Está en la página 1de 160

Este

libro está
dividido en tres
partes, que se leen en
el siguiente orden: se co-
mienza por el Centro (Taypi), lue-
go se sigue por la Derecha (Kupi) hasta
la contratapa, y finalmente se retorna al Cen-
tro para leer la parte Izquierda (Ch’iqa), pasando
las páginas al revés. Al terminar la lectura (que resulta-
ría ser el comienzo del libro, si se leyera en forma
convencional) se ha colocado un Glosario
de los términos en aymara y qhichwa,
como un modo de enfatizar el giro
lingüístico y la opción epis-
temológica de las y los
responsables de
su elabora-
ción.
LISTA DE OBRAS REPRODUCIDAS:
Anónimo Joseph López de los Ríos
Cristo en la Columna, s. XVIII El Infierno. Serie de Las Postrimerías, 1684
Parroquia de San Pedro, Potosí (p. 102) Iglesia de Carabuco, provincia Camacho, La Paz (pp. 54,
121, 122, 123, 124, 129, 130, 131, 132)
Anónimo
María Santísima de la Natividad y su milagrosa imagen en Melchor María Mercado
Chuchulaya, 1732 Álbum de Paisajes, Tipos Humanos y Costumbres de Bolivia,
Santuario de Chuchulaya, provincia Larecaja (pp. 108, 110) 1841-1869
Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia, Sucre (p. 114)
Anónimo
Nuestra Señora de Chuchulaya, 1656 Guaman Poma de Ayala
Colección María Luisa Morales, La Paz (p. 115) El primer nueva corónica y buen gobierno, 1615-1616
Det Kongelige Bibliotek, Copenhage (pp. 10, 35, 54, 55,
Anónimo 101, 126)
Santiago Mata Moros, s. XVIII
Iglesia de Guaqui, provincia Ingavi, La Paz. Florentino Olivares
Vista del Cerco a la Ciudad de La Paz, 1781
Anónimo Museo Casa de Pedro Domingo Murillo, La Paz (pp. 30, 36,
Santísima Trinidad 37)
Museo Colonial de Charcas, Sucre (p. 63)
Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos
Anónimo La Santísima Trinidad, s. XVIII
Señor del Gran Poder, s. XVII Museo de Arte Colonial, Bogotá (pp. 61, 64, 65)
Santuario Jesús del Gran Poder, La Paz (pp. 62, 89)

Anónimo
Virgen de Chuchulaya, s. XX
Colección María Luisa Morales, La Paz (p. 109)
Anónimo
Virgen del Cerro, s. XVIII
Museo Casa de la Moneda, Potosí (p. 29)

Max Aruquipa
Tata Gran Poder
Colección particular (p. 90)

Gaspar Miguel Berrío


Descripción del Cerro Rico e Imperial Villa de Potosí, 1758
Museo Colonial Charcas, Sucre (pp. 9, 71, 97, 98)

Maestro de Caquiaviri
La Muerte. Serie de Las Postrimerías, 1739
Iglesia de Caquiaviri, provincia Pacajes, La Paz (pp. 149, 150)

Maestro de Caquiaviri
El Infierno. Serie de Las Postrimerías, 1739
Iglesia de Caquiaviri, provincia Pacajes, La Paz (pp. 38, 55)
EDITA: DIAGRAMADO Y MONTAJES FOTOGRÁFICOS:
DEPARTAMENTO DE ACTIVIDADES EDITORIALES DEL MNCARS Carlos Torres

JEFE DEL DEPARTAMENTO: PRODUCCIÓN DE VÍDEO Y DVD:


Maria Luisa Blanco Marco Arnez y Silvia Rivera (El Colectivo)
Ximena Bedregal
CONCEPTO Y DIRECCIÓN: Gabriela Behoteguy
SILVIA RIVERA CUSICANQUI Y EL COLECTIVO
CRÉDITOS FOTOGRÁFICOS:
RESPONSABLES DE ESTA EDICIÓN X.B. Ximena Bedregal
CONDUCTORES MATERIALES E INTELECTUALEs: G.B. Gabriela Behoteguy
El Colectivo, La Paz, Bolivia J.C. Jaqueline Calatayud
Dirección electrónica: D.G. Dado Galdieri
elcolectivo2@gmail.com T.G. Teresa Gisbert
Blog: www.elcolectivo2.blogspot.com A.P. Álvaro Pinaya
E.S. Eduardo Schwartzberg
AUTORES DE EL COLECTIVO: C.T. Carlos Torres
Luis Alemán Vargas A.U. Andrés Underlandstetter
Helena Castaño Silva
Molly Geidel ARTÍFICES EN PRODUCCIÓN, CONTABILIDAD Y CUIDADO RITUAL:
Álvaro Pinaya Pérez Mercedes Bernabé Colque
Hernán Pruden Beatriz Chambilla Mamani
Eduardo Schwartzberg Arteaga Roberto Guerrero
Juan Vaca Carraffa Francisca Payi
Marieliza Vásquez Cobo
AUTORAS INVITADAS:
Verónica Auza Aramayo FOTOMECÁNICA E IMPRESIÓN:
Gabriela Behoteguy Chávez Brizzolis

CITAS EXTENSAS: ENCUADERNACIÓN:


Thomas Abercrombie: Caminos de la memoria y del poder. Ramos
Etnografía e historia en una comunidad andina. La Paz,
IFEA-IEB-ASDI, 2005, pp. 337-341 © de esta edición, Museo Nacional Centro
Bartolomé Arzáns de Orsúa y Vela: Relatos de la Villa de Arte Reina Sofía, Madrid, 2010
imperial de Potosí. Selección, introducción y cronología de © de los textos, los autores
Leonardo García Pabón. La Paz, Plural, 2000
Gerardo Fernández Juárez: El banquete aymara. Mesas y yati- Se han hecho todas las gestiones posibles para identificar a los
ris. La Paz, HISBOL, 1995, pp. 407-409 propietarios de los derechos de autor. Cualquier error u omisión
José Ignacio López Vigil: Radio Pío XII: Una mina de cora- accidental, que tendrá que ser notificado por escrito al editor,
je. Quito, ALER-Pío XII, 1985, pp. 24-26 y 187-189 será corregido en ediciones posteriores.
Pablo Mamani Ramírez: El rugir de las multitudes. La
fuerza de los levantamientos indígenas en Bolivia. La Paz, ISBN: 978-84-8026-402-0
Aruwiyiri y Yachaywasi, 2004, pp. 145-151 NIPO: 553-10-032-8
Depósito legal
DIBUJOS:
Efraín Ortuño Catálogo general de publicaciones oficiales
http://www.060.es
GLOSARIO:
Filomena Nina Huarcacho Distribución y venta
España e Iberoamérica:
http://www.mcu.es/publicaciones/index.html
Wakatuquri. Danza andina que representa a toreros o ganaderos.
Wak’a. Lugar sagrado de culto a las divinidades tutelares de un lugar determinado; piedras sagradas que poseen energías.
Wanu. Excremento de animales, abono.
Warawara. Estrellas, astros luminosos, constelaciones.
Warmi. (Q y A) Mujer casada con responsabilidades ante su familia y su comunidad.
Waxt’a. Ofrenda que se prepara para la Pachamama, los achachilas y los uywiris.
Wayra. Ventarrón, viento que sopla con mucha fuerza.
Wiñay. Eternidad o instante.
Wiñay Pacha. Tiempo de la prosperidad y felicidad eterna.
Wiphala. Bandera andina que representa la pluralidad de lenguas, culturas y pensamientos.
Wiraqucha. Una de las wak’as antiguas poderosas de los Andes. Deidad del agua.
Wira Quwa. Qhichwización de juyra q’uwa, hierba aromática silvestre que se usa en las mesas rituales a la Pachamama.
Yatiri. Lit. El o la que sabe. Hombre o mujer de mucho conocimiento, especialista ritual.

Foto: E.S.

156
cumplir algo. 2. Turno de trabajo masculino en la minería. “qhipnayr uñtasis sarnaqapxañani”: mirando al futuro como al
Mit’ayos. Hombres reclutados para la mit’a minera. pasado hay que caminar por el presente.
Mitmaq. (Q) Pobladores trasladados de su lugar de origen a
Q’ajchu, qaqchu. (Q) Golpeado, aporreado.
otras tierras distantes.
Q’urawa. Honda, instrumento para lanzar piedras.
Mullu. Concha o piedra, ingrediente de las mesas rituales.
Q’uwa. Hierba aromática silvestre que se usa en las ofrendas
Ñanqha. Maligno. o mesas rituales.
Pä chuyma. Indeciso, vacilante, con lealtades divididas y pen- Reques. Castellanización de riqi, onomatopeya del sonido de
samientos contradictorios. un instrumento de percusión.
Pacha. Tiempo-espacio, cosmos.
Sarnaqawi. El andar. En términos rituales, el buen andar.
Pachakuti. Revuelta del tiempo-espacio. Cambio del ciclo his-
Saxra (saqra). Fuerza maligna que hace daño; persona mala.
tórico.
Siqi. 1. Fila, hilera. 2. (Q) Sistema de ordenamiento espacial/
Pachamama. Madre tierra, término ritual para referirse al cos-
ritual que partía del centro sagrado del Qusqu.
mos.
Sirinu. Aymarización de sirena. Fuerza sagrada que habita cier-
Pacharayo. Mezcla de aymara y castellano: rayo de la tierra.
tos sitios reservados para los instrumentos y para los músicos.
Palla. Princesa Inka. Doncella escogida.
Sumaj. (A y Q) Bueno, grandioso.
Pallalla. (Q) El que escoge o recoge mineral.
Supaya. Demonio, relacionado con los espíritus negativos.
Paqarina. (Q) Ojo de agua. Lugar de origen mítico de familias
Suyu. Unión de markas, que son a su vez unión de comunida-
animales y humanas.
des organizadas en parcialidades duales.
Pijchear. (Q castellanizado) Consumir hojas de coca retenién-
dolas en la boca. Taki. (Q) Danza.
Pirwa. Depósito o silo para conservar alimentos secos. Taki unquy. (Q) Danza ceremonial, trance o enfermedad de la
Potosí. Castellanización de p’utuxsi, onomatopeya que quiere danza. Movimiento de resistencia anticolonial.
decir explosión por efecto de un fenómeno extraordinario. Tawaqu. Joven casadera.
Punku kamayuq. Cuidador de una wak’a; el que es portero de Taypi. Centro, medio, espacio central.
la divinidad. Tinku. Encuentro o combate ritual entre dos grupos opuestos
Puraka. Estómago, intestinos. que forman una unidad.
Tokapu. Diseño textil de contenido simbólico. Distinguía la
Phaxsima o Phaxsimama. Señora luna, madre luna.
vestimenta del Inka y las autoridades étnicas.
Phuju. Ojo de agua. También se dice de la fontanela de los
infantes humanos. Thaki. 1. Camino o sendero. 2. Si se combina con amt´aña (re-
cordar) metaforiza el acto ritual de recordar el pasado.
Qamasa. Fuerza, energía vital.
Thunupa. Deidad andina muy antigua, asociada al rayo.
Qullqi jaqi. Lit. Hombre de plata, llamado también “gente de
faltriquera”. T’ant’awawa. Pan que elabora cada familia en Todos Santos,
Qusqu. (Q) 1. Ombligo. 2. Nombre qhichwa de la ciudad del para recordar a los muertos.
Cusco. T’alla. Esposa y acompañante ritual de la autoridad comunal.
T’ullkhunaka. Hilos muy torcidos.
Qhapaq ñan. (Q) El principal eje caminero del imperio Inka,
que iba de norte a sur con ramificaciones en las dos orillas del Ukhupacha. (Q) El adentro/debajo de la tierra.
lago Titiqaqa. Unku. Vestimenta masculina.
Qhari. (Q) Varón, hombre. Untu. Nombre ritual de la grasa de llama que se usa en las
Qhatu. Feria o mercado donde se pone en venta toda clase de mesas u ofrendas rituales.
productos. Urqhu. 1. Macho. 2. (Q) Cerro.
Qhincherío. Acto u objeto ritual que ocasiona mala suerte. Usnu. (Q) Altar o hueco en la tierra para alimentar deidades.
Qhinchachata. Persona que ha sido embrujada o empujada a Uywiri. Espacio sagrado que nos protege y nos provee de ali-
la mala suerte. mentos.
Qhipnayra. Lit. Futuro-pasado. Se basa en la frase ritual

155
Chunchu. Habitante salvaje del oriente, que no come sal. mo campesino autónomo y saltó a la palestra política.
Chuqilla. Rayo (ver chuqi illa illapa). Keru. Recipiente de arcilla o madera que se usaba para beber
Chut’a. Danza y música aymara que se baila en la época de y ch’allar.
lluvias, en anata o carnavales. Killa. (Q) Luna.
Chuyma. Entrañas superiores, incluye corazón y pulmones. Kimsa. Tres.
Kipu. 1. Cordeles anudados que se usaban para registrar diver-
Chhixi. Insustancial, volátil, poco estable o duradero. Se dice
sos servicios, obligaciones, productos, etc., en el tiempo de los
de la leña que aparenta ser fuerte, pero se quema fácilmente. Se
Inkas. 2. Registro de sucesos de una comunidad.
relaciona al significado de hacer correr agua, diluir.
Kirkiña. Cantar y bailar.
Ch’alla. 1. Vino o alcohol para realizar libaciones. 2. Libación Kupi. Derecha.
con bebidas alcohólicas a los lugares que nos ofrecen protec- Kuraqa. (Q) Autoridad étnica a nivel de marka o parcialidad.
ción y seguridad. 3. Aspersión de alcohol y coca a la tierra, an- Kuti. Regreso o acción de regresar. Metafóricamente puede
tes de comenzar un ritual mayor. verse como devolución o venganza.
Ch’akhi. Resaca.
Khäpachankiri. La gente que pertenece a una época descono-
Ch’amakani. Especialista ritual que invoca en tinieblas a los
cida y lejana.
espíritus de los cerros para hablar con ellos.
Khaykhearse. Castellanización de qhayqhiyaña, persona que
Ch’aska. 1. (Q) Estrella. 2. (A) Desgreñado, despeinado.
en su embriaguez o borrachera muestra su enojo protestando
Ch’enko. Castellanización de ch’inqu. Maraña de cosas en este
contra todos y contra sí mismo.
mundo. Enredo de ideas y pensamientos.
Khirkhi. Armadillo andino. Por extensión, tocar charango
Ch’ijini. Lugar con hierba tupida que cubre el suelo.
khirkhincho.
Ch’iqa. Izquierda.
Khumuri. Cargador. En este caso se refiere al que lleva carga
Ch’iqa ch’anka. Hilo torcido al revés.
mineral del cerro al ingenio.
Ch’ixi. Gris, con manchas menudas de blanco y negro que se
entreveran. K’usillu. 1. Lit. Mono. 2. Bailarín que viste ropa jaspeada y una
máscara bicolor.
Grisura. 1. Cualidad de gris. | 2 Insignificancia o mediocridad.
(Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.) Larama. Azul oscuro intenso. Color de una faja ritual usada
para sanar dolores de espalda.
Huallpa. Castellanización de wallpa, gallina.
Lurawi. El hacer; en términos rituales, el buen hacer.
Huayra. Castellanización de wayra, ventarrón, viento que so-
pla con mucha fuerza Mä t’ullkhu. Mä=un, t’ullkhu=(hilo) retorcido.
Makukina. Pedazo de metal puro de plata sellado a mano. La
Illa. Especie de amuleto de ganado y alimentos que favorece su
primera moneda potosina.
multiplicación y atrae buena fortuna. Representación en peque-
Mallki. (Q) 1. Árbol o semilla de árbol. 2. Cadáver, linaje an-
ño de cualquier objeto real.
tiguo y venerado.
Illapa. Rayo, relámpago.
Manqhapacha. Espacio interno, subsuelo.
Inti. Sol.
Manqhapachankiri. Seres que habitan en el subsuelo o espa-
Jach’u. Bolo de coca akhullicada, que se echa de la boca. cio interno.
Jale. Línea de cocaína que se aspira por la nariz. Manqha yunka. Tierras bajas amazónicas.
Jatunruna. (Q) Lit. Ser humano grande. Persona completa, Marka. 1. conjunción de ayllus. 2. Centro administrativo en el
ciudadana del Imperio Inka. que se realizan fiestas y reuniones importantes.
Jayamara. Tiempos lejanos, antigüedad. Se considera origen Mesa o misa. Castellano aymarizado. Ofrenda ritual que se rea-
etimológico del aymara. liza para cualquier evento de importancia.
Minqa. Prestación laboral tradicional.
Kallawaya. Médico naturista de la región de Charazani.
Minqas. Trabajadores libres que abastecían de trabajo califica-
Katari. Serpiente cascabel. Nombre ritual de la serpiente y de
do a las labores mineras.
varios héroes históricos aymaras.
Mirq’i. Usado, gastado, viejo.
Katarismo. Movimiento indígena surgido en la región aymara
Mit’a. 1. Temporada que regresa cíclicamente o turno para
de La Paz en los años 1970-1980, que reorganizó el sindicalis-
154
GLOSARIO
“Cada vez que comprobamos que algo es nuestro, nos avergonzamos de ello, porque no
coincide –qué curioso– con el modelo de nuestros amos imperiales. Alguien dice que el color
negro es malo, y lo creemos. En vez de afirmarlo como rasgo de identidad, tratamos de com-
batirlo, confundiendo gris con grisura, y haciendo que la gente también lo confunda con el
concepto peyorativo que otros le impusieron a la palabra grisura.”
Coriún Aharonián

La mayoría de los términos de este glosario son en len- Apu. 1. Expresión de respeto y reverencia con la que se invoca
gua aymara. Los términos en qhichwa son precedidos por un a las deidades. 2. Señor, persona de rango o autoridad elevado.
signo (Q). Los términos provenientes del castellano se señalan Apxäta. Mesa ritual en honor a los muertos.
en cada caso. Aqarapi. Nombre ritual de la nevada, al que invocan los yatiris
en determinada época.
Achachi. 1. Viejo. 2. Animal de bastante edad.
Aqlla. Vírgen del sol, habitante del aqllawasi.
Achachila. 1. Expresión de respeto y reverencia con la que se
Awicha. [Del castellano, abuela] 1. Expresión que da caracte-
invoca a las deidades. 2. Hombre de edad avanzada al que se
rística de deidad a ciertos lugares. 2. Término de respeto y reve-
tiene mucho respeto por su experiencia y conocimiento.
rencia con la que se invoca a las deidades de ciertos lugares que
Ajayu. Alma o espíritu de las personas, privativa del género
se consideran femeninas.
humano.
Awqa pacha. (Q) Tiempo de enemistad y guerra, cuarta edad
Akapacha. 1. Este mundo 2. La tierra donde vivimos humanos,
del mundo, según Waman Puma.
animales y todo. 3. El aquí-ahora.
Aya Marka killa. (Q) Mes del pueblo de los difuntos que visita
Akapachankiri. 1. Referencia a los que vivimos en esta tierra o
a los pueblos humanos.
en este mundo, personas, animales y elementos vegetales, tam-
Ayni. Intercambio recíproco de trabajo entre familias de comu-
bién rocas, aguas, vientos.
nidades andinas.
Akhullikar. Forma castellanizada de akhulliña o akhulltt’asiña,
consumir hojas de coca mezclada con sustancias alcalinas, guar- Capac Hucha. Castellanización de Qhapaq jucha, culpa o pena
dando el bolo en la boca por mucho tiempo. máxima.
Alaxpacha. 1. El espacio de arriba-afuera, denominado por Castimillano. Forma burlona con la que se designa el caste-
otros el mundo de arriba. 2. Cielo. llano “motoso” de la gente aymara bilingüe. Se considera un
Alax yunqa. Denominación de los yungas de la costa del Pa- dialecto del castellano.
cifico. Catuilla. Uno de los nombres sagrados del rayo, según Bernabé
Allqa. Combinación de dos colores con un contraste nítido. Cobo.
Amallulla, Amasuwa, Amaqhilla. (Q) Mandamientos de con- Ceques. Castellanización de siqis, líneas continuas, visibles
ducta moral que se atribuyen al gobierno Inka: no mentir, no o imaginarias. Sistema de wak’as o adoratorios vinculados al
robar, no ser flojo. centro ritual del Qusqu.
Amaru. (Q) Serpiente. Cumbi. Tejido fino elaborado por mujeres. Formaba parte del
Amarukancha. (Q) Lit. Patio (o plaza) de las serpientes, en la tributo textil al Inka.
ciudad sagrada del Qusqu.
Chakana. Cruz andina.
Amt’aña. 1. Recordar.
Chaski. Correo, corredor de los caminos del Inka. Institución
Amuyt’awi. 1. Pensamiento 2. Razonamiento basado en la me-
estatal de comunicación.
moria, forma de pensar emocional reflexiva.
Chuqi illa illapa. Rayo, fuerza de la naturaleza muy respetada
Anchanchu. Ser sobrenatural y maligno del manqhapacha.
y venerada, a la que se hacen ofrendas y libaciones. También se
Apacheta. Castellanización de apachita, espacio en que se rea-
le llama achachila o awicha.
liza ceremonias rituales, situado en los pasos más altos de los
Chujchu. Paludismo, malaria.
cerros o caminos. Allí algunos caminantes dejan piedras peque-
Chunchu. Habitante de la selva.
ñas en señal de dejar el casancio.

153
La gente aquí cree más en calavera. La calavera trae suerte, les habla en su
casa. Y sacan las calaveras de los muertos que se entierran en los caminos por algún
accidente. O del cementerio también. Y eso ponen en una urna y guardan.
Cuando el padre antiguo, había el permiso. Entonces, venía cualquier cantidad de cala-
veritas a la misa. El 30 de noviembre, en San Andrés, es el día de llevarlas. En aquellos
años, con los padres llegados, metieron un cajón lleno de calaveras al templo. Un ataúd
llenito. Dice el padre:
– ¿Por qué han traído esto? Lleven al cementerio.
– No, aquí traemos.
– Van a sacar. Si no, a patadas voy a sacar.
Pero los mineros no entendían por qué aquello. Y pateando, sacó el cajón el
padre. Desde entonces, ya poco traen calaveras a la iglesia. Pero siguen con ellas en la
casa. Le ponen velita. Le hacen acullicar. La ch’allan. Costumbre fea, ¿no? A mí no
me ha gustado, porque me gusta mi Biblia y mi Asunta. Pero en calavera y en castigo
de alma creen. Que si la persona muere, piensan que castiga su alma del finado si no le
dan misa, o si no se pone el luto la viuda, o si se mete con otro hombre antes que cum-
pla un año. Y si por casualidad esa mujer pierde alguna cosita o se tuerce la patita…
¡castigo de alma! En eso es lo que más creen aquí. Por eso, los días lunes, la misa en
Llallagua es llena, por miedo al alma. Y los padres decían:
– [La misa] Es domingo.
–También domingo vendremos –sabían responder los del pueblo. Pero lunes es mejor.
Si no, castiga el alma.
Y los padres no entendían nunca. Y es que los mineros son religiosos, pero a su
manera de ellos. En Dios no creen tanto, mas creen en el Tío. Y el Tío es como si fuera
un Satanás, pero bueno es, porque les deja sacar el mineral, les permite. Por eso, ellos
lo memorizan siempre. Está en un socavón de la mina, en varios. Coquita le ponen.
Cigarrito le ponen. Y entran a la mina con esa protección de hallar el mineral y que
no se pierda la veta. También dicen “protégeme Tío, que no me agarre la dinamita”, y
la explotan con la confianza. Y es por motivo del Tío que los mineros no dejaban que
entre un sacerdote en la mina, ni que se haga una virgen dentro, porque era su contrario
del Tío. Y que se va a perder el mineral. Y hasta ahora tienen ese pretexto, que desde
que ha entrado la Virgen de la Concepción a la mina, que los padres se antojaron de
entrarla, se ha perdido el estaño. Los mineros así piensan. Pero a ratos, también creen
en dios. Cuando las fiestas creen. Pero los padrecitos nuevos decían:
–Es paganismo.
Y la gente renegando, porque acá si el cura no da la partida de la fiesta, no hay
fiesta. De mucho hablar, aceptaron. Pero sólo una primera parte, lo que era procesión y
baile. La farra no. La bebida no. Que el alcoholismo es primo del comunismo, decían.
Y duro atacaban a los dos. Bueno, los obreros se sometieron por lograr su fiesta.

152
CULTO A LOS MUERTOS EN UNA MINA MODERNA
(TESTIMONIO ANÓNIMO)
JOSÉ IGNACIO LÓPEZ VIGIL, 1985, PP. 24-26.

Foto: D.G.
LA MUERTE DE CAQUIAVIRI
El cuadro presenta una composición en espejo, que divide
en dos mitades la escena: a la derecha pictórica está el cielo, sobre
un fondo de color luminoso, a la izquierda el infierno, sobre negro.
Ambos son vistos como posibilidades eternas, que se dirimen en
el momento de morir como resultado de la virtud o el pecado: el
cielo eterno y el infierno eterno, sin retorno. En el papel de jueces
están dos calaveras: una disparando una flecha de flores hacia el
moribundo de la derecha, la otra una flecha de fuego hacia el de la
izquierda. Estos dos emblemas, el fuego y las flores, reaparecerán
simultáneamente en los ritos calendáricos de los devotos de Ca-
quiaviri, en el curso del tiempo lluvioso, que comienza en Todos
Santos y culmina en Carnaval.
En virtud de la incomprensión de la estructura teleológica
del tiempo cristiano, la posibilidad simultánea de ambas dimen-
siones, la vivencia aquí y ahora del cielo y del infierno, constituye
una lectura oposicional y práctica de los significados de este cua-
dro.
El cielo y el infierno son momentos yuxtapuestos en la
experiencia indígena de la fiesta. El momento devocional se orien-
ta a la derecha, a las imágenes sagradas –la Virgen, el Cristo, los
Santos– encarnadas en estatuas o en lienzos. Hacia ellas se dirigen
los rezos. La presencia del cura se solemniza en la misa, y su poder
ideológico se expresa en la confesión y el arrepentimiento de los
feligreses. Pero esos momentos devocionales se trastocan en baile,
en borrachera y en ruptura de las convenciones morales, a lo largo
de un ciclo que se inicia con las lluvias de noviembre y culmina, ya
próxima la nueva cosecha, en los desbordes del Carnaval, que en
Caquiaviri tienen como protagonistas a los pepinos y a los ch’utas.
Siembra y cosecha se enlazan así en la labor fertilizante de los
muertos, que como semillas humanas retribuyen a los vivos con el
don de la abundancia. De este modo, las festividades de la estación
lluviosa son una negación tácita de la eternidad condenatoria de la
muerte. Los muertos, en su ir y venir desde su lugar en el manqha-
pacha, se vuelven fuerzas activas, ayudando al crecimiento de la
vida y a la prosperidad de los negocios. Los deudos y los ch’utas
danzantes dialogan por igual con el cielo y el infierno, haciendo
de ellos momentos yuxtapuestos y manchados, en un devenir de
oposiciones y desplazamientos de sentido que subvierte el orden
teleológico de la visión cristiana de la muerte. Foto: A.U.

150
Foto: D.G.

148
En la mesa ritual, que se llama apxäta, el espacio central lo ocupa el di-
funto más reciente. Por tres años consecutivos se celebra a esta alma principal,
junto a todas las demás, a través del ritual de la apxäta: comensalidad entre vivos
y muertos que dura toda la noche de ese día y culmina al día siguiente a la misma
hora. Apagadas las velas, la mesa ha de desarmarse rápidamente. Todo deberá
quedar recogido y doblado, volcado cabeza abajo (las fotos, la mesa, los platos...
se darán la vuelta), la comida preparada y el trago se echarán a la tierra. La fruta,
los panes y confites, las cañas y flores de cebolla se llevarán a los cementerios en
canastas, además de reservas de trago. Entre el medio día y el atardecer del 2 de
noviembre, las tumbas se asemejan a lugares festivos, donde las familias hacen
rezar los panes en voz alta, con oraciones solemnes y cantadas. Todo rezante que
aparezca ante la tumba, sea o no conocido, recibirá pan y fruta por sus rezos, a
nombre de los muchos difuntos invocados por cada familia. Con la música favorita
de los difuntos más recordados, interpretada por conjuntos que circulan entre las
diferentes apxätas, se continuará libando toda la tarde, a veces para acabar en una
farra nocturna en la casa de la familia oferente.

147
que, desde el siglo XVI, veían arder sus momias y sus ofertorios
sagrados reducidos a polvo. Ni la extirpación más violenta podía
introducir en sus conciencias la idea de que sólo es posible el in-
fierno o el cielo por toda la eternidad, una dicotomía excluyente,
en la que se juega la totalidad del tiempo y donde éste se convier-
te en algo estático, eternamente muerto. Los muertos de los ritua-
les andinos no están eternamente en ningún sitio. Realizan una
caminata ascendente, por los phujus y ríos subterráneos hacia
las cumbres nevadas de las montañas –según algunos relatos– o
hacia el mar del poniente –según otros–. Es como si una inmensa
multitud de almas peregrinara siempre en dos sentidos, de ida ha-
cia las montañas y ojos de agua de las alturas o hacia el mar, y de
retorno, hacia los poblados y comunidades que las nutren con sus
ofrendas y alimentos. Las familias que los difuntos dejaron en
la orfandad brindan y comen con ellos en esa semana intensa de
principios de noviembre, que culmina con el culto a las calaveras
o “ñatitas”, el 8 de noviembre (en La Paz) o el 30 del mismo mes
(en la zona minera de Siglo XX). Los muertos participan así en
la construcción de una sociedad civil sui géneris, una civilidad
ritual que incorpora la mirada y las historias de los difuntos a la
normativa y la ética del hacer social que regirá la conducta coti-
diana por el resto del año. Pero a la vez, los muertos protectores
son como los santos: pueden dar suerte en la cata de minerales,
en los negocios de contrabando, en la pequeña empresa ilegal de
los barrios suburbanos, y favorecer a las cofradías de travestis
que pasan horas en el cementerio bebiendo, akhullikando y bai-
lando en honor a esos difuntos poderosos.
La fiesta de Todos Santos permite un fluido enlace meta-
fórico entre los difuntos y los santos/diablos. En efecto, las “al-
mas” son invocadas con el nombre de “alma bendita”, es decir,
alma santa del mundo del alaxpacha –el cielo de los primeros
traductores–. Pero también se dará de comer y beber a las fuerzas
del manqhapacha, echando abundante trago en la tierra o sobre
la tumba del difunto. El ciclo comienza en la casa de la familia
oferente el 1 de noviembre al medio día, con el encendido de
velas y la instalación de una mesa sobre manteles negros, ador-
nada con cañas de azúcar, flores de cebolla y panes de diversas
formas y simbolismos. Las t’ant’a wawas, elaboradas en persona
por miembros de la familia en hornos industriales o rústicos, se
despliegan a diversas alturas de la mesa, acompañando retratos
o esquelas mortuorias de los familiares difuntos. Hay t’ant’a
wawas con rostros y nombres de tal o cual alma bendita: cholitas,
caballeros, achachis, niños, tawaqus, señoritas y señoras.

146
Los cuadros de las postrimerías fueron considerados
como el medio más eficaz y contundente de convencimien-
to –por la vía del miedo– de las verdades propaladas por la
Biblia. Su hechura –producto del celo de los párrocos y ca-
ciques que ordenaron su ejecución y pagaron sus costos– es
resultado de las reformas radicales instauradas por el Conci-
lio de Trento para lograr la completa colonización del ima-
ginario religioso indígena. Pero este intento tuvo resultados
insospechados.
Las wak’as o adoratorios prehispánicos eran ante
LA MUERTE ANDINA
todo sitios de enterramiento, monumentos o cuevas en los
que se rendía culto a los antepasados, cuyas momias eran
sacadas en procesión en el Aya Markay Quilla, vestidas con
lujosos tejidos de cumbi y aderezadas con joyas y tocados
que se cambiaban cada año. Los difuntos y difuntas de gene-
raciones pasadas recibían ofrendas e invitaciones de chicha,
coca, inciensos y fogatas sagradas, en las que se incineraba
mullu, tejidos y plantas de diverso origen. También se rea-
lizaban libaciones y aspersiones de chicha y sangre de ani-
males sacrificados, que se vertían por medio de cañahuecas
hacia lo más profundo de la tierra o se enterraban en usnus
como comida de la tierra.
El culto a los muertos que se observa hoy en Ca-
quiaviri reproduce muchos de los rasgos de esta visión de
la muerte. Tanto las “almas” más antiguas como las más re-
cientes vuelven cada año a ese diálogo cíclico con el mundo
de los vivos. Con su mediación, la sociedad de los deudos
se renueva y su conciencia del tiempo se hace profunda. A
través de lazos verticales y horizontales, la familia se amplía
en la comunidad de los muertos, y se asienta en los signos
del paisaje. Los muertos más antiguos, esos abuelos próceres
que nos dieron la vida hace siglos, son ahora montañas: el
Illimani, el Mururata, el Qaqäqa, el Tuni Kunturiri, el Tata
Sabaya o la Mama Thunupa. La gran familia indígena, que
dialoga con sus muertos y hace de este contacto un patrón
normativo para organizar la ética de su vida cotidiana, crece
hasta abarcar regiones y naciones.
No hay, pues, para los aymaras ni para el ancho mun-
do ch’ixi de las identidades mezcladas una idea de eternidad
que pudiera asociarse con la muerte. El wiñay marka o wiñay
pacha es un lugar perpetuamente próspero, deslumbrante,
donde la vida, y no la muerte, florece sin fin. La eternidad de
la muerte no estuvo tampoco en la visión de aquellos andinos Foto: D.G.

145
la huella de la memoria colectiva. Para Arzáns, sin lugar a la menor duda, los primeros
santos patronos de la Villa fueron el Cristo Sacramentado, la Virgen de la Concepción y el
apóstol Santiago.
Esta trinidad criolla e invasora resulta una versión alterada de la original bíblica –Pa-
dre, Hijo, Espíritu Santo–, ya que coloca a la Virgen María en lugar del Padre y a Santiago
apóstol en lugar del Espíritu Santo. Con ello se instituye una relación de parentesco curiosa-
mente invertida, del patrilinaje al matrilinaje: Santiago es discípulo de Cristo, y la Virgen es
su madre. La primacía maternal en la religiosidad de América del Sur existe también fuera
del área andina, ejemplificada en la madre de hijos huérfanos que identifica al “marianismo”
chileno (Montecino, 2007). Lo notable de este proceso de transformación es que el propio
Cristo, antes que único hijo de Dios, acaba siendo uno más entre los hijos de María, santi-
dades diversas, siempre localizadas y asociadas con capillas, siqis y cerros circundantes. En
cuanto a la Virgen, termina subsumida en la imagen de la Pachamama o Tira Wirjina, deidad
criadora de la vida, que encarna la fertilidad a la par que el riesgo.
Contra toda prédica y pese a los muchos esfuerzos eclesiásticos destinados a con-
vencernos del carácter único de los númenes sagrados, las imágenes de los santos y vírge-
nes en cuyo honor se celebran las fiestas y las danzas colectivas no son manifestaciones de
divinidades abstractas, menos aún de personajes históricos. En el mundo rural, a los santos
y santas se los asocia con fenómenos celestes y terrestres particulares y locales, entretejidos
en una misma lógica organizacional y esquema interpretativo del cosmos. Todas ellas serán
a la vez deidades benéficas y malignas, generosas pero también peligrosas. Este esquema,
trasladado al mundo transnacional de las comunidades andinas de la diáspora, o a las ciu-
dades y centros poblados intermedios, metaforizará a los fenómenos celestes y terrestres y
los convertirá en dispositivos más abstractos. Asociará sus mensajes con el conjuro de la
envidia, con la invocación a la riqueza, con el hallazgo de vetas, o con el éxito en los nego-
cios de contrabando.
El círculo virtuoso de este acoplamiento entre la religión invasora y los cultos lo-
cales no puede entonces atribuirse al azar o a alguna universalidad preexistente, y mucho
menos a las “premoniciones” andinas de las verdades únicas de la Biblia, como intentaron
demostrar los cronistas, y muy en particular los cronistas indígenas como Waman Puma o
Santa Cruz Pachakuti Yamki Sallqamaywa. Antes bien, fueron la iniciativa indígena y sus
propios marcos categoriales los que brindaron la sintaxis para interpretar ese léxico extraño
y a la vez familiar de supersticiones y ritos, que asociaban los poderes materiales con las
fuerzas invisibles del cosmos. En esto, los idiomas andinos tuvieron la ventaja indudable de
ser aglutinantes y multívocos, permitiendo impensadas transferencias y desplazamientos. A
través de sus analogías y metáforas, los marcos rígidos del saber impuesto y las teleologías
del fin de los tiempos –el cielo y el infierno– fueron a la vez descalificados y revertidos en
entidades materiales simultáneas y vividas, incorporadas en los lugares poderosos del entor-
no. Estos lugares de poder son las Iglesias-wak’as y los Santos-wak’as: su fuerza reside en
que ellas dialogan con la gente, le otorgan favores y fortuna, instalan un régimen de ayni con
la sociedad a cambio de sus sacrificios y ofrendas. Qué duda cabe, la fragmentación de la so-
ciedad invasora y sus propios modos idolátricos de relacionarse con los santos y las vírgenes
abonaron el camino para una visión “en reversa” de la trinidad colonizadora. Foto: C.T.

144
LA “FÓRMULA TRINITARIA” 1

En las mesas de los kallawayas hay una numerología: los “platos”, “ni-
dos” o conchas rituales siempre se presentan en pares: filas de 4, 6, 12, 24 y hasta
100 unidades. Estos son números de buena suerte, pero también hay otros que
son infaustos como el 5 y, en general, los números impares. En todo caso, una
excepción generalizada a la visión positiva de los pares y negativa de los impa-
res es el número 3. Ya hemos visto que hubo trinidades indígenas desde tiempos
pre-inkas, aunque el ciclo mítico de Huarochirí da lugar prominente al número
5. Lo cierto es que la “fórmula trinitaria” indígena ha asumido caracteres pan-
andinos, y puede vivirse hoy en los espacios rurales y urbanos, en las prácticas de
especialistas rituales tanto como en las ch’allas cotidianas y en las grandes fiestas
patronales.
Pero los dioses trinos fueron también resultado del choque y la violencia:
un modo de comprender en reversa a la sociedad extranjera, sus antivalores y dis-
putas. Cada grupo o “nación” de los colonizadores se trajo sus santos, y las órde-
nes religiosas los suyos, instituyendo cofradías y demandando pagos y servicios
a sus devotos. En Potosí, los vecinos más prominentes se ocuparon de elegir un
santo Patrono para fundar la villa y separarse de la vecina Charcas. El investiga-
dor Pablo Quisbert relata, a partir de la crónica de Calancha, que después de echar
suertes para saber quién habría de ser el santo patrono de la Villa, eligieron a San
Agustín, y luego a Santiago y a varias vírgenes. Esto se debía a la intensa compe-
tencia entre órdenes religiosas y sectores corporativos de la sociedad dominante,
en lo que Quisbert ha llamado “la carrera de los Santos” (2008: 274). También
menciona a otro santo de gran relieve, impuesto por una poderosa orden: “la
mayor aportación de la orden jesuítica al santoral de la Villa Imperial, fue la del
santo potosino por excelencia: San Bartolomé” (Quisbert, 2008: 283). La iglesia
en su honor fue erigida sobre una wak’a prehispánica. El cronista Arriaga, citado
por el autor, cuenta que un hechicero indio “había ido en peregrinación más de
trescientas leguas visitando las principales huacas y adoratorios del Pirú y llegó
hasta el de Mollo-Ponco que es a la entrada de Potosí, muy famoso entre todos
los indios” (Ibid.).
El documentado estudio de Quisbert contrasta vivamente con la versión
de Bartolomé Arzáns de Orsúa y Vela, el cronista mestizo potosino que vivió
entre 1673 y 1736 y que escribió su Historia de la Villa Imperial de Potosí a lo
largo de toda su vida. Muchas de sus fuentes son en realidad ficticias, de modo
que podemos descubrir en su crónica, más que la verificabilidad del documento,

1
. Aquí hago un uso paródico de esta noción, que fue formulada por Marx para referirse a los tres
“sujetos” de la historia: el capital, el trabajo y la renta de la tierra. En toda esta trama, omitió
el mundo cultural de los sujetos humanos, sus percepciones, ideologías y prácticas religiosas,
inseparables de sus conductas económicas. A Marx le importaban un pepino la cosmología y los
ritos colectivos de los oprimidos; consideraba a la religión como el “opio de los pueblos”.

143
Ina Rösing transcribe estas palabras rituales de un kallawaya, y señala, con razón, que la
etnografía moderna sobre la religiosidad andina peca en dejar a estos ritos silenciados. Las investiga-
ciones de esta terapeuta alemana –que vino a los Andes en busca de alternativas a la crueldad de los
asilos europeos– nos muestran cómo se ha formado en las ceremonias y ritos andinos una textualidad
dialógica que conecta a los oferentes del rito con los espíritus celestes y terrestres, con la mediación
de los santos. Las oraciones de los yatiris, ch’amakanis y kallawayas son un palimpsesto abigarrado,
un tejido ch’ixi de fragmentos duros y enteros yuxtapuestos, que se entretejen de múltiples maneras,
pero que nunca se funden o disuelven por completo. Rezos, invocaciones y ofrendas enlazan una
trama visual y textual intrincada, atenta mutuamente a cada señal, a cada mínima inflexión.
No en vano, en el mundo aymara, un concepto que alude a la sacralidad del cosmos es lara-
ma: la última raya azul en el horizonte, donde una franja de luz intensa se pierde en la noche. Este
instante de color es una fuerza poderosa, que expresa a la vez el fenecimiento del sol y su mayor
potencia. Dura sólo un instante, como el rayo. En aymara, la palabra wiñay quiere decir a la vez “ins-
tante” y “eternidad”. El manejo sagrado del espacio permite entonces una recreación perpetua de esa
intimidad presente e instantánea con el cosmos, que se elabora a través de complejos recorridos por
los lugares poderosos, acompañados de poéticas secuencias o thakis de libaciones y rezos.
La mesa u ofrenda ritual de los yatiris y de los kallawayas es el microcosmos nombrado e
invocado de esa totalidad y la reconstituye cuando su equilibrio ha sido roto por una desgracia, por la
crisis económica o por las malas cosechas. El rito siempre es un diálogo de ida y vuelta entre la gente
y los dioses: señales, signos, actos y palabras tejen una trama capaz de expresar las más elaboradas
creaciones humanas, pero también los gestos más sencillos, como el renovar el jach’u de coca en lo
alto de una apacheta (punto de inflexión en el camino).

142
SILENCIO HABLADO

Tata Santiago España Tata Santiago de España


sumaq kananpaq kunanqa que sea bien ahora
sanokapunanpaq kunanri para que se sanen ahora;
kunan mama Dolores por eso, mama (virgen) de los Dolores,
tata San Miguel tata San Miguel,
mama Copacabana mama (virgen) de Copacabana,
kunan ima sumaqta ahora para lo mejor,
chay rayo chayasqanmanta de lo que ha caído el rayo
perdonaplunkicheq, les van a perdonar,
Amaya onqochinkicheq kunanqa ahora no los dejen enfermar más…
Suertepaq kachun vidankupaq Que la vida de ellos cambie para suerte
condor tapa nido del cóndor,
kachia tierra, Pachamama tierra de aquí, Pachamama
kunan sumaq kanankupaq ahora para que les vaya bien…
Tata Santiago España Tata Santiago de España
Mama Dolores, San Cipriano tata Mama Dolores, tata San Cipriano,
San José, San José,
rayonmanta del rayo,
chay kimsa kuti chayasqanmanta de la triple caída del rayo
perdonanpunkicheq perdónenlos ahora…

Foto: E.S.

141
La preparación de la ofrenda o mesa se realiza con movimientos que van de lo alto a lo
bajo, de la derecha a la izquierda, girando en sentido contrario a las manecillas del reloj. El yatiri
aymara Roberto Guerrero traza una cruz sobre el papel blanco que hace de plato, colocando en un
orden muy preciso la wira quwa, el untu y los variados ingredientes rituales (dulces, “misterios”,
semillas, coca, papel de oro y plata, lana, etc.). Al hacerlo reza invocando al tiempo-espacio como
totalidad habitada: de arriba abajo, Alaxpachankiri, Manqhapachankiri (los que viven en el arriba/
afuera; los que viven en el abajo/adentro), y de derecha a izquierda, Akapachankiri y Khäpachan-
kiri (los que viven en el aquí/ahora y los que viven en el más allá desconocido).
Al Rayo Mayor, don Roberto lo llama Santiago y también Qhun Tiki. Sus illas o réplicas
son pequeñas tabletas de azúcar en miniatura, que se han moldeado con imágenes de cruces, ser-
pientes, calvarios y Santiagos. En algunos ritos para wak’as especialmente poderosas, él ch’alla
sus piedras-rayo. Cada una de estas “balas” (bolas de mineral fundido que aparecen donde cayó el
rayo) tiene un peso, una forma, un poder. Carga la energía del lugar donde ha sido recogida.
Algunos yatiris poseen varias de estas formaciones metálicas, recogidas de diversos luga-
res: sus cuerpos pueden comunicarse con ellas, porque en ambos está la huella, la fisura, la cicatriz
del rayo. La noción sagrada de Rayo conjuga y expresa un amplio rango de fenómenos celestes
o del alaxpacha: el aqarapi, el granizo, la lluvia, así como fuerzas poderosas del interior oscuro
de la tierra (manqhapacha): el saxra, el supay, la wak’a, el tío, la awicha. En su versión colonial,
el Santiago-Rayo se ha convertido en una suerte de desplazador semiótico entre dos mundos en-
contrados, permitiendo un proceso de renovación/reversión constante de las fuerzas que desata su
polaridad intrínseca.

140
LA FÓRMULA TRINITARIA
LAS TRANSMUTACIONES DE LO SAGRADO
La investigadora alemana Ina Rösing (1996) es quien ha documentado con mayor de-
talle el significado del rayo para esos enigmáticos curanderos itinerantes que han recibido el
reconocimiento de la UNESCO como patrimonio intangible de la humanidad: los Kallawaya
de la provincia Bautista Saavedra (La Paz). Estos sabios y terapeutas rituales han contribuido a
construir un prototipo de lenguaje ceremonial andino, que con muchas variantes, se expresa hoy
en diversos lugares de Bolivia y el Perú. Para ellos, el rayo es su principal mito fundador. Sólo
puede acceder a los más altos niveles de su práctica –e incluso iniciarse en ella– quien ha sido
de alguna manera “tocado por el rayo”. Señales de rayo son el nacimiento mellizo o gemelo, el
labio leporino, el nacimiento de pie y algunas marcas en el cuerpo, especialmente en las extremi-
dades o en la cabeza. Pero la forma más fuerte y peligrosa de “recibir el rayo” es que la descarga
eléctrica atraviese el cuerpo de la persona y salga de él. Cuando se sobrevive al impacto, esta
experiencia es vivida como resultado de dos o tres descargas sucesivas: un lenguaje de contacto
que expresa cómo se comunica la gente con los fenómenos celestes. Sólo quien considera a la
naturaleza como sujeto viviente y activo puede leer estos códigos y señales y traducirlos en pau-
tas para la conducta humana. En sus rituales, los Kallawaya suelen invocar tres rayos: el Rayo
de los lugares terrestres, el Wak’a Rayo o Rayo del mundo oscuro y el Gloria Rayo, también
llamado Santiago, que se asocia al mundo de arriba.

Foto: D.G.

139
sociales, sus reglas de cortesía, su propio cuerpo comunitario, su
identidad; todo ello conformado en los diversos platos a través
de los procedimientos culinarios pertinentes. El Dios cristiano
es “alimento” de sus fieles, los comensales aymaras se alimen-
tan del “cuerpo social” configurado en el plato. Los cristianos
se “alimentan” de su Dios, los aymaras “son comidos” por los
suyos.
En definitiva, es la diferencia entre un Dios que es
“alimento” simbólico de sus fieles y los aymaras que son “ali-
mento” de sus “dioses”. Los cristianos se ensalzan recibiendo
el alimento sagrado; los aymaras, por su parte, encuentran la
máxima exaltación siendo “devorados” por sus dioses. Ambos
modelos expresan el deseo de una relación íntima con lo sagra-
do como fórmula precisa de satisfacción y alegría vital.
La relación inversa existente entre mesa y misa hace
que sus papeles no puedan intercambiarse respectivamente en-
tre sí a pesar de que una y otra son ofrenda alimenticia y sa-
crificio sangriento, al mismo tiempo. La Eucaristía establece
el banquete de los fieles en cuyo desarrollo el propio Cristo
es consumido bajo las formas sagradas del pan y del vino. El
propio Dios es sacrificado y comido por los fieles. En la mesa,
el banquete corresponde a los “dioses”, quienes sacian su ham-
bre con las carencias humanas, devorando la expresión formal
de las aflicciones que son expresadas en las mesas de acuerdo
a las normas, pautas y reglas que conlleva en cada caso “ser
aymara”. Son los hombres los sacrificados y comidos por los
comensales sagrados en el holocausto del plato. (…)
La misa humaniza al Dios cristiano al ser transformado
mediante el ritual eucarístico en pan y vino, alimentos comunes
apetecidos por los hombres; la mesa “diviniza” al hombre ay-
mara al concebir su pertinencia como objeto de sacrificio sagra-
do y alimento, en última instancia, de sus seres sobrenaturales.
El aymara, expresado de forma simbólica mediante la
coca, el untu de llama y todos los ingredientes contenidos en
la ofrenda, retorna al seno de los achachilas, vuelve a la na-
turaleza sagrada que le rodea compartiendo una esencia física
común a la de sus “dioses”. El cristiano está hecho a imagen
y semejanza de Dios, creado de barro y alimentado con pan
y vino; los aymaras construyen la naturaleza corpórea de los
suyos compartiendo un conjunto de sustancias rituales que ex-
presan de forma metafórica, la esencia sagrada de los hombres
como verdaderos hijos del achachila.

138
LOS COMENSALES SAGRADOS
GERARDO FERNÁNDEZ, 1995, PP. 407-409

MESA Y MISA
Llama poderosamente la atención la aparente indiferencia con que
las gentes del altiplano denominan “mesa” o “misa” a los preparados que
efectúan para alimentar a los diferentes comensales sagrados. La “confu-
sión” terminológica responde, según creo, a algo más específico que a un
simple equívoco fonológico.
Hemos visto cómo la comida ritual aymara, es decir, las mesas,
establecen diversas metáforas culinarias pertinentes en la definición de las
aflicciones que afectan y preocupan a las personas. La misa cristiana com-
bate igualmente la aflicción fundamental de los fieles que no es otra sino el
pecado. Es posible que la misa haya sido aceptada con aparente facilidad en
el altiplano, en parte, por su mensaje de “salvación”.
A través de la misa, el creyente recibe el alimento sustancial del
cuerpo y la sangre de Cristo en la comunión, fortaleciendo su gracia y su
propia fe. Al “consumir” el cuerpo y sangre de Cristo, bajo las formas del
pan y del vino, el cristiano supera el pecado y encuentra el perdón. Observa-
mos una relación inversa entre mesa y misa (…); en la misa, el afligido es el
que “come” a su dios representado simbólicamente en las formas sagradas
de alimentos comunes (pan y vino). La esencia de Cristo, que se encuentra
en el pan y el vino de la Comunión, libera al cristiano de su principal pre-
ocupación: el pecado.
En las mesas aymaras, el proceso resulta diferente; son los “dioses”
los que comen a los afligidos; son los comensales sagrados los que devoran
la aflicción representada metafóricamente en el plato, y, al hacerlo, propi-
cian, curan y limpian las carencias y congojas padecidas por los hombres.
Esta es una diferencia esencial entre el Dios cristiano, que “es comido” por
los creyentes, quienes se benefician del poder santificado de las sagradas
formas robusteciendo su gracia y su fe con el alimento que representa a su
dios, y los “dioses” aymaras, que “comen” las penas diversas que se ensa-
ñan con los hombres a través de la relación metafórica que existe entre el
alimento y la aflicción expresada en cada uno de los platos. El Dios cristia-
no purifica como alimento sagrado el cuerpo impuro del pecador liberán-
dole de su culpa; los comensales sagrados aymaras “comen” a través de la
mesa y su relación metafórica con la aflicción, las penas que afligen a las
personas.
Las mesas se preparan enfrentando ingredientes que aluden meta-
Foto: D.G. fóricamente a lo que los aymaras son y piensan de sí mismos, sus relaciones
137
Ahí es imprescindible advertir la concordancia de
esta acción liberadora de los cuerpos, con la idea de rescate
de Kogan (2008), que nos aproxima a pensarnos socialmen-
te desde la materialidad de las localizaciones y contextos
de la fiesta. La fiesta andina se enfrenta al yugo colonial-
capitalista y prosigue con la batalla teórica de descomponer
esa visión colonial que quiso imponerle un sometimiento
total. Podemos añadir a esta interpretación los aportes de
Luna (2002), que nos permiten reconocer en la sociología
de las emociones una herramienta descodificadora y en ese
sentido liberadora de los códigos que encierra toda cultura.
Para Luna, “…más allá de involucrar signos gestuales y/
corporales… [las emociones] son vocablos (conceptos) y
significantes (significados y sentidos) y por consiguiente
símbolos… con los cuales [no sólo] denotamos y designa-
mos lo que sentimos, sino que también damos y hacemos
sentido de lo que sentimos” (Luna, 2002: 11). Preciso, el
desborde de emociones que cultiva la fiesta nos ayuda a di-
lucidar una historia clandestina y no dicha, aunque siempre
presente, y nos permite interpretar el mundo de otra manera,
más acorde con la piel, y así ejercer modos oblicuos de la
percepción, deformar la realidad existente para crear alter-
nativas de vida desde las cuales podemos intervenir en la
realidad tácticamente (Grosso, 2007), tal como lo hacen las
comparsas que participan en el ciclo anual de fiestas.
Considero que es en la euforia de la fiesta, en sus
códigos sagrados y profanos, en su desenfreno de comida
y bebida, donde emerge elocuente la gramática de la ges-
tualidad (Grosso, 2007), tan efusiva como su sentido po-
lítico ritual, que traza la polisemia de la intersección o de
los (re)-(des)-pliegues de la condición postcolonial donde
se forjan nuestras identidades, en sus juegos interminables
de estar y no estar, de ser y no ser. Así se erigen, en medio
de la dominación, tácticas subalternas que la transfiguran
por medio de signos y prácticas capaces de resignificar la
existencia perdida o eclipsada, y lo hacen al ritmo de mú-
sicas, ch’allas, voces aymaras y qhichwas, festines y roces
al son de las múltiples transiciones que nos permiten vencer
las superficies de la opresión y plasmar formas culturales y
cotidianas de la rebeldía. Se trata de seguir por los fueros de
estas rebeldías, asimismo el abismo nos devore.

136
A MODO DE CIERRE
Convengamos entonces que las fiestas en el mundo andino
aún configuran un espacio de libertad social, donde se mezclan im-
presiones de sentidos diferentes en un engranaje sinestético, que se
pone en marcha toda vez que el calendario festivo lo requiera. Este
(des)orden de mundo evoca el reverso de la hegemonía capitalista
de la rueda dentada señalada por Mauss (1996). En las fiestas los
engranajes son otros, aquellos que no precisan adaptarse a la utili-
dad, en que la subjetividad deja de producirse sólo para volverse
objeto del castigo celestial. En la cultura festiva de los Andes, pode-
mos pensar en un “arte de usar el cuerpo”, que despliega maneras
de andar, sentarse, comer, tomar, bailar y respirar, visibles destrezas
corporales que se liberan de la tracción capitalista donde los cuer-
pos y las emociones son arrinconados a la orilla de su razón de ser.
Se trata de dos mecanismos de configuración de las fuerzas
sociales, una utilitaria, la otra derrochadora; dos órdenes de mundo
que se debaten pulsando los dominios de dos maquinarias, la una
de sojuzgamiento y su estampa de “sufrimiento social” y la otra
de circuitos culturales en resistencia y subversión, que desmoronan
persistentemente los fundamentos de esa hegemonía. Ambas acti-
van una ambivalencia que socava por dentro lo unitario del sistema
poscolonial. Así, El Infierno alude al impacto de las fiestas desde
una densidad sémica, donde los cuerpos y las emociones se encuen-
tran contrapuestos pero articulan gramáticas gestuales indígenas,
descentramientos que condensan sentidos sagrados y profanos a la
vez. Esta idea se vincula con la de semiopraxis de Grosso (2007),
que reconoce en las prácticas de los cuerpos una batalla prolonga-
da frente a las prohibiciones, gestionando maneras de hacer como
confrontaciones (contra)culturales. Ellas nos traen los ecos de vidas
insumisas, que no cesan en dar sentido a contrapelo, un accionar re-
belde que marca significativamente la vida subalterna poscolonial.
A partir de ello, la fiesta nos faculta a una interpretación
desde sus márgenes (Grosso, 2005), pues su vigencia traduce las
salidas a la violencia prolongada, desde el inicio de la invasión a
estas tierras. La fuerza infernal e “idolátrica” no se rinde y no cesa,
bloquea la consolidación de regímenes dominantes, sean estos co-
loniales o capitalistas. En las fiestas infernales del presente posco-
lonial nada queda quieto, todo es movimiento, los cuerpos vuelven
al centro de la escena, despliegan sus formas de expresión, sus ges-
tos, sus gustos, sus libertades, sus artes, sus ciclos, sus emociones y
Foto: D.G. lenguajes.

