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Patrick Süskind El perfume

fortaleza interior, donde soñó con un victorioso banquete olfatorio, una gigantesca orgía con humo de
incienso y vapor de mirra, en honor de sí mismo.

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Con la adquisición de Grenouille empezó el progreso de la casa de Giuseppe Baldini hacia un prestigio no
sólo nacional, sino europeo. El carillón persa ya no cesaba de sonar ylas garzas no dejaban de escupir en
elestablecimiento del Pont au Change.
La primera tarde Grenouille tuvo que preparar una gran bombona de "Nuit napolitaine", del que se vendieron
en los días subsiguientes más de ochenta frascos. La fama del perfume se extendió con vertiginosa rapidez. A
Chènier le lloraban los ojos de tanto contar dinero y le dolía la espalda de tantas reverencias, ya que acudieron
los personajes más altos y encumbrados o, por lo menos, los sirvientes de dichos personajes altos y
encumbrados. Y un día la puerta se abrió de par en par y se estremeció dentro de sus goznes para dar entrada
al lacayo del conde d.Argenson, quiengritó, como sólo saben gritar los lacayos, que quería cinco frascos del
nuevo perfume y Chènier todavía temblaba de emoción un cuarto de hora después porque el conde
d.Argenson era intendente y ministro de la Guerra de Su Majestad y el hombre más poderoso de París.
Mientras Chènier recibía solo a laoleada de clientes, Baldini se encerraba en el taller con su nuevo aprendiz.
Justificó esta conducta ante Chènier con una fantástica teoría quedesignó con el nombre de "división y
racionalización del trabajo". Duranteaños, explicó, había contemplado pacientemente cómo Pèlissier y sus
compinches violaban las reglas del gremio, quitándole la clientela y arruinando el negocio. Ahora su
paciencia se había terminado. Ahora aceptaba eldesafío y se enfrentaba a aquellos advenedizos insolentes
utilizando sus propias armas: cada estación, cada mes y, si era necesario, cada semana sacaría un nuevo
perfume, y vaya perfume! Quería aprovechar hasta el máximo su facultad creadora y para ello era necesario
que se dedicara -con la sola ayuda de un aprendiz- completa y únicamente a la producción de perfumes,
mientras Chènier se ocupaba exclusivamente de las ventas. Con este método moderno iniciarían un nuevo
capítulo en la historia de la perfumería, barrerían a la competenciay se harían inmensamente ricos. Sí, había
dicho "se harían" y lo ratificaba de forma categórica porque tenía latendencia de dar a su fiel encargado un
tanto por ciento de los enormes beneficios.
Unos días antes Chènier habría calificado tales discursos de su patrón como prueba de un incipiente
chocheo. "Ya está maduro para la Charitè -habría pensado-; ahora ya nopuede tardar mucho en dejar
definitivamente el bastón de mando". Pero ahora ya no pensaba así; de hecho, apenas tenía tiempo de pensar.
Trabajaba tanto, que por la noche, extenuado, sólo era capaz de vaciar la atiborrada caja y quedarse con su
parte. Ni en sueños habría dudado de la legitimidad de la situación cuando Baldini salía casi a diario del taller
con alguna fragancia nueva.
Y qué fragancias! No sólo perfumes de la más alta y refinada escuela,sino también cremas, polvos, jabones,
lociones capilares, aguas, aceites... Todos los artículos despedían ahora un olor nuevo, diferente, más
exquisito que antes. Y todo, absolutamente todo, incluyendo las nuevas bandas perfumadas para el cabello
creadas un día por el caprichoso talento de Baldini, obtenía el favor del público que, como embrujado, no
daba ninguna importancia a los precios. Todo lo que Baldini producía se convertía en un éxito. Y el éxito era
tan abrumador, que Chènier lo acogió como un fenómeno natural y no se preocupó más de averiguar las
causas. La posibilidad de que el nuevo aprendiz, el desmañado gnomo que se alojaba como un perro en el
taller y al cual veía muchas veces, cuando el maestro salía,limpiar morteros y utensilios de vidrio en el fondo
de la habitación, la posibilidad de que aquel ser insignificante tuviera algo que ver con la fabulosa prosperidad
del negocio era algo que Chènier no habría creído aunque se lo hubieran jurado.
Naturalmente que el gnomo era el responsable de todo ello. Los productos que Baldini llevaba a la tienda
yentregaba a Chènier para su venta eran sólo una ínfima parte de las mezclas elaboradas por Grenouille tras la
puerta cerrada del taller. A Baldini ya no le alcanzaba el olfato.Para él representaba un verdadero tormento
tener que escoger entre las maravillas creadas por Grenouille. Aquel aprendiz m gico habría podido proveer
de recetas a todos los perfumistas de Francia sin repetirse nuncani ofrecer un solo perfume inferior o tan
siquiera mediano. Es decir, de recetas, o sea, fórmulas, "no" habría podido proveerlos porque al principio
Grenouille siguió componiendo sus fragancias del modo caótico y antiprofesional que Baldini ya conocía,
mezclando los ingredientes, al parecer, sin orden ni concierto. Con objeto de llevar un control del floreciente
negocio o, por lo menos, de comprenderlo, un día Baldini rogó a Grenouille que, aunque él lo conside rase
innecesario, se sirviera al elaborar sus mezclas de la balanza, la probeta graduada y la pipeta, que se
acostumbrara además a no emplear el alcohol como sustancia odorífera, sinocomo disolvente que debía

