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LOS FRAGMENTOS DE HERACLITO

A N G E L J. C A P P E L L E T T !

Heráclito puede ser conside­ sión directa del griego de todos


rado como el primer represen­ los testimonios bío-doxográfi-
tante del pensamiento dialéc­ cos y de todos los fragmentos
tico en Occidente. Hegel, en del mismo. A la traducción
su . Historia de la Filosofía, de los testimonios se "hacen
afirma: “ No hay una sola pro­ extensas notas explicativas, y
posición en Heráclito que yo cada uno de los fragmentos
no haya adoptado en mi Ló-
va seguido de la indicación
2;ca". Marx, por su parte, ¡es­
de todas las fuentes, referen­n.
cribiendo en la Gaceta Rena­
cias y alusiones que se hallan
na, sos+iene que la filosofía
moderna no hace otra cosa en la literatura antigua v de
sino continuar una tarea ini­ algunas de las principales/ex­

□ LOS FRAGMENTOS DE HERACLITO


ciada por el filósofo de Efeso. plicaciones o comentarios qué
En el presente libro se nos se pueden encontrar entre los
da, por primera vez, una ver­ autores modernos.

ED ITOR lí-'. TIEMPO NUEVO, S. A.


COLECCION T. N.
ANGEL J. CAPPELLETTI

LOS
FRAGMENTOS
DE
HERACLITO

*
0 C EDITORIAL TIEM PO N UEVO S.a.
LA EDICION DE ESTE LIBRO HA SIDO FINANCIADA
CON FONDOS DEL CONICIT

© Angel J. Cappellettl
Mayo de 1972

Portada / Víctor Vlano


Impreso en Venezuela por Editorial Arte
INTRODUCCION

A diferencia de Parménides, que discurre en


verso sobre la aírfitia y la SóSja, Heráclito
escribe en prosa; a diferencia de Jenófanes,
que es autor de varias obras, no compone sino
un libro (a-úyypafifia)1. Las cartas que corrie­
ron con su nombre son evidentemente apócri­
fas, como lo demostró ya, en el siglo XIX, J.
Bernays 23. Pertenecen a un autor cínico o cí­
4
nico-estoico del siglo i a.C. o i p.C., y hoy se las
conoce, por eso, con el nombre de Epístolas
Pseudoheraclíteas 8.
No se le han atribuido, aparte de éstas, otros
escritos, a no ser algunos epigramas, incluidos
en la Anthologia Graeca4 (dos de los cuales
reproduce Diógenes Laercio5) que, sin duda,
son también apócrifos.
Igual que Anaximandro y Anaxímenes antes,
que Parménides, Empédocles y Anaxágoras des­
pués, Heráclito llamó a su libro Ilepí <£>tkreo)ç
(Sobre la Naturaleza). Más tarde se lo^ de­
nominó también Moücai (Musas)6. Este título

1. Cfr. Aristóteles, Retórica 1407 b ; Diógenes Laer­


cio, Vidas de los Filósofos I X ; Clemente de Alejandría,
Tapices I 332 B, todos los cuales se refieren al “libro”
de Heráclito (en singular).
2. J. Bernays, Die heraklitischen Briefe. Berlín.
1869.
3. Cfr. Epístolas Pseudo-heraclíteas. Rosario, 1960.
Introducción.
4. Anthologia Graeca V i l 28.
5. Diógenes Laercio IX 16.
6. Diógenes Laercio I X 12.
tuvo su origen en un pasaje del Sofista de
Platón, en que éste habla de las musas iónicaT
y sicilianas, para referirse a las~3bctrmas de
Heráclito y Empédocles, respectivamente
Más tarde, durante la época alejandrina, el
ingenio de gramáticos y comentaristas exco­
gitó otros varios títulos para una obra que, de
por sí obscura y plena de sugerencias, se pres­
taba fácilmente a las más diversas interpre­
taciones. Los siglos que no podían producir
ya un libro como el de Heráclito, produjeron,
en cambio, muchos comentarios y muchos nom­
bres para el mismo. Claras muestras de concep­
tismo barroco hallamos así en los títulos
dados al escritor heraclítico, según testimonio
de Diógenes Laercio: ’AxpiPtç oíáxwp.a Tcpiç
crcá0¡j(/riv Píou ( Cuidadoso examen para la con­
ducción de la vida); rvwjxov tíOóüv (Reloj de
costumbres)’, Tpóitou x6op.o<; tic, xwv ^up/rcáv-ccov
( Orden del movimiento, él mismo para todos)9.
El primero de ellos procede probablemente
de Diodoto. Tanto este título como el segundo
suponen una interpretación ética del libro del
efesio. De ello cabe inferir que se originaron
en un medio estoico o influido por el estoicismo.
El tercero, en cuanto pone de relieve la unidad
de las leyes cósmicas, parece haber surgido
asimismo de algún comentarista estoico, aunque
no puede excluirse la posibilidad de un origen
neoplatónico o neopitagórico.
Diógenes Laercio nos informa, en el mismo
lugar que el Xlepi (jnio-ecoç estaba dividido en
tres capítulos o “ discursos” (Xiyoi): 1) Sobre
el Todo (rapl xoü -rcavToç); 2) Sobre Política
(TToliriKÓv) y 3) Sobre Teología (deoloyucóv).7 8
7. Cfr. Zeller-Mondolfo, La filosofia dei Greei nel
smo sviluppo 8torico I. I V . Florencia. 1961, p. 11.
8 . Cfr. Diógenes Laercio I X 6.

6
Schleiermacher, el primer editor moderno de
Heráclito, ha negado inclusive la posibilidad de
que el libro pudiera estar dividido en capítulos
o secciones con un contenido temático dife­
rente. Pero ya Schuster y, después de él, Zeller
consideraron indudable dicha posibilidad9.
Si nos preguntamos, luego, sobre el origen y
sentido de la tripartición referida por Dióge-
nes, nos encontramos con varias hipótesis.
La primera, formulada por Schuster y Zeller,
la vincula al título Musas, que, como vimos,
llevó el libro de Heráclito. Según estos historia­
dores, las tres partes de la obra corresponde­
rían a las tres Musas de que nos habla la mito­
logía griega en su fase primitiva.
,Este-~hipótesis no pasa de ser unatconjetura
j£enérica,)ya que no se puede demostrar ñiflgtP"
na relación simbólica entre las tres Musas y
los tres temas desarrollados en la obra, según
Diógenes.
Otra hipótesis al respecto ha sido presentada
por G. J. Kirk, en su notable obra Heraclitus-
The Cosmic Fragmente. Según él, la triparti­
ción sería obra de un editor alejandrino que se
habría inspirado en la división de la filosofía
admitida por los estoicos. Sabido es que éstos
(como también los académicos y los epicúreos)
dividían la filosofía en tres partes: la lógica,
la física y la ética, que compararon en alguna
ocasión con la cáscara, la clara y la yema del
huevo respectivamente. Ahora bien, si con la
mejor buena voluntad asimilamos el primer
capítulo, cuyo título es Sobre el Todo, a la
física, y el capítulo segundo que versa Sobre
Política, a la ética, todavía nos queda, como
insalvable escollo, la lógica, la cual de ninguna

9. Cfr. Zeller-Mondolfo, op. cit. p. 10-11.

7
manera podemos considerar desarrollada en el
tercer capítulo, titulado Sobre teología.
La hipótesis de Kirk resulta, pues, tan in­
aceptable como la de Schuster y Zeller.
Sólo nos queda, pues, suponer que la tripar­
tición mencionada por Diógenes procede del
propio Heráclito y que los títulos, si no fueron
puestos por él mismo, se originaron por lo me­
nos entre sus seguidores o sedicentes discípulos,
en una época no más reciente que la de Sócrates
y Platón.
La obra de Heráclito, leída y muchas veces
comentada en la Antigüedad, discutida, anali­
zada, versificada, atacada acerbamente y entu­
siastamente seguida por griegos y romanos has­
ta el período helenístico “ , cae, junto con tantos
otros testimonios de la ciencia y de la filosofía
antiguas, en un completo o casi completo olvido
durante la Edad Media.
De este naufragio sólo han llegado hasta
nosotros poco más de un centenar de fragmen­
tos, recogidos por la filología moderna en las
obras supérstites de autores griegos, romanos
y cristianos.
Ya en 1573, el ilustre humanista Henry
Estienne (Henricus Stephanus) publica, con
el título de Poesis philosophica, los restos
de varios antiguos filósofos cuyas obras se ha­
bían perdido, y entre ellos incluye una primera
colección de los fragmentos de Heráclito. Juan
Alberto Fabricio, incluye también en su Biblió-
theca Graeca, que ve la luz de Hamburgo, a1 0

10. Entre los que comentan, en la Antigüedad, el


libro de Heráclito, están el gramático Diodoto y los filó­
sofos estoicos Oleantes y Esfero (Cfr. Diógenes Laercio
I X 1 5). E l poeta yámbico Escitino lo versificó (Cfr.
Diógenes Laercio I X 16).

8
comienzos del siglo XVIII, una serie de fragmen­
tos del efesio.
Friedrich Schleiermacher, el conocido autor
de los Monologen y del Ueber Offenbarung und
Mythologie, que también tradujo a Platón, fue
el primero que hizo una edición crítica de di­
chos fragmentos (de los cuales publicó ya 72),
y les agregó una serie de testimonios biodoxo-
gráficos. Los fragmentos y testimonios apare­
cen, junto con un estudio en el que se intenta
una reconstrucción de la filosofía heraclítica,
como un todo orgánico y sistemático, en la par­
te III, volumen II de las Samtliche Werke
(Berlín, 1838, pp. 1-146).
Algunos años más tarde, Mullach publica una
nueva edición de los fragmentos del efesio,
notablemente aumentada (ahora son ya 95),
gracias al descubrimiento de los libros IV-IX
de la Refutatio omnium haeresium de Hipólito ■
Romano, en un manuscrito del Monte Athos.
Dicho descubrimiento (realizado por Mynoides
Mynas en 1842) fue objeto de una edición rea­
lizada en Oxford, en 1851, por Miller. De ella
extrajo Mullach una serie de pasajes heraclí-
ticos, citados por el apologista romano, en su
refutación de Noeto y de los patripasianos
(Fragmenta Philosophorum Graecorum. I. Poe-
seos philosophicae caeterorumque ante Socra-
tem quae supersuni. París, 1857).
En 1887 el filólogo inglés I. Bywater pu­
blica una nueva edición crítica de los frag­
mentos de Heráclito, esta vez en número de
130. Les añade también los testimonios anti­
guos sobre vida, obra y doctrina del filósofo y
hasta las Epístolas Pseudoheraclíteas. Acogien­
do la tripartición de la obra referida por Dió-
genes Laercio, divide los fragmentos, agrupán­
dolos en tres secciones: Sobre el Todo, Sobre
Política y Sobre Teología. Esta edición (Hera-
eliti Ephesii Reliquiae. Oxford) puede tenerse
ya como casi definitiva. Sin embargo, en 1901.
Hermann Piéis, autor de numerosos trabajos
sobre el pensamiento presocrálico, da a la luz-
una nueva edición de los Iragmentos de nera^
clft(TXHéraklHto& von Ephesos-iJnechisch und
Deutsch. Berlín), que ha servido de base, en
nuestro siglo, a la mayor parte de las traduc­
ciones y de los estudios críticos. Dicha edición
fue luego incluida en una obra más extensa,
que recoge los fragmentos de todos los pre­
socráticos: Die Fragmente der Vorsokratiker,
publicada en Berlín, en 1903. (Lleva ya nueve
ediciones; a partir de la 5» con la revisión de
Kranz).
Lo que Diels añade a los textos publicados
por Bywater no es mucho, pero impone, en cam­
bio, una nueva ordenación, más objetiva, a los
fragmentos, elimina algunos que son paralelos,
selecciona con mayor rigor crítico los testimo­
nios, da una nueva versión alemana y, sobre
todo, añade una serie de valiosas anotaciones
filológicas. La edición de Diels no incluye las
jEpístolas, pero sí algunas imitaciones (par­
te C).
Para disponer los fragmentos usa como cri­
terio el orden alfabético de los autores que sir­
ven de fuente, aunque exceptúa de esta regla
a los dos primeros fragmentos que, según ates­
tigua Sexto Empírico, contienen las palabras
con que Heráclito iniciaba su libro. Se propone
desterrar así los criterios subjetivos que, par­
tiendo de una “ concepción básica” o de un su­
puesto plan, intentaron reconstruir, a través de
los fragmentos, el libro mismo del efesio. De
esta manera desea superar no sólo las cons­
trucciones como la de Schuster, a quien ya ha­
bía criticado Zeller, sino también las ordena­
ciones como la de Bywater (utilizado, entre

10
otros, por Burnet en la traducción de los frag­
mentos que incluye en su Early Greek Phi-
losophy).
El criterio externo empleado por Diels re­
sulta, sin duda, práctico. Sin embargo, el pre­
supuesto último del mismo parece inaceptable.
En efecto, Diels, igual que otros críticos y
traductores de Heráclito, supone que el libro
de éste estaba constituido por una colección
de aforismos o sentencias, carentes de toda
interconexión.
María Cardini Timpanaro (Eraclito-Fram-
mentí e testimoníame. Lanciano, 1919) sostuvo
así el carácter asistemático de la filosofía he-
raclítica y negó toda secuéncia lógica entre los
diferentes fragmentos.
Más tarde, la hipótesis de Diels, aunque im­
pugnada por muchos historiadores y filólogos,
halló nuevamente apoyo en Gigon y Kirk.
Este último ha expuesto una versión todavía
más osada de la misma, pues supone que las
sentencias fueron, al principio, puramente ora­
les, y que sólo en un momento posterior se las
consignó por escrito y compiló en un libro.
Según Kirk, habría pasado con los aforismos
del Sobre la Naturaleza de Heráclito algo pa­
recido a lo que pasó con las sentencias y pará­
bolas de los Evangelios sin&pticos y a lo que,
según el sinólogo H. A. Giles, pasó con el Too
Teh King de Lao Tse n .
Pero, en primer término, contra esta conje­
tura, puede argüírse que no existe un solo tes­
timonio en toda la biodoxografía heraclítica
que pueda fundamentar la idea de una transmi­
sión oral de la enseñanza del filósofo. Ni siquie-1

11. “ The remains o f Lao-tzu” . China Review. X IV .


Hong Kong. 1886.

11
ra puede suponerse, partiendo de la tradición
antigua, que Heráclito impartiera nunca una
enseñanza oral.
En segundo lugar, puede decirse que dicha
hipótesis colide inclusive con la biodoxografía:
a) de un modo directo choca con la tradición
que nos presenta al efesio depositando su es­
crito en el santuario de la diosa Artem isa12;
b) indirectamente contradice el testimonio de
Aristóteles, quien hablando del estilo de Herá­
clito 13 da por supuesto, al igual que el Pseudo
Demetrio14, que el estilo del filósofo efesio
es un estilo escrito y no oral.
Por otra parte — y ahora no sólo contra Kirk
sino también contra Diels, Cardini, Gigon, etc.,
cabe afirmar que no toda la obra del efesio
tenía un carácter aforístico. En efecto, el aná­
lisis de los fragmentos que conservamos nos
prueba que, aun cuando en la mayor parte de
los casos se puede atribuir una estructura afo­
rística a los mismos, esto no sucede siempre,
ya que, por lo menos el fragmento primero,
el cual, según Aristóteles y Sexto Empírico,
corresponde al inicio de la obra, muestra la
forma de una exposición más o menos extensa.
De acuerdo con todas estas consideraciones
podemos formular, pues, la siguiente hipótesis
sobre la composición y estructura del libro de
Heráclito: Este escribió un “ libro” en el senti-
do propio y literal de la palabra (aüyypafiftaY
y io escribió de puño y letra. Pichó libro es=
taba compuesto en gran parte por proposiciones
breves, de estilo apotegmático. Ello no quiere
decir, sin embargo, que no hubiera allí pasajes"
de una distinta estructura estilística, que tu^

12. Cfr. Diógenes Laercio I X 6.


13. Retórica 1407 b.
14. Pseudo-Demetrio 192.

12
vieran, por ejemplo, el carácter de "discursos”
o "disertaciones” mas o menos solemnes. P or
lo -menos en lo ~que se refiere al comienzo
de- la Pbra~esto es ^enteramente cierto. Por
otra parte, el- estiló^prepoñderantemente afo-
rístico no impide tampoco que entre el
contenido de las diversas sentencias exista
una cierta conexión lógica y una cierta cohe­
rencia temática. Esto fue precisamente lo que
hizo posible la división del libro en tres capí­
tulos que, como dijimos, hizo el propio autor.
Por encima de todo, sin embargo, debe adver­
tirse que, como dice Fraenkel, apoyado aquí
por Mondolfo1 16, todos los fragmentos, aun cuan­
5
do se los estudie aisladamente, conservan una
íntima afinidad entre sí, en cuanto proceden
de un pensamiento único y altamente coherente,
de tal manera que, con total prescindencia del
orden en que se los ponga, cada uno de ellos
está unido y conectado con todos los otros me­
diante un complejo de relaciones de sentido,
que esclarecen y amplifican su particular sig­
nificación. Entre los “ disjecta membra” del
antiguo cuerpo heraclítico fluye aún una vida
única. Y del pensamiento y los fragmentos de
Heráclito puede decirse lo que el Cusano y
Bruno decían del Ser: que está todo entero,
presente, en cada uno de los seres.
El trabajo que entregamos aquí al lector y,
sobre todo, al estudioso de la filosofía, no es
una interpretación del pensamiento de Herá­
clito, que hemos intentado ya en otra parte16,
sino una traducción española de todos los frag­
mentos, y de todos los testimonios antiguos so­
bre la vida, la obra y la doctrina del efesio. Nos

15. Zeller-Mondolfo, op. cit. p. 15.


16. Véase mi libro, La filosofía de Heráclito de
Efeso. Caracas, Monte Avila, 1971.

13
hemos basado, para esta traducción, en el texto
griego de Diels-Kranz, Die Fragmente der Vor-
sokratiker, Berlín, 1954. Pero también hemos
tenido en cuenta la edición de R. Walzer (Era-
ch'ío-Florencia, 1939). La versión de los Testi­
monios lleva al pie de página una serie de notas
explicativas. A cada uno de los Fragmentos le
sigue una nota en que se consignan las otras
fuentes del mismo, aparte de la señalada en el
texto (cuando las hay) y también las referen­
cias que al fragmento encontramos en diversos
autores antiguos. Igualmente remitimos, en
muchas ocasiones, a estudios interpretaciones o
menciones significativas del respectivo frag­
mento en autores modernos, particularmente en
filósofos e historiadores de la filosofía.
No hemos traducido aquí las imitaciones que
forman la parte C en la edición de Diels 17, por
la misma razón que no incluimos las Epístolas
pseudo-heraclíteas: creemos que merecen tra­
ducción y estudio aparte.
Queremos aclarar, finalmente, que en la tra­
ducción hemos trasliterado algunos términos
griegos, como Kósmos y Lógos, para dejar cons­
tancia de su significado especial, intraducibie
mediante un solo vocablo castellano.

17. Véase Mondolfo, Eraclito-Testimonianze e imi-


tazioni. Florencia. La Nueva Italia.

14
A. TESTIMONIOS
I. VIDA

1. Diógenes Laercio, IX , 1-171


1. Heráclito, hijo de Blosón o, según algu­
nos, de Heraconte, efesio2. Floreció alrededor
de la sexagésima novena Olimpíada3. Fue, más

1. El primer testimonio biodoxográfico, que es tam­


bién el más extenso y detallado, aunque no él más digno
de fe, corresponde a la Vidas de los filósofos de Dió­
genes Laercio. Este vivió probablemente en el siglo II
después de Cristo y escribió dicha obra para una dama
llamada Arria. Allí recoge, con escaso sentido crítico y
deficiente método, uná enorme cantidad de noticias so­
bre la vida, la obra y las doctrinas de los filósofos
griegos .(Cfr. F . Leo, Die grieehisch-romische Biograr
phie nach ihrer litterarisehen Form, Leipzig, 1901.
Citado por W alzer). En este caso acepta todos los ele­
mentos que configuran la leyenda de Heráclito, los cua­
les se originan en una deformación de las ideas expre­
sadas en las ipsissima verba del filósofo (C fr. J. Bur-
net, Early Greek Philosophy, Londres, 1958. p. 131;
H. Frankel, “ A thought pattem in Heraclitus” en
American Journal of Philology, 59).
2 . El nombre “ Blosón”, que Diógenes atribuye al
padre de Heráclito, parece mejor atestiguado que “ Bli-
són” , usado por Suidas (A la ) y por Clemente Alejan­
drino (A 3 ) . El nombre “ Heraconte”, que Suidas (ibid.)
transforma en “ Heracino” , corresponde tal vez, como
opina Walzer (Eraclito, Florencia, 1939, p. 1 1 ), si­
guiendo a Schuster (“ Heraklit von Ephesus” en Acto
Societatis Philologieae Lipsiensis, 1873, III, p. 362), al
abuelo de Heráclito.
3. Diógenes, cuya fuente es, en este caso, Apolodoro
que, a su vez, parece haberse atenido, como Zeller se­
ñala, a Eratóstenes, sitúa el flourit de Heráclito en la
sexagésimo novena Olimpíada, esto es, entre los años
504 y 500 a. C.

17
4 . • ’

que otro ninguno, orgulloso y altanero, según


se colige por su libro, en el cual dice: “ La eru­
dición no enseña a tener entendimiento, porque
en tal caso se lo habría enseñado a Hesíodo y
a Pitágoras y aun a Jenófanes y a Hecateo” \
“ Pues en una sola cosa consiste la sabiduría:
en conocer el designio por el cual todo mediante
todo se rige” B. Dijo que “ Homero es digno de
ser expulsado de los certámenes públicos y de
ser azotado, y Arquíloco lo mismo” 4 6.
5
2. Dijo también que “ es preciso extinguir la
prepotencia más que un incendio” 7, y que “ es
preciso que el pueblo luche por la ley como por
las murallas” 8. Recrimina asimismo a los efe-
sios por haber desterrado a su com p a ñ e ro Her-
modoro, cuando dice: “ Seria justo que todos los
efesios púberes se estrangulasen y dejasen la
Ciudad en manos de los impúberes, pues deste­
rraron a Hermodoro, el varón más virtuoso que
tenían, diciendo: Entre nosotros ni uno solo
debe ser más virtuoso; si no, séalo en otro
lugar y entre otras gentes” 9. Como fuera ele­
gido por aquéllos para legislar, rehusóse con
desprecio, porque la ciudad estaba ya sujeta a
un régimen depravado10.

4. Corresponde a B 40.
5. Corresponde a B 41.
6. Corresponde a B 42.
7. Corresponde a B 43.
8. Corresponde a B 44.
9. Corresponde a B 121.
10. Sobre lo que Heráclito entendía por “ régimen
depravado” encontramos una interpretación cínica o
cínico estoica en Epístolas pseudo-heraclíteas, V II, 4-10,
que no corresponde, naturalmente, al pensamiento de
Heráclito mismo.

18
3. Habiéndose retirado luego al santuario
de Artemisa u , jugaba a la taba con los niños112,
1
y como los efesios hicieran círculo en torno a él,
dijoles: ¿Por qué os asombráis, perversos?
¿Acaso no es mejor hacer esto que colaborar
con vosotros en el gobierno?13. Y al final, ha­
biendo abominado de los hombres 14 y huido de
ellos, pasaba su vida en los montes, comiendo
verduras ~y hierbasi5. Pero, habiendo enter-
11. La vida religiosa de Efeso giraba en torno al
culto de una diosa de orígenes prehelénicos, asimilada
luego al panteón griego con el nombre de Artemisa. A
dicho culto estaban vinculados, como hace notar Ram-
noux (Héraclite ou Vhomrne entre les choses et les mote,
París 1959, p. 404-405), fuertes intereses económicos.
Medio milenio después de Heráclito, el autor de los
Hechos de los Apóstoles relata (X I X , 24-40) que un tal
Demetrio, junto con los plateros que forjaban imágenes
del templo y de la diosa, provocaron contra Pablo de
Tarso y sus discípulos un alboroto, precisamente por­
que éstos, al combatir el culto de Axtemisa (D iana),
cegaban la fuente de sus ganancias.
12. Que Heráclito jugara a la taba (la palabra as-
trágalos significa “taba” , de donde el verbo astragalizo,
que quiere decir “jugar a la taba” ) y que lo hiciera con
los niños, parece ser una anécdota fraguada sobre las
palabras, ciertamente nada claras, de B 52, donde se
habla del tiempo como de un niño rey que juega a los
dados, y sobre las de B 121, donde Heráclito declara
que los efesios deberían dejar su Ciudad en-manos de
los impúberes (C fr. B 70, B 79).
13. Las duras palabras que, según Diógenes, dirigió
el filósofo a sus compatriotas, condicen con la caracte­
rización que el propio Diógenes ha hecho de él, al decir
poco más atrás (I X . 1) que “fue, más que otro ninguno,
orgulloso y altanero” .
14. Cfr. B 121.
15. Las palabras “pasaba su vida en los montes, co­
miendo verduras y hierbas” pueden haber encontrado
.eco, tal vez, en aquellos versos de Calderón de la Barca
(La vida es sueño, Jorn. I, esc. 2) :
Cuentán de un sabio que un día
tan pobre y mísero estaba,
que sólo se alimentaba
de unas hierbas que cogía.

