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REVISTA DE DERECHO
DE LA UNIVERSIDAD
ADOLFO IBAÑEZ
número 3: 2013
COMENTARIO DE LA
JURISPRUDENCIA DEL
AÑO 2005
CORTE SUPREMA
Representante legal
Andrés Benítez Pereira
Director responsable
Rodrigo P. Correa González
Consejo editorial
(consejo.editorial@uai.cl)
Antonio Bascuñán Rodríguez Rodrigo P. Correa González
Eduardo Court Murasso
Editor
Fernando Atria Lemaitre
Editor Asistente
Constanza Salgado Muñoz
Gracias también a
Pablo Marshall Barberán
Tomas Mackenney Bertrán
Juan Ignacio Contardo González
Alejandra Castillo Ara Pablo Castillo Montt
Manuel José González González Agustín Martorell Awad
Jorge Rodillo Martínez
ya
Guido Rojas Leiva
PResentación vii
Abreviaciones ix
REFERENCIAS
Para las referencias a revistas de jurisprudencia chilenas se han seguido las siguientes
convenciones:
x Abreviaciones
1 Revista de Derecho y Jurisprudencia (RDJ)
Volumen RDJ año parte/sección, pp. páginas.
2 Fallos del Mes (FM)
Volumen FM año, pp. páginas.
3 Gaceta Jurídica (GJ)
Volumen GJ año, pp. páginas.
4 Gaceta de los Tribunales (GT)
Volumen GT año, pp. páginas.
Las referencias a volúmenes anteriores de esta revista la individualizan sólo como“Comentario”
(Com.) e indican la página. Así 1 Com. 827, por ejemplo, refiere a 1 Rev D UAI (2005), p. 827.
sección de
derecho privado
SECCIÓN DE DERECHO PRIVADO
TABLA DETALLADA DE CONTENIDOS
DERECHO DE FAMILIA
Eduardo Court Murasso
Sociedad conyugal 1
Unión de hecho y sociedad conyugal 6
DERECHOS REALES
Fernando Atria
Régimen de los bienes nacionales 13
El ánimo posesorio de bienes nacionales de uso
público, 14
El Estado como personificación de la nación, 17
¿Es la regla del artículo 19 N° 24 inciso 6°
“la excepción que confirma la regla”?, 19
La supuesta distinción “expresa” entre “Estado”
y “nación” en los artículos 6º y 7º de la
constitución, 21
Lo que es “trivial” para la ciencia política, 21
Modos de adquirir el dominio 24
Accesión, 26
¿Se trata de un caso de aluvión?, 27
Consecuencias del aluvión, si hubiere habido, 27
La posesión del predio descubierto por el
aluvión, 28
Acciones reales de protección del dominio 30
Acciones: reales y personales, 30
El sistema de acciones reales
ante la posesión inscrita 34
¿Prescriben los interdictos posesorios?, 34
Los interdictos posesorios y la posesión
inscrita, 37
xiv Sección de Derecho Privado
Acción reivindicatoria, 39
La posesión del demandado, 40
Reivindicación de cuota, 43
Reivindicación y nulidad, 47
Prestaciones mutuas, 53
La acción de precario, 56
El mero tenedor de un tercero que no es
parte, 57
Aplicación subrepticia de las reglas
del decreto ley 2695 en casos de precario, 59
La acción de desposeimiento hipotecario, 60
La posesión 61
El problema de las dobles inscripciones y
las reglas sobre saneamiento de la posesión
inscrita, 61
Doble inscripción en el régimen del Código
Civil, 69
Doble inscripción por saneamiento de la
posesión, 71
OBLIGACIONES Y CONTRATOS
Jorge Lopez Santa Maria
CONTRATOS DE PROMESA 75
CONTRATOS DE ARRENDAMIENTO 78
CONTRATOS DE COMPRAVENTA 80
HIPOTECA 84
CONTRATOS DE HONORARIOS 85
CONTRATO INNOMINADO 89
DERECHO SUCESORIO
Eduardo Court Murasso
Acción de petición de herencia 91
RESPONSABILIDAD CIVIL
Fabián Elorriaga de Bonis
Leasing automotriz y responsabilidad
civil 97
Daño por repercusión o rebote 100
Los problemas del daño por repercusión, 102
Algunos criterios para la determinación de las
víctimas
por rebote con derecho a la indemnización
del daño moral , 107
Tabla detallada de contenidos xv
DERECHO COMERCIAL
Felipe Muñoz Benavente
CHEQUES 133
Cancelación del cheque como requisito
para que el banco librado lo pague, 133
Cheque en garantía. Caducidad de un cheque.
Recurso de amparo, 135
PAGARÉ 142
Excepción de falsedad del título, artículo 464
Nº6 del Código de Procedimiento Civil.
Pagaré suscrito en blanco. Autorización del
suscripto de la firma del pagaré por notario
público, 142
SEGUROS 146
Reticencias del asegurado. Rescisión o nulidad
del contrato de seguro. Liberación de cober-
tura por parte del asegurador, 146
PROCESO CIVIL
Juan Carlos Marin González
Los orígenes de la casación nacional 165
El reenvío en la casación original francesa, 168
Sentencia de reemplazo en la casación civil
chilena, 171
Breve referencia de la codificación procesal
chilena, 174
La casación civil y sentencia de reemplazo en
Chile, 179
La Casación en la
Jurisprudencia de 2005 189
Abandono del procedimiento, 190
Incompetencia del tribunal, 203
Legitimación, litis consorcio e
intervención, 206
Leyes procesales, 212
Medidas prejudiciales precautorias, 220
Juicio Sumario, 226
Relación jurídica procesal, 227
Casación en la forma de oficio, 230
Derecho de FAMILIA
Eduardo Court Murasso
Sociedad conyugal
En Ossa con Sociedad Agronar y otro la Corte Suprema acogió recurso de
casación en el fondo en contra de la sentencia de la Corte de Apelaciones de
Temuco, de 10 de julio de 2003 que había confirmado la de primera instancia,
dictada por el juez del segundo juzgado de letras de Temuco de esa ciudad, de
29 de septiembre de 2000. Este tribunal, a su turno, había acogido con costas
la demanda declarando la nulidad relativa del contrato de compraventa de dos
inmuebles, celebrado entre el cónyuge de la demandante, don José Antonio
Vargas Vásquez, con quien se encontraba casada en sociedad conyugal, y la
sociedad demandada, ordenando además, la cancelación de las inscripciones
conservatorias respectivas.
Los hechos son los siguientes: la demandante doña María Lourdes
Ossa Pincheira contrajo matrimonio, bajo régimen de sociedad conyugal, con
el demandado don José Antonio Vargas Vásquez, el 20 de mayo de 1966.
El 17 de diciembre de 1974 falleció el padre del demandado don Arman-
do Vargas Vásquez, concediéndose la posesión efectiva de sus bienes, entre
otros, a sus hijos José Antonio, Marta Eliana y Adela Vargas Vásquez, me-
diante resolución judicial de 28 de enero de 1975.
Con posterioridad, doña Marta Eliana y doña Adela vendieron y cedie-
ron a su hermano José Antonio, todos sus derechos en la herencia quedada al
fallecimiento de su padre, mediante escrituras públicas de 13 de junio de 1978
y de 31 de marzo de 1980, respectivamente.
La partición de la herencia intestada del causante se efectúo mediante
sentencia de árbitro partidor de 30 de junio de 1981, juicio particional en el
que el demandado don José Antonio Vargas Vásquez actuó tanto en su cali-
dad de heredero como de cesionario de los derechos hereditarios de sus her-
manas. En ella se le adjudicaron cuatro inmuebles a fin de enterarle su acervo
representado por los derechos que detentaba.
Por escritura pública de 8 de abril de 1999, el demandado José Antonio
Vargas Vásquez vendió, cedió y transfirió a la Sociedad Atronar Ltda., dos de
Court | Derecho de Familia
3 Rev D. UAI (2013) 1-11
© 2013 Eduardo Court Murasso
2 Eduardo Court Murasso
6. Esta materia está determinada en el artículo 1745 del Código Civil, que la
sentencia no aplica al caso de autos, “vulnerando la disposición legal y, con ello,
todo el sistema de la sociedad conyugal”. En efecto, según este precepto,
En general, los precios, saldos, costas judiciales y expensas de toda clase que se hicieren
en la adquisición o cobro de los bienes, derechos o créditos que pertenezcan a cualquiera
de los cónyuges, se presumirán erogados por la sociedad, a menos de prueba contraria, y
se le deberán abonar.
Por consiguiente:
El cónyuge que adquiere bienes a título de herencia debe recompensa a la sociedad por
todas las deudas y cargas hereditarias o testamentarias que él cubra, y por todos los cos-
tos de la adquisición; salvo en cuanto pruebe haberlos cubierto con los mismos bienes
hereditarios o con lo suyo.
Según la corte,
La disposición no requiere interpretación, es de claridad meridiana y es justamente el
caso en que se adquirieron bienes (se compraron y se adquirieron por cesión de dere-
chos hereditarios en una sucesión, por los cuales se pagó un precio) con dineros de la
sociedad conyugal, pero en que en virtud de la partición y posterior adjudicación y con
efecto retroactivo, pasaron a pertenecer al cónyuge heredero a la fecha de la apertura de
la sucesión. En consecuencia, el bien mismo, de acuerdo a los citados artículos 718, 1726
y 1744 del Código Civil pertenece exclusivamente al cónyuge adjudicatario, pero éste le
queda adeudando una recompensa a la sociedad conyugal por lo que ésta desembolsó.
1 Ramos, R: Derecho de Familia, (Santiago: Editorial Jurídica de Chile, 2003), t.i, p. 205.
6 Eduardo Court Murasso
deja en evidencia que todos los bienes reclamados por éste y que la demandada detenta
como suyos, fueron adquiridos mediante el trabajo y la actividad de aquél, actuando en
todo caso la mujer como dueña de casa (c.1).
Agrega
Que aun cuando no haya existido convención alguna entre los concubinos para realizar
un negocio común, la ley ha establecido que el hecho voluntario de una de las partes es
fuente de obligaciones (c.3).
Que los hechos detallados y acreditados
consistentes en la vida en común, los contratos suscritos y la labor desplegada por el ac-
tor en la adquisición de los bienes reclamados y la ocupación doméstica de la demandada
en el hogar común, revelan la voluntad de ambos en formar una comunidad relativa a los
bienes que tenían y que pudieran adquirir mediante la mutua convivencia (c.4).
6 86 RDJ (1989) 2-2, pp. 127-8. En igual sentido, vid. 217 GJ (1998), pp. 56-8.
Derechos reales
Fernando Atria
Esta tesis tiene toda la doctrina nacional en contra. Ella, de modo abrumador,
considera que las expresiones“nación” y“Estado” son jurídicamente equivalentes.
Y tiene buenas razones para esto. Para comenzar, el artículo 547 del Código Civil
se refiere a “la nación” al enumerar algunas de las “corporaciones o fundaciones
de derecho público”. Como sostienen Alessandri, Somarriva y Vodanovic, “es
indudable que el inciso 2° del artículo 547 del Código Civil se refiere al Estado
cuando cita la nación entre las personas jurídicas de derecho público”3. Luis
Claro Solar explica que “las disposiciones del artículo 589 importan, desde
luego, el reconocimiento de la personalidad jurídica del Estado, o sea de la
nación o el pueblo chileno organizado bajo ciertas autoridades”4.
En contra de la doctrina, el profesor Vergara cree que “el Estado es un
concepto al que la propia C[onstitución] P[olítica] le da expresamente un
contenido diferente a ‘Nación’ (vid. Arts. 6º y 7º CP)”5.
2 Vergara, A:: “La summa divisio de los bienes y recursos naturales en la constitución de 1980”, en E.
Navarro (ed): Veinte Años de la Constitución de 1980 (Santiago, Unviersidad Finis Terrae, 2011).
3 Alessandri, A., M. Somarriva y A. Vodanovic: Tratado de los Derechos Reales (Santiago: Editorial
Jurídica de Chile, 1998), t.i, p. 520.
4 Claro Solar, L. Explicaciones de Derecho Civil Chileno y Comparado (Santiago: Editorial Jurídica de
Chile, 1979), t.vi.i, p. 170. No tiene mucho sentido abrumar al lector con referencias a cada uno de
los autores que se han manifestado en este punto, porque las dos referencias contenidas en el texto
principal, extraídas de las obras más canónicas de nuestra tradición civil, parecen ser suficientes. A
pesar de eso, pueden tomarse en cuenta las siguientes afirmaciones, además de las mencionadas en
el texto principal: “la palabra “nación”, en el Código Civil, debe considerar se sinónima de “Estado”
(Reyes, J:Naturaleza Jurídica del Permiso y de la concesión sobre Bienes Nacionales de Uso Público. Santiago:
Jurídica de Chile, 1960); “lo público se identifica con el Estado” (Vial, V. y A. Lyon Derecho Civil.
Teoría general de los actos jurídicos y de las personas. Santiago: Ediciones Universidad Católica, 1985);
Rozas entiende que los bienes de la nación son bienes del Estado: “hay bienes nacionales (…) que
se llaman bienes del Estado” Rozas, F. Los Bienes. Santiago, Conosur.); Peñailillo, que los bienes
fiscales “son los bienes nacionales cuyo uso no pertenece a la nación toda” (Peñailillo, D: Los Bienes.
Santiago, Editorial Jurídica de Chile, 2006); Pescio: “el inc. 2° del art. 547 menciona a la “nación” y
no al Estado; debe atribuirse a que para el autor de nuestro Código, Nación era sinónimo de Estado”
(Pescio, V: Manual de Derecho Civil. Santiago: Editorial Jurídica de Chile, 1978, t.iii, p. 124). Barros
Errázuriz, en fin, es enfático: “Nación, en el sentido de sociedad civil o de Estado, es la avocación de
conciudadanos gobernada por una autoridad independiente y constituida dentro de determinado
territorio. La nación es una persona jurídica susceptible de derechos y obligaciones de carácter
público y privado y tiene sus representantes legales, que son las autoridades que la constitución
determina” (Barros Errázuriz, A: Curso de Derecho Civil. Santiago: Imprenta Cervantes, 1921, t.i, p.
171).
5 loc. cit. en n. 2, p. 373. Dadas las expresiones de los arts. 6º y 7º y lo explicado más abajo, no cabe
sino concluir que lo de “expresamente” es sólo un exceso de entusiasmo.
Derechos reales 19
Ya se ha visto que, en términos del artículo 589 del Código Civil, esta
distinción no cabe. ¿Puede decirse que por esto el Código Civil es inconsti-
tucional? La respuesta debe ser negativa. Vergara cree que ella se sigue, en
primer lugar, de lo dispuesto por los artículos 6° y 7° de la constitución (a los
que, sin embargo, sólo hace referencia, sin ninguna explicación ulterior6), y de
la observación “trivial” de que “desde el punto de vista de la ciencia política” el
concepto de Estado es claramente distinguible del concepto de nación.
Adicionalmente, para el profesor Vergara la disposición del artículo 19
Nº 24 inciso 6 es la excepción “que prueba la regla”7: conforme a esa disposi-
ción, “el Estado tiene el dominio (…) de todas las minas”. Aquí se trataría de
bienes que por su tipo corresponden a la nación toda pero que la constitución
excepcionalmente declara de propiedad del Estado.
Los argumentos de Vergara, entonces, para sostener que la constitución
de 1980 innovó radicalmente en la relación entre Estado y nación, de modo
que ya no se puede decir que los bienes que pertenecen a la nación son jurídi-
camente bienes del Estado, son tres: (a) lo dispuesto por los artículos 6 y 7 de
la constitución (aunque sólo alude a ellos, sin desarrollar un argumento), (b)
la diferencia (“trivial”) que en términos de ciencia política hay entre esos con-
ceptos, y (c) la regla del artículo 19 Nº 24 inciso 6º, que permitiría identificar
por contraposición el régimen de la constitución al declarar, sólo en ese caso, y
expresamente, que las minas son de dominio del Estado. Como de los tres éste
el único que es desarrollado y no sólo mencionado, y como es el que parece
tener un fundamento textual más claro, comenzaremos por éste.
¿Es la regla del artículo 19 N° 24 inciso 6°
“la excepción que confirma la regla”?
De acuerdo al artículo 19 N° 24 inciso 6°,
El Estado tiene el dominio absoluto, exclusivo, inalienable e imprescriptible de todas las
minas.
8
ibid. 9 Véase Reyes, op. cit. en n. 2, p. 12.
Derechos reales 21
bienes que pertenecen a la nación toda no son bienes del Estado, sólo quedan
los otros argumentos: la (opaca) referencia a los artículos 6° y 7° y la referencia
a la perspectiva de “la ciencia política”, para la que la distinción es “trivial”.
La supuesta distinción “expresa” entre “Estado” y “nación”
en los artículos 6º y 7º de la constitución
En tanto el argumento busca apoyo en los artículos 6º y 7º, debe ser rechazado
por dos razones: en primer lugar, por error en la referencia, porque esas
disposiciones no se refieren al Estado, sino a “los órganos del Estado”. Y su
contenido está lejos de ser el que les imputa el profesor Vergara: esos artículos
establecen las condiciones para que una voluntad o acción pueda imputarse
no al individuo que la formula, sino a un órgano del Estado. Cuando, por
ejemplo, el Presidente de la República dicta un decreto, ese decreto sólo “cuenta
como” decreto ante el sistema jurídico chileno si se han satisfecho respecto
de la presidencia de la república, como órgano del Estado, los requisitos del
artículo 7° inciso 1°. Nada más (aunque tampoco nada menos) debe leerse en
estas disposiciones. En particular, no puede leerse una radical diferenciación
entre Estado y nación. Veremos que el Estado es la nación considerada como
sujeto de derecho. Para el derecho lo que se imputa a la nación se imputa al
Estado. Y los artículos 6° y 7° permiten distinguir una voluntad que ante el
derecho chileno cuenta como una voluntad del Estado (o del pueblo, o de la
nación) de una voluntad que en realidad sólo es una voluntad de un “sector del
pueblo o individuo” (art. 5° inc. 1° in fine).
Lo que es “trivial” para la ciencia política
Queda entonces sólo el argumento conforme al cual los conceptos de Estado
y nación deben ser entendidos como “términos técnicos” de la ciencia política.
Y la respuesta debe ser nuevamente negativa. Aquí hay que entender el modo
en que se relacionan tres conceptos que la propia constitución utiliza: pueblo,
nación y Estado. Y hay que entender el sentido en que los tres son políticamente
diferenciables pese a lo cual jurídicamente hablando son equivalentes.
Considérese por ejemplo el artículo 1° del Código Civil, que entien-
de a la ley como una declaración de la voluntad soberana. Conforme al
artículo 5° de la constitución, el soberano es “esencialmente” la nación, y
la soberanía se ejerce por el pueblo. Pero “desde el punto de vista de la
ciencia política” el legislador, la nación y el pueblo son claramente diferen-
ciables. ¿Habría que concluir aquí también que el artículo 1° del Código
Civil es inconstitucional?
La respuesta negativa es evidente: el artículo 1° del Código Civil no
ofrece una respuesta alternativa a la titularidad de la soberanía a la contenida
en el artículo 5° de la constitución. Lo que hace es configurar institucionalmente
a la soberanía nacional, es decir, especificar qué es lo que, ante el derecho, vale
22 Fernando Atria
La función del artículo 7°, así como la del 6°, invocados por el profesor Vergara,
es precisamente negar la aptitud jurídica de la nación para actuar, salvo en la
forma en que lo establecen la constitución y las leyes. Atendido estos preceptos,
y en especial la categórica prohibición del inciso 2° del art. 7 (transcrita) si
la nación no es la que actúa cuando actúa el Estado, entonces la nación no
puede actuar; si decir que hay derechos cuyo titular es “la nación toda” no
es decir que su titular, ante el derecho, es el Estado, entonces “la nación toda”
simplemente no existe para el derecho, no tiene derecho alguno. Ni el artículo
6º ni el artículo 7º declaran esto, ni “expresamente” como inexplicablemente
sostiene el profesor Vergara, ni implícitamente. Si lo hicieran, habría una
flagrante contradicción entre ellos y el artículo 5º de la constitución, como ya
lo observó Carré de Malberg.
En conclusión: en términos constitucionales, no sólo no hay razón
constitucional alguna para negar que las potestades y derechos que la consti-
tución y las leyes le reconocen a “la nación” son potestades y derechos que, en
la medida en que son jurídicamente operativos, corresponden al Estado, sino
10 Carré de Malberg, R. (2000). Teoría General del Estado. México, Fondo de Cultura Económica.
24 Fernando Atria
11 Y, al menos en la tradición constitucional chilena, los ha tenido siempre. Las disposiciones
constitucionales involucradas (arts. 5° y 7°) no son innovaciones de la constitución de 1980. Respecto
de la constitución de 1925, véanse sus arts. 2 (“La soberanía reside esencialmente en la nación, la
cual delega su ejercicio en las autoridades que esta constitución establece”) y 3 (“ninguna persona
o reunión de personas puede tomar el título o representación del pueblo, arrogarse sus derechos, o
hacer peticiones en su nombre. La infracción de este artículo es sedición”). Las mismas disposiciones
constituyen los artículos 4 y 159 de la constitución de 1833.
Derechos reales 25
reglas que fijan el régimen del dominio, incluidas desde luego las que es-
tablecen las condiciones bajo las cuales él se adquiere o se pierde, no son
disponibles para las partes, por lo que no son susceptibles de ser modifi-
cadas por convención. Esto quiere decir que, a pesar de la reserva (y aun
cuando en ella se hubiere hecho reserva de los derechos a ser adquiridos
en el futuro por accesión), si se hubiere producido aluvión después de la
enajenación habría sido el adquirente, y no el enajenante, el que habría ad-
quirido el dominio sobre ese predio. Esto no obsta, por supuesto, a que la
reserva pudiera ser interpretada en el sentido de que impone al adquirente
la obligación de hacer tradición a la enajenante de esos predios: esa sería,
en su caso, una obligación sujeta a la condición suspensiva de que se pro-
duzca aluvión, y se sometería al régimen de las obligaciones condicionales
(en particular la limitación del plazo dentro del cual pueden cumplirse las
condiciones, de 10 años, generalizando como suele hacerse a partir de la
regla del art. 962 CC12).
La posesión del predio descubierto por el aluvión
Ahora bien, si hubiera habido aluvión, y si el aluvión se hubiera producido
antes de la enajenación del predio, ¿cuál sería la situación?
En cuanto al dominio, la solución no parece objetable: la querellante
sería dueña del predio desocupado por las aguas. Pero en el caso en cuestión
de lo que se trataba era de una querella posesoria, y en el contexto de una
querella posesoria “no se tomará en cuenta el dominio que por una o por otra
parte se alegue” (art. 923 CC).
De lo anterior parece seguirse que una de las alegaciones del fisco en
este juicio es correcta: que se trataba aquí de una acción reivindicatoria encu-
bierta. La querellante alegaba ser no poseedora, sino dueña del predio en cues-
tión y el querellado tenía la posesión inscrita. Esa es precisamente la situación
en la cual es procedente la acción reivindicatoria.
Ahora, en términos posesorios no deja de ser interesante, independien-
temente de que la acción haya sido correctamente elegida, la consideración
de cuáles son los efectos posesorios del aluvión, si lo hubiere habido. La ra-
zón por la que es interesante es que este caso constituye una radicalización
(casi podría decirse una reductio ad absurdum) de la desmaterialización de la
posesión que supone el régimen posesorio inscrito de los bienes raíces en el
Código Civil. Que la regulación de la posesión contenida en el Código Civil
desmaterializa la posesión es claro y ha sido suficientemente destacado en
versiones anteriores de este comentario13. Esta desmaterialización se produce
incluso entre defienden tesis llamada “de la inscripción-garantía” en contra de
la llamada “inscripción ficción”, entre los cuales, en lo relevante, no hay real
12 Véase, por ejemplo, Abeliuk, R: Las Obligaciones y sus Principales Fuentes en el Derecho Civil Chileno
(Santiago, López-Viancos, 1971). 13 1 Com. 40-42 y especialmente 2 Com. 64-87.
Derechos reales 29
dueño de un predio inscrito, al que accede otro predio por aluvión o por cual-
quiera de las otras figuras de accesión de inmueble a inmueble, se hace dueño
de lo accesorio pero no adquiere posesión de ello a menos que inscriba o, sin
inscribir, posea materialmente (porque en este caso, tratándose de un inmue-
ble no inscrito, es inaplicable el régimen inscrito). Sólo esta solución, sin em-
bargo, evita llegar a la conclusión absurda de que el enajenante de lo principal
retiene una posesión que no descansa ni en la detentación material ni en una
inscripción; una posesión, en otras palabras, que cuelga del aire.
Si las consideraciones anteriores son correctas, en el caso analizado
ahora la parte querellante eligió precisamente la acción que no tenía, es decir,
alegó precisamente un fundamento para pedir que era el que en ningún caso
le habría favorecido. Su reclamo tendría que haber sido que era dueña (por ac-
cesión) pero que no tenía la posesión, que correspondía al fisco que tenía una
inscripción a su nombre. La acción que corresponde aquí es, evidentemen-
te, la reivindicatoria. Por supuesto, la corrección de esta pretensión se habría
enfrentado, en este juicio en particular, a las objeciones ya vistas más arriba,
como que no se trataba de un caso de aluvión y, si lo fuera, no había sido capaz
de probar que el aluvión había ocurrido antes de la enajenación. Pero para
desechar la querella posesoria no había que pronunciarse sobre ninguna de
estas cuestiones: bastaba mostrar que los hechos de acuerdo a la versión de
la propia querellante no eran aptos para justificar su pretensión de posesión
sobre el predio.
que para el que detenta la cosa sea ilícito entregar la cosa al demandante (por
ejemplo, porque tiene una obligación, adquirida en virtud de un contrato de
arrendamiento, de entregarla a su arrendador, que tiene la posesión de la cosa).
Al probar que tiene la acción, entonces (es decir: que es dueño), el rei-
vindicante todavía no ha probado lo que necesita probar para que el demanda-
do de reivindicación deba ser condenado a restituir la cosa. Debe probar adi-
cionalmente que el uso de la cosa por el demandado es ilícito, y para eso debe
mostrar que tiene una posición contraria a derecho. Por eso la reivindicatoria
exige que el demandado sea poseedor (art. 895 CC): si detenta a nombre de un
tercero, será éste el que tenga la posición contraria a derecho. Frente al dueño,
sólo del poseedor puede decirse sin más que su detentación es ilícita. En efecto, si
el que detenta no es poseedor, es decir, si no reclama ser dueño, el solo hecho
de que el demandante pruebe ser dueño no es suficiente para mostrar que su
detentación es ilícita. El poseedor, por su parte, reclama ser dueño, de modo
que si otro prueba que es dueño esa prueba inmediatamente muestra que el
poseedor no es dueño, por lo que su detentación a título de dueño ha de ser
ilícita. Es decir, el poseedor funda su detentación no en que tiene un título
que obliga al demandante, en tanto dueño, a tolerar su uso de la cosa, sino
en que el demandante no es dueño porque lo es él: ese es el sentido de que la
acción se dirija contra el poseedor.
Las acciones reales suponen que alguna acción a cuya realización sin
interferencia tiene derecho el titular de la acción está siendo ilícitamente obs-
taculizada por aquél a quien la acción se dirige. La finalidad de la acción es
eliminar esa interferencia de modo de permitir el ejercicio del derecho por su
titular. Este ejercicio, por su parte, es una acción del titular del derecho (nótese
de nuevo la diferencia con los derechos personales, en que la acción de la que
se trata es una acción del deudor). La acción real supone una interferencia, y
por eso su ejercicio exitoso supone la prueba del derecho a la no interferencia
(del cual se desprende el deber genérico de no interferir) y la prueba en con-
creto de la ilicitud de la interferencia (del cual, junto al anterior, se desprende
la ilicitud concreta de la acción del demandado). El objeto de la acción no es la
reparación del perjuicio que la interferencia ocasiona, sino la cesación del hecho
(ilícito) de la interferencia misma. Por eso, cuando (por ejemplo) el demandado
por hecho suyo ha hecho la restitución (el cese de la interferencia) imposible
(porque ha enajenado o destruido culpablemente la cosa) la posibilidad de
ejercer la acción real desaparece, y es reemplazada por una acción personal en
El caso al que se refieren es instructivamente distinto, porque hace alusión precisamente al problema
al que las consideraciones del texto principal pretenden servir de prólogo: una compraventa en que el
vendedor ha hecho tradición (por inscripción) del inmueble pero no lo ha entregado materialmente.
A mi juicio, a menos que uno quiera decir que en ese caso el comprador carece de posesión, hay que
negar también la acción reivindicatoria, que sólo puede dirigirse contra el poseedor. Pero para llegar
a apreciar el problema en este punto será necesario continuar con el argumento.
34 Fernando Atria
contra del poseedor que enajenó o destruyó la cosa, por el precio o los perjui-
cios en su caso (es la “reivindicatoria ficta” del art. 928 CC).
Las acciones personales suponen un modelo distinto. Aquí lo que se
persigue es una acción del deudor (en sentido genérico, desde luego, que inclu-
ye omitir y dar) en la que el acreedor tiene un interés pecuniario. La finalidad
de la acción personal no es que el demandado cese en su interferencia, sino
que realice la acción debida. Pero lo que aquí importa es que el cumplimiento
de la obligación satisface interés económico del acreedor, y es este interés el
que el derecho protege. Por eso, va de suyo en la acción personal que si la ac-
ción debida por el deudor ha devenido imposible la obligación se transforma
en la obligación de pegar perjuicios. Esta transformación de la obligación no
afecta su naturaleza: la obligación, para usar el lenguaje del Código, subsiste
pero cambia de objeto (art. 1672).
La diferencia entre acciones personales (que buscan entonces obtener,
coactivamente si es necesario, que el deudor cumpla su obligación sirviendo
del modo debido el interés del acreedor) y acciones reales (que buscan poner
término a la interferencia ilícita del demandado con el derecho del deman-
dante) es la distinción fundamental para entender el sistema de acciones de
protección del dominio. Este sistema está compuesto de acciones reales, por-
que sólo las acciones reales protegen directa y específicamente las posiciones
jurídicas respectivas. Pero es precisamente esta distinción la que es obstruida,
en su operación, por la posesión inscrita. Para eso es importante entender la
situación en la cual se encuentra el poseedor de un inmueble ante la interfe-
rencia ilícita de un tercera según si su posesión está inscrita o no.
En vez de prescripción, este plazo debe ser entendido como una determinación
del momento en que la mera usurpación se transforma en posesión. Porque esto es,
después de todo, lo que caracteriza a los interdictos posesorios: que se dirigen
a prevenir o terminar un atentado puramente fáctico. Por eso la procedencia
de un interdicto posesorio normalmente exige sólo probar la pura facticidad
de la acción del querellado (en este sentido, la querella de restablecimiento del
art. 928 es el mejor ejemplo: el querellante no necesita probar nada respecto
de su detentación del predio del que ha sido violentamente despojado, le basta
probar que el querellado se hizo de él con violencia). Correspondientemente,
lo que diferencia los supuestos de la querella de restitución de los de la acción
reivindicatoria es la precariedad de la interferencia: la primera supone una
interferencia puramente fáctica, sin significación jurídica, mientras la segunda
supone una interferencia cuyo status jurídico es superior (posesión). Por
consiguiente, para delimitar una de la otra es necesario determinar el momento
en el cual la detentación por el que originalmente usurpó ya no es entendida
como mera usurpación y ha devenido posesión. Esa es la función de la regla del
artículo 920: si la detentación del usurpador ha durado al menos un año, el
que la impugne deberá mostrar no que tiene su origen en un acto puramente
fáctico de usurpación, sino que es dueño. Al año de la usurpación, en otras
palabras, la ley reconoce al usurpador el estatus de poseedor. Y si otro se dice
tener mejor derecho, tendrá que alegar dominio. Por eso después del año el
usurpado debe ejercer la acción reivindicatoria.
Es crucial distinguir estas dos maneras de entender el plazo del artículo
920: como prescripción o como determinación del momento en que la mera
usurpación es reconocida por la ley como posesión. Para clarificarlo, puede
ser útil tener a la vista, además de la regla del artículo 920, lo dispuesto en el
artículo 950 respecto de las querellas posesorias especiales:
Las acciones concedidas en este título para la indemnización de un daño sufrido, prescri-
ben para siempre al cabo de un año completo.
Las dirigidas a precaver un daño no prescriben mientras haya justo motivo de te-
merlo.
una conclusión absurda. Pero por otro lado es también absurdo decir que
una detentación pública que ha durado más de un año continúa siendo
pura facticidad. Es absurdo entender, por ejemplo, que no hay nada más
que facticidad en las circunstancias discutidas en Arriagada con Fisco, en
las que parte de un predio inscrito a nombre del reivindicante estaba siendo
ocupado como calle desde 1984 (y se habían hecho inversiones públicas en
él, como alcantarillado, veredas, iluminación, etc). Y el absurdo se radicaliza
al notar que, en su afán de proteger al poseedor inscrito, en rigor el artículo
728 deja al dueño sin acción contra el usurpador pasado el año.
La paradoja es la de Ihering, ya comentada en ediciones anteriores17:
el sentido legislativo del artículo 728 es aumentar la protección de la propie-
dad inscrita, pero en los hechos la disminuye: el usurpado puede protegerse,
como el no inscrito, del usurpador mediante las querellas posesorias durante
el primer año, pero después de ese plazo ya no tiene acción: ya no tiene las
querellas, pero no tiene la reivindicatoria porque no ha perdido la posesión.
Nótese que una solución ad-hoc (como sostener que en este caso la posesión
que la acción reivindicatoria supone perdida es la material) deja subsistente el
problema, porque la exigencia de que el demandado sea poseedor no es sólo
un requisito formal de procedencia de la acción arbitrariamente impuesto por
el legislador: se conecta, como hemos visto, a su sentido, ya que como protege
el dominio sólo puede intentarse ante quien reclama dominio (sólo puede
afirmarse categóricamente la ilicitud de la detentación por quien no es dueño
cuando ella se hace a título de dueño – como posesión). Y por aplicación de
la regla del inciso 2º del artículo 728 el usurpador no inscrito de un inmueble
inscrito no tiene un reclamo de dominio reconocido jurídicamente siquiera
en principio. De modo que el dueño no perderá el dominio, porque no ha
perdido la posesión, y el usurpador no lo va a adquirir, porque no es poseedor.
La situación inestable en la que una persona es dueña de una cosa, pero no la
detenta, y otra detenta una cosa como dueño, pero sin serlo, podría en princi-
pio prolongarse indefinidamente.
Esto puede enfrentar al usurpado a una situación peculiar: él es po-
seedor, por lo que el otro no puede alegar la prescripción en su beneficio (art.
728 inc. 2º) aunque hayan transcurrido más de 10 años de detentación material;
pero no puede ejercer la acción de protección del dominio, la reivindicatoria,
porque si la ejerce reconoce la posesión del demandado y le reconoce entonces
el fundamento de su derecho para alegar la adquisición por prescripción. No
hay nada de raro en que el dueño pierda el dominio cuando otro lo adquiere
por prescripción. Aquí lo incoherente es que, producto de la protección adi-
cional del poseedor inscrito, no ha perdido la posesión y por eso el usurpador
no ha adquirido el dominio, pero no tiene acción para que se le restituya la
cosa.
17 Véase 2 Com. 65s.
Derechos reales 39
Acción reivindicatoria
La acción reivindicatoria es el paradigma de acción real, así como el dominio
es el paradigma de derecho real. Como la acción reivindicatoria protege al
dominio, sus requisitos de procedencia cumplen la función de identificar la
controversia como una controversia genuina sobre el dominio. Esto impone
dos limitaciones: lo reivindicado debe ser algo susceptible de ser objeto
del dominio y la controversia debe versar precisamente sobre la atribución
patrimonial de esa cosa.
La primera condición es la del artículo 890: debe tratarse de una cosa
corporal. Es interesante destacar que, aunque el artículo 589 admite una “es-
pecie” de dominio sobre cosas incorporales, estas no pueden reivindicarse. La
razón es obvia: una acción reivindicatoria de una cosa incorporal sería una
acción personal, por lo ya dicho sobre los dos tipos de acciones. La restricción
del artículo 890 muestra que la regla del 589 debe entenderse como una analo-
gía, y no como una especificación: el que recae sobre cosas incorporales es una
“especie” de dominio en el sentido en el que la guerra fría es una “especie” de
guerra (=algo que, aunque en rigor no es una guerra, puede ser tratada como
tal desde uno o varios puntos de vista), no en el sentido en el que una vaca es
una “especie” de mamífero.
Las reglas de los artículo 891 y 892 extienden la acción reivindicatoria
a casos en los que en rigor no procedería: a los demás derechos reales (art.
891 CC), porque como modelo de acción real puede cumplir por su estructura
una función equivalente en lo otros casos, y a una cuota determinada en una
comunidad, en la que falta la especificidad que el dominio requiere. Este caso
será comentado más adelante.
40 Fernando Atria
18 Alegó, por ejemplo, que la acción reivindicatoria debía ser declarada improcedente, porque su
titular es el dueño, “el cual haya adquirido el dominio por la prescripción que es el único medio
que nuestro ordenamiento legal permite para la adquisición del derecho real de dominio [!]. de
modo que, transcurrido el término de prescripción, recién el actor se hará dueño definitivamente del
predio ya que antes del cumplimiento del plazo sólo tiene meras expectativas [!!]” (sent. prim. inst).
42 Fernando Atria
El libelo debió haberse incoado en contra de la señora María Elena Rivera Rodríguez, en
los términos de los artículos 721 y 725 del código Civil, por cuanto la verdadera posee-
dora es aquélla que detenta la posesión mediante un título, por lo tanto, al haberse de-
mandado [al tenedor] el libelo es anulatorio y la reivindicación no puede prosperar (c.6).
20 Claro Solar, op. cit. en n. 4, t.ix, p. 393, §1729. Nótese que aquí Claro solar usa la expresión
“universalidad jurídica”, como lo aclara al principio del párrafo del cual se extraen las expresiones
citadas (ibid), como sinónimo de “comunidad”.
Derechos reales 45
con el requisito del N° 4 del art. 170 CPC) invoca precisamente esta interpreta-
ción del artículo 892 contra su sentido para, en reemplazo, desechar la acción:
En la especie no existe singularidad en el dominio de la cosa, pues el demandante es sólo
dueño de acciones y derechos en el bien, sin que sea posible especificar en que parte de
éste recaen esos derechos y acciones. No se da por ende la singularidad, la especificación
del bien como se exige por el artículo 889 del Código Civil.
Lemus con Crespo fue otro caso en el que se ejerció una acción reivindicatoria
de cuota. Aquí la cónyuge de uno de los demandados demandó la
reivindicación de un predio que fue adquirido por el marido a título oneroso
durante la vigencia de la sociedad conyugal, en 1985. La sociedad se terminó
por separación de bienes en 1986, y en 1987 el marido cedió a su hermano y
segundo demandado el 50% de sus derechos, cesión subinscrita en 1988. En
1999 se liquidó la sociedad conyugal, asignando a la mujer el inmueble ahora
reivindicado. La mujer demandó de reivindicación pidiendo que se declarara
su dominio sobre el bien reivindicado, y en subsidio que se le reconociera
el 75% y todavía en subsidio el 50%. El primer demando no contestó, y el
segundo contestó, con reconvención, solicitando que se declarara que había
adquirido el dominio del inmueble reivindicado por prescripción, dado que
había detentado la posesión desde 1988.
El juez de primera instancia decidió a favor de la demandante, de-
clarando que en virtud de la adjudicación ella era dueña absoluta del
inmueble reivindicado. Para decidir de este modo el juez declaró que el
¿Qué llevó a la Corte suprema a cometer un error tan evidente? Dicho de otro
modo: ¿qué dio plausibilidad a un argumento tan evidentemente errado? Es
quizás útil intentar una respuesta a esta pregunta. La demanda originalmente
interpuesta era, en la medida en que la relación contenida en las sentencias
es fiel, claramente una demanda temeraria, que invocaba vicios menores para
solicitar la declaración de inexistencia o nulidad absoluta de una serie de
contratos que se extendían por más de una década en el tiempo. El contrato
24 Como se sabe, hay quienes han sostenido (y sentencias que han declarado), sin mayor
fundamento legal, que la prescripción adquisitiva sólo puede alegarse por vía de acción. Entonces en
un caso como éste el demandado de reivindicación debería defenderse de la demanda alegando la no
concurrencia de los requisitos de la acción en el caso, porque el demandante no es dueño, y reconvenir
pidiendo que se declare que es dueño por prescripción adquisitiva. Nótese que la declaración de
haber adquirido por prescripción adquisitiva opera retroactivamente, desde el momento en que se
adquirió la posesión.
Derechos reales 53
Prestaciones mutuas
Conforme al artículo 907 del Código Civil,
El poseedor de mala fe es obligado a restituir los frutos naturales y civiles de la cosa, y
no solamente los percibidos sino los que el dueño hubiera podido percibir con mediana
inteligencia y actividad, teniendo la cosa en su poder.
de hecho, pero en parte recayó sobre el sentido que debe darse a la expresión
“con mediana inteligencia y actividad”.
Ya se ha explicado el sentido de esta frase: como el poseedor de mala fe
ha detentado ilícitamente y en perjuicio del dueño una cosa, la ley le impone
la obligación de indemnizar el daño que esa detentación le ha causado. Ahora
bien, el daño no debe apreciarse en concreto, porque después de todo el dueño
puede usar arbitrariamente de su cosa (art. 582 CC). El daño causado por el
acto ilícito del poseedor vencido no debe determinarse, en otras palabras, por
lo que el dueño en concreto habría obtenido del campo, sino por lo que la cosa
habría producido en circunstancias normales. Ello porque el dueño no tiene
por qué rendir cuentas al poseedor sobre lo que hace con su cosa: la expresión
del artículo 907 tiene la precisa finalidad de hacer irrelevante las peculiarida-
des del dueño, si tiene o no aptitud para los negocios o capital para invertir.
Ahora bien, en el caso ahora comentado la avaluación de lo que el pre-
dio podría haber producido con “mediana inteligencia y actividad” en manos
del dueño era controvertida. En este caso, el juez debió haber declarado como
probado lo que conforme a las reglas generales podía darse por probado, te-
niendo desde luego presente la regla del artículo 1698, que ordena que se acep-
te la versión del deudor sobre la avaluación de los daños si el demandante
no es capaz de probarlos. Pero en vez de hacer eso, el juez creyó necesario
“indagar en la capacidad del actor, tanto en su aspecto económico cuanto en
su capacidad de gestión empresarial” (c.67), lo que lo llevó a tomar en cuenta,
para determinar el monto de los perjuicios debidos en atención a lo dispuesto
en el artículo 907 del Código Civil, cuestiones como su apreciación de si el
actor podía
emprender una empresa como la explotación intensiva del fundo El Cacique con recur-
sos propios, si se atiende a que como recién retirado del Ejército, debió recibir alguna
clase de fondos de retiro, pudiendo además recurrir al crédito (c.91).
También resultó determinante para él que el hecho de que esa empresa hacía
necesaria
una dedicación y actividad que se hace difícil de aceptar antes del retiro del actor de su
actividad profesional, esto es, después de 1997, año de su retiro. Por esta razón pudo ini-
ciarse en los giros “agricultura, cultivos, crianza, lechería, forestal” sólo en enero de 1996,
como consta del oficio del Servicio de Impuestos Internos (c.93).
La acción de precario
Aunque en rigor no es una acción real, la acción de precario debe ser incluida
en un comentario sobre las acciones de protección de la posesión y el dominio.
Como ha sido latamente desarrollado en comentarios anteriores26, el régimen
de posesión inscrita, persiguiendo la protección del poseedor inscrito, lo
ha dejado paradojalmente en la indefensión, cuando se encuentra en una
situación en la que ha sido materialmente despojado de la detentación de una
cosa hace más a un año: no tiene acción reivindicatoria (porque no ha perdido
la posesión) pero no tiene el interdicto posesorio de restitución, que ha
prescrito27. La acción de precario ha suplido este evidente déficit del Código
Civil. La construcción necesaria para que esa acción cumpla esta deficiencia
es objetable, porque no entiende la lógica del precario y su relación con el
comodato precario28, y por eso no puede dar cuenta de la exigencia de que
aquél en contra de quien se dirige la acción detente por “ignorancia o mera
tolerancia” del dueño, lo que ha llevado a la jurisprudencia a oscilar, con una
marcada arbitrariedad, entre las soluciones posibles respecto del peso de la
prueba de esta circunstancia29.
No tiene sentido repetir aquí lo dicho en comentarios anteriores, aun-
que no está demás relacionar los casos comprendidos en este comentario con
lo dicho entonces. Un problema característico del uso dela acción de precario
como una acción general de protección del dominio frente a la usurpación
es que dicha acción no permite identificar correctamente las pretensiones en
conflicto, como fue evidente en Olivares y otra con Olguín, que será comenta-
do a continuación. Otro problema importante es consecuencia de la manera
en que el régimen posesorio del Código Civil coexiste con el régimen de sa-
neamiento de la posesión contenido en el decreto ley 2695. Dado que en los
hechos la acción de precario es la acción general de protección del dominio
en el sistema chileno, es a propósito de acciones de precario que esta segun-
La posesión
transformaría – nótese la ironía – en “la tierra para el que la trabaja”). Pero este
régimen tiene un problema cuando es aplicado a una estructura de tenencia de
la tierra que descansa en dueños ausentes, que era precisamente el caso de la
aristocracia terrateniente en 1855 (es obvio que el problema del dueño ausente
se hace más agudo mientras más difícil son las comunicaciones entre el dueño
y quienes detentan a su nombre). De ahí se sigue la necesidad del régimen
de posesión inscrita. De modo que no es correcto decir que, en materia de
posesión de inmuebles, el sistema que fluye de la racionalidad intrínseca del
derecho civil es el que está en el Código y el que ha sido creado a través de
legislación especial durante el siglo XX es el que, desviándose de esa racionali-
dad intrínseca, ha introducido criterios asistemáticos para beneficiar a grupos
particulares: es precisamente al revés. El régimen de posesión inscrita contenido
en el Código civil es el régimen que se desvía de la lógica interna del derecho
civil, con la finalidad de beneficiar a grupos particulares, mientras la legislación
que ha ido creciendo alrededor de ese Código (las diversas formas de sanea-
miento de la posesión) son las formas en que la irracionalidad introducida por
el régimen políticamente motivado del Código Civil es solucionada, volviendo
de modo más o menos explícito al régimen de la tradición civil, que entiende
la posesión en sentido fáctico. Si “descodificación” es la irrupción de regímenes
que, apartándose de la racionalidad del Código Civil, benefician a grupos po-
líticamente identificables, la posesión inscrita es la primera descodificación, y
las reglas de saneamiento de la posesión, que vuelven al concepto tradicional
de posesión del artículo 700, lejos de ser ellas casos de descodificación, son
casos de recodificación, es decir, de retorno a la racionalidad del Código Civil.
Esto es importante porque necesitamos poder determinar la relación
que existe, entre el régimen del Código Civil (“la tierra para el que la tiene
inscrita a su nombre”) y el de las reglas sobre regularización de la posesión
(“la tierra para el que la ha detentado pacíficamente por al menos 5 años”),
en términos de régimen general y excepción. La necesidad de plantearse esta
pregunta ha sido ignorada por la dogmática tradicional, que es incapaz de ver
el notorio problema que su solución irreflexiva crea. Esta solución es la que
se sigue de la comprensión invertida que caracteriza a la doctrina tradicional.
En efecto, como la doctrina tradicional entiende que el régimen que
corresponde a la racionalidad del Código es el de posesión inscrita, y el que se
desvía de esa racionalidad es el contenido en la legislación especial respectiva
(hoy el DL 2695), ella entiende que el primero es el de general aplicación y
el segundo es aplicable sólo excepcionalmente. Las consideraciones conteni-
das en los dos párrafos anteriores sugieren invertir esta relación, y entender
entonces que la racionalidad propia del derecho civil exige entender que las
reglas generalmente aplicables a la solución de controversias entre posesión
inscrita y posesión material están básicamente en el artículo 19 del decreto
ley 2695 y no en los artículos 728-730 del Código Civil. Es importante, sin
66 Fernando Atria
32 Trucco, H: “Teoría de la posesión inscrita dentro del código civil chileno”, en 6 RDJ (1910), pp.
131-155,
p. 143. 33 ibid, 144.
Derechos reales 67
Las consecuencias que sufre el que no cumple los requisitos formales para
ver protegida su posesión son tan radicales que esa desprotección debe poder
ser imputada a la “propia y personal incuria o desidia” del que ha sufrido
el perjuicio. Si el dueño, en su negligencia, no se preocupó de inscribir su
posesión, y como consecuencia de eso otro logró posesión inscrita sobre el
predio de modo que cuando el dueño quiso ejercer su derecho recién entonces
notó que lo había perdido, entonces el dueño sólo tiene a él mismo y a su
negligencia que culparse.
Es evidente que la plausibilidad de esta justificación depende de dos
cosas: la radicalidad de los efectos legales de la falta de inscripción y el grado
de familiaridad con las condiciones técnicas de operación del derecho que es
necesario mostrar para obtener la protección legal. Y es igualmente evidente
que, sin perjuicio de qué es lo que parecía aceptable al legislador en 1855 o
a Humberto Trucco en 1910, todo el sentido de la introducción de regíme-
nes de saneamiento de la posesión de inmuebles, desde 1939 (con la L 6382,
primera de saneamiento) es que el legislador ha constatado que el supuesto
de Trucco es, en las condiciones del siglo XX y tratándose de la detentación
de la pequeña propiedad raíz, insostenible. Que no se puede reprochar ne-
gligencia, en otras palabras, a quien no recurre a los mecanismos formales
de protección de sus derechos cuando se trata de personas cuyas condicio-
nes económicas o sociales hacen difícil su acceso a la asesoría jurídica. La
dictación de la legislación de saneamiento es el reconocimiento institucional
del hecho de que el perjuicio que sus beneficiarios sufren por el hecho de
quedar sin protección jurídica no es reconducible a su desidia (caso en el
cual ese perjuicio puede ser tratado, como lo vio Trucco, como una forma de
“sanción” civil), sino a su condición de clase. Dicho de otro modo, el propio
legislador ha decidido, en un proceso que sólo tendió a agudizarse durante
el siglo XX, que dada la situación de pobreza o marginalidad de los afectados
(identificada actualmente por el valor de los predios en cuestión, al tenor de
lo dispuesto por el art. 21 del DL 2695, una regla que proviene del DFL RRA 6
de 1968) no es posible, en las circunstancias, imputarles negligencia, y por eso
no se justifica negarles la protección del derecho. Ése y no otro es el sentido
del hecho de que las reglas sobre saneamiento protegen a quien se encuentra
en condiciones que, conforme al régimen del Código Civil, no tiene ninguna
posición jurídica digna de protección: al que, por ejemplo, ha adquirido so-
bre la base de un contrato de compraventa que no ha sido inscrito (y que por
consiguiente carece radicalmente de todo derecho sobre la cosa vendida, con-
forme al art. 686 CC), o al que sólo puede mostrar a su favor el hecho de que
le prometieron vender pero que además puede acreditar que pagó al menos
parte del precio y ha detentado la cosa por cinco años (que no sólo carece de
tradición en términos del art. 686, sino que adicionalmente carece de título
traslaticio de dominio!).
68 Fernando Atria
Los casos a ser comentados aquí son de los dos tipos identificados al
principio: Municipalidad de Los Vilos con Fisco fue un caso en el que ambas
partes alegaron inscripciones obtenidas conforme al régimen del Código Civil
de un bien que no estaba inscrito previamente, mientras Almonte con Fumey,
Brahm con Riffo y Forestal Copihue con Forestal Bío-Bío fueron casos en que se
discutía la aplicación de las reglas de saneamiento del decreto ley 2695. Serán
comentados en ese orden.
su adición cuantitativa producirá algún efecto en el lector: lo la Corte Suprema aquí ha dicho es
que el informe no tiene mérito probatorio, porque atendiendo a otras pruebas su contenido carece
de fuerza probatoria. Esto es afirmar que el informe no es persuasivo, pero la Corte lo dice como si
estuviera ofreciendo una razón para justificar ese déficit, aunque no hace tal. El “porque” (en la cita,
“por cuanto”) es vacío: véase 2 Com. 313, n.44.
Derechos reales 73
CONTRATOS DE PROMESA
En Contreras con Telecomunicaciones Ancoa, se demandó en juicio ordinario,
por incumplimiento de contrato de promesa de compraventa inmobiliaria,
una indemnización por daño emergente, lucro cesante y daño moral.
La promitente compradora demandada reconoció la suscripción de la
promesa, el precio y la forma de pago estipulados, pero sostuvo que el
actor estaba en mora de entregar toda la documentación legal ofrecida,
relacionada con la subdivisión del inmueble, la que es esencial para
celebrar el contrato prometido. En su acción reconvencional, pidió el
cumplimiento forzado de la promesa con indemnización de los perjuicios
avaluados anticipadamente, en cláusula penal, en el duplo del precio total
de la venta.
En la sentencia definitiva de primera instancia fueron rechazadas
sin costas ambas demandas, aunque apenas se mencionó el fundamento, a
saber que la mora purga la mora, acorde a lo establecido en el artículo 1552
del Código Civil. Si bien en el considerando 13º, el sentenciador concluye
que ninguna de las partes dio cumplimiento íntegro y oportuno a las obli-
gaciones recíprocas que les imponía el contrato bilateral celebrado, recién
en el considerando 19º, al rechazarse la demanda reconvencional, se halla
la única alusión al artículo 1552 predicho. La Corte de Apelaciones de San
Miguel confirmó la sentencia apelada en todas sus partes.
La primera sala de la Corte Suprema, invalidó de oficio el fallo re-
currido por ambos litigantes, dictando la sentencia de reemplazo de 24 de
mayo de 2005, por la cual declara sin lugar la acción principal y acoge la
demanda reconvencional, ordenando se otorgue la compraventa prometi-
da, dentro de tercero día de ejecutoriado el fallo, pero sin indemnización
de perjuicios, pues la cláusula penal es inaplicable.
López | Obligaciones y Contratos
3 Rev D. UAI (2013) 75-90
© 2013 Jorge López Santa María
76 JORGE LóPEZ SANTA MARíA
2º […] No ha podido el demandado incurrir en el incumplimiento que se le imputa por
cuanto su obligación de pagar el saldo de precio no le era exigible, desde que no se había
suscrito por ambos contratantes la escritura de compraventa prometida
En cuanto a la demanda reconvencional, las partes pactaron un día preciso como
último para otorgar el contrato definitivo, pero el promitente comprador realizó abonos
al precio con posterioridad, los que la contraria recibió sin protesta.
9º […] Consecuentemente ha de concluirse que la intención de las partes era per-
severar en el contrato prometido no obstante el transcurso de la fecha fijada para su
suscripción, razón por la cual el plazo establecido no puede considerarse un término
extintivo.
2 El caso Martínez, recién sintetizado, bien pudo no ser un juicio ordinario de resolución, sino
que un juicio especial de terminación de arrendamiento urbano, con indemnización de perjuicios,
basado en la L 18101 (modernizada ahora por la L 19866, DO del 11 de abril de 2003).
80 JORGE LóPEZ SANTA MARíA
del cual se infiera que pagó el precio de compra estipulado o que se encontra-
ba llana a hacerlo. O sea, en virtud de la excepción de contrato no cumplido.
No habiéndose entregado por la vendedora el objeto exacto comprado por
la demandante, se agregó ser improcedente la acción redhibitoria subsidiaria.
Cecinas la Preferida SA entabló recurso de casación en el fondo, el cual
se tuvo por no interpuesto por la Primera Sala de la Corte Suprema, al casar
en la forma de oficio la sentencia recurrida, por falta de consideraciones de
hecho y de derecho que expliquen por qué la demandante no dio cumpli-
miento a su obligación correlativa de pagar el precio de la compraventa de sal.
En la sentencia de reemplazo, entre otras aseveraciones interesantes, se
señala que la acción redhibitoria, subsidiariamente entablada, no obstante
que el legislador la califique de rescisoria, es una acción resolutoria especial.
Pero que, en el caso en litigio se aplica la regla general de la acción resolutoria
del artículo 1489 del Código Civil, la que fue entablada como principal de la
demanda, siendo acogida por la Corte Suprema, con indemnización por da-
ños emergentes. Rechazándose, en cambio, las reparaciones pedidas por daño
moral y por arrendamiento de frigorífico.
HIPOTECA
En Escobar con Banco Santander, doña Nivia Dina Escobar demandó en
juicio sumario, después substituido por ordinario, para la cancelación de la
hipoteca y alzamiento de la prohibición inscritas a nombre del demandado
en los Registros correspondientes del Conservador de Temuco. Señala que,
habiendo pagado todas las cuotas correspondientes a la compraventa con
mutuo hipotecario, procede que el Banco Santander Chile SA, actual titular
de la hipoteca y prohibición, proceda a cancelarlas, lo que se ha negado a
efectuar. Los primitivos titulares fueron la Asociación Nacional de Ahorro
y Préstamo y, luego, el Banco Osorno. El demandado se opone, sosteniendo
que la actora tiene todavía pendiente un saldo de la deuda sin pagar.
La demanda fue rechazada en primera instancia, con costas, por falta
de prueba de la señora Escobar respecto a la completa extinción de su obli-
gación principal de pagar las 144 cuotas de préstamo de dinero que recibió
y caucionó con la hipoteca, más los dividendos suplementarios de la repro-
gramación de la deuda. La Corte de Temuco revocó, con voto disidente del
ministro don Héctor Toro, acogiendo la demanda de fojas uno en todas sus
partes. El banco entabló casaciones en la forma y en el fondo para ante la
Corte Suprema. La primera sala, luego de acoger el recurso de casación en
el fondo e invalidar la sentencia recurrida, confirmó la sentencia de primera
instancia pronunciada por el juez titular del segundo juzgado civil de Temuco.
El quid del caso se encuentra en la reprogramación de créditos hipote-
carios, que derivó en el beneficio de ampliación de los plazos para el pago de
OBLIGACIONES Y CONTRATOS 85
las deudas hipotecarias, con reducción del monto de las cuotas pendientes y
la agregación de dividendos suplementarios, de modo que, en el caso en litigio,
después del vencimiento de la cuota 144 del mutuo, a partir de julio de 1995,
debieron pagarse por la demandante 28 dividendos suplementarios, los que
suman un monto pendiente de 122,78 UF. Atendido a que existe este saldo de
la deuda sin pagar, no procede la cancelación de la hipoteca ni el alzamiento
de la prohibición.
CONTRATOS DE HONORARIOS
En los casos que siguen, sobre contratos de honorarios, explícita o
implícitamente, fue el principio de la fuerza obligatoria de los contratos
legalmente celebrados, pacta sunt servanda, consagrado en el artículo 1545
del Código Civil, el fundamento principal de la acogida total o parcial de las
cuatro demandas5.
Por otra parte, al menos en el juicio Bravo con Empresa de Servicios Sa-
nitarios, aunque no se desarrolló el tópico por los tribunales, estuvo latente
la validez, en Chile, de los contratos de cuota litis, en que se conviene como
honorario para el letrado un porcentaje de lo que obtenga en el pleito (nunca
mayor al porcentaje del cliente, según el Código de Ética Profesional) . Muy
diverso es en otras latitudes, por ejemplo en los países europeos, en los cuales
la cuota litis y la sociedad de hecho entre abogado y cliente se encuentran
prohibidas o son ineficaces.
En Bravo con Empresa de Servicios Sanitarios, el abogado don Rodri-
go Bravo Valenzuela demandó en juicio sumario a ESSCO S.A. solicitando el
pago de honorarios profesionales por $527.917.220, más reajustes e intereses,
o las sumas que se determinen. Funda su acción en la circunstancia de que,
en septiembre de 1997, esa persona jurídica contrató sus servicios como abo-
gado para que la defendiera en las demandas que se iban a entablar contra
Comitrant SA, explotadora de áridos en el río Elqui, y de la municipalidad
de La Serena, por los daños sufridos en instalaciones de alcantarillado y de
agua potable. El contrato de servicios profesionales y de honorarios se celebró
por escrito. Dedujo, efectivamente, demanda civil en contra de ese municipio;
querella criminal; y realizó otras labores profesionales. El contrato indica que
el abogado señor Bravo Valenzuela tenía derecho a percibir, a todo evento, 150
UF por la querella criminal, y 250 UF por la demanda civil. Más la cuarta parte
de lo que se obtuviere como indemnización.
En primera instancia se acogió la demanda sólo en cuanto a los valores
estipulados a todo evento. En alzada, la Corte de Apelaciones de La Serena
consideró que no había base de cálculo para fijar el 25% de lo obtenido como
5 Cfr. sobre tal principio y sus avatares, op. cit. en n.1, p. 45ss.
86 JORGE LóPEZ SANTA MARíA
CONTRATO INNOMINADO
En Municipalidad con Starco S.A., este municipio entabla acción de cobro de
$85.650.902, más accesorios, en juicio ordinario por pago de lo no debido
contra la empresa de recolección y transporte de residuos domiciliarios
Starco SA Por escritura pública del 31 de julio de 1990, las partes celebraron
contrato innominado o atípico para la recolección y transporte de basura, y
limpieza y barrido de calles, por siete años hasta el primero de septiembre
de 1997. El régimen de precios que debía pagar la Municipalidad se pactó
en la compleja cláusula quinta del contrato. Esta última fue mal aplicada en
opinión de la actora, lo que condujo a que ella pagase por error $47.082.740,
los que reajustados según la variación del IPC hasta la demanda, determinan
los $85.650.902 que se cobran. En la cláusula quinta, el precio se reajusta
por dos conceptos: variación del IPC y variación del incremento poblacional,
acorde al apartado 3.2 de las Bases Administrativas del Contrato estipulado.
La demandada sostiene que no ha existido pago de lo no debido alguno y
que la interpretación que después de siete años efectúa la municipalidad
del contrato no sólo es equivocada, sino que infringe la aplicación práctica
del mismo, configurando violación de los actos propios y conculcación del
principio de buena fe.. Entabla una muy oscura acción reconvencional de
usucapión o prescripción adquisitiva, según los antecedentes. La que no será
aquí analizada pues, además de la oscuridad, este tema corresponde a otro
comentarista, el de derechos reales.
El 14º juzgado civil de Santiago acogió la demanda en primera instancia,
interpretando la cláusula quinta del contrato de la manera postulada por la
actora, pero sólo en cuanto a que deben restituirse las sumas percibidas por
Starco SA por aplicación errada del reajuste a causa del incremento pobla-
cional, el cual se calculó desde el primero de enero de 1991, en circunstancia
que sólo debió aplicarse a contar de un año más tarde. El fallo no indica el
quantum de la restitución, ni reserva su determinación para la ejecución de
la sentencia.
La Corte de Apelaciones de Santiago rechazó el recurso de casación en
la forma, y, conociendo de la apelación, revocó la sentencia de primer grado,
rechazando la demanda municipal y acogiendo la reconvención de Starco SA
Para declarar sin lugar la demanda principal, interpretó el contrato de autos,
fundamentalmente desde la perspectiva de su aplicación práctica durante los
90 JORGE LóPEZ SANTA MARíA
siete años que duró, o sea en base a la interpretación auténtica del artículo
1564 inciso final del Código Civil, la cual, según los tres ministros titulares
firmantes del fallo, equivale a confesión de parte.
El recurso de casación en el fondo de la Municipalidad agraviada, fue
rechazada por la Primera Sala de la Corte Suprema, el 4 de mayo de 2005,
principalmente por dos razones: a) La precisión del momento del reajuste por
incremento población es una cuestión de hecho que escapa al control de la
corte de casación; b) La interpretación contractual, si no se violan las normas
legales pertinentes, es también cuestión de hecho, “que generalmente escapa al
control de la Corte Suprema”6.
6 Sobre interpretación de los contratos y recurso de casación en el fondo, cfr. op. cit. en n.1, p. 89.
Derecho SUCESORIO
Eduardo Court Murasso
del que posee la herencia…(c.4 fallo de reemplazo)por lo que debe ser desestimada la
alegación de los demandados.
esta última fecha. En efecto, como expresa Elorriaga, tratándose de esta si-
tuación, el artículo 704 del Código Civil exige la posesión efectiva como justo
título necesario para adquirir la posesión regular, requisito de la prescripción
adquisitiva ordinaria, y esta posesión
solamente comienza cuando éste se tenga y no antes. Si un falso heredero está poseyendo,
sin justo título, es un poseedor irregular, sólo tiene el corpus y el animus, pero nada más.
Si luego de ello obtiene la posesión efectiva; esto es, obtiene el justo título, solamente a
partir de ese momento tendrá la posesión regular. No puede agregarse a ella el tiempo
en que el falso heredero estuvo poseyendo irregularmente. El plazo de cinco años, desde
este punto de vista, solamente puede contarse desde que existe el justo título, es decir, la
posesión efectiva de la herencia9.
9 Ibid 507.
rESPONSABILIDAD Civil
Fabián Elorriaga de Bonis
Según parece, y a pesar del tenor del nuevo inciso final, es también res-
ponsable solidario el conductor del vehículo causante del accidente y que se
encuentra sometido al sistema de leasing. Si bien la norma dice que en estos
casos la responsabilidad civil será de cargo del arrendatario del vehículo, ello,
obviamente, no excluye la del conductor según lo dispuesto en el inciso se-
gundo del artículo. El sentido de la norma es limitar la responsabilidad de la
empresa de leasing, pero no eximir de responsabilidad al chofer del automóvil
que culpablemente provocó los daños.
Todo lo anterior ocurre siempre que se haya solicitado la inscripción
del contrato de arrendamiento con opción de compra irrevocable en el Regis-
tro de Vehículos Motorizados, con anterioridad al accidente. Debe llamarse
la atención respecto de que lo que determina la fecha no es el día del registro
del contrato a nombre del propietario, sino que la fecha en que ello se solicita.
Se cumple así con el principio imperante en materia registral según el cual la
fecha del registro no es la de la inscripción material de sino que la del reque-
rimiento de inscripción al órgano respectivo.
Daño por repercusión o rebote
Durante el año 2005 la Corte Suprema dictó tres sentencias que inciden muy
directamente en el tema del daño por repercusión o rebote. Los fallos librados
en Villarroel con Municipalidad; en contra López-Aliaga Sessarego y en Camus
y otros con Municipalidad, no hacen más que poner de relieve los conflictos
que ofrece determinar con precisión qué víctimas por repercusión, dentro de
cúmulo de posibles afectados, son las que están legitimadas para demandar
y obtener la reparación de sus pretendidos perjuicios. La complejidad y
trascendencia de este tópico justifica un comentario mucho más extenso.
Para comprender el alcance de la problemática, primero se tratará de
las nociones generales acerca de este tipo de perjuicio y de las dificultades que
ofrece, para luego continuar con las tendencias judiciales mayoritaria y mino-
ritaria en Chile y concluir con el comentario de los fallos antes enunciados.
El daño por repercusión o rebote es el que afecta a sujetos distintos de
la persona inmediatamente lesionada por el hecho ilícito5.
Este perjuicio surge, normalmente, en hipótesis de lesiones corporales
o muerte de la víctima inicial, ya que junto al daño que sufre el afectado por
accidente, sucede que las personas que con él se relacionan afectiva o patri-
monialmente, también se ven de alguna forma perjudicadas6. Estas últimas
5 Sobre esta cuestión Elorriaga De Bonis, F: “Del daño por repercusión o rebote”, en 268 Revista
Chilena de Derecho (1999), pp. 369ss, y también en Instituciones de Derecho Privado, (Lima: Grijley,
dirección J. L. de los Mozos y C. Soto Coaguila, 2006), t. iv; Responsabilidad Civil. Derecho de Daños, pp.