135
Me quedo con estas últimas palabras porque cierran el ciclo: pecado,
muerte, infierno sin retorno; eso fue lo que José López de los Ríos pintó por or-
den de José Arellano, cura que después de un siglo de colonización ayudó a plas-
mar, sin querer, la noción axial de abundancia y exceso de la cultura andina.
Para Waman Puma, los pecadores son los españoles, y es evidente
que la polisemia de la imagen permite estas lecturas divergentes. Los cuer-
pos desnudos de El Infierno ostentan signos étnicos ambiguos. Pero además,
los cuadros de las postrimerías escenifican el recorrido mítico de Thunupa,
una divinidad andina que
comparte el altar cristiano.
“Aquí aués de conzederar a que esta muchedumbre de penas nos senifica la escriptura
Debajo de los cuatro cuadros
deuina quando dize que en el infierno abrá hanbre y sed y llanto y gruger de dientes y
de esta serie se ha pintado una
cuchillo dos ueces agudos, espíritus criados para uengansa y serpientes y guzanos
secuencia de 30 escenas que re-
y escorpiones y martillos y axencios y agua de hiel y espíritu de tenpestad y otras
tratan los milagros, las acciones
cosas semejantes por las quales se nos figura la muchidumbre y terriblesa espantosa
y los suplicios de una divinidad
de los tormentos de aquella lugar. Allí tanbién abrá aquellas tinieblas enteriores y
denominada cauta y reserva- exteriores para qüerpos y ánimas que se puede palpar con las manos. Allí abrá frío y
damente como “santo”, pero fuego que no se apagará, cienpre castigarán a los querpos y ánimas. De ellos nunca
que ponen en escena los rela- se acauará y no murirá y el fuego de ellos nunca se apagará. Este guzano es un des-
tos que Ramos Gavilán hace de pecho rrauioso y un arrepentimiento enfrutuoso que los malos que allí tendrá cienpre
Thunupa y de la llamada “San- que no se acauará hasta que Dios sea Dios y sécula cin fin. Conzedera este castigo.
ta Cruz de Carabuco” ([1621] Conzedera que cómo lleua tanta pasencia los yndios y las yndias en esta uida de tan-
1976). Los diez recuadros al tos males de españoles, padre, corregidor y mestizos y mulatos, negros, yanaconas y
pie de la imagen de El Infierno chinaconas que les sacan la uida y las entrañas de los yndios. Conzedera.
quizá articulan el deseo no me- Conzedera de los uezinos encomendados de indios que de puro mízero enuía un quar-
nor de los religiosos de mostrar, to de queso a un cacique principal con una carta. Lo enuía nueve leguas a un yndio
en contraste con el desborde cin pagalle y manda que le uengan a uecitalle y le uea los caciques principales, aci-
manifiesto de la parte central, mismo los dichos corregidores y jueses y los saserdotes de las doctrinas y uecitadores
unos milagros ordenados, su- de la santa madre yglecia. Conzedera el corasón déstos, lo que piensa. No quiere
misos a los pies del desenfreno uer a ellos cino que los lleuen de presente de plata, oro y rropa y fruta, otras cosas y
que los domina. ¿Por qué estos desea uelle para pedir hazienda, indios para trageneadores” (Waman Puma [1615],
milagros del mito de Thunupa 1992: 882-884).
acompañan la imagen devora-
dora del infierno?
El Infierno de José López de los Ríos es una sumatoria de contrastes,
ante la cual nos preguntamos: ¿serán esos cuerpos que caen al abismo los que
cometen el pecado mortal de vivir al margen de la gracia cristiana? El mismo
signo de exceso y despilfarro los recorre, el mismo orden celebratorio, colma-
do de baile, comida, bebida, júbilo sexual y delirio. Así este infierno evoca en
sentido inverso el dominio de la fiesta en la historia poscolonial, aquella que se
escabulló de la hegemonía colonial-capitalista, aquella que hoy mismo esquiva
el embate del mercado neoliberal en fiestas y ritmos de alcances anuales.

134
El infierno tuvo una traducción que da cuenta de esta tensión idiomática y de concepción; a pesar
de que el proceso de evangelización siguió su curso, provocó una superposición de mentalidades y de pen-
samientos. Fue emergiendo así un acomodo de visiones con respecto a la vida y a la muerte, configurando al
inicio de la colonia una división tripartita andina para evocar la tierra, el cielo y el infierno de Occidente:
“Las traducciones que entonces se dieron a la trilogía cielo, tierra, infierno no dejan de plantear
interrogantes en cuanto a su grado real de inteligibilidad por parte de los Aymara. La tierra vino
a ser akapacha (es decir el pacha en que vivimos), el cielo el alaxpacha (el pacha de arriba) y el
infierno manqhapacha (el pacha de abajo). ¿Existía tal esquema tripartito antes de la llegada de los
españoles?” (Bouysse-Casagne y Harris, 1987: 17).
Bernabé Cobo procura hallar una correspondencia cristiana: “el lugar del infierno decían estar
debajo de la tierra, y que es muy estrecho y apretado… estaban persuadidos de que hay infierno para los
malos” (citado en Bouysse-Casagne y Harris, 1987: 17). El infierno comenzó a ser asumido como un mun-
do bajo tierra, en el que se materializa a su vez la posibilidad andina del adentro. Al ver la imagen de José
López de los Ríos, quiero pensar el “mundo de adentro”, su espesura inevitablemente abyecta, femenina
(Kristeva, 1988). Yace en la imagen una erótica perdida, extraviada en el tiempo, otras capas oscurecen
la significación que inspiró al pintor. Toda la gramática de la colonización sobre el cuerpo, que opaca el
sentido barroco de esta erótica infernal, nos confronta a una inmensa capa de sombra (Foucault, 1999), que
llama a retar al pensamiento.
“Ni la carne podrá pagar tus males…” me dijo un yatiri aymara contemplando el cuadro. ¿Será que
la erótica ritualizada en la comensalidad infernal pudo vencer los límites entre el bien y el mal? Ahora bien,
además de la ingesta infernal, la imagen de El Infierno expone las siguientes palabras en latín: “Ay de nosotros
porque hemos pecado. Los arrojarán al camino del fuego. Allí habrá llanto y crujir de dientes en el infierno. No
hay ninguna redención”. Y en el interior de la imagen, la frase que nombra al pecado de la avaricia o vanidad:
“VBI, NVLLVS ORDO SED SEMPITERNVUS HORROR HABITAT”, que significa: “Donde no hay ningún
orden sino que habita el horror sempiterno” (Centro Nacional de Restauración, 2003). Ambas frases dan la
sentencia infernal y llegan en latín a la mirada de un pueblo indígena fundamentalmente no letrado. Podemos
pensar en esta escritura como un signo obtuso para una sociedad distante de la escritura, sin embargo, cumple
con la advertencia de no transitar por ese camino de fuego o ese mundo desordenado de horrores sempiternos,
estableciendo un juego particular con el lenguaje visual, que abre la posibilidad a la gente, de marcar su propia
interpretación de las imágenes.
Harris y de Bouysse-Casagne (1987) afirman que el diablo es un ser sobrenatural ligado a las minas y
al mineral, fuertemente identificado con los antepasados y con los condenados: en los relatos los diablos tienen
hambre y al mismo tiempo una generosidad notoria:
“Si el hambre del tío es voraz, también su generosidad puede ser desmedida: algunos mueren en la mina,
pero a todos entrega tesoros. A cambio de comida brinda su cosecha mineral (…) así los númenes reve-
renciados por generaciones anteriores son desterrados hacia los bordes y adquieren un carácter cada vez
más ambiguo frente a la nueva religión, pero sin ser olvidados ni quedar del todo desprovistos de su poder
antiguo. Desde luego, cada pueblo tiene sus conocimientos particulares y distintos acerca de los diablos,
pero cuando la gente cuenta en voz baja cómo han encontrado al tío, al anchanchu o a un condenado, nos
parece que aluden a un universo más vasto, en el que estremecerse de miedo va junto con arriesgarse, y en
el que la abundancia es la otra cara de la muerte” (Bouysse-Casagne y Harris, 1987: 41- 43).

133
Foto: D.G.
rales, de ese modo también se explica que la
creencia práctica no es un “estado del alma”,
sino un “estado de cuerpo” (2007: 111).
La memoria en los Andes asumió formas
corporales espontáneas, que no fueron nom-
bradas, pero que nos permiten interpretar
los códigos sagrados del ritual y los enten-
dimientos promotores de los sacrificios que
siguen vigentes en ciertos estados del cuer-
po. En las mesas de los yatiris volvemos al
hecho de alimentar divinidades, volvemos
a la comida y a sus artes de comensalidad
ritual y mundana.
La mitad derecha del cuadro expone
de un modo pasional la versión gozosa del
infierno, son cuerpos y diablos que danzan,
complacidos en el acto de comer sagrado, tradu-
ciendo con todo su ímpetu el poder del “adentro” andino, el manqha-
pacha. Son las dos caras de la misma noción de castigo e infierno que
en la lucha colonial se marcaron de manera ambivalente.
En la actualidad se mantienen las devociones a la Pa-
chamama, los momentos de ch’alla, la música, los roces, el baile, la
comida, la bebida, los excesos, las múltiples transiciones de un estado
habitual a un estado de delirio colectivo y esto muestra que la condena
no se ha cumplido. El orden de la fiesta ha vencido a la dominación y
se muestra vigente en centenares de fiestas que se realizan a lo largo
del calendario anual festivo y ritual en la vida andina, recalcándo-
nos frenéticamente que el orden hegemónico, occidental y capitalista,
tiene su “afuera”. Las fiestas en los Andes llevan consigo un sentido
de dominación y otro de liberación, ambos de larga data. Bouysse-
Casagne y Harris (1987) se hacen la pregunta central: ¿cómo encajó la
religión andina en la religión cristiana? El papel de la metáfora parece
ser la clave:
“Al hablar de la metáfora, y de las dificultades en su uso, Ber-
tonio evoca problemas más concretos de traducción (...). Ber-
tonio está en el corazón de esta problemática por ser al mis-
mo tiempo autor de un diccionario y misionero. A pesar de las
notorias inadecuaciones conceptuales existentes entre ambas
lenguas, encontramos sin embargo en su diccionario traduccio-
nes aymaras de conceptos cristianos como: paraíso, infierno,
pecado, salvación, para citar algunos de los más significativos”
(Bouysse-Casagne y Harris, 1987: 16).

130
La imagen de las cabezas y la sangre ofrendadas son signos relevantes para la noción de fecundidad donde el fluido vital
sanguíneo puede llegar a evocar a iconografías andinas que por antonomasia recuerdan el “poder genésico” de las mujeres (Arnold,
1998). Pero entonces, ¿por qué atraer las miradas de los ritualistas indígenas a estas imágenes que evocan sus prácticas clandestinas?
¿Por qué la mano que lo ha pintado desplegó una comensalidad de cuerpos tan celebratoria? Ahí el paisaje del infierno se abre al
territorio que lo rodea. Cuando la iglesia cierra sus puertas la gente sale a un espacio donde los altares, adoratorios o apachetas se
extienden por las montañas y por el lago y la comida de las wak’as toma la forma de cuerpos ofrendados metafóricamente, en mesas
y preparados rituales.
Hay pues un exceso de sentido en el cuadro que quizás remite al imaginario medieval en su delirio devorador. Hay goce y
deseo que se trabajan como signos y gestos para evocar una libertad incontenible. Los cuerpos penden no sólo desnudos, frágiles,
vulnerados en su condición humana. También adoptan posiciones de danza, se entregan, complementando y conjugando el deleite de
los diablos. Así los cuerpos de los condenados manifiestan en paralelo otra suerte de trance igualmente frenético: en ellos subyace un
paradójico halo de disfrute. De esa manera, crónica e imagen nos hacen conocer la dimensión de las fiestas infernales de los Andes,
que juegan al contraste, a la ambigüedad y a la ruptura con la moral cristiana, a través del desenfreno festivo que se produce a inicios
de mayo, en la fiesta de la Cruz.
La pintura como gesto de la mano (Barthes, 1995) nos instala en un medio ancestral y arcaico: la comida. Quizá el paisaje
simbólico de demonios tragando eternamente cuerpos es la metáfora articuladora del ritual que fue asumida por el mundo clerical
como lo pecaminoso a castigar, pero que desde la mirada andina se revierte en conexión con sus propias concepciones de la devoción,
asociadas desde tiempos prehispánicos a la comensalidad. ¿Cuál era el sentido práctico que yacía en este ethos ritual andino? Para
Bourdieu, el sentido práctico es una necesidad social vuelta naturaleza; así se convierte en esquemas motrices y automatismos corpo-

129
simbólica de las relaciones sociales que, como otros rituales, ex-
presa en conceptos idealizados la manera en que la gente cree
que las relaciones existen o deberían existir, antes que cómo estas
relaciones realmente se manifiestan en la vida diaria. Tales repre-
sentaciones pueden camuflar o naturalizar el poder, o ser el lugar
de lucha sobre el control de las representaciones simbólicas y su
interpretación. Junto a la idealizada representación del orden so-
cial, los rituales ofrecen un importante potencial de manipulación
de individuos o grupos sociales que pueden competir los unos con
los otros, bien sin alterar el orden social establecido que la comen-
salidad reproduce o bien subvirtiendo dicho orden” (Dietler, en
Aranda y Esquivel, 2006).
Más allá de la acción extirpadora y del grado excepcio-
nal que cobraron los sacrificios humanos para el mundo andi-
no, el tema opera como una hebra escondida en el tejido de la
historia porque sus descripciones nos llegan de la mano de las
miradas que los estigmatizan y el mandato del tabú. La antropo-
fagia nos paraliza, dejando un cerco incómodo e innombrable en
nuestra memoria.
Pero en la antigüedad andina el signo es celebratorio: “Las
víctimas según los procesos de idolatrías, debían ser sumamente
hermosas y sin mancha. El recuerdo de los sacrificios humanos
esenciales para la prosperidad de la agricultura, está todavía vivo
en las tradiciones populares. Todos los años le ofrecían un capac
hucha sacrificándole gente de todas las provincias del Tawantin-
suyu…enterraban vivas a las víctimas de ese capac hucha… De la
misma manera, le ofrecían oro y plata y no dejaban de sacrificarle
llamas y de hacerle ofrendas de bebida y comida en la época de
luna llena” (Taylor, citado en Yáñez, 2002: 57).
Podemos entonces dar un giro a la lectura de la imagen
y leer la comensalidad ritual entre diablos y cuerpos humanos:
los cuerpos están a merced de los diablos, de hecho, los condena-
dos fungen como una comida-ofrenda infernal, un festín humano.
Ahí está ese infierno hecho una eternidad sumida en el deleite,
alimentando los fieros apetitos de los diablos con carne y sangre
humana. Hay tintes de sensualidad y resignación, pero también de
dolor y resistencia ante los apetitos insaciables de los comensa-
les. Es extraña la duplicidad de imaginarios que se traslapan con
la colonización de la religión andina; si para los extirpadores el
demonio representaba el castigo eterno, para los pecadores es el
propio demonio el que realiza de un modo ostentoso aquello que
condenaban: seducción, goce, comensalidad sagrada, antropofa-
gia y sodomía.

128
Foto: D.G.

127
oferentes. Las prácticas paganas de la danza, el baile y los sa-
crificios rituales entretejen poderes cósmicos y terrenales que
garantizan la continuidad necesaria para la vida y el orden del
universo. En ese sentido, podemos comprender que el ritual
busca “entrañarle a la comunidad la experiencia gratificante de
acceso al sentido de ser en vinculación radical a un origen y a
un destino” (Sepúlveda, 2000: 17).
Sin duda, este sustrato ritual de larga data pervive en
ciertos momentos y acciones comunitarias del presente, que en
forma clandestina o pública traducen esa lógica comensal en
las mesas y en el ofrecimiento del propio cuerpo a los excesos
de la borrachera y la danza. Así se crea un mundo que empa-
renta lo divino, lo animal y lo mundano en su interior anímico
para dotarse de coherencia y sentido de pertenencia, en un re-
pertorio que hacía de la muerte una transformación iniciática y
un ensamblaje de redes de parentesco y de organización social
y política.
En Carabuco, la fiesta de Todos Santos reitera esa
concepción, puesto que con nuestros muertos realizamos un
acto comensal donde las fronteras se diluyen. Es una celebra-
ción donde la comida y la bebida, mediadas por la música, nos
transportan simbólicamente a convivir y a sublimar la muerte a
favor del estar aquí y de poder transmutar un universo en otro a
partir de la materialidad de las figuras de pan en forma humana.
Quizá eso implique el poder extraordinario, temible y fascinan-
te del manqhapacha, ese “mundo de abajo y de adentro”, que
desde la temprana colonia fue asimilado con el infierno.
La crónica colonial de Waman Puma menciona estas
prácticas en su “Capítulo de los Ídolos”; ahí vemos cómo los
sacrificios humanos eran frecuentes y el propio cronista los se-
ñala como obra del demonio.
Esta práctica de sacrificios humanos es evocada en el
festín corporal que ofrecen los signos y los gestos de El Infier-
no: ahí están las bocas y las fauces de los diablos comiéndose
o queriendo devorar a cada cuerpo humano como una ofrenda,
a la par que como un castigo por el pecado cometido. Este tipo
de política de la comensalidad ritual puede interpretarse como
“un marco propicio para desarrollar determinados ciclos socia- Waman Puma, Lámina 266.
les donde es fundamental afectarse con experiencias intensas;
así las prácticas de antropofagia, los sacrificios humanos, la
sodomía y la bestialidad como elementos centrales en el pai-
saje ritual andino, al menos para la mirada del colonizador,
pueden ser pensados como un medio para la representación

126
Ella le había cobrado mucho cariño, y lloró mucho cuando él se fue: le hablaba con tan hermosas palabras… Hasta
la había invitado a que se ahorcara, a fin de hacer con él un viaje de ida y vuelta al infierno, un infierno donde había
mucho de comer y de beber, y que no tenía nada de común con el que describían los padres de la Compañía. Pero la
llegada de éstos puso fin a tan bellos proyectos” (Duviols, 1977:31).
Me detengo en esa descripción amorosa que de boca del propio diablo describió al infierno como un espacio
“donde había mucho de comer y de beber” y “un verdadero paraíso de delicias”, concepción plasmada en la imagen.
Demonios seductores, voluptuosos y voraces comen y beben cuerpos en un festín de sacrificios humanos. Pero el
trasfondo productivo de los ritos se vincula a otras prácticas, descritas por Fray Martín Murúa:
“Era cosa común entre indios adorar la tierra fértil… derramando chicha en
ella y coca… en señal de lo cual ponían en medio de las chácaras una piedra
luenga, para desde allí invocar la verdad de la tierra… viendo las papas…
viendo mazorcas de maíz y otras raíces de diversa hechura que las
otras, las solían adorar, e hacer muchas ceremonias particulares de
adoración, bebiendo y bailando, teniéndolo por agüero… y para el
mismo efecto, en tiempo de arar la tierra, barbechar, sembrar… suelen ofre-
cerle asimismo, sebo quemado, coca, cuy, cordero y otras; y todo bebiendo y
bailando” (citado en Silverblatt, 1995: 20).
Sin duda, la saña con que la crónica condena estas celebraciones no
llega a eclipsar la magia y la energía que se depositaba en los actos rituales
de adoración; así, Murúa nos deja entrever lo que fue ese otro dominio
cultural donde los cuerpos y sus emociones no dudaban en relacionarse
con el mundo de manera apasionada. Ese hacer traduce más allá de
la moral y del desprecio las artes de una cultura festiva que se
desvivía por continuar sustentando ese vínculo eufórico con
la vida y la muerte.
En la franja superior de El Infierno, el
pintor retrató la fiesta, la música, el exceso y la
borrachera para señalar los comportamientos
pecaminosos que condenan a los mortales
al espacio infernal, construyendo un signo
que puede leerse más allá del pecado y la
condenación. Los signos andinos de la de-
voción afloran no sólo en las imágenes de
la fiesta de la parte superior, sino también
en los códigos infernales que sin diferen-
cias convidan a la comida y al goce en un
festín sagrado de cuerpos humanos. Los
sacrificios humanos que se realizaban en
los momentos culminantes del ciclo ritual
inka se extienden a un campo metafórico,
en el que las mesas u ofrendas de los yati-
ris representan los cuerpos de los devotos y Foto: E.S.

125
asombrosas las que brindaron el aura mágica y poderosa a este icono; con esta convicción, los extir-
padores confiscaron y destrozaron tumbas, ídolos de piedra y santuarios que se comunicaban con los
indios, torturaron y asesinaron a los llamados hechiceros por poseer la gracia, mediante la embriaguez,
de la escucha y el diálogo con el diablo.
Estos son los diablos que dieron pie a la iconografía de El Infierno, sus expresiones responden
a sus poderes y a los temores que los extirpadores querían infundir en quienes habitaban la zona en el
siglo XVII. Sus signos buscan culpabilizar la adoración ritual que la población andina ofrecía a todos
sus poderes divinos, ceremonia dominada por el diablo, en la cual claramente se establece la presencia
femenina como axial para el símbolo demoníaco y su lado pecador.
Según Pablo de Prado, una india le narró en detalle la inquietante relación que sostuvo con el
demonio: “refirió que cuando ellos se acostaban… [él] tenía el cuerpo frío, olía mal… sin embargo,
su carne era suave, como la de los hombres y en todo se comportaba con ella como si fuera su marido.

124
Pero ¿qué constituyó para la iglesia colonial la idolatría en los Andes? Duviols (1977) nos dice que los
extirpadores del siglo XVII eran más técnicos que teólogos, se preocupaban por destruir la idolatría, antes que
por definirla. Para muchos curas de la época afanados en liquidar las creencias andinas, los dioses son redefi-
nidos como demonios. Veamos cómo se vivió el nexo entre estos cultos andinos y las tendencias demoníacas
que los extirpadores encontraban en todos ellos. En la campaña de “extirpación” hubo una visión moderada,
que pensaba en los cultos indígenas como una derivación de la fe natural; la idolatría sería así una glorifica-
ción desviada de la grandeza divina a través de sus criaturas (el Sol, las montañas, los lagos), que se concreti-
zaba en las adoraciones a las wak’as. “Los indios idólatras sufren perversiones, pero no son perversos”, diría
Bartolomé de las Casas, el mayor exponente de esta tendencia. Pero hubo también una visión autoritaria, que
atribuía la idolatría a la acción directa del demonio; por eso la saña al combatirla. Un ejemplo de esa línea
dura fue el extirpador Acosta. En versión de Duviols: “Según sus palabras, es en la existencia del demonio…
donde se encuentra la explicación de la diversidad de ídolos y de cultos; expulsado por la presencia de Cristo,
el demonio –y con él su idolatría– se refugia en las Indias, donde erige uno de sus baluartes. Por lo tanto,
la idolatría no es una forma simple y errónea de la religión natural: es diabólica y no natural”. Siguiendo a
Duviols, el repertorio de idolatrías incluía la adoración a los astros y a los elementos, la divinización de los
muertos, el culto a los animales “sórdidos y viles” como la serpiente y los sapos, y la consulta a los oráculos.
En todas ellas el diablo intervenía activamente y se convertía en amo y señor de los idólatras. El diablo que
llegó con la invasión era el diablo de la tradición europea: “el ángel caído, el príncipe de las tinieblas, celoso
de la omnipotencia divina, ardiendo en deseos de ser adorado como Dios, enemigo irreductible de los hom-
bres” (Ibid.:25). El diablo era polifacético y extraordinario en sus poderes, pues hablaba a través de los ídolos,
desaparecía y aparecía a voluntad, se presentaba en sueños a los indígenas, tenía el don de apoderarse de las
almas y de los cuerpos de quien quisiera y poseía la habilidad para metamorfosearse. Son estas cualidades

123
La laguna Chucuito –que adoptará más adelante el nombre de su principal wak’a, lugar de origen
del mito– se convirtió en un eje para el juego de matices que significó el choque-encuentro provocado por
la invasión de occidente a estas tierras. Teresa Gisbert explica así este juego de matices encarnado en la
disputa colonial: “la Sirena, símbolo del amor sensual entre los cristianos, al ser importada a América por
los conquistadores, no representa nada nuevo, sino que rejuvenece una vieja ensoñación colectiva que se
expresa plásticamente en torno al lago Titicaca” (1984a: 26); así el poder del Lago fue actualizado simbó-
licamente por la representación de las sirenas en la arquitectura clerical, en las pinturas coloniales y en la
música andina. Allí ellas rejuvenecieron junto al trasfondo mítico de las divinidades andinas del agua, de la
sensualidad y la fertilidad. Ramos Gavilán explica la importancia sagrada y mítica del Lago:
“Volviendo a la laguna de Chucuito de que voy tratando, hay muchas islas, es entre todas señalada la
de Titicaca de donde la laguna tomó nombre y de quien hay después mucho que decir, pues en ella
estuvo aquel famoso adoratorio y Templo del Sol, cuya memoria durará cuanto durare la que estos
Naturales tienen de su principio” (Ramos, [1621] 1976: 12).
Detengámonos en las últimas palabras de la cita: cuya memoria durará cuanto durare la que estos
Naturales tienen de su principio. Esta sentencia histórica nos ayuda a entender la polisemia de la imagen de
El Infierno, que plasma en forma categórica la idea que tenía la iglesia de la adoración religiosa y política
andina. Ciertamente, las llamadas idolatrías fueron reducidas a acciones pecaminosas que sólo merecían el
eterno castigo infernal. Sin embargo, en la escena yace imperceptible y efectivo un cúmulo de memorias
culturales que nos remiten a las prácticas rituales andinas de nuestros días. Así en la imagen que responde al
sentir extirpador queda flotando, como en el argumento del fraile, la presencia relevante de ritos, creencias
y adoraciones paganas como un universo de sentido que libera al mundo andino de lo incierto y le fija un
orden no sólo en sus aspectos sagrados, sino también políticos.
Pensar en ello es advertir el sustrato, el código latente de la pintura, que evoca la labor de persecu-
ciones, el destrozo de ídolos, la condenación de creencias y la profanación de lo sagrado andino. La violen-
cia y el castigo hacia quienes proferían ese vínculo con lo divino del cosmos y de la vida ocupan la ancha
franja del infierno, al centro y en la parte inferior de la pintura. Resbaladiza y a la vez a golpe de ojo, la
imagen plasma el actuar, las maneras de hacer de la idolatría; maneras que fueron la obsesión del estamento
clerical colonial y que una a una se quiso extirpar, arrancar, acabar. Con el paso del tiempo, esta memoria
larga nos hace dar cuenta que este dispositivo dispuesto por la corona española en su afán civilizatorio tuvo,
en la primera mitad del siglo XVII, como epicentro al lago, por ser el espacio ancestral de origen (Salles-
Resse, 2008). El Lago era considerado una deidad del agua y de los peces. En el mundo andino, el agua se
relaciona con la fertilidad, el lado femenino y fecundo del cosmos, que recorre subterráneamente las rutas
sagradas de wak’as y apachetas en trayectorias políticamente cardinales, y emerge como lago, laguna, río
u ojo de agua.
Por encima de El Infierno están las adoraciones pecaminosas que conforman la sucesión de los
siete pecados capitales. Una vez muertos, a quienes los practican les espera la “tortura eterna” como reza la
inscripción en latín de la imagen y se plasma en la parte izquierda del cuadro.
Vuelven todos los lenguajes. Se ve qué tipo de adoraciones se disponía a extirpar la iglesia colonial.
Pero está claro que esa extirpación no funcionó: la música y la borrachera marcan todavía hoy el calendario
sagrado y productivo de la vida cotidiana. Es mediante esta extrapolación que los extirpadores procuraban
apaciguar aquello que observaban como deformidad y extrañeza. El agua se convierte en ruta de un trayecto
sagrado recorrido por un “Santo”, que los pobladores del lugar asocian con la antigua figura de Thunupa.

122
Fiesta, borrachera, muerte, cuerpos, tortura y
goce infernales: la polisemia de la imagen se abre al
infinito del lenguaje. Siguiendo a Barthes (1995) sa-
bemos que la política es aquello que permite todos los
lenguajes; la pregunta inmediata es: ¿a qué necesidad
política y estética respondió este límite del lenguaje
sobre el infierno? La significación del infierno para la
empresa colonial fue central, pues era parte de la gra-
mática que empleó el poder hispánico para ordenar el
mundo que encontraron en los Andes. Entre fines del
siglo XVI y a lo largo del siglo XVII se edificaron las
más importantes “parroquias de indios” como escena-
rios de transmisión de mensajes, signos y gestos, de
manera enfática e intencional. Una temprana función
propagandística les asignó la corona, empeñada en
(re)diseñar el que creían ser un “mundo nuevo”. Fue
así que proliferó la iconografía barroca de las postri-
merías cristianas como la imagen cultural a reveren-
ciar, adorar y temer, y uno de sus mayores exponen-
tes en el espacio colonial andino fue El Infierno de
Carabuco, que desde las crónicas está asociado a una
misteriosa Cruz.
Ramos Gavilán relata: “La razón que halló ha-
ber dejado el Santo la Cruz en el pueblo de Carabuco, es
porque en aquel tiempo fue una de las poderosas repú-
blicas que habitaban la ribera del laguna, pues aun hoy
conocen términos suyos más de treinta leguas” ([1621]
1976: 42). Aunque no se ha hallado documentación tan
explícita como la de Huarochirí, no hay duda que la
iglesia de Carabuco fue también parte de la campaña
que se conoce como “extirpación de idolatrías”. Por su
importancia como centro sagrado, Carabuco se convir-
tió en una de las parroquias paradigmáticas para la ani-
quilación de la religiosidad andina, promovida por el
Virrey Toledo desde 1570, en paralelo con un conjunto
de profundas reformas tributarias y organizativas. La
Iglesia de Carabuco era parte estratégica del mundo
mítico que surge de Copacabana y su wak’a Titiqaqa,
de la que tomó el nombre el Lago sagrado. Es la sig-
nificación de este espacio sagrado lo que explica por
qué se optó por un tamaño tan monumental y por una
Postrimerías (detalle), templo de Carabuco elocuencia pictórica tan profusa en los cuadros de las
Foto: D.G. Postrimerías que adornan las paredes de este templo.

121
LOS ROSTROS FESTIVOS DEL INFIERNO:
EL MUNDO ANDINO QUE RESISTIÓ
A LA COLONIZACIÓN
VERÓNICA AUZA ARAMAYO

La perfección dio origen al pecado…


y la luz tuvo como respuesta la ofensa de las tinieblas.
Giovanni Papini

Desde tiempos bíblicos se dice que el diablo está siempre al acecho; para Giovanni
Papini (2002) este personaje, ni bestia ni hombre, menos Dios, es el primer insurgente, ya que
devino en ángel caído por su rebeldía y ‘soberbia’ al querer estar a la altura del Todopoderoso.
Al menos por un instante, el de la rebelión, la voluntad de Lucifer se sobrepuso a la potencia
y el amor del Padre. A partir de entonces el infierno se asume como el reino del horror y es
imaginado como un lugar en tinieblas, bestial, abrumador y monstruoso, capaz de contener la
libertad del antagonismo entre el creador y su temido destructor. Esta dialéctica cristiana deja
un espacio abierto para pensar que sin el diablo la eternidad sería insoportable; sin duda, este ser
liminal nos transporta al reino de las debilidades divinas, al mismo tiempo que imprime a esa
fragilidad sagrada cierta energía seductora, haciendo aflorar las ambivalencias de lo que Freud
nombra como la sublimación de la necesidad de creer (cit. en Kristeva, 2009).
Interpretar y comprender El Infierno, pintura realizada en 1684 como parte de la se-
rie de Postrimerías del templo de Carabuco (provincia Camacho, La Paz), supone vencer el
desafío de sus espesuras en el tiempo histórico y el lenguaje visual que puebla sus trazos. En
la imagen hay un universo de significantes que evoca una época incierta, confusa y conflicti-
va, por la disputa de creencias en medio de una lucha abierta por el alma de los colonizados.
Época de desconciertos, conflictos culturales y aperturas barrocas que desde la esfera estética
hicieron emerger notables tolerancias de estilo y confluencias de signos sagrados y profanos.
Es así que los altares cristianos llegaron a compartir su espacio con divinidades indígenas, y
un mundo de sentidos superpuestos y paralelos proliferó en los Andes, generando una visión
de mundo en construcción que se esforzó en dotar de sentido a las enormes disputas que se
desataron tras la invasión hispánica a estas tierras. Ahí se yergue el reto histórico y herme-
néutico de esta contextualización, ante el cual procuro representar la diferencia y poner en
escena la alteridad de esta imagen infernal, andina, colonial. Para ello quiero movilizar los
signos encerrados no sólo desde el testimonio mudo de su imagen y de sus escasos ecos en los
documentos de la época, sino también desde las miradas y las concepciones vivas que habitan
el presente.

120
Foto: D.G.

119
–No, padrecito. Abajo. Esta es la patrona, la nuestra.
–¿Qué estás diciendo? Esto se llama pedestal.
–Tengo que sacarla –insistió el hombre.
–¿Pero no ves que esa piedra está con cemento?
–Fui yo, mi padre. Atrasito, hará diez años, fui yo el albañil
que la cimentó. La encadené en ahí porque me dieron la or-
den. Y desde aquella fecha castigado estoy, pues. Mi mujer
ha muerto, mis wawas están enfermos… Tengo que sacarla.
–Pues no sale –dije yo, definitivo–. Esta piedra no se mueve
de donde está.
–Oye, padrecito, si tú quieres yo te busco otro albañil. Voy a
pagar otro albañil. Vamos a deshacer. En el piso voy a dejar.
Y que él la sujete en el mismo sitio, pues, si se atreve.
–Estás chupado. ¿Cómo vamos a destrozar todo esto? Anda,
vete ya. Vete.
Y el viejo albañil se fue muy triste.

Meses después, sopló otro ventarrón. Voló techos,


rompió cristales. Voy corriendo a la parroquia y me encuen-
tro con la imagen pintadita caída junto al altar. Me pongo
a arreglar las cosas, a limpiar, a colocarla de nuevo en su
lugar.
Salgo, voy a casa, y se me acerca de nuevo el alba-
ñil. Venía radiante. Y me cuenta que ya él lo había soñado.
Que vio cómo la piedra, la Asunta antigua, la de ellos, había
destrozado a la imagencita española. Era la señal para él.
Era buen presagio para todos los suyos.

–Día llegará, padrecito…


–¿Qué día, viejo?
–El nuestro, pues, que esperamos.

La verdad, yo no me acostumbraba a este ambiente.


¿Qué iba a hacer con mi renovación litúrgica?

118
LA VIRGEN PIEDRA DE LOS MINEROS
(TESTIMONIO DE ROBERTO DURETTE)
JOSÉ IGNACIO LÓPEZ VIGIL 1985, PP. 187-189.

Un día estoy en la parroquia de Llallagua. Hay allí una pie-


dra que está desde hace tantísimos años. Sobre ella, la imagen
que sale en procesión. Bonita, pintadita, blanca, española. La
Asunta. Yo no sé bien cómo comenzó la cosa. Pero la patrona
no es esa imagen, que vino luego, sino la piedra que la sostie-
ne. La piedra es la virgen, para ellos.
Esta piedra dicen que apareció por las afueras del cam-
pamento. Y les resultó bien milagrosa. Entonces, la llevaron
a la iglesia. Y desde aquella vez es la patrona de aquí, de los
mineros. La eligieron ellos. Y la sacaban por las calles, todos
los agostos.
Llegó un 15 de agosto, iban a sacarla. Y hubo un ventarrón
grande, según cuentan. Los techos volaron, porque el mes de
agosto es mes de vientos. La gente, asustada, ha dado media
vuelta y ha puesto otra vez la piedra en el piso. Y nunca más
salió de la iglesia. Se quedó así, sin mover, hace mucho. ¿Des-
de cuándo sería?
Luego los curas hicieron un arreglo del templo. Tomaron
la piedra del piso, la colocaron ahí, a la derecha del altar. La
cimentaron como pedestal, bien fija. Y encima pusieron la
imagen bonita que hay ahora. Y listo lo de la Asunta.
Yo no conocía nada de esto. No sabía. Imagínate, estoy
en la parroquia un domingo por la tarde y llega un señor. Un
campesino. Aquí una buena parte de los mineros vienen del
campo. Dejan el ayllu y buscan trabajo en la mina. Los hicie-
ron venir antes, cuando los españoles, por la fuerza. Ahora
vienen solos. Por la necesidad.
Bueno, me llega este señor. Era agosto, a los fines.

– Tengo que sacar la virgen afuera, padrecito.


– Ya ha salido en procesión el 15. No hay necesidad de que
salga otra vez.
– No es la que tú dices, padrecito. No es.
– ¿Cómo que no es? –me extrañé.
– Ven, te voy a enseñar.
Y entramos al templo. A la derecha, la virgen, blanca. Bajo
ella, inmóvil, como muerto de mucho tiempo, la piedra.
– Ésta. Tengo que sacarla.
– Te digo que ya salió…

117
1 14
. Este trabajo forma parte de una investigación mayor, mi . Entrevista, La Paz, 18 octubre 2008.
tesis de antropología para la Universidad Mayor de San 15
. “Sobre su brazo derecho lleva un niño y en el izquierdo
Andrés, en La Paz. lleva un cirio y una canastilla con palomitas, además de
2
. Relato elaborado con base en las narraciones de Germán una luna con estrellas”, señala una crónica periodística. La
Peñaranda, Chuchulaya, 10 abril 2009, y Gerardo Navia, Razón, revista Escape, 4 de enero 2009.
La Paz, 15 agosto 2009. 16
. Comenzando por el costado superior izquierdo en sentido
3
. Ver el trabajo de Hernán Pruden en este libro. contrario a las manecillas del reloj.
4 17
. Archivo Capitular de La Paz, 1789- 1791, T. 96, p. 213. . Milagro del cuarto día, Novena Virgen de Chuchulaya,
5
. Costa de la Torre, en su libro sobre el archivo-biblioteca 1963.
18
de Nicolás Acosta, identifica un documento que consigna . Archivo Capitular de La Paz, 1768, T. 58, p. 435.
una lista de los curas que sirvieron durante el período de 19
. Archivo Capitular de La Paz, 1768, T. 58, pp. 435-436.
1600- 1787 (1970: 110). No he podido acceder al archi- 20
. Entrevista con Adelio Peñaranda, Chuchulaya, 18 julio
vo de Acosta, que fue vendido a una biblioteca de Estados
2009.
Unidos en 1914 (Ibid.: 3).
21
6 . Novena Virgen de Chuchulaya, anónima y sin fecha.
. Entrevista con Reynaldo Aliaga, Chuchulaya, 11 sep-
22
tiembre 2009. . Entrevista con Nieves Arana, La Paz, 12 enero 2010.
23
7
. Entrevista con Adelio Peñaranda, Chuchulaya, 18 julio . Archivo Capitular de La Paz, 1788, T. 95, p. 267.
2009. 24
. Existen varias versiones sobre este mito, que por razones de
8
. Archivo Capitular de La Paz, T. 95, p. 257. espacio se han sintetizado.
25
9
. Entrevista con Sabina de Iturre, Chuchulaya, 19 julio . Referencia a los ancestros (hombres y mujeres) fundadores
2009. del lugar. Entrevistas con Domitila Patón, 10 de abril 2009;
10 Reynaldo Aliaga, 11 de septiembre 2009 y Sofía Tarquino,
. Archivo Capitular de La Paz, T. 92, p. 281.
11 de septiembre 2009.
11
. Ibídem. Firman: Mathias Gutiérrez, Alcalde de Chiacani; 26
. Entrevista con Reynaldo Aliaga, Chuchulaya, 11 sep-
Pablo Gutiérrez, segunda del Ayllu Suricagua; Josef Avile,
tiembre 2009.
alcalde ordinario del ayllu Comlili.
27
12 . Entrevista con Cecilio Zacarías, La Paz, 19 noviembre
. Entrevista con Gerardo Navia, La Paz, 18 octubre 2009.
2009.
13
. “Yo Antonio de Loayza escribano Público (...) sertifico y 28
. Relatado por Víctor Estrada, La Paz, 16 agosto 2009.
doy fee (...) como aviendo concurrido este año de la data
29
a la festividad de Nuestra Señora de la Natividad (…) dos . Persona no identificada, Chuchulaya, 9 septiembre 2009.
dias después de dha festividad se descubrió en la frente de 30
. Relatado por Víctor Arana, Chuchulaya, 7 septiembre
esta devota y milagrosísima imagen (...) una estrella que 2009.
coje todo el medio de la dha frente, la que primero que 31
. Relato con base en entrevistas a Gerardo Navia, La Paz,
nadie se hiso patente a los ojos del dho Correjidor don Se- 10 octubre 2008, y Susana Medina, Chuchulaya, 18 julio
bastian Dies”. Citado en Valdéz, 1889, pp. 90-91. 2009.

116
personas del pueblo creen que Chuchulaya es un
pueblo maldito, donde la falta de agua hace secar
la tierra y el terreno inestable raja todas las cons-
trucciones29. Como las familias novenantes no vi-
ven de la tierra, la idea de fertilidad seguramente
se proyecta al mundo del dinero, a la buena suerte
para enfrentar los cambios cíclicos del mercado.
Se considera inconcebible que una perso-
na de Chuchulaya baile o festeje a la Virgen de
la Estrella. “Dicen que es mala suerte si pasas la
preste de esta Virgen, dice que te mueres. No es
para nosotros, a nosotros no nos hace milagros.
A los forasteros nomás les quiere. Así es esta Vir-
gen”30. Incluso las personas del pueblo que residen
en La Paz no suelen ir a Chuchulaya para la fiesta.
Las personas vecinas del pueblo tampoco partici-
pan de la fiesta y no se da un comercio significa-
tivo entre el pueblo y las/os novenantes, que sólo
alquilan habitaciones como alojamiento. Cada
fraternidad se lleva sus propios alimentos, bebidas
alcohólicas, bandas de música y disfraces.
Se cree que la Virgen Natividad de Chu-
chulaya tiene un carácter especial y es muy celo-
sa. Dicen que si una persona llega donde ella sin
respeto o es hipócrita, la Virgen puede enojarse y
quitarle todo o causarle la muerte. Por eso, “no
hay que jugar con la Mamita de la Estrella, ni ha-
blarle de más”31.
La ruptura simbólica entre las personas del
pueblo y la Virgen de la Estrella permite interpre-
tar que, si bien no se llegó a trasladar esta imagen
a las comunidades indígenas de su entorno, existió
de igual manera un fuerte proceso de apropiación
indígena y mestiza de esta imagen, que dejó de
pertenecer a la gente del pueblo y se convirtió en
la Virgen de las personas novenantes, forasteras
a Chuchulaya y vinculadas con el comercio y el
Nuestra Señora de Chuchulaya, La Paz. transporte. De esta manera, el culto a la Virgen y
Foto: D.G. su relación con el territorio sagrado se reprodujo y
a la vez se transformó.

115
Pese a los intentos de las comunidades de Carasirca y Chiacani por
llevarse la imagen, la Virgen no pudo ser trasladada a esas comunidades. Sin
embargo, el proceso de apropiación indígena se expresó de otras maneras,
perpetuando una dinámica de resistencia. Una acuarela de 1868 del pintor
chuquisaqueño Melchor María Mercado muestra la imagen del segundo tem-
plo de Chuchulaya y su gran feria. Las personas novenantes y las personas
del pueblo recuerdan que en la antigüedad, la fiesta era celebrada por las
comunidades indígenas que iban a bailar e intercambiar sus productos en una
feria anual de gran alcance regional.

“Venían desde todo lado a ver a la Virgen


de la Estrella. Ahora hay poca gente. An-
tes, venían desde la provincia Muñecas; la
cultura Mollo traía para vender sus bateas
de madera; desde el pueblo de Ilabaya,
Combaya, Pocobaya, Porobaya sabían
traer sus productos: Maíz, palta, poroto,
plátano, lacayote, manzanos y caña; de las
comunidades del Lago (Titicaca) traían
pescado; del Perú venían caminando para
traer sus mercaderías. Dice que desde el
Ecuador venían a pie. Lo más bonito era
que venían los chiriguanos [guaraníes].
Cuando venían a bailar los Chiriguanos,
dice que la Virgen se alegraba con su mú-
sica y les ayudaba a producir café en su
pueblo. Grande era la feria, todo había”26.

Aquí se asocia el recuerdo de la fe-


Álbum de paisajes, tipos humanos ria con la fiesta, que antes tenía una importante presencia indígena. Posterior-
y costumbres de Bolivia. Lámina 111. mente, a fines del siglo XIX o principios del siglo XX, la feria desapareció.
Al parecer, las personas novenantes (de origen urbano) se pelearon con las
comparsas de danzantes indígenas que, poco a poco, dejaron de ir a la fiesta27.
En la actualidad, las fraternidades folclóricas de novenantes son de la ciudad
de La Paz y no existe ninguna danza autóctona en la fiesta.
Sin embargo, en el relato oral citado, la fertilidad de la tierra para
producir café articula el culto y la peregrinación de la Virgen con la Pacha-
mama (Madre Tierra), esa entidad sagrada que es el símbolo dominante de
la cultura aymara. Es notable también el hecho de que entre los bailarines y
las bailarinas de la fraternidad “Centro Cultural Hermanos Estrada” se re-
interprete el territorio y el santuario de Chuchulaya como una illa, es decir,
un lugar donde se reproducen los productos28. En forma contrapuesta, las

114
Otro aspecto central de la reapropiación popular del culto se refiere a los hijos de
la Virgen. Con el tiempo, han surgido cultos vinculados a los gremios o a las comparsas
de los novenantes, que se festejan en la ciudad de La Paz. La Virgen es pródiga pero
también fecunda. La imagen del “hijo único de Dios” se multiplica: el Niño Chofer, el
Niño Diablito, el Niño Pallalla (minero), el Niño Doctor, el Niño Llamero y el Niño de
los Wakatuquris son venerados por los novenantes a lo largo de un ciclo de prestes que
comienzan en junio y terminan en septiembre con el peregrinaje de cientos de personas
hacia la fiesta mayor. La apropiación de este culto no se vincula solamente con el tema
del territorio sagrado, sino con la idea de fuerzas múltiples y contradictorias, que surgen
de la imagen central. En ninguno de los milagros se señala a la Virgen como intercesora
de los devotos ante Dios. Es la Virgen misma, y sus múltiples hijos, quienes representan
las fuerzas polivalentes de lo sagrado, en el espacio de la fiesta y en todo el ciclo ritual.
El hecho de que el Diablo sea uno de los hijos de la Virgen expresa con gran
fuerza la idea de una apropiación simbólica. Cada 7 de septiembre, cuando comienza
la fiesta de la Virgen de la Natividad, la fraternidad de novenantes Diablillos Rojos de
Chuchulaya baja a festejar en el pueblo viejo. Ahí, comparten una comida recor-
dando un espacio llamado manqhaphaya, donde se dice que comían los y las
novenantes del pasado remoto. Esta práctica religiosa se relaciona directa-
mente con el terreno, que a decir de Arnorld (2007) se nutre de un discurso
oral, estructurando el pasado mediante el ordenamiento de mapas mentales
y territoriales (2007:183). El Niño Diablito es central en este culto, y su
Foto: G.B.
preste se celebra en La Paz, según un calendario especial de los “prestes
de los Niños”, que están en manos de las familias novenantes, asenta-
das en los barrios populares de la ciudad. Cada año
la Virgen se reúne con sus hijos, que peregrinan
hasta el pueblo el día de la fiesta culminando su
ciclo de prestes urbanos.
En el siglo XVIII se dieron varios
intentos de trasladar el Santuario y la Vir-
gen a las comunidades indígenas de los
alrededores. Como efecto del deterioro
del poder español y de las rebeliones in-
dígenas que estallaban por todo el espa-
cio andino, las comunidades intentaron
reubicar el poder simbólico de la ima-
gen, apropiarse de su significación
sagrada y reorganizar el territorio.
Pero también se dieron pugnas en-
tre intereses políticos y económi-
cos de distintos núcleos del poder
vecino/español para utilizar esta
fuerza indígena en su favor.
La oposición entre la Virgen Médica/Virgen del Pueblo Enfermo sugiere una yuxtaposición de
versiones, indígena y cristiana, que permite contextualizar las dos vertientes del poder simbólico
de la Virgen. La particularidad sagrada de esta imagen se encuentra en el complemento entre su
representación femenina como Virgen sanadora y su pertenencia a un territorio sagrado, que tiene
la condición de illa. Por un lado, el territorio es malsano, y por otro, el poder curativo de la Virgen
restaura la condición sagrada del espacio y su inscripción territorial.

TRASLACIÓN Y MEMORIA DEL ESPACIO SAGRADO


El lienzo de la Virgen Natividad de Chuchulaya muestra otro elemento importante en sus
escenas: el retrato de los paisajes naturales y culturales del lugar. En varios de los milagros se re-
presenta el templo de Chuchulaya desde distintos enfoques, a veces con dos torres, otras sólo con
una. Es probable que estas escenas aludan no sólo al templo mismo, sino a alguna de sus capillas.
Estas capillas no sobrevivieron al tiempo:

“Las Capillas Colaterales [se encuentran] podridas/y quebradas, y con el riesgo de su


pronta Caida/ como subsedio en el resto del Cuerpo agregándose/ que los cimientos tam-
bién están lastimados porque/ sus piedras estan convirtiéndose en tierra; por todo/ lo
qual sino se remedia el lugar edificándose nueva/ Yglesia se acabara esta caiendo al
suelo”23.
Esta condición precaria se registra también en la memoria oral. Entre las personas nove-
nantes y vecinas del pueblo, uno de los mitos más difundidos recuerda que hubo una traslación
del templo, desde el pueblo antiguo llamado Mirq’i Plaza hasta su actual ubicación. Las narracio-
nes orales que hemos recogido hacen referencia a relatos más antiguos, vinculados a hecatombes
naturales, que recuerdan a los mitos andinos de las edades24. Cuando fue fundado el pueblo de
Chuchulaya, se encontraba ubicado en la parte de abajo, en un lugar llamado Rosasani, lugar de
las rosas. Se dice que era un pueblo grande, con una linda plaza; por eso ahora se le llama Mirq’i
Plaza o plaza vieja. Cuentan que era un lugar desierto, sin agua, y que llegó un “juicio del agua”
y el pueblo fue castigado. El terreno donde estaba el pueblo habría cedido, tembló la tierra y la
campana de oro de la iglesia quedó enterrada en el derrumbe. Dicen que esa campana sigue ahí
enterrada.
Mientras el pueblo se destruía, dicen que la Virgen decidió trasladarse. Para ello, se trans-
formó en una paloma blanca y subió volando a un lugar llamado Rosaspata (altura de las rosas).
En este lugar dicen que estaba el cementerio del pueblo viejo. Hasta hace poco se podían observar
los sepulcros en la parte trasera de las ruinas del templo. Dicen que entonces los “abuelos” subie-
ron y construyeron “una parroquia grande y linda” en Rosaspata, y que la Virgen había “elegido
su territorio mediante el milagro de su aparición”25.
En la actualidad, el territorio del pueblo viejo es considerado sagrado. Sin embargo, casi
todo el año permanece abandonado; aunque allí hay sembradíos de propiedad privada. La devo-
ción al lugar se refleja en la pequeña capilla con la imagen de una Virgen de metal en relieve,
a ofrenda de la devota Natividad Flores y sus hijos, fechada el 7 de septiembre del 2006. Esto
indica que la visita al pueblo viejo forma parte de las peregrinaciones de la fiesta de la Virgen de
la Natividad.
112
La familia Sosa es mencionada en varios documentos del siglo XVIII. Por ejemplo, un manus-
crito de 1768 se titula “Donación de la hacienda Taipi Taipi, por Petrona Sossa, para el culto de la Vir-
gen de Chuchulaya”18. El territorio donde se encuentra el actual pueblo de Chuchulaya fue donado por
Petrona Sossa, Josepha Alfano y Don Pedro Sossa19. Aunque ya no queda en el pueblo nadie de apellido
Sosa, en la actualidad se recuerda que esta familia tenía su casa detrás del templo de Chuchulaya20. Al
parecer fue gente de mucha devoción y dinero, y su condición de benefactora del templo haría mere-
cedora a Paula Sosa de figurar en el lienzo con su propio nombre, donde quizás se alteraría el milagro
original para inculpar a una mula. Sin embargo, en las novenas publicadas también figuran nombres de
personas indígenas como beneficiarias de la acción milagrosa de la Virgen:

“Corría el año 1892 y en este santuario vivía doña Santusa Catari, de más o menos 60 años de
edad. Habiendo caído enferma, se quedó postrada en cama con un encogimiento de nervios de las
extremidades superiores e inferiores hasta el extremo de no poder usar sus miembros y quedarse
como un tronco en el lecho del dolor. Como el mal iba llevarla inminentemente al sepulcro no-
tando la llegada de su viaje eterno después de recibir los auxilios de la religión, rogó a su sobrino
Luciano Catari, que la hiciese conducir a los pies de la Santísima Madre de la Estrella (…) Una
vez llegada a la presencia de la Divina Médica, lloró e imploró de hinojos su bendición y la gra-
cia de morir a sus plantas. (…) se incorporó de su postración la tullida y comenzó a caminar sin
dificultad, salió del templo retirándose con sus propios pies a su domicilio”21.

La descripción de la Virgen como “Divina Médica” resalta su poder de curación.


La persistencia de esta representación sanadora de la Virgen sigue vigente en el pueblo. Las
personas comentan que durante muchos años había dos muletas de madera, guardadas en la
sacristía. La tradición oral registra milagros similares, de fecha más reciente:
“Un milagro había hecho la Virgen. Dice que doña Paula, una novenante cojita, gordita,
bajita había venido con sus muletas. Había entrado en la iglesia y se había rezado. Dice
que se había pedido: quiero sanarme, bien se había pedido. Cuando había salido se ha-
bía olvidado sus muletas, sanita ha salido del templo. Esa señora sigue viviendo, vende
chicharrón en el mercado Uruguay”22.

En este contexto, la figura de la Virgen Médica guarda una relación de oposición con Un calvario.
la de la Virgen de Chuchulaya. Recordemos que, según la interpretación toponímica, la pala- Foto: G.B.
bra Chuchulaya se traduce como la región del chujchu, el pueblo enfermo, con aire malsano.

111
de la Virgen favorecen también a estratos sociales bajos del pueblo de Chuchula-
ya. Así, en el sexto milagro salva a una mujer mestiza de morir en el incendio de
su casa: una humilde vivienda con techo de paja, a diferencia de las viviendas del
tercer milagro que tienen una apariencia más señorial (ver infra).
La presencia de animales agresivos es recurrente en el conjunto: además
del toro del segundo milagro, en el octavo se representa a una mujer indígena, po-
siblemente forastera, quien al pasar por el pueblo resultó herida por un carnero de
la tierra (llama) y arrastrada hasta la puerta del templo. En el noveno y el décimo
milagros los personajes pertenecen a la categoría de vecinos criollos o españoles,
y el accidente les ocurre por obra de sus propias cabalgaduras.
El tercer milagro representa a una pareja comiendo sobre una mesa, y
podemos afirmar que se trata de una familia de vecinos criollos o españoles, por la
imponente casa de tejas que enmarca la escena y la presencia de servidores, ade-
más del refinamiento del traje de la mujer. Comer como principio de un accidente
permite asociar esta imagen con el pecado de la gula, representado en los cuadros
de las postrimerías. El hecho de tratarse de vecinos criollos o españoles no deja de
ser sugerente. La presencia de personas notables, aunque minoritaria en el conjun-
to, muestra que ellas son merecedoras de la protección de la Virgen, pero a la vez
reitera la asociación del accidente con una conducta de excesos. Así, la persona
de Paula Sosa, beneficiaria del noveno milagro –que según el cuadro es causado
por una mula–, reaparece en una novena publicada en 1963, que narra el mismo
milagro, pero atribuye el accidente a la borrachera de la mujer:
“Doña Paula Sosa, vecina del cacerío de Caracirca de este santuario, feste-
jando el aniversario de la Exaltación de la Santa Cruz. (…) Ya bien cerrada
la noche y los humos que le trastornaron la cabeza, salió del local de reunión
por una necesidad corporal, haviendose desviado en la oscuridad no pudo
volver al punto de partida o sea su casa y andando a tientas tratando de
orientarse vio que se había alejado mucho. Entonces, para abreviar el cami-
no de regreso tomó un sendero que la condujo a un precipicio de profundi-
dad de cuarenta metros más o menos. En momentos tan supremos no hizo
más que invocar el dulce nombre de María Santisima de Chuchulaya. Al día
siguiente salió de las profundidades del barranco sin el menor rasguño”17.

