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Descanso y sueño

Sin necesidad de que nadie lo diga, todos nos damos cuenta de que necesitamos descansar y más
concretamente dormir. Nuestro cuerpo lo pide y si no le damos el descanso y el sueño que necesita
nos advierte de que no se encuentra en las debidas condiciones para llevar a cabo las tareas
ordinarias de nuestra vida. Si además la falta de sueño o la mala calidad del mismo no es un hecho
ocasional, sino frecuente o habitual, nuestra salud puede verse seriamente afectada. Por ello, dormir
bien es esencial para nuestra salud.
Desde una perspectiva más técnica, si la falta de descanso y sueño es prolongada origina un
trastorno progresivo de la mente, un comportamiento anormal del sistema nervioso, el
enlentecimiento del pensamiento, irritabilidad y a psicosis. Por el contrario, el sueño restaura el
equilibrio natural entre los centros neuronales.
¿Qué es el descanso?
El descanso es un estado en el que se reduce la actividad tanto física como mental. De todas
maneras, descansar no es sólo no hacer nada o casi nada o, dicho de otro modo, la simple
inactividad física; requiere también tranquilidad, ausencia de estrés y de ansiedad; en definitiva una
situación en la que la persona se encuentre mentalmente relajada, libre de ansiedad y físicamente
calmada.
Definición del sueño
El sueño es un estado de nuestro organismo en el que éste se halla en una relativa quietud y en el
que la respuesta a estímulos externos está atenuada. Quizás el signo más característico del sueño
es la falta de consciencia. Por lo demás, es un fenómeno reversible (nos dormimos y nos
despertamos) y se repite de forma cíclica (en condiciones normales, cada día).
Pese a lo que pueda parecer, el sueño es un proceso activo, en el que se logra la recuperación de
las capacidades físicas e intelectuales y es necesario para conservar la energía, mantener la
termorregulación (la temperatura corporal es más baja durante el sueño) y eliminar aquellos
recuerdos que carecen de relevancia.
Hay que tener en cuenta que el sueño es la actividad humana que ocupa una mayor cantidad de
tiempo: pasamos durmiendo nada menos que un tercio de nuestra vida.
Fases del sueño
Hay dos tipos diferentes, o fases, de sueño: el sueño REM (según las siglas en inglés  rapid eye
movements) o en español MOR (movimientos oculares rápidos),  y el sueño no REM o no MOR, en
el que no se producen movimientos oculares rápidos.
Sueño no REM

El sueño no REM es lo que se conoce como sueño reparador. Se divide en cuatro fases (I, II, III y
IV), a lo largo de las cuales el sueño se hace progresivamente más profundo. Se trata de un sueño
de ondas lentas, sin movimientos oculares rápidos, durante el cual disminuyen la presión arterial, la
frecuencia cardiaca y la respiratoria, la actividad cerebral se hace más lenta y los músculos se
relajan.
 Fase I: en esta fase el sueño es aún muy ligero, de manera que la persona puede despertarse
fácilmente con estímulos como el ruido. Dura unos pocos minutos.
 Fase II: el sueño todavía es ligero. Las funciones orgánicas se van atenuando y se incrementa
la relajación. Dura de 10 a 20 minutos.
 Fase III: es una fase inicial del sueño profundo en la que ya es difícil que se produzca el
despertar. Las funciones vitales se reducen aún más y la musculatura está más relajada. Dura
de 15 a 30 minutos.
 Fase IV: es el periodo de sueño más profundo, en la que la relajación es mayor y que el
organismo aprovecha para su descando y reparación. Dura de 15 a 30 minutos.
Sueño REM

A cada ciclo de sueño no REM, compuesto por las cuatro fases que se acaban de explicar, le sigue
una fase III y otra fase II y una etapa de sueño REM que dura de 10 a 20 minutos.
La fase de sueño REM se caracteriza por sueños vívidos, movimientos oculares rápidos, fluctuación
del ritmo cardiaco y respiratorio, subida o fluctuación de la tensión arterial y pérdida del tono
muscular. Es una fase en la que la persona está profundamente dormida pero en la que hay una
importante actividad cerebral y orgánica que tiene como finalidad reorganizar y reestructurar
nuestros sistemas y recuperar y preparar nuestro organismo para la actividad del día siguiente.
Las fases no REM y REM constituyen un ciclo de sueño que dura entre 80 y 100 minutos y se repite
varias veces (entre 4 y 6) a lo largo de la noche.

