Está en la página 1de 6

La verdad sobre el Beato Papa Pio XI

La Iglesia no teme la verdad. Tampoco en este caso...

Pío IX, ¿un Papa autoritario y brutal?

Vivía en pobreza y fue un pontífice de gran popularidad.

CIUDAD DEL VATICANO, 22 sep (ZENIT.org).- La beatificación del Papa Pío IX


(Giovanni Mastai-Ferretti 1792-1878), el pasado 3 de septiembre, ha sido una de las
más polémicas de la historia. Juan Pablo II, en la ceremonia, reconoció que ha sido «un
Papa muy querido y también muy calumniado».

En general, las polémicas en torno a este obispo de Roma, que gobernó la Iglesia del 6
de junio de 1846 al 7 de febrero de 1878, son fruto de posiciones ideológicas o de
interpretaciones de vicisitudes extrapoladas de su contexto histórico. Con el objetivo de
ofrecer una contribución lo más objetiva posible en el esclarecimiento de esta figura
histórica, que falleció hace 122 años, Zenit ha realizado una investigación en la que se
analizan las principales acusaciones lanzadas (y a veces vociferadas) contra Pío IX.

Lo hacemos en el contexto que delimitó el mismo Juan Pablo II en la ceremonia de


beatificación de este pontífice: «La santidad vive en la historia y todo santo no está
exento de los límites y condiciones propios de nuestra humanidad. Al beatificar a uno
de sus hijos, la Iglesia no celebra particulares opciones históricas realizadas por él, más
bien lo propone a la imitación y a la veneración por sus virtudes, para alabanza de la
gracia divina que en ellas resplandece».

Algunos críticos acusan hoy a Pío IX de haber sido un Papa-Rey, autoritario y brutal.
Las crónicas, sin embargo, lo recuerdan como un pontífice justo y bueno con sus
súbditos. Lo demuestran algunos hechos.

Los impuestos pagados en aquella época en el Estado Pontificio eran la mitad de los que
se exigían en Francia e incluso un cuarto de los que se pagaban en Inglaterra.

Se acusa a Pío IX de ir contra el progreso, sin embargo, en una época en la que viajar en
tren era un privilegio para pocos, hizo construir cuatrocientos kilómetros de ferrocarril,
emprendió grandes obras públicas, como la aspiración de los terrenos cenagosos de
Ostia y Ferrara, bonificó y promovió la agricultura, amplió los principales puertos que
se asoman al mar Adriático, promovió desde 1847 la iluminación con gas, dio un
impulso decisivo a las excavaciones arqueológicos y a las obras de restauración. Bajo su
gobierno, Roma tenía un hospital por cada 9 mil habitantes, mientras que Londres, que
entonces se encontraba en la cumbre del Imperio, tenía uno por 40 mil habitantes. Roma
disponía de un instituto de beneficencia por cada 2.700 habitantes; Londres uno por
cada 7 mil. Entre 1850 y 1870, Pío IX promovió jardines de infancia, dormitorios para
las personas sin techo, hornos que vendían pan a precios muy bajos para los indigentes,
casas populares, dispensarios médicos gratuitos para los pobres. A partir del 15 de
marzo de 1847, Pío IX promulgó en Roma una amplia libertad de prensa, como nunca
antes se había visto en un Estado italiano.
Los historiadores, incluso los que no comparten sus ideas, hablan de él como un
pontífice bueno y caritativo.

Cuando era un joven sacerdote, Giovanni Mastai-Ferretti pasó muchos años en el


orfelinato romano de Tata Giovanni, centro de formación profesional para muchachos
abandonados. Como obispo de Spoleto, más tarde, tras el terremoto que flageló la
diócesis, intervino para reconstruir 328 casas, monasterios y conventos. Siendo obispo
de Ímola, Para ayudar a los pobres, vendió la cubertería de plata de la diócesis. Vivió
siempre en pobreza, incluso cuando fue elegido Papa, que en aquella época era también
monarca de los territorios pontificios: redujo el número de sus cortesanos, vendió la
mayor parte de sus caballos, hizo disminuir el precio del pan y de la sal, promovió obras
públicas para los desempleados, logró que los gastos diarios para comida no superaran
nunca las cinco liras. El 17 de julio de 1846 concedió la amnistía para los delitos
políticos, liberando a 1.643 encarcelados, muchos de los cuales habían cometido
atentados contra la Iglesia. Sacó de la cárcel a muchos prisioneros por deudas pagando
con su bolsillo a los acreedores.

