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Roque Dalton: Política y poética*

Lucrecia Molinari**

Introducción

El presente trabajo es el resultado de una primera lectura de las principales obras del poeta
salvadoreño Roque Dalton y de los principales trabajos que analizan y comentan dichas obras.

Roque Dalton (1935-1975) no constituye un autor fácil de aprehender y resumir en pocas páginas. A
través de su poesía, tanto en verso como en prosa, y su obra no literaria, participó activamente en las
principales discusiones políticas de la izquierda latinoamericana y especialmente la salvadoreña. Ultra
polémico en vida, también es polémica su muerte, en manos de sus compañeros de militancia en la guerrilla.
Escribe Galeano sobre él:

Roque Dalton, alumno de Miguel Mármol en las artes de la resurrección, se salvó dos veces de morir fusilado
(…) Poeta hondo y jodón, Roque prefería tomarse el pelo a tomarse en serio, y así se salvó de la grandilocuencia
y de la solemnidad y de otras enfermedades que gravemente aquejan a la poesía política latinoamericana. No se
salva de sus compañeros. Son sus propios compañeros quienes condenan a Roque por delito de discrepancia. De
al lado tenía que venir esta bala, la única capaz de encontrarlo1.
A la dificultad de analizarlo rápidamente por la profundidad y variedad de su obra, se suma la
importancia que los aportes de este autor tienen en El Salvador de los 60 e inicios de los 70; espacio y tiempo
que constituyen justamente los límites del objeto que abordaré en mi tesis de maestría.

Por estas razones, y ante la evidente necesidad de un análisis más detallado de su obra, éste trabajo
funcionará como una introducción a posteriores lecturas más minuciosas de la obra de Dalton. Intento esbozar
un contexto amplio que de cuenta de los principales temas y las opiniones de Dalton sobre los mismos,
ordenándolas cronológicamente, reflejando así los cambios en las perspectivas del poeta en relación con la
coyuntura política y las propias reflexiones personales.

La matanza de 1932: el “bautizo de fuego” de Roque Dalton

Roque Dalton García nació en San Salvador en 1935. Es justamente por esos años que el pequeño país
centroamericano está viviendo las consecuencias de un hecho clave y fundacional de El Salvador moderno: la

                                                            
*
Una versión más resumida del presente artículo fue publicada en “Roque Dalton: política y poética”, en Andrés Kozel,
Horacio Crespo y Héctor A. Palma (Comp.), Heterodoxia y fronteras en América Latina, Buenos Aires, Teseo, 2013.
Este trabajo fue realizado gracias al apoyo del Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología, en el marco del Proyecto
de Fortalecimiento de las Redes Inter-universitarias (REDES IV).
**
Lucrecia Molinari es investigadora del Centro de Estudios sobre Genocidio (UNTREF), Doctora en Ciencias Sociales
(UBA, 2016), Magíster en Estudios Latinoamericanos (UNSAM, 2013) y Licenciada en Sociología (UBA, 2005). Se
desempeña como docente de la Universidad de Buenos Aires y la Universidad Nacional de San Martín. Integra además el
Grupo de Estudios sobre Centroamérica (GECA IEALC - UBA).
1
Galeano, Eduardo. “Memorias del fuego, el siglo del viento”. Madrid. Siglo XXI Editores. p268
“matanza” de 1932, nombre con el cual se conoce popularmente al genocidio perpetrado durante la
presidencia del General Maximiliano Hernández Martínez (1932-1944) contra la comunidad indígena
salvadoreña.

Producto de la crisis del 30 y el inequitativo régimen de tenencia de la tierra vigente, El Salvador, país
dedicado exclusivamente a la exportación de café, sufre uno de sus más importantes cimbronazos políticos,
sociales y económicos. Los grandes cafetaleros (caricaturizados en el mito de las “14 familias” para dar cuenta
de lo concentrado del poder económico y político) se niegan a levantar las cosechas ya que sostienen que el
precio al que ha bajado el café no les permite ni siquiera cubrir los costos. La desesperación se hace sentir en
el campo, donde los trabajadores rurales, mayormente pertenecientes a las comunidades indígenas, han
perdido sus tierras comunales y dependen del trabajo estacional que puedan proveerle las fincas cafetaleras.
La crisis también impacta sobre las cuentas del Estado que deja de pagar los sueldos, con lo que el malestar se
extiende a las clases medias urbanas.

Estos elementos constituyen el caldo de cultivo propicio para lo que sería –según las interpretaciones-
la “última sublevación indígena”2 por su carácter espontáneo y desorganizado; o bien, el resultado de la
organización del recientemente conformado Partido Comunista Salvadoreño (PCS)3, su “bautizo de fuego”. Es
Dalton quien utiliza esta expresión en una de sus obras no poéticas más logradas, “Miguel Mármol. Los
sucesos de 1932 en El Salvador”, cuando se propone contar la “historia prohibida” del ’32, las “luchas y
descalabros del comunismo salvadoreño en su bautizo de fuego”4 con el objetivo de discutir la única versión
existente hasta el momento: la versión oficial que veía la sublevación como una campaña dirigida desde la
Unión Soviética, sin reconocer sus raíces en la sociedad salvadoreña5.

La represión a esta movilización descoordinada –que incluyó algunos desmanes y una decena de
muertos en manos de indígenas mal armados- fue inmediata y contundente: las muertes se estiman entre
10.000 y 30.0006. Logró acabar con las aún débiles estructuras del PCS y "desindigenizó definitivamente al
país"7. Las matanzas en plazas y otros formas de escarmiento ejemplificador, se sucedieron durante tres
meses, hasta que “en la zona occidental, región indígena por excelencia, el concepto mismo de indígena se
vuelve residual”8. La rebelión y posterior matanza de 1932 tiene el dudoso mérito de haber logrado soldar,
para todo Centroamérica, la paranoia racista y la paranoia anticomunista. Dos ideas que quedaron asociadas

                                                            
2
Pérez Brignoli, Héctor. “La rebelión campesina en El Salvador en 1932”, Anderson, T. “El Salvador, 1932. Los sucesos
políticos”. CONCULTURA, San Salvador, 2001.
3
Sobre los sucesos de 1932, veasé también Dalton R., “Miguel Mármol, los sucesos de 1932 en El Salvador”. Edit.
Ocean Sur, Colombia, 2007.
4
Dalton, R. “Miguel Mármol…” op.cit.
5
Melgar Brizuela, Luis “Las brújulas de Roque Dalton. Una poética del mestizaje salvadoreño”. Tesis para optar el
grado de Doctor en Literatura Hispánica. Centro de estudios lingüísticos y literarios de El Colegio de México.
Noviembre de 2005.
6 Siegel, D. y Hacken, J.: “El Salvador: la nueva visita de la contrainsurgencia”. En Klare, M., Kornbluh, P. (coords.)
“Contrainsurgencia, proinsurgencia y antiterrorismo”. Edit. Grijalbo, 1990. y Anderson, T.: “El Salvador 1932 (Los
sucesos políticos)” op. Cit.
7
Rouquié, A., « Guerras y paz en América Central ». México, FCE, 1994. p34
8
Rouquie, A. op. Cit. p37
con fatales consecuencias9. Así, en declaraciones vertidas en un artículo de diario del año 1932, un
salvadoreño atribuye la responsabilidad de la rebelión a "los indígenas invadidos por el sucio comunismo"10.

Es por su efectividad en la "desindigenación" material de El Salvador pero tan importante como esto,
por los efectos que tuvo en el plano simbólico -"sólo algunas mujeres muy viejas llevan [luego de la matanza]
la vestimenta ‘indígena’, el huipil y el refajo. No se habla náhuatl sino en privado y a escondidas"11- que
podemos hablar de la masacre de 1932 como una verdadera práctica social genocida12.

Debieron transcurrir dos décadas para que el joven Dalton retomara este hecho que dejará honda
huella no sólo en la región centroamericana y El Salvador, sino también en el propio Dalton y su generación.
Severos críticos de aquellos intelectuales que, contemporáneos a la matanza, no supieron denunciarla y
prefirieron la buena relación con el poder, Dalton y su generación integrarán una nueva camada de poetas e
intelectuales: la “generación comprometida”.

1956-1960: Dalton y la generación comprometida

Luego de su paso por Chile como estudiante de derecho y sus primeros contactos con el materialismo
dialéctico (influido quizás por Diego Rivera, quien luego de preguntarle la edad y verificar que a sus 18 años
no había leído ningún libro de Karl Marx le contesta: “Tienes 18 años de imbécil”), Dalton vuelve a El
Salvador y la miseria y la injustica lo impacta ahora de una manera diferente.

“cuando regresé a El Salvador con los rudimentos de marxismo que había podido captar en algunos libros mal
leídos y sin ningún orden, pude descubrir mi país, un país desconocido, un país que yo nunca había visto, pude
descubrir las contradicciones de clase, la miseria terrible, sus orígenes, etc., que me dieron un panorama en el
cual yo nunca, sinceramente, había caído en la cuenta. Y hoy veo un país donde la gente se muere de hambre, se
muere de miseria, de enfermedades de explotación, terriblemente angustiada por un destino en el cual está
sumergida sin siquiera tener clara conciencia. Y yo tampoco tenía conciencia, no sabía, me parecía una cosa
natural. No sabía que en El Salvador hubiera problemas así. Cuando llegué con esos elementales instrumentos y
pude captar de repente aquella situación me sentí tan aterrado y tan responsable de un montón de cosas. Tan
lleno de ganas de decirle a la gente que yo había sido ciego durante mucho tiempo, y me sentí tan estafado por lo
que me habían dicho antes, y tan engañado por el panorama que me habían pintado y por la venda que me

