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sínl

Mundo y Dios 1
al encuentro *
el evolucionismo cristiano
Eusebio Colomer, S. I.

MUNDO Y DIOS
AL ENCUENTRO
el evolucionismo cristiano
de Teilhard de Chardin

EDITORIAL NOVA TERRA, S. A.


Riera Blanca, 78
HOSPITALET (Barcelona)
Ediciones GRASSET de París y TAURUS de Madtid, han autofiíado amable-
mente las citas de las obtas.
Genise d'une pensée, Letires (1914-1919)
Letlres de votfaae (1923-1939)
Nouvelles leítres de pouage (1939-1955)

Para simplificar las citas de las obras de Teilhard


se utilizan en este trabajo las siglas siguientes:
Ap H = L'APPARITION DE L'HOMME (Seuil, 1956).
NIHIL OBSTAT: El Censor
Av H = L'AVENIR DE L'HOMME (Seuil, 1959).
RAMÓN PUIGREFAGUT, S. I.
F H = LE PHÉNOMENE HUMAIN (Seuil, 1955).
Barcelona, 9 de octubre 1963
IMPRIMASE: GP = GENESE D'UNE PENSÉE (Grasset, 1961).
Dr. JUAN SERRA PU1G, Vicario General
G Z = LE GROUPE ZOOLOGIQXJE HUMAIN (A. Michel, 1956).
H U = HYMNE DE L'UNIVERS (Seuil, 1961).

Queda hecho el depósito que marca la ley L V = LETTRES DE VOYAGE (Grasset, 1956).
Reservados todos los derechos. M D = L E MILIEU DIVIN (Seuil, 1957).
© Copyright by Ediciones Nova Terra
Barcelona, 1963. V P = LA VISIÓN DU PASSÉ (Seuil, 1957).
2:' edición Los trabajos y artículos de Teilhard todavía inédi-
tos son citados con indicación del título y del año de
su composición.

Nlimero de registro: 4147-63


Depósito leja): B.14085-1964

IMPRENTA SOCITRA: Salvador*, 22 - Tel. 241 47 08 - BARCELONA ( 1 )


Yo creo que el universo es una evolución
Yo creo que la evolución se dirige hacia el espíritu
Yo creo que el espíritu se acaba en la persona
Yo creo que la persona suprema es el Cristo universal

El mundo no será jamás suficientemente vasto, ni la


humanidad suficientemente fuerte, para ser dignos
de Aquél que los ha creado y se ha encarnado.

Creo en la Iglesia, mediadora entre Dios y el mundo,


y la amo. Me parece que esto me da mucha paz-
No ambiciono otra cosa que ser echado en los ci-
mientos del edificio que va a levantarse.
PlERRE TEILHARD DE CHARDIN
PRÓLOGO

Pedro Teilhard de Chardin, ¿fue un científico, un


pensador o un poeta? ¿O tal vez un vidente y un
profeta? ¿O ambas cosas? He aquí las preguntas que
infaliblemente se plantea todo el que conoce la obra
apasionante y apasionada del gran jesuíta. Pero lo
que es indiscutible es que Pedro Teilhard de Chardin
fue una de las escasas personalidades que marcaron
su sello a nuestra época. Sus obras ya clásicas, como
El fenómeno humano o El medio divino, logran im-
presionantes tiradas y son traducidas a todas las len-
guas cultas. Su visión espiritualista y cristocéntrica
del universo se convierte en bandera ondeante que
reúne, irreconciliables, a su alrededor, admiradores
y adversarios, y provoca desde la adhesión más entu-
siasta hasta el rechazo más vehemente.
Este breve ensayo —es preciso aclararlo desde un
principio— no pretende ser ni una apología ni una
refutación de la ideología de Teilhard. De otra mane-
ra ya se habría juzgado a sí mismo, puesto que las
grandes obras de la ciencia o del pensamiento, no
han de conducirnos a una polémica, casi siempre es-
téril, sino a hacernos pensar de nuevo el misterio
inagotable del universo. Es más bien mi deseo em-
pezar un diálogo con Teilhard de Chardin —la verdad,
como ya dijo Platón, se encuentra siempre en el

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diálogo— en cuyo transcurso podamos profundizar
en la intención esencial de la obra teilhardiana y
discriminar, al mismo tiempo, el grano de la paja,
las intuiciones acertadas y aprovechables de las más
o menos inexactas o incluso equivocadas. Mi trabajo
no será inútil, si al menos consigue ayudar a com-
prender el pensamiento de un gran hombre y de un
gran cristiano que, aceptado o condenado, se mani-
fiesta cada día más como uno de los constructores
del mundo presente, si no es a la vez uno de los EN EL DINTEL DE LA ERA PLANETARIA
pioneros del mundo futuro.
E. COLOMER, S. I. Podremos sentir ante ello esperanza o temor, pero
Facultades de Filosofía y Teología es innegable que la ya larga historia del mundo se
encamina hacia algo nuevo y desconocido que, para
San Cugat {Barcelona) darle un nombre menos impreciso, denominaremos
la «era planetaria». He aquí el acontecimiento único,
ADVERTENCIA A LA SEGUNDA EDICIÓN de incalculables dimensiones que, preparado por mi-
lenios de historia, se hace hoy realidad entre nosotros.
La acogida dispensada a esta obra —se ha agotado Sus raíces profundizan hasta el comienzo de la Edad
en el curso de unos pocos meses— es una prueba del Moderna con el nacimiento de la ciencia y de la téc-
interés que el P. Teilhard de Chardin suscita entre nica. Lo que inició el siglo xvi, el siglo xx lo lleva
nosotros. Por otra parte, los problemas que su pen- a término. Nosotros somos a la vez espectadores y
samiento pionero ha levantado y la polémica que actores. Quizá sea éste el único acontecimiento pro-
se agita en torno a ellos, hacen cada día más nece- fano absolutamente nuevo desde el principio de la
saria una amplia y desapasionada discusión, a nivel historia. La era planetaria nos recordaría así aquella
filosófico y teológico, de los puntos actualmente en legendaria era prometeica, en que el hombre descu-
debate. La premura del tiempo me ha impedido por brió el fuego y dio el paso definitivo de la prehis-
esta vez realizar este deseo. Esta segunda edición sale, toria a la historia. ¿Tendrá, pues, razón Karl Jaspers,
pues, como la primera, si se exceptúa la ineludible al percibir en nuestra época algo tan nuevo, que no
puesta al día de la bibliografía. Pero aliento la firme tiene comparación con nada en la historia?
esperanza de que el favor del público me permitirá Un hecho de tal trascendencia no deja de plantear
realizar en una futura edición lo que en ésta se ha una serie de problemas de orden cultural, moral y
quedado sólo en proyecto. religioso, ni, en consecuencia, de preocupar a todo
Mayo de 1964 hombre consciente de su destino, y más aún al cris-
E. COLOMER., S. I. tiano. En la novela En el dintel del cielo, Gertrud
von le Fort ha encarnado en la figura dramática de
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Galileo, la lucha interior del hombre renacentista en- mente con estos hombres y sus interrogantes. Y vie-
tre el orgullo de los grandes descubrimientos y la ne a decirles esta sola cosa, que es fundamental. No
angustia de sentirse más solo y más pequeño que es absolutamente necesario escoger entre el mundo
nunca en medio de un universo que empezaba a en- y Dios. En estos términos, la alternativa está mal
grandecerse. Hoy, al comienzo de la era planetaria, planteada, puesto que Dios es precisamente el crea-
el hombre contemporáneo tiene todavía más razones dor de este mundo. Dios, que ha hecho al hombre
para sentirse a la vez orgulloso y angustiado. Colo- para que le encontrase en el mundo; Dios, a quien
cado entre los dos infinitos de que nos habla Pascal, buscamos con el palpitar de nuestras vidas, no está
lo inmensamente pequeño del universo atómico y lo lejos del mundo ni de nosotros, puesto que en Él nos
inmensamente grande del universo sideral, el hombre movemos, vivimos y somos. Únicamente es preciso
contemporáneo se pregunta más que nunca, cuál es saber ver y adivinar a Dios a través del mundo. He
su lugar exacto en el conjunto del cosmos. A su alre- aquí lo que Teilhard de Chardin quiere enseñar al
dedor la ciencia extiende desmesuradamente los abis- hombre moderno:
mos del tiempo y del espacio, y descubre continua-
mente nuevos lazos entre los elementos del universo. No discutamos, ¿os parece? Colocaos únicamente
En él y por él se hace la revelación de la grandeza en mi posición y mirad. Desde este punto privilegia-
y la unidad del cosmos. do, que no es de ningún modo la difícil cima reser-
Este descubrimiento comporta naturalmente su vada a unos elegidos, sino la sólida plataforma cons-
contrapartida, allí donde el hombre es más él mismo, truida por dos mil años de experiencia cristiana,
en la dimensión ética y religiosa. El mundo es tan veréis cómo se opera simplemente la conjunción de
grande y tan bello, que atemoriza y exalta al mismo los astros, cuyas atracciones divergentes desorgani-
tiempo, produce angustia el perderse en él y entu- zaban vuestra fe. Sin mezcla ni confusión, Dios, el
siasmo el entregársele, casi el adorarlo. Aquí surge Dios cristiano, llenará ante vuestros ojos al universo,
la alternativa decisiva: ¿el mundo o Dios? No pocos nuestro universo de hoy, que os asustaba con su
de nuestros contemporáneos sienten intensamente la grandeza maligna o con su belleza pagana. El lo pe-
atracción del nuevo astro que se remonta, y quizá netrará como un rayo de luz el cristal, y a través de
se plantean consciente o inconscientemente, pregun- las capas inmensas de la creación se os hará umversal-
tas como éstas: el Cristo del Evangelio, imaginado mente tangible, muy próximo y muy lejano a la vez.
y amado en el marco del mundo mediterráneo, ¿será Si, acomodando la mirada de vuestra alma, sabéis
todavía capaz de ser el centro de nuestro universo percibir esta magnificencia, olvidaréis, os lo prometo,
planetario? ¿No estará el mundo a punto de mos- vuestros vanos temores ante la tierra que se engran-
trarse más inmenso, más íntimo y más deslumbrador dece, y sólo se os ocurrirá el grito: ¡Más grande to-
que Yahvé? ¿No aplastará a nuestra religión y eclip- davía, Señor! Siempre mayor vuestro universo a fin
sará a nuestro Dios? de que, por un contacto incesantemente intensificado
La obra del P. Teilhard se enfrenta valerosa- y dilatado, yo Os tenga y sea tenido por Vos (MD 26).

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el amor del mundo con el amor de Dios, el hombre
moderno con el Cristo eterno.
Este ideal es el eje unificador, no sólo de la vida
inquieta y exuberante de nuestro héroe, sino también
EL HOMBRE Y LA OBRA de su enorme y polifacética obra. Gracias a él, se con-
vierte en maravillosa unidad lo que podría parecer, a
El nombre del hombre que se propuso tal misión, primera vista, caótica diversidad. Como nota acerta-
es conocido en todas partes: Pedro Teilhard de Char- damente, N. M. Widiers, si p a r a San Agustín el alma
din. Nacido el primero de mayo de 1881 en un castillo de la vida espiritual se encuentra en las dos palabras
de Auvergne, el lugar y la fecha del nacimiento escon- claves: Deus et anima, y para Newman en / and my
den su misterio. ¿Era ya la mano de la Providencia Creator, el centro de la vida y el pensamiento de
que guiaba al recién nacido hacia un gran destino? Teilhard de Chardin reside en la relación que enlaza
Alrededor de la casa familiar, los volcanes apagados a estos dos conceptos básicos: Dios y el universo.
de Auvergne y las grutas de Lescaux y Eyzies, habita- Este problema de las relaciones entre Dios y el
das y decoradas hace milenios por hombres primiti- mundo es tan antiguo como el mismo pensamiento
vos, testimoniaban una oscura y larga historia del humano. Desde que hubo un hombre que comenzó
mundo y del hombre, e iniciaban así al joven Pedro a pensar, n o pudo eludir esta urgente cuestión. Si-
en su vocación de naturalista y paleontólogo, enca- tuado exactamente en la línea frontera entre el tiem-
minada a descubrir «el puesto del hombre en el cos- po y la eternidad, la tierra y el cielo, el m u n d o y
mos». El año 1881 determina una generación. Es la Dios, el hombre no puede dejar de plantearse el in-
generación dominada por las figuras de Renán, Ber- terrogante del lazo de unión entre su doble horizonte
thelot, Maleschott, Haeckel, Marx y Nietzsche, nom- mundano y supramundano, como un problema no
bres todos que nos evocan un mundo saturado de meramente teórico e intelectual, sino a la vez emi-
racionalismo, materialismo e individualismo: un nentemente práctico, vital y personal. Si es que quie-
m u n d o en el que ha sido proclamada orgullosamente r e evitar aquella especie de «esquizofrenia espiritual»
la «muerte de Dios» y en el que el hombre se cree de una existencia partida entre Dios y el mundo,
«emancipado» para siempre del Cristianismo. Era una contra la que justamente levantará más tarde Teil-
historia larga y triste que, iniciada hacía siglos, pa- hard su m á s vehemente protesta, no le quedan al
recía haber llegado a término en aquellos años de la hombre sino tres actitudes opuestas: las dos prime-
segundo mitad del siglo xix: la verdad cristiana se ras cortan, en el fondo, el nudo del problema, al
había ausentado del mundo de la cultura. No exija- suprimir uno de sus dos términos; la tercera, en
mos ahora las responsabilidades, que eran muchas cambio, se esfuerza en mantener los dos extremos
y muy diversas: pero el hecho es notorio y bien do- de la relación y en descubrir la oculta armonía que
loroso. Es precisamente esta situación la que nos ex- los une. La primera postura consiste en suprimir a
plica el ideal que Teilhard de Chardin se impuso Dios. Es la posición del ateo, que cree que el hombre
desde el principio: reconciliar la fe con la ciencia,
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no puede afirmarse y realizarse en el mundo, sino aquí, como nos dirá Gitton, los dos polos extremos
sobre la base de la negación de su contrincante di- del pensamiento y de la vida de Teilhard de Chardin.
vino. La segunda postura estriba en prescindir del Su ideal consistirá en unir estos dos extremos: pri-
mundo. Es la posición de ciertos misticismos orienta- meramente, para él mismo y luego, también para los
les, para los que el mundo no es más que una sombra demás, atarlos para siempre el uno con el otro, con
de Dios, una realidad aparente e ilusoria, que no un nudo indisoluble, entretejido al mismo tiempo de
merece la atención del hombre. La tercera postura conocimiento y de amor. He aquí cómo nos lo cuenta
—la única verdaderamente auténtica— es la del que, el propio Teilhard en un bello texto de Comment je
lejos de negar a Dios en favor del mundo o al mun- crois:
do en favor de Dios, afirma sin miedo la realidad de
Dios y del mundo, y se esfuerza por ser plenamente La originalidad de mi creencia consiste en esto:
fiel a ambas realidades y por conciliar su ineludible que arraiga en dos dimensiones de la vida, conside-
vocación mundana con la inevitable llamada supra- radas hábitualmente antagónicas. Por mi educación
mundana. Esta ha sido siempre en el orden metafí- y formación intelectual, pertenezco a los «hijos del
sico y teológico la posición cristiana. El Cristianismo cielo», pero por mi carácter y mis estudios profesio-
no puede negar el mundo sin renegar de Dios. Decir nales, soy un «hijo de la tierra». Situado así por la
un no al mundo es desmentir el sí que el propio misma vida en el corazón de dos mundos de los cua-
Dios le ha dicho por la Creación y la Encarnación. les conozco, por experiencia familiar, la teoría, el len-
Pero si en el orden teórico, la postura cristiana es guaje y los sentimientos, no he levantado ningún
clara y tajante, no se sigue de ahí que siempre y muro interior, sino que he dejado que actuasen libre-
en todas partes haya sido encarnada suficientemente mente, una sobre otra, dos influencias aparentemente
por los cristianos. Y aquí estriba precisamente la contrarias. Pues bien: al término de esta experiencia,
grandeza histórica de Teilhard. Su novedad consiste después de treinta años consagrados a la búsqueda de
en haber transportado el problema del dogma a la la unidad interior, tengo la impresión de que se ha
existencia, hasta hacer de la conciliación de los dos realizado, de manera natural, una síntesis entre las
amores de Dios y del mundo la misión de su vida. dos corrientes que me solicitan. La una no ha ahogado
Pedro Teilhard de Chardin tuvo muy pronto con- a la otra. Hoy creo, probablemente más que nunca,
ciencia de esta misión. Contaba únicamente seis años, en Dios, y al propio tiempo, más que nunca, en el
cuando un buen día, palpando un pedazo de hierro mundo. ¿No está aquí esbozada, a una escala indivi-
forjado, entrevio súbitamente, como un relámpago, dual al menos, la solución privada del gran problema
lo que hay de duro, de consistente y de real en la espiritual, con que tropieza actualmente el movi-
materia. Era también la época en la que su piadosa miento de avance de la humanidad?
madre empezaba a introducir al pequeño Pedro en En el año 1899 Pedro Teilhard de Chardin ingre-
las profundidades inagotables del amor de Cristo. saba en la Compañía de Jesús. ¿Podían sospechar
El mundo de la materia y el Corazón de Jesús: he sus Superiores los problemas de orden doctrinal que

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aquel joven brillante y generoso habría de ocasionar? se identificó desde el principio con el ideal de su
Pues Teilhard de Chardin no pertenecerá al grupo de Orden y ya no lo abandonó jamás. Las mismas cir-
los temerosos, sino al de los arriesgados. Gitton nos cunstancias dolorosas que, en más de una ocasión,
dirá acertadamente que no tenía madera de maestro, establecerán una difícil tensión entre su vocación
sino más bien de pionero. Era uno de aquellos espí- científica de pionero y su obediencia a la Iglesia y
ritus con vocación de aventureros, que posponen la a la Compañía, no llegarán jamás a apagar el viejo
seguridad del camino real al riesgo del nuevo —no fuego, antes al contrario, lo afianzarán con aquella
precisamente porque sea nuevo, sino porque les pa- fidelidad humilde y amorosa, que brota justamente
rece más verdadero— aunque les sea preciso andar de la dificultad y la prueba. Aunque por razones di-
de puntillas, como sobre el hilo de la maroma, en la versas de las de mi juventud, dirá de su Orden Teil-
misma línea fronteriza que separa la ortodoxia de hard maduro, «me encuentro profunda y cordialmen-
la heterodoxia. Pero —es una de las paradojas de la te ligado a ella». En la vida espiritual de Teilhard
vida jesuítica— precisamente en las filas de la Com- de Chardin el dolor será condición de florecimiento
pañía de Jesús, que muchos se imaginan de una y maduración. Será como la participación en la ago-
disciplina militar anuladora de toda auténtica perso- nía de Jesús en la Cruz, que hará todavía más puro
nalidad, será donde Pedro Telhard de Chardin en- y más auténtico su testimonio de la gloria de la
contrará el ambiente propicio para su misión, en Resurrección. A las voces infantiles o maliciosas que
aquella difícil y nunca acabada síntesis de tradición hablan de un P. Teilhard prisionero de su Orden,
y modernidad, de teología y cultura profana, obedien- basta oponer esta afirmación tajante del gran jesuita,
cia y libertad, que constituye uno de los trazos más al celebrarse en París, en 1949, el cincuentenario de
sugestivos de la Orden ignaciana. su entrada en la Compañía: «Si me encontrase de
Teilhard de Chardin no sólo fue personalmente fiel nuevo ante aquel 19 de marzo de 1899, con toda la
hasta el fin a su vocación de jesuíta, sino que su experiencia adquirida y con la visión de lo que yo
misma personalidad lleva inseparablemente el sello podría hacer en mi existencia, ¿qué decisión tomaría?
del ideal de la Compañía de Jesús. Su gran cultura Lo digo con toda sinceridad y verdad: sería la
literaria y científica, su abertura a todos los valores misma».
humanos, su genio por la adaptación, su inagotable La vida del P. Teilhard de Chardin está llena de
celo apostólico y, sobre todo, su amor incondicional los más sorprendentes contrastes, en los que él verá
a la persona de Jesucristo, son rasgos característicos con razón la mano invisible de una Providencia amo-
del espíritu ignaciano. Él fue, en verdad, un jesuita rosa que, a través de un zigzagueo doloroso y oscu-
de cuerpo entero, intrépido y fiel, ardiente y lúcido, ro, le encaminaba hacia lo que será la misión de su
humano y sobrenatural, el moderno paradigma de vida. Joven profesor de Geología en el Instituto Ca-
aquellos sus geniales predecesores en la misión de tólico de París, se verá pronto obligado a renunciar
Asia: un Francisco de Xavier, un Juan de Brítto, un a su cátedra por la misión de China. Pero he aquí
Roberto de Nobili o un Mateo Ricci. El P. Teilhard que será justamente en este enorme país del Oriente,

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donde habrá de encontrar el terreno abonado para hombre, y quisiera por ello abrasar a los demás
sus hallazgos. El P. Teilhard es indiscutiblemente un con el fuego que le inflama, caer sobre ellos como
hombre de suerte. Es uno de aquellos sabios a los una pavesa sobre el cañar, para darles la propia ra-
que un misterioso instinto conduce exactamente al zón de vivir y creer, y reunir todo el esfuerzo humano
lugar y al momento propicios. Desde su llegada a la «para ofrecer a Dios el homenaje del mundo» (LV
inmensa China, los acontecimientos de su vida cien- 128). Para él no cuentan ni felicidad ni infelicidad,
tífica se desgranan como las cuentas de un rosario. ni éxito ni fracaso, tínicamente es válida «la acción
En 1923 emprende la primera expedición al desierto fiel por el mundo en Dios» (LV 126). Teilhard de
de Gobi. En 1929 descubre el famoso «Sinanthropus Chardin tiene plena consciencia de que el hombre
pekinensis», uno de los descubrimientos paleontoló- es el sacerdote de la creación, cuya misión sagrada
gicos más resonantes de nuestro siglo. En 1931 forma es la de ofrecer a Dios La Messe sur le monde. Es el
parte de la expedición Citroen al Asia central y al- espíritu que en la Pascua de 1932, encontrándose Teil-
canza con Haardt el «Techo del mundo». Más tarde, hard en las soledades inmensas de Asia, sin el pan
desde 1935 a 1938, recorrerá las estribaciones del Hi- y el vino del Santo Sacrificio, encarnará en el gesto
malaya; bajará luego a Birmania e investigará, en sublime de ofrendar a Dios en la patena del mundo
Java, los fósiles del «Pitecanthropus». Finalmente, en el esfuerzo y el dolor de la creación:
1951, a la edad de 70 años, tendrá todavía empuje
para iniciar nuevas rutas paleontológicas por el Sur Ya que de nuevo, Señor, no en los bosques del
de África. Y entre este incesante ir y venir, su tarea Aisne, sino en las estepas del Asia, no tengo ni pan,
de escritor. Una infinidad de artículos en las princi- ni vino, ni altar, me levantaré por encima de los sím-
pales revistas científicas y, sobre todo, las grandes bolos hasta la pura majestad de lo real y os ofreceré,
obras de síntesis: El fenómeno humano, La energía yo, vuestro sacerdote, sobre el altar de la tierra en-
humana, La aparición del hombre, La visión del pa- tera, el trabajo y la pena del mundo...
sado, El porvenir del hombre y El medio divino, en Recibid, Señor, esta hostia total que la creación,
las que Teilhard de Chardin nos ha dejado su visión movida por vuestro atractivo, os presenta en la nue-
personal del universo. va aurora. El pan, nuestro esfuerzo, no es por sí
No obstante, a pesar de toda esta actividad cien- misino, lo sé bien, sino una inmensa disgregación.
tífica, el P. Teilhard no olvidará nunca que es, ante El vino, nuestro dolor, no es todavía, ¡ay!, más que
todo, un apóstol. La ciencia absorbe la parte externa un brebaje disolvente. Pero, en el fondo de esta ma-
de su vida, pero en su interior está profundamente sa informe, Vos habéis puesto un deseo irresistible
convencido, de que la única cosa que cuenta es «la y santificante, que nos hace gritar a una sola voz,
ciencia de Cristo». La búsqueda científica sólo ten- desde el impío hasta el creyente: «Señor, hacednos
drá valor para él, en la medida en que forma parte uno» (HU 17-19).
del «gesto total» de su vida: la adoración. Él sabe
muy bien que la adoración es la actitud esencial del Los últimos años del P. Teilhard fueron de madu-

