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BUBER
Diálogo
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RIOPIEDRAS
ÍNDICE
DIÁLOGO
DIÁLOGO
DISTANCIA ORIGINARIA Y RELACIÓN
(1932)
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tados, que se llama propiamente discusión, confrontación), tam-
en él sin su hacer, no importa desde dónde; pero ahora obra de
poco esta conversación necesita sonido alguno, ni siquiera un
tal forma que supera en sí una reserva sobre la que tan sólo él
ademán. El lenguaje se puede retirar de toda patencia sensible y mismo tiene poder. Desde él, la comunicación fluye sin reserva
permanecer lenguaje. y el silencio la conduce a su vecino, al que, sin embargo, estaba
Naturalmente, no pienso en el cariñoso silencio de Uno- destinada y que la acepta sin reserva como a todo verdadero des-
en-Otro de los enamorados, que puede abastecerse de exterio-
tino que le encuentra. Ese hombre no podrá contar a nadie, ni
ridad y acuerdo en una mirada, en la mera comunidad de un
siquiera a sí mismo, lo que ha experimentado. ¿Qué “sabe”,
mirar de frente. Pero tampoco pienso en el místico silencio de
ahora, del otro? Ya no necesita saber alguno. Pues donde ha im-
Uno-con-Otro del que informan el joven franciscano Egidio y
perado la franqueza interhumana, aunque fuese sin palabras, allí
Luis de Francia (o, casi lo mismo, dos rabinos Jasídicos), que no ha acontecido, sacramentalmente, la palabra dialógica.
pronuncian palabra alguna en una reunión única, sino que, «es-
tando en el espejo del rostro divino», se experimentaban uno a
otro; pues también aquí es el gesto aún expresivo, una postura Opiniones y hechos
corporal del uno hacia el otro.
Lo que pienso deseo ilustrarlo con un ejemplo. Por más que el diálogo humano tenga su vida propia en los sig-
Se representa dos hombres que se sientan uno junto a otro nos, en la palabra y el gesto (sólo en casos especiales la letra co-
en cualquier lugar solitario del mundo. No hablan entre sí, ni se
rresponde al diálogo, por ejemplo, allí donde entre amigos, en
miran, nunca se han dirigido uno al otro. No se tienen confian-
una reunión, los folletines sobre la mesa van de aquí para allá),
za, nada sabe uno de la vida del otro; hoy por la mañana, tem- aún así puede existir sin signo; y, sin duda, no en una forma que
prano, se han conocido en el paseo. En ese instante ninguno
pudiera ser objetivamente comprendida. Por el contrario, a la
piensa en el otro; no necesitan saber lo que piensan. Uno de
propia esencia del diálogo parece pertenecer un elemento -por
ellos se sienta en el banco común a su manera: tranquilo, ami- interior que fuese- de comunicación. Sin embargo, en sus mo-
gablemente inclinado a todo lo que pueda venir; su ser parece mentos superiores el diálogo también va más allá de estos límites.
decir que sería demasiado poco estar dispuesto, que se tendría Se plenifica fuera de los contenidos comunicados o comunicables
que estar realmente ahí. Al otro hombre, sin embargo, no le de-
y, asimismo, de los contenidos más personales, y a pesar de ello
lata su postura, él es un hombr- contenido, reprimido; pero no acontece en un proceso “místico”, por ejemplo, sino en un
quien le conoce sabe que sobre el pesa el haber sido excomul- proceso fáctico, en sentido estricto, completamente inserto en el
gado de la infancia, que su represión no es pose y que tras toda común mundo humano y en la concreta sucesión del tiempo.
pose se ubica, en él, el impenetrable no-poderse-comunicar. Y Ciertamente, se quisiera estar inclinado a añadir el ámbito
entonces -representémonos que ésta fuese una de esas horas que especial de lo erótico. Pero justamente no pensaba traerlo a co-
consiguen romper los siete sellos de hierro de nuestro corazón- lación como ejemplo, pues, en realidad, Eros está todavía mu-
se disuelve, imprevisiblemente, la excomunión. Tampoco ahora,
cho más maravillosamente compuesto que en el mito genealó-
sin embargo, dice el hombre palabra alguna ni mueve ningún gico de Platón y lo erótico no es de ningún modo, como podría
dedo. Y a pesar de ello, hace algo. La disolución ha acontecido suponerse, pura condensación y desenvolvimiento del diálogo.
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Ante todo, no conozco ningún otro ámbito como éste (aún ha- ticiera fuerza amorosa, elevó la consideración de que se había
bré de hablar al respecto) en el que se entremezclen tanto, pero nombrado a demasiados judíos, de modo que algunos países es-
también nuevamente choquen entre sí, lo dialógico y lo mono- tarían representados, gracias a sus judíos, en indebida propor-
lógico. Algunos famosos arrobamientos amorosos no son sino ción. Aunque a mí mismo no me fueron extrañas tales conside-
recreación en las posibilidades actualizadas en una imprevista raciones, pues pensaba que el judaísmo sólo en su comunidad,
plenitud de la propia persona. no en miembros dispersos, podría ganar una participación más
Antes aún pensaría en un inaparente, pero significativo, án- eficaz que sugestiva en la construcción de un estable mundo pa-
gulo del existente: en las miradas que echan a volar, en el tu- cífico, me aparecían tales consideraciones, tan radicales, menos-
multo de la calle, entre desconocidos que pasan uno junto a cabadas en su justificación. El obstinado judío que soy protestó
otro con paso indiferente; son miradas, entre ellos, que revelan contra la protesta. Ya no sé por qué camino llegué, con ello, a
uno a otro dos naturalezas dialógicas oscilantes, sin destino. hablar de Jesús y sobre cómo nosotros, judíos, le conocíamos
Pero, en verdad, sólo puedo mostrar lo que pienso en acon- desde dentro de una forma, justamente en los impulsos y agita-
tecimientos que desembocan en una verdadera transformación ciones de su ser judío, que permanece inaccesible a los pueblos
de la comunicación en comunión y, por tanto, en una encarna- a él vinculados. «De una forma que a ellos permanece inaccesi-
ción de la palabra dialógica. ble» -así hablé, inmediatamente, al tempranero pastor. Él se le-
Lo que en ellos acontece no se ha de presentar al lector en vantó, también yo, y nos miramos uno a otro a los ojos. «Está
conceptos, pero podemos exponerlo en ejemplos, si bien a fin olvidado», dijo él, y ante todos nos dimos un beso fraternal.
de rescatarlo desde los más interiores resquicios de la vida per- La controversia de la situación entre judíos y cristianos se
sonal no hemos de temernos a nosotros mismos allí donde había transformado en una asociación entre el cristiano y el ju-
cuenta lo importante. Pues, ¿dónde, si no, debería encontrarse dío; en esa transformación se plenificó la dialógica. Las opinio-
algo semejante? nes habían desaparecido, aconteció lo fáctico en persona.
Mi amistad con alguien actualmente ya fallecido surgió en
un acontecimiento que, si se quiere, puede ser descrito como
conversación quebrada. La fecho es Pascua de 1914. Algunos Conversaciones sobre religión
hombres de diferentes países europeos estaban reunidos para, en
el presentimiento indeterminado de la catástrofe, preparar para Espero aquí dos objeciones, una contundente y otra impetuosa.
una autoridad supranacional un intento de enderezamiento de Se me puede objetar que allí donde se trata de puntos de
la situación. Las conversaciones se condujeron con una franque- vista esenciales, cosmovisionales, la conversación no puede ape-
za cuyo fruto substancial apenas alguna vez he experimentado nas ser quebrada de tal forma; cada uno se tiene-que exponer de
tan fuerte: actuó sobre todos los participantes de tal forma que veras, sin reserva, en su parcialidad humanamente inevitable y
deshizo lo ficticio y cada palabra fue un hecho. Cuando debati- experimentarse, justamente a través de ello, como limitado, en
mos la composición del gran círculo del que debía salir la pú- efecto, por otro, de modo que ambos sufran conjuntamente el
blica iniciativa (se decidió celebrarlo en agosto del mismo año) destino de nuestra condición y se encuentren uno a otro en él.
uno de nosotros, un hombre de sufriente concentración y jus- A ello respondo que la experiencia del ser-limitado está in-
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cluida en lo que indico, pero también en su superación comu- secundó la muerte de Servet; pues Lutero y Calvino creen que
nitaria, que no se puede ejecutar, desde luego, sobre el suelo la palabra de Dios ha descendido tanto entre los hombres que
“cosmovisional”, sino sobre el de la realidad. Ninguno de am- podría ser conocida con claridad y, por tanto, que tuviera que
bos necesita plantear su punto de vista, sino que sólo justamen- ser exclusivamente sostenida; pero yo no creo eso, sino que la
te están sobre él, y en tanto hacen desatendidamente algo y les palabra de Dios desciende ante mis ojos como una estrella que
ocurre desatendidamente algo, ello significa vínculo, un ámbito cae -cuyo fuego evidenciará el meteorito- sin cegarme, y yo
en el que la ley del punto de vista ya no vale. También ellos su- mismo sólo puedo atestiguar la luz, pero no sacar la piedra y de-
fren el destino de nuestra condición, pero lo honran en el pun- cir: eso es. Sin embargo, de ningún modo se ha de comprender
to más elevado cuando, como nos ha ocurrido, lo dejamos di- esta diferencia de creencia simplemente como una diferencia
solverse por un instante inmortal. Se habían encontrado antes subjetiva, pues ni está fundada en que hoy seamos vivientes dé-
de que, cada uno en su alma, se dirigiesen tanto uno hacia otro biles de fe ni desaparecerá aun cuando nuestra creencia se for-
que, en adelante, cada uno, haciendo presente al otro, verdade- talezca mucho. La propia situación del mundo, en el más serio
ramente le alentase y reclamara. sentido, o más precisamente, la relación entre Dios y hombre, se
La segunda objeción, procedente de la otra parte, diferente ha modificado. Y esta modificación no es comprendida entera-
por completo y enfrentada directamente, significa: eso puede ser mente de modo esencial si se piensa sólo en el tan confiado a
cierto respecto justamente a la región del punto de vista, pero nosotros eclipse de la luz superior, en la noche sin revelación de
no para la creencia. Para dos creyentes que discuten sobre sus nuestra existencia. Es la noche de una esperanza -no de una
creencias (por ejemplo, sobre el cumplimiento de la voluntad vaga esperanza, sino de una expectación. Estamos a la expecta-
divina), no se trata de un acuerdo efímero, personal. A quien tiva de una teofanía de la que no sabemos nada salvo el lugar, y
cree tanto en su creencia que pudiera morir o matar por ella no éste significa comunidad.
le importa que pudiera ofrecérsele reino alguno en el que la ley En las públicas catacumbas de esta expectativa no hay una
de la creencia ya no tuviese valor. En la medida en que le in- palabra divina unilateralmente cognoscible y justificable, sino
cumbe ayudar a la verdad a conseguir la victoria, no puede de- que las palabras transmitidas se nos iluminan en nuestro huma-
jarse engañar por sentimientos. Fi de-otro-modo significa un no estar-dirigido-uno-a-otro. Nacie obligado a lo venidero ca-
error que tiene que ser transformado o al menos instruido, de rece de confianza en su criatura. Tener experiencia de ello es
modo que un contacto inmediato con él puede sólo tener lugar nuestro camino: no se trata del “progreso”, sino de un camino.
fuera de la representación de la creencia, no a partir de ella. La Comienza un tiempo de verdadero diálogo religioso -no de
tesis del diálogo religioso no puede “naufragar”. aquella llamada conversación aparente en la que ninguno de los
A esta objeción, cuya violencia radica en que no se preocu- que en ella participan mira y apela en realidad, sino el tiempo
pa por la evidentemente dominante ausencia de compromiso de un verdadero diálogo, de certidumbre a certidumbre, pero
del espíritu relativizado, puedo responder suficientemente sólo también de persona franca a persona franca. Sólo después se in-
con una creencia. dicará la verdadera comunidad: no la comunidad de un presun-
No tengo la posibilidad de juzgar sobre Lutero, que rehusó to contenido de fe que se halle en todas las religiones, sino la
a Zuinglio en Marburgo la comunidad, ni sobre Calvino, que comunidad de la situación, de la inquietud y la espera.
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Cuestionamiento
una actitud que le permite ver libremente el objeto y espera,
sin prejuicios, lo que se le ofrezca. Sólo al principio puede te-
Lo dialógico no se limita al trasiego de los hombres
entre sí: tal ner vigencia en él la intención, pero todo lo demás es involun-
como se nos ha mostrado, es un comportamiento de
hombre a tario. No apunta-hacia, sino que se deja ir, apenas teme olvidar
hombre que en su trasiego tan sólo se expone.
algo («olvidar es bueno», dice). No da tareas a su memoria, sino
Según ello, la reciprocidad de la acción interior parece
per- que confía en el trabajo orgánico de aquello que retiene lo dig-
tenecer indisolublemente, en este sentido, al
estado mínimo de no de ser retenido. A diferencia del observador, no recoge la
lo dialógico, por más que se lo desprovea de discurso
o de co- hierba como pasto, sino que le da la espalda permitiéndole ba-
municación. Dos hombres que están dialógicamente
vinculados ñarse de sol. No presta atención a los rasgos («los rasgos», dice,
tienen que estar abiertamente dirigidos uno a otro, habers
e di- «conducen al error»). Lo importante en el objeto es lo que no
rigido, por tanto, uno a otro -no importa en qué medida
de ac- es “carácter” ni “expresión” («Lo interesante», dice él, «no es
tividad o de conciencia de actividad.
importante»). Todos los grandes artistas han sido hombres con-
Es bueno avanzar formalmente algo tan profundo. Pues
tras templativos.
la pregunta formal por los límites de una categoría contro
verti- Pero hay una percepción que es decisivamente diferente.
da se salva una pregunta que hacer estallar todas las
fórmulas. Al que contempla y al observador les es común que tienen
como actitud precisamente el deseo de percibir al hombre vivo
ante nuestros ojos; por tanto, es común para ambos que este
Observar, contemplar, comprender
hombre sea un objeto separado de ellos mismos y de su vida
personal, y que justamente sólo por tal separación pueda ser
Se han de diferenciar tres formas en las que podem
os percibir a “correctamente” percibido; que, en consecuencia, lo que expe-
un hombre que vive ante nuestros ojos (no pienso en
un objeto rimenten de tal modo sea tanto una suma de rasgos para el ob-
de la ciencia, de la que no hablo aquí). El objeto de
nuestra per- servador como una existencia para el que contempla, a ellos no
cepción no necesita saber nada de nosotros, de nuestr
a existen- les exige acción ni añade destino; también tienen en común que
cia; si tiene una relación y un comportamiento respec
to al per- el todo se les presente principalmente en los campos separados
cibir es aquí indiferente.
de la estesia.
El observador aspira completamente a grabarse lo observ
ado Sucede de otro modo cuando, en una hora sensible de mi
a “anotarlo”. Lo registra y dibuja. Y precisamente está
delicado vida personal, encuentro a un hombre que «me dice algo» que
a dibujar tantos “rasgos” como sea posible. Vigila que
ninguno apenas puedo comprender objetivamente. Esto no significa, en
se le escape. El objeto consta de rasgos y de cada uno
se sabe lo modo alguno, que me diga cómo sea ese hombre, lo que en él
que esconde. El conocimiento del sistema expresivo human
o se precede o algo similar, sino que me dice algo, me alienta, inscri-
asimila las variaciones individuales que aparecen nuevas
siempre be algo en mi propia vida. Esto puede ser algo relativo a tal hom-
en un instante, y permanece aplicable. Un rostro no
es sino fi- bre -por ejemplo, que me necesita-, pero también algo sobre mí.
sionomia, movimientos sólo en tanto gestos expresivos.
En su comportamiento respecto a mí ese hombre no ha de crear
El que contempla no está, en general, interesado.
