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En general, las polémicas en torno a este obispo de Roma, que gobernó la Iglesia del 6
de junio de 1846 al 7 de febrero de 1878, son fruto de posiciones ideológicas o de
interpretaciones de vicisitudes extrapoladas de su contexto histórico. Con el objetivo de
ofrecer una contribución lo más objetiva posible en el esclarecimiento de esta figura
histórica, que falleció hace 122 años, Zenit ha realizado una investigación en la que se
analizan las principales acusaciones lanzadas (y a veces vociferadas) contra Pío IX.
Algunos críticos acusan hoy a Pío IX de haber sido un Papa-Rey, autoritario y brutal.
Las crónicas, sin embargo, lo recuerdan como un pontífice justo y bueno con sus
súbditos. Lo demuestran algunos hechos.
Los impuestos pagados en aquella época en el Estado Pontificio eran la mitad de los que
se exigían en Francia e incluso un cuarto de los que se pagaban en Inglaterra.
Se acusa a Pío IX de ir contra el progreso, sin embargo, en una época en la que viajar en
tren era un privilegio para pocos, hizo construir cuatrocientos kilómetros de ferrocarril,
emprendió grandes obras públicas, como la aspiración de los terrenos cenagosos de
Ostia y Ferrara, bonificó y promovió la agricultura, amplió los principales puertos que
se asoman al mar Adriático, promovió desde 1847 la iluminación con gas, dio un
impulso decisivo a las excavaciones arqueológicos y a las obras de restauración. Bajo su
gobierno, Roma tenía un hospital por cada 9 mil habitantes, mientras que Londres, que
entonces se encontraba en la cumbre del Imperio, tenía uno por 40 mil habitantes. Roma
disponía de un instituto de beneficencia por cada 2.700 habitantes; Londres uno por
cada 7 mil. Entre 1850 y 1870, Pío IX promovió jardines de infancia, dormitorios para
las personas sin techo, hornos que vendían pan a precios muy bajos para los indigentes,
casas populares, dispensarios médicos gratuitos para los pobres. A partir del 15 de
marzo de 1847, Pío IX promulgó en Roma una amplia libertad de prensa, como nunca
antes se había visto en un Estado italiano.
Los historiadores, incluso los que no comparten sus ideas, hablan de él como un
pontífice bueno y caritativo.
En su testamento pidió «no gastar más de 400 escudos para su tumba». Siendo Papa se
adeudó personalmente para ayudar a la población romana castigada por una epidemia de
cólera. Tras la victoria de las tropas pontificias en Mentana, se encontró con los
prisioneros de las tropas de Giuseppe Garibaldi (1807-1882), el general italiano que
desempeñó un papel decisivo en la unificación de Italia y conquista de los Estados
Pontificios, les ofreció vestidos y les devolvió la libertad.
De familia noble, Giovanni Mastai-Ferretti utilizó todos sus haberes para la caridad. La
población era bien consciente de su sensibilidad y, por este motivo, se dirigía a él para
pedir ayuda. Por su bondad, era llamado «Papa angélico». (ZS00092203)
CIUDAD DEL VATICANO, 22 sep (ZENIT.org).- Hoy se dice que Pío IX fue enemigo
de los judíos, una acusa que la Iglesia rechaza, pues como ha confirmado José Saraiva
Martins, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, «precisamente a Pío
IX se debe la liberación de los judíos de Roma, el 17 de abril de 1848».
«La noche de Pascua, por orden del Papa, se echaron por tierra las puertas del ghetto de
Roma, con una medida que se adelantó al resto de las legislaciones europeas. El mismo
Pío IX decretó la abolición de indignos y humillantes cumplimientos, que gracias a él
dejaron de ser considerados como extranjeros en Italia. Hizo concesiones notables a los
judíos. Los hizo partícipes de las limosnas papales y los liberó del tributo que todos los
años, con un humillante cortejo, debían llevar al Capitolio».
Testimonios judíos
Los judíos dieron gracias por todo ello. En signo de gratitud, un judío de Livorno, al
morir, dejó al Papa 30 mil escudos, que él entregó a los pobres del ghetto de Roma.
Atestigua también a favor de Pío IX el salmo escrito por Mosè Israel Kazzam, rabino
jefe de la Universidad israelita de Roma, escrito en Roma en 1847 (cf. Zenit del 27
julio, ZS00072705).
El himno y otros dos documentos editados por judíos de esa misma comunidad han sido
republicados por «Il Nuovo Diario- Il messaggero», semanario de Ímola. En estos tres
documentos, se puede ver cómo el rabino jefe de Lugo de Romagna, Elia Gallico,
compuso el 26 de junio de 1846 un himno con motivo de la elección de Mastai-Ferretti
a la sede de Pedro. El segundo documento es un retrato poético de Pío IX escrito por
Moisè Leone Finzi de Ferrara. El tercer documento es el himno que acabamos de citar.
Se trata de documentos interesantes que muestran el gran cariño que sentían los judíos
por Pío IX. No se han encontrado documentos semejantes con motivo de la elección de
otros papas.
Algunas de las críticas de antisemitismo lanzadas contra Pío IX se basan en una frase,
sacada de contexto, en la que decía: «Los judíos eran hijos de Dios, pero se convirtieron
en perros por su dureza de corazón».