110
En el lienzo, y en fotografías de principios del siglo XX, la apariencia de la Virgen es la de una mujer blanca, pero ac-
tualmente es más bien una mestiza, producto de los sucesivos repintados, como si hubiera terminado pareciéndose a sus devotos,
después de haber sido protectora de los vecinos españoles. Pero hoy éstos han desaparecido, y la mayoría de la gente, tanto vecinos
como migrantes del pueblo a las ciudades y novenantes forasteros, son mestizos o mezclados, en una amplia gama de tonos more-
nos de piel. Así ve sus colores don Gerardo Navia: “La Virgen Natividad de Chuchulaya tiene una característica valluna, tiene los
pómulos bien coloraditos, ¿sí? La mujer valluna, cuando es mujercita, tiene a sus cachetes rojitos, chapita rojita, es coloradita”14.
El color rojo parece entonces expresar la identificación intermedia de la gente que le rinde devoción.
La gran cantidad de ofrendas que tiene la Virgen indica que es poseedora
de un poder sagrado y a la vez material. Es dadora de riqueza, pero también es
peligrosa. Comparte esa doble dimensión de las deidades andinas, que conjugan el
bien y el mal en una misma entidad. Quizás esa sea la razón del desdoblamiento
de la Virgen en la imagen de la estrella (alaxpacha) y en la de los Diablos (man-
qhapacha). Otra relación importante es la que vincula a la Natividad con la Virgen
de la Candelaria de Copacabana, cuyos atributos no corresponden a la advocación
ni a la iconografía de la Natividad15. La relación de la Virgen de la Natividad de
Chuchulaya con otros santuarios del lago Titiqaqa, como Carabuco y Copacabana,
parece vincularse también con esa noción de territorio sagrado, que la acción de
los agustinos buscó contener y evangelizar.
Al lado derecho, debajo de la Virgen, se encuentra un sacerdote, que
probablemente fuera quien lo encargó y financió. Su presencia en el cuadro re-
vela cómo la Iglesia se apropia del culto con fines políticos para monopolizar las
cargas tributarias de las comunidades de la región. Para resistir esta supremacía,
en el transcurso del siglo XVIII se dieron varias sublevaciones, en las que la
reapropiación de la imagen para trasladarla a las comunidades rebeldes fue un
asunto central.
Al centro del lienzo se muestra la Trinidad en su versión post-tridentina:
el Padre en el cielo, el Espíritu Santo en forma de paloma y el Hijo en brazos de la
Virgen. Los diez milagros están representados en los costados izquierdo, inferior y
derecho de la escena central. Cada recuadro muestra escenas que son una sintaxis
de imagen y palabra, y en varias de las escenas se muestran lugares peligrosos
y/o sagrados en los alrededores del pueblo. Los milagros vinculan el cuadro con
la tradición oral, y algunos de ellos también se mencionan en las novenas que se
publicaron hasta tiempos muy recientes.
El primer milagro16 describe un caso particular: el acoso sexual. No es
muy clara la identidad étnica de los personajes, pero parece tratarse de un vecino Virgen de Chuchulaya
y de una mujer forastera de estrato social inferior. Este tema fue muchas veces re-
presentado en la Nueva Coronica de Waman Puma de Ayala, y puede leerse como
una metáfora central de la colonización.
El resto de los milagros se centran en el tema de la curación de males ocasionados ya sea por graves enfermedades o por
accidentes fortuitos. Así, en el segundo milagro, un niño es atacado por un “toro bravo”, y la invocación de una india que vio la
escena lo salva de morir. En el cuarto milagro la Virgen cura a un hombre tullido, en el quinto devuelve la vista a una india de
Carabuco, que estuvo “ciega por muchos años”, y en el séptimo llega incluso a resucitar a un indígena muerto, ante el clamor de
sus deudos. Personajes indígenas, identificables por sus atuendos y textiles, son protagónicos en estas escenas. Pero los milagros

109
ETNOGRAFÍA DE UN LIENZO COLONIAL
El cuadro María Sma. de la Natividad y su mila-
grosa Ymajen en Chuchulaia es una expresión del
arte barroco en el espacio andino. Su iconografía
contiene no solamente características de la religión
católica, sino las particularidades propias de la
cultura local, a través de los diez milagros que se
pintan en sus bordes.
Los milagros, anteriores a la ejecución del
lienzo, materializan a la Virgen en su imagen de
bulto, que es la que mayor veneración recibe hasta
el día de hoy. A esta estatua, que ha sido repintada
varias veces, se le cambia de ropa cada año y se la
saca en procesión. Ella y sus seis Niños son el cen-
tro de las devociones y danzas que se realizan en la
fiesta de la Natividad cada 8 de septiembre. El úni-
co rito religioso que se identificó documentalmente,
en relación con el cuadro, es una novena anónima,
sin fecha, donde se relata un milagro ocurrido en
1908. En la novena se narran varios milagros de
una tradición extendida sobre el espacio del lago
Titiqaqa. Aunque el cuadro permanecía hasta hace
poco olvidado, la relación con Copacabana y Cara-
buco continúa hasta hoy. Sin embargo, ahora ya no
se rezan novenas: se elaboran programas e invita-
ciones que evocan algo de esa memoria oral.
El año 2007 la Virgen fue vestida de rojo
por los pasantes de la “Fraternidad Diablillos
Rojos de Chuchulaya”. El simbolismo del color
rojo, que tiene también versiones españolas,
sigue siendo sagrado, pero entre las personas
novenantes se asocia con la figura danzante de
los diablillos rojos de Chuchulaya.

Foto: X.B.

108
Según los vecinos del lugar, en el pueblo existen tres categorías de familias: las llamadas de pri-
mera categoría están compuestas por vecinas/os descendientes de españoles; las de segunda categoría,
serían familias mestizas de ascendencia indígena y española; las familias indígenas o campesinas son
consideradas de tercera categoría7. Se trata entonces de un esquema de clasificación típicamente colonial.
Un manuscrito de 1787, firmado por un “cacique español”, relata: “Sin duda no tiene reducción de
indios ni otras gentes este Santuario a excepción de algunos mestizos que residen al circuito de esta Pla-
za”8. Pero la importancia sagrada del territorio, expresada en la fiesta y en las devociones poco ortodoxas
de los novenantes, además del propio nombre Chuchulaya, aluden a una memoria cultural precolombina.
Las cualidades atmosféricas también se expresan en la toponimia: Laya significa casta o lugar,
y se dice que Chuchu hace referencia al Chujchu (paludismo), cuyos temblores se asocian con la tierra.
“Chujchu dice que había antes aquí. Dice que a todos daba chujchu. Pueblo enfermo era,
dice, a todos les daba chujchu, dice que así se enfermaba la gente y eso han dicho
tiene que ser Chuchulaya, el lugar mismo tiene chujchu, donde hay mal aire y la
tierra tiembla”9. Es interesante que las dificultades de este ambiente sirvieran
de excusa para que las comunidades de alrededor intentaran trasladar a la
Virgen de la Natividad a sus territorios. En un manuscrito de 1787 dirigido
al Gobernador Intendente de La Paz, Sebastián de Segurola10 , las autori-
dades comunales solicitan que el Santuario de Chuchulaya se traslade a
un pueblo cercano llamado Chiacani, pues la Virgen: “Con sus milagro-
sas y portentosas Obras nos tiene obligados a venirla a buscar desde la
distancia de siete a ocho leguas, y no hallamos muchas veces acogida
ninguna, al cabo de la hornada llegamos porosos, y a este nocibo viento
del lugar se nos apodera, y nos llenamos de males”11.
Actualmente, las personas que la festejan son forasteras al pue-
blo de Chuchulaya y reciben el nombre de novenantes, alusión a las no-
venas establecidas durante la época colonial para designar la duración de
nueve días que debían tener las celebraciones de la Virgen María (Ramos
Gavilán, [1621] 1976: 227-8). La categoría de novenantes representa sólo a
los forasteros, pues los vecinos del pueblo tienen su propia fiesta, en honor a la
Virgen del Carmen, el 16 de julio. Este referente indica la importancia de la pere-
grinación en el culto, es decir que la fe se expresa no solamente en la Virgen, porque una
Virgen podría encontrarse en cualquier templo, sino en un culto al territorio como representación de lo Foto: E.S.
sagrado.
La Virgen Natividad también se conoce como “Virgen de la Estrella”, en referencia a una estrella
que brilla en el centro de su frente, que sólo es visible a las personas devotas. Algunas personas afirman
que siempre pueden observar esta estrella, mientras que otras piensan que la Virgen elige cuándo hacerla
visible, pero todos saben que la estrella está ahí. En la memoria del pueblo se sabe que la Virgen de la
Natividad comenzó a representarse como “Virgen de la Estrella” después de un milagro que hizo que
brillara una estrella de la aurora en su frente. Esta estrella es identificada localmente como representación
del planeta Ch’aska (Venus), en su aparición matutina: “Es bien parecida a esta estrella que sale seis, tipo
cinco de la mañana. En Chuchulaya esa estrella se puede ver con mucha claridad”12. El significado de esta
estrella milagrosa quiso ser apropiado por el estado colonial, ya que en un documento de la época se atri-
buye al corregidor de Larecaja el haber sido el primero en verla13.

107
En la actualidad, ambos permanecen en libertad y no se han tomado medidas de se-
guridad en el templo. El único cuadro que pudo ser rescatado es San Jerónimo, óleo de autor
anónimo, pintado en siglo XVIII, que ha sido decomisado por el entonces Viceministerio de
Cultura boliviano.
Las políticas sobre la importancia material y simbólica del arte colonial llevaron a El
Colectivo a una reflexión sobre la revalorización del patrimonio, desde una perspectiva ch’ixi4.
Así, el valor de este cuadro trasciende la cotización económica, pues representa la memoria e
identidad de un pueblo en sus diversos estratos. La pintura expresa el carácter compuesto de la
yuxtaposición mestiza. Por un lado, el lienzo fue un instrumento de colonización religiosa; y
por el otro lado, un instrumento de resistencia, pues a través del ciclo ceremonial en honor de la
Virgen y los niños, se reactualiza el culto a la wak’a o territorio sagrado en el que se asienta el
Santuario.
Desde esta perspectiva, la restauración y conservación del cuadro para devolverlo al
pueblo reviste importancia, pues si fuera robado o expropiado por un museo, perdería su signifi-
cado social y cultural. La gente lo vería, pero no lo sentiría, no lo entendería, ni podría interpre-
tarlo desde su conocimiento local. Tras un largo proceso de negociaciones con las autoridades
locales, y con la garantía del gobierno boliviano y del gobierno español de que sería devuelto al
Santuario, el cuadro fue trasladado al taller de restauración del Ministerio de Culturas boliviano
en diciembre del 2009, y viajó a España como parte de la muestra Principio Potosí.

REFERENCIAS ESPACIO-TEMPORALES
El pueblo de Chuchulaya está en la provincia Larecaja del departamento de La Paz.
Se encuentra rodeado por elevadas montañas verdes y frente al imponente nevado Illampu. La
región es un extenso valle templado, caracterizado por su importancia económica debido a sus
cooperativas mineras. Jáuregui (1991) describe que desde épocas precoloniales esta provincia
desarrolló la explotación de productos agrícolas tradicionales, como la coca, y de materias
primas como los minerales. Los colonizadores se posesionaron de extensas tierras y fundaron
varios pueblos para acceder a las minas de oro de Tipuani y Suches. Durante la república, la pro-
vincia perdió parte de su extenso territorio y Sorata (pueblo vecino a Chuchulaya) se convirtió
en el centro económico más importante, con el acopio de la quina y el caucho, aunque en Chu-
chulaya floreció una gran feria anual que atraía a trajinantes de un vasto circuito comercial.
Hasta el momento no he podido identificar la fecha de construcción del primer templo
de Chuchulaya. Sin embargo, un manuscrito de 1790 dirigido a la Vicaría General de La Paz,
firmado por vecinos del pueblo, señala que: “En este dicho Santuario ha estado esta milagrosa
Ymagen, serca de un siglo”4. Es posible que la Virgen fuera entronizada en el pueblo entre fines
del siglo XVII y principios del siglo XVIII5. Don Reynaldo Aliaga, ex ecónomo de la iglesia,
me comentó: “La campana que está colgada en el templo dice 1630”6. El Santuario, sin embar-
go, parece ser una idea –materializada en objetos e imágenes de culto–, más que un sitio fijo,
ya que la historia oral y documentos relacionados a las sublevaciones indígenas indican que en
la segunda mitad del siglo XVIII las imágenes de culto se trasladaron dos veces, de Rosasani a
Rosaspata, y finalmente al pueblo de Chuchulaya, donde se asentó en forma definitiva.

106
PROCESOS DE APROPIACIÓN
Y RESISTENCIA RELIGIOSA EN
EL CULTO A LA VIRGEN DE LA
ESTRELLA 1

GABRIELA BEHOTEGUY CHÁVEZ

EL ESTADO DEL LIENZO


En el pueblo de Chuchulaya, donde se encuentra el Santuario de la
Virgen de la Estrella o Virgen Natividad, permanecía, como escondido entre
polvo y olvido, el cuadro titulado María Sma. de la Natividad y su milagrosa
Ymajen en Chuchulaia. La pintura (283 cm. x 207 cm.) es de autor anónimo
y está fechada en 1732. Al parecer, se encontraba en depósito desde 1997,
debido al robo que sufrió la Iglesia, de donde afortunadamente no se pudo
sacar este lienzo. Cuentan en el pueblo que cuando los traficantes de arte
perpetraban el robo, pudieron llevarse importantes reliquias: joyas, medallo-
nes, la canastilla de la Virgen, e incluso otros cuadros. Sin embargo, cuando
intentaron cortar el lienzo, dicen que la Virgen hizo un milagro y desplomó
las maderas que sujetaban al cuadro haciendo temblar la iglesia y escapar a
los ladrones2.
Se identificó al entonces agregado cultural de la República del
Perú, Pedro Díaz y a un ciudadano francés, Dominique Scobry,
como los presuntos traficantes de estas obras coloniales.
Sin embargo, el Estado boliviano no dio conti-
nuidad al proceso penal iniciado en su
contra3.

Foto: E.S.
Otro caso relatado por Arzáns es la historia de un criollo pobre, que afligido por sus obligaciones, decidió entrar a una de
las minas más ricas contra la voluntad de su dueño. En la víspera de Pascua de Resurrección entró en la mina con pocos conoci-
mientos sobre esta labor. Después de un largo descenso, el minero se creía perdido ya que no podía encontrar ni el metal que estaba
buscando ni la salida del socavón; para colmo, al pasar por un crucero se tropezó haciendo caer la única vela que llevaba consigo.
Este es el momento del milagro, que el cronista relata así:
“…su mujer e hijos viendo y sabiendo claramente que el pobre de Sebastián fue al Cerro con intento de sacar de alguna
mina el metal para aliviar sus necesidades... asegurando su desdicha fueron a San Pedro y puestas en aquella milagrosa ima-
gen de Cristo crucificado, con abundantes lágrimas le pedían apareciese su marido y padre pues no tenían quien los sustente.
Fueron tan eficaces las lágrimas de los unos y los otros que obligaron al Señor de las piedades a socorrerlos en aquel trabajo.
Apareciósele al afligido Sebastián en la misma forma que está su sagrada imagen en la capilla de la iglesia de San Pedro,
algo distante de donde estaba y con tanta claridad por los rayos de luz que despedía que no parecía sino que el sol material se
había entrado todo él en aquella estrechura, pero lo era más pues fue el divino Cristo Nuestro Señor, quien dando muestras
de que le siguiese y poniéndole en efecto Sebastián se halló brevemente en la boca o lumbrera por donde había entrado. No
paró en esto solo el favor, sino también que en la misma salida, en un descanso que allí hacía, halló una porción de metal
muy rico que de ningún modo natural pudo estar en aquel paraje, sino que Dios sobrenaturalmente lo puso así. Tomólo y
cargándoselo se encaminó a su casa” (Arzáns Orsúa y Vela, 2000: 375-378).

De esta manera, el Cristo de la parroquia de San Pedro no sólo expresa el sufrimiento de un barrio minero, sino también
su reivindicación milagrosa y su complicidad transgresora. Cristo, en este sentido, no siempre obedece las leyes y normas que se
han establecido en su nombre: ayuda a un k’ajcha a robar mineral y a un minero a pasar la fiesta de San Pedro robando un saco
de carbón de otra iglesia. El Cristo de la parroquia de San
Pedro es un símbolo católico que ha sido apropiado por los
1
. La corona española adoptó el sistema de la mit’a Inka para acceder a la indígenas en la colonia y por los vecinos y cooperativistas
cantidad de mano de obra necesaria para explotar el cerro de Potosí. Bajo actuales, en busca de igualdad política y ciudadana, propor-
este sistema, los señores étnicos o caciques fueron encargados de reclutar cionada por las cofradías y fiestas, en las que el prestigio
a hombres de entre 18 y 50 años de sus ayllus en las dieciséis provincias social brinda un sentido de lugar dentro de la comunidad,
asignadas para surtir de mit’ayos a Potosí.
2
. Manuscrito de Huarochirí, citado por García Valdés, s/f.
a contrapelo de las fuerzas disgregadoras e individualistas
3
. Así se conocía a los arrieros de mulas que transportaban mineral desde el de la actual sociedad colonizada. En el plano espiritual, el
Cerro Rico de Potosí. sufrimiento y el milagro justo que se encarnan en este icono
4
. Mario Victoria, vecino del barrio de San Pedro, 5-11-2009. sagrado suponen la reconstrucción de un símbolo instiga-
5
. En una fecha especial las mujeres del grupo pasante visitan las casas de dor y vigilante en servicio de la dominación –el Cristo de la
algunas personas acompañadas de fruta seca y licores, para pedirles algunos
favores para el festejo del niño. Santa Vera Cruz, que desde la colonia fue apropiado por la
6
. Muy parecida a la q’uwa de espíritu descrita por don Jhonny Llanos: “Viene elite – y le opone la figura de un Cristo benefactor, protector
el Espíritu que nosotros llamamos, preparamos la q’uwa, ch’allamos por de los trabajadores ante los abusos, maltratos e injusticias
la derecha, escogemos las hojitas sanitas que no sean quebrantadas ni do- del trabajo en el interior de la mina.
bladas, 12 hojitas, cada mes representa algo y después les decimos: ‘ahora
apaguen la televisión, apaguen la luz porque la pachamama tiene que com-
erse tranquila sin que nadie le moleste’ y siempre q’uwamos cuando todos
ya están en la casa”. Entrevista, 07-01-2010.
7
. La palabra qhichwa saqra significa espíritu maligno, pero también wak’a o
sagrado (Bouysse Cassagne y Harris, 1987).
8
. Que en paz descanse, a su alma un agradecimiento especial por su amistad.
9
. Esposa del presidente de la cooperativa Reserva Fiscal Limitada.

104
“Estaba en aquella iglesia debajo del coro a la entrada una devotísima imagen de Cristo (redentor nuestro)
puesto a la columna, y como entrase aquel pecador luego puso los ojos en ella, y advirtiendo que sus pecados
lo habían puesto de aquella suerte comenzó su corazón a sentir tan de veras las ofensas cometidas contra Dios,
que no pudiendo contenerse empezó a deshacerse en sollozos y lágrimas de dolor, y arrojado a sus pies le pedía
muy de veras perdón de sus culpas, proponiendo a voces de confesarlas, enmendarse y satisfacer por ellas. En
este punto, a instancias del portero, salió del claustro un religioso que viéndolo aquel pecador se levantó de los
pies del Santo Cristo, y llegándose al sacerdote le pidió encarecidamente le confesase. Movido el sacerdote de
sus importunaciones le oyó de penitencia, y tales debían ser sus pecados pues acabada su confesión no quiso
absolverlo (… ) No quiso de ninguna manera el confesor, antes como enfadado se levantó y fue a entrarse a su
claustro, pero, ¡oh bondad de Dios y cuánto estima las almas que redimió con su preciosa sangre!, pues en aquel
instante este misericordiosísimo Señor que en su santa imagen estaba atado a la columna… dijo: “Absuelve a
ese hombre, que no te costó a ti lo que a mí” (Arzáns de Orsúa y Vela, 2000: 98-100).
Una de las características del lienzo es la mirada del Cristo, una mirada vigilante sobre los seres humanos, que
se asienta sobre todo en aquellas personas que erigieron su poder afianzados en la doctrina católica, y que nunca tuvie-
ron la intención de construir relaciones horizontales con sus semejantes, porque no se sentían iguales. Construcción del
poder que a nivel social significó la opresión política permanente y la exacción forzosa de recursos económicos de parte
de los estratos españoles superiores sobre la población nativa del Potosí colonial. Pero más allá de la intencionalidad
del autor, la tortura física sufrida por Cristo a manos de los soldados romanos se interpreta, en la actualidad, como una
metáfora de la opresión sufrida por la población indígena a manos de los españoles, no sólo en el trabajo forzoso de la
mit`a, sino también en un abanico de situaciones en las cuales los castigos por desobediencia eran muy cercanos a la
tortura.
Las personas vecinas de San Pedro identifican la flagelación de Cristo en esta pintura como una representación
de la explotación tortuosa que sufrían los indios en aquellos tiempos. Cuando conversaba con un grupo de señoras de
la parroquia sobre este cuadro, una de ellas9 comentó: “¿no será que les castigaban a los indígenas cuando trabajaban
con los españoles?… Si era un indígena el que ha pintado, yo pienso que también eso estaba viendo” (Grupo parroquial
Litoral, 2009). Para el párroco Fabio Calizaya las heridas en el cuerpo de Cristo representan, cada una, una bocamina
del cerro.
Esta representación del Cristo flagelado como un cerro desgarrado que simboliza el sufrimiento de los mit’ayos
pudo afincarse desde la época colonial en la memoria de este barrio minero. El calvario se repetía permanentemente
en las faldas del Cerro Rico de Potosí, donde se dice que la mortalidad era tan alta que de cada cinco indios sólo uno
sobrevivía (Quesada 1950: 59). El mit’ayo en la colonia y el minero cooperativista en la actualidad enfrentan un periplo
cotidiano que sumerge a los trabajadores en lo profundo de la tierra, asemejando este descenso a una verdadera “pere-
grinación de la muerte” (Absi, 2005: 81).
Estos elementos son parte de la cultura del sufrimiento asumida por los vecinos del barrio de San Pedro. Pero
a su vez contienen una contraparte milagrosa a través de la intervención del Cristo en la vida de los creyentes. Don Gu-
mersindo Vargas me contó la historia de un minero que había “agarrado” la fiesta de San Pedro, es decir, que se estaba
haciendo responsable de los gastos festivos en nombre del santo de la Parroquia. Este hombre era creyente y devoto
de esta imagen, tanto que sólo su pobreza igualaba su devoción. Un día cercano a la fecha festiva había entrado muy
preocupado a la parroquia, arrodillándose rápidamente ante el Cristo crucificado. En medio de susurros le había dicho:
“Qué hago señor, ya está llegando la fiesta, faltan semanas para que pase la fiesta y no tengo dinero, no puedo ganar en
la mina”. Inesperadamente escuchó un susurro que le decía: “anda a la parroquia de San Benito y recoge uno de los sacos
llenos de carbón, nadie te dirá nada pues es mi deseo”. Así lo hizo el minero, llevando un saco de carbón de la parroquia
de San Benito a su casa. Cuenta don Gumersindo que al día siguiente, el minero se despertó y sorprendido observó que
el saco de carbón se había convertido en un saco lleno de dinero, con el cual pudo pasar con toda pompa la fiesta de San
Pedro (entrevista realizada el 9-1-2010).
103
explicaba el hecho como el castigo de un niño saqra al cual no había ido a adorar pese a la invitación de sus dueños. También
indica que este niño era malo porque en otra ocasión se había incendiado, y atribuye el accidente al descuido de sus dueños.
Esto ejemplifica la contaminación mutua de elementos cristianos y andinos. Entidades como el niño Jesús o la Virgen
pueden expresarse bajo la forma de fuerzas malignas, resbalando de su mundo celestial para codearse con las entidades del
ukhupacha, una vez más reavivado. La alegría de esta festividad contrasta con la tristeza cotidiana del cristo flagelado y con la
oscuridad y el peligro del trabajo minero.

EL CRISTO FLAGELADO DEL BARRIO


Cristo en la Columna, Potosí DE SAN PEDRO
Foto: A.U.
La imagen de Cristo más popular en la ciudad de Po-
tosí es la del Cristo flagelado, ya sea en la cruz, en la
columna o en su tortuosa peregrinación hacia el cal-
vario. La que nos interesa aquí es la del Cristo en la
Columna, lienzo que se encuentra en la parroquia
de San Pedro. De la intencionalidad del cuadro no
se tiene mayor información, pero es claro que el
autor pone en escena la parte del calvario donde
los soldados romanos atan las manos de Jesús a
una columna para flagelarlo. Sin embargo, esta
historia bíblica es permeable a las situaciones
propias del contexto social, cultural y económi-
co que se vivía en la Villa Imperial en la fecha
de su elaboración.
Un relato registrado por el historiador
Bartolomé Arzáns de Orsúa y Vela en el año
1616 cuenta que un vecino de la Villa, pecador
famoso por sus “abominables costumbres”,
un día se encontró perdido de desesperación
ya que la mujer amada no le correspondía;
ese día había decidido quitarse la vida ahor-
cándose en un lugar alejado de la ciudad.
Salió de su casa con una soga en la mano
dispuesto a cumplir su propósito. Mientras
caminaba cerca de una iglesia, se encontró
con un hermoso niño que cargaba un canasti-
llo entre brazos, quien amablemente le pidió
que tocara la campanilla por él ya que debía
entregar el encargo a un religioso. El hombre
hizo lo indicado y en cuanto el portero salió
de la iglesia el niño desapareció. Fue dentro
del templo donde ocurrió el milagro:
como españoles de la época colonial, que entran con caretas. Dicen que como pecadores no pueden mirar de frente al niño, por eso
tienen que utilizar las máscaras para pedirle perdón. Después de un agotador y acrobático baile, y de que el niño les ha perdonado,
se sacan las máscaras para mostrarse como personas renovadas por este acto de perdón (Jhonny Llanos, 07-01-2010).
Enseguida entran los fiesta pasadores, que más que danza hacen una representación teatral frente al niño, exponiéndole
sus quejas y solicitándole favores. El humo de la q’uwa impregna con olores sacros el templo. El alcohol y la coca entran en esce-
na, los pasantes vestidos con ropas de Santiago de Machaca ch’allan con alcohol el altar del niño agradeciendo a la Pachamama
por los favores otorgados, y luego pijchean o mascan coca –invitando también a los asistentes– hasta que la q’uwa se consume6.
Este agradecimiento a la Pachamama está arraigado en la cultura minera propia del barrio, ya que si no se ch’alla a la madre tierra
es posible que no se encuentre mineral.
De esta manera, la solemnidad de la parroquia se trans-
forma, los olores, sabores y colores terrenales se confunden
con los celestiales; la Pachamama recibe las libaciones en
el piso de la parroquia, el alcohol y la coca son bienveni-
dos porque la fiesta permite licencias: el orden cotidia-
no se ha visto trastocado por el nacimiento del niño.
Más allá de mantener a la comunidad parro-
quial integrada en torno al niño, esta festividad ex-
presa un deseo espiritual de parte de los vecinos de
que el niño los proteja de todo mal y bendiga sus
actividades comerciales o productivas. Esto supo-
ne una práctica ritual fundada en las relaciones
que promueven el hombre y la mujer andinos con
entidades superiores. Como indica Estermann,
las entidades católicas andinas no son “sustan-
cia trascendente e imperturbable”, mas bien son
parte de un sistema cósmico de relaciones en
el cual participa el ser humano. Por esta razón,
Dios o el Niño Jesús pueden recibir ofrendas
de alcohol y coca, estar felices o enojados con
las personas que los cuidan, con las familias o
con el barrio, ya que sin esta contraparte no son
seres totales.
En este sentido, el niño Jesús también
puede ser por momentos una entidad saqra7,
como la virgen puede volverse antropófaga
cuando acepta los sacrificios de los mineros,
que le brindan su propio cuerpo transformado
en mesas rituales o sacrificios animales, con
el fin de encontrar mineral. Este carácter ma-
ligno se expresa en una variedad de castigos
y hechos increíbles, como el que le sucedió a
doña Virginia Caba8, quien se había quemado
con cera caliente en los días de navidad. Ella
101
Actualmente esta festividad ha sido asumida por la comunidad pa-
rroquial de San Pedro. Los grupos que la conforman se turnan para pasar
la fiesta, cuya organización dura un año, y el grupo pasante se encarga de
recaudar fondos para cubrir los gastos, que van desde contratar una banda de
música para la procesión hasta invitar a buñuelos y chocolate a los asistentes.
Si bien el grupo pasante tiene la responsabilidad mayor, toda la comunidad
parroquial aporta para la fiesta. Por el mes de septiembre, el grupo encargado
rodea con masitas5 a los bailarines, a los dueños de carritos de miniatura y a
los dueños de arcos, asegurando su presencia durante la procesión del niño.
Este es un acto simbólico que expresa la redistribución de responsabilidades conflicto por la búsqueda de autonomía de
dentro de la comunidad parroquial. las cofradías indígenas, sino también un en-
frentamiento de poder entre dos elites que
tenían enorme influencia y capacidad de
interpelación en la vida del emporio mine-
ro; al final el triunfo correspondió a las dos
cofradías indígenas que fueron liberadas de
acompañar la procesión de la Santa Vera
Cruz.
Algo que caracterizaba a la Cofra-
día del Niño Jesús era la intensa participa-
ción femenina en sus actos, lo que muestra
que las cofradías fueron instituciones que
atrajeron el interés de la población indígena
femenina; los documentos notariales eviden-
cian que son las mujeres indias las que más
parecen haber participado en la actividad de
las cofradías; esto puede comprobarse en la
descripción del esmero y dedicación de las
pallas e indias ricas en la procesión del san-
to patrono de dicha cofradía que hace Diego
foto: D.G.
de Ocaña en 1601:
El fin de semana más próximo al 6 de enero tiene lugar la fiesta del
niño Jesús de San Pedro. La ceremonia comienza pasado el medio día con la La cofradía del Niño Jesús es tan
procesión de los carritos alegóricos y los niños vestidos con tejidos andinos, rica… la mañana de Pascua de Resu-
juguetes, cucharas y ollas de plata, que parten de la plaza 25 de Mayo hacia rrección hacen alrededor de la plaza una
la parroquia. La señora pasante encabeza la procesión con el Niño Jesús en procesión digna de ver y de mandar a la
memoria […] iban por los lados en dos
brazos, un estandarte y unas estatuillas de José y María. Les acompaña una
hileras muchas indias, todas en proce-
cuadrilla de niños bailarines vestidos de pastorcitos junto a una banda de sión, sin ir varón ninguno […] vestidas
músicos contratada. de muy finas sedas de terciopelo […]
En el atrio de la parroquia los explosivos comienzan a sonar. La detrás de todo iban unas andas de pla-
multitud animada corre hacia el interior de la parroquia para ubicarse en ta, todas maravillosamente labradas y
buen lugar. Entra el niño en brazos de una mujer, que con mucha devoción dentro el Niño Jesús vestido con traje de
lo pone en un altar para dar comienzo a la fiesta. Otro grupo de pastorcitos, indio con yacolla, que es una camiseta
esta vez jóvenes, inician la adoración; bailando se acercan al niño para arro- cuadrada sin mangas y una manta sobre
dillarse y rezar. Luego le siguen los reques, un grupo de jóvenes vestidos los hombros (Ocaña, 1969).

100
COFRADÍA DEL NIÑO JESÚS EL NACIMIENTO DEL NIÑO JESÚS
EN POTOSÍ COLONIAL Con la intención de atraer a los indígenas y transmitirles el evangelio,
los sacerdotes españoles rodearon su doctrina con una solemnidad fascinadora,
PABLO QUISBERT acompañada de una fastuosa pompa. Producto de esto es la general aceptación
que tuvieron los santos como símbolos protectores de los pueblos e interce-
sores divinos. Otro elemento sugestivo fueron las cofradías, agrupaciones de
indios con determinadas obligaciones religiosas y sociales. Los miembros de
las comunidades y pueblos revivían un sistema de cargos en el seno de las co-
En cuanto a las cofradías indíge- fradías que organizaban las fiestas y les servían como mecanismo de prestigio
nas las hubo de todo tipo, desde las más hu-
social, control del poder e integración en torno a la figura del santo patrono.
mildes a las más ricas y prestigiosas como
Nuestra Señora de Loreto y la afamada
Los símbolos extranjeros fueron apropiados en este proceso de reproducción
Cofradía del Niño Jesús, ambas fundadas social.
a instancias de los Jesuitas: precisamente Una de las festividades católicas más populares entre los indígenas
estas dos cofradías fueron protagonistas fue la del nacimiento del niño Jesús. En la crónica anónima de 1600 titulada
en el siglo XVII de uno de los mejores Historia General de la Compañía de Jesús en la Provincia del Perú, se men-
ejemplos de conflictos entre cofradías. El ciona que en la capilla construida en el Qusqu sobre el antiguo palacio del Inka
problema se inició cuando ambas cofradías Wayna Qhapaq –el Amarucancha o patio de las serpientes–, funcionaba una
obtuvieron licencia eclesiástica para rea- cofradía de indios dedicada al nombre de Jesús, fundada por los jesuitas en
lizar su propia procesión el Lunes Santo, 1571 (Mújica Pinilla, s.f.). El financiamiento de esta cofradía surgía del aporte
a lo cual se opuso la Cofradía de la Santa
de nobles indígenas descendientes de los doce linajes reales. La procesión del
Vera Cruz, la más antigua y prestigiosa co-
fradía de españoles de la Villa, aduciendo
Niño Jesús, realizada en Corpus Christi, era una de las más notables:
que era costumbre de las cofradías indí-
genas acompañar la procesión de la Santa “…salía la aristocracia indígena con él andando sobre los hombros,
Vera Cruz el Jueves Santo y que permitir a encabezada por un “Ynca principal” ricamente vestido, con una capa
las dos cofradías indígenas hacer su propia escarlata y en la mano el pendón real en vara de plata con las insignias
procesión era atentar contra los privilegios del Nombre de Jesús. Éstos eran seguidos por los cantores y minis-
y preeminencia que gozaba dicha cofradía triles de la cofradía que tocaban orlos, chirimías, trompetas y flautas,
de españoles. llevando cera encendida por valor de doce mil ducados” (Mateos, cit.
La cofradía del Niño Jesús era, en Mújica Pinilla, s/f).
en cierta forma, entre los indios, lo que la
Cofradía de la Santa Vera Cruz era para
La investigación de Pablo Quisbert muestra que esta misma forma de
los españoles de la Villa. Fundada bajo el
amparo de los jesuitas, acogió en su seno organización y boato se exhibía en las procesiones potosinas en honor al Niño
a los miembros más esclarecidos de las eli- Jesús en el siglo XVII.
tes indígenas; en ella estaban asentados los De esta manera, la población indígena colonial andinizaba los ele-
miembros de la nobleza incaica residente en mentos cristianos de la doctrina católica, reconstruyéndolos desde su memoria
Potosí y sus descendientes, los miembros de colectiva y vivencia práctica, para crear un nuevo orden simbólico y teológico.
las noblezas indígenas locales, las pallas o Esta religiosidad andina popular se expresa en la festividad del Niño Jesús de
princesas incas, las poderosas comerciantes la parroquia de San Pedro, que tiene sus antecedentes más recientes en la épo-
indígenas en chicha y coca, y los yanaconas ca republicana. En el barrio de San Juan algunas familias mineras adoraban a
e indios más ricos. Así pues el conflicto con un niño Jesús traído del Qusqu. Los bailes de adoración se99llevaban a cabo en
la Cofradía de la Santa Vera Cruz, la más
domicilios particulares y duraban hasta el amanecer (Mario Victoria, 07-01-
prestigiosa de las españolas, era no sólo un
2010).
99
rotación y redistribución de responsabilidades propia de la cultura andina, cada khumuri
tenía que pagar la fiesta para todo el gremio4. Este mestizaje religioso se expresa en los
ritos de los actuales habitantes de San Pedro, que un vecino del barrio justifica en térmi-
nos cristianos:
“… nuestros antepasados creían en la lluvia, en el fuego, en el Sol, en la Luna...
entonces todos estos hechos son parte de la misma vida del ser humano, si no-
sotros somos conscientes, si creemos en Dios, tenemos que estar seguros de que
todos estos hechos son presencia de Dios…” (Jhonny Llanos, 29-10-2009).
Otro vecino, ferviente católico y ex minero, explica su creencia de oficio en Dios
y en la Pachamama:
“…cuando trabajaba en interior mina me ch’allaba a la madre tierra…si no
hay esa ch’alla no hay mineral, no sé si será una susceptibilidad personal o
una leyenda, pero sucedía esas cosas. Hago esto sin olvidarme de Dios; otros
decían: vas a estar con el diablo o con Dios, porque vas a tener muy en cuenta
Dios es creador de todo y el diablo no, entonces yo tenía siempre en mente
a Dios, hasta el momento doy gracias a Dios dentro de la tierra o fuera de la
tierra…” (Mario Victoria, 5-11-2009).
También la fiesta de Todos Santos, que concuerda con el inicio del tiempo
de lluvias, se ajusta a la ancestral fiesta de los muertos o aya marka killa (Corso
Cruz 2007). Estos elementos impregnan la religiosidad que se vive en el barrio de
San Pedro, un barrio predominantemente minero en el cual podemos encontrar res-
tos de moliendas e incluso de las wayras u hornos de viento que se utilizaban para
fundir el mineral en tiempos coloniales. En las casas se pueden hallar molinos que
han ido pasando de generación en generación en una misma familia. En este barrio
todos se conocen y todos se hablan, hay un aire de comunidad que gira en torno a
la parroquia, sobre la que la vecindad tiene derecho de usufructo religioso; toda la
gente se preocupa de su cuidado y restauración. La práctica religiosa es familiar;
niñas y niños, adolescentes y jóvenes del barrio la comparten con las madres, que les
transmiten estas devociones mezcladas. Debido a esto, el barrio y los alrededores de
la parroquia constituyen un mundo maternal y hogareño, un mundo privado y a la
vez colectivo con el cual se asocian las mujeres alejándose del espacio público de la
ciudad criolla para expresar el mundo “cholo-andino-popular” (Rivera, 1996).
Probablemente esta historia y el contexto social del barrio de San Pedro han
posibilitado que la doctrina católica se inscriba en la religiosidad mestiza predomi-
nante, como un proceso de mutua adaptación: “han empezado a evangelizar desde
lo que vivía la gente, desde de lo que sentía la gente” (Jhonny Llanos, 29-10-2009).
Veremos esto a través de dos ritos festivos que honran al Cristo de la parroquia.

Descripción Cerro Rico e Imperial Villa de Potosí, Berrío


Detalle: Iglesia de San Pedro
Foto: A.U.

98
Tal fue la cantidad de mineral extraído de este cerro en los primeros meses,
que los capitanes españoles apuraron a las instancias administrativas de la corona para
que se dictaran leyes que les permitieran aprovechar de mejor manera los recursos na-
turales y humanos de la zona. De esta manera, en 1572 la corona española estableció
un nuevo sistema de administración territorial a través de políticas “que consistían en
reunir en todos los pueblos de reducción a toda la población de los ayllus que vivía
dispersa en comunidades y pequeñas estancias” (Mendoza et al., 1994: 22), con fines
administrativos de control del tributo indígena, acceso a la mano de obra de la mit’a y
adoctrinamiento religioso. Así se crearon nuevas unidades jurisdiccionales que incluían
audiencias, corregimientos y capitanías de mit’a 1, enclaustrando los archipiélagos ver-
ticales de las confederaciones y señoríos aymaras en el perímetro de las provincias y
repartimientos.
En la Villa Imperial de Potosí las reducciones toledanas significaron un re-
ordenamiento habitacional permanente. Se destruyeron las precarias casas del primer
campamento minero para construir edificios de instituciones públicas, ampliando calles
y señalando espacios para plazas y mercados. Las parroquias fueron el núcleo agluti-
nador de los asentamientos humanos. Las primeras fueron Santa Bárbara, San Pedro y
San Martín, en las faldas del Cerro Rico, para adoctrinar y asentar a los mitayos de las
distintas provincias. Una de las primeras parroquias de indios fue la de San Pedro, cuyo
año de fundación fue 1581; existe constancia de que en 1585 ya se encontraba funcio-
nando (Chacón, s/f: 99). Esta parroquia estaba al mando de los dominicos, que tenían a
su cargo la tarea de evangelizar a los mit’ayos.
El proceso de evangelización y extirpación de idolatrías en la población indí-
gena significó que entidades como el rayo (illapa) y las montañas (apus) fueran relega-
das a la esfera del ukhupacha, vocablo qhichwa escogido por los evangelizadores para
traducir el concepto de infierno a la lengua indígena, manqapacha en aymara (Absi,
2005: 83). Esfera del mundo de abajo que contrastaba con el mundo de arriba, el mundo
celestial donde los evangelizadores situaron a Dios, la Virgen y los Santos, que desde
lo alto eran garantes del orden colonial, regidores de la moral y las buenas costumbres.
En algunos casos, los evangelizadores incorporaron a entidades menos subversivas en
los ritos católicos, como es el caso de la Pachamama, identificada con la Virgen (Absi,
2005).
Sin embargo, existen relatos que dan cuenta de que los indígenas encontraron
medios para no olvidar sus ceremonias religiosas y sus rituales; por ejemplo en el
Qusqu, los indígenas celebraban la fiesta de la wak’a Chawpiñamca ofrendándole
chicha en la víspera de Corpus Christi e incluso sacrificando animales2. Estos actos
de desobediencia solapada fueron gestos de resistencia ideológica ante la conversión
obligatoria, y le dieron cuerpo al ukhupacha, que se convirtió en un espacio de lo secreto,
asociado con el pasado (Absi, 2005: 83).
Este fue un proceso de mestizaje religioso obligado, por medio del cual “los
elementos andinos son cristianizados y los elementos cristianos son andinizados”
(Estermann, 1998: 1-2). Así se produjo una contaminación mutua, una yuxtaposición de
elementos de ambas religiones. Ya en 1751 se registran fiestas tradicionales de parte de
los khumuris3 en honor a la cruz colonial de la parroquia de San Pedro. Asumiendo la
97
LA VILLA IMPERIAL DE
POTOSÍ Y SU BARRIO
MINERO DE SAN PEDRO
En 1545 llegaron los primeros
españoles a las faldas del Sumaj Urqhu
o Cerro Rico de Potosí. El evento ocurrió
después de que el indio Diego Huallpa
decidiera explotar por cuenta propia las
vetas de plata que había descubierto. Tras
descubrir el secreto del indio, los españo-
les decidieron establecer un campamen-
to en las faldas del cerro y comenzaron
a explotar febrilmente las vetas, con la
mano de obra indígena de la región.

96
UN CRISTO HETERODOXO.
EVANGELIZACIÓN Y
RESISTENCIA EN UNA
PARROQUIA MINERA
LUÍS VÍCTOR ALEMÁN VARGAS
El almirante Cristóbal Colón escribió en su diario: “debe
haber muchas cosas que yo no conozco, pero no puedo dejarme
de apartar de mi objetivo: encontrar oro para la explotación de
las islas” (Mendieta, 2002). Este cometido no sería alcanzado
sino medio siglo más tarde por Francisco Pizarro y Diego de Al-
magro, que con el respaldo del Rey Carlos V emprendieron la
búsqueda de minerales preciosos en los Andes. El imaginario del
oro acompañó la aventura española en América a lo largo de todo
el período colonial: muchas fueron las expediciones en pos de
El Dorado, un fascinante tesoro mítico oculto en las selvas del
Antisuyu.
No tardaron mucho los españoles en sojuzgar al Imperio
Inka y a los señoríos de habla qhichwa y aymara de la región,
estableciendo un nuevo esquema de gobierno que les permitió
aprovecharse de los recursos y conocimientos nativos para ex-
plotar y transportar coca, plata y minerales en el interior del mer-
cado potosino, y a ultramar hacia el puerto de Sevilla. Junto a los
comerciantes, autoridades y soldados llegaron los sacerdotes de
la iglesia católica, cuya misión evangelizadora justificó la aven-
tura colonial como un acto de rescate de esas almas atrapadas por
el “demonio” (así bautizaron a las deidades nativas, los ancestros,
supay o saxra), en lo que se llamó la extirpación de idolatrías.
Esta tarea otorgó a la Iglesia una centralidad en la organización
de los hechos culturales coloniales. Sin embargo, este monopolio
en la construcción de significados culturales fue contestado por
los indios en prácticas de resistencia pasiva y subterránea, que
fueron indianizando los elementos cristianos.

95
1 3
. En la tesis de licenciatura de Álvaro Pinaya (en . El nombre alude a dos formas de representar a la comu-
preparación) se desarrolla la idea del “referente nidad: por una parte se trataba de dirigentes elegidos
espacial” en el espacio de la calle Illampu, aledaña a la conforme a la organización comunitaria de los ayllus,
zona del Gran Poder, sobre la base de las propuestas de no reconocida por el gobierno, y por otra parte se tra-
Mazurek y Hallbwachs (ver bibliografía general). taba de personas con cierto grado de instrucción, que
2
. La devoción católica y la militancia anarquista o comu- los habilitaba como apoderados de los indios ante las
nista –como lo ha mostrado June Nash para los mine- instancias oficiales.
4
ros de Oruro–, se viven de un modo yuxtapuesto y sin . Llama la atención esta asociación del museo con un
conflicto, como lo sugerimos con la noción de lo ch’ixi lugar de castigo, un espacio excluyente que impediría
(Nash 2008). cualquier rito o devoción.

Dibujo: Efraín Ortuño. Foto: D.G.

94
La entrada del Gran Poder se constituiría en una alegoría performativa que promueve un retorno solapado de lo indio.
Como en un rito de peregrinación, la gente se va desplazando desde los barrios populares hacia el centro de la ciudad, en una
suerte de toma simbólica del mismo. Este trajinar de danzarines permite a través de su puesta en escena (danza, vestimenta y gesto
corporal) reorganizar aquel mundo desestructurado y puesto al revés por la colonia, interpelando a las elites que durante los últi-
mos siglos trataron de negarla o relegarla. Esta rearticulación temporal se da de diferentes maneras: por una parte mediante la re-
apropiación del espacio, que se convierte en un enorme mercado simbólico, y por otra parte a través de la imagen y el sonido, que
reconstruyen un tejido ch’ixi en el que la indianidad sale a la luz mezclada con símbolos de la modernidad globalizada. La repre-
sentación sensitiva opone a los cánones establecidos la expresión de disonancias, como escenificación de lo negado, exponiendo
por medio de la danza el rostro encubierto y marginado de lo social. La dialéctica de tal alegoría performativa impediría una sín-
tesis que genere concordia, ya que la oposición entre discreción y exceso sólo puede entenderse en la expresión propia de la fiesta:
la distancia entre la realidad consciente, socialmente aceptada, y la realidad transitoria y vivencial del hecho festivo se plasma en
la trinidad ocio-borrachera-idolatría, que hace plausible aquello vedado socialmente. El cuerpo desinhibido se constituye en una
recreación crítica de la realidad, de la cual se burla en un exceso de movimiento y de licor. No se trata de exaltar el exceso,
sino de comprender sus connotaciones sociales a partir de otra lectura, donde la corporalidad nos muestra
una dimensión crítica de sí misma, que deviene en una forma de resistir al colonialismo.

Foto: D.G. Foto: E.S.


PUSI T’ULLKHU
UN MUNDO AJENO Y PARALELO AL COLONIALISMO INTERNO:
LA ALEGORÍA PERFORMATIVA
“Beber, bailar, cantar, todo lo hacen en un tiempo”
(Cieza, [1550] 2005).
“Tomar entra en un complejo festivo que asocia íntimamente
el alcohol, el baile y el canto… [esto] da un contenido
concreto a la trinidad ‘ocio-borrachera-idolatría’” (Saignes, 1993).

EL CANTO DE LAS SIRENAS DE BRONCE


Los locales, la música de banda y las bebidas ya esperaban la presentación de los nue-
vos fraternos de la fiesta del Gran Poder, versión 2010. Sobre la avenida Eduardo Avaroa, cerca del
Puente Topáter, se daba la concentración general de las fraternidades; los músicos ya se agrupaban cerca
de los estandartes de los Intocables, la Santísima Trinidad, los Fanáticos y otras comparsas. En la at-
mósfera matutina la avenida comenzó a cambiar, no sólo por el trayecto del sol, sino por la presencia de Foto: D.G.
los bloques de cholas con polleras y mantas naranjas, verdes, magenta y de otros colores que
brillaban con el enérgico movimiento; unas se acercaban a los puestos improvisados, se
sentaban y comenzaban a charlar y a tomar un par de cervezas para esperar al resto
de danzantes.
Bajo la luz del intenso sol de mayo, los estandartes comenzaron a moverse: tres
metros de alto por dos de ancho se acomodaron en medio de la avenida con
una pendiente de cuarenta y cinco grados. Detrás iban las cholas en filas de
seis, los músicos con instrumentos de bronce con un despliegue ordenado
y los platillos que resonaban para dar inicio al baile; las matracas se iban
acompasando al movimiento de las polleras y las enaguas de encaje. La mú-
sica, como canto de sirenas de bronce, comenzaba a hacer danzar a propios
y extraños; el sonar del bombo era el corazón de este canto y los bloques de
gente se dejaban llevar cuesta abajo. El público hipnotizado aplaudía y can-
taba junto con los danzarines y los músicos de la banda Proyección Murillo:
“en tu camino yo he sido uno más, ¡ay! yo no sé cómo pudiste traicionarme con
tu falso amor (bis), lo que me has hecho no tiene perdón, porque vives de amor,
ahora ya no puedo perdonarte ni kamachaña [puedo hacer nada] (bis)”.
La idea de Thierry Saignes (1993) sobre la trinidad “ocio-borrachera-idola-
tría” nos ayudó a plantear la noción de alegoría performativa. El despliegue coreográfico
y de vestimentas, las bebidas y el entusiasmo forman parte intrincada de la devoción a la
imagen del Tata Gran Poder. La alegoría entraña una necesidad de explicar a través de los
sentidos lo entreverado de la realidad, una intencionalidad de enfatizar eventos humanos que
no buscan la imitación de lo percibido, sino una exageración metafórica para producir una
refracción de la cotidianeidad. A través de lo expresivo corporal, se recorre la oralidad y lo
cognoscitivo-sensitivo, y la exis de la danza se despliega en el espacio, materializándose en
la actuación (performa), como una manera de ironizar a la sociedad.
dades formaron una red de caciques apoderados4, Gran Poder) optaron por aceptar la sola conser-
que recurrieron a las Leyes de Indias como mar- vación y limpieza del lienzo, como una forma de
co normativo para demandar la devolución de sus mantenerlo fuera del museo y evitar conflictos con
tierras. El nexo entre los obreros anarquistas y la iglesia5.
los caciques-apoderados indígenas fue la zona de No es casual que este impasse haya sur-
Ch’ijini y los barrios aledaños de El Rosario, San gido en el contexto de un nuevo ciclo de movili-
Pedro y Challapata. zaciones indígenas y populares. A la llegada del
En estos barrios se fueron conformando milenio, el movimiento indígena se encontraba de
las primeras fraternidades de danzantes en honor nuevo en un momento de apogeo. En 1990 la mar-
del Tata Gran Poder, por lo que los nexos entre cha indígena de tierras bajas se articula en torno a
la devoción al lienzo y las movilizaciones indíge- demandas de “territorio y dignidad”. Entre 1994
nas rurales y urbanas parecen evidentes. En este y 1995 se dan masivas marchas en defensa de la
clima se produce en 1930 una nueva “extirpación producción de hoja de coca y en contra de su erra-
de idolatrías”, con el repinte de la imagen de la dicación forzosa; estas movilizaciones culminan
Trinidad trifacie, bajo la excusa de ser una ima- con la llamada “marcha del siglo”, donde 50.000
gen contra-rito, justo en el momento en que los indígenas de todas partes del país confluyen en
movimientos sindicales y sublevaciones indí- la ciudad de La Paz, con un amplio pliego de
genas llegaban a su apogeo. ¿Acaso esta nue- reivindicaciones (CSUTCB, s.f.). La guerra
va “extirpación de idolatrías” fue el castigo del agua en Cochabamba y los bloqueos de
impuesto por las elites a aquellos subleva- caminos de febrero y septiembre del año
dos? Esta forma simbólica de forzar una sola 2000 tienen como protagonistas a los mo-
mirada no puede ser una simple coinciden- vimientos indígenas, que expresan reivindi-
cia a la luz del contexto de la época: buscó caciones económicas y culturales anticolo-
romper el imaginario indígena y popular del niales en torno al territorio, la dignidad y la
culto, imponiendo la idea de un dios único y soberanía.
borrando la diferencia encarnada en su ima- Una vez más los vínculos entre los movi-
gen de tres rostros. mientos sociales y el culto al Tata Gran Poder
Más de setenta años después del repinte, se hacen evidentes; las elites gobernantes y re-
en el año 2002, luego de arduas negociaciones, se ligiosas imponen una sola visión, para ejercer en
pudo sacar el lienzo del santuario del Gran Poder este caso una violencia simbólica, censurando la
para someterlo a un proceso de conservación y res- imagen por segunda vez, y por ende a sus segui-
tauración. En medio de muestras de fe y consenso, Tata Gran Poder dores, los indios rebeldes del altiplano y la ladera
se trasladó la imagen al centro de restauración del Foto: A.P. oeste.
Viceministerio de Cultura, donde a través de ra- Las transgresiones a esta nueva censura son
yos X se descubrió que había sufrido un cambio múltiples: la recreación de lienzos modernos de tri-
sobre su iconografía original. Aparentemente este nidades trifacie a manos de los pasantes de las com-
descubrimiento fue sorpresivo: la memoria de su parsas, así como los estandartes de las fraternidades,
imagen original se había borrado. El hallazgo mo- donde aparece el Tata al lado de un diablo, o él mismo
tivó una consulta con las partes involucradas sobre con rostro rojo y cuernos. Estos ejemplos nos sirven
la posibilidad de restaurarlo a su forma original para mostrar que el castigo impuesto ante la “idola-
trinitaria. La respuesta del párroco fue la amenaza tría” no ha podido vencer a los rebeldes urbandinos,
de trasladar el lienzo a un museo si se restauraba. que continúan con sus formas heterodoxas de culto a
Las partes interesadas (fraternidades y vecinos del la imagen del Tata Gran Poder.

90
KIMSA T’ULLKHU. SOBRE RITOS Y EXTIRPACIONES:
REPINTE DEL LIENZO DEL TATA GRAN PODER
Uno de los acontecimientos más notables en la historia del lienzo de la Trinidad del Gran Poder trifacie es que ha sufrido
un repinte que ha borrado los rostros laterales y el triángulo de la Trinidad. Pese a que el lienzo había sobrevivido a las prohibicio-
nes del Concilio de Trento (1545 - 1563), reiteradas en 1628 y 1745 por considerar monstruosas las imágenes trifacies (Fajardo de
Rueda, 2008), el repinte de este lienzo se realiza en 1930, por orden del obispo. La tradición oral señala que los devotos invocaban
a cada uno de los tres rostros con diferentes fines: al del centro para el bien propio, al de la derecha para el bien de alguien allegado
y al de la izquierda para maldecir a alguien.
Pero una breve mirada a las condiciones sociales de la época permite entender las implicaciones más amplias de esta
censura religiosa. La Bolivia de principios del siglo XX se encontraba convulsionada; las elites dominantes se enfrentaban a dos
grandes movimientos sociales vinculados entre sí. Por un lado, los sindicatos de artesanos anarquistas, cuyas movilizaciones cre-
cían en intensidad entre 1927 y 1930. Por otro lado, un amplio movimiento indio rural-urbano, que buscaba recuperar las tierras
comunales usurpadas por la oligarquía. Estas revueltas sociales tenían como espacio común y base de operaciones la ladera oeste
de la ciudad, donde se encuentra la imagen del Tata, de la cual seguramente muchos de sus participantes eran devotos2.
El trabajo de Lehm y Rivera (1988) señala que entre 1919 y 1920 se produce un retorno masivo de trabajadores de las
salitreras de Chile, lo que genera una ola de huelgas debido a la falta de trabajo. Esta situación provocó debates entre trabajadores
y artesanos, que adoptaron el anarquismo como ideología contestataria, centrada en la lucha por la jornada de 8 horas y el recha-
zo a la discriminación del cholaje de los barrios y laderas urbanas. Entre 1928 y 1920 se da una ardua labor propagandística que
conecta a los obreros anarquistas con el movimiento de caciques apoderados3 del Altiplano (Ibid.: 41-43). Este movimiento tiene
su raíz en la oposición a la expropiación de tierras comunales, recrudecida en los gobiernos liberales (1900-1920). Las comuni-
89
Estas descripciones permiten apreciar mejor quiénes pudieron ser las monjas huidas y rebeldes de los relatos orales, pero
además revelan datos contradictorios con respecto a las fechas. Así, Nicolás Acosta escribe en 1880 como si estuviera en presencia
del antiguo monasterio, pero el Estudio Técnico del 2004 menciona a 1851 como el año de destrucción del edificio. Un elemento
común en Acosta y Sotomayor es el desprecio por las costumbres de las monjas enclaustradas, y particularmente la referencia a las
“seglaras” o sirvientas que seguían al claustro a sus amas de la elite. Acosta expresa asco ante la música y el canto de las “seglaras”
y no de las monjas de claustro; Sotomayor menciona las celebraciones de las “fiestas profanas del año”, aunque en el marco de
“sanas intenciones”. Seguramente las celebraciones escondían cultos heterodoxos, y tomando en cuenta el ambiente austero de la
época, éstos debieron provocar la reacción de los nuevos capellanes, que habrían introducido las disposiciones más estrictas a las
que se refiere don Wilfredo. Es en este contexto de devociones femeninas, interculturales y populares que se produce la expulsión
de las monjas y su séquito de “seglaras”, quienes seguramente eran las articuladoras del culto popular que comenzó a seguir los
pasos del lienzo por la ciudad.