Adopta nada con su decir; no se comporta respecto a mí, apenas me ha
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observado. No me dice como aquel solitario confesó silenciosa- cuchar tan sólo. Pero el riesgo es para nosotros tan peligroso que
mente su misterio a su vecino solitario, sobre el banco: lo dice. truenos silenciosos parecen amenazarnos con destruirnos y, en-
Quien comprende aquí “decir” como metáfora no compren- tonces, perfeccionamos el aparato protector de generación en ge-
de. La frase «eso no me dice nada» esta metafóricamente gastada; neración. Toda nuestra ciencia nos asegura: «estate tranquilo, esto
pero el decir al que me refiero es lenguaje real. En la mansión del ocurre justamente tal como tiene que ocurrir, pero nada se te di-
lenguaje hay muchos aposentos y éste es uno de los interiores. rige, no eres mencionado, esto es justamente “el mundo”, puedes
El efecto de este recibir-dicho es completamente diferente vivirlo como quieras, pero lo que con ello comienzas parte sólo
del efecto del contemplar y el observar. Al hombre en el que y de ti, no se te exige nada, no se habla de ti, todo está tranquilo».
a través del cual algo se me ha dicho no puedo retratarlo, ni na- Cada uno de nosotros se esconde tras una armadura a la que
rrarlo, ni describirlo; si lo intentase acabaría con el ser-dich poco antes de que nos habituemos ya no sentimos. Sólo hay ins-
o.
Ese hombre no es mi objeto, sino que he de habérmelas con él. tantes que la atraviesan y que remueven el alma para la sensibili-
Quizás he de cumplir algo junto a él; pero tal vez únicamente dad. Y si ello nos ocurre y entonces atendemos y nos pregunta-
he de aprender, y dependa sólo de cómo lo “acepte”. Puede ser mos: ¿qué ha sucedido de especial? «¿no era lo sucedido de la
que yo, por mi parte, haya de responder ahora mismo justamen- misma forma en que me ha ocurrido todos los días?» podemos
te a este hombre; puede suceder que una transmisión larga y replicar, entonces: «evidentemente, nada especial, así ha ocurri-
múltiple preceda al decir y que deba responderle en otro lugar, do todos los días, sólo nosotros no somos todos los días ahí».
en otro momento, a otro, quién sabe en qué lenguaje, y que de- Los signos de apelación no son algo extraordinario o que se
penda sólo de que tome a mi cargo el responder. Pero siempre salga del orden de las cosas, sino justamente lo que en cualquier
me ha sucedido una palabra exigente de respuesta. momento se brinda, lo que se ofrece en cada caso: nada sobre-
Esta forma de percibir sería llamada comprender. viene a través de la apelación. Las ondas etéreas espumean siem-
De ningun modo tiene que ser un hombre aquel al que pre, pero al menos hemos puesto a tierra nuestro receptor.
comprenda; puede ser un animal, una planta, una piedra. Nin- Lo que me sucede es la apelación a mí dirigida. Y como
guna forma de apariencia ni ninguna forma de acontecimiento aquello que me sucede, el acontecer del mundo apela a mí. Sólo
están fundamentalmente excluidas de la serie a través de la cual en tanto lo esterilizo de apelación puedo comprender lo que me
algo en cada caso se me dice. Para ser receptor no se puede acontece como una parte del acontecimiento del mundo que no
rehusar nada a la palabra. Los límites de la posibilidad de lo dia- me toma en consideración. El esterilizado sistema de conexión
lógico son los del comprender. en el que se necesita incluir todo ello es la obra titánica de la hu-
manidad. También el lenguaje ha sido hecho para su servicio.
Desde este torreón de los signos se me objetará, si alguno de
Los signos sus porteros debiese regalar alguna atención a tales pensamien-
tos, que, sin embargo, ello -el que los acontecimientos cósmicos
Cada uno de nosotros se esconde tras una armadura cuya tarea y telúricos tuviesen un significado inmediato comprensivo para
es
contrarrestar los signos. Estos nos acontecen continuamente: vivir la vida de la persona humana- no sería sino una variedad de la
significa ser interpelado, y únicamente necesitamos SItuarnos, es- superstición originaria; en lugar de un acontecimiento a con-
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al e aid e DS
ceptualizar fisicalística, biológica, sociológicamente (para lo que dejase recordar independientemente de su situación: permanece
me basta, inclinado desde siempre a la admiración por los au- siempre la apelación de aquel instante que no se podría aislar y la
ténticos actos de indagación, no perder de vista si los que llevan pregunta de uno que pregunta, la pregunta que quiere respuesta.
a cabo ese conceptualizar saben lo que hacen y los límites del (La pregunta. Pues tal es la otra gran oposición: entre la
dois
ámbito en que se mueven) se busca volver tras su presunta sig- esencia sígnica de la interpretación y el lenguaje sígnico aquí
nificancia, para la que no habría lugar alguno en un racional mencionado, que nunca es información, respuesta, sosiego.)
continuum espaciotemporal mundano. La creencia está en el flujo de la unicidad, que es cubierta
Neri
De este modo, inesperadamente, yo habría entrado en la so- por el saber. Indispensable para el trabajo del espíritu humano
IIA
ciedad de los augures, de los cuales hay conocidas curiosas for- son todas las construcciones provisionales de la analógica y la ti-
mas modernas. pología, pero caminar sobre ellas sería fugarnos cuando a ti o a
Da lo mismo si se trata de la visión del hígado o de las es- mí nos prueba la pregunta del que pregunta. En el flujo sólo se
SS
trellas: de sus signos es propio que están en un diccionario in- prueba y se plenifica la vida vivida.
cluso si no están necesariamente en uno escrito. Y por más mis- El continuo espaciotemporal del mundo en distinciones
teriosamente transmitida que sea la noticia, aquel que es
di
-vitalmente conozco sólo el concreto mundano que me es sufi-
MUA
buscado por los signos entiende algo acerca de qué giro de la vida ciente en cada caso, en cada instante. Puedo descomponerlo en
significa, en esta ocasión, tal o cual signo; y por más que la sus partes, puedo distribuir fenómenos similares comparando
coincidencia de muchos diferentes signos pueda crear especiales grupos, puedo acompañarlos de los anteriores, volver a los más
dificultades de separación y combinación, hay un “consultar”. simples -y tengo después, con todo, mi mundo concreto, no di-
La signatura común de todo estímulo es el “siempre”: lo per- luido: indescomponible, incomparable, irrecuperable, mirándo-
manente hallado de una vez por todas, la continua aplicabilidad me ahora, espantosamente, por una vez. Así, en el ballet de
de reglas, leyes y razonamientos analógicos. Para mí, lo que se Strawinsky, cuando el director del itinerante teatro de muñecas
llama superstición tiene lugar antes como un “pseudosaber”. De quiere mostrar al público de la feria anual que un Pierrot que lo
la “superstición” en los trece conduce, sin interrupción, un asustaba no es sino un tapón de paja vestido, lo desgarra y de-
conducto hasta las más mareantes «!turas de la Gnosis; a este res- rriba, pues sobre el techo de la barraca se sienta la Petruschka
pecto, el simio nunca tiene una creencia real. viva y se ríe de él.
La creencia real -si puedo nombrar de este modo el presen- El verdadero nombre del concreto del mundo es: la crea-
tarse y aceptar- comienza allí donde cesa la búsqueda, donde esa ción confiada a mí, a cada hombre. En ella nos son concedidos
búsqueda se le acaba a uno. Lo que me sucede me dice algo, pero los signos de la apelación.
qué sea lo que me lo dice no puede serme mostrado a través de
ninguna información, pues nunca antes ha sido dicho y no se
compone de sonidos que desde siempre hayan sido escuchados.
IRA
Una conversión
No puede explicarse de qué modo es intraducible, puedo recibir-
lo no explicado, pero no exponerlo, pues no es un lo-que, sino En los años jóvenes lo “religioso” era para mí lo excepcional.
A
que me ha sido dicho en mi vida, no es experiencia alguna que se Había horas que eran extraídas del curso de las cosas. La dura
RANIA
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corteza de lo cotidiano era perforada desde alguna parte. En-
amigos -él mismo ya no vivía- en su contenido esencial, he ex-
tonces fallaba la segura permanencia de las apariencias; el im-
perimentado que él no había acudido a mí por azar, sino desti-
pacto que tenía lugar hacia explotar su ley. La “experiencia reli-
nadamente, no en plan de charla, sino de decisión, y que acudió
glosa” era la experiencia de una otredad que no encajaba en la
justamente a mí, precisamente en esa hora. ¿Qué esperamos
conexión de la vida. Podía comenzar con algo familiar, con la
cuando dudamos y, sin embargo, nos dirigimos a un hombre?
contemplación de algún objeto conocido pero que después, de
Ciertamente, una presencialidad a través de la cual se nos diga
improviso, se hacía entrañable o extraño y, finalmente, nítido en
que, a pesar de todo, a él se le da el sentido.
la oscuridad del misterio mismo, con sus rayos estremecedores.
Desde entonces he renunciado a (o me ha rechazado) lo
Sin embargo, y de modo completamente súbito, también podía
“religioso” que no es sino excepción, extracción, salida, éxtasis.
hacer pedazos el tiempo: primero pulverizaba la sólida cons-
No poseo nada sino lo cotidiano, del cual nunca he sido arreba-
trucción del mundo, luego la aún más firme autocertidumbre y
tado. El misterio ya no se manifiesta más: se ha retirado o toma-
entonces el se, el se inesencial, que se era aún, que se ignoraba,
do aposento aquí donde todo se ofrece tal como se ofrece. No
era entregado a la plenitud. Lo “religioso” lo extraía a uno. Más
conozco otra plenitud que la de aquella hora mortal en exigen-
allá estaba, entonces, la existencia acostumbrada con sus nego-
cia y responsabilidad. A pesar de haber crecido alejado de ella
cios, pero aquí actuaba el éxtasis, la iluminación, el arrebato sin
sé, sin embargo, que soy exigido en la exigencia y que puedo
tiempo ni consecuencia. La propia existencia abarcaba, por tan-
responder en la responsabilidad, y sé quién habla y exige res-
to, un aquende y un más allá, y no había ningún vínculo fuera,
puesta.
en cada caso, del instante objetivo del tránsito.
No sé mucho más. Si eso es religión, ella lo es simplemen-
La ilegitimidad de una tal división de la vida temporal que
te todo, el todo simplemente vivido en su posibilidad de diálogo.
corre hacia la muerte y la eternidad y que, frente a ellos, no se
Aquí también hay espacio para sus formas superiores. Como
puede llenar de otro modo sino como se llena justamente su
cuando oras y no te alejas con ello de esta -tu- vida, sino que
temporalidad, se me manifestó a través de un acontecimiento de
justamente orando piensas en ella, aunque sólo sea para prestar-
lo cotidiano, un acontecimiento enderezador, capaz de endere-
la, o también en lo inaudito y sorprendente, cuando eres llama-
zar con aquel dictamen de labios cerrados y mirada inmóvil con
do desde arriba, solicitado, elegido, autorizado, enviado: eres
que al transcurso corriente de las cosas le gusta emitir su juicio.
mentado con esta tu parte mortal, el instante no es extraído de
Tan sólo ocurrió que, en cierta ocasión, una mañana des- ella, sino que se apoya en lo ya sido y señala el resto aún por vi-
pués de un amanecer de espiritualización “religiosa”, recibí la
vir. No estás entrelazado en una plenitud sin relación, sino que
visita de un joven desconocido, sin estar con el alma en ello. En
eres deseado para el vínculo.
modo alguno le falté en amistosa amabilidad, no le traté más ne-
gligentemente que todos sus compañeros, que en esa hora del
día se cuidaban de buscarme como un oráculo con el que pu-
¿Quién habla?
diera hablarse. Me entretuve atenta y francamente -y sólo omi-
tí responder las preguntas que me planteaba. Más tarde, no mu-
Somos apelados en los signos de la vida que acontece. ¿Quién
cho más, he experimentado estas preguntas por uno de sus
habla?
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No nos sería provechoso para la respuesta asentar el vocabl
o Se cuenta que un hombre divinamente inspirado fue en al-
Dios si no lo hacemos desde aquellas horas decisivas de
la exis- guna ocasión desde el ámbito de las criaturas hacia el gran Va-
tencia personal en que tendríamos que olvidar todo lo
que nos cío. Allí caminó hasta que llegó a la puerta del misterio. Llamó.
figurábamos saber de Dios, no pudiendo conservar nada
recibi- Desde dentro se le respondió: «¿Qué quieres aquí?» «A los oídos
do, ni aprendido, ni autoideado, ningún jirón de saber,
y sien- de los mortales he comunicado -dijo él- tu alabanza, pero no
do introducidos en la noche.
me han escuchado. Así llego ante ti, escúchame tú y respónde-
Si desde ella nos elevamos a una nueva vida y comenzamos
me». «Date la vuelta», se le replicó desde dentro, «aquí no hay
a acoger en ella los signos, ¿qué podemos saber de él,
de lo que para ti oído alguno que te escuche. En la sordera de los morta-
o del que nos los da? Sólo lo que en cada caso experienciam
os les he hundido mi escucha».
desde los propios signos. Al que habla ese lenguaje lo
llamamos La verdadera llamada de Dios conoce al hombre en el espa-
Dios, que de este modo es siempre el Dios de un instant
e, un cio del lenguaje vivo, donde las voces de las criaturas se tantean
Dios de instante.
entre sí y alcanzan justamente al compañero eterno en el errar.
Deseo utilizar en este momento una comparación torpe,
porque no conozco ninguna recta.
Cuando aprehendemos realmente un poema sabemos
del Responsabilidad
poeta sólo lo que experienciamos de él a través de ese
poema
-ninguna certidumbre biográfica conviene a una pura
aprehen- El concepto de responsabilidad se ha de rescatar, desde el ámbi-
sión de aquel al que se habría de aprehender: el yo que
nos so- to de la ética especial, desde un “deber” que flota libremente en
licita es el sujeto de este poema único. Pero si leemos, en
la mis- el aire, para el ámbito de la vida vivenciada. Sólo hay auténtica
ma forma acostumbrada, otros poemas del mismo poeta,
sus responsabilidad allí donde hay responder verdadero.
sujetos confluyen en toda su multiplicidad, completándos
e y ¿Responder a qué?
confirmándose entre sí, conjuntamente, hacia una existencia A lo que a uno le sucede, a lo que se acoge para ver, escu-
polifónica de la persona.
char, percibir. Para quien presta atención es lenguaje cada hora
Así se nos responde desde el que da los signos, desde el lo-
concreta, con su contenido de munco y destino, que es conce-
cutor de las sentencias en la vida vivida, desde los dioses
del ins- dida a la persona. Para que el que atiende; pues no necesita más
tante idénticamente al señor de la Voz, el Uno.
para comenzar con la lectura de los signos dados. Precisamente
por ello -como ya he indicado- se requiere el aparato total de
nuestra civilización para confirmar al hombre ante ese atender y
Arriba y abajo
sus consecuencias. El que atiende justamente no habría de “des-
pachar” inmediatamente la situación que le incumbe en este
Arriba y abajo están vinculados entre sí. Sin hablar con Dios
no instante, tal como está acostumbrado a hacer; sería requerido
se completa la voz de quien quiere hablar con los
hombres; penetrar hacia ella y en ella. Y a tal fin no le ayudaría nada de lo
conduce al error la palabra de quien quiere hablar con Dios
sin que creyese poseer como algo siempre aprovechable: ningún co-
hablar con los hombres.
nocimiento, ninguna técnica, ningún sistema ni programa algu-
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AA arce ción (ci
no, pues ahora él tendría que ver con lo indisponible, justamen- Entonces, aún no hemos cumplido con ella; a lo que nunca
te con la concreción de sí mismo. Ese lenguaje no tiene alfabe- hemos de tener que renunciar es a cumplir con una situación de
€
to alguno, cada uno de sus sonidos es una nueva creación y sólo la que se fuese consciente, pero que asumimos en la substancia
como tal se ha de comprender. de la vida vivida. Sólo así, confiados al instante, experimenta-
Al que atiende se le exige mantenerse firme frente a la cre- mos una vida que es otra cosa que una suma de instantes. Res-
ación que acontece -y que acontece como Discurso, no como pondemos al instante pero, a la vez, respondemos por él, nos ha-
un discurso que soplase sobre las cabezas, sino justamente orien- cemos responsables de él. Un mundo concreto, nuevamente
tado a él; y si uno preguntase a otro si también escucha y res- creado, del que respondemos nos es puesto en los brazos. Un
pondiera afirmativamente, se habrían comprendido sólo sobre perro te ha visto y tú respondes a su mirada, un niño te ha aga-
un tener-experiencia y no sobre algo experienciado. rrado la mano y tú respondes a su contacto, una multitud de
EIA
Pero los sonidos, de donde surge el Discurso -lo repito para hombres se mueve en torno a ti y tú respondes a su necesidad.
