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AARON V.

CICOUREL

EL M ÉT O D O

LA M ED ID A EN SO C IO LO G ÍA

Traducción
De Eloy Fuente Herrero

1
I

LA M ED ID A

la s m a tem á t ic as

2
Las técnicas de investigación y las escalas de medida de cualquier ciencia pueden
considerarse como problema de la sociología del conocimiento. En cualquier
momento, el conocimiento depende del particular estado de los métodos
empleados y el conocimiento futuro dependerá del desarrollo de los métodos
actuales. Es importante preguntarnos si las pretensiones de conocimiento se
basan en métodos que se corresponden con las teorías y los datos recogidos o si
las técnicas de investigación y escalas de medida en que se basan estas
pretensiones tienen poco más que una relación de metáfora o sinécdoque con
dichos datos y teorías1. Si nuestro interés empírico por el problema del orden
social depende de tales métodos, y si estos métodos no se emplean con exactitud,
resultará decisivo estudiar las técnicas de investigación y las escalas de medida
para comprender qué se considerará «conocimiento» en una época determinada.
Véanse las cuestiones siguientes:

1. Los métodos de investigación sociológica que tratan de medir las


propiedades de la acción social, ¡qué supuestos teóricos implican?
2. Los supuestos teóricos, ¿originan propiedades de medida adecuadas a los
datos que arrojan determinados procedimientos metódicos?
3. ¿Cuáles son las condiciones necesarias para establecer una medición
precisa y rigurosa en el estudio del proceso social?

Son tres cuestiones que señalan el tema fundamental de este libro: la relación de
la metodología y de la medida con la teoría. Toda exposición sobre las
consecuencias teóricas de los procedimientos metódicos y de medida en
sociología exige una digresión sobre los conceptos actuales de la medida,
digresión necesaria, porque los sociólogos utilizan una forma mucho más general
de medida que los naturalistas, y a menudo más atenuada. Por ello, el estudio de
la medición en sociología exige cierta perspectiva técnica en que situar la práctica
sociológica.

PERSPECTIVA TÉCNICA
1
Los términos de metáfora y sinécdoque y el empleo que hacemos de ellos han sido sugeridos por
Harold Garfinkel. Con empleo sinécdoque quiere decirse la práctica de los sociólogos de admitir
que las afirmaciones teóricas y empíricas representen un conjunto amplio, sin precisar cómo
encaja la parte en el resto de la teoría o en el resto de los datos. en este contexto significa que se
utilizan frecuentemente teorías de la medida de manera que «representen» una demostración
apropiada de la correspondencia entre los elementos de la teoría supuesta y los elementos
empíricos originados por el sistema de medida, cuando en realidad no se ha cumplido tal
correspondencia. Así ocurre especialmente cuando se analizan los datos sin precisar cómo
contribuye la teoría a la interpretación que se sigue, concentrándose en el método de análisis y
suponiendo que el resto, en cierto modo, va de suyo, sin que el investigador tenga que tomarse
más molestias. En el caso del empleo metafórico, los sociólogos utilizan sistemas matemáticos
como análogos a cierta doctrina teórica o se emplea una teoría de la medida que más bien tiene
cierto «parecido» con los datos recogidos que una correspondencia demostrable entre sus
elementos, relaciones y las operaciones que permiten. Lo importante en este caso es que los
sociólogos, en su investigación, yuxtaponen a menudo las afirmaciones teóricas a las empíricas,
esperando que el lector se encargue de demostrar una correspondencia sólo señalada por el
investigador, quien precisa con exactitud cuáles son los elementos, relaciones y operaciones
relacionados.

3
Comencemos con unas cuantas observaciones sobre los sistemas axiomáticos2.
Conviene distinguir entre los cifrados (uninterpreted) y los descifrados
(interpreted). Es cifrado un sistema axiomático formalizado, abstracto, que sólo
comprenda términos lógicos, como «o», «y», «no», y símbolos seleccionados
arbitrariamente, como $, %, # 3. Estos sistemas son útiles porque admiten
deducciones y pruebas en operaciones claras, guardando de los errores que
acompañan con frecuencia al empleo de términos descriptivos (descifrados,
significativos)4. Los sistemas matemáticos, cuando son cifrados, se componen de
meros símbolos, verdades lógicas o tautologías. Así, pues, el sistema axiomático
formalizado no se refiere necesariamente al mundo real.

Un sistema axiomático descifrado comprende términos descriptivos, además de


lógicos. La sustitución de los símbolos y verdades lógicas de un sistema
axiomático cifrado, abstracto, por términos descriptivos y enunciados empíricos
conduce a un sistema descifrado5. Los axiomas o postulados de un sistema
axiomático cifrado pueden convertirse en las leyes científicas de un sistema
cifrado. Por tanto, los sistemas axiomáticos descifrados exigen que se demuestre
una correspondencia entre los elementos, relaciones y operaciones de los
sistemas matemático y sustantivo en cuestión. Las consecuencias exigen que se
determinen las propiedades de medida de las teorías. Así, el ejemplo de
Zetterberg de un sistema axiomático con propiedades ordinales significa que, en la
teoría del suicidio de Durkheim, las propiedades sustantivas se limitan a las
ordinales del sistema de medida6. Dado que estas limitaciones pueden reducir
mucho la escala de medida, plantean también la cuestión de si semejante escala
es adecuada para medir los procesos sociales, como proponía la teoría de
Durkheim.

Teorías implícitas y explícitas.- No todas las teorías son de carácter axiomático.


Una teoría compuesta por un conjunto de leyes y definiciones que se relacionan
deductivamente es un sistema axiomático7. No todos los sistemas axiomáticos
son teorías. Provisionalmente al menos, convendrá distinguir entre estas dos
clases de teorías. El primer tipo, la teoría implícita, puede definirse en general
como un conjunto de definiciones y de enunciados descriptivos de forma no
axiomática y que, por tanto, no deben tomarse como un conjunto de leyes
relacionadas. Lo cual no quiere decir que tales teorías no puedan comprender
leyes o que no existan relaciones entre sus definiciones y enunciados descriptivos.
De hecho, diversas teorías no puedan comprender leyes o que no existan

2
Véase Hebert HOCHBERG: «Axiomatic Systems, Formalization and Scientific Theories»: y May
BRODBECK: «Models, Meaning, and Theory», en L. Gross (ed.): Sympositum on Sociological
Theory (Row, Peterson), Evanston, 1959.
3
HOCHBERG, idem, pág. 424.
4
HOCHBERG: op. cit., págs. 424-425.
5
BRODBECK: op. cit., págs. 376-378.
6
Hans ZETTERBERG: On Theory and Verification in Sociology (Tressler Press), Nueva cork, 1954.
7
HOCHBERG: op. cit., págs. 376-378.

4
relaciones entre sus definiciones y enunciados descriptivos. De hecho diversas
teorías implícitas pueden tener «cierta» ambigüedad, cuyo grado sólo podrá
precisar quienquiera las haya creado. Llamamos ambigüedad a la falta de
sistematización en la estructura conceptual, y según criterios externos. La
«complejidad» de muchas teorías implícitas en sociología estriba en la utilización
de diversas clases de tipologías, paradigmas y recursos semejantes. Las teorías
sociológicas son principalmente implícitas, con algunos islotes de sistematización
y medida. Teoría explícita es un sistema axiomático descifrado, como lo definimos
antes8. En sociología, realmente, no existen teorías explícitas, aunque se ha
intentado «simularlas»9.

Resumiendo, observamos que los sistemas matemáticos son per se sistemas


axiomáticos (abstractos, formalizados) cifrados que comprenden símbolos y
signos cifrados y enunciados tautológicos, mientras que algunos sistemas teóricos
comprenden sistemas axiomáticos empíricos o teorías explícitas. Cuando los
axiomas de un sistema matemático tienen la misma estructura que las leyes de
una teoría explícita: 1) pudiendo convertirse los axiomas del sistema matemático
en leyes de la teoría explícita; 2) habiendo una correspondencia exacta entre los
términos de los dos sistemas y sus enunciados; y 3) manteniéndose las
conexiones lógicas entre los axiomas y las leyes, respectivamente, ambos
sistemas son isomorfos. La cuestión pertinente es cómo suponen tales
isomorfismos los sociólogos que construyen o emplean «modelos matemáticos» y
«modelos de medida» con teorías implícitas y qué consecuencias se siguen para
la teoría y el método. ¿Podemos derivar de teorías implícitas proposiciones
reducibles a medición rigurosa? ¿Ha de haber teorías axiomáticas para que haya
medida? No tengo respuestas claras, pero las tocaré seguidamente.

La medida.- Mucho de lo que se ha escrito en sicología y sociología sobre la


medida está sacado de la obra del físico Norman Campbell. Recientes libros de
Torgerson y Churchman y Ratoosh10 dan excelente información de diversas
exposiciones sobre la medida y sus fundamentos matemáticos. Gran parte del
trabajo sobre la medida en sociología se ha hecho en los terrenos llamados
corrientemente sicología social y demografía, habiéndose concentrado en la
creación o empleo de sistemas matemáticos para describir la interacción de
pequeños grupos, medir actitudes y analizar datos demográficos.

Campbell define la medida como la atribución de números (numbers) o, más en


general, de cifras (numerals) para representar propiedades11. Nagel la llama «la

8
Las expresiones de teorías «explícitas» e «implícitas» han sido sugeridas por HOCHBERG en
comunicación personal.
9
V. Herbert SIMON: «A Formal Theory on Interaction in Social Groups», American Sociological
Review, 17 ( abril 1952), 202-211; y Joseph BERBER, Bernard P. COHEN, J. Laurie SNELL y
Morris ZELDITCH, Jr.: Types of Formalization in Small Group Research (Houghton Mifflin), Boston,
1962.
10
Warren TORGERSON: Theory and Method of Scaling (Wiley), Nueva York, 1958; C. West
CHURCHMAN y P. RATOOSH: Mensurement (Wiley), Nueva York, 1959.
11
Norman CAMPBELL: What is Science? (Dover), Nueva York, 1952, pág. 110.