PÄ T’ULLKHU. EL ANDAR Y DESANDAR DEL LIENZO


La actual ciudad de La Paz está constituida por dos ciudades: la una indígena, en la ladera oeste, y la otra criolla, en la
ladera este. Cuando los conquistadores fundaron la ciudad lo hicieron en el emplazamiento de un caserío indígena, levantando
la primera iglesia llamada San Sebastián en la margen oeste del río Chuqiyapu; pero pronto se trasladaron a la ladera este, esta-
bleciendo allí el nuevo centro urbano con todas sus instituciones, quedando la iglesia de San Sebastián y la de San Pedro como
parroquias de indios, junto a la de Santa Bárbara, ubicada hacia el sudeste de la ciudad (Saignes, 1985). Esta breve reseña nos da
una pauta de cómo afecta la forma de concebir el espacio en la disputa político-cultural en torno al lienzo del Tata Gran Poder. La
relocalización que sufre al salir del monasterio de las Concebidas y pasar a la custodia de las seglaras lo hace deambular de un
barrio a otro, generando muestras de devoción y de desagrado, hasta que se asienta permanentemente en el barrio de Ch’ijini.
“En esta casa (…) ya fue conocida la imagen y tuvo numerosos devotos que semanalmente iban a depositar sus limosnas y
oraciones. Este trajinar de gentes molestó bastante al dueño de casa [Miranda] puntilloso porque le trajeran el contagio de
enfermedades que aparecieron en esa época en La Paz y exigió a la señora Belmonte su traslado a otra casa. Acosada por
estas exigencias la señora se fue a vivir a la casa de la señora Aurora Ruiz en la calle Figueroa. Empero se cuenta que tanto el
señor Miranda como su familia, contrajeron la enfermedad de la exantemática, falleciendo en forma alarmante y originando
así el corrillo de que era un justo castigo por haber exigido que la milagrosa imagen saliera de su domicilio” (Revista Gran
Poder, 1985. Cit. en Albó y Preiswerk, 1986: 14-15).
Aquí cabe apuntar nuevamente el gesto de asco hacia los sectores populares indígenas. Además, en esta narrativa de des-
plazamiento existe el simbolismo espacial del tránsito de la ladera criolla a la ladera indígena de la ciudad. El meollo del problema
es que la palabra en los relatos sobre la movilidad del lienzo encubriría, en su construcción narrativa entreverada, situaciones que
se articulan en los márgenes de la cultura dominante. Albó y Preiswerk indican que después de la salida del lienzo del monasterio
de las Concebidas su historia se caracteriza por un deambular por casas particulares, cuyos dueños auspician las devociones de
un público cada vez más numeroso (1986; 12-16). Primero va a parar a Miraflores, y luego a la calle Mercado, ubicadas ambas en
la ladera criollo-española de la ciudad. Pero luego el lienzo sigue su camino hacia la calle Figueroa, en la parte baja de la ladera
oeste, para después retornar a la calle Yungas en la zona de Santa Bárbara que, aunque se sitúa en la ladera este, es una parroquia
de indios y se pobló de migrantes vinculados al comercio de coca y fruta.
Con su llegada al barrio de Ch’ijini se produce una centralización en torno al lienzo, ya que se comienza a generar un ma-
sivo culto, que culmina con la erección de una capilla y luego de la parroquia que hoy se llama Gran Poder Antiguo. Un proceso
expansivo que irradia hacia otros barrios y se posesiona del centro urbano. De esta forma nace la mayor fiesta patronal de la ciudad
de La Paz, que en su recorrido por el taypi urbano de las avenidas Mariscal Santa Cruz y Simón Bolívar, forma un eje unificador
de ambas laderas.
88
pedir una explicación. La monja se paró y desenvolvió el pergamino, que resultó ser el lienzo de la Trinidad del Gran Poder
con tres rostros. La señora no se sorprendió, sólo atinó a persignarse, pues a manera de chisme toda la gente sabía de su
existencia. El grupo de monjas se paró para persignarse y la señora hizo traer velas y flores con su criada. La presencia
de estas monjas, el lienzo, las velas y las flores, hicieron del patio de la casa un santuario. La monja contó esta historia:
“Nuestros días entregados al culto de nuestro Padre Todo Poderoso se fueron tornando agrios, no comprendían las cele-
braciones que llevábamos a cabo, los padres las calificaron como fiestas plebeyas e indias, alejadas del servicio del Señor.
Otra cosa que nos prohibieron fue recibir notas con peticiones para la imagen del Señor de la Santísima Trinidad, estas
notas incluían donaciones; al percatarse los padres, cerraron los orificios por donde nos pasaban esos envoltorios y al ver
que continuábamos rindiéndole culto intentaron llevarse el lienzo. Nos negamos y dejamos de asistir a las oraciones de la
mañana; los padres venían a los pasillos y rezaban a gritos por nuestras almas. Por eso huimos llevándonos la imagen del
Señor del Gran Poder”. La señora se sintió llamada a ayudarles de manera más comprometida, pero no podía alojarlas. Al
caer la noche las mandó a donde su comadre en la calle de Coscochaka, ahí les iban a dar un cuarto, pero por los alrededo-
res, ocultos en las sombras, estaban los padres, un grupo de vecinos y dos alguaciles para llevarlas de nuevo al monasterio.
Se refugiaron en el cuarto patio de un tambo, seguidas por las fuerzas del orden con antorchas en mano. Las subieron por el
puente de la piedra de la Paciencia, caminaron en fila por la calle de Potosí y las metieron al monasterio. Después de tres
días se excomulgó a tres de estas monjas y se trasladó a las dieciocho restantes al Monasterio de las Carmelitas, para que
se corrigieran y arrepintieran de sus actos reprochables. Las tres excomulgadas se vieron libres del convento, pero tuvieron
que deambular mucho tiempo con el lienzo por la ladera india de la ciudad.
En cierto modo, este sueño es una invocación imaginaria de un culto rebelde y una imagen contra-rito, que expresa un
deseo y vislumbra un tejido “torcido”. Los hilos casi imperceptibles de este tejido pueden verse en otras fuentes. En 1880, el
polígrafo Nicolás Acosta describió el convento de las Concebidas como una construcción colonial amplia, de ocho patios, que
albergaba a no más de treinta monjas “de velo negro y blanco”, color que, significativamente, se conoce en aymara como allqa.
Describe así el templo del monasterio, construido en 1763:
“El interior del templo es aseado. El centro del altar mayor es de plata y lo demás de estuco, de un orden caprichoso, debido
en parte al carácter versátil de las señoras monjas que cada una hacía quitar o aumentar algo” (Acosta, 1880: 22).
Menciona que las fiestas celebradas en el lugar incluyen la Concepción (8 de diciembre), la Candelaria (2 de febrero) y
San José (19 de marzo). Seguramente estas celebraciones estuvieron animadas por “cantares” y oficios rituales de las monjas y su
séquito, pues suscita el siguiente comentario de Acosta: “La música es detestable, y el canto ejecutado por seglaras mucho más
repugnante” (Ibid.). Por su parte, en sus Añejerías Paceñas de 1930, Ismael Sotomayor describe el monasterio como un microcos-
mos de la ciudad y da más detalles sobre las prácticas rituales en su seno:
“A juzgar por la construcción interior del monasterio, debió de tener una conformación igual en todo, pero en miniatura,
a la misma ciudad de ese tiempo; cada monja vivía holgadamente con su servidumbre particular, a cuatro y más mucamas
por religiosa, llamadas “seglaras”. Dentro, se festejaban todas las fiestas profanas del año, como el carnaval, el Año Nuevo,
fechas en las que las monjas efectuaban todas las costumbres de la sociedad y del pueblo como ser: visitas, bailes, músicas,
disfraces, juegos con harina y cascarones, etc., pero dentro del marco de la moralidad y de las mas sanas intenciones. (…)
De las construcciones de tan hermosa cuanto artística primitiva fundación, apenas si hoy existen los escombros. Las con-
cepcionistas de ogaño tienen nuevo monasterio construido en el valle de Miraflores; la casona que dejaron ha sido derruida
con mil pretextos dando notorias muestras de supina ignorancia estética y aún más, de buen sentido común todos los que
intervinieron en tan escandalosa demolición que tan mal dice de la cultura local con respecto a este hermoso edificio ne-
tamente colonial. Con ello se ha perdido todo un tesoro artístico, por temores al qué dirán de los absurdos modernismos”
(Sotomayor, 1930/1987: 113. Énfasis del autor).

87
–porque eso debe estar en lo que vean [la noticia de prensa]–, es en el mes de abril más o menos, con unos titulares
espectaculares, porque como ustedes saben esto estaba regido por la Corona de España y era una sociedad bastante
elitista” (20-02-2010).
El relato atribuye, no sin justificación, una condición de dominio colonial a la etapa oligárquica republicana, y considera
a Genoveva Carrión (la primera en la genealogía de poseedoras del lienzo según otras fuentes) la protagonista del hecho, que
éstas atribuyen a Irene Carrión. Al escuchar esta versión, nuestra primera reacción fue correr a las hemerotecas de La Paz a ver
si dábamos con esos “titulares espectaculares”. Pero la búsqueda resultó frustrante por varios motivos: recorrimos las principales
colecciones públicas, y en ninguna hallamos El Comercio de fines del siglo XIX. La única hemeroteca en la que podía existir una
copia, la de la Universidad Mayor de San Andrés, no podía hacer accesibles sus colecciones de periódicos antiguos por hallarse
en catalogación. Esperando acceder a los papeles privados de don Wilfredo, o precisar las fechas, nos aproximamos nuevamente
a su casa. Allí no apareció el periódico, pero sí nuevos datos que profundizan en la historia de estas monjas rebeldes.
“Eran 21 monjitas (…) el año de 1894, el 20 de abril, sale en el periódico El Comercio la noticia de una sublevación
de las monjas de las Concebidas, que optaron por ello como protesta por las disposiciones de los nuevos padres. Fue-
ron tres monjas que se las excomulgó y con ello a sus pertenencias, donde se encontraba el lienzo que se venera en
el santuario del Gran Poder Viejo (…) se pueden dar cuenta que el lienzo es una imagen excomulgada por la iglesia
(…) las otras dieciocho fueron a dar monasterio de las Carmelitas” (21-04-2010. Énfasis nuestro).
Don Wilfredo nos incitó a continuar con la búsqueda documental, señalando que él había visto esa noticia en un periódico
en manos de una vecina de la zona, y nos dio su dirección (Entrevista, 21-04-2010). Fuimos a buscarla sólo para enterarnos de que
hace tiempo ella había emigrado a los Estados Unidos. Empujados por tal noticia, nos fuimos a buscar en otras bibliotecas, sin lo-
grar la más mínima pista. Lo paradójico es que la “historia oficial” de este suceso se apoya en fuentes orales, mientras que el relato
sobre la rebelión de las monjas asume una fuente escrita, aunque por ahora inhallable. La obsesión por el documento pasó a formar
parte de la trama de este tejido: la frustración que imposibilitaba el tejer una narrativa sustentada en hechos verificables, un deseo de
leer esa anhelada “noticia” y la curiosidad de completar la imagen del curso histórico de la ladera oeste y sus referentes espaciales1:
todo esto atizó la imaginación subconsciente y en la noche del tres de mayo de 2010, Álvaro Pinaya soñó lo siguiente:
Juan y yo nos encontrábamos en la hemeroteca de la Universidad, una sala vacía con muchos libros y periódicos apilados
en las mesas de lectura que parecían pequeños edificios que comenzaron a desaparecer. Alguien susurraba que hiciéramos
algo para que no se perdieran, pero luego dijo que no hiciéramos nada porque íbamos a desaparecer junto con los papeles.
En eso se percibe un aroma de flores y velas prendidas, y vemos un grupo de libros que se desvanecen poco a poco, debajo
de ellos hay un periódico que no desaparece, al tomarlo en las manos, resulta ser El Comercio que tanto habíamos buscado
y ojeando salta el titular “La Sublevación de las Monjas”. Entre la confusión y el entusiasmo comenzamos a leer: “Antier
pasó algo llamativo y comentado por doquier, la ciudad de Nuestra Señora de La Paz fue testigo de una sublevación de
monjas del monasterio de las Concebidas, ubicado a unas cuadras de la plaza Mayor. A partir de los testimonios de perso-
nas que no quisieron ser identificadas, se supo que las monjas forzaron la puerta del claustro y pasando tres patios salieron
a la calle a eso de las nueve de la mañana del día lunes, una de ellas llevaba una especie de gran pergamino envuelto, al
ver tal correteo los vecinos cerraron puertas y ventanas”. La lectura se transforma en imágenes: el grupo de monjas sale
hacia el lado de la piedra de la Paciencia; pasan el puente y alguien que pasaba por allí observa que las monjas dejan caer
pequeños objetos al río, algo así como amuletos. Subieron por la Calle del Colgado, donde encontraron una señora que
las dejó entrar a su casa. Las monjas se sentaron en círculo y comenzaron a rezar en voz baja; la señora confundida sólo
atinó a preparar un aperitivo. Pasado el segundo repique de las campanas de San Francisco, unas vecinas llamaron a la
puerta, y le dijeron a la señora que no era prudente que siguiera ocultando a las monjas; le advirtieron de que el pueblo y
las autoridades sabían de su paradero. Haciendo oídos sordos, la señora cerró la puerta, y asustada por tal noticia fue a

86
MÄ T’ULLKHU. DE MONJAS SUBLEVADAS
De autor anónimo, el cuadro Jesús del Gran Poder está fechado en 1687 y es el más antiguo de las dos trinidades que se
conservaron intactas, en su versión trifacie, en el territorio de la Audiencia de Charcas (hoy Bolivia). Don Wilfredo Aduviges,
antiguo vecino de la zona, nos dio la inquietante versión de una “rebelión de monjas” que habría ocurrido a fines del siglo XIX en
el claustro del Monasterio de las Concebidas del centro histórico de La Paz (Entrevista, 20-02-2010). Esta información no salió
a la luz en ninguna de las investigaciones anteriores (Vilela 1948; Albó y Preiswerk 1986; Fortún 1992; Estudio Técnico 2004;
Ardúz 2002). Para nosotros, ese relato resultó ser un indicio clave que nos permite una lectura “en reversa” de este culto, basado
en su itinerancia y en su condición de taypi, centro irradiador de múltiples y expansivas prácticas. El carácter polémico de esta
historia seguramente hace parte de su silenciamiento; pero el vecino que nos la relató insiste en atribuirle una fuente documental:
la noticia de un periódico. El hecho de que no hubiésemos podido acceder a esa noticia tan mentada forma parte de la trama que
queremos tejer: su propia búsqueda infructuosa nos hizo descubrir algunos hilos ch’iqa ch’anka (torcidos al revés), indicios de la
otra cara del tejido y de otra posible lectura sobre su significación. Leídos entre líneas, los textos de Nicolás Acosta (1880) e Ismael
Sotomayor (1930/1987) también son hilos para entretejer esta otra historia, aquella que se conecta con la memoria colectiva y con
las prácticas festivas y rituales de los devotos y las devotas del Tata Gran Poder.
Partamos de la historia “oficial” sobre cómo el lienzo llegó al antiguo monasterio de las Concebidas, ubicado a dos cua-
dras de la plaza Murillo, centro político y administrativo de la ciudad, y sobre cómo salió de allí. Lo que las principales fuentes
reiteran es que el lienzo formó parte de la dote de la monja Genoveva Carrión, e ingresó con ella al monasterio. Luego, el lienzo
habría sido “heredado” por Sor Petrona Carrión, por Sor Mica Carrión –quien habría trasladado el lienzo a la enfermería del
Convento- y por Sor Irene Carrión. Su localización en una sala periférica, asociada con el dolor y la enfermedad, parece indicar
el sentido que tomaba la creencia en sus milagros. Pero lo cierto es que en una fecha imprecisa, las monjas Irene Carrión y María
Concepción habrían abandonado el monasterio junto a un largo séquito de allegadas, que se habrían apropiado del lienzo como
“herencia” (Vilela, 1948: 372, cit. en Albó y Preiswerk, 1986: 12-13).
Una información clave que da Vilela es que este séquito o “servidumbre” va adoptando el apellido de las religiosas a
quienes prestaban sus servicios, de manera que las propietarias originales (de clase alta) habrían terminado cediendo el lienzo
a mujeres indígenas o plebeyas, quizás como pago por sus servicios. Lo curioso es que en las fuentes sobre este período no hay
mención a ningún culto popular asociado con la imagen. Más bien, se recalca que su salida se debió a una crisis económica, pero
no se menciona el veto eclesiástico, que por fuerza estaría asociado a la representación trifacie, considerada “contra rito” desde el
Concilio de Trento (1545-1563). La historia rescatada por Fortún (1992) y Albó-Preiswerk (1986) identifica 1904 como el año de
la salida del lienzo del Convento. Con ánimo de remendar algunos huecos en el tejido de estas fuentes históricas, nos dirigimos
al actual convento de las Concebidas en la zona de Miraflores, para descubrir que se había trasladado, del centro a la periferia,
en 1921, lo que indica que la salida del lienzo ocurrió desde su ubicación anterior en el centro de poder religioso y político de la
ciudad.
El relato oral de don Wilfredo contradice en algunos puntos esta lectura, ya que para él la fecha de salida del lienzo (y de
las monjas) se habría dado a fines del siglo XIX. Don Wilfredo ha sido directivo y aún es miembro de la fraternidad Majestuosa
Illimani, una de las principales comparsas de morenada del Gran Poder. Entre sus miembros, que veneran al Tata de un modo bien
intenso, la historia que circula se basa en su relato:
“Estos dos párrocos estaban a cargo de 21 monjas, entre las que estaba Genoveva Carrión, y el año mil... a ver, no sé
si 1894 o un poquito antes, esto tendrían que leerlo… En El Comercio de 1894 salió una noticia espectacular, porque
en ese año las monjitas se rebelan… Y ahí, bueno, por cosas, llega un padre X y empieza a serrucharlas, como ustedes
con su trabajo y yo vengo y comienzo a serruchar… Y hubo una revolución y empiezan a escapar las monjas, porque
querían otro tipo de cosas. Escapan y ahí Genoveva Carrión se sale con el cuadro del Tata y se lo lleva. A partir de ahí

85
TEJIENDO LA MEMORIA DE UN
CULTO POPULAR:
EL TATA DEL GRAN PODER
ÁLVARO PINAYA PÉREZ
JUAN JOSÉ VACA CARRAFFA
Existe, por un lado, el placer como un bien;
aquel de la mesura, la continencia medible, la renuncia al cuerpo; ese
placer debe ser finito y limitado. Por otro lado existe el placer del lado
del mal: aquel que implica la desmesura, el exceso, lo infinito.
Helí Morales

En este trabajo recurrimos a la noción del fragmento, como un modo


de articular diversas fuentes, historias y memorias registradas de manera con-
tradictoria y recurrente, para explicar el origen de una de las más grandes
fiestas de la devoción popular andina: la Fiesta del Tata del Gran Poder, en
la ciudad de La Paz. Esta fiesta conecta el rito y la fe con una temporalidad
histórica densa, que gira en torno a un lienzo, una estatua de yeso y una igle-
sia enclavada en la zona mercantil más populosa de la ciudad. La principal
actividad de este ciclo ritual es una Entrada o procesión bailada, en la que
miles de danzantes con trajes de gala recorren la ciudad al son de bandas
de metales y conjuntos autóctonos, en una fecha movible que se sitúa en la
octava de Pentecostés o “Espíritu”. Este contexto más amplio nos posibilita
unir los fragmentos en una memoria entreverada, como el proceder del tejido
andino.
El conjunto de eventos y contextos de la fiesta del Gran Poder se
asemeja a varios t’ullkhunaka (hilos muy torcidos) que se enlazan en distintas
direcciones y temporalidades, para converger en un taypi: el lienzo colonial
que preside el altar mayor de la Iglesia del Gran Poder (antigua). Cada hilo
(t’ullkhu) nos da un ángulo de mirada sobre este culto y su pomposa fiesta.
Los mismos hechos, asociados al lienzo, trazan una especie de mapa de cómo
la gente recuerda, sueña o da sentido a su relación personal con la imagen. La
fiesta convoca a miles de bailarines, incluyendo migrantes de confines muy
distantes, residentes en países vecinos o en otras ciudades bolivianas.

84
MINISTERIO DE CULTURA DE ESPAÑA
MINISTRA
ÁNGELES GONZÁLEZ-SINDE REIG

MUSEO NACIONAL CENTRO DE ARTE REINA SOFÍA


DIRECTOR
MANUEL J. BORJA-VILLEL
SUBDIRECTORA DE CONSERVACIÓN, INVESTIGACIÓN Y DIFUSIÓN
LYNNE COOKE
SUBDIRECTOR GENERAL GERENTE
MICHAUX MIRANDA PANIAGUA

REAL PATRONATO DEL MUSEO NACIONAL


CENTRO DE ARTE REINA SOFÍA
PRESIDENTA
PILAR CITOLER CARILLA
VICEPRESIDENTE
CARLOS SOLCHAGA CATALÁN
VOCALES
ÁNGELES ALBERT
PLÁCIDO ARANGO ARIAS
MANUEL BORJA-VILLEL
JOSÉ CAPA EIRIZ
EUGENIO CARMONA MATO
FERNANDO CASTRO BORREGO
FERNANDO CASTRO FLÓREZ
LYNNE COOKE
MIGUEL ÁNGEL CORTÉS MARTÍN
MARÍA DE CORRAL LÓPEZ-DÓRIGA
JAVIER MADERUELO RASO
MICHAUX MIRANDA PANIAGUA
CARLOS OCAÑA PÉREZ DE TUDELA
MERCEDES-ELVIRA DEL PALACIO TASCÓN
CLAUDE RUIZ PICASSO
FRANCISCO SERRANO MARTÍNEZ
JOSÉ JOAQUÍN DE YSASI-YSASMENDI ADARO
SECRETARIA
CHARO SANZ RUEDA

82
PRINCIPIO
POTOSÍ
OSREVER

CONCEPTO Y DIRECCIÓN:
SILVIA RIVERA CUSICANQUI Y EL COLECTIVO

81
PRIMERA PARTE TAYPI – CENTRO
ÍNDICE
PRINCIPIO
POTOSÍ
• PRINCIPIO POTOSÍ. OTRA MIRADA A LA TOTALIDAD. Silvia Rivera C. ....... 2
• MUSEALIDADES CH’IXI: UN DIÁLOGO CON GUSTAVO BUNTINX.................. 16
• PRINCIPIO POTOSÍ REVERSO. Eduardo Schwartzberg Arteaga. ............. 21
• EL OTRO BICENTENARIO. Silvia Rivera C. ............................................ 30

OSREVER
• EL CERCO INDÍGENA DEL 2003. Pablo Mamani Ramírez...................... 30
• COLGADOS. Fotografías de Jaqueline Calatayud y Álvaro Pinaya. .... 36
SEGUNDA PARTE KUPI – DERECHA
• LA MÚSICA, EL INFIERNO Y LOS DERECHOS DE AUTOR. Eduardo
Schwartzberg Arteaga. ..................................................................... 38
• DE LA IGLESIA AL MUSEO DE LA MANO DE LADRONES, RESCATIRIS
Y POLICÍAS. Hernán Pruden. .............................................................. 40
• CULTURA, PATRIMONIO Y ARTE: EUFEMISMOS DE LA CADENA COLONIAL.
Eduardo Schwartzberg Arteaga. ...................................................... 47
• UNA MIRADA DESDE AFUERA: EXPLICANDO EL FRACASO DE UNA
COLABORACIÓN CON PRINCIPIO POTOSÍ. Molly Geidel. ......................... 56
• RESTAURACIÓN Y CENSURA EN EL ARTE COLONIAL AMERICANO.
Helena Castaño Silva. ...................................................................... 61 VÍDEOS
• SANTIAGO-RAYO: ALEGORÍA DE LA WAK’A COLONIAL. Silvia Rivera C. .. 66 PRÓDIGA Y FECUNDA: LA NATIVIDAD DE CHUCHULAYA. Marco
• DIEGO IQUISI, CONFESOR Y “PORTERO” DE WAK’A, CELEBRA MISA. Arnez y Gabriela Behoteguy.
Thomas Abercrombie. ..................................................................... 72 JUEVES DE COMPADRES. Ximena Bedregal.
• LA IDOLATRÍA ESPAÑOLA. Bartolomé Arzáns de Orsúa y Vela. ............ 75 NAVIDAD DE ANTAÑO. Ximena Bedregal.
• FUENTES BIBLIOGRÁFICAS. .................................................................... 76 LA MUERTE: SEMILLA QUE DA VIDA. Ximena Bedregal.
FIN DE FIESTA. Silvia Rivera y Marco Arnez.
TERCERA PARTE CH’IQA – IZQUIERDA
• TEJIENDO LA MEMORIA DE UN CULTO POPULAR. Álvaro Pinaya Pérez
y Juan José Vaca Carraffa. ............................................................... 84 “Thaki no sólo nombra caminos, carreteras y senderos. Cuando
• UN CRISTO HETERODOXO: EVANGELIZACIÓN Y RESISTENCIA EN es usado en combinación con el término aymara para la memoria amt’aña,
UNA PARROQUIA MINERA. Luís Alemán Vargas. ................................... 95 se refiere a secuencias de ch’allas por las cuales un grupo de personas
• LA COFRADÍA DEL NIÑO JESÚS EN POTOSÍ COLONIAL. Pablo Quisbert. ... 99 evoca, brindando entre sí y con los espíritus tutelares, bebiendo aguardien-
• PROCESOS DE APROPIACIÓN Y RESISTENCIA RELIGIOSA EN EL CULTO te o chicha, a una serie de lugares, un paisaje, en la forma de un viaje
mental, más cercano al término “itinerario” o “derrotero”, que a la imagen
A LA VIRGEN DE LA ESTRELLA. Gabriela Behoteguy Chávez. ........... 105
de la carretera Panamericana. Thaki también puede referirse a narrativas
• LA VIRGEN PIEDRA DE LOS MINEROS. Testimonio de Roberto Durette. 117 y a ciclos de canciones, otros géneros poéticos por los cuales las perso-
• LOS ROSTROS FESTIVOS DEL INFIERNO: EL MUNDO ANDINO QUE RESISTIÓ nas viajan a través del tiempo y espacio mientras permanecen inmóviles.
A LA COLONIZACIÓN. Verónica Auza Aramayo. ................................ 120 Cuando está ligado a “fiesta”, el término conjura una secuencia que se
• LOS COMENSALES SAGRADOS. Gerardo Fernández Juárez. ................. 137 presenta a lo largo de la vida del individuo, consistente en el patrocinio de
• LA FÓRMULA TRINITARIA. LA MUERTE ANDINA. Silvia Rivera C. .......... 139 la fiesta, alternando con cargos de autoridad en el cabildo, una suerte de
• CULTO A LOS MUERTOS EN UNA MINA MODERNA. Testimonio anónimo. 151 “carrera” que dura toda la vida (dado su amplio rango bien se les puede
• GLOSARIO. ........................................................................................ 153 considerar carreras de cargos religiosos y políticos). En suma, estos usos
• CRÉDITOS. ......................................................................................... 157 dan una dimensión más compleja a una categoría aymara de poética y así el
thaki puede ser considerado tanto una técnica de producción de comunidad
política como una forma aymara de poética que se funde con la historia”
(Abercrombie, 2005: 15).
Los kipus fueron un sistema mnemotécnico y de
registro usado por la gente antigua de los Andes,
vinculado al arte textil y a los significados abstractos de
nudos y colores. La mayor colección de kipus prehispáni-
cos se conserva en el Museo Etnológico de Berlín, pero poco
se ha avanzado en el desciframiento de su lenguaje, a pesar de que
seguían usándose en varios lugares de los Andes hasta hace poco. Los
rastros de su uso revelan que no sólo eran registros numéricos sino tam-
bién inscripciones propiciatorias de naturaleza ritual, que permitían ordenar
el cosmos al enumerar las ofrendas a las wak’as o lugares sagrados de culto a los
antepasados. La lectura académica sobre los kipus arqueológicos, obsesionada por
establecer sus regularidades numéricas, ha terminado por convertirlos en “códigos sin
mensaje” (simetría impensada con la fotografía, según la define Roland Barthes). Dibujo: Efraín Ortuño
PRINCIPIO POTOSÍ
OTRA MIRADA A LA TOTALIDAD SILVIA RIVERA CUSICANQUI
Al proponernos abordar el Principio Potosí como tota- los cuadros cuelgan en el vacío, descontextualizados. Pervi-
lidad histórica concreta, localizada en el hemisferio Sur, prime- ve paradójicamente el acto expropiatorio, el emblema colonial
ro debíamos situar los cuadros coloniales seleccionados para de su acumulación bancaria, la circulación del barroco andino
la muestra en una suerte de mapa a macroescala, que trazara como espectáculo y como mercancía de alto valor simbólico
las rutas ordenadoras de ese espacio desde el horizonte medio y monetario. El comercio ilegal de obras robadas de capillas e
hasta el descubrimiento, en abril de 1545, de un filón de plata iglesias es uno de los rubros más lucrativos del mercado global
de altísima ley en Potoxsi, una wak’a o sitio de culto al que contemporáneo. Los circuitos capitalistas del arte y la apropia-
acudían desde Porco los mit’ayos del Inka. ción estatal de los patrimonios comunales se nutren de las fisu-
Hemos acudido a una metáfora textil-espacial, signa- ras de los estados republicanos, de su privatización en manos
da por la función ritual de los kipus y su poder estructurante de los descendientes de los encomenderos, herederos del prin-
sobre el espacio andino en su horizonte estatal. La función es- cipio y de la mecánica del colonialismo interior, internaliza-
tructurante de los kipus y los thakis sobrevive a la invasión do en la médula de toda la estructura de dominación. De
colonial y rearticula los territorios-espacios de los Andes en esa dimensión patriarcal y totalizante nos ocuparemos
torno a nuevos ejes o nodos de poder: las iglesias y los santos en la parte derecha: la cara blanca y masculina de
patronos, en una trama ritual compleja y abigarrada. este libro.
Pero es la vivencia de esa ritualidad en el presente la Su cara izquierda, oscura y femenina
que otorga fuerza intuitiva a nuestro deseo de reconstitución. recorre por dentro el espacio vivido de la
Es el sentir la presencia de las montañas, escuchar las voces geografía andina en el ciclo de fiestas que
del paisaje, los sustratos de memoria que nos hablan desde sus marcan hitos en el tiempo/espacio (pa-
cumbres, lagos y ojos de agua o desde sus múltiples apachetas cha). Ahí los cuadros se reinscriben
y caminos. Thaki es una palabra aymara polisémica que marca en el contexto de las comunida-
el itinerario de libaciones, bailes y cantares en las rutas que des de devotos y devotas que
conectan a las wak’as con los centros de poder de los sucesi- les rinden culto y bailan en
vos horizontes históricos de significación y territorialización. su honor; se insertan en
La Iglesia y el Dinero, nuevas wak’as coloniales, se inscri- redes de significación
ben así en un tejido semántico denso y laboriosamente cons- que los conectan
truido, conectando espacios distantes en un marco panandino con los antepasa-
que reactualiza los gestos, motivos y prácticas de sentido, que dos muertos,
descifran y penetran por las grietas de la violencia colonial, con los
rearticulando lo desquiciado, juntando fuerzas para remendar ci-
la “red de agujeros” en que se transformó el cosmos para las
gentes de los Andes.
En este espacio se inscriben los cuadros e igle-
sias que marcan el itinerario de nuestra mirada. Una
nueva centralización moderna –la del museo–
funciona como poderosa fuerza desterrito-
rializadora de sus significados.
El rastro de su inscripción
espacial –los peregrinajes, conme-
moraciones y devociones– se
ha perdido;

2
clos del agua, con las apachetas y fenómenos celestes. Tam- En cada localidad, de las iglesias parten líneas imagina-
bién con los ciclos del dinero y las pulsaciones del mercado, rias hacia las cumbres y capillas de su entorno. Un conjunto de
con los emblemas y nuevas formas de propiedad y poder que capas semánticas envolventes se despliega desde esta semilla
llegaron de Europa y que hoy están revueltas en el ch’enko de central, que se viste de materialidades superpuestas. En sus co-
estas sociedades insubordinadas. lumnas y arcos barrocos se ve la huella de talladores indígenas
Las devociones no se profesan específicamente a los que se dan modos para figurar a sus deidades travestidas. Las
cuadros, sino a los númenes que representan. Las Vírgenes y cuatro esquinas de la plaza se orientan según un diseño mayor,
los Santos echan raíces en el cosmos andino y se asocian con que el ciclo ritual transcribe en los cuerpos danzantes, en las
las energías contradictorias de cada lugar, en un palimpsesto imágenes de culto y en las cofradías y ayllus articulados en la
que descubre diversos horizontes de sentido a lo largo de cada marka. Observamos su este, su norte, su oeste, su sur. Miramos
ciclo anual. Desde la materialidad del yeso o la pintura al óleo, las marcas en el paisaje que la circunda; las wak’as y achachi-
la imagen santa es a la vez singular, polifacética y múltiple. No las mayores que la rodean. Los caminos se pierden en la pampa
es epifenómeno de una deidad única y abstracta. Vírgenes y y conectan la plaza con sitios de culto y con montañas que no
santos abrigan diferencias y conexiones peculiares, significa- se ven, pero que todo habitante tiene presente, metafórica y
dos y relatos míticos trajinados, transformados y releídos. La vivencialmente. En la plaza se suceden los bailes, se entretejen
trama territorial se inscribe finalmente en los cuerpos, en las las parcialidades y ayllus en un juego de oposiciones y alianzas
formas de beber, danzar y compartir la comida y la cama. que renuevan la dinámica contenciosa de las sociedades loca-
En el modo en que cada quien siente en su carne y en el les, y que cada pareja danzante reactualiza en el tinku amoroso
espacio circundante, la poderosa fuerza de lo sagrado. de la danza.
Carabuco, Caquiaviri, Chuchulaya y Guaqui Un trabajo de milenios ha construido estos territorios
en el altiplano circunlacustre y San Pedro y el sagrados, que desde el siglo XVI se han visto violentados, frag-
Tata Gran Poder en dos ciudades nodales de mentados y drásticamente reorganizados. La lógica vertical de
este espacio son las iglesias/wak’a que ar- articulación entre altiplano, valles, yungas y la costa del Pacífi-
ticulan nuestro recorrido. Los trajines co ha sido encarcelada en sucesivas fronteras coloniales: entre
simbólicos de las imágenes involucran corregimientos, provincias, departamentos y repúblicas. Las
disputas, traslados y refundaciones. rutas de contrabando actuales, entre el territorio andino de Bo-
Las ciudades y sus vastas diáspo- livia y sus vecinos Perú, Chile y Argentina, evocan –a pesar de
ras transnacionales son rutas sus múltiples transformaciones– ese tejido muchas veces cons-
que llevan a los urbandinos tituido y reconstituido. Una capa vital del palimpsesto continúa
y cholos qhechumaras1 a ordenando la territorialidad y la subjetividad de la gente andina
expandir sus cultos y desde el siglo XVI: el mercado interno potosino y su sustrato
entronizar sus san- de significados simbólicos y materiales. Los siqis, apachitas,
tos y vírgenes thakis, achachilas y wak’as que lo precedieron forman la tra-
en remotos ma visual e imaginaria de nuestro recorrido por algunos de los
confines del cuadros coloniales de la muestra Principio Potosí.
sistema
mun-
do.

1
. William Camacho ha acuñado la palabra urbandino para aludir a la cara india y chola
de las ciudades bolivianas. Qhechumara es otro neologismo, propuesto por el linguista
Rodolfo Cerrón Palomino para afirmar el nexo entre los principales idiomas andinos:
qhichwa y aymara.

Descripción del Cerro Rico e Imperial Villa de Potosí (fragmento), Sucre


Foto: A.U.
3
BARROCO CH’ IXI
A la fiesta de Santiago de Guaqui, el 25 de julio de 2009, llegaron centenares de bailarines, agrupados en ocho compar-
sas de Morenada, desde diversos confines del altiplano y aun de otros países. El principal pasante de la fiesta, Edgar Limachi,
llegó con su esposa desde el barrio Charrúa de Buenos Aires, donde conduce una exitosa empresa textil que da trabajo a muchos
talleres subsidiarios. Su fábrica, junto a la red de microempresas que articula, contrata a cientos de paisanos de la provincia
como jornaleros a destajo. Además da trabajo a muchos ahijados y caseros de otras localidades. Se dice que la familia Limachi
gastó cincuenta mil dólares en esa semana de excesos, de intensos peregrinajes y recorridos danzantes. La gente no durmió en
toda la noche, no sólo por su entusiasmo etílico, sino por la imposibilidad material de conseguir alojamiento.
El delirio colectivo se incendió junto a los inmensos armazones de caña con los fuegos artificiales que calentaron vi-
sualmente esa jornada exaltada de un frío intenso y penetrante. Mucha gente amaneció alrededor de fogatas, con un ch’akhi
maldito. Al despuntar las primeras luces del alba curaron el cuerpo con una reparadora cocción de yerbas que vendían las mu-
jeres en la plaza. Pronto empezó otra ronda de libaciones con cerveza, en preparación para la misa. Algunas familias habían
quemado al amanecer mesas de ofrenda hechas por los yatiris, ritualistas de la región que son devotos del Rayo. El público, que
a la luz del sol había mirado con respeto el espectáculo de las comparsas de morenada, se convirtió también, durante la noche,
en muchedumbre abigarrada y danzante. La multitud se había desatado en energías amorosas, en peleas y en puñeteaduras.
Todo ello propició un cambio de atmósfera: salió a relucir el rostro devocional de la celebración. La sintonía emotiva de la noche
hizo florecer el amuyt’awi, el susurro de los lenguajes conyugales, personales y comunales decía qué hacer, qué pedir, qué contra-
don reclamar. Las peleas y sucesos sangrientos de la fiesta se percibían como otras tantas señales, mensajes de la tierra, manifes-
taciones de sus caprichos y exigencias. Se dice que la sangre derramada esos días a causa de peleas o accidentes es una ofrenda al
Tata Santiago, el Rayo-Wak’a que baja del cielo y se hunde en la tierra. Se dice que debajo de la Iglesia hay una wak’a-laguna, en
la que nadan patos de oro. Hay dos serpientes enroscadas en sus torres, y ellas sostienen la Iglesia y la enraízan a la tierra. Estas ser-
pientes son una especie de encanto. Si alguien las hace revivir, el mundo al revés se revolverá, nacerán los reversos de la historia.

4
El pasante de la segunda comparsa es también empresario en el rubro textil, pero se dedica al contrabando en gran escala
de telas producidas en alguno de los miles de talleres de un barrio industrial en Pekín. La Morenada Central adoptó como emblema
una matraca con la figura estereotípica del “chino”, en homenaje a su exitosa “conexión oriental” que le ha permitido gastar más de
treinta mil dólares para celebrar a Tata Santiago. Contrató a un famoso conjunto de cumbia villera, que ha cosechado éxitos en Bue-
nos Aires con sus letras que hablan de los dolores y sufrimientos de la emigración pero también de sus éxitos y emprendimientos.

¿QUÉ IMPLICA TODO ESTO EN CUANTO A SIGNIFICACIONES Y RESIGNIFICACIONES DEL PRINCIPIO POTOSÍ?
¿PODEMOS CONFORMARNOS CON LA IMAGEN DUALISTA Y MANIQUEA QUE OPONE UN OCCIDENTE MERCANTIL Y CAPITALISTA
A UN SUR-ORIENTE DE INDIOS ATRASADOS –O REBELDES–, QUE RESISTEN INERCIALMENTE DESDE SU ECONOMÍA “NATURAL”,
O ESTALLAN ESPASMÓDICAMENTE EN ALARIDOS DE DOLOR Y VIOLENCIA VINDICATIVA? EN EL POLO OPUESTO DEL
RAZONAMIENTO: ¿PODEMOS DECIR QUE ESTAMOS ASISTIENDO A LA FORMACIÓN DE UNA NUEVA CIUDADANÍA GLOBALIZADA,
HOMOGÉNEA, UNA SUERTE DE MESTIZAJE TRANSNACIONAL QUE HARÍA DE LA “HIBRIDEZ” Y DE LA INDETERMINACIÓN SU
PRINCIPAL FUERZA?

Hemos opuesto la idea de lo ch’ixi (abigarrado, manchado) a la de hibridez, en el entendido de que el escenario descrito
pone de manifiesto una activa recombinación de mundos opuestos y significantes contradictorios, que forma un tejido en la frontera
misma de aquellos polos antagónicos. La vitalidad de este proceso recombinatorio ensancha esta frontera, la convierte en una trama
y en un tejido intermedio, taypi: arena de antagonismos y seducciones. Estos son los espacios fronterizos en los que aflora la perfor-
matividad ch’ixi de la fiesta. La noción de Iglesia/Wak’a se afirma en esta dualidad contenciosa y reverberante, que a veces desem-
boca en el momento explosivo de la rebelión y siempre corre el riesgo de sucumbir a la violencia autoinflingida de la recolonización.

Foto: E.S.

5
DE TRINIDADES y
siglos coloniales
postcoloniales
cumbres. Fue adoptado por las
autoridades comunales de todo
caminando, bailando el altiplano, en el cerco indíge-
Y DOMINIOS y produciendo la vida na de los años 2000-2003 y es
sobre esa densidad semánti- el alias de su más famoso líder.
ca inscrita en el paisaje, en el Esta movilización, al igual que
gulares formaciones visuales cosmos, en el/la pacha. En el la de los Amaru-Katari en el si-
Los cuatro suyus del eran caminos de libaciones y akapacha del presente neolibe- glo XVIII, culminó en un cerco
Imperio Inka pueden figurár- ritos que partían de cada centro ral y en medio de la “teología a los centros de poder que casi
senos como los cuadrantes de ceremonial y conducían, a tra- del mercado total” pueden aún quiebra el control territorial del
una cruz diagonal. Pero sus vés de líneas radiales, a un en- descubrirse los sentidos y las estado boliviano. La abigarra-
relaciones no se enmarcaron tramado de wak’as, asiento de huellas de este tinku primordial da polis indígena resurgió y
como territorios y mapas, ni la memoria de los antepasados y leerse la trama del espacio in- buscó convertirse en ordena-
fueron cercadas por fronteras: míticos. Santuarios erigidos termedio, contencioso y man- miento estatal descolonizador,
“…como en España los anti- por humanos, las wak’as tam- chado, que habría surgido de aunque el viejo combate entre
guos hacían división de toda bién podían ser señales brota- este encuentro/combate. Los la razón y el senti-pensamiento
ella por las provincias, así es- das de la tierra, cumbres neva- cantos y caminos del presente terminó por convertir tal pro-
tos indios para contar las das, sitios tocados por el rayo, revelan los hilos profundos de pósito en mero enunciado.
que había en tierra tan ojos de agua, rocas de formas ese palimpsesto. Sucesivas ca- Con esta ex-
grande lo entendían extrañas. En la sociedad gue- pas y retazos estatales, colonia- periencia, vivida y
por sus caminos”, rrera –el awqa pacha, que an- les y postcoloniales se plasman pensada en carne
comenta Cieza tecedió a los Inkas– las wak’as en la ropa de cada Diablo o propia por más
de León ([1550] asumieron un rostro político y Moreno danzante. En el espa- de veinte años,
2005: 240). Este cro- corporativo. cio abigarrado y confuso de la nos lanzamos a di-
nista, un judío converso Con esta mirada qhip- ciudad postcolonial no se han bujar un thaki intelec-
que llegó con los primeros nayra sobre la densidad del borrado las células madre sim- tual que no sucumba a la
conquistadores, describe así lenguaje y del espacio, quere- bólicas, la lógica combinatoria truculencia y el horror al
los cantos de las indias: mos comprender el imaginario que subyace a nuestras prácti- vacío del barroco español. Pero
“Engañados del demo- de la colonización como una cas lingüísticas y corporales. que tampoco haga concesiones
nio, adoraban dioses diversos, profecía autocumplida, en la Las autoridades, mas- a ese irresistible desorden de
como todos los gentiles hicie- que la violencia de la conquista culina y femenina, en las ac- las plazas culturales postmo-
ron. Usan de una manera de ro- se formuló en términos de una tuales comunidades andinas dernas, que desterritorializan y
mances o cantares, con los cua- disputa simbólica. Ambas so- se llaman mallkus y t’allas. circundan de vacío aquello que
les les queda memoria de sus ciedades confrontaron el reto Su propio cuerpo parece repli- no comprenden. Nuestra au-
acaecimientos, sin se les olvi- de transmutar la geografía en car la configuración sagrada sencia quiere ser una presencia
dar, aunque carecen de letras” alguna forma de lo inteligible. del paisaje: mallku es el nom- que nos ayude a pensar al re-
(Ibid: 259). Los unos entendieron su tarea bre de las cumbres veneradas, vés: desde el jayamara al qhip-
Canto y camino son como la de dominar y extirpar. t’alla el de las pampas fértiles, nayra a través del amuyt’awi.
en qhechumara heterónimos Los más la entendieron como dadoras de comida. Su metoni-
pareados: taki-thaki. Aluden un gesto de restitución y re- mia es la plaza central del pue-
a una territorialidad sonora, constitución. Los unos traje- blo: la t´alla mayor, el piso que
que se desplaza por el espa- ron cultos sincréticos ya hace sostiene la danza colectiva. La
cio-tiempo. Los thakis de la mucho atados a la letra de torre de la iglesia es el mallku,
memoria evocan las líneas la palabra divina y a la con todo y sus campanas.
imaginarias llamadas “ceques” escolástica de un Dios Mallku es también el
(siqis), que fueron descritas patriarcal. Los más nombre del cóndor,
por Bernabé Cobo. Estas sin- transitaron por los ave sagrada de las Dibujo: Efraín Ortuño.

6
7
Este es el espacio del Qullasuyu, arriba está el sur y abajo el norte. Al centro, en el cuadrante de abajo/izquierda, la wak’a mayor
Titiqaqa y su circuito sagrado del lago. Origen mítico de los ancestros fundadores del estado Inka, este inmenso ojo de agua es el centro
hacia el cual convergen las wak’as de Guaqui, Caquiaviri, Carabuco y Chuchulaya. El eje acuático forma un espacio intermedio, a la
vez marca transcultural y taypi colonial, articuladora de las rutas mercantiles entre Qusqu y Potosí, a través de los caminos/kipus que
anudaron la coca con la plata. El nuevo lenguaje mercantil permitió reactivar una de las asociaciones más antiguas en la mediación con
lo sagrado: la ingesta enteogénica y la illa mineral, los caminos de ida y vuelta de la opresión colonial.
Como en todo viaje, se expresa también en esta geografía la estructura del tiempo: sus ciclos y alternancias entre un estado y
otro. Se construye, en efecto, un calendario, que es a la vez un orden de espacios recorridos y de ciclos rituales sucesivos o superpuestos.
El pachakuti colonial del siglo XVI trajo a estas tierras el mundo nuevo del sujeto desarraigado. Los andinos desplegaron
una inmensa labor, productiva y hermenéutica, para domesticar y enraizar a los dioses extranjeros, a sus monedas y símbolos, en
una autopoiesis permanente de su propia condición comunal. En la clandestinidad, al amparo de la noche, en la privacidad de la
estancia o del barrio suburbano, en los santorales e iglesias del catolicismo impuesto, las wak’as silenciadas vuelven a la vida.
Los marcos sociales de la memoria, la polisemia de unos idiomas aglutinantes y la inscripción de lo sagrado en la materialidad
del paisaje forman la materia básica de una práctica transformativa que nos ha permitido devolver la mirada a través de los siglos.

Tejido estilo kurti. Foto: T.G.

Las antiguas monedas acuñadas en Potosí se llamaban makukina cuando se usaban para comerciar, y phaxsi-
ma o phaxsimama (madre luna) cuando eran objeto de ritos a la fertilidad del dinero. El rayo era la violencia de la es-
pada conquistadora pero también el oro gratuito de la generosidad celestial. Los ritos, danzas y cantares de las fies-
tas a los santos patronos forman un espacio ch’ixi, que ensancha las fronteras del medio como un textil civilizador. El
ícono objeto de devociones encarna un gesto de subversión semiótica contra el principio totalizador de la dominación colo-
nial. No es un icono puro, tampoco un talismán: es la ancha franja tejida por el palimpsesto de una praxis histórica colectiva.

8
DESPLAZAMIENTOS
La idea de que los desplaza- y puede afirmarse que el apor- taypi de la confrontación colo- surgido de este taypi fue la herra-
mientos humanos son movi- te africano es constitutivo, con nial y marcada por una particular mienta que permitió enfrentar y
mientos forzados y unilate- igual derecho que el indígena, a tensión entre el yo individual y eltraducir al otro, a sus símbolos,
ralmente impuestos sobre una la condición “originaria” del ser nosotros colectivo. Hablamos de modales y maneras de intercam-
población que los sufre pasi- biar mensajes y mercancías. El
vamente tiene que ver segura- modo itinerante de constitución
mente con la connotación que de la polis indígena pervivió así
ha adquirido este fenómeno en los trajines coloniales. En tor-
en el mundo contemporáneo: no a las rutas troncales de la mit’a
así en Colombia, millones de y apostando a su control estraté-
personas han perdido sus tie- gico de recursos para la “produc-
rras y hogares al verse atrapa- ción de la circulación” (Glave)
das entre dos fuegos: el ejérci- se formó una elite de caciques-
to y la guerrilla, o a manos de comerciantes indígenas, de qullqi
grupos paramilitares que si no jaqi o indios ricos, que usaban
los asesinan, los convierten de su habilidad para estar entre dos
facto en “descartables”. Aquí mundos como una fuente de ca-
la marca de la hegemonía es pital social y ventaja competitiva.
profunda: configura las sub- Nuestra lectura del Principio Po-
jetividades, inscribe su lógica tosí es una manera de entender en
en la corporeidad subalterna, reverso dos desplazamientos fun-
pone en el limbo su humani- damentales surgidos del hecho
dad. La esclavitud fue también colonial. El desplazamiento de
una forma de desplazamiento los caminos rituales de las wak’as
brutalmente coercitiva. Millo- americano. El desplazamiento una autopoiesis que vive de sus hacia las iglesias y sus santos/as
nes de seres humanos capturados de esclavos alimenta un principio propias contradicciones: una dia- patronos/as, y el desplazamiento
o vendidos por sus propios ene- colonial por excelencia: la crea- léctica sin síntesis, en permanente de los tributos en trabajo, mar-
migos internos y transportados ción de una subjetividad locali- movimiento, que articula lo pro- cados por ceremonias festivas y
por el Atlántico llegaron a poblar zada de hecho en los linderos de pio con lo ajeno de maneras sub- consumo conspicuo ritual, hacia
todos los confines de esta tierra, la condición humana. Si bien esta versivas y mutuamente contami- los trajines mercantiles en torno a
situación genera respuestas, agen- nantes. La subjetividad del sujeto la wak’a colonial, aquella que al-
ciamientos y disputas, hay una colectivo ch’ixi se configura en y bergaba en sus entrañas el Nuevo
marca desgajante, una fuerza irre- por el desplazamiento. El mundo Mundo del dios Dinero.
sistible de desterritorialización en de los peregrinajes rituales y los
estas formas de desplazamiento. turnos de mit’a en las minas o
En la región andina maizales del Inka se transformó
podemos ver otra configuración sin duda en un cortejo doliente
de la subjetividad colectiva, a la hacia la nueva wak’a colonial:
que hemos llamado subjetividad el Cerro Rico de Potosí. Pero la
ch’ixi, intermedia, ubicada en el sintaxis y el código interpretativo

9
EL QHIPNAYRA DEL DESPLAZAMIENTO
Al llegar a Cajamarca en 1532, los españoles se encon- gente en incesante trajín y circulación. Así fue como las comuni-
traron con una población en movimiento continuo: andariegos y dades y sus peregrinos-danzantes de las wak’as de altura pudie-
chaskis transitaban por el sistema circulatorio del Qhapaq Ñan ron usar petos de tigrillo o plumas de loro, consumir coca y ají,
desde la costa hasta los contrafuertes de las llanuras orientales. fertilizar sus tierras con el wanu que las aves depositaban en las
Caravanas de llamas circulaban entre la puna alta, los valles del islas del Pacífico.
oriente (manqha yunka) y los del occidente: alax En las ceremonias públicas de todo gran centro de poder,
yunka o yungas del mar. Cada familia y cada podemos imaginar la abigarrada presencia de jatunrunas,
comunidad dual, ayllu, parcialidad o seño- orejones, aqllas, mallkus, y kuraqas que allí acudían, tan-
río, tenía acceso a estos variados recursos, to como la gente común de todos los confines del imperio.
a veces a distancias de entre dos y tres En esos cuerpos envueltos en tejidos intrincados podían
semanas de los núcleos de altura en los leerse lenguajes silenciosos, que demarcaban las fron-
que se concentraba la mayor parte de teras étnicas y los símbolos de prestigio y de poder
la población y las autoridades étnicas. de sus wak’as locales. Todo ello estaba marcado en
Migraciones estacionales o prolongadas el cuerpo. La wak’a era el cinturón tejido de toka-
residencias –como mitmaq, artesanos y pus que llevaba cada persona en cada ayllu, marka
agricultores especializados– en regiones y diarquía: un lenguaje de auto identificación que se
y climas distintos y distantes, o como situaba en la mitad (taypi) del cuerpo, y dividía las
partícipes en diversos turnos de mit’a. entrañas superiores (chuyma) de las inferiores (pu-
Esta trama circulatoria de energía viva raka) identificando a quien lo usaba con líneas
y cristalizada en bienes de uso coti- ascendentes y paralelas de antepasados y wak’as
diano o suntuario daba sustento a las locales. La wak’a, entonces, no era sólo una
obras de irrigación, a la construcción marca en el paisaje, un mojón o apa-
de templos, puentes, caminos y fortale- cheta que intersectaba –como el nudo
zas y a la incursión guerrera por terri- en una cuerda de kipu– las rutas de
torios hostiles. La energía femenina peregrinaje ritual. Era la posibili-
se dedicaba a la producción de dad de lo sagrado en cada
bienes suntuarios y simbólicos ser humano: una wak’a
de alto valor: textiles, bebidas, interior, producto de su
preparados enteógenos que se labor productiva y su
ofrendaban a las wak’as o a las cuidado ritual, que era la
momias de los antepasados lo- base del reconocimiento
cales y a los linajes de ancestros por parte de la comuni-
imperiales. La población tributaria dad. La marca física en
era retribuida generosamente por los la cintura transformaba
Inkas con alimentos, bebidas y coca, ade- a su portador/a en gente, en
más de tejidos y otros bienes suntuarios que parte distintiva de una comunidad
sellaban los pactos entre ellos y las autoridades de los señoríos humana, reconocida también por su homología y su diferencia,
que iban conquistando e integrando a la esfera del imperio. Los como una más de las células que conformaban la polis indígena
excedentes se acopiaban en las qullqas, pirwas o depósitos esta- más vasta del señorío o el reino.
tales de alimentos y tejidos. Las wak’as mayores de Pachaqamaq,
Titiqaqa y Qusqu articularon a escala mayor este sistema: nudos/
nodos de poder que entretejieron intercambios y movimientos de Waman Puma, lámina 238.

10
EL TRIUNFO DEL CRISTO-SOL
Los partícipes del tinku en Macha se ven a sí mismos amarre entre peregrinajes rituales y trajines comerciales. Así
como guerreros del Sol2. Su mito de origen relata el triunfo el thaki se convirtió en la gran metáfora de la subjetividad
del Cristo-Sol sobre las Chullpas de los señoríos aymaras más subalterna colonial, en su manera propia de subvertir y rese-
antiguos. Pero a la vez, los Macha ven el nexo entre estas dos mantizar los íconos y formas económicas impuestas.
esferas como las raíces de un árbol sagrado: una especie de Sobre esta base conceptual, la red de rutas de pere-
usnu natural por el que se fertiliza la tierra, uniendo las raíces grinaje y de comercio constituyó no solamente una geografía
del árbol con las de las semillas que habrán de depositarse en sagrada/profana de recorridos y desplazamientos físicos. Su
ella, mediada por las invocaciones y libaciones humanas y la minucioso ordenamiento y detallado registro fue la base de la
sangre de sacrificios animales. forma estatal surgida con los Inkas. Podemos imaginar esa red
Como transposición de los ritos agrícolas de fertili- como un macro kipu espacial, una inventariación y puesta en
dad, estas gotas de plata parecen invocar la activación de las orden de todos los circuitos, a través del recuento de diversas
vetas por parte del árbol-mallki, en conjunción metafórica con formas de ofrenda y tributo laboral.
la divina leche. Las connotaciones forzadas que se atribuyen al despla-
En Santa Bárbara de K’ulta la batalla entre el Cristo- zamiento contrastan con esta imagen preactiva y densa de su-
Sol y los Chullpas rompió el vínculo con ellos: los K’ulta ya jetos que trajinan y conciertan sus movidas y turnos
no podían considerarlos antepasados suyos. Esta com- de servicio, en un lenguaje cuyo trasfondo histó-
prensión de las cosas derivó en el culto a Santa Bárba- rico data de sus horizontes más tempranos. La
ra: la mediadora entre fuerzas antagónicas, patrona noción de desplazamiento ya no puede verse
femenina del rayo. Me lo confirmó Pastora Osco, como producto unilateral de la opresión y de
de una comunidad próxima a Guaqui: Santa Bár- la violencia. La invasión colonial supuso un
bara es Santa Warawara (Santa Estrella), la que cambio radical de itinerarios, pero a la vez
maneja los rayos femeninos del alaxpacha. La abrió vías inéditas a la reconstitución de las
visión civilizadora de esos mitos e imágenes rutas y caminatas sagradas.
muestra un proceso de endulzamiento y se-
ducción (Platt); un juego de lenguaje que
busca el equilibrio entre polos opues-
tos. Al integrar las creencias pre- . A lo largo de este texto he hecho
2

vias en un sistema común de alusiones a trabajos de Teresa Gis-


significados y jerarquías sagra- bert, Wamán Puma de Ayala, John
Murra, Olivia Harris, Therese Bouys-
das, la gente andina apostó por se, Enrique Tandeter, Verónica Cere-
una comprensión domesticadora ceda, Denise Arnold, Juan de Dios
de los dioses impuestos. Pero la Yapita, Luis Miguel Glave, Roland
forma inkaica de incorporación Barthes, Maurice Hallbwachs, Ga-
briel Martínez, Carlos Sempat Assa-
–que seducía y se apropiaba
dourian, y en lo que sigue, a Tristan
de las wak’as de los otros– se Platt (1996) y Thomas Abercrombie
transformó en terror colonial, en (2005). Ver bibliografía.
arrasamiento y destrucción. En-
frentar esta nueva lógica supuso
la formación de un ethos inter-
pelante, fundado en el estrecho Dibujo: Efraín Ortuño.

