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Uruguay - Clases Sociales
Uruguay - Clases Sociales
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riqueza -
Pobreza -
clase media -
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clase alta -
clase baja -
distribución de la renta -
clases sociales
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La lucha de clases actual
Miguel Arreguisáb sep 13 2014
La clase alta estaría formada por el 5,3% de la población uruguaya, unos 175.000
individuos y, en el otro extremo, el 8,1% (unas 270.000 personas) serían pobres.
Mientras tanto el 26,4% de los habitantes del país, ubicados entre los pobres y la
clase media, estaría en un lugar vulnerable: "una situación que supera el umbral de la
pobreza pero no alcanza el nivel de seguridad económica que define a la clase
media".
Quiénes son.
El estudio de Naciones Unidas considera "clase media" a quienes tienen ingresos per
capita de entre 10 y 50 dólares al día (entre 240 y 1.200 pesos uruguayos al día de
hoy). En otras palabras: una familia promedio uruguaya, compuesta por tres
miembros, integra la clase media si su ingreso mensual suma entre 22.000 y 110.000
pesos. Luego, según su ingreso, pero también la cantidad de miembros y, sobre todo,
su patrimonio, caerá en categorías más precisas, como clase media-baja, media-
media y media-alta. Mientras tanto los "vulnerables", aquellos que están a un paso de
la pobreza, en Uruguay serían quienes tienen ingresos diarios per capita de entre 100
y 250 pesos.
Uruguay es el país con la clase media más extendida de América Latina (60,2% según
el citado informe del PNUD), seguido por Argentina (54,4%) y Chile (44%). En el otro
extremo, muy lejos, están varios países de América Central, donde media una abismo
entre los estamentos. "Las diferencias entre Uruguay y los países en el extremo
inferior son dramáticas", señala el informe.
Criterios opinables.
Sin embargo Uruguay no es una nación tan mesocrática si se la compara con Europa.
Tiene la mejor distribución de la riqueza de América Latina, pero es muy mala si se la
compara con Europa y vastas regiones de Asia. El 20% de los hogares más pudientes
concentra alrededor de la mitad de la riqueza. Uruguay habitaría entonces una suerte
de Purgatorio entre Europa y América Central.
"Clase media" se define por exclusión: está integrada por aquellos que no son los más
ricos ni los más pobres. Pero los límites son imprecisos. Así, por ejemplo, en julio de
2013 el entonces ministro de Economía y Finanzas, Fernando Lorenzo, afirmó en una
comisión de la Cámara de Representantes que tanto como el 72,1% de los
pobladores de Uruguay pertenecía a la muy venerada clase media, que estaba
integrada por casi 2,5 millones de personas, 800.000 más que al finalizar 2005. Dos
de cada tres de ellos tenía educación Primaria y Secundaria y el 35% restante había
recibido educación terciaria y técnica, señaló Lorenzo.
Las cifras varían drásticamente si se aplica un criterio más restrictivo para definir la
"clase media", además de las otras clases sociales.
La clase alta.
Según ese estudio del Cinve, realizado por las investigadoras Cecilia Llambí y Leticia
Piñeyro, desde 2008 a 2011 creció la clase alta (de 14% a 16,5% de los hogares), la
clase media se mantuvo y se redujo la clase baja (de 33% a 30,7% del total de
hogares).
En 2012 los hogares de Montevideo de clase alta eran el 22,7% del total (11,8% en el
interior), la clase media el 53,7% (52,4% en el interior) y la clase baja el 23,7% (35,9%
en el interior).
Rasgos de la pobreza.
La reducción de la pobreza depende en primer lugar del crecimiento económico, con
su secuela de empleo y aumento del salario real. Las prestaciones del Estado (seguro
de desempleo, asignaciones familiares, "salario social", sistema público de salud)
también contribuyen a sacar a cierto segmento de una situación de indigencia o
pobreza y empujarlos hacia arriba.
Evolución de la pobreza.
La extensión de la pobreza y de la indigencia (pobreza extrema) en Uruguay, si se la
mide exclusivamente por el ingreso, ha variado según el ciclo económico. Aumenta en
períodos de recesión o crisis y disminuye en épocas de auge.