combatir la mala comprensión, aún posible, en tanto se pensara
ii
en algo extraordinario y sobrenatural-, son los acontecimientos
de la cotidianeidad personal. En ellos -como sean, “grandes” o Moral y Religión
“pequeños”- somos apelados, y los que valen como grandes no
exigen mayores signos que los otros. La responsabilidad que no responde a una palabra es una metá-
Con que seamos conscientes de ello no está decidida, sin em- fora de la moral; de hecho, sólo es responsabilidad si se da la ins-
bargo, nuestra actitud. Aún podemos romper el silencio en torno tancia ante la que me responsabilizo, y la “autorresponsabilidad”
a nosotros -Una respuesta característica para un significativo tipo tiene realidad, entonces, sólo si el “auto” ante el que me res-
de época- o desviarnos al hábito; aunque suframos en ambos ca- ponsabilizo es evidente en lo incondicionado. Pero quien ejer-
sos una herida que ninguna productividad ni aturdimiento algu- cita la responsabilidad real, dialógica, no necesita nombrar al
no consiguieran hacernos olvidar. Sin embargo, puede ocurrir emisor de la palabra a la que responde, sino que lo conoce en la
que nos atrevamos a responder, balbuciendo, por ejemplo -para substancia de la palabra que agolpándose, penetrando, aceptan-
una articulación más segura sólo raramente nos basta el alma-, do la cadencia de una interioridad, le ¡mueve el corazón del co-
pero es un balbucir honesto, como si precisamente sentido y gar- razón. Uno puede, con toda su fuerza, rechazar que “Dios” esté
ganta estuviesen unificados en lo que se ha de decir, pero la gar- ahí y, sin embargo, lo prueba en el estricto sacramento del diá-
ganta hubiera de atemorizarse por hacer resonar puramente el logo.
sentido ya introducido. Las palabras de nuestra respuesta son di- No se piense, sin embargo, que cuestiono la moral para ala-
chas en el intraducible lenguaje del hacer y del dejar -en lo que el bar la religión. Ésta aventaja a la moral en que es un fenómeno,
hacer puede comportarse como un dejar y el dejar como un ha- no un postulado y, aparte de ello, en que puede abarcar también
cer. De este modo, lo que decimos con el ser es nuestro propio el sosiego fuera de la tenacidad; la realidad de la moral, la exi-
entrar en situación, en la situación que nos ha probado precisa- gencia de lo exigente, tiene lugar en la moral, pero la realidad
mente en este momento, cuya apariencia no conocíamos y no de lo exigente, su ser incondicionado, no tiene lugar en la mo-
podíamos conocer, porque no se dio algo que se le pareciese. ral. Sin embargo, si se basta y se afirma, podría ser más seria que
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37
la religión, porque es más objetiva y abarcativa. La religión que,
como riesgo, se prepara para superarse a sí misma, es corriente
arterial nutricia; como sistema, posesiva, asegurada y aseguran-
te, la Religión que cree en la Religión es sangre venosa que
conduce a la congestión. Y si no hay nada que pueda ajustarnos
el rostro del prójimo tanto como la moral, la religión puede,
como ninguna otra cosa, ajustarnos el rostro de Dios. Principio 4
g
allí, dogma aquí, sé apreciar la pesadez “objetiva” del dogma, j
pero tras ambos aguarda la guerra -profana o sagrada- contra la LIMITACIÓN
fuerza dialógica de la situación, aguarda el de-una-vez-por-to-
das que se contrapone al instante impredecible. Incluso donde
su pretensión de procedencia permanece indiscutida, el dogma
se ha convertido en la forma más elevada de inmunizarse con=:
tra la revelación. Ésta no quiere soportar nada perfecto, pero
hombre la somete a la perfección con las artes de su ilusión di
seguridad.
DRA
Los ámbitos
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tualizada”, se da testimonio para la subsistencia de la substancia plitud de mirada de un solitario camino de montaña, por ejem-
orgánica del espíritu humano. La segunda forma corresponde a plo, le abandona el Enfrente rico en metamorfosis. El que vive
y ERMITA
la inalienable propiedad central de la “existencia moderna”, monológicamente nunca confirma al Otro como algo que a la
aunque aquí el diálogo real se encubra en toda suerte de escon- vez simplemente no es él y con el que él, sin embargo, comuni-
drijos y ocasionalmente, en justa forma, aún se muestre cada vez za. Para él, soledad puede significar una creciente plenitud de
o
con mayor frecuencia pacientemente que impeliendo directa- rostros y pensamientos, pero nunca el tráfico profundo con lo
1
mente, por ejemplo en el tono de un conductor de tren, en la real inabarcable que se abre en una nueva profundidad. Para él,
mirada de una vieja vendedora de periódicos, en la sonrisa de la Naturaleza no es ni un état d'áme mi, por tanto, una “viven-
un deshollinador, nacida sorprendente e inesperadamente. Y la cia” ni un objeto pasivo de conocimiento, ya fuese idealística-
tercera clase de diálogo... mente animado o realísticamente extrañado, ni deviene hacia la
Un debate en el que no se declara el propio pensamiento palabra que se percibe con sentidos que sienten y perciben.
A
como se lo tiene previamente en la cabeza, sino en el que a ese Incluso en el abandono más exterior la existencia dialógica
ph rr mo
pensamiento se lo afila en el discurso como se lo pudiera encon- acepta una áspera y fortalecedora idea de reciprocidad, mientras
trar más penetrante, y precisamente sin tomar en consideración a que ni siquiera en la más tierna comunidad la existencia mono-
los hombres a quienes se habla, presentes como personas; una lógica palpa más allá de los contornos de sí misma.
conversación que no es determinada por la necesidad de comu- Nuestra contraposición entre existencia dialógica y monoló-
nicar algo, ni de experimentar algo ni de influir sobre alguien, ni gica no puede intercambiarse con aquella que, pensada por al-
de llegar a un vínculo con alguien, sino sólo por el deseo de re- gunos moralistas, se da entre “egoísmo” y “altruismo”. Conoz-
cibir, confirmado, el autosentimiento propio a través de la com- co gente que se abre en la “actividad social” y que, sin embargo,
probación de la impresión causada, o de recibir confirmada una nunca ha hablado de ser a ser con un compañero; y a otros que
impresión dudosa; un entretenimiento amistoso en el que cada no tienen relación personal alguna aparte de la que tienen con
uno se ve como absoluto y legítimo y al otro como relativizado sus enemigos, pero que están respecto a ellos de modo que sólo
y cuestionable; una amorosa conversación en la que tanto uno depende de ellos si la relación no se desarrolla hacia lo dialógico.
como otro disfruta del alma propia, exquisita, y de su valiosa vi- La dialógica no se ha de nivelar propiamente con el amor.
vencia: ¡qué submundo de fraudulentas imágenes sin rostro! Nunca he conocido a nadie que hubiera conseguido amar a to-
La vida dialógica no es aquella en la que se ha de tener que dos los hombres a los que hubiese encontrado. También Jesús
ver mucho con hombres, sino una vida en la que -es cierto- se amó entre los “pescadores” claramente sólo a los más atraídos,
ha de tener que ver con hombres, pero realmente. No es del so- amables, los frente a la Ley, no a los impermeables, cubiertos de
litario de quien se ha de decir que vive monológicamente, sino herencia, que pecaban contra él y su misión; sin embargo, él se
de quien no es capaz de realizar esencialmente la sociedad en la mantenía, respecto a éstos, inmediatamente. El amor no se ha
que se mueve por destino. Sólo la soledad muestra lo más inte- de nivelar con la dialógica, pero el amor sin dialógica y, por tan-
rior de la contraposición. El que vive dialógicamente recibe en- to, sin salir-realmente-hacia-Otro, llegar-a-Otro y demorarse-
tonces, en el acostumbrado curso de las horas, algo dicho y se en-Otro, que es amor permanente, se llama Lucifer.
siente solicitado a una respuesta; pero tampoco en la gran am- Claramente, para poder ir hacia Otro se tiene que poseer el
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y
punto de partida, se tiene que haber estado consigo, se tiene j que una actitud sólo podría asumir lo que ampliamente se pro-
que estar consigo. El diálogo entre meros individuos es sólo un duce desde sí misma ya no se verifica en el círculo de la acción
proyecto que culmina, ante todo, entre personas. Pero ¿dónde á
$
y la actitud esenciales, por tanto, en el que se trata de la totali-
podría devenir tan esencialmente un hombre desde individuo a dad de la persona.
persona sino en las estrictas y favorables experiencias del diálo- El movimiento fundamental dialógico es la Orientación.
go, que le enseñan el ilimitado contenido de los límites? Aparentemente, ésta acontece cada hora y no tiene mayor im-
Lo que aquí se ha dicho es justamente lo contrario del grito portancia: si se ve a alguien, se le habla, uno se dirige precisa-
escuchado a veces, en la decadencia epocal, en favor de una uni- mente a él de modo corporal, naturalmente, pero también, en
versal sinceridad. Quien puede ser sincero para cualquier transe- justa medida, con el alma en tanto se dirige a él la atención.
AA
únte no tiene substancia alguna que perder; pero está vacía la Pero ¿qué cosa de todas éstas es una acción esencial realizada
AA AA
plenitud de quien no puede serlo inmediatamente para cada uno con el ser? Que esta persona singular irrumpa desde la inapre-
de los que encuentra. Sin motivo, Lutero ha transformado el hensibilidad de lo existente y llegue al Presente, y entonces el
A
“compañero” hebraico (del que ya los Setenta habían hecho un mundo ya no sea, en nuestra percepción, una multiplicidad in-
cercano, un vecino) en un “prójimo”. Si todo lo concreto es diferente de puntos a uno de los cuales le regalemos momentá-
igualmente cercano, igualmente próximo, la vida no tiene con el neamente la atención, por ejemplo, sino un ilimitado fluctuar
e,
Mundo articulación y construcción, ya no más con un sentido en torno a un pequeño dique, nítidamente esbozado, sólido,
NA ieritA
humano. Pero entre mí y uno de mis compañeros en la amistad -un fluctuar ilimitado, pero que justamente a través de él se
de la Creación no necesita mediar nada cuando nos acercamos convierte en limitado, aun cuando no circunscrito con lo que
uno a otro, porque estamos vinculados con el mismo Medio. de este modo, sin embargo, se convierte finalmente en central,
gráfico ¡y es salvado de la propia indiferencia! Y, sin embargo,
no es indigno ninguno de los contactos de cada hora, que nues-
Los movimientos fundamentales tro ser ha de recoger tanto como ese contacto permita -pues no
hay hombre alguno que no tenga fuerza para la exteriorización,
Llamo movimiento fundamental a una acción esencial del hom- y por más imperceptible y rápida que fuese nuestra ahogada
bre (se la puede comprender como una acción “interior”, pero orientación, ésta actúa en una atención, en una respuesta del
ella no está ahí si no está hasta en la tensión de los músculos alma que tal vez discurra en la mera interioridad pero que, sin
oculares y en el extremo de la planta del pie), en torno a la que embargo, existe. La representación del hombre moderno según
rd
se edifica una actitud esencial. Esto no es pensado temporal- la cual la orientación sería sentimental y no correspondería a la
mente, tal como, por ejemplo, la acción singular precede a la ac- densidad de la vida actual es un error grotesco, como cuando se
titud duradera; ésta tiene su verdad, ante todo, en que el movi- asegura que la orientación sería impracticable en la empresa de
miento fundamental es ejecutado siempre nuevamente sin esa vida actual, lo que es tan sólo la declaración enmascarada de
propósito, pero también sin hábito. De lo contrario, la actitud su falta de iniciativa frente a la situación temporal, por la que se
sólo tendría aún significado estético o, ciertamente, también po- deja dictar lo que sea posible o esté disponible, en lugar de con-
lítico, como bella y efectiva mentira. La conocida máxima de venir con ella, como paciente compañera, lo que se ha de acor-
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dar con cada situación temporal: qué espacio y qué forma esta- después de una rica comida, él no levantaba la cabeza. Pocos
ría obligada a conceder al existente creado. años más tarde, cuando volví a pensar en el suceso, no pensé
El movimiento fundamental monológico no es, por ejem- más que el animal hubiese observado mi declive; pero entonces
plo, el apartarse como lo contrario de la orientación, sino el re- me pareció que me juzgaba.
plegarse. Repliegue es algo diferente del egoísmo y, precisamente, del
Con once años, pasando el verano en la finca de mi abuelo, “egotismo”. No se trata de que uno se entienda consigo, se re-
me obligué, tan frecuentemente como pudiera hacerlo sin ser flexione, se palpe, se disfrute, se venere o se lamente: todo ello
observado, a caminar tranquilamente por el corral y acariciar en puede sobrevenir -como puede sobrevenir a la Orientación,
la nuca a mi favorito, un ancho caballo tordo. Ello no fue para completándola, que se presentifique al Otro en su propio ser y
mí un divertimento corriente, sino un acontecimiento grande, se lo abarque, de modo que se experimenten las situaciones co-
amistoso, pero sin embargo también profundamente estimulan- munes a él y a uno mismo también desde el cabo del Otro- pero
te. Cuando ahora, desde el recuerdo de mi mano, que ha per- nada de ello corresponde al repliegue. Hablo de repliegue cuan-
manecido fresco, debo dar una explicación, tengo que decir que do uno se aparta de la aceptación esencial de otra persona en su
lo que experimentaba en el animal era al Otro, su formidable propio círculo no circunscribible, tocando y moviendo substan-
otredad, que no permanecía extraña (como la del buey y el car- cialmente su alma, y deja que el Otro consista sólo en la viven-
nero), que me la aproximaba, me dejaba tocar. Cuando pasaba la cia propia, sólo como una propiedad. Entonces el diálogo se
mano sobre las fuertes, a veces sorprendentemente suaves, en torna aparente, el misterioso tráfico entre mundo humano y
otras ocasiones asombrosamente salvajes crines y notaba vivir mundo humano se convierte tan sólo en un juego y, en el re-
bajo mi mano lo vital, era como si el elemento de la vitalidad chazo de lo real-viviente-enfrente, comienza a disgregarse la
misma se limitara, para mí, a la piel, algo que yo, precisamente esencia de toda realidad.
yo, no era, y que justamente no se confiaba al yo: se trataba de
un Otro palpable, no simplemente de algo otro, sino realmente
Y
La profundidad sin palabra
de DES rie
del Otro mismo y que, sin embargo, se me ofrecía, se me con-
fiaba, se sostenía elementalmente conmigo sobre Tú y Tú. El
caballo blanco levantó muy suavemente su voluminosa cabeza, A veces escucho decir que todo yo y tú sería únicamente una
superficie bajo la cual ya no existiría palabra ni respuesta, sino
cb po
en la que las orejas se movían aún especialmente -incluso cuan-
do había comenzado a echarle avena en el pesebre-, resopló sua- sólo el Ser-Uno-Originario sin Enfrente, y que deberíamos su-
vemente, entonces, como un conjurado da a su compañero una mergirnos en una Unidad muda para, por lo demás, dejar su re-
latividad a la vida que se ha de vivir, en lugar de imponerle este
DA E
lo mismo. Y cuando diariamente acariciaba la nuca a mi amigo, dad indivisible. Pero no sé -el alma se lo figura claramente, con
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A
de la multiplicidad global de las almas en el mundo, de las que es se escucha la palabra y se puede balbucir una respuesta.
una: ésta, una singular, única, sin igual, indeducible -esta crea-
da. Una de las almas humanas y no el “alma total”. Un ser-así y
no el ser. La creada unidad fundamental de una criatura, vincu- Del pensar
lada a Dios como en un instante previo a la disolución lo está la
NA
criatura al creator spiritus, no vinculada a Dios como la criatura Que todo arte es esencialmente dialógico desde su origen: que
no lo está al creator spiritus en el instante de la disolución. toda música llama a una oreja que no es la propia del músico, y
ria
Para el sentimiento del hombxe la unidad del sí mismo pro- toda imaginería a un ojo que no es el propio del imaginero, la
pio no se diferencia de la unidad en general; pues quien está in- A
arquitectura también a un paso que transforma la construcción,
merso en el acto o proceso de inmersión bajo el ámbito de toda
IRA
y que todas ellas dicen al que las recibe algo decible sólo en un
la pluralidad que impera en el alma, no puede experimentar el
ic
no-ser-más de la pluralidad sino como la unidad de sí mismo, y todo ello se deja entender por cualquier conocimiento ingenuo.
