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Los Fragmentos de Heraclito - Cappelletti PDF
Los Fragmentos de Heraclito - Cappelletti PDF
A N G E L J. C A P P E L L E T T !
LOS
FRAGMENTOS
DE
HERACLITO
*
0 C EDITORIAL TIEM PO N UEVO S.a.
LA EDICION DE ESTE LIBRO HA SIDO FINANCIADA
CON FONDOS DEL CONICIT
© Angel J. Cappellettl
Mayo de 1972
6
Schleiermacher, el primer editor moderno de
Heráclito, ha negado inclusive la posibilidad de
que el libro pudiera estar dividido en capítulos
o secciones con un contenido temático dife
rente. Pero ya Schuster y, después de él, Zeller
consideraron indudable dicha posibilidad9.
Si nos preguntamos, luego, sobre el origen y
sentido de la tripartición referida por Dióge-
nes, nos encontramos con varias hipótesis.
La primera, formulada por Schuster y Zeller,
la vincula al título Musas, que, como vimos,
llevó el libro de Heráclito. Según estos historia
dores, las tres partes de la obra corresponde
rían a las tres Musas de que nos habla la mito
logía griega en su fase primitiva.
,Este-~hipótesis no pasa de ser unatconjetura
j£enérica,)ya que no se puede demostrar ñiflgtP"
na relación simbólica entre las tres Musas y
los tres temas desarrollados en la obra, según
Diógenes.
Otra hipótesis al respecto ha sido presentada
por G. J. Kirk, en su notable obra Heraclitus-
The Cosmic Fragmente. Según él, la triparti
ción sería obra de un editor alejandrino que se
habría inspirado en la división de la filosofía
admitida por los estoicos. Sabido es que éstos
(como también los académicos y los epicúreos)
dividían la filosofía en tres partes: la lógica,
la física y la ética, que compararon en alguna
ocasión con la cáscara, la clara y la yema del
huevo respectivamente. Ahora bien, si con la
mejor buena voluntad asimilamos el primer
capítulo, cuyo título es Sobre el Todo, a la
física, y el capítulo segundo que versa Sobre
Política, a la ética, todavía nos queda, como
insalvable escollo, la lógica, la cual de ninguna
7
manera podemos considerar desarrollada en el
tercer capítulo, titulado Sobre teología.
La hipótesis de Kirk resulta, pues, tan in
aceptable como la de Schuster y Zeller.
Sólo nos queda, pues, suponer que la tripar
tición mencionada por Diógenes procede del
propio Heráclito y que los títulos, si no fueron
puestos por él mismo, se originaron por lo me
nos entre sus seguidores o sedicentes discípulos,
en una época no más reciente que la de Sócrates
y Platón.
La obra de Heráclito, leída y muchas veces
comentada en la Antigüedad, discutida, anali
zada, versificada, atacada acerbamente y entu
siastamente seguida por griegos y romanos has
ta el período helenístico “ , cae, junto con tantos
otros testimonios de la ciencia y de la filosofía
antiguas, en un completo o casi completo olvido
durante la Edad Media.
De este naufragio sólo han llegado hasta
nosotros poco más de un centenar de fragmen
tos, recogidos por la filología moderna en las
obras supérstites de autores griegos, romanos
y cristianos.
Ya en 1573, el ilustre humanista Henry
Estienne (Henricus Stephanus) publica, con
el título de Poesis philosophica, los restos
de varios antiguos filósofos cuyas obras se ha
bían perdido, y entre ellos incluye una primera
colección de los fragmentos de Heráclito. Juan
Alberto Fabricio, incluye también en su Biblió-
theca Graeca, que ve la luz de Hamburgo, a1 0
8
comienzos del siglo XVIII, una serie de fragmen
tos del efesio.
Friedrich Schleiermacher, el conocido autor
de los Monologen y del Ueber Offenbarung und
Mythologie, que también tradujo a Platón, fue
el primero que hizo una edición crítica de di
chos fragmentos (de los cuales publicó ya 72),
y les agregó una serie de testimonios biodoxo-
gráficos. Los fragmentos y testimonios apare
cen, junto con un estudio en el que se intenta
una reconstrucción de la filosofía heraclítica,
como un todo orgánico y sistemático, en la par
te III, volumen II de las Samtliche Werke
(Berlín, 1838, pp. 1-146).
Algunos años más tarde, Mullach publica una
nueva edición de los fragmentos del efesio,
notablemente aumentada (ahora son ya 95),
gracias al descubrimiento de los libros IV-IX
de la Refutatio omnium haeresium de Hipólito ■
Romano, en un manuscrito del Monte Athos.
Dicho descubrimiento (realizado por Mynoides
Mynas en 1842) fue objeto de una edición rea
lizada en Oxford, en 1851, por Miller. De ella
extrajo Mullach una serie de pasajes heraclí-
ticos, citados por el apologista romano, en su
refutación de Noeto y de los patripasianos
(Fragmenta Philosophorum Graecorum. I. Poe-
seos philosophicae caeterorumque ante Socra-
tem quae supersuni. París, 1857).
En 1887 el filólogo inglés I. Bywater pu
blica una nueva edición crítica de los frag
mentos de Heráclito, esta vez en número de
130. Les añade también los testimonios anti
guos sobre vida, obra y doctrina del filósofo y
hasta las Epístolas Pseudoheraclíteas. Acogien
do la tripartición de la obra referida por Dió-
genes Laercio, divide los fragmentos, agrupán
dolos en tres secciones: Sobre el Todo, Sobre
Política y Sobre Teología. Esta edición (Hera-
eliti Ephesii Reliquiae. Oxford) puede tenerse
ya como casi definitiva. Sin embargo, en 1901.
Hermann Piéis, autor de numerosos trabajos
sobre el pensamiento presocrálico, da a la luz-
una nueva edición de los Iragmentos de nera^
clft(TXHéraklHto& von Ephesos-iJnechisch und
Deutsch. Berlín), que ha servido de base, en
nuestro siglo, a la mayor parte de las traduc
ciones y de los estudios críticos. Dicha edición
fue luego incluida en una obra más extensa,
que recoge los fragmentos de todos los pre
socráticos: Die Fragmente der Vorsokratiker,
publicada en Berlín, en 1903. (Lleva ya nueve
ediciones; a partir de la 5» con la revisión de
Kranz).
Lo que Diels añade a los textos publicados
por Bywater no es mucho, pero impone, en cam
bio, una nueva ordenación, más objetiva, a los
fragmentos, elimina algunos que son paralelos,
selecciona con mayor rigor crítico los testimo
nios, da una nueva versión alemana y, sobre
todo, añade una serie de valiosas anotaciones
filológicas. La edición de Diels no incluye las
jEpístolas, pero sí algunas imitaciones (par
te C).
Para disponer los fragmentos usa como cri
terio el orden alfabético de los autores que sir
ven de fuente, aunque exceptúa de esta regla
a los dos primeros fragmentos que, según ates
tigua Sexto Empírico, contienen las palabras
con que Heráclito iniciaba su libro. Se propone
desterrar así los criterios subjetivos que, par
tiendo de una “ concepción básica” o de un su
puesto plan, intentaron reconstruir, a través de
los fragmentos, el libro mismo del efesio. De
esta manera desea superar no sólo las cons
trucciones como la de Schuster, a quien ya ha
bía criticado Zeller, sino también las ordena
ciones como la de Bywater (utilizado, entre
10
otros, por Burnet en la traducción de los frag
mentos que incluye en su Early Greek Phi-
losophy).
El criterio externo empleado por Diels re
sulta, sin duda, práctico. Sin embargo, el pre
supuesto último del mismo parece inaceptable.
En efecto, Diels, igual que otros críticos y
traductores de Heráclito, supone que el libro
de éste estaba constituido por una colección
de aforismos o sentencias, carentes de toda
interconexión.
María Cardini Timpanaro (Eraclito-Fram-
mentí e testimoníame. Lanciano, 1919) sostuvo
así el carácter asistemático de la filosofía he-
raclítica y negó toda secuéncia lógica entre los
diferentes fragmentos.
Más tarde, la hipótesis de Diels, aunque im
pugnada por muchos historiadores y filólogos,
halló nuevamente apoyo en Gigon y Kirk.
Este último ha expuesto una versión todavía
más osada de la misma, pues supone que las
sentencias fueron, al principio, puramente ora
les, y que sólo en un momento posterior se las
consignó por escrito y compiló en un libro.
Según Kirk, habría pasado con los aforismos
del Sobre la Naturaleza de Heráclito algo pa
recido a lo que pasó con las sentencias y pará
bolas de los Evangelios sin&pticos y a lo que,
según el sinólogo H. A. Giles, pasó con el Too
Teh King de Lao Tse n .
