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SUMARIO

ACTORA:
DEMANDADO:
MATERIA:
DOCUMENTACION:
COPIAS: JUEGO

INCOA AMPARO POR CLAUSURA MUNICIPAL O PROVINCIAL

Señor Juez:
ESTELA SUSANA BORDÓN, titular de DNI 29.346.032, con
domicilio real en la calle 18 N° 1218 de la Ciudad y Partido de La Plata,
Provincia de Buenos Aires, por derecho propio, conjuntamente con el
patrocinio letrado del Dr. PERRY MASSON, Abogado, inscripto al Tº V Fº
490 del CAM, monotributista, CUIT e Ingresos Brutos Nº 20-19095689-8,
Nº de identificación previsional 2-19095689, constituyendo domicilio
ambos en la calle 5 N° 378, 1º piso, depto. “D” de la Ciudad y Partido de
La Plata, Provincia de Buenos Aires, teléfono (011) 15 1111-2222, email:
dr.perrymason@hotmail.com, a V.S. me presento muy respetuosamente y
digo:

I – OBJETO
Que en tiempo y forma vengo a promover acción de amparo
contra la D.G.R., con domicilio en calle 1 esquina 60 de la Ciudad de La
Plata.

Que la presente se funda en las siguientes consideraciones


de hecho y de derecho que paso a exponer:

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II – INTROITO
Según dijo Gray en “The Nature and Sources of the Law”: “El
Estado existe para la protección y desarrollo de los intereses humanos,
principalmente a través de los derechos y deberes. Si cada miembro del
Estado conociera perfectamente sus propios derechos y deberes, y los
derechos y deberes de los demás, el Estado no necesitaría órganos
judiciales.

Pero no existe tal conocimiento universal. Para determinar


en la vida real cuáles son los derechos y deberes del Estado y de sus
ciudadanos, el Estado necesita y establece los órganos judiciales, los
jueces establecen qué hechos existen, y también sancionan las normas
de las cuales deducen las consecuencias jurídicas de los hechos. Esas
normas son el derecho”.

La acción de amparo surge en forma directa de la forma


representativa republicana adoptada en el art. 1º de la Constitución
Nacional, donde queda plasmada la división de poderes propuesta
históricamente por Montesquieu, es decir que el Ejecutivo no podrá
invadir, ni siquiera en forma indirecta, el área de competencia de los otros
poderes y viceversa.

Los actos de los gobernantes que violen la división de


poderes podrán ser atacados de nulidad insanable, según los casos, ante
los tribunales de justicia.

Esta división de poderes debe estar garantizada, como


asimismo la igualdad ante la ley de todos los habitantes de la Nación, sin
ningún tipo de discriminación.

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Establecido este principio, veremos que ante los actos del
poder administrador que lesionan derechos objetivos o subjetivos
constitucionalmente protegidos, o ambos a la vez, solo nos queda la
posibilidad de recurrir a la justicia con el fin de obtener el equilibrio
constitucional violentado, ya se trate de su letra escrita, un tratado
internacional o simple violación de la pirámide jurídica que impera en todo
Estado, ignorada por el Ejecutivo o Legislativo en un acto emanado de su
potestad o dictada fuera de ella.

En efecto, la acción de amparo solo tiene como fin el


restablecimiento de derechos y garantías reconocidos por la Constitución,
un tratado internacional o las leyes de la Nación, ante una actividad del
Estado que en forma actual o inminente lesione, restrinja, altere o
amenace, con arbitrariedad e ilegalidad manifiesta derechos de los
habitantes del territorio argentino.

Esto nos da la pauta primaria de quiénes son los legitimados


activos para ejercer la acción de amparo, siendo necesario para ello
recurrir directamente al Preámbulo de la Constitución, es decir, que todos
los hombres de bien que quieran habitar en suelo argentino pueden
entablar la acción que nos ocupa en tanto y en cuanto se le haya
lesionado, restringido, alterado o amenazado un derecho, cualquiera sea
este, legalmente protegido por parte del Estado, en cualquiera de sus
formas.

