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1. 1.

LOS ELEMENTOS DE GEOMETRÍA DE EUCLIDES Y LAS


GEOMETRÍAS NO EUCLIDIANAS II.

1. Introducción

En la clase anterior nos habíamos dedicado al examen de la


concepción de la geometría tal como aparece en los Elementos de
Geometría, de Euclides, como una manera de acceder a un ejemplo
histórico bastante aproximado de la concepción aristótélica de
ciencia. Abordamos así algunos aspectos histórico-biográficos de
Euclides, planteamos la estructura general de los Elementos y
realizamos un análisis conceptual de los aspectos centrales de su
organización axiomático-deductiva: la clasificación de los principios
(definiciones, postulados, nociones comunes), la estructura de una
“prueba” euclidiana, con sus pasos, las diversas interpretaciones que
se le dieron a la intención de los Elementos (dar una respuesta los
problemas de la dialéctica griega, desarrollar ideas de la escuela de
Platón, es decir, de la Academia o brindar una teoría cosmológico-
geométrica del mundo, siguiendo las huellas del Timeo de Platón).
Finalmente, tratamos de establecer una comparación para hallar los
puntos de coincidencia y de divergencia entre las concepciones
explícitas de Aristóteles acerca de la ciencia y la idea de ciencia que
surge de un análisis de los Elementos.
En la clase de hoy nos dedicaremos a una cuestión sumamente
importante para el desarrollo de las ciencias formales, la lógica y la
matemática, así como también para la historia de la reflexión
filosófica acerca de ellas: en efecto, trataremos la cuestión del
surgimiento de las geometrías no euclidianas y veremos en qué
consisten, sobre todo desde un punto de vista conceptual. Es
importante enfatizar que La aparición de las geometrías no
euclidianas en el siglo XIX (aunque hay algunos antecedentes de ellas
en el siglo XVIII) fue tan revolucionaria que puso en cuestión muchos
supuestos filosóficos que hasta ese momento habían sido sustentados
sin mayores contrastaciones, tales como la relación entre geometría
matemática (la que desarrollan los matemáticos) y la geometría física
(la que aplican los físicos, por ejemplo) y el papel de nuestras
“intuiciones geométricas” (es decir, lo que podemos imaginar o
representarnos geométricamente) en nuestro conocimiento de los
objetos geométricos y de los objetos físicos, entre muchas otras
cuestiones. En particular, fueron un motivo importante para poner en
cuestión, precisamente, los supuestos de la concepción aristotélica de
la ciencia. En suma, constituyeron una motivación importante
(aunque no la única) para reexaminar qué se debe entender por
“ciencia axiomático-deductiva” y, con ello, replantearon también el
problema de la naturaleza de la matemática y de la lógica. Por esa
razón, es importante que las abordemos aquí, al menos en sus

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aspectos más conceptuales, sin poner el énfasis en las cuestiones
más técnicas. Comenzaremos con el tratamiento de un problema
crucial de los Elementos de Geometría de Euclides, que es el de la
“demostrabilidad” del Vº Postulado.

2. La cuestión de la “independencia” del Vº Postulado. Su


demostrabilidad

Como hemos visto en la clase anterior, en el Libro I de los


Elementos se enunciaban cinco postulados y cinco “nociones
comunes”. Los primero cuatro postulados tenían un enunciado
sumamente simple, pero no ocurría lo mismo con el Vº, cuya
enunciación era sumamente extensa y compleja:

5. Si una recta incide sobre otras dos rectas formando del mismo
lado ángulos internos menores que dos rectos, al prolongarlas
indefinidamente se encontrarán por el lado en que los ángulos
son menores que dos rectos.

Probablemente esta formulación del quinto postulado les


parezca extraña, porque la que se utiliza hoy en día es una versión
muy posterior, cuya historia contaremos brevemente luego. Es,
precisamente, la que le dio el nombre del “postulado de las paralelas”
y que dice brevemente así:

Dados una recta y un punto coplanares (es decir, perteneciente al


mismo plano) y siendo el punto exterior a la recta dada, por el
punto dado pasa una y sólo una recta paralela a la recta dada.