En Uruguay se considera pobre a quienes tengan un ingreso per capita mensual
inferior a unos 9.500 pesos (menos de 6.500 pesos en el interior del país, donde
algunos componentes de la canasta de bienes y servicios básicos, como la vivienda,
son más baratos). En consecuencia, es pobre para las estadísticas una familia
montevideana de tres miembros con ingresos por debajo de 28.500 pesos, incluyendo
salarios, prestaciones sociales, servicios de salud, etc. Y son indigentes aquellos que
ni siquiera pueden acceder a una canasta básica de alimentos que cuesta alrededor
de 2.500 pesos mensuales por persona.
Según un estudio sobre los datos del censo de 2011, el 34% de los hogares
uruguayos tenía al menos una Necesidad Básica Insatisfecha. Los mejores registros
se daban en Montevideo (aunque con gran disparidad según barrio), Flores, Colonia y
Florida, y los peores en Artigas, Salto, Rivera y las zonas oeste y noreste de
Montevideo. Las NBI más comunes eran la falta de una "vivienda decorosa"
(hacinamiento, falta de espacio suficiente para cocinar) o carencias en la evacuación
de excretas, en el abastecimiento de agua o de "elementos básicos de confort"
(calefacción principalmente). El 44% de los menores de 14 años que residían en
Uruguay tenían al menos una NBI.
La economía comenzó a salir del pozo en la segunda mitad de 2003, empujada por el
sector agropecuario. La mejora constante del empleo hizo que la pobreza remitiera.
Los más beneficiados fueron las mujeres, los menores y la población del interior.
Los hogares más pobres suman unos 30.000. Sus miembros, que suelen ser
numerosos, no se benefician de los momentos de auge económico ni se hunden en
los de depresión, pues no es posible ir más abajo. Según estudios oficiales, en casi
todos esos hogares hay algún miembro con antecedentes penales y, en muchos
casos, discapacitados intelectuales o físicos. Otras características de este segmento:
desocupación o trabajo esporádico, baja o nula educación formal, ausencia de figuras
parentales, violencia doméstica, desnutrición, adicción a drogas, jóvenes que ni
estudian ni trabajan, hacinamiento (los niños comparten la cama con sus padres),
vivienda precaria.
Los "ni-ni".
La pobreza tiene una mayor incidencia en los niños, pues alcanza al 25,35% de los
menores de 14 años. En esa franja etaria el porcentaje más que duplica e incluso
triplica la media, según el año en consideración. En los sectores menos pudientes, la
tasa de fecundidad más que duplica la que exhiben las clases medias y altas.
Según el ya citado estudio del PNUD, Uruguay y Perú cuentan con la menor población
de "ni-ni" (jóvenes de 15 a 24 años que no estudian ni trabajan) de América Latina:
15,3%. La tasa más alta la tiene Guatemala (25,1%). Sin embargo, entre los jóvenes
en situación de pobreza la mayor proporción de quienes no estudian ni trabajan está
en Uruguay, con un 40,3%.
En suma: los hogares más pobres son más numerosos pues las parejas tienen más
hijos, y dos de cada cinco miembros jóvenes son "ni-ni", lo que contribuye a perpetuar
la miseria.
EL SENTIDO DE PERTENENCIA
El tope de la clase alta, el sector con mayor patrimonio y mejor nivel de vida de la
sociedad, suele contar con cabezas de familia -él o ambos- con educación
universitaria. También es probable que hayan heredado una sólida empresa familiar
—comercial, industrial o agropecuaria—, o en todo caso ocupan los más altos cargos
gerenciales de grandes firmas. Suelen vivir en casas o apartamentos lujosos en
barrios del sudeste de Montevideo -Carrasco, Punta Gorda, Malvín, Buceo, Pocitos o
Punta Carretas-, sus hijos concurren a prestigiosos centros de enseñanza privada,
integran grupos de presión o de influencia socio-política y llevan un modo de vida
suntuoso aunque discreto. La pompa, en todo caso, es más patrimonio de los "nuevos
ricos", los recién llegados al gran estándar de vida gracias a carreras o negocios
exitosos.