5
correlación de números con cosas que no son números» 12. Stevens señala que,
hablando en general, «es la atribución de cifras a objetos o hechos siguiendo unas
reglas. Y en el que puedan atribuirse cifras según normas diferentes ocasiona
distintos tipos de escalas y distintos tipos de medidas»13. Para Coombs, «en las
ciencias físicas, la medida significa habitualmente atribución de números a
observaciones (hecho que se llama “programa”) y en el análisis de los datos
consiste en manejar dichos números u operar con ellos. Frecuentemente, ha sido
intentado hacer lo mismo el sociólogo que toma la física por modelo. La tesis es…
que el sociólogo que toma la física por modelo. La tesis es… que el sociólogo que
sigue tal procedimiento, a veces, violentará sus datos»14.

Según Torgerson:

La medición atañe a las propiedades de los objetos, no a los mismos


objetos. Así, en nuestro uso del término, no es mensurable un palo,
aunque sí podrían serlo su longitud, pero, diámetro y dureza….
Medir una propiedad implica, pues, atribuir números a sistemas para
representarla. Y, para ello, ha de prevalecer un isomorfismo, es decir,
una relación exacta, entre ciertas características del sistema numérico
implicado y las relaciones entre diversas cantidades (ejemplos) de la
propiedad por medir.
La esencia de este procedimiento es la atribución de números de tal
manera que se refleje esta correspondencia exacta entre dichas
características de los números y las correspondientes relaciones entre
las cantidades15.

Las cifras pueden ser sencillamente un conjunto ordenado de elementos en


correspondencia exacta con el sistema numérico. El número y la cifra no siempre
son intercambiables, como se supone en las citas de Campbell y Stevens. Reese
observa que «las cifras, por las que se entiende sencillamente un grupo de signos
o símbolos convencionales en un trozo de papel, tienen un orden convencional»16.
Muchos autores no aclaran esta distinción entre cifras y números al tratar de la
medida. Sobre esto, Reese cita a Campbell:

Al hablar de la atribución de cifras, convendrá volver a subrayar que son


cifras lo que se atribuye, no números. Como dice Campbell, «sería difícil
evitar la impresión de que intervienen la idea de número y las reglas de
la aritmética. Desde luego, están estrechamente relacionadas con la
medida; pero si no reconocemos que no son esenciales, no
entenderemos esta relación»17.

12
Ernest NAGEL: «Measurement», Erkenntnis, 2 (1931), 313-333.
13
S. S. STEVENS: «Mathematics, Measurement, and Psychophysics», en S. S. STEVENS (ed.):
Handbook of Experimental Psychology (Wiley), Nueva York, 1951. pág. 1.
14
Clyve COOMBS: «Theory and Methods of Social Measurement», en L. FESTINGER y D. KATZ
(eds.):Research Methods in the Behavioral Sciences (Dryden), Nueva York, 1953, pág. 472.
15
THORGERSON: op. cit., págs. 14-15.
16
T. W. REESE: «Application of the Theory of Physical Measurement to the Measurement of
Psychological Magnitudes with Experimental Examples», Psychol. Monogr., 55:3 (1943), 8.
17
Idem, págs. 9-10.

6
Esta distinción es importante a fin de aclarar el sentido de atribuir cifras a objetos
sin especificar qué sistema algebraico de operar con números es aplicable. Es
posible crear un sistema matemático que utilice cifras para representar un sistema
teórico sustantivo, pero no especifique si las operaciones matemáticas
desarrolladas o implícitas en el sistema se refieren a algún sistema numérico
particular. El sistema matemático puede realizarse sin especificar un sistema
numérico, dejando sin aclarar la cuestión de los postulados de medida. Puede
idearse un modelo matemático formal, un sistema descifrado, que no diga nada
sobre cómo deben medirse los hechos observables que en él se producen.
Muchas utilizaciones formales de los sistemas matemáticos tienen poco que ver
con la ciencia social empírica a menos que puedan hacerse deducciones útiles
con consecuencias empíricas, esos inventos se quedan en ejercicios intelectuales
de dudosa importancia.

Churchman ha expuesto el problema general de la medida:

Ni siquiera sabemos por qué medimos, en absoluto. Es costoso lograr


medidas. ¿Merece la pena este esfuerzo?18.

Coombs ha planteado un problema más grave. Véanse las siguientes


observaciones:

El método de análisis define, pues, cuál es la información, pudiendo


dotarla o no de ciertas propiedades. Un método «consistente» de
análisis concede propiedades a los datos que permiten utilizar su
información, por ejemplo, para idear una escala unidimensional. Como
es obvio una vez más, no puede inferirse que tal escala sea una
característica de la conducta en cuestión si es consecuencia necesaria
del método de análisis.

Por eso, resulta conveniente estudiar métodos de recoger datos sobre la


cantidad y tipo de información que comprende cada método sobre la
conducta en cuestión, a diferencia de la impuesta. De modo semejante,
antes de sacar información de los datos, es preciso estudiar las
características o propiedades que imponen a dicha información los
diversos métodos de analizarlos19.

Estos párrafos de Coombs, junto con el siguiente de Torgerson, sobre la medida


en ciencias sociales, ofrece una paradoja. Hablando de los diferentes tipos de
medida, Torgerson observa:

Otra manera como estas características podrían adquirir sentido hasta


cierto puntos es, simplemente, por definición discrecional. La podríamos
llamar medida arbitraria (by fiat). Ordinariamente, estriba en suponer
relaciones entre las observaciones y el concepto de interés. Entran en

18
C. West CHURCHMAN: «Why Measure?», en CHURCHMAN y RATOOSH, op. cit., pág. 84.
19
COOMBS: op. cit., págs. 471-472.

7
esta categoría los índices e indicadores utilizados tan a menudo en las
ciencias sociales y conductistas. Es probable que se dé esta suerte de
medida cuandoquiera nos encontremos con un concepto precientífico o
vulgar (common-sense) que parezca importante por motivos
apriorísticos, pero que no sepamos cómo medir directamente. Por
consiguiente, mediremos otra variable cualquiera o un promedio
ponderado de otras variables que supongamos relacionas. Como
ejemplos, podríamos citar la medida de la posición socio-económica; o
de la emoción, utilizando la respuesta dérmica sicogalvánica; o de la
capacidad de aprendizaje, mediante el número de pruebas y errores que
cuesta al sujeto adquirir un criterio particular de aprendizaje20.

Esta explicación de Torgerson sanciona la misma práctica contra la que nos


advierte Coombs. Sin embargo, en la obra de éste se halla implícito el supuesto
de que son apropiadas ciertas formas de métodos de escalas. Este supuesto
implica alguna definición de la medida antes citada. Coombs supone
implícitamente que los hechos sociológicos son reducibles a medida por los
axiomas aritméticos o alguna derivación suya. Dicho supuesto puede enunciarse
así: que los hechos de interés para el sociólogo tienen matemáticamente las
mismas propiedades que las físicas y, en consecuencia, que los hechos sociales
son reducibles a los mismos tipos de teorías de medida, con tal de que pueda
encontrarse la «justa» combinación o derivación de los axiomas aritméticos,
además de datos «adecuados» que se ajusten al modelo utilizado. Coombs ha
desmenuzado mucho este problema:

Casi todo el mundo estará dispuesto a decir que cualquier conjunto


determinado de datos contienen algún error, pero precisamente qué es
lo que hay que calificar de error depende en gran parte del nivel de
medida que se crea admiten los datos.

El sociólogo se enfrenta con su problema al escoger entre poner sus


datos en un orden sencillo o preguntarse si sus datos responden a un
orden sencillo. Seleccionando un sistema bastante consistente, el
sociólogo podrá lograr construir siempre una escala unidimensional de
medida, corrientemente, una escala de intervalo, obligando, pues, a que
parte de los datos se califique de error. Al no pretender un sistema
consistente, el sociólogo permitirá que los datos determinen si es
adecuada una sencilla solución unidimensional. Es obvio que, en
consecuencia, la unidimensionalidad, obtenida por un método de
análisis que la garantiza, no puede mostrarse como característica de la
conducta en cuestión. Lo cual no es sino un caso especial de principio
más general, de no poder sostenerse ninguna propiedad de los datos, a
menos que el método de recogerlos y analizarlos admita que se
presenten propiedades alternativas. El problema del sociólogo, dicho
toscamente, es si sabe lo que quiere o si quiere saber21.

20
THORGERSON: op. cit., págs. 21-22, subrayado en el original.
21
COOMBS: op. cit., págs. 486-487.

8
Estos comentarios de Torgerson y Coombs señalan el dilema del sociólogo: 1) si sus
conceptos teóricos no son tan precisos que le digan qué sistemas de medida son
adecuados para sus datos, podrá engañarse con métodos que impongan relaciones
incoherentes a interpretaciones equivocadas sobre sus datos y su teoría; y 2) si las
mismas medidas empleadas son inadecuadas por como han sido hechas, produciéndose
una medición más arbitraria que precisa (literal).

Son muchos los ejemplos de tal medición. Casi todas las escalas, como denotan los
comentarios de Torgerson, están expuestas a la medida arbitraria, por ejemplo, la medida
de las actitudes en los estudios electorales, de medios de difusión y de prejuicios, entre
otros.

