Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
NOCIONES GENERALES
Capítulo IV: RITO PARA ADMINISTRAR LOS SACRAMENTOS A UN ENFERMO QUE ESTÁ EN
PELIGO PRÓXIMO DE MUERTE
CONSTITUCION APOSTOLICA
SOBRE EL SACRAMENTO DE LA UNCION
DE LOS ENFERMOS
Pablo, Obispo,
Siervo de los Siervos de Dios
para perpetua memoria
La Sagrada Unción de los enfermos, tal como lo reconoce y enseña la Iglesia Católica, es uno de los
siete sacramentos del Nuevo Testamento, instituido por Jesucristo Nuestro Señor, "esbozado ya en el
Evangelio de Marcos (Me. 6,13) recomendado a los fieles y promulgado por el Apóstol Santiago,
hermano del Señor. ¿Está enfermo -dice él- alguno de ustedes? Llamad a los presbíteros de la
Iglesia, y que oren sobre él y lo unjan con el óleo en el nombre del Señor y la oración de la fe salvará
al enfermo y el Señor lo aliviará y los pecados que hubiere cometido le serán perdonados". (Sant. 5,
14-15) (1).
Testimonios sobre la unción de los enfermos se encuentran, desde tiempos antiguos, en la Tradición
de la Iglesia, especialmente en la liturgia, tanto en Oriente como en Occidente. En este sentido se
pueden recordar de manera particular la carta de nuestro Predecesor Inocencio I a Decencio, Obispo
de Gubbio (2) y el texto de la venerable oración usada para bendecir el Oleo de los enfermos: "Envía.
Señor, tu Espíritu Santo Paráclito", que fue introducido en la Plegaria Eucarística (3) y se conserva
aún en el Pontifical Romano (4).
A lo largo de los siglos, se fueron determinando en la tradición litúrgica con mayor precisión, aunque
no de modo uniforme, las partes del cuerpo del enfermo que debían ser ungidas con el Santo Oleo, y
se fueron añadiendo distintas fórmulas para acompañar las unciones con la oración, tal como se
encuentran en los libros rituales de las diversas Iglesias. Sin embargo, en la Iglesia Romana
prevaleció desde el Medioevo la costumbre de ungir a los enfermos en los órganos de los sentidos,
usando la fórmula: "Por esta santa Unción y por su bondadosa misericordia te perdone el Señor todos
los pecados que has cometido", adaptada a cada uno de los sentidos (5).
La doctrina acerca de la Santa Unción se expone también en los documentos de los Concilios
Ecuménicos, a saber, el Concilio de Florencia y sobre todo el de Trento y el Vaticano II.
El Concilio de Florencia describió los elementos esenciales de la Unción de los enfermos (6), el
Concilio de Trento declaró su institución divina y examinó a fondo todo lo que se dice en la Carta de
Santiago acerca de la Santa Unción, especialmente lo que se refiere a la realidad y a los efectos del
Sacramento: "Tal realidad es la gracia del Espíritu Santo, cuya unción limpia los pecados, si es que
aún quedan algunos per expiar y las reliquias del pecado; alivia y conforta el alma del enfermo
suscitando en él gran confianza en la divina misericordia, con lo cual el enfermo, resiste más
fácilmente las tentaciones del demonio "que lo acecha al calcañar" (Gen. 3, 15) y consigue tal vez la
salud del cuerpo si fuere conveniente a la salud de su alma (7). El mismo Santo Sínodo proclamó,
además, que en las palabras del Apóstol se indica con bastante claridad que "esta unción se ha de
administrar a los enfermos y, sobre todo, a aquellos que se encuentran en tan grave peligro que
parecen estar ya en fin de vida, por lo cual es también llamada sacramento de los moribundos" (8).
Finalmente, por lo que se refiere al ministro propio, declaró que éste es el presbítero (9).
Por tu parte el Concilio Vaticano II ha dicho ulteriormente: "La Extremaunción", que puede llamarse
también, y más propiamente: "Unción de los enfermos", no es sólo el sacramento de quienes se
encuentran en los últimos momentos de su vida. Por tanto, el tiempo oportuno para recibirlo empieza
cuando el cristiano comienza a estar en peligro de muerte por enfermedad o por vejez" (10). Por lo
demás, que el uso de este Sacramento sea motivo de solicitud para toda la Iglesia, lo demuestran
estas palabras: "Con la Sagrada Unción de los enfermos y la oración de los presbíteros, toda la
Iglesia encomienda los enfermor al Señor paciente y glorificado, para que los alivie y los salve (cf.
Sant. 5, 14-16), e incluso los exhorta a que, asociándose voluntariamente a la pasión y a la muerte de
Cristo (Rom. 8, 17; Col. 1, 24; 2 Tim. 2, 11-12; 1 Pt. 4, 13), contribuyan así al bien del Pueblo de Dios"
(11).
Todos estos elementos debían tenerse muy en cuenta al revisar el rito de la Santa Unción, con el fin
de que lo susceptible de ser cambiado se adapte mejor a las condiciones de los tiempos actuales
(12).
Hemos pensado, pues, cambiar la fórmula sacramental de manera que, haciendo referencia a las
palabras de Santiago, se expresen más claramente los efectos sacramentales.
Como por otra parte el aceite de oliva, prescrito hasta el presente para la validez del Sacramento,
falta totalmente en algunas regiones o es difícil de conseguir, hemos establecido, a petición de
numerosos Obispos, que en adelante pueda ser utilizado también según las circunstancias, otro tipo
de aceite, con tal de que sea obtenido de plantas, por parecerse más al aceite de oliva.
En cuanto al número de unciones y a los miembros que deben ser ungidos, hemos creído oportuno
proceder a una simplificación del rito.
Por lo cual, dado que esta revisión atañe en ciertos aspectos al mismo rito sacramental,
establecemos con nuestra Autoridad Apostólica que en adelante se observe en el Rito Latino cuanto
sigue.
Sin embargo, en caso de necesidad, es suficiente hacer una sola unción en la frente o, por razón de
las particulares condiciones del enfermo, en otra parte más apropiada del cuerpo, pronunciando
integralmente la fórmula.
Este Sacramento puede ser repetido, si el enfermo que ha recibido la Unción, se ha restablecido y
después ha recaído de nuevo en la enfermedad, o también si durante la misma enfermedad el peligro
se hace más serio.
Establecidos y declarados estos elementos sobre el rito esencial del Sacramento de la Unción de los
enfermos, aprobamos también con nuestra Autoridad Apostólica el Ritual de la Unción de los
enfermos y su cuidado pastoral, tal como ha sido revisado por la Sagrada Congregación para el Culto
Divino, derogando o abrogando al mismo tiempo, si es necesario, las prescripciones del Código de
Derecho Canónico o las otras leyes hasta ahora en vigor; siguen en cambio teniendo validez las
prescripciones y las leyes que no son abrogadas o cambiadas por el mismo Ritual. La edición latina
del Ordo, que contiene el nuevo rito entrará en vigor apenas será publicada; por su parte las
ediciones en lengua vernácula, preparadas por las Conferencias Episcopales y aprobadas por la
Sede Apostólica, entrarán en vigor el día señalado por cada una de las Conferencias; el ritual antiguo
podrá ser utilizado hasta el 31 de diciembre de 1973. Sin embargo, a partir del 1° de Enero de 1974,
deberá usarse solamente el nuevo Ritual.
Determinamos que todo cuanto hemos decidido y prescrito tenga plena eficacia en el Rito Latino,
ahora y para el futuro, no obstando a esto "en cuando sea necesario" ni las Constituciones ni las
Disposiciones Apostólicas emanadas por nuestros Predecesores, ni las demás prescripciones, aún
las dignas de especial mención.
Dado en Roma, junto a San Pedro, el 30 de noviembre de 1972, año décimo de nuestro Pontificado.
PAPA PABLO VI
1) Cf. CONC. TRID., Sessio XIV, de estr. unct., cap. 1 (Cfr. ibid. can I); Ct., VII. 1, 355-356; Denz-
Schon. 1695. 1716.
2) Ep. "Si Instituta Ecclesiastica", cap. 8: PL, 20, 559-561; Denz. Schon, 216.
3) Liber Sacramentorum Romanae Aeclesiae Ordinis Anni Círculi, ed. L. C. MOHLBERG (Rerum
Ecclesiasticarum Documenta. Fontes, IV) Roma 1960, p. 61; Le Sacramentaire Gré-gorien, ed. J.
DESHUSSES (Spicilegium Friburgense, 16) Fribourg 1971, p. 172; cf. La Tradition Apostolique de
Saint Hippolyte, ed. B. BOTTE (Liturgiewisscnschaftliche Quellen und Forschungen, 39), Miinster in
W. 1963, pp. 18-19; Le Grand Euchoioge du monastere Blanc, ed. E. LANNE (Patrología Orientalis,
XXVIII, 2) París, 1958, pp. 392-395.
6) Decr. pro Armeniis, G. HOFMANN Conc. Flurent., I/II, p. 130; Denz Schon. 1324 s.
7) CONC, TR1D., Sesslo XIV, d. estr. unct., cap. 2; Ct. Vil, !, 356; Denz Schon, 1696.
10) CONC VAT. II. Coost. Sncrwnmctum Concilmm. m. 73; AAS 56 (1964). 118-119.
12) Cf. CONC. VAT. II Const. SACROSANCTUM CONCILIUM, n. AAS 56 (1964), 97.
NOCIONES GENERALES
1. - Los dolores y enfermedades se han considerado siempre entre los más grandes problemas que
angustian la conciencia de los hombres. Pero los que profesan la fe cristiana aunque los padecen y
experimenten de la misma manera, sin embargo, iluminados por la fe, penetran más profundamente
en el misterio del dolor y sobrellevan con mayor fortaleza los mismos padecimientos. Porque por las
palabras de Cristo no solo comprenden qué significa y vale la enfermedad para su salvación y para la
salvación del mundo, sino que saben perfectamente que Jesucristo, quien también en su vida visitó y
sanó a los enfermos, también los ama a ellos en su enfermedad.
2. - Aún cuando la enfermedad está intimamente unida con la condición del hombre pecador, sin
embargo, no debe considerarse de ordinario como un castigo por el cual expía cada uno sus pecados
(Cfr. Jn. 9, 3). Además el mismo Jesucristo, quien no cometió ningún pecado, cumpliendo lo que
escribió el Profeta Isaías, soportó nuestros sufrimientos y participó de nuestros dolores (Is. 53, 4-5) y
más aún cuando nosotros sufrimos El no deja de sufrir y padecer en nosotros sus miembros
configurados a El; pero estos dolores y enfermedades no son sino una leve y pasajera tribulación si
se compara con el enorme peso de la gloría que se nos prepara (Cfr. 2Co. 4, 17).
3. - Dios quiere, dentro del gobierno mismo de su Divina Providencia, que luchemos activamente
contra toda clase de enfermedades y busquemos, por todos los medios a nuestro alcance, el
beneficio de la salud, para que podamos desempeñar el oficio que a cada uno nos corresponde en la
sociedad humana y en la Iglesia, a condición de que estemos siempre dispuestos a completar en
nosotros lo que falta a la Pasión de Cristo, para la salvación del mundo, en la espera de que la
creación sea liberada de la esclavitud de la corrupción, hacia la libertad de los hijos de Dios (Cfr. Col.
1, 24; Rm. 8, 19-21).
Además los enfermos tienen en la Iglesia el encargo de recordar con su testimonio a los demás
hombres las realidades esenciales y superiores y mostrarles que nuestra vida mortal se redime por el
misterio de la muerte y de la resurrección de Cristo.
4. - No sólo los enfermos están obligados a luchar contra las enfermedades, sino también los
médicos, los que están al cuidado de los enfermos y quienes en una u otra forma se dedican a cuidar
de los enfermos, deben hacer cuanto esté a su alcance, ensayar y experimentar cuanto consideren
eficaz para levantar el ánimo de los pacientes, aliviar y curar sus dolores físicos; haciéndolo así
cumplen lo que el Señor Jesús ordeñó: visitar a los enfermos, es decir a todo el hombre aliviando sus
dolores físicos y confortándolos espiritualmente.
5. - La narración de los Santos Evangelios lo atestigua y la institución por nuestro Señor Jesucristo
del sacramento de la Unción de los enfermos (de que habla Santiago en su epístola) corrobora
ampliamente, cuánta solicitud tuviera el Señor por el bien espiritual y corporal de los enfermos y cómo
ordenó a sus fieles que practicaran este mismo cuidado. Por eso la Iglesia ha acostumbrado por
medio de los presbíteros orar por los enfermos y ungirlos con el sacramento de la Unción,
encomendándolos al Señor muerto y resucitado para que los alivie y los salve (Cf. St. 5, 14-16). Los
exhorta además para que uniéndose libremente al sufrimiento y muerte de Cristo (Cf. Rm. 8, 17) (1)
contribuyan al bien del pueblo de Dios (2). En efecto, cuando el hombre está gravemente enfermo
necesita de una gracia particular de Dios a fin de que no se deje dominar por la angustia y
decaimiento de ánimo, y bajo la instigación de las tentaciones se debilite su fe. Por eso nuestro Señor
Jesucristo, por medio de la Unción de los enfermos, los protege y fortalece con su gracia (3).
Esta celebración del Sacramento consiste principalmente en la imposición de las manos realizada por
los presbíteros de la Iglesia, en la recitación de la Oración de la fe, y en la aplicación al enfermo del
Oleo santificado por la bendición de Dios: por este acto se significa y confiere la gracia del
sacramento.
6. - Este sacramento confiere al enfermo la gracia del Espíritu Santo con la cual socorre y salva la
persona humana en su totalidad; lo fortalece a fin de que confiando plenamente en la misericordia de
Dios pueda vencer las tentaciones del mal y las angustias de la muerte y más aún pueda no
solamente soportar con valentía la adversidad, sino salirle adelante y logre su mismo restablecimiento
corporal, si conviene para su salvación.
Este sacramento concede además el perdón de los pecados y la plenitud de la conversión cristiana
(4).