11
Esto no implica negar la cara oscura del proceso co- trativas y eclesiales. La colonización europea formó un nuevo
lonial, la fragmentación y desarticulación de las antiguas diar- mapa de poderes de fractura: múltiples trancas y onerosas car-
quías que controlaban múltiples pisos ecológicos, su repartija gas fiscales a los desplazamientos. Surge un mapa inédito de
en encomiendas, la asignación de la población a doctrinas y jerarquías y privilegios. Sin embargo, la proliferación de po-
reducciones, las disputas por el control de tributarios, la vio- blación forastera, que abandonaba sus lugares de origen para
lencia física y simbólica y el destierro de sus dioses. Pero sí adscribirse a otras comunidades lejanas, resultó en estrategias
implica mostrar que las dos caras son parte de una estrategia concertadas de evasión fiscal, que se nutrieron de las oportuni-
articuladora, de una necesidad mutua de inteligibilidad. Tanto dades mercantiles en el “trajín” potosino. Un notable caso de
las deidades solares, como las diosas peces y las fuerzas ctó- estas estrategias combinadas fue estudiado por Abercrombie en
nicas de la tierra, son arrojadas al manqhapacha: ese espacio/ la ruta entre Oruro y Potosí. A fines del siglo XVI, en la Iglesia
de San Bernardo de la Villa Imperial, el ca-
cique y capitán de mit’a Juan Colque Gua-
rachi ejercía aún el control de la vasta diar-
quía de los Killakas-Asanaqis. Su mando
fue legítimo y duradero, quizás porque invi-
taba a generosas libaciones a los mit’ayos,
akhullikaba ritualmente la coca y auspicia-
ba la distribución de harinas y otros alimen-
tos. Era un gran narrador de historias en las
borracheras y fiestas que anudaban el pere-
grinaje de mit’ayos al cerro rico y el ciclo de
sus fiestas patronales. A través de sus kipus,
Colque Guarache llevaba la cuenta de los
aspectos materiales del aporte comunal a la
empresa minera colonial. Pero también los
kipus habrán servido para organizar ciclos
sacrificiales de bebida y ofrendas rituales
para propiciar fortuna y eludir los peligros
que implicaba ese enorme desplazamiento
de gente. Al igual que el mallku Fernández
Guarachi de Caquiaviri, con quien estaba
emparentado, Juan Colque Guarachi aportó
a la construcción de una monumental Igle-
sia. Junto a los Siñani de Carabuco y mu-
Bendición del Cacique Siñani, baptisterio de la iglesia de Carabuco. chos otros, estos caciques comerciaban con
Foto: D.G. diversas mercancías en el circuito potosino.
Las capitanías de mit’a y todo el sistema de
tiempo de los ancestros, que los traductores eclesiásticos del trajines coloniales formaron ese espacio de traslape y resisten-
período inicial convertirían en “infierno”. La consecuencia fue cia en el mercado, donde se entrevera la circulación de dinero
aún más problemática que el diagnóstico: el diablo se incorporó con los flujos de prestigio y legitimidad; el culto a los diablos
al panteón autóctono y es hoy día un personaje fundamental de dueños del mineral con la construcción de Iglesias y la pintura
la religiosidad andina. de lienzos o murales devocionales. Todo ello marca una identi-
Sobre el espacio red –que articulaba la polis inkaica– dad y una postura espiritual que trasvasa en un nuevo molde el
se impuso el espacio-territorio, enrejado por fronteras adminis- antiguo ethos del thaki y de la trashumancia laboral-ritual.
12
La adopción indudablemente sincera del catolicismo y de sus principales símbolos y narrativas sagradas coexiste así, en
forma ch’ixi y abigarrada, con una continuidad paralela de prácticas libatorias y de memoria que recuerdan las más tempranas des-
cripciones de los cronistas sobre los cultos indígenas anteriores a la llegada de los invasores. Ambos se contraponen y se metafori-
zan mutuamente. Existen aspectos paródicos del catolicismo tanto en los cultos cristianos como en los ritos libatorios y los ciclos
de ch’allas en las comunidades. También existen iconos paródicos de los animales y deidades indígenas en las portadas talladas
de las Iglesias, en los bordados de las actuales comparsas de diablada, ch’uta o monerada. En todo ese trayecto, se reconstituye
un espacio de contestación y resistencia simbólica, una forma heterodoxa que se inscribe en el lenguaje, en los cuerpos y en los
recorridos, al que hemos denominado taki-thaki.

Foto: E.S.

13
HETERODOXIAS
Y HETERONIMIAS

Los heterónimos pareados, la posibilidad de un mestizaje con la mirada miserabilista de


tan propios de los idiomas an- consciente de sus manchas in- Europa sobre nuestras culturas: la
dinos, nos ayudan a pensar en dias y castellanas –o judías, mo- oposición khiyki-kirki. Se podría
estas formas históricas de la re- ras, flamencas– con una sintaxis traducir lo primero como el acto
sistencia indígena de un modo inscrita en el lenguaje propio y de quejarse, y ha sido incorporado
oblicuo y ensartado. La marca en la experiencia de la contradic- al castimillano o castellano obtuso
distintiva del pensamiento filo- ción vivida. Al segundo lo vemos urbandino en la forma verbal re-
sófico andino es la “relaciona- como el modelo del mestizaje ilu- flexiva del khaykhearse: llorar y
lidad” (Estermann, 1998), un sorio: la “tercera república”, hipó- lamentarse públicamente por los
gesto de continua contextualiza- crita y mediana, que ha hecho del propios sufrimientos, en el marco
ción, integración y resemantiza- reblandecimiento y de la seducción de una borrachera. Kirkiña es en
ción de todos los elementos de la mutua una lengua pä chuyma, un cambio cantar melodías, amplifi-
experiencia vivida o imaginada. proceso permanente de duplicidad, car las sensibilidades del alma en
Al formarse estos pares concep- olvido y autoconmiseración. el ritmo y la cadencia de la danza o
tuales se marcan disyunciones: En el caso del desplazamiento, el ritual. La solidaridad bien inten-
alternativas y caminos que se la pareja thaki-taki nos ha dado la cionada puede ser peligrosa y para-
bifurcan. Un tejido de valora- pauta para comprender la transfor- lizante, porque alimenta la actitud
ciones éticas se conjuga con la mación de la religiosidad andina; del lamento, activa esa perversa
ironía y la sensorialidad corpo- la sustitución de las wak’as prehis- relación entre la culpa occidental y
ral-estética. Así, nuestra idea pánicas por iglesias, santos y otros el resentimiento indio. Mientras, el
de lo ch’ixi forma parte de un íconos sagrados. La peregrinación- canto llora y desgrana los enredos
par asociado y a la vez disyun- trajín ritual deviene entonces en del sufrimiento, la amargura de la
tivo: ch’ixi-chhixi. Condición un taypi: una síntesis manchada opresión, tanto como la exaltación
de “manchado”, dialéctica sin de ambas dimensiones. La proce- del propio cuerpo y el delirio libe-
síntesis entre entidades antagó- sión bailada es a la vez un thaki rador. Lo hace desde una posición
nicas: el polo ch’ixi. Mezcla hí- y un taki, es católica y pagana, se de sujeto, desde una autonomía.
brida, insustancial y perecedera, despliega en la devoción y en la
fusión y reblandecimiento de transgresión. Es la forma ch’ixi,
los límites: el polo chhixi. Sólo corporal y prágmática de las tran-
una leve torsión semántica, casi sacciones simbólicas que surgieron
un acento, los distingue. Pero en del tinku colonial.
su oposición podemos ver alter- Un último ejemplo de hete-
nativas y potencialidades: de un rónimos pareados puede hacer
lado, un taypi descolonizador, comprensible nuestra disidencia

Dibujo: Efraín Ortuño


14
DESPLAZAMIENTOS CH’IXI EN
EL MERCADO GLOBAL

La fiesta de Guaqui es un escena- de “globalización por abajo”, marcada dad de lealtades, pero a la vez nutre un
rio espectacular de autorepresentación por la informalidad y la ilegalidad, pero flujo de desplazamientos laborales. Se
simbólica para esos aymaras transna- dotada de una fuerza a la vez simbólica forma así un tejido de colores opuestos,
cionales, poderosos empresarios con y material, capaz de revertir el sentido una neocomunidad transnacional, cuya
alta capacidad de inversión, que hemos mismo de la dominación del capital identidad contradictoria y ch’ixi hace
descrito al inicio. Hablando con una de transnacional. Lo que desde un punto de coexistir, en permanente tensión, las ló-
las bailarinas de morenada, le pregunté vista es racional, se vuelve irracional. gicas de la acumulación y el consumo
por qué el pasante de su comparsa ha- Lo que desde una mirada es progreso y ritual, del prestigio individual y la afir-
bía elegido la imagen del “Chino” como riqueza como producto de un desarrollo mación colectiva.
emblema de su matraca. Me respondió ordenado de saberes y prácticas conta- Las comunidades transnacionales
en aymara: “es que los chinitos tienen bles, desde el opuesto se vuelve incom- de migrantes aymaras transitan así en
mucha cabeza”, porque “todo saben ha- prensible: qué insípida debe ser la vida un thaki postcolonial, hecho de flujos y
cer ellos, todo fabrican”. La potencia del que disfruta solitario de su fortuna. reflujos cíclicos. En su desplazamiento
manufacturera de China se encarna en la Para unos es absurdo creer en milagros articulan modas con tradiciones recu-
matraca como illa fecundadora. Y esto de Tata Santiago que permitirán recupe- peradas, inventan genealogías y rein-
no es sólo una metáfora. Los organiza- rar rápidamente los dineros botados en terpretan mitos, manchando con sus pu-
dores de las fiestas andinas intervienen su honor, para otros ¿qué castigo inflin- mas y sus soles las telas de la industria
directamente en el proceso productivo girá el santo al enojarse con los descreí- global, transformando sus camiones de
de estas industrias textiles localizadas dos y los mezquinos? alto tonelaje en altares de santos y dia-
en las ciudades chinas. Las mujeres Pero ¿qué tan irracional es que se tiren blos. El escenario de la diáspora laboral
de la comparsa ganadora de la fiesta cincuenta mil dólares en una explosión co- aymara contiene así algo más que opre-
del Tata Gran Poder 2009 se vistieron lectiva de despilfarro y exceso? ¿Se trata de siones y sufrimientos: es un espacio de
con un atuendo diseñado por el artista un gesto más salvaje que las movidas espe- reconstitución de la subjetividad, como
plástico Mamani Mamani. En el borde culativas en las bolsas de valores de Nueva lo son seguramente todos –incluso los
inferior de las polleras se veía un dise- York o Londres, bajo el estímulo de unos más brutales– escenarios de la domina-
ño de pumas de estilo Tiwanaku; en las cuantos jales? ¿Qué tan lo opuesto a la éti- ción, si somos capaces de ir más allá de
mantas un dios-sol estilizado en naranja ca del capitalismo son el goce y la danza, la la figura de la víctima sacrificial.
y amarillo. El suntuoso traje, que lucían desmesura y la borrachera? La convic- La actuación en reversa de los takis-
casi mil bailarinas, podría verse como ción más íntima de los participantes se- thakis contemporáneos altera el ritmo de
un logotipo de estas nuevas estéticas y ñala el valor social y colectivo de estos la máquina capitalista neocolonial, crea
formas productivas. El pasante sólo trae actos, su no pertenencia al orden racio- espacios intermedios y se reapropia de
las telas a Bolivia, y lo hace por rutas de nal del capital, simplemente porque se los métodos y las prácticas del mercado
contrabando que involucran decenas de reinscribe el atesoramiento en la lógica global, a la par que afirma sus propios
relaciones y nudos afectivos. En La Paz de la redistribución ritual, formadora de circuitos, su repertorio de saberes so-
y en El Alto, son los confeccionistas y comunidades. Uno de los asistentes a la ciales y las ventajas y artificios que les
las pollereras quienes fabrican los trajes, fiesta de Santiago me dijo gozosamen- permiten enfrentar con desparpajo ese
trenzan los flecos o costuran las alfor- te: “La plata no vale, el cariño es lo que escenario desigual y sus violencias.
zas, cuidando de la buena composición, vale”. Pero a la vez, él afirma que lo que
de la medida cabal según las tallas. La gasta hoy el preste, el Tata Santiago se
ropa terminada resulta así un emblema. lo va a devolver con creces en el curso
Un producto prodigioso de esta suerte del año. La fiesta recrea una comuni-
15
MUSEALIDADES CH’IXI
UN DIÁLOGO CON GUSTAVO BUNTINX1
Gustavo Buntinx es un reconocido artífice y animador GB. Eso es muy preciso, pero de la contradicción vivimos y pre-
de proyectos culturales críticos en Lima. Según él mismo se de- cisamente sigo tu línea planteada en el uso del término ch’ixi.
fine, es chofer de un micro: el Micromuseo itinerante que anima Ch’ixi es lo que nosotros llamamos musealidad promiscua, mu-
junto a Susana Torres, y en el que viajan obras diversas traspa- sealidad mestiza. De lo que se trata no es de buscar relaciones de
sando las fronteras entre lo culto y lo popular, entre el arte y la identidad, sino de analogía y de fricción. ¡Cuándo aprenderemos
artesanía. Ha sido curador de muchas exposiciones, vitalmente a no reprimir sino a productivizar la diferencia! Por eso me pa-
conectadas a los dramáticos años de la guerra civil y la dictadu- rece que la teología se vuelve un saber tan fascinante y perti-
ra en el Perú. Ha trabajado sobre el barroco andino desde una nente en nuestros tiempos, a los que considero, si no terminales
mirada urbana, como un espacio contaminado y promiscuo, a por lo menos liminales. Tú hace unos minutos me decías que
través de prácticas como la que llama “pop-achorado”. lo ch’ixi, es el color de uno de los ropajes característicos de los
seres liminales [los k’usillus]. Precisamente las manifestaciones
Silvia Rivera: Gustavo, en esta entrevista te pido que ela-
culturales ch’ixi (mestizas en nuestra terminología)
bores sobre la polisemia de algunas ideas fuerza
son las que mejor captan la intensidad fricciona-
que manejas. Los textos que escribiste para el
ria de los tiempos. Yo propongo que trabaje-
catálogo de la exposición Tres al Cubo, de
mos no la identidad sino la contradicción,
Ángel Valdéz, hacen un uso se diría talis-
pero la contradicción auto contenida en
mánico de las palabras, de la textuali-
el mismo sujeto de análisis. Las obras
dad, de la propia composición.
–las imágenes más que las obras–
Gustavo Buntinx: Además es una con las que el Micromuseo trabaja
construcción trinitaria, son tres tex- suelen tener como característica la
tos. Porque la muestra giraba en coexistencia de lo irreconciliable
torno de la Trinidad divina en sus en su propio espacio formalmente
tres formas: la Trifacie, la de Tres contenido. Y allí creo yo que toda la
personas iguales y la del Padre, el dialéctica europea enfrenta un reto y
Hijo y la paloma del Espíritu Santo, un riesgo.
que explora el artífice principal de la
SR. Es que esa dialéctica busca lo
muestra, Ángel Valdez. Mi segundo
uno.
texto habla de una posibilidad mestiza, la
posibilidad promiscua de la teratología sacra. GB. Claro: de la antítesis, la síntesis. La idea
La teratología es el estudio de los monstruos. El de lo uno, la angustia de lo uno. Y ahí el barroco
tercer texto es un litri, posdata teológica, en el que hay tiene un papel determinante. Lo barroco es una cons-
una conducción talismánica en el lenguaje. Son textos de teoría trucción particular ostentosa porque logra incorporar la diferen-
crítica, de historia del arte, pero a la vez son ensayos teológicos. cia en el sentido incluso literal de ese verbo, hace cuerpo vivo
Pienso que la teoría crítica debe recuperar el acercamiento al sa- de la diferencia.
ber teológico que la ilustración desterró de la mirada moderna.
SR. Hay un detalle que me llama la atención en tu trabajo, es el
SR. ¿Pero no crees que lo “teológico”, con su énfasis en el lo- hecho de que cuando dialogas con las obras de Valdéz muestras
gos, entra en contradicción con la epifanía y el talismán que se toda la carga simbólica de los rostros cubiertos por la bandera
perciben en tu propuesta? del MRTA, por el pasamontañas de Sendero o de los Sinchis,

16
las caras angustiadas, el genocidio de Ruan- decisiva, y es el poder simbólico. Cuando uno
da, el SIDA... Todo eso alude a un ba- decide combatir al poder con P mayúscula
rroco black, lleno de dolor y pro- en los tres primeros ámbitos, con frecuencia
fundamente pesimista. Pero visto tiene que terciar, cuando puede escoger su
desde nuestra experiencia, hay campo, en el ámbito de la batalla simbólica.
otra lectura. Tenemos una versión Aquí nosotros tenemos las ventajas operativas.
más grotesca y festiva del barroco, Somos expertos en el manejo de los códigos.
que no se lleva bien con la escena El trasvase de ese saber especializado, de las
contemporánea del arte, que líneas de reproducción artística a la realización
parece inclinarse más política a través de los manejos culturales, es
bien por la visión pe- lo que nos permitió contribuir al derrocamiento
simista y sacrificial de la dictadura. Pero más importante aún
del homo sacer. era lograr un cambio de conciencia político
cultural, que instalara pautas democráticas en el
GB. Cada gesto cul-
sentido común de la población y de los tiempos.
tural está siempre
Tuvimos éxito en lo primero, Fujimori se fugó,
profundamente arraiga-
Montecinos está en la cárcel. Pero en lo segundo
do en la historia, y el Perú
la batalla dista mucho de haber terminado.
es un país recorrido durante dos
décadas por guerras traumáticas de SR. Te pediría que reflexiones sobre las disyun-
origen civil primero, y luego por la tivas de este impasse, pensando por ejemplo en
dictadura. Me refiero a la insurrec- la polisemia de la palabra culto.
ción senderista y a la represión cívico-
GB. El problema con la palabra culto es su
militar que desemboca en la dictadura
inscripción en singular, yo pienso que nunca
de Fujimori-Montesinos. Entre los años
deberíamos usar un término como cultura sin
ochenta y los dos mil, esa invención repu-
pluralizarlo. Hay saberes especializados, hay
blicana, decimonónica, que llamamos Perú,
complejidades que se manifiestan incluso en
se ve abismada, se ve confrontada al foso ne-
las formas más supuestamente “vulgares”, o
gro de la historia. Esa es la negrura de los tiem-
“analfabetas”, y son estas sapiencias otras las
pos contra la que también el arte se rebela. Es
que logran manifestarse, tal vez no con un dis-
Javier Rubio muy interesante cómo en las jornadas finales de
Est/Non est VII, 2009
curso formalmente estructurado como lenguaje
los combates contra la dictadura, fue muy mar-
escrito, sino privilegiadamente a través de la
cante, quizá decisiva, la crítica surgida desde la
Página opuesta: imagen. En América Latina es cada vez más
escena artística. Todo lo que tiene que ver con el
Álex Ángeles, Carlos Lamas y urgente traspasar el horizonte analítico conden-
colectivo social civil, la resistencia y otras for-
Ángel Valdez sado en esa categoría muy lúcida propuesta por
mas de asociación, hizo posible que una serie
Trinidad esférica, 2004 Ángel Rama, “la ciudad letrada”, para pasar a
de técnicas simbólicas que se habían desarrolla-
la ciudad icónica. Sentimos que hay una nueva
do por esos años dentro de los espacios prote-
visualidad desbordante, proliferante, que todo
gidos del arte salieran al espacio desprotegido y
lo gobierna y lo subvierte todo, y es allí donde
amplio de la calle. Todo eso tuvo su papel en el
lo impuro y lo contaminado se convierten en un
derrocamiento del gobierno de Fujimori.
paradigma de nuestros promiscuos tiempos, no
El poder suele definirse en tres campos:
. Diálogo sostenido en la parada
1
hay ya posibilidad alguna de contención de este
del Micromuseo, Lima 7 de mayo el poder político, el poder económico y el
desborde óptico que satura y sobre todo mezcla
2010. poder militar, pero hay una cuarta dimensión
los antiguos compartimientos estancos que tan
17
esforzadamente construyeron los teóricos de la Mira lo que está pasando con el derrame pe-
modernidad; esa idea de Weber, de separar pro- trolero de la costa sur de Estados Unidos. Si
lijamente, educadamente, reguladamente, a la llega a sobrevivir una forma de vida vincu-
ciencia del arte, de la religión y de la política, y lada a lo humano, probablemente tenga una
de lograr que cada una de esas esferas funcione naturaleza fundamentalmente distinta a la
con lógica propia. que actualmente conocemos. Creo que lo
importante es entender que si bien es cier-
SR. Sobre todo la pretensión de la ciencia de
to que la extinción está ahí como un
ser la verdad, relegando a todos los demás sa-
horizonte posible, hay otras pers-
beres a un estado precientífico, ¿no?
pectivas más optimistas, una
GB. Exactamente, y ahí es donde vemos el tema posibilidad no de la extin-
de la teología. La teología es la disciplina que ción, sino de una mutación
se ocupa del análisis crítico de la experiencia positiva.
de lo sagrado. Estamos hablando de cómo se
SR. Transmutación, yo diría.
construye un saber, o mejor aún de cómo se
perfila una mirada, cuál es la potencia crítica GB. Transmutación. En tér-
de esa circulación, y ahí tenemos que hablar minos teológicos, transustan-
de la teología. El problema de la teología es, ciación. Ahí el modelo cha-
claro, que se convirtió en un instrumento del mánico es interesante como
poder absolutista. Yo quiero ver la teología estructura cultural de la concien-
no como la ciencia de la divinidad, sino como cia. Tú utilizaste una palabra, inte-
la pregunta por Dios. Es como una citación resante por su resonancia, hablaste de
reflexiva dominada siempre por el ejercicio malestar. Uno inmediatamente lo rela-
crítico. La duda siempre es metódica y debería ciona con el ensayo de Sigmund Freud,
ser parte constitutiva de la teología, aunque El malestar de la cultura. Me pregunto si
esto parece entrar en contradicción con la fe. ahora se podría hablar del malestar de la na-
Pero hay maneras fascinantes en que a través turaleza, articulado con el malestar surgido de
del arte ambas situaciones se articulan, la duda estas polaridades que la condición humana hoy
metódica y la fe. ¿Qué significa la pregunta enfrenta. ¿Cómo se articula ese malestar nuevo
de Dios en nuestros tiempos, donde por de la naturaleza con el antiguo malestar de la
primera vez la humanidad está abismada en la cultura? Como que hemos salido de la caverna José Alva
contemplación de su probable desaparición? de Platón y hemos entrado a otra caverna don- Est/Non est VIII, 2009
Ya sea por su desaparición negativa, agotada de entre las sombras, la luz emitida del saber no
por su propia voracidad, por los excesos sobre pueden percibirla los que no están adaptados, y
el medio ambiente, lo bélico, el armamentismo ahí está la importancia de los saberes primeros,
nuclear. O quizás se trata de un abismamiento de los saberes otros.
positivo, que nos habla de un tránsito evolutivo
SR. Aquí me gustaría que amplíes sobre tu uso
hacia una nueva condición de su especie.
de los conceptos andinos, he visto muchas hue-
SR. ¿Quizás una nueva conciencia también? llas de eso en tu trabajo crítico: las imágenes
sacrificiales que renuevan, la semilla que mue-
GB. Obviamente. Yo estoy convencido de que
re para dar vida… Me parece que esa dimen-
nuestros bisnietos, en algún momento relativa-
sión andina tiene otra lectura del sacrificio y
mente próximo en la historia de nuestra espe-
de la muerte, lejos de la solemnidad y el luto.
cie, ya no serán homo sapiens, serán otra cosa.
18
GB. En quechua mallki significa cadáver, tanto como feto o Nosotros exhibimos en un mismo espacio lo colonial, lo repu-
semilla. Hicimos una exposición que se llamó “Mallki: la ex- blicano, lo moderno, lo más reciente. Además, no planteamos
humación simbólica en el arte peruano”. Y otra llamada “Yo una mistificada cultura metafísica del pueblo peruano o andino,
no me llamo Juanita”. La momia prehispánica que encontraron sino más bien hurgamos la diferencia y el contraste. Todo este
no pudo haberse llamado Juanita, pero el que la encontró se conglomerado de desarrollo museológico lo presentamos como
llama Johan. Con ese nombre se ejerce una profunda violen- una musealidad mestiza, propia de una sociedad promiscua.
cia cultural, esa otra violencia tantas veces soslayada que es la
SR. Promiscua es una gran palabra. Dialoga con un último texto
imposición cultural, el desprecio. Hay ahí claves precisas para
del Colectivo Situaciones de Buenos Aires.
entender la evolución de la sociedad que tú llamas “sentipen-
sante”. En esa línea está nuestro trabajo, porque es un hecho GB. Seguro. Y sin duda dialoga con muchas otras iniciativas cul-
constitutivo de nuestras sociedades, que no llegan a ser todavía turales que no conocemos. Nosotros no pretendemos innovar en
comunidades, pero donde la coexistencia con lo otro y con el términos absolutos, decimos que somos parte de una época trans-
otro nos hace negociadores continuos de diferencias. Con las formada, y ahí formulamos el concepto de artífice para suturar la
ideas andinas pasa que nunca vas a encontrar el equivalente diferencia entre artista y artesano, queriendo significar así en térmi-
preciso, el término que exprese la condición de otra matriz de- nos verbales la crisis definitiva de esas construcciones dominantes,
terminada. El gesto mismo de traducir implica que estás crean- desde un lugar en el que lo impuro y lo contaminado son la verda-
do. No evocando un equivalente, sino creando una situación dera dominante.
nueva, eso lo sabe la antropología. Con la idea de “pop achora- SR. Bueno, ya me has dado pie para una última pregunta. Siento
do” aludimos a la necesidad de expresar unas culturas nuevas, una gran distancia entre lo que estamos hablando y lo que los com-
decididamente urbanas, que sin embargo están atravesadas por pañeros alemanes han propuesto en la muestra Principio Potosí:
experiencias masivas de migración campesina, indígena, donde la idea de una hegemonía violenta, la metáfora de la esclavitud, el
hay una renaturalización de los términos cosmopolitas de con- drama de las migraciones transnacionales. Todo ello parece dar
notación transgresora, insolente, infractora. Ese es el uso que la por hecho la extinción inevitable de esas formas abigarradas y
sociedad peruana tiene de la palabra achorado. Achorado es el ch’ixi, digamos “achoradas” que proliferan a nuestro alrededor.
que pierde los buenos modales, irrespeta y decide hacerse a su Todo lo que se puede ver es el folclor y el exotismo, y se esquiva
mala manera de los bienes simbólicos que la sociedad le ofrece el hecho de que ellas existen no sólo para ser miradas, sino que
como deseo pero le niega como realidad. Entonces para los ar- tienen su propio poder de significación.
tífices, el pop achorado significa asumir toda la riqueza nueva
de los lenguajes plásticos cosmopolitas pero con esa marca de GB. Devuelven la mirada.
trasgresión, de insolencia, de desparpajo. SR. Devuelven la mirada, levantan la cabeza y esto ya viene ocu-
SR. Has usado la palabra artífice… rriendo desde hace siglos para enfrentar otras miradas coloniza-
doras, como la de la iglesia con su iconografía sacrificial y tene-
GB. El arte, como objeto de contemplación pura, es una inven- brosa. En la fiesta y en la borrachera, en la pluralidad de númenes
ción moderna. La sociedad burguesa intentó construir un orden sagrados y en la yuxtaposición de opuestos, puedes descubrir las
bastante “prolijo” entre arte, religión y política, como compar- fisuras que introducen los subalternos en ese guión de domina-
timientos estancos. Pero la modernidad es corroída por los áci- ción.
dos que ella misma segrega. Por eso pienso que hablar hoy de
un museo contemporáneo es una contradicción de términos. Es GB. No puedo opinar sobre Principio Potosí, por no saber nada
un anacronismo, porque para ser completamente contemporá- de la muestra, sino lo poco que ahora se empieza a difundir.
neo el museo tiene que olvidar cualquier vocación exclusiva. Pero sí me llama la atención y me parece connotativo que haya
Proponemos un museo que articule obras de clara vocación ar- un gesto de apertura para invitar a personas como tú a partici-
tística con piezas que otros llamarían artesanales, con elemen- par, pero que luego se muestren poco receptivos a las conse-
tos de diseño industrial o con objetos encontrados. Este gesto cuencias de esa apertura. Entonces uno se pregunta cuál es la
instala además un factor de desorden cronológico importante. profundidad de la investigación que llevó a ese gesto. Podemos
19
hablar entonces, ya no de la coyuntura de Principio Potosí, sino de la
estructura en la que esa coyuntura se inserta: el riesgo permanente de
que la mirada curatorial se vuelva una medusa que petrifica aquello
que pretende revelar, poner en evidencia e incluso exaltar. Y esto en
términos generales conlleva el riesgo supremo de caer en un gesto
antropológico. Porque al final este tipo de curadurías actúan como
una jornada del viaje antropológico del siglo XIX. Esta vocación bien
pensante de incorporación o comprensión del otro lo congela y mu-
chas veces lo disuelve en su especificidad vital.
SR. Tú lo has dicho.

Imágenes:
Gentileza del Micromuseo, Lima.

Candelaria Durán
Est/Non est IV, 2008

20
PRINCIPIO POTOSÍ REVERSO
EDUARDO SCHWARTZBERG ARTEAGA
Ningún otro tipo de reliquia o texto del pasado
puede ofrecer un testimonio tan directo del mundo
que rodeó a otras personas en otras épocas.
John Berger

Es después de transitar por caminos físicos e imaginarios que las pin-


turas del barroco colonial andino trascienden el tiempo en que fueron creadas
y el espacio donde se encuentran para hallar su simultaneidad al otro lado del
mundo, revelándonos una verdad abrumadora: que el colonialismo sigue tan
vigente como hace cinco siglos.
Las imágenes muestran lo que las palabras encubren, y a pesar de que
han pasado siglos desde de su creación, conservan una significación poderosa,
más aún cuando permanecen en un contexto rural y vivido, no construido y arti-
ficial (museo), porque permiten conocer las resignificaciones que han adquirido
en el tiempo-espacio, tal como se expresan en las prácticas y simbologías de la
fiesta y la borrachera, ámbitos a los que ingresan cíclicamente las poblaciones
que conviven cotidianamente con estas imágenes, o quienes vuelven a sus pue-
blos temporalmente, desde la diáspora migratoria.
La pintura barroca colonial revela la relación dicotómica con la que la
sociedad invasora organizaba el mundo, expresada en el antagonismo cristiano-
hereje, en el que se fundó la colonización de las almas para beneficiarse de la
energía laboral de los cuerpos indígenas. América se constituyó en la periferia
que necesitaba Europa para consolidarse como el centro del “sistema mundo”, a
través de la acumulación de capital con la explotación de las minas de Potosí y
Zacatecas y con el desarrollo de una historia oficial del mundo y la imaginación
de una sola cultura existente1. La acumulación, la hegemonía, la enajenación y 1
. Enrique Dussel (2008) argumenta
la culpa están representadas en estas pinturas, en imágenes de castigo y dolor que con el descubrimiento de
América, Europa logra crear una
que se repiten como un principio. El reverso consiste entonces en romper con
primera modernidad y colocarse
ese principio a partir de la comprensión de la praxis colectiva que subvierte y en el centro del sistema mundo a
resignifica esas imágenes. Explorar la “zona gris” en la que se traslapan conte- partir de la acumulación de capital
nidos ancestrales y coloniales, formando texturas abigarradas y formas barrocas que generó la minería de la plata y
en la música, la fiesta patronal, la pintura y el tejido, que escenifican otras inter- la emisión de la primera moneda
mundial.
pretaciones y otras miradas sobre la realidad colonial.

21
RUPTURAS Y CONTINUIDADES, LA HISTORIA ORIGINADA EN POTOSÍ.
El momento histórico que está vi- los años 1570 por el virrey Toledo. estado colonial y republicano. Luís
viendo Bolivia, cuyo emblema más Los hábitos de consumo de la ma- Miguel Glave muestra cómo los indí-
visible es la figura de Evo Morales yoría indígena que explotaba por genas estuvieron ligados desde épo-
como el primer indio que asume la cuenta propia las vetas de mineral, cas tempranas al mercado interno,
presidencia en un país suramericano, crearon una amplia demanda de pro- circulando por los caminos y tambos
no puede comprenderse, valorarse o ductos regionales como el maíz, los que unían estos circuitos comerciales
criticarse si no se lo relaciona y co- tejidos y la hoja de coca. Con la tec- en la densa red de rutas trajinadas
necta con diferentes procesos históri- nificación y ampliación de las opera- por arrieros y empresarios indígenas.
cos de larga data, acontecidos en este ciones mineras, creció la afluencia de Las comunidades, representadas por
espacio-territorio. Sería arriesgado españoles y con ello se incrementó la sus caciques, a través de recursos
vislumbrar lo que este proceso de demanda de productos ultramarinos legales y formas cotidianas de resis-
cambio suscitará en el futuro; aun- (Assadourian, 1979). tencia, ponen freno a los intentos de
que podemos evidenciar que no sólo En la etapa republicana, el mer- dominio español y de apropiación de
se están dando algunos cambios, sino cado interior alimentado por las tran- estos mercados, que permitían acu-
también profundas continuidades con sacciones indígenas a partir del vín- mular fuertes ganancias, principal-
un pasado que se pretende superado: culo coca-plata se vio frenado por las mente a través del comercio de la coca
el horizonte del espacio colonial, con reformas liberales que implicaron la (Glave, 1989).
Potosí como centro y motor de todo anulación de la moneda feble, la abo- La coca era la mercancía indígena
el movimiento económico del Virrei- lición del monopolio estatal sobre la por excelencia y su comercio era ple-
nato del Perú y como principio de lo comercialización de pastas de plata y namente indio, aunque subordinado
que podría considerarse nuestra pri- la expansión del latifundio sobre las a la empresa colonial española, que
mera modernidad. tierras de comunidades libres. La po- vio en ella un producto de consumo
Desde su descubrimiento en lítica librecambista también implicó esencial a las labores mineras y a la
1545, Potosí se consolidó como el una sustitución de productos inter- acumulación de capital a través de
centro de producción y acumulación nos por mercancías importadas y una su nexo con la plata, como el primer
de la mercancía-dinero de todo el es- desmercantilización del espacio rural eslabón de un amplio proceso de cir-
pacio virreinal. El trabajo pionero de andino. Se reproduce así una política culación mercantil. Hay que recalcar
Sempat Assadourian refleja ese pro- de importaciones que va en desmedro también que el trabajo de la mujer in-
ceso progresivo de constitución de de las fuertes conexiones de mercado dígena en este circuito comercial ha
una nueva economía colonial que interno que las comunidades habían sido fundamental; las indias “gate-
se divide en dos fases: la etapa de la logrado a través de la comercializa- ras” ocuparon el centro del mercado
huayra, en que la fundición y acuña- ción de su producción agrícola, mi- de Potosí, llamado el Gato (castella-
ción de la moneda makukina se hacía nera y textil. nización de qhatu), el de mayor mag-
empleando técnicas indígenas; y la Pero la historia de Potosí y de nitud en aquella época. Por sus ha-
etapa del azogue, en la que se tecni- sus vastos mercados regionales nos bilidades mercantiles, estas mujeres
ficó el proceso de fundición y se am- muestra también la otra cara de la despertaron la admiración y envidia
plió la captación de trabajo mit’ayo, medalla: el proceso de resistencia de los españoles, como lo documenta
en el contexto de un ambicioso pro- indígena a las medidas reformistas Pauline Numhauser en su detallado
grama de reformas introducidas en sucesivamente implantadas por el estudio (2005).

22
PRODUCCIÓN VISUAL Y HEGEMONÍA,
LA SOCIOLOGÍA DE LA IMAGEN COMO METODOLOGÍA .
2

Después de haber descrito las relaciones existentes en Poto-


sí colonial, como primer elemento de reflexión, en el sentido de un
principio que se reproduce en diferentes tiempos-espacios y que se
vive en la actualidad en otras partes del mundo, queremos introducir-
nos en esta continuidad y simultaneidad que se plantea en el proyecto
Principio Potosí, a partir de la relación entre la producción económi- 2
. La sociología de la imagen es
ca como acumulación y la producción visual como instrumento del una propuesta metodológica
discurso hegemónico. desarrollada por Silvia Rivera
en la Carrera de Sociología de
En todos los periodos de la historia, la imagen ha servido la UMSA, y se ha constituido
como instrumento de construcción de imaginarios colectivos o de en una corriente de reflexión
desmontaje de los mismos. En la época colonial, el arte religioso del compartida que se ha multi-
barroco tuvo un fuerte rol en la evangelización de las poblaciones in- plicado en investigaciones y
trabajos visuales de estudian-
dígenas, y fue una herramienta eficaz en la imposición de la religión
tes y egresados de la Carrera.
como instrumento ideológico del Estado colonial. En la actualidad,
la imagen es el medio de transmisión más importante de la cultura
de consumo, en este caso la imagen publicitaria, que es transmitida a
través de la televisión, la fotografía, Internet, etc., promueve la valo-
ración de lo nuevo y lo joven como atributos que se veneran y que se
tratan de alcanzar a través del consumo.
Todo grupo dominante que ha llegado al poder trata de man-
tener esa dominación no sólo a través del control sobre los medios de
producción, sino también por medio de un discurso hegemónico, que
hace de la cultura y las artes instrumentos fundamentales de control
del imaginario social. En la experiencia boliviana, esto se ha manifes-
tado de manera contundente en el contexto de la revolución de 1952.
El partido de gobierno construyó un imaginario en búsqueda del an-
helado Estado-Nación; el imaginario del mestizaje, que según Javier
Sanjinés resultaría un espejismo de igualdad y ciudadanía para todos.
Lo que produjo este espejismo fue una supuesta inclusión del indio,
despojándolo de su identidad ancestral y convirtiéndolo en un ciuda-
dano votante y subordinado a las elites mestizo-criollas. Para la cons-
trucción de este nuevo imaginario, este espejismo llamado mestizaje
se instrumentalizó de diferentes maneras a través del arte. Michelle
Bigenho estudia las políticas culturales del MNR a través del caso de
una revista musical llamada “Fantasía Boliviana”. En este espectáculo
se pusieron en escena diferentes paisajes de la geografía boliviana y la
expresión musical se basó en combinar la música erudita con la música
tradicional. Además, los gestos corporales y los rasgos físicos de los
actores y músicos reforzaban esa visión amestizada y blanqueada de
23
lo indígena. También podemos hacer referencia a las películas y noti-
cieros producidos por el Instituto Cinematográfico Boliviano (ICB)
que tenían como línea central el representar el ideal de progreso y
desarrollo alentado por el MNR, reforzando la dicotomía entre lo
tradicional y lo moderno. El trabajo de Marco Arnez analiza dos
películas del Instituto Cinematográfico Boliviano, una de las cuales,
Las Montañas no Cambian, de Jorge Ruiz (1962), representa al per-
sonaje indígena anterior a la revolución como un ser apartado de la
sociedad, carente de iniciativa y de visión de futuro, atrapado en un
mundo solitario, ajeno a los cambios revolucionarios. En contraste,
el progreso y la conquista del oriente resultan un modelo a seguir,
encarnado en la vertebración caminera y la empresa agroindustrial.
En este proceso se plasma el imaginario progresista como una trans-
formación del indio en campesino (Arnez, 2009). Por su parte, Silvia
Rivera Cusicanqui analiza cómo el compilador de El Álbum de la
Revolución (1954) José Fellman Velarde –uno de los ideólogos de
la política cultural del MNR– construye un discurso modernizante a
través del encuadre, la selección y el montaje de fotografías (pose,
trucaje, sintaxis texto-imagen; ver Barthes, [1986] 1995), con el que
muestra a la revolución del 52 como el progreso de la nación y a
la derrocada oligarquía terrateniente como responsable del atraso y
estancamiento del país. Paralelamente, representa y comenta la pre-
sencia indígena en la historia, como una encarnación del atraso y la
miseria. La figura del caudillo letrado Víctor Paz Estensoro y de la
cúpula del partido son destacados como portadores de la misión de
civilizar y modernizar al país y a su población, mientras que los suje-
tos sociales protagonistas de este hecho histórico –organizaciones de
indígenas, obreros, mujeres– son vistos como una masa homogénea
y anónima, reducida al papel de “ornamento culturalista del nuevo
Estado” (Rivera, 2003). El análisis de la imagen y de su utilización
por los sujetos sociales a través del tiempo se destaca entonces como
una herramienta metodológica valiosa para comprender la hegemo-
nía cultural, ya que permite el desmontaje de un poderoso lenguaje
no verbal, que complementa y refuerza la ideología oficial del esta-
do.
Según Marisabel Álvarez Plata (entrevista, 20-1-09), histo-
riadora de arte y restauradora, en la época colonial las pinturas tenían
una misión netamente evangelizadora y no perseguían finalidades es-
téticas; creaban un círculo de poder muy bien pensado entre los em-
presarios mineros que tenían el poder económico, en estrecha rela-
ción con el poder espiritual de la Iglesia. Con la riqueza generada por
la explotación del trabajo indígena, encargaron una serie de pinturas
que reforzaban su misión evangelizadora y de control del trabajo de
los indios mit’ayos.

24
Lo que no percibía este círculo de poder “muy bien pensa-
do”, que se reproduce desde el ciclo colonial hasta el ciclo liberal y
populista –a través de medios diversos como la educación, el cuartel,
etc. (cf. Rivera, 1993)– es que los indígenas también piensan, que
tienen una organización tanto social como política, basada en una re-
lación de lo abstracto con lo concreto y mediada por la ritualidad. De
este modo, lo que trataban de mostrar las pinturas, a través de la dico-
tomías entre el bien-mal, ángel-diablo, muerte-vida, gloria-infierno,
era un trabajo pedagógico de disciplinamiento cultural. Sin embargo,
esta intención quedó trunca, puesto que los indios generaron interpre-
taciones diferentes de estas imágenes, en las que se asimilaba al dios
cristiano a un conjunto múltiple de deidades de la tierra, produciendo
así una forma sutil de resistencia. Los indios no veían en la muerte el
final de vida, la pensaban como un continuo o un cambio de estado;
esto se evidencia en la veneración a la wak’as en la época prehis-
pánica, que en la colonia fue una práctica condenada y sometida a
la extirpación de idolatrías. Este culto a los muertos se realiza en la
actualidad con la celebración de “las ñatitas”3 que cada año adquie- 3
. Esta celebración se realiza en
re mayor relevancia en la zona del cementerio de La Paz. La gente la octava de Todos Santos y
andina tampoco veía en el diablo una representación del mal, sino congrega a miles de personas
en torno a las calaveras que
mas bien un aliado poderoso con el cual poder hacer tratos en ciertas conservan familias urbanas de
épocas del año. Un ejemplo de esto es el tío de la mina, que simboliza los sectores populares.
una deidad asociada al demonio, un ser ambivalente, mezcla del bien
y del mal, al cual los mineros consideran como el dueño de las rique-
zas minerales; por lo tanto hay que pactar con él para que los proteja
de riesgos y les provea de riquezas.
“La muerte es el primer paso que le espera al hombre al final
del su vida, después de ella vendrá el juicio, la gloria o el infier-
no. Estos cuatro pasos se conocen con el nombre de “Postrimerías”
(Gisbert, 2001: 208). En la localidad de Caquiaviri se encuentra una
serie representativa de cuadros dedicados al tema de las Postrimerías.
El cuadro de La Muerte nos interesa principalmente por la represen-
tación de las dicotomías a las que hacíamos referencia, que Gisbert
explica como una suerte de espejo. Esta temática abarca todo el reco-
rrido que realizaban los mit’ayos desde el Cusco hasta Potosí, siendo
también parte del “espacio del trajín” descrito por Glave. La serie
de Caquiaviri es de autor anónimo, aspecto que llama la atención,
al existir gran cantidad de producción de pintura colonial pero poca
identificación de sus autores. Este fenómeno podría entenderse por la
instrumentalización que se hace del arte, con la creación de escuelas
y talleres en los que se entrenaban pintores y talladores indígenas. De
ahí que su anonimato podría equipararse al caso de la música indígena,
cuya autoría es negada por ser colectiva.

25
Gisbert plantea el sentido de espejo en el cuadro de la muerte
de Caquiaviri porque muestra todo lo que ocurre en el lado izquierdo
(derecha pictórica), como representación del bien a través de un mori-
bundo pasivo y tranquilo, con la serenidad de saber que le espera el ca-
mino celestial por haber llevado una vida de virtud y devoción. Pero en
el lado derecho (izquierda pictórica) se representa la muerte angustiosa
de quien ha vivido en la lujuria, la avaricia y en el goce de la música,
que también representaba un pecado.
¿Cuál habrá sido la violencia simbólica que causaron estas
pinturas en las poblaciones indígenas? Pensamos que debido a la dife-
rencia de conocimientos y visiones del mundo, el efecto que pudo pro-
ducir en el observador indígena habría sido diferente de las intenciones
para las que había sido pintado. En la parte central inferior del cuadro
se ve la representación de un confesionario, donde el diablo tapa la
boca y aprieta la garganta de un indio. Desde el punto de vista español
seguramente esta imagen tuvo la intención de mostrar que el diablo le
hacía un daño al indio, al privarlo de la confesión de sus pecados; sin
embargo, conociendo la idea de la muerte y del diablo en la religiosi-
dad andina, esto más bien podría interpretarse como una alianza entre
el indio y el diablo, que le ayudaría a ocultar sus secretos4. 4
. Este cuadro ha sido reprodu-
Además, una articulación relevante es el hecho de que Caquia- cido en el No. 2 de la revista
viri en esa época era la capital de la provincia Pacajes, zona que se El Colectivo, y ha dado lugar
a un debate interno del cual
constituyó no solamente como un lugar de importancia comercial en surgen estas ideas. En espe-
el “espacio del trajín”, sino como el foco de rebeldías y sublevaciones cial me refiero aquí a la inter-
anticoloniales. Una muy importante es la que se produce en 1771, diez pretación sugerida por Álvaro
años antes de la gran rebelión panandina. Tras su derrota, “la pierna Pinaya.
izquierda de Katari fue enviada a Caquiaviri, capital de Pacajes. Esta
Provincia junto con Sicasica, formaban la región austral del altiplano
paceño, en el límite con la región aymara de Oruro hacia el sur. Con
suelos infértiles y condiciones climáticas extremas, Pacajes se presta-
ba únicamente a la crianza del ganado. Tenía poca penetración de la
hacienda y sus comunidades eran conocidas, como las de Sicasica, por
ser indomables y propensas a la revuelta” (Thomson, 2007: 24). Esta
insurrección tuvo un éxito inusitado: los comunarios de Pacajes mata-
ron al corregidor Josef del Castillo y se instalaron en el centro de poder
del pueblo, enfrentando el grave dilema de gobernar. Ellos creían que
muerto el rey (representado en la figura del corregidor), el soberano
era el común, y comenzaron a tomar decisiones “desde abajo”. El di-
lema central tocaba el punto más álgido: ¿qué hacer con los criollos y
españoles presos? La solución fue asimilarlos a la comunidad como un
ayllu menor de forasteros, destinados a aprender las costumbres indias
y sus formas de vestir. Los forasteros debían adquirir una identidad
aymara, formando parte de la comunidad, a la que fueron incorporados
cultural y políticamente, bajo hegemonía indígena.
26
LO CH’IXI COMO INSTRUMENTO EPISTEMOLÓGICO DE LO REVERSO
El cineasta boliviano Jorge Sanji- esta película se da una reflexión socio- riencia de Álvaro Montenegro y Elvi-
nés, a través de sus películas Ukamau, lógica que apunta a la existencia de dos ra Espejo en la producción del disco
El Coraje del Pueblo, Yawar Mallku, clases de ciudadanía, de primera y de Thaki. El lograr este trabajo ha sido fru-
La Nación Clandestina y Para Recibir segunda, así como al proceso de despo- to de un largo tiempo de reconocimien-
el Canto de los Pájaros, ha influido de jo cultural que sufre el migrante indíge- to entre un saxofonista urbano, una
manera relevante en el desenmascara- na al dejar su comunidad y trasladarse artista polifacética aymara-qhichwa y
miento de la mirada colonial, poniendo a la periferia de la ciudad. La película una comunidad de músicos andinos,
en evidencia el desconocimiento urbano culmina con el retorno de un comunario que construyen un camino compartido
sobre el mundo rural, su cultura, cosmo- a su ayllu, y la retoma de su identidad en el que no se “fusionan” los ritmos
visión, y valores morales. Estas pelícu- antes negada, como expresión de valo- ni se expropian las melodías. Se da más
las, realizadas en gran parte en periodos res y modos propios de hacer política. bien una convivencia y un rico proceso
de inestabilidad política y de gobiernos La penúltima película de Sanjinés, de intercambios entre estas partes dife-
dictatoriales, nos revelaron un mundo Para Recibir el Canto de los Pájaros, renciadas. Una música que va más allá
desconocido, nos devolvieron la memo- fue producida en la década de los no- de reunirse en un estudio de grabación,
ria y propiciaron el reconocimiento de venta en pleno proceso de privatización empezar a tocar lo que está escrito en
una cultura rica en saberes, costumbres de las empresas del estado. Revela la una partitura y, después de unos ensa-
y modos de hacer política. La película doble moral de los sectores de clase yos, empezar a grabar. Como explica
El Coraje del Pueblo recuerda las ma- media, representados por un equipo Álvaro Montenegro (director del grupo
sacres que se produjeron desde los años de filmación y su director, identifica- El Parafonista), no ocurre lo que pudie-
cuarenta hasta 1965, con la masacre de do con una línea política de izquierda, ra darse en el caso de un músico ruso,
San Juan en la población minera de Si- que se aproximan a filmar a una comu- japonés o de cualquier otro lugar, por el
glo XX. Los protagonistas y los actores nidad, como escenario de la muerte de hecho de que todos ellos “leen música”.
de reparto son personas que vivieron Atawallpa a manos de los españoles. Antes bien, esta experiencia transita por
los hechos reconstruidos en forma fic- Sin embargo, en su cotidiano vivir con los ámbitos de lo rural y lo urbano, de
cional. Una de las escenas representa el la comunidad, muestran total descono- lo que se ve y de lo que se escucha, del
escenario de la pulpería, donde se ve a cimiento de esta cultura, no compren- conocimiento y el reconocimiento. Sólo
mujeres dirigentes mineras reclamando diendo las acciones de los pobladores, por medio de este proceso ha sido po-
por la falta de alimentos, tomando el li- despreciando su estética y modos de sible que esta música haya logrado esa
derazgo y acusando a los hombres de convivir con su entorno. Esta autocríti- armonía en la combinación equilibrada
cobardes. La fuerza de las voces feme- ca apunta a las diferenciaciones internas de instrumentos tan diferentes y de gé-
ninas contrasta con los liderazgos mas- de los sectores medios, que se discrimi- neros tan opuestos, hasta crear un nuevo
culinos, y son las imágenes las que nos nan entre sí por su condición “chola”, espacio sonoro a partir de la yuxtaposi-
transmiten esas otras formas de la resis- mostrando al colonialismo como algo ción de espacios sonoros diferentes.
tencia ante las imposiciones del estado que se reproduce en todos los eslabones Esta idea de yuxtaposición es lo que
y de los intereses imperiales. de la escala social. Rivera teoriza a partir de la palabra
Yawar Mallku es también una de- La mirada ha sido utilizada para aymara ch’ixi: “…lo ch’ixi, un modo
nuncia del servilismo de una clase diri- clasificar, nombrar, diferenciar y do- allqa de yuxtaponer los colores que
gente a los norteamericanos, a través de minar. Es pues necesario desarrollar supone una combinación abigarrada
un episodio, atribuido al Cuerpo de Paz, una contramirada, y esta contramirada de opuestos, una suerte de “jaspeado”.
de esterilización de las mujeres indíge- esta íntimamente ligada al sentido del Como efecto de la distancia, puede ver-
nas en una comunidad de Charazani. En oído. Un ejemplo de esto es la expe- se un tercer color (digamos, el gris, la
27
más común traducción de ch’ixi), es un claro ejemplo de esto. Una fes- fermedad de la danza) hasta levan-
pero al acercarnos, vemos que está tividad que en lo religioso se realiza tamientos masivos que produjeron
compuesto por innumerables puntos en devoción al Señor del Gran Poder, nuevos lenguajes y diversas formas
de dos colores opuestos (digamos, con el pasar de los años ha trascen- de hacer política. La producción
blanco y negro). Ahora bien, se pos- dido el barrio donde se originó para visual como instrumento de hege-
tula aquí que ese estado del mestiza- extender su recorrido por las calles monía y como fortalecimiento de la
je como yuxtaposición de opuestos, del centro de la ciudad, desafiando producción económica fue un círculo
puede en ocasiones transformarse en la mirada dominante que atribuye muy bien pensado, pero tuvo efectos
fuerza descolonizadora: lo ch’ixi, la a los sectores migrantes populares insospechados. La imagen que sir-
energía que emana del encuentro de una vida de marginalidad, pobreza y vió como instrumento de apacigua-
los contrarios. Esto pasa por restable- desamparo. La apropiación espacial miento y conversión fue revertida y
cer el equilibrio entre el lado indio y que despliega la fiesta representa el contrapuesta por la rebeldía: los ima-
su opuesto, por el reconocimiento de poder de esas iniciativas populares, ginarios resultantes formaron una
nuestra adscripción práctica a la cul- que apuestan al prestigio, a conver- “zona gris” manchada y jaspeada, un
tura de esos antepasados derrotados, tirse en personajes notorios e impor- espacio de yuxtaposiciones que se
cuya historia familiar ha sido borra- tantes a través del derroche de dinero expresa en las dimensiones sonoras,
da en el transcurso de las generacio- en costosos trajes, joyería, bandas visuales y festivas.
nes que precedieron nuestro ascenso de música, etc. Así la urbe andina va
social” (Rivera, 2006). extendiendo su radio de acción de
Esta energía que emana de los manera cada vez más espacializada,
contrarios se encuentra en la fiesta y mostrando la centralidad de la fiesta
particularmente en las entradas deno- en una lógica social que se alimenta
minadas “folclóricas”. Allí se crea un de esa mirada chi’xi de la existencia.
nuevo espacio, basado en sus propias Planteamos entonces que Potosí
estructuras, que trasciende lo mera- colonial, como metáfora y emblema
mente religioso. El calendario fes- de la acumulación de capital basada
tivo de la ciudad de La Paz incluye en la explotación de minerales, no
cientos de festividades en las que la es sólo un período histórico, sino un
danza, la música y el consumo de co- principio y una tendencia: un pro-
mida y bebida son elementos indis- yecto de hegemonía cultural, que ha
pensables de la convivencia. Pero el resultado truncado y resistido porque
hecho festivo, que visto desde afuera no ha logrado romper con las es-
podría calificarse como decadencia tructuras y valores de las sociedades
por el excesivo consumo de alcohol y pueblos indígenas. Desde un co-
o el desenfreno sexual, en lo profun- mienzo no pudo realizarse de modo
do recrea a la sociedad; es la mate- total la imposición, y se produjo una
rialización de una razón propia, en la correlación de fuerzas en la apropia-
que se refuerzan las redes sociales de ción del excedente que generaba el
vecinos, gremiales y folcloristas, que trabajo indio. La autoridad eclesiás-
con el transcurso del tiempo han de- tica colonial fue confrontada por las
sarrollado toda una estructura de di- más diversas formas de resistencia,
visión del trabajo y de circulación de que se expresaron desde la danza y
excedentes. La fiesta del Gran Poder rituales como el Taki Onqoy (la en-

28
Virgen del Cerro, Potosí.
EL OTRO BICENTENARIO
SILVIA RIVERA CUSICANQUI

EL CERCO INDÍGENA DEL 2003


PABLO MAMANI RAMÍREZ

Foto: C.T.
La rebelión de Tupaq Katari en 1781 es parte de un ciclo de masivas movilizaciones pan-andinas que sacude toda
la región en respuesta a las políticas borbónicas implantadas desde mediados de siglo, que buscaban reforzar el control
de la Corona sobre la sociedad y economía coloniales. Lo que fue en España un conjunto de reformas progresistas, en el
sentido mercantil-capitalista del término, se convierte en formas de mercantilismo colonial a través de los repartos forzo-
sos de mercancías que los corregidores peninsulares usaron como medio de apropiación coactiva de excedentes y circuitos
comerciales. Esas nuevas formas de acumulación comercial en manos indígenas se habían gestado desde el siglo XVI en el
espacio de lo que se denominó el “trajín”. En el siglo XVIII el mercado fue escenario de formas coactivas coloniales, que
forzaban a los indios a comprar y a endeudarse con los repartos, legalizados a partir de 1750. La historiografía de la rebe-
lión pan-andina ha señalado el tema de los repartos como la causa estructural más visible detrás del malestar colectivo que
culminó en la gran rebelión de 1781, cuya principal batalla fue el cerco sobre la ciudad de La Paz, entre marzo y octubre de
ese año, bajo el mando de Julián Apaza-Tupaq Katari y su estado mayor de autoridades indígenas.
Si miramos la rebelión de Katari desde el presente, la memoria de las acciones se proyecta en el ciclo de levanta-
mientos y bloqueos de caminos de los años 2000-2005, con epicentro en la ciudad de El Alto, uno de los cuarteles genera-
les de las tropas rebeldes en 1781. Lo que se ha vivido en los años recientes evoca una inversión del tiempo histórico, la
insurgencia de un pasado y un futuro, que puede culminar en catástrofe o en renovación. En 1781, la derrota de los indios
construyó símbolos de dominación duraderos, a través de la pintura, el teatro y la tradición oral. En 2003-2005 esa derrota
revierte en una victoria de los sublevados. En esos momentos delirantes de acción colectiva, lo que se vive es un cambio en
la conciencia, en las identidades y formas de conocer, en los modos de concebir la política. La crónica del presente tanto
como la historiografía del siglo XVIII subestimaron y simplificaron la política de las comunidades para atribuirla a los
excesos y promesas de un puñado de caudillos, escamoteando todo el intenso proceso de politización de la vida cotidiana
que se vive en los momentos de alzamiento. En la historiografía del movimiento de Tupaq Katari ha sido frecuente la ex-

El día domingo 12 de octubre es uno de los días más trágicos hasta ese momento. Hay una masacre incalificable porque
han muerto en el día 25 civiles y 1 soldado. En el sector de Senkata el gobierno, para trasladar combustible hacia la ciudad de
La Paz, que ya sentía carencia de este elemento, hace un primer acto de la masacre de este día donde mueren tres personas a
causa de balas de guerra: Carmelo Mamani, Vidal Pinto y Efraín Mita. El hospital Corazón de Jesús de esta zona se llena de
heridos. Muchos de ellos son trasladados en frazadas y carretillas porque nuevamente no existen ambulancias. La zona norte de
la ciudad de El Alto durante este día es la que más ha sufrido porque hay una mayor cantidad de bajas indígenas. (…) Éste es
uno de los días más sangrientos en la historia de los últimos veinte años de democracia. La decisión presidencial de oficializar
la militarización de la ciudad de El Alto “generó ayer la jornada más sangrienta en la historia de la joven ciudad y una de las
más cruentas del período democrático” (La Razón, 13/10/03). Ante tal magnitud de acontecimientos se escucha y observa en las
radioemisoras y en algunos canales de televisión la existencia de una gran cantidad de heridos y angustiosos pedidos de auxilio
que no reciben atención inmediata. Se ha disparado indiscriminadamente contra la humanidad de los manifestantes. Las calles
y avenidas de esta ciudad se tiñen de sangre indígena-popular. Incluso han caído niños, que no eran parte de las movilizaciones.
Hubo una arremetida militar indescriptible, que incluso disparó a las propias casas. Se ha actuado como un ejército colonial
contra un ejército regular de los oprimidos, cuando se trataba de una población desarmada. Se escucha al día siguiente que el
ejército ha actuado como en sus mejores tiempos o peor que en las dictaduras militares, sin respetar a la población indefensa y
fundamentalmente a los niños, ancianos y enfermos. Es una verdadera carnicería humana la que se ha producido ese día. Las
calles, avenidas y plazas se llenan de cadáveres y de un dolor humano colectivo que no es fácil de expresar. Se generaliza una
indignación total que se irradia rápidamente hacia otras ciudades como es la ciudad de La Paz, vecina de El Alto.

31
plicación del radicalismo y la violencia colectiva que lo caracterizó, a partir de una serie de atribuciones esencialistas que
aluden al carácter “indómito”, “salvaje” e “irracional” de los indios, y en particular de la “raza aymara”.
Interpretaciones igualmente contradictorias del proceso insurgente pueden verse en los museos y sitios turísticos
de La Paz. Así, en el Museo Costumbrista del parque Riosiño, Tupaq Katari se exhibe como un descuartizado. Esta escena
ya fue introducida en el teatro: en 1786, cinco años después del suceso, en La Paz se puso en escena este episodio cruento
en una obra pedagógica destinada al pueblo llano (Soria, 1980). Las figuras del Museo Costumbrista retoman la tradición
popular de las Alasitas con miniaturas de yeso, pero muestran a Katari en el momento mismo de su descuartizamiento. La
escena plasma la soledad del cuerpo indígena –separado de sus bases comunitarias y atado a cuatro caballos– en medio de
los verdugos que lo rodean. Pero la imagen debe tener resonancias distintas según quién la mire: para unos será un indio
sanguinario que recibió su merecido; para otros un cuerpo desmembrado que se reunificará algún día inaugurando un nuevo
ciclo de la historia.
En el Museo de la Casa Murillo, en la calle Jaén, se exhibe el cuadro de Florentino Olivares, realizado en el siglo
XIX, copia de un lienzo perdido de fines del XVIII. Se ve allí el cerco aymara sobre una ciudad militarizada. El asedio de
miles de cuerpos oscuros en el horizonte confronta la marcha de caballería y tropa armada, pero unos pocos detalles –los
ahorcados por ambos bandos– marcan la memoria de una dramática lucha de exterminio. El terror urbano se transforma en
linchamiento y la ciudad parece obstinarse en esta memoria amenazante: ayer indios pululando por las alturas, controlando
los cerros, dominando el paisaje y estrangulando a la hoyada desde El Alto y el cerro Killi-Killi; hoy ladrones y migrantes
desarraigados que salen de las fronteras de la sociedad y la amenazan con violencias individualizadas.

En resumen hay un bullicio o rugir de la multitud con la que se construyen y reconstruyen sentidos de un levantamiento
general como un hecho inédito en la historia urbana de la ciudad de El Alto. Se intensifica la construcción de barricadas de fuego y
adoquines en distintos lugares. Se han cavado en muchos lugares o calles nuevas zanjas para evitar todo movimiento de los motori-
zados militares-policiales. Esto es importante porque es la única manera de frenar el ingreso de las tropas militares. Se construyen
como campos “minados” para inmovilizar la represión y el ingreso de delincuentes que de uno u otro modo se aprovechan de la
situación. Las juntas vecinales de cada zona se han convertido en micro gobiernos territoriales porque toda acción se coordina a
través de estas instancias.
A este conjunto de hechos lo llamamos el levantamiento de la ciudad de El Alto porque es una acción colectiva que se enfren-
ta al poder establecido y tiene la finalidad de hacer renunciar al presidente de la república y la no exportación del gas por puertos
chilenos. Son acciones que tienen algunas similitudes con los levantamientos indígenas aymaras de Achakachi y Patamanta de los
años 2000, 2001 y 2003. Esto porque hay una variada construcción de barricadas, se pone en escena la wiphala multicuadrada, se
tejen y refuerzan sentidos de pertenencia territorial e identitaria indígena y se producen liderazgos locales, gobiernos comunales o
barriales. (...)
El día 13, una multitudinaria marcha baja de la ciudad de El Alto hacia la hoyada o la ciudad de La Paz para exigir la re-
nuncia del presidente Sánchez de Lozada. La zona sur o los barrios marginales de este sector de la ciudad de La Paz y el centro de
la ciudad se convierten en nuevos escenarios de violencia junto a la zona norte de la ciudad de El Alto. En Chaskipampa, Ovejuyo,
Cota Cota, Obrajes, Mallasa, Garita de Lima, plaza Equino, San Francisco, Av. 16 de julio y los alrededores del palacio de gobier-
no se producen nuevos enfrentamientos y una nueva masacre indígena de parte del Estado. (…) En San Julián, del departamento
de Santa Cruz, también fallece Juan Barrientos. Se denuncia al día siguiente que los muertos serían muchos más de los que se han
registrado y que habría incluso desaparecidos, producto de la violencia y masacre del gobierno. En esta relación, desde el mes de
septiembre, cuando se iniciaron las movilizaciones sociales desde las áreas rurales, existen aproximadamente entre 62 y 76 falleci-
dos y más de 400 heridos. Los datos recopilados hasta aquí en los medios de comunicación son preliminares.
32
La cima de ese cerro, donde fue expuesta la cabeza de Katari después de su descuartizamiento, se ha convertido
hoy en un mirador turístico que ofrece una vista soberbia sobre la hoyada paceña, pero cada 14 de noviembre este “lugar
de memoria” convoca a ayllus y comunidades aymaras, a movimientos políticos indianistas y a especialistas rituales, que
llaman a continuar la lucha e invocan la reunificación del cuerpo político fragmentado de la sociedad indígena .
Estas visiones conflictivas de la historia nos han acompañado desde los años setenta, cuando se reorganiza la Con-
federación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia, bajo la égida del movimiento katarista, decretando un
masivo bloqueo de caminos en noviembre de 1979, que paraliza las comunicaciones y abastecimientos de las ciudades du-
rante varias semanas. En este contexto, la imagen del cerco retorna amenazante, y en los barrios ricos se organizan piquetes
de autodefensa armada para responder a la inminente violencia de los alzados. En el 2003, el cerco indio se amplia desde
El Alto hacia la zona residencial de La Paz, donde se levantan las comunidades de Apaña y Uni. Al igual que en 1979, la
paranoia cunde en los barrios ricos de la zona sur. La reacción del estado ante este cerco indio fue una masacre preventiva;
respuesta típicamente colonial ante las demandas democráticas de la participación política indígena. Ambas movilizacio-
nes se nutren del proceso de 1781: las marchas, bloqueos, tomas de cerros y el asedio a los centros de poder, tanto como
la represión y la violencia punitiva en contra de la multitud insurgente, tienen esa larga raíz y forman parte de la memoria
colectiva de toda la gente que participó en esos acontecimientos.
El estudio más completo sobre el ciclo katarista de 1781 es la tesis doctoral de Sinclair Thomson, que en su edición
castellana se titula Cuando sólo reinasen los indios. La política aymara en la era de la insurgencia (La Paz, 2007). La omi-
sión de las fechas en el título obedece al deseo del autor de provocar resonancias con la insurgencia del presente. El libro

En la masacre de ese día han quedado al desnudo una vez más las relaciones de dominación étnica en Bolivia. Las zonas
residenciales se han hecho visibles socialmente como archipiélagos físicos del poder dominante: fueron fuertemente custodiadas por
efectivos militares y policiales. En uno de los medios de comunicación se hace conocer los preparativos de los habitantes de esta
parte de la ciudad de La Paz ante un posible ingreso de los manifestantes a estas zonas. Doña Susana, de la zona La Florida, a quien
entrevista un periodista de La Prensa, afirma:
“La zona no está acostumbrada a estas situaciones, nos están apuntando y no podemos permitir que las marchas lleguen
a nuestra zona, preferimos pagar a ver el caos en este lugar, incluso La Florida y todo Obrajes hemos entregado dinero al
Distrito Policial para que se resguarde eficientemente este sector. Sabemos que los campesinos de Río Abajo quieren ingresar
por aquí a Calacoto y a la zona central, y los de la zona central también quieren eso” (LP 12-10-03).
De la entrevista se desprende una especie de psicosis social de los blanco-mestizos porque se percibe que todo indígena
manifestante es destructor de la propiedad privada. Hay un imaginario que separa al mundo indígena-popular del mundo social
de las elites blanco-mestizas. Así se redescubre, ese día, que las zonas residenciales son también territorios ajenos para los indios;
recrudecen las fronteras étnicas y territoriales en el interior de una misma ciudad como es La Paz. En esta relación, el cerco demo-
gráfico que tiene la ciudad de La Paz desde hace 40 y 50 años (particularmente la zona sur residencial) se ha convertido en un cerco
político indígena-popular. Los miles de hombres y mujeres que viven en las laderas de La Paz y la ocupación tácita de los aymaras
de la ciudad de El Alto y el entorno rural donde viven además miles de indígenas se han convertido en una poderosa fuerza política
que amenaza colapsar los espacios privilegiados del poder dominante. (…)
En estas condiciones, se han fortalecido los sentidos de identidad indígena urbana aymara tanto en la ciudad de El Alto
como en las laderas de la ciudad de La Paz. No hay mucha diferencia cultural y económica entre los alteños y los habitantes que
viven en las laderas de La Paz. Tienen una procedencia común de las áreas rurales. Así se tejen profundamente sentidos de herman-
dad étnica. Esto porque muchos de los soldados que han sido trasladados de otras regiones (Tarija, Beni, Santa Cruz) han insultado
33
trata de un ciclo largo de rebeliones, en el que se van formulando temas recurrentes. Éstos, a su vez, rebrotarán a la superfi-
cie en 1979 y 2000-2005, reiterando las tácticas y las formas de lucha simbólica de la gran rebelión, pero transformándolas
al calor de los desafíos y condiciones de cada momento histórico. Los temas retornan pero las disyunciones y salidas son
diversas; se vuelve, pero no a lo mismo. Es como un movimiento en espiral. La memoria histórica se reactiva y a la vez se
reelabora y resignifica en las crisis y ciclos de rebelión posteriores. Es evidente que en una situación colonial, lo “no dicho”
es lo que más significa; las palabras encubren más que revelan, y el lenguaje simbólico toma la escena. Es a través de ese
acto brutal de violencia simbólica, el descuartizamiento de Katari, que Thomson organiza su estrategia de investigación,
viendo dónde llevaron los miembros de su cuerpo después de su muerte en Peñas. La cabeza la exhibieron en el cerro Killi-
Killi, ladera este de La Paz; el brazo derecho fue llevado a la plaza de Ayo Ayo (provincia Sicasica), la pierna derecha a la
plaza de Chulumani (en los Yungas de La Paz), el brazo izquierdo a la plaza de Achacachi (Omasuyos) y la pierna izquierda
a la del pueblo de Caquiaviri en Pacajes (Thomson, 2007:19-24). Son estos cuatro lugares los que orientan su búsqueda en
los archivos, y allí descubre nexos con las provincias Chuchuito y Larecaja, en el norte de La Paz, conformando así un tra-
yecto de estudio comprensivo, pero a la vez profundizando en algunos casos y lugares que le permiten ver procesos largos
que se desenvuelven durante décadas.
Las rebeliones del siglo XVIII fueron una propuesta de orden social basado en el reconocimiento de las diferencias,
en la posibilidad de una civilidad compartida y una autoridad legítima. Ese nuevo orden social no implicaba necesariamente
la expulsión o el exterminio; más bien adoptó la imagen de una restitución o reconstitución: el “mundo al revés” (Waman
Puma) devolvería sus fundamentos éticos al orden social. Se construiría un espacio de mediación pensado y vivido desde
una sintaxis propia.

a los manifestantes diciéndoles “indios de mierda”. Se escucha en las radios testimonios de que los soldados han actuado con una
brutalidad impresionante. Con esto se ha sembrado nuevamente un antecedente social bastante peligroso porque se percibe de parte
de la población andina que los soldados “cambas” han venido a masacrar a las ciudades de El Alto y La Paz.
En este contexto, el día martes 14, la ciudad de El Alto vive una tensa calma y se entierra a los héroes indígenas-populares
caídos en distintas zonas de la ciudad de El Alto y la zona sur de la ciudad de La Paz. Así hay un dolor colectivo que se enraíza
profundamente en la vida social urbana y rural de las regiones indígenas de Bolivia. La ciudad de El Alto y las casas particulares se
encuentran embanderadas con la wiphala indígena a media asta con crespón negro en señal de luto e indignación. Muchos niños/
niñas y mujeres han quedado sin padres y esposos. Hay una expresión de dolor porque muchos de ellos han quedado huérfanos y no
habrá quien sostenga económicamente la vida familiar. Son momentos de rabia e impotencia colectiva. Así la ciudad de El Alto es
un verdadero campo de redefinición y refortalecimiento sociopolítico indígena-popular. Hay llamamientos en las radio emisoras en
el sentido de que los aymaras de todas partes deben estar unidos para luchar juntos.
En este difícil escenario, el día martes 14 se tumban tres o cuatro de las gigantes pasarelas que se encuentran construidas
sobre la avenida Juan Pablo II y Río Seco. Los militares y policías se habían apostado en estos lugares para desde allí controlar
estratégicamente a los manifestantes. Hay una reconstrucción de estos lugares como una especie de panóptico para hacer un control
y castigo de los cuerpos que se movilizan en contra del poder establecido. Incluso se denuncia que se han hecho disparos a los ma-
nifestantes desde los puentes, por lo que los vecinos movilizados han procedido a tumbarlos como parte de una efectiva acción pre-
ventiva de la muerte. Los mismos, además, se han convertido en instrumentos para el fortalecimiento de las barricadas construidas
sobre todo el territorio urbano de la ciudad de El Alto. Es decir, la ciudad de El Alto es un territorio de guerra porque hasta el día
miércoles 15 de octubre se ha extendido el cavado de zanjas, barricadas y las vigilias organizadas por turnos, zona por zona, cua-
dra por cuadra. Hay vigilias durante noches enteras y todos los días. Se han movilizado las mismas estructuras sociales de la vida
cotidiana. Muchos aportan un poco de dinero para comprar petardos, otros aportan madera, viejas llantas, palas y picos.

34
Aquí vale la pena mencionar la visión de este cronista qhichwa
sobre dos hechos fundamentales de la conquista: la captura y muerte de
Atawallpa en 1532 y la ejecución de Tupaq Amaru I, el Inka rebelde de
Willkapampa. A través de sus dibujos, Waman Puma crea una teoría visual
del sistema colonial. Al representar la muerte de Atawallpa lo dibuja sien-
do decapitado con un gran cuchillo por funcionarios españoles. La figura
se repite en el caso de Tupaq Amaru I, ejecutado en 1571. Pero sólo este
último murió decapitado, mientras que al Inka Atawallpa le aplicaron la
pena del garrote. La “equivocación” de Waman Puma revela una inter-
pretación y una teorización propia sobre estos hechos: la muerte del Inka
fue, efectivamente, un descabezamiento de la sociedad colonizada. Sin
duda hay aquí una noción de “cabeza” que no implica la usual jerarquía
respecto al resto del cuerpo: la cabeza es el complemento del chuyma –las
entrañas– y no su dirección pensante. Su decapitación significa entonces
una profunda desorganización y desequilibrio en el cuerpo político de la
sociedad indígena. Pero esta visión sombría y premonitoria puede con-
trastarse con la imagen del Indio Astrólogo y Poeta, que sabe cultivar la
comida, descifrar los ciclos del cosmos y trajinar por el mundo, más allá
de las contingencias de la historia.

El día miércoles 15, después de la tensa calma del martes, nueva-


mente se reinician preparativos, movilizaciones y manifestaciones de la ciu-
dad de El Alto. Ese día llegan los caminantes o marchistas cocaleros de los
Yungas hacia Villa Fátima y de allí hacia el centro de la ciudad de La Paz.
Los cocaleros vienen bloqueando los caminos de los Yungas desde hace más
de dos semanas. Asimismo se anuncia la llegada de miles de marchistas in-
dígenas o “campesinos” desde la aguerrida región de Umasuyus, que desde
hace un mes mantienen un bloqueo indefinido en toda la región del altiplano
y valles norte de La Paz. Por su parte hay otra columna de mineros coope-
rativistas que vienen desde Oruro y que fueron violentamente reprimidos
por las fuerzas militares acantonadas en Patakamaya. En esta intervención
militar murieron otros tres mineros o vecinos de la localidad de Patakama-
ya: Zenón Arias, Eloy Pillco y Filomena León (El Diario, 16-10-03). Tam-
bién se anuncia la llegada de catorce mil indígenas del altiplano central,
particularmente de Aroma. La ciudad de La Paz y particularmente las zonas
residenciales a las que apuntan las movilizaciones se encuentran cercadas.
Es un cerco de privación de alimentos, con murallas humanas y piedras. Las
memorias y miedos del cerco de La Paz por Tupaq Katari-Bartolina Sisa en
1781 vuelven a repetirse.

35
Fotos: J.C. Montaje: C.T.
LA MÚSICA, EL INFIERNO
Y LOS DERECHOS DE AUTOR
EDUARDO SCHWARTZBERG ARTEAGA

El músico deshonesto es uno de los personajes de la pintura


El Inerno (Caquiaviri) en la serie de los Siete Pecados Capitales.
¿QUÉ HABRÁ HECHO ESTE MÚSICO PARA QUE LE REVIENTEN LOS TÍMPANOS
HASTA QUEMARLOS CON INSTRUMENTOS DE VIENTO, QUE LOS DIABLOS DE SUS
COSTADOS SOPLAN MALIGNAMENTE?

¿Qué códigos pudo haber adquirido la se asfixió. En las versiones que circula- circuitos globales de arte y cultura popu-
música y la fiesta en la época en la que ron en Todos Santos de 2009, se atribuye lar, alimentando la máquina o principio
esta imagen fue pintada? Tanto las imá- el hecho al incumplimiento del ritual de expropiador en el mismo acto de intentar
genes como cualquier clase de música las cuatro esquinas. Otros añaden que su representar esa música, en la era de la re-
que no adoptara los códigos y afirmara muerte era castigo de San Antonio Abad, productibilidad técnica (Benjamin).
el poder de la iglesia habrían sido asu- patrono de Caquiaviri, por haber despre- Para los músicos andinos, el sirinu
midos como música del pecado. Los dia- ciado su fiesta arguyendo que la entrada significa la relación del hombre con
blos músicos se encuentran por ello a la en honor del Tata Santiago de Guaqui, aquello que es indescifrable, lo extra-
izquierda pictórica, cerca del Leviatán y su pueblo de origen, era más fastuosa y humano, basado en tratos y pactos entre
de la muerte, en ese círculo de poder en- espectacular. Estos relatos son significa- dos mundos conectados por una relación
tre la producción económica (minería), ciones que impregnan al hecho con tintes espiritual-ritual que permite el equilibrio
el poder estatal (ideológicamente susten- morales. Parece que la imagen del peca- dinámico del sentido de colectividad.
tado por la Iglesia) y la economía polí- do de la gula, representada en ese mismo Por eso no existen autores: nadie puede
tica de la música (extirpación del Taki cuadro, adquiriera otros significados. No ser dueño de algo que no le pertenece.
Unquy, asignación de códigos “cultos” a se trataba simplemente del exceso en el Alejándonos de su intencionalidad, de
la música). comer, sino de la violación de sentidos su significación abstracta, y plasmándolo
Caquiaviri, capital de la provincia co- sociales comunitarios y de normas del en una realidad concreta, la imagen del
lonial de Pacajes, fue lugar de trajines buen comer (y por ende, del buen vivir). músico en un cuadro barroco representa
y de yuxtaposición de estructuras, de En la fiesta, las postrimerías que en la actualidad el plagio institucionali-
construcción de territorios mezclados y acompañan a las misas de los prestes zado que reproduce una cadena colonial
de relaciones económicas ch’ixi. Hoy es pasantes sirven de escenario a la entrada de robo de obras de arte, de música y de
una población que en su cotidiano vivir de los bailarines ch’utas. Allí el baile, el ideas. El músico deshonesto es el euro-
se asemeja a un pueblo fantasma. En la alcohol y los placeres de la carne se ha- peo o el mestizo de la “ciudad letrada”
plaza, muy diferente a la de otros pue- que se cree con el poder de nombrar, con
cen realidad en el hecho festivo durante
blos aymaras del altiplano, pueden verse el derecho a estereotipar e idealizar una
varios días. Muchos músicos ebrios toca-
las huellas de la fiesta que se realiza cada realidad que se resiste a ser homogenei-
rán con la fuerza de los diablos, que les
17 de enero, como inicio del carnaval zada. Ésta introduce en sus certezas un
han regalado la música de sus melodías
paceño: tapas de cerveza que tapizan el ruido, un malestar que cada vez lo vuel-
desde el mundo de abajo, del encanto,
piso, restos de flores, mixturas, fuegos ve más sordo, consumido por el fuego
del sirinu. Pero los músicos deshonestos,
artificiales. En el año 2008 la muerte se de la lógica y de la razón.
armados de grabadoras y cámaras, harán
hizo presente en la fiesta porque el preste también lo suyo: convertirán esas me-
mayor se atoró con un hueso de pollo y lodías e imágenes en mercancías de los
39
DE LA IGLESIA AL MUSEO
(DE LA MANO DE LADRONES, RESCATIRIS Y POLICÍAS)
HERNÁN PRUDEN

En este trabajo, centrado en dos ca- Si no fracasa, deja tal vez una denuncia mento de La Paz, Chocorosi, donde unos
sos policiales, intentaremos hacer una asentada y algún espacio vacío, alguna ladrones fueron detenidos in fraganti y
reflexión sobre el patrimonio cultural, y ausencia, la marca en la pared del lugar ajusticiados por la gente de la comuni-
más precisamente sobre cómo el patrimo- que alguna vez ocupó. dad.
nio deja de estar en el contexto de la vida Los dos casos que vamos a analizar Estos casos no son habituales. Según
orgánica de las comunidades andinas, a serán a primera vista muy distintos. Uno las estadísticas, de las 624 pinturas roba-
través del rito, para ser convertido en una salió a la luz en el año 2000 cuando se das entre 1964 y 1999 sólo se recuperó
mercancía, ya sea en el mercado ilícito de descubrió a una banda en la ciudad una “por simple casualidad” (La Prensa,
obras de arte o en el lícito inventario de de La Paz, en la que estaba el agre- 5-1-2000). De todos modos, a pesar de
un museo. gado cultural del Perú y un fran- ser atípicos, resultan significativos para
Una de las dificultades que tenemos cés, doctor en historia, con una problematizar las distintas concepciones
es que, por ser el robo una actividad ilí- gran colección de obras de arte que se manejan sobre el patrimonio.
cita, el modo en que pasa a tener un inte- de origen desconocido en su po-
resante legajo en los archivos es cuando der. El otro ocurrió en 1982 en
fracasa, es decir, cuando es detectado. una iglesia rural del departa- Foto: E.S.
LA CIUDAD
El nuevo milenio llegó a Bolivia de forma convulsio- Un editorial de Última Hora apoyaba la idea. En otro
nada. En los primeros meses del año 2000 se desarrolló la lla- medio se aclaraba que el gobierno debería “salvar la resistencia
mada Guerra del Agua en Cochabamba, donde la movilización que en otras oportunidades opusieron los comunarios” en loca-
social frenó la entrega en concesión de la empresa de provi- lidades como Calamarca y Tiwanaku, donde hubo un “rechazo
sión de aguas a una corporación internacional. Ese mismo año generalizado” frente a una iniciativa similar (UH 7-9-2000, P
aparecían en los periódicos noticias de robos en distintas igle- 14-8-2000). En Laja, de hecho, la respuesta fue “un rotundo
sias: Porco (Potosí), Toledo y Sora Sora (Oruro), Huachacalla, no”; Calamarca no se quedó atrás y reaccionó de igual modo en
Santiago de Machaca, Callapa y Laja (La Paz). (LP 10-3-2000, una carta de lectores a un importante diario de La Paz (LR 11-
28-6-2000, 5-9-2000; Presencia, 8-4-2000; La Razón, 29-7-2000; 9-2000, 17-9-2000). Estaba claro que se hacía responsable del
Última Hora, 4-8-2000). En un titular de la época se podía leer saqueo a las comunidades.
“Saqueo cultural sin freno; más de 840 piezas robadas” (Los Así formulado, el proyecto de “proteger” los cuadros
Tiempos, 28-8-2000). probablemente era una solución eficaz, pero traía aparejada una
Esto generó un debate sobre el tema, en el que perio- serie de nuevos problemas. Por un lado, la idea de retirar los
distas, estudiosos, funcionarios y policías se explayaban sobre cuadros y suplantarlos por una copia asumía que los comuna-
las posibles causas del fenómeno. El periódico Presencia plan- rios eran como niños que no podían cuidar sus propios jugue-
teaba que a la policía le faltaban “recursos para investigar”, y tes. Por otro, no entendía la obra más allá de su valor estético
que usualmente la denuncia se hacía algunos días después del o histórico (léase económico), desconociendo los lugares que
robo y por lo tanto cuando la ley llegaba al lugar del crimen, los ocupaban esas imágenes en la vida de las personas, sus relacio-
comunarios habían destruido la posible evidencia (P 4-8-2000). nes con otros significantes sagrados, los rituales y fiestas de que
Desde el Viceministerio de Cultura, en cambio, atribuían el pro- eran objeto o su papel en la vida cotidiana de la gente.
blema al bajo porcentaje del patrimonio que estaba catalogado. Los lajeños, sin embargo, defendieron esas obras y fue-
Algunos calculaban el porcentaje de obras catalogadas en un ron terminantes. En una reunión en el atrio de la iglesia, donde
30%, otros incluso decían que era sólo el 20% (P 27-1-2000, LT participaron “junta de vecinos, autoridades originarias y sindi-
28-8-2000). Los más legalistas argumentaban que el gran pro- cales”, resolvieron que “ante la ineficiencia para esclarecer el
blema era la falta de una ley de patrimonio (Opinión, 20-2-2000). reciente robo patrimonial”, otorgarían “siete días de plazo a las
Lo que era claro para muchos era que el gobierno no percibía la autoridades policiales, culturales y religiosas para dar con los
importancia del “saqueo patrimonial” (El Diario, 9-8-2000). Era autores del delito”. Vencido ese plazo bloquearían la carretera
un panorama apocalíptico, y un periódico llegó a describir al año internacional y se declararían en huelga general (O 6-9-2000).
2000 como “un año negro para el patrimonio” (P 21-9-2000). Como para enrarecer aun más el clima, en Potosí dejaron
Según el Ministro de Educación, Cultura y Deportes, “Lo único en libertad a dos ladrones de cuadros que habían sido atrapados
que podemos hacer es hablar con cada alcalde de cada comu- por la comunidad in fraganti mientras robaban en la iglesia de
nidad y escribir documentos notariados para traer y proteger Carcoma. Ellos habían confesado ser parte de una banda de 40
los cuadros en un museo, así los vigilaremos de mejor forma y miembros que se dedicaba a “robar arte colonial con la intención
mandaremos a hacer réplicas para dejarlas en los lugares origi- de sacarlo del país y venderlo en Perú” (LP 14-9-2000).
nales, ya que no nos podemos permitir apostar policías las 24 Los diagnósticos se volvieron a escuchar. El Ministro
horas del día en los templos” (LP 5-9-2000). de Educación, Cultura y Deportes dijo en una entrevista que “si
La directora general de Patrimonio Cultural ahondó no se le paga la PTJ no hace nada” (LP 5-9-2000). El coronel
más en el proyecto y explicó que el receptor de las obras sería que era entonces director de la Policía Técnica Judicial (PTJ)
el Museo Nacional de Arte de La Paz. Y por si acaso aclaró de El Alto se decidió a levantar el guante echado por el ministro
también que “No se trata de una expropiación, el pueblo de Laja y comenzó a investigar en el ambiente de la compra-venta de
mantendrá su derecho propietario sobre las obras, lo que se pre- antigüedades en busca de una pista. Fue así como empezó a
tende es evitar que estos objetos sean robados” (ED 8-9-2000). escuchar referencias sobre un cliente que compraba mucho arte

41
sacro. Los vendedores se quejaban por la forma en que operaba fiscal y el periodista dijeron tener la sensación de estar en un
este comprador: los citaba en un departamento de un elegante museo. El apartamento estaba repleto de obras de arte sacro.
barrio de la ciudad de La Paz y, rodeado de una imponente co- Apenas entrando, en la sala, se hallaba el lienzo de San Jeró-
lección de arte colonial y con el asesoramiento de un especia- nimo, un cuadro que había sido robado tres años antes de la
lista, comenzaba la negociación. El oferente de la obra plantea- iglesia de Chuchulaya (La Paz). En las fotos del inventario de
ba un valor, digamos dos mil dólares. El especialista daba una catalogación del Viceministerio de culturas podía verse opaco
tasación, mucho menor a la requerida, por ejemplo doscientos aún; sin embargo, cuando lo encontraron en la casa del agre-
dólares. El oferente se ofuscaba y se preparaba para irse. En ese gado cultural se encontraba restaurado (LP 24-10-2000). En el
momento, el posible comprador lo amenazaba diciéndole que si inventario detallado que se hizo meses después, enumeraron el
esa pintura salía del departamento haría la denuncia e iría preso; hallazgo: 86 óleos, 58 esculturas, 21 fragmentos de retablos, 17
pero que para evitarle problemas le daría cuatrocientos dólares muebles, 57 objetos de platería, una prenda religiosa y un keru
y cerrarían el trato. Con pocas opciones, el vendedor acepta- o cuenco ritual (LP 6-1-2001). El historiador fue detenido, pero
ba. Este modus operandi había generado enojo en unos cuan- el agregado cultural no, debido a su inmunidad diplomática.
tos vendedores, entre los cuales se encontraba quien le pasó la El viceministro de cultura del momento se apresuró a
información al coronel (Entrevista con el Cnel. retirado Javier decir que “ninguna de las piezas corresponde a piezas inventa-
Gómez Bustillo. La Paz, noviembre de 2009). riadas por ese despacho”. En otras palabras, no formaban parte
En los periódicos circulaba una versión que hacía re- del patrimonio boliviano, y por lo tanto no eran robadas. Daba
ferencia a una denuncia telefónica anónima. Ésta coincidía con la impresión de que, por si acaso, se apuraba a defender al agre-
una versión más completa que apareció en forma de rumor, se- gado cultural peruano. El embajador peruano en La Paz tam-
gún la cual la denuncia habría sido consecuencia de un despe- bién intentó disculpar a su subordinado, al plantear que todas
cho amoroso. las obras encontradas en el domicilio eran peruanas y que el
La cuestión es que en la investigación policial tenían agregado cultural se encontraba “recuperando” patrimonio de
claro que el comprador era parte del cuerpo diplomático de la su país (O 1-11-2000).
embajada del Perú. Así que se hicieron las averiguaciones en Fue así como se inició una batalla de fuego cruzado
Cancillería, que en una nota firmada por un alto funcionario donde muchos intentaban deslindar responsabilidades y se acu-
especificó que el departamento donde ocurrían las transaccio- saban unos a otros. El director de la policía de El Alto acusó a
nes no estaba inscrito en el listado de residencias diplomáticas un funcionario de Protocolo del Ministerio de Relaciones Ex-
y, por lo tanto, no gozaba de inmunidad. De hecho, los alqui- teriores de obstaculizar la justicia; el embajador peruano acusó
leres eran pagados mensualmente por un francés, especialista al director de la policía de querer extorsionarlo y de ser antipe-
en historia del arte, que daba clases en la carrera de Artes de la ruano; el ministro de Educación dijo que la Embajada del Perú
Universidad Mayor de San Andrés. Esta versión fue luego dis- encubría a su agregado cultural e insultaba al pueblo boliviano
putada por el propio diplomático peruano y por su superior, el si pensaban que creerían que todas las obras eran peruanas (ED
embajador. El historiador, doctorado en la Universidad de Lille, 18-11-2000, LP 1-11-2000, 3-1-2001). Mientras tanto, los jue-
tenía en su haber una serie de publicaciones sobre arte colonial ces cambiaban una y otra vez, y la causa estuvo en un via crucis
y, según uno de sus alumnos, era uno de los mejores docentes a cargo de 4 jueces (LP 24-11-2000, 30-12-2000). El agrega-
de la carrera de Artes. do cultural, por su parte, fue claro: muchos integrantes de los
Fue así que la policía planeó un allanamiento a dicho círculos de la alta cultura paceña habían pasado por su casa y
departamento; llegó el coronel de la PTJ, junto a un fiscal que tenían conocimiento de la colección. Incluso un viceministro de
se dedicaba a robos de patrimonio, acompañados del canal te- cultura había estado en el departamento. El historiador francés
levisivo Unitel. Fueron recibidos por el agregado cultural y el fue aún más directo en esa línea, dando a entender que dentro
historiador francés, que cohabitaban en el departamento, y ale- de la elite paceña existían unas cuantas colecciones particulares
garon inmunidad diplomática para la vivienda. El coronel de y que en ellas había una serie de obras de dudoso origen. De-
la policía allanó la casa. Al ingresar al domicilio, el policía, el claró a La Prensa: “En todos los años que llevo trabajando en
42
el tema en el país he visto muchas colecciones particulares de año después, cuando finalmente enviaron la solicitud formal, no
bolivianos que tienen hasta mil obras. No creo que todas estén cumplieron con los pasos reglamentarios de pedido de extradi-
catalogadas. ¿Quién los controla a ellos? Me parece una hipo- ción y por lo tanto no fue válida (ED 3-1-2002). Una vez más,
cresía chauvinista que ahora vengan a acusar al Perú de robarse en Bolivia volvieron a echarse la culpa los unos a los otros.
sus obras. Si en el catálogo del Ministerio no aparecen las obras La jueza mostró una simpática veta de idealismo al ar-
que vi, voy a comenzar a denunciarlos” (LP 10-12-2000). El gumentar que Francia debería ejercer la reciprocidad con Bo-
director de la PTJ de El Alto aclaró, en la que probablemente livia. Como Bolivia extraditó a Klaus Altman (más conocido
fue la única coincidencia con el historiador, que “disponía de como Klaus Barbie o el “carnicero de Lyon”) a pesar de no exis-
información que comprometía a importantes personalidades del tir tratado de extradición con ese país, Francia debería entregar
mundo cultural local con el tráfico ilegal de obras de arte roba- al historiador francés implicado en el robo de cuadros (LP 29-
das” (P 3-1-2001). 3-2001). Por otro lado, la justicia boliviana pidió la extradición
Cuando la posición del agregado cultural era ya inde- del agregado cultural, pero la justicia peruana resolvió que no
fendible, el embajador peruano le pidió que regresase a Lima era procedente; fue sin embargo suspendido temporalmente de
(LR 10-11-2000). El historiador francés consiguió un buen es- sus funciones (LP 26-10-2001). Desde la justicia boliviana se
tudio de abogados que pidió –y obtuvo– el habeas corpus (LR insistió pidiendo la detención del agregado cultural, pero como
29-9-2000). Cuando salió en libertad, el mismo coronel de la tampoco en este caso se había “cumplido con notificar a la
PTJ volvió a detenerlo y, luego de pasar algunas semanas en la INTERPOL” se devolvió el expediente a Bolivia. En ese enton-
cárcel de San Pedro y prometer pagar una fianza después de que ces el flamante ex-agregado cultural peruano expresó que estu-
los mensajeros del estudio de abogados firmasen como garantes diaba la “posibilidad de demandar al Estado boliviano, ante los
(según el titular del estudio, por “decisión personal”), salió libre tribunales peruanos, por el daño moral y perjuicios económi-
y huyó presumiblemente al Perú y desde allí a Francia. cos” (ED 12-12-2001). Los años pasaron, el agregado cultural
Mientras tanto y después de acaloradas discusiones so- siguió su carrera diplomática y el historiador devino director de
bre dónde debería guardarse la colección hallada en casa del la Alianza Francesa en Piura (Perú). A mediados de 2009 el his-
agregado cultural y cómo debería inventariarse para decidir qué toriador fue arrestado por la INTERPOL en Lima. No pudimos
pertenecía a Bolivia y qué al Perú, se optó por llevar las obras al saber cómo siguió el caso, pero buena parte de las obras de la
Museo de Arte Sacro, dependiente de la Iglesia. Allí se dejarían colección del agregado cultural y el historiador francés siguen
en custodia hasta que se tomase una decisión de mutuo acuerdo. en los sótanos del Museo Nacional de Arte en La Paz.
El tiempo pasó y la humedad empezó a atacar la colección en El caso puso en evidencia una situación: existe un di-
los sótanos del museo, así que se decidió trasladarla al Museo námico e ilegal mercado del arte colonial, y ni el viceministerio
Nacional de Arte y para eso, significativamente, se anuló una de cultura (hoy ministerio), ni la policía invierten el mínimo
sala en la que se exhibía una muestra permanente de pintura cuidado ni las capacidades técnicas y de recursos como para
sobre la Revolución del 52 (LP 18-3-2004). evitar la fuga de patrimonio desde sus contextos de origen hacia
Desde Francia, el historiador dio reportajes a la prensa las colecciones particulares, ya sea en Bolivia o en el exterior.
paceña en los cuales explicó que temía por su vida y que iba a Hay conflicto de intereses, pues no sólo es el tercer negocio de
enjuiciar a autoridades bolivianas por “difamación y persecu- tráfico ilícito después del de drogas y armas, sino que –como
ción”. También dijo haber descubierto en los últimos meses en plantearon Mould y Rodríguez (2002)– está enraizado en secto-
Bolivia “verdaderos actos de salvajería” y añadió que “el deseo res de prestigio y poder. En Bolivia, entre los años 1964 y 1999
de regresar a un mundo civilizado ha provocado mi retorno a hubo 195 robos en los cuales se perdieron 1023 objetos. Más
Francia, cuando su justicia [la boliviana], ella también extraor- de la mitad de ellos fueron pinturas, y la gran mayoría provenía
dinariamente corrompida me lo prohibía” (LP 29-3-2001). de iglesias del departamento de La Paz (LP 5-1-2000). Ya ob-
La INTERPOL lo atrapó en Francia, pero como Bolivia servamos el controvertido caso de la alianza de un diplomático
no había “emitido por la vía diplomática, la solicitud formal” y un historiador del arte en lo que parece ser una maniobra de
para su aprehensión, tuvo que soltarlo (ED 17-4-2001). Casi un acopio de obras de arte robadas para su posterior salida hacia
43
el mercado internacional. Ahora veremos un caso de robo desde del lago Titiqaqa, así que mandaron llamar a las comunidades
otro ángulo de la circulación ilícita: el hurto inicial. colindantes, que habían sufrido también robos de sus iglesias, y
procedieron a enjuiciarlos4.
E L CAMPO Entre los ladrones apresados in fraganti había dos her-
manos –uno trabajaba en una agencia de seguros y el otro en una
Corría el año 1982, una junta militar continuaba la ta- empresa de limpieza– que venían de un vecindario popular de
rea de la tristemente célebre “narcodictadura” de García Meza. la ciudad de La Paz y un matrimonio con su hija; la señora era
El Estado boliviano se encontraba en ese momento totalmente oriunda de la vecina comunidad de Pocota5.
desacreditado, tanto interna como externamente. En la iglesia de Los ladrones llegaron para completar el trabajo que ha-
Chocorosi, una comunidad de poco más de 100 familias ubicada bía sido interrumpido hacía pocos días: buscar dos lienzos –uno
al sur de la ciudad de La Paz, el “mayordomo”, encargado de de San Pedro y otro de Cristo– y las campanas de la iglesia. Lle-
cuidar la iglesia, se dio cuenta un día de invierno de 1982 que garon en un auto alquilado en Rent-a-Car. Para protegerse tenían
faltaban unos cuantos objetos y lienzos (Paredes, 1984: 27)1. un arma de fuego, provista por un policía compadre de la mujer, y
De la iglesia de Chocorosi se habían llevado ocho cua- por recomendación del cabecilla del grupo: “una lana (preparado
dros, dos grandes y seis medianos, con “jaspas y bordes de oro”; de yatiri)” que les sugirió “llevarse por si acaso para protegerse”
cuatro pequeños con “figuras de vírgenes de oro”; una corona de (Ibid.).
oro, dos llaves de plata y una vara de plata de la Virgen de San En las confesiones, aparte de hacer un recuento de los
José; una campanilla de oro, joyas de los santos San Pedro, San robos en las distintas comunidades, describieron la forma en que
Pablo y San José, una corona y un cáliz de oro y varias joyas de operaban e hicieron alusión a uno de los integrantes de la banda
plata2. Así que el encargado de cuidar la iglesia decidió ir a un ya- como “hermano evangélico”. También admitieron haber reincidi-
tiri para que leyera las hojas de coca y le dijera si los autores del do, lo cual les jugó muy en contra a la hora del veredicto (Paredes
robo eran de la comunidad o bien provenían de fuera. Según la 1984:129). Intentaron justificarse, aduciendo que el dinero del
lectura de la coca, los ladrones no eran de la comunidad. Fue así salario no les alcanzaba, que tenían deudas. Prometieron reparar
que el yatiri hizo un trabajo sobre el ajayu (alma) de los ladrones el daño, diciendo que iban a devolver las obras que habían roba-
para que retornaran al lugar del robo3. do, mostrando conocer la máxima andina del no robar, pero nada
La comunidad estaba prevenida sobre el invocado retor- de eso fue suficiente6.
no de los ladrones y pocos días después, en medio de la fría noche Luego de tres días de juicio, se llamó a un cuarto interme-
del 26 de junio, los sorprendieron mientras intentaban bajar las dio. Los vecinos de las comunidades colindantes volvieron a sus
campanas de la iglesia. Eran 4 personas y traían un bebé. Venían lugares. Los de Chocorosi se quedaron en la iglesia vigilando a
de La Paz en busca de lienzos para vender en la ciudad. Los co- los ladrones. Los ánimos se fueron caldeando y decidieron ajusti-
munarios decidieron interrogarlos asistidos por chicotes (látigos). ciarlos7. La hija de la pareja fue entregada a una de las jóvenes de
Los separaron y grabaron en cinta magnetofónica sus respuestas. la comunidad para que la cuidara8. A los cuatro adultos primero
En las declaraciones se evidenció que los ladrones ya habían ro- los lincharon, colgándolos en una viga dentro de la iglesia, luego
bado en otras comunidades del área e incluso en las cercanías los llevaron afuera donde les prendieron fuego con gasolina y por

. El cargo de “mayordomo” es una responsabilidad rotativa que, al igual que


1
. Carta de los comunarios a la Federación Campesina de La Paz Tupaq Ka-
4

los otros cargos de la comunidad, se ejerce por el lapso de un año. En ese tari, en Paredes Muñoz 1984, Anexo 20: 125.
tiempo el ocupante del cargo debe dormir en la iglesia para cuidarla. En- 5
. Declaraciones de Gabina Apaza, 28 julio, 1982. Traducción del Instituto
trevista con Juan Mamani Calisaya, ex Secretario General del Sindicato Nacional de Antropología. En Expediente Judicial, Archivo Comunal de
Campesino y Mallku de la comunidad. Chocorosi, 20 diciembre, 2009. Chocorosi.
. Secretario General Clemente Choque Colque al Arzobispo de La Paz, 24
2
6
. Transcripción del interrogatorio, en Expediente Judicial, Archivo Comunal
agosto, 1982. Archivo comunal Chocorosi. de Chocorosi.
. Entrevista con Juan Mamani Calisaya, Secretario General del Sindicato
3
7
. Entrevista con Juan Mamani Calisaya, 2 diciembre, 2009.
Campesino y Mallku de Chocorosi, 2 diciembre, 2009. 8
. Recorte de periódico, en Expediente Judicial, Archivo Comunal de
Chocorosi.

44
último algunos comunarios masticaron ritualmente los huesos de de La Paz en la que solicitaron “muy respetuosamente a su digna
los ajusticiados (Paredes, 1984: 79-80). autoridad, se sirva devolvernos por ser propiedad de nuestra igle-
Un yatiri me explicó que esa ingesta ritual después del sia”12. Algunos días después reiteraron el pedido, explicando que
ajusticiamiento era un modo de asegurarse de que el alma de los a Chocorosi corresponde esa restitución pues es “de patrimonio
linchados no volviese: al ingerírselos eran apropiados, consumi- cultural del Altiplano” (Ibid., 24 de agosto 1982).
dos en el doble sentido del término. Por último, como explicó Un periódico planteó un panorama desolador al explicar
Paredes en su tesis, fueron enterrados a la vera del río, en vez del que las campanas fueron “entregadas al Museo Nacional de Arte,
cementerio, para no ofender a los muertos y para que las aguas se con lo cual la iglesia de esa comunidad que antes del desmante-
llevaran sus almas lejos. Fernández Osco hace una relectura de la lamiento contaba con más de una docena de cuadros coloniales
tesis de Paredes e interpreta este acto de antropofagia ritual como queda privada hasta de sus campanas”13.
una manera de castigar no sólo el cuerpo del ladrón “sino también Después de que la iglesia se quedara sin cuadros, se dejó
al alma de la persona, a través de la masticación de los huesos y el de hacer liturgia, ya fuera la ch’alla navideña donde se distribuía
entierro de los cuerpos en los márgenes del río” (2004: 39). una especie de aguinaldo, o incluso la celebración de misa. Una
La cuestión es que pasaron los días y aparentemente por vez que no se utilizó más, ni se le hizo mantenimiento, y los agua-
denuncia hecha por un testigo de una comunidad colindante a la ceros de verano hicieron caer el techo de paja de la iglesia14.
policía, a mediados de julio, la comunidad fue atropellada “por la El Jefe del Centro de Catalogación del Instituto Nacional
guardia policial [...] indicando que ha habido cuádruple asesinato de Patrimonio Artístico y Artes Visuales escribió en su informe,
inocente a los turistas, que venían a espectar la fiesta de San Pe- a menos de tres meses de ocurrido el robo, que “esta iglesia ha
dro indicando, que ustedes asesinaron por robar su auto”9. tenido un valor artístico”: su uso del verbo en pretérito fue con-
Fue así que detuvieron a cuantas personas pudieron. Los cluyente. Refiriéndose a sus cuadros expresó que “fueron todos
jóvenes huyeron al campo y sólo quedaron los mayores. Los robados a excepción de dos que actualmente está (sic) en poder
llevaron a la cárcel de la calle Sucre, en La Paz, donde más de del arzobispado; se encontró un bastidor de 3.90 x 4.00 m y va-
veinte estaban hacinados10. Se los acusó de “genocidio”. Tam- rios marcos quedando tres esculturas y tres retablos que tienen
bién se llevaron los cuadros que habían sido “recuperados” por valor por su calidad y en igualdad (sic)”15.
la comunidad. Luego, según se pudo leer en un periódico: “la La Federación Departamental Única de Trabajadores
Policía Boliviana entregó al Instituto Nacional de Patrimonio Ar- Campesinos de La Paz “Tupaj Katari” no opinaba lo mismo y en
tístico y Artes Visuales dos cuadros coloniales y dos campanas un pronunciamiento en cuyo membrete podía leerse “Los cam-
que son parte de más de una docena de obras artísticas que han pesinos estamos oprimidos pero no vencidos”, pidieron la liber-
sido robadas de la iglesia de la aldea altiplánica de Chorucasi tad de los comunarios detenidos, “quienes no cometieron ningún
(sic)” con idea de que el Instituto Boliviano de Cultura “entregará asesinato premeditado ni por venganzas personales sino hicie-
las piezas de arte al Museo Nacional de Arte para su restauración ron el ajusticiamiento de acuerdo a las Incaicas (sic), Amallulla,
y exhibición”11. Poco más de un mes después de que la D.I.N. Amakella y Amasuwa y que dichos cuadros robados se restituyan
(Dirección de Investigación Nacional) se hubiera llevado los cua- al dicho lugar y a la vez el templo de Chocorosi sea declarado
dros y campanas que no lograron llevarse los ladrones, desde el Monumento Nacional”16.
Sindicato Agrario de Chocorosi elevaron una nota al Arzobispo

9
. Carta de los comunarios de Chocorosi a la Federación Campesina de La . Recorte de periódico, Expediente Judicial, Archivo Comunal de Chocoro-
13

Paz, 25 julio 1982, en Paredes Muñoz 1984, Anexo 20: 125. si.
10
. Entrevista con Ana María Paredes Muñoz, La Paz, noviembre, 2009. . Entrevista con Juan Mamani Callisaya, Chocorosi, 20 diciembre 2009.
14

11
. Recorte de periódico, en Expediente Judicial, Archivo Comunal de . Informe del Jefe del Centro de Catalogación del Instituto Nacional de Pat-
15

Chocorosi. rimonio Artístico, 6 septiembre 1982, en Paredes Muñoz 1984, Anexo 25:
12
. Carta del Secretario General Clemente Choque Colque y otros del sindicato 154.
de Chocorosi al arzobispo de La Paz, 14 agosto 1982, en Archivo Comunal . Pronunciamiento de la Federación Campesina de La Paz Tupaq Katari, 24
16

de Chocorosi.<< agosto 1982, en Paredes Muñoz 1984, Anexo 21: 127.

45
En la misma nota, la federación dio una explicación de por perar es que un museo los obtenga, es decir, que los recupere de
qué la comunidad de Chocorosi había ajusticiado a los ladrones. la comunidad. Una vez que son sacados del circuito en el que
Según ellos “las autoridades encargadas de hacer cumplir y cumplir tienen un valor de uso, pasan a tener un valor de cambio, un pre-
con nuestras leyes en vigencia, nunca no ha visto capturar a los de- cio, encubierto bajo la noción de “patrimonio nacional”, si se
lincuentes de esta naturaleza y dar castigo merecido, muy rara vez atesora en un museo, o en efectivo, si se realiza en el mercado
detuvieron a los autores pero no les dieron su castigo merecido mas ilegal.
al contrario su protección con la reposición de pequeñas multas y Este proceso implica por un lado la expropiación física
arguyendo las famosas libertades provicionales (sic)”. Por eso los del bien, que se saca del contexto donde cumple un rol orgánico
campesinos de Chocorosi se decidieron a “ajusticiar, viendo de que en la vida ritual de la comunidad, para ser tasado, inventariado
las autoridades nunca han tomado las medidas más drásticas a este y archivado en el sótano del Museo Nacional de Arte. En resu-
clase de ladrones y saqueadores de nuestro patrimonio cultural […] men, de la Iglesia al Estado: el viejo proyecto republicano de la
no son asesinos ni mucho menos caníbales [...] salieron en defensa secularización.
del patrimonio cultural de los delincuentes profesionales, que día El proyecto estatal de centralizar las obras de arte en
a día van saqueando los objetos existentes de mucho valor en los los museos, que no logró llevar a cabo por sí mismo, de la mano
templos de nuestra patria” (Ibid.). de alguna de sus instituciones culturales y adornado de bue-
Ni los cuadros ni las campanas volvieron a la iglesia de nas intenciones, lo ponen en práctica –sin querer– los ladrones.
la comunidad. Los cuadros quedaron, al igual que en el primer Sin duda hay una serie de factores que facilitan este proceso: el
caso, bajo custodia del Museo Nacional de Arte. despoblamiento de las áreas rurales, producto de la migración
Con ambos casos vimos la excepción: cuadros que fue- campo-ciudad, el hecho que la Iglesia Católica haya dejado de
ron interceptados en su circulación en el mercado ilícito. En celebrar misa en muchas de las iglesias del altiplano, el avance
general esto no ocurre y los cuadros simplemente pasan –bajo de los cultos cristianos evangélicos que repugnan la adoración
las leyes del mercado– a formar parte de colecciones privadas de imágenes y –sin duda– la presión del gigante mercado ilícito
en Bolivia o en el exterior. En estos casos vimos la llamada de obras de arte. En un sentido más que metafórico, este merca-
“recuperación”, donde da la impresión de que la idea de recu- do de arte está en el corazón del Principio Potosí.

Fotos: E.S.

46
CULTURA, PATRIMONIO Y ARTE
EUFEMISMOS DE LA CADENA COLONIAL
EDUARDO SCHWARTZBERG ARTEAGA
LA W’AJTA
Después del accidentado proceso de la participación de En el mes de enero, la despedida nos dejó con la espe-
El Colectivo en la realización de la muestra Principio Potosí, se ranza de seguir trabajando, no como artistas improvisados sino
hace presente en mi memoria la imagen de la mesa-misa cele- como Colectivo de pensamiento-acción, basado en la metodo-
brada en noviembre del 2008 con los curadores del proyecto. logía de la sociología de la imagen, para interpretar las resigni-
Habíamos ido a Uni, una apacheta cercana a La Paz, para pedir ficaciones de estas pinturas en sus lugares de custodia: las igle-
permiso al achachila mayor (Illimani) –que se veía imponente sias y capillas coloniales de varios municipios rurales. Ya para
frente a nosotros– y poder introducirnos en la historia de Po- entonces, el proyecto había cambiado de nombre: de Inversión
tosí y de su cerro sagrado Sumaj Urqhu. El acto ritual resultó Modernidad a Principio Potosí.
premonitorio de lo que iba a ocurrir posteriormente. No era por
nada la preocupación de Don Roberto (el yatiri oficiante), que EL PRINCIPIO
sabía que algo raro pasaba. La mesa no quiso arder; las razones
La Inversión Modernidad era un concepto del proyecto
de ello con el tiempo se develaron, no habían sido las que pen-
que planteaba la hegemonía, la acumulación y el sufrimiento
samos al inicio, sino otras, más complejas y sugerentes. La sopa
humano como pilares centrales en la conceptualización teórica
que comimos después de dar de comer a la tierra resultó muy
de la muestra. Principio Potosí jugaba con la idea de principio
salada, otra señal de la fuerza premonitoria del ritual, donde lo
en su doble acepción: como comienzo y como mecanismo de
simbólico nos ayudó a explicarnos, posteriormente, las razones
legitimación, que se reproduce constantemente. Principio Po-
de la ruptura.
tosí Reverso –o Pinta Potosí– fue nuestro intento de enriquecer
Entre noviembre del 2008 y enero del 2009 comen-
esta visión unilateral, pues se centraba en el proceso de resis-
zamos un camino que nos llevó a recorrer las iglesias de los
tencia indígena ante la hegemonía y cuestionaba la inevitable
pueblos donde estaban las pinturas de interés de los curadores,
reproducción de la explotación y la destrucción de las culturas
además de a reunirnos con personal de instituciones culturales
y los territorios de los Andes.
y museos. Se entrevistó a historiadores de arte, restauradores y
Se establecieron así dos espacios diferenciados en la
artistas, para conocer mejor el contexto de las obras que serían
selección de los cuadros: los que se encuentran en museos e ins-
elegidas y las condiciones de su producción. En esta primera
tituciones estatales y las obras que aún perduran en los lugares
instancia fue interesante notar la susceptibilidad de los entrevis-
donde fueron originadas (iglesias y santuarios en los pueblos
tados con las ideas de la propuesta curatorial y con los mismos
de reducción o en barrios urbanos de indios). Esta diferencia-
curadores, por el hecho de no haber sido tomados en cuenta en
ción planteaba dos tipos de gestión diferentes, a nivel estatal
este proyecto. Descubrimos que el conocimiento del arte colo-
y a nivel comunal, tarea que no se veía nada fácil en ningún
nial estaba restringido a un reducido círculo de personajes de
caso, ya que, según funcionarios con experiencia en exposicio-
elite, que habían ocupado puestos privilegiados en las esferas
nes de pintura colonial en el exterior, el tiempo era muy corto y
del poder, y que en estos nuevos tiempos estaban sintiendo las
el proceso burocrático estaba lleno de trabas. A ello se añadían
consecuencias de una correlación de fuerzas adversas en el pla-
los cambios políticos recientes y la creciente autonomía de los
no político.
municipios y comunidades indígenas, sin cuya autorización era
47
Foto: D.G.
impensable el préstamo de las obras. Todo esto planteaba una vestigación buscábamos hallar el nexo entre el significado ocul-
reflexión importante: ¿quién al final tiene potestad sobre estos to de los kipus y todo aquello que dejó de lado el oscurantismo
cuadros? ¿Qué significado tienen esos cuadros para las comu- colonial, como ser los sistemas de administración estatal y la
nidades en la actualidad? ¿Cuáles podrían ser las razones para conexión de origen entre la plata y lo sagrado. La negativa del
no acceder al préstamo? Con el tiempo no sólo se respondió a Museo Etnológico fue selectiva: aceptaron prestarlos a Berlín y
estas preguntas, sino que se abrió el telón a historias muy graves Madrid, pero no a Bolivia. Esto revela la paranoia y la descon-
que evidencian una cadena colonial de expropiación y robo de fianza de los museos europeos, que expropiaron por siglos los
cuadros, a veces con la complicidad de funcionarios estatales y objetos sagrados y el arte indígena, y ahora esconden su culpa
de la elite tradicionalmente gobernante. Este fenómeno incluso generada por la misma acción de acumular objetos materiales
tocó directamente al proyecto, cuando se produjo el robo de que resultan de un proceso sistemático de saqueo colonial. Pero
una de las pinturas seleccionadas para la muestra en la iglesia además, la sugerencia de incluir kipus en la muestra era una
de Jesús de Machaca, acción que no se ha esclarecido hasta el propuesta teórica orientada a mostrar la imbricación entre el
momento. mundo espiritual y la contabilidad estatal, una especie de puen-
Ante la evidente problemática que se avizoraba en torno te que permitía ver un choque productivo de sistemas opuestos,
a estas gestiones, y habiendo propuesto que cualquier negativa en torno a la mit’a potosina.
sería respetada, era necesario replantear la selección, buscando Los problemas se centraban en la diferencia colonial
salidas a la ausencia de cuadros importantes en la exposición, implícita en estos hechos: había que callarse frente a las negati-
como el Santiago de Guaqui, El Infierno y La Muerte de Ca- vas europeas de prestar objetos y obras de arte sacadas de nues-
quiaviri o el Cristo en la Columna de San Pedro en Potosí. La tro continente, pero al mismo tiempo, había que ejercer todo
negativa misma debía ser abordada, con el fin de comprender tipo de presiones para obligar a las comunidades a acceder a di-
y esclarecer los argumentos materiales, políticos o espirituales chos préstamos, situación a la cual nos negamos desde el inicio.
que pudieran aducirse para negarse a prestar los cuadros. En- La subalternidad se expresó también a nivel del equipo de cu-
tonces surgieron dos propuestas de El Colectivo: problematizar radores: el papel central lo ocupaban los europeos, en tanto que
la ausencia, e incluir en el catálogo una reflexión sobre cuadros los andinos nos veíamos reducidos al papel de informantes, a
robados, un hecho de larga data que pudo haber tenido una fa- producir textos como materia prima, mientras las abstracciones
chada legal (compra), pero que significaba de igual modo una teóricas y estéticas eran patrimnonio de los artistas y curadores
expropiación patrimonial. Tal es el caso del cuadro Entrada del europeos. Un discurso de “solidaridad” y de “radicalidad” que
Virrey Morcillo a Potosí, una de las más importantes obras de no pasó de ser un eufemismo para encubrir la incomprensión de
Melchor Pérez de Holguín, que actualmente se encuentra en el la propuesta curatorial andina.
Museo de las Américas de Madrid.
La decisión de respetar la negativa resultaba de un en- MANUEL BORJA-VILLEL EN LA PAZ
foque de investigación que asumía una relación horizontal con La preocupación por las dificultades del préstamo de
las comunidades y una opción comunitaria en todos los aspec- cuadros motivó a Manuel Borja-Villel a hacer presencia en
tos del proyecto. Esa postura cuestiona aspectos fundamentales agosto del 2009 en los espacios de gestión (instituciones cultu-
de la colonización, como es el control estatal o eclesiástico en rales y municipios rurales) a cargo de las obras. Allí se reiteró
decisiones sobre el destino y localización de los cuadros. La el ánimo de llevar a cabo este proyecto en forma consensuada.
Sin embargo, como se esperaba, los problemas se suscitaron en
negativa temprana del Museo de las Américas a ceder el cuadro
la negociación con los municipios. Borja quedó sorprendido al
de Pérez de Holguín nos inspiró a incluir este tema, pero su real constatar que en los municipios rurales, la decisión no depende
impacto se corroboraría después, cuando pedimos el préstamo de las autoridades superiores, como en España, sino que es com-
de cuatro kipus al Museo Etnológico de Berlín, y enfrentamos petencia de las “fuerzas vivas” de la población (comunidades
una negativa. En ese museo se conservan aproximadamente 400 indígenas, parroquias, vecinos), en asambleas colectivas que
kipus arqueológicos, acumulados de forma bancaria, descono- suelen generar debates muy acalorados. En el caso de Caquia-
ciendo su contexto y su poder de significación. En nuestra in- viri, el primer acercamiento con las autoridades municipales se
49
dio en la misma población, a la que Borja llegó con un pijchu de embajada del Perú y a un experto francés en arte colonial, que
coca en la boca –lo cual siempre es una buena forma de acor- habrían estado acumulando piezas coloniales para exportarlas
tar distancias con el mundo aymara–, y fue muy bien recibido. ilegalmente de Bolivia. El interés del caso se vinculaba a la
Las buenas intenciones para el préstamo fueron expresadas aceptación de la comunidad para prestar el lienzo con el fin
por las autoridades, pero debían consultar previamente con las de que pudiera ser restaurado y devuelto, una vez concluida
comunidades, ya que si estos cuadros salen sin permiso po-
la exposición. En el mes de agosto, en una reunión entre El
dían ser castigados: la gente percibe que los objetos de culto
dan un equilibrio a nivel espiritual, aunque también influyen Colectivo, la tesista Behoteguy y las autoridades de Chuchula-
en el ciclo ritual y económico. La preocupación de las autori- ya, en oficinas de la AECID, éstos manifestaron su acuerdo y
dades indígenas por la salida de los cuadros señalaba que este pusieron como condición la garantía del estado boliviano y del
equilibrio podía ser afectado y producirse alguna catástrofe, estado español para el retorno del cuadro a su lugar de origen.
dado el poder inscrito en las imágenes y sus símbolos. Poste- Su predisposición puso de manifiesto que ellos ya venían tra-
riormente las posibilidades del préstamo se fueron reducien- bajando en proyectos culturales de revalorización patrimonial,
do al intervenir los infaltables intereses culturales locales: el centrados en esta “milagrosa imagen”, que atrae a peregrinos
pintor aymara Mamani Mamani consiguió que las autoridades y novenantes de un amplio espacio geográfico andino.
municipales pusieran como condición del préstamo su inclu-
Pero el mes de septiembre fue un tiempo de espera.
sión como artista invitado a la muestra. Transcurridas unas
semanas, intentaron negociar directamente con la embajada Se enviaron varias cartas al Ministro de Culturas, solicitando
española el préstamo de cuadros a cambio de un tractor. En apoyo para las gestiones de El Colectivo y para su trabajo de
versión del párroco de Caquiaviri, estas condiciones ni siquie- contextualización. En una de ellas pedimos autorización para
ra habían surgido de una consulta con las comunidades o el acceder al catálogo o inventario oficial de arte colonial, que
obispado. La iglesia parecía también sentirse con la primacía incluye cientos de obras hoy desaparecidas. En otra carta se
propietaria sobre estas obras. Se había entrado entonces a otra solicitaba al Ministro que delegara un responsable para acom-
fase del proyecto, que con el tiempo iba a esclarecerse, tanto pañarnos a Chuchulaya a hacer una evaluación de las condi-
en el tema de gestión como en la situación de la curaduría bo- ciones del cuadro, hablar con la gente del pueblo y establecer
liviana. acuerdos para su restauración y préstamo. Lastimosamente
realizamos este viaje sin representantes del Ministerio de Cul-
E L COLONIALISMO ESTATAL turas pero sí con la restauradora colombiana Helena Castaño,
En el transcurso de este proceso se produce el redes- a quien contratamos para que elevase un informe técnico al
cubrimiento, en Chuchulaya, de la pintura de la Virgen de la Ministerio. Se estableció una fecha en la cual volveríamos con
Natividad (1732) por Gabriela Behoteguy, quien da inicio a los representantes del Ministerio a firmar el convenio para el
las gestiones que llevarían a su inclusión en la muestra y su préstamo y la restauración.
préstamo consensuado con los vecinos, novenantes y auto- Luego se enviaron dos misivas al Ministro de Culturas
ridades del pueblo . Esta pintura prácticamente olvidada se Pablo Groux, presentando el informe técnico y narrativo de
1

hallaba doblada, expuesta a las inclemencias del tiempo en las actividades avanzadas por El Colectivo, y pidiendo una re-
una habitación casi en ruinas que alguna vez fue la sacristía unión de urgencia con el fin de coordinar el trabajo y compar-
del Santuario de Chuchulaya. Además de lo que podía repre- tir nuestros hallazgos con miras a apoyar políticas culturales
sentar como obra de arte, su relación con la temática de los soberanas en torno al patrimonio. Nuevamente le pedimos que
cuadros robados era pertinente, ya que el lienzo en cuestión designara un técnico para ir a Chuchulaya y evaluar las con-
fue el único que se salvó del robo perpetrado a fines de los diciones del cuadro. Por su parte, los vecinos, novenantes y
años noventa, por el que se acusó al agregado cultural de la autoridades del pueblo le escribieron pidiéndole una audiencia

1
. El trabajo de Behoteguy forma parte de su tesis en antropología, UMSA,
La Paz. Su ensayo de contextualización figura en la parte izquierda de este
libro.

50
para expresar sus condiciones y puntos de vista. En octubre se refrendarse, una nutrida asamblea de vecinos del pueblo y del
envió otra carta solicitando la redacción de un convenio marco puerto de Guaqui mostraba señales de una actitud beligerante
entre las instituciones involucradas, para que de una vez se co-que casi culmina en violencia. Al parecer, los compromisos
menzaran las gestiones para el avance del proyecto. Ninguna adelantados por algunos miembros del consejo municipal y
de estas cartas mereció respuesta. sus asesores no habían sido consultados con las autoridades
Fue entonces cuando el peso del colonialismo tuvo comunales y vecinales. La negativa fue contundente; el públi-
que hacerse sentir para que las cosas empezaran a marchar de co, formado por mallkus (autoridades municipales) y vecinos,
manera presurosa. El embajador de España se reunió con el entre ellos muchas mujeres, amenazaba con castigar a quie-
Ministro de Culturas pero esta vez para presentar a la persona nes habían hecho firmar la carta de intenciones para prestar el
contratada por el Museo Reina Sofía como encargada de las cuadro. Las señoras gritaban en aymara que si era necesario
gestiones. A partir del momento en que el peso caía desde arri- se amarrarían a la iglesia para que no se llevaran al Santiago,
ba, las cosas tuvieron que empezar a marchar. No había sido que iban a chicotear a quien quisiera llevárselo, y que no les
importaba morir porque siendo de la tercera edad ya no tenían
suficiente el solicitar desde abajo y con humildad el que se
pudiera participar en este proyecto en un marco de soberanía miedo a nada.
y de respeto a los intereses de las comunidades. Fue necesa- A esta reunión viajamos con un funcionario delegado
rio un principio de imposición para que aquellos que actúan por el Ministerio de Culturas, como representante estatal en la
según el habitus colonial comenzasen a realizar las acciones negociación para el préstamo del Santiago Mata Moros. Sin
necesarias para la realización de la muestra. embargo, durante una parada que hicimos en Tiwanaku para
almorzar, nos dimos cuenta que este funcionario estaba total-
L A AVIDEZ COMENSAL COMO mente despistado, carecía de la información necesaria para
ofrecer algo en nombre del Estado a cambio del préstamo, e
METÁFORA DE UN HABITUS POLÍTICO incluso nos dijo que pensaba proponerles incluir sus obras
El mismo día en que por fin se lograba el traslado del patrimoniales en una página web que es parte de una red
cuadro de la Virgen de la Natividad de Chuchulaya a la unidad museos virtuales. Para nosotros era una idea insensata, pues
de restauración en el Ministerio de Culturas, debía hacerse lo equivalía a hacer un catálogo para los ladrones de arte co-
mismo con el lienzo de Santiago Mata Moros, que se encuen- lonial de las iglesias rurales. La avidez con la que devoraba
tra en la Iglesia de Guaqui. Las circunstancias fueron del todo el almuerzo en ese momento se nos figuró como una cabal
opuestas en este municipio. La brecha entre los curadores ale- metáfora de la actitud depredadora de muchos funcionarios
manes y las realidades locales se hizo sentir en este caso por públicos, que proclaman los “derechos indígenas”, mientras
su renuencia a incluir este cuadro de Santiago en la exposi- asumen cargos que les quedan grandes y se incrustan en el
ción, exigiendo que estuviera “conectado al Principio Potosí”. estado por vías clientelares, prolongando una situación de
Luego de dos meses de un complicado diálogo, aceptaron la colonialismo interno.
inclusión de este cuadro, pero para entonces las posibilidades Ante el ambiente beligerante que encontramos en
de un préstamo consensuado se habían reducido. Cuando se Guaqui, el funcionario sólo atinó a salvar el pellejo con la
volvió a Guaqui para empezar las negociaciones, algunas au- manida frase de que “la voz del pueblo es la voz de Dios”.
toridades municipales expresaron su interés en el proyecto, Señaló enfáticamente que se ocuparía en persona de romper
ya que se hallaban justamente terminando la construcción de cualquier acuerdo entre el Museo Reina Sofía y el Ministerio
un Museo del Lago en el Puerto de Guaqui, y habían elabora- de Culturas. No intentó siquiera exponer una política cultural
do un dossier completo sobre las necesidades de restauración de defensa del patrimonio, promoción de la gestión local, o
de 66 obras de pintura colonial que estaban bajo su custodia. apoyo para la restauración. Dijo que iba a incluir todas las de-
La restauración del Santiago Mata Moros podía haber sido mandas para que formasen parte de las políticas culturales del
la semilla de un proyecto más amplio de gestión comunitaria ministerio y prometió una reunión para la semana siguiente.
del patrimonio. Sin embargo, el día en que este asunto debía Todo ello era una cortina de humo, ya que una hora antes nos
51
había confesado que su ministerio no tenía política cultural Dios en el que creen los alemanes es el Científico”.
alguna en torno al patrimonio de las iglesias coloniales. Como Los sesgos y torsiones del argumento que subyace al
era de esperarse la reunión prometida no se efectuó nunca. Principio Potosí nos llevan a cuestionar la homogeneidad y si-
multaneidad que quiere verse entre el Potosí colonial y los es-
LA RUPTURA pacios del capitalismo salvaje neoliberal. Sueños como los de
Dubai o Pekín están ya mostrando su cara de pesadilla, y nues-
Para entonces, octubre del 2009, ya se había dado la
tra pesadilla parece querer convertirse en el sueño de un futuro
ruptura de la curadora boliviana con los curadores alemanes,
más nuestro. No sólo resistimos la miseria, también rechazamos
y se había acordado que El Colectivo únicamente realizaría un
la mirada miserabilista que nos desterritorializa y nos despoja
“catálogo en disidencia” para exponer su trabajo de contex-
de la condición de sujetos. Ésta, y no otra, es la razón de fondo
tualización. El diálogo norte-sur resultó un diálogo de sordos:
de la ruptura entre nuestra mirada y la que expresa la exposición
nuestras ideas y propuestas fueron caricaturizadas y malenten-
Principio Potosí.
didas; los posicionamientos teórico-políticos del grupo fueron
vistos como “folclóricos” y “exotizantes”; nuestra propuesta
de usar vídeos e instalaciones que reflejaran lo sagrado indí-
LA POLÍTICA CULTURAL DE ESPAÑA
gena y su mezcla con la iconografía colonial fue desestimada “Siempre que en lenguaje nos encontramos con un eufemis-
en nombre de Lo Nuevo: ese prurito de la cultura burguesa que mo significa, casi infaliblemente, que nos hemos topado con un tema
tanto se afanan por desmantelar. La ruptura se produjo cuan- delicado. Se usa para borrar algo que se considera negativo o que puede
do este discurso oculto salió a la luz, poniendo en evidencia convertirse en un problema si se declara explícitamente”.
la profunda desigualdad en las posiciones de los curadores: el James C. Scott
Norte hegemónico y autorizado en la definición de lo que es
“arte” y lo que es “contemporáneo”, el Sur ilustrando y sus- España, al igual que todos los países desarrollados, ha di-
tanciando estas ideas con un menú a pedido de investigaciones señado políticas que mantienen a los países subdesarrollados en una
puntuales. Nos habían rebajado de curadores a informantes: dependencia continua, que para muchos deviene en una normalidad
una reedición de la antropología colonialista, pero en clave de de existir, encubierta en las nociones de cooperación altruista, que
historia del arte. en todo caso persigue la agenda oculta de adormecer e impedir una
La idea inicial del proyecto, concebida en y desde Eu- crítica a esa normalidad. España usa la política cultural como una
ropa, no pudo ser modificada sustancialmente, en tanto pro- forma de ejercer ese sutil dominio que extiende la normalidad y
puesta teórica, porque se sustentaba en la asimetría y en la im- recoloniza las subjetividades. Una lengua franca como el castellano
posibilidad de escucharnos. Para ellos, la secante hegemonía enmarca una ilusoria comunidad imaginada que se llama “hispani-
de Occidente sobre las culturas indígenas de los Andes es un dad” y se apoya en el discurso de un mestizaje común. Desde este
hecho incuestionable e inevitable. Tan sólo es posible esperar eufemismo surge la idea de simultaneidad como el resultado posi-
de esta mirada un rasgo de conmiseración –que se eufemiza tivo a un pasado que en realidad para España es preferible olvidar.
como solidaridad–, y una idea de que la Razón es la única llave Borrón y cuenta nueva, dirá Miguel Ángel Bastenier, columnista de
maestra para una crítica profunda de lo existente. Pero todo esto El País (16-4-2010). En este tiempo de conmemoraciones bicen-
encubre el miedo y la culpa frente a esos otros (los exóticos y tenarias, España utiliza su mayor destreza diplomática para evitar
los folclóricos) que existimos a pesar suyo y en sus intersticios. hacer una autocrítica, reorientando sus energías hacia costosos pro-
Frente a su postura política marxista, puesta al día con la nega- yectos de cooperación centrados en la cultura.
tividad de Agamben y las desterritorializaciones postmodernas, Es en este contexto que se firma un convenio entre la
nos sentimos habitando otro planeta: una exterioridad que se AECID y el Ministerio de Culturas (23-2-2010), que da curso a un
revela y se rebela en el retorno de las wak’as, en los diálogos florido discurso de protección y valorización del patrimonio, difu-
con la naturaleza, en el ejercicio de una crítica fundada en una sión de la riqueza cultural andina, fomento de la diversidad cultural
práctica barroca en los espacios fronterizos de la religiosidad y e interculturalidad como base del “desarrollo nacional” y la “desco-
el comercio. Con razón nos dijo el yatiri don Roberto: “El único lonización del Estado”.

52
Me pregunto, ¿cómo funcionarios tan serviles al estado es- popular y las condiciones sociales de su producción. Desde allí se
pañol pueden diseñar políticas culturales de descolonización en el ejerce la crítica social, la sátira y la deslegitimación de lo normal
“Estado Plurinacional”? Si dicho estado se muestra él mismo como existente, como un efecto poético de choque, que no existe en la
un espacio colonizado; si la inercia de sus habitus y procedimientos mayoría de obras del llamado “arte conceptual” contemporáneo,
alimenta un esquema burocrático-prebendal de larga data, ignorante al menos en Bolivia. “La asignación de ‘artisticidad’ a ciertos fe-
e indiferente hacia las propuestas de gestión cultural autónoma de nómenos no depende, por lo tanto, de cualidades inherentes suyas,
comunidades y municipios. sino de la perspectiva desde la cual cada cultura los enfoca y de
Se articula así la colonización externa con la interna: la criterios basados en invenciones históricas contingentes (...); lo ar-
doble moral atraviesa al Estado y a las agencias de cooperación. tístico no es una cualidad propia del objeto, sino que depende de la
Hacia afuera de sus fronteras, España exalta y valora el mestizaje ubicación que se le otorga en determinadas situaciones sociocultu-
y la pluralidad cultural, pero en su interior opera la xenofobia, la rales” (Escobar, 2008: 50).
descalificación y la exclusión. El eufemismo de su política exterior Escobar resalta que la definición hegemónica del arte tie-
hacia los países latinoamericanos encubre la existencia de un sólo ne un contenido discriminatorio; entonces, la reivindicación de los
modelo de mestizaje: el mestizaje sudaca. Jorge Luís Marzo (2005) derechos culturales indígenas adquiere fuerza política al develar
plantea las intenciones de esta política cultural: mentiras detrás de los telones del mito, actitud siempre negada y
banalizada por la cultura dominante. “Las obras se cosifican; lo
“Para ser más exactos, lo que los órganos de expresión ofi- específico se vuelve típico; lo propio, folclórico. Éste es un buen
ciales han tenido que sacarse de la manga es un solemne ejer-
mecanismo para banalizar la expresión popular y desactivar sus
cicio de mistificación entre cultura y sociedad. La imagen de
posibles resortes políticos reduciéndola a una versión boba y cursi
la sociedad española se ha moldeado a imagen y semejanza
de sí misma y convirtiéndola en inofensiva y domesticada mercan-
del mito de su propia cultura, de los productos que una socie-
cía, en pintoresca artesanía. Pero también es un buen sistema para
dad enormemente violentada por el poder ha decidido como
oscurecer la dependencia y la dominación; para velar las contra-
fundacionales, como espejos referenciales. En pocos países
dicciones sociales que saltan al enfrentarse lo nacional y lo popu-
se puede encontrar semejante esfuerzo en definir una socie-
lar concretos” (2008: 81).
dad por sus productos culturales, en vez de interpretar una
Nuestro trabajo como Colectivo ha sido ver esas resig-
cultura por los sustratos sociales que la conforman”.
nificaciones que trascienden lo artístico para convertirse en parte
E L EUFEMISMO DEL ARTE de los intercambios simbólicos entre las comunidades, y las obras
coloniales de las parroquias rurales, tal como se negocian en una
El investigador paraguayo Ticio Escobar plantea cues- realidad concreta. Los santos y vírgenes venerados en los pueblos
tiones referidas al arte popular y a la creación del “mito del arte”, tienen alma, que es diferente al concepto de aura de Benjamin; su
señalando que lo que hacen los pueblos, comunidades y etnias no valor no reside en la unicidad o en la belleza, su valor es espiritual
se considera arte sino “artesanía”, lo que otorga a la cultura hege- y ritual; año tras año su representación abstracta se recarga de rea-
mónica occidental el monopolio de su certificación. De hecho, y lidades y vivencias colectivas. Más allá de un supuesto mestizaje
prescindiendo de las cuantiosas sumas que mueve el mercado in- o hibridismo, su asignación social y su configuración simbólica no
ternacional de arte (colonial o contemporáneo), la premisa es que se han mezclado o diluido. Antes bien, los íconos impuestos han
el arte tiene que distanciarse de sus condiciones de producción y sido reapropiados; la cultura que llegó para matar nuestra imagi-
valorarse desde una contemplación estética supuestamente pura. El nación ha sido tragada, y a través de este acto antropofágico las so-
artista se ve así como un ser iluminado, y su trabajo no persigue otra ciedades subalternas han salido fortalecidas, recreando su propia
función que la expresión de su genio. El “mito del arte” y el “mito lógica social.
del pueblo” serían cómplices de esta gran falacia que encubre la
Página siguiente: Leviatanes.
realidad y justifica la dominación cultural (Escobar, 2008).
1. Carabuco. Foto: D.G.
La función social que cumple la creación colectiva revela
2. Waman Puma.
las dimensiones sagradas, festivas o mágicas de la práctica estética 3. Caquiaviri. Foto: A.U.

53
UNA MIRADA DESDE AFUERA:
EXPLICANDO EL FRACASO DE UNA COLABORACIÓN
CON PRINCIPIO POTOSÍ
MOLLY GEIDEL
“Tu ética y tu estética son una sola… Las contradicciones entre la ética y la esté-
tica en la sociedad occidental son un síntoma de una cultura agonizante”.
Larry Neal. The Black Arts Movement

El ser testigo del intento de El Colectivo por definir su papel mismo modo que ocurriera en los albores de la modernidad.
en la exposición Principio Potosí ha sido a la vez una experiencia Esta condición define un proceso cíclico y traumático de expro-
fascinante y devastadora. Como historiadora norteamericana que piación y desarticulación social, que implica al mismo tiempo la
investiga el papel de las agencias de cooperación en Bolivia, he pen- movilización de nuevos flujos vitales y de complejos procesos
sado muchas veces cómo gente bien intencionada termina reprodu- de subjetivación… Más que el París de la Revolución Francesa
ciendo las estructuras de poder imperialista, aunque sinceramente o el Londres de la revolución industrial, el Potosí de los siglos
desee combatirlas. Tal ha sido el caso del proyecto Principio Potosí. XVI-XVIII, en su concentración de capital y la maquinaria de
Los curadores europeos fueron bloqueados por la distancia, la gripe producción de hegemonía, marca un paradigma de la moder-
porcina y las barreras de idioma, pero también por su interpelación nidad globalizada. Un principio que permanece en marcha, en
como sujetos occidentales derivados de la Ilustración, cuya visión una continua reterritorialización a lo largo de la historia”.
del mundo les permite lamentarse por el genocidio imperialista pero
a la vez les impide reconocer las realidades experimentadas por la Si bien reconoce la fuerza del imperialismo, esta versión
gente que continúa viviendo, trabajando, creando y resistiendo en del “principio” ni siquiera menciona a la gente y a las comuni-
las condiciones imperialistas actuales. dades sobre las cuales ejerce su dominio, refiriéndose tan sólo
al “complejo proceso de subjetivación” que aquél produce, lo
E P L RINCIPIO que implica que pudiera ser la misma fuerza del capitalismo la
creadora de esas subjetividades. Al insistir en el poder absoluto
En el contexto de la exposición, la noción de Principio significa
de la acumulación primitiva, el principio convierte a la gente
tanto una mecánica como un comienzo; abarca tanto la identidad como
en víctimas silenciadas, las primeras en haber sido plenamente
los orígenes. Los curadores europeos, que supuestamente estaban com-
explotadas por el capitalismo y, por esta razón, merecedoras
partiendo entonces la curaduría con el grupo boliviano El Colectivo,
de atención, colección y exhibición. Así, el “principio” crea
controlaron el principio de la exposición en ambos sentidos; escogieron una imagen fija e imprecisa del origen de la subjetividad indí-
a la mayoría de artistas invitados, organizaron el espacio y definieron gena: ellas y ellos sólo se constituyen a través de la opresión;
el tema central del espectáculo sobre la base de teorías y visiones de la tan sólo existen desde el momento en que entran en contacto
historia básicamente europeas: con sus opresores. Los curadores europeos (suponemos que sin
“Marx describe la acumulación originaria como la destrucción darse cuenta, aunque ¡tan fácilmente!) adoptaron la sensibili-
de la solidaridad y las estructuras de poder de la sociedad tradi- dad panóptica, disciplinaria, de los colonizadores originales,
cional a causa de las dinámicas de explotación puestas en mar- presumiendo que podían ver, conocer, catalogar y transponer
cha por el capitalismo. Tal y como subraya Immanuel Wallers- (“reterritorializar”) todos los aspectos de la cultura, el arte y
tein, no se trata de un hecho histórico propio de los orígenes del la vida del espacio interior potosino –y de hecho, de todas las
capitalismo, sino que persiste en la sociedad global de hoy, del colectividades oprimidas del mundo–.

56
UN INTENTO DE RESPUESTA La gente siempre ha resistido de esta manera, repintan-
do, relatando, recontextualizando: aquí el proceso combina lo
Como investigadores, académicos y creadores que tra- sacro con lo profano y coloca a ambos en un mundo inequí-
bajan en Bolivia, invitados a contextualizar la exposición, los vocamente vital, histórico y cambiante, de una manera especí-
miembros de El Colectivo se enfrentaron entonces a un dilema: ficamente andina. El Colectivo intentó nombrar esta forma de
¿Qué podía hacerse con este principio profundamente determi- resistencia como un cuarto principio: el Reverso, o Pinta Potosí,
nista de organización de la muestra? ¿Cómo podían contribuir a y explicarlo reconstituyendo la resistencia que habita en los es-
un proyecto estructurado implacablemente sobre la idea de que pacios sagrados y en las prácticas micropolíticas cotidianas de la
los españoles impusieron sobre ellos una reterritorialización per- gente y de las comunidades:
manente en la conquista de sus antepasados, una y otra vez, de “Así, se elaboró lo que llamamos Pinta Potosí o Potosí Re-
que ellos mismos eran tan sólo territorio práctico, materia prima? verso, una conceptualización centrada en la capacidad sub-
Dado que la realidad de sus vidas no correspondía a esta imagen vertora de la fiesta y la oralidad indígena, cuya energía man-
–no era sólo una condición territorializada, pisoteada, atada a los qhapacha (ctónica o del interior de la tierra) produce fisuras
engranajes de la acumulación capitalista– ¿qué podían hacer? y torsiones en la iconografía religiosa impuesta, y la injerta
Decidieron entonces abordar la tarea como “investi- en su propia manera de vivir y resignificar la experiencia reli-
gadores militantes” –en palabras del Colectivo Situaciones–, giosa colonial. El desmontaje de los sentidos evangelizadores
luchando contra la hegemonía del Principio Potosí a través de y la reconexión de santos, vírgenes y cristos con las energías
una práctica de conocimiento de las historias específicas de las de la tierra y los fenómenos celestes, germinó en una suerte
comunidades indígenas dueñas de algunos de los cuadros selec- de religiosidad ch’ixi o “manchada”, en la que coexistirían
cionados para la exposición. Estas comunidades han confronta- sin mezclarse, las fuerzas ctónicas del rayo, los ojos de agua
do desde hace siglos tanto al principio de la acumulación capi- y los uywiris, con abigarrados cultos a las imágenes católicas
talista como al de la deshumanización por parte de los árbitros que se conservan en las iglesias rurales”.
de la cultura. A lo largo de los años las comunidades han lucha-
Esta recontextualización puede aún verse en la exposi-
do por revertir estas degradaciones particulares reescribiendo y
ción, aunque apenas: en la Virgen de Chuchulaya, con sus cinco
recontextualizando las estructuras imperialistas, las artes y las
hijos (que en realidad son seis); o al reubicar a Cristo como uno
doctrinas que amenazaban con convertirlas en nada, pero que
más entre los Santos; aunque el Rey Felipe como Santiago dista
nunca lo lograron. El Colectivo Situaciones explica que las co-
mucho de expresar la violencia mata-moros (mata morenos) del
munidades oprimidas han desarrollado “códigos ocultos”, testi-
cuadro elegido por El Colectivo, donde se ve claramente una
monios de la continua resistencia a nivel de la vida cotidiana:
historia iconográfica que entreteje la violencia de la conquis-
“Según James Scott, el punto de partida de la radicalidad es ta con los poderes del mundo natural. Las interacciones de las
la resistencia física, práctica, social. Toda relación de po- comunidades con estos espacios, símbolos e imágenes, aunque
der, de subordinación, produce lugares de encuentro entre muchas veces ritualizadas, no requieren por lo general de esa
dominadores y dominados. En estos espacios de encuentro distancia respetuosa que tanto la religión como el arte exigen de
los dominados exhiben un discurso público que consiste en las audiencias occidentales: la gente se emborracha y baila en la
decir aquello que los poderosos quieren oír, reforzando la iglesia, se viste con trajes de diablos y organiza visitas conyu-
apariencia de su propia subordinación, mientras que —silen- gales entre vírgenes y santos. La religión y el arte son entidades
ciosamente— se produce, en un espacio invisible al poder, un vivas, sometidas a permanente revisión por efecto de las cam-
mundo de saberes clandestinos que pertenecen a la experien- biantes situaciones históricas y naturales.
cia de la micro-resistencia, de la insubordinación”. Asumiendo y haciendo eco de estas prácticas recontex-
tualizadoras de las comunidades, El Colectivo intentó su propia
“autopoiesis de la comunidad”, llevando a cabo una recontex-
tualización desafiante del principio, desde el Sur. El Colectivo

57
trabajó con las comunidades para comprender cómo eran sus idea de prácticas de lectura y escritura andinas, y de la resisten-
estrategias de resistencia, para conocer las relaciones de la gen- cia como un flujo procesual, entonces, habría permitido refutar
te hacia el arte colonial y los rituales religiosos que pretendían el ordenamiento retrospectivo del Principio Potosí, proponiendo
imponerles una tiranía, pero que se habían transformado en algo y permitiendo el surgimiento de una política abierta, relacional y
mucho más ambivalente. Su presencia en la exposición hubiera antidesarrollista. Pero esto no pudo ser.
permitido llevar a Madrid formas y representaciones que dislo-
caban la hegemonía del principio, introduciendo fisuras y con- LA REACCIÓN: ARTE, FOLCLOR Y
cepciones oposicionales del arte, la comunidad y lo sagrado, REVERSIONES PARANOIDES
irreverentes tanto hacia la doctrina católica como al capitalismo.
Enfrentados a la militante respuesta implicada en la
Esta visión de la resistencia habría incluido mapas de los circui- perspectivas y los métodos de El Colectivo, con su insistencia
tos económicos dominantes y los circuitos alternativos indíge- en llevar a Madrid una visión coherente desde el punto de vista
nas basados en la hoja de coca y en los peregrinajes migratorios. andino, pero en forma de una práctica “manchada” y ch’ixi, los
La presentación de vídeos de las fiestas patronales, en las que se curadores europeos buscaron al mismo tiempo (¿inconsciente-
combina el hedonismo, el culto a la naturaleza y la simbología mente?) contener y apropiarse de la perspectiva y práctica de
cristiana, y las entrevistas con comunarios habrían permitido ex- El Colectivo. Rechazaron su propuesta de intentar organizar en
plicar las resignificaciones populares de estos símbolos hegemó- forma autónoma una cuarta parte del espacio expositivo, argu-
nicos del catolicismo y el capitalismo. mentando que tenían “veinte años de experiencia” en labores de
Estos enfoques de investigación, análisis y expresión curaduría. Les advirtieron que no debían mostrar vídeos de las
fiestas patronales, y exigieron que los kipus Inka seleccionados
estética, aunque coinciden en muchos sentidos con los concep-
para la muestra “debían tener un vínculo con el Principio Poto-
tos del Colectivo Situaciones sobre la investigación militante y sí”, demostrando una vez más su voluntad de mostrar la domi-
los “códigos ocultos”, surgen aún más claramente desde princi- nación capitalista europea –en este caso retrospectiva– de todo
pios andinos, que superan la separación cuerpo/espíritu. Al refe- lo existente.
rirse al sistema Inka de tejido/escritura codificado en los kipus, Su adhesión al principio y su renuencia a otorgar espacio
Arnold y Yapita señalan que las prácticas escriturales andinas alguno a la expresión de la resistencia práctica recuerda la suge-
“no se distancian del objeto de la investigación, como lo hacen rencia de Edward Said sobre Joseph Conrad: éste podía recono-
las (…) europeas; antes bien, sostienen el flujo procesual entre cer lúcidamente la brutalidad del colonialismo británico en el
palabra, sonido, cuerpo e imagen mimética, que no puede ser África, pero al mismo tiempo “rehusó otorgarles a los africanos
abstraída fácilmente en signos objetivos y significados fijos”. La la condición humana”. (Por supuesto, como Said señala, Conrad
idea de un “flujo procesual” parece implicar una resistencia tan- escribía mucho antes de la descolonización de la segunda mitad
del siglo XX; para los escritores, artistas y críticos occidentales
to a la mercantilización como a las narrativas maestras; según
de hoy, no hay excusa posible.) Respondiendo directamente a la
el Colectivo Situaciones, se trata de un “tiempo que transcurre versión de El Colectivo sobre Pinta Potosí, los comisarios eu-
insensible a toda totalización”. Si se las hubiera tomado en serio ropeos revelan una fascinación similar por la brutalidad del im-
en la exposición, estas prácticas andinas de escritura y lectu- perialismo y aun con las críticas académicas al mismo, pero sin
ra habrían tenido el potencial de subvertir la continua lógica de embargo niegan que las prácticas cotidianas de reapropiación y
mercantilización que los curadores europeos querían precisa- resistencia tengan algo más que un valor meramente folclórico:
mente denunciar, presentando a la cultura no como un catálogo Silvia, siempre nos ha fascinado cómo conectas en tus escritos el
discreto de objetos a la vista, sino como un organismo dinámico, anarquismo indígena con las realidades políticas particulares,
conectado con el espectador y con el mundo natural. Estas prác- también en un sentido histórico. Ahora tenemos la impresión
ticas también habrían desplegado el potencial de romper con la de que este punto de vista político y sus conexiones históricas
increíblemente interesantes son difíciles de captar y se esconden
idea de que existe alguna trayectoria de desarrollo o algún origen
bajo una representación explícita de prácticas folclóricas.
inmutable, abriendo la puerta a otras narrativas de la historia que Al distinguir entre “arte” –el trabajo política y estéti-
no concluyan indefectiblemente en la acumulación neoliberal, camente significativo que hacen quienes asumen el canon ilus-
la dominación occidental o incluso la revolución comunista. La trado– y las “prácticas folclóricas”, los curadores europeos em-
58
plean una lógica colonial a priori que data de hace siglos: el arte mente, los europeos sostienen que su propio papel en el mundo
es lo que hacen ellos y sus amigos, mientras que el folclore es lo capitalista/imperialista les da una comprensión superior de la
que hacen los Otros. Aquí la política es también lo que hacen los cultura, confirmando su propia “dominación” por parte de Bill
europeos: nótese que incluso el anarquismo indígena necesita de Gates y sus prácticas capitalistas, como una razón para sustentar
la validación teórica del norte para conectarse con “las realida- su control sobre cuánto y cómo se mostrará la cultura religiosa
des políticas particulares”. La cultura indígena no podría resistir, popular en la exposición.
y ciertamente no podría ejercer, una política propia. Debido a que caracterizan a esta cultura como puramen-
Al responder a los detalles de la propuesta de El Colec- te folclórica por naturaleza, los europeos no pueden imaginar
tivo, los curadores europeos utilizaron la oposición arte/folclor que El Colectivo o las comunidades con las que trabajan puedan
para dislocar tanto la forma como la función del proyecto Pinta ser capaces de reapropiarse y de subvertir la tecnología occiden-
Potosí y las lecturas y prácticas artísticas andinas sobre las cua-
tal para lograr un nuevo modo de interactuar con el arte colonial
les se sustentaba. En lugar de reconocer los modos en que la
estética andina pudiera ser formulada para desafiar las prácticas y con las estructuras de poder imperialistas. Para todos los invo-
coloniales de percepción e interpretación, los curadores insis- lucrados, lo más seguro podría ser entonces el negar cualquier
tieron en que ellos eran los más familiarizados con la “mirada presencia o voz propia a esas colectividades plurales de las fies-
europea”, con la “estética del exotismo” y del “otro”, –como si tas patronales, borrarlas o disminuirlas en la exposición.
la gente indígena no pudiera conocer nada sobre los mecanismos Pero más impactante aún que la reducción de las prácti-
de su propia opresión–, implicando que la propuesta de El Co- cas oposicionales y creativas comunales a la condición de folclor
lectivo solamente contribuiría a su propia fetichización. Con el es el miedo que los curadores europeos mostraron entre líneas de
fin de evitar ese “exotismo” y no “emocionalizar a la audiencia”, que la propuesta de El Colectivo no sólo sería folclor. Sus temo-
sugirieron borrar por completo esta propuesta cultural ch’ixi de res al significado, más que a la insignificancia de la propuesta de
la exposición, creando la mayor distancia académica posible en-
contextualización, surgen aquí cuando responden directamente a
tre el espectador y el objeto de su mirada: El tipo de instalación
que sugieres es muy común en las exhibiciones de exotismo que Pinta Potosí: Nos preocupa que el punto de vista indígena pueda
usualmente se realizan aquí en Europa. Por eso es que contamos dominar el proyecto y la exposición (les recordamos que hay
más con la información que con emocionalizar a la audiencia. artistas contemporáneos de China, Moscú, Londres, etc.). En el
Un paso hacia este objetivo es que dejes de pensar que las ex- cuarto acápite de la propuesta curatorial, las palabras en ayma-
posiciones son solamente visuales, que no tienen texto. Hemos ra no son comprensibles para los participantes de otras partes
hecho muchas exposiciones donde la gente podía leer mucho, del mundo. Por esa razón, algunas veces nos parece que el cuar-
sentarse en sillas y leer, tener folletos y material para leer. De- to acápite resulta muy hermético. Para nosotros, la idea de un
beríamos pensar que la exposición es también una situación de “mundo al revés” significa no sólo una utopía social aymara;
lectura textual, evitar tener que forzarnos a traducir todo en un sus raíces también están en los levantamientos de la temprana
lenguaje visual.
modernidad europea.
El arte colonial y el arte contemporáneo, por supuesto,
no son sometidos a este tipo de vigilancia para evitar respuestas El miedo de los comisarios europeos a la “dominación”
“emocionales”. Desde el punto de vista de los curadores euro- del punto de vista indígena surge de un espacio complejo y fas-
peos, sólo el arte que viene de los espacios fronterizos “mancha- cinante. Revela una persistente culpa, similar a la que llevó al
dos” del Sur tenía que traducirse en “folletos” antropológicos, museo etnológico de Berlín a negar el préstamo de kipus de su
en “cómics” o resúmenes didácticos sobre los objetos de la con- colección para ser expuestos en Bolivia. La lógica parece ser:
quista y la explotación, en lugar de textos icónicos y objetos que nosotros les robamos sus objetos patrimoniales y los masacra-
puedan describir y constituir formas de resistencia a estos pro- mos; seguramente ustedes, aunque digan lo contrario, harán lo
cesos, en diálogo con los cuadros coloniales. Los curadores eu- mismo con nosotros si se les da la más mínima oportunidad. Este
ropeos fueron particularmente insistentes en rechazar la muestra miedo de que el punto de vista indígena podría “dominar” la
de vídeos de fiestas, advirtiendo que “si lo haces, pronto te darás
muestra revela también una particular comprensión imperialista
cuenta cuánto la técnica del vídeo –la industria de software de
Bill Gates y compañía– está dominando nuestra mente y nues- europea acerca de la relación entre percepción y poder: así harán
tras posibilidades de imaginación y de narración”. Aquí, nueva- valer su paranoia de que los indios podrían ocupar una posición

59
panóptica, para justificar su práctica colonizadora, incompren- Frente a estos malentendidos fundamentales, El Colecti-
diendo y también borrando los intentos de El Colectivo por rees- vo decidió retirarse de su papel curatorial en la organización de la
cribir y revertir el propio acto de la percepción y sus relaciones exposición. Peor aún que el hecho de ver sus contribuciones dismi-
con el poder, la identidad y la historia. nuidas hubiera sido su reclutamiento e incorporación en la política
Además de sus raíces psicológicas, el miedo de los oficial de la muestra y su consentimiento tácito ante la propuesta de
curadores a la posible “dominación” indígena es del todo in- los curadores de que su versión del “principio” en realidad definía
fundado, ya que el arte colonial y occidental satura el espacio todos los aspectos de su historia.
expositivo; sería difícil que un punto de vista indígena pudiera
“dominar” el escenario. Y dado que los artistas supuestamente
A MANERA DE CONCLUSIÓN
tienen comprometida una visión de Lo Nuevo, y una postura No es suficiente el anti-imperialismo para generar una
radical, resulta sorprendente ese miedo, ya que la creatividad política de “solidaridad”. Reconocer la violencia de los sistemas
y el poder de la crítica indígena al punto de vista imperialista capitalista y colonial es un primer paso hacia una colaboración más
europeo significaría traer algo decididamente nuevo y radical a sustancial, pero implica a su vez comprender las estrategias especí-
una exposición europea. Por lo tanto, el miedo de que se pueda ficas de supervivencia, resistencia y creatividad que ocurren en el
presentar un “punto de vista indígena” coherente, que se justi- seno de estos sistemas. Estas estrategias podrían no ser necesaria
fica por la presencia de artistas de todo el mundo (la mayoría o inmediatamente inteligibles a una mirada externa, pero invitan a
no son siquiera del mundo postcolonial), revela el deseo de los una aproximación más flexible en el análisis del poder, dado que el
curadores europeos de impedir cualquier visión coherente y es- mundo está muy lejos de una revolución marxista, y las percepcio-
pecífica de la resistencia, la vida o el arte en el propio espacio nes occidentales siguen siendo dominadas por las sensibilidades
potosino. exotizantes del colonialismo, el imperialismo y el capitalismo neo-
Luego de admitir su miedo culpable y paranoico a una liberal.
posible visión en reversa del proyecto, que pareciera indicar La estética occidental sigue entrampada en prácticas capi-
el potencial de resistencia del mundo andino, los curadores se talistas e imperialistas. Al designar las prácticas culturales y esté-
apresuran en construir las prácticas culturales aymaras como ticas locales como “abiertamente folclóricas”, y al mismo tiempo,
“incomprensibles” y “herméticas”, esgrimiendo su propia difi- al insistir en lo constantemente nuevo y fuera de lo común como
cultad de comprender los esfuerzos de El Colectivo por hablar modo prescriptivo de ver y crear, refuerzan los sistemas hegemó-
y recontextualizar el arte y por cruzar sus fronteras, como una nicos globales que tratan a los pueblos colonizados sólo como ma-
excusa para restituirlos a la condición de voces silenciadas y pa- teria prima, en tanto que son los colonizadores los únicos que refi-
sivas, como se imaginaron que eran desde el inicio mismo del nan y dan valor agregado a aquello que aquéllos producen. De este
proyecto. Y en un último intento de silenciar a El Colectivo y a modo, los veinte años de experiencia en el mundo artístico europeo
las comunidades y pueblos con los que se implicaron, sitúan las que aducen como base de su supremacía, más bien parecerían des-
raíces de cualquier resistencia “en los levantamientos de la tempra- calificarlos para la tarea de producir un trabajo con implicaciones
na modernidad europea”, afirmando que cualquier subjetividad en radicales, críticas y anticoloniales.
resistencia resulta originada en la Europa moderna y por lo tanto Si bien no se opone explícitamente a las prácticas capita-
forma parte, inevitablemente, de una trayectoria de desarrollo úni- listas, la cultura mezclada y plural de las comunidades “realmente
ca. Utilizando esta lógica contradictoria pero dominante, pueden existentes” propone una estética distinta a la expresada en el Prin-
imaginar “el punto de vista indígena” como algo a la vez “her- cipio Potosí, una estética que a la vez es más ética y humana.
mético” y completamente derivado de la “temprana modernidad”
europea. En cualquier caso, se lo caracteriza como monolítico y
originario, ignorando nuevamente la propuesta de El Colectivo,
que opera en las fronteras ambivalentes de lo ch’ixi, y articula diná-
micas que juegan con elementos coloniales e indígenas, modernos
y posmodernos.

60
RESTAURACIÓN Y CENSURA EN EL ARTE COLONIAL
AMERICANO, SIGLOS XVII A XX
HELENA CASTAÑO SILVA
Aquí trataré de la controvertida imagen de la Trinidad, católica intentó colonizar la imaginación de los indios y mes-
destinada a ilustrar el dogma de la Santísima Trinidad y la polémi- tizos en la temprana colonia. Pero ésta fue un arma de doble
ca que suscitó su representación trifacie para la Iglesia católica, lo filo: la Iglesia cayó en la trampa, víctima de su propio invento,
que llevó a replantear su iconografía. al ver que del dogma de la Trinidad surgía la perturbadora y
La iconografía de la Trinidad se desarrolló con base en ambivalente imagen de Dios como un monstruo humano de tres
los textos bíblicos. La fuente más importante para la iconografía rostros, con cuatro ojos, tres narices, tres bocas y tres barbas.
de los santos de la Iglesia es la Leyenda dorada, escrita hacia 1270 Ante tan molesta imagen de Dios, peligrosa para la
por el fraile dominico Jacobo de Vorágine, quien fue obispo de imaginación, se resolvió en el Concilio de Trento (1545-1563)
Génova. “El repertorio hagiográfico dará lugar a una variada y prohibir pintar la tercera persona como Espíritu Santo y en
numerosa iconografía que los artistas, fieles a un código secular- cambio representarlo mediante una paloma, aunque el texto del
mente establecido, reproducirán en la imaginería religiosa santa- dogma quedara imperturbable y aún siga diciendo que son tres
fereña” (Gutiérrez, en Banco de la República, 1989: 36). personas en una sin mencionar paloma alguna. En 1628 el Papa
Por su afán de catequizar y de imponer su doctrina por Urbano VIII (1568-1644) prohibió estas imágenes trifacies y
todos los medios, en especial por medio de imágenes, la Iglesia ordenó destruirlas (Menard, citado en Gil Tovar 1996).

61
Las primeras imágenes trinitarias aparecen hacia el Las pocas obras que la Inquisición no alcanzó a tocar y
siglo XIII y a pesar de la prohibición desde 1545, reiterada en pudieron pasar inadvertidas quedaron intactas, como Trinida-
1628 y 1745, la imagen prohibida que llegó al Nuevo Mundo des portadoras de su significado original. En otros casos el cle-
correría distinta suerte. En el territorio de la nueva Granada ro acató la censura y ordenó repintar las obras, transformando
será prohibida nuevamente por el Concilio Provincial de San- la Trinidad en la imagen del Señor, que posteriormente devino
ta Fe en 1774, según lo declaró el papa Alejandro VII: en Jesucristo (en el caso de Bolivia). Así, estas imágenes con
triple rostro fueron transformadas en otras de una sola cara por
“La imagen de Dios Padre sentado en su trono entre los medio de repintes que tapaban sus perfiles y dejaban a la vista
coros de espíritus bienaventurados o sin ellos, puede ser solo el rostro central.
colocada así en las iglesias como fuera de ellas, según lo Transformación que en realidad cambia su interpreta-
declaró el sumo pontífice Alejandro VIII. Pero prohibimos ción y confunde su apariencia de Trinidad para convertirla en
expresamente la pintura o pinturas de la imagen del Padre Eterno sosteniendo un
las tres personas de la Santísima Tri- gran triángulo en sus manos, que aún sugie-
nidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, re el símbolo trinitario. En algunos casos,
estando esta tercera en figura corporal como el del Jesús del Gran Poder en La
de hombre y no de paloma, y del mis- Paz, el triángulo fue también eliminado.
mo modo las imágenes de escultura e Son contadas las imágenes trifacies
impresas en la forma referida” (Jara- que hoy conocemos en América, realizadas
millo 1980: 76-77). por pintores criollos durante la Colonia, y
por tanto les atribuimos la valoración y el
La prohibición no alude explíci- reconocimiento de piezas únicas: existe una
tamente a la representación trifacie, ya en Perú, dos en Bolivia y una en Colom-
que podría estarse refiriendo a las tres bia.
personas iguales, en posición sedente, Por su valor para la historia del arte re-
que fue también considerada contra-rito. ligioso, tres de estas obras se exponen hoy
Tanto la forma trinitaria de los tres ros- en museos y las que fueron repintadas en
tros como la de tres personas iguales fue- la época colonial fueron restauradas en el
ron perseguidas y censuradas aquí y allá siglo XX al eliminar los repintes imposto-
por la Inquisición, que intenta hacerlas res y descubrir su verdadera identidad para
desaparecer, sin alcanzar destruirlas to- recuperar su significado y sus aspectos sim-
das, de modo que las que se le salieron bólicos originales. La restauración consiste
de las manos, después de todo, llegaron en la recuperación de los valores estéticos
hasta nosotros. e históricos auténticos de una obra de arte,
Hoy tenemos la posibilidad de tal como la concibió y pintó su autor. Los
apreciar las trinidades trifaciales como Jesús del Gran Poder, La Paz. repintes, además de alterar el tema repre-
documentos extraordinarios y testigos de la época que les dio sentado y su iconografía, suelen ser distinguibles por la calidad
origen. Nos permiten reconocer los momentos iniciales del inferior de la pintura, lo que devalúa las obras y afecta su cali-
culto trinitario, vinculados a las formas de cristianismo ar- dad estética.
caico, que muestran huellas de cultos paganos. Su irrupción, Este es el caso de las Trinidades de Perú y Colombia,
tanto como su desaparición, marcan transformaciones en la que fueron repintadas y restauradas. La peruana, de pintor
imaginación, el simbolismo y la iconografía. La restauración anónimo y origen cuzqueño, está hoy en el Museo de Arte de
de estos cuadros revela la contraofensiva de la iglesia: en Co- Lima, y la colombiana, atribuida al pintor santafereño Grego-
lombia en el siglo XVIII, en Bolivia en el siglo XX. rio Vásquez de Arce y Ceballos, está hoy en el Museo de Arte

62
Colonial de Bogotá. En cambio, las dos trinidades de Bolivia Centro Nacional de Conservación y Restauración del Vicemi-
no fueron repintadas durante la Colonia, con lo que adquirieron nisterio de Cultura en La Paz; pero se opta por conservar los re-
el valor adicional de haber permanecido intactas durante todo pintes de 1930, lo que equivale a renunciar a su restauración.
el período colonial. Una de ellas se conserva hasta el presente; Este es un caso insólito de represión religiosa por parte
la otra fue repintada en el siglo XX. Ambas obras son de pintor de la Iglesia católica en nuestros días, pues este cuadro que
anónimo. La Trinidad del Museo de Charcas en Sucre procede sobrevivió intacto a la Inquisición, en lugar de haber sido res-
de una parroquia del campo. En el caso de la imagen de La Paz, petado y apreciado como tal, y valorado aún más por el hecho
la historia más o menos oficial relata que el lienzo de La Tri- de no haber sido antes intervenido, en cambio fue irrespetado,
nidad del Gran Poder perteneció a la familia Carrión y estuvo desvirtuado y negado. El lienzo de la Trinidad fue repintado
en el convento de clausura de las Concebidas, como parte de por orden del obispo Augusto Schieffer1, quien no se contentó
la dote de la monja Genoveva Carrión. Después de su muerte, con mandar cubrir los dos perfiles, como se había hecho duran-
el lienzo salió y pasó de mano en mano, te la Colonia, sino que aún fue más allá de
por casas particulares y parroquias, y fue lo que dictaminó la Inquisición y ordenó
creciendo su culto desde los años 1920, cubrir el triángulo. Este símbolo no había
para convertirse en la fiesta más impor- sido cubierto en ninguna otra imagen, ni
tante de La Paz. A diferencia de las otras siquiera por orden de la Inquisición, que
obras, este lienzo está en el retablo mayor sólo prohibió los tres rostros y permitió la
de una iglesia de construcción republica- presencia del triángulo como símbolo de la
na, y es venerada por miles de personas, Trinidad. El resultado estético de tapar el
que agrupadas en comparsas danzan en su triángulo deja sin sentido la postura de los
honor. En décadas anteriores, el lienzo sa- brazos abiertos horizontalmente y la posi-
lía en procesión durante las celebraciones, ción de las manos adaptadas para sostener
pero posteriormente se hizo una estatua de el triángulo desde sus extremos, lo que
yeso, que hoy es la que recorre las calles afecta a la figura y altera su lectura y su
con los devotos. unidad formal; queda así una imagen des-
En 1930 esta Trinidad fue trans- figurada, anacrónica y casi grotesca en su
formada de tal manera que perdió total- postura de espantapájaros.
mente su significado; si antes se conocía Este hecho, ya inadmisible en 1930,
como la “Trinidad del Gran Poder”, hoy resulta aún más inaudito en 2002, cuando
se identifica como “Señor o Jesús del gran se impide la restauración en tanto que se da
Poder”. Así perdió el sentido de ser el em- preferencia al repinte falsificador de 1930
blema de la parroquia Santísima Trinidad y no a la imagen original del siglo XVII.
del Gran Poder, donde estuvo desde 1932, En contraste con esta censura mo-
y tampoco tiene sentido que siga siéndolo Santísima Trinidad, Sucre derna, el caso del pueblo de Caquiaviri
de la parroquia Santísima Trinidad “Gran Poder Nuevo”, don- es ilustrativo. Caquiaviri fue un sitio de gran poder espiritual
de hay una réplica en yeso de esta imagen desde los años 1940. prehispánico (Gisbert, 1999), donde se construyó una iglesia
Como si fuera una ironía o una contradicción más de la Iglesia doctrinal cuyos muros interiores se cubrieron con cuatro lien-
católica ante una comunidad que valoró la imagen auténtica, ésta zos coloniales inmensos e impactantes, entre los que se desta-
no es la que se muestra: se le obliga a ver una imagen censurada. ca, por la manifiesta intención de atemorizar, El Infierno. Este
Vale la pena detenerse aquí, porque éste es un hecho cuadro ilustra con cruel minuciosidad y detallado realismo los
único de censura religiosa en el siglo XX. La imagen trifa-
cie, que había sido repintada, fue redescubierta en el año 2002, 1. Folleto Señor Jesús del Gran Poder. Estudio técnico-científico e histórico,
cuando el cuadro recibe tratamiento de conservación en el La Paz.

