competencias y capacidades para crear y trabajar".

El artículo 70 de la Constitución apunta que el Estado tiene la función de formular y


ejecutar políticas que contribuyan ala igualdad entre mujeres y hombres, a través del
mecanismo especializado de acuerdo con la ley, incorporando el enfoque de género en
los diferentes planes y programas, idea que se plasma también en el Plan Nacional del
Buen Vivir, en su objetivo 9. El Ministerio de Educación Superior asume el reto de la
equidad de género, queda establecido en su Ley Orgánica (República del Ecuador.
Consejo de Educación Superior, 2000) de conformidad con la Constitución, se
manifiesta en los artículos 4, 5 y 6.

Teniendo en cuenta lo anterior, es importarte señalar que solo con la voluntad política
estatal es posible alcanzar la plena participación de las mujeres en la sociedad, como
actoras plenas y libres de violencia, escenario traducido en el acceso a la salud, la
educación, el empleo digno, los derechos sexuales y reproductivos y la presencia en
cargos directivos. Sin ese compromiso poco puede hacerse, por mucho esfuerzo que
desplieguen las organizaciones no gubernamentales y la sociedad civil en general.

La Universidad Metropolitana reconoce la equidad de género a través del Reglamento


General (República del Ecuador. Universidad Metropolitana, 2014), consta en Título IX
del personal académico y título X, disposiciones aplicables a los estudiantes que las
normas que rigen para el personal académico de la UMET están establecidas en la Ley
Orgánica de la Educación Superior. Cuenta con una política de género, de carácter
inclusivo en el ámbito de la institución universitaria y para la sociedad, dirigida a la
integración de la mujer en la dirección, planificación, organización, ejecución y control
de los procesos universitarios, garantiza la igualdad de derechos y oportunidades entre
las mujeres y los hombres.

La política de género es el instrumento rector al que se encuentran obligadas todas las


dependencias de la universidad, para contribuir a la formación de una cultura de
equidad, flexibilidad y aceptación, sin discriminación que permita un mayor acceso de
las mujeres para participar en los procesos de la universidad, asume el compromiso
social de ser una institución universitariade referencia en la atención al género.

Resulta trascendental como herramienta para identificar las causas y mecanismos de la


institución universitaria que determinan la desigualdad de oportunidades y de acceso a
los beneficios del desarrollo entre hombres y mujeres. En tanto explica cómo se
generan los problemas y obstáculos de hombres y mujeres -por su pertenencia a un
género- y cómo es necesario atenderlos, desde el punto de vista institucional.

Exige una sólida voluntad política y una mejora en la sensibilidad humana, respeto,
inclusión, concientización del género por parte de directivos, trabajadores, docentes, y
estudiantes, mediante objetivos orientados para alcanzar la igualdad de los derechos
de la mujer y el hombre en la institución universitaria y hacia la sociedad.

La equidad, desde el punto de vista etimológico proviene del latín aequitas que
significa "igual". Se refiere a un principio de igualdad social, basado en normas y
valores universales de justicia y equilibrio aplicado a las personas en derecho y
plenitud; a un principio de justicia y equilibrio social. La igualdad alude a situaciones
idénticas, indistintamente del contexto o lógica de aplicación. La equidad de género
busca la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres para que participen en
todos los ámbitos de la vida, en igualdad de condiciones, con el fin de que
redistribuyan no solo los ingresos sino también el poder.

Por otra parte, la equidad de género, se refiere al trato igualitario de hombres y


mujeres en leyes y políticas, incluyendo el igual acceso a recursos y servicios, como la
educación, la salud y el empleo, en el seno de la familia, la comunidad y la sociedad.

Este enfoque analiza las posibilidades de desarrollo de las mujeres y de los hombres, el
sentido de sus vidas, sus expectativas y oportunidades, las complejas y diversas
relaciones que se dan entre ambos géneros, los conflictos cotidianos e institucionales
que deben enfrentar y las maneras en que lo hacen. Posibilita examinar con mayor
claridad la condición de las mujeres y cómo viven en situaciones de desventajas
personales y sociales respecto a los hombres.
Reconoce que las mujeres y los hombres tienen necesidades y poderes diferentes y
que estos deben ser identificados y abordados de manera que se rectifique el
desequilibrio entre ambos. Por tanto, para alcanzar la igualdad de género es necesario
instrumentar programas, políticas y estrategias dirigidas específicamente a las
mujeres.

texto La bioética y el comportamiento sexual humano

Introducción

La sexualidad es una pieza relevante e irrenunciable en el análisis de la condición humana. El hecho de que la persona esté
modalizada en uno de los dos únicos modos diversos que son posibles -el masculino o el femenino-, debiera hacemos
reflexionar.

La sexualidad es un tema vital y no accidental, por cuanto ella misma, de forma natural, se acuna en una relación personal,
en lo que supone un fuerte, irreversible e irrenunciable compromiso interpersonal, por cuya virtud, es posible. la
generación de un nuevo ser humano.

Este significado de la sexualidad constituye un hecho radical, como se comprueba siempre que la persona se cuestiona
acerca de sí misma -¿quién soy?-, pues, entonces forzosamente comparece su origen y en él sus progenitores, los padres
de los que procede.

En esa comparecencia está implícito también el acto fundacional -que no es sino el ayuntamiento sexual de los
progenitores- que le dio origen, el acto originario de su propio ser y, en cierto modo por ello, el valor primero sobre el que
se asientan todos los demás valores.