                                                            
9
Figueroa Ibarra, C.: “Cultura del Terror y Guerra Fría en Guatemala”. En Feierstein, D. y Levy, G. (eds.): “Hasta que la
muerte nos separe. Poder y prácticas sociales genocidas en América Latina”. Ediciones Al Margen, La Plata, 2004 Pág.
124. También puede verse, del mismo autor Genocidio y terrorismo de Estado en Guatemala (1954-1996). Una
interpretación. Revista de Estudios sobre Genocidio - Nº 1, Centro de Estudios sobre Genocidio de la Universidad
Nacional de Tres de Febrero, 2007.
10
Anderson T. Op cit. p.30
11
Rouquie, A. Op Cit. p.37
12
Feierstein define a las prácticas sociales genocidas como “aquella tecnología de poder cuyo objetivo radica en la
destrucción de las relaciones sociales de autonomía y cooperación y de la identidad de una sociedad, por medio del
aniquilamiento de una fracción relevante (sea por su número o por los efectos de sus prácticas) de dicha sociedad y del
uso del terror, producto del aniquilamiento para el establecimiento de nuevas relaciones sociales y modelos identitarios”
Feierstein, D. El genocidio como práctica social: entre el nazismo y la experiencia argentina. Fondo de Cultura
Económica. Buenos Aires, 2007. p.83.
habían tendido sobre mis ojos, que ahí, simultáneamente, empecé a derivar rápida, vertiginosamente, hacia la
poesía”13
En 1954 comienza a estudiar Derecho en la Universidad Nacional de El Salvador (UES), institución
que por esos años ya comienza a instalarse en el centro de la escena política salvadoreña (en los años 70 y
especialmente en los 80, se constituirá como el principal semillero de líderes guerrilleros, que pasarán casi sin
escalas de las aulas y pasillos de la Universidad, a combatir al monte, al frente de las organizaciones político
militares). En la UES, Dalton conoce al poeta y posteriormente guerrillero guatemalteco Otto René Castillo -
exiliado en El Salvador luego del golpe a Jacobo Arbenz- con quien funda en 1956 el Círculo Literario
Universitario, piedra fundamental de la Generación Comprometida. A través de Otto René, Dalton además
ingresa orgánicamente al PCS junto con muchos de los integrantes del Círculo.

La “Generación Comprometida” es la denominación que más comúnmente se da a éste grupo de


jóvenes poetas e intelectuales salvadoreños, entre los que se cuenta a Manlio Argueta, Roberto Armijo, José
Roberto Cea, Álvaro Ménendez Leal, Tirso Canales, José Roberto Cea, entre otros. Impulsan un giro
importantísimo en la literatura centroamericana marcando profundos cambios tanto a nivel estético como a
nivel político.

Calificados de extremistas y patéticos por literatos de derecha en la actualidad14, la generación


comprometida adquiere su nombre en clara ruptura con la posición de los poetas e intelectuales que la
anteceden, especialmente, como ya explicitamos, con la posición que los considerados “padres de la poética
salvadoreña” adoptaron durante los sucesos de 1932. Se cuentan entre estos próceres al escritor, poeta y
periodista Francisco Gavidia (1863-1955), referente del modernismo literario en El Salvador); y al filósofo,
poeta y político Alberto Masferrer (1868-1932), creador de la teoría del mínimum vital, que instaba a las
clases altas a ceder caritativamente parte de sus riquezas para asegurar la supervivencia de los desposeídos.

Según Ítalo López Vallecillos (1932-1986) –historiador marxista y uno de los primeros “maestros” de
estos jóvenes- la generación comprometida concibe el arte en función social, retoma la frase de Miguel Ángel
Asturias: “El poeta es una conducta moral”, ser poeta “implica ‘comprometerse’ en el instante de producir la
obra artística o literaria, esto es, no ‘evadir’ la responsabilidad de decir la idea o el sentimiento tal como lo
demanda la circunstancia, con plena sinceridad y hondura”15. El compromiso tiene un signo claro e inédito.
Estos poetas ya no serán quienes escriban odas a la modernización llevada adelante por las elites dedicadas a
la producción cafetalera, no serán quienes acompañen, justifiquen y ensalcen los procesos de despojo de
tierras a los indígenas, la explotación y represión. Sino que escribirán a favor de la liberación del pueblo.

En uno de sus primeros manifiestos, el CLU expresa:

                                                            
13
Entrevista en Radio Habana, Cuba. 1963. Citado en Luis Alvarenga, “La crítica de la modernidad en Roque Dalton”
Tesis para optar al grado de Doctor en Filosofía Iberoamericana. Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”.
Mayo de 2010. p.155.
14
Por ejemplo, Miguel Huezo Mico citado en Melgar Brizuela, L. Op cit.
15
Melgar Brizuela, L. Op cit. p.163.
“salimos a ver la vida salvadoreña sin pretender erigirnos en caudillos de un nuevo movimiento artístico en este
dulce pezón de América, sin presentar poses de domines y mucho menos en volver las espaldas a nuestros
valores que juzgamos en sus respectivas épocas y aportaciones, creemos pueden ser los elementos básicos en la
creación de un espíritu auténticamente salvadoreño con enlaces universales para poder cumplir con las
exigencias humanas de la época. ENFATICAMENTE MANIFESTAMOS QUE NO NEGAMOS LOS
VALORES ANTERIORES SINO LOS QUE HAYAN VUELTO FRIAMENTE LAS ESPALDAS AL
PUEBLO….” 16

La generación comprometida no dudará en blasfemar contra los próceres instituidos, elevando a la


categoría de “nuestro único clásico vivo” a poetas nunca reconocidos en El Salvador como Salarrué (Salvador
Salazar Arrué, 1899-1975). A diferencia de Gavidia, Salarrué representa la reacción crítica y contestataria al
“martinato” (período de gobierno del Gral Hernández Martínez en que se produce la “matanza” de 1932).
Escribe a escasos meses de la matanza “Mi respuesta a los patriotas” (donde, arriesgando su vida, critica y
denuncia el accionar estatal) y “Homenaje a Farabundo Martí” (quien había sido el líder comunista más
directamente relacionado con la rebelión). También, en su obra “Cuentos de barro”, editada poco después de
la matanza, le da voz a la comunidad indígena más castigada por la represión: los nonualcos. Retrata su vida
cotidiana, sus leyendas, les restituye la voz que han perdido en la masacre, dejando un mensaje político
contundente e implícito. Los “Cuentos de barro” pueden considerarse un antecedente clave para la
Generación Comprometida, en tanto constituye un discurso fuertemente político de un tema vigente en un
registro claramente literario.

La Generación Comprometida además de una importante producción literaria, tendrá una significativa
actividad política dirigida al público amplio: participa en el contestatario periódico “Opinión estudiantil”
editado por Asociación General de Estudiantes Salvadoreños (AGEUS, asociación que luego será clave en la
radicalización de la población universitaria durante los 70), organiza conferencias, recitales, mesas redondas,
etc. Por su activa participación e inocultable liderazgo, Roque Dalton será uno de los primeros del grupo en
ser encarcelado en 1960. Es muy conocida la foto del momento que tras su liberación -poco tiempo después de
ser capturado-, es llevado en andas por un grupo de militantes y estudiantes universitarios17.

Hacia finales de los 50, Dalton se encuentra además profundamente comprometido con su militancia
dentro del Partido Comunista Salvadoreño. Viaja a Moscú y otros países socialistas representando a El
Salvador en el Congreso de la Federación Mundial de la Juventud Democrática18. Sin embargo, ya pueden
verse indicios de su actitud contestaria, subversiva, disruptiva y crítica no sólo del status quo -actitud que lo
lleva a formar parte de las organizaciones que rompiendo con lo establecido se instituyen como vanguardias
estéticas (el Circulo Literario Universitario y la Generación Comprometida) y políticas (el PCS)- sino también
                                                            
16
Alvarenga, L. op cit. p.138.
17

http://www.google.com.ar/imgres?q=dalton+liberado+c%C3%A1rcel+andas&um=1&hl=es&sa=N&rlz=1C1CHJL_esA
R438AR438&biw=1280&bih=703&tbm=isch&tbnid=h3kJ1Ih0PYQ6XM:&imgrefurl=http://programasoloparalocos.blo
gspot.com/2008_11_01_archive.html&docid=1_VAW0AwHVfLyM&w=400&h=376&ei=clJBTsH1GYiWtweNnsGsC
Q&zoom=1&iact=rc&dur=361&page=2&tbnh=162&tbnw=172&start=28&ndsp=16&ved=1t:429,r:2,s:28&tx=92&ty=7
2
18
Melgar Brizuela, L. Op cit.
al interior de esas mismas vanguardias, representando Dalton posturas irreverentes y anti dogmáticas. Luis
Alvarenga –filósofo salvadoreño y uno de los investigadores que más profundamente ha investigado vida y
obra del poeta- destaca que es éste el principal aporte de Roque Dalton, el saber sostener su espíritu critico, su
heterodoxia, radicalizando los propios planteos hasta las últimas consecuencias. Es esto lo que lo lleva a
romper con el “grupo de los cinco” -grupo literario que continua en los 60 en El Salvador el legado de la
Generación Comprometida-, y también a su ruptura con el PCS, cuando sostiene que es necesario que el
Partido se ponga al frente de la organización de la lucha armada en su país.

Ya antes de estos desacuerdos irresolubles, Dalton manifiesta opiniones que se alejan del discurso
ortodoxo que impone la III Internacional Comunista a todos los partidos a ella alineados. Especialmente en un
punto que es clave al analizar los aportes de Dalton a la poesía y la política del momento: justamente la
relación entre ambos términos, poesía y política.

Roque Dalton consideraba que la poesía estaba llamada a cumplir un papel importante en una
organización revolucionaria. La agitación política es una tarea irrenunciable en la que los literatos deben
colaborar, pero no agota las posibilidades creadoras y revolucionarias de los mismos. Su posición heterodoxa
y provocadora se evidencia cuando afirma que el Partido debe convertir al poeta en un cuadro valioso para la
acción revolucionaria, pero a la vez el poeta debe ayudar a romper con concepciones unilaterales y
esquemáticas muy comunes dentro del Partido, contribuir así a la formación de un sujeto no fragmentado.
Cuestiona de esta manera la posibilidad de la autonomía absoluta del arte: el poeta no debe ser ajeno a la
praxis política ni el militante debe carecer de sensibilidad poética19.

1960-1962: El exilio y “La ventana en el rostro”

El poemario “La ventana en el rostro”20, que recoge lo mejor de sus primeras poesías, representa
cabalmente los principales aportes de la generación comprometida a la poesía salvadoreña, y además está
atravesado por la vivencia personal daltoniana del duro exilio en México.