319ss. También puede verse “¿Existen los excluidos en el daño moral?”, en 304 La semana jurídica, p. 5.
6 Ciertos doctrinadores limitan la cuestión del daño por rebote sólo a los casos en que la víctima
inicial resulta muerta o lesionada. Véase, por ejemplo, Vicente Domingo, E: Los daños corporales:
tipología y valoración, (Barcelona: Bosh, 1994), pp. 211 y 213.
Responsabilidad civil 101
personas son víctimas mediatas, en la medida que el impacto del hecho ilícito
no los afecta directamente, sino que a otro individuo que es el muerto o le-
sionado a consecuencia del siniestro. Sin embargo, y a pesar de no haber sido
lesionados en forma directa, padecen un daño originado en el mismo hecho,
al resultar alcanzados en sus afecciones, en sus medios de subsistencia o por
los desembolsos en que deben incurrir para atender a la víctima principal. Por
eso es que Malaurie y Aynès señalan que en estos casos existen dos víctimas y
dos acciones, pero un solo hecho perjudicial7.
El perjuicio padecido por las víctimas mediatas del suceso dañoso ha
sido objeto de distintas denominaciones. La doctrina francesa acuñó la ex-
presión dommage par ricochet8. Literalmente significa daño por carambola,
término bastante ilustrativo en lo que hace a las características de este per-
juicio. También los franceses han hablado de perjuicio réfléchis (reflejo) o por
repercusión, nociones que hacen explícita la misma idea9. La expresión “daño
reflejo” se ha extendido en Costa Rica10. También se le ha llamado premium
affectionis, en oposición al daño que sufre la víctima principal que algunos lla-
man premium doloris. Así, por ejemplo, se ha resuelto en Venezuela que
respecto al presunto daño moral experimentado por la accionante, se observa que en
materia de daño moral se identifican básicamente dos tipos, el daño sufrido por la propia
víctima o pretium doloris y el daño afectivo, pretium affectionis o mejor conocido como
daño por rebote. El primero de los nombrados es aquel daño, sufrimiento o perjuicio
moral padecido por la víctima a razón de una conducta ilícita del agente del daño, re-
saltando la nota de daño personalismo, el cual solo puede ser reclamado por la propia
víctima, a diferencia del daño afectivo que es aquel sufrido por familiares o parientes de
la víctima, caso que no nos ocupa hoy11.
1600 del proyecto de Código Civil argentino de 1998, señala que “damnificado
indirecto es el tercero sobre quien repercute el daño que sufre otra persona”.
Sin embargo, el problema es el riesgo de que este daño pueda ser asociado a
un perjuicio indirecto, y, por lo mismo, no indemnizable. Los daños directos
son una consecuencia inmediata del hecho que los origina. En Chile, en sede
contractual, la fuente de esta distinción es el artículo 1558 del Código Civil. De
acuerdo al artículo si hay dolo en el incumplimiento de la obligación, el deudor
será responsable de todos los perjuicios que fueron consecuencia inmediata
o directa de no haberse cumplido la obligación o de haberse retardado su
cumplimiento, aun cuando hayan sino imprevistos. Se confirma así la regla de
que los perjuicios indirectos no imponen responsabilidad al deudor13.
Las víctimas por repercusión o rebote pueden serlo ya por daños patri-
moniales, ya por daños extrapatrimoniales. En el plano ámbito patrimonial,
el perjuicio se plantea para las víctimas reflejas cuando un individuo obtenía
de otro algún tipo de ingreso o ganancia, y producto de la muerte o la inca-
pacidad laboral de quien generaba estos ingresos o ganancias, ellos se dejan
de percibir, con lo que la víctima por rebote resulta afectada en su patrimonio,
a título de lucro cesante14. En el ámbito extramatrimonial, son víctimas por
repercusión todas las personas que sufren o padecen un daño moral por la
muerte o la lesión de la víctima inicial.
sotros los artículos 2314 y 2329 del Código Civil recogen la regla de que todo
daño debe ser indemnizado. Cualquiera que ha sufrido un perjuicio tiene el
derecho a ser indemnizado.
En la práctica, algunos han creído ver un orden de prelación de las vícti-
mas por rebote en los nuevos artículos 59 inciso 2º y 108 del Código Procesal
Penal. El primero de estos artículos permite a la víctima de un hecho punible,
deducir en el proceso penal la acción civil para perseguir las responsabilidades
civiles que puedan emanar del delito penal. Por su parte, el segundo precepto,
señala que
para los efectos de este Código, se considera víctima al ofendido por el delito. En los
delitos cuya consecuencia fuere la muerte del ofendido y en los casos en que éste no pu-
diere ejercer los derechos que en este Código se le otorgan, se considerará víctima: a) al
cónyuge y a los hijos; b) a los ascendientes; c) al conviviente; d) a los hermanos, y e) al
adoptado o adoptante. Para los efectos de su intervención en el procedimiento, la enu-
meración precedente constituye un orden de prelación, de manera que la intervención
de una o más personas pertenecientes a una categoría excluye a las comprendidas en las
categorías siguientes.
tan solo a los parientes consanguíneos y afines que sean acreedores de alimen-
tos, no se podría reservarla para los parientes consanguíneos y por afinidad
muy próximos (cónyuge, ascendientes, descendientes, hermanos y hermanas,
suegros y suegras, yernos y nueras, cuñados y cuñadas), a los parientes en
grado de suceder, o también a los que tengan un vínculo de parentesco con-
sanguíneo o por afinidad reconocido por la ley. “El pesar experimentado, cuya
reparación se asegura, no se limita a unas u otras de esas categorías, rebasa el
círculo mismo de la familia, y es susceptible de afectar a cualquier persona”23.
Si fuese de esta manera la predicada independencia del perjuicio por
rebote impediría la creación de una suerte de orden de prelación entre suje-
tos más cercanos a la víctima y los más lejanos, en el cual la indemnización
de aquéllos excluye la de éstos. En virtud de este orden se crearía la premisa
de que la compensación de los sujetos más cercanos a la víctima inicial debe
considerarse reparación suficiente del mal causado, con independencia del
daño real o efectivo que puedan haber sufrido otras personas o parientes más
lejanos. Y ocurre que los propios Mazeaud y Tunc, concientes de todas las
dificultades que puede acarrear la absoluta independencia del perjuicio por
rebote, escriben que la acción indemnizatoria debiera ejercerse en nombre de
la familia,
por el cónyuge; a falta de este, por el pariente más próximo en grado; de faltar el mismo,
por el pariente del grado subsiguiente; y, si varios parientes se encontraran en el mismo
grado, cabría zanjar el conflicto susceptible de plantearse entre ellos concediéndole pre-
ferencia al de más edad (...) ¿no conviene admitir al menos que la acción de las personas
más allegadas al difunto agote normalmente la de las personas que se encuentran en un
grado más lejano de parentesco por consanguinidad o afinidad? (...) Así, salvo lo excep-
cional, no se ejercitarían sino tres acciones —y además no serían ejercitadas simultánea-
mente sino rara vez—: la de los padres, la del cónyuge y la de los hijos24.
23 Mazeaud y Tunc, op. cit. en n.22, p. 450. 24 Ibid 453-4.
Responsabilidad civil 107
Quedan así excluidos los sufrimientos que padecen los familiares cuando la
víctima no ha fallecido y también todas las personas que no tengan el carácter
de herederos forzosos.
También es el la fórmula que sigue la parte final del artículo 1835 del
Código Civil paraguayo. Señala la norma que
existirá daño, siempre que se causare a otro algún perjuicio en su persona, en sus dere-
chos o facultades, o en las cosas de su dominio o posesión. La obligación de reparar se
extiende a toda lesión material o moral causada por el acto ilícito. La acción por indem-
nización del daño moral sólo competerá al damnificado directo. Si del hecho hubiere
resultado su muerte, únicamente tendrán acción los herederos forzosos.
28 Cfr. Mazeaud y Tunc, op. cit. en n.22, pp. 447 - 450 y Viney y Markesinis, op. cit. en n.8, pp. 82-3.
29 Cfr. Viney y Markesinis, op. cit. en n.8, p. 82.
110 Fabián Elorriaga De bonis
moral, con lo que quedan liberados de probar este sufrimiento, a menos, claro
está, que exista separación o divorcio entre los cónyuges, o distanciamiento en-
tre padres e hijos, ya que en dichas hipótesis deberán probar el perjuicio moral
que supuestamente les ha ocasionado el hecho35. El resto de los perjudicados
también cuentan con el derecho a la indemnización por el daño moral, pero
no son beneficiados por presunción alguna. Ellos deben acreditar suficiente-
mente el perjuicio moral que reclaman36. Así, por ejemplo pueden pretender
la indemnización por daño moral los novios y novias37; o las personas que han
criado a un menor como si fuese su hijo38; o quien convivía de hecho con la
víctima inmediata, a condición que prueben rigurosamente su daño39.
(ii) En contraste con este criterio en favor de la indemnización del daño
moral de las víctimas reflejas en caso de muerte de la víctima inicial, la misma
jurisprudencia es más reticente en lo que se refiere a las lesiones que pueden
haber afectado a aquélla.
La jurisprudencia civil francesa resolvió durante muchos años que si la
víctima había sobrevivido a un accidente, sus parientes no estaban legitima-
dos para obtener la indemnización del daño moral40, y que para que ello fuere
factible era indispensable que se probara que el perjuicio experimentado era
de una naturaleza absolutamente excepcional por su gravedad, lo que la llevó
a rechazar la mayor parte de las demandas41.
Pero desde hace unos treinta años esta postura fue desapareciendo en
los fallos civiles. El criterio de solución se mantiene, sin embargo, dentro de
la jurisdicción penal, y los parientes de la víctima que sólo ha sido lesionada,
no pueden pretender la indemnización por el sufrimiento personal que les
causó la lesión ajena, pues ella sólo puede ser obtenida por el personalmente
afectado por el hecho42.
El mismo principio se ha venido imponiendo en la jurisprudencia espa-
ñola, en la que se exige que las lesiones de la víctima inicial sean muy graves
para que el daño moral por rebote sea objeto de compensación económica43.
Esta última solución parece comprensible siempre que el objetivo es
priorizar la indemnización del más afectado con el hecho dañoso. Con todo,
es muy importante que ella no se presente como una regla absoluta, ya que
de lo contrario puede llevar a resultados muy difíciles de aceptar en justicia.
Una grave lesión física provocada a un hijo o la agresión sexual de la que pue-
de haber sido víctima, indudablemente que causa un gravísimo sufrimiento
35 Cfr. Mazeaud y Tunc, op. cit. en n.22, pp. 460 y 461 y Viney y Markesinis, op. cit. en n.8, pp. 82-3.
36 Cfr. Viney y Markesinis, op. cit. en n.8, p. 83.
37 Cfr. Mazeaud y Tunc, op. cit. en n.22, p. 460 y Viney y Markesinis, op. cit. en n.8, p. 84.
38
Cfr. Mazeaud y Tunc, op. cit. en n.22, p. 460. 39 Ibid.
40 Cfr. Mazeaud y Tunc, op. cit. en n.22, p. 461 y Viney y Markesinis, op. cit. en n.8, p. 92.
41 Cfr. Mazeaud y Tunc, op. cit. en n.22, p. 462 y Viney y Markesinis, op. cit. en n.8, p. 92.
42 Cfr. Viney y Markesinis, op. cit. en n.8, pp. 92-3.
43 Cfr. Vicente, op. cit. en n.6, p. 221.
112 Fabián Elorriaga De bonis
reparación a la hija legítima por los perjuicios que le ocasionaron las lesiones
que sufrió el padre en accidente de tránsito57; a los padres naturales por las
lesiones sufridas por su hija58; a los padres legítimos por las lesiones sufridas
por su hijo59 y a la madre por los daños perpetrados al hijo60.
Estos mismos criterios se mantienen en sentencias recientes, que no re-
conocen algún tipo de criterio limitativo en lo que se refiere a la reparación del
daño moral de las víctimas por rebote, ni tampoco establecen algún tipo de
orden de prelación en el que los perjudicados más cercanos al principalmente
afectado sean preferidos a los más lejanos.
Así, por ejemplo, ante la muerte de un sujeto, se ha otorgado indem-
nización por daño moral conjuntamente a sus padres y a sus hermanos61; a
su conviviente, a su hijo menor y a su madre62; también se ha concedido la
misma indemnización a la madre en conjunto con a las hijas del fallecido63;
al nieto en conjunto con los hijos del fallecido64; e incluso a la conviviente, al
hijo y a la hija póstuma del occiso en el hecho ilícito. En este último caso se
declaró que
puede demandar el daño moral la víctima inmediata o directa, esto es, la persona en
quien recae la lesión, y los que también lo sufren en razón de que el daño inferido
a aquélla los hiere en sus propios sentimientos o afectos. Respecto de estos últimos
debe aplicarse el principio general que sostiene que tienen derecho a la indemniza-
ción aquellos que han sufrido daño, sin limitarlo a determinadas personas o épocas
puesto que la ley no lo hace. En efecto, el principio imperativo sustentado por el
artículo 2314 del Código Civil, es que todo daño proveniente de un hecho ilícito debe
ser indemnizado. Así pueden exigir la indemnización aquéllas que indirectamente,
aunque de un modo real y efectivo, sufran las consecuencias del hecho culpable [... .]
En consecuencia, no habiendo establecido la ley limitantes, no resulta pertinente exi-
gir, del que reclama la indemnización, determinadas características, como tampoco
que el daño que ha padecido debió sufrirlo en forma coetánea con la realización del
hecho ilícito65.
57
Cfr. 91 RDJ (1994), p. 42. 58 88 RDJ (1991), p. 88, 284 FM (1982), p. 275.
59 Cfr. 87 RDJ (1990), p. 141 y Corte de Apelaciones de Concepción, 30 de noviembre de 1995
(Lexisnexis 22131). 60 Cfr. 90 RDJ (1983), p. 277. 61 Cfr. 295 GJ pp. 224ss.
62 Cfr. Corte Suprema, 13 de noviembre de 2003 (Lexisnexis: 28975).
63
Cfr. 288 GJ, pp. 177ss. 64 Cfr. 481 FM , pp. 2600 y ss.
65 Corte Suprema, 13 de mayo de 2004 (Lexisnexis 30157).
66 Corte Suprema, 21 de noviembre de 2001 (Lexisnexis: 22997).
67 Corte de Apelaciones de Santiago, 17 de abril de 2002 (Lexisnexis: 21425).
114 Fabián Elorriaga De bonis
Las víctimas por rebote en fallos recientes
Sin perjuicio de todo lo antes dicho, de un tiempo a esta parte se han venido
dictando ciertas resoluciones judiciales que han incorporado entre nosotros
algunos de los criterios imperantes en el derecho comparado con relación a la
indemnización de las víctimas por repercusión.
En estos fallos, los sentenciadores han entendido que, en lo que hace al
daño moral, dentro del cúmulo de potenciales afectados por el hecho ilícito,
los más perjudicados excluyen, de una u otra forma, a los que han resultado
lesionados en menor medida, concentrando la indemnización en aquellos y
no haciéndola extensiva a éstos68.
70
Rol IC 432/1997.
71 Rol IC 208.780 (Lexisnexis: 30024).
116 Fabián Elorriaga De bonis
72
73 Rol IC 791/2002 (Lexisnexis: 29444). Rol IC 4700/2003 (Lexisnexis: 29444).
Responsabilidad civil 117
aceptar los excesos y tenemos la convicción de que éstos se están produciendo (…) El
reconocimiento del daño moral no tiene una función estrictamente compensatoria o per-
misiva, es sólo un medio de paliar el dolor sufrido. El resarcimiento del daño moral no
puede prestarse a especulaciones, servir de seguro de vida, ser fuente de enriquecimiento
sin causa (cc.8, 9).
En Cepeda y otros con Cosem Ltda. y otros un trabajador sufrió un accidente que
le ocasionó un 40% de incapacidad física. Él, su mujer y sus hijos, demandaron
de indemnización de perjuicios a la empresa contratista empleadora y a los
mandantes de ella. La sentencia de primera instancia otorgó indemnización
de perjuicios a todos los actores, mas la Corte de Apelaciones de Valparaíso,
en fallo de fecha 8 de octubre de 2004, la revocó en aquella parte que extendía
la compensación a la mujer y a los hijos, otorgando la indemnización sólo al
lesionado75.
El criterio que ahora sigue la Corte para llegar a esta conclusión es so-
lamente el probatorio, sin que en la sentencia se haga alusión alguna al orden
de prelación entre las víctimas por rebote. Según el fallo la indemnización del
daño por repercusión o rebote demandado por la cónyuge e hijos del actor
principal, no es posible en la medida que
no invocan la lesión de un bien extrapatrimonial determinado; tampoco obran a su favor
en el proceso datos precisos que permitan apreciar un detrimento en su calidad de vida y
la necesidad de concedérseles medios económicos para superar esa situación o reconfor-
tarlos ante una conmoción espiritual consecuente, que tampoco acreditan (c.37).
Por otro lado, el fallo reitera ciertas normas chilenas que, a su juicio, servirían
para establecer un orden de prelación entre las víctimas por rebote. Sostiene
la sentencia que
el problema de la titularidad de la acción no se puede resolver con la interpretación ni
gramatical ni histórica del texto, y por ello debe buscarse la solución en los elementos
de interpretación sistemática y analógica. En tal sentido hay a lo menos dos normas. La
ley 16744 previene que producida la muerte de un trabajador, según los artículos 43 y
siguientes establece la ley un orden: la cónyuge y los hijos, respecto de sus ascendientes
sólo si causan asignación familiar, si no es así se limita a los anteriores. Otra norma es
el artículo 14 de la ley 16643 sobre Abusos de Publicidad que en caso de fallecimiento o
impedimento de rectificación lo entrega a la cónyuge, padres, hijos o hermanos. Vemos
entonces que hay implícito un orden de prelación sobre los derechos y acciones de un
difunto, en todos ellos el primer lugar es de la cónyuge sobreviviente e hijos, como se
deduce del artículo 34 de la ley 16.643 (c.5).
los delitos de injuria y calumnia a que se refiere el artículo 29, dará derecho a indemnización por el
daño emergente, el lucro cesante y el daño moral”. 79 Lexisnexis: 33021
120 Fabián Elorriaga De bonis
la jurisprudencia ha señalado que, tratándose de daño moral, pueden demandar su repa-
ración la víctima inmediata o directa, esto es, la persona misma en quien recae la lesión,
ofensa o injuria que la causa y los que, sin tener esa calidad, también lo sufren en razón
de que el daño inferido a aquélla los hiere en sus propios sentimientos o afectos, incluso
aun cuando no sean sus herederos o parientes.
Que a esta última categoría de damnificados —también conocidos como víctimas
por repercusión— pertenecen, sin lugar a dudas, los demandantes (…) padres del me-
nor (…), quienes, en razón de tan estrecho vínculo de parentesco y cercanía de afectos,
necesariamente hubieron de experimentar sentimientos de aflicción y dolor, a causa de
lesiones sufridas por aquél; situación que adquiere particular relevancia en el caso del
padre (…) quien acompañaba a la víctima cuando ésta cayó sorpresivamente al orificio
existente en la acera por donde transitaban, con el resultado de quebranto de su inte-
gridad corporal, a que en su oportunidad se hizo mención”. “Que de lo anteriormente
razonado se colige que, al desconocerse por los sentenciadores de segundo grado a los
recurrentes la calidad de sujetos activamente legitimados para ejercer la acción repara-
toria deducida por concepto de daño moral, cuya existencia, por otra parte, aparece de
los antecedentes fácticos establecidos en la instancia, incurrieron en el yerro jurídico que
se ha denunciado, con influencia sustancial en lo dispositivo del fallo impugnado; razón
por la cual, el recurso de casación en el fondo deducido por los demandantes aludidos
debe ser acogido (cc.31, 32, 33).
Sin embargo, como se dijo, esta postura no es la que quedó fijada en Ca-
mus y otros con Municipalidad. Producto de la caída de una pasarela peatonal
en la noche año nuevo, falleció una menor de 14 años, por lo que sus padres,
abuelo y hermano, demandaron a la Municipalidad de Valparaíso. En fallo de
fecha 6 de octubre de 2004, la Corte de Apelaciones de Valparaíso, excluyó de
la indemnización al hermano de la menor, y aunque se extiende con largueza
respecto del problema de la legitimación activa para demandar el daño moral
por parte de las víctimas por repercusión, no lo hace con mucha claridad ni
orden en sus ideas81.
La Corte de apelaciones vuelve a reproducir los conceptos de loss of
consortium, dependat in law y de loss of society y la de herederos forzosos del
Derecho argentino como criterios ordenadores de los lesionados por rebote
que ya había introducido en Alarcón y otra con Codelco, pero nuevamente lo
hace sin mayores explicaciones, y siempre a título enunciativo. Sin embargo, a
diferencia de los casos anteriores, ahora trata de establecer la legitimación de
las víctimas para ser indemnizadas sobre la base del daño efectivamente pa-
decido por ellas, entendiendo que el sufrimiento o el dolor no son por sí solos
un daño moral si no van unidos a un detrimento real y probado de algunos de
los atributos inherentes a la personalidad, con lo que
no basta la prueba del hecho externo que lesionó a la víctima principal, sino que debe
probarse, además, que este atentado perturbó la estabilidad familiar del tercero reper-
cutido (c.2).
Sobre estas bases, la Corte de Valparaíso otorga la indemnización de perjuicios
a los padres de la menor así como al abuelo, ya que ellos probaron en el
proceso este quebranto emocional (cc.3, 4), pero excluye de la indemnización
al hermano de la niña fallecida “por cuanto si bien compartía el hogar común
es preterido por sus padres y abuelo demandantes” (c.5).
Como se aprecia, no hay mucha claridad conceptual en el fallo, pues los
criterios utilizados no son completamente compatibles. Si existe un orden de
prelación respecto de las víctimas por rebote, cuestión que contaría la auto-
nomía del daño por repercusión82, poco importa que las víctimas más lejanas
acrediten su daño, ya que necesariamente serán excluidas por las más cerca-
nas al perjuicio. Por el contrario, si el criterio rector es que quien pruebe el
perjuicio tiene derecho a ser indemnizado, no puede aplicarse ningún orden
de prelación, dado que lo que determina la procedencia de la indemnización
es la prueba del perjuicio. Pero este caso, se indemnizó al abuelo porque pro-
bó su perjuicio, pero se excluyó al hermano por la presencia de otros parientes
más cercanos, con independencia que hubiere o no acreditado su daño83.
Relación de causalidad
Como es ampliamente sabido, para que surja la responsabilidad civil
extracontractual no basta con un hecho ilícito imputable a culpa o dolo de
otro, ni siquiera basta con que se haya producido un daño, sino que es además
necesario una relación de causalidad entre el hecho ilícito y el perjuicio que
se ha producido. Se trata de que el daño sea una consecuencia o efecto de la
actuación ilícita. En caso contrario el autor no es responsable del perjuicio
aun cuando haya actuado culpable o dolosamente.
Para buena parte de la doctrina este requisito de la responsabilidad civil
aquiliana está previsto entre nosotros en los artículos 2414 y 2329 del Códi-
go Civil. Según el primero el que ha cometido un delito o cuasidelito “que
ha inferido daño a otro”, es obligado a la indemnización, de lo que se colige
sin mayores dificultades que el daño debe ser el resultado del hecho ilícito y
no de otra causa. De conformidad al segundo artículo, todo daño que pueda
“imputarse a malicia o negligencia de otra persona, debe ser reparado por ésta”,
lo que indica que solamente aquellos daños atribuibles a la culpa o dolo del
agresor son los que comprometen su obligación de reparación, y los perjuicios
que no sean susceptibles de esta imputación84.
Existe relación de causalidad cuando el hecho ilícito es la causa directa
y necesaria del perjuicio, esto es, cuando sin haber mediado tal acto u omisión,
el daño no se hubiere producido. No se trata más que del vínculo que encade-
na una acción u omisión con el resultado que se produce como consecuencia
necesaria, directa y lógica de dicha actuación u omisión.
Durante el año 2005, la Corte Suprema dictó dos sentencias que inci-
den directamente en la cuestión del vínculo causal. La primera en Labbe con
Baeza y la segunda en Sociedad Constructora y otros con EMOS. Sin embar-
go, el elemento relación causal juega en los dos fallos en un sentido diferente.
Mientras en el primero se recurre a este elemento para hacer procedente la
indemnización, en el segundo se denuncia la ausencia de este requisito con el
objeto de desestimar la demanda deducida.
En efecto, en Labbe con Baeza las partes suscribieron un contrato de
promesa de compraventa en el que establecieron una multa por incumpli-
miento, la que fue garantizada mediante la entrega de un cheque que quedó en
84 Para esta cuestión Alessandri, op. cit. n.15, pp. 238ss.; Díez, op. cit. en n.21, pp. 71ss.; Rodríguez
Grez, P: Responsabilidad Extracontractual (Santiago, Editorial jurídica de Chile, 1999), pp. 369ss.
124 Fabián Elorriaga De bonis
Ello porque tanto los tribunales de instancia como la Corte Suprema, sólo
afirman lo obvio, esto es que para que se configure la responsabilidad civil
extracontractual es necesario que exista y se acredite una acción dolosa o
culpable de parte del victimario.
Sin embargo, esto que parece una obviedad, es el gran mérito de estos
pronunciamientos, en la medida que en la actualidad asistimos a un escenario
en que en la responsabilidad civil lo esencial parece haberse olvidado o haber
quedado tan postergado que cuesta trabajo encontrar en ciertas decisiones
judiciales condenatorias este básico elemento de la responsabilidad aquiliana.
En este sentido, las sentencias dictadas en este pleito, sólo pueden ser calificar-
se de muy sensatas, pues no hacen más que decir una cuestión jurídicamente
evidente, pero a veces olvidada, y que no es otra que no existe responsabilidad
civil extracontractual si no se produce un hecho verdaderamente culpable.
Hoy es lugar común afirmar que durante los últimos años la respon-
sabilidad civil viene sufriendo profundas transformaciones. El creciente au-
mento de los riesgos y la exigencia de un mayor grado de responsabilidad
en las actuaciones han determinado que el daño se haya transformado en el
más relevante de los elementos de la responsabilidad extracontractual. Con el
tiempo se ha ido acentuando –y a veces exagerando–, la función reparadora
de la responsabilidad civil. Así, se ha postergado en muchos casos la impor-
tancia del resto de los elementos que le dan su forma. Se han multiplicado las
presunciones de responsabilidad destinadas a alivianar la prueba de la culpa
del victimario, haciendo menos dificultosa la reparación del perjuicio. Han
aumentado las hipótesis de responsabilidad objetiva o por riesgo, en las que
acreditándose el daño sufrido se configura la obligación de repararlo, con in-
dependencia de que exista o no culpa o dolo del victimario. También han ad-
quirido alguna presencia las denominadas indemnizaciones equitativas, que
más que compensar a la víctima persiguen socorrerla, y que son procedentes
aun cuando en rigor no debiera otorgarse la indemnización de perjuicios por
no concurrir todos los elementos que configuran la responsabilidad civil85. In-
cluso más, se advierten una serie de pronunciamientos judiciales en los que
el vínculo causal entre el hecho ilícito y el daño es francamente muy difícil de
encontrar debido a que el daño presenta una ostensible lejanía con el hecho
que supuestamente lo origina86.
85 Así, por ejemplo, de conformidad a los arts. 1976 y 1977 del Código Civil peruano de 1984, no
hay responsabilidad por el daño causado por persona incapaz que haya actuado sin discernimiento,
en cuyo caso responde su representante legal. Si la víctima no ha podido obtener reparación en el
supuesto anterior, puede el juez, en vista de la situación económica de las partes, considerar una
indemnización equitativa a cargo del autor directo.
86 Sobre este particular Barros Bourie, E: Tratado de Responsabilidad Extracontractual (Santiago,
Editorial Jurídica, 2007), pp. 57ss.; Corral Talciani, H: Lecciones de Responsabilidad Civil Extracontractual
(Santiago, Editorial Jurídica, 2003), pp. 99ss. y Rodríguez, op. cit. en n.84, pp. 80ss.
Responsabilidad civil 129
87 Afirma Corral que “existe ya un cierto consenso en que las pretensiones de extinguir la
responsabilidad fundada en la culpa han fracasado, y que el factor subjetivo continúa siendo el eje
principal del sistema de responsabilidad civil. De hecho, los regímenes sectoriales de responsabilidad
no abrogan el régimen común de los Códigos, sino que establecen normas especiales que suponen la
conservación del rol supletorio y complementario de éste” (op. cit. en n.86, p. 102).
88 Mantienen toda su vigencia las palabras de Alessandri, “Para que un hecho o una omisión que
daña a otro, engendre responsabilidad delictual o cuasidelictual civil, no basta que tenga por autor a
una persona capaz de delito o cuasidelito. Es indispensable que haya sido ejecutado con dolo o culpa.
En el sistema de nuestro Código, la fuente de la responsabilidad civil es el hecho perjudicial doloso
o culpable y no el hecho perjudicial liso y llano” (op. cit. en n.15).
130 Fabián Elorriaga De bonis
CHEQUES
Sostiene el ministro que es a todas luces evidente que la fecha del che-
que no es la que aparece consignada en él, sino la que se ha acreditado en el
expediente haber sido la fecha de su expedición real o material. Así las cosas,
el cheque caducado no pudo haber sido el cuerpo del delito a través del cual
se ha configurado un delito de giro doloso de cheques.
En efecto, a partir del principio iura novit curia y por un simple sentido
de justicia, aunque no hubiese sido materia o fundamento del recurso de
amparo en comento, nos paree que el tribunal supremo, percatándose que
el cheque que motivaba el auto de procesamiento estaba caducado, debió co-
rregir esta irregularidad, acogiendo el amparo, con lo que el juez de grado se
hubiese visto forzado a estudiar el punto en profundidad.
En términos muy amplios, el cheque debe ser el título o documento
de carácter económico más común en el mundo de los negocios. Podemos
conceptualizarlo como un documento escrito correspondiente a cierta suma
de dinero que, a presentación del documento, se retira de un depósito previo
desde una institución bancaria1.
Es evidente que un cheque caducado, esto es, un cheque que ha perdido
toda su eficacia o vigor jurídico, no puede dar lugar a ninguna acción judicial,
pues de él no surgen los derechos y acciones que nacen de un cheque exten-
dido en tiempo y forma o, si se quiere, dentro de plazo útil. Acontece que la
caducidad, como instituto jurídico afecta a este documento, privándolo de sus
efectos normales.
Se suele decir que el trabajo de Grawein2 es el más influyente en la
determinación de los efectos del tiempo sobre los derechos (o sea, los plazos).
Él señala cinco casos en que el vencimiento de un plazo legal extingue un
derecho, a saber: la caducidad legal, la prescripción y figuras semejantes, la
usucapión, los plazos presuntivos y los plazos preclusivos.
En la caducidad legal, el tiempo es la medida de duración de la eficacia
de un hecho que puede crear un derecho. De modo que por caducidad legal
entendemos la extinción que afecta a un derecho que por su naturaleza tie-
ne una duración determinada por el sólo transcurso del tiempo fijado para
su vigencia, sin necesidad de requerir un hecho externo que ponga fin a su
existencia. Así es como, por ejemplo –explica Cañizares3- para la ejecución
de determinados actos jurídicos cambiarios, la ley establece un plazo con el
significado de que, realizado en tiempo oportuno, el acto en cuestión provoca
la existencia actual de una prestación cambiaria. Si, por el contrario, se efectúa
tras el vencimiento del plazo, queda sin la mínima eficacia jurídica.
La caducidad es, entonces, una situación extraordinaria y se sustenta
en la naturaleza misma del derecho al que afecta, ya que se trata de un dere-
1 Vid. Vásquez Méndez, L.G: El Cheque (Santiago: Editorial Jurídica de Chile, 1958,), p. 18.
2 Vid. Grawein, A: Verjiirung und Gesetziiche Befrístung, (Leipzig, 1880).
3 Vid. Cañizares Lazo, A: La Caducidad de los Derechos y Acciones, (Madrid: Civitas, 2001), p. 15.
Derecho Comercial 137
cho de vida limitada, respecto del cual el tiempo es la medida de vigencia del
derecho. El fundamento de la limitación de estas facultades se encuentra en
el interés del legislador de restringir su existencia con finalidades de certeza o
seguridad jurídica. Por lo que para su extinción bastará el mero transcurso del
tiempo fijado al efecto por el legislador, sin que sea necesario otro requisito
adicional, como la inactividad del acreedor. Por su parte, la doctrina nacional,
representada por Alessandri, define la caducidad como “la extinción ipso jure
de la facultad de ejercer un determinado derecho”4. Según afirma reiterada-
mente nuestra jurisprudencia sobre la caducidad de un documento de pago,
el perjuicio de los documentos constituye caducidad de acciones, con lo cual se liberan
de responsabilidad los llamados obligados por garantía, tales como el girador de la letra,
sus endosantes y por regla general sus avalistas. Se mantiene la acción en contra del acep-
tante de la letra, del suscriptor del pagaré u otros obligados de igual calidad5.
4 Vid. Alessandri Rodríguez, J: Curso de Derecho Civil. De Las Obligaciones, (Santiago: editorial
Nacimiento, 1941), p. 457.
5 Vid. fallo Corte Suprema 7 de octubre de 1987, 84 RDJ (1987), sección 1, p. 132; Corte de Apelaciones
de Santiago, 15 de julio de 1990, 87 RDJ (1990), sección 2, p. 153; Corte de Apelaciones de Santiago,
22 de julio de 1980, 77 RDJ (1980), sección 2, p. 87.
138 Felipe Muñoz benavente
7 Art. 13 DFL 707: Ya se gire a la orden, al portador o como nominativo, el cheque deberá expresar,
además:
El nombre del librado;
El lugar y la fecha de la expedición;
La cantidad girada, en letras y números. El requisito consistente en expresar la cantidad girada
en letras, puede cumplirse mediante el uso de números fraccionarios, siempre que se trate de
submúltiplos de la unidad monetaria;
La firma del librador.
Si se omitieran las palabras “para mí”, se entenderá girado en pago de obligaciones o estipulaciones
equivalentes.
Cualesquiera otras circunstancias o cláusulas que se agregaren al cheque, se tendrán por no
escritas.
Si se tachare cualquiera mención impresa que contenga el cheque, que no sean las cláusulas “a la
orden” o “al portador”, dicha tacha no producirá efecto alguno.
Si el cheque no indica lugar de giro, se le presume extendido en la plaza en que funciona la oficina
sobre la cual fue girado.
Los Bancos podrán autorizar a determinadas personas para estampar en sus cheques, mediante
procedimientos mecánicos, la cantidad girada y la firma. Lo harán siempre que los procedimientos
que se utilicen ofrezcan seguridad y que se justifique su necesidad por el elevado número de cheques
que deba emitir el comitente, a juicio de la Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras.
En tal caso bastará con que la cantidad se exprese en letras o en números.
Para los efectos civiles y penales, la firma estampada mecánicamente se entenderá manuscrita por
la persona cuya rúbrica ha sido reproducida.
140 Felipe Muñoz benavente
la fecha consignada en él, lo que pudo establecerse por algún medio fehaciente,
la única conclusión posible es que no debió protestarse, por estar caduco, y la
notificación judicial de su protesto ni pudo ser el medio jurídico para consu-
mar el delito de giro doloso de cheques.
Desde otra perspectiva, ahora civil, frente a un cheque caduco, tampoco
debería prosperar la vía ejecutiva, pues como ha reafirmado la jurisprudencia
nacional, refiriéndose al juicio ejecutivo y a la falta de requisitos del título para
que la acción tenga mérito ejecutivo (excepción del Nº7 art. 464 CPC), tra-
tándose de un cheque procede esta excepción, fundada en el hecho de estar
caducado, ya que ello supone la inexigilidad de la obligación11.
PAGARÉ
Excepción de falsedad del título, artículo 464 Nº6 del Código de Pro-
cedimiento Civil. Pagaré suscrito en blanco. Autorización del suscripto
de la firma del pagaré por notario público
En la causa Banco BHIF con Ana María Arteaga Scheaffer, en que se ejecuta
un pagaré, la ejecutada opone la excepción recogida en el artículo 464 Nº6 del
Código de Procedimiento Civil, esto es, la falsedad del título12.
Este juicio nos permite comentar acerca de una práctica habitual en el
ámbito de los créditos otorgados por instituciones bancarias y financieras, en
que el deudor o mutuario debe suscribir pagarés u otros efectos de comercio
a favor de su acreedor, a fin de facilitar el cobro de su deuda en caso de mora,
aunque por la rapidez del negocio y cierto grado de informalidad, se suelen
firmar tales documentos en blanco, los que más tarde se llenan por el ejecu-
tivo que colocó la operación, de acuerdo a lo pactado, para que finalmente,
horas o días después, un notario público, en las oficinas del banco o la finan-
ciera, termine autorizando la firma estampada por el deudor o mutuario en
el pagaré que ha suscrito.
En el caso en referencia, la ejecutada basa su excepción en que el pagaré
que se le cobra no es auténtico, toda vez que no fue otorgado ni autorizado
por ella de la manera que en el título se expresa, pues nunca concurrió a la
notaría del notario que aparece autorizándolo, ni a ninguna otra notaria a
suscribirlo. Agrega que ella lo firmó en el banco y, al momento de suscribirlo,
éste tenía solamente la suma a pagar por concepto de capital. No tenía nin-
guna otra mención. Sostiene que más tarde, con posterioridad a su firma y
11 86 RDJ (1986), sección 1, p. 80; Repertorio de Legislación y Jurisprudencia, Tomo 3, (Santiago,
Editorial Jurídica de Chile, 1999), p. 150, Corte Suprema, fallo de 18 de julio de 1989.
12 Art. 464 CPC: “La oposición del ejecutado sólo será admisible cuando se funde en alguna de las
excepciones siguientes: 6º La falsedad del título;…”.
Derecho Comercial 143
SEGUROS
19 Como dice Contreras, el contrato de seguro, tal como lo conceptualizamos hoy, surge después
del gran incendio de Londres, el 2 de septiembre del año 1666, que generó un tremendo estimulo
en Inglaterra hacia esta herramienta. Luego, los matemáticos Pascal y Fermant, dan a conocer en
el año 1671 la teoría del cálculo de probabilidades, que es otro de los fundamentos científicos que
permitieron el desarrollo de la técnica aseguradora. Vid. Contreras Strauch, O: Derecho de Seguros,
(Santiago: Impresora Camilo Henríquez Ltda, 1982), pp. 31ss.
20 Ibid 18. 21 Ibid 19. 22 Ibid 41.
148 Felipe Muñoz benavente
…la rectitud de intención, la honorabilidad comercial, el deseo de actuar sin el propósito
de perjudicar al otro contratante…23.
32 Se ha resuelto que es válida la cláusula que obliga al asegurado a notificar al asegurador,
oportunamente, durante toda la vigencia del contrato de seguro, todas las circunstancias que
impliquen una modificación del riesgo, siempre y cuando las nuevas circunstancias agraven el riesgo,
más no cuando carecen de influencia en su evaluación.
33
Vid. Contreras, op. cit. en n.19, p. 125. 34 Ibid 138.
DERECHO DEL CONSUMO
Juan Ignacio Contardo González
14 Aquí no queda sino pensar que el factor objetivo de responsabilidad es la misma protección al
consumidor.
15 Corral, H: “Ley de protección al consumidor y responsabilidad civil por productos y servicios
defectuosos” en Corral, H (ed.): Derecho del Consumo y Protección al Consumidor, (Santiago: Ediciones
Universidad de los Andes, 1997), p. 197.
16 Peñailillo, op. cit. en n.4, p. 225 reconoce que varios contratos implican, a un mismo tiempo,
tanto obligaciones tanto de medio como de resultado.
17 Sobre la buena fe objetiva contractual y su contenido vid. López Santa María, J: Los Contratos
(Santiago: Editorial Jurídica de Chile, 1998), pp. 394ss.
Proceso Civil
Juan Carlos Marin González
Así, por ejemplo, Robespierre se preguntaba: “¿A qué esfera del poder
corresponde el tribunal de casación? ¿Al judicial? Pues no es este poder al que
vigilamos con tanto interés”. El mismo contesta: “¿Será acaso un poder distinto
del legislativo, del ejecutivo y del judicial? No, yo no reconozco cuatro poderes
dentro de la constitución. Este derecho de vigilancia es una dependencia del
poder legislativo”. De este modo, la asamblea general concluyó: “Se le otorga el
poder de vigilancia y mantenimiento de las leyes”, añadiendo luego: “Después
de hacer las leyes, conlleva naturalmente el de asegurar su observancia”.
Un aspecto crucial de este recurso en su origen fue que los revolucio-
narios concibieron a la Corte de Casación solo en términos de interés público.
Jamás entendieron al tribunal como un posible órgano que resolviera los con-
flictos entre los particulares. Se invocaba una idea de superioridad extrema
del tribunal en donde no existía forma alguna en que él se rebajase a conocer
conflictos entre litigantes y pretensiones menores. Así, en su inicio, la función
de la casación no era hacer una justicia privada sino, como se ha expresado,
defender al poder legislativo, es decir, defender en definitiva la separación de
poderes primer canon en la formación del nuevo Estado. La revolución fran-
cesa creó ex novo el tribunal de casación como un órgano de control judicial a
favor del poder legislativo; hasta ese momento esa función no existía en Fran-
cia y aun la más parecida, la función de anulación solo había sido confiada al
soberano y a su Corte.
La consecuencia inmediata del aspecto que acabamos de explicar fue
la necesidad de evitar que la Corte de Casación se involucrara en el proceso
mismo que había generado el recurso ante ella. El objeto de la actividad de-
mandada al tribunal de casación era, pues, en palabras de Calamandrei, “pro-
fundamente diverso de aquel que se atribuía a los órganos de la jurisdicción
ordinaria”9. De allí que para evitar que la Corte asumiese funciones juris-
diccionales, simplemente se le otorgó competencia para anular la sentencia
impugnada y reenviar los actos procesales al tribunal correspondiente.
Si la casación, según las ideas expuestas velaba tan acuciosamente por la defensa de la
Ley, que estaba vedado al organismo que conocía, todo intento interpretativo, lógico era
también que no contemplase sino las contravenciones expresas de su texto; que en nin-
gún caso y bajo ningún pretexto tolerase que pudiese conocer del fondo de los asuntos, y
que, por ello, una vez pronunciada la casación, lo remitiese a los Tribunales que debieren
conocer del mismo []10.
Calamandrei cree que la función de reenvío se explica —pese a algunas
opiniones discrepantes— precisamente porque la Corte de Casación no
formaba parte del poder judicial. Observaba al respecto que “sólo había
reenvío porque el tribunal de casación no era parte del sistema judicial”. Este
carácter negativo de las resoluciones que el tribunal de casación debía tomar
9 Calamandrei, P: La Casación Civil, trad. de Santiago Sentis Melendo, (Buenos Aires, Bibliográfica
argentina, 1961) t. i, p. 64. 10 De la Plaza, op. cit, en n.8, pp. 66-7.
170 Juan Carlos Marín González
cuando una sentencia caía bajo su censura, nos dice el profesor de Florencia,
importaba dos consecuencias: (i) La primera significaba ante todo
que el Tribunal de casación se limitaba a destruir la sentencia que contenía la contraven-
ción a la ley sin poner en el puesto de la misma otra decisión correcta. El Tribunal de
casación, en realidad, estaba llamado a quitar la eficacia jurídica (casser) a la sentencia
viciada, no ya a corregirla, a reformarla, a sustituirla con un pronunciamiento positivo:
De modo que la relación jurídica controvertida, después que el Tribunal de casación
había adoptado su providencia sobre la sentencia, no venía a encontrarse decidida en
modo diverso como lo había decidido el juez de mérito, sino que venía a encontrarse
de nuevo indecisa e incierta, como lo estaba antes de que hubiese sido pronunciada la
decisión censurada. Habiendo caído el efecto de la declaración de certeza judicial llevada
a cabo por el juez de mérito, era necesaria de nuevo la intervención de la jurisdicción. Y a
tal fin el tribunal de casación remitía otra vez la causa a la autoridad judicial; a fin de que
ésta, puesto que su primer pronunciamiento había caído en la nada sin lograr el objeto,
juzgase una segunda vez11.
(ii) La segunda consecuencia que extrae Calamandrei fue que este carácter
negativo del fallo del tribunal de casación debía
entenderse también en el sentido de que, al quitar fuerza jurídica a la sentencia que con-
tenía contravención a la ley, el tribunal de casación no podía en modo alguno expresar su
parecer positivo sobre la cuestión de derecho que había motivado la casación; esto es, no
podía sugerir a los jueces de mérito, ni siquiera en cuanto al punto de derecho, la direc-
ción en que habrían debido resolver la controversia. Los jueces de mérito debían quedar
absolutamente libres en su nueva decisión y no estar sujetos ni siquiera al influjo moral
que había derivado para ellos de conocer la opinión positiva del tribunal de casación.
[...]. Así, en su origen el Tribunal de casación no debía en modo alguno expresar en su
decisión su opinión sobre el modo de entender la ley violada, ni tratar de demostrar a
los jueces de mérito el error cometido por ellos. [...] El tribunal de casación se encerraba
así en su función de control meramente negativo. Podía quitar de en medio lo que en la
sentencia de los jueces venía a vender el poder legislativo, pero no podía en modo alguno,
ni directo ni indirecto, concurrir al ejercicio del poder jurisdiccional12.
11
Calamandrei, op. cit, en n.9, p 73 12 Calamandrei, op. cit, en n.9, p 74-5.
proceso civil 171
13 Gioia, G: “Lo sviloppo storico del ricorso per cassazione, tra necessitá e abusi”, en Rivista di Diritto
Processuale, N° 4, (luglio-agosto 2007), p. 936-7.
14 Guasch Fernández, S: El Hecho y el Derecho en la Casación Civil, (Barcelona, J.M. Bosch Editor,
1998) p. 39.
15 Señalaba al respecto Gómez de la Serna: “Moderno es entre nosotros el recurso de nulidad o
casación. Proclamado por primera vez en la Constitución de 1812, y desenvuelto en la ley de 9 de
octubre del mismo año siguió la suerte de la Constitución a que debió su origen. Reestablecida esta
por segunda vez en 1836, recibió nueva vida el recurso, que fue por fin formulado en el real decreto
de 4 de noviembre de 1838”. Gómez de la Serna, P: Motivos de las variaciones principales que ha introducido
en los procedimientos la Ley de enjuiciamiento civil, (Madrid, 1857) p. 184.
172 Juan Carlos Marín González
En esta hipótesis
la Sala llamará de nuevo los autos a la vista para fallar sobre el fondo de la cuestión,
conforme a los méritos del proceso. Contra esta sentencia no se admitirá recurso alguno
(art. 214).
El anterior fue uno de los temas más sensibles que debió enfrenar la comisión
encargada de redactar la aludida Ley de Enjuiciamiento Civil española. Así
nos lo explica Gómez de la Serna:
La cuestión más grave que la Comisión discutió y resolvió, es la de la competencia del
Tribunal llamado a decidir sobre el fondo de la cuestión en los casos en que se anule la
sentencia como contraria a ley o a doctrina legal. No deben ocultarse las dificultades que
encontró la Comisión en su camino, mucho menos cuando se vio obligada a separarse de lo que
hasta entonces se observaba, y del ejemplo de las demás naciones [... .]
No siendo aceptable ninguno de estos dos sistemas [alude básicamente al original
de la casación francesa y al que daba competencia a otra Sala del Supremo para resolver
el fondo del asunto], era necesario elegir otro. La Comisión creyó hallarlo volviendo en
parte a nuestras tradiciones, y tomando de los antiguos recursos de segunda suplicación,
y de injusticia notoria lo que era compatible con la institución nueva de los recursos de
casación. Propuso que la misma Sala que declarara que había infracción de ley o de doc-
trina legal, aplicase las leyes o los principios al caso debatido, en una palabra, que anulara
y que decidiera. Esto mismo es lo que se había aceptado en los recursos de casación de
Ultramar. Pero como el recurso tiene doble objeto, uno que se refiere al interés general a
saber, la unidad de la jurisprudencia, otro de interés particular, la reparación del agravio
ocasionado, uno digámoslo así del dominio público, y otro del dominio privado, de aquí
es, que debe pronunciar la misma Sala dos sentencias, de las cuales solo se publica la que
tiene por objeto la uniformidad del derecho.
Para conseguir esta uniformidad, la Comisión fue más adelante alecciona-
da por la historia de los recursos de nulidad en los años que llevaba de existencia.
Señaló la competencia de las Salas del Tribunal Supremo en los recursos de cada
clase. Y esto es de la mayor importancia. No se concibe la uniformidad de la jurispru-
dencia, sin que sea uno solo el centro que entienda en los recursos; dos Salas, aunque sean del
mismo Tribunal, constituyen para el efecto dos tribunales diferentes, dos centros que son un
obstáculo insuperable para la unidad apetecida [...]16 (el destacado es mío).
Como puede apreciarse, en la regulación de la Ley de Enjuiciamiento Civil
de 1855 desaparece la doble vista que se había previsto en la Real Cédula de
enero de 1855 para el recurso de casación en materias de ultramar. A partir
de este momento el Tribunal Supremo debía, al acoger la casación, dictar
a continuación, pero separadamente, la sentencia que creía conforme a los
méritos de los autos. Queda, además, muy claro que estamos en presencia de
dos sentencias: la primera de nulidad (donde prima el interés público) y otra
16 Ibid 190-1.
174 Juan Carlos Marín González
de reemplazo, donde prima el interés del sujeto agraviado. Esta situación será
decisiva en la configuración nacional.
En resumen, las diferencias más importantes que presentó la casación
española en relación con su homónima francesa, en lo que ahora importa, fue-
ron dos: (i) en primer lugar el haber entregado a la cabeza del poder judicial,
el Tribunal Supremo Español, la competencia para conocer y resolver el re-
curso de casación. Como se recordará los revolucionarios franceses entrega-
ron esta competencia a un órgano que no formaba parte del poder judicial.
En otras palabras en España, a diferencia de Francia, el recurso de casación
tuvo un marcado componente jurisdiccional antes que político. (ii) En se-
gundo lugar, en que el Tribunal Supremo, precisamente por ser un órgano
jurisdiccional, no reenviaba el asunto al inferior sino que el mismo dictaba a
continuación la sentencia que creía conforme al mérito del asunto, esto es, la
sentencia de reemplazo. Desde entonces la sustancia y características de este
instituto no cambiaron radicalmente en España y así fueron recogidos por
la Ley de Enjuiciamiento Civil de 1881. Este será el modelo que en definitiva
seguirá nuestro país.
multiplicidad y diversidad de intereses que se someten a su acción, la variedad de funciones que entran
en su ejecución, alejan la posibilidad de reformar de un golpe sus defectos”. Pinto, Vicepresidente
de la Nación, 9 de agosto de 1828, con motivo de la promulgación de la Constitución Política de la
República, Santiago (Chile) 1828, pág. iv. Por su parte, el más brillante jurista que ha tenido Chile,
Bello, escribía en la editorial de El Araucano del 11 de noviembre de 1830: “Bien vemos que el dar a los
juicios la completa publicidad de que tanto distan entre nosotros, es empeño de una magnitud que
acobarda, y que para hacerla efectiva sería necesario transformar enteramente los procedimientos
judiciales. Pero caminando paso a paso, adoptando hoy una medida y mañana otra, dividiremos
la dificultad en partes, que podrán allanarse sucesivamente y darán tiempo para que se formen sin
violencia los hábitos que exige todo establecimiento nuevo. Estamos convencidos de que sin esta
revolución serán siempre de poquísimo valor real todas las otras, porque sin ella no puede existir ni
aun la sombra de la libertad, que no es otra cosa que el imperio de las leyes”. Obras Completas de Andrés
Bello, (Caracas, temas jurídicos y sociales, 1982), t.18, pp. 445-6.
19 El sistema judicial español vigente en Chile en las postrimerías del régimen indiano era
básicamente el siguiente. A la cabeza de la organización judicial se encontraba el Consejo de Indias
con sede en la península, del cual dependían todas las audiencias indianas, cuyos ministros eran
nombrados por su intermedio. En Chile, por su parte, el máximo tribunal fue la Real Audiencia, con
sede primero en la ciudad de Concepción (1567-1573), y restablecida posteriormente en Santiago
(1609). También ejercieron funciones judiciales los cabildos, principalmente para conocer las
apelaciones contra las sentencias de los alcaldes ordinarios por negocios de menor cuantía. Como
tribunales unipersonales se encontraban los alcaldes ordinarios que equivalían a lo que hoy son los
jueces de letras de primera instancia, quienes ejercieron sus funciones desde los primeros tiempos
de la conquista. Hubo otros oficiales que también tuvieron algún cometido judicial como fueron
los gobernadores, los justicias mayores, los corregidores, los intendentes y los subdelegados, pero
fueron los alcaldes los que constituyeron el verdadero centro de la organización judicial en esa
época. Como tribunales especiales encontramos los tribunales militares, los tribunales eclesiásticos,
los de cuenta y hacienda, los de comercio, los de minería y los tribunales de indios entre los más
importantes. Sobre el particular vid. Zorrilla: Esquema de la Justicia en Chile Colonial, (Santiago, 1942).
176 Juan Carlos Marín González
20 Sobre el procedimiento ordinario aplicado en Chile durante la época colonial, vid. Corvalán-
Castillo: Derecho Procesal Indiano, (Santiago, 1951).
21 Estas leyes formaban parte de un plan más ambicioso de Egaña, a saber, su proyecto de ley de
administración de justicia y organización de tribunales. La parte primera, de la Administración de
justicia en materia civil, fue impresa en el año 1835, y es considerada como el primer proyecto de una
nueva ley de enjuiciamiento civil para Chile. Sobre este proyecto véase en general Bravo Lira, B: El
Juez entre el Derecho y la Ley, en el Mundo Hispánico, (Santiago: Lexis Nexis, 2006), pp. 525ss.
22 Auto acordado sobre tramitación de causas civiles de poca importancia de 29 de mayo de 1797.
Vid. Corvalán-Castillo, op. cit., en n.20, pp. 405-6, donde se reproduce íntegramente el texto de dicha
normativa.
proceso civil 177
libro III y del libro IV. Aquél abarcó los artículos 600, dedicado a los juicios
posesorios, al 836. El libro IV, por su parte, intitulado De los actos de jurisdicción
voluntaria, comprendió los artículos 837 al 935.
En lo que a mi investigación concierne, precisamente fue en este último
libro III donde por primera vez aparece previsto, en los términos que final-
mente será recogido por el Código de Procedimiento Civil de 1902, el recurso
de casación. Lira destinó el título XIII, intitulado De los recursos de casación,
artículos 789 a 836 a esta materia. (Volveré sobre este punto un poco más
adelante).
La referida Comisión trabajó durante diez años en el estudio del Pro-
yecto de código de enjuiciamiento civil, al término de los cuales informó que
se procedería a la revisión de la totalidad del Proyecto. Esta labor fue realiza-
da sólo por el secretario de dicha comisión Sr. Lira, quién publicó los cuatro
libros, con los acuerdos alcanzados hasta esa fecha, en otros tantos cuadernos.
Este trabajo es conocido como Proyecto de 1884 o Proyecto Lira.
Hacia el año 1888 se resolvió designar una nueva comisión (denomina-
da Comisión Redactora o Segunda comisión) para que diera forma definitiva
al código de enjuiciamiento civil. Después de una cuidadosa revisión se impri-
mieron los correspondientes cuatro libros, en otros tantos cuadernos, dando
por resultado el Proyecto de código de procedimiento civil del año 1893, que fue
presentado por el Ejecutivo al Congreso Nacional en mensaje de 1 de febrero
de aquel año. Después de múltiples dificultades al interior del Congreso, y de
haber permanecido paralizada la discusión del mismo por más de siete años,
se creó el año 1900 una Comisión Mixta de senadores y diputados encargada
de informar el proyecto de código.
En enero de 1902 se publicó el Proyecto de código de procedimiento
civil revisado por la comisión mixta de senadores y diputados, conocido como
proyecto de 1902. Este Proyecto fue presentado para debate en el Congreso
Nacional, siendo finalmente aprobado como Código de la nación por la ley
1552 de 28 de agosto de 1902, comenzando a regir el 1 de enero del año 1903.
Pues bien, en relación con el tema que ahora nos interesa, el artículo 800
señaló lo siguiente:
Invalidada una sentencia por la causa expresada en el núm. 1º del artículo 791, el tribunal
que hubiere declarado la casación dictará a continuación, pero separadamente, sobre la
cuestión materia del juicio, la sentencia que crea conforme al mérito del proceso.
29 Véase como después algo más de cien años, a propósito del recurso de nulidad en el Código Procesal
Penal, el legislador nacional cambió diametralmente de parecer. En el segundo informe de la Comisión
de constitución, legislación, justicia y reglamento del Senado se observó sobre este aspecto lo siguiente:
“En lo que concierne al segundo rubro de causales, consistente en la errónea aplicación del derecho con
influencia sustancial en lo dispositivo del fallo, la Comisión estimó que las controversias de fondo en cuanto
a la aplicación de la ley penal, con toda la trascendencia que tienen, es una materia que las Cortes de Apelaciones
están, o deberían estar, perfectamente capacitadas para dirimir. Si tales conflictos tuviesen que ser resueltos
siempre en último término por la Corte Suprema, tal como ocurre en buena medida a consecuencia del
recurso de casación, se liberaría a las Cortes de Apelaciones de una responsabilidad que deben asumir
cabalmente y haría recaer sobre la Corte Suprema un peso que retrasaría y dificultaría el despacho de
los numerosos otros asuntos que reclaman su atención. Por lo demás, no se recarga el trabajo actual de
las Cortes de Apelaciones, considerando que, con el nuevo sistema, se contemplan varios mecanismos
alternativos, de forma tal que sólo llegará a juicio oral una parte muy reducida de las causas actuales,
y el trabajo de apelación de las resoluciones relativas a las libertades provisionales también se verá
disminuido, a consecuencia de que sólo podrá apelarse de aquellas que se hayan debatido en una
audiencia, por lo que su labor penal debería verse reducida significativamente”. VV.AA., Maturana, C
(coordinador), Reforma Procesal Penal, (Santiago, Jurídica de Chile, 2004), tomo iii, p. 124.
30 Sesión 1ª Ordinaria de la Cámara de Senadores, 03 de junio de 1881, pp. 9-10.
184 Juan Carlos Marín González
En lo que nos interesa no hubo alteración alguna al artículo 13 del Proyecto de 1881,
el cual mantuvo idéntica redacción. En la sesión 41ª extraordinaria del Senado,
el 09 de enero de 1895, le tocó defender el Proyecto de casación al senador por
O´Higgins, señor Fabres, quién explico los puntos capitales del mismo:
[...] debo expresar que el proyecto en debate no es una servil imitación de la legislación
francesa. Nos hemos separado de ella en varios puntos importantes. [...] En este parti-
cular ha habido, pues, un cambio notable respecto de la legislación francesa. Y todavía
hay otra diferencia. Allá, si se declara nula una sentencia, va a otro tribunal, y si éste la
confirma, vuelve al primero para su fallo definitivo; pudiendo suceder todavía, que si el
segundo tribunal pronuncia una sentencia distinta, tenga que ir la causa a un tercero an-
tes de darse sentencia definitiva. Entre nosotros no pasará eso, pues casada una sentencia
por la Corte, por este solo hecho se pronuncia ipso facto la definitiva, sin que la causa
necesite volver al tribunal que conocido primero de ella32.
La réplica estuvo a cargo del senador de Santiago, señor Reyes, quien se mostró
furiosamente en contra de introducir en la legislación procesal nacional el
recurso de casación en el fondo, considerándolo perjudicial para la pronta
administración de justicia por ser una verdadera tercera instancia. Dijo en su
intervención:
El proyecto que se presenta ahora tiende a ampliar este procedimien-
to, a hacerlo extensivo no solo a los casos en que ha faltado algún trámite
esencial para el acertado fallo de la causa y para que las partes puedan hacer
valer sus derechos, sino también a los casos en que la sentencia misma haya
sido contraria a la ley. En el fallo de una causa no ha faltado ningún trámite
31 Sesión 36º extraordinaria de 03 de enero de 1895, Cámara de Senadores, p. 632.
32 Sesión 41º extraordinaria de 09 de enero de 1895, Cámara de Senadores, p. 737.
proceso civil 185
La Comisión Mixta, por tanto, si bien aceptó la idea general de este artículo,
lo reemplazó por el siguiente:
Art. 930: Cuando la Corte Suprema invalidare una sentencia por casación en el fondo,
dictará acto continuo y sin nueva vista, pero separadamente sobre la cuestión materia del
juicio, la sentencia que crea conforme a la ley y al mérito de los hechos, tales como se han
dado por establecidos en el fallo recurrido.
Este fue finalmente la disposición sancionada como artículo 958 del Código
de Procedimiento Civil, que, como se sabe, fue aprobado por el Congreso
Nacional el año 1902 y su entrada en vigencia fue al año siguiente, esto es, en
1903.
En resumen, siguiendo el modelo español de casación, en Chile se en-
tregó la competencia para conocer de este recurso a la máxima cabeza del Po-
der Judicial, y se lo dotó de la facultad de dictar la correspondiente sentencia
sobre el fondo de la cuestión debatida. De este modo, había nacido en Chile
la sentencia de reemplazo en materia de casación en el fondo, desechando la
posibilidad de introducir el reenvío en nuestra legislación.
Por ello que en el mensaje con que el Ejecutivo de la época acompañó
dicho código, se expresó lo siguiente:
La casación en el fondo introduce en nuestra legislación una novedad reclamada por las
necesidades de dar uniforme aplicación a las leyes. Se ha limitado sólo a las sentencias
de las Cortes de Alzada, como encargadas de dar la norma para el correcto funciona-
miento de los tribunales inferiores. Aun cuando, para conservar a la casación su verdadero
y elevado carácter, aconsejan muchos jurisconsultos limitar las funciones del tribunal a sólo
la declaración que invalida el fallo reclamado, se ha creído preferible encomendarle también
la resolución del asunto en que la casación recae, con el fin de evitar dilaciones y gastos a los
litigantes, y una organización más vasta del tribunal a quien se encarga esta misión (el des-
tacado es mío).
34 Actas de la Comisión Mista de Diputados y Senadores, Santiago, Imprenta Cervantes, 1904, pp. 321-2.
proceso civil 187
Adición que dice relación con el contenido que tiene la sentencia de reemplazo,
en relación con los fundamentos de derecho que contenía la sentencia anulada.
De este modo, el artículo 958 del Código de Procedimiento Civil – actual 785
inciso primero – quedó redactado definitivamente del siguiente modo:
Cuando la Corte Suprema invalidare una sentencia por casación en el fondo, dictará
acto continuo y sin nueva vista, pero separadamente sobre la cuestión materia del juicio
que haya sido objeto del recurso, la sentencia que crea conforme a la ley y al mérito de
los hechos tales como se han dado por establecidos en el fallo recurrido, reproduciendo
los fundamentos de derecho de la resolución casada que no se refieran a los puntos que
hayan sido materia del recurso y la parte del fallo no afectada por éste.
He puesto especial énfasis en esta parte de la historia de la casación porque
creo que aquí se encuentra una de las razones que explican las palabras con
las que inicié este comentario: la casación en Chile no ha funcionado bien. Y
no ha funcionado bien porque la Corte Suprema nunca pudo compatibilizar
los dos intereses involucrados en este recurso. El interés general o público,
representado por la sentencia de nulidad, que mira primordialmente a fijar
una correcta y uniforme interpretación de las leyes; y el interés privado del
agraviado que recurre única y exclusivamente como si la casación fuere una
tercera instancia. En este segundo interés lo único que importa es la sentencia
de reemplazo, con la que el recurrente obtendrá su pretensión de fondo.
Lógicamente que en la configuración original de la casación en Chile el interés
primordial era aquél. Esto es lo que justifica las enormes restricciones originales
que se impuso a este recurso: evitar precisamente que se transformase en una
tercera instancia y, de este modo, evitar que la Corte se viera sobrepasada
de trabajo. El interés privado era (es) absolutamente secundario. Este interés
—al menos originalmente— servía solo como impulso del interés público
(¿una segunda mano invisible?), pero una vez interpuesto el recurso primaba
siempre este último. Esta concepción queda magníficamente representada en
los siguientes considerandos de un fallo la Corte Suprema, de fecha 10 de
agosto de 1936:
Que en tal sentido, la casación junto con ser un verdadero homenaje que se tributa a la
ley, es una institución de carácter técnico, de interés general, de orden público y de dere-
cho estricto. Su objeto es mantener a todos los Tribunales en la estricta observancia de
los preceptos legales, impidiendo las apreciaciones falsas o las interpretaciones erróneas.
De esta manera, la casación jamás constituye una tercera instancia, puesto que su objeto
exclusivo es conocer de la conformidad de las sentencias con la ley, siendo, por lo tanto,
el derecho y no el hecho, el fallo y no el juicio mismo lo que cae bajo su imperio; (c.15)
Que el recurso de que se trata, como ya se ha visto, ha sido introducido más
bien en interés de la sociedad que del beneficio que de él puedan reportar los litigantes,
ya que el Tribunal actúa con prescindencia del interés particular de los interesados, el
que sale favorecido sólo consecuencialmente y no de un modo directo. De ahí que pueda
188 Juan Carlos Marín González
decirse que no ha sido establecido para remediar injusticias, en el sentido amplio de la
palabra. A mayor abundamiento cabe recordar que el recurso de casación en el fondo,
por regla general, ni siquiera suspende la ejecución de los fallos recurridos y, por tal mo-
tivo, el legislador estimó impropio decir, como se proponía en uno de los proyectos, que
se podía otorgar en ambos efectos o sólo en el devolutivo; (c.16).
Que esta institución es tan ajena al interés particular que, cualquiera que haya
sido la influencia del error o la injusticia que se haya cometido y se trate de remediar,
queda sometida a formulismos rigorosos para su admisibilidad y procedencia, no iguala-
dos en ningún otro recurso o presentación ante los Tribunales, no pudiéndose revisar la
aplicación del derecho sino del modo y forma en que se haya planteado; así, es improce-
dente en muchos litigios; no se puede fundar en disposiciones que no sean imperativas,
nunca podrá prosperar por una errada apreciación en conciencia si estaban facultados
para ello los jueces del pleito, ni puede fundarse en contravenciones a la costumbre, en
infracciones de reglamentos, de principios de derecho ni de doctrinas legales y en suma
se elimina de él todo lo que puede significar una tercera instancia del pleito, como ya se
ha dicho; (c.17).
Que lo anterior se confirma recordando que la procedencia del recurso se ha
circunscrito a la infracción de ley, y, bajo otro aspecto, para recalcar más el alcance del
concepto de ley, se agregó en la historia de su establecimiento “esto es de ley expresamen-
te dictada por el legislador”; lo que también induce a sostener que sólo se tuvo presente
al legislador chileno, que puede manifestar su voluntad en la forma prescrita por nuestra
Constitución; (c.18).
Que, fundamentalmente, este recurso cumple con su objeto resguardando el
prestigio del legislador, y evitando, a su vez, que el Poder Judicial invada las atribuciones
legislativas. Por otra parte, asegura más efectivamente la garantía constitucional de la
igualdad ante la ley, uniformando su interpretación en todo el país. [...]35 (c.19).
ha cumplido en los hechos la finalidad para el que fue creado hace más de cien
años en Chile.
la fecha en que quedó ejecutoriada la sentencia definitiva o venció el plazo para oponer
excepciones. En estos casos, si se declara el abandono del procedimiento sin que medie
oposición del ejecutante, éste no será condenado en costas.