7. - El sacramento de la Unción de los enfermos, relacionado con la oración de la fe (Cf. St. 5, 15),
manifiesta la fe. Por tanto hay que suscitarla no sólo en el ministro del sacramento, sino
principalmente en quien lo recibe; en efecto, el enfermo se salva por su fe y por la de la Iglesia que
está centrada en el misterio pascual de Cristo muerto y resucitado de donde mana (St. 5, 15) (5) la
eficacia del sacramento, a la vez que espera confiada la realización del Reino cuya prenda se recibe
ya en el sacramento.
8. - La Epístola de Santiago nos enseña que la Unción se confiere para aliviar a los enfermos y
salvarlos (6); es necesario por tanto preocuparse diligentemente de que los fieles, que empiezan a
estar en peligro a causa de la enfermedad de la vejez (7), reciban la sagrada Unción.
Para determinar la gravedad de la enfermedad basta con tener un parecer prudente o probable (8) sin
angustias de conciencia, y teniendo en cuenta el parecer del médico si se cree necesario.
9. - Este sacramento se puede aplicar nuevamente al mismo enfermo que ha obtenido la mejoría de
su enfermedad, o si durante la misma enfermedad se presenta un peligro más grave.
10. - Antes de una operación quirúrgica se puede conferir la sagrada Unción siempre que una
enfermedad peligrosa sea el motivo de la operación.
11. - A los ancianos, aun cuando no tengan una enfermedad peligrosa, por su debilidad se les puede
administrar la sagrada Unción.
12. - La sagrada Unción se puede aplicar también a los niños que tengan el suficiente conocimiento
para recibirlo con fruto.
13. - En la catequesis a la comunidad cristiana o a las familias se debe instruir a los fieles para que
deseen la Unción y la reciban, llegado el momento, con verdadera fe y devoción; e indicarles que no
deben abusar del sacramento dejándolo para los últimos instantes. Se debe igualmente instruir a los
que asisten a los enfermos, sobre la naturaleza de este sacramento.
14. - A los enfermos sin sentido o que perdieron el uso de la razón, se les puede conferir la sagrada
Unción cuando se supone que si estuvieran conscientes la hubieran pedido por ser creyentes (9).
15. - Cuando el sacerdote sea llamado a asistir a un enfermo y lo encuentra ya muerto, ore a Dios
por él, para que el Señor le perdone los pecados y lo admita misericordiosamente en su Reino, pero
no le unja. No obstante, si duda de que realmente esté muerto, puede aplicarle este sacramento bajo
condición. (n. 135) (10).
16. - El ministro propio de la Unción es solamente el sacerdote (11). Los Obispos, los párrocos y sus
cooperadores, los sacerdotes encargados del cuidado de los enfermos o de los ancianos, en los
hospitales y los superiores de las comunidades religiosas clericales, son ministros ordinarios de este
sacramento (12).
17. - Ellos deben preparar debidamente tanto a los enfermos como a los que los acompañan, con la
colaboración de los religiosos y de los laicos y administrar el sacramento a los enfermos.
18. - Los demás sacerdotes confieren la Unción con el beneplácito del Ministro ordinario (n. 16). En
caso de necesidad basta una licencia presunta y que se avise luego al párroco o al capellán del
hospital.
19. - Cuando dos o más sacerdotes asisten a un enfermo no hay ningún inconveniente para que uno
de ellos diga las oraciones y haga las Unciones con su fórmula y los demás se distribuyan entre sí las
diversas partes de la celebración, como son los ritos iniciales, la lectura de la Palabra de Dios, las
invocaciones y moniciones. Por lo demás todos pueden imponer las manos al enfermo.
20. - La materia apta para el sacramento es el aceite de oliva o según las circunstancias otro aceite
vegetal (13).
21. - El aceite que se emplea para la Unción de los enfermos debe ser bendecido especialmente
para ello por el Obispo o por el presbítero que por el derecho mismo o por especial concesión de la
Sede Apostólica goza de esta facultad.
Fuera del Obispo por derecho propio puede bendecir el Oleo para la Unción de los enfermos:
La bendición del Oleo de los enfermos la realiza ordinariamente el Obispo el Jueves Santo (15).
22. - Cuando el sacerdote (según n. 21 b) va a bendecir el aceite dentro del rito mismo puede llevarlo
consigo. O también pueden los familiares del enfermo tener listo el aceite. Si después de la
celebración sobra algo de aceite bendito empápese en algodón y quémese.
Pero cuando el sacerdote usa el aceite bendecido de antemano por el Obispo o por otro sacerdote, lo
debe llevar consigo en el recipiente en el que lo conserva. Este recipiente ha de mantenerse muy
limpio, debe ser de una materia que conserve el aceite en buen estado y tener capacidad suficiente.
Para mayor comodidad se puede mantener con un algodón bien empapado en el aceite. Después de
la celebración de la Unción, el Oleo se debe guardar con cuidado y respeto. Téngase la precaución
de que el aceite se conserve en buenas condiciones y por consiguiente debe cambiarse
oportunamente, ya sea cada año después de la bendición de los Oleos que hace el Obispo el Jueves
Santo o con más frecuencia si fuere necesario.
23. - La Unción se aplica comúnmente ungiendo al enfermo en la frente y en las manos; conviene
repartir la fórmula de tal manera que la primera parte se diga mientras se hace la Unción en la frente
y la segunda cuando se ungen las manos.
Pero en caso de necesidad es Suficiente que se aplique una sola Unción en la frente o a causa de
estado especial del enfermo, en otra parte más indicada del cuerpo, diciendo la fórmula completa de
una vez.
24. - No hay ningún inconveniente en aumentar el número de unciones o en ungir otras partes del
cuerpo, teniendo en cuenta la idiosincrasia y las tradiciones locales. Lo cual hay que tenerlo en
cuenta al confeccionar los rituales particulares.
25. - La fórmula con la cual se administra la Unción de los enfermos en el rito romano es esta:
B - EL Viático
26. - El fiel cristiano en su paso de esta vida a la eterna, alimentado con el viático del Cuerpo y
Sangre de Cristo, se fortalece con esta prenda de Resurrección, según las palabras del Señor: "El
que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida Eterna y yo le resucitaré en el último día" (Jn. 6,54).
El Viático debe recibirse, a ser posible, dentro de la Misa, de manera que los enfermos puedan
comulgar bajo las dos especies, porque la comunión recibida como Viático debe considerarse como
un signo especial de la participación en el misterio que se celebra en el Sacrificio de la Misa, esto es,
en la muerte del Señor y en su tránsito al Padre (16).
27. - Todos los bautizados que pueden recibir la Sagrada comunión deben recibir el viático. Pues los
fieles, que por cualquier causa se encuentran en peligro de muerte, están obligados bajo precepto a
recibir la Sagrada comunión; los pastores deben velar para que la administración de este sacramento
no se difiera, de modo que los fieles sean fortalecidos con él cuando aún están en plena posesión de
sus facultades (17).
28. - Conviene que el fiel cristiano renueve la profesión de fe del Bautismo por el cual recibió la
adopción de hijo de Dios y fue constituido heredero de la promesa de vida eterna.
29. - El ministro ordinario del Viático es el párroco y sus cooperadores, el sacerdote encargado del
cuidado de los enfermos en los hospitales y el superior de una comunidad religiosa clerical. En caso
de necesidad, cualquier sacerdote administra el Viático con licencia, por lo menos presunta, del
ministro ordinario.
Cuando no está presente ningún sacerdote puede llevar el Viático a los enfermos un diácono o
cualquier fiel cristiano hombre o mujer, que con autoridad de la Santa Sede haya recibido legí-
timamente del Obispo la facultad para distribuir la comunión a los fieles. En este caso, el diácono
sigue la celebración descripta en el ritual; los demás emplearán el rito ordinario para distribuir la
sagrada Comunión, pero usando la fórmula propuesta en el ritual (N. 112) para administrar el Viático.
C - Rito continuo
30. - Para atender con mayor facilidad a los casos excepcionales en que por enfermedad repentina o
por otras causas los fieles se encuentran de improviso en peligro de muerte, se prevé el rito continuo
con el cual se auxilia al enfermo con los sacramentos de la Penitencia, de la Unción y de la Eucaristía
como Viático.
Pero si se presenta el inmediato peligro de muerte y no hay tiempo de administrar al enfermo todos
los sacramentos, debe confesarse primero al enfermo aunque sea en forma genérica, adminístresele
luego el Viático, pues los fieles en peligro de muerte están obligados a recibirlo. Y después, si hay
tiempo, se podrá aplicarle la sagrada Unción. Pero si a causa de la enfermedad no puede comulgar
hay que conferirle la Unción.
31. - Si hay que confirmar al enfermo, téngase en cuenta lo que se indica en los Nros. 117, 124, 136-
137.
En peligro de muerte, gozan por derecho, de la facultad de confirmar cuando no es fácil que esté
presente el Obispo o estuviere legítimamente impedido, los siguientes: los Párrocos y los Vicarios
Parroquiales; en su ausencia los Vicarios Cooperadores; los Presbíteros que regentan parroquias
especiales, canónicamente constituidas; los vicarios ecónomos, los vicarios sustitutos y los vicarios
auxiliares. En ausencia de todos los nombrados, cualquier sacerdote no impedido por una censura o
pena canónica (18).
33. - Por tanto, es muy conveniente que los bautizados participen de este ministerio de caridad
mutua en el Cuerpo de Cristo, luchando contra las enfermedades, amando a los enfermos y
participando en la celebración de los sacramentos instituidos para los enfermos. Estos sacramentos,
como los demás, tienen carácter comunitario que, en cuanto es posible, se debe manifestar en su
celebración.
34. - Los familiares y los que por cualquier título asisten a los enfermos tienen una activa parte en
este ministerio de alivio. A ellos principalmente corresponde ayudar a los enfermos con
conversaciones llenas de fe, con oraciones en común, encomendarlos al Señor paciente y glorificado,
y exhortarlos para que se unan gustosamente a la Pasión y Muerte de Cristo, y contribuyan así al
bien de todo el pueblo de Dios (23). Y cuando se agrava la enfermedad les corresponde a ellos avisar
al párroco, y preparar al enfermo con la debida prudencia y caridad, para que se disponga a recibir
los sacramentos oportunamente.
35. - Procuren tener en cuenta los sacerdotes, especialmente los párrocos y demás de quienes se
habla en el n. 16 que es deber propio suyo tener un cuidado especial por los enfermos, visitarlos
personalmente y ayudarlos con toda caridad (24).
Principalmente cuando celebran los sacramentos de los enfermos deben fomentar en estos y en
todos los asistentes la esperanza y la fe en Cristo muerto y resucitado, manifestarán así la amorosa
solicitud de la Santa Madre Iglesia y consolándolos en la fe, darán alivio a los creyentes a la vez que
llevarán a todos al deseo de los bienes eternos.
36. - Es necesario que se dé a todos los fieles y especialmente a los enfermos una catequesis
adecuada a fin de que comprendan cuanto se ha | dicho acerca de la Unción y del Viático, crezcan y
se fortalezcan en la fe y la manifiesten mejor.
Se preparará asíla celebración misma y participarán en ella en forma más fructuosa, sobre todo si se
celebra en común; en efecto la oración de la fe que acompaña al sacramento se alimenta de la
profesión de la misma fe.
37. - El sacerdote debe informarse del estado del enfermo, antes de disponer la celebración de los
sacramentos para que de acuerdo con las circunstancias adopte el rito, escoja las lecturas de la
Sagrada Escritura y elija las oraciones, juzgue si debe o no celebrar la Misa para administrar el
Viático, etc. Todo lo cual, en cuanto es posible, lo debe convenir con el enfermo o con los familiares,
explicándoles el significado de los sacramentos.
38.- Pertenece a las Conferencias Episcopales, en virtud de la Constitución sobre la Sagrada Liturgia
(art. 63 b) preparar en los rituales particulares el capítulo que corresponda a esta parte del Ritual
Romano, adaptándolo a las necesidades de ida región, para que pueda emplearse una vez que haya
s ido aprobado por la Sede Apostólica.
1. Compete a las Conferencias Episcopales determinar las adaptaciones de que se habla en el art. 39
de la Constitución sobre la Sagrada Liturgia.
2. Considerar con cuidado y prudencia lo que oportunamente pueda admitirse de las tradiciones y
mentalidad de cada pueblo, y por lo tanto, proponer a la Sede Apostólica otras adaptaciones que
juzguen útiles o necesarias, para introducirlas con su consentimiento.
3. Conservar o adaptar los elementos propios de los rituales de enfermos ya existentes, con tal de
que estén de acuerdo con la Constitución sobre la Sagrada Liturgia y con las necesidades actuales.
4. Preparar una traducción de los textos que esté acomodada a la índole de las distintas lenguas y
culturas; añadir, siempre que sea conveniente, melodías apropiadas para el canto.
5. Adaptar y completar las introducciones del Ritual Romano, a fin de que la participación de los fieles
sea consciente y activa.
6. En los libros litúrgicos que deben editar las Conferencias Episcopales, ordenar la materia del modo
más cómodo para el uso pastoral.
39. - Cuando el Ritual Romano presenta fórmulas opcionales, los rituales particulares pueden añadir
otras semejantes.
40. - El ministro, teniendo en cuenta las circunstancias y los deseos de los fieles, use gustosamente
las diversas posibilidades concedidas en los ritos.
a) Atienda principalmente a la fatiga y a la crisis que pueden sufrir los enfermos en un día, o aun en
una hora. Abrevie, si es necesario, la celebración.
b) Cuando no esté presente una comunidad de fieles, acuérdese el sacerdote que en él mismo y en
el enfermo está presente la Iglesia. Procure, por consiguiente, tanto antes como después de la
celebración del Sacramento, brindarle al enfermo el cariño, la ayuda y la comprensión de la
comunidad local por sí mismo, o si el enfermo lo quiere, por otro cristiano de la comunidad.
c) Si después de la Unción el enfermo se mejora ha I de procurarse que dé gracias a Dios por el
beneficio recibido, v. gr. participando en una Misa para dar gracias a Dios, o de otra manera
conveniente.
41. - Por tanto adapte la celebración a las circunstancias del lugar y de las personas. El acto
penitencial se hace al comienzo de la celebración o después de las lecturas bíblicas. En lugar de la
acción de gracias sobre el Oleo haga más bien al enfermo, si es oportuno, una breve explicación.