Encarcelado en 1960 por su participación en la universidad y el PCS una vez liberado, Dalton es
enviado a México, donde vivirá varios años antes de recibir la invitación para instalarse en Cuba en 1964. En
México comienza estudios de antropología, lo que se refleja en la utilización de figuras y mitos náhuatl en sus
poemas posteriores.

Además de la experiencia del exilio, marca profundamente la redacción de “La ventana…” la


intención de distinguirse de los hasta entonces considerados “próceres de la literatura salvadoreña”. Así, el
verso libre y la prosa dominan por sobre la métrica clásica. Dalton se niega a “esconderse” detrás de la
métrica, porque considera que es la métrica entre otros recursos exclusivos de los poetas, los que permitieron a

                                                            
19
Alvarenga, L. op cit.
20
Dalton, R. “La ventana en el rostro”. San Salvador, UCA Editores, 2009.
personajes como Gavidia transmitir una imagen de poesía pura, impoluta, independiente de la coyuntura
política, lo que implicó –además de no escribir ni un verso sobre la matanza- aceptar becas, puestos y premios
de un gobierno que había asesinado salvajemente a miles de indígenas y opositores políticos. Dalton prefiere
dialogar abierta y accesiblemente con su lector, privilegiando el aspecto comunicativo a la belleza
declamativa, realizando continuas referencias a la vida cotidiana del salvadoreño del sector popular y del
militante político de izquierda, vida cotidiana que obviamente incluye la injusticia social, la miseria, la
represión y la explotación. A la manera de los “Cuentos de barro” de Salarrué, utiliza el habla cotidiana
inaugurando así una “contra cultura oficial”, una relectura de la historia y el presente salvadoreño en clave
popular. En este mismo sentido, utiliza sus “conversatorios”, especie de diálogos implícitos o presentados
como un guión teatral, que incorporan diferentes voces, inclusive de personajes con opiniones contrarias al
poeta o que representan sus propias discusiones internas. Este recurso es inédito en la poesía de la época, pero
sí es utilizado en la prosa. Desafiando el purismo, Dalton mixtura recursos de ambos registros, poesía y prosa,
en la búsqueda de la innovación y la máxima comunicatividad con su lector21.

Otra característica destacable en “La ventana…” es el tono antisolenme, muy propio de Dalton, y la
combinación de temas personales con temas políticos o históricos-sociales (como son la lucha de clases, la
injusticia social, y la exaltación de los valores indígenas). Esta es una característica propia de todos los poetas
de su generación.

Dentro de “La ventana…” destacaremos un poema en particular, titulado “Por qué escribimos”.

Por qué escribimos

Uno hace versos y ama


la extraña risa de los niños,
el subsuelo del hombre
que en las ciudades ácidas disfraza su leyenda,
la instauración de la alegría
que profetiza el humo de las fábricas.

Uno tiene en las manos un pequeño país,


horribles fechas,
muertos como cuchillos exigentes,
obispos venenosos,
inmensos jóvenes de pie
sin más edad que la esperanza,
rebeldes panaderas con más poder que un lirio,
sastres como la vida,
páginas, novias,
esporádico pan, hijos enfermos,
abogados traidores
nietos de la sentencia y lo que fueron,
bodas desperdiciadas de impotente varón,
madre, pupilas, puentes,
rotas fotografías y programas.

Uno se va a morir,
mañana,
                                                            
21
Melgar Brizuela, L. Op cit
un año,
un mes sin pétalos dormidos;
disperso va a quedar bajo la tierra
y vendrán nuevos hombres
pidiendo panoramas.

Preguntarán qué fuimos,


quienes con llamas puras les antecedieron,
a quienes maldecir con el recuerdo.

Bien.
Eso hacemos:
custodiamos para ellos el tiempo que nos toca.

El primer rasgo interesante es la tensión que existe en el poema entre el nosotros (los poetas
comprometidos, la generación a la cual Dalton pertenece) presente en el título y en los últimos seis versos; y
el yo del poeta, que se manifiesta en el resto de los versos. Oscilando entre el plural y el singular de la primera
persona gramatical, Dalton combina temas políticos y sociales con cuestiones personales, característica propia
de la Generación Comprometida.

Otro rasgo destacable es la apelación a personajes que difícilmente hayan estado presentes en la
poesía salvadoreña con anterioridad: son los hombres de la fábrica, las “rebeldes panaderas”, los “jóvenes de
pie” (que resisten). Algunos de estos personajes aparecían en la poesía previa a la daltoniana, inclusive los
indios, tan demonizados desde 1932. Pero siempre lo hacían de manera “lavada”, despolitizada. Un ejemplo
interesante de esto es el retrato que del indio hace F. Gavidia, retrato contra el cual se revela la poesía
comprometida: Gavidia ensalza la figura del indio, pero el indio previo a la conquista. Escribe odas a su
cultura milenaria y no dice palabra sobre su actual situación de explotación en las enormes fincas de la
oligarquía. Dalton, en cambio, da cuenta en este poema de los sujetos de los sectores populares pero los
muestra en acción, políticamente movilizados, lo que los distingue de los que han muerto.

La selección de estos sectores no es casual, son los sectores clave en El Salvador de los 60 que se
moderniza social y culturalmente gracias a la bonanza del período pos 2da Guerra Mundial y se industrializa
al calor del exitoso Mercado Común Centroamericano. Dalton menciona a los jóvenes, que ahora con mayor
facilidad pueden acceder a estudios superiores y pueblan la capital salvadoreña. Menciona además a los
hombres que trabajan en fábricas en las ciudades, figura también novedosa en El Salvador22. Se menciona
asimismo a mujeres trabajadoras y movilizadas -un grupo que también surge en este contexto de rápida
modernización económica y cultural en El Salvador- y finalmente, se omite a los campesinos e indígenas, lo
cual da cuenta de un sujeto del cual escribe que se corre levemente del sujeto “prototípico” de la revolución
(hombre, joven y obrero) pero aún contiene fuertes rasgos eurocentristas: años después, en “Un libro rojo

                                                            
22
Rouquié, A., op cit
para Lenin”23 –libro que analizaremos más adelante- Dalton enfatizará en que la revolución en El Salvador,
para que sea posible, debe salir de la “trampa de las ciudades” e insertarse en el campo24).

Cuando retoma el nosotros, en los últimos seis versos, lo hace para dar cuenta de las
responsabilidades que le caben a esta generación con respecto a las que vendrán (“custodiamos para ellos el
tiempo que nos toca”). Sin embargo, no es de la única forma en la que habla de sus responsabilidades. Existe
una segunda, pero que no involucra al nosotros si no exclusivamente al poeta. Escribe: “Uno tiene en las
manos un pequeño país/ horribles fechas/ muertos como cuchillos exigentes”. Quienes ya no están “le pesan”
en las manos al poeta, le reclaman cierta actitud. Este peso en sus brazos/manos, el de su “pequeño país”,
parece agobiarlo íntimamente. El nosotros aquí desaparece y domina en cambio un clima intimista. Esto es
relevante y da cuenta de un rasgo a resaltar en la poesía de Dalton y es que constantemente refleja el íntimo
debate entre su responsabilidad histórica, el rol que debe jugar en la revolución como poeta/intelectual, y su
vocación, su necesidad personal de dedicarse plenamente a la poesía, encerrarse en la “torre de marfil” menos
comprometida y más segura que le permite colaborar desde sus poemas, y no de otra forma. Este es un debate
que irá cambiando de tono a lo largo de su vida y que se resolverá de una forma que marca el principal aporte
de Dalton a la literatura salvadoreña. Entregar no sólo su poesía a la revolución (escribiendo solo panfletos y
propagandas) ni sólo su cuerpo (abandonando la poesía a integrándose a la guerrilla), sino su cuerpo y su
poesía: participando en los debates sobre las posibilidades de la lucha armada en América latina a través de
poemas escritos en Cuba, escribiendo en el monte -entre pintada y pintada- mientras integra el Ejército
Revolucionario del Pueblo (ERP), arriesgando su vida al cuestionar la autoridad de su jefe en la guerrilla. Una
de las principales polémicas alrededor de Roque Dalton -además de todas las que supo sembrar con sus
poesías en vida- es su muerte. Se inserta como un cuadro medio en el ERP, pero a través de su carisma, su
lucidez y su estilo crítico y provocador va sumando militantes a su idea de desarrollar una línea menos
militarista que la propuesta por Rico Mira, líder de la organización. Este siente que su poder está siendo
socavado y acusa a Dalton de ser un infiltrado de la CIA. Tras someterlo a juicio revolucionario, lo mata en
197525. Este tema aún hoy no está resuelto en El Salvador, aunque en los últimos meses, los hijos de Roque
Dalton han logrado reinstalar el debate al pedir explicaciones a los responsables.

Volviendo entonces al uso del yo / nosotros en relación a la muerte, también aquí el registro cambia.
Cuando habla de la muerte lo hace de manera individual e impersonal a la vez: “Uno se va a morir… disperso
va a quedar bajo la tierra”. Esta forma de tocar el tema de la muerte apelando al distanciamiento impersonal
(“Uno se va a morir” en vez de “Yo/nosotros nos vamos a morir”), contrasta con la forma más amenazante y
próxima en la que aparece el tema luego. Esto responde al contexto específico en el cual el poeta está
escribiendo: Dalton se encuentra en México, y en El Salvador aún no puede hablarse de una represión feroz,
las guerrillas sólo surgirán en 1970 y el Partido Comunista Salvadoreño se encuentra abocado a la etapa de

                                                            
23
Dalton, R. “Un libro rojo para Lenin”. UCA Editores, San Salvador, 2001.
24
Ib. idem
25
Alvarenga, L. “El ciervo perseguido. Vida y obra de Roque Dalton”. DPI, San Salvador, 2002.
“acumulación de fuerzas” –mientras se espera el momento propicio para hacer la revolución- a través de
métodos totalmente legales que contadas veces implican a muerte de sus militantes.