Menospreciar, desatender o reprimir este significado radical de la sexualidad humana es tratar de vanalizarla, haciendo de
ella algo deshumanizado que, por eso mismo, insatisface y frustra a quienes así se conducen.

La sexualidad es, qué duda cabe, una de las funciones más vigorosas de la persona, pero no es la primera ni superior a
todas las demás. La sexualidad es una función magnánima, digna, perfecta. Hasta el punto que sin ella se habría
extinguido -nada más y nada menos- que la especie humana.

Es usual que se hable de los tres hitos que sirven, en la actualidad, como criterios de realización de la persona humana:
"plantar un árbol, escribir un libro y engendrar un hijo". En opinión de quien esto escribe, el último es incomparablemente
superior a los dos primeros.

Engendrar un hijo es la mayor y más digna función de la persona humana, por cuanto coopera a la fundación de un nuevo
ser -el "novum" por antonomasía, en este mundo- que es independiente de quienes lo generan, libre, capaz de solucionar o
crear problemas y cuya vida tiene vocación de eternidad, voluntad de verdad, hambre de absoluto y anhelo de infinitud.

Cada persona humana es un ser único, incognoscible, irrepetible, insustituible, impredictible, con voluntad, inteligencia,
afectividad,...

Acaso por eso, cuando una persona muere se produce siempre, en alguna forma, un irreparable desequilibrio ecológico,
porque alguien único e irrepetible en la historia de la humanidad perece y jamás volverá a darse sobre la tierra. Y es que
las personas no tenemos sustitución, no somos reemplazables. Tal vez por eso, la única manera de ser feliz -que es el fin
de la vida humana, consista en estar centrado en los demás.

El ser humano es más sí mismo en la misma medida en que se da a los demás. El ser humano es un "centro descentrado",
es decir, que está más centrado cuando sitúa el centro de sí mismo en los demás, cuando se despreocupa de sí para
ocuparse de los otros, cuando busca la felicidad ajena en lugar de la propia y eso porque sabe que esta última sólo la
alcanzará, sólo se le dará corno formando parte de aquella.
Todo esto tiene mucho que ver con la sexualidad. Porque la puerta de la felicidad personal se abre siempre hacia fuera
(hacia los demás), y la única llave que abre su cerradura está siempre en posesión, en el bolsillo de otro.

Es cierto que en la actualidad hay otros muchos modelos desde los que la persona puede acercarse a la sexualidad (los que
buscan sólo el propio placer; los que desatienden y se desentienden del otro; los que le reducen a mero objeto de deseo;
los que trivializan la sexualidad interpretándola corno una mera actividad mecánica y automatizada; los que menosprecian
todo compromiso personal, etc.).

Pero muchos de estos modelos ofrecen unas explicaciones muy pobres e insuficientes, además de magnificar la sexualidad
-el nuevo "becerro de oro" al que idolatran- y empobrecer y reducir la persona a un mero y anónimo homúnculo (Polaino-
Lorente y García Villamisar, 1993b).

ALGUNAS DIMENSIONES DE LA SEXUALIDAD HUMANA

Son muchas las dimensiones que se concitan -y a las que es preciso atender- en la comprensión de la conducta sexual
humana, tal y como acontece realmente en la persona.

El atenimiento a estas dimensiones eleva a un nivel mucho más alto la complejidad de esta función -lo que sucede
también, cuando trata de obviarse cualquier perspectiva reduccionista, desde la que observarla- de lo que, por lo general,
hoy está puesto en circulación en nuestra sociedad.

En las líneas que siguen se dará razón de algunas de estas dimensiones, justamente aquellas de las que parece ser más
pertinente tratar aquí. Pero, advierta el lector que están ausentes otras muchas consideraciones a las que ahora no puedo
atender y de las que ya me he ocupado en otras publicaciones (Polaino- Lorente, 1998).

Así, pues, me atendré en mi exposición a sólo seis de estas dimensiones (biológica, afectiva, cognitiva, sociocultural,
política y ética). He optado por ellas, por considerar que son las dimensiones que mejor pueden servir a la verdadera
orientación del comportamiento sexual humano.

Pero antes de profundizar en cada uno de ellas, permítaseme comentar una breve nota acerca de la competencia científica,
a este respecto, de las diversas disciplinas y de los conocimientos actualmente disponibles.

Las investigaciones aportadas desde el campo de la psicología, la fisiología y la sociología han enriquecido, quién lo
podrá en duda, nuestro saber antropológico acerca de la sexualidad. Ello no obsta para que todos estos conocimientos
integrados, por muy profundos y veraces que sean, resulten insuficientes, reduccionista casi. De aquí la necesaria
apelación a las dimensiones ética y religiosa del comportamiento sexual humano.

El autor de estas líneas en ningún modo pretende adentrarse en la teología desde su posición de psicopatólogo. Su
pretensión se agota en hacer patente la insuficiencia de toda antropología que deje fuera de foco, que ignore
-voluntariamente o no-, las aportaciones iluminadoras que sobre el saber acerca del hombre nos llegan por vía de la
revelación.

Y es que, cuando Dios revela algo, Él mismo se desvela en lo revelado, y simultáneamente desvela también la naturaleza
del destinatario al que va dirigida esa revelación. Dicho en otras palabras: el misterio revelado desvela -y de forma tan
importante que resulta irrenunciable- el misterio del hombre.