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ración espiritual en la escuela del dolor. Sus escritos, do, puesto que incluye el objeto y el método de la
siempre poco precisos y atrevidos, suscitan más de búsqueda teilhardiana.
una sospecha. Nombrado para una Cátedra en el «Col- El núcleo de su pensamiento, lo constituye el hom-
lége de France», no se le permite aceptarla, Más bre, el hecho humano. El hombre entre el mundo y
aún, discípulos menos prudentes hacen incluso acon- Dios. En la visión de Teilhard de Chardin, el hombre
sejable un alejamiento de Francia. De hecho, Teil- es justamente aquel punto misterioso en el espacio
hard de Chardin vivirá desde 1951 en Nueva York, y en el tiempo, donde se encuentran lo físico y bio-
donde vendrá a visitarlo la muerte el 10 de abril de lógico, de una parte, y por otra, lo espiritual y divi-
1955. Poco tiempo antes había declarado: «Me voy no. El hombre viniendo del mundo y yendo hacia
hacia Aquel que viene». Y el Señor vino a buscarle Dios... He aquí el enigma que la Antropología teil-
el día de Pascua Florida. Las campanas de la catedral hardiana intenta esclarecer.
de San Patricio, anunciaban la Resurrección de Cris- Pero esta Antropología es fenomenológica. El fenó-
to, en la cual él había vislumbrado siempre el prelu- meno humano. El hombre, tal como se manifiesta en
dio de la transfiguración final del universo. Pedro Teil- el espacio y en el tiempo, en su origen y en su desa-
hard de Chardin había vuelto al seno del Dios vivo, rrollo, a los ojos escrutadores de la ciencia. No bus-
las huellas de cuyo amor creador había seguido infa- quemos, pues, en el pensamiento del P. Teilhard una
tigablemente sobre la tierra: nueva Metafísica, aunque quizá nos encontremos con
una Ultrafísica. Tal vez podríamos llamarlo una Cos-
A aquél que habrá amado apasionadamente a Je- mología en el sentido global de los primeros preso-
sús, escondido en las fuerzas que hacen crecer la cráticos. El propio Teilhard confesará: «Yo no soy
tierra, la tierra lo levantará maternálmente en sus ni un filósofo ni un teólogo, sino un estudiante del
brazos gigantes y le hará contemplar el rostro de fenómeno, un físico en el viejo sentido de los grie-
Dios. gos». Pero esta Física es más bien una Ultrafísica,
A aquel que habrá amado apasionadamente a Je- ya que no comprende solamente la observación y la
sús, escondido en las fuerzas que hacen morir la descripción de los fenómenos, sino también su expli-
tierra, la tierra, al desfallecer, lo abrazará maternál- cación y su interpretación. El lema de Teilhard es
mente en sus brazos gigantes y despertará con ella éste: «Sólo el fenómeno. Pero todo el fenómeno»
en el seno de Dios (HU 30-32). (FH 21).
Sólo el fenómeno. Teilhard de Chardin ha intentado
descubrir alrededor del hombre como centro, un orden
coherente entre los elementos del universo que ex-
OBJETO Y MÉTODO prese su aparición sucesiva a lo largo del tiempo.
Pero también todo el fenómeno. El fenómeno hu-
La obra más representativa de Teilhard de Chardin mano con toda su complejidad, de la materia a la
se titula El fenómeno humano. El título es apropia- conciencia, y en su concreta situación en el conjunto

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del cosmos. Ahora bien: una visión tan totalitaria sino que está haciéndose en un proceso initerrumpi-
comporta ineluctablemente un intento de interpre- do de Cosmogénesis. Es de lamentar que la evolución
tar y explicar la realidad global: mundo, hombre, se haya interpretado por creyentes e incrédulos co-
Dios. Esto es lo que, de acuerdo con su propia pers^ mo contradictoria de la creación, a pesar de que am-
pectiva, han hecho también otros científicos de hoy, bos conceptos sean perfectamente compatibles. Ya
como Einstein, Jeans o Poincaré. Como los meridia- que ni la evolución implica una especie de indepen-
nos al aproximarse al polo, así, Ciencia, Filosofía y dencia ontológica, ni la creación significa una acción
Teología, convergen necesariamente en la vecindad ya pasada, sino por el contrario continuada y siem-
del todo. «Es imposible intentar una interpretación pre presente. Uno diría más bien, que la idea de una
científica global del universo, sin producir la impre- creación evolutiva, es la más adecuada a la grandeza
sión de querer explicarlo todo hasta el fin. Pero, mi- del hombre y a la grandeza de Dios. A la grandeza
radlo más de cerca y veréis que esta Ultrafísica no del hombre, ya que a la luz de la evolución la tierra
es todavía una Metafísica» (FH 22). deja de ser simple zócalo, sobre el que se ha co-
¿Será Teilhard de Chardin siempre fiel a esta po- locado al hombre como una estatua, para convertir-
sición metódica? ¿No intentará su pensamiento aven- se en una especie de planta gigantesca, de la que el
turero volar más allá de las rejas de la ciencia ha- hombre constituye la más bella flor. A la grandeza
cia los horizontes fascinantes de la Metafísica o qui- de Dios, puesto que más grande y admirable que el
zá hasta los del ensueño y de la poesía? He aquí sabio Arquitecto de un cosmos estático es el Dios
una acusación clásica que se le ha hecho más de constructor y conductor de un universo en movimien-
una vez. Por ahora, dejemos abierto este interrogan- to, un Dios que no sólo hace que las cosas sean, sino
te, en espera de darle una respuesta adecuada a lo que hace también que las cosas se hagan. Así lo pen-
largo de este ensayo. saba al menos Teilhard de Chardin, cuando veía en
la evolución la «expresión sensible» para nosotros de
la creación.
Esta convicción evolucionista se inició en el pensa-
LA EVOLUCIÓN Y SU SENTIDO ESPIRITUAL miento de Teilhard justamente en los años de sus
estudios teológicos. El mismo nos lo confiesa en este
El pensamiento del P. Teilhard parte de la hipóte- texto de El corazón de la materia:
sis de la evolución del universo, y trata de descifrar
su sentido espiritual. ¿Qué entendemos hoy por evo- Fue a lo largo de mis estudios de Teología cuando
lución? El concepto de evolución no implica necesa- poco a poco —más como una presencia que como
riamente una determinada teoría transformista, ni una noción abstracta— creció en mí, hasta invadir
menos aún, una confesión de ateísmo o de materia- totalmente mi cielo interior, la conciencia de una
lismo, antes quiere decir simplemente, que el mun- deriva profunda, ontológica, total, del universo, a mi
do en que nos hallamos no es un mundo ya hecho, alrededor.

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Una gran parte de los científicos de hoy compar- go M. Crusafont, que compendia exactamente la con-
ten con Teilhard de Chardin esta convicción. La no- cepción teilhardiana del universo.
vedad y la originalidad de la obra teilhardiana con- El P. Teilhard nos hablará así de la antimonia en-
siste únicamente en buscar la dirección de la evolu- tre cantidad y cualidad, entre lo externo y lo inter-
ción en lo espiritual: no de las cosas. La materia del universo presenta
una estructura bifacial. Lo exterior alberga un inte-
Verdaderamente, para mí no existe más que una rior; bajo la capa mecánica se esconde otra biológi-
especie de mundo del espíritu —no un espíritu me- ca. Y esto significa que a los ojos de Teilhard la vida
tafísico a la manera de Hegel, entiéndase—. El espí- supone ya la pre-vida, guardada misteriosamente,
ritu que yo creo adivinar está revestido de los des- desde el principio, en las virtualidades de la materia.
pojos de la materia... La «conciencia mayor-» ha rem-
He aquí una afirmación que, con toda sinceridad,
plazado para mí a la «entropía» en su valor de
nos parece un poco prematura. Si hay vida y con-
función física esencial del cosmos. El mundo, si me
ciencia en el mundo, es necesario que esté prepara-
está permitido el decirlo, me parece que se «lanza»,
da, piensa Teilhard. Preparada, sí, opondremos con
adelante y arriba, hacia lo espiritual (LV 118).
O. Rabut, pero no precisamente preformada. Lo que
precede a la vida no es ya necesariamente pre-vida.
Al hablar de la pre-vida como de una cara de la
ENTROPÍA Y CONCIENCIA materia, Teilhard de Chardin parece cometer una
extrapolación injustificada y cuanto menos exponer-
El texto que precede nos da justamente los dos po- se a la falsa acusación de panpsiquismo, como si
los extremos de la visión teilhardiana: por una par- del átomo al hombre, pasando por la más insignifi-
te, la materia dominada por la ley de la entropía; cante amiba, una misma vida y una misma concien-
por la otra, la vida culminado en la conciencia y cia estuviesen presentes en todas las cosas. En rea-
en la libertad del espíritu. lidad, en la mente de Teilhard la pre-vida no es to-
Teilhard de Chardin piensa que el universo no pue- davía específicamente vida, sino sólo analógicamente
de explicarse únicamente por la energía material, un aspecto interior de la realidad, llamado a hacer
cuya ley fundamental es la entropía y, por tanto, la posible, dentro de la innegable discontinuidad del
degradación y el descenso. Este camino nos condu- proceso evolutivo, una visión más continua y cohe-
ciría únicamente a las desiertas soledades de los pai- rente del universo.
sajes lunares... Es preciso dar con otra forma de Pero sigamos adelante. ¿Cómo se explica el paso
energía, cuya ley sea el ascenso y la superación y de la materia a la vida y de la vida a la concien-
que se manifiesta esplendorosamente en la incesan- cia? Para responder a esta pregunta, empecemos
te marcha de las formas biológicas, desde el univer- por sentar con Teilhard de Chardin el hecho esen-
so celular hasta la conciencia: Evolución y Ascensión, cial de la evolución. Contemplado desde una atalaya
he aquí el título de un ensayo del ilustre paleontólo- lo suficientemente amplia y profunda —con una

28 29
profundidad de milenios— el mundo se mueve. No
solamente se mueve, sino que incluso avanza y se
remonta. ¿Cuál es la ley básica de este proceso as- LOS DOS PUNTOS CRÍTICOS DE LA EVOLUCIÓN
cendente? Teilhard de Chardin la ha descrito así:
el mundo se desarrolla en el sentido de una cre- Después de una marcha tan rápida, volvamos los
ciente complejidad. ojos atrás y contemplemos el camino recorrido. Ad-
Este principio tergiversa totalmente nuestro ángu- vertiremos inmediatamente lo que Teilhard de Char-
lo visual y ofrece, así, a la mirada, un paisaje sor- din califica de «puntos críticos» de la evolución: la
prendente. Ya no es únicamente el doble universo Biogénesis y la Antropogénesis.
pascaliano de lo infinitamente pequeño y lo infini- El primer punto crítico es la Biogénesis, el paso
tamente grande, desde el átomo a los sistemas si- de la pre-vida a la vfda. ¿Cuándo ocurrió y cómo se
derales : realizó? Es difícil dar una respuesta exacta. Por
otra parte, no interesa el detalle. Lo esencial es que,
El mundo está espacialmeníe edificado no simple- hace miles y miles de años, el proceso de comple-
mente sobre dos, sino sobre tres infinitos. Lo ínfimo jidad ascendente pasó de la molécula a la célula.
y lo inmenso, ciertamente. Pero también —arraiga- Pues la célula es la semilla germinal de la vida. En
do como lo inmenso en lo ínfimo, aunque divergen- un momento único de la evolución telúrica —un
te en el sentido de la propia marcha— lo inmensa- momento incomparable—, como consecuencia de una
mente complicado (GZ 36). serie de condiciones favorables, se realizó la «revo-
Efectivamente, del átomo a la molécula, de la mo- lución celular», y la vida brotó sobre la tierra joven
lécula a la célula, de la célula al tejido vital y al or- como una pulsación solitaria, en una onda inmensa
ganismo, de los organismos más simples y primiti- y poderosa, cuya propagación nos llevará hasta el
vos a los más complicados y avanzados, se nos pre- hombre.
senta en todas partes en la línea de la evolución La Antropogénesis constituye precisamente el se-
un aumento sucesivo de complejidad en las estruc- gundo punto crítico de la evolución. En efecto: ¿bas-
turas esenciales del ser. Este aumento de compleji- tará con la ley de la complejidad para seguir la
dad externa se asocia, en las últimas etapas del pro- marcha triunfal de la vida hacia el hombre? Eviden-
ceso evolutivo, a un aumento correspondiente de temente, no. Una vez hemos llegado al organismo, la
conciencia, desde la sensación más basta y primitiva ley de la complejidad ya no es capaz de servirnos
hasta el pensamiento, la volición y la libertad. El de hilo conductor en el laberinto inextrincable de la
camino hacia una mayor y mejor complejidad nos vida. ¿Con qué medida podremos observar los distin-
conduce así al hombre. La evolución se dirige hacia tos grados de complejidad de un insecto o de un
una «naturaleza» que es a la vez «persona». La Bio- vertebrado, de un pez o de un anfibio, de un reptil
génesis conduce a la Antropogénesis y la Biosfera o de un mamífero? Esta medida, responde Teilhard,
culmina en la Noosfera. es el nivel de interiorización, de temperatura psí-

30 31
quica, de conciencia. Ahora bien, el órgano de la sión de la evolución vital no pecará de una pers-
conciencia es el sistema nervioso, y de una manera pectiva demasiado limitada? Su explicación del ori-
más completa, el cerebro. Ya tenemos, pues, con ello gen del hombre a partir del animal, ¿no será m á s de-
un nuevo parámetro específico de cerebralización, sorientadora que orientadora, pues deja forzosamen-
para sustituir al excesivamente genérico de la com- te sin explicar los trazos más decisivos de la exis-
plejidad. Donde la cerebralización alcanza el grado tencia humana? En vez de interpretar morfológica-
supremo, surge la máxima interiorización, la refle- mente al hombre desde el nivel inferior del animal,
xión y la conciencia. Hemos llegado al hombre. ¿no será más revelador interpretarlo desde el nivel
Naturalmente, se nos ocurre de nuevo la pregun- superior del espíritu, puesto que la propia morfolo-
ta decisiva: ¿cuándo y cómo? El hombre entró en gía humana sólo puede comprenderse como expre-
el mundo sin ruido... Tanto si la consideramos en sión sensible del espíritu que la informa? Y, sobre
su contorno, como en su morfología o en su estruc- todo, ¿no habrá llevado Teilhard demasiado lejos
tura global, la especie humana emerge ante nuestros la continuidad de la vida, hasta borrar la distinción
ojos como cualquier otra especie animal. Es algo pa- esencial entre el hombre y el animal y, por lo tanto,
recido a lo que pasa con el agua: calentada hasta hacer inútil la intervención de Dios en la creación
100°, hierve; en cambio tibia, n o hierve. Un pequeño del alma humana? Para no ser injustos con Teil-
aumento de calor es capaz de producir un nuevo hard, es preciso tener siempre en cuenta, ante estas
fenómeno. Las moléculas líquidas se liberan y se con- y otras dificultades, el ángulo fenomenológico pecu-
vierten en vapor. De manera semejante u n aumento liar de su investigación. La descripción científica
en la «temperatura interior» del antropoide ha pro- —como observa el propio P. Teilhard— no excluye
ducido el milagro. En apariencia no ha ocurrido en modo alguno la intervención de causas superio-
nada, pero internamente, ¡ qué revolución! La con- res, exigidas por la reflexión filosófica o la Revela-
ciencia, que florece y surge por primera vez... ción cristiana. Pero tampoco las incluye en una in-
Para llegar a ello ha sido necesario un esfuerzo vestigación rigurosamente científica. La ciencia se
ininterrumpido y perseverante. En una sola trayec- mueve al nivel de lo que la tradición siempre ha
toria el movimiento instintivo de la primera célula llamado «causas segundas», y en este nivel que le
y el movimiento libre del espíritu. La onda que es propio, no topará jamás con las «causas prime-
ahora nos mueve no ha partido de nosotros: nos ras». Si bien es cierto que Teilhard de Chardin es
alcanza después de haberlo creado todo en su ca- excesivamente optimista por lo que respecta a las
mino. Es una onda que viene de muy lejos, surgida posibilidades de explicar lo superior a partir de lo
al mismo tiempo que la luz de las primeras es- inferior, también es cierto que pone suficientemen-
trellas... te de relieve la necesaria «discontinuidad» en medio
de la obligada «continuidad» evolutiva. Y, finalmen-
No cabe de ello la menor duda. Teilhard de Char-
te, queda en claro que la visión teilhardiana de la
din es un sabio con arranques de poeta. Pero, yendo
evolución supone en todas partes la presencia de un
ya al aspecto científico de su pensamiento, ¿su vi-

32 33
Dios personal y creador, que la provoca y dirige. La situación no deja de ser paradójica. La ciencia
Que Teilhard explique la acción de este Dios de llega a la conclusión, de que el hombre es un ani-
acuerdo con su concepción evolucionista del mun- mal como los demás. Los resultados biológicos de
do, es tan natural y comprensible como que los anti- su aparición nos enseñan, sin embargo, que es algo
guos la explicasen de acuerdo con su concepción completamente distinto. Salto morfológico ínfimo y
estática y fixista. Lo importante es que la Hyperfí- sacudida increíble de todas las esferas vitales... Los
sica de Teilhard no se oponga a la Metafísica y que materialistas no van desencaminados, cuando afir-
su fenomenología esté en armonía con su Teología. man que el hombre es el último eslabón de la ca-
dena evolutiva, y los espiritualistas tienen a su vez
Para el transformista cristiano la acción creadora razón, cuando defienden aferradamente la trascen-
de Dios no se concibe ya más como metiendo a la dencia del hombre sobre el resto de la naturaleza:
fuerza intrusivamente sus labores en medio de los ¡he aquí la paradoja humana!
seres prexistentes, sino como haciendo nacer, en el El hombre se manifiesta, pues, fenomenológica-
seno mismo de las cosas, los términos sucesivos de mente como un ser de una categoría única. Atado
sus obras. Por ello no es ni menos esencial, ni me- exteriormente al mundo de la materia y de la vida,
nos universal, ni sobre todo menos íntima (VP 192). por su estructura interior pertenece al mundo del
espíritu. Morfológicamente no está demasiado dis-
tanciado de los grandes antropoides, pero ontológi-
camente se diferencia de todos los animales, no so-
EL LUGAR DEL HOMBRE EN EL COSMOS lamente porque «sabe», sino porque «sabe que sabe».
No se trata pues, simplemente, de un nuevo eslabón
¿Cuál es el emplazamiento exacto del hombre en en la escala evolutiva, sino de uno nuevo orden del
el mundo? He aquí una pregunta que el hombre no ser. Y este orden nuevo es el que da sentido a cuan-
ha dejado de formularse, desde el día en que empezó to le precede. La Noosfera completa, superándola y
a pensar. Este último hecho ya nos indica la mag- justificándola, a la Biosfera. Nietzsche, el terrible
nitud del problema —si el hombre se pregunta por Nietzsche, nos define al hombre en cierta ocasión
su lugar en el mundo, es que se da cuenta de que como una excrecencia que ha brotado de la tierra.
es distinto del mundo— y la impotencia absoluta de «La tierra tiene una piel. Esta piel sufre enferme-
toda solución meramente científica: dades. Una de estas enfermedades se llama hom-
bre». Teilhard de Chardin, en cambio, concibe al
Desde una perspectiva positiva él hombre es el hombre como fundamento y culminación de la evo-
más misterioso y desconcertante de los objetos de- lución, «flecha del árbol de la vida» y clave del pla-
finidos por la ciencia. De hecho, hemos de confesar no arquitectónico del universo:
que la ciencia aún no le ha hallado un sitio en su
representación del universo (FH 179).

34 35
A pesar de todo lo que la ciencia puede constatar paso que este futuro punto crítico comporta no se
de accidental en nuestra situación en medio del gru- realizará en la dimensión individual, sino en la co-
po de los seres vivos, nosotros, los hombres, repre- lectiva y social. Si al nivel individual el proceso evo-
sentamos la parte del mundo que ha tenido éxito, lutivo llevaba consigo una ascención de conciencia,
aquélla en la que refluye, hacia la abertura por fin al nivel social implica el fenómeno de la organiza-
realizada, toda la savia y todos los cuidados de la ción, es decir, de la concentración y la unificación.
evolución conocida. Somos nosotros, sin duda algu- Desde el día en que la humanidad superó el período
na, quienes constituimos la parte activa del univer- de desarrollo, en que tomó posesión de la tierra, tien-
so, el brote donde la vida se concentra y trabaja, el de a la unidad y se comprende cada vez más como
capullo en el que se abriga la flor de todas las es- unidad. ¿No es cierto que desde hace poco más o
peranzas. {La vida cósmica, 1916). menos veinte mil años la humanidad ha obrado un
formidable avance de organización y de unificación?
Organización económica y unificación de las ener-
gías de la tierra. Organización intelectual y unifica-
ción de los conocimientos en un sistema coherente.
HACIA LO SUPRAHUMANO Organización social y unificación de las masas hu-
manas en un conjunto pensante. Las tres direccio-
Sería erróneo pensar que la evolución ya llegó a nes convergen. La «marcha colectiva» de la huma-
su término con la aparición del hombre. Después de nidad prosigue por encima de nuestras cabezas...
haber alcanzado al hombre, ¿se habrá parado el mo- ¿Hacia dónde? Hacia algo que en relación con el
vimiento evolutivo del universo? Teilhard de Char- «hombre» actual, Teilhard de Chardin llama «su-
din no duda en contestar a este interrogante con prahumano». Realmente, si no queremos convertir
un no rotundo. Punto de llegada de la evolución, el en «parada» lo que esencialmente es «movimiento»,
hombre se convierte a su vez en nuevo punto de ¿dónde podría dirigirse la evolución, sino hacia lo su-
partida. Concluida la Antropogénesis al nivel de la prahumano?
anatomía, prosigue en el de la cultura, la economía
y la sociología. La prehistoria se transforma en his- Naturalmente, se nos ocurre inmediatamente la
toria y la evolución entera tiende hacia un perfec- pregunta: ¿qué entiende Teilhard de Chardin por
cionamiento ulterior del hombre y del mismo uni- suprahumano? ¿Es que quizá Nietzsche tenía razón,
verso, gracias al esfuerzo humano. Construcción del cuando decía que el hombre es un puente, no un
mundo del pasado, el hombre se erige inmediata- fin, un tránsito y no una parada, una cuerda ten-
mente a sí mismo en constructor del mundo del por- dida entre la bestia y el superhombre? No es ésta
venir. la dirección del pensamiento de Teilhard. Nada está
La novedad esencial del momento presente consis- más lejos de su actitud que el individualismo inhu-
te precisamente en que la evolución parece aproxi- mano del superhombre de Nietzsche. En lo supra-
marse de nuevo a otro «punto crítico». Sólo que el humano de Teilhard se trata, por el contrario, de

36 37
un punto crítico colectivo y superior, que conducirá Pero, ¿es en verdad así? Es cierto que el propio
a «un verdadero superorganismo, formado por una Teilhard ha dado pie a esta interpretación, al ha-
conciliación de individuos, de la misma manera que blar tan imprudentemente de «superorganismo», ori-
nuestro cuerpo es una conciliación de células» (ApH ginado por una conciliación de individuos. Estas
215). Teilhard sueña en una tierra futura, en la que locuciones biologistas son totalmente inadecuadas y
miríadas de mentes individuales, sin perjuicio de su no hacen sido oscurecer el pensamiento de su autor;i
personalidad, formen unánimemente un «inmenso En realidad, Teilhard no ha pensado jamás en sacri-
grano» de pensamiento a la escala sideral. He aquí ficar la personalidad individual a cualquier clase de
el porvenir que, por analogía con el pasado, se cons- monstruo colectivo. Los granos de conciencia que
tituye ante nosotros. Porque el pasado encierra para han de formar parte de aquel inmenso grano de pen-
Teilhard la revelación del porvenir. samiento a una escala sideral, no dejan de ser por
El concepto teilhardiano de suprahumano ha sido ello «granos pensantes». Y el superorganismo que
objeto de las críticas más diversas. A primera vista surge de su unión, continúa siendo, en frase del pro-
parece, por lo menos, muy impreciso, nacido de la pio Teilhard, una «colectividad armónica de concien-
confusión entre la personalidad moral y la perso- cias». Su unidad será meramente interior, obra de
nalidad física. Nadie pone en duda que la humani- la simpatía y del mutuo amor. Hay que tener en
dad actual tiende cada vez más a multiplicar los la- cuenta, finalmente, que el orden superpersonal de
zos de orden económico, cultural y social que la Teilhard no alcanza su pleno sentido sino en una
unen. De una humanidad dispersa que fue en el perspectiva teológica y cristológica. No hay en Teil-
pasado, se encamina a ser en el futuro una hu- hard otro superorganismo real que el Cuerpo mís-
manidad reunida. Teilhard ha entrevisto en este fe- tico de Cristo. En el estadio presente de su pen-
nómeno de la unificación el rasgo más importante samiento se trata sólo en lo suprahumano de una
de la hora actual y lo ha puesto acertadamente de tendencia de la humanidad hacia una unidad a la
relieve. He aquí un mérito indiscutible de su pen- vez necesaria e irrealizable. El término de esta ten-
samiento, que nadie le negará razonablemente. Pero, dencia se hará sólo realidad, si la humanidad del
¿qué tiene esto que ver con el superorganismo de futuro es capaz de abrirse por el amor hacia Alguien
que nos habla? Y, sobre todo, ¿cabe compaginar la mayor que ella misma. Es lo que el propio Teil-
irreductible independencia de la persona individual hard va a exponernos inmediatamente con su teo-
—Duns Scoto la definió impresionantemente como ría del Punto Omega.
última solitudo— con el aspecto colectivo de esta
especie de super-persona? En el fondo de todas es-
tas dificultades late siempre el mismo presupuesto EL DILEMA Y LA APUESTA
fundamental: lo suprahumano de Teilhard debe en-
tenderse como una verdadera superpersona colecti- Con la entrada del hombre empieza una fase nue-
va, nacida de la fusión de las personas individuales.
va y decisiva para la evolución. En cierto sentido de-