Como vemos, el enunciado inicial, que es el que tuvo


verdaderamente tuvo importancia histórica, es bastante diferente de
la enunciación actual. Para que lo comprendamos más claramente
(justamente porque el enunciado es algo complejo) vale la pena
trazar un diagrama:

Vemos fácilmente que si prolongamos las dos líneas sobre las


que incide la tercera, en algún momento terminarán encontrándose

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de lado derecho, es decir, del lado en que la suma de los ángulos
interiores que forma la recta incidente con las rectas cortadas da una
suma menor que dos ángulos rectos. Sin embargo, el problema no es
simplemente el de “ver” esa propiedad en el diagrama, sino el de si
esta propiedad de las rectas es algo indemostrable (al estilo del Iº
Postulado) o si, en realidad, puede demostrarse a partir de los
primeros cuatro postulados, además de las definiciones y nociones
comunes. En efecto, si ocurriera esto último, el quinto postulado no
sería un “principio” sino que sería simplemente una “proposición”, es
decir, un teorema demostrable. Contemporáneamente, esta cuestión
es la de la “dependencia” o “independencia” de un “axioma”
matemático. Dicho de otro modo, si se propone un sistema
axiomático-deductivo matemático con un conjunto básico (finito) de
enunciados axiomáticos (los “principios”), la cuestión fundamental es
la de si esos enunciados son independientes entre sí, es decir, tal que
ninguno es deducible o demostrable a partir de los restantes. En
cambio, se dice que si al menos uno de ellos es demostrable a partir
del resto del conjunto, entonces es dependiente.
Pues bien, ya desde la antigüedad los matemáticos tenían
dudas acerca de que el Vº Postulado fuera verdaderamente tal, es
decir, un principio. A diferencia de los postulados anteriores, su
enunciación es compleja, con muchas condiciones (si…, entonces…)
en las que intervienen muchos conceptos (“incidencia”, “suma de
ángulos”, etc. etc.). Por esa razón, a partir de la recepción y
transmisión de los Elementos de Geometría, hubo reiterados intentos
de demostrarlo a partir de los postulados restantes, es decir, como
diríamos hoy, de mostrar su dependencia. La regla fundamental para
emprender la tarea era la de que se podían utilizar los cuatro
primeros principios (además de las definiciones y nociones comunes),
además de todos los teoremas (o proposiciones) que hubiese
demostrado Euclides antes de la primera utilización del quinto
postulado en una demostración, cosa que tiene lugar en los
Elementos recién en la proposición I. 29 (es decir, la nº 29 del libro
I). De esta forma, tal como lo reseña Gómez en la bibliografía que
señalamos, se cuentan los intentos de Posidonio (siglo I a.C.), de
Proclo (a quien hicimos referencia en la clase anterior), Clavius
(Alemania, 1538-1612), Wallis (Inglaterra, 1616-1703), Playfair
(Escocia, 1748-1819), Legendre (Francia, 1752-1833) y Gauss
(Alemania, 1777-1855). En todos estos casos, se trató de intentos en
los que se obtenía la demostración, cuando se aceptaba un lema, es
decir, una proposición no demostrada de la que se suponía que se
podía proporcionar una demostración a partir de los restantes
postulados. Sin embargo, lo que se mostró en cada caso es que el
lema era equivalente al quinto postulado, es decir, que se podía
demostrar sólo si se aceptaba la verdad del quinto postulado, por lo
cual, en consecuencia, no se podía hablar de una verdadera
demostración. El caso de Playfair es interesante, porque como lema

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utiliza lo que hoy denominamos el “postulado de las paralelas”, la
versión actual del quinto postulado.

3. El ensayo de Saccheri

De todos los intentos se destaca muy especialmente el del


matemático Girolamo Saccheri (Italia, 1667-1753) por dos razones,
principalmente. En primer lugar, ensayó un método de demostración
distinto al empleado en casos anteriores, ya que utilizó el método de
demostración indirecta o “por reducción al absurdo”. En segundo
lugar, porque al intentar demostrar el quinto postulado de Euclides,
en realidad anticipó algunas de las tesis fundamentales de las
geometrías no euclidianas. Vale la pena aclarar que Johann Heinrich
Lambert (Suiza 1728-Alemania 1777), siguiendo las huellas de
Saccheri, formuló explícitamente propiedades fundamentales de las
geometrías no euclidianas (Teoría de las líneas paralelas, 1766),
aunque consideró que la única geometría “realmente verdadera” era
la euclidiana. Veamos entonces cómo procede Saccheri, ya que la
presentación de Lambert es algo complicada (y no se desarrolla en el
capítulo de Gómez).
Como dijimos anteriormente, Saccheri utilizó un método
conocido desde antiguo, denominado “apagógico”, indirecto o “por
reducción al absurdo”. Quizá ustedes lo conozcan, pero no vendrá
mal refrescar un poco la cuestión. El método consiste en utilizar
combinadamente la regla de doble negación (si niego una negación,
obtengo una afirmación) y la regla de inferencia que nos dice que hay
que rechazar como falsa una proposición de la cual derivamos una
contradicción (el absurdo). Así, si queremos probar la verdad de una
proposición, basta con que podamos deducir una contradicción de su
negación. Si logramos hacerlo, tenemos que negar la negación y, por
la regla de doble negación, obtenemos la afirmación de la proposición
que queríamos probar. Parece complicado, pero no lo es tanto. La
regla queda sintetizada así:

Regla de la reducción al absurdo

1. quiero probar P
2. niego P: no-P
3. de no-P deduzco una contradicción (por ejemplo, Q y no-Q)
4. niego no-P: no-no-P
5. obtengo P (por doble negación).

Tal vez un ejemplo sencillo ayude:

1. Quiero probar que el número natural 7 es primo (es decir,


divisible sin resto sólo por 1 y por él mismo)

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2. Supongo que 7 no es un número primo, es decir, que hay un
número natural menor que 7 que lo divide sin resto.
3. Pero no hay un número tal (2, 3, 4, 5 o 6 no dividen a 7 sin
resto)
4. Pero entonces 7 sólo es divisible por 1 y por sí mismo.
5. Luego, 7 es primo
6. Pero entonces 7 no es primo (por la hipótesis) y 7 es primo
(por los pasos anteriores)
7. no es cierto que 7 no sea primo (por reducción al absurdo)
8. 7 es primo (por doble negación).

Un procedimiento por el estilo es el que utiliza Saccheri. En


efecto, su intención es demostrar que el quinto es un teorema, es
decir, es demostrable a partir del resto de los postulados, o sea,
según la terminología actual, que es “dependiente”. Para probar esta
proposición: “El Vº Postulado de Euclides es demostrable a partir de
los restantes postulados”, Saccheri supone precisamente su
negación: “El Vº Postulado es indemostrable a partir de los restantes
postulados” (es decir, es “independiente”), con el objeto de extraer
de ella una contradicción. Si lo logra, obtendrá entonces la buscada
prueba de la dependencia del postulado, aplicando la regla de
reducción al absurdo.
Ahora bien, un punto importante de la cuestión es la siguiente:
si afirmo que el quinto postulado es dependiente del resto, lo que
digo es, simplemente, que puedo obtenerlo a partir de ellos mediante
una deducción, es decir, que el quinto postulado es deducible a partir
del conjunto de los otros cuatro. Así, si ‘D’ designa el conjunto de los
cuatro postulados, ‘VP’ designa el quinto postulado y usamos ‘ ’ para
indicar la relación de deducción, podemos simbolizar lo anterior así:

1. D VP

Es esto, precisamente, lo que quiere probar Saccheri. Ahora bien,


como utiliza el método de reducción al absurdo, parte de la negación
de 1, a saber, simbolizando la negación con ‘ ’

2. (D VP)

Es decir, que no es cierto que el quinto postulado se deduzca de los


restantes postulados. Para probar 1., Saccheri tiene que deducir de 2.
una contradicción, para que opere la reducción al absurdo. Si lo
lograse, tendría:

3. (D VP), es decir, D VP

Y aquí viene el punto crucial para el intento de Saccheri, pero


también para las geometrías no euclidianas. En efecto, 2. es

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equivalente a decir que podemos afirmar que los primeros cuatro
postulados y negar el quinto. El sentido es claro: si supongo que el
quinto postulado no es una consecuencia lógica de los anteriores,
entonces no debería ocurrir nada si afirmo que los primeros cuatro
son verdaderos y el quinto falso. Ahora bien, si ocurre que mediante
esta suposición llego a una contradicción, es claro que no puedo
afirmar los cuatro primeros y negar el quinto. En consecuencia,
Saccheri parte de la siguiente suposición, poniendo ‘ ’ por ‘y’:

4. D VP

La tarea se reduce ahora a deducir de 4. una contradicción. Si


Saccheri lo logra, habrá obtenido una prueba de la
dependencia del quinto postulado y, así, habrá probado
indirectamente su demostrabilidad, es decir, que es un
teorema. Para lograr este fin, propone una construcción
geométrica conocida como “el cuadrilátero de Saccheri” que
consiste en el diagrama siguiente: (ver Gómez, pag. 194)

