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Patrick Süskind El perfume

Era como el país de Jauja. Sólo el vecino barrio de Saint-Jacques-de-la-Boucherie y de Saint Eustache eran
Jauja. En las calles adyacentes a la Rue Saint-Denis y la Rue Saint-Martin la gente vivía tan apiñada, las casas
estaban tan juntas una de otra, todas de cinco y hasta seis pisos, que no se veía el cielo y el aire se
inmovilizaba sobre el suelo como en húmedos canales atiborrados de olores que se mezclaban entre sí: olores
de hombres y animales, de comida y enfermedad, de agua, piedra, cenizas y cuero, jabón, pan recién cocido y
huevos que se hervían en vinagre, fideos y latón bruñido, salvia, cerveza y lágrimas, grasa y paja húmeda y
seca. Miles y miles de aromas formaban un caldo invisible quellenaba las callejuelas estrechas y rara vez se
volatilizaba en los tejados y nunca en el suelo. Los seres humanos que allí vivían ya no olían a nada especial
en este caldo; de hecho,había surgido de ellos y los había empapado una y otra vez, era el aire que respiraban
y del que vivían, era como un ropaje cálido, llevado largo tiempo, que ya no podían oler y ni siquiera sentían
sobre la piel. En cambio, Grenouille lo olía todo como por primera vez y no sólo olía el conjunto de este
caldo, sino que lo dividía analíticamente en sus partes más pequeñas y alejadas. Su finísimo olfato
desenredaba el ovillo de aromasy tufos, obteniendo hilos sueltos de olores fundamentales indivisibles.
Destramarlos e hilarlos le causaba unplacer indescriptible.
Se detenía a menudo, apoy ndose en la pared de una casa o en una esquina oscura, con los ojos cerrados, la
bocaentreabierta y las ventanas de la nariz hinchadas, como un pez voraz en aguas caudalosas, oscuras y
lentas. Ycuando por fin un h lito de aire le traía el extremo de un fino hilo odorífero, lo aprisionaba y ya no lo
dejaba escapar, ya no olía nada más que este aroma determinado, lo retenía confirmeza, lo inspiraba y lo
almacenaba para siempre. Podía ser un olor muy conocido o una variación, pero tambiénpodía tratarse de uno
muy nuevo, sin ninguna semejanza con ningún otro de los que había olido hasta entonces y, menos aún, visto:
el olor de la seda planchada, por ejemplo; el olor de un té de serpol, el de un trozo de brocado recamado en
plata, el del corcho de una botella de vino especial, el de unpeine de carey. Grenouille iba a la caza de estos
olores todavía desconocidos para él, los buscaba con la pasión y la paciencia de un pescador y los almacenaba
dentro de sí.
Cuando se cansaba del espeso caldo de las callejuelas, se iba a lugares más ventilados, donde los olores eran
más débiles, se mezclaban con el viento y se extendían casi como un perfume; en el mercado de Les Halles,
porejemplo, donde en los olores del atardecer aún seguía viviendo el día, invisible pero con gran claridad,
comosi aún se apiñaran allí los vendedores, como si aún continuaran allí las banastas llenas de hortalizas y
huevos, las tinajas llenas de vino y vinagre, los sacos de cereales, patatas y harina, las cajas de clavos y
tornillos, los mostradores de carne, las mesas cubiertas de telas, vasijas y suelas de zapatos y centenares de
otras cosas que se vendían durante el día... toda la actividad estaba hasta el menor detalle presente en el aire
que había dejado atr s. Grenouille veía el mercado entero con el olfato, si se puede expresar así. Y lo olía con
más exactitud de la que muchos lo veían, ya que lo percibía en su interior y por ello de manera más
intensa:como la esencia, el espíritu de algo pasado que no sufre la perturbación delos atributos habituales del
presente,como el ruido, la algarabía, el repugnante hacinamiento de los hombres.
O se dirigía allí donde su madre había sido decapitada, la Place de Gréve, que se metía en el río como una
gran lengua. Había barcos embarrancados en la orilla o atracados, que olían a carbón, a grano, a heno y a
sogas húmedas.
Y desde el oeste llegaba por esta vía única trazada por el río a través de la ciudad una corriente de aire más
ancha que traía aromas del campo, de las praderas de Neuilly, de los bosques entre Saint- Germain y
Versalles, de ciudades muy lejanas como Ru n o Caen y muchas veces incluso del mar. El mar olía como una
vela hinchada que hubiera aprisionado agua,sal y un sol frío. El mar tenía un olor sencillo, pero al mismo
tiempo grande y singular, por lo que Grenouille no sabía si dividirlo en olor a pescado, a sal, a agua, a algas, a
frescor, etcétera. Prefería, sin embargo, dejarlo entero para retenerloen la memoria y disfrutarlo sin divisiones.
El olor del mar le gustaba tanto, que deseaba respirarlo puro algún día y en grandes cantidades, a fin de
embriagarse de él. Y más tarde, cuando se enteró de lo grande que era el mar y que los barcos podían navegar
durante días sin ver tierra, nada le complacía tanto como imaginarse a sí mismo a bordo de un barco,
encaramado a una cofa en el mástil máscercano a la proa, surcando el agua a través del olor infinito del mar,
que en realidad no era un olor, sino un aliento, una exhalación, el fin de todos los olores, y disolviéndose de
placer en este aliento. No obstante, esto no se realizaría nunca porque Grenouille, que en la orilla de la Place
de Gréve inspiraba y expiraba de vez en cuando un pequeño aliento deaire de mar, no vería en su vida el
auténtico mar, el gran océano que se encontraba al oeste, y por lo tanto jamás podría mezclarse con esta clase
de olor.