38 39
ja de ser pasiva para convertirse en activa. A las ¡No! No es posible que el hombre colabore en
evoluciones .sufridas sucede la autoevolución. Para una construcción absurda. Si el mundo no tiene
decirlo en una palabra: la evolución se coloca en sentido, tampoco lo tiene la acción del hombre en
las manos de una criatura, destinada a tomar parte el mundo. Donde no hay esperanza, es imposible la
activa en la obra de la creación. creación: sólo cabe la inacción, la parada, la muerte.
Pero, ¿cuáles pueden ser las condiciones necesarias
para que el hombre consienta en colaborar en una Hay espíritus que parecen creer que, huérfana de
obra empezada antes que él, pero que no puede luz, de esperanza, de la atracción de un porvenir ina-
concluirse sin él? Es condición fundamental e indis- gotable, la vida proseguiría plácidamente su círculo
pensable que la evolución se presente al hombre habitual. ¡Qué engaño! Quizás, por costumbre, aún
repleta de sentido. Para que el hombre pueda jun- daría algunas flores y algunos frutos. Pero el tronco
tar su esfuerzo al del universo, es preciso que el quedaría desgarrado definitivamente de sus raíces.
universo se dirija hacia una perfección superior. Es Aunque se hallara rodeada de montones de energía
necesario que el mundo esté construido de tal ma- material, e incluso bajo él acicate del miedo o de
nera, que la conciencia que en él floreció pueda con- un deseo inmediato, la humanidad, sin la alegría de
siderarse irreversible en sus conquistas más esen- vivir, dejaría pronto de inventar y de crear en pro
ciales, a pesar de que alguna vez deba secarse el de una obra que anticipadamente se habría conde-
tronco corporal y planetario que la sostiene. En una nado al fracaso. Y, herida en la misma fuente del
palabra: desde el momento en que la evolución se empuje que la impulsa, por náusea o por cansancio,
piensa a sí misma en el hombre, ya no podrá acep- se disgregaría y se convertiría en polvo. (FH 257).
tarse ni prolongarse, si no se reconoce inmortal. Sobre almacenamientos de trigo, de carbón, de
hierro o de uranio —incluso bajo las mayores pre-
No nos ponemos en marcha si no es con la espe- siones demográficas— el hombre de mañana irá a
ranza de una conquista inmortal... En el caso de la huelga, si algún día pierde el gusto de lo ultra-
una acción verdadera —entiendo por tal aquélla en humano. Y no se trata de un gusto cualquiera, sino
que se da algo de la propia vida—, no la emprendo de un gusto violento y profundo; un gusto constan-
sino con el pensamiento último de hacer una obra temente creciente con los incrementos del poder de
para siempre... Liberar un poco de ser para siem- ver y de actuar; un gusto capaz de hacerse paroxís-
pre. Lo demás no es sino insoportable vanidad. tico ante las proximidades del paroxismo final, que
(Cómo creo yo, 1934). se le ha encargado preparar. (ApH 232).
A medida que el hombre sea más hombre, menos
aceptará moverse, si no es hacia lo interminable e Henos, pues, aquí ante un dilema ineludible, en
indestructiblemente nuevo. Siempre se halla impli- el que nos ha encerrado el análisis de nuestra ac-
cado un cierto "absoluto" en el mismo movimiento ción:
de su acción. (FH 257).

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O bien la naturaleza está cerrada a las exigencias es que la puede terminar con los mismos métodos
del futuro: y entonces el pensamiento, fruto de mi- y con la misma infabilidad con que la ha comen-
llones de años de esfuerzo, nace realmente muerto zado. (FH 259).
en un universo absurdo, que aborta sobre sí mismo.
O bien cabe una salida —de la super-alma por en- ¡Qué contraste tan notable entre el optimismo de
cima de nuestras almas—: pero entonces esta sali- Teilhard y el pesimismo de una gran parte de la
da, para que podamos alistarnos en sus filas, ha de cultura contemporánea! Entre tanto hablar — e inclu-
abrirse sin restricciones hacia espacios psíquicos ili- so a veces tanto charlar— sobre lo absurdo de una
mitados en el seno de un universo, del cual podamos existencia condenada a muerte, la visión de Teil-
fiarnos ciegamente. hard reconforta como un soplo de aire fresco. Al
¡Optimismo o pesimismo absolutos! Entre ambos, «ser-para-morir», de Heidegger, Teilhard opone el
ninguna solución intermedia, pues el progreso es por «ser-para-vivir». A la «náusea» de Sartre y la «rebe-
naturaleza o todo o nada. Dos direcciones, sólo dos lión» de Camus, la acción esperanzadora y agrade-
direcciones: una hacia arriba, y otra hacia abajo, cida del hombre en el mundo. Y no deja de ser cu-
sin posibilidad de detenernos a medio camino. rioso y estimulante el hecho, de que sea justamen-
(FH 258). te un hombre de ciencia, quien proclame frente a
los hombres de letras su fe en los valores de la
¿Qué podemos escoger? Igual que en la famosa vida. Es cierto que el razonamiento de Teilhard pre-
apuesta de Pascal, es inevitable escoger, pues esta- supone algo estrictamente indemostrable para la
mos embarcados y no hay término medio; es pre- ciencia: la coherencia interna del universo!. Pero
ciso elegir en uno u otro sentido. Sin embargo, no esta suposición se nos presenta avalada por la pro-
se trata de un juego a cara o cruz. Para Teilhard pia experiencia. El dilema: el universo falla o triun-
de Chardin sólo es posible decidirse razonablemente fa, es en el fondo, un dilema falso, pues ya ha triun-
por el lado optimista. Nos lo dicen simultáneamente fado. El negocio de la evolución ha «ido» bien hasta
el corazón y la lógica, pues sí, por una parte, la me- ahora. ¿Por qué tendría que hacer «quiebra» en el fu-
jor garantía de que algo llegue, es que nos parezca turo? ¿Por qué el éxito del pasado no debe incluir la
vitalmente necesario, por otra, la máquina del mun- promesa del porvenir? Los griegos pensaban que la
do es demasiado perfecta, para que tengamos dere-
misión de la ciencia consistía en salvar los fenóme-
cho a sentir desconfianza.
nos; pues bien, justamente para «salvar los fenóme-
nos», afirma Teilhard que el universo no puede de-
Realmente, el mundo es un negocio demasiado im- sembocar en la nada. Realmente, Teilhard de Char-
portante. Para darnos la vida ha jugado milagrosa- din respira un optimismo cósmico. Cree tanto en el
mente desde sus comienzos con demasiadas incerti- universo, que le parece que basta con mirarlo con
dumbres, para que ahora no nos enrolemos en su los ojos muy abiertos, para recobrar la esperanza.
seguimiento hasta el fin. Si ha empezado su obra,

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trario, acentúan la profundidad y la incomunicabi-
EL PUNTO OMEGA lidad de su ego. Cuanto, todos juntos, más se con-
vierten en Otro, más se encuentran a sí mismos.
La evolución de Bergson es divergente. La unidad ¿Cómo puede ocurrir de otro modo, puesto que se
está en el principio y a partir de ella se origina la adentran en el Omega? (FH 29).
multiplicidad. La concepción de Teilhard es conver-
gente. La unidad está en el fin, y la multiplicidad se Teilhard piensa, pues, que la unión diferencia. Para
dirige hacia ella. Hemos ido siguiendo este proceso ser totalmente «nosotros» nos conviene avanzar ha-
de convergencia a través de los distintos estadios de cia «el Otro». Sería realmente fatal confundir el per-
la evolución: Cosmogénesis, Biogénesis, Antropogé- sonalismo con el individualismo. Lo esencial de nues-
nesis, Génesis de lo suprahumano. Las líneas evolu- tra originalidad no es el individuo, sino la persona.
tivas apuntan hacia un centro de convergencia de- Y ésta no se abre en toda su plenitud más que en
finitivo que, por significar el término final de la evo- la unión y la comunicación interpersonales, puesto
lución, es llamado por Teilhard de Chardin el «Pun- que siempre será cierto, que el yo más auténtico
to Omega». crece en dirección inversa al egoísmo.
La evolución, ¿no es una ascensión hacia la con- Henos, pues, aquí llevados por nuestras mismas
ciencia? Es preciso, pues, que culmine en una Con- reflexiones hacia el problema del amor. Efectiva-
ciencia Suprema que lleve al máximo la perfección mente: únicamente el amor, por la sencilla razón
de la nuestra, capaz, por lo tanto, de atraer hacia de que capta a los seres a partir de sí mismo, puede
ella y de centrar a su alrededor todos los demás cen- llevar a las personas a su plenitud, reuniéndolas en-
tros conscientes. Y como no hay nada que pueda tre sí. ¿No se poseen totalmente a sí mismos los
atraer y actuar, si no existe, esta Conciencia Supre- amantes, en el momento maravilloso en que se pier-
ma subsistirá ya desde siempre. Teilhard la concibe den uno en el otro? El gesto aparentemente contra-
como una Conciencia sobrehumana y personal, tras- dictorio de personalizar uniendo, lo realiza continua-
cendente al universo y soberanamente presente a su mente el amor a nuestro alrededor. ¿Qué nos impi-
evolución, de la cual es al mismo tiempo el princi- de, pues, ver en el Punto Omega, en la propia cima
pio y el fin. He aquí, pues, el Punto Omega. del universo, una Persona soberanamente amante y
En la perspectiva de Teilhard no se trata de una amable? Perderse en ella es encontrarse. La unión
concepción panteísta, en la cual los individuos fue- amorosa de las personas en un centro único, he aquí
ran a perderse en el gran Todo, como una gota de para Teilhard de Chardin la única salida convenien-
agua en la inmensidad del océano. te y concebible para un universo humano. Como ha
escrito hermosamente Claudio Cuénot, al final de su
No; convergiendo según la línea de sus centros, largo camino, Teilhard se encuentra con Dante y con
los granos de conciencia no tienden a perder sus aquel verso famoso que cierra el último canto del
contornos y a mezclarse unos con otros. Por el con- Paraíso: L'Amor che tnove il solé e l'altre stelle.

44 45
Pero, ¿será realmente más fuerte el amor que el Pero, incluso en esta salida dramática, la conver-
egoísmo? La humanidad, una vez logrado el máxi- gencia de la humanidad, en la concordia o en la
mo de su poder, ¿estará espiritualmente bastante discordia, se realizará más allá de las dimensiones
madura para entregarse a Otro, en vez de encerrarse del universo visible cara a lo Divino trascendente.
en sí misma? La libertad, propiedad esencial del es- Pascal tenía razón. El hombre supera infinitamente
píritu, ¿no comporta una gama de posibilidades que al hombre; Para encajarlo luminosamente en el uni-
se extienden, según frase de Gabriel Marcel, desde verso, Teilhard se ha visto obligado a romper las
«el rechazo a la invocación»? ¿No cabe el peligro de fronteras espaciotemporales del propio universo y
que, al final de la historia, se repita la trágica op- abrirlas a lo espiritual y a lo Divino.
ción de su principio y que el último hombre, enorgu-
llecido por la ciencia y la técnica, siga el camino Para dar lugar al pensamiento en el mundo he de-
del primer hombre y se coloque a sí mismo en el bido interiorizar la materia; imaginar una energéti-
lugar de Dios? Teilhard no niega esta posibilidad, ca del espíritu; concebir a contrapelo de la entropía
pues nunca hay cumbres sin abismos. El mal, cre- un crecimiento de conciencia; dar un sentido, una
ciendo al mismo tiempo que el bien, puede alcan- saeta y puntos críticos a la evolución; finalmente,
zar al final su paroxismo. orientar todas las cosas hacia Alguien... Capaz de
contener la persona humana, sólo puede serlo un
Las fuerzas desprendidas de la humanidad por el universo irreversiblemente personalizados (FH 323).
juego interno de su cohesión serán inmensas. Es po- La idea teilhardiana del Punto Omega es extraor-
sible, pues, que mañana, como ayer y como hoy, dinariamente sugestiva. Teilhard ha obtenido todo el
esta energía pueda operar en sentido discordante. partido posible de su concepción teleológica de la
¿Sinergia que actúa mecánicamente bajo la fuerza evolución y nos ha presentado en un gran esfuerzo
bruta o sinergia en la simpatía? ¿El hombre, inten- de síntesis una especie de «prueba cosmológica» de
tando perfeccionarse colectivamente hacia sí mismo la existencia de Dios. Naturalmente el «punto de lle-
o personalmente hacia Otro más grande que él? ¿Re- gada» de esta argumentación depende del «punto de
cusación o aceptación del Omega? Puede nacer un partida». Y si este último es precisamente el «mundo
conflicto. En este caso, a lo largo y en virtud del de la evolución», no tiene nada de extraño que el
mismo proceso que la agrupa, la Ncosfera, llegada primero sea a su vez el «Dios de la evolución», es
a su punto de unificación, se disgregaría en dos zo- decir, Dios en su función de centro final del univer-
nas, atraídas respectivamente por dos polos antagó- so en movimiento. Al fin y al cabo, como nota el
nicos de adoración. El pensamiento jamás concluido P. De Lubac, es doctrina tomista que la razón hu-
en este mundo. El amor universal incapaz de vivi- mana no puede alcanzar a Dios en sí mismo, sino
ficar y de desatar finalmente, para consumarla, más sólo en relación con el mundo. Lo ha escrito el pro-
que una fracción de la Noosfera, la que se decidirá pio Teilhard: «Nadie puede penetrar en el interior
a dar el paso fuera de sí en el Otro. (FH 322). del Centro fuera de este Centro mismo».

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Pero, al entrar en esta nueva pista del Punto mismo que su concreción real se imponen sólo a su
Omega, ¿no habremos ya dejado de lado la visual espíritu a la luz de lo que la Revelación nos dice de
científica y fenomenológica de nuestra investigación? Cristo, como Principio y Fin del cosmos. Es, pues,
¿Nos hallamos ante una Ultrafísica o más bien ante en la Teología cristiana, donde las perspectivas tan
una Metafísica? Es muy posible que el razonamien- ambiguas como seductoras de Teilhard encuentran
to de Teilhard no convenza plenamente a los físicos finalmente el marco apropiado.
ni a los metafísicos: para los primeros prueba se-
guramente demasiado y para los segundos demasia-
do poco. En el fondo, la argumentación teilhardiana
depende de la convicción, estrictamente indemostra- EL CRISTO CÓSMICO
ble para la ciencia, de que el mundo se dirige hacia
una perfección ascendente e irreversible. No se trata El peligro más sutil de la evolución es que a veces
de ciencia, sino de creencia. Fe en el progreso. El adquiere una apariencia de salvación. Algunos espí-
propio Teilhard tenía conciencia de ese flanco débil ritus creen que el progreso del universo acabará por
de su razonamiento. Él está convencido que el aca- salvar al hombre. La ciencia y sus inventos bienhe-
bamiento de un universo en camino hacia una ma- chores arrinconarán definitivamente en las buhardi-
yor unidad consciente, implica la existencia de un llas, junto con los trastos viejos, la fe, el sacrificio y
Centro unificador, a la vez inmanente y trascendente, la necesidad de redención. Y no pienso sólo en el
en el que el punto de llegada de la evolución coinci- sueño marxista de un paraíso terrenal sin Dios. Exis-
da con el punto de partida, el Polo Alfa con el Polo te también una cierta religiosidad naturalista e in-
Omega. Pero sabe muy bien que la adhesión a esta tramundana. Es posible decir un «sí» al Dios Crea-
última Unidad es un acto muy complejo, una sín- dor, y un «no» al Dios Redentor. Esto es lo que
tesis intelectual, acompañada de una decisión perso- Farrel, el jesuíta americano de la Veía de armas de
nal, que se acerca en el plano del pensamiento a Diego Fabri, llama «el peligro de Dios», de un Dios
lo que en el plano religioso llamamos «fe». Más percibido por la ciencia en las magnificencias del
aún, Teilhard estaría de acuerdo en admitir, con uno universo, pero sin pasar por el Salvador y Redentor,
de sus mejores críticos, que la reflexión que le con- Jesucristo. «Parece que Cristo ya no sea aquel Per-
sonaje Supremo que estamos obligados a encontrar
duce al Punto Omega es una «extrapolación arries-
en nuestro camino hacia Dios... Edificamos direc-
gada». El mismo escribirá todavía un mes antes de
tamente un puente entre el hombre y Dios, sin que
su muerte: «Este Punto Omega en definitiva no se intervenga en él el Mediador... Parece que podamos
alcanza sino por extrapolación: permanece de natu- alcanzar a Dios sin El, sin divinizar su historia su-
raleza conjeturable y postulada». En una palabra, des- blime de amor, de sangre, de muerte y de Reden-
de el punto de vista de la ciencia la existencia del ción».
Punto Omega es para Teilhard una hipótesis, dotada,
eso sí, de una gran probabilidad. Su plena certeza lo Es evidente que un mundo sin Cristo es tan inso-

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portable como un mundo sin Dios. Mientras en el La concepción de Teilhard resulta del confronta-
mundo existan el dolor y el amor —y siempre lo miento de lo que conoce por la ciencia y de lo que
habrá en abundancia—, los hombres tendrán necesi- sabe por la fe. Como anota acertadamente Cuénot,
dad de Cristo y de su Redención. Pero no deja de el estudio de la evolución le ha mostrado al mundo
ser un mérito del pensamiento de Teilhard de Char- como una esfera que se busca un centro. La refle-
din el hecho de que, adelantándose a este peligro de xión sobre el Cristianismo le presenta a Cristo como
una religiosidad cósmica y acristiana, haya unido in- un centro que se busca una esfera. Nada de extraño,
destructiblemente su fe en Cristo con su creencia pues, que surja en su espíritu la tentación vehemen-
en el Universo. te de acercar esa esfera a ese centro. En este caso,
Efectivamente, la concepción teilhardiana de la el Punto Omega, la única hipótesis que en la mente
evolución es, en el fondo, una visión del universo de Teilhard garantizaba la racionabilidad y coheren-
en función de Cristo. En nuestro mundo concreto e cia del universo, alcanza su concreción y su plena
histórico corresponde a Cristo el lugar y la función realidad, al coincidir históricamente con el Dios cris-
del Punto Omega. Jesucristo, el «Cristo cósmico» de tiano. Si la Cosmogénesis conducía a la Antropogé-
San Pablo y de los Padres griegos, el «Cristo reves- nesis, ésta se dirige a la incorporación definitiva de
tido del mundo», Christus amictus mundo de la Sa- la humanidad en el Cuerpo místico de Cristo. La evo-
grada Liturgia, el «Cristo Pantocrator» de los mo- lución es en el fondo un proceso de cristificación.
saicos bizantinos y de nuestros viejos ábsides romá- Así, pues, el Cristianismo no tiene nada que temer
nicos, aparece en la visión de Teilhard en toda su del progreso de la ciencia. Mientras las demás reli-
magnificencia, como el Centro donde converge la giones han recibido de él un golpe mortal, el Cris-
evolución del universo. Teilhard de Chardin ha to- tianismo, por el mismo hecho de las nuevas dimen-
mado en serio la frase paulina de «recapitularlo» siones que el universo ha adquirido ante nuestros ojos,
todo en Cristo y ha hecho de ella el eje de su visión se descubre actualmente más vigoroso en sí mismo y
del mundo. Un universo cristocéntrico del que Cris- más necesario al mundo de lo que había sido nunca.
to es el Alpha y la Omega. Una concepción de la
evolución desde y para Cristo, en la que Teilhard Asustado un instante por la evolución, el cristiano
atisba proféticamente el mayor acontecimiento de se da cuenta ahora de que aquélla le aporta simple-
su vida. mente un magnífico medio de sentirse y de entre-
garse más a Dios... Si el mundo es convergente, y
El gran acontecimiento de mi vida habrá sido la si Cristo es su centro, entonces la Cristogénesis de
gradual identificación en el cielo de mi alma de dos San Pablo y San Juan no son ni más ni menos que
astros: el uno es el centro cósmico postulado por la prolongación a la vez esperada e inesperada de la
una evolución de tipo convergente; el otro se en- Noogénesis, en la qué, según nuestra experiencia,
cuentra en el Jesús de la fe cristiana {La materia del culmina la Cosmogénesis. Cristo se reviste orgánica-
universo, 1953). mente de la majestad de su creación. (FH 331).