En este proceso judicial, por tanto, el término para que se hubiere materializado
la hipótesis del abandono del procedimiento era de tres años contados desde
que venció el plazo para oponer excepciones en el juicio ejecutivo. Este último
plazo, de acuerdo a los elementos asentados por los jueces de instancia, fue
el mes de abril de 2000. El abandono se pidió, sin embargo, al mes siguiente,
esto es, en el mes de mayo de ese año, por lo que tiene razón la Corte cuando
observa que el abandono solicitado por la demandada fue extemporáneo,
porque al no oponer excepciones en el plazo legal que tenía para hacerlo y había sucedido,
por ende, el evento previsto en el tantas veces referido artículo 472 del Código de Proce-
dimiento Civil, sin que, desde luego, hubiera transcurrido el lapso de tres años señalado
en el artículo 153 inciso segundo del mismo código (c.5).
Y nótese que el encabezado del artículo 768 señala que el recurso de casación
“[...] ha de fundarse precisamente en alguna de las causas siguientes”. Resulta, en
verdad, insólita la referencia que hace la Corte en su sentencia de los artículos
170 y 171, porque una cosa es que este último se remita respecto de algunos
requisitos que deben contener las sentencias interlocutorias al artículo 170, y
otra muy diversa que la eventual violación del artículo 171 de competencia a
la Corte Suprema para casar una sentencia en la forma. Inequívocamente no
tiene dicha competencia38.
En el juicio ejecutivo, Banco Concepción con Godoy el tema debatido fue
parecido al anterior. El ejecutado solicitó el abandono del procedimiento y el
juez de primera instancia desechó dicha petición. La Corte de apelaciones de
Antofagasta, sin embargo, revocó dicho fallo y declaró abandonado el proce-
dimiento. En contra de esta última resolución el ejecutante presentó recurso
de casación en el fondo.
El proceso que ahora comentamos tiene, en relación con el precedente,
dos diferencias que es bueno tener en cuenta: (i) En primer término, sólo se
recurrió de casación en el fondo, por lo que no se suscitó el problema referido
con anterioridad; (ii) en segundo lugar, pese a que el tema era discutible por
lo que veremos un poco más adelante, la Corte Suprema entendió que la eje-
cutada se había opuesto a la ejecución, por lo que no era aplicable la hipótesis
prevista en el artículo 472 del Código de Procedimiento Civil:
38 En Sociedad Minera con Productos Químicos, el recurrente también casó en la forma la sentencia
de segunda instancia que acogió el abandono solicitado por el demandado. El recurso se fundó en
que la sentencia (interlocutoria no lo olvidemos) no contenía las consideraciones de hecho o de
derecho que debían servir de fundamento a la sentencia (art. 768 Nº5 en relación con el art. 170
CPC). La Corte en vez de desechar el recurso porque la causal invocada no se encuentra prevista por
el legislador, lo desechó porque “de la atenta lectura de la sentencia atacada consta que los jueces de
fondo expusieron con claridad los fundamentos que sustentan su decisión”. Parece, por tanto, que la
Corte entiende que sí tiene competencia en este punto.
proceso civil 193
Que, en los procedimientos tramitados conforme al título I del Libro Tercero del Código
de Enjuiciamiento Civil, existen tres modalidades para dar término al cuaderno ejecutivo,
a saber: a) cuando ha transcurrido el plazo previsto en su artículo 459 para oponer ex-
cepciones sin que éstas se hubieren deducido, aplicándose en tal caso lo que prescribe el
artículo 472, que establece que se omitirá la sentencia y bastará el mandamiento de eje-
cución para que el acreedor pueda perseguir la realización de los bienes embargados y el
pago b) cuando, conforme al inciso final del artículo 466, el tribunal estima inadmisibles
las excepciones; y c) cuando se dicta sentencia definitiva pronunciándose respecto de las
excepciones opuestas, aceptándolas o rechazándolas, conforme aparece de sus artículos
465, 466, 470 y 471 (c.4);
Que, conforme se dejó establecido en el considerando segundo, la ejecutada dedujo opo-
sición al requerimiento de pago, en consecuencia, la sola presentación del escrito respectivo ha
impedido la aplicación del mencionado artículo 472. (c.5; el subrayado es mío).
hecho valer por el demandado. Dicha resolución fue confirmada por la Corte
de apelaciones de Santiago. En contra de este último fallo el actor dedujo
recursos de casación en la forma (ultra petita, art. 768 Nº4 CPC) y casación en
el fondo.
El problema en este caso se planteó debido a que el tribunal de primera
instancia había certificado el vencimiento del término probatorio y debía, por
tanto, citar a las partes para oír sentencia. De conformidad con lo sostenido
por el actor, dado el estado de la causa, el impulso procesal dependía exclusi-
vamente del tribunal de primera instancia (art. 432 CPC).
La Corte – correctamente en mi opinión – desechó el recurso de casa-
ción en la forma, porque,
el vicio de ultrapetita se produce cuando la sentencia se aparta de los términos en que
las partes plantearon la controversia, altera el contenido de sus respectivas acciones y
excepciones, cambia su objeto o modifica su causa de pedir; también cuando la senten-
cia otorga más de lo pedido por las partes en los escritos que fijan la competencia del
tribunal o cuando se emite un pronunciamiento en relación a materias que no fueron
sometidas a su decisión (c.2). Ninguno de cuyos extremos se habían producido en el
caso de autos (c.3).
De allí que bajo esta redacción la Corte Suprema, el año 1962, resolvió que
La resolución que cita a las partes para oír sentencia puede pronunciarse tanto a iniciati-
va del magistrado como de los interesados, lo que demuestra que ello no exonera a éstos de
196 Juan Carlos Marín González
velar porque se continúe regularmente la tramitación del pleito, si el juez no lo activa de oficio.
Por consiguiente procede declarar abandonada la instancia si el proceso ha estado para-
lizado durante más de un año, sin que sea óbice para ello la circunstancia de encontrarse
el juicio en estado de citar a las partes para oír sentencia39 (el destacado es mío).
una supuesta inactividad que, como antes se expuso, no existió porque la paralización de
la causa no es imputable al actor (c.6).
del lote expropiado. (iv) Finalmente, señaló infringido el inciso 5º del artículo
14 del decreto ley 2186, porque en este procedimiento el impulso procesal le
corresponde al tribunal y no a las partes.
Creo que el recurrente equivocó su reclamo. Al plantear que la actua-
ción de los peritos en este procedimiento era una actuación de parte, para
intentar salvar la censura de la Corte de Apelaciones de Talca, que en su sen-
tencia había sostenido que
las gestiones efectuadas por los peritos, que son terceros ajenos al juicio, y cuya única
intervención tiene por objeto la emisión de sus informes periciales, no puede suplir la
actividad que deben desarrollar las partes
le entregó una muy buena “excusa” a la Corte Suprema para desechar el recurso
intentado. En efecto, la Corte va a centrar su artillería en lo que es obvio desde
el punto de vista procesal: que independientemente de quién designe a los
peritos —si las partes o el tribunal— estos son terceros ajenos al proceso
que no pueden convertirse en partes del mismo (véase c. 15 a 20 del fallo de
nulidad, donde se desechan una a una las causales de casación formuladas
por el recurrente)40. Pero aunque sean terceros es evidente que su informe
sí puede constituir una gestión útil para dar curso progresivo a los autos,
particularmente en el procedimiento en el que incidió su actuación que, como
sostuvo el recurrente, es absolutamente imperativo su nombramiento, ya que
sirve nada menos que para fijar las bases del monto de la indemnización que
corresponde al expropiado.
En el transcurso de los seis meses de inactividad que tomó en consi-
deración la Corte para declarar el abandono del procedimiento (8 de abril y
el 5 de noviembre de 1999), hubo en el proceso, a lo menos, las siguientes ac-
tuaciones relativas a la prueba pericial: designación del perito del reclamante;
designación del perito del Fisco; notificación de la designación del perito del
40 Una situación algo parecida ocurrió en la Fisco con Mamami, en la que uno queda con la sensación
que al aparecer una buena “excusa” para desechar el recurso, la Corte no pierde oportunidad de
utilizarla. Así en juicio ejecutivo se interpuso recurso de casación en la forma y en el fondo. Los
recursos se entablaron contra la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Arica, en cuanto
confirmó la de primer grado, del tercer juzgado civil de la misma ciudad, con declaración de que
el abandono del procedimiento decretado procede respecto de todas las partes del juicio. Los
aludidos recursos se dedujeron respecto de la decisión misma del abandono de procedimiento y,
además, por haberse omitido pronunciamiento respecto de la excepción de prescripción que se hizo
valer en el juicio. Observando el recurso, la Corte Suprema nota que la abogada que recurre actúa
por una persona que no figura en la lista de la nómina de deudores morosos embargados, que se
encuentra en el presente expediente. Por ese motivo, concluye que no es parte en el juicio, y si
admitió su intervención en él, únicamente lo fue por una inadvertencia de los jueces del fondo. En
tales condiciones a dicha persona no le afectan los resultados del proceso, de donde deriva que la
resolución respecto de la cual ha recurrido, no le agravia, todo lo que impide acoger a tramitación
los recursos de nulidad de forma y de fondo entablados. Por ese motivo, declara los recursos
inadmisibles.
200 Juan Carlos Marín González
actor; reconocimiento de la cosa objeto del peritaje; informe del perito del
Fisco; evacuación de la pericia del perito del actor.
Frente a estas actuaciones la Corte señaló:
Que, en relación con la infracción del artículo 14 inciso 5º, del D.L. Nº 2186 que ha de-
nunciado el recurrente, tiene también respuesta en lo previamente consignado, porque
un perito, aunque sea designado por las partes, no adquiere a su vez la calidad de parte, y
por lo tanto, sus actuaciones no podrían ser estimadas como provenientes de las partes
del procedimiento de reclamación, y en consecuencia, útiles para dar curso progresivo
al mismo. Sobre este particular hay que reconocer que la gestión de los peritos puede
resultar útil en el curso del proceso y es por ello que la ley la contempla y se decretó en
este procedimiento. Pero el problema radica en que lo actuado por un perito no puede
estimarse que emana de alguna de las partes, de tal modo que la resolución que sobre las
pericias recaiga es inocua en orden a producir una interrupción del término de que se
trata, y tampoco producir el efecto a que se refiere el artículo 155, antes aludido.
Que, por lo tanto, el hecho que la parte demandada haya requerido al Receptor
la enmendatura de su testimonio, supuestamente erróneo, sin antes haber
alegado el abandono, significa que éste renunció a alegar tal circunstancia.
La Corte, por tanto, acoge el recurso de casación y anula la sentencia
de segunda instancia que había declarado abandonado el procedimiento. En
mi concepto la diligencia efectuada por el demandado en orden a requerir del
receptor judicial la rectificación de la fecha en que se practicó la notificación,
tal cual señala el voto de minoría, no puede ser considerada una gestión de
aquellas a las que se refiere el artículo 155 del Código de Procedimiento Civil,
pues ella fue realizada fuera de la tramitación del proceso propiamente tal, no
resultando idónea para tal efecto. Téngase en cuenta que en las causas que
voy a referir de inmediato, ninguna de las actuaciones del demandado fueron
consideradas gestiones aptas para entender que renunciaba su derecho a ale-
gar este incidente especial: las llevadas adelante en el cuaderno de consigna-
ción por el Fisco al solicitar la inscripción del predio expropiado a su nombre
(Benavente con Fisco). Las materializadas en el cuaderno de compulsas ante
en la Corte de Apelaciones (Sociedad Minera con Productos Químicos). Ni las
actuaciones de los peritos que fueron calificadas de inocuas para producir
para producir el efecto a que se refiere el artículo 155 del Código de Procedi-
miento Civil (Benavente con Fisco).
Parece, por tanto, completamente desproporcionado en relación con
sus anteriores fallos, lo sostenido ahora por la Corte en orden a que la recti-
proceso civil 203
ficación del receptor puede entenderse como una gestión en los términos del
artículo 155 del Código de Procedimiento Civil.
que le concede el inciso final del artículo 305 del Código de Procedimiento
Civil, el demandado opuso la mencionada excepción de incompetencia por-
que se había pactado una cláusula compromisoria (c.2). Indica la Corte en el
considerando tercero, sin embargo, que
la existencia de la citada cláusula compromisoria, en virtud de la cual las partes sustrajeron
del conocimiento de la justicia ordinaria los conflictos que pudieran generarse con motivo
del contrato de construcción referido, no es óbice para que cualquiera de ellas pueda ocu-
rrir a un tribunal de la jurisdicción común, para hacer valer una pretensión determinada.
Y quedará necesariamente radicada la competencia en este último si su contraparte no
opone la excepción de compromiso, basada en la incompetencia del tribunal ante quien
se presentó la demanda, porque ha de entenderse que con su abstención o indeferencia ha
renunciado tácitamente a dicha defensa. En la especie, el demandado, una vez emplazado
de la demanda, la contestó derechamente, sin oponer excepciones dilatorias, impugnando
al final la sentencia de primera instancia a través de los recursos de casación en la forma y
apelación; el de nulidad, por la causal 1 del artículo 768 del Código de Procedimiento Civil,
pero fundada en que la señora Claudia Parra Villalobos no era jueza del Tercer Juzgado de
Letras de Arica a la fecha de dictar su fallo. Es decir, con estos antecedentes queda demos-
trado que durante toda la secuela del juicio en primera instancia, el demandado desarrolló
sus defensas ante la justicia ordinaria, oponiendo excepciones perentorias, presentando
prueba en su favor y recurriendo finalmente en contra de la sentencia, sin haber expresado
ni alegado, de manera alguna, que el asunto debía ser conocido no por el juez de letras que
lo tenía a su cargo sino por un juez árbitro de conformidad con la cláusula compromisoria
citada, lo que lleva a concluir a esta Corte que el demandado renunció tácitamente a su
derecho de exigir que la controversia fuera resuelta por la justicia arbitral (c.3).
Sustenta esos dichos en base, además, del artículo 240 Nº1 del Código
Orgánico de Tribunales y a la denominada doctrina de los actos propios.
Respecto del segundo motivo, o sea, el nombramiento de la jueza, como jueza
de un tribunal oral en lo penal, la Corte desestima el argumento, pues a la
fecha de la sentencia, no había asumido el cargo.
El presente fallo es muy interesante porque involucra varios temas pro-
cesales, entre ellos el más significativo el de la excepción de incompetencia
planteada en segunda instancia por la demandada. No olvidemos que en ge-
neral nuestra doctrina está conteste en que el Nº1 del artículo 768 alude tanto
a la incompetencia absoluta como a la relativa. El mismo acuerdo existe tra-
tándose de la excepción dilatoria de incompetencia del tribunal, prevista en
el artículo 305 Nº1 del Código de Procedimiento Civil, que alude tanto a una
como a otra excepción. La diferencia sustancial entre ambas incompetencias
radica en que tratándose de la absoluta ella no es prorrogable y el juez puede
y debe declararla de oficio. Las partes no pueden alterar las normas referentes
a la materia, fuero y cuantía, sin incurrir en un vicio que anula todo el proceso.
En cambio, tratándose de la competencia relativa esta es esencialmente
prorrogable, es decir, las partes pueden litigar ante un tribunal que en razón
del territorio no es naturalmente competente para conocer del negocio en dis-
cusión. Sobre estos puntos parece existir pacífico consenso en nuestra doctrina.
proceso civil 205
Ahora bien, el artículo 305 establece que las excepciones dilatorias de-
ben hacerse valer todas conjuntamente y dentro del término de emplazamien-
to. Pero en el inciso segundo añade que si no se opusieren en la oportunidad
antes referida, podrán alegarse en el progreso del juicio, como alegación o de-
fensa, y en tal caso se estará a lo dispuesto en los artículos 85 y 86 del Código
de Procedimiento Civil. La remisión no es muy clara pero las últimas normas
aludidas, en términos simples, señalan que el incidente debe formularse tan
pronto como se tenga conocimiento del vicio, a menos que se trate de la incom-
petencia absoluta del tribunal (referencia a los arts. 84, 83 inc. 2° CPC). Es decir,
tratándose del vicio de incompetencia absoluta, el legislador no obliga al suje-
to que lo hace valer a que lo alegue tan pronto haya tomado conocimiento del
vicio. Inclusive, si buscamos un instante preclusivo para formular la incom-
petencia del tribunal, tenemos que el inciso 3º del artículo 305 expresamen-
te dispone que la excepción de incompetencia podrá oponerse en segunda
instancia en forma de incidente. Del juego de todas estas normas se concluye
que el demandado alegó oportunamente la excepción de incompetencia en se-
gunda instancia, tal cual lo permiten las normas referidas. El tema, por tanto,
relevante es determinar si se puede renunciar tácitamente a la competencia
arbitral, o si esta renuncia está prohibida. La Corte Suprema entendió que el
demandado, por toda la actuación que le cupo en primera instancia, renunció
tácitamente a su derecho de exigir que la controversia fuera resuelta por la
justicia arbitral41. Para ello, además tuvo presente que el artículo 240 Nº1 del
Código Orgánico de Tribunales prescribe que una vez aceptado el encargo,
los árbitros quedan obligados a desempeñarlo, y que esta obligación cesa si
las partes de común acuerdo ocurren a la justicia ordinaria. Ahora bien, en el
41 El mismo criterio —aunque con mejores fundamentos— fue sostenido por la Corte
de Apelaciones de Santiago el año 2004. “Además, de las argumentaciones que hace la parte
demandante, que se vierten en el considerando que antecede, es preciso tener presente la calidad,
condición y/o características del juez arbitro, que es un juez especial, designado sólo para tratar
materias previamente definidas y cuya resolución le entregan las partes, de manera que respecto de
su intervención, no es posible aplicar los principios de orden público y de irrenunciabilidad de su
intervención, que invoca la contraria, sino una vez iniciado el juicio de compromiso y resueltas las
cuestiones que hubieren retardado o tratado de impedir la constitución del tribunal. Los factores
fuero, materia y cuantía, deben considerarse para la determinación de la jerarquía, clase o categoría
del tribunal que es llamado a conocer del asunto, reglas que no rigen en este caso, por cuanto esta
modalidad, de la justicia arbitral, depende exclusivamente de las partes, y pueden en consecuencia,
de común acuerdo renunciar a la constitución del compromiso, y aún, puede la parte que pretende
desconocer la existencia de la cláusula compromisoria para no someterse al juicio arbitral, ser
obligado a hacerlo, pudiendo exigir la otra parte el cumplimiento de la cláusula compromisoria por
la vía declarativa o por vía ejecutiva, según sea la naturaleza del título que se invoque. Puede también
algunas de las partes, iniciado el juicio por los procedimientos ordinarios, en tribunales de esa
clase, si es demandado, sujetarse a esa forma de resolución del negocio, pero si ello ha ocurrido, no
puede durante el desarrollo del juicio después de haber finalizado el período de discusión, y todavía
después de haberse dictado sentencia definitiva, hacer valer la cláusula compromisoria, porque a su
respecto ha operado una forma de renuncia tácita”, Corte de Apelaciones de Santiago, rol 1616 de
2003, sentencia de 7 abril de 2004.
206 Juan Carlos Marín González
Resulta, por tanto, muy discutible la figura de la renuncia tácita que se atribuye
al demandado, ya todo indica que nos encontramos en una hipótesis de
incompetencia absoluta, de tal modo que las partes, antes del nombramiento
del árbitro, no pueden renunciar a ella. Máxime si el artículo 305 del Código
de Procedimiento Civil expresamente permite hacer valer dicha excepción en
segunda instancia, tal cual sucedió.
año 1987 el referido banco procedió a vender dicho inmueble a don Jorge Eduardo López
Balduzzi quien, por su parte, lo aportó en dominio el año 1989 a la «Sociedad Agríco-
la Balduzzi Ltda. Años después el primitivo propietario del referido inmueble —doña
Guadalupe Fernández Ceballo— demandó en juicio ordinario (rol 33.885 del Juzgado de
Letras de San Javier) al Banco del Estado de Chile, a don Jorge Eduardo López Balduzzi
y a la «Sociedad Agrícola Balduzzi Ltda., pidiendo la declaración de inexistencia —o
de nulidad absoluta— de la referida adjudicación por falta de consentimiento, así como
de todas las posteriores enajenaciones que afectaron al aludido inmueble. En el mismo
proceso demandó de reivindicación a los poseedores actuales de dicho bien raíz, amen
de pedir la restitución de una serie de frutos de los tres demandados. En primera ins-
tancia el Banco del Estado opuso la excepción de cosa juzgada en virtud de una anterior
demanda —resuelta por sentencia firme en su favor— deducida por doña Guadalupe
Fernández en su contra, por medio de cual ya se había cuestionado la validez de la re-
ferida adjudicación a favor del Banco del Estado. Por su parte, el señor Jorge Eduardo
López Balduzzi, por sí y en representación de la Sociedad Agrícola Viña Balduzzi Ltda.
contestaron la demanda y opusieron, en lo que ahora interesa, la excepción de prescrip-
ción extintiva de la acción ordinaria para pedir la nulidad de la primitiva adjudicación,
por cuanto los vicios que servían de fundamento a la pretensión del actor ocurrieron el
07 de abril de 1983, habiéndose verificado la notificación de la demanda de autos el 10 de
septiembre de 1996, por lo que la nulidad absoluta alegada estaba saneada por el paso del
tiempo, en los términos que señala el artículo 1683 del Código Civil. En su réplica doña
Guadalupe Fernández señaló —en relación con la excepción de prescripción extintiva—
que sólo eran legítimos contradictores para controvertir la inexistencia o nulidad de la
escritura pública de 07 de abril de 1983 y el contrato de compraventa en ella contenido,
los comparecientes y partes en los referidos actos, es decir, la actora y el Banco del Estado
de Chile, y que este último no alegó la prescripción cuya procedencia se objeta.
Veamos qué señaló nuestro tribunal en relación con los tres temas procesales
antes identificados: (i) En relación con el acto jurídico procesal que sirve para
interrumpir el plazo de prescripción expresó:
[...] Que, por último, la recurrente plantea que la sentencia ha cometido error de derecho
al acoger la excepción de prescripción extintiva a pesar de encontrarse ésta interrumpida
pues, en su concepto, por el solo hecho de presentar la demanda se produce dicha inte-
rrupción, vulnerándose los artículos 22, 1.683, 1.687 y 2.503 de Código Civil (c.16);
Que la prescripción extintiva se interrumpe civilmente, de acuerdo con el inciso
tercero del artículo 2.518 de Código Civil, en virtud de “la demanda judicial, salvo los
casos enumerados en el artículo 2.503”. Ahora, bien, ya se ha dicho reiteradamente por
esta Corte que para que opere tal interrupción es menester que la demanda judicial sea
notificada, de modo tal que, en realidad, es esta última actuación procesal la que produci-
rá el efecto jurídico de la interrupción civil. A tal conclusión se arriba, entre otras razones,
por lo que establece el Nº 1º del artículo 2.503 de Código Civil, al disponer que no se
produce la interrupción si la notificación de la demanda no ha sido hecha en forma legal,
por lo que, a contrario sensu, sólo es dicha notificación la que tiene la virtud de producirla.
(c.17).
Al respecto en Chile existe una amplia jurisprudencia que reconoce que dicho
acto es la notificación de la demanda y no la simple presentación de la misma.
En este sentido, la Corte Suprema no hizo más que ratificar su doctrina.
208 Juan Carlos Marín González
(ii) En relación con el segundo tema, esto es, con la legitimación para
oponer la excepción de prescripción extintiva, el recurrente de casación expre-
só, en síntesis, lo siguiente:
Que don Jorge Eduardo López Balduzzi y la Sociedad Agrícola Viña Balduzzi Limitada,
opusieron la prescripción extintiva de la acción ordinaria para pedir la nulidad; que no
son legítimos contradictores en dicha acción de nulidad del contrato celebrado el 7 de
abril de 1983; que la declaración de nulidad sólo puede impetrarse por vía de acción, lo
que no ocurrió en la especie y que el Banco del Estado no alegó aquella prescripción
extintiva.
Frente a esta argumentación la primera sala de la Corte Suprema expresó:
Que la recurrente funda su recurso, en primer término, en la causa 4ª del artículo
768 del Código de Procedimiento Civil, esto es, en que la sentencia ha sido dada ultra
petita, por cuanto la excepción de prescripción de la acción de nulidad absoluta del
contrato de 7 de abril de 1983, fue alegada por quien no era legítimo contradictor de
dicha acción. En efecto, explica, los demandados Jorge López Balduzzi y Sociedad
Agrícola Viña Balduzzi Limitada no fueron partes en dicho contrato y, por lo tanto,
no son legitimados de la demanda en aquella sección de la misma en que se alega
su nulidad; el único legitimado pasivo al respecto es el Banco del Estado de Chile,
quien no opuso la excepción de prescripción y, por consiguiente, el fallo incurre en
ultra petita cuando haciendo lugar a dicha excepción, deducida por los demandados,
don Jorge López Balduzzi y Viña Balduzzi Limitada, extiende sus beneficios al Ban-
co del Estado de Chile, institución que no la alegó a su favor. (c.2);
Que la demanda de la señora Guadalupe Fernández Ceballos está dirigida,
como se ha dicho, no sólo en contra del Banco del Estado de Chile, sino también en
contra de don Jorge Eduardo López Balduzzi y de la Sociedad Agrícola Viña Bal-
duzzi Limitada, siendo su acción principal la deducida para obtener la declaración
de inexistencia o, subsidiariamente, de nulidad absoluta del contrato de 7 de abril
de 1983, de modo que de acogerse tal pretensión, derivaría como su consecuencia
lógica que todas las demás también deberían ser aceptadas. Por consiguiente, si se
declarara la inexistencia o la nulidad absoluta del contrato, tal decisión llevaría un
evidente perjuicio no sólo para el Banco del Estado, que fue parte en el referido
contrato, sino también para los otros demandados, desde que deducida la reivindica-
ción como una consecuencia de la declaración de inexistencia o subsidiariamente de
nulidad, su aceptación acarrearía para la Sociedad Agrícola Viña Balduzzi Limitada
la pérdida de un importante activo de su patrimonio. Cabe concluir, entonces, que todos
los demandados han tenido legitimación pasiva respecto de las acciones de inexistencia o, en
subsidio, de nulidad deducidas, de manera que cualquiera de ellos ha estado en situación de
oponer la excepción de prescripción extintiva de aquéllas y, además, aceptado dicho modo de
extinguir las obligaciones en provecho de unos, obviamente sus efectos favorecen a los demás.
(c.3; el destacado es mío).
43 Vid. Fairén, V: Doctrina General del Derecho Procesal, (Barcelona: Bosch, 1990) pp. 301ss.
proceso civil 211
Leyes procesales
En el proceso Banco Estado con Welkner, el Banco del Estado de Chile dedujo
demanda en juicio sumario por la causal séptima del artículo 680 del Código
de Procedimiento Civil, ya que la acción ejecutiva que emanaba del mutuo
hipotecario e contra del deudor se encontraba prescrita. La demanda fue
acogida parcialmente, ordenándose pagar una parte de la suma de dinero
demandada. Iniciado el cumplimiento incidental se trabó embargo sobre una
propiedad, el que fue alzado tras haberse cumplido la sentencia en ejecución,
por medio de las consignaciones realizadas por el demandado en la cuenta
corriente del tribunal. El actor apeló la sentencia definitiva y la resolución
que ordenó el alzamiento del embargo. Una sala de la Corte de Apelaciones
de Santiago confirmó la sentencia definitiva (declarando que modifica el
monto adeudado por el demandado) y revocó el alzamiento del embargo.
Posteriormente, el demandado presentó recursos de casación en la forma y en
el fondo contra esta última sentencia, tanto en lo que respecta a la decisión del
asunto, como de la que revocó el alzamiento del embargo. En este cometario
me centraré sólo en el recurso de casación en el fondo. En su fallo la Corte
Suprema señala:
Que las normas que el recurrente invoca como infringidas en su primer capítulo de im-
pugnación tienen una función ordenatoria litis, porque están dirigidas a fijar la compe-
tencia específica de los jueces de la instancia, como son las contenidas en los artículos 160,
208 y 209 del Código de Procedimiento Civil, de modo que carecen de una naturaleza
decisoria litis, esto es, no sirven de fundamento sustantivo a las pretensiones de las partes;
y siendo estas últimas que pueden dar lugar al recurso de casación en el fondo, según
disponen los artículos 767 y 772 del Código de Procedimiento Civil, se debe concluir
que éste no puede prosperar por la infracción de aquellas normas adjetivas, que por su
naturaleza no pueden incidir sustancialmente en la resolución del asunto. (c.8).
52 Considerando 13º: “Que en primer término cabe consignar que la materia alegada corresponde
a una causal de casación formal y no de fondo, lo que queda más en evidencia del hecho que, sobre
la base de los mismos argumentos se presentó el recurso de nulidad de forma ya analizado en lo
tocante a la admisibilidad; no es procedente que el mismo asunto sea presentado ante este tribunal
por dos vías distintas, pues se debe estar a su verdadera naturaleza jurídica, que es la de ser una
cuestión de forma”. Lo curioso es que la Corte en el considerando 10º ya había declarado inadmisible
el recurso de casación en la forma.
53 Considerando 11º: “Que, como puede apreciarse, la alegación precedente es de carácter
absolutamente formal, por lo cual, de ser efectivo el vicio invocado, debe ser planteado mediante
un recurso de casación en la forma, pues para ello existe una causal expresa, prevista en el artículo
número 1º del artículo 768 del Código de Procedimiento Civil [alude en verdad al numeral 5º], no
existiendo modo de sustraerse de lo que allí se prescribe, y tan efectivo es tal aspecto que así lo
entendió el propio recurrente al intentar al mismo tiempo un recurso de nulidad formal, fundándolo
en dicha causal, recurso que como antes se decidió, resulta inadmisible por las razones ya anotadas”.
Lo curioso es que la Corte en el considerando 8º ya había declarado inadmisible el recurso de
casación en la forma.
216 Juan Carlos Marín González
interlocutorias, que no otro nombre deben tomar las resoluciones que en definitiva fallen incidentes
de aquellos que crean derechos permanentes a favor de las partes; y aun, autos, como debe calificarse
la resolución definitiva en cuanto decida, en dicha oportunidad, derechos nacidos en función de la
sentencia, que deben ser fallados por simples autos; y así sucesivamente. No todo lo reservado para
definitiva es materia que forzosamente debe ser resuelta en sentencia final. Las peticiones sometidas
a las decisiones de los tribunales son de fondo o procesales, no por el lugar o ubicación que ocupan
dentro del proceso, sino según la naturaleza de la cosa pedida, que es la que imprime su fisonomía y
caracteriza a las resoluciones que en ella recaigan. De modo que es perfectamente procedente hacer
la disgregación de una sentencia final y distinguir en ella la sentencia definitiva propiamente tal y
las resoluciones incidentales, que pueden ser interlocutorias o autos, según se trate de resolver la
cuestión de fondo o peticiones de índole meramente procesal”. Se citan entre otras: 7 RDJ, (1910), pp.
505-38; 31 RDJ, (1931), pp. 173-6; 56 RDJ, (1959), pp. 104-7.
56 En general sobre medidas prejudiciales precautorias véase Marín, J.C: Las Medidas Cautelares,
(Santiago, Jurídica de Chile, 2004), pp. 293-306
proceso civil 221
daños y perjuicios, cuyo sustento fue una norma muy peculiar de nuestro
ordenamiento jurídico, que contiene nada menos que una presunción de dolo
y que se ubica dentro del título de las denominadas medidas prejudiciales.
Me refiero al artículo 280 del Código de Procedimiento Civil, que a la letra
dispone:
Aceptada la solicitud a que se refiere el artículo anterior (en cuanto a que se concedan
como prejudiciales las medidas precautorias previstas en el título V, del libro II), deberá
el solicitante presentar su demanda en el término de diez días y pedir que se manten-
gan las medidas decretadas. Este plazo podrá ampliarse hasta treinta días por motivos
fundados.
Si no se deduce demanda oportunamente, o no se pide en ella que continúen
en vigor las medidas precautorias decretadas, o al resolver sobre esta petición el tribunal
no mantiene dichas medidas, por este solo hecho quedará responsable el que las haya
solicitado de los perjuicios causados, considerándose doloso su procedimiento.
Dos son las cargas procesales, por tanto, que la norma impone a quién solicitó
y obtuvo una medida prejudicial precautoria: (i) por un lado, presentar la
demanda dentro del plazo de diez días (o dentro del plazo mayor si éste hubiere
sido ampliado por el tribunal); y (ii) por el otro, pedir que se mantengan las
medidas decretadas ahora como precautorias. Dichas cargas revelan que la
continuidad de estas medidas está supeditada a que el actor muestre un real
interés en el avance del proceso y a que acredite la necesidad de las mismas.
Estas cargas precisamente apuntan en esta dirección: en primer término, dar
al solicitante un plazo fatal para que dentro de él presente la correspondiente
demanda, de modo tal que justifique que su pretensión es seria; y en segundo
lugar, que manifieste expresamente su voluntad en orden a que se mantengan
las medidas, justificando por qué son necesarias ahora como precautorias. De
no cumplirse con estas cargas las medidas decretadas caducan ipso ipso. Sobre
este punto hay consenso en la jurisprudencia57.
Por el contrario, el cumplimiento de las cargas procesales por parte del
actor no le garantiza de un modo inequívoco que las medidas continuarán en
vigor. En otras palabras, la renovación de las medidas no es automática sino
que el tribunal debe tomar una decisión al respecto. De allí que artículo 280
en su inciso 2º prescriba en lo que nos interesa que:
[...], o al resolver sobre esta petición el tribunal no mantiene dichas medidas, por este
solo hecho quedará responsable el que las haya solicitado de los perjuicios causados, con-
siderándose doloso su procedimiento.
Es decir, el tribunal que decretó la medida prejudicial una vez que el actor ha
dado cumplimiento a lo prescrito en el inciso 1º del artículo 280, debe decidir
si las renueva como precautorias o si, por el contrario, ordena su alzamiento.
La norma busca que el tribunal en todo momento aprecie si se justifica la
57 Ver 372 FM (1989) p. 714; 217 GT, p. 316.
222 Juan Carlos Marín González
[...], o al resolver sobre esta petición [de mantención de las medidas] el tribunal no man-
tiene dichas medidas, por este solo hecho quedará responsable el que las haya solicitado
de los perjuicios causados, considerándose doloso su procedimiento.
que se había cuestionado en el recurso? ¿No puede ser entendida como una
norma decisoria litis? En fin, son estos los casos que muestran una especie de
huida hacia delante de nuestro máximo tribunal. En vez de sentar una clara
jurisprudencia en materia de medidas prejudiciales, aprovechar el caso en
toda su extensión, se quedan en las ramas y resuelven el problema de manera
tautológica y redundante.
Juicio Sumario
En la Banco Estado con Agrícola Punitaqui relativo a un juicio sumario de
terminación de contrato de arrendamiento de predio rústico, la parte
demandada recurre de casación en el fondo en contra de la sentencia
pronunciada por la Corte de Apelaciones de La Serena, que revoca la de primer
grado y declara en su lugar que es inadmisible la demanda reconvencional
deducida.
El fallo de primera instancia tuvo en consideración dos elementos para
admitir la reconvención. En primer lugar, que el procedimiento sumario, pre-
visto en el título XI, del libro III del Código de Procedimiento Civil, especial-
mente aplicable al arrendamiento de predios rústicos por la expresa remisión
que a él efectúa el artículo 2º del decreto ley 993, recibe además aplicación
cada vez que la acción intentada requiere por su naturaleza una tramitación
rápida para ser eficaz (art. 680 inc. 1 CPC). De ello se sigue que él no sólo se
puede utilizar cuando la ley expresamente se remite a él, sino que su aplica-
ción se encuentra abierta a los casos indicados en el inciso primero del artícu-
lo 680 Código de Procedimiento Civil. En segundo lugar, que la reconvención
guardaba íntima relación con la demanda principal, ya que se refería al pago
de una serie de reparaciones y gastos efectuados en el predio por el demanda-
do en el juicio principal.
La Corte de Apelaciones de La Serena, por su parte, revocó el fallo
anterior teniendo presente, en lo sustancial, dos argumentos: (i) que las ca-
racterísticas de concentración y rapidez propias del procedimiento sumario
son incompatibles con la existencia de la reconvención. (ii) Que allí donde
hay un juicio sumario con reconvención (L 18.101, sobre arrendamiento de
predios urbanos), el legislador ha debido reglamentar expresamente esta
institución.
La Corte Suprema resuelve que los jueces del fondo, al señalar que las
características de concentración y rapidez propias del procedimiento suma-
rio, no resultan compatibles con la facultad del demandado de demandar
reconvencionalmente, puesto que el demandado reconvencional no tendrá
oportunidad de defenderse, han hecho una correcta interpretación de las dis-
posiciones legales atinentes al caso de que se trata, como asimismo de la ley
18101, que contempla en forma expresa la facultad de reconvenir, para el caso
de arrendamiento de predios urbanos; razón por la cual el recurso adolece de
proceso civil 227
dada a pagar al actor las sumas que señala. El demandante impugnó este fallo
mediante la interposición de los recursos de casación en la forma y apelación.
La demandada, por su parte, dedujo apelación en contra de la referida resolu-
ción. La Corte de Apelaciones de La Serena, desechó la nulidad formal impe-
trada y, conociendo de las apelaciones, confirmó la decisión de primer grado,
con declaración que consistió en alzar las sumas a pagar. En contra de este
fallo, el demandante interpuso recursos de casación en la forma y en el fondo
y la demandada, recurso de casación en el fondo. Conociendo del recurso de
casación en la forma, la Corte estimó que existía un vicio de nulidad formal,
consistente en que la Corte de Apelaciones, al aumentar la suma a pagar, no
consideró ni efectuó razonamiento alguno sobre el hecho que el contrato de
honorarios, que dio origen al pago de los mismos, contemplaba el pago al ac-
tor, a todo evento, de una suma de dinero allí establecida
Que debe consignarse que no se invitó a los abogados de las partes que concurrieron a
estrados a alegar sobre este vicio, pues fue advertido en el estado de acuerdo [...] (c.5)60.
60 Lo mismo en Almonte con Fumey: “En el estado de acuerdo se advirtió la existencia de un vicio
de casación en la forma, por lo que no pudo invitarse a alegar sobre él al abogado que compareció
a estrados”; en Cecinas la Preferida con Comercial Salinak Limitada: “Que, de acuerdo con la facultad
concedida a esta Corte por el artículo 775 del Código de Procedimiento Civil, se invalidará de oficio
el fallo impugnado [...], dejándose constancia que sobre el particular no pudo ser invitado a alegar
el abogado que concurrió a estrados, por haberse detectado el vicio durante el estado de acuerdo”;
en Carrasco con Carrasco: “En la vista de la causa se advirtió la existencia de un vicio de casación en la
forma, no pudiendo invitarse a los abogados de las partes a alegar sobre el particular, por no haber
comparecido a estrados”.
232 Juan Carlos Marín González
por los legisladores, al punto que estuvo a punto de ser eliminada61, y que
la obligación de escuchar a los abogados, que no se contemplaba en el texto
primitivo del Código de Procedimiento Civil, fue incorporada expresamente
por la ley 3390, de 15 de julio de 1918, que modificó el entonces artículo 949,
actual 775 del Código de Procedimiento Civil. En la causa que comentamos,
en que se casó por vulneración del artículo 170 del Código de Procedimiento
Civil (art. 768 Nº5 CPC), la Corte además está habilitada para dictar sentencia
de reemplazo, en la que derechamente resuelve el fondo del asunto y en la
que adicionalmente la Corte “no emite pronunciamiento sobre el recurso
de casación en la forma deducido en lo principal [...] y se tienen por no
interpuesto los recursos de casación en el fondo”. Lo anterior, ¿no producirá
indefensión en las partes? ¿No es una falta de respeto para el trabajo de los
abogados? Las posibilidades son simplemente dos: (i) o entendemos que la
Corte sólo puede ejercer esta facultad mientras se desarrolla la vista de la causa
y, por tanto, si se percata del posible vicio en el estado de acuerdo quiere decir
que su facultad ya precluyó, debiendo, por tanto, pronunciarse derechamente
sobre los recursos presentados por las partes; o (ii) llamar nuevamente a los
abogados a una vista especial para que ejerzan la facultad que les concede el
artículo 775 del Código de Procedimiento Civil.
En el proceso Pullman Cargo S.A. con Araya Manieu, Francisco, se de-
mandó en juicio ordinario de indemnización de perjuicios, rechazando en de-
finitiva la acción y también una excepción de prescripción opuesta contra la
misma. La parte demandante apela la sentencia y la Corte de Apelaciones de
Arica confirma la decisión. Contra esa sentencia se deducen recursos de casa-
ción en la forma y en el fondo. Conociendo de ambos recursos, la Corte volvió
a revisar los supuestos en base a los que se rechazó la excepción de prescrip-
ción opuesta y determina que los jueces del fondo no se pronunciaron sobre el
fondo mismo de la excepción, motivo por el que se incurre en el vicio del artí-
culo 768 N°5, en relación al artículo 170 N°4. Indica la Corte que de la lectura
de la sentencia atacada se observa que en el fundamento vigésimo primero
del fallo de primer grado, mantenido por los jueces recurridos, se analizó la
interrupción del plazo de prescripción y se determinó que, en la especie, no se
configura tal situación. Sin embargo, siendo evidente que las reflexiones dicen
relación únicamente con la interrupción alegada, resolvieron el rechazo de
la referida excepción, sin argumentar en cuanto al fondo de la institución de
prescripción, esto es, si en este caso ella ha operado, pues tal análisis importa
61 Así en su discusión el “señor Ministro pide se suprima este artículo, porque no conviene dejar a
los jueces estas facultades discrecionales que en todo caso son peligrosas y porque la ley debe tender
a interesar a las partes en hacer con celo su defensa. El señor Campillo apoya esta indicación. En su
concepto, este artículo echa por tierra todos los escrupulosos requisitos que la ley exige en otra parte
para la admisión de estos recursos, i, por consiguiente no guarda armonía con aquellas disposiciones”.
Comisión Revisora, sesión 92, 05 de agosto de 1879, en Proyecto de Código de Enjuiciamiento Civil, libro
III, Santiago, Imprenta el Progreso, 1884, p. 378.
proceso civil 233
Pues si los abogados no comparecieron a estrados hay que hacerles ver que la
Corte está pensando casar en la forma de oficio la sentencia y que ellos tienen
el derecho de alegar sobre los precisos puntos que la Corte indique como
posibles causales de casación.
Finalmente, para mostrar el enorme alcance que esta facultad puede te-
ner, en Soto con Municipalidad, en juicio ordinario, la demandada, municipali-
dad de Talcahuano, dedujo recurso de casación en el fondo contra la sentencia
pronunciada por la Corte de Apelaciones de Concepción, que confirmó la de
primera instancia, del segundo juzgado civil de Talcahuano. Mediante este
último fallo se hizo lugar a la demanda, sólo en cuanto se ordenó a la deman-
dada pagar a la actora, determinada suma por concepto de indemnización
por daño moral, por falta de servicio en el cuidado de la administración de
los bienes nacionales de uso público a cargo de la municipalidad. Se ordenó
el reajuste del monto conforme a la variación del IPC. El daño moral habría
resultado como consecuencia de un accidente que sufrió la referida actora en
la vía pública, el día 31 de octubre de 2002, ocurrido al bajar de la vereda para
cruzar la calle, debido a que introdujo el pie izquierdo en la tapa del receptá-
culo recolector de aguas lluvias, a la que le faltaba una de las barras protec-
toras, quedando atascada y sufriendo lesiones. En el examen del recurso, la
Corte observó la existencia de un vicio de forma que la habilita para casar
de oficio. El fallo de primera instancia resolvió hacer lugar a la demanda civil
deducida en autos, condenando a la municipalidad demandada a pagar, pero
además, dispuso reajustar la suma ordenada cancelar, conforme a la variación
del IPC entre el mes anterior a la fecha de notificación de la demanda y el
mes anterior al pago efectivo, aplicando en este mismo período, el máximo
interés legal para operaciones reajustables. El tribunal de segundo grado se
limitó a confirmar el de primero, con mayores argumentos. Sin embargo, la
demandante no habría solicitado ni reajuste ni tampoco intereses, puesto que
sólo demandó para obtener el pago de cierta suma, por el daño patrimonial
que habría sufrido hasta la fecha de la demanda, más los que se produjeran
durante la secuela del juicio, por no poder trabajar y agregando otro tanto por
concepto de daño moral.
En este sentido, los sentenciadores del grado otorgaron más de lo pe-
dido en el pleito y por ello la Corte estimó procedente casar de oficio por
proceso civil 235
la concurrencia del vicio de ultra petita (art. 768 N°4 CPC). La sentencia de
reemplazo, en cambio, no se refiere a este punto como era razonable esperar,
sino que funciona de manera similar a un recurso de apelación o una tercera
instancia. La Corte en la sentencia de reemplazo se olvida del motivo que la
llevó a casar de oficio y señala:
Que, por lo tanto, la Municipalidad de Talcahuano no tenía servicio alguno que prestar
en relación con las referidas redes de evacuación y drenaje de aguas lluvias, lo que incluye
las tapas de los recolectores, de manera que si se presentaba un daño aquel en que se
accidentó la demandada, no le correspondía su reparación. Por ello no puede imputarse
al municipio aludido responsabilidad por falta de servicio, desde que ninguno a dejado
de prestar, ni lo ha prestado tardía o defectuosamente, en relación con la materia que nos
ocupa, ya que la mantención o reparación del elemento que ocasionó el perjuicio no era
de su cargo (c.9).
LEY PENAL
Antonio Bascuñán Rodríguez
IRRETROACTIVIDAD Y RETROACTIVIDAD
dE LA LEY PENAL Y PROCESAL PENAL 243
Aplicación retroactiva de la ley penal más
favorable , 246
PROHIBICIÓN DE PRISIÓN POR DEUDA 250
PROCESO PENAL
Alejandro Awad Cherit Marcos Contreras Enos
Miguel Schürmann Opazo
EL SISTEMA DE RECURSOS EN EL
SISTEMA PROCESAL PENAL 381
COMPETENCIA DE LA CORTE SUPREMA PARA
242 Sección de Derecho Penal
CONOCER DEL RECURSO DE NULIDAD
Y CONSI-DERACIONES GENERALES
SOBRE EL MISMO 383
COMPETENCIA DE LA CORTE SUPREMA
PARA CONOCER DE OTROS RECURSOS
EN el SISTEMA PROCESAL PENAL. 387
El recurso de queja, 387
La apelación de la acción de amparo constitu-
cional, 389
CONTROL DE ADMISIBILIDAD DEL
RECURSO DE NULIDAD 389
Los recursos de nulidad declarados inadmisi-
bles por la Corte Suprema., 389
Los casos de remisión a la Corte de Apelacio-
nes, 394
Remisión por eventual configuración del
motivo
absoluto de nulidad del artículo 374 e), 395
La remisión por configuración del motivo
absoluto de nulidad del artículo 374 c), 398
INFRACCIÓN SUSTANCIAL DE GARANTÍAS
FUNDAMENTALES (artículo 373 a
Código Procesal Penal) 403
La posición institucional del acusador y su
legitimidad para recurrir de nulidad por la
causal del 373 a) del Código Procesal Penal,
403
La actuación de oficio del tribunal como
afectación al derecho a un juez imparcial y la
imposibilidad de ejercer un derecho a defensa,
406
La infracción sustancial del derecho a defensa,
410
El tratamiento de la prueba obtenida con
infracción a derechos del imputado, 414
LEGALIDAD DE LA PRIVACIÓN DE LIBERTAD 420
LEGALIDAD EN LA TRAMITACIÓN DEL JUICIO 425
Control jurisdiccional del ejercicio de potes-
tades por el Ministerio Público, 425
LEY PENAL
Antonio Bascuñán Rodríguez
IRRETROACTIVIDAD Y RETROACTIVIDAD
dE LA LEY PENAL Y PROCESAL PENAL
En contra Hochenedel, en una sentencia de 19 de diciembre de 2005, redactada
por el ministro Sergio Muñoz y recaída sobre un recurso de apelación
interpuesto en contra de una resolución dictada el 30 de noviembre de ese mismo
año por el ministro Rubén Ballesteros en su calidad de ministro instructor en
un procedimiento por extradición pasiva, la Corte Suprema confirmó que la
regulación procesal penal aplicable al caso era la correspondiente al Código de
Procedimiento Penal, conforme a la modificación que el artículo 1° N° 24 de
la ley 20074 (D.O. 14.11.2005) introdujera en el inciso segundo del artículo 485
del Código Procesal Penal1. No obstante, la Corte observó que
1 El art. 485 originario disponía la aplicación de las nuevas reglas de procedimiento penal a
procedimientos de extradición pasiva a partir de la fecha de entrada en vigencia de la reforma procesal
penal en le Región Metropolitana. La L 20074 dispuso su entrada en vigencia a partir del 16 de junio
de 2005. En consecuencia, los procedimientos de extradición pasiva iniciados con anterioridad a
Bascuñán | Ley Penal
3 Rev D. UAI (2013) 243-252
© 2013 Antonio Bascuñán Rodríguez
244 Antonio Bascuñán Rodríguez
en dicha tramitación se deberán reconocer y conceder las garantías y derechos que prevé
la normativa más favorable, la cual en cada caso se determinará (c.2).
esa fecha, encontrándose vigente la reforma procesal penal en la Región Metropolitana, debieron
continuar tramitándose conforme a las reglas del antiguo Código de Procedimiento Penal. Eso fue
precisamente lo resuelto por el ministro instructor: el cese de la intervención del Ministerio Público
y la continuación de la tramitación conforme a los arts. 647ss CPP.
2 El principio se encuentra establecido en el art. 24 de la ley sobre efecto retroactivo de las leyes,
de 7 de octubre de 1861: “Las leyes concernientes a la substanciación y ritualidad de los juicios
prevalecen sobre las anteriores desde el momento en que deben empezar a regir. Pero los términos
que hubiesen empezado a correr y las actuaciones y diligencias que ya estuvieren iniciadas se regirán
por la ley vigente al tiempo de su iniciación”.
3 La respuesta negativa esta interrogante es más evidente si (i) se reconoce en el inciso primero del
art. 18 CP un principio general del derecho intertemporal penal consistente en la aplicabilidad de la
ley penal vigente al momento de la perpetración del hecho, del cual la prohibición de aplicación de
leyes penales con efecto retroactivo no es sino una consecuencia, y al mismo tiempo (ii) se reconoce
que la garantía de la legalidad de la condena consagrada en el art. 19 N° 3 inciso vii de la Constitución
Política sólo comprende la prohibición, mas no en el principio general. Precisamente porque el
derecho intertemporal procesal penal no parte de un principio general consistente en la aplicabilidad
de la ley procesal penal vigente al momento de la perpetración del hecho es que la “ley anterior” a que
se refiere el art. 11 no tiene por qué ser ésa, ni siquiera si se entiende su excepción como extensión de
la garantía constitucional. Esta extensión tiene que adecuarse al contexto definido por otro principio
general: la aplicabilidad de la ley procesal penal vigente al momento de la realización de la actuación
(aplicación in actum).
Ley Penal 245
4 La formación de la lex tertia es en general problemática porque ella nunca ha sido establecida por
el legislador; en el contexto de la ley penal, además ningún criterio de aplicabilidad temporal ordena
expresamente su formación; al respecto, Antonio Bascuñán, “ley Penal”, 2 Com. 369-71.
5 El inciso primero del art. 18 CP (infra, nota 11) prohíbe sin más la aplicación de la ley penal que entra
en vigencia con posterioridad a la perpetración del hecho. Recién la consideración del imperativo de
aplicar con efecto retroactivo la ley penal más favorable, establecido en su inciso segundo, obliga a
reformular interpretativamente la prohibición del inciso primero como irretroactividad no de todas
las leyes penales, sino sólo de las desfavorables. Esta reformulación es recogida expresamente en la
redacción del art. 19 N°3 inciso séptimo de la Constitución Política.
246 Antonio Bascuñán Rodríguez
10 Contra Valenzuela Grandón, sentencia de 18 de noviembre de 2008, Rol N° 2980-2008; contra Yáñez
Vargas, sentencia de 17 de diciembre de 2009, Rol N° 4887-2009 y contra Vasallo Schanni, sentencia
de 16 de agosto de 2010, Rol N° 8938-2009. En las sentencias de 2008 y 2009, el ministro Carlos
Kunsemüller formuló votos de disidencia, acompañado por el ministro Rubén Ballesteros y el
abogado integrante Luis Bates, respectivamente; en la sentencia de 2010, un voto de prevención,
acompañado por el ministro Ballesteros. En todos sus votos, el ministro Künsemüller hace suya la
interpretación de las relaciones sistemáticas entre los arts. 3° y 4° L 20000 afirmada por la Corte
Suprema en contra Traimante Vargas y otra.
11 Art. 18. Ningún delito se castigará con otra pena que la que le señale una ley promulgada con
anterioridad a su perpetración. / Si después de cometido el delito y antes de que se pronuncie
sentencia de término, se promulgare otra ley que exima tal hecho de toda pena o le aplique una
menos rigurosa, deberá arreglarse a ella su juzgamiento. / Si la ley que exima el hecho de toda
pena o le aplique una menos rigurosa se promulgare después de ejecutoriada la sentencia, sea que
se haya cumplido o no la condena impuesta, el tribunal que hubiere pronunciado dicha sentencia,
en primera o única instancia, deberá modificarla de oficio o a petición de parte. / En ningún caso
la aplicación de este artículo modificará las consecuencias de la sentencia primitiva en lo que diga
relación con las indemnizaciones pagadas o cumplidas o las inhabilidades. A esta disposición cabe
agregar el principio general de la prohibición de aplicación de leyes con efecto retroactivo (art. 9°
CC), su consagración constitucional tratándose del efecto retroactivo de la ley penal desfavorable
(art. 19 N° 3 inc. 7 CPol), y las reglas correlativas de las convenciones internacionales sobre derechos
humanos (art. 15-1 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, art. 9° de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos).
Ley Penal 249
12 Si el cambio legislativo ha sido múltiple, según la opinión dominante también debe(n) ser
incluidas en esa comparación la(s) ley(es) penales vigente(s) en el tiempo intermedio entre la
perpetración del hecho punible y la dictación de la sentencia.
13 La expresión es de Edmund Mezger, Strafrecht – Ein Lehrbuch, Berlin y München: Duncker &
Humblot, 1949, 3ª ed., § 8-III, p. 67-68.
250 Antonio Bascuñán Rodríguez
19 Además, la Corte estima en un dictum que el máximo de 60 días fijado por el art. 25 CP para la
pena de prisión representaría también el máximo de la pena privativa de libertad susceptible de ser
cumplida en sustitución de la pena de multa (c.4°), sin reparar en la regla especial establecida en el
art. 49 CP, que fija en seis meses ese máximo.
252 Antonio Bascuñán Rodríguez
20 Sentencias de 5 de junio de 2007 (Rol N° 519-06), 24 de abril de 2007 (Rol N° 576-06), 16 de
mayo de 2007 (Rol N° 779-07), 4 de octubre de 2007 (Rol N° 807-07), 17 de enero de 2008 (Rol N°
1004-07), 10 de noviembre de 2008 (Rol N° 1241-08), 24 de enero de 2012 (Rol N° 2151-11) y 12 de
julio de 2012 (Rol N° 2256-12).
CONDICIONES GENERALES DE LA PUNIBILIDAD
Juan Pablo Mañalich Raffo
Durante el año 2005, la Corte Suprema tuvo ocasión de pronunciarse sobre una
serie de cuestiones relativas a las condiciones generales de la punibilidad, esto es,
a los presupuestos generales (y, por ende, no referidos a las particularidades del
tipo delictivo en cuestión) sobre los cuales se articula la constitución de un hecho
punible. El comentario se ordenará de conformidad con la siguiente estructura
temática: (1) causalidad y “causa basal”; (2) dolo y preterintencionalidad; (3)
imprudencia; (4) delitos calificados por el resultado; (5) legítima defensa; (6)
el alcance de la presunción de voluntariedad del artículo 1º del Código Penal
como criterio de culpabilidad; (7) error de prohibición indirecto; (8) error
al revés y delito frustrado; y (9) cuestiones sobre la imputación a título de
coautoría. Dada la proximidad de las cuestiones a ser discutidas con aquellas
que fueron objeto del comentario referido a la jurisprudencia del año anterior,
el presente comentario descansará de modo relevante en aquél1.
4 Ibid §10/11.
5 Hart, H.L.A. y Honore, A.M: Causation in the Law (Oxford: Oxford Clarendon Press, 1959), pp.
105-7, 116-18.
6 Kindhäuser, U: Gefährdung als Straftat (Frankfurt a.M: Vittorio Klostermann, 1989), pp. 83-91;
Puppe, I: La Imputación del Resultado en Derecho Penal (Lima: Ara, 2003), pp. 112-14.
7 Mackie, J.L: “Causes and Conditions”, en Sosa y Tooley (eds.): Causation (Oxford: Oxford
University Press, 1993), pp. 33-55.
Condiciones generales de la punibilidad 257
DOLO Y PRETERINTENCIONALIDAD
En contra Ceballos Villanueva la Corte emitió un importante pronunciamiento
acerca de la estructura de la preterintencionalidad,, que ocupa un lugar
importante en la discusión tradicional acerca de los presupuestos de la
imputación subjetiva. La Corte conoció del caso a propósito de una casación,
que pretendía impugnar una sentencia condenatoria por delito de homicidio
doloso. El recurso sostenía que en los hechos no se daban las condiciones
para tener por configurado el dolo del sujeto respecto de la producción
de la muerte de la víctima, sino sólo respecto de la producción de lesiones
corporales. Para examinar con más detenimiento el razonamiento del fallo
puede ser oportuno reproducir la descripción de los hechos que la Corte tuvo
como por acreditada al efecto:
que el día 18 de septiembre de 2003 [...] un sujeto, sin causa justificada y premunido
de un arma blanca (cuchillo), procedió a agredir a Ismael Patricio Monsalve Moya, en
el muslo derecho provocándole una anemia aguda por herida penetrante, posible corte
arterial, que le provocó la muerte en el lugar [...] (c.5).
21 Ha de tenerse en cuenta, sin embargo, que la Corte confunde la función del art. 491 CP,
entendiendo que éste tipificaría un delito especial, en el sentido de que esta disposición expresaría
una prohibición penal específicamente dirigida a profesionales de la salud. Como ya se hizo presente
en el comentario del año anterior, esto es un error. El art. 491 sólo establece un criterio específico
para la fundamentación de la imputación a título de imprudencia (lato sensu), en el sentido de una
negligencia médica, lo cual no altera el hecho, sin embargo, de que el objeto de esa imputación tenga
que ser determinado en atención a las normas de comportamiento a las cuales se remite el art. 490
CP, esto es, aquellas cuyo quebrantamiento imputable constituye un delito contra las personas, en el
sentido del título VIII del libro II del Código Penal. Véase Mañalich, op. cit. en n.1, pp. 417-8.
Condiciones generales de la punibilidad 265
dico se había atenido a lo requerido por la lex artis, esto es, se limitó a “ejecutar
un acto lícito”. Lo importante es advertir que en este contexto la licitud no se
refiere al comportamiento típico, la producción de la muerte de otro, sino a
la acción (auxiliar) del médico de la cual podría haber dependido el recono-
cimiento de la posibilidad concreta de la realización del tipo. Ciertamente,
el médico podría haber revisado la congruencia de la sangre recibida con la
requerida, pero al no hacerla no actuó “ilícitamente”, esto es, negligentemente,
dado que esa revisión excedía lo que cabe esperar de un médico diligente, que
se encuentra efectuando una intervención quirúrgica y que recibe sangre de
otro profesional, a quien específicamente compete esa comprobación. La pro-
pia Corte hizo explícito, entonces, que la imputación a título de negligencia a
su respecto quedaba excluida por la eximente del artículo 10 Nº8 del Código
Penal (c.14).
Por último, es importante indicar que la Corte también incluyó una
referencia, en todo caso somera, a la negligencia de la tecnóloga, en definitiva
condenada, como factor relevante para la exclusión de la negligencia respecto
del médico (c.12). Más específicamente, la Corte sostuvo que en la determi-
nación del grado de precaución que cabe esperar del médico en una situación
como aquella en la que él tuvo que actuar, no es posible incluir una “supervi-
gilancia de cada uno de los actos de las demás personas que intervengan en
el proceso médico que se lleva a cabo” (c.11). Esta consideración de la Corte
puede ser reformulada en términos del criterio de exclusión de la imputación
que se conoce como principio de confianza. En el marco de una actividad
compleja definida por una distribución de la competencia individual por di-
ferentes clases de riesgo, cada sujeto ha de poder confiar, en principio, en que
los demás intervinientes ajustarán su actuación a los estándares de cuidado
que a cada uno incumben en el desempeño de su función específica. En este
sentido, el principio de confianza constituye un límite objetivo a la expectativa
individual de previsión de riesgos que cada sujeto ha de observar, en tanto él
mismo se mantenga, a su vez, dentro del ámbito de riesgo permitido.
Cabe sugerir, entonces, que el principio de confianza no es más que una
articulación específica del criterio del riesgo permito referida a la interven-
ción de terceros. Quien se mantiene dentro del margen del riesgo permitido
puede confiar, en tanto no haya razón especial para asumir lo contrario, en
que los demás intervinientes también observarán sus respectivas exigencias
de cuidado.
tes haya tenido relevancia causal para la producción del resultado, esto es, en
tanto cada una de esas conductas haya sido parte necesaria de una condición
mínima suficiente del mismo, y en tanto a cada uno sea imputable su respec-
tiva contribución causal, por falta de observancia del cuidado exigible, no hay
razón alguna para excluir la imputación a uno en virtud de la imputación al
otro. Lo cual no obsta, sin embargo, a que quepa fundamentar una exclu-
sión de imprudencia respecto de un sujeto en tanto éste haya podido esperar
que los demás involucrados se atuviesen, a su vez, a las exigencias de cuidado
correspondientes, en el sentido del llamado principio de confianza, como la
Corte correctamente, sugirió en contra Hernández Encina, ya comentado.
Ciertamente, esto no responde la pregunta de si el actuar del imputado
fue, de hecho, imprudente. Esto había sido respondido negativamente, y con
buenas razones, por la sentencia de segunda instancia, que la Corte, también
con buenas razones, reconoció como válida.
LEGÍTIMA DEFENSA
De los fallos emitidos por la Corte dentro del periodo considerado destaca
uno por referirse a cuestiones de la eximente por legítima defensa25. En contra
Rubio Riveros, en efecto, la Corte efectuó algunas consideraciones generales
acerca los presupuestos de esta causa de justificación, para fundamentar su
rechazo de la casación que pretendía el reconocimiento de su satisfacción en
el caso. La Corte partió ofreciendo la siguiente relación de los hechos:
Hay antecedentes como para estimar que hubo una riña en que se golpearon tanto el
ofendido como el imputado que reaccionó violentamente dándole golpes con un objeto
contundente que le produjeron no sólo hematomas en ambos ojos sino un sinnúmero
de otras lesiones [...]. Es decir, si bien ambos contendores resultaron con lesiones las
más graves fueron las sufridas por el ofendido quien era un individuo de 74 años mucho
mayor que el agresor y su hijo que sólo tenían 50 y 17 años respectivamente, por lo que es
posible concluir que se encontraban en superioridad de fuerza (c.11).
De esto, sin embargo, nada hay que constituya una razón en contra (como
tampoco a favor) de la satisfacción de los presupuestos de la legítima defensa.
La cuestión crucial, antes bien, está en determinar cuál de los involucrados
agredió antijurídicamente al otro, de modo que éste haya podido defenderse
legítimamente, a menos que hubiera que negar la justificación en virtud de
una provocación suficiente por parte del propio agredido. De ello depende,
por lo demás, a quién quepa calificar de agresor y a quién, de ofendido.
Estos tres presupuestos de la justificación a título de legítima defensa,,
establecidos en el artículo 10 Nº4 del Código Penal, fueron objeto de espe-
cificación por parte de la Corte, que para ello se apoyó en distintas opinio-
24 Así Kindhäuser, U: Gefährdung als Straftat (Frankfurt a.M.; Vittorio Klostermann, 1989), pp. 92-3.
25 En relación con la (cuantiosa) jurisprudencia del año anterior, Mañalich, op. cit. en n.1, pp. 418-41.
270 Juan Pablo Mañalich Raffo
nes doctrinales. Así, con cita a Jiménez de Asúa, definió la agresión ilegítima
como el “acto con que el agente tiende a poner en peligro o a lesionar un inte-
rés jurídicamente tutelado” (c.13); la necesidad racional del medio empleado,
con cita a Politoff, en el sentido de que “el interés dañado por esta [sic] [la
defensa] no debe ser mucho mayor que el interés defendido” (c.14); y la falta
de provocación suficiente, por último, con menciones a Groizard, Carrara y
algunos autores nacionales, como la ausencia de una provocación que “expli-
que de manera cumplida y satisfactoria” la agresión, que haga ésta natural
“desde el punto de vista psicológico” (c.15).
Sobre el sentido de cada uno de estos presupuestos se efectuaron consi-
deraciones extensas en el comentario del año anterior26. Lo que aquí interesa
es que la Corte entendiera que ninguno de ellos se satisfacía en el caso, lo cual
se seguiría de la siguiente consideración referida a los hechos, sobre la base de
lo declarado por el imputado mismo:
[...] se puede concluir que cuando el ofendido se opuso a que [el imputado] sacara ripio
del sitio que dijo que era de su propiedad, él “se indignó” en tal grado y agredió al ofendi-
do de tal forma que su hijo, con el que andaba, tuvo que intervenir “para que no siguiera
golpeando al ofendido” y que, al verse sangrando [a consecuencia de la defensa propia,
con una pala, de parte del ofendido], “se enloqueció perdiendo el control” (c.16).
sensato, como sugirió la Corte, dejar abierta una pregunta cuya respuesta re-
sulta ser dogmáticamente intrincada, cuando el caso de cuyo conocimiento se
trata admite ser resuelto sin entrar en ella. Pero esto no puede ser esgrimido
por un tribunal de casación que recién el año anterior ha emitido un pronun-
ciamiento categórico al respecto.
La inconsistencia manifestada en este escepticismo se volvió derecha-
mente auto-contradicción, cuando la Corte, en contra Medina Maturana, sos-
tuvo que la exigencia de voluntariedad establecida en el inciso 1º del artículo
1º del Código Penal (y que constituye el objeto de la “presunción” fijada en el
inc. 2°) ha de entenderse referida a la culpabilidad del autor, y específicamente
a la conciencia de la ilicitud de su actuar (c.16). De este modo la Corte pasó a
acoger la posición defendida, en su manual de la parte general, por el propio
ministro de la Corte que redactó los fallos tanto en contra Torres Rojas como
en contra Medina Maturana.
Según se discutió en el comentario del año anterior, la interpretación
de “voluntariedad” en el marco (de los dos primeros incisos) del artículo 1º
del Código Penal como culpabilidad en sentido estricto, esto es, como la ca-
pacidad de motivarse a actuar con arreglo a la norma de comportamiento, es
correcta. A favor de ella hablan tanto argumentos propiamente dogmáticos
referidos a la ordenación conceptual de los presupuestos del hecho punible
como argumentos referidos a la sistemática de la ley28. De la Corte Suprema
cabe esperar, sin embargo, algo más que un acierto recaído de vez en cuando
en alguna de las causas que llegan a su conocimiento, con amnesia respecto de
sus propios pronunciamientos previos más inmediatos.
ERROR DE PROHIBICIÓN
En contra Medina Maturana, recién comentado a propósito de la determinación
del alcance del concepto de voluntariedad en el contexto del artículo 1º
del Código Penal, la decisión de la Corte se concentró, sin embargo, en el
problema del error bajo el cual habría actuado el imputado, presuntamente
cometiendo un delito de hurto.. La sentencia de la Corte hace referencia a
una pregunta sumamente compleja de la doctrina del error, lo cual justifica su
análisis detallado.