Como el mismo Papa recordó el día de la beatificación y al día siguiente, en Roma se le


recuerda por su cercanía a la gente: le gustaba predicar en las parroquias, administrar los
sacramentos en las iglesias y en los hospitales, encontrarse con los pobres y necesitados
vestido de cura sin ningún tipo de etiqueta.

En su testamento pidió «no gastar más de 400 escudos para su tumba». Siendo Papa se
adeudó personalmente para ayudar a la población romana castigada por una epidemia de
cólera. Tras la victoria de las tropas pontificias en Mentana, se encontró con los
prisioneros de las tropas de Giuseppe Garibaldi (1807-1882), el general italiano que
desempeñó un papel decisivo en la unificación de Italia y conquista de los Estados
Pontificios, les ofreció vestidos y les devolvió la libertad.

De familia noble, Giovanni Mastai-Ferretti utilizó todos sus haberes para la caridad. La
población era bien consciente de su sensibilidad y, por este motivo, se dirigía a él para
pedir ayuda. Por su bondad, era llamado «Papa angélico». (ZS00092203)

Pío IX, ¿enemigo de los judíos?


Hablan los documentos históricos

CIUDAD DEL VATICANO, 22 sep (ZENIT.org).- Hoy se dice que Pío IX fue enemigo
de los judíos, una acusa que la Iglesia rechaza, pues como ha confirmado José Saraiva
Martins, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, «precisamente a Pío
IX se debe la liberación de los judíos de Roma, el 17 de abril de 1848».

«La noche de Pascua, por orden del Papa, se echaron por tierra las puertas del ghetto de
Roma, con una medida que se adelantó al resto de las legislaciones europeas. El mismo
Pío IX decretó la abolición de indignos y humillantes cumplimientos, que gracias a él
dejaron de ser considerados como extranjeros en Italia. Hizo concesiones notables a los
judíos. Los hizo partícipes de las limosnas papales y los liberó del tributo que todos los
años, con un humillante cortejo, debían llevar al Capitolio».
Testimonios judíos

Los judíos dieron gracias por todo ello. En signo de gratitud, un judío de Livorno, al
morir, dejó al Papa 30 mil escudos, que él entregó a los pobres del ghetto de Roma.

El 21 de septiembre de 1858, las autoridades religiosas judías de Alemania enviaron un


mensaje al Vaticano en el que se escribía: «El nombre de Pío IX nos causa respeto y
amor, pues conocemos los beneficios que desde el principio de tu reino has ofrecido a
nuestros hermanos».

Atestigua también a favor de Pío IX el salmo escrito por Mosè Israel Kazzam, rabino
jefe de la Universidad israelita de Roma, escrito en Roma en 1847 (cf. Zenit del 27
julio, ZS00072705).

La comunidad judía de Lugo, en la provincia italiana de Romagna, con motivo de la


visita de Pío IX en el verano de 1857 escribió y publicó un himno bilingüe en italiano-
hebreo, en el que se decía: «A él le corresponde su nombre; pues es justo en sus
caminos, Pío en sus obras... También los hijos de Israel que viven a su sombra, se
alegran con su llegada, se regocijan pues también por ellos se conmovieron sus
entrañas; dirigió sus ojos al resto de Jacob».