Por esto no considero una caída en ningún intrusismo el hecho de asumir la última dimensión (la ética) a que se ha
aludido. De hecho, tal dimensión contribuye a modelar el marco referencial, donde el hombre pueda asomarse cuando
desee encontrar las normas verdaderas, a las que ha de someter su natural comportamiento sexual.

Veamos a continuación, de forma individuada, cada una de estas dimensiones:

1. La dimensión biológica

La dimensión biológica aparece a primera vista como la más obvia y, sin embargo, en absoluto lo es en la actualidad.

Hay determinados hechos como, por ejemplo, el que haya hombres y mujeres que no cambien en sus diferencias a lo largo
del tiempo, el que sean morfológicamente tan diferentes (tanto en los caracteres sexuales secundarios como en el aparato
genital y reproductor), que debieran hacemos pensar con la sabia pretensión de indicamos algo.
Por otra parte, ciertos cambios (biológicos, climáticos, etc.), que alteran la conducta sexual animal, en modo alguno son
determinantes en el caso del comportamiento de la persona. Para que la conducta sexual se ponga en marcha, la persona
ha de tomar libremente una decisión, cosa que no acontece en las restantes especies animales.

El instinto animal no es libre sino algo forzado, exigido, necesario. En la persona, en cambio, por muy intensa que sea esta
necesidad biológica, es la voluntad la que siempre toma la iniciativa, la que finalmente decide. Y es posible que por
vislumbrar otras necesidades o valores más altos, la persona bloquee libremente la necesidad sexual y la subordine a ellos.

Es éste un hecho diferencial entre el hombre y el animal: sentir no es consentir. Las personas están abiertas -por la
racionalidad- a la libre autorregulación de su comportamiento sexual: "Hacer lo que se quiere -y no sólo se desea o
apetece-, porque se quiere lo que se hace". Esto es lo propio y natural en el ser humano.

La dimensión biológica reúne dos aspectos diferenciales: la procreación y la genitalidad. En la segunda es donde asienta
fundamentalmente el hedonismo contemporáneo. Sin embargo, el natural encaminamiento de la sexualidad a la
procreación es el que da mejor razón de ella, de su estructura anatonomofuncional, al tiempo que en la procreación es
donde aquella encuentra y recibe su sentido último. Es un hecho que sin ella no se explicaría, no se daría razón de otro
hecho tozudo: la existencia de las personas en el mundo.

En la actualidad, el aspecto generativo de la dimensión biológica es la que aparece especialmente perturbado, por vía de
una cierta marginación disociativa. Es frecuente que en el uso de la capacidad sexual se reprima y frustre la dimensión
procreadora, mientras que no se escatima ningún medio, por artificial que sea, para agigantar a veces hasta la
monstruosidad la dimensión genital, de manera que se satisfaga el placer, el hedonismo ególatra. y esto a pesar de que
tales medios artificiales, perseguidores de la exaltación hedónica, supongan, en muchos casos, un atentado contra la
naturaleza humana, algo que incluso puede vulnerar la salud personal.

En opinión de quien esto escribe, uno de los acontecimientos más relevantes de nuestro siglo XX ha sido el
descubrimiento y la aplicación de los contraceptivos en la década de los sesenta. Por efecto de ellos, se disociaba por
primera vez en la larga historia de la humanidad -y con todas las garantías exigidas- la capacidad reproductora y la
conducta sexual (Polaina Lorente, 1974).

A partir de entonces, y como consecuencia de generalizarse esta práctica, la sexualidad se ha vanalizado y trivializado. De
aquí que sea pertinente cuestionarse: ¿qué es más importante, el sexo por el sexo (placer) o el sexo que, sin renunciar al
placer, engendrar un nuevo ser?.

2. La dimensión afectiva

El ayuntamiento carnal entre personas es siempre una relación comprometedora, además de comprometida. Y es que este
tipo de relaciones, contra todo lo que se ha dicho en estos últimos años, no debieran ser degradadas a algo puramente
periférico y epidérmico.

El hombre y la mujer son, antes que nada, personas. Por eso no pueden utilizarse recíprocamente (ni aun cuando
voluntaria y tácitamente así lo hayan acordado), con la pretensión exclusiva de tomar en el otro la pequeña dosis de placer
que sólo egoístamente satisface a cada uno de ellos.

El ayuntamiento carnal en la persona va siempre entreverado de resonancias afectivas que, inequívocamente, dejan una
impronta, una profunda huella, hasta el punto de formar parte de ese tejido íntimo que es la propia personalidad.

Cuando se excluye o margina el compromiso afectivo en esas relaciones interpersonales, la relación sexual humana queda
abismada y vacía de su natural efectividad, perturbándose y descendiendo a un nivel que está muy por debajo de lo que
caracteriza a las relaciones entre los animales.

El hombre y la mujer, aunque funcionalmente puedan entrelazarse como seres anónimos, de hecho, ni lo son ni jamás lo
serán. El tratamiento del hombre por la mujer o viceversa, como un simple objeto de placer, es siempre un atentado contra
la esencia metafísica del hombre.

La represión de la dimensión afectiva genera sentimientos de culpa, de subestimación, de asco, de náusea, etc. -incluso
entre los no creyentes-, lo que acaba por poner un cerco a la persona, encerrándola en el estrecho perímetro de la neurosis.