Sobre la recta AB en el plano, se levantan los segmentos rectos


perpendiculares iguales DA y CB, cuyos extremos D y C se unen
mediante el segmento recto DC. Desde el punto medio M en AB se
levanta la perpendicular MM’ y se trazan las diagonales DM y CM,
quedando los ángulos superiores y en dos ángulos,
respectivamente, , respectivamente. A partir de las
propiedades de la construcción, Saccheri muestra que los ángulos y
son iguales entres sí. Una vez que ha obtenido esta igualdad,
plantea el siguiente problema: ¿qué clase de ángulos son tanto
como ? Como sabrán, hay tres clases mutuamente excluyentes de
ángulos: los ángulos rectos (90 grados), los agudos (menores que 90
grados) y los obtusos (mayores que 90 grados), así que y , siendo
iguales, tienen que pertenecer a una de estas tres clases y sólo a
una. Aquí es donde las cosas pueden volverse un poco confusas,
puesto que, al inspeccionar la construcción del diagrama, parece que
debiéramos concluir que y sólo pueden ser ángulos rectos. Pero
esta es, precisamente, la cuestión clave de la cuestión. Que y son
ángulos rectos sólo puede probarse suponiendo que el quinto

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postulado es verdadero. Como hemos supuesto que es falso, no
podemos utilizarlo para probar justamente esta propiedad. Por esa
razón, tendremos que probar qué tipo de ángulos son y mediante
algún otro tipo de recurso que no suponga la verdad del quinto
postulado. Para indagar la cuestión, Saccheri parte de las famosas
tres hipótesis:

Primera hipótesis: los angulos y son ángulos rectos (hipótesis del


ángulo recto)

Segunda hipótesis: los ángulos y son ángulos obtusos (hipótesis


del ángulo obtuso)

Tercera hipótesis: los ángulos y son ángulos agudos (hipótesis


del ángulo agudo)

Como estos tres casos agotan todas las posibilidades (son tres y sólo
tres), si Saccheri puede deducir una contradicción de cada una de
estas hipótesis, entonces la hipótesis que ha servido como punto de
partida de la reducción al absurdo, la hipótesis 4., será falsa. En
efecto, las contradicciones surgirían de suponer que 4. es verdadera,
luego, 4. falsa y, en consecuencia, se debería dar 3., es decir, 1., que
es lo que Saccheri quería demostrar. La cuestión es si Saccheri
realmente logra obtener tales contradicciones. Sin entrar en los
detalles de la demostración, propondremos sus conclusiones:

1. Suponiendo la hipótesis del ángulo recto, Saccheri obtiene la


demostración del quinto postulado de Euclides, con lo cual obtiene la
deseada contradicción. En efecto, la hipótesis contenía la negación
del quinto postulado, por lo cual la hipótesis 4. Implica lógicamente:
VP VP

2. Partiendo de la hipótesis del ángulo obtuso, Saccheri logra deducir,


nuevamente, una contradicción. En efecto, deduce la proposición de
que todas las rectas son finitas, lo cual contradice el segundo
postulado, que sostiene la infinitud de toda recta.

3. Finalmente, partiendo de la hipótesis del ángulo agudo, Saccheri


encuentra que no logra deducir ninguna contradicción, a pesar de que
obtiene teoremas proposiciones sumamente anómalas, pero en sí
mismas no contradictorias. Uno de los teoremas más sorprendentes
que obtiene es el de que la suma de los ángulos interiores de un
triángulo es menor que dos rectos (es decir, menor que 180 grados),
que por un punto exterior a una recta dada en el plano pasan al
menos dos rectas que no la cortan y que los únicos triángulos
semejantes son los que tienen lados iguales. Estas consecuencias,
especialmente la segunda, parecen muy poco intuitivas, pero sin

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embargo no son contradictorias. La interpretación que proporciona
Saccheri de esta infructuosa búsqueda es que la imposibilidad de
encontrar una contradicción en la hipótesis del ángulo agudo se debe
no a la inexistencia de ella, sino a su propia falta de habilidad para
encontrarla, por lo cual tiene la confianza de que una ulterior
investigación logrará hallarla. La imposibilidad de hallar la
contradicción para la hipótesis del ángulo agudo queda, entonces,
como una especie de anomalía que deberá resolverse en el futuro.
Así, Saccheri considera que en principio, dado que las dos hipótesis
anteriores han producido una contradicción y que la tercera hipótesis
ha producido resultados tan contraintiutivos (aunque no
contradictorios), puede considerarse como prácticamente como cierta
la dependencia del quinto postulado de Euclides y, en consecuencia,
puede considerárselo, prácticamente como demostrado.