Esta se refiere especialmente, al caso en que el enfermo se encuentra en una sala común del
hospital con otros enfermos que no toman parte alguna en la celebración.
2) Cf. Conc. Trid. Sessio XIV, De extrema unctione, cap. 1; Denz Schön 1694; Conc. Vat. II, Const.
Lumen Gentium, n. 11; AAS 57 (1965), 15.
3) Cf. Conc. Trid., Sessio XIV, De extrema unctione, cap. I; Denz Schön 1694.
4) Cf. Ibid., proem. et cap. 2; Denz Schön 1694 et 1696.
6) Cf. Conc. Trid., Sessio XIV, De extrema unctione, cap. 2; Denz Schön. 1698.
7) Cf. Conc. Vat. II., Const. Sacrosanctum Concilium, n. 73; AAS 56 (1964), 118-119.
11) Cf. Conc. Trid., Sessio XIV, De extrema unctione, cap. 3 et can. 4; Denz Schon 1697 et 1719;
C.I.C. can 938.
13) Cf. Ordo benedicendi Oleum catechumenorum et infirmorum et conficiendi Chrisma. Praenotanda,
n. 3. Typis Polyglottis Vaticanis 1970.
16) Cf. S. Congr. Rituum, Instructio Eucharisticum Mysterium, 25 maii 1967, nn. 36, 39, 41; AAS 59
(1967), 561, 562, 563; Paulus VI, Litt. Apost. Pastorale munus, 30 nov. 1963, n. p 7; AAS 56 (1964) 7;
C.I.C., can. 822,4.
17) Cf. S. Congr. Rituum, Instructio Eucharisticum mysterium, 25 maii 1967, n. 39; AAS 59 (1967),
562.
18) Cf. Ordo Confirmationis, Praenotanda, N. 7c. Typis Polyglottis Vaticanis 1971.
19) Cf. Conc. Vat. II, Cons. Lumen Gentium, n. 7; AAS 57 (1965) 9-10.
20) Cf. Conc. Vat. II, Decr. Apostolicam Actuositatem, n. 8; AAS 58 (1966), 845.
21) Cf. Conc. Vat. II, Const. Gaudium et Spes, n. 18; AAS 58 (1966) 1038.
22) Cf. Conc. Vat. II, Const. Lumen Gentium, n. 28: AAS 57 (1965) 34.
Capítulo I
Ó
VISITA Y COMUNIÓN DE LOS ENFERMOS
42. – Todos los cristianos, como participantes que son de la solicitud y caridad de Cristo y de la
Iglesia, tengan cada uno según sus capacidades, particular esmero en el cuidado de los enfermos,
visitándolos y consolándolos en el Señor, y ayudándolos fraternalmente en sus necesidades.
43. – En especial los párrocos y cuantos se dedican al cuidado de los enfermos, procuren a la luz de
la fe, hacerles comprender el sentido del dolor y de la enfermedad en el misterio de la salvación;
exhórtenlos además para que iluminados por la fe, sepan unirse a los sufrimientos de Cristo,
santifiquen su enfermedad con la oración y con ésta obtengan la fortaleza necesaria para soportar
sus sufrimientos.
Será su primer cuidado llevar a los enfermos gradualmente a la participación de los sacramentos de
la Penitencia y de la Eucaristía, con frecuencia, según su propio estado; y en particular, a recibir la
Unción Sagrada y el Viático en el tiempo más apropiado.
44. – Es importante además que se enseñe a los enfermos y se les ayude por medios aptos a orar,
solos o en compañía de sus familiares y de quienes los cuidan; esta oración estará alimentada
principalmente en la Sagrada Escritura, en los Salmos u otros textos, en la meditación de cuanto en
la persona de Cristo y su obra ilumina el misterio de la enfermedad humana. Los sacerdotes mismos
procuren acompañar a los enfermos en esta oración.
45. – En la visita a los enfermos el sacerdote puede organizar familiarmente una oración comunitaria
a manera de breve celebración de la Palabra e Dios. Y a la lectura de la Palabra de Dios puede
pregar una oración inspirada en los Salmos u otras raciones bíblicas o hacer una pequeña letanía; y
al mcluir puede darle la bendición al enfermo imponiéndole las manos.
46. – Los pastores procurarán que los enfermos y ancianos, aunque no estén graves, ni en peligro de
muerte, comulguen con frecuencia y ojalá ariamente en especial durante el tiempo pascual, cual
puede hacerse a cualquier hora.
Si el enfermo no puede recibir la Eucaristía ijo la forma de Pan, puede darse únicamente bajo la
forma de Vino, según se indica en el n. 95. Los que asisten al enfermo pueden también comulgar con
él observadas las normas del caso.
47. – Fuera de la iglesia la Eucaristía debe llevarse en un recipiente adecuado y cerrado; en cuanto al
vestido del ministro y a la manera de trasladar el Santísimo Sacramento se procederá de la manera
que más convenga según las circunstancias.
48. – Los que viven con el enfermo o quienes lo atienden, arreglen debidamente la alcoba y preparen
una mesa con un mantel para colocar el cramento. Prepárese, si es costumbre, un recipiente con
agua bendita y un aspersorio o un ramito para la aspersión y un cirio sobre la mesa.
(*) Cuando la Sda. Comunión es administrada a los enfermos por un Acólito o Ministro extraordinario
de la comunión legítimamente designado, debe seguirse lo señalado en el Capítulo II del Ritual de la
Sda. Comunión y Culto de la Sda. Eucaristía, fuera de la Misa.
1. - CELEBRACION ORDINARIA PARA LA COMUNION DE LOS ENFERMOS
49. – Llegado donde el enfermo, el sacerdote saluda cordialmente a éste y a los presentes,
utilizando, si es oportuno, la fórmula:
O bien:
Luego, colocado el Sacramento sobre la mesa, lo adora a una con los presentes.
50. – Después, si parece conveniente, con el agua bendita, asperja al enfermo y la habitación,
diciendo estas u otras palabras:
52. – Cuando dentro de esta celebración no se hace Confesión sacramental o hay otros que van a
comulgar, el sacerdote exhorta a los presentes a hacer el acto penitencial, diciendo:
O bien:
Se hace una breve pausa de silencio y luego todos juntos, hacen la confesión:
Dios todopoderoso
tenga misericordia de nosotros,
perdone nuestros pecados
y nos lleve a la Vida eterna.
Y todos responden:
Amén.
53. – Luego, alguno de los presentes o el mismo sacerdote, según las circunstancias, puede leer un
texto de la Sagrada Escritura, p. ej.:
Jn. 6 (54-55):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
"El que come mi carne y bebe mi sangre tiene la Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
Porque mi carne es una verdadera comida, y mi sangre, una verdadera bebida".
Jn. 6 (54-59):
El que come mi carne y bebe mi sangra tiene la Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
Porque mi carne es una verdadera comida y mi sangre, una verdadera bebida.
El que come mícarne y bebe mi sangre permanece en mi y yo en él.
Asícomo yo, que he sido enviado por el Padre que tiene vida, vivo por el Padre, de la misma manera,
el que me come vivirá por mi.
Este es el pan bajado del Cielo; no como el que comieron vuestros padres y murieron. El que come
este pan vivirá eternamente".
Jn. 14 (6):
En aquel tiempo dijo Jesús a Tomás:
"Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mi".
Jn. 14 (23):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo
amará; ¡remos a él y habitaremos en él".
Jn. 14 (27):
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: "Os dejo la paz, os doy mi paz, pero no como la da el
mundo. ¡No os inquietéis ni temáis!"
Jn. 15 (4):
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: "Permaneced en mi, como yo permanezco en ustedes.
Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no
permanecéis en mi".
Jn. 15 (5):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: wYo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que
permanece en mi, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mi, nada podéis hacer".
1 Cor. 11 (26):
"Siempre que comáis este pan y bebáis esta copa, proclamaréis la muerte del Señor hasta que él
vuelva".
1 Jn. 4 (16):
"Nosotros conocemos el amor que Dios nos tiene y creemos en él. Dios es amor, y el que permanece
en el amor permanece en Dios, y Dios en él.
54. – Si parece oportuno hágase una breve homilía sobre el texto leído. Inmediatamente después, el
sacerdote, con estas u otras palabras, introduce la recitación del Padre nuestro:
Ahora, hermanos,
oremos juntos a Dios nuestro Padre
con la oración que
Nuestro Señor Jesucristo nos enseñó:
El Cuerpo de Cristo
(o, la Sangre de Cristo)
El enfermo responde:
Amén,
y recibe la comunión.
Oremos:
Amén.
58. – Después bendice al enfermo y a los presentes haciendo la señal de la cruz con el copón, si aún
quedan Hostias.
El sacerdote dice:
– Brille en tu corazón
y te lleve a la vida eterna.
R. Amén.
R. Amén.
59. – Este rito breve se emplea cuando ha de repartirse la Comunión a varios enfermos que
permanecen en distintas habitaciones, por ejemplo, en un hospital, agregando, si es el caso, algunos
elementos tomados de la celebración ordinaria.
60. – Si hay algunos que quieren confesarse, el sacerdote escuchará sus confesiones en el tiempo
oportuno antes de distribuir la Sagrada Comunión.
Oh Sagrado banquete
en que Cristo es nuestra comida,
se celebra el memorial de su Pasión,
el alma se llena de gracia,
y se nos da la prenda de la gloria futura.
62. – El sacerdote, acompañado, si parece conveniente por una persona que lleva un cirio encendido,
se dirige a los enfermos y dice una sola vez para todos lós de la misma habitación, o para cada uno:
Señor,
no soy digno de que entres en mi casa,
pero una palabra tuya bastará para sanarme.
Oremos:
R. Amén.
Capítulo II
CELEBRACION HABITUAL
Preparación de la celebración
65. – Si el enfermo necesita confesarse hay que procurar que lo haga antes de celebrarse la Unción.
Pero si ha de hacerse junto con la Unción, se hará al comienzo del rito. Y cuando no se atiende la
confesión dentro de él, puede hacerse, si se cree conveniente, el acto penitencial.
66. – El enfermo que no esté reducido a la cama, puede recibir el Sacramento en la iglesia o en otro
lugar apto, donde haya una silla en la cual el enfermo pueda acomodarse y en donde puedan
reunirse al menos los allegados y amigos que quieran tomar parte en la celebración.
En los hospitales, el sacerdote tenga en cuenta la presencia de los otros enfermos a fin de que,
según las circunstancias, o tomen parte en la celebración o, al contrario, no se molesten por ella, sea
por su estado de salud que les producirá cansancio o por no ser católicos.
67. – El rito siguiente debe seguirse aún en el caso de una celebración a varios enfermos
conjuntamente, pero a cada uno se le imponen las manos y se le unge individualmente con la
respectiva fórmula, recitando lo demás una sola vez, en plural.
Ritos iniciales
68. – Vestido con los ornamentos apropiados al caso, el sacerdote se acerca al enfermo, lo saluda
cordialmente a una con los presentes, utilizando, si es conveniente la siguiente fórmula.
O bien:
69. – Luego, si es oportuno, asperja al enfermo y la habitación con agua bendita, con estas u otras
palabras:
Hermanos carísimos: Nuestro Señor Jesucristo, a quien los enfermos se dirigían para pedirla la salud,
según narra el Evangelio, y quien tanto sufrió por nosotros, está presente en esta reunión y por boca
del Apóstol Santiago nos exhorta diciendo: "¿Está enfermo alguno de ustedes? Llame a los
presbíteros de la Iglesia, y que oren sobre él y lo unjan con el óleo en el Nombre del Señor; y
la oración de la fe salvará al enfermo y el Señor lo aliviará y los pecados que hubiere cometido
le serán perdonados".
Encomendemos, pues, a nuestro hermano enfermo (N) a la gracia y al poder de Cristo, para que
encuentre alivio y salvación.
Acto penitencial
71. – Si no hay confesión sacramental, se procede al acto penitencial. El sacerdote lo inicia diciendo:
Se hace una breve pausa de silencio y luego todos juntos, hacen la confesión:
Dios todopoderoso
tenga misericordia de nosotros,
perdone nuestros pecados
y nos lleve a ia Vida eterna.
Y todos responden:
Amén.
72. – Luego alguno de los presentes o el mismo sacerdote lee un texto breve de la Sagrada Escritura.
Escuchad, hermanos, las palabras del Evangelio según San Mateo (Mt. 8, 5-10.13).
U otra lectura apropiada, que podrá tomarse de las que se sugieren en el N° 153 y ss. Se hará, si
fuese oportuno, una breve explicación del texto.
Letanías
73. – La letanía siguiente se puede recitar ahora o después de la Unción, o repetirla antes y después,
según las circunstancias. El sacerdote puede además variar el texto o acortarlo.
Hermanos, llenos de fe imploramos a Dios nuestro Padre por nuestro hermano N.:
Para que, con tu presencia, Padre, lo consueles y por esta santa Unción lo fortalezcas.
R. Te rogamos, óyenos.
Para que, premies con tus dones a todos los que sirven a los enfermos.
R. Te rogamos, óyenos.
Para que concedas vida y salvación a quien, en tu nombre, imponemos las manos.
R. Te rogamos, óyenos.
74. – Entonces el sacerdote impone las manos sobre la cabeza del enfermo, sin decir nada.
75. – Si, según lo dicho en el n. 21, se ha de bendecir el Oleo, el sacerdote dice la siguiente oración:
Señor,
que este aceite
sea santificado en beneficio nuestro
por medio de tu bendición
en el nombre de tu Hijo Jesucristo.
Que contigo vive y reina
por los siglos de los siglos.
R. Amén.
75 bis. – Cuando el Oleo ya está bendito, dice la oración de acción de gracias sebre el mismo:
– Bendito seas, Dios Padre todopoderoso, que por nosotros y por nuestra salvación nos enviaste a tu
Hijo al mundo.
R. Bendito seas por siempre, Señor.
– Bendito seas Dios, Hijo Unigénito, que hecho hombre quisiste remediar nuestras enfermedades.
R. Bendito seas por siempre, Señor.
– Bendito seas, Dios, Espíritu Santo Paráclito, que con tu gracia nos das fortaleza para sobrellevar
fas enfermedades de nuestro cuerpo.