En los hechos se trataba de la sustracción de un automóvil desde una
“compraventa” en la cual el autor de la sustracción, anterior dueño del automó-
vil, lo había dejado para su venta. Una vez perfeccionada ésta, y asumiéndose
que el comprador se hizo dueño del vehículo, el anterior propietario quiso
recuperarlo al no haber recibido el pago del precio por la venta del mismo. En
tanto la argumentación de la Corte descansa en la premisa de que el compra-
dor efectivamente se hizo dueño del automóvil, lo cual implica la verificación
28 Ibid 398-400.
272 Juan Pablo Mañalich Raffo
de la tradición del mismo como modo de adquirir el dominio para aquél, esta
premisa se mantendrá para efectos de este comentario.
La Corte sostuvo que el sujeto había actuado, en términos generales,
bajo lo que se conoce como un error de prohibición, y más específicamente,
un error de prohibición indirecto,, que consiste en la representación errónea
de que el comportamiento en cuestión se encuentra permitido en tanto cu-
bierto por una causa de justificación, lo cual explica que esta clase de error
también se conozca como error de permisión. En la ilustración de la Corte:
El procesado sabía que apropiarse de una cosa está prohibido en general, pero creía, a
causa de una representación errónea de los hechos, que en el caso concreto contaba con
una autorización del derecho para ejecutarla. De este modo, a consecuencia de su equi-
vocación sobre las particularidades del acontecimiento fáctico, se encontraba en un error,
no sobre la tipicidad de su comportamiento (error de tipo) sino sobre la ilicitud del
mismo (error de prohibición) (c.8).
A continuación, la Corte indagó acerca de la posición categorial de esta clase
de error en el marco de lo que se conoce como la teoría de la culpabilidad,
la cual, en contraposición a la así llamada teoría del dolo, entiende que la
conciencia de la ilicitud, que resulta excluida cada vez que se afirma un
error de prohibición, no constituye un momento del dolo, sino que es un
presupuesto independiente de la imputación que ha de reconducirse al nivel
de la culpabilidad, y no al del injusto:
Que, contra lo que se sostiene en el recurso, la conciencia de que el hecho es ilícito no es
un elemento integrante del dolo, para cuya existencia basta con que el autor conozca que
en el caso dado concurren los presupuestos objetivos del hecho descrito por el tipo res-
pectivo y que quiera realizarlo. Por el contrario, la conciencia de la ilicitud constituye un
elemento autónomo del juicio de reproche, vale decir, de la culpabilidad pues, en efecto,
a nadie puede reprochársele haber ejecutado una conducta si no era consciente de que
se encontraba jurídicamente prohibida, ya que en tales circunstancias carecía de motivos
para abstenerse de incurrir en ella. Esta posición, que es absolutamente dominante en
las legislaciones, la jurisprudencia y la doctrina comparada, tiende también a serlo en la
nacional (c.9).
pero, al mismo tiempo, que el mismo debe ser tratado, desde el punto de vista
de sus consecuencias, siempre que el error sea vencible, como si fuera un error
de tipo, esto es, que ha de tratárselo como un error que excluye la punibilidad
dolosa y que sólo deja la posibilidad de una punibilidad a título de delito
imprudente, para el caso en que la ley prevea, efectivamente, esta forma de
imputación respecto del tipo delictivo de que se trate. En palabras de la Corte:
Que, sin embargo, hacen excepción a lo dicho en el razonamiento anterior aquellos casos
en los cuales la falta de conciencia de la ilicitud se debe a que el autor cree, equivocada-
mente, que en el caso concreto concurren los presupuestos de una causal de justificación.
En ellos, en efecto, si bien es cierto que su error es de prohibición y, por consiguiente,
cuando es vencible o evitable subsiste el dolo de tipo, ha de tratárselos de manera más
benigna y, precisamente, como si en tal evento concurriera sólo imprudencia (culpa).
Ello se explica, porque en tal situación, a diferencia de lo que ocurre en los restantes
casos de error de prohibición, el autor se comporta de una manera fiel al derecho. En
efecto, si su representación de los hechos no fuera errónea y correspondiera a la realidad,
el ordenamiento jurídico la hubiera valorado como él lo hace, y lo habría efectivamente
autorizado para realizar la conducta típica. Cuando el autor acepta equivocadamente
los presupuestos de una causa de justificación reconocida por el Derecho, está ausente
la apostasía de los valores de la comunidad jurídica característica de los delitos dolosos.
El castigo sobre la base del tipo doloso no resulta justificado porque, como consecuencia
del error, el dolo no se muestra como portador del desvalor de la actitud interna propio
de los hechos dolosos. Por otra parte, además, el motivo del tratamiento privilegiado
de esta clase de error reside en su menor (que no inexistente) desvalor de acción. Tal
minoración se deriva de la conciencia del autor que cree estar obrando justificadamente
y que aquí se refiere a una causa de justificación reconocida por el Derecho (el autor
cree actuar legalmente en el sentido del Derecho positivo existente) (Hans-Heinrich
Jescheck y Thomas Weigend, Tratado de Derecho Penal, Parte General, traducción de la
5edición por Miguel Olmedo Cardenete, editorial Comares, Granada, 2003, 41, IV, 1, d),
páginas 499 y 500) (c.11).
Esta toma de posición de la Corte no hace sino reflejar la más reciente toma de
posición que, en su calidad de autor de doctrina, el (entonces) ministro de la
Corte que redactó la sentencia aquí revisada ha pasado a defender en la última
edición de su manual, la cual fue considerada en el marco del comentario
a la jurisprudencia del año anterior30. De acuerdo a lo argumentado en ese
mismo comentario, tal concepción no es acertada. Pues el error acerca de las
condiciones fácticas de la realización del tipo de una causa de justificación
es, desde el punto de vista de las estructuras generales de la imputación,
exactamente equivalente al error sobre las condiciones fácticas de la
realización del tipo delictivo, o sea, un error que excluye la representación de
la posibilidad concreta de la realización de un comportamiento, que desde
el punto de vista del derecho – e independientemente del punto de vista
del autor, pues la conciencia de la ilicitud sólo importa en la imputación a la
culpabilidad – resulta ser antinormativo, ya sea porque el sujeto desconoce
30 Ibid 448.
Condiciones generales de la punibilidad 275
que se dan las condiciones fácticas de la realización del tipo, ya porque el sujeto
erróneamente cree que se dan las condiciones fácticas que determinarían la
permisión excepcional de ese comportamiento en virtud de una causa de
justificación existente31.
Cuando esta última tesis se sitúa en el contexto de la llamada teoría de
los elementos negativos del tipo, según la cual los presupuestos fácticos de las
causas de justificación constituyen elementos negativos del tipo delictivo co-
rrespondiente, ella resulta ser auto-evidente: el error de tipo permisivo es, por
tautología, un error de tipo, y como tal excluye, por definición, el dolo. Pero
aun cuando no se parta de esa equiparación entre exclusión de la tipicidad y
exclusión de la antijuridicidad del comportamiento, la tesis de que el error
de tipo permisivo excluye el dolo se deja fundamentar, precisamente, en la
simetría de las estructuras de imputación de la realización del tipo delictivo
y de la realización del tipo de una causa de justificación, que es exactamente
lo que subyace a la posición de la denominada teoría “limitada” de la culpabi-
lidad, que en rigor, sin embargo, es la auténtica teoría de la culpabilidad en el
marco de la doctrina del error, esto es, la teoría que genuinamente propone
una solución sistemáticamente coherente de las diferentes formas del error
bajo la diferenciación de los dos niveles de imputación, esto es, imputación en
el marco del injusto e imputación en el marco de la culpabilidad32.
La teoría que remite a las consecuencias jurídicas, defendida por la
Corte, ha de ser rechazada. Un error de tipo permisivo no es un error que
tenga que ser tratado como si excluyera el dolo. Antes bien: se trata de un error
que efectivamente excluye el dolo.
Pero aquí debe advertirse otra cosa. Toda la disquisición de la Corte, y
que terminó en la absolución del imputado – en el entendido de que al encon-
trarse éste en tal error, y debiendo recurrirse, por analogía, a las consecuencias
jurídicas de un error de tipo vencible, que son las de la punibilidad a título de
imprudencia, la cual, sin embargo, no se encuentra reconocida para el delito
de hurto (c.14) – se hallaba totalmente fuera de lugar respecto del caso en
comento. Pues aquí no tuvo lugar error alguno sobre los presupuestos fácticos
de una causa de justificación, sino sólo un error referido a la existencia de una
causa de justificación, lo cual constituye el caso paradigmático de error de pro-
hibición indirecto o error de permisión. La explicación de la confusión de la
Corte se encuentra en su desconocimiento de la relevancia de contextualizar
cada una de estas dos formas de error en el nivel de imputación correspon-
33 En particular, una justificación de la autotutela del crédito por estado de necesidad resulta
excluida por la exigencia de subsidiariedad que conlleva esta causa de justificación, que impone el
recurso al medio menos lesivo disponible que sea suficientemente apto para la defensa del bien puesto
en peligro. En tanto se trate de autotutela como realización arbitraria del pago, su permisión a título
de estado de necesidad se ve excluida, en tanto el acreedor que actúa con ánimo de apropiación (en
tanto actúa, en todo caso, con ánimo de hacerse pago respecto de una obligación de dar del deudor)
renuncia a recurrir al mero aseguramiento del objeto de su derecho, que supondría ponerlo a
disposición del tribunal competente. Y en cuanto a la imposibilidad de una justificación por legítima
defensa, son suficientemente poderosos los argumentos para negar que la omisión del cumplimiento
de una prestación adeudada pueda constituir una agresión ilegítima contra el acreedor.
278 Juan Pablo Mañalich Raffo
COAUTORÍA
Regulación legal
La Corte tuvo ocasión de pronunciarse más de una vez acerca de las condiciones
bajo las cuales la realización de un tipo delictivo puede ser imputada a varios
intervinientes a título de coautoría. En contra Illanes Becerra la Corte validó
una sentencia condenatoria por robo con violencia cometido en coautoría, a
propósito de lo cual ofreció una puntualización acerca de la sistemática de
la ley que resulta de interés mencionar. Sin profundizar al respecto, la Corte
hizo suya la siguiente determinación efectuada por la sentencia impugnada en
cuanto a la intervención del recurrente, en el sentido de que, “encontrándose
acreditado el hecho de haberse concertado con los demás individuos para la
Condiciones generales de la punibilidad 283
36 Para esta sugerencia a propósito de la jurisprudencia del año anterior, Mañalich, op. cit. en n.1,
p. 476.
284 Juan Pablo Mañalich Raffo
64 del Código Penal, ambos procesados deben responder como autores materiales de los
hechos en igual forma (c.5).
38 Así Jakobs, G: Strafrecht Allgemeiner Teil (Berlín: Walter de Gruyter, 1991), 21/22.
286 Juan Pablo Mañalich Raffo
CONCURSO DE DELITOS
Concurso real y pluralidad de acciones
En contra Zapata Zapata la Corte conoció de un caso en que se planteaba
la responsabilidad penal de dos sujetos por delitos de robo con violencia o
intimidación y violación, este último posteriormente calificado como de
abusos deshonestos. El caso presenta varias cuestiones que ameritan un
tratamiento diferenciado, las cuales corresponden a otras secciones de este
y otros comentarios. Lo que en este contexto interesa es que la Corte haya
mantenido las condenas en contra de los involucrados tanto por robo como
2 Ibid 503. Para la demarcación frente a la figura del delito continuado, ibid 487-90.
292 Juan Pablo Mañalich Raffo
3 Ibid 503-4.
DETERMINACIÓN Y EJECUCIÓN DE LA PENA 293
variable de cuántos sean los delitos cometidos. Esto sugiere que cabe correla-
cionar el número de grados en que puede aumentarse la pena a ser impuesta
y el número de realizaciones delictivas de cuya concurrencia se trata. Siendo
esto así, resulta plausible sostener que la base de la pena ha de determinarse
según el marco penal del delito que conlleve la pena más alta, aumentándose
en un grado (hasta un máximo de tres) por cada delito adicional que concurra
con aquél. Así, la pena a imponer al recurrente tendría que haber sido una de
presidio mayor en su grado medio.
Por cierto, este “tendría que haber sido” se formula en el sentido de las
representaciones del legislador penal chileno, que cree aceptable la imposición
de una pena privativa de libertad de diez años y un día a quince años como
consecuencia de la comisión de meros delitos contra la propiedad.
4 Ibid 501-2.
DETERMINACIÓN Y EJECUCIÓN DE LA PENA 295
La Corte validó la tesis de que estos hechos habrían sido constitutivos tanto
del delito de falsificación de instrumento privado (art. 197 CP) como del delito
de estafa (art. 473 CP) como del delito de hurto (arts. 432, 446 CP), validando
también la afirmación de un concurso aparente entre ellos, a ser resuelto a
favor del primero, cuya tipificación constituiría lex specialis frente a la de los
otros dos. Para ello la Corte ofreció una caracterización general de la categoría
del concurso aparente, sosteniendo que ésta tendría por objeto la calificación
de un hecho como una sola acción punible en atención tanto a la actividad
exterior del sujeto como a la finalidad de su actuar (c.7). Inmediatamente a
continuación, la Corte agregó que en el concurso aparente constituiría una
cuestión de interpretación de los tipos penales involucrados, de modo que
“lógicamente” ella tendría que ser planteada antes de la comparación de los
hechos con las disposiciones legales pertinentes (c.8).
Lo notable de la toma de posición de la Corte no es que ella conste
de dos proposiciones altamente problemáticas, sino que se trate de dos pro-
posiciones que además son incompatibles entre sí. Respecto de la primera
proposición, no es para nada claro que un concurso aparente sólo pueda ser
afirmado a condición de que haya unidad de acción entre las realizaciones
concurrentes. En la doctrina comparada se encuentra reconocida la posibi-
lidad de un concurso aparente aun habiendo pluralidad de acciones, lo cual
se da en los casos calificados como de actos previos o posteriores co-penados.
La segunda proposición también es problemática, porque el concurso
aparente no es una categoría que pueda ser reconducida a la interpretación de
296 Juan Pablo Mañalich Raffo
los tipos penales de cuya realización concurrente se trata5. Antes bien, toda
afirmación de un concurso aparente, como la afirmación de toda forma de
concurso de delitos, presupone una determinada interpretación de los tipos
penales en cuestión, con arreglo a la cual la o las conductas objeto de juzga-
miento admiten ser subsumidas bajo cada uno de ellos. Lo que distingue a
un concurso aparente de uno auténtico, por ende, no es que en este último
haya concurso y en el primero no, sino que en los casos de concurso aparente
hay razones que impiden imponer las consecuencias punitivas asociadas a
la realización de dos o más de los tipos concurrentes, razones que resultan
sintetizadas en una prohibición de doble valoración, que tradicionalmente se
conoce como el principio de ne bis in idem.
Las dos proposiciones, además, son incompatibles entre sí, porque la
primera parece reducir el concurso aparente a la afirmación de una unidad
de acción para negar así la efectividad del concurso de delitos (en el sentido
en que esto se sostiene, por ejemplo, en relación con el delito continuado),
mientras que la segunda lo reduce a la interpretación de los tipos delictivos
“aparentemente” realizados para sostener que “en realidad” sólo bajo uno de
ellos se deja subsumir el hecho en cuestión.
Sobre esta base, la Corte pretendió explicar entonces cómo en el caso se
daba un concurso aparente por especialidad a favor del delito de falsificación
de instrumento privado, con arreglo a lo cual tanto la estafa como el hurto
habrían de ser desplazados o preteridos a favor de aquél. Aquí se hace patente
cómo el argumento de la Corte se fue construyendo en una sucesión escalona-
da de premisas falaces. Dado que la Corte desconoció que toda tematización
de un concurso aparente necesariamente presupone la efectiva realización de
los tipos concurrentes, no puede extrañar que ella haya hecho referencia con-
juntamente a la estafa y al hurto como títulos de punibilidad en todo caso
desplazados. El problema es que con ello la Corte pasó completamente por
alto que hay muy buenas razones para sostener que entre la estafa y el hurto,
por definición, no puede haber concurso alguno, tampoco uno aparente. Esto,
porque la relación en que se encuentran estos dos tipos delictivos admite ser
entendida como una relación de alternatividad en el sentido de una mutua
exclusión, de modo que toda conducta es constitutiva de estafa no puede ser
constitutiva de hurto, y viceversa.
Ciertamente, esto supone una determinada concepción interpretativa
de ambos tipos, la cual, empero, no resulta en absoluto esotérica. Para fun-
damentar la relación de mutua exclusión entre ambos basta reconocer que la
estafa supone que la víctima, encontrándose en error de hecho a consecuencia
del engaño del autor, efectúa una disposición patrimonial perjudicial; mien-
tras que el hurto supone, por contrapartida, que el autor sustrae una cosa
mueble ajena, quebrando custodia ajena sobre ella y constituyendo nueva cus-
todia sobre la misma: De haber una disposición patrimonial sobre la cosa por
parte de la víctima, no puede haber quebrantamiento de custodia por parte
del autor, pues entonces éste la recibe de parte de la víctima.
En el caso conocido aquí analizado no parece haber sustento para la
subsunción del hecho bajo el tipo de la estafa. Pues el imputado habría sus-
traído las sumas de dinero, lo cual excluye la posibilidad de afirmar una dispo-
sición patrimonial perjudicial (ya sea por acción o por omisión) de parte de la
víctima en el sentido de la estafa. Suponiendo que el imputado efectivamente
haya quebrantado custodia ajena al tomar las sumas de dinero6, lo que habría
que haber resuelto es la relación entre el hurto así configurado y la falsifica-
ción material de instrumento privado. La Corte validó la consideración efec-
tuada por el tribunal de primera instancia, en el sentido de que se trataría de
una relación de especialidad a favor de la falsificación, de modo que el hurto
resultaría preterido en concurso aparente. A esto subyace, no obstante, una
concepción equivocada del criterio de especialidad7.
Dos realizaciones típicas se encuentran en relación de especialidad
cuando uno de los dos tipos encierra todos los elementos del otro, y por lo
menos uno adicional, con lo cual aquél se constituye en lex specialis frente a
éste. La relación de especialidad admite ser entendida, entonces, como una
relación de subordinación lógica, donde el tipo especial es el tipo subordinado,
en tanto cada vez que se realiza éste también se realiza el otro, pero no a la
inversa. Es claro que entre la falsificación de instrumento privado y el hurto
no se da tal relación. Para mostrar que la falsificación de instrumento privado
no es lex specialis frente al hurto basta tener en cuenta que es perfectamente
posible que haya casos de falsificación que no conlleven la realización del tipo
del hurto. Por esto, la relación lógica entre ambos tipos delictivos no puede
ser de subordinación, sino sólo de heterogeneidad, lo cual significa que hay al
menos algún caso en que la realización de uno conlleva la del otro, así como al
menos un caso en que ello no se da.
Lo que habría que responder entonces es qué forma de concurso cabía
reconocer en el caso en cuestión, dando por hecho que tanto la falsificación
de instrumento privado como el hurto hayan sido efectivamente cometidos.
La observación crucial se encuentra en que el artículo 197 del Código Penal
exige que la falsificación tenga lugar “con perjuicio de tercero”, el cual consti-
tuye el resultado típico del delito. En el caso examinado, el perjuicio para el
dueño de la tienda estuvo dado por la propia sustracción de dinero efectuado
por el autor de las alteraciones de los documentos, que de ese modo quedaba
inadvertida. La relación entre la falsificación y el hurto, por ende, tendría que
haber sido visto como una relación de medio a fin, lo cual en principio tendría
6 De tener el mismo la custodia sobre el dinero, el delito que vendría en consideración sería el de
apropiación indebida del art 470 Nº1 CP. 7 Mañalich, op. cit. en n.1, 496-99.
298 Juan Pablo Mañalich Raffo
En contra Álvarez Díaz, contra Ávalos Pinto y contra Chulak Madariaga la Corte
conoció de recursos de casación por los cuales la defensa de los imputados
respectivos pretendía invalidar la sentencia condenatoria pronunciada por
el tribunal de garantía correspondiente, aduciendo que el efecto sustantivo
del artículo 395 del Código Procesal Penal conllevaba una modificación de la
calificación jurídica del hecho juzgado, de simple delito a falta, con lo cual la
pena de multa a ser impuesta en tal casos no podría sobrepasar el límite fijado
en el inciso 6º del artículo 25 del Código Penal, donde se prevé que la pena
de multa para los delitos constitutivos de falta tiene como máximo una suma
de 4 UTM.
El argumento de la defensa, en cada caso, descansaba en la considera-
ción de que el inciso 2º del artículo 395 del Código Procesal Penal sólo preveía
la prisión como forma de pena privativa de libertad, en circunstancias que
aquélla, de acuerdo a las reglas generales del Código Penal, es una pena propia
de hechos punibles constitutivos de falta, de modo que la sujeción del hecho
juzgado a esa penalidad en todo caso conllevaría su recalificación como falta.
Por esto, asumiendo esta recalificación del hecho como falta, para la posible
pena de multa a ser impuesta tendría que regir la regla general al respecto,
fijada en el artículo 25 del Código Penal, que establece el monto de 4 UTM
como máximo.
La Corte falló consistentemente los tres casos, sosteniendo que si bien
el artículo 395 del Código Procesal Penal contempla una regla sustantiva, que
modificaba la consecuencia jurídica establecida en las normas de sanción del
Código Penal y de leyes especiales en tanto el hecho juzgado sea objeto de
un procedimiento simplificado en la modalidad de resolución inmediata, esa
modificación de la sanción susceptible de ser impuesta no altera el injusto del
hecho. Por esto, la calificación del hecho como simple delito tampoco resulta
modificada, resultando impertinente la invocación del artículo 25 del Código
Penal. En cada una de las tres decisiones, sin embargo, hubo o bien un voto
de prevención o bien un voto disidente favorable al argumento de la defensa
respectiva, ya esbozado. Esto vuelve pertinente examinar el mérito de la fun-
damentación esgrimida por la Corte.
La tesis de que la alteración de la consecuencia jurídica asociada a la
realización de un determinado tipo delictivo no conlleva la modificación de la
calificación jurídica del hecho, es correcta. En este sentido, la Corte enfatizó
300 Juan Pablo Mañalich Raffo
que en el artículo 395 del Código Procesal Penal, aun con anterioridad a la
reforma de la ley 20074, no se encontraba referencia alguna a la magnitud
del injusto del hecho que es objeto de procedimiento simplificado en la mo-
dalidad de resolución inmediata. Lo que en este punto debe hacerse explícito,
para así refutar la tesis contraria, esgrimida tanto por la defensa de los im-
putados como por los votos de prevención y disidentes respectivos, es que la
clasificación legal de las formas de hecho punible en crímenes, simples delitos
y faltas, formulada en el artículo 3º del Código Penal, si bien se organiza en
torno a la diferenciación de las consecuencias punitivas, esto es, de los marcos
penales correspondientes, no impide que la propia ley pueda introducir reglas
que modifiquen la determinación, abstracta o concreta, de esas consecuencias
punitivas, sin que ello determine una alteración de la calificación del hecho
como crimen, simple delito o falta.
Así, que el artículo 3º del Código Penal atienda a la penalidad fijada por
la ley en abstracto para el delito en cuestión para así calificar a éste como cri-
men, simple delito o falta, no significa que una modificación de esa penalidad,
de conformidad con reglas especiales también fijadas por ley, encierre una
variación de esa calificación legal ya operada. De lo contrario, de generalizarse
el argumento de la defensa y los votos de prevención y disidentes se produci-
rían consecuencias manifiestamente absurdas. Considérese, por ejemplo, qué
sucedería con un hecho calificado legalmente como simple delito, al cual la
ley asociare una pena cuyo mínimo fuere de presidio o reclusión menor en su
grado mínimo. De concurrir dos o más circunstancias atenuantes y ninguna
agravante, sería entonces aplicable la regla del inciso 3º del artículo 68 del
Código Penal, que establece la posibilidad de una reducción de la pena en
uno o más grados. Operada esta reducción, la pena alcanzada sería de prisión:
¿Implicaría esto que el hecho juzgado por ello deviene en una falta, de modo
que de ser imponible una multa, ésta tuviera que sujetarse al límite del inciso
6º del artículo 25? ¿O implicaría esto, incluso, que una tentativa de ese delito
entonces no resultaría punible, dada la exclusión de la punibilidad de la tenta-
tiva de faltas establecida en el artículo 9º del código?
La respuesta sólo puede ser negativa. Tal como el artículo 395 del Có-
digo Procesal Penal, la regla del artículo 68 del Código Penal establece una
alteración del marco penal fijado por la norma de sanción de la parte especial
del Código Penal, de acuerdo a la satisfacción de determinadas condiciones,
exclusivamente para los efectos de la determinación de la pena privativa de
libertad susceptible de imponerse al condenado. Inferir de aquí una modifi-
cación para otras consecuencias punitivas asociadas al hecho por la ley, cons-
tituye un non sequitur. La jurisprudencia de la Corte aquí considerada es, por
ende, inobjetable.
DETERMINACIÓN Y EJECUCIÓN DE LA PENA 301
así el efecto de la regla general del artículo 9º, que restringe la punibilidad de
la tentativa y del delito frustrado al ámbito de los crímenes y simples delitos,
sin que esa regla establezca, directamente, qué penas son aplicables en tal caso.
Bajo esta interpretación, la determinación del marco penal correspondiente
tendría que quedar entregada a las reglas generales que son aplicables para la
tentativa y el delito frustrado.
Lo crucial es reconocer que, a diferencia de lo que mantuvo la Corte,
la cuestión no queda ni puede quedar zanjada por “el sentido natural de la
disposición”, pues, contra lo que parece ser un lugar común, no hay tal cosa
como el sentido natural de una disposición legal, como tampoco un sentido
natural de una expresión lingüística cualquiera. Una disposición legal tiene
un sentido, cuya determinación constituye el objeto de la operación interpre-
tativa. Ciertamente, la remisión de la propia regla al artículo 7º del Código,
que define qué cuenta como tentativa y delito frustrado, tampoco zanja la
cuestión. Determinar qué cuenta como tentativa y qué cuenta como delito
frustrado no equivale a determinar qué consecuencias punitivas se siguen de
la imputación de un hecho a título de tentativa o a título de delito frustrado.
La remisión, no obstante, puede servir como premisa para un argumento a
favor de la interpretación débil arriba sugerida. Pues el Código Penal contem-
pla reglas generales que definen cómo se determina la pena correspondiente
a esas formas de hecho punible, las cuales se encuentran sistemáticamente
relacionadas con las definiciones del artículo 7º. La razón por la cual es nece-
saria la regla del inciso final del artículo 494 bis se agota en el hecho de que,
de acuerdo con esas reglas generales, la tentativa y el delito frustrado de faltas
no son punibles. Revertido el efecto de esta regla a través del inciso final del
artículo 494 bis, no parece haber razón alguna para negar la aplicabilidad de
las demás reglas generales, de acuerdo con las cuales la pena de la tentativa se
obtiene de una reducción en dos grados (art. 52 CP) y la del delito frustrado,
de una en un grado (art. 51 CP), tomando como base la pena asignada al res-
pectivo delito consumado.
La Corte reconoció, tal como lo planteaba el recurso de nulidad, la po-
sibilidad de recurrir a las reglas de los artículos 51 y 52 del Código Penal, pero
sostuvo que ello implicaría utilizar tales reglas, por vía analógica, para llenar
una laguna, infringiéndose así el principio de legalidad, constitucionalmente
reconocido. Mas esto se explica por el hecho de que la Corte entendió que el
problema consistía en un dilema de todo o nada: o bien establece el artículo
494 bis la penalidad misma correspondiente a la tentativa y al delito frustrado
de falta de hurto, o bien ninguna regla lo hace. Siendo este último el caso, el
recurso a otras reglas tendría que ser considerado como analógico. Pero esto
desconoce la posibilidad de interpretar el ya referido inciso final del artículo
494 bis como una mera regla de punibilidad, cuyo efecto consista en revertir
la regla del artículo 9º en este ámbito y así hacer aplicables las reglas generales
DETERMINACIÓN Y EJECUCIÓN DE LA PENA 303
9 Ibid 513-4.
DETERMINACIÓN Y EJECUCIÓN DE LA PENA 307
ATENUANTES EN PARTICULAR
muladas por esas normas tendría que ser, desde el punto de vista del derecho,
estrictamente irrelevante. Esta es una condición esencial para que el reproche
penal de culpabilidad sea un reproche jurídico.
Ciertamente, esto plantea una dificultad. Como la Corte bien lo reco-
noce, la cuestión se presenta porque, para que la irreprochable conducta ante-
rior aparezca como atenuante muy calificada, ella ha de exhibir una cualidad
que supere el estándar necesario para que ella constituya una mera atenuante,
que de conformidad con la práctica judicial dominante es la falta de condenas
por crimen o simple delito anteriores. Una alternativa podría encontrarse en
la formulación de una exigencia más fuerte en atención a la aplicabilidad del
artículo 68 bis del Código Penal, de modo que ella también comprendiera
la inexistencia de condenas por delitos constitutivos de mera falta. De este
modo, se obtendría una interpretación que introduzca una diferencia para la
consideración de la atenuante como muy calificada, pero que al mismo tiempo
no distorsione el carácter estrictamente jurídico de la imputación de respon-
sabilidad penal.
Quizá lo único que cabría sugerir es que hay espacio para una reformula-
ción de esa interpretación que no necesita asumir la supuesta racionalidad
estratégica del legislador, que pretendería crear un incentivo a la entrega del
imputado. Resulta igualmente plausible, por el contrario, entender que el fun-
damento de la atenuante se encuentra en un reconocimiento de la facilitación
de la acción de la justicia imputable a la conducta posterior del imputado, que
hace posible una morigeración de la intensidad del reproche que cabe dirigir
a su respecto.
Se trata, antes bien, de una condición que hace posible una morigeración
de la severidad del reproche merecido, que es lo que, en principio al menos,
constituye el núcleo de toda circunstancia atenuante.
AGRAVANTES EN PARTICULAR
Alevosía
En contra Villa Ceballos, por sentencia de reemplazo, la Corte condenó a un
funcionario de Carabineros como autor del delito de violencias innecesarias
con resultado de muerte, tipificado en el artículo 330 Nº1 del Código de Justicia
Militar. En lo que aquí interesa, la Corte estimó satisfecha la circunstancia
agravante de alevosía, establecida en el artículo 12 Nº1 del Código Penal:
Que la circunstancia que el ofendido estaba caído en el suelo y, por consiguiente, en
posición de indefensión objetiva preexistente o concomitante con el golpe violento con el
pie que recibió en el estómago, revela maldad o perversidad del imputado que aprovechó
esta situación de propósito para obrar sobre seguro porque le facilitó la ejecución del
delito, en vista de la nula posibilidad de evitarla por parte del ofendido y disminuyendo
así el riesgo para el agresor. Entonces se aprecia un mayor injusto en la acción desplegada
que incide en la condición desmedrada y desvalida de la víctima frente al ataque que
sufrió, debido a la trasgresión de valores culturales elementales y a la obligación social
de procurar una protección más intensa y eficaz a los que se encuentren en condición
de inferioridad, más aún si la coacción proviene de un funcionario encargado de ese
resguardo (c.8).
13 En relación con la jurisprudencia del año anterior, Mañalich, op. cit. en n.1, p. 523.
DETERMINACIÓN Y EJECUCIÓN DE LA PENA 313
Fuerza y consentimiento
Una primera cuestión importante de resaltar tiene que ver con la noción de
consentimiento, que es clave en esta materia. De hecho, en combinación con
lo ventilado en contra Rojas Rojas, termina por erigirse en una de las aristas
más relevantes de lo discutido.
1 De todas formas, la relación entre el tiempo de ejecución de las conductas y la ley vigente a su
respecto no fue tratada con la debida prolijidad. Consta que algunos de los comportamientos de
carácter sexual llevados a cabo por el condenado comenzaron a realizarse en el año 1998, esto es, un
año antes de la entrada en vigencia de la L 19617. Sin embargo, los tribunales no se hicieron cargo
de este punto, que pudo eventualmente alterar la calificación jurídica de las conductas y, con mayor
probabilidad, modificar los rangos penológicos aplicables.
DELITOS CONTRA INTERESES PERSONALÍSIMOS 321
2 La defensa del acusado planteó que las lesiones se debieron, probablemente, a la introducción de
la mano por vía vaginal mientras se accedía con el pene por vía anal. Dado que la mujer se encontraba
con 5 meses de embarazo, no sería descabellado estimar como posibles esas lesiones producto de
una relación habitual. El tribunal desestimó dar por acreditada la introducción de los dedos/mano.
Sobre esto volveré más adelante.
322 Juan Pablo Cox Leixelard
un desgarro anal de esa magnitud, cuatro centímetros, no es consecuencia de una rela-
ción sexual consentida” (c.19)… de aceptar la versión del acusado no sería lógicamente
explicar [sic] porque se causan en la víctima las lesiones constatadas por el médico (c.24).
7 Particularmente Matus Acuña, J.P: “Abusos sexuales por sorpresa: ¿Un caso de atipicidad en el
Código Penal reformado por la Ley Nº 19.617, de 12 de julio de 1999? Comentario a la sentencia de
23 de noviembre de 1999, pronunciada por la Corte de Apelaciones de Talca, en autos rol Nº 320.317,
sobre apelación de auto de procesamiento”, en 243 GJ (2000), pp.14ss.
326 Juan Pablo Cox Leixelard
han afirmado los jueces del fondo, esos hechos realizan las exigencias del delito de abuso
sexual del artículo 366 Nº2 (antigua redacción), en relación con los artículos 366 ter y 363
NNº3 y 4 del Código Penal (c.18).
En mi concepto, la Corte se equivoca en este punto: con independencia de si
efectivamente se estaba en presencia de una figura sorpresiva, parece más o
menos evidente que las conductas del sacerdote no alcanzaron a superar la
barrera de relevancia impuesta por el legislador en el artículo 366 ter. De hecho,
en el fallo de primera instancia, al hacerse la descripción del comportamiento
del condenado y la forma en que encajaría en los tipos penales, se omite
cualquier referencia a la relevancia o entidad sexual de su accionar.. Es el único
elemento ignorado. Aunque en esto no se ahonda en ninguno de los fallos
revisados8, tal vez pudo configurarse una hipótesis tentada de abuso sexual.
8 Sólo respecto de otros comportamientos del condenado, constitutivos de acceso carnal, su defensa
alegó que padece de distrofia miótica muscular, que le impediría lograr una erección bastante para
penetrar. Esto, que podría estudiarse desde la perspectiva de la posible existencia de una tentativa
imposible o inidónea, no fue considerado de ninguna forma por los tribunales.
DELITOS CONTRA INTERESES PERSONALÍSIMOS 327
que se discute es otra cosa. Por eso no comparto el razonamiento de los mi-
nistros de la Corte Suprema. Insisto en lo mismo planteado en comentarios
anteriores10: la constatación de que en el caso particular frente al que se en-
cuentran los jueces concurre otra circunstancia atenuante de responsabilidad
criminal modifica la parcela de realidad que debe considerarse para resolver
la causa. Y esto ocurre con independencia de si finalmente, aun tomando en
cuenta la nueva atenuante, la pena imponible pudiera ser idéntica. El senten-
ciador tuvo en consideración, desde el punto de vista jurídico, un caso dis-
tinto del existente realmente. Planteadas así las cosas, y hasta donde alcanzo,
la existencia de esta suerte de curso causal hipotético alternativo no puede
desestimarse sin más. En este sentido, y en esta misma medida, asumo que
la omisión de la consideración de una circunstancia atenuante efectivamente
concurrente sí afecta (puede afectar) lo dispositivo del fallo. En otras pala-
bras, y muy escuetamente, el caso que resolvieron los ministros de la Corte de
Apelaciones de Santiago supone considerar que el condenado no se entregó y
confesó, pudiendo eludir la acción de la justicia. Para los ministros de la Corte
Suprema sí. Pero estiman que la diferencia es irrelevante, en atención a que
aun considerándolo de esta forma la Corte de Apelaciones pudo fallar tal cual
lo hizo. Esa posibilidad de coincidencia, en tanto posibilidad, reconoce que la
solución pudo ser distinta.
Homicidio en riña
En contra Rodríguez Maldonado y otros se ventiló, con ocasión de la
tramitación de una causa por homicidio simple, un caso de homicidio en
riña. La calificación como tal de la muerte de Héctor Astudillo fue hecha por
el segundo juzgado del crimen de Iquique. Dicha calificación no fue objeto
de controversia durante la secuela procesal. Ni la Corte de Apelaciones de
Iquique ni la Corte Suprema se pronunciaron al respecto. En realidad, el papel
protagónico durante la tramitación lo desempeñó la otra muerte investigada.
Creo adecuado, no obstante, otorgar al menos algunas líneas a la misión de
poner de manifiesto lo insatisfactorio del proceder de los sentenciadores.
Con independencia de las dificultades y dudas que la figura de homici-
dio en riña presenta desde la perspectiva de su legitimación, existe al menos
consideraciones de índole exegéticas. Se trata de una divergencia antigua que da cuenta de dos
posiciones nítidamente diferenciadas: una primera –minoritaria en doctrina y jurisprudencia– que
establece una discrecionalidad parcial y una segunda –mayoritaria– que entiende la disposición
como plenamente discrecional. En mi opinión, y por diversas razones, la primera opción es la
correcta. Sobre esto, con detalles: Mañalich, J.P: 2 Com. 506ss.
10 2 Com 650ss.
DELITOS CONTRA INTERESES PERSONALÍSIMOS 329
Homicidio calificado
En la misma resolución anterior, la Corte Suprema se pronunció respecto de
los requisitos para entender por configuradas las circunstancias calificantes
de alevosía y premeditación.
En cuanto a los hechos
un tercero, el día 24 de agosto de 2001, en horas de la madrugada, mientras transitaba
en un vehículo particular en compañía de otros individuos en el sector de la Población
Isluga, encontró a Juan Néstor Andrade Ferreira, que transitaba a pie por ese sector, y
procedieron a detener el vehículo, bajándose sus ocupantes, uno de los cuales se acercó al
citado Juan Andrade y sacando un arma de fuego le disparó, a consecuencia de lo cual el
afectado resultó con traumatismo torácico por herida de proyectil balístico, falleciendo a
consecuencia de ello (c.5 fallo de primera instancia).
A este panorama podría agregarse que los acompañantes del autor de los
disparos también estaban provistos de armas de fuego.
11 En este sentido: Politoff, S, Grisolía, F. y Bustos, J: Derecho Penal Chileno (Santiago: Editorial
Jurídica de Chile, 1993), p. 252.
330 Juan Pablo Cox Leixelard
12 Esta es la opinión ampliamente mayoritaria en nuestro ordenamiento. Por todos: Künsemüller,
C: “Artículos 12 y 13”, en J.P. Matus (Coord), Texto y Comentario del Código Penal Chileno (Santiago:
Editorial Jurídica de Chile, 2003), t.i, p.189.
13 Cury, E: Derecho Penal. Parte General (Santiago: Ediciones Universidad Católica de Chile, 2005),
pp.516ss. Debe recalcarse, en todo caso, que para este autor cuando los autores mayoritariamente
hacen referencia a la naturaleza subjetiva de la agravante/calificante, en realidad están aludiendo a
una de orden mixto.
14 Uno podría ser, respecto de la tesis de Cury, el que se plantea en Mañalich, J.P: 1 op. cit. en n.3.
DELITOS CONTRA INTERESES PERSONALÍSIMOS 331
poner por obra su propósito, seleccionando los medios, escogiendo el momento y el lugar
apropiados y, en general, ‘trazando un plan de acción para realizar su designio’ el cual, sin
embargo, no precisa ser minucioso y pormenorizado, pero sí revelador de una resolución
firme e invariable durante el lapso que media entre ella y la ejecución del delito (c.18).
Homicidio preterintencional
En contra Ceballos Villanueva la Corte Suprema acogió un recurso de casación en
el fondo interpuesto contra una resolución dictada por la Corte de Apelaciones
de San Miguel, que a este respecto venía confirmando una resolución emanada
del segundo juzgado del crimen correspondiente. Conforme a esto, anuló la
sentencia y dictó una de reemplazo, en la cual modificó la calificación jurídica
de los hechos que motivaron la condena, pasando de homicidio simple a
lesiones graves y cuasidelito de homicidio, en concurso ideal.
El supuesto fáctico que dio origen a la causa consistió, en lo que aquí
interesa, en que Juan Ceballos, luego de seguir algunos metros a dos indivi-
duos, agredió a uno de ellos, clavándole un cuchillo (que el tribunal de prime-
ra instancia, haciendo gala de un dudoso gusto y una cuestionable precisión,
califica reiteradamente de “arma cortopunzante”) en la parte posterior de su
muslo derecho. Luego se arrancó. Producto del ataque, que seccionó parcial-
mente la arteria y vena femoral, Ismael Monsalve sufrió una anemia grave y
posteriormente murió.
El tribunal de primera instancia no sólo ignoró las distinciones lingüís-
ticas y legales respecto de la clasificación de las armas, sino que complementó
sus apreciaciones con algunas afirmaciones que contradicen el más elemental
sentido común y que, de paso, revelan un profundo desconocimiento de ins-
tituciones básicas de Derecho penal.
Así, en su resolución afirmó que califica los hechos como homicidio
simple del artículo 391 Nº2 del Código Penal,
toda vez que si bien el informe del Servicio Médico Legal señala que el ofendido, con so-
corros oportunos podría haber sobrevivido, no es menor la circunstancia que la agresión
se produjo a las 6:15 horas, aproximadamente y se registra como hora de muerte las 6:20 y
que el lesionado se desangró en un lapso de 90 metros de distancia, lo que significa que aun
cuando el Hospital se encontrara cerca, era muy poco probable que hubiese llegado a tiempo
para su atención. Que, por otra parte, cabe destacar el hecho de que una herida cortopun-
zante frecuentemente causa lesiones de carácter vital, lo que en la especie queda de mani-
fiesto en el informe de autopsia de fs. 35 que señala que las lesiones del occiso son recientes,
vitales y de tipo homicida, es decir, de aquellas que causan la muerte de un individuo (c.4).
16 Entendiendo que tanto la falta de necesidad como la irracionalidad reflejan lo mismo, Bascuñán
Rodríguez, A: Agravios Inferidos por Funcionarios Públicos a las Libertades Garantizadas por la Constitución
(Santiago: Universidad de Chile, 1998, 2ª versión), p.67. Para la Corte Suprema, en cambio, se
trataría de dos cuestiones dotadas de contenido diverso (c.3 y 5 sent. reemp.).
17 A su respecto puede verse ibid, passim.
18 Como planteó el fallo de segunda instancia, sin siquiera preguntarse por la actuación lesiva
dolosa.
19 De todas formas, es posible diferir de la expresión de la Corte Suprema (c.2 sent. reemp.) según
la cual se trataría de un “delito cualificado propio”. Con ello está haciendo alusión a que sería un
delito especial. Sin embargo, su carácter de propio es altamente discutible.
336 Juan Pablo Cox Leixelard
Excurso: incendio causando muerte
como homicidio preterintencional
La decisión de tratar en este apartado, a continuación del referido al homicidio
preterintencional, la figura de incendio causando la muerte de una o más
personas20 puede ser criticada. Consciente de eso, simplemente pretendo
destacar la posible semejanza estructural entre ambos delitos. Sobre todo si
se asume una tesis como la recogida por la Corte Suprema en contra Fuentes
Espinoza. El núcleo de la sentencia que rechazó el recurso de casación en el
fondo interpuesto por el condenado se fundamentó en una remisión a un
antiguo fallo de la Corte de Santiago (de 1917), según el cual
existe el delito sancionado en el artículo 474 del Código Penal, cuando el incendio ha
sido provocado intencionalmente, y la muerte o lesiones de las personas han sido una
consecuencia casual aunque previsible (c.4).
Homicidios culposos
Para estos comentarios tengo a la vista tres causas en las que la Corte Suprema se
pronunció sobre los común y legalmente denominados “cuasidelitos de homicidio”.
En la primera de ellas –contra Hafon Chiang y otra la Corte casó de oficio una
sentencia dictada por la Corte de Apelaciones de Santiago, que confirmaba en
todas sus partes una emanada del sexto juzgado del crimen de Santiago.
Los hechos que motivaron la investigación quedaron expresados en es-
tos términos por el tribunal de primera instancia:
se encuentra acreditado que con fecha 28 de octubre de 1990, Flora del Carmen Cubi-
llos Toledo ingresó a la maternidad del Hospital El Salvador con diagnóstico de em-
20 En este caso fueron siete las personas que murieron como consecuencia del fuego, que se
propagó rápidamente por las dependencias del Centro de Detención Preventiva de San Miguel.
21 Situados en el plano de la imputación subjetiva, la Corte no profundizó sobre el planteamiento
de la defensa por el cual pretendían derrotar el fallo impugnado en virtud de la asimilación de la
expresión “voluntaria” del art. 1 CP con “dolo directo” –según una concepción finalista–, y que éste
no estaría acreditado. De todas formas, y aunque respecto de esto tampoco emitió juicio alguno, del
fallo de primera instancia incluso parece poder inferirse que la conducta del condenado, consistente
en arrojar cocinillas de gas encendidas a otros internos con quienes estaba luchando, estaba dirigida
a provocar consecuencias irreversibles en ellos.
DELITOS CONTRA INTERESES PERSONALÍSIMOS 337
barazo tubario complicado, quedando hospitalizada, siendo sometida más tarde a una
operación en la que debió practicársele una transfusión sanguínea, y más tarde requirió
de otra, sin embargo se le debía aplicar sangre grupo O RH positivo, pero se le aplico
sangre grupo A RH positivo, siendo ésta incompatible con la paciente, al no tomarse
las precauciones necesarias para comprobar en forma fehaciente que la sangre, cuya
transfusión se realizó, era la que correspondía aplicarle, falleciendo de esta forma, a las
3:05 horas del 29 de octubre de 1990 (c.3. El fallo de la Corte Suprema hace una trans-
cripción particularmente inexacta del considerando, al punto que su lectura es comple-
tamente inútil: c.6).
Con todo, la Corte Suprema absolvió al médico, por entender que a su respecto
operaría la causal Nº8 del artículo 10 del Código Penal (“El que con ocasión
de ejecutar un acto lícito, con la debida diligencia, causa un mal por mero
accidente”). Fundamentó su apreciación en que el médico no habría actuado
ni con impericia ni con negligencia, pues se habría desempeñado al amparo
de la lex artis, desplegando su actividad con el debido cuidado. Agrega el fallo
de reemplazo (c.11), que es imposible imaginar que durante una operación
de riesgo –como la que originó la causa comentada– el médico deba estar
supervigilando los actos de todas las personas que intervengan en el proceso.
En el caso concreto, no puede entenderse como previsible que la sangre que le
entregaron para inyectar a la paciente, que estaba rotulada con su nombre, no
era la indicada. Es más, pretender que se cerciore de ello excede todo rango
de cuidado exigido.
La Corte recurre, entonces, a la idea de confianza como vía de exclusión
de responsabilidad22. Un trabajo en equipo supone, para tener sentido, poder
descansar, bajo ciertos supuestos y circunstancias concretas, en la diligencia
de los demás. Si ello no es posible, la eficacia de la división del trabajo se limita
considerablemente. Pero este principio, en el fondo, simplemente sirve como
pauta para evaluar la diligencia del agente. Dicho de otro modo, igualmente la
persona puede infringir su deber de cuidado. El quid radica en que este prin-
cipio sirve como delimitador o especificador de previsibilidad.
22 Sobre esto, Puppe, I: “División del trabajo y de la responsabilidad en la actuación médica”, en 4
InDret (2006); Roxin, C: Derecho Penal. Parte General (Madrid: Civitas, 2003), §24, nm.25.
338 Juan Pablo Cox Leixelard
23 Sobre todo esto, Roxin, C: “Reflexiones sobre la problemática de la imputación en Derecho
penal”, en Problemas Básicos del Derecho Penal (Madrid: Reus, 1976), pp.128ss.; Jakobs, G: La Imputación
Objetiva en Derecho Penal (Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 2004), passim; Frisch, W: “La
imputación objetiva: estado de la cuestión”, en J.M. Silva Sánchez (ed), Sobre el Estado de la Teoría del
Delito (Madrid: Civitas, 2000), pp.21ss.
DELITOS CONTRA INTERESES PERSONALÍSIMOS 339
Así, la causa basal sería aquella que se realiza en el resultado, de manera tal
que puede imputársele objetivamente a su autor. Ya no se hace referencia a la
imputación subjetiva26.
Por otra parte, en el caso estaba en juego la concepción misma de la
noción de “comportamientos alternativos conforme a derecho”. Tradicional-
26 De todas formas, la confusión mostrada no es exclusiva de la Corte Suprema. En contra González
Muñoz, el tribunal de juicio oral en lo penal de Talca, conociendo una causa por lesiones culposas,
expresó, en el c.1, que “en la clausura la discusión se centró en la causa basal del accidente, esto es, en la
imprudencia del acusado, conductor del auto Nissan al realizar la maniobra de adelantamiento del
mini-bus que lo antecedía, sin tener tiempo y espacio suficiente, produciéndose al colisión con la
motocicleta que circulaba por la pista sur, en sentido contrario” (el destacado es mío).
DELITOS CONTRA INTERESES PERSONALÍSIMOS 341
Lesiones culposas
En contra Aliaga Sessarego la Corte Suprema se pronunció muy escuetamente
sobre el nivel de exigibilidad del cuidado debido. En realidad, en parte
constreñida por la naturaleza misma del recurso de casación en el fondo, casi
no se refirió al punto. Hubiera sido interesante conocer la opinión de la Corte
y no es claro que pueda inferirse de sus expresiones:
Que al respecto el artículo 144 inciso segundo de la ley 18.290 establece que “el conductor
que enfrenta el signo CEDA EL PASO deberá reducir la velocidad hasta la detención si fuere
necesario, para permitir el paso a todo vehículo que circule por la otra vía y cuya proxi-
midad constituya un riesgo de accidente”, lo que no está acreditado que haya realizado la
condenada, pues como se ha señalado con anterioridad, no respetó la señal CEDA EL PASO
que enfrentaba (c.10).
Las alegaciones de la defensa se basaban en que al llegar a la intersección de
las calles, la imputada disminuyó la velocidad, pero constató que no tenía
visibilidad hacia el oriente, puesto que un furgón estacionado lo impedía (c.7
fallo de primera instancia). Late, entonces, la cuestión de si en ese evento sigue
infringiendo su deber de cuidado quien actuó como –dice haberlo hecho–
la imputada. En otras palabras, si para actuar prudentemente debió sortear
también el obstáculo que representaba el vehículo estacionado.
La Corte también tuvo la oportunidad de pronunciarse sobre la natura-
leza de la imprudencia en contra Zúñiga Gatica. En ella, hicieron suyos los ar-
gumentos desplegados por la Corte de Apelaciones de Rancagua para conde-
nar a un individuo que lesionó a un amigo con un proyectil que se disparó del
arma de fuego que manipulaba. En concreto, se estimó que cargar de noche
un arma de fuego, apuntando a otro y sabiendo que el arma presenta un de-
fecto por el cual es altamente probable que se dispare una vez cerrada (se trata
de una escopeta), sin ser necesario, por tanto, presionar el gatillo para ello,
es una conducta altamente imprudente: incluso, temeraria (c.3). Concuerdo
con lo resuelto. Conviene tener presente, aún a riesgo de ser reiterativo, que
la Corte nuevamente parece superponer los planos, pues en el considerando
anterior (c.2) describió los hechos y al inicio del siguiente (c.3) comienza ex-
presando que esos hechos son constitutivos de un acto de gran imprudencia.
Agregando que
Ahora bien, según lo que es opinión absolutamente unánime de la doctrina, y se ha rei-
terado constantemente por la jurisprudencia de este tribunal de casación, la cuestión de
si unas lesiones son efectivamente leves no depende del tiempo en que demoran en sanar
sino, como ya se ha dicho, de una apreciación de los tribunales del fondo, concerniente a
“la calidad de las personas y a las circunstancias del hecho”, que esos jueces valoran sobe-
ranamente… un supuesto error al efectuar esta calificación no puede fundar un recurso
de casación como el examinado aquí [casación por la causal del artículo 546 Nº 3 del
Código de Procedimiento Penal], ya que ella depende de una facultad que los tribunales
del fondo ejercitan con arreglo a criterios que escapan a una revisión de esta índole (c.6).
31 En contra Reinoso Henríquez y otros quedó de manifiesto lo intrincado y vetusto de la regulación
relativa a la protección del honor. Se trata de una causa en que el eje de lo discutido tiene que ver
más bien con consideraciones sobre el ámbito de aplicación temporal de la ley penal, en las que
cobra especial relevancia la regulación contenida en el art. 413 Nº1 CP, 21 L 16643 y 29 L 19733 y su
ordenación temporal (entre el hecho, las normas y la sentencia, evidentemente).
Delitos contra Intereses instrumentales
Felipe de la Fuente Hulaud
dor acerca cómo brindar protección penal al bien jurídico de que se trate; esto
es, de cómo construya la figura respectiva: si como un delito de peligro o de
lesión, si resultativo o de mera actividad, etc.
En principio, entonces, dependiendo de cómo se defina legalmente el
hecho, cualquiera de los extremos del proceso que caracteriza al hurto podría
servir de base para definir el momento consumativo. El Código alemán, por
ejemplo, pone el acento en el momento expropiatorio al definir el hurto como
la sustracción de un cosa mueble ajena realizada con la intención de apropiár-
sela de modo antijurídico (§242 StGB). Enunciado el delito como un acto de
desposesión de la víctima acompañado de un ánimo trascendente de apropia-
ción, la ejecución completa del mismo no requiere entonces que el individuo
llegue a apropiarse de la cosa. Lo único que se necesita es que la extracción
de la cosa de su esfera de custodia esté completa (supuesto el animus rem sibi
habendi).
Este grado de especificación de la conducta delictiva, sin embargo,
es raro. Lo usual es que las legislaciones se refieran al comportamiento
del hurto a través de verbos como tomar (CP español), sustraer (CP argen-
tino, CP italiano, entre otros) o apropiarse, que dejan mucho más abierta
la cuestión acerca del momento consumativo y, sobre todo, de cómo se
concibe el momento apropiativo que caracteriza al injusto de este delito3:
¿se le concibe solo como una intención trascendente a la conducta que
tiñe subjetivamente el acto, o como una situación que de hecho ha de ser
alcanzada por el agente?
En España, sobre la base de un texto que, como se ha dicho, describe
el hurto como tomar una cosa ajena (art. 234 CP español), la doctrina y la ju-
risprudencia ampliamente mayoritarias4 entienden que el hecho se consuma
cuando el agente alcanza la disponibilidad de la cosa, es decir, cuando logra
una posición que le permitiría disponer del objeto5.
No obstante las diferencias ya apuntadas, los casos en que estas postu-
ras arrojan consecuencias verdaderamente distintas no son muchos, porque
lo usual es que la expropiación plena coincida con el inicio de la apropiación,
entendida como disponibilidad6.
En España, por ejemplo, la adhesión a esta última tesis se traduce so-
bre todo en un persistente rechazo doctrinal y jurisprudencial a apreciar con-
3 Esto es precisamente lo que lo distingue del delito de daños y lo convierte en una forma más
intensa de ataque contra la propiedad.
4 Para una completa referencia bibliográfica, véase Brandariz García, J.A: El Delito de Robo con
Violencia o Intimidación en las Personas (Granada: Editorial Comares, 2003), p. 139.
5 Independientemente de que disponga de él o no, naturalmente.
6 Véase, por todos, García Arán, op. cit. en n.1, p. 147. En Chile, Carnevali, R: “Criterios para la
punición de la tentativa en el delito de hurto a establecimentos de autoservicio. Consideraciones
político-criminales relativas a la pequeña delincuencia patrimonial”, en 1 Política Criminal, (2006)
A2, p. 15.
Delitos contra intereses instrumentales 349
11
Ibid 166 (cursivas en el original). 12 1 Com 301.
13 Cabe dudar, sin embargo, por qué dos figuras que difieren en la presencia o ausencia de una
expropiación previa a la apropiación han de diferir también en lo tocante a este segundo elemento.
Si la idea es que la existencia de una ruptura de custodia precedente haría innecesaria la apropiación
(entendida como el logro de la disponibilidad), aquella solo puede resultar persuasiva si se asume
de antemano que la conducta del hurto consiste solo en expropiar a otro con animus rem sibi habendi,
y nada más. En todo caso, de hecho ambas figuras difieren también en lo tocante a la apropiación,
porque lo que se requiere para el hurto es sólo la posibilidad de disponer, mientras que para el delito
del artículo 470 Nº1 es necesario un acto de disposición del bien sobre el que hasta ese momento
se ejercía una custodia fiduciaria. Asignando a la apropiación un papel sistemático común a todos
los delitos contra la propiedad, Zugaldía, J.M.: Los Delitos contra la Propiedad y el Patrimonio (Madrid:
Editorial Akal, 1988) p. 22.
Delitos contra intereses instrumentales 351
14 Mañalich, J.P: “El “hurto-robo” frente a la autotutela y la legítima defensa de la posesión”, en 7
Revista de Estudios de la Justicia (2006), pp. 65ss.
15 Aparte de los dos que se mencionan en el texto cabría mencionar también, pero en un plano
estrictamente positivo, lo prescrito en el art.449 inciso 3º CP, según el cual “será castigado en la forma
señalada en este artículo, el que beneficie o destruya las especies a que él se refiere para apropiarse
solamente de partes de ella”, pues esta redacción sugiere que el hurto se realiza aun antes de la
apropiación misma y que ésta constituye sólo el propósito que anima al comportamiento del agente.
Pero lo dispuesto en ese precepto no es un argumento a favor de la interpretación del hurto como un
delito de resultado cortado. Lo que allí se establece es simplemente una regla de penalidad según la
cual cuando el individuo sólo se apropia de partes de un vehículo que destruye con ese fin (antes de
la L 20090 se refería a animales, lo que tenía mucho más sentido) debe considerarse que se apropia
del bien entero. El lenguaje del legislador (“para apropiarse”) se explica perfectamente como una
forma de referirse a la relación que debe existir entre la destrucción y la apropiación. Allí, entonces,
no se redefine ni se expresa ninguna comprensión particular de la conducta constitutiva de hurto.
Además, ni aun atribuyéndole a esa expresión un alcance sustantivo podría servir para el propósito
de radicar la consumación del hurto en la ruptura material de la custodia, porque la conducta que
precede a la apropiación en esa figura no es la extracción de la cosa de su ámbito de resguardo, sino
su destrucción.
352 Felipe de la fuente Hulaud
16 En realidad, esta es una posibilidad entre otras, pues seguiría siendo igualmente instantáneo el
delito si exigiéramos que el ánimo de apropiación se concretara en el logro de una nueva posición
de control. En otras palabras, la instantaneidad no presupone ninguna opción por una estructura
de resultado cortado.
17 En este sentido, Kahlo, M: “Determinación conceptual del derecho e interpretación sincrética
en las relaciones de pertenencia propias del tipo de hurto”, en La Insostenible Situación del Derecho penal
(Granada: Comares, 2000), p. 143.
18 Ejemplo de ello son, entre otros, los arts. 123, 126, 141 inc. 3º, 142 Nº1, 185, 292, 296, 316 y 354
inc. 2 CP.
Delitos contra intereses instrumentales 353
21 Esta es la postura de un sector de la jurisprudencia alemana, a partir de la decisión del BGHSt del
6 de octubre de 1961. Véase Kahlo, op. cit. en n.17, pp. 131ss. 22 1 Com 300.
23 Jurisprudencia alemana en esta misma línea puede consultarse en Kahlo, op. cit. en n.17, pp. 133ss.
24 Etcheberry, op. cit., en n.8, p. 310.
356 Felipe de la fuente Hulaud
norma una indicación acerca de la pena que cabía aplicar era necesario en-
tenerla en un sentido adicional, como: “la falta frustrada o tentada de hurto
es punible, conforme a las definiciones del artículo 7 y a las reglas punitivas
aplicables a esas fases de ejecución”. Esto último no lo indicaba el texto y en ese
sentido es verdad que no contenía expresamente la pena aplicable al caso.
Con todo, la única manera de dar sentido a la decisión punitiva del
legislador era interpretando el inciso final del artículo 494 bis de ese modo,
pues no cabía tampoco otra posibilidad de determinación punitiva. Pues bien,
si se tiene presente que el mandato de taxatividad tiene por fin evitar la arbi-
trariedad y la inseguridad jurídica, hay que convenir que el referido precepto
no lo vulneraba, pues su aplicación conducía a una sola consecuencia punitiva
explícitamente validada por una decisión del legislador.
Aceptado esto, aun podía ser cuestionado si el precepto cumplía con los
estándares mínimos exigibles de acuerdo con la Constitución a un precepto
penal. En ese sentido, lo objetable no era tanto que el intérprete no pudiera
advertir cuál era la pena que había que imponer29, sino la satisfacción de las
exigencias de claridad y certeza en la expresión de las decisiones de castigo,
pues sin duda la vaguedad del artículo 494 bis forzaba los límites de lo tolera-
ble. Sin embargo, una objeción de esa clase estaba fuera de la competencia de la
Corte y tendría que haber sido materia de una declaración de inaplicabilidad.
Hurto de hallazgo
Pese a que normalmente se le designa como hurto de hallazgo y a que nuestro
Código lo ubica en la sección dedicada al delito de hurto (párrafo 4, título IX,
libro II), el supuesto contenido en el artículo 448 del Código Penal difiere en
varios aspectos de la apropiación definida en el artículo 432, y particularmente
en uno que es fundamental, cual es que en este caso la apropiación se produce
sin quebrantamiento de la custodia ajena, toda vez que la cosa objeto del
delito no se encuentra custodiada.
Incurre en esta hipótesis, en efecto, el sujeto que
hallándose una especie mueble al parecer perdida, cuyo valor exceda de una unidad tri-
butaria mensual, no la entregare a la autoridad o a su dueño, siempre que le conste quién
sea éste por hechos coexistentes o posteriores al hallazgo (art. 448 inc. 1 CP).
29 Aunque debe reconocerse que había otra dificultad adicional, derivada de que la pena mínima
desde la que habría que haber efectuado la rebaja punitiva era a su vez la inferior en la escala nº1
del art. 59. En una situación como esa es aplicable el art. 60, de modo que la pena habría quedado
reducida a una multa de una a cuatro UTM conforme al art. 25, misma sanción que la señalada como
pena copulativa para el hecho consumado.
Delitos contra intereses instrumentales 359
En realidad, la razón esgrimida en este fallo está lejos de ser evidente, porque
el hurto de hallazgo sólo se comete respecto de cosas ajenas, y el hecho de
saber que lo son no es más que el dolo propio de esa figura. Si no tuviese
dueño, la cosa sería susceptible de ocupación y su apropiación por ese medio
sería perfectamente lícita. Es precisamente porque tiene dueño que quien se
la encuentra y la toma adquiere la obligación de entregarla a su propietario o
a la autoridad correspondiente.
El razonamiento del fallo es, por eso, doblemente desacertado. Lo es,
primero, porque asume que el conocimiento de la ajenidad de la cosa excluye
el hurto de hallazgo, cuando la verdad es justo lo contrario. Y lo es también
porque utiliza un punto de vista subjetivo para calificar la conducta. Se centra
en las representaciones del autor para decidir de qué clase de hecho se trata,
cuando la diferencia que media entre el hurto propio y el de hallazgo es pri-
mariamente objetiva, en tanto radica en la situación del objeto hallado, que
ha de ser, según los términos del artículo 448, “una especie mueble al parecer
perdida”.
En parte, el error de perspectiva del fallo viene inducido por la redac-
ción del precepto. En realidad, lo decisivo no es que la cosa parezca perdida,
sino que lo esté verdaderamente. Sólo son susceptibles de hurto de hallazgo
las cosas no custodiadas por haberse extraviado para su dueño. La impreci-
sión que a este respecto se observa en los términos del artículo 448 proviene
de una excesiva y desafortunada sujeción a los términos del artículo 629 del
Código Civil, que establece el deber cuyo incumplimiento aquí se penaliza30.
Dado que la cosa está libre de custodia la expropiación del dueño tiene
lugar sin quebrantamiento de aquélla. Por consiguiente, y pese a estar ubicado
en el párrafo 4 del título IX, el de hallazgo no es un verdadero hurto31.
30 Art. 629. Si se encuentra alguna especie mueble al parecer perdida, deberá ponerse a disposición
de su dueño; y no presentándose nadie que pruebe ser suya, se entregará a la autoridad competente,
la cual deberá dar aviso del hallazgo en….
31 Con todo, tampoco es exacta la afirmación tan extendida en el sentido que como el comportamiento
en esta figura consistiría en no entregar la cosa, debería considerarse un caso de apropiación indebida.
La redacción del art. 448 también es engañosa en ese aspecto. La omisión de entrega no es el único
comportamiento del agente. Antes es necesario que se apropie de aquello que se encuentra. El
360 Felipe de la fuente Hulaud
Ahora bien, es difícil decir que una persona “se encuentre” un vehículo
en la vía pública, pues este es un bien autoprotegido, sujeto a matriculación y
que por lo mismo puede ser dejado en la calle sin que ello implique en modo
alguno su abandono. Los vehículos estacionados en principio no son cosas
susceptibles de hallazgo.
Pero lo que cuenta desde el punto de vista de la calificación jurídico-pe-
nal de la conducta es si el dueño del vehículo ejerce o no un control posesorio
sobre él. Si esa relación de custodia ha dejado de existir, no es posible afirmar
un delito de hurto o robo.
El caso fallado era precisamente uno de esos supuestos en que la cus-
todia ya claramente ha dejado de existir, pues el vehículo le había sido robado
a su dueña un mes antes por otros sujetos, y desde entonces se encontraba
bajo búsqueda policial. De hecho, fue la puesta en circulación del automóvil
por parte de su nuevo ocupante la que permitió detectarlo e incautarlo. En
estas condiciones es claro que la dueña ya no se encontraba en posesión de
su vehículo, sino que más bien esperaba recuperarlo. El registro del vehículo
sólo resguarda la calidad de propietario de su titular, pero en ningún caso le
confiere la posibilidad real de ejercer sus facultades dominicales, que es lo que
cuenta para determinar la existencia de un control o una custodia efectiva
sobre los bienes que son objeto de apropiación. Por eso, el caso abordado era
claramente uno constitutivo del delito de hurto de hallazgo.
El voto disidente de los ministros Cury y Segura así lo reconoce. En el
punto número dos de su argumentación se lee que para apreciarlo así tuvieron
en cuenta que el automóvil ya estaba fuera del poder de la propietaria y que
ésta ni siquiera sabía dónde se encontraba.
También se menciona en el voto de minoría que el hechor tuvo buenos
motivos para suponer esa circunstancia. Pero ni aun en caso contrario podría
haberse hablado de un robo consumado. Si hubiese actuado creyendo que se
trataba de un bien sometido a custodia ajena habría ejecutado un delito de
robo carente de correlato real, una tentativa inidónea (punible) de robo.
Desde un punto de vista conceptual, trepar por los muros es claramente una
acción constitutiva de fuerza destinada a vencer la protección física de la cosa
apropiada, pues la altura representa aquí un obstáculo para acceder a ella.
Pero lo cierto es que la ley no castiga como robo todas las modalidades de
hurto cometido empleando energía física para acceder a la cosa (como hace
el Código español, por ejemplo: art. 237), sino sólo las que expresamente
describe32. Entre estas, la que viene al caso es la de escalamiento (art. 440
Nº1), definida como “entrar por vía no destinada al efecto, por forado o
con rompimiento de pared o techos, o fractura de puertas o ventanas”. Es
imposible afirmar que el sujeto ha entrado al lugar cuando lo ha trepado
exteriormente sin incurrir en una analogía, prohibida por el principio de
legalidad. Lo cual resulta especialmente paradójico porque ese acto coincide
plenamente con el significado corriente de la voz “escalamiento” que emplea
el artículo 440 Nº1.
