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LA CRISIS DE FUNDAMENTOS EN MATEMÁTICAS

(A PRINCIPIOS DEL SIGLO XX)

ALUMNO: José Declara Molano

DNI: 37375394A
La crisis de fundamentos de las matemáticas (A principios del siglo XX).
Alumno: José Declara Molano. DNI: 37375394A. 2 de 23

ÍNDICE

ÍNDICE ................................................................................................................... 2
INTRODUCCIÓN ................................................................................................... 3
EL MÉTODO AXIOMÁTICO .................................................................................. 5
1. LAS GEOMETRÍAS NO EUCLIDEAS ...................................................... 5
2. LOS AXIOMAS ......................................................................................... 5
EL ESTALLIDO DE LA CRISIS DE FUNDAMENTOS .......................................... 8
3. LA TEORÍA DE CONJUNTOS ................................................................. 8
4. LA PARADOJA DE RUSSELL ............................................................... 10
EL PROGRAMA DE HILBERT ............................................................................ 12
5. EL PROGRAMA FORMALISTA ............................................................. 12
LOS DOS TEOREMAS DE INCOMPLETITUD DE GÖDEL ................................ 14
6. LA DEMOSTRACIÓN DE LOS TEOREMAS.......................................... 14
7. LA GÖDELIZACIÓN ............................................................................... 15
8. LA PRUEBA ........................................................................................... 17
CONSECUENCIAS DE LOS TEOREMAS DE GÖDEL ....................................... 21
BIBLIOGRAFÍA ................................................................................................... 23

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INTRODUCCIÓN
La paradoja de los ‘conjuntos que no se contienen a si mismos’ que el inglés Russell
descubrió y que hizo saber por carta al lógico alemán Frege, puso de manifiesto la
imposibilidad de utilizar -por aquel entonces, en 1902- la teoría de conjuntos como
base y fundamento de las matemáticas como pretendía Frege y con ello se inició la
crisis de los fundamentos en las matemáticas, a principios del siglo XX.

Las soluciones en primera instancia que se proponen para solventar el desaguisado


fueron el logicismo y el intuicionismo. El logicismo conducido fundamentalmente
por el propio Russell y por el también inglés Whitehead se basa en retomar los
trabajos de Frege, pero enmendando los errores que llevaron a la crisis. Pero por
motivos técnicos, que generaron mucha complejidad estructural, el propio Russell
debió abandonar el sistema que ya, en 1920, carecía de influencia global y la
escuela prácticamente había desaparecido.

El intuicionismo (o constructivismo) fue liderado por el matemático holandés


Brouwer. Su postura defendía que las paradojas eran producto de la introducción
-tanto en la teoría de conjuntos propuesta por el alemán Cantor, como en la
conjetura de la Hipótesis del Continuo, también propuesta por Cantor- del concepto
aristotélico de infinito en acto1. También creía que las demostraciones que lo
involucraban no deberían considerarse correctas, es decir, que se debería generar
todo el aparato matemático (demostraciones incluidas) sin recurrir al infinito en acto,
de manera constructiva.

Por otro lado, el también alemán y reconocido matemático Hilbert, en su programa


denominado programa formalista, intenta hermanar al intuicionismo con el concepto
de infinito en acto, labor que le empleara toda una década, aproximadamente hasta
1930.

Pero es por entonces, en la ciudad de Königsberg, en un congreso de matemáticas


sobre teoría de la demostración, donde el austriaco Gödel anuncia por primera vez
su teorema de incompletitud, llevando al traste el programa formalista y la idea de

1
Abordaremos este concepto a lo largo del trabajo.

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Hilbert de poder encontrar sistemas axiomáticos recursivos para la aritmética


simultáneamente completos y consistentes.

En 1931 Gödel publica Sobre las proposiciones formalmente indecidibles de los


Principia Mathematica y sistemas relacionados. En él expone el enunciado de su
teorema y su demostración, y también el llamado segundo teorema de Gödel, que
asegura que en toda aritmética recursiva consistente T, ‘T es consistente’ no es un
teorema2.

2
Nos extenderemos lo suficiente en los teoremas de Gödel, tanto en su explicación como en su demostración.

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EL MÉTODO AXIOMÁTICO
LAS GEOMETRÍAS NO EUCLIDEAS

Euclides (325 a. C - 265 a. C), desarrolló su obra principal Elementos de geometría


en base a cinco postulados (axiomas). Los tres primeros hacen referencia a la
posibilidad de trazar la recta que pasa por dos puntos, prolongar cualquier
segmento rectilíneo y dibujar una circunferencia con centro y radio arbitrarios; el
cuarto establece que todos los ángulos rectos son iguales y el quinto es el
famosísimo postulado de las paralelas, que en una versión equivalente a como lo
enunció Euclides en el original, vendría a decir que por un punto exterior a una recta
sólo pasa una recta paralela a la primera.

A lo largo de la historia, al menos hasta el siglo XIX, se mantuvo la controversia de


si este quinto postulado era independiente de los demás. El húngaro Bolyai (1802-
1860), el ruso Lobachevski (1792-1856) y hasta el mismísimo Gauss, pusieron de
manifiesto que una geometría que no cumpliera el quinto postulado, es decir, no
euclídea, también era posible.

Uno de los científicos que aprovechó el surgimiento de estas nuevas geometrías


fue el alemán Albert Einstein que se inspiró en la geometría hiperbólica de
Lobachevski para desarrollar sus teorías de la relatividad (especial y general).

La utilización de estas geometrías no euclídeas conlleva, de hecho, una


formalización de la geometría en la que el concepto de axioma o postulado
euclideano pasa de ser una ‘verdad evidente’ a ser un ‘enunciado base que no
necesita demostración’ a partir del cual se deducen teoremas.

LOS AXIOMAS

Después de la aparición de estas geometrías no euclídeas, queda en evidencia


que no se puede aplicar lógica matemática para deducir enunciados correctos sin
tener una recopilación de unas reglas de deducción o de inferencia que a partir de
los axiomas permitan ir más allá y demostrar teoremas.
Algunas de estas reglas de inferencia más importantes son el modus ponens, el
modus tollens, el silogismo disyuntivo/hipotético, el dilema constructivo/destructivo,

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y la introducción y eliminación de las conectivas bicondicional, conjunción y


disyunción.
El sistema axiomático para la aritmética más relevante en la segunda mitad del
siglo XIX fue establecido por el italiano Peano (1858-1932). Son cinco axiomas que
caracterizan los números naturales:

1. Cero es un número natural.


2. Cada número natural tiene un sucesor.
3. Cero no es sucesor de ningún número natural.
4. Dos números diferentes tienen distintos sucesores.
5. Si un conjunto A contiene el cero y siempre que contiene un número contiene
también el siguiente, entonces A contiene todos los naturales (principio de
inducción).

Surge ahora la cuestión de qué hemos de exigir a los conjuntos de axiomas. La


respuesta es, sencillamente, consistencia, completitud y recursividad.

Podemos decir que un conjunto de axiomas es consistente si no genera


contradicciones, es decir, si no se puede demostrar simultáneamente, a partir de
él, un teorema T y su negación ¬T.

Obsérvese que en un sistema inconsistente, como existe T tal que T y ¬T son


teoremas y como por el principio de contradicción, “Si (T y ¬T)  Q”, siendo Q un
enunciado cualquiera, se sigue que aplicando las demostraciones de T y de ¬T y
el modus ponens, cualquier enunciado Q es un teorema en este tipo de sistemas
de axiomas (los inconsistentes).

Una teoría axiomática es completa si no contiene enunciados indecidibles, que


son aquellos enunciados que no se pueden ni demostrar ni refutar. Tomando todas
las proposiciones verdaderas como axiomas conseguiríamos siempre una teoría
axiomática completa, pero, aunque las demostraciones serían muy cortas porque
lo que se quisiera demostrar ya sería un axioma, la cantidad de proposiciones
verdaderas es demasiado grande. Pero no interesa tanto la longitud de las
demostraciones como poder comprobar si son correctas mediante un mecanismo
automático.

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Un sistema axiomático es recursivo si se puede comprobar, en una cantidad finita


de pasos, si cualquier afirmación es un axioma o no lo es. Los dos ejemplos
expuestos, la geometría euclídea y la aritmética, son teorías recursivas ya que sólo
comprenden un número finito de axiomas. Desplegando uno de los axiomas de
Peano en infinitas afirmaciones se obtiene un sistema recursivo con una infinidad
de axiomas.

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EL ESTALLIDO DE LA CRISIS DE FUNDAMENTOS3


Ya dijimos en la introducción que Russell encontró una paradoja dentro de la teoría
de conjuntos que el logicismo de Frege no pudo superar. Veamos cómo llegó a
ella. Pero primero debemos introducir nociones sobre teoría de conjuntos.

LA TEORÍA DE CONJUNTOS

La teoría de conjuntos surge del intento de unificar en un lenguaje común todas las
disciplinas (álgebra de Boole, geometría, aritmética, números, análisis, álgebra,
que se estaban desarrollando entre 1878 y 1884) evidenciando la unicidad de las
matemáticas.

El alemán Cantor (1845-1918), creyó encontrar respuestas en su teoría de


conjuntos que pasamos a exponer.

La definición de conjunto se corresponde con la idea intuitiva de colección de


objetos (elementos) y se puede expresar por comprensión, dando una
característica común a todos los miembros de un conjunto, o por extensión, es
decir, enumerando en una lista todos los componentes del conjunto.

Surge pronto la cuestión de la cardinalidad de los. El número de elementos de un


conjunto tiene dos soluciones claramente diferenciadas. Si los conjuntos son finitos
no hay problema, se cuenta y ya está. A la hora de comparar cardinales de
conjuntos finitos, por ejemplo, de A y de B, pondríamos en relación funcional los
dos conjuntos y si hallamos una aplicación biyectiva concluiremos que A y B tienen
el mismo cardinal. Si f: A  B fuese inyectiva pero no exhaustiva entonces el
cardinal de A sería menor que el de B.

Dentro de los infinitos, que son aquellos conjuntos que pueden ponerse en
biyección con un subconjunto propio, distinguimos entre conjuntos numerables (los

3
“El descubridor de los fallos que supondrían uno de los mayores fiascos en la historia del pensamiento
científico no fue otro que un lord inglés, filósofo hábil y sutil dominador de la Lógica Matemática: Bertrand
Russell, quien descubrió que la noción intuitiva de un conjunto determinado en el sentido de Cantor conducía
a las llamadas paradojas o antinomias. Una de las paradojas más conocidas va a ser la llamada Antinomia del
‘Power Set’ (o ‘conjunto de partes de un conjunto’, o ‘conjunto potencia’)”. GARRIDO, Ángel (2014, 124).

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cuales se pueden poner en biyección con el conjunto de los números naturales ℕ)


y los conjuntos infinitos pero que no son numerables.

Este fue uno de los grandes descubrimientos de Cantor: su argumento diagonal


aplicado a las sucesiones infinitas de 0’s y 1’s, que intercambia 0 por 1 y viceversa
en los elementos de la diagonal de la supuesta lista infinita de todas las sucesiones.
Efectivamente la sucesión diagonal así obtenida es distinta, al menos, en un
elemento -el diagonal- en todas las sucesiones, es decir no podríamos establecer
un a biyección entre el conjunto de sucesiones infinitas de 0’s y 1’s pues una vez
asignado un natural a todas las sucesiones, encontraríamos que hay otra sucesión
a la que no habíamos asignado ningún número natural.

Aquí aparece la materialización del concepto aristotélico de infinito en acto, ya que,


para el filósofo griego, el infinito en acto no se realiza4.

Cantor propone una numeración para los cardinales infinitos. Así ℵ0 representaría
el cardinal de los números naturales y ℵ1 = 2ℵ0 el cardinal de los números reales,
también llamado continuo. Otra de las hipótesis que propuso Cantor es que,
además de ser ℵ0 < ℵ1 , no existe ningún cardinal de ningún conjunto infinito entre
ℵ0 y ℵ1 5.

Cantor sufrió el descrédito de muchos de sus colegas y, en especial, del polaco


Kronecker, que fue su peor enemigo después de haber dirigido sus primeros
trabajos.

Queda pues de manifiesto que la introducción del concepto de infinito en acto crea
verdaderos conceptos extraños y difíciles de asimilar, no así con el concepto de
infinito en potencia pues éste ya era utilizado por el mismísimo Euclides6.

4
“El infinito siempre es en potencia, nunca en acto. [Aristóteles en su Metafísica]”. ERNESTO PIÑEIRO,
Gustavo. Dos teoremas que revolucionaron las matemáticas. (2017, 22).
5
Esta hipótesis se suele denominar hipótesis del continuo y fue resuelta, en una primera versión por el
austriaco Gödel a finales de la década de 1930 y más tarde por el estadounidense Paul Cohen en 1963.
6
Baste para confirmarlo, revisar cómo expresó el geómetra el hecho de la existencia de una infinitud de
números primos: “ ’Hay más números primos que cualquier cantidad [finita] propuesta de números primos’.
Euclides hace referencia a un infinito en potencia, no en acto. No se dice que hay ‘infinitos primos’, sino que
‘dada cualquier cantidad finita de primos, siempre hay alguno más’ ”. ERNESTO PIÑEIRO, Gustavo. Dos
teoremas que revolucionaron las matemáticas. (2017, 22).

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LA PARADOJA DE RUSSELL

Bertrand Russell ya introdujo en la última versión de Los principios de las


matemáticas las ideas de la teoría de conjuntos de Cantor, luego ya tenía
conocimientos sobre esta teoría cuando descubrió en la obra de Frege
Fundamentos de la aritmética un axioma gracias al cual se podría formar el
conjunto de todos los objetos que satisfacen una propiedad P.

Pero la paradoja que precisamente descubrió Russell fue que ese axioma aplicado
a P = ”no ser miembro de sí mismo”, conducía a una contradicción, pues el conjunto
R de todos los conjuntos que no se autopertenecen violaba el axioma del tercio
excluso (el enunciado [A∨¬A] es siempre cierto ∀A).

Expliquemos la paradoja más extensamente: Consideremos R el conjunto de todos


los conjuntos que no son miembros de sí mismos. Nos preguntamos ¿RR? Es
decir, ¿R está contenido en sí mismo? Si así fuera, no ocurre lo que dice su
definición y R al estar formado por todos los conjuntos no autocontenidos no se
contendría a sí mismo por lo que llegamos a contradicción porque estamos
suponiendo que está contenido en si mismo. Pero si no estuviese contenido en sí
mismo inmediatamente es un conjunto que no se autocontiene y debería
pertenecer a R, a sí mismo, y volvemos a tener contradicción. Es decir, se llega a
la paradoja a la que llegó Russell.

Para explicarlo en términos más sencillos, el propio Russell ideó la Paradoja del
barbero7, que pone de manifiesto la variedad de aplicaciones de un solo tipo de
contradicción (conjunto de todos los conjuntos no autocontenidos, paradoja del
barbero, paradoja del mentiroso, etc.)

Después de notificar a Frege su descubrimiento, Russell trabajó en la propia


corrección de las repercusiones de su paradoja. Así, se dio cuenta que la paradoja
provenía en cierta manera de un enunciado semánticamente autorrefencial, y para

7
La ley de un pueblecito obliga al barbero a afeitar a todos los hombres que no se afeitan a sí mismos y a
nadie más. ¿Quién afeita al barbero? Si él mismo se afeitase, entonces pertenecería al grupo de personas que
se afeitan a sí mismas, y por ley, no podría ser afeitado por el barbero, que es él mismo. Por otro lado, si no
se afeitase a sí mismo, por ley de nuevo, debería ser el barbero, o sea él mismo, quien se afeitase. Haga lo
que haga el barbero incumpliría la ley y, posiblemente, fuese a la cárcel.

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evitar esta autorreferencia, trató de estratificar los enunciados y los elementos de


los enunciados lógicos por tipos.

El resultado de esta tipificación podría ser :

1. Tipo 0: elementos
2. Tipo 1: conjuntos de elementos
3. Tipo 2: conjuntos de conjuntos de elementos
4. Etc.

Una vez asignados los tipos, éstos se ‘compilan’ bajo una regla inquebrantable: sólo
se puede afirmar la pertenencia de un objeto de tipo n a otro de tipo n+1.

Con ello se evita el concepto autorreferencial ‘ser miembro de si mismo’ pues en


éste se afirma una pertenencia entre objetos del mismo tipo.

La apuesta de Russell por su teoría de tipos, no duró mucho tiempo y ya en 1920


abandonó su teoría porque técnicamente se complicaba bastante y fue perdiendo
peso específico en los temas de estudio de los matemáticos influyentes de la época.

Otra propuesta para evitar la paradoja de Russell provino del primer axiomatizador
de la Teoría de Conjuntos, el alemán Zermelo (1871-1953). Su idea fue sustituir la
idea ingenua de conjunto (que propuso Cantor) mediante la que se llegaba a la
paradoja de Russell, por una lista de axiomas, entre los cuales se incluía uno que
impedía formar el conjunto de la paradoja de Russell. Así los conjuntos serían los
objetos que verificarían la lista de axiomas.

Aun así, no se estaba ‘libre de paradojas’, el infinito en acto, las autorreferencias y


los conceptos definidos de una forma demasiado vaga no dejaban de ser posibles
fuentes de contradicción, aunque no todas las autorreferencias daban lugar a
contradicción, ni parecía viable construir matemáticas sin el concepto de infinito en
acto, ni quedaba claro qué era un concepto vago en su definición.

Para zanjar toda esta crisis de fundamentos en las matemáticas, el alemán Hilbert
(1862-1943) trabajó en un proyecto con la intención de erradicar las paradojas por
completo del mundo de las matemáticas. Veamos en el siguiente epígrafe si lo
consiguió o no.

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EL PROGRAMA DE HILBERT
Después de haber publicado una axiomatización de la geometría en 1899, el
alemán Hilbert (1862-1943) acudió al Congreso Internacional de Matemáticos de
París de 1900 y en una conferencia en la Sorbona expuso las veintitrés cuestiones
que, a su juicio, deberían resolver los futuros matemáticos del siglo XX. Entre los
23 problemas hizo hincapié en incluir el segundo, que lo expresó con aparente
inocencia de esta manera: ¿Son los axiomas de la aritmética no contradictorios?

Hilbert lo había expuesto muy a sabiendas de lo que había que hacer para evitar
las paradojas en matemáticas.

EL PROGRAMA FORMALISTA

Para conseguir erradicar las paradojas en las matemáticas, Hilbert propone:

1. Formalizar completamente la aritmética, reduciendo todo su contenido a un


sistema formal
2. Demostrar que esa formalización era, en efecto, consistente. Para ello
proponía un conjunto de técnicas que llamó metamatemáticas.

Así el primer requisito del programa de Hilbert consistía en describir un alfabeto,


unos axiomas y unas reglas de deducción formales para la aritmética, a lo que se
dedicaron los logicistas Russell y Whitehead, aunque éstos querían ir más lejos y
reducir toda la aritmética a la lógica.

Al conjunto de símbolos primitivos que representan el alfabeto, Hilbert lo llamó L. A


partir de estos símbolos se generan fórmulas o cadenas finitas de símbolos
construidas de acuerdo con unas reglas gramaticales.

Por ejemplo, utilizando la más que conocida simbología lógica8 de conectores y


cuantificadores, intentemos formalizar los cuatro primeros axiomas de Peano:

1. Cero es un número natural:


0ℕ

8
Sólo se utilizan: la relación de pertenencia , el cuantificador de existencia ∃, la igualdad =, la negación ¬,
la disyunción ∨ y s, la función sucesor de un elemento: sx = x u {x}, si x es un número natural.

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2. Cada número natural tiene un sucesor:


¬∃x ¬∃y (y=sx)
3. Cero no es sucesor de ningún número natural:
¬∃x (sx=0)
4. Dos números diferentes tienen distintos sucesores:
¬∃x¬∃y (¬((x=y)∨(¬(sx =sy)

Gracias a este proceso se conseguiría vaciar la aritmética de significado hasta


reducirla a su esqueleto formal. Los axiomas son, ahora, cadenas de símbolos
abstractos y las demostraciones, ejercicios de combinatoria. Aun así, se pueden
enunciar proposiciones con significado: “El cuantificador de existencia aparece dos
veces en el segundo axioma de Peano”, pero éstas ya no son expresiones
formalizadas en el lenguaje L, sino que son frases en castellano que hablan de las
fórmulas de L.

Estamos ‘actuando’ ya en el dominio de las metametemáticas en donde los


conceptos como ‘fórmula’, ‘demostración’, ‘verdadero’, ‘falso’, son propios de un
metalenguaje que L no sabe interpretar, por tanto, cuando se formaliza la
aritmética, todas estas afirmaciones dejan de tener sentido dentro de la aritmética.

Todo esto se relaciona con la idea de eliminar las paradojas de las matemáticas
porque en última instancia el programa de Hilbert quería poner fin a la crisis de los
fundamentos surgida por la aparición de las paradojas demostrando
metamatemáricamente la consistencia de la aritmética formalizada. Pero para ello
sólo servirían los métodos más seguros, bautizados por Hilbert como finitarios.

No se permitían reducciones al absurdo, pues utilizando este tipo de razonamientos


en metamatemáticas quedarían demostraciones con cierta incertidumbre en
cuanto a su validez.

En una serie de artículos publicados entre 1904 y 1927, Hilbert fue precisando más
los detalles de su programa con la idea de reemplazar todas las demostraciones
de las matemáticas por pruebas realizadas mediante métodos finitarios y de
demostrar la consistencia de la aritmética.

Pero un joven austríaco, Kurt Gödel (1906-1978), descubrió que el sueño de Hilbert
era imposible, y lo que es peor, lo probó usando métodos finitarios.

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LOS DOS TEOREMAS DE INCOMPLETITUD DE GÖDEL


Con sus dos teoremas, Gödel, en 1931, pondría en conocimiento de todos las
limitaciones intrínsecas del método axiomático: consistencia, recursividad y
completitud, las exigencias mínimas del programa de Hilbert para los sistemas
formales, no eran compatibles en el caso de la aritmética según demostró Gödel.

En su primer teorema9 de incompletitud Gödel demuestra que ninguna


axiomatización recursiva y consistente de la aritmética puede ser completa, es
decir, siempre existirán algunas propiedades verdaderas de la aritmética que no se
puedan demostrar a partir de los axiomas.

Además, en su segundo teorema10 de incompletitud, afirmó que el enunciado ‘la


aritmética es consistente’ es un ejemplo de esas proposiciones indecidibles.

LA DEMOSTRACIÓN DE LOS TEOREMAS11

Las ideas generales en las que se basa la demostración de los teoremas son:

1. La transformación de la proposición ‘esta frase es falsa” por la proposición


‘esta frase no es demostrable’, eliminando así la autorreferencia semántica
en la primera por otra de carácter sintáctico, en la segunda.
2. El procesamiento metamatemático de la proposición obtenida convirtiéndola
al lenguaje aritmético mediante una codificación especial basada en los
números primos, llamada gödelización. Esta codificación tenía carácter
general y podía condensar cualquier fórmula y cualquier demostración de la
aritmética en un solo número.

9
“El primer teorema de incompletitud de Gödel dice que, dado cualquier conjunto de axiomas para la
aritmética, siempre habrá un enunciado aritmético verdadero que es indemostrable a partir de ellos, si es que
sólo se admiten los métodos de demostración avalados por el programa de Hilbert”. ERNESTO PIÑEIRO,
Gustavo. Dos teoremas que revolucionaron las matemáticas. (2017, 51).
10
“En la mayoría de los libros de divulgación este teorema suele enunciarse de la siguiente manera: ‘Ningún
conjunto de axiomas consistente que contenga suficiente aritmética puede probar su propia consistencia’.
[Aquí se entiende ‘contener suficiente aritmética’ por admitir que el conjunto de axiomas de referencia ‘sea
capaz de demostrar todos los enunciados finitistas verdaderos’]”. ERNESTO PIÑEIRO, Gustavo. Dos teoremas
que revolucionaron las matemáticas. (2017, 115).
11
Sin la intención de querer incluir una prueba completamente rigurosa y exhaustiva de los teoremas de
incompletitud, damos una versión lo más didáctica posible entendiéndola como una guía de la demostración
formal real.

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3. La reducción de la proposición anterior a una simple relación numérica.

LA GÖDELIZACIÓN

Como hemos señalado es el proceso de reducción del metalenguaje a la aritmética.


Para realizarlo Gödel utilizará los números primos y una tabla de codificación de los
símbolos del alfabeto de la aritmética ( 0 (el número cero), s (la función sucesor),
¬ (la negación), ∨ (la disyunción), ∃ (cuantificador de existencia), = (igual),
paréntesis de apertura ( y de cierre ) , las variables x, y, z que representan los
números que se someten a estudio).

La tabla propuesta por Gödel es:

0 s ¬ ∨ ∃ = ( ) x y z
1 2 3 4 5 6 7 8 11 13 17

Así la codificación de una fórmula consistiría en contar el número de símbolos del


alfabeto que contiene, (por ejemplo, k), elegir los k primeros números primos,
asociarlos a los k símbolos y elevar cada uno de estos k números primos al
exponente que le corresponde según la tabla anterior a cada símbolo asociado.
Finalmente multiplicamos todas esas potencias.

Por ejemplo, codifiquemos el tercer axioma de Peano: “Cero no es sucesor de


ningún número”  ¬∃x (sx=0).

Aparecen 9 símbolos en la fórmula: ¬, ∃, x, (, s, x, =, 0, ).

Elegimos los 9 primeros primos: 2, 3, 5, 7, 11, 13, 17, 19, 23.

Elevamos cada primo a al valor de la tabla equivalente de su símbolo asociado y


calculamos el producto de cada potencia:

23 · 35 · 511 · 77 · 112 · 1311 · 176 · 191 · 238 =12

= 608.814.029.063.672.406.609.290.851.440.516.570.378.376.171.875.000

Este método es extensible a demostraciones pues éstas no son más que


sucesiones finitas de pongamos n fórmulas. Como se puede codificar primero las n

12
Cálculo realizado con wxMaxima 14.12.1.

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fórmulas que forman la demostración, después podemos elegir de nuevo n números


primos sucesivos, elevarlos al número de Gödel de cada una de las fórmulas y
luego hacer el producto de las potencias. De esta manera cada demostración de la
aritmética queda reducida a un número.

Pero lo más asombroso del proceso de gödelización es que es reversible.


Veámoslo con otro ejemplo. Consideremos este número que ocupa dos líneas:

30449637920301749060402067811308113261229177208091

77084043896160933942530155585003274684652343750 00.

La descomposición en factores primos de este número es13:

23 · 35 · 511 · 73 · 115 · 1313 · 177 · 1913 · 236 · 292 · 3111 · 378

Luego se trata de una fórmula que utiliza 12 símbolos de la tabla determinados por
los exponentes: 3, 5, 11, 3, 5, 13, 7, 13, 6, 2, 11, 8, o bien, de la tabla: ¬, ∃, x, ¬, ∃,
y, (, y, =, s, x, ), que se traducen directamente por: ¬∃x ¬∃y (y= sx). Es decir, “no existe
x, tal que no existe y de modo que sea y el sucesor de x”, que reformulada
adecuadamente equivale a “cada número natural tiene un sucesor”, o sea, el
segundo axioma de Peano.

Todos los números naturales no son un número de Gödel de alguna fórmula, pero
el método de descomposición en factores primos nos ayuda a detectarlos. Por
ejemplo, ni 15 ni 1536 son números de Gödel porque en la factorización 15 = 3.5
no aparece el primer primo, 2, y el proceso de gödelización impone la aparición de
todos los primeros números primos sin ningún salto, y a su vez, en la factorización
1536 = 29 · 3, aunque sí aparecen los primos 2 y 3 no hay ninguna codificación para
el exponente 9 en la tabla de códigos de los símbolos de la aritmética.

Así el método de codificación ideado por Gödel, permite asociar a cada fórmula y a
cada demostración de la aritmética un número, el número de Gödel, que codifica
toda su estructura. Entonces, factorizando cualquier número natural n, se puede:

1. Saber si es el número de Gödel de alguna fórmula (o demostración) o no.


2. En el caso de que sí lo sea, saber qué formula codifica ese número.

13
Cálculo realizado con wxMaxima 14.12.1.

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LA PRUEBA

Formalicemos en primer lugar la idea ya expuesta de traducir a un equivalente


aritmético la proposición autorreferente metalingüística ‘esta frase no es
demostrable’ obtenida de sustituir el concepto de ‘verdad’ por el de
‘demostrabilidad’ en la paradoja del mentiroso: ‘esta frase es falsa’.

Si queremos traducir a la aritmética la proposición ‘esta frase no es demostrable’,


la primera cuestión que nos debemos plantear es ¿qué quiere decir que una
proposición sea ‘demostrable’ en el sistema axiomático de la aritmética? Pues
significa que exista una demostración que termine con nuestro enunciado, es decir,
que exista una colección finita de fórmulas en las que cada una de ellas o bien es
un axioma o bien se deduce de las anteriores mediante reglas de inferencia
permitidas.

Generalizando, si queremos ver que una determinada sucesión de fórmulas, que


llamaremos F demuestra el enunciado E, debemos comprobar que F está
construida cumpliendo las normas anteriores y que la última fórmula de F es E.

La clave está en asociar, mediante el proceso de gödelización, a F y a E sus


números de Gödel, f y e respectivamente.

Observemos que interesaría disponer de un mecanismo D (D de demostración) que


produjera la siguiente salida: D(e, f)= ‘verdadero’ si la sucesión de fórmulas
correspondiente f es una demostración de la fórmula asociada a e. En tal caso, la
fórmula ∃f D(e, f) que se puede abreviar por Dem(e) (Dem de demostrable), afirma
que la fórmula de número de Gödel e es demostrable.

Por lo tanto, si existiera D, gracias a la gödelización todos los matices de la


demostrabilidad podrían reducirse a una simple relación entre los números
naturales e y f; pero precisamente la teoría que se ocupa de estas relaciones es la
aritmética.

A continuación, esbozamos una pauta del resto de la demostración, remarcando


previamente el esfuerzo en la obtención de las cuarenta y seis etapas que necesitó
Gödel para demostrar la existencia de un mecanismo con tales propiedades.

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Dado f un número natural que codifica -mediante gödelización- una sucesión de


fórmulas de la aritmética. Descomponiendo f en factores primos obtenemos:

𝑘 𝑘 𝑘 𝑘
f = 𝑝1 1 · 𝑝2 2 · 𝑝3 3 · … · 𝑝𝑛𝑛

Los exponentes 𝑘1 , 𝑘2 , 𝑘3 , … , 𝑘𝑛 , son cada número de Gödel de cada una de las


fórmulas de la lista f. Para la consecución de nuestro objetivo final (que no es otro
que comprobar si la sucesión de fórmulas F codificada por el número natural f son
una demostración válida para el enunciado E, codificado por el número natural e),
hemos de probar:

1. La sucesión de fórmulas codificadas por 𝑘1 , 𝑘2 , 𝑘3 , … , 𝑘𝑛 cumple que cada


uno de estos números es, o bien un axioma, o bien se deduce de las
fórmulas que codifican los anteriores, mediante reglas de inferencia
permitidas.
2. La última fórmula de la sucesión es la que se quiere demostrar.

El ítem 2 quedará probado, sin más complicación, al comprobar si 𝑘𝑛 = e.

Para probar el ítem 1, utilizaremos el hecho de que el conjunto de axiomas de la


aritmética es recursivo, es decir, se puede comprobar, en una cantidad finita de
pasos, si una proposición es o no es un axioma. Disponemos pues de una fórmula
A(z) (A de axioma) que lee el número z y decide si la proposición correspondiente
a ese número z es o no es un axioma. Por lo tanto, aplicando A a los 𝑘1 , 𝑘2 , 𝑘3 , … ,
𝑘𝑛 , obtendríamos: A(𝑘1 ), A(𝑘2 ), … , A(𝑘𝑛 ) y sabríamos cuáles de los n enunciados
de las fórmulas de F son axiomas y cuáles no.

Observemos que si por casualidad A(𝑘1 ) fuese falso ya habríamos acabado, (pues
al ser obligado que 𝑘1 sea un axioma pues codifica a la primera fórmula y ésta no
proviene de nada de lo que se pueda deducir), no podría ser 𝑘1 el número que
codificara un axioma y f no sería el número de Gödel de una demostración.

Pero supongamos que no es así. Entre las fórmulas codificadas por 𝑘2 , 𝑘3 , … , 𝑘𝑛


y descartando las que sean axiomas, nos quedan números que codifican fórmulas
que debemos comprobar si se deducen de las anteriores usando reglas de
inferencia permitidas.

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Gödel demostró que para cada regla de deducción existe una fórmula I (I de
inferencia) que tomando los s primeros números de Gödel (𝑘1 , 𝑘2 , … , 𝑘𝑠 )
correspondientes a las s primeras fórmulas de una secuencia finita de fórmulas
devolvía I(𝑘1 , 𝑘2 , … , 𝑘𝑠 ) = ‘verdadero’ si la fórmula de número de Gödel 𝑘𝑠 se
deduce de las fórmulas de número de Gödel 𝑘1 , 𝑘2 , … , 𝑘𝑠−1 aplicando la regla de
deducción correspondiente (es decir, si la fórmula que ocupa el lugar s se deduce
de las (s-1) anteriores). Aplicando este proceso a las fórmulas entre 𝑘2 , 𝑘3 , … , 𝑘𝑛
que no sean axiomas, si para cada una de éstas, al menos una de las respuestas
de las diferentes reglas de deducción es ‘verdadero’ entonces hemos tenido éxito,
y el proceso descrito por el ítem 1 ha finalizado y f es el número de Gödel de una
demostración.

Recapitulando lo importante, hemos demostrado que existe un procedimiento que


hemos llamado D(e, f) que decide si la sucesión de fórmulas representadas por f es
una demostración del enunciado de número de Gödel e, para lo cual basta con
traducir a relaciones entre números las normas que debe cumplir una demostración.

Sea el enunciado aritmético Dem(e) = ‘la fórmula de número de Gödel e es


demostrable’. Entonces ¬Dem(e) = ‘la fórmula de número de Gödel e no es
demostrable’.

Hagamos un pequeño inciso, y fijémonos en la proposición ‘la aritmética es


consistente’ que intervenía en el segundo axioma de incompletitud14.

Busquemos el número de Gödel de la fórmula ‘0 = 1’ <=> ‘0 = s0’

0[1] =[6] s[2] 0[1] : 21 · 36 · 52 · 71 = 255150

Entonces la proposición ¬Dem(255150), traducida al lenguaje de la aritmética se


leería ‘la fórmula de número de Gödel 255150 no es demostrable’, es decir, ‘la
fórmula “0=1” no es demostrable’ que es lo mismo que ‘la aritmética es consistente’.

14
Como ya dijimos, los sistemas axiomáticos inconsistentes se caracterizan por que en ellos todo enunciado
es un teorema, luego en los sistemas axiomáticos consistentes, existe al menos un enunciado que no es un
teorema (es decir, hay, al menos, un enunciado que no se puede demostrar). Concluimos que, dado un
sistema axiomático, hallando un solo enunciado no demostrable ya probamos la consistencia del sistema.
Aplicado a la aritmética, podemos inferir que la proposición ‘la aritmética es consistente’ es equivalente a ‘0
= 1 no es demostrable’ y como 1= s0 = 0 u {0} ¬= 0, luego 1¬= 0 y queda probado que ‘0 = 1’ no es demostrable.
Se obtiene así que las proposiciones ‘la aritmética es consistente’ y ‘0 = 1 no es demostrable’ son ambas
equivalentes y verdaderas.

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Lo importante es que la expresión ¬Dem(e) ya no es una afirmación del lenguaje


cotidiano, sino una fórmula de la aritmética en la que sólo intervienen los símbolos
0, s, ¬, ∨, ∃, =, (, ) y algunas variables. Las letras Dem son sólo un modo de
abreviarla ya que su escritura es extremadamente compleja, pero con muchísima
paciencia se podría reproducir su escritura con sólo los símbolos del alfabeto de la
aritmética.

Rizando el rizo, sea d el número de Gödel de Dem(e)15. Toda la estructura de la


proposición ‘la fórmula de número de Gödel e no es demostrable’ está contenida
en un solo número: d. Como el parámetro e no es fijo, puede tomar cualquier valor.

Elijamos maliciosamente e = d. Obtendríamos así el enunciado ¬Dem(d), que


afirma que ‘la fórmula de número de Gödel d no es demostrable’ , pero d es, a su
vez, el número de Gödel de la proposición ‘la fórmula de número de Gödel e no es
demostrable, ¬Dem(d) se transforma en ‘la fórmula “la fórmula de número de Gödel
e no es demostrable” no es demostrable’ que es como si el enunciado
autorreferencial ‘no soy demostrable’ fuese emitido por “la fórmula de número de
Gödel e”.

15
Y no nos paramos ni a imaginar la dimensión real que pueda tener ese número. Sólo nos importa que d es
un número, grandísimo sí, pero natural.

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CONSECUENCIAS DE LOS TEOREMAS DE GÖDEL16


Muchos autores divulgativos han deducido, a partir del resultado lógico tan técnico
que suponen los teoremas de incompletitud de Gödel, conclusiones generales que
no guardan ninguna relación con las matemáticas y que, con la provocada
descontextualización del universo de los sistemas axiomáticos finitos y recursivos
para la aritmética en el que ‘viven’ los teoremas de incompletitud, consiguen
analogías supuestamente pseudocientíficas que pretenden invalidar las estructuras
de cualquier otro tipo de sistema, como pueda ser el judicial.

Otra de las consecuencias que produjeron los teoremas de incompletitud fue que
hicieron saltar a la palestra la rivalidad ‘humanos vs ordenadores’, pues se planteó
la posibilidad que los teoremas de Gödel, al ‘humanizar’ 17 en cierto modo el
proceso de creación matemática, serían el argumento definitivo para la ‘victoria’ de
la especie humana sobre los ordenadores.

Una explicación de este hecho, propuesta en 1959 por el filósofo J.R. Lucas,
consistía en considerar que una máquina una vez enseñada por humanos a
comprender los axiomas y a entender las reglas de deducción de la aritmética,
dejándola construir todas las fórmulas del lenguaje y preguntándole si son
verdaderas, antes o después encontraría la sentencia ‘esta frase no es
demostrable’ y se pasaría el resto de la eternidad tratando de demostrarla o de
refutarla. En cambio, los humanos captamos enseguida que la sentencia es
indecidible por su contenido mismo.

La justificación anterior no es aceptada por casi ningún experto actual en el tema.


El primer teorema de Gödel dice que, si la aritmética es consistente, entonces la
proposición ‘esta frase no es demostrable’ es verdadera, luego para captar su

16
“Los teoremas de incompletitud de Gödel marcaron un punto de inflexión en todas las investigaciones
relacionadas con la filosofía de las matemáticas. (…). A decir verdad, el estudio de las consecuencias de los
teoremas de incompletitud apenas se ha iniciado y tal vez dure décadas, o siglos”. ERNESTO PIÑEIRO,
Gustavo. Dos teoremas que revolucionaron las matemáticas. (2017, 143).
17
“Podemos tener los métodos de razonamiento seguros y confiables, como quería Hilbert, pero de este
modo no podremos probar todas las verdades. O podemos tener la capacidad de conocer potencialmente
todas las verdades aritméticas, pero sin la certeza de que nuestros métodos sean correctos”. ERNESTO
PIÑEIRO, Gustavo. Dos teoremas que revolucionaron las matemáticas. (2017, 160).

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veracidad hay que captar primero la consistencia de la aritmética. Pero el segundo


teorema de incompletitud afirma que la consistencia de la aritmética no puede
demostrarse dentro de su propio sistema formal, aunque los matemáticos pueden
demostrar la consistencia de la aritmética recurriendo a, por ejemplo, lenguajes de
orden superior o metalenguajes.

Lo que no queda nada claro es que una máquina pueda llegar a dar el salto y que
aprenda a analizar reglas semánticamente utilizando técnicas más avanzadas en
lenguajes de orden superior.

Ni que decir tiene, todo el avance que en este sentido suponen la aparición y el
progreso de las lógicas no-clásicas multivaluadas y dentro de ellas la lógica difusa
y toda la teoría de los fuzzy-sets (conjuntos difusos) creada por el azerbayanés
Zadeh , así como la figura del inglés Turing y la idea conceptual de máquina de
Turing, imprescindibles para la implementación de los primeros ordenadores.

Sin duda, queda en el debe una exposición mucho más amplia de los temas que
aparecen en último párrafo, pero sinceramente creo que la extensión del trabajo no
sería la adecuada y que quedaría distorsionada la idea inicial de situar el contenido
en la crisis de fundamentos de principios del siglo XX -como así indica el título-, y
exponer con mayor profundidad los teoremas de incompletitud.

Dejemos para cualquier otra ocasión la posibilidad de desarrollar con su debida


extensión estos temas mencionados.

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La crisis de fundamentos de las matemáticas (A principios del siglo XX).
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BIBLIOGRAFÍA
▪ ERNESTO PIÑEIRO, Gustavo (2017). Dos teoremas que revolucionaron las
matemáticas, RBA.
▪ GARRIDO BULLÓN, Ángel (2014). Lógica aplicada. Vaguedad e
incertidumbre, Dykinson.
▪ FERREIRÓS, José (2007). “Kurt Gödel: revolución en los fundamentos de
las matemáticas”. ARBOR, Ciencias, Pensamiento y Cultura. CLXXXIII, 725,
(409-418).
▪ RODRÍGUEZ PEÑA, Alejandro (2010). “Gödel y la incompletitud de las
matemáticas”. BAJO PALABRA, revista de Filosofía. II Época. Nº 5 (381-
387).
▪ MORCILLO GONZÁLEZ, Carlos (2012). Lógica difusa. Una introducción
práctica. Técnicas de Softcomputing [en línea]. UCLM. Disponible en
www.esi.uclm.es/www/cglez/downloads/docencia/2011.../LogicaDifusa.pdf
[2017, 29 de diciembre].

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