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No exageremos sin embargo las perspectivas na- to, cuando, a cualquier grado de aproximación, mi-
turales de este Cristocentrismo cósmico. Cristo es el ramos adelante hacia un Polo superior de humaniza-
Punto Omega, pero también es más que el Punto ción y personalización. (Super-humanidad, 1943).
Omega. Fin natural y fin sobrenatural, convergen, Pues, en ninguna otra clase de cosmos y en nin-
pero no se confunden. Existe un texto de San Pa- gún otro tugar, ningún otro ser, por divino que fue-
blo que nos lo hará comprender, y que de hecho ra, podría ejercer la función de consolidación y vivi-
acapara la atención de Teilhard. «La creación en- ficación universal que el dogma cristiano reconoce
tera gime y sufre hasta hoy dolores como los del en Jesús. Cristo tiene, pues, necesidad de hallar en
parto...» (Rom. 8, 22). Teilhard concibe justamente el mundo una cima para su consumación, como tuvo
su obra como un estudio de las condiciones de ges- necesidad de hallar una Mujer para su concepción
tación y de maduración natural de la creación, que (Cómo creo yo, 1934).
la disponen para recibir la consumación sobrena-
tural. Sería un error contraponer el Cristo cósmico de
Teilhard de Chardin al Cristo histórico del Evan-
Por más vueltas que le demos, el universo no pue- gelio. Teilhard piensa por el contrario, que un Dios
de tener dos cabezas, no puede ser "bicéfalo". Por históricamente encarnado es el único que puede sa-
sobrenatural que sea, pues, en su término la opera- tisfacer, no solamente las normas inflexivas de un
ción sintetizante, reivindicada en el dogma para el universo en el que todo aparece por medio de naci-
Verbo encarnado, no podría realizarse en sentido con- miento, sino también las aspiraciones más inconte-
trario a la convergencia natural del mundo, de la nibles de nuestro espíritu. El Cristo eterno y prexis-
manera que hemos definido más arriba. Centro tente para quién y en quién todo fue creado, es tam-
universal "crístico" fijado por la Teología y centro bién el Cristo histórico que se hizo carne y con su
universal "cósmico" postulado por la Antropogéne- muerte triunfó de la muerte y del pecado, y el Cris-
sis: ambos focos coinciden al fin (o, al menos, se to resucitado y glorioso, cabeza de la humanidad
renovada, a la que prepara la llegada al hogar del
superponen) necesariamente en el horizonte histó-
Padre.
rico donde nos encontramos. Cristo no sería el único
motor, la única salida del universo, si el universo Es m á s : en la perspectiva unitaria de Teilhard no
pudiera, de la manera que fuese, incluso en un gra- solamente el Cristo cósmico enlaza con el Cristo his-
do inferior, agruparse fuera de Él. Es más: Cristo, tórico, sino que los tres misterios fundamentales de
se hallaría en apariencia en la incapacidad física de la Creación, la Encarnación y la Redención se inte-
centrar sobrenaturalmente el universo a su alrede- gran orgánicamente, hasta constituir la obra total
dor, si éste no hubiera ofrecido a la encarnación un de Dios en el tiempo. El mundo es creado en el
punto privilegiado en el que todas las fibras cósmi- Verbo. El Verbo se encarna para completar y per-
cas, por estructura natural, tienden a reunirse. Así, feccionar la creación. Por la Encarnación el Ver-
pues, de hecho, nuestros ojos se vuelven hacia Cris- bo asume el pecado y el dolor del mundo y entra

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en el camino redentor de la Cruz. Creación, Encar- superorganismo sobrenatural, del que Cristo es la
nación, Redención: tres misterios indisolublemente cabeza. El punto final de la evolución coincidirá de
ligados de hecho en la historia del mundo, pero que esta manera con la plenitud del Cristo místico. Real-
la Teología ha considerado de derecho como mutua- mente, como nos confiesa el propio Teilhard, su pen-
mente independientes. Dios podía, absolutamente, no samiento es «una Filosofía del universo concebida
haber creado. Podía crear sin encarnarse. Podía en- en función de la noción del Cuerpo místico».
carnarse sin haber hecho suyos el sufrimiento y las Después, sólo queda el gesto final de Cristo de po-
penalidades del mundo. Según Teilhard, en cambio, ner su Reino en las manos del Padre, para que Dios
Creación, Encarnación y Redención, se enlazan tan lo sea todo en todos. Otra vez el Punto Omega, pero
íntimamente entre sí, que el mundo se convierte en un nivel superior de convergencia. Es ya la uni-
esencialmente en una creación de Dios, en la cual dad definitiva, el «Pleroma» de que nos habla San
el Verbo se encarna y a la cual redime. Pablo. Dios, Centro de centros. Con esta visión im-
presionante culmina el dogma cristiano y también
No hay Dios (hasta un cierto punto) sin unión el pensamiento cósmico de Pedro Teilhard de
creadora. No hay Creación sin inmersión encarna- Chardin.
dora. No hay Encarnación sin compensación reden- Gabriel Marcel ha sintetizado su Filosofía de
tora. En una Metafísica de la unión los tres miste- la esperanza en el hermoso título de Homo viator.
rios fundamentales del Cristianismo se revelan como Siguiendo una sugerencia de Aloys Guggenberger, po-
las tres caras de un idéntico misterio de misterios, dríamos también compendiar la visión científica de
el de la Pteromización. Y entonces, surge una Cris- Teilhard en la fórmula paradójica Mundus viator, el
tología renovada como el eje, no ya únicamente his- mundo caminante hacia Dios, a la que la Teología de
tórico o jurídico, sino estructural de toda la Teo- la Encarnación asocia esta otra fórmula, tan invero-
logía. (Cómo creo yo, 1948). símil como verdadera, Deus viator, Dios que en Cris-
to responde a la esperanza cósmica caminando, a su
¿Y la consumación final? También Cristo será su vez, hacia el mundo. Mundus viator y Deus viator.
centro. Resucitado históricamente como Heredero de El ascenso del mundo coincide con el descenso de
la nueva humanidad, Cristo consumará un día la re- Dios. Las perspectivas cósmicas enlazan con las pers-
surrección de sus hermanos en la carne y miembros pectivas cristológicas. El «Hacia adelante» de la
de su Cuerpo místico. Teilhard de Chardin vivió cara creencia humana en un progreso espiritualizado ar-
a Jesús resucitado y a esa futura resurrección. No moniza con el «Hacia arriba» de la fe cristiana en
tiene, pues, nada de extraño, que viera en el fin del un Dios trascendente y encarnado, creador y santi-
mundo, más que el aspecto negativo y doloroso —los ficador del universo. He aquí realizada la misión de
dolores del parto son condición de fecundidad—, el Teilhard de «operar la conjunción de los dos astros»
día del nacimiento y de la cosecha, en que la huma- que brillaban en el cielo de su espíritu. He aquí, con
nidad vivificada se incorporará definitivamente al todo el atrictivo de un continente recién descubier-

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to, aquellas «Indias» inaccesibles y maravillosas que de la humanidad, estructurada en torno de una es-
le atraían desde su juventud con preferencia a las pecie de superorganismo colectivo, con el Punto Ome-
de San Francisco Xavier. Es la gran ilusión de una ga trascendente? La historia cristiana de salvación
vida que al fin ha florecido. se nos mostrará de modo semejante, aunque en un
orden superior, como una ascensión hacia la autén-
Para el humanismo cristiano, fiel en esto a la más tica conciencia y la libertad del espíritu y, finalmen-
segura teología de la Encarnación, no existe actual te, hacia Ja unión de Ja humanidad renovada con
independencia ni discordancia, sino subordinación el Cristo glorioso y resucitado, en aquel misterioso
coherente, entre la génesis de la humanidad en el superorganismo sobrenatural que llamamos Cuerpo
mundo y la génesis de Cristo, por su Iglesia, en la místico. La coincidencia es sorprendente. Tan sor-
humanidad. Inevitablemente, por estructura, los dos prendente que Teilhard de Chardin puede cerrar con
procesos están ligados, el uno (el segundo) requiere razón sus reflexiones sobre lo que él llama el «fe-
al otro como una materia sobre la que se asienta nómeno cristiano» con estas serias palabras:
para sobreanimarla. Desde esta perspectiva, la con-
centración progresiva experimental, del pensamien-
to humano en una conciencia cada vez más despier- A la vista de tanta perfección en la coincidencia,
ta de sus destinos unitarios, es enteramente respeta- si yo no fuese cristiano, sino un mero hombre de
da. Pero en el lugar del vago centro de convergencia, ciencia, creo que me propondría la pregunta.
requerido como término de esta evolución, aparece y (FH 332).
se instala la realidad personal y definida del Verbo
encarnado, en quien todo tiene su consistencia. Sin embargo, a pesar de un conjunto tan impre-
La vida para el hombre. El hombre para Cristo. sionante, la fidelidad a la verdad cristiana exige una
Cristo para Dios. (Av H 50-51). serie de precisiones y puntualizaciones. La concepción
teilhardiana del Cristo cósmico es muy rica, pero sus-
ceptible al mismo tiempo de peligrosas interpretacio-
nes. Es cierto que por la Encarnación Cristo se unió
Sí Y NO al cosmos, entró a formar parte de su historia milena-
ria y asumió, santificándola, una fracción de su ma-
No puede negarse que con su Cristocentrismo cós- teria para no abandonarla ya nunca. Es también
mico Teilhard de Chardin nos ofrece una síntesis cierto que el conjunto de todos los hombres que go-
tan grandiosa como sugestiva. La ciencia se abraza zan de la vida divina de la gracia pertenecen de
con la fe. La historia del mundo es continuada por algún modo al Cuerpo místico de Cristo que, esboza-
la historia cristiana. ¿La historia de la evolución se do a lo largo de la historia, se consumará en su tér-
nos ha manifestado como u n proceso hacia la con- mino, cuando los miembros, unidos definitivamente
ciencia y la libertad y, finalmente, hacia la unión con la Cabeza, formen el Cristo total y sean, según

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una expresiva fórmula de San Agustín: Unhs Chris-
íus videns Deum, «un solo Cristo viendo a Dios». na, con el Dios de la Revelación que se nos ha mos-
Pero sería falso entender el Cristocentrismo cósmi- trado en Cristo, realizando el movimiento inverso de
fco de Teilhard en el sentido de un «Pancristianis- ir al encuentro del hombre para elevarlo hasta Él.
¡rao», que concibiese el universo como una especie La actitud de Teilhard es a este respecto mucho más
de cuerpo en el que el Verbo se encarnó. ¡No! La compleja. Se trata en su pensamiento de dos movi-
Encarnación pertenece exclusivamente a la humani- mientos convergentes, pero de naturaleza y dirección
opuestas. AI «ascenso» natural del mundo corres-
dad de Jesús. Es cierto que el mundo fue por ella
ponde el «descenso» gratuito de Dios. El primero
santificado, pero ni constituye una encarnación ma-
nos consta por una larga reflexión cosmológica y an-
yor, ni forma parte propiamente del Cuerpo Místico.
tropológica, realizada exclusivamente sobre los datos
Teilhard .áer Chardin lo ^entendía seguramente así,
de la ciencia. El segundo nos es únicamente cono-
aunqiie, llevado de su vuelo poético y abrasado de
cido por el testimonio de la Revelación cristiana. La
fervor místico, empleév mas de tina vez fórmulas
clara distinción de estas dos series, tanto en el or-
ambigua^-3rperturbadora\ De man- :ra parecida serial den de la realidad como del conocimiento, pone su-
tambiéja erróneo interpretar í«nati raímente» la in- ficientemente a salvo el carácter estrictamente so-
sistencia de Teilhard e n recalcar la realidad, por brenatural y gratuito de la Autodonación de Dios en
decirlo así, física y b iológila del Cuerpo místico Jesucristo. Si la explicación del fenómeno humano le
en <Vez de entenderlo «sobrenatural nente» como co- ha llevado a afirmar que el movimiento de la crea-
rresponde a un supero ganismo real, en el que los ción se dirige hacia su Creador, Teilhard h a compren-
lazos que vinculan a Jos miembros cbn la Cabeza son dido al mismo tiempo a la luz de la Encarnación
auténticamente vitales, pero no del \orden de la na- que el Don de Dios supera absolutamente todo lo
turaleza, sino de la graaia. que el hombre podía desear. Aquel que libremente
Se ha acusado al petsamientffl teológico de Teil-l se dio, es a la vez supremamente diferente y pro-
hard que naturaliza lo sV)brei)aUiral, Hasta convertir! fundamente idéntico a Aquel que la creación es-
a la 'gracia en culminación del/procesa evolutivo de] peraba. Teilhard, pues, se esfuerza por conservar el
la naturaleza. A mi entender//sería ingenuo pensar! equilibrio entre la trascendencia necesaria de la so-
que el;' P. Teilhard haya d o d i / o cometar tan simple- brenaturaleza y su indispensable inmanencia a la na-
mente/un error tan grave W lííanrffiesto.fel sabía muy turaleza. Si de algo hay que acusarle es de que, de
bien que los dos órdenes)>leia fiaturpleza y de la acuerdo con la orientación de su pensamiento, busca
gracia no se confunden ¿ntresfs-^a—sefererrsturaleza tan obstinadamente en la naturaleza las dimensio-
procede de una donación gratuita de Dios, que la nes que la preparan y disponen a la elevación sobre-
naturaleza no puede «ücanzar por sí misma, ni, si- natural, que corre el riesgo de inclinar demasiado
quiera postular o exigir. Sería, pues, absolutamente la balanza hacia el lado naturaL y de aminorar así
falso identijioao-sín más el Punto Omega, hacia el la absoluta originalidad de lo sobrenatural.
que * ^ d i r i g e el movimiento de la evolución huma- De muy diversa importancia y peligrosidad son las

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ideas de Teilhard sobre la relación originaria entre Cl. Tresmontant, el jesuíta francés iniciaría un ca-
Creación, Encarnación y Redención. ¿De qué rela- mino atractivo pero fatal —un camino hollado ya
ción se trata? Si ha de ser algo más que una pura por los gnósticos y, más recientemente, por Schel-
relación de hecho, ¿será, pues, una relación de de- ling— que, de seguirlo hasta el fin, le conduciría a
recho? ¿Habrá en Dios, considerado no en la pleni- una especie de Metafísica necesitante y panteizante,
tud de su ser, sino de su acto de unión, una cierta que contradice la intención más esencial de su obra.
necesidad de crear, encarnarse y redimir? Algún pa- Afortunadamente tales pasajes parecen ser bastante
saje de obras, todavía inéditas, podría confirmar esta periféricos y suficientemente opuestos al resto de su
sospecha. pensamiento, para que sus expresiones más turba-
doras no puedan interpretarse razonablemente, como
En un régimen de Cosmogénesis convergente, crear, ha hecho el P. De Lubac, como «fórmulas aberran-
para Dios, es unir. Pues bien, unir es inmergirse. In- tes», incapaces de derrumbar lo que el propio Teil-
mergirse (en la pluralidad) es corposculizarse. hard con tanto esfuerzo ha edificado. Por lo demás,
Y corposculizarse en un mundo, cuyo encauzamien- el intento de Teilhard de ligar estructuralmente en-
to comporta estadísticamente desorden y mecánica- tre sí, salva siempre la libertad y gratuidad de las
mente esfuerzo, es introducirse, para superarlos, en intervenciones divinas, las tres operaciones de Dios
la culpa y el dolor... Dios no puede aparecer (anti- ad extra, no es de por sí inmediatamente condena-
cipadamente) como el primer Motor, sin encarnarse ble. En nuestro orden concreto e histórico no hay
y redimir, es decir, sin cristificarse ante nuestros Creación sin Encarnación y Redención. Y si Dios
ojos. (Cómo veo yo, 1948). en este orden las h a enlazado entre sí, es que, como
Creación, Encarnación, Redención, aun señalando piensa el P. R. Leys, en este orden eran necesarias
cada una de ellas un grado de más en la gratuidad a sus fines, necesarias no p a r a Él, sino para nosotros.
de la operación divina, ¿no serán con todo tres ac- Dios es ciertamente infinitamente generoso, pero es
tos indisolublemente ligados en la aparición del ser también infinitamente sabio. En consecuencia, la
participado? (El alma del mundo, 1918). sana razón nos lleva a pensar, al ver sus obras, que
éstas fueron justamente lo que convenía. Tal vez
Es difícil determinar claramente el sentido exacto desde esta perspectiva concreta e histórica, no a
de tales pasajes. Alguno de ellos se encuentra en priori, sino a posteriori, el esfuerzo de Teilhard, pres-
trabajos escritos a vuela pluma y que tal vez ni el cindiendo de su éxito, aparecerá teológicamente
mismo autor mandó transcribir. Su lectura, hay que como más comprensible y, por supuesto, menos he-
confesarlo, produce al teólogo, a primera vista, ex- terodoxo.
trañeza y desazón, pues Teilhard parece relacionar Efectivamente, por lo que toca a la relación en-
en ellos demasiado íntimamente a Dios con su ac- tre Dios y la creación, Teilhard ha expresado a lo
ción creadora y su encarnación redentora. De ser largo de su obra, con una claridad que no deja lu-
así, como ha indicado un crítico tan benévolo como gar a dudas, su fe en un Dios trascendente al mun-

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do. Mas en concreto: un Dios que se basta a sí mis- ción». Dios ha creado el mundo en vistas a la
mo y un mundo insuficiente, cuya existencia es con- Encarnación de su Hijo. En una «primera intención»
secuente a la libre elección del Creador. Es cierto divina el cosmos está ordenado desde el principio
que, seducido por una «Metafísica de la unión», re- al Dios-Hombre, como primer ejemplar de toda la
petirá en más de una ocasión que crear es unir. Pero creación y revelación suprema de Dios en el mun-
con ello no quiere de ningún modo indicar que al do. En este sentido, aun en el caso de que el hombre
comienzo de la creación lo múltiple coexistiese al no hubiera pecado, el Verbo se hubiera encarnado.
lado del Uno —el propio Teilhard afirma tajantemen- La previsión del primer pecado y la consiguiente
te que al principio «Dios estaba bien solo»—, sino caída histórica dé la humanidad, introduce una «se-
únicamente que, mirado desde nuestra perspectiva gunda intención» en el plan de Dios: la Encarnación
de Cosmogénesis en cualquier momento del tiem- se hará por el camino de la Redención. Cristo, pri-
po, el proceso creador es un proceso de unificación. mogénito de toda la creación, será también con su
Y en este sentido, como indica el P. De Lubac, tan pasión y muerte, redentor del pecado y de la muerte
verdadera es esta fórmula: «crear es unir», como y, de este modo, mediador entre Dios y los hombres
su contraria: en el límite o, en frase del propio Teil- e instaurador de una humanidad y una creación re-
hard, en aquella distancia infinita del Omega, en la novadas, que por su medio han de volver al Padre.
que no había nada, «unir es propiamente crear». Por Teilhard de Chardin se coloca plenamente en esta
lo demás, conviene recordar en materia tan difícil línea cristocéntrica, que, en el fondo, se remonta al
y delicada que, ultra de la dificultad del problema, mismo Nuevo Testamento. Su interés por asignar a
el mismo P. Tielhard reconoce la insuficiencia de sus Cristo en el seno del universo una función no me-
soluciones. ramente soteriológica, sino incluso ontológica y cós-
Al relacionar Creación y Encarnación, Teilhard de mica, tiene una buena base bíblica en la Cristología
Chardin pisa una senda mucho más segura, seguida de San Juan y de San Pablo, en la que la acción
ya con anterioridad por la escuela franciscana. N. M. redentora del Hijo de Dios encarnado no puede se-
Wildiers ha estudiado particularmente esta cuestión pararse de su acción creadora. Y así, si en San Juan
y no duda en afirmar que la Cristología del P. Teil- el Verbo que se hace carne es el mismo por quien
hard rejuvenece la tesis franciscana del primado de todas las cosas fueron hechas (Joan, 1, 3 ss.), en San
Cristo sobre el universo, al transportarla del cosmos Pablo el Cristo redentor que reconcilia todas las co-
estático medieval al dinámico moderno. En efecto, sas con la sangre de su cruz es el mismo Primogénito
la escuela franciscana desde Ramón Llull y Duns de toda la creación, por quien y para quien todas
Scoto se h a esforzado siempre en comprender la las cosas fueron creadas, en quien todas tienen su
creación a la luz de la Encarnación. A la postura to- consistencia y en quien todas han de ser recapitula-
mista, expresada escuetamente en esta fórmula: «En- das (Col. 1, 15 ss. y EL 1, 10).
carnación para la Redención», la corriente francis- Un aspecto queda, con todo, en Teilhard demasia-
cana opone esta otra: «Creación para la Encarna- do en la sombra: el sentido profundamente humano

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y trágico de la Redención. No me refiero con ello optimistas, que desde el punto de vista de la fe cris-
a ciertos intentos arriesgados de considerar el pe- tiana la historia de la humanidad, si vista desde Dios
cado original desde un punto de vista más bien co- es una «historia de salvación», vista desde el hombre
lectivo que individual. La precariedad de tales ten- es una «historia del pecado». Por lo mismo n o hay
tativas, de origen enteramente circunstancial y en- otra seguridad para el hombre individual como para
sayístico, la reconoció el mismo Teilhard, al consi- la humanidad de alcanzar su meta trascendente, que
derarlas «orientaciones aproximadas, seguramente la certeza de que en Cristo Jesús y por obra de su
inviables tales cuales». Tampoco pienso en cierta in- Redención el amor misericordioso de Dios ha triun-
clinación excesiva por relacionar el problema del mal fado ya sobre nuestros pecados. Pues, en definitiva,
—el dolor y la culpa— con el mecanismo de una sólo desde la seguridad de que la gracia de Dios
creación en devenir, para la que la tendencia a la se h a revelado en Cristo, podemos y debemos estar
unión lleva necesariamente consigo el riesgo de la seguros de que para Dios no somos objeto de odio,
desunión. Tales explicaciones se mueven seguramen- sino de amor.
te en la línea de la posibilidad del mal y no impi- El Cristianismo es profundamente dialéctico. No
den a su autor reconocer explícitamente la realidad es posible acentuar u n aspecto sin dar la impresión
moral y teológica del pecado con todas sus conse- de desvirtuar su contrario. No podemos exigir de un
cuencias, incluso la de la eterna condenación, es de- pensador que sea a la vez u n Agustín y u n Tomás
cir, para Teilhard, la segregación del Pleroma y el de Aquino. ¿Tendremos, pues, el derecho de pedir
rechazo fuera del Amor. ¡No! Teilhard cuenta ple- a Teilhard que sea al mismo tiempo un Pascal? Sin
namente con la realidad del pecado e, incluso en embargo, y aun admitiendo con el P. De Lubac que
una obra de carácter científico y fenomenológico el tan cacareado optimismo de Teilhard es en el
como El Fenómeno humano, nos habla de la posibi- fondo una victoria de aquella fe que vence al mun-
lidad de que la humanidad futura rehuse acceder a do, la trágica seriedad de un Pascal daría mayor hon-
la llamada de Dios. Sólo que este riesgo lo coloca dura humana y teológica a su visión del mundo. En
en el porvenir y no insiste suficientemente en el he- su universo falta algo de lo que en otros sobra: la
cho de que, desde el momento en que la unión con dimensión de la angustia. Una angustia que culmina
el Centro trascendente se hace por amor, el individuo en la esperanza. Una angustia que, al poner al des-
y la humanidad están expuestos en todo tiempo al nudo la flaqueza humana, se convierte en un himno
peligro mortal de extraviarse. Es verdad que la pers- de triunfo a la fuerza de Dios.
pectiva en que Teilhard se coloca a este respecto no
es todavía la teológica. Pero no puede negarse que
en su obra falta una mayor profundización en los
aspectos negativos y menos luminosos del universo y EL MEDIO DIVINO
de la historia humana. Y quede en claro también,
para evitar interpretaciones erróneas por demasiado «Ya no queremos ir al Reino de los cielos. Nos
hemos hecho hombres y queremos el Reino de la

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tierra...» Estas palabras de Nietzsche —terriblemen- pues de muchos siglos de clericalismo predominan-
te actuales después de medio siglo— nos sitúan ante te, haya sonado de nuevo la hora de los laicos. Pero
un problema tan serio como urgente. Es cierto que el cisma, iniciado hace años, entre las aspiraciones
desde que Nietzsche, Feuerbach y Marx lanzaron sus más legítimas del mundo y las exigencias de un fal-
acusaciones contra el Cristianismo, han soplado vien- so cristianismo, aún pesa sobre muchos espíritus.
tos renovadores en la vieja casa de la cristiandad.
Sin embargo, el cristianismo de muchos cristianos Sin embargo, es indudable que por alguna razón
sigue pareciendo a los mejores de entre los paganos oscura, hay algo que no "acaba de marchar" en la
una bebida mórbida y adormecedora, una mística forma de presentar a Dios al hombre de nuestro tiem-
antiterrena e inhumana. Teilhard se ha hecho eco po. Es como si el hombre no poseyera exactamente
de sus dicterios. El Cristianismo, piensan, es malo la imagen del Dios que quiere adorar... De ahí por
o inferior, porque no conduce a sus adeptos más doquier a nuestro alrededor —a pesar de ciertos
allá sino fuera o al margen de la humanidad. Los síntomas decisivos, pero todavía subterráneos, de re-
aisla en vez de fundirlos en la masa. Los desintere- nacimiento— esta impresión obsesiva de un ateísmo
sa en vez de aplicarlos a la tarea comunitaria. No irresistiblemente ascendente, o más específicamente
los exalta, sino que los menoscaba y los falsea... todavía, de una ascendente e irresistible descristiani-
Cuando uno de ellos trabaja con nosotros, siempre zación. (Av H 339).
tenemos la impresión de que lo hace sin sinceridad
y por condescendencia, si no es únicamente para de- Un espíritu tan grande como el de Teilhard tenia
mostrarnos que los cristianos no son los más necios que sufrir forzosamente ante tamaño problema. No
de los humanos. Parece entregarse. Pero, en el fon- es extraño, pues, que esta antinomia aparente entre
do, no cree verdaderamente en el esfuerzo humano. Cristo y el mundo se convirtiera para él en una ver-
Su corazón ya no está entre nosotros. El Cristianis- dadera obsesión.
mo crea desertores y falsos hermanos: esto es lo
que no podríamos perdonarle. Pues, al fin y al cabo, para ser cristianos, ¿debe-
Dejemos aparte lo que hay de verdad y de exa- remos renunciar a ser humanos en el sentido más
geración en tales acusaciones. Quizá se trata sola- amplio y profundo de la palabra, áspera y apasio-
mente de una caricatura que creyentes e incrédulos nadamente humanos? Para seguir a Jesús y tener
confunden con la verdadera doctrina de Cristo. Pero acceso a su Cuerpo celestial, ¿deberemos rechazar la
es un hecho innegable que estos vituperios se cuchi- esperanza de palpar y preparar algo de absoluto,
chean a nuestro alrededor y que los cristianos, cons- siempre que a costa de nuestro trabajo domestique-
ciente o inconscientemente, tenemos algo que ver mos un poco más de determinismo, conquistemos
con ellos. Es cierto que la Iglesia realiza hoy día un poco más de verdad y realicemos un poco más de
esfuerzos gigantescos para arraigar a Cristo en el progreso? Para permanecer unidos a Cristo, ¿debere-
centro del mundo. Es más: parece incluso que, des- mos desinteresarnos de la marcha propia de este eos-