NS Mr
por tanto el propio No-ser-más-plural como el No-ser-más-dual Pero al pensar parece corresponder algo monológico para lo cual
del ser, como la descubierta o plenificada falta de dualidad. El ser parece secundaria la comunicación; parece surgir monológica-
devenido uno ya no puede atraparse a sí mismo aquende la indi- mente. ¿Es así que aquí -donde, como dicen los filósofos, desde
viduación, pero tampoco aquende la dualidad del Yo y Tú, pues la persona concreta se libra el sujeto puro para fundar y funda-
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A
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rieles ax
basta
mentar un mundo- se eleva un castillo sobre la vida dialógica, Y entonces, desde una dimensión a la que tampoco
exame n y prueba
inaccesible para ella, en el que el hombre sufre gloriosamente esta autorización, aparece el anhelo por un
trans-
solo consigo mismo -el único- y triunfa? puramente dialógicas en las que el hálito recibido ya no es
un Tú
Repetidamente Platón ha nombrado el pensar como una ferido al Tú-Yo, sino a un Tú auténtico que permanece
e y sentido “de
conversación muda del alma consigo misma. Quien realmente mentado y, sin embargo, como superior vivient
za. «Al
ha pensado sabe que dentro de este curioso proceso hay un es- otro modo”, o que se encarna en una persona de confian
en su
tadio en el que una instancia “interior” es interrogada y replica- efecto de su mero pensar -dice Wilhelm von Humboldt
hombr e anhela un
da. Pero ello no es el surgimiento del pensar, sino el primer importante ensayo sobre lo Dual (1827)- el
con-
examen y prueba de lo surgido. El surgimiento del pensar no se Tú correspondiente al Yo; le parece que el concepto sólo
umbre a través del reflejo a par-
ejecuta en la autoconversación. Ni la inteligencia de las relacio- sigue su determinación y certid
conven cido en la
nes fundamentales con que comienza el pensar cognoscente, ni tir de una fuerza de pensamiento ajena. Es
entar y
el comprender, limitar y concentrarse de la inteligencia, ni su medida en que se arranca de la masa movida del repres
e to-
argumento, en la forma independiente del concepto, ni la acep- forma al sujeto frente al objeto. Pero la objetividad aparec
tiene lugar sólo en el
tación fundadora, inclusiva y vinculante de esa forma en un or- davía más completa cuando esa escisión no
disting ue
den conceptual, ni siquiera finalmente -hasta allí tenía el len- sujeto, sino cuando el que representa el pensamiento
-un ser
guaje sólo una función simbólica técnica y reservada- la realmente fuera de sí lo que sólo es posible en un Otro
entre fuerza del
expresión y declaración lingiñísticas tienen carácter monológico. que representa y piensa a la vez que él. Pero
ión
Más bien se descubrirán aquí elementos dialógicos: no se trata pensamiento y fuerza del pensamiento no hay otra mediac
afo-
de los niveles del devenir-pensamiento, de sus responsabilidades que el lenguaje». Una prueba ésta que, simplificada como
ach cuando dice que
o del pensador sino, por ejemplo, de la relación fundamental rismo, retorna en 1843 en Ludwig Feuerb
or solita-
frente a la que ha de responder su inteligencia o del orden fren- «La verdadera dialéctica no es un monólogo del pensad
te al que ha de responder el nuevo contenido conceptual que rio consigo mismo, sino un diálogo entre yo y tú».
tiene lugar -y significa desconocer la dinámica del aconteci- Esta palabra, sin embargo, va más allá también de aquel “re-
acto de
miento pensante opinar que estas apóstrofes de un existente na- flejar”; indica que ya en el estadio original del correcto
autén-
tural o ideal serían “propiamente” autoconversaciones. pensar la acción interior quisiera acontecer sobre un Tú
s). Y en la filosofi a mo-
Pero también el primer examen y prueba, ante la instancia tico, no meramente “interior” (Novali
más serio a
“interior”, del pensar anteriormente dispuesto, el nivel mono- derna, allí donde ésta quiere preguntar del modo
se con-
lógico en sentido platónico, tiene, aparte de la forma de apa- partir de la existencia humana, la situación y el presente,
en algunas transf ormaci ones.
riencia corriente, otra gran forma dialogizante, bien conocida sigue un importante paso adelante
receptivo
por Platón, si lo fue por alguien: entonces no es el sí mismo Aquí ya no se trata meramente, en absoluto, de un Tú
de lo
empírico lo solicitado en el juicio, sino el genio, el espíritu con- y apropiado para el co-filosofar sino, ante todo, justamente
migo intendido, el Sí mismo-imagen, al que es propuesto el contrario, porque verdaderamente se trata del Otro que piensa
de un
nuevo pensamiento de si es aprobado por él, lo que significa: si de otro modo y otra cosa; por tanto, tampoco se trata
sino
quisiera ser tomado en su propio pensamiento de plenitud. juego de tablas en el cuarto del torreón del castillo etéreo,
S1
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de un asunto vital vinculante, sobre la tierra firme, en el que se paración incondicionada. Pues el originario dios Deseo, del que
a
es descubierto implacablemente a la otredad del Otro, pero no es derivado el mundo, justamente es él el que, formado como
se la combate, entonces, por ejemplo presentificablemente, sino “más tierno espíritu” (Jacob Grimm), se traslada a la esfera aní-
y AI
que se recibe su modo de ser en el propio pensamiento, se lo mica y prosigue su obra cosmogónica, con demónica voluntad,
gracias a la fecundación de los seres, la gran mariposa polinífera
A
piensa, justamente se lo reclama pensativamente.
de la psicogenia. Y el “pandemos” -presuponiendo que sea un
e
Sin embargo, este hombre de la filosofia moderna que, de
MO a A
este modo, ya no piensa en la región intangible de la ideación verdadero Eros y no un atrevido Príapo que quisiera hacerse pa-
pura, sino en la realidad, ¿piensa él en la realidad? ¿no piensa se- sar por los más altos- sólo necesita mover las alas para que en los
paradamente en una realidad pensada? El Otro al que acepta y juegos de la corporalidad se manifieste el fuego original.
acoge, ¿no es exclusivamente el Otro pensado y por tanto, sin Claramente, se trata de esto: de si no ha perdido la fuerza de
me cola
embargo, irreal? ¿Se mantiene firme el pensador de que se trata vuelo y es condenado, entonces, a vivir entre obstinados morta-
les y a conducir los indigentes gestos de amor a su mortalidad.
A
frente al factum en persona de la alteridad?
Aunque nos tomemos en serio el pensar entre yo y tú, des- Después, las almas de los amantes se hacen unas a otras justa-
pués no es suficiente pensar sobre el otro sujeto pensante, pero mente lo que ellos se hacen uno a otro, pero alicaídamente, bajo
pensado por el yo; también con el pensar, justamente con el el regimiento de los alicaídos -pues su poder e impotencia se in-
pensar, se tendría que vivir en dirección al otro hombre no pen- forman siempre en los de ellos- se agazapan donde están, cada
sado, sino en persona, al alcance de la mano, en dirección a su uno en su rincón, en lugar de volar cada una a la compañera
ser concreto. No hacia otro pensador del que no se quisiera sa- amada y “conocerla” allí, en el más allá devenido más acá.
ber nada aparte de su pensamiento sino, también incluso si el Los partidarios del alado eros dialógico reconocen al ser
Otro es un pensador, hacia su no-pensar en persona; ante todo, amado. Tienen experiencia de su propia vida en el simple pre-
Lit
—
en dirección a su persona, a la que desde siempre también per- sente; no como una cosa vista y tocada, sino desde las inerva-
tenece la actividad del pensamiento. ciones a sus movimientos, desde “dentro” hacia “fuera”. Pero
¿Cuándo la acción de pensar soportará, comprenderá, men- con ello no se menciona sino la experiencia bipolar; más que un
tará el presente del que vive-enfrente? ¿cuándo la dialéctica elevarse hacia el ahora, un suspensivo a-la-vez. Aprecias cómo el
pensante devendrá dialógica, hacia un diálogo del pensamiento alma notifica en la nuca cualquier inclinación de la cabeza allí
no sentimental, no ablandable, estricto, con el hombre presente fuera, no la sientes en tu nuca, sino justamente en la del amado,
en cada caso? allí fuera, y no eres, por ejemplo, retirado, sino que estás ahí en
el comprobado ser-el-mismo y recibes la inclinación de la cabe-
za, su notificación, como la respuesta a la palabra de tu propio
Eros silencio; haces y experimentas diálogo en el suspensivo a-la-vez.
Los dos fieles del eros dialógico, que se aman, llegan a sentir
Los griegos han diferenciado un eros poderoso que crea mundo cada uno el acontecimiento común también a partir del otro,
y un eros débil que gobierna el alma, pero también un eros ce- por tanto desde ambos lados, y sólo así, sólo entonces, captan
leste y otro común. Me parece que ambos no significan una se- corporalmente el acontecimiento.
$2
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El reino del alicaído eros es un mundo de espejos y reflejos. mas jóvenes y gritan como dios protector de esta obra de Eros,
Pero allí donde gobierna el eros alado, éste no es reflejado; en- inaccesible al profanum vulgus.
tonces yo, el amante, considero al otro hombre, el amado, en su Comprenden todo en el aire. Sólo quien considera al Otro
otredad, en su independencia y realidad propias, y lo tomo en hombre mismo y a él se obsequia, acoge en él el mundo. Sólo el
consideración con toda la fuerza de enderezamiento de mi pro- ser cuya otredad es aceptada por mi ser y se me enfrenta de
AA
pio ánimo. Es cierto que le atiendo como alguien que está ahí modo completamente existencial, me muestra el resplandor de
para mí, pero de ningún modo en la realidad que me es consta- la eternidad. Sólo si dos se dicen uno a otro, con todo su ser:
table, ante todo en la realidad que me circunda, en la que yo soy «¡Tú eres éste!» está la morada de lo existente entre ellos.
para él. No animo, para mí, lo que vive frente a mí, sino que me
prometo a él y él a mí, prometo, creo. El eros dialógico tiene la
ingenuidad de la plenitud; el monológico es múltiple. He via- Comunidad
jado muchos años a través de la tierra de los hombres y no he
estudiado siempre hasta el final las variedades del “erótico” (así Según el modo usual, políticamente determinado, de pensar
se describe a veces al súbdito del vuelo quebrantado). Aquí un en los grupos, tanto en el presente como en la historia, sólo es
enamorado experimenta un roce y se enamora sólo de su pa- importante lo que aspiran y ejecutan. Por el contrario, a lo
sión. Allí lleva uno sus sentimientos diferenciados como si de que en ellos precede se le ha de atribuir un significado en la
una banda honorífica se tratase. Aquí goza uno de la aventura de medida en que dirige la acción orientada de los mismos. A
su fascinación. Allí uno contempla, extasiado, el espectáculo de una asociación conjurada para la conquista del poder estatal se
su propia pretendida entrega. Aquí colecciona uno excitaciones. concede, por ejemplo, que la camaradería que plenifica dicha
Allí uno deja jugar al “poder”. Aquí se hinfla uno con vitalidad asociación sería un valor justamente porque fortaleciese su se-
ajena. Allí uno se complace en ser tomado a la vez por sí mismo gura fuerza de choque; sin embargo, ello provoca también una
y por un ídolo muy diferente a él. Aquí se calienta uno al calor obediencia rigurosa, en la medida en que siempre se tienen
del que le toca. Allí uno experimenta. Y así más -¡todos los buenas razones para preferir el sistema rígido cuando una en-
múltiples reflejos-monologistes en el aposento del diálogo co- tusiasmada instrucción compensa el permanecer extraño uno a
nocido! otro de los compañeros. Si el grupo aspira justamente a una
He hablado de las pequeñas percas, pero tengo en mente forma superior de vida social, ello puede parecer grave si en la
más aún los grandes lucios. Hay aquellos que se entienden con vida de los grupos mismos algo de tal aspiración se dispusiera
el objeto al que deciden devorar, en que justamente el hacer germinalmente a realizarse, porque se temería del propio ha-
como derecho sagrado y el padecer como santo deber serían cer-en-serio prematuro una represión del impulso “consegui-
conjuntamente lo que hubiera de llamarse amor heroico. Co- do”. Se admite abiertamente que quien permaneciera como
nozco “guías” que no solamente se confunden al asir el plasma invitado en un oasis en nada contribuiría al proyecto de una
de un ser humano en devenir, sino que descomponen y embru- irrigación del Sahara.
tecen y gustan de su violencia de acción, pero con ello simulan Por medio de este simplificado modo de evaluar sigue sin
para sí mismos y para su multitud que fuesen formadores de al- aprehenderse el esencial valor propio de un grupo, del mismo
54 55
il
di
pl
7
modo que si juzgamos a una persona sólo a partir de su obra y pl comunidad se da allí donde la comunidad acontece. La colecti-
no según su propiedad. El absurdo crece todavía más cuando vidad se fundamenta sobre un organizado decrecimiento de
O TG
sobreviene la habladuría sobre el sacrificio de la vida, la re- personalidad, la comunidad sobre su elevación y confirmación
nuncia a la realización propia, en lo posible bajo la aplicación en el Uno-hacia-Otro. El empeño colectivo de cada hora es
de la apreciada parábola del sembrador; se puede renunciar a la fuga ante la prueba de la comunidad y de la inspiración personal
suerte, a la posesión, al poder, a la libertad, a la vida, pero un de la comunidad, ante la dialógica vital que exige la introduc-
s
sacrificio de la existencia es un sublime contrasentido. Cuando ción del Sí mismo en el corazón del mundo.
