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EL AÑO DE LA NECESIDAD

JUAN CARLOS OLIVAS

El año de la necesidad

Prólogo
Carmen Ruiz Barrionuevo

Diputación de Salamanca
2018
Ediciones Diputación de Salamanca
Serie Lengua y Literatura, nº ##

1.ª edición, 2018


© Diputación de Salamanca y Juan Carlos Olivas
© de la imagen de la cubierta. Miguel Elías: “Huir por necesidad”

e-mail: ediciones@lasalina.es
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V PREMIO INTERNACIONAL DE POESÍA
“PILAR FERNÁNDEZ LABRADOR”

Un jurado, integrado por António Salvado, Carmen Ruiz


Barrionuevo, Jesús Fonseca, Alfredo Pérez Alencart, Carlos
Aganzo, José María Muñoz Quirós, Julián Barrera Prieto e In-
maculada Guadalupe Salas, concedió este premio en Salamanca,
el 29 de abril de 2018, al poeta costarricense Juan Carlos Olivas
por su libro “El año de la necesidad”, uno de los quince trabajos
seleccionados como finalistas, de los ochocientos diez presen-
tados desde todos los países iberoamericanos, España, Portugal
y otros. El premio, de carácter anual, lo convoca la Asociación
de Mujeres en Igualdad, con la colaboración de la Sociedad de
Estudios Literarios y Humanísticos de Salamanca (Selih) y la
Diputación Provincial de Salamanca.

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PRÓLOGO

LA POESÍA DE JUAN CARLOS OLIVAS


O LA TRASMUTACIÓN DE LO REAL

Una reciente antología de la obra de Juan Carlos Olivas


(Turrialba, Costa Rica, 1986), titulada Colección particular, apare-
cida en Nueva York, Poetry Press, 2018, nos acerca con precisión
a lo esencial de su trayectoria poética, y al mismo tiempo se pue-
de observar cómo plantea con gran coherencia la continuidad de
las obsesiones temáticas que ha desarrollado durante estos años.
Aunque su primer poemario data de 2009, La sed que nos llama,
en esta antología se recogen poemas desde 2014, fecha de apari-
ción de Los seres desterrados. Tan solo se incluyen seis poemas de
este libro, pero es muy visible que en ellos se afianzan los temas
que gravitan sobre aspectos eternos e imperecederos como los
juegos temporales y la recuperación de la memoria, así sucede en
“Autorretrato” donde se retrocede a la niñez y la juventud, revi-
viendo momentos que son expresión del paso de la vida: “Esto
que soy es lo que pasa / cuando arrastras los años, miras atrás, /
escrutas un poco en las entrañas / y remueves del polvo viejas
fotografías”. La vida “repta por los ojos” y ese es el acicate futuro
de esta poesía. De este modo la inevitable nostalgia emana de la
vida que se fue, pero también de la certeza del total acabamiento
de la presente, tal y como sobrevuela en “Infancia”, e incluso
en la proyección hacia el futuro, en el titulado “Montparnasse”.

En este último poema da vida a un tema decisivo en el


autor porque irá ganando gran espacio en el último de sus libros,
El año de la necesidad, que ahora presentamos. Se trata de la figura

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El año de la necesidad

del poeta, identificado con su propia persona, y que se desarro-


llará con mayor detalle en libros posteriores. Ya aquí aparece
esa figura como ser al margen, que incluso se identifica con una
actitud de disidencia, como cuando expresa: “Mi epitafio será
siempre el incorrecto”. En este mismo libro el poema dedica-
do a “Sylvia Plath” viene a introducir un subtema emanado del
anterior que es la evocación de los poetas admirados. Poema de
imágenes que impactan y conmueven por su tono confidencial,
y porque se concentran como destino y signo para todo poeta, y
por tanto para el propio autor. Otra línea temática se observa en
el titulado “Los cisnes de Cadaqués”, que da entrada a una acti-
tud muy desarrollada posteriormente, y es la fijación de una rea-
lidad procesada por la sensibilidad y la imaginación, de tal modo
que el poema adopta un tono narrativo en el que la vida recibe la
magia que el autor le impone, y su realidad se trasmuta en algo
distinto, en cuyo centro cabe la transformación que la mirada del
sujeto poético le infiere.

Juan Carlos Olivas procede de Turrialba, lugar propicio a la


poesía pues allí nacieron otros poetas celebrados como Laureano
Albán (1942), muy conocido en España, donde recibió el Premio
Adonáis en 1979, y también Jorge Debravo (1938-1967), al que
Olivas admira y confiesa haber seguido en sus comienzos. Por
tanto, el autor costarricense ha nacido en un lugar especialmente
propicio para el cultivo de la palabra, y ello lo demuestra en la
sucesión de sus títulos, bordeados por reconocimientos varios,
a los que se suma ahora el Premio Internacional de Poesía Pilar
Fernández Labrador 2018 por El año de la necesidad. La conca-
tenación de sus publicaciones evidencia que es también escritor
persistente, y poeta por vocación, sosteniéndose en un oficio que
la sociedad valora con alguna condescendencia, incluso cuando
el poeta acierta a ser reconocido en el entorno en que vive.

Advertíamos que su trayectoria poética gira especialmen-


te en torno a lo cotidiano, lo que no impide la universalización
de sus planteamientos. Así sucede en un libro que significó uno

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Juan Carlos Olivas

de sus mayores reconocimientos, El señor Pound (2015), pues re-


cibió el premio internacional Rubén Darío. Se puede observar
en este conjunto esa tendencia a la explotación de uno de sus va-
lores poéticos más nítidos, como es la magia de las descripciones
y el desarrollo imaginativo de las historias: “Porque la juventud
no duró para siempre, / el señor Pound inventa en su cabeza /
esas gaviotas que en el aire se alejan”; así como una obsesión es-
pacial por ese recinto que habita el ser humano, la casa, de gran
presencia en otras de sus obras: “no tengo más casa que el polvo
junto al camino” y “Hoy he soñado desde una casa ajena / con
la brisa del mar, / vi nuevamente aquel estanque”. Se advierte
bien que el poeta costarricense maneja unas cuantas obsesiones
que desarrolla con acierto en múltiples variantes hasta ir confor-
mando un mundo poético personal. Así sucede también en El
Manuscrito (2016), Premio Eunice Odio, poemario que amplía la
temática ya señalada, e incluye de nuevo la figura del poeta en
“Suite para gaita e insomnio”, con la diferencia de que aquí es el
superviviente, el poeta como solitario predestinado, un oficio que
es condena, pero también, sensibilidad exterior, lo que le proyecta
a conquistar la realidad con una imaginación desbordada.

Oficio y valor metapoético se evidencian en los problemas


de la escritura planteados en “Oficios”, o en “Variaciones de un
poeta recién casado” donde la labor del sujeto poético choca con
la realidad, porque “El poeta entonces, / que estaba a punto de
decir / la metáfora que salvaría al mundo, /toma sus papeles y li-
bros de la mesa, / los pone en su viejo maletín,/ se disculpa con el
público que escucha, / y sale de la mano de esa mujer / hacia la
vida”. Y desde luego, la vida es el gran tema del poeta en la mayor
parte de sus textos, como en “Variaciones de la misma luna” don-
de se despliegan asociaciones insólitas de lo cotidiano, o sorpre-
sas que surgen del contacto mismo de las palabras. Vida y muer-
te se armonizan en el existir y con la vida se relaciona siempre
la muerte, es el caso que desarrolla en el impresionante poema
“Aokigahara” o bosque de suicidas en Japón, de donde surgen
visiones varias y reflexiones sorprendentes que universalizan

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El año de la necesidad

el tema. De 2017 es otra de sus compilaciones, En honor del deli-


rio, Premio Internacional de Poesía Paralelo Cero, en Ecuador.
El título alude al delirio y ese aspecto se multiplica en los poe-
mas, porque en ellos se vuelca en lo cotidiano, en la realidad real,
como en “Lepra del alma”, donde se proyectan alucinaciones
que surgen próximas a lo fantástico, delirios que en realidad pro-
vienen del estado del poeta ante la realidad. Poemas como “Pre-
sencia del pan”, “La trayectoria del tornado”, “Luces en la pista
de baile”, “La leyenda del volcán”, impondrían la idea de que
este es un libro más volcado en lo cotidiano, en esa realidad que
asedia, aun con el temor de que vida acabe: “Uno sale de casa
cada mañana / con la certeza de que va a morir” (“Donde nace la
niebla”). Sin duda esa observación de lo cotidiano se trasciende
en un giro temporal en “Otoño en Camden” donde la evocación
de la tumba de Whitman, da lugar a un excelente poema sobre
el tiempo, con una serie de motivos cotidianos trascendidos. En
este libro se nos vuelve a mostrar al propio poeta y su oficio en tí-
tulos como “Apuntes sobre la inutilidad de la poesía”, o “Al poe-
ta que dejó de escribir” y como final, el poema “Arte poética”,
que como suele suceder, no se desarrolla como tal arte poética,
porque no se trata de cómo se hace o concibe la poesía, sino que
Olivas entiende que la poesía hay que conseguirla, por lo que se
vale de una forma de correlato: “cuando ve saltar entre las aguas
/ al gran pez de la derrota. / Nos miramos por última vez. / La tor-
menta se dirige hacia nosotros. / Todo poema es un naufragio”.

Casi al mismo tiempo que El año de la necesidad, aparece


La hija del agua (Madrid, 2018) que se fragua de nuevo como un
poemario sobre el tiempo. Por eso el poema “Canción para per-
derse en el camino” ejerce de pauta para presentar lo cotidiano
trascendido o recordado que vuelve a ser el tema de su poesía.
Otros títulos como “En medio de las cosas”, “Te imagino en los
viejos pupitres”, en el que irrumpe lo amoroso, las viejas cosas,
el entorno cotidiano, junto con las fabulaciones de lo real en “A
su regreso de la isla”. Este poemario termina con la “Oración del
autor a la Virgen del camino” que intercede por la poeta Eunice

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Juan Carlos Olivas

Odio (1919-1974), también de origen costarricense y concluye


con su epitafio “A manera de lápida”: “Abro la cerradura de las
cosas / y todas se me entregan / intactas y salvadas para siempre”,
en cuyo homenaje se puede ver también una confluencia con su
propia poética.

Creo que El año de la necesidad se inserta bien en su tra-


yectoria poética introduciendo un factor que se anuncia desde
el epígrafe inicial procedente del escritor norteamericano Ray-
mond Carver, líneas que nos aclaran bien la orientación que em-
prenderá en los versos que siguen, pues dentro de la continuidad
de su línea poética, aflora un matiz nuevo: “lo que puede hacer-
le a un hombre la frustración” y su proyección en la vida y en
los sueños. Esa frustración se despliega en posibilidades varias
en los poemas que vienen a continuación y que trascurren, sin
agrupación alguna, como “palabra en el tiempo”, y tras la clásica
imagen del homo viator: un sujeto poético reflexivo que recorre
un camino y que transita un mundo cotidiano no muy diferen-
te al de los demás seres humanos, pero que posee una mirada
especial que es la que despliega en el poema, una mirada que
selecciona el mundo, lo elige y lo transforma en la página.

El libro presenta un impactante comienzo en el poema ti-


tulado “La bala”, que actúa como un símbolo de la vida, pero
también de la responsabilidad del escritor, por lo que adquie-
re un progresivo carácter metapoético. La bala, y por tanto el
disparo, conlleva un sentido contradictorio, por un lado, lo su-
mamente peligroso y contrario a la vida, porque la bala puede
matar, pero también impulsa la vida, pues la defiende, y en este
caso se presenta como próxima a la responsabilidad del poeta
en el mismo fiel de la vida y de la muerte. La bala propicia la
mirada al pasado de la infancia y atrae las frustraciones asumi-
das, los “besos que fueron dardos en tu infancia”. También el
recuento de un presente agresivo, contrario a ese destino, en la
falta de posesiones que den solidez a la vida, como una casa, un
trabajo que dé para vivir, en definitiva, lo que se resume en el

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El año de la necesidad

horizonte de los sueños no logrados. El entorno no es atractivo


tampoco, “Piensa en tu país como en un nido de avispas”, mien-
tras, las cosas mueren, los seres vivos desaparecen, los aviones
despegan con algo propio que se aleja. La lectura pesimista se
acrece en la reflexión sobre los que esperan y esperan siembre,
los nombres borrados en un mundo que no pertenece a nadie.
Enfrentado al mundo de los humanos, el entorno natural hace
crecer la esperanza en forma de lluvia, o también el pensamiento
religioso, Dios sentido como algo lejano e incomprensible. El
poema se estructura en una persistencia de anáforas, que recaen
en la apoyatura del símbolo de la bala: “para sentir aún más / esa
bala entre tus labios”. Esa bala como instrumento de muerte se
transforma al final del poema para emitir un mensaje verdadero
que inicia la responsabilidad de la escritura: “Ha llegado la hora.
/ Al frente tuyo hay un espejo con forma de papel. / Escupe aho-
ra lo que tengas que decir, / hazte fuego, / hazte herido, / no lo
pienses, / dispara”.

