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Ligia Bolívar1
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Venezolana, Socióloga, Presidenta del Centro para la Justicia y el Derecho Internacional (CEJIL).
declaraciones hace distinción, por un lado, entre derechos civiles y políticos, y por otro,
de derechos económicos, sociales y culturales. Luego, tenemos ese momento
lamentable en nuestra historia donde se comienza a desarrollar los pactos de Naciones
Unidas: el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y el Pacto Internacional
sobre Derechos Económicos, Sociales y Culturales; seguramente debido al debate
ideológico de la Guerra Fría, que permeó con muchísima fuerza el trabajo sobre
derechos económicos, sociales y culturales, tuvimos dos pactos en vez de uno solo,
ambos de todas maneras aprobados el mismo año 1966; además, ambos entraron en
vigencia el mismo año 1976, diez años más tarde, con la diferencia de que en el caso
de los derechos civiles y políticos contamos asimismo con un Protocolo facultativo, que
es el Protocolo de 1966, que también entró en vigencia en 1976, mientras que en el
campo de los derechos económicos, sociales y culturales todavía no existe un protocolo
adicional.
Una explicación que ya asumí al comienzo tiene que ver con el debate ideológico
alrededor de la Guerra Fría, donde, obviamente, se dio un mayor impulso a todo lo que
tenía que ver con las libertades individuales que a los temas relacionados con los
derechos económicos, sociales y culturales. Creo que hay una responsabilidad grande -
y quizá esta es una segunda razón bien importante- por parte de las organizaciones no
gubernamentales internacionales de derechos humanos en que esto fuese así, en el
sentido de que la mayoría de ellas se concentraron en la defensa y protección y
denuncias sobre derechos civiles y políticos y, por lo tanto, fue posible un mayor
desarrollo jurisprudencial por parte de los organismos internacionales de derechos
humanos en esta materia, y no tanto, o casi inexistentemente, en el campo de los
derechos económicos, sociales y culturales.
Una tercera razón tiene que ver con lo que decíamos anteriormente sobre la
capacidad del individuo de acceder a los mecanismos de protección internacional en
materia de derechos económicos, sociales y culturales, a diferencia del caso de
derechos civiles y políticos, donde tenemos un Protocolo Facultativo que permite esta
posibilidad. En el campo de los derechos económicos, sociales y culturales eso todavía
es un tema de discusión con una serie de borradores de textos sobre un protocolo
facultativo que le brinde esa posibilidad al individuo. Pero lo cierto es que, en la
práctica, no se ha podido dar esa misma posibilidad de protección y de denuncia
individual en el caso de los derechos económicos, sociales y culturales. Creo que esa
es una razón que marca con mucha fuerza esa falta de desarrollo normativo, porque,
obviamente, el desarrollo que se ha logrado en el campo de los derechos civiles y
políticos, en relación con determinados temas como -por ejemplo- el establecer la línea
divisoria, bastante difícil por cierto y bastante frágil, entre lo que es tortura y lo que son
penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes, solamente ha sido posible a partir de
casos concretos que ponen a prueba el sistema, en el caso de Naciones Unidas en esta
materia.
Y hablando del sistema regional, también hay otro condicionante histórico que nos
explica las limitaciones que se han encontrado en el caso de los derechos económicos,
sociales y culturales en cuanto a su desarrollo normativo. Tiene que ver con el hecho de
que la Convención Americana fue aprobada en 1978, momento en el cual buena parte
del continente estaba invadido, plagado por dictaduras, por regímenes totalitarios que
fueron absolutamente irrespetuosos de muchos de los derechos civiles y políticos y, por
lo tanto, la mayoría de las denuncias que llegaron al sistema interamericano tenían que
ver por supuesto con violaciones a estos derechos o, incluso, como en el caso de Chile,
con estrategias ex profeso por parte de las organizaciones no gubernamentales. Tal es
el caso de la Vicaría de la Solidaridad; llegó el momento en que, por ejemplo, la Vicaría
invadió el sistema interamericano con más de 2.000 denuncias, no porque esas 2.000
denuncias, cada una individualmente fuese a obtener respuesta, sino porque lo que
interesaba en ese momento era poner de relieve la existencia de una política
sistemática organizada desde el Estado para facilitar y dejar en la impunidad
violaciones a determinados derechos civiles y políticos. Así, tenemos que, en el período
1973-80, el volumen de denuncias que recibió el sistema interamericano por parte de
países del Cono Sur, principalmente Argentina y Chile, sobre todo Chile, tenían por
objeto llamar la atención sobre un hecho que se había convertido en un patrón
sistemático de violación de los derechos humanos.