Afectividad y sexualidad son dimensiones que se dan unidas en la persona y así debieran permanecer, sin disociaciones
artefactuales y artificiales, en una palabra, sin disociaciones desnaturalizadoras.
La mujer se comporta de modo distinto al hombre en lo que atañe a la efectividad. Una y otro, al desunir lo que estaba
unido -al vivir la sexualidad sin ningún compromiso con la afectividad-, sacrifican y reprimen uno de los ingredientes más
importantes y necesarios de la función sexual humana.

En la actualidad, estas dos dimensiones suelen darse desligadas en la práctica; lo que transforma radicalmente la
naturaleza misma de esa relación, que por ello deviene en una mera utilización recíproca de quienes así se comportan. Es
lo que suele caracterizar a la sociedad del "usar y tirar":" Ahora te utilizo y, después, cuando ya no me sirves para
satisfacer mi propósito, te abandono".

Pero esto no suele terminar aquí. Siempre que la persona utiliza al otro, se utiliza también a sí misma. De la misma forma
que cuando se falta el respeto a otra persona, a nosotros mismos nos lo estamos faltando.

Hoy se reprime con harta frecuencia la dimensión afectiva que va implícita en la conducta sexual, lo que constituye una
lamentable e irreparable pérdida, por cuanto que ésta queda amputada de uno de sus más nobles componentes: el de querer
y saberse querido, el de darse y tomarse, recíprocamente.

En la actualidad, dado el uso de ciertas costumbres erróneas, son muchas las personas que deben elegir entre disfrutar
transitoriamente de un cuerpo sin interioridad y casi sin nombre (sólo interesa su apetecibilidad) u optar por la entera
persona, incluida su interioridad y subjetividad, el alma de su alma (su afectividad), además de, por su puesto, su cuerpo
(Polaino-Lorente y Carreño, 1994; Polaino-Lorente y Martínez, 1993a).

3. La dimensión cognitiva

El conocimiento es lo que más compromete a la persona humana. Aunque uno pueda manipular la verdad, no por eso
dejará de encontrarse con la verdad de que es un manipulador.

La inteligencia tiene una tendencia natural a comprometerse con la verdad. Esta es la razón por la que los jóvenes quieren
ser sinceros, auténticos, verdaderos. Esto les viene de la razón. De todo lo que puede comprometer a la persona, es el
conocimiento interpersonal lo que más le obliga.

El conocimiento del otro es inseparable del amor por él. Conocer y querer, aunque desde la perspectiva racional sean
funciones distintas, en el plano operativo resultan indistinguibles. Lo uno lleva a lo otro. Cuanto más se ama a una
persona, mejor se la conoce o al menos se intenta conocerla. Y viceversa.

Frustrar esta dimensión de la sexualidad humana -poco importa que las otras dimensiones sean o no satisfechas- significa
poner en grave peligro, en muchas ocasiones, la continuidad de ese compromiso interpersonal.

El quebranto de la fidelidad amorosa -con independencia de que se haga acompañar o no del correlato del comportamiento
sexual- puede ser explorado a través de las manifestaciones de insatisfacción en esta dimensión. Una de sus consecuencias
más frecuentes e importantes.

La rutina, el tedio, el aburrimiento, el aburguesamiento en la relación con el otro -tal vez confortablemente instalado en la
poltrona, supuestamente conquistada-, son en muchos casos los agentes destructores de la lealtad en la pareja.

El amor entre personas, incluso el ayuntamiento camal entre ellas exige la luminosidad del mutuo conocimiento. Si no hay
conocimiento nada hay que comunicar; si no hay nada que comunicar, difícilmente habrá algo que compartir.

El amor de la persona no se gana de una vez por todas y para siempre. El amor entre personas es una continua conquista,
en la que, obviamente, está implicado el conocimiento recíproco de los amantes (Polaino-Lorente, 1994).

4. La dimensión sociocultural

Naturaleza y cultura, "natura naturata et natura naturans", "Naturwölker und Naturwölker ", "nature and nurture" no están
tan enfrentadas, como algunos autores han sostenido a lo largo de algunos siglos. Es un hecho que la persona, por
naturaleza, está abierta a la cultura y también, claro está, una de las funciones de esa naturaleza como es la sexualidad.

Esto quiere decir que la conducta sexual no es ajena a los factores socioculturales, sino que éstos modulan, modelan y
acaban por configurar un determinado estilo de comportamiento -más o menos puesto en razón-, en función de cuáles sean
la dirección y presiones socioculturales, virgenes en ese concreto contexto histórico.
A lo que parece, un comportamiento sexual es considerado hoy como normal, simplemente en función de que satisfaga un
mero criterio estadístico: por lo general, el de su frecuencia.

De otra parte, la exposición a la observación de determinados modelos de comportamiento sexual -por otra parte, tan
sobredimensionados por su exceso en los "mass media" - es lógico que, primero, disemine estos estilos y que, un poco
más tarde, contribuya a su total generalización en la sociedad.

Una vez bien asentado este modo de comportarse -con tan sólo la "normalidad" de lo que es regular y acostumbrado-,
resulta casi inevitable, en la práctica, que no se acabe por confundir lo que es real-por su frecuencia con lo que es normal-
por su naturaleza. En función de este modo de proceder, se están "normalizando" -no sin una cierta forzosidad artefactual-
conductas sexuales que, de suyo/ no son naturales (Cfr. Polaino-Lorente, 1997).