19
mado de hidropesía16 a causa de esto mismo,
bajó a la ciudad y preguntó a los médicos, a
modo de enigma17, si podían producir la se­
quedad a partir de la humedad extrema18.
Y como éstos no lo comprendieran, enterrán­
dose en un establo de bueyes, creyó que la hu­
medad de su cuerpo se evaporaría por el calor
animal de la boñiga19. Pero, no habiendo con­
seguido nada aun así, acabó su vida a los se­
senta años 20.

16. La idea de que Heráclito enfermó y murió de hi­


dropesía se basa, sin duda, en el fragmento 77, donde
se dice que “para las almas es placer o muerte el hume­
decerse” , y, sobre todo, en el fragmento 36: “ Para las
almas es muerte transformarse en agua, etcétera” (Cfr.
Patín, Heraklits Emheitslehre, Munich, 1885, p. 3 ).
(Acerca de la enfermedad de Heráclito, véase también
F . Lasalle, Die Philosophie Herakleitos des Dunklen
von Ephesos, Berlín, 1858, I, p. 165.)
17. La expresión “ a modo de enigma” deriva de la
tradición que hace de Heráclito un filósofo obscuro y
tenebroso (Cfr. A 1,6; A 4 a-c, etcétera).
18. Cfr. Epístolas pseudo-heraclíteas, V I. 1-3; Hipó­
crates, Sobre el régimen, I. 15; Taciano, Discurso a los
griegos, 3.
19. La leyenda que atribuye a Heráclito el extraño
procedimiento de cubrirse con boñiga para que se eva­
porara la excesiva humedad del cuerpo, se basa tal vez
en la idea de que el calor animal, que es un calor húme­
do, o sea, una mezcla de fuego y agua, resulta el medio
adecuado para que se realice el tránsito de la humedad
(agua) a la sequedad (fuego).
20. La noticia de que Heráclito vivió sesenta años
parece provenir de Aristóteles, según se puede ver en
otro pasaje de Diógenes Laercio (V III, 5 2 ), donde lee­
mos: “Aristóteles dice que éste (Empédocles) y también
Heráclito murieron a los sesenta años” . Sin embargo,
Sturtz, seguido por Cobet, propuso una corrección del
texto de Diógenes, poniendo “ Heráclides” en lugar de
“ Heráclito” (C fr. Zeller-Mondolfo, La filosofía dei
Greci, IV , Florencia, 1961, p. 9 ) .

20
4. Cuenta Hermipo 31 que aquél preguntó a
los médicos si alguno de ellos podía librarlo de
,1a humedad, evacuándole los intestinos, pero
que, como éstos respondieran negativamente, se
itendió al sol y ordenó a los niños 22 que lo cu­
brieran de boñiga23. Extendido, pues, de esta
manera, murió al siguiente día, y fue sepultado
en el A gora2t. Neantes de Cízico2252
4 , por su par­
6
te, dice que, no habiéndosele podido quitar de
encima el estiércol, allí quedó, y que, como no
se le pudiera reconocer a causa de la transfor­
mación sufrida, vino a, ser devorado por los
perros2B.
/ /
5. Fue excéntrico desde niño; cuando era
joven solía decir que nada sabía, al llegar a la
edad adulta, en cambio, que todo lo había com-

21. Se trata de Hermipo de Esm im a, filósofo e his­


toriador que vivió en la segunda mitad del siglo m
a. C. y que fue discípulo de Calimaco de Alejandría.
Escribió una serie de biografías muy utilizadas por los
autores de la época siguiente (Cfr. F . Leo, op. eit.,
p. 127 sgs.).
22. La referencia a los niños se vincula, sin duda, a
lo que dice poco antes (“jugaba a la taba con los ni­
ños” ) y tiene iguales fundamentos en las ipsissima ver­
ba (C fr. nota 12).
23. Cfr. nota 19.
24. Esta noticia, si fuera verdadera, indicaría que
los efesios estimaban en mucho a Heráclito, a pesar de
todos los desaires que les había hecho.
21TW eantes de Clzico”, historiador y filósofo, vivió
durante el siglo n i a. C. Escribió varias obras: Helé­
nica, Pitagórica, Memorias del rey Atalo de Pérgamo,
de todas las cuales no quedan sirio algunos fragmentos
recogidos por otros autores antiguos (C fr. O. Gigon,
Untersuchungen zu Heraklit, Leipzig, 1935, p. 133).
26. La idea de que Heráclito fue devorado por los
perros tiene quizás su origen en una antojadiza inter­
pretación del fragmento 97, donde se dice que: “ Los
perros ladran contra lo que no conocen” .

21
/
prendido 27. No fue discípulo de nadie, pero de­
cía que se había investigado a sí mismo 28 y que
todo de sí mismo lo había aprendido. Soción29,
sin embargo, refiere que algunos lo consideraron
discípulo de Jenófanes 303
, y que Aristón 81 en el
1
libro Sobre Heráclito afirma que éste se curó
de la hidropesía y que murió, en cambio, de
otra enfermedad. Esto lo dice también Hipo-
boto 32. El libro que se le atribuye trata en ge­
neral Sobre la Naturaleza 33, y se divide en tres

27. Tal vez esta noticia se base en nna arbitraria


interpretación del fragmento 79, donde se dice: “ El
hombre parece niño frente al genio, igual que el niño
frente al hombre” .
28. Cfr. B 101.
29. Soción de Alejandría fue un historiador del si­
glo n i a. C. que escribió una obra titulada Sucesiones
de los filósofos (Cfr. H . Diels, Doxographi Graeci, Ber­
lín, 1929, p. 147) . No se lo debe confundir con otro
Soción de Alejandría, filósofo estoico, que vivió en el
siglo I de nuestra era y fue maestro de Séneca.
80. Que Heráclito haya sido discípulo de Jenófanes
parece poco probable por razones de índole cronológica.
En efecto, Jenófanes abandonó Jonia ante la invasión
meda (540 a. C .), esto es, antes de que Heráclito nacie­
ra (Cfr. J. Bumet, op. d t., p. 131). Ello no significa,
sin embargo, que el efesio no haya frecuentado las obras
y el pensamiento del colofonio o que no haya recibido su
influencia. El fragmento 40 nos demuestra que conocía
de Jenófanes lo suficiente como para criticar sus
métodos.
31. Se trata probablemente de Aristón de Quíos,
filósofo estoico del siglo m a. C., que compuso, según
parece, además de la obra Sobre Heráclito, una biogra­
fía de su contemporáneo Epicuro.
32. Hipoboto, historiador cuya patria y época se
desconocen, fue autor de una Crónica de los filósofos,
que Diógenes cita en otro lugar (I. 42).
33. Heráclito escribió en prosa, a diferencia de Je­
nófanes, Parménides, Empédocles, y como lo hicieron
Anaximandro, Anaxímenes, Anaxágoras. Usó el dialec-

22
capítulos: Sobre el Todo, Sobre Político, y So­
bre Teologíai*34.
6. Lo depositó en el santuario de Artemisa,
habiendo cuidado expresamente, según algunos,
de escribirlo en modo asaz obscuro, para que
sólo accedieran a él los que fueran capaces d e.
hacerlo y para que no se viera manoseado por

to jónico (C fr. Zeller-Mondolfo, op. cit., IV , p. 10) y su


obra llevaba por título Sobre la Naturaleza (Per» .
Physeos), al igual que las de casi todos los presocráti­
cos. Dicho título proviene del mismo Heráclito.
No así, en cambio, el título Musas con que también se
la conoció en la antigüedad (C fr. Diógenes, I X . 1 2).
Dicho título se origina en Platón (Sofista, 242 d ) , co­
mo sostiene Zeller (op. cit., p. 11) contra Schuster (op.
cit., p. 329). Heráclito no escribió más que esta obra,
según puede inferirse del simple hecho de que los auto­
res antiguos no le atribuyan otra.
34. Parece posible sostener, como lo hace Schuster
(op. cit., p. 4 2 ), apoyado por Zeller (op. cit., p. 1 0 ),
contra Schleiermacher (Herakleitos der Dunkle von
Ephesos en Sdmtliche Werke, III, p. 25 sg s.), que la
obra tenía ya en su forma originaria diversas secciones,
cada una de las cuales llenaba una finalidad distinta.
Más aún, ello resulta muy probable. La tripartición de
que habla aquí Diógenes puede ser, pues, del mismo
Heráclito. Si proviniera, como sostiene Eirk, de una
edición alejandrina, en la cual se habría seguido la
división estoica de la filosofía, no se comprendería bien
cómo lógica, física y ética, esto es, las tres partes de
la filosofía según los estoicos, pueden corresponder a
las tres partes del escrito heraclítico indicadas aquí por
Diógenes. De cualquier manera, autores como Schuster
y Bywater (apoyados por Bum et) intentaron ordenar
los fragmentos de Heráclito a partir de esta noticia de
Diógenes. Más tarde, H. Diels, seguido casi unánime­
mente por comentadores y traductores, impuso un or­
den externo (que no implica intento alguno de recons­
trucción del original), al disponerlos por orden alfabé­
tico de fuentes, con excepción de IOS fragmentos 1 y 2,
" qHé~Sexto Jámpirico indica expresamente como corres-
pondientes al comienzo de la obra.

23
el vulgoSB. Al mismo se refiere también Ti­
món 3e, cuando dice:

35. Que Heráclito depositara su escrito en el templo


de Artemisa resulta verosímil. Los motivos por los cua­
les lo hizo, suponiendo que este hecho fuera real, han
sido interpretados de diversa manera. Decir, como
Teichmüller (Neue Studien zur Geschichte der Begriffe,
v. II, p. 124), que de ese modo el efesió quería que su
obra fuera accesible sólo a los iniciados (C fr. Taciano,
Discurso a los griegos, 3 ) , supone admitir la idea de
que el mismo filósofo era un seguidor de los misterios
en sentido literal. Pero decir, como Zeller (op. cit., v.
IV , p. 12), que Heráclito puso allí su escrito simple­
mente para asegurar su conservación y utilización,
supone una minimización del sentido del acto, que tam­
poco resulta satisfactoria. La deposición del libro tiene
un significado simbólico, que se vincula con la interpre­
tación que Heráclito da de la religión en general y de
los misterios en particulai\^st
36. Timón de Fliunte, filósofo escéptico del siglo iii
a. C., fue discípulo de Estilpón de Megara y de Pirrón
de Elis. Enseñó en diversas ciudades de Grecia y final­
mente en Atenas. Parece haber sido un escritor muy
fecundo, pues se le atribuyen nada menos que sesenta
dramas, treinta comedias y tragedias, varios diálogos
y tratados filosóficos. Entre éstos había un escrito
Sobre las sensaciones y otro Contra los físicos. En su
obra Sílloi, compuesta en hexámetros, satiriza a todos
los filósofos que le precedieron, con excepción de Pirrón
y de Jenófanes (autor también de Sílloi satíricos). Es­
ta obra, de la cual conservamos 150 versos, estaba divi­
dida en tres libros. Los dos últimos tenían forma de
diálogo y sus interlocutores eran el mismo poeta y Jenó­
fanes. En los versos que nos quedan, dice Robín (El
pensamiento griego y los orígenes del espíritu cientí­
fico, Barcelona, 1926, p. 419) “ se advierte la imitación
de Jenófanes, con un humor más brutal, y tal vez tam­
bién la misma nobleza de acento” . De hecho, este de­
fensor de Pirrón, a quien Sexto Empírico (Contra los
matemáticos, I. 53) llama “ el profeta de las doctrinas
pirrónicas” , que critica inclusive al neoacadémico Arce-
silao, está lejos de demostrar hacia Heráclito la simpa­
tía que sentirán después por él otros escépticos como
Enesidemo (Cfr. Cappone Braga, “ L'eraclitismo di
Enesidemo” en Rivista di Filosofía, 1931, v9 1, p. 33-
4 7). Sobre Timón de Fliunte cfr. V . Brochará, Los es­
cépticos griegos, Buenos Aires, 1945. p. 98-114.

24
“ Entre ellos, llorón, levantóse Heráclito,
despreciado!- de la plebe, enigmático” S7. -
Teofrasto38 sostiene que, a causa de su me­
lancólico humor39, algunas cosas las dejó a
medio escribir y otras, plagadas de contradic-

37. Cfr. Diels, Poetae philosophi, 9 B 43.


38. Teofrasto, discípulo de Aristóteles, nació en
Eresos ^te Lesbos y murió en Atenas (388-288 a. C .).
Sucedió a su maestro en la dirección del Liceo, a partir
del año 322. Aunque no se puede aceptar la tesis de
J. Zürcher (Aristóteles’ Werk und Geist, Paderborn,
1952), según la cual Teofrasto retocó e inclusive escri­
bió la mayor parte de las obras atribuidas a Aristóteles
que tienen carácter realista y no platónico (cfr. E.
Elorduy, “ El nuevo Aristóteles de J. Zürcher” en Pen­
samiento, n? 31, p. 325-356), la verdad es que aquél
continuó y perfeccionó varias líneas de investigación
iniciadas por Aristóteles. A sí, en lógica encontró nue­
vos modos y sólo en la primera figura pudo agregar
nueve; trabajó en la teoría del silogismo hipotético y
disyuntivo, etcétera (C fr. I. M . Bochenski, La, logique
de Théophraste, Friburgo, 1947) ; en ciencias biológicas
pasó del estudio de los animales, iniciado por su maes­
tro al de las plantas y llegó a ser, por sus tratados de
Historia de las plantas y Sobre las causas de las plan­
tas, el verdadero fundador de la botánica (C fr. W . Ca-
pélíe, "Z u r Ceschichte der gnecWScEe Botanik” en
Philologus, 1910). La psicología empírica, iniciada por
Aristóteles, se prolonga en una caracterología por obra
de Teofrasto. En efecto, en su obra Caracteres describe
treinta tipos humanos, dando muestras de un fino espí­
ritu de observación (Cfr. G. Pasquali, Sui caratteri di
Teofrasto, Nápoles, 1919). Su escrito Opiniones de los
físicos es particularmente importante para el conoci­
miento de la filosofía presocrática (cfr. M. Muehl,
“ Theophrast und die Vorsokratiker” en Archiv für Ges-
chichte der Philosophie, 1923). Escribió además otras
varias obras (de las que sólo quedan fragmentos) sobre
psicofisiología (Sobre el sentido, Sobre los olores), so­
bre física {Sobre el fu ego), sobre mineralogía (Sobre
las piedras), sobre meteorología {Sobre los signos del
tiempo, dudosa), etcétera, así como sobre metafísica y
ética (C fr. F . Dirlmeier, “ Zur Etnik des Theophrast”
en Philologus, 1905, p. 248 sgs.).
39 Cfr. Plinio, Historia natural, V II. 79 sgs.; Sé­
neca, Sobre la tranquilidad del alma, X V . 2.

25
dones. Como muestra de su altanería refiere
Antístenes 40 en las Sucesiones, que renundó al
reino en favor de su hermano 41. Su libro, por
otra parte, adquirió tal renombre que hasta
se formó en torno al mismo un grupo de se­
cuaces, denominados “ heraelíteos” 42.
7. En general, éstas son sus opiniones43:
Del Fuego provienen todas las cosas y en el
mismo se resuelven; todas suceden según la fa­
talidad y por medio de la transmutación de los
contrarios se integran los seres. Y todo está lle-
jno de almas y de genios44. Algo dijo también
40. Antístenes de Rodas fue un escritor que vivió
hacia el año 200 a. C. y compuso una Historia de su
propia época, mencionada elogiosamente por Polibio
(cfr. F. Leo, op. eit., p. 8 3).
41. Una tradición que, como señala C. Ramnoux (op.
cit., p. 62-63), no es necesariamente una leyenda, hace
nacer a Heráclito dentro de la familia real y sacerdotal
,de los Androclidas (cfr. A 2 = Estrabón, X I V .3 ), los
cuales, al fundar la ciudad de Efeso, habrían traído
consigo desde el Atica un culto demetríaco, aunque
tampoco es imposible que, originarios de Mesenia, hu­
bieran importado cultos predóricos semejantes a los de
Andania (cfr. Picard, Ephése et Claros. Recherches
sur íes Sanctuaires et les Cuites d’Ionie du Nord, Pa­
rís, 1922). Los descendientes de Codro y de Androclo
no ejercían ya en tiempos de Heráclito la soberanía ni
tenían poder político alguno, pero conservaban aún
ciertas funciones sacerdotales y ciertos símbolos hono­
ríficos, que los distinguían de sus conciudadanos. A
esto parece haber renunciado Heráclito, de acuerdo con
la presente noticia.
42. Uno de estos heraelíteos, el más conocido sin
duda, fue Cratilo, el primer maestro de filosofía que
tuvo Platón (cfr. G. Zuccante, “ Platone: Cratilo era-
cliteo, primo maestro di filosofía” en Rivista di Filoso­
fía, 1930, p. 289).
43. Lo que sigue es un resumen de Teofrasto, aun­
que no realizado directamente sobre el texto original.
44. Cfr. Aristóteles, Sobre las partes de los anima­
les, 645 a. Algo muy semejante atribuye el mismo Aris­
tóteles (Sobre el alma, 411 a) a Tales de Mileto (cfr.
Platón, Leyes, 899 b ) .

26
sobre todas las alteraciones'qúe coexisten en el
Kósmos y, por de pronto, que el sol tiene la
magnitud con que aparece45. Dijo además:
“ Andando no encontrarás los límites del alma,
aunque recorras todos los caminos: tan pro­
fundo es su lógos” 464
. Y afirmaba que “la opi­
7
nión es una epilepsia y que la vista engaña” 4T.
Límpida y claramente se expresa a veces en su
libro, de manera que hasta el más rudo con
facilidad lo comprende y eleva su alma. La con­
cisión y la profundidad de su estilo son incom­
parables.
8. He aquí48, en particular, sus doctrinas:
el Fuego es el elemento primordial y todas las
cosas son modificaciones del Fuego495 , engen­
1
0
dradas por rarefacción y condensación80. Sin
embargo, nada establéce con claridad. Todas las
cosas se engendran por contraposición y fluyen
en su totalidad a manera de un río El Todo
es limitado y forma un solo Kósm os525 ; el mis­
3
mo nace del Fuego y otra vez al Fuego retoma
alternadamenteBS, según ciertos períodos deter­
minados para todos los tiempos. Y esto sucede
según la fatalidad. Entre los contrarios, lo que
conduce al nacimiento llámase guerra y discor­
45. Cfr. Aecio, II. 21, 4 = B 3 (cfr. Cicerón, Sobre
los confines del bien y del mal, I. 6, 2 0 ).
46. Corresponde a B 45.
47. Corresponde a B 46.
48. Los parágrafos que siguen, del 8 al 11, corres­
ponden a un resumen del texto de Teofrasto (Cfr. K.
Reinhardt, Parmenides und die Geschichte der griechis-
chen Philosophie, Bonn, 1916, p. 171 sgs.).
49. Cfr. B 90, 30, 31.
50. Cfr. A 5 = Simplicio, Física, 23, 33 Diels ( = Teo-
frasto, Opiniones de los físicos, fr g 1, en Doxographi
graeci, 475).
51. Cfr. B 12, 91, 49 a.
52. Cfr. B 30, A 5 b.
53. Cfr. B 90,76, A 5 c.

27
dia; lo que conduce, en cambio, al incendio,
concordia y paz64. La transmutación denomí­
nase camino hacia arriba y hacia abajo65, y
conforme a ella el Kósmos es engendrado.
9. El Fuego, al condensarse, se torna hú­
medo; al concentrarse, se hace agua; el agua,
a su vez, solidificándose, se transforma en tie­
rra. Éste es el camino hacia abajo. Después
comienza a fluir, en sentido contrario, la tie­
rra; de ésta nace el agua, y del agua las demás
cosas, reduciéndose así casi todas a la exhala­
ción del mar. Éste es el camino hacia arriba5 5S5
4 .
7
6
Las exhalaciones provienen de la tierra y del
mar; las unas son brillantes y puras; las otras,
tenebrosas. El Fuego se alimenta con las bri­
llantes; el agua con las demás. No explica en
qué consiste la naturaleza de lo que envuelve al
Kósmos. Existen, sin embargo, allí, ciertas ar­
tesas cuyas cavidades están vueltas hacia no­
sotros; en ellas, al juntarse las exhalaciones bri­
llantes, origínanse esas llamas que vienen a ser
los astros 6T.
10. La llama más brillante y cálida es la
del sol585. Los otros astros están más lejos de la
9
tierra y por eso brillan y calientan menos; la
luna, aunque más próxima a la tierra, anda
p5? un rogar Tirreno" e's puro K ü'ncambioTel
SOT&e~Trrü5ve T3Ó? Uíflugar transparente y sin
'mácula, y guarda una distancia proporcionada
con respecto a nosotros, por lo cual calienta e
.ilumina m ás60. El sol y la luna se eclipsan

54. Cfr. B 65, 80.


55. Cfr. B 60.
56. Cfr. B 31.
57. Cfr. A 11; A 12.
58. Cfr. B 94, 99.
59. Cfr. Parménides, B 12 Diels.
60. Cfr. B 3; B 6, B 94.

28
cuando las artesas se inclinan hacia arriba. Las
fases mensuales de la luna se originan cuando
la artesa gira un poco sobre sí misma. El día
y la noche, los meses y las estaciones, las llu­
vias anuales y los vientos, y los fenómenos se­
mejantes a éstos, se producen según las dife­
rentes exhalaciones61.
11. La exhalación brillante, inflamada en el
círculo del sol, produce el día; cuando domina,
en cambio, la exhalación contraria, da lugar a
la noche. Y el calor, alimentándose con la ex­
halación brillante, produce el verano, mientras
la humedad, que abunda en la exhalación tene­
brosa, es causa del invierno626 . De acuerdo con
5
4
3
estos principios, discurre sobre las causas de
las demás cosas. Sin embargo, con respecto a
la tierra no explica en absoluto cómo es, ni tam­
poco en lo que toca a las artesas 68. Y éstas son,
en definitiva, sus opiniones. Lo que se refiere a
Sócrates y a lo que éste habría dicho al conocer
el libro, cuando Eurípides se lo trajo, según
cuenta Aristón®4, lo hemos narrado en la parte
que trata sobre Sócrates66.
12. Seleuco, el gramático66, dice, por su
parte, que cierto Crotón 67 cuenta, en el Buzo,
que un tal Crates 68 fue el primero en traer a

61. Cfr. A 12 c, A 12 f, A 14 a, B 57, B 106.


62. Cfr. B 67.
63. Todo lo contrario de Anaximandro, A 10-11;
Anaxímenes, A 7, 20 y Jenófanes, B 28 Diels, según
hace notar Walzer.
64. Cfr. nota 31.
65. Cfr. Diógenes, II. 22 ( = A 4 ) .
66. Cfr. Maas, De biographis graecis, Berlín, 1880,
p. 33 sgs. (cit. por W alzer).
67. Escritor desconocido.
68. Personaje desconocido. No se lo puede identifi­
car con el cínico Crates de Tebas, el marido de la bella
Hiparquía (cfr. Diógenes Laercio, V I. 5, 8 5 ), que'vi-

29
Grecia el libro y que éste dijo que era nece-
sario ser un buzo de Pelos para d o a h o g a rse
en é lBa. Algunos lo titulan Musas70, otros, So­
bre la Naturaleza71; Diodoto 6 727
1
0
7
9 , por su parte,
3
Cuidadosa dirección para regla de la vida;
otros, Guía de las costumbres, Orden del movi­
miento, El único entre todos7S7 . Dicen que, al
6
preguntársele por qué callaba, rftsññridTfrrPara
que charléis vosotro s 74. El mismo Darío quiso
'comunicarse con él y le escribió de esta manera
/siguen las dos primeras Epístolas pseudo-he-
raclíteas, a las cuales corresponden aquí los pa­
rágrafos 13 y 14) 7B.
15. Así era este hombre aun para «m <4
Rey. Demetrio dice en los HomónimosT* que

vió en el siglo rv (cfr. E . Schwarz, Figuras del mundo


antiguo, Madrid, 1926, 13, p. 36 sg s.). Mucho menos
con el platónico Orates de Atenas, que fue escolarca
en la Academia hacia el año 270; ni con el estoico Ora­
tes de Mallos, que perteneció también al siglo in o con
el neoacadémico Orates de Tarso, que fue del siglo n .
69. Los buzos de Délos eran famosos en la antigüe­
dad por su audacia. Véase una frase muy semejante
atribuida a Sócrates en Diógenes Laercio, II. 22.
70. Cfr. nota 33.
71. Cfr. nota 33.
72. A este Diodoto se refiere poco más adelante
Diógenes (IX . 15). Tal vez se lo pueda identificar con
el estoico que fue maestro de Cicerón en Roma.
73. Todos estos títulos, en opinión de Zeller (op. cit.,
p. 11), no son verdaderos títulos. (Cfr. J. Bernays, Ge-
sammelte Abhandlungen, Berlín, 1895, I, 8 ; cit. por
Zeller).
74. Cfr. Plutarco, Sobre la charlatanería, 17, p. 511
b (= ASb).
75. Las Epístolas pseudo-heraclíteas han sido edita­
das por J. Bernays, quien demostró asimismo, de modo
definitivo, su carácter apócrifo (Die heraklitischen
Briefe, Berlín, 1869).
76. Demetrio de Magnesia, gramático del siglo I
a. C., compuso una obra titulada Sobre los homónimos
de poetas y escritores.