Pero, en primer término, contra esta conje
tura, puede argüírse que no existe un solo tes
timonio en toda la biodoxografía heraclítica
que pueda fundamentar la idea de una transmi
sión oral de la enseñanza del filósofo. Ni siquie-1
11
ra puede suponerse, partiendo de la tradición
antigua, que Heráclito impartiera nunca una
enseñanza oral.
En segundo lugar, puede decirse que dicha
hipótesis colide inclusive con la biodoxografía:
a) de un modo directo choca con la tradición
que nos presenta al efesio depositando su es
crito en el santuario de la diosa Artem isa12;
b) indirectamente contradice el testimonio de
Aristóteles, quien hablando del estilo de Herá
clito 13 da por supuesto, al igual que el Pseudo
Demetrio14, que el estilo del filósofo efesio
es un estilo escrito y no oral.
Por otra parte — y ahora no sólo contra Kirk
sino también contra Diels, Cardini, Gigon, etc.,
cabe afirmar que no toda la obra del efesio
tenía un carácter aforístico. En efecto, el aná
lisis de los fragmentos que conservamos nos
prueba que, aun cuando en la mayor parte de
los casos se puede atribuir una estructura afo
rística a los mismos, esto no sucede siempre,
ya que, por lo menos el fragmento primero,
el cual, según Aristóteles y Sexto Empírico,
corresponde al inicio de la obra, muestra la
forma de una exposición más o menos extensa.
De acuerdo con todas estas consideraciones
podemos formular, pues, la siguiente hipótesis
sobre la composición y estructura del libro de
Heráclito: Este escribió un “ libro” en el senti-
do propio y literal de la palabra (aüyypafiftaY
y io escribió de puño y letra. Pichó libro es=
taba compuesto en gran parte por proposiciones
breves, de estilo apotegmático. Ello no quiere
decir, sin embargo, que no hubiera allí pasajes"
de una distinta estructura estilística, que tu^
12
vieran, por ejemplo, el carácter de "discursos”
o "disertaciones” mas o menos solemnes. P or
lo -menos en lo ~que se refiere al comienzo
de- la Pbra~esto es ^enteramente cierto. Por
otra parte, el- estiló^prepoñderantemente afo-
rístico no impide tampoco que entre el
contenido de las diversas sentencias exista
una cierta conexión lógica y una cierta cohe
rencia temática. Esto fue precisamente lo que
hizo posible la división del libro en tres capí
tulos que, como dijimos, hizo el propio autor.
Por encima de todo, sin embargo, debe adver
tirse que, como dice Fraenkel, apoyado aquí
por Mondolfo1 16, todos los fragmentos, aun cuan
5
do se los estudie aisladamente, conservan una
íntima afinidad entre sí, en cuanto proceden
de un pensamiento único y altamente coherente,
de tal manera que, con total prescindencia del
orden en que se los ponga, cada uno de ellos
está unido y conectado con todos los otros me
diante un complejo de relaciones de sentido,
que esclarecen y amplifican su particular sig
nificación. Entre los “ disjecta membra” del
antiguo cuerpo heraclítico fluye aún una vida
única. Y del pensamiento y los fragmentos de
Heráclito puede decirse lo que el Cusano y
Bruno decían del Ser: que está todo entero,
presente, en cada uno de los seres.
El trabajo que entregamos aquí al lector y,
sobre todo, al estudioso de la filosofía, no es
una interpretación del pensamiento de Herá
clito, que hemos intentado ya en otra parte16,
sino una traducción española de todos los frag
mentos, y de todos los testimonios antiguos so
bre la vida, la obra y la doctrina del efesio. Nos
13
hemos basado, para esta traducción, en el texto
griego de Diels-Kranz, Die Fragmente der Vor-
sokratiker, Berlín, 1954. Pero también hemos
tenido en cuenta la edición de R. Walzer (Era-
ch'ío-Florencia, 1939). La versión de los Testi
monios lleva al pie de página una serie de notas
explicativas. A cada uno de los Fragmentos le
sigue una nota en que se consignan las otras
fuentes del mismo, aparte de la señalada en el
texto (cuando las hay) y también las referen
cias que al fragmento encontramos en diversos
autores antiguos. Igualmente remitimos, en
muchas ocasiones, a estudios interpretaciones o
menciones significativas del respectivo frag
mento en autores modernos, particularmente en
filósofos e historiadores de la filosofía.
No hemos traducido aquí las imitaciones que
forman la parte C en la edición de Diels 17, por
la misma razón que no incluimos las Epístolas
pseudo-heraclíteas: creemos que merecen tra
ducción y estudio aparte.
Queremos aclarar, finalmente, que en la tra
ducción hemos trasliterado algunos términos
griegos, como Kósmos y Lógos, para dejar cons
tancia de su significado especial, intraducibie
mediante un solo vocablo castellano.
14
A. TESTIMONIOS
I. VIDA
17
4 . • ’
4. Corresponde a B 40.
5. Corresponde a B 41.
6. Corresponde a B 42.
7. Corresponde a B 43.
8. Corresponde a B 44.
9. Corresponde a B 121.
10. Sobre lo que Heráclito entendía por “ régimen
depravado” encontramos una interpretación cínica o
cínico estoica en Epístolas pseudo-heraclíteas, V II, 4-10,
que no corresponde, naturalmente, al pensamiento de
Heráclito mismo.
18
3. Habiéndose retirado luego al santuario
de Artemisa u , jugaba a la taba con los niños112,
1
y como los efesios hicieran círculo en torno a él,
dijoles: ¿Por qué os asombráis, perversos?
¿Acaso no es mejor hacer esto que colaborar
con vosotros en el gobierno?13. Y al final, ha
biendo abominado de los hombres 14 y huido de
ellos, pasaba su vida en los montes, comiendo
verduras ~y hierbasi5. Pero, habiendo enter-
11. La vida religiosa de Efeso giraba en torno al
culto de una diosa de orígenes prehelénicos, asimilada
luego al panteón griego con el nombre de Artemisa. A
dicho culto estaban vinculados, como hace notar Ram-
noux (Héraclite ou Vhomrne entre les choses et les mote,
París 1959, p. 404-405), fuertes intereses económicos.
Medio milenio después de Heráclito, el autor de los
Hechos de los Apóstoles relata (X I X , 24-40) que un tal
Demetrio, junto con los plateros que forjaban imágenes
del templo y de la diosa, provocaron contra Pablo de
Tarso y sus discípulos un alboroto, precisamente por
que éstos, al combatir el culto de Axtemisa (D iana),
cegaban la fuente de sus ganancias.
12. Que Heráclito jugara a la taba (la palabra as-
trágalos significa “taba” , de donde el verbo astragalizo,
que quiere decir “jugar a la taba” ) y que lo hiciera con
los niños, parece ser una anécdota fraguada sobre las
palabras, ciertamente nada claras, de B 52, donde se
habla del tiempo como de un niño rey que juega a los
dados, y sobre las de B 121, donde Heráclito declara
que los efesios deberían dejar su Ciudad en-manos de
los impúberes (C fr. B 70, B 79).
13. Las duras palabras que, según Diógenes, dirigió
el filósofo a sus compatriotas, condicen con la caracte
rización que el propio Diógenes ha hecho de él, al decir
poco más atrás (I X . 1) que “fue, más que otro ninguno,
orgulloso y altanero” .
14. Cfr. B 121.
15. Las palabras “pasaba su vida en los montes, co
miendo verduras y hierbas” pueden haber encontrado
.eco, tal vez, en aquellos versos de Calderón de la Barca
(La vida es sueño, Jorn. I, esc. 2) :
Cuentán de un sabio que un día
tan pobre y mísero estaba,
que sólo se alimentaba
de unas hierbas que cogía.
19
mado de hidropesía16 a causa de esto mismo,
bajó a la ciudad y preguntó a los médicos, a
modo de enigma17, si podían producir la se
quedad a partir de la humedad extrema18.
Y como éstos no lo comprendieran, enterrán
dose en un establo de bueyes, creyó que la hu
medad de su cuerpo se evaporaría por el calor
animal de la boñiga19. Pero, no habiendo con
seguido nada aun así, acabó su vida a los se
senta años 20.