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se ha de verificar su relación con la realidad, tampoco ningún Los hombres del colectivismo miran con gesto de superio-
instante, por más infeliz que haya resultado, puede convocar ridad el “sentimentalismo” de la generación inmediatamente
cualquier realidad última, futura, por mor de cebarla: «Venide- pasada, de la generación de aquel “movimiento juvenil”. En-
ros destinos astrales / no justifican que no fuera, / todos los tonces se trataba amplia y profundamente de la problemática de
A AT
instantes / son inmediatos». todas las relaciones vitales, se intendía “comunidad” y a la vez
El sentimiento de comunalidad no tiene validez allí donde se la problematizaba, se abrazaba en círculos y no se avanzaba
en común, pero sin comunidad, se arranca del alma la anhelada un paso. Pero actualmente es ordenada y enmascarada, pues
transformación de la organización de un mundo que opone re- ahora hay las “cosas”. Desde los laberintos de la subjetividad se
sistencia, sino allí donde la lucha es luchada desde una comuni- ha alcanzado la orientada calle del objetivismo. Sin embargo,
dad que se vincula por su propia realidad comunitaria. Pero del mismo modo que allí existe una pseudo-subjetividad, pues
también aquí es co-decidido lo venidero; cualesquiera mezclas se carecía de la fuerza elemental del ser-persona, aquí existe un
políticas son, en el mejor de los casos, tropas de refuerzo del pseudo-objetivismo, porque no está inserto en un mundo, sino
efecto central que ejerce el instante de la realización sobre los en un partidismo sin mundo. Como allí todo el que canta ala-
invisibles caminos de la historia propia. Ningún camino condu- banzas a Dios las canta sobre la libertad en el vacío, porque se
ce hacia una meta de otro estilo que la suya. conocía sólo el hacer-libre de vínculos, pero no la liberación
¡Quién, sin embargo, presiente todavía en todas estas colec- para la responsabilidad, del mismo modo aquí también son un
tividades masificadas, mezcladas, deambulantes, lo que es la co- equívoco los himnos más nobles sobre la autoridad, porque
munidad desde la que él pretende aspirar! Cada uno se ha afilia- fortalecen sólo la autoridad aparente que habla y grita, tras la
do a su adversario. La colectividad no es vínculo, sino manojo: que se oculta una inconsistencia aplicada a los poderosos ropa-
empaqueta individuo junto a individuo, conjuntamente apareja- jes de la pose, mientras que la autén:ica autoridad que celebran
dos, conjuntamente ajustados, y entonces de hombre a hombre aquellos himnos, la del auténtico carismático en su permanen-
sólo hay tanta vida como la que marca el paso de marcha. Pero te responsabilidad respecto al señor de la Charis, ha permane-
comunidad, comunidad en devenir (sólo la que hasta ahora co- cido desconocida para el espacio político del presente. Super-
nocemos) no es más el ser-uno-junto-a-otro, sino el ser-uno- ficialmente, ambas son generaciones de diferente especie hasta
en-otro de una pluralidad de personas que, incluso si se movie- la divergencia, pero en verdad encajan ambas en el mismo caos.
se conjuntamente hacia una meta, experimentaría en general un El hombre problematizante del movimiento juvenil se ocupa-
Uno-hacia-Otro, un Enfrente dinámico, un flujo del Yo al Tú: ba de aquellas cosas, de que se trataba en cada caso, con su par-
56 57
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61
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atraviese su umbral, cuid y no entretenernos, le pido atender lo que yo no exigo. Para
rechazar su más dific1 2
rá lo que niega. No basta. No puedo ello no tengo vocación alguna ni autorización. Sólo intento de-
en qu
jeción, tengo que aceptarla allíÍ donde y del modo
e es for-
cir que hay algo y aclarar cómo está constituido; informo, pues.
mulada, y tengo que respon der. ¡Cómo podría exigirse, en general, lo dialógico! El diálogo no
en su forma
Hlccxa se me enfrenta, por tanto, el adversarius
j o, y habla másás 1indife- se encarga a nadie. Responder no es debido; pero es podido.
de apariencia actual, a la altura del tiemp Es podido realmente. Lo dialógico no es privilegio alguno
rente a mí que a mí mismo, en el tono
y actitud del acostum-
ridad de mue de la espiritualidad, como lo dialéctico. No comienza en el piso
brado duelo universal, libre-de-personas: superior de la humanidad. Aquí no hay aventajados ni retrasa-
objeti vida
«En todo caso no se tiene en cuenta la dos, sino sólo los que se prestan y los que se retienen. Y a quien
vida e genera 3
tra vida actual, el condicionamiento de la se da mañana no se le ha de informar hoy, ni siquiera él mismo
parte Pu Po
aquello de lo que usted habla no se da en sabe aún que tiene ello en sí, que lo tenemos en nosotros, sino
pasam os nu o E
de luego- en el entorno social en el que que lo encontrará, «y si lo encuentra, se asombrará».
nuestra r Ñ 3
por el que, si lo es por algo, es determinada Usted me muestra al que está cogido en el deber y la em-
solita rio duran e " 3
“dos hombres” se sientan en un banco presa. Sí, precisamente en él pienso, en él, en él en la fábrica, en
a gran na a | e
cursión de vacaciones; en una oficina de algun la tienda, en la oficina, en el subterráneo, en el tractor, en el ta-
sia 2d
podría dejarlos sentarse y, por tanto, no se les ller de composición, en el hombre. No busco hombres, no los
nome en 7
cramental”. Su “conversación quebrada selecciono para mí, sino que acepto los que están ahí, los tengo
antes de se SS)
lectuales que tienen tiempo, un par de meses en mente, a él, al sujetado, al rodado, al condicionado. El diálo-
sobre prono 5
sucesos de masas, para hilvanar fantasías go no es asunto del lujo y la lujuria espirituales, sino cosa de la
mr AR e
vés del influjo espiritual. Ello puede ser creación, de la criatura, y eso es el hombre del que hablo, del
en debe r el 3
sante para gente que no esté cogida que hablamos: criatura, trivial insustituibilidad.
comunicarse e
¿debe el empleado de comercio En mis indicaciones sobre lo dialógico he tenido que elegir
a A 3
con sus colegas? ¿Debe el trabajador en la caden ejemplos tan “puros” y paradigmáticos como el recuerdo me los
? ¿Debe E
“acoger una palabra desde lo que le pi ofreció en algun momento; para esclarecer algo devenido tan de
tar respon;
tor de una empresa técnica de riesgos * ejerci ricasa confianza, tan claramente ausente. Para ello Narro, apa-
exige pe se he
dialógica”? En la medida en que Usted ientemente desde la zona que Usted llama espiritual, pero en
desatiende Us
en la situación que a uno se le enfrenta, idad sólo desde la zona de lo logrado, de lo que se redondea,
nosotros se e
tuación duradera en la que cada uno de amente de lo ejemplar. Para mí, sin embargo, no se trata de
de a d
elementalmente en tanto participa en la vida puro, sino de lo empañado, de lo obstruido, del trajín, de la
indivi
pesar de toda apelación a la concreción, esto €s el 4, del sordo absurdo -y de la ruptura. Se trata de la ruptu-
nueva edici ón». y
mo de preguerra en una mejorada no de la plenitud, y precisamente de la ruptura no desde la
-
Y yo, desde la profunda conciencia de s as Esperación con sus violencias sangrantes y renovantes, no, no
fuese e
imposible pensar conjuntamente, aunque sólo ta de la gran, catastrófica, irrepetible ruptura (conviene ca-
untamente,
otro, allí donde no se experimenta conj
62
+7 4 carl e QUES
Es da
Ss
llar un instante acerca de ello -también en el corazón propio), de Criatura no pudiera saltar de plaza de traba
jo a plaza de tr
sino de la ruptura desde el status de la adversidad, el rechazo y el bajo, de escritorio a escritorio sobria y frate
rnalmente .
absurdo sordamente temperados, en los que el hombre que cap- tizase la realidad de la creación que tiene lugar:
li
to al azar desde el tumulto vive y desde los cuales puede abrirse nada sirve tanto al diálogo entre Dios y el homb
re como tal á
tercambio de miradas -ni sentimental ni |
paso y se abre paso a veces. ¿Hacia dónde? Hacia nada sublime, romántico- e dos
hombres en un espacio extraño. |
heroico ni santo, hacia ningún O-esto-o-aquello, sino solamen- mo
te hacia esta pequeña austeridad y gracia de lo cotidiano, en Pero, ¿es irrevocablemente un espacio extra
ño? ¿Tiene en
donde soy cogido justamente con la misma “realidad”, en su ta- adelante que estar dividida la vida de un ser
tensionado en la
rea y deber, y de este modo logro hacer -mirada en la mirada, empresa, en todas las épocas del mundo,
entre el trabajo “ajeno”
señal en la señal, palabra en la palabra- que yo la consiga a ella y el ocio “patrio”? Ante todo: ¿tiene que
estar dividido entre
como ella a mí y a mí como a ella, que la experimente a ella empresa de trabajo y empresa de ocio, porqu
e tarde y domingo
como a mí y a mí como a ella y que, entonces, se me aparezca sin embargo, no pudieran liberarse del carácter
de día hábil sino
encomendada y bajo nuestra responsabilidad, en todo el fragor que estuviesen inevitablemente impregnado
s por él, sin ei d
de la rutina que llamaba mi realidad, desatendida y señorial- inmediatez, de excedente no regulado, de
libertad? (Y la libe -
mente la realidad efectiva, la creada. No descubrimos el sentido tad en que pienso tampoco es construida
por ningún nuevo a
en las cosas, ni tampoco lo introducimos en ellas, pero puede den social). Bajo todo descontento del que
liberarse se mueve ;
darse entre nosotros y las cosas. un descontento desconocido y originalmente
profundo Ac
No conviene, querido adversario, atribuirme sólo el patetis- que no hay todavía, en parte alguna, una receta
de liberación
mo del «¡todo o nada!» y luego confirmar la imposibilidad de mi: pero que ha crecido hasta tal punto que dicta
a los dircctpnes
supuesta exigencia. No sé lo que es todo ni lo que es nada, lo. técnicos, los empresarios y los inventores: ¡raci
onalizad siempri :
uno acontece para mí tan inhumana y figuradamente como lo pero humanizad en vosotros la ratio racionaliz
ante: que ella, .
otro, y lo que pienso es el simple quantum satis* de lo que est sus fines y en sus cálculos incluya al hombre
sisi al qu %
hombre en esta hora de su vida puede plenificar y acoger -c tanto, le solicite estar en reciprocidad respe
cto al caund sl iS .
do se entrega. Esto significa que si no se deja persuadir por Mueve ya sobre los fundamentos -impulso
hacia la grancor ;
compacta rutina, habría espacios que son exceptuados de la Wucción o chispa de la última revolución- la
otalada querido
ación, él trabaja en tal o cual espacio y sólo podría volver a | dversario, por la dialogización de la empresa?
¡Sigitica est
tras la jornada, o tal vez la Creación sería sobrepasada, lo 1 la formulación del quantum satis: la nostalgia
por un orden de
habría dado una vez, pero se estaría condenado al fracaso: bbra en el que la empresa en cada caso esté
tan atravesada or
ra habría la empresa, y ello significaría abandonar todo rom A dialógica vital como lo permitiesen las
tareas que la em e
cismo, apretar los dientes y bastarnos con lo conocido como Y 1 debiera realizar? La medida en que ellas
pudieran permitido
cesario. Digo: ¡si no se deja persuadir! Ninguna fábri hoy apenas sólo presentida -en una hora en que
la pregunta
oficina están tan abandonadas por la Creación que una n ue planteo se entrega a los fanáticos ciegos para
la realidad d 1
lémpo y a los pregoneros de la indisponib
le tragedia del m ,
* Cuanto sea suficiente. (N. del T.) fiegos para la posibilidad.
a
64 65
ADS
66 67
ns
hábito que “liquida”
renunciar a la búsqueda pantécnica o al
necesidad, nostal-
cada situación; y lo es acoger aquellos poder y
ianeidad has-
gia y gracia, desde los triviales misterios de la cotid
fuerz a dialó gica de la
ta la majestad del destino destructivo, en la
l y más esencial, la
vida auténtica. La tarea es siempre más difíci
decisión. Todo
plenificación siempre más limitada y más rica en
ruptura, y ésta actúa
el regulado caos de nuestro tiempo espera la
siempre allí donde un hombre escucha y responde.
ELEMENTOS
DE LO INTERHUMANO
1954)
AAA a
I. Lo social y lo interhumano
yA
E
cali REE
necientes a él de un modo diferente, en principio, a cualquier
ambos realmente frente a mí, a cada uno de ellos los sentí como
posible solidaridad con alguien exterior al propio grupo; y, cier-
hombres que me eran íntimos incluso en lo que de ellos me era
tamente, se dan siempre de nuevo, en especial en la vida de pe-
lejano, tan diferentes de mí que mi alma se hería con tal alteri-
queños grupos, contactos que favorecen a menudo el nacimien-
to de relaciones individuales o que con frecuencia, antes bien,
dad y se enfrentaba a la vez, sin embargo, con el ser auténtico.
He aquí que se ponen las formaciones en marcha; al cabo de
las dificultan. Sin embargo, en ningún caso el pertenecer al gru-
poco tiempo ya estaba yo arrebatado de toda frontalidad y sim-
po en calidad de miembros implica ya una relación esencial en-
tre un miembro y otro. Ciertamente, en la historia se han dado plemente inmerso en la manifestación, dando pasos sin rumbo,
grupos que entrañaban, incluso en su forma superior, relaciones y exactamente lo mismo ocurría con los dos hombres con los
que justamente antes había intercambiado la palabra humana.
intensas e íntimas (duales en cada caso) entre sus miembros -por
ejemplo, la relación homoerótica en los samurais japoneses y en Después de un lapso de tiempo pasamos por delante de un café
los luchadores dóricos-, y que las favorecían voluntariamente en en el que había comido el día anterior con un músico que sólo
torno a la rigurosa cohesión del grupo; pero, en general, hay
me era ligeramente conocido. En ese mismo instante se abrió la
que decir que los líderes de grupos, sobre todo en el último puerta del café y en su umbral apareció él, que me miró, ilumi-
curso de la historia humana, se han inclinado más bien a supri- nándome tan sólo a mí, y me hizo señas. Inmediatamente me
mir el elemento de la relación personal en favor del puro ele- : sentí desconectado de la manifestación y de los amigos acompa-
mento colectivo. En donde éste gobierna exclusivamente o pre- ñantes y asignado hacia allí, frente al músico. Seguí adelante en
pondera, el hombre se siente transportado por una colectividad
el mismo compás, sin ser consciente de ello, y me experimenté
como si estuviera al otro lado, silencioso, dando la respuesta,
que le exime de la soledad, la angustia del mundo o el extravío;
y en esta función, esencial para el hombre moderno, lo interhu- con una sonrisa de conformidad, a quien me llamaba. Cuando
mano, la vida interpersonal parece retroceder cada vez más ante fui nuevamente consciente de la realidad, la manifestación, cuya
lo colectivo. El colectivo uno-con-otro se cuida de contener en vanguardia formábamos mis compañeros y yo, había dejado
límites la inclinación al uno-hacia-otro personal. Quienes se re= atrás el café.
lacionan en el grupo deberían estar vueltos, en lo principal, sólo Evidentemente, el ámbito de lo interhumano se extiende
más allá de la simpatía. A él pueden pertenecer ya simples suce-
hacia la obra del grupo y únicamente en encuentros secundarios
hacia los tolerados compañeros de relación personal. sos, como cuando en los abarrotados tranvías dos desconocidos
La diferencia entre estos dos ámbitos (lo social y lo interhu= intercambian miradas atentas para quedar de nuevo, inmediata-
72 73
ber-nada-uno-del- ra que se actualiza en cada acontecimiento, pero que también
mente, en la conveniencia del no-querer-sa abarca puros sucesos individuales psíquicos, tales como el re-
ación cualquier ca-
otro. Pero también hay que tomar en consider cuerdo de compañeros ausentes. Sin embargo, al referirme a la
entro obra sobre las
sual encuentro de dos adversarios si tal encu esfera de lo interhumano pienso sólo en acontecimientos actua-
aunque sea insensible, se
actitudes recíprocas de ambos o si algo, les entre hombres, sean completamente recíprocos o bien apro-
como si no lo es. Lo in-
realiza entre ellos, tanto si es sentimental piados para elevarlos de inmediato a la reciprocidad o para com-
de los hombres ex-
terhumano no depende sino de que cada uno cada pletarlos, De este modo, la participación de los dos compañeros
rminado y de que
perimente al Otro como un otro dete es básicamente indispensable. La esfera de lo interhumano es la
te por ello se compor-
uno de ellos se cuide del Otro y justamen esfera del uno-frente-a-otro; a su despliegue lo denominamos
ni trate como si fue-
te ante él de tal modo que no lo considere nosotros lo dialógico.
to vital,
se un objeto, sino como compañero en un acontecimien
Por otra parte, es fundamentalmente erróneo querer com-
Esto es lo decisivo: el no
aunque sólo sea un combate de boxeo. prender el fenómeno interhumano como algo psíquico. Si, por
encialistas afirman que
ser objeto. Como es sabido, algunos exist ejemplo, dos hombres entablan un diálogo, a ello o
radica en que uno es obje-
el factum fundamental interhumano eminentemente lo que ocurre en las almas de uno y otro, lo que
así se elimina en gran
to para otro; pero en cuanto se prosigue sucede si uno escucha o si se decide a hablar. Sin A ello es
misterio del contacto.