5. La dimensión política

Muchas de las anteriores cuestiones tienen también su correspondiente representación en la dimensión política de la
sexualidad, por lo que merecen un especial consideración.

Este es el caso, por ejemplo, de la decisión tomada por los Ministerios de Sanidad y Consumo y Asuntos Sociales de
algunos países, de lanzar una campaña dirigida a los adolescentes y jóvenes, promoviendo el uso generalizado de
preservativos.

Según se afirmaba, el objetivo era evitar enfermedades de trasmisión sexual, especialmente el SIDA y los embarazos no
deseados, que pudieran derivarse del creciente aumento de relaciones sexuales entre adolescentes y jóvenes.

Sin embargo, las motivaciones profundas de estas campañas resultan un tanto incomprensibles, porque parece increíble
que los mencionados Ministerios carecieran de los datos que proporciona la ciencia actual sobre estas cuestiones.

Los responsables de las citadas campañas parecían estar anclados en una sexología freudiana, superada ya hace lustros por
los mejores avances de la psiquiatría y descalificada por los resultados que a la vuelta del medio siglo transcurrido están a
la vista. Sólo pueden explicarse estas campañas por una ideología materialista-mesiánica, entonces subyacente en la
mentalidad oficial.

La campaña oficial se pretendió justificar apelando a razones sanitarias: evitar los embarazos de las adolescentes y el
contagio del SIDA. Lo curioso es que se hayan silenciado otras muchas cosas.

Se ha ocultado, por ejemplo, que la promiscuidad sexual que, directa o indirectamente, se pretende evitar con estas
campañas conducirá a muchos más embarazos y enfermos de SIDA, ya que el uso del preservativo no evitará sino que
contribuirá a su aumento (Polaino-Lorente y Martínez, 1995).

Se ha ocultado que el preservativo no es una barrera infranqueable para los espermatozoides, ni mucho menos para el
virus del SIDA, que es 500 veces más pequeño que aquellos.

Se ha ocultado que campañas semejantes, con los mismos aparentes motivos se realizaron hace ya lustros en otros países,
con resultados bien distintos a los esperados y anunciados por sus promotores.

Se ha ocultado que el uso de preservativos no es algo trivial, como pueda ser la venta de caramelos a la puerta de un
colegio. La indigestión por un exceso de caramelos es fácil de curar y el niño, a causa de ello, aprende pronto a
autocontrolar sus impulsos alimentarios. Pero el hábito de buscar la satisfacción sexual a toda costa y con cualquiera
-pronto bien arraigado-, es mucho más difícil de extinguir.

Las consecuencias de la desinformación producida a través de este talismán mágico del placer y de la invulnerabilidad
(que es el preservativo), tan apetecible para los adolescentes, permite prever, a corto plazo, un gran aumento de jóvenes
seropositivos.

Al regalar el gobierno los preservativos, está robusteciendo y aumentando la frecuencia de ciertos hábitos y
comportamientos sexuales en los jóvenes, que son las personas más vulnerables, por su inexperiencia e impulsividad, a
estas campañas, frente a las cuales se sienten desvalidos.
Por otra parte, se nos quiere hacer pensar que esta situación "es lo normal", cuando en modo alguno lo es. Pues si se
suscita un cierto hábito sexual -y el uso del preservativo lo suscita-, con independencia de que se evite o no el contagio de
SIDA, el hecho es que tal hábito queda por la práctica robustecido y viogrizado.

Es decir, a causa de este nuevo hábito -una cierta facilidad para obrar en un determinado sentido- se disminuye el
autocontrol del joven sobre su propio comportamiento sexual. De aquí que, como consecuencia del nuevo hábito formado,
la persona joven incrementará su tendencia a tener relaciones sexuales, independientemente de que disponga o no de
preservativos

La vulnerabilidad de los más jóvenes respecto del contagio queda así facilitada a causa de estas campañas,
simultáneamente que se les está haciendo creer lo contrario, lo que constituye una tremenda y torpe manipulación.

Los jóvenes son así las víctimas propiciatorias de este timo del preservativo. Recuérdese, a este respecto, que la tasa de
riesgo de que el preservativo falle, se sitúa hoy entre el 15% y el 20%. Es decir, que suelen fallar en uno de cada cinco o
seis contactos sexuales.

Mientras el SIDA continúe siendo una enfermedad mortal -como lo es en la actualidad-, éste es un riesgo abrumador e
insostenible, por lo que habría que haber prohibido (¿o tal vez penalizado?) estas campañas (PolainoLorente, 1992).

La Administración pública cargó, entonces, con una responsabilidad ética de enormes proporciones. ¿Se atreverá acaso a
dar cuenta de los resultados de aquella campaña dentro de 15 o 25 años?.

Las consecuencias disolventes de la neurotización freudiana de la sexualidad están, más que cantadas, a la vista. ¿Cómo es
posible que los responsables de la salud pública y del bienestar social de un país civilizado cierren los ojos a una realidad
tan palmaria? (Polaino-Lorente, 1990).

6. La dimensión ética

Desde la moral católica es natural decir que "toda relación sexual fuera del matrimonio es pecado". Y esto es porque el
matrimonio implica: contrato, conocimiento, compromiso, estabilidad, vínculo, posibilidad de engendrar, sacramento, etc.