LA MEDIDA EN SOCIOLOGÍA

¿Cuáles son los fundamentos apropiados para la medida en sociología? Las


obras antes citadas indican que, en el estado presente de nuestros conocimientos,
no puede lograrse en sociología una medición rigurosa (en el sentido literal que
predomina con el empleo de sistemas teóricos explícitos) para las propiedades del
proceso social. Medir con exactitud el proceso social exige primeramente que se
estudie el problema del sentido en la vida cotidiana. La indagación sociológica
comienza refiriéndose al mundo del sentido común de la vida cotidiana. Los
sentidos que se comunican con el empleo de las ordinarias categorías lingüísticas
cotidianas y las comunes experiencias culturales no lingüísticas informan todo acto
social, interfiriendo (de manera que puede señalarse conceptualmente y
observarse empíricamente) la correspondencia necesaria para una medición
exacta. La medición precisa de los actos sociales (lo cual quiere decir que las
estructuras conceptuales arrojen propiedades numéricas que se correspondan con
las medidas existentes o que puedan crearse) exige el empleo de sentidos
lingüísticos y no lingüísticos que no puedan darse por supuestos, sino que deben
considerarse como objetos de estudio. Con otras palabras, medir supone una red
limitada de sentidos compartidos, es decir, una teoría de la cultura. Sólo el físico
define su terreno de observación, pero en la ciencia social el tema del
razonamiento comienza habitualmente por los sentidos culturales
preseleccionados y predescifrados del sujeto. Como el observador y el sujeto
comparten los sentidos culturales entretejidos en el sistema lingüístico que ambos
emplean para comunicarse, los sentidos cotidianos compartidos y el particular
lenguaje que emplea el sociólogo constituyen un elemento fundamental para la
medida de los actos sociales. Las «reglas» que se siguen para atribuir
significación a los objetos y hechos y sus propiedades deben ser las mismas, es
decir, los sistemas lingüísticos deben hallarse en cierto tipo de correspondencia.
Pero en el razonamiento sociológico, las «reglas» raras veces son explícitas,
aunque existe interés por una definición exacta y criterios operativos. Las
«reglas» que ordenan el uso del lenguaje y los sentidos que transmiten los gestos
y expresiones lingüísticos y no lingüísticos no están claras y siguen siendo un
problema casi inabordado por la investigación empírica. Y si las «reglas» que
ordenan el uso del lenguaje para describir objetos y hechos en la vida cotidiana y

9
en el razonamiento sociológico no están claras, tampoco reflejará claridad la
atribución de cifras o números a las propiedades de objetos y hechos conforme a
cierto conjunto de reglas relativamente coherente.

En los escritos de Paul Lazarsfeld podemos ver un reconocimiento implícito de


falta de medida precisa en sociología, cuando observa que es un problema
importante identificar las propiedades pertinentes, y se manifiesta en el lenguaje
que usamos para denotar propiedades per se22. Las propiedades de los objetos y
de los hechos sociales se llaman a veces «aspectos» o «atributos», en vez de
«variables». Lazarsfel señala la laxitud de la medida en sociología, al decir que la
«atribución de propiedades se llama indistintamente descripción, clasificación y
medida»23. Y prosigue estableciendo cuatro operaciones para crear «variables» en
la medida de objetos sociales complejos: «una imagen inicial del concepto, fijar las
dimensiones, seleccionar los indicadores observables y combinar los indicadores
en índices»24.

La noción de «imagen» se refiere a la creación de una idea o de un cuadro vago


por el investigador sobre cierto conjunto de regularidades que trata de explicar o
comprender. O puede ser la percepción de varios tipos de fenómenos, y el
analista cree que tienen características fundamentales comunes. Después, las
tentativas de definir o delimitar el concepto pasa de la imagen a la fijación se sus
«elementos», «aspectos» o «dimensiones», o de algo semejante. Según
Lazarsfeld, «se muestra que el concepto está compuesto por una combinación
compleja de fenómenos, más que por un sencillo y directamente observable» 25. Y
considera que, para convertir el concepto en algún tipo de operación o medida, es
esencial descomponerlo en un número «razonable» de dimensiones.

Después de decidir qué dimensiones tomará el concepto, el investigador tendrá


que hallar indicadores apropiados. Lazarsfeld no nos da reglas para seleccionar
indicadores. La falta de reglas claras refleja el inadecuado estado de la teoría
sociológica. Y la reducción necesaria para convertir los enunciados teóricos
abstractos en conceptos con dimensiones determinables quizá sea la misión más
difícil con que se enfrentan los sociólogos orientados a la investigación. Para
ilustrar esta dificultad, Lazarsfeld muestra conceptos que se suponen obvios para
el lector y poco necesitados de clarificación conceptual en cuanto a un cuerpo más
general de teoría (por ejemplo, en teoría de la gestión, la eficacia del equipo de
producción) y demuestra los muchos sentidos que pueden tener. Lo esencial que
aprendemos de la exposición por Lazarsfeld de los indicadores y de su selección
es que al «descomponer» el concepto en una variedad de «sentidos», el
investigador queda obligado a aclarar sus ideas teóricas.

22
Paul F. LAZARSFED: «Evidence and Inference in Social Research», en D. LERNER (ed.):
Evidence and inference (The Free Press of Glencoc), Nueva York, 1959. pág. 108.
23
Ibíd.
24
Idem, pág. 109.
25
Ibíd.

10
Tratando de la creación de índices, Lazarsfeld ha de suponer una vez más que
nuestro conocimiento de los conceptos teóricos que queremos medir es lo
bastante preciso para capacitarnos o hablar con fundamento sobre la relación de
probabilidad de cada indicador con «lo que realmente queremos saber». Y para
terminar sus explicaciones sobre la importancia de la teoría para la combinación
de indicadores, nos dice: «Por expresarlo de otra manera, necesitamos gran
cantidad de pruebas si queremos saber lo que un hombre puede hacer realmente
o qué postura toma» sobre un asunto26. La exposición pasa después a cómo
podemos reunir muchos indicadores en un índice y cómo se relacionan aquéllos
entre sí. Esta explicación está más orientada al mecanismo de combinar los
indicadores que a la importancia de la teoría para determinar su combinación e
interrelaciones. Lazarsfeld se interesa por derivar ideas matemáticas de las
interrelaciones de los indicadores para poder hablar de la «capacidad de un
indicador, en comparación con otro, de contribuir a la medida específica que
queramos hacer»27.

Siguiendo con la permutabilidad de los índices, Lazarsfeld descubre un básico


recurso de procedimiento que habrá de tratar a lo largo de todo el libro: cómo las
respuestas a los puntos del cuestionario, más bien que la teoría explícita, son las
que nos dan la base para decidir la importancia de los indicadores. No podemos
desconocer que la mayor parte de la obra y de las ideas de Lazarsfeld sobre la
medida en sociología procede de su interés y de su trabajo en mitología de las
encuestas –en particular, porque tales métodos toman como evidentes el lenguaje
y el sentido- si queremos entender cómo los problemas de medida en sociología
se ha unido y confundido con los procedimientos tradicionales de las ciencias
naturales.

Los procedimientos generales que sugiere Lazarsfeld se adaptan particularmente


bien a las condiciones de la investigación sobre el terreno, cuando el estudioso no
puede determinar con claridad y precisión qué variables son apropiadas para
convertir sus conceptos en una serie de actividades operativas que arrojan datos
en apoyo o rechazo de sus conjeturas. Al pasar de la imagen inicial por la
creación de índices, se hacen inferencias y deducciones implícitas y explícitas
basadas en parte en los tipos generales de datos a los que se ve dirigido el
investigados por dicha imagen y, más importante, en cómo se manejan los datos
con las diversas clasificaciones y tabulaciones cruzadas, que llevan después a
continuas inferencias sobre la infraestructura de la imagen inicial. Estas últimas
inferencias ofrecen al investigador sobre el terreno una forma de imagen más
amplia o estructura teórica, así como el sentido de sus datos, es decir, su
pertinencia a la imagen teórica utilizada. Como observa Lazarsfeld, «en la
investigación sociológica, las clasificaciones se utilizan principalmente para
establecer relaciones entre cierto número de conclusión empírica que buscamos,
quedan muy afectadas cambiando un índice razonable por otro» 28. Lo que no está

26
Paul F. LAZARSFELD: op. cit., pág. 112.
27
Idem, pág. 113.
28
Paul F. LAZARSFELD: op. cit., pág. 115.

11
claro es si la imagen teórica dicta las relaciones iniciales y el imponer cierta forma
de medida concreta las variables en cuestión o si la clasificación de las respuestas
por ciertas reglas discrecionales de cifrado (coding) o lagunas «naturales» de los
resultados produce el sentido cuantitativo de la «variable» e informa también la
imagen inicial. Suponemos que nuestras «variables» deben determinarse
mediante conversiones teóricas de nuestros conceptos, de modo que su ámbito de
pertinencia, el orden de los valores y las propiedades numéricas que deben asumir
sean derivables de la teoría. Excepto en los casos en que los datos son
producidos (y en ocasiones adoptan propiedades numéricas naturales) por
instancias sociales para sus propios fines contables, casi toda la investigación
sociológica que exige contacto con sujetos implica siempre teorías implícitas que
están muy lejos de una verificación a priori de hipótesis. Nuestras clasificaciones
de los datos, a menudo arbitrarias, llegan a ser la base para establecer cierta
forma de cuantificación. Como la clasificación es a posteriori, la validez de nuestra
medida es la relativa a la clasificación arbitraria, haciendo improbable en ese
momento la repetición y el conocimiento riguroso. Así pues, los problemas más
graves de la medida surgen cuando nos ocupamos de las «variables» cualitativas.

Las referencias a éstas suponen que «hay una línea directa de continuidad lógica
desde la clasificación cualitativa hasta las formas más rigurosas de medida,
pasando por los recursos intermedios de las proporciones sistemáticas, escalas
ordinales, clasificaciones multidimensionales, tipología y simples índices
cuantitativos»29. Lo cual supone a su vez, en primer lugar, que las arbitrarias y
diversas clasificaciones empleadas por el sociólogo son aproximaciones
operativas a conceptos engañosos, cuyas propiedades no pueden descubrirse
fácilmente por inspección directa, en nuestro actual estado de desarrollo; en
segundo lugar, que los materiales titulados «datos», y a los que se atribuye una
medida dicotómica o más refinada, se corresponden con los conceptos en estudio.
Además, la investigación sociológica que trata de ordenar los materiales mediante
investigación sobre el terreno debe suponer que la medida arbitraria producida por
las reglas metódicas que se siguen actualmente son clasificaciones singulares
para cada proyecto de investigación y que su justificación ha de encontrarse, en
último término, en los conceptos teóricos utilizados para explicar los datos.
Finalmente, está el supuesto, o creencia implícita, de que tales conceptos tienen la
misma estructura que los de las ciencias naturales y pueden arrojar propiedades
numéricas en tan ajustada correspondencia con los sistemas de medida.