Esto significa que nuestra Constitución no hace diferencia de


tipo alguno al momento de establecer la legitimación activa de quién
puede recurrir a la justicia a fin de que se restablezcan los derechos
lesionados.

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La modificación introducida en el art. 43 de la actual
Constitución Nacional por parte de los Constituyentes de 1994, vino a
cubrir un vacío legal que imperaba en nuestro país, ya que le da rango
constitucional al amparo, al habeas data y al habeas corpus, que solo
tenían una creación pretoriana y que en muchos casos encontraba más
escollos que soluciones para quienes intentaban acciones a fin de poner
coto a los actos del Estado.

La reforma introducida por la Constituyente de 1994 plasmó


el texto siguiente: “Toda persona puede interponer acción expedita y
rápida de amparo, siempre que no exista otro medio judicial más idóneo,
contra todo acto u omisión de autoridades públicas o de particulares, que
en forma actual o inminente lesione, restrinja, altere o amenace con
arbitrariedad o ilegalidad manifiesta, derechos y garantías reconocidos
por esta Constitución, un tratado o una ley”.

Gracias a Dios, se llegó al sano criterio de que la voluntad


de quienes detentan el poder tiene límites, y esos límites están dados por
el Derecho el que, por otra parte, es una creación del Estado tal como
dijera Von Ihering.

En la provincia de Buenos Aires, la ley 7.166 fue la


encargada de reglar el procedimiento del mal llamado “recurso” de
amparo, nombre que surgía precisamente porque se utilizaba en grado de
apelación a la última decisión de la administración actuante que había
provocado la lesión, la restricción, la alteración o amenaza del Derecho.

El principal inconveniente con que nos encontramos al


momento de encarar el problema consultado, es determinar si el accionar
de la Administración se encuentra en los presupuestos constitucionales

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del art. 43, ya que de lo contrario la acción intentada debe rechazarse “in
limine”, pues tendría otro remedio judicial más idóneo.

Según lo ha establecido la Suprema Corte de la Provincia de


Buenos Aires, en la causa B 54056 “La procedencia de la acción de
amparo requiere concomitantemente la existencia de una lesión,
restricción, alteración o amenaza de un derecho o garantía
constitucionalmente reconocida, proveniente de la Administración Pública
y provocada mediante arbitrariedad o ilegalidad manifiestas y que,
además, no existan otros procedimientos que con ella se persigue”.

Siguiendo ese orden de ideas debemos establecer que para


la procedencia del remedio estudiado deben darse los siguientes
presupuestos: a) Violación o amenaza, por acto u omisión de autoridad
pública, en forma actual o inminente, de un derecho o garantía explícita o
implícitamente reconocido por la Constitución Nacional. b) Arbitrariedad o
ilegalidad manifiesta del acto lesivo exteriorizada por parte del Estado en
cualquiera de sus formas. c) Inexistencia de otro remedio legal idóneo, o
la posibilidad de que el uso de los remedios comunes, ya sean judiciales o
administrativos, infieran por su demora daño grave e irreparable en los
derechos del afectado.

La acción de amparo, entonces, es un modo normal de


garantizar en forma rápida y eficaz, los derechos de raigambre
constitucional, restringidos, alterados o amenazados, en forma actual o
inminente, bajo la sola condición de que el acto u omisión causante de la
infracción exteriorice arbitrariedad o ilegalidad manifiesta.

Ahora bien, dijimos que la acción procedía contra todo acto


de la Administración Pública: “…que en forma actual o inminente lesione,
restrinja, altere o amenace con arbitrariedad o ilegalidad manifiesta…”.
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I) Actual: En primer lugar debemos entender que el acto de
la Administración Pública debe ser real, efectivo, tangible, concreto e
ineludible, es decir que el daño deberá ser cierto, con lo que los perjuicios
imaginarios e hipotéticos quedan fuera de la captación objetiva y, por
ende, de la posibilidad concreta de acceder al remedio judicial.