La presencia de duras críticas a curas y abogados también da cuenta de aspectos personales. Ambas
figuras, estarán muy presentes en la poesía de Dalton a través de retratos burlones en el más moderado de los
casos, y rozando la blasfemia en muchos otros. Es que no son estas, para Dalton, figuras ajenas de las cuales
nada tenga para decir. Representan justamente aquello que probablemente pudo haber sido y desechó por una
vida comprometida con la poesía y el pueblo: Dalton realizó el colegio secundario en una prestigiosa
institución jesuita y la religión, las reflexiones teológicas, lo acompañan toda su vida -aún durante su
militancia más comprometida en el comunismo- revelando muchos de sus poemas la influencia de la teología
de la liberación y su amistad con Ernesto Cardenal. Su odio por la curia obsecuente del poder llega a niveles
altísimos en buena parte de su obra, aunque en este poema en particular sea moderado. También la figura de
los abogados tiene relación con su trayectoria personal. Al dedicarse a la poesía, Dalton abandona la carrera
de abogado, en la cual, como hijo aunque no reconocido de un acaudalado inglés instalado en El Salvador,
tenía éxito asegurado. Éste ánimo crítico de su origen y sus posibilidades –a través de la apelación a curas y
especialmente, abogados- Dalton lo retoma de quien muchos reconocen como su principal referente en El
Salvador, el poeta y antropólogo Pedro Geoffroy Rivas (1908-1979). Con un origen social y una trayectoria
personal parecida a la de Dalton, pero varios años antes, Geoffroy Rivas escribe en su poema “Vida, pasión y
muerte del antihombre”:

Pobrecito poeta que era yo, burgués y bueno.


Espermatozoide de abogado con clientela.
Oruga de terrateniente con grandes cafetales y millares de esclavos.
Embrión de gran señor, violador de mengalas y de morenas siervas
campesinas.26

Las similitudes que Dalton reconoce con Geoffroy Rivas se evidencian cuando el primero titula uno
de sus poemarios “Pobrecito poeta que era yo”27.

1962: El fin del exilio: “El turno del ofendido”

“El turno del ofendido”28 está escrito durante los últimos años que Dalton vive en México, estancia
que a diferencia de la que vivirá en Cuba, le genera una enorme tristeza y nostalgia. El poemario recibe una
mención especial de Casa de las Américas y es inmediatamente publicado en Cuba, lo que funciona para
Dalton como una llave de ingreso al país cuya revolución tanto defenderá y que fue para él una segunda
patria. Las menciones y reconocimientos recibidos, además de las publicaciones de sus obras, constituyen para
el poeta una “victoria” sobre sus enemigos que han querido callarlo y neutralizarlo enviándolo al exilio.
                                                            
26
Geoffroy Rivas, Pedro. “Vida, pasión y muerte del anti hombre”. Disponible en http://www.poemaspoetas.com/pedro-
geoffroy-rivas/vida-pasion-y-muerte-del-anti-hombre-(v) Con acceso el 27/07/11.
27
Dalton, R. “Pobrecito poeta que era yo”. UCA Editores, San Salvador, 1994.
28
Dalton, R. “El turno del ofendido” UCA Editores, San Salvador, 2000.
Dalton abandona entonces la actitud sombría y nostálgica que se percibe en “La ventana…” y dedica su nuevo
poemario a amigos pero también a sus enemigos (está precedido por variadas dedicatorias en una cantidad que
no se reiterará en ninguna de las obras posteriores de Dalton). Es su revancha, su turno de hablar, es “el turno
del ofendido”. Ya desde el título vemos entonces como se profundiza esta actitud anti solemne, burlona
especialmente de sí mismo.

Al igual que en “La ventana en el rostro” se abordan tanto lo lírico-personal como lo histórico-social.
Sin embargo, en “El turno del ofendido” se agrega con más fuerza la cuestión religiosa, especialmente en ese
diálogo interno que el poeta tiene con su propia formación cristiana y que tanto choca con el nuevo panorama
de injusticia que ahora es capaz de ver desde la perspectiva marxista. El poeta interpela a Dios acerca de la
suerte de sus hermanos y no obtiene respuesta: “Pregunté a Dios por mis hermanos: y no sabía nada” 29.
Dalton está buscando soluciones a la injusticia y la miseria en El Salvador y Dios, la Iglesia, resultan
incapaces de mejorarlo. Será este un elemento importante en la toma de decisión de Dalton a favor de acelerar
la situación, de tomar las armas. La conciencia urgente de que no hay otra opción más empujar, impulsar y
acelerar, ¿qué instrumento mejor que las armas para esto? También los ataques al alto clero suben de tono en
esta obra.

Tomaremos de este poemario uno de sus más impactantes poemas, “El arte de morir”.

El arte de morir

EL OTRO: -Lo que Ud. quiere saber es, en cierto modo, el arte de morir.
EL HOMBRE: - Al parecer es el único arte que hemos de aprender hoy.
Friederich Dürrenmatt

Tómese una ametralladora de cualquier tipo


luego de ocho o más años de creer en la justicia

Mátese durante las ceremonias conmemorativas


del primer grito
a los catorce jugadores borrachos que sin saber las reglas
han hecho del país un despreciable tablero de ajedrez
mátese al Embajador Americano
dejándole a posteriori un jazmín en uno de los agujeros de la frente

hiérase primero en las piernas al señor arzobispo


y hágasele blasfemar antes de rematarlo
dispérsense los poros de la piel de doce coroneles barrigudos
grítese un viva el pueblo límpido cuando los guardias tomen puntería

recuérdense los ojos de los niños


el nombre de la única que existe
respírese hondamente y sobre todo procúrese
que no se caiga el arma de las manos
cuando se venga el suelo velozmente hacia el rostro.

                                                            
29
“Las cicatrices” (Variaciones sobre viejos temas), en Dalton, Roque “El turno del ofendido” op. Cit. p.375.
La primera referencia que haremos a este poema, es la apelación resignada al recurso de la violencia.
Es la violencia -y no cualquier violencia, sino la organizada- la que pondrá fin a la cruda situación del país, en
tanto la justicia en la cual se creía (la divina o la humana, Dios, curas o abogados) ha resultado incapaz.
Dalton habla de “ocho años”, y esto coincide con su reingreso en El Salvador y el cambio en su percepción de
los problemas de este país, sus primeros contactos con el marxismo y sus primeras lecturas de la historia
salvadoreña en esa clave. Menciona que se debe tomar una ametralladora, y es por eso que hablamos de
violencia organizada. No es la violencia espontánea y desorganizada de la rebelión del ‘32, que se realizó
“machete en mano” y que fue inmediatamente desarticulada. Es la violencia a través de la guerrilla, el Partido
o cualquier organización que trabaje para eso, y arme apropiadamente a sus combatientes.

El tono irónico y burlón que domina el poema, busca desmitificar, hacer más accesibles a personajes y
fechas considerados sagrados o intocables para los salvadoreños. Dalton sugiere entonces matar a los
miembros de la oligarquía cafetalera (las mencionadas catorce familias, “catorce jugadores borrachos” en el
poema de Dalton), durante “las ceremonias conmemorativas/ del primer grito [de independencia]”. Varias
veces enfatizará después en su idea de que quienes deciden los destinos de El Salvador moderno (quienes
“han hecho del país un despreciable tablero de ajedrez”) no hacen sino insultar a ciertos héroes
independentistas que en sus actos y monumentos dicen reivindicar (especialmente en cuestiones referidas
justamente a la independencia económica y política que tantas vidas costó el siglo anterior y que tan poco se
defiende en el XX, especialmente en lo que respecta a EEUU). Las muertes durante la fecha patria, darán
inicio a un nuevo El Salvador, un segundo nacimiento, más equitativo, de este país.

Otra referencia burlona es la que se hace del embajador americano. Dalton apela al humor negro. Insta
a dejarle una flor al embajador asesinado. La ironía es clara: uno deja una flor ante una tumba y con eso honra
a la persona muerta, ¿por qué entonces se debería dejar una flor a alguien que uno no pretende honrar? ¿Cómo
leer si no en clave irónica el hecho de que la flor sea dejada en el agujero que se le hizo a la persona en la
cabeza con una ametralladora?

En este poema, aparece más nítida la figura del guerrillero. Aunque temprana (como ya dijimos, no
hay guerrillas aún en El Salvador y el partido al cual Roque responde no tiene intenciones de formarlas)
parece ser una figura ya muy presente en el pensamiento de Dalton. Acompaña al guerrillero cierta mística
revolucionaria muy influida por el caso cubano y la figura del Che, que será reivindicada en libros posteriores
de Dalton: al revolucionario lo mueve el amor (al pueblo, a los niños, a la mujer amada la “única que existe”)
y como cualquier soldado, el guerrillero no debe nunca soltar su arma, aún “cuando se venga el suelo
velozmente hacia el rostro”. Esto tiene una importancia específica en el caso de la guerra de guerrillas, a
diferencia de las guerras convencionales. La adquisición de armas es, para un guerrillero, parte de la guerra en
si, y no una condición previa para su desarrollo, de allí la importancia de no soltarla.

El tema de la muerte tiene aquí dos lecturas. Presente con mucha fuerza en todo el poema, la muerte
del revolucionario no se menciona sino con eufemismos. Dalton parafrasea así una idea común en la época: el
guerrillero nunca muere, sigue viviendo en sus compañeros. En el poema, el guerrillero no cae muerto, es el
suelo el que se viene velozmente contra su rostro.

Por otro lado, el poema manifiesta una conciencia certera de los riesgos del revolucionario: luego de
realizar lo que indica el recetario, el revolucionario va a ser asesinado y la resignación con la cual esto se
expresa da cuenta del carácter indefectible de esta afirmación. A la par de esa resignación hay un detalle
interesante, y es el distanciamiento a través del cual esto se expresa. Se puede observar una conciencia de total
entrega a la causa, pero narrada simulando un “recetario” y a través de una conjugación bien impersonal de los
verbos (“tómese”, “mátese”, “recuérdense”, etc.). Esto parece revelar una necesidad de exorcizar un miedo
profundo nombrándolo, cuando es aún difícil imaginarlo en el propio cuerpo.