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Patrick Süskind El perfume

Pronto conoció con tanta exactitud los olores del barrio entre Saint- Eustache y el H4tel de Ville, dondepodía
orientarse hasta en la noche más oscura. Entonces amplió su coto, primero en dirección oeste hacia el
Faubourg Saint-Honorè, luego la Rue Sanint-Antoine hasta la Bastilla y finalmente hasta la otra orilla del río
y el barrio de la Sorbona y el Faubourg Saint-Germain, donde vivían los ricos. A través de las verjas de
entrada olía a piel de carruaje y al polvo de las pelucas de los lacayos y desde el jardín flotaba por encima de
los altos muros el perfume de la retama y de las rosas y la alheña recién cortada. También fue aquí donde
Grenouille olió por primera vez perfume en el verdadero sentidode la palabra: sencillas aguas de espliego y de
rosas con que se llenaban en ocasiones festivas los surtidores de los jardines, pero asimismo perfumes más
valiosos y complejos comotintura de almizcle mezclada con esencia de neroli y nardo, junquillo, jazmín o
canela, que por la noche emanaban de los carruajes como una pesada estela. Registró estos perfumes como
registraba los olores profanos, con curiosidad, pero sin una admiración especial. No dejó de observar que el
propósito del perfume era conseguir unefecto embriagador y atrayente y reconocía la bondad de las diferentes
esencias de las que estaban compuestos, pero en conjunto le parecían más bien toscos y pesados, chapuceros
más que sutiles, y sabía que él podría inventar otras fragancias muy distintas si dispusiera de las mismas
materias primas.
Muchas de estas materias primas ya las conocía de los puestos de flores yespecias del mercado; otras eran
nuevas para él y procedió a separarlas de las mezclas para conservarlas, sin nombre, en la memoria: mbar,
algalia,pachulí, madera de s ndalo, bergamota,vetiver, opopónaco, tintura de benjuí,flor de lúpulo, castóreo...
No tenía preferencias. No hacía distinciones, todavía no, entre lo quesolía calificarse de buen olor o mal olor.
La avidez lo dominaba. El objetivo de sus cacerías era poseer todo cuanto el mundo podía ofrecer en olores y
la única condición que ponía era que fuesen nuevos. El aroma de uncaballo sudado equivalía para él a la
fragancia de un capullo de rosa y el hedor de una chinche al olor del asadode ternera que salía de una cocina
aristocr tica. Todo lo aspiraba, todolo absorbía. Y tampoco reinaba ningúnprincipio estético en la cocina
sintetizadora de olores de su fantasía, en la cual realizaba constantemente nuevas combinaciones odoríferas.
Eran extravagancias que creaba y destruía en seguida como un niño que juega con cubos de madera,
inventivo y destructor, sin ningún principio creador aparente.

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