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La otra mitad del acorazado rasga mientras cae, la barrera cinética del destructor insignia
Caesar, pasando peligrosamente cerca de la cubierta de mando. La tripulación de la nave se
sacude violentamente, pero mantienen su posición y en la sala de mando las caras de
preocupación se relajan en silencio; el único hombre que mira férreo el punto donde cayó el
resto del acorazado es el comodoro Ahmed quien dirige su mirada al capitán y se pregunta
dónde quedaron los días en los que los capitanes eran hombres y mujeres curtidas por la
experiencia, y no niños recién salidos de la academia. Después recuerda las imágenes de
Terranova y el sistema Anduin siendo consumidos por La oscuridad y la respuesta se
vuelve tan obvia que le molesta pensarla.
El discurso del capitán no pretende inundar los corazones de la tripulación de ningún tipo
de esperanza o aliento, ellos saben que es una elegía al tiempo en que los humanos
alcanzaron los rincones más oscuros de las estrellas. El comodoro Ahmed vuele a mirar al
capitán y reconsidera su opinión sobre él. – Es un niño todavía… pero ojalá y hubiéramos
tenido más niños como este. Quizás ahora las cosas serían diferentes- Se dice a sí mismo
mientras el Caesar deja atrás los restos del acorazado estrellado en suelo. Entre los
escombros del siniestro, el reactor de antimateria dañado finalmente se desestabiliza y todo
soldado, hombre, mujer y niño se combustionan en un radio de 20 kilómetros a la redonda.
La explosión se une a las muchas que destellan en la atmosfera del planeta y la onda
expansiva sacude ligeramente al Caesar mientras mantiene su curso hacia el centro imperial
de Tarsia.
Apostada sobre el palacio imperial se encuentra la nave más grande que la humanidad ha
visto jamás. Diez kilómetros de monstruosidad disparan sin piedad a las valientes naves del
protectorado que contratacan sin siquiera debilitar los escudos de la Nyx Aeternam,
cayendo como moscas al ser golpeadas por las baterías laterales de artillería. Una de las
fragatas que intervienen en el ataque es fijada por el arma principal del prototipo y con
lentitud comienza a maniobrar tratando de evitar encontrarse con su destino. Un haz de luz
proyectado desde la punta de la Nyx Aeternam se impacta contra costado de la fragata
convirtiéndola en un gigantesco trozo de metal fundido. La firma energética del evento
reinicia momentáneamente los sistemas de todas las naves en el sector.
El haz de luz envuelve la barrera ondulante de los escudos que rodean al Caesar, pero la
tripulación sufre los estragos de la oscuridad más profunda del universo. Todos y cada uno
de ellos sienten la voracidad del vacío recorrer cada rincón de sus cuerpos imbuyéndolos de
un terror tan viejo como el mismo cosmos. Los escudos resistieron, no así toda la
tripulación. Muchos de ellos pierden la cordura y su cuerpo simplemente se rinde ante la
revelación que atestiguaron gracias a la protección de los escudos. En la cabina de mando,
el capitán ha muerto.
-¡Informe de daños!
-Sistemas críticos comodoro. Hemos perdido la bahía médica y nuestro arsenal quedó
inutilizado.
-¿Qué hay del reactor?
-Estable, pero insuficiente para alimentar las contramedidas
-¿El motor de hipervuelo sigue funcional?
-Sí comodoro, pero no habrá tiempo suficiente para llevar a la Caesar a distancia segura de
despegue.
-No saldremos de este planeta, pero esa nave tampoco.
-¿Señor?
-Demostrémosle a esa nave el significado literal de “Nyx Aternam”.