Este condicionamiento metapoético rige el libro y se des-


pliega en otros temas que son desarrollo de sus títulos prece-
dentes, siempre revividos en la figura del poeta. Lo real y co-
tidiano es una de esas vertientes, fundamental en su poesía,
pues la espacialidad es una de sus características. Este aspecto
puede observarse en una serie de poemas, el primero de ellos el
que lleva el título del libro, “El año de la necesidad” que des-
pliega, tomando una cita del poeta español Antonio Gamoneda,
un paisaje de máxima catástrofe y desolación con la salida del
sol: el barro que cubre la casa, el río que arrastró los enseres, la
desaparición de la vida. El poema progresa con la catástrofe mis-
ma que sufren los seres humanos, la falta de agua y de luz, las vo-
ces que en la noche vienen al rescate, a lo que continúa el aban-
dono. La sucesión misma de la catástrofe en la noche, la lluvia de
“agua rencorosa” y el desamparo hacen pensar en una segunda
orfandad: “Aquel fue el inicio de un mal año, / arponeados por la
esperanza y la escasez”. Las imágenes de los cuerpos que tiritan,
la casa cayéndose a pedazos pues “un río invisible / la arrastraba

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Juan Carlos Olivas

de nuevo / hacia un cielo de escombros”, todo hace pensar en


que “La vida sabe cumplir sus amenazas”. Ese sería el año de
la necesidad y de la pérdida a la que nadie se acostumbra, este
final desolador marca bien el sesgo del poemario: “y el frío sea
tan solo / el bosquejo de un mal año / que pareciera no acabar”.

El sentido de este poema sin embargo no se constituye en


pauta del resto de poemas del libro, pues lo cotidiano, aquí como
en la vida, alcanza matices varios que van del humor a la violen-
cia, pasando por la mirada ingenua o resignada. Dentro de ese
primer aspecto podríamos incluir un poema como “Historia ge-
neral de las sombrillas”, cuyo uso contrario, desprestigio y fama
se extiende a lo largo del año, y si se usan para el verano “era lle-
var una pequeña noche en las espaldas”, para concluir que “Hoy
en día, solo los parias, los que no tienen casa, / las prostitutas y las
libélulas / conocen el verdadero valor de una sombrilla”. Tono
parecido tiene “En defensa del zapato” en el que se elogian a
los zapatos gastados que no cambiará, “Juro que no enviudarán
jamás estos zapatos”, pues serán buenos para el paseo y resigna-
dos compañeros del barro. Solo la muerte arrebata los zapatos,
pero los hombres mueren con las botas puestas, continuando
con un tono humorístico y anécdotas de lo cotidiano. Un humor
parecido asoma en “Las dudas de Jonás”, que utiliza el corre-
lato bíblico para una relación de pareja. Tono distinto presenta
“Remiendos”, donde la ternura aflora en la figura de la madre
ingresando en la casa de la infancia para llegar a la convicción
de que ella dicta el conjuro para vencer el tiempo. El poder de
la imaginación se proyecta sobre la realidad cotidiana, algo en lo
que Olivas insiste en su poesía, como en “Festival de la luz”, esa
niña que esgrime la idea troncal que acerca de la realidad tiene el
poeta, la de la fuerza trasmutadora de lo real. Algo similar sucede
en “Ciclistas de la luna”, en la que el poder imaginativo lleva
a acceder al astro mismo: Da igual lo que pase, “Lo esencial
es que sigas pedaleando / y lleves lumbre en el bolsillo / para
darles de comer / a los animales de la luna”. Miradas ingenuas
aparecen también en “Sepia (Día de Muertos #1)” con su ritual

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El año de la necesidad

de difuntos; “Conversación entre catrinas” donde se refiere a la


reunión ritualizada familiar ante el altar de los muertos. O poe-
mas que eligen determinados animales como “Tarántula” con
su mágica actitud que infunde temor; o “Garzas” que huyen al
caer la tarde. Pero lo cotidiano también incluye la violencia como
en el titulado “Magnum 357” donde se desarrolla el tremendo
escenario de ese vecino maltratador de doble personalidad que
da tiros al aire desahogando su frustración.

Con ese ámbito de lo cotidiano está relacionado el tema


central del libro que reside en el poeta y en su labor de escritura.
Por eso bastantes poemas del libro presentan una lectura meta-
poética, es el caso de “Notas al pie de página” que tiene como
centro al poeta que tantea el bosquejo de su poemario. Se de-
sarrolla aquí la conciencia de que la poesía pervive con mismos
temas de hace siglos, el amor, la muerte, el paso del tiempo, la
escritura poética y el compromiso con el mundo. Lo original de
Olivas es que en estos poemas no se habla de manera abstrac-
ta, sino que se imbrica con un personaje de carne y hueso que
valora su obra, que sueña con conseguir un premio literario y
poder arreglar la casa o comprarse una moto. Este poeta soñador
aparece en plena composición de su libro, y cuando está a punto
de enviárselo al editor, se ve envuelto en un desagradable suceso
de linchamiento, con lo que se ve en medio de la calle, pues “La
poesía también sabe tomar la justicia por sus propias manos”.
Cuando el suceso se aclara, el poeta vuelve a su mesa, y piensa
en su obra “y en lo mucho que diariamente mentimos los poetas
/esos buitres de papel”. El poeta se replantea de nuevo su tarea,
y esta vez el mundo es tan real como el miedo que se cuela en la
casa, “como este temblor en las manos / al tratar de escribir sobre
la vida”. De nuevo inserta aquí su concepto poético, próximo
a la vida, intentando siempre eludir la falsedad de los poetas de
gabinete que no descienden a la calle, y niegan la vida real.

Otros poemas que incluyen esta temática, redondean la fi-


gura de ese poeta, de cierto halo romántico, que no sale de la

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Juan Carlos Olivas

pobreza, incluso con la intervención del humor, así “Canción del


pobre”, donde dice: “Es cómico ser tan pobre” y “Es cómico
nunca haberse preguntado / la diferencia entre el apetito y el
hambre”. El sujeto asume todas las miserias, el desempleo, las
burlas de sus amigos, las penurias familiares, “porque es muy
cómico ser pobre / cuando también se ha nacido / con el signo de
la belleza en la frente”. Y sin embargo triunfa el destino poético,
“saber que has hecho de tripas corazón con la poesía y ponerse a
cantar / pese a todo”. Tema similar presenta “La candela” don-
de, el poeta que sufre esa pobreza, pierde su obra consumida
por el fuego, y sin embargo persiste en su vocación: “Y él, que
nada ha tenido ni tendrá, / sin verlo le responde: / Sí, todavía”.
También el poeta siente en su interior una fuerza que puede
parangonarse con el caballo en “Apuntes para una deidad”, en
una especie de desdoblamiento animal, “Él sabe que las som-
bras galopan, / que los caballos se pierden en la noche”, con un
final que aclara esa duplicidad que se identifica con el impulso
poético: “A mí lo que me da miedo / es que no vuelva un día
mi caballo / y en mi lengua solo quede / la continuidad de su
ceniza”. El poema también escapa, es el ente de lo huidizo en
“Tratado de lo que es efímero y se nombra”, escapa y nombra
las cosas antes de destruirlas, con ello los nombres reales se con-
vierten en lo que el poema presenta, las ocasiones de soñarnos
distintos. La referencia a la escritura aparece directamente en
“Edad del temblor” donde expresa la petición a Dios para que la
escritura sea un camino para nombrar las cosas. Una oración que
se abre incluso al tono blasfematorio y la duda de su existencia
para finalizar: “Yo no soy más que un arañazo en tu pensamiento,
mi Señor. / Ten piedad de estos huesos que humillaste”.

Desplegados dentro de este tema aparecen poemas en los


que se recuerda a otros poetas, como “Mientras mirábamos una
fotografía de Vallejo” donde se reconoce que “el poeta es un
ser de las sombras”, y el poeta peruano aparece como emblema
del fracaso y la infelicidad en vida. En el fondo se trata de des-
mitificar la propia figura del poeta, porque los poetas son seres

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El año de la necesidad

de sombras, pero su trabajo les lleva a ir a la noche “convertidos


en una gran /antorcha humana”. En otra línea un tanto distinta
entre humorística y admirativa, “Una temporada con Borges” es
una fantasía con el autor que acaba con un final sorprendente.

Uno de los espacios más recurrentes en su poesía es el de


la casa que se despliega en varios poemas, como en “Romería”
donde el homo viator, que lleva la casa a cuestas, camina con di-
ficultad, sufrirá desprecios y seguirá adelante sin poder dejar ese
peso para mirar a otros hombres que también se tambalean. En
“La casa edificada” se inserta ese espacio con la figura ficciona-
lizada del propio poeta: tengo 30 años y no tengo casa propia,
solo unas piedras; ha vivido en muchos sitios y no ha podido
encontrar el camino hacia la puerta de la casa, errancia y el viaje
son su sino. El peso de la familia le agobia, no puede quedarse
en la intemperie, y acaba clamando a Dios: “ayúdame, Señor, /
a encontrar un sitio en qué vivirme”. E imagina cómo haría esa
casa “obrero de mí mismo,/ a darle forma a esa casa incorpórea /
en la que habitan desde ya / todos mis muertos”. Otros poemas
que hacen referencia al mismo tema son las “Llaves del delirio”
donde utiliza el simbolismo de la llave o “Una voz en las afue-
ras” donde la necesidad de la casa se traduce en la sensación de
hijo pródigo, “Solo quien se fue de su casa / luchará con dolor
por merecerla”.

Vemos hasta ahora que la poesía se Juan Carlos Olivas se


vuelca en lo cotidiano y explora la realidad real, o al menos as-
pira a ella, insertando la propia figura del poeta en ese mundo,
implicado en ese presente en que vive. Por eso se puede decir
que su poesía reflexiva y alcanza momentos metafísicos en poe-
mas varios, algunos pueden enumerarse como “Dialéctica del
cubo Rubik” relacionado con el enigma de la vida; “Elegía por
las fichas de ajedrez” que identifica el juego con el desarrollo de
la vida humana; Sobre la tentación”, donde se reflexiona sobre
la tentación de suicidio y la transgresión en la vida. Existimos un
poco mientras se acabe un contrato, una canción, “o se nos seque

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Juan Carlos Olivas

la tinta / de unos cuantos versos / que pretendan abarcar / el aro-


ma fugaz de lo imposible”. También “Meditación del cuervo”
en el que mide cada paso de su vida en la relación con el famoso
poema de Poe. Los cuervos son como el lado perverso del ser
humano: “Ahora sé que no se irá / aunque finja dormir en estas
horas tan altas”, ese cuervo que ha envejecido junto a él y es hora
de enterrarlo. Cierto humor dentro del mismo tema tiene “Creer
en lo invisible” donde reflexiona sobre el ateísmo y su peculiar
forma de referirse a la divinidad.

Como vemos, los poemas de Juan Carlos Olivas van trazan-


do una línea zigzagueante sobre todos estos temas fundamenta-
les del ser humano, no busca ordenar el mundo sino observarlo,
plasmar lo real, trasmutar mediante la palabra, por eso puede ser
significativo que el poema final de su libro toque el tema de la
palabra, “El desván celeste”, en el que con abundante uso de
la anáfora, se alude a un lenguaje propio que se inventa en el
desván celeste después de la muerte. El lenguaje vuelve a vivir,
aunque no nos pertenezca, se ha perdido el lenguaje terrenal
para ser sustituido por otro, las palabras vuelan, e incluso no se
recuerdan los nombres. Se hace preciso un monumento a las pa-
labras caídas, que se abandonan en el desván celeste donde ya
no hay muerte, ni heridas, ni Lenguaje. La más pura y perfecta
trasmutación.