medida la realidad de lo interhumano, el sólo el secreto acompañamiento del diálogo mismo, un oe
no puede ser completa
Y, sin embargo -claro está-, tal misterio miento fonético pleno de sentido cuyo sentido no se encuentra ni
craso ejemplo de ell
mente eliminado. Se puede tomar como en uno solo de los interlocutores ni en los dos juntos, sino única-
te; lo esencial de ese
dos hombres que se observan recíprocamen mente en su cooperación en persona, en su entre amis,
a al otro en su objet«
acontecimiento no es que uno conviert
mente tal propósito.
sino más bien que no consiga completa
convertirnos en obje
nemos en común con cada cosa el poder Il. Ser y parecer
rponer una infran
de observación, pero el que yo pueda inte
o de la secreta acción.
able barrera a la objetivación por medi La verdadera problemática en el ámbito de lo interhumano es 1
El hombre sólo p
mi ser, esto es privilegio del ser humano. duplicidad de ser y parecer. :
compa
ser percibido, en cuanto totalidad existente, como
rhumano puede ser Que los hombres se preocupan con frecuencia y seriamente
Mi distinción entre lo social y lo inte de tal duplicidad -qué impresión causan a los otros- es un hecho
se edifica precisam:
ciológicamente presentada. La sociedad generalmente conocido que, sin embargo, ha sido explicado
que la doctrina sob
sobre las relaciones humanas, de modo hasta ahora más moral-filosóficamente que antropológicamente
correcta y propian
les relaciones podría ser examinada, Y, con todo, se ofrece aquí a la reflexión antropológica uno ds
sin embargo, $ ar
como fundamento de la sociología. Aquí, -kus más importantes temas.
ción”. Hablamos,
cia una duplicidad del concepto de “rela Tenemos que diferenciar dos modos de existencia humana
entre dos hon!
ejemplo, de una relación de camaradería ¡Uno puede ser descrito como vida desde lo esencial (desde el
que tiene luga
de este modo no pensamos tan sólo en lo ser) o bien como vida determinada desde lo que uno mismo es
una disposición du
ellos como camaradas, sino también en
75
74
, determinada desde o puede ser puesta en duda, pues va con las cosas mismas, por así
y el otro como vida desde las imágenes
general, ambos modos de decirlo. Me refiero al reino del “parecer verdadero” en el que
según lo que uno quiere parecer. En pocos un joven, por ejemplo, imita a su modelo heroico y es atrapado
habrá habido muy
existencia se presentan mezclados; en su conducta por lo fáctico heroico o por la exposición de un
e independientes de la im-
hombres que fuesen completament destino que conjura el destino auténtico. “Dejadme parecer así
por otra parte, cir
presión que causaban a los otros, pero, hasta que llegue a mi ser” -con ello es justamente tocado en tal
exclusivamente acompaña o
podría encontrarse a un hombre
darnos por satisfechos con misterio. Aquí no hay, en ninguna parte, algo supuesto; la imi-
de esa impresión. Aquí tenemos que
predomina, en'su conduc- tación es verdadera imitación, la presentación auténtica presen-
diferenciar entre los hombres en que tación y la máscara una máscara, sin engaño. Pero donde el pa-
as de existencia señaladas.
ta esencial, una u otra de las form
s se hace más intensa es, recer propio de la mentira se impone, allí está lo interhumano
En donde la diferencia entre amba
interhumano y, de este modo, amenazado en su existencia. No es como si uno dice una men-
naturalmente, en el ámbito de lo y tira y, por ejemplo, informa falsamente acerca de un estado de
al considerar el trato entre los hombres. a cosas; la mentira a la que me refiero no se ejecuta en el estado
, sencillo y
Se puede tomar como ejemplo claro
personas, una de las cu de cosas, sino en la existencia misma. A veces, por satisfacer una
de ello una situación en la que dos : insípida vanidad puede uno perder la gran ocasión del auténtico
pertenece al primer tipo fundamental de existencia yk S
El hombre esencial mira al o acontecimiento entre el Yo y el Tú.
segundo, se miran mutuamente. . Nos representamos ahora dos modelos de hombres que están
n se O rd ar E
como se mira a alguien con quie sentados uno junto a otro y hablan conjuntamente. Nombré-
nea”, franca”; eviden
nal; es la suya una mirada “espontá mosles Pedro y Pablo y contemos las figuraciones que están aquí
e indiferente a la intención
mente, este hombre no permanec
influido por la idea de | en juego. En primer lugar, están la de Pedro tal como quiere pa-
darse a entender al otro, pero no está o pul recer a Pablo y la de Pablo como quiere parecer a Pedro; luego,
quien mira debe
representación de su condición de la imagen de Pedro tal como realmente parece a Pablo (imagen
De otro modo ocurre '
provocar en el hombre al que mira. que Pablo tiene de Pedro), y que de ordinario no coincide con la
la imagen que su apar
interlocutor: es porque le importa
, la mirada- produce € que Pedro desea dar, y viceversa; además, tenemos aún a Pedro y
-especialmente su parte más “locuaz” Pablo tal como cada uno de ellos se aparece a sí mismo; para un
con la ayuda de la cap
Otro por lo que “hace” esa mirada buen final, tenemos al Pedro corporal y al Pablo corporal. ¡Dos
de hacer aparecer
más o menos apropiada del hombre, seres vivientes y seis formas de apariencia fantásticas que se mez-
mirada; ofrece una: n
terminado elemento del ser en la clan diversamente en la conversación de ambos! ¡Dónde queda
como expresión €
debe actuar, y actúa con frecuencia, aquí espacio para la autenticidad de lo interhumano!
expresión de un acon!
nea, e incluso no sólo como
en tal momento, - Lo que podría ser siempre, en otros ámbitos, el sentido de la
psíquico que supuestamente OCUrre palabra “verdad”, en el ámbito de lo interhumano significa que
un ser personal
bién, en cierto modo, como reflejo de los hombres se comunican recíprocamente en lo que ellos mis-
tamente constituido. nos son. No depende de que uno diga a los otros todo lo que le
cuidadosa
Desde luego, se tiene que delimitar
ección ontoló bceurre, sino solamente de que no deje introducir subrepticia-
frente a otro ámbito del parecer cuya Corr
SE
76
E E diaria pasa ld inte crbioaia ed o
ja
pes
78
Yo 79
y todos los hombres en todo su propio don espiritual, siendo ello
y la libre generosidad del Yo
ha perdido la verdadera libertad Tier ra, lo decisivamente implicado aquí en el ser personal de este ser
o si fuese único sobre la
del Tú, tendría él mismo, com gran conoci- Ñ viviente: el espíritu personalmente determinante. Comprender
l de semejante
y en virtud del carácter servicia q a un hombre significa, especialmente, percibir su totalidad
z y no renunciar a ella, hasta
miento, que examinar la inmediate como persona desde el espíritu, percibir el medio dinámico que
ger en su voz la propia voz del
espantar a los que se burlan y reco imprime a todas sus exteriorizaciones, acciones y actitudes tn
anhelo reprimido. comprensible signo de exclusividad. Pero tal comprender es im-
surgimiento de un verdade-
El presupuesto principal para el posible si y en tanto el Otro resulta ser el desligado objeto de mi
era a su compañero como a este
ro diálogo es que cada uno se refi que es esen- reflexión u observación, pues a éstas no se da a conocer tal tota-
lo suyo: comprendo
hombre. Comprendo al Otro, ia y eX- lidad ni sus medios; ello es posible, ante todo, si encuentro al
esta forma determinada, prop
cialmente de otro modo en e Otro elementalmente en relación, si me es presente. Por todo
que puedo dirigirle, justament
o
clusiva, y le acepto de tal mod tar ello describo el comprender, en este especial sentido, como la
edad , mi palabra. Quizás tenga que obje
a él, y con toda seri e el obje to de presentificación personal. y
vez, a su opinión sobr
con severidad, una y Otra Aun siendo en la mayoría de los casos una comprensión de-
no en absoluto para que se
nuestro diálogo mi propia opinión, fectuosa, a la comprensión del prójimo en su totalidad, unidad y
a esta persona, portadora perso-
debiliten las convicciones, pues desde el qu exclusividad se opone en nuestro tiempo casi todo lo que hab
acepto en su ser concreto,
nal de una convicción, la tiende a comprender como lo específicamente moderno. En
eaquella de la que tengo qu
surge la convicción, justament o este tiempo prepondera una mirada analítica, reductiva y dee
, lo que no es cierto en ella. Digo sí, com
mostrar, paso a paso mo com o cri viante entre hombre y hombre. El ser total, corporal y anímico
que combato, la afir
compañera, a la persona a la riamen es tratado (manipulado) analíticamente o, más aún, pseudoaná»
bién lo que contra
tura y como creación, y afirmo tam e de que e líticamente, como compuesto y ya, por ello, como desmembrá» '
se yergue contra mí. Claro está que esto depend ble; y no solamente es tratado de tal modo el llamado incons-
diálogo o de que la reciprocida
nosotros se alce un verdadero ciente, que es accesible a una relativa objetivación, sino también
uaje. Pero lo primero es, ll
que acontece se eleve hasta el leng la corriente psíquica misma, que en verdad nunca es aprehensi-
time frente a mí al Otro como!
gados a este punto, que yo legi ble como objetivamente existente. La mirada es reductiva por-
o a vincularme; entonces p
hombre con el que estoy dispuest que quiere reducir la multiplicidad de la persona, que se nutre
bién él actúa como compa
do confiar en él y creer que tam de la microcósmica plenitud de lo posible, a estructuras esque-
prender a un hombr
¿Qué significa, sin embargo, com máticamente abarcables y que se repiten por doquier. Y: es der
tal palabra? Comprender
el sentido estricto en que utilizo o te viante esa mirada porque cree comprender el llegar aser de un
ral, experimentarlo com
gene
cosa o un ser significa, en su CON hombre, su perpetuo devenir, con fórmulas genéticas y a
iones restrictivas, en toda
dad y, a la vez, sin abstracc seres y mo, porque cree poder representar el principio individual dinás a
como un ser entre
ción. Pero aunque esté situado ¡ico de tal devenir a través de un concepto general. No se trá- ;
algo categorialmente di
cosa entre cosas, un hombre es ta aquí solamente de un “desencantamiento” -lo que se po dría
medida en que no puede
de todas las cosas y seres en la a él solo.
"tk
admitir correctamente-, sino también de una radical desmisteri-
se le comprenda
almente comprendido sin que
80
morir en germen. Pero si la reciprocidad resulta, entonces
zación entre hombre y hombre. A ello se aspira actualmente. La More-
ce lo interhumano en el auténtico diálogo.
personalidad, el misterio siempre próximo, antes móvil para la
exaltación silenciosa, es allanado.
Lo que he dicho hasta aquí no se dirige, de ningún modo,
IV. Imposición y alumbramiento
contra el método analítico de las ciencias del espíritu; este método
es imprescindible, sobre todo, allí donde lo solicita el conocimien-
He indicado dos momentos que frenan el crecimiento de lo
to de un fenómeno, sin que el conocimiento de la individualidad An»
terhumano: la apariencia que se inmiscuye y la insuficionidid la
trascendente del hombre, acondicionado de otro modo, estorbe al
percepción, Ahora se nos presenta un tercer momento más pu
legítimo campo de aplicación de tal método. La ciencia del espí-
blico que los anteriores y, por ello, en esta hora coli más po:
ritu que se sirve del método analítico tiene que tener a la vista, en
deroso y peligroso que nunca.
todo momento, por su parte, las indescriptibles fronteras del hori- 88
Hay dos modos de actuar sobre el hombre, sobre
zonte de tal reflexión. Y es precisamente este deber el que hace su Ani
formación vitales. En el primero busca uno imponerse en $
siempre tan dudosa la transferencia del método a la vida, pues es
opinión y actitud al Otro, que imagina que el producto anímic
excesivamente difícil observar en cada caso los límites como tales. o
impulsar con vigilancia lo actual y, al mismo
de la acción es suyo propio, comprensión ésta que sólo es posible
Deseamos
a través de tal influencia. En el segundo modo fundamental de
tiempo, preparar con clarividencia el mañana; después, tenemos
actuación desea uno encontrar y solicitar en el alma del Otro,
que preparar en nosotros mismos y en las generaciones venide=
como puesto en ella, lo que ha reconocido en sí mismo como
ras un don que vive como cenicienta y predeterminada prince= lo
correcto; porque esto es lo correcto también tiene que
sa en la interioridad del hombre. Algunos lo llaman intuición, ser vital
como posibilidad
pero éste no es un concepto del todo claro. Yo preferiría el t entre posibilidades, en el microcosmos del
Otro; el Otro tiene que ser alumbrado sólo en esa potencialidad
mino de fantasía real, pues en su esencia propia no se trata de
y realmente, en lo esencial, no a través de la instrucción, sino
contemplar, sino de un audaz e impetuoso movimiento hacia 4
través del encuentro, de la comunicación existencial
Otro que exige la más intensa agitación de mi ser, tal como entre un
existente y un pudiente llegar-a-ser. El primer modo de actua.
justamente el estilo de toda verdadera fantasía, sólo que aquí.
ción sobre el hombre se ha desarrollado en el ámbito de la Pro.
ámbito de mi acción no es todo lo posible, sino la especial
paganda y el segundo en el de la Educación.
sona real que tengo ante mí, a la que puedo intentar hacer PE
Al propagandista en el que pienso, que se impone, ade
sente -presentificar- así y no de otro modo en su totalidad,
teresa la persona, sobre la que quiere actuar, ante todo
dad, exclusividad y en su medio dinámico, que realiza todo en cuan.
to persona; cualesquiera propiedades individuales son para él
siempre nuevamente. de ;
una vez más, sólo interés en tanto puede utilizarlas para ganarse al Otro,
Pero esto, habría que indicarlo aquien
tiene que aprender a conocer con vistas a tal fin. En su
acontecer en el compañerismo vital, es decir, si yo, estanc indife-
tencia frente a todo lo personal, el propagandista sobrep
una situación común con el Otro, me expongo vitalmente € asa con. |
y tderablemente al Partido para el que trabaja. Éste aciend
parte como la que es suya propia. Es sabido que esta acti e a di
personas en sus diferencias de significado porque necesita
damental mía puede quedar rechazada y que la dialógica a cada
82 $
ión específica; por ello, El propagandista que se impone no cree realmente en el
una en su especial aptitud para una func dad propio asunto, pues no confía en que llegue a tener efecto por sí
respecto a una utili
lo personal es atendido realmente sólo tales lí- mismo sin sus métodos, de los cuales son símbolos el altavoz y la
concreta, pero únic amente €s aceptado, casi siempre, en
ario, más bien le es molesto
publicidad luminosa. El educador que alumbra cree en el poder
mites. A la propaganda, por el contr más original que se ha diseminado y se disemina en todos los seres
le va simplemente mejor con la mayoría
lo individual, humanos para crecer en cada uno hacia una forma propia; con-
ente base de apoyo. El me-
miembros, más partidarios-, una creci fía en que este crecimiento sólo en cada caso necesita la ayuda
a extrema, significa
dio político, allí donde gobierna en su form dada en los encuentros, una ayuda que también él está llamado
liza. Este género de
apoderarse del Otro en tanto se le despersona lo com- a prestar.
iones con el poder,
propaganda entra en diferentes relac E esclarecido con dos ejemplos extremos, antitéticos, el
ectivas; en realidad,
pleta o sustituye según las necesidades y persp carácter de ambas actitudes fundamentales y su relación ebolpnio
e imperceptible. Pone
finalmente no es sino el poder sublimado ca. Pero sobre todo hay que encontrar la medida de ambas allí
le la ilusión de la auto-
las almas bajo una presión que hace posib ón donde los hombres se ocupan unos de otros.
en la efectiva superaci
nomía. El medio político se plenifica Sin embargo, no pueden confundirse estos dos principios
del factum humano. (imponerse a alguien, alumbrar a alguien) con conceptos tales
mundo de individuos,
El educador en que pienso vive en un como soberbia y humildad. Uno puede ser con derecho perfec-
mendada a su cuida-
del que una porción determinada está enco tamente soberbio sin desear imponerse a los otros y no- basta
os como dispuesto para
do. Conoce a cada uno de tales individu con ser humilde para alumbrar a Otro. Soberbia y humildad son
exclusiva y, a la vez, CO
convertirse en una persona únicay pomos del alma, hechos individuales psicológicos con
portador de una especial misión-de-ser que sólo puede ple 6
se le muestra al edu acento ético, mientras que imposición y alumbramiento son
carse por medio de ella. Cada ser personal acontecimientos interhumanos, situaciones objetivas antropoló-
de actualización, y él
cador como comprometido en tal proceso gicas que se indican sobre una ontología: la ontología de lo in-
fuerzas actualizantes j
sabe, por propia experiencia, que las terhumano.
de contrafuerzas
se sostienen en una microcósmica lucha En un terreno ético, Kant ha articulado la sumamente im-
ayudante de
educador ha aprendido a comprenderse como portante proposición de que el hombre no puede ser nunca me-
han actuado y actúan
fuerzas actualizantes; las conoce, pues ramente medio, sino que tendría que ser tomado y pensado en
en él, lo que una y otra
bién en él. Es su efecto, obrado todo momento a la vez como fin independiente. La proposición
pone a su di
alumbrar en aquellos a los que educa, lo descansa en la marca de un deber implicado por la idea de la
No puede querer
para una nueva lucha y una nueva obra. dignidad humana. En su núcleo, nuestra similar reflexión viene
fuerzas actu
nerles nada, pues cree en la acción de las de y apunta a otra parte. En ello nos va el presupuesto de lo in-
puesto lo justo de
esto es, cree que en cada hombre está - terhumano. El hombre no es en su aislamiento, sino en la inte-
puede imponerse
única y exclusiva; ninguna otra forma ridad de la relación entre un hombre y otro, antropológica-
la del educador, puede alu
hombre, pero otra forma,
llegar a ser y, con mente existentes ambos; sólo la acción recíproca hace posible
justo como precisamente aquí quiere romprender suficientemente la humanidad. Por ello,
AT el estado
tribuir a su desarrollo.