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añadirse al final, y por último, que por el amor de Dios actuara despacio, con lentitud y mesura, como
correspondía a un artesano.
Grenouille obedeció. Y por primeravez Baldini tuvo oportunidad de seguir y documentar las manipulaciones
del hechicero. Sentado junto a Grenouille con papel y pluma y exhortandouna y otra vez a la parsimonia,
anotaba cu ntos gramos de esto, cu ntas medidas de aquello, cu ntas gotas de un tercer ingrediente iban a parar
al matraz. Por este método singular, analizando un proceso en marcha, precisamente con aquellos medios sin
cuyoempleo se le antojaba imposible que pudiera realizarse, consiguió por fin Baldini poseer la fórmula
sintética. "Cómo" podía Grenouille mezclar sin ellos sus perfumes continuó siendo para Baldini más que un
enigma, un verdadero milagro, pero al menos ahorahabía atrapado el milagro en una fórmula y apaciguado
hasta cierto punto su espíritu sediento de reglas y salvado de un colapso total su imagen delmundo de la
perfumería.
Poco a poco fue sacando a Gre- nouille las recetas de todos los perfumes que había inventado hasta entonces
y terminó prohibiéndole que preparase nuevos perfumes sin que él, Baldini, estuviera presente, armado con
papel y pluma, observando el proceso con ojos de Argos y tomando nota de todos los pasos. Después, con
esforzada minuciosidad y caligrafía clara, pasaba estas notas, que pronto fueron muchas docenas de fórmulas,
a dos cuadernos, uno de los cuales guardaba en una caja fuerte incombustible y el otro lo llevaba siempre
encima, incluso cuando iba a dormir. Esto le daba seguridad, porque ahora podía, si así los deseaba, realizar él
mismo los milagros de Grenouille que tanto le habían trastornado al presenciarlos por primera vez. Con su
colección de fórmulas escritas se creía capaz de ordenar el espantoso caos creativo quesurgía del interior de
su aprendiz. Además, el hecho de no quedarse mirando embobado, sino de participar en el acto creador
observando y tomando notas, producía un efecto sedante en Baldini y fortalecía su confianza en sí mismo. Al
cabo de un tiempo llegó a creer que su participación en la creación de las sublimes fragancias noera nada
despreciable y cuando había anotado las recetas en sus cuadernos yguardado éstos en la caja de caudales y
contra su pecho, ya no dudaba de queeran enteramente suyas.
Pero también Grenouille se benefició de esta disciplina impuesta por Baldini. • l no la necesitaba; jamás
tuvo que buscar una vieja fórmula pararepetir un perfume elaborado semanas omeses atr s, porque no
olvidaba los olores. Sin embargo, con el uso obligatorio de probetas graduadas y balanzas aprendió el
lenguaje de la perfumería y el instinto le dijo que el conocimiento de este lenguaje podía serle de utilidad. Al
cabo de pocas semanas no sólo dominaba los nombres de todas las sustancias arom ticas deltaller de Baldini,
sino que también era capaz de escribir las fórmulas de sus perfumes y, a la inversa, interpretar fórmulas y
composiciones de perfumes ajenos y demás certificados de productos arom ticos. Y aún más! Después de
aprender a expresar sus ideas perfumísticas en gramos y gotas, ya no necesitó nunca más los pasos
intermedios de la experimentación. Cuando Baldini le encargaba una nueva fragancia, ya fuese para perfumar
un pañuelo, un "sachet" o un colorete, Grenouille ya no tenía que buscar frascos y polvos, sino que se limitaba
a sentarse a la mesa y escribir la fórmula directamente. Había aprendido a ampliar el camino desde
larepresentación interna de un aroma hasta el perfume terminado con la escritura previa de la fórmula. Para él,
esto era un rodeo. En cambio, a los ojos del mundo, o sea, a los ojos de Baldini, era un paso hacia adelante.
Los milagros de Grenouille siguieron siendo los mismos, pero las recetas con que ahora los proveía les
quitaba el elemento de pavor, y esto era una ventaja. Cuanto mejor dominaba Grenouille los conceptos y
métodosartesanales, tanto mayor era la normalidad con que podía expresarse en el lenguaje convencional de
la perfumeríay tanto menos le temía y sospechaba deél su amo. Baldini siguió considerándole un hombre
especialmente dotado para los olores, eso sí, pero ya no unsegundo Frangipani o un inquietante aprendiz de
brujo, y esto le venía muybien a Grenouille. La etiqueta de artesano le servía de útil y oportuna tapadera.
Llegó a conquistar a Baldini con su ejemplar proceder en el peso de los ingredientes, en la oscilación del
matraz, en el salpicado delníveo pañuelito para las pruebas. Casi lo agitaba y se lo llevaba a la nariz con la
misma delicadeza y elegancia que el maestro. Y de vez en cuando, a intervalos bien dosificados,cometía
errores destinados a llamar laatención de Baldini: se olvidaba de filtrar, graduaba mal la balanza, escribía en
una fórmula un porcentaje absurdamente alto de tintura de mbar... y dejaba que le indicara el error para
corregirlo en seguida con la mayor diligencia. De este modo logró crear en Baldini la ilusión de que al fin y al
cabo todo seguía los cauces normales. No quería en absoluto enemistarse con Baldini; al contrario, deseaba
aprender de él. Noa mezclar perfumes, no la correcta composición de una fragancia, naturalmente que no! En
este terreno no había nadie en el mundo que pudiera enseñarle algo y los ingredientes del taller de Baldini no
habrían sido suficientes para realizar su pretensión de elaborar un perfume realmente magnífico. Lo que podía
realizar con Baldini en cuestión de olores era un juego de niños en comparación con los olores que llevaba
dentro y que esperaba realizar algún día. Sabía, no obstante, que para ello necesitaba doscondiciones
imprescindibles: en primerlugar, la capa de una existencia burguesa, por lo menos la de un oficial artesano,

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