30
también menospreció a los atenienses, aunque
entre ellos gozaba de grandísima fama 77, y que,
despreciado a su vez por los efesios, prefirió,
sin embargo, la patria. También lo recuerda
Demetrio Falereo en la Apología de Sócrates 78.
Muchísimos son los que comentaron su escri­
to, como Antístenes 79 y Heráclides Póntico ®°,

77. Esta afirmación se relaciona quizás con la no­


ticia según la cual, siendo descendiente de los reyes de
Efeso (cfr. nota 4 1 ), neracHto habría tenido como
antepasado a Codro, rey de Atica (cfr. Estrabón, X IV .
3 ) , lo cual lo~~convertiria, finalmente, en consanguíneo
de Platón, cuyo linaje a través de su padre Aristón^
también se remontaba, según ciertos autores, a Codro
(clrT Ch. Huit, La vie et Foeuvre de Platón, París,
1893, I, p. 19).
78. Demetrio Falereo nació en Atenas en el año
345 a. C. y fue condiscípulo del cómico Menandro en el
aula de Teofrasto. Orador famoso, estuvo al frente del
gobierno de Atenas durante un decenio. En 307, ante
la llegada de Demetrio Poliorcetes, huyó a Egipto, don­
de vivió sus últimos años. Compuso numerosas obras,
ninguna de las cuales ha llegado hasta nosotros.
79. Antístenes es considerado como el fundador de
la escuela cínica. Hijo de un ateniense y de una esclava
tracia, nació hacia el año 450 y fue primero descípulo
de Gorgias. Antes de entrar en el círculo socrático pa­
rece haber escrito algunos “estudios inspirados por los
discípulos de Heráclito sobre la interpretación alegó­
rica de los poetas” (A . Rivaud, Histoire de la Philoso-
phie, París, 1948, I, p. 152), y entre ellos, un comen­
tario sobre el mismo Heráclito. Zeller, al seguir en esto
a Brandis (Handbuch der Geschichte der griechische-
romiache Philoeophie, Berlín, 1835, I, 164) en contra
de Schleiermacher (Herakleitos der Duiüele, Werke,
III, parte II, p. 5 ) , duda de que este Antístenes, nom­
brado por Diógenes, sea el discípulo de Sócrates, pero
no tiene en cuenta, por cierto, el período presocrático
de la actividad literaria del mismo.
80. Heráclides Póntico, cuyo acmé se sitúa en el año
360 a. C., era originario de Bitinial En Atenas escu­
chó, según refiere Diógenes Laercio (V . 8 6 ), a Espeu-
sipo, a los pitagóricos y a Aristótel ss. Escribió nume­
rosas obras y entre ellas varias sobr< antiguos filósofos
y poetas griegos (Sobre la edad de . ’i omero y fiesíodo,

31
Cleantes 81, y Esfero el estoico **, y además Pau-
sanias. llamado eLheraclitista Nicomedes 84
y Dionisio 85. Entre los gramáticos, Diodoto88,
el cual afirma que el libro no era Sobre la Nar-
turaleza sino Sobre la Política 8T, y que lo dicho
sobre la Naturaleza se traía a modo de ejemplo.

Sobre Arquíloco y Homero, Sobre cosas contenidas en


Eurípides y Sófocles, Sobre los tres poetas trágicos,
Sobre los pitagóricos, Sobre narraciones acerca de D e-
mócrito y, también, Sobre narraciones acerca de Herá-
clito).
81. Cleantes nació en Assos, en la Tróade, en el año
331 a. C. En Atenas se vinculó a Zenón, fue su discí­
pulo durante diecinueve años y lo sucedió como jefe de
la escuela estoica. Hombre de ingenio lento y estrecho
pero de gran capacidad para el trabajo (Diógenes
Laercio, V II. 170), dejó numerosos escritos, casi todos
breves. El más extenso de ellos parece haber sido pre­
cisamente el Comentario sobre Heráclito, que compren­
día cuatro libros (Diógenes, V II. 174). Su obra más
conocida es, sin embargo, el Himno a Zeus (cfr. Von
Arnim, s. v. en Pauly-Wissowa).
82. Esfero fue discípulo de Cleantes. En Alejandría
sirvió al rey Tolomeo Pilopáter. Entre otros varios es­
critos (uno de ellos Sobre Licurgo y Sócrates y otro
Sobre los filósofos eretríacos) dejó también uno Sobre
Heráclito, dividido en cinco libros (Diógenes, V II. 1 ^ ) .
83. No se sabe quién fue este Pausanias. Podría su­
ponerse que perteneció a ese círculo de heraclíteos
constituido, no en torno a la persona del efesio (el cual
no tuvo nunca discípulos), sino en torno a su libro (cfr.
Diógenes, IX . 6, nota 4 2 ), pero parece más probable
que haya sido un filólogo alejandrino, especializado en
el estudio de Heráclito.
84. Escritor desconocido.
85. Escritor difícilmente identificable. Tal vez se
trate de Dionisio de Cirene, que en el siglo I de nues­
tra era sucedió a Apolodoro de Atenas como jefe de la
secta estoica.
86. Cfr. nota 72.
87. Zeller hace notar (op. cit., p. 11) que si Herá­
clito hubiera concedido al tratamiento de cuestiones éti­
cas (políticas) y teológicas la misma extensión que
concedió a las físicas, la escasez de noticias relativas a

32
16. Jerónimo*88 dice que además, Escitino,
el poeta yámbico 899, intentó poner en verso su
0
discurso. Atribúyensele muchos epigramas 80 y,
entre ellos, también éste91:
Heráclito soy yo. ¿Por qué me traéis arriba
y abajo92, insipientes?
No me afanaba yo por vosotros, sino por
aquellos que me entienden 93.
aquéllas, sería muy sorprendente y tanto más cnanto
más interesados en ellas estaban, sin duda, los autores
de las épocas posteriores. Por otra parte, no se com­
prendería por qué HeracUtoTyá' desde A risláteles, fue~~
siempre ubicado entre los '“físicos". Si se admite la
hipótesis de que el Diodoto que hace esta afirmación
(sobre el carácter "político” de la obra de Heráclito)
es el mismo que fue maestro de Cicerón en Roma
(cfr. nota 7 2 ), no resultará difícil explicar el origen
de la misma. En efecto, este Diodoto, como todos los
estoicos, tendía sin duda a considerar la física como
subordinada a la ética, y buscaba probablemente en el
admirado efesio una confirmación de las propias con­
cepciones de la filosofía natural cual “paradigma” de
la moral y de la política. Como Panecio, que también
vivió en Roma e influyó en Cicerón, Diodoto debía sos­
tener que los deberes derivados de la comunidad huma­
na importan mucho más que la ciencia pura (cfr. P.
Barth, L o s estoicos, Madrid, 1930, p. 37).
88. Jerónimo de Rodas, filósofo peripatético, discí­
pulo de Aristóteles, vivió, según parece, durante el rei­
nado de Ptolomeo Filadelfo. Según este filósofo, el bien
supremo consiste en la ausencia del dolor. Niega que el'
placéT deba ser procuradopor sí mismo (W . SVnífh,
A N ew dlassícal D iction ary, Nueva íork , 189V p.
370).
89. Escitino de Teos. Una parte de su versificación
de Heráclito ha sido conservada por Estobeo (cfr. A n -
thologia L y rica G raeca, 13, p. 65 Diehl).
90. Véanse otros epigramas atribuidos a Heráclito
en A n th ologia P alatina, V II. 79, V II. 479. Los que aquí
cita Diógenes aparecen en la misma A nthologia, V II.
128; IX . 540.
91. Está fuera de toda duda el carácter apócrifo de
los dos epigramas transcriptos por Diógenes.
92. Cfr. B 60.
93. Cfr. Diógenes, IX . 6.

33
Un solo hombre vale para mí como treinta
m il94, y los innumerables /nada valem-Aun jun­
to a Persefone proclamo cosas tales®59 .
6
Y este otro:
El libro de Heráclito, el efesio, no lo enrolles,
veloz, sobre el ombligo.
Es un sendero, en verdad, muy poco reco­
rrido.
Es obscuridad y tiniebla sin luz9e. Pero si te
introdujere un iniciado97, será más luminoso
que el sol resplandeciente.
17. Hubo cinco Heráclitos: el primero es
éste mismo; el segundo, un poeta lírico de quien
se conserva la Loa de los doce dioses; el tercero,
un halicarnasense, poeta elegiaco para quien es­
cribió Calimaco. . . ; el cuarto, un lesbio, que
escribió la Historia de Macedonia; el quinto, un
«Gtor burlesco que cambió la cítara por ese gé­
nero 989.
1 a. Suidas " , Léxico
Heráclito, hijo de Blosón o de Bautor100 o,
según algunos, de Heracino 101, efesio. Filósofo
94. .Cfr. B 49.
95. Cfr. Olimpiodoro, C om entario al “ G orgias” de
Plafón, 87 (cit. por W alzer). Perséfone (Cora, Proser-
piwSf; diosa de la vegetación, fue raptada por Pintón,
quién la condujo a su reino infernal (cfr. H. A . Guer-
ber. T he M ytha o f G reeee and R om e, Londres, 1952,
p.ILflft'y sgs).
96. Cfr. A 4.
97. Cfr. Taciano, D iscu rso a los g rieg os, 3.
98. De los cuatro homónimos del efesio mencionados
por Diógenes no se sabe casi nada más de lo que aquí
dice el propio Diógenes.
99. Suidas, compilador del cual nada se sabe con
certeza (cfr. H . Gregoire, “ Le mystére de Suidas” en
L e s études elassiques, V I, 1937, p. 346 y sg s.).
, 100. Este nombre, atribuido al padre de Heráclito,
'' sólo aparece en Suidas.
101. “ Heracino” es probablemente una corrupción
de “ Heraconte” (cfr. nota 2 ) .

34
físico, que tuvo por sobrenombre “ el Tenebro­
s o ” 1021
. Éste no aprendió de ninguno 'de los iíio-
3
0
sofos, ñero por su propio ingenio y cuidado se
instruyó ***. Habiendo enfermado de hidrope­
sía, no llegó a un acuerdó con los médicos so­
bre los medios con que pretendían curarlo, mas,
recubriéndose él mismo por completo de estiér­
col, se tendió al sol para secarse104 y, mientras
yacía, la perras, acercándosele, lo despedaza­
ron 105. Otros dicen que murió enterrado en la
arena. Algunos sostuvieron también que había
sido discípulo de Jenófanes y de Hípaso, el pita­
górico 106. Vivió alrededor de la sexagésima no­
vena Olimpíada 107, en los tiempos de Darío,
hijo de Histaspes 108, y escribió muchas cosas
en estilo poética
2. Estrábón109, XIV. 3, p. 632-633
Dice (Ferécides) 1101 que a la cabeza de la
emigración jónica, y luego de la eólica, estuvo
Androclo, hijo legítimo de Codro, rey de Atenas,
y que éste fue el fundador de Éfeso1U. Por lo
cual se dice que allí se estableció la dinastía de
102. Cfr. Diógenes, IX . 6 ; Lucrecio, I. 639; Tito Li-
vio, X X III. 39; Cicerón, S obre los con fin es del bien y
del m al, II. 5, 15; Clemente de Alejandría, T apices,
V . 50, 2.
103. Cfr. B 101.
104. Cfr. Diógenes, IX . 3 (cfr. notas 16, 18, 19).
105. Este lúgubre detalle se encuentra también en
Diógenes. Deriva probablemente de B 97.
106. Cfr. A 5.
107. Cfr. Diógenes, IX . 1.
108. Cfr. Diógenes, IX . 13-14 (E pístolas pseudo-he-
raclíteas, I -I I).
109. Estrábón fue un famoso geógrafo del siglo i
a. C.
110. Se refiere a Ferécides de Atenas, logógrafo del
siglo v, contemporáneo de Helanico y Herodoto, que es­
cribió una historia mitológica en diez libros (cfr. F r a g ­
m en ta historieorum graecorum , 3 F 155).
111. Cfr. notas 41 y 77.
los jonios y que todavía ahora sus descendien­
tes son llamados reyes y gozan de ciertos ho­
nores: la precedencia en los certámenes públi­
cos; la púrpura, signo de real estirpe; el bas­
tón, que hace las veces de cetro, y las sagradas
ceremonias de Deméter eleusínica112*.

3. Clemente u3, Tapices, I. 65


(II. 41, 19 Stahlin)
Heráclito, hijo de Blisón1141
5persuadió al ti­
rano Melancoma a renunciar al poder n5. Este
mismo despreció al rey Darío que lo instaba a
marchar a Persia116.

3 a. Estrabón, XIV.£ 5 , p. 64-2


Naciei'on en ella (en la ciudad de Éfeso) va­
rones dignos de memoria. Entre los antiguos,
Heráclito, llamado el Tenebroso1171 , y Hermo-
8
doro us, sobre el cual aquél dice: “ Sería justo

112. Cfr. Diógenes, IX . 6 y nota 41.


118. Clemente de Alejandría, filósofo platónico con­
vertido al cristianismo, vivió durante los siglos n y ni
y estuvo al frente de la primera escuela teológica de
la cristiandad, fundada por Panteno. Su obra, Tapi­
ces, cuyo objeto es presentar una imagen del “ gnóstico”
cristiano, incluye numerosos datos para la historia de
la filosofía griega.
114. “ Blisón” es una variante del nombre “ Blosón”
el cual se encuentra en Diógenes, I X 1.
115. Cfr. Diógenes, IX . 6.
116. Cfr. IX , 13-14 (E p ístolas pseudo-heraclíteas,
I -I I ) .
117. Cfr. A 1 y nota 102.
118. Cfr. E pístolas pseu do-heraclíteas, III, IV , V II,
V III, IX . El único lugar de las ipsissim a v erb a én que
Heráclito habla de Hermodoro es B 121. Que Hermo-
doro fue un político efesio de tendencia conservadora
parece cierto. Todos los demás datos sobre el mismo
son, en cambio, enteramente dudosos. La estatua, que
según una tradición (cuya fuente es tal vez Verrón)

36
que todos los efesios púberes se estrangulasen
y dejasen la ciudad en manos de los impúberes,
pues desterraron a Hermodoro, el varón más
virtuoso que tenían, diciendo: Entre nosotros
ni uno solo debe ser más virtuoso; si no, séalo
en otro lugar y entre otras gentes” n9. Parece
que este varón escribió algunas leyes para los
romanos 12°.
Plinto 1S1, Historia natural, X X X IV . 21
Hubo también en el comicio 1 022 (una estatua)
2
9
del efesio Hermodoro, intérprete de las leyes
que los decemviros escribieron123; (esta esta­
tua) había sido oficialmente erigida.
3 b. Temistio 124, Sobre la virtud, p. 40 (Rhei-
nische Museum 27, 1872, p. 456 y sgs.
Edición Gildemeister, a partir de la trar
ducdón siríaca).

se hallaba en el comicio, no era probablemente de Her­


modoro sino de un tal Hermócrates, que fue embajador
de Éfeso en Roma (cfr. Zéller, D e H erm odoro E ph esio
et de H erm odoro P latonis discípulo, Marburgo, 1859;
U. von Wilamowitz, N ordionische S tein e, B e Á , 1909).
119. Corresponde a B 121.
120. La leyenda de la intervención griega en la for­
mulación de las Doce Tablas surge en la época hele­
nística y, como observa Heinemann (“ Briefe des Hera-
kleitos” en Pauly-Wissowa, R ea l E n cyclopad ie d er Iclas-
sischen A Itertu m sw issen sch aft, Stuttgart, 1931, supple-
mentum V , p. 229), era todavía desconocida por Ci­
cerón.
121. Plinio el viejo, escritor romano del siglo x de
nuestra era, fue autor de una H istoria n atu ral en 37
libros, donde une una vastísima erudición con un ele­
vado sentimiento de la grandiosidad de la Naturaleza.
122. Tulio Hostilio cercó en el Foro, frente a la
Curia, una espacio denominado com itium , en el cual se
realizaban luego las votaciones (cfr. R. Lanciani, A n -
cien t R om e in the light o f recen t d iscoveries, Londres,
s /f ., p. 76).
123. Cfr. nota 120.
124. El filósofo y retórico Temistio vivió durante el
siglo iv de nuestra era, fue maestro de Arcadio, hijo

37
Los efesios estaban habituados a una -vida
regalada y placentera. Pero cuando se declaró
contra ellos la guerra, los persas sitiaron su
ciudad. Aun así, ellos siguieron holgando, se­
gún su costumbre. Pero entonces comenzaron
a faltar los alimentos en la ciudad. Cuando el
hambre se hizo sentir con rigor, reuniéronse
los ciudadanos a deliberar sobre lo que era pre­
ciso hacer para que no faltasen los víveres.
Mas ninguno se atrevió a aconsejarles modera­
ción en su vida regalada125. En ocasión de ha­
llarse todos reunidos para tratar sobre esto,
un hombre llamado Heráclito, sentándose en
medio de ellos, tomó un poco de harina de ce­
bada, mezclóla con agua126 y Jg, comió. Y eso
fue una callada lección para el pueblo tod o127.
Dice la historia que los efesios comprendieron
al punto la advertencia y no tuvieron necesidad
de ninguna otra, sino que se retiraron, pues
verdaderamente se habían convencido de que
era necesario moderar un poco su vida regalada
para que no faltasen los alimentos. Y Cuando
sus enemigos oyeron que habían aprendido a
vivir ordenadamente y que regulaban sus co­
midas de acuerdo a la advertencia de Heráclito,
se alejaron de la ciudad y, aun siendo vence­
dores por las armas, frente a la cebada de He­
ráclito se retiraron128.
Plutarco129, Sobre la charlatanería, 17, p. 511b
del emperador Teodosio, y amigo de Libanio y de San
Gregorio Nacianceno.
125. Cfr. Epístolas pseudo-heraclíteas, V II. 5.
126. Cfr. B 125.
127. Cfr. Diógenes, IX , 12.
128. Cfr. B 125 a ; Epístolas pseudo-heraclíteas,
V III, 3.
129. Plutarco, filósofo e historiador griego, nació
en Queronea de Beocia hacia el año 50 y murió después
del 120 de nuestra era. Sus numerosas obras se divi­

38
JPero aquellos que simbólicamente, sin pala­
bras, expresan lo que conviene ¿no son ensal­
mados y admirados sobremanera? Tal es el ca­
so de Heráclito, el cual, habiéndole designado
sus conciudadanos130 para que expusiera su
opinión sobre la concordia, subió a la tribuna
y, tomando un vaso (de agua fría) disolvió en
ella una torta de cebada, y después de haberla
revuelto con una ramita de poleo, una vez que
hubo bebido1311 , se marchó, demostrándoles a
2
3
aquéllos que el contentarse con lo que viniere
y el no tener necesidad de grandes gastos 1S2,
conserva en paz y concordia a las ciudades.

den en dos grupos: L a s Vidas paralelas de los g rieg o s


y los rom anos y las llamadas O bras M orales (M ora lia ),
vasto conjunto de ensayos filosóíicos y éticos, reunidos
por vez primera en un C orpus hacia fines del siglo xni.
130. Cfr. Diógenes, I X . 3.
131. Cfr. B 125.
132. Cfr. B 125 a.

39
II. ESCRITOS

4. Aristóteles, Retórica, III. 5, 14-07 b 11


Es necesario que lo escrito sea en conjunto
bien legible y bien comprensible: de hecho am­
bas cosas se identifican. Esto lo consiguen las
conjunciones abundantes y no las escasas, ni
aquellos escritos difíciles de puntuar, como los
de Heráclito. No es, en efecto, tarea fácil el
puntuar los escritos de Heráclito, porque no se
sabe hacia qué palabra hay que inclinarse, si
a la que está antes o a la que viene después,
como sucede al comienzo de su libro, donde di­
ce: “ De este Lógos que existe siempre los hom­
bres permanecen ignorantes” 133. Porque no re­
sulta claro con cuál de las dos partes debe apar­
tarse la palabra «siempre»” 1341 .
5
3
Demetrio 1S5, Sobre la expresión del
pensamiento, 192
La claridad consiste en varias cosas: prime­
ro, en el uso del sentido propio; después, en
el uso de las conjunciones. Un escrito comple-

133. Corresponde a B 1.
134. Cuando el autor de las E pístolas pseudo-hera-
clíteas responde por boca del propio Heráclito a una
acusación de sus compatriotas, tiene en mente esta ob­
servación que hace Aristóteles sobre la ambigua pun­
tuación del efesio. Dice así (IV , 2 ) : “ H era k léi tó efe-
s í o . . . ouk H era k léito” (“ A Heracles e fe s io ... no a
Heráclito. . . inscribí yo sobre el altar, inscribiendo así
a un dios en el número de vuestros conciudadanos” ).
135. La obra S obre la exp resión del pensam iento
fue atribuida a Demetrio Falereo, pero seguramente
no le pertenece.

41
tamente desarticulado y fragmentario resulta
obscuro en su totalidad, porque no se ve el prin­
cipio de cada parte, a causa de la fragmenta­
ción, según ocurre en la obra de Heráclito1361 .
8
7
3
A ésta, en efecto, la hace obscura, sobre todo,
la fragmentación.

Diógenes Laercio, II. 22

Se cuenta, que, habiéndole dado Eurípides a


éste (Sócrates) 187 el libro de Heráclito, le pre­
guntó: ¿Qué te parece? Y que el mismo res­
pondió: “ Las cosas que he comprendido son óp­
timas, creo que las que no he comprendido tam­
bién lo son. Sólo que se necesitaría un buzo de
Délos” 188.

136. La observación está tomada sin duda del pa­


saje de Aristóteles antes transcripto (A 4 a ).
137. Eurípides, el famoso trágico, fue discípulo de
Anaxágoras, lo cual prueba que se interesaba por la
filosofía natural. También fue amigo de Sócrates. No
obstante esto, la anécdota parece apócrifa.
138. Cfr. nota 69.

42
III. DOCTRINA189

5. Aristóteles, Metafísica, I. 3, 984 a 7


Hípaso| metapontino1 140 y Heráclitq efesio
9
3
(consideran como principio) al Fuego.'
Simplicio, Física, 23, 33 Diels (= T eofrosto,
Opiniones de los filósofos naturales, fragmento
1, en Doxographi graeci, p. 475) 141
Hípaso metapontino1421 3 y Heráclito efesio
4
opinaron que el Kósmos es único14S, m óvil144 y
139. A los testimonios doxográficos que se dan a
continuación hay que añadir los que se encuentran mez­
clados con los testimonios biográficos, en Diógenes
Laercio, IX , 7-11, cuya fuente es Teofrasto.
140. Hípaso de Metaponto, miembro de la escuela
pitagórica, fue, según la leyenda, expulsado de la mis­
ma “por haberse atribuido la construcción del dode­
caedro regular o por haber revelado la doctrina de los
irracionales geométricos, dos puntos que, de hecho, es­
tán íntimamente relacionados” . Además habría actuado
políticamente contra los pitagóricos y hasta habría pu­
blicado un “ lógos místico” , revelando el simbolismo en­
señado a los iniciados, con lo cual habría pasado a
ser cabeza de los “ acusmáticos” (P. Tannery, Pour
Vhistoire de la Science hellene, París, 1930, p. 206). La
doctrina del fuego en Hípaso se vinculaba, como indica
Zeller. a la idea del fuego central (el altar de Hestia)
y difícilmente se puede creer que haya influido en
Heráclito. ...... ....... —
141. Comparar con Diógenes Laercio, I X , 8.
142. La atribución de estas ideas cosmológicas a
Hípaso de Metaponto deriva probablemente de una fal­
sa aproximación entre éste y Heráclito que hace Teo­
frasto, basándose en la frase antes citada de Aristó­
teles.
143. Cfr. A 10 e.
144. Cfr. A 10 a ; A 10 b.

43
limitado14516 pero consideraron al Fuego como
4
principio fundamental148 y del Fuego hacen
provenir los seres por condensación y rarefac­
ción, y en el Fuegcr dé nuevo los disuelven147,
como que ésta sola es la naturaleza de la subs­
tancia 148. Porque todas las cosas, dice Herá-
clito, són transformaciones del Fuego149. Esta­
blece también un orden y un tiempo determi­
nado para la transmutación, del Kósmos, según
una especie dé fatal necesidad1501
.
5
Aecio 1111. 8,11 (Doxographi Graeci, p. 288)
Heráclito e Hípaso metapontino152 creen que
el Fuego es el principio fundamental de las co­
sas153. Dicen, en efecto, que todas surgen del
Fuego y en el Fuego acaban154. Mientras éste
se va extinguiendo, se forman ordenadamente
todas las cosas 155. En primer término, la parte
más pesada del mismo, concentrándose, origina
la tierra; después, al disgregarse la tierra por
la acción del Fuego, produce el agua; ésta, eva­
porándose, se hace aire. Y de nuevo el Kósmos
y los cuerpos todos son consumidos por el Fue­
go, en el incendio 156.

145. Cfr. A 1 (Diógenes, IX , 8 ). Decir que el Kós-


, mos es limitado supone afirmar que el Fuego, o sea, el
Vprincipio primordial, lo rodea por todas partes, llenan­
do el espacio infinito e ilimitado (to periékhon).
146. Cfr. A 5 b ; A 5 c ; A l (Diógenes, IX , 7-8).
147. Cfr. B 30.
148. Cfr. B 30.
149. Cfr. B 81; B 90.
150. Cfr. B l ; A lO d .
151. Aecio, doxógrafo griego, usó como fuentes a
Plutarco y Estobeo. Sus fragmentos aparecen reco­
gidos en H. Diels, Doxographi graeci.
152. Cfr. nota 142.
153. Cfr. nota 146.
154. Cfr. nota 147.
155. Cfr. nota 150.
156. Cfr. A 1 (Diógenes, IX , 8 ) ; B 81; B 76; B 126.