Carmen Ruiz Barrionuevo


Universidad de Salamanca

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Para Vanesa y Juan Pablo,
artífices de la luz.
He visto de primera mano
lo que puede hacerle a un hombre la frustración.
Puede hacerle llorar, romper una pared
de un puñetazo. Puede llevarle a soñar
con una casa que sea suya
al final de una larga carretera. Una casa
llena de música, calma, generosidad.
Una casa en la que aún no vive nadie.

Raymond Carver
LA BALA

Esto es una bala.


Mírala bien.
Ponla en medio de tus labios.
Puede defenderte o matarte en un segundo.

Cierra los ojos y piensa


en los días que se acaban
como una bandada de águilas ciegas.
Piensa en los ritos ahogados por la luz,
en los besos que fueron dardos en tu infancia,
en la morfología de árboles fantasmas,
en las palabras que no entiende la piedad,
en los dibujos de diesel
que se agrandan en los charcos
como un pequeño Apocalipsis.

Piensa en tu país como en un nido de avispas,


en la casa en la que te tocó vivir, la que no tienes,
en tu trabajo que apenas da para vivir una vida
y no esas otras, las que pasan por tu cabeza
justo después de un accidente.

Piensa en los muchos perros que murieron


a la orilla de la carretera,
en los aviones que miras cruzar de un lado
al otro del cielo, hasta que no los ves
ni los escuchas, porque sabes que algo de ti se ha ido con ellos.

Piensa en quien espera,


en quien se rompe y cuelga de un árbol
como una fruta que no acaba nunca de caer.

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El año de la necesidad

Piensa en tu nombre, borrado de repente


aunque lo vuelvas a escribir en las paredes, en los cristales,
en las esquelas de un mundo que no te pertenece.

Ahí está la lluvia, piensa en ella;


siéntela como un aluvión de peces luminosos,
como una fila de ángeles dormidos
por su propia música.

Aquí está Dios, en tus manos lodosas de repente;


piensa en Él como un anciano, o como un feto
en el vientre de la galaxia umbría
donde mueve sus brazos para decirte algo
que no acabarás de comprender.

Piensa en el trigo que nadie irá a recoger este verano,


en los mundos silentes de la desesperación,
en las puertas que se abren una vez para siempre
y vuelven a cerrarse en un golpe de alas.

Aquí están las fechas del día que naciste


y ese incierto día en el que tienes que partir;
piensa en el tiempo, en el aliento que te queda,
y abre los ojos para sentir aún más
esa bala entre tus labios.

Ha llegado la hora.
Al frente tuyo hay un espejo con forma de papel.
Escupe ahora lo que tengas que decir,
hazte fuego,
hazte herida,
no lo pienses,
dispara.

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Juan Carlos Olivas

LO SAGRADO

Lo que llamaste sagrado


ahora yace en la tierra.

Como una mano sobre las cordilleras


el mundo estrecha la extraña claridad
de los pastores que siembran cicatrices
en la raíz del agua.

Pronto comenzará a llover


y crecerán los campos
cubiertos de mandrágoras,
rendidos por su verborrea de truenos
y dioses disecados.

Después vendrán los cegadores


y apartarán lo que sirve y lo que no.
Yo me acercaré entonces a tus ojos
para tocar la yerba,
y ya el tiempo arderá
como cualquier palabra,
como cualquier punto de luz,
sobre el oscuro barro
del vértigo infinito.

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El año de la necesidad

EL AÑO DE LA NECESIDAD

Éste es el año de la necesidad


Antonio Gamoneda

Llegamos al año de la necesidad.


Apenas salió el sol
pudimos medir la dimensión de la catástrofe.
El barro cubría toda nuestra casa;
no dejó lugar para su antigua pulcritud,
y tuvimos que desechar los enseres,
las cartas que flotaban sobre charcos insalubres,
los juguetes que aprendieron la mímesis
con la maleza que arrastraba el río,
la arena que fue pulimentando nuestra vida
hasta sentir el corazón erosionarse dentro;
así, como un breve animal que se guarece
entre las piedras fragmentadas del pecho.

Carecimos de agua y luz


y el sueño era lo único que refrescaba nuestra lengua,
oíamos voces que venían al rescate,
linternas que se colaban en las habitaciones
hasta que una panga ancestral –aún cubierta de escamas–
rompía con su hélice la senectud del fango.

Nos recibían con mantas y preguntas,


nos lavaban la cara para vernos el gesto,
nos llevaron a albergues
donde todos temblaban sin algo qué decirse,
y después de instrucciones ininteligibles
nos dieron nuestra parcela de nada
y nos dejaron solos.

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b
Juan Carlos Olivas

Despertamos a mitad de la noche


porque del cielo caía un agua rencorosa;
resonaba sobre el techo del albergue
y pensamos que pronto tendríamos
una segunda orfandad, y la tuvimos.

Aquel fue el inicio de un mal año,


arponeados por la esperanza y la escasez,
y aunque luego llegaron días claros
nunca podré olvidar –bajo esas noches largas–
el sonido de un cuerpo que tirita,
es algo que no es llanto ni dolor,
va más allá de aquello,
es un rezo que se apaga en la inocencia.

Nuestra casa seguía cayéndose a pedazos


cuando la recordábamos;
al nombrarla, un río invisible
la arrastraba de nuevo
hacia un cielo de escombros.

Quizá entonces ignorábamos


que la vida sabe cumplir sus amenazas,
que nadie se acostumbra jamás a la pérdida,
que tan solo se vive con ella
y se sigue esperando
a la vera del sueño,
como para abrir una puerta
donde el agua ya no rebasará sus límites,
donde el viento no posará su espada,
y el frío sea tan solo
el bosquejo de un mal año
que pareciera no acabar.

29
b
El año de la necesidad

CANCIÓN DEL POBRE

Los pobres son muchos


y por eso
es imposible olvidarlos.
Roberto Sosa

Es cómico ser tan pobre


y no poder comprar el Golden Gate
y salir a la calle empecinado
en arrojarle tu miseria a las palomas,
escupir en los ventanales de la muerte,
orinar con rabia entre la niebla.

Es cómico nunca haberse preguntado


la diferencia entre el apetito y el hambre
y descubrirlo como una cita a ciegas,
cualquier día
desempleado,
parecido a un estudiante de lo abyecto,
mientras tus amigos juegan a la Quija
y se parten a carcajadas al conocer tu suerte.

Mírate ahí, tú no mataste,


seguiste al pie de la letra
lo que decían tus mayores,
amaste a una mujer,
tuviste un hijo,
por ellos luchaste y aun así,
la vida no fue buena.
Te carajearon, te hicieron zancadillas,
colgaste de un puente
y te pisaron los dedos.

30
b
Juan Carlos Olivas

Fuiste a una iglesia


y el Cristo se rió al verte así,
demacrado,
vistiendo la misma ropa
en los crucifijos de siempre,
enemistado con la felicidad,
escribiendo un poema
en los resquicios de la lluvia.

Y ahora tienes que volver


a una casa que conoce la palidez
de tus manos vacías,
darle un beso seco a tu esposa,
abrazar al hijo con vergüenza
y mirar esa pared que se cae a pedazos,
porque es muy cómico ser pobre
cuando también se ha nacido
con el signo de la belleza en la frente,
porque es muy cómico ser pobre
y trabajar una tierra que no dará sus frutos,
saber que has hecho de tripas corazón con la poesía
y ponerse a cantar,
pese a todo,
cuando ha muerto la música solar
y el único,
raro instrumento,
es tu confianza.

31
b
El año de la necesidad

ROMERÍA

Para un hombre que lleva su casa a cuestas


es difícil caminar.

Tendrá sed
y no podrá juntar las manos
para elevar el agua,
le dolerán las piernas de puro amanecer,
bogando por una vida simple
se afinará su odio bajo el sol,
sabrá escupir como quien canta una dicha
por lo demás ajena, fermentada,
uncida para el otro que pudo ser él
y que le tira una moneda cuando pasa de largo.

Sabe que si se agacha lo hará para siempre


y entonces la deja ahí en el suelo,
se aleja de ella hasta que su brillo
tintinea redonda en los ojos del perro de la muerte.

No podrá encontrar el consuelo en las letras,


ni dejar ese peso que carga
para habitar si quiera un aposento
o mirar desde alguna ventana
a esos hombres que peregrinan como él,
por momentos tambaleándose,
por momentos con pie firme
en escarpados fuegos.

No podrá decirles a todos ellos


que los ama en silencio,
como se ama el mutismo en la pared
o el sonido imaginario
de los peces al moverse bajo el agua.

32
b
Juan Carlos Olivas

En su inocencia
pensará llevarse a la boca
cierto Cristo fugaz de tiempo y niebla.
Perecerá su fe, o creerá salvarse
después de haber caminado,
como todos quizás
con un hogar a cuestas,
con su casa invisible de plena voluntad,
por el camino solo
de la noche que se rompe.

33
b
El año de la necesidad

LA CANDELA

La noche en que se quedó sin luz


por no poder pagarla,
el poeta encendió una candela
y la puso a un lado de su biblioteca.

Sentado ahí, leyó,


garabateó algunos versos
y se quedó dormido por cansancio.

La candela permaneció encendida largo rato


y cayó sobre el papel,
devorando en pocos segundos
lo que tardó por siglos escribirse.

Exiliado de su propia casa hecha cenizas


el poeta se encuentra en la calle
a un viejo enemigo de la escuela
que al mirarlo le pregunta:
— ¿Todavía sigues escribiendo poemas?
Y él, que nada ha tenido ni tendrá,
sin verlo le responde:
— Sí, todavía.

34
b
Juan Carlos Olivas

HISTORIA GENERAL DE LAS SOMBRILLAS

Las sombrillas provienen de la noche.

En otro tiempo, su piel no era de nylon


ni su esqueleto de madera o metal
sino de clorofila, sangre y argamasa,
y caían de lo alto
hasta las manos de una mujer desnuda;
es decir, la primera mujer
poblada de selvas y ciudades,
de animales heridos y fantasmas,
de riveras cuyos nombres son impronunciables.

La lluvia es algo que llegó después,


y a alguien se le ocurrió que no debíamos mojarnos.
¡Qué idiotas!
Tratar de detener la tempestad,
guarecerse de lo inevitable con lo débil.

A través de los años, las sombrillas


fueron perdiendo su verdadero valor.
Algunos las usaron de bastones.
Otros se batieron a duelo con ellas a falta de espadas.
Hubo quien las usó para bailar
fingiendo ser feliz en la humareda de la luna.
También estuvieron en contra de ellas,
crearon capas para no tener que sostenerlas
pero pudo más el sentimiento de orfandad
en la raíz del hombre
que aquella falsa piel que le inventaron.

Su fama se vino tanto a menos


que hasta decían que era de mala suerte
abrir una sombrilla adentro de la casa.

35
b
El año de la necesidad

Entonces las dejaron afuera;


y las mujeres comenzaron a desnudarse
sin tener a mano una sombrilla.
Hacían el amor a salvo, bajo techos
que impedían que creciera la intemperie.

El hombre se perdía en su confort


y la humedad era tan sólo
la remembranza de un abismo
donde nadie quiso volver.

Después vino el verano


con su ojo raspando como una quemadura
y quien salía con sombrillas al sol
era tratado diferente.

Cargar de día una sombrilla


era llevar una pequeña noche en las espaldas;
era saber que si subías con ella a un autobús
la dejarías olvidada en uno de sus asientos
hasta que el cielo inclemente te hiciera recordarla,
muy tarde ya,
porque ellas siempre buscarán perderse,
pasar de mano en mano hasta envejecer
en la materia de todos los diluvios,
en esa flor de sal derribada por el agua.

Hoy en día, sólo los parias, los que no tienen casa,


las prostitutas y las libélulas
conocen el verdadero valor de una sombrilla.
No aquella del hongo fulminante en Hiroshima,
no la que yace apolillada entre los sótanos,
no la de bronce en manos del hacedor de estatuas,
sino la primera sombrilla, única, inmoral, irrepetible,
en manos de una mujer desnuda
que te mira
y se bebe la noche.

36
b
Juan Carlos Olivas

DIALÉCTICA DEL CUBO RUBIK

Naces, como el cubo Rubik, perfecto.


Los colores pertenecen a una sola cara.
Desde el principio hallaste la respuesta
al enigma de tu vida.

Más te valdría dejarte ahí,


quieto sobre una repisa de la biblioteca,
como un objeto sagrado al cual acudir
cuando se quiera contestar algo,
comprender el vacío, la otredad,
las ansias por quemarse con lo desconocido.