R. Bendito seas por siempre, Señor.
– Padre misericordioso, tu siervo, que hoy es ungido con el Oleo Santo, reciba alivio en la
enfermedad y consuelo en su dolor. Por Cristo nuestro Señor.
R. Amén.
Sagrada Unción
76. – Inmediatamente el sacerdote toma el Oleo sagrado, y unge al enfermo en la frente y en las
manos diciendo una sola vez:
O bien:
Rito de conclusión
78. – Inmediatamente después el sacerdote, con estas ti otras palabras, introduce la recitación del
Padre nuestro:
Ahora, hermanos,
oremos juntos a Dios nuestro Padre
con la oración que
Nuestro Señor Jesucristo nos enseñó:
Padre nuestro...
Si el enfermo va a comulgar, después del Padre nuestro, se hace todo como en el Ritual para la
comunión de los enfermos (nn. 55-58).
Y a todos los presentes os bendiga el Señor todopoderoso Padre, Hijo + y Espíritu Santo. R. Amén.
80. – Cuando lo permita el estado del enfermo, y en especial cuando ha de recibir la Comunión, se
puede administrar la Unción sagrada dentro de la Misa, sea en la iglesia, sea también, con permiso
del Ordinario, en la casa del enfermo, o en el hospital, en un lugar adecuado. (Ver Misal Romano -
Edición de la Comisión Episcopal de Culto - pág. 586; 656 y 658). Ver Misa en el Apéndice de éste
Ritual.
81. – Siempre que se administre la Unción dentro de la Misa, se celebra de blanco la Misa por los
enfermos. En los domingos de Adviento, Cuaresma y Pascua, en las Solemnidades, en el Miércoles
de Ceniza y durante la Semana Santa se celebra la Misa del día, utilizando, si se cree conveniente,
las fórmulas de bendición final (n. 79 y 237).
Las lecturas se tomarán de las que se proponen en el Leccionario o propio, a no ser que el provecho
del enfermo y de los asistentes aconseje escoger otras lecturas. (Ver Leccionario Santoral y Misas
Diversas; pág. 411), o el N" 152 de este Ritual.
Cuando esté prohibida la Misa por los enfermos, una de las lecturas puede tomarse de los textos
arriba indicados, a no ser que se trate del Triduo Pascual, de la solemnidad de Navidad, Epifanía,
Ascensión, Pentecostés, Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, u otra Solemnidad de precepto.
a) Después de leer el Evangelio el sacerdote, basándose en el texto bíblico, explique el sentido del
dolor humano en la historia de la salvación, y la gracia del sacramento de la Unción, teniendo
presente el estado del enfermo, y la situación de los presentes.
b) La celebración de Unción comienza con las letanías (n. 73) o si la letanía o la oración universal se
hace después de la Unción, por la imposición de las manos (n. 74). Luego se prosigue con la
bendición del Oleo (según n. 21) o con la oración de Acción de Gracias sobre el mismo, según el
caso (n. 75 ó 75 bis), y con la Unción (n. 76).
c) Después, a no ser que se haya recitado la Letanía, se hace la oración universal, la cual se
concluye con la oración después de la Unción (nn. 77, 243--246). La Misa prosigue normalmente, con
la preparación de los dones. El enfermo y los presentes pueden comulgar bajo ambas especies.
CELEBRACION DE LA UNCION CON GRAN CONCURRENCIA DE FIELES
Si a juicio del Ordinario del lugar, muchos enfermos han de recibir la sagrada Unción, el Ordinario o
su delegado, cuide de aue se cumplan las normas dadas sobre la Unción Sagrada (n. 8-9), la
preparación pastoral y la celebración litúrgica (nn. 17, 84, 85).
84. – La celebración común de la Unción debe hacerse, en la iglesia o en otro lugar apropiado, al cual
puedan concurrir con facilidad los enfermos y les demás fieles.
85. – Es muy conveniente que la celebración de la Sagrada Unción esté precedida de una cuidadosa
preparación pastoral, no sólo de los enfermos que han de ser ungidos, sino también de los otros
enfermos que estarán presentes y de los demás fieles que van a participar en la celebración.
Procúrese, igualmente, que los asistentes participen activamente, sobre todo nreparando cantos
apropiados que despierten la solidaridad de los fieles, promuevan la oración comunitaria y
manifiesten la alegría pascual que debe resonar en la celebración.
86. – Se recomienda a los enfermos que han de recibir la Unción se confiesen antes de la
celebración.
87. – La celebración comienza con una cordial acogida y saludo a los enfermos, en el cual se
manifieste el cuidado de Cristo por ellos y la participación que tienen en el pueblo de Dios.
89. – Prosigue la celebración de la Palabra, que • puede constar de una o varias lecturas de la
Sagrada Escritura, y sus cantos interleccionales. Las lecturas pueden escogerse del Leccionario para
los enfermos (n. 153 ss), a no ser que el provecho de los enfermos o de los presentes aconseje otras
lecturas. Después de la homilía puede guardarse un breve tiempo de silencio.
90. – La celebración del Sacramento comienza por las letanías (n. 73) o por la imposición de las
manos (n. 74). Durante la unción de los enfermos, luego que los presentes hayan escuchado una vez
la fórmula del sacramento, puede cantarse un canto adecuado.
La oración de los fieles, cuando se hace después de la Unción, se concluye con la oración después
de la Unción (n. 77) o con el Padre nuestro si se juzga oportuno, cantado por todos.
Cuando estén presentes varios sacerdotes, cada uno impone las manos sobre algunos enfermos y
los ungen pronunciando la fórmula; el celebrante principal dice las demás oraciones.
91. – Antes de la despedida se da la bendición (n. 79, 237) y termina la celebración con un canto
apropiado.
Capítulo III
EL VIATICO (*)
93. – Los párrocos y los sacerdotes que están encargados del cuidado espiritual de los enfermos
deben procurar que los que se encuentran en peligro próximo de muerte sean fortalecidos con el
santo Viático. Por tanto deben hacer oportunamente una preparación pastoral según las
circunstancias, no sólo a los enfermos sino también a sus familiares y a los que los asisten.
94. – Se puede dar el Viático a un enfermo sea dentro de la Misa, si a juicio del Ordinario se celebra
en su casa (n. 26); sea también, fuera de la Misa, según los ritos y normas que luego se indican.
95. – En caso de necesidad, se puede administrar la Eucaristía únicamente bajo la forma de Vino a
quien no esté en capacidad de recibir la especie del Pan.
Si no se celebra la Misa junto al enfermo, se reservará después de la Misa la Sangre del Señor en un
cáliz debidamente cubierto y colocado en el sagrario. Pero no se llevará al enfermo, sino un vaso
cerrado de tal modo que se evite completamente el peligro de que se derrame. Para administrar el
sacramento se elegirá, en cada caso, el modo más adecuado de los que se proponen para distribuir
la comunión bajo las dos especies. Administrada la comunión, si queda algo de la preciosísima
Sangre, el ministro la sumirá y tendrá cuidado de realizar las abluciones debidas.
96. – Todos los participantes en la celebración pueden recibir también la comunión bajo ambas
especies.
97. – Siempre que se administre el Viático dentro de la Misa, se celebra de blanco la Misa propia o la
Misa votiva de la Santísima Eucaristía. En los domingos de Adviento Cuaresma y Pascua, en las
Solemnidades, en el Miércoles de Ceniza y durante la Semana Santa se celebra la Misa del día,
utilizando, si se cree conveniente, las fórmulas de bendición final (n. 79 y 237). Ver Misa en el
Apéndice.
Las lecturas se tomarán de las que se proponen en el Leccionario o propio, a no ser que el provecho
del enfermo y de los asistentes aconseje escoger otras lecturas.
Cuando esté prohibida la Misa votiva, una de las lecturas puede tomarse de los textos arriba
indicados, a no ser que se trate del Triduo Pascual, de la solemnidad de Navidad, Epifanía,
Ascensión, Pentecostés, Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, u otra Solemnidad de precepto.
99. – La Misa se celebra en la forma acostumbrada, pero teniendo en cuenta lo que sigue:
a) Después de leer el Evangelio, basándose en el texto bíblico se hace una breve homilía en la cual
se expone la importancia y el sentido del Viático, según las circunstancias del enfermo y de los
presentes (Cfr. nn. 26-28).
b) Antes de concluir la homilía, inclúyase la profesión de fe, si ha de hacerse (n. 108). Esta profesión
de fe hace las veces del credo en la Misa.
c) La Oración Universal debe acomodarse a la celebración, escogiendo los textos de los que se
proponen en el n. 109; se puede omitir cuando el enfermo hace su profesión de fe y cuando se
considere que el enfermo puede cansarse mucho.
d) En el momento señalado en el Ordinario de la Misa, el sacerdote y los presentes pueden dar la paz
al enfermo.
e) Tanto el enfermo como los demás presentes pueden comulgar bajo ambas especies.
En la comunión para el enfermo debe usar el sacerdote la fórmula establecida para el Viático (n. 112).
f) Al fin de la Misa, puede emplearse la fórmula peculiar para la bendición (nn. 79, 237) a la cual
puede agregarse la fórmula de Indulgencia ple-naria para el momento de la muerte que comienza por
las palabras: "Por los santos misterios..." (Cfr. n. 106).
100. – Si el enfermo quiere confesarse (lo cual debe tenerse muy en cuenta) el sacerdote procura
confesarlo, si es posible, en un momento distinto de la administración del Viático. Y si hay que
confesar al enfermo en la misma celebración, entonces se le oye al principio del rito.
Cuando la confesión no tiene lugar dentro del mismo rito, u otras personas quieren comulgar, se hace
el acto penitencial.
101. – Vestido con los ornamentos apropiados al caso, el sacerdote se acerca al enfermo, lo saluda
cordialmente a una con los presentes, utilizando, si es conveniente la siguiente fórmula:
O bien:
Luego colocado el Sacramento sobre la mesa, lo adora a una con los presentes.
102. – Luego, si es oportuno, asperja al enfermo y a la habitación con agua bendita, con estas u otras
palabras:
Queridos hermanos: Jesucristo nuestro Señor, antes de pasar de este mundo al Padre, nos dejó el
sacramento de su Cuerpo y de su Sangre para que, a la hora de nuestro paso de esta vida a Dios,
fortalecidos con el Viático de su Cuerpo y de su Sangre, nos sintiéramos protegidos con esta prenda
de nuestra futura resurrección. Unidos, pues, por el amor a nuestro hermano N., oremos por él.
Acto Penitencial
104. – Si es necesario el sacerdote escucha la confesión del enfermo que en caso de necesidad
puede ser genérica.
O bien:
Se hace una breve pausa de silencio y luego todos juntos, hacen la confesión:
Dios todopoderoso
tenga misericordia de nosotros,
perdone nuestros pecados
y nos lleve a la Vida eterna.
Y todos responden:
Amén.
O bien:
R. Amén.
107. – Conviene sobremanera que uno de los presentes, o el mismo sacerdote, haga una breve
lectura de la Sagrada Escritura, por ejemplo:
Jn. 6 (54-55):
"El que come mi carne y bebe mi sangre tiene la Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
Porque mi carne es una verdadera comida, y mi sangre, una verdadera bebida".
Jn. 6 (54-59):
"El que come mi carne y bebe mi sangre tiene la Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
Porque m¡ carne es una verdadera comida y mi sangre, una verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mi y yo en él.
Asícomo yo, que he sido enviado por el Padre que tiene vida, vivo por el Padre, de ia misma manera,
el que me come vivirá por mi.
Este es el pan bajado del Cielo; no como el que comieron vuestros padres y murieron. El que come
este pan vivirá eternamente".
Jn. 14 (6):
En aquel tiempo dijo Jesús a Tomás:
"Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí".
Jn. 14 (23):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo
amará; iremos a él y habitaremos en él".
Jn. 15 (4):
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: "Permaneced en mi, como yo permanezco en ustedes.
Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no
permanecéis en mi".
"Siempre que comáis este pan y bebáis esta copa, proclamaréis la muerte del Señor hasta que él
vuelva".
Podrá escogerse también alguno de los textos que se proponen en los nn. 247 y ss. ó 153 y ss.
Puede hacerse una breve explicación de lo leído, según las circunstancias.
Profesión de fe bautismal
108. – Es conveniente que el enfermo, antes de recibir el Viático, renueve la profesión de fe que hizo
en el Bautismo. Por tanto el sacerdote en pocas palabras hace una introducción adecuada, y le
pregunta luego:
Letanía
109. – Si las condiciones del enfermo lo permiten se hace una breve letanía, con las siguientes
palabras u otras semejantes; el enfermo responde, si es posible, y los demás presentes.
Hermanos:
invoquemos a Cristo nuestro Señor
con corazón unánime.
– A ti, Señor, que nos amaste hasta el extremo, y te entregaste a la muerte para darnos la vida, te
rogamos por nuestro hermano N.
R. Escúchanos, Señor.
– A ti, Señor, que dijiste: "Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna", te pedimos por
nuestro hermano N.
R. Escúchanos, Señor.
– A ti, Señor, que nos invitas al banquete en el cual no habrá más dolor, ni llanto, ni tristeza, ni
separación, te pedimos por nuestro hermano N.
R. Escúchanos, Señor.
Viático
110. – Inmediatamente después el sacerdote, con estas u otras palabras, introduce la oración
dominical:
Ahora, hermanos, oremos juntos a Dios nuestro Padre, con la oración que Nuestro Señor Jesucristo
nos enseñó:
Padre nuestro.
El enfermo responde:
R. Amén.
El enfermo responde:
R. Amén.
Otras fórmulas de bendiciones en los nn. 79, 237-238; o si quedan Hostias el sacerdote puede
bendecir al enfermo trazando sobre él la señal de la cruz con el Santísimo Sacramento.
Capítulo IV
115. – Si el enfermo quiere confesarse (lo cual debe tenerse muy en cuenta) el sacerdote procura
confesarlo, si es posible, en un momento distinto de la celebración de la Unción y del Viático. Si hay
que confesar al enfermo en la misma celebración, entonces se le oye al principio del rito, antes de la
Unción. Cuando la confesión sacramental no tiene lugar dentro del mismo rito, si se cree conveniente,
se hace el acto penitencial.