En segundo lugar el texto legal exige que la lesión sea


actual, es decir que produzca efectos de importantes consecuencias en
este momento, o sea, que no se puede por la vía de amparo juzgar
hechos pasados.

Sintetizando, la conducta estatal que se revé por medio del


amparo debe tener vigencia cuando se tramita la acción. Todo lo ocurrido
antes de la promoción de la demanda, solo importa en cuanto sea el
producto de sus efectos, y mientras persistan y se sigan manifestando
existirá la posibilidad cierta de que se dicte sentencia ateniéndose a la
situación del momento en que se decide.

II) Inminente: Debemos dejar aclarado que el futuro remoto


carece de importancia al amparo, por el contrario debe existir una
conexión íntima y sólida entre la actividad estatal y los efectos, para lo
que hay que aludir a la denominación mexicana “actos futuros
inminentes”, es decir, próximos a ejecutarse, referenciando con ello la
inmediatez del efecto lesivo sobre el derecho o garantía del particular no
es dable.

La interpretación de “amenaza” tipifica en la terminología


argentina esa situación de futuro, o sea, que de producirse la ejecución
material de la actividad pública producirá en forma indefectible la lesión,
restricción, alteración o amenaza del derecho del administrado.

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¿Qué ocurriría si el acto ha sido dictado pero no ha sido
ejecutado? Ante este supuesto cabe la reclamación por amparo, ya que
los actos de la Administración Pública gozan del principio de legalidad y
de ejecutoriedad, por lo que la simple amenaza habilita la acción, ya que
la Administración puede en cualquier momento poner en ejecución los
efectos de su acto, con lo que solo varía el término de prescripción.

Nuestra jurisprudencia ha aceptado esta conclusión, el


amparo trata de salvar en el presente y en el futuro los derechos
vulnerados procediendo cuando los actos o decisiones de la
Administración constituyen una amenaza de lesión cierta, actual e
inminente cuya entidad justifica el reclamo de tutela judicial.

III) Gravedad de la lesión o la amenaza: la gravedad está


dada por el ataque al derecho constitucionalmente garantizado, por ello
no existen grados de magnitud de la lesión o amenaza, tampoco
parámetros, ni cantidad o calidad de lesión o amenaza, por el contrario,
debe quedar debidamente establecido que cualquier lesión a las
libertades es de por sí grave.

Sentados estos tres requisitos legislativos veremos que el


amparo procede, entonces, contra todo hecho, acto u omisión de la
Administración Pública o de un particular que verifique los presupuestos
constitucionales de procedencia, es decir, que la configuración legal del
amparo incumbe un poder público, u otro particular, que atenúe la
efectividad de los derechos y libertades fundamentales que existen entre
los administrados y la Administración Pública, en cualquiera de sus
jerarquías, o privada, produciendo una violación a derechos reconocidos
en la Carta Magna.

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Como quiera que sea, la interpretación de los conceptos
Poder Público y Administración Pública son controvertidos tanto en la
doctrina como en la jurisprudencia, de allí que la admisibilidad del amparo
dará paso entonces a una prolija “jurisprudencia constitucional”, que
consciente de la ardua labor de delimitar a priori lo público de lo privado,
concluirá la implicación de un poder público de forma casuística, apelando
a criterios tales como la prestación de un servicio a la consecución de
determinados fines políticos, sociales, etc., en la medida que este amplio
espectro lesione, restrinja, altere o amenace los derechos que
constitucionalmente se le hayan reconocido a los habitantes.

No es necesario recordar que no puede existir actividad de


la Administración Pública centralizada, descentralizada o de las entidades
autárquicas sin el respectivo control jurisdiccional, es decir, que toda
actividad administrativa debe tener control por parte del Poder Judicial, de
lo contrario sería violentar el principio sentado en el art. 109 de nuestra
Ley Fundamental.

Así ha dicho la SCBA en su Ac. 59168: “No es válido sentar


como regla general que las decisiones de algún órgano estatal, cualquiera
sea su naturaleza, no son revisables judicialmente” (S 16-2-1999).