20
4. Cuenta Hermipo 31 que aquél preguntó a
los médicos si alguno de ellos podía librarlo de
,1a humedad, evacuándole los intestinos, pero
que, como éstos respondieran negativamente, se
itendió al sol y ordenó a los niños 22 que lo cu
brieran de boñiga23. Extendido, pues, de esta
manera, murió al siguiente día, y fue sepultado
en el A gora2t. Neantes de Cízico2252
4 , por su par
6
te, dice que, no habiéndosele podido quitar de
encima el estiércol, allí quedó, y que, como no
se le pudiera reconocer a causa de la transfor
mación sufrida, vino a, ser devorado por los
perros2B.
/ /
5. Fue excéntrico desde niño; cuando era
joven solía decir que nada sabía, al llegar a la
edad adulta, en cambio, que todo lo había com-
21
/
prendido 27. No fue discípulo de nadie, pero de
cía que se había investigado a sí mismo 28 y que
todo de sí mismo lo había aprendido. Soción29,
sin embargo, refiere que algunos lo consideraron
discípulo de Jenófanes 303
, y que Aristón 81 en el
1
libro Sobre Heráclito afirma que éste se curó
de la hidropesía y que murió, en cambio, de
otra enfermedad. Esto lo dice también Hipo-
boto 32. El libro que se le atribuye trata en ge
neral Sobre la Naturaleza 33, y se divide en tres
22
capítulos: Sobre el Todo, Sobre Político, y So
bre Teologíai*34.
6. Lo depositó en el santuario de Artemisa,
habiendo cuidado expresamente, según algunos,
de escribirlo en modo asaz obscuro, para que
sólo accedieran a él los que fueran capaces d e.
hacerlo y para que no se viera manoseado por
23
el vulgoSB. Al mismo se refiere también Ti
món 3e, cuando dice:
24
“ Entre ellos, llorón, levantóse Heráclito,
despreciado!- de la plebe, enigmático” S7. -
Teofrasto38 sostiene que, a causa de su me
lancólico humor39, algunas cosas las dejó a
medio escribir y otras, plagadas de contradic-
25
dones. Como muestra de su altanería refiere
Antístenes 40 en las Sucesiones, que renundó al
reino en favor de su hermano 41. Su libro, por
otra parte, adquirió tal renombre que hasta
se formó en torno al mismo un grupo de se
cuaces, denominados “ heraelíteos” 42.
7. En general, éstas son sus opiniones43:
Del Fuego provienen todas las cosas y en el
mismo se resuelven; todas suceden según la fa
talidad y por medio de la transmutación de los
contrarios se integran los seres. Y todo está lle-
jno de almas y de genios44. Algo dijo también
40. Antístenes de Rodas fue un escritor que vivió
hacia el año 200 a. C. y compuso una Historia de su
propia época, mencionada elogiosamente por Polibio
(cfr. F. Leo, op. eit., p. 8 3).
41. Una tradición que, como señala C. Ramnoux (op.
cit., p. 62-63), no es necesariamente una leyenda, hace
nacer a Heráclito dentro de la familia real y sacerdotal
,de los Androclidas (cfr. A 2 = Estrabón, X I V .3 ), los
cuales, al fundar la ciudad de Efeso, habrían traído
consigo desde el Atica un culto demetríaco, aunque
tampoco es imposible que, originarios de Mesenia, hu
bieran importado cultos predóricos semejantes a los de
Andania (cfr. Picard, Ephése et Claros. Recherches
sur íes Sanctuaires et les Cuites d’Ionie du Nord, Pa
rís, 1922). Los descendientes de Codro y de Androclo
no ejercían ya en tiempos de Heráclito la soberanía ni
tenían poder político alguno, pero conservaban aún
ciertas funciones sacerdotales y ciertos símbolos hono
ríficos, que los distinguían de sus conciudadanos. A
esto parece haber renunciado Heráclito, de acuerdo con
la presente noticia.
42. Uno de estos heraelíteos, el más conocido sin
duda, fue Cratilo, el primer maestro de filosofía que
tuvo Platón (cfr. G. Zuccante, “ Platone: Cratilo era-
cliteo, primo maestro di filosofía” en Rivista di Filoso
fía, 1930, p. 289).
43. Lo que sigue es un resumen de Teofrasto, aun
que no realizado directamente sobre el texto original.
44. Cfr. Aristóteles, Sobre las partes de los anima
les, 645 a. Algo muy semejante atribuye el mismo Aris
tóteles (Sobre el alma, 411 a) a Tales de Mileto (cfr.
Platón, Leyes, 899 b ) .
26
sobre todas las alteraciones'qúe coexisten en el
Kósmos y, por de pronto, que el sol tiene la
magnitud con que aparece45. Dijo además:
“ Andando no encontrarás los límites del alma,
aunque recorras todos los caminos: tan pro
fundo es su lógos” 464
. Y afirmaba que “la opi
7
nión es una epilepsia y que la vista engaña” 4T.
Límpida y claramente se expresa a veces en su
libro, de manera que hasta el más rudo con
facilidad lo comprende y eleva su alma. La con
cisión y la profundidad de su estilo son incom
parables.
8. He aquí48, en particular, sus doctrinas:
el Fuego es el elemento primordial y todas las
cosas son modificaciones del Fuego495 , engen
1
0
dradas por rarefacción y condensación80. Sin
embargo, nada establéce con claridad. Todas las
cosas se engendran por contraposición y fluyen
en su totalidad a manera de un río El Todo
es limitado y forma un solo Kósm os525 ; el mis
3
mo nace del Fuego y otra vez al Fuego retoma
alternadamenteBS, según ciertos períodos deter
minados para todos los tiempos. Y esto sucede
según la fatalidad. Entre los contrarios, lo que
conduce al nacimiento llámase guerra y discor
45. Cfr. Aecio, II. 21, 4 = B 3 (cfr. Cicerón, Sobre
los confines del bien y del mal, I. 6, 2 0 ).
46. Corresponde a B 45.
47. Corresponde a B 46.
48. Los parágrafos que siguen, del 8 al 11, corres
ponden a un resumen del texto de Teofrasto (Cfr. K.
Reinhardt, Parmenides und die Geschichte der griechis-
chen Philosophie, Bonn, 1916, p. 171 sgs.).
49. Cfr. B 90, 30, 31.
50. Cfr. A 5 = Simplicio, Física, 23, 33 Diels ( = Teo-
frasto, Opiniones de los físicos, fr g 1, en Doxographi
graeci, 475).
51. Cfr. B 12, 91, 49 a.
52. Cfr. B 30, A 5 b.
53. Cfr. B 90,76, A 5 c.
27
dia; lo que conduce, en cambio, al incendio,
concordia y paz64. La transmutación denomí
nase camino hacia arriba y hacia abajo65, y
conforme a ella el Kósmos es engendrado.
9. El Fuego, al condensarse, se torna hú
medo; al concentrarse, se hace agua; el agua,
a su vez, solidificándose, se transforma en tie
rra. Éste es el camino hacia abajo. Después
comienza a fluir, en sentido contrario, la tie
rra; de ésta nace el agua, y del agua las demás
cosas, reduciéndose así casi todas a la exhala
ción del mar. Éste es el camino hacia arriba5 5S5
4 .
7
6
Las exhalaciones provienen de la tierra y del
mar; las unas son brillantes y puras; las otras,
tenebrosas. El Fuego se alimenta con las bri
llantes; el agua con las demás. No explica en
qué consiste la naturaleza de lo que envuelve al
Kósmos. Existen, sin embargo, allí, ciertas ar
tesas cuyas cavidades están vueltas hacia no
sotros; en ellas, al juntarse las exhalaciones bri
llantes, origínanse esas llamas que vienen a ser
los astros 6T.
10. La llama más brillante y cálida es la
del sol585. Los otros astros están más lejos de la
9
tierra y por eso brillan y calientan menos; la
luna, aunque más próxima a la tierra, anda
p5? un rogar Tirreno" e's puro K ü'ncambioTel
SOT&e~Trrü5ve T3Ó? Uíflugar transparente y sin
'mácula, y guarda una distancia proporcionada
con respecto a nosotros, por lo cual calienta e
.ilumina m ás60. El sol y la luna se eclipsan
28
cuando las artesas se inclinan hacia arriba. Las
fases mensuales de la luna se originan cuando
la artesa gira un poco sobre sí misma. El día
y la noche, los meses y las estaciones, las llu
vias anuales y los vientos, y los fenómenos se
mejantes a éstos, se producen según las dife
rentes exhalaciones61.