Funciones del sueño


El sueño no es una situación pasiva, sino un estado activo en el que se producen  cambios en las
funciones corporales y en la actividad cerebral que son de mucha trascendencia para el equilibrio
físico y psíquico de las personas.
Se ha estudiado y se estudia de manera muy intensa la función o funciones que tienen tanto el
sueño ‒el acto de dormir‒ como los sueños, y la verdad es que hay muchas y diferentes teorías y
muy pocas demostraciones de cuál es el papel de ambos en nuestras vidas. Lo que sí hay es una
constatación de que los humanos, lo mismo que todas las especies de animales dotadas de cerebro
(fundamentalmente los vertebrados), pasan buena parte de su vida durmiendo, por lo que
necesariamente el sueño ha de tener una función o funciones de importancia.
Hay un acuerdo general sobre que el sueño tiene funciones de restauración y protección y sirve para
reajustar o conservar los sistemas biológicos, de manera que podamos desarrollar la actividad vital
en las mejores condiciones.
De todas maneras, no todo es acuerdo en relación con las funciones que desempeña el sueño en
nuestras vidas. Para algunos, el sueño no REM (de ondas lentas) se encargaría de la restauración
corporal y el sueño REM del cerebral. Según otras teorías, el sueño tendría una función protectora
tanto de la corteza cerebral como del organismo en su conjunto. Otras atribuyen al sueño funciones
como la de conservar energía, contribuir a la maduración cerebral y consolidar la memoria.
En definitiva, la ciencia y la experiencia dejan claro que dormir es una actividad absolutamente
necesaria para el ser humano. Durante el sueño se producen cambios en las funciones corporales y
en la actividad cerebral que son de gran trascendencia para el equilibrio físico y psíquico de las
personas
Regulación del sueño
Lo habitual es que el ser humano se mantenga despierto aproximadamente 16 horas durante el día y
duerma 8 horas coincidiendo con el periodo nocturno. No obstante, el sueño está regulado por
factores individuales, ambientales y otros relacionados con el desearrollo embrionario, que varían de
forma significativa de unos individuos a otros. Además hay que tener especialmente en cuenta dos
procesos muy concretos: uno que favorece el sueño, denominado homeostasis del sueño, y otro que
induce el estado de vigilia, conocido como circadiano. De hecho, los procesos de sueño-vigilia están
regulados por la interacción entre la homeostasis del sueño y el ritmo circadiano, teniendo en cuenta
que este último afecta al horario del sueño, mientras que los mecanismos homeostáticos regulan la
necesidad de dormir.
La homeostasis es el principal mecanismo regulador fisiológico del organismo. Se trata del conjunto
de fenómenos de autorregulación, cuya finalidad es mantener relativamente constantes las
composiciones y las propiedades del medio interno de un organismo. Los mecanismos
homeostáticos también rigen los tiempos de sueño y vigilia. Este proceso homeostático funciona de
la siguiente manera: cuando necesitamos dormir nos hace sentir somnolientos, y cuando hemos
dormido lo suficiente hace que nos despertemos. Este mecanismo mantiene el equilibrio interno, de
manera que cuantas más horas pasamos despiertos, mayor necesidad tenemos de dormir; y cuantas
más durmiendo, menos intensa es esa necesidad.
Ritmo circadiano
Las diferentes especies animales, incluida la humana, organizan muchas de sus funciones en ciclos
periódicos asociados a variaciones en los parámetros fisiológicos. Cuando estas fluctuaciones tienen
una periodicidad constante, se consideran ritmos biológicos y son generados por un mecanismo
interno del organismo. Estos ritmos sincronizan funciones como la temperatura corporal, el latido
cardiaco, la secreción de hormonas o el sistema endocrino. Cuando la oscilación de estas variables
sigue una pauta cercana a las 24 horas se denomina ritmo circadiano. El ciclo sueño-vigilia es el más
notorio de nuestros ritmos circadianos. Este ritmo actúa como mecanismo regulador del sueño y
funciona con propiedades análogas a las de un reloj. El cuerpo se rige por este reloj endógeno o
marcapasos biológico que pauta los tiempos de actividad y reposo.