Es el destino de Dalton y su generación de comprometerse con la causa, y es la muerte el destino


seguro del revolucionario, pero Dalton aún se encuentra en un profundo conflicto interno entre su ser poético
y su ser político, debate que parece resolverse en libros posteriores. ¿Es su lugar la guerrilla? ¿Debe él soltar
la pluma para empuñar un arma? Hacia 1964, su ingreso a Cuba, su apoyo explícito al castrismo y la
admiración por Guevara parecen haber definido las cosas, pero en los tempranos 60 esto aún carcome de una
manera impactante a Dalton, que lo expresa en muchos de sus poemas. Como explicitamos, sus conflictos con
respecto al rol específico que le cabe en el proceso revolucionario se expresa de diversas formas en sus
primeros libros de poemas y ensayos: reflexiona sobre la relación entre poesía y política, sobre el compromiso
que deben asumir los poetas, sobre el papel de la religión ante la injusticia, el rol de un cristiano ante la
injusticia. Es la reflexión constante y profunda, el distanciamiento de los partidos comunistas “legalistas” y el
acercamiento a la opción cubana lo que irá definiendo las cosas y la determinación se tornará más clara hasta
ser impactante en los últimos textos del poeta. Pero esta reflexión no ha sido fácil, ni ha sido un tránsito
tranquilo su vida hasta su ingreso final en El Salvador como integrante de una de las guerrillas. No en vano, a
la relación entre lo que el poeta escribe y lo que el poeta vive, Dalton lo describe como “desgarramiento” en el
libro “El intelectual y la sociedad”30. Aunque su principal aporte va a ser el de cuestionar a quienes sostienen
que abandona la poesía al subsumirla a la política, que pierde calidad como poeta cuando se transforma en
guerrillero, Dalton vive internamente esta conversión como una pérdida de algo propio, un “desgarramiento”.

1962-1964: “Los testimonios”, del exilio en México al compromiso en Cuba

Sobre el final de su exilio mexicano y durante sus primeros meses de estadía en Cuba, Dalton escribe
“Los testimonios”. El poemario representa así un reflejo exacto de su transición: de su posición de exiliado -al
margen de la realidad salvadoreña en el D.F. mexicano- a su compromiso abierto y explícito con la causa
revolucionaria representada por la Cuba castrista. 1962, año en que finaliza el poemario, es además clave para
Dalton. Recibe una mención especial de Casa de las Américas por “El turno del ofendido”, y su libro “El mar”
es publicado en Cuba, donde se instala hasta su regreso clandestino a El Salvador en 1973.
                                                            
30
AAVV, “El intelectual y la sociedad”. Siglo XXI, México, 1969.
“Los testimonios” es una ruptura audaz, sin precedentes, un cambio radical en el género que marca el
camino a los de su generación. Dalton está viviendo en este momento un salto personal trascendente a nivel
político. Como dijimos, su llegada a Cuba marca su entrega total a la causa revolucionaria latinoamericana
luego de un período de dudas y reflexiones que lo atormentaban, tal como se veía en obras anteriores. El
“lector ideal” de Dalton adquiere en “Los testimonios” un perfil más acabado: es el intelectual o el militante
político de izquierda, especialmente de los sectores medios urbanos. A él se dirige Roque, no con la intención
de conmoverlo con el lirismo de su poesía, sino de movilizarlo políticamente. Quizás por las críticas que ha
recibido (“En ‘La ventana en el rostro’ Dalton salva el poema a base de la imagen o del simple símil, rara vez
usa la música del verso y casi nunca utiliza el color. A veces piensa más que poetiza””31) se observa a la vez
un esfuerzo por utilizar mayor cantidad de recursos poéticos lo que resulta en la construcción de un nuevo
canon de comunicación poética, prosaísta y sumamente eficaz sobre el sector social al cual va dirigido.

Los temas personales son menos abordados en “Los testimonios” que en sus obras anteriores. Como
explica Melgar Brizuela, estudioso de la obra daltoniana, ésto da cuenta de la transición del existencialismo
(que caracteriza parte de la obra escrita en México) al realismo de la revolución.32

También el humor y la ironía, características de la poesía y la personalidad de Dalton va cediendo


espacio. Pareciera que el militante Dalton -sospechado en su moral revolucionaria por sus hábitos nocturnos,
su afición al alcohol, su incapacidad para tomarse a sí mismo y al Partido en serio- está “sentando cabeza” y
asumiendo su papel en la revolución.

Los estudios de antropología que ha encarado en México se reflejan aquí en la apelación en varios de
los poemas a la mitología nahua-pipil. Incluso en la figura de “tlamatini” que parece reservarse para sí
mismo. El “tlamatini” es, en la mitología cuscatleca, “el que la melodía del secreto conoce”, es decir, quien
actúa como un mediador entre dioses y hombres, un mensajero divino que busca dar cuenta de la verdad a
través de su voz (su poesía). Este parece ser el papel que la revolución le tiene asignado al poeta.

Cinco poemas ubicados al final del libro, son el reflejo sincero de una transición dolorosa, de una
decisión (la entrega revolucionaria) que no se tomó sin reflexión y en la que primó la duda, la contradicción,
el “amor a la vida” ante la posibilidad de la muerte, el miedo y el dolor por abandonar la “alternativa
espléndida” (la poesía) e insertarse en el proceso revolucionario, entregándole el cuerpo y el oficio.

Estos poemas son: La vida inútil, Hora cero, Pausa, La marcha y Recuento del año. Analizaremos los
cuatro primeros, ya que en el último se realiza una suerte de resumen de los anteriores.

La vida inútil
… y hay que vivirla de forma que no se sienta un dolor torturante por los años pasados en vano…

La vena esa del cuello amaneció molestándome otra vez. La herida, es cierto, ha crecido. Será por el odio
con que me aplicaron el navajazo. Pero en realidad, no puedo quejarme. Claro, si fuera posible terminar
                                                            
31
Prólogo de Mauricio de la Selva a “La ventana en el rostro”, escrito en 1961. En Dalton, R. “La ventana en el rostro”.
Op cit.
32
Melgar Brizuela, L. op cit.
con esos gusanos blancos que anidan bajo mis uñas, todo andaría mejor. Pues los ojos en esta oscuridad no
tendrían objeto, digo, esos mis ojos por lo menos hasta la semana pasada, es decir… tengo entendido que
mañana deberé iniciar el Recuerdo. Veintisiete años. Y la memoria, virginal en su nuevo oficio de
recriminar se despereza.

Hora cero
Dahlmann empuña con firmeza el cuchillo, que acaso no sabrá manejar, y sale a la llanura.
Borges
He aquí de nuevo esa difícil situación:
Tener miedo a la muerte gloriosa, obligatoria.

¿Desear la vida con desprecio es un acto de pureza?

Estoy siempre confuso entre los desnudos


que se jactan a mi lado de cumplir fielmente con sus pasos
trazados con rigor desde ayer
por el dedo del combate.

Pausa

Pero si la sombra del águila nos hiciera temblar un mínimo y si la llama de nuestra espada se moviera por
tal razón, estaríamos escupiendo sobre la estirpe que es nuestro único patrimonio. Dejémosle al aire tal
ingratitud, tal concesión del dato cómplice. Porque la muerte está echada. Y para continuar el trazo justo
solo el águila corresponde temblar. Para nosotros, hermanos, la noble rigidez es sobrevivencia y mi voz
cumple su deber de invitaros para estar listos en la hora de la ceniza fecunda. Hasta mañana, pues, hasta
mañana.

La marcha

El amanecer, humo glorioso, todo hecho de colores, donde el verde dijo la primera palabra, la que guía. Y
desde las raíces algo así como una música secreta, embriagadora y anfitriona de deleites para la abeja que
no teme nuestro paso (aunque todos llevamos la juventud como señal irrenunciable, bajo el peso de
nuestras armas surgen en el rostro telarañas de vejez en medio de parajes tan niños). Cuba, en el fondo del
frío de los arroyos extraviados, ya no es la llama blanca que nos encabritaba los sentidos, sino el brasero
azul ante el cual el alma medita acerca de ciertas fechas que vendrán y harán hablar en asombro a todos los
hombres de la tierra. (…)

El primero de ellos, “La vida inútil” representa el monólogo de una persona que ha muerto
recientemente y se encuentra enterrada. El cadáver comenta resignadamente su nuevo estado, y casi al final, se
desliza la posibilidad de que éste cadáver represente al propio Dalton en 1962, ya que en ese año él contaba
con veintisiete años, que son los que el cadáver menciona que debe comenzar a recordar (“tengo entendido
que mañana deberé iniciar el Recuerdo. Veintisiete años. Y la memoria, virginal en su nuevo oficio de
recriminar se despereza”). El epígrafe que abre le poema (“… y hay que vivirla de forma que no se sienta un
dolor torturante por los años pasados en vano…”) resume por su parte la reflexión que se refleja en la
sucesión de los cinco poemas y parece ser el lema que ayuda a Dalton a exorcizar el miedo a una certeza que
en “Los testimonios” se hace más fuerte: la certeza de la muerte segura que rodea al revolucionario. El
epígrafe plantea que de no elegir el camino revolucionario, le espera un “dolor torturante” y una “vida inútil”,
con lo cual la opción revolucionaria, aún cuando implica la muerte segura, mejora como alternativa.
Un momento posterior en la reflexión lo representa “Hora cero”, en donde el poeta da cuenta de la
“difícil situación” a la que se enfrenta: el “Tener miedo a la muerte gloriosa, obligatoria”. Llama la atención
el hecho de que un revolucionario, encuadrado orgánicamente en el Partido, ponga como punto de inicio,
como “hora cero” en su trayectoria, el momento de la duda, y no de la férrea convicción de poseer la verdad,
de leer la historia en la clave correcta, convicción que debe caracterizar al militante revolucionario marxista.
Esto parece responder a dos cuestiones sumamente interesantes en Dalton en lo que respecta a su idea del
papel que el poeta debe ocupar en el proyecto revolucionario, y también a su posición política con respecto al
dogmatismo. La poesía, para Dalton, como acto cultural, no debe disolverse completamente en lo que en la
época se considera “el gran acto cultural de nuestra época y de nuestros países (…) la acción revolucionaria, la
lucha por la revolución”33. La literatura y el arte en general, no es una esfera escindida de la esfera política, y
esta idea acompaña a Dalton desde la fundación del Círculo Literario Universitario, a través de la cual reclama
de los poetas un compromiso integral, rompiendo con lo que Alvarenga califica como los cánones de la
modernidad racional instrumental, que separa al arte en esferas autónomas del resto (la economía, lo político,
etc.)34. Dalton se bate contra esta idea y reclama el deber de la poesía de aceptar su rol político, sin perder su
especificidad. Por eso, la poesía se diferencia de otros discursos políticos y puede reflejar la duda, el egoísmo
“pequeño burgués” latente en la reacción instintiva de defender la propia vida. Inclusive la duda de un
revolucionario comprometido y ya encuadrado orgánicamente.