44
Galeno157, Sobre los elementos según Hipócra­
tes, I. 4 (23,1 Helmreich)
Quienes igualmente (consideran como ele­
mento) al Fuego158, se basan en el hecho de
que éste, al concentrarse y contraerse, se vuelve
aire, y, ahsér afectadotodavíama§' jrcom pri-
mido con mayor vehemencia, agua, y, al con­
centrarse en sumo grado, acçiba por transfor­
marse en tierra1591 .
3
2
0
6
6. Platón, Cratilo, 402 a 180
Dice en cierto pasaje Heráclito que todo flu­
ye y nada permanece y, asimilando lós seres a
la corriente de un río, afirma que no podrías
introducirte dos veces en el mismo río lsly _
Aecio, I. 23, 7 (Doxographi graeci, p. 320) ',4
Heráclito excluía de todas las cosas el repo­
so y la quietud, pues esto es propio de los muer­
tos'185. Atribuía, por el contrarió, movimiento
a todas ellas, eterno a las eternas, transitorio
a lás transitorias.....
7. Aristóteles, Metafísica, IV. 3/1005 b 23 183
Pues es imposible que alguien crea que la
misma cosa es y no es, según piensan algunos
que Heráclito dice164. ' • / » h ; ■ j A,
157. Galeno, célebre médico nacido en PérgMiio en
el año 130 y muerto en el 200 de nuestra era.
158. Cfr. nota 146.
159. Cfr. nota 156.
160. Mondolfo añade aquí (H eráclito, México, 1966,
p. 12-14) los siguientes pasajes: Platón, C ratilo, 412c-
413 c; T eeteto, 152d-153d ; T eeteto, 160 d; Aristóteles,
Sobre el cielo, 298 b y sgs.; T ópicos, 104 b y sgs.
161. Cfr. B 12; B 49 a ; B 11.
162. Cfr. B 125.
163. Aquí Mondolfo (op . cit., p. 15) agrega otros
pasajes del libro IV de la M e ta fís ic a : cap. 4 (al co­
mienzo) ; 1012 a 24 y sgs.; 1062 a 30 y sgs.; 1063b a
25 y sgs.
164. Cfr. Aristóteles, M eta física , IV , 5, 1010 a 10;
7, 1012 a 24; 8, 1012b a 35; X , 5, 1062 a 31 (citado
por W alzer).

45
S. Aecio, I. 7, 22 (Doxographi graeci, p. 303)
Heráclito afirma que el Fuego periódico (es
eterno Dios) y que la fatalidad es el Lógos que
plasma a los seres según el choque de los con­
trarios 165.
Aecio, I. 27, 1 (Doxographi graeci, p. 322; se­
gún Teofrasto)
Heráclito cree que todo sucede según la fa­
talidad y que ésta se identifica con la nece­
sidad166.
Aecio, I. 28, 1 (Doxographi graeci, p. 323; se­
gún Posidonio)
Heráclito explicaba la esencia de la fatali­
dad como un Lógos que penetra la esencia del
Todo. Ella es el cuerpo etéreo, semilla de la
generación del Todo y del período según me­
dida ordenada167.
9. Aristóteles, Sobre las partes de los anima­
les, 7. 5, 645 a 17
Del mismo modo que, según se cuenta, Herá­
clito dijo a los extranjeros que querían tener
una entrevista con él, los cuales una vez que se
acercaron, al ver que él mismo se calentaba jun­
to al hogar, se detuvieron (él, en efecto, los
exhortó a que entraran con confianza, ya que
también allí había dioses) 168, así también,
cuando se trata de la investigación de cada uno
de los animales, es necesario emprenderla sin
repugnancia, como que en todos ellos hay algo
de natural y de hermoso.
165. Cfr. B 67. Mondolfo (op. eit., p. 10) añade aquí
los siguientes pasajes: Varrón, citado por San Agus­
tín, La Ciudad de Dios, V I, 5 ; Clemente de Alejandría,
Protréptieo, 5, 64 y sgs.; Tertuliano, Contra Marción,
I, 13. Walzer compara con Tales, A 2 3 ; Anaximandro,
A 17, y Anaxímenes, A 10 Diels.
166. Cfr. Diógenes, I X , 7 ( A l ) .
167. E l acento estoico, c,omo dice Walzer, es evi­
dente.
168. Cfr. B 24; B 62, B 63.

46
10. Platón, Sofista, 242 d
Algunas musas jónicas y^dcilianas1691 3convi­
2
0
7
nieron en q u e ... es más seguro... decir que
el Sjgr es múltiple y uno, y que se conserva por
el bou) y el amor. “ Pues al divergir, siempre <
converge 17°” , dicen las más rígidas de las mu­
gas m ; pero las más moderadas atemperan esta
situación siempre igual de las cosas m . A ve­
ces, según su tumo, dicen, el Todo es único y
sujeto al amor, por obra de Afrodita; a veces,
en cambio, es múltiple y lucha contra sí mismo,
a causa de cierta Discordia "73.
Aristóteles, Sobre el cielo, I. 1 0 , 2 7 9 b 1 2 174175
Por consiguiente, todos dicen que (el cielo)
fue engendrado, pero algunos creen que fue en­
gendrado inmortal; otros, en cambio, corrupti­
ble, igual que otro cualquiera de los seres mix­
tos; otros, que alternadamente a veces es de
esta manera y a veces sujeto a corrupción, y
que esto se lleva a cabo siempre así, como (en­
señan) Empédocles agrigentino y Heráclito
efesio.
Aristóteles, Física, III. 5, 205 a S
Como Heráclito dice que todas las cosas al­
guna vez se convierten en Fuego 17B. __ .
169. “ Musas jónicas” : alude aguí a, Heráclito; “ si­
cilianas” : a Empédocles.
170. CórreSpó'ñde a B 51 (cfr. B 8 ) .
171. Esto es, las “musas jónicas”, Heráclito.
172. O sea, las “musas sicilianas” , Empédocles.
173. Cfr. Émpédoclesj B 17.
174. Mondolfo (op. cit., p. 17) añade aquí dos pa­
sajes de Aristóteles: Sobre el délo, I, 10, 280 a ; Física,
III, 5, 205 a (citado parcialmente por Diels y por W al-
zer, según lo damos en nuestra traducción).
175. J. Bum et, siguiendo a Lasalle y Schleierma-
cher, niega, contra Zeller, Diels y Gomperz, que haya
en Heráclito una doctrina de la ek p yroeis (conflagra­
ción) .
Simplicio, Sobre el cielo, 94, 4 Heiberg
También Heráclito afirma que a veces el
Kósmos se incendia y otras veces se reconsti­
tuye de nuevo a partir del Fuego, conforme a
ciertos períodos de tiempo, en aquel pasaje don­
de dice: “ que según medidas se enciende y se­
gún medidas se apaga” 178. De esta opinión vi­
nieron a ser después también los estoicos.

Aecio, II. 1, 2 (Doxographi graeci, p. 237)


Heráclito (dice) ...q u e el Kósmos es uno
solo.

Aecio, II. 4, 3 (Doxographi graeci, p. 331)


Heráclito (dice) . . . que el Kósmos es engen­
drado, no según el tiempo, sino según la inte­
ligencia.

Aecio, II. 11, 4 (Doxographi graeci, p. 340)


Parménides y Heráclito (opinan) .. .que el
cielo es ígneo.

11. Aecio, II. 13, 8 (Doxographi graeci,


p. 342)
Parménides y Heráclito (consideran) a los
astros como bolas de fuego.

Aecio, II. 17, 4 (Doxographi graeci, p. 346)


Heráclito (cree) .. .que los astros se nutren
de la emanación que proviene de la tierra m .

12. Aecio, II. 20, 16 (Doxographi graeci,


p. 351)1
6
7

176. Corresponde a B 30.


177. Cfr. Diógenes, IX , 9 ( = A 1 ) .

48
H eráclito (afirm a) . . . que el sol es una an­
torcha inteligente que proviene del m ar m .
üecio, II. 22, 2 (Doxographi graeci, p. 352)
En forma de artesa, un poco curvado*
Aeeio, II. 24, 3 (Doxographi graeci, p. 354)
(Que los eclipses se originan) por el giro de
la concavidad en forma de artesa, de manera
que la parte cóncava se vuelve hacia arriba; la
parte convexa, en cambio, hacia abajo, hacia
nuestra vista1 179.
8
7
Aeeio, II, 27, 2 (Doxographi graeci, p. 358)
Heráclito (dice que) la luna tiene forma de
artesa.
Aeeio, II. 28, 6 (Doxographi graeci, p. 359)
Heráclito (dice que) el sol y la luna son afec­
tados por los mismos (fenómenos) porque, te­
niendo los astros en su estructura la forma de
una artesa, cuando acogen los rayos brillantes
de las exhalaciones húmedas, se iluminan ante
la vista, pero que el sol es más brillante, por­
que se mueve en un aire más puro, mientras la
luna lo hace en uno más turbio y por eso apa­
rece también más obscura180.
Aeeio, II. 29, 3 (Doxographi graeci, p. 359)
H eráclito.. . (dice que la luna se eclipsa)
según las rotaciones de la cavidad en forma de
artesa y según las inclinaciones.
13. Aeeio, II. 32, 3 (Doxographi graeci, p. 364.)
Heráclito (dice que el gran año consta) de
diez mil ochocientos años solares.

178. Compárese con Cleantes, fragmento 501, A r-


nim.
179. Cfr. Diógenes, IX , 10 ( = A l ) .
180. Cfr. Diógenes, IX , 9-10 ( = A 1 ) .

49
Censorino m , Sobre el día del nacimiento, 18,
10-11 (p. 39, Hultsch)
Este año también es llamado “ solar” por al­
gunos, y por otros (¿H eráclito?), año de Dios...
11. Aristarco lo consideró de dos mil cuatro­
cientos ochenta y cuatro años; Heráclito y Lino
de diez mil ochocientos m .
14. Aecio, III. 3,9 (Doxographi graeci, p. 369)
Heráclito (dice que) el trueno (se origina)
en una tromba de viento y de nubes y en los
embates de los soplos aéreos contra las nubes;
los relámpagos, en la inflamación de los vapo­
res ; los rayos en los incendios y extinciones de
las nubes1 183.
2
1
8
14a. Nicandro1**, Comidas envenenadas, 171
V sgs.
Y puedes sumergir (a dicho pájaro)185
en el amargo piélago violáceo,
al cual hace servir Enosigeo
181. Censorino, filólogo del siglo ni de nuestra era,
fue autor de diversas obras, entre las que sobresale
Sobre el día del nacim iento (compuesta en el año 239
y dedicada a Q. Carelio). En ella se trata no sólo del
nacimiento de los hombres y de la extensión de la vida
humana, sino también de música, de astronoihía, de
religión, etcétera. Una de sus fuentes principales es
Suetonio.
182. Cfr. Aristóteles, F ra gm en tos, 65 Walzer.
_ 183. Cfr. Diógenes, I X , 10 ( = A l ) ; Séneca, Cues­
tiones natu rales, II, 56, 1.
184. Nicandro, poeta y médico griego, nació en Cla­
ros y vivió durante el siglo n a. C. Sólo conservamos
dos de sus numerosas obras: Triacas (T h ería k a ), poe­
ma donde trata, a través de unos mil versos, sobre los
animales venenosos, y Comidas envenenadas ( A le x i -
p h á rm a k a ), obra que consta de más de seiscientos hexá­
metros y en la cual discurre sobre venenos y antídotos
(cfr. W . Smith, op. cit., p. 548). Hemos traducido los
hexámetros en endecasílabos asonantados.
185. Se trata de la gaviota.

30
por los vientos, al par que por el fuego.
Pues, en efecto, el fuego siempre vivo
es domado por vientos enemigos,
y el agua que abundantemente fluye
tiembla ante el (Noto) que amontona nu-
E1 irascible (mar) desenfrenado [bes186*.
las naves tiraniza y los muchachos
que (allí) perecen. La materia empero
la ley acata del odiado fuego m .
Escolios: “ Servir” : (equivale a) ser esclavo,
estar sujeto, porque quienes sirven son los es­
clavos. Que el mar y el fuego son esclavos de
los vientos — según una ley divina, claro está—
esto también Heráclito y Menecrates188 lo di­
jeron. “ Que amontona nubes” (el Noto) : re­
presenta a los vientos. “ Que fluye” : (significa)
que corre abundantemente, pues la letra alfa es
intensiva1891. Por medio dé estos (ejemplos)
0
9
Heráclito intenta también expresar que, según
él, todas las cosas son entre sí contrarias 19°.
“ Las naves tiraniza” : porque las embarcacio­
nes están sujetas al mar y la materia, por su
parte, al fuego. “ Y los muchachos que (allí)
perecen” : (esto es), los que mueren en el mar.

186. El término argéstas, “ que amontona nubes” , se


refiere sin duda al Noto, viento del sudoeste que fre­
cuentemente trae consigo nubes y lluvia, aunque en
ciertas épocas del año es seco y cálido, por lo cual
Horacio lo llama (Sátiras, II, 6, 8) “el plúmbeo Aus­
tro” . ----------------- - ¡
'T lY . La influencia estoica resulta clara a través de
la oposición materia-fuego.
188. Menecrates, médico citado por Galeno, fue au­
tor de unas ciento cincuenta obras, entre las cuales una
Sobre la composición de los medicamentos. Vivió en
tiempos de Augusto y de Tiberio. Sólo nos quedan de
él unos pocos fragmentos.
189. El término griego es akhyneton, es decir, que
fluye.
190. Cfr. B 84.
15. Aristóteles, Sobre el alma, I. 2, U05 a 2U 191
También Heráclito dice que el principio fun­
damental es un alma, en cuanto es la exhala­
ción 1
1921
9 4de la cual las demás cosas se forman.
3
9
Macrobio19S1 , Comentario al “ Sueño de Esci-
6
9
pión” , 1U, 19
El físico Heráclito (cree que el, alma es) una
chispa de la esencia astralm .
Aecio, IV. 3, 12 (Doxographi graeci, p. 389)
Heráclito (sostiene) que el alma del Kósmos
(es) una exhalación de las cosas húmedas que
hay en éste 195 y que la de los animales (pro­
viene) , a su vez, de la exhalación externa y de
la que en ellos mismos (se da) como análoga
(a la otra).
16. Sexto Empírico 196, Contra los matemáti­
cos, VII. 126-13U
126. Heráclito, aunque, por el contrario,
creía que el hombre se vale de dos instrumentos
para el conocimiento de la verdad: la sensa­
191. Mondolfo (op. cit., p. 22) añade aquí un pasaje
de Platón que corresponde a F edón , 95 b.
192. Cfr. B 12. La explicación, como anota Walzer,
es confusa. Compárese con Diógenes de Apolonia, A 20
Diels.
193. Macrobio, gramático griego que vivió en época
de los emperadores Honorio y Teodosio, fue autor de
varias obras, de las cuales se conservan S obre loa ban­
quetea aatum ales, siete libros en forma de diálogos;
C om entario al Sueño de E scipión, en que interpreta un
pasaje del libro sexto de la R epública, de Cicerón, y
Sobre laa diferenciaa y sem ejanzas del verb o g rieg o y
latino.
194. Cfr. O. Gigon, U ntersuchungen zu H eráklit,
p. 144, cit. por Walzer.
195. Esto parece contradecir lo que se dice en B 118.
Es evidente, de todas maneras, la interpretación es­
toica de Heráclito.
196. Sexto Empírico, filósofo escéptico del siglo IH
de nuestra era, autor de E sbozos pirrón icos (en tres

52
ción £ la razón, considera, de modo parecido a
los antes mencionados físicos, que entre aque­
llos (instrumentos) la sensación no es digna
de fe y, en cambio, admite la razón como cri­
terio. Desprecia, pues, la sensación, cuando di­
ce al pie de la letra: “ Malos testigos son ojos
y oídos para los hombres que tienen almas bár­
baras” 197. Lo cual vendría a ser semejante a
aquella (sentencia): “ Es propio de las almas
bárbaras el confiar en las sensaciones irracio­
nales” .
127. Manifiesta que la razón es intérprete
de la verdad, pero no de una verdad cualquiera,
sino de la coigún1981
0y divina. Es necesario ex­
2
9
plicar brevemente en qué consiste ésta. Plácele,
pues, a este físico suponer que lo circundante
es algo dotado de razón y de inteligencia m .
128. Mucho antes había expresado lo mismo
Homero, al decir:

Tal es el pensamiento de los hombres


que en tierra habitan cual lo encauza a diario
el Padre de los hombres y los dioses 20°.
También Arquíloco dice que los hombres sien­
ten de una manera determinada:

Según cómo es el día


que Zeus les envía 201.

libros) y C ontra los m atem áticos (en once libros).


Mondolfo antepone a este fragmento otro, tomado de
la obra de Teofrasto, Sobre la sensación, 1 y sgs.
197. Corresponde a B 107.
198. Cfr. B 2.
199. Cfr. B 113; B 41.
200. llíáda,' X V III, 163. Hemos procurado traducir
los versos de Homero y de los demás poetas aquí cita­
dos en versos castellanos.
201. A nthologia lyrica, fragmento 68.

53
Atribuyese asimismo a Eurípides lo siguiente:
Seas quien fueres, tú, el inescrutable,
Zeus o fuerza ciega de Natura
o espíritu del Hombre: yo te invoco ^ 2.
129. En consecuencia, al absorber por la
respiración esta Razón divina, llegamos a ser,
según Heráclito, racionales. Y aunque en los
sueños somos inconscientes, una vez que desper­
tamos (volvemos a estar) nuevamente dotados
de comprensión 0 203; porque en los sueños, al ce­
rrarse los poros sensoriales, el intelecto que en
nosotros mora queda separado de su natural
conexión con lo circundante, subsistiendo sólo,
como vínculo con la Naturaleza, la respiración,
la cual podría considerarse como una especie de
raíz. En efecto, al estar separado (el intelecto),
pierde la capacidad de recordar que antes tenía.
130. Al despertar nuevamente, escurriéndo­
se a través de los poros sensoriales, como por
una suerte de ventanillas, y poniéndose en con­
tacto con lo circundante, reviste la potencia ra­
cional. De la misma manera, pues, que los car­
bones, al acercarse al fuego, alterándose se
encienden, y al separarse de él, se apagan, así
también la parcela que se hospeda en nuestros
cuerpos y que proviene de lo circundante204,
se torna casi irracional por la separación, pe­
ro por la unión natural a través de un mayor
número de poros se constituye en algo de la
misma naturaleza que el Todo.
131. A esta Razón común y divina, por cuya
participación llegamos a ser racionales, la deno­
mina Heráclito criterio de verdad. Por eso, lo
que aparece a tOdus ~el~común es'digno d e'fe

202. Las troyanas, 885.


203. Cfr. B l ; B 7 3 ; B 7 5 ; B 89.
204. Cfr. A 15 b.

54
(porque se recibe a través de la Razón común
y divina), pero lo que a uno solo se le ocurre
debe reputarse como indigno de fe, por la causa
contraria.
132. Al comenzar (el libro) Sobre la Natu­
raleza, el susodicho varón, refiriéndose tam­
bién, en cierto modo, a lo circundante, dice:
“ De este Lógos, que siempre existe, los hombres
permanecen ignorantes, antes de haberlo escu­
chado y aun después de que por primera vez lo
escuchan; porque aunque todas las cosas según
este Lógos se originan, ásemejánse aquéllos, sin
embargo, a los insipientes, pues tantean por
medio de palabras y obras semejantes a las que
yo empleo, cuando separo cada cosa según la
Naturaleza y explico en qué consiste. Mas a
los otros hombres se les oculta cuanto hacen
despiertos, del mismo modo que olvidan cuanto
hacen dormidos” 205.
133. Habiendo establecido expresamente por
medio de estas (palabras) que todo lo hacemos
y entendemos por la participación en la Razón
divina, después de exponer unas pocas cosas
más, añade: “ Por lo cual es necesario adherirse
a lo (imparcial, esto es, a lo) común. (Pues lo
común es imparcial). Pero, aun siendo impar­
cial el Lógos, viven los más como si tuvieran
un entendimiento particular” 206. Esto no es
otra cosa que una explicación del modo en que
está ordenado el Todo. Por eso, en cuanto par­
ticipamos de la memoria de aquél (del Lógos),
poseemos la verdad, pero en cuanto juzgamos
según nuestro particular juicio, nos engañamos.
134. Así, pues, también aquí manifiesta de
la manera más explícita que la Razón común
es el criterio (de verdad) y dice que xas cosas
qué aparecen a todos por igual son dignas de
205. Corresponde a B 1.
206. Corresponde a B 2.

5.5
fe, en cuanto son interpretadas por la Razón
, común, mientras las que aparecen a cada uno
en particular son engañosas.
Sexto Empírico, Contra los matemáticos, VIII.
286
Y, en verdad, Heráclito dice explícitamente
que el hombre no es racional, que la Inteligen­
cia sólo pertenece a lo circundante.
Apolonio de Tiana207, Epístolas, 18 (fragmen­
to 33, Bywater)
El físico Heráclito decía que el hombre es
irracional por naturaleza.
17. Aecio, IV. 7 ,2 (Doxographi graeci, p.392)
(Heráclito dice que el alma es imperecedera)
porque, al ingresar en el alma del Todo, se
convierte en algo que es de la misma natura­
leza que éste.
18. Aecio, V. 23 (Doxographi graeci, p. 434)
Heráclito y los estoicos (opinan) que los
hombres comienzan a estar maduros alrededor
de la segunda semana (de años), momento en
que aproximadamente se pone qn movimiento
el jugo espermático 208.
19. Plutarco, Acerca de la falla de los orácu­
los, 11, 4 15e
Los que leen “ de los púberes” 209, siguiendo
a Heráclito hacen constar la generación de
207. Apolonio fue un filósofo pitagórico, nacido el
año 4 a. C., en Tiana de Capadocia, que se hizo famoso
como mago y taumaturgo. Su biografía fue escrita por
Filostrato.
208. Cfr. A 13; A 19.
209. Expresión que hallamos en Hesíodo, fragmen­
to 171, 2 Rzach.

56
treinta años, tiempo en el cual el progenitor
presenta como progenitor al que fue engen­
drado por él 21°.

Filón, Fragmento Harris, p. 20


Es posible que el hombre llegue a ser abuelo
al trigésimo año, es decir, que llegue a la pu­
bertad alrededor de los catorce años, edad en la
cual siembra, al par que el nacido después de
un año puede, por su parte, engendrar un ser
semejante a sí mismo al décimoquinto añ o2 211.
0
1

Censorino, Sobre el día del nacimiento, 17 ,2


Un siglo es para la vida humana el lapso más
largo comprendido entre el nacimiento y la
muerte. Por eso, parece que se equivocaron'
grandemente quienes consideraron de treinta
años el siglo. Heráclito es el que empezó a 11a-
mar “ generación^ a este periodo, porque el
ciclo ele fa e dad (del hombre) se contiene en ése
lapso. Y llama cíclente la edad taei hombre) al
tiempo en el cual la naturaleza vuelve a la si-
mtent6~desde la Simiente hUHi'áña'2122 .~~
3
1

Juan Lido 21S, Sobre los meses, III. 1U


Por eso, no sin objeto Heráclito llama “ gene­
ración” al mes 214.

210. Cfr. A 13; B 88.


211. Cfr. A 18.
212. Cfr. B 88.
213. Juan Lido fue un escritor cristiano, nacido en
Atenas hacia fines del siglo V, discípulo de Agapio,
que, a su vez, había sido discípulo de Proclo. Además
de la citada obra compuso un tratado Sobre las señales
y otro Sobre los magistrados del pueblo romano.
214. Diels y Walzer hacen notar que esta frase de
Juan Lido es producto de una errónea interpretación.

57
20. Calcidio 2216, Comentario al “ Timeo” de Pla­
5
1
tón, 251, p. 28b, 10, Wrobel
Heráclito, en verdad, con el apoyo de los es­
toicos, conecta nuestra razón con la divina, que
rige y ordena las cosas del mundo216: aquélla
se torna consciente, a causa de esta inescindible
vinculación, del decreto racional, y manifiesta
los acontecimientos futuros por medio de los
sentidos', mientras las almas descansan. íJe lo
“cual resulta que aparecen imágenes de lugares
desconocidos y figurairde humbresrtanto'vivos
cómo muertos, El mismo defiende el uso de la
adivinación y~3ice que quienes lo han merecido
son prevenidos por obra de las divinas potes­
tades 217.

