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Émile Benveniste

La noción de «ritmo» en su
expresión lingüística1

Podría ser la tarea de una psicología de los movimientos y los gestos estudiar paralelamente
los términos que los denotan y los psiquismos que los comandan, el sentido inherente a los
términos y las representaciones a menudo muy diferentes que estos despiertan. La noción
de «ritmo» es de aquellas que interesan a una gran porción de actividades humanas. Tal vez
incluso serviría para caracterizar distintivamente los comportamientos humanos,
individuales y colectivos, en la medida que tomamos consciencia de las duraciones y las
sucesiones que los regulan, y también cuando, más allá del orden humano, proyectamos un
ritmo en las cosas y en los acontecimientos. Esta vasta unificación del hombre y de la
naturaleza bajo una consideración de «tiempos», de intervalos y de vueltas semejantes, ha
tenido por condición el empleo de la palabra misma, la generalización, en el vocabulario
del pensamiento occidental moderno, del término ritmo que, a través del latín, nos viene del
griego.

En el griego mismo, donde ῥπζκόο designa en efecto el ritmo, ¿de dónde se deriva la
noción y qué significa ella propiamente? La respuesta es dada idénticamente por todos los
diccionarios: ῥπζκόο es el abstracto de ῥεῖλ, «fluir», habiéndose extraído el sentido de esta
palabra, dice Boisacq, de los movimientos regulares de las olas. Es esto lo que se enseñaba
hace más de un siglo, en los principios de la gramática comparada, y es lo que se repite aún.
Y ¿qué, en efecto, es más simple y más satisfactorio? El hombre ha tomado de la naturaleza
los principios de las cosas, el movimiento de las olas ha hecho nacer en su espíritu la idea
de ritmo, y este descubrimiento primordial está inscrito en el término mismo.

No hay dificultad morfológica en relacionar ῥπζκόο y ῥέω, por una derivación que
habremos de considerar en detalle. Pero el lazo semántico que se establece entre «ritmo» y
«fluir» por intermedio de «movimiento regular de las olas» se revela como imposible a un
primer examen. Basta con observar que ῥέω y todos sus derivados nominales (ῥεῦκα, ῥνή,

1
Journal de Psychologie, 1951. [Incluido en el volumen Problèmes de Linguistique Générale, I, Paris:
Gallimard, 1966, pp. 327-335. La traducción castellana de este libro (Problemas de Lingüística General I,
Madrid: Siglo XXI, 1971) no incluye este texto, junto a varios otros más que permanecen inéditos en
castellano. La traducción aquí presente es de Felipe Kong Aránguiz]
ῥόνο, ῥπάο, ῥπηόο, etc.) indican exclusivamente la noción de «fluir», pero el mar no
«fluye». Jamás ῥεῖλ se dice del mar, y por otro lado jamás ῥπζκόο se usa para el
movimiento de las olas. Son términos muy distintos los que designan este movimiento:
ἄκπνηηο, ῥαρία, πιεκπξίο, ζαιεύεηλ. Inversamente, lo que fluye (ῥεῖ), es el río, la rivera;
ahora bien, una corriente de agua no tiene «ritmo». Si ῥπζκόο significa «flujo, derrame», no
se ve cómo habría tomado el valor propio de la palabra «ritmo». Hay contradicción entre el
sentido de ῥεῖλ y el de ῥπζκόο, y no salimos de la dificultad al imaginar —esto que es pura
invención— que ῥπζκόο ha podido describir el movimiento de las olas. Más aún: ῥπζκόο,
en sus usos más antiguos, no se dice del agua que fluye, y no significa tampoco «ritmo».
Toda esta interpretación reposa sobre datos inexactos.