Frente a una situación como esta, la alternativa que resta desde el pun-
to de vista interpretativo es sostener que el precepto aludido no contendría
un concepto estipulativo de escalamiento destinado a sustituir el significado
corriente de la palabra, sino solo una acepción suplementaria orientada a
extender su aplicación a ciertos supuestos no comprendidos en el uso co-
rriente del término. Hay que reconocer, sin embargo, que una afirmación
como esa encaja muy mal con la técnica sumamente casuística que emplea el
Código en esta materia y que, en rigor, la decisión de la Corte fue finalmente
acertada.
32 Crítica frente al método del legislador en esta materia, Ossandón Widow, M: Los elementos
descripitivos como técnica legislativa. Consideraciones críticas en relación con los deltios de hurto y robo con fuerza,
en Revista de Derecho PUCV, vol XXII, Nº1, julio 2009, especialmente p. 172 y ss.
362 Felipe de la fuente Hulaud
Robo con violencia o intimidación en las personas
Violencia posterior a la apropiación
En el delito de robo con violencia o intimidación en las personas se reúnen dos
injustos en una sola figura: un atentado contra la propiedad, materializado en
la apropiación de cosa ajena, y un atentado contra la libertad, materializado en
el ejercicio de amenazas o coacciones. Entre ambos debe existir, naturalmente,
una conexión. Esa conexión la da el hecho de estar la coacción orientada a
hacer posible o facilitar el apoderamiento o la entrega de la cosa (art. 439
CP). Eso supone que la violencia o la intimidación sean empleadas con ese
fin antes o durante la apropiación de la cosa, pero no después. Una vez que
la apropiación se ha producido, la violencia o las amenazas que se empleen
ya no pueden ser vistas, evidentemente, como un medio para posibilitar
el apoderamiento de los bienes ajenos. Sin embargo, el inciso primero del
artículo 433 menciona explícitamente ese caso como uno comprendido en
la hipótesis más grave de robo, al referirse a “la violencia o intimidación que
tiene lugar después de cometido para favorecer su impunidad”33.
La hipótesis de coacción posterior es problemática desde todo punto
de vista. Se trata de una conducta de apropiación calificable como hurto o
robo con fuerza en las cosas, que luego da paso al ejercicio de coacción contra
la víctima y que por ese motivo es elevada a la categoría de robo violento o
intimidatorio. De ese modo se le otorga un tratamiento punitivo bastante
más severo que el que derivaría de la aplicación de las reglas concursales entre
hurto o robo con fuerza en las cosas, por una parte, y coacciones o amenazas
condicionales, por la otra. Evidentemente, se trata de una decisión orientada
a brindar una protección reforzada a la víctima que reacciona contra el autor
del hurto o robo con fuerza. Los límites y fundamentos de esa protección
reforzada son difusos y discutibles.
En contra Sandoval Quintana, el imputado sustrajo de la cartera de una
mujer un monedero, huyendo y siendo perseguido por un sujeto que finalmen-
te le dio alcance y lo redujo con la ayuda de otro individuo. Los fallos de prime-
ra y segunda instancia dieron por establecida cierta violencia posterior de parte
del imputado y lo condenaron como autor de un delito de robo del artículo 436,
cometido mediante violencia sobreviniente orientada a evitar su captura.
En casación, la Corte Suprema recalificó los hechos como robo por sor-
presa razonando del siguiente modo:
El fallo recurrido hace consistir el acometimiento violento, en la apropiación que se
investigó, en un momento posterior a la sustracción misma de la cosa ajena, afirmando
que esta violencia se produjo para evitar la captura y favorecer la impunidad, lo prime-
33 Desde luego, allí donde se habla de robo es preciso entender apropiación, pues si la coacción
posterior es lo que permite hablar de robo, ella no puede tener lugar después de que ella misma se
haya realizado.
Delitos contra intereses instrumentales 363
porque solo en tal caso pesaría sobre el ladrón un deber de tolerar la con-
ducta de recuperación intentada por el dueño. Más allá de lo que pudiera
considerarse una actuación legítima del dueño, el autor de la sustracción
estaría facultado para rechazar su acometimiento, de modo que la violencia
empleada con ese fin no podría servir para calificar como robo el hurto pre-
viamente ejecutado.
Por supuesto, para que esta idea sea operativa es preciso identificar cuál
sería el derecho que, ejercido por el dueño, serviría como criterio demarcato-
rio.
Bascuñán postula que ese derecho es un derecho de autotutela de la
posesión. Tal es la posición dominante en Alemania, respaldada por una
regulación explícita de la autotutela, contenida en el §859 del Código Civil
Alemán36.
Según su opinión, en nuestro país ese derecho podría sustentarse en
lo dispuesto en el artículo 711 del Código Civil (el que en ausencia del dueño
se apodera de la cosa, y volviendo el dueño le repele, es también poseedor violen-
to). Porque si la ley considera por tal motivo viciosa la posesión del ocupan-
te, quiere decir –argumenta- que la recuperación de la cosa efectuada por el
dueño no puede ser ilícita. A juicio de Mañalich , en cambio, el criterio de
delimitación lo ofrecería la propia regulación de la legítima defensa contenida
en el Código Penal.
Otro posible sustento para una eventual autorización especial del uso de
la violencia destinada a recuperar la posesión podría encontrarse en una
interpretación a contrario del artículo 457 inciso segundo, que castiga al
dueño que intenta un acto de esa clase contra el ocupante ilegítimo que cuenta
con un derecho aparente. Así, la atipicidad de la violencia ejercida con ese
fin contra el ocupante que carece de un derecho aparente podría dar pié para
pensar en un derecho autotutelar en este caso. Examinando esta posibilidad,
Mañalich la descarta porque entiende que dicha atipicidad se explica en
razón de la procedencia de legítima defensa del propietario contra la agresión
permanente constituida por la ocupación de un inmueble de su propiedad. Sin
embargo, para que la legítima defensa pudiera servir de explicación suficiente
del régimen penal aplicable al propietario sería necesario que la apariencia
366 Felipe de la fuente Hulaud
Esta tesis, sin embargo, también enfrenta algunas dificultades. Por una
parte cabe observar que el logro de la ventaja interpretativa señalada respecto
del hurto-robo se obtiene al costo de lo que, desde otra perspectiva, constitu-
ye un adelantamiento de la consumación que afecta a todos los delitos contra
la propiedad construidos en torno a la conducta de apropiación.
Pero el problema más serio que enfrenta esta tesis, así como la que pos-
tula utilizar como criterio un derecho de carácter civil a la recuperación de
la cosa por parte del propietario, es el que deriva de que la violencia ejercida
por el autor del apoderamiento aparezca conectada en el artículo 433, no con
la obtención de la cosa ni con consolidación de la custodia, sino con el favo-
recimiento de la impunidad del autor. Lo que se castiga como hurto-robo es la
violencia que este emplea para evitar el castigo, lo cual, al menos conceptual-
mente, poco tiene que ver con la conservación de la cosa o con el ejercicio de
los derechos arriba mencionados.
Una referencia como esa conecta más bien con las facultades que la ley
otorga a toda persona para detener al autor de un delito flagrante (art. 129
CPP). Ello indica que la incorporación de este supuesto al injusto del robo está
pensada fundamentalmente para proteger de modo reforzado a quien reac-
ciona intentando capturar al individuo que sorprende en delito flagrante de
hurto o robo con fuerza en las cosas. Por cierto, también en un caso como ese
se ejerce un derecho41, tal como cuando se intenta defender intereses propios
o ajenos, o ejercer unas facultades dominicales de recuperación de la cosa.
El problema, sin embargo, es que el concepto enormemente extendido
de flagrancia que contempla la regulación actual hace completamente inapli-
cable un criterio como ese42. Cabe recalcar que el solo hecho de que la violen-
cia posterior al delito no se castigue como tal y dé lugar a calificar el apodera-
miento pacífico como un robo violento, desborda el concepto de violencia del
artículo 439 y comporta una asimilación valorativa sumamente cuestionable.
Si el disvalor especial del robo con violencia emana de su utilización como
medio para hacerse de bienes ajenos, no se ve por qué la violencia posterior a
la consumación haya de recibir el mismo tratamiento.
Quizás la polisemia con que el legislador emplea la expresión “robo” pue-
da servir para encontrar una interpretación que, junto con respetar el texto pu-
nitivo, acote la figura a márgenes valorativamente coherentes con las premisas
del propio Código en esta materia. Es claro, en efecto, que la expresión “robo”
ha sido tomada en el artículo 433 en un sentido que alude al apoderamiento de
la cosa, y no como sinónimo del delito compuesto que allí se tipifica, pues de
otro modo no sería comprensible. Siguiendo esta pista cabe suponer que dicha
directas” (op. cit. en n.14, p. 85).
41 Artículos 129 CPP y 143 CP. Sobre su carácter de derecho Cfr. Roxin, C: Derecho Procesal Penal
(Buenos Aires: Editores del Puerto, 2000). p. 278ss.
42 El artículo 130 cpp considera flagrante el hecho incluso hasta doce horas después de su realización.
368 Felipe de la fuente Hulaud
44 Sobre la discusión en España, con abundante bibliografía comparada, Brandariz, op. cit. en n.4,
pp.89ss.
45 Ello al margen de si también la entrega de la cosa por parte de la víctima coaccionada puede ser
calificada como apropiación en el sentido del hurto. Sobre ello, Bascuñán, op. cit., en n.43; Mañalich,
op. cit., en n.14.
46 A favor de exigir peligro para la vida o la salud, cfr. Mera, J: Hurto y Robo. Estudio Dogmático y
Político-Criminal (Santiago: Universidad Diego Portales, 1994), pp. 111ss. Un completo examen y una
amplia discusión de esta tesis puede verse en Bascuñán, op. cit. en n.43, pp. 112ss.
47 Bascuñán, op. cit. en n43, p. 105.
370 Felipe de la fuente Hulaud
Pero agrega a continuación que ello no obsta a que el mismo hecho pueda ser
considerado constitutivo de estafa. En este sentido, el fallo de casación estima
que:
El hecho así configurado debe encuadrarse en el tipo de la estafa a que se refiere el artí-
culo 468 del Código Penal y no, como lo hace erradamente el fallo de primer grado, en el
del artículo 473 de ese mismo cuerpo legal, hipótesis en torno a la cual también especula
la sentencia recurrida. En efecto, aquí se trata claramente de que la procesada Vásquez
aparentó, mediante el ardid que se materializó en el otorgamiento de la escritura pública
Delitos contra intereses instrumentales 375
Razonando luego sobre los fundamentos del recurso, el fallo establece que la
tesis del reclamo es correcta y que los hechos deben estimarse constitutivos
de estafa. Pero a pesar de todo, la Corte termina rechazando el reclamo del
recurrente por entender que, aun siendo delictivo, el acto en cuestión no pasó
de ser una mera falta no consumada:
…en efecto, dado que en la estafa del artículo 468 del Código Penal, en relación con el
467 de ese mismo texto legal, la pena está establecida en atención al valor del perjuicio,
en los casos como el de autos, en que el delito se ha frustrado precisamente porque, en
definitiva, el perjuicio no se produjo, la sanción del hecho incompleto tiene que reducirse,
conforme al artículo 51 del Código Penal, partiendo desde la pena menor contemplada
para el hecho consumado. Sucede que la forma más leve del delito de estafa consumado
se encuentra contemplada en el artículo 494 Nº 19 del Código Penal, como una falta, y
éstas, con arreglo a lo preceptuado en el artículo 9º de ese mismo cuerpo legal, ‘sólo se
castigan cuando han sido consumadas (c.10).
53 Cuando se trata de un delito que sólo puede ser cometido por un individuo que reúne una
calidad especial, como la de ser funcionario estatal por ejemplo, la intervención del particular que
engaña al sujeto cualificado para lograr la realización de la conducta descrita en el tipo no puede
ser calificada como autoría, pues el propio tipo excluye al extraneus del círculo de autores idóneos.
Pero sí puede ser valorada como una conducta de participación. Hasta antes de alcanzar la teoría
de los delitos de infracción de deber el reconocimiento con que hoy cuenta, esta era una posibilidad
sumamente discutida, puesto que representaba un problema desde el punto de vista de la aplicación
coherente de los planteamientos de la teoría del dominio del hecho. Pero con la distinción planteada
por Roxin entre delitos de dominio y delitos de infracción de deber, estos supuestos y muchos
otros igualmente problemáticos encontraron una solución homogénea y comparativamente mucho
más fluida. De acuerdo con esta teoría, lo que define el carácter de la intervención de un individuo
en la ejecución de ciertos delitos no es el dominio que tenga sobre ésta, sino la circunstancia de
encontrarse aquél sujeto a un deber especial respecto del bien jurídico. La ejecución de la conducta
típica mediante manipulación de un sujeto cualificado que, sin saberlo, incumple su deber personal,
no puede constituir autoría mediata, pero sí puede ser considerada como una realización del hecho
en calidad de partícipe, a través de la figura de la inducción. Sobre el tema, en extenso, Roxin, C:
Autoría y Dominio del Hecho, (Barcelona: Marcial Pons, 2000), pp. 398ss.
Delitos contra intereses instrumentales 377
Ley de Cheques
Ya en otras ocasiones se ha suscitado controversia acerca de si una vez
declarada la quiebra de una persona ella puede incurrir en responsabilidad
penal, conforme al artículo 22 de la ley de cheques, si no paga dentro de los tres
días siguientes a la notificación judicial del protesto. La línea jurisprudencial
ha reconocido, sin bien con ambigüedades e intermitencias, la atipicidad del
hecho. No puede decirse que omita la conducta de pago el individuo que
por disposición de la ley no puede efectuarlo, en razón de haber perdido la
administración de sus bienes como consecuencia de la declaración de quiebra.
En contra Hidalgo González se volvió a plantear el asunto, pero esta
vez con un resultado distinto, pese a lo cual no puede decirse que el tribunal
se haya alejado de la tesis reseñada. Lo que puede cuestionarse es más bien su
apreciación del caso.
El punto era el siguiente. El disputado Sr. Hidalgo había girado varios
cheques -18 para ser exactos- en representación de la sociedad “Egas SA”, del
giro supermercados. La empresa fue declarada en quiebra un poco después
del último protesto, pero antes de la notificación judicial de los mismos. Ante
la falta de pago, los beneficiarios ejercieron sus acciones penales, obtuvieron
el desafuero del parlamentario y éste recurrió de amparo ante la Corte de
Apelaciones de Santiago, obteniendo un fallo adverso que fue confirmado en
segunda instancia por la Corte Suprema, sin agregar nada más que correccio-
nes formales. Hay que asumir, por lo tanto, que el razonamiento que se lee en
el fallo recurrido es el que la Suprema hizo suyo:
Segundo: Que de los antecedentes allegados no aparece que el amparado Carlos Moisés
Hidalgo González haya sido declarado en quiebra en calidad de persona natural, por lo
que no puede oponer, para eximirse de responsabilidad criminal, la quiebra de la cual era
su representante legal, por cuanto la responsabilidad penal que se le atribuye es conse-
cuencia del acto de girar cheques son contar con los fondos suficientes para cubrir capital,
intereses y costas.
Expresada de esa forma, la tesis del tribunal parece restar pié a la tesis que
permite apreciar que una persona declarada en quiebra no puede responder
criminalmente por el no pago de un cheque, pues da a entender que la única
conducta relevante es la de giro, en alguna de las situaciones previstas en
la ley, y que la omisión posterior de pago no constituiría fundamento de la
responsabilidad penal del individuo. Si eso fuese efectivo, tampoco en los
casos en que no gravitase la condición del individuo como representante de
una empresa podría estimarse atípica (o justificada en razón del art. 10 Nº 12
CP) la conducta del girador.
Con todo, esa es sólo la forma de expresión del razonamiento que la
Corte hizo suyo, por lo que parece más adecuado atenerse a lo que aparente-
mente es el contenido de éste. Adaptando un poco las ideas, el fundamento
380 Felipe de la fuente Hulaud
parece ser que como la responsabilidad penal del girador es personal, es decir,
gravita sobre él en tanto que persona natural, no le afectaría el hecho de ha-
berse declarado la quiebra de la persona jurídica que representaba.
Entendido de ese modo, el argumento es equivocado. Partiendo de la
base de que el artículo 22 de la ley de cheques exige una conducta omisiva del
girador luego de serle notificado el protesto, lo menos que cabe es reconocer
que esa es una conducta que comporta el incumplimiento de un deber de pago.
La pregunta obvia, entonces, es quién es el obligado al pago, y la respuesta es
que el girador, la persona que se obliga por el documento a pagarlo; en el caso
en cuestión, la sociedad. Contra ella se inicia la gestión preparatoria de la
vía ejecutiva y es a su representante a quien se notifica el protesto respectivo.
No tiene sentido entonces sostener que la persona natural que la representó
en la emisión del documento resulta personalmente obligada al pago por el
sólo hecho de serle notificado el protesto en un procedimiento dirigido contra
su mandante. Si la omisión se considera en definitiva como lo que es, como
incumplimiento de una acción mandada, la imposibilidad jurídica del admi-
nistrador de proceder al pago del documento con fondos del único obligado
debió ser admitida como una causa de exclusión del comportamiento omisivo
que describe el artículo 22 de la ley de cheques.
PROCESO PENAL
Alejandro Awad Cherit
Marcos Contreras Enos
Miguel Schürmann Opazo
[…] concebido como recurso amplio, sin restricciones de acceso provenientes de un ex-
cesivo formalismo, y que permite en términos generales la invalidación del juicio oral y
la sentencia cuando existe una infracción sustancial de derechos o garantías constitu-
cionales referida a las formalidades del juicio o de los hechos que se hubieren dado por
probados […]10.
los casos se aprecie, prima facie, la configuración de una causal del artículo 374
y que, sin embargo, los recurrentes esgriman la causal genérica del artículo 373
a). Lo notable de esta situación radica en que el artículo 374 requiere sólo la
constatación de la hipótesis fáctica configurativa de la causal, expresada en el
literal correspondiente, para que esta sea operativa, sin necesidad de un juicio
de valor adicional. En cambio, la causal del artículo 373 a) requiere, en primer
lugar, constatar una afectación de un derecho fundamental que no se encuen-
tra explicitada en la norma y, además, la afirmación de que dicha afectación es
sustancial. Dada esta mayor dificultad argumentativa, resulta extraño que los
recurrentes –en una actitud que podría explicarse como una manifestación
de lo que cabría denominar como “arribismo procesal”– prefieran recurrir a la
Corte Suprema que recurrir a la Corte de Apelaciones respectiva.
Como se desarrollará específicamente respecto de las disyuntivas para-
digmáticas de afectaciones a derechos fundamentales respecto de las cuales
se problematiza su subsunción en alguna de las causales de nulidad previstas
por el artículo 374 o, genéricamente, en el artículo 373 a), cabe señalar que, por
criterio de especialidad, es la primera disposición la que debe prevalecer. En
otros términos, constatada la configuración de una causal del artículo 374 es
la Corte de Apelaciones respectiva la que debe conocer del recurso, aunque la
configuración de dicha causal pueda implicar adicionalmente una afectación
sustancial a los derechos fundamentales a que refiere el artículo 373 a). Esta
solución se encuentra ratificada por 383 inciso 3° letra a) que señala que en
caso que el recurso se fundare en la causal del artículo 373 a) y la Corte Supre-
ma estimare que, de ser efectivos los hechos invocados como fundamento del
recurso, serían constitutivos de alguna de las causales del artículo 374, no se
pronunciará sobre su admisibilidad, sino que ordenará que sea remitido junto
con sus antecedentes a la corte de apelaciones respectiva.
En relación con el contenido de la exigencia de sustancialidad del artí-
culo 373 a), cabe señalar que existen dos posibilidades interpretativas para do-
tarla de contenido, a saber: sostener que la sustancialidad alude a la influencia
de la afectación del derecho fundamental en lo dispositivo del fallo o que, en
cambio, refiere a la satisfacción de un cierto umbral de intensidad en la afecta-
ción del derecho. Nos inclinamos por la segunda interpretación. En efecto: i)
el mero tenor literal da cuenta de que en el artículo 373 a) la sustancialidad se
predica directamente respecto de la infracción a un derecho fundamental; ii)
cuando el legislador ha querido aludir a la influencia en lo dispositivo del fallo,
lo ha hecho derechamente. En efecto, el literal b) del mismo artículo 373 seña-
la que la errónea aplicación del derecho debe haber influido sustancialmente
en lo dispositivo del fallo. Un mínimo de coherencia interpretativa exige que
a dos preceptos lingüísticamente diferenciados contenidos en el mismo artí-
culo, se les asigne un contenido diverso; iii) Finalmente, si concebimos al me-
386 ALEJANDRO AWAD, MARCOS CONTRERAS, MIGUEL SCHÜRMANN
12 Dworkin, Ronald, Los Derechos en Serio, Ed. Planeta - De Agostini, Barcelona. 1993, p. 36. “Los
derechos individuales son triunfos políticos en manos de los individuos. Los individuos tienen
derechos cuando, por alguna razón, una meta colectiva no es justificación suficiente para negarles lo
que, en cuanto individuos, desean tener o hacer, o cuando no se justifica suficientemente que se les
imponga alguna pérdida o perjuicio”.
13 Sostenemos a este respecto que no es admisible afirmar que sin considerar la afectación sustancial
de un derecho fundamental y todo lo que se encuentre afectado por él, igualmente se hubiese dictado
la misma sentencia. La inadmisibilidad de dicho aserto no sólo radica en el carácter hipotético del
mismo, sino que en la función misma que le otorga el Estado y la comunidad al proceso penal. Por
una parte, se espera que el resultado del proceso sea legítimo -legal y aceptable racionalmente-,
reconociéndole al imputado el derecho a ser condenado en un proceso debido o juicio imparcial,
en los términos de la jurisprudencia norteamericana. Por la otra, el sistema previsto por el Código
Procesal Penal para los efectos de al exclusión de prueba ilícita tiene como consecuencia sistemática
fundamental que al excluir la prueba ilícita con anterioridad al juicio oral, el Tribunal de Juicio Oral
en lo Penal no debiese estar conocer, ni valorar de forma alguna la prueba excluida por dicha causal.
Por ende, es esperable que sea quien no conoce dicha prueba obtenida con afectación sustancial de
derechos quien realice una nueva evaluación del caso, determinando sólo ex post al segundo juicio,
la relevancia o gravitación de la afectación del derecho en el contenido de la convicción del tribunal.
14 Art. 75 CPP: Defectos no esenciales. No causan nulidad los errores de la sentencia recurrida que
no influyeren en su parte dispositiva […]
PROCESO PENAL 387
El recurso de queja
El recurso de queja es aquel que tiene por exclusiva finalidad corregir las
faltas o abusos graves cometidos en la dictación de resoluciones de carácter
jurisdiccional. Sólo procede cuando la falta o abuso se comete en sentencia
interlocutoria que ponga fin al juicio o haga imposible su continuación
o definitiva, y que no sean susceptibles de recurso alguno, ordinario o
extraordinario.15 El conocimiento del recurso de queja corresponde al tribunal
superior jerárquico de aquel que dictó la resolución recurrida. En atención
a ello las hipótesis a problematizar respecto a la procedencia del recurso
de queja son las siguientes: i) sentencia de nulidad dictada por una corte
de apelaciones; ii) sentencia de reemplazo dictada en los casos del artículo
385 Código Procesal Penal; iii) sentencia que falla el recurso de apelación
deducido en contra de una sentencia dictada en procedimiento abreviado, y
iv) otras resoluciones.
En relación con la primera hipótesis, cabe concluir que el recurso en cues-
tión no es procedente respecto de la sentencia de nulidad. En efecto, dicha re-
solución no es una sentencia definitiva en términos del inciso 2° del artículo 158
del Código de Procedimiento Civil16, ya que si bien resuelve la cuestión o asunto
15 Art. 545 inc. 1° COT.
16 Art. 158 CPC inc. 2°: “Es sentencia definitiva la que pone fin a la instancia, resolviendo la cuestión
o asunto que ha sido objeto del juicio”.
388 ALEJANDRO AWAD, MARCOS CONTRERAS, MIGUEL SCHÜRMANN
objeto del juicio no pone fin a la instancia, por la sencilla razón de que el conoci-
miento del recurso de nulidad no constituye instancia17. Asimismo, la sentencia
de nulidad tampoco falla un incidente, razón por la cual tampoco es una sen-
tencia interlocutoria18. Del mismo modo, la sentencia de reemplazo dictada en
los casos del artículo 385 del Código Procesal Penal19 tampoco es recurrible de
queja, ya que tampoco se trata de una sentencia definitiva ni de una sentencia
interlocutoria. En efecto, la sentencia de reemplazo es una mera consecuencia
de la sentencia que acoge un recurso de nulidad, de tal manera que no ha hecho
más que poner fin al recurso de nulidad y no ha puesto término a una instancia
que no se ha producido20. Por lo demás, tanto respecto de la hipótesis primera
como de la segunda, puede aducirse la regla establecida en el artículo 387 del
Código Procesal Penal que señala que la resolución que fallare un recurso de
nulidad no será susceptible de recurso alguno.
Respecto de la sentencia de segunda instancia en el procedimiento
abreviado, se verifica la satisfacción de los requisitos que hacen procedente
el recurso de queja. En efecto, se trata de una sentencia definitiva respecto de
la cual no proceden (otros) recursos, razón por la cual no existiría óbice para
afirmar la procedencia del recurso de queja conforme a la definición legal del
artículo 545 del Código Orgánico de Tribunales. Estimamos que el intento
de limitar la aplicación del recurso de queja sólo a la sentencia condenatoria
de segunda instancia en el abreviado, por el expediente de considerar que el
derecho al recurso es una garantía reconocida al individuo sometido a perse-
cución penal21, sólo resultaría de recibo si es que, coherentemente, también se
excluyere la facultad del Ministerio Público y del querellante de recurrir de
nulidad en contra de la sentencia condenatoria. Nos parece que deslizar ese
argumento sin vislumbrar su efecto expansivo no es correcto.
Respecto de las otras resoluciones que pueden ser dictadas por la Cor-
te de Apelaciones en segunda instancia, cabe señalar que la procedencia del
recurso de queja habrá de juzgarse caso a caso conforme a los criterios ya
esbozados más arriba. Nos referimos acá a: a) las resoluciones dictadas por el
17 Esto también porque la noción de instancia aparece indisolublemente ligada al recurso de
apelación.
18 Art. 158 CPC inc. 3°: “Es sentencia interlocutoria la que falla un incidente del juicio, estableciendo
derechos permanentes a favor de las partes, o resuelve sobre algún trámite que debe servir de base
en el pronunciamiento de una sentencia definitiva o interlocutoria”.
19 Art. 385 inc. 1° del CPP: “La Corte podrá invalidar sólo la sentencia y dictar, sin nueva audiencia
pero separadamente, la sentencia de reemplazo que se conformare a la ley, si la causal de nulidad
no se refiriere a formalidades del juicio ni a los hechos y circunstancias que se hubieren dado por
probados, sino se debiere a que el fallo hubiere calificado de delito un hecho que la ley no considerare
tal, aplicado una pena cuando no procediere aplicar pena alguna, o impuesto una superior a la que
legalmente correspondiere.”
20 Cfr. Arias, Cristián, “El recurso de queja en el nuevo procedimiento penal”, en Revista de Estudios
de la Justicia N° 1, 2002, pp. 162 y 163.
21 Para el desarrollo de esa tesis, vid., Arias, ibid., pp. 168 y ss.
PROCESO PENAL 389
nos del artículo 377 del Código Procesal Penal”; y (ii) respecto de la infracción
de la presunción inocencia, la Corte estimó que no se indicó adecuadamente
el tratado internacional ni la norma que habría sido vulnerada, ni la forma en
que ello se habría producido. Dado que las otras causales de nulidad deduci-
das –motivos absolutos-, no son de competencia de la Corte Suprema, resuel-
ve remitir los antecedentes a la corte de apelaciones respectiva.
En contra Díaz Gómez, de acuerdo a lo indicado en la relación realizada
en la resolución que se pronuncia sobre la admisibilidad del recurso, la nuli-
dad fue deducida por la parte querellante en contra de la sentencia absolutoria
fundando el recurso en el artículo 173 b) (sic) del Código Procesal Penal, toda
vez que no le permitieron presentar como prueba la publicación del diario en
donde se habrían proferido expresiones injuriosas, pese a ser acompañado en
la querella. El recurrente califica esta omisión como una infracción al derecho
a acompañar documentos y la igualdad ante la Ley. La Corte Suprema en este
caso afirmó que el recurso así planteado no puede admitirse,
por no coincidir la causal con los motivos de nulidad en que se funda, que miran a la in-
fracción de disposiciones constitucionales, de manera que no cumple en la especie con lo
prescrito en el artículo 372 del mismo código, en cuanto a que el recurso sólo procede por
las causales expresamente señaladas en la ley…” “de tal manera que éste queda privado de
fundamentos de derecho, motivo por el cual no podrá admitírsele.
Asimismo, el artículo 383 del referido Código contempla este supuesto como
un requisito específico de admisibilidad del recurso, encontrándose habilitado
para no entrar en conocimiento del fondo en el evento de que no concurra
la oportuna preparación del mismo. El segundo fundamento es un déficit
argumentativo del recurso que será analizado a continuación.
Tanto el segundo razonamiento seguido en contra Rodríguez Saave-
dra, como los fundamentos de la inadmisibilidad sustentados en contra Díaz
Gómez, contra López Chirino y contra Muñoz Moreau, se da cuenta de una
extralimitación de la Corte Suprema en el ejercicio de su competencia para
26 López / Horvitz, op. cit., p. 434, quienes a su vez citan en apoyo de esta postura a Maturana
Miquel, Cristián. Los recursos, Central de Apuntes, Facultad de Derecho, Universidad de Chile,
Santiago, 2003.
PROCESO PENAL 393
fundados en estas causales, sin explicitar debidamente por qué admiten unos
y remiten otros. Sin la explicitación de este criterio, no es posible delinear la
práctica de los recurrentes en cuanto a cuál es el tribunal competente para
conocer del recurso de nulidad fundado en estas alegaciones.
27 Así textualmente en contra Bolvarán Rojas. En términos casi idénticos –agregando una referencia
a los tratados internacionales y quitando la referencia al debido proceso- en contra Lara Moreau. En
términos muy similares también resuelve la Corte en contra Meza Viveros, en la parte de la resolución
que se pronuncia sobre dicho recurso.
28 “[…] se ha rendido prueba de descargo que es contradictoria o al menos equivalente a la
incriminatoria; sostiene que el fallo hace un análisis confuso y conjunto de tales pruebas, lo que ha
permitido condenar sin que ellas resulten suficientes al efecto, infringiendo así el estado de inocencia”.
29 “[…] se ha vulnerado la garantía de no ser incriminado en un proceso legalmente tramitado,
con respecto a la presunción de inocencia, que sólo puede ser destruida por pruebas legalmente
producidas en la audiencia del juicio oral, carácter que no tienen las presunciones con que en la
especie se tuvo por acreditada la participación del recurrente”.
30 “[…] debido proceso y a la supuesta infracción al principio de inocencia que estaría representada
porque a su juicio el fallo contiene frases que implican la exigencia de acreditar su inocencia, y esta
equivocada aplicación de la ley que llevó a que el tribunal apreciara equivocadamente la prueba
rendida […]”.
PROCESO PENAL 397
en ocasiones, que de ser efectivos los hechos que fundan el recurso, estos
más bien constituyen el motivo absoluto de nulidad previsto en el artículo
374 c) del código. Conforme a ello, la Corte Suprema ha decidido en algunos
casos remitir los antecedentes a las cortes de apelaciones respectivas para que
ellas, en caso de declararlos admisibles, conozcan y resuelvan los recursos de
nulidad deducidos.
En este sentido se resolvieron en control de admisibilidad los recursos
de nulidad deducidos en contra Justiniano Araneda y contra Calle Llave. En
el primer caso, el recurso se fundó en el artículo 373 letra a) alegándose que
se vulneró la garantía del debido proceso porque la inconcurrencia de una
testigo al juicio oral impidió que fuera contrainterrogado pues sólo se supo
de su intervención en los hechos por medio de las declaraciones de la policía
y porque la defensa no tuvo cabal conocimiento de los hechos que constituían
la acusación al no haber declarado los policías ante el Ministerio Público. En
contra Calle Llave, en tanto, la defensa recurrió de nulidad fundando el recur-
so, en primer término, en la vulneración de la garantía del debido proceso por-
que la intervención del juez presidente mientras se interrogaba a uno de los
aprehensores vulneró su derecho a defensa. En ambos casos, la Corte Supre-
ma resolvió el asunto sometido a su decisión con la misma fórmula, a saber;
Que los argumentos esgrimidos por el recurrente para invocar la causal de la letra a) del
artículo 373 del Código Procesal Penal como fundamento de su recurso y de la Compe-
tencia de esta Corte Suprema para conocerlo, se refieren básicamente a problemas rela-
tivos a la imposibilidad de adecuada defensa y, aun cuando se les ha mencionado como
constitutivos de infracción a derechos asegurados en la Constitución Política y en trata-
dos internacionales vigentes en Chile, estima este Tribunal que ellos podrían configurar
la causal de nulidad absoluta prevista en la letra c) del artículo 374 del Código Procesal
Penal, por cuyo motivo se procederá en conformidad a lo dispuesto en el artículo 383
inciso tercero letra a) del mismo código.
En relación con esta decisión, cabe señalar que la Corte rehúye la resolución
del verdadero problema planteado, esto es, si la imposibilidad jurídica en que
se vio la defensa de examinar a la víctima de un delito de violación, puede
constituir o no una afectación al derecho a defensa y, más concretamente, si
podría configurar la causal del artículo 374 c), caso en el cual el conocimiento
del recurso debiese remitirse a la Corte de Apelaciones. En ese sentido, la
pregunta relevante para efectos de determinación del órgano jurisdiccional
competente –que la Corte Suprema no se formuló– es si lo alegado en el
recurso puede constituir impedimento de alguna facultad legal del defensor.
En ese sentido, la respuesta vendrá dada por el alcance del artículo 197 del
Código Procesal Penal31, alcance que debería ser concretado por la Corte de
31 Art. 197 CPP: Exámenes corporales. Si fuere necesario para constatar circunstancias relevantes
para la investigación, podrán efectuarse exámenes corporales del imputado o del ofendido por el
hecho punible, tales como pruebas de carácter biológico, extracciones de sangre u otros análogos,
siempre que no fuere de temer menoscabo para la salud o dignidad del interesado.
Si la persona que ha de ser objeto del examen, apercibida de sus derechos, consintiere en hacerlo,
el fiscal o la policía ordenará que se practique sin más trámite. En caso de negarse, se solicitará la
correspondiente autorización judicial, exponiéndose al juez las razones del rechazo.
El juez de garantía autorizará la práctica de la diligencia siempre que se cumplieren las condiciones
señaladas en el inciso primero.
402 ALEJANDRO AWAD, MARCOS CONTRERAS, MIGUEL SCHÜRMANN
persona pueda contar con una defensa jurídica y también le asegura su conveniente ejer-
cicio en el conflicto en orden a que desarrolle dicho profesional su defensa con la debida
libertad para hacer valer sus pretensiones y excepciones, sin que para estos efectos se vea
afectado por actos de otros que le impidan, restrinjan o perturben esa actividad, situa-
ciones que en caso alguno pueden producirse con respecto de los defectos que critica el
recurso y que conciernen a la forma de actuar de los juristas en el procedimiento, desde
el momento que cada defensor es libre de elegir la estrategia procesal que estime condu-
cente a los fines correspondientes…no pudiendo, en consecuencia, entrar a pronunciarse
acerca de la calidad de la defensa, por ser una cuestión que abiertamente excede las fa-
cultades de este tribunal.
Que por lo demás, de la sentencia de fs. 1 se desprende que el abogado defensor
designado por el propio sentenciado tuvo una activa participación en su defensa, sin que
haya sufrido tropiezo alguno en su desempeño profesional. Así, en dicho fallo aparece
la actuación del defensor privado en la audiencia de preparación del juicio oral y ésta en
su alegato de apertura sostuvo que su defendido no ha tenido participación alguna en el
ilícito investigado, tesis concordante con la declaración de éste, contrainterroga a testigos
presentados por el Ministerio Público como a los de otro acusado, rinde prueba testimo-
nial y abundante prueba documental, por lo que no puede alegarse violación del derecho
a la defensa.
34 Vid., Bascuñán Rodríguez, Antonio, “Derechos fundamentales y derecho penal”, en Revista de
Estudios de la Justicia, N° 9, 2007, p. 47. 35 López / Horvitz, op. cit., pp. 404 y ss.
36
Bofill en 2 Com, pp. 702 y ss. 37 López/ Horvitz, ibid., pp.406-407.
PROCESO PENAL 405
Las razones expuestas nos llevan a considerar que los recursos impetrados
en virtud de esta causal por fiscales o acusadores particulares deben ser
declarados inadmisibles por la Corte Suprema, sin que –y en esto disentimos
de lo sostenido en la sentencia del 2002 recién citada- resulte pertinente
evaluar el mérito de las razones que fundamentan el recurso.
La actitud evasiva de la Corte Suprema parece haber alcanzado el pa-
roxismo durante el año 2005. En este periodo se resolvieron cinco recursos
basados en la letra a) del artículo 373 por intervinientes distintos al condena-
do. Sólo uno de ellos fue declarado inadmisible, en todo caso por cuestiones
distintas a la falta de legitimidad activa de los impetrantes. Otros dos fueron
declarados admisibles y, posteriormente, rechazados, aunque también por
motivos distintos a los discutidos en esta sección. Por último, dos de ellos
fueron acogidos, de los cuales sólo uno lo fue en virtud de la causal relativa a
la infracción de garantías.
Curiosamente, dos de los fallos aludidos contaron con la aprobación
del Ministro Cury, que sólo tres años antes se expresara tan elocuentemen-
te en contra de la procedencia general del recurso a favor de los acusadores
–aunque, como dijimos, abriéndose a casos excepcionales-, dato que parece
ser indicativo de una lamentable tendencia de la Corte Suprema a inclinarse
a favor de la titularidad activa del Ministerio Público y del querellante para
impetrar el recurso de nulidad por infracción de derechos y garantías.
De todas las sentencias señaladas, sólo en una de ellas se tematizó la
legitimidad activa del Ministerio Público y de los querellantes. Ello sucedió
en contra Troncoso Robles y otros a propósito de una presentación de la defensa
para que se declararan inadmisibles los recursos presentados por el Ministe-
rio Público, el Ministerio del Interior como acusador particular y otros dos
acusadores adhesivos, para anular la sentencia que había absuelto a todos los
imputados en un caso de asociación ilícita para cometer atentados terroristas
y otros delitos. La Corte Suprema se hizo cargo de los argumentos de forma
algo enigmática:
[…] debe tenerse presente lo señalado en el considerando anterior, en el sentido de que
esta Corte al acoger el recurso por la causal del artículo 374 letra e) no tiene por qué
pronunciarse sobre las restantes causales invocadas, y por cuanto la objeción formulada
podría, en el mejor de los casos afectar al Ministerio Público, y hasta al acusador parti-
cular, pero no a los querellantes particulares quienes plantean más o menos las mismas
causales de nulidad que el Ministerio Público y el Ministerio del Interior, razón por la
cual tampoco podría prosperar la solicitud que se ha hecho.
Hay al menos dos cuestiones que vale la pena resaltar de esta postura del
máximo tribunal. La primera es que se equivoca al sostener que, en la medida
que acoja una causal del artículo 374 puede no pronunciarse respecto de la
admisibilidad de la causal en virtud de la cual tiene competencia para resolver
cualquier recurso de nulidad. En verdad, frente a un recurso de nulidad como
406 ALEJANDRO AWAD, MARCOS CONTRERAS, MIGUEL SCHÜRMANN
éste, basado en el artículo 373 a) y una o más causales del 374, en que se
estime que no es admisible la primera, la Corte Suprema tiene solamente dos
alternativas: declarar inadmisible el recurso o, si se da la hipótesis de la letra c)
del artículo 383, que explícita y específicamente resuelve el punto, remitirlo a
la Corte de Apelaciones competente. Acá el error de la Corte Suprema parece
ser flagrante.
La segunda cuestión que amerita un comentario es la distinción que
hace la Corte Suprema entre el Ministerio Público y el Ministerio del Interior,
por una parte, y los demás querellantes recurrentes. Aunque el fallo no funda-
menta por qué el segundo grupo estaría en mejor posición que el primero en
términos de su posición como legitimados activos para recurrir de nulidad en
virtud de la letra a) del artículo 373, con algo de imaginación se puede inferir
que lo que los distingue es su calidad de órganos estatales. Debe reconocerse
que esta hipótesis está lejos de ser segura puesto que uno de los dos “quere-
llantes particulares” era el Alcalde de la Municipalidad de Temuco. En todo
caso, igualmente resulta necesario en esta parte referirse a si efectivamente la
falta de titularidad del Ministerio Público para impetrar el recurso de nulidad
por infracción de garantías deriva de su calidad de órgano público, o, puesto
de otro modo, si los acusadores particulares o adhesivos, a diferencia del Mi-
nisterio Público, tienen legitimidad activa para impetrar el mentado recurso.
La respuesta debe ser negativa. Es cierto que los derechos fundamen-
tales, en general, protegen a las personas frente a las intromisiones del Estado,
y por lo tanto es sensato estimar que los órganos públicos no disponen de la
protección que ellos brindan, a diferencia del resto de las personas. Tratándo-
se, sin embargo, de los derechos y garantías aludidas en la letra a) del artículo
373, ellos están llamados a resguardar específicamente al imputado que en-
frenta al poder persecutorio de la potestad punitiva, y no a cualquier persona.
Por ello, debe negarse, según explicitáramos al principio de esta sección, que
el querellante particular sea legitimado activo en virtud de la causal comen-
tada, estando a este respecto en la misma posición que el Ministerio Público.
Por último, en el procedimiento de acción privada contra Kuncar Siade,
en que se acogió el recurso de nulidad por infracción y garantías al no haberse
admitido rendir durante el juicio oral la prueba presentada oportunamente
en la querella, no aparece ninguna reflexión en torno a la legitimidad activa
del querellante para invocar esta causal de nulidad, dándosela por hecho.
42 Guzmán, Nicolás. La verdad en el proceso penal, una contribución a la epistemología jurídica. Editores
del Puerto. 2011, p. 203. 43 Ibid. pp. 147 y ss.
PROCESO PENAL 411
presentada por los entes acusadores, en el evento que se dicte una sentencia
condenatoria.
En contra Herrera Yáñez, también se afirma por parte de los recurrentes
una infracción al derecho de defensa. La Corte identifica el argumento de los
recurrentes, en este aspecto, en los siguientes términos
[l]o que en definitiva reprochan los defensores de los condenados es que quienes testi-
moniaron en el juicio oral respecto de lo oído por ellos en la reconstitución de escena,
no lo hayan declarado previamente ante el fiscal, dejando éste registro de la diligencia,
omisión que, en su concepto, les habría impedido conocer el alcance real de la investiga-
ción, confrontar sus declaraciones en el juicio con aquellas previas a éste y preparar un
adecuado contrainterrogatorio de los testigos.
Al conocer de este recurso, la Corte señaló que la pretensión debe ser desechada
porque no existe regla legal alguna que contemple el requisito de interrogación
previa al juicio oral de los testigos que presente la parte acusadora. Para ello
revisa la aplicabilidad –descartándola- de los artículos 77, 93 e, 180, 181, 227
y 259 f del Código Procesal Penal, confirmando de ese modo su conclusión
de que ninguna de dichas normas establecería la obligación de interrogar
previamente a los testigos que ofrece la parte acusadora al juicio oral.
El razonamiento seguido por la Corte en esta resolución no resulta ade-
cuado a nuestra regulación legal, ni a la literalidad de los preceptos legales y
supralegales pertinentes, ni a una comprensión sistemática, dado que sólo el
registro adecuado de los antecedentes permite realizar un verdadero juicio
oral contradictorio. Tal como ya se ha señalado, el contradictorio es uno de
los principios formativos de mayor relevancia en el juicio oral y constituye una
de las consecuencias más relevantes de la implementación de un sistema de
juzgamiento criminal de carácter acusatorio. Tal como lo ha sostenido la doc-
trina45, el deber de registro es esencial para el ejercicio adecuado del derecho a
defensa. Son innumerables los derechos del imputado y de la defensa que se
imposibilitan de ejercer si el Ministerio Público no cumple con el deber legal
de registro de sus actuaciones previsto en el artículo 227 del Código Procesal
Penal. Por de pronto, los revisados por la propia resolución de la Corte: (i) el
derecho a conocer el contenido de la investigación en los términos previstos
por el artículo 93 e) del código y el artículo 8 de la Convención Americana de
Derechos Humanos; (ii) el derecho a discutir la pertinencia y procedencia de
la prueba testimonial del Ministerio Público en la audiencia de preparación
de juicio oral, de acuerdo al artículo 276 del Código Procesal Penal; y (iii) el
derecho a controvertir la prueba de cargo, ya sea mediante un contrainterro-
gatorio o mediante la aportación de otra prueba que desacredite lo afirmado
45 En este sentido Bofill Genzsch, Jorge, “Alcance de la obligación del fiscal de registrar sus
actuaciones durante la investigación. Consecuencias de su incumplimiento en las diferentes etapas
del procedimiento”, en Revista de Estudios de la Justicia, N° 6, pp. 45-61.
414 ALEJANDRO AWAD, MARCOS CONTRERAS, MIGUEL SCHÜRMANN
por quien declara sin registro previo, todo ello en virtud del artículo 330 del
Código Procesal Penal y 8° del citado pacto de derecho humanos.
Por las graves consecuencias que le produce al imputado y su defensa
la carencia de un registro previo de la declaración de un testigo en el juicio, es
evidente que no es suficiente la afirmación en el sentido de que “en el caso que
nos ocupa, el Ministerio Público no tomó declaración previa a los referidos
funcionarios, por tanto, nada se registró en este sentido”. Es evidente que el
fiscal a cargo del caso tomó conocimiento del rendimiento del testigo antes
de ofrecerlo a declarar en el juicio oral. La única posibilidad de limitar la re-
levancia del conocimiento privado, la opacidad en la investigación y permitir
el respeto del derecho a defensa, es exigir al Ministerio Público que registre
todas sus comunicaciones con las personas que pretende ofrecer como tes-
tigos para el juicio oral, dando cumplimiento estricto a lo establecido en el
artículo 227 del Código Procesal Penal, tenga dicha comunicación el carácter
de “declaración” o no, cuestión que no puede quedar entregada a la decisión
del Ministerio Público sin control alguno posible para la defensa.
preparación del juicio oral. Así, el recurso se rechaza por ser extemporáneo
en este aspecto.
En la cita de la resolución se recoge una interesante discusión acerca
de si el juicio oral es una oportunidad idónea para reclamar de la ilicitud de
la prueba ya aceptada en el auto de apertura del juicio oral. Tanto el tribunal
de juicio oral en lo penal de Arica como la Corte Suprema adoptan la tesis
de que el Juicio Oral no sería la oportunidad para impugnar la recepción o
valoración de la prueba ya aceptada en la audiencia de preparación del jui-
cio oral. Sin embargo, esta postura es inadmisible. En contra de esta tesis, y
acertadamente en nuestro parecer, el profesor Héctor Hernández ha sosteni-
do que el fundamento ético de la exclusión de prueba ilícita impide que un
tribunal considere en su valoración una prueba sabiendo que se ha obtenido
ilícitamente, la imposibilidad de dictar sentencias condenatorias valiéndose
de dichas pruebas también alcanza a los jueces que conocen del juicio oral47.
Por su parte, en contra Villareal Villalobos, la segunda causal de nuli-
dad invocada por el recurrente consistió en que el Ministerio Público habría
incorporado al juicio oral antecedentes obtenidos infringiendo el derecho fun-
damental previsto en el artículo 19 N° 5 de la Constitución Política de la Repú-
blica, esto es, el derecho a la inviolabilidad del hogar y de toda forma de comu-
nicación privada. Este derecho se habría vulnerado dado que durante la etapa
de investigación se decretó una orden de entrada, registro e incautación para
ser cumplida en el inmueble del imputado por la policía en el marco de una
investigación por un delito de estafa. En dicha orden no se habría autorizado
a la policía para incautar objetos o documentos que digan relación con hechos
que configurarían otros delitos. La policía, sin embargo, se habría excedido en
este encargo incautando objetos y documentos vinculados a otro hecho puni-
ble, calificados por el tribunal como ejercicio ilegal de la profesión, sin proceder
de acuerdo a lo dispuesto por el artículo 215 del Código Procesal Penal, es decir,
sin requerir una nueva autorización judicial para recoger dichos objetos o do-
cumentos. La Corte, al resolver este recurso, al igual que el anterior comentado,
lo rechaza por no haberse acreditado el cumplimiento de la preparación del
recurso de nulidad de acuerdo a lo previsto por el artículo 377 del código.
Este caso resulta aún más llamativo que el anterior porque el recurren-
te sí ofreció rendir prueba para acreditar este aspecto, sin embargo, la Corte
estimó que, en cuanto a la verificación del vicio reclamado,
[…] si bien se formuló petición de prueba, ésta fue rechazada por no haberse indicado
con claridad qué hechos debían acreditarse con la prueba ofrecida, dado que se esgrimie-
ron al respecto tres causales de nulidad […] por lo que esta deficiencia procesal impide al
tribunal verificar si en realidad los hechos fundantes de la infracción constitucional que
se invoca efectivamente ocurrieron.
47 Así, en Hernández, Héctor, “La exclusión de la Prueba ilícita en el Nuevo Proceso Penal Chileno”,
en Colección de Investigaciones jurídicas, Universidad Alberto Hurtado, 2005, pp. 89 y ss.
PROCESO PENAL 417
la preparación del recurso? Sí, en el artículo 377 del código. Ahora, ¿Cómo
se acredita el cumplimiento de este requisito? De acuerdo a la Corte Supre-
ma, en el escrito de interposición del recurso se debe ofrecer prueba sobre
el mismo, sin embargo, el artículo 381 del Código Procesal Penal establece
como antecedentes que deben ser remitidos al conceder el recurso de nulidad,
“copia de la sentencia definitiva, del registro de la audiencia de juicio oral o de
las actuaciones determinadas de ella que se impugnaren, y del escrito en que
se hubiere interpuesto el recurso”. Dado que, de acuerdo al artículo 383 del
código, la falta de preparación constituye una causal de inadmisibilidad del
recurso, la preparación del mismo debe ser acreditado con los antecedentes
con que la Corte cuenta al momento de pronunciarse sobre la admisibilidad
del recurso, esto es, con los ya indicados por el artículo 381 del código, por
lo que no cabe ofrecimiento ni rendición de prueba por parte del recurrente
acerca de la preparación del recurso. Y, en el mismo sentido, hierra la Corte
al evitar pronunciarse sobre un recurso de nulidad por falta de acreditación
de la causal si es la misma Corte la que decide privar de dicha posibilidad al
recurrente sin base legal.
Así, es evidente que estas restricciones formales autoimpuestas por la
Corte le impidieron pronunciarse sobre aspectos de la mayor importancia
para legitimidad del proceso penal y los límites jurisdiccionales de los actos
investigativos. Sin perjuicio de que la resolución de la Corte no permite de-
terminar si en contra Trujillo Reyes efectivamente las interceptaciones telefó-
nicas se realizaron al margen de la legalidad, ni en contra Villareal Villalobos
si la incautación de los objetos y documentos se realizó en contravención de
lo dispuesto por el artículo 215 del Código Procesal Penal, lo esperable para
el buen funcionamiento del sistema es que la Corte dirima estos conflictos
estableciendo lineamientos claros sobre los límites de estas actividades inves-
tigativas, lo que en estos casos optó por omitir.
Por su parte, la primera causal de nulidad deducida en el recurso de
resuelto en el fallo de nulidad seguido en contra Herrera Yáñez plantea un
problema diverso a los anteriores. Las defensas de los imputados sostienen
que se habrían infringido sustancialmente sus derechos y garantías funda-
mentales, en los términos previstos por el artículo 373 a) del Código Procesal
Penal, dado que se habría omitido la lectura de derechos desde el inicio de
los interrogatorios de los imputados y se habría ejercido apremios ilegítimos,
consistentes en declarar por más de ocho horas en dependencias de la policía,
impidiéndoseles la comunicación entre ellos y con terceros, manteniéndo-
los mirando hacia un muro y, finalmente, por haber padecido interrogato-
rios guiados y ordenados por los policías. En dicha declaración, uno de los
imputados habría reconocido participación en el delito, imputando también
responsabilidad al otro coimputado. Esta declaración habría sido ratificada
en una diligencia de reconstitución de escena llevada adelante días después y,
PROCESO PENAL 419
Dado que la Corte estima que la diligencia impugnada fue realizada lícitamente,
no se cuestiona la legitimidad de las restantes diligencias que de ella se derivan.
Parece errado que ante el cuestionamiento de la legalidad de la de-
claración de los imputados ante funcionarios oficiales, la Corte no evalúe la
conducta de dichos funcionarios de acuerdo a normas legales especialmente
establecidas para limitar sus facultades, resolviendo el asunto sometido a su
conocimiento mediante la aceptación de los dichos del Ministerio Público en
estrados y la calificación de las alegaciones como “incomodidades o molestias”.
El artículo 196 regula el tratamiento que debe dársele a las declaraciones de
imputados que se prolonguen por mucho tiempo, indicando que en dichos
casos se deberá conceder el descanso prudente y necesario para su recupera-
ción, lo que deberá ser registrado, tanto de acuerdo a lo dispuesto en el inciso
segundo del citado artículo, como en lo dispuesto en los artículos 227 y 228
todos del Código Procesal Penal. El recurrente sostiene que el interrogatorio
se extendió por ocho horas, lo que parece calificar como “mucho tiempo” de
acuerdo al citado artículo, por lo que en rigor cabía a la Corte evaluar si se
dio cumplimiento al deber de otorgar el adecuado descanso. Por su parte, la
Corte tampoco cuestiona el hecho de que la policía haya realizado un com-
pleto y complejo interrogatorio de los imputados en la causa sin ceñirse a la
420 ALEJANDRO AWAD, MARCOS CONTRERAS, MIGUEL SCHÜRMANN
saberlo con certeza, el fallo parece incurrir en una curiosa confusión a partir
de una incorrecta fundamentación de la acción por parte del amparado.
El caso, resumido para los propósitos de este comentario, es el siguiente.
Luego de haber sido condenada por el delito de robo con violencia sin conce-
dérsele los beneficios de la ley 18216, se decretó, por parte del tribunal oral en
lo penal, la medida cautelar personal de prisión preventiva contra la acusada.
Frente a esta resolución del tribunal de instancia, la condenada interpuso una
acción de amparo aduciendo dos argumentos, uno de los cuales, vinculado al
artículo 355 del Código Procesal Penal, es correcto, en circunstancias que el
otro, referido al artículo 141 del mismo código, a pesar de ser impertinente, fue
recogido por la Corte de Apelaciones de Antofagasta y por la Corte Suprema.
La primera para desechar el recurso de amparo y la segunda para acogerlo.
El primer argumento de la defensa de la amparada fue sostener que,
dado que la condenada había cumplido invariablemente las medidas cautela-
res del artículo 155 del Código Procesal Penal que pesaban sobre ella, no co-
rrespondía recurrir a la prisión preventiva ya que ello se oponía a lo dispuesto
por el inciso 4° del artículo 141 (actual inciso segundo del artículo aludido,
luego de la modificación operada por la ley 20074 del año 2005), que establece
que “[p]odrá en todo caso decretarse la prisión preventiva en los eventos pre-
vistos en el inciso anterior cuando el imputado hubiere incumplido alguna de
las medidas cautelares previstas en el párrafo 6° de este título […]”. Lo que no
señaló la recurrente es que dicha regla constituye una excepción frente a los
casos en que no procede la prisión preventiva. De hecho, el artículo 141 lleva
por nombre el de “Improcedencia de la prisión preventiva” .
Por la razón anotada, es que, el tribunal oral en lo penal de Antofagasta,
en el informe remitido a la Corte de Apelaciones, desechó la pertinencia de
ese argumento, sosteniendo correctamente que el caso de la condenada no
era de aquellos contemplados en las letras a), b) y c) del inciso 2° del artículo
141 (actual inciso 1°) por lo que la referencia a dicha regla no era atingente, sin
que fuera necesario considerar mayormente el cumplimiento de las exigencias
establecidas por ella.
La Corte de Apelaciones, curiosamente, luego de pasar revista tanto al
argumento de la amparada, como a su refutación por parte del tribunal in-
formante, agrega una razón adicional para oponerse a la alegación de la recu-
rrente, sin percatarse, aparentemente, de que al hacerlo, le estaba concediendo
el erróneo punto de partida al argumento que pretendía impugnar. El funda-
mento adicionado por la Corte de Apelaciones es que, de acuerdo al mismo
inciso cuarto del artículo 141, no sólo frente al incumplimiento del imputado
de las medidas cautelares puede decretarse la prisión preventiva sino también
cuando –y acá la resolución de la Corte de Apelaciones cita la disposición
legal- “cuando el tribunal considere que el imputado pudiere incumplir” su
obligación de permanecer en lugar del juicio hasta su término y presentarse
422 ALEJANDRO AWAD, MARCOS CONTRERAS, MIGUEL SCHÜRMANN
cautelar excepcional de ultima ratio, tal como la califica el artículo 149 del
Código Procesal Penal.
Como sea, la línea de análisis más provechosa que deja entrever este
fallo corresponde al segundo argumento planteado por el amparado, consis-
tente en que la resolución que decretó la prisión preventiva de la condenada
infringiría lo dispuesto por el artículo 355 del Código Procesal Penal. Antes
de analizar cómo se hizo cargo la Corte Suprema de este argumento, interesa
analizar el modo en que él fue contestado por el tribunal oral en lo penal, en
el informe evacuado a la Corte de Apelaciones, y por la Corte de Apelaciones,
al fallar la primera instancia de la acción de amparo en comento.
Tanto el tribunal oral en lo penal como la Corte de Apelaciones enten-
dieron que decretar la prisión preventiva después de dictada la sentencia con-
denatoria con cumplimiento efectivo no vulneraba lo prescrito por el artículo
355 del Código Procesal Penal, ya que, en su concepción, esta disposición im-
pide la ejecución de sentencias condenatorias antes de que ellas se encuentren
firmes, y en el caso en comento no es eso lo que sucedió, sino que se dictó una
medida cautelar personal, lo que no resulta prohibido por el artículo invocado
por la amparada.
Aunque la Corte Suprema no cita la regla del artículo 355 para acoger
el amparo, se puede advertir que uno de los dos argumentos en base a los
cuales acoge el recurso está basado en dicha disposición. Como se verá a con-
tinuación, sin embargo, si bien la conclusión a que llega el fallo comentado es
correcta, el argumento malentiende el problema sometido a su conocimiento.
Que la resolución por la cual se recurre de amparo aparece arbitraria al no constar ni ha-
cerse valer ningún cambio en la situación procesal de la imputada puesto que la sentencia
dictada por el Tribunal Oral en lo Penal no se encuentra ejecutoriada
consultar al artículo 4º del Código Procesal Penal, que establece a nivel legal el
crucial principio presunción de inocencia al prescribir que “ninguna persona
será considerada culpable ni tratada como tal en tanto no fuera condenada
por sentencia firme”.
Todos los tribunales que intervinieron en el asunto analizado, aunque
sin citar al artículo 4º del Código Procesal Penal, parecen estar de acuerdo en
esta afirmación. La Corte de Apelaciones y el tribunal oral en lo penal parten
de esta idea para oponerse al argumento del recurrente, argumentando que en
la especie no se ha ejecutado la sentencia condenatoria (de presidio efectivo)
sino que se ha decretado una medida cautelar de prisión preventiva, para que
el condenado quede privado de libertad hasta que empiece a cumplir la pena
que la fue impuesta en la sentencia definitiva.
La Corte Suprema, a partir de la constatación de que la sentencia defi-
nitiva, no se encuentra ejecutoriada, concluye que “no hay ningún cambio de
la situación procesal de la imputada” y que por lo tanto no se justifica la im-
posición de la prisión preventiva. En rigor, lo sostenido por la Corte Suprema
es erróneo. La sentencia condenatoria es sin duda un hecho institucional de
la mayor importancia, en base a la cual un acusado pasa a tener la calidad de
condenado. Como sea, uno podría reservar este apelativo a quien ha sido con-
denado por una sentencia firme, pero eso no es lo sustancial. Desde el punto
de vista de los presupuestos de aplicación de la prisión preventiva, a su vez, se
trata de un hecho crucial, ya que no sólo implica sin duda un indudable re-
forzamiento de la concurrencia de los presupuestos requeridos por las letras
a) y b) del artículo 140 del Código Procesal Penal sino que, desde el punto
de vista empírico, podría concederse el argumento del Tribunal Oral en lo
Penal cuando sostiene que la imposición de una condena de prisión efectiva
puede constituir un incentivo poderoso para que el acusado eluda los actos de
ejecución de la sentencia.
Las razones correctas para denegar la prisión preventiva son, sin em-
bargo, de orden normativo, no empírico. Por más que, como puede parecer,
sea plausible que una condena sin los beneficios de la ley 18216, constituya un
fuerte estímulo en orden a procurar evadir la acción de la justicia y, por ende,
incremente el peligro empírico de fuga, y, por más que se conceda que la con-
dena opere “un cambio en la situación procesal del imputado”, es el artículo
355, interpretado coherentemente con el 4° del Código Procesal Penal el que
impide decretar la prisión preventiva con el solo antecedente de una senten-
cia condenatoria. La conclusión contraria produciría que la presunción de
inocencia, que no se derrota hasta que queda firme la sentencia condenatoria,
quedara en manos de la mera discrecionalidad del tribunal, dejando de surtir
efectos la regla de que las sentencias condenatorias no han de ejecutarse hasta
que quedan ejecutoriadas. La prisión preventiva ocuparía así el inadmisible
lugar de un adelantamiento de la pena, en circunstancias que es el mismo
PROCESO PENAL 425
pena solicitada en la acusación fiscal sobre la base de que ésta habría excedido
la magnitud de la sanción legalmente aplicable. La enmienda solicitada por
la defensa y exigida posteriormente por el tribunal, reducía la pena a la de
presidio menor en su grado mínimo y por lo tanto hacía aplicable al caso el
procedimiento simplificado. El tribunal, en aplicación del inciso tercero del
mentado artículo 270, consideró que la pena solicitada por el Ministerio Pú-
blico constituía un vicio formal y en virtud de ello le concedió el plazo legal al
Ministerio Público para que lo subsanare sin que dentro de él, según señala
el informe de la Corte de Apelaciones de Punta Arenas, la Fiscalía cumpliera
con lo dispuesto por el juzgado de garantía. En virtud de esta situación el
tribunal de primera instancia decretó el sobreseimiento definitivo de la causa,
decisión que fue confirmada por la Corte de Apelaciones con motivo de la
apelación que interpuso el Ministerio Público. La decisión de la Corte motivó
el recurso de queja, acogido por el máximo tribunal, en virtud, de la siguiente
fundamentación:
[…] el Ministerio Público, quien luego de la investigación y ciñéndose a las exigencias
del artículo 259 del Código Procesal Penal, en orden a precisar las menciones que allí se
establecen, es quien debe señalar en su acusación el delito por el que requiere el castigo y
la pena que solicita. En este marco regulatorio, es quien determina el procedimiento, el
cual está íntimamente vinculado con la pena.
pone de dos grados. Por otra parte, el artículo 51 del mismo cuerpo normati-
vo establece que, tratándose del grado de ejecución correspondiente al delito
frustrado, debe rebajarse la pena en un grado. A partir de las reglas aludidas,
queda claro que si el Ministerio público hubiera solicitado la pena de presi-
dio menor en su grado máximo para el caso en cuestión hubiese cometido
un error ostensible susceptible de ser calificado como formal. En cambio, la
solicitud de presidio menor en su grado medio parece ubicarse, en principio,
dentro del rango legal. Por cierto, podría sostenerse que la rebaja de un grado
debe hacerse desde el grado más bajo contemplado por la pena del delito, en
este caso, desde presidio menor en su grado medio y que, por ende, la rebaja
del artículo 51 debiera significar que la pena aplicable sea la de presidio me-
nor en su grado mínimo. Lo que está fuera de dudas, es que el Ministerio
Público debe estar en posición de desarrollar este debate, oponiéndose a esta
última interpretación en la instancia correspondiente, y no a discutirlo en la
audiencia de preparación del juicio oral “a pretexto de concurrir vicios forma-
les” como señalaba, eso sí incondicionadamente, la Corte Suprema.
Dentro del rango de las penas prescritas por la ley, de hecho, todas las
consideraciones formuladas por la Corte Suprema, referidas a las prerrogati-
vas del Ministerio Público para solicitar la pena que estime pertinente, cobran
indiscutible vigencia. Fuera de dicho marco, en cambio, el Ministerio Público
excede sus potestades de persecución y por ende queda sometido al escrutinio
del juzgado de garantía.
Como corresponde a un recurso de queja una vez que ha quedado sen-
tado que la Corte de Apelaciones de Antofagasta decidió la cuestión puesta
en su conocimiento de manera incorrecta, le tocaba a la Corte Suprema deci-
dir si dicha falta o abuso era grave en los términos del artículo 545 del Código
Orgánico de Tribunales, análisis que la Corte Suprema no emprendió. Curio-
samente, la sentencia de la Corte Suprema analizada acá, no fundamentó la
verificación de este requisito, dándolo por acreditado a partir de la sola cons-
tatación de una aplicación incorrecta de las reglas del Código Procesal Penal.
En todo caso, la decisión de la Corte Suprema parece ser la correcta. Toda
vez que el error de la Corte de Apelaciones se trató de uno que extralimita las
facultades del juez de garantía y que despoja injustificadamente al Ministerio
Público de sus prerrogativas, confirmando el sobreseimiento definitivo de la
causa, caben pocas dudas de que debe ser considerado un error o falta grave
de esos que justifican que se acoja un recurso de queja.
seccion de
derecho del estado
SECCIÓN DE DERECHO DEL ESTADO
TABLA DETALLADA DE CONTENIDOS
DERECHO CONSTITUCIONAL–
ACCIONES CONSTITUCIONALES
Jorge Sandrock Carrasco
Recurso de Amparo Económico 437
Objeto del Recurso, 437
Compatibilidad con la acción de protección, 440
Adopción de medidas, 441
Acción de Protección 442
Plazo de interposición de la acción
de protección, 442
Costas, 444
Procedencia de la acción en caso de un derecho
dubitado, 445
Procedencia de la acción en caso de hechos
controvertidos, 445
Cese de agravio, 445
Legitimación activa, 446
Configuración de la amenaza, 446
Otras acciones, 447
Arbitrariedad, 448
DERECHO ADMINISTRATIVO
José Miguel Valdivia Olivares
Servicio público 449
La legalidad de las medidas y las potestades de
la Superintendencia, 450
El fallo, 450
La fuerza atractiva de la noción de servicio
público, 453
Ambigüedad conceptual del fallo, 453
La justificación contingente de la Resolución
754, 457
El carácter no expropiatorio de las medidas, 460
La intervención del Estado en la gestión de
las reasignaciones, 460
434 Sección de Derecho del Estado
Las reasignaciones como transferencias coacti-
vas, 461
Estatuto jurídico de las transferencias coactivas, 464
Principio de protección de la
confianza legítima 465
eXPROPIACIóN 470
Aspectos procesales, 470
Aspectos sustantivos, 471
Alcance limitado de la expropiación, 472
La reparación de daños consecuenciales, 473
La indemnización de daños sufridos por
bienes no expropiados. , 474
La extensión de la expropiación a porciones
del bien inicialmente excluidas., 478
DERECHO AMBIENTAL
Andrés Fernández Alemany
GENERALIDADES 511
SISTEMA DE EVALUACIÓN DE IMPACTO
AMBIENTAL Y DEMÁS INSTRUMENTOS
DE GESTIÓN AMBIENTAL 512
Tabla detallada de contenidos 435
DERECHO MINERO
Juan Ignacio Contardo González
FUNCIÓN DE LA ANOTACIÓN MARGINAL DE
LA SENTENCIA QUE PRORROGA LA CONCE-
SIÓN EXCLUSIVA DE EXPLORACIÓN 523
Adopción de medidas
A partir del 2001 la Corte Suprema ha mantenido la doctrina, según la
cual la acción de amparo es meramente declarativa de la infracción, siendo
improcedente adoptar medidas destinadas a proteger el derecho lesionado,
por cuanto la ley 18971 no lo dispone.