La regulación circadiana supone que, independientemente del tiempo pasado en estado de vigilia, la
necesidad de dormir varía de acuerdo a la hora del día en que nos encontremos. En los individuos
con un patrón sueño-vigilia coincidente con el ciclo noche-día, la necesidad más intensa de dormir
aparece en la franja nocturna de las 3:00-4:00 de la madrugada.
La base anatómica sustancial de los ritmos circadianos se encuentra en una zona del hipotálamo,
cuya actividad está condicionada por diversos estímulos externos, el más importante de los cuales
es la luz ambiental. J. Aschoff acuñó el término sincronizadores (traducción del alemán zeitgebers)
para referirse a las variables ambientales que pueden afectar a las fases marcadas por los relojes
internos. Estos sincronizadores ambientales completan la ritmicidad interna adaptándola a las
circunstancias del entorno. La perfecta cohesión entre ambos relojes, interno y externo, es lo que
garantiza un correcto funcionamiento del organismo y del ciclo sueño-vigilia. La luz es el
sincrinizador más potente, y por lo general en los adultos se identifican los ciclos sueño-vigilia con
noche y día (luz y oscuridad). Hay otros muchos factores externos que pueden afectar a la ritmo del
descanso y sueño:
 Factores sensoriales: la percepción o actividad (consciente) visual, auditiva, olfativa, el deseo
sexual, el hambre y el dolor mantienen a las personas en estado de vigilia o hacen que se
despierten, mientras que su ausencia provoca sueño.
 Factores ambientales: se refieren al lugar en el que se duerme y a las condiciones que
presenta este lugar en el que se duerme.
 Factores individuales o conductuales: tienen que ver con el cómo y cuándo se duerme y con
el qué se hace para dormir.
Efectos de la falta de sueño prolongada
Aunque no todas las personas adultas necesitan las mismas horas de sueño, los expertos
consideran que dormir menos de 7 horas por noche de forma continuada puede tener consecuencias
negativas para el organismo y el cerebro. Los especialistas en el área dicen que una buena noche
durmiendo es tan importante para la salud como una dieta apropiada o el ejercicio físico frecuente.
Por lo que se refiere a trastornos orgánicos, los estudios epidemiológicos y de laboratorio realizados
indican que la falta de sueño puede tener que ver con el aumento de la prevalencia de  diabetes y
la obesidad. La relación entre la restricción del sueño, la ganancia de peso y el riesgo de padecer
diabetes podría derivar de alteraciones en el metabolismo de la glucosa, un aumento del apetito y
una disminución del gasto energético.
Durante el sueño el organismo libera cortisol, una hormona que regula nuestro sistema inmunitario,
que también interviene en el metabolismo de la glucosa, y leptina, otra hormona que tiene un papel
fundamental en la regulación de nuestro apetito. La falta de sueño altera seriamente la síntesis y
liberación de estas dos hormonas y de ahí deriva el riesgo de padecer diabetes tipo 2 (o diabetes del
adulto, no dependiente de la insulina) y obesidad.
Por otra parte, la vigilia prolongada se asocia a alteraciones del sistema nervioso que, a su vez,
cambios en la esfera cognitiva y del comportamiento: un creciente entorpecimiento del pensamiento,
sensación de cansancio, fatiga, dificultad en la percepción y concentración, imposibilidad de
mantener cualquier actividad de forma ininterrumpida, somnolencia diurna, cefaleas matutinas,
pérdida de la memoria, trastornos de la conducta, disminución de la libido, tendencia a la  depresión,
irritabilidad, escaso rendimiento intelectual, lapsos mentales, voz pastosa con pronunciación
incorrecta, enuresis, episodios psicóticos, hipersensibilidad ante el dolor, dificultad en la orientación,
inexpresividad facial, ligero temblor de las manos, modificaciones en la tensión arterial, pulso
irregular, ideas paranoides en algunos casos, repercusión negativa en el rendimiento deportivo y
accidentes de tráfico por conducir con sueño.
Trastornos del sueño
Se estima que alrededor del 45% de la población española adulta presenta algún trastorno del
sueño. Este porcentaje es aún más elevado en las personas mayores, mujeres y n personas que
padecen enfermedades mentales.