Ahora bien, a pesar de su confianza en la geometría euclidiana


y en la “verdad” del quinto postulado, lo que efectivamente hizo
Saccheri, especialmente en el caso de la “hipótesis del ángulo
agudo”, es anticiparse a las geometrías no-euclidianas, que habrían
de formularse en el próximo siglo, es decir, el siglo XIX. En efecto, las
geometrías no-euclidianas resultan de sustituir el quinto postulado de
Euclides por algunas de sus negaciones posibles. Como se probó
posteriormente, esta sustitución da lugar a sistemas axiomáticos
diferentes del de Euclides que son perfectamente consistentes, es
decir, tales que en ellos no pude deducirse contradicción alguna, a
pesar de que las proposiciones geométricas que pueden derivarse en
ellos no se corresponden, en principio, con ninguna propiedad
geométrica que podamos imaginarnos o representarnos
espacialmente. Surge así en el siglo XIX la idea de que podemos
elaborar geometrías “contraintuitivas”. Este será, brevemente, el
objeto de la próxima sección.

4. El surgimiento de las geometrías no-euclidianas en el siglo


XIX

Saccheri obtuvo teoremas no euclidianos en sus ensayos de


demostrar el quinto postulado de Euclides, pero no pensó que estaba
fundando una nueva geometría. Muy distinto es el caso de los cuatro
fundadores reconocidos de la geometría no-euclidiana en el siglo XIX,
a saber, Federico Gauss, Johann Bolyai (Hungría, 1802-1860),
Nicolás Lobatchewsky (Rusia, 1792-1856) y Bernhard Riemann
(Alemania, 1826-1866). Cada uno de ellos propuso de manera
explícita, sistemas geométricos que constituían alternativas a la
geometría euclidiana. Como hemos adelantado en la sección anterior,
la cuestión clave para la construcción de estas nuevas geometrías
giraba en torno de la posibilidad de sustituir uno o incluso más
postulados euclidianos. La novedad principal de estos nuevos

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sistemas deductivos de geometría consistía en el reemplazo del
quinto postulado por nuevas versiones que constituían sus
negaciones explícitas.
Así, por ejemplo, Gauss comenzó a estudiar el problema en
1792 y en 1813 desarrolló una geometría en la que se sustituye el
quinto postulado (en la “versión de Playfair”) por el siguiente:

Por un punto exterior a una recta dada en el plano pasa


más de una recta paralela a la dada

El sistema de geometría resultante de esta sustitución es


equivalente al de la hipótesis del ángulo agudo de Saccheri. Así, por
ejemplo, Gauss obtuvo la misma conclusión que el matemático
italiano: la propiedad de que la suma de los ángulos interirores de un
triángulo suman menos que dos rectos. No obstante, Gauss no
publicó estos resultados por temor al rechazo de la comunidad de los
matemáticos (“el clamor de los beocios”), que estaba muy influida
por las ideas de Kant acerca de la naturaleza de la geometría.
Por su parte, Johann (o Janòs) Bolyai, independientemente de
los trabajos de Gauss, optó por una estrategia similar, obteniendo
resultados similares a los del matemático alemán, que fueron
publicados como un anexo en la obra de su padre, Wolfgang Bolyai,
Tratado de geometría, con el título “Ciencia absoluta del espacio”
(1832). Aproximadamente hacia la misma época, entre los años 1830
y 1840, Nicolás Lobatchewsky desarrolló una geometría similar a la
de Gauss y Bolyai, en la que, como en los otros dos casos, se
sustituye el postulado de las paralelas por el postulado de que por un
punto exterior a una recta dada en el plano pasa más de una recta
que no corta a la dada. Lobatchewsky publicó los resultados de sus
investigaciones con el título Investigación sobre la teoría de las
paralelas. Como el sistema que expuso es muy similar al de Bolyai,
generalmente se le da el título de “geometría de Bolyai-
Lobatchewsky”.
Por último, consideraremos brevemente los aportes de
Bernhard Riemann, quien, hacia 1854, desarrolló una geometría no-
euclidiana partiendo de una segunda forma de negar el quinto
postulado de Euclides. Mientras que en el caso de Gauss, Bolyai y
Lobatchewsky se afirmaba que por un punto exterior a la recta pasa
más de una paralela, Riemann sustituye el quinto postulado por
exactamente el contrario, a saber:

Por un punto exterior a una recta en el plano no pasa recta


alguna que no corte a la dada

Riemann hizo públicos sus resultados en un escrito titulado


Sobre las hipótesis que se encuentran en el fundamento de la
Geometría (1868). Pues bien, esta segunda versión del quinto
postulado no-euclidiano da lugar a una geometría con propiedades
completamente diferentes de las de la geometría euclidiana y de la de
Bolyai-Lobatchewsky.

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Es claro que estas nuevos postulados (obsérvese que en el caso
de Riemann se habla de “hipótesis”) no pueden ser representados
mediante construcciones (o diagramas) geométricos usuales.
Geometría de Bolyai-Lobatchewsky

Geometría de Riemann

Respecto de Riemann cabe hacer la aclaración de que este


matemático no presentó un sistema axiomático-deductivo
propiamente dicho, sino una teoría analítica de las superficies, cuyas
propiedades son definidas mediante funciones matemáticas. El
resultado de este estudio equivale, en lo fundamental, a sustituir el
postulado de las paralelas por el que hemos mencionado más arriba,
al menos, para cierto tipo de superficie. Si tuviésemos que presentar
un diagrama, resultaría el siguiente:

Mirando el diagrama, parece obvio que por el punto exterior a


la recta, donde se intersectan todas las secantes, al menos pasa una
que no corta a la recta dada. Sin embargo, esto es precisamente lo
que niega en su versión analítica de la geometría.

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Inversamente a lo que ocurre en la geometría de Bolyai-
Lobatchewsky, en la geometría de Riemann la suma de los ángulos
interiores es mayor que dos rectos. Sin embargo, al igual que en la
geometría de Bolyai-Lobatchewsky, no hay triángulos semejantes
desiguales: cuanto mayor es un triángulo, mayor es también la suma
de sus ángulos internos. Por esa razón, la geometría riemanniana es
equivalente a la que resulta de la hipótesis del ángulo obtuso en el
cuadrilátero de Saccheri.
Es importante observar que Riemann definió analíticamente las
propiedades de las superficies de tal manera que mediante ellas
pueden describirse también, introduciendo algunos cambios en las
funciones matemáticas que las describen, tanto la geometría de
Euclides como la de Bolyai-Lobatchewsky.

5. “Modelos” de las geometrías no-euclidianas

Para finalizar, hemos dicho que no nos podemos representar los


enunciados de las geometrías no euclidianas mediante diagramas
euclidianos, ya que lo que los postulados euclidianos afirman parecen
ser contradichos por el modo en que tenemos o podemos construir
las correspondientes construcciones gráficas. Sin embargo, ¿hay
algún modo de representarnos gemétricamente lo que las geometrías
no-euclidianas sostienen como propiedades del plano? Cuando las
geometrías no-euclidianas aparecieron, muchos matemáticos
creyeron que no se trataba de verdaderas geometrías, sino de meras
quimeras o de puros juegos lógicos. Un autor tan importante como
Frege las consideraba “monstruos” o “engendros” matemáticos,
precisamente por su carácter contraintuitivo. Sin embargo, se
encontró un método para mostrar que estas geometrías pueden
describir propiedades espaciales propiamente dichas, es decir, tales
que podemos representarnos de alguna manera las propiedades que
describen. Este método, que en cierta manera revolucionó la
concepción de lo que es un sistema geométrico en general, consiste
en proporcionar un “modelo” o “ejemplo” de las geometrías no
euclidianas dentro o en el marco de una geometría que es en sí
misma “representable” o “imaginable”. Así, podemos encontrar un
ejemplo o, como dijimos, un “modelo” de la geometría de Bolyai-
Lobatchewsky o de la de Riemann en el marco de la geometría
euclidiana. Aunque no nos podemos extender aquí, el método
consiste en tomar los términos que componen los postulados de la
geometría no euclidiana y reinterpretarlos en términos de la
geometría euclidiana. Para dar un breve ejemplo, tomemos el caso de
la geometría en la que por un punto exterior a una recta no pasa
ninguna paralela a ella. Si tomamos una superficie semiesférica e
interpretamos los términos de la geometría de Riemann de tal modo
que las rectas sean los círculos máximos (es decir, los que dividen la
esfera en dos semiesferas), los puntos de Riemann son los puntos de
la superficie de la semiesfera y el plano es la superficie esférica