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tilos embriagador y cruel, que nos arrastra y se ilu- so ante un dilema mal planteado? Y, en tal caso, ¿no
mina en cada una de nuestras conciencias? Y esta re- le será posible al cristiano, sin realizar ninguna con-
cesión a la naturaleza, sino por sed de mayor per-
nuncia, ¿no correría el riesgo de convertir a quienes
fección, conciliar al amor de Dios y el amor del mun-
lo intentaran en una cuadrilla de mutilados, tibios
do, el esfuerzo ascético de renuncia y el esfuerzo
y débiles? He aquí el problema vital, en el que cho- humano de desarrollo?
can entre sí en todo corazón cristiano ta Je divina
que sostiene y la pasión terrena, savia de todo es- ¡Quién nos dirá, pues, lo que a veces invencible-
mente nos estremece a la vista de la tierra o del
fuerzo humano. (La vida cósmica, 1916).
mar o del vasto pasado, como en la vecindad de una
presencia beatificante que se esconde...! ¡Quién lo-
No podemos acusar a Teilhard de falta de since- grará operar la bienaventurada unión entre esta lla-
ridad. Al contrario, él presentó el problema cruda- mada oscura, tan hondamente arraigada en el co-
mente, incluso demasiado crudamente. Las perspec- razón de todo hombre digno de este nombre, y la vo-
tivas del reino de Dios, ¿no alteran necesariamente el cación de un Dios personal! (GP 205).
valor y el equilibrio de nuestra actividad terrena? El
creyente en el Cielo y en la Cruz, ¿podrá permane- El camino está, pues, a la vista. Y fue misión de
Teilhard arriesgarse por él hasta encontrar una so-
cer auténticamente fiel a la vida y a la tierra? Re-
lución para él y para nosotros. Antes, sin embargo,
cordemos el grito blasfemo de un Nietzsche: «El
tuvo que entrar profundamente en el problema y
Dios de la Cruz es una maldición contra la vida... convertirlo, por así decirlo, en parte integrante de
¿Me habéis entendido? ¡Dionisios contra el Cruci- su propia vida. Pues sólo el que ha vivido en su
ficado!» espíritu la tesis y la antitesis es capaz de realizar
El dilema es trágico... ¿Y la solución? El conflic- válidamente síntesis.
to suele acabar de ordinario de las tres maneras
siguientes: o el cristiano, reprimiendo su gusto por La lucha se inició muy pronto en su alma y al-
canzó la máxima intensidad durante los primeros
la tierra, se esfuerza en vivir sólo para el cielo; o,
años de su vida religiosa. Llevado por su ideal «so-
cansado de luchar, se decide al fin a emprender lo
brenatural», Teilhard pensó incluso en renunciar pa-
que le parece una vida humana auténtica; o —es el ra siempre a las ciencias «naturales», de las cuales,
caso más frecuente— renuncia a comprender total- sin embargo, era un gran apasionado. Si entonces no
mente a Dios, y enteramente a las cosas e, imperfec- se «desvió», lo debió al sentido auténticamente hu-
to a sus propios ojos, insincero ante los del próji- mano y cristiano de su director espiritual, de quien
mo, lleva una vida doble, dividida entre Dios y el siempre recibió como respuesta a su lucha interior,
mundo. Las tres salidas —porque, lo que se llama que el Dios de la Cruz esperaba tanto la expansión
una solución, no lo son— son catastróficas, tanto natural de su ser como su santificación, sin indicar-
para el hombre como para el cristiano. le con todo el cómo y el porqué. Sin embargo, bas-
¿No habrá, pues, una verdadera salida? ¿Una au- taba con esto. Teilhard sostendría firmemente dcs-
téntica solución? O mejor, ¿no nos hallaremos aca-
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de este momento ambos extremos de la cuerda, y no hagáis de palabra o de obra, nos dice San Pablo, ha-
se detendría hasta enlazarlos. cedlo todo en nombre del Señor Jesucristo, dando
De esta honda vivencia nació la espiritualidad de gracias a Dios y al Padre por medio de Él» (Colos. 3,
Teilhard de Chardin. En ella debemos ver ante todo 17). Toda acción humana sea del orden que sea, con
el testimonio de una vida consagrada, íntegramente tal que sea honesta, se convierte para el cristiano,
y sin divisiones, a Dios y al mundo. Quizás sea este que vive su condición de hijo de Dios y miembro de
testimonio el legado más valioso que Teilhard nos Cristo, en algo tan sagrado como una acción de gra-
ha dejado. Es su fórmula de santidad, su visión per- cias.
sonal del Cristianismo. Un cristianismo afirmativo y
encarnado, que no teme al mundo, porque ha vis- En virtud de la Creación, y, más aún, de la En-
lumbrado en él la presencia de Dios y la acción san- carnación, nada es profano en este mundo para
tificadora de Cristo. El mundo como una atmósfera quien sabe ver. Al contrario, todo es sagrado para
divina que nos rodea. La diafanía de Dios. ¡ El me- el que sabe distinguir en cada criatura la parcela
dio divino! de ser elegido, sometida a la atracción de Cristo en
camino de consumación (MD 56).
Efectivamente: si es cierto que la Creación no está
terminada todavía, sino que se realiza de una ma-
EL VALOR DIVINO DE LO HUMANO nera más hermosa que nunca a nuestro alrededor,
mediante nuestra acción en el mundo y por el mun-
He aquí el título de una conocida obra de Jesús do colaboramos con la potencia creadora de Dios;
Urteaga, que nos viene como anillo al dedo para en- coincidimos con ella, nos volvemos, por decirlo así,
cabezar la espiritualidad de Teilhard de Chardin. Lo su instrumento y su prolongación. Este contacto es
humano, nuestra vida de cada día con su alegría y continuo, puesto que siempre obramos. Y mientras
su dolor, su tensión y su juego, su sorpresa y su no pongamos límites a nuestra fidelidad y a la rec-
enojo, sin dejar de ser humana puede alcanzar un titud de nuestra intención, unida nuestra voluntad
valor divino. La componen dos mitades esenciales. con la divina, nos ponemos en contacto en cierta
De una parte, el dominio de la actividad, del esfuer- manera, por nuestro corazón, con el corazón de Dios.
zo, del desarrollo. De otra, la pasividad, el sufri- Y al mismo tiempo, si es cierto que Cristo es el
miento, la renuncia. Ambas pueden y deben ser san- centro y el término de un universo en movimiento,
tificadas. Ambas pueden y deben colaborar en la nuestra acción contribuye también a completar el
realización del gran ideal espiritual de Teilhard: la mundo in Christo Jesu. Mediante cada una de nues-
divinización del mundo en Jesucristo. tras obras colaboramos, atómicamente pero realmen-
Consideremos, previamente, la dimensión de la ac- te, en la prolongación del Cuerpo místico, en la
tividad. Cristianamente hablando, no hay nada tan aportación de un poco más de plenitud al Cristo
cierto como su posible santificación. «Todo lo que cósmico.

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¿Comprendemos ahora el hondo sentido cristiano magnífica responsabilidad, ni la espléndida ambición
de la acción en el mundo? Nuestro trabajo de cada de nuestro desarrollo. Non minuit sed sacravit. Eso
día, en la fábrica, el taller, el laboratorio o el cuarto sí: este desarollo no se realizará en nosotros sin
de estudio, no es ya solamente un medio de ganar un cierto distanciamientol. Es Dios, únicamente
nuestro pan, sino también una forma de adoración. Dios a quien buscamos en las criaturas. Nuestro in-
«La verdadera forma de adoración, escribe hermosa- terés reside realmente en las cosas, pero en depen-
mente Teilhard en una de sus cartas, lo empiezo a dencia de la presencia de Dios en ellas. Y así, noso-
comprender, es la investigación.» ¡Qué perspectivas tros, cristianos, somos los más afortunados de los
de acción cristiana para nuestra época técnica! Es hombres, ya que a lo largo de nuestra acción ca-
algo así como una iglesia invisible, que se levanta duca colaboramos con algo definitivo, la propia obra
en medio de la ciudad ruidosa... Teilhard sueña en de Dios.
los futuros constructores de esta iglesia. Serán unos
hombres nuevos. Profundamente cristianos y total- Me parece que es una obligación -fundamental para
mente humanos, hermanarán y exaltarán, en un ges- el hombre sacar de sí mismo y de la tierra todo
to sintético de adoración, el deseo apasionado de lo que ella puede dar; y esta obligación es tanto
conquistar el mundo y el anhelo absoluto de unirse más acuciante, cuanto más ignoramos en absoluto
a Dios. qué límites, acaso muy lejanos todavía, Dios ha
¿Qué queda, ahora, de la acusación de deser- puesto a nuestro conocimiento y a nuestras fuerzas
tores que nos lanzaban los incrédulos? La respues- naturales. Crecer y realizarse lo más posible, tal es
ta de Teilhard no puede ser ni más justa ni más la ley inmanente al se?. No puedo creer que, al abrir-
vehemente. ¿Nosotros, desertores? ¿Nosotros, desde- nos perspectivas hacia una vida más divina, Dios nos
ñosos del trabajo humano? ¡Cuan poco nos cono- haya dispensado por lo mismo de proseguir, aun en
céis! Vosotros, en la lucha por el mundo, sólo con- su plano natural, la obra de la creación. Me parece
sideráis en juego el éxito o el fracaso del hombre. que sería "tentarle" dejar andar al mundo a su paso,
Para nosotros está en juego, en cierto sentido, el sin esforzarse por dominarlo mejor y comprenderlo
triunfo de Dios. En nombre de nuestra fe, tenemos mejor (GP 161).
el derecho y el deber de apasionarnos por las cosas ¿Por qué, pues, hombres de poca fe, el temor o
de la tierra. ¿Homo surri? ¡Plus et ego! Como voso- el enojo ante el progreso del mundo? ¿Por qué mul-
tros, e incluso más que vosotros —ya que sólo no- tiplicar imprudentemente las profecías y las prohi-
sotros podemos prolongar hasta lo infinito las pers- biciones'? "No vayáis por ahí...; no lo intentéis...;
pectivas de nuestro esfuerzo—, queremos entregamos todo es sabido: la tierra está vieja y vacía y no hay
en cuerpo y alma al sagrado deber de la investiga- ya nada a encontrar".
ción. Sondeemos todos los muros e intentemos todos ¡Ensayarlo todo para Cristo! ¡Esperarlo todo para
los caminos. Escrutemos todos los abismos. Dios lo Cristo! (Nihil intentatum.! He aquí precisamente la.
quiere. Dios encarnado no ha venido a reducir la verdadera actitud cristiana. Divinizar no es destruir,

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antes bien sobrecrear. Jamás sabremos suficiente- santa Cruz es precisamente el camino del esfuerzo
mente lo que la encarnación espera todavía de las y el sufrimiento humano sobrenaturalmente prolon-
fuerzas del mundo. Jamás esperamos suficiente- gado y rectificado. La Cruz no es algo inhumano,
mente de la unidad humana creciente (MD 20). sino suprahumano. Ella se erguía, desde siempre, en
la cima del camino que lleva a la humanidad pere-
Queda todavía la otra mitad de nuestra vida: la grina a las alturas más elevadas de la creación. Aho-
pasión, la disminución, el dolor, y como resumen ra la Cruz no está desnuda, sino revestida de Cristo.
de todo nuestro proceso de pasividad, la muerte. Crux iniuncta. Para el cristiano no es cuestión de
¿Cuál ha de ser, frente a esta vía dolorosa, la ac- desvanecerse en la sombra, sino de levantarse hacia
titud del cristiano? Ante todo, la resistencia y la lu- la luz de la Cruz.
cha. Hay que luchar primeramente con Dios contra Acción y pasión, esfuerzo y renuncia, se armoni-
el mal. Ünicamente después, si la lucha termina con zan, pues, en la doctrina espiritual de Teilhard de
la derrota —y más de una vez acabará así— vendrá Chardin. Pues, si es cierto que se debe laborar in-
el momento de la resignación. Pero no la resignación cansablemente por el propio desarrollo y el del mun-
estoica o desesperanzada del pagano, sino la resig- do, también es cierto que ambos n o se consuman
nación serena y confiada del auténtico cristiano. La
sino por el camino de la noche mística, de la muer-
comunión en el dolor y la muerte con Dios y su Cris-
te, de la cruz, es decir, del sacrificio radical del egoís-
to. Comunión que transfigura y da vida eterna.
mo. Es, pues, inútil preguntarse, por la supremacía
El árbol sagrado de la Cruz arraiga así necesaria- de la acción o la pasión, la entrega o el distancia-
mente en toda vida humana y cristiana. Porque la miento en la vida cristiana.
Cruz es, de una manera general, la doctrina a la
que se adhiere todo hombre persuadido de que, en- ¿Por qué separar y oponer dos fases naturales de
tre la inmensa agitación cósmica y humana, hay
un mismo esfuerzo? Vuestro deber y vuestro deseo
una salida, y que este camino sube. Para el cristia-
esenciales consisten en uniros a Dios. Pero, para uni-
no la Cruz significa, además, la revelación del gran
ros, es preciso que antes seáis íntegramente vosotros
misterio del pecado y del dolor; el descubrimiento
mismos. Pues bien, desarrollad primero vuestra per-
de la realidad apasionante e insondable de Cristo,
sonalidad, tomad posesión del mundo para ser. Y
Señor de la creación, que acepta, para redimirlo, el
después renunciaos, aceptad vuestra disminución pa-
sufrimiento y la culpa del m u n d o ; la seguridad de
que la auténtica felicidad no se halla en este mundo, ra ser para el Otro. He aquí el único y doble pre-
sino más allá de nosotros mismos y de cuanto nos cepto de la ascética cristiana completa (MD 106).
rodea. La comprensión del sentido de la Cruz no nos
hará tristes ni tibios frente a la vida, sino al con- Evidentemente, no se t r a t a de una prioridad de
trario, serenamente corajudos y atentos a la vez a tiempo, sino de naturaleza. Acción y pasión, creci-
su incomprensible seriedad. El camino real de la miento y disminución forman u n doble movimiento,
presente siempre en cada existencia cristiana. Su
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combinación concreta es muy variada y extraordina-
riamente delicada, porque hay que guardarse siem- movemos, un medio divinizado por la Encarnación,
pre de la ilusión de buscarse egoístamente a sí mis- divinizante por la comunión, divinizable por nuestra
mo, bajo el pretexto de realizarse y crecer en Dios. cooperación...
Sin embargo, es bien cierto que en la Iglesia y A aquellos a quienes deslumhra la nobleza del es-
en la vida hay diversas vocaciones: hay un Santo fuerzo humano, yo quiero afirmarles en nombre de
Tomás de Aquino y un San Juan de la Cruz. Cristo, que el trabajo de los hombres es sagrado,
También hay un tiempo para crecer y un tiem- sagrado por la voluntad que él somete a Dios y sa-
po para disminuir. Tan pronto domina el desarrollo grado por la gran obra que elabora a lo largo de
natural como la anulación mística. Lo único cierto sus infinitos tanteos, la liberación natural y sobre-
es que la entrega al mundo siempre estará penetra- natural del espíritu.
da de renuncia, que el flujo de la personalización A los que son cobardes, tímidos, pueriles o estre-
humana irá acompañado siempre del reflujo de la chos en su religión, yo quiero recordarles que el
despersonalización sobrehumana en Cristo. desarrollo humano es exigido por Cristo en vistas a
La espiritualidad de Teilhard de Chardin resume la su Cuerpo y que, en relación con el mundo y la ver-
gran aventura de su vida. Cristificar la materia. Bus- dad, existe un deber absoluto de la búsqueda {El
car y hallar a Dios en el centro del mundo. Una Sacerdote, 1918).
magnífica y espléndida aventura —a lo largo de la
cual Teilhard nos confiesa que sintió miedo más de Teilhard de Chardin cumplió fielmente este progra-
una vez—, pero en la cual le era imposible dejar ma juvenil. Su existencia fue la encarnación viva de
de arriesgarse, pues hacia ella le empujaban su amor su propia misión y constituye, por ello, uno de los
a Cristo y su amor al mundo, junto con su imperioso testimonios más bellos y conmovedores de nuestra
deseo de hacer que Dios apareciera más grande, tan época.
grande como Él debe ser. Ahora, al final de su ca-
mino, Teilhard podía mirar confiadamente hacia
atrás, hacia aquel ideal de armonización del amor
de Cristo y el amor del mundo, que entreviera, ha- BALANCE Y PERSPECTIVAS
cía ya muchos años, en los albores de su sacerdocio:
La doctrina espiritual de Teilhard de Chardin es el
complemento más hermoso de su visión del mundo.
Yo quisiera ser, Señor, desde mi humilde puesto, Es una espiritualidad positiva y optimista. Divinizar
el apóstol y, si no es osadía decirlo, el evangelista el universo en Jesucristo. Colaborar en la acción
de vuestro Cristo en el universo. Yo quisiera con creadora de Dios. Aportar su plenitud al Cristo mís-
mis meditaciones, con mi palabra, con la práctica de tico. Buscar a Dios en la ciencia, la técnica, el tra-
toda mi vida, descubrir y predicar las relaciones de bajo en el mundo y por el mundo. Hacer de la in-
continuidad que hacen del cosmos, en él que nos vestigación una nueva forma de adoración. Cooperar
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con nuestra acción y, como consecuencia del miste-
rio de la Cruz, también con nuestra pasión en la cual el ideal de autenticidad y de arraigo natural
construcción de la Jerusalén futura. es sublimado por la gracia sobrenatural? Y los di-
El ideal de Teilhard es hermoso y atractivo, pero chos de Santa Teresa: «Hasta entre los pucheros
no es posible aceptarlo plenamente, sin hacerlo an- anda Dios», y de San Ignacio: «Buscar y hallar a
tes objeto de nuestras reflexiones. Teilhard ha visto Dios en todas las cosas», ¿no son también la formu-
acertadamente que el Cristianismo es muy distinto lación clásica de la difícil armonía entre la visual
de un opio adormecedor, que la creencia en el cielo activa y la contemplativa, entre una contemplación
no comporta ninguna infidelidad a la tierra, y ha ordenada a la acción y una acción arraigada en la
acentuado con todas sus consecuencias la urgencia contemplación y encaminada a hallar a Dios en el
del quehacer mundanal del cristiano. La tierra para mundo?
el cristiano es más que una mera antesala del cielo. Cabría incluso vislumbrar en el mismo centro del
Al mismo tiempo que un lugar de prueba es tam- ideal teilhardiano el gran principio del humanismo
bién una tarea y una misión. Teilhard ha compren- cristiano, que tan vigorosamente ha afirmado Peguy,
dido también que la solución de la antinomia apa- al hacer ante el mismo Dios la defensa de su Po-
rente entre Dios y el mundo se halla en nuestro Me- lyeuct: «No basta rebajar lo temporal para levan-
diador, el Dios-hombre Jesucristo, con cuya Encar- tarse al nivel de lo eterno. No basta menospreciar
nación Dios bajó al mundo y el mundo fue elevado la naturaleza para elevarse al nivel de la gracia. No
hasta Dios. Un mundo creado por Dios y en el que basta con renegar del mundo para alcanzar a Dios...
el Verbo se encarnó no podría ser malo o, incluso, Jesucristo no rebaja en modo alguno al mundo para
adverso a su Creador. Trabajar en cuerpo y alma levantarse: Él da al mundo lo que le pertenece. Los
por la perfección del mundo significa, pues, unirse que se distancian del mundo, los que piensan levan-
a Dios por mediación de Cristo. tarse mediante la renuncia del mundo, si mediante
tal renuncia rebajan al mundo, no serán levantados».
Con esta su afirmación central Teilhard está ple-
Es el humanismo de la más pura raigambre cató-
namente de acuerdo con la Iglesia que, a lo largo
lica, que debe defenderse arduamente como la he-
de su historia milenaria, se ha visto obligada una
rencia más valiosa frente a ciertas infiltraciones an-
y otra vez a defender los valores terrenos frente a
tihumanas del trascendentalismo protestante. Es el
las negaciones de un trascendentalismo exagerado.
humanismo en el que el filósofo alemán J. Pieper
Y está de acuerdo con la más pura tradición teoló-
ha visto acertadamente el principio constitutivo de
gica y espiritual. La magnífica fórmula tomista de
Occidente. Pues nosotros, hombres del Occidente eu-
que «la gracia no niega, sino que perfecciona la na-
ropeo, no podríamos contentarnos jamás ni con un
turaleza», ¿no es justamente la clásica expresión de
naturalismo inmanente, cerrado a toda llamada so-
la síntesis entre el punto de vista inmanente y el
brenatural, ni con una religiosidad trascendente, ais-
trascendente, entre una Teología abierta al mundo
lada de toda tarea intramundana. No podríamos vi-
y un mundo fundamentado teológicamente, en el
vir jamás aparte de aquella armonía entre Dios y
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el hombre, en la que siempre ha consistido nuestra Ser puro, ayer, era principalmente abstenerse y
grandeza y nuestra fuerza. Para nosotros en tan cier- guardarse de manchas. La castidad, mañana, se lla-
to que el menosprecio de Dios implica el menospre- mará sobre todo, sublimación de los poderes de la
cio del hombre, como que no es posible rebajar al carne y de toda pasión.
hombre sin menoscabar con ello el honor de Dios. Ser desprendido, antes, era no interesarse por las
Teilhard de Chardin tiene, pues, como siempre, cosas y usar de ellas lo menos posible. Ser despren-
una buena parte de razón. Sin embargo, tampoco dido, ahora, será superar cada vez más toda verdad
la tiene toda. La solución cristiana frente a nuestro y toda belleza por fuerza del mismo amor que se
problema de la relación con el mundo y los valores les tiene.
terrenos abarca ciertamente ambos extremos, desde
Ser resignado, antes, podía significar aceptar pa-
la aceptación hasta la renuncia, pero cabe acentuar
sivamente las condiciones presentes del universo. Ser
uno más que otro. Pues bien: no existe ningún gé-
resignado, ahora, sólo será permitido al luchador que
nero de duda de que Teilhard de Chardin ha sub-
cae entre los brazos del ángel (Cristología y evolu-
rayado especialmente la línea positiva, quizá incluso
ción, 1953).
demasiado. Pues, a pesar de que su espiritualidad
reserve un lugar muy preciso a la pasividad y al
alejamiento, uno tiene la impresión de que lo que Más aún, Teilhard de Chardin extiende su actitud
realmente cuenta es la acción, el esfuerzo, la in- afirmativa incluso al contacto del hombre con la
vestigación, el servicio al mundo y la entrega apasio- materia. Embebidos sus ojos en las realidades de
nada al progreso humano. Teilhard de Chardin ha la fe y encendido su corazón en un amor universal
llegado a delinear una «formulación nueva de la hacia la creación entera, Teilhard habla a veces de
santidad» que, en una contraposición desafortunada un «casto abrazo» con la materia, a la que apellida
del «ayer» y el «mañana», transporta a una dimen- líricamente «mano de Dios» y «carne de Cristo». En
sión activa y cósmica las virtudes más característi- vez de la vieja huida platónica de la materia para
cas de la ética cristiana: poder estar más cerca del espíritu, Teilhard predica
al hombre de hoy la cercanía familiar y el contacto
Adorar, ayer, significaba preferir Dios a las cosas, rejuvenecedor con la realidad material del univer-
refiriéndoselas o sacrificándoselas. Adorar, hoy, es so. La pureza no consiste para él en la separación,
entregarse en cuerpo y alma al acto creador, aso- sino en una penetración más profunda del mundo.
ciándose a Dios para acabar el mundo por el esfuer- Su ideal no es el hombre angelista, hostil a un uni-
zo y la búsqueda. verso al que teme, sino el hombre encarnado, abra-
Amar al prójimo, antes, era no hacerle daño y cu- zado estremecedoramente con el cosmos material y
rar sus llagas. La caridad, en adelante, sin dejar de corpóreo, al que arrastra consigo en su marcha ha-
ser compasiva, se consumirá en una vida entregada cia Dios.
al común avance.