Todas estas causas, incluidas las históricas, han tenido como consecuencia,
lamentablemente, una postergación reiterada del tema de los derechos económicos,
sociales y culturales en el ámbito tanto regional como internacional. Sin embargo, en el
caso del sistema interamericano hay que reconocer y recordar, y creo que es bien
importante hacerlo por razones que explicaré posteriormente, que la no existencia de
un protocolo especial, en este caso el Protocolo de San Salvador, en materia de
derechos económicos, sociales y culturales, no negó durante todos estos años la
posibilidad de que las personas acudieran al sistema para presentar quejas en relación
con derechos económicos, sociales y culturales. Esto es bien importante tenerlo en
cuenta. San Salvador no fue imprescindible o su ausencia no fue un obstáculo para la
presentación de denuncias sobre derechos económicos, sociales y culturales. Más
adelante veremos la importancia que tiene.
Ahora eso, por supuesto, es bueno para las personas que están involucradas en los
casos, que están directamente afectadas, pero no es bueno desde el punto de vista
jurídico, porque lo que estamos diciendo al afirmar eso es que no son derechos en sí
mismos, son una especie de derechos subsidiarios; es decir, cobran fuerza en la
medida en que se pueda demostrar que existe una conexión con derechos
fundamentales, derecho a la vida, derecho a la integridad personal, etc. De lo que se
trata -y es uno de los grandes retos que tenemos ante nosotros en este momento- es
de asegurar que estos derechos económicos, sociales y culturales tengan peso por sí
mismos y no simplemente como apéndices de derechos civiles y políticos. Pero, en todo
caso, lo que quiero resaltar es que en nuestras constituciones ya existe, en buena parte
de la región, un reconocimiento bastante amplio de derechos económicos, sociales y
culturales; todas estas constituciones y las reformas que se han hecho -más por
supuesto las previas, las históricas, a la que me referí anteriormente-, hacen este
reconocimiento previo a Viena. En el año 1993, Viena nos dice, por primera vez desde
hacía mucho tiempo, que los derechos humanos son interdependientes, indivisibles,
etc., y a partir de ahí pareciera que se genera una nueva oleada, se le da una nueva
burbuja de oxígeno a los derechos económicos, sociales y culturales para empezar a
tener peso propio por sí mismos y no simplemente como apéndices.
Hay que señalar también que en nuestros países es cada vez más amplio el uso de
las acciones judiciales de amparo o de tutela, dependiendo de cómo se llame en cada
uno de los países, para exigir o para tratar de mantener la vigencia de estos derechos.
Esto es bien importante en la medida en que la acción de amparo o de tutela se ha
convertido en uno de los recursos por excelencia, para asegurar la justiciabilidad de los
derechos económicos, sociales y culturales, que no debería ser y no es de hecho el
único, pero, en todo caso, ha sido la vía más expedita para reivindicar por la vía judicial
derechos económicos, sociales y culturales.
El tercer punto sería el relativo a los avances recientes. Aquí vaya dejar simplemente
anotadas algunas cosas; el doctor Phillip Texier, que conoce muchísimo más de estos
temas, especialmente con respecto a la experiencia de Naciones Unidas, seguramente
los desarrollará con mayor amplitud. En todo caso, quería señalar, sobre todo en lo
atinente al Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, que ha habido
avances importantísimos, que quizás no los hemos valorado en toda su magnitud, por
parte del Comité, sino por la vía jurisprudencial-ellos no reciben casos y por lo tanto no
tienen esa posibilidad- al menos sí a través de las llamadas observaciones generales,
para desarrollar el contenido de muchos de estos derechos. En este sentido, vale la
pena rescatar la experiencia de las organizaciones que han trabajado el tema sobre el
derecho a la vivienda en el marco del Comité de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales. Creo -y el doctor Texier tendrá la oportunidad de corregirme si no está de
acuerdo con esta opinión-, que el hecho de que la primera observación general del
Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales sobre un derecho específico se
haya hecho en materia del derecho a la vivienda no es casual; es decir, las tres
observaciones previas que había desarrollado el Comité tenían que ver con
obligaciones internacionales, con el tema de financiamiento, con el tema de la
responsabilidad del Estado; pero el momento en el cual el Comité decide abordar y
desarrollar el contenido específico de un derecho, empieza por el derecho a la vivienda,
que es la observación general número uno.
De esta manera, por la vía de los hechos, con una interpretación muy flexible del
Pacto, se han venido logrando avances muy significativos. También, en el caso de
República Dominicana ha habido pronunciamientos importantes por parte del Comité en
materia del derecho a la vivienda, pero todas estas interpretaciones se dan a partir de
una visión muy flexible y poco ortodoxa de lo que es el mandato del Comité en el marco
del Pacto y de todo el sistema de protección de Naciones Unidas.