El presupuesto de admisibilidad, como se verá al tratar el


texto legislativo, es la arbitrariedad o ilegitimidad del acto, cosa esta que
ha sido tratada en los Acs. 61295, 75066 y 75620 entre otros, al decir la
Suprema Corte Provincial: “Hace a la esencia del amparo, para permitir la
revisión judicial del acto que este exteriorice de manera manifiesta
arbitrariedad o ilegitimidad; requisito que excluye imperativamente
cualquier consideración fundada en “la razonabilidad” del mismo; esto es,
aunque pudiera entenderse que la interpretación o aplicación del precepto
de que se trate resulte objetable, discutible o inadecuada, tales
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circunstancias pueden autorizar su revisión dentro del marco del amparo.
Obrar de otra manera importaría desnaturalizarlo”.

Debemos entender por arbitrariedad la manifestación


caprichosa sin principios jurídicos, involucrando los conceptos de
irrazonabilidad e injusticia, lo que se debe exteriorizar, inclusive, cuando
apareciendo el acto o la omisión formalmente fundados en la ley esta
estuviera aplicada con error inexcusable, excesivo rigor formal o en
contravención del principio de congruencia, o bien cuando las conductas
cuestionadas derivan de la trasgresión de las reglas del debido proceso.

Son los jueces quienes tienen el deber del restablecimiento


de los derechos vulnerados, cosa esta que ha sido sostenida por el Alto
Tribunal de la provincia de Buenos Aires al decir que ello debe ser de
inmediato por la vía rápida de amparo cuando la remisión del examen de
la cuestión a los procedimientos ordinarios, ya sean administrativos o
judiciales, pudiera causar un grave daño imposible de reparar.

La promoción de la acción de amparo debe extremar los


cuidados del accionar jurisdiccional pues de lo contrario confirmaría o no
daría solución a la violación del derecho vulnerado.

La SCBA estableció en su Ac. 49992 que: “Si en el amparo


se exige en forma exagerada y excesivamente finalista sin tener presente
su fin esencial, se transforma en desamparo”.

Esto nos da la idea de lo que produce la falta de cautela en


la decisión por parte de los magistrados de la admisibilidad, de la
procedencia o no de la acción, pues el rechazar la misma implicaría la
violación del acceso a la justicia por parte del administrado lesionado, con
la correlativa disvaloración del texto constitucional violado.
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Por ello debe siempre, ante la duda, dar curso a la acción,
siempre y cuando cumpla con los requisitos establecidos en el art. 43 de
la Carta Magna, so pena de convertirse en fiador de la violación de los
derechos o las garantías avasalladas.

El futuro inminente es por tanto atendible en la acción


estudiada siempre y cuando no cese con antelación a la promoción de
reclamo, como lo es el caso de un veto del Ejecutivo a Ley u Ordenanza,
o la derogación por una ley de posición superior en la pirámide jurídica de
un acto administrativo de un órgano de rango inferior.

El amparo procede contra todo acto de la Administración


Pública o privada que verifique los presupuestos constitucionales de
procedencia, es decir que la configuración legal del amparo exige la
implicación de un poder público que atenúe la efectividad de los derechos
y libertades fundamentales que existen entre los particulares y la
Administración Pública y/o el poder público en cualquiera de sus formas.

El texto del art. 43 de la Carta Magna no se pronuncia sobre


la existencia de una acción previa o el agotamiento de la vía
administrativa como antes era necesario, sino por el contrario, el amparo
está en relación directa con la lesión objetiva de un derecho o libertad
fundamentales, independientemente de la naturaleza pública o privada del
sujeto activo de la lesión, es decir, que ha de concebirse como un medio
de impugnación conforme la tutela primaria de los derechos e intereses
legítimos que los órganos judiciales están obligados a dispensar.