63
siete pecados capitales y su castigo, que evoca los
instrumentos de tortura utilizados por la Inquisi-
LA RESTAURACIÓN DE LA TRINIDAD DE GRE-
ción e inspira el máximo miedo posible. A pesar GORIO VÁSQUEZ DE ARCE Y CEBALLOS
de tanto esfuerzo por catequizar, los referentes no
dejan de ser europeos, confusos y ajenos a otra La restauración puso en mis manos esta obra de arte colonial como
mentalidad y otro lenguaje que, de todos modos, un regalo con un misterio oculto que yo tendría el privilegio de develar, cuan-
la gente interpreta a su manera mezclada. Nada ni do cumplía un contrato de trabajo en el Centro Nacional de Restauración
nadie ha podido impedir que la gente se vista de del entonces Instituto Colombiano de Cultura. Allí me tocó intervenir como
fiesta y, después de la misa y de la procesión con restauradora en un equipo que tuvo a su cargo la colección Vásquez del Mu-
el cura, tome la plaza con su canto y su música, seo de Arte Colonial. Con motivo de la conmemoración de los 350 años del
su chicha y su coca, se ponga su traje de acuerdo nacimiento del pintor santafereño (1638-1711), el Museo decidió reunir sus
con la tradición de pertenencia de grupo, familia obras en una misma sala que sería inaugurada en agosto de 1988, para lo cual
y danza, y siga bailando, celebrando cada 14 de se dio a la tarea de conservar y restaurar dicha colección.
septiembre o cada 17 de enero las fiestas de Ca- Esta obra ingresó al taller de pintura de caballete el 11 de noviembre
quiaviri. de 1987, bajo el título de El Padre Eterno y Símbolo de la Trinidad, por cuan-
De tal manera, aunque se siga negando una reali- to representaba al Padre portando el triángulo que simbolizaba este misterio.
dad que escapó de sus manos, como si tapando el Se trata de un cuadro de pequeño formato (66,5 cm. x 47 cm.), excepción en
sol con un dedo se pudiera negar su existencia, no la obra de Vásquez, que en su mayoría es de gran formato, salvo los peque-
se logró impedir que las capas más profundas que ñísimos cuadros llamados “Los almorzaderos”.
oculta sigan existiendo, aunque queden invisibles. Su intervención se inició en febrero de 1988 y terminó en junio del
mismo año. Se realizó la documentación fotográfica en diapositivas y en pa-
pel blanco y negro antes, durante y después de cada proceso realizado, así
como una radiografía durante el proceso de limpieza.
Para su conservación, el lienzo se desmontó de su hermoso marco en
madera tallada y dorada (que debió ser limpiado), de su bastidor inadecuado
(que debió ser reemplazado por otro con chaflanes y ensambles de caja y
espiga y en madera inmunizada) y además se despegó de una tabla a la cual
estaba adherido (que acartonaba el soporte e impedía su respiración) a causa
de una intervención anterior. Se consolidó la capa pictórica y con el reentela-
do se devolvió la resistencia mecánica al soporte original. El proceso de lim-
pieza, además de eliminar suciedad acumulada, polvo y restos de insectos,
consistió también en la eliminación del barniz oxidado, que al oscurecerse
opaca la imagen; se realizó por formas y no por cuadrículas, como se hace
comúnmente. La última parte en limpiar fue la cara del Padre.
Al llegar a este punto se empezó por el lado izquierdo (según an-
verso) desde arriba, por el cabello sobre la frente. De repente, se notó que el
cabello desaparecía con facilidad y despejaba una frente originalmente más
amplia. Así, se continuó la limpieza hacia abajo, bordeando el cabello sobre
los contornos de la cara hasta la barba. A medida que se avanzaba, se hacía
más visible la calidad distinta del color: más oscuro, pastoso y opaco, que
evidenciaba los trazos de repinte aplicados sobre el cabello, la barba y la cara
originales del perfil izquierdo. Luego se advirtió que la oreja también era una
superposición de trazos de repinte, por la textura y la apariencia distintas y

64
extrañas al original, y que se desprendía con facilidad. La aten- una sola. De igual modo, dentro del mismo rostro se forma una
ción se detuvo en distinguir esas capas de color sobrepuestas tríada de caras perfectas que se pueden abstraer individualmen-
y en eliminarlas minuciosamente. Una vez terminado el lado te, salvo que carecen de orejas.
izquierdo de la cara, se hizo un alto para observar el resultado Esta revelación no sólo hizo redefinir el título de la obra
de la limpieza en su conjunto, dado que durante el proceso se a La Santísima Trinidad, sino que además permitió reordenar
pierde la perspectiva general porque se adquiere una microvi- la documentación y la trayectoria del lienzo hasta su ingreso
sión pictórica al realizarse el en el Museo de Arte Colonial
trabajo tan cerca a la obra, y de Bogotá en 1955. En efecto,
se descubrió que aparecía un si antes la pintura era atribuida
nuevo rostro de perfil, hasta a Vásquez de Arce y Ceballos
ahora oculto y completamente por razones técnicas y estéti-
inesperado, lo que causó un so- cas, documentos posteriores a
bresalto considerable entre los la muerte del pintor, en 1711,
restauradores presentes. Ahora explican las razones del repin-
se veían tres ojos, dos narices, te y el ocultamiento del triple
dos bocas y dos barbas, que rostro. Se deduce que el pintor
además armonizaban de un representó la Trinidad en una
modo magnífico. Pasado el im- sola persona con tres rostros y
pacto de este descubrimiento, murió antes de la prohibición
se decidió tomar una radiogra- dictada por el Concilio Provin-
fía de la cara, para verificar si cial de Santa Fe, reunido en la
al lado derecho había otro per- capital del Virreinato el 27 de
fil oculto, debajo del cabello, la mayo de 1774, que indujo a
oreja y la barba, y en efecto, así tapar el triple rostro mediante
fue. Se prosiguió entonces con el aumento de cabello y barba
la limpieza del lado derecho, y la adición de orejas, repin-
siguiendo los mismos pasos, o te que equivale a una censura
sea de arriba hacia abajo, y se teológica. Hasta la fecha no se
encontraron las mismas capas conoce otra imagen con estas
de color superpuestas, que au- características en la pintura del
mentaban el volumen del cabe- Virreinato de la Nueva Granada.
llo y la barba y daban forma a
la oreja. De esta manera quedó
al descubierto el perfil derecho,
que está bajo la sombra de la luz cenital que ilumina la figura Santísima Trinidad, Bogotá
del Padre. Ahora teníamos a la vista cuatro ojos, tres narices,
tres bocas y tres barbas. El cuadro restaurado se tensó en el
nuevo bastidor y se montó su marco original.
La imagen reveló así su triple rostro, que había per-
manecido en secreto. Rostro maravillosamente equilibrado en
su ejecución, al punto de emitir una radiación tridimensional.
La destreza pictórica se aprecia al observar el cuadro de lejos,
cuando en un punto del distanciamiento se unen las tres caras en

65
SANTIAGO-RAYO:
ALEGORÍA DE LA
WAK’A COLONIAL
SILVIA RIVERA CUSICANQUI

Si nos imaginamos el territorio La preeminencia de


del imperio Inka como un ma- deidades solares y la noción
cro-kipu sagrado, surcado por trinitaria a la cabeza de un
rutas y apachetas, por wak’as “Dios creador” revelan que el
y adoratorios, la imagen nos dibujo de Sallkamaywa es un
revelaría una geomorfología palimpsesto de las capas más
del espacio andino compuesta recientes –Inka y cristiana– de
por diversas y sucesivas capas. la cosmología nativa. La tota-
¿En cuál de ellas habría que lidad cósmica tiene forma de
ubicar al Rayo? casa, con techo de dos aguas, y
Santa Cruz Pachakuti es en su vértice superior donde
Yamki Sallkamaywa repre- mora Wiraqucha. En este altar,
senta el panteón andino que fundido por los conquistadores
dice haber visto dibujado en como botín de su asalto al Qus-
una plancha de oro del templo qu, el rayo parece estar subor-
de Quricancha. Allí coloca a dinado a fuerzas celestes su-
Wiraqucha como dios crea- periores: estrellas, estaciones,
dor invisible, representado el Sol, la Luna y Wiraqucha.
Descabezadas las deidades del

por un óvalo vacío. Por debajo se sitúan a la derecha el


Sol (Inti) y a la izquierda la Luna (Killa), conformando
una trinidad divina. Luego se ven las estrellas Chask’a-
abuelo (derecha) y Tigrillo-abuela (izquierda), e inme-
diatamente el Verano (derecha) y el Invierno (izquierda).
Debajo del óvalo, una chakana de estrellas en diagonal,
la estrella Olla de Maíz (derecha) y una estrella sin nom-
bre (izquierda) y por fin a la derecha el Rayo (Chuqi Illa
Illapa): tesoro de oro macizo, y a la izquierda el Granizo:
tigrillo de oro macizo (Qasha Chuqi Chimchay).

66
alaxpacha desde el instante mismo de la invasión co-
lonial –con la destrucción masiva de la arquitectura sa-
grada en el Qusqu–, la reformulación emergente de este
choque tuvo un desenlace impensado: las deidades más
antiguas, como el rayo, o los ancestros sagrados, pervi-
vieron en los cultos locales, y se transfiguraron en múl-
tiples versiones, articuladas por una lógica combinatoria
común, para sobrevivir a la imposición cristiana.
La franja inferior del dibujo de Santa Cruz Pachakuti
representa un campo de cultivo sagrado, flanqueado por
los ojos de todos los productos de la tierra (derecha) y
el árbol-mallki (izquierda), antepasado sagrado que a la
vez se reconoce en las comunidades actuales como semi-
lla productiva. Así se consumaba la relación cíclica y fecunda entre la vida y la muerte, que no pudo transformarse en esa imagen
de eternidad disyuntiva, cielo o infierno, con la que los evangelizadores intentaron convencer a los andinos de la omnipotencia y
primacía del dios judeocristiano.
Los iconos sagrados del manqhapacha, sobre los que se asienta la pareja humana qhari (derecha)/warmi (izquierda) re-
tienen para sí a las deidades más cercanas y locales del alaxpacha: los rayos, lluvias, granizos y lagunas de altura. Las estrellas,
la Luna y el Sol se integran también en este cosmos y se transmutan en las vírgenes y cristos de la iconografía popular indígena.
Según los estudiosos, uno de los dioses más antiguos incorporado al panteón Inka se llamó Qhun Ticsi Wiraqucha, el dios de las
comidas. Hoy día, Qhuntiki es el Rayo Mayor de los yatiris, un rayo que puede desdoblarse en otros dos: el ñanqha rayo destructor
y el pacha rayo benefactor. Así se reedita la versión prehispánica de los tres rayos, que menciona Teresa Gisbert, sobre la base
de Bernabé Cobo: Chuqilla, Catuilla e Inti-Illapa. La trinidad no sería entonces una invención Inka, tampoco un invento español
para acomodar las creencias indígenas al modelo trinitario católico. Es más bien el resultado de una activa resignificación, una
semiopraxis que se enraíza en la diglosia y en la combinación, en lo uno y en lo múltiple, en la capacidad de tolerar y articular las
fuerzas antagónicas.
En el penoso proceso de entender el mundo sagrado de los invasores se halla la raíz de la preeminencia que adquirió la
figura del apóstol Santiago, particularmente en su representación ecuestre, para las sociedades indígenas. Desde la visión española,
el apóstol se había transformado de Santiago Matamoros en Santiago Mataindios, y ello se puede ver en los numerosos mitos sobre
su aparición milagrosa en las primeras batallas contra los imperios mesoamericano y andino (Soux, 2001). Desde la visión man-
chada y ch’ixi de los bautizados, Santiago era una “repre-
sentación densa” de la fuerza truculenta y salvaje de las
deidades cristianas y de las cualidades polifacéticas del
poder del rayo. Su capacidad de conectar el arriba con el
abajo y de unir explosivamente las energías masculinas
del Este con las femeninas del Oeste le permitió al rayo
seducir a Santiago, pero también a Santa Warawara, a la
Vírgen de Copacabana y a muchas otras santidades cató-
licas que hoy son invocadas porque pueden controlar y
dirigir sus energías, transformando la sequía, el granizo
y la helada en neblina, lluvia y fertilidad.

67
Fotos página 66: D.G. y E.S. MUSEF y María Luisa Morales, La Paz
Fotos página 67: D.G. y E.S. MUSEF y Museo San Francisco, Potosí

Santiago Mata Moros, Guaqui


Foto: E.S.

68
Tanto para los españoles como para los indios, San- dos, y si fuere lugar decente para ello se edifique allí iglesia, o
tiago se asocia con los metales preciosos, como lo muestra el a lo menos se ponga una cruz. Y si fuere en pueblos de infieles
nombre de “Tesoro de Oro Macizo” que le atribuye Santa Cruz se consulte con el señor Visorrey de estos reynos en su distrito,
Pachakuti. Como toda deidad andina, ésta también fue dual: su y en los demás con los presidente e gobernadores dellos, para
pareja era el Granizo, Tigrillo de Oro Macizo. Estas cualidades que manden proveer en ellos por los inconvenientes que de per-
le permitirían a las deidades de esa franja del cosmos articular- mitirles adoratorios para tornarse cristianos hay, y por la oca-
se, al igual que la Madre Luna, con la nueva realidad colonial sión que es para los ya cristianos de volver a idolatrar.
de la explotación minera y la acuñación de la moneda. En 1532
Estas iglesias se erigieron en el centro de los pueblos de
el cerro P’utuxsi ya era una wak’a, y a pocas leguas de allí, en
reducción. Su inscripción en lugares que articulaban federacio-
la mina de Porco, los Inkas ya explotaban la plata que usaban en nes duales de ayllus con sus autoridades y sus cultos fue un he-
sus emblemas y sacrificios rituales. cho simbólico y material decisivo. Las iglesias de Guaqui, Cara-
Puedo imaginarme al indio Diego Huallpa, una noche buco y Caquiaviri en el altiplano, o Chuchulaya en los valles
de 1545, encendiendo su fuego ceremonial en el Sumaq Urqhu. hacia el oriente, son resultado de una minuciosa representación-
La ofrenda ardió, augurándole suerte y bendiciones de la Pa- reinvención del espacio invadido. En la selección y erección de
chamama. Los hilillos de plata que brotaron eran el regalo, el estos lugares se reinterpretó la geografía sagrada indígena y se
kuti de la wak’a para proteger sus tratos y contratos en el mundo buscaron sitios especialmente poderosos para exorcizar a las
nuevo que comenzaba a habitar. Negoció la plata en el qhatu wak’as y construir sobre ellas las monumentales iglesias del
por un tiempo, pero no tardó en despertar sospechas y, acosado llamado “barroco mestizo”. La wak’a ancestral tenía sus siqis o
por sus compadres y acreedores criollos, confió su secreto a un rutas imaginarias de peregrinaje y culto. Sobre las más visibles
vecino español. No imaginó que la wak’a había despertado con cumbres y apachetas aledañas se erigieron capillas. En ellas
su ofrenda, en su doble condición de catástrofe y de bendición. los indios colocaban Piedras-Rayo, seguramente convenciendo
Quién sabe si fue el aprovechamiento individual del regalo –en al cura doctrinero del pueblo de que algún beneficio habría de
lugar de compartirlo con su comunidad– lo que desató tan rápi- reportarles el que todos se resguardasen de su poder destructor.
da y violentamente al maligno de la wak’a, revirtiendo el buen Abercrombie ha mostrado cómo los siqis o “caminos
augurio. Como los indios eran “feos y vestían trajes curiosos”, de las wak’as” se transformaron en rutas itinerantes hacia el Po-
debían dar una dote más alta para que los evangelizaran. Con tosí colonial, por las que transitaban miles de mit’ayos con sus
la plata llegaron los doctrineros. Sobre las wak’as se erigieron familias y sus llamas. En la Villa Imperial se concentró a estas
iglesias. Una instrucción del Concilio de Lima 1551-2 lo pres- confederaciones y diarquías de ayllus indígenas en torno a igle-
cribe así: sias y capillas, con un sistema de cargos político-religiosos que
articularon las funciones civiles con la fuerza de su papel religio-
Constitución 3ª. Que las guacas sean derribadas, y en el mismo
so aglutinante.
lugar, si fuere decente, se hagan iglesias.
Pero la política de reducciones demostró a la larga ser
Item. Porque no solamente se a de procurar hacer casa e igle- menos exitosa que el proyecto original de Toledo. Pronto la
sias donde Nro. Señor sea honrado, pero deshacer las que estén gente reocupó sus comunidades y llevó a ellas retablos, piedras
hechas en honra y culto del demonio, pues allende ser contra santas e imágenes portátiles que se veneraban junto al rayo, o
ley natural, es un gran perjuicio e incentivo para volverse los se pintaban sobre esas piedras dotatas de los poderes de la tie-
ya cristianos a los ritos antiguos, por estar juntos los cristianos rra. El calendario ritual que giraba en torno a estas imágenes
con padres y hermanos infieles, y a los mismos infieles es gran- imbuyó a los pueblos de reducción de un doble y contradictorio
de estorbo para tornarse cristianos: (fol. 27) Por tanto S.S. ap. poder: eran centros de peregrinación y culto religioso, a la vez
Mandamos que todos los ídolos y adoratorios que hobiere en que espacio nodal en la red de rutas de comercio, recaudación
pueblos donde hay indios cristianos sean quemados y derroca- de tributos y reclutamiento de mit’ayos.
69
La impronta indígena en la reestructuración del territorio colonial permitió articular los espacios sagrados locales en torno
a la wak’a Potosí. Dador de plata y devorador de gente, el Cerro Rico o Sumaj Urqhu era un lugar de peligro, pero también de
oportunidad y abundancia. Sin duda, las onerosas condiciones de trabajo requirieron de transformaciones en el sentido mismo de
los cultos: donde antes se hacía fiesta y borrachera, hoy se rezaba con luto y resignación. La otrora fértil prodigalidad de la Pa-
chamama y de los Uywiris, que florecía en papas, rebaños y tejidos, se trasladó a un espacio de explotación y violencia, de rígidas
diferencias de rango, casta y vestido. En esta nueva sociedad se invocaba la protección de la Virgen o de Cristo para evitar ser pi-
llados robando mineral; imágenes sagradas –como el Cristo de San Pedro– obraron milagros sobre indios atrapados en derrumbes.
La proliferación de imágenes de vírgenes y santos en el interior de los socavones replicaba la identidad ch’ixi de los pueblos de
reducción pero a la vez mostraba con mayor desparpajo su cara diabólica y salvaje.
Espacios intermedios y rituales intermedios habrían permitido conjurar los nuevos peligros y atraer las nuevas formas
de abundancia material: antaño cosechas y rebaños; hoy suerte en la cata de metales, dinero, empresas, inversiones y éxito en los
Foto: E.S.
Foto: D.G. litigios. Los minqas, yanakunas y trabajadores libres, junto a los mu-
chos indios ladinos y mestizos dedicados a los oficios del comercio,
la manufactura y el transporte de mercancías, dieron luz a un am-
plio sector intermedio: el cholaje, transculturación de indio y español
que incluía desde los “indios ladinos” y letrados hasta los mestizos
emprendedores vinculados a aquellos por múltiples lazos de sangre,
sociedad o compadrazgo. Todo ello entretejió la ancha franja ch’ixi,
mediadora y transgresora de los nuevos sistemas de intercambio mer-
cantil, lingüístico y simbólico. Así nació una praxis de relacionali-
dad reversa, resistente a la colonización religiosa y económica. La
reapropiación de imágenes, ritos y cultos católicos, armados así con
nuevas facetas y poderes, constituyó nuestra modernidad y nuestra
“lucha de clases”, tanto en la era colonial como en el akapacha del
capitalismo globalizado.
En los relatos históricos potosinos hay vírgenes y santos de
piedra o de metal, extraídos de la mina, tanto en manos de españoles
como de indios. Pero mientras para los primeros estos hallazgos mi-
lagrosos son convertidos en devociones legítimas, para los segundos
–como es el caso de Diego Iquisi y sus cinco santos de metal–, la mis-
ma conducta se considera idolatría. Otras formas, menos ostensibles,
de estos cultos heterodoxos a los santos-piedra lograron en cambio
pasar desapercibidos y han continuado en nuestros días en las minas
modernas, incluso entre mineros radicales y marxistas como los de
Siglo XX y Catavi.
Lo cierto es que el Cristo y la Virgen entraron en los soca-
vones. Él se convirtió en el Tata Q’ajchu (señor golpeado), versión
solidaria y ctónica del Crucificado, reapropiada por los mineros.

71
En ella se equipara el sufrimiento del hijo de Dios con los DIEGO IQUISI, CONFESOR Y “PORTERO” DE WAK’A,
golpeados cuerpos de los mineros, sus devotos. El Tata CELEBRA MISA1
Q’ajchu y la Virgen, dadores de fuerza y protección, se
desdoblan a su vez en la imagen del Tío, asociado a las A comienzos de los años 1570 un joven sacerdote lla-
fuerzas del manqhapacha, residente permanente de los mado Hernán Gonzáles de la Casa tomó posesión como
huecos y “cruceros” de los socavones. Mientras la Vir- doctrinero de los pueblos de Toropalca y Caisa, donde
gen y el Tata Q’ajchu salen periódicamente de la mina y trabajó siente años. En algún momento de ellos a Gon-
záles de la Casa le llegaron noticias de que en su distrito
en las procesiones del sábado de Carnaval, para retornar seguía practicándose un culto idolátrico: con su alcalde,
a ella el Jueves de Compadres, el Supay o Tío es una un escribano y un fiscal se puso a deshacerlo, dirigién-
imagen de barro y de metal, asentada para siempre en su dose a través de un rodeo al lejano valle de Caltama, a
altar, desde que fue moldeada directamente por quienes fin de coger por sorpresa a los idólatras. Lo que descu-
descubrieron la veta, sobre un núcleo de metal puro, con brió parece a primera vista totalmente precolombino:
la lama y la tierra mineral del socavón. encontró un santuario nativo donde un dirigente reli-
gioso llamado Diego Iquisi (identificado como un punku
La nueva trinidad indígena/católica de las minas kamajuq o “portero” de una wak’a) era reverenciado
ha formado así un ciclo rotativo de cultos, en los que las como un gran brujo.
fuerzas del Bien y del Mal se yuxtaponen y combinan, En la comunidad misma de Caltama numerosos “indios
otorgando dádivas o castigos en una alternancia media- paganos” vivían con sus hijos todavía no bautizados. Re-
da por el rito y la borrachera. Los habitantes del barrio sultaba que Diego Iquisi celebraba sacrificios en honor
de cinco ídolos. Hallando la sangre y huesos de ani-
de San Pedro participan en el carnaval minero y el Tata males y de lo que creyó ser niños, Gonzáles de la Casa
Qaqchu sale de la mina con su esposa, la Mama Cande- investigó el culto de Iquisi, descubriendo que la wak’a
laria; ambos van en andas en procesión bailada por las o capilla donde se guardaban los ídolos, era un centro
calles de la ciudad. Cientos de bailarines en comparsas de “novenas” (ritos calendáricos) y “romerías” (proce-
de Morenos, Diablos, Tinkus, Mineritos y Mit’ayos le siones peregrinatorias nativas). Ahora bien, Caltama se
rinden culto público a estas imágenes duales, ch’ixis y encontraba cerca tanto de Porco como de Potosí y los
cinco ídolos de Iquisi se relacionan en su totalidad con
heterodoxas, un auténtico reverso a las nociones de lo las minas. El ídolo principal, llamado Tata Porco, era
sagrado del catolicismo. un gran pedazo de plata nativa del cerro y de la mina de
El Tata Q’ajchu se representa también en la Porco; los cuatro restantes también llevaban nombres de
imagen del Cristo en la Columna, que es patrimonio de cerros mineros, de donde probablemente procedían. Es
la parroquia minera de San Pedro. Se interpretan sus he- muy probable que Iquisi descubriera la morada clandes-
tina de los ídolos cuando se los guardaba en las minas
ridas como otras tantas bocaminas del cerro, una idea de mismas cuyos nombres llevaban; quizás había encon-
inmolación pero a la vez de sacrificio ritual. Se constitu- trado los ídolos con los que en 1535 Manco Inca había
ye así un taypi en el que se confrontan las fuerzas bene- desviado a Diego de Almagro hacia Chile.
factoras del arriba-afuera con las fuerzas peligrosas pero Ya se habían destruido muchas wak’as principales incai-
fértiles del abajo-adentro. En el alaxpacha está el Cristo cas; gran parte de los centros de culto situados en cen-
de la eucaristía. En el manqhapacha está el Tío, repre- tros administrativos incaicos habían sido abandonados
en forma coetánea con el flujo de mitayos que peregrina-
sentado siempre como figura diabólica, con cuernos y ban por los caminos del Inca; pero sean cuales fueren en
un enorme sexo erecto. Al centro la Virgen y el Tata otras partes las quiebras de la vida social precolombina,
Q’ajchu son los mediadores, los diablos domesticados. puede ser que en la segunda mitad del siglo XVI estos
Una noción de “bien” o de “justicia” más abstracta pare- ídolos particulares mantuvieran su vigencia gracias a su
ce haberse configurado. Entre ese mundo de afuera y de concentración minera. Estos ídolos y el culto de Iquisi a
ellos atraía peregrinos de “Cochabamba y toda la pro-
luz y las profundidades oscuras de los socavones, ambos vincia de los Charcas, Caracaras, Yamparaes, Chichas,
protegerán a sus devotos de los derrumbes y accidentes, Yuras, Visisas, Asanaques, Carangas y Chuyes”. Centro
mientras el Tío, dueño de los metales del manqhapacha, de culto importante, esta wak’a era una adecuada con-
retribuirá sus ritos con vetas y minerales de alta ley. traparte clandestina del movimiento centrípeto de los mi-
72
tayos coloniales; con todo, debemos preguntarnos a qué
tipos de prácticas se dedicaban los andinos instruidos en EL GRAN PODER DE LO PEQUEÑO
el catolicismo reduccional bajo la conducción de Iquisi. Lo que hemos visto revela el empequeñeci-
En primer lugar, parece que los peregrinos llegaban a
la capilla para fines de adivinación, para consultar a los miento (jisk’achasiña) de las deidades tutelares indí-
dioses sobre lo que les podía deparar el futuro y, luego, genas. Las enormes configuraciones rocosas y piedras
para celebrar sacrificios relacionados con otros ciertos santas que rodeaban a los phujus de las wak’as pre-
ritos destinados a purificarlos de los pecados y a restable- hispánicas se habían convertido en santos portátiles,
cer el equilibrio en su relación con los dioses, de manera
que –hemos de suponer– les concedieran unos futuros percibidos por los sacerdotes como séquito y desdo-
benignos. La declaración de Juan Pérez, un notario apos- blamiento de sus personas únicas, todas ellas subor-
tólico familiarizado con la documentación extirpatoria, dinadas a la suprema voluntad de la Trinidad Divina.
completa algunos detalles:
Para los indios, en cambio, la idea abstracta de Dios no
…información tomada contra él y por su confesión existía, o a lo sumo se manifestaba en Cristo, su hijo.
[muestra] que era un afamado hechicero e invoca- Los cristos, las vírgenes y los santos se refugiaron en
dor del demonio, un sacerdote idólatra que confe- imágenes pequeñas, dotadas de la fuerza antigua de
saba a los indios, imponiendo penitencias a los que
confesaba. A éstos lavaba en las corrientes de los la piedra o del metal. Esto expresa con el mayor rigor
ríos, tomando arena del río y echándola a sus es- la verdadera dureza de la visión indígena del mundo.
paldas, tras lo cual sus pecados quedaban lavados. A través de ellas se articuló otro lenguaje: el de las
Y les hacía entender que decía misa y que estaba illas protectoras, dadoras de abundancia y suerte. Así,
facultado para decirla; y sacrificaba ovejas y cuyes
y algunos niños, como declaran testigos después el metal, illa de la plata –y del estaño, zinc o plomo–
de ver los huesos que el sacerdote encontró. [Iquisi circula ahora en forma de ofrenda mutua, otorgada por
celebró] éstas y otras supersticiones contra nuestra su dueño, el Tío (Absi 2005). Volver a ese mundo sal-
Santa fe Católica y dijo que predicaba a los indios
por mandato del demonio, con el que dijo haber co- vaje e indomesticado –al que habían sido condenadas
municado, todo lo cual parece haber sido de gran las diosas dadoras de fertilidad y vida y los achachilas
escándalo en toda la provincia de los Charcas. protectores– es un acto consciente entre los cooperati-
A este Diego Iquisi parece acudían los indios de vistas mineros de Potosí hoy en día. En el momento de
Charcas, Caracaras, Chuyes, Carangas, Yamparas
y Chichas a consultar con el demonio y descubrir si realizar la sangrienta ofrenda de la wilancha en los so-
morirían de sus enfermedades, o si sus granjerías cavones –precisamente el día de Espíritu (Pentecostés
y convenios y plantaciones tendrían buen o mal fin. en el calendario católico)–, los mineros comparten la
Y él los llevaba a celebrar novenas y romerías a la carne de la víctima, asada pero sin sal. La abstención de
guaca; y les hacía ayunar y reverenciarla como a
un dios, lo mismo que al sol y a la luna y al dios de sal es el signo característico de los chunchus, hombres
la lluvia y de los relámpagos (AGI, Ch., 79). salvajes de la antigüedad o seres contemporáneos que
habitan las selvas recientemente conquistadas. Los pri-
Aun donde Gonzáles de la Casa y sus testigos trataban de
retratar a Iquisi y a sus secuaces como paganos, abundan meros vienen en forma de espíritus –saxras, ñanqhas,
las claras referencias a la usurpación que Iquisi hacía de supayas– y los segundos son simbolizados como dan-
las funciones sacerdotales católicas. Para empezar, era zantes en las fiestas patronales y en las leyendas que
Diego Iquisi, con seguridad un indio bautizado. Además, conjuran sus fuerzas malignas y las convierten en señal
este hechicero, que de alguna manera “se comunica con
el demonio”, también celebraba confesiones, señalaba de abundancia y despilfarro.
penitencias y purificaba el río de los pecados a sus
seguidores. ¿Se trataba de prácticas cristianas? No nos
es posible afirmar esto categóricamente, pues los andinos
precolombinos practicaban ciertas formas de confesión y

73
LAS TRANSMUTACIONES
DE UN SANTO de purificación de los pecados; pero los punku kamayuqs
precolombinos no se llamaban Diego ni inducían a sus
Santiago ha llegado a ser una fuerza aliada de seguidores a creer que celebraban la misa ni que tenían
los indios en las guerras simbólicas y en las revueltas facultades para hacerlo. Para los españoles del siglo XVI,
colectivas. Allí el illapa se transformó en q’urawa, y cuando alguien que no era un sacerdote ordenado realizaba
la piedra en proyectil. Su poder y su energía dejaron tales cosas o manifestaba tales pretensiones, se trataba
con certeza de la obra del demonio, tal como parece haber
un tendal de muertos, y es posible que la definitiva aparecido la práctica de Iquisi a sus extirpadores, siendo
inscripción de Santiago en el panteón indígena se una peligrosa burla y una amenaza a la autoridad de Dios y
hubiera producido con la gran rebelión de 1780-81. de la Iglesia.
En esta probanza los testigos caracterizaron los ritos cele-
Aunque ésta es sólo una hipótesis, habría que indagar brados en Caltama como confesiones, penitencias y absolu-
por qué la única parroquia dedicada a su advocación ciones; pero también como novenas y romerías, ritos todos
en Potosí se halla hoy derruida –a raíz de un incendio ellos que para los españoles iban asociados con la celebra-
en 1789–, y nunca fue reconstruida, a diferencia de ción anual fija de los santos milagrosos. Pero esos ídolos
eran una materia conveniente para el fundidor. Gonzáles se
otras que sufrieron similares calamidades. Ha desapa- los llevó y en el sitio de la capilla levantó un “humilladero”
recido también la Orden de Caballeros de Santiago, y o capilla al aire libre en el que los indios pudieran adorar
actualmente no hay cultos públicos prominentes para a Cristo crucificado. Cuando presentó su probanza, veinte
él en Potosí, salvo en la localidad cercana de Chaquí, años después de los sucesos, decía que los indios ahora se
mofaban de sus antiguos ídolos y se dedicaban devotamente
la antigua capital de la parcialidad Qaraqara. Su culto a la práctica cristiana.
pervive en cambio en decenas de pueblos de reduc- Cuando Gonzáles se llevó a los idólatras juntamente con
ción y nuevos pueblos de habla aymara y qhichwa los ídolos y sus preciosos adornos, unos indios alzados le
atacaron y abuchearon, revelando por lo menos uno de los
del altiplano y valles interandinos: Santiago de Waqi, milagros realizados por el mayor de los ídolos, el Tata Porco
Santiago de Wat’a, Santiago de Qallapa, Santiago de de plata. Querían saber por qué Gonzáles se lo llevaba,
Quime, Santiago de Qalamarca, y aun en el barrio de amenazando con matarlo si no les devolvía su Tata Porco,
“relocalizados” mineros de Santiago II en El Alto. En el dios que les había dado la victoria sobre los chichas.
Gonzáles se salvó de la lluvia de flechas y de piedras que le
ocasión de sus fiestas, el baile que domina en estas arrojaban desde la cumbre; pero según afirma, estuvo cerca
localidades es la Morenada, una alegoría compleja de morir cuando lo envenenaron con un brebaje maléfico de
que representa a Reyes Morenos y Chinas Morenas, poderosas hierbas. Sobrevivió solamente porque una india
además de otras diversas figuras, con rasgos negroides pudo anular el hechizo con un antídoto que le hizo vomitar
“un manojo de gusanos del tamaño de una nuez”. Gonzáles
y vestimentas espectaculares. Una hipótesis planteada creyó, ya que no en los poderes de los ídolos, por lo menos
por María Luisa Soux para explicar esta concentra- en los de Iquisi.
ción de Morenadas en torno a Santiago es que los mo-
ros que pisotea son ahora los Morenos que bailan en
su honor (Soux 1994, 2001; entrevista, 15-01-2010).

1
. Tomado de “El nuevo paisaje colonial de la memoria an-
dina”, en Abercrombie, 2005, pp. 337-341

74
LA IDOLATRÍA ESPAÑOLA (ARZÁNS DE ORSÚA Y VELA)2 El diccionario español de Covarrubias confirma que la
palabra “Moro” es un apócope de “Moreno”. La danza
Por el mes de febrero de este año de 1566, entrando acaso entonces representaría el levantarse del esclavo y la re-
a la mina nombrada Cotamito un minero español con dos
negros y cuatro indios a buscar algún razonable metal, versión de los poderes del rayo en beneficio de la víctima,
toparon con un gran trozo: hicieron la quiebra, y dentro ha- transformada ahora en vencedora. El empequeñecimien-
llaron formada de naturaleza una hermosísima cruz de plata to es seducción: la Iglesia de Guaqui se ha transformado
blanca en seguidas y delgadas hebras, y en los brazos y pies en matraca en manos de las bailarinas y bailarines de la
unas listas de color rosicler. Servíale de peaña un globo
pequeño a manera de una lima, en cuyo pezón se levantaba Morenada: Illa y Wak’a a la vez, la iglesia ha quedado,
la santa cruz del género de metal que llevo dicho, siendo el literalmente, en nuestras manos.
de la peaña de color bermejo con muchas listas de varios
géneros de metal todos de plata. El tamaño de la cruz era de
una tercia, aunque otros dicen media vara, y la peaña dicen
otros era del tamaño de una cabeza grande de hombre: que
en muchas noticias ordinariamente no son fáciles de con-
certar los autores en las circunstancias. Fue cosa admirable
en toda la Villa la hallada de esta preciosa joya: inestima-
ble prenda, sagrada insignia de nuestra redención y arma
segura y fuerte para defensa de nuestros enemigos que quiso
Dios formase naturaleza de precioso metal en las entrañas
de este rico Cerro. Tuviéronlo todos por feliz presagio de
que volvería la divina y poderosa mano a dar nuevamente
al Cerro abundantísima riqueza, como sucedió después, que
sin más intercadencias se continuó la saca de poderosos
metales. Esta preciosa cruz fue llevada a España como obra
especial de naturaleza, y que la tienen en Barcelona en el
convento de San Agustín.
A los dos meses que fue hallada esta preciosa cruz, en la
mina de Centeno, quebrando un gran trozo hallaron una
plancha de metal blanca, redonda como una luna cuando
se muestra llena. En ella se veía obrada de naturaleza una
imagen de la Concepción de Nuestra Señora la Virgen Santa
María, con el rostro y ojos levantados para arriba y las ma-
nos arrimadas al pecho. Cosa por cierto admirable ver esta
imagen formada de menudísimas líneas de plata blanquísi-
ma, con tanta perfección que ni el más aventajado artífice
del orbe la pudiera imitar en obra. Esta preciosa imagen fue
colocada en la misma mina donde se halló, en lugar decente
en un nicho de plata, a quien los indios y mineros veneraban
con suma devoción, y así de día como de noche le tenían sus
velas encendidas. Pagábales la divina señora la devoción
Fotograma del vídeo Fin de Fiesta
que tenían a su imagen, librándolos de grandes peligros en
que a cada paso se ven en las minas. Allí estuvo hasta el año
de 1612 que Carlo Corzo de Cesa, alcalde mayor de minas
de este riquísimo Cerro, mostrándose celoso de la devoción
(si no fue de la codicia), diciendo no ser decente aquel lugar
para tan preciosa imagen se la llevó a su casa, y sin duda
le daría algún cajoncillo por nicho, pues de allí a algunos
2
. Tomado de “De cómo fueron hallados en las minas del rico cerro admirables
secretos obrados de naturaleza”, en Arzáns de Orsúa y Vela [1736] 2009, pp.
meses se fue a España con ella. (…) 73-75.

75
FUENTES BIBLIOGRÁFICAS
Más allá de la mención bibliográfica, queremos destacar la deuda intelectual de El Colectivo con el
trabajo pionero de Teresa Gisbert, que inspiró ricos debates internos y nos impulsó a una comprensión
intercultural de las representaciones andinas de lo sagrado.

ABERCROMBIE, Thomas ARNOLD, Denise; JIMÉNEZ AREQUIPA, Domingo y YAPITA, Juan


Caminos de la memoria y del poder. Etnografía e historia de Dios
en una comunidad andina. La Paz: IFEA-IEB-ASDI, 2005. Hacia un orden andino de las cosas. La Paz: Hisbol e
ABSI, Pascale ILCA, 1992.
Los ministros del diablo. El trabajo y sus representaciones en ARZÁNS DE ORSÚA Y VELA, Bartolomé
las minas de Potosí. La Paz: IRD, IFEA y Fundación PIEB, Relatos de la Villa imperial de Potosí. Selección,
2005. introducción y cronología de Leonardo García Pabón. La
ACOSTA, Nicolás Paz: Plural, 2000.
Guía del viajero en La Paz. La Paz: Imprenta de la Unión ASSADOURIAN, Carlos Sempat
Americana, 1880. “La producción del mercancia dinero en la formación del
AHARONIÁN, Coriún mercado interno colonial. El caso del espacio peruano,
Conversaciones sobre música, cultura e identidad. siglo XVI”, en Enrique Florescano (comp), Ensayos
Montevídeo: Tacuabe, 2005. sobre desarrollo económico de México y América Latina.
México: FCE, 1979.
ALARCÓN, Ramón H.
La otra España del temple. Barcelona: Martínez Roca, 1988. BARRAGÁN, Rossana
“Entre polleras, lliqllas y ñañacas. Los mestizos y la
ALBÓ, Xavier y PREISWERK, Matias emergencia de la tercera república”, en Silvia Arce et al.
Los Señores del Gran Poder. La Paz: CTP- TOC, 1986. (comps.), Etnicidad, economía y simbolismo en los Andes.
ANDERSON, Benedict La Paz: HISBOL-IFEA-SBH-ASUR, 1992.
Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la BARTHES, Roland
difusión del Nacionalismo. México: FCE, 1983. Lo obvio y lo obtuso. Imágenes, gestos, voces. Barcelona:
ARANDA JIMÉNEZ, Gonzalo y ESQUIVEL GUERRERO, José Paidós, [1986] 1995.
Antonio BENJAMIN, Walter
“Ritual funerario y comensalidad en las sociedades de La obra de arte en la época de su reproductibilidad
la edad del bronce del sureste peninsular: la cultura del técnica. México: Itaca, 2003.
Argar”. Trabajos de Prehistoria. nº 2, 2006, p. 63.
BERGER, John
Arduz Ruiz, Marcelo Modos de ver. Barcelona: Gustavo Gili, 1978.
“Remotos orígenes de la festividad del Gran Poder”.
Opinión, 11 mayo 2002. BERTONIO, Ludovico
Vocabulario de la lengua aymara. Cochabamba: CERES,
ARNEZ, Marco [1612] 1984.
“Las montañas sí cambian. Apuntes sobre cambio
climático, colonialismo y cine boliviano”. El Colectivo. La BIGENHO, Michelle
Paz, nº 2, 2009. “Para repensar el mestizaje boliviano a través del folclore”.
Ponencia presentada al Cuarto Congreso de la Asociación
ARNOLD, Denise; YAPITA, Juan de Dios y ESPEJO, Elvira de Estudios Bolivianos. Sucre, 2006.
Hilos sueltos: los Andes desde el textil. La Paz: Plural e
ILCA, 2007. BOURDIEU, Pierre
El sentido práctico. México: Siglo XXI, 2007.
ARNOLD, Denise y YAPITA, Juan de Dios
Río de vellón, río de canto. Cantar a los animales, una Bouysse-Casagne, Thérése
poética andina de la creación. La Paz: HISBOL, 1998. La identidad aymara: una aproximación histórica. La Paz:
CERES-IFEA, 1987.

76
BOUYSSE-CASAGNE, Thérése Dirección General de Patrimonio Cultural, CNCRBCM
Lluvias y cenizas. Dos Pachacuti en la Historia. La Paz: Señor Jesús del Gran Poder: Estudio Técnico-Científico e
HISBOL, 1988. Histórico. La Paz: Viceministerio de Cultura, 2004.
BOUYSSE CASSAGNE, Therése; PLATT, Tristan; HARRIS, Olivia y DUSSEL, Enrique
CERECEDA, Verónica Marx y la modernidad. Conferencias desde La Paz. La Paz:
Tres reflexiones sobre el pensamiento andino. La Paz: mimeógrafo, 2008.
HISBOL, 1987. DUVIOLS, Pierre
BUNTINX, Gustavo La destrucción de las religiones andinas (invasión y colonia).
“Communities of sense, communities of sentiment: México: UNAM, 1977.
Globalization and the Museum void in an extreme periphery”, ESCOBAR, Ticio
en Ivan Karp, Corinne Kratz et al. (eds.), Museum frictions. El mito del arte el mito del pueblo. Cuestiones sobre arte
Durham: Duke University Press, 2006. popular. Santiago de Chile: Metales Pesados, 2008.
CALANCHA, Antonio de la ESPINOZA SORIANO, Waldemar
Crónica moralizadora (Páginas selectas). La Paz, Ministerio Temas de etnohistoria boliviana. La Paz: CIMA, 2003.
de Educación, Bellas Artes y Asuntos Indígenas [1621] 1939.
ESTERMANN, Josef
CAMACHO S., William Filosofía andina. Estudio intercultural de la sabiduría
“Crónica de una victoria anhelada”. La lagartija emplumada. autóctona andina. Quito: Abya Yala, 1998.
Revista de Literatura. La Paz, nº 2, 2004.
ESTERMANN, Josef
Centro Nacional de Restauración “Apu Taytayku: Implicaciones Teológicas del Pensamiento
Entre el Infierno y la Gloria. Restauración de dos lienzos Andino”, en www.cvxmagis.com/magis/login/index, febrero
monumentales. Templo de Carabuco. La Paz: Viceministerio 2010.
de Culturas, 2003.
FAJARDO DE RUEDA, Marta
CERECEDA, Verónica Oribes y plateros en la Nueva Granada. Catálogo de la
“Aproximaciones a una estética andina: de la belleza al exposición. Museo de Arte Religioso. Bogotá,1990.
tinku”, en Bouysse-Casagne, et al., Tres reflexiones sobre el
pensamiento andino. La Paz: HISBOL, 1987. FERNÁNDEZ OSCO, Marcelo
La ley del ayllu: práctica de jach’a justicia y jisk’a justicia
CERRÓN PALOMINO, Rodolfo (justicia mayor y justicia menor) en comunidades aymaras. La
Quechumara. Estructuras paralelas del quechua y el aimara. Paz: PIEB, 2004.
Cochabamba y La Paz: UMSS-Plural-PROEIB Andes, 2009.
FERNÁNDEZ JUÁREZ, Gerardo
CIEZA DE LEÓN, Pedro de El banquete aymara. Mesas y yatiris. La Paz: HISBOL, 1995.
Crónica del Perú. El señorío de los Incas. Anotada y
actualizada por Franklin Pease. Caracas: Biblioteca Ayacucho, GARCÍA CANCLINI, Néstor
[1555] 2005. Culturas híbridas. Estrtegias para entrar y salir de la
modernidad. México: Grijalbo, 1989.
CIEZA DE LEÓN, Pedro de
El señorío de los Incas. Madrid, Revista 16. Ed. Manuel GARCÍA VALDÉS, Celsa Carmen
Ballesteros, 1985. “Fiesta y poder en los virreinatos americanos” en http://www.
unav.es/griso/docs/coloquios/pasados/Barroco_IV/26_Garcia_
CONDORI, Leandro y TICONA, Esteban Valdes.pdf, enero 2010.
El escribano de los caciques apoderados. La Paz: HISBOL y
THOA, 1992. GIL TOVAR, Francisco
La obra de Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos. Colección
CORSO CRUZ, Cristóbal de obras. Bogotá: Museo de Arte Colonial, Colcultura, 1996.
Fiestas Tradicionales de Potosí. Potosí: Tupaj Katari, 2007.
GIRALDO JARAMILLO, Gabriel
COSTA DE LA TORRE La Miniatura, La Pintura y El Grabado en Colombia. Bogotá:
Estudio histórico biográfico. El archivo y la biblioteca de Instituto Colombiano de Cultura, 1980.
Nicolás Acosta en Estados Unidos. La Paz: Universo, 1970.
GIRAULT, Louis
CSUTCB Rituales en las regiones andinas de Bolivia y Perú. La Paz:
http://www.puebloindio.org/CSUTCB3.html, enero 2010. Don Bosco, 1988.

77
GISBERT, Teresa HARRIS, Olivia
La fiesta en el tiempo. La Paz: Unión Latina, 2007. “Phaxsima y qullqi. Los poderes y significados del
GISBERT, Teresa dinero en el norte de Potosí”, en O. Harris, B. Larson y
“El cielo y el infierno en el mundo virreinal del sur E. Tandeter (comps.), La participación indígena en los
andino”, en Norma Campos Vera (comp.), Memoria del II mercados surandinos: Estrategias y reprodución social,
encuentro Internacional. Barroco y fuentes de la diversidad siglos XVI a XX. La Paz: CERES, 1987.
cultural. La Paz: Viceministerio de Cultura, Unión Latina y JÁUREGUI CORDERO, Juan y otros
UNESCO, 2004. Sorata. Historia de una región 1870-1930. Prefectura de
GISBERT, Teresa La Paz: UMSA e IFEA, 1991.
El Paraíso de los Pájaros Parlantes. La Imagen del otro en KOGAN, Liuba
la cultura andina. La Paz: Plural y UNSLP, 1999. “La insoportable proximidad de lo material: cuerpos
GISBERT, Teresa e identidades en las ciencias sociales”. Debates en
Iconografía y mitos indígenas en el arte. La Paz: 1984. Sociología. Lima, PUCP, n° 32, 2008.
GISBERT, Teresa KRISTEVA, Julia
“El ídolo de Copacabana. La Virgen María y el mundo Esa necesidad de creer. Un punto de vista laico. Buenos
mítico de los aimaras”. Yachay. Revista de Cultura, Aires: Paidós, 2009.
filosofía y teología. Vol. 1, nº1, 1984a. KRISTEVA, Julia
GLAVE, Luis Miguel Los poderes de la perversión. Buenos Aires: Siglo XXI,
Trajinantes. Caminos indígenas en la sociedad colonial. 1988.
Lima: Instituto de Apoyo Agrario, 1989. La Santa Biblia. El Paso: Mundo Hispano, 1989.
GROSSO, JOSÉ LUIS LAYME PAIRUMANI, Félix
“Cuerpo y modernidades europeas. Una mirada desde Diccionario bilingüe aymara-castellano. El Alto: Consejo
los márgenes”. Boletín de Antropología. Universidad de Educativo Aymara, 2004.
Antioquia, vol. 19, n° 36, 2005. LEMH, Zulema y RIVERA, Silvia
GROSSO, JOSÉ LUIS Los artesanos libertarios y la ética del trabajo. La Paz:
“El revés de la trama. Cuerpos, semiopraxis e THOA, 1988.
interculturalidad en contextos poscoloniales”, en LÓPEZ MENÉNDEZ, Felipe.
Arqueología suramericana, Universidad del Cauca, vol. 3 El Arzobispado de Nuestra Señora de La Paz. La Paz:
n°2, 2007. Imprenta Ayacucho, 1949.
GUAMÁN POMA DE AYALA, FELIPE (WAMAN PUMA) LÓPEZ VIGIL, José Ignacio
El primer Nueva Corónica y buen gobierno. Ed. John Radio Pío XII: Una mina de coraje. Quito: ALER-Pío XII,
Murra y Rolena Adorno. México: Siglo XXI, [1615]1980. 1985.
GUTIÉRREZ, JAIME LUNA, Rogelio
Revelaciones. Pintores de Santafé en tiempos de la colonia. “La naturaleza de las emociones desde la perspectiva
Catálogo de la exposición. Bogotá: Banco de la República, sociológica”, en Celia del Palacio Montiel (coord.),
1989. Cultura, comunicación y política. Guadalajara: Universidad
HALLBWACHS, MAURICE de Guadalajara, 2002.
Los marcos sociales de la memoria. Madrid: Anthropos, MAMANI RAMÍREZ, Pablo
2004. El rugir de las multitudes. La fuerza de los levantamientos
HALLBWACHS, MAURICE indígenas en Bolivia. La Paz, Aruwiyiri y Yachaywasi:
“La memoria colectiva y el espacio” en Mimeógrafo, 2004.
traducción de Silvia Rivera. La Paz: Aruwiyiri, [1950] MARTÍNEZ, Gabriel
1997. Espacio y pensamiento I. Andes meridionales. La Paz:
HARRIS, OLIVIA HISBOL, 1989.
“De la symétrie au triangle: Transformations symboliques MARZO, Jorge Luis
au nord de Potosí”. Annales. Paris, E.S.C. 33, 1978, pp. 5-6 “Política Cultural del Gobierno Español en el Exterior

78
(2000-2004)”. Desacuerdo 2. Barcelona, Arteleku, DFG, ORIHUELA, Juan Carlos
MACBA y UNIA, 2005. “La peregrinación vigilante. Tendencias de la narrativa
MAUSS, Marcel boliviana de la segunda mitad del siglo XX”, en Blanca
“Las técnicas del cuerpo” (1934), en J. Cray y S. Kwinter Wietuchter et al., Hacia una crítica de la Literatura en
(eds.), Incorporaciones. Madrid: Cátedra, 1996. Bolivia. La Paz: PIEB, 2002.
MAZUREK, Hubert PAPINI, Giovanni
Espacio y territorio. Instrumentos metodológicos de El diablo. México: Alamah Clásicos, 2002.
investigación social. La Paz: IRD y U-PIEB, 2006. PAREDES MUÑOZ, Ana María
MENDIETA PACHECO, Wilson “¡Jallala Jilïri!” Irrupción del campesino aymara ante la
Potosí-Bolivia. El monedero de los Andes. Potosí: s.p.i., 2002. crisis de la justicia burguesa el caso de Chocorosi”. Tesis
inédita en Sociología. UMSA, La Paz, 1984.
MERCADO, Melchor María
Álbum de paisajes, tipos humanos y costumbres de Bolivia, PLATT, Tristan
1841-1869. La Paz: Banco Central de Bolivia, ANB-BNB, Espejos y maíz. Temas de la estructura simbólica andina.
1991. La Paz: CIPCA, 1976.
MONTECINO AGUIRRE, Sonia PLATT, Tristan
Madres y huachos. Alegorías del mestizaje chileno. “Entre ch’axwa y muxsa. Para una historia del pensamiento
Santiago de Chile: Catalonia, 2007. político aymara”, en Therése Bouysse, et al., Tres reflexiones
sobre el pensamiento andino. La Paz: HISBOL, 1987.
MORALES ASCENCIO, Helí
“El psicoanálisis y los tiempos modernos”, en Morales PLATT, Tristan
Ascencio, Helí, et al., El tiempo, el psicoanálisis y los Los guerreros de Cristo. Cofradías, misa solar y guerra
tiempos. México: Fundación, 1993. regenerativa en una parroquia andina. La Paz: ASUR y
Plural, 1996.
MOULD DE PEASE, Mariana y RODRÍGUEZ, Jorge Miguel
“La memoria perdida del Perú”, en VV. AA., La tutela QUESADA, Vicente
del Patrimonio Culturali in caso di conflitto, Collana Crónicas Potosinas. Vol. I. Potosí: Sociedad Geográfica y
Monografica Mediterraneum. Tutela e valorizzazione dei de Historia, 1950.
beni culturali ed ambientali a cura di Fabio Maniscalco, QUISBERT, Pablo
Nápoles, en http://web.tiscalinet.it/osservatoriobc/articoli. “Servir a Dios o vivir en el siglo: la vivencia de la
htm, 2002, 12 de diciembre, 2009. religiosidad en la ciudad de La Plata y la Villa Imperial
MÚJICA PINILLA, Ramón (siglos XVI-XVII)”, en Andrés Eichman y Marcela Inch
“El niño Jesús inca y los jesuitas en el Cusco virreinal”. En (eds.), La construcción de lo urbano en Potosí y La Plata,
www.seacex.es/Spanish/Publicaciones/127/peru_15_nino. siglos XVI-XVII. Sucre: MCE, ABNB, Fundación Cultural
pdf, 15 de marzo, 2010. del BCB, 2008.
MURATORIO, Blanca RAMOS GAVILÁN, Alonso
“Nación, Identidad y Etnicidad: Imágenes de los indios Historia de Nuestra Señora de Copacabana. La Paz:
ecuatorianos y sus imagineros a fines del siglo XIX”, en Academia Boliviana de la Historia, [1621] 1976.
Imágenes e Imagineros. Representaciones de los indígenas RIVERA CUSICANQUI, Silvia
ecuatorianos, siglos XIX y XX. Quito: FLACSO, 1994. “Violencia e interculturalidad. Paradojas de la etnicidad en
MURRA, John V. Bolivia”. Willka. El Alto, nº2, 2009.
Formaciones económicas y políticas del mundo andino. RIVERA CUSICANQUI, Silvia
Lima: IEP, 1975. “Ch’ixinakax utjiwa. Sobre prácticas y pensamientos
NASH, June descolonizadores”, en Mario Yapu (ed.), Modernidad y
Comemos a las minas y las minas nos comen a nosotros. pensamiento descolonizador. Memoria del Seminario
Dependencia y explotación en las minas de estaño Internacional. La Paz: PIEB, IFEA, 2006.
bolivianas. Buenos Aires: Antropofagia, 2008. RIVERA CUSICANQUI, Silvia
NUMHAUSER, Paulina “El mito de la pertenencia de Bolivia al mundo occidental:
Mujeres indias y señores de la coca. El Cuzco y Potosí en réquiem para un nacionalismo”. Temas Sociales. La Paz,
el siglo XVI. Madrid: Cátedra, 2005. IDIS, nº 24, 2003.

79
RIVERA CUSICANQUI, Silvia hipótesis de trabajo”. Estudios Bolivianos. La Paz, n° 10,
“Construcción de imágenes de indios y mujeres en la 2001.
iconografía post-52: El miserabilismo en el Álbum de SOUX, María Luisa
la Revolución (1954)”, en Martin Lienhard (comp.), “Santiago en la tradición oral y la tradición popular”, en
Discursos sobre (l)a pobreza. América Latina y/e países catálogo Santiago y América. Santiago de Compostela:
luso-africanos. Madrid: Iberoameicana-Vervuert, 2002. Junta de Galicia y Arzobispado de SC, 1993.
RIVERA CUSICANQUI, Silvia SILVERBLATT, Irene
Bircholas: Trabajo de mujeres: explotación capitalista y Luna, sol y brujas. Género y clase en los Andes
opresión colonial entre las migrantes aymaras de La Paz y prehispánicos y coloniales. Cuzco: CERA Bartolomé de las
El Alto, 2da edición. La Paz: Mamahuaco, 2001. Casas, 1990.
RIVERA CUSICANQUI, Silvia SEPÚLVEDA, Fidel
“Mestizaje colonial andino: una hipótesis de trabajo”, en La fiesta ritual: valor antropológico, estético, educativo.
Silvia Rivera y Raúl Barrios, Violencias encubiertas en Santiago: Instituto de Estética, PUC, 2000.
Bolivia, vol. 1. La Paz: CIPCA-Aruwiyiri, 1993.
Sucre y sus Museos de Arte. Barcelona: Bustamante, 1988.
RIVERA CUSICANQUI, Silvia y equipo THOA.
Ayllus y proyectos de desarrollo en el norte de Potosí. La TANDETER, Enrique
Paz: Aruwiyiri, 1992. Coacción y mercado. La minería de la plata en el Potosí
colonial 1692-1826. Buenos Aires: Sudamericana, 1992.
RÖSING, Ina
El Rayo. Amenaza y vocación. Creencia y ritual en los THOMSON, Sinclair
Andes Bolivianos. Ulm: 1996. Cuando sólo reinasen los indios. La Política aymara
en la era de la insurgencia. La Paz, Muela del Diablo y
SANJINÉS, Javier Aruwiyiri: 2007.
Estética y Carnaval. La Paz: Altiplano, 1984.
TOQUICA, Constanza (comp.)
SANJINÉS, Javier El oficio del pintor: nuevas miradas a la obra de Gregorio
El espejismo del mestizaje. La Paz: PIEB, IFEA y Vásquez. Bogotá: Ministerio de Cultura, 2008.
Embajada de Francia, 2005.
URBANO, Henrique
SALLES-RESSE, Verónica “Las tres edades del mundo. La idea de utopia y de historia
De Viracocha a la Virgen de Copacabana. Representación en los Andes”, en Urbano (comp.), Mito y simbolismo en
de lo sagrado en el Lago Titicaca. La Paz: Plural, 2008. los Andes. La figura y la palabra. Cuzco: CERA Bartolomé
SAID, Edward de las Casas, 1993.
Culture and Imperialism. New York: Vintage, 1993. VÁSQUEZ DE ARCE Y CEBALLOS, Gregorio
SAIGNES, Thierry (comp.) Colección de Obras. Santafé de Bogotá: Instituto
Borrachera y memoria. La Paz: HISBOL e IFEA, 1993. Colombiano de Cultura, Museo de Arte Colonial, 1996.
SAIGNES, Thierry (comp.) Waman Puma (ver GUAMÁN POMA DE AYALA).
Los andes orientales: historia de un olvido. Cochabamba: YÁÑEZ DEL POZO, José
CERES e IFEA, 1985. Yanantin. La filosofía dialógica intercultural del
SANTA CRUZ PACHACUTI, Juan manuscrito de Huarochirí. Quito: Abya-Yala, 2002.
Relación de antigüedades de este reino del Perú. Lima:
F.C.E. 1995.
SORIA, Mario
Teatro Boliviano en el Siglo XX. La Paz: Casa de la Periódicos:
Cultura, 1980. LP La Prensa (La Paz).
P Presencia (La Paz).
SOTOMAYOR, Ismael LR La Razón (La Paz).
Añejerías paceñas. La Paz: Juventud, [1930]1990 . UH Última Hora (La Paz).
SOUX, María Luisa LT Los Tiempos (Cochabamba).
“El culto al apóstol Santiago en Guaqui, las danzas de ED El Diario (La Paz).
Moros y Cristianos y el origen de la morenada. Una O Opinión (Cochabamba).

80

También podría gustarte