El himno y otros dos documentos editados por judíos de esa misma comunidad han sido
republicados por «Il Nuovo Diario- Il messaggero», semanario de Ímola. En estos tres
documentos, se puede ver cómo el rabino jefe de Lugo de Romagna, Elia Gallico,
compuso el 26 de junio de 1846 un himno con motivo de la elección de Mastai-Ferretti
a la sede de Pedro. El segundo documento es un retrato poético de Pío IX escrito por
Moisè Leone Finzi de Ferrara. El tercer documento es el himno que acabamos de citar.

Se trata de documentos interesantes que muestran el gran cariño que sentían los judíos
por Pío IX. No se han encontrado documentos semejantes con motivo de la elección de
otros papas.

Una afirmación distorsionada

Algunas de las críticas de antisemitismo lanzadas contra Pío IX se basan en una frase,
sacada de contexto, en la que decía: «Los judíos eran hijos de Dios, pero se convirtieron
en perros por su dureza de corazón».

Para comprender la afirmación, nos hemos remontado al texto original. El 24 de agosto


de 1871, un mes antes de que las tropas de los Saboya conquistaran el Estado vaticano,
Pío IX se encontró con la Pía Unión de las Mujeres Católicas, a quienes dijo: «Cuando
nuestra fe triunfe ante los ataques de éstos, nuestros enemigos, entonces ciertamente
tendrá lugar la liberación. Os recomiendo en especial a vosotras, Pías Mujeres, que
tengáis esta fe y que, según vuestra fe, trabajéis incansablemente con confianza y fervor,
como ya veo que hacéis, y no abandonéis nunca la oración».

«Recordad el ejemplo de la Cananea (Mateo 15, 21-28) --continuó diciendo el


pontífice--. La Cananea era una mujer buena, aunque gentil. Pidió a Jesucristo la gracia
de la liberación de su hijita, poseída por el demonio que la vejaba. Pero Jesucristo no la
escuchó y, al final, como indignado, respondió que no era conveniente tomar el pan de
los hijos y dárselo a los perros. "Sí --decía la mujer--; tú has venido para dar el pan
también a los perros; pues incluso los mismos perros recogen las migas que caen de la
mesa de sus amos". Entonces Jesús se dio la vuelta e hizo una apología de aquella buena
mujer y alabó su fe, y la consoló con la gracia liberando a su hijita. De este modo, dejó
de ser perro, para convertirse también ella en hija. Pues bien, los judíos, que eran hijos
en la casa de Dios, por su dureza e incredulidad, se convirtieron en perros. Y hay
muchos de estos perros hoy día en Roma y escuchamos cómo ladran por todas las
calles, y nos están molestando en todo lugar. Esperamos que vuelvan a ser hijos.
Nosotros, mientras tanto, imitemos la humildad y la constancia de la Cananea y no
dudéis que, si se hizo digna de las misericordias de Dios ella, que era gentil, nosotros
también seremos dignos, pues somos hijos de Dios (Discursos del Sumo Pontífice Pío
IX pronunciados en el Vaticano a los fieles de Roma y del Orbe: desde el inicio de su
cautiverio hasta el presente/ recogidos por primera vez y publicados por Pasquale De
Franciscis. -- Roma : Tip. G. Aurelj, 1872. 535 p. ; 20 cm.)

Entrevistado sobre el sentido de esta cita por Zenit, monseñor Brunero Gherardini,
postulador de la causa de beatificación, ha explicado que «ya después de la muerte de
Pío IX, los enemigos de la Iglesia trataron de hacer especulaciones con esta frase,
aislando del contexto y sin tener en cuenta la referencia evangélica. Por este motivo,
nunca fue interpretada por los historiadores serios como una ataque contra los judíos, y
de hecho no se menciona en los 12 volúmenes de la "positio", es decir, la relación en la
que se pide la beatificación. En el proceso de beatificación de Pío IX, el defensor de la
fe, conocido con el nombre de "abogado del Diablo", planteó 13 oposiciones a la causa
sobre cuestiones específicas, pero ninguna de estas refería la frase. Esta frase no aparece
ni siquiera en la deposición de los testigos».