116. – Si el peligro es muy grave únjase al enfermo cuanto antes, con una sola unción y ofrézcase
luego el Viático. Si el peligro de muerte es inminente désele inmediatamente el Viático (n. 30), para
que en su paso de esta vida, fortalecido con el Cuerpo de Cristo, se vea protegido con la prenda de la
resurrección. Pues, los fieles, en peligro de muerte, están obligados a recibir la sagrada Comunión.
117. – En cuanto sea posible, no se debe administrar en un rito continuo la Confirmación en peligro
de muerte y la Unción de los enfermos para que no se vaya a confundir un sacramento con otro a
causa de la Unción propia de cada uno. Pero si hay necesidad, se administra la Confirmación antes
de bendecir el Oleo dé los enfermos y entonces se omite la imposición de manos que corresponde al
rito de la Unción.
118. – Vestido con los ornamentos apropiados al caso, el sacerdote se acerca al enfermo, lo saluda
cordialmente a una con los presentes, utilizando, si es conveniente, la siguiente fórmula:
O bien:
Coloca el Sacramento sobre la mesa y Junto con los presentes lo adora. Después, si parece
conveniente, con el agua bendita, asperja al enfermo y la habitación, con estas u otras palabras:
Queridos hemanos, el Señor Jesús no sólo está presente en todas nuestras situaciones, sino que
también nos reanima permanentemente con la gracia de los sacramentos por el ministerio de los
sacerdotes perdona los pecados a quienes se arrepienten, consuela a los enfermos con la Santa
Unción y alimenta con el Viático de su Cuerpo y Sangre la esperanza de vida eterna de quienes
desean su venida.
Ayudemos, pues, con nuestro afecto y nuestra oración a este hermano nuestro, quien va a recibir
estos tres sacramentos.
N. B. Esta fórmula está más bien dirigida a los presentes que al enfermo. Para realizar lo indicado en
la nota anterior (119), es necesario una monición de libre composición.
Sacramento de la Penitencia
120. – Si es necesario el sacerdote escucha la confesión del enfermo que en caso de necesidad
puede ser genérica.
Renovemos nuestra conversión a Dios, renunciando a los pecados con que lo hemos ofendido.
O bien:
Hermanos, reconozcamos nuestros pecados, para encontrarnos dignos de participar de esta sagrada
celebración.
Se hace una breve pausa de silencio y luego ledos juntos, hacen la confesión:
Dios todopoderoso
tenga misericordia de nosotros,
perdone nuestros pecados
y nos lleve a la Vida eterna.
Y todos responden:
Amén.
O bien:
123. – Si las condiciones del enfermo lo permiten se hace luego la profesión de fe bautismal (n. 108)
y una breve letanía a la que responden, el er ferino, si es pcsible, y les demás presentes.
Las invocaciones siguientes se pueden adapta a las circunstancias del enfermo y de sus
acompañantes a fin de que expresen mejor su oración.
Hermanos:
Oremos, por nuestro hermano N.
e invoquemos al Señor que ahora
lo fortalecerá con sus sacramentos.
– Para que Dios Padre, contemple en nuestro hermano enfermo faz de su Hijo sufriente, roguemos ai
Señor.
R. Te rogamos, óyenos.
R. Te rogamos, óyenos.
R. Te rogamos, óyenos.
Sagrada Unción
125. – El sacerdote impone las manos sobre la cabeza del enfermo sin decir nada.
126. – Y luego, si hay que bendecirlo (según n. 21) procede a la bendición del Oleo con esta fórmula:
127. – Si el Oleo ya está bendito puede recitar ante; él la oración de acción de gracias sobre el Oleo.
– Bendito seas, Dios Padre todopoderoso, que por nosotros y por nuestra salvación nos enviaste a tu
Hijo al mundo.
– Bendito seas Dios, Hijo Unigénito, que hecho hombre quisiste remediar nuestras enfermedades.
R. Bendito seas por siempre, Señor.
– Bendito seas, Dios, Espíritu Santo Paráclito, que con tu gracia nos das fortaleza para sobrellevar
las enfermedades de nuestro cuerpo.
– Padre misericordioso, tu siervo, que hoy es ungido con el Oleo Santo, reciba alivio en la
enfermedad y consuelo en su dolor. Por Cristo nuestro Señor.
128. – Inmediatamente el sacerdote recibe el óleo sagrado, y unge al enfermo en la frente y en las
manos diciendo una sola vez:
R. AMEN.
R. AMEN.
129. – Luego el sacerdote, con estas u otras palabras, introduce la recitación del Padre nuestro:
Ahora, hermanos,
oremos juntos a Dios nuestro Padre
con la oración que
Nuestro Señor Jesucristo nos enseñó:
Padre nuestro...
Viático
El enfermo, si es capaz, y los presentes que han de comulgar dicen una sola vez:
Señor
no soy digno de que entres en mi casa,
pero una palabra luya bastará para sanarme.
Amén.
R. Amén.
Rito de conclusión
Señor,
tu has querido que tu Hijo
fuera para nosotros
camino, verdad y vida,
mira, con amor, a nuestro hermano N.
y pues confía plenamente en tus promesas,
y ha sido fortalecido
con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo,
concédele llegar en paz a tu reino eterno.
Por Cristo Nuestro Señor.
R. Amén.
R. Amén.
134. – Si, por circunstancias especiales hay que administrar a un enfermo que está en próximo
peligre de muerte sólo la Unción sin el Viático, obsérvese lo indicado en los nn. 119-129 menos lo
siguiente:
a) Monición inicial
Hermanos:
Nuestro Señor Jesucristo por boca del Apóstol Santiago nos exhorta diciendo: "¿Está enfermo
alguno de ustedes? Llame a los presbíteros de la Iglesia, y que oren sobre él y lo unjan con el
óleo en el nombre del Señor: y la oración de la fe salvará al enfermo y el Señor lo aliviará y los
pecados que hubiere cometido le serán perdonados".
Encomendemos, pues, a nuestro hermano N. enfermo, a la gracia y al poder de Cristo, para que
encuentre alivio y salvación.
b) Después de la Unción, el sacerdote dice una de las oraciones que se encuentran en los nn. 243-
246 escogiendo la que se acomode mejor al estado del enfermo.
135. – Si el sacerdote duda que el enfermo está vivo puede aplicarle la Unción así:
Hermanos, oremos con fe a Dios por nuestro hermano N. y pidamos al Señor que se digne visitarlo
con su misericordia y confortarlo con la Santa Unción.
R. Te rogamos, óyenos.
Sivives, por esta Santa Unción y por su bondadosa misericordia, te ayude el Señor con la gracia del
Espíritu Santo.
R. Amén.
R. Amén.
Si parece oportuno puede agregarse una oración acomodada a las circunstancias del enfermo (n.
243-246).
Capítulo V
136. – En cuanto lo permitan las circunstancias, deberá observarse el rito en forma completa, como
se describe en el Ritual de la Confirmación (ver en éste mismo, Apéndice). Con todo si surge la
necesidad, se procede así:
El sacerdote impone la mano sobre el enfermo, diciendo:
Dios todopoderoso,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que hiciste renacer a este hijo tuyo
por medio del agua y del Espíritu Santo,
liberándolo del pecado:
envía sobre él el Espíritu Paráclito,
concédele el espíritu de sabiduría
y de entendimiento,
el espíritu de consejo y de fortaleza,
el espíritu de ciencia y de piedad;
cólmalo con el espíritu
de tu santo temor.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
Luego, después de haber introducido la extremidad del dedo pulgar de la mano derecha en el
Crisma, hace la señal de la cruz con el mismo dedo pulgar en la frente del confirmando, diciendo:
Amén.
Teniendo en cuenta las circunstancias de cada caso particular, pueden añadirse otros elementos de
preparación y conclusión.
137. – En caso de extrema necesidad, basta que el sacerdote confiera la crismación con la fórmula
sacramental:
Capítulo VI
138. – Una de las más urgentes tareas de la caridad cristiana es la solidaridad con el hermano o
hermana que agoniza, uniéndose a él para implorar la misericordia de Dios y excitarlo a la confianza
en nuestro Señor Jesucristo.
139. – Las oraciones, letanías, jaculatorias, salmos, lecturas de la Palabra de Dios contenidas en este
capítulo de la asistencia a los moribundos se orientan a inspirar al agonizante, si aún está consciente,
a la aceptación tranquila de las angustias que naturalmente produce la muerte al hombre y a
sobrellevarla consolado con la esperanza de la vida celestial y la futura resurrección, ayudado del
poder de Cristo que muriendo destruyó nuestra muerte.
Y aun cuando el moribundo esté inconsciente, sin embargo los que lo acompañan podrán consolarse
por estas oraciones, al comprender el sentido pascual de la muerte. La señal de la cruz que se traza
sobre el enfermo, recordándole aquella que recibió por primera vez el día de su bautismo, es
expresión también del sentido pascual de la muerte.
140. – Las oraciones y lecturas que se presentan a continuación para escoger y otras que se pueden
elegir, si se estima conveniente, deben ser siempre conformes con el estado espiritual y corporal del
moribundo y según las circunstancias especiales de lugares y personas. Recítese lentamente y más
bien en voz baja, interrumpiéndolas con momentos de silencio.
A veces será oportuno hacer repetir al moribundo algunas de las jaculatorias procurando que el
enfermo las recite lentamente.
142. – Los sacerdotes o diáconos procuren, en cuanto les sea posible, acompañar a los moribundos y
recitar en compañía de los familiares las oraciones para la asistencia de los moribundos y las que
están señaladas para el momento de la expiración, ya que con su presencia hacen más ostensible
que el enfermo murió en comunión con la Iglesia. Y cuando los deberes pastorales les impida estar
presentes, entonces procuren advertir a los fieles que acompañan a los moribundos aiie reciten con
ellos las oraciones que van a continuación u otras que ellos escojan; y para el efecto facilítenles los
libros donde tengan a mano las oraciones y lecturas.
FORMULAS BREVES
143. –
Rom. 8 (35):
¿Quién podrá separarnos del amor de Cristo?
Rom. 14 (8):
Si vivimos, vivimos para el Señor, y si morimos, morimos para el Señor.
2 Cor. 5 (1):
Tenemos una casa permanente en el cielo.
1 Tesal. 4 (17):
Y asi permaneceremos con el Señor para siempre.
1 Jn. 3 (2):
Veremos a Dios tal cual es.
1 Jn. 3 (14):
Sabemos que hemos pasado de la muerte a la Vida, porque amamos a nuestros hermanos.
Salmo 24 (1):
A Ti, Señor, elevo mi alma.
Salmo 26 (1):
El Señor es mi luz y mi salvación.
Salmo 26 (13):
Yo creo que contemplaré la bondad del Señor en la tierra de los vivientes.
Salmo 41 (3):
Mi alma tiene sed de Dios, del Dios viviente.
Salmo 22 (4):
Aunque cruce por oscuras quebradas, no temeré ningún mal, porque tu estás conmigo.
Mt. 25 (34):
Venid, benditos de mi Padre y recibid en herencia el Reino que os ha sido preparado.
Lc. 23 (43):
El le respondió: "Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso".
Jn. 14 (2):
Dijo Jesús: "En la Casa de mi Padre hay muchas habitaciones.
Jn. 14 (2-3):
Dijo Jesús: "Yo voy a prepararos un lugar, y os llevaré conmigo.
Jn. 17 (24):
Padre, quiero que los que tú me diste estén conmigo, donde yo esté, dice el Señor.
Jn. 6 (40):
Todo el que cree en el Hijo, tenga la vida eterna.
Salmo 30 (6a):
Yo pongo mi vida en tus manos.
Hch. 7 (59):
Señor Jesús, recibe mi espíritu.
LECTURAS BIBLICAS
144. – Además de las siguientes, pueden utilizarse las que aparecen en los nn. 153-229.
Salmos
Salmo 22:
El Señor es mi pastor, nada me puede faltar.
El me hace descansar en verdes praderas,
me conduce a las aguas tranquilas
y repara mis fuerzas;
me guía por el recto sendero,
por amor de su Nombre.
Aunque cruce por oscuras quebradas,
no temeré ningún mal,
porque tú estás conmigo:
tu vara y tu bastón me infunden confianza.
Tú preparas ante mi una mesa
frente a mis enemigos;
unges con óleo mi cabeza y mi copa rebosa.
Tu bondad y tu gracia me acompañan
a lo largo de mi vida;
y habitaré en la Casa del Señor,
por muy largo tiempo.
Demos gloria al Padre todopoderoso
a Jesús, el Señor, y al Espíritu
que habita en nuestras almas
por los siglos de los siglos. Amén.
Salmo 24 (1.4b-11):
Indícame, Señor, tus caminos,
muéstrame tus senderos;
llévame por el camino de tu fidelidad,
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador.
Guíame en tu verdad, enséñame,
pues Tú eres mi Dios, mi Salvador.
Todo el día en Ti pongo mi confianza
por tu bondad, Señor.
Acuérdate, oh Señor, de tu misericordia,
de tu bondad que son eternas.
De mis desvíos juveniles no te acuerdes,
pero acuérdate de mi, por tu bondad.
Bueno y recto es Dios.
El reduce el camino a los que yerran.
Conduce en la justicia a los humildes,
y a los pobres enseña su sendero.
Todas las sendas de Dios son gracia y lealtad,
para quien guarda su alianza y sus preceptos:
Por tu nombre, ¡oh Señor!,
perdona mis culpas que son tantas.
Pueden también leerse los Salmos 90; 113 (1-8); (3-5); 120 (1-4) y 122.
1 Corintios 15 (1-4):
Hermanos:
Os recuerdo la Buena Noticia que yo os he predicado, que ustedes habéis recibido y a la cual
permanecéis fieles.
Por ella sois salvados.
Si la conserváis tal como yo os la anuncié; de lo contrario habríais creído en vano.
Os he transmitido en primer lugar, la enseñanza que yo mismo recibí: Cristo murió por nuestros
pecados, conforme a la Escritura. Fue sepultado y resucitó al tercer día, de acuerdo a la Escritura.
1 Jn. 4 (16):
Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor y el que
permanece en el amor permanece en Dios y Dios permanece en él.