Es preciso, para restaurar una historia que ha sido menos sencilla, y que es también más
instructiva, comenzar por fundar la significación auténtica de la palabra ῥπζκόο, y describir
el empleo en sus comienzos, que se remontan hace mucho tiempo. Está ausente de los
poemas homéricos. Se lo encuentra sobre todo en los autores jonios y en la poesía lírica y
trágica, después en la prosa ática, sobre todo en los filósofos2.

Es en el vocabulario de la antigua filosofía jónica que captamos el valor específico de


ῥπζκόο, y muy particularmente en los creadores del atomismo, Leucipo y Demócrito. Estos
filósofos han hecho de ῥπζκόο (ῥπζκόο) 3, un término técnico, una de las palabras claves de
su doctrina, y Aristóteles, gracias a que nos ha provisto de algunas citas de Demócrito, nos
ha transmitido la significación exacta. Según él, las relaciones fundamentales entre los
cuerpos se establecen por sus diferencias mutuas, y estas diferencias se reducen a tres,
ῥπζκόο, δηαζηγή, ηξνπή, que Aristóteles interpreta así: δηαθέξεηλ γάξ θαζη ηὸ ὄλ ῥπζκῷ θαὶ
δηαζηγῇ θαὶ ηξνπῇ ˙ ηνύηωλ δ‘ὁ κὲλ ῥπζκὸο ζρῆκά ἐζηηλ, ἡ δὲ δηαζηγὴ ηάμηο, ἡ δὲ ηξνπὴ
ζέζηο. «Las cosas difieren por el ῥπζκόο, por la δηαζηγή, por la ηξνπή; el ῥπζκόο es el
ζρῆκα ("forma"); la δηαζηγή ("contacto") es la ηάμηο ("orden"), y la ηξνπή ("giro") es la
ζέζηο, "posición"» (Metaf., 985 b4). Se destaca de este importante texto que ῥπζκόο
significa ζρῆκα «forma», lo que Aristóteles confirma, seguidamente a este pasaje, con un
ejemplo que extrae de Leucipo. Ilustra estas tres nociones y las aplica respectivamente a la
«forma», al «orden» y a la «posición» de las letras del alfabeto4: A difiere de N por el
ζρῆκα (o ῥπζκόο), AN difiere de NA por la ηάμηο, e I difiere de H por la ζέζηο.

Retenemos de esta cita que ῥπζκόο tiene por equivalente ζρῆκα. Entre A y N, la diferencia
es en efecto de «forma» o de «configuración»: dos palos son idénticos, Λ, sólo el tercero