Así en CMET con Ministerio de Economía, fallo de la Corte de Apela-
ciones de Santiago confirmado por la Corte Suprema
Que sólo si se comprueba la infracción, el fallo deberá así declararlo, sin que el tribunal
quede en situación de adoptar alguna medida al respecto, puesto que la aludida ley no
lo autoriza… De lo anterior se colige que la sentencia definitiva en este tipo de asuntos
es meramente declarativa y debe limitarse a señalar cual es la infracción y el modo como
se ha cometido (c.7).
No podemos sino diferir de este criterio. Una acción de amparo pretende
lógicamente proteger, en términos concretos, el derecho que se afirma. Y
442 jORGE sANDROCK cARRASCO
a la regla general de las costas para el caso, estableciendo que “tanto la Corte
de Apelaciones como la Corte Suprema, cuando lo estimen procedente,
podrán imponer la condenación en costas”. De esta manera, se confiere a
ambas instancias una facultad discrecional, no estando sujeta la decisión a
circunstancias objetivas.
Como en años anteriores, la condena del recurrido en costas correspon-
de a acciones de protección contra una Isapre por alza de precio del plan de
salud. Así en Martínez con Isapre.
Así en Maldonado con Essal S.A., Jarpa con Registro Civil, Curtze con
Scotiabank, Reyes con Universidad de Chile.
Legitimación activa
El artículo 20 de la Constitución otorga la facultad de ejercer la acción a
quien ha sido afectado en el legítimo ejercicio de los derechos y garantías que
el mismo artículo señala. Para tener la calidad de afectado, es necesario tener
un interés personal y actualmente comprometido, es decir, ser directamente
perjudicado por el acto u omisión. Si bien se reconoce la posibilidad de recurrir
personalmente o por otro a su nombre, éste último caso no constituye sino
mera ejecución de la voluntad del representado, quien debe ser en sí el afectado.
La jurisprudencia ha sido uniforme en cuanto a negar la calidad de
acción pública de la acción de protección y exigir un interés directo al sujeto
activo, de tal forma que la falta de tal interés ha conllevado el rechazo del re-
curso. La Corte reitera este requisito en Municipalidad con Copec. En el caso
el alcalde de Antofagasta comparece solicitando amparo en representación de
todos los habitantes de la ciudad en razón de la contaminación que generan
estanques de almacenamiento de combustible de la empresa recurrida.
La Corte niega la legitimidad activa del edil señalando que
el recurso de protección supone un derecho y la perturbación de su ejercicio, pero ambos
referidos a una persona determinada en calidad de afectada y titular de la acción. El re-
currente, en los términos planteados en su líbelo, carece de legitimidad activa, porque no
ha sido personalmente afectado en relación a los derechos que dice vulnerados, y es más,
lo interpone a favor de personas indeterminadas, olvidando que uno de los elementos
de la acción constitucional, es la titularidad y la capacidad procesal sea del afectado o de
quien comparece en su representación (c.3).
Otras acciones
Arbitrariedad
La arbitrariedad dice relación con la
carencia de razonabilidad en el actuar u omitir, falta de proporción entre los medios
empleados y el fin a obtener, o ausencia o inexistencia de los hechos que fundamentan la
actuación u omisión recurrida4.
.
dERECHO administrativo
José Miguel Valdivia Olivares
Servicio público
La noción de servicio público está en el corazón de un grupo especialmente
importante de las sentencias dictadas en este período. Su invocación permite a la
Corte Suprema reglar una cuestión problemática relativa a la legalidad de medidas
de emergencia dispuestas en el contexto de la crisis del gas (suscitada por políticas
tendientes a racionalizar las exportaciones de gas natural desde Argentina). Los
fallos plantean importantes cuestiones relativas al derecho de la regulación.
Para hacer frente a un eventual escenario de desabastecimiento de gas
natural (cuya magnitud, frecuencia y duración, se temía, no eran susceptibles
de determinarse), mediante la Resolución Exenta 754, publicada el 26 de abril
de 2004, la Superintendencia de Electricidad y Combustibles (“SEC”) puso en
práctica un dispositivo de contingencia tendiente a asegurar un suministro
mínimo de ese elemento. Se pretendía que, ante el evento de desabastecimien-
to, con el gas disponible al menos se satisficieran ciertas demandas estima-
das prioritarias. Las medidas se tomaron con fundamento en la obligación
de continuidad de suministro que recae sobre los concesionarios de servicio
público que participan tanto en el ámbito del gas como de la electricidad, re-
curriendo a técnicas de coordinación entre las empresas del sector.
El mecanismo dispuesto por la Resolución 754 consta, en esencia, de tres
aspectos: a) determinó prioridades en el suministro del gas disponible, favorecien-
do en primer lugar a los consumidores residenciales, comerciales y a los centros
hospitalarios, secundariamente a los generadores de electricidad, y sólo después
a otros consumidores; b) dispuso la conformación de “comités de seguimiento”
integrados por representantes de la industria (distribuidoras y transportistas de
gas natural, y agentes del sector eléctrico, por medio del Director de Operaciones
del respectivo Centro de Despacho Económico de Carga), a quienes confió la
gestión de la crisis, atendiendo a la información actualizada sobre disponibilidad
Valdivia | Derecho Administrativo
3 Rev D. UAI (2013) 449-480
© 2013 José Miguel Valdivia Olivares
450 José Miguel Valdivia oLIVARES
1 Por razones de economía, en el texto sólo se citan las consideraciones del fallo Distrinor S.A. con
Superintendencia.
Derecho Administrativo 451
caben dentro del ámbito de competencia que detenta este ente administrativo (Distrinor
S.A. con Superintendencia, sent. prim. inst., c.8).
Ante todo, ésta asume que la nota específica de las funciones confiadas
a la Superintendencia de Electricidad y Combustibles proviene de su carácter
rector de un régimen global de servicio público. En otras palabras, el alcance
de las competencias que le atribuyen
las normas citadas no puede entenderse limitado solamente a medidas de orden técnico
o material, si se considera que ellas forman parte del régimen que gobierna la ejecución
de un servicio público concedido, pues el establecimiento, operación y explotación del gas
de red y las redes de transporte de este combustible tienen esa naturaleza (Distrinor S.A.
con Superintendencia, sent. seg. inst., c.5).
carácter de servicio público, mientras no hay indicio alguno en tal sentido res-
pecto de la generación (ley general de servicios eléctricos, DFL 4/20018/2006,
arts. 2° y 3°). No obstante, no es inusual que esta actividad opere sobre la base
de “concesiones”7, lo cual es demostrativo del carácter híbrido del instrumento
legal: una concesión que no es de servicio público no envuelve, en realidad,
una auténtica concesión8. Otros en la doctrina han subrayado que el régimen
legal de la electricidad reposa más bien en un mecanismo de autorizaciones
(esto es, uno que supone levantamiento de restricciones previas para el ejer-
cicio de una actividad estrictamente privada)9. Al mismo tiempo, al persistir
en el empleo de una terminología centrada en el concepto de servicio público
y en las herramientas que históricamente permitieron darle operatividad, la
ley chilena revela la intención de mantener a los agentes de ese sector so-
metidos a una regulación administrativa de cierta intensidad10. La necesaria
interdependencia de los segmentos de generación, transporte y distribución
de energía eléctrica, como de los segmentos de distribución y transporte de
gas (y, ahora, parece, su internación al país), permite entender que las reglas
aplicables a aquellas actividades no constitutivas de servicio público, en apa-
riencia liberalizadas, tengan en la práctica una intensidad tan relevante como
las que definen a las actividades calificadas por ley como servicio público11.
Así, el reproche de ilegalidad que formulara una de las destinatarias de la Re-
solución 754 que no era concesionaria de un servicio público (Colbún SA), no
invalidaba necesariamente este cuerpo normativo.
7 Con todo, debe advertirse que las concesiones de generación eléctrica sólo se conciben respecto
de plantas hídricas (y probablemente para justificar especialmente el régimen de servidumbres y
de autorización de uso de bienes nacionales): ley general de servicios eléctricos, art. 2 Nº1, letra a).
8 Pues aquí “no hay nada que delegar”, dirá con toda obviedad Alejandro Vergara, “El nuevo servicio
público abierto a la competencia: de la publicatio al libre acceso. Coherencia de las viejas técnicas
concesional y autorizacional”, en Cassagne, Juan C.: (ed.), Servicio público y policía (Buenos Aires: El
Derecho, 2006), pp. 41ss, especialmente p. 52.
9 Las concesiones “de distribución de energía eléctrica… no son propiamente concesiones
de servicio público, aunque en sus disposiciones [los textos legales] empleen esta expresión”. Al
contrario, se trata de “autorizaciones”, afirma Eduardo Soto, Eduardo, “La concesión de servicio
público. Notas para una precisión conceptual en derecho chileno”, en 9 Ius Publicum (2002) y ahora en
su Derecho administrativo. Temas fundamentales (Santiago: Legal Publishing, 2009), p. 477.
10 El fenómeno también ha sido detectado en el derecho español. Aunque conceptualmente entre
concesiones y autorizaciones haya diferencias profundas, en la práctica las regulaciones aplicables
a unas y otras pueden tener grados similares de intensidad. Cf. el análisis de Ariño respecto de los
“servicios públicos virtuales o impropios”, Principios, op. cit., en n.5, pp. 555s.
11 El criterio distintivo más fuerte de las “concesiones de servicio público”, tanto en el ámbito
eléctrico como del gas, corresponde a la eventual caducidad de este tipo de concesión en caso de
incumplimientos graves a obligaciones de servicio (ley general de servicios eléctricos, art. 41; ley
de servicios de gas, art. 19). Esta caducidad no equivale al rescate de la concesión, pues por sí sola
no supone que la gestión de esa actividad revierta a manos del Estado; revela en cambio un deber
superior del Estado de asegurar la continuidad de estos suministros, frente a fallas graves del
concesionario. Nada de esto ocurre en las “concesiones” de generación eléctrica.
Derecho Administrativo 457
12 El fenómeno es, para Carlos Carmona, demostrativo de una “segunda crisis del servicio público”,
que “surge en aquellos servicios públicos sin ‘publificación’ previa”, como en las actividades sujetas a
regulaciones especiales. Aquí “la ‘publicatio’ es reemplazada por las obligaciones de servicio público”.
“Comentario a sentencia de la Corte de Apelaciones de Santiago y de la Corte Suprema sobre el
recurso de protección Norgener SA contra Presidente de la República y Ministro de Minería”, en 62
Revista de Derecho Público-Universidad de Chile (2000), pp. 308s, in fine.
13 Para una crítica de la noción, Jean de Soto, Droit administratif. Théorie générale du service public (París:
Montchrestien, 1981), pp. 25s.
14 De hecho, a partir de la L 20018, de 19 de mayo de 2005, los CDEC están integrados no sólo por
empresas eléctricas sino incluso por grandes consumidores de energía o “clientes libres”.
458 José Miguel Valdivia oLIVARES
derivan del así llamado “principio de servicialidad”), permite superar las difi-
cultades de un entendimiento estrecho del principio de legalidad.
y no del Estado.
El acento está puesto en la circunstancia de que el Estado no participe en
forma directa en las reasignaciones de gas natural. Las reasignaciones han debido
practicarse por intermedio de los comités de seguimiento, integrados directa-
mente por las empresas (privadas) del sector. El Estado sólo regula las reasigna-
ciones, pero permanece como agente externo al intercambio que éstas generan.
La Corte Suprema ratifica estos planteamientos. A su juicio, debe des-
cartarse el reproche de incurrir la Resolución 754 en
una supuesta expropiación, sin indemnización alguna, de los derechos que los concesio-
narios afectados tienen sobre el gas que transportan y distribuyen, desde el momento
que las disposiciones que contiene el acto impugnado, establecen un mecanismo tem-
poral de coordinación para la distribución de dicho combustible, a cargo de Comités
de Seguimiento, integrados por personeros de las mismas empresas concesionarias, sin
privarlas del dominio que ellas tienen sobre tal elemento (Distrinor S.A. con Superinten-
dencia, sent. seg. inst., c.11).
19 López Santa María, Jorge: Los contratos. Parte General (Santiago: Ed. Jurídica, 2ª ed., 1998), Tomo
I, p. 167. 20 Ibídem, p. 169.
21 En otro tiempo la doctrina levantaba objeciones conceptuales en contra de esta figura. Díez-
Picazo, por ejemplo, alegaba que “los llamados contratos forzosos no son, en realidad, verdaderos
contratos”, por desconocerse en ellos el acuerdo de voluntades o la voluntad de una o ambas partes.
Fundamentos del derecho civil patrimonial (Madrid: Civitas, 4ª ed. 1993), Tomo I, p. 134. Esta crítica
ha perdido pertinencia, desde que se admite (como hace el mismo autor) que, no obstante su
constitución forzosa y heterónoma, dan origen a relaciones jurídicas de derecho privado. Como
dice Werner Flume, “en estos casos la relación jurídica se somete al derecho privado con excepción
de lo relativo a su constitución. En cambio, el derecho público relativo a los actos administrativos
se aplica a la constitución de la relación jurídica”; El negocio jurídico (Madrid: Fundación Cultural del
Notariado, trad. de la 4ª ed. alemana por J. M. Miquel G. y E. Gómez C., 1998), p. 73.
22 En teoría, también sería procedente explicar las reasignaciones por medio de cuasicontratos.
Pero a falta de regla específica respecto de este tipo de intercambios, sólo sería imaginable calificarlos
desde la perspectiva del enriquecimiento sin causa. Esta solución ofrece dos problemas importantes:
Por un lado, incertidumbre respecto del régimen jurídico aplicable, ante el nulo reconocimiento
positivo de la acción de in rem verso. Por otro lado, ¿no podría verse en la misma Resolución 754 la
causa que justifica el desplazamiento de riqueza de un patrimonio a otro? Para Díez-Picazo, por
justa causa ha de entenderse toda situación jurídica que autoriza a recibir y conservar la atribución
patrimonial, “lo cual puede ocurrir porque existe un negocio jurídico válido y eficaz entre [las partes]
o porque existe una expresa disposición legal que autoriza aquella consecuencia”. Fundamentos, op. cit.,
en n.21, t.iI, p. 104.
Derecho Administrativo 463
23 Atendiendo a su reconocimiento en el derecho comparado, la función social que legitima las
transferencias coactivas puede justificar su empleo como mecanismo conducente a la venta forzosa
de mercancías con fines de mercado (por ejemplo, política de precios u otros propósitos de política
económica, monetaria, etc.), o como técnica de ordenación de los servicios públicos, como ocurre
con los intercambios de energía eléctrica. García de Enterría y Fernández agregan también casos
de “subrogación real forzosa”, como en las reparcelaciones urbanísticas o agrarias, limitaciones u
obligaciones que no se identifican fácilmente con auténticas transferencias. También incorporan
técnicas de tanteo y retracto legales, que facilitan al Estado la compra de ciertos bienes (por ejemplo,
en materia de patrimonio urbano o forestal). Curso, op.cit., en n.18, Tomo II, p. 122.
Derecho Administrativo 465
Sin duda este argumento era suficiente para alejar el temor de una medida
confiscatoria. No hay sacrificio patrimonial desde el momento en que la
transferencia es objeto de compensación. Con todo, la nula regulación
de este punto por la Resolución 754 hubiera debido hacer surgir nuevas
interrogantes. Si las relaciones que se forman entre sujeto activo y sujeto
pasivo de las reasignaciones son auténticos contratos, la contraprestación debe
ser un precio que cubra no sólo el costo del gas. Por los objetivos sistémicos
que envuelve (que repercuten en dos áreas especialmente sensibles), una
regulación que aspire a regir con carácter permanente este tipo de relaciones
debiera entregar orientaciones más precisas, que eviten riesgos financieros
para los involucrados (y, a la larga, para el sistema en su conjunto), lo cual
reafirma la necesidad de una discusión legislativa de la materia.
otros casos24, pues la ley 18410 dispone en efecto que el ejercicio del recurso
administrativo de reposición suspende el plazo para impugnar judicialmente
las sanciones (art. 18 A). Sin embargo, la Corte Suprema revoca la decisión de
primera instancia y acoge una posición distinta.
Las circunstancias del caso eran particulares. Según transcribe la Corte,
la resolución reclamada
hizo presente que los afectados que estimen que las resoluciones de esta Superintenden-
cia no se ajustan a la ley… podrán reclamar de las mismas, dentro del plazo de diez días
hábiles, contado desde la notificación de esta Resolución, ante la Corte de Apelaciones
correspondiente a su domicilio (c.4).
No obstante, una vez interpuesto el recurso, el primer argumento de la
autoridad consistió en la extemporaneidad del reclamo, fundada en el efecto
meramente suspensivo (y no interruptivo) de la reposición administrativa. La
Corte advierte la incoherencia de la autoridad:
Planteó, entonces, una postura jurídica que, independientemente de que sea o no com-
partida por esta Corte Suprema, no se compadece con la que había expresado previa-
mente, de modo claro y categórico en la resolución Nº 1436.
Bajo esta premisa, no cabe sino concluir que la Superintendencia del ramo, que no
fue consecuente con su propia interpretación, indujo a la empresa reclamante a obrar de
una manera que, posteriormente, reprochó como incorrecta (c.8).
La Corte califica como
poco seria e impropia de un organismo de la administración del Estado la estrategia
judicial de la superintendencia, institución que no ha podido ni tampoco ha debido…
prevalerse del error en que, con muy justa razón, pudo haber incurrido la reclamante,
motivado por la opinión manifestada por la propia entidad sancionadora, pues lo con-
trario puede llevar a pensar que efectivamente se actuó de mala fe (c.9).
29 Romano, Santi: “Poderes, potestades”, en Fragmentos de un diccionario jurídico (trad. S. Sentís
Melendo y M. Ayerra Redín, Granada, Comares, 2002), p. 221.
30 Ibid., pág. 255. Esta conclusión se desprende del hecho de ser los poderes configurados siempre
por el ordenamiento jurídico. Por ello, según el autor, “debe excluirse que un poder pueda constituir
objeto de actos de disposición por parte de su titular: éste no podría ni modificarlo sustancialmente,
ni enajenarlo, ni renunciar a él” (p. 254). La doctrina moderna acoge sin vacilaciones esta posición:
“las potestades son inalienables, intransmisibles e irrenunciables, precisamente porque son
indisponibles por el sujeto en cuanto creación del Derecho objetivo supraordenado al mismo…
Las potestades son también imprescriptibles”, afirman entre otros García de Enterría, Eduardo y
Fernández, Tomás Ramón, Curso de derecho administrativo (Cizur Menor, Thomson Civitas, 14ª ed.,
2008) t. 1, p. 453.
31 Ejemplificando ad absurdum, Romano continúa: “se ha creído que el llamado derecho, que, por
el contrario, es un poder, de castigar del Estado, es un ‘derecho’ que, aun teniendo su base en la
general soberanía o potestad de imperio que le compete, surge en cada caso, cuando se comete un
delito, frente al reo singular. Análogamente, habrá tantos ‘derechos’ de ocupación cuantas fueran
las res nullius que ocupara efectivamente un sujeto, tantos ‘derechos’ de expropiación cuantas fueran
las expropiaciones singulares a que se procediera, tantos ‘derechos’ de acción, cuantos fueran los
demandados en juicio, y así sucesivamente”. Ibid., p. 238.
470 José Miguel Valdivia oLIVARES
eXPROPIACIóN
A. Aspectos procesales
Dos sentencias de algún interés permiten apreciar la posibilidad de construir
mecanismos contencioso-administrativos en materia de expropiación al
margen del régimen legal específico instaurado al efecto (DL 2186).
Cuando se cuestiona la procedencia de la expropiación, en realidad la
pretensión del demandante supone la naturaleza anulatoria del recurso. Esta
acción podría entonces adoptar cualquier forma procedimental que convenga
a ese propósito. Por ejemplo, en el caso Torres Díaz adopta la vía de un re-
clamo de ilegalidad municipal. Si el decreto expropiatorio es ilegal (porque
el predio expropiado no está declarado de utilidad pública y no podía serlo
mediante un plano regulador comunal por situarse el inmueble en zona rural,
como ocurre en ese caso), la impugnación puede verificarse por cualquier vía
idónea y aquí se asume que el reclamo de ilegalidad es una de ellas32.
El caso Morales con Municipalidad, por su parte, recae en una especie
más compleja y, por lo mismo, difícil de repetirse. El demandante alegaba
haber sido expropiado de un terreno sin que nunca se le hubiera pagado la
indemnización. Habían transcurrido más de 10 años desde esa fecha, hasta
que una autoridad municipal reconociera haberse perjudicado gravemente a
los intereses del expropiado, situación ante la cual
sólo cabría, previa gestión judicial personal, en acción de cobro de dineros contra el
municipio, pagar el valor de los terrenos expropiados (c.7, sent. prim. inst).
32 La sentencia no se pronuncia, por no haberse planteado discusión sobre el punto, respecto de la
excepción de recurso paralelo, que normalmente permite excluir la procedencia de las acciones generales
cuando el ordenamiento ya ha trazado mecanismos específicos de reclamación.
Derecho Administrativo 471
Con esa declaración, que para el juez tiene el efecto de una renuncia a la
prescripción, el demandante inicia un juicio ordinario de indemnización de
perjuicios, obteniendo satisfacción de sus intereses33.
Una situación tan anómala sólo pudo producirse por la confluencia de
circunstancias especiales. Porque una de las garantías básicas del expropiado
es no perder su propiedad mientras no se le pague la indemnización, una
situación como la de la especie no puede normalmente ocurrir. En el hecho,
el demandante había llegado a acuerdos con la municipalidad de Calama ex-
propiante, conviniendo una dación en pago, bajo la forma de una permuta; y
ésta no pudo perfeccionarse por desajustes administrativos, quedando enton-
ces sin compensar el valor del predio expropiado. Una solución técnicamente
ajustada habría querido que el demandante hiciera valer sus derechos emana-
dos del acuerdo que concluyó con la entidad expropiante, pues estos pactos,
salvo los límites irrenunciables34, prevalecen sobre las disposiciones legales.
Pero probablemente este camino no conducía demasiado lejos.
Es interesante destacar que el caso, zanjado íntegramente en primera
instancia, (segundo juzgado de letras de Calama), asume que este mecanismo
reemplaza al procedimiento expropiatorio de la ley específica que rige la ma-
teria, pues la indemnización de perjuicios cubre en realidad sólo el daño patri-
monial efectivamente causado, siguiendo un método de valorización común al
que se conoce en los casos típicos. El daño moral pretendido por las víctimas
no es, por consiguiente, reparado.
B. Aspectos sustantivos
Aunque abundante, el contencioso expropiatorio suele derivar en
pronunciamientos de poca sustancia por parte de la Corte Suprema. Es
lamentable verla reducida a zanjar cuestiones sobre reajustes o intereses, sin
poder detenerse en otras materias. Lo cierto es que se trata de un contencioso
muy simple, tributario en gran medida de consideraciones de hecho que, por
lo mismo, no pueden, salvo en casos aberrantes, ser objeto de revisión en sede
de casación.
La cuestión que mayor análisis recibe en estos casos es la determinación
de la indemnización. Como se trata de una cuestión fáctica, en realidad su
apreciación queda confiada a los jueces del fondo, a quienes basta normal-
33 Es discutible que las cartas transcritas en el fallo contengan una inequívoca renuncia a oponer la
excepción de prescripción, desde que se supedita el cobro a una gestión judicial. Cosa distinta es que,
como podría haber ocurrido en la especie, la declaración genere la confianza o la apariencia de que
la excepción de prescripción no será opuesta por el demandado. En tal caso, aunque la renuncia no
se produzca, el acreedor no puede oponer la prescripción si al hacerlo contraviene sus propios actos;
pero esta cuestión exigiría un análisis más sutil de los hechos.
34 Vid. en este sentido la sentencia de la Corte Suprema Zúñiga con Cora, de 31.06.1983, reproducida
en Peñailillo, D: La Expropiación ante el Derecho Civil (Santiago: Jurídica, 2ª ed., 1995), pp. 196ss.
472 José Miguel Valdivia oLIVARES
dentro del contexto de la población indígena, por constituir la tierra la base material que
mantiene el continuo de persistencia de los individuos y la cultura mapuche (c.8 sent.
prim. inst.).
Ese argumento, más que a modificar la base de cálculo del justo precio, tendía
en realidad a mostrar la existencia de una especie de daño cultural (por
llamarlo de alguna manera), es decir, a extender la indemnización más allá del
daño patrimonial efectivamente causado. Y así lo leyó la Corte de Temuco en
razonamiento que la Corte Suprema (c.7) parece hacer suyo:
No existe en la legislación nacional, y específicamente en la ley 19.253 y D. Ley 2186,
una discriminación positiva en materia de expropiación por la sola circunstancia que un
terreno ubicado en un área rural tenga origen indígena…Si no hay una norma legal ex-
cepcional al respecto, deben aplicarse, en consecuencia, las normas generales que regulan
esta materia (c.4 sentencia segunda instancia).
cosa similar a
dejar sin accesibilidad a una carretera tan importante, como la Panamericana Norte, a
una persona que sí la tenía, obligándola, ahora, a transitar por un camino lateral, ripiado,
de precaria factura (Tapia con Fisco, c.31; y un razonamiento similar, en Sucesión Sharman
con Fisco, c.27).
Si el asunto se redujera a una pura apreciación de los hechos, había tal vez una
manera distinta de mirar las cosas. En Muñoz con Fisco, frente a argumentos
análogos, el tercer juzgado de Valparaíso manifiesta que no puede
Derecho Administrativo 475
Parece, sin embargo, haber algo más que mera apreciación de la existencia de
un perjuicio.
Fundándose en la estricta relación de causalidad que debe existir entre
la expropiación y el daño patrimonial que debe traducirse en indemnización,
la Corte de Valparaíso estima que
lo que cabe indemnizar es la porción de terreno que efectivamente se ha expropiado y
por ello la petición del actor de estos autos, tendiente a que la parte del terreno que no
fue expropiada perdió valor, como consecuencia de la pérdida de accesibilidad, no cabe
resarcir por este medio (BCI con Fisco, c.6).
En consecuencia,
no resulta procedente la indemnización de un supuesto perjuicio producido por la des-
valorización del resto de los lotes no expropiados (c.2).
Atendidos los términos restringidos del debate que la ley autoriza a ventilar
en este contencioso, como recuerda la Corte Suprema en el asunto Sucesión
Sharman con Fisco,
la indemnización está llamada a resarcir el perjuicio que en el patrimonio de la persona
afectada provoca de manera inmediata la pérdida del bien objeto de la expropiación; mas
no puede concernir a aquella parte de éste no comprendida en el acto expropiatorio y que,
por ende, permanece en el activo patrimonial de esa persona (c.22).
Tal vez el fallo se funda en una concepción extensiva del valor de reemplazo
que debe significar la indemnización. En cualquier caso, una sentencia que
contradice las tendencias mayoritarias sólo puede justificarse en atención a
consideraciones particulares. Debe tenerse presente que el rechazo a reparar
esta clase de daños conexos a la expropiación no parece obedecer a su carácter
irreparable, de acuerdo a la fundamentación explícita de estos fallos, sino a la
lógica precisa del contencioso expropiatorio, que intenta no contaminarlo con
cuestiones sobre la responsabilidad de la administración.
En este caso, resulta plausible pensar que las condiciones de hecho en
que se produjo el daño eran poco frecuentes. En la relación de causalidad que
lo vincula con la expropiación no se aprecian fácilmente factores externos que
interfieran en su producción. Por la inmediatez física en que la construcción
no expropiada quedó emplazada, respecto de la calle de acceso, perdió la uti-
lidad que poseía. Así, parece posible pensar que la expropiación provocó un
daño accidental, en el sentido que no había sido perseguido por el acto expro-
piatorio ni servía a los fines de interés público que lo justificaban.
La lógica del fallo parece, atendido el carácter accidental del daño, más
propia de la responsabilidad extracontractual que de las restituciones. En este
sentido, la plausibilidad de la pretensión se justificaría en esta sede por razo-
nes de economía procesal o -como se argumenta en el derecho francés cada
vez que la apreciación del vínculo causal en estas materias conduce a los confi-
nes de la responsabilidad pública- de una “buena administración de justicia”38.
37 Contra la opinión disidente (pero no desarrollada) del Ministro Berwart, de la Corte de
Rancagua.
38 Hostiou,R: “La juridiction administrative et le contentieux de la responsabilité de la puissance
publique en matière d’expropriation pour cause d’utilité publique”, en Mouvement du Droit Public. Du
478 José Miguel Valdivia oLIVARES
(c.16)3, y quizá con un dejo peyorativo, en el fallo Epul Loncoñanco con Fisco,
hablando de los artículos 4 y 42 de la ley de bases de la administración del
Estado (L 18575), de preceptos de orden programático (c.18)4.
Aparentemente, les está atribuyendo una naturaleza análoga a la que
poseen reglas tan abstractas como los artículos 2314 ó 2329 del Código Civil,
que no obstante su amplitud han servido de base a un desarrollo extraor-
dinariamente acabado de los problemas de responsabilidad en el ámbito
privado.
En el mismo espíritu debe destacarse el esfuerzo por prescindir del artí-
culo 2329 en la determinación del perjuicio indemnizable en derecho público.
El fallo Villarroel con Municipalidad indica al efecto que los artículos 2314 y
2329 del Código Civil, normas pretendidamente infringidas según el recurso
de casación, sientan un principio de general aplicación en el ámbito del dere-
cho, que también es recogido por los artículos 4º de la ley 18575, 141 de la ley
18695 de acuerdo con el cual, todo daño inferido por un tercero a otra persona
y que ésta no se encuentre en el deber jurídico de soportar, ha de serle indem-
nizado por aquél (c.30).
Todo lo cual quiere decir simplemente que en el terreno del daño no
hay probablemente diferencias sustantivas entre responsabilidad pública y
responsabilidad privada, más allá de la regla precisa que se invoque (y sin per-
juicio de los casos especiales de responsabilidad “por ruptura de la igualdad
ante las cargas públicas”). La extensión del daño reparable no deriva de una
norma legal, sino de un principio -el de reparación integral- que en derecho
público recoge la normativa básica que rige la materia.
Ahondar en ejemplos de este esfuerzo carece de sentido. La definición
del estatuto público de la responsabilidad es principalmente obra jurispru-
dencial porque los textos que la rigen son extremadamente amplios. Pero por
causa de esa misma textura normativa se ha visto posibilitada la discusión
continua, que se desearía ver ya aplacada, de cuestiones básicas que inciden
en la materia.
Es lo que ocurre con el tipo de responsabilidad aplicable en este ámbito.
La dicotomía se ha planteado desde hace tiempo entre la culpa y el riesgo; la
terminología, aunque antigua, sigue ocupando las reflexiones del juez, y este
año nuevas sentencias ahondan en el lugar del riesgo en la responsabilidad
pública (A), por una parte. Por otra, la elección del tipo de responsabilidad
puede verse influida por consideraciones puramente contenciosas, como tam-
bién demuestra la jurisprudencia de este año, mediante la noción de la causa
de pedir en el terreno de la responsabilidad (B).
3 Juzgándolos además, por esa razón, como “no susceptibles de infracción en el presente asunto”, en
cuanto sólo consagrarían el derecho a recurrir al juez en materia de responsabilidad.
4 Con prevención contraria del ministro M. Juica.
Responsabilidad del eSTADO 483
obstante la oscuridad propia de todo hecho de sangre. Hasta aquí muy poco
indicaba que, en el terreno pecuniario, la reparación pedida por la madre de la
víctima directa pudiese alcanzar al Estado sobre el fundamento del riesgo. De
hecho, los jueces del fondo no aluden al riesgo. En primera instancia el juez no
vio ningún antecedente que vinculara el hecho dañoso al Estado y desechó la
demanda por tratarse, a su juicio, de una culpa civil pura del hechor, que nada
tenía que ver con el funcionamiento del servicio. La Corte de Santiago, con la
ambigüedad propia de la jurisprudencia sobre la materia, dio satisfacción a la
demandante invocando una responsabilidad “objetiva” del Estado, dado que
no es concebible que dentro de un recinto militar no se guarden las reglas de jerarquía,
disciplina y comportamiento propias [de la condición militar] (c.12 sent. seg. inst)
11 Que en la jurisprudencia francesa arrancan del fallo del Conseil d’État, 18.11.1949, Demoiselle
Mimeur, Recueil lebon (1949), p. 492, Revue du droit public (1950), p. 183, nota M. Waline, Études et
documents du Conseil d’État (1953), p. 80, crónica M. Long, Les Grands arrêts de la jurisprudence administrative,
op. cit., p. 426s.; y que desde temprano Hugo Caldera pretendió introducir en el derecho chileno:
25-26 Revista de Derecho Público (Universidad de Chile, 1979), p. 167; Sistema de la Responsabilidad
Extracontractual del Estado en la Constitución Política de 1980 (Santiago: Jurídica, 1982), p. 206.
12 Marcel Waline, nota sobre Conseil d’État (Assemblée), 26.10.1973, Sadoudi, Revue du droit
public (1974), pp. 554, reproducida en Notes d’arrêts de Marcel Waline (ed. por Françoise y Nicolas
Bigouroux, París: Dalloz, 2005), t. ii, pp. 303ss (caso en que un policía mata accidentalmente a un
amigo, al manipular un arma de fuego que el servicio le permitía llevar a domicilio).
486 José Miguel Valdivia oLIVARES
13 En el fallo CS, 20.03.2006, Vargas Grandón con García Hernandez, 309 GJ (2006), pp. 59ss., LexisNexis
Nº 33982, la Corte Suprema estima, por ejemplo, “indubitable que el Estado debe responder por el
daño irrogado, pues se trata de un riesgo causado por la propia Administración del Estado, quien tiene
el deber constitucional de resguardar y dar protección a la población y a la familia, función que en la
especie no cumplió” (c.19).
14 Por ello, según se verá, carecen de pertinencia aquellas expresiones judiciales según las cuales
por el mal estado de las vías “se creó un riesgo”, estando obligado el municipio respectivo a responder
y por consiguiente “se trata[ría] en este caso de la denominada responsabilidad objetiva” (Cáceres con
Municipalidad, sent. prim. inst., c. 11; Lagos con Municipalidad, sent. prim. inst., c. 9).
15 Hipótesis y razonamiento idénticos en Lagos con Municipalidad (c.4 sent. prim. inst).
Responsabilidad del eSTADO 487
Podría pensarse que el riesgo creado es de tal magnitud que hace suprimir la culpa
de la víctima. En realidad, el riesgo no modifica el régimen de responsabilidad
aplicable, pues la Corte se limitó a estimar no probada la imprudencia de la
víctima, y la responsabilidad por falta de servicio no se vio alterada.
16 Conseil d’État, 22.10.1924, Société d’assurances mutuelles «Les travailleurs français», Dalloz Périodique
(1925), 3, pp. 9ss., nota J. Appleton, Recueil Sirey (1926), 3, pp. 1ss., nota M. Hauriou.
17 René Chapus, Responsabilité publique et responsabilité privée. Les influences réciproques des jurisprudences
administrative et judiciaire (París: LGDJ, col. Bibliothèque de droit public, 1954), pp. 319ss.
18 Estimando que “el tránsito por las vías públicas – y el tráfico rodado en particular – es una
actividad esencialmente peligrosa”. 2 Com 939.
19 Cf. André de Laubadère, “Le problème de la responsabilité du fait des choses en droit
administratif français”, Études et Documents du Conseil d’État (1959), pp. 29ss.
488 José Miguel Valdivia oLIVARES
pública por culpa en función del riesgo. Fue esa la lectura que Hauriou dio,
críticamente, del arrêt Lemonnier21. Pero si el Estado responde por la materia-
lización de ese riesgo, sigue siendo indispensable, en esencia, que el daño se
haya causado con culpa.
En el detalle, el fallo es poco legible. En cuanto admite la solidaridad
pasiva entre el Fisco y hechor, no se ajusta perfectamente al régimen general
del artículo 42 de la ley de bases de la administración del Estado. Por cierto,
apartarse de ese modelo casi aparece como formalmente excusable, atendido
(cosa que el fallo asume) que ese precepto no rige en caso de daños causados
por agentes del orden militar. Pero a pesar de esa exclusión, la solución no
deja de resultar inconsistente. Es cierto que los jueces del fondo asignan al
Estado el carácter de garante de las faltas personales, pero desde que la Corte
de Apelaciones le presume culpa por descuidar “las providencias necesarias y
previsibles para impedir el hecho”, en el fondo le imputa una falta de servicio.
Y en condiciones normales, esa falta de servicio le impediría retornarse contra
su agente, descartando la solidaridad.
Si la jurisprudencia pretende construir pretorianamente este régimen,
no consigue entenderse por qué los agentes del orden militar debieran estar
excluidos de la ventaja innegable que representa la irresponsabilidad personal
del funcionario por las faltas de servicio.
Para la Corte Suprema no hay incoherencia alguna en la condena soli-
daria; es más, estima que la solidaridad no podía sino ser acogida,
porque ella no deriva de la calidad de tercero civilmente responsable de la conducta de
un dependiente, sino de la circunstancia de que se trata de un órgano componente de la
entidad estatal, de suerte que… lo ejecutado por el agente es imputable directamente a la
organización de que forma parte (c.20).
en cuanto
posibilitó que un órgano de su administración en ejercicio de sus funciones… en una
acción imprudente y temeraria, disparara y causara la muerte del hijo del demandante
(c.21).
En otros términos, para la Corte Suprema no sólo la imputación del acto del
agente es directa, sino además sobre el Estado pesa un deber de servicio. Así, la
falta de servicio no puede ser más clara, y sin embargo no es una falta de servicio
21 Nota sobre Conseil d’État, 26.07.1918, Époux Lemonnier, Recueil Sirey (1918-1919), 3, pp. 41ss.,
con las conclusiones de Léon Blum.
Responsabilidad del eSTADO 491
Síntesis
Más allá de sus lagunas, estas decisiones son importantes en la medida que
anuncian una sensibilidad particular de la jurisprudencia frente el lenguaje
del riesgo, una apertura de espíritu ante maneras diversas de concebir
la responsabilidad. Prefiguran la coexistencia posible de regímenes de
responsabilidad distintos de la culpa y manifiestan cierta tentación de la
jurisprudencia misma de elegir ella el terreno sobre el cual la responsabilidad
ha de verse comprometida. La cuestión toca de cerca a la definición de la
causa de pedir en el contencioso de la responsabilidad.
23 Guy-Claude Henriot: Le dommage anormal. Contribution à l’étude d’une responsabilité de structure,
(París: Cujas, 1960).
Responsabilidad del eSTADO 493
24 Cf. el ejemplo citado por Georges Vedel y Pierre Delvolvé: “Las molestias provocadas por la vista,
iluminación y emanaciones de vapor de una central nuclear no tienen [en esta sede] carácter de un
perjuicio anormal y especial, mientras los ruidos engendrados por la central presentan tal carácter
(CE, 2 de octubre de 1987, EDF c. Mme Spire…)”. Droit administratif (París: PUF, col. Thémis, Droit
public, 12e éd., 1992), t.i, p. 671.
25 Delvolvé, P: Le principe d’égalité devant les charges publiques (París: LGDJ, col. Bibliothèque de droit
public, 1969), p. 291.
494 José Miguel Valdivia oLIVARES
atendido que
la sentencia firme penal no se pronunció sobre la acción por falta de servicio (c.8).
30 Tribunal des conflits, 14.01.1935, Thépaz, Recueil Lebon (1935), p. 224, Recueil Sirey (1935), 3, pp.
17ss., nota Alibert, Les Grands arrêts de la jurisprudence administrative, op. cit. en n.9, pp. 302ss.
31 Con ribetes probablemente más dramáticos, por las circunstancias del daño y porque estaba
probada una culpa por la que el Estado debía responder, una noción similar de la causa de pedir ya
se había visto en el discutible fallo Arévalo Bascuñán, de 27.08.2003, comentado por Eduardo Court
en 1 Com 98ss.; y véase J. M. Valdivia, artículo citado, 301 GJ (2005), pp. 7ss.
32 Jacques Moreau: “La cause de la demande en justice dans le contentieux de la responsabilité
administrative extra-contractuelle”, in Mélanges en l’honneur du professeur Michel Stassinopoulos (Atenas:
Revue du droit public, 1974), pp. 77ss.
496 José Miguel Valdivia oLIVARES
Por lo mismo, la apreciación de la falta de servicio -al igual que toda otra
culpa- puede ser determinada por la ley o construida retrospectivamente por
el juez.
Por cierto, la calificación legal de la ilicitud de un hecho lleva implícita
la definición de una culpa infraccional, que tanto en derecho público como
privado no exige consideraciones particulares respecto de las motivaciones de
la conducta del hechor36, como ocurre frecuentemente con las infracciones a
la normativa del tráfico vehicular37.
35 Por consideraciones diversas a la noción de falta de servicio, este fallo fue casado por la Corte
Suprema. En su concepto, “la responsabilidad por falta de servicio concurre cuando un órgano del
Estado obligado por ley a proporcionar uno determinado, no lo otorga, o lo otorga en forma tardía
o deficiente” (c.2 sent. reemp). 36 Barros, op. cit. en n.5, p. 97ss.
37 Por eso, en cuanto se refieren a la solidaridad del ente público propietario del vehículo que ha
servido de instrumento para cometer infracción a la normativa del tránsito, los fallos Sanhueza con
Fisco, Empresa Constructora con Fisco y Godoy con Vargas, más allá de algunos aspectos procesales, no
presentan ninguna novedad.
498 José Miguel Valdivia oLIVARES
Si, por el contrario, los jueces estiman que, por razones particulares, tal deber
de servicio se ve suprimido, como opinó en el mismo caso la Corte Suprema,
la municipalidad de Talcahuano no tenía servicio alguno que prestar en la materia, por
lo que no puede imputarse al municipio aludido responsabilidad por falta de servicio,
desde que ninguno ha dejado de prestar (c.9 sentencia de reemplazo).
39 La disposición establece en su inciso tercero: “dentro del territorio urbano de la comuna las
Municipalidades deberán concurrir a la limpieza de los canales obstruidos por basuras, desperdicios
u otros objetos botados en ellos”.
40 Dice al efecto la Corte que “los hechos se desencadenaron debido a factores climáticos
extraordinarios, que bien pudieron constituir un caso fortuito, esto es, un imprevisto al que es
imposible resistir” (c.36). En esas circunstancias, “sostener que si la municipalidad demandada
hubiera efectuado las labores que los actores estiman omitidas, las lluvias de que se trata no
hubieran provocado los daños que se alegan” constituye una mera elucubración, pues “cuando se
trata de fenómenos climáticos en extremo severos, como lo fue el caso de la especie, los perjuicios
son siempre cuantiosos, especialmente, en determinados sectores cuya ubicación material los hace
naturalmente riesgosos” (c.37).
500 José Miguel Valdivia oLIVARES
Pero ocurre
que el daño igualmente se habría producido de haberse otorgado el permiso municipal
del que ella[s] carecieron (c.22).
.Dicho sea de paso, la censura de una ilegalidad sólo tiene sentido en esta
sede en función de los fines del contencioso reparatorio No debe olvidarse
que éste es principalmente un contencioso subjetivo, no un proceso al acto
como el recurso por exceso de poder o la acción de nulidad de derecho público.
Busca en principio reparar tan solo pecuniariamente las consecuencias de un
42 Para una presentación didáctica de esta clasificación, Paillet, M: La responsabilité administrative,
(París: Dalloz, 1996), pp. 284s. 43 Barros, op. cit. en n.5, p. 100.
502 José Miguel Valdivia oLIVARES
44 Como parecen indicar los fallos Cáceres con Municipalidad (sent. prim. inst., c. 11) y Lagos con
Municipalidad (sent. prim. inst., c. 9) al decir que por el mal estado de las vías “se creó un riesgo”,
estando obligado el municipio respectivo a responder y por consiguiente “se trata[ría] en este caso
de la denominada responsabilidad objetiva”.
Responsabilidad del eSTADO 503
Como lo muestra el fallo Soto con Municipalidad, a pesar de la ley del tránsito,
ciertos accidentes que ocurren físicamente en las vías públicas podrían ser
imputables a la responsabilidad de una entidad distinta de las municipalidades
o del Fisco. En efecto, la ley 19525 encomienda a los Serviu “la proyección,
construcción, reparación y mantención” de la red secundaria de evacuación y
drenaje de aguas lluvia, que forzosamente ha de ocupar vías públicas. Para la
Corte Suprema, ese deber -incumplido que sea- llama al Serviu respectivo a
hacerse cargo de la reparación de los daños que genere su incumplimiento. El
fallo sólo incide en las “obligaciones” de cada servicio, manteniendo el registro
tradicional de la culpa. Aplicando un principio hermenéutico de especialidad,
la obligación legal de los Serviu borra aquella de las municipalidades. En la
especie, dice la Corte,
la municipalidad de Talcahuano no tenía servicio alguno que prestar en relación con las
referidas redes de evacuación y drenaje de aguas lluvias, lo que incluye las tapas de los
recolectores, de manera que si presentaba un daño aquel en que se accidentó la deman-
dante, no le correspondía su reparación (c.9 sentencia de reemplazo).
45 La L 19880 sobre bases de los procedimientos administrativos parece fijar una regla más sensata
cuando indica que si un requerimiento se dirige contra “un órgano de la Administración para
intervenir en un asunto que no sea de su competencia, enviará de inmediato los antecedentes a la
autoridad que deba conocer según el ordenamiento jurídico, informando de ello al interesado”. El
contencioso administrativo debiera probablemente enriquecerse con una solución de ese género.
46 En Lagos con Municipalidad se entiende que la demanda se funda no sólo “en la infracción de la
obligación de administrar los bienes nacionales de uso público sino que también en la infracción de
la obligación de mantener o hacer mantener las señales de advertencia para precaver a los usuarios
de los peligros que haya en dichos lugares públicos, es decir, en un hecho que es independiente de la
conservación y reparación propiamente tal de las vías” (c.11 sent. prim inst).
47 De acuerdo a la L 8946, de 20 de octubre de 1949, sobre pavimentación comunal, correspondía
al Presidente de la República emitir una declaración en el sentido de transferir al Estado la
obligación de conservación de pavimentos en calzadas, respecto de una municipalidad en particular,
declaración que no se acreditó en el juicio.
Responsabilidad del eSTADO 505
Quizá por la pervivencia de la Lex Aquilia, pero en gran medida también por
la reticencia a hablar de culpa por parte de los administrativistas chilenos
(pero no de la jurisprudencia48), la jurisprudencia no suele calificar las faltas
de servicio en función de su gravedad.
Pronunciamientos como el del fallo Hexagon (“demasías funcionarias
graves”49) son por completo inusuales en la jurisprudencia chilena, aunque
no inexistentes. Es extraña esa reserva del juez, si se sabe que el modelo de
la responsabilidad por culpa grave no es en absoluto desconocido en derecho
público chileno, como lo muestra el ejemplo de la jurisprudencia sobre error
judicial, que al decir de Enrique Barros “ha sido extremadamente exigente, re-
quiriendo, en la práctica, que se haya incurrido en culpa grave” para dar lugar
a la reparación50.
La reacción ordinaria de los jueces consiste en conformarse con detec-
tar cualquier anomalía en el acontecimiento que provoca el daño para declarar
una falta de servicio. Incluso en el ámbito de los servicios “difíciles”, en que por
años la regla ha sido en derecho comparado subordinar la responsabilidad o
la prueba de una faute lourde (culpa grave), la jurisprudencia parece eludir el
problema de la calificación de las culpas. Así lo muestran dos fallos, en apa-
riencia contradictorios, que permiten sin embargo sacar enseñanzas.
Elisión de la culpa por defectos de
vigilancia en establecimientos de reclusión
En Epul Loncoñanco con Fisco se discutía la responsabilidad del Fisco en la
muerte de varios niños confinados en el Centro de tránsito y distribución
“Alborada” de Temuco, con ocasión del incendio que afectó al recinto en julio
de 1999. La guarda de personas es siempre delicada, y más todavía si sus
48 Que, más allá de la idea de “culpa del servicio” (Brito Cisternas, c.13 sentencia casación), no duda
en hablar incluso de “negligencia del municipio” (Cáceres con Municipalidad; c.12 sentencia casación).
49 Corte Suprema, 28.07.1987, Hexagon Ltda. Sociedad Importadora y Exportadora c/ Fisco, 84 RDJ
(1987), pp. 217ss., 344 FM (1987) pp. 355ss., LexisNexis Nº 10180 (c. 8-b).
50 Barros, op. cit. en n.5, p. 524.
506 José Miguel Valdivia oLIVARES
lo cual parece enviar una señal diferente. El acento está puesto en la guarda,
por el contrario:
la situación de abandono alegada por el Fisco no resulta acreditada, pues de los antece-
dentes tenidos a la vista se infiere que todos ellos presentaban problemas conductuales
recurrentes, pero siempre en contacto con sus familias. Jurídicamente no se había decla-
rado tal abandono, pero más aun, el hecho de que estuvieran en situación de conflicto
social, no hace sino aumentar la responsabilidad del organismo estatal creado para darle
protección y ayuda a dichos menores para superar dicho estado (c.14).
Una primera lectura del fallo permitiría suponer que el juez da la espalda a la
idea de culpa calificada, y al contrario se conformaría con una culpa levísima.
Con todo, esta reacción está, conceptualmente al menos, lejos de las soluciones
de vanguardia que el derecho francés consagra, sobre el fundamento del riesgo
en la guarda51.
Al revisar los hechos se constata sin embargo la complejidad del asunto.
El incendio fue provocado por algunos de los menores recluidos, lo que con-
firma los temores implícitos en las apreciaciones sobre la dificultad del servi-
cio. Habría sido difícil controlarlos, y evitar el incendio, dadas las condiciones
usuales de funcionamiento de esta clase de recintos. En esas circunstancias,
no hubiera sido sencillo imputar culpa a los guardianes por el incendio pro-
vocado por algunas de las víctimas.
El fallo retiene sin embargo otra circunstancia relevante para condenar
al Estado. Mediante un astuto relato, el juez elude adentrarse en la vigilancia
de los menores, prefiriendo realzar la incidencia de la incapacidad de control
del caos por parte del establecimiento, así como la disposición misma del ser-
vicio para evacuar a sus huéspedes en caso de emergencia: contrariando regla-
51 Conseil d’État (Section), 11.02.2005, GIE Axa Courtage, Actualité Juridique-Droit Administratif
(2005), pp. 663s., crónica C. Landais y F. Lenica, JCP (2005), II, 10070, conclusiones C. Devys, nota
M.-C. Rouault, JCP A (2005), 1132, nota J. Moreau, RFDA (2005) pp. 595ss, conclusiones y nota P.
Bon.
Responsabilidad del eSTADO 507
mentos, las piezas estaban cerradas con candado, de modo que la evacuación
era prácticamente ilusoria. La falta de servicio
aparece constituida por la deficiente y casi nula preparación para enfrentar una emer-
gencia como la vivida, lo negligente y antirreglamentario que resultaba el mantener con
candado las habitaciones de los menores, a quienes se debía protección a ultranza (c.9).
Por cierto la culpa infraccional era evidente, pero debió hacer fuerza otro
argumento, de índole causal: si las piezas estaban cerradas con candado,
cualquiera hubiera sido la causa del incendio la evacuación de los menores
hubiere enfrentado dificultades idénticas, de modo que la implementación de
candados parecía quedar fuera de toda excusa. Causalmente, sin embargo, el
razonamiento no era impecable, porque no se podía ignorar completamente
el origen del fuego.
Con cierto espíritu formalista, el juez rechaza la excepción de culpa de
la víctima, por no estar acreditada la identidad de quienes tuvieron la iniciati-
va de quemar los colchones:
la culpa es personal, y por ello no se hace extensiva a los demás, amén de que no se de-
terminó qué menor fue el que lo provocó, o si fueron unos o todos ellos, los concertados
para iniciar el fuego (c.13).
Formalista, porque el mismo fallo aplica (con una claridad pocas veces vista
en los fallos) una idea de la culpa anónima para acreditar la falta de servicio,
por una parte:
Carece de importancia determinar la persona del funcionario o funcionarios que estaban
a cargo de la protección de los menores, porque la relación del órgano público, que debe
resarcir, y las víctimas, que tienen derecho a pedir indemnización, nace como consecuen-
cia de un obrar colectivo, de muchas personas, pero todas ellas agentes o funcionarios
del servicio… Para que se configure la falta de servicio [es] irrelevante la participación
del funcionario, y por eso suele llamársele “anónima” ya que no se requiere que la falta
sea atribuida a un funcionario o agente en particular. La individualización sólo será im-
portante para el Estado cuando haya indemnizado a las víctimas y los daños puedan ser
imputados en razón de una falta personal a un funcionario, caso en el cual el inciso 2° del
artículo 44 de la Ley 18575 le autoriza a repetir contra el autor del daño, pero en lo que
dice relación con el resarcimiento mismo la relación de los demandantes con el Fisco es
directa, esto es, el patrimonio del órgano público queda comprometido cada vez que el
Servicio no actúe en la forma que la ley lo señala (c.9).
Mucho más difícil era eludir ese problema en el caso Medel con Servicio de
Salud, relativo al suicidio de un enfermo siquiátrico en un hospital. Y sin
embargo, el fallo no menciona expressis verbis la exigencia de una culpa grave.
Un paciente del hospital siquiátrico de Putaendo se arrojó desde una
ventana del tercer piso, matándose.
El caso, inédito aún en la historia judicial chilena, corresponde a una
figura bastante frecuente en el derecho comparado53.
Los pacientes siquiátricos suelen tener tendencias suicidas, lo cual se-
meja bastante a portar en sí mismo el germen de la destrucción. No siempre
están internados en hospitales para impedir que se maten, pero los estableci-
mientos hospitalarios deben adoptar precauciones particulares para evitar esa
contingencia. En este caso, algunas medidas se adoptaron con ese fin, como
someter al paciente a visitas nocturnas y la clausura de la ventana de su dor-
mitorio; claramente -el resultado lo muestra- fueron insuficientes.
Está demás decir, que el solo resultado dañoso no basta para compro-
meter la responsabilidad del hospital. El fallo exige, según la regla general, una
52 Léase entre líneas en este sentido los comentarios de los autores de Les Grands arrêts de la
jurisprudence administrative, op. cit. en n.9 p. 386 sobre el fallo del Conseil d’État (Assemblée),
29.03.1946, Caisse départementale d’assurances sociales de Meurthe-et-Moselle.
53 Véase, entre otros, Montador, J: “Une source importante de responsabilité administrative: le
suicide du malade à l’hôpital public”, Actualité Juridique-Droit Administratif (1972), pp. 19ss.
Responsabilidad del eSTADO 509
falta de servicio. Pero no exige más que eso, dando a entender que el grado de
diligencia esperable de este servicio es idéntico, por ejemplo, al de las munici-
palidades respecto de la conservación de las vías públicas.
.Resulta interesante destacar que, más allá de la parquedad del fallo, la
culpa que el juez estima concurrir en la especie no es una falta de servicio
común y silvestre.
Se refiere primeramente a una culpa por reiteración, que es uno de los
criterios que el derecho francés privilegia para dar por establecida una “faute
lourde”54: el juez estima necesario subrayar que el hospital “ha incurrido en
reiteradas y persistentes faltas de servicio” (c.17 sentencia primera instancia).
Lo cierto es que esta afirmación aparece confundida con una segunda
cuestión, referida al grado de previsibilidad del daño. Esta no era la primera
vez que el enfermo había pretendido saltar desde la misma ventana, apare-
ciendo a todas luces insuficiente la precaución adoptada con respecto a la ven-
tana de su propia pieza. Nada impidió, en efecto, que el enfermo
tuviera acceso al lugar desde donde se suicidó, más aun considerando que antes este
paciente había intentado suicidarse en varias ocasiones, incluso desde la misma ventana
que se lanzó y sin que la demandada, oportunamente advertida… adoptara[n] medidas
suficientes para evitar tal desenlace (c.17).
Por último, para no dejar dudas de lo que el juez tiene en mente, deja de
manifiesto que en los antecedentes del daño no puede ignorarse
un grave error de diagnóstico al pensarse que el paciente no intentaría matarse56. En
síntesis, teniendo en cuenta este cúmulo de elementos, el juez califica explícitamente el
hecho como una notable y verdaderamente incomprensible falta de servicio (c.17 senten-
cia primera instancia).
54 Paillet, op. cit. en n.42, pp. 355ss.
55 V. p. ej., precisamente en materia de servicios siquiátricos, los fallos del Conseil d’État, 09.07.1958,
Sieur Bassier, Revue du droit public (1958), p. 1106, Actualité Juridique-Droit Administratif (1958),
p. 367; 10.11.1961, Eveillard, Recueil Lebon (1961), p. 639, Revue du droit public (1962), p. 567. En
cambio, si la administración no ha estado informada de las tentativas de suicidio del enfermo, su
responsabilidad es difícilmente susceptible de verse comprometida: CE, 30.10.1968, Époux Girardot,
Revue du droit public (1969), p. 542.
56 En el derecho francés, sin embargo, el error de diagnóstico no siempre guarda relación con el
error de vigilancia, que es usualmente la causa del daño en esta clase de hipótesis: Conseil d’État,
07.01.1970, Dame veuve Sandot, Actualité Juridique-Droit Administratif (1970), p. 25.
510 José Miguel Valdivia oLIVARES
En otros términos, aun cuando el juez evite invocar o establecer una regla de
derecho que exija la culpa grave en estos casos, en el terreno de los hechos
recurre a técnicas que son típicas del establecimiento de una culpa grave. El
grado de culpa no fue indiferente para la resolución del asunto. Más aún,
puede pensarse que sin esas características la falta de servicio simplemente no
se hubiera estimado concurrir.
Así, poco importa en definitiva que la exigencia no esté formalmente es-
tablecida en el plano jurídico si para la concurrencia de la culpa que es idónea
para comprometer la responsabilidad pública una falta de servicio ordinaria
no puede ser suficiente57.
En síntesis, de los fallos expuestos puede concluirse que el juez no ig-
nora que hay ciertas funciones públicas cuyo ejercicio resiste en un grado va-
riable a la censura. Si en algunos casos puede eludir de un modo más o menos
elegante el problema de articular convincentemente esa censura, no siempre
se conjugan las condiciones que le permiten hacerlo. Es significativo, con todo,
que nunca se evoque explícitamente la calificación de la culpa. Aunque la
práctica corriente en otros ordenamientos suscita cuestionamientos acerca de
la coherencia lógica de los regímenes de responsabilidad por culpa grave58, la
necesidad de construir una censura más fuerte que la normal es, en algunos
casos, inevitable.
57 Cf., en un sentido análogo, el estudio de Alix Toublanc, “De la prétendue disparition de la faute
lourde en matière de responsabilité médicale”, Actualité Juridique-Droit Administratif (2004) pp.
1173s., para la evolución que, tras el fallo Epoux V. (Conseil d’Etat - Assemblée, 10.04.1992, Recueil
Lebon [1992], pp. 171s., Les Grands arrêts de la jurisprudence administrative, op. cit. en n.9, pp. 761s.), ha
tenido en la jurisprudencia francesa el concepto “faute de service de nature à”.
58 Por ejemplo, Richer, L: La faute du service public dans la jurisprudence du Conseil d’État,
(París: Economica, 1978), p. 156.
Derecho ambiental
Andrés Fernández Alemany
GENERALIDADES
Habiendo trascurrido más de 14 años desde la publicación de la ley 19300 sobre
bases generales del medio ambiente, se habla ya de la necesidad de implementar
un verdadero “segundo piso” ambiental. Sin duda que en tal implementación, el
perfeccionamiento de los instrumentos de gestión ambiental que actualmente
contempla dicha ley, más los nuevos que se puedan incorporar en los
cambios normativos e institucionales que se han anunciado a propósito de
la implementación de un nuevo Ministerio y Superintendencia del Medio
Ambiente, tendrá un rol preponderante en las discusiones que se avecinan.
En términos generales, el instrumento de gestión ambiental que tra-
dicionalmente ha ocupado más la atención de la autoridad y comunidad, es
el sistema de evaluación de impacto ambiental (“SEIA”). Su reglamento ex-
perimentó una importante modificación en el año 2002, y continuamente se
presentan al Congreso proyectos para nuevas modificaciones.
Sin embargo, otros instrumentos de gestión contemplados en la ley, tales
como las normas de emisión y calidad, así como los planes de prevención y de
descontaminación, han tenido, quizás en forma más silenciosa, un importante
desarrollo e implementación.
Basta citar como ejemplo las normas de emisión que actualmente regu-
lan las descargas de residuos líquidos domiciliarios e industriales a los siste-
mas de alcantarillado, así como a los cursos de aguas superficiales y subterrá-
neas, incluyendo aguas marinas. Nos referimos a las normas contenidas en el
DS 609/1998, DS 90/2000 , y DS 46/2002, que han resultado en que hoy un alto
porcentaje de las aguas residuales en el país se descargan previo tratamiento1.
1 DS 609/1998 (Obras públicas, establece norma de emisión para la regulación de contaminantes
asociados a las descargas de residuos industriales líquidos a sistemas de alcantarillado); DS 90/2000
(Secretaria general de la Presidencia, establece norma de emisión para la regulación de contaminantes
Fernández | Derecho Ambiental
3 Rev D. UAI (2013) 511-521
© 2013 Andrés Fernández Alemany
512 Andrés Fernández Alemany
Otro ejemplo son las normas primarias de calidad del aire, que han
gatillado la dictación de varios planes de descontaminación en sectores don-
de existen operaciones de beneficio minero, que han contribuido al mejora-
miento de los anteriormente deteriorados índices de contaminación aérea
en los lugares donde se han aplicado. O quizás mencionar el mediático plan
de descontaminación atmosférica de la Región Metropolitana2, que con sus
aciertos y errores intenta cada año disminuir las situaciones emergencia y pre-
emergencia ambiental, sin alcanzar aún la meta de alcanzar el cumplimiento
de las normas de calidad de aire.
Orientada posiblemente por los resultados antes citados, la Comisión
Nacional del Medio Ambiente (“CONAMA”) ha sido activa en la fijación de pla-
nes priorizados para la dictación y revisión de normas, destacándose última-
mente el inicio de los procesos para la dictación de varias normas de calidad
secundaria de aguas para numerosas cuencas hidrográficas3.
De lo anterior, se puede anticipar que en el futuro cercano, tendremos
probablemente varios planes de prevención o descontaminación de cursos de
aguas, que se vendrán a unir a los ya varios planes existentes en materia de
contaminación atmosférica, derivados de eventuales situaciones de latencia o
saturación de determinados contaminantes en ríos y lagos del país.
Demás está en señalar, que la dictación y ejecución de tales instrumen-
tos requiere de un extraordinario esfuerzo, tanto de la Autoridad en cuanto a
llevar adelante los procesos de dictación y fiscalización de las normas y planes
de descontaminación, así como de los administrados, en cuanto a financiar
las inversiones, desarrollar la infraestructura necesaria y mejorar la eficiencia
de sus procesos para dar cumplimiento a las obligaciones contenidas en los
mismos. Un claro ejemplo de lo anterior, son las millonarias inversiones que
las empresas concesionarias de servicios sanitarios han incurrido para la cons-
trucción y operación de plantas de tratamiento de aguas servidas, así como
aquellas realizadas por el sector industrial, para el tratamiento de los residuos
industriales líquidos (“Riles”) generados por el desarrollo de sus actividades.
la posibilidad de que los terceros que se sientan afectados con tal proyecto
puedan presentar observaciones al mismo. Además constituye una expresión
del principio del gradualismo, esto es, contiene una primera etapa, en la cual
se debe determinar si un determinado proyecto o actividad debe ingresar al
SEIA; para después pasar a una segunda etapa, en la cual se debe determinar
por su titular si el proyecto debe ingresar por medio de una estudio o
declaración de impacto ambiental.
Es necesario agregar que el SEIA constituye una ventanilla única am-
biental que otorga una verdadera certificación de cumplimiento de los re-
quisitos ambientales de diferentes permisos y autorizaciones ante un mismo
organismo y procedimiento. Como consecuencia, una vez que un proyecto
ha sido calificado favorablemente, los permisos sectoriales ambientales a
que se refiere el reglamento del sistema de evaluación de impacto ambiental
(“RSEIA”) no podrán ser negados por razones ambientales.
Además de la ley 19300, el SEIA es regulado por el DS 30/1997 (secreta-
ría general de la Presidencia) que contiene el reglamento del sistema de eva-
luación del impacto ambiental. A contar de su publicación en el D.O. con fecha
3 de abril de 1997, comenzó la vigencia del SEIA y su aplicación obligatoria.
Antes de tal fecha, el SEIA se aplicó en forma voluntaria, incluso antes de
publicación de la ley 19300, situación que no estuvo exenta de polémica (e.g.
caso Trillium).
La evaluación de impacto ambiental se realiza por medio de dos ins-
trumentos, a saber: el estudio de impacto ambiental (“EIA”) y la declaración
de impacto ambiental (“DIA”). El primero es definido por la ley de bases
como
el documento que describe pormenorizadamente las características de un proyecto o ac-
tividad que se pretenda llevar a cabo o su modificación. Debe proporcionar antecedentes
fundados para la predicción, identificación e interpretación de su impacto ambiental y
describir la o las acciones que ejecutará para impedir o minimizar sus efectos significati-
vamente adversos (art. 2 L 19300).
La Corte Suprema, en fallo emitido el año 2005, se limitó a dar por aceptados
los supuestos fácticos establecidos por los jueces del fondo, señalando que
no le correspondía a ese tribunal superior revisarlos por la vía de la casación,
por cuantos tales jueces son soberanos para apreciar las pruebas, teniendo la
libertad en la justipreciación de los diversos factores probatorios (c.13).
Crítica al fallo
Los tribunales del fondo procedieron a acoger la demanda de prescripción,
estimando que ésta no era contraria al orden público o a las leyes ambientales
citadas. Para fundamentar esta decisión, establecieron que los demandados
no acreditaron suficientemente la existencia de la contaminación, por lo cual
no existe impedimento jurídico para conceder la servidumbre solicitada en los
términos del artículo 880 inciso 2º del Código Civil.
Sin embargo, de un análisis detallado de las consideraciones tomadas
en cuenta por los tribunales de la instancia, podemos ver que existe una ver-
dadera confusión entre el concepto de daño ambiental y contaminación.
Para poder comprender las diferencias que existen entre ambos concep-
tos, es necesario remitirse a las definiciones contenidas en la LBGME.