21. Clemente, Tapices, II. 130 (II. 18b, 6


Stahlin)
Se dice que Anaxágoras clazomenio establece
como fin de la vida la contemplación y la liber­
tad-que de ella provieneT Heráclito efésio, el
bienestar218.
* /
22. Aristóteles, Ética a Eudemo, VII. 1,1235 a
Y Heráclito desaprueba al poeta que dice
“ que se borre de entre dioses y hombres la dis­
cordia” 219. Pues no habría armonía si no exis-

215. Calcidio, filósofo neoplatónico, vivió durante el


siglo IV de nuestra era. Tradujo parcialmente, al la­
tín, el Timeo de Platón y le añadió un comentario.
216. Cfr. A 16 a ; B l ; B 2 ; B 113; B 114.
217. Cfr. B 93. La atribución a Heráclito de una
doctrina filosófica de la adivinación puede hacernos
pensar que la fuente de Calcidio es aquí Posidonio
(C fr. K. Reinhardt, K osm os und Sym pathie, Munich,
1926, p. 401).
218. Cfr. Teodoreto, X I, 7.
219. El poeta que esto dice es Homero y el verso
citado se halla en Ilíada, X V III, 107.
tieran lo agudo y lo grave, ni animales sin la
hembra y el macho, que son contrarios 22°.
Simplicio 2221, Categorías, 412, 22 Kafófíéiscft
0
No estarán de acuerdo cuantos ponen los con­
trarios como principios, los otros y los heraclí-
teos. Pues si uno de los contrarios fuera supri­
mido, todo desaparecería, haciéndose invisible.
Por eso repruebaftambién Heráclito a Homero,
que dice: “ Que se borre de entre dioses y hom­
bres la discordia” . Pues todo — afirma— desa­
parecería.

Numenio 222, Fragmento 16 Thedinga (en Cal-


cidio, Comentario al “ Timeo” de Platón, 297)
Numenio elogia a Heráclito que reprende a
Homero, el cual habría deseado el aniquilamien­
to y la destrucción de los males de la vida, por
no entender que al mundo le placería destruirse
a sí mismo, si la materia, que es fuente de los
males, fuese exterminada 2232
.
4

23. Polibio 22i, IV. 40


220. Cfr. B 8; B 5 1 ; B 80.
221. Simplicio, filósofo neoplatónico, discípulo de
Amonio y de Damascio, era originario de Cilicia y vivió
durante el siglo vi de nuestra era. Escribió comenta­
rios a diversas obras de Aristóteles.
222. Numenio de Apamea, filósofo platónico-pitagó­
rico, v iv ió en el siglo II de nuestra era. Se esforzó por
demostrar la concordancia esencial de Platón con Pitá-
goras y de ambos con los misterios persas, indios, egip­
cios, judíos, etcétera. Sus escritos influyeron sobre
Plotino y sobre Orígenes.
223. Interpretación evidentemente platónica (cfr.
Plutarco, S obre Isis y O siris, 48, p. 370).
224. Polibio, historiador griego, nació en Megaló-
polis de Arcadia, alrededor del año 204 a. C. Llegó
como prisionero de guerra a Roma y fue amigo de
Escipión, a quien acompañó en su campaña contra
Cartago. Visitó numerosos países, desde España hasta

59
,, no sena oportuno valerse de poetas y mi-
togralos como testigos sobre lo desconocido,
cosa que nuestros antepasados hicieron en la
mayor parte de las ocasiones, aduciendo “ ga­
rantes infieles” en las cosas dudosas, según
Heraclito 22r>.

Egipto. Murió a los ochenta y dos años, hacia el 122


a. C. Su H istoria, dividida en cuarenta libros, comienza
en el año 220 a. C. (fecha en que acaba la H istoria
de A rato) y termina en el año 146, con la destrucción
de Corinto y el fin de la independencia griega.
225. Cfr. A l ; B 4 0 ; B 4 2 ; B 5 6 ; B 5 7 ; B 1 0 4 ; B
106; B 107.

60
B. FRAGMENTOS
' 1. Sexto Empírico, Contra los matemáticos,
VII, 132

J e este Lógos, que siempre existe, los hom­


bres permanecen ignorantes, antes de haberlo
escuchado y aun después que por primera vez
lo escuchan; porque aunque todas las cosas se­
gún este Lógos se originan, aseméjanse aqué­
llos, sin embargo, a los insipientes, pues tan­
tean por medio de palabras y de obras semejan­
tes á las que yo empleo, cuando separo cada
cosa según la Naturaleza y explico en qué con­
siste. Mas a los otros hombres se les oculta
cuanto hacen despiertos, del mismo modo que
olvidan cuanto hacen dormidos.
Otras fuentes: Aristóteles, R etórica , III. 5 ; Clemen­
te, Tapices, V. 111, 7 ; Hipólito, R efu ta ción de todas
las h erejías, IX . 9, 3; Amelio, en Eusebio, P reparación
evangélica, X I. 19. Eeferencia en Filón, Quién es el
h ered ero de las cosas divinas, 43, 214. Cfr. E. Mondol-
fo, H erá clito, México, 1966, p. 130-131; 136-137; 290-
291; O. Gigon, U n tersuch u ngen zu H era k lit, Leipzig,
1935, p. 1 y sgs.; K . Eeinhardt, P arm en id es und die
G eschichte d er griech isch en Philosophie, Bonn, 1916, p.
217 y sgs.; C. Eamnoux, H éra clite ou l’homme en tre
les choses et les m ots, París, 1959, p. 808-316; G. S.
Kirk, H eraelitu s. The Cosm ic F ra g m en te, Cambridge,
1954, p. 33-46; E . L. Minar, “ The Logos of Heraelitus”
en Classieal P h ilology, 34, p. 323-341; C. Mazzantini,
E raclito, Turín, 1945, p. 29 y sgs.
2. Sexto Empírico, Contra los matemáticos,
V il, 113
Por lo cual es necesario adherirse a lo (im­
parcial, esto es, a lo común). (Pues lo común
es imparcial.) Pero, aun siendo imparcial el
Lógos, viven los más como si tuvieran un en­
tendimiento particular.
Cfr. A . Patin, H era k lits E in h eitsleh re, Munich, 1885,
p. 92 y sgs.; E. Loew, “ Das Fragment 2 des Heraklit”
en A rch iv fü r G eschichte d er P hü osoph ie, 23, p. 89-91;
N . Hartmann, D as P roblem des g eistig en Seins, Ber­
lín, 1933, p. 157; B. Schwarz, D e r Irtu m in d er P hü o­
sophie, Münster, 1934, p. 164, 197, 198; R. Mondolfo,
op. cit., p. 200, 203; Reinhardt, op. cit,, p. 216, 220;
Gigon, op. cit., p. 15.

3 Aeeio, II, 21,4 (Doxographi graeci, p. 351)

(Sobre la magnitud del sol): que tiene la


anchura de un pie humano.
Otras fuentes; Diógenes Laercio, 7 ; E pístolas pseu-
do-heraclíteas, IX . Alusiones: Aristóteles, S obre el al­
ma, 428 b 1; Epicuro, E pístola a P itocles, 91 (Cfr. Ci­
cerón, S obre los con fin es del b ie n ,y del m al, I. 6, 20).
Cfr. Mondolfo, op. cit., p. 260: Gigon, op. cit., p. 81;
Reinhardt, op. cit., p. 237; Kirk, op. cit., p. 280.
4. Alberto Magno, Sobre los vegetales, VI,
U , hOl
(Heráclito decía que) si la felicidad consis­
tiera en los deleites del cuerpo, podríamos lla­
mar felices a los bueyes cuando encuentran ar­
vejas para comer.
Cfr. Mondolfo, op. cit., p. 302; Gigon, op. cit., p. 121.

5. Aristócrito, Teosofía, 68

a. Se purifican manchándose con otra san­


gre, como si, entrando en el fango, con
fango se lavasen.
b. Si alguien sorprendiera al mismo hom­
bre obrando de tal modo, lo tendría por
loco.
c. E invocan a estas imágenes de la misma
manera que si alguien conversase con los
edificios, sin entender nada sobre lo que
son los dioses o los héroes.
Otras fuentes: Orígenes, C ontra C elso, V II. 62; Cle­
mente, P ro trép tieo , 4, 50, 4 ; Gregorio Nacianceno, Ora­
ciones, 25, 15; Elias, C om entario a G regorio N acian­
ceno, 1 ; Apolonio de Tiana, E pístolas, 27. Cfr. Mon­
dolfo, op. cit., p. 303-304; 319-322, 326-327; Ramnoux,
op. cit., _p. 240-242; Gigon, op. eit., p. 132; M. P. Nfls-
son, “ Die Griechen” (en Chantepie de la Saussaye,
L ehrbu ch d er R eligion sgesch ich te, Tubinga, 1925, II,
p. 394) ; K . Buresch, K la ros, Leipzig, 1889, I, p. 118;
P. Decharme, L a critiqu e des traditions relig ieu ses ch es
les G rees des origines au tem ps de_ P lu tarqu e, París,
1904; H. Weil, É tu des su r Tantiquité g recq u e, París,
1900, p. 104.

65
6. Aristóteles, M eteorológicos, II, 2, 355 a 13

El sol (no sólo, según Heráclito dice) es nue­


vo cada día (sino también siempre continua­
mente nuevo). '
Otras fuentes: Alejandro de Afrodisia, Sobre los
“ M eteorológ icos", p. 72, 31 Hayd; Olimpiodoro, Sobre
los “ M eteorológicos” , p. 136, 6 Stüve; Platón, R epú ­
blica, 498 a; E scolios a la “ R epública” , 418 a; Plotino,
II. 1, 2 ; Proclo, S obre el “ T im eo", III, p. 310, 32 Dieh!;
Olimpiodoro, S obre el “ F e d r o ", 237, 7. Probable* alu­
sión: Demócrito, B 158 Diels. Cfr. Gigon, op. cit., p.
84; Mondolfo, op. cit., p. 340-341; Reinhardt, op. d t.,
p. 177; K. Kerényi, T och ter d er Sonne, Zuriçh, 1944,
p. 26 y sgs.; H. Usener, G ottem a m en , Bonn, 1896, p.
288; E . Meyerson, Id en tité et R éalité, París, 1932, p.
425.

7. Aristóteles, Sobre la sensación, 5, W a 21

Si todas las cosas se volvieran humo, las na­


rices podrían distinguirlas.
Cfr. Mondolfo, op. cit., p. 285-287; Gigon, op. cit.,
p. 57; Reinhardt, op. cit., p. 180; Ramnoux, op. d t .,
p. 126-130; Kirk, op. cit., p. 232-236; Diels, H erakleitos
von E ph esos, Berlín, 1909, p. 18; H. Cherniss, A r is to -
tle’s criticism o f p resoera tic philosophy, Baltimore,
1935, p. 322.

66
8. Aristóteles, Ética a Nicómaco, VIII, 2,
1155 b 1

(Heráclito dice que) lo opuesto es concorde


y (que) de las cosas discordes surge la más
bella armonía y (que) todas según la disputa
se originan.
Cfr. Giordano Bruno, De Finfinito, universo e mondi
p. 465 Gentile; Mondolfo, op. eit., p. 143-144; 146-149;
Gigon, op. dt., p. 25 y sgs.; Cherniss, op. dt., p. 91;
G. van der Leuw, L’Homme primitif et la religión, Pa­
rís, 1940, p. 134-139; K. Axelos, Héraelite et la philo-
sophie, París, 1962, p. 48-49; Mazzantini, op. cit., p.
61 y sgs.

9.' Aristóteles, Ética a Nicómaco, X, 5, 1176


a3

(Pues diferente es el placer del caballo y el


del perro y el del hombre, conforme a lo que
Heráclito dice, (que) los asnos preferirían la
paja al oro (pues la comida es para los asnos
más agradable que el o r o ).
Otra fuente: Miguel, Sobre la “Ética a Nicómaco”,
p. 570, 20 Heylb. Cfr. Mondolfo, op. dt., p. 302-305;
Axelos, op. eit., p. 82.

67
107) Psendo Aristóteles, Sobre el"m undo, 5,
396 b 7 (p. 75 Lorirrier)

(Tal vez la naturaleza se inclina a l(>s con-'


^trarios, y por medio de ellos, no de los semejan-
tes, produce lo acorde, de la misma manera
que reunió, sin duda, al macho con la hembra,
y no a cada uno de éstos con los de su mismo
sexo, y dispuso por medio de los contrarios, y
no de los semejantes, la armonía primordial.
Parece que también el arte, al imitar a la natu­
raleza, hace lo mismo. La pintura, por ejemplo,
al mezclar los elementos de los colores, blancos
y negros, amarillos y rojos, logró que las imá­
genes estuvieran en armonia con sus modelos.
La música, al fundir las notas agudas y graves,
largas y breves, consiguió, a través de diver­
gentes sonidos, una única armonía. La gramá­
tica, al juntar las vocales y las consonantes,
estructuró con ellas todo su arte. Esto era lo
mismo que decía el tenebroso Heráclito:) A r­
ticulaciones: entero y no entero; concorde, dis­
corde; consonante, disonante; y de todas las
cosas, lo uno; y de lo uno, todas "las cosas.
Otra fuente: Apuleyo, S obre el mundo, 19. Pro­
bable alusión: Hipócrates, Sobre el alim ento, 40; Séne­
ca, Sobre el sosiego, 5, 6. Cfr. Mondolfo, op. cit., p. 146-
149; 151-157; 160-161; 173-174; Gigon, op. cit., p. 20-
23; 44; Reinhardt, op. cit., p. 209; 216; Rammoux, op.
cit., p. 233-237; Kirk, op. cit., p. 167-179; B. Snell,
“ Heraklits Fragment 10” en H erm es, 76, p. 84 y sgs.;
O. Hoffmann, D ie griech isch e D ialekte in ihrem histo-
rischen Zusam m enhange, Gottingen, 1898, III, p. 240; H.
Diels, “ Zwei Fragmente Heraklits” en Sitzu n gberich te
B erlin er A kadem ie der W issen sch aften -P h ilologisch e-
historische K lasse, 1901, p. 188 y sgs.; Axelos, op cit.,
p. 49-50; Mazzantini, op. cit., p. 61 y sgs.

68
'l í ■ Pseudo Aristóteles,' Sobre el mundo, 6 ,
4 0 0 b 2 8 (p . 9 6 y sg s. L o r im er )

(L o s a n im a le s, Ios_ sa lv a je s y los d om ésticos,


los q u e v iv e n en el a ire , so b re la tie r r a y en el
a g u a , n a cen , flo r e c e n y m u eren obedecien do los
m a n d a to s de D io s, porqu e, com o dice H e r á c li-
to ),« t o d o a n im a l a g olp es es condu cido a p a sta r.

Otra fuente: Apuleyo, S obre el mundo, 36. Refe­


rencias: Platón, Critiaa, 109 b-c; Oleantes, H im no a
Z eu s, 6 y sgs.; Proclo, S obre la “ R epública” , II, p. 20,
23 Kroll; Olimpiodoro, Sobre el “ A lcibíades I ” , p. 178,
18 Cr. Cfr. Mondolfo, op. eit., p. 306-307; Gigon, op.
d t., p. 145-146; T. Bergk, D e H era cliti sen ten tia apud
A ristotelem de mundo. Halle, 1861; Axelos, op. d t .,
p. 133.

69
12. Ario Dídimo (en Ensebio, Preparación
evangélica, XV, 2 0 , 2 )

'(Zenón dice que, según Heráclito, el alma es


una exhalación sensible porque cuando éste qui­
so explicar que las almas nacen siempre dota­
das de inteligencia a través de una exhalación,
las comparó con los ríos, diciendo) : Sobre quie­
nes penetran en los mismos ríos corren aguas
siempre diferentes; también las almas emanan
de las aguas.
Otras fuentes: Plutarco, C uestiones naturales, 2, p.
913 a; S obre la tardía venganza del dios, 15; Simplicio,
Sobre la “ F ísica ” , p. 77; 30, p. 1313, 8 Diels. Cfr. Mon-
dolfo, op. cit., p . '166-178; Gigon, op. eit., p. 104 y sgs.;
Reinhardt, op. cit., p. 61; Kirie, op. eit., p. 367-380;
E. Weerts, H eraklit und die H era k liteer, Berlín, 1926,
p. 8 y sgs.; Ramnoux, op. cit., p. 223-231; B. Bavink,
E rgeb n isse und P roblem e d er N aturw issen sch aften ,
L eip zig, 1935, p. 181; G. V lastos, “ On H eraclitu s” en
A m erica n Journal o f P h ilology, 76, p. 338-344; O. Gil-
bert, D ie m etereologisch en T heorien der griechischen
A ltertu m s, Leipzig, 1907, p. 453; A . Rivier, “ Un em-
ploi archaique de l’analogie. L ’homme et l’experience
humaine dans les fragments de Héraclite” en M useum
H elveticum , 13, p. 144-164; G. Meautis, P lutarque. L es
délais de la Justice divine, Lausanne, 1935, p. 62; G. F.
Nicolai, L a m iseria de la dialéctica, Buenos Aires,
1958, p. 21; Spengler, H erá clito, Buenos Aires, 1947,
p. 125; Axelos, op, cit., p. 50-52; W . K. C. Guthrie, A
H isto ry o f G reek P hilosophy. Cambridge 1967. I. p. 462.

70
13» Atenágoras, V, 178 E

Es necesario, pues (según Heráclito), que el


hombre digno no sea inmundo ni sucio ni se _
deleite en el fango.

13b Clemente, Tapices, I, 2, 2 (II, p. 4, -í


Stahlin)

Los cerdos se deleitan en el fango más que


en el agua pura.
Otras fuentes: Clemente, Tapices, I. 22; II. 68, 3 ;
Protréptico, 92, 4 ; Sexto Empírico, Esbozos pirrónicos
I. 55 Plotino, I. 6. 6 ; Ostracon egipcio 12319, 12; V i­
cente de Beauvais, Obras morales, III. 9, 3. Cfr. Mon-
dolfo, op. d t., p. 302-304; H. Langerbeck, Studien va
Demokrits Ethik and Erkenntnislehre, Berlín, 1935, p.
65.

14. Clemente, Protréptico, 2, 22, 2 (p. 1 6 ,2 4


Stahlin)
(¿A quiénes profetiza Heráclito efesio?) A
los que van errantes en la nochera los magos,
a los bacantes, a la ménades, a los iniciados en
los pástenos. (A éstos los amenaza con'Ias co­
sas de ultratumba, a éstos les profetiza el fue­
g o ), porgue los misterios que están _en uso en­
tre loí'Eombres impíamente se celebran.
Alusión: Araobio, Contra las naciones, V . 29. Cfr.
Mondolfo, op. d t ., p. 326-327; Reinhardt, op. d t., p.
168: A . B. Cook, Zeus, Cambridge, 1914, I, p. 667; L.
Deubner, Attische Feste, Berlín, 1932, p. 8 1 ; R. Eisler,
Weltenmantel and Himmelszelt, Munich, 1910, p. 364.
1 5. Clemente, Protréptico, Sk (I, p. 26, 5
Stahlin)

Si no fuera en honor de Dioniso que cele­


bran la procesión y entonan el canto fálico,
obrarían con suma desvergüenza. Pero una mis­
ma cosa son Hades y Dioniso, por quien entran
en sagrado delirio y emprenden las danzas bá­
quicas.
Otra fuente: Plutarco, Sobre Isis y Osiris, 28. Cfr.
Mondolfo, op. eit., p. 321-327; Gigon, op. eit., p. 147 y
sgs.; Reinhardt, op. eit., p. 100; Ramnoux, op. eit., p.
97-99: V . Macchioro¿ Zagreus, Florencia, 1930, p. 372
y sgs.; R. Pettazzoni, La religione nella Grecia antiea
fino ad Alessandro, Turín, 1953, p. 133; W . F . Otto,
Dionysos. M ythos und Kultus, Frankfurt, 1939, p. 108;
M. P. Nilsson, “ Early orphism and kindred religious
movements” en The Harvard Theologieal Review, 28,
p. 222; A . Lesky, “ Dionysos und Hades” en Wiener
Studien, 54, p. 24 y sgs.; F . Grégoire, “ Héraclite et les
cuites enthousiastes” en Revue néoscolastique, 38, p.
43-64.

72
1 6. Clemente, Pedagogo, II, 99, 5 (I 216, 26
Stahlin)

(Porque quizás pueda alguien ocultarse de la


luz sensible, pero en cuanto a la inteligible, es-<
to no puede ser, o, como dice Heráclito): De
lo que jamás declina ¿cómo podría uno ocul­
tarse?
Cfr. Mondolfo, op. cit., p. 239-241; Ramnoux, op.
cit., p. 447-448; Gigon, op. cit., p. 130 y sgs.

17. Clemente, Tapices, II, 8, 1 (II p. 117, 1


Stahlin)

Pues la mayoría de los que frente a tales


cosas se encuentran no las entienden ni,’ Ha­
biéndoles sido enseñadas, las comprenden! aun-'
que ellos creen que sí."
Referencias: Hipócrates, Sobre el régim en, I. 5 ; De-
mócrito, B 64 Diels: Aristóteles, É tica o N icóm aco,
1146 b 24 y sgs.; G ran É tica, 1201b 4 y sgs. Cfr. Mon­
dolfo, op. cit., p. 293; Gigon, op. cit., p. 17; Reinhardt,
op. cit., p. 214.

73
/1 8. Clemente, Tapices, II, 17, 4. (II p. 121 ,
22 Stahlin)

Si no se espera Jo inesperado, no se lo halla­


rá,'pues es inhallable e inaccesible.
Otra fuente: Teodoreto, C uración de las en ferm ed a­
des de los g rieg os, I. 88. Cfr. Mondolfo, op. cit., p. 291-
294; Gigon, op. cit., p. 2 ; Reinhardt, op. cit., p. 62;
Ramnoux, op. cit., p. 422-425; W . A . Heidel, “ On cer-
tain fragments of the presocratics” en P roceed in gs o f
th e A m erica n A cad em y o f A r ts and S cien ces, 48, p.
'696; E . Schaeffer, D ie Philosophie des H era k lit, Leip-
zíg-Viena, 1902, p. 113; J. Baruzi, Saint Jean de la
C roix et le problém e de l’ exp erien ce m ystiqu e, París,
1931, p. 531; P. Laín Entralgo, L a esp era y la espe­
ranza, Madrid, 1958, p. 29.

"Í9 . Clemente, Tapices, II, 24, 5 (II p. 126, 5


Stahlin)

Los que no saben escuchar ni*hablar.


Cfr. Ramnoux, op. cit., p. 52.

20. Clemente, Tapices, III, 14., 1 (II p. 201, 23


StaMin)

Una vez nacidos quieren vivir y tener su lote


en la vida (o, más bien, estar muertos) y de­
jan hijos para que sigan teniendo sus lotes.
Probable alusión: Enio, Telam ón, 312. Cfr. Mondolfo,
op. cit., p. 283; 292; 325; Gigon, op. cit., p. 121 y sgs.;
Ramnoux, op. d t., p. 90.

74
21 Clemente, Tapices, III, 2 1 ,1 (II p. 205, 7
Stahlin)

Muerte es cuanto vemos despiertos, ensueño


cuanto (vemos) dormidos.
Otra fuente: Clemente, Tapices, V. 105, 2. Alusión:
Pilón, S obre José, 22, 126 y sgs. Cfr. Mondolfo, op. cit.,
p. 294-297; Gigon, op. cit-., p. 97-98; Ramnoux, op. cit.,
p. 36-42; von Arnim, Q uellenstudien zu Philon von A le-
xandreia, Berlín, 1888, p. 94 y sgs.; Mazzantini, op.
cit., p. 48 y sgs.

22 Clemente, Tapices, IV, 4, 2 (II p. 249, 23


Stahlin)

Los buscadores de oro remueven mucha tie­


rra y encuentráñT poco (o ro ).
Otra fuente: Teodoreto, Curación de las enfermedad-
des de los g rieg os, I. 88. Cfr. Axelos, op. cit., p. 82.
230 Clemente, Tapices, IV, 9, 7 (II p. 252, 21
Stahlin)

No conocerían el nombre de la justicia, si ta­


les cosas no existieran.
Probable referencia: E pístola s pseudo-heraclíteas,
V II. Cfr. Mondolfo, op. cit., p. 316-318; Ramnoux, op.
cit., p. 377; Reinhardt, op. cit. p. 204; E . Bignone, E m -
pedocle, Turín, 1916, p. 175; Kirk, op. cit., p.' 124 y
sgs.

24., Clemente, Tapices, III, 16,1 (II p. 255, 30


Stahlin)

Dioses y hombres honran a quienes mueren


en la guerra.
Otra fuente: Teodoreto, Curación de las en ferm e­
dades de los griegos, V III. 39. Cfr. Mondolfo, op. d t .,
p. 311-314; Gigon, op. cit., p. 125; Ramnoux, cit.,
p. 108-109.

76
25. Clemente, Tapices, IV, 50 (II p. 271; 3
Stahlin)

Mayores lotes consiguen mayores destinos/


Otras fuentes: Teodoreto, Curación de las en ferm e­
dades de los g rieg os, V III. 39; Hipólito, R efu ta ción
de todas las h erejía s, V . 8, 42. Referencias: Filemón,
Fragmento 96, 7 ; Platón, C ratilo, 398 b. Cfr. Mondolfo,
op. eit., p. 311-314; Gigon, op. eit., p. 122-123; Ram-
noux, op, eit., p. 109-113; V . Magnien, L e s m y steres
d’E leu sis, París, 1938, p. 153.

26. Clemente, Tapices, IV, 1U1,1 (II p. 310,


18 StahMn)

El hombre se enciende en la noche una luz


(al m orir), cuando su visión se extingue. Vi­
vo, se vincula con el muerto (al dormir), cuan­
do su visión se extingue; despierto, se vincula
con el dormido.
Cfr. Mondolfo, op. eit., p. 261-266, 294-295; Gigon,
op. eit., p. 95 y sgs.; Ramnoux, op. eit., p. 42-51; O.
Lenz, “ Zu Heraklit fr. 26” en H erm es, 50, p. 604-625;
Macchioro, op. eit., p. 412 y sgs.; O. Gilbert, Griechis-
ehe Religionsphilosophie, Leipzig, 1911, p. 76; Maz-
zantini, op. cit., p. 50 y sgs.