2
El Diccionario de Liddell-Scott-Jones, s.v. ρυθμός, proporciona la mayoría de las referencias que han sido
utilizadas. Pero las diferentes acepciones de ρυθμός son ordenadas casi al azar, procediendo del sentido de
«ritmo», y sin que se discierna el principio de la clasificación.
3
Entre ρυθμός y ῥυσμός, la diferencia es sólo dialectal; es ῥυσμός lo que predomina en jónico. Hay
bastantes otros ejemplos de la coexistencia de -θμος y -σμος: cf. dor. τεθμός, hom. Θεσμός; βαθμός y
βασμός, etc.
4
Estas observaciones valen para la forma de las letras de los alfabetos arcaicos, que no podemos reproducir
aquí. Una I es en efecto una H vertical.
difiere, siendo interior en A y exterior en N. Y es justo en el sentido de «forma» que
Demócrito se sirve siempre de ῥπζκόο 5. Escribió un tratado πεξὶ ηῶλ δηαθεξόληωλ
ῥπζκῶλ, que significa «sobre la variedad de forma (de los átomos)». Su doctrina enseñaba
que el agua y el aire ῥπζκῷ δηαθέξεηλ, son diferentes por la forma que toman sus átomos
constitutivos. Otra cita de Demócrito muestra que aplicaba también ῥπζκόο a la «forma» de
las instituciones: νὐδεκία κεραλὴ ηῷ λῦλ θαζεζηῶηη ῥπζκῷ κὴ νὐθ ἀδηθεῖλ ηνὺο ἄξρνληαο,
«no hay medio de impedir que, en la forma (de constitución) actual, los gobernantes
cometan injusticia». Es en el mismo sentido que proceden los verbos ῥπζκῶ, κεηαξξπζκῶ,
κεηαξξπζκίδω, «formar» o «transformar» en lo físico o en lo moral: ἀλνήκνλεο ῥπζκνῦληαη
ηνῖο ηῆο ηύρεεο θέξδεζηλ, νἱ δὲ ηῶλ ηνηῶλδε δαήκνλεο ηνῖο ηῆο ζνθίεο, «los tontos se
forman por las ganancias del azar, pero los que saben [lo que valen] estas ganancias, [se
forman] por las de la sabiduría»; ἡ δηδαρὴ κεηαξπζκνῖ ηὸλ ἄλζξωπνλ, «La enseñanza
transforma al hombre»; ἀλάγθε... ηὰ ζρήκαηα κεηαξξπζκίδεζζαη, «es preciso que los
ζρήκαηα cambien de forma (para pasar lo anguloso a lo redondo)». Demócrito emplea
también el adjetivo επηξξύζκηνο, cuyo sentido puede ahora ser rectificado: ni «corriente,
que se derrama» (Bailly) ni «adventicio» (Lidell-Scott), sino «dotado de una forma»: ἐηεῇ
νπδὲλ ἴζκελ πεξὶ νὐδελόο, ἀιι’ έπηξξπζκίε ἑθάζηνηζηλ ἡ δόμηο, «no sabemos nada
auténticamente sobre nada, sino que cada uno da una forma a su creencia» (= a falta de
ciencia sobre algo, cada uno se fabrica una opinión sobre todo).

No hay entonces ninguna variación, ninguna ambigüedad en la significación que Demócrito


le asigna a ῥπζκόο, y que es siempre «forma», entendiendo por ello la forma distintiva, el
ordenamiento característico de las partes en un todo. Este punto establecido no cuesta nada
confirmarlo por la totalidad de los ejemplos antiguos. Consideremos la palabra
primeramente en la prosa jónica. Se la encuentra una vez en Heródoto (V, 58), al mismo
tiempo que el verbo κεηαξξπζκίδω, en un pasaje particularmente interesante porque trata de
la «forma» de las letras del alfabeto: (Los griegos han tomado de los fenicios las letras de
su escritura) κεηὰ δὲ ρξόλνπ πξνβαίλνληνο ἄκα ηῇ θωλῇ κεηέβαινλ θαὶ ηὸλ ῥπζκὸλ ηῶλ
γξακκάηωλ, «a medida que el tiempo pasó, al mismo tiempo que cambiaban de lengua, los
cadmios cambiaban también la forma (ῥπζκόο) de los caracteres»; νἴ παξαιαβόληεο
(Ἴωλεο) δηδαρῆ παξὰ ηῶλ θνηλίθωλ ηὰ γξάκκαηα, κεηαξξπζκίζαληέο ζθεωλ ὀιίγα
ἐρξέωλην, «los jonios tomaron, por medio de la enseñanza, las letras de los fenicios y las
usaron después de haberlas transformado (κεηαξξπζκίζαληεο) un poco». No es un azar si
Heródoto emplea ῥπζκόο para la «forma» de las letras casi en la misma época en que
Leucipo, como hemos visto, definía esta palabra sirviéndose justamente del mismo
ejemplo. Es la prueba de una tradición más antigua aún, que aplicaba ῥπζκόο a la
configuración de los signos de escritura. La palabra sigue en uso en los autores del Corpus
Hipocrático, y en el mismo sentido. Uno de ellos prescribe, para el tratamiento de los
patizambos, usar un pequeño zapato de plomo «de la forma de las antiguas sandalias de

5
Las citas de Demócrito que siguen pueden encontrarse fácilmente en Diels-Kranz, Vorsokratiker, II.
Quíos» (νἷνλ αἱ ρῖαη θξεπῖδεο ῥπζκὸλ εἶρνλ)6. De ῥπζκόο provienen los compuestos
ὁκόξξπζκνο, ὁκνηόξξπζκνο, «de la misma forma», ὁκνξξπζκίε, «semejanza» (Hpc., 915 h,
916 b), εὐξξπζκόο, «de bella forma, elegante», etc.