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¡Oh! ¡Qué hermoso es ver al espíritu elevarse, ata- lidad cristiana con perjuicio del trascendente. Se tra-
viado con las riquezas de la tierra! ta en ellos mucho más de la consagración del mun-
¡Báñate en la materia, hijo del hombre! ¡Húnde- do, que de su previo e imprescindible distanciamien-
te en ella, allí donde es más violenta y más pro- to. De una santidad de avance y de conquista mu-
funda! ¡Lucha dentro de su corriente y bebe de sus cho más que de abnegación y de renuncia. Cierto
olas! ¡Ella meció en otro tiempo tu inconciencia y que su autor no llegó a esta espiritualidad de unión,
ella te llevará hasta Dios! (HU 67-68). sino a través de una rigurosa ascesis. Pero, ¿pode-
El hombre, que es capaz como Teilhard mismo, mos esperar lo mismo de todos sus lectores? Cierto
de cantar un Himno a la materia, porque ha entre- también que esa visión teilhardiana de la materia,
visto en ella la presencia misteriosa de Dios y de orientada hacia el espíritu, creada por Dios, consa-
Cristo: grada por Cristo, tiene hondas resonancias religio-
Bendita seas, materia universal, duración sin lími- sas y cristianas. Pero ¿no le faltará para ser verda-
tes, éter sin riberas —triple abismo de las estrellas, dera el otro aspecto de la verdad cristiana, a saber,
de los átomos y de las generaciones—, tú que, des- que después del pecado y aun contando con la Re-
bordando y disolviendo nuestras estrechas medidas, dención, el contacto del hombre con el mundo no
nos revelas las dimensiones de Dios (HU 72). se hace sin el riesgo de ser infiel a Dios y al mismo
Materia fascinante y fuerte. Materia que acaricias Cristo? La concepción cristiana de la vida espiritual
y que virilizas. Materia que enriqueces y destruyes es profundamente dramática; no ve jamás la luz sin
—confiando en las influencias celestes que han em- la sombra, la paz sin la guerra. Teilhard en cambio
balsamado y purificado tus aguas—, me abandono a tiene más ojos para las luces que para las sombras.
tus capas potentes. La virtud de Cristo ha pasado ¿No ha hablado él mismo de «alcanzar el cielo con
por ti (MD 129). todo el gusto de la tierra»? En la misma Cruz ve
Sin ti, materia, sin tus ataques, sin tus arranques, Teilhard mucho más «el camino del progreso» y la
viviríamos inertes, estancados, pueriles, ignorantes de «sublimación de la ley de toda vida», que no el «es-
nosotros mismos y de Dios. Tú que magullas y tú cándalo» y la «necedad» que, en opinión de San Pa-
que curas, tú que resistes y tú que te pliegas, tú blo, significa necesariamente a los ojos de toda sa-
que destruyes y tú que construyes, tú que encade- biduría humana. Hay otro aspecto completamente
nas y tú que liberas, savia de nuestras almas, mano distinto del Cristianismo, que no llega a traslucirse
de Dios, carne de Cristo, materia, yo te bendigo suficientemente en la visión de Teilhard.
(HU 72). El Evangelio nos habla ciertamente de la obliga-
ción de negociar con los talentos recibidos, pero tam-
Dejando de lado ciertas expresiones poéticas evi- bién de la perla escondida por la que uno deja todo
dentemente inadecuadas, lo menos que puede decir- cuanto tiene e, incluso, del grano de trigo que, sem-
se de estos y otros textos similares es que acentúan brado en la tierra, muere, pero precisamente por
excesivamente el aspecto inmanente de la espiritua- ello fructifica para el cielo. El Evangelio no alaba

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únicamente la acción de Marta, sino todavía más
la contemplación de María. El Evangelio exalta el del mundo en la espiritualidad cristiana. Uno diría,
renunciamiento, la propia abnegación, el seguimiento pues, que el Cristianismo significa ante todo la cul-
de Cristo en su camino de dolor y muerte reden- minación de la trascendencia. En el Cristianismo
tora. Teilhard, llevado por su afán de participar en Dios se ha revelado al hombre en Jesucristo. El Dios
el trabajo de los seis días de la Creación, parece absolutamente trascendente e inasequible —el Dios
olvidarse a veces de tomar también parte en el des- que jamás ha visto nadie y que habita en la luz in-
canso del séptimo día y en la agonía de Getsemaní. accesible— ha entrado por la Encarnación en el mun-
De todos modos, es demasiado claro que en la vida do, y en la historia, justamente para superar la pura
cristiana hay un lugar para la pura quietud de la inmanencia y elevar al hombre a la participación de
contemplación, como también lo hay para la com- la vida divina. Después de Cristo, ya no es posible
pasión reparadora que completa, según frase de San al hombre una vida meramente natural, puesto que
Pablo, «lo que falta a la pasión de Cristo». Y ¿qué ha sido elevado por Él al orden sobrenatural. Y esta
duda cabe de que el hombre actual, lanzado a una elevación se ha realizado concretamente mediante
actividad desenfrenada y a una más desenfrenada la pasión y la muerte de Cristo. La Cruz, plantada
búsqueda del placer sensible, no perdería nada, sino en el centro de la historia de nuestra salvación, se
que lo ganaría todo, si se decidiera a entrar en el convierte así en símbolo de la oposición cristiana
viejo camino de la contemplación y de la acepta- a la afirmación ingenua de una vida puramente mun-
ción voluntaria del dolor redentor? Santa Teresa de dana y natural. Ser cristiano significará dar un «sí»
Jesús, al proponernos su ideal de vivir «como si en absoluto al Dios trascendente que ha hablado en Je-
el mundo no hubiera nada más que ella y Dios», y sucristo, a su ofrecimiento de Gracia y a su camino
Pascal, al hablarnos de la enfermedad como «del de Cruz y, consiguientemente, un «no» al mundo y
estado natural del cristiano» y del deber de velar a los valores puramente naturales, en la medida en
siempre en el huerto con Cristo, porque «el Señor que sean incompatibles con el destino sobrenatural.
está en la agonía hasta el fin del mundo», han lle- Dios, y no el mundo, es la patria definitiva del cris-
vado ciertamente al extremo otra posibilidad cris- tiano. Vivirá ciertamente en «este» mundo, pero de
tiana, de cuya ausencia, sin embargo, se resiente la cara al «otro» mundo. Luchará y trabajará en la tie-
espiritualidad de Teilhard de Chardin. rra y en el tiempo, pero fijando su esperanza en el
Podríamos, incluso, invertir la visual teilhardiana cielo y en la eternidad. San Pablo vivió de esta ma-
y, manteniendo tensa la dialéctica cristiana de acep- nera, en la espera de «desligarse de este cuerpo y
tación y de renuncia, inclinar, sin embargo, más la estar con Cristo». Y los primeros cristianos no opi-
balanza hacia el lado de la trascendencia que no del naban de otra manera, como nos lo manifiesta aque-
de la inmanencia. Esto es lo que hace el conocido lla oración conmovedora de la Didaché: «Venga la
teólogo jesuíta, Karl Rahner, justamente en un es- Gracia, y vayase este mundo». El Cristianismo, pa-
tudio sobre la Weltfreudigkeit, o afirmación gozosa rece, pues, esencialmente fuga saeculi, una huida de
la inmanencia hacia la trascendencia.
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Pero —y éste es precisamente el lugar exacto don- Teilhard, y completada dialécticamente su actitud
de puede y debe inserirse la espiritualidad de Teil- con la contraria, ha llegado el momento de hacer
hard— esta fuga saeculi no podría ser ni total ni justicia a las magníficas perspectivas que nos abre.
definitiva. La ascesis cristiana es la respuesta nece- Teilhard ha visto con claridad que el mundo actual
saria del hombre a la llamada de Dios. Pero signi- camina rápidamente hacia una grandiosa tarea co-
fica únicamente un medio: jamás un fin. El Cris- munitaria.
tianismo no tiene nada que ver con el ideal budista
En nosotros y a nuestro alrededor, se desarrolla
del Nirvana. El mundo y sus criaturas son buenas.
rápidamente un fenómeno psicológico de una impor-
Lo importante es conocer la voluntad de Dios hacia
tancia incalculable, que podríamos llamar el desper-
ellas y realizarla absolutamente en la aceptación o
tar del sentido humano. Los hombres empiezan a
en la renuncia. Si el hombre, pues, se ha abierto
sentirse juntos y unidos hacia una gran tarea, cuyo
a Dios por la fe y ha puesto su voluntad en el
progreso tes cautiva con una emoción casi religiosa.
centro de su corazón y la Cruz en el horizonte de
Saber más, poder más. Estas palabras, sin dejar de
su vida, entonces la misma tarea terrena, elevada
tener para nosotros un sentido utilitario, se aureo-
por la gracia, se vuelve para él un camino hacia
lan a los ajos de casi todos con un sentido sagrado.
Dios, el Dios trascendente e inmanente, lejano y cer-
Actualmente los hombres dan la vida corrientemente
cano a un tiempo, que sale al encuentro del hombre
para que el mundo progrese (VP 421).
más allá del mundo, pero también en el mundo. La
Los cristianos no podríamos estar ausentes de este
afirmación cristiana de la trascendencia no supone,
esfuerzo mundano, sin traicionar nuestra misión su-
pues, la negación de la inmanencia.
pramundana. Esto lo ha visto acertadamente Teil-
La verdadera actitud cristiana es la que ya definió hard y lo ha expresado vigorosamente en las páginas
magníficamente hacia fines del siglo II Clemente de apasionadas de Le Milieu divin. Teilhard ha devuel-
Alejandría. Los cristianos deben ser kosmioi kai to la alegría y la fuerza del trabajo a los cristianos
yperkosmioi. Fieles a la tarea mundana, pero aún actuales, mostrándoles la grandeza de la obra a rea-
más al destino supramundano. Somos cristianos, vi- lizar y la esperanza cierta de llevarla a cabo. Ahora
vimos para Dios y para su Cristo, y caminamos ha- el cristiano ya puede salir de su gheto y tomar par-
cia Él —el camino de la Cruz— más allá de toda in- te activa —en primera línea— en la gran aventura
manencia mundana: somos yperkosmioi. Pero no se- de la humanidad contemporánea. Él sabe mejor que
ríamos buenos cristianos si no fuéramos también los demás lo que esta formidable humanidad en cur-
kosmioi. No seríamos buenos cristianos, si dejára- so de crecimiento busca y no encuentra, y tiene ple-
mos la tarea mundana a los no creyentes, si no bus- na conciencia de lo que ella puede, pero también de
cáramos también en el mundo y en la historia a Aquel lo que le falta: la urgencia cada vez más explícita,
que vino aquí a nuestro encuentro, para que tam- más refinada, y más lujosa de un Dios a quien ado-
bién aquí pudiéramos hallarlo. rar.
Concluido el balance de la doctrina espiritual de Teilhard de Chardin nos ha mostrado este Dios.
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Es el Cristo Creador y Redentor de la Revelación y otro sagrado, uno humanista y otro teológico. Su
neotestamentaria. Y ha mostrado al mismo tiempo unidad viene dada desde dentro, lo cual, en el caso
que ni el mundo tiene nada que temer de este Dios, de Teilhard, quiere decir desde su profunda fe cris-
ni nuestra fe en Dios nada que temer del mundo. tiana. Tiene razón G. Crespy al afirmar, que la mis-
¿Dónde queda ahora la tentación del mundo dema- ma concepción del mundo del gran jesuita «no se
siado grande? ¿Y la seducción del mundo demasiado aguanta finalmente sino desde arriba».
hermoso? En su lugar se levanta el astro del Cristo Esta constatación es muy importante, porque a ve-
universal, Rey y Señor de la Creación, in quo omnia ces una lectura superficial de una obra, rebosante
constant. Las líneas maestras del pensamiento de de entusiasmo por el mundo y los valores humanos,
Teilhard se polarizan hacia Él, y a su alrededor cris- podría producir la impresión contraria. Esta ilusión
taliza por última vez su intuición central: de perspectiva se funda en el mismo método apolo-
Cuanto más grande será el hombre, más unida, gético del P. Teilhard. Él ha pretendido juntar en
consciente y señora de su fuerza será la humanidad, sí mismo y ofrecerla así a los demás la visión del
más hermosa será la creación, más perfecta será sabio y la del cristiano. Nada de extraño que, lle-
la adoración, y más hallará Cristo por sus prolonga- vado de su esencial intención apologética, tome como
ciones místicas un Cuerpo digno de resurrección. Es punto de partida de su itinerario de intelectual cre-
tan imposible que el mundo tenga dos cumbres, co- yente aquello único con lo que puede coincidir con
mo dos centros una circunferencia. El Astro que el el incrédulo: la fe en el mundo. Tal es el caso de
mundo espera, sin saber aún pronunciar su nombre, este texto aparentemente paradójico y hasta escan-
sin saber apreciar exactamente su trascendencia, sin daloso, pero cuyo contenido, entendido en su con-
poder distinguir tos más espirituales y divinos de texto estrictamente apologético, no tiene nada que
entre sus rayos, es forzosamente el mismo Cristo que no pueda ser salvado:
nosotros esperamos (MD 201).
Sólo desde esta perspectiva esencialmente cristia- Si a consecuencia de una revolución interior, per-
na, más aún, cristocéntrica, es comprensible la per- diera sucesivamente mi fe en Cristo, mi fe en un
sona y la obra del P. Teilhard de Chardin. Porque, Dios personal, mi fe en el espíritu, me parece que
como ha mostrado estupendamente el P. de Lubac, seguiría creyendo en el mundo. El mundo (el valor,
se trata en su cosmovisión de un «pensamiento re- la infalibilidad y la bondad del mundo) eso es, en
ligioso». Pensamiento religioso que ha brotado de último análisis, la primera y única cosa en la que
una honda experiencia cristiana y conduce a una vi- creo. Por esta fe vivo y siento que a esta fe he de
sión cristiana del universo. La existencia y la obra abandonarme, por encima de cualquier duda, en el
de Teilhard son perfectamente unitarias y coheren- momento de la muerte... Me entrego a la fe confu-
tes. No hay en ellas dos aspectos contrapuestos y sa en un Mundo infalible y uno, donde quiera que
distanciados entre sí como dos «compartimientos es- ella pueda conducirme (Cómo creo yo, 1934).
tancos»: Uno científico y otro religioso, uno profano

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Este texto que, como tantos otros de su autor, fin es capaz también de percatarse, de que en este
está muy lejos de ser irreprochable, nos ofrece con imponente edificio teilhardiano la verdadera «piedra
todo una de las síntesis más breves y características sillar» coincide en el fondo con la «clave de bóveda»,
del pensamiento teilhardiano. El P. Teilhard se co- puesto que, si sólo a la luz de la fe en Dios es razo-
loca en el punto de vista de su interlocutor incré- nable e inteligible la fe en el mundo, sólo a partir
dulo y no le exige otra fe que aquella que él —y con de la fe en Cristo las mejores esperanzas humanas
él una buena parte de nuestros contemporáneos— dejan de ser un deseo inaccesible, para convertirse
ya previamente admite. Esa «fe confusa» en el mun- en una realidad tan incomprensible como verdade-
do, como algo a lo que el hombre consciente o in- ra. Fe en Dios que se ha revelado en Cristo, he aquí
conscientemente se abandona. La hipótesis ficticia la base y la cúspide de la fe teilhardiana. Jesucristo,
—tan chocante a primera vista— de una posible «re- la piedra que habían desechado los constructores del
volución interior» no hace sino acentuar metódica- mundo moderno, convertido de nuevo en piedra an-
mente la importancia de esa común creencia en el gular (1 Petr. 2,7). Jesucristo como la suprema afir-
mundo como la «primera y única cosa en que se mación, en quien la aspiración del hombre se en-
cree». Primera, porque es el punto de partida de un cuentra con la promesa de Dios; como Aquel en
camino de pensamiento; única, porque, bien enten- quien no hay ningún «no» desesperante, sino solo un
dida, incluye en ella implícitamente todo el resto. «sí» gozoso y esperanzador, el «Sí» que Dios h a di-
Efectivamente, todo el inmenso esfuerzo de la obra cho al hombre, al que por su mediación responde
teilhardiana no consiste en el fondo en otra cosa r el hombre con un vibrante «Amén» para gloria de
sino en el trabajo de desentrañar las implicaciones
Dios (2 Cor. 1,18 ss.).
de esta fundamental fe en el m u n d o : la fe en el es-
A los cristianos de hoy corresponde llevar a cabo
píritu, la fe en un Dios personal y por último, tal
la obra que Teilhard nos ha diseñado. Es un ideal
vez, la fe en Cristo. Aquella primera fórmula, para-
tan viejo como el mismo Cristianismo. Fundamen-
dójicamente negativa y descendente, se convierte de
tarlo todo en Cristo. Recapitularlo todo en Cristo.
golpe en esta otra, triunfalmente afirmativa y as-
Ya todo es nuestro; más nosotros, de Cristo; y Cris-
cendente :
to, de Dios.

Yo creo que el universo es una evolución. Yo creo


que la evolución se dirige hacia el espíritu. Yo creo UNA OBRA ARRIESGADA Y PROVIDENCIAL
que el espíritu culmina en un Dios personal. Yo creo
que la Persona suprema es el Cristo universal. (Cómo Nuestro diálogo con Teilhard de Chardin se apro-
creo yo, 1934) xima a su punto final. A lo largo de él se han tras-
lucido suficientemente los aciertos y desaciertos de
Sólo ahora ha llegado Teilhard al final de su ca- su pensamiento, sus ventajas y sus peligros. No es,
mino. Y sólo ahora el que le h a seguido hasta el pues, posible aceptar en conjunto la obra de Teil-

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hard, sin escribir al margen las precisiones y los ción de una ciudadela orgullosa, una moderna torre
complementos indispensables. No se trata de difu- de Babel, como desafío de la inteligencia humana a
minar sus perspectivas más esenciales, sino más bien la sabiduría del Creador. En Teilhard de Chardin, en
de fijarlas y continuarlas, una tarea que sin duda el cambio, nos encontramos con el esfuerzo ciclópeo de
mismo Teilhard agradecería. Porque él era todo lo un hombre de ciencia por edificar una catedral a
contrario de un pensador exacto y riguroso: era un Dios y a Cristo.
vidente y un profeta. Llevar sus intuiciones al con- Aquí reside justamente el sentido apologético de la
cepto, elevar sus vivencias a la inteligencia, encar- obra teilhardiana. Se trata de una obra encaminada
nar en la realidad sus visiones, he aquí la misión a encontrar el punto de inserción del mensaje cris-
que deben realizar los que se consideran discípulos tiano en la actual visión científica del cosmos. Teil-
del gran jesuita. hard prepara de esta manera el camino al Cris-
Es pues, una obra arriesgada la de Teilhard de tianismo. Hace palpable su maravillosa fecundidad
Chardin, obra que exige del lector un bagaje intelec- y su perenne fuerza. Muestra al hombre de hoy que
tual, no solamente científico, sino sobre todo filosó- únicamente en el Cristianismo puede hallar la ple-
fico y teológico, que desgraciadamente muy pocos nitud de su desarrollo y enriquecimiento personales,
poseen. Pero seríamos injustos con esta obra, si jus- junto con la respuesta a sus inquietudes y anhelos
tamente con su riesgo no pusiéramos también de re- más íntimos, puesto que sólo el Cristianismo da a su
lieve su carácter providencial. Ella pone a disposi- esfuerzo y a su esperanza la fuerza constructora no
ción de los cristianos actuales una visión unitaria de un ideal vaporoso y evanescente, sino de una per-
del universo, que no solamente puede colocarse dig- sona concreta y viviente: el Cristo eterno. «Princi-
namente al lado de las grandes síntesis de Hegel o pio de vitalidad universal, Cristo, porque fue hombre
Marx, sino que incluso las supera, asimilando y ar- entre los hombres, se colocó en posición y está des-
monizando los elementos positivos de ambas y apor- de siempre en trance de orientar hacia Él, de puri-
tando una respuesta justa y constructiva a su racio- ficar, de dirigir y de vivificar la marcha ascendente
nalismo panteísta o a su ateísmo materialista. de las conciencias, en la que Él se insertó» (FH 327).
Y precisamente por ello, el Cristianismo es la sola
El valor y la importancia de la síntesis teilhar- fuerza capaz en el mundo actual de sintetizar lo
diana resaltará aún más, si consideramos su carác- universal y lo personal, el servicio del mundo y el
ter eminentemente científico. Vivimos en un mun- servicio de Dios. «En la hora presente, sobre la super-
do en el que la ciencia ha logrado una importancia ficie entera de la Noosfera, el Cristianismo representa
extraordinaria y un poder jamás igualado. Esto im- la única corriente de pensamiento suficientemente
plica naturalmente grandes ventajas, pero también audaz y suficientemente progresiva para abrazar prác-
grandes riesgos. Un hombre tan atento a los movi- tica y eficazmente al mundo en un gesto completo
mientos de nuestro tiempo como el Papa Pío XII, e indefinidamente perceptible, en el que la fe y la
ya advirtió que una de las tentaciones más difíci- esperanza se consuman en la caridad» (FH 331).
les de la investigación científica consiste en la erec-

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Es cierto que en la arquitectura de la apologética fija principalmente en las aspiraciones de la natu-
teilhardiana hay bóvedas inacabadas y otras que re- raleza, Pascal, en su insuficiencia y su indigencia.
quieren más seguros contrafuertes. Más que cons- Si Teilhard mira sobre todo hacia la Encarnación
truir el edificio, quiso él ser echado en la base de lo como complemento y perfeccionamiento de un uni-
que sus sucesores levantarían con mayor precisión verso que aspira a la unión, Pascal mira más bien
y firmeza. Pero frente a la importancia creciente de hacia la Redención como restauradora de una hu-
la mentalidad científica y del espíritu de progreso manidad ensombrecida por el sufrimiento y el pe-
y de investigación en el mundo actual, cabe pregun- cado. Non omnia possumus omnes. No todo cristia-
tarse con más de un crítico, si la orientación de la no es capaz de vivir con la misma intensidad todas
apologética de Teilhard no será en sus líneas maes- las verdades de la fe, aunque no le esté permitido
tras una de las más apropiadas al hombre de hoy. excluir de su confesión a ninguna. La adhesión de
Lo cual no quiere decir que la apologética de Teil- Teilhard a la fe de la Iglesia fue total y absoluta,
hard sea la única. Ni siquiera que esté al alcance pero es claro que vivió y comprendió más honda-
de todos los espíritus. Recientemente escribía Fran- mente los aspectos positivos del dogma que los ne-
cois Mauriac en su hermoso libro Ce que je crois: gativos. De ahí que, dentro de lo que suele enten-
«Nada me es menos natural que la tendencia que derse por una apologética intrínseca, el método teil-
lleva a Teilhard de Chardin a prolongar a Cristo hardiano de la convergencia deba ser completado,
hacia las dimensiones del cosmos. No es que me como ha indicado el P. D'Armagnac, por el método
escandalice, ya que el intento responde a las exigen- pascaliano del contraste. La conjugación de ambos
cias del mundo moderno y habrá ayudado mucho en caminos, al partir de la totalidad de lo real, hará
esta era atómica a salvaguardar la fe. Pero yo per- más fácil el acceso a la totalidad del Misterio cris-
tenezco a otra raza de espíritu. El misterio admi- tiano.
rable a mis ojos es que el Creador se reduzca a los Frente a la persona y la obra de Teilhard de
límites de cada creatura en particular y que la más Chardin el mundo contemporáneo se ha dividido en
humilde creatura, porque piensa y sufre, sea por- dos banderías opuestas e irreconciliables: de un lado
tadora del Dios infinito sobre un cosmos ciego, sor- los admiradores beatos y deliquescentes, del otro los
do y sin pensamiento». Mauriac, hombre de cora- adversarios duros y desconfiados. Unos y otros pare-
zón solitario, que ha ahondado en la experiencia cen querer aplicar al caso Teilhard el dicho de Cris-
humana del dolor y la culpa, encuentra en Pascal to: «Quien no está conmigo, está contra mí», olvi-
un compañero hacia Cristo mucho más íntimo y dándose que lo que vale del Hombre-Dios, no vale
convincente que Teilhard de Chardin. De nuevo nos absolutamente de ningún otro hombre. La única
encontramos con la misma oposición dialéctica: Pas- actitud razonable está como siempre en el justo me-
cal frente a Teilhard de Chardin. Dos grandes espí- dio. Por eso, a los que condenan en bloque y sin
ritus, dos grandes cristianos y, con todo, dos cami- apelación la obra de Teilhard yo me atrevería hu-
nos diversos hacia el mismo Cristo. Si Teilhard se mildemente a darles el consejo de intentar antes

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una empresa semejante. Intentar simplemente colo-
na. Porque no cabe duda que Teilhard de Chardin
carse en el punto de vista de su adversario: ello les
ha abierto en muchos aspectos un camino nuevo
dará una compresión para los aspectos acertados de
que deberá ser continuado en el futuro. Este esfuer-
su obra. En cambio, a los que quisieran canonizar
zo por hacer será precisamente el que nos permitirá
apresuradamente a Teilhard y a su pensamiento, yo
distinguir con claridad lo que hay de definitivo o
les recordaría que en él quedan muchas cosas por
de prematura en su pensamiento. Y en el peor de los
aclarar y corregir. «Para domesticar una idea nueva,
casos el nombre de Pierre Teilhard de Chardin pa-
nos dice Newman, hace falta tiempo». Y yo añadi-
sará a la historia como el de un gran hombre y un
ría también: hace falta la colaboración de muchos,
gran cristiano que, desde su lugar y su hora concre-
la discusión crítica y el diálogo constructivo, cosas
tos, se esforzó en realizar la misión más urgente e
todas que desgraciadamente faltaron en buena parte
ineludible del pensamiento cristiano de todas las
a Teilhard.
épocas: armonizar la fe con la ciencia, lo que cree-
Éste ha sido justamente el intento perseguido mos con lo que sabemos. He aquí, a mi modo de
en este estudio. Y éste es también en el fondo ver, la mejor de entre las muchas cosas que podemos
el sentido de la actitud de reserva prudente y aprender en la escuela de Pierre Teilhard de Char-
cuidadosa que, frente al pensamiento de Teilhard, din.
ha adoptado la Iglesia. El conocido aviso del Santo
Oficio del 30 de junio de 1962 no ha hecho sino re-
forzar esta reserva. Sin querer juzgar de la labor
científica del P. Teilhard, la Iglesia nos pone en
guardia ante las «ambigüedades» y «graves errores» EL TESTIMONIO DE UN GRAN CRISTIANO
que en materia de Filosofía y Teología se esconden
en su obra. Notémoslo bien: la Iglesia no condena Pasajes autobiográficos de la obra y la correspon-
ni prohibe, pero avisa y pone en guarda. Esta pos- dencia de Teilhard de Chardin (1)
tura del magisterio jerárquico no sólo es digna de
nuestra obediencia y respecto, sino también de nues- «Yo espero salir de aquí más hombre y más
tra consideración. Por de pronto, nos debe apartar sacerdote. Y más que nunca creo que la vida es
tanto de una aprobación prematura como de una bella, aun en las peores circunstancias, cuando se ve
desaprobación global y desconsiderada. Luego, si por en ella a Dios, que siempre está presente en ella.»
un lado llama la atención de los fieles menos forma- Batalla de Ypres, 1951
dos sobre los peligros de una lectura irreflexiva o
inmatura que daría lugar a errores y confusiones, «Una de las señales más seguras de la verdad de
por el otro parece invitar a los estudiosos a corre- la religión, en sí misma y en un alma, es observar
gir, completar y proseguir la obra iniciada por Teil- hasta qué punto hace obrar.»
hard a la luz de todas las exigencias de la fe cristia- Dunkerque, 1915