El artículo 2.c define contaminación como
la presencia en el ambiente de sustancias, elementos, energía o combinación de ellos, en
concentraciones o concentraciones y permanencia superiores o inferiores, según corres-
ponda, a las establecidas en la legislación
Por otro lado, el artículo 2.e define daño ambiental como toda perdida, disminución
o menoscabo significativo inferido al medio ambiente o a uno o más de sus componentes
518 Andrés Fernández Alemany
Finalmente, cabe destacar que el artículo 2.o define a las normas de emisión
como las que establecen la cantidad máxima permitida para un contaminante
medida en el efluente de la fuente emisora.
plazo señalado. Esto es, de admitirse la posición de los tribunales del fondo,
se estaría aceptando que factores tales como la recarga del trabajo de los tri-
bunales superiores, la simple negligencia o aún la desidia funcionaria, tengan
la capacidad de abortar un asunto correctamente entablado en cuanto a la
formalidad del plazo (c.13).
Comentario
La decisión de la Corte Suprema es absolutamente lógica y razonable. Más
aún, llama la atención que la CONAMA, respectiva haya omitido la aplicación
de su propia normativa sectorial. Esto es, el artículo 64 de la ley 19300 hace
referencia a que en estos casos, debe seguirse el procedimiento de los artículos
60 y siguientes de la misma ley, entre los cuales se debió tener presente el
artículo 60 inciso 2º, que se remite a las normas de distribución del artículo
176 del Código Orgánico de Tribunales.
COMENTARIO FINAL
Aun cuando ya se habla de un “segundo piso ambiental”, o de la necesidad de
iniciar una segunda generación de reformas a la institucionalidad ambiental
del país, incluyendo la modificación total de la Comisión Nacional del Medio
Ambiente, pareciera que los tribunales de justicia aún no han asimilado
íntegramente los cambios que trajo consigo la dictación de la ley de bases
generales del medio ambiente en el año 1994. Es posible que el ejercicio de
jurisdicción en materia ambiental no haya sido suficientemente fructífero,
comparado con la gran cantidad de casos de resolución de conflictos
ambientales por la vía administrativa. Puede ser también que falta más
especialización de los tribunales en la materia. Lo que sí aparece recomendable,
es que el legislador, conociendo las reformas que se avecinan, considere el
importante rol que le cabe y cabrá a los tribunales de justicia en la resolución
de los conflictos ambientales.
Derecho MINERO
Juan Ignacio Contardo González
Esta disposición se aplica a todos los casos, y por ejemplo, las hipotecas
prefieren en el orden de su inscripción, pero el orden de estas está dado por el
orden en el libro repertorio.
Ahora, la sentencia que otorga la concesión de exploración debe ins-
cribirse en el Registro de Descubrimientos que lleva el conservador de mi-
nas, y obviamente debe anotarse en el libro repertorio. ¿Pero qué sucede con
la prórroga de la concesión de exploración? La ley exige anotación marginal,
pero ¿se requiere anotación previa en el repertorio? Nada dice el Código de
Minería y tampoco el reglamento del código del ramo.
Dos son las opciones: o bien se trata de una laguna legal y por lo tanto
es necesario integrar, o bien se trata de un tema interpretativo. En nuestra
opinión cualquiera sea la opción, la solución es la misma.
Si existiese laguna legal, hay que acudir a las normas generales conteni-
das en el Registro Conservatorio de Bienes Raíces. El artículo 65 del mismo
prescribe que:
En el acto de recibir el Conservador la copia auténtica, anotará su extracto en el Re-
pertorio, bajo el número que corresponda según el orden de su presentación, y con las
enunciaciones enumeradas en el artículo 24.
Por tanto, el sistema registral está basado en que todos los títulos que se le
presenten al Conservador deben anotarse en el libro repertorio. Ahora, el
recurrente de casación arguye que el artículo 15 del reglamento conservatorio
prescribe el deber de los Conservadores de anotar en el repertorio “el título
que se le presenta para ser inscrito”, y no se requiere anotación en el repertorio
para otras actuaciones distintas de la inscripción de títulos. Este argumento
no es correcto. El sistema de adquisición del dominio y demás derechos reales,
por lo menos en Chile, se basa en un título y un modo de adquirir el dominio.
El título es el antecedente jurídico que permite la adquisición del dominio, y
el modo de adquirir es el hecho o acto jurídico que tiene la virtud de hacer
nacer o traspasar el dominio u otro derecho real. Pues bien, en el caso de
una prórroga de concesión de exploración, la sentencia que la concede es el
antecedente jurídico que permite la adquisición del respectivo derecho real.
La sentencia e inscripción originarias no son antecedentes que permitan la
Derecho Minero 527
adquisición del derecho real, puesto que éstas caducan en el plazo de dos
años como prescribe el Código de Minería. Lo que permite la prórroga es la
sentencia judicial. Constituyendo ésta el título, obviamente el Conservador
debe anotarla en el libro repertorio, y con ello se da perfecto cumplimiento
al artículo 15 del reglamento conservatorio. Otra cosa muy distinta es
que el Código de Minería dispense la necesidad de una nueva inscripción
conservatoria permitiendo sólo anotarla al margen, y que es la forma de
constitución de la prórroga.
Si se señala que no hay laguna legal y es un tema interpretativo, la solu-
ción es la misma según lo prescrito en el artículo 99 del Código de Minería, y
siempre teniendo en consideración el artículo 22 del Código Civil:
El contexto de la ley servirá para ilustrar el sentido de cada una de sus partes, de manera
que haya entre todas ellas la debida correspondencia y armonía.
Los pasajes obscuros de una ley pueden ser ilustrados por medio de otras leyes,
particularmente si versan sobre el mismo asunto.
guerra y las personas civiles durante conflictos armados. Estos cuatro tratados
son aplicables únicamente a los conflictos armados internacionales, sin embar-
go, el artículo 3 común a todos convenios contiene algunas obligaciones básicas
de comportamiento relativas a los conflictos que no tienen carácter internacio-
nal. El hecho de que los Convenios de Ginebra no se apliquen en forma general
a los conflictos armados no internacionales, con excepción del artículo 3, se
explica porque durante la negociación los estados no estuvieron dispuestos a
extender el conjunto amplio de las obligaciones asumidas a los conflictos arma-
dos de orden interno. Después de muchas negociaciones estuvieron dispuestos
a aceptar una obligación mínima de trato humanitario contenida en el artículo
3º. Esta disposición, común a todos los Convenios de Ginebra establece que:
Art. 3 En caso de conflicto armado que no sea de índole internacional y que surja en el
territorio de una de las Altas Partes Contratantes, cada una de las Partes en conflicto
tendrá la obligación de aplicar, como mínimo, las siguientes disposiciones:
1. Las personas que no participen directamente en las hostilidades, incluidos los
miembros de las fuerzas armadas que hayan depuesto las armas y las personas puestas
fuera de combate por enfermedad, herida, detención o cualquiera otra causa, serán, en
todas las circunstancias, tratadas con humanidad, sin distinción alguna de índole des-
favorable, basada en la raza, el color, la religión o la creencia, el sexo, el nacimiento o la
fortuna, o cualquier otro criterio análogo.
A este respecto, se prohíben, en cualquier tiempo y lugar, por lo que atañe a las
personas arriba mencionadas:
a. los atentados contra la vida y la integridad corporal especialmente el homicidio
en todas sus formas, las mutilaciones, los tratos crueles, la tortura y los suplicios;
b. la toma de rehenes:
c. los atentados contra la dignidad personal, especialmente los tratos humillan-
tes y degradantes;
d. las condenas dictadas y las ejecuciones sin previo juicio ante un tribunal legí-
timamente constituido, con garantías judiciales reconocidas como indispen-
sables por los pueblos civilizados.
2. Los heridos y los enfermos serán recogidos y asistidos.
Un organismo humanitario imparcial, tal como el Comité Internacional de la Cruz
Roja, podrá ofrecer sus servicios a las Partes en conflicto.
Además, las Partes en conflicto harán lo posible por poner en vigor, mediante acuer-
dos especiales, la totalidad o parte de las otras disposiciones del presente Convenio.
La aplicación de las anteriores disposiciones no surtirá efectos sobre el estatuto
jurídico de las Partes en conflicto.
13 Prosecutor v Tadic ( Jurisdiction) ICTY-94-1-AR72 (25 October 1995), párrafo 80.
536 Ximena Fuentes Torrijo
Es interesante observar que Antonio Cassese era uno de los jueces que en 1998
dictó la sentencia en el caso Furundzija, en la que opina diferente al señalar
que el carácter ius cogens del crimen no permitiría las amnistías. En verdad,
14 The Prosecutor v. Anton Furundzija, ICTY, Case N° IT-95-17/1-T, Judgement of the Trial Chamber,
10 December 1998, para. 155.
15 La Corte Especial de Sierra Leona se estableció por medio de un acuerdo celebrado entre Sierra
Leona y las Naciones Unidas el 16 de enero de 2002.
16 Texto en http://www.sierra-leone.org/lomeaccord.htm.
17 Ver art. XXXIV del Acuerdo de Lomé
18 The Prosecutor v. Morris Kallon and Brima Buzzy Kamara, Special Court for Sierra Leone, SCSL-
2004-15- AR72(E)and SCSL-2004-16-AR72(E), Decision on Challenge to Jurisdiction: Lomé Accord
Amnesty (Appeals Chamber, 13 March, 2004), párrafo 67.
19 “There is not yet any general obligation for States to refrain from amnesty laws on these crimes.
Consequently, if a State passes any such law, it does not breach a customary rule.” en Cassese,
International Criminal Law (Oxford, 2003), p. 315, citado por la Corte Especial para Sierra Leona,
ibid., párrafo 71.
Derecho Internacional Público 537
Este artículo se refiere a las llamadas “reparaciones de guerra” y tiene por objeto
que los estados no se exoneren de las obligaciones pecuniarias en las que
puedan haber incurrido por motivo de una guerra24. Así lo explica el propio
comentario de la Cruz Roja sobre esta disposición. En este punto, la sentencia
comentada está en lo correcto, el artículo 148 del IV Convenio de Ginebra
no prohíbe la extinción de la responsabilidad penal de los individualmente
involucrados en graves crímenes, porque ese artículo está dirigido sólo a los
Estados como tales, y se refiere a una prohibición de autoexonerarse de sus
obligaciones pecuniarias25. Lo que la sentencia omite, sin embargo, es algo
más simple todavía: el artículo 148 sólo se aplica en casos de conflicto armado
internacional, porque el único artículo aplicable a los conflictos armados sin
carácter internacionales el artículo 3 que se limita a establecer obligaciones
sustantivas mínimas y ninguna obligación de castigar a los responsables de
su violación.
Es claro entones que los Convenios de Ginebra no contienen una pro-
hibición de las amnistías en caso de conflicto armado no internacional. La
pregunta que corresponde hacer es si algún otro tratado pudiera establecer
esta obligación. De los tratados ratificados por Chile se podría discutir si la
Convención de Naciones Unidas contra la Tortura o si la Convención contra
el Genocidio contienen tal prohibición. La Convención contra el Genocidio
parece establecer una obligación bien estricta de castigar a los hechores26,
sin embargo, en Chile no se cometió genocidio. Respecto de la Convención
contra la Tortura, el artículo 4.2 dispone que: “Todo estado parte castigará
esos delitos con penas adecuadas en las que se tenga en cuenta su gravedad”.
José Zalaquett y otros han interpretado que la Convención contra la Tortura
en el sentido que ella no establecería una obligación absoluta de castigar27.
En todo caso, las sentencias que se cometan aquí no se han pronunciado
en causas por tortura, sino homicidio y desapariciones forzadas ocurridas
durante la dictadura chilena. Lo que es claro, y contra la opinión de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, es que los tratados generales sobre
derechos humanos no contienen tal prohibición28. Sin embargo, la Corte
Interamericana ha derivado la obligación de castigar de la obligación de ga-
rantía contenida en el Artículo 1.1 de la Convención Interamericana de De-
Sin perjuicio de las críticas que ha recibido este estudio del CICR por su
extremada flexibilidad a la hora de contar práctica relevantes32, hay que
decir que todos los ejemplos de práctica que menciona son en todo caso
posteriores a 1990, de tal manera que esto refuerza que los Convenios de
Ginebra no contienen una prohibición de las amnistías y que para establecer
tal prohibición habría que adentrarse en una detallada investigación de la
práctica post-1990, teniendo presente los siguientes elementos:
Los Convenios de Ginebra no se aplican a los conflictos armados sin
carácter internacional, con excepción del artículo 3 que contiene obligaciones
mínimas de trato hacia los involucrados en el conflicto.
En 1949, fecha de redacción de los Convenios de Ginebra, no se había
desarrollado todavía en el derecho internacional la noción de responsabilidad
penal individual por crímenes cometidos durante conflictos armados sin ca-
rácter internacional.
Los tratados generales de derechos humanos, tales como el Pacto de
Derechos Civiles y Políticos o la Convención Interamericana de Derechos
Humanos, no contienen una prohibición de aplicación de amnistías.
Por lo tanto, si alguna norma consuetudinaria de derecho internacional
hubiera surgido en el sentido de prohibir las amnistías, la práctica se habría
desarrollado con posterioridad al año 1990.
30 Mi traducción del inglés: States must investigate war crimes allegedly committed by their
nationals or armed forces, or on their territory, and, if appropriate, prosecute the suspects, They
must also investigate other war crimes over which they have jurisdiction and, if appropriate,
prosecute the suspects.
31 Mi traducción del inglés: At the end of hostilities, the authorities in power must endeavour to
grant the broadest possible amnesty to persons who have participated in a non-international armed
conflict, with the exception of persons suspected of, accused of or sentenced for war crimes.
32 Nicholls, L: “The Humanitarian Monarchy Legislates: The International Committee of the Red
Cross and its 161Rules of Customary International Humanitarian Law”, 17 Duke Journal of Comparative
and International Law (2006), pp, 223ss.
542 Ximena Fuentes Torrijo
jerarquía que habría hecho irrelevante lo dispuesto por la ley 20023 en relación
con el derecho a no ser sometido a una prisión por deudas. Pero esa omisión
se explica porque ni la Corte de Apelaciones ni la Corte Suprema aceptan que
se trate realmente de una prisión por deuda.
Como se dijo anteriormente, sólo dos de las apelaciones en recursos
de amparo presentadas por medidas de apremio por no pago de cotizaciones
previsionales fueron acogidas por la Corte Suprema. Se trata de los amparos
a favor de Vicente Monterrosa Marras, Rol 5304-2005 y Juan Rodillo Hafer-
mann, Rol 5717-200535. En ambos la Corte Suprema acepta la tesis de que la
medida de apremio contemplada en el artículo 12 de la ley 17322 constituye
una prisión por deuda y que, por lo tanto, se encuentra tácitamente derogada
por la Convención Americana de Derechos Humanos.
EXTRADICION PASIVA
Solicitud de extradición sin tratado de extradición vigente
En contra Biniamin Levi, el Estado de Israel solicita la extradición de una
persona de nacionalidad israelí que ha sido condenada por los tribunales de
Israel por los delitos de instigación a una menor al uso de drogas y violación.
No existe tratado de extradición entre Chile e Israel, pero tanto el ministro
instructor, Jaime Rodríguez Espoz, como la Corte Suprema, aplican la
Convención de Naciones Unidas contra el Tráfico Ilícito de Estupefacientes
y Sustancias Psicotrópicas y los principios generales de derecho internacional.
La primera convención se aplica en relación con el delito de instigación a una
menor a usar drogas y los principios generales de derecho internacional al
delito de violación (o su equivalente en Chile, a la época de comisión de los
hechos, de abusos deshonestos).
El artículo 6 de la Convención contra el Tráfico Ilícito de Estupefacien-
tes y Sustancias Psicotrópicas establece que, para los países que para otorgar
extradiciones exigen la existencia de un tratado de extradición, en caso de no
existir tal tratado de extradición entre el país requirente y el país requerido,
la propia Convención podrá servir de base para otorgarla. Llama la atención
que tanto el ministro instructor como la Corte Suprema hayan especificado la
aplicación de la mencionada convención, siendo que Chile no es un país que
exija la existencia de un tratado de extradición para acceder a los requerimien-
tos de extradición de países extranjeros. El objetivo del artículo 6.3 de la Con-
vención es poder vencer el obstáculo insalvable que en algunos países existe
para las peticiones de extradición pasiva por la inexistencia de un tratado de
extradición. Hay que tener presente, que en aquellos países en que el tratado
35 A Rodillo Hafermann en un recurso de amparo similar comentado en Revista 2004 no le fue
aceptada por la Corte Suprema la tesis de la prisión por deudas.
546 Ximena Fuentes Torrijo
36 Mendelson, M: “Final Report of the Committee on the Formation of Customary (General)
International Law”, International Law Association, Report of the Sixty-Ninth Conference, London
(2000), p. 759 (la traducción es mía). En este mismo sentido Ian Brownlie también llama a la cautela
a la hora de sacar conclusiones a partir de la existencia de tratados de extradición similares: Principles
of Public International Law, Oxford, 2003, p. 14.
548 Ximena Fuentes Torrijo
Pare efectos del presente comentario hemos seleccionado las sentencias más
novedosas de la Corte Suprema. En los dos trabajos anteriores se ha cubierto
la totalidad de las decisiones de la Corte, con la finalidad de tener una base
para los números futuros de esta revista. A continuación expondremos
los criterios nuevos o aquéllos que enmiendan los ya adoptados en años
anteriores.
Este comentario está organizado en cuatro secciones generales: dere-
cho individual del trabajo, derecho colectivo del trabajo, derecho administra-
tivo del trabajo y seguridad social.
1 Se agradecen las observaciones al borrador de este trabajo de Caterina Guidi Moggia y de Pamela
Prado López, sin perjuicio de que la responsabilidad final de este comentario es exclusiva del autor.
Es dable señalar que, a la fecha de elaboración de este comentario, aún no entra en vigencia la L
20087 que cambia la numeración de los artículos del libro V CT.
Gamonal | Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social
3 Rev D. UAI (2013) 555-608
© 2013 Sergio Gamonal Contreras
556 Sergi0 gAMONAL cONTRERAS
el precepto antes citado es una norma de carácter imperativo que contempla una serie
de hipótesis en la materia estableciendo, en cada una de ellas, el porcentaje en que la
indemnización por años de servicios debe ser aumentada. La regla en estudio no puede
ser desatendida por los jueces, pues ellos son los llamados a aplicar el Derecho al caso
concreto y por consiguiente, al condenar a la demandada al incremento que expresamen-
te señala el legislador, no han incurrido en el vicio reclamado (c.4).
Ius variandi
En Beltrán con Comercial Antonio Garrido el demandante se desempeñaba
como ayudante de repuestos hasta que la demandada, por decisión unilateral,
avisa al trabajador que debía seguir prestando sus labores en otra dirección,
de hecho, en la casa matriz, con el fin de efectuar labores netamente
administrativas.
Ante la negativa del trabajador el empleador lo despidió por las causales
de los NNº 3 y 4 del artículo 160, por no presentarse a laborar en la nueva sede.
Los jueces del fondo estimaron que esta decisión de traslado era injus-
tificada y que, por ende, el despido era indebido. Por otra parte, el mismo con-
trato estatuía que el lugar de labores podía modificarse por causa justificada.
La Corte, en voto de mayoría de los ministros Pérez, Álvarez y Marín
estima justificado el despido ya que, según indican, el trabajador posee dos
vías para reclamar de un ius variandi abusivo: el reclamo del artículo 12 del
Código del Trabajo y la facultad de despido indirecto o autodespido del ar-
tículo 171. Pero en la especie, el demandante no habría utilizado ninguna de
dichas vías, sino que optó por la autotutela al mantenerse en funciones en el
lugar en que primitivamente prestaba funciones, incurriendo en las causales
de caducidad del artículo 160 NN°3 y 4.
En voto de minoría, los ministros Benquis y Medina precisan que no se
acreditó la causa justificada del traslado exigida en el contrato y que, además,
se le habían modificado las funciones al trabajador. Agregan que, en este con-
texto, no ha podido ejercerse válidamente la potestad del artículo 12, ya que
debe prevalecer el pacto entre los contratantes y, además, al tenor de la ley, el
ius variandi no debe producir menoscabo para el trabajador. Por ello, aunque
el demandante pudo optar entre el reclamo y el autodespido, estas medidas
no estuvieron a su alcance ya que el empleador lo despidió por no haberse
presentado a trabajar, en día sábado, en el nuevo local.
Concordamos con el voto de minoría, pero no con sus argumentos.
Antes que nada, debemos precisar que no se trata de un tema de cláusu-
las contractuales, ya que el ius variandi es una potestad derivada del poder de
dirección del empleador y que debe ser ponderada con mucha prudencia. Se
trata de una potestad excéntrica al derecho de los contratos, donde es posible
dERECHO DEL tRABAJO Y DE LA sEGURIDAD sOCIAL 559
para una parte, en este caso el empleador, alterar unilateralmente la ley del
contrato, configurándose una excepción al artículo 1545 del Código Civil.
Esta excepción tan importante se basa en que el derecho del trabajo no
sólo contiene normas a favor del trabajador, parte débil de la relación laboral,
sino que también reconoce y legitima el poder del empleador por sobre el
trabajador. Por ello, este poder debe ser apreciado e interpretado restrictiva-
mente, ya que se trata de un poder privado de un particular sobre otro3.
El ius variandi, como toda potestad del empleador puede ser ejercido en
forma abusiva, por ejemplo, cuando no reúne los requisitos legales o cuando
es utilizado en forma desviada, sin atender a su finalidad, por ejemplo, como
medida disciplinaria4.
Ante un ius variandi abusivo el trabajador puede hacer lo siguiente:
1. Operar vía reclamo del artículo 12 del Código.
2. Negarse a trabajar por causa justificada (ius variandi abusivo) en las
faenas del contrato, artículo 160 Nº4 letra b.
3. Requerir la intervención de su sindicato, para que solicite al emplea-
dor el respeto de sus derechos y para que requiera la intervención de la auto-
ridad correspondiente, al tenor del artículo 220 NNº2, 3 y 4.
4. Demandar por despido indirecto o autodespido, artículo 171.
En el segundo caso, la causal de caducidad opera sólo cuando la negativa a
trabajar es sin causa justificada. Pero un ius variandi abusivo sí lo es. Incluso,
aplicando reglas civiles generales, podríamos entender que estamos frente
a una excepción del contrato no cumplido (art. 1552 CC)5, que permite al
contratante diligente suspender el cumplimiento de su obligación, mientras
su contraparte no cumpla con su propia obligación6, a saber, que el empleador
respete el lugar donde debe ejecutarse el contrato de trabajo.
Por estas consideraciones estimamos injustificado el despido debatido
en este caso. Por el contrario, el criterio mayoritario ignora la realidad del
contrato, las asimetrías brutales de poder entre empleadores y trabajadores,
y que los reclamos del artículo 12 y 171, implican, indirectamente el prime-
ro y directamente el segundo, que el trabajador pierde su fuente de sustento
(como sucede en la sentencia ya comentada caratulada Umaña con Calzados
Emilio Calleja). Efectivamente, después de un reclamo de ius variandi abusivo
es improbable la continuidad del contrato, sin perjuicio de que el empleador
puede ocupar todo su poder de mando y disciplinario para acosar al traba-
jador, además de despedirlo por la causal de necesidades de la empresa del
3 Estas ideas las hemos tratado en Gamonal, S: Daño moral en el contrato de trabajo (Santiago:
LexisNexis, 2005), pp. 5ss.
4 Ermida, O: Modificación de condiciones de trabajo por el empleador (Buenos Aires: Hammurabi, 1989),
p. 60.
5 Ermida, op. cit. en n.4, pp. 94-5.
6 Cfr. López, J: Los Contratos, Parte General (Santiago: Editorial Jurídica de Chile, 1998), t.ii, pp. 547ss.
560 Sergi0 gAMONAL cONTRERAS
artículo 161 del Código, cuya impugnación será, probablemente, una quimera
para el trabajador.
Feriado
En Acevedo Quivira con AGFA Ltda. el despido de un Gerente de Logística
para la Región Andina se estima justificado por el artículo 160 NN°1 y 7, a
saber, falta de probidad e incumplimiento grave de obligaciones del contrato.
Con todo, se discute la compensación de los feriados pendientes.
Lo anterior, debido a que el artículo 70 del Código del Trabajo dispone,
en sus incisos segundo y tercero, que
el feriado también podrá acumularse por acuerdo de las partes, pero sólo hasta por dos
períodos consecutivos.
El empleador cuyo trabajador tenga acumulados dos períodos consecutivos, deberá
en todo caso otorgar al menos el primero de éstos, antes de completar el año que le da
derecho a un nuevo período.
Semana corrida
En Sindicato de Trabajadores con Traveller S.A. se demanda el pago de la
semana corrida de trabajadores remunerados por incentivos de producción.
Tanto en primera como en segunda instancia se rechaza la demanda.
La mayoría de la Corte revoca la sentencia en el entendido de que la
finalidad de la semana corrida es cautelar el derecho al descanso semanal. El
ministro señor Pérez estuvo por rechazar el recurso de casación en el fondo,
ya que los recurrentes, en su opinión, no eran trabajadores remunerados ex-
clusivamente por día.
Concordamos con el criterio de la mayoría en esta sentencia.
Subcontratación
En Campos con Corporación Club Unión ÁrabeEn Campos y otro con Al
Ard Sociedad Anónima se demanda por responsabilidad subsidiaria a la
Corporación Club Unión Árabe de Viña del Mar, en circunstancias de que,
según esta última, no tenía relación alguna con los demandantes, ya que el
demandado principal sólo era arrendataria de algunos de sus espacios físicos,
por una renta de 46 UF, por lo que no podía ser considerada como una empresa
con responsabilidad subsidiaria. En otras palabras, no había una relación de
empresa principal a contratista.
Se trataba de una concesión de los comedores, terrazas y cocina del
Club Árabe, para el desarrollo de labores de gastronomía. Además, el deman-
562 Sergi0 gAMONAL cONTRERAS
Suministro8
En Aguilera con Servimarket se demanda tanto a Servimarket como a la
Administradora e Inversiones Supermercados Unimark SA, por un despido
injustificado de una trabajadora que gozaba de fuero maternal.
Se trataba de una cajera contratada por Servimarket y que era puesta a
disposición de Unimark. En primera instancia se condena a Unimark como
responsable subsidiario en conformidad al artículo 64 del Código del Trabajo9.
7 Cabe advertir que al momento de realizarse este comentario se encuentra en vigencia la nueva L
20123, sin perjuicio de que su normativa no era aplicable al caso en comento.
8 La sentencia comentada es anterior a la vigencia de la L 20123.
9 Norma vigente a la fecha del fallo y derogada por la L 20123.
dERECHO DEL tRABAJO Y DE LA sEGURIDAD sOCIAL 563
Término de contrato
En Urzúa con Sociedad Minmetal se demanda despido injustificado, ya
que, frente a un contrato por obra o servicio, se despide al trabajador por
necesidades de la empresa. El trabajador fue contratado como ingeniero en
minas en tanto sus trabajos fueren requeridos mediante orden de servicio Nº
6 en el marco del proyecto Nº 4500231851 “Servicio de Ingeniería de Apoyo
para Proyectos de Inversión año 2001”. Luego esta orden de servicio varió, se
redujo el número de horas hombre y por ello el demandado despidió al actor
por necesidades de la empresa.
La Corte estima justificado el despido sosteniendo que, aunque el con-
trato es por obra o faena, ello no es óbice para que finalice por necesidades de
la empresa. Sin embargo, consideramos que este argumento está errado. El
contrato a plazo y el por obra o faena no pueden terminar por necesidades de
la empresa, sino el respeto del plazo y de la obra o faena no obligarían en for-
ma alguna al empleador. Por el contrario, estos contratos sí podrían terminar
por una causal disciplinaria de las del artículo 160. Además, en la especie y
dada la redacción del contrato, estimamos que éste no es por obra o faena sino
indefinido. Lo que no puede ocurrir es que un empleador contrate mientas
tenga clientes…, o mientras realice tal o cual proyecto…, etc. O el empleador
contrata por obra o faena determinada o contrata indefinidamente. De lo con-
trario, el trabajador asume el riesgo de empresa y es, en el fondo, un socio pero
sin derechos sociales…
En términos similares, la Corte permite el término del contrato por
necesidades de la empresa en Jiménez y otro con EMIN Ingeniería y Cons-
trucción.
En la causa Vilches con Segetrans Transporte se discute la existencia
de un despido injustificado. El trabajador señala que el empleador lo ha
despedido en forma verbal por negarse a firmar un finiquito que finalizaba
el contrato por mutuo acuerdo de las partes y en el cual solamente le cance-
laban la mitad de lo que le correspondía por concepto de indemnizaciones
por años de servicio. Además, su empleador no estaba al día en las cotiza-
ciones previsionales.
564 Sergi0 gAMONAL cONTRERAS
10 El art. 13 L 17322 dispone que “se aplicarán las penas del artículo 467 del Código Penal al que en
perjuicio del trabajador o de sus derechohabientes se apropiare o distrajere el dinero proveniente de
las cotizaciones que se hubiere descontado de la remuneración del trabajador”.
dERECHO DEL tRABAJO Y DE LA sEGURIDAD sOCIAL 565
Prescripción
En Fres con Servicios Integrales de Ingeniería, la Corte de oficio anula la
sentencia respecto del rechazo de la excepción de prescripción alegada por
la demandada subsidiaria, en con lo relativo a la aplicación del artículo 162
inciso 5º (suspensión relativa del contrato por no pago de imposiciones).
En efecto, han transcurrido más de seis meses entre la suspensión de
los servicios y la fecha de notificación de la demanda. Con este criterio, la Cor-
te reitera su tesis de que, para la interrupción de la prescripción, la demanda
laboral debe ser notificada dentro del plazo respectivo40. Similar criterio en-
contramos en Céspedes con Servicios Integrales de Ingeniería.
En Sanhueza y otros con Constructora, la Corte precisa que la prescrip-
ción extintiva opuesta por el demandado subsidiario no puede aprovechar a la
demandada principal declarada rebelde. Concordamos plenamente con este
criterio.
Materias varias
En Álvarez con Espinoza se solicita citar a la demandada con el fin de que
confiese deuda y reconozca firma. Posteriormente, el tribunal deja sin efecto
lo obrado por estimar que el juez del trabajo sólo puede conocer de juicios
ejecutivos en que exista título perfecto.
La Corte precisa que los juzgados del trabajo son competentes para co-
nocer de las gestiones preparatorias de la vía ejecutiva, expresamente regladas
en el artículo 435 del Código de Procedimiento Civil
y no sólo pueden, sino que deben participar en la creación de títulos ejecutivos perfectos,
en aras del innegable ejercicio de la jurisdicción y porque, además, no existe norma ex-
presa que lo prohíba (c.8).
La Corte explica que de aceptarse la tesis impugnada se daría el absurdo de
realizar una gestión preparatoria ante un tribunal civil que, luego, carecería de
competencia para efectuar la ejecución respectiva.
Compartimos plenamente el criterio de la Corte.
40 Cfr. 2 Com 1243.
dERECHO DEL tRABAJO Y DE LA sEGURIDAD sOCIAL 579
Esta decisión es acorde con nuestro limitado marco legal, ya que estos
acuerdos marcos son del tipo de los denominados acuerdos o contratos
colectivos atípicos, ineficaces en sede judicial, sin perjuicio de que puedan ser
voluntariamente aplicados por los sindicatos y el empleador respectivo42.
En Dirección del Trabajo con Dimacofi S.A. se interpone, por parte de la
Dirección del Trabajo, una demanda por práctica antisindical.
Se trata de una extensión ilegal de los beneficios del artículo 346 del
Código, simulando un convenio colectivo que no es tal, ya que no fue negocia-
do colectivamente y fue impuesto por la fuerza.
La Corte, en definitiva, no aplica el artículo 346 por estimar que no se
trata de funciones similares.
Por otro lado, agrega que la extensión de beneficios puede ser por un
acto unilateral del empleador o por acuerdo de voluntades, pero que, en todo
caso, si se celebra un convenio colectivo no es aplicable el descuento del 75%
(art. 346 CT) dado que
los beneficios que se reconocen a los trabajadores no sindicalizados tienen su fuente en
tal instrumento y, por ende, no corresponden a la mera voluntad del empleador sino a
una convención colectiva con un grupo de trabajadores concertados para ese fin (c.8).
Este argumento puede ser razonable dado que la práctica antisindical fue
constatada en junio de 2001 y el legislador perfeccionó el artículo 346 en
septiembre de ese año, por medio de la ley 19759, precisando en su nuevo
inciso final que
También se aplicará lo dispuesto en este artículo a los trabajadores que, habiendo sido
contratados en la empresa con posterioridad a la suscripción del instrumento colectivo,
pacten los beneficios a que se hizo referencia.
Por último, manifiesta que si bien es cierto que el artículo 420 del Código del
Trabajo entrega a los tribunales el análisis y calificación final de los alcances y
características de la relación laboral, no
debe olvidarse que el mismo legislador, en una secuencia que aparece dotada de toda
lógica, entrega a la potestad sancionatoria de la administración el control primero de
las infracciones laborales a través de sus órganos de fiscalización, cuya actuación con-
cluye en una eventual aplicación de multa para el caso de incumplirse las instrucciones
impartidas, lo cual es reclamable mediante un procedimiento jurisdiccional que, por sus
características y especialidad, resulta más apropiado que la acción de protección (c.8).
En Águilas del Norte Ltda. con Dirección del Trabajo la empresa fue multada
por excederse de las 45 horas semanales de jornada ordinaria y por no haber
cancelado las correspondiente horas extraordinarias.
La Corte de Apelaciones acoge la acción por estimar que la Dirección
del Trabajo se ha constituido en una comisión especial y la cuarta sala de
la Corte Suprema revoca la sentencia señalando que el recurrente ha reco-
nocido la existencia de horas impagas y que, no obstante, no ha acreditado
el pago de las mismas, por lo que cabe concluir que la recurrida se limitó
a constatar la existencia de hechos precisos, objetivos y determinados que
motivaron la multa aplicada, sin incurrir en ilegalidades ni en arbitrarieda-
des.
En Easy S.A. con Dirección del Trabajo se discute si el recurrente per-
tenece o no al centro comercial o mall para efectos de la aplicación de la ley
19973.
Al respecto, cabe recordar que las leyes 19973, 19977 y 19978 establecie-
ron en forma perentoria que los trabajadores de los centros comerciales deben
584 Sergi0 gAMONAL cONTRERAS
Como ese era el caso, la Inspección aplicó una multa de 5 unidades tributarias
mensuales por cada una de las ciento veinticinco infracciones, o sea, en total
625 UTM.
dERECHO DEL tRABAJO Y DE LA sEGURIDAD sOCIAL 585
El artículo 41 inciso 2º del Código del Trabajo establece que una serie
de beneficios no constituyen remuneración (o sea, no cotizan ni se paga im-
puestos por estas prestaciones), por ejemplo, la asignación de movilización,
la de colación y los viáticos. Se trata, en la mayoría de los casos, de sumas
de dinero que compensan gastos efectuados por el trabajador por causa del
trabajo o pagos indemnizatorios. Estas sumas pagadas que no constituyen re-
muneración deben ser de monto razonable, ya que, si no, podría haber fraudes
que disimulen remuneración para evitar el pago de cotizaciones previsionales
y la cancelación de impuestos. O sea, salvo el caso de la indemnización por
años de servicio, los montos que recibe el trabajador por estos conceptos son
menores que su remuneración. En esta línea, la jurisprudencia administrativa
ha sostenido que estos beneficios no remuneratorios deben ser razonables en
relación a los costos de mercado; a la jerarquía del trabajador; al ingreso del
trabajador y, además, no pueden tener una finalidad diferente a la estatuida
por la ley44.
En este caso se trataba de asignaciones de movilización, de colación y
de teléfono de montos abultados (en algunos casos superiores al total de la
remuneración) que, en forma evidente, desvirtúan el sentido de la norma del
artículo 41 del Código del Trabajo.
La primera sala de la Corte Suprema estima que el recurrido se ha arro-
gado facultades propias de los tribunales de justicia y se ha convertido en una
comisión especial.
Es muy interesante el criterio de la primera sala de la Corte de Apela-
ciones de Puerto Montt, ya que indica, al tenor del artículo 17 de la ley 17322,
que los informes emitidos por los institutos de previsión u organismos auxi-
liares en sus labores fiscalizadoras, constituirán presunción legal de veracidad
para todos los efectos legales, incluso para prueba judicial. Estos inspectores
están legalmente habilitados para revisar la contabilidad y la documentación
respectiva de los patrones o empleadores, tanto en el domicilio de éstos como
en las oficinas de la institución de que se trate, y en el ejercicio de sus facul-
tades fiscalizadoras están investidos de las facultades de los inspectores del
trabajo.
La Corte de Puerto Montt, además, señala que llama la atención la
cuantía de las asignaciones de movilización, de colación y de teléfono, que en
algunos casos superan la remuneración de los trabajadores. Concluye soste-
niendo que la acción de protección no es adecuada para resolver esta contro-
versia y que el empleador goza del derecho a reclamo establecido en la misma
ley 17322.
Este planteamiento de la Corte de Apelaciones es razonable y adecuado
a este caso. La fiscalización de las condiciones de trabajo, de higiene, salud
y seguridad en las empresas, efectuada por las autoridades administrativas
44 Melis y Sáez, op. cit. en n.28, pp. 594-5.
dERECHO DEL tRABAJO Y DE LA sEGURIDAD sOCIAL 589
49 Santoro Passarelli, F.: Nozioni di Diritto del Lavoro (Nápoles: Jovene, 1963), p. 11.
50 Kahn-Freund, O.: Trabajo y Derecho, (Madrid, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, 1987),
pp. 48-49.
51 Ibid 52. Este autor precisa que nada hay más confuso en el ámbito de las relaciones laborales
que la ambigüedad el término “libertad”. Por una parte, al restringirse el poder de dirección del
empleador sobre el trabajador se amplía el ámbito de libertad de este último. No obstante, tal
legislación liberadora es contemplada por los juristas como una restricción de la libertad, de la
“libertad del contrato”, en cuanto término utilizado por el Derecho para expresar la sujeción del
trabajador al poder del empresario. Agrega Kahn-Freund que “no puede condenarse esta paradoja.
El Derecho necesita contemplar las relaciones de subordinación en términos de coordinación, esto
es, presentar un acto de sumisión bajo la máscara de un “contrato”, porque es a través de esta ficción
que las leyes conjuran la pesadilla del ‘trabajo forzoso’ (…). No debería subestimarse el auténtico
alcance la magia verbal.” (Cfr. pp. 59 y 60). Más adelante advierte: “El peligro comienza si la “libertad
de contrato” se configura como un hecho social en vez de como un mero símbolo verbal. En cuanto
hecho social, lo que las leyes llaman ‘libertad de contrato’, en muchas esferas de la vida (no sólo en
las relaciones laborales) puede que no sea otra cosa que la libertad de autolimitar la propia libertad o
de renunciar a ella. A la inversa, restringir la libertad de contrato de una persona puede ser necesario
para proteger su libertad, esto es, para proteger a dicha persona frente a la opresión que, de otro
modo, podría verse compelida a imponerse a sí misma mediante un acto de su voluntad, que aunque
para la ley es libre, socialmente no lo es. Confundir el aparato conceptual del Derecho con la imagen
real de la Sociedad puede producir una visión distorsionada de la relación de trabajo” (p. 61).
52 Supiot, op. cit. en n.16, p. 133.
dERECHO DEL tRABAJO Y DE LA sEGURIDAD sOCIAL 591
61 Vid. Gamonal, S: El Procedimiento de Tutela de Derechos Laborales (Santiago: LexisNexis, 2007), p. 55.
62
Diccionario de la Lengua Española (Madrid: 2001). 63 Ibid. 64 Ibid.
65 Lizama, L: La Dirección del Trabajo: una explicación de su facultad de interpretar la legislación laboral
chilena (Santiago: Fundación Facultad de Derecho Universidad de Chile, 1998), p. 36.
dERECHO DEL tRABAJO Y DE LA sEGURIDAD sOCIAL 593
O sea, la66
ley faculta a estos órganos para interpretar la legislación que les corresponde fiscalizar, a
fin de que el ejercicio de sus facultades inspectivas sea realizado satisfaciendo el derecho
fundamental de igualdad ante la ley para todos los sujetos fiscalizados.
66 Ibid.
67 Incluimos en este cuadro a la “declaraciones de derechos” sin perjuicio de que no son en sí un
tratado internacional. Sobre su efecto vinculante, la noción de contexto de tratado y la interpretación
dinámica, vid. Medina, C.: “El derecho internacional de los derechos humanos”, en Medina y Mera
(eds), op. cit. en n.45, p. 81 y 128.
594 Sergi0 gAMONAL cONTRERAS
norma declaración tratado
Libertad de trabajo y Declaración Universal de Derechos Pacto Internacional de Derechos
prohibición del trabajo forzoso Humanos Civiles y Políticos
Derecho al trabajo Declaración Universal de Derechos Pacto Internacional de Derechos
Humanos Económicos, Sociales y
Culturales
Condiciones dignas de trabajo y Declaración Universal de Derechos Pacto Internacional de Derechos
remuneración Humanos Económicos, Sociales y
Declaración Americana de los Culturales
Derechos y los Deberes del Hombre
Igualdad y no discriminación Declaración Universal de Derechos Pacto Internacional de Derechos
laboral Humanos Económicos, Sociales y
Culturales
Derecho al descanso y Declaración Universal de Derechos Pacto Internacional de Derechos
vacaciones pagadas Humanos Económicos, Sociales y
Declaración Americana de los Culturales
Derechos y los Deberes del Hombre
trabajo mata más gente que las guerras. Por lo tanto, el derecho a condiciones de trabajo
decente puede ser considerado como un derecho humano fundamental. La inspección
del trabajo es uno de los instrumentos esenciales para hacer de este derecho una realidad,
y desempeña un papel central en la promoción del cumplimiento de las normas fun-
damentales de la OIT, sus Convenios y directivas laborales en general. Las inspectorías
del trabajo son las autoridades del Estado para muchas actividades relacionadas con el
trabajo, incluyendo salud y seguridad, diálogo social, legislación, mecanismos de control
de mercado, condiciones laborales, combate al empleo ilegal, VIH/SIDA o trabajo infantil,
entre otros. La OIT promueve un Sistema Integrado de Inspección del Trabajo que impli-
ca nuevas atribuciones y responsabilidades para la realización de esta tarea.
OIT tiene sobre el tema el convenio Nº 81 del año 194771 (ratificado por 136
países72)73y, en el año 2006, en la 297ª reunión del Consejo de Administración,
71 Otros convenios relacionados son el N° 150 sobre la administración del trabajo de 1978, el N° 129
sobre inspección del trabajo (agricultura) de 1969, el N° 88 sobre el servicio del empleo de 1948, el N°
122 sobre la política de empleo de 1964, y el N° 142 sobre desarrollo de los recursos humanos de 1975.
72 Como por ejemplo, Alemania, Australia, Argentina, Bélgica, Bolivia, Brasil, Colombia, Costa
Rica, Dinamarca, Ecuador, España, Federación Rusa, Finlandia, Francia, Irlanda, Israel, Italia, Japón,
Noruega, Nueva Zelanda, Países Bajos, Perú, Reino Unido, República de Corea, Suecia, Suiza,
Turquía, Ucrania, Uruguay, etc.
73 Este Convenio dispone en sus arts. 3, 12 y 13:
Art. 3
1. El sistema de inspección estará encargado de:
a) velar por el cumplimiento de las disposiciones legales relativas a las condiciones de trabajo y a
la protección de los trabajadores en el ejercicio de su profesión, tales como las disposiciones
sobre horas de trabajo, salarios, seguridad, higiene y bienestar, empleo de menores y demás
disposiciones afines, en la medida en que los inspectores del trabajo estén encargados de
velar por el cumplimiento de dichas disposiciones;
b) facilitar información técnica y asesorar a los empleadores y a los trabajadores sobre la manera
más efectiva de cumplir las disposiciones legales;
c) poner en conocimiento de la autoridad competente las deficiencias o los abusos que no estén
específicamente cubiertos por las disposiciones legales existentes.
2. Ninguna otra función que se encomiende a los inspectores del trabajo deberá entorpecer el
cumplimiento efectivo de sus funciones principales o perjudicar, en manera alguna, la
autoridad e imparcialidad que los inspectores necesitan en sus relaciones con los empleadores
y los trabajadores.
Art. 12
1. Los inspectores del trabajo que acrediten debidamente su identidad estarán autorizados:
a) para entrar libremente y sin previa notificación, a cualquier hora del día o de la noche, en todo
establecimiento sujeto a inspección;
b) para entrar de día en cualquier lugar, cuando tengan un motivo razonable para suponer que
está sujeto a inspección; y
c) para proceder a cualquier prueba, investigación o examen que consideren necesario para
cerciorarse de que las disposiciones legales se observan estrictamente y, en particular:
i) para interrogar, solos o ante testigos, al empleador o al personal de la empresa sobre
cualquier asunto relativo a la aplicación de las disposiciones legales;
ii) para exigir la presentación de libros, registros u otros documentos que la legislación
nacional relativa a las condiciones de trabajo ordene llevar, a fin de comprobar que están de
conformidad con las disposiciones legales, y para obtener copias o extractos de los mismos;
iii) para requerir la colocación de los avisos que exijan las disposiciones legales;
iv) para tomar o sacar muestras de sustancias y materiales utilizados o manipulados en el
establecimiento, con el propósito de analizarlos, siempre que se notifique al empleador o a
su representante que las substancias o los materiales han sido tomados o sacados con dicho
propósito.
2. Al efectuar una visita de inspección, el inspector deberá notificar su presencia al empleador o
a su representante, a menos que considere que dicha notificación pueda perjudicar el éxito de
sus funciones.
Art. 13
1. Los inspectores del trabajo estarán facultados para tomar medidas a fin de que se eliminen los
defectos observados en la instalación, en el montaje o en los métodos de trabajo que, según ellos,
constituyan razonablemente un peligro para la salud o seguridad de los trabajadores.
2. A fin de permitir la adopción de dichas medidas, los inspectores del trabajo estarán facultados, a
reserva de cualquier recurso judicial o administrativo que pueda prescribir la legislación nacional,
a ordenar o hacer ordenar:
dERECHO DEL tRABAJO Y DE LA sEGURIDAD sOCIAL 597
SEGURIDAD SOCIAL
Por su parte, los ministros Cury y Juica votaron en contra, ya que estuvieron
por acoger el recurso por diversas razones.
En este caso no se trataría de una inconstitucionalidad sino de una
derogación tácita realizada por el artículo 5º de la Constitución, ya que fue
agregado por la ley de reforma constitucional 18825, la cual es posterior a la
vigencia de la ley 17322.
En cuanto al fondo y sin perjuicio de considerar el objetivo social que
cumple esta normativa, señalan que la ley 17322 estatuye el cumplimiento for-
zado de la obligación del empleador de declarar y pagar las cotizaciones pre-
602 Sergi0 gAMONAL cONTRERAS
Salud previsional
En Ripamonti con Isapre se recurre porque la Isapre se ha negado a pagar
las bonificaciones correspondientes a hospitalizaciones e intervenciones
quirúrgicas que indica. La recurrida sostiene que no debe pagar, ya que la
dolencia de la actora es una patología preexistente (del año 1989) no declarada
en el año 2003, cuando se celebró el contrato de salud.
La Corte de Apelaciones acoge la acción por estimar que la recurrida no
ha acreditado que la hospitalización e intervención quirúrgica sean producto
de una enfermedad preexistente. Agrega que una enfermedad puede ser cura-
da y que, sólo excepcionalmente, es incurable, por lo tanto una enfermedad es
preexistente solamente cuando existe al momento de celebrar el contrato y se
mantiene después. En consecuencia, la Isapre al no bonificar las prestaciones
ha vulnerado el derecho de propiedad de la actora.
La Corte Suprema confirma la sentencia indicando que no se ha acre-
ditado que la supuesta enfermedad preexistente haya sido diagnosticada mé-
dicamente, entendiendo por diagnóstico la calificación que da el médico a la
dERECHO DEL tRABAJO Y DE LA sEGURIDAD sOCIAL 603
82 D’ Antona, M.: “L’Autonomia individuale e le fonti del diritto del lavoro”, 51 Giornale di diritto del
lavoro e di relazioni industriali (1991) p. 455.
dERECHO DEL tRABAJO Y DE LA sEGURIDAD sOCIAL 607
83 Cfr. Tapia, F.: “Trabajo subordinado y tutela de los derechos laborales”, en La Subordinación o
Dependencia en el Contrato de Trabajo (Santiago: LexisNexis, 2005), pp. 232ss.
84 Ekdahl, F.: La Doctrina de los Actos Propios (Santiago, Editorial Jurídica de Chile, 1989), p. 106.
85 Ibid.
86 Ibid. 87 Ibid.
REFERENCIAS
REFERENCIAS
TABLA DETALLADA DE CONTENIDOS
ÍNDICES
Índice de autores 661
Índice de disposiciones jurídicas 664
Códigos, 664
Leyes, 668
Decretos con fuerza de ley, 669
Decretos leyes, 670
Textos constitucionales, 670
Decretos supremos y reglamentos, 670
Autos Acordados, 671
Fuentes extranjeras, 671
Fuentes internacionales, 671
Índice de Jurisprudencia 672
Jurisprudencia nacional, 672
Jurisprudencia extranjera, 674
Índice de Tematico 675
tabla de Salida del Comentario
rol 3533-2003, de fecha 20 de abril de 2004, cuya sentencia de primera instancia fue
dictada por el noveno juzgado de letras del trabajo de Santiago, en causa rol 6921-2002,
con fecha 16 de mayo de 2003.
Arantzazu SA con Zepeda — Arantzazu SA con Cecilia Alicia Zepeda Álvarez.
Sentencia dictada por la Corte Suprema el 26 de septiembre de 2005 en causa rol
5045-2003, en que, conociendo de un recurso de casación en el fondo, casa de oficio y
reemplaza la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Santiago en el proceso
rol 6035-2003, de fecha 1 de octubre de 2003, cuya sentencia de primera instancia fue
dictada por el 30º juzgado civil de Santiago, en causa rol 1529-2001, con fecha 30 de junio
de 2003.
Araya con Pellegrini — Ángel del Rosario Araya Vicencio, Carlos Robinson Morales
Gálvez, Mario Esteban Molina Álvarez, Patricio del Rosario Molina Álvarez con Orazio
Pellegrini Vecchiola. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 31 de marzo de 2005
en causa rol 89-2004, en que, conociendo de un recurso de casación en la forma y en el
fondo, anula y reemplaza la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de La Serena
en el proceso rol 2535-2003, de fecha 16 de octubre de 2003, cuya sentencia de primera
instancia fue dictada por el juzgado del trabajo de Illapel, en causa rol 10096-2002, con
fecha 8 de agosto de 2003.
Arnold con Banco Estado — Marlys Clarita Arnold Postler con Banco del Estado de
Chile. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 10 de enero de 2005 en causa rol 361-
2004, en que, conociendo de un recurso de casación en el fondo, no anula la resolución
dictada por la Corte de Apelaciones de Valdivia en el proceso rol 14798-2003, de fecha 9
de diciembre de 2003, cuya sentencia de primera instancia fue dictada por el juzgado civil
de Río Negro, en causa rol 18933-2002, con fecha 30 de agosto de 2003.
Arriagada con Fisco Orlando Emiliano — Arriagada Sagardía con Fisco de Chile.
Sentencia dictada por la Corte Suprema el 18 de abril de 2005 en causa rol 2846-2003,
en que, conociendo de un recurso de casación en la forma y en el fondo, casa de oficio
y reemplaza la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Concepción en el
proceso rol 966-2002, de fecha 23 de junio de 2003, cuya sentencia de primera instancia
fue dictada por el segundo juzgado civil de Concepción, en causa rol 5540-1999, con
fecha 2 de marzo de 2001.
Ashell English College con Dirección del Trabajo — Ashell English College San
Miguel SA con Inspección Comunal del Trabajo Santiago Sur. Sentencia dictada por la
Corte Suprema el 30 de noviembre de 2005 en causa rol 4620-2005, en que, conociendo
de un recurso de apelación, revoca la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de
San Miguel en el proceso rol 229-2004, de fecha 25 de agosto de 2005.
Asociación Nacional de Comerciantes de Cabaret con Municipali-
dad — Asociación Nacional de Comerciantes de Cabarets con Espectáculos AG
con Municipalidad de Las Condes. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 23 de
agosto de 2005 en causa rol 3303-2005, en que, conociendo de un trámite de consulta,
revoca la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Santiago en el proceso rol
2591-2005, de fecha 24 de junio de 2005
Baeza con Municipalidad — Felipe Baeza Bolbontín, Claudia Lorena Venegas
Gonzalez, Guido Benjamín Soto Urzúa Stangher Aubal, Mario Moreno Cáceres,
Juan Carlos Diez Parada, Gladys Roldán Odenwald, Carlos Alex Viertel Vélix, Gerald
William Cooper Macqueen, Elías Wasserman Bransburg, Carmen Margarita Noziglia
del Nido, Adriana Weason Torrealba, Carmen Wolleter Binimalis, Isabel Margarita
Bayer Delaveau, Alberto Gustavo Beyer Kracht, Enrique Javier Gutiérrez Forno,
Rina Rosa Busco Costa, Ismenia del Carmen Guzmán Retamal, Carlos Luis Andrés
616 referencias
Fernandez Campusano con Municipalidad de Viña del Mar. Sentencia dictada por la
Corte Suprema el 26 de mayo de 2005 en causa rol 41-2004, en que, conociendo de un
recurso de casación en la forma y en el fondo, no anula la resolución dictada por la Corte
de Apelaciones de Valparaíso en el proceso rol 432-2001, de fecha 17 de noviembre de
2003, cuya sentencia de primera instancia fue dictada por el tercer juzgado civil de Viña
del Mar, en causa rol 3210-1997, con fecha 27 de noviembre de 2000.
Banco Concepción con Godoy — Banco de Concepción con Ana María Godoy Lay.
Sentencia dictada por la Corte Suprema el 24 de mayo de 2005 en causa rol 4936-2003,
en que, conociendo de un recurso de casación en el fondo, no anula la resolución dictada
por la Corte de Apelaciones de Antofagasta en el proceso rol 16438-2001, de fecha 13 de
octubre de 2003, cuya sentencia de primera instancia fue dictada por el primer juzgado
civil de Antofagasta, en causa rol 46547-1996, con fecha 8 de julio de 2003.
Banco Estado con Agrícola Punitaqui — Banco del Estado con Agrícola Punitaqui
SA. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 17 de enero de 2005 en causa rol 4808-
2004, en que, conociendo de un recurso de casación en el fondo, no anula la resolución
dictada por la Corte de Apelaciones de La Serena en el proceso rol 802-2004, cuya
sentencia de primera instancia fue dictada por el tercer juzgado civil de Ovalle, en causa
rol 424-2004, con fecha 14 de junio de 2004.
Banco Estado con Welkner — Banco del Estado de Chile con Peter Welkner
Mattensohn. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 14 de diciembre de 2005 en causa
rol 3557-2003, en que, conociendo de un recurso de casación en la forma y en el fondo,
no anula la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Santiago en el proceso rol
92-1999, de fecha 2 de julio de 2002, cuya sentencia de primera instancia fue dictada por
el juzgado civil de Santiago, en causa rol 3630-1997, con fecha 3 de diciembre de 1998.
Banco Santander con Díaz — Banco Santander Chile SA con Héctor Emilio Díaz
Anderson. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 11 de abril de 2005 en causa rol
3632-2003, en que, conociendo de un recurso de casación en la forma y en el fondo, anula
y reemplaza la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Santiago en el proceso
rol 891-1999, de fecha 23 de julio de 2003, cuya sentencia de primera instancia fue dictada
por el 13º juzgado civil de Santiago, en causa rol 3354-1995, con fecha 17 de diciembre de
1998.
Baradit con Dirección del Trabajo — Nora Baradit Squadrito con Dirección
Regional del Trabajo de la Quinta Región. Sentencia dictada por la Corte Suprema el
17 de noviembre de 2005 en causa rol 5651-2005, en que, conociendo de un recurso de
apelación, revoca la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Valparaíso en el
proceso rol 394-2004, de fecha 17 de octubre de 2005.
BCI con Fisco — Banco de Crédito e Inversiones con Fisco de Chile. Sentencia dictada
por la Corte Suprema el 26 de mayo de 2005 en causa rol 3828-2004, en que, conociendo
de un recurso de casación en el fondo, anula y reemplaza la resolución dictada por la
Corte de Apelaciones de Valparaíso en el proceso rol 2070-2003, de fecha 13 de julio
de 2004, cuya sentencia de primera instancia fue dictada por el quinto juzgado civil de
Valparaíso, en causa rol 1538-2000, con fecha 26 de junio de 2003.
Beltrán con Comercial Antonio Garrido — Francisco Javier Beltrán Troncoso con
Comercial Antonio Garrido y Cía Ltda. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 23 de
agosto de 2005 en causa rol 2121-2004, en que, conociendo de un recurso de casación en
el fondo, anula y reemplaza la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Talca
en el proceso rol 2090-2003, de fecha 28 de abril de 2004, cuya sentencia de primera
instancia fue dictada por el cuarto juzgado de letras del trabajo de Talca, en causa rol
279-2003, con fecha 28 de octubre de 2003.
Tabla de salida del comentario 617
Benavente con Fisco — Erasmo Benavente Opazo con Fisco de Chile. Sentencia
dictada por la Corte Suprema el 31 de marzo de 2005 en causa rol 3374-2004, en que,
conociendo de un recurso de casación en el fondo, no anula la resolución dictada por
la Corte de Apelaciones de Talca en el proceso rol 57971-2000, de fecha 30 de junio de
2004, cuya sentencia de primera instancia fue dictada por el primer juzgado civil de
Talca, en causa rol 52760-2003, con fecha 2 de marzo de 2001.
Bibiano con Corporación — María Verónica Fernanda Bibiano Penso con Casa
Degli Italiani de Arica. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 23 de noviembre de
2005 en causa rol 5540-2005, en que, conociendo de un recurso de apelación, confirma
la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Arica en el proceso rol 538-2004, de
fecha 18 de octubre de 2005.
Bosquet con Barahona y otro — Sandra del Carmen Bosquet Allende con Osvaldo
Juan José Barahona Molina. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 19 de enero de
2005 en causa rol 3390-2003, en que, conociendo de un recurso de casación en el fondo,
casa de oficio y reemplaza la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Santiago
en el proceso rol 1205-1999, de fecha 27 de junio de 2003, cuya sentencia de primera
instancia fue dictada por el 29º juzgado civil de Santiago, en causa rol 1816-1997, con
fecha 9 de diciembre de 1998.
Brahm con Riffo — Raúl Brahm Villegas con Homero Javier Riffo Oviedo. Sentencia
dictada por la Corte Suprema el 8 de agosto de 2005 en causa rol 5765-2004, en que,
conociendo de un recurso de casación en el fondo, no anula la resolución dictada por
la Corte de Apelaciones de Puerto Montt en el proceso rol 408-2004, de fecha 29 de
octubre de 2004, cuya sentencia de primera instancia fue dictada por el tercer juzgado
civil de Puerto Montt, en causa rol 16316-1999, con fecha 5 de noviembre de 2003.
Bravo con Empresa de Servicios Sanitarios — Rodrigo Bravo Valenzuela con
Empresa de Servicios Sanitarios Coquimbo SA. Sentencia dictada por la Corte Suprema
el 4 de mayo de 2005 en causa rol 2022-2003, en que, conociendo de un recurso de
casación en la forma y en el fondo, casa de oficio y reemplaza la resolución dictada por
la Corte de Apelaciones de La Serena en el proceso rol 26546-2002 fecha 4 de abril de
2003, cuya sentencia de primera instancia fue dictada por el juzgado civil de La Serena,
en causa rol 29178-1998, con fecha 3 de enero de 2002.
Brito con Servicio de Salud — Nelly Lorena Brito Cisternas, Vicente Álvarez Bain
con Servicio de Salud Viña del Mar. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 26 de
mayo de 2005 en causa rol 3334-2003, en que, conociendo de un recurso de casación en
el fondo, no anula la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Valparaíso en el
proceso rol 888-2001, de fecha 30 de junio de 2003, cuya sentencia de primera instancia
fue dictada por el tercer juzgado civil de Viña del Mar, en causa rol 4086-1999, con fecha
14 de noviembre de 2000.
Cáceres con Municipalidad — Miriam Elvira Cáceres Correa con Municipalidad de
Concepción. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 27 de septiembre de 2005 en
causa rol 1018-2005, en que, conociendo de un recurso de casación en el fondo, no anula
la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Concepción en el proceso rol 3668-
2003, de fecha 23 de diciembre de 2004, cuya sentencia de primera instancia fue dictada
por el juzgado civil de Concepción, en causa rol 3203-2002, con fecha 13 de agosto de
2003.
Campos con AL ARD SA — María Elena Campos Farías, Viviana Guzmán Yáñez con AL
ARD SA. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 22 de diciembre de 2005 en causa
rol 4415-2004, en que, conociendo de un recurso de casación en el fondo, casa de oficio y
reemplaza la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Valparaíso en el proceso
618 referencias
rol 283-2004, de fecha 1 de septiembre de 2004, cuya sentencia de primera instancia fue
dictada por el segundo juzgado de letras del trabajo de Valparaíso, en causa rol 4821-
2002, con fecha 4 de junio de 2004.
Cárdenas con Dirección del Trabajo — Mario Cárdenas Zumaran con Inspección
Provincial del Trabajo de la Novena Región. Sentencia dictada por la Corte Suprema
el 27 de septiembre de 2005 en causa rol 4457-2005, en que, conociendo de un recurso
de apelación, revoca la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Temuco en el
proceso rol 1475-2005, de fecha 23 de agosto de 2005.
Carrasco con Carrasco — Rosemarie Waleska Carrasco Rojo con Isabel Beatriz
Carrasco Díaz. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 30 de agosto de 2005 en
causa rol 5480-2004, en que, conociendo de un recurso de casación en el fondo civil,
casa de oficio y reemplaza la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Arica
en el proceso rol 9187-2003 fecha 13 de noviembre de 2003, cuya sentencia de primera
instancia fue dictada por el segundo juzgado civil de Arica, en causa rol 592-2002, con
fecha 2 de junio de 2003.
Castillo con Codelco — Mario Baltazar Castillo Pinto con CODELCO Chile división
Chuquicamata. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 26 de mayo de 2005 en causa
rol 61-2004, en que, conociendo de un recurso de casación en el fondo, anula y reemplaza
la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Antofagasta en el proceso rol 2827-
2003, de fecha 15 de noviembre de 2003, cuya sentencia de primera instancia fue dictada
por el tercer juzgado de letras del trabajo de Calama, en causa rol 3754-2001, con fecha
11 de junio de 2003.
Cencosud Supermercados con Dirección del Trabajo — Cencosud
Supermercados SA con Inspección Comunal del Trabajo de Maipú. Sentencia dictada
por la Corte Suprema el 24 de mayo de 2005 en causa rol 1202-2005, en que, conociendo
de un recurso de apelación, revoca la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de
Santiago en el proceso rol 6689-2004, de fecha 3 de marzo de 2005.
Cerda con Municipalidad — Sergio Hernán Cerda Vargas con Municipalidad de
La Serena. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 22 de marzo de 2005 en causa
rol 776-2005, en que, conociendo de un recurso de apelación, confirma (modificando
sus fundamentos) la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de La Serena en el
proceso rol 61-2004, de fecha 4 de febrero de 2005.
Cerpa con Carrillo — Osvaldo Patricio Cerpa González con Hugoberto Carrillo
Añazco. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 13 de diciembre de 2005 en causa
rol 1616-2005, en que, conociendo de un recurso de casación en el fondo, no anula la
resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Valdivia en el proceso rol 897-2004,
de fecha 3 de marzo de 2005, cuya sentencia de primera instancia fue dictada por el
juzgado civil de Río Negro, en causa rol 21186-2002, con fecha 22 de septiembre de 2004.
Céspedes con Servicios Integrales de Ingeniería — Ricardo Antonio Céspedes
Sierra con Servicios Integrales de Ingeniería Ltda. Sentencia dictada por la Corte
Suprema el 20 de enero de 2005 en causa rol 5503-2003, en que, conociendo de un
recurso de casación en el fondo, anula y reemplaza la resolución dictada por la Corte
de Apelaciones de Antofagasta en el proceso rol 2864-2003, de fecha 11 de noviembre de
2003, cuya sentencia de primera instancia fue dictada por el primer juzgado de letras de
Calama, en causa rol 3525-2001, con fecha 21 de julio de 2003.
Chávez con Gómez — Eduardo Alain Chávez Campos con Eugenio Gómez Cánepa.
Sentencia dictada por la Corte Suprema el 28 de marzo de 2005 en causa rol 36-2004,
en que, conociendo de un recurso de casación en la forma y en el fondo, no anula la
resolución dictada por la Corte de Apelaciones de San Miguel en el proceso rol 363-
Tabla de salida del comentario 619
2003, de fecha 21 de noviembre de 2003, cuya sentencia de primera instancia fue dictada
por el primer juzgado de letras del trabajo de San Miguel, en causa rol 869-2003, con
fecha 14 de julio de 2003.
CMPC Celulosa con Dirección del Trabajo — CMPC Celulosa SA Planta Pacífico con
Inspección Comunal del Trabajo de Collipulli. Sentencia dictada por la Corte Suprema
el 14 de diciembre de 2005 en causa rol 5709-2005, en que, conociendo de un recurso
de apelación, revoca la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Temuco en el
proceso rol 669-2004, de fecha 24 de octubre de 2005.
Codelco con Escondida — CODELCO Chile con Minera Escondida Ltda. Sentencia
dictada por la Corte Suprema el 31 de octubre de 2005 en causa rol 3683-2004, en que,
conociendo de un recurso de casación en el fondo, no anula la resolución dictada por la
Corte de Apelaciones de Antofagasta en el proceso rol 97-2004, de fecha 8 de julio de
2004, cuya sentencia de primera instancia fue dictada por el segundo juzgado de letras
del trabajo de Antofagasta, en causa rol 18699-2003, con fecha 30 de septiembre de 2003.
Colbún SA con Superintendencia — Colbún SA con Superintendencia de
Electricidad y Combustibles. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 22 de marzo de
2005 en causa rol 507-2005, en que, conociendo de un recurso de reclamación, Otros la
resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Santiago en el proceso rol 5420-2004,
de fecha 29 de diciembre de 2004.
Colegio Internacional Antofagasta con Dirección del Trabajo — Colegio
Internacional Antofagasta SA con Inspección Provincial del Trabajo de Antofagasta.
Sentencia dictada por la Corte Suprema el 22 de junio de 2005 en causa rol 2518-2005,
en que, conociendo de un recurso de apelación, revoca la resolución dictada por la Corte
de Apelaciones de Antofagasta en el proceso rol 232-2004, de fecha 10 de mayo de 2005.
Compañía de Seguros Generales con Dirección del Trabajo — Compañía de
Seguros Generales Consorcio Nacional de Seguros SA con Inspección del Trabajo.
Sentencia dictada por la Corte Suprema el 1 de agosto de 2005 en causa rol 3165-2005,
en que, conociendo de un recurso de apelación, revoca la resolución dictada por la
Corte de Apelaciones de Valdivia en el proceso rol 381-2004, de fecha 20 de junio de
2005.
Constructora con Dirección del Trabajo — Constructora Raúl Gardilcic y Cía
Ltda con Inspección Provincial del Trabajo de Cachapoal. Sentencia dictada por la
Corte Suprema el 10 de mayo de 2005 en causa rol 1357-2005, en que, conociendo de
un recurso de apelación, revoca la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de
Rancagua en el proceso rol 184-2004, de fecha 17 de marzo de 2005.
Constructora con Dirección del Trabajo — Empresa Constructora Huarte
Andina SA con Dirección del Trabajo. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 26
de julio de 2005 en causa rol 2782-2005, en que, conociendo de un recurso de apelación,
revoca la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Santiago en el proceso rol
561-2004, de fecha 26 de mayo de 2005.