No prestas demasiada atención


y en un abrir y cerrar de ojos
tocas algún lado de ti mismo,
imaginando las múltiples combinaciones
de un color a otro, las posibilidades
de volver a ese estado original,
a aquel momento en el que eras
una cosa uniforme y plana,
una inmaculada forma
que nunca creyó pertenecerle al caos.

Entonces dejas de jugar,


sabes que a lo sumo ordenarás uno
o un par de tus lados primigenios
pero tendrás otros lados cuyos colores
jamás volverán a unificarse.

Así transcurre todo


hasta que un día dejas de intentarlo,
ya no te hace gracia el sueño de la perfección

37
b
El año de la necesidad

y abandonas el cubo Rubik adentro de tu pecho


para que vaya empolvándose ahí,
como cualquier objeto sin importancia alguna,
como la fría deidad de la derrota.

38
b
Juan Carlos Olivas

MAGNUN 357

Mi vecino tiene una Magnun 357.


De vez en cuando pelea con su mujer
o llega borracho pateando las macetas.
Busca sus llaves dentro del pantalón
y después pasa horas
intentando abrir la puerta.
Cuando lo logra, vienen los gritos,
los lloriqueos, y luego los gemidos
secundados por el chirrido de una cama
que nunca quiso aceitar.

Sale al patio con su Magnun 357


y entre carcajadas
vacía su arsenal contra el cielo
hasta agotar las balas
o agotarse él.

Después el silencio.
La oscuridad que precede a un raro amanecer.
De camino al trabajo,
mi vecino me saluda como la gente sencilla;
–psicópata– pienso en esa palabra al verlo,
y me apresuro a subir al autobús.

Llegan a mi cabeza los sonidos de anoche.


Realmente, los que hacen tiros al aire
son creaturas de fe.
Querrán herir a Dios en una pierna,
acariciar su cabello con el plomo,
llamar su atención
con esa cuota de odio respectivo,

39
b
El año de la necesidad

o asegurarse de matarlo
–los más osados–
para ver su cuerpo henchido en la niebla.

Pero Dios sabe de armas,


creció en uno de los barrios del sur
donde aprendió a esquivar las balas
o atraparlas con los dientes.

Por eso cuando habla sólo se escuchan truenos.


Jamás se ha escuchado la voz de Dios de formas dulces.
Extraña es su manera de darnos el amor.
Su abrazo es una guerra de espejos incesantes,
su mirada un reflejo que agujera la piel.

Los que habitamos


a este lado de la vida
ya no creemos en nada.
Nos dimos de alta o abdicamos
de un trono en medio del desorden;
le atribuimos al bochorno tropical
esta manía de pasearnos enfermos
por los ventanales del sueño
y las calles del mal.

De todos modos, no se puede estar peor.


Unos harán tiros al aire
y otros buscaremos las migas de la piedad,
ahora que Dios habita el barrio
y desciende hecho lluvia
por el rostro tiznado de los pobres.

40
b
Juan Carlos Olivas

SOBRE LA TENTACIÓN

¡No te mueras aún! Piensa en los dones


más radiantes a la hora del ocaso:
la música, los libros, la memoria…
Efraín Jara Idrovo

La idea siempre es tentadora.


Las opciones se presentan fáciles.
Despedirse de la libertad
y atarse a la copa del árbol más grande
que será consumido en la hoguera del bosque.

Muy atractivo resultaría renunciar,


perder de a poco la vergüenza
y bailar en medio de una pista en silencio,
llevado sólo al ritmo de la música del cuerpo;
atreverse a quebrar el vidrio de una casa
que siempre quisiste quebrar
y escupirle a la memoria,
para desaprender la falsa gracia
que ganaste en la infancia,
aquella vidita que aplastaste un día
con tu propia esfera de cristal,
los rostros que llegaban entonces
y entraban o salían de un autobús en llamas,
de alguna iglesia oscura,
de algún verso de Sade
que por tu boca hablaba
y caía hasta los labios de una mujer simple,
perecedera como el pan
pero rodeada de una belleza impura.

41
b
El año de la necesidad

Qué fácil dejar en un papel aquellos planes;


una nota ovillada sobre su propia melodía,
y salir a buscar el agua, como los viejos elefantes,
y adentrarse sin salir jamás
en el centro de un lago
de barro y de marfil.

Qué afligida palidez se movería en las manos,


qué cansado rocío se apagaría sobre el rostro.
El tiempo sería como una pintura rupestre
al fondo de una cueva
o los créditos finales de una mala película,
donde el actor principal pone fin a su existencia
y cuando cae el telón
se levanta riéndose del set.

Nadie nos reconoce allá en la calle


y uno se da cuenta
de que el arte no siempre tiene la razón:
existimos mientras dure un contrato,
se acabe una canción,
nos parezca fea la pintura,
no sepamos leer la letra adusta
o se nos seque la tinta,
de unos cuantos versos
que pretendan abarcar
el aroma fugaz de lo imposible.

42
b
Juan Carlos Olivas

EDAD DEL TEMBLOR

Dios mío,
si eres real
haz de esta página una puerta
y dame tus manos para nombrar las cosas.

Hazme saber
que aún por este cuerpo,
cercano a la ceniza,
puede caber tu voz
como una fruta al fin,
perturbadora quizás
pero embriagante,
y que puedo hacer de ti
lo que yo quiera:
bendecirte, matarte,
contemplar el largo sol
que te nace del sexo
o alabarte en un idioma
no creado todavía.

Quiero saber si existes


debajo de la almohada o el camastro,
en los montazales, en la quietud de un árbol,
en la hora que se espera
adentro de una cárcel
para tocar pieles lejanas,
sudores imposibles.

Mira lo que tu tiempo ha hecho con mi cuerpo;


y, aun así, gocé,
pusiste sal en cada carne que comía;
no te importó que fuese infiel conmigo mismo

43
b
El año de la necesidad

y que con otros escupiera


sobre el vino y el pan,
que les tirara poemas a los cerdos,
o que con mis manos agarrara la arcilla nuevamente
y construyera un ángel negro
para los días de lluvia.

Nada de esto te importó;


como tampoco hacerte el muerto
el día de mi juicio,
cuando invocaba tu nombre
en los eriales de mis propias batallas.

Ahora solo quiero


caminar desnudo por esta habitación
y llamarte una última vez.

Yo no soy más que un arañazo en tu pensamiento, mi Señor.


Ten piedad de estos huesos que humillaste,
y has que las cosas se manifiesten lánguidas,
puras en su propia humedad,
como en un sueño se disipan
las letras de tu nombre.

44
b
Juan Carlos Olivas

LAS DUDAS DE JONÁS

¿Me creerá acaso mi mujer


si le digo que este fin de semana
pasé en el vientre oscuro de un gran pez,
y que esta pinta, esta ropa desaliñada,
esta hambre con que llego revisando cacerolas,
tambaleándome, es la prueba fehaciente
de que anduve predicando de tu amor a los paganos?

Tengo miedo, Señor.


Haz que me crea esta noche mi mujer,
o manda de nuevo al pez
a que me trague.

45
b
El año de la necesidad

EL ANIMAL

La nostalgia
es un animal que no muerde.
No sientes el zarpazo de sus garras,
su ponzoña no tiene efecto en la sangre,
no te acosa ni se inmuta
si le ladras,
si le tiras el zarpazo inútilmente
o si le clavas tu ponzoña
bajo el dedo acusador
de los caminos.
La función de ese animal
es salir a tu encuentro
en todas partes
y mirarte a los ojos,
hacerte saber
que lo salvaje
es aquello que ya no puedes tocar.

46
b
Juan Carlos Olivas

AUN

Aun cuando hables de la luz


la tinta será negra.
Por ejemplo: Hoy no podré decirte
cuál era el sabor del sol bajo la lengua
sin que me sepa a ceniza la palabra.
O esto otro:
La ciudad se ha llenado de heterónimos
y aquél que finjo no ser
pregunta por mi nombre.
Suave es el encuentro de lo oscuro
cuando se tiene el vicio
de depredar la lumbre.
Y así te vas
a ese lugar que puede ser cualquiera
y te conviertes en cosa celeste,
y cuando creo hablar de ti
me salen ciénagas del hambre,
pus de los papiros,
sangre majada de la tinta,
en que me das a luz
para quemarme dentro.

47
b
El año de la necesidad

APUNTES PARA UNA DEIDAD

Sobre mi lengua hay un caballo.


Cuando todo el mundo ha dormido se levanta
y como el aire, frecuenta los aposentos de mi casa.

No se deja tocar, pero lo escucho vacilante


en el andar del frío, alargándose
como un arpegio de guitarra, ahí,
donde la tinta tiembla en la suave memoria.

Él sabe que las sombras galopan,


que los caballos se pierden en la noche,
que descienden de las estatuas
con la altivez de quien conoce su estirpe,
que no serán materia del olvido
ni del sueño flagelante.

De una cornisa a otra, pueden saltar sin que los mires.


Bajo la luna los oyes relinchar
si sabes que su fuerza proviene de la niebla,
del viento que agita la crin de los presagios,
del camino que se ha hecho
para el trotar de sus cascos.

Los dioses no se atrevieron a tocarlo;


por eso lo dejaron libre en las sabanas,
contemplaron su gloria con un poco de envidia,
y entonces mandaron al hombre para domesticarlo.

Por eso seremos siempre pobres,


quisimos someterlo a la espuela y al látigo,
lo llevamos a morir en batallas que eran nuestras,

48
b
Juan Carlos Olivas

y condenamos sus lomos al trasero del Rey


que entró triunfante en la tierra del saqueo.

Y, aun así, humillados,


son tan nobles que pudieron entregarse al llanto por nosotros;
fueron capaces de llevarnos a casa
cuando nos hiere la flecha del alcohol.
Nos reconocen al silbarles en una estepa oscura
o en una playa irreal de blanca arena.
Hasta pueden hacerse de madera para jugar con niños.

Lo cierto es que no merecemos su perdón.


Unos dicen que los veremos en el cielo
la noche del Apocalipsis;
otros, que surgirán del mar, sedientos, musculosos,
para anunciar la fina metáfora del caos.

A mí lo que me da miedo
es que no vuelva un día mi caballo
y en mi lengua sólo quede
la continuidad de su ceniza.

49
b
El año de la necesidad

LLAVES DEL DELIRIO

Estas llaves conducen al delirio.


Aquí las tienes.
Fueron hechas
a imagen y semejanza de tu miedo.

En su lomo hay cordilleras,


altas como el dolor más antiguo de la tierra
y valles que se nombran por su muerte.

En su cabeza
aún están las huellas dactilares del primer dios,
que borracho, nunca pudo abrir las puertas de su reino.
Pobre de él.

Admiro a quien camina en la quietud


y sin pensarlo
arroja al centro del lago
las llaves de su casa.

Los huérfanos poseen llaves contra la cerrazón,


y el invierno es una puerta
que se deshace sin tocarla.

Todos estamos fuera


de algún modo oportuno,
y el mundo forja llaves
cuyos filos son menores que el puñal;
pero de igual forma, traspasa,
hiere y penetra en giros y estocadas
las entrañas del hierro y la madera,
para después abrirnos a un lugar que no existe.

50
b
Juan Carlos Olivas

Dulce es la blasfemia de la llave perdida.


Si no me crees escúchate,
ahora que llevas una casa de niebla en los bolsillos
y todas las puertas te están apuntando al pecho.

Vamos. Abre.
Desde afuera, tu
corazón palpita
como
un
nido
de
llaves.

51
b
El año de la necesidad

ELEGÍA POR LAS FICHAS DE AJEDREZ

Sin darte cuenta de la seriedad del juego


a veces te crees el Rey o la Reina;
y ves las piezas moverse
cuando una mano invisible traza una jugada.
Y así van cayendo los peones, los alfiles,
el dramático caballo y su salto incompleto
que dibuja la inicial de los locos.

Sólo unas pocas torres, por lo demás insuficientes,


velan porque no se apague el fuego del monarca.
Y ni siquiera sabes si eres negro o blanco;
nunca conocerás las facciones
de ese par de rostros arriba del tablero,
ni cuál de los dos dirá el jaque mate
que acabará con la nobleza y los plebeyos por igual.

Entonces lo entiendes.
El juego no se trata de la importancia de una ficha,
ni de la duda en la mano que se detiene en el aire
y vuelve tranquila al borde frío de la mesa.

Todo termina ciertamente


cuando el tablero es doblado a la mitad
y tocas al peón y le dices hermano
y tocas al Rey y a ti mismo te tocas
y quedas atrapado
en la propia fugacidad de aquellas formas
como en la vida real,
y así también
en la muerte.