11. La exhalación brillante, inflamada en el
círculo del sol, produce el día; cuando domina,
en cambio, la exhalación contraria, da lugar a
la noche. Y el calor, alimentándose con la ex
halación brillante, produce el verano, mientras
la humedad, que abunda en la exhalación tene
brosa, es causa del invierno626 . De acuerdo con
5
4
3
estos principios, discurre sobre las causas de
las demás cosas. Sin embargo, con respecto a
la tierra no explica en absoluto cómo es, ni tam
poco en lo que toca a las artesas 68. Y éstas son,
en definitiva, sus opiniones. Lo que se refiere a
Sócrates y a lo que éste habría dicho al conocer
el libro, cuando Eurípides se lo trajo, según
cuenta Aristón®4, lo hemos narrado en la parte
que trata sobre Sócrates66.
12. Seleuco, el gramático66, dice, por su
parte, que cierto Crotón 67 cuenta, en el Buzo,
que un tal Crates 68 fue el primero en traer a
29
Grecia el libro y que éste dijo que era nece-
sario ser un buzo de Pelos para d o a h o g a rse
en é lBa. Algunos lo titulan Musas70, otros, So
bre la Naturaleza71; Diodoto 6 727
1
0
7
9 , por su parte,
3
Cuidadosa dirección para regla de la vida;
otros, Guía de las costumbres, Orden del movi
miento, El único entre todos7S7 . Dicen que, al
6
preguntársele por qué callaba, rftsññridTfrrPara
que charléis vosotro s 74. El mismo Darío quiso
'comunicarse con él y le escribió de esta manera
/siguen las dos primeras Epístolas pseudo-he-
raclíteas, a las cuales corresponden aquí los pa
rágrafos 13 y 14) 7B.
15. Así era este hombre aun para «m <4
Rey. Demetrio dice en los HomónimosT* que
30
también menospreció a los atenienses, aunque
entre ellos gozaba de grandísima fama 77, y que,
despreciado a su vez por los efesios, prefirió,
sin embargo, la patria. También lo recuerda
Demetrio Falereo en la Apología de Sócrates 78.
Muchísimos son los que comentaron su escri
to, como Antístenes 79 y Heráclides Póntico ®°,
31
Cleantes 81, y Esfero el estoico **, y además Pau-
sanias. llamado eLheraclitista Nicomedes 84
y Dionisio 85. Entre los gramáticos, Diodoto88,
el cual afirma que el libro no era Sobre la Nar-
turaleza sino Sobre la Política 8T, y que lo dicho
sobre la Naturaleza se traía a modo de ejemplo.
32
16. Jerónimo*88 dice que además, Escitino,
el poeta yámbico 899, intentó poner en verso su
0
discurso. Atribúyensele muchos epigramas 80 y,
entre ellos, también éste91:
Heráclito soy yo. ¿Por qué me traéis arriba
y abajo92, insipientes?
No me afanaba yo por vosotros, sino por
aquellos que me entienden 93.
aquéllas, sería muy sorprendente y tanto más cnanto
más interesados en ellas estaban, sin duda, los autores
de las épocas posteriores. Por otra parte, no se com
prendería por qué HeracUtoTyá' desde A risláteles, fue~~
siempre ubicado entre los '“físicos". Si se admite la
hipótesis de que el Diodoto que hace esta afirmación
(sobre el carácter "político” de la obra de Heráclito)
es el mismo que fue maestro de Cicerón en Roma
(cfr. nota 7 2 ), no resultará difícil explicar el origen
de la misma. En efecto, este Diodoto, como todos los
estoicos, tendía sin duda a considerar la física como
subordinada a la ética, y buscaba probablemente en el
admirado efesio una confirmación de las propias con
cepciones de la filosofía natural cual “paradigma” de
la moral y de la política. Como Panecio, que también
vivió en Roma e influyó en Cicerón, Diodoto debía sos
tener que los deberes derivados de la comunidad huma
na importan mucho más que la ciencia pura (cfr. P.
Barth, L o s estoicos, Madrid, 1930, p. 37).
88. Jerónimo de Rodas, filósofo peripatético, discí
pulo de Aristóteles, vivió, según parece, durante el rei
nado de Ptolomeo Filadelfo. Según este filósofo, el bien
supremo consiste en la ausencia del dolor. Niega que el'
placéT deba ser procuradopor sí mismo (W . SVnífh,
A N ew dlassícal D iction ary, Nueva íork , 189V p.
370).
89. Escitino de Teos. Una parte de su versificación
de Heráclito ha sido conservada por Estobeo (cfr. A n -
thologia L y rica G raeca, 13, p. 65 Diehl).
90. Véanse otros epigramas atribuidos a Heráclito
en A n th ologia P alatina, V II. 79, V II. 479. Los que aquí
cita Diógenes aparecen en la misma A nthologia, V II.
128; IX . 540.
91. Está fuera de toda duda el carácter apócrifo de
los dos epigramas transcriptos por Diógenes.
92. Cfr. B 60.
93. Cfr. Diógenes, IX . 6.
33
Un solo hombre vale para mí como treinta
m il94, y los innumerables /nada valem-Aun jun
to a Persefone proclamo cosas tales®59 .
6
Y este otro:
El libro de Heráclito, el efesio, no lo enrolles,
veloz, sobre el ombligo.
Es un sendero, en verdad, muy poco reco
rrido.
Es obscuridad y tiniebla sin luz9e. Pero si te
introdujere un iniciado97, será más luminoso
que el sol resplandeciente.
17. Hubo cinco Heráclitos: el primero es
éste mismo; el segundo, un poeta lírico de quien
se conserva la Loa de los doce dioses; el tercero,
un halicarnasense, poeta elegiaco para quien es
cribió Calimaco. . . ; el cuarto, un lesbio, que
escribió la Historia de Macedonia; el quinto, un
«Gtor burlesco que cambió la cítara por ese gé
nero 989.
1 a. Suidas " , Léxico
Heráclito, hijo de Blosón o de Bautor100 o,
según algunos, de Heracino 101, efesio. Filósofo
94. .Cfr. B 49.
95. Cfr. Olimpiodoro, C om entario al “ G orgias” de
Plafón, 87 (cit. por W alzer). Perséfone (Cora, Proser-
piwSf; diosa de la vegetación, fue raptada por Pintón,
quién la condujo a su reino infernal (cfr. H. A . Guer-
ber. T he M ytha o f G reeee and R om e, Londres, 1952,
p.ILflft'y sgs).
96. Cfr. A 4.
97. Cfr. Taciano, D iscu rso a los g rieg os, 3.
98. De los cuatro homónimos del efesio mencionados
por Diógenes no se sabe casi nada más de lo que aquí
dice el propio Diógenes.
99. Suidas, compilador del cual nada se sabe con
certeza (cfr. H . Gregoire, “ Le mystére de Suidas” en
L e s études elassiques, V I, 1937, p. 346 y sg s.).
, 100. Este nombre, atribuido al padre de Heráclito,
'' sólo aparece en Suidas.
101. “ Heracino” es probablemente una corrupción
de “ Heraconte” (cfr. nota 2 ) .
34
físico, que tuvo por sobrenombre “ el Tenebro
s o ” 1021
. Éste no aprendió de ninguno 'de los iíio-
3
0
sofos, ñero por su propio ingenio y cuidado se
instruyó ***. Habiendo enfermado de hidrope
sía, no llegó a un acuerdó con los médicos so
bre los medios con que pretendían curarlo, mas,
recubriéndose él mismo por completo de estiér
col, se tendió al sol para secarse104 y, mientras
yacía, la perras, acercándosele, lo despedaza
ron 105. Otros dicen que murió enterrado en la
arena. Algunos sostuvieron también que había
sido discípulo de Jenófanes y de Hípaso, el pita
górico 106. Vivió alrededor de la sexagésima no
vena Olimpíada 107, en los tiempos de Darío,
hijo de Histaspes 108, y escribió muchas cosas
en estilo poética
2. Estrábón109, XIV. 3, p. 632-633
Dice (Ferécides) 1101 que a la cabeza de la
emigración jónica, y luego de la eólica, estuvo
Androclo, hijo legítimo de Codro, rey de Atenas,
y que éste fue el fundador de Éfeso1U. Por lo
cual se dice que allí se estableció la dinastía de
102. Cfr. Diógenes, IX . 6 ; Lucrecio, I. 639; Tito Li-
vio, X X III. 39; Cicerón, S obre los con fin es del bien y
del m al, II. 5, 15; Clemente de Alejandría, T apices,
V . 50, 2.
103. Cfr. B 101.
104. Cfr. Diógenes, IX . 3 (cfr. notas 16, 18, 19).
105. Este lúgubre detalle se encuentra también en
Diógenes. Deriva probablemente de B 97.
106. Cfr. A 5.
107. Cfr. Diógenes, IX . 1.
108. Cfr. Diógenes, IX . 13-14 (E pístolas pseudo-he-
raclíteas, I -I I).