Las repercusiones sobre la calidad de vida de estos trastornos pueden ser importantes, ya que
afectan al rendimiento laboral y a las relaciones personales, además de aumentar el riesgo de
accidentes.

Los trastornos del sueño son varios y diversos y se podrían clasificar en primarios y secundarios.
Entre los primeros están el insomnio (sin duda el más frecuente), la hipersomnia (sueño excesivo),
los trastornos del ciclo sueño-vigilia (provocados por los cambios de turno en el trabajo o los viajes
transcontinentales), y otros como el sonambulismo, las pesadillas, etc. Entre los segundos destacan
los que se deben a enfermedades, como el síndrome de apnea obstructiva del sueño y el síndrome
de las piernas inquietas.

Insomnio
Según la OMS, se ha de considerar como insomnio la dificultad para conciliar o mantener el sueño o
una sensación de sueño poco reparador, situación que se ha de dar tres o más veces por semana
durante al menos un mes, acompañada de preocupación por la falta de sueño y de cavilaciones
excesivas nocturnas y diurnas sobre sus consecuencias, y que genere un notable malestar o
interferencia con las actividades sociales y laborales.

Para algunos esta definición es demasiado restrictiva (porque excluye a muchas personas mayores
que no duermen bien pero no dan importancia a este hecho), y proponen que se considere insomnio
a la situación de una persona que tenga dificultad para conciliar o mantener el sueño tres o más
veces por semana durante al menos un mes, aunque no genere preocupación o malestar.

Entre un 20 y un 35% de la población adulta española presenta problemas de sueño y en la mitad de


los casos se trata de insomnio crónico.

Causas más habituales del insomnio


Son muchos los factores que pueden dar lugar a insomnio en los adultos: envejecimiento,
alcoholismo o abandono brusco del alcohol después de un largo periodo de consumo, ansiedad, la
cama o el dormitorio no reúnen las condiciones adecuadas para conciliar el sueño, depresión entre
moderada y grave, determinadas enfermedades, como prostatitis, cistitis, EPOC, artritis, acidez y
problemas cardiacos o pulmonares, alegría o excitación, angustia, toma de fármacos y drogas
psicoactivos, como anfetaminas y cocaína; falta de exposición a la luz brillante o a la luz del sol,
toma de determinados medicamentos, hipertiroidismo, dormir demasiado durante el día, consumo de
sustancias estimulantes antes de acostarse, como alcohol o café, estrés y preocupaciones,
suspensión repentina de la toma de ciertos medicamentos, como sedantes o pastillas para dormir,
exceso de estimulación a la hora de acostarse.

Manejo del insomnio


La primera medida a adoptar en caso de padecer insomnio es seguir las recomendaciones que se
han expuesto en eñ artículo "Consejos para dormir bien". Con ello, la mayoría de los cuadros de
insomnio que se deban a malos hábitos desaparecerán paulatinamente sin necesidad de recurrir a
tratamientos específicos, sean estos farmacológicos o de otro tipo.
Si no fuera así, la persona que padece insomnio crónico deberá consultar con su médico. Él será
quien determine si es necesario o no establecer un tratamiento. Los objetivos de éste serán resolver
o mitigar el trastorno del sueño, normalizar las actividades diarias y mejorar la calidad de vida.

Hay dos tipos de estrategias de tratamiento: la terapia conductual, el tratamiento farmacológico o


ambas cosas juntas. En ambos casos será su médico el que determinará cuál de ellas es la más
indicadaen cada caso. La terapia cognitivo-conductual trata de modificar las creencias y actitudes
disfuncionales que se supone que mantienen el insomnio, modificar los hábitos de sueño
inadecuados y reducir la activación del sistema nervioso autónomo.

Entre el 70 y el 80% de las personas con insomnio crónico que se someten a terapia conductual,
mejoran y este beneficio persiste hasta 6 meses después de su cese. Son especialmente eficaces la
terapia de control de estímulos, la relajación y la intención paradójica.

Somnolencia (hipersomnia)
La somnolencia es un síntoma frecuente entre la población cuya causa principal reside en los malos
hábitos de sueño.