Evangelios
Mt. 25 (1-13):
En aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola: "El Reino de los cielos será semejante a diez jóvenes que
fueron con sus lámparas al encuentro del novio. Cinco de ellas eran necias, y cinco, prudentes.
Las necias tomaron sus lámparas, pero sin proveerse de aceite, mientras que las prudentes tomaron
sus lámparas y también llenaron de aceite sus frascos.
Como el novio se hacía esperar, se adormecieron y, finalmente, todas se durmieron.
Pero a medianoche se oyó un grito:
'Ya viene el novio, salid a su encuentro'.
Entonces las jóvenes se despertaron y prepararon sus lámparas.
Las necias dijeron a las prudentes:
'¿Podríais darnos un poco de aceite, porque nuestras lámparas se apagan?'
Pero éstas les respondieron:
'No va a alcanzar para todas. Es mejor que vayáis al lugar donde se lo vende y lo compréis'.
Mientras tanto, llegó el novio: las que estaban preparadas entraron con él en la sala de bodas y se
cerró la puerta.
Después llegaron las otras jóvenes y dijeron: 'Señor, señor, ábrenos'.
Pero él respondió:
'Os aseguro que no os conozco'.
Por eso, estad prevenidos, porque no sabéis el día ni la hora".
Mc. 15 (33-37):
Al mediodía, se oscureció toda la tierra hasta las tres de la tarde; y a esa hora, Jesús exclamó en alta
voz: "Eloi, Eloi, lamá sa-bachtani?", que significa: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?"
Algunos de los que se encontraban allí, al oírlo, dijeron:
"Está llamando a Elias".
Uno corrió a mojar una esponja en vinagre y poniéndola en la punta de una caña, le dio de beber,
diciendo:
"Vamos a ver si Elias viene a bajarlo".
Entonces, Jesús, dando un gran grito, expiró.
Mc. 16 (1-8):
Pasado el sábado, María de Magdala, María la Madre de Santiago y Salomé, compraron perfumes
para ir a ungir a Jesús.
Muy de madrugada, el primer día de la semana, iban al sepulcro, cuando salía el sol. E iban
diciéndose: "¿Quién nos quitará la piedra de la puerta del sepulcro?" Levantaron los ojos y vieron que
la piedra había sido removida; y era muy grande. Entraron en el sepulcro y al ver a un joven sentado
a la derecha, vestido con una túnica blanca, se asustaron. Pero él les dijo: "No temáis. El que
buscáis, Jesús Nazareno, el crucificado, resucitó, no está aquí. Ved el lugar en que lo pusieron. Pero
id, decid a sus discípulos, y a Pedro, que El Irá delante de ustedes a Galilea. Allí le veréis, como El os
dijo. Ellas salieron huyendo del sepulcro, porque se había apoderado de ellas el temor y el espanto, y
a nadie dijeron nada, porque tenían miedo.
Lc. 22 (39-46):
En aquel tiempo Jesús salió y fue como de costumbre al monte de los olivos, acompañado de sus
discípulos.
Cuando llegaron, les dijo:
"Orad, para no caer en la tentación". Después se alejó de ellos, más o menos a la distancia de un tiro
de piedra, y arrodillándose, oraba:
"Padre, si quieres, aleja de mi este cáliz. Pero que no se haga mi voluntad sino la tuya". Entonces se
le apareció un Angel del Cielo que lo reconfortaba.
En medio de la angustia, él oraba más intensamente, y su sudor era como gotas de sangre que
corrían hasta el suelo.
Levantóse de la oración, fue a sus discípulos y los encontró dormidos por la tristeza, y les dijo:
"¿Por qué dormís? Levantaos y orad para que no entréis en tentación".
Lc. 23 (42-43):
Y le decía, "Jesús, acuérdate de mi cuando llegues a tu Reino". El le respondió: "Yo te aseguro que
hoy estarás conmigo en el Paraíso".
Lc. 24 (1-8):
La resurrección de Jesús.
Jn. 6 (3740):
El que cree en Jesús tiene ia Vida eterna.
145. – Si el moribundo es capaz de soportar una oración más prolongada, sería mejor que quienes lo
acompañan, teniendo en cuenta las circunstancias, oren por él, rezando las letanías de los santos (o
algunas de sus invocaciones de las letanías) respondiendo: "Orad por él" invocando especialmente el
santo o a los santos patronos del moribundo o de la familia. Pueden también rezar algunas de las
oraciones acostumbradas.
Cuando se ve que es inminente el momento de la muerte alguno puede rezar, según las
disposiciones cristianas del moribundo, una de las siguientes oraciones:
ORACIONES
146. –
Sal de este mundo, alma cristiana,
en el nombre de Dios Padre todopoderoso, que te creó,
en el nombre de Jesucristo,
el Hijo de Dios vivo, que murió por ti,
en el nombre del Espíritu Santo,
cuya gracia descendió sobre ti;
que tengas hoy tu tabernáculo junto a Dios,
en la Jerusalén celestial
y tu morada en Sión,
acompañado de la gloriosa Santa María Virgen,
Madre de Dios, de San José
y de todos los Angeles y Santos de Dios.
147. –
Te encomiendo, amado hermano,
a Dios nuestro Padre misericordioso
y te pongo en manos de Aquel que te creó,
para que vuelvas al autor de tu vida,
y encuentres al que te formó
del barro de la tierra.
148. –
Acoge, Señor, en tu reino a tu siervo para que alcance la salvación que espera de tu misericordia.
R. Amén.
Libra, Señor, a tu siervo, como libraste a Abraham del país de los caldeos.
R. Amén.
Libra, Señor, a tu siervo, como libraste a Moisés del poder del Faraón.
R. Amén.
Libra, Señor, a tu siervo, como libraste a los tres jóvenes del horno ardiente y del poder del rey inicuo.
R. Amén.
Libra, Señor, a tu siervo, como libraste a Daniel del rey Saúl y de las manos de Goliat.
R. Amén.
Libra, Señor, a tu siervo N. por Jesús, nuestro Salvador, que murió por nosotros y por su resurrección
nos obtuvo la vida eterna.
R. Amén.
149. –
Señor, te encomendamos, a tu siervo N.
y te suplicamos, Señor Jesús,
Salvador del mundo,
que pues, lleno de misericordia,
viniste a la tierra, por su salvación
lo acojas ahora benignamente
en la alegre fiesta de tu reino;
porque, aunque durante su vida haya pecado,
jamás negó al Padre, ni al Hijo,
ni al Espíritu Santo,
sino que creyó en Dios,
y adoró fielmente
al Creador de todas las cosas.
Oremos:
Señor, te encomendamos a tu siervo N.
para que viva unido a Ti después de haber muerto para el mundo,
y ya que ha pecado por la fragilidad de su condición humana,
dígnate perdonarlo, Tú que eres la misma bondad.
Por Cristo nuestro Señor.
R. Amén.
I – LECTURAS BIBLICAS
152. – Las lecturas que se ponen a continuación se emplean en las Misas por los enfermos, en su
visita, cuando se celebra la Unción de los enfermos, sea a uno solo o a varios a la vez. O también
cuando se ora en presencia o en ausencia de ellos. Hágase la selección teniendo en cuenta las
circunstancias pastorales v su estado de salud corporal y espiritual También se señalan algunas
lecturas para los moribundos.
Contigo está la Sabiduría que conoce tus obras, que te asistió al hacer el mundo, y sabe lo que es
agradable a tus ojos, y lo que es recto según tus mandamientos.
Envíala desde los santos cielos, y desde el trono de tu Gloria mándala, para que asistiéndome en mis
trabajos conozca lo que te es agradable.
Porque ella sabe y comprende todo, y me guiará prudentemente en mis empresas, y me guardará en
su gloria.
Pues, ¿qué hombre conocerá los designios de Dios? y ¿quién acertará con lo que el Señor quiere?
Porque los pensamientos de los mortales son tímidos, e inseguros nuestros cálculos.
Porque el cuerpo corruptible grava al alma, y la morada terrestre oprime el espíritu pensativo.
Pues sí a duras penas conjeturamos lo que ocurre en la tierra, y con trabajo encontramos lo que
tenemos entre manos, ¿quién rastreará lo que hay en los cielos?
¿Quién conoció tu designio, si tú no le diste la Sabiduría, y enviaste desde los cielos tu santo espí-
ritu?
Y así, se enderezaron los senderos de los que viven sobre la tierra, y los hombres aprendieron lo que
te es grato, y por la Sabiduría se salvaron.
El Espíritu del Señor está sobre mi, porque el Señor me consagró con la unción.
El me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres y a vendar las heridas de los que sufren; a
proclamar la liberación a los cautivos y a los prisioneros, la libertad; a anunciar el año de gracia del
Señor y el día de la victoria de nuestro Dios; a consolar a los que están afligidos – los afligidos de
Sión – para cambiar su ceniza por una corona, su traje de luto por un perfume de fiesta y su
abatimiento por un canto de alabanza.
En aquellos días, cuando Pedro y Juan subieron al Templo para la oración de la tarde, encontraron a
un paralítico de nacimiento, a quien ponían diariamente junto a la puerta del Templo llamada "la
Hermosa", para pedir limosna a los que entraban.
Cuando él vio a Pedro y a Juan entrar en el Templo, les pidió una limosna.
Entonces Pedro y Juan lo miraron y Pedro le dijo:
"Míranos".
El hombre se quedó mirándolos, esperando que le dieran algo.
Pedro le dijo:
"No tengo plata ni oro, péro te doy lo que tengo: en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y
camina".
Y tomándolo de la mano derecha, lo levantó; de inmediato, se le fortalecieron los pies y los tobillos.
Dando un salto, se puso de pie, y comenzó a caminar, y entró con ellos en el Templo, caminando,
saltando y glorificando a Dios.
Toda la gente lo vio caminar y alabar a Dios.
Y al reconocer que era el mendigo que pedía limosna sentado a la puerta del Templo llamada "la
Hermosa", quedaron asombrados y llenos de admiración por lo que le había sucedido.
Hermanos: todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios son hijos de Dios.
Y ustedes no habéis recibido un espíritu de esclavos para volver a caer en el temor, sino el espíritu de
hijos adoptivos, que nos hace llamar a Dios "Abba", es decir, "Padre".
El mismo Espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios.
Y si somos hijos, también somos herederos, herederos de Dios y coherederos de Cristo, porque
sufrimos con él para ser glorificados con él.
Hermanos: Si Dios está por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que aún a su propio Hijo no
perdonó, sino que lo entregó por todos nosotros ¿cómo no nos dará gratuitamente con El todas las
cosas? ¿Quién levantará acusación contra los hijos de Dios? Siendo Dios quien justifica ¿quién será
el que condene? ¿Cristo Jesús, el que murió, o más bien, el resucitado, es el que está a la diestra de
Dios y el que intercede por nosotros?
¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación o angustia, la persecución o el hambre, o la
desnudez o el peligro o la espada?
Pero en todas estas cosas salimos triunfadores por medio de aquel que nos amó. Porque estoy
persuadido que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni las cosas presentes ni las
futuras, ni las potestades, ni la altura, ni la profundidad, ni otra criatura alguna podrá separarnos del
amor de Dios que está en Cristo Jesús nuestro Señor.
Hermanos: El lenguaje de la cruz es una locura para los que se pierden, pero para los que se salvan -
para nosotros- es fuerza de Dios.
Porque está escrito:
"Destruiré la sabiduría de los sabios y rechazaré la ciencia de los inteligentes". ¿Dónde está el sabio?
¿Dónde, el hombre culto?
¿Dónde, el razonador sutil de este mundo? ¿Acaso Dios no ha demostrado que la sabiduría del
mundo es una necedad?
En efecto, ya que el mundo, con su sabiduría, no conoció a Dios en su sabiduría divina, Dios quiso
salvar a los que creen por la locura de su mensaje.
Mientras los judíos piden signos y los griegos buscan la sabiduría, nosotros, en cambio, predicamos a
un Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los paganos, pero fuerza y sabiduría de
Dios, para los que han sido llamados, tanto judíos como griegos.
Porque la locura de Dios es más sabia que la sabiduría de los hombres y la debilidad de Dios es más
fuerte que la fortaleza de los hombres.
Queridos hermanos:
Si alguien está afligido, que ore. Si está alegre, que cante. Si está enfermo, que llame a los
sacerdotes de la Iglesia, y ellos oren sobre él y lo unjan con óleo en el Nombre del Señor.
La oración que nace de la fe salvará al enfermo, el Señor lo aliviará, y si tuviera pecados, le serán
perdonados.
Confesaos, entonces, mutuamente vuestros pecados y orad los unos por los otros, para ser salvados.
179. – 1 Pe. 1 (3-9):
"De lo cual os alegráis ya aunque de momento os veáis obligados a sufrir pruebas".
Yo, Juan, vi un nuevo cielo y una nueva tierra, porque el primer cielo y la primera tierra
desaparecieron, y el mar ya no existe más.
Vi la Ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo y venía de Dios, embellecida como
una novia que se prepara para recibir a su esposo.
Y oí una fuerte voz, que decía desde el trono: "Esta es la Morada de Dios entre los hombres: El
habitará con ellos, ellos serán su Pueblo y el mismo Dios estará con ellos El secará todas sus
lágrimas y no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó".
Y el que estaba sentado en el trono dijo: "Yo hago nuevas todas las cosas".
Luego agregó:
"Escribe que estas palabras son verdaderas y dignas de fe. Yo soy el Alfa y la Omega, el Principio y
el Fin.
Al que tenga sed, le daré de beber gratuitamente de la fuente del agua de la Vida. El vencedor
heredará estas cosas; yo seré su Dios y él será mi hijo".
Salmos Responsoriales
En aquel tiempo
vino Jesús junto al mar de Galilea y al ver a |a multitud subió a una montaña, se sentó, y sus
discípulos se acercaron a El. Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo:
"Felices los que tienen alma de pobres, poc? que a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices los pacientes, porque recibirán como herencia la tierra.
Felices los afligidos, porque serán consolados.
Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.
Felices los que tienen un corazón recto, porque verán a Dios.
Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.
Felices los que son perseguidos por pacticar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los
Cielos.