Si nos dirigimos a los poetas líricos, es más temprano aún, en el siglo VII, que vemos
aparecer ῥπζκόο. Se lo usa, como ζρῆκα o ηξόπνο, para definir la «forma» individual y
distintiva del carácter humano. «No te jactes de tus victorias en público, aconseja
Arquíloco, y no te hundas en ti para llorar tus fracasos; alégrate de los sucesos alegres y no
te irrites demasiado por los malos; γίγλωζθε δ’ νἷνο ῥπζκὸο ἀλζξώπνπο ἔρεη, aprende a
conocer las disposiciones que tienen los hombres» (II, 400, Bergk). En Anacreonte, los
ῥπζκνί son también las «formas» particulares del humor o del carácter: ἐγὼ δὲ κηζέω
πάληαο ὅζνη ζθνιηνὺο ἔρνπζη ῥπζκνὺο θαὶ ραιεπνὺο (fr. 74, 2), y Teognis cuenta el ῥπζκόο
entre los rasgos distintivos del hombre: κήπνη’ ἐπαηλήζῃο πξὶλ ἂλ εἰδῇο ἄλδξα ζαθελῶο
ὀξγὴλ θαὶ ῥπζκὸλ θαὶ ηξόπνλ ὅληηλ’ ἔρεη, «no elogies jamás a un hombre antes de conocer
claramente sus sentimientos, sus disposiciones (ῥπζκόο), su carácter» (964). Encontramos
aquí en Teócrito: Ἀπηνλόαο ῥπζκὸο ωὑηνο, «la actitud de Autonoé fue la misma» (XXVI,
23).

En los trágicos, ῥπζκόο y los verbos derivados guardan constantemente el mismo sentido
que en todos los textos citados: ἐλ ηξηγώλνηο ῥπζκνῖο, «en forma triangular», en un
fragmento de Esquilo (fr. 78 N2); λειεῶο ὧδ’ ἐξξύζκηζκαη, «una suerte despiadada ha
hecho mi forma (= condición) presente» (Prom., 243); πόξνλ κεηεξξύζκηδε, «(Jerjes, en su
demencia,) pretendía transformar un estrecho» (Pers., 747); κνλνξξύζκνη δόκνη, «una
residencia dispuesta para una sola persona» (Supl., 961)7. Muy instructivo es el empleo de
ῥπζκίδω en Sófocles (Antig., 318): ante la defensa de quien él ordena callar porque su voz
le hace sufrir y que le pregunta: «¿Es a tus orejas o a tu alma que mi voz hace sufrir?»,
Creonte responde: ηί δὲ ῥπζκίδεηο ηὴλ ἐκήλ ιύπελ ὅπνπ; «¿por qué te figuras la localización
de mi dolor?» Es exactamente el sentido de ῥπζκίδω, «dar una forma», y el escoliasta
vuelve con razón ῥπζκίδεηλ por ζρεεκαηίδεηλ, δηαηνπνῦλ, «figurar, localizar». Eurípides
habla del ῥπζκόο de un vestido, de su «forma» distintiva (ῥπζκόο πέπιωλ, Herácl. 130); de
la «modalidad» de un asesinato (ηξόπνο θαὶ ῥπζκὸο θόλνπ, El., 772); de la «marca
distintiva» del duelo (ῥπζκὸο θαθῶλ, Supl., 94); usa εὐξύζκωο, «de una manera
conveniente», para el arreglo de un lecho (Cicl., 563) y ἄξξπζκνο para una pasión
«desproporcionada» (Hip., 529).