Si encaramos la opción de utilizar medidas según el modelo de las ciencias


naturales o de simple descripción, debemos estar informados en ambos casos
sobre la sucesión de los pasos que nos llevarán a unos procedimientos
«aceptables». En cuidadosa retrospectiva de los supuestos implicados en los
procedimientos de clasificación e impuestos a nuestros conceptos, podremos
apreciar mejor hasta qué punto se interfieren o se complementan nuestros

29
Paul LAZARSFELD y Allen H. BARTON: «Qualitative Measurement in the Social Sciences», en
D. LERNER y H. D. LASSWELL (eds.): The Policy Sciences: Recent Developments in Scope and
Method (Stanford University Press), Stanford, 1951, pág. 155.

12
esfuerzos por lograr una medida, una elaboración teórica y unos datos
sustantivos generales e invariables. El no poder demostrar una correspondencia
precisa o justificada entre las medidas existentes y nuestros conceptos teóricos y
sustantivos, sino tener que establecer esta relación arbitrariamente, quiere decir
que no podemos tomar por supuestos los procedimientos de investigación ni, por
tanto, las conclusiones basadas en ellos.

Suponiendo que los hechos y conceptos fundamentales de la sociología se


corresponden con los sistemas matemáticos y de medida existentes, Lazarsfeld y
Barton pasan al básico problema de clasificar cierto conjunto de experiencias u
objetos identificables dentro de cierta categoría. Por ejemplo:

¿Cómo nos ponemos a formar tales categorías, en primer lugar? ¿Por


qué escoger ciertos elementos de la situación, y no otros? ¿Por qué
combinarlos precisamente en estas categorías?

Se puede argüir acertadamente que no podemos redactar un conjunto


de instrucciones manuales para categorizar los fenómenos sociales:
tales instrucciones no serían más que un programa general para
desarrollar la teoría social. No podemos escribir un manual sobre
«cómo formar fecundos conceptos teóricos» de la misma manera que
escribimos manuales sobre cómo seleccionar muestras o redactar
cuestionarios30.

Así pues, idealmente, la categorización de los fenómenos sociales exige el


desarrollo de la teoría social general, pero, como dan a entender Lazarsfeld y
Barton, eso no puede hacerse hoy en sociología. Estos autores señalan un
conjunto de procedimientos más prácticos, que comienza con las cuestiones
siguientes, bien delimitadas que atienden a la descripción de lo que ocurre en
situaciones determinadas, por ejemplo: «¿Qué es lo que hacen los jóvenes
cuando están pensando en elegir carrera? ¿Qué tipo de reacciones tienen los
jóvenes ante el paro? ¿Cuáles son los cauces de información sobre los asuntos
públicos en un municipio estadounidense?»31. La solución práctica requiere, pues,
que el investigador se haga preguntas generales sobre determinados temas
esenciales, preguntas que puedan convertirse operativamente en una forma de
pensar, tanto vulgar como pertinencia teórica. La falta de una teoría social
desarrollada obliga a todos los investigadores en sociología a emplear conceptos
vulgares que reflejan los conocimientos comunes a los sociólogos y a los
miembros «medios» de la comunidad o sociedad. Suponiendo desde el principio
que el sociólogo y sus sujetos constituyen una cultura común que cada uno
entiende más o menos de la misma manera, los sentidos «obvios» de las
preguntas operativizadas del cuestionario en que se basan los indicadores
incorporarán propiedades sólo vagamente definidas en la teoría social, pero cuya
importancia para el proyecto de investigación se da por supuesta.

30
Paul LAZARSFELD y Allen H. BARTON: op. cit., pág. 156.
31

13
Así, en la exposición de Lazarsfeld y Barton sobre la medida cualitativa hay
implícita una teoría del orden social y una cultura común al sociólogo y al sujeto.
Por ejemplo, consideran necesarios cuatro requisitos para -«articulación»,
«correlación lógica», «adaptación al marco de referencias del entrevistado»-
implican fáciles normas de procedimiento que son evidentes32. Las muchas
decisiones que hay que tomar suponen una correspondencia implícita entre:

1) Los indicadores por los que el hombre sencillo identifica objetos


significativos y los que utiliza el sociólogo para identificar objetos y hechos
significativos.
2) El punto de vista del actor: las categorías lingüísticas y de sentido que
utiliza para describir y clasificar observaciones y experiencias; y el punto de
vista del observador: las categorías lingüísticas y de sentido que utiliza para
describir y clasificar observaciones, respuestas y documentos sobre el
escenario social.
3) Las reglas normativas que dirigen la percepción y la interpretación que de
su medio tiene el actor y las normas metódicas y teóricas que dirigen la
percepción y la interpretación del observador sobre el mismo medio de
objetos.
Los procedimientos prácticos descritos por Lazarsfeld y Barton se basan en unas
diferencias culturales y subculturales que ellos suponen fácilmente determinables
y manejables. La cita siguiente revela la necesidad de confiar en una definición
vulgar del mundo, que comparte el observador con el actor.

Supongamos que queremos clasificar las razones por las que compran
las mujeres cierta clase de cosméticos. Las mujeres harán muchísimos
comentarios sobre sus razones, que serán difíciles de agrupar
tomándolas y por lo que parecen. Pero imaginemos una mujer
comprando y utilizando cosméticos: toma consejo de las personas que
conoce, de la publicidad y de los artículos de los medios de difusión;
además, tiene sus propias experiencias; tiene sus motivos y sus
necesidades: utiliza cosméticos con el fin de adquirir diversos valores de
apariencia que impresionen a otros –y podríamos averiguar a quién- y,
quizá para impresionarse a sí misma. Los cosméticos tienen diversas
cualidades técnicas que se relacionan con estos resultados apetecidos.
Quizá se preocupe también por los posibles malos efectos sobre la salud
o el aspecto. Además hay dificultades para aplicar los cosméticos. Y
por último, está el gasto. Todos los comentarios de las mujeres podrían
relacionarse con el esquema siguiente:«causes de información»,
«valores de apariencia deseados», «aceptación prevista», «malas
consecuencias», «cualidades técnicas», «dificultades de aplicación» y
«coste». La razón por la que encajarán los comentarios es que el
esquema de clasificación casa con la realidad de lo que sucede al
comprar y utilizar cosméticos. De eso que sucede es de lo que ha

32
Idem, págs. 156-157.

14
derivado sus comentarios la misma entrevistada. La clasificación, por
decirlo así, vuelve a poner los comentarios en su sitio33.

Los autores resuelven fácilmente los problemas de clasificación descritos


utilizando los sentidos vulgares (common-sense meanings) que intentan clasificar.
El investigador se basa en su conocimiento vulgar de cómo responderán las
personas, suponiendo que sus respuestas reales se corresponderán con las
expectativas basadas en él. Esta correspondencia supuesta le proporciona un
modelo implícito del actor. El observador comienza con procedimientos vulgares
tácitos para definir el problema y se basa después en medidas operativas de
categorías vulgares formalizadas para obtener sus indicadores (consulta a los
sujetos y clasificación de sus «respuestas» y «comentarios») con el fin de tratar
las respuestas «obvias» del sujeto, es decir, aparentemente evidentes y fáciles de
entender, como reflejo exacto de su percepción e interpretación de su medio.
Después, sigue suponiendo que cada sujeto responde al mismo medio y a los
mismos estímulos y, en este supuesto, comienza a combinar y ordenar los
indicadores en cuadros y medidas sumarias.

La particular intuición y sensibilidad del investigador al mundo a su alrededor le


procura las claves fundamentales para el éxito al redactar sus preguntas y los
posibles tipos de respuestas. Las «reglas» que dirigen esa intuición y sensibilidad
no son tema dudoso para el investigador y no están comprendidas en claros
trazados de procedimiento metódicos, como los cuatro que ofrecen Lazarsfeld y
Borton para establecer un «buen» sistema de clasificación. Nuestra carencia de
perfección metódica significa que los procedimientos de decisión para categorizar
los fenómenos sociales se encierran en supuestos vulgares implícitos sobre el
actor, las personas concretas y las propias ideas del observador sobre la vida
cotidiana. Estos procedimientos parecen intuitivamente «justos» o «razonables»,
por basarse en la vida cotidiana. Frecuentemente, el investigador comienza su
clasificación sólo con dicotomías generales, en las que espera «encajen» sus
datos y, si éstos parecen justificar sus categorías, sigue construyendo sobre ellas.
Finalmente, puede emplear procedimientos de clasificación que se ajusten al paso
citado por Lazarsfeld y Barton (de las escalas de relación y de orden a las
medidas de intervalos o de razón). Aunque hay ciertas «reglas» para trazar cada
nivel de clasificación, nuestro presente conocimiento raras veces nos permite
enlazar la categoría y la cosa según derivaciones teórica y sustantivamente
justificadas; en su lugar, el emparejamiento de categoría y observación se basa a
menudo en lo que se considera «reglas obvias» que cualquier cifrador (coder) u
observador «inteligente» puede cifrar (encode) y descifrar (decode) con
«facilidad». Cada nivel de clasificación llega a ser una medida más perfecta para
transformar los sentidos vulgares y las notaciones teóricas implícitas en «prueba»
aceptable. La aplicación sucesiva de las operaciones clasificatorias arroja «datos»
que toman la forma de escalas de medida convencionales.

33
Paul LAZARSFELD y Allen H. BARTON: op. cit., pág. 160.

15
El estado presente del método sociológico hace difícil adherirse a las anteriores
observaciones de Coombs sobre la ordenación de los datos en sistemas de
medida sencillos o consistentes, porque la correspondencia entre la escala de
medida y los objetos o hechos observados e interpretados se impone sin poder
preguntarnos –ni, mucho menos, determinar- si es apropiada. Una vez impuesta,
la textura de medida «convierte» o «transforma» las respuestas vulgares en
«datos». La lógica de las operaciones de medida asegura la transformación
necesaria para producir el resultado deseado. Las preguntas cerradas que se
hacen a los entrevistados se proyectan para descubrir sentidos vulgares por medio
del sujeto y, además, para procurarse una base automática que produzca
respuestas ajustadas a categorías bivalente o polivalente. La forma de la
pregunta es parte integrante de los procedimientos de clasificación que se siguen.
Tenemos, por tanto, una formalización de las preguntas y respuestas mediante
procedimientos de cifrado «obvios» o «razonables» y, así nos las arreglamos, a
través de progresivas operaciones clasificatorias, para tener un pie en el mundo
vulgar de la vida cotidiana y, el otro, en procedimientos de medida cuasi-
aceptables (en sentido práctico). Las realidades de la medida en sociología tienen
dificultades prácticas al presente y esperanzas en el futuro. Esta cita de Lazarsfeld
y Barton ilustra las dificultades:

Sería posible sistematizar el procedimiento para clasificar según


conceptos sociológicos, de manera que: 1) pueda adiestrarse a los
investigadores, en periodo razonablemente breve, a realizar una
clasificación con un alto grado de acuerdo; 2) los procedimientos de
investigación puedan comunicarse a otros; y 3) las investigaciones
puedan repetirse y ampliarse. En una situación determinada, el
estudioso que utilice procedimientos sistemáticos puede ser incapaz de
competir con el artista sobre el terreno con buenas dotes innatas y gran
experiencia; a la larga, sin embargo, la acumulación y perfeccionamiento
de los conocimientos de estudio deben llevarnos más lejos que el arte y
la intuición34.