Felices ustedes, cuando seáis insultados y perseguidos, y cuando se os calumnie en toda forma a
causa de mi.
Alegraos y regocijaos entonces, porque tendréis una gran recompensa en el Cielo".
En aquel tiempo:
Cuando Jesús llegó a la casa de Pedro, encontró a la suegra de éste en cama con fiebre.
Le tocó la mano y ella no tuvo más fiebre; y levantándose, se puso a servirlo.
Al atardecer, le llevaron muchos endemoniados, y él, con su palabra, expulsó a los espíritus y curó a
todos los que estaban enfermos.
Así se cumplió el anuncio del profeta Isaías: "El tomó nuestras debilidades y cargó sobre sí nuestras
enfermedades".
En aquel tiempo:
Entró Jesús en Cafarnaúm, después de algunos días, y se supo que estaba en casa.
Y acudieron tantos que ni a la puerta cabían, y El les dirigía la palabra.
Le trajeron un paralítico, llevado entre cuatro. Y no pudiendo presentárselo a causa de la multitud,
levantaron la techumbre donde él estaba, hicieron un boquete, y descolgaron la camilla con el
paralítico.
Al ver Jesús su fe, dijo al paralítico:
"Hijo, son perdonados tus pecados". Algunos de los escribas allí sentados criticaban entre sí,
diciendo:
"¿Cómo habla así éste? ¡Blasfema! ¿Quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios?" Al punto,
conociendo Jesús en su espíritu lo que pensaban, les dijo:
¿Por qué pensáis eso en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil decir al paralítico: Perdonados son
tus pecados, o decirle: Levántate, carga con tu camilla y anda?
Pues para que veáis que el Hijo del Hombre tiene poder para perdonar pecados sobre la tierra, dijo al
paralítico:
"Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa". El paralítico se levantó y al punto, cargando con la
camilla salió a la vista de todos, de modo que todos se maravillaron, y glorificaban a Dios, diciendo:
"Jamás hemos visto cosa igual".
En aquel tiempo, un doctor de la Ley se levantó y preguntó a Jesús para ponerlo a prueba:
"Maestro, ¿qué tengo que hacer para alcanzar la Vida eterna?"
Jesús le preguntó a su vez:
"¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?"
El le respondió:
"Amarás al Señor, fu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu
espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo".
"Has respondido exactamente -le dijo Jesús-, obra así y alcanzarás la Vida".
Pero el doctor de la Ley, para justificar su intervención, le hizo esta pregunta:
"¿Y quién es mi prójimo?"
Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió:
"Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de una banda de asaltantes, que lo
despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto.
Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo. También pasó por allí
un levita: lo vio y siguió su camino.
Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió. Entonces se acercó
y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo
condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo. Al día siguiente, sacó dos monedas de plata y se las
dio ai dueño del albergue, diciéndole: “Cuídalo, y lo que gastes de más, yo te lo pagaré al volver".
¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?" "El que
tuvo compasión de él", le respondió el doctor. Y Jesús le dijo:
"Ve, y procede tú también de la misma manera".
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: "Yo soy el Pan de Vida. El que viene a mi, nunca tendrá
hambre; y el que cree en mi, nunca tendrá sed.
Pero ya os dije que me habéis visto y no creéis.
Todo lo que el Padre me da, viene a mi; y a los que vienen a mi, yo no los rechazaré, porque no he
bajado del cielo para hacer mi voluntad, sino la voluntad de Aquel que me envió.
La voluntad del que me ha enviado es que yo no pierda a ninguno de los que El me dio, sino que los
resucite en el último día.
La voluntad de mi Padre, que me envió, es que todos los que ven al Hijo y creen en El tengan la Vida
eterna; y yo los resucitaré en el último día.
224. – Pueden también leerse, según la oportunidad, la historia de la Pasión del Señor:
– Pasión de N.S.J.C. según S. Mateo, como se encuentra en el Leccionario.
– Pasión de N.S.J.C. según S. Juan, como se encuentra en el Leccionario Dominical "C" pág. 124 y
sigs.
II – FORMULAS DE SALUDO
230. –
V. La gracia de N.S.J.C., el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo, estén con todos
ustedes.
R. Y con tu espíritu.
231. –
V. La gracia y la paz de Dios, nuestro Padre, y de Jesucristo, el Señor, estén con todos ustedes.
R. Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo.
O en su lugar:
R. Y con tu espíritu.
Todos responden:
Porque pecamos contra ti.
El sacerdote dice:
Muéstranos, Señor, tu misericordia.
Todos responden:
Y danos tu salvación.
El sacerdote concluye:
Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida
eterna.
Todos responden:
Amén.
El sacerdote concluye:
Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros,
perdone nuestros pecados
y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
234. –
Señor,
Tú que por medio del Misterio Pascual de tu Unigénito
llevaste a plenitud la obra de la salvación de los hombres,
haz que quienes,
al celebrar los Sacramentos,
proclamamos con fe
la Muerte y la Resurrección de tu Hijo,
experimentemos siempre
un aumento de salvación.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
235. –
Oh Dios,
nos has dado participar
en un solo Pan y un solo Cáliz;
Concede a quienes has hecho uno en Cristo
vivir de tal manera
que alegres demos fruto
para la salvación del mundo.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
236. –
Te damos gracias, Señor,
por el sacrificio con que nos alimentas,
y te pedimos que el Espíritu Santo
nos dé perseverar en la gracia celestial
cuya eficacia hemos recibido.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
V – BENDICIONES
237. –
Que nuestro Señor Jesucristo
permanezca contigo, para defenderte.
R. Amén.
Y a todos ustedes,
que estáis aquí presentes,
os bendiga Dios todopoderoso,
Padre, Hijo +
y Espíritu Santo.
R. Amén.
O bien:
238. –
Y la bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo + y Espíritu Santo,
descienda sobre ustedes
y os acompañe siempre.
R. Amén.
VI – PARA LA UNCION DE LOS ENFERMOS
240. –
– Tú, que soportaste nuestros sufrimientos
y participaste de nuestros dolores,
Señor, ten piedad de nosotros.
241 –
Oremos, al Señor por nuestro hermano N. enfermo, y por todos los que cuidan de su salud y por los
demás que están a su servicio.
– Que des vida y salvación a este enfermo a quien, en tu nombre, vamos a imponer las manos.
242. –
– Bendito seas, Dios Padre todopoderoso,
que por nosotros y por nuestra salvación
nos enviaste a tu Hijo al mundo.
R. Bendito seas por siempre, Señor.
Primera lectura
En aquellos días, Elias se internó en el desierto una jornada de camino, y fue a sentarse bajo una
retama, deseándose la muerte y diciendo: "Ya basta, ¡oh Señor!, toma mi vida, pues no soy yo mejor
que mis padres". Luego, recostándose, quedó dormido debajo de la retama.
Pero he aquí que un Angel le tocó, y le dijo: "Levántate y come".
Miró en derredor, y vio a su cabecera un pan cocido sobre piedras ardiendo y un vaso de agua.
Comió, bebió y luego se volvió a recostar.
Volvió el Angel del Señor por segunda véz y, tocándole, dijo: "Levántate y come, pues te resta un
camino demasiado largo para ti". Y, levantándose, comió y bebió, y con la fuerza de aquel manjar
caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el monte de Dios, el Horeb.
Hermanos, lo que yo recibí del Señor, y a mi vez os he transmitido, es lo siguiente: El Señor Jesús, la
noche misma de la traición, tomó pan, dio gracias, lo partió y dijo: "Esto es mi Cuerpo, que se entrega
por ustedes. Haced esto en memoria mía".
De la misma manera, después de cenar, tomó la copa, diciendo: "Esta copa es la Nueva Alianza que
se sella con mi Sangre. Siempre que la bebáis, hacedlo en memoria mía".
Y así, siempre que comáis este pan y bebáis esta copa, proclamaréis la muerte del Señor hasta que
él vuelva.
Salmos responsoriales
R. (4) Aunque cruce por oscuras quebradas, no temeré ningún mal, porque tu estás conmigo.
O bien (1):
El Señor es mipastor,
nada me puede faltar.
El Señor es mi pastor,
nada me puede faltar.
El me hace descansar en verdes praderas,
me conduce a las aguas tranquilas
y repara mis fuerzas;
me guía por el recto camino
por amor de tu Nombre.
Aunque cruce por oscuras quebradas
no temeré ningún mal,
porque tú estás conmigo:
tu vara y tu bastón me infunden confianza.
Tu preparas ante mi una mesa,
frente a mis enemigos;
unges con óleo mi cabeza
y mi copa reboza.
Tu bondad y tu gracia me acompañan
a lo largo de mi vida;
y habitaré en la Casa del Señor,
por muy largo tiempo.
Evangelios
APENDICE I
ORDEN DE LA MISA
RITOS INICIALES
Rito Penitencial
2. –
Hermanos:
Reconozcamos nuestros pecados,
para poder celebrar dignamente los sagrados Misterios.
Se hace una breve pausa de silencio. Luego, todos juntos, hacen la confesión:
3. –
Yo confieso ante Dios todopoderoso
y ante ustedes, hermanos,
que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión:
Responden todos:
Amén.
4. – Siguen las invocaciones, si es que no se dijeron en el acto penitencial:
V. Señor, ten piedad de nosotros.
R. Señor, ten piedad de nosotros.
6. – Después el Sacerdote, con los brazos extendidos, dice la oración; una vez concluida los
presentes aclaman diciendo:
Amén.
LITURGIA DE LA PALABRA
7. – Luego el Sacerdote o uno de los presentes proclama la primera de las lecturas, concluida la cual
dice:
Es Palabra de Dios.
Y todos responden:
Te alabamos, Señor.
Y todos responden:
Y con tu espíritu.
Y continúa el Sacerdote:
Lectura del Santo Evangelio, según N.
Y mientras tanto hace la Señal de la Cruz sobre el libro y sebre símismo, en la frente, en la boca y en
el pecho.
Todos responden:
Gloria a tí, Señor.
Todos responden:
Te alabamos, Señor.
LITURGIA DE LA EUCARISTIA
19. – De pie, junto al altar, el sacerdote toma la patena con el pan y teniéndola levemente elevada
sobre el altar, dice privadamente:
Señor, Dios del universo,
te bendecimos por este pan,
fruto de la tierra y del trabajo del hombre,
que recibimos de tu generosidad,
y ahora te presentamos;
él será para nosotros pan de vida.
Todos responden:
Bendito seas por siempre, Señor.
20. – El sacerdote hecha vino y un poco de agua en el cáliz mientras dice privadamente:
De la misma manera que se mezclan el agua y el vino, que también nosotros podamos participar de
la divinidad de Jesús como El compartió nuestra condición humana.
21. – El sacerdote toma el cáliz y teniéndolo levemente elevado sobre el altar, dice privadamente:
Señor, Dios del universo,
te bendecimos por este vino,
fruto de la vid y del trabajo del hombre,
que recibimos de tu generosidad,
y ahora te presentamos;
él será para nosotros bebida de salvación.
Todos responden:
R. Bendito seas por siempre, Señor.
24. – El Sacerdote al costado del altar, se lava las manos diciendo privadamente:
Señor, lávame totalmente de mi culpa y purifícame de mi pecado.
25. – El sacerdote en medio del altar, mirando a la asamblea, extiende los brazos y los cierra
mientras dice:
Oremos hermanos,
para que este Sacrificio, mío y de ustedes,
sea agradable a Dios, Padre todopoderoso.
La asamblea responde:
El Señor reciba este Sacrificio
ofrecido por medio de tus manos,
para alabanza y gloria de su Nombre,
para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia.
26. – Luego, con los brazos extendidos, el Sacerdote dice la oración sobre las ofrendas; una vez
concluida, todos aclaman diciendo:
Amén.
PLEGARIA EUCARISTICA
El siguiente prefacio se dice en las Misas que no tienen prefacio propio y que no deben tomar un
prefacio del tiempo.
V. Levantemos el corazón.
R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Prefacio I
Prefacio II
Prefacio III
103. – Junta las manos y las extiende sobre la hostia y el cáliz, mientras dice:
Por eso, te pedimos que santifiques estos dones,
con la efusión de tu Espíritu,
junta las manos y hace un signo de la Cruz sobre las ofrendas, diciendo:
de manera que lleguen a ser para nosotros +
el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo.
104. – Las palabras del Señor, en las fórmulas que siguen, han de ser pronunciadas con claridad y
atención, tal como lo exige la naturaleza de las mismas.
Cuando El se entregaba voluntariamente a la Pasión,
se inclina un poco
TOMEN Y COMAN TODOS DE EL,
PORQUE ESTO ES MI CUERPO,
QUE SERA ENTREGADO POR USTEDES.
se inclina un poco
TOMEN Y BEBAN TODOS DE EL,
PORQUE ESTE ES EL CALIZ DE MI SANGRE,
SANGRE DE LA ALIANZA NUEVA Y ETERNA,
QUE SERA DERRAMADA
POR USTEDES Y POR MUCHOS
PARA EL PERDON DE LOS PECADOS.
HAGAN ESTO EN CONMEMORACION MIA.
Muestra el cáliz a la asamblea, lo vuelve a colocar sobre el corporal y adora haciendo genuflexión.
Te pedimos humildemente,
que el Espíritu Santo
congregue en la unidad
a los que participamos del Cuerpo
y la Sangre de Cristo.
Todos responden:
Amén.
RITO DE LA COMUNION
125. – El Sacerdote, después de dejar el cáliz y la patena, junta las manos y dice una de las
siguientes fórmulas u otra que se adecúe a las circunstancias.
Siguiendo los preceptos del Salvador
y sus divinas enseñanzas,
nos animamos a decir:
O bien:
Reconociendo que no sólo nos llamamos,
sino que verdaderamente somos hijos de Dios,
oremos como el Señor nos enseñó:
O bien:
Unamos nuestros corazones y nuestras voces para decir a Dios:
O también:
Invoquemos a Dios con humildad y confianza, diciendo:
127. – Luego el Sacerdote, con los brazos extendidos y con voz clara dice:
Señor Jesucristo,
que dijiste a tus Apóstoles:
"Mi paz les dejo, mi paz les doy,
No tengas en cuenta nuestros pecados
sino la fe de tu Iglesia;
y, conforme a tu palabra,
concédele la paz y la unidad.
