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¿META INALCANZABLE?1
Jaime Arocha,
Profesor Asociado,
Departamento de Antropología
y Centro de Estudios Sociales,
Facultad de Ciencias Humanas.
Universidad Nacional de Colombia,
Santafé de Bogotá, DC.
http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/geografia/afro/inclusio
SÍNTESIS
Este ensayo muestra que-- pese a que la constitucion de 1991 redefine la nacionalidad
colombiana en función de la diversidad cultural-- la invisibilidad continúa impidiendo
la inclusión de los afrocolombianos y agravando asimetrías étnicas que erosionan la
convivencia dialogal. Para que la nueva carta política surta efecto, se requeriría que la
modernización y la apertura fueran adaptadas a las nuevas formas de democracia
¡ntroducidas y que las identidades afrocolombianas fueran percibídas de manera
positiva en ámbitos distintos a los del deporte y la música. De otro modo, como se verá
en este enfoque sobre la gente del litoral Pacífico, la materialización de esa carta será
fuente de fricciones inéditas entre los indígenas y los afrocolombianos. El trabajo
presenta resultados parciales del proyecto de investigación titulado Los Baudoseños:
Convivenicia y Polifonía Ecológica, desarrollado por el autor junto con la historiadora
Adriana Maya en varios archivos históricos y en las selvas tropícales del valle del río
Baudó, Departamento del Chocó 2 .
INTRODUCCIÓN
Desde el cuatro de julio de 1991, una nueva constitución le permite a los colombianos
ejercer sus derechos ciudadanos desplegando su diversidad étnica. Ya no tienen que
ocultar manifestaciones de su identidad histórico-cultural, conforme lo requería la
normatividad anterior. Paradójicamente, como lo mostraré en este ensayo, la
invisibilidad--una forma soterrada y perversa de discriminación socioracial-continúa
impidiendo la inclusión de los afrocolombianos y agravando asimetrías étnicas que
erosionan la convivencia dialogal. Esta forma de resolver conflictos sin silenciar al
adversario ha caracterizado las relaciones de la gente negra e india que, por lo menos
durante los últimos ciento cincuenta años, comparte franjas apreciables del
Departamento del Chocó, tales como el valle del río Baudó.
En América Latina, hasta finales del decenio de 1980, la integración había sido la
estrategia preponderante hacia la unidad nacional. Se argumentaba que conllevaba a
mayor tolerancia racial, en comparación con modelos basados en la segregación
reglamentada por el Estado, como el que primó en el sur de los Estados Unidos hasta el
decenio de 1960, (De Carvalho et al. 1995; de la Fuente 1996, Harris et al 1993). Sin
embargo, a partir del decenio de 1960, académicos y miembros de los movimientos
indígena y negro fueron reuniendo pruebas de que la amalgamación derivaba en
aniquilamiento cultural y en pérdida de territorios ancestrales.
DE LA MONETNICIDAD A LA MULTIETNICIDAD
Un siglo después, cuando para octubre de 1990, era idetenible la reforma constitucional,
las organizaciones afrocolombianas de la base se mostraron como una fuerza política
capaz de denunciar patrones de discriminación racial implícitos y de exigir que la carta
política que se elaboraba reconociera y respetara la identidad de la gente negra, Sin
restringirle sus derechos a la igualdad (Arocha 1992). Las alianzas que tejieron con
representantes del movimiento indígena y con intelectuales de izquierda dieron origen a
un estatuto que les permitía luchar en pro de derechos territoriales y políticos
comparables más no equivalentes a los que había ganado la gente india (ibíd.; ver los
artículos constitucionales 286, 287 y el transitorio 55; República de Colombia 1991: 2,
108, 109, 166).
Los cambios que introdujo la constitución de 1991 son radicales: no sólo el Estado se
hace responsable de reconocer y proteger "[...] la diversidad étnica y cultural de la
nación" (República de Colombia 1991:artículo 7, p. 2), sino que le garantiza derechos
específicos a "las comunidades negras":
Dentro de los dos años siguientes a la entrada en vigencia de la presente constitución [4
de julio de 1991], el Congreso expedirá, previo estudio por parte de una comisión
especial que el gobierno creará para tal efecto, una ley que le reconozca a las
comunidades negras que han venido ocupando tierras baldías en las zonas rurales
ribereñas de los ríos de la Cuenca del Pacífico, de acuerdo con sus prácticas
tradicionales de producción el derecho a la propiedad colectiva sobre las áreas que ha
de demarcar la misma ley [...] (ibíd.), Artículo transitorio 55, p.166
Antes de entrar en esas materias, es pertinente revisar varios componentes del contexto
histórico afrocolombiano. (a) los orígenes y destino económico de los esclavizados
Áfricanos, así como las estrategias que ellos pusieron en marcha para alcanzar la
libertad, y (b) el fracaso del modelo integracionista para alcanzar la inclusión étnica no
sólo por atar de manera mecánica el logro de la democracia al mestizaje racial, sino por
valerse de él para hacer invisible la diversidad étnica nacional. Este enfoque es
necesario en vista de que, por lo general a Colombia no se le percibe ni como país con
una población que en un 21% tiene antepasados del África, ni como escenario de
continuidades culturales de ese continente (Friedemann y Arocha 1995).
La mayoría de las preguntas y datos que presentaré tienen su origen en dos fuentes: (i)
el proyecto de investigación titulado Los Baudoseños Convivencía y Polifonía
Ecológica, el cual desarrolló junto con la historiadora Adriana Maya en varios archivos
históricos y en las selvas tropicales del valle del río Baudó, Departamento del Chocó3, y
(ii) mi participación en parte del proceso de reforma constitucional, primero como
delegado de la Universidad Nacional de Colombia a las Mesas de Concertación y
Análisis, impulsadas dentro del proceso de paz con el M19 (1988-1989; Arocha 1989);
segundo, como miembro de la Subcomisión de Igualdad y Derechos Étnicos que hizo
parte de la Comisión Preparatoria de la Asamblea Nacional Constituyente (octubre y
noviembre de 1990; Arocha 1992) y, por último, en calidad de miembro de la Comisión
Especial para las Comunidades Negras encargada de elaborar la que hoy se conoce
como Ley 70, la cual le dio vida al artículo transitorio Nº 55 de la Constitución de 1991,
referente a los derechos étnicos para los afrocolombianos (julio 1992-septiembre 1993;
Arocha y Friedemann 1993).
Entre los primeros decenios del siglo XV y 1819, el país que hoy llamamos Colombia
era conocido, primero como parte de las gobernaciones de Cartagena y Popayán; más
tarde como Nuevo Reino de Granada y, desde el siglo XVIII, como Virreinato de la
Nueva Granada. Siempre ha sido una de las regiones más diversas del mundo, con
costas en el Mar Caribe y el océano Pacífico, inmensas selvas tropicales húmedas en la
Amazonia y la cuenca del Pacífico, y sabanas en la Orinoquia y la llanura Caribe. Sus
tres cordilleras andinas dan origen a profundos valles longitudinales de norte a sur,
cuyos obstáculos para las comunicaciones pudieron superarse a principios del siglo XX,
mediante la construcción de obras como el ferrocarril de Cali al puerto de Buenaventura
(Cabal Cabal 1978; Palacios 1995). Fue tan sólo para entonces cuando empresarios
como Harold Eder desarrollaron un sistema de plantaciones, comparable al que existía
en el Caribe y en el Brasil desde finales del siglo XVII (Cabal Cabal 1978). Además de
esta impronta ambiental, la abundancia de vetas y placeres auríferos llevó a que con
preferencia la mano de obra esclavizada se empleara tanto en la minería del oro y del
platino, como en las actividades que la apoyaban: consolidación de las haciendas de
trapiche y ganado en el Valle del Cauca, construcción, servicio doméstico y transporte
terrestre y fluvial a lo largo de los valles del Cauca y del Magdalena (Friedemann y
Arocha 1995).
Período y Afiliación
Labor Región de Forma de
Régimen de Tratantes étnica
desmpeñada destino resistencia
la trata Mayorista
Wolof,
Servicio
Balente,
Españoles, doméstico, Llanura,
1533-1580, Bran, Zape,
Genoveses, Ganadería, Caribe, Desconocida
Licencias Biáfara,
Portugueses Minería del Antioquia
Serere,
oro
Bijago
Kongo,
Cimarronaje
Manicongo, Ganadería, Llanura,
1580-1640, armado,
Portugueses Anzico, Minería del Caribe,
Asiento Cimarronaje
Angola, Bran, oro Antioquia
Simbólico
Zape
Valle del
Cimarronaje
Akán, Oruba, Agricultura, Cauca,
1640-1703, armado,
Holandeses Fanti, Minería del
Asiento Automa-
Ewefon, Ibo oro Litoral
numicion
Pacífico
Valle del Cimarronaje
Agricultura,
1704-1713, Ewe-Fon, Cauca, armado,
Franceses Minería del
Asiento Yoruba, Fanti Litoral Automa-
oro
Pacífico numisión
Valle del
Agricultura,
1713-1740, Akán, Ewe, Cauca, Automa-
Ingleses Minería del
Asiento Ibo Litoral numicion
oro
Pacífico
1740-1810,
Contrabando, Akán, Ewe,
Ingleses, Minería del Litoral Automa-
Asiento, Ashanti,
Españoles oro Pacífico numisión
Comercio Kongo
libre
1750-1850,
Minería del Litoral Automa-
Comercio Españoles Criollos
oro Pacífico numisión
libre
La historia oficial no dice que un esclavo negro y ladino Nuflo de Olano, descubrió el
océano Pacífico, sino que su amo--Vasco Nuñez de Balboa--realizó la hazaña
(Friedemann y Arocha 1995). Durante la conquista, mucha gente negra, como Nuflo,
vino de España, y en los primeros años de la colonia, 1533-1580, de quienes llegaron de
África, los llamados negros de ley--mujeres y hombres letrados e islamizados--fueron
muy apetecidos en calidad de servidores personales (Maya 1995). Con frecuencia, estas
personas arribaban como parte del "menaje" de los colonizadores, bajo el régimen de las
licencias de gracia otorgadas por la Casa de Contratación de Sevilla para retribuirle a
conquistadores, curas y oficiales del gobierno los favores prestados a la Corona (ibíd.).
Como en otros lugares de América Latina, en su mayoría estos esclavizados eran de
origen Wolof, Biáfara, Bran y Zape. También se les llamo negros de los ríos porque
habían sido capturados en los valles de los ríos Senegal, Gambia y Casamanza (ibíd.;
Aguirre 1946; de la Fuente 1990).
Empero, fue durante el período de los asientos6 cuando los Áfricanos cautivos
comenzaron a ser traídos en grandes números, más que todo respondiendo a la demanda
creada por lo que se ha llamado el primer ciclo del oro que tuvo lugar en la región de los
ríos Nus, Nechí y Magdalena medio (Maya 1995). Los expertos estiman que desde 1580
hasta 1640, entre 135.000 y 170.0007 Áfricanos entraron a la Nueva Granada por
Cartagena de Indias, que con Veracruz fue el único puerto esclavista permitido por los
españoles (ibíd.).Las luchas de los esclavizados por la libertad son tan antiguas como la
trata. Los archivos muestran que en la región minera ya mencionada, mujeres de
afiliación zape y bran fueron juzgadas por el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición
de Cartagena, luego de haberse hallado que habían pasado por los ritos que las iniciaban
como miembros de las que se conocieron como juntas de brujos (Maya 1992). Parte de
la razón de ser de esas sociedades secretas consistía en efectuar conjuros y hechizos
contra los amos (ibíd.). A medida que cundía el terror entre los esclavistas, los
inquisidores le dieron prioridad a la represión de los Áfricanos sobre otros infieles
(ibíd.).
Mientras que esta forma de cimarronaje simbólico ocurría en las minas de Zaragoza,
rebeldes de afiliación bijago, kongo y ngola que tenían que trabajar en los hatos de la
llanura Caribe, se escapaban para establecer aldeas fortificadas o palenques en los
montes, pantanos y ciénagas cercanos a Cartagena (Friedemann y Arocha 1995). Los
palenqueros se comunicaban en idiomas criollos de los cuales subsiste el del Palenque
de San Basilio, de base gramatical bantú, lexificado en español y portugués.
Negociaciones entre el gobierno colonial y los cimarrones se tradujeron en una Cédula
Real de 1691, mediante la cual se reconocía la autonomía territorial y lingüística de los
palenques de los Montes de María, cerca de la misma ciudad de Cartagena (ibíd.). Sin
embargo, a medida que los palenques se extendían a lo largo de los Valles del Cauca y
Magdalena, crecían las expediciones militares contra los rebeldes, quienes también se
fueron sometiendo a medida que las reformas borbónicas de finales del siglo XVIII le
ofrecían a los esclavizados derechos mínimos (Andrews 1996).
A partir de 1640, los distritos de Citará, Nóvita y Barbacoas sobre los actuales ríos
Atrato, San Juan y Telembí se hicieron preponderantes en la producción aurífera. Este
período se conoce como segundo ciclo de la minería del oro, cuando los asientos
holandés, francés e inglés proveyeron la mano de obra, mediante capturas en el Golfo de
Benin y regiones adyacentes del África Occidental y Centro-occidental (Sánchez et al.
1993: 143).
El carácter particular de esos años parece haber dependido, más que todo, tanto de las
estrategias para proveer las minas, como de la progresiva disminución en la oferta de
bozales adultos. Una de tales estrategias consistió en la reducción y traslado masivo de
indígenas emberáes, noamamáes y cunas a quienes, al principio, se les encomendó con
exclusividad la agricultura del maíz y el transporte de mercancías (Jiménez 1996). La
segunda consistió en la expansión de las haciendas del valle del Cauca con las cuales se
fue gestando una relación de doble vía: desde el litoral Pacífico hacia Cali y Popayán
fluía el metálico que permitía la ampliación de la frontera agrícola y ganadera, y en la
dirección opuesta circulaban semovientes o carne cecina, aguardiente y panela. Este
vínculo también dio para controlar los alzamientos mediante la rotación de esclavizados
de una región a la otra (Colmenares 1980; Friedemann y Arocha 1986: 185-197), de
modo tal que la deportación a las minas del Chocó llegó a convertirse en un castigo
equiparable al de la muerte (Jiménez.1996).
Lejos de ser un recuento total de las razones por las cuales los afrodescendientes 8
llegaron a ser tan invisibles, esta sección sí enfoca hitos fundamentales del proceso: el
bautizo cristiano en los puertos del África que borró los nombres personales; la travesía
transatlántica durante la cual toponímicos africanos reemplazaron muchas de las
denominaciones étnicas originales; la adopción del apellido de los amos, después de la
manumisión; las reformas borbónicas que, para erosionar el poder de los esclavistas y
aumentar el de la Corona, fueron eliminando la nomenclatura pigmentocrática de las
castas raciales, mas no la discriminación racial, y la propia independencia que
profundizó la eliminación de las terminologías raciales (Andrews 1996).
Parecería que los gobernantes colombianos tuvieron menos reticencias que sus
contrapartes del norte para aceptar la eugenesia. Nina de Friedemann (1992: 25-35)
halló que en 1922 va se había promulgado la ley 114 que para alcanzar el mejoramiento
de las [...] condiciones étnicas, tanto físicas como morales, el poder ejecutivo fomentará
la inmigración de individuos y familias que por sus condiciones personales y raciales no
puedan o no deban ser motivo de precauciones [...]
Añadiendo que
[..] queda prohibída la entrada al país de elementos que por sus condiciones orgánicas o
raciales sean inconvenientes para la nacionalidad y para el mejor desarrollo de la raza
[...]
Por la misma época, los colombianos blancos recibían incentivos para asentarse en
regiones indígenas (Arocha 1984:38) y un poco más tarde se enviaba una delegación
oficial a la Conferencia Panamericana de Eugenesia y Homicultura, la cual tuvo lugar
en La Habana (Cuba) en diciembre de 1927, con eh propósito de estudiar los borradores
del Código Panamericano de Eugenesia y Homicultura, e instituirlo en todo el
continente (República de Cuba 1928). Al contrario de los delegados de Bolivia, México
y Perú, quienes argumentaron en favor de la gente india de sus países, el enviado
colombiano no formuló objeción alguna (ibíd)9
La Raza Cósmica
Mientras que pudo haber sido afortunado el que la gente negra no hubiera sido
catalogada de salvaje, ella no tuvo acceso al espacio étnico que la ley 89 de 1890 abrió.
Esa ley ratificó la invisibilidad étnica de los afrodescendientes, en tanto que los intentos
de sus organizaciones por reivindicar derechos étnicos fueron catalogados ya fuera
como racismo al revés o caprichos revolucionarios (Friedemann 1984: 519, 520). Y si
no entraban en la imagen nacional como sujetos políticos, si lo hacían como cepa
genética: los ideólogos de izquierda fueron reemplazando la noción tradicional de que el
mestizaje mejoraba la raza por blanqueamiento, por aquella que ve en la mezcla de las
tres razas la potenciación de las cualidades de cada una y el surgimiento de lo que
Vasconcelos llamó la raza cósmica (Fals 1978).
En este marco también comenzó a buscarse la utopía socialista, por medio de lo que se
soñaba como uso temporal de la agresión armada. Empero, a lo largo de cuarenta años,
los colombianos han vivido la sustitución de esa añoranza, por lo que parecería ser un
interminable y creciente contrapunteo entre insurgencia subversiva y contrainsurgencia
bipartidista (Arocha 1988). Dentro de cada una de las etapas de ese proceso, se pueden
identificar móviles eugenésicos y apreciar cómo los actores políticos de cada bando han
tomado nota de las lides étnicas y las han incorporado en sus idearios y proyectos; sin
embargo, las han desechado, rechazado o reprimido por la fuerza porque (i) han pasado
a clasificarlas como formas arcaicas de lucha que deben ser sustituidas por las más
avanzadas del movimiento político; (ii) el grado de especificidad cultural y la lógica
particular de ellas las han tornado estorbosas dentro de actividades dirigidas hacia la
transformación estructural, o (iii) sus adalides y seguidores han sido percibidos como
delatores y, por lo tanto, como enemigos (ibíd.).
Ante esta realidad, resulta paradójico que las tendencias dominantes de la violentología
colombiana desdeñen el estudio de la relación entre discriminación socioracial y
violencia o entre cultura y violencia. Casos dicientes de esta tendencia serían el número
insignificante de artículos sobre estas temáticas que las revistas más reconocidas en ese
campo, como Foro o Análisis Político, han publicado durante sus diez años de
existencia. O la presentación que aparece en la edición de 1995 del libro Colombia:
Violencia y Democracia. Se pregunta por los resultados del esfuerzo de los académicos
convocados por el Estado para proponer vías hacia la paz, reseñando el papel de la
Comisión de Estudios sobre la Violencia en Colombia--autora del libro en mención--y
de la de la Superación de la Violencia. Sin embargo, omite el trabajo de Comisión de
Violencia y Televisión, la Subcomisión sobre Igualdad y Derechos Étnicos que operó
entre octubre y diciembre de 1990 dentro de la Asamblea Preparatoria de la
Constituyente de 1991 o la Comisión Especial para las Comunidades Negras, entre
otras. Ello pese a que el artículo séptimo de la nueva constitución, al desarrollar una de
las recomendaciones que aparecen en el libro Colombia: Violencia y Democracia (pág.:
131): "El Estado debera reconocer que la nación a la cual sirve es multiétnica [...]" ,
legitimó el derecho a la diversidad cultural y transformó el sentido de la colombianidad.
[...] Admitir que todos los colombianos sin excepción tienen los mismos derechos [...]
ha sido traumático y difícil de asumir en la práctica de las relaciones cotidianas,
salpicadas de notorias diferencias de cultura y de fisonomía, diferencias que a veces se
repugnan. Esta mentalidad de discriminación [...] existe también en los agentes del
Estado encargados de velar por la seguridad ciudadana. Imbuidos de esa concepción en
el uso de las armas oficiales, su actitud discriminatoria se ve reforzada al enfrentarse a
diario con individuos provenientes de sectores desvalidos de la población, que
estadísticamente constituyen el grueso de personas capturadas en actos de delincuencia
[...]
Parecería que como Sucedió en Cuba (de la Fuente 1996), aquí se hubiera desarrollado
una especie de consenso nacional en torno al posible valor terapéutico del silencio
racial. O que ese silencio contribuyera a salvaguardar la idea de que el mestizaje es una
fuerza democratizante, mito que fue ampliado en el decenio de 1980 por los amnistiados
del Movimiento 19 de Abril (M19). Durante su campaña para ser presidente de la
república, el antiguo comandante Carlos Pizarro le propuso al país sus Tres
Rectificaciones alentado por "[...]la confianza en las virtudes de esta nación mestiza
[...y] por la tenacidad que nuestras mujeres han sembrado en nuestra raza [...]" (Pizarro
1989: 15; Arocha 1989). Después del asesinato de este adalid, su sucesor, Antonio
Navarro, hizo debates televisados con analogías entre una comida nacional, el sancocho,
y el mestizaje, porque ambos lograban combinar lo mejor de las distintas regiones
colombianas. Empero, no rechazó el pernicioso determinismo genético de los
darvinistas sociales ni debilitó el modelo binario basado en los polos mestizo-indígena,
mediante el cual por ese entonces aún se pertenecía a la nación colombiana.
Pasadas las conversaciones de paz con el M19, cuando había comenzado el proceso de
reforma constitucional, no hallé ni ideólogos ni políticos que de verdad estuvieran
poniendo en tela de juicio el binarismo tradicional. Quizás sea cierto que a lo largo de
estos años los colombianos hayan introducido palabras como antioqueño, costeño, rolo,
opita o pastuso, y así hayan modificado los términos raciales reconociendo el peso de
las diferencias culturales de las regiones (Melo 1992). Sinembargo, con respecto a la
nueva estructura política que comenzaba a imaginarse, y en referencia a la gente de
ascendencia africana, para la mayoría de los políticos y expertos que trabajaban en esas
comisiones, la palabra negro permanecía estereotipada y vacía de aquellos calificadores
que sí se aplicaban a la diversidad amerindia. La noción de que la etnicidad es tan sólo
un rasgo indígena persiste aún después de que la nueva constitución entró en vigencia
(Arocha y Friedemann 1995).
Dentro de este esfuerzo, los datos sobre la historia del poblamiento del Baudó por parte
de los libres resultaban fundamentales para hallar cómo se había alcanzado la formación
territorial afrobaudoseña. Partíamos de que sin conocer cómo se habían construido esos
espacios, resultaba difícil imaginar la invención de los mecanismos mediante los cuales
los afrodescendientes coexistían con el entorno y con los emberáes. Así, nos
empeñamos en tratar de seguirle los pasos a los pioneros, buscando en los archivos
históricos datos sobre aquellas familias que los etnógrafos del mismo grupo de
investigación venían identificando mediante recopilaciones genealógicas e historia oral.
Disentíamos de quienes opinaban que el año de 1851, por la abolición oficial de la
esclavitud, consistía en el hito fundamental de la emigración desde las minas hacia otras
regiones, y más bien nos identificábamos con la tesis del historiador William Sharp
referente a que ese mojón se remontaba, por lo menos, a la segunda mitad del siglo
XVIII. Para entonces, habían aumentado las compras de cartas de libertad por parte de
los propios esclavizados. En adición, sosteníamos que en la elaboración de esos hábitos
de coexistencia, las memorias de Africa que portaban los capturados habían
desempeñado un papel fundamental, además de los préstamos de las culturas indígena y
europea. Entonces, con las aspiraciones de documentar parte del trayecto de las
automanumisiones, el consecuente poblamiento, y la presencia en las minas de oro de
bozales--portadores de los recuerdos de africanía--el equipo de historiadores (i)
constituyó una serie de 350 cartas de libertad otorgadas en Popayán, entre 1650 y 1780,
y las cuales están en el Archivo Central del Cauca; y (ii) realizó muestreos de
testamentarias y compraventas de esclavos contenidas en el archivo anterior, en el
Archivo General de la Nación y en el Archivo Histórico de Antioquia y de
testamentarias del siglo XIX archivadas en la Notaría Primera de Quibdó. Por su parte,
y para forjar un diálogo entre los documentos de archivo y la historia oral, los
etnógrafos profundizaron el trabajo iniciado en 1992, reconstruyendo más genealogías,
y buscando los movimientos de las personas con los apellidos más prominentes del
Baudó en los archivos locales de notarías de Quibdó, Istmina, Pie de Pató y Pizarro.
Boca de Pepé
Hay un movimiento para crear el municipio del Medio Baudó, cuya cabecera sería Boca
de Pepé. Sin embargo, no es claro si la región tendría el número de habitantes requerido,
pues todo el municipio del Bajo Baudó, del cual se desprendería la nueva jurisdicción,
tiene un poco menos de 16.000 habitantes (Jimeno et al. 1995: 45). Empero, aquellos a
favor argumentan que la economía del corregimiento es más activa que la de Pizarro, la
capital del Bajo Baudó. En efecto, Boca de Pepé exporta maderas finas hacia
Buenaventura, y biche10 y vinete11 hacia el Alto Baudó; importa pescado desde Pizarro
y verduras desde Istmina, parte de las cuales reexporta río arriba.
El Envera (sic.) es uno de los barcos madereros que durante el invierno asciende hasta
dos veces por semana por las aguas del Baudó Tiene 20 metros de eslora y puede cargar
hasta 15 toneladas y una decena de pasajeros. A finales de 1995, sus dueños decidieron
declararse en paro porque la nueva legislación ambiental y la ley 70 perjudicaban sus
intereses. Los miembros del consejo comunitario los apoyaron, objetando el que la
titulación fuera colectiva y no individual, que los territorios fueran inembargables,
imprescriptibles e inalienables y que ellos tuvieran que considerarse como
"comunidades negras".
Identificamos otros indicios de lo importante que era para los pepeseños ser parte del
modelo de desarrollo capitalista que ha imperado en el Chocó: la difusión de las
motosierras, las 6 plantas eléctricas y diez televisores del pueblo, el apoyo que ofrecían
a la Asociación de Microempresarios del Baudó (Asomibau) y el papel cotidiano que
desempeña el teléfono comunitario localizado en la colina donde también están el
núcleo escolar y la iglesia consagrada a la Virgen de la Pobreza, santa patrona del
pueblo.
El trabajo etnográfico fue indicando que, hasta entonces, la identidad diversa persistía
frente a formas de modernización e integración al mercado de efectos moderados en
cuanto a la inmigración de colonos, desposesión territorial y degradación ambiental. La
gente de Boca de Pepé continúa ostentando un legado ancestral similar al del Alto
Baudó, en especial por sus improntas de africanía y resistencia a la esclavización.
No sobra recalcar que ningún miembro del equipo se proponía explorar los archivos o
los terrenos en busca del "buen salvaje" afroamericano para momificarlo en el tiempo.
Empero si compartíamos un legado fundamental de la teoría evolucionista
contemporánea: la diversidad de formas de vida y cultura constituye un seguro contra
las incertidumbres acarreadas por los cambios en el entorno, como en la sociedad (Jacob
1981). De manera más específica, nos hemos identificado con las siguientes nociones:
(1) la incertidumbre es la característica dominante de la vida en el litoral Pacífico
(Arocha 1991); (2) esa incertidumbre depende tanto de factores tecnoambientales como
de los apogeos y caídas del mercado internacional (ibíd) (3) los efectos negativos de tal
incertidumbre se amortiguan mediante sistemas de redes de parientes y de economías
polifónicas, creados por la gente negra del litoral Pacífico colombo-ecuatoriano (Arocha
1993c), y (4) el compadrazgo y las alianzas comerciales entre los afrocolombianos y los
emberáes han servido de escudo y, por lo tanto, prevenido que los indígenas sean
aniquilados por las economías de mercado (Losonczy 1993).
Desde esta perspectiva, la gravedad del aniquilamiento cultural no tiene que ver con una
visión romántica del pasado, sino con la preocupación por la sobrevivencia de los seres
vivos, incluidos los humanos.
En Boca de Pepé, las ondulaciones de la serranía del Baudó no pasan de los ciento
cincuenta metros de altura, aunque siguen siendo tan escarpadas como en Chigorodó o
Nauca. Ocurren con más frecuencia en la margen occidental del río, por lo cual en la
orilla opuesta hay riberas amplias y llanas, presas de los desbordamientos del Baudó,
del Pepé, del Querá y del Sibira, además de un sinnúmero de quebradas. El sobrellenado
de estas fuentes de agua puede ocurrir con frecuencia no sólo por las lluvias, sino
debido a la relativa proximidad del mar: los pleamares del Océano Pacífico alcanzan a
afectar el nivel de las aguas dulces. De ahí que esa subregión se caracterice por la
frecuencia de un bosque anegadizo, conocido con el nombre de parmal.
Otra diferencia del bajo Baudó radica en que no priman los apellidos preponderantes en
eh Alto Baudó--Palacíos, Hinestrosa, Mena--sino Salas, Ibarguen, Potes, Valois, Abadía
y Castro, entre otros que los historiadores hallaron en los documentos referentes a las
minas coloniales de la provincia de Nóvita o en los que narran las migraciones de paisas
que llegaron a finales del siglo XIX o durante los primeros decenios del XX, atraídos
por el caucho, la tagua o las explotaciones petroleras Aquí las historias orales no
hablaban de antepasados que hubieran seguido una de las rutas tradicionales que
nosotros también hemos tomado: navegar por el río Quito, para llegar al Pató y de ahí
descender la serranía hacia el Baudó. Se referían más bien a otros recorridos que
nosotros también hemos hecho: Itsminarío Pepé-río Baudó o navegación ascendente por
el río Baudó desde Buenaventura. De otro lado, las memorias de minería parecían ser
más recientes debido a que cerca del pueblo, en las áreas de Berejui y Veriguadó, sobre
el río Pepé, aún pueden verse mujeres y hombres mazamorreando arenas auríferas.
Los botes plataneros, de los cuales tanto depende el comercio altobaudoseño, en el bajo
Baudó, pasan de largo con sus cargas de jabón, manteca, kerosene, ropa, ollas y telas y,
del mismo modo, bajan con los cargamentos de plátano recogidos aguas arriba. En Boca
de Pepé, los suministros para la vida cotidiana navegan en los barcos madereros o en las
canoas que surcan el Pepé, después de que sus tripulantes han hecho el recorrido en jeep
o en chiva desde Istmina hasta Pie de Pepé. También siguen existiendo esos marranos
de patas largas y cuerpo en forma de canoa que en el alto Baudó recorren las calles de
los pueblos o las franjas de monte alzao donde la gente ha plantado palmas de
chontaduro o árboles de aguacate. Javier Moreno (1996) estudió los archivos de la
Inspección de Policía y encontró que en Boca de Pepé los cerdos ramoneros también
son fuente de conflicto entre los vecinos y que los puercos que se hallen perjudicando
las cosechas de un cultivador, pueden ser sacrificados in situ, mediante un balazo, si el
dueño de los animales ha reincidido en no mantenerlos bajo control.
Con base en nuestras observaciones en Chigorodó y en Pie de Pató (Alto Baudó), donde
el nivel de conflicto ocasionado por los porcinos había llevado a prohibir su cría y
engorde, habíamos desarrollado la hipótesis de que a mayor densidad de humanos,
mayores las arcas de cultivo, menor el tamaño del monte biche y del monte alzao, más
reducidos los ámbitos para mantener los cerdos, más probabilidades de roces entre
vecinos y, por lo tanto, reglas más intrincadas para el cuidado de los animales o
prohibición de éstos. Empero, Boca de Pepé es un lugar más bien populoso, donde la
gente insiste y a un puede mantener cerdos en semicautiverio.
El mismo investigador también encontró que casi todas las faenas de caza no respondían
a un plan preconcebido (ibid.). Por el contrario, el agricultor que va al colino por un
racimo de plátano o al maizal a recoger la cosecha, en una especie de "por si acaso" se
embarca con su perro y su escopeta. Tan sólo la captura del tatabro, va precedida de un
plan previo y de restricciones alimenticias Y sexuales para evitar la picadura de culebras
(Suárez 1996). Esta práctica, sumada a la insistencia en cultivar frutales que raramente
pueden ser comercializados, hace pensar que en el bajo Baudó la gente también parece
estar dispuesta a invertir las energías necesarias para producir frutas que no van a parar
al mercado, sino a las barrigas de sus marranos o de los tatabros y venados que cazan.
En parte, pues, los pepeseños cultivan para alimentar a sus cerdos ramoneros o a
aquellos animales silvestres de sus bosques que después serán acosados por los perros y
"carnizados" con el machete.
Por las cantidades de tablones que vimos a las orillas del río, frente al pueblo, listos para
ser embarcados, y por el ruido de las motosierras, uno supone que la tala era
indiscriminada. Sin embargo, los pepeseños prefieren hacer sus talas comerciales en los
parmales, donde no es posible sustituir el bosque por pastos u otros monocultivos y
donde, por lo tanto, no hay otra alternativa que abandonar las areas taladas, las cuales
van recuperando su cobertura vegetal.
No obstante el que esta forma de ombligada sea uno de los testigos fundamentales de la
ancestralidad afrobaudoseña, el culto a los antepasados es quizás la impronta más
indeleble de esa tradición. Ella ostenta una enorme vitalidad, conforme fue posible
comprobarlo en el velorio de doña Genara Bonilla, una matrona de Boca de Pepé, quien
gozaba de un enorme respeto por el papel que desempeñaba en la organización y
celebración de las fiestas a la Virgen de la Pobreza y por las docenas de niños indígenas
que había amadrinado. Algunos de ellos la acompañaban en la pequeña casa de la
esquina izquierda que forma la desembocadura del río Pepé en el Baudó. Desde allí
provenían los gritos de auxilio, cuando esa tarde del 23 de octubre de 1995, ella se
agravó. Yo estaba en la casa del señor Juan Arce, el más afamado de los médicos
raiceros de Boca de Pepé. Hablábamos sobre la posibilidad aterradora de que él pierda
sus tierras por el reclamo que había iniciado un sobrino del indígena que hace casi
cincuenta años le vendió sus tierras al padre de don Juan.
Como si tuvieran motor, vimos cómo navegaron las dos canoas en las cuales las tres
hijas de doña Genara la fueron a buscar. La trajeron a la casa de su hijo Froilán, esposo
de Ruth Herenia, maestra del pueblo y miembro del consejo comunitario. Don Juan
pidió que he hicieran algunos remedios y cuando ya era de noche visitó a la enferma
para hacerle ventosas, darle del líquido de alguna de sus "balsámicas" y unás cápsulas
de Isordil que le mandó pedir a la enfermera del pueblo.
La anciana murió a la mañana siguiente, en la canoa que la llevaba a Pie de Pepé donde
la esperaba el jeep que la dejaría en el hospital de Istmina. Como siempre sucede en el
Chocó con las noticias sobre la muerte, en Boca de Pepé se supo del deceso al poco
tiempo de que éste hubiera ocurrido, gracias a un sistema de relevos que está por
describirse. En medio de expresiones de dolor desgarradoras, las tres hijas comenzaron
a arreglar el espacio donde velarían a la madre: un salón amplio en la única casa de
cemento y teja de zinc del pueblo que desde hacía dos o tres años la difunta construía en
la parte de arriba de la calle que bordea el río Baudó.
Entre los primeros objetos que ordenaron fue la mesa que cubrieron con un mantel
blanco y a la cual, con una sábana blanca, le hicieron una especie de techo. Sobre ella
pondrían a la difunta y detrás de ella, unas tablas verticales que cubrieron Con una tela
de flores en colores pasteles y en las cuales clavaron un cristo, una mariposa negra, en
cuya cabeza estaba pintada una calavera y, debajo de la mariposa, una corona de flores
de papel. En las cuatro esquinas de la mesa, colocaron arbustos de pestaña vieja, los
cuales estaban sembrados en ollas de aluminio cubiertas de papel periódico (Suárez
1996).
Changó en el altar de Doña Genara
En el alto Baudó, en los altares fúnebres, nunca vi mariposas talladas en madera, sino
moños anudados en tela negra que se colocaban en la parte más alta del altar y desde los
cuales se desprendían velos blancos que llegaban hasta la tarima para el féretro. Sin
embargo, abajo en las alas de la mariposa seguían siendo inocultables dos triángulos
isósceles, unidos por el vértice más agudo, que en los altares afrocubanos y
afrobrasileños simbolizan el hacha de Changó y, por lo tanto, la presencia del oricha de
la religión yoruba (Thomson 1993). Empero, los pepeseños o no recuerdan a la deidad
africana o rehusaron hablar de ella.
El cuerpo de doña Genara llegó hacia las siete de la noche. Sus hijas lo prepararon con
baños de yerbas, le inyectaron formol y lo cubrieron con una sábana blanca, mientras
traían el ataúd desde Istmina. Ella había pedido que no la enterraran en aquellos cajones
que hacen los carpinteros de la Boca. Como el féretro llegaría hasta la mañana siguiente,
esa noche la velaron con la sola sábana. Uno de los hijos de la difunta llevaba años
trabajando en las bananeras de Urabá y al saber de la muerte de su madre le pidió a sus
parientes que a ella no la enterraran en el suelo. Que le hicieran un mausoleo.
--Mamita , ¿cómo te llamaremos? ¿quién nos dará consejo? por qué no nos avisaste de
este viaje tan largo?--.
Estos reproches al muerto, también propios de los funerales del Palenque de San
Basilio, cerca a Cartagena y del Alto Baudó, constituyen una huella de africanía y
Schwegler (1992) los reseña en África, entre la gente de afiliación bantú. A las nueve de
la noche, Boca de Pepé rebosaba de visitantes de Querá, Sibira, Berejui y Pie de Pepé,
así como de los resguardos indígenas de Medellín o Trapiche, Querá, Puerto Libre y
Santa Cecilia en el río Misará. A la casa de nuestros anfitriones Wilson Ibarguen y
Manzana Venté llegaron dos familias de emberáes que ocuparon los espacios con gran
familiaridad y comenzaron a usar cocina, ollas y platos como si fueran de ellos. Por los
juegos, era evidente que los niños negros e indios se veían con frecuencia y pasaban
ratos juntos. En otras casas había escenas similares; en las calles, los amigos de ambas
etnias se tomaban de las manos, bebían juntos biche y conversaban. En el recinto
fúnebre, una anciana menudita de cabello blanco se abalanzó sobre una mujer de unos
55 años; se abrazaron largo y la menor sentó a la mayor en sus rodillas y mientras le
acariciaba sus cabellos y su cara, le oía de su vida y le contaba la propia.
Hacia las diez, pusieron un plato hondo al lado derecho del altar y la gente comenzó a
hacer sus ofrendas de dinero. Me explicaron que en la Boca también se usaba que la
gente inscribiera su nombre en un cuaderno que hacía circular uno de los familiares más
cercanos, pero que en esta ocasión estaban recogiendo una contribución voluntaria. Al
lado izquierdo, Sentados en el comedor improvisado, estaban varias personas venidas de
Pie de Pepé: un hombre muy alto y huesudo, cuyos ojos miraban en direcciones
distintas y cuatro mujeres gruesas. Les sirvieron un sancocho de carne de monte--
venado y perico (perezoso)--, recién hecho en la cocina que les quedaba al frente y
detrás del altar. Cuando terminaron, rodearon el féretro y el señor comenzó a rezar un
rosario. Al terminar, las cuatro mujeres se le unieron en una primera tanda de alabaos.
Yo no entendía por qué don Victorino, doña Luz Amira, don Teófilo, don Hortelio y
otros cantadores afamados del pueblo permanecían callados. Luego supe que la familia
de la difunta había invitado oficiantes de Pie de Pepé por la fama que tenían. Claro está
que los pepeseños no permanecieron callados. Como son "duros pa’cantá", después de
la media noche también comenzaron con sus alabaos. No sólo su tonada era menos
aguda, sino que las letras de los cantos variaban, por lo cual se oían comentarios o de
que la gente del Pie no sabía o que los pepeseños hacían las cosas de otro modo. Esas
formas distintas se fueron exagerando con el paso de la noche, hasta hacerse-en mi
concepto--agresivas. No supe si el que, temprano a la mañana siguiente, las mujeres del
Pie se marcharan tuvo que ver con la rivalidad entre los dos pueblos o simplemente que
terminaron el oficio para el cual habían sido llamadas.
Memorias de Minería
Las mujeres emberáes y sus hijos se hicieron al lado derecho del altar, pero no cantaron.
Mientras tanto sus maridos y compañeros permanecían afuera, andando por la calle de
arriba a abajo o alrededor de los jugadores de dominó. Yo me uro a una mesa en la cual
jugaban notables del pueblo como el médico raicero don Juan Arce, el vicepresidente de
Acaba, don Luis Venté y el músico don Eucicio. Al señor Venté le pidieron que adarara
eso de que, unos días antes, muy de mañana lo habían visto a la madrugada saliendo de
la casa de una mujer que no era la suya. El respondió que estaba recogiendo firmas para
hacer el techo de la casa comunal. "¡Ay! compae--le dijo don Juan--así de bueno tendrá
uté su efero". Ninguno paraba de reír. Otras chanzas estaban por fuera de mi
comprensión, mas no las historias de minería:
En Condoto, un relámpago le mostró a un minero una veta muy rica. Por la noche le
dijo a su mujer que despidiera a todas las personas que trabajaban con ellos en la mina y
que tan sólo le mostraría a ella dónde estaba el tesoro. La mujer se opuso a que he
guardaran el secreto a sus familiares y creía que más bien les deberían de decir para que
todos disfrutaran de la riqueza nueva. El se enfureció y la convenció de que fueran a
abrir la veta, pero cuando comenzó a hacerlo, la tierra embraveció, chupándose al oro y
al minero ambicioso.
Contaban también del hombre que halló una guaca y al guardársela tan sólo para él, un
rayo lo desapareció de la tierra. Y seguían repitiendo narraciones que asocian al rayo y
al trueno con riquezas que, de no ser usadas con generosidad, pueden matar a quien las
halla. Ante el interés que iban tomando los cuentos, encendí la grabadora. Me alegré
porque don Juan comenzó una serie de relatos fantásticos.Los ribieles son muertos que
navegan en el mar, convirtiendo sus ataúdes en canoas y usando las tapas para remar. Al
deslizarse sobre el agua irradian un destello que atrae a los navegantes, quienes son
ahogados sin misericordia alguna.
Y siguió con la historia de aquella vez cuando vio en el monte una madreculebra que se
transformaba en mojana. A la una de la mañana, el cansancio y el biche me hicieron
retirar. Sin embargo, antes de acostarme, prendí la grabadora y devolví la cinta, pero ni
la historia del ribiel, ni la de la madreculebra aparecieron por ninguna parte. Entonces,
recordé que cuando don Juan las narraba, yo verifiqué que la máquina estuviera
funcionando bien y que por los audífonos estuviera oyendo lo que el aparato grababa.
En ese momento, don Juan me había preguntado: "está grabando?" Le contesté que si y
él me devolvió una mirada que me pareció de malicia e ironía.
Hacia las diez de la mañana del día siguiente, llegó de Istmina el ataúd muy pulido,
acolchado de raso en su interior y con pequeñas ventanas a los lados. Adentro venían las
cosas blancas: tela para el vestido, un cordón de siete nudos, una cofia, unos guantes y
unas medias tobilleras. A la señora de don Luis Venté la comisionaron para que cosiera
el vestido, mientras que las otras mujeres comenzaron a arreglar a la muerta. Como me
sentí ajeno a esas tareas, me marché al cementerio.
Animales Sacralizados
En el camino hacia la casa, me encontré con un hombre que llevaba a Lasi amarrada de
una cadena. Se dirigía hacia el embarcadero. Le pedí que me dejara tomarles una foto.
Cuando los vi alejarse, me invadió una tristeza enorme. A las emociones
experimentadas durante el velorio, se sumaba la despedida de esta perrita con la cual
había llegado a encariñarme.
Lasi, su hijo Tonky, un cerdito, una gata algo antipática y varias gallinas eran los
animales domésticos de nuestros anfitriones, Wilson Ibarguen y su esposa Manzana
Venté. Los hijos de ellos--Manzanita y Léiser -eran muy afectuosos con los dos perros,
lo cual no es muy frecuente en esa región. Me había tomado dos semanas el hacerme
amigo de Lasi. Todos los días yo trataba de que su hijo no le rapara los pedazos de
comida que mis compañeros y yo le dábamos, pero el cachorrito era muy hábil. Pese a
esos intentos por halagarla, ella ni se dejaba acariciar de mi, ni respondía a mis
llamados, pero el día que se la llevarían del pueblo, no sé por qué, le hablé en inglés y se
dejó acariciar y comenzó a sobarse el espinazo contra mis piernas.
Esa mañana, mientras me bañaba oí que un cazador forastero le decía a Wilson que
había oído hablar de Lasi y que quería comprársela. Wilson he explicaba que Lasi era
muy buena porque él le había dado los tres baños de albahaca, en luna llena, como debe
de ser y que don Victorino también se la había bañado. El cazador sabía que don
Victorino era uno de los más prestigiosos bañadores y arregladores de perros de la
región y que a él mismo le había aconsejado que si su mujer estaba cocinando la guagua
que el cazador había traído, era necesario tener cuidado con la forma como el agua
hervía. Si por el hervor se llegaba a derramar, el perro podía perder sus habilidades de
rastreador, a no ser que, luego del insuceso, lo "bañara" con las cenizas del mismo
Fogón.
Escuchaba que el cazador le daría más baños a Lasi y que comenzaría a llevarla a la
selva para que perdiera el miedo, que la sometería a ayunos prolongados para que ella
fuera al monte a buscar sus alimentos, pero que también haría que aprendiera a no
comerlos para que se los llevara al amo.
A medida que oía a los hombres, recordaba las enseñanzas de nuestro colega, el
historiador Sergio Mosquera, quien se apasiona por entender cómo es que la gente negra
del Chocó ama y al mismo tiempo odia a los perros. Lo primero por su utilidad en la
captura de presas que continúan siendo base de la alimentación en muchas partes del
departamento. Odio porque los esclavistas se valieron del perro para capturar a los
negros cimarrones y rebeldes. Cuando me vestía, los dos hombres cerraron el negocio
por $50.000 (unos 55 dólares de ese entonces). Para mis adentros, pensaba que Wilson
ha debido de pedir cuatro veces más, porque Lasi entendía inglés, y además porque era
la encargada y responsable de cuidar al marraníto "santo" que compartía la vivienda y
jugaba con ella. La relación entre los dos animales encierra parte de la historia del nexo
que la gente del Baudó ha Construido con su medio.
Un año antes, en el parmal, Wilson tenía una marrana ramonera. Cuando ella estaba a
punto de parir, él fue a buscarla para traerla a la casa, pero ya la encontró con tres
lechoncitos. Los amarró a todos cuatro para poderlos llevar al pueblo, mientras durara la
crianza. Cargó al primero hasta la canoa, pero cuando volvió, la madre y sus otros dos
hijos habían desaparecido. Entonces, Wilson le ofreció a la Virgen de la Pobreza el
lechoncito que había quedado. Estos animales consagrados se conocen con el nombre de
mandas y en el caso de los cerdos, se les permite la excepción de que se mantengan
alrededor de las casas de sus dueños. De ahí que la manda de Wilson creciera bajo el
cuidado de Lasi, a quien de continuo estaba empujando y correteando y a quien--creo
yo--le sirvió de cómplice para que se le escondiera al nuevo dueño.
Recibido el dinero, Wilson procedió a enlazar a su perra, pero ésta no aparecía por
ninguna parte. Manzana y los niños la llamaron y le ofrecieron comida, pero no
apareció. Por fin Leiser, entonces casi un nene, la vio escondida debajo de la casa y en
su media lengua, dio la voz de alerta. Sin embargo, quien salió fue el marrano,
distrayendo a los dueños, mientras la perra corría hacia el campo de fútbol y se metía al
monte. Feliz porque la astucia de Lasi parecía haber roto el negocio, yo había partido
hacia el recinto fúnebre y más tarde hacia el cementerio. Sin embargo, ni la astucia de la
perra, ni la colaboración del marrano pudieron cambiar el destino que plasmaría la foto
de despedida triste que tomé regresando del cementerio.
Ese 25 de octubre por la tarde no fue posible enterrar a doña Genara porque Carlos, el
hijo viajero, aun estaba en camino desde Urabá. Para la segunda noche del velorio, los
cantadores de la Boca no "competían" con los del Pie; tan sólo dos mujeres de Berejui
tenían una tonada diferente.
Como en la noche anterior, comencé a alternar entre el recinto fúnebre y las mesas de
dominó. Estando en una de ellas, se aproximó un homhre joven para contarme que él
era una especie de elegido porque era gemelo sietemesino que había nacido en un
viernes santo y sobrevivido a su hermano. Varias veces habia convulsionado y, por lo
tanto, ha estado cerca de la muerte. Entonces, había tenido visiones de lugares llenos de
luz. Él le había contado estas cosas a una mujer que sabía curar y ella le había dicho que
el destino le deparaba misiones especiales que lo mantenían expectante. Me hablaba
como si de alguna manera yo pudiera ayudarle a encontrar ese destino del cual le había
hablado la mujer.
Me sentí turbado por la posición en la cual lo pone a uno el ser universitario y extraño a
un pueblo. Sin embargo, al mismo tiempo sorprendido por hallar otra posible memoria
de africanía. Como se sabe, Mintz y Price (1995) consideran que una de las
orientaciones cognoscitivas de las culturas del África occidental consiste en las
conductas especiales hacia los gemelos. Mientras que los yorubas sacrifican a uno de
ellos, después de su nacimiento, los ibos los deifican a ambos.
De nuevo en el recinto fúnebre, el oficiante de Pie de Pepé tomó agua del platón que
habían puesto bajo el cadáver e hizo un gesto que pareció servir de "autorización para
que los cantadores iniciaran los alabaos. En una pausa del canto, este hombre se dirigió
a Genara como Si estuviera viva y le dijo que esperaba haber cumplido la misión que le
habían encomendado e hizo un rezo en el cual muchos de los miembros de la corte
celestial eran nombrados como padres, madres y tíos de la gente congregada en el
velorio.
Otra vez afuera, dos de las jóvenes que habían estado ayudando en la cocina desde que
comenzó el velorio, se acercaron al dominó con café y una bandeja de panes hechos en
el pueblo. Uno de los jugadores dijo: "niña, por fin vienes a darme tu pancito" y ella le
contestó "cómase uno de estos panes, pero el mío es mío señor". En medio de las
bromas y las risas que no hicieron de esperarse, Eucicio propuso una colecta para
mandar preparar un tapao. A las dos horas, la comida de bocachico y plátano verde
estaba lista. Mientras yo luchaba contra el sinnúmero de espinas que tenía mi animal,
volvieron las muchachas del café y los panes y con ellas los juegos eróticos con
palabras. En su tesis, Serrano (1994) había hablado de esta diferencia entre los dos
ámbitos fundamentales de los velorios baudoseños. Sin embargo nunca había
experimentado que el contraste fuera tan marcado.
Al amanecer la intensidad del canto llegó a su clímax. La Segunda de las hijas insistía
en gritarle a su madre que le hiciera un campíto en esa canoita que la llevaría a su largo
viaje, pero que no la dejara sola. Repitió tantas veces y con tanta emoción esas frases,
que cayó al suelo en trance. Otras mujeres le sujetaron brazos y cabeza. De nuevo, y
como sucede en el Alto Baudó, mediante esta forma de comunicación entre vivos y
muertos, Africa se hacía presente. Hortelio y Juan Arce estiraban sus brazos hacia el
féretro y con las mujeres batían sus manos con los brazos en alto. Había mucho humo
de tabaco y el olor a alcohol se había intensificado. Los pañuelos recorrían las mejillas
por los párpados empapados de llanto, y a las seis de la mañana, la enorme agitación fue
dando vía a la tranquilidad y los deudos fueron regresando a sus casas. Tendrían que
dormir un rato antes de la procesión hasta el cementerio.
Yo caminaba solo, con los ojos húmedos, cuando uno de los cholos que había estado en
el velorio se me aproximó y también lloroso caminó conmigo hasta la casa de Wilson.
Cuando el cortejo fúnebre ingresó al cementerio, ya no había mucha luz. Todos los hijos
se agolparon alrededor del ataúd y le pedían a doña Genara espacio en su canoa para
navegar con ella. Varias mujeres entraron en trance, y los familiares más cercanos, con
los compadres indígenas, no dejaban de abrazar el féretro. El señor Salas, padre de Ruth
Herenia, rezó las últimas oraciones y, en medio de gritos desgarradores, los sepultureros
comenzaron a tapar con cemento la entrada de la bóveda.
Uno de los deudos me llamó aparte y me dijo: "Genara era de aquí y la han debido de
enterrar en el suelo, como ha sido siempre con nosotros los negros". Cual sería mi
sorpresa al hallarme ante quien unos días antes se había mostrado molesto porque los
pepeseños, debido a la ley 70, tuvieran que nombrarse a sí mismos como gente negra.
ASIMETRÍAS ÉTNICAS
Para entender qué pasó durante esos 48 meses, es necesario realzar que la consolidación
del movimiento indígena colombiano le sirve de paradigma a otros movimientos
sociales del continente. Este logro se debe, en primera instancia, a la experiencia
adquirida por los indígenas después de que durante el decenio de 1920, en la región
andina, se intensificaran las luchas y a finales del decenio de 1960, se ampliaran a las
sabanas de la Orinoquia y a las selvas de la Amazonia y el Pacífico. En segundo lugar,
refleja el apoyo de adherentes políticos como los socialistas y comunistas ya
mencionados o los equipos de antropólogos y abogados, entre otros consejeros,
consultores y organizaciones no gubernamentales conectadas con el escenario
filantrópico internacional, cuyos precursores se hallan en los corregidores de indios, la
institución colonial cuyo equivalente para la gente negra tan sólo apareció delineada en
el Código Negro de 1784, en las Instrucciones de 1794 y en la Real Cédula de 1789
(Andrews 1996). Entonces, mientras que los adalides afrocolombianos o tenían sus
manos atadas porque el gobierno no proveía los fondos requeridos para programas de
educación y organización, o trataban de resolver sus diferencias, la Organización
Nacional Indígena de Colombia, y sus afiliados, como Orewa (Organización Regional
Embera-Waunán) y las ong’s que las apoyan, estaban ya diligenciando peticiones para
consolidar o expandir los resguardos, desarrollando campañas a nivel nacional para las
bases del movimiento o cabildeando de manera activa para hacer que se mantuvieran o
magnificaran- según el caso--los logros alcanzados impactando la legislación sobre
reordenamiento territorial y sobre el medio ambiente.
i. En Pie de Pató (Alto Baudó) y Boca de Pepé (Bajo Baudó), franjas que
simultáneamente han sido ocupadas y utilizadas de manera pacífica por afrochocoanos y
emberáes ya sea Porque durante muchos años se han casado entre si o porque han
formulado acuerdos intergrupales con respecto al manejo de cosechas y animales.
iii. Extensiones del Bajo y el Alto Baudó para expandir los resguardos indígenas sobre
áreas que no fueron incluidas en los títulos originales y--según el alegato--son
necesarias para desarrollar las actividades tradicionales de caza y recolección, y
iv. Porciones en Boca de Pepé que hoy reclaman los descendientes de quienes hace 30 y
hasta 50 años cedieron, arrendaron o vendieron sus tierras para irse a otros lugares. Al
defender sus derechos a los territorios ancestrales, los afrochocoanos enfrentan
decisiones que se han tomado mediante la asesoría de científicos sociales y abogados
que no han percibído a las comunidades negras o no las han considerado portadoras de
culturas ancestrales. Así ellas han sido invisibilizadas por los estudios socioeconómicos
que requiere la ley para otorgar títulos de resguardos, como los del Alto Andágueda y de
Juradó (Arocha 1995).
El Estado también requiere que las comunidades indígenas presenten estos mismos
estudios. No obstante, por lo menos desde el decenio de 1970, el Instituto Colombiano
de la Reforma Agraria--lNCORA- estableció una oficina para manejar los casos de la
gente india. Por lo general, equipos de topógrafos, antropólogos y abogados recogen la
información pertinente y escriben a nombre de la comunidad el documento que justifica
la creación o expansión del respectivo resguardo.
Fue tan sólo a partir de 1996 que los afrochocoanos comenzaron a recibir apoyos
técnicos comparables a los de los indígenas. El cambio ocurrió con la creación del
Ministerio del Medio Ambiente, una de cuyas responsabilidades consiste en la
protección de las selvas tropicales del litoral Pacífico, de acuerdo con convenios
internacionales suscritos desde mediados del decenio de 1980 (DNP 1994). En esa
región, además de los árboles, de las cuencas y de los expertos en la protección de
ambos, se requirió que el Programa de Manejo de Recursos Naturales incluyera
"componentes" de participación de aquellas comunidades que usan y protegen esos
recursos (ibíd.). Esta innovación obedeció a presiones de las organizaciones de la base y
del Banco Mundial, la agencia internacional con la cual el gobierno colombiano
Suscribió el respectivo contrato de préstamo (ibíd.).
No obstante el que todo este programa debe de incluir la Participación comunitaria, los
componentes que de manera más directa tienen que ver con las minorías étnicas del
litoral son: (1) Zonificación Ecológica, ejecutado por el Instituto Geográfico Agustín
Codazzi con la meta de cartografiar la distribución de ecosistemas y de las percepciones
comunitarias sobre sus propios territorios, en apoyo a las peticiones de constitución de
nuevos resguardos indígenas o ampliación de los ya existentes o de títulos colectivos de
"comunidades negras" (DNP 1994). (2) Titulación de Resguardos Indígenas bajo la
responsabilidad del Instituto Colombiano de Reforma Agraria (INCORA) (ibíd.). (3)
Titulación a Comunidades Negras, ejecutado por el mismo instituto (ibíd.), y (4)
Comités Regionales, coordinado por la Red de solidaridad Social con la meta de crear
espacios para que las organizaciones de base de ambos pueblos, entre otras tareas,
negocien y alcancen los consensos requeridos por la ley para delimitar los territorios de
cada quien (ibíd.).
Neoliberalismo y Violencia
Los colombianos habían tornado sus miradas hacia el río Truandó, no tanto por el
conflicto entre los consejos comunitarios de las comunidades negras y los madereros,
sino debido a que el Presidente Ernesto Samper había propuesto expandir y extender el
curso de ese afluente del río Atrato para interconectar el océano Pacífico con el mar
Caribe (Presidencia, 1996: 26, 27). En octubre de 1996, cuando el mismo Presidente
viajé a China, Indonesia y otros paises del lejano oriente en busca de inversionistas y
nuevas empresas, comenzó a negociar fondos para este megaproyecto con el gobierno e
inversionistas privados de Corea (Presidencia, 1996). Y en febrero de 1997, la misma
administración abrió la primera licitación pública para iniciar los estudios de
factibilidad de esa conexión interoceánica (FONADE 1997).
Así las cosas, el resultado del cual somos testigos es predecible. El Chocó se integra con
celeridad a lo que ya son muchas regiones del resto del país: por una parte, mega-
proyectos del llamado "desarrollo económico" que violan el derecho a la diversidad
étnica y amenazan con la riqueza ambiental. Por otra parte, la difusión del narcotráfico y
sus secuelas características aumento de minería semindustrializada, paramilitares,
ejército, especulación con la tierra, desplazamientos forzados (Mosquera 1997). El
refugio de paz que intentábamos estudiar quedará, en gran medida, por describirse y los
documentos que hacen parte de esas descripciones, como constancias históricas de lo
que pudimos ser como nación, pero que no fuimos, dado el inexorable carácter
determinista de las leyes del mercado.
Pero suponiendo que el desempolvar la idea del canal interoceánico nunca hubiera
tenido lugar, aún estaríamos lejos le vislumbrar la inclusión de los afrocolombianos
dentro de a nación colombiana, en la calidad de iguales-diversos que define la
constitución de 1991. Los colombianos aún tienden a percibirse como mestizos o
indígenas.
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1. Escribí este artículo mientras me desempeñaba como académico visitante dentro del
programa que auspicio la Fundacion Rockefeller con el título Identidad Afroamericana
y Diversidad Cultural en las Americas, en el Centro de Estudios Latinoamericanos de la
Universidad de la Florida, Gainessville. Presenté una version anterior de el en la
Cuadragesima Quinta Conferencia Anual del mismo centro, titulada Raza, Cultura e
Identidad Nacional en la Diaspora Afroamericana, y llevada a cabo entre el 22 y el 24
de febrero de 1996. Debe su forma actual a mis conversaciones con Helen Safa (Centro
de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de la Florida)y Alejandro de la Fuente
(Departamento de Historia, Universidad del Sur de la Florida. Tampa), quien tambien
criticó mi visión sobre la manera como la integración inhibió el florecimiento cultural
afroamericano y formuló valiosas sugerencias bibliográfica sobre raza y eugenesia. El
interes de Philip Mikesell (Wabash College) por Colombia, asi como sus agudos
interrogantes fueron tan importantes como sus recomendaciones editoriales. Tan solo
mediante nuevas investigaciones podre resolver las dudas que Jeffrey Needell
(Departamento de Historia, Universidad de la Florida) me manifestó en referencia a mis
percepciones de los procesos de reconstruccion étnica en las plantaciones azucareras.
(Regresar a 1)
7. La historiadora Enriqueta Vila Vilar (1977) sugiere triplicar estas cifras debido a la
intensidad del contrabando que tuvo lugar durante el período mencionado. (Regresar a
7)
9. Estos emisarios exigieron que del título del código, se omitieran las palabras
eugenesía y homicultura; se opusieron a que se formulara una propuesta legitimando la
intervención estatal en la inmigración y los patrones de apareamiento aunque no en
programas para mejorar el ambiente, como los de salud pública y enseñanza de deportes
en las escuelas. De ahí la escogencia del Vocablo evantropía para el título definitivo del
código. (Regresar a 9)
11. Biche diluido al cual se le agregan panela y astillas de canela. (Regresar a 11)
12. En tanto que los vínculos de parentesco espiritual fundamentan el paso que hacen
los campesinos negros de benefactores a damnificados, los misioneros han iniciado una
campaña contra el compadrazgo argumentando que los negros abusan de su posición y
explotan a los indios (Otero 1994). (Regresar a 12)