85
84
el compañero, en toda
En él acontece la dirección hacia
mostrado, que no Cada persona que habla
rh um an o req uie re, Como ya se había A | verdad, como dirección hacia el ser.
de lo in te interpersonal; por añeros) al que se di-
riencia en la relación considera aquí al compañero (o a los comp
se entremezcle la apa y presentifique a
A rirse a alguien significa
que cada uno considere rige como esta existencia personal. Refe
ello requiere, además, e ninguno de los da de presentificación
al de los mismos. Qu a la vez, en este contexto, ejercer la medi
los Otros en el ser person mente la terce- nte. El sentido experien-
poner al Otro es simple que es posible al hablante en este insta
compañeros se quiera im influya sobre el encontrado por aquél, ac-
interhumano. Que no cial y la fantasía real, que completa lo
ra presuposición de lo o pre- ente al Otro como persona
mbr arl e no per ten ece 4 estos presupuestos; per túan conjuntamente para hacer pres
Otro al alu para conducir hacia un persona. Pero quien habla
mento apropiado total y única, precisamente como esta
cisamente es ése un ele le presenta, sino que lo
erhumano. no meramente percibe así al que se
nivel superior de lo int de alcanzar añero, y esto significa que lo confirma
en
e a cad a ho mb re com pete la determinación acepta como su comp
Qu y peculiar se de su ser hacia el Otro in-
ser -hu man o de una manera especial su propio ser. La verdadera dirección
el verdadero la entelequia, ello no
la imagen aristotélica de cluye tal confirmación o aceptación. Evidentemente,
puede comprender con atender a que pero allí donde estoy
orr eal iza ció n inn ata; sólo se tiene que significa de ningún modo una aprobación;
de la aut Es erróneo ha- o de un auténtico diá-
la obra de la Creación. contra Otro, ya le acepto como compañer
esto es una entelequia de nifica únicamente
individuación; ésta sig logo, le digo Sí en cuanto persona.
blar aquí solamente de toda realiza- diálogo, cada uno
per son al, ori gin almente necesaria, de Por lo demás, si ha de surgir un auténtico
la impron ta smo irse a sí mismo en él. Y
hum ano . Lo ált imo esencial no es el Sí mi de los que participen tiene que introduc
ción del ser el sentido creativo. de decir, en cada caso,
sin o que se llene en todo tiempo esto significa que ha de tener la intención
co mo tal,
La función de alumbra- ión; lo cual significa, de
mo Sí mismo. lo que piensa acerca del tema en cuest
del existente humano co mbre como de su espíritu sin mer-
la ayuda al devenir del ho nuevo, que ha de prestar la contribución
miento entre los hombres, ción de sinceros creen no es
a otro para la autorrealiza ma ni desviación. También hombres muy
Sí mismo, el apoyarse uno que conduce lo in que han de decir”. Pero
ente creativa es lo tar obligados por ello a decir todo “lo
humanidad legítimam re dos hombres, si
€ verdadero diálogo, aque-
minación. Sólo ent en la gran confianza que es aliento del
humano hacia su cul lo más alto que pre cis o en mí el carácter de lo
al otro como llo que en cada caso he de decir ya tiene
uno de ellos considera de la dete azarlo ni retenerlo en mí.
y sirve a la plenificación que quiere-ser-dicho, y no puedo rech
mente le está destinado de la realizz que indica la pertenencia
imponer al Otro algo Lleva, irreconocible para mí, la marca
nación, sin pretender el dinámic e existe la palabra dias
dos hombres se presenta 4 la vida comunitaria de la palabra. Dond
propia, sólo entre esos ! cho a través de la in
lógica auténtica tiene que llegarle su dere
ñorío del ser humano. d es justamente lo cone E
condicionalidad. Pero incondicionalida
depende de lo
tario del hablar a tontas y a locas. Todo
supuesto, tengo que
ico legitimidad de “lo que he de decir”. Y, por
v. El diálogo autént consiguientemente, .
estar atento a elevar a palabra interior y,
caracter ahora, pero
e res umi r, int entando clarificarlas, las palabra hablada aquello que he de decir justamente
Es imp ort ant :
del auténtico diálogo.
86
R
RATA VAPOVAT A A
>
”
es naturaleza y obra, gunos se habían conocido entre sí por vez primera, cada uno
que aún no poseo lingiísticamente. Decir habló con inusitada incondicionalidad y manifiestamente no era
completar siempre
nacimiento y creación a la vez y tiene que ninguno de los participantes esclavo de la apariencia. A partir de
aparece dialógica-
nuevamente la unidad de ambas allí donde su intención se tenía que describir la reunión como naufragada
mente, en el aliento de la gran confianza. (aunque aún no estoy convencido en mi corazón de que tuvie-
que antes he
A ello se une esa victoria sobre el parecer a la ra que fracasar); la ironía de la situación quiso que se celebrara la
so en la atmósfera del
hecho referencia. Aquel en quien, inclu entrevista definitiva hacia mediados de agosto y que la guerra
nte el pensamiento
diálogo auténtico, domina en cuanto habla mundial tuviera lugar, naturalmente, pronto, de forma que el
que decir, ése actúa
de la propia eficacia de aquello que tiene círculo quedó disuelto. Sin embargo, en todo lo sucesivo nin-
que hay que decir,
como destructor. Cuando yo, en vez de lo guno de los entonces reunidos ha dudado de que había partici-
hace válido, he falla-
me propongo hacer percibir un yo que se pado en un triunfo de lo interhumano.
ra tenido que decir,
do irreparablemente respecto a lo que hubie Una prueba más es aún necesaria.
haciéndose el
lo cual aparece defectuosamente en el lenguaje, Evidentemente, no necesitamos hablar todos los reunidos
tico diálogo es
diálogo, con ello, deficiente. Es porque el autén con vistas a un diálogo auténtico; permanecer silenciosos de vez
través de la autentici-
una esfera ontológica que se constituye a en cuando puede ser especialmente importante. Pero cada uno
er puede dañarlo.
dad del ser por lo que la irrupción del parec tiene que estar resuelto a no privarse si en el transcurso del diá-
coms
Pero allí donde se plenifica el diálogo en su ser, entre logo ha de decir lo que precisamente haya de decir. Natural-
a otro, se exter iori=
pañeros que se han dirigido en verdad uno mente, con ello nadie puede saber desde el principio lo que
querer parecer, allí se
zan incondicionalmente y están libres de ocurrirá: un diálogo auténtico no se puede predisponer, pues
a que antes
plenifica una memorable fecundidad comunitari desde el principio tiene justamente su orden fundamental en sí
una y otra vez su
ninguna parte se activó. La palabra resurge mismo, sin que nada pueda ser ordenado; el curso lo es del es-
abrazados y abiertos
tancialmente entre los hombres que son píritu, y uno descubre lo que debía decir no antes de que perci-
ndidad. Lo 1
la dinámica de un ser-uno-con-otro en su profu ba su llamada.
terhumano abre lo que antes estaba cerrado. También es evidente, sin embargo, que todos los participan-
de muchos mo:
Desde el diálogo entre dos es ya conocido tes sin excepción tienen que estar dispuestos de modo que sean
a varias VOCES
dos este fenómeno; pero también en el diálogo capaces y estén preparados para satisfacer los presupuestos del
he experimentado a veces. verdadero diálogo. La autenticidad está ya en cuestión cuando
de algunos
Compuesta por representantes espirituales una pequeña parte de los presentes se sienten a sí mismos y son
se celeb ró una re
blos europeos, hacia la Pascua de 1914 experimentados por otros como aquellos de los que no hay que
te tres dí :
pensada como conferencia y para discutir duran pensar una participación activa. Tal situación se puede elevar a
podría evi
deseaba reflexionar conjuntamente sobre cómo una difícil problemática.
se hubie ra conve
la catástrofe imaginada por todos. Sin que Yo tenía un amigo al que contaba entre los más reflexivos
go, se plenifi
anticipadamente modalidad alguna de diálo hombres de la época. Era un maestro del diálogo y lo amaba; su
Desde las p
todos los presupuestos del verdadero diálogo. autenticidad como orador era evidente. Pero en cierta ocasión
, de entre los e
horas dominó la inmediatez entre todos
89
88
los tres i
ocurrió que, comiendo con dos amigos y las mujeres de
mujere s no x
conjuntamente, se entabló un diálogo en el que las
su presencia era
participaron públicamente en su tema, aunque
diálog o entre los hom-
con claridad altamente determinante. El
el ter-
bres se convirtió pronto en un combate entre dos (yo era
de estilo
cero). También el otro, especialmente amigo mío, era
pero más entre gado
noble, también era un hombre de palabra,
y ajeno a
a la corrección objetiva que a la exigencia del espíritu, DISTANCIA ORIGINARIA
del diá-
toda erística. El amigo al que antes he llamado maestro
logo no habló tranquila y gravemente como en otras ocasio nes Y RELACIÓN
victo riosa -
anteriores, sino “brillantemente”, combativamente,
mente. El diálogo se corrompió.
En nuestro tiempo, en el que la comprensión para
la esencia Contribuciones para
amen-
del verdadero diálogo se ha hecho cosa rara, son tan fund una antropología filosófica
o de la
talmente ignorados sus presupuestos por el falso sentid
tal diálog o ante un.
publicidad, que se piensa poder organizar 1950)
asistencia pi
público de interesados oyentes con una convenida
“nivel”
blicitaria. Pero un debate público de tan elevado
dicio nal; una.
puede ser espontáneo, ni inmediato, ni incon
da,
trevista conducida como pieza de audiencia está separa
solución, del verdadero diálogo.
o mn Ez EI E
93
dejarse-destacar, mal sólo percibe las cosas que corresponden a la situación total
La Naturaleza sólo se nos ofrece en el acto del
así como pene-
ella, que ciertamente coimplica al hombre, pero,
que le es predada y que constituyen su “mundo-de-marcas”. Sin
concepto, para
tramos hacia su propiedad para flexibilizar su
embargo, parece cuestionable si aquí se utiliza correctamente el
r al niño extra-
nuestra reflexión especial se hace necesario libera
concepto de mundo y si, por tanto, está justificado considerar el
especial no
ído de su género, visto desde ella. Esta reflexión
plexo descrito con “circunmundo” como una forma de mundo
ella.
acontece dentro de la Naturaleza, sino a partir de
y no, exclusivamente, como un forma de ámbito. Sin embargo,
que tenga
A partir de la Naturaleza, en este Caso. Por tanto,
con Mundo se menciona, necesariamente, lo que se extiende
los “seres vivos”, del más allá del ámbito del sujeto que se encuentra “en” él y que es,
que ser considerado a partir del vínculo de
de la Natura- como tal, independiente. También un “mundo sensible” es, jus-
vínculo del hombre en la medida en que es parte
a través de las tamente, un mundo que no está compuesto sólo por los datos de
leza, ello no significa encontrar las características
sino investigar los sentidos, sino en el que lo percibido es completado a través
cuales el hombre se diferencia de tales seres vivos,
tiene su fun- de lo perceptible y sólo la unidad de ambos le concede su esta-
aquello en lo que la totalidad de esas características
y por qué esta tota- do propio. El organismo del animal extrae desde lo “a la mano”,
damento de ser. Sólo así se nos informa que
tuye solamente un y agrupando constante u ocasionalmente, los elementos ordena-
lidad de características diferenciales no consti
de ser específi dos a sus necesidades y urgencias vitales a fin de construir a par-
grupo especial de los seres vivos, sino un modo
ensión del tir de ello el círculo de su existencia. Cualquiera que sea el lugar
co y, con ello, una categoría propia del ser. A la compr
y suficiente-
principio como tal conduce la distinción auténtica
adonde se dirigen las golondrinas o los atunes, es siempre su cor-
mente expuesta. poralidad la que ejecuta esta selección en la Naturaleza, comple-
la cuale tamente desconocida para ellos como tal: en la Naturaleza sobre
De este modo alcanzamos la perspectiva según
sino doble, y se constitu: la que, también en lo desconocido, en lo incognoscible, actúa la
principio del ser humano no es simple,
ellos es presupu corporalidad. La “imagen del mundo”, ante todo la imagen del
ye en dos movimientos, de modo que uno de
nciamie ámbito del animal, no es más que la dinámica de las presencias
to del otro. Al primero se lo podría nombrar dista
el primero
originario y al segundo entrar-en-relación.? Que
que son vinculadas entre sí a través de la memoria corporal, en la
que sólo el existe nte dis medida en que lo exigen las funciones vitales a realizar. Depen-
presupuesto del segundo se debe a
devenido hacia un Enfrente ir de de que se adhiera a los mecanismos de la vida. Sólo el hom-
ciado o, más concretamente,
Enfrente inde bre pone en lugar de esos inestables conglomerados, cuya serie es
pendiente, puede entrar en relación. Pero un
ajustada al tiempo vital del organismo individual, una unidad
diente se da sólo para el hombre.