Este sentido de ῥπζκόο persiste en la prosa ática del siglo V. Jenofonte (Mem., II, 10, 10)
hace de ῥπζκόο, de la «proporción», la cualidad de una bella coraza, que califica de
εὔξπζκνο, «de bella forma». En Platón, se recoge, entre otros, el ῥπζκόο, la «disposición
proporcionada», entre la opulencia y la miseria (Leyes, 728 e), y en expresiones como

6
De art., IV, 226, Littré.
7
Otro ejemplo de ῥυθμός en Esquilo, Coéf., 797, en contexto muy alterado, es inutilizable.
ῥπζκίδεηλ ηὰ παηδηθά, «formar un joven favorito» (Fedro, 253 b), κεηαξξπζκίδεζζαη,
«reproducir la forma», al hablar de las imágenes que devuelven los espejos (Timeo, 46 a);
este mismo verbo κεηαξξπζκίδεηλ significa en lo moral «reformar (el carácter)» en
Jenofonte (Econ., XI, 2, 3). Y Aristóteles mismo forja ἀξξύζκηζηνο, «no reducido a una
forma, desorganizado» (Metaf., 1014b 27).

Hay que limitar aquí esta lista casi exhaustiva de ejemplos. Las citas bastan ampliamente
para establecer: 1. que ῥπζκόο no significa jamás «ritmo» desde su origen hasta el período
ático; 2. que no se aplica jamás al movimiento regular de las olas; 3. que el sentido
constante es «forma distintiva, figura proporcionada; disposición», en condiciones de
empleo por otra parte muy variadas. Ya sean las derivadas o las compuestas, nominales o
verbales de ῥπζκόο, no se refieren nunca más que a la noción de «forma». Tal ha sido la
significación exclusiva de ῥπζκόο en todos los géneros de escritos hasta la época donde
hemos detenido nuestras citas.

Este sentido establecido se puede y se debe precisar. Para «forma», hay en griego otras
expresiones: ζρῆκα, κνξθή, εἶδνο, etc., de las que ῥπζκόο debe de alguna manera
distinguirse, mejor que lo que nuestra traducción puede indicar. La estructura misma de la
palabra ῥπζκόο debe ser interrogada. Podemos en el presente regresar útilmente a la
etimología. El primer sentido, tal como ha sido desarrollado, nos parece alejarse
definitivamente de ῥεῖλ, «fluir», desde donde se lo explica. Y sin embargo no
abandonaremos a la ligera una comparación que es morfológicamente satisfactoria; la
relación de ῥπζκόο con ῥέω no se presta por sí misma a ninguna objeción. No es esta
derivación misma la que hemos criticado, sino el sentido inexacto de ῥπζκόο que ha sido de
allí deducido. Al presente podemos, sobre la base del sentido rectificado, retomar el
análisis. La formación en -(ζ)κνο8 merece atención por el sentido especial que le confiere a
las palabras «abstractas». Indica, no el cumplimiento de la noción, sino la modalidad
particular de su cumplimiento, tal como se presenta a los ojos. Por ejemplo, ὄξρεζηο es el
hecho de danzar, ὀξρεζκόο la danza particular vista en su desarrollo; ρξῆζηο es el hecho de
consultar un oráculo, ρξεζκόο la respuesta particular obtenida del dios; ζέζηο es el hecho de
poner, ζεζκόο la disposición particular; ζηάζηο es el hecho de estar, ζηαζκόο la manera de
estar, de allí: equilibrio de una balanza, o: estación ocasional, etc. Esta función del sufijo ya
subraya la originalidad de ῥπζκόο. Pero es sobre todo el sentido del radical lo que hay que
considerar. Cuando los autores griegos cambian ῥπζκόο por ζρῆκα, cuando nosotros
mismos lo traducimos por «forma», no es en ambos casos más que una aproximación. Entre
ζρῆκα y ῥπζκόο, hay una diferencia: ζρῆκα por relación a ἔρω, «yo (me) tengo» (cf. la
relación latina habitus: habeo), se define como una «forma» fija, realizada, puesta de algún
modo como un objeto. Al contrario ῥπζκόο, a partir de los contextos donde aparece,
designa la forma en el instante en que se asume por aquello que es moviente, móvil, fluido,
la forma de lo que no tiene consistencia orgánica: conviene al patrón de un elemento fluido,