Según monseñor Gherardini, la frase incriminada tiene que ser interpretada también en
el contexto de la época. Pío IX, «al hablar de los ataques violentos incluso amenazaban
a su persona, pretendía reflexionar sobre aquellos a quienes él trató cómo hijos y que se
comportaron como perros. Lo dijo con la esperanza de que volvieran a ser hijos».

Por otra parte, diferentes escritores judíos han hablado sin hostilidad de Pío IX.
Abraham Berliner, por ejemplo, en su «Historia de los judíos de Roma» («Storia degli
ebrei di Roma», Rusconi 1992), escribe que Pío IX era benévolo con los judíos. Nada
más ser elegido, «pensó también en los inocentes del ghetto, en los judíos que allí vivían
como en una prisión, y dispuso que aquellos que se encontraban en restricciones
económicas recibieran las ayudas con las que dio algo de alegría a los pobres de Roma».

El caso Mortara

Otro de los motivos por los que se ha acusado a Pío XII de estar contra los judíos se
debe al caso de Edgardo Mortara. Es la historia de un niño que nació en el seno de una
familia judía pero que fue bautizado en circunstancias extremas --estaba a punto de
morir-- por una persona, sin que lo supieran sus padres. El niño se salvó, pero surgió la
pregunta: ¿es posible no educar en la fe a un bautizado? Se trataba de un interrogante
dramático en aquella época. Al final, el Papa decidió asignar la educación del niño a
instituciones de la Iglesia, quitando la patria potestad a sus padres. Se trata
indudablemente de una decisión polémica, que hay que comprender en su contexto
histórico. Por este motivo, en lugar de entrar en disquisiciones, Zenit ha preferido que
sea la misma historia la que hable y ha traducido al inglés la deposición que presentó
Edgardo Mortara, después de la muerte del Papa, en el proceso de su causa de
beatificación. El texto en inglés puede consultarse en:

http://www.zenit.org/english/archive/0009/ZE000920.html

Como se puede ver, al final de la misma, Mortara reconoce claramente la santidad de


vida del pontífice. Es lógico que su testimonio fue decisivo para que la Santa Sede y el
Papa aprobaran su beatificación.

Gestos de benevolencia a favor de los judíos

Entre las diferentes pruebas de benevolencia de Pío IX, en nuestra investigación hemos
constatado su decisión de entregar 300 escudos a familias judías pobres y el
ofrecimiento de un subsidio de 60 escudos establecido para las familias cristianas con
doce hijos.

Durante la epidemia de cólera que flageló Roma en 1868, Pío IX dispuso particulares
ayudas para los judíos afectados y asignó once medallas de plata a los médicos judíos
que se habían caracterizado por su abnegación.

Las aperturas introducidas por Pío IX hacia los judíos fueron tales que, en el Consejo de
Administración del Banco del Estado Pontificio, una de las figuras de relieve fue el
señor Emanuele Alatri, exponente de la comunidad judía. (ZS00092204)

Pío IX y Juan XXIII, ¿dos Papas contrapuestos?


El sueño del Papa bueno era beatificar a quien convocó el Vaticano I

CIUDAD DEL VATICANO, 22 sep (ZENIT.org).- El intento de contraponer la


beatificación de los dos Papas, Juan XXIII y Pío IX, por considerar que tenían dos
concepciones diferentes de la Iglesia ha sido totalmente desmentida por los hechos.

Describir a los dos pontífices como el bueno y el malo, el moderno y el antimoderno, el


progresista y el retrógrado, parece obedecer más a las leyes del periodismo
sensacionalista que a los criterios de análisis serio histórico.

El Papa Juan XXIII fue de hecho el mayor devoto de Pío IX y se inspiró en él a la hora
de convocar e inaugurar el Concilio Vaticano II. Juan XXIII expresó públicamente el
deseo explícito de beatificar a Pío IX a finales del Vaticano II.