52
b
Juan Carlos Olivas

MEDITACIÓN DEL CUERVO

A veces me persigue un cuervo.


Como a Poe, en su vuelo me dice nunca más,
toma mi carne por comida y consecuencia
y justo cuando pienso que se fue
lo miro enfrente,
graznando desde el fondo de un violín,
oteando con sus ojos este fuego.

Hay un cuervo en cada paso de mi vida.


Estuvieron ahí la vez que estuve enfermo,
se colaban en la sed de la morfina,
descansaban en los hombros de las monjas.
Estuvieron ahí cuando creí perderme
y la gente en la ciudad vestía con sus plumas,
brillaban contra el sol y me dejaban ciego.

Vi cuervos arrogantes en la tumba de mi madre


y en lugar de piedras,
sólo pude lanzarles
unas míseras palabras
que devoraron sin dejarlas caer.

Hubo cuervos cuando fui


hasta lo alto de una azotea
y pensé en las posibilidades del vacío.
También cuando fui feliz,
cuando reía hasta partirme el cráneo,
cuando dije amarlo todo
y lo escribí sobre la piedra.
Había un cuervo que rondaba en soledad
y sus garras me robaban la voz.

53
b
El año de la necesidad

Ahora sé que no se irá


aunque finja dormir en estas horas altas,
en las que escucho sus latidos
más adentro del sueño.

Este cuervo ha envejecido junto a mí


y ya es tiempo de enterrarlo en la nieve;
abrirme con una tijera el corazón
y sacarlo de esta celda en la que ha estado preso,
donde día tras día compartimos agua y pan.

Juntos cantaremos nunca más;


y así la vida cumplirá sus promesas,
y así lo que ahora duele
no habrá dolido en vano.

54
b
Juan Carlos Olivas

EL TIGRE Y LA ROSA

Llamamos belleza a la ferocidad.


Lo cual no es vano, ni objetivo,
como cuando detrás de la lluvia
se acerca, intimidante,
sin respirar si quiera,
atraído por su aroma
o las líneas de su propia geometría
y de una sola, certera mordedura
la rosa
ha devorado
al tigre.

55
b
El año de la necesidad

CICLISTAS DE LA LUNA

Para llegar a la luna


no es necesario un cohete trasbordador.
Basta con tomar una bicicleta,
cerrar los ojos y pedalear
hasta que el suelo levante
el polvo de los astros.

Da igual si llueve
o si el viento acicala
la cabellera de los árboles.
No importa
si los suicidas se toman de la mano
y ponen su cabeza
en la ruta de un cometa.

Lo esencial es que sigas pedaleando


y lleves lumbre en el bolsillo
para darle de comer
a los animales de la luna.

En la luna hay un violín que nunca cesa.


En la luna crecen uvas de nostalgia.
En la luna hay un río
que no se puede tocar
porque es de asombro.

Cuando creen estar solos,


los ciclistas hacen carreras
y frenan de pronto
dejando una línea con sus llantas
en el suelo de la luna.

56
b
Juan Carlos Olivas

En su centro
hay una Venus de Milo adormecida
que posa para las cámaras de los turistas.
También hay una flor, solo una,
un Partenón de plata
y un grafiti que reza:
lo importante es que exista la noche.

Yo lo miro todo desde un telescopio


y bailo al ritmo del timbre de tu bicicleta
que en este momento parte
como un caballo de sal
hacia la luna.

57
b
El año de la necesidad

MIDNIGHT THINKING

Para qué las riquezas,


los palacios
con sus murallas incesantes,
si puedo escupir
esta noche en el charco
y hacer que la luna baile
tan sólo para mí.

58
b
Juan Carlos Olivas

FESTIVAL DE LA LUZ

A los nueve querías ser bastonera


y desfilar con un vestido de gala
en el Festival de la Luz.
Pero nunca lo hiciste.
Nunca pediste nada por temor
a que te regañaran tus padres.
Los trajes eran caros
y la escasez reinaba.
Te tocaba conformarte
con ver el festival desde un televisor
a blanco y negro,
e imaginar los colores de los juegos de pólvora,
las bombillas de las carrozas,
y figurarte que eras tú
esa niña de nueve años
que marchaba con un rescoldo de sonrisa,
moviendo su mano
para decirte adiós, en la pantalla.

59
b
El año de la necesidad

PLACENTA

El niño que no pudo nacer


hoy ha dejado el útero materno
para instalarse en el corazón de las maderas,
para salvarse en un eco de cuerdas.

Así juega en las arterias del aire,


conoce la carne, la perfección
y el agua silente de las lágrimas.

Ya es una gota de algodón,


una fecha guardada entre las manos,
una apacible tormenta que se apaga.

En su espejo recomienza la historia.

Todo vuelve a ser claro


en el cristal amniótico
y así emprende su viaje nuevamente,
aferrado al cordón umbilical
de quien lo sueña.

60
b
Juan Carlos Olivas

UNA VOZ EN LAS AFUERAS

A veces quisiera tener una casa para huir de ella.


El hijo pródigo que llevo dentro así lo pide.
Que en el recuerdo no quede piedra sobre piedra
ni la extraña bendición de la tranquilidad.
Que todos nuestros pasos conduzcan a la errancia,
a la fábrica de corazones nómadas
que irá fraguando el tiempo.
Sólo el que se pierde conoce el valor del camino.
Sólo quien se fue de su casa
luchará con dolor por merecerla.

61
b
El año de la necesidad

CONSTANCIA DE LA BRUMA

Salgo al balcón.
Esta noche es tan densa la bruma
que casi puedo tocarla con las manos.

Son los primeros días de noviembre.


A lo lejos,
una luz,
y otra,
y otra más,
reaparecen al transcurrir el viento
por entre una calle
que no da a ninguna parte.

Uno sabe que es cualquier cosa


cuando escucha el velo mínimo del aire:
el ladrido de un perro desde el inframundo,
el avión que cose el cielo a su exterior,
la taza que se quebró en el suelo
de una casa vecina,
el golpe de una puerta que se cierra
como una flor mortal hecha de nubes.

Aunque así lo quisiera,


no podría abrir los labios
y quebrar la quietud
que se desprende de esta noche,
y tocar a ese otro, el que no soy
y que también abre sus manos
desde su propia orilla
para tomar la bruma,
bajo la lenta luz
de lo no dicho.

62
b
Juan Carlos Olivas

SEPIA (DÍA DE MUERTOS N°1)

Hoy los más pequeños preguntan


por sus tíos muertos.

Fotografías en sepia
que se han adherido a los portarretratos
mientras la mano rugosa de la madre
hace un ritual
donde el vidrio se fusiona
con la hiedra y el tacto.

Cada año pone una veladora


y reza el rosario de los días ausentes.
Deja una ofrenda de galletas,
frutas y ron para que en esa repisa
las almas reconozcan de nuevo
el breve vaso del placer.

Los más pequeños no entienden estas cosas


pero siguen a la abuela
en el oleaje hipnótico de los diostesalve
y un amén lejano
que se quiebra en los altares.

En la casa el llanto es interrumpido


por un juego de niños.
El dolor es como un gato
que duerme en la ventana
y baja de ahí
sólo para alimentarse de los sueños.

Desde los portarretratos


los tíos ausentes

63
b
El año de la necesidad

vigilan las cornisas de la madrugada


y sus madres vuelven a acunarlos
–ahora y en la hora de su muerte–
en el útero común de los recuerdos.

64
b
Juan Carlos Olivas

MIENTRAS MIRÁBAMOS UNA FOTOGRAFÍA


DE VALLEJO

Partimos de la premisa
de que el poeta es un ser de las sombras.
No como un ángel gótico,
con una flor maldita en los bolsillos,
sino simple y llanamente, de las sombras.

Nadie le dijo que eligiera el fracaso,


ni que se contuviera de reír
en las más raras circunstancias,
pero el poeta acaso fue llamado
a servir de testigo a la infelicidad,
le fueron encomendadas
ciertas dosis de sufrimiento
y unos gastaron su dolor de tal forma
que llegaron, como Pessoa,
a fingir el dolor, para sentirlo.

De nada les sirve la verdad,


ni morder con sus dientes postizos
la cabeza de un fénix.
A los poetas no les va bien
posar para las fotografías;
usualmente salen pálidos o despeinados,
demasiado flacos o demasiado obesos,
y sus ojos de hambre
siempre están mirando hacia otro lado.

Un día me encontré una foto de Vallejo,


estaba haciendo la limpieza anual de vacaciones
y cayó desde una de las estanterías de la biblioteca.

65
b
El año de la necesidad

Tú miraste al suelo y la cogiste,


y tomándola de una de las esquinas me dijiste:
entonces es así como terminan los poetas.
No dije nada, la desempolvé
y la volví a guardar entre la página 23 y 24 de Trilce.

Quizás tenías razón.


Es posible que algún día
termine viejo, apoyando mi cabeza en el bastón,
con un par de valijas cuyo adentro ignoro,
esperando el tren
que no ha de llegar a la estación jamás,
sino tal vez a unas pocas palabras
o tachones que se extienden
de un lado al otro de lo que fue mi vida.
Y es que a veces quiero reír, pero me sale mal,
y es que a veces te oigo llegar
desde la habitación
y se convierte en espuma
tu rostro si lo toco.
Me canso de tener un trabajo normal
y que me crean respetable.

Pero volviendo a lo que estábamos;


ah, sí, los poetas son seres de sombras,
y a pesar de sí mismos, un día
tienen la necesidad de iluminarlo todo.
Entonces buscan la tinta,
repletan sus bolsillos con los poemas
que no les dio tiempo de escribir,
se fuman un cigarrillo, lo apagan con la lengua
y así, ante la atenta mirada
de aquellos lectores que aún no tienen
salen hacia la noche sin fin,
convertidos en una gran
antorcha humana.

66
b
Juan Carlos Olivas

UNA TEMPORADA CON BORGES

Eran los primeros días de verano,


vísperas de exámenes finales en la universidad.
Dormía mi siesta
y soñé que Borges salía de sus Obras Completas
y me pedía que lo llevara al prostíbulo del barrio.

Al principio dudé, pero ¡qué diablos!,


nos fuimos volando en motocicleta.
Al llegar, en una de las puertas rezaba una inscripción:
Lasciate ogne speranza voi ch’intrate.

Los ojos de Borges saltaban y se movían


como los de un camaleón,
mientras leía a Goethe en alemán
al oído de alguna de estas damiselas.

Bebíamos como cosacos y la cosa se ponía buena,


nuestro querido Georgi desapareció
con una dama por uno de sus laberintos
y luego retornó por el espejo del baño del bar.

Reía y gozaba como nunca,


pero después se fue tornando taciturno,
como apagándose por dentro,
y me dijo que Kafka lo perseguía en sueños,
que Heráclito estaba equivocado,
que Whitman le dolía como el Cristo
que guardaba su cruz en un estuche
y le enseñaba a bailar tango
para salvar su alma.

Entonces se acomodó el saco,


agitó su bastón

67
b
El año de la necesidad

y el pobre Borges
volvió a ser el viejo, ciego,
coitófobo de siempre.
Tuvimos que irnos del bar.

Yo lo llevé en motocicleta a su casa,


donde lo ayudé a arroparse de nuevo
en aquellas Obras Completas
publicadas pulcramente en Seix-Barral.

Me disponía a retirarme
para seguir la fiesta
pero antes de cerrar el libro me dijo:
¡Despertate, Ché,
que mañana tenés el examen
de literatura comparada!

Y desperté, muy tarde ya.

Eran los primeros días de verano,


Borges se escondía en un maldito Aleph
y yo habría de repetir el curso
el verano siguiente.

68
b
Juan Carlos Olivas

TARÁNTULA

El miedo hace existir a la tarántula.


Eduardo Lizalde

Pobre de aquel que en soledad


le sube a la garganta una tarántula.
Querrá volver al sueño
y correr muy lejos de su casa.
Querrá morderse los labios
para arrancarse el beso,
que ahora es como pasto
o leñosa humedad
para unas largas patas que caminan
por los lentos venenos de los días.

Será menos que una sombra


en la pared inmóvil,
no podrá retractarse de mirar
en breves espejos de agua
los muchos ojos que lo ahogan
en un frágil reflejo.

Nunca podrá tocar de nuevo


las escamas de otra piel desnuda.
No podrá penetrar tan si quiera
la cálida entraña de la ira.

Verá la tela que le envuelve la vida,


escuchará la mandíbula crujir
para el festín de la alimaña;
pronto va a imaginar a la tarántula
cruzando por el fuego sin quemarse
y sentirá envidia,
tendrá que apurar ese trago sin arrugar el rostro.

69
b
El año de la necesidad

Solamente podrá mover sus brazos


en un último gesto de horror o valentía
para aplastar contra su propio cuerpo
aquella mano única, espinosa,
como venida del salitre de los tiempos,
como tomada de algún oscuro hueco
donde acecha el recuerdo
y la tarántula.

70
b
Juan Carlos Olivas

GARZAS

Las garzas huyen en dirección al sol al caer la tarde.


Pretenden retenerlo para siempre.
Vuelan en multitudes simultáneas
pues las sombras pronto
cubrirán estas praderas.
Persisten.
No preguntan.
Sólo vuelan y son breves.
Y aunque en su quieto tránsito
todo parece inútil
no me burlo de su ingenuidad.
Si yo fuera una garza
también volaría hacia la luz.

71
b
El año de la necesidad

ORQUÍDEA

Me acerco a la orquídea
para aspirar su aroma.
La observo largamente.
¿Tendrá esta flor
la esperanza de vivir
para siempre?
Ayer alguien la cortó
y me la ha obsequiado.
Ella sabe que morirá,
y aun así se queda observándome
y piensa en sus adentros:
a este hombre lo cortaron de raíz,
no durará para siempre.
¿Lo sabrá acaso?

72
b
Juan Carlos Olivas

CREER EN LO INVISIBLE

Protégeme, Señor, de las religiones.


Lasse Söederberg

Los ateos son creaturas divinas.


Los hay de muchas formas y colores.
Están los que, por alguna razón,
por lo general odio infundado,
no pueden concebir que un dios les diga
que no pueden amar
más que a una sola muchacha.
Al menos eso le pasó a Gonzalo Rojas,
y le tiró duro a aquel dios
que le imponía monogamia en las orejas
como una rosa triste.

También están los cuánticos.


Los que necesitan la medida exacta del cielo
para creer en él, y se desahucian
cuando un fuego celeste les quema alguna noche
el azorado papel de su ecuación perfecta.

A su vez, están los que creyeron


pero no les dio tiempo de sufrir lo suficiente,
de maltratar al prójimo, de cultivar un vicio,
de negar a una madre y conocer el bajo fondo
de los años perdidos, y murieron así, desangelados,
sin la lenta vocación de lo terrible.

Otros son como el aire que gira


en el reloj de arena: ni ásperos ni leves,
pero hablan siempre de esa mano que da vuelta
cuando el último grano de arena cae

73
b
El año de la necesidad

y se preguntan por él, lo miran frágilmente


y le hacen caso al tiempo
que les dice que no es nadie.

Habrá quienes erigen estatuas


al Dios desconocido para escupir su rostro
y llenar de barro el templo
que han llevado en su pecho eternamente.

Quieren borrarlo, sucumbirlo, reinventarlo,


pero sus fuerzas no son suficientes
para crear esa presencia abstracta
donde Su nombre es una puerta entrecerrada
hecha de muchos nombres.

Me provoca una suerte de compasión y gracia


que los ateos se la pasen hablando de Dios;
yo en el fondo he empezado a creer
que no están solos, que no lo estamos,
y que la fe consiste en tener por corazón
un gran bloque de hielo
que permanece intacto,
bajo el más duro sol.

74
b
Juan Carlos Olivas

EL CUADERNO AZUL

Debajo de esta página está el mar.


Lo he dejado intacto
ahí donde la sal se rige por tu nombre.

Lo he dejado dormido
para que toquen tus dedos
la superficie del agua,
y se hagan olas
como epitafios silentes que despiertan
cuando no hay eternidad.

Cada palabra es un camino al mar;


y no lo puedes ver
aunque el mundo se deshaga en espejismos,
en breves barcos tejidos por la niebla,
en marineros que se despiden
desde una costa inexistente.

Solo de noche, escuchas,


el parpadeo del mar
como si te mirara un ángel
con el vaso del tiempo en una mano
y en la otra un puño siniestro de ceniza.

Después del mar no existe nada,


sólo la punta de tu pie
que busca el fondo sin lograrlo,
sólo otro cuerpo al lado tuyo
que te mira y se hunde,
pero no sabe que es la vida
quien lo hala hacia abajo,
quien le pone en la boca su última palabra

75
b
El año de la necesidad

y que lejos de sí, en otra superficie,


es aire inútil.

No vayas a culpar al mar,


el recuerdo es aquello que te ahoga,
la espuma que brilló en tu historia
para luego deshacerte.

Ahora el camino te ha llevado lejos


y si miras atrás,
la arena habrá absorbido la tinta;
y crees por un instante
que eres parte de aquella inmensidad.

Te dejas llevar en sus corrientes.


Flotas o te hundes, da lo mismo.
No eres nada. No respiras.
Y, sin embargo, escribes en un cuaderno azul:
Debajo de esta página está el mar.

76
b
Juan Carlos Olivas

NOTAS AL PIE DE PÁGINA

Me siento a la mesa de trabajo.


Releo ciertos libros, me preparó un té
y trato de bosquejar algunas líneas
para finalizar mi más reciente poemario.

Los temas siguen siendo los mismos


de hace más de veinte siglos:
el amor, la muerte y el paso del tiempo;
lo mucho que cuesta hacer poesía
o el compromiso de ésta en el mundo exterior.

Mi editor dice que va bien,


que con suerte hasta podría ganar
un premio literario.
A como está la situación eso sería genial.
La casa necesita una mano de pintura
o quizás con eso podría comprarme
una motocicleta.

Sorbo un trago de té,


y guiándome por las líneas
de un poeta poco conocido en un país también desconocido
empiezo los primeros versos de lo que será
el último poema de mi libro.

La fuente de la pluma se desliza con fuerza.


Se me cae de la mano una metáfora.
Trato de mantener el ritmo
como un esquiador que desciende
en la levedad de la nieve.

Todo fluye hasta acabar el texto


y quedo roto en una esquina del estudio

77
b
El año de la necesidad

como la sangre que brilla


en el traje de purísima y oro del torero.

Estoy a punto de llamar a mi editor


y escucho gritos, golpes, madrazos,
el ruido de una turba.
Justo frente a mi casa
el barrio está linchando
a cuatro tipos que asaltaron
a un taxista informal.

No pasa de los dieciocho años el mayor de ellos.


A uno lo dejaron totalmente desnudo,
su espalda es igual a la de un Cristo.
Otro tiene los ojos hinchados
y con su boca llena de sangre pide que lo perdonen.

La turba no da tregua.
Los otros dos se han guarecido en una casa
donde la policía trata de que salgan
pero el miedo a la gente común les sobrepasa.

Todos miran ahí afuera


y heme aquí, en medio de la calle,
con mi manuscrito y mi taza de té.

La poesía también sabe tomar la justicia por sus propias manos.

La gente se dispersa, cada quien, a su casa,


y vuelvo a mi mesa de trabajo.
Dejo el teléfono en su lugar
y pienso nuevamente en el poema,
en el amorlamuerteyelpasodeltiempo
y en lo mucho que diariamente mentimos los poetas,
esos buitres del papel.

78
b
Juan Carlos Olivas

Decido entonces comenzar una vez más,


y esta vez el mundo es real,
como el frío en mi taza de té,
como el miedo que se cuela
en las rendijas de mi casa,
como este temblor en las manos
al tratar de escribir sobre la vida.

79
b
El año de la necesidad

LA CASA EDIFICADA

No tenemos la casa todavía,


tenemos piedras.
Eduardo Langagne

Tengo treinta años y aún no tengo casa propia.


Quizás sólo este puñado de piedras que se agolpan,
como dedos sobre el vidrio que separa
mi corazón de mi silencio.

He vivido en los suburbios de la fiebre,


saltando de un lado al otro
de algún reloj humeante entre las lluvias
y no he podido encontrar una mañana
el camino hacia el umbral,
la impávida puerta
que pueda en su paciencia recibirme.

Conté los escalones de la errancia


y aunque no venía solo
el viaje se fue colmando de rosas
que abrían hacia adentro;
de puñetazos sobre la negra arteria de la noche,
de galerías de paredes de piel
y retratos que convalecían en el polvo.

Si por mí fuera me quedaría a la intemperie


pero ya tuve un hijo al que legar ni nada,
me nació una esposa en la humedad
que me demandan estrellas y una vida decente,
que me fatigan hacia la autoexploración
y a cantar con marimbas, risas insanas,
aquello que me finja doler o que me duela.

80
b
Juan Carlos Olivas

Porque merodeé bastante la locura,


porque le creí a la luz su gloria obscena,
porque tuve que dormir en el baño de un bar,
porque las cuentas no me salen
y vuelvo a contar con algo de esperanza
ayúdame, Señor,
a encontrar un sitio en qué vivirme,
a estrechar mis ligaduras con la tierra,
a sumergirme en el barro de unos ojos tranquilos.

Un puñado de piedras
no es suficiente para edificar la casa.
Tendría que traer mi voz contraria al mar,
comerciar la madera por el fuego,
escupir el cemento de los años gastados,
medir la claridad del día
como una ausencia prodigiosa,
poner estacas en las esquinas de todo lo vivido
y con estas manos empezar,
obrero de mí mismo,
a darle forma a esa casa incorpórea
en la que habitan desde ya
todos mis muertos.

81
b
El año de la necesidad

REFUGIO TEMPORAL

Perdido en la tundra,
en los pantanos, en una isla,
en una montaña cubierta de nieve,
a la sombra de una incierta vastedad,
algo que desconozco se ríe de mi sed,
del miedo a mis depredadores,
de mis ganas de tirarme al río
y tener un pez resbaladizo entre las manos.

Cómo deseara encontrar algún fruto,


en algún árbol,
algún animal muerto
que pudiera comerse todavía.

A cada instante me toca ignorar aquella voz,


y tomar la leña seca, la yesca,
frotar una piedra contra otra
hasta que salgan chispas,
morder el fuego
y descansar
en este refugio temporal
que construí para mi suerte.

Y así vuelvo cada mañana


para que salga el día y hacer lo mismo:
seguir viviendo
bajo un cielo plagado
de belleza y ceniza,
y decirle aquella voz que sigo aquí,
en algún lugar de la vasta intemperie,
y aunque mi cuerpo es frágil,
y vivo a tientas,
y tengo hambre,
su garra no podrá atraparme
todavía.

82
b
Juan Carlos Olivas

PESCA

Cuando algo nos hiere,


volvemos a las orillas de ciertos ríos.
Czeslaw Milosz

Digamos que uno inicia su viaje a lo desconocido.


Alza los ojos para vaticinar el clima.
Baja por escarpadas rocas hasta llegar al río.
La lentitud camufla la densidad de la corriente.
En el fondo, sabemos, todo río es turbio.

Prepara el señuelo en la caña de pescar


y tira a lo lejos el plomo que desnuda el peso del aire.
El tiempo es eso que transcurre
entre la volátil quietud y la cuerda que se tensa.
Y así van las estocadas,
recogemos cada tanto
y tiramos hacia atrás.

En el fondo una bestia se contiene.


Zigzaguea en la oscuridad del agua
hasta que uno de los dos llega a cansarse
y se entrega a la voluntad del otro que lo espera.

Pero siempre está el riesgo.


El anzuelo que regresa a tus manos
puede venir vacío, y aun así pesarte,
como un cuerpo que salta
y se ahoga al sol,
entre las rocas,
imaginando tus ojos en el agua.

83
b
El año de la necesidad

SOBRE LA MULTITUD

Escribo para los mismos


cuatro gatos de siempre.

Los gatos que se apiñan,


me aruñan, me iluminan.

Los que salen con su hambre


a maullar en las arterias del tejado.
Los que no necesitan
la presencia de la luna.

Puntuales como son,


no pasa un día en que sus ojos
me dicten las esquirlas de la muerte.

Uno a uno toman su lugar


en medio de la sala,
en ese tenue espacio
en el que no soy sino un fantasma;
un acorde repetido,
una catedral vacía golpeada por el estruendo
de una gota de sangre que persiste en caer.

Por su altivez
nadie los soporta ni los guía.
De nada les sirve reencarnar siete veces
bajo la misma levedad de su forma.

No entrarán suavemente
hacia la buena noche,
ni le harán caso al ángel
que predice la destrucción de la ciudad.

84
b
Juan Carlos Olivas

Nada es nunca suficiente;


siempre hay algo qué decir
y ellos me escuchan.
Me miran sin cesar.

Saben que antes de apagar la luz


les dejaré mi corazón en su plato de comida.

85
b
El año de la necesidad

TRATADO DE LO QUE ES EFÍMERO


Y SE NOMBRA

Como una liebre vivaz que salta entre las llamas,


el poema escapa de la mano
y nombra las cosas antes de destruirlas.
Tu nombre, por ejemplo, o el mío,
dejan de ser esos nombres reales
en el que se refleja lo que somos,
y pasan a ser lo que dicte el poema:
Tigre, estela, pluma, calle, malecón.
Tantas formas dispuestas para un oscuro vuelo.
Tanta ocasión de soñarnos distintos.
Tantas maneras de ver
y no tocar el fuego que al crujir
nos recuerda con su eco
algo del primer nombre que traíamos,
danzando como un rayo
en la punta de la lengua.

86
b
Juan Carlos Olivas

DALILA

Te amo porque sos bastarda como yo


y tu linaje es el hielo y la noche que se acaba.
Porque llegás oliendo a pesadumbre
y te echás en el sillón al lado mío
y no te incomodan mis gritos y blasfemias.

Te amo porque desdeñás a quien te odia


y desde tu altivez
pasa tu rostro volviéndose a la náusea
y llevás en tus garras
la sombra de los días,
y tus ojos consumen parte de mí,
este animal que he sido cuando viejo.

Te amo porque sé
que me abandonarás en algún momento,
no te veré morir
y tu ausencia sólo será
un espacio vacío en el estudio,
una bola invisible
que tiraré a la pared tantas veces,
un murmullo sereno
maullando largamente
en los lomos gastados de mis libros.

87
b
El año de la necesidad

REMIENDOS

Cómo hace falta una madre en la alta hora,


en que la noche regresa al corazón
con sus remiendos, con su saco empolvado
de adecuarse a los presagios del día,
el calcetín hambriento que se devora a sí mismo
en agujeros, el pañuelo cansado
de enjugar fluidos que no pertenecen a su dueño.

Por Dios, cómo hace falta una madre


ahora que vuelven las horas con su tumbo de sueño,
y los papeles de la oficina se erigen
como buitres blancos a mitad de la quincena,
y la pobreza nos hace vivir
en la capital del vacío.

Aquí no se trata de volver


al pecho invisible que el destino nos niega,
ni de beberse la piel en su hilacha desprendida;
no se trata de temerle a la vejez
y seguir siendo un nómada
al que le pesa una piedra en el bolsillo,
ni mucho menos encenderse los ojos
para negar el frío que se traduce
en esa luna esquelética, raquítica,
que llevan en la lengua los huérfanos.

Se trata quizás de algo más simple,


de ingresar nuevamente por la puerta trasera de la casa,
y ser ese niño con las rodillas rotas
que solloza en la sala en tanto mira
cómo su madre toma el hilo y la aguja
y le remienda el uniforme de la escuela.

88
b
Juan Carlos Olivas

Entonces pensará:
Cómo hace falta una madre
que dicte un conjuro para vencer el tiempo
y desterrar sin dudarlo
el lenguaje sin prisa de las lágrimas.

89
b
El año de la necesidad

CONVERSACIÓN ENTRE CATRINAS


(DÍA DE MUERTOS N°2)

Tomo entre mis manos


una pequeña calavera de cerámica,
pintada con flores y hojas
que brillan frente a las veladoras.

Sobre un improvisado altar


están mis muertos.
No soy digno de hablar de ellos por ahora.
Quizás luego cuente algo de lo que fueron sus vidas.

En esta línea debe haber un silencio


que abarque la totalidad de la página;
aun así, escribo
y los rostros aparecen
para beber esta noche, bailar,
comer, fumarse unos cigarrillos
hasta que el amanecer los obligue
a cruzar de nuevo el puente.

Así pasará un año para que vuelvan a hacerlo.


Esperarán su turno, contemplándonos inmóviles
desde una fotografía que va perdiendo consistencia.
La muerte debe ser un lugar solitario
pero, aun así, de vez en cuando, nos da una tregua a todos.

Mientras tanto, me pregunto


porqué querrán visitarme
aquellos bisabuelos que nunca conocí.
¿Querrán decirme algo? ¿Enmendar algo?
Su silencio es ilógico e inútil
como una línea vacía en un poema,

90
b
Juan Carlos Olivas

como los ojos huecos


de esta calavera de cerámica
que por momentos veo parpadear.

Pero, a decir verdad, poco me importa.


Supongo que se la pasan de lo lindo, y yo también;
hasta les hablo para no sentirme solo.

Todo se ha convertido
en una especie de juego,
donde un pariente en un futuro lejano
pone mi fotografía en el altar de la familia,
y aunque no me conoce,
me deja comida, cigarrillos y algún trago,
para que baile hasta el amanecer
y vuelva a cruzar un puente
y sienta por un momento el goce
de cuando estuve vivo,
y ya sólo aspirar el aroma de una flor
era una fiesta.

91
b
El año de la necesidad

CULTO PERSONAL

La vida entonces se reduce a esto:


Me tomas la mano temblorosa
mientras entramos al oráculo
donde fluyen dos manantiales;
uno consagrado a Mnemosyne
y el otro al gran Leteo.
Sabes que lo que vas a decir
no lo recordaré mañana,
y sé también que ahora mis palabras
son como una especie de plegaria
que no sabemos si los dioses cumplirán.
Pero adentro sigue temblándonos la sangre
y aún continúa saciándonos a oscuras
la vasija rota de la fe.
Por eso insistimos en llevar al oído
la vibración del agua,
por eso dejamos que la edad
nos arrugara el rostro,
por eso permitimos que la sed
nos embriagara plenamente en su deshora.
Mañana, si es que llega, lo olvidaremos todo,
y aunque no nos vayamos a morir,
sentiremos como un frío metal
la cruel vergüenza de vivir sin el otro.
Tú pasarás de largo
hablando no sé qué, en un idioma extranjero;
yo cruzaré una calle
y llevaré a mi rostro una mano temblorosa,
hasta que el último Dios,
–cansado de sabernos–
acabe de reírse.

92
b
Juan Carlos Olivas

EN DEFENSA DEL ZAPATO

Barman,
zapatos para todo el mundo
¡Yo pago!
César Young Núñez

Cuando se gasten mis zapatos,


cuando mis dedos se asomen por sus orificios
y las plantas de mis pies se sientan
más cerca de la tierra debido a lo débil de las suelas,
no los regalaré ni los echaré a la basura.

Seguiré usándolos como el primer día


hasta que se tornen grises o yo me torne gris,
y lo único reluciente, casi nuevo, sea el camino.

Juro que no enviudarán jamás estos zapatos;


que no envidiaré el brillo de los mocasines
en las tiendas de los centros comerciales.

Perfectos serán para mi paso


como dos perros fieles disecados,
curtidos por el sol y por la lluvia,
compañeros del barro y de los azulejos
donde un pequeño Dios tatuó sus huellas.

¿Acaso Dios no usó también zapatos?


No me lo imagino haciendo sus milagros,
caminando entre los corales de la playa,
en uno de sus templos,
u orinando junto a mí en el baño del bar
con los pies descalzos.
Ciertamente tuvo que haber tenido zapatos
y estaban más gastados y sucios que los míos.

93
b
El año de la necesidad

Dicen que para humillarnos


la muerte nos obliga
a entrar descalzos en su reino.
Sin embargo, los hombres más recios que he conocido
murieron con las botas puestas:
Thoreau, Mandela, mi abuelo Mario
que no sabía escribir, pero hablaba en poesía,
pidió que lo enterraran con zapatos.

A veces tengo la seguridad


de que si salgo a la calle en medio de la noche
me lo encontraré caminando y me dirá:
El día que te sientas cansado
y decidas hacer una casa
hazla en forma de zapato.

94
b
Juan Carlos Olivas

LA PECERA

Contemplo la pecera vacía, sin agua,


con unas cuantas piedras secas de colores
y un naufragio que me remite al mar.

La he escondido en el patio para que mi hijo no la vea.


Jack, su pez beta, ha muerto la semana pasada.
Él mismo lo encontró flotando, y sin llorar
tomó al pez putrefacto y lo lanzó al inodoro.
Al jalar la cadena se despidió de él diciéndole:
Adios Jack, ve al cielo de los peces.

Luego me dio la pecera y siguió jugando


como si no hubiese pasado nada.
Su frialdad y ecuanimidad me resultan sorprendentes.
La manera en que afrontó esa pequeña muerte
ha sido una enseñanza para mí,
que cada pérdida me pesa igual
sin importar su tamaño;
que a cada tanto me duelen los muertos propios,
los ajenos, los anónimos,
los que nadie despedirá antes de ser sumergidos
en un océano calmo o en el enjambre verde de la tierra.

La pecera permanecerá vacía en algún rincón del patio,


sus piedras secas, casi vivas.
Su naufragio me recordará algo
que no recuerdo ahora,
y los peces seguirán poblando el cielo
como nubes barrocas e intocables.

95
b
El año de la necesidad

EL DESVÁN CELESTE

Supongamos que muero y que te mueres.


Y nos vamos por azar a algún desván celeste.
E intentamos hablar y no sabemos cómo.
E inventamos sílabas, fonemas, palabras
para poder nombrar lo que nombramos.
Y no es igual si decimos océano, herida, jacaranda.
Y, aun así, te entiendo y tú me entiendes.
Y en un instante volvemos a vivir.
Y el Lenguaje ya no nos pertenece.
Y las palabras vuelan a nuestro alrededor,
indecibles como ángeles o insectos.
Y al vernos, ninguno de los dos recuerda
el nombre del otro.
Y el tiempo edifica un monumento a las palabras caídas.
Y pasamos sin hablar al toparnos por un nuevo azar
en cualquier resquicio de la vida continua.
Y al intentar decir lo que hemos visto
nos perdemos de nuevo en aquél desván celeste,
donde de pronto ya no hay muerte, ni heridas,
ni jacarandas, ni supongos, ni Lenguaje.

96
b
ADENDA
‘Lo sagrado’, traducciones
পবিত্র
পবিত্র
 
যাকেতু মিবকেমিকেপমবত্র
যাকেতু মিবকেমিকেপমবত্র
সেএখনিাটিকতশুকে।
সেএখনিাটিকতশুকে।


সযনেুমবশােপবতিাোরওপরসোকনাহাত

সযনেু ম বশােপব তিাোরওপরসোকনাহাত

পৃমিবীরেঙ্কীর্পকিসিষপােেকের

পৃমিবীরেঙ্কীর্
অপরূপ নির্পকিসিষপােেকের
ব লতাযারাসরাপর্েকরর্র্
ম ঘাত

জকেরঅতকে।
অপরূপ নির্লতাযারাসরাপর্েকরর্র্
ম ঘাত


জকেরঅতকে।
এখনইনািকববৃটি
 আরিাঠঘািহকেউঠকবেবুজ
এখনইনািকববৃ
সেকেযাকবসিপেবকন~টি
আত্মসর্প ণেরকববজ্রধ্বনির

আরিাঠঘািহকেউঠকবেবুজ শব্দব্রহ্ম

আরনিন্ননবচ্ছিন্নসেবতাকেরোকি।
সেকেযাকবসিপেবকন~

আত্মসর্প ণেরকববজ্রধ্বনির

তারপকরআেকবস শব্দব্রহ্ম
াকখঠুমেপরািানু কষরা
আরনিন্ননবচ্ছিন্নসেবতাকেরোকি।
আরওরাসবকিসনকব§§সোনিাোকজরআরসোনিাঅবযবহায ।ব
 তারপরইআেবসতািারেৃটিপকি
ঘােেংগ্রকহ~
তারপকরআেকবস
েিেমনজমনেকিবকেযাকব াকখঠুমেপরািানুকষরা
আরওরাসবকিসনকব§§সোনিাোকজরআরসোনিাঅবযবহায
সোকনাশকেরিকতা~ ।ব
তারপরইআেবসতািারেৃটিপকি
সোকনাআকোরমবন্দু র িকতা~
অন্তহীনঘূনণরম াসের
ঘােেংগ্রকহ~
তর্সাচ্ছন্নপাাঁকে।
েিেমনজমনেকিবকেযাকব

সোকনাশকেরিকতা~

Traducción al bengalí: Mainak Adak
সোকনাআকোরমবন্দু
 রিকতা~
অন্তহীনঘূনণরম াসের
তর্সাচ্ছন্নপাাঁকে।



99
b
El año de la necesidad

SACRUL

Ceea ce ai numit sfânt


acum zace-n pământ.