Lazarsfeld y Barton reconocen la dificultad de comunicar los indicadores en que se


basan las decisiones del clasificador. Con palabras de los autores, quizá estemos
operando ahora con el «artista de dotes innatas y gran experiencia» y es de
esperar que avancemos hacia el sociólogo «objetivo», que idealmente «reducirá
un concepto complejo a indicadores tan claros e inequívocos que el procedimiento
de clasificación se hará casi mecánico; con las mismas instrucciones, cualquier
observador podrá repetir las observaciones y juicios de cualquier otro» 35. Para
más ilustración, los autores hacen una analogía con la estimación de los caballos
de tiro:
El lector que no esté familiarizado con la valoración de los caballos de
tiro sabrá que difícilmente puede hacerse con instrucciones que
cualquiera pueda seguir para llegar a la misma estimación; sus reglas
sólo funcionan cuando hay un cuerpo común de conocimientos en

34
Paul LAZARSFELD y Allen H. BARTON: op. cit., pág. 166.
35
Ibíd.

16
cuanto a lo que significan los diversos términos y lo que son
características buenas y malas. No obstante, la adopción de esta
segmentación lleva a un acuerdo sobre uno de los puntos entre
evaluadores y expertos que utilicen la escala completa de cien puntos36.

Hay que basarse en un «cuerpo común de conocimientos» para sistematizar la


correspondencia entre los indicadores de fundamento empírico y las categorías
derivadas teóricamente. Las pruebas del cuestionario (pretests) ofrecen pistas al
investigador en la fijación de categorías para clasificar las preguntas cerradas y las
respuestas que se suponen basadas en sentidos «obvios» compartidos. Los
autores observan que el detallar más los indicadores de un terreno determinado
puede producir más exactitud y menos apoyo en «un cuerpo común de saber
tácito». Pero añaden: «No obstante, si pocas veces hay grave desacuerdo sobre
indicador, podemos dejarlo sin más definición. en cierto momento, tenemos que
dejar de definir nuestros términos, para contar con el común entendimiento del
lenguaje»37. La medida en sociología –o, más apropiadamente, la observación, la
clasificación y la titulación- se funda en el «cuerpo común de conocimientos» y en
el «común entendimiento del lenguaje nativo» de la vida cotidiana. Por tanto, los
sociólogos deben actuar «desde dentro» de la sociedad, empleando su lenguaje
nativo (sintaxis y vocabulario) y sus muchos sentidos culturales indefinidos.
Adquirir el punto de vista «de dentro» significa aprender o asumir la cultura común
nativa. Pero entre los sociólogos se da una fuerte tendencia a tomar por
supuestos el lenguaje y la cultura comunes, en particular, cuando estudian su
propia sociedad. Las dificultades que esto ocasiona se oscurecen, pero no se
eliminan, cuando se impone arbitrariamente un sistema de medida a los «datos»,
a los que se incorporan los usos lingüísticos, las normas gramaticales implícitas y
explícitas y los sentidos culturales, cuya correspondencia con las propiedades de
medida es desconocida. Como casi toda la medida sociológica, particularmente
en el estudio de la acción social, es arbitraria, no podemos permitirnos desconocer
los tres medios –el lenguaje, los sentidos culturales y las propiedades de los
sistemas de medida-por los que formulamos categorías derivadas teóricamente o
categorías ad hoc y las enlazamos con las propiedades observables de objetos y
hechos. Así pues, todo serio interés por la medición sociológica exige estudiar los
elementos independientes y relacionados del lenguaje, los sentidos culturales y los
postulados de medida.

Cada uno de estos tres medios obra como una «rejilla» para definir ciertas formas
de «datos» y permitir que la atraviesen hacia el observador 38. Cada «rejilla» se
convierte en un «filtro» de lo que llegamos a percibir e interpretar como referente,

36
Paul LAZARSFELD y Allen H. BARTON: op. cit., pág. 167.
37
Ibíd.
38
La noción del lenguaje como «rejilla» está sacada de la obra de Kenneth L. PIKE. V. sus libros
The Information of American English (University of Michigan Press), Ann Arbor, 1945; y Language
in Relation to a Unified Theory of the Structure of Human Behavior (Summer institute of Linguistics),
Glendale, 1955.

17
su significación y su categoría lógica como dato. Cada «rejilla» o medio conforma
o influye nuestra percepción e interpretación de nuestras experiencias científicas
y vulgares39. Comenzamos con la noción de medida como «rejilla» o «filtro». El
problema de establecer clases de equivalencias, necesarias para la medida, no
puede entenderse como independiente de los problemas del lenguaje y de los
sentidos culturales. La equivalencia lógica, como condición crítica de la medida,
tiene sus propias formas lingüísticas, pero está relacionada también con el
lenguaje y los sentidos de la vida cotidiana y, por consiguiente, de la investigación
sociológica. Se hemos de entender por qué la teoría implícita y el métodos se
transforman en la calidad de medida formal, tenemos que estudiar la relación entre
el lenguaje común y el de la equivalencia lógica.

EL LENGUAJE DE LA MEDIDA

las medidas actuales tienen sus fundamentos en la lógica formal, la teoría de


conjuntos y sus derivaciones. En las referencias antes citadas puede verse una
idea de los axiomas y de las definiciones utilizadas para establecer escalas de
medida. Ahora aludiré sólo a unas cuantas propiedades elementales de los
sistemas de medida para ilustrar cómo nuestra descripción y estudio de los
hechos sociales están influidos por el lenguaje de la medida.

El paso de los valores veritativos a los números reales / de las escalas nominales
a las escalas de razón) constituye la base de la medida, tal como se le conoce
tradicionalmente. Utilizando una operación binaria se muestra cómo podemos
hacer conexiones de manera que, además de p o q, tomadas
independientemente, puede constituirse también la reunión de p-y-q, junto con
otros conectivos diversos. Puede mostrarse que nociones como espacio-
propiedad o espacio-atributo son simples enunciados o proposiciones
compuestas, formadas de proposiciones elementales y conectivos binarios o de
orden superior. Así, dos atributos X e Y pueden relacionarse con la existencia o
carencia de ciertas propiedades o dicotomías, como altos o bajos ingresos o
mucha o poca religiosidad. Esta dicotomía, desde luego, puede generalizarse,
como se indicó antes, en un tipo de clasificación de muchas propiedades en
correspondencia con la lógica p-valente y los atributos multidimensionales. Lo cual
equivale a establecer una correspondencia entre las leyes del cálculo
proposicional y los hechos socio-culturales.

Dos nociones de este sistema lógico son especialmente decisivas en cuanto a la


introducción de la medida en sociología. La primera atañe a la proposición
compuesta, porque la proposición misma puede ser «verdadera»,
independientemente del valor veritativo de sus partes constitutivas. Por ejemplo,

39
El lector reconocerá que mi empleo de la noción de «rejilla» es otra forma de enunciar la
hipótesis Salir-Whorf. Se verán más comentarios y consecuencias al final del capítulo a través de
todo el libro.

18
la creación de una clase de objetos, denominándola, según cierto atributo,
«republicanismo» o «punto de vista demócrata» y la clasificación de objetos o
personas dentro de tal categoría, aun sabiendo que son homogéneos, que no son
idénticos en cuanto a lo «republicano», es decir, en cuanto a lo mucho «creen» o
tienen «fe» en los «principios» o «política» del partido republicano. La segunda
noción, obviamente, es una extensión de la primera. Nos proporciona la noción de
equivalencia lógica o, simplemente, equivalencia40. La fijación de clases de
equivalencias cosifica el medio de objetos en estudio, suponiendo que su
delimitación y, por consiguiente, sus elementos son conocidos, pero el
establecimiento de clases de equivalencias nos permite también ordenar los
hechos por contar, describir, clasificar o medir. Nuestro lenguaje cotidiano está
lleno de supuestas clases de equivalencias. Por ejemplo, cuando hablamos de
personas como tipos sociales, empleamos a menudo términos como «tonto» o
«interesante», «divertido» o «aburrido», «hipocondríaco» o «íntegro», etc. La
utilización de estos términos da a entender que la clase de objetos llamada
«personas» puede dividirse en un conjunto de clases de equivalencias según
ciertos criterios o «reglas». Los procedimientos de Lazarsfeld y Barton suponen
que tiene sentido formular una correspondencia entre las categorías sociales
utilizadas por los sujetos y las relaciones lógicas que se emplean al establecer las
clases de equivalencias necesarias para clasificar y medir. Recordemos el
supuesto de Lazarsfeld y Barton de una «continuidad lógica desde la clasificación
cuantitativa hasta las formas más rigurosas de medición». Las propiedades de la
interacción social cotidiana, según Lazarsfeld y Barton, se corresponden con las
leyes supuestas en la lógica y en la teoría de conjuntos. Por ejemplo:

1. Si queremos establecer leyes que se correspondan con el modo en que los


actores manejan sus asuntos cotidianos (es decir, las «reglas» y valores
por los que orientan su conducta, los procesos que se cumplen al asumir el
papel del otro y de definir la situación), hemos de demostrar que las tres
propiedades que definen la equivalencia lógica (reflexividad, simetría y
transitividad) son aplicables a las relaciones sociales cotidianas sin
tergirversar su sentido teórico y sustancial.
2. Nuestras teorías deben generar las propiedades lógicas que se suponen
válidas para las clases de equivalencias lógicas. Las categorías que
empleamos para clasificar las propiedades empíricas de nuestros actores
imaginarios son valores limitados en cuanto a los deterministas finitos de
todo o nada) que pueden asumir. Las propiedades lógicas que se suponen
aplicables y se imponen a los conceptos y datos definen los límites del
«valor veritativo» o significación de una propiedad determinada imputable al
actor.