77
27. Clemente, Tapices, IV, 1UU, 2 (II p. 312, 7
Stahlin) ,'

Aguárdanles a los hombres, al morir, cosas


que ni esperan ni creen.
Otras fuentes: Clemente: P ro trép tieo , 2, 22, 1 ; Teo-
doreto, Curación de las en ferm edades de los g rieg os,
VIII. 41; Estobeo, F lorilegio, IV. 52, 49. Cfr. Mon-
dolfo, op. cit., p. 291-254; Gigon, op. cit., p. 129; Ram-
noux, op. cit., p. 134-135; Maccbioro, op. cit., p. 405;
Reinhardt, op. cit., p. 62; W . A . Heidel, op. cit., p. 696;
Schaefer, op. cit., p. 113; P. Lain Entralgo, op. cit.,
p. 29.

28) Clemente, Tapices, V, 9 (II p. SS1 , 17


Stahlin)

El más honrado conoce lo que parece (ser


verdad) y lo guarda; y la justicia se encargará,
por cierto, de los inventores y testigos de enga­
ños.
Referencia: Temistio, Paráfrasis de la " Física" de
Aristóteles, III. 5, p. 86, 31 Schenkl. Cfr. Mondolfo,
op. cit., p. 238-241; 292-293; Gigon, op. cit., p. 64; 127;
Heidel, op. cit., p. 682; Kirk, op. d t., p. 335-337; Ram-
noux, op. cit., p. 300-302; Reinhardt, op. d t., p. 236;
B. Snell, “ Die Sprache Heraklits” en Hermes, 1926,
p. 369.

78
& Clemente, Tapices, V, 60, U sg. (II p. 366,
8 Stahlin)

Los mejores prefieren una sola cosa a todas


(las demás): la gloria eterna a las cosas pere­
cederas. La mayoría, sin embargo, se harta
como el ganado.
Otra fuente: Clemente, Tapices, IV . 50, 2. Refe­
rencia: A nónim o de Jámblico, 89, 5, 2 (Fragmente der
V o rso k ra tik er). Cfr. Mondolfo, op. cit., p. 305-306; Gi-
gon, op. cit., p. 120; Ramnoux, op. cit., p. 113-116; M.
Heidegger, E in fü h ru n g in d er M etaph yslk, p. 75-88.

30 Clemente, Tapices, V, (II p. 396, 6


' ' Stahlin)

Este Kósmos, el mismo para todos, no lo hi­


zo líinguno de los dioses o de los hombres, sino
que siempre fue, es y será Fuego siempre vi­
viente, que según medidas se enciende y según
medidas se apaga.
Otras fuentes: Plutarco, S obre la p rocreación del
alma en el “ T im eo” , 5, p. 1014 a ; Simplicio, Com en­
tario al “ S obre e l Cielo” de A ristó teles, p. 294, 13
Heib.; Galeno, S obre el tem blor, V II. 617 K ; Olimpio-
doro, C om entario al “ F ed ro” de P la tón , 237, 7 y sgs.;
Heráclito, C uestiones hom éricas, 26. Brobables alusio­
nes: E pístolas pseudo-heraclíteas, I ; Marciano Capeta,
I. 87. Cfr. Mondolfo, op. d t ., p. 223-227; 233-234; 243-
246; 248-250; Gigon, op. d t ., p. 51 y sgs.; Reinhardt,
op. d t ., p. 102-106; Kirk, op. d t ., p. 311-314; L. Rade-
macher, “ Zu fr. 30 Heraklits” en W ien er Studien, 49,
p. 115; K. Axelos, op. d t ., p. 93-94; W . Kranz, “ Kós­
mos ais philosophischer Begriff frügriechischen Phi-
losophie” en Philologus, 93, p. 430-438; P. Hoffman,
Sinn und G eschichte, Munich, 1937, p. 69; O. Hamelin,
L e systém e d’A r is to te , París, 1931, p. 282; J. Prze-
lusky, “ Les mages et les médes” en R evu e cCHistoire
des R eligions, 122, p. 85-101; V . I Lenin, C ahiers phU
losophiquea, París, 1955, p. 271.

79
3l). Clemente, Tapices, V, 14 (II p. 896, 18
Stahlin)

а. (Que él opinaba que el Kósmos no sólo


tiene principio sino que también ha de, morir,
lo da a entender lo que después viene): 'Trans­
formaciones del Fuego: primero, mar; dél mar,
la mitad tierra y la otra mitad aire huracana­
do. (Dice que el Fuggo, a causa de su poder,
por medio del Lógos rector y de Dios, transfor­
ma todas las cosas, a través del aire,' en hu­
medad, la cual viene a ser simiente de la orde­
nación del Kósmos y a la cual denomina “ mar” .
De éste surgen nuevamente la tierra, el cielo y
cuanto ellos abrazan).
б. (Que éste es otra vez asumido e incendia­
do, claramente lo manifiesta en las siguientes
palabras): El mar se esparce y se rige con el
mismo criterio que antes de transformarse en
tierra.
Alusiones: Zenón, el estoico, Stoicorum veterum
fragmenta, I. 102; Lucrecio, I. 782-788. Cfr. Mondolfo,
op. cit., p. 210-213-226-236; 248-251; Gigon, op. cit., p.
64 y sgs.; Reinhardt, op. cit., p. 170 y sgs.; Ramnoux,
op. cit., p. 76-85; Kirk, op. cit., p. 332; K . Deichgrae-
ber, “ Similia dissimilia” en Rheinisches Museum, 95,
p. 40-51; N. Pesta, Gli stoici antichi, Bari, 1932, I,
p. 98; J. Burnet, Early Greek Philosophy, Londres,
1958, p. 148-149; R. Lenoir, “ La doctrine des quatre
eléments et la philosophie ionienne” en Revue des Étu-
des Grecques, 40, p. 17 y sgs.

80
3 2. Clemente, Tapices, V, 116 (II p. AOb, 1
Stahlin)

Lo Uno, lo sólo sabio, no quiere y quiere ser


denominado Zeus.
Cfr. Mondolfo, op. oit., p. 185-191; Gigon, op cit.,
p. 138 y sgs.; Calogero, “ Eraclito” en Giornale critico
della filosofía italiana, 17, p. 217; M. Untersteiner, La
fisiología del mito, Milán, 1946, p. 192; Reinhardt, op.
cit., p. 206; Ramnoux, op. cit., p. 244-245; A . Rostagni,
II verbo di Pitagora, Turín, 1924, p. 7 ; Kirk, op. cit.,
p. 392-400; R. Pettazzoni, op cit., p. 133: G. van der
Leuw, op. cit., p. 133; M. Solovine, Héracíite d'Ephése,
París, 1931, p. 93.

§3 Clemente, Tapices, V, 115,1 (II p. bOb, 3


Stahlin)

También es ley obedecer a la voluntad de


uno solo.
Cfr. W . Jaeger, Paideia, México, 1942, I, p. 205.

81
'34 Clemente, Tapices, V, 115,2-8 (TI p. 404, 3
Stahlin)

Los ignorantes, aun cuando oyen, parecen


sordos; de ellos dice el refrán: “ presentes, au­
sentes están” .
Otra fuente: Teodoreto, Curación de las en ferm ed a­
des de los g rieg os, I. 70. Alusión: Oleantes, H im no a
Zeus, 24. Cfr. Mondolfo, op. eit., p. 327; Reinhardt,
op, cit., p. 62, 200; Heidel, op. eit., p. 700; Kirk, op,
cit., p. 47; 203; Ramnoux, op. cit., p. 216-220; Gigon,
op. eit., p. 7-11.

'35. ' Clemente, Tapices, V, 140, 5-6 (II p. 421,3


Stahlin)

Es necesario que los varones filósofos estén


bien enterados de muchas cosas.
Alusión: Porfirio, S obre la abstinencia, II. 49. Cfr.
H. Diels, op. cit., p. 18; M. Heidegger, op. cit., p. 101;
Kirk, op. cit., p. 232 y sgs.; Spengler, op. cit., p. 102-
103; Axelos, op, cit., p. 81-82.

82
36. Clemente, Tapices, VI, 17, 1-2 (II p. 4-35,
20 Stahlin)

Para las almas es muerte transformarse en


agua, para el agua es muerte transformarse en
tierra; pues de la tierra nace el agua; del agua,
el amia.
Otras fuentes: Filón, S obre la eternidad d el mundo,
21, 111; Hipólito, R efu ta ción de todas las h erejía s, V .
16, 4 ; Juliano, O raciones, V , p. 165 d ; Proclo, S obre
el “ T im eo", 22 d; Olimpiodoro, S obre el “ G orgias” , p.
142, 8 Norvin; Arístides Quintiliano, p. 64, 31 Jahn.
Cfr. Mondolfo, op. cit., p. 216-217; 267-268 ; 271-274;
Gigon, op. cit., p. 101; Ramnoux, op. cit., p. 87-89; E.
Stemplinber, D a s P la g ia t in d er griech isch en L itera tu r,
Leipzig, 1912, p. 73; E . Rohde, P sy ch é , París, 1928,
p. 386 y sgs.

37. Moderato Columela, VIII, 4 , U

Los cerdos se lavan con barro; las aves de


corral, con polvo o ceniza.
Alusión: Galeno, P ro trép tieo , 13 (p. 19, 11 Kaibel).
Cfr. Mondolfo, op. cit., p. 302-303; Wendland, “ Ein
Wort des Herakleitos im Neue Testament” en B erlin er
Sitzu n gberich te, 1898, p. 791.

83
38. Diógenes Laercio, I, 23

(P a r e c e que [T a le s ] fu e , se g ú n a lg u n o s, el
p rim e ro que in v e stig ó los a stro s y p r e d ijo los
eclipses y las rev olu cion es so la res, com o dice
E u d e m o en la Historia de la astronomía. P o r
eso lo a d m ira n J e n ó fa n es y H e ro d o to y le s ir ­
v e n de te stig o s H e r á c lito y D e m ó c r it o ).

Çfr. Zeller-Mondolfo, La filosofía dei greci nel suo


sviluppo storico, Florencia, 1938, I-II, p. 107; Mondol-
fo, op. cit., p. 330; Axelos, op. cit., p. 107.

39. Diógenes Laercio, 1, 88

E n P r ie n e n ació B ía s , h ijo de T e u ta m e s,
cu ya fa m a es m a y o r que la de los d e m á s.

Cfr. Ramnoux, op. cit., p. 297-300; Axelos, op. d t.,


p. 81-82.

40, Diógenes Laercio, IX , 1

L a eru dición n o en señ a a te n e r en ten d im ien ­


to , p orqu e en ta l ca so se lo h a b r ía en señ a d o a
H e sío d o y a P itá g o r a s y a u n a J e n ó fa n e s y a
H eca teo .

Otras fuentes: Ateneo, X III, p. 6 1 0 b ; Clemente, Ta­


pices, I. 93; Juliano, Oraciones, V II. 187 D ; Proclo,
Sobre el “ Timeo", I, p. 102, 22 Diehl; Sereno, Florile­
gio de Juan Damaseeno, II. 116; Aulo Gelio, Noches
Aticas, Prefacio 12. Referencia: Demócrito, B 64 Diels.
Cfr. Mondolfo, op. cit., p. 189-190; Reinhardt, op. d t.,
p. 157; B. T. L. Webster, Greek art and literatura 530-
■iOO B . C., Oxford, 1939, p. 13; Spengler, op. d t., p.
102.

84
r41 Diógenes Laercio, IX, 1

En una sola cosa consiste la sabiduría: en


conocer el designio por el cual todo mediante
todo se rige.
Otras fuentes: Plutarco, S obre Isis y Osiris, 76. Alu­
siones: Oleantes, H im no a Zeus, 30; Pseudo Lino, en
Estobeo, I, p. 119, 9 W . Cfr. Mondolfo, op. cit., p.
189-192; Gigon, op. cit., p. 143; Kirk, op. cit., p. 386-
391; Reinhardt, op. cit., p. 200; Ramnoux, op. cit., p.
242-247; T. S. Gregory, D as unvollendente U niversum ,
Einsiedeln, 1938, p. 36, 61.

* 42. Diógenes Laercio, IX, 1

Homero es digno de ser expulsado de los cer­


támenes públicos y de ser azotado, y Arquíloco
lo mismo.
Cfr. Gigon, op. cit., p. 118; E . Drerup, D a s H om er-
problem d er G egen w art, Wurzburg, 1921, p. 213; K . E .
Gilbert y H. Kuhn, A h istory o f aesth eties, Nueva
York, 1939, p. 1-2.

83
4R. Diógenes Laercio, IX, 2

Es preciso extinguir la prepotencia más que


un incendio.
Cfr. Ramnoux, op. eit., p. 96; Gigon, op. cit., p.
112; K . Deichgraeber, “ Bemerkungen zu Diógenes Be-
richt über Heraklit” en Philologus, 96, p. 12-30; Axelos,
op. eit., p. 167-159. .«..

4T. Diógenes Laercio, IX, 2

E s preciso que el pueblo luche p or la ley com o


p o r la s m u ra lla s.

Cfr. W . Jaeger, op, cit., p. 128.

86
f4 5 ./ Diógenes Laércio, IX, 7

Andando, no encontrarás los límites del alma,


aunque recorras todos los caminos: tan pro­
fundo es su lógos.
Otra fuente: Tertuliano, Sobre el alma, 2. Referencia
probable: Sexto, Sentencias, 408, Gildemeister. Cfr.
Mondolfo, op. eit., p. 217-218, 259=261; Gigon, op. eit,,
p. 199; O. Spann, Philosopkmspiegel, Leipzig, 1933,
p. 274; Mazzantini, op. cit<, p. 80.

46. Diógenes Laercio, IX, 7

(Y afirmaba que) la opinión es una epilep­


sia f que la vista engaña.
Cfr. Kirk, op. eit., p. 363 y sgs.

87
47. Diógenes Laercio, IX, 72

No hagamos conjeturas a la ligera sobre lás


' co sas m á s im p o r ta n te s.

Cfr. Gigon, op. eit., p. 97.

r 43 Etimológico Magno, 198, 23

El nombre del arco es vida, pero su obra es


muerte.
Otras fuentes: E scolios a la “ Ilíada", A 49; Tzeízes,
E x ég esis de la “ Ilíada” , p. 101 Herm.; Eustacio, Sobre
la “ Ilíada” , A 49. Probable referencia: Hipócrates, S o­
bre el alim ento, 21. Cfr. Calogero, op. cit., p. 204-206;
Ramnoux, op. cit., p. 305-306; Matranga, A n écd ota
g raeca, Roma, 1850; p. 391 y sgs.
59. Galeno, Sobre el diagnóstico por el pulso,
VIII, 773 k

Uno vale para mi como diez mil, si es ej'másj


excelente.
Otras fuentes: Simaco, Epístolas, IX . 115; Teodoro,/
Lazerius, Mise. Rom., 1754, p. 20; Referencias: Cice­
rón, Epístolas a Ático, 16, 11, 1 ; Demócrito, B 302 a ;
B 98 Diels. Cfr. Giordano Bruno, La cena de le ceneri,
p. 35, Gentile; Acrotismus, Opera I, I, 6 9 ; Gigon,
op. eit., p. 121.

49a. Hemçlito, el estoico, Cuestiones homéri­


cas, 2 h
En los mismos ríos (dos veces) entramos y
no entramos, estamos y no estamos.
Otra fuente: Séneca, Epístolas, 58-23. Cfr. Mon-
dolfo, op. cit., p. 166-178; Ramnoux, op. eit., p. 223-231;
451-457; Calogero, op. cit., p. 215-216; 233-234; Vlastos,
op. cit,, p. 338-344; Rivier, op. cit., p. 144-164; J. Pia-
get, Introduction & Fépistémologie génétique, París,
1950, II, p. 176; Axelos, op. eit., p. 50-52; Gigon, op.
eit., p. 106-107; Kirk, op. cit., p. 367-380.

89
60.) Hipólito, Refutación de todas las herejías,
IX, 9

No a mí mismo sino al Lógos escuchando,


es sabio confesar que todo es uno.
Referencia: Pilón, A leg oría s de las leyes, III, 7. Cfr.
Mondolfo, op. cit., p. 131-132; 198-190; Gigon, op. cit.,
p. 45 y sgs.; Reinhardt, op. cit., p. 206-219; Ramnoux,
op. cit., p. 242-244; Kirk, op. cit., p. 65-72; Rivier,
op. cit., p. 153; J. Wahl, É tude sur le “ Parm enide”
de Platón , París, 1926, p. 57; W . Theiler, P ie V orb e-
reitu n g des N euplatonim us, Berlín, 1930, p. 127; R.
K. Hack, God in G reék P hilosoph y to the tim e o f Só­
cra tes, Princeton, 1931, p. 70-71; A . Tumarkin, “ Der
Begriff des Apeiron in der griechischen Philosophie”
en A n m m ire de la S ocieté Suisse de Philosophie, 3,
p. 62-63.

51} Hipólito, Refutación de todas las herejías,


IX, 9, 2

No entienden cómo lo discordante consigo


mismo concuerda: armonía que hacia atrás se
tiende, como la del arco y la lira.
Otras fuentes: Platón, S ofista , 242 d; B an q u ete '
187 a ; Plutarco, S obre Isis y O siris, 45, p. 369 b ;
S obre la tranquilidad del alma, 15, 473 f ; S obre la pro­
creación del alma en el “ Tim eo” , 27, 1026 b. Alusiones:
Porfirio, S obre el an tro de las n in fa s, 29; Simplicio,
Sobre las categorías, 412, 20 y sgs. Kalbfleisch; Es-
citino, frag. 1 Diehl. Cfr. U. von Wilamowitz, P latón,
Berlín, 1920, p. 367; G. Soury, L a dém onologie de P lu-
tarque, París, 1942, p. 149; K . Praechter, “ Heraklits
Fragmenta 51 un die Aristoteleskommentatoren” , Philo-
logus, 88; J. Hessen, D as K au salitatsprin zip, Augsburg,
1928, p. 191; Mondolfo, op. cit., p. 148-152; Gigon, op.
cit., p. 22 y sgs.; Macchioro, op. cit., p. 417 y sgs.;
Spengler, op. cit., p. 114; Solovine, op. cit., p. 94-95;
Axelos, op. cit., p. 49-50.

90
52. Hipólito, Refutación de todas las herejías,
IX, 9, k

El tiempo es un niño que juguetea, tirando


los dados: del niño es el reino.
Otras fuentes: Clemente, P ed agogo, I. 5 ; Proclo,
S obre el “ T im eo", I, p. 334, 1 Diehl; Luciano, Subasta
de vidas, 14; Platón, L ey es, 903 d; Filón, V ida de
M oisés, I. 6, 31; Plutarco, S obre la “e” de D elfos, 393 e ;
Gregorio Nacianceno, V ersos, II, 1, 85, 11. Cfr. B.
Snell, op. cit., p. 373; O. Kern, D ie grieeh iseh en M y ste-
rien der klassischem Z eit, Berlín, 1927, p. 35; G. Mehlis,
L ehrbu ch der ReligionsphU osophie, Berlín, 1915, p. 336;
V. Macchioro, op. cit., p. 391 y sgs.; M. P. Nilsson,
“ Die Griechen” (en Chanj;epie de la Saussaye, L eh r­
buch der R eligion sgesch ich te, Tubinga, 1925, II, p.
3 7 1 ); Mondolfo, op. cit., p. 196-199; Ramnoux, op. cit.,
p. 448-449; Gigon, op. cit., p. 74-75, 122; Solovine, op.
cit., p. 95; Axelos, op. cit., p. 34-35, 54.

53. Hipólito, Refutación de todas las herejías,


IX, 9, h

La guerra es padre de todas las cosas y de


todas es rey, y a unos los mostró como dioses,
a otros como hombres; a unos los hizo esclavos,
a otros libres.
Plutarco, S obre Isis y O siris, 48, p. 370 c ; Próclo,
S obre el “ Tim eo” , 20 d; Crisipo, en Filodemo, S obre la
piedad, 7, p. 81, 21 y sgs. Alusiones: Luciano, Cómo se
ha de escrib ir la h istoria, 2 ; Icarom en ipo, 8. Cfr. A .
Liebert, D e r universale Hum anism us, Zurich, 1946, p.
174; R. Mondolfo, op. cit., p. 140-144; 248-250; C. Ram­
noux, op. cit., p. 106-109; Gigon, op. cit. p. 119 sgs.;
Kirk, op. cit., p. 245-249; Spengler, op. cit., p. 135; T.
Gomperz, P ensad ores griegos, Asunción, 1951, I. p. 103-
104; M. Marcovich, H eraclitu s. Mérida, 1967, p. 148.

91
iM Hipólito, Refutación de'todas fas herejías,
IX, 9, 5

L a a r m o n ía o cu lta es m e jo r que la evid en te.

Otras fuentes: Hipólito, R efu ta ción de todas las


h erejía s, IX . 10, 1 ; Plutarco, Sobre la procrea ción del
alma en el “ Tim eo” , 27, 1026 c. Cfr. P. Brentano,
“ Glück und Unglück” , en V on Ü rsprung sittlich er E r.
ken ntn is” , Hamburgo, 1955, p. 141; N. Hartmann, “ Wie
ist kritische Ontologie überhaupt moglich” en F e s t-
sqh rift für P . N a torp, Berlín, 1924, p. 170; Gigon, op.
cit., p. 28 y segs.; Reinhardt, op. eit,, p. 179; Axelos,
op. cit., p. 117.

55. 1Hipólito, R e fu ta c ió n de to d a s la s h e r e jía s,


IX, 9, 5
L a s co sas de la s cu ales h a y v is ta , o íd o , a p ren ­
d iz a je , son las que y o p r e fie r o .
Otra fuente: Hipólito, R efu ta ción a todas las h ere­
jía s, IX . 10, 1. Cfr. Reinhardt, op. cit., p. 213; Gigon,
op. cit., p. 17; Snell, op. cit., p. 362; Mondolfo, op. cit.,
p, 275, 347.

92
Hipólito, Refutación de todas las herejías,
IX, 9, 6

Confúndense los hombres (dice) con respecto


al conocimiento de lo evidente, de modo seme­
jante a Homero, que fue el más sabio de los
helenos. Porque a éste unos muchachos que
mataban piojos lo confundieron, diciendo: Lo
que hemos visto y cogido, eso lo .abandonamos;
lo que, en cambio, no vimos ni cogimos, éso Ig,
llevamos a cuestas.
Otra fuente: Pseudo-Plutarco, Vida de H om ero, 4.
Referencia: Valerio Máximo, IX . 12, extr. 3. Probable
alusión: Hipócrates, S obre el régim en, 11. Cfr. Rein-
hardt, op. eit., p. 373; Calogero, op. cit., p. 222; U. von
Wilamowitz, D ie Id a s und H om er, Berlín, 1916, p. 435;
Snell, op. eit., p. 372; A . Palm, S tudien zu hippokratis-
ch en S ch rift “ P e n D ia ítes” , Tubinga, 1938, p. 9 8 ; K.
Deichgraeber, “ Goethe und Hippokrates” en S u d h offe
A rch iv fü r G eschiehte d er M edizin, 29, p. 37 y sgs.;
W . Kranz, “Homer bei den Afrikanern” en Herm.ee,
74, p. 222 y sgs.

57. Hipólito, Refutación de todas las herejías,


IX, 1 0 , 2

Maestro de los más es Hesíodo. Creen que


éste entendió la mayor parte de las cosas, sien­
do así que ni siquiera conoció el día y la noche;
pues ambos son una-sola cosa.
Cfr. Reinhardt, op. eit., p. 233; T. S. Gregory, op.
eit., p. 61; P Philipson, T hesalische M yth ologie, Zurich,
1944, p. 181; Ramnoux, op. cit., p. 1-5; Kirk, op. eit.,
p. 155-161.

93
58 Hipólito, Refutación de todas las herejías,
IX, 10, 3

El bien y el mal son una sola cosa. Pues los


mecíicos (dice Heráclito), que cortan, queman
y torturan ferozmente a los enfermos en todas
partes, pretenden, aun sin merecerlo, recibir
su paga de los enfermos, habiendo producido
por igual la mejoría y los dolores.
Otras fuentes: Aristóteles, Tópicos, 159 b 30; Física,
185 b 11; Simplicio, S obre la “ F ísica ” de A ristó teles” ,
p. 50, 7, p. 82, 20 Diels. Referencias: E pístolas pseudo-
h eraclíteas, V I, etc. Cfr. Gigon, op. cit., p. 26; Mon-
dolfo, op. cit., p. 307, 311; Reinhardt, op. cit., p. 204;
Ramnoux, op. cit., p. 354-357.

5Sf Hipólito, Refutación de todas las herejías,


IX, 10,4

En el batán el camino recto y el curvo son


uno y el mismo (dice). (En el batán el movi­
miento de la pieza llamada “ caracolillo” es
recto y curvo, pues al mismo tiempo se mueve
hacia arriba y en círculo).
Otra fuente: Apuleyo, Sobre el mundo, 21. Cfr. Rein­
hardt, op. d t., p. 239; Calogero, op. cit., p. 213; Mon-
dolfo, op. cit., p. 157-160; Axelos, op. cit., p. 50.