En 1959, el Papa Juan XXIII escribió a monseñor Giuseppe Angrisani, obispo de Casale
Monferrato, al final de los ejercicios espirituales que éste último había predicado en el
Vaticano: «Siempre me acuerdo de Pío IX, de santa y gloriosa memoria; e imitándole en
sus sacrificios, quisiera ser digno de celebrar su canonización».

El 12 de enero de 1959, cuatro meses antes desde su elección como Papa, el cardenal
Angelo Roncalli envió una nota a monseñor Alberto Canestri, que entonces era
postulador de la causa de beatificación de Pío IX, en la que escribía: «Humilde pero
fervorosamente bendigo a su persona y me sentiría muy contento de recibirle en
audiencia, y le aliento en su santa empresa que me interesa mucho, la glorificación de
Pío IX».

El 22 de agosto de 1962, en audiencia pública, al recordar la fiesta del Corazón


Inmaculado de María, Juan XIII, hablando de Pío IX, dijo: «Figura excelsa y noble de
pastor, del que se escribió acercándole a la imagen de nuestro Señor Jesucristo, nadie
como él fue tan amado y tan odiado al mismo tiempo. Pero sus empresas, su dedicación
a la Iglesia brillan hoy más que nunca; la admiración es unánime. Que el Señor me
conceda el gran don de poder decretar los honores del altar durante la celebración del
XXI Concilio Ecuménico para aquel que convocó y celebró el XX, el Vaticano I »
(«Discorsi, messaggi, colloqui del santo padre Giovanni XXIII», Tipografia poliglotta
Vaticana, Città del Vaticano 1960-1967, vol. IV p.849)

El 8 de diciembre de 1960, Juan XXIII se presentó a sí mismo como un imitador de Pío


IX con estas palabras: «¡Su figura se eleva ante nosotros y nos guía! Nos propone el
camino justo y nosotros, con la ayuda de Dios, queremos imitarle y le imitaremos
siguiendo en nuestro ministerio apostólico: con calma, con mansedumbre, con paciencia
inexpugnable, con seguridad, ardor y con la esperanza de la victoria espiritual,
independientemente de lo que suceda» («Discorsi, messaggi,
colloqui del santo padre Giovanni XXIII», Tipografia poliglotta Vaticana, Città del
Vaticano 1960-1967,volume III p.77).

A diferencia de lo que afirman quienes contraponen el Concilio Vaticano II al Vaticano


I, Juan XXIII era un gran defensor del Concilio Vaticano I.

El 24 de noviembre de 1960, comentando las actas del primer Sínodo diocesano


romano, Juan XIII, que pronto cumpliría los ochenta años, dijo: «En este día, sintiendo
alrededor de nuestra humilde persona el eco de tantas buenas palabras de auspicio para
que se prolongue la vida que el Señor nos ha concedido, pensemos en nuestro venerado
predecesor, Pío IX, de gloriosísima y santa memoria, que precisamente a nuestra edad,
al terminar su 79 año de vida, como nos sucede ahora, se preparó para la apertura
inmediata del Concilio Vaticano I, que tanto beneficio debería aportar a la Iglesia en el
mundo entero a nivel espiritual y pastoral» («Discorsi, messaggi, colloqui del santo
padre Giovanni XXIII», Tipografia poliglotta Vaticana, Città del Vaticano 1960-1967,
vol. III pp. 50-51).

El Papa Roncalli no se cansó nunca de indicar a Pío IX como ejemplo: «Oh grande Pío
IX --dijo al inicio del Concilio Vaticano II--, amable y fuerte, custodio inflexible de la
verdad y previdente apóstol de los tiempos modernos! ¡Qué ejemplo sigue dándonos de
auténtica grandeza, de constancia tenaz, de luminosa prudencia, de consuelo y aliento
en nuestras humildes pero generosas empresas!» («Discorsi, messaggi, colloqui del
santo padre Giovanni XXIII», Tipografia poliglotta Vaticana, Città del Vaticano 1960-
1967, vol. I pp. 9-10). (ZS00092206)

También podría gustarte