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El Ángelus, Jean-François Millet (1857-1859) óeleo

En un páramo casi desierto, dos campesinos interrumpen sus labores


en el campo para rezar el Ángelus (una oración diaria del
catolicismo). Sus caras no se ven, pero sólo con sus gestos(cabeza
agachada, sombrero en mano, manos al pecho…) expresan más
información y matices poéticos que ningún otro cuadro de la historia
del arte.
En una escena campestre dos campesinos que han interrumpido su trabajo se
encuentran orando el Ángelus y dando gracias a Dios en un llano desértico por la
cosecha obtenida con el sudor y el esfuerzo de muchos días. El hombre y la mujer
agachan piadosamente las cabezas, agarrando él su sombrero y llevando ella sus
manos al pecho. A sus pies podemos observar la cesta con los frutos y el apero de
labor.

El contraste lumínico desde luego ayuda a palpitar el corazón del


espectador.

El tipo de pincelada del que hace uso el autor, se caracteriza por ser firme, segura
y corta en la gran mayoría del cuadro. Se trata de una textura lisa. En cuanto a la
línea, existe una importancia del color sobre el dibujo.

En la pintura, el volumen se consigue gracias a las sombras que el pintor pone en


los personajes. La atmósfera de la escena parece neblinosa, lo que simplifica el
volumen de las figuras lo que genera una unión entre los personajes y el paisaje.

Las dos figuras quedan en zonas de luz y sombra respectivamente, en un contraste


lumínico. Sus caras quedan en sombra, mientras que la luz destaca los gestos y las
posturas de los campesinos, consiguiendo expresar un profundo sentimiento de
recogimiento.

La luz es de tipo natural pero no muy intensa, ya que la escena se desarrolla en el


campo, y por lo tanto es ambiental.

Más aún si sabemos cual era la intención inicial del pintor: Gracias a un
análisis con rayos X, sabemos que Millet situó en un principio donde
está el cesto del suelo un ataúd infantil con el bebé fallecido de la
pareja protagonista.
Al parecer, Millet se dio cuenta de con bebés muertos quizás la
burguesía no compraría tan bien el cuadro, así que transformó el
entierro del hijo de la pareja de campesinos en un momento de oración
e intimidad. Aún así, la tristeza en el ambiente sigue intacta.

Millet deja atrás con cuadros como este el individualismo y la


superficialidad del romanticismo y crea una de las obras maestras
indiscutibles del arte universal.

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