En segundo lugar, el reconocimiento abierto de la duda y los procesos reflexivos arduos, son
indicadores de un rasgo de la posición política que será más clara en el Dalton de finales de los 60 (por
ejemplo, en “Un libro rojo para Lenin”35); es su ánimo subvertor y reflexivo, básicamente anti dogmático,
busca sembrar la duda al interior de su propia fuerza, instalar el diálogo más que cerrarlo con certezas, abrir el
debate con aquellos que se jactan de “cumplir fielmente con sus pasos/ trazados con rigor desde ayer/ por el
dedo del combate”. Contra la “homogeneidad estalinista” el Dalton político instala el debate, siembra la duda,
cuestiona las propias decisiones y a la vez llama a la acción: a “empuñar con firmeza el cuchillo” para salir a
la llanura, aunque no se tenga certeza de saber usarlo. Fue justamente esta capacidad de cuestionamiento
constante uno de los móviles que llevaron al asesinato de Dalton a manos de sus propios compañeros, como
ya explicamos.

El tercer poema, cuyo título, “La pausa”, parece dar cuenta de un momento de reflexión, refleja en
cambio el momento de la toma de decisión. La certeza de la muerte es clara: “la muerte está echada” y
también parece clara la función que el poeta debe cumplir al interior del proyecto revolucionario: debe
llamarlos con su voz para que estén listos, para que se alisten, se alineen. Es la agitación política expresada
poéticamente, la resignificación de la figura del “tlamatini”. Ya vimos que no es la única función que Dalton
reserva para la poesía y los intelectuales. Reclama para sí la posibilidad de cuestionar y polemizar, pero se

                                                            
33
Dalton, R. “La ternura no basta” Casa de las Américas, La Habana, 1999.
34
Alvarenga, L. “La critica de la modernidad de Roque Dalton” op cit
35
Dalton, R. “Un libro rojo para Lenin” op cit
sabe dentro de un movimiento concreto, de una fuerza destinada a vencer o morir, empresa a la que él cede su
cuerpo (esto será más claro con su ingreso a la guerrilla), su mente (sus ideas, su función de intelectual
revolucionario) y su oficio (la poesía no sólo como canal de difusión del proyecto revolucionario y sino
también como forma de enriquecerlo con nuevas perspectivas).

En “La marcha”, cuarto poema, Dalton narra su llegada a la isla a bordo de un barco en el cual viaja
con pintorescos personajes. Los une a todos su juventud y su compromiso político. Probablemente la decisión
revolucionaria: Cuba dejo de ser “la llama blanca que nos encabritaba los sentidos”, es decir, Cuba dejó de
ser un sueño, un objetivo que se elige y se busca irracionalmente, y es ahora una opción política y un
compromiso fuerte a futuro. Su viaje a la Cuba revolucionaria es la consecuencia de una meditación juiciosa,
Cuba es ahora “el brasero azul ante el cual el alma medita acerca de ciertas fechas que vendrán y harán
hablar en asombro a todos los hombres de la tierra” escribe Dalton.

1964-1969: “Taberna y otros lugares” o el “frío” socialismo real y el fuego revolucionario


latinoamericano

Durante los años que van desde su instalación en Cuba hasta su regreso clandestino a El Salvador,
Roque Dalton encuentra su madurez como poeta y en 1969, el máximo reconocimiento: recibe el premio de
Casa de las Américas por su poemario “Taberna y otros lugares”36. Considerada por muchos su obra cumbre,
“Taberna..” sintetiza los principales rasgos del Dalton del 1964 a 1969, que a través de la innovación estética
preanuncia la ruptura con el PCS.

Los “otros lugares” que incorpora “Taberna…” incluyen todos los países en los que vivió ciertas
experiencias políticas: El Salvador –el periodo que estuvo preso hacia inicios de los 60-, México,
Checoslovaquia y República Checa. Allí viaja en 1966 como representante del PCS en una revista
internacional comunista. “Taberna…” es una de las más originales criticas al socialismo checo, a la vez que
un retrato fiel del clima previo a la “primavera de Praga” de 1968. Su postura política se torna más nítida, las
críticas que realiza al socialismo real refuerzan su apoyo y convicción con respecto a los movimientos
armados en América Latina. Dalton llama a la República Checa “país en pañales” y su pueblo “hijos de
Hombre uncidos a la noria”, sostiene que la juventud intelectual checa ya no cree en la utopía socialista, que
según ellos se ha quedado en pura retorica. Luego agrega: “en Cuba no será así, en Latinoamérica no podrá ser
así”. Como lo expresa Melgar Brizuela: “quedó dibujada la víspera de la primavera de Praga y preanunciado
el tránsito de Dalton hacia Cuba y su retorno final a El Salvador, adonde iría a cumplir su voluntad martirial,
intención latente o manifiesta en “Taberna…”37.

                                                            
36
Dalton, R. “Taberna y otros lugares”. UCA Editores, San Salvador, 2004
37
Melgar Brizuela, L. Op cit.p.303
También es clave la continuidad en el uso del humor, que hace de “Taberna…” una “especie de
picaresca moderna”38 que se condice con la imagen que en vida tuvieron los compañeros de Dalton “ese poeta
disparatado, medio niño burlón y medio guerrillero decimonónico de un film de Glauber Rocha”39. De hecho,
su bohemia, su afán carnavalesco serán duramente criticados, y su mística revolucionaria, solo reconocidas
post mortem.

Consultado por el título de lo que estaba escribiendo (el poemario que luego tomaría el nombre de
“Taberna y otros lugares”) Dalton respondió estar armando un “poema -problema”. Esto se refleja de diversas
formas en el poemario. En primer lugar, las poesías contenidas en “Taberna..” son resultado de una reflexión
política: “Dalton quiere mostrar en su libro ‘Taberna..’, respaldando su escritura con su práctica militante, que
la literatura puede y debe ser verdadera, es decir, darse en relación con una práctica política”40. El poemario
constituye entonces el resultado y la superación del “desgarramiento” que el poeta describirá poco después, en
1970 en “El Intelectual y la sociedad”, es decir, la resolución del conflicto entre lo que se vive y lo que se
escribe41.

En segundo lugar, es un problema (o un poema-problema) habida cuenta de la relación que establece


con el lector. A través del recurso del diálogo, más propio de la prosa pero utilizado en “Taberna...”
magistralmente, Dalton establece una conversación con el lector que no puede reducirse al papel de simple
espectador. El poeta aseguraba haber escrito “su libro más comunista”, y esto radica no tanto en el contenido
ideológico (un leninismo heterodoxo) sino más bien en la búsqueda y la construcción de un nuevo lector: “un
lector-socio, socialista, capaz de `conversar´ con el autor en materia ideológico - política. Se tata de un lector
también revolucionario, que supera los cánones tradicionales (cuyo modelo paradigmático es el soneto) y pone
su cuota de imaginación y libre interpretación para poder salir airoso en estas nada fáciles lecturas. He aquí la
innovación radical que Dalton aportó a la poesía salvadoreña”42.

Dalton desafía constantemente al lector. El uso de recursos no convencionales en la poesía y más


propios de la narrativa (e inclusive del registro oral más que del escrito) se debe a esta férrea voluntad
dialoguista, interactiva con el lector. Constantemente lo interpela, lo conoce, sabe qué y cómo piensa, por eso
insiste en llevarlo más allá de sus propios limites provocándolo, haciéndolo dudar de sus propias
convicciones, utilizando también el humor como forma de burlarse, quitándole el rasgo de sagrado o
incuestionable a personajes e ideas propias de la cultura de izquierdas latinoamericana.

Su paso por República Checa poco antes de la invasión de URSS también lo marca. Las críticas al
stalinismo son muy fuertes a la vez que da cuenta de un marxismo heterodoxo y anti dogmático. Esto es claro
en su poema “Sobre dolores de cabeza”

                                                            
38
Melgar Brizuela, L. Op cit
39
José Agustín Goytisolo, citado en Alvarenga, L. “El ciervo perseguido…” op.cit.
40
Melgar Brizuela, L. Op cit.p.296
41
AAVV, “El Intelectual y la sociedad” op cit
42
Melgar Brizuela, L. Op cit.p.298
Sobre dolores de cabeza

Es bello ser comunista,


aunque cause muchos dolores de cabeza.

Y es que el dolor de cabeza de los comunistas


se supone histórico, es decir
que no cede ante las tabletas analgésicas
sino sólo ante la realización del Paraíso en la tierra.
Así es la cosa.

Bajo el capitalismo nos duele la cabeza


y nos arrancan la cabeza.
En la lucha por la Revolución la cabeza es una bomba de retardo.
En la construcción socialista planificamos el dolor de cabeza
lo cual no lo hace escasear, sino todo lo contrario.

El comunismo será, entre otras cosas, una aspirina del tamaño del sol

El tono burlón que deja entrever Dalton cuando habla del “Paraíso en la tierra”, da cuenta de su
descuerdo con que esto alguna vez suceda. El socialismo y la posterior construcción de la sociedad comunista
no es el paraíso o la eliminación de los males: es en cambio una forma de combatirlos, lo que da cuenta que
frente a estos se lucha constantemente, no siendo la revolución el final de nada sino básicamente el inicio de
una nueva lucha.

1969-1975: Del recorrido por “otros lugares” al regreso a El Salvador

En 1969, “Taberna y otros lugares” obtiene el premio de poesía de Casa de las Américas. Este premio
significó para Dalton el máximo reconocimiento recibido. Otorgado en una fecha significativa (en 1969,
décimo aniversario de la Revolución cubana), el premio no sólo marca el punto más alto de su carrera poética,
sino que también implica cierto apremio en su compromiso con la revolución, especialmente la salvadoreña. A
partir de ahí, su propia mirada se enfoca cada vez más en el retorno a El Salvador. Las referencias al contexto
internacional son más escasas a partir de 1969, y el poeta se concentra en temas y problemas salvadoreños. Su
principal aporte en ese sentido, será la crítica al sector de la izquierda que él llama “quietista” o “reformista”;
es decir, partidos o miembros de partidos que insisten -como el Partido Comunista Salvadoreño- en que aún
no están dadas las condiciones para la lucha armada y que no es posible repetir en otros países la experiencia
cubana.