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«La eternidad entra en nuestra existencia cons- «Tan pronto como puedo recogerme un instante
ciente, desde el día en que orientamos nuestro rostro para pensar y orar, me apercibo de la luz creciente
hacia Dios.» de esta verdad simple, pero indefinidamente rica y
Dunkerque, 1915 utilizable: Dios es todo.»
Frente del Yser, 1915
«Bienaventurados los que sufren por no ver la
Iglesia tan hermosa como ellos quisieran y que, sin «¡Sí! Aunque contra toda esperanza la guerra ter-
embargo, son todavía más sumisos y más supli- minase mal, no solamente para nosotros, sino para
cantes.» el progreso real del mundo —y sólo Dios sabe cómo
Dunkerque, 1915 creo en el éxito final del mundo y, a pesar de todo,
en el progreso de la vida, tengo fe en la vida— aun
«Cuando tú sufres y trabajas, no haces sino jun- entonces tendría el deseo de repetir, sobre todas
tar tu pequeño esfuerzo a Aquél, que es el alma de estas apariencias de mal, el viejo grito de las fiestas
toda la Creación.» griegas: lo, triumpe. Sin embargo, yo amo las cosas
Dunkerque, 1915 bellas, la ciencia, el progreso, casi ingenuamente;
soy hombre tanto o más que nadie. Pero sólo noso-
«Arrastraremos hasta el fin con nosotros mismos tros, los que creemos, tenemos la fuerza y la gloria
incoherencias y esbozos: lo esencial es haber encon- de poseer, más honda que nuestra fe en el mundo,
trado el centro de unión en Dios y haberse esforza- la fe en Dios: y ésta se desgaja y permanece, aun
do lealmente durante la vida por hacerle reinar en en el caso de que aquélla caiga bajo el golpe de
nuestra persona —ese pequeño trozo de ser que no- ciertas experiencias.»
sotros dirigimos y que nos pertenece tan poco. Cuan- Frente del Yser, 1915
do un buen día, que vendrá pronto —no hay vida
larga— Jesucristo se manifestará en el corazón de «Soy mucho más un apasionado que un sabio...
nosotros mismos, todos los elementos que tan labo- Ello es una gran debilidad al mismo tiempo que una
riosamente hemos orientado hacia Él acabarán de fuerza preciosa... Que Nuestro Señor nos conserve
agruparse solos en su situación verdadera.» en el fondo del alma la tensión hacia el progreso y
el ser más y que a la vez dirija esa tendencia pro-
Frente del Yser, 1915 funda hacia Él sólo.»
Frente de Verdún, 1916
«Mi solo ideal es ser el servidor..., al que el Maes-
tro da en su Corazón el puesto que Él quiere y que «Es arrastrando consigo todo el mundo como uno
no desea sino esto: ser fiel.» avanza hacia el seno de Dios.»
Frente del Yser, 1915
Frente de Verdún, 1916

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creer que Dios nos haya dispensado de proseguir, in-
«De nuevo he sentido en el fondo de mí mismo el cluso en su plano natural, la obra de la creación.»
aliento que me llama a la gran obra de la concilia-
ción del amor supremo y definitivo de Dios y el Frente de Verdún, 1916
amor inferior, pero necesario y legítimo de la vida.-»
«Fundamentalmente, yo experimento con una in-
Frente de Verdún, 1916 tensidad renovada el gozo y el deseo de adherirme
a Dios a través de todas las cosas. El grande y triple
«Es una cuestión de lealtad y de conciencia el tra- esfuerzo natural del mundo —esfuerzo de domina-
bajar por extraer del mundo, todo lo que el mundo ción de la realidad, esfuerzo de organización social,
puede contener de verdad y de energía... Me parece esfuerzo de resistencia en el dolor— se me aparece
inadmisible que haya venido la Revelación para dis- con mayor claridad que nunca como la savia a san-
pensarnos del deber de la búsqueda.» tificar, aquélla que santificada debe hacer crecer el
Reino de Dios. He aquí la medula sagrada del uni-
Frente de Verdún, 1916 verso, el esfuerzo humano.»
«No sé qué clase de monumento levantará más tar- Frente de Verdún, 1916
de el país sobre la colina de Froideterre, como re-
cuerdo de la gran batalla. Uno sólo sería el adecua- «Lo que me apasiona en la vida es poder colabo-
do: un gran Cristo. Sólo la figura del Crucificado rar en una obra y una realidad más duradera que
puede recoger, exprimir y consolar cuanto hay de yo mismo.»
horror, de belleza, de esperanza y de hondo misterio
en un tal desencadenamiento de lucha y de dolores. Frente de Verdún, 1916
Al mirar estos lugares de áspero laboreo, sentía la
emoción de tener el honor de encontrarme en uno «Y me ha parecido que en estas horas, en las que
de los dos o tres puntos, en los que se concentra y el camino se oscurece ante nuestros pasos, la única
refluye en la hora actual toda la vida del universo, y grande plegaria a hacer es aquélla del Maestro en
puntos dolorosos, en los que se elabora —lo creo la Cruz: In manus tuas commendo spiritum meurn.
cada vez más-— un gran porvenir.» En las manos que han partido y vivificado el pan,
que han bendecido y acariciado, que fueron perfo-
Batalla de Verdún, 1916 radas; —en las manos que son como las nuestras,
de las que no se sabría decir qué van a hacer del
«Me parece que es una obligación fundamental objeto que sostienen, si van a romperlo o a cuidar-
para el hombre, la de sacar de sí mismo y de la tie- lo, pero cuyos caprichos, estamos seguros de ello,
rra todo lo que ella puede dar... Al abrirnos nuevas están llenos de bondad y no conducirán sino hasta
perspectivas hacia una vida más divina, no puedo
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abrazarnos celosamente hacia si; —en las manos Así, en este careo esencial entre Dios y yo, siento
dulces y poderosas que alcanzan hasta la medula detrás de mí toda la creación.»
del alma, que forman y crean, —en estas manos
por las que pasa un amor tan grande, es bueno Frente del Mame, 1917
abandonar nuestra alma, sobre todo si uno sufre y
tiene miedo.» «Me parece que, en vistas a la era nueva que se
Frente de Verdún, 1916 abre y que ya ha comenzado, la mejor ascesis y la
apologética más eficaz consistirán para el cristiano
«Es verdad, es bien extraño y; a primera vista, en poder aportar al mundo con el ejemplo de su
anticristiano, mi gusto por la tierra. Pero es justa- vida este nuevo desafío. Decís: Homo sum? - Plus
mente, porque experimento tan intensamente ese fon- ego /»
do del alma pagana, por lo que me siento más fuerte Frente del Mame, 1917
para hablar de igual a igual con los adoradores del
universo y más seguro al mismo tiempo de las co- «...Mi tarea para el resto de mi vida consiste en
nexiones y casi reconciliaciones posibles entre dos desarrollar en mí mismo, humildemente, fielmente,
pasiones, que yo creo realmente aliar un poco en sí obstinadamente y, al mismo tiempo, lo más conta-
mismo y que, en todo caso, experimento: la del giosamente que sea posible, esa especie de mística
mundo y la de Dios.» que lleva a buscar apasionadamente a Dios en el co-
Frente del Mame, 1917 razón de toda substancia y de toda acción.»

«Es preciso ir al cielo con todo el gusto de la Frente del Mame, 1917
tierra.»
Frente del Mame, 1917 «...La Iglesia no conservará la fe luminosa para
sus hijos y para los extraños sino buscando... Es ne-
«Creo que mi vocación no se me ha mostrado ja- cesario que bajo el control de la Ecclesia docens se
más ni más desnuda ni más clara: personalizar el organice y desenvuelva la Ecclesia quaerens.-»
mundo en Dios.»
Frente del Mame, 1917 Frente del Mame, 1917

«Al leer por vez primera el He and I de Newman, «Instintivamente, preferiría una tierra llena de bes-
he tenido la misma impresión que tú y le he aña- tias a una tierra con hombres. Cada hombre se hace
dido el mismo correctivo: "/" no es una entidad ais- un pequeño mundo aparte y este pluralismo me re-
lada de toda conexión: es, en cierto sentido, el uni- sulta esencialmente desagradable. Es preciso recor-
verso entero centrado hacia mí, cuyo destino, en un dar que estamos en camino y que todo eso múltiple,
sentido seguramente verdadero, se juega en mí... por la caridad que Dios nos pide, contrariamente a

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nuestros gustos, acabará por no hacer más que «El mundo se completará en la medida en que
uno.» nos lanzamos con mayor confianza hacia la direc-
Oise, 1917 ción de lo que todavía no ha sido realizado.»

«Yo siento una suerte de paz y plenitud al verme Oise, 1918


avanzar hacia lo desconocido... Mientras vivimos en «La confianza en Dios y en el ser, sostenido por
la zona de los elementos que dependen de nuestra Él, no suprime la m u e r t e : pero la hace tal que se
libertad o de la de los otros hombres, tenemos la convierte en un acceso a mayor vida.»
ilusión de bastarnos a nosotros mismos, aunque me Oise, 1918
parece que precisamente entonces nos movemos en
el seno de una gran pobreza. Pero desde el momen- «Fielmente, hago cada vez una larga visita a la
to en que nos sentimos dominados y peloteados por catedral y bajo sus oscuras bóvedas me esfuerzo
un poder que nada humano podría dominar, expe- en poner un poco de orden en el mundo —demasia-
rimento, casi físicamente, que Dios me recoge y do confuso, a pesar de todo— de las aspiraciones
me abraza más íntimamente, como si, hacia adelan- que en mí siento. Intento ponerlas de acuerdo con
te, desapareciese el camino y, de los lados, los hom- esa corriente poderosa de vida práctica y mística,
bres se diluyesen en su impotencia de ayudarnos efi- de donde surgieron las columnas, las ojivas y las
cazmente y Dios sólo permaneciese delante y en tor- vidrieras que m e rodean como un pequeño universo.
no, espesándose, por así decirlo, a medida que uno ¿Por qué se paró a mitad de camino el aliento mís-
avanza.» tico de la Edad Media? ¿Es sólo porque multitud de
Oise, 1917 elementos nuevos enfriaron un hogar, cuya exten-
sión no superaba mucho la mitad de Europa? ¿O será
«Frecuentemente he experimentado, como tú, que también porque el mundo religioso, entrevisto por
la naturaleza inquieta mucho más que satisface: ella nuestros padres de entonces, fue colocado por ellos
es manifiestamente la base de Algo, la figura de Al- a un nivel demasiado inmediato, que no permitió al
guien...; y no podríamos reposar en ella, al menos universo natural su propia grandeza y su peculiar
yo lo siento así, sino yendo hasta el Término que se desarrollo...? Yo me pregunto, cómo debería conce-
esconde.» birse hoy día una catedral».
Bosque de Compiegne, 1918 Estrasburgo, 1918
«Hay una oración que me gusta ahora repetir, por- «Por m á s lejos que me remonte en mis recuerdos
que resume lo que yo pienso: Jesu, sis mihi munáus (desde antes de la edad de diez años) encuentro
verus. Que todo cuanto hay de elegido en el mundo, siempre en mí la existencia de una pasión clara-
Jesús, sea vuestra influencia sobre mí y por mi es- mente dominante: la pasión del Absoluto.»
fuerzo se transforme más en Vos.»
Oise, 1918 Mr UNIVERSO, 1918

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«Para que los unos empiecen y los otros conti- «Los profesores de Teología harán bien en pasar
núen a creer es necesario que elevemos ante los por un estadio como el que yo realizo en este mo-
hombres la figura del Cristo universal.» mento. Empiezo a creer que hay una cierta visión del
NOTA SOBRE EL CRISTO UNIVERSAL, 1920 mundo real tan cerrado a ciertos creyentes, como
el mundo de la fe a los que no creen.»
«Ya sea que mire del lado de los pueblos o del
lado de la Iglesia visible, no siento la paz (pero allí Viaje hacia China, 1923
sí la encuentro) mas que en el Pater: Adveniat Reg-
num tuutn!» «Como dice el Lama de Kim, el mundo, lo siento
París, 1921 cada vez más, "es una cosa grande y terrible"...
Y luego siento también, cómo en sí la exploración
«Durante todo el día nos hemos deslizado por el de la tierra no aporta ninguna luz, no hace encon-
golfo de Suez entre dos tierras prodigiosamente pin- trar ninguna salida a las preguntas más fundamen-
torescas y desoladas. El Sinaí, macizo escarpado de tales de la vida. Tengo la impresión de dar vueltas,
granito y roja arenisca y las costas egipcias, prime- sin penetrar dentro, en torno de un inmenso proble-
ramente regulares y llanas, luego erizadas de toda ma. Más aún, también esto lo sé, este problema no
suerte de picos extraordinarios, todos igualmente hace sino agrandarse a mis ojos y más que nunca
ásperos y desnudos. Por encima, unos colores de veo que su solución no debe ser buscada sino en
ensueño, de una extraña dulzura en estos climas ex- una "fe" más lejos que toda experiencia.»
tremos. AI este, el mar parecía de un azul profundo.
Su línea de horizonte se paraba, precisa como la hoja Malaca, 1923
de un cuchillo. Y luego, m á s allá de esta cinta oscu-
ra, las montañas de un rosa tierno se erguían sin
«Esta estancia en Mongolia, lo mismo que la gue-
transición en un cielo verde vaporoso... Yo hubiera
rra, me sirve de "retiro", que me coloca de frente y
deseado descender sobre estas costas rocosas, no sólo
en el seno de la única grandeza de Dios.»
para examinarlas con mi martillo, sino por ver si
podía percibir la voz de la zarza ardiente. Pero ¿no
Mongolia, 1923
ha pasado ya el momento en que Dios hablaba en
el desierto, y no comprendemos ya que "El que es"
no es oído aquí o allí, porque las cumbres habitadas «Demasiado absorbido por la ciencia para poder
por Él no son una montaña inaccesible, sino una filosofar mucho, pero interiormente penetrado cada
esfera más profunda de las cosas? El secreto del vez más, cuando entro en mi interior, de esta convic-
mundo se encuentra en todas partes, donde alcan- ción profunda, que la ciencia de Cristo a través de
zamos a ver transparente al universo.» todo, es decir, la verdadera ciencia mística, es la
única que cuenta. Yo me dejo llevar del juego cuan-
do hago geología. Pero a la menor reflexión veo cla-
Golfo de Suez, 1923
106 107
ramente que esta ocupación (vital para mí en la
medida que se identifica con el "gesto entero" de «La exploración del pasado y del espacio es en
mi vida) no tiene por ella misma ningún interés de- sí misma vacía y decepcionante; la verdadera cien-
finitivo. Y así elaboro poco a poco, al rezar, mi "Misa cia es la del porvenir, realizado gradualmente por
sobre las cosas". Me parece que en cierto sentido la la vida.»
verdadera sustancia a consagrar diariamente es el China oriental, 1923
crecimiento del mundo este día —el pan simboliza
bastante lo que la creación llega a producir, el vino «Nada se pierde ya aquí abajo para el hombre
lo que ella hace perder en desgaste y sufrimiento con del esfuerzo del hombre.»
su esfuerzo.» Por el Río Amarillo, 1923
En las ¡aderas del Ordos, 1923
«La ilusión de poder acercarse a la verdad con un
«Cuando camino días enteros sobre mi muía, re- viaje la he perdido ya hace tiempo.»
pito como otras veces —a falta de Misa— mi "Misa
sobre el mundo», que ya conoces; y creo decirla Por el Río Amarillo, 1923
con mayor lucidez y convicción que antes. ¡Qué bella
hostia esta vieja Asia —hostia muerta, por el mo- «Peregrino del porvenir, vuelvo de un viaje cum-
mento— pero que arrastra en su polvo los vestigios plido totalmente en el pasado.»
de un largo trabajo, del que ahora nosotros nos
aprovechamos!» Por el Río Amarillo, 1923
En las laderas del Ordos, 1923
«Yo no he venido a la China sino en la esperan- «El viaje ha terminado y he sentido hondamente,
za de poder hablar mejor del "gran Cristo" en Pa- cómo el mero desplazarse en el espacio no añade
rís. En verdad, lo siento cada vez más hondamente, nada al hombre. Vuelto a su punto de partida, a
sólo ese "gran Cristo" puede llenar mi vida.» menos que haya aumentado en su vida interior...,
En las laderas del Ordos, 1923 es como todo el mundo.»
Tienísin, 1923
«¡Qué cosa tan extraña y dolorosa es la vida!,
¿no es verdad? He aquí que somos llevados a con- «A medida que avanzo en la vida, más me parece
fesar, que nada de lo que se toca es la verdadera que los acontecimientos individuales no deben con-
consistencia que buscamos y lo que entonces nos tar, sino sólo la entrega a algo que se hace mayor
aparece como la verdadera consistencia del mun- que nosotros.»
do nos es imposible de tocarlo. Beati qui non vide- Tientsin, 1923
rutií et crediderunt...»
En las laderas del Ordos, 1923 «El viaje por Mongolia no me ha dado directa-
mente ningún latigazo, pero me ha arraigado indi-
108
109
rectamente en mi fe en el porvenir. El mundo no mí, en pequeño, la fusión de los dos grandes amores
es interesante sino hacia adelante.» de Dios y del mundo, sin la cual fusión —estoy per-
Tientsin, 1923 suadido de ello— no hay Reino de Dios posible.»
«¡Qué distinto sería el mundo, qué invencible y Pekín, 1926
armado para todas las conquistas, si los hombres
se amasen unos a otros (en algo más grande que «Hay fuera de la Iglesia una inmensa cantidad
ellos mismos)!» de bondad y de belleza, que no se acabarán sin duda
Tientsin, 1924 sino en Cristo, pero que, entre tanto, existen y nos
es preciso simpatizar con ellas, si es que queremos
«Ragad^paVa que<^én ningún cascóme deje%arras- ser plenamente cristianos y deseamos asimilarlas a
trar/a querer qjira cosa que el Fuegq.» Dios.»
París, 1925
Pekín, 1926
«...El a i r / y el mar; espesa capa viyier/te, en donde
«Anteayer, ante un auditorio chino-americano, un
la vida hormiguea y se desliza, fluida\y densa como
simpático profesor de Harvard nos exponía sencilla
el medio/ que la lleva. Asombro ante \í forma y el
vuelo maravilloso de la gaviota. ¿Cómo se hizo este y humildemente su manera de concebir el nacimien-
navio? ÍLa peor débil dad ^e nuestro ¡spíritu con- to del pensamiento dentro de la serie animal. Yo
siste en; no sentir los mayores problemaj, porque se pensaba en el abismo que separa el mundo intelec-
nos presVniail bajo Tas -espgcTás más cerc mas. ¡ Cuán- tual, en el que me encontraba y cuyo lenguaje com-
tas gaviotas he visto/ yo, ¿uántas gentes han visto prendía, del mundo teológico y romano, cuyo idio-
gaviotas sin atisbar eí misterio que flota con ellas...! ma me es también conocido. Después de un primer
¡Dios me dé la gracia der "comprender] y de hacer choc ante la idea de que éste podía ser tan verda-
comprender a los demás hpsta la embrjaguez la mú- dero como aquél, me dije que tal vez yo era ahora
sica inmensa de l?s cos,as|» capaz de hablar el primer lenguaje, haciéndole ex-
presar legítimamente lo que el otro guarda y repite
con palabras para muchos incomprensibles. Por ex-
A bardo del "Angkor", 1926
travagante que pueda parecer a primera vista, yo
llegué a la conclusión que hic et nunc Cristo no era
«¡Qué cosa tan'TmorríS^aAgsimilar es el mundo
extraño a las preocupaciones del profesor Parker y
para una religión!» \ \ yv
que, con la ayuda de algunos intermediarios, se le
\ A b\rdo\le\".Angkor", 1926 podría hacer pasar de su psicología positivista a una
cierta perspectiva mística. ¡Oh! ¡He aquí las Indias
«Me he ofrecido a NÜ>Mt¿o SeñrW como una espe- que me atraen mucho más que las de San Francisco
cie de campo de experienai&, paj^yque Él realice en Xavier! Pero, ¡qué cuestión tan enorme, no de ritos,
110 111
sino de ideas, antes de que las pueda verdadera- arrastrar y para unir, el de todo el hombre con todo
mente convertir!» el hombre.»
Pekín, 1926 Pekín, 1927
«Ha sido preciso nada menos que toda la tierra «Mi interés ha emigrado hacia otras regiones, in-
para hacer al hombre.» cluso cuando me dedico con toda la pasión a la
Tientsin, 1926 geología. Es el Otro a quien yo busco, la Realidad
que está a través y al otro lado...»
«Yo quisiera expresar la psicología (los sentimien- Pekín, 1927
tos mezclados de orgullo, de esperanza, de decepción «Mi momento más activo es todavía aquel en que
y de espera) del hombre que se comprende no ya digo mi "Misa sobre el mundo" para divinizar el
como francés o chino, sino como terrestre... Tú sa- día que empieza.»
bes cómo para mí estas disposiciones no tienen nada Pekín, 1927
de anticristiano. Al contrario, yo las considero como
una llamada a la manifestación irremplazable de un «...Mi vida interior está definitivamente dominada
Cristo más grande.» por estas dos cumbres gemelas: una fe ilimitada en
Tientsin, 1926 Nuestro Señor, animador del mundo, y una fe in-
confundible en el mundo (especialmente humano),
«¡Oh! ¡Cómo desearía haberme encontrado con animado por Dios... No tengo otra ambición que la
San Ignacio o San Francisco de Asís, a los que nues- de dejar detrás de mí las huellas de una vida lógi-
tra época tanto necesita! ¡Seguir a un hombre de ca, toda ella en tensión hacia las grandes esperanzas
Dios por un camino libre y recién hollado, empujado del mundo. Aquí reside el porvenir de la vida reli-
por la plenitud de la savia religiosa de su tiempo, giosa humana.»
qué sueño! Yo pido con frecuencia a Dios ser la Tientsin, 1927
ceniza, donde germinará para otros ese gran floreci-
miento religioso, que ha faltado a nuestra genera- «A medida que avanzo en la vida, siento más hon-
ción.» damente que el verdadero reposo consiste en "renun-
ciarse" a sí mismo, es decir, en admitir resuelta-
Tientsin, 1926 mente que ser "dichoso" o "desdichado" (en el sen-
tido corriente de estos vocablos) no tiene ninguna
«El mundo está lleno de fuerzas, pero se debate importancia. Éxito o satisfacción personal no mere-
y se ahoga, porque nadie, ni siquiera el cristiano, cen que uno se quede en ellos, si es que los tiene,
viene a darle ejemplo de una acción y de una vida o que se turbe, caso de que se le escapen o tarden.
plenamente humanas, abiertas apasionada y activa- Sólo cuenta la acción fiel por el mundo en Dios.»
mente a todo bien y a toda belleza y a toda verdad.
No hay más que un solo contacto irresistible para Chansi, 1929

112 113
«Debo reconocer que no he sentido ningún sacudi- «Es el momento de "agarrarse" al propio destino
miento en contacto con Nueva York: evidentemente o, si se prefiere, a la mano de Dios, para no ser in-
ninguna repulsión, como Duhamel, pero tampoco nin- fiel a la invitación de las cosas.»
guna admiración. Simplemente, una estima profun-
da por el orden y la majestad de la ciudad.» A bordo del "Aramis", 1933
Nueva York, 1931
«América es un país lleno de frescor y en pleno
«El cosmos se sostiene no por la materia sino por florecimiento. Yo he respirado allí un aire que en-
el espíritu.» cuentro a faltar en Francia.»
Pekín, 1931 California, 1933
«La fe en Cristo no se mantendrá ni se propagará «...Pero, i qué cosa tan absurda es, en apariencia,
en adelante, sino por intermedio de la fe en el la vida! Tan absurda que uno se siente empujado
mundo.» hacia una fe terca y desesperada en la realidad y la
Pekín, 1931 supervivencia del espíritu. De lo contrario (quiero
decir, si no hay un Espíritu), haría falta ser un im-
«Me ha impresionado la dificultad de hacer com- bécil para no declarar la huelga al esfuerzo humano.»
prender ciertas perspectivas universalistas a hom-
bres, que no habían sido jamás cristianos o que ha- Pekín, 1934
bían escapado fundamentalmente a la influencia
cristiana. El Cristianismo se manifiesta como la úni-
ca corriente espiritual capaz de desarrollar ea las al- «Estoy estudiando los desarrollos sucesivos de una
mas el sentido de lo Absoluto y lo Universal, sobre adhesión que, de fe ea fe, alcanza por convergencia
todo, Personal, es decir, el auténtico "sentido mís- la corriente cristiana. Fe en el mundo, fe en el espí-
tico".» ritu en el mundo, fe en la inmortalidad del espíritu
en el mundo, fe en la personalidad creciente del
Pekín, 1931 mundo.»
Chunking, 1934
«A los cincuenta años es molesto perder el tiempo.»
Turkestán chino, 1931
«Mis esperanzas supremas, las mismas que el pan-
«En estricta lealtad, no me es posible contemplar teísmo de Oriente u Occidente no puede satisfacer,
el universo sin Cristo Alpha y Omega. Entonces, la fe en Jesús las llena.»
¿cómo podría prescindir de la Iglesia?» CÓMO CREO YO, 1934

Pekín 1932 «Es preciso llegar a conservar el gusto sustancial


de la vida y de la acción, renunciando al mismo
114
115
tiempo definitivamente a ser feliz por sí mismo. «En conjunto, nuestro mundo niega lo Personal y
Aquí está el secreto, no la ilusión del "medio divino".» Dios, porque cree en el Todo. Todo consiste en mos-
trarle que, al contrario, precisamente porque cree
Pekín, 1934 en el Todo, debe también creer en lo Personal.»