En opinión del autor de esta colaboración, muchas personas viven hoy la sexualidad de una forma decadente o frustrante.
De hecho, cuando se aseguran de que no llegará otro niño, se está frustrando las dimensiones de masculinidad-paternidad
y de feminidad-maternidad.

La sexualidad natural está más de acuerdo con que las relaciones sexuales se den dentro del matrimonio y, además, con
una apertura a la vida. Si no es así, es la misma persona la que se hace daño, por lo que ya hemos comentado antes. La
Iglesia es una experta en sexualidad. Más aún, a través de sus criterios se manifiesta como la gran libertadora de la
represión de la sexualidad.

La persona se hace daño a ella misma cuando en el contexto de esta relación apenas se compromete o lo hace sólo en
parte, es decir secotrial, mente (hedónicamente). Nada de particular tienen que, más tarde, emerjan sen timientos de
soledad, culpabilidad, insatisfacción, baja autoestima, etc.

Por contra, en el matrimonio ese compromiso está reasegurado, haciendo patente ciertas propiedades naturales del amor
humano: la unidad (los enamorados quieren estar juntos), la intimidad (quieren estar sólo ellos), la fidelidad (quieren estar
siempre juntos) y la exclusividad (sólo tú para mí, y yo sólo para ti).

Las dimensiones anteriores apuntan, se dirigen y tienden a concitar en esta dimensión ética, finalista, teleológica, en
donde todas ellas se completan y perfeccionan.

Y ello, en primer lugar, porque la capacidad generativa humana no sería tal sin la intervención del Ser que la hace posible,
y a la que ésta debe ordenarse.

En segundo lugar, porque los afectos entre personas encierran en sí la gran aspiración de ser parte de los afectos de los
hombres a Dios. Del mismo modo, el compromiso afectivo entre el hombre y la mujer llega a su techo más alto cuando,
desbordándose, se vierte en una tercera persona, dependiente y generada por ellos, pero libérrima, a la que llamamos hijo.

Pero no se olvide que el nuevo ser y los afectos que sobre él inciden y que de él proceden, por ser libérrimo y por haber
sido creado, está religado y vincularmente comprometido con Dios, que le hizo ser.
Por consiguiente, el amor entre padres e hijos es indisociable -debiera ser una misma y única cosa- del amor entre los
cónyuges entre sí, entre los cónyuges y Dios y entre los hijos y Dios. La filiación humana no se explica ni se entiende sin
la filiación divina. He aquí, en esbozo, una clave apenas apuntada, para la reflexión acerca de la familia.

Y, en tercer lugar, porque el conocimiento mutuo se acrecienta a la luz del conocimiento divino. Bajo la luz de la fe el
conocimiento humano adquiere nuevas profundidades, en las que emergen el otro y uno mismo, con un realismo nuevo,
en el que se hacen transparentes aspectos hasta entonces desconocidos.

De hecho, en la medida que uno se respeta a sí mismo -y se respeta a sí mismo en función de su saberse hijo de Dio5-,
respeta a los demás. Éstas son algunas de las aportaciones del saber teológico que resultan irrenunciable para la
antropología.

Desde esta perspectiva puede hablarse de una teología cristiana que desde el estudio del hombre se encamina hacia un
acercamiento al conocimiento de Dios. Convendrá en lo sucesivo investigar en el hombre desde la luz de la fe. Con esta
vía de acercamiento a la antropología -vía descendente desde Dios al hombre-, el hombre asciende hasta el puesto que
realmente ocupa en el cosmos, posición donde debería estudiársele siempre y que debiera ser exigida a toda investigación
antropológica que tenga la pretensión de ser realista.

Esta dimensión ética de la sexualidad humana urge al hombre para que, aceptando consecuentemente la fe recibida, ajuste
su comportamiento al mensaje revelado. La subordinación del hombre a Dios, antes expresada, no supone un límite
restrictivo para su libertad. Antes bien, ésta queda ampliada en tanto que mientras se subordina a la fe y ajusta a ella su
comportamiento, la fe misma sale garante de que el comportamiento humano es adecuado a la verdad.

Después de lo ya expuesto, queda claro que el hedonismo ni es ni podrá ser jamás un punto cardial que sirva de referencia
para el ordenamiento de la conducta sexual humana. El placer que el comportamiento sexual lleva parejo no es ni
referencia, ni guía de esa actividad, sino más bien consecuencia subordinada a ella y derivada de ella. Y en tanto que
consecuencia es aceptable, buena, óptima, siempre que previamente se hayan satisfecho las dimensiones antes referidas.

En cambio, la renuncia voluntaria al placer emanado de este comportamiento y a ese mismo comportamiento, ni
disminuye, ni degrada, ni altera a la persona, siempre que haya un motivo superior, justo y razonable, que así lo aconseje
y/o exija.

La reorientación de la sexualidad humana en el marco de la ética cristiana exige satisfacer los requisitos hechos explícitos
en las anteriores dimensiones. Cuando se satisfacen todas ellas, el comportamiento sexual deviene en una actividad
finalista, propositiva, teleológica, plena de sentido, personalizada, en una palabra, humana y, por consiguiente,
sobrenaturalizable.

LIBERTAD, VERDAD Y SEXUALIDAD

La vida humana ni está unívocamente determinada, ni tampoco completamente por hacer. El hombre -y todas las
actividades por él realizadas está enraizado en su naturaleza, a la vez que abierto a la historia. No cabe, pues, encorsetarlo
en ninguno de estos dos determinismos: ni el fisicalismo biológico, ni  el historicismo pretendidamente autorrealizador.
Porque el hombre, en cualquier momento de su vida que se le considere, no está del todo hecho ni del todo por hacer, sino
que es un ser libre.

La grandeza de la libertad, sin embargo, está contrabalanceada con la posibilidad de hacer un mal uso de ella, con la
miseria de elegir el error, con la posibilidad de extraviarse a sí mismo.

En el fondo de esta hipótesis posibilista subyace el misterio de la libertad humana; un misterio éste que no es fácilmente
apresable, pues, de una parte, el hombre por la libertad se abre a todas las cosas, pudiendo someterse a la verdad de los
seres todos. Pero de otra, el hombre es vulnerable, puede errar y no acertar en sus decisiones, mientras busca la verdad en
los demás seres.

La libertad hace posible la apertura del hombre hacia la verdad; pero también esa misma libertad hace posible el
replegamiento hermético del hombre en sí mismo y en sus propios errores.

El mal uso de la libertad -y el error que es su causa- en absoluto puede entenderse como un signo de libertad y mucho
menos como la misma libertad. De ahí que de ninguna manera resulte más libre el que más se equivoca. Antes al
contrario, quien más yerra menos libre es.
Es precisamente por esta libertad que el hombre puede usar desordenadamente, erróneamente de muchas de sus
facultades. La función generativa es una de esas facultades cuyo uso erróneo está hoy muy frecuentemente ex tendido. Este
error generalizado patentiza la falta de formación del hombre contemporáneo y su atrincheramiento en la ignorancia
ganancial y vencible.

Esta ignorancia es ganancial, porque en muchos casos hunde sus raíces en el hedonismo, un efecto concomitante y
derivativo del uso de la capacidad generativa. Y es vencible, porque el desarrollo contemporáneo de muchas disciplinas
permite una información precisa, rigurosa y ajustada a la realidad, que es de hecho incompatible con esos usos y
costumbres erróneas a las que me he referido anteriormente.

La ignorancia hunde al hombre en la oscuridad y le hace dependiente, cada vez más dependiente de sus propios errores.
De aquí la conveniencia -tal y como se ha hecho líneas atrás- de ofrecer unas coordenadas, un mar co de referencias, unos
puntos cardinales, que posibiliten a la persona la reorientación de su conducta en lo que aquí respecta, de forma que se
ponga término o al menos se aminore la frecuencia de estos errores del comportamiento.

Ofrecer referencias no es otra cosa que procurar al hombre señales, objetivos, hitos imbatibles, que guíen, orienten,
señalen y faciliten así de forma certera su andadura por la vida, hasta el punto de que le encaminen a alcanzar su destino
personal.

LA GRANDEZA DE LA SEXUALIDAD HUMANA

Lo afirmado hasta aquí permite sostener que la sexualidad humana es, en sí misma, una perfección. Pero esta perfección
no ha llegado a su máximo desarrollo en el momento del nacimiento de la persona, sino que está abierta a una continua
evolución a lo largo de las múltiples etapas evolutivas por las que el niño atraviesa.

En cierto modo hay que concluir que la sexualidad humana es una perfección perfectible. En tanto que perfección
(inicial), la sexualidad es una función que ha sido dada al hombre, algo que ya es y frente a la cual al hombre sólo le cabe
hacer muy poco, a no ser asumida, conservada y agradeceda.

Pero en tanto que perfectible, la sexualidad humana está todavía por hacer, es lo no-sido-todavía, lo que el hombre está
llamado a hacer para elevar al máximo nivel de sus posibilidades la perfección inicial que le fue dada.

La estructura que acabamos de observar pone de manifiesto algunas notas características del comportamiento sexual
humano. Puede concluirse, pues, que en el hombre esta conducta es indeterminada (no determinada por el mero
instinto), plástica (algo que se modela a lo largo de la vida y que no está modulado desde el mero fijismo innato y
biológico), libre (pues, de lo contrario, no sería perfectible), autocontrolable (porque es el mismo hombre el que la dirige,
orienta y controla, y no los eventos circunstanciales del medio) y autoperfectible ( porque con la repetición de
determinados actos libres dicha función puede también autoperfeccionarse).

Ahora bien, siempre que el hombre deje de desarrollar esta capacidad, de acuerdo con lo que debe ser la dirección de sus
posibilidades, siempre que se niegue a optimizar su desarrollo, lo "perfectible" de esta perfección quedará en cuanto tal
frustrado.

Esto significa que, gracias a la libertad humana, esta función no sólo se nos aparece como una "perfección perfectible",
sino también y por eso mismo, como una "perfección defectible". En la medida que el hombre no satisfaga lo "perfectible"
de esta perfección (inicial), en esa misma medida hace de ella algo defectible, es decir, un comportamiento defectuoso,
probablemente negligible, tal vez culpable, y acaso hasta punible.