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misma, tenemos entonces un ejemplo, en una superficie semiesférica
euclidiana, un ejemplo de la geometría de Riemann. En efecto, en
este “modelo”, no hay ninguna “recta” que no sea cortada por otra
recta que pase por un punto exterior a ella. Sin entrar en mayores
detalles, el modelo sería el siguiente:

Como vemos ahora en el gráfico, todos las “rectas” que pasan


por P, cortan la recta L. Para que este modelo sea exacto y no
provoque problemas, habría que agregar más detalles, pero basta por
el momento este ejemplo para dar una idea de qué significa
encontrar un modelo euclidiano de la geometría euclidiana. El
procedimiento, en suma, consiste en “interpretar” los conceptos de la
geometría no-euclidiana en términos de conceptos euclidianos,
estableciendo una especie de correspondencia entre ellos

Conclusión

En esta clase hemos examinado las siguientes cuestiones:

1. En primer lugar, hemos visto que desde un primer momento


se dudó acerca del carácter “axiomático” del quinto postulado de
Euclides y que, por esa razón, se trató de demostrarlo a partir de los
restantes postulados. Los diversos intentos, en cierto modo,
fracasaron, porque utilizaban lemas lógicamente equivalentes al
quinto postulado

2. El matemático italiano Girolamo Saccheri ensayó una


demostración del postulado por reducción al absurdo. Puesto que
suponer que es demostrable es lo mismo que establecer su
dependencia, postuló su independencia y trató de deducir de allí una
contradicción. Propuso entonces sus tres hipótesis y, si pretenderlo,
obtuvo teoremas no euclidianos que rechazó, porque confiaba en el
carácter intuitivo de la geometría euclidiana.

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3. Finalmente, pasamos una breve revista al surgimiento de las
geometrías no-euclidianas en el siglo XIX. Vimos de qué manera
Gauss, Bolyai,Lobatchewsky y Riemann obtuvieron geometrías que
correspondían a las hipótesis de Saccheri: la hipótesis del ángulo
agudo correponde a la geometría de Bolyai, Lobatchewsky y Gauss,
mientras que la hipótesis del ángulo obtuso correponde a la
geometría de Riemann.

4. Por último, observamos en general que es posible encontrar


representaciones de las geometrías no-euclidianas mediante
“modelos” es decir “interpretaciones” de sus conceptos y
proposiciones en el marco de la geometría euclidiana: por ejemplo, la
geometría de Riemann puede ser interpretada tomando como plano
riemanniano la superficie de una semiesfera euclidiana.

5. Como conclusión general, las geometrías no euclidianas


cuestionaron severamente los supuestos del modelo aristotélico de
ciencia, en especial en lo que tiene que ver con el concepto de
evidencia (las proposiciones de las geometrás no-euclidianas no son
evidentes en el sentido usual de la palabra), de realidad (está en
duda el hecho de que los enunciados de la geometría euclidiana se
refieran a algún tipo de realidad objetiva en general) y el de verdad
(por lo mismo que lo anterior, ¿en qué consiste la verdad de los
enunciados de las geometrías no-euclidianas? ¿Son enunciados en
sentido propio? ¿Hablan de algo o son formas vacías de valor de
verdad?). Por último, dado que podemos crear una multiplicidad de
sistemas axiomáticos, mediante la reformulación o sustitución de sus
axiomas, siempre y cuando no se generen contradicciones, se hizo
necesario estudiar más profundamente los aspectos formales de los
sistemas axiomáticos, así como también sus propiedades. Por
ejemplo, ¿cómo podemos saber, sin necesidad de extraer todas las
conclusiones (cosa imposible) que un sistema axiomático no va a
generar contradicciones? Esta cuestión, que se denomina el problema
de la consistencia de un sistema axiomático, junto con muchos otros,
fueron una motivación poderosa para el desarrollo de la filosofía de
las ciencias formales.

Lecturas obligatorias

R. Gómez, 1. Los elementos de Euclides, en: R. Gómez, Las teorías


científicas. Desarrollo-Estructura-Fundamentación. Primera parte: Las
teorías científicas formales

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Lecturas recomendadas

Klimovsky, G. Las desventuras del conocimiento matemático, Buenos


Aires, A-Z, 2005

Otras referencias

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