40
La equivalencia lógica supone que son válidas las leyes siguiente de la lógica: la ley reflexiva (A
equivale a A); la ley simétrica (A equivale a B significa que B equivale a A); y la ley transitiva (A
equivale a B y B equivale a C significa que A equivale a C). se dice que dos conjuntos finitos (M y
N) son equivalentes «si sus elementos pueden ser relacionados de tal manera que a cada
elemento de M corresponda un elemento, y sólo uno, de N, y a la inversa»: Joseph BREUER:
Introduction to the Theory of Sets, trad. por H. F. Fehr (Prentice-Hall), Englewood Cliffs, N. J., 1958,
pág. 13.

19
3. Lastres leyes necesarias para la equivalencia determinan las condiciones
con las cuales puede suponerse la equivalencia de objetos y hechos en las
estructuras sociales y con las cuales, por tanto, pueden ponerse en
correspondencia con los números naturales de manera que se haga posible
una operación de cálculo.
4. Pero estos tres supuestos de equivalencia no tienen en cuenta el carácter
temporal de los objetos y hechos socio-culturales. ¿Es A igual a A
invariablemente con el cambio de la escena social, del medio social y al
cambiar la definición de la situación? El tiempo que mide el reloj depende
del tiempo vivido, en el sentido de que las horas h 1 y h2 pueden ser
definidas de modo diferente por los actores de la escena social, aun cuando
un observador exterior pueda calificar de idénticas las dos situaciones con
respecto a cierto conjunto de variables estructurales y locativas.
5. Las definiciones, los cálculos, la medida de la natalidad, de las mortalidad,
de la nupcialidad, divorcio y delincuencia de un tipo particular suponen los
tres supuestos lógicos necesarios para las clases de equivalencias; y estas
relaciones lógicas están supuestas en el registro oficial de un conjunto de
acciones sociales clasificadas dentro de una categoría socio-jurídica. La
importancia sociológica de estas categorías debe decidirse por motivos
teóricos y metódicos; su calidad de datos no es automática. Sin embargo,
está claro que, independientemente del sociólogo y de sus teorías y
métodos, existen condiciones por las cuales las categorías socio-jurídicas
de la vida cotidiana admiten relaciones de equivalencia y operaciones
exactas de cálculo. Estas condiciones suponen cierto conocimiento o cierto
fundarse en una cultura común compartida.
6. Pero los objetos y hechos que cuentan las categorías socio-jurídicas son
proposiciones compuestas, en el sentido de que no todos los elementos en
su forma agradada son idénticos, esto e, tienen el mismo valor veritativo, y
ello es particularmente cierto respecto de los matrimonios, divorcios y
delitos. Es cierto que podemos tratar cada matrimonio, divorcio y algunos
delitos como equivalentes en condiciones limitadas, aunque muchos
dudarían de la utilidad teórica y sustancial de ciertas combinaciones o
agrupaciones. Los sociólogos reconocen claramente que es inadecuada
una lógica bivalente. Comienzan por preguntarse si son diferentes las
edades de las parejas o de los delincuentes, si hay diferencias de religión,
ocupación, instrucción, etc. Estas cuestiones adicionales cualifican la inicial
relación de equivalencia que se impone al tratar como idéntico cada
divorcio o matrimonio o delito para fines de cálculo en las actividades socio-
jurídicas. Pero sin más ideas explícitas, teóricas y sustantivas que orienten
nuestros actos, el lenguaje de la medida nos obliga a emplear clases de
equivalencias que pueden cosificar o tergiversar arbitrariamente nuestras
ideas y datos.
7. Suponiendo que la percepción y la interpretación por el actor de cierto
conjunto de hechos o medio de objetos varía con las condiciones típicas y
peculiares del contacto social; y asumiendo el papel del otro durante la
interacción, no podemos suponer automáticamente la existencia en nuestra
teoría y datos de clases de equivalencias que cumplan con las leyes

20
reflexiva, simétrica y transitiva. La noción de asunción de papel, como
función de lo que el actor lleva al escenario social, y como cierta serie de
contingencias que se despliegan durante la acción social, exige que
distingamos entre clases de equivalencias de calidad estática (por ejemplo,
los estudios de cuestionario que revelan datos sobre la etnia, la ocupación,
los ingresos, etc.) y los nuevos procesos (por ejemplo, las ideas y los actos
producidos durante la misma acción social, y que se verifican conforme a
condiciones en desarrollo de la escena social). La adhesión pública a las
ideas vulgares, a los valores o a las ideologías pueden no reflejarse en las
respuestas que pueden darse mediante un cuestionario cerrado. Un
procedimiento corriente es correlacionar las variables estructurales y
locativas con atributos de proceso social. Por ejemplo, la edad, el sexo, la
residencia, los ingresos o la instrucción, por una parte, con las actitudes
ante los grupos étnicos o las preferencias políticas, por otra. Es el lenguaje
de la medida (en su sentido genérico) el que impone las necesarias clases
de equivalencias, no los conceptos teóricos.
8. Una consecuencia peligrosa de la medida arbitraria es que las escalas de
medida suponen relaciones lógicas que pueden no corresponderse con
nuestras teorías implícitas. Idealmente, nos gustaría que nuestras teorías
originasen propiedades numéricas en correspondencia con las escalas de
medida y sus postulados. Nuestras teorías implícitas no generan
propiedades numéricas, excepto después de haberse transformado en
explícitas: después de que el lenguaje de la medida les haya impuesto
cierta escala de medida o conjunto de relaciones lógicas o cierto conjunto
de categorías arbitrarias o semiteóricas.
9. Otra consecuencia de los actuales procedimientos de clasificación y de la
selección y combinación de indicadores puede verse en el
perfeccionamiento progresivo de las categorías de clasificación e
indicadores, de manera que los datos se transforman progresivamente o se
les da una apariencia cuantitativa. Cada operación se calcula para
transformar los datos en un conjunto comparado de clases de equivalencias
que, en el lenguaje de las encuestas, puedan ser «especializadas», ciertas
variables puedan «eliminarse», y semejantes. Este vocabulario quiere
transmitir la noción de medida rigurosa, aunque, por lo general, el
investigador es plenamente consciente de su carácter arbitrario. No
obstante, sigue habiendo el peligro de que el vocabulario reemplace la
búsqueda de explicaciones teóricas para una clasificación que suponga
reflexividad, simetría, transitividad y las demás propiedades fundamentales
para los sistemas de medida. Toda decisión metódica supone cierto
equivalente teórico, aunque nuestro presente estado de conocimientos
pueda no ser adecuado para determinar con precisión cuál sea la
correspondencia.

MEDICIÓN DE LOS HECHOS SOCIALES


FRENTE A LA ACCIÓN SOCIAL

21
Los sociólogos están acostumbrados a distinguir entre estructura y proceso,
estructura social y acción social, normas institucionalizadas y definiciones
variables de la situación, y semejantes. Atributos como la edad, el sexo, la
natalidad, la mortalidad, los ingresos, la instrucción, el tamaño de la localidad,
la dispersión geográfica de la industria o de la agricultura o de la población, el
volumen de la inmigración y emigración, y así sucesivamente, son
considerados típicamente como «obvios» y se los mide fácilmente, aunque
problemas de carácter técnico puedan arrojar grados diversos de error. El
antropólogo estudia también a menudo el parentesco de la misma manera,
particularmente, en su sentido formal, a través del diagrama de organización
social; se supone que es «obvio» y de fácil análisis. Ciertos tipos de valores
«dominantes» y normas o «temas» o sistemas de creencias se consideran
también típicos y bastante estables, de manera que no se ve dudosa su
clasificación en relación con las condiciones de la acción social. La
determinación empírica del parentesco y de los valores y normas dominantes
depende con frecuencia de las preguntas hechas en términos estáticos, que no
hacen dudosa la profesión ni el cumplimiento de las normas y de los valores.

Surgen graves problemas de medida cuando el interés del sociólogo por las
variables que se miden más fácilmente se asocia al interés por mostrar la
relación entre las variables estructurales o locativas y los atributos culturales (a
los que es difícil destinar y asignar números). Hay dificultades cuando trata de
emplear las escalas de medida utilizadas en los estudios de distribución y
cambio de la natalidad y la mortalidad, la edad cronológica, los ingresos, etc.,
para estudiar los grupos de referencia, asunción de papel, actitudes y valores
mantenidos por el actor, la definición por éste de la situación, su ideología
política, los valores e ideología de una colectividad, los atributos conductivos y
verbales de conformidad, las actitudes ante el tamaño de la familia, las ideas
sobre la migración o la localidad de residencia y semejantes. La obra de
Lazarsfeld supone que lo cierto para variables más fácilmente cuantificables es
cierto también respecto de los atributos cualitativos o culturales. Hay poca
duda de que tiene razón, y sus indicaciones son parte esencial de la
investigación sociológica si insistimos en las escalas tradicionales para medir
las propiedades de los objetos o hechos, tanto cualitativos como cuantitativos.

También se plantean problemas de medida cuando el sociólogo decide atribuir


a ciertas condiciones reales la calidad de atributos culturales. Por ejemplo,
podemos querer considerar la edad como un atributo imputado por uno o más
actores a otro, cuando estas imputaciones se basan en el aspecto físico, en
gestos verbales y no verbales y en definiciones culturales de la juventud.
Podemos considerar de la misma manera los ingresos: como atributo imputado
a otros o proyectado como aspiración personal. Y lo mismo puede decirse de
la instrucción, el sexo (imputaciones de virilidad o de homosexualidad), la
inteligencia, la raza, el color, la sensación de densidad de población, la
localidad de residencia, la ilegitimidad, el incesto, etc.