109. Estrábón fue un famoso geógrafo del siglo i
a. C.
110. Se refiere a Ferécides de Atenas, logógrafo del
siglo v, contemporáneo de Helanico y Herodoto, que es
cribió una historia mitológica en diez libros (cfr. F r a g
m en ta historieorum graecorum , 3 F 155).
111. Cfr. notas 41 y 77.
los jonios y que todavía ahora sus descendien
tes son llamados reyes y gozan de ciertos ho
nores: la precedencia en los certámenes públi
cos; la púrpura, signo de real estirpe; el bas
tón, que hace las veces de cetro, y las sagradas
ceremonias de Deméter eleusínica112*.
36
que todos los efesios púberes se estrangulasen
y dejasen la ciudad en manos de los impúberes,
pues desterraron a Hermodoro, el varón más
virtuoso que tenían, diciendo: Entre nosotros
ni uno solo debe ser más virtuoso; si no, séalo
en otro lugar y entre otras gentes” n9. Parece
que este varón escribió algunas leyes para los
romanos 12°.
Plinto 1S1, Historia natural, X X X IV . 21
Hubo también en el comicio 1 022 (una estatua)
2
9
del efesio Hermodoro, intérprete de las leyes
que los decemviros escribieron123; (esta esta
tua) había sido oficialmente erigida.
3 b. Temistio 124, Sobre la virtud, p. 40 (Rhei-
nische Museum 27, 1872, p. 456 y sgs.
Edición Gildemeister, a partir de la trar
ducdón siríaca).
37
Los efesios estaban habituados a una -vida
regalada y placentera. Pero cuando se declaró
contra ellos la guerra, los persas sitiaron su
ciudad. Aun así, ellos siguieron holgando, se
gún su costumbre. Pero entonces comenzaron
a faltar los alimentos en la ciudad. Cuando el
hambre se hizo sentir con rigor, reuniéronse
los ciudadanos a deliberar sobre lo que era pre
ciso hacer para que no faltasen los víveres.
Mas ninguno se atrevió a aconsejarles modera
ción en su vida regalada125. En ocasión de ha
llarse todos reunidos para tratar sobre esto,
un hombre llamado Heráclito, sentándose en
medio de ellos, tomó un poco de harina de ce
bada, mezclóla con agua126 y Jg, comió. Y eso
fue una callada lección para el pueblo tod o127.
Dice la historia que los efesios comprendieron
al punto la advertencia y no tuvieron necesidad
de ninguna otra, sino que se retiraron, pues
verdaderamente se habían convencido de que
era necesario moderar un poco su vida regalada
para que no faltasen los alimentos. Y Cuando
sus enemigos oyeron que habían aprendido a
vivir ordenadamente y que regulaban sus co
midas de acuerdo a la advertencia de Heráclito,
se alejaron de la ciudad y, aun siendo vence
dores por las armas, frente a la cebada de He
ráclito se retiraron128.
Plutarco129, Sobre la charlatanería, 17, p. 511b
del emperador Teodosio, y amigo de Libanio y de San
Gregorio Nacianceno.
125. Cfr. Epístolas pseudo-heraclíteas, V II. 5.
126. Cfr. B 125.
127. Cfr. Diógenes, IX , 12.
128. Cfr. B 125 a ; Epístolas pseudo-heraclíteas,
V III, 3.
129. Plutarco, filósofo e historiador griego, nació
en Queronea de Beocia hacia el año 50 y murió después
del 120 de nuestra era. Sus numerosas obras se divi
38
JPero aquellos que simbólicamente, sin pala
bras, expresan lo que conviene ¿no son ensal
mados y admirados sobremanera? Tal es el ca
so de Heráclito, el cual, habiéndole designado
sus conciudadanos130 para que expusiera su
opinión sobre la concordia, subió a la tribuna
y, tomando un vaso (de agua fría) disolvió en
ella una torta de cebada, y después de haberla
revuelto con una ramita de poleo, una vez que
hubo bebido1311 , se marchó, demostrándoles a
2
3
aquéllos que el contentarse con lo que viniere
y el no tener necesidad de grandes gastos 1S2,
conserva en paz y concordia a las ciudades.
39
II. ESCRITOS
133. Corresponde a B 1.
134. Cuando el autor de las E pístolas pseudo-hera-
clíteas responde por boca del propio Heráclito a una
acusación de sus compatriotas, tiene en mente esta ob
servación que hace Aristóteles sobre la ambigua pun
tuación del efesio. Dice así (IV , 2 ) : “ H era k léi tó efe-
s í o . . . ouk H era k léito” (“ A Heracles e fe s io ... no a
Heráclito. . . inscribí yo sobre el altar, inscribiendo así
a un dios en el número de vuestros conciudadanos” ).
135. La obra S obre la exp resión del pensam iento
fue atribuida a Demetrio Falereo, pero seguramente
no le pertenece.
41
tamente desarticulado y fragmentario resulta
obscuro en su totalidad, porque no se ve el prin
cipio de cada parte, a causa de la fragmenta
ción, según ocurre en la obra de Heráclito1361 .
8
7
3
A ésta, en efecto, la hace obscura, sobre todo,
la fragmentación.
42
III. DOCTRINA189
43
limitado14516 pero consideraron al Fuego como
4
principio fundamental148 y del Fuego hacen
provenir los seres por condensación y rarefac
ción, y en el Fuegcr dé nuevo los disuelven147,
como que ésta sola es la naturaleza de la subs
tancia 148. Porque todas las cosas, dice Herá-
clito, són transformaciones del Fuego149. Esta
blece también un orden y un tiempo determi
nado para la transmutación, del Kósmos, según
una especie dé fatal necesidad1501
.
5
Aecio 1111. 8,11 (Doxographi Graeci, p. 288)
Heráclito e Hípaso metapontino152 creen que
el Fuego es el principio fundamental de las co
sas153. Dicen, en efecto, que todas surgen del
Fuego y en el Fuego acaban154. Mientras éste
se va extinguiendo, se forman ordenadamente
todas las cosas 155. En primer término, la parte
más pesada del mismo, concentrándose, origina
la tierra; después, al disgregarse la tierra por
la acción del Fuego, produce el agua; ésta, eva
porándose, se hace aire. Y de nuevo el Kósmos
y los cuerpos todos son consumidos por el Fue
go, en el incendio 156.
44
Galeno157, Sobre los elementos según Hipócra
tes, I. 4 (23,1 Helmreich)
Quienes igualmente (consideran como ele
mento) al Fuego158, se basan en el hecho de
que éste, al concentrarse y contraerse, se vuelve
aire, y, ahsér afectadotodavíama§' jrcom pri-
mido con mayor vehemencia, agua, y, al con
centrarse en sumo grado, acçiba por transfor
marse en tierra1591 .
3
2
0
6
6. Platón, Cratilo, 402 a 180
Dice en cierto pasaje Heráclito que todo flu
ye y nada permanece y, asimilando lós seres a
la corriente de un río, afirma que no podrías
introducirte dos veces en el mismo río lsly _
Aecio, I. 23, 7 (Doxographi graeci, p. 320) ',4
Heráclito excluía de todas las cosas el repo
so y la quietud, pues esto es propio de los muer
tos'185. Atribuía, por el contrarió, movimiento
a todas ellas, eterno a las eternas, transitorio
a lás transitorias.....
7. Aristóteles, Metafísica, IV. 3/1005 b 23 183
Pues es imposible que alguien crea que la
misma cosa es y no es, según piensan algunos
que Heráclito dice164. ' • / » h ; ■ j A,
157. Galeno, célebre médico nacido en PérgMiio en
el año 130 y muerto en el 200 de nuestra era.
158. Cfr. nota 146.
159. Cfr. nota 156.
160. Mondolfo añade aquí (H eráclito, México, 1966,
p. 12-14) los siguientes pasajes: Platón, C ratilo, 412c-
413 c; T eeteto, 152d-153d ; T eeteto, 160 d; Aristóteles,
Sobre el cielo, 298 b y sgs.; T ópicos, 104 b y sgs.
161. Cfr. B 12; B 49 a ; B 11.
162. Cfr. B 125.
163. Aquí Mondolfo (op . cit., p. 15) agrega otros
pasajes del libro IV de la M e ta fís ic a : cap. 4 (al co
mienzo) ; 1012 a 24 y sgs.; 1062 a 30 y sgs.; 1063b a
25 y sgs.
164. Cfr. Aristóteles, M eta física , IV , 5, 1010 a 10;
7, 1012 a 24; 8, 1012b a 35; X , 5, 1062 a 31 (citado
por W alzer).
45
S. Aecio, I. 7, 22 (Doxographi graeci, p. 303)
Heráclito afirma que el Fuego periódico (es
eterno Dios) y que la fatalidad es el Lógos que
plasma a los seres según el choque de los con
trarios 165.
Aecio, I. 27, 1 (Doxographi graeci, p. 322; se
gún Teofrasto)
Heráclito cree que todo sucede según la fa
talidad y que ésta se identifica con la nece
sidad166.
Aecio, I. 28, 1 (Doxographi graeci, p. 323; se
gún Posidonio)
Heráclito explicaba la esencia de la fatali
dad como un Lógos que penetra la esencia del
Todo. Ella es el cuerpo etéreo, semilla de la
generación del Todo y del período según me
dida ordenada167.
9. Aristóteles, Sobre las partes de los anima
les, 7. 5, 645 a 17
Del mismo modo que, según se cuenta, Herá
clito dijo a los extranjeros que querían tener
una entrevista con él, los cuales una vez que se
acercaron, al ver que él mismo se calentaba jun
to al hogar, se detuvieron (él, en efecto, los
exhortó a que entraran con confianza, ya que
también allí había dioses) 168, así también,
cuando se trata de la investigación de cada uno
de los animales, es necesario emprenderla sin
repugnancia, como que en todos ellos hay algo
de natural y de hermoso.
165. Cfr. B 67. Mondolfo (op. eit., p. 10) añade aquí
los siguientes pasajes: Varrón, citado por San Agus
tín, La Ciudad de Dios, V I, 5 ; Clemente de Alejandría,
Protréptieo, 5, 64 y sgs.; Tertuliano, Contra Marción,
I, 13. Walzer compara con Tales, A 2 3 ; Anaximandro,
A 17, y Anaxímenes, A 10 Diels.
166. Cfr. Diógenes, I X , 7 ( A l ) .
167. E l acento estoico, c,omo dice Walzer, es evi
dente.
168. Cfr. B 24; B 62, B 63.
46
10. Platón, Sofista, 242 d
Algunas musas jónicas y^dcilianas1691 3convi
2
0
7
nieron en q u e ... es más seguro... decir que
el Sjgr es múltiple y uno, y que se conserva por
el bou) y el amor. “ Pues al divergir, siempre <
converge 17°” , dicen las más rígidas de las mu
gas m ; pero las más moderadas atemperan esta
situación siempre igual de las cosas m . A ve
ces, según su tumo, dicen, el Todo es único y
sujeto al amor, por obra de Afrodita; a veces,
en cambio, es múltiple y lucha contra sí mismo,
a causa de cierta Discordia "73.
Aristóteles, Sobre el cielo, I. 1 0 , 2 7 9 b 1 2 174175
Por consiguiente, todos dicen que (el cielo)
fue engendrado, pero algunos creen que fue en
gendrado inmortal; otros, en cambio, corrupti
ble, igual que otro cualquiera de los seres mix
tos; otros, que alternadamente a veces es de
esta manera y a veces sujeto a corrupción, y
que esto se lleva a cabo siempre así, como (en
señan) Empédocles agrigentino y Heráclito
efesio.
Aristóteles, Física, III. 5, 205 a S
Como Heráclito dice que todas las cosas al
guna vez se convierten en Fuego 17B. __ .
169. “ Musas jónicas” : alude aguí a, Heráclito; “ si
cilianas” : a Empédocles.
170. CórreSpó'ñde a B 51 (cfr. B 8 ) .
171. Esto es, las “musas jónicas”, Heráclito.
172. O sea, las “musas sicilianas” , Empédocles.
173. Cfr. Émpédoclesj B 17.
174. Mondolfo (op. cit., p. 17) añade aquí dos pa
sajes de Aristóteles: Sobre el délo, I, 10, 280 a ; Física,
III, 5, 205 a (citado parcialmente por Diels y por W al-
zer, según lo damos en nuestra traducción).
175. J. Bum et, siguiendo a Lasalle y Schleierma-
cher, niega, contra Zeller, Diels y Gomperz, que haya
en Heráclito una doctrina de la ek p yroeis (conflagra
ción) .
Simplicio, Sobre el cielo, 94, 4 Heiberg
También Heráclito afirma que a veces el
Kósmos se incendia y otras veces se reconsti
tuye de nuevo a partir del Fuego, conforme a
ciertos períodos de tiempo, en aquel pasaje don
de dice: “ que según medidas se enciende y se
gún medidas se apaga” 178. De esta opinión vi
nieron a ser después también los estoicos.
48
H eráclito (afirm a) . . . que el sol es una an
torcha inteligente que proviene del m ar m .
üecio, II. 22, 2 (Doxographi graeci, p. 352)
En forma de artesa, un poco curvado*
Aeeio, II. 24, 3 (Doxographi graeci, p. 354)
(Que los eclipses se originan) por el giro de
la concavidad en forma de artesa, de manera
que la parte cóncava se vuelve hacia arriba; la
parte convexa, en cambio, hacia abajo, hacia
nuestra vista1 179.
8
7
Aeeio, II, 27, 2 (Doxographi graeci, p. 358)
Heráclito (dice que) la luna tiene forma de
artesa.
Aeeio, II. 28, 6 (Doxographi graeci, p. 359)
Heráclito (dice que) el sol y la luna son afec
tados por los mismos (fenómenos) porque, te
niendo los astros en su estructura la forma de
una artesa, cuando acogen los rayos brillantes
de las exhalaciones húmedas, se iluminan ante
la vista, pero que el sol es más brillante, por
que se mueve en un aire más puro, mientras la
luna lo hace en uno más turbio y por eso apa
rece también más obscura180.
Aeeio, II. 29, 3 (Doxographi graeci, p. 359)
H eráclito.. . (dice que la luna se eclipsa)
según las rotaciones de la cavidad en forma de
artesa y según las inclinaciones.
13. Aeeio, II. 32, 3 (Doxographi graeci, p. 364.)
Heráclito (dice que el gran año consta) de
diez mil ochocientos años solares.
49
Censorino m , Sobre el día del nacimiento, 18,
10-11 (p. 39, Hultsch)
Este año también es llamado “ solar” por al
gunos, y por otros (¿H eráclito?), año de Dios...
11. Aristarco lo consideró de dos mil cuatro
cientos ochenta y cuatro años; Heráclito y Lino
de diez mil ochocientos m .
14. Aecio, III. 3,9 (Doxographi graeci, p. 369)
Heráclito (dice que) el trueno (se origina)
en una tromba de viento y de nubes y en los
embates de los soplos aéreos contra las nubes;
los relámpagos, en la inflamación de los vapo
res ; los rayos en los incendios y extinciones de
las nubes1 183.
2
1
8
14a. Nicandro1**, Comidas envenenadas, 171
V sgs.
Y puedes sumergir (a dicho pájaro)185
en el amargo piélago violáceo,
al cual hace servir Enosigeo
181. Censorino, filólogo del siglo ni de nuestra era,
fue autor de diversas obras, entre las que sobresale
Sobre el día del nacim iento (compuesta en el año 239
y dedicada a Q. Carelio). En ella se trata no sólo del
nacimiento de los hombres y de la extensión de la vida
humana, sino también de música, de astronoihía, de
religión, etcétera. Una de sus fuentes principales es
Suetonio.
182. Cfr. Aristóteles, F ra gm en tos, 65 Walzer.
_ 183. Cfr. Diógenes, I X , 10 ( = A l ) ; Séneca, Cues
tiones natu rales, II, 56, 1.
184. Nicandro, poeta y médico griego, nació en Cla
ros y vivió durante el siglo n a. C. Sólo conservamos
dos de sus numerosas obras: Triacas (T h ería k a ), poe
ma donde trata, a través de unos mil versos, sobre los
animales venenosos, y Comidas envenenadas ( A le x i -
p h á rm a k a ), obra que consta de más de seiscientos hexá
metros y en la cual discurre sobre venenos y antídotos
(cfr. W . Smith, op. cit., p. 548). Hemos traducido los
hexámetros en endecasílabos asonantados.
185. Se trata de la gaviota.
30
por los vientos, al par que por el fuego.
Pues, en efecto, el fuego siempre vivo
es domado por vientos enemigos,
y el agua que abundantemente fluye
tiembla ante el (Noto) que amontona nu-
E1 irascible (mar) desenfrenado [bes186*.
las naves tiraniza y los muchachos
que (allí) perecen. La materia empero
la ley acata del odiado fuego m .
Escolios: “ Servir” : (equivale a) ser esclavo,
estar sujeto, porque quienes sirven son los es
clavos. Que el mar y el fuego son esclavos de
los vientos — según una ley divina, claro está—
esto también Heráclito y Menecrates188 lo di
jeron. “ Que amontona nubes” (el Noto) : re
presenta a los vientos. “ Que fluye” : (significa)
que corre abundantemente, pues la letra alfa es
intensiva1891. Por medio dé estos (ejemplos)
0
9
Heráclito intenta también expresar que, según
él, todas las cosas son entre sí contrarias 19°.
“ Las naves tiraniza” : porque las embarcacio
nes están sujetas al mar y la materia, por su
parte, al fuego. “ Y los muchachos que (allí)
perecen” : (esto es), los que mueren en el mar.
52
ción £ la razón, considera, de modo parecido a
los antes mencionados físicos, que entre aque
llos (instrumentos) la sensación no es digna
de fe y, en cambio, admite la razón como cri
terio. Desprecia, pues, la sensación, cuando di
ce al pie de la letra: “ Malos testigos son ojos
y oídos para los hombres que tienen almas bár
baras” 197. Lo cual vendría a ser semejante a
aquella (sentencia): “ Es propio de las almas
bárbaras el confiar en las sensaciones irracio
nales” .
127. Manifiesta que la razón es intérprete
de la verdad, pero no de una verdad cualquiera,
sino de la coigún1981
0y divina. Es necesario ex
2
9
plicar brevemente en qué consiste ésta. Plácele,
pues, a este físico suponer que lo circundante
es algo dotado de razón y de inteligencia m .
128. Mucho antes había expresado lo mismo
Homero, al decir:
53
Atribuyese asimismo a Eurípides lo siguiente:
Seas quien fueres, tú, el inescrutable,
Zeus o fuerza ciega de Natura
o espíritu del Hombre: yo te invoco ^ 2.
129. En consecuencia, al absorber por la
respiración esta Razón divina, llegamos a ser,
según Heráclito, racionales. Y aunque en los
sueños somos inconscientes, una vez que desper
tamos (volvemos a estar) nuevamente dotados
de comprensión 0 203; porque en los sueños, al ce
rrarse los poros sensoriales, el intelecto que en
nosotros mora queda separado de su natural
conexión con lo circundante, subsistiendo sólo,
como vínculo con la Naturaleza, la respiración,
la cual podría considerarse como una especie de
raíz. En efecto, al estar separado (el intelecto),
pierde la capacidad de recordar que antes tenía.
130. Al despertar nuevamente, escurriéndo
se a través de los poros sensoriales, como por
una suerte de ventanillas, y poniéndose en con
tacto con lo circundante, reviste la potencia ra
cional. De la misma manera, pues, que los car
bones, al acercarse al fuego, alterándose se
encienden, y al separarse de él, se apagan, así
también la parcela que se hospeda en nuestros
cuerpos y que proviene de lo circundante204,
se torna casi irracional por la separación, pe
ro por la unión natural a través de un mayor
número de poros se constituye en algo de la
misma naturaleza que el Todo.
131. A esta Razón común y divina, por cuya
participación llegamos a ser racionales, la deno
mina Heráclito criterio de verdad. Por eso, lo
que aparece a tOdus ~el~común es'digno d e'fe
54
(porque se recibe a través de la Razón común
y divina), pero lo que a uno solo se le ocurre
debe reputarse como indigno de fe, por la causa
contraria.
132. Al comenzar (el libro) Sobre la Natu
raleza, el susodicho varón, refiriéndose tam
bién, en cierto modo, a lo circundante, dice:
“ De este Lógos, que siempre existe, los hombres
permanecen ignorantes, antes de haberlo escu
chado y aun después de que por primera vez lo
escuchan; porque aunque todas las cosas según
este Lógos se originan, ásemejánse aquéllos, sin
embargo, a los insipientes, pues tantean por
medio de palabras y obras semejantes a las que
yo empleo, cuando separo cada cosa según la
Naturaleza y explico en qué consiste. Mas a
los otros hombres se les oculta cuanto hacen
despiertos, del mismo modo que olvidan cuanto
hacen dormidos” 205.
133. Habiendo establecido expresamente por
medio de estas (palabras) que todo lo hacemos
y entendemos por la participación en la Razón
divina, después de exponer unas pocas cosas
más, añade: “ Por lo cual es necesario adherirse
a lo (imparcial, esto es, a lo) común. (Pues lo
común es imparcial). Pero, aun siendo impar
cial el Lógos, viven los más como si tuvieran
un entendimiento particular” 206. Esto no es
otra cosa que una explicación del modo en que
está ordenado el Todo. Por eso, en cuanto par
ticipamos de la memoria de aquél (del Lógos),
poseemos la verdad, pero en cuanto juzgamos
según nuestro particular juicio, nos engañamos.
134. Así, pues, también aquí manifiesta de
la manera más explícita que la Razón común
es el criterio (de verdad) y dice que xas cosas
qué aparecen a todos por igual son dignas de
205. Corresponde a B 1.
206. Corresponde a B 2.
5.5
fe, en cuanto son interpretadas por la Razón
, común, mientras las que aparecen a cada uno
en particular son engañosas.
Sexto Empírico, Contra los matemáticos, VIII.
286
Y, en verdad, Heráclito dice explícitamente
que el hombre no es racional, que la Inteligen
cia sólo pertenece a lo circundante.
Apolonio de Tiana207, Epístolas, 18 (fragmen
to 33, Bywater)
El físico Heráclito decía que el hombre es
irracional por naturaleza.
17. Aecio, IV. 7 ,2 (Doxographi graeci, p.392)
(Heráclito dice que el alma es imperecedera)
porque, al ingresar en el alma del Todo, se
convierte en algo que es de la misma natura
leza que éste.
18. Aecio, V. 23 (Doxographi graeci, p. 434)
Heráclito y los estoicos (opinan) que los
hombres comienzan a estar maduros alrededor
de la segunda semana (de años), momento en
que aproximadamente se pone qn movimiento
el jugo espermático 208.
19. Plutarco, Acerca de la falla de los orácu
los, 11, 4 15e
Los que leen “ de los púberes” 209, siguiendo
a Heráclito hacen constar la generación de
207. Apolonio fue un filósofo pitagórico, nacido el
año 4 a. C., en Tiana de Capadocia, que se hizo famoso
como mago y taumaturgo. Su biografía fue escrita por
Filostrato.
208. Cfr. A 13; A 19.
209. Expresión que hallamos en Hesíodo, fragmen
to 171, 2 Rzach.
56
treinta años, tiempo en el cual el progenitor
presenta como progenitor al que fue engen
drado por él 21°.
57
20. Calcidio 2216, Comentario al “ Timeo” de Pla
5
1
tón, 251, p. 28b, 10, Wrobel
Heráclito, en verdad, con el apoyo de los es
toicos, conecta nuestra razón con la divina, que
rige y ordena las cosas del mundo216: aquélla
se torna consciente, a causa de esta inescindible
vinculación, del decreto racional, y manifiesta
los acontecimientos futuros por medio de los
sentidos', mientras las almas descansan. íJe lo
“cual resulta que aparecen imágenes de lugares
desconocidos y figurairde humbresrtanto'vivos
cómo muertos, El mismo defiende el uso de la
adivinación y~3ice que quienes lo han merecido
son prevenidos por obra de las divinas potes
tades 217.
59
,, no sena oportuno valerse de poetas y mi-
togralos como testigos sobre lo desconocido,
cosa que nuestros antepasados hicieron en la
mayor parte de las ocasiones, aduciendo “ ga
rantes infieles” en las cosas dudosas, según
Heraclito 22r>.
60
B. FRAGMENTOS
' 1. Sexto Empírico, Contra los matemáticos,
VII, 132
5. Aristócrito, Teosofía, 68
65
6. Aristóteles, M eteorológicos, II, 2, 355 a 13
66
8. Aristóteles, Ética a Nicómaco, VIII, 2,
1155 b 1
67
107) Psendo Aristóteles, Sobre el"m undo, 5,
396 b 7 (p. 75 Lorirrier)
68
'l í ■ Pseudo Aristóteles,' Sobre el mundo, 6 ,
4 0 0 b 2 8 (p . 9 6 y sg s. L o r im er )
69
12. Ario Dídimo (en Ensebio, Preparación
evangélica, XV, 2 0 , 2 )
70
13» Atenágoras, V, 178 E
72
1 6. Clemente, Pedagogo, II, 99, 5 (I 216, 26
Stahlin)
73
/1 8. Clemente, Tapices, II, 17, 4. (II p. 121 ,
22 Stahlin)
74
21 Clemente, Tapices, III, 2 1 ,1 (II p. 205, 7
Stahlin)
76
25. Clemente, Tapices, IV, 50 (II p. 271; 3
Stahlin)
77
27. Clemente, Tapices, IV, 1UU, 2 (II p. 312, 7
Stahlin) ,'
78
& Clemente, Tapices, V, 60, U sg. (II p. 366,
8 Stahlin)
79
3l). Clemente, Tapices, V, 14 (II p. 896, 18
Stahlin)
80
3 2. Clemente, Tapices, V, 116 (II p. AOb, 1
Stahlin)
81
'34 Clemente, Tapices, V, 115,2-8 (TI p. 404, 3
Stahlin)
82
36. Clemente, Tapices, VI, 17, 1-2 (II p. 4-35,
20 Stahlin)
83
38. Diógenes Laercio, I, 23
(P a r e c e que [T a le s ] fu e , se g ú n a lg u n o s, el
p rim e ro que in v e stig ó los a stro s y p r e d ijo los
eclipses y las rev olu cion es so la res, com o dice
E u d e m o en la Historia de la astronomía. P o r
eso lo a d m ira n J e n ó fa n es y H e ro d o to y le s ir
v e n de te stig o s H e r á c lito y D e m ó c r it o ).
E n P r ie n e n ació B ía s , h ijo de T e u ta m e s,
cu ya fa m a es m a y o r que la de los d e m á s.
84
r41 Diógenes Laercio, IX, 1
83
4R. Diógenes Laercio, IX, 2
86
f4 5 ./ Diógenes Laércio, IX, 7
87
47. Diógenes Laercio, IX, 72
89
60.) Hipólito, Refutación de todas las herejías,
IX, 9
90
52. Hipólito, Refutación de todas las herejías,
IX, 9, k
91
iM Hipólito, Refutación de'todas fas herejías,
IX, 9, 5
92
Hipólito, Refutación de todas las herejías,
IX, 9, 6
93
58 Hipólito, Refutación de todas las herejías,
IX, 10, 3
94
60 Hipólito, Refutación de todas las herejías, ■
IX, 10, U
95
r 1 ^
62J Hipólito, Refutación de todas las herejías,
IX, 10, 6
Inmortales los mortales, mortales los inmor
tales, viviendo la muerte de aquéllos, la vida
de aquéllos muriendo.
Otras fuentes: Máximo Tirio, 4, 4 h ; Heráclito,
C uestion es hom éricas, 24; Luciano, Subasta de vidas,
14; Clemente, P edagogo, III. 2, 1 ; Filón, A leg oría s de
las leyes, I. 108; Sexto Empírico, E sbozos pirrónicos,
III. 230; Hierocles, S obre los “ V ersos á u reos", 24. Alu
siones: Hermes, en Estobeo, É glogas, I. 89; Poiman-
dres, 12, p. 100 Parthey. Cfr. Mondolfo, op. c it „ p.
266-271; 274-276; 278-280; Gigon, op. cit., p. 123 y
sgs.; Eeinhardt, op. cit., p. 179; Kirk, op. cit., p. 121;
144; 171; 289; 309; 314; 391; W . F . Jackson Knigth,
Rom án V erg tt, Londres, 1945, p. 2 0 ; H. Lewi, S obria
ebrietas. U ntersuchungen zu r G eschichte d er antiken
M ystik , Giessen, 1929, p. 103; Mazzantini, op. cit., p.
56 y sgs.
96
(641> Hipólito, Refutación de todas las herejías,
IX, 10 , 7
97
66. Hipólito, Refutación de todas las herejías,
IX, 10 , 7
98
r67 a. ]Hisdoso, el escolástico, Comentario al “ Co-
'mentario al Tim eo’ de Platón” de Calci-
dio (Códice, París, 1, 8624 siglo X II, f. 2)
99
68. Jámbilico, Sobre los misterios, 1, 11
100
70. Jámbilico, Sobre el alma (en Estobeo,
Églogas físicas, II, 1, 16)
lOi
7 2 ., Marco Aurelio, IV, 46
102
34 Marco Aurelio, IV , 4.6
103
76 a. Máximo de Tiro, XLI, 4
104
77. Numenio, Fragmento 35 Thedinga ( en
Porfirio, Sobre la gruta de las ninfas, 1 0 )
105
' 7ST:, Origem.es, Contra Celso, VI, 12
106
81 a. Filodemo, Retórica, I, col. 57, 62; p. 351,
35U
107
82. Platón, Hipias mayor, 289 a
108
84. Plotino, IV, 8, 1
109
86. Plutarco, Coriolano, 38, p. 232 d
110
.88. Plutarco, Consolación a Apolonio, 10 ,
p. 106 E
111
Plutarco, sobre la “ e” de Delfos, 8, p.
888 E
112
91. Plutarco, Sobre la “ e” de Delfos, 18, p.
392 B
113
92. Plutarco, Sobre los oráculos de la pitonisa,
6 , p. 397 A
114
94. Plutarco, Sobre el exilio, 11 , p. 604 A
m
96. Plutarco, El banquete de los siete sabios,
IV, 4, 3, v. 669 A
Los cadáveres han de ser arrojados fuera
más que los excrementos.
Otras fu en tes: E strabón, X V I. 2 6 ; P ólu x, Onomás
tico, V . 163; Orígenes, C ontra Celso, V . 1 4 ; Juliano,
O raciones, V II, p. 226 c. R eferen cia s: F ilón, S obre la
fu g a y la invención, 61; Plotino, V . 1, 2. Probable alu
sión : Cicerón, Tusculanas I 104, C fr. Gigon, op. cit.,
p. 133; M acchioro, op. cit., p. 400; F . Copleston, H isto
ria de la F ilosofía . B arcelona, 1969. I. p. 66.
116
99. Plutarco, Si es más útil el agua o el fuego,.
7, p. 957 A
117
'lO li Plutarco, Contra Colotes, 20, p. 1118 c
l e investigué a mí mismo.
O tras fu en tes: Juliano, O raciones, V I. 185 a ; A r is -
tónim o, en E stobeo, F lorileg io, I I I . 21, 7 ; Suidas, en
el térm ino “ postum os” ; D ión Crisóstom o, 38, 1 ; T a -
ciano, D iscu rso a los g rieg os, 3 ; D iógenes L aercio, IX .
6 ; P ilón, S obre José, 22, 127; P latino, I X . 5. C fr. R ein-
hardt, op. éit., p. 220; G igon, op. cit., p. 111; M ondolfo,
op. cit., p. 260-261; 329; R am noux, op. cit., p. 76; Jae-
g er, op. cit., I, p. 176; W . T h eiler; D ie V orb ereitu n g
des N euplatonism us, B erlín, 1930, p. 5 8 ; Cherniss, op.
cit., p. 333; M azzantini, op . cü ., p . 79-80.
118
102.) Porfirio, Cuestiones homéricas, Sobre
IV, 1
119
104. Proclo, Comentario al “ Alcibíades I" de
Platón, p. 525, 21 Cousin
120
106 a. Plutarco, Camilo, 19
121
il08 . Estobeo, florilegio, 1 , 17i
122
.110 Estobeo, Florilegio, 1, 176
123
ll^ y Estobeo, Florilegio, 1,178
124
112}' Estobeo, Florilegio, 1 ,178
124
114. Estobeo, Florilegio, 1 ,179
126
H 7? Estobeo, Florilegio, III. 5, 7
127
119. Estobeo, Florilegio, IV. 40, 23
120. Estrabón, I. 6, p. 3
128
^l::IJ l'.'.tlmitón, XV. 25, p. 6U2
129
Temistio, Discurso, 5, p. 69
130
r125 Teofrasto, Sobre los torbellinos, 9
Í3 1
Fragmentos dudosos, falsos y falsificados
132
127j Aristócrito, Teosofía, 69
133
''Í29*. Diógenes Laereio, VIII. 6
134
131 Gnomologio Parisiense, n. 209 Stembach
135
1 34 . Gnomologio Vaticano, 7US, n. 31U, Stern-
bach
136
137 Estobeo, Églogas físicas, I. 5, 15, p. 78,
11
137
IN D IC E
Introducción .................................................................... 5
Testimonios .................................................................... 15
Fragmentos...................................................................... 61
ESTE LIBRO SE TERMINO D
IM PRIM IR EL DIA 30 DE MAYO
DEL AÑO M IL NOVECIENTOS
S E T E N T A Y DOS, E N L A S
PRENSAS VENEZOLANAS DB
EDITORIAL ARTE, EN LA
CIUDAD DE CARACAS