94
60 Hipólito, Refutación de todas las herejías, ■
IX, 10, U

El camino hacia arriba y hacia abajo es uno


y el mismo.
Otras fuentes: Cleomedes, S obre el m ovim iento cir­
cular de los cu erpos celestes, I. 11; Máximo Tirio, 41,
4 ; Tertuliano, C ontra M arcián, II. 28; Diógenes Laer-
cio, IX . 1, 8 (cfr. A l ) ; Plotino, IV . 8, 1; Jámblico,
en Estobeo, I, p. 3780, 20 W . Referencias: Hipócrates,
Sobre el alim ento, 45; S obre el régim en , I. 5 ; Filón;
Sobre la eternidad del mundo, 21, 109; S obre los sue­
ños, I. 24, 156; V ida de M oisés, I. 6, 31; Marco Au­
relio, V I. 17; E pístolas pseudo-heraclíteas, V . Cfr. Mon-
dolfo, op, cit., p. 160-165; Calogero, op. cit., p. 212 y
sgs.; Gigon, op. cit., p. 103; C. Pascal, Studi critici sul
poem a di L ucrezio, Roma, 1903, p. 80; Axelos, op. cit.,
p. 50.

61. Hipólito, Refutación de todas las herejías,


IX, 10, 5

El mar: el agua más pura y la más inmunda;


para los peces potable y saludable, para los
hombres imbebible y perniciosa.
Referencias: Sexto Empírico, E sbozos pirrón icos, I.
55; Hipócrates. S obre el régim en, 10; S obre el alim ento,
19. Cfr. T. S. Gregory, op. cit., p. 61; Mondolfo, op. cit.,
p. 304-306; W . A . Heidel, H ipp ocra tic m edicine. Its
sp irit and m ethod, Nueva York, 1941, p. 110; Axelos,
op. cit., p. 78.

95
r 1 ^
62J Hipólito, Refutación de todas las herejías,
IX, 10, 6
Inmortales los mortales, mortales los inmor­
tales, viviendo la muerte de aquéllos, la vida
de aquéllos muriendo.
Otras fuentes: Máximo Tirio, 4, 4 h ; Heráclito,
C uestion es hom éricas, 24; Luciano, Subasta de vidas,
14; Clemente, P edagogo, III. 2, 1 ; Filón, A leg oría s de
las leyes, I. 108; Sexto Empírico, E sbozos pirrónicos,
III. 230; Hierocles, S obre los “ V ersos á u reos", 24. Alu­
siones: Hermes, en Estobeo, É glogas, I. 89; Poiman-
dres, 12, p. 100 Parthey. Cfr. Mondolfo, op. c it „ p.
266-271; 274-276; 278-280; Gigon, op. cit., p. 123 y
sgs.; Eeinhardt, op. cit., p. 179; Kirk, op. cit., p. 121;
144; 171; 289; 309; 314; 391; W . F . Jackson Knigth,
Rom án V erg tt, Londres, 1945, p. 2 0 ; H. Lewi, S obria
ebrietas. U ntersuchungen zu r G eschichte d er antiken
M ystik , Giessen, 1929, p. 103; Mazzantini, op. cit., p.
56 y sgs.

63. Hipólito, Refutación de todas las herejías,


IX, 10, 6

(Habla también de la resurrección de esta


carne visible, en la cual hemos sido engendra­
dos, y sabe que Dios es causa de tal resurrec­
ción, pues dice así:) Se levantarán delante de
él (allí presente) y, una vez despiertos, se con­
vertirán en custodios de vivos y muertos. (Ha­
bla asimisnfir'cíe im juicio del Kósmos y de
cuantos seres hay en él, por medio del Fuego).
Cfr. Gigon, op. cit., p. 125 y sgs.; Ramnoux, op. cit.,
p. 60-63; Mondolfo, op. cit., p. 275-278; Eeinhardt,
op. cit., p. 193; V. Magnien, op. cit., p. 112; P. L. Ci-
ceri, “ Le stelle soggette al giudizio universale’ en A t e -
n e e Rom a, X V I , p. 310 y sgs.; Solovine, op. cit., p. 97.

96
(641> Hipólito, Refutación de todas las herejías,
IX, 10 , 7

(diciendo:) Todas las cosas las gobierna el


rayo (esto es, las endereza, pues denomina rayo
al Fuego eterno. Dice también que este Fuego
es racional y que es la causa del ordenamiento
de todas las cosas).
Otras fuentes: Oleantes, H im no a Z eus, p. 5 y sgs.;
Filodemo, S obre la piedad, 6 a. p. 70 G. Cfr. Mondolfo,
op. cit., p. 208-210; H. Leisegang, D ie Platondeutung
der G egen w art, Karlsruhe, 1929, p. 64; U. yon Wilamo-
witz, R eden und V ortrá g e, Berlín, 1925, I, p. 230; Gi-
gon, op. cit., p. 145 y sgs.; Reinhardt, op. cit., p. 199;
Axelos, op. cit., p. 104-105.

1 65, Hipólito, Refutación de todas las herejías,


IX, 1 0 , 7
(Lo llama) indigencia y exceso. (Según él,
indigencia es el ordenamiento, y saciedad, el
exceso)'.
Otras fuentes: Filón, A leg oría s de las leyes, III. 7;
S ob re las leyes especiales, I. 208. Alusión: Plutarco,
S obre la “ e” de D elfos, 9, 389 c. Cfr. Mondolfo, op. cit.,
p. 237-238 ; 243-245; Gigon, op. cit., p. 49; Reinhardt,
op. cit., p. 164; T. S. Gregory, op. cit., p. 61.

97
66. Hipólito, Refutación de todas las herejías,
IX, 10 , 7

(Pues) a todas las cosas (dice) las juzgará


y arrebatará el Fuego, cuando sobreviniere.
Alusión: Hipólito, R efu ta ción de todas las h erejía s,
V I. 9, 3. Cfr. Mondolfo, op. d t ., p. 236-241; 243-248;
Gigon, op. cit., p. 129 y sgs.; Ramnoux, op. cit., p. 60-
63; L. Rademacher, D as J en seits im M yth os d er H e -
llenen, Bonn, 1903, p. 9 6 ; Reinhardt, op. cit., p. 166
y sgs.

67. Hipólito, Refutación de todas las herejías,


IX, 1 0 , 8

El Dios: día-noche, invierno-verano, guerra-


paz, saciedad-hambre (todas las cosas contray
rías: éste es el entendimiento), se transforma-
'cromo’ (e l Fuego) cuando se mezcla con perfu­
mes; se d en o m in a según el aroma de cada uno
de ellos.

Otras fuentes: Hipólito, R efu ta ción de todas las


h erejía s, V . 21, 2 ; X . 11, 3 ; Filodemo, S obre la
piedad, 6 a, p. 70 G. Cfr. Mondolfo, op. d t., p. 179-
186; Ramnoux, op. cit., p. 377-381; Davidson, “ Hera-
cliti fr. 36 Byw” , en A m erica n Journal o f P hilology,
5, p. 503; W . Nestle, “ Bemerkungen zu den Vorsokra-
tikem und Sophisten” en Philologus, 67, p. 531-581;
H. Fránkel, “ Heraclitus on God and the phenomenal
World” en T ransactions o f th e A m erican P hü ological
A ssociation , 1938, p. 233-234; H. Leisegang, D ie Gnosis,
Leipzig, 1924, p. 99; L. Brunschvicg, L a raison e t la
religión , París, 1939, p. 68; Gigon, op. cit., p. 146-147;
París, 1939, p. 68; Gigon, op. cit., p. 146-147, Rein­
hardt, op. cit., p. 211 y sgs.; Calogero, op. d t., p. 218-
219; Diés, A u to u r de P latón , París, 1927, p. 74-75.

98
r67 a. ]Hisdoso, el escolástico, Comentario al “ Co-
'mentario al Tim eo’ de Platón” de Calci-
dio (Códice, París, 1, 8624 siglo X II, f. 2)

(Así el calor vital que del sol procede, da


vida a todos los vivientes. De acuerdo con esta
opinión, expone Heráclito una excelente ana­
logía entre la araña y el alma, la tela de araña
y el cuerpo). Del mismo modo que la araña,
(dice) que está en medio de la tela, se da cuenta
al punto cuando la mosca desbarata alguno de
sus hilos y rápidamente acude, como doliéndose
del corte del hilo, el alma del hombre, cuando
alguna parte del cuerpo es herida, corre, veloz,
como si no pudiera tolerar la herida del cuerpo
al cual está firme y proporcionalmente unida.
R eferen cia s: C risipo, S obre el alma ( Stoicorum v e -
teru m fra g m en ta , II. 8 7 9 ); T ertuliano, S obre e l alma,
14. C fr. Gigon, op. cit., p. 113 y sg s .; S. Sam bursky,
Phyaics o f the S toics, Londres, 1959, p. 24-25.

99
68. Jámbilico, Sobre los misterios, 1, 11

(Y por esta causa evidentemente los deno­


minó Heráclito) remedios (puesto que servirán
para apaciguar los terrores y para inmunizar
a las almas contra los males derivados del na­
cimiento) .
C fr. Gigon, op. cit., p. 112.

69. Jámbilico, Sobre los misterios, V, 15


Establezco así dos clases (de sacrificios):
los de los hombres enteramente purificados, los
cuales se dan en raras ocasiones, por parte de
alguna persona aislada, (como dice Heráclito),
o de unos pocos y bien contados varones, (y
los sacrificios materiales, etcétera).
Probable r e fe re n cia : Sexto E m pírico, C ontra los m a­
tem áticos, V II. 829. C fr. J . G effcken , D e r A u sg a n g
des griechisch-rom ischen H eidentum s, H eidelberg, 1920,
p. 284.

100
70. Jámbilico, Sobre el alma (en Estobeo,
Églogas físicas, II, 1, 16)

(¡Cuánto más acertadamente juzg<57 pues,


Heráclito que) las opiniones humanas ^on jue­
gos de niños!
A lusiones p rob a b les: Platón, Leyes, 644 d, 8 0 3 c.

71. Marco Aurelio, TV, U6

Hay que acordarse también de aquel que


olvida a dónde conduce el camino.
C fr. M on dolfo, op. cit., p. 290; G igon, op. eü., P-
136; R am noux, op. cit., p. 409.

lOi
7 2 ., Marco Aurelio, IV, 46

Del Lógos con el cual continuamente convi­


ven, del que todo lo gobierna, discrepan en gran
manera, y las cosas que les salen al paso cada
día, éstas mismas les parecen extrañas.
C fr. R am noux, op. cit., p. 212-216; R einhardt, op.
cit., p. 220; N . H artm ann, “ D as P roblem des A p rioris-
mus in der platonischen Philosophie” en Sitzungabe-
rieh te der P reussiseh en A kadem ie d er W issen seh a ften -
P hilologische historische K la ese, B erlín, 1936, p. 8 y
sg s.; G igon, op. cit., p. 18.

73. Marco Aurelio, IV, 46

No se debe obrar y hablar como cuando es­


tamos dormidos; (porque también entonces
creemos obrar y hablar).
C fr. Gigon, op. cit., p. 10; R am noux, op. cit., p . 294-
296.

102
34 Marco Aurelio, IV , 4.6

No conviene (que nos comportemos tomo)'


descendientes de nuestros antepasados, (esto
es, simplemente según lo que nos dice la tra­
dición).
O tra fu en te: M eleagro, A nthologia P alatin a, V II.
49. R eferen cia : A n th ologia Palatina, V II. 479. Posible
alu sión: A pu leyo, A p ología, 39. C fr. Headlam , The
Clas8ical R evieiv, 15, p. 401; Rendall, The Classical
R eview , 16, p. 28; Gigon, op. oit., p. 113.

75. Marco Aurelio, IV, 42

(Heráclito, creo, dijo que) los que duermen


son operarios y colaboradores de las cosas que
en el Kósmos suceden.
C fr. M ondolfo, op. cit., p . 288-291; B reithaupt, De
M arci Aurelii Antonini commentariis quaestiones se-
lectae, G ottingen, 1913, p. 21 y sg s .; G igon, op. cit.,
p. 11; 52; R einhardt, op. cit., p. 237; K irk, op. cit., p.
44; Ram noux, op. cit., p. 294-295; Á xelos, op. cit., p.
65-68.

103
76 a. Máximo de Tiro, XLI, 4

Vive el Fuego la muerte de la tierra y el aire


vive la muerte del Fuego; el agua vive la muer­
te del aire; la tierra, la del agua.

b. Plutarco, Sobre la “ e” de Delfos, 18, p.

La muerte del Fuego es el nacimiento del


aire y la muerte del aire es el nacimiento del
agua.

c. Plutarco, Sobre el primer frío, 10, p. 94-9 a

La muerte del Fuego es el nacimiento del


aire.

d. Marco Aurelio; IV, 46, 1

Que la muerte de la tierra engendra el agua y


la muerte del agua engendra el aire y la del
aire, el Fuego, y viceversa.
C fr. R am noux, op. oit., p. 71-75; M ondolfo, op. eit.,
p. 230-231; 267-268; B. Snell, op. eit., p. 361; Gigon,
op. eit., p. 98 y sg s.; K irk, op. eit., p. 144; 306; 341-
344; Spengler, op. eit., p. 132.

104
77. Numenio, Fragmento 35 Thedinga ( en
Porfirio, Sobre la gruta de las ninfas, 1 0 )

(Por lo cual también Heráclito dice que)


para las almas es placer o muerte el humede-'
cerse. (Pues les causa placer la caída en el cur­
so de la generación). (En otro lugar dice que)
nosotros vivimos la muerte de aquéllas y aqué­
llas viven nuestra muerte.
O tra fu e n te : O lim piodoro, Sobre el “Gorgias”, p.
142, 8 N orvin. C fr . M on dolfo, «p . cit., p. 270-271; Ram -
noux, op. cit., p. 8 6-89; G igon, op. cit., p. 109; K irk,
op. cit., p. 116, 253, 340.

78. Orígenes, Contra VI, 12 (II, 82,18


Koetschau)
La condición humana no posee conocimien­
tos; la divina, en cambio, sí.
C fr. R am noux, op. cit., p. 121-122; K irk , op. cit.,
p. 385-387; 395-397; G igon, op. cit., p. 135; Reinhardt,
op. cit., p. 201.

105
' 7ST:, Origem.es, Contra Celso, VI, 12

El hombre parece niño frente al genio, igual


que el niño frente al hombre.
R eferen cia : Eusebio, Teofanía, p. 74, 9 Gressmann.
C fr. Gigon, op. cit., p. 135 y sg s.; E . Petersen, Hermes,
14, p. 304.

^ 0 . } Orígenes, Contra Celso, VI, 42 (II, 111, 8


Koetschau)

Es preciso comprender que la guerra es algo


común, que la justicia es discordia y que todas
las cosas se producen según la discordia y la
necesidad.
O tra fu en te: Filodem o, Sobre la piedad, p. 29. C fr.
M ondolfo, op. cit., p. 142-147; 335-336; G igon, op. cit.,
p. 238-244; R. Philipson, “ Zu Philodem s S ch rift über
die F rom igkeit” en Hermes, 55, p. 254; R am noux, op.
cit., p. 80.

106
81 a. Filodemo, Retórica, I, col. 57, 62; p. 351,
35U

(El saber de los retóricos encamina a esto


todas sus reglas y, según Heráclito, es) inven­
tor de la cuchillería.

''bü Escolios a la “ Hécuba” de Eurípides, 131

("Cuchillería” llamaron otros a las artes de


la palabra, y también Timeo, que de este modo
escribe: “ Se demuestra así también que no es)
Pitágoras el inventor de la (verdadera) cu­
chillería (ni el acosado por Heráclito, sino que
el mismo Heráclito «saín fanfarrón).
•%
Otras fuentes: Escolios a la “ Hécuba” de Eurípi­
des, 131; Etimológico Magno, p. 529, 25. Referencia:
Clemente, Tapices, I. 21. Cfr. Reinhardt, op. cit., p.
233 y sgs.; Gigon, op. cit., p. 128; H. Diels, Archiv für
Geschichte dar Philosophie, 3, p. 454.

107
82. Platón, Hipias mayor, 289 a

El más bello de los monos es asqueroso cuan­


do se lo compara con el género humano.
O tras fu en tes: Plotino, V I, 3, 11. R eferen cia : A ris­
tóteles, Tópicos, Vil b 17. C fr. R einhardt, op. cit., p.
237; Gigon, op. cit., p. 136; M ondolfo, op. cit., p. 303;
338; W . Zilles, “ Zu einigen F ragm enten H eraklits” en
Rheinisches Museum, 62, p. 64-60.

83. Platón, Hipias mayor, 289 b

Comparado con u n cio s; el más sabio de los


hombres parece un mono, en sabiduría, en be­
lleza y en todo, lo demás.
Cfr. H. Frankel, “ A thought pattern in Heraclitus”
en American Journal o f Philology, 69, p. 315; Mon­
dolfo, op. cit., p. 303, 338.

108
84. Plotino, IV, 8, 1

a. (El Fuego) transformándose, reposa,


b. Es penoso trabajar siempre para los mis­
mos y ser dominado por ellos.
O tra fu en te: Jám blico, en E stobeo, I. 37S, 20 W .
R eferen cia : E neas de G aza, T heophrastus, p. 9, 11
( P atrología g ra eea 85, col. 8 87-881). C fr . Reinhardt,
op. cit., p. 194; G igon, op. eit., p. 9 4 ; M on dolfo, op. eit.,
p. 280; A xelos, op. cit., p. 102.

85. Plutarco, Coriolano, ag, 2 2 U c

Difícil es luchar contra el deseo, porque lo


que quiere lo compra al predio del alma.
O tras fu en tes: P lu tarco, S obre la rep resión de la
ira, 9; A m atorio, 11; A ristóteles, E tica a E údem o, 1223
b 22; E tica a N icóm aco, 1105 a 8 ; P olítica, 1315 a 29;
Jám blico, P ro trép tico , p. 112, 29 P ist. R eferen cia s:
Dem ócrito, B 236 D iels; A nónim o, S obre la sublimidad,
9. C fr. R einhardt, op. cit., p. 196; M ondolfo, op. cit.,
p. 314-316; R am noux, op. cit., p. 89-90; J . T . Shotwell,
H istoria de la historia en el mundo antiguo, M éxico,
1940, p. 186.

109
86. Plutarco, Coriolano, 38, p. 232 d

Pero la mayor parte de las cosas divinas, (se­


gún Heráclito) escapan al conocimiento por
incredulidad.
Otra fu en te: Clemente, Tapices, V . 88, 5. C fr. Kein-
hardt, op .cit., p. 63; M ondolfo, op. cit., p. 293-294;
Leisegang, op, cit., p. 99.

87. Plutarco, Sobre el modo correcto de es­


cuchar, 7, p. 4,1 A

El hombre timorato suele quedar boquiabier­


to ante cualquier palabra.
O tra fu en te: P lutarco, Sobre cómo debe el adoles­
cente escuchar las obras poéticas, 9.

110
.88. Plutarco, Consolación a Apolonio, 10 ,
p. 106 E

r Lo mismo (y uno solo) : vivo y muerto, des­


pierto y dormido, joven y viejo; pues estas
cosas, transformándose, son aquéllas, y aqué­
llas, de nuevo transformándose, son éstas.
O tra fu en te: Sobre la “e" de Delfos, 18, 392 c. R e­
fe re n cia : M eliso, B 8 Diels. C fr. M ondolfo, op. cit., p.
268-270; 341-342; Reinhardt, op. cit., p. 203; 237; Gi-
gon, op. cit., p. 90 y s g s .; Ram noux, op. cit., p. 88-36;
K irk, op. cit., p. 135-158.

89. Plutarco, Sobre superstición, 3, p. 166 C

(Dice Heráclito) que para los despiertos


existe un mundo único y común, pero que cada
uno de los dormidos se aparta hacia el suyo
particular.
C fr . R einhardt, op. cit., p. 175, 2 1 6 ; G igon, op.
cit.., p. 10-11; M on dolfo, op. cit., p. 287-289; R am noux,
op. cit., p. 57-60; N . H artm ann, Das Problem des geis-
tigen Seins, B erlín, 1933, p. 159; C. A . E n ge, “ Das
m etaphysiche Grunbestand - E rste Ideen uber seine
Struktur” en Deni Geddchtnis an Rene Descartes, B er­
lín, 1937, p. 171-172; A xélos, op. cit., p. 66-68.

111
Plutarco, sobre la “ e” de Delfos, 8, p.
888 E

Todas las cosas son trueque del Fuego y el


Fuego lo es de todas, del mismo modo que las
mercancías lo son del oro y el oro de las mer­
cancías.
O tras fu en tes: Sim plicio, Sobre la "F ís ic a " de A r is ­
tóteles, 23, 33, D iels; D iógenes L aercio, IX . 8 ; Filón,
A leg oría s de las leyes, III. 7 ; H eráclito, Cuestiones
hom éricas, 43; Luciano, Subasta de vidas, 14; Plotino,
IV . 8 ; Jám blico, en Estobeo, I, p. 378, 21 W .; Eusebio,
P reparación evangélica, X IV . 3, p. 720 c. Probable re­
feren cia : H ipócrates, S obre el régim en, I. 5. C fr. Rein-
hardt. op. cit., p. 179; Gigon, op. cit., p. 47; M ondolfo,
op, cit,, p. 243-246; 250-251; H. Diels, “ Zw ei F ra g ­
m ente H erakhts” en S itzu n gberich te B erlin er A kad e-
m ie des W issensch aften -P h ilologisch e-h istorische K la s -
se, 1901, p. 128 y sg s.; K . M arx, L e Capital, P arís,
1948, I, p. 114; C. A strada, “ E l río de H eráclito” en
H um anitas, 15, p. 16; A xelos, op. cit., p. 228; Splen-
gler, op. cit., p. 120.

112
91. Plutarco, Sobre la “ e” de Delfos, 18, p.
392 B

No es posible penetrar dos veces en el mismo


río, (según Heráclito), ni tocar dos veces una
substancia perecedera en un mismo estado, más
ésta, por la fuerza y la velocidad del cambio,
se dispersa y de nuevo se concentra o, mejor
dicho, no de nuevo ni otra vez, sino al_misnuv
tiempo, se concreta y fluye, se avecina y se
aleja.
R eferen cia : G regorio N acianceno, V ersos m orales,
141. Probable alu sión: E pístolas pseudo-heraelíteas, V I /
C fr. Reinhardt, op. eit., p. 207; Gigon, op. cit., p. 106-
107; R am noux, op. eit., p. 212-223; 231-233; M ondolfo,
op. cit., p. 166-178; K irk, op. cit., p. 367-380; K . K e-
rényi, “ M nem osyne” , en D ie G eburt der H ellena (A lb a e
v ig ilia e), Zurich, 1945, p. 95; H ürth, D e G regorii N a-
zianzeni orationibus fu n ebribu s, E strasbu rgo, 1907, p.
57; Spengler, op. eit., p. 124; T . Gom perz, op. cit., p.
97-99; A xelos, op. cit., p. 50-52.

113
92. Plutarco, Sobre los oráculos de la pitonisa,
6 , p. 397 A

(¿No v e s .. . qué gracia tienen los cantos sá-


ficos, que seducen y fascinan a quienes los
escuchan?). La Sibila, por su parte, con frené­
tica boca, (según Heráclito) al hablar de cosas
que no son graciosas ni ornadas ni aromáticas,
llega con su voz a los mil años, por virtud del
dios.
O tra fu en te: Clemente, T apices, I. 70, 30. R eferen ­
cia s : E pístola s pseudo-heraclíteas, V I H ; Jám blico, So­
bre los m isterios, III. 8, C fr. M. P . N ilsson, op. cit.,
p. 365; T . Dem psey, T he D elfic oracle, O xford , 1918,
p. 1 ; A xelos, op, cit., p. 142-143.

93. Plutarco, Sobre los oráculos de la pitonisa,


21, p. 404 D

El príncipe, cuyo es el oráculo de Delfos, ni


dice ni oculta, pero indica.
Otras fu en tes: Jám blico, Sobre los m isterios, III.
15; E pístola a D exip o, en Estobeo, E glogas, II. 2, 5;
Estobeo, F lorilegio, I. 199. R eferen cia : Luciano, Subas­
ta de vidas, 14. C fr. G igon, op. cit., p. 76; Ram noux,
op. cit., p. 302-304; Snell, op. cit., p. 371; G igon, S o-
krates, Berna, 1947, p. 175; A xelos, op. cit., p. 142-143.

114
94. Plutarco, Sobre el exilio, 11 , p. 604 A

El sol no traspasará sus limites; si no, las


Erinias, defensoras de la justicia, volverán-
a encontrarlo.
O tras fu en tes: P lu tarco, Sobre Isis y Osiris, 48;
H ipólito, Refutación de todas las herejías, V I. 26, 1 ;
Jám blico, Protréptico, 2 1 ; Epístolas pseudo-heraclíteas,
I X ; Filodem o, Sobre la piedad, 6 a. C fr . G igon, op. cit.,
p. 86; M ondolfo, op. cit., p. 218-233; 243-244; 248-250;
Philipson, op. cit., p. 180; T . S. G regory, op. cit., p . 36;
K . K erényi, Tóchter der Sonne, Z urich , 1944, p. 3 9 ; A .
D. N ock, Sallustius conceming the gods and the uní-
verse, C am bridge, 1926, p. L i l i ; F . J . D olger, Die Son­
ne der Geríchtigkeit und der Schwarze, M unster, 1919,
p. 99; Spengler, op. cit., p. 143.