Constructora con FONASA — Constructora Sotomayor Schumacher y Cía Ltda.
con Fondo Nacional de Salud Dirección Regional Sur. Sentencia dictada por la Corte
Suprema el 8 de noviembre de 2005 en causa rol 5100-2005, en que, conociendo de un
recurso de apelación, revoca la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Puerto
Montt en el proceso rol 222-2004, de fecha 27 de septiembre de 2005.
contra Acosta Valdivia — contra Luis Marcelo Acosta Valdivia. Sentencia dictada
por la Corte Suprema el 25 de abril de 2005 en causa rol 656-2005, en que, conociendo
de un recurso de casación en el fondo, no anula la resolución dictada por la Corte de
Apelaciones de Santiago en el proceso rol 34420-2004, de fecha 10 de enero de 2005, cuya
620 referencias
sentencia de primera instancia fue dictada por el 32º juzgado del crimen de Santiago, en
causa rol 10414-2001, con fecha 15 de septiembre de 2004.
contra Aguirre Ovalle — contra José Andrés Aguirre Ovalle. Sentencia dictada por
la Corte Suprema el 5 de enero de 2005 en causa rol 3640-2004, en que, conociendo de
un recurso de casación en la forma y en el fondo, anula y reemplaza la resolución dictada
por la Corte de Apelaciones de Santiago en el proceso rol 18930-2003, de fecha 6 de julio
de 2004, cuya sentencia de primera instancia fue dictada por el 16º juzgado del crimen
de Santiago, en causa rol 3636-2000, con fecha 23 de junio de 2003.
contra Barrientos Sánchez — contra Ciro Antonio Barrientos Sánchez. Sentencia
dictada por la Corte Suprema el 31 de marzo de 2005 en causa rol 891-2005, en que,
conociendo de un recurso de nulidad, Otros la resolución dictada por el tribunal oral de
Punta Arenas en el proceso rol 73-2004, de fecha 26 de enero de 2005.
contra Biniamin Levi — contra Sayid Biniamin Levi. Sentencia dictada por la Corte
Suprema el 24 de mayo de 2005 en causa rol 1548-2005, en que, conociendo de un
trámite de consulta, Otros la resolución dictada por el Ministro de Corte Suprema de
Santiago en el proceso rol 5194-2004, de fecha 5 de abril de 2005.
contra Bolvarán Rojas — contra Leonardo Patricio Bolvarán Rojas. Sentencia
dictada por la Corte Suprema el 14 de abril de 2005 en causa rol 738-2005, en que,
conociendo de un recurso de nulidad, Otros la resolución dictada por el juzgado de
garantía de Antofagasta en el proceso rol 7299-2004, de fecha 19 de enero de 2005.
contra Calle Llave — contra Mariela Cecilia Calle Llave. Sentencia dictada por la
Corte Suprema el 3 de marzo de 2005 en causa rol 237-2005, en que, conociendo de
un recurso de nulidad, no anula la resolución dictada por el tribunal oral de Arica en el
proceso rol 143-2004, de fecha 27 de diciembre de 2004.
contra Chat Aldunez — contra José Selin Chat Aldunez. Sentencia dictada por la
Corte Suprema el 25 de abril de 2005 en causa rol 740-2005, en que, conociendo de un
recurso de nulidad, anula la resolución dictada por el tribunal oral de Talca en el proceso
rol 128-2004, de fecha 20 de enero de 2005.
contra Cornejo Cornejo — contra Manuel Cornejo Cornejo. Sentencia dictada por
la Corte Suprema el 30 de mayo de 2005 en causa rol 762-2003, en que, conociendo
de un recurso de casación en el fondo, no anula la resolución dictada por la Corte de
Apelaciones de Rancagua en el proceso rol 210706-2003, de fecha 28 de enero de 2003,
cuya sentencia de primera instancia fue dictada por el primer juzgado del crimen de
Rancagua, en causa rol 69622-1999, con fecha 16 de septiembre de 2002.
contra Díaz Coñoecar — contra Luis Alberto Díaz Coñoecar. Sentencia dictada por
la Corte Suprema el 16 de mayo de 2005 en causa rol 679-2003, en que, conociendo
de un recurso de casación en el fondo, no anula la resolución dictada por la Corte de
Apelaciones de Punta Arenas en el proceso rol 77714-2002, de fecha 14 de diciembre de
2002, cuya sentencia de primera instancia fue dictada por el tercer juzgado del crimen de
Punta Arenas, en causa rol 21917-2001, con fecha 2 de agosto de 2002.
contra Espinoza Pérez y otros — contra Raúl Ignacio Espinoza Pérez. Sentencia
dictada por la Corte Suprema el 25 de mayo de 2005 en causa rol 5812-2004, en que,
conociendo de un recurso de casación en el fondo, no anula la resolución dictada por la
Corte de Apelaciones de Santiago en el proceso rol 22901-2004, de fecha 18 de noviembre
de 2004, cuya sentencia de primera instancia fue dictada por el 33º juzgado del crimen de
Santiago, en causa rol 3057-2001, con fecha 31 de mayo de 2004.
contra Fuentes Fuentes — contra José del Carmen Fuentes Fuentes. Sentencia
dictada por la Corte Suprema el 25 de enero de 2005 en causa rol 5725-2004, en que,
conociendo de un recurso de casación en el fondo, no anula la resolución dictada por la
Tabla de salida del comentario 621
Gaete con Señoret — Juan Justino Gaete Gallegos con Manuel Señoret Sieguel.
Sentencia dictada por la Corte Suprema el 29 de diciembre de 2005 en causa rol 4844-
2004, en que, conociendo de un recurso de casación en el fondo, anula y reemplaza la
resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Santiago en el proceso rol 8301-2003,
de fecha 13 de septiembre de 2004, cuya sentencia de primera instancia fue dictada por
el sexto juzgado de letras del trabajo de Santiago, en causa rol 1604-2003, con fecha 22
de noviembre de 2003.
Gallardo con Dirección del Trabajo — Sonia Inés Gallardo Milabil con Dirección
del Trabajo. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 27 de septiembre de 2005 en
causa rol 4177-2005, en que, conociendo de un recurso de apelación, revoca la resolución
dictada por la Corte de Apelaciones de Santiago en el proceso rol 3866-2005, de fecha 9
de agosto de 2005.
General Electric con Dirección del Trabajo — General Electric Chile SA con
Inspección Comunal del Trabajo Santiago Sur. Sentencia dictada por la Corte Suprema
el 28 de julio de 2005 en causa rol 2723-2005, en que, conociendo de un recurso de
apelación, revoca la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de San Miguel en el
proceso rol 90-2004, de fecha 24 de mayo de 2005.
Gidekel con Instituto de Investigaciones Agropecuarias — Manuel Gidekel
con Instituto de Investigaciones agropecuarias. Sentencia dictada por la Corte Suprema
el 31 de mayo de 2005 en causa rol 318-2004, en que, conociendo de un recurso de
casación en la forma y en el fondo, anula y reemplaza la resolución dictada por la Corte
de Apelaciones de Temuco en el proceso rol 1682-2003, de fecha 23 de diciembre de 2003,
cuya sentencia de primera instancia fue dictada por el segundo juzgado civil de Temuco,
en causa rol 38202-2000, con fecha 18 de julio de 2003.
Godoy con Vargas — Homero Artemio Godoy Godoy con Leopoldo Aurelio Vargas
Pizarro. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 16 de mayo de 2005 en causa rol 5662-
2004, en que, conociendo de un recurso de casación en el fondo, no anula la resolución
dictada por la Corte de Apelaciones de Arica en el proceso rol 264-2004, cuya sentencia
de primera instancia fue dictada por el juzgado civil de Arica, en causa rol 6298-2003,
con fecha 22 de marzo de 2004.
Grez con Álvarez y otros — Gladys del Carmen Grez Jahnsen con Manuel Miguel
Álvarez Pérez. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 12 de mayo de 2005 en causa
rol 5414-2003, en que, conociendo de un recurso de casación en el fondo, casa de oficio
y reemplaza la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Santiago en el proceso
rol 3631-2001, de fecha 25 de septiembre de 2003, cuya sentencia de primera instancia fue
dictada por el 13º juzgado civil de Santiago, en causa rol 5508-1998, con fecha 18 de abril
de 2001.
Gutiérrez con Manufacturas Sabinco — Giovanna Raquel Gutiérrez Hernández
con Manufacturas Savinco SA. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 27 de
septiembre de 2005 en causa rol 3077-2004, en que, conociendo de un recurso de
casación en el fondo, anula y reemplaza la resolución dictada por la Corte de Apelaciones
de Santiago en el proceso rol 4888-2003, de fecha 9 de junio de 2004, cuya sentencia de
primera instancia fue dictada por el sexto juzgado de letras del trabajo de Santiago, en
causa rol 6166-2001, con fecha 23 de junio de 2003.
Hidalgo González — Carlos Hidalgo González con Ministro de Fuero Marta Hantke
Corvalán. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 1 de febrero de 2005 en causa rol
477-2005, en que, conociendo de un recurso de apelación, confirma la resolución dictada
por la Corte de Apelaciones de San Miguel en el proceso rol 19-2005, de fecha 24 de
enero de 2005.
628 referencias
Hotelera Luz con Dirección del Trabajo — Hotelera Luz SA con Dirección del
Trabajo. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 21 de abril de 2005 en causa rol 716-
2005, en que, conociendo de un recurso de apelación, revoca la resolución dictada por la
Corte de Apelaciones de Santiago en el proceso rol 6580-2004, de fecha 26 de enero de 2005.
Hugo Frías Propiedades con Fisco — Hugo Frías Propiedades SA con Fisco de
Chile. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 29 de marzo de 2005 en causa rol 4655-
2004, en que, conociendo de un recurso de casación en el fondo, no anula la resolución
dictada por la Corte de Apelaciones de Santiago en el proceso rol 252-2002, de fecha 1
de septiembre de 2004, cuya sentencia de primera instancia fue dictada por el quinto
juzgado civil de Santiago, en causa rol 1371-1999, con fecha 29 de noviembre de 2001.
Importadora Matus con Renta Equipos Las Cañas — Importadora Matus y Cía
Ltda. con Renta de Equipos Las Cañas. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 3 de
mayo de 2005 en causa rol 4496-2003, en que, conociendo de un recurso de casación en
el fondo, casa de oficio y reemplaza la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de
La Serena en el proceso rol 28333-2003, de fecha 2 de septiembre de 2003, cuya sentencia
de primera instancia fue dictada por el primer juzgado civil de La Serena, en causa rol
727-2001, con fecha 3 de enero de 2002.
Industrias Electrónicas Condensa con Dirección del Trabajo — Industrias
Electrónicas Condensa SA con Dirección del Trabajo. Sentencia dictada por la Corte
Suprema el 21 de abril de 2005 en causa rol 1312-2005, en que, conociendo de un recurso
de apelación, revoca la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Arica en el
proceso rol 11-2004, de fecha 15 de marzo de 2005.
Inmobiliaria Alba con Mauriz — Aurora Ángela Mauriz Domínguez con
Inmobiliaria Alba Ltda. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 3 de enero de 2005
en causa rol 3790-2003, en que, conociendo de un recurso de casación en la forma, no
anula la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Temuco en el proceso rol
2212-2002, de fecha 17 de julio de 2003, cuya sentencia de primera instancia fue dictada
por el primer juzgado civil de Temuco, en causa rol 104939-2002, con fecha 10 de octubre
de 2002.
Inmobiliaria Pacífico Austral con Dirección del Trabajo — Inmobiliaria
Pacífico Austral SA con Inspección Provincial del Trabajo de Valparaíso. Sentencia
dictada por la Corte Suprema el 28 de julio de 2005 en causa rol 3208-2005, en que,
conociendo de un recurso de apelación, revoca la resolución dictada por la Corte de
Apelaciones de Valparaíso en el proceso rol 224-2004, de fecha 17 de junio de 2005.
Intercard SA con Dirección del Trabajo — Intercard SA con Inspección Comunal
del Trabajo de Viña del Mar. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 10 de agosto
de 2005 en causa rol 3553-2005, en que, conociendo de un recurso de apelación, revoca
la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Valparaíso en el proceso rol 244-
2004, de fecha 5 de julio de 2005.
Inversiones La Piccola Italia con Municipalidad — Inversiones La Piccola Italia
Ltda. con Municipalidad de Las Condes. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 7
de marzo de 2005 en causa rol 50-2005, en que, conociendo de un recurso de apelación,
revoca la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Santiago en el proceso rol
4385-2004, de fecha 16 de diciembre de 2004.
Iraola con Dirección del Trabajo — Empresa Unipersonal Domingo Iraola Vega
con Inspección Provincial del Trabajo de Calama. Sentencia dictada por la Corte
Suprema el 17 de mayo de 2005 en causa rol 1690-2005, en que, conociendo de un recurso
de apelación, revoca la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Antofagasta en
el proceso rol 130-2004, de fecha 31 de marzo de 2005.
Tabla de salida del comentario 629
Jarpa con Registro Civil — Pedro Luis Jarpa Foerster con Registro Civil. Sentencia
dictada por la Corte Suprema el 27 de enero de 2005 en causa rol 234-2005, en que,
conociendo de un recurso de apelación, confirma (modificando sus fundamentos) la
resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Concepción en el proceso rol 3901-
2004, de fecha 29 de diciembre de 2004.
Jiménez y otro con EMIN Ingeniería y Construcción — Ariel Evaristo Jiménez
Araya, Cristián Alejandro Pinto Rodríguez con EMIN Ingeniería y construcción SA.
Sentencia dictada por la Corte Suprema el 29 de septiembre de 2005 en causa rol 3137-
2004, en que, conociendo de un recurso de casación en la forma y en el fondo, casa de
oficio y reemplaza la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Iquique en el
proceso rol 1917-2003, de fecha 10 de junio de 2004, cuya sentencia de primera instancia
fue dictada por el primer juzgado del trabajo de Iquique, en causa rol 27481-2002, con
fecha 5 de noviembre de 2003.
Kvachantiradze con Municipalidad — Tamaz Kvachantiradze con Municipalidad
de Viña del Mar. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 31 de mayo de 2005 en causa
rol 4778-2004, en que, conociendo de un recurso de casación en el fondo, no anula la
resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Valparaíso en el proceso rol 554-2004,
de fecha 25 de agosto de 2004, cuya sentencia de primera instancia fue dictada por el
primer juzgado civil de Viña del Mar, en causa rol 1391-2002, con fecha 18 de noviembre
de 2003.
Lagos con Municipalidad — María Eugenia Lagos Pincheira con Municipalidad de
Concepción. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 29 de marzo de 2005 en causa
rol 3827-2004, en que, conociendo de un recurso de casación en la forma y en el fondo, no
anula la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Concepción en el proceso rol
2818-2003, de fecha 28 de julio de 2004, cuya sentencia de primera instancia fue dictada
por el primer juzgado civil de Concepción, en causa rol 357-2003, con fecha 1 de julio de
2003.
Lemus con Crespo — Derlinda del Carmen Lemus Araya con Antolín Amadeo Crespo
García. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 24 de enero de 2005 en causa rol
3516-2003, en que, conociendo de un recurso de casación en el fondo, casa de oficio y
reemplaza la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Copiapó en el proceso
rol 8471-2002, de fecha 11 de julio de 2003, cuya sentencia de primera instancia fue
dictada por el primer juzgado civil de Vallenar, en causa rol 50344-2001, con fecha 19 de
noviembre de 2002.
Maldonado con ESSAL SA — Ricardo Cristian Maldonado Candia con Empresa de
Servicios Sanitarios de los Lagos SA. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 24 de
enero de 2005 en causa rol 182-2005, en que, conociendo de un recurso de apelación,
revoca la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Valdivia en el proceso rol
831-2004, de fecha 28 de diciembre de 2004 182.
Mansilla con Asociación Gremial — Juana Julia Mancilla Urrea con Sergio
Mansilla Bahamonde (Presidente de la Asociación Gremial de Comercio Detallista y
Turismo de Punta Arenas). Sentencia dictada por la Corte Suprema el 26 de abril de
2005 en causa rol 1445-2005, en que, conociendo de un recurso de apelación, revoca la
resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Punta Arenas en el proceso rol 10-
2004, de fecha 22 de marzo de 2005.
Marín con Equipos Mecanizados Industriales — Luis Edison Marín Sarppi con
Equipos mecanizados industriales Ltda. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 27 de
septiembre de 2005 en causa rol 2495-2004, en que, conociendo de un recurso de casación
en la forma y en el fondo, no anula la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de
630 referencias
Concepción en el proceso rol 426-2004, de fecha 17 de mayo de 2004, cuya sentencia
de primera instancia fue dictada por el primer juzgado civil de Talcahuano, en causa rol
2763-2002, con fecha 9 de diciembre de 2003.
Martínez con Isapre — María Cecilia Martínez Segui con ING Salud SA. Sentencia
dictada por la Corte Suprema el 20 de diciembre de 2005 en causa rol 6040-2005, en
que, conociendo de un recurso de apelación, revoca la resolución dictada por la Corte de
Apelaciones de Santiago en el proceso rol 6262-2004, de fecha 7 de noviembre de 2005.
Martínez con Sociedad Educacional — Laura Griselda Martínez Muñoz con
Sociedad Educacional Los Cóndores Ltda. Sentencia dictada por la Corte Suprema el
19 de abril de 2005 en causa rol 4643-2003, en que, conociendo de un recurso de casación
en la forma y en el fondo, no anula la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de
Valdivia en el proceso rol 14612-2003, de fecha 24 de septiembre de 2003, cuya sentencia
de primera instancia fue dictada por el juzgado civil de La Unión, en causa rol 40073-
2001, con fecha 13 de mayo de 2003.
Medel con Servicio de Salud — Teresa del Carmen Medel Quezada con Servicio de
Salud Aconcagua. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 27 de septiembre de 2005
en causa rol 3434-2005, en que, conociendo de un recurso de casación en la forma y en
el fondo, no anula la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Valparaíso en el
proceso rol 917-2003, de fecha 15 de junio de 2005, cuya sentencia de primera instancia
fue dictada por el juzgado civil de San Felipe, en causa rol 81733-2002, con fecha 27 de
enero de 2003.
Melin con Muñoz y otros — Luis Melin Paillama con Pedro Fernando Muñoz Mora.
Sentencia dictada por la Corte Suprema el 28 de abril de 2005 en causa rol 4159-2003,
en que, conociendo de un recurso de casación en el fondo, casa de oficio y reemplaza la
resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Santiago en el proceso rol 5879-2000,
de fecha 17 de julio de 2003, cuya sentencia de primera instancia fue dictada por el 21º
juzgado civil de Santiago, en causa rol 3606-1997, con fecha 15 de junio de 2000.
Merello con Sociedad Educacional de Pirque — José Alberto Merello Thompson
con Sociedad Educacional de Pirque SA. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 23
de junio de 2005 en causa rol 2201-2005, en que, conociendo de un recurso de apelación,
revoca la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de San Miguel en el proceso rol
71-2004, de fecha 3 de mayo de 2005.
Metrogas con Superintendencia — Metrogas SA con Superintendencia de
Electricidad y Combustibles. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 16 de mayo
de 2005 en causa rol 1440-2005, en que, conociendo de un recurso de reclamación,
confirma la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Santiago en el proceso rol
3855-2004, de fecha 7 de marzo de 2005.
Millán con Millán y otros — Emilia Millán Aguirre con Luis Carlos Millán Agrela.
Sentencia dictada por la Corte Suprema el 19 de abril de 2005 en causa rol 3252-2003,
en que, conociendo de un recurso de casación en la forma y en el fondo, casa de oficio y
reemplaza la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Santiago en el proceso
rol 5872-1998, de fecha 20 de mayo de 2003, cuya sentencia de primera instancia fue
dictada por el 13º juzgado civil de Santiago, en causa rol 3590-1994, con fecha 30 de junio
de 1998.
Morales con Miranda y otros — Raúl Iván Morales Matus con Héctor Froilan
Miranda Horta. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 14 de abril de 2005 en causa
rol 5157-2003, en que, conociendo de un recurso de casación en el fondo, casa de oficio y
reemplaza la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Rancagua en el proceso
rol 20369-2003, de fecha 31 de octubre de 2003, cuya sentencia de primera instancia fue
Tabla de salida del comentario 631
dictada por el segundo juzgado civil de Rengo, en causa rol 2900-2002, con fecha 16 de
mayo de 2003.
Morales con Municipalidad — Juan Luis Morales Muñiz, Arnaldo Alberto Estay
Olivares con Municipalidad de Calama. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 29 de
agosto de 2005 en causa rol 1211-2005, en que, conociendo de un recurso de casación en
el fondo, no anula la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Antofagasta en el
proceso rol 1022-2004, de fecha 19 de enero de 2005, cuya sentencia de primera instancia
fue dictada por el segundo juzgado civil de Calama, en causa rol 36294-1999, con fecha
7 de agosto de 2004.
Muebles Jouannet con Dirección del Trabajo — Muebles Jouannet Ltda. con
Inspección Provincial del Trabajo de Temuco. Sentencia dictada por la Corte Suprema
el 10 de mayo de 2005 en causa rol 1641-2005, en que, conociendo de un recurso de
apelación, confirma (modificando sus fundamentos) la resolución dictada por la Corte
de Apelaciones de Temuco en el proceso rol 1368-2004, de fecha 4 de abril de 2005.
Muellajes SA con Dirección del Trabajo — Muellajes STI SA con Dirección del
Trabajo. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 29 de marzo de 2005 en causa
rol 382-2005, en que, conociendo de un recurso de apelación, confirma (modificando
sus fundamentos) la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Santiago en el
proceso rol 6298-2004, de fecha 6 de enero de 2005.
Municipalidad con Copec — Municipalidad de Antofagasta con Compañía de
Petróleos de Chile SA (COPEC). Sentencia dictada por la Corte Suprema el 13 de julio de
2005 en causa rol 2784-2005, en que, conociendo de un recurso de apelación, confirma
la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Antofagasta en el proceso rol 296-
2004, de fecha 26 de mayo de 2005.
Municipalidad con Starco SA — Municipalidad de Pudahuel con Starco SA.
Sentencia dictada por la Corte Suprema el 4 de mayo de 2005 en causa rol 3111-2003, en
que, conociendo de un recurso de casación en el fondo, no anula la resolución dictada
por la Corte de Apelaciones de Santiago en el proceso rol 45-2000, cuya sentencia de
primera instancia fue dictada por el 14º juzgado civil de Santiago, en causa rol 1355-1998,
con fecha 26 de julio de 2000.
Municipalidad de los Vilos con Fisco — Municipalidad de Los Vilos con Fisco de
Chile. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 20 de abril de 2005 en causa rol 2940-
2003, en que, conociendo de un recurso de casación en el fondo, no anula la resolución
dictada por la Corte de Apelaciones de La Serena en el proceso rol 27632-2002, de fecha 5
de junio de 2003, cuya sentencia de primera instancia fue dictada por el segundo juzgado
civil de La Serena, en causa rol 812-2000, con fecha 14 de junio de 2002.
Muñoz con Constructora Inchile — Ociel Iván Muñoz Otárola con Constructora
Inchile Ltda. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 5 de octubre de 2005 en causa
rol 4618-2005, en que, conociendo de un recurso de apelación, revoca la resolución
dictada por la Corte de Apelaciones de Concepción en el proceso rol 4472-2004, de
fecha 24 de agosto de 2005.
Muñoz con Fisco — Héctor Rolando Muñoz Vásquez con Fisco de Chile. Sentencia
dictada por la Corte Suprema el 25 de mayo de 2005 en causa rol 4780-2004, en que,
conociendo de un recurso de casación en el fondo, anula y reemplaza la resolución
dictada por la Corte de Apelaciones de Valparaíso en el proceso rol 853-2002, de fecha
22 de julio de 2004, cuya sentencia de primera instancia fue dictada por el tercer juzgado
civil de Valparaíso, en causa rol 2726-1998, con fecha 30 de noviembre de 2001.
Muñoz con Inmobiliaria El Rebaño — Paola Andrea Muñoz Vilches con
Inmobiliaria El Rebaño Ltda. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 27 de octubre
632 referencias
de 2005 en causa rol 3991-2004, en que, conociendo de un recurso de casación en el
fondo, no anula la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Punta Arenas en
el proceso rol 29-2004, de fecha 13 de julio de 2004, cuya sentencia de primera instancia
fue dictada por el primer juzgado de letras del trabajo de Magallanes, en causa rol 15029-
2004, con fecha 4 de junio de 2004.
Muñoz con Laboratorio Clínico — Yareth Lorena Muñoz Venegas con Laboratorio
Clínico Hernando de Aguirre SA. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 24 de mayo
de 2005 en causa rol 672-2004, en que, conociendo de un recurso de casación en la forma
y en el fondo, anula y reemplaza la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de
Santiago en el proceso rol 1830-2003, cuya sentencia de primera instancia fue dictada por
el primer juzgado de letras del trabajo de Santiago, en causa rol 1693-2002, con fecha 27
de febrero de 2003.
Muñoz con Servicio de Salud — Juan Eduardo Muñoz Espinoza con Servicio de
Salud de Aysén. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 10 de enero de 2005 en causa
rol 5931-2004, en que, conociendo de un recurso de apelación, confirma (modificando
sus fundamentos) la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Coyhaique en el
proceso rol 44-2004, de fecha 7 de diciembre de 2004.
Ottone con Wigolorchew — Juan Agustín Ottone Quero con Marcela Adriana
Wigolorchew Silva. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 19 de abril de 2005 en
causa rol 3648-2004, en que, conociendo de un recurso de casación en el fondo, no anula
la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Santiago en el proceso rol 6443-
1999, de fecha 15 de junio de 2004, cuya sentencia de primera instancia fue dictada por
el 16º juzgado civil de Santiago, en causa rol 4255-1997, con fecha 30 de junio de 1999.
Oyarzún con Centro de Orientación y Diagnóstico de Menores Carmen
Gloria — Oyarzún Rodríguez con Centro de Orientación y Diagnóstico de
Menores. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 16 de noviembre de 2005 en causa
rol 3954-2005, en que, conociendo de un recurso de apelación, confirma la resolución
dictada por la Corte de Apelaciones de Valdivia en el proceso rol 650-2004, de fecha 26
de julio de 2005.
Palominos con Dirección del Trabajo — Pedro Paulo Palominos Cerón con
Inspección Comunal del Trabajo de Buin. Sentencia dictada por la Corte Suprema el
13 de diciembre de 2005 en causa rol 5813-2005, en que, conociendo de un recurso de
apelación, revoca la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de San Miguel en el
proceso rol 214-2004, de fecha 24 de octubre de 2005.
Paredes con Barrera — Carlos Efrén Paredes Santana con Oscar Alberto Barrera
Ossandón. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 24 de mayo de 2005 en causa
rol 4718-2003, en que, conociendo de un recurso de casación en el fondo, casa de oficio
y reemplaza la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Arica en el proceso
rol 8970-2003, cuya sentencia de primera instancia fue dictada por el tercer juzgado de
letras de Arica, en causa rol 26150-2002, con fecha 4 de marzo de 2003.
Paredes con Isapre — Fernando Eduardo Paredes Avalos con Isapre Colmena Golden
Cross SA. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 24 de mayo de 2005 en causa rol 1310-
2005, en que, conociendo de un recurso de apelación, confirma la resolución dictada por la
Corte de Apelaciones de Santiago en el proceso rol 423-2004, de fecha 15 de marzo de 2005.
Parque Arauco con Dirección del Trabajo — Parque Arauco SA con Dirección
del Trabajo. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 26 de mayo de 2005 en causa rol
1787-2005, en que, conociendo de un recurso de apelación, revoca la resolución dictada
por la Corte de Apelaciones de Santiago en el proceso rol 6606-2004, de fecha 12 de
abril de 2005.
Tabla de salida del comentario 633
Pavéz y otros con Alimentos Fruna — Jorge Alberto Pavéz Caucotto, David
Roberto Garcés Corrotea, Ernesto Gabriel Prado Sánchez con Alimentos Fruna Ltda.
Sentencia dictada por la Corte Suprema el 11 de enero de 2005 en causa rol 3976-2003,
en que, conociendo de un recurso de casación en el fondo, casa de oficio y reemplaza
la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de San Miguel en el proceso rol 168-
2003, de fecha 31 de junio de 2003, cuya sentencia de primera instancia fue dictada por
el primer juzgado de letras del trabajo de San Miguel, en causa rol 404-2001, con fecha
3 de abril de 2003.
Peñailillo y otros con Empresa de Servicios Sanitarios — Patricio Eugenio
Peñailillo Villalobos, Eustorgio Enrique Saldías Vega, Néstor Sanhueza Ramírez,
José Floridor Bravo Barros, María Lucrecia Concha Orellana, Luis Alejandro Aguilera
Herrera, Luis Enrique Orellana Gutiérrez, Solange Hettys Rosa Beals Campos con
Empresa de Servicios Sanitarios del Maule. Sentencia dictada por la Corte Suprema el
31 de mayo de 2005 en causa rol 363-2004, en que, conociendo de un recurso de casación
en el fondo, anula y reemplaza la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Talca
en el proceso rol 1940-2003, de fecha 3 de diciembre de 2003, cuya sentencia de primera
instancia fue dictada por el cuarto juzgado de letras del trabajo de Talca, en causa rol
346-2002, con fecha 2 de mayo de 2003.
Pineda con Compañía de Seguros — Odette Teresa Pineda Rivera, Gustavo Laindo
Pineda Rivera con Compañía de Seguros La Chilena Consolidada SA. Sentencia dictada
por la Corte Suprema el 24 de enero de 2005 en causa rol 3210-2003, en que, conociendo
de un recurso de casación en la forma y en el fondo, no anula la resolución dictada por
la Corte de Apelaciones de Santiago en el proceso rol 5912-1998, de fecha 28 de mayo de
2003, cuya sentencia de primera instancia fue dictada por el juez árbitro de derecho, con
fecha 13 de julio de 1998.
Queupumil con Fisco — Queupomil Manqueo Rosa, Daniel Fernando Rain
Queupomil, Manuel Mariano Rain Queupomil, Rosa Rain Queupomil, Frideria Rain
Queupomil, Luisa Giovanna Rain Queupomil, Ana María Rain Queupomil, Rosendo
Patricio Rain Queupomil con Fisco de Chile. Sentencia dictada por la Corte Suprema
el 24 de mayo de 2005 en causa rol 1408-2005, en que, conociendo de un recurso de
casación en el fondo, no anula la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de
Temuco en el proceso rol 1155-2003, cuya sentencia de primera instancia fue dictada por
el tercer juzgado civil de Temuco, en causa rol 331-2001, con fecha 9 de mayo de 2003.
Quiroga con Guzmán — Emilio Rogelio Quiroga Vela con Meglesia Susana Guzmán
Tapia. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 8 de septiembre de 2005 en causa
rol 4164-2005, en que, conociendo de un recurso de casación en el fondo, no anula la
resolución dictada por la Corte de Apelaciones de La Serena en el proceso rol 498-
2005, de fecha 14 de julio de 2005, cuya sentencia de primera instancia fue dictada por el
juzgado civil de La Serena, en causa rol 991-2003, con fecha 11 de abril de 2005.
Ramallo con Distribuidora Dimax — Antonio Segundo Ramallo Pizarro con
Distribuidora Dimax SA. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 27 de septiembre
de 2005 en causa rol 4550-2003, en que, conociendo de un recurso de casación en el
fondo, anula y reemplaza la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Arica en
el proceso rol 9107-2003, de fecha 2 de septiembre de 2003, cuya sentencia de primera
instancia fue dictada por el tercer juzgado de letras de Arica, en causa rol 25813-2001, con
fecha 12 de junio de 2003.
Reyes con Universidad de Chile — Juana Isabel Reyes Granifo con Secretario de
Estudios de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Sentencia dictada por
la Corte Suprema el 29 de marzo de 2005 en causa rol 542-2005, en que, conociendo de
634 referencias
un recurso de apelación, confirma (modificando sus fundamentos) la resolución dictada
por la Corte de Apelaciones de Santiago en el proceso rol 6034-2004, de fecha 11 de
enero de 2005.
Ripamonti con Isapre — Carolina Ripamonti Serrano con Isapre Vida Tres SA.
Sentencia dictada por la Corte Suprema el 5 de octubre de 2005 en causa rol 4714-2005,
en que, conociendo de un recurso de apelación, confirma la resolución dictada por la
Corte de Apelaciones de Santiago en el proceso rol 3895-2004, de fecha 30 de agosto de
2005.
Rojas con Municipalidad — Roberto Gastón Rojas Silva con Municipalidad de
Catemu. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 22 de junio de 2005 en causa rol
2725-2005, en que, conociendo de un recurso de apelación, confirma la resolución
dictada por la Corte de Apelaciones de Valparaíso en el proceso rol 167-2004, de fecha
27 de mayo de 2005.
Sabugo con Compañía Agrícola y Forestal — Sabugo Telechea con Compañía
Agrícola y Forestal El Álamo Ltda. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 19 de
diciembre de 2005 en causa rol 5475-2003, en que, conociendo de un recurso de casación
en la forma y en el fondo, no anula la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de
Temuco en el proceso rol 1731-2001, de fecha 13 de noviembre de 2003, cuya sentencia de
primera instancia fue dictada por el juzgado civil de Temuco, en causa rol 89396-1999,
con fecha 23 de septiembre de 2001.
Sakata Seed Chile con Dirección del Trabajo — Sakata Seed Chile SA con
Inspección Provincial de Quillota. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 10 de
agosto de 2005 en causa rol 3557-2005, en que, conociendo de un recurso de apelación,
confirma la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Valparaíso en el proceso
rol 264-2004, de fecha 5 de julio de 2005.
Sanhueza con Fisco — Nora del Carmen Sanhueza Sporman con Fisco de Chile.
Sentencia dictada por la Corte Suprema el 28 de marzo de 2005 en causa rol 3845-2003,
en que, conociendo de un recurso de casación en el fondo, no anula la resolución dictada
por la Corte de Apelaciones de Coyhaique en el proceso rol 1716-2003, de fecha 11 de
agosto de 2003, cuya sentencia de primera instancia fue dictada por el segundo juzgado
civil de Coyhaique, en causa rol 17667-2000, con fecha 17 de marzo de 2003.
Sanhueza y otros con Constructora José Belisardo — Sanhueza Ruiz Patricio
Alarcón Soto, Valeriano Andrade Barría, Luis Bahamonde Muñoz, David Gómez
Santibañez, Raúl Mansilla Almonacid, Ángel Soto Riesco, Juan Soto Pozas, Ramón
Vivar Coñoecar, Epeneto Jara Vargas, Montiel José Henríquez, Pablo Millapán Paredes,
José Barría Zapata, Eduardo Fuentes Alarcón, Segundo Gracés Gatay, Luis Hernández
Pérez, Claudia Soto Rivera, Cristián Tenorio Arriagada, Alberto Matamala Hernández,
Juan Cárdenas Rapimán , Álvaro Ríos Avilés con Constructora Urbaned Ltda. Sentencia
dictada por la Corte Suprema el 20 de enero de 2005 en causa rol 5628-2003, en que,
conociendo de un recurso de casación en el fondo, anula y reemplaza la resolución
dictada por la Corte de Apelaciones de Puerto Montt en el proceso rol 2119-2003, de
fecha 19 de noviembre de 2003, cuya sentencia de primera instancia fue dictada por el
primer juzgado de letras de Puerto Montt, en causa rol 12856-2002, con fecha 24 de
marzo de 2003.
Santander Investment Chile con Municipalidad — Santander Investment Chile
Ltda. con Municipalidad de Viña del Mar. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 13
de julio de 2005 en causa rol 2392-2005, en que, conociendo de un recurso de apelación,
confirma la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Valparaíso en el proceso
rol 140-2004, de fecha 9 de mayo de 2005.
Tabla de salida del comentario 635
Sepúlveda con FONASA — Jaime Antonio Sepúlveda Huentro con Fondo Nacional
de Salud. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 23 de agosto de 2005 en causa rol
3467-2005, en que, conociendo de un recurso de apelación, revoca la resolución dictada
por la Corte de Apelaciones de Santiago en el proceso rol 8272-2003 fecha 1 de julio de
2005.
Sindicato de Trabajadores con Traveller SA — Sindicato Traveller SA con
Traveller SA. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 26 de mayo de 2005 en causa rol
314-2004, en que, conociendo de un recurso de casación en el fondo, anula y reemplaza
la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Santiago en el proceso rol 675-2003,
de fecha 11 de diciembre de 2003, cuya sentencia de primera instancia fue dictada por el
segundo juzgado de letras del trabajo de Santiago, en causa rol 4481-2001, con fecha 13
de noviembre de 2002.
Sociedad Acuarios y Zoológicos con Dirección del Trabajo — Sociedad
Acuarios y Zoológicos de Chile SA con Inspección del Trabajo de San Antonio.
Sentencia dictada por la Corte Suprema el 16 de junio de 2005 en causa rol 2757-2005,
en que, conociendo de un recurso de apelación, revoca la resolución dictada por la Corte
de Apelaciones de Valparaíso en el proceso rol 174-2005, de fecha 24 de mayo de 2005.
Sociedad Agrícola con Naveillán — Sociedad Agrícola San Rafael Ltda con , Juan
Naveillan Fernández. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 28 de marzo de 2005
en causa rol 1601-2003, en que, conociendo de un recurso de casación en la forma y en el
fondo, no anula la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Talca en el proceso
rol 58018-2000, de fecha 30 de septiembre de 2002, cuya sentencia de primera instancia
fue dictada por el primer juzgado civil de Talca, en causa rol 82228-1999, con fecha 23 de
junio de 2000.
Sociedad Agrícola y Ganadera con Alfred — Sociedad Agrícola y Ganadera El
Tangue Ltda con Arnoldo Alfred Alfaro. Sentencia dictada por la Corte Suprema el
21 de diciembre de 2005 en causa rol 5011-2003, en que, conociendo de un recurso de
casación en el fondo, anula y reemplaza la resolución dictada por la Corte de Apelaciones
de La Serena en el proceso rol 28895-2003, de fecha 2 de octubre de 2003, cuya sentencia
de primera instancia fue dictada por el tercer juzgado civil de Coquimbo, en causa rol
207-1999, con fecha 12 de junio de 2003.
Sociedad Constructora y otros con EMOS — Sociedad Constructora Inmobiliaria
e Inversiones Lastre SA, Manuel Silva Arce, Julio Alfredo Gonzalez Rojas con Empresa
Metropolitana de Obras Sanitarias SA. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 31 de
agosto de 2005 en causa rol 3767-2003, en que, conociendo de un recurso de casación
en la forma y en el fondo, no anula la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de
Santiago en el proceso rol 6755-1998, de fecha 5 de agosto de 2003, cuya sentencia de
primera instancia fue dictada por el octavo juzgado civil de Santiago, en causa rol 63-
1996, con fecha 10 de septiembre de 1998.
Sociedad Turismo con Secretaría Regional de Bienes Nacionales — Sociedad
Turismo Frontera Ltda. con Secretaría Regional Ministerial de Bienes Nacionales
Región de los Lagos. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 6 de octubre de 2005 en
causa rol 4580-2005, en que, conociendo de un recurso de apelación, revoca la resolución
dictada por la Corte de Apelaciones de Puerto Montt en el proceso rol 130-2004, de
fecha 30 de agosto de 2005.
Soto con Municipalidad — María Verónica Soto Toro con Municipalidad de
Talcahuano. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 19 de enero de 2005 en causa
rol 3209-2004, en que, conociendo de un recurso de casación en el fondo, casa de oficio
y reemplaza la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Concepción en el
636 referencias
proceso rol 4555-2003, de fecha 18 de junio de 2004, cuya sentencia de primera instancia
fue dictada por el segundo juzgado civil de Talcahuano, en causa rol 479-2003, con fecha
14 de diciembre de 2003.
Sucesión con Fisco — Horacio Undelio Dagnino Giacobbe, Paula María Giacobbe
Roggero, Valeria Dagnino Giacobbe con Fisco de Chile. Sentencia dictada por la Corte
Suprema el 29 de marzo de 2005 en causa rol 3276-2004, en que, conociendo de un
recurso de casación en el fondo, no anula la resolución dictada por la Corte de Apelaciones
de Rancagua en el proceso rol 20375-2003, de fecha 29 de junio de 2004, cuya sentencia
de primera instancia fue dictada por el segundo juzgado civil de Rancagua, en causa rol
53193-2000, con fecha 24 de marzo de 2003.
Tapia con Fisco — Juan Carlos Tapia Orellana con Fisco de Chile. Sentencia dictada
por la Corte Suprema el 25 de mayo de 2005 en causa rol 4781-2004, en que, conociendo
de un recurso de casación en el fondo, anula y reemplaza la resolución dictada por la
Corte de Apelaciones de Valparaíso en el proceso rol 1077-2003, de fecha 17 de agosto
de 2004, cuya sentencia de primera instancia fue dictada por el séptimo juzgado civil de
Valparaíso, en causa rol 1490-2000, con fecha 13 de marzo de 2003.
Tittarelli con Isapre — Ricardo Tittarelli Donati con Isapre Vida Tres SA.
Sentencia dictada por la Corte Suprema el 26 de octubre de 2005 en causa rol 4321-
2005, en que, conociendo de un recurso de apelación, revoca la resolución dictada por
la Corte de Apelaciones de Santiago en el proceso rol 3906-2004, de fecha 16 de agosto
de 2005.
Torres con Ponce — Torres González Germán con Ponce Jerez, Eduardo Alfonso.
Sentencia dictada por la Corte Suprema el 21 de marzo de 2005 en causa rol 3137-2003,
en que, conociendo de un recurso de casación en la forma, no anula la resolución dictada
por la Corte de Apelaciones de Arica en el proceso rol 8873-2003, de fecha 25 de junio de
2003, cuya sentencia de primera instancia fue dictada por el tercer juzgado del crimen de
Arica, en causa rol 25257-2001, con fecha 2 de enero de 2003.
Transportes Cruz del Sur con Dirección del Trabajo — Transportes Cruz del
Sur Ltda. con Inspección Provincial del Trabajo de Puerto Montt. Sentencia dictada
por la Corte Suprema el 14 de noviembre de 2005 en causa rol 4505-2005, en que,
conociendo de un recurso de apelación, confirma la resolución dictada por la Corte
de Apelaciones de Puerto Montt en el proceso rol 118-2004, de fecha 24 de agosto de
2005.
Transportes Renca con Dirección del Trabajo — Empresa de Transportes
Renca Puente Alto SA con Inspección del Trabajo Santiago Norte. Sentencia dictada
por la Corte Suprema el 27 de abril de 2005 en causa rol 1502-2005, en que, conociendo
de un recurso de apelación, revoca la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de
Santiago en el proceso rol 310-2004, de fecha 31 de marzo de 2005.
Umaña con Calzados Emilio Calleja — Umaña Quevedo Ramón con Calzados
Emilio Calleja SAC. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 27 de octubre de 2005 en
causa rol 2377-2004, en que, conociendo de un recurso de casación en la forma y en el
fondo, anula y reemplaza la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Talca en
el proceso rol 2015-2003, de fecha 21 de abril de 2002, cuya sentencia de primera instancia
fue dictada por el segundo juzgado de letras de Talca, en causa rol 904-2000, con fecha
24 de julio de 2003.
Urzúa con Sociedad Minmetal — Guillermo Urzúa Pérez con Sociedad Minmetal
Ingeniería y proyectos Ltda. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 28 de julio de
2005 en causa rol 980-2004, en que, conociendo de un recurso de casación en el fondo,
anula y reemplaza la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Rancagua en el
Tabla de salida del comentario 637
proceso rol 4223-2003, de fecha 26 de enero de 2004, cuya sentencia de primera instancia
fue dictada por el primer juzgado del trabajo de Rancagua, en causa rol 67007-2001, con
fecha 3 de septiembre de 2003.
Valores y Créditos SA con Pablo Urzúa y Cía Ltda — Valores y Créditos SA con
Pablo Urzúa y Cía. Ltda. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 20 de abril de 2005
en causa rol 3255-2003, en que, conociendo de un recurso de casación en la forma y en el
fondo, anula y reemplaza la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Santiago
en el proceso rol 4635-2000, de fecha 4 de julio de 2003, cuya sentencia de primera
instancia fue dictada por el segundo juzgado civil de Santiago, en causa rol 877-1997, con
fecha 8 de junio de 2000.
Vásquez con Inmobiliaria Carlos Patricio — Vásquez Bravo, Marta Rosa Moraga
Jaramillo con Inmobiliaria Lomas de San Andrés. Sentencia dictada por la Corte
Suprema el 30 de mayo de 2005 en causa rol 1858-2004, en que, conociendo de un recurso
de casación en el fondo, no anula la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de
Concepción en el proceso rol 3607-2002, de fecha 8 de abril de 2004, cuya sentencia de
primera instancia fue dictada por el tercer juzgado civil de Concepción, en causa rol
5328-2001, con fecha 4 de diciembre de 2002.
Vásquez con Marc Leasing y otro — Inés Vásquez Jeldez con Marc Leasing SA.
Sentencia dictada por la Corte Suprema el 30 de mayo de 2005 en causa rol 5300-2003,
en que, conociendo de un recurso de casación en la forma y en el fondo, no anula la
resolución dictada por la Corte de Apelaciones de Valdivia en el proceso rol 14682-
2003, de fecha 16 de octubre de 2003, cuya sentencia de primera instancia fue dictada
por el segundo juzgado civil de Valdivia, en causa rol 1732-2001, con fecha 17 de julio
de 2003.
Vía Imagen con Dirección del Trabajo — Vía Imagen Ltda. con Dirección del
Trabajo. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 22 de junio de 2005 en causa rol
2446-2005, en que, conociendo de un recurso de apelación, revoca la resolución dictada
por la Corte de Apelaciones de Puerto Montt en el proceso rol 77-2005, de fecha 13 de
mayo de 2005.
Vilches con Segetrans Transportes — Segetrans Transpotes SA con Ricardo
Vilches. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 23 de junio de 2005 en causa rol
820-2004, en que, conociendo de un recurso de casación en el fondo, anula y reemplaza
la resolución dictada por la Corte de apelaciones de San Miguel en el proceso rol 1629-
2004, de fecha 28 de enero de 2004, cuya sentencia de primera instancia fue dictada por
el segundo juzgado de letras del trabajo de San Bernardo, en causa rol 9497-2001, con
fecha 24 de octubre de 2002.
Villarroel con Municipalidad — Mauricio Antonio Villarroel Guerrero con
Municipalidad de Valparaíso. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 29 de
septiembre de 2005 en causa rol 342-2005, en que, conociendo de un recurso de casación
en el fondo, anula y reemplaza la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de
Valparaíso en el proceso rol 3598-2003, de fecha 19 de noviembre de 2004, cuya sentencia
de primera instancia fue dictada por el juzgado civil de Valparaíso, en causa rol 1560-
1999, con fecha 5 de septiembre de 2003.
Viña Conosur con Fisco — Viña ConoSur SA con Fisco de Chile. Sentencia dictada
por la Corte Suprema el 31 de mayo de 2005 en causa rol 4973-2004, en que, conociendo
de un recurso de casación en el fondo, no anula la resolución dictada por la Corte de
Apelaciones de Rancagua en el proceso rol 21536-2004, de fecha 16 de septiembre de
2004, cuya sentencia de primera instancia fue dictada por el tercer juzgado civil de
Rancagua, en causa rol 35194-2000, con fecha 31 de diciembre de 2003.
638 referencias
Wilson con Comercial Horizonte Rebeca Agustina — Wilson Kelly con Sociedad
Comercial Horizonte Ltda. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 21 de marzo de
2005 en causa rol 1338-2004, en que, conociendo de un recurso de inaplicabilidad.
Yapur y otros con Steel S.A — Yapur Yao Yael Yougatt, Enrique Mejías Mancilla,
Juan Carlos Cáceres Núñez, Oscar Raúl Salazar Moreno, Héctor Avilés Avilés, Alejo
Antonio Oviedo Rivera, Adela del Carmen Sabtis Díaz, Graciela del Carmen Soto
Moscos, Elsa del Carmen Vásquez Huenchunir, Humberto Cerda Neipán Juan
Antonio, Jiménez Laiz Gastón Vergara Vargas, Juan Fernando Miranda González,
Francisco Silva Vera, Jaime Vargas González Maritza con Steel SA. Sentencia dictada
por la Corte Suprema el 25 de agosto de 2005 en causa rol 1751-2004, en que, conociendo
de un recurso de casación en el fondo civil, anula y reemplaza la resolución dictada por
la Corte de Apelaciones de Santiago en el proceso rol 3056-2003, de fecha 2 de abril de
2004, cuya sentencia de primera instancia fue dictada por el segundo juzgado de letras
del trabajo de Santiago, en causa rol 4546-2000, con fecha 7 de octubre de 2002.
Zúñiga con Villavicencio — Elena de las Mercedes Zuñiga Godoy, Claudina
Vitalicia Zuñiga Godoy, Juan Ignacio Zuñiga Godoy con Exequiel Baldomero
Villavicencio Mondaca. Sentencia dictada por la Corte Suprema el 8 de marzo de 2005
en causa rol 4164-2003, en que, conociendo de un recurso de casación en el fondo civil,
Otros la resolución dictada por la Corte de Apelaciones de San Miguel en el proceso
rol 338-2001, de fecha 21 de agosto de 2003, cuya sentencia de primera instancia fue
dictada por el segundo juzgado civil de Melipilla, en causa rol 11685-2000, con fecha 30
de noviembre de 2000.
Tablas de entrada al comentario
Partes
Abodovsky Guiser, Nelly Rebeca—Abodovsky con Isapre
Aceros Santa Ana de Bolueta Ltda.—Aceros Santa Ana Ltda con Dirección del Trabajo
Acevedo Quivira, Germán—Acevedo con Agfa Ltda
Acosta Valdivia, Luis Marcelo—contra Acosta Valdivia
AFP Plan Vital—AFP con Transportes Fénix
Agecomet SA—Agecomet con Dirección del Trabajo
Agfa Gevaert Ltda—Acevedo con Agfa Ltda
Agrícola Punitaqui SA—Banco Estado con Agrícola Punitaqui
Agrícola y Forestal Naguilán SA—Agrícola y Forestal Naguilán con Errázuriz
Aguilera Herrera, Luis Alejandro—Peñailillo y otros con Empresa de Servicios
Sanitarios
Aguilera Laveyne, Bella Estrella—Aguilera con Multinegocios
Aguilera, Patricia—Aguilera con Servimarket
640 referencias
Aguirre Osorio, Pablo Enrique—Aguirre con Fingas Ingeniería y Construcción
Aguirre Ovalle, José Andrés—contra Aguirre Ovalle
AL ARD SA—Campos con AL ARD SA
Alarcón Soto, Patricio—Sanhueza y otros con Constructora
Albornoz Amaya, Sergio—Albornoz con Ortíz
Alfred Alfaro, Arnoldo—Sociedad Agrícola y Ganadera con Alfred
Alimentos Fruna Ltda—Pavéz y otros con Alimentos Fruna
Almonte Borja, Enrique—Almonte con Fumey
Álvarez Bain, Vicente—Brito con Servicio de Salud
Álvarez Núñez, Elena Susana—Álvarez con Espinoza
Álvarez Pérez, Manuel Miguel—Grez con Álvarez y otros
Andrade Barría, Valeriano—Sanhueza y otros con Constructora
Angelbec,k Kurt—Baeza con Municipalidad
Arantzazu SA—Arantzazu SA con Zepeda
Araya Vicencio, Ángel del Rosario—Araya con Pellegrini
Arellano Domínguez, Jorge—Espinoza y otros con Arellano
Arias Aburto, Viviana Andrea—Espinoza y otros con Arellano
Arnold Postler, Marlys Clarita—Arnold con Banco Estado
Arriagada Sagardía, Orlando Emiliano—Arriagada con Fisco
Ashell English College San Miguel SA—Ashell English College con Dirección del
Trabajo
Asociación Nacional de Comerciantes de Cabarets con Espectáculos AG—
Asociación Nacional de Comerciantes de Cabaret con Municipalidad
Avilés Avilés, Alejo Antonio—Yapur y otros con Steel SA
Baeza Bolbontín, Felipe—Baeza con Municipalidad
Bahamonde Muñoz, Luis—Sanhueza y otros con Constructora
Banco de Concepción—Banco Concepción con Godoy
Banco de Crédito e Inversiones—BCI con Fisco
Banco del Estado—Banco Estado con Agrícola Punitaqui, Arnold con Banco Estado,
Banco Estado con Welkner, Fernández con Banco Estado y otros
Banco Santander Chile SA—Banco Santander con Díaz, Escobar con Banco Santander
Banco Scotiabank Sud Americano—Curtze con Banco Scotiabank
Baradit Squadrito, Nora—Baradit con Dirección del Trabajo
Barahona Molina, Osvaldo Juan José—Bosquet con Barahona y otro
Barrera Ossandón, Oscar Alberto—Paredes con Barrera
Barría Zapata, José—Sanhueza y otros con Constructora
Barrientos Sánchez, Ciro Antonio—contra Barrientos Sánchez
Bascuñán Torres, Luis Alfredo—Epul Loncoñanco y otros con Fisco
Bayer Delaveau, Isabel Margarita—Baeza con Municipalidad
Beals Campos, Solange Hettys Rosa—Peñailillo y otros con Empresa de Servicios
Sanitarios
Becerra Flores, Blanca Hortensia—Epul Loncoñanco y otros con Fisco
Beltrán Troncoso, Francisco Javier—Beltrán con Comercial Antonio Garrido
Benavente Opazo, Erasmo—Benavente con Fisco
Beyer Kracht, Alberto Gustavo—Baeza con Municipalidad
Bibiano Penso, María Verónica Fernanda—Bibiano con Corporación
Biniamin Levi, Sayid—contra Biniamin Levi
Bolvarán Rojas, Leonardo Patricio—contra Bolvarán Rojas
Bosquet Allende, Sandra del Carmen—Bosquet con Barahona y otro
Tabla de entrada al comentario ~ Partes 641
Roles
Corte suprema
3-2005 contra Herrera Yañez
9-2003 contra Hafon Chiang y otra
36-2004 Chávez con Gómez
41-2004 Baeza con Municipalidad
50-2005 Inversiones La Piccola Italia con Municipalidad
61-2004 Castillo con Codelco
89-2004 Araya con Pellegrini
102-2005 contra Justiniano Araneda
134-2005 Fisco con Mamami
147-2005 contra Trujillo Reyes
182-2005 Maldonado con ESSAL SA
234-2005 Jarpa con Registro Civil
237-2005 contra Calle Llave
266-2005 Curtze con Banco Scotiabank
312-2005 contra Kuncar Siade
314-2004 Sindicato de Trabajadores con Traveller SA
318-2004 Gidekel con Instituto de Investigaciones
Agropecuarias
342-2005 Villarroel con Municipalidad
347-2004 Díaz con Cintac SA
361-2004 Arnold con Banco Estado
363-2004 Peñailillo y otros con Empresa de Servicios
Sanitarios
382-2005 Muellajes SA con Dirección del Trabajo
457-2005 contra Rivera González
477-2005 Hidalgo González
507-2005 Colbún SA con Superintendencia
542-2005 Reyes con Universidad de Chile
656-2005 contra Acosta Valdivia
672-2004 Muñoz con Laboratorio Clínico
650 referencias
679-2003 contra Díaz Coñoecar
685-2003 contra Nahoe Hereveri
716-2005 Hotelera Luz con Dirección del Trabajo
738-2005 contra Bolvarán Rojas
740-2005 contra Chat Aldunez
762-2003 contra Cornejo Cornejo
776-2005 Cerda con Municipalidad
820-2004 Vilches con Segetrans Transportes
877-2005 contra Lara Moreau
891-2005 contra Barrientos Sánchez
956-2005 contra Rojas Rojas
980-2004 Urzúa con Sociedad Minmetal
1018-2005 Cáceres con Municipalidad
1043-2005 contra Rodríguez Saavedra
1045-2005 contra Oyarzún del Solar
1069-2005 Aguirre con Fingas Ingeniería y Construcción
1202-2005 Cencosud Supermercados con Dirección del Trabajo
1211-2005 Morales con Municipalidad
1226-2005 Agecomet con Dirección del Trabajo
1231-2005 Easy SA con Dirección del Trabajo
1299-2005 De la Fuente con Ministerio de Obras Públicas
1309-2005 Abodovsky con Isapre
1310-2005 Paredes con Isapre
1312-2005 Industrias Electrónicas Condensa con Dirección del
Trabajo
1323-2005 contra Meza Viveros
1338-2004 Wilson con Comercial Horizonte
1357-2005 Constructora con Dirección del Trabajo
1380-2005 contra Rodríguez Maldonado y otros
1408-2005 Queupumil con Fisco
1439-2005 Distrinor SA con Superintendencia
1440-2005 Metrogas con Superintendencia
1441-2005 Electrogas con Superintendencia
1445-2005 Mansilla con Asociación Gremial
1502-2005 Transportes Renca con Dirección del Trabajo
1548-2005 contra Biniamin Levi
1601-2003 Sociedad Agrícola con Naveillán
1616-2005 Cerpa con Carrillo
1641-2005 Muebles Jouannet con Dirección del Trabajo
1678-2005 Fisco con DICSA Mining Service
1690-2005 Iraola con Dirección del Trabajo
1751-2004 Yapur y otros con Steel SA
1787-2005 Parque Arauco con Dirección del Trabajo
1807-2005 contra Villareal Villalobos
1858-2004 Vásquez con Inmobiliaria
2022-2003 Bravo con Empresa de Servicios Sanitarios
2037-2003 Dacre con Fisco
2121-2004 Beltrán con Comercial Antonio Garrido
2123-2004 Espinoza y otros con Arellano
Tabla de entrada al comentario ~ Roles 651
ÍNDICE DE AUTORES
art. 2503 N°1, 207 art. 2518, 88, 207 art. 2522, 88
art. 2514, 468 art. 2521, 88 art. 2523, 88
art. 2517, 94
Código de Comercio
art. 556, 148, 149 art. 557, 152 art. 558, 149, 152
Código Penal
art. 1, 253, 270, 271, art. 68, 300, 304, 305, art432, 295
336 306, 307, 313, 327 art. 433, 362, 367,
art. 3, 300, 305 art. 68bis, 306, 307, 368
art. 7, 282, 290, 291, 308, 309 art. 436, 362
298, 301, 302, art. 70, 303 art. 439, 362
305, 354, 357, art. 74, 290, 291, 305 art. 440, 361, 362,
358, 364, 365 art. 75, 290, 298 370
art. 9, 282, 300, 301, art. 92, 312 art.442, 428
302, 303, 312, 375 art. 97, 251 art. 446, 295, 353
art. 10, 379 art. 123, 352 art446, 295
art. 10 N°4, 269, art. 126, 352 art. 448, 358, 359
276 art. 129, 367 art. 449, 351
art. 10 N°7, 276 art. 141, 290, 352 art. 450, 369, 370,
art. 10 N°8, 263, 264 art. 142, 352 371, 372
art. 10 N°10, 263, art. 185, 352 art. 456bis, 313, 314
273, 276 art. 193, 279, 374 art. 457, 364, 365,
art. 11, 270, 307, art. 194, 279, 374 366
308, 309, 310 art. 196, 376 art. 467, 282, 375
art. 11 N°6, 327 art. 197, 295, 297 art. 468, 279, 280,
art. 11 N°7, 327 art. 214, 376 282, 374, 375
art. 11 N°9, 327 art. 292, 352 art. 470, 372, 373,
art. 12, 312, 313, 379 art. 296, 290, 352 601
art. 12 N°1, 268, 330 art. 330 N°1, 254, 267, art. 470 N°1, 297
art. 12 N°11, 331 269 art. 471 N° 1, 364
art. 12 N°12, 331 art. 361, 283, 313, 323, art. 473, 280, 374
art. 15 N°1, 283 325 art. 474, 336
art. 15 N°3, 283 art. 361 N°1, 324 art. 490, 266, 293
art. 18, 244, 245, art. 363, 325 art. 491, 263, 264,
248, 250 art. 363 N°3, 325 266
art. 19, 375 art. 365bis N°1, 323 art. 492, 266
art. 25, 251, 299, art. 366, 325 art. 494, 354, 357,
300, 303 art. 366 N°2, 326 358, 375
art. 29, 316 art. 366ter, 325, 326 art. 494 bis, 354,
art. 30, 317 art. 368, 325, 326 357, 358, 375
art. 31, 315 art. 391 N°2, 293, 330, art. 494bis, 301,
art. 51, 302, 357, 375 332 302, 303, 354,
art. 52, 302, 354, art. 392, 329 357, 358
357, 358 art. 397, 293, 294 art. 494 N°19, 279,
art. 64, 284, 285 art. 397 N°2, 293 281, 282
art. 67, 304, 305, art. 400, 361 art. 494 N°20, 276
306, 307 art. 432, 295, 358 art. 499, 316
666 referencias
Código de Procedimiento Civil
art. 4, 235 art. 208, 213, 214 art. 435, 578
art. 18, 48 art. 209, 213 art. 443 N°1, 233
art. 80, 221, 223, art. 254, 227, 228, 229, art. 459, 193
224, 225 230 art.459, 233
art. 83, 229 art. 256, 229, 230 art.464 N°7, 233
art. 85, 205 art. 261, 228 art. 465, 193
art. 86, 205 art. 279, 225 art. 466, 193
art. 138, 445 art. 280, 221, 222, 223, art. 470, 193
art. 144, 80 224, 225 art. 471, 193
art. 148, 227, 228, art. 305, 203, 204, 205, art. 472, 190, 191, 192,
229 206 193
art. 152, 190, 193, art. 305 N°1, 204 art. 521, 211
196, 197, 198, art. 306, 219, 220 art. 647, 546, 547
202 art. 310, 93 art. 680, 212, 226
art. 153, 190, 191, art. 341, 215, 216 art. 684, 227
193, 201 art. 346 N°1, 216 art. 690, 227
art. 155, 197, 198, art. 346 N°3, 215 art. 767, 213
200, 201, 202, art. 379, 219 art. 768, 46, 47
203 art. 384, 219 art. 768, 192, 203, 204,
art. 158, 212, 219 art. 384 N°2, 216, 218 208, 215
art.158, 387, 388 art. 384 N°5, 217 art.768, 232
art. 160, 213, 214 art. 384 N°7, 218 art. 768 N°4, 195
art. 170, 45, 192, art. 399, 217 art. 768 N°5, 87, 192,
215, 217, 230, art. 425, 215 232
232 art. 426, 215, 216 art. 769, 230
art. 170 N°4, 87 art. 427, 215 art. 772, 213
art. 171, 192, 215, art. 428, 215, 216 art. 774, 230
216, 217 art. 429, 219, 220 art. 775, 230, 231
art. 174, 229 art. 430, 195 art. 781, 189
art. 179, 124, 494 art. 432, 195, 196 art. 782, 82
art. 186, 80 art. 434, 137, 138 art. 786, 47
art. 189, 211 art.434, 233 art. 1546, 141, 153
Código de Aguas
art. 36, 499 art. 92, 499
Código de Minería
art. 89, 524 art. 99, 524, 527 art. 112, 523, 524
Código Sanitario
art. 168, 251 art. 169, 251
Código Tributario
art. 2, 194 art. 146, 194 art. 168, 194
Leyes
L 2269, 167, 186 L 18290, 266
L 3133, 517 art. 144, 341
L 3390, 186, 232 art. 171, 127
L 6382, 63, 67 art. 174, 97, 98, 99
L 8946, 504 L 18410, 466, 467
L 11904, 69, 70 art. 2, 450
L 16641 art. 2 N°22, 450
art. 13, 303 art. 3 N°22, 458
L 16643, 114, 115, 118 art.3 N°34, 466
art. 14, 115, 118, 126 art. 18A, 466
art. 21, 345 L 18575
art. 34, 114, 118 art. 4, 482
art. 43, 115 art. 28, 452
L 16744, 115 art. 42, 482, 485, 490
art43, 118 art.44, 507
L 16952, 66 L 18695
L 17322, 543, 544, 588, 601 art. 141, 482
art. 12, 543, 544, 545, 600 L 18705, 190, 195
art. 13, 569 L 18777, 125
L 18097 L 18802, 5
art. 18, 524 L 18843, 468
L 18101, 79, 226 L 18882, 195
L 18120 art. 1 N°7, 190
art. 1, 228, 229 L 18933
art. 2, 228 art. 38, 603
art. 4, 228 L 18971, 439, 440, 441
L 18216, 334, 421, 424, 425 L 19253, 473
art. 28, 317 art. 2, 304
art. 196B, 316 art. 2.b, 374
L 18287, 155 art. 4, 280
art. 14, 156 art. 65, 304
art. 29, 98 L 19281, 97
Índice de disposiciones jurídicas 669
Textos constitucionales
Constitución de 1833
art. 4°, 24 art. 159, 24
Constitución de 1925
art. 2°, 24 art. 3°, 24
Constitución de 1980
art. 5°, 17, 21, 22, 23, 251, 406, 593, art. 19 N°21, 437, 438, 439, 440, 444,
601 446, 447, 454
art. 6°, 18, 21, 23 art. 19 N°23, 17, 19, 20
art. 7°, 18, 21, 23, 451 art. 19 N°24, 19, 20
art. 19 N°3, 244, 245, 248, 406, art. 20, 440, 444, 446, 447
582, 601 art. 21, 422
art. 19 N°5, 415, 416 art. 38, 481
art. 19 N°8, 517 art. 63, 20
art. 19 N°16, 458
Autos Acordados
Auto Acordado sobre tramitación del Auto Acordado sobre tramitación
recurso de protección (1977), 444 del recurso de protección (1992),
442, 445
Fuentes extranjeras
Código Civil de Alemania art. 1738, 80
art. 859, 364 Código Civil de Paraguay
Código Civil de Argentina art. 1835, 109
art. 1078, 109 Código Civil de Perú
Código Civil de Austria art. 1977, 128
art. 1327, 107 Código Civil de Venezuela
Código Civil de Francia art. 1196, 108
Fuentes internacionales
Acuerdo de Lomé en tiempos de guerra)
art. 34, 536 art. 148, 537, 538
Convención Americana de Derechos Convenios de Ginebra, 535
Humanos, 542, 544, 545 Convenios de Ginebra, 530, 535, 537,
art. 1.1, 539 538, 541, 542
art. 7, 250, 251, 543, 544 art. 3, 531, 532, 533, 534, 535, 537,
art. 8, 411, 539 538, 541, 542
art.8, 382, 413 Pacto internacional de derechos
art. 9, 248 civiles y políticos
art. 25, 539 art. 14, 382
art. 25., 539 art. 15, 530, 539, 540
Convención contra la tortura y otros Protocolo Adicional a los
tratos o penas crueles, inhumanos o Convenio de Ginebra relativo
degradantes a la protección de las víctimas
art. 4, 538 de los conflictos armados sin
Convención de Montevideo sobre carácter internacional (Protocolo
extradición, 548 Adicional II), 532, 533
Convención de Naciones Unidas contra Resolución 75/7 del Comité de
el Tráfico Ilícito de Estupefacientes y Ministros del Consejo de Europa,
Sustancias Psicotrópicas sobre compensación por daños
art. 6, 545, 546 físicos y muerte del año 1975
Convenio de Ginebra IV (relativo a la principio 13, 108, 121
protección debida a las personas civiles principio 19, 108
672 referencias
ÍNDICE DE JURISPRUDENCIA
Jurisprudencia Nacional
Corte Suprema
Jurisprudencia Extranjera
Corte Interamericana de Derechos Humanos
Caso Almonacid Arellano y otros
vs Chile, 539
Tribunal Especial para Sierra Leona
Prosecutor v Morris Kallon and
Brima Bazzy Kamara, 536
ÍNDICE TEMÁTICO