Un criterio de clase estrictamente economicista, que mida sólo los ingresos, induce a
error. Hay sentidos de pertenencia y hay herramientas que favorecen la permanencia,
el ascenso o el descenso en la escala socio-económica.
Se puede integrar la clase media-alta (o la alta-baja, según se mire) por tener ingresos
elevados, aunque aún no se haya acumulado mucho en inmuebles o activos
financieros, por ejemplo. Y también se puede pertenecer a ese sector si se posee un
buen patrimonio, aunque los ingresos actuales sean relativamente bajos.
Quienes integran la clase alta desde hace mucho tiempo comparten una cultura, como
también las otras clases. Un "nuevo rico" suele ser ostentoso como no lo son los ricos
de larga data. De igual forma, se puede zafar de la clase baja por un incremento de
los ingresos, poseer automóvil y dinero en el bolsillo pero permanecer en la
marginación social, muy ajenos a los usos y costumbres de la muy melindrosa clase
media. También se puede caer de la ansiada clase media, como ocurrió con decenas
de miles de familias en crisis como las de 1982 o 2002, y guardar el bagaje cultural
que permita el regreso apenas la economía de oportunidades. De la misma forma,
algunos sectores de clase media con formación y trama familiar sólida no caerán en la
pobreza por un tropiezo económico. Así, por ejemplo, alguien que pierda su empleo
por algún tiempo será sostenido por su cónyuge o familiares y continuará habitando
un hogar confortable, sin "necesidades básicas insatisfechas". En el extremo inferior
de la escala social, los pobres más pobres no tienen herramientas para aprovechar
los ciclos de bonanza económica. La extrema pobreza es un "núcleo duro" difícil de
vencer (ver nota central).
En casi medio siglo (1963-2011) la población uruguaya aumentó 26,6% y los hogares
52,4%. El tamaño del hogar promedio cayó de 3,39 personas en 1963 a 2,82 en 2011.
En un cuarto de siglo se duplicó la cantidad de hogares unipersonales hasta llegar al
21,6% del total. El 40% de los octogenarios vivían solos.
Un estudio del Banco Mundial divulgado en 2013 señala que si bien el tamaño de la
clase media uruguaya se redujo entre 2000 y 2010, afectada duramente por la crisis
de 2002, creció con vigor si se toman períodos mayores y se la compara con 1989. El
mismo estudio, sin embargo, señala que la movilidad social en Uruguay no es muy
generosa. El 30% de las personas cambiaron de nivel económico en Uruguay en lo
que va del siglo XXI. Según el mismo análisis del Banco Mundial, el país con mayor
movilidad en estos momentos es Chile -la economía más dinámica de la región en las
últimas décadas-, seguido por Brasil, Colombia, Ecuador y Bolivia. Sólo Argentina,
Venezuela y Paraguay tienen peores registros de movilidad social que Uruguay.
Pero, a la vez, Uruguay tiene una escasa movilidad descendente relativa. "En países
como Guatemala, Nicaragua y Venezuela, hay una probabilidad del 30% de caer en la
pobreza, mientras que en Bolivia, Honduras y Paraguay, la probabilidad es del 20%.
En el otro extremo, países como Brasil, Chile y Uruguay siguen mostrando bajas tasas
de movilidad descendente", indicó el informe del Banco Mundial.
19%
de los uruguayos tiene educación terciaria completa (10,8) o incompleta (7,8%). La
enseñanza superior es más común entre quienes tienen entre 25 y 29 años (30,6%
del total). El poseer educación superior es uno de los distintivos básicos de las clases
media-alta y alta, aunque no sea condición excluyente.
72%
de los jóvenes del quintil más alto de la sociedad (el 20% más rico) termina la
enseñanza básica superior. Pero sólo el 10% de los jóvenes perteneciente al quintil
más bajo de la sociedad (20% más pobre) culmina la enseñanza media superior. Los
niveles de enseñanza formal son fiel reflejo de clase social.
62%
de los uruguayos contaba en 2013 con una mutualista (asistencia médica colectiva) o
un seguro privado, en tanto el resto de la población dependía del sistema de salud del
Estado (ASSE), incluyendo los hospitales Militar y Policial, disponía de una
emergencia móvil o no tenía cobertura alguna.