Ca o mână peste culmi,


lumea închide strania claritate
a păstorilor care seamănă cicatrice
la rădăcina apei.

În curând va începe să plouă


și vor crește câmpurile
acoperite de mătrăgună,
dăruită de vorbăria sa de tunete
și zei disecați.

Apoi vor veni secerătorii


și vor separa ceea ce folosește de ce nu e util.
Mă voi apropia atunci de ochii tăi
pentru a atinge iarba,
și deja timpul va arde
ca orice cuvânt,
ca orice punct de lumină,
peste lutul întunecat
al infinitului vertij.

Traducción al rumano: Carmen Bulzan

100
b
Juan Carlos Olivas

HEILIG

Was du heilig hießest


liegt nun unter der Erde.

Wie eine Hand über den Gebirgsketten


umarmt die Welt die sonderbare Helligkeit
der Hirten, die Narben säen
in die Wurzel des Wassers.

Bald wird es zu regnen beginnen


und die Felder werden wachsen
bedeckt mit Alraunen,
hingegeben ihrer donnernden Redseligkeit
und ausgedorrten Göttern.

Danach werden die Blender kommen


die das Nützliche vom Unnützen trennen.
Dann werde ich mich deinen Augen nähern,
um das Gras zu streifen,
und schon wird die Zeit brennen
wie irgendein Wort
wie irgendein Licht,
über der dunklen Erde
des unendlichen Schwindels.

Traducción al alemán: Nely Iglesias y Beate Igler

101
b
‫‪El año de la necesidad‬‬

‫خوان كارلوس أوليباس‬


‫خوان كارلوس أوليباس‬
‫المقدس‬
‫المقدس‬

‫مقدسا‬
‫مقدسا‬ ‫أسميته‬
‫أسميته‬ ‫ما ما‬
‫التراب‪.‬‬
‫التراب‪.‬‬ ‫تحتتحت‬
‫يرقد يرقد‬
‫اليوم اليوم‬

‫السالسل‪،‬‬ ‫فوقفوق‬
‫السالسل‪،‬‬ ‫مثل يدمثل يد‬
‫العالم يضيق على الوضوح الغريب‬
‫العالم يضيق على الوضوح الغريب‬
‫للرعاة الذين يبذرون الندوب‬
‫للرعاة الذين يبذرون الندوب‬
‫في جذر المياه‪.‬‬
‫في جذر المياه‪.‬‬
‫قريبا سيهطل المطر‬
‫وستنتعشالمطر‬
‫الحقول‬ ‫قريبا سيهطل‬
‫الحقولاليبروح‬ ‫وستنتعش‬
‫وتمتلئ بنبتة‬
‫الرعود‬ ‫للغط‬ ‫وستستسلم‬
‫وتمتلئ بنبتة اليبروح‬
‫واآللهة المحنطة‪.‬‬
‫وستستسلم للغط الرعود‬
‫واآللهة المحنطة‪.‬‬
‫بعدها سيصل المتنورون‬
‫وسيزيحون ما ينفع وما ال ينفع‪.‬‬
‫المتنورونعينيك‬
‫فلن أقترب من‬‫سيصل‬‫بعدهاأما انا‬
‫وما ال ينفع‪.‬‬ ‫ينفع‬
‫العشبة‬ ‫وسيزيحون ما‬
‫ألمس‬ ‫حتى ال‬
‫الزمنمن عينيك‬‫وسيتوقدأقترب‬
‫أما انا فلن‬
‫مثلألمس العشبة‬
‫كلمة‬ ‫أية‬ ‫حتى ال‬
‫نقطة ضوء‬ ‫اية‬ ‫مثل‬
‫وسيتوقد الزمن‬
‫فوق الصلصال الغامق‬
‫مثل أية كلمة‬
‫للدوار األبدي‪.‬‬
‫مثل اية نقطة ضوء‬
‫فوق الصلصال الغامق‬
‫‪Traducción al árabe: Abdul Hadi Sadoun‬‬ ‫للدوار األبدي‪.‬‬

‫‪102‬‬
‫‪b‬‬
Juan Carlos Olivas

IL SACRO

Quello che hai chiamato sacro


ora giace sulla terra.

Come una mano sulle cordigliere


il mondo restringe la strana chiarezza
dei pastori che seminano cicatrici
alla radice dell’acqua.

Presto inizierà a piovere


e cresceranno i campi
coperti di mandragole,
arresi dalla sua verbosità di tuono
e dèi sezionati.

Allora verranno i falciatori


e separeranno l’ utile dall’ inutile.
Allora mi avvicinerò ai tuoi occhi
per toccare l’erba,
e già il tempo brucerà
come ogni parola,
come ogni punto di luce,
sull’ oscuro fango
della vertigine infinita.

Traducción al italiano: Stefania Di Leo

103
b
El año de la necesidad

ONO SVETO

Ono što si nazvao svetim


sada leži na zemlji.

Poput ruke na kordiljerima,


svijet sužava neobičnu jasnoću
pastira koji siju ožiljke
u vrtlogu vode.

Uskoro će početi padati kiša,


narast će polja
prekrivena mandragorama,
svojevoljno predana praznim riječima gromova
i seciranim bogovima.

Poslije će doći kosci


i odijeliti korisno od beskorisnog.
Tada ću se približiti tvojim očima
kako bih dotaknuo travu
a vrijeme će već gorjeti kao bilo koja riječ,
bilo koja svjetlosna točka
iznad mračnog blata
beskrajne vrtoglavice.

Traducción al croata: Željka Lovrenčić

104
b
Juan Carlos Olivas

WILLKASQA

Willkasqa sutiyasqayki
khunanqa allpapin p’ankun.
Orqopatapi kikin maki hina
teqsimuyu hoqneraq ch’ak kayta lluk’in
michiqkuaq k’ellankuna tarpuq
unuq saphi ñawinninpi.

Khuallanmi parayta qallarinqa


hinaspa papanpakuna q’omeryanqa
hanpina qorawan p’istusqa,
rimariq qhaqyakunawan llallisqa
hinaspa ch’arkisqa apukunawan.

Chaymantataq rutuqkuna hamunqaku


hinaspa t’aqanqaku nana kaqta kaqmanta.
Noqataqmi ñawiykiman suchumusaq
qorakuna llaminaypaq,
hinaspa chaymantaña yauraanpaq
kikin may rimay
kikin may k’anchariq,
raspkhi t’urupi
yuyay p’itaq mana kukuqpi.

Traducción al quechua: Noemí Vizcardo

105
b
El año de la necesidad

O SAGRADO

Aquilo que chamaste de sagrado


agora jaz no chão.

Como uma mão por sobre as cordilheiras,


o mundo estreita a estranha claridade
dos pastores que semeiam cicatrizes
na raiz da água.

Brevemente a chover começará


e os campos hão-de verdejar
cobertos de mandrágoras,
submissos pela sua verbosidade de trovões
e por dissecados deuses.

Depois virão os ceifeiros


e hão-de separar o útil do inútil.
Eu chegarei então junto a teus olhos
para mexer na erva
e o tempo arderá já
como qualquer palavra,
como qualquer indício de luz,
sobre o barro obscuro
da infinita vertigem.

Traducción al portugués: António Salvado

106
b
Juan Carlos Olivas

СВЕЩЕНО

Това, което нарече свещено,


сега лежи в земята.

Като ръка върху планински вериги


светът стеснява странното сияние
на пастирите,
които посяват белези
в корена на водата.

Скоро ще започне да вали


и ще бликнат поляните,
покрити с мандрагори,
победени от гръмотевичното им
пустословие
и мумифицирани богове.

После ще дойдат ослепителните


и ще отделят това, което служи за нещо –
от другото, което не служи.
И ще ме приближат тогава към очите ти,
за да докосвам тревата,
и времето ще изтлява, като някаква дума,
върху тъмната кал
на безкрайния световъртеж.

Traducción al búlgaro: Violeta Boncheva

107
b
BIOBIBLIOGRAFÍA

Juan Carlos Olivas (Turrialba, Costa Rica, 1986).


Estudió Enseñanza del Inglés en la Universidad de
Costa Rica (UCR). Se desempeña como docente. Ha
publicado los poemarios La Sed que nos Llama (Edito-
rial Universidad Estatal a Distancia; 2009) ; Bitácora
de los hechos consumados (Editorial Universidad Esta-
tal a Distancia; 2011) por el cual obtuvo el Premio
Nacional Aquileo J. Echeverría de poesía 2011 y el
Premio Academia Costarricense de la Lengua 2012;
Mientras arden las cumbres (Editorial Universidad Na-
cional; 2012), libro que le valió al autor el Premio de
Poesía UNA-Palabra 2011, El señor Pound (Editorial
Universidad Estatal a Distancia, 2015; Instituto Ni-
caragüense de Cultura, Nicaragua, 2015) acreedor del
Premio Internacional de Poesía Rubén Darío 2013,
Los seres desterrados (Uruk Editores; 2014), Autorre-
trato de un hombre invisible (Antología Personal) (Edi-
torial EquiZZero, El Salvador; 2015), El Manuscrito
(Editorial Costa Rica; 2016) Premio de Poesía Eunice
Odio 2016, En honor del delirio (El Ángel Editor; 2017)
Premio Internacional de Poesía Paralelo Cero 2017
en Ecuador, La Hija del Agua (Amargord Ediciones;
Madrid, 2018) y El año de la necesidad (Ediciones Di-
putación de Salamanca; Salamanca, 2018) Premio In-
ternacional de Poesía Pilar Fernández Labrador 2018.

109
b
ÍNDICE

Prólogo
La poesía de Juan Carlos Olivas o la trasmutación de lo real
Carmen Ruiz Barrionuevo … … … … … … … … … … … … 9

La bala … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … 25
Lo sagrado … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … 27
El año de la necesidad… … … … … … … … … … … … … … … 28
Canción del pobre… … … … … … … … … … … … … … … … … 30
Romería … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … 32
La candela … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … 34
Historia general de las sombrillas … … … … … … … … … … 35
Dialéctica del cubo Rubik … … … … … … … … … … … … … 37
Magnum 357 … … … … … … … … … … … … … … … … … … … 39
Sobre la tentación… … … … … … … … … … … … … … … … … 41
Edad del temblor … … … … … … … … … … … … … … … … … 43
Las dudas de Jonás … … … … … … … … … … … … … … … … 45
El animal … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … 46
Aun… … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … 47
Apuntes para una deidad… … … … … … … … … … … … … … 48
Llaves del delirio … … … … … … … … … … … … … … … … … 50
Elegía por las fichas de ajedrez … … … … … … … … … … … 52
Meditación del cuervo … … … … … … … … … … … … … … … 53
El tigre y la rosa … … … … … … … … … … … … … … … … … 55
Ciclistas de la luna … … … … … … … … … … … … … … … … 56
Midnight thinking… … … … … … … … … … … … … … … … … 58
Festival de la luz … … … … … … … … … … … … … … … … … 59
Placenta … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … 60
Una voz en las afueras… … … … … … … … … … … … … … … 61
Constancia de la bruma … … … … … … … … … … … … … … 62
Sepia (Día de Muertos n.º 1) … … … … … … … … … … … … 63
Mientras mirábamos una fotografía de Vallejo … … … … … 65

111
b
Una temporada con Borges … … … … … … … … … … … … … 67
Tarántula … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … 69
Garzas… … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … 71
Orquídeas … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … 72
Creer en lo invisible… … … … … … … … … … … … … … … … 73
El cuaderno azul … … … … … … … … … … … … … … … … … 75
Notas al pie de página… … … … … … … … … … … … … … … 77
La casa edificada … … … … … … … … … … … … … … … … … 80
Refugio temporal … … … … … … … … … … … … … … … … … 82
Pesca … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … 83
Sobre la multitud … … … … … … … … … … … … … … … … … 84
Tratado de lo que es efímero y se nombre … … … … … … 86
Dalila … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … 87
Remiendos… … … … … … … … … … … … … … … … … … … … 88
Conversación entre catrinas (Día de Muertos n.º 2) … … 90
Culto personal … … … … … … … … … … … … … … … … … … 92
En defensa del zapato … … … … … … … … … … … … … … … 93
La pecera … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … 95
El desván celeste … … … … … … … … … … … … … … … … … 96

Adenda
‘Lo sagrado’, traducciones… … … … … … … … … … … … … … … 97

Biobibliografía … … … … … … … … … … … … … … … … … … 109

112
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