95 a. Plutarco, El banquete de los siete sabios,


III, 1,669 A

La ignorancia es mejor ocultarla, (pero esto


resulta difícil en la orgía y ante el vino).

r95 b. Estobeo, Florilegio. I. 175

Ocultar la ignorancia es mejor que sacarla


a relucir.
* • o
O tras fu e n te s: P lu tarco, Sobre cómo debe el adoles­
cente escuchar las obras poéticas, 12; Sobre si la virtud
se pueda enseñar 2 ; Sobre si también se ha de educar
a la mujer, fra g m . X X I I . 1 ; E stobeo, Florilegio, III.
1, 175. C fr . T . S . G regory, op. dt., p . 60.

m
96. Plutarco, El banquete de los siete sabios,
IV, 4, 3, v. 669 A
Los cadáveres han de ser arrojados fuera
más que los excrementos.
Otras fu en tes: E strabón, X V I. 2 6 ; P ólu x, Onomás­
tico, V . 163; Orígenes, C ontra Celso, V . 1 4 ; Juliano,
O raciones, V II, p. 226 c. R eferen cia s: F ilón, S obre la
fu g a y la invención, 61; Plotino, V . 1, 2. Probable alu­
sión : Cicerón, Tusculanas I 104, C fr. Gigon, op. cit.,
p. 133; M acchioro, op. cit., p. 400; F . Copleston, H isto­
ria de la F ilosofía . B arcelona, 1969. I. p. 66.

97. Plutarño, Si la república debe ser gober­


nada por un anciano, 7, v. 787 e

Los perros laaran contra lo que no conocen.


C fr . G igon, op. cit., p. 133; M on dolfo, op. cit., p.
330.

98. Plutarco, Sobre la cara que aparece en el


disco lunar, 28, p. 943 E

Las almas huelen conforme al Hades.


C fr. R einhardt, op. cit., p. 195; M on dolfo, op. cit.,
p . 284-287; Solovine, op. cit., p. 98-99; M arcovich, op.
cit., p. 393-394.

116
99. Plutarco, Si es más útil el agua o el fuego,.
7, p. 957 A

Si no existiera el sol,, por lo que toca a dos


otros astros, habría noche.
O tras fu e n te s: P lu tarco, S obre la fortu n a , 3 ; Clemen­
te, P rotrép tico, 11. R e fe re n cia : M acrobio, Com entario al
“ Sueño de E scip ión ” , I. 20, 3. C fr. R einhardt, op. cit,,
p. 180-182; G igon, op, cit., p. 78-79; F rankel, op. cit.,
p. 326; M ondolfo, op. cit., p. 260-261.

lt)Ó. Plutarco, Cuestiones platónicas, 8, U, p.


1007 D

.. .Períodos, de los cuales es el sol guardián


e intendente, definiendo, juzgando, consagran­
do, estableciendo las transmutaciones y las ho­
ras que todo lo arrastran, (según Heráclito).
R eferen cia : P lu tarco, S obre la caída en desuso de
los oráculos, 12. C fr. M ondolfo, op. cit., p. 220-221.

117
'lO li Plutarco, Contra Colotes, 20, p. 1118 c
l e investigué a mí mismo.
O tras fu en tes: Juliano, O raciones, V I. 185 a ; A r is -
tónim o, en E stobeo, F lorileg io, I I I . 21, 7 ; Suidas, en
el térm ino “ postum os” ; D ión Crisóstom o, 38, 1 ; T a -
ciano, D iscu rso a los g rieg os, 3 ; D iógenes L aercio, IX .
6 ; P ilón, S obre José, 22, 127; P latino, I X . 5. C fr. R ein-
hardt, op. éit., p. 220; G igon, op. cit., p. 111; M ondolfo,
op. cit., p. 260-261; 329; R am noux, op. cit., p. 76; Jae-
g er, op. cit., I, p. 176; W . T h eiler; D ie V orb ereitu n g
des N euplatonism us, B erlín, 1930, p. 5 8 ; Cherniss, op.
cit., p. 333; M azzantini, op . cü ., p . 79-80.

101 a. Polibio, X II, 27,1

(Teniendo nosotros, por naturaleza, algo así


como dos órganos por cuyo medio todo lo ave­
riguamos y muchas cosas hacemos, el oído y la
vista, y siendo la vista en no pequeña medida
más veraz, según Heráclito:) Porque los ojos
son testigos más fieles que los oídos.
C fr. Ram noux, op. cit., p. 217; R . von Scala, Studien
des P olybios, Stu ttgart, 1890, I, p. 88.

118
102.) Porfirio, Cuestiones homéricas, Sobre
IV, 1

Para Dios todas las cosas son bellas, buenas


y justas; pero los hombres a algunas las con­
sideran justas; a otras, injustas.
R eferen cia s: H ipócrates, S obre el régim en , I. 11;
Oleantes, H im no a Z eus, V . 15. C fr. R einhardt, op. eit.,
p. 136-137; R am noux, op, cit., p. 376-377; K irk, op. eit.,
p. 180-183; Frankel, op. eit., p. 243; M ondolfo, op. cit.,
310, 318; J . C hevalier, H istoria d el pensam iento, M a­
drid, 19 5 6 yl. p. 73.

108. Porfirio, Cuestiones homéricas, Sobre


^ ¥ 111^200 '

Común es el principio y el fin en la circunfe­


rencia.
R eferen cia s: H ipócrates, S obre los lu gares en el
hom bre, 1 ; S ob re el régim en , 19; S obre e l alim ento, 9.
C fr. Reinhardt, op. cit., p. 211-212; G igon, op. eit., p.
100; Ram noux, op. eit., p . 123-124; A xelos, op. eit., p.
50.

119
104. Proclo, Comentario al “ Alcibíades I" de
Platón, p. 525, 21 Cousin

¿Cuál, es pues, su inteligencia o su discer­


nimiento? Se dejan persuadir por juglares y
tienen como maestro al vulgo, no comprendien­
do que “ los más son perversos y los buenos,
pocos” .
O tra fu en te: Clemente, Tapices, V . 59, 4. C fr. Gi-
gon , op. cit., p. 17.

105. Escolios homéricos A T.: Sobre la litada,


XVIII, 251

(Héctor tenía un compañero [Polidamas]: la


misma noche habían nacido. De ahí que Herá-
clito llame a Homero) astrólogo, (y también
por aquel pasaje en que éste dice; ninguno de
los hombres logró escapar al destino).
Otra fu en te: E ustacio, Sobre la “ litada” , p. 114,
2, 5. C fr. W . Capelle, “ A lteste Spuren der A strologie
bei dem Griechen” en Hermes, 1925, 60, p . 373-375;
A xelos, op. cit., p. 107.

120
106 a. Plutarco, Camilo, 19

(Sobre los días nefastos, si es preciso consi­


derar a algunos como tales o si con razón Herá-
clito censuró a Hesíodo que a ciertos días los
hacía buenos y a otros desgraciados, como quien
ignora que) la naturaleza de todos los días es
una sola, (en otra parte se ha discutido).

b. Séneca, Cartas, i:2, 7

Un día es igual a otro cualquiera.


C fr. R einhardt, op. cit., p. 177; G igon, op. cit., p.
132-133; K irk , op. cit., p. 157-160; A xelos, op. cit.,
p. 108.

107.) Sexto Empírico, Contra los matemáticos,


J VIL 126

Malos testigos son ojos y oídos para los hom­


bres que tienen almas bárbaras.
Otra fu en te: E stobeo, F lorilegio, III. 4, 54. A lu sión :
Gnom ologio vaticano, 311 S tem . P robable referen cia :
Platón, República, 583 d. C fr. R am noux, op. cit., p . 76;
173-174; 218; A . Liebert, op. cit., p . 11; B . Schw arz,
op. cit., p. 197-198; G. G'alli, D a T álete a l “ M en on e”
di P laton e, T urín , p. 2 7 ; R einhardt, op. cit., p. 213;
F ránkel, op. cit., p. 311-317.

121
il08 . Estobeo, florilegio, 1 , 17i

(De Heráclito:) De todos aquellos cuyas pa­


labras he escuchado, ninguno llegó a esto: a
comprender que la sabiduría está de todas las
cosas separada.
A lu sión : A polon io de T ian a, en E usebio, Prepara­
ción evangélica, IV . 13. C fr. M on dolfo, op. cit,, p. 193-
195; R einhardt, op. dt., p. 20 5 ; G igon, op . cit., p. 138;
R am noux, op. cit., p. 247-249; H eidel, op. cit., p. 704
y s g s .; K irk , op. cit., p. 398-400.

109. (Es igual al fragmento 95).


V éase n ota a B 95.

122
.110 Estobeo, Florilegio, 1, 176

No es mejor para los hombres que se les


pía cuanto desean.
Cfr. Gigon, op. cit., p. 111.

111 Estobeo, Florilegio, 1 ,177

• La enfermedad hace dulce y buena salud; ej


hambre, la hartura; la fatiga, el descanso.
C fr . R efnhardt, op. cit., p. 2 3 7 ; G igon, op. cit.,
1116 M ondolfo, op. cit., p . 273-274.

123
ll^ y Estobeo, Florilegio, 1,178

El entender es la virtud suprema y la sabidu­


ría consiste en decir la verdad y en obrar según
la Naturaleza, conformándose a ella.
C fr. R einhardt, op. cit., p. 233; M ondolfo, op. eit., p.
295; Calogero, op, cit., p. 198; Ram noux, op. cit., p. 294-
295; A xelos, op. cit., p. 117; K irk, op. cit., p. 390; H ei-
del, op. cit., p. 704.

113 Estobeo, Florilegio, 1, 179

Común es a todos el entender.


O tra fu en te: Plotino, V I. 5, 10. C fr. Reinhardt, op.
cit., p. 110; Gigon, op. cit., p. 12; K . Riezler, Parme-
nides, F ra n k fu rt, 1934, p. 23.

124
112}' Estobeo, Florilegio, 1 ,178

El entender es la virtud suprema y la sabidu­


r ía consiste en decir la verdad y en obrar
según
la N a tu r a le z a , conformándose a ella.

C fr. R einhardt, op. dt., p. 233; M on dolfo, op. eit., p.


295; C alogero, op. eit., p. 198; Ram noux, op. cit., p. 294-
295; A xelos, op. dt., p. 117; K irk , op. eit., p. 390; H ei-
del, op. dt., p. 704.

113. Estobeo, Florilegio, 1, 179

Común es a todos el entender.


O tra fu e n te : P lotino, V I. 5, 10. C fr . R einhardt, op.
cit., p. 110; G igon, op. cit., p. 12; K . R iezler, Parme-
nides, F ra n k fu rt, 1934, p. 23.

124
114. Estobeo, Florilegio, 1 ,179

Los que hablan con inteligencia es necesario


que se hagan fuertes en lo que es común a
todos, como la Ciudad en la ley, y aun mucho
más firmemente. Pues todas las leyes humanas
se nutren de la única divina, ya que ésta domina
cuanto quiere y a todas las auxilia y las abarca.
R eferen cia s: Oleantes: H im no a Z eus, 20 y sg s.; P lu ­
tarco, Sobre Isis y O siris, 45, 369 a. C fr. Reinhardt,
op. eit., p. 213; G igon, op. eit., p. 11; M on dolfo, op. eit.,
p. 136-137; 199-204; 316-317; R am noux, op. eit., p. 218;
W . Theiler, op. eit., p. 4 8 ; F . B rentano, V on U rsprung
sittlich er E rken n tn is, H am burgo, 1955, p. 32; J . M illas,
E n sa yos sobre la historia espiritu al de O ccidente, San­
tiago de Chile, 1960, p. 105; O. Spengler, op. cit., p.
148, 154; Jaeger, L a teología de los prim eros filósofos
g rieg os, M éxico, 1952, p. 117; A xelos, op. cit., p. 125-
127.
115 Estobeo, Florilegio, I, 180

El alma tiene un lógos que a sí mismo se


acrece»
A lu sion es: H ipócrates, Epidemias, V I. 5, 1 ; Sobre
el régimen, I. 6. C fr . G igon, op. cit., p . 105; Ram noux,
op. cit., p . 116-121; M on dolfo, op. cit., p. 259-261; H ei-
del, op. cit., p. 700 y s g s .; J . S u sso D elgado, Luces de
Her&clito el Oscuro, L im a, 1958, p. 10.

116. Estobeo, Florilegio, III, 5, 6

A todos los hombres les es dado conocerse a


sí mismos y ser sabios.
C fr . G igon, op. cit., p . 1 6 ; H eidel, op. cit., p. 702;
M on dolfo, op. cit., p. 195; O. Crusius, “ H eraklit und
P in dar” en Bliiter fü r das bayerische gymmasial Schul-
wessen, 49, p . 228; M azzantini, op. cit., p. 80-81.

126
H 7? Estobeo, Florilegio, III. 5, 7

ün hombre, cuando está ebrio, es conducido


por un muchacho impúber, dando tumbos, sin
saber hacia dónde se dirige, pues tiene el alma
húmeda.
C fr . G igon, op. cit., p. 108; M on dolfo, op. cit., p. 273-
274; R am noux, op. cit., p. 9 1 ; T . E r ík -W e b s t e r , op.
cit., p. 11; M azzantini, op. cit., p. 87. '

118. i Estobeo, Florilegio, III. 5, 8

(Resplandor seco: el alma más sabia y exce­


lente). Alma seca: la más sabia y excelente.
O tras fu en tes: P ilón, en E usebio, P rep a ración evan­
gélica, V III. 14; M usonio, X V I I I a ; P lu tarco, S ob re el
com er carne, 1, 6 ; Galeno, E scrito s m en ores, II. 47, 9
M ü ller; H erm ias, S obre e l “ F e d r o ” , p. 27, 28 C ou vreu r;
Clemente, P ed agogo, II. 2, 2, 2 9 ; P o rfirio , S ob re el an­
tro de las n in fa s, 1 1 ; E ustasio, 1411, 3 1 ; P lu tarco,
Róm ulo, 2 8 ; S obre la caída en desuso de los oráculos,
41, 432 f ; A rístid es Quintiliano, II, p. 64, 29 Jahn. C fr.
Gigon, op. cit., p. 110; B u m e t, op. cit., p. 138; R am ­
noux, op. cit., p. 90-91; M ondolfo, op. cit., p. 21 7 ; G.
S ou ry; L a dém onologie de P lu tarqu e, P arís, 1942, p.
163-165; 196; U g o da Como, U m anisti del secóla X V I,
Bolonia, 1928, p. 125-126.

127
119. Estobeo, Florilegio, IV. 40, 23

"(Heráclito dijo que) el temperamento es un


genio para el hombre.
Otras fuentes: Plutarco, C uestiones platónicas, I.
2 ; Alejandro de Afrodisia, S ob re el destino, 6. Referen­
cias: Epicarmo, B 17 Diels; Demócrito B 170 Diels; B
171 Diels; E pístolas pseudo-heraclíteas, IX . Cfr. Snell,
op. eit., p. 363; Axelos, op. eit., p. 192-194; Jaeger, P ai-
deia, I, p. 66; 202; 276.

120. Estrabón, I. 6, p. 3

(Más acertadamente y también más de acuer­


do con Homero, dice Heráclito, mencionando la
Osa, en lugar del círculo ártico:) De la aurora
y el crepúsculo son fronteras la Osa y el lin­
dero del sereno Zeus, que frente a la Osa está.
(Porque el círculo ártico es el límite del occi­
dente y el oriente, y no la O sa).
C fr. Diels, op. eit., p. 45; R einhardt, op. eit., p. 182;
Burnet, op. eit., p. 135; M ondolfo, op. cit., p. 186-187;
M. U ntersteiner, op. cit., p. 111; K. M eister, Die home-
rische Kunstsprache, L eipzig, 1922, p. 205; Solovine,
op. cit., p. 99.

128
^l::IJ l'.'.tlmitón, XV. 25, p. 6U2

Sorbí justo «pie todos los efesios púberes se


«•mIi .iiihiiIii.hi y <l(‘jasen la Ciudad en manos de
‘ 11

Ion impúlioros, pues desterraron a Hermodoro,


el viirmi mAs virtuoso que tenían, diciendo:
Kiiíiv nosotros ni uno solo debe ser más vir­
tuoso; si uo. séalo en otro lugar y entre otras
grillos.
Oli'tift fuentes: D iógenes L aercio, IX . 2 ; C icerón,
T a sm la iiiih, V. 36, 105; Musonio, fra g m . IX , p. 47 H en-
hii; .1OmlilIco, Vida de P itá gora s, 30, 172. R eferen cia s:
I,iii’ ¡oito. Súbanla de vidas, 14; Pseudo D iógenes, E p ís­
tola», :>K, 0 ; ep ís to la s pseudo-heraclíteas, IX . C fr. M on-
(loll'o, «ip. eit., p. 3 1 4 ;.L . K lages, D ie psyeh ologiseh en
ErruiigniH chaften N ietesch es, Leipzig, 1930, p. 116; T.
(•oiiipcrz, op. eit., p. 93-94; O. Spann, G esselch aftsleh re,
Leipzig, 1930, p. 167.

I'¿'i. Suidas, Léxico

(líeráclito usa la palabra) “ acercamiento” .


C fr. G igon, op. eit., p. 113; A xelos, op. eit., p. 69-70.

129
Temistio, Discurso, 5, p. 69

(Según Heráclito,) la Naturaleza gusta de


ocultarse.
Otra fuente: Proclo, Sobre la “República” , II, p.
107, 5. Referencias: Pilón, Cuestiones sobre el “ Géne­
sis” , IV . 1 ; Sobre los sueños, I. 2, 6 ; Sobre las leyes
especiales, IV . 8, 51; Juliano, Oraciones, V II, p. 216 c;
Manilio, IV . 869; Séneca, Cuestiones naturales, V II. 30,
4. Cfr. Gigon, op. cit., p. 101; Jaeger, La teología de
los primeros filósofos griegos, p. 122; Spengler, op. cit.,
p. 112; Axelos, op. cit., p. 117.

124 i Teofrosto, Metafísica, 15, p. 7 a 10 Use­


tter (p. 16 Ross-Fobes)

(También parecería irracional que el cielo


entero y cada una de sus partes estuvieran dis­
puestos según orden y razón, formas, potencias
y períodos, si al principio no hubiera habido
nada semejante sino que, según dice Heráclito,)
el bellísimo Kósmos fuese como basura arro­
jada al azar.
Cfr. Gigon, op. cit., p. 52. Reinhardt, op. cit., p. 223;
Fránkel, op. cit., p. 319; Mondolfo, op. cit., p. 334-336;
J. B. McDiarmid, “ Note on Heraclitus fragment 124”
en American Journal of Philology, 62, p. 492-494; T.
Bergk, Kleine philologische Schriften, II, p. 302; J. D.
García Bacca, “ Heráclito y el indeterminismo” , A so­
mante, III, 2, p. 5-8; Axelos, op. cit., p. 94.

130
r125 Teofrasto, Sobre los torbellinos, 9

Hasta el brebaje se corrompe, al no ser agi­


tado.
Otras fuentes: Alejandro de Afrodisia, Problemas,
III. 42 Usener; Plutarco, Sobre las contradicciones de
los estoicos, 34; Marco Aurelio, IV . 27. Referencia: Lu­
ciano, Subasta de vidas, 14. Cfr. Gigon, op. cit., p. 118;
Ramnoux, op. cit., p. 63; Mondolfo, op. cit., p. 227;
Russo Delgado, op. cit., p. 11; Spengler, op. cit., p. 112;
Axelos, op. cit., p. 102.

125 a Tzetzes, Comentario al "Plutón” de


Aristófanes, 88

(A Plutón lo representa ciego, como carente


de virtud y cómplice de la maldad. Por lo cual
también Heráclito efesio, maldiciendo a los efe-
sios y no bendiciéndolos, d ijo:) ¡No os aban­
done la riqueza, oh efesios, a fin de que, al
obrar perversamente, seáis convictos!
Referencia: Epístolas pseudo-heraclíteas, V III. Cfr.
Axelos, op. cit., p. 151.

126. Tzetzes, Escolios para la exégesis de la


“ Ilíada” , 11, p. 126

Las cosas frías se calientan, ío caliente se


enfría, lo húmedo se seca, lo seco se humedece.
Referencia: Epístolas pseudo-heraclíteas, V . Cfr.
Mondolfo, op. cit., p. 333-336; Ramnoux, op. cit., p. 238;
Snell, op. cit., p. 356 y sgs.

Í3 1
Fragmentos dudosos, falsos y falsificados

126 a. Anatolio, Sobre los diez primeros nú­


meros, p. 36 Heiberg

Según la ley de los tiempos, compútase la sep­


tena por la luna y se divide por las Osas, em­
blemas, ambas, de la inmortal memoria.
Cfr. Diels, Festschrift für T. Gomperz, 1902, p. 10.

126 b. Anónimo, Comentario al “ Teeteto” de


Platón, 7 1 ,12 a, p. 152 E

(Epicarmo, que había seguido a los pitagóri­


cos en algunas otras cosas, concibió un extra­
ordinario raciocinio sobre el crecimiento.
Argumenta según aquello de Heráclito:) De
. diferente manera crece siempre cada cosa ha­
cia aquello que le falta. (Si, por consiguiente,
nada deja, de fluir y de alterar su forma, las
substancias se originan cada vez de diferente
manera, de acuerdo con el incesante flu jo ).
Véase Epicarmo, B 2 Diels. '

132
127j Aristócrito, Teosofía, 69

(El mismo [Heráclito] dijo a los egipcios:)


Si son dioses ¿por qué los lloráis? Y si los llo­
ráis, no debéis de ningún modo considerarlos,
dioses.
Probable referencia: Ion, B 4 Diels, Cfr. Reinhardt,
op. cit., p. 234 y sgs.; Zeller-Mondolfo, op. cit., p. I-II,
p. 316-317, 648; Burnet, op. cit., p. 97, 184; Axelos, op.
cit., p. 138.

128 Aristócrito, Teosofía, 7U

(Que Heráclito, viendo a los griegos rendir


honores a los genios, d ijo :) Invocan a las esta­
tuas de los genios, que no oyen, como si oyeran;
que no dan nada, así como nada piden.
Cfr. Axelos, op. cit., p. 138.

133
''Í29*. Diógenes Laereio, VIII. 6

Pitágoras, hijo de Mnesarco, se dedicó a la


investigación más que todos los demás hom­
bres, y habiendo espigado en dichos escritos,
se confeccionó su propia sabiduría: erudición,
arte de perversidad.
Cfr. Rathmann, Quaestiones pythagoreae, orphioae,
empedooleae, Halle, 1933, p. 93.

130. Gnomologio de los monjes latinos, I. 19


(Cecilio Balbo-Wolfflin p. 18)

No conviene que seas chistoso hasta el punto


de convertirte, tú mismo, en objeto de risa,
(dijo Heráclito).
Cfr. Axelos, op. eü., p. 162.

134
131 Gnomologio Parisiense, n. 209 Stembach

(Heráclito llamaba a) la presunción, regreso


del progreso.
Cfr. Mondolfo, op. cit., p. 278; Axelos, op. cit., p. 162.

132. Gnomologio Vaticano, 748, n. 812, Stem ­


bach

Los honores esclavizan a dioses y hombres.


C fr Axelos, op. cit., p. 162.

133. Gnomologio Vaticano, 748, n. 318, Stem ­


bach

Los hombres malvados son enemigos de los


veraces.
Cfr. Axelos, op. cit., p. 162.

135
1 34 . Gnomologio Vaticano, 7US, n. 31U, Stern-
bach

La educación es otro sol para los educados.


Cfr. Axelos, op. eit., p. 81-82.

135. Gnomologio Vaticano, 7US, n. S15, Stem -


bach

(Decía que) el camino más breve hacia la


fama consiste en hacerse bueno.
Referencia: Jenofonte, Memorables, I. 7, 1.

136 Escolios a Epicteto, p. LXXI, Schenkl

(De Heráclito:) Las almas arrebatadas en


la guerra son más puras qué (las que perecen)
por las enfermedades.
Cfr. Mondolfo, op. eit., p. 277; Axelos, op. eit., p. 150
y sgs.

136
137 Estobeo, Églogas físicas, I. 5, 15, p. 78,
11

(Escribe, pues:) Ya que las cosas están ente­


ramente sujetas a la fatalidad...
Cfr. Mondolfo, op. cit., p. 257.

1387 Códice Parisiense 1630, Siglo X IV , folio


191

(Del filósofo Heráclito, sobre la vida:) Qué


sendero de vida tiene uno que seguir, etcétera.
Véase Anthologia Palatina, IX . 359; Estobeo, IV .
34, 57 (Posidipo, Epigramas, 21, p. 79 Schott).

139. Catálogo de los códices de astrólogos


griegos, IV. 32, V I I 106

(Del filósofo Heráclito:) Ya que, dicen al­


gunos, los astros rigen los principios. . . hasta
que su hacedor lo desee.
Cfr. Th. H. Martin, Edición de Theon de Esmirna,
París, 1849, p. 379, 413.

137
IN D IC E

Introducción .................................................................... 5

Testimonios .................................................................... 15

Fragmentos...................................................................... 61
ESTE LIBRO SE TERMINO D
IM PRIM IR EL DIA 30 DE MAYO
DEL AÑO M IL NOVECIENTOS
S E T E N T A Y DOS, E N L A S
PRENSAS VENEZOLANAS DB
EDITORIAL ARTE, EN LA
CIUDAD DE CARACAS

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