22
La medida de los hechos sociales supone a menudo que obran ciertos
atributos conductivos, de valor o ideológicos. Así, suponemos que el cruce de
las amistades (la pertenencia a grupos primarios) con el hábito de voto de los
individuos mostrará la influencia de aquélla sobre éste. Podemos correlacionar
también los ingresos con el voto, la religión con el voto, los ingresos con la
fecundidad, la edad con la religión, cierta medida de clase con las ideologías,
los valores o aspiraciones expresos, o con indicadores de acción social
regularizada cuyo carácter no sea dudoso. El supuesto de que los hechos
sociales pueden correlacionarse con la acción social es tan razonable como
necesario en una variedad de condiciones de investigación. Cualquier otra
suposición evitaría toda forma de estudio sistemático. Por otra parte, para
ciertos fines podría convenir descartar este supuesto, atribuyendo calidad
dudosa a las variables o condiciones reales, o estructurales, o locativas.
Podemos ver un ejemplo en el artículo de Bennett Berger: «How Long is a
Generation?»41, que considera la edad cronológica como atributo cultural,
creando un nuevo conjuntos de problemas. Un motivo importante para
descartar el supuesto a priori de que la acción social regularizada lo invariable
determina las variables reales, o estructurales, o locativas es que cuando más
compleja y variada sea una sociedad o sistema de relaciones sociales, tanto
más pluralistas serán sus valores o ideologías o normas, y tanto menos
probable será que tales variables obren de manera determinista. Ello es
particularmente importante si los sistemas aceptables de medida suponen una
base axiomática determinista.

Si suponemos que las condiciones reales pueden calificarse de acción social


regularizada (empíricamente investigable) con propiedades invariables o
propiedades biológicas invariables, y si podemos considerar las variables
estructurales o locativas como consecuencia de esta acción social regular
()empíricamente investigable) –consecuencias, por tanto, cuya probabilidad es
muy elevada-, no podremos dejar de atender a las condiciones teóricas,
metódicas y empíricas en las cuales suponemos que ha de atribuirse, o calidad
determinista (que incluiría la probabilista), o calidad nueva a las variables
reales, estructurales, locativas y culturales. Puede ser apropiado preguntarnos
si hay una clase más amplia de medidas que no tenga su base en las
operaciones lógicas y de teoría de conjuntos, pero en los que estos últimos
tipos de condiciones deterministas sean su subconjunto de algún concepto
más general de medida.
Los sistemas lógicos y las matemáticas superiores que tratan de las
estructuras finitas suponen la ley de contradicción y la ley del tercio excluso, o
lo que Weyl llama concisamente la regla finita42. La base de la medida en
ciencias naturales descansa en estructuras matemáticas que suponen
coherencia en los axiomas (que no se darán al mismo tiempo a y no-a) e
integridad (complétense: que, o habrá a, o habrá no-a), pero en estas

41
British Journal of Sociology, XI (marzo 1960), 10-23.
42
Herman WEYL: Philosophy of Mathematics and Natural Science (Princeton University Press),
Princeton, N. J., 1949, pág. 15.

23
estructuras, dice Weyl, integridad no significa simplemente que se establezcan
«normas procesales de prueba que pueda demostrarse lleven a resolver todo
problema pertinente»43. Por el contrario, ha de descubrirse el procedimiento
deductivo, basándonos en la interpretación: no está hecho. Pero, ¿qué ocurre
con los sistemas matemáticos que no están compuestos por los símbolos de
un juego que se realiza según normas fijas?

En su obra sobre «intuicionismo» frente a «formalismo», Brouwer descubría la


posibilidad de sistemas matemáticos alternativos o de teorías más generales,
entre las cuales el enfoque axiomático podría no ser más que uno entre
muchos sistemas44. Véase esta explicación de Weyl:

La lógica clásica de proposiciones, como la formalizada por G. Frege y,


después, por Russell y Whitehead en Principia Matemática, se basa en
el presupuesto de que una proposición hace una pregunta a cierto
ámbito de la realidad, cuyos hechos responden con un si o no claros,
según la proposición sea verdadera o falsa. Hasta la época de Principia
Matemática, todos creían, o al menos esperaban, que las proposiciones
matemáticas fuesen de este carácter, sin dejar espacio a imprecisiones
como las que se manifiestan en las expresiones modales «posible»,
«quizá», y semejantes45.

El supuesto fundamental de la estricta alternativa de verdadero o falso,


característica de la lógica clásica, no da lugar a salvar el abismo con
«quizá» o «posiblemente». Sin embargo, en nuestra vida cotidiana, la
mayor parte de las afirmaciones que tienen un significado vital para
nosotros y para nuestros comunicantes no son de este carácter riguroso.
Un color determinado puede ser más o menos gris, en vez de puro
negro o puro blanco. Podemos ver demasiado arbitrario o incluso
imposible fijar límites ecactos en un continuo. Los ejemplos con mucho
más importantes los tenemos en las afirmaciones sobre el futuro. Una
pregunta de esta especie, como: «¿Estallará una guerra a gran escala
en Europa el año que viene?», no apunta a verificación por realidad
alguna y, no obstante, se la discute y estima justo ahora, más bien en
aspectos como los de posible, probable o inevitable que en los de
verdadero o falso46.

Al desafiar la ley del tercio excluso, Brouwer ofrece la base para superar el
sistema matemático completamente formalizado, permitiendo, sin embargo, la
creación de modelos que correspondan a las imprecisiones de la vida cotidiana.
Weyl expone la posibilidad de emplear diferentes sistemas matemáticos según la
estructura –en este caso- del mundo físico. Y cita el ejemplo de la física cuántica:

43
Idem, págs. 24.
44
Idem, págs. 50-54 y 65. V. además el capítulo de WEYL: «The Ghost of Modality» en M.
FARBER (ed.): Philosophical seáis in Memory of Edmund Husserl (Harvard University Press),
Cambridge, 1940, págs. 278-303.
45
«The Ghost of Modality» loc, cit., pág. 278.
46
Idem, pág. 287, subrayado en el original.

24
Volvemos a encontrar en la constitución simbólica de una disciplina,
ahora la física cuántica, cierta parte de la cual puede decirse
precisamente que es su lógica. Cada terreno del conocimiento, cuando
se concreta en teoría formal, parece encerrar su lógica intrínseca que es
parte del sistema simbólica formalizado y esta lógica, hablando en
general, diferirá en terrenos diferentes47.

Si la historia se hace alguna vez madura para la fase de la construcción


simbólica teórica, no sorprenderá que, en forma simbólica, represente un
papel eminente, en una intrínseca «lógica de la historia», esta
posibilidad inherente a nuestra misma existencia, en la que insistí en el
epígrafe II, y cuya profundidad resonaba en la última cita de Heidegger:
«Die Möglichkeit als Existential ist die ursprügliche und letzte positive
ontologische Bestimmung des Daseins», traducido: «La posibilidad,
como un existencial, es la última determinación ontológica positiva y la
más originaria de la existencia». Pero el ejemplo de la física cuántica
debe advertirnos contra toda tentativa de predecir a priori cómo será la
lógica simbólica de la historia…, si es que llega a haberla alguna vez.

Podemos esperar también que cambie toda la situación pasando de la


lógica de proposiciones a una verdadera lógica de comunicaciones. Las
proposiciones, o son impersonales, o implican solamente un yo del cual
irradian; las comunicaciones se desenvuelven entre un yo y un tú
existenciales. Las promesas, las preguntas, las órdenes..., habrán de
tratarse en esta lógica48.

Mi breve exposición de las modalidades y del problema general de considerar


como deterministas o indeterministas las variables reales, estructurales, locativas
y culturales quiere llamar la atención del sociólogo sobre las posibles virtudes de
las modalidades como base para la medida cuando nuestras teorías no son más
que implícitas y la conducta social es contingente a la acción. Por otra parte, no
podemos evitar los peligros de imponer sistemas de medida deterministas a
conceptos teóricos implícitos. Considerar como cuantitativas las variables porque
los datos se expresen en forma numérica, o por parecer más «científico», no nos da
solución a los problemas de la medida, sino que los elude en gracia a la medida arbitraria.
Esta no debe servir para excusarnos de examinar y revisar la estructura de nuestras
teorías, de modo que nuestras observaciones, descripciones y medida de las propiedades
de los objetos y hechos sociales tengan exacta correspondencia con lo que creemos ser
la estructura de la realidad social.

CONCLUSIONES

47
Idem, pág. 299.
48
Idem, pág. 303. Cfr. Un tipo de aplicación de la lógica modal al estudio de las propiedades
formales de las normas, en A. R. ANDERSON y O. K. MOORE: «The Formal Análisis of Normative
Concepts», American Sociological Review, 22 (febrero 1957), 9-17.

25
Comenzaba este capítulo entendiendo la medida como un problema de la
sociología del conocimiento. Hay varias maneras de expresar esta idea de la
medida. Los sentidos culturales y lingüísticos pueden considerarse en sociología
del conocimiento como problemas que establecen las condiciones de la medida
exacta en sociología. Todavía son medios relativamente desconocidos, con los
que logra cierta correspondencia entre cierto conjunto de realidades, un conjunto
de categorías de medida y de conceptos teóricos. En el capítulo VIII haremos una
exposición más detallada de los sentidos culturales lingüísticos, considerados
como otro conjunto de métodos sociológicos. Ahora limitaré mi explicación a la
significación posible de la hipótesis Sapir-Whorf para la consideración de la
medida como problema en sociología del conocimiento. He aquí una cita:

La idea esencial de la hipótesis Sapir-Whorf es que el lenguaje funciona, no


simplemente como un recurso para informar de la experiencia, sino también, y
de modo más importante, como medio de definir la experiencia para sus
hablantes. Sapir (1931, 587) dice, por ejemplo:

«El lenguaje no es meramente un inventario más o menos sistemático


de las diversas experiencias que parecen importante al individuo, como
con tanta frecuencia se supone ingenuamente, sino que es también una
organización simbólica creativa, independiente, que no sólo se refiere a
una experiencia en gran parte adquirida sin su contribución, sino que en
realidad nos define la experiencia, por causa de su integridad formal y
porque nosotros proyectamos inconscientemente en el terreno de la
experiencia sus expectativas implícitas. En este sentido, el lenguaje es
muy semejante a un sistema matemático, que informa también de la
experiencia, en el sentido más verdadero de la palabra, sólo en sus
comienzos más primitivos; pero, conforme pasa el tiempo, se
perfecciona en sistema conceptual independiente, que prevé toda
posible experiencia conforme a ciertas limitaciones formales
aceptadas…[El sentido] no tanto se descubre en la experiencia, como se
impone a ella, por causa del tiránico dominio que ejerce la forma
lingüística sobre nuestro entendimiento del mundo».