En la biología moderna? se ha hablado del entorno de que él representa o piensa como existente por sí misma. El hom-
disj bre capta lo que se le da más allá del fuerte impulso, sobrevuela
mal, desde el que es comprendida la objetividad total
da a través de. el horizonte y las estrellas en cada momento percibidas y com-
sus sentidos y el modo en que es condiciona
que u
tados vitales que le son propios. Se dice, por ejemplo,
prende, entonces, un todo. Con él, con su ser humano, hay un
mundo. El encuentro del ser natural con el ser vivo engendra
ser sustituido por la
2. Naturalmente, este acto fundamental no puede aquel cúmulo, más o menos cambiante, de datos sensibles apro-
que sea.
existente entre algunos objetos, de cualquier estilo vechables que constituye el ámbito vital del animal; sin embargo,
3. Cf., especialmente, los trabajo s de von Uexkiil l.
95
94
surge lo Con ello, al primer movimiento se añade ya el segundo: el
sólo del encuentro de aquel ser natural con el hombre
infi- hombre se orienta a la retirada conexión de lo existente y entra en
nuevo y permanente, lo que acota el ámbito y lo sobrepasa
de sus percep - relación con ella. Nuevamente, no se ha entender “primero” y
nitamente. El animal se encuentra en el ámbito
el “segundo” en el sentido de una sucesión temporal; no es pensable
ciones como el hueso en su fruta envolvente; sin embargo,
d en ningún ser-uno-frente-al-mundo que no fuese también, ya, un
hombre está, o puede estar, en el mundo como un huéspe
a comportarse-respecto-a-él-como-mundo, lo que significa: respec-
una gran mansión que fuese incesantemente ampliada gracias to a un mundo que fuese el esbozo de un comportamiento rela-
pero a
construcciones y cuyos límites él nunca pudiera alcanzar,
una casa cional. Ello no debe querer decir sólo que el animal no conoce el
los que conoce, sin embargo, como conoce justamente
estado de relación porque no se puede estar en relación respecto a
en la que se vive; porque está capacitado para habitar la totalidad lo percibido que no se destaca ni es existente por sí. El hacedor de
embargo, en
de la construcción como tal. Que lo esté radica, sin
o de él lluvia que trata con las nubes que se aproximan tras su horizonte,
que él es el ser a través de cuyo ser lo existente es retirad
hace categorialmente lo mismo que el físico que ha calculado los
y reconocido en sí. Sólo el ámbito retirado, separado de la des- planetas aún no vistos y comunica con él en el escritorio.
y ne
nuda presencia, retirado casi del engranaje de las urgencias
a sí Al acto y a la obra de entrar-en-relación respecto al mundo
cesidades, el ámbito distanciado y que, con ello, se sobrepasa como tal -por tanto, no respecto a sus partes ni a la suma de to-
un plexo
mismo, es más y de otro modo que un ámbito. Sólo si
es un En= das ellas, sino respecto al mundo como mundo- podemos des-
de ser es independiente frente a un existente, sólo si
cribirlos como intuición sintética siempre y cuando sólo cons-
frente independiente, es, entonces, Mundo.
tatemos que tal concepto incluye, en este su uso preciso, la
Se podría pensar, sin embargo, que esta independización de función de unidad; llamamos intuición sintética a la intuición de
del
un mundo sería sólo el resultado de primitivos desarrollos un existente como totalidad y unidad. Semejante intuición es al-
género humano y que, por tanto, pudiera no ser constitutiva canzada únicamente, y lo será siempre de nuevo, desde la intui-
para el hombre como tal. Pero no ha de importarnos cuándo
qué se ción del mundo como mundo. La concepción de la totalidad y
cómo la categoría del hombre se ha realizado, sino en unidad es originariamente idéntica con la del mundo al que el
hon:
fundamenta. Si, y en la medida en que, hay mundo, hay hombre está orientado. Quien entra en relación con el ámbito
de seres
bres que lo condicionan en el sentido no de un género completado y transformado por el mundo, que él ha separado de
d. Al hom
vivos, sino de una categoría advenida a la realida
sí, quien se orienta al mundo y entra intuitivamente en relación
no se lo puede encontrar en su camino sin que, en alguna con él comprenderá el ser de totalidad y unidad, de modo que
dida, junto con lo conocido también se le enfrente lo desco desde entonces en todo momento pueda comprender lo existen-
cido, vinculados a un mundo -incluso aún tan primitivo. te como totalidad y unidad; el existente singular ha recibido el
ralmente, esto vale para su relación al tiempo no menos. carácter de totalidad y unidad, en su ser-percibido, de totalidad y
para su relación al espacio: el animal se ocupa de su futuro
unidad del mundo en el ser percibido del mismo. Pero el solo
de sus crías actuando, pero sólo el hombre lo imagina. El: distanciamiento y la independización aún no brindan al hombre
el
hinca su construcción en un ámbito de tiempo, pero esta intuición; le ofrecerían el mundo meramente en tanto obje-
plantado enraíza en el mundo temporal, y quien plantó « to que sólo fuese una suma de cualidades arbitrariamente incre-
mer árbol es, precisamente, el que esperará al Mesías.
97
96
Sólo la in- festaciones del primero y del actuar-uno-sobre- y hacia-otro con-
mentables, y no una auténtica totalidad y unidad.
a mí en su completa juntamente. El hombre puede distanciar sin llegar a estar en rela-
tuición del existente mundano frente
persona total en este ción esencialmente a lo distanciado; puede llenar el propio acto
presencialidad, con la que, incluso como
el mundo ver- de distanciamiento con la voluntad de relación, como relación
momento, me he puesto en relación me ofrece
en tal enfren te se dan que sólo es posible a través de aquel acto; puede ejecutar el acto
daderamente como todo y uno. Pues sólo
y todo lo que lo com- de relación en el reconocimiento de la objetividad fundamental
a la vez, finalmente, el ámbito del hombre
en esta hora. de la distancia originaria; pero también pueden combatir entre sí
pleta espiritualmente. Así desde siempre y así
embargo, ambos movimientos porque cada uno considere al otro como
No se puede malinterpretar lo aquí indicado, sin
mundo o algo simi- obstáculo para su realización propia; finalmente, en los momentos
como si quisiera decirse que el yo “pone” el
el mundo se ha de y formas de la gracia, la unidad puede proceder tanto de la más
lar. Tan poco como su acto de relación con
del hombre como un fuerte tensión de la contradicción como de la superación de la
comprender el acto de distanciamiento
ser humano es que misma verificada sólo así y en este momento.
prius. Ante todo, lo simplemente propio del
que le concede y
aquí, y sólo aquí, surge de la totalidad un ser
en Enfrente,
permite separarse de sí como mundo y convertirse
r de él, con sus sen- Con las cosas
en lugar de, como todos los otros seres, separa
concesión y per |
tidos, su parte necesaria y bastarse con ello. Esta
la sol E Quien habiendo dirigido la mirada al doble principio del ser
miso conferidos al hombre extraen el ser-mundo desde
estar ahí del humano intenta proseguir el curso histórico del espíritu, tiene
dad, un ser-mundo que sólo puede significar un
como existican que atender a que los grandes fenómenos que son predominan-
mismo para el hombre, y un estar ahí justamente
en relación temente universales en el aspecto de los actos de distancia son
do-para-sí, y respecto al cual puede el hombre entrar
renovadamen predominantemente personales en el aspecto de los actos de re-
Pero ahora se ha de comprender a ojos vistas,
vinculados en lación, como corresponde siempre a su relación respectiva. Los
te, la duplicidad del principio. Aunque estén
ientos, sin embargo hechos de la distancia originaria nos exigen justamente la res-
tanto y de modo tan múltiple, ambos movim
o, como dos. puesta esencial a la pregunta: ¿cómo es posible el hombre?,
no se les ha de comprender en absoluto, por ejempl
modo existe pa mientras que los hechos de la relación nos exigen responder
aspectos del mismo suceso O proceso. De ningún
realización esencialmente a la pregunta: ¿cómo se realiza el ser humano? La
ralelismo entre ellos ni nada que condicione que la
tar, primera pregunta es estrictamente categorial, la segunda, cate-
uno lleve consigo la del otro. Ante todo se ha de consta
o del seg gorial-histórica; la distancia originaria funda la situación huma-
tamente, que el primero constituye el presupuest
el aparece
no el origen, sino el presupuesto. Por tanto, con
na; la relación, por su parte, el devenir-humano en ella.
do. En las dos esferas ha de hacerse intuitiva esta diferencia: en
primero no se da más que el espacio para el segun
determina? el interior de la relación a las cosas y de la relación al prójimo.
cuándo y cómo éste se manifieste no se ha de
del También el animal maneja cosas. Sí, justamente en los ani-
del primero. En este punto decide sólo la historia propia
n eterno males podemos observar el manejar en sentido estricto, cuando
ritu justamente como historia, que tiene su orige
en las 1 dan vueltas por todos lados a una cosa con la que tropiezan has-
medida de la participación del segundo movimiento
98 99
con vistas ala conse- Representémonos una tribu, próxima a la naturaleza, que
ta que alcanzan la posibilidad de manejarla f conoce ya conoce el hacha, un simple pero seguro hacha de
do o surgido en el
cución de un fin determinado, precomprendi q piedra. Entonces se aproxima un compañero con una afilada
trado para atravesar
momento. Los simios manejan un palo encon d piedra para practicar una vacilante marca en él. Esto es imagen
en llegar con el brazo, o
una abertura a través de la cual no pued de algo y de nada; puede ser una marca, pero también puede ser
pero no apartan nin-
una piedra encontrada para golpear nueces; que su autor no sepa lo que debe significar. ¿Qué tenía en la ca-
instante en instrumentos,
guna de estas Cosas, convertidas por un beza? ¿Magia, para prestar al instrumento un mayor efecto? ¿o
uno de tales ims-
para utilizarlas mañana de modo semejante, ning se trataba de un juego con la posibilidad que ofreciese el espacio
conciencias como algo a
trumentos dura manifiestamente en sus libre al mango? Ambas cosas no se excluyen entre sí, sino que se
martillo; las cosas son
lo que habita la facultad de la palanca o el mezclan -la intención mágica condensa el juego en formas más
nunca reciben su
ocasionalmente a la mano en el ámbito, pero firmes y, por su parte, la libertad lúdica libera la forma, mágica-
hombre distancia co-
lugar en un mundo. Sólo el hombre como mente determinada, y la transforma-, pero conjuntamente no
transfiere, en su inde-
sas a las que encuentra en su ámbito y las son suficientes, aún, para explicar lo inaudito que supone el que
dispuesto funcional-
pendencia, como algo que ahora continúa más allá del fin técnico haya sido creada una obra sin modelo.
todo momento se
mente y que puede hacerle esperar que en Tenemos que dirigirnos al principio del ser humano en su do-
apropiada pieza de
apodere de su función y lo actualice. Una ble carácter para fundamentar lo sucedido. Es una gran tarea
de ser broca: pera
metal, utilizada una vez como broca, no deja para el hombre llegar a una relación personal con las cosas e im-
ida; ese determinado y
dura, ella misma, en su propiedad conoc pregnar de sí mismo su relación con ellas. Ni el uso ni la pose-
icación aconteci-
eficaz Ello se mantiene disponible. Toda modif sión son suficientes; ellas, las cosas, tienen que ser de otro modo,
hacerlas más apropiadas
da en el conjunto de las cosas, que deba justamente en la medida en que el hombre les inspire su rela-
iento y refina-
para la plenificación de un fin, todo fortalecim ción con ellas en el imaginar.
técnica se edifica so
miento, diferenciación y combinación, toda Pero este imaginar crece hasta las imágenes: ya no más
un ser separe de si1
bre este fundamento elemental: el de que como accesorio de un instrumento, sino como formación inde-
sí que, devenido instru-
encontrado y lo ponga en un ser para pendiente. La forma que indica incluso el más pesado orna--
en concreto, Jus
mento, pueda ser siempre reencontrado y, mento se plenifica en su dominio propio, entonces, como fruto
o cual trabajo. L
mente como esto, preparado para ejecutar tal de la relación del hombre con las cosas. El arte no es ni impre-
pero sólo el hom
simio puede blandir una rama como arma, sión de una objetividad natural ni expresión de una objetividad
el que la rama,
puede conceder a la rama un ser especial en anímica, sino obra y resultado de la relación entre la substancia
como “arma”, permanece a volunt:
tamente constituida humana y la substancia de las cosas, el Entre devenido-forma.
ella para cor
reutilización. Lo que siempre es acometido en Piénsese, por ejemplo, en grandes desnudos escultóricos de to-
ialmente
rarla como maza completamente defensiva, esenc dos los tiempos: ninguno se ha de comprender suficientemente
ente lo que una pr
cambia más: la techne realiza solam desde la donación del cuerpo humano o desde la voluntad ex-
ha fundado
mostración y asignación, un nOomos primario, presiva de una interioridad, sino únicamente desde lo que se
ialmente
Pero ahora puede añadirse algo nuevo y esenc ofrece relacionalmente entre dos que entran en confrontación:
:
rente.
1OI
100
ds ds dl j A
A
NS
105
Ep
no, dicha fantasía real significa que me represento lo que otro uniformemente. Pero el segundo me los
ofrece en la rela
hombre quiere justamente ahora, lo que siente, experimenta o recíproca en cada caso muy desigualmente,
piensa, y precisamente no como contenido desligado, sino justa-
en la medida en Je
just amente la practiquemos. La relación se
plenifica en la comi»
mente en su realidad, lo que significa que me presentifico a este pleta presentificación, en la que considero
al otro no meramen
hombre como un proceso vital. La presentificación completa va te como éste, sino que tengo experiencia de
más allá de una forma decisiva: a la representación se adjunta algo la experiencia que
le corresponde como tal. Sólo aquí y ahora
del carácter de lo representado mismo, es decir, a mi representa-
se convierte el otro,
para mí, en un sí mismo y se verifica la
independización de su
ción de un acto volitivo del otro es adjuntado algo del ser de un ser, conseguida en el primer movimiento
distanciador, como.
acto volitivo, etcétera. Puede servir como un ejemplo corriente presupuesto en un sentido nuevo, fuerteme
nte preciso: como
de ello el así llamado co-sentimiento, siempre que se deje fuera presupuesto de ese devenir-sí-mismo-par
a-mí, pero que no se
de atención la vaga simpatía y se limite el concepto a aquel suce- ha de comprender psicológicamente
sino estrictamente, de
so en el que, por ejemplo, experimento el específico dolor de modo ontológico, debiéndose llamar Justa
mente, por tanto, de-
otro de tal modo que para mí es sensible lo específico en él: no, venir-sí-mismo-conmigo. Un devenir que,
sin embargo, alcan-
por tanto, un malestar general o pesar, sino este dolor concreto y, za su plenitud ontológica solamente si el
otro se sabe presenti-
sin embargo, justamente como dolor del otro. La presentificación ficado por mí en su sí-mismo y este saber
induce el proceso de
se eleva a las paradojas del alma allí donde yo y el otro estamos - su más íntimo devenir-sí-mismo, pues
el crecimiento más inte-
abarcados por una común situación vital y, por ejemplo, el dolor rior del sí mismo no se plenifica, como
se cree hoy gustosa-
que le atribuyo lo siento en mí mismo, hasta que la contradicto mente, desde la relación del hombre consi
go mismo, sino des-
riedad de la vida interhumana se abra abismalmente. Entonces de el entre-uno-y-otro, entre hombres, por tanto, y, en
puede surgir algo que no pueda ser dispuesto de otro modo. particular, desde la reciprocidad de la prese
ntificación -desde el
El conocido principio del ser humano nos proporciona, de presentificar otro sí mismo y desde el saber
se presentificado en
buena mano, la comprensión de la presentificación en su signi= su sí mismo por otro- en unidad con la recip
rocidad de la acep-
ficado ontológico. En el interior del distanciamiento e inde= tación, afirmación y confirmación.
pendización del mundo y, sin embargo, yendo también eser Confirmado en su ser, el hombre quiere deven
cialmente más allá y en el fondo no incluible en ello, está ir a través de
los hombres y encontrar una presencia en el
distanciamiento y la independización misma del hombre: cor ser del otro. La per-
sona humana tiene necesidad de confirmaci
ón porque el hombre
los otros. Ciertamente, en torno a nosotros viven los prój como tal tiene necesidad de ella. El anima
l no necesita ser con-
firmado, pues es lo que es, incuestionadamen
te. De otro modo
sotros, pero mientras comprendemos a cada uno de ellos ocurre con el hombre: remitido desde el ámbit
un hombre-existente, él ya no es parte, sino que es ahí, « o genérico de la
naturaleza a la proeza de la categoría solita
ria, el hombre respira
ser propio, como yo, y su distancialidad no es meramente( el hálito de un co-originario caos, atiende
tente respecto a mí, sino que se ha de separar del factum d
misteriosamente y
teme por un Sí del tener que ser que, para él,
distancialidad respecto a él. El primer movimiento del sólo puede desa-
rrollarse de persona humana a persona huma
na; recíprocamente
mano me brinda los hombres en el ser recíproco, funda alcanzan los hombres el maná de ser-sí-mis
mos.
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