Junta las manos.
Te lo pedimos a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Todos responden:
Amén.
128. – El celebrante mirando hacia el pueblo, extiende los brazos y los cierra mientras dice:
La paz del Señor esté siempre con ustedes.
La asamblea responde:
Y con tu espíritu.
129. – Después, si es oportuno, el Sacerdote dice una de las siguientes fórmulas u otra que se
adecúe a las circunstancias:
Hermanos, dense fraternalmente la paz.
O bien:
Hermanos:
expresemos nuestro amor fraterno,
dándonos la paz.
O:
Hermanos:
realicemos el gesto fraternal,
que nos compromete a vivir en el amor
deseándonos mutuamente la paz.
Y todos, según las costumbres del lugar se manifiestan mutuamente la paz y la caridad; el Sacerdote
da la paz al enfermo.
130. – Luego toma la hostia y la parte sobre la patena; echa en el cáliz una partícula de la misma
mientras dice privadamente:
Que el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo nos sirvan, al recibirlos, para la vida eterna.
Cordero de Dios
que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios
que quitas el pecado del mundo,
danos la paz.
Si la fracción del pan se prolonga, se puede seguir repitiendo la invocación; la última vez se concluye:
danos la paz.
133. – El Sacerdote hace una genuflexión, toma la hostia y sosteniéndola un poco elevada sobre la
patena, mirando a la asamblea, dice con voz clara:
Este es el Cordero de Dios
que quita el pecado del mundo.
Felices los invitados a la Cena del Señor.
135. – Luego, toma la patena p el copón, se acerca hacia los que van a comulgar y elevando un poco
la hostia ante cada uno de ellos, se la enseña diciendo:
El Cuerpo de Cristo.
Y comulga.
136. – Si hubiere que administrar la comunión bajo las dos especies, obsérvese el rito tal como se
encuentra descrito en su lugar.
138. – Una vez concluida la comunión, el sacerdote purifica la patena sobre el cáliz y el cáliz mismo.
Mientras hace la purificación el Sacerdote dice interiormente:
Te pedimos, Señor, que sepamos apreciar de corazón el alimento recibido por nuestra boca, y que
este don temporal nos sirva de protección para la Vida eterna.
Junto con el Sacerdote todos oran unos momentos en silencio, si es que esto no se ha hecho
precedentemente. Luego el Sacerdote, con los brazos abiertos, dice la oración para después de la
comunión. La asamblea aclama al fin de la misma diciendo:
Amén.
RITO DE DESPEDIDA
142. – Luego se despide a los fieles. El sacerdote, mirando a la asamblea, extiende los brazos y dice:
El Señor esté con ustedes.
Todos responden:
Y con tu espíritu.
O bien:
Y también contigo.
La asamblea responde:
Amén.
143, – Luego el Sacerdote, mirando a la asamblea y con las manos juntas dice una de las siguientes
fórmulas u otra que se adecúe a las circunstancias.
Hermanos: pueden ir en paz.
O bien:
Hermanos: vayamos en paz.
O bien:
Hermanos:
volvamos a nuestra vida diaria
para amar y servir a Dios y al prójimo.
Todos responden:
Demos gracias a Dios.
144. – El Sacerdote venera el altar besándolo del modo acostumbrado, como al comienzo de la Misa.
Después de hacer la debida reverencia, se retira.
O:
Dios todopoderoso y eterno,
salud de los que creen en ti:
escucha la súplica que te dirigimos
en favor de tu hijo enfermo,
por quien imploramos la ayuda
de tu misericordia,
y devuélvele la salud,
para que pueda darte gracias en tu Iglesia.
Por nuestro Señor Jesucristo.
Las lecturas pueden tomarse de entre las que se proponen en el N" 152 y ss.
Proclamado el Evangelio, el Sacerdote dice la Homilía basándose en el texto bíblico (82).
Siguen las letanías (73).
o la imposición de las manos (74).
Se bendice el óleo, si no lo está con alguna de las fórmulas (nn. 21, 75, 75 bis).
Se realiza la Unción (76).
Se dice la Oración Universal y la Oración después de la Unción (77, 243, 246).
La Misa prosigue normalmente. El enfermo y los presentes pueden comulgar bajo las dos especies.
Oración de la asamblea
Dios todopoderoso y lleno de misericordia,
que a través de la muerte
abriste al genero humano
la puerta de la Vida eterna:
mira con bondad a tu servidor
que sufre los dolores de la agonía,
para que asociado a la pasión de tu Hijo
y sellado con su Sangre,
pueda presentarse ante ti libre de pecado.
Por nuestro Señor Jesucristo.
Excepto los domingos de Adviento, Cuaresma y Pascua, las solemnidades, el miércoles de Ceniza y
durante la Semana Santa, se puede decir la Misa de la Santísima Eucaristía, o según las
circunstancias, la misa de los enfermos, con las siguientes oraciones:
Oración de la asamblea
Señor,
cuyo Hijo es para nosotros
el Camino, la Verdad, y la Vida:
mira con bondad a tu servidor N.,
que, confiando en tus promesas
y renovado con el Cuerpo de tu Hijo,
te pide la gracia de llegar en paz a tu Reino.
Por nuestro Señor Jesucristo.
Las lecturas pueden tomarse de las que se preponen en los Nros. 247 y ss.
Proclamado el Evangelio, el Sacerdote dice la Homilía basándose en el texto bíblico y el sentido del
Viático (99).
Sigue la Profesión de fe (108).
Según las circunstancias se hace la Oración Universal (109).
En su oportunidad, Sacerdotes y presentes pueden dar la paz al enfermo.
El enfermo y los presentes pueden comulgar bajo las dos especies.
Para dar la Comunión al enfermo, ver la fórmula en el N° 112.
Oración de la asamblea
Señor,
que realizaste la redención humana
por el misterio pascual de tu Hijo:
concede en tu bondad
que quienes con fe anunciamos,
bajo los signos sacramentales,
la muerte y la resurrección de Cristo,
podamos experimentar cada vez más
los efectos de tu salvación.
Por nuestro Señor Jesucristo.
Prefacio
V. El Señor esté con ustedes.
R. con tu espíritu.
V. Levantemos el corazón.
R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
APENDICE II
Rito de Entrada
35. – Después de hacer debida reverencia al altar, el Sacerdote saluda a los presentes:
La paz esté con ustedes.
Todos:
Y con tu espíritu.
O bien:
Y también contigo.
Se eligen los textos que correspondan, o sino los señalados en los nn. 144 y 152-229.
HOMILIA O ALOCUCION
39. – Luego el Obispo pronuncia una breve homilía en la cual explica las lecturas y conduce como de
la mano a los confirmandos y a sus padrinos y padres, y a toda la asamblea a una inteligencia más
profunda del misterio de la Confirmación.
Los Apóstoles que el día de Pentecostés recibieron el Espíritu Santo, como lo había prometido el
Señor, tenían el poder de completar la obra del Bautismo comunicando el Espíritu Santo, como
leemos en los Hechos de los Apóstoles. Cuando san Pablo impuso las manos sobre algunos
bautizados, descendió el Espíritu Santo sobre ellos y hablaban en lenguas y profetizaban.
Los Obispos, sucesores de los Apóstoles, gozan de ese mismo poder, y sea por sí mismos o por los
presbíteros legítimamente constituidos para desempeñar este ministerio, confieren el Espíritu Santo a
aquellos que ya han renacido por el Bautismo.
Si bien la venida del Espíritu Santo ya no se manifiesta hoy por el don de lenguas, sin embargo
sabemos por la fe, que recibimos en nosotros a aquel por quien la caridad de Dios se difunde en
nuestros corazones y somos congregados en la unidad de la fe y en la multiplicidad de vocaciones: el
mismo Espíritu que realiza invisiblemente la santificación y la unidad de la Iglesia.
El don del Espíritu Santo que vais a recibir, queridos hijos, será un sello espiritual que os identificará
más plenamente con Cristo y os unirá más estrechamente a su Iglesia. Cristo, ungido por el Espíritu
Santo en el bautismo que recibió de Juan, fue enviado para realizar su obra y poder encender en la
tierra el fuego del mismo Espíritu. Vosotros, que ya habéis sido bautizados, recibiréis ahora la fuerza
de su Espíritu y seréis marcados en la frente con su cruz. Por lo tanto, deberéis dar ante el mundo el
testimonio de su Pasión y Resurrección, de tal manera que vuestra vida, como dice el Apóstol, sea en
todo lugar "la fragancia de Cristo". Su cuerpo místico, que es la Iglesia, el pueblo de Dios, recibe de él
las gracias que eLmismo Espíritu Santo distribuye a cada uno para la edificación del cuerpo en la
unidad y en la caridad.
Sed pues miembros vivos de esta Iglesia, y conducidos por el Espíritu Santo procurad servir a todos,
como Cristo que no vino a ser servido sino a servir.
Y ahora, antes de recibir el Espíritu, recordad la fe que profesasteis en el Bautismo o que vuestros
padres y padrinos profesaron junto con la Iglesia.
Sacerdote:
¿Creen en Dios Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra?
Confirmandos:
Sí, creo.
Sacerdote:
¿Creen en Jesucristo,
su único Hijo, nuestro Señor,
que nació de la Virgen María,
padeció y fue sepultado,
resucitó de entre los muertos
y está sentado a la derecha del Padre?
Confirmandos:
Sí, creo.
Sacerdote:
Creen en el Espíritu Santo vivificador,
que hoy, por el sacramento de la Confirmación,
se les comunica de un modo particular
como a los Apóstoles el día de Pentecostés?
Confirmandos:
Sí, creo.
Sacerdote:
¿Creen en la santa Iglesia católica,
la comunión de los santos,
el perdón de los pecados,
la resurrección de los muertos
y la vida eterna?
Confirmandos:
Sí, creo.
41. – Luego el Sacerdote con las manos juntas, vuelto hacia el enfermo dice:
Queridos hermanos,
roguemos a Dios Padre todopoderoso,
que derrame más abundantemente
el Espíritu Santo
sobre este hijo adoptivo suyo,
que ya ha renacido
a la vida eterna por el Bautismo,
para que ese Espíritu lo confirme
con sus dones,
y por medio de su unción
lo identifique más plenamente con Cristo.
42. – Luego el Obispo (y los presbíteros que lo acompañan) imponen las manos sobre todos los
confirmandos, mientras el Obispo dice:
Dios todopoderoso,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que hiciste renacer a este hijo tuyo
por medio del agua y del Espíritu Santo,
liberándolo del pecado:
envía sobre él el Espíritu Santo Paráclito;
concédele
el espíritu de sabiduría y de entendimiento,
el espíritu de consejo y de fortaleza,
el espíritu de ciencia y piedad;
y cólmalo con el espíritu de tu santo temor.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
Crismación
44. – El Sacerdote toma la crismera y después de haber introducido la extremidad del dedo pulgar de
la mano derecha en el crisma, hace la señal de la cruz con el mismo dedo pulgar en la frente del
confirmando, diciendo:
N.N., recibe por esta señal el Don del Espíritu Santo.
Y el confirmando responde:
Amén.
El Sacerdote dice:
La paz esté contigo.
Confirmando:
Y con tu espíritu.
O bien:
Y también contigo.
Oración universal
47. – Sigue la oración universal con ésta u otra fórmula semejante establecida por la autoridad
competente:
Sacerdote:
Queridos hermanos,
oremos a Dios Padre todopoderoso,
unidos en la misma Fe,
en la misma esperanza
y en la misma caridad,
que proceden del Espíritu Santo.
Ministro:
Por este hijo de Dios
que ha sido confirmado por el Espíritu Santo:
para que arraigado en la fe
y edificado en el amor,
dé verdadero testimonio de Cristo, oremos.
R. Te rogamos, Señor.
Ministro:
Por sus padres y sus padrinos
que se ofrecieron como responsables de su fe:
para que no dejen de animarlo
con la palabra y el ejemplo
a seguir ios pasos de Cristo, oremos.
R. Te rogamos, Señor.
Ministro:
Por la santa Iglesia de Dios
congregada por el Espíritu Santo,
para que en comunión con el Papa N.,
nuestro Obispo N., y todos los obispos
se dilate y crezca en la unidad de la fe y del amor
hasta que el Señor vuelva, oremos.
R. Te rogamos, Señor.
Ministro:
Por todo el mundo,
para que los hombres
que tienen un mismo Creador y Padre
se reconozcan hermanos,
sin discriminación de raza o nación,
y prosperen con un corazón sincero
el Reino de Dios que es paz y gozo
en el Espíritu Santo, oremos.
R. Te rogamos, Señor.
Ministro:
Señor,
que enviaste a tus Apóstoles el Espíritu Santo
y quisiste que por medio de ellos
y sus sucesores
ese mismo Espíritu
fuera comunicado a los demás creyentes:
te rogamos que este nuevo confirmado
pueda difundir en el mundo los mismos frutos
que produjo la primera predicación evangélica.
Por Jesucristo nuestro Señor.
48. – Luego todos dicen la oración del Señor, que el Sacerdote puede introducir con éstas u otras
palabras semejantes:
Queridos hermanos,
unamos nuestras plegarias
y oremos todos juntos
como el Señor Jesús nos enseñó.
Todos:
Padre nuestro...
Bendición
Su Hijo Unico,
quien prometió que el Espíritu de Verdad
permanecería en la Iglesia,
los bendiga
y los confirme con su poder
en la confesión de la verdadera fe.
R. Amén.
El Espíritu Santo
que encendió el fuego de su amor
en el corazón de los discípulos os bendiga,
y después de haberlos congregado en la unidad,
los conduzca al gozo del Reino de Dios.
R. Amén.
E inmediatamente añade:
Descienda sobre ustedes
la bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo + y Espíritu Santo.
R. Amén.
Confirma, Señor,
lo que has obrado en nosotros
y conserva en los corazones de tus fieles
los dones del Espíritu Santo,
para que ellos no se avergüencen
de dar testimonio
de Cristo crucificado y
gloriosamente resucitado,
y cumplan sus mandamientos
con sincero amor.
Por el mismo Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
E inmediatamente añade: