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3.

2 ASPECTOS JURÍDICOS MORALES


1. EN EL ORDEN CANÓNICO

En el libro IV DE LA FUNCIÓN DE SANTIFICAR, se ordena jurídicamente en el Título


IV, Del sacramento de la penitencia.

En el canon 959, se enumeran tres de los cuatro elementos esenciales del


sacramento: a) la confesión de los pecados graves, según su número y especie, ante un
ministro sagrado con la debida licencias eclesiásticas. b) El arrepentimiento, es decir, el
dolor por haber pecado, acompañado del propósito de no volver a cometerlo. c) La
absolución de los pecados por parte del ministro sagrado, el cual, como juez, valora la
gravedad de los mismos y la actitud del penitente. El canon omite el carácter judicial de la
absolución, para evitar que solo se aplicara a la absolución y no al conjunto de los
elementos esenciales. La satisfacción se recoge en el c. 981.

Los cánones n. 960 – 964 del Cap. I, llamado “De la celebración del sacramento”,
hace énfasis en los siguientes aspectos:

1. Que la confesión individual e íntegra y la absolución constituyen el único modo


ordinario con que un fiel, que está en pecado grave se reconcilia con Dios y con la
Iglesia.
2. No puede darse la absolución a varios penitentes a la vez sin previa confesión
individual y con carácter general, a no ser que:
- Amenace un peligro de muerte y los sacerdotes no tengan tiempo la confesión
de cada penitente.
- Haya una necesidad grave, es decir, cuando no hay suficientes confesores para
oír debidamente la confesión de cada uno dentro de un tiempo razonable, de
manera que los penitentes, sin culpa de su parte, se verían privados durante
notable tiempo de la gracia sacramental o de la Eucaristía. Una gran fiesta o
peregrinación, no es causa suficiente.

3. El lugar propio para oír confesiones es una iglesia u oratorio.


En cuanto a la sede para oír confesiones: confesionarios con rejillas, entre el
penitente y el confesor. No se pueden oír confesiones fuera del confesonario, si no
es por causa justa.

El Capítulo II, que va de los cánones 965 – c. 986, se refiere al “ministro del sacramento”.

1. Sólo el sacerdote es ministro del sacramento de la penitencia.


2. Para absolver válidamente, se requiere que el ministro, además de potestad de
orden, tenga facultad de ejercerla…
3. El sacerdote puede recibir esa facultad tanto ipso iure como por concesión de la
autoridad competente, que es el Ordinario del lugar o bien un Superior de un
instituto religioso o sociedad de vida apostólica.
4. Quienes tienen facultad habitual de oir confesiones, pueden ejercer esta facultad
en cualquier parte, a no ser que el Ordinario del lugar se oponga en un caso
concreto.
5. La facultad de oír confesiones solo debe concederse a los presbíteros que hayan
sido considerados aptos mediante un examen, o cuya idoneidad conste de otro
modo (c. 970) esta facultad debe concederse por escrito (c. 973).
6. Si la facultad de oír confesiones es revocada por el Ordinario del lugar, el
presbítero queda privado de la misma en todas partes. Si la revoca otro Ordinario
del lugar, queda privado solo en el territorio del lugar del que la revoca. (c. 974).
7. Todo sacerdote, aún desprovisto de facultad para confesar, absuelve válidamente
a cualquier penitente que se encuentre en peligro de muerte y absuelve
lícitamente de toda censura y pecado, aunque se encuentre un sacerdote
aprobado.
8. Al interrogar, el sacerdote debe comportarse con prudencia y discreción,
atendiendo a la condición y edad del penitente; y abstenerse de preguntar sobre el
nombre del cómplice. (c. 979)
9. No debe negarse ni retraerse si el confesor no duda de la buena disposición del
penitente y éste pide ser absuelto. (c. 980).
10. El confesor debe imponer una satisfacción saludable y conveniente.
11. Quien se acuse de haber denunciado falsamente… a un confesor inocente del
delito de solicitación a pecado contra el sexto mandamiento del Decálogo, no debe
ser absuelto mientras no retracte formalmente la denuncia falsa y esté dispuesto a
reparar los daños que se hayan ocasionado (c. 982).
12. El sigilo sacramental es “inviolable”; por lo cual está terminantemente prohibido al
confesor descubrir al penitente, de palabra o de cualquier otro modo, y por ningún
otro motivo. Si hubiese intérprete también está obligado a guardarlo.
13. Está terminantemente prohibido al confesor hacer uso, con perjuicio del
penitente, de los conocimiento adquiridos en la confesión, aunque no haya peligro
alguno de revelación. Igual se prescribe para quien está constituido de autoridad…
(c. 984).
14. El maestro de novicios y su asistente, el rector del seminario o de otra institución
educativa no deben oír confesiones sacramentales de sus alumnos… (c. 985).
15. C. 986: proveer que se oiga en confesión a los fieles y a que se les dé la
oportunidad de acercarse a la confesión individual, en días y horas que les resulten
asequibles.

Capítulo III, Del penitente (c. 987 - 991).

1. El fiel cristiano está obligado a confesar todos los pecados graves, según su especie
y número, cometidos después del bautismo, de los cuales tenga conciencia
después de un examen diligente.
2. Todo fiel que haya llegado al uso de razón está obligado a confesar sus pecados
graves al menos una vez al año.
3. No se prohíbe a nadie la confesión mediante intérprete, con tal de que se eviten
abusos y escándalos.
4. Todo fiel cristiano tiene derecho a confesarse con el confesor legítimamente
aprobado que prefiera, aunque sea de otro rito.

PARTE II, DE LAS PENAS PARA CADA UNO DE LOS DELITOS.

NB: Tomar muy en cuenta los cánones 1387: solicitación a un pecado contra el sexto
mandamiento del Decálogo.
- 1388: Violación directa del sigilo sacramental (excomunión latae sententiae
reservada a la Sede Apostólica)…
- Título IV: Los delitos contra la vida y la libertad del hombre:
1. Quien comete homicidio… (c. 1397).
2. Quien procura el aborto… (1398).

EL ABORTO
1. DEFINICIÓN Y DISTINCIONES

Se entiende tradicionalmente por aborto la interrupción de un embarazo


antes de que el nuevo ser sea autónomamente vital.

El aborto puede ser espontáneo o procurado. El aborto espontáneo es


aquel que se verifica por causas accidentales o patológicas, independientes de la
voluntad humana (Ej. Una caída, una malformación uterina, un desorden
endocrinológico). El aborto que nos interesa es el aborto procurado, el que es
debido a una intencionalidad directa.

Actualmente la posibilidad de formar embriones fuera de cuerpo materno,


en el curso de técnicas de procreación asistida o por objetivos puramente
experimentales, vuelve insuficiente la definición tradicional de aborto procurado,
pudiendo tener la supresión de la vida del embrión antes de su traslado en el útero
o antes de la anidación y, por lo tanto, sin que el embarazo pueda decirse
realmente iniciado.

La encíclica Evangelium Vitae usa una definición más comprensiva y afirma


que «el borto procurado es la eliminación deliberada y directa, como quiera que se
realice, de un ser humano en la fase inicial de su existencia, que va de la
concepción al nacimiento».

2. LOS PROCEDIMIENTOS DE INTERRUPCIÓN DEL EMBARAZO

Del punto de vista clínico, la elección de la técnica con la cual interrumpir un


embarazo depende de la época en la que ha ocurrido la fecundación.

 Dentro del 30º día:


a. Interceptivos, que impiden la anidación, (espiral, DIU, minipíldora de
progesterona, píldora del día después).
b. Contragestivos, que interfieren con la progesterona (Ej. RU486)

 Dentro del primer trimestre:


a. Aspiración endouterina por via vaginal con cánulas flexibles.
b. Dilatación del canal cervical y raspado (Legrado).

 Después del primer trimestre:


a. Dilatación cervical y vaciado con pinza de anillos (el feto es
destrozado).
b. Altas dosis transvaginales de prostaglandine E2.

Después de la 16ª semana el vaciado es precedido por el suministros de fármacos


que estimulen las contracciones uterinas y la dilatación cervical (Ej. Solución
salina hipertónica intramniótica).

Muchos cuando hablan de aborto, no consideran los abortos precoces


procurados con varios medios en las primeras semanas de embarazo.

Basados en la convicción de que no se debe reconocer una vida humana ya


desde los primeros momentos de la concepción, se justifican verdaderas
interrupciones de embarazos, mediante procedimientos que llevan a la muerte del
embrión, sea en fase pre-anidatoria (mediante interceptivos), sea en fase post-
anidatoria (mediante contragestatorios)

- Un típico interceptivo es el espiral o DIU (Dispositivo intrauterino) que


introducida en el cuerpo del útero, provoca contracciones de la pared
uterina y hace imposible la anidacióndel embrión cuando llega ya en fase
de blastocito.
- Un contragestativo es el RU486 o mifepristone que, bloqueando los
receptores de la progesterona en los órganos blancos, causa la separación
del trofoblasto y la interrupción del embarazo.
- La píldora del día después, consiste en una dosis elevada de estrógenos o
de progetacionales suministrada en los dos días siguientes a una relación
no protegida, si ha ocurrido la fecundación, actúa como abortivo impidiendo
el desarrollo del embrión precoz.

3. VALORACIONES ÉTICAS

La valoración ética del aborto se presenta clara en cuanto a los principios,


pero muy compleja en muchos casos concretos, implicando valores que las
circunstancias ponen o parecen poner entre ellos en conflicto.

A) EN LA TRADICIÓN

Ya desde la antigüedad las prácticas abortivas fueron difundidas, sobre todo,


entre las prostitutas, y a menudo toleradas. La ética médica asumió, en
cambio, una posición abiertamente contraria. Por ejemplo, El Juramento de
Hipócrates, remontado al s. V a.C. es un precioso testigo del ethos médico
antiguo, que dice:

“a ninguna mujer yo daré un medicinal abortivo”.

En la tradición cristiana, la condena al aborto, como el del infanticidio, es


constante y severa a partir de la Didaché:

“No matarás con el aborto el fruto del regazo y no haré perecer al recie
nacido” (Didaché 5,1).

B) RESPONSABILIDADES PERSONALES Y COLECTIVAS

La vida humana naciente e confiada totalmente al cuidado y a la protección


de la madre; sin embargo, sería injusto atribuir toda la responsabilidad de un
aborto a la madre, porque a menudo, junto a la mujer, hay otras personas cuya
responsabilidad puede ser igual y ha veces mayor que la de la madre.

Puede ser culpable el padre del niño, que presiona directamente a la madre
a abortar, o indirectamente, dejándola sola frente a los problemas, a veces
enormes, de un embarazo.
Tampoco se pueden ignorar los estímulos o complicidades que provienen
de parientes, amigos, etc. otra gran responsabilidad recae sobre los médicos o
enfermeras que provocan concretamente el aborto.

Juntos a estas responsabilidades personales, también se evidencian las


responsabilidades colectivas a nivel de legislación y mass-media, que contribuyen
a crear una mentalidad abortista, creando una mentalidad abortista y sobre todo,
una real estructura de pecado contra la vida humana no nacida.

Dentro de las responsabilidades colectivas cabe señalar también el empleo


del aborto como instrumento de planificación familiar, en países que tienen una
tasa alta de incremento demográfico.

4. LOS CASOS LÍMITE

Existen casos excepcionales que no cambian el juicio ético sobre el aborto,


pero que presentan reales y dramáticas dificultades de elección, porque en
algunas circunstancias el valor de la vida humana inocente viene a enfrentarse
con otros valores fundamentales de la persona, comprendida la vida de la madre.
Son situaciones difíciles que deben ser juzgadas con discreción y misericordia.

A) EL ABORTO TERAPÉUTICO

Es el aborto practicado para la salvar la vida de la madre o para evitar un grave e


irreversible daño de su salud. El embarazo puede ser peligroso para la madre si el
embrión se anida en sede anómalas (embarazo ectópico, vrg. tubárico, con peligro
de hemorragias mortales), o si con el progreso del embarazo, se manifiestan los
signos de la eclampsia gravídica, (con levantamientos de la presión arterial y
graves daños oculares y renales, hasta la muerte), o agravamiento de
enfermedades ya presentes (ej, insuficiencia cardíaca o renal). En estos casos y
en casos análogos la interrupción del embarazo parece la única terapia
practicable; de aquí el nombre de aborto terapéutico.

Un verdadero conflicto de valores entre la vida del embrión y de la madre


puede darse sólo si la vida y salud de la madre son seriamente amenazadas y
esta eventudalidad, vistos hoy por lo medios terapéuticos a disposición es rara. El
médico de buena conciencia no tiene que decidir a priori a favor de la vida de la
madre o (si es posible) de la del niño: él tiene que informar objetiva y
honestamente a la mujer y tratar de preservar ambas vidas, practicando las
terapias disponibles, teniendo bajo estrecho control el curso del embarazo,
adelantando el parto en cuanto haya esperanza de que el feto pueda sobrevivir.

Es importante subrayar, en vista del juicio ético, la diferencia entre el caso


en que el aborto sea directamente querido como terapia por una enfermedad de la
embarazada (ej, eclampsia gravídica) y el caso en que el aborto sea el efecto no
directamente querido de un acto médico-quirúrgico directamente querido a curar a
la mujer y solo secundariamente causa el aborto. (Ej, irradicación de un ovario con
peligro por el embrión o el feto, o el suministro de fármacos antitumorales para
contrarrestar un tumor de la madre, pero que mataría al concebido).

En el primer caso se tiene un aborto terapéutico en sentido estricto en el


que no se puede aplicar el principio del doble efecto, porque el aborto es querido
directamente como medio malo (la muerte del feto), para conseguir el fin bueno (la
cura de la madre), y no se puede nunca y por ningún motivo querer directamente
la muerte de un inocente.

En el segundo caso, si no es posible encontrar otra terapia ni retardarla


hasta después del parto, ni tampoco es posible adelantar el parto por la excesiva
inmadurez del feto, será entonces, moralmente correcto, con base en el principio
del doble efecto, recurrir a la terapia: se trata, en efecto, de un acto en sí
terapéutico, dirigido exclusivamente a curar a la madre, mientras el aborto del hijo
es un efecto no directamente querido. (es decir, no se trata de un aborto
terapéutico en sentido estricto).

B) EL ABORTO EUGENÉSICO

Es el aborto ejecutado para evitar el nacimiento de un sujeto enfermo de grave


enfermedad congética (malformación genética, etc.). también este tipo de aborto
es llamado por algunos terapéutico, es decir, curativo, pero injustamente, porque
no cura ni a la madre ni al hijo. También es programado para prevenir las
enfermedades genéticas: la prevención tendría que ser más bien para impedir la
concepción de individuos enfermos, no en suprimir las vidas ya existentes.

No son válidas las razones emotivas (piedad por un futuro infeliz) ni las
personales (malestar para los parientes) para suprimir una vida. “Nadie, ni siquiera
el padre y la madre, puede sustituir (al niño), tampoco si está todavía al estado
embrionario, para preferir en su nombre la muerte o la vida”, afirma la
Congregación para la Doctrina de la fe1

C) EL ABORTO DESPUÉS DE VIOLACIÓN

Nos referimos al rechazo psicológico de la maternidad impuesta y el miedo de las


dificultades subsiguientes en que se encontrará la joven-madre, no por un acto de
amor, sino por una violación. La sugestión ejercida de la así llamada
contracepción de emergencia en estos casos es muy fuerte.

El niño, aunque concebido en circunstancias muy dramáticas, es


completamente inocente y su vida tiene que ser tutelada como la de cada otra
criatura inocente. Si la madre ha sufrido acoso sexual, no puede actuar con
violencia contra la vida del hijo que lleva en su seno, más tiene que tratar de
vencer el mal con el bien a través de un acto de aceptación que se intuye muy
difícil, pero de intensos sentidos humanos.

Por su parte, es importante que la comunidad cristiana sea cercana a las


necesidades espirituales o materiales de las mujeres que se encuentran en estas
situaciones difíciles, evitando que se den condenas apresuradas y juicios
superficiales.

5. LA CENSURA CANÓNICA

El aborto es una grave culpa moral contra la vida a la que se suma una
pesada pena eclesiástica, la de la excomunión, que comporta la exclusión de la
plenitud de la comunión eclesial y, en particular, del acceso a lo sacramentos.

Según el Código de Derecho Canónico, can. 1398: “quien procura el aborto,


en caso de que se consiga el efecto, incurre en la excomunión latae sententiae”,
es decir, válido para cada individual caso de aborto y operante por el solo hecho
de haber cumplido este particular delito. Incurren en la excomunión todos los que
cometen este delito conociendo la pena, incluso también aquellos cómplices sin la
cual la obra no habría sido realizada (Ej. médicos y enfermeras).

Sólo el Obispo diocesano y los sacerdotes que tienen facultas de ello (los
sacerdotes de las Ordenes Mendicantes, por ejemplo) pueden absolver de la
excomunión y readmitir a los sacramentos y, ante todo, al sacramento de la
penitencia.

1
Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración De abortu procurato, n. 14.
Por qué el aborto hace incurrir en la excomunión y no otros homicidios?

El motivo es que el aborto aparece como un delito particularmente odioso y


en absoluto contraste con la fe y la vida de la comunidad cristiana, porque el
concebido es completamente inocente e incapaz de defensa personal.

El obstáculo canónico puesto al acceso de los sacramentos quiere tener un


valor, sobre todo, medicinal y pedagógico: los culpables son ayudados en su
itinerario de conversión y todos los fieles son orientados al respeto y a la tutela de
la vida naciente.

5. LEGISLACIÓN

A) LEGALIZAR O DESPENALIZAR?

En el mundo contemporáneo, se ha llegado hasta hacer desaparecer la


desaprobación social del aborto, como medio drástico para el control de los
nacimientos, como síntoma de una crisis del sentido y del valor de la vida.

Hay quienes, apoyando la despenalización, piensan que se debe considerar


siempre el aborto como un acto moralmente grave, pero proponen de no
considerarlo penalmente un crimen perseguible en ciertas circunstancias
angustiosas o dramáticas. Una motivación cualificada de la despenalización sería
la eliminación del aborto clandestino, causa no infrecuente de muerte y esterilidad
en la mujer.

Quienes pretenden legalizar el aborto, consideran que el aborto es un


derecho o una conquista social (Ej. el criterio feminista que se arroga el derecho
de elegir si aborta o no).

Invocar la autodeterminación de la mujer como justificación ética y jurídica


del aborto contradice uno de los principios fundamentales del ejercicio de la
liberta, que es el respeto a la libertad ajena. La libertad de conciencia es un bien
fundamental e intangible, pero ella debe ser capaz de abrirse al reconocimiento de
la libertad del otro. El embrión, aunque es dependiente biológicamente de la
madre, no es una parte del cuerpo de la madre, es un ser humano con un personal
derecho a su vida y la libertad de la madre de no aceptar un embarazo, no le
atribuye el derecho a suprimir aquella misma vida inocente, a menos que se quiera
legalizar el derecho del más fuerte.
La mentalidad abortista es expresión de la mentalidad violenta de nuestra
sociedad, en la que prevalece la voluntad de algunos más fuertes sobre los más
débiles: la mujer es la parte débil de muchas situaciones familiares y sociales,
pero el feto es más débil que ella. Un estado que legaliza el aborto introduce
implícitamente el principio de que la vida de un hombre puede depender del
albedrío de otro.

C) LEY Y MORAL

En el caso del aborto vale el principio de que la ley civil debe conformarse a la ley
moral o al menos, no oponerse a ella, porque la ley humana encuentra su fuerza
vinculante en la conformidad a la recta razón y, en último análisis, a la ley eterna.
«La ley humana puede alguna vez renunciar al castigo, pero no puede declarar
honesto y bueno lo que sea contrario al derecho natural, pues una tal oposición
basta para que una ley no sea ya ley».

La intangibilidad de la vida es un imperativo de la razón, incluso antes de


sea un explícito de la ley antigua, por lo que una ley que admitiera el aborto como
derecho se encontraría en total e insanable contradicción con el auténtico e
inalienable derecho a la vida de cada hombre y violaría la igualdad de todos frente
a la ley. «De ello sigue que, cuando una ley civil legítima el aborto…, deja, por eso
mismo, de ser una verdadera ley civil, moralmente obligante». 2

La actitud de los cristianos hacia las legislaciones abortivas será pues de


completa disociación, efectivamente «cualquiera que sea la ley civil, debe quedar
bien claro que el hombre no puede jamás obedecer a una ley inmoral en sí misma;
tal es el caso de la ley que admitiera el principio de la licitud del aborto» 3

La misma actitud tendrá que ser tenida por cuanto concierne a la


participación en campañas de opinión a favor del aborto o a la asignación del
propio sufragio electoral a partidos políticos que prevén la liberación del aborto en
su programa. Diverso es el caso de un grupo político que se empeñara en aprobar
una ley que admitiera algunos casos de aborto, pero en alternativa a la ley
existente.

D) OBJECIÓN DE CONCIENCIA
2
Juan Pablo II, Carta Encíclica Evangelium vitae, n. 72.
3
Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración De abortu procurato, n. 22
Algunas legislaciones le reconocen al personal sanitario la posibilidad de no
intervenir en los procedimientos abortivos si éstas contrastan con sus convicciones
personales.

No se puede admitir que médicos y enfermeras sean obligados a concurrir,


de modo próximo, a un aborto y a deber elegir entre la ley de Dios y su posición
profesional.

Criterios sobre el tema: IDEOLOGÍA DEL GENDER (GENERO).

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