Siguiendo con avances recientes -y para terminar-, hay un par de instrumentos que
no podemos de dejar de mencionar. No son instrumentos propiamente dichos, pero son
dos textos que tienen que convertirse en referencia obligada para quienes deseen
trabajar el tema de derechos económicos, sociales y culturales. Así como el profesor
Montealegre dijo que quien no conozca la sentencia de la Cámara de los Lores en el
caso de Pinochet está atrasado en materia de protección internacional de derechos
humanos, yo digo que quien no conozca los Principios de Limburgo y las Directrices de
Maastricht también está atrasado si quiere trabajar en el área de los derechos
económicos, sociales y culturales.
Para finalizar, ¿cuál sería, en resumen, un balance del estado actual de los derechos
económicos, sociales y culturales? Creo que lo podríamos resumir en unos siete
puntos. En primer lugar, si hablamos de actualidad, por ejemplo, los últimos diez años,
podríamos afirmar que significa un avance importante la reafirmación de Viena sobre
interdependencia e invisibilidad de los derechos humanos en general. Fue una lucha
fuerte y difícil; significó todo un trabajo de cabildeo por parte de las ONG y también por
parte de muchos Estados, para reafirmar dos palabritas que parecían tan sencillas, algo
que parecía el agua tibia, pero que durante los años de la Guerra Fría se había
abandonado por completo: el reconocimiento de la interdependencia e indivisibilidad de
los derechos humanos en general.
En segundo lugar, creo que el estado actual de los derechos económicos, sociales y
culturales se caracteriza por un mayor, pero aún insuficiente, desarrollo normativo. Es
decir, no estamos en el año 1976, pero también estamos muy lejos de lo que ha sido el
desarrollo normativo en materia de derechos civiles y políticos; en el campo del
desarrollo normativo todavía el camino por recorrer es bastante largo.
En cuarto lugar, hay un avance positivo -como decíamos antes- que tiene que ver
con un mayor reconocimiento constitucional de estos derechos, lo cual podría ir
creando el marco necesario para avanzar en la justiciabilidad de estos.
Otro tema que tiene que ver con la fragilidad conceptual es el relacionado con la
relativización de la responsabilidad del Estado. Obviamente, esto no es necesariamente
algo que esté impulsado desde la sociedad civil; es algo que generalmente está siendo
impulsado por sectores económicos privados y también por el mismo Estado. Es decir,
se llega a la afirmación de que el Estado ya no es el único o el principal responsable de
la protección y la vigencia de los derechos humanos; que estamos en un mundo globa-
lizado, multipolar, donde diferentes actores tienen un papel que desempeñar, y el
Estado, a través de este razonamiento lo único que sugiere es que él es un actor de
segunda clase, pero no e el actor principal. Como no es el actor principal, entonces no
asume responsabilidades.
En realidad, estamos ante una evasión de responsabilidades por parte del Estado, y
es de absoluta importancia reivindicar e insistir en el papel del Estado como
responsable de la garantía, vigilancia, protección y realización de todos los derechos
humanos, incluyendo los derechos económicos, sociales y culturales. Pero la tendencia
pareciera ser a una relativización de esta responsabilidad del Estado y como
consecuencia, hacia una privatización de los derechos económicos, sociales y
culturales, muchas veces consentida y aceptada por una población que durante las
últimas décadas ha visto postergados estos derechos, ha visto mermada la capacidad
del Estado para brindar educación o para brindar salud. Entonces, se llega a la
conclusión de que es preferible pagar un poquito, siempre que se garantice el derecho.
Desde mi punto de vista, hay una trampa dentro de esta concepción, a veces avalada
incluso por algunos teóricos de los derechos humanos en la región, cuando nos dicen
que el gran problema de los derechos económicos, sociales y culturales fue la
generación de la expectativa de generalización y universalidad de los derechos. Que es
muy caro y muy costoso universalizar el derecho a la educación o el derecho a la salud,
que habría que repensar todo el sistema, de tal manera que se sopese que es mas
Importante: cantidad o calidad, y que a lo mejor es preferible prestar un buen servicio a
menos personas que un mal servicio a muchos. Frente a este tipo de argumentos,
quisiera que alguien me argumentara exactamente lo mismo frente a la universalización
del voto, por decir algo, A mí no me queda la menor duda de que, en este momento,
nosotros tenemos en nuestros países votantes menor calificados para ejercer su
derecho, porque muchos de ellos son analfabetos, muchos de ellos se dejan llevar por
corrientes de opinión y no manejan necesariamente el fondo de los programas de
gobierno de cada uno de los candidatos. Ahora, si a mí me dicen que tenemos que
volver atrás y que solamente el propietario puede votar, no podría aceptarlo desde una
visión universal, entonces, -como dice Pedro Nikken-, "la salsa que es buena para el
pavo es buena para la pava".