En 1970 se publica en Cuba “El intelectual y la sociedad”43, libro que transcribe el diálogo de cinco
pensadores (René Depestre, Edmundo Desnoes, Roberto Fernández Retamar, Ambrosio Fornet, Carlos María
Gutiérrez y Roque Dalton) en relación al rol del intelectual en la revolución cubana. La postura de Dalton ha
ganado en decisión y esto se refleja en dicho libro. Dalton lleva al límite su convicción de que ser poeta es
ante todo una actitud de compromiso con las mayorías y, en consecuencia, de compromiso con la revolución:
                                                            
43
AAVV, “El intelectual y la sociedad” op cit.
“..no queremos decir que un escritor es bueno para la revolución únicamente si sube a la montaña y mata al
Director General de la Policía, pero creemos que un buen escritor en una guerrilla está más cerca de todo lo
que significa la lucha por el futuro, el advenimiento de la esperanza, etc., es decir, del rudo y positivo
contenido que todos los rizos retóricos han ocultado por tanto tiempo, de quien se autolimita
proponiéndose ser, a lo más, el crítico de su sociedad que come tres veces al día”44
Esto se corrobora en los hechos: poco después de la publicación de este libro, Dalton solicita la
renuncia a Casa de las Américas (nicho principal de su labor literaria y política) y comienza a preparar su
regreso clandestino a El Salvador, siguiendo así los pasos de su amigo Otto René que ya en 1967, había sido
asesinado por las Fuerzas Armadas guatemaltecas.

Poco antes, Dalton escribe “Un libro rojo para Lenin”45. Este libro constituye el reflejo de un salto
importantísimo en la reflexión política, a la vez que un aporte contundente y original (en tanto se realiza desde
la poesía, o más bien, desde una versión daltoniana de la poesía) al más candente de los debates al interior de
la izquierda latinoamericana en el momento, y más específicamente, el debate en particular que se está dando
al interior del PC salvadoreño. Cuando Dalton publica el texto, los comunistas salvadoreños están discutiendo
si mantienen la estrategia de acumular fuerzas a través de la vía legal o toman las armas, y es justamente ese el
tema alrededor del cual gira “Un libro rojo…”.

El libro esta dedicado “A Fidel Castro, primer leninista latinoamericano, en el XX aniversario del
asalto al Cuartel de Moncada, inicio de la actualidad de la revolución en nuestro continente”. Esta
dedicatoria muestra la filiación castrista de Dalton y adelanta el sentido del texto al proponer a Castro como el
“primer leninista latinoamericano”. Lo que Dalton está buscando es retomar el Lenin que plantea las formas
de tomar el poder, en detrimento de aquellos textos leninistas utilizados por los Partidos Comunistas alineados
con la III Internacional que planteaban la imposibilidad de tomar el poder a la manera cubana, es decir, a
través de la formación y actuación de las guerrillas. Este uso de la teoría leninista es descripto por el propio
Dalton cuando recuerda su ingreso al PCS:

“al ingresar [al Partido Comunista Salvadoreño] me decepcioné porque no repartían


bombas ni tareas justicieras: apenas le daban a uno El izquierdismo, enfermedad infantil del
comunismo, para recordarle que nunca se debe ser más revolucionario de la cuenta. Incluso se
puede ser menos revolucionario (cauce, disciplina, paciencia proletaria, anti-desesperación
pequeño-burguesa) pero ni una vez más revolucionario so pena de irlo a ser en cualquier parte
menos en el partido”46
La intención político ideológica del libro es clara, y en muchas oportunidades prescinde de los
recursos literarios que podrían quitarle inteligibilidad, escondiendo por ejemplo tras eufemismos o metáforas
las ideas principales. Sólo apela a los recursos poéticos, especialmente al humor y la ironía, para hacer más
digerible este libro extenso y plagado de citas. El objetivo principal del mismo es poner las ideas de Lenin en
contacto “con la tierra y los hombres”, “dinamitar el mausoleo, para que Lenin salga de entre las gruesas

                                                            
44
Ib idem. P.24
45
Dalton, R. “Un libro rojo…” op cit
46
Dalton, R. “Pobrecito…” op cit
paredes de mármol, a recorrer de nuevo el mundo, cogido de la mano del fantasma del comunismo”47. Volver
a discutir Lenin sin encerrarlo en la lectura que siempre ha hecho la “vanguardia nominal” (los PC que poseen
el título de vanguardia revolucionaria sin haber llevado adelante una acción de tales características).

Muchos de los rasgos del pensamiento político de Dalton se encuentran resumidos en su poema
“Cuba”.

Cuba

El Che lo afirmó y estos años pasados lo probaron: Cuba


no fue una excepción histórica, es la vanguardia
de la revolución latinoamericana.
Lo que ocurrió fue que la revolución cubana,
como todo lo que pasa en el mundo,
tuvo sus factores específicos y sus características peculiares.
«El primero, quizá el más importante, el más original,
es esa fuerza telúrica llamada Fidel Castro Ruz».
La gran excepcionalidad de la revolución cubana surge sólo
si establecemos como regla general
la línea de las organizaciones revolucionarias tradicionales
de América Latina
(…)
en ese caso la revolución cubana fue, entre otras cosas,
una acción radical contra el quietismo reinante,
una posición revolucionaria de tomar todo el poder para el pueblo
contra la politiquería del «escalamiento calmado de posiciones»,
una opción por cambios sociales reales contra el reformismo conciliador,
la lucha armada como garantía real de victoria
contra la “posibilidad pacífica”,
una praxis social concreta contra el teoricismo abstracto;
la práctica revolucionaria como creadora y forjadora
de la vanguardia organizada
contra todo “vanguardismo nominal”
otorgado por la simple existencia
en el seno de la tradición inmutable;
una demostración en los hechos que arrasó
con la concepción del fatalismo geográfico respecto a Estados Unidos,
una línea de masas y de clases a partir de principios
y de una concepción clara de lo nacional
alejada del economismo y del metropolitanismo;
(…)
una actualización de la importancia de la población rural
como fuerza indispensable de la revolución
en países agrarios como los latinoamericanos
y del campo como teatro de la actividad político-militar
contra las exageraciones sobreestimantes de lo urbano
en lo organizacional y lo político;
una afirmación probada de que a partir de determinadas
condiciones subjetivas
es posible crear nuevas condiciones globales en un país
y transformar en favorable la correlación de fuerzas por medio de la lucha,
contra la tesis de la “acumulación de fuerzas ad-infinitum”
en el seno de un proceso ideal
dividido en etapas rigurosas y mecánicamente separadas
cuyas formas de lucha no se debían mezclar jamás
                                                            
47
Dalton, R. “El problema de hablar de Lenin con el agravante de hacerlo desde un poema (Prólogo)” en “Un libro
rojo…” op cit. p27
so pena de ser convicto de “aventurerismo”;
(…)
una reivindicación del coraje de asaltar nidos de ametralladoras
sobre el coraje de dejarse hacer pedazos sin hablar;
la vitalización de lo político-militar
como categoría central de la metodología revolucionaria latinoamericana;
una práctica unitaria, antisectaria y antidogmática
para golpear al enemigo principal;
una práctica internacionalista hasta las últimas consecuencias;
etcétera, etcétera.
El Che lo afirmó y estos años pasados lo probaron: Cuba
para los hermanos y para los enemigos,
para los explotadores y los explotados,
cambió completamente el rostro de América Latina,
le puso la sonrisa de la revolución,
el gesto de la definitiva independencia.

En primer lugar, este poema es una toma de posición explícita en la discusión alrededor de la
excepcionalidad de la Revolución Cubana. Dalton pretende demostrar que lejos de ser excepcional, Cuba está
marcando el camino a seguir por el resto de las fuerzas revolucionarias latinoamericanas. En un juego
provocador, muy propio de Dalton, comienza reconociendo uno de los argumentos de quienes sostenían la
opinión contraria, es decir, comienza afirmando que uno de los factores excepcionales de Cuba era la
presencia de Fidel Castro. Sin embargo unos versos después, da vuelta todo el argumento: “La gran
excepcionalidad de la revolución cubana surge sólo/ si establecemos como regla general/ la línea de las
organizaciones revolucionarias tradicionales/ de América Latina”. Esto constituye una crítica abierta al PC
salvadoreño, apegado a la “politiquería del escalamiento calmado de posiciones” y el “teoricismo abstracto”.
Cuando habla de organizaciones revolucionarias “tradicionales”, les está advirtiendo que el título de
“vanguardia” es sólo nominal. No lo han obtenido a través de la práctica revolucionaria, y es sólo esta práctica
la “creadora y forjadora/ de la vanguardia organizada”. Ya en 1968, es decir, integrando aún el PCS, Dalton
expresaba: “que [los Partidos Comunistas] en numerosos países de América Latina han dejado de ser
objetivamente la vanguardia de la revolución y de la clase obrera y el pueblo y que inclusive se han convertido
en freno de la marcha revolucionaria hacia el poder”48.

Es decir, estas críticas no son nuevas en la voz de Dalton, que ya las venía expresando unos años antes
(la cita anterior data de 1968). Lo inédito en “Un libro rojo…” es que estas críticas se expresan a través de la
poesía; que es a través de los recursos poéticos que Dalton busca participar en el debate, abrir el diálogo con
su interlocutor, convencerlo de sus posiciones. No busca conmoverlo con una métrica prolija y metáforas
originales, Dalton reserva para la poesía un papel concreto en la arena política: busca a través de ella ganar
voluntades para una línea que se expresa al interior de su Partido y que se revelará incompatible con la línea
oficial en 1970, cuando una fracción de los militantes del PCS formen una guerrilla (las Fuerzas Populares de
Liberación) al margen del Partido.

                                                            
48
Alvarenga, L. “La crítica de la modernidad…” op cit p.289
Volviendo entonces a los aportes del libro a los debates de la izquierda, el segundo rasgo destacable
en el poema, es el planteo de Dalton de lo que considera el camino irrenunciable y urgente, la formación de
organizaciones político militares y el desarrollo de la lucha armada, única “garantía real de victoria/ contra la
posibilidad pacífica”. Es la lucha armada la que a partir de determinadas condiciones subjetivas crea nuevas
condiciones en un país y transforma la correlación de fuerzas en favorable para la revolución, y Cuba lo
demuestra y se impone “contra la tesis de la acumulación de fuerzas ad-infinitum”.

Finalmente, contra quienes intentan tomar al pie de la letra los textos de Lenin, Dalton plantea que
éste debe ser leído desde y para Latinoamérica, es decir de una manera antidogmática y creativa. Da cuenta de
este problema en el prólogo, que no aparece en el inicio sino varios textos después y que se titula: “El
problema de hablar de Lenin en América Latina con el agravante de hacerlo desde un poema (prólogo)”.
Explicita aquí sin rodeos dos cuestiones: la primera está presente en buena parte de su obra y es la pertinencia
de utilizar la poesía con un fin político tan concreto como una discusión como ésta en la que “Un libro
rojo…” forma parte. Dalton está en desacuerdo con aquellos que pretenden preservar la pureza de la poesía,
no ensuciarla mezclándola en el barro de la lucha política, pero también con aquellos que consideran que
cuestionar la lectura “oficial” de Lenin a través de la poesía (y especialmente, los recursos poéticos propios de
Dalton: el humor, la ironía, el habla cotidiana salvadoreña) es inútil y hasta irrespetuoso.

En el poema “Alguien levanta la mano”49 Dalton le da vpz a un supuesto lector qie está en desacuerdo
con lo expresado en el poema anterior. Esta persona trae al libro las críticas que más comúnmente le hacen sus
compañeros de militancia:

Un lector: - Compañero poeta: yo quisiera decir algo…


El poeta: - Diga nomás, compañero…
Un lector: - No es por nada, pero…
El poeta: - Pero…
Un lector: -Quiero decir que en todos sus poemas, en el seno de este collage, noto cierto tonillo zumbón, cierto
distanciamiento irónica que no se aviene para nada al tipo de personaje que está en el centro de la temática:
Lenin (…) Yo también soy enemigo de la solemnidad, ese queso burgués, pero creo que en este caso tendría
usted que tener mucho cuidado para no caer en el irrespeto, incluso para no parecer constantemente irrespetuoso.
No olvide que ya concede usted, de partida, una gran ventaja polémica: el poeta, la poesía, interviniendo en
estos menesteres de política explícita, directa, no es lo más, dijéramos… Bueno, usted me entiende.
(…)

A lo que “el poeta” contesta que ese tonillo zumbón es en realidad “lo que alguien ya ha llamado
lenguaje crítico” y que sería impropio entrar en una polémica “en voz alta, en el interior del mausoleo de
Lenin”, pero más impropio sería considerarlo “zona sagrada para evitar la explicación viva y creadora de la
herencia leninista a través de la discusión esclarecedora ¿Me entiende?” Tras varias páginas de diálogo y sin
que el poeta haya logrado convencer al lector, el texto termina:

Un lector: - Entonces ¿se cierra la discusión?


El poeta: - No. Ahora es que se abre verdaderamente…

                                                            
49
Dalton, R. “Un libro rojo…” op cit
Dalton reserva para la poesía la posibilidad de realizar un aporte a la discusión política, y ese aporte
tiene muchas veces que ver con la capacidad de la poesía para generar a través de los recursos poéticos,
reacciones en el lector, discutir con él, movilizarlo, interpelarlo.

La segunda cuestión que se explicita en el prólogo se retoma en el poema “Cuba” y es el reclamo de


Dalton por una lectura “despierta” de las concepciones leninistas, lectura que no olvide las especificidades del
lugar desde donde se lo está leyendo. Las dos discusiones más importantes en ese sentido son con respecto a
la clase media (descalificados por pequeño burgueses en muchos textos clásicos del marxismo y retomados
por Dalton como fuerza clave para el avance revolucionario latinoamericano, especialmente en la figura de los
estudiantes universitarios) y con respecto a los trabajadores rurales.

Roque Dalton sostenía que el PCS había contado, históricamente con escasos cuadros intelectuales
significativos. Alvarenga enumera cuáles pueden haber sido para el poeta dichos cuadros y claramente son
escasos: Julio Fausto Fernández, Jorge Arias Gómez y el propio Dalton. Esto provocó según Dalton la
ausencia en el Partido de una línea clasista y de una línea de masas surgida del propio análisis de la sociedad,
y una consecuente adhesión al dogma.

Dalton abogaba por considerar el accionar de los vietnamitas. En un texto que escribió en donde
respondía y comentaba “¿Revolución en la revolución?” de Regis Debray (con quien sostiene polémicas
menores, sin desacuerdos en las líneas principales) Dalton comentaba que, a diferencia del PCS, los
vietnamitas (luego de ser también casi totalmente eliminados en 1931-1932) se habían volcado al
campesinado para reorganizar su partido. El PCS en cambio se recluyó en “los minúsculos grupos del
artesanado urbano, aislándose cada vez más de las masas fundamentales (…) Ambos partidos recogen ahora
los frutos de esa actitud. Claro que hay que decir también, que el PC de El Salvador no discrepó jamás con la
Internacional Comunista. En cambio son famosas las polémicas de los camaradas vietnamitas”50

“Cuba” expresa una idea similar pero ahora en un registro poético: “[la revolución cubana fue] una
actualización de la importancia de la población rural/ como fuerza indispensable de la revolución/ en países
agrarios como los latinoamericanos/ y del campo como teatro de la actividad político-militar/ contra las
exageraciones sobreestimantes de lo urbano/ en lo organizacional y lo político”.

Destaco este momento del pensamiento político de Dalton en particular, porque, pasados los hechos
(el auge de la movilización y de la represión propios de los 70, y la guerra civil de los 80), revelan una lucidez
increíble. Pese a participar por escasos dos años en la guerrilla en su país, Dalton supo dar cuenta de lo que
serían los dos rasgos más destacables de la guerrilla salvadoreña: su vinculación estrecha con los movimientos
sociales de base y el exitoso asentamiento en el ámbito rural51.

                                                            
50
Citado en Alvarenga “La crítica de la modernidad…” op cit. p.288
51
Esta idea la tomé del Prof. Mario Vázquez Olivera (Seminario sobre Centroamérica – Posgrado de Estudios
Latinoamericanos - UNAM)
Estamos hablando de una vinculación orgánica entre guerrilla y organizaciones sociales, territoriales y
gremiales que claramente no tiene parangón con la situación en la que se encontraban las organizaciones
político-militares en el Cono Sur (de relativo a absoluto aislamiento, según el período) o Centroamérica,
exceptuando quizás al caso nicaragüense. Con respecto a la insistencia de Dalton a instalarse en el campo, fue
desde ese ámbito desde el cual, la guerrilla organizó y extendió “zonas controladas” donde ni el ejército ni el
Estado salvadoreño podían ingresar y que fueron claves para otorgarle el status de fuerza beligerante.

Fueron justamente estas dos cuestiones, las que le permitieron al Frente Farabundo Martí de
Liberación Nacional, resistir por más de una década en un territorio tan pequeño y sin montañas como el
salvadoreño (contra las predicciones del pesimismo geográfico) y contra un ejército financiado por la potencia
económica y militar mundial, Estados Unidos, que, bajo la administración Reagan, multiplicó
exponencialmente los fondos destinados a armas y asesoramiento de las Fuerzas Armadas salvadoreñas52.

A modo de conclusión

El presente trabajo, que tiene un carácter introductorio con respecto a posteriores y más minuciosas
lecturas de la obra de Roque Dalton, constituyó un recorrido por los principales temas y problemas planteados
por el poeta salvadoreño. Se cuentan entre estos nudos problemáticos: la relación entre los poetas, su poesía y
la política, y la discusión sobre las formas de tomar el poder por parte de los movimientos revolucionarios
latinoamericanos. Ambos temas se reflejan también a nivel personal en Dalton en la reflexión sobre el modo y
el alcance de su compromiso con la revolución, inicialmente un término abstracto y luego, cristalizado en la
Revolución cubana y los intentos revolucionarios en El Salvador.

Se buscó con éste trabajo esbozar un marco contextual amplio dando cuenta de los principales hechos
que fueron moldeando ésta discusión y la reflexión personal del poeta, ilustrando a través de poemas
seleccionados los cambios en los mismos.

Existen cuestiones que no han sido desarrolladas aquí y sería importante retomar en futuros trabajos.
La más significativa es la descripción y análisis de las posturas con las cuales Dalton está discutiendo en los
debates abordados. Este trabajo se ha enfocado en dar cuenta de la opinión del poeta, omitiendo las respuestas
que éste ha recibido, lo que claramente contradice uno de sus principales aportes a nivel poético y a nivel
político: la incorporación de voces disímiles que dialogan y hasta llegan a refutar sus opiniones: “Un gesto
insólito, si tomamos en cuenta que usted es hijo de mi cabeza” se jacta Dalton cuando “discute” con un
supuesto lector en “Un libro rojo…”53

Cuando Dalton arma su rojo collage incluyendo citas de Castro, Lenin, Mao Tse Tung, Kim Il Sung,
Guevara, un campesino salvadoreño, manuales de entrenamiento de las fuerza armadas norteamericanas, etc.,

                                                            
52
Siegel, D. y Hacken, J.: op cit.
53
Dalton, R. “Un libro rojo…” op cit
etc., no lo hace como un intento ingenuo de omitir su propia voz autoral, sino con la intención de privarse de
dar la última palabra (en el caso de “Un libro rojo…” sobre el leninismo). Dar la última palabra es ganar la
discusión, pero es también el fin de la discusión, del diálogo y la polémica, el estancamiento de la razón54.

Sus libros no son odas al Partido, a los obreros, a los indígenas, a Lenin, ni mucho menos a él mismo.
Sino poemas-problema. No son el fin de ninguna discusión, sino cuando esta “se abre verdaderamente…”55

                                                            
54
Alvarenga, L. op cit.
55
Ib. Idem. p.133

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