Esta expresión constitucional no debe confundirse con la


acción judicial previa establecida en la Constitución española, donde es
necesario agotar la vía de procedimiento para luego interponer ante el
Tribunal Constitucional la acción de amparo, por defecto de ésta y en
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forma subsidiaria conforme lo disponen los arts. 9.1, 53.1 y 24.1 de dicha
Constitución.

El art. 2º de la ley 13.928 estatuye que la acción de amparo


solo procederá cuando no existan otros procedimientos ordinarios,
administrativos o judiciales, que permitan obtener el mismo efecto, y ello
constituye el umbral puesto a su admisibilidad, que necesariamente debe
superarse por el agotamiento o, concurrente con la acción de amparo, la
misma pueda resultar manifiestamente inoperante para reparar las
secuelas del acto lesivo, ocasionándole al interesado un daño actual o
inminente, de características graves e irreparables.

Debemos establecer a esta altura cuál es el medio judicial


idóneo, y no es otra que la acción contencioso administrativa, en la que
también se ventila la actividad del poder público, pero desde la óptica
exclusiva del derecho administrativo, con prescindencia de que existan o
no derechos o garantías constitucionales lesionados.

Lo fundamental de la acción de amparo, que constituye su


especificidad con relación a lo que es materia de demanda contencioso
administrativa, es la denuncia concreta de vulneración de un derecho o
garantía reconocido por una norma constitucional, materia esta que con
arreglo a una invariable jurisprudencia no es susceptible de decisión en la
vía contencioso administrativa, cosa que ha sido sostenida por la SCBA
en la causa B 53644.

También ha dicho la SCBA que cuando los particulares


interponen una acción de amparo contra actos u omisiones de una
autoridad administrativa, corresponde conocer en la causa a la justicia
ordinaria, pues si de otra manera se entendiese la ley 7166 no tendría
aplicación salvo casos excepcionales, porque por hipótesis lo que por ella
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se pretende tutelar es el derecho de los particulares frente a los actos de
la Administración.

No existe en el ordenamiento argentino recurso


administrativo que brinde solución a una lesión, restricción, alteración o
amenaza de derechos o garantías constitucionalmente tutelados, por lo
que el viejo concepto ha quedado derogado, ya que hasta la modificación
introducida en 1994, de quedar pendiente la interposición de un recurso
administrativo, la acción de amparo no procedía, cosa que, reitero, con la
nueva redacción del art. 43 ha quedado en desuso.

Realizada la introducción legal al instituto paso a exponer las


cuestiones de hecho:

III – HECHOS
Que el presente tiene su fundamento, aun bajo la
justificación de la presunción de legitimidad de los actos administrativos,
en la incongruencia de la medida adoptada por la accionada, ya que en sí
mismo constituye un grave daño al régimen jurídico calificado como
Estado de Derecho, ya que el poder administrador se erige en juez y
aplica una pena de naturaleza penal arrogándose el conocimiento de
causas judiciales que le está vedado por el art. 109 de la Carta Magna.

Es indudable que el control judicial de los actos


administrativos constituye un aspecto esencial del Estado de Derecho,
donde debe existir un delicado equilibrio entre la necesaria autoridad para
gestionar los intereses públicos y los derechos y garantías de los
habitantes de la Nación reconocidos en la Ley Fundamental y los tratados
internacionales incorporados.

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En caso contrario la norma resulta inconstitucional por violar
los arts. 14, 18, 28 y 109 de la Constitución Nacional.

Recientemente la Cámara de Apelaciones en lo Penal


Económico Sala B ha establecido en la causa “Novagen S. A.”: “… la
decisión sería ejecutable sin revisión judicial suficiente en los términos
establecidos por la jurisprudencia de la CSJN en autos ‘Fernández Arias
c/Poggio’ recordada por el considerando III de la resolución apelada. En
efecto, esto sería así pues las sanciones impuestas por la autoridad
administrativa se encuentran en condiciones de ser ejecutadas con
anterioridad a cualquier revisión judicial”, y agrega, “Que por las razones
expresadas el agotamiento de la vía judicial mencionada por el señor juez
‘a quo’ sería irrelevante, pues por la utilización del recurso que se prevé
ante el Órgano Judicial no se lograría una revisión judicial suficiente”.

Asimismo la Justicia Federal ha sostenido; “La imposición de


una sanción de carácter penal sin la posibilidad previa de que un tribunal
competente e imparcial revise la validez y la razonabilidad de tal acto,
enervaría en grado sumo el efectivo poder de la justicia, todo ello en
desmedro del sistema republicano de gobierno consagrado en la ley
Suprema.

Es dable destacar que la inconstitucionalidad resulta más


clara aún si se advierte que el Poder Administrador, en los hechos, violara
el claro y terminante texto del art. 109 de la Constitución Nacional, el que
establece que “En ningún caso el Presidente de la Nación puede ejercer
funciones judiciales”.

Realizada la aclaración por la que no se podrá disponer el


cumplimiento de la sanción aplicada, la que no se encuentra firme, paso a

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fundar el presente en las consideraciones de hecho y de derecho que
expongo:

Nos enseña Llobregat que: “El primero de los contenidos


inherentes al derecho de presunción de inocencia es el de la necesidad
de que en el proceso penal o en el procedimiento administrativo se lleve a
cabo la actividad probatoria –mínima o amplia porque el derecho no
permite calibrar la mayor o menor abundancia de las pruebas– que, por
su carácter de prueba a cargo posea la virtualidad de evidenciar la
autoridad decisoria la existencia de hechos ilícitos imputados y de la
responsabilidad punitiva del sujeto pasivo de la imputación” “(El
Procedimiento Administrativo Sancionador”, 2º edición ampliada, Editorial
Tirant lo Blanch, Valencia -1996- págs. 305 y 306).

Debemos entonces estar a lo expuesto en el fallo


“Perfumerías Pipach S. A.”, donde rige plenamente el principio “nullum
crime sine culpa”, que exige que cualquier sanción penal solo puede
aplicarse si al menos se ha probado la existencia de culpa en el accionar
subjetivo del contribuyente.

Es decir, que tal comprobación de la sanción objetiva no


basta para configurar la infracción, puesto que aplicando el principio
mencionado debe probarse también la tipicidad subjetiva, esto es, el dolo
o culpa.

En efecto, la fórmula adoptada, pese a ser plenamente


satisfactoria, salva el principio de “nulla poena sine culpa”, por lo tanto no
existe un régimen de responsabilidad objetiva en materia de infracciones
tributarias, y más allá de todo debe establecerse en autos que el perjuicio
para el fisco aunque sea por culpa o negligencia.

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No cabe duda que nos encontramos ante un proceso de tipo
punitivo, y por ende, existe la presunción de inocencia, ergo, es menester
al Organismo acreditar la existencia de la infracción, y la actividad volitiva
en cabeza del contribuyente de realizar el acto en contravención a la
legislación vigente.

Debemos establecer que se procede a clausurar en forma


preventiva el comercio atento lo dispuesto en la ley , sanción esta que es
aplicada como de previo y especial pronunciamiento y que constituye la
aplicación de la pena previo al debido proceso, es decir, en franca
violación a lo dispuesto por el art. 18 de la Carta Magna.

Es decir, que no se trata de un juez competente el que


determina la sanción previa, sino que lo hace el Inspector actuante, quien
no reviste el imperio para poder hacerlo por carecer de facultades, por lo
que la clausura realizada debe ser declarada nula.

Sin perjuicio de ello, corresponde dejar sentado que no se


me ha permitido ejercer el derecho de defensa en juicio y por ende la
sanción es anterior, reitero, al proceso, cosa vedada por toda la
legislación vigente.

No obstante, ello, y con respecto al tema de la culpabilidad,


esta infracción es de naturaleza dolosa por lo que debe existir por parte
del titular del establecimiento el deliberado intento de infringir la normativa
aplicable, cosa que no se ha dado en el caso de autos, haciendo
procedente la acción intentada.

No dándose los presupuestos subjetivos exigidos, es que


debe revocarse la decisión atacada por este medio.

