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TABLERO

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D irige 0RE3TE PLATH — C alle B ellavista 238 — VALPARAISO, MARZO DE 1930 — A no II. — Núm. 4

J O S E CARLOS mARIATEGCJI
J OSE Carlos Mariátegui junta a su plural cultura dos condiciones
máximas de escritor: entusiasmo y abnegación. De aquí que Ma-
riátegui sea fundamental y orgánicamente polemista. Toda su obra suma.
no es sino la defensa fogosa de sus ideas y, por natural reflujo, él
terio revolucionario y un impulso práctico. Revolución en su más
limpio sentido. Impulso en constante actividad. Esfuerzo vital, en
Nunca hemos tratado nuestras cosas sino en panfleto o en poe­
ataque ágil y certero de las ideas contrapuestas a las suyas. Sus mas. O en discursos de fiestas julias. Las palabras han sido campa­
«7 Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana», hacen un nas. Hoy son pico que abre senda en la roca. Es Mariátegui el que
cuerpo de polémica fuerte de expresión, rico de tuétano. Nunca, que encabeza a quienes rompen la rutina. Trae para nuestra inquietud
yo sepa, ha dado el Perú una suma igual de cualidades de espíritu mental la orientación nacionalista de criterio científico. El viejo mo­
y de mente, de voluntad y de equilibrio, como estas que hacen in­ do de ver las cosas, bueno en su época, le sirve de contraste. Y
confundible y extraordinaria la personalidad de Mariátegui. Y nun­ así, por ejemplo, el regionalismo que tan a menudo ha servido y
ca, tampoco, fué más débil el barro para contener el enorme soplo sirve todavía para brillantes tesis universitarias y disertaciones de
de Dios que lo anima. palabra y de pluma, muy bellas, pero muy vacías y sonoras por
Acostumbrados a un Perú de tanto, es para Mariátegui hondo
papel y de fuegos artificiales, ig­ motivo de lucubración y fuente de
norantes de nosotros mismos, se
produjo en el Perú el efecto lógi­
co de causa semejante: la pereza
mental cuasi congénita para toda
G O N G
Después de un letargo voluntario por los meses de verano se
energía creadora, lo ve de otro mo­
do y le imprime rumbo definido.
Polemizar es algo más que es­
cribir y más que hablar. El diálogo
investigación difícil, el desdén por presenta nuevamente a sus lectores, desenredando las voces del si­ escolástico que fue armazón de la
descubrir el claro límite donde lencio. de todos los que tienen el afina llena de cantares. otra polémica, carece hoy de sen­
comienza nuestra realidad y ter­ Y contra la oposición de la burla detractora de los «mamouth»
literarios oponiendo la juventud triunfante de Salvador Reves,
tido. Ahora, polemizar es expurgar,
mina la cómoda ficción cotidiana, Magda Portal, Lucía Condal, Angel. Urquieta, José Varallanos, Ma­ buscar en la raíz misma de las
Un siglo entero ha sido preciso rio Bonat. cosas lo que puede redimirlas, si
para que surgiera el escritor capaz Ya pese a Pikwick o al señor Martínez Rubio, (El Duende Gris) están ya por perderse, o hacerlas
da recoger todas las anticipacio­ lo que dicela revista metropolitana «Letras» en una pequeña de­ mejores, si ya son buenas. Y si
nes d spersas, encarar las cosas y fensa nuestra; «Da pena que gente tan infeliz tome para sí la defen­
sa del buen gusto y se erija en jueces artísticos».
el polemista a la antigua no es si­
abocarse a la realidad. Tuvimos Pueden, sin embargo, tener el consuelo de que otros más inteli­
no un discutidor obsecado, sin res­
sin duda hombres excepcionales. gentes, pero no menos biliosos, les han precedido en la tarea. peto a otra verdad que la suy, A,
Pero ellos, a despecho de su valor Recordemos los groseros ataques de Bobadilla a Rubén Darío, y harto nebulosa casi siempre para
impar no alcanzaron a sacudirse sin em iargo, ¿quién se acuerda de Bobadilla en la actualidad! él mismo, en José Carlos Mariá­
totalmente de la tara intelectual Pero, en fin, ese era Bobadilla!
¿Qué decir ahora de los improvisados críticos porteños!
tegui el entusiasmo, combativo, su
de su época, y si a ésta se ade­ vigor de arremetida, no le ofu s-
lantaron h aciendo de sus in­ can y, al contrario, parece como
tuiciones, muchas veces geniales, un que le dieran más penetración de
puente para el paso de las nuevas generaciones, lo hicieron por el juicio, mayor agilidad de pensamiento. Para Mariátegui, la polémica
impulso de su audacia combativa.de su excesivo corazón y también, es un procedimiento de comparar, precisar, definir, iluminar racio­
de su misma fuerza verbal. Manuel González Prada fue despiadado nalmente cosas e ideas. No se arroga el privilegio de poseer él sólo
como pocos para señalar los males de la epidermis, pero llegó muy la verdad. Razona, contrasta, deduce, sintetiza. Y, sobre todo, escu­
pocas veces a la entraña. Lino Urquieta profundizó acaso un poco cha. «7 Ensayos» es, por esta extraordinaria cualidad de su autor,
más y tuvo premoniciones de lá realidad. Sus artículos sobre el ga­ un libro de hondo razonamiento constructivo.
monalismo, sobre la función social de la riqueza, sobre el problema José Carlos Mariátegui, peruano, honra las letras del Peiú. Ame­
educacional y la cuestión indígena, y su programa social-económico ricano. abre para la nueva mentalidad continental, todo un mundo
da 1901, hincaban ya hasta el hueco. Pero las restó eficacia el mal de posibilidades formidables.
de su tiempo: la despreocupación general por las cuestiones econó­
micas. Y también la literatura. «7 Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana» es el li­
Es ahora con José Cirios Mariátegui que comienza decisivamente bro que el Perú venía esperando desde hace cien años y que aho­
el estudio descarnado y valeroso de la realidad peruana con un cri- ra es señal de partida y palabra clave de nuestra realidad nacional.
M I G U E L A N G E L U R Q U I E T A

J .A. 1S/L I UN" _A_


El manto de sus cabellos perfumando su cuerpo, Porque así como la tierra es más olorosa
sus ojos aromando el dolor. cuando los árboles lucen sus alhajas.
Mujer que cantas sobre la arena Tu trizarás las arquitecturas del tedio
aprietas el cilicio más amargo. con tu muerto cantar, con las lejanas melodías
Eres en mi vida lo que es un trompo dormido del violín de tu risa.
sobre la palma de un niño. Y porque a través de los vidrios de mi vida
El tiempo no ha de extraviarte te he de presentir como una canción de alas,
en sus esquinas decoradas. Como una mano que me viene acariciando desde la in'ancia.
O R E S T E P L A T H

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