«Yo no veo siempre sino la misma salida: ir siem- Pekín, 1936


pre hacia adelante, creyendo siempre más. ¡Qué el
Señor me conserve el gusto apasionado del mundo «Ahora el problema de Dios se pone a la acción
junto con una gran dulzura y me ayude a ser, hasta humana total y no puede ser resuelto sino por el
el fin, plenamente humano!» esfuerzo total de la búsqueda y la experiencia hu-
Pekín, 1934 mana. No solamente Dios da un valor para siempre
al esfuerzo humano, sino que su revelación es una
«El pasado me ha revelado la construcción del respuesta a la totalidad del esfuerzo humano.»
porvenir.» Pekín, 1936
A bordo del "Cathay", 1935
«La única manera de hacer tolerable la vida es
«No hay más que una manera auténtica de descu- amar y adorar lo que en el fondo la anima y dirige.»
brir... (el pasado) y es la de construir el porvenir.
Es muy simple, pero hay todavía tantas gentes que Tientsin, 1936
hacen como si el pasado tuviese interés en sí mis-
mo y lo tratan como sólo merece el porvenir.» «Fe, comunión en el porvenir. Mi única fuerza,
toda mi fuerza es y será no desviarme de ello jamás.»
A bordo del "Cathay", 1935 Tientsin, 1936
«El universo es una cosa inmensa, en la que esta- «Repetidas veces, sobre todo, en la aurora de la
ríamos perdidos, si no convergiese hacia la persona.» era cristiana, la búsqueda religiosa humana se había
acercado a esta idea, que Dios-Espíritu no podía ser
Rawalpandi (India), 1935 alcanzado sino por el espíritu. Pero sólo en el Cris-
tianismo el movimiento ha logrado consistencia de-
«Hace falta ir a la India para medir lo que hay finitiva. El don del corazón en vez de la postración
de aletargante y mortal en una religión, que se so- de los cuerpos, la comunión más allá del sacrificio,
brecarga de materialización y ritos.» Dios-Amor que no se alcanza finalmente sino por
amor: he aquí la revelación psicológica y el secreto
Rawalpandi (India), 1935 del amor cristiano.»
Tientsin, 1937

116 117
«La guerra se ensaña por doquier: al pensar en «El primero de mayo acabo de cumplir sesenta
el origen del conflicto, uno se da cuenta de que la años. Es increíble cómo pasa el tiempo... Toda mi
fuente del mal no se encuentra en las tensiones apa- espiritualidad consiste en abandonarme cada vez más
rentes, sino muy lejos, en el hecho interior de que activamente a la presencia de Dios y a su acción.
los hombres han desesperado de la personalidad de Unirme con el "Devenir" se ha convertido en mi
Dios.» fórmula preferida, la fórmula de mi vida.»
Pekín, 1940
Pekín, 1941
«Espero que el Señor me ayudará, pues me impon-
go todo este esfuerzo única y exclusivamente para El valor y la dicha de la vida consisten en per-
hacer visible su Rostro.» derse en Algo mayor que uno mismo.»
Pekín, 1940 Pekín, 1942
«Cuanto más pasan los años, empiezo a creer que
mi función habrá sido simplemente la de ser, a una «Descanso, pero no "gozo" porque de sí y, al me-
imagen muy reducida del Bautista, aquel que anun- nos, inmediatamente esta victoria brutal del hom-
ciaba y llamaba lo que debía venir... Lo que se me bre sobre el hombre no es una victoria de la huma-
pide es, siguiendo mi línea personal, el esfuerzo nidad.»
por ser "jesuíta" más a fondo. Si el gran Cristo Pekín, 1945
es lo que nosotros pensamos y si Él desea verdade-
ramente servirse de mí para predicarle, es en esta «Me encuentro muy excitado y entusiasmado por
fidelidad que Él vendrá a buscarme.» todo lo que veo en Francia. ¿Será Francia verdade-
Pekín, 1940 mente la cuna, donde, después de dos mil años, Cris-
to se complace en renacer "umversalmente"? En
«Tendré contra mí al mismo tiempo a los puros todo caso, se levanta ciertamente una luz en el ho-
científicos y a los metafísicos puros; pero no sé qué rizonte.
otra cosa podría hacerse, si se intenta hasta el final París, 1946
encontrar un puesto firme para el hombre en el
universo.» «En el fondo, el verdadero interés de la vida se
Pekín, 1940 concentra para mí cada vez más irresistiblemente
en esta cuestión fundamental de la relación entre
«Por el momento mi mayor preocupación es ésta: Cristo y la "Hominización". He aquí para mí la cues-
hacia dónde he de encaminarme y qué he de hacer tión del to be or not to be,-»
para conservar y encender con la máxima eficacia la
fe en el porvenir.»
Saint-Germain-en-Laye, 1947
Pekín, 1941

118 119
«...El único gran trabajo que a mis ojos ahora bien, la conciencia de que la Orden es una cosa
cuenta: operar en el corazón de cada uno de noso- muy grande.»
tros la síntesis viviente entre el movimiento ascen- Roma, 1948
sional evangélico hacia arriba (fe en Dios) y el movi-
miento progresivo moderno hacia adelante (fe en el «En el presente, el polo cristiano de la tierra se
hombre).» encuentra aquí; es decir, el eje creciente de la "ho-
París, 1947 minización" pasa por aquí.»
Roma, 1948
«Jamás me he sentido tan íntegramente depen-
diente en alma y espíritu de Cristo Jesús. Tengo un «Si supiese cómo desconfío de las místicas hindúes,
sentimiento a la vez dulce y doloroso de que nada basadas mucho menos en la unión, generadora de
puedo absolutamente sin Él.» amor, que en la identificación, exclusiva de amor.»

París, 1948 París, 1949

«Roma no me ha causado ni m e causará ningún «El Santo es aquel que cristianiza en sí mismo
choc: ni estético, ni espiritual. Ya me lo esperaba. todo lo humano de su época.»
Estoy inmunizado frente al pasado y, frente a lo
París, 1950
pintoresco, ya no tengo nada de qué asombrarme,
después del enorme Oriente. En cambio, me he en-
«Desde las profundidades del porvenir cósmico co-
contrado inmediatamente a gusto en esta atmósfera
mo desde las alturas del cielo es todavía Dios, es
meridional y colorista. Y luego, algo más importan-
siempre el mismo Dios, quien me llamaba.»
te, he comprendido en San Pedro —sólo allí— que
el Cristianismo es un fenómeno aparte —el "fenóme-
E L CORAZÓN DE LA MATERIA, 1950
no cristiano", yo tenía razón— con su seguridad pa-
radójica, pero inconfundible y actuante de represen-
«Jamás he sentido en ningún momento de mi vida
tar la extremidad de un "arco" tendido entre el hom-
la menor dificultad en dirigirme a Dios como a un
bre y lo que hay más allá del hombre. Después de
supremo Alguien.»
San Pedro —en pequeño— lo que más me ha gustado
hasta ahora es el Gesú... Confieso haberme emocio- E L CORAZÓN DE LA MATERIA, 1950
nado en el altar del Padre Ignacio y, todavía más,
en la pequeña capilla de Nuestra Señora de la Stra- «En toda verdad (y en virtud mismo de toda la es-
d a : ¡cuántos grandes hombres no han rezado ante tructura de mi pensamiento) me siento hoy más irre-
esta imagen! Recuerdos de familia, impresiones de mediablemente ligado a la Iglesia jerárquica y al
la infancia religiosa y luego sobre todo, aquí tam- Cristo del Evangelio, que en ningún otro momento

120 121
de mi vida. Jamás Cristo no me ha parecido ni más «Así, una vez más, quiero intentar de alcanzar y ex-
real, ni más personal, ni más inmenso.» presar un poco más adelante el fondo, siempre hui-
Al Padre General de la Compañía de Jesús, 1951 dizo, de lo que yo siento, de lo que yo veo, de lo que
yo vivo.
«Mientras el interrogante del "Pre-hombre" en Áfri-
A bordo del «African Endeavour», 1953
ca toma forma en mi espíritu, marcha al mismo tiem-
po hacia adelante en mi cabeza el otro interrogante «Pide a Dios que me conserve en la "forma" que
por el "Super-hombre".» necesito para empujar hacia adelante hasta el fin
Johannesburgo, 1951 la venida de su Reino, la venida de su Reino tal como
yo lo sueño: la coincidencia en la conciencia huma-
«Tomar conciencia de la convergencia del hombre na del sentido para lo "sobrehumano" y del sentido
hacia sí mismo, me parece un paso tan revoluciona- para lo "cristiano", o como yo lo digo con frecuen-
rio, como lo fue en el pasado la conciencia de que cia, la síntesis del "hacia adelante" y del "hacia
la tierra da vueltas y de que hay una evolución bio- arriba".»
lógica.» Nueva York, 1954
Nueva York, 1951
«Que Cristo Resucitado me conserve joven para la
«Voy siempre adelante en una dirección que me mayor gloria de Dios. Joven, es decir, optimista, acti-
parece estar cada vez más en la línea de "Mi Señor vo, sonriente, clarividente, porque las pruebas y la
y mi Dios". Tengo una confianza absoluta en Aquel, edad llevan a É l ; porque las pruebas y la edad no
al que se dirige única y exclusivamente mi esfuerzo me alcanzarán sino medidas por Él.»
por hacerlo lo más grande que posible sea.»
DIARIO DE EJERCICIOS, 1954

Berkeley, 1952 «Le basta a la verdad aparecer una sola vez en un


espíritu, para que nada pueda impedirle jamás de
«Pide continuamente a Dios por mí que termine invadirlo todo e inflamarlo todo.»
de tal suerte, que este fin, modesta pero clara y dig-
namente, selle mi testimonio.» Nueva York, 1955
Nueva York, 1952
«Las sombras en torno a nosotros se hacen cada
«Nada podría impedir al hombre de adorar al má- vez más largas y más abundantes. Mi gran plegaria
ximo... Con esta evidencia conservo fácilmente la (incluyo en ella a todos los que amo) es únicamente
paz e incluso encuentro un gozo profundo.» encontrar un buen fin: quiero decir, sellar de algún
modo con mi muerte aquello para lo que siempre he
Nueva York, 1953 vivido.»
Nueva York, 8 de enero 1955
122
123
(1) La mayoría de estos pasajes proceden de las
obras siguientes: Genése d'une pensée, Lettres (1914-
1919), París (Grasset), 1961; Lettres de voyage (1923-
1939), París (Grasset), 1956; Nouvelles lettres de vo-
yage (1939-1955), París (Grasset), 1957. La publicación
se hace con el benévolo consentimiento de la Edi-
torial.

VOCABULARIO

Antropogénesis: (del griego anthropos = hombre y


génesis = nacimiento u origen): aparición de la es-
pecie humana en la línea de la evolución de los se-
res vivos como resultado de su segundo «punto crí-
tico». La hipótesis del origen animal del hombre en
cuanto al cuerpo, sobre cuyo grado de probabilidad
o certeza toca a la ciencia determinar, no se opone
de por sí a la intervención especial de Dios en la
creación del alma espiritual, como exigen de consu-
no Filosofía y Teología.
Antropología: ciencia o tratado del hombre, que re-
coge el esfuerzo reflexivo y sistemático de la huma-
nidad por conocerse a sí misma.
Antropoide: nombre con que se designa a un grupo
de monos (entre ellos el chimpancé, el orangután y
el gorila), cuya estructura corpórea es entre toda la
serie del reino animal la más semejante al hombre.
A veces se designa también con el mismo término
a aquéllos antecesores de los actuales monos, de los
que según el evolucionismo procede también la es-
pecie humana. La semejanza de estructura morfo-
lógica entre el hombre y los antropoides se da de
la mano con diferencias esenciales en la misma ana-
tomía y sobre todo en el comportamiento y activi-

124 125
dad espiritual del hombre: lenguaje, progreso téc-
nico, pensamiento especulativo, obligación moral, li- tica y plástica, apropiada a la mentalidad de la
bertad, etc. De ahí que Teilhard de Chardin nos época, esa misma verdad metafísica y religiosa: el
hable de la «paradoja humana» y conciba al hombre carácter de creatura del mundo y del hombre, cuyo
como un nuevo orden del ser: el orden espiritual origen y fundamento se encuentra en la omnipoten-
de la Noosfera. cia creadora de Dios. La afirmación bíblica del «he-
Biogénesis (del griego bios = vida): origen de la vida cho» de la creación no incluye necesariamente una
en el seno de la evolución del universo como con- determinada explicación de su «modo». A la inter-
secuencia de su segundo «punto crítico». Teilhard pretación «estática» de la antigüedad, nuestra épo-
de Chardin explica ese origen a partir de la pre-vida ca ha sustituido una interpretación «dinámica», para
o cara interior de la materia y en virtud del pro- la que la acción creadora de Dios se ejerce a lo largo
ceso creciente de complejidad de la evolución ma- de la historia de la evolución de la materia y de la
terial. vida. Dentro de esta interpretación corresponde a
Biosfera: zona de la vida no consciente, anterior e la acción de Dios no solamente la producción de la
inferior a la vida consciente y pensante, propia del realidad material en cuanto a todo su ser, sino tam-
hombre. bién su progresiva elevación y promoción a nuevos
Consciencia (del latín cum - scientia): significa aquella niveles de perfección inasequibles para sí misma.
suerte de «consaber» que acompaña a todo fenó- Cristo universal (a veces también Cristo cósmico): Je-
meno psíquico. En Teilhard de Chardin la cons- sucristo, el Dios hecho hombre, en cuanto principio
ciencia abarca toda la forma del psiquismo, desde y fin de la creación y centro del universo, al que
la más elemental de la sensación hasta la más ele- con su Encarnación ha aportado el más inesperado
vada del pensamiento humano. En el caso del hom- perfeccionamiento.
bre la conciencia alcanza la forma suprema de la Cristocentrismo: visión del universo con Cristo como
reflexión, por la que el sujeto humano, juntamente centro espiritual, en cuanto que, según San Pablo,
con el objeto de su conocimiento, se conoce a sí todo, naturaleza y hombre, fue creado por Dios para
mismo como sujeto cognoscente. Cristo, en el que todo tiene su consistencia.
Cristo génesis: génesis, no del Verbo de Dios, ni del
Cosmogénesis: proceso evolutivo de formación del
Cristo histórico en cuanto Verbo de Dios encarnado
universo, concebido como un sistema en movimiento. en el tiempo, sino del Cristo místico, es decir, de
Creación: Doctrina metafísica y religiosa que expli- Cristo presente hoy sobrenaturalmente en el mundo
ca el origen del mundo por un acto de la libre vo- en su Cuerpo místico, que va realizándose a lo largo
luntad de Dios. Como producido por Dios en cuanto de la Historia hasta alcanzar la consumación final
a toda su realidad, el mundo depende absolutamen- en el Reino de Dios.
te en su ser y en su actividad del Dios creador. El
relato bíblico del Génesis expresa en forma dramá- Cristología: tratado teológico acerca de Cristo, Ver-
bo de Dios hecho hombre. En sentido estricto la
126
127
Cristología estudia la Persona del Dios encarnado, tica de un cosmos ya «hecho» por la concepción
mientras que su obra redentora o soteriológica dinámica de un cosmos «haciéndose». Por su misma
es objeto del tratado teológico de la Redención o noción la evolución no se opone a la creación. En
Soteriología. Teilhard de Chardin más que en el as- efecto, la creación significa el comienzo absoluto de
pecto ontológico del misterio de la Encarnación algo que todavía no era. La evolución supone nece-
(unión de la doble naturaleza divina y humana en sariamente algo que ya era y que se desenvuelve.
la única persona del Verbo) o que en su dimensión Por otra parte, ni la evolución implica de por sí in-
soteriológica (función salvadora y redentora del Hijo dependencia ontológica del Dios creador, ni la crea-
de Dios encarnado), se fija sobre todo en sus conse- ción importa una acción ya pasada, sino continuada
cuencias cósmicas (posición central del Dios-hombre y siempre presente. La doctrina bíblica y teológica
en el universo, como primogénito de la creación, en de la creación nos ilustra sobre su «realidad», no
quien y para quien todo fue creado y en quien todo sobre su «modo». Por ello, partiendo del principio
tiene su consistencia). de que Dios, al crear, da a las creaturas las condicio-
nes de posibilidad para su propio desarrollo y de
Cuerpo místico: organismo sobrenatural constituido que, por lo mismo, en la marcha ulterior de este
por Cristo como Cabeza, la Iglesia como Cuerpo y desarrollo no es preciso admitir que Dios cree in-
los cristianos como Miembros, unidos entre sí y con mediatamente lo que Él puede alcanzar mediata-
la Cabeza por la misma vida divina de la gracia. mente por la evolución inmanente de sus creaturas,
Entropía: principio de la termodinámica según el la Teología actual, al mismo tiempo que afirma la
cual todo cambio en el mundo va acompañado de la absoluta dependencia de las creaturas en su ser y
producción de calor. La entropía importa la degra- en su evolución con respecto al Dios creador, deja
dación irreversible de la energía en calor y, consi- libre a la ciencia la investigación y la explicación
guientemente, la tendencia del universo hacia esta- de la marcha y desarrollo concreto de esta evolu-
dos energéticos cada vez más igualados. ción.
Extrapolación: acción de prolongar una curva más Evolucionismo: se denomina así la teoría que expli-
allá de los puntos reales calculados. Dios como ca la aparición de las diferentes especies de vivien-
Punto Omega de la evolución se alcanza en el pen- tes por descendencia de unas pocas especies pri-
samiento de Teilhard de Chardin por extrapolación, mitivas y, en último término, a partir de la materia
como aquel punto final de convergencia del universo anorgánica. El evolucionismo extremo en cuanto nie-
que da sentido y coherencia a su movimiento ascen- ga la acción de una Causa superior a la materia, de la
que ésta procede y depende en su ser y en su ulterior
dente.
desarrollo, contradice no sólo a la Teología revela-
Evolución: en general significa el cambio o transfor- da (el dogma fundamental de la creación), sino
mación de algo que al mismo tiempo permanece. también a la Filosofía (lo más no puede venir por
En relación con la actual concepción del mundo, la sí mismo de lo menos). El evolucionismo moderado
evolución importa la substitución de la visión está-

128 129
que, admitiendo la acción creadora de Dios y la de- mino coinciden. El panteísmo estricto importa la
pendencia absoluta de las creaturas en su ser y en negación de la esencial distinción entre el ser rela-
su desarrollo respecto del Creador, busca en las mis- tivo del mundo y el Ser absoluto de Dios y, conse-
mas creaturas las condiciones inmanentes de posi- cuentemente, la abolición de todo ser substancial y
bilidad de su propio desarrollo en orden a determi- personal fuera de Dios. El mundo y el hombre que^
nar de este modo la historia empírica de la evolu- dan reducidos a la categoría de accidentes o modi-
ción de la vida en el universo, no está de ningún ficaciones del único Ser divino. Concepción recha-
modo en contradicción con la Teología o la Filoso- zada por Teilhard en el que la unión con el Punto
fía y es objeto de la libre investigación y discusión Omega deja a salvo la substancialidad y la perso-
de los hombres de ciencia. nalidad del individuo humano.
Fenómeno (del griego fainómenon = lo que se mues-
Parámetro: este término geométrico designa una lí-
tra o aparece): la realidad tal como se manifiesta a
nea constante e invariable que forma parte de la
sí misma en la experiencia científica.
construcción de una curva y es empleada como
Fenomenología: se refiere en Teilhard de Chardin a medida fija. Teilhard de Chardin lo adopta en su
una explicación del mundo, con el hombre elegido pensamiento biológico para significar aquel elemen-
como centro, desde el punto de vistcKae la aparición to (parámetro de complejidad, parámetro de cere-
sucesiva y coherente de los diversos seres del uni- bralización) que permite medir el nivel alcanzado
verso en el cjflrso del tiempo. / en sus diversas etapas temporales por el progreso
de la evolución.
Pleroma (en griego = la plenitud): concepto de la
Teología de San Pablo por el que se significa que
Dios Padre en su Hijo Jesucristo nos ha regalado
la «plenitud» de la vida divina y que nosotros, los
que hemos recibido esa «plenitud», unidos ahora
con Cristo en su Cuerpo místico, estamos llamados
a formar con Cristo en la gloria, sin confusión de
Creador y creatura, la «plenitud», en la que Dios lo
será todo en todos.
Punto Omega (del griego O mega = la última letra
del alfabeto griego): Dios como centro último de
convergencia de la evolución. La existencia del Pun-
to Omega es para Teilhard la única hipótesis que
garantiza la inteligibilidad y coherencia de un uni-
verso en camino hacia una perfección ascendente.
13
\y 131
Trascendencia: en general se refiere a algo que está
más allá de un límite. En sentido teológico Dios es
la absoluta trascendencia con relación al mundo. El
misterio de Jesucristo, Dios encarnado, consiste
precisamente en que se encuentra a la vez a ambos
lados del límite que corre entre Dios y el mundo.
Por eso en el Cristianismo la antítesis de inmanen-
cia y trascendencia ha sido superada por la sín-
tesis realizada en la persona de Cristo. BIBLIOGRAFÍA

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Seuil, 1957.
LJE MILIEU DIVIN (Oeuvres, v. IV), París, Ed. du Seuil,
1957.
L'AVENIR DE L'HOMME (Oeuvres, v. V), París, Ed. du
Seuil, 1959.
L'ENERGIE HUMAINE (Oeuvres, v. VI), París, Ed. du
Seuil, 1962.
L'ACTIVATION DE L'ÉNERGIE HUMAINE (Oeuvres, v. VII),
París, Ed. du Seuil, 1963.
CONSTRUIRÉ LA TERRE (Cahiers Pierre Teilhard de
Chardin, I), París, Ed. du Seuil, 1958.
REFLEXIONES SUR LE BONHEUR (Cahiers, II), París, Ed.
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PIERRE TEILHARD DE CHARDIN ET LA POLITIQUE AFRI-
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Para una bibliografía más completa véase GARCÍA

142
ÍNDICE

PRÓLOGO 11
En el dintel de la era planetaria 13
El hombre y la obra 16
Objeto y método 24
La evolución y su sentido espiritual 26
Entropía y conciencia 28
Los dos puntos críticos de la evolución 31
El lugar del hombre en el cosmos 34
Hacia lo suprahumano 36
El dilema y la apuesta 39
El punto Omega 44
El Cristo cósmico 49
Sí y no 56
El medio divino 65
El valor divino de lo humano 70
Balance y perspectivas 77
Una obra arriesgada y providencia] 91
El testimonio de un gran cristiano 97
Vocabulario 125
Bibliografía 133

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