LA SEXALIDAD HUMANA POR SIGMUN FREUD


La sexualidad es un aspecto de la vida de todos los seres humanos y está relacionada
con la capacidad de sentir placer, nace con nosotros y se muere con nosotros e
involucra aspectos físicos, sentimentales y emocionales. Esto quiere decir, que la
sexualidad está relacionada con nuestra forma de ser, de pensar, de sentir, de actuar y
de relacionarnos con otras personas y con nosotros(as) mismos(as).
De acuerdo con Sigmund Freud, la sexualidad rodea todo lo que somos, es por esto
que la sexualidad no es una “cosa” que aparece de pronto en las personas
adolescentes, jóvenes o adultas. La crianza y la educación, así como la edad, la cultura,
la región geográfica, la familia y la época histórica inciden directamente en la forma en
que cada persona vive su sexualidad.
Sucede con frecuencia que el concepto de sexualidad se confunda con los conceptos
de sexo o relaciones sexuales, lo cual limita la vivencia de la sexualidad únicamente al
contacto genital, pero, además del placer, el sexo y las relaciones sexuales, la
sexualidad comprende aspectos como el afecto y las relaciones humanas.
La sexualidad es entendida por Freud como uno de los elementos claves de la
personalidad, ya que influye en prácticamente todas nuestras decisiones, al menos, a
nivel instintivo. La existencia de fuentes de placer, la atracción de la pornografía, o la
visión de la sexualidad han jugado un aspecto fundamental en el pensamiento
psicoanalítico de Freud.
Freud crea una teoría en la que considera que la sexualidad no es exclusiva de la
psicología de los adultos, sino que la infancia también posee pasiones sexuales.
Debemos tener en cuenta que la visión que tiene Sigmund Freud sobre la sexualidad es
mucho más amplia de la que se suele creer usualmente. Sexualidad, según Freud, será
todo aquello que tiene que ver con el placer y sus fuentes. Por eso diferenciará
claramente entre sexualidad y genitalidad (lo que nosotros llamaríamos pulsión
sexual). Una de las novedades más destacadas de la teoría del Psicoanálisis de Freud
es la afirmación de la existencia de instintos sexuales en la infancia siguiendo las
siguientes fases o etapas de desarrollo.
Etapa oral
La etapa oral se caracteriza por centrarse el placer en la boca, la zona erógena por
excelencia es la boca, a medida que el niño crece y fundamentalmente en la adultez, la
zona de placer se va a concentrar en los genitales. El bebé conoce el mundo a través
de su boca, es la zona del cuerpo que le produce placer, a través de ella recibe el
alimento. Además, chupa todo lo que encuentra porque eso le otorga placer y así
conoce su entorno.
Desde que el niño comienza esta fase está experimentando su sexualidad y se lo está
educando, ya que si el adulto le coarta está fase, prohibiéndole que se chupe el dedo,
la mano, etc. le está obstruyendo la posibilidad de explorarse y explorar su alrededor.
Lo cual puede traer aparejado para el futuro ciertos problemas.
El destete por ejemplo, debe realizarse paulatinamente, no ser un corte abrupto. Ya
que si se tiene en cuenta que es la primera y gran fuente de placer del bebé, sacarle el
pecho de un momento a otro sin un proceso, puede resultar traumático y tener efectos
posteriores.
Etapa anal (retención y expulsión)
Esta fase se presenta cuando la preocupación del niño y sus padres gira alrededor del
ano, es la etapa del control de esfínteres. El goce sexual para el niño está en la
defecación. Él siente que entrega así, una producción de su cuerpo, una parte de sí
mismo y por ello es tan importante para él.
Esta fase es muy importante y es fundamental que el control de esfínteres se haga
progresivamente, sin presiones, que no se adelante a la etapa de desarrollo del niño,
antes de que desde el punto de vista orgánico el niño esté listo para hacerlo.
Un mal manejo de esta etapa y del control de esfínteres puede repercutir
negativamente en conductas futuras, por ejemplo: Estreñimiento, obsesiones, etc.
Etapa fálica
En esta etapa sí el interés y el placer se centra en los genitales y aparece el interés por
las diferencias sexuales. Hasta esta etapa, las diferencias entre nena y varón se dan
fundamentalmente por la vestimenta, pero a partir de esta fase, se centrarán las
diferencias en los que tienen pene y las que no.
Aparece la curiosidad por sexualidad y los genitales, la que es muy importante no
reprimir y manejar debidamente, ya que se podría obstruir la capacidad de
investigación, conocimiento y aprendizaje general.
Etapa de latencia
Esta etapa coincide con la etapa escolar y durante mucho tiempo se creyó,
equivocadamente, que la sexualidad quedaba adormecida, latente. Lo que sucede es
que durante este período el interés del niño se centra en conocer, aprender e
investigar. Un buen manejo de las etapas anteriores, contribuye muy favorablemente
al éxito escolar.
Etapa genital
Esta fase se da en la pubertad, ocurre al mismo tiempo que los cambios físicos y
psíquicos que se dan en esta etapa y se centraliza en los genitales. Los niños –
adolescentes muestran curiosidad por la sexualidad genital y es básico que encuentren
en sus padres y en el mundo adulto apertura u disponibilidad para hablar de sexo y
aclarar y responder sus dudas.
Las etapas o fases por las que atraviesa el niño en su desarrollo, deben experimentarse
y cada una de ellas es fundamental para la subsiguiente. Tocarse, conocerse,
explorarse es la forma que el niño tiene de conocerse de descubrirse y es algo,
absolutamente natural.

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