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También debemos establecer, coincidiendo con la
Jurisprudencia en el fallo “Nielawicki y Hnos. S.R.L. s/inf. Ley 11.683 del
5-7-2001”, que “Si nos abrazamos a un formalismo exagerado,
seguramente llegaríamos a la lógica consecuencia de encontrar
infracciones por todos lados, las que serían severamente penadas,
cuando en realidad no todas ellas implicarían un perjuicio concreto o el
peligro de producirlo al bien jurídico tutelado por la norma, perjudicando
con ello derechos garantidos constitucionalmente como, por ejemplo, el
derecho a trabajar (art. 14 C.N.)”.

Si bien la clausura es una pena fuertemente criticada por la


doctrina, luego de la reforma establecida por la ley 24.765 los supuestos
previstos para su aplicación rozan la irrazonabilidad y desproporcionalidad
de tamaña medida. La razonabilidad de la norma jurídica se verifica
cuando existe una armonía en la verificación de la proporción entre el fin
querido y la medida adoptada para lograrlo.

Lo razonable es lo opuesto de lo arbitrario, y según algunas


interpretaciones, la clausura sería un medio arbitrario con el que se
intenta lograr la tutela del bien protegido, ya que para alcanzar ese fin se
violentarían los derechos constitucionales de trabajar y de propiedad
privada.

Es por todo ello que deberá declararse mal aplicada la


sanción de clausura y proceder al levantamiento de la misma.

IV – DERECHO
Fundo la presente en lo dispuesto por los arts. 43, 18, 17 y
cctes de la Constitución Nacional, Decreto ley 8751/77 (o ley provincial),
Doctrina y Jurisprudencia.

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V – MEDIDA INNOVATIVA
Que tal como se han narrado los hechos y cómo surge de la
documentación que se acompaña, queda plasmada la verosimilitud del
derecho, solicitando se ordene el levantamiento de la clausura impuesta.

VI – PRUEBA
Ofrezco la siguiente:
1. POSICIONES:
Se libre oficio al Intendente Municipal (o Autoridad Provincial
productora de la Medida de la Provincia de Buenos Aires) a fin de que
informe a tenor del pliego que oportunamente se acompañará bajo
apercibimiento de ley;

OFICIO: A la Municipalidad de (o entidad provincial) a fin de


que remita el expediente nº ……………, a effectum videndi et probandi.
Por todo lo expuesto solicito:
a) Se me tenga por presentado, parte y por constituido
domicilio en el carácter invocado;
b) Se tenga por interpuesta en tiempo y forma la demanda;
c) Se haga lugar a la prueba ofrecida;
d) Se haga lugar a la medida de innovativa solicitada;
e) Oportunamente se dicte sentencia haciendo lugar a la
acción de amparo en todas sus partes con expresa imposición de costas.

VII – RESERVA DE CASO FEDERAL


Para el hipotético caso de ser rechazada la presente
demanda, hago expresa reserva de plantear el Caso Federal respectivo
para concurrir a la Corte Suprema de Justicia de la Nación en los términos
y con los alcances del art. 14 de la ley 48.

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VIII – AUTORIZACIONES
Se tenga autorizado al Dr. Arnaldo Petroccelli, Tº XI Fº 97
CAM, DNI 11.312.111 y al Sr Marcos Gastón Díaz, DNI 22.815.746, o a
quien el letrado patrocinante designe para diligenciar oficios, cédulas,
extraer copias, desglose, etc. y en cuanto más actos sean necesarios
para instar en el proceso.

IX – PETITORIO
Por todo lo expuesto solicito:
a) Se me tenga por presentado, parte y por constituido
domicilio;
b) Se agregue la documentación acompañada;
c) Se haga lugar a la prueba ofrecida;
d) Se haga lugar a la medida solicitada;
e) Oportunamente se dicte sentencia haciendo lugar a la
demanda en todas sus partes con expresa imposición de costas.

Proveer de conformidad, que

SERA JUSTICIA

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