8
Para un análisis de las formaciones en -θμος, cf. Holt, Glotta, XXVII, p. 182 ss; pero no habla de ρυθμός.
a una letra arbitrariamente modelada, a un peplo que se ajusta a su gusto, a la disposición
particular del carácter o del humor. Es la forma improvisada, momentánea, modificable.
Ahora bien, ῥεῖλ es el predicado esencial de la naturaleza y de las cosas en la filosofía
jónica desde Heráclito, y Demócrito pensaba que, al ser todo producido por los átomos,
sólo su ordenamiento diferente produce la diferencia de las formas y los objetos. Se puede
entonces comprender que ῥπζκόο, significando literalmente «manera particular de fluir»,
haya sido el término más propio para describir «disposiciones» o «configuraciones» sin
fijeza ni necesidad natural y resultando de un arreglo siempre sujeto a cambio. La elección
de un derivado de ῥεῖλ para expresar esta modalidad específica de la «forma» de las cosas
es característica de la filosofía que la inspira; es una representación del universo donde las
configuraciones particulares de lo moviente se definen como «flujos». Hay un lazo
profundo entre el sentido propio del término ῥπζκόο y la doctrina en la que devela una de
las nociones más originales.

¿Cómo entonces, en esta semántica coherente y constante de la «forma», se inserta la


noción de «ritmo»? ¿Dónde está su vínculo con el concepto propio de ῥπζκόο? El problema
es captar las condiciones que han hecho de ῥπζκόο la palabra apta para expresar lo que
entendemos por «ritmo». Estas condiciones están ya parcialmente implicadas por la
definición puesta anteriormente. El sentido moderno de «ritmo», que existe también en el
mismo griego, resulta a priori de una especialización secundaria, la de forma que sólo fue
tratada hasta la mitad del siglo V. Este desarrollo ha tenido en realidad una creación, a la
cual podemos asignar sino una fecha, al menos una circunstancia. Es Platón quien precisó
la noción de «ritmo», al delimitar en una acepción nueva el valor tradicional de ῥπζκόο.
Hemos de citar los principales textos donde se fija la noción. En el Filebo (17 d), Sócrates
insiste en la importancia de los intervalos (δηαζηήκαηα), de los cuales es necesario conocer
los caracteres, las distinciones y las combinaciones si se quiere estudiar seriamente la
música. «Nuestros antecesores, dice, nos han enseñado a denominar a estas combinaciones
«armonías» (ἁξκνλίαο); ἔλ ηε ηαῖο θηλήζεζηλ αὖ ηνῦ ζώκαηνο ἔηεξα ηνηαῦηα ἐλόληα πάζε
γηγλόκελα, ἂ δὴ δη’ ἀξηζκῶλ κεηξεζέληα δεῖλ αὖ θαζὶ ῥπζκνὺο θαὶ κέηξα ἐπνλνκάδεηλ.
«Nos han enseñado ellos también que se produce de otras cualidades análogas, inherentes
esta vez a los movimientos del cuerpo, las cuales se someten a los números y que hay que
llamar ritmos y medidas (ῥπζκνὺο θαὶ κέηξα).» En El Banquete (187 b): Ἡ γὰξ ἁξκνλία
ζπκθνλία ἐζηηλ, ζπκθωλία δὲ ὁκνινγία ηηο... ώζπεξ γε θαὶ ὁ ῥπζκὸο ἐθ ηνῦ ηαρένο θαὶ
βξαδένο, ἐθ δηελελεγκέλωλ πξόηεξνλ, ὕζηεξνλ δὲ ὁκνινγεζάληωλ, γέγνλε. «La armonía es
una consonancia, la consonancia un acuerdo... Es de la misma manera que el ritmo resulta
de lo rápido y lo lento, en un principio opuestos, después acordados». Finalmente, en las
Leyes (665a), enseña que los jóvenes son bulliciosos y turbulentos, pero que un cierto orden
(ηάμηο), privilegio exclusivamente humano, aparece en sus movimientos: ηῆ δή ηῆο
θηλήζεωο ηάμεη ῥπζκὸο ὄλνκα εἴε, ηῆ δ’ αὖ ηῆο θωλῆο, ηνῦ η’ ὀμένο ἄκα θαὶ βαξένο
ζπγθεξαλλπκέλωλ, ἁξκνλία ὄλνκα πξνζαγνξεύνηην ρνξεία δὲ ηὸ μπλακθόηεξνλ θιεζείε.
«Este orden en el movimiento ha recibido precisamente el nombre de ritmo, mientras que
se llama armonía al orden de la voz donde lo agudo y lo grave se funden, y la unión de los
dos se llama arte coral».