Hay dos tipos de somnolencia: la fisiológica, relacionada con la edad o con situaciones concretas,
como el periodo premenstrual, el embarazo, el ejercicio físico intenso, etc.; y la somnolencia
patológica, que se manifiesta cuando existe una enfermedad que la origina.

Su tratamiento consistirá en mantener unos buenos hábitos de sueño siguiendo las


recomendaciones antes apuntadas en el artículo "Consejos para dormir bien".

Síndrome de apnea obstructiva del sueño


Es un trastorno que pertenece al grupo de las llamadas apneas del sueño. La apnea del sueño es la
interrupción intermitente del flujo aéreo en la nariz y en la boca durante el sueño, que provoca al
menos 5 episodios de apnea (falta de aire) o 10 de hipopnea (insuficiente cantidad de aire) por hora,
que duran más de 10 segundos y se acompañan de ronquidos. Provoca una excesiva somnolencia
diurna por la hipoxemia (falta de oxígeno en la sangre) y la fragmentación del sueño. Tiene una
prevalencia del 1-2% en mujeres y del 4-9% en hombres. En los obesos es de 12 a 30 veces más
frecuente.

Los síntomas de la apnea obstructiva del sueño son:

Ronquidos. Se ha de tener en cuenta que el ronquido aislado no es el típico de la apnea obstructiva


y aparece en el 40-50% de los varones adultos y en el 20-30% de las mujeres, porcentajes que
aumentan con la edad. El ronquido típico es irregular, intercalado con pausas respiratorias (falta de
respiración), de gran intensidad y se acompaña de jadeos y bufidos.
Pausas respiratorias, de las que por lo general se da cuenta la pareja.
Sueño no reparador.
Somnolencia diurna, que es la tendencia a quedarse dormido de forma involuntaria o en situaciones
inapropiadas. Este síntoma es frecuente en los adultos de nuestro país, pero se ha de tener en
cuenta que se debe más a malos hábitos de sueño que a padecer el trastorno de apnea del sueño
El síndrome de apnea obstructiva del sueño genera secuelas y complicaciones de notable gravedad,
como enfermedades vasculares que afectan al corazón, al cerebro y al aparato respiratorio (mayor
riesgo de hipertensión, de hipertrofia (aumento de tamaño) ventricular, de muerte súbita, de infarto
cerebral). Igualmente provoca accidentes laborales y de tráfico.

Diagnóstico
Para diagnosticar sin lugar a error este trastorno es necesaria la realización de una polisomnografía.
Tratamiento
En lo que respecta al tratamiento existen medidas preventivas que pueden ser eficaces: abstención
de alcohol y tabaco, la pérdida de peso en obesos, el tratamiento de la obstrucción nasal, la evitación
del decúbito supino a la hora de dormir y la supresión de medicamentos que deprimen el sistema
nervioso central. No obstante también se dispone de tratamientos farmacológicos (de relativa
eficacia), dispositivos que se colocan dentro de la boca para cambiar la posición de la mandíbula,
tratamientos quirúrgicos, o la aplicación de presión positiva continua de la vía aérea superior por vía
nasal.

Como siempre, ha de ser el médico el que determine cuál es el tratamiento más adecuado en cada
caso.

Síndrome de las piernas inquietas


El síndrome de las piernas inquietas se caracteriza por disestesias (hormigueo, pinchazos,
sensación de frío o calor, adormecimiento, vibraciones de electricidad, etc.) en las pantorrillas, que
provocan una necesidad irrefrenable de mover las piernas. Aparece en reposo, generalmente al
intentar conciliar el sueño. En el 80% de los casos se presentan, además, movimientos periódicos de
las extremidades durante el sueño, que son movimientos involuntarios y repetitivos de las mismas
que despiertan al paciente de modo parcial o completo.

Provocan dificultad para conciliar el sueño, despertares y fragmentación del sueño, impidiendo un
buen descanso.

La prevalencia aumenta con la edad; es superior al 30% en los mayores de 60 años y más frecuente
en mujeres, sobre todo si han tenido tres o más embarazos.

El tratamiento indicado, que en cualquier caso ha de establecer el médico, son los fármacos
dopaminérgicos.

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