Entrevistado sobre el sentido de esta cita por Zenit, monseñor Brunero Gherardini,
postulador de la causa de beatificación, ha explicado que «ya después de la muerte de
Pío IX, los enemigos de la Iglesia trataron de hacer especulaciones con esta frase,
aislando del contexto y sin tener en cuenta la referencia evangélica. Por este motivo,
nunca fue interpretada por los historiadores serios como una ataque contra los judíos, y
de hecho no se menciona en los 12 volúmenes de la "positio", es decir, la relación en la
que se pide la beatificación. En el proceso de beatificación de Pío IX, el defensor de la
fe, conocido con el nombre de "abogado del Diablo", planteó 13 oposiciones a la causa
sobre cuestiones específicas, pero ninguna de estas refería la frase. Esta frase no aparece
ni siquiera en la deposición de los testigos».
Según monseñor Gherardini, la frase incriminada tiene que ser interpretada también en
el contexto de la época. Pío IX, «al hablar de los ataques violentos incluso amenazaban
a su persona, pretendía reflexionar sobre aquellos a quienes él trató cómo hijos y que se
comportaron como perros. Lo dijo con la esperanza de que volvieran a ser hijos».
Por otra parte, diferentes escritores judíos han hablado sin hostilidad de Pío IX.
Abraham Berliner, por ejemplo, en su «Historia de los judíos de Roma» («Storia degli
ebrei di Roma», Rusconi 1992), escribe que Pío IX era benévolo con los judíos. Nada
más ser elegido, «pensó también en los inocentes del ghetto, en los judíos que allí vivían
como en una prisión, y dispuso que aquellos que se encontraban en restricciones
económicas recibieran las ayudas con las que dio algo de alegría a los pobres de Roma».
El caso Mortara
Otro de los motivos por los que se ha acusado a Pío XII de estar contra los judíos se
debe al caso de Edgardo Mortara. Es la historia de un niño que nació en el seno de una
familia judía pero que fue bautizado en circunstancias extremas --estaba a punto de
morir-- por una persona, sin que lo supieran sus padres. El niño se salvó, pero surgió la
pregunta: ¿es posible no educar en la fe a un bautizado? Se trataba de un interrogante
dramático en aquella época. Al final, el Papa decidió asignar la educación del niño a
instituciones de la Iglesia, quitando la patria potestad a sus padres. Se trata
indudablemente de una decisión polémica, que hay que comprender en su contexto
histórico. Por este motivo, en lugar de entrar en disquisiciones, Zenit ha preferido que
sea la misma historia la que hable y ha traducido al inglés la deposición que presentó
Edgardo Mortara, después de la muerte del Papa, en el proceso de su causa de
beatificación. El texto en inglés puede consultarse en:
http://www.zenit.org/english/archive/0009/ZE000920.html
Entre las diferentes pruebas de benevolencia de Pío IX, en nuestra investigación hemos
constatado su decisión de entregar 300 escudos a familias judías pobres y el
ofrecimiento de un subsidio de 60 escudos establecido para las familias cristianas con
doce hijos.
Durante la epidemia de cólera que flageló Roma en 1868, Pío IX dispuso particulares
ayudas para los judíos afectados y asignó once medallas de plata a los médicos judíos
que se habían caracterizado por su abnegación.
Las aperturas introducidas por Pío IX hacia los judíos fueron tales que, en el Consejo de
Administración del Banco del Estado Pontificio, una de las figuras de relieve fue el
señor Emanuele Alatri, exponente de la comunidad judía. (ZS00092204)
El Papa Juan XXIII fue de hecho el mayor devoto de Pío IX y se inspiró en él a la hora
de convocar e inaugurar el Concilio Vaticano II. Juan XXIII expresó públicamente el
deseo explícito de beatificar a Pío IX a finales del Vaticano II.
En 1959, el Papa Juan XXIII escribió a monseñor Giuseppe Angrisani, obispo de Casale
Monferrato, al final de los ejercicios espirituales que éste último había predicado en el
Vaticano: «Siempre me acuerdo de Pío IX, de santa y gloriosa memoria; e imitándole en
sus sacrificios, quisiera ser digno de celebrar su canonización».
El 12 de enero de 1959, cuatro meses antes desde su elección como Papa, el cardenal
Angelo Roncalli envió una nota a monseñor Alberto Canestri, que entonces era
postulador de la causa de beatificación de Pío IX, en la que escribía: «Humilde pero
fervorosamente bendigo a su persona y me sentiría muy contento de recibirle en
audiencia, y le aliento en su santa empresa que me interesa mucho, la glorificación de
Pío IX».
El Papa Roncalli no se cansó nunca de indicar a Pío IX como ejemplo: «Oh grande Pío
IX --dijo al inicio del Concilio Vaticano II--, amable y fuerte, custodio inflexible de la
verdad y previdente apóstol de los tiempos modernos! ¡Qué ejemplo sigue dándonos de
auténtica grandeza, de constancia tenaz, de luminosa prudencia, de consuelo y aliento
en nuestras humildes pero generosas empresas!» («Discorsi, messaggi, colloqui del
santo padre Giovanni XXIII», Tipografia poliglotta Vaticana, Città del Vaticano 1960-
1967, vol. I pp. 9-10). (ZS00092206)