Se ve cómo esta definición procede del sentido tradicional, como también lo modifica.
Platón emplea aún ῥπζκόο en el sentido de «forma distintiva, disposición, proporción».
Innova al aplicarlo a la forma del movimiento que el cuerpo humano realiza en la danza, y a
la disposición de las figuras en las cuales este movimiento se resuelve. La circunstancia
decisiva está allí, en la noción de un ῥπζκόο corporal asociado a un κἐηξνλ y sometido a la
ley de los números: esta «forma» es en adelante determinada por una «medida» y sujeta a
un orden. He ahí el sentido nuevo de ῥπζκόο: la «disposición» (sentido propio de la
palabra) está constituida en Platón por una secuencia ordenada de movimientos lentos y
rápidos, lo mismo que la «armonía» resulta de la alternancia de lo agudo y lo grave. Y es el
orden en el movimiento, el proceso entero del arreglo armónico de las actitudes corporales
combinado con un metro, lo que se llama desde ahora ῥπζκόο. Se podrá entonces hablar del
«ritmo» de una danza, de una caminata, de un canto, de una dicción, de un trabajo, de todo
lo que supone una actividad continua descompuesta por el metro en tiempos alternados. La
noción de ritmo está fijada. A partir de ῥπζκόο, configuración espacial definida por el
arreglo y la proporción distintivos de los elementos, se llega al «ritmo», configuración de
los movimientos ordenados en la duración: πᾶο ῥπζκὸο ὠξηζκέλε κεηξεῖηαη θηλήζεη, «todo
ritmo se mide por un movimiento definido» (Aristóteles, Probl., 882 b 2).

La historia aquí esbozada ayudará a apreciar la complejidad de las condiciones lingüísticas


de donde se desarrolla la noción de «ritmo». Se está bien lejos de las representaciones
simplistas que una etimología superficial sugería, y no es contemplando el juego de las olas
sobre la orilla que la Helena primitiva ha descubierto el «ritmo»; somos nosotros, al
contrario, quienes metaforizamos al día de hoy cuando hablamos del ritmo de las olas. Ha
hecho falta una larga reflexión sobre la estructura de las cosas, y después una teoría de la
medida aplicada a las figuras de la danza y a las inflexiones del canto para reconocer y
denominar el principio del movimiento cadenciado. Nada ha sido menos «natural» que esta
elaboración lenta, por el esfuerzo de los pensadores, de una noción que nos parece tan
necesariamente inherente a las formas articuladas de movimiento que nos cuesta trabajo
creer que no se ha tomado consciencia de ella desde su origen.

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