Whorf desarrolla la misma tesis, diciendo (1952, 5):

«Que el sistema lingüístico (con otras palabras, la gramática) de cada


lengua no es un mero medio de reproducción para expresar las ideas,
sino que es por su parte conformador de las ideas, programa y guía de
la actividad mental del individuo, de su análisis de las impresiones, de la
síntesis que se hace de sus existencia mentales… Desmenuzamos la
naturaleza siguiendo las líneas establecidas por nuestra lengua materna.
Las categorías y tipos que aislamos del mundo de los fenómenos no los
encontramos n él porque se planten de cara a todo observador; al
contrario, el mundo se presenta en un flujo proteiforme de impresiones
que han de ser organizadas por nuestra mente, y ello significa, en gran
parte, por los sistemas lingüísticos de nuestra mente».

Estas frases, si son ciertas, hacen evidente que el lenguaje representa un gran
e importante papel en la totalidad de la cultura. Lejos de ser simplemente una

26
técnica de comunicación, es en sí un medio para dirigir las percepciones de
los hablantes, suministrándoles los modos habituales de analizar la
experiencia en categorías significativas49.

La hipótesis Salir- Whorf sugiere que consideremos el lenguaje de la medida como


derivación de nuestra idea del mundo físico y del carácter de los sistemas lógicos y
matemáticos. Por tanto, la ciencia y el método científico como medios de considerar y
adquirir conocimiento sobre el mundo en torno proporcionan, a quienes aceptan sus
principios, una gramática que no es mero instrumento reproductor para explicar en qué
consiste el mundo, sino que también conforma nuestras ideas sobre cómo es el mundo, a
menudo con exclusión de otras maneras de considerarlo. Así pues, el lenguaje, y los
sentidos culturales que indica, tergiversa y oblitera, obra como un filtro o rejilla de lo que
pasará por conocimiento en una época determinada. De modo semejante, los sentidos
culturales sobre la inmortalidad, la causación, los hechos físicos, los hechos sociales, los
hechos biológicos, la belleza, la fealdad, el dolor, el placer, y semejantes, tienen su propia
gramática, que puede ser expresada o influida por el lenguaje.

En una tesis doctoral reciente, de Warren O. Hagstrom50, podemos ver una manera más
concreta de señalar cómo la ciencia puede llegar a ser un problema en sociología del
conocimiento e influir lo que pase por medida. Si compartimos el interés de Hagstrom por
cómo la ciencia dirige el pensamiento de quienes se ocupan en ella, por la manera como
los colegas influyen sobre las decisiones, por ejemplo, sobre qué problemas parecerán
dignos de estudio, qué técnicas deben adoptarse, cómo medir los hechos y entenderlos,
cómo enunciar y publicar los resultados y qué teorías y resultados serán aceptables, el
conocimiento científico constituirá una gramática, entre otras, para explicar y considerar el
mundo. Pero ello significa también que, cuando decidimos actuar dentro de la comunidad
científica, el tipo de opción que se tome estará limitado por los tipos de regulaciones que
describe Hagstrom. Los sociólogos que trabajan dentro de la comunidad científica, o al
menos los que se identifican con sus fines y métodos de regulación, podrán considerar
como inaceptable una comunidad alternativa de estudiosos y tratarán de proscribirlo o de
desacreditar sus obras. Este es un peligro de la ciencia, que han explicado muchos
autores (Hagstrom, entre otros): la regulación de las actividades y del pensamiento
científicos puede establecer límites a ciertas clases de teorías, métodos y
descubrimientos, por causa de los métodos prevalentes de regulación y por la imperfecta
organización de la ciencia como sistema libre y de propia rectificación del pensamiento.

La medida en sociología está afectada directamente por la ciencia y la tecnología


moderna a través de otra serie más de actividades. Repárese en esto: la estructura de la
sociedad moderna refleja la racionalización de la vida cotidiana por medio de sus
instituciones burocráticas. Los idealizados fines de eficacia y racionalidad se
corresponden con la idea físico-matemático-lógica del mundo; los sistemas de archivo y
automatización de la burocracia moderna compendian estos fines. No es casual, por
tanto, que las medidas empleadas por los sociólogos tengan su utilización más intensa al
aplicarse a los datos producidos por la burocracia moderna. Las mismas condiciones
para ordenar e informar de los datos sobre las actividades societarias de gran escala les

49
Harry HOIJER (ed.): Language in Culture (University of Chicago Press) Chicago, 1954, págs. 93-
94. V. también B. J. WHORF: Lenguage, Thought and Reality (ed. Por J. B. Carroll, Wiley y
Technology Press), Nueva York, 1956.
50
«Social Control in Modern Science», tesis doctoral en Filosofía inédita, Departamento de
Sociología, Universidad de California-Berkeley, 1963.

27
han incorporado los supuestos que aseguran un resultado cuantitativo,
independientemente de la estructura de los actos sociales originariamente observados e
interpretados. Las condiciones sociales de nuestra época proporcionan una serie de
definiciones a los burócratas –dictadas fundamentalmente por consideraciones de eficacia
y practicismo- para organizar las experiencias de sus cotidianas actividades laborales.

Esas definiciones pueden verse en los tradicionales sistemas de medida que comienzan
por la simple existencia o inexistencia y el paso a los números reales y escalas de razón.
Por ello, lo que veneran los sociólogos como «datos» es, en su mayor parte, resultado de
actividades organizadas burocráticamente, por ejemplo, la oficina del censo, la oficina de
estadísticas demográficas o los organismos correccionales, de previsión e industriales.
Las muchísimas percepciones e interpretaciones que entran reunidas en tales datos se
pierden invariablemente para el lector o usuario de tales documentos. Los rasgos
cuantitativos tienen que ser aceptados porque sí. El que aún los datos de hecho estén
sujetos a percepciones e interpretaciones que pueden variar según el historial del actor, la
ocasión de su recogida, las normas explícitas o implícitas empleadas para decidir la
significación de los objetos o hechos categorizados y el lenguaje enunciado y los sentidos
tácitos que fueron pertinentes para el observador particular significa que éstas son
variables que considerar al apreciar la pertinencia e importancia de tales datos. Aunque
el personal de los organismos utilice estos «datos» como reales, por ejemplo, cuando los
catedráticos o directores de instituto examinan las calificaciones de un alumno, estimando
su rendimiento general para recomendarlo a una universidad o Facultad, el interés
significativo del sociólogo no es meramente qué correlaciones o interrelaciones generales
existen entre los datos «objetivos», sino cómo este personal burocrático los interpreta y
actúa de acuerdo con ello. Es el conjunto de reglas utilizadas para interpretar tal
información lo que demostrará la significación de estos datos para originar una acción
ajustada. Cualesquiera correlaciones efectivas pueden ser artificios impuestos por los
procedimientos de cuantificación. El que las actividades organizadas burocráticamente
empleen invariablemente un sistema de clasificación y ordenación que proceda de la
lógica bivalente o p-valente significa que hemos impuesto ya un sistema de medida,
independientemente de lo que tales datos pudieran «significar» si no se hiciesen tales
imposiciones. En el escueto lenguaje de Coombs, estamos cogidos en el «dilema» del
sociólogo que impone un sistema consistente de medida, aunque no está seguro de su
justificación. El investigador, dándose cuenta o no, se ha escondido tras la fachada de un
conjunto de condiciones –la organización burocrática- que aseguran que se producirán
datos cuantitativos. Al dar por supuestos tales datos y venerarlos por sí mismos. El
sociólogo subvierte sus teorías en gracia al «rigor» que se supone deriva
automáticamente del respeto a ellos por encima de todo. Este es un curioso problema de
la sociología del conocimiento. Los mismos rasgos de una sociedad secularizada, la
racionalización de la vida cotidiana, se han hecho objeto de estudio para el sociólogo,
pero se han convertido también en su prisión. Esta en la peculiar posición de estudiar las
condiciones de la vida cotidiana, pero sus datos son resultado de esas condiciones.

Además del sentido lingüístico y cultural, los mismos sistemas de medida o las
regulaciones que ejerce la organización de la ciencia moderna, hay otro problema que
muchos sociólogos descartarían sin más. Pienso en si la misma sociología del
conocimiento se rige por normas científicas de procedimiento o si lo debemos considerar
como una especie más de ideología. Podemos considerar el dogma religioso y la ciencia,
tanto ideologías como cuerpos de conocimiento, cada uno de ellos con sus propios

28
supuestos teóricos, métodos y reglas para admitir proposiciones51. Por ello, los
problemas de la medida pueden considerarse desde la perspectiva de la sociología del
conocimiento: el mundo de lo observable no «esté ahí» simplemente, para describirlo y
medirlo con las medidas de la ciencia moderna, sino que la evolución de los hechos
históricos y de las ideologías de una época determinada pueden influir lo que «está ahí» y
cómo se han de entender, estimar, explicar y medir estos hechos y objetos.

Nos queda por atender a los problemas del lenguaje cotidiano, el sentido cultural y el
lenguaje de la medida en la realización de la investigación sociológica; en particular, la
correspondencia entre cierto conjunto de realidades y las categorías teóricas de la
medida. Al examinar diversos métodos, eludiré el problema de si representan ideologías
particulares o doctrinas científicas o no científicas. Consideraré cada método como
práctico para alcanzar cierta forma de conocimiento sobre el mundo social.

51
V. en Félix KAUFMANN: Methodology of the Social Sciences (Oxford University Press); Nueva
York, 